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Revista CONDUCTA Órgano de Difusión de la Escuela Superior de Psicología A.C.
Inc. U.A.C.J. clave A-023-0386
Presidente de Consejo: Dr. Javier A. Cabada S. Directora Académica: M.C. Martha E. Cabada S. Subdirector Académico: Lic. Oscar F. Retana M.
Compiladoras: Dra. Alicia Moreno-Cedillos y Violeta Gutiérrez-Cruz Diseño: Edgar Contreras G. / Violeta Gutiérrez C.
Difusión y Circulación: Ing. José Luis Manríquez /Dra. Alicia Moreno C. Digitalización: Violeta Gutiérrez-Cruz
COMITÉ ARBITRAL: Dr. José Ángel Vera Noriega, Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, A.C.
Dra. Alicia Moreno Cedillos, Universidad Autónoma de Cd. Juárez y Escuela Superior de Psicología de Cd. Juárez, A.C.
El contenido de los artículos publicados es responsabilidad exclusiva de los autores.
Editorial OTRA CARA ISBN 9780982707845 Impreso en México
Tiraje: 1,000 ejemplares
Circulación: Nacional en diferentes escuelas y universidades del país.
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C O N T E N I D O
Instauración de la Cátedra Dr. Rogelio Díaz -‐ Guerrero. ...............................3 Alicia Moreno-‐Cedillos
El legado psicológico de Rogelio Díaz -‐ Guerrero .................................6 Reynaldo Alarcón
Etnopsicología de los procesos de crianza en poblaciones vulnerables José Ángel Vera Noriega ......................................................................... 21 Etnopsicología de la asertividad ....................................................... 31 Mirta Margarita Flores Galaz Premisas histórico-‐socioculturales de la juventud peruana (Lima): obediencia filial y virginidad ............................................................. 45 Reynaldo Alarcón Etnopsicología y salud: el control de la diabetes ............................... 64 Pedro Barrera Valdivia Etnopsicología del mexicano. ........................................................... 75 Rolando Díaz-‐Loving Proyecto de investigación: Las premisas psico-‐socio-‐culturales y su relación con factores de calidad de vida en poblaciones de dos culturas vecinas: primera ...................................................... 86 Alicia Moreno-‐Cedillos
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ETNOPSICOLOGÍA DE LOS PROCESOS DE CRIANZA EN POBLACIONES VULNERABLES JJoosséé ÁÁnnggeell VVeerraa NNoorriieeggaa
Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, A.C. Hermosillo, Sonora.
Introducción Para abordar desde la Etnopsicología el escenario de la crianza, parto de cuatro premisas: 1. Los significados que la cultura otorga
sobre los elementos simbólicos legitima la manera mediante la cual los sujetos otorgan sentido a su existencia psicosocial, a través de la construcción de ideología (Van Dijk 1999; Montero 1997, 1994).
2. El sujeto al interior de una cultura, al tiempo que produce, adquiere y redefine procesos de identidad con las ideologías, elabora identidades étnicas modeladas psicológica y socialmente por la acción social colectiva (Díaz Guerrero, 1998).
3. Estas ideologías pueden ser estudiadas a través de premisas socio histórico -‐ culturales con diferentes procedimientos siempre y cuando puedan describir los elementos semánticos y simbólicos que componen el proceso de ideológico, tanto en lo general como en lo particular (Berry 1990)
4. Las medidas que se utilizan solo son útiles para describir los procesos simbólicos y semánticos de una cultura y en cada ocasión deberá ajustarse culturalmente, validarse, confiabilizarse y regularse su precisión y especificidad.
Desde este punto de vista, el sentido globalizador de la sociedad occidental expresa un sentido singular de convivencia simbólica, aun cuando se presente para la colectividad como una semantización
alienadora de la realidad. Estudiar un proceso social como la crianza en comunidades rurales e indígenas, significa abstraer de la realidad las pautas cognitivas / culturales de sujetos socialmente excluidos y en condiciones de extrema vulnerabilidad. Estudiar los procesos de reproducción social significa, abordar el antagonismo que a nivel personal expresa cada ser humano entre el otro y el nosotros, como condición antropológica inmanente para la configuración de la persona. A nivel local, más propiamente de los grupos, se interpreta como el factor condicionante de la socialización, de tal forma que ésta permite la representación del sí mismo como colectivo.
Tal como veremos en nuestros datos la varianza que debemos explicar obedece en una gran diversidad de situaciones, las cuales podemos sintetizar fundamentalmente en tres: 1. Socio céntrica, se produce como
resultado propio del proceso de configuración grupal del individuo dentro de la realidad cultural indígena y rural.
2. Envolvente, resultado del proceso de aculturación externa, donde la variable determinante de la re -‐ semantización del sujeto es mediada por las políticas educativas y sociales de los gobiernos.
3. Universalista, propia del proceso histórico del grupo desde una perspectiva ETIC (Pike, 1967) que no depende directamente de las políticas sociales, aunque éstas ejerzan un papel determinante, debiéndose más bien a la
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condición psicológica de los sujetos en busca de su propio destino.
4. Etnocentrista, en tanto construcción colectiva de lo religioso, viene a ser el arraigo en las sociedades "tradicionales" en oposición a Occidente, en tanto valorización de un conjunto de postulados, rituales y mitos fundacionales y de origen de donde se originan no sólo los elementos simbólicos que le permiten vivir, sino las redes de interdependencia cognoscitiva que se construyen entre los actores y que fundan la cosmovisión de dicha sociedad.
Hablar de un proceso de crianza en poblaciones indígenas y rurales significa aproximarnos científicamente a la realidad concreta de unos seres humanos, que, aun cuando parecieran no tener vigentes los testimonios mitológicos que le daban o dan sentido a su existencia, siguen elaborando su razón de ser en base a su condición de alteridad, siguen identificándose a sí mismos en una amplia mayoría como indígenas, más allá del "beneficio" de lo exótico que pueden significar, incluso para ellos mismos. Antecedentes. La familia tradicional de la primera mitad del siglo XX era básicamente una unidad económica donde el amor sexual y romántico no era considerado como objetivo, la desigualdad entre hombres y mujeres era intrínseca a la familia tradicional, lo mismo que el ignorar los derechos de los niños. La familia tradicional de clase media del siglo pasado era dominada por la sexualidad como reproducción (Coonz, 1992). La madre virtuosa, virgen al matrimonio y dedicada de tiempo completo a la educación de los
hijos era el común denominador. Las actitudes hacia la homosexualidad estaban regidas por la combinación de la tradición y la cultura.
La separación entre sexualidad y reproducción en las últimas décadas fue transformando el entorno de las relaciones de pareja. Aunado a la incorporación de la mujer al mercado de trabajo en los años cincuenta la idea del amor romántico como base del matrimonio remplazó a las uniones por interés económico, dinástico o continuidad de clanes (Guiddens, 2000).
La posición de los infantes en esto es paradójica. Nuestras actitudes hacia ellos y su protección han cambiado radicalmente en las nuevas generaciones. Los niños que para las generaciones de mediados de siglo pasado representaban una posibilidad de mano de obra en el campo o en el hogar se transforman, para convertirse en una gran carga económica para los padres, expresado en gastos de salud, educación, vestido, vivienda y alimentación.
Antes de los años sesenta, la crianza era una tradición definida por el ritual y la repetición, propiedad de los grupos, definiendo una especie de verdad, un marco para la acción que parecía permanecer prácticamente incuestionable, los patrones dietarios, disciplina en el hogar y en la escuela, estimulación de lenguaje y conducta social relacionada con el género fueron asumidos y transferidos de generación en generación con pocos cuestionamientos (Darby, 1994).
Los ritos y mitos de la crianza subliman las ceremonias de nacimiento, bautizo, confirmación, iniciación escolar, asunción de roles hombre-‐mujer, matrimonio, reproducción, tercera edad, muerte. Los momentos o estadios eran señalados y
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entrenados en cumplimiento de las normas de apropiación de la comunidad.
Crianza y tradición, conceptos que, hasta los años cincuentas parecían complementarios de las pautas transgeneracionales de ritos y mitos que definían una cultura específica, se transforman para responder a la necesidad de mantener hábitos y costumbres individuales y familiares, y no a la preservación de un concepto colectivo del hombre.
En el mundo globalizado la crianza se homogenizó sobre la base científica de una psicología que promueve un concepto de hombre competitivo y libre, capaz de desarrollar su potencial humano, su creatividad e innovación. Esto significa usar situaciones de enseñanza-‐aprendizaje bajo modelos constructivistas que enfatizan la formación de las habilidades individuales y que requieren separar al niño del lecho materno, para proporcionar un mismo sistema de entrenamiento que enfatiza el individualismo y/o transforma a los niños en cosmopolitas y autónomos de los padres.
En la zona rural, estas normas y acuerdos están asociados fundamentalmente a la posibilidad de sobrevivencia, en un ambiente hostil y carente, en el cual el entrenamiento en comportamientos senso perceptuales de orientación y dirección y aquellos relacionados con la discriminación de colores, formas y texturas van a ser privilegiados por las madres conjuntamente con la conducta motora gruesa, motora fina, equilibrio estático, dinámico, la carrera, la posición y reconocimiento del cuerpo en el espacio. Todo esto con el objeto de que el niño sea capaz de orientarse en el espacio vital en el que habita durante el día y la noche y tener las
habilidades para evitar riesgos y peligros en el monte, que es donde el pasará una buena parte de su vida.
En la zona urbana la situación se modifica drásticamente, los repertorios lingüísticos y sociales conforman una condición y un criterio para la vida exitosa de un niño, quien deberá conocer todos los protocolos sociales del buen comportamiento y se le promoverá y estimulará un lenguaje correcto y amplio para que destaque en la buena sociedad.
Resumiendo, entre grupos de población con distinciones culturales, las tradiciones de ajuste y sobrevivencia en la ecología humana particular definirán practicas de enseñanza aprendizaje que hagan competente al pequeño para la vida útil del campo o la ciudad. La crianza está vinculada a los intereses de la comunidad en el caso de la zona rural, la sociedad o el Estado para la zona urbana. Lo colectivo, conservador, tradicional, característico de una comunidad rural asume la crianza como un asunto privado familiar. En estas sociedades tradicionales, los padres comparten el poder con el colectivo cívico, mientras que lo ejercen de manera absoluta en las familias.
Mientras en la zona urbana, individualista, desarraigada, la crianza es un asunto de Estado y la imagen del padre está en decadencia. De esta manera se separa en el contexto urbano, lo privado como lugar de la conyugalidad y lo público como el de la parentalidad, mientras que para la zona rural la crianza es un asunto privado conjuntamente con la conyugalidad aun cuando en lo público se establezcan las normas de funcionamiento, la comunidad no establece mecanismos de control para hacerse cargo de la parentalidad.
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Estrés de la madre, estimulación y desarrollo del niño. Los procesos de globalización y modernidad en la economía mexicana han venido a promover flujos migratorios del campo a la ciudad, éstos conllevan cambios en el ambiente familiar, las condiciones de vida, los servicios de salud y la actividad laboral. El incremento de las jornadas de trabajo, la incorporación de la mujer a la producción y la migración temporal de los padres rurales y urbanos a lugares geográficamente lejanos, ubica a los niños de escasos recursos en un virtual desamparo en términos de tiempo disponible para la promoción y estimulación del desarrollo (Vera, 1998). Documentar el estado actual del desarrollo infantil y las condiciones psicológicas de las madres para el ejercicio de la crianza en las zonas rural y urbana resulta importante si se pretende encontrar las variables asociadas a las diferencias, así también, como elaborar y proponer alternativas de intervención.
Si bien, la poca inversión estatal en salud y educación es una parte fundamental para discutir las diferencias entre la zona rural y urbana, la inversión familiar en alimentación, uso del tiempo libre y el modelamiento de conducta hacia el niño por parte de los padres es un medio más para poder discernir las diferencias entre estas zonas.
Son básicos, el estudio de los conflictos interpersonales como violencia doméstica, problemas de relación de pareja, estrés de la crianza, el papel del padre como cuidador y los cambios en la conducta del niño al ingresar en la escuela (Vera, 1995). Estos problemas de comportamiento incrementan el uso de estrategias de enseñanza-‐aprendizaje basadas en el castigo, la evitación y el escape, haciendo
más probable el desajuste de la madre para ejercer el control instruccional (Vera, Montiel, Serrano y Velasco, 1997).
La investigación ha evaluado el impacto de la pobreza y el grado socioeconómico sobre numerosos indicadores de funcionamiento cognitivo durante la infancia, pero el más prominente de estos indicadores es el coeficiente intelectual (C.I.) y más recientemente el Peabody Picture Vocabulary Test (PPVT) (Duncan, Brooks y
Numerosos estudios que han controlado el C.I. de la madre, educación maternal y algunas otras características y conductas de la madre (por ejemplo edad y conducta durante el embarazo) han reportado efectos significativos de la pobreza sobre las habilidades verbales y cognitivas de los niños (Korenman, Miller y Sjaastad, 1995; Liaw y Books-‐Grunn, 1994). Duncan, Brooks y Klebanov (1994) encontraron que el ingreso de la familia y el estado de pobreza fue un predictor significativo de las puntuaciones en C.I a los cinco años aún después de controlar educación de la madre, estructura familiar, etnicidad y otras diferencias entre familias de alto y bajo ingreso. Los efectos de las desventajas socioeconómicas sobre el desarrollo cognitivo temprano está medido a través de los niveles de estimulación académica y del lenguaje que tiene lugar en casa. La pobreza y la poca educación de la madre están asociadas con menor estimulación cognitiva en el hogar (Vera, 1999).
En relación al logro académico, los niños pobres ejecutan significativamente más bajo que niños de clase media sobre diversos indicadores de logro académico (Haveman y Wolfe, 1995). Los estudios anteriores sugieren que una combinación del ingreso, ocupación del padre y
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educación de la madre, se correlacionan significativamente con logro académico. Déficit en conducta verbal, matemáticas y habilidades de lectura asociados con un estado de pobreza prolongado fueron tres veces más importantes que en un estado de pobreza inmediato.
Por otro lado, Hess, Holloway, Dickson y Price (1984) identificaron algunas variables relacionadas a los factores socioeconómicos y a los de logro escolar, incluyendo interacciones verbales entre madres e hijos, expectativas de los padres, relaciones afectivas positivas entre padres e hijos y estrategias de control y disciplina. Por ejemplo, en un estudio de Korenman, Miller y Sjaastad (1995) encontraron que de una tercera parte a la mitad, las desventajas en conducta verbal y lectura están asociadas a la cantidad de apoyo emocional y estimulación cognitiva en el hogar. Entwisle, Alexander y Olson, (1997) presenta evidencia de que los recursos de la familia pueden impactar el desarrollo académico del niño, cuando las escuelas están cerradas y las familias más pobres parecen ser más proclives a promover el desarrollo durante este periodo. Algunas teorías sugieren que el ingreso económico de la familia afecta positivamente los resultados académicos del niño, no tanto por lo que se puede comprar sino más bien por lo que esto representa.
Recientemente se reportaron datos que indican que en el periodo de los años preescolares existe una alta vulnerabilidad al impacto de la pobreza. Paradójicamente es durante este periodo que la familia se encuentra en crecimiento y ajuste por lo que está en un alto riesgo de ser pobre (Bronfenbrenner, McClelland, Werhington, Moen y Ceci, 1996).
La comparación de dos poblaciones de preescolares y las características conductuales de sus respectivas madres, permite, evaluar las percepciones de las madres, su conducta y su personalidad, así como también, las habilidades cognoscitivas, las habilidades motoras y de memoria en los niños. Esto finalmente, es con el objeto de ofrecer algún indicio que sirva para explicar las diferencias en poblaciones rurales y urbanas.
Los datos obtenidos recientemente (Vera, 1998) indican una diferencia significativa en los puntajes de respuestas correctas para las comparaciones entre niños de zona rural y urbana, estos hallazgos evidencian ventaja en aprovechamiento escolar para los niños urbanos, lo cual ha servido, para justificar el proceso de inversión y desarrollo de las urbes. El mecanismo que subyace a la diferencia entre estas condiciones, es conocido parcialmente. Así pues, se relaciona con la permanencia y consistencia de los maestros en la colonia o barrio, la posibilidad de asistir a capacitación constante, la posibilidad y uso de materiales didácticos, los niveles de organización y recursos de la escuela, además, cabe mencionar, que las experiencias novedosas y la interacción social con grupos más heterogéneos en la zona urbana, permiten al niño una más variada relación con el ambiente.
Estos mismos datos (Vera, 1998) muestran que las madres de la zona rural obtienen puntajes de estimulación del niño en el hogar (Cadwell y Bradley, 1968) significativamente mas altos que los de la zona urbana. La dedicación de las madres de la zona rural para niños de 3 a 5 años de edad antes de ingresar a preescolar, establece diferencias en los puntajes de desarrollo del niño. Esta diferencia en la
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estimulación a favor de los niños de la zona rural seguramente sufre cambios al ingresar el niño a preescolar. No sólo por el ajuste al entorno de la escuela, sino porque de 5 a cerca de los 7 años el desarrollo verbal y cognitivo del niño le permite iniciar acciones de independencia en el barrio o en la comunidad. Este momento es fundamental de estudiar porque el ajuste al nuevo entorno y los niveles de socialización con los pares establece condiciones radicalmente diferentes en la madre que cría. Los pares en la escuela y la vecindad controlan ahora también conducta del niño y promueven expectativas y valores. El estrés materno, la estimulación y otros factores relacionados con la madre se modifican en este momento.
Una consideración que es fundamental para iniciar esta discusión se refiere a que en lo psicológico la pobreza no es importante en términos de lo que se pueda comprar, o tener, sino en relación a la manera en que impacta el bienestar social sobre la orientación al logro, el autoconcepto y en general los criterios de valor asumidos sobre la percepción de sí mismo y de los demás.
Entendido de esta manera, no es la situacionalidad geográfica rural-‐urbana la variable sino el contexto en el que se estudia más que la pobreza, la marginalidad pues las familias que hemos estudiado en el estado de Sonora no sólo captan ingresos insuficientes para la alimentación y la vivienda sino que además carecen de servicios de salud, culturales y educativos que puedan considerarse de calidad. Vivir al margen significa recolectar alimentos en el campo, construir casas con barro y árboles, no contar con drenaje, agua potable en ocasiones no hay luz y escasean los medios de transporte y comunicación masiva.
La marginalidad impacta de manera diferente las variables estudiadas: el estrés aumenta en las subescalas de la dimensión de la madre en la medida que aumenta la industrialización y disminuye al acercarse al campo, mientras que las velocidades y ejecuciones correctas de respuesta mejoran al aumentar el nivel de urbanización. La estimulación mejora en la zona rural pero con un límite impuesto por los niveles de pobreza. Podemos suponer un proceso interactivo entre la autopercepción que impone la marginalidad y el nivel educativo de la madre, no solo pensando en la escolaridad sino en la socialización. En comunidades muy pobres la educación puede promover cambios positivos en las expectativas, autoconcepto y locus de control que permitan a la madre imprimir al desarrollo del niño una visión más optimista en donde los objetivos de la crianza se enfocan más a la formación que al control (Vera, Montiel, Serrano y Velasco, 1997).
En un estudio (Vera, García y Velasco, 1997) en donde se compararon dos zonas rurales una con agricultura de temporal y otra con tecnología de riego, se pudo observar que aún cuando las familias capten un nivel de ingresos que son insuficientes para una dieta adecuada, las familias de la zona de riego tenían drenaje, luz, agua, transporte y recibían señal de radio y televisión. Lo anterior hacía una diferencia en la conceptualización del papel de la madre como criadora y se cristaliza en los datos obtenidos.
Se encontró que las diferencias en estimulación y estado psicológico de la madre tenía ventajas que repercuten en la estimulación del niño y esto mejora sus indicadores de desarrollo. Así pues, una vez cumplidas las necesidades mínimas de alimentación y vivienda la madre se
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conceptualiza como más capaz, y emprendedora, maneja una diversidad de alternativas para estimular la dieta, salud, desarrollo, es mas exploratoria, tiene mayor orientación y es más analítica en su toma de decisiones.
En una investigación referida anteriormente (Vera, 1998) se encontró que las familias de niños de 0 a 5 años en la zona rural estimulaba significativamente más a sus hijo que las familias de la zona urbana. Este dato no es contradictorio con el actual si consideramos que la población rural de este estudio se encuentra en pobreza extrema, mientras la del estudio anterior era población rural en desarrollo y en nivel social era mucho mejor que el actual. Por otro lado, la edad de los niños en el presente estudio es de los 5 a los 6, mientras que el estudio anterior fue con niño de 0 a 5 años.
Así pues, las diferencias en el desarrollo del niño y su estimulación está vinculada no sólo a los niveles de desarrollo económico y social de las comunidades, sino también a la edad de los niños. Cuando los niños ingresan a la escuela, en la zona rural se desvanece el control familiar hacia uno sustentado por la comunidad, mientras en la zona urbana el control se vuelve más importante para evitar las malas compañías.
El estrés de la crianza como percepción de la madre está muy relacionado con los niveles de pobreza. La falta de recursos para alimentación y vivienda opone serias restricciones a la socialización de la madre, quien ocupa más tiempo en la obtención y preparación de alimentos, restringiendo su oportunidad de contacto con el niño y con otras personas. La pobreza permanente en la que se vive en la zona rural opone además un efecto de desamparo aprendido,
lo cual establece en las personas una mínima orientación al logro. Aún cuando esta visión del mundo es muy clara y ajustiva al medio tan restrictivo y de difícil sobrevivencia, los instrumentos para medir estrés y depresión detectan a estas personas como en riesgo por los altos puntajes obtenidos. En la zona urbana, siempre existe la posibilidad de las ayudas del gobierno, de los clubes, de las no gubernamentales. Difícilmente estas madres de la zona urbana tienen largas jornadas en el monte para obtener alimentos y leña. Aunque en la actualidad en estas familias la madre incursiona en el campo de maquiladora o afanadora, esto sólo ocurre en la zona urbana de Sonora con madres cabeza de familia.
La evidencia presentada en este artículo y en los otros dos ya mencionados (Vera, García y Velasco, 1997; Vera, 1998) sirven para apoyar la conclusión que el ingreso familiar puede influir sustancialmente el desarrollo del niño de manera directa a través de las necesidades nutricionales y de salud no cumplidas, y de manera indirecta conjugado con una madre poco perceptiva de las necesidades del niño, bajo una posición de desamparo social e individual que agrega una posición fatalista a una orientación al logro muy precaria y disminuida.
El tiempo en el que la pobreza extrema a través de su privación afecta al niño es particularmente importante durante la infancia y los años preescolares, pues la ausencia de una dieta y estimulación adecuada se relacionan con bajos niveles de ejecución académica durante los años escolares en primaria y secundaria (Duncan, Brooks-‐Gunn y Klebanov, 1994). Además una educación de muy baja calidad viene asociada a comunidades en pobreza
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extrema exacerbando este efecto (Alexander y Entwisle, 1998).
Conclusión. A través de la crianza los sistemas de formación y desarrollo del niño se perfeccionan y cambian ajustándose a las modalidades de pensamientos imperantes en las épocas. La racionalidad no es un hecho fortuito sino más bien sistemático ordenado y variable que se adquiere y evoluciona bajo el cobijo de una sociedad. Esta última se protege y perfecciona a través de la crianza como un sistema de regulación que va dictando el tipo de humano que la sociedad reclama para su reproducción y su desarrollo.
El conceptualizar la crianza como un mecanismo de control y cambio de las estructuras sociales y como fuente de explicación de patrones de conducta, nos permite una visión holística del estudio científico de las prácticas de crianza desde una perspectiva etnopsicológica, lo cual implica: a) que el análisis de las interacciones de conducta entre la madre-‐niño son insuficientes en la determinación de los elementos asociados al cuidado; b) que el estudio de las creencias, percepciones, actitudes y los constructos relacionados con la interacción madre-‐hijo son complementarios a los conductuales y;
c) la estructura valorativa de los grupos y sociedades asociada al comportamiento social desde un punto de vista etnopsicológico es un componente fundamental de una explicación psicosocial del episodio.
Más que reducir el concepto de crianza al de cuidado del niño es menester darle a este último una configuración más amplia. El cuidado entendido como custodia, esto es, como actividad para mantener en vida a los niños, debe modificarse por un planteamiento holístico que involucra el desarrollo potencial de sus posibilidades de pensamiento sociales y motoras. De esta forma el concepto de cuidado va más allá del de crianza abordando la suposición de que criar se refiere al análisis de la madre o tutor con el niño acerca de su desarrollo psicológico y social, sino que involucra también su salud y nutrición.
Estudiar cómo percibe y ejercita el cuidador su tarea implica el estudio de las condicionantes sociales que determinaran la actitud y conducta de los adultos y a la vez le conforman una visión sobre las relaciones sociales y valoraciones sobre las instituciones y la historia, que constituyen los elementos que subrepticiamente cristalizan en el contenido de lo que se transfiere a través de la crianza.
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Correo electrónico del autor: [email protected]
Rogelio Díaz-‐Guerrero, un gran investigador. La producción científica de Díaz-‐Guerrero fue extensa. Publicó 475 trabajos de investigación que se encuentran en diferentes revistas especializadas, tanto en México como en América Latina, Norteamérica y Europa. Escribió alrededor de 62 capítulos de libros como invitado y participó en la publicación de 30 textos, como autor o coautor.