AUTOBIOGRAFIA 1

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~:;;=-:--------------------------------------------:--~ Juan David Pinillos Puentes Autobiografia lectora y escritora Triángulos, círculos, cuadrados eran las extremidades de un hombre imaginario que la profesora, ausente de ideas, nos propuso diseñar y que fue mi primera lectura. No fueron letras lo que interpreté aquella vez pero encontré una forma de expresión. La nueva lección fueron figuras extrañas que se construían con aquellos palitos, bolitas que tanto habíamos repetido y que hacían temblar nuestras pequeñas manos. La tarea aquella vez era hacer planas y aprender el sonido de aquellas formas. En la casa, después de ver dragón ball llegaba mi madre, un tanto estresada del trabajo y con su pedagogía alternativa de los chancIetazos -porque la letra con sangre entra- apropiada para mi pereza. Amenazaba desde 10 alto con un latigazo si no repetía correctamente el sonido de la vocal correspondiente o su combinación con la debida consonante. Día tras día se repetía el proceso, mi madre, una autentica conductista con su refuerzo negativo del chancIetazo. Sin embargo, no hay queja alguna de mi parte, pues de 10 contrario no leería bien y no hubiera conocido el mundo de las letras. Después de mi madre, llegue a quinto grado, en donde -no sin temor- recuerdo el nombre de mi maestra, Aurora Marin, que con una voz aguda, lograba unos chillidos que hacían erizar a los cuarenta alumnos que allí estábamos. Esta mujer, nos pidió como trabajo final en la materia de castellano leer un libro escogido a voluntad para resumirlo; con toda la curiosidad propia del caso me acerque a mi papá -que es el único que ha leído por placer en la casa- y le pregunté pidiéndole una recomendación para mi trabajo; en silencio apuró el paso hacia un mueble roído por el gorgojo que apodaban biblioteca, saco un pequeño libro de pasta azul y me dijo "este es muy bacano, lo leí cuando tenía tu edad". Comencé mi lectura, recuerdo con claridad la imagen de un pequeño niño que no le gustaba el colegio, ni la iglesia y que solo quería jugar, vivir aventuras junto a su "avispado" amigo y que se hacía llamar Tom Sawyer. Aquella vez sentí la angustia de ser perseguido por un indio; la emoción después de la travesura cometida. Desde ahí conocí las letras, la lectura, el camino al que nunca creí me iba a dedicar. I

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Juan David Pinillos Puentes

Autobiografia lectora y escritora

Triángulos, círculos, cuadrados eran las extremidades de un hombre imaginario que la

profesora, ausente de ideas, nos propuso diseñar y que fue mi primera lectura. No fueron

letras lo que interpreté aquella vez pero encontré una forma de expresión. La nueva lección

fueron figuras extrañas que se construían con aquellos palitos, bolitas que tanto habíamos

repetido y que hacían temblar nuestras pequeñas manos. La tarea aquella vez era hacer

planas y aprender el sonido de aquellas formas. En la casa, después de ver dragón ball

llegaba mi madre, un tanto estresada del trabajo y con su pedagogía alternativa de los

chancIetazos -porque la letra con sangre entra- apropiada para mi pereza. Amenazaba desde

10 alto con un latigazo si no repetía correctamente el sonido de la vocal correspondiente o

su combinación con la debida consonante. Día tras día se repetía el proceso, mi madre, una

autentica conductista con su refuerzo negativo del chancIetazo. Sin embargo, no hay queja

alguna de mi parte, pues de 10 contrario no leería bien y no hubiera conocido el mundo de

las letras.

Después de mi madre, llegue a quinto grado, en donde -no sin temor- recuerdo el nombre

de mi maestra, Aurora Marin, que con una voz aguda, lograba unos chillidos que hacían

erizar a los cuarenta alumnos que allí estábamos. Esta mujer, nos pidió como trabajo final

en la materia de castellano leer un libro escogido a voluntad para resumirlo; con toda la

curiosidad propia del caso me acerque a mi papá -que es el único que ha leído por placer en

la casa- y le pregunté pidiéndole una recomendación para mi trabajo; en silencio apuró el

paso hacia un mueble roído por el gorgojo que apodaban biblioteca, saco un pequeño libro

de pasta azul y me dijo "este es muy bacano, lo leí cuando tenía tu edad". Comencé mi

lectura, recuerdo con claridad la imagen de un pequeño niño que no le gustaba el colegio, ni

la iglesia y que solo quería jugar, vivir aventuras junto a su "avispado" amigo y que se

hacía llamar Tom Sawyer. Aquella vez sentí la angustia de ser perseguido por un indio; la

emoción después de la travesura cometida. Desde ahí conocí las letras, la lectura, el camino

al que nunca creí me iba a dedicar.

I