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AUTONOMÍA Y AUTORIDAD INDÍGENA. DISPUTAS ENTRE CACIQUES Y CORREGIDORES EN EL OBRAJE DE COMUNIDAD DE DUITAMA (1593-1612) Claudia Marcela Vanegas Durán Estudiante de Maestría en Historia Pontificia Universidad Javeriana [email protected] Introducción El análisis de las relaciones de poder entre autoridades coloniales y autoridades indígenas a finales del siglo XVI y principios del XVII es el tema central de esta presentación. Proponemos su estudio a partir de las disputas que generó la administración del obraje de Duitama, repartimiento de la corona ubicado en la Provincia de Tunja en el Nuevo Reino de Granada. La intervención de la corona en la administración de las comunidades indígenas diezmó progresivamente el grado de autonomía que las autoridades indígenas tenían sobre la gestión de los sujetos y recursos a su disposición. De entrada es necesario mencionar que la autonomía que experimentaron o lograron obtener los indígenas siempre estuvo determinada primero por el ejercicio de las leyes existentes que difícilmente se cumplieron en toda la América colonial. La ley se acataba pero no se cumplía. Segundo, por la habilidad de los indígenas para ganar espacios en el plano económico o social, siempre en estado de subordinación. Es decir, esta autonomía no se puede considerar como plena —lo que sería una utopía pues ni la plena libertad ni la total subordinación fueron evidentes en el caso de las relaciones entre indígenas y españoles— mas no se la puede ignorar. 1

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AUTONOMÍA Y AUTORIDAD INDÍGENA. DISPUTAS ENTRE CACIQUES Y CORREGIDORES EN EL OBRAJE DE

COMUNIDAD DE DUITAMA (1593-1612)

Claudia Marcela Vanegas Durán Estudiante de Maestría en Historia

Pontificia Universidad Javeriana [email protected]

Introducción

El análisis de las relaciones de poder entre autoridades coloniales y

autoridades indígenas a finales del siglo XVI y principios del XVII es el tema

central de esta presentación. Proponemos su estudio a partir de las disputas que

generó la administración del obraje de Duitama, repartimiento de la corona

ubicado en la Provincia de Tunja en el Nuevo Reino de Granada.

La intervención de la corona en la administración de las comunidades

indígenas diezmó progresivamente el grado de autonomía que las autoridades

indígenas tenían sobre la gestión de los sujetos y recursos a su disposición. De

entrada es necesario mencionar que la autonomía que experimentaron o

lograron obtener los indígenas siempre estuvo determinada primero por el

ejercicio de las leyes existentes que difícilmente se cumplieron en toda la

América colonial. La ley se acataba pero no se cumplía. Segundo, por la

habilidad de los indígenas para ganar espacios en el plano económico o social,

siempre en estado de subordinación. Es decir, esta autonomía no se puede

considerar como plena —lo que sería una utopía pues ni la plena libertad ni la

total subordinación fueron evidentes en el caso de las relaciones entre indígenas

y españoles— mas no se la puede ignorar.

1

Con el análisis histórico de los procesos de subordinados que presentan

algún nivel de autonomía es posible reinterpretar la historiografía colonial del

Nuevo Reino de Granada. El obraje de Duitama dedicado a la manufactura de

diversos tipos de textiles, fue una alternativa organizada por su cacique y

capitanes con el ánimo de tener una actividad productiva que generara recursos

suficientes para cubrir el pago del tributo y a largo plazo excedentes para la

comunidad.

El ensayo ha sido dividido en ocho secciones. En las dos primeras se hará

una breve descripción de la organización de los obrajes en América y el Nuevo

Reino de Granada, con el ánimo de establecer las generalidades del tema de

estudio que nos compete. Posteriormente se describirán las circunstancias que

impulsaron la creación del obraje de comunidad en el repartimiento de

Duitama y los agentes que intervinieron en su funcionamiento. Pasaremos

luego a analizar las funciones que cumplieron las autoridades indígenas, y su

gestión en el obraje a partir de la información sobre producción y mano de obra

con los que se cuenta. Por último analizaremos el papel que cumplió el

corregidor de indios y los conflictos que se generaron durante los dos años en

los que administró el obraje.

El obraje en América

Con la llegada de los españoles a América, la producción de textiles de

lana, con sus herramientas y procesos productivos especializados de origen

europeo se adaptó a las circunstancias creando una nueva forma de

organización del trabajo: el obraje. Los obrajes fueron unidades manufactureras

sin antecedentes en la España del siglo XVI. Fue en América donde se

organizaron los obrajes, inicialmente en Nueva España y gradualmente en Perú,

Quito y el Nuevo Reino de Granada, como una alternativa para la elaboración

2

de textiles que pudieran competir con las telas que llegaban de Europa a muy

altos costos.

En un solo espacio los obrajes garantizaban la concentración —por

primera vez en la historia de la producción textil— de todas las fases del

proceso de confección de tejidos —desde el tratamiento de la materia prima

hasta el acabado final de los diferentes tipos de textiles. “El obraje reunió la

fuerza de trabajo dispersa en una estructura física, la especializó en tareas y la

sometió a una disciplina desconocida en el mundo indígena”1.

A diferencia de los conquistadores del siglo XV, los encomenderos de la

segunda mitad del siglo XVI eran un grupo con una mentalidad de

colonizadores. Los encomenderos que habían optado por quedarse en las

colonias americanas, concentraron sus esfuerzos y los recursos económicos que

iban adquiriendo en la explotación de una o varias empresas a la vez, ya fuera

la minería, la ganadería, la agricultura o el comercio. A través de la

organización de este tipo de empresas los encomenderos “encabezaron la

transición de una sociedad de conquista a una sociedad colonial, en la cual la

riqueza se basaba en empresas económicas y no en fruto de las victorias

militares”2. Una de las actividades económicas en las que los encomenderos

concentraron su interés, en épocas muy tempranas, fue la manufactura textil

organizada en obrajes.

A lo largo del siglo XVI se fundaron innumerables obrajes, dedicados a la

fabricación de distintos tipos de tejidos de lana, y en algunos casos particulares

de algodón. Estas unidades se organizaron inicialmente en las haciendas,

ubicadas en aquellas regiones en las que no existían minas, pero sí contaban con

1 Manuel Miño Grijalva, La producción colonial hispanoamericana (México: Fideicomiso Historia de las Américas, El Colegio de México, Fondo de Cultura Económica, 1993), 23. 2 María Ángeles Eugenio Martínez, Tributo y trabajo del indio en Nueva Granada (de Jiménez de Quesada a Sade) (Sevilla: Escuela de Estudios Latinoamericanos, 1977), 297.

3

mano de obra indígena suficiente, bastos territorios para la expansión de los

rebaños de ovejas, fuentes de agua, y terrenos de labranza agrícola que podían

abastecer de insumos y alimento a quienes allí trabajaban diariamente.

Gracias a la demanda de diversos tipos de textiles (paños, bayetas, rasos,

sayales, frezadas, lienzos, y jergas) en centros mineros, estancias agrícolas y

ciudades, los obrajes se fueron expandiendo en América entre los siglos XVI y

XVIII, integrándose progresivamente en el espacio económico colonial. La

conformación de circuitos de intercambio de “ropa de la tierra” —nombre con

el que fueron denominados los textiles que se elaboraron en América, para

diferenciarlos de aquellos que llegaban de Europa— en los mercados locales e

interprovinciales, permitió que la producción textil fuera una actividad

constante a lo largo de los tres siglos de dominación española.

El desarrollo de la manufactura textil en América, ayudó en la

conformación de regiones agrarias con dinámicas impulsadas esencialmente

por la demanda de los centros mineros. Estas regiones se convirtieron en

satélites económicos importantes para proveer de alimentos y manufacturas a

las minas, focos del auge económico colonial. Tal dinámica garantizaba la

estructura social y política de la dominación española. La producción textil

garantizaba el pago del tributo indígena a la corona, incorporando la mano de

obra indígena productiva a través de la mita textil. Es así como en el estudio de

los obrajes coloniales es posible observar como se asignó la mano de obra a

través de la figura del corregidor de indios, creada para proteger a los indígenas

de los excesos de los encomenderos. La organización de obrajes en los pueblos

de indios, sus insumos y la mano de obra dinamizaban la economía en el

ámbito local, promoviendo relaciones de subordinación y lealtad entre

españoles e indígenas.

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Los obrajes en el Nuevo Reino de Granada

En el Nuevo Reino de Granada, al igual que en Quito y Perú, los obrajes

comenzaron a establecerse a finales del siglo XVI. Los primeros obrajes de los

cuales se tiene referencia fueron organizados en la Provincia de Tunja.

Alrededor de 1570 se crearon obrajes en las encomiendas de Suta (otorgada a

Antón de Santana) y la de Oicatá-Nemuza (asignada a Miguel Ruiz Corredor);

en 1591 se organizó uno en Soracá (encomienda de Juan Rodríguez de Morales),

en 1596 se creó uno en Duitama, y en 1598 se dio orden de organizar otro en

Chía. Estos dos últimos casos de obrajes organizados en repartimientos de la

corona, tienen la particularidad de que fueron producto de la iniciativa de sus

caciques y capitanes3.

Estas referencias iniciales nos dan una idea de las proporciones que pudo

tener el sector económico textil en la región, sin embargo su tamaño fue más

bien limitado en comparación con los de Nueva España, Perú o Quito. Aún no

se cuenta en nuestro país con una investigación historiográfica que permita

confirmar si efectivamente estas empresas perduraron más allá del momento de

su creación, o si por el contrario se quedaron como iniciativas plasmadas en un

documento oficial, como es el caso del repartimiento de Chía4.

3 También existe información de la existencia de un obraje en la encomienda de Isabel Maldonado en el Cocuy (AGN, Caciques e Indios, 67, fols. 383r y v; 394r). Posteriormente, durante las primeras décadas del siglo XVII hasta los años sesenta, existen referencias sobre la organización de obrajes en el altiplano cundiboyacense y la provincia de Vélez: El Cocuy 1605 (AGN, Encomiendas, 32, fols. 893-897); Simijaca en 1605 (AGN, Caciques e Indios, 72, fol. 1019), Cogua en 1626 (AGN, Caciques e Indios, 20, fol. 841), Engativá (AGN, Caciques e Indios, 72, fol. 162) y Susa en 1628 (AGN, Caciques e Indios, 25, fol. 632), Tensa en 1635 (AGN, Caciques e Indios, 3, fol. 826), Ubaté en 1645 (AGN, Caciques e Indios, 54, fol.623), Vélez en 1655 (AGN, Caciques e Indios, 13, fol. 877), Moncora y Chanchón en 1658 (AGN, Caciques e Indios, 71, fol. 816), Tibasosa en 1669 (AGN, Caciques e Indios, 72, fol. 1019) (AGN, Caciques e Indios, 10, fol. 439) y Morcote en 1668 (AGN, Caciques e Indios, 76, fol. 3). 4 En 1599, un año después de firmado el contrato con el maestro Juan de Aguilar para organizar tal empresa en el repartimiento, todavía no había comenzado a funcionar, prefiriendo el cacique anular el contrato. AGN, Caciques e Indios, 72, fol. 613r, tomado de Germán Colmenares y Dario Fajardo, Fuentes coloniales para la historia del trabajo en Colombia (Bogotá: Universidad de los Andes, 1968), 442.

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Con el propósito de contribuir con los estudios de la organización textil

en el Nuevo Reino de Granada, se busca con esta investigación arrojar luz sobre

el caso particular del obraje de comunidad organizado en el repartimiento de

Duitama en 1596. La información que se encuentra en el Archivo General de la

Nación en Bogotá sobre la producción textil que en él tuvo lugar nos permitió ir

más allá del análisis del funcionamiento de estas unidades productivas —tema

estudiado ampliamente para otros contextos coloniales5. El obraje de Duitama

es más bien muestra de las disputas que se dieron entre autoridades coloniales

y autoridades indígenas por el control jurisdiccional de los recursos y las

actividades económicas que se desarrollaban en los repartimientos de indios a

finales del siglo XVI y principios del XVII.

El obraje de comunidad de Duitama

La provincia de Tunja en el Nuevo Reino de Granada, funcionó como un

anclaje económico encargado de abastecer de alimentos, ganado, textiles y otros

productos a las ciudades, minas y estancias aledañas. La provincia contaba con

un número considerable de indígenas, ya que allí se concentraba una buena

parte de la población muisca cuando los españoles llegaron hacia 1540.

Duitama como uno de los grandes cacicazgos muisca ubicado en la

provincia de Tunja, fue una de las encomiendas más grande de la provincia

durante los siglos XVI y XVIII. A mediados de 1570 se convirtió en

5 Para el estudio sobre obrajes en América puede consultarse entre otros a Neus Escandell-Tur, Producción y comercio de tejidos coloniales. Los obrajes y chorillos del Cuzco 1570-1820 (Cusco: Centro de Estudios Regionales Andinos "Bartolomé de las Casas", 1997); Manuel Miño Grijalba, La protoindustria colonial hispanoamericana (México: Fidecomiso Historia de las Américas, El Colegio de México, Fondo de Cultura Económica, 1993), “La manufactura colonial: aspectos comparativos entre el obraje andino y el novohispano,” en Heraclio Bonilla, editor, El sistema colonial en la América española (Barcelona: Editorial Crítica, 1991), 102-153; Carmen Viqueira y José Ignacio Urquiola, Los obrajes en la Nueva España: 1530-1630 (México: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Dirección General de Publicaciones, 1990); Robson Brines Tyrer, Historia demográfica y económica de la Audiencia de Quito (Quito: Banco Central de Ecuador, 1988); Miriam Salas de Coloma, Estructura colonial del poder español en el Perú. Huamanga (Ayacucho) a través de sus obrajes, siglos XVI-XVII (Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 1998).

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repartimiento de la corona6, cuando el presidente de la Real Audiencia la puso

bajo custodia de la autoridad española al quedar vacante luego de la muerte de

su encomendero Alonso Maldonado7.

La importancia del Duitama estaba dada en un número considerable de

población indígena a finales del siglo XVI que fue aprovechado por la autoridad

colonial. La corona obtuvo el control de estos como mano de obra, luego de

disposiciones administrativas que buscaron disminuir la autonomía de los

encomenderos y su capacidad destructiva de las comunidades indígenas. Los

encomenderos de la provincia de Tunja representaban una figura incomoda

para la corona pues presionaban a los administradores reales en su afán de

quedarse con la mayor parte de las ganancias que recibían por la explotación

agraria y ganadera en la región.

Como encomienda de la corona, a partir de 1570 Duitama dejó de tener

obligaciones con un solo individuo, y sus compromisos quedaron directamente

bajo la jurisdicción del rey. El cacique don Álvaro y los capitanes del pueblo, se

beneficiaron con esta nueva orden, pues les otorgaba mayor autonomía, en

detrimento del poder de los encomenderos. Al tratarse de un repartimiento de

la corona, las autoridades indígenas de Duitama pudieron mantener por más

tiempo su jerarquía interna, así como el control sobre sus recursos y las gentes

que hacían parte de su comunidad. El cacique Don Álvaro fue la figura

principal, de quien dependían 8 capitanes encargados de administrar sus

respectivas parcialidades8.

6 Las encomiendas de la corona en la provincia de Tunja eran: Sogamoso 1560, Duitama, Samacá, Chibatá, Turmequé, 1571-1572; Crabos, Labranza Grande, Monga, Monguí, Moniquirá, Soatá, Tiren, Tutasa. J. Michel Francis, “Población, enfermedad y cambio demográfico, 1537-1636. Demografía histórica de Tunja: Una mirada crítica”, en Ana María Gómez Londoño, editora académica, Muiscas. Representaciones cartográficas y etnopolíticas de la memoria (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2005), 131-145. 7 AGN, Visitas Bolívar, 5, fol. 689r. 8 Las parcialidades no eran definidas en las visitas como territorios, sino estaban conformadas por un número de familias bajo el mando de un capitán. Cada parcialidad debía enviar un número de indios y

7

El compromiso del cacique con la corona fue el pago oportuno del

tributo. Para las autoridades españolas la prioridad inicialmente era recoger el

tributo sin inmiscuirse demasiado en los asuntos de la comunidad y cómo

conseguían pagarlo. De tal modo la corona se intereso más en proteger el

sostenimiento de las comunidades evitando que los intereses de los

encomenderos destruyeran sus unidades productivas; en su relación con el

cacique las autoridades coloniales permitieron que siguiera ejerciendo sus

obligaciones como “señor natural” del repartimiento. El cacique y capitanes

podían intervenir en la asignación de la mano de obra para las diversas

actividades del repartimiento y aquellas que se prestaban a través de la figura

de concertaje en las estancias cercanas o las minas, siempre bajo la supervisión

del corregidor de indios.

Tras la recomendación hecha en 1593 por el presidente Antonio González

a los corregidores para “que estimularan a los indios para que hicieran obrajes

de paños, sayales, frazadas y sombreros” en el Nuevo Reino de Granada, el

cacique Don Álvaro, del pueblo de Duitama y sus 8 capitanes, emprendieron

formalmente en 1596 la organización de un obraje para la fabricación de

“frazadas, sayales, fusas, carpetas, paños y otras cosas de lana a imitación de

otros obrajes que hay en este Reino”9. Para instaurar tal empresa, el cacique y

capitanes, en presencia de su corregidor Cristóbal Tinoco quien había dado la

licencia correspondiente, firmaron un contrato con el maestro español Marcos

Martín, quien se encargaría de organizar todos los aspectos relacionados con la

manufactura de la “ropa de la tierra”10 en su repartimiento.

muchachos anualmente a trabajar en el obraje, y por este trabajo recibían un salario en pesos y en especie, de acuerdo con el contrato del cacique y el maestro obrajero. 9 AGN, Caciques e Indios, 65, fol. 347r. 10 Término que se utilizaba para diferenciar las telas que llegaban de España, de aquellas que eran elaboradas en las colonias americanas.

8

Como se mencionó, en la Provincia de Tunja, ya existían para esos años

obrajes en las encomiendas del Cocuy, Suta, Oicatá-Nemuza y Soracá11, y de

acuerdo con el cacique y principales de Duitama, la construcción de uno más en

su repartimiento en 1596, no significaba competencia alguna para estos obrajes,

ya que existía demanda suficiente para la “ropa de la tierra” en las estancias de

las provincias de Tunja y Santa Fe, que eran los mayores consumidores de este

tipo de textiles.

El obraje que se organizó en Duitama a finales del siglo XVI, fue una

empresa comunal regulada por el estado colonial, cuyo propósito fundamental

era generar los ingresos suficientes para el pago de los tributos12. La vigilancia

que ejercía la corona sobre este tipo de unidades productivas, se dio a través de

la figura del corregidor de indios —funcionario colonial encargado de vigilar la

administración de las encomiendas puestas bajo administración directa de la

corona—. Este era el encargado de aprobar la asignación de mano de obra,

corroborar el pago del salario de los indios, vender los textiles en Santafé y

Tunja, y posteriormente entregar el dinero de su venta a las cajas reales como

pago del tributo de su repartimiento a la corona.

El maestro obrajero, que en el caso de Duitama era un español que había

trabajado en otros obrajes en Tunja y Quito, tenía la misión de vigilar y

organizar todos los procesos productivos, enseñar a los indígenas la labor

específica a la que fueran asignados, administrar los insumos, herramientas y el

producto final. Por su parte el cacique y capitanes como autoridades indígenas

del repartimiento, debían garantizar la mano de obra necesaria para el

funcionamiento del obraje, entregar al maestro obrajero la lana y el maíz para

11 Sabemos de la existencia y funcionamiento de estos obrajes, por la documentación antes mencionada. Sin embargo, es necesaria una investigación que haga seguimiento a cada uno de estos casos, para avanzar en el conocimiento del desarrollo alcanzado por la organización del sector textil el Nuevo Reino de Granada. 12 Tyrer, Historia demográfica, 99.

9

alimentar a los trabajadores13, así como los textiles al corregidor para que los

vendiera en los mercados locales.

El propósito fundamental del obraje fue concentrar la población y los

recursos del repartimiento en una actividad económica específica, que

permitiera pagar las cargas tributarias impuestas por la corona. Al ser este su

principal propósito el obraje fue celosamente custodiado por las autoridades

españolas y las autoridades indígenas, ambas partes interesadas en obtener el

máximo de ganancia posible de la producción. Así, el cacique y capitanes de

Duitama, como autoridades legítimas de su comunidad ante la corona, debían

salvaguardar los intereses de los indígenas a su cargo. La autonomía que

ejercieron a través de la organización y gestión de los recursos y mano de obra a

su disposición les permitió mantener parcialmente su poder de gestión.

Autoridad que sin embargo se fragmentaba a medida que las autoridades

coloniales hacían presencia en la comunidad.

Las autoridades indígenas

Las figuras de autoridad indígena durante la época colonial,

determinaron en parte el éxito o fracaso de la dominación española sobre los

indios. Mientras muchos caciques se opusieron a los encomenderos, otros los

recibieron con presentes y permitieron rápidamente la total subordinación de

sus comunidades. Otros caciques prefirieron huir junto con sus comunidades

fuera de la influencia de los españoles. Sin embargo, fueron frecuentes los casos

en los cuales existió una mediación entre españoles y autoridades indígenas. De

la interacción entre caciques, capitanes y encomenderos surgieron formas de

producción, relaciones laborales y arreglos para cumplir con el pago del tributo.

13 AGN, Caciques e Indios, 65, fols. 347r -349v.

10

Gracias a los caciques los encomenderos lograron obtener la mano de

obra suficiente para la explotación agraria, ganadera y minera, y apropiarse de

los excedentes de producción de las comunidades indígenas por concepto de

tributo. Sin los caciques y capitanes los encomenderos no hubieran podido

conducir a los indios a trabajar en las haciendas o minas. La organización

prehispánica en la que existían relaciones de subordinación, mando y

tributación, facilitó la articulación de las comunidades indígenas en el engranaje

colonial. La mediación entre caciques y encomenderos legitimaba a uno y otro

como figuras de poder ubicándolos al mando de las cadenas de tributación y

trabajo.

Sin embargo, la intervención del encomendero y sus excesos modificaron

inevitablemente la estructura de cacicazgos prehispánicos. En el Nuevo Reino

de Granada los cacicazgos se fueron fragmentó a partir de la segunda mitad del

siglo XVI y primera mitad del VII, primero como consecuencia del reparto de

las encomiendas, luego por la disminución demográfica y finalmente por la

erosión de las relaciones de poder formadas en las primeras décadas tras la

conquista. Por un lado, algunos caciques menores de la provincia de Tunja

aprovecharon la coyuntura de la conquista, para liberarse de jefes que les

habían sido impuestos y a los que consideraban que no les debían ningún tipo

de subordinación. Tal es el caso de los caciques mayores de Tunja, Duitama,

Sogamoso, Bogotá y Guatavita, quienes sometieron pequeñas comunidades a su

autoridad antes de la llegada de los españoles. Algunos caciques menores

aprovecharon la presencia de los españoles para crear alianzas con los

encomenderos y así recuperar parte de su autoridad local, prefiriendo servir al

encomendero español14.

14 Gamboa Jorge. “Los caciques muiscas y la transición al régimen colonial en el altiplano cundiboyacense durante el siglo XVI (1537-1560), en Gómez Londoño, editora académica, Muiscas. Representaciones cartográficas, 56-59; Carl Henrik Langebaek, “Resistencia indígena y transformaciones ideológicas entre los muiscas de los siglos XVI y XVII, en Gómez, editora académica, Muiscas. Representaciones cartográficas, 34-35.

11

Los españoles si bien inicialmente tuvieron en cuenta la organización

política en cacicazgos y capitanías mayores y menores existentes al momento de

asignación de las encomiendas, a medida que fueron aumentando el número de

encomenderos y disminuía la población indígena, los cacicazgos y las capitanías

fueron desmembrándose. Con el debilitamiento de las formas de autoridad

indígena también se relajaron las ataduras comunitarias dispersando a muchos

de sus miembros, lo cual hizo más difícil cumplir con las faenas productivas de

autosubsistencia y las necesarias para pagar el tributo a la corona. La

conservación de los cacicazgos fue posible siempre y cuando no se diera una

“redistribución de la tierra, ni una reorganización del asentamiento geográfico

de la población (…)”15.

Durante el primer siglo y medio de dominación española el prestigio del

cacique dependió principalmente de las funciones que como autoridad

indígena podía cumplir en el orden colonial. En el Nuevo Reino de Granada

este éxito se debió naturalmente a la capacidad de adaptación que las unidades

administrativas indígenas tuvieron para subsistir bajo las circunstancias de

dominación en las que se encontraban. Con las Leyes Nuevas (1542), el cacique

fue considerado “señor natural” de su pueblo, dándoles a los indígenas cierto

grado de independencia para autogobernarse16. Mientras los caciques y

capitanes pudieron mantener su autoridad frente a la comunidad indígena a la

que pertenecían, y no fueron reemplazados por autoridades coloniales,

siguieron a pesar de todo contando con el respeto y la obediencia de los indios

sujetos a su autoridad. Si las comunidades lograban permanecer como unidades

políticas y territorialmente definidas, era en parte porque así podían garantizar

su perdurabilidad dentro del ámbito colonial. Esta es una evidencia de cierta

autonomía política aun dentro del cautiverio de subordinaciones coloniales. La 15 Margarita Menegus, Del señorío indígena a la república de indios. El caso de Toluca 1500-1600 (Madrid: Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, 1991), 96. 16 Gamboa, Jorge. “Los caciques en la legislación indiana: una reflexión sobre la condición jurídica de las autoridades indígenas en el siglo XVI”, en Diana Bonnett y Felipe Castañeda (editores) Juan de Solórzano y Pereira. Pensar la Colonia desde la Colonia (Bogotá: Universidad de los Andes, 2006), 160.

12

capacidad de adaptación de las comunidades indígenas les permitió sobrevivir

durante varias décadas como comunidad, en una permanente negociación con

las autoridades españolas, aunque en una constante posición de subordinación.

La autoridad indígena fue fundamental durante el primer siglo de

dominación española en el Nuevo Reino de Granada; de su intervención y

medicación dependió la explotación de la mano de obra indígena y los recursos.

Con la organización de las comunidades indígenas en resguardos a finales del

siglo XVI y principios del XVII, la corona comenzó a fracturar la relación entre

los encomenderos y sus encomendados, controlando la asignación de la mano

de obra, y convirtiendo “el tributo indio en patrimonio del Estado”17.

El cacique y los capitanes de Duitama en la administración del obraje

La organización de los indígenas en repartimientos o resguardos, les

permitió a las autoridades indígenas administrar los recursos y la producción

hasta cierta medida a su favor. Esto fue posible gracias a su capacidad de

gestión, pues como sociedades indígenas fueron generando mecanismos que

evitarían a largo plazo su total desarticulación como comunidad18. Esto

desmiente posibles generalizaciones nacidas de la Nueva Historia, o la negación

de las capacidades de los indígenas por la historiografía académica basada

ampliamente en versiones de los cronistas que subrayaron a los indígenas como

incapaces de un gobierno propio, autónomo y durable.

Los caciques y principales, como representantes de una comunidad

particular frente a la corona española, buscaron garantizar los intereses

comunitarios por encima de los intereses señoriales. Podríamos hablar entonces

17 Margarita González, El resguardo en el Nuevo Reino de Granada (Bogotá: La Carreta, 1979), 20. 18 Marcello Carmagnani, El regreso de los dioses. El proceso de reconstitución de la identidad étnica en Oaxaca. Siglos XVII y XVIII (México: Fondo de Cultura Económica, 1993), 110-125.

13

de una capacidad de adaptación que lograron muchas comunidades indígenas,

en las que sus autoridades intentaban perpetuarse en el tiempo, garantizando

no necesariamente sus propios intereses como representantes del poder

indígena frente al poder colonial, sino sobre todo los de su comunidad.

Concentrados en comunidad los indígenas podrían permanecer inmersos

dentro de la sociedad colonial, pues tenían un territorio que les había sido

asignado a través de la figura del resguardo, gozaban de cierta protección bajo

la jurisdicción de la corona, y tenían a la mano unos recursos que si se

explotaban correctamente podían permitirles cumplir con el pago del tributo y

obtener excedentes para su comunidad.

El caso de estudio que nos compete, podría ser interpretado desde esta

perspectiva, dado que la organización del obraje de comunidad en Duitama a

finales del siglo XVI, se hizo pensando en los intereses del repartimiento y sus

sujetos. El obraje tenía el propósito de convertirse a largo plazo en una unidad

productiva que aprovecharía la mano de obra, los recursos de la zona —

representados en pastos para los rebaños de oveja y los cultivos para alimentar

a los indios y muchachos—, y la demanda por textiles existente en el Nuevo

Reino de Granada. El cacique y capitanes tenían la intención de repartir las

ganancias del obraje entre sí, pues según el contrato que firmaron en 1596,

recibirían el 80% de estas. Sin embargo su prioridad fue el pago del tributo. A

largo plazo, los excedentes generados por el obraje podrían ser reinvertidos en

la comunidad, ya fuera en la compra de ovejas, herramientas u obras para la

comunidad (como en el caso de Duitama en el que las puertas de la iglesia

debían comprarse con dineros del obraje)19.

Para las autoridades indígenas la gestión del obraje garantizó no sólo el

pago del tributo a la corona, sino a largo plazo recursos adicionales que podían

ser reinvertidos en su comunidad. De otro lado con el obraje el gobierno

19 AGN, Visitas Bolívar, 5, fol. 691r.

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colonial facilitó la concentración de los indígenas y de otras actividades que se

llevaban a cabo en el repartimiento —cuidado de los rebaños de ovejas, cultivo

de tierras de comunidad que alimentaba a los indígenas del obraje e hilado de

lana por algunas mujeres en sus hogares— en torno a la elaboración de textiles.

De esta forma se garantizaba el pago constante del tributo y un mayor

rendimiento económico del repartimiento en el contexto local.

Análisis del obraje de Duitama

La administración de la mano de obra, que por esos años era un bien

muy apreciado por los encomenderos y autoridades indígenas para las labores

agrícolas y ganaderas que se desarrollaban en la provincia de Tunja, fue

distribuida de tal forma que una parte era alquilada en las estancias cercanas, y

otra trabajaba en el obraje. El obraje como unidad productiva de la comunidad

de Duitama, comenzó su funcionamiento utilizando un porcentaje

relativamente bajo del total de su población de indios de demora, es decir, de

aquellos indios entre 17 y 55 años que debían trabajar para pagar la demora o

tributo a la corona20. Durante el primer año de funcionamiento, en el obraje

trabajaron 10 indios, es decir el 3,4% del total de los indios de demora que eran

347, pero al finalizar el periodo de estudio, en 1602, había aumentado a 54, es

decir el 15,8% del total de los indios tributarios (ver gráfica 1).

20 Mariángeles Mingarro Arnandis. Tributo y familia en la provincia de Tunja en los siglos XVI y XVII (Castelló de la Plana, Universitat Jaume I, 2004), 110.

15

Gráfica 1 Comparativo del total de indios de demora del repartimiento e indios de demora

trabajando en el obraje de Duitama (1597-1602)

1034 53 54

347 340

050

100150200250300350400

1597 1598 1599 1602Año

Núm

ero

de in

dios

Indios de demora en elobrajeTotal Indios de demora derepartimento

Fuente: AGN, Caciques e Indios, 26, fols. 616v- 624v; Visitas Bolívar, 5, fols. 686 v, 741r.

En tan sólo seis años de funcionamiento, en el obraje aumentó el número

de indios de demora o tributarios, así como el número de muchachos (niños

entre 6 y 17 años), dedicados a hilar y a servir como asistentes en los telares y el

batán. En la Gráfica 2 se puede ver el significativo aumento que tuvieron estos

últimos, pues de 10 muchachos en 1597 se pasó a contar con 30 en 1602. Es

importante además aclarar que desde 1599 el corregidor comenzó a entregar a

las mujeres una libra de lana sucia que debían devolver a los 15 días hilada.

Esta tarea la realizaban en sus hogares sin recibir ningún pago. Era un costo en

mano de obra que se ahorraba el obraje, y que garantizaba el suministro del hilo

necesario para la fabricación de textiles21.

21 AGN, Visitas Bolívar, 5, 698v.

16

Gráfica 2 Evolución de la mano de obra en el obraje de Duitama (1596-1602)

10

34

53 54

10

28

15

30

20

6268

84

0

10

20

30

40

50

60

70

80

90

1597 1598 1599 1602

Año

Núm

ero

Indios dedemora

Muchachos

Total

Fuente: AGN, Caciques e Indios, 26, fols. 616v- 624v.

El aumento en el número de indios que trabajaron en el obraje durante

ese tiempo, esta asociado con otros fenómenos, tales como la adquisición de

herramientas para la elaboración de los textiles, el paulatino aprendizaje al que

fueron expuestos los trabajadores, el incremento en el número y la diversidad

de tipos de textiles manufacturados, así como la compra de ovejas. Durante los

primeros 3 años y 5 meses de funcionamiento el obraje aumentó los tipos y

cantidad de textiles producidos, cuyo valor pasó de 258 pesos en el primer año

a 3417 pesos 4 tomines en el tercer año de funcionamiento22 (ver tabla 1).

Por otro lado al revisar los gastos en insumos y herramientas, también

observamos un progresivo aumento en su valor, pasando de 342 pesos en el

primer año, a 1.140 pesos 5 tomines en el periodo septiembre 1598 a febrero

1600 (ver tabla 1 y gráfico 3). Esto indica que la dinámica productiva del obraje

se afianzó rápidamente en pocos años y que esto estuvo directamente asociado

con la disponibilidad de mano de obra con que contaba el repartimiento.

Los obrajes dependían de la disponibilidad de mano de obra constante

para su funcionamiento. Por un lado los obrajes de particulares debían

22 AGN. Caciques e Indios, 26. fols. 606r-607v.

17

disputarse la asignación de mano de obra tributaria a través de la figura del

concertaje, o retener por deudas la mano de obra mestiza. De otro lado los

obrajes de comunidad dependían de mano de obra tributaria proveniente del

repartimiento al que pertenecían. En este último caso si disminuía la población,

automáticamente el obraje corría el riesgo de desaparecer. Por ejemplo, en la

audiencia de Quito los obrajes de comunidad que perduraron en el tiempo con

una producción significativa dependieron de la protección de la corona a la

mano de obra indígena y del aumento —una ligera recuperación más bien—

demográfico de la población que facilitó el desarrollo del sector textil en la

región23.

En los primeros años de su funcionamiento, el obraje de Duitama

absorbió un porcentaje menor de indios tributarios. Si su población hubiera

declinado durante esos años, ya fuera por que los indios murieran, se

ausentaran o huyeran, la producción textil se habría visto afectada

inmediatamente. Las autoridades indígenas y españolas no se vieron afectadas

por las labores del obraje, pues aún si crecía rápidamente no demandaba un

número excesivo de trabajadores.

Tabla 1

Relación del valor de los textiles y gastos en insumos y herramientas del obraje de Duitama (Septiembre 1596- febrero 1600)

Sep 1596-sep 1597

Sep 1597-sep 1598

Sep 1598-sep 1599

Sep 1599-feb 1600 TOTAL

Valor de los textiles que se elaboraron 258 ps 1927 ps 4 ts 3417 ps 4 ts 1092 ps 2 ts 6819 ps 4 ts Gastos en herramientas e insumos 342 ps 1243 ps 3 ts 1440 ps 5 ts 3366 ps 4 ts

Fuente: AGN. Caciques e Indios, 26. fols. 615r-624r

23 Tyrer, Historia demográfica, 91.

18

Gráfico 3 Relación del valor de los textiles y gastos en insumos y herramientas del obraje de

Duitama (Septiembre 1596- febrero 1600)

0

500

1000

1500

2000

25003000

3500

4000

4500

5000

Sep 1596-sep1597

Sep 1597-sep1598

Sep 1598-febrero1600

Periodo

Valo

r en

peso

s

Valor de lostextiles quese elaboraronGastos enherramientase insumos

Fuente: AGN. Caciques e Indios, 26. fols. 615r-624r

Un análisis más detallado de los valores de producción24, el número de

trabajadores y los gastos del obraje, dan cuenta del incremento progresivo de

esta empresa y la dinámica que fue adquiriendo con el paso de los años.

Cuando el obraje aumentó su nivel de producción, y el cacique y capitanes

vieron cómo su inversión de tiempo, dinero y mano de obra estaba dando

frutos, cambios administrativos fueron ordenados desde Santa Fe. El

Corregidor Alonso Domínguez Medellín, máxima autoridad española del

repartimiento, fue nombrado por el presidente Francisco de Sande

administrador del obraje en 1600. El corregidor recibiría 200 pesos de oro de a

veinte quilates anuales por esta función25 lo que también da cuenta de la

importancia que adquiría para la corona el obraje en dicha provincia.

Con su nombramiento, la corona pretendía debilitar la participación que

los indígenas tenían sobre la producción del obraje, protegiendo los intereses de

los españoles con la intención de que las ganancias generadas en el obraje

revirtieran a la corona y no en la comunidad indígena. Esto pudo significar el

24 El análisis sobre la producción, número de trabajadores y gastos del obraje se desarrolló en un capítulo particular de mi tesis de maestría sobre El obraje de Comunidad de Duitama (1596-1602). 25 AGN, Caciques e Indios, 26, fol. 598r.

19

fin del obraje como fuente económica para el pago del tributo indígena. La

presencia del corregidor en el obraje modificó el papel que desempeñaba el

cacique y capitanes en la gestión de la producción textil. El corregidor fue una

figura de poder externo que los indígenas debieron aceptar sin remedio. Sin

embargo, luego de dos años bajo su mandato las autoridades indígenas fueron

progresivamente excluidos de la administración y expuestos a los abusos del

corregidor Domínguez Medellín. Para 1602 el obraje dejó de ser una alternativa

económica para las autoridades indígenas.

El corregidor de indios

El cargo de corregidor de indios fue creado por la administración

colonial a mediados de 1530 en Nueva España, con el propósito de recaudar el

tributo real de las encomiendas que habían sido puestas directamente bajo la

administración colonial26. Sin embargo, muy pronto aumentaron las funciones

que debía desempeñar, con el fin de implantar jurisdicción real sobre los

indígenas27. En adelante el corregidor tuvo “competencia sobre la

administración de justicia, las relaciones comerciales entre españoles e indios” y

el recaudo de los tributos28. Gracias a estas funciones se convirtió en una

autoridad local poderosa, al punto de ser un eslabón fundamental en la

comunicación entre las actividades económicas que se desarrollaban en las

comunidades indígenas, y otros polos económicos, como ciudades, haciendas y

minas.

Adicionalmente, tuvo control sobre los excedentes económicos de las

comunidades indígenas, la asignación de mano de obra a través del sistema de

repartimiento laboral o mita, así como sobre el recaudo del tributo. Estas

26 Margarita González, El resguardo en el Nuevo Reino de Granada (Bogotá: La Carreta, 1979), 57. 27 Menegus, Del señorío indígena, 86. 28 Kenneth J. Adrien, “El corregidor de indios, la corrupción y el estado virreinal en Perú (1580-1630), Revista de Historia Económica, IV (3) (1986), 493.

20

innovaciones administrativas convirtieron al corregidor en un funcionario real

importante para los encomenderos, quienes muchas veces lograron su favor

especialmente en el reparto de indígenas para las actividades económicas que

desarrollaban.

Entre las funciones que debía realizar el corregidor, estaba la venta de los

excedentes de las labranzas de comunidad, animales como gallinas y cerdos, y

para el caso de jurisdicciones con obrajes, textiles. Con el dinero que generaba la

venta de estos productos se pagaban los tributos a la corona. Muchos

corregidores aprovechaban la venta de productos para quedarse con algo del

dinero, pues podían disminuir el precio nominal de venta en los libros de

cuentas para la corona, quedándose con el excedente29.

En ocasiones los corregidores fueron denunciados por abusos con los

indios al no pagarles por los trabajos que realizaban, endeudarlos

entregándoles mercancías importadas innecesarias o suntuosas. También se los

persiguió por fraudes a la corona, como cuando tomaban el dinero de las cajas

de comunidad para prestarlo a agentes externos al repartimiento30 y

beneficiarse con ello. Otro tipo de fraude que cometían era la alteración de los

censos tributarios, pues modificaban las cifras reales de población con cifras

inferiores al número de tributarios de los repartimientos a su cargo, para así

quedarse con el tributo que entregaban31.

Esto explica el que en 1606 y 1624 la corona española, intentó

implementar cambios administrativos en aras de eliminar el cargo de

corregidor. Sin embargo se abstuvo, y fue sólo a mediados del siglo XVII, que

comenzó a supervisar estrictamente su función, ordenando que debían “pagar

sus fianzas sin falta, recaudar solamente los impuestos legalmente exigidos, no 29 Adrien, “El corregidor de indios”, 500. 30 González, El resguardo, 59. 31 Adrien, “El corregidor de indios”, 499.

21

tomar productos de los indios sin pagarlos, no tomar dinero prestado de las

cajas de comunidad indígenas, mantener al día los padrones y matrículas y no

permitir que se produjeran rezagos (deudas tributarias)32”.

En el caso de Duitama, la presencia del corregidor como administrador

del obraje, reflejaba las disputas que se dieron entre la autoridad indígena y la

colonial, consecuencia natural del proceso de intervención que sufrió el

gobierno indígena a finales del siglo XVI y principios del XVII. Para el cacique y

capitanes la intervención de la corona en la administración del obraje significó

automáticamente la perdida del derecho a recibir el 80% de las ganancias que

este diera, como se había definido en el contrato firmado con el maestro Marcos

Martín en 1596. La presencia del corregidor significó para los indígenas la

pérdida de la autonomía y el control que habían ejercido durante los primeros

años de funcionamiento del obraje33.

Problemas durante la administración del corregidor

El 23 de diciembre de 1599 el cacique don Álvaro entabló una queja

frente al licenciado Luis Henríquez, oidor y visitador de la Real Audiencia. En

ella informó que el corregidor Domínguez Medellín le pidió “le hiciese un telar

(...) sin que le constase nada y porque no lo consentí ni el dicho Marcos Martín,

le cobró muy grande odio, en tanta manera que ha tomado mano de echarle del

obraje y a mi me ha amenazado, por no consentir que despidiese al dicho

oficial, que me meterá en un cepo”34. El corregidor incluso llego a trasladarse a

32 Ibid, 500. 33 Para la muestra, desde el comienzo el cacique tenía acceso a la bodega donde se almacenaban los textiles producidos. De allí podía tomar lo que a bien considerara necesario para su funcionamiento, o los textiles que se entregarían al corregidor —para pago del tributo o el mercado local. Por ejemplo 1597 el cacique tomo por su cuenta la decisión de enviar 29 camisetas a Pamplona para intercambiar por algodón. (AGN, Caciques e Indios, 67, fol. 371r) o cuando en 1600 compra 1000 ovejas para contar con la lana suficiente como insumo para el obraje (AGN, Caciques e Indios, 26, fol. 629r). 34 AGN, Visitas Boyacá, 5, fol. 801r.

22

Santa Fe en busca de un maestro que pudiera administrar el obraje para

reemplazar al maestro Martín.

El cacique Don Álvaro dijo que el obraje fue organizado por él y sus

capitanes, quienes cubrieron todos los costos de construcción, herramientas e

insumos, y que “el dicho corregidor no debe entrometerse en lo que es mío y mi

hacienda”35. El licenciado Henríquez actuó a favor del cacique ordenando que

el obraje podía continuar funcionando en la forma en la que lo venía haciendo.

Cuando Francisco de Sande, presidente, gobernador y capitán general

del Nuevo Reino de Granada, argumentó su decisión de entregar la

administración del obraje al corregidor Alonso Domínguez Medellín en 1600,

explicó que lo hizo basado en las quejas del corregidor sobre la mala gestión del

obrajero Marcos Martín. Él acusó a Martín de ser poco diligente y de tener en su

compañía “mucha gente así española como otras personas que usurpan y

hurtan ropa y demás cosas que se benefician”36, además de advertir que el

cacique “hurta y esconde a los indios” que trabajaban en el obraje. El presidente

Sande, pidió cuentas a Marcos Martín de los gastos y producción durante los 3

años y 5 meses durante los que el obraje estuvo a su cargo. A partir de febrero

de 1600 el obraje quedó bajo la administración del corregidor, quien sin

embargo, siguió contando con la presencia de Marcos Martín. Este último

trabajó en el obraje hasta mediados de 160137.

Aunque carecemos de una relación detallada de los gastos y la

producción del obraje mientras fue administrado por el corregidor Domínguez

Medellín (1600-1602), las quejas que Cristóbal de Sanabria, cura doctrinero del

pueblo, y el cacique y capitanes de Duitama le dan al licenciado Luis Henríquez

en la visita de 1602, permiten entender las desventajas que trajo la presencia del 35 AGN, Visitas Boyacá, 5, fol. 801r. 36 AGN, Caciques e Indios, 26, fol. 597v. 37 AGN, Visitas Bolívar, 5, fol. 699r.

23

corregidor en el obraje del repartimiento. En dicha visita el doctrinero Sanabria

declaró que “por lo que este testigo ha visto de la administración del dicho

obraje le parece que será servicio de dios y del Rey que el dicho corregidor

Medellín ni otro ninguno corregidor no tenga a su cargo la dicha

administración del obraje sino una persona puesta por la Real Audiencia que se

ha de fe y confianza”38.

Por su parte el cacique don Álvaro denunció que durante los dos

primeros años en los que el corregidor administró el obraje, éste “compraba la

lana de la ropa que se vendía y todo lo que procedía lo vendía y se aprovechaba

de ello sin dar a los indios cosa alguna, ni pagarles39”. Adicionalmente

mencionó que él cumplió como autoridad indígena al entregarle al corregidor

300 pesos de la ropa que se había hecho en el batán en 1600, y un año después le

dio 800 pesos, para el pago de las demoras. Reitera por último que

…antes que viniese el corregidor a la administración de el obraje

pagaban sus demoras y no debían rezagos y después que el

corregidor lo tiene a cargo con haber pagado lo que tiene dicho, les

pide rezagos, que será mejor no tener obraje y que los indios que no

se han ocupado en el obraje han juntado el oro que tiene declarado

para ayuda a sus demoras40.

A los abusos denunciados por el cacique, se suman los del capitán Don

Juan Oyguaquebsipa, quien dijo en la visita de Luis Henríquez que el cacique

luego de que Marcos Martín se fue del obraje, comenzó a vender los textiles

guardados en la bodega, y que con el dinero compró mantas de algodón para el

38 Ibid, fols. 696v y r. 39 Ibid, fols. 699r. 40 Ibid, fols. 699v.

24

pago de la demora41. Cuando el cacique intentó pagar por su cuenta el tributo

con el producto del obraje, despertó la reacción del corregidor quien le quitó la

llave del lugar donde se almacenaban la ropa, para que no tuviera acceso a los

textiles42. Sumado a esto, esta el encierro al que fueron expuestos los capitanes

del pueblo cuando el corregidor se enteró que el capitán don Juan de Oyba

había hecho una solicitud para que se le tomaran cuentas de la ropa que se

estaba elaborando en el batán43.

Luego de la visita de 1602 Alonso Domínguez Medellín, deja de ser

corregidor de Duitama. Es posible que una de las razones para que no

continuara ejerciendo su cargo fuera los excesos cometidos en la administración

del obraje y con las autoridades indígenas de Duitama. Ese mismo año el

visitador Luis Henríquez le pidió cuentas del obraje al corregidor y le exigió

que no “no moleste a cacique, ni capitanes, ni a ningún indio en razón de

demoras”44.

Esta situación es un indicio del efecto negativo que tuvo el cambio

administrativo en el obraje. El obraje creado para pagar el tributo con la

producción de sus telares dependía de la confianza existente entre el cacique y

el corregidor. La codicia del corregidor rompió el equilibrio existente antes de

1600 cuando producción y ganancia eran intereses compartidos entre indios y

españoles. Esta situación afectó el funcionamiento del obraje. Mientras las

autoridades indígenas estuvieron a cargo del obraje, los indígenas asistieron a

trabajar, se les pagó al menos en parte los salarios, y se cumplió con la entrega

41 El tributo se pagaba en pesos y/o especie durante esos años. A finales del siglo XVI Duitama estaba tasado en 3 mantas de algodón por cada indio tributario, es decir 1041 mantas de algodón. Como los indígenas no producían tal cantidad de mantas, optaban por comprarlas en los mercados locales. En el caso de Duitama, con el dinero de la venta de los textiles el corregidor y/o el cacique compraban las mantas que luego entregaba a las arcas reales por concepto de tributo. Los funcionarios coloniales posteriormente las remataban en subasta pública para de esta forma conseguir el oro que enviaban a España. 42 AGN, Visitas Bolívar, 5, fol. 703r. 43 Ibid, fol. 717r. 44 Ibid, fol. 717v.

25

de los tributos a la corona. Con la llegada del corregidor al obraje, el

repartimiento se atrasó en el pago del tributo y los indígenas no recibieron sus

salarios.

Conclusiones

El intento de la corona por establecer su jurisdicción sobre los indígenas

del repartimiento, por medio del control directo sobre la producción, la mano

de obra y los recursos, trajo como consecuencia la inevitable fragmentación de

las relaciones de poder y subordinación que existían en el obraje. Lo que

sucedió en Duitama a principios del siglo XVII, muestra la importancia de la

gestión del cacique y capitanes en las empresas comunales para garantizar su

funcionamiento. La intervención del corregidor acabó con el interés que tenían

las autoridades indígenas y sus sujetos en la producción de textiles como

alternativa para el pago del tributo, al punto que prefirieron proponer el cierre

del obraje antes que continuar en manos del corregidor45.

Es improbable que el obraje haya dejado de producir lo suficiente para

garantizar el pago del tributo de la comunidad durante los dos años en los que

lo administró el corregidor Domínguez Medellín. Mas aún, a su llegada en 1602

el obraje ya contaba con 84 trabajadores, 22 más que en 1600; había mujeres

indígenas que hilaban la lana en sus hogares, lo que debió permitir que los

muchachos del obraje se dedicaran a labores de asistencia en otras actividades

del proceso productivo aumentando así la producción; el cacique había

comprado 1000 ovejas en 1600 para tener lana suficiente para el obraje; y

además el obraje siguió contando con la presencia del maestro obrajero Marcos

Martín, al menos hasta mediados de 1601. Todo indica que el obraje prosperaba

45Ibid, fols. 707r y 708v.

26

sin mayores contratiempos. Si a la postre el obraje desapareció, esto pudo ser

producto de las contradicciones entre el cacique y el corregidor.

Inevitablemente con la intervención del corregidor se dio un progresivo

debilitamiento de la autoridad indígena en la gestión de los recursos y las

actividades del obraje. No disponemos aún de documentación que clarifique si

el obraje de Duitama continuó en funcionamiento luego de la visita de 1602. Es

posible que la Corona aprobara el cierre del obraje que solicitaron los indígenas

en la visita de Henríquez, dado los inconvenientes y desavenencias que se

habían generado entre los indígenas y el corregidor. Otra posibilidad es que

haya sido arrendado a algún particular para que continuara con su explotación,

como había ocurrido con el obraje del Cocuy a finales del siglo XVI46.

Lo cierto es que el cacique y capitanes de Duitama ya no estaban

interesados en el obraje para 1602. La actividad textil había generado disputas

irreconciliables entre las autoridades indígenas y coloniales, optando quizás las

primeras por ubicar la mano de obra en otras actividades económicas —como la

minera que comenzaba a demandar un número mayor de trabajadores mitayos

en la región de Mariquita a principios del siglo XVII, o las estancias cercanas

que se disputaban la asignación de la mano de obra indígena para las labores

agrícolas.

A partir de 1603 el repartimiento de Duitama comenzó a sufrir una serie

de innovaciones que afectaron las actividades que se desarrollaban en el

repartimiento. El proceso de congregación de los indígenas ordenado por el

visitador Henríquez, la construcción del pueblo y la iglesia, la disminución

demográfica, y los cambios administrativos fueron reemplazando las

46 AGN, Caciques e indios, 65, fol. 399r.

27

prioridades en la asignación de la mano de obra y los recursos del

repartimiento47. Un obraje no podría haber subsistido bajo tales condiciones.

La organización y funcionamiento del obraje de Duitama se ha analizado

en este ensayo a partir de las relaciones de poder que se establecieron entre

autoridades indígenas y coloniales alrededor de su administración.

Pretendíamos aquí discutir el grado de autonomía que tuvieron las autoridades

indígenas al momento de gestionar sus recursos, en función del pago de la

demora a la corona y de los intereses que tenían como comunidad. Las

relaciones coloniales en las que estuvieron inmersos los repartimientos

debilitaron inevitablemente esa autonomía, afectando la productividad de los

indígenas, y las relaciones comunitarias de los caciques con sus subordinados

como eje de la unidad política del repartimiento.

47 Los 1043 indígenas debían ser “recogidos y sacados de sus labranzas, obrajes y otro sitios donde estuvieren” para construir sus casas en el pueblo de indios y comenzar a vivir en policía española donde recibirían la doctrina. AGN, Visitas Boyacá, 5, fol. 714r.

28