Ayer La Lluvia de Emilio Pérez Miguel
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AYER LA LLUVIA
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AYER LA LLUVIA
(edicin digital)
Emilio Prez Miguel
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Esta edicin se encuentra disponible bajo la siguiente licencia
Creative Commons:
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Gracias a todos por su tiempo, y por su inters.
Emilio
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5
Foto de tapa: Marga Monteverdi
Foto del autor: Agustn Fagetti Methol
ISBN: 978-9974-651-43-2
Rumbo Editorial 094 392 773
Tel 23360565
Montevideo Uruguay
Para comunicarse con el autor:
http://facebook.com/ayerlalluvia
mailto:[email protected]:[email protected]:[email protected]://facebook.com/ayerlalluvia -
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Para Emiliano Rodrguez
A known diamond
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o tena cinco aos, mi madre siempre me
deca que la felicidad era la clave para la vida.
Cuando fui a la escuela, me preguntaron qu
quera ser cuando fuera grande. Respond: feliz .
Me dijeron que no entenda la pregunta. Yo les
dije que no entendan la vida .
John Lennon
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UN LIBRO SOBRE DIVERSAS FORMAS DE AMOR.
As es como Emilio Prez Miguel presenta Ayer La Lluvia , el
tercer libro que publica, y su primera obra en prosa.
Todas las facetas que puede asumir el amor discurren y se deslan
a lo largo de once micro-cuentos y una novela corta en la cual hay
alegra efmera, tristeza que se esconde tarde y una vida que no se resigna a
esperar.
El primer texto es Hemisferios . El mismo lidia con el amor
que conduce a la muerte. El ltimo es o Estabas , una novela
corta que se enfoca en la muerte que conduce al amor. Y entre esos dos
extremos, nosotros, los lectores somos testigos de variadas e imaginables
manifestaciones de afecto.
Hay fuego que es lluvia por no poder consumirse y lluvia que surge
de miradas en suspenso Uniformes . Y hay silencios que no siempre
son piadosos, silencios que caen como sangre en las paredes ( Tu Silencio
Tambin Habla De Vos ) y silencios que conducen a catedrales de
amargura Haba Una Fiesta En El Balcn De Al Lado
Los fantasmas de quienes nunca murieron pululan en historias
como Sobrecompensaciones y Si lo Dijiste Borracha, lo Pensaste
Sobria . Y la existencia de quienes han desaparecido logra perfilarse
como ms cargada de cercanas que la de aquellos que siguen de pie ante
nosotros ( Asesinos
A veces, amar a las cosas es ms fcil que amar a las personas.
e no es mi Piano y Palabras de Mares contemplan dicha
actitud. Ambos textos analizan el amor por la msica y el amor por la
literatura. As, el concepto que subyace en ambos casos es el de
sustitucin: cmo a veces nos aferramos al arte para llenar vacos que
de otros modos nos impeleran a una desintegracin plena.
s es quiz el intervalo ms radical del libro. Retoma una
de las lneas centrales de Ten (libro en ingls publicado por el autor en
2010): los efectos del odio ya no en quienes lo reciben, sino en quienes lo
dan, y la sombra que este derrama sobre valores humanos bsicos
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como la dignidad y el respeto.
Por el contrario, Andrea es un texto colmado de gracia y
vulnerabilidad.
Trata sobre el amor ideal y fue escrito en circunstancias muy
especiales, justo antes de que Ayer La Lluvia entrara a imprenta.(El
borrador que Emilio nos dio a todos los que participamos en la
presentacin de este libro tena una hoja en blanco; era la hoja que
esperaba al micro-cuento Andrea hoy instalado en ese espacio de la
obra).
Espero que un da Emilio cuente la historia, quizs en alguna
presentacin o entrevista.
Solo a l le corresponde hablar al respecto.
Yo ya la s. Todo lo que puedo decir es que es tan
emocionante como lo sugiere el texto en s mismo.
Esto es lo que propone la primera parte del libro: son once
micro- cuentos que Emilio escribi inspirado en diversas personas que
formaron parte de su vida en aos decisivos.
Ahora bien, la novela corta plantea un cambio de dinmica.
o Estabas Ah cuenta la historia de cuatro personas buenas que
eran incapaces de hacer el bien hasta que se conocieron y se
complementaron.
Es un texto esencialmente autobiogrfico que abarca el ltimo ao
de la carrera de Traductorado Pblico (el mismo perodo cubierto por
Ten siendo las vivencias de los protagonistas un fiel trasunto de las del
autor en aquel tiempo.
Los personajes no son buenos o malos. Los personajes son buenos y
malos.
Ellos mismos son sus mayores antagonistas. La incapacidad para
lidiar con sus propios sentimientos los empuja a situaciones adversas.
Son cuatro individuos que deben aprender a recorrer la distancia entre
quienes son y quienes anhelan ser, para finalmente alcanzar la armona.
Ese es el conflicto que define a esta novela corta. Y ese es el conflicto
bsico de la obra de Emilio, por la sencilla razn de que es la pugna que
sign su vida.
Lo anunciaba en , su primer libro de poemas (2009), con
sus estructuras simtricas y los dos unos que recorran el libro.
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Una vez el autor me explic que las personas siempre tienen
dos facetas: la que es absolutamente privada e ntima y la que ofrecen
a los dems. Y entonces, subray que muchas veces las complicaciones en
la vida surgen porque le entregamos a los dems aquello que debemos
guardar para nosotros, y nos quedamos con aquello que debemos
compartir. Extraa paradoja existencial que suele acompaarnos.
Esa es la leccin que han aprendido los personajes al trmino de
o Estabas
Quin da algo que debe ser compartido, recibe algo equivalente. Es
as que surgen las emociones que se alimentan recprocamente, para luego
crecer en forma independiente hasta que se reencuentran para unirse de
manera definitiva.
El amor tiene muchas facetas. La que logramos ver es el
resultado del lugar que elegimos ocupar.
En el transcurso de Ayer La Lluvia aparecen casi todas ellas.
El amor es entrega, y sacrificio.
Es piedad, y venganza.
Es un color que no se puede pintar, y todos los matices de la verdad
juntos.
Es sueos encadenados, y tiempos libres.
Es gritar lo que queremos decir, y meditar lo que los dems callan.
Y es triste.
El amor es un poco triste.
Pero por sobre todas las cosas, el amor es real.
Y en un mundo de mentiras, entre tantas prdidas y angustias, entre
tantos olvidos y ausencias, es lo nico que nos puede llegar a ofrecer
la esperanza de una vida mejor.
Dborah Eguren
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HEMISFERIOS
Ella esperaba. Ya no deseba volverse palabras. Deseaba ser desahogo
y rendicin, pero no un fragmento de ese inicio que solo algunos logran
aprehender pero que todos transitan y que reconocen como propio, aun
ms que quienes lo han forjado.
Por momentos sus dedos jugaban en la baranda. Se movan
como si quisieran reconstruir algo algo que ellos recordaban, pero que
su memoria nunca haba llegado a decidir del todo.
Adriana senta que el cielo la persegua con sus huesos de
ngeles nuevos, mientras las sirenas de los barcos se perdan en la ausencia
que deja la tarde cuando la tarde es una eleccin premeditada, esa clase
de eleccin que empieza en Yo para terminar en Mi . Las sirenas se
enmudecan conscientemente, pero sin sentir el efecto que ocasionaban.
Eran como una versin del alma.
a historia no , se dijo a s misma. i nadie cuenta la
historia, la historia no existe . Lo repiti para sus adentros, una y otra
vez. Bus- cando aprobacin. Buscando repudio. Buscando algo, queriendo
hallar un poco, anhelando perder un poco de algo.
No sinti la puerta cuando se cerr. Tampoco sinti los pasos ni
la voz de lvaro, ni su piel lenta. Pero saba que haba vuelto. Y pensaba
que habra de volver un centenar de veces ms.
i nadie cuenta la historia, la historia no . Se lo dijo a
s misma nuevamente. No saba que ya nunca repetira esas palabras
invariables.
La lluvia comenz a caer entonces.
o0o
No importaba qu tan suave o fuerte se cerrara el zagun, el
ruido que haca era siempre como un caonazo en un saln de ecos rotos.
lvaro lo haba empujado apenas cuando sali de la casa de sus
padres, y el estruendo desparram palomas por el rojo de la tarde, un
rojo conjurado en la paleta de un Van Gogh que nunca lleg a
cercenarse. Y entonces todo enmudeci, como si la espiral del mundo
hubiera pronunciado su sentencia final.
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lvaro se qued de pie por unos minutos frente al zagun, mirando
las ventanas huecas en esa calle aosa, en ese barrio que siempre le
pareci una crcel donde los presos son libres de marcharse, pero no de
irse.
Adriana ignoraba que l saba, que supo desde un principio, y que
siempre iba a saber, que el conocimiento lo encegueca como destellos
en un mar de navajas, navajas que marcaban su piel con la desgracia
implacable de ser lo que uno hace.
Sin dejar de observar las ventanas, lvaro se puso la mano en
el bolsillo. Y corrobor que todo era cierto. ste sera el nico desenlace
posible para el vendaval de cordura que lo enfebreca. Y entonces, se
ech a andar.
Cuando lleg a su cuadra, vio que Adriana estaba en el
balcn, esperando. Ella no repar en l. Miraba al cielo sin hacer ningn
ademn de moverse, con la expresin de alguien que siente nostalgia de
cosas que nunca tuvo.
Al verla, lvaro recost su espalda contra la pared. Respiraba
con dificultad.
Volvi a poner la mano en su bolsillo. Sinti de nuevo la fra
empuadura del revlver que haba sacado del escritorio de su padre
haca un rato.
Se pas la otra mano por la cara.
Estaba empapada.
Todava no empezaba a llover.
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SOBRECOMPENSACIONES
Ni siquiera llama antes. Entra a nuestra casa, y camina por ella como
si estuviera en venta.
Mi hermano y yo lo admiramos.
Recorre las habitaciones, y yo lo sigo como el nio que soy,
escondindome en los rincones que l antes imaginaba con sus
marionetas, cuando poda atrapar la luz del sol con la mano y
convertirla en alegra para nosotros.
Luego se dirige al comedor, donde la familia est reunida.
Mi hermano cierra su libro de qumica, el libro que este hombre
le regal, y lo mira expectante. Piensa que el centro de la Tierra est
muy lejos todava.
Mi padre recuerda cmo lo haba querido, y su boca se queda ciega.
Mi madre quisiera echarlo.
Camina como siguiendo una lnea invisible hasta la ventana de
la esquina. Sus manos ahora son diferentes. Se parecen a la felicidad
de la misma manera que la razn se parece a la perseverancia. Aparta las
cortinas con ellas, cierra los ojos dos veces y habla sin ambages.
Cristo muri por nosotros, y Dios muri hace mucho tiempo
ms, antes que las personas supieran lo que es estar solas sin estar solas.
Es un cientfico poltico. Cada vez que alguien en un lugar
del mundo dice gracias , l responde de nada
Que no escuchen lo que dice le resulta indiferente. Lo
importante es decirlo. Esa es toda la garanta que necesita.
Mi madre se sienta en uno de los sillones, y abandona la habitacin.
Mi padre recuerda cmo lo haba querido.
Mi hermano sigue leyendo su libro. Ahora, demora mucho ms en
pasar las hojas.
Es un cientfico poltico.
Cuando sea grande, yo tambin quiero ser uno.
Y cuando sea uno, ya no s qu voy a querer.
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UNIFORMES
Las desvesta el luto de la misma noche, pero eran tan
distintas. Poda reinventarlas en mis huellas, pero cuando hablaban solo
lograba es- cuchar parte de lo que pensaban. Poda privarlas de las
mejores personas, y de cualquier manera su mundo callaba de formas que
ni siquiera llegaban a molestarme.
El abandono siempre habra de ser distinto. La lluvia vaca que
se detena entre nosotros era preciosa para ellas, y ms preciosa aun para
m. Porque era lo nico que poda robarles. Y al poco tiempo lo
olvidbamos, y esperbamos con recogimiento que el cielo volviera a
morir a nuestros pies sin que nadie ms lo notara.
Entenda sus culpas de la forma ms inocentemente cruel. Ninguna
de las dos menta. Yo tampoco. Pero en un punto, dej de hacerlo. Dej de
entenderlas.
Ese era el punto que deba alcanzar.
Vos ests leyendo esto ahora. Te pregunts si ellas existen. Te
pregunts si vos sos ellas, si de tanto separar lo que hacas bien y lo
que siempre vas a hacer mal yo termin creando dos personas distintas en
vos.
Nunca vas a entender.
Nunca vas a saber lo que fue vivir con miedo.
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ESTE NO ES MI PIANO
El velvetn rojo del cortinado revela una ciudad para dos.
Surge lentamente, como despierta la dulzura despus del arrepentimiento.
Cuan- do queda totalmente expuesta, las luces de escena rezuman en
todos. Son como estrellas brillando en un cielo prestado que solo
debiera existir para volverse propio.
Al comenzar la obra, medio Jernimo est de pie en el centro
del escenario. Y yo siempre soy uno ms en el abrazo mudo del pblico.
A pesar de que la obra no me resulta particularmente entretenida,
la veo noche tras noche. Me hace pensar que todas las veces que te ment lo
hice porque no entenda lo que era tu calor. O simplemente, no me
interesaba. Solo me importaba el perfume de tu luz.
Y solo esta ficcin puede recordarme esa realidad que de otro
modo ya no me alcanza.
Pero algo sucede cuando la obra est por terminar. Medio
Jernimo dice que la verdad solo corre cuando est descalza.
Y al or esas palabras, recuerdo algo ms. Recuerdo que alguien que
no quiero no me quiere, ni me quiso nunca.
Cuando esto ocurre, me levanto y me voy. Me voy justo antes de la
escena final. Sin dar el menor indicio, me pongo de pie y me
marcho, como si fuera invisible.
Pero me consta que todos me miran.
Salgo a travs de una puerta que nunca puedo volver a cerrar
completamente. Y afuera, nada brilla como aquel escenario.
El trayecto a casa se me antoja el derrotero ms pblico de
todos. Lo recorro siempre al mismo ritmo; los mismos lugares me
detienen, las mismas omisiones me hacen cimbrar. Si contara los pasos,
seguro que el nmero de ese idioma sera idntico cada noche.
Siempre hago lo mismo al regresar. Es parte de una
estratagema que invent un da para evitar hacer siempre lo mismo. Me
dejo caer sobre mi cama, dejo que me embista lo que sobra entre tanta
indiferencia.
Y en mi cama, vuelvo a tener el mismo sueo.
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Tengo veintisis aos. Estoy con Vernica, mi profesora de
piano. Me est dando una clase en el segundo piso de la casa que
comparte con su abuela, con sus miosotas y con todo lo que ayer la
lluvia no supo ser.
Soy consciente de que afuera la msica de alguien ya corre
descalza, que ya derrama sus notas como jardines en el horizonte. Por
eso todo este esfuerzo. Quiero que mi msica tambin pueda conocer
tamaa libertad.
Pero este piano es distinto al que tengo en casa. Es distinto a
todos los pianos que he visto. Las teclas son ora gigantescas, ora
diminutas. No guardan proporcin alguna. Por ms que quiero, por
ms que lo intento, no puedo tocarlo. Mis manos terminan
extravindose, una y otra vez. Y cuando pienso qu es lo que puedo
hacer para que otros escuchen mi cancin, el sueo concluye.
Despierto. Me siento en la cama. Miro rpidamente alrededor, como
la hara un animal en peligro. Veo las bibliotecas, los discos, el piano.
Est todo en su lugar.
Pero estos - estos - no son mis discos.
Y este no es mi piano.
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TEMPORALES
Aquella tarde, el timbr son como el prlogo de algo que ya
haba comenzado.
En mis recuerdos, vos eras una estatua a la cual rezarle con las
manos separadas.
Pero cuando abr la puerta de casa, me encontr con alguien muy
distinta. Eras como un final donde podan caber todas las posibilidades, y
como una calma que poda contener el principio de todos los temporales.
Mi cuarto estaba ordenado como si nadie nunca hubiera entrado
en l.
Ocupaste la silla a un lado de la puerta, y tu mirada se estaba ms
bien quieta, como si temiera quedarse por siempre desarraigada.
Preferiste no tomar nada.
solo que con una meloda improvisada.
Pero luego hablabas mucho, y repetas la ltima palabra de cada
frase que te deca.
Dijiste que estabas emocionada.
Que habas olvidado tu pelo en la pista de baile vaca.
Que la sombra que antes te peda amor ya no era tuya.
Que ahora estabas bien. Y por eso, tu cuerpo no poda parar de
llorar.
Ese da vi que eras una mejor persona.
Pero yo recordaba que te gustaba ms cantar cuando estabas
aprendiendo a cantar. Despus ya todo fue distinto.
Y tu sonrisa me volvi triste.
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SI LO DIJISTE BORRACHA, LO PENSASTE SOBRIA
Tu memoria se desborda como un ro de sepulcros cuando el
cielo hace llover tus manos.
Ese ro se transforma en lo nico que pods ver.
De un lado est ella. Del otro tambin, con su azul ms
insomne que las celdas de la libertad, y sus flores de botella.
Primero te import mucho. Despus te import la mitad.
Despus te import la mitad de la mitad.
Pero igual te segua importando. Y tenas que verla todas las tardes,
y sentir el fro mucho antes de que la noche se congelara como un
desierto en vano.
Vos le podas decir lo que fuera. Y ella te dira que no lo dijiste vos,
con sus dientes de botella.
Hubo algo musical en el comienzo, como instrumentos que
buscaron sonar por cuenta propia. Todo fue tan ntimo.
Pero la msica y ese ruido de botellas ya no se prometen nada.
Y ese ro sigue ah.
De un lado est ella. Del otro ests vos.
Entends lo que tens que decir.
Y ests dispuesto a hacerlo.
Y ese ro sigue ah.
De un lado est ella.
Del otro no.
Solo sus flores de botella.
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ASESINOS
Vctor paseaba su mano por la pared que los separaba una vez
por ao. Estaba del lado ms cercano a la superficie. Miguel, del lado en el
cual las decisiones ms valiosas son aquellas que se toman por
segunda vez. Dorma desde haca tiempo. Soaba que haba desaparecido
detrs del so- nido de unas puertas que un da se abriran tanto que ya la
conciencia de nadie lograra pasar a travs de ellas.
Vctor no lo saba, pero cada vez que el apagarse de su mano
se detena en esa pared, Miguel se despertaba. Vctor no tena idea. Miguel
se despertaba como si su mano al tocar esa pared tan baja, casi
inexistente, estuviera tocndolo a l.
Cuando despertaba, Miguel senta el dolor de no tener ms huesos.
Era un dolor extrao. Era un error extrao. Nada de esto debera haberle
ocurrido. Pero le haba ocurrido. Y nadie debera estar despertndolo.
Vctor estaba del lado ms cercano a la superficie. Sus ojos eran esa
superficie. Su mano elega esa pared. De no haber existido, l hubiera
podido crearla. Tambin ignoraba eso.
Pensaba, si aquel momento llegara por primera v
Esperaba.
Nada ocurra.
En el anuncio de una soledad cada, l decidi hacer un mundo
con nuestras Y eso marc toda la diferencia.
Dicho esto, desapareca. Se converta en una diferencia ms.
Miguel se quedaba sintiendo ese dolor extrao.
Le costaba mucho volver a dormir.
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HABA UNA FIESTA EN EL BALCN DE AL LADO
Era un charco enorme. Poda ver casi la totalidad de su cuerpo
reflejado en l, mientras esperaba que el semforo cambiara de color. El
pan- taln vaquero desgastado, la camisa bord mal planchada sobre esa
campera negra exageradamente calurosa. Los labios como asomados al
filo de un laberinto que despertaba cada vez en un lugar ms angosto, los
ojos como estudiando una lpida donde naci la vida.
Ese hombre sostena su mirada a ultranza.
La luz ya haba cambiado a verde cuando volvi a fijarse. Camin
a travs del charco. No se molest en rodearlo.
No le import qu imagen nutra a cul.
El centro de la ciudad estaba desierto en aquel verano en ciernes,
en aquella soledad que se engrosaba no por carencias sino por faltas.
Y su edificio luca igual de vaco.
Pero haba una fiesta en el balcn de al lado.
Lo asalt una cierta premura cuando busc las llaves y abri la puerta.
Prcticamente corra cuando subi las escaleras. Era como si algo lo
estuviera persiguiendo.
O como si l estuviera persiguiendo algo.
La puerta en el quinto piso se cerr sordamente.
Al fin estaba en casa.
Se detuvo por un momento en el centro de aquel cuarto
donde todo permaneca quieto. Su sombra caa como un accidente
perfecto en las paredes azules.
Se dirigi a su habitacin, y se sent en la nica silla que en
ese momento poda ser igual a todas las dems.
Comenz a mirar las fotos en su celular, moviendo los dedos
como tteres sobre el teclado. Ella estaba en todas.
Sus pechos tan grandes eran imperceptibles. Qu era esa blusa
negra que se haba puesto? Ese conjunto no la favoreca en absoluto. Por
qu se haba puesto una cosa as?
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Risas en el balcn de al lado. Gritos. Aplausos. Mucha
algaraba. Ms de la necesaria. Alguien nombr a una tal Paula y a un tal
Martn entre carcajadas estentreas. Y agreg enseguida:
Bueno! Bueno! Bueno! Qu est pasando!?
Yo estoy pasando habl sin apartar la mirada del celular. Las
palabras reconocieron sus labios y retumbaron por toda la habitacin
como pesadillas que buscaban escapar hacia la noche.
Y sigui estudiando esa foto, sin alterar su postura en lo ms
mnimo. Sigui estudiando esa foto en busca de algo distinto, a pesar de
que cada rasgo y atributo estaba perfectamente definido, como grabado en
piedra.
Sus pechos. Sus pechos no eran as.
Pero sonrea. Sus hoyuelos se dibujaban regios en sus mejillas.
Era lo ms hermoso que poda existir, la clase de belleza por la cual
quedarse ciego. Y esa sonrisa tena que ser para l. No poda ser para
ningn otro. La comisura de su boca no poda estar as de viva por nadie
ms.
Al fin estaba en casa.
No le import qu imagen nutra a cul.
La msica y las risas en el balcn de al lado siguieron toda la noche.
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ANDREA
Te conoc en aquel abril, cuando las puertas eran rituales, y la lluvia
peda respuestas. Yo no poda hablar porque ya no tena voz, y (en
cualquier caso) alguien se haba llevado las palabras.
Y vos me la devolviste, como quien le da vida a una memoria
en una comunin de silencios.
Andrea. As te llamabas. Me enseaste a soar con esa palabra,
a pensar en ella cada vez que el da no llegaba. Y poda perderme en los
ojos de otra espera, o en las manos de otra vida. Y al final, tu nombre
siempre me permita acertar el camino.
En su momento, te quise lo suficiente. Pero no supe quererte
demasiado. No tuve el valor para poder creer en la importancia de las
cosas que se alimentan recprocamente, para luego crecer por separado
hasta que se vuelven a juntar para siempre.
Dicen que la nostalgia es algo curioso. Dicen que nos hace
desear cosas que realmente no queremos tener.
Es mentira. Recuerdo nuestros viajes juntos a La Pedrera, y dara lo
que fuera por tenerlos una vez ms. Por verte al lado de ese mar abierto,
y sentir que el mundo cobraba impulso.
Los dos primeros libros que publiqu eran para vos. Omit las
dedicatorias. Despus me sent como si hubiera tratado de tapar el sol
con la mano. No lo haba logrado. Lo nico que haba hecho era
restringir mi visin.
Siempre escrib historias sobre vos, y sobre m. Pero nunca us tu
nombre. Y yo directamente no figuraba en ellas.
No te dije que te quera a tiempo.
Pero ahora te lo digo para siempre.
Quiero creer que ambas cosas se compensan.
Pero s que no.
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Muchas veces, las personas no tenemos lo que queremos.
Simplemente, tenemos lo que nos merecemos.
Y yo me merezco esto.
Tenerte, y no tenerte.
Voy a buscarte la prxima vez que vaya a La Pedrera.
S que hay lugares donde qued la marca de tu sonrisa.
Quiz pueda abrazar tu voz una vez ms.
Quiz vea tu sueo reflejado en el mar, como si fuera una
ventana que da al maana.
Una parte de m quiere creerlo, aun cuando s perfectamente
bien cul es la verdad.
Voy a tenerte, y no tenerte.
Esa parte de m que te tenga, va a ser la ms feliz del mundo,
aunque sea solo por el instante que dure tu recuerdo.
Y esa parte que no te tenga, podr ser la ms importante de la
historia de otra persona, de alguien que sepa sonrer con su mirada,
que se sorprenda y me sorprenda cada vez que le diga que nunca es
tarde para querernos como si fuera la primera vez.
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LOCOS
Ese hombre con calaveras en sus ojos bailaba desde nosotros.
Respiraba el mismo hielo que respirbamos. Atravesaba las mismas
imgenes que nos baaban como un adis perdido en un tiempo
posterior a todo. Gesticulaba como la muerte misma, transpiraba la cruz
de una sangre que cambiaba el olvido.
Lo vitorebamos para que se golpeara la cabeza contra todos
nuestros esquemas, y su crneo pareca poder romperse indefinidamente.
Caa al piso y se levantaba con lo que le quedaba del alma
hecha una cinaga de odio. Y gritaba, y gritaba y gritaba hasta que sus
lgrimas eran un aullido tan grande que nadie podra imaginarse
cundo ni cmo terminara ese desdn.
Entonces nos carcajebamos, y le escupamos mujeres rotas. Y
seguamos dndole nimos para que bailara de forma cada vez ms
endemoniada, cada vez ms igual a nosotros.
Cada vez ms.
Cada vez.
ramos todos culpables. Pero algunos ramos ms culpables
que otros. Ahora todos lo sabemos. Pero solo yo nac con esto.
Eso dnde los deja a ustedes?
Eso dnde lo deja a l?
No s.
l ya no habla.
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TU SILENCIO TAMBIN HABLA DE VOS
Tendra que haberlo hecho. Escribir una triloga. Seguro que Julio,
Catalina, Tuco y Marita se hubieran henchido de orgullo. Hubiera
sido fantstico, un tomo unitario dedicado a ellos dos. Pero estaba
ocupado marcando el tiempo con las uas en el cristal de la botella,
mientras vos con tu vestido largo de terciopelo y tus zapatos en punta
practicabas nuevas formas de caer de pie. Te subas a la cmoda, con
tu vestido corto entramado y tus sandalias de cuero, y saltabas. Ya
llevabas un buen rato hacindolo. Y mientras escuchaba ese sonido, yo
pensaba en cmo existen palabras que solo pueden transmitir
emociones, as como existen ruidos que solo pueden transmitir
conceptos.
Me hubiera encantado que al caer te golpearas la cabeza, y te
queda- ras llorando lgrimas sucias en el piso, sujetndote el vientre.
Hubiera ido a socorrerte, raudo como cualquiera de los recuerdos que
ahora tengo de nuestro tiempo juntos.
Y es lo que hubiera pasado. Si tan solo hubieras seguido hacindolo
por quince minutos ms, eso hubiera ocurrido.
Pero ese da cambiaba la hora. Y te tuve que acompaar a esa
luna de plegarias donde naufragaban las mentiras en que todas mis
historias eran ciertas.
Caminbamos perfectamente uno al lado del otro, como dos
renglones donde escribir un beso de sentidos. Nuestras manos no se
tocaban. Y deberan haberlo hecho. Deberan haber estado enhebradas
como perlas en un collar infinito.
Nos despedimos en la parada de mnibus que estaba ms lejos
de casa, a una cuadra del zoolgico. Solo haba tres personas ms en ese
lugar. Eran una madre con su hija. La nia corra por todos lados,
farfullando cosas sin sentido. Estaba vestida como vos, con un vaquero
claro, y una remera igual de oscura. Y championes All Star tricolores.
Sus trenzas eran una ms larga que la otra. La madre era una mujer obesa,
con piel aceitunada, y manos en las que podran clavarse agujas.
Sus dientes temblaban.
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Me estaba yendo cuando el ruido me forz a darme vuelta, y
que- darme como una veleta tambaleante contra el prpura del cielo. La
nia se haba subido al asiento de la parada, y haba comenzado a
saltar. Caa, volva a escalar el asiento, y se precipitaba nuevamente.
Rea con los ojos abiertos.
As que yo no cerr los mos mientras estaba volviendo a casa.
No los cerr tampoco cuando llegu. Y los abr an ms cuando me
volv a sentar en la mesa.
Coloqu la botella de lado. Echndome para adelante, empec
a hacerla girar, con ademanes cada vez ms exagerados, como un director
de orquesta obsesionado por una belleza que solo l entiende.
Comenz a alejarse, y cuando ya estaba por escaparse de mi alcance me
recost violentamente sobre la mesa y le di un manotazo. Sali
volando, y se destroz contra una de las bibliotecas vacas en aquel
cuarto lleno de libros.
Sin despegar el cuerpo de la mesa, volv la mirada a la cmoda.
Alguien iba a tener que saltar de ah.
Y se iba a tener que romper la cabeza.
Tendido como estaba, me puse a darle golpes a la mesa con la
palma de mi mano.
Despus de aquel da, ya nunca pude volver a marcar el
tiempo muy bien.
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DOS MUNDOS
Hay palabras en el viento que te aman. Y no pods evitar
orlas cuando corren hacia vos, como si fueran lo que necesits para
que tu destino siempre tenga un final abierto, y que tu msica se
transforme en un perdn capaz de dar frutos en pleno invierno.
Y ahora, este adis acelerado es como una metfora de todo
lo que fuimos.
Me sorprende que esto me sorprenda. Somos dos idealistas
realistas, lo supimos desde un pr que le
escribamos al sol era como un sueo del que estbamos a punto de
despertar.
Te llamara ahora mismo, pero no cambiara mucho.
No vas a responder.
Te ira a buscar ahora mismo, pero cambiara demasiado.
No vas a estar ah.
As que escribo esto, mientras el fro pronuncia la soledad y
las preguntas que los dos callbamos empiezan a tener respuestas en
este papel arrugado.
Intuyo cmo sigue todo.
Vos a ver nieve sobre avenidas que no esperan a nadie, rejas
que se abren como aos annimos y ojos que te miran como
reclamos ignorantes.
Yo voy a ver luces blancas que me pueden robar la intensidad
que me diste, estaciones arrancadas en un nunca jams y todas las
flores que como rondas de colores le dieron sentimiento a tu imagen.
Vamos a ver dos mundos distintos, vamos a ver estrellas
diferentes cada noche, recordndonos que ya no vamos a poder
cubrirnos y descubrirnos el uno al otro.
Pero la misma luna estar sobre nosotros, cobijndonos. Solo
tenemos que verla. No s si quieras hacerlo.
Y yo no s si pueda.
No s si mis ojos an sepan cmo llegar al cielo.
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PALABRAS DE MARES
Como no pods vivir tu vida, entonces vas a vivir tu muerte?
No obtuvo respuesta alguna del joven. Guardaban la clase de
silencio que es un juicio irremediable ante una verdad que cae por su
propio peso, con la fuerza de una idea que puede asesinar una mente.
Casi de inmediato, el viejo se dio cuenta de que no hubo
respuesta porque en realidad no existi pregunta.
Aquella tarde de otoo ya estaba finalizando para ellos. Y ningn
otro otoo podra volver a encontrarlos juntos. El viejo procuraba que sus
pensamientos no transmigraran en ese vaco. El joven an tena demasiado
por delante como para ponerse a pensar en eso. Todava tena
demasiadas cosas que perder para entender lo que era la realidad de
quedarse solo en un mundo repleto de voces sobre la tierra y sobre el
cielo.
Pero ahora mismo, estaban sentados en aquella plaza que conocan
tan bien, esperando que el otro dijera algo que pudiera convertir la
sombra de lo obvio en un ltimo olvido.
Deban poder hacerlo. Ambos eran escritores. La susceptibilidad de
las palabras no le era ajena a ninguno de ellos. Saban combinarlas, decuplicar
sus significados, pluralizar lo que debieran decir. Y se encontraban en
esta instancia en la cual ya ninguna revesta utilidad. Todas llegaban a sus
mentes como grises malgastados alcanzando vidas descoloridas.
Nadie deca nada. El reloj de la plaza dio las cuatro cuando el
viejo comenzaba a sentir la angustia que acompaa a todo lo incierto
que no puede ser soslayado. l haba provocado esto? O lo haba
provocado su hermano el da que desapareci de sus vidas, dejando al
muchacho con apenas seis aos de edad a su cuidado? Con su esposa le
haban dado todo. Lo quisieron como al hijo que haban perdido y que
ya nunca recuperaran. Ella le ense la importancia de creer en la
belleza de sus propios sueos. l le ense que el lugar donde esa
belleza no solo existe sino que deviene fuerza es en la literatura.
Pero todo eso pareca tan distante ahora. Lo que se haba
inculcado con amor no era ms que un recuerdo sitiando lo ms
inmarcesible de sus corazones.
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El joven se pas la mano por la frente, apartando el pelo que
ensombreca la mitad de su rostro. El otro repar en su ojo derecho,
que an estaba levemente hinchado. Lo miraba con esa clase de
expresin de quienes contemplan algo por ltima vez, con conciencia
de que el final nunca puede ser digno del principio. Todo era tan obvio
que se senta una infamia, pero... era necesario haber llegado a esto?
El joven se cruz de brazos. Tena el pasaje en la mano izquierda.
Se aferraba a l como quien sujeta el primer logro en una vida que
debiera estar signada por ellos.
Sabs que en casa siempre vas a ser bienvenido la voz del
viejo pareci salir de afuera hacia adentro.
Gracias.
No lo saba, pero esa sera la ltima palabra que le oira decir.
Esa palabra habra de resumir los catorce aos que pas con ellos. En este
ltimo da, en esta tarde de todas las tardes que acababa de forma
anticipada todas las palabras habran de desembocar all.
El joven se levant, y comenz a moverse sin mirar atrs ni una sola
vez. Se desplazaba como un suspiro que el da ms inadvertido sera
un viento capaz de barrer hasta consigo mismo.
El viejo lo miraba con ojos horadados por sesenta y nueve aos
de una felicidad siempre posible pero rara vez aprehendida. Vea como se
alejaba de todo y de todos. En un momento entreabri sus labios, pero
no alcanz a decir nada. Los cerr con la resignacin de quien cierra las
tapas de un libro antes de arrojarlo a una hoguera, al mismo tiempo que
bajaba la vista.
Cuando la levant, el joven ya haba desaparecido. Dej su
mirada depositada donde lo haba visto por ltima vez. Algo le deca
que esa no era la ltima tristeza que le causara. No saba por qu, pero
comenzaba a sentirse encadenado por lo ajeno de esa conviccin. Luego,
volvi a mirar al frente. Un grupo de nios jugaba ante la mirada dispar
de sus madres.
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CUANDO ESTABAS AH
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n knows no frontiers
And I ve seen heaven in your eyes
Jimmy McCarthy
(El cielo no conoce fronteras
Y he visto el cielo en tus ojos)
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I
Bright Smile
La traduccin ms idnea para transportista . Sabe la
respuesta o no, Urrutia? la voz del profesor sonaba cada vez ms
gruesa. Se haba levantado de su mesa con fastidio, y ahora paseaba la
mirada por todo el saln. La atmsfera crepuscular se estrellaba contra los
ventanales que daban al norte, a un Montevideo donde las convicciones
se refugiaban como pjaros en las tardanzas de los deseos.
No. Agustn Urrutia no saba la respuesta. Agustn Urrutia no tena
la ms vaga idea. No poda resultarle ms ajena. Y no lograra adivinarla
ni en tres reencarnaciones consecutivas.
Ninguno de los presentes la saba. Ni el tipo que se sentaba
siempre solo en un rincn, ni Julio, ni Catalina, ni M
Para colmo de males, Tuco segua agregndole detalles a la caricatura
del profesor en su cuaderno. Estaba sentado a la derecha de Agustn, y
cada vez que le aada algo a su nueva obra maestra cambiaba la
orientacin de la hoja para que Agustn viera los enseres de su
genialidad con lujo de detalles.
Primero haba dibujado al profesor, con una versin muy libre del
len de San Jernimo mordindole la pantorrilla. Luego, haba
agregado el cachilo destartalado a un costado. Era una versin infame del
auto que el profesor dejaba siempre estacionado detrs de la Facultad,
frente a la plaza de deportes del IAVA. En la caricatura de Tuco, inclua
un pegotn en el parabrisas con la leyenda A CHETA,
MUCHA CHITA, MUCHA CHOTA y el smbolo de Batman en las
puertas delanteras. Y ahora acababa de agregar tres buitres regordetes
sobrevolando al anciano catedrtico.
pedazo de hijo de puta, qu pedazo de hijo de puta. No
poda dejar de repetrselo mientras miraba la caricatura con el rabillo
del ojo. i tuviramos el diez por ciento del talento para estudiar que
este hijo de puta tiene para dibujar pelotudeces, salvbamos todo
cuarto ao sin tocar un apunte. Qu reverendo hijo de puta .
Agustn se haba empezado a morder la lengua para evitar que le
ganara la risa. Mir su reloj. Esto no poda extenderse mucho ms.
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Sus pisadas comenzaran a sonar escaleras abajo. Su contorno se
dibujara del otro lado de la puerta. Ella tena que aparecer.
As era siempre. Todos los martes y jueves la compaera nueva
llegaba un poco ms tarde, y la situacin ya se estaba convirtiendo
en emblemtica de esta clase de Prctica Profesional II.
El hecho es que era imposible no reparar en ella. Primero, la
escuchaban subir corriendo la escalera a un ritmo de vrtigo, como si
con ese solo exceso de velocidad pudiera derogar todo el tiempo
perimido del mundo. Luego se detena abruptamente afuera de la
puerta, y recoga su cabello castao claro. Pareca estar dando saltitos
en el lugar. Todas las miradas en el saln se concentraban en su figura,
que no se estaba quieta del otro lado de esos cristales grises. Ya nadie
hablaba desde que la primera pisada se haba dejado sentir escaleras abajo.
El profesor tambin fijaba su mirada en la puerta. Abril llegaba
siempre cuando el repaso de la terminologa adquirida en la clase
anterior era como un pndulo entre con- fines de ignorancia que se
ensanchaban con cada movimiento.
Aquel da, Julio haba hecho un sinfn de recados antes de ir a
la Facultad. Haba llegado sobre la hora, y ms cargado que nunca. El
nmero de asientos libres en el saln ese jueves era menor al habitual.
Uno de los grupos de arte que funcionaba en los niveles inferiores se
haba apropiado de ellos. Y Julio haba acaparado los nicos dos que
quedaban disponibles en la primera fila, del lado izquierdo del
semicrculo que se formaba en torno a la mesa del catedrtico. l haba
ocupado uno, y colocado todas sus bolsas en el otro.
Abril le dio un ligero golpe a la puerta, que contrast por completo
con el bro de su voz cuando exclam n permiso! y prorrumpi
en el saln.
Disclpeme, profesor, es la ltima vez que no tuviera casi aliento
no era bice para que hablara a toda velocidad.
El viejo catedrtico le dio una mirada que transmita ms curiosidad
que otra cosa. No le dijo nada. Abril no acababa de dar un par de pasos
cuando le dirigi la palabra.
La clase del martes traducimos varios conocimientos de
embarque. Recuerda usted el equivalente ms natural que manejamos
para transportista
Abril se detuvo, asumi la postura de alguien que est dispuesto
a quedarse de pie por mucho tiempo, y respondi de forma pausada:
Shipper , profesor.
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Y la traduccin de adecuacin al fin
Fitness for purpose , profesor.
Y el verbo que se emplea para la entrega de la mercadera una
vez que el buque llega al puerto? Es el verbo give ? Es el verbo d
over
Abril iba a responderle. Pero vacil justo cuando estaba a punto de
hablar. Se tom unos segundos, y dijo al tiempo que esbozaba una
sonrisa.
No es ninguno de ellos, profesor. El verbo en ese caso es
sur-
El profesor asinti. Abril comenz a dirigirse al asiento que Julio
tena ocupado con sus bolsas y paquetes, porque era el ms cercano.
Claramente no quera causar ms distracciones.
Y cmo se denomina en ingls a la clusula de colisin con
culpabilidad de ambas partes?
Abril volvi a detenerse. Pas un minuto que bien poda
haber durado mucho ms por la expectativa que gener en todos.
Pronunci la respuesta cuando ya pareca que el profesor
haba triunfado al jugar esa ltima carta.
-to-blame collision
Good el profesor sonri, y asinti una vez ms.
Abril recorri la distancia que la separaba del banco que Julio
tena ocupado. Faltando unos pasos, comenz a desabotonarse la
chaqueta.
Julio la mir. No pudo evitar hacerlo. El vaquero que vesta le
marcaba demasiado la cintura, y la remera rosada que llevaba la
favoreca mucho.
Me puedo sentar ac? dijo en un tono casi confidencial. Julio se
vio sorprendido por la pregunta, si bien era enteramente obvio que se
la iba a formular. Se sinti muy incmodo. Ella tena que haberse
percatado de cmo la haba mirado.
Ah, s, s, claro le respondi, y comenz a despejar el banco.
Pero se precipit tanto al hacerlo que todo se vino abajo estrepitosamente.
En el piso se desparramaron los libros, las crayolas, las acuarelas, y las
fotocopias de las clases de ingls que tendra que dar el fin de semana. Y
tambin el disco que acababa de comprar en el CD Warehouse que estaba
a pasos de la Facultad.
La interrupcin hubiera sido nefasta en cualquier clase, pero en
la de este profesor era especialmente catastrfica.
Both-to-blame collision! la voz rasposa, inconfundible de Tuco se
dej sentir desde el fondo del saln, provocando risotadas en todos, menos
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41
en Julio y Abril que se haban convertido en el centro de atencin
involuntario de aquel grupo. Agustn dej salir todas las carcajadas
que vena acumulando, y termin atorndose.
Silencio! Esto es una clase! Silencio! el profesor no poda sonar
ms contrariado. Que le trastocaran as su clase era la mxima afrenta
imaginable.
Julio estaba recogiendo todo con la mayor celeridad posible. Abril
se haba arrodillado para levantar el disco que se sali de su caja al caer.
Era el segundo lbum de Sordromo, Salvando La Distancia . Todos
los hombres de la clase la contemplaban encantados.
Lo tom y lo puso en su caja luego de mirarlo a la luz para
asegurarse de que no estuviera rayado. Se sent rpido, mientras Julio
terminaba de recoger todo lo dems y lo colocaba en el suelo, a un
costado de su banco. Recin cuando termin Abril le alcanz el disco.
Es el que tiene s Cosas Del Querer Abril se lo dijo en
un susurro, mientras le guiaba un ojo y le obsequiaba una sonrisa
radiante. Julio tom el disco y lo guard en su mochila de forma
presurosa, como si le estuviera quemando la mano. Volvi a mirarla
despus de hacerlo, como lo hara alguien que en un estado de vigilia
ha visto algo impropio del mismo, y necesita confirmar que sus ojos no
le han mentido.
Abril segua sonrindole con la misma intensidad.
Julio enseguida mir para adelante, mientras senta cmo el corazn
empezaba a latirle de forma extraa. No rpido. Tampoco lento.
De forma extraa.
Muy, muy extraa.
Catalina estaba del lado opuesto del semicrculo, frente a l. Haba
contemplado la escena. De principio a fin. No se le haba escapado ni
el ms mnimo detalle. Y ahora mismo lo estaba fulminando con la
mirada.
Julio y Catalina.
o0o
La clase de Prctica Profesional II prosigui sin ningn otro
sobresalto. Pero Julio not que todas las veces que Abril intervino,
Catalina siempre tuvo que acotar algo. Y luego de hacerlo, la observaba
largamente,
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casi como si estuviera azotndola con sus ojos. Esas miradas no
parecan tener injerencia alguna en Abril. Pero
Cuando la clase terminara, lo mejor sera no intercambiar palabra
con la compaera nueva, para no darle resquicios a Catalina.
Result que Abril no esper ni un segundo para retirarse cuando
lleg la hora. Si bien mir a Julio y le volvi a sonrer al incorporarse
y ponerse la chaqueta, fue solo un instante. Y se march del saln
sin decir nada.
Esa era otra constante en ella. Se iba siempre con la misma
prisa con la que llegaba, como si tuviera algn compromiso irrestaable en
algn otro lugar. Y era mejor as. Julio no se hubiera sentido cmodo
hablndole con la mirada de Catalina cernindose sobre l.
Y Julio tampoco demor mucho en irse. No quera escuchar lo que
Catalina seguro tena para decirle. Ni la forma intempestiva en que se
lo dira. As que ni bien not que alguien le haba pedido unos
apuntes, aprovech esa leve distraccin para escabullirse.
Avanzaba por el pasillo, deslindose de todo. Por fin este da
tan largo estaba quedando detrs. Y sorprendentemente, todo indicaba
que tendra una conclusin apacible, que la cuota bsica de tranquilidad
que l siempre necesitaba se vera solventada.
Mujeriego! el grito de Tuco lo alcanz cuando estaba a pasos de
la escalera. Y el grito no fue lo nico que lo alcanz. Apenas lo sinti,
Julio mir hacia el punto del que provino. Fue un acto reflejo. Al hacerlo, el
mini- diccionario que el jugador de rugby le haba tirado le peg de lleno en
la sien. Julio trastabill, y todo lo que tena en las bolsas se le vino abajo
de nuevo.
Tuco y Agustn se descostillaban de la risa. La voz de Marita
que siempre era tan comedida se dej sentir muy fuerte.
Tarados! Mi diccionario! Devulvanmelo!
Tuco y Agustn ni repararon en ella. Seguan rindose. Julio se esta-
ba sujetando la cabeza, como si le hubieran dado un martillazo.
Cuando vio que Marita se acercaba, se inclin y levant ese diccionario
Larousse de bolsillo que tanto adoraba. Ella le cambiaba la cubierta
todos los aos, pero siempre era el mismo diseo: Guernica , de
Picasso.
Julio se lo extendi. Ella lo mir con sorna, se lo sac de la
mano, y lo inspeccion. Cuando vio que no haba sufrido ningn
dao, contempl a Julio de pies a cabeza, y le dio la espalda con un
regao. Se encamin de vuelta al saln, con la cabeza muy alta. Pero
yo qu culpa , pens l.
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Los dos jugadores de rugby se le aproximaron. Tuco ostentaba
una sonrisa soberbia, Agustn tena lgrimas en los ojos de tanto rer.
Ambos lo miraron irnicos.
Y? Y? Qu me conts de la compaerita nueva? comenz
el pelirrojo, mientras le pasaba el brazo por encima del hombro Est
fitness for purpose , eh? Le vas a pedir que te haga un surrender ,
tigre?
Le vas a pedir que te entregue la mercadera? Eh? Eh?!
Bueno, ya fue Tuco, cortala... dijo Julio, con una voz apenas
audible.
Mir, mir! Se pone nervioso! Agustn siempre secundaba todos
los desparpajos de Tuco. Y cuando lo haca, era comn que cambiara
su registro a uno ms jurdico. Ya ni se daba cuenta. Lo tena
incorporado. No en vano haba estudiado casi tres aos de Derecho
antes de cambiarse de carrera.
Es un despropsito! exclam Agustn, con mucha pompa y
entendimiento . Ya posee a Catalina, ahora tambin quiere usufructuar a
la nueva!
Qu te pasa, nene? Me quers decir algo? La voz de Catalina
se dej sentir a un par de pasos, y retumb por todo el pasillo,
estremeciendo el aire. Dej caer la mochila al suelo, y camin directo
hacia ellos. Los tres la miraron. Tuco le sac el brazo del hombro a Julio.
Avanz lo suficiente como para interponerse entre ella y Agustn.
Par, flaca, estbamos jodiendo. Ya fue. No te pongs bardera le
dijo, como adivinndole la voz.
Sus rostros estaban a centmetros de distancia. Se miraban como
lo haran dos estatuas sin rasgos. Podran contemplarse durante horas,
podran perderse en el cansancio del mundo y nunca existira una
aquiescencia o una negativa por parte de ninguno de los dos.
Agustn no saba si decir algo o estarse callado. Lo poco lgico de
la situacin lo dejaba exento de mecanismos de respuesta. Y Julio no
miraba. No quera mirar. Ya no poda disimular el disgusto que senta por
incidentes como este. Segua recogiendo todo lo que se le haba cado
cuando Tuco lo golpeara con el diccionario. Mantena su cabeza
obstinadamente abajo.
Me acompaan a la parada? Marita haba vuelto a salir al pasillo.
Nadie la vio aparecer, fue como si hubiera surgido del suelo. Ahora
ya llevaba su mochila rosada al hombro, y un libro bajo el brazo. Y
habl en su tono caracterstico. Una voz carente de emociones era lo que se
necesitaba para disipar una situacin como sta.
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S, vamos los tres juntos dijo Julio mientras guardaba los
ltimos papeles que se haban desperdigado, y comenzaba a caminar hacia
Marita. Catalina y Tuco empezaron a separarse muy gradualmente. No
dejaron de mirarse a los ojos hasta que Julio la jal del brazo al pasar,
y Agustn se acerc e hizo lo mismo con su amigo.
Tuco y Agustn desaparecieron por la escalera. A Julio le pareci
or algo que terminaba en resiva de mierda , pero no hubiera
podido asegurarlo. Fuera lo que fuera, Catalina por suerte no lo escuch.
Marita le estaba dando su mochila. Se la calz rudamente, y dijo
V . Ms que una pregunta, son como un grito de guerra.
Marita asinti con un movimiento de la cabeza que fue casi imaginario.
Julio empez a descender hasta el rellano de las escaleras, marchando
varios pasos por delante.
Catalina tom del brazo a Marita con ese arrebato que caracterizaba
todo lo que haca, y se la llev consigo.
De haber sido un poco ms liviana, la hubiese arrastrado por el aire.
Exista una caricatura de Tuco al respecto. Existan caricaturas de Tuco
para todo lo que tuviera que ver con los alumnos de aquel grupo de
Traductorado Pblico que estaban cursando el ltimo ao de su carrera.
o0o
Catalina y Julio caminaban solos, de regreso a casa. Vivan en
una de las cuadras ms pintorescas del Parque Rod, donde el cielo del
da era siempre una transparencia, y el canto de los tambores poda
conquistar la nostalgia de la noche ms pensada.
Ella le tomaba el brazo. Lo haca con bastante tranquilidad. Dejaba
que l la llevara. E iba muy callada, tambin. Su temperamento era
muy distinto cuando estaba as con l, cuando la mirada del mundo se
atenuaba y entenda que sus emociones no tenan que estallar para ser
asimilables.
l la conoca. A Julio no tena que probarle nada. Pero a todos
los dems tena un laberinto de verdades que validar y demostrarles.
No haban hablado desde que salieron de la Facultad. Acompaaron
a Marita a tomar el mnibus en la parada que estaba en Guayabo y Eduardo
Acevedo. Luego, hicieron su trayecto habitual. Primero al este por
Rivera y luego por Paullier, rumbo al sur.
Julio se preguntaba si este silencio en realidad no era ms
contaminante que esas palabras que Catalina posiblemente quera descargar,
cuando not que ella lo estaba observando. Julio sostuvo su mirada.
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45
Dejaron de mirarse exactamente al mismo tiempo.
Ella no dijo nada. Pero le sujet el brazo con un poco ms de
ahnco.
Pronto llegaron a la cuadra que los haba visto crecer, y donde
an seguan viviendo. El barrio entero estaba en la calle. Reinaba un
clima de algaraba. Un grupo de vecinos haca un asado. Haba nios
jugando a la escondida y muchachos enfrascados en un partido que ya
pareca llevar un buen rato de comenzado. Todos los saludaron.
Julio y Catalina.
No solo vivan en la misma cuadra, sino que lo hacan en casas
tan contiguas y parecidas que podan perfectamente ser la misma. Ambas
eran casas amplias, de dos pisos. Con claraboyas de colores y balcones a
idntica altura, con cuartos que alternaban pisos de mrmol y de madera,
y puertas dotadas de relieves y detalles totalmente abolidos por la esttica
moderna.
Se despidieron en la entrada de la casa de Catalina. Ella le toc
la punta de los dedos con los suyos despus de que la bes en la mejilla,
antes de que comenzara a dar los pocos pasos que lo separaban de su
puerta.
Era una distancia tan pequea.
Esa es precisamente la distancia ms difcil de salvar.
o0o
Julio poda sentir la mirada de su amiga depositada sobre l
cuando entr a su casa. No era algo que lo hiciera sentir cmodo. Pero a
esta altura ya no lo afectaba tanto. Era algo que haba aprendido a
sobrellevar.
La escalera de mrmol que conduca al patio interior le dio la
bienvenida. El toldo estaba recogido, y las luces que se filtraban por la claraboya
regaban todo el tramo superior de la escalera de manera casi cinematogrfica.
Una vez arriba, se sac su eterna campera vaquera y la colg en el respaldo
de una de las sillas antiguas que flanqueaban el patio junto con varias
macetas, algunas ya sin plantas. Despus se dirigi al comedor, donde
su padre terminaba de ayudar a su hermana ms pequea a hacer los
deberes.
No terminaba de poner un pie en el cuarto y de decirles
Hola cuando Luca ya estaba fuera de la cocina. Llevaba puesto un
delantal que le quedaba al menos dos talles ms grandes.
Hermanito! Me conseguiste el libro?!Me lo conseguiste? Si?
S, s. Par, ya te lo doy... mir entonces a su otra hermana, y
le dijo:
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Tambin tengo lo que queras, princesa.
Virginia se levant sonriendo de la mesa, y se acerc tmidamente a
su hermano. Ella siempre haca todo con una gran docilidad. Tom
las acuarelas y las crayolas que le extendi Julio. Se qued mirndolas con
una expresin que transmita alegra e incertidumbre en igual medida.
Qu bueno! Qu divino! exclam Luca al tiempo que le
tomaba la mano a su hermana, y se la meca enrgicamente.
No le das las gracias a tu hermano? le pregunt su padre.
S! replic ella. Recin ahora se mostraba ms expansiva. Julio
se hinc para que le diera un beso y un abrazo. Luego volvi a la mesa,
dando pequeos brincos. Una vez que haba vuelto a ocupar su lugar le
mostraba todo a su padre y a su oso panda de peluche, que tena una silla
para l solo. Se llamaba Panpn, y era enorme. Era casi del mismo
tamao que ella. Virginia haba cumplido siete aos el mes pasado.
Por su parte, Luca ojeaba el libro de Derecho Privado que Julio
le haba trado con un inters maysculo. Ni bien se lo dio empez a ir
de atrs para adelante, como haca siempre con cualquier libro que caa en
sus manos. Era una de sus actitudes tpicas. Si fuera cualquier otro libro,
Julio hubiera estado seguro de que no persistira en su lectura por ms de
dos o tres das. Pero ste era distinto.
El ao siguiente, Luca cursara sexto de Derecho. Su mayor
aspiracin era ser abogada, como lo haba sido su madre.
Luca tena diecisiete aos, aunque su forma aniada de comportarse
(y sobre todo de hablar) hacan que aparentara mucho menos edad.
En ocasiones no pareca poder controlar el volumen de su voz, ni la
intensidad con la que canalizaba determinadas emociones como la
felicidad o el enojo. Le costaba concentrarse en lo que haca. No se
quedaba quieta ni por un instante. Era peripattica en el sentido ms
tajante de la expresin. En otras personas todo eso junto sera
desquiciante, pero de algn modo a ella la haca ms simptica. Y por
supuesto que todo eso determinaba que formara una dupla explosiva con
Catalina. Estaban hechas a medida, aunque se poda especular en qu punto
Catalina haba determinado (y prefijado) alguno de sus patrones de
conducta.
Cmo estuvo la Facultad, hijo? Rogelio le habl con ese
tono mesurado que lo caracterizaba, y que poda infundirle tranquilidad a
quien fuera. Esa era la nota distintiva de su padre. En cualquier situacin
compleja era capaz de traer serenidad con las palabras exactas, expresadas en
la medida justa. Como si las aplicara con un cuentagotas.
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47
Bien... el primer parcial de la Prctica es en dos semanas. Es
sobre conocimientos de embarque, y certificados de avera.
Qu es eso? Virginia pregunt mientras jugaba con las
crayolas que haba sacado de su caja.
Son cosas de barcos.
Aaahhh exclam Virginia asombrada. Empez a dibujar un
barquito en el cuaderno que tena abierto.
A Catalina cmo le est yendo?
S! Cmo le va a Cata! exclam Luca, que ya se haba
desplazado a un costado de Virginia a ver qu estaba dibujando tan
rpidamente que los dems ni siquiera lo haban notado.
Bien, ella es excelente, no va a tener problemas para... Julio
se detuvo, y olfate el aire con una expresin adusta Qu se quema?
Todas las miradas se centraron en Luca, con ese delantal que
le quedaba tan grande.
o0o
Luego de que Rogelio remediara la situacin preparando arroz con
atn para toda la familia, la cena pudo desarrollarse con total
tranquilidad.
Lleg la hora de acostar a Virginia. Julio la llev en brazos a
su cuarto, mientras Luca marchaba detrs de ellos llevando a Panpn.
Una vez que Virginia y su oso estaban en la cama, Julio se qued
en la habitacin para leerle un cuento. Luca volvi a la cocina para
ayudar a su padre.
No importaba qu tan cansado u ocupado estuviera, siempre le lea
algunas pginas de un libro titulado s de Hadas y Fbulas
Contemporneas que estaba en su mesa de luz. Era un libro que le
haba pertenecido a l, y despus a Luca.
Esa noche le ley una parte de Pulgarcito . Como era
costumbre, haca pausas en puntos cruciales y la miraba directo a los
ojos antes de continuar. Su hermanita se quedaba expectante. Cuando
Julio finalmente segua adelante, lo haca con un gran dramatismo. Virginia
se diverta mucho con ello.
Cuando termin, cerr la tapa del libro con un golpecito.
Bueno, por esta noche ya est. Tens que dormir, que maana
vas al colegio.
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48
S...
Julio deposit el libro en la mesa de luz. Luego, se quedaron
mirando un instante.
Extrao a mami.
Yo tambin.
La quiero ver.
Haban tenido esa conversacin todas las noches durante los ltimos
seis meses.
Mam est en el cielo. Mam ahora es una estrella ah arriba.
Ella nos ve todo el tiempo. Tambin de da. Aunque nosotros no
veamos las estrellas en el cielo, ella nos est viendo. Ella nos cuida a
todos desde ah arriba. Entends, princesa?
S... Pero yo quiero ver a mami. Quiero un abrazo de mami.
Julio se inclin y le dio un beso en la frente. Era la nica
respuesta
que poda darle a eso.
Ahora te voy a tapar. A ver, recostate.
Despedite de Panpn, tambin!
Le dio un beso en la cabeza a Panpn. , Panpn. Cuid
a Virginia . Luego los tap a los dos, con la clase de amor de quienes
conocen la permanencia de las prdidas ms injustas. Apag la luz al
salir, y dej la puerta entornada.
Cuando volvi al comedor se encontr a Luca sentada en el suelo,
enfrente del televisor. Cambiaba de canal aproximadamente cada dos
minutos. Su padre estaba limpiando la coleccin de vinilos que le
haba pertenecido a su esposa. Los levantaba a la luz para ver exactamente
en qu estado se encontraban, les pasaba una franela, los volva a
revisar y los guardaba con mucho cuidado.
Voy al balcn un rato. Y vos agreg mirando a Luca , no te
acosts despus de las once.
Luca le dijo que s, cmo quien le dice adis a alguien que le dijo
Julio sali al balcn. Todava quedaba gente en la calle. Era lgico.
El invierno an no verta las cenizas de su soledad sobre el mundo,
pero amenazaba con hacerlo Y lo hara perentoriamente. Mas no hoy. La
noche era perfecta.
No necesit mirar a su costado para saber que Catalina
tambin estaba asomada a su balcn, fumando. Julio dio unos pasos en su
direccin, y se detuvo justo enfrente a la ventana de su cuarto.
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49
Ella se recostaba con los brazos cruzados sobre la baranda. l
se sent en el alfizar de su ventana. Los dos miraban hacia la calle desde
sus balcones, observaban todo como quien mira al futuro desde las
orillas del recuerdo, preguntndose qu hay verdaderamente del otro
lado. Y no se dieron cuenta cundo fue que ocurri, y quiz ni un
observador atento hubiera podido determinarlo. Pero en un
momento, los dos estaban contemplando el cielo.
Ella, con ojos que desde haca mucho tiempo desconocan el
color de las lgrimas. Con una sonrisa daada. Con algo que probarle a
todos constantemente, por no poder probrselo a s misma.
l, buscando la manera de explicarle a su hermana porqu mam
ya no estaba ah con ellos.
Crea lo que le haba dicho a Virginia. En la estrella que ms
brillaba en el cielo la sonrisa de su madre acariciaba la noche, y cuidaba
todos los sueos que de algn modo an guiaran sus vidas.
Pero no saba cmo ensearle esa luz a su hermana.
Julio y Catalina.
Tenan veintids aos cuando empezaba aquel invierno.
-
50
II
Kathleen
Seguro que fue un da de la segunda quincena de febrero,
porque acababan de celebrar el primer cumpleaos de Luca. Su madre
los haba llevado a conocer a los nuevos vecinos. Julio tena siete aos, y
estaba vestido muy formal, con una camisa de manga corta y un
pantaln blanco de gabardina. Se paraba tan firmemente que pareca
estar petrificado. A todas luces era una estatua de esas que solo se ven en
los libros de arte, algo tan quimricamente impoluto que no puede tener
existencia real.
Son una seora y su hija le dijo su madre en el instante en
que Rogelio llamaba a la puerta . Son dos damas, as que comportate
como el caballero que s muy bien que sos.
Julio asinti, y se acomod esos lentes enormes que usaba ya
desde pequeo y que le resultaban extremadamente molestos. Hecho esto,
coloc ambas manos bien adentro de sus bolsillos, y se qued an ms
tieso que antes.
Luego de una espera sospechosa, una mujer alta y con extremidades
muy delgadas abri la puerta de esa casa que antes ocup una pareja
que haba emigrado a Australia. Era sorprendentemente joven. Llevaba un
saco bord arremangado, pantalones deportivos azules, y su cabello
negro le caa desordenadamente sobre los costados, como buscando sus
hombros a tientas sin lograr encontrarlos nunca.
La madre de Julio habl. Le explic que eran la familia
Bernrdez, que eran sus vecinos, que estaban exactamente en la casa
de al lado. Le present a Luca. A su hijo, Julio. A su marido, Rogelio. Y al
final se present ella: Graciela.
Por unos segundos, la mujer pareci completamente desconcertada.
Pero enseguida exclam ! Usted es la abogada. No, seora? Y usted
es el escribano, . Su voz sonaba como si se correspondiera con
gestos que no estaba haciendo. No obstante, su inters pareca genuino.
Tuteame. Decime Graciela. Y a mi esposo, Rogelio Rogelio sonri
cuando su mujer dijo esas palabras.
A todo esto, Julio se esconda parcialmente detrs de su madre. La
nueva vecina le causaba extraeza. Y su hija (que estaba sentada en el
descanso
-
51
de la escalera) todava ms. Era la primera vez que vea una nena con
una pelota de ftbol en vez de una mueca.
Ella lo miraba como resintiendo su presencia.
o0o
Todos se sentaron en el comedor de esa casa a la cual Julio
entraba por primera vez. Le maravillaba la similitud con la suya. Era como
si hubiera atravesado un espejo. La disposicin de los cuartos era
idntica. Hasta el mobiliario era similar.
Pero haba algo distinto.
El fro.
Esta casa era ms fra.
Y ola como a ropa recin tendida.
Graciela y la madre de Catalina ya llevaban un buen rato
conversando. Hablaban con una naturalidad que creca minuto a minuto,
aunque la nueva vecina por momentos mostraba una clara dificultad
para concatenar pensamientos bsicos. Y a veces tambin entrecerraba los
ojos, como si un cristal oscuro se hubiera antepuesto entre ella y todo lo
dems. Rogelio asenta espordicamente, y haca alguna acotacin que
siempre era bien recibida.
Julio estaba sentado en el extremo del silln que ocupaban sus
padres. Catalina estaba a su derecha, en una silla de madera que pareca
un trono por su altura y su nivel de detalle. Lo ms llamativo era el
tapizado que la engalanaba y sus posabrazos, que acababan en cabezas
de leones a medio rugir.
Catalina no intervena en la conversacin. Ni siquiera miraba a nadie
con esos ojos celosamente azules que tena. Era como si estuviera en
un espacio-tiempo distinto.
Julio quera decirle algo, pero no saba ni por donde empezar.
Y entonces, record que llevaba un bombn en el bolsillo de su camisa.
Quiz podra utilizarlo para demostrarle a su nueva vecina que le caa
bien. Que ella no tena que mirarlo como lo haba mirado haca un
rato, cuando su padre haba llamado a la puerta.
Tom le dijo. Catalina se qued observndolo. Luego lo
acept, con total indiferencia. Lo coloc speramente en el posabrazos de
su silla. Y no le prest ms atencin que antes. Ni a l, ni a nadie.
-
52
Nos dice Mara Carmen que te gusta el ftbol Rogelio hizo
el comentario en un tono muy respetuoso, como se le hablara a un
adulto.
A Cata le encanta jugar al ftbol! Y tambin hacer Taekwondo!
agreg su madre con una emocin abrumadora, y en un tono por dems
aleccionador.
Qu bien! Sos toda una deportista coment Graciela de manera
ms mesurada. Y entonces aadi: Sos buena?
Catalina ahora los mir a todos. Contempl a ese nio de
su misma edad que pareca tan frgil, y que la observaba detrs de esos
lentes ridculos, que lo hacan parecer un bho. Ese nio, sentado al lado
de esa mujer que cargaba con un beb, y al lado de ese hombre que
infunda tranquilidad.
Ese nio. Esa mujer. Ese hombre.
Por qu todos los dems tenan un pap y una mam, y ella no?
Soy la mejor. Toda mi vida voy a ser la mejor. Voy a ser mejor
que todos ustedes juntos.
Habl con una voz tremendamente fuerte para una nia de su edad.
Quedaron todos en silencio. No era solo lo que haba dicho, sino cmo
lo haba dicho y articulado. Cmo los mir, y cmo los segua mirando.
Sus ojos parecan capaces de anclar todo el odio del mundo.
Luca llor en el preciso instante en el cual alguien tendra
que retomar la conversacin de alguna u otra forma.
Tu hija tiene hambre?
S. Muchas gracias por recibirnos, ya nos vamos. Fue un placer
conocerlas a las dos.
Catalina se levant rudamente, y se dirigi a su cuarto. Al
hacerlo, el bombn que le haba dado Julio cay al piso. A ella ni le
import. Puede que ni siquiera lo notara.
Julio s que lo not.
Y tambin repar en la ubicacin del cuarto de Catalina, en una
de las esquinas de la casa. Estaba exactamente pegado al suyo.
Mara Carmen los acompa escaleras abajo. Les agradeci a
todos por darles la bienvenida al barrio. Dijo que era un gesto que
no olvidara.
Si necesits cualquier cosa, nos aviss. Y si tu hija necesita algo
continu tras una breve pausa en que la mir firmemente a los ojos
no duds en pedrmelo tampoco.
La madre de Catalina volvi a darles las gracias.
-
53
Eran palabras sinceras en ambos casos.
Ya de vuelta en casa, Julio not que sus padres casi no hablaban. No
hacan ningn tipo de comentario.
Rogelio sali. Faltaba hacer algunas compras para la cena. Y Julio se
sorprendi porque cuando volvi tambin le trajo uno de esos libros
de superhroes para colorear que tanto le gustaban. Lo comn era que se
los regalaran una vez por mes, como recompensa por las notas en el
colegio. Seguramente era porque se haba comportado muy bien con
las nuevas vecinas. Seguramente.
Rogelio le dijo que se quedara jugando en su cuarto. l y su
esposa fueron a hablar a su dormitorio. Cerraron la puerta.
Tuvieron una larga conversacin.
Julio estaba sentado en el piso, feliz con su libro y sus lpices.
En un momento, le surgi la duda de cmo colorear exactamente la
armadura de Iron Man. Se incorpor para fijarse en alguna historieta de
las muchas que tena en las repisas de su cuarto.
Al acercarse a la pared, escuch claramente a alguien que lloraba
del otro lado.
o0o
Al da siguiente, Julio iba al almacn de la esquina con su
padre. Catalina estaba pateando su pelota contra una pared. Si bien la
calle estaba repleta de nios, nadie la haba invitado a jugar. Y Catalina
no le haba preguntado a nadie si poda jugar con ellos.
Ests jugando al ftbol? le pregunt Rogelio cuando pasaron
a su lado.
S la respuesta fue acompaada por una patada descomunal. Julio
se estremeci cuando la pelota impact contra la pared.
Cuando volvan del almacn, Catalina segua en el mismo
lugar. Pateaba la pelota con una ira cada vez mayor. Estaba jugando al
ftbol.
A Cata le encanta jugar al ftbol.
o0o
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54
Catalina Arjona. Julio Bernrdez.
Esa mujer con voz melanclica que sera su maestra pronunci
sus nombres, y les indic los pupitres que ocuparan. En ese colegio
siempre se determinaba la disposicin de los alumnos alfabticamente.
As que Julio y Catalina ocuparon sus lugares, uno al lado del
otro.
l se senta cohibido por su vecina. No saba bien cmo actuar ni
qu decir en su presencia. Ella tampoco le deca nada, por lo que
probablemente no le simpatizaba. No haban interactuado
prcticamente nada desde que se mudara al barrio en el verano.
En realidad, ella era la que mantena a todos a raya. Despus
de haberla invitado a jugar con ellos en un par de ocasiones solo para
recibir una spera negativa, el resto de los nios del barrio comenz a
guardar su distancia.
As que sentado a su lado el primer da de clases, Julio se limit
a sacar su cuaderno y colocarlo sobre la mesa. Luego hizo lo mismo con
su cartuchera, que tena una ilustracin de Iron Man y Thor
combatiendo a Loki.
De haber mirado al costado, se hubiera dado cuenta de la curiosidad
enorme con que Catalina observ esa cartuchera ni bien la haba
dejado sobre la mesa.
o0o
Fue el sbado ms glido de aquel invierno. Julio haba ido con
su madre al supermercado. Estaban frente a la gndola que tena los
productos lcteos cuando se encontraron cara a cara con la madre de
Catalina. Mara Carmen se mova lento, sus pies parecan no poder
tocar la tierra. Los salud con una voz que sonaba como preparada para
juntar la negligencia de sus silencios ms contradictorios, y convertirlos
en todo lo que siempre haba sabido. Graciela le pregunt qu haba
pasado.
Mi esposo llam.
Qu pas? dijo Graciela mientras la tomaba del brazo y se la
llevaba a un costado. Julio igual lleg a escuchar la conversacin.
Catalina atendi. Le saqu el telfono. Pero hablaron.
Y ahora dnde est? La dejaste sola?
-
55
Estaba durmiendo.
Pero no la dejs sola! Te dijimos qu si vas a salir la pods
dejar con nosotros. Cundo tiene sesin de nuevo con el psiclogo?
El lunes.
Y vos cundo vas a que te vean la medicacin?
El jueves... O el viernes?
Ahora su madre apart an ms a Mara Carmen. Julio ya no
se enter de lo que estaban diciendo.
Todo lo que supo fue que su madre se vea realmente preocupada
cuando volvi a su lado. Se vea hasta molesta. Eso no era comn.
Volvieron los tres juntos del supermercado.
Catalina no estaba durmiendo. Estaba afuera, con su pelota.
Patendola. Cada golpe sonaba ms crudo, ms implacable que el
anterior, como si un enajenado estuviera golpeando la puerta de un
calabozo.
La lluvia empez a caer en ese preciso instante.
Cata! Entr! Te vas a resfriar! Entr!
Catalina no se inmut ante el llamado de su madre.
Mir a la pelota, a la pared, y de nuevo a la pelota. Entonces le
dio una patada bestial, que hizo que terminara de destrozarse por
completo. Lo que qued de ella cay como una roca a los pies de la pared.
Catalina se acerc, y lo pate violentamente a un costado. Al
hacerlo perdi el equilibrio, y se qued sobre una rodilla, con ambas
manos en el piso. Pareca un perro que alguien ech a la calle. Y entonces,
sobrevino un diluvio. El agua comenz a desplomarse con una saa
que amenazaba con abrir el pavimento.
Catalina se reincorpor con dificultad, y camin de vuelta a su casa.
Muy lentamente, como si cada paso que daba ms que acercarla a su
hogar la estuviera conduciendo al punto en que todo estaba ms
lejos de todo. Cabizbaja. Con su pelo negro azabache aplastado por la
lluvia.
No mir ni a su madre, ni a la madre de Julio. Pero s lo mir a
l. Fue una fraccin de segundo. Pero Julio nunca lo olvidara.
l nunca vera tanto dolor en una sola mirada, tanta vergenza.
Tanta vulnerabilidad.
o0o
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Una hora despus, la lluvia ya se haba detenido. Julio estaba sentado
sobre su cama tendida. De la casa de al lado no se escuchaba nada.
En una de sus repisas tena una pelota de ftbol que su padre
le haba regalado para el da del nio, haca ya un par de aos.
Estaba completamente empolvada. No la haba usado ms de dos o tres
veces.
No lo pens mucho.
La tom con ambas manos. La limpi envolvindola con su
buzo. La hizo picar una vez contra el piso. Y otra. Todo pareca estar
en orden.
Entonces, con la pelota en brazos sali corriendo de su cuarto,
baj la escalera, abri la puerta de su casa, deposit la pelota en la puerta
de sus vecinas, llam con todas sus fuerzas dos veces, y corri dentro de
su casa otra vez a una velocidad endemoniada.
No escuch nada por varias horas.
Eran las seis y media cuando un golpe repentino en la ventana de
su cuarto casi le dio un susto de muerte.
Era Catalina. Haba pasado de un balcn a otro. S que era temeraria
para hacer algo as. Estaban pegados, y casi a la misma altura. Era
cierto. Pero an estaban resbaladizos por la lluvia. Julio nunca hubiera
pensado siquiera en hacer algo semejante.
Pero Catalina s, y ah estaba. Lo miraba fijamente a travs del cristal.
Levant algo, y se lo mostr por un segundo. Julio no lleg a ver bien
que era. Solo not que era algo colorido. Catalina lo dej afuera de la
ventana, y se march tan raudamente como haba llegado.
Julio se qued anonadado por lo que acababa de ocurrir. Todo haba
acontecido tan rpido que ni siquiera haba atinado a ponerse de pie. Recin
ahora se levantaba y se diriga a la ventana, a ver qu haba del otro lado.
Iron Man.
Era una historieta de Iron Man.
Y adentro, una hoja de papel doblada con mucho cuidado que deca
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57
III
California
Volvan los dos juntos del colegio, como era costumbre ahora. Julio
iba un par de pasos rezagado, limpindose las lgrimas con el puo de
la camisa. Sin detenerse, ella miraba hacia atrs y le deca con un
mpetu colrico:
No llors ms! Cortala! No tens que llorar, tens que ser fuerte!
Cuando seamos grandes y seamos novios vos me tens que cuidar a m,
yo no te tengo que andar cuidando a vos!
Ahora tenan diez aos. Pasaban la mayor parte del tiempo juntos.
Todos los mediodas Catalina lo esperaba puntual en la puerta de su casa,
y partan al colegio. Seguan siendo compaeros de banco. Y
merendaban siempre en la casa de Julio cuando volvan por la tarde.
Aquel da, l lloraba porque un grupo de nios de sexto ao
lo haba estado molestando mientras esperaba que Catalina saliera de su
clase de taekwondo. Se burlaban de sus lentes, de su peinado y de su
mochila. Le decan que era de nene chico. Se la haban quitado, y se la estaban
pasando por encima de su cabeza. l no hubiera podido ni con uno
solo de ellos. Catalina apareci de la nada, aventando al que los lideraba
contra un portn de una patada voladora en la espalda. La dureza del
golpe y la forma en la que cay fue tal que los otros huyeron
despavoridos, arrojando la mochila a un costado.
Catalina levant al que haba pateado, y lo empuj hacia el
cordn de la vereda. a prxima te mato , le dijo mientras lo vea
incorporarse y darse a la fuga a los tumbos. Ni se lo grit. No haca
falta. No necesitaba levantar su voz para transmitir peligro.
Julio segua varado en el punto exacto que haba ocupado
desde que lo empezaran a molestar. No se haba movido un pice, ni
siquiera en el instante en que ella haba irrumpido en escena. Trataba de
encontrar la fuerza para levantar la mirada entre los sollozos que lo
embargaban.
Antes de que se diera cuenta, tena a Catalina parada frente a
l. Haba recogido su mochila, y ahora le daba con ella contra el pecho.
Julio apenas atin a tomarla en sus brazos. Sigui exactamente donde
estaba, ahora con lgrimas que le rodaban por las mejillas.
-
58
Catalina ya se encontraba casi a media cuadra de distancia
cuando la busc con la mirada.
Corri detrs de ella. Pronto la alcanz.
Le hubiera resultado imposible imaginarse que un da ella iba a ser
quien corriera detrs de l.
o0o
Nadie podra adivinar que Catalina tena tan solo trece aos. Si ella
quera, su cuerpo curvilneo y su altura le permitan acusar mucha
ms edad. El cabello ahora le regaba la espalda en ondas oscuras que se
detenan justo sobre su cadera. Y por delante, se desplegaba sobre su frente
como un cortinado que dejaba solo el azul de su ojo derecho visible.
Lo que se haba mantenido incambiado era su trato con los dems.
Estaba tan lejos de todos como lo haba estado siempre. Al resto de la
clase le caa francamente mal. Sus antipatas hacia sus compaeras eran
innmeras. Y la violencia siempre latente en su proceder lograba
amedrentar hasta a los varones. Ninguno de ellos se le acercaba. Que
fuera tan bonita no compensaba el carcter que tena, y las situaciones
que podan surgir por el mero hecho de interactuar con ella.
Y Catalina ni siquiera se juntaba con las personas conflictivas
del grupo, aun cuando eran las nicas que compartan sus gustos
musicales. Era reacia a interactuar con quien fuera.
De no ser por Julio, estara efectivamente sola. Porque su madre no
estaba realmente ah para ella.
Pero ese tema no se tocaba, por ms que era una verdad avasallante.
No le gustaba hablar sobre ello. Y Julio no le haca preguntas. Ella asuma
que todo silencio equivala a una ausencia de juicio. Siempre lo hara.
Y en lo que respectaba a Julio, tampoco se lo podra definir
como alguien popular. De hecho, distaba mucho de serlo. Era
enormemente aplicado, no faltaba nunca, jams molestaba en clase y sus
notas eran de las mejores. Esto de por s ya alcanzara para condenarlo
a un ostracismo indisoluble. Pero su apariencia no ayudaba en
absoluto, con unos lentes tan grandes como siempre y un peinado con una
raya al costado que minaba cualquier semblanza de modernidad. Y por
supuesto, ser el nico amigo de Catalina difcilmente era visto como algo
encomiable por los dems.
-
59
As que lo nico que tenan era el uno al otro. Y les alcanzaba
con eso, les bastaba con que sus soledades se protegieran
recprocamente, con vivir sin vivir a travs de ojos en los que mirarse
como si no hubiera otras verdades en las cuales reflejar sus das, y de
sonrisas que compartir como si fueran las nicas oraciones que pudieran
rezarse en un mundo de falsos silencios.
o0o
Ocurri dos semanas despus que Catalina cumpliera quince aos.
No tuvo fiesta. No le interesaba en lo ms mnimo. Con quin iba a
celebrar algo, para empezar? Pero s recibi un equipo de msica con
bandeja para CDs como regalo de cumpleaos. Y Julio fue quien le
obsequi su primer disco compacto, el celebrrimo de
Nirvana.
Ya lo tena en casette, pero la calidad de reproduccin de este
nuevo soporte poda crear un nuevo lbum hasta en la obra ms consabida.
Catalina lo estaba escuchando a toda hora, con una intensidad que no daba
el menor indicio de lo interiorizado que ya lo tena. Porque
Nevermin era la pieza ms preciada de su coleccin, la cual tena
como puntos cardinales tanto al grunge como a casi todas las bandas de
metal de la dcada anterior, especialmente Poison y Motley Crew.
Ese era precisamente el disco que escuchaban aquel domingo.
Estaban los dos sentados en su cama. Julio lea una revista inglesa de
computacin que haba logrado encontrar en una librera de Tristn Narvaja,
a un precio asequible. Estaba desarrollando una verdadera afinidad por
esa lengua gracias a su pasin por la informtica. Catalina estudiaba
los fragmentos de las letras de Kurt, impresos en el librillo que vena
con el disco. Cada uno estaba en su mundo. O eso pareca.
Mi pap est en Estados Unidos Catalina pronunci esas palabras
de un modo tan inesperado como contundente. Probablemente no se detuvo
a pensar en el peso que acarreaban.
Julio se qued inmvil, como lo haca cada vez que una
situacin lo superaba. Su vista segua detenida en la revista que tena entre
sus manos, pero ya no miraba ni lea nada en particular.
Est en California. Lleg una tarjeta por mi cumpleaos. Mam
la escondi, pero yo igual la vi Julio la mir, sin saber bien qu
decir. Baj la vista, y pas un par de hojas. Fingi concentrarse en un
artculo
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60
sobre programacin cuyo ttulo ni siquiera entenda del todo. Ella prosigui,
con la vista detenida en algn lugar ms all de la ventana. La
msica concluy en ese preciso instante.
Voy a aprender ingls. Mucho ingls. Ms ingls que nadie
ahora lo miraba fijamente . Y cuando sea grande, lo voy a ir a conocer.
Julio se apremi de un terror cuya magnitud le resultaba totalmente
ajena. Era la primera noticia que escuchaba que lo conmocionaba as,
la primera noticia que poda confundir los lmites de lo que (para l) era
una existencia claramente definida.
Lo asaltaba la angustia de que su vida y la de su mejor amiga
se dirigiran por rumbos totalmente irreconciliables. Y senta que nada de
lo que dijera podra alterar ese destino que comenzaba a escribirse en ese
mismo instante, con letras tan tristes como su entendimiento de la
realidad.
Las escasas aptitudes que tena para lidiar con situaciones incmodas
se estrechaban ms y ms a cada segundo. Estaba pensando en una
forma medianamente aceptable para ausentarse de la habitacin y volver a
su casa cuando ella lo abraz.
Vos me tens que ayudar . Se lo dijo al odo. Recin entonces
l tambin la abraz, dejando caer la revista sobre la cama. Se quedaron
as unos minutos, abandonados a un sentimiento que habitaban y que
los habitaba. Ella fue la que comenz a separar su cuerpo del suyo.
Lo bes en los labios cuando lo estaba haciendo. s mi sueo.
Vos me tens que . Hizo una pausa, como si esta vez s
estuviera midiendo el impacto de lo que dira. Quiero una famili