B MUERTE DIOS Blanchot, Nihilism and the “Death of … · Blanchot, el nihilismo y la “muerte...
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Recibido 10-02-2012 – Instantes y Azares. Escrituras nietzscheanas, 11 (2012), ISSN: 1666-2849,
ISSN (en línea): 1853-2144, pp. 267-290 – Aceptado: 01-03-2012
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BLANCHOT, EL NIHILISMO Y LA “MUERTE DE DIOS”*
Blanchot, Nihilism and the “Death of God”
Michael Holland
Resumen: Blanchot sostuvo que es imposible escaparnos o superar el
nihilismo debido a que, hasta el momento, no hemos entrado por completo
resulta determinada por esta aserción desde dos perspectivas: en primer
lugar, aquella de sus detractores, para quienes su escritura está por
relación original que se establece en su pensamiento (de forma temprana,
ya en los años 40) entre el lenguaje de la literatura y la experiencia de la
muerte de Dios –de donde emerge el nihilismo. Habiendo atravesado su
halla en los Holzwege de Heidegger una original tentativa de abrir el
Esta es la clave de la crítica sistemática de la posición de Heidegger,
enfocada en la noción de obra de arte, y por medio de la cual utiliza la
lectura heideggeriana de Nietzsche y del Superhombre contra el propio
dual que, durante los años 60, conducirá al abandono de la noción de
nihilismo en favor de la categoría de escritura fragmentaria, la cual
requiere un desplazamiento y dislocación radicales del sujeto racional, y
Palabras clave: muerte de Dios / nihilismo / Heidegger / Nietzsche
Abstract: Blanchot maintained that it is impossible for us to escape
from or overcome nihilism, because we have so far never fully entered it.
This essay explores the relation between nihilism and his writing which
* Publicado originalmente en: Modernités, nº 33, 2012, Les Presses Universitaires de
Bordeaux, pp. 293-312.
Michael Holland
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standpoint of the original relation which is set up in his thinking as
early as the 1940s between the language of literature and the experience
of the death of God out of which nihilism arises. Having pursued this
own personal experience of the death of God outside of philosophy,
Holzwege an original attempt to open
philosophical language up to the challenge which nihilism poses to
reading of Nietzsche and the Superman against him by identifying in
the process of eternal return a dual movement which, during the 1960s,
will lead to a dismissal of the notion of nihilism in favour of a category
of fragmentary writing which requires a radical displacement and
dislocation of the rational subject, and opens thought up to a relation
lying in between self and other.
: death of God / nihilism / Heidegger / Nietzsche
Andrea Potesta
-
Camus en Actuelles III, aparecido en 1953, “Comenzamos a salir del
nihilismo”, Blanchot enuncia de inmediato una duda:
Es cierto, hemos salido del nihilismo, pero –tal vez– porque nun-
del nosotros y no de la experiencia de un yo [moi] de excepción.2
Encontramos allí los elementos de un programa que va a determi-
-
Contre-Attaques, nº 1, janvier-juin 2009, p. 73. [Si
bien se conservan las referencias a los originales citados por el autor, la traducción de
las citas textuales me corresponde a mí. N de la T.]
, Paris, Gallimard,
1969, p. 261. En lo sucesivo, EI.
Blanchot, el nihilismo y la “muerte de Dios”
269
doles una originalidad, o al menos un margen de distinción respecto de
los grandes abordajes de esta cuestión (los de Nietzsche, Heidegger),
que me gustaría intentar aclarar un poco aquí.
En lo que concierne a Blanchot, la salida del nihilismo no tendrá
sentido hasta tanto no hayamos hecho aquello que no hicimos jamás
riesgo, dado que en su última fase, dice en 1958 siguiendo a Nietzsche3,
EIla posibilidad de toda superación, es el horizonte sobre el cual se abre
toda ciencia particular y toda exigencia de saber” (EI, p. 219). De este
modo, continúa (yendo esta vez más allá de la posición de Nietzsche):
“el nihilismo, haciendo posible la ciencia, deviene la posibilidad de la
(EI–la bomba atómica– es, entonces, “una de las puntas del nihilismo”,
dado que por ella “el poder tiene el poder de suprimirse como poder”
(EI, p. 310). Idea cuyo alcance Blanchot precisa en un diálogo que data
del mismo año:
límite a la destrucción del hombre.
al formularlo. Pero dudo que el nihilismo se deje capturar tan
fácilmente. (EI, p. 200).
En resumen, con Blanchot, la salida del nihilismo no se halla sino
allí donde el nihilismo es empujado a fondo4
hasta el fondo equivale, al parecer, a perder la forma de salir de allí
alguna vez.
3. Según Jean Grenier, “Nietzsche (...) desea probar la colusión de la ciencia con
las creencias metafísicas que impulsan implacablemente a la humanidad hacia el
Nihilismo” (Le Problème de la vérité dans la philosophie de Nietzsche, Paris, Gallimard,
1966, p. 73).
punto extremo del nihilismo de nuestro siglo”, subrayando con mucha justicia que
se trata en principio y exclusivamente “[del] nihilismo como cuestionamiento, como
nihilismo” (en “Blanchot et la question du nihilisme”, Furor, nº 29, septembre 1999,
pp. 36, 41, 48).
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270
Pueden distinguirse dos niveles o dimensiones en la relación que
existe entre la escritura de Maurice Blanchot y la noción o cuestión
del nihilismo: en primer lugar, el de su propio compromiso con esta
noción, que ocupa un período bien delimitado de su carrera, es decir
los años que separan –su primer libro de crítica (1943)– y el
donde escribe:
esa palabra seca y latina por añadidura, creo que ha cesado de
EI, p. 592)
hace una treintena de años y según el cual su escritura –sean cuales
un nihilismo radical que la mina desde el interior y la priva de todo
valor. Puede decirse que es en este último nivel donde se sitúa hoy
en día el prácticamente único modo de acceso a la obra de Blanchot,
excepto para algunos –entre los que me cuento– que, ante semejante
consenso y su va-de-suyo, corren el riesgo de caer en una incondicio-
nalidad defensiva y de parecer los adeptos, los iluminados incluso: los
bien, es claro que, acerca de la cuestión de las relaciones entre Blan-
chot y el nihilismo –como por otra parte acerca de todos los aspectos
ejercida esa especie de
tiempo, y justamente porque el nihilismo sirve de pantalla de su obra
clave, ofrece en tanto categoría la posibilidad de un giro que permiti-
ría deslindar el sentido de su empleo en Blanchot y, en consecuencia,
En esta perspectiva, comencemos por una constatación: la opinión
según la cual la escritura de Blanchot sería nihilista por esencia, deri-
y que es un poco el fundamento de esta. De acuerdo a ella, en lo que
respecta a la cultura en Francia (con todo aquello que la determina,
política y moralmente), la guerra del 39-45 marca una ruptura abso-
Blanchot, el nihilismo y la “muerte de Dios”
271
dos pasados
de la cultura francesa: uno que se remonta hasta el día siguiente a la
el otro es como el pasado de este pasado, y es comprendido no como un
tiempo que se remonta, sino como un tiempo que culmina y va a parar
al desastre de los años 39-45.
ciertamente crítico de la historia moderna, pero que se supera y se
relativiza al tener lugar en el tiempo en que la historia lo inscribe,
el período de la guerra y de la Ocupación funciona como una ruptura
del tiempo, una suspensión de la historia, un hiato en la evolución
cultural de Francia, el cual, por no haber sido jamás teorizado –y en
gran medida porque esta teorización no se hace– no determina menos
límite en el tiempo más allá del cual los autores y las prácticas tienden
a perder su valor. De tal modo, y de una manera si no única al menos
poco frecuente en la historia occidental, un momento del tiempo no
sólo separa dos períodos históricos, sino que permite desacoplar estos
dos períodos, privando a uno de ellos –el anterior a la guerra– de valor
en relación a aquel que siguió a la guerra.
El proceso comienza muy temprano, antes de 1945, cuando Sartre se
da como tarea relegar a un pasado en lo sucesivo superado a escritores
-
cha toma de posición inaugura una desvalorización del período anterior
a 1940 verdaderamente extraordinaria por parte de los actores cultura-
acompañado de otro que es su raíz y a la vez lo disimula: no solamente
la producción cultural de la pre-guerra aparece como sin valor, sino
que aquella carece de valor precisamente en la medida en que lo que la
marca es un rechazo de los valores humanos más fundamentales, una
-
ta. Lo hayan querido o no, todos los actores culturales del período que
culmina en 1940 eran partícipes de una cultura que ponía en duda los
valores humanos más fundamentales, suscribiendo poco o mucho a una
obsesión por la nada que tenía sus raíces en el siglo diecinueve y que se
cuya reputación no franqueó el intervalo creado por la guerra es simple:
todo aquellos que tuvieron la pretensión de pertenecer a la vanguardia
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cultural (y no como Mauriac o Montherlant, de abrir paso a la restau-
ración de una tradición francesa depurada), serán rodeados permanen-
temente por una sospecha que aspira a concretarse en una condena en
cuanto se provean las pruebas, por más escuetas que sean. Ha sucedido
-
nes sobre las relaciones con el fascismo de Emile Cioran, Mircea Eliade y
Eugene Ionesco. Este último, representante en los años 50 de la van-
guardia teatral y conocido por sus compromisos anti-totalitarios, estará
para siempre marcado a los ojos de la historia como un colaborador del
como agregado cultural5.
Como decía, Sartre intentó desde 1943 impedir el acceso a los
como al pasar la observación “M. Blanchot ha sido, creo, discípulo de
Charles Maurras”6 -
mente su lugar en el mundo cultural que nace de la pos-guerra, es en
Tel Quel en los años 60. Nada de eso
Tel Quel, y si las dudas referidas al Bataille de la pre-guerra pudieron
resurgir en algunos momentos (puede pensarse, por ejemplo, en Boris
Souvarine7), es de manera casi ininterrumpida que la carrera de es-
critor de Maurice Blanchot es cargada de una sospecha de nihilismo
pareció legitimar8. Desde entonces, y particularmente –pero no sólo–
entre los miembros de la ex-Tel Quel devenida , el nombre de
Blanchot devino sinónimo de una empresa cultural que apuntaría a
los valores humanos que desembocó en la guerra, la fuente misma de
esta traición, presentada como una doctrina de nihilismo total9.
, Paris, Seuil,
2002.
6. J.-P. Sartre, “AminadabSituations I, Paris, Gallimard, 1947, p. 114.
7. La Critique sociale Les Intellectuels en question (1983),
Tours, Farrago, 2000, p. 41, n. 7.
8. Cfr. M. Holland, “Bibliographie I et II”, Gramma, nº 3-4 y 5, 1976, pp. 223-245 y
123-132.
9. Sería engorroso y llevaría demasiado tiempo hacer un balance de esta actitud. Sin
embargo, quiero señalar, por una parte, la actitud de los redactores de la revista Ligne
Blanchot, el nihilismo y la “muerte de Dios”
273
funda, hay un rechazo a atribuir valor alguno a los escritores conside-
rados responsables del rechazo de los valores que la guerra restauró
humanos poco a poco se perfeccionan con el tiempo (lo que hace de
ello un rechazo relativo), es porque, entre los valores en nombre de los
cuales se rechaza y los valores rechazados, una extraña duplicación
-
rra no son los valores sino el rechazo de estos valores. Lo que quiere
fundada no sobre los valores, sino en primer lugar sobre un rechazo o
un olvido –dicho con sencillez: el rechazo a dar valor a un rechazo de
los valores, el olvido de un olvido de los valores. Su rechazo es el recha-
zo de un rechazo, su olvido, el olvido de un olvido. Es una actitud de
rechazo que entonces deviene categórica, no-pensada, y de este modo,
-
manecer separada de sí, involucrada en una relación con el nihilismo
que ella pretende superar dejándola atrás pero que, a decir verdad,
ella perpetúa.
Para resumir esta situación: la pos-guerra considera que el ni-
hilismo de la pre-guerra alcanza su cumplimiento –y entonces se
agota– en la guerra que ha desembocado en la derrota del nazismo
-
de risque de culpabilidad nihilista cuyo “comendador”, Maurice Blanchot, es denunciado como
“Editorial”, Ligne de risque, nº 16, septembre 2001, “La mort, cette imposture”, p. 3.
Introduction à la mort française, Paris, Gallimard,
revista: “Con lo «neutro», Blanchot arranca la noche a la literatura e intenta decirla
si se quiere” (“Le rien, le neutre, la mort” [2001], , Paris,
Sollers reitera evocando “el bello frenesí” de los textos de Blanchot que datan de mayo
Nouvel Observateur, 10 de julio de 2008). La dimensión
del Blanchot de la oposición a de Gaulle en 1962: era “un gran líder de la Negatividad,
Œuvres complètes,
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274
ral de la pre-guerra lleva en sí la tara de este nihilismo que, visto
pretende restaurar y reforzar los valores que la pre-guerra traicionó,
todo escritor que pase de la pre- a la pos-guerra es sospechoso, a
menos que se cambie de vida como Sartre, o que se hallen ‘contra-
humano como a un nuevo absoluto. Sin embargo (es mi hipótesis),
pretende suceder, en la medida en que rechazando u olvidando la
con los valores humanos que caracteriza a la pre-guerra, la
pos-guerra deniega absolutamente atribuir valor alguno a esta rela-
ción. De tal manera, la pos-guerra rechaza tener en cuenta el estado
de estos valores antes de la guerra, y negando estos valores en su
estado pre-contemporáneo, liquida tranquilamente todo un mundo.
De golpe, la pos-guerra se erige con toda inocencia como heredera del
nihilismo con el cual abruma a la pre-guerra. La pos-guerra es así no
sólo cómplice del nihilismo de la pre-guerra: podría decirse que lo lle-
nihilista, dado que su humanismo funda el valor último –constituido
por el hombre– sobre una negación de la negatividad que afectó todos
los valores asociados al hombre hasta la guerra. Mientras la pos-
guerra rechace reconocer el fundamento nihilista de su humanismo
(el nihilismo de su rechazo del nihilismo), desconocerá lo que hay de
pre-guerra intente revelarle el nihilismo que la funda, la pos-guerra
lo tratará, justamente, de nihilista. Baste pensar en Heidegger,
denunciando en 1950 a aquellos que, ya no creyendo en Dios, han
abolido el pensamiento y puesto en su lugar al parloteo: “un parloteo
que presiente el nihilismo en todos aquellos lugares donde siente que
su parloteo está en peligro”10.
En el texto de presentación de
langage” [“Sobre la angustia en el lenguaje”], Blanchot evoca lo que
10. M. Heidegger, “Le mot de Nietzsche «Dieu est mort»” en: Chemins qui ne mènent nulle part, trad. fr. W. Brockmeier, Gallimard, 1962, p. 322. En lo sucesivo Ch. [se
conserva la referencia a la traducción francesa, pero en todos los casos la traducción
al español pertenece a la versión: “La frase de Nietzsche «Dios ha muerto»” en: M.
Blanchot, el nihilismo y la “muerte de Dios”
275
11. De
la imposibilidad de aprehenderla, en tanto que negativa, por fuera de
una posición positiva que mantenga todas las categorías que, formal-
mente, la nada abole (mundo, tiempo, etc.). De modo que, desde
pas, Blanchot traza una distinción neta entre el nihilista y el escritor
lo dice. Habrá que esperar a La Part du feu en 1949, más precisamente
mort” [“La literatura y el derecho a la muerte”], para ver a Blanchot
responder a esta pregunta.
escritor que busca confrontar la nada. Estas son: el estoicismo, el es-
cepticismo, la conciencia desdichada. Sin indicarlo, toma así prestada 12,
para incluirla entre lo que llama “las actitudes de pensamiento que el
-13. Como se ve, la distancia en relación al nihilismo
es la misma que en
que permite al escritor guardar esta distancia: el nihilismo en tanto
que
este es el caso, continúa Blanchot, es porque la literatura mantiene
con lo negativo una relación que le es propia: el escritor es “[n]ihilista,
dado que no niega solamente esto o aquello por el trabajo metódico que
transforma lentamente cada cosa, sino que niega todo, a la vez, y no
puede sino negar todo, pues no se relaciona más que con el todo” (PF,
p. 308). Desde los años 40, Blanchot establece así una distancia entre
la literatura y el nihilismo, que en 1943 caracteriza como “un camino
diferente” pero que, cinco años más tarde, ha devenido, en tanto que
-
lismo una actitud pensada, es decir, el equivalente de un pensamiento.
11. M. Blanchot, , París, Gallimard, 1943, p. 14. En lo sucesivo FP.
Introduction à la lecture de Hegel, Paris, Gallimard, 1947, p. 62: “El
«Nihilista»” [la traducción es mía, NB].
13. Maurice Blanchot, La Part du feu, Paris, Gallimard, 1949, p. 308. En lo sucesivo
PF.
Michael Holland
276
No se sale del camino sin salida del “cálculo ingenuo” sino tomando
prestado este “camino diferente” que es el de la literatura, camino que
al mismo tiempo no es uno –si este se abre sobre una negación abso-
luta e instantánea de todo– pero que, en tanto tal, permite un retorno
ninguna parte, da lugar a un retorno.
camino que conduce directa e ins-
tantáneamente a ninguna parte, pero que al mismo tiempo se da por
-
zón previsible: es hacia Heidegger, el Heidegger de Holzwege (que en
Caminos que no conducen a ninguna parte), que me gustaría orientar mi enfoque. Pero antes, he aquí otra
referencia al nihilismo en La Part du feu, esta vez una que data de la
publica en L’ArcheNietzsche” [“Del lado de Nietzsche”], que es de hecho una reseña del
libro del padre Henri de Lubac, Le Drame de l’humanisme athée [El drama del humanismo ateo]. Si este libro prueba algo, dice Blanchot,
Dios”, de la cual Blanchot dice en 1945 (pero no en 1949, poniendo así
por superarlo” (PF, p. 280). “La muerte de Dios”, prosigue, “parece
-
que si su sentido es que “Dios, fundamento del mundo y legislador,
desgarra la historia” (PF, p. 281). No obstante, por más que pone cons-
el caso de Nietzsche “no gana nada”, dice Blanchot, “con la confusión
de las evocaciones literarias. Exige, por el contrario, la seriedad y la
PF
años más tarde.
No obstante, cuando la segunda parte de “Du côte de Nietzsche”
Blanchot, el nihilismo y la “muerte de Dios”
277
“De ninguna manera el tema de la muerte de Dios puede constituir
-
table” (PF-
los cuales viene (el de Jean Paul, de Hölderlin, por ejemplo)”. Como se
ve, este texto es mucho más una aproximación a la muerte de Dios que
PF, p.
287). La Muerte de Dios abre así a un nihilismo que equivale a una
PF, p. 285). De este modo, Blanchot radicaliza la noción
en relación con Lubac (con la ayuda de Bataille), dejando abierta la
Desde 1945, todo está en su lugar para un encuentro con el pensa-
miento de Martin Heidegger sobre Nietzsche.
-
mo, Blanchot primero estableció, entre 1943 y 1949, que el escritor
sigue un camino diferente al del nihilista, luego que ese camino que
acerca del nihilismo, o aún mejor: permite al propio nihilismo pen-
toda evidencia, la muerte de Dios que está en el origen del nihilismo
europeo tal como se concreta en Nietzsche, forma parte de la expe-
riencia del escritor tal como es descrita y reivindicada por Blanchot.
Blanchot va a concentrar su atención sobre esta muerte de Dios que,
acontecimiento e idea, da su realidad al nihilismo y lo hace inabor-
-
misma es incapaz–, en un gesto paralelo Blanchot distancia igualmen-
en La Part du feu
nihilismo y al esfuerzo por superarlo”. En 1949, ya lo hemos señalado,
Michael Holland
278
esta frase es excluida. Como si, a medida que se hace más precisa su
concepción de las relaciones entre la escritura literaria y el nihilis-
-
PF,
–literatura y muerte de Dios– permanecen a distancia del “saber de-
idemnihilismo debe inevitablemente producir.
En resumen, en los años 1945-49, en Blanchot literatura y pensa-
miento de la muerte de Dios entran en relación de manera tal que la
período es claro que ningún privilegio es otorgado al nihilismo: para
Blanchot, ya lo hemos visto, es una actitud entre otras, extrema cierta-
mente, pero extrema entre los extremos, uno de los múltiples impasses
o aporías en que el pensamiento se extravía en la medida en que se
aparta del camino del escritor, de la literatura.
Holzwege
en 1949 –y en particular del capítulo intitulado “La frase de Nietzsche
-
lismo cuyas relaciones con la muerte de Dios va a preocuparlo durante
muchos años. (Puede decirse, entonces, que la lectura de Heidegger en
1949 hace volver a Blanchot a un pensamiento del nihilismo del cual
una parte, es el itinerario de una experiencia personal de la muerte de
Dios que aconteció a Blanchot independientemente de toda doctrina o
a esta experiencia en y por la literatura, que deviene así este camino
diferentediferente y que exige un sujeto muy diferente.
No deseo dedicar demasiado tiempo a esta cuestión, pero es im-
portante reconocer, en principio en el contexto de mis observaciones
Blanchot, el nihilismo y la “muerte de Dios”
279
preliminares, que el derrumbe de todo un sistema de valores –que la
pos-guerra hizo coincidir con la guerra–, esta catástrofe, este desastre,
durante los años 30 para
de la experiencia de la muerte de Dios. Es seguro que Blanchot leía a
-
recha católica y nacionalista– la categoría de nihilismo se relacionaba
antes que nada con el fenómeno de disolución y fragmentación de la
persona –cristiana y humana– que para esta derecha era el resulta-
do del individualismo desenfrenado que reinaba en Francia –por lo
Spengler, Nordau y un cierto Nietzsche, el pensamiento católico de
derecha de entre-guerras denunciaba como nihilista la decadencia de
-
rizadas como , a veces budistas Défense de l’Occident
-
ral– un nihilismo extranjero había colonizado los valores de Occidente, 14).
En resumen, lo hemos visto, en el medio cultural e intelectual al
cual pertenecía Blanchot antes de la guerra, el nihilismo era más o
menos el equivalente del mal, y si se lo atribuía a Nietzsche, entre
-
tringida de aquello que había dicho del nihilismo, limitándose a no te-
ner en cuenta más que lo que Nietzsche llamaba nihilismo pesimista o
pasivo15
valores católicos y nacionales que Maurice Blanchot devino este que se
lee (o no se lee) hoy en día. Lo hizo agitando la disolución del yo [moi]
que su medio denegaba en nombre de la persona, en una experiencia
Thomas l’obscur –escrita a partir de 1932 y publicada en 1941– es la novela
misma de la muerte de Dios, la puesta en escena y, hasta cierto punto,
14. Familiarizado con Massis, y habiendo hecho suyos los rasgos principales de este
a publicarse consagrado a Blanchot y a Gandhi, busco sacar a la luz esta actitud en
15. “Nihilismo como : el nihilismo pasivo”, F.
Nietzsche, , 9[35] (27).
Michael Holland
280
el acontecimiento mismo del derrumbe del yo-sujeto ante la ausencia
de toda trascendencia, es decir, ante la trascendencia devenida ausen-
cia, vacío, nada. En esta novela, lo suprasensible se desmorona en lo
directa, la experiencia de la muerte de Dios que Blanchot atravesó
durante los años de la pre-guerra es contemporánea de un recurso a la
separación –en los años 40– entre el nihilismo y la literatura por una
parte, y la muerte de Dios por la otra, se debe a que entre esas dos
-
rios años atrás) un lazo, una relación, relación junto a la cual el mero
pensamiento
habla de lo que conoce, y ese conocimiento es en primer lugar literario.
Desde 1941 y la publicación de Thomas l’obscur –libro escrito durante
los años 30–, habiendo publicado una segunda novela –Aminadab, en
que se publicarán simultáneamente en 1948: una novela, Le Très-Haut, y un relato, L’Arrêt de mortun giro para su escritura en la medida en que, en su común “Se ruega
luego, abandonando la novela, es por el relato en primera persona que
continuará esta experiencia.
muerte de Dios son enteramente asumidos, en Blanchot, por una prác-
Le Très-Haut y L’Arrêt de mort ya han sido
publicadas– que se edita un libro que creo constituyó un verdadero
choque para Blanchot: Holzwege, de Martin Heidegger16. El choque,
16. Blanchot habla perfectamente el alemán, de modo que puede pensarse que leyó las
Holzwege –camino donde uno se extravía, toma el camino equivocado (auf dem Holzwege sein = extraviarse)– debió resonar curiosamente con el título de su primer
libro,
del nihilismo en su Carta sobre el humanismo (1946): “El último que experimentó
Blanchot, el nihilismo y la “muerte de Dios”
281
seguidas por Blanchot en los años siguientes: un retorno a la cuestión
El choque producido por la lectura de Holzwege en 1949 dará lugar
de lo que Blanchot llama “el espacio literario”, que desembocará en la
publicación del libro de título homónimo en 1955. De esta manera se
inaugura una relación con la obra de Heidegger que durará toda su
vida de escritor, relación compleja de asentimiento total y de desvío
fundamental que es como el tour d’esprit blanchotiano por excelencia.
es hacien-
-
nera oblicua en una lectura de L’Homme revolté [El hombre rebelde]
En 1954, como mencionaba al comienzo, Blanchot publica tres ar-
tículos sobre Camus, ofreciendo una crítica de su pensamiento que,
sin jamás reconocerlo, se inspira en varios puntos de los análisis de
Heidegger en “La frase de Nietzsche «Dios ha muerto»”. En un pri-
mer momento, Blanchot parece abrazar fuertemente el pensamiento
-
mar en serio a Nietzsche como pensador” (Chtomar en serio el nihilismo). De este modo, dejando que el absurdo y
el nihilismo se intercambien en una equivalencia precaria, Blanchot
de desvío: “el absurdo desaparece bajo el pensamiento que lo aprehen-
EI, p.
incapaz de pensar el nihil” (p. 183).
Michael Holland
282
que aquello que llamamos nihilismo estuviera operando en esta
que lo disimula, ese por el cual creemos ya
siempre haberlo alejado.
Como consecuencia, “el absurdo está encerrado en la intimidad
de nuestro lenguaje y bajo la cubierta de nuestra dichosa razón”. “El
imposibilidad del absurdo»” (EI, p. 268). En L’Homme revolté, conclu-
borramiento de sí mismo, esta autodesaparición que sólo es su rostro y
la seducción de ese rostro” (EI, p. 269).
-
tica de Heidegger en “La frase de Nietzsche «Dios ha muerto»”, donde
se lee por ejemplo:
Nietzsche entiende por nihilismo la desvalorización de los va-
nihilismo en el sentido de “transvaloración de todos los valores
-
biguo, desde el momento en que designa por un lado a la mera
desvalorización de los valores hasta ahora supremos, pero al
-
ción contra la desvalorización. (Ch, p. 270)
Con anterioridad, en diciembre de 1953, Blanchot termina una
breve reseña del libro de Dionys Mascolo acerca de Le Communisme
subrayando: “Nietzsche quería transmutar todos los valores, pero
completamente diferente”17
literatura– me parece asociada a una de las tareas más difíciles pero a
de liberar al pensamiento de la noción de valor, en consecuencia tam-
17. Maurice Blanchot, “Sur une approche du communisme (besoins, valeurs)” en:
L’Amitié, Paris, Gallimard, 1971, pp. 113-14.
Blanchot, el nihilismo y la “muerte de Dios”
283
de valores y se prepara para un tipo completamente diferente –aún 18
suprasensible en tanto que región, y en consecuencia poner los valores
de otro modo, es decir, transvalorarlos” (Ch, p. 272).
Sin embargo, una distancia se ahonda ya entre Blanchot y
Heidegger con respecto a lo que sería diferente a la noción de valor. En
el análisis de este último, la de Nietzsche continúa siendo la tentativa
de “poner los valores de otro modo”, y en la medida en que esta manera
diferente de ponerlos pasa por un retorno ( ) de los valores
antiguos, no puede sino fracasar: “Nietzsche tomó esta inversión como
una superación de la Metafísica. Sólo que, cegándose a sí misma, toda
inversión de este tipo sigue estando siempre implicada en lo Mismo,
que se ha vuelto irreconocible.” (Ch, p. 280). Blanchot, por el contrario,
encuentra en este movimiento de inversión un recurso original. Para
-
ce vacío: “jamás el hombre puede ponerse en el lugar de Dios” (Ch,
puede abrirse”, uno que no sería ni el lugar de Dios ni el del hombre,
sino aquel con el cual “el hombre alcanza una relación destacada”.
superhombre
-
Ch, p. 305)),
-
rio, a lo que parece ser, de hecho, más bien una especie de subhombre:
-
cia, la desolación de las sombras, región a la cual se aproximan
todos aquellos que, en la vida, habiendo perdido el mundo, se
mueven entre -
liferación sin realidad, escoria del nihilismo: nosotros mismos.
(EI, p. 268)
El lugar es ciertamente el “mismo” para cada pensador: el lugar
-
gger, lugar situado entre ser y nada para Blanchot. Pero habiendo
Arguments, nº 12-13, janvier-mars
Lautréamont et Sade, Paris, Minuit, 1963, p. 14.
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284
presentido en el advenimiento del superhombre “algo mucho menos
tranquilizador” que una simple sustitución de Dios por el hombre (Ch,
p. 308), Heidegger se limita, en lo que resta de su análisis, a exponer
su estudio proponiendo indicar “el lugar a partir del cual la cuestión
concerniente a la esencia del nihilismo podrá algún día ser planteada”
(Ch, p. 253), enfrenta lo “menos tranquilizador” que se revela allí, en
aquello que lo vuelve radicalmente insuperable.
Blanchot comienza su artículo de 1953 acerca del comunismo re-
conociendo: “el nihilismo es irrefutable, pero el irrefutable nihilismo
no suspende el juego de necesidades para el conjunto de los hombres.
viviendo”19
Ch, p. 278)20.
como aquel que se abre por el nihilismo realmente, es accesible,
-
-
-
mes más tarde, a propósito de Orfeo tocando momentáneamente en
dice Blanchot, “de acuerdo al vocabulario de la sabiduría diurna no
temeremos llamar la escoria” (EI, p. 274)? Se podría especular sobre
el tema de una resonancia del pensamiento de Max Nordau, el autor
de Dégénérescence (Entartung), que hubo de tratar a los autores como
Zola de “escoria nihilista”. O bien de un gesto en la dirección de su
escoria. De todas maneras, lo que impresiona, lo que incluso inquieta
en este recurso a la experiencia no de un superhombre nietzscheano
sino de una subhumanidad que cae fuera del mundo a causa del su-
frimiento y la desgracia, es el hecho de que Blanchot se asocia a ello
lo que se designa con el nombre nosotros, dicho estado no es ni físico ni
19. L’Amitié, p. 109.
Blanchot, el nihilismo y la “muerte de Dios”
285
metafísico, es “sin realidad” siendo a la vez, en tanto que tal, .
de este escrito: no se puede salir del nihilismo, dado que aún no hemos
-
lectiva del nosotros, y no de la experiencia de un yo [moi] excepcional”.
Pues bien, esta diferencia entre Blanchot y Camus deviene ahora una
diferencia entre Blanchot y Heidegger: la “relación eminente” del hom-
bre respecto de ese lugar no tiene nada que ver con un superhombre
aún por venir. El hombre ya habita esa relación, ahora, estando a la
vez radicalmente excluido de ella en la medida en que sigue siendo un
“yo [moi] excepcional”. Entrar allí sería, entonces, cesar totalmente de
ser un “yo” [moi], abandonar la “subjetividad” que depende del super-
hombre según Heidegger (Ch, p. 308), acceder a un pensamiento cuyo
sujeto sería “nosotros”.
Una segunda diferencia entre Blanchot y Heidegger sale a la luz
por el
año 1954:
que lo disimula, ese por el cual creemos ya
siempre haberlo alejado. (EI, p. 265)
Desviarse es, entonces, la manera en que el nihilismo nos retiene
eso de lo cual nos desvia-
mos, y que no es otra cosa que ese desvío, dice Blanchot (el nihilismo
como aquello que desvía siempre del nihilismo), es ciertamente una
-
mos privado por tanto tiempo que el nihilismo permanece impensado.
Dicho de otro modo, habría un sujeto para esta experiencia que no
estaría enteramente desviado de esta experiencia, sino que sería el
-
y donde los valores cesan de servirle de máscara, lograríamos
ante esta potencia, lograríamos recuperar la oportunidad de
Michael Holland
286
alcanzar una dimensión de nosotros mismos que no mediría
más la potencia. (EI, p. 266)
proponer no ya una salida del mundo de los valores y del nihilismo por arriba por abajo, una salida del mundo del nihilismo, por un sujeto
–“nosotros”– que, en tanto que sujeto pensante, aún no existe. Pero
retengamos dos rasgos que hacen de esta especulación un momento
en primer lugar, se separa de manera decisiva de los
atribuye al pensamiento actual. Para Heidegger, en el estado actual
del desarrollo del pensamiento, ese hacia lo cual al que deberíamos
volvernos para pensar (es decir, el ser) “se des21. Dicho
de otra manera, para Heidegger, es el ser
del ser, proveería el único modo de acceso al ser para el pensamiento
nihilismo, se ve cómo Blanchot de-
signa efectivamente el ser heideggeriano como esencialmente nihilista
en segundo lugar, en Blanchot
“atraer el nihilismo allí donde el mundo no lo aloja” no permanece en
-
biendo perdido el mundo, se agitan entre el ser y la nada”, dejando en-
tender así que la región que ellos ocupan claramente forma parte de la
al nihilismo, es claro que Blanchot designa esta dimensión que para
L’Arrêt de mort en
1948, Au moment voulu en 1951 y Celui qui ne m’accompagnait pas en
literatura es el lugar sin protección de
que datan de 1958 y que están consagrados a Nietzsche y al nihilismo,
Heidegger. En esos años, el nihilismo está en trace de devenir, para
Blanchot, algo del pasado, a la espera de ser pura y sencillamente
21. M. Heidegger,
Blanchot, el nihilismo y la “muerte de Dios”
287
el pensamiento del nihilismo, si bien histórica, política y litera-
riamente conserva todo su vigor, parece –mismo a causa de las
EI, p. 201)
-
nido el lugar común del pensamiento y la literatura” (EI, p. 215). Este
texto, como indica su título, es escrito en respuesta al diálogo entre
Über die Linie, o más precisamente a la contribución de Heidegger, publi-
cada en 1956 con el título “Contribución a la cuestión del ser” (Zur Seinsfragemuerto»” de 1949, y para el opúsculo de 1954,
este tercer texto de Heidegger solicita una respuesta muy detallada de
parte de Blanchot.
un poco diferente: la del viraje [tournant]. “El nihilismo”, escribe Blan-
chot, “es un acontecimiento que se cumple en la historia, que es como
un viraje [tournant] de la historia, el momento en que esta vira” (EI,
respuesta es: no. Si el nihilismo deviene insuperable en Nietzsche, el
viraje [tournant] al cual, históricamente, da lugar no es la experiencia
de un superhombre, sino la de aquello que Nietzsche llama “el último
hombre”, der letzte Mensch22. Gracias al nihilismo, el último hombre
tiene “un poder que lo supera, sin que busque superarse a sí mismo en
ese poder” (EI, p. 221).
Encontramos allí otra vez la posición de 1954: si para Blanchot el
nihilismo abre al hombre una posibilidad a su medida, dicha posibili-
dad no coincide para nada con el pensamiento del superhombre, sino
con un estado que corresponde en realidad al de una sub-humanidad.
la categoría del eterno retorno. Blanchot señala en 1958 que, mientras
Zaratustra anuncia con júbilo el advenimiento del superhombre, es
”.
Michael Holland
288
“con angustia, duda, pavor que anuncia el pensamiento del eterno re-
torno”, haciendo de este “un pensamiento sin cesar aplazado, desviado
y como si fuera el desvío de todo pensamiento” (EI, p. 222). Esta angus-
tia y duda no fueron comprendidas por los comentadores de Nietzsche,
dice Blanchot, ya que ellas implican “el fracaso del superhombre en
tanto que voluntad de poder”. “El superhombre no podrá nunca lo ex-
tremo”, porque lo extremo es lo opuesto al poder, es la impotencia. En
el hombre, el eterno retorno reemplaza “la omnipotencia personal y
subjetiva” con “la existencia que retorna inexorablemente sin hallar
EI, p. 224).
Sin tomar las mismas expresiones inquietantes (escoria, etc.),
Blanchot mantiene aquí su perspectiva acerca de la experiencia del
nihilismo, a la cual incorpora en 1958 un movimiento de retorno que
es necesario acoger en su relación con el que puso en el seno
de esta experiencia en 1954 –lo que retorna en el nihilismo no es otra
cosa que el
hombre que hace la experiencia de ello. No es posible proseguir este
análisis, pero diría que esta relación que está en el seno
del pensamiento blanchotiano en cuanto a sus relaciones con el nihi-
resorte de un rechazo categórico dirigido al pensamiento de Heidegger
sobre el mismo tema. Para decirlo brevemente: si apela al reconoci-
miento del (Abwendung) que el ser impone al pensamiento
en su estado actual, Heidegger parece reconocer allí un contrapeso y
un contra-movimiento en eso que, en la traducción francesa de Zur Seinsfrage, se nombra como el Volverse hacia (Zuwendung)*
propio pensamiento: “El ser del hombre consiste más bien en aque-
-23.
Détour y Atour (que traducen
respectivamente las voces alemanas Abwendung y Zuwendung
mismos, se opta por conservar las traducciones de los mismos vertidas en las ediciones
DétourAtour. [N. de la T.]
23. Martin Heidegger, “Hacia la pregunta del ser” (Zur Seinsfrage), trad. J. L.
Molinuelo en: M. Heidegger y E. Jünger, Acerca del nihilismo, Barcelona/Buenos
Blanchot, el nihilismo y la “muerte de Dios”
289
-
gún Blanchot, atraviesa y rebasa ese movimiento.
Sin embargo, es respecto a la cuestión de la literatura que Blanchot
indica más claramente su distancia con Heidegger en los textos de
1958. En
poco versados estamos en el decir del pensar” (HPS
tendría entonces que derivar necesariamente el cruce de la línea en
una transformación del decir y exigir una relación cambiada para con
la esencia del lenguaje?” (HPS -
zón por la cual plantea el problema bajo la forma de la pregunta es que
Verwandlung).
Todo lo más propone escribir el Ser barrado con una cruz. “La tachadu-
ra en forma de cruz”, dice “sólo proviene de modo inmediato, a saber,
del hábito casi inextirpable de representar el Ser como un «enfrente»”
(HPS, p. 411), cuando el Ser no puede ser sino y Volverse hacia.
En la conclusión de su estudio del texto de Heidegger, Blanchot se
principal contribución [de Heidegger] para la puesta en cuestión de
este extraño adversario [el nihilismo]” (EI, p. 226). ¡Su principal con-
ser presentado como tal, constituye su propia (y bien distinta) contri-
bución en la búsqueda de un lenguaje que pudiera decir el nihilismo:
de “Passage de la ligne”:
Pero me pregunto si aquello que nos es propuesto allí por una
iniciativa inesperada [se trata de la tachadura en forma de cruz]
no está desde siempre en vías de realización en el más antiguo
en efecto, un lenguaje cuya vocación es la de no hacer aparecer
las palabras sino barradas, en el movimiento que las borra, y
siempre debajo de sí mismas y de su sentido, como antes de que
que el nihilismo reside como en su casa, a tal punto que se puede
decir que, allí, está entregado, ha revelado sus sortilegios en un
G. Granel en:
Michael Holland
290
24
Excepto por algunas palabras, esta conclusión ya alusiva es entera-
mente reemplazada en por otra que, nombrando “la
escritura de efracción” (EI, p. 226), indica elocuentemente aquello a lo
cual la “literatura” cedió su lugar en Blanchot desde los años 50, y que
(1966-67) sitúa como desalojando al nihilismo:
Ella [la palabra de fragmento] se cuida mucho de desmentir
desconveniencia, la forma que conviene. Cuántas veces, sin
embargo, ella deja atrás esta potencia de negación. No es que
EI, p. 239)
-
-
gunos años más tarde, en Le pas au-delà, Blanchot reconocerá que
es al precio del lenguaje mismo que dicha efracción por la escritura
se derrumbó en Nietzsche”25. Un umbral ha sido atravesado, un paso
arriesgado y, como dijo Jacques Derrida, “ese paso va más allá del
impasse nihilista”26.
24. M. Blanchot, “Passage de la ligne”, NNRF, nº 69, septembre 1958, p. 479.
25. M. Blanchot, Le pas au-delà, París, Gallimard, 1973, p. 36.
26. J. Derrida, Parages