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    NMIROVSKYNMIROVSKY

    INAGOTABLEINAGOTABLELa escritora muerta en AuschwitzLa escritora muerta en Auschwitz

    engrandece su leyendaengrandece su leyenda

    Babelia1.012

    Babelia1.012

    NMERO

    1.0

    12.

    ELPAS,

    SBADO

    16DEABRILDE2011

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    NO HAY SEGUNDOS actos en las vidas americanas, escribi Scott Fitz-gerald. El primer acto de la vida de Tennessee Williams, glorioso yrefulgente de luz, acaba en 1961. El dramaturgo an no lo sabe, peroel estreno de La noche de la iguana, con Bette Davis y Patrick ONeal,va a ser su ltimo triunfo en Broadway. La obra, baada por elblsamo de la redencin, haca pensar, igualmente, que TW, de quieneste ao se conmemora el centenario de su nacimiento, haba hechoal fin las paces con sus numerosos demonios: una madre terrorfica,una hermana lobotomizada (a la que adoraba), una naturaleza casibipolar que suba al cielo con tanta facilidad como bajaba al pozo.

    A partir de 1961 empieza un calvar io de crisis y rechazo s quedurara hasta su estpida muerte (tapn, asfixia) en 1983; un vacrucis de ms de veinte aos durante los cuales, y esa es su granleccin, no arroj la toalla ni dej de escribir un solo da. Antes hehablado de un glorioso primer acto, pero las rosas no llegaron sinespinas. La revista Time, que detestaba a los homosexuales, cuentaGore Vidal, atac con inslita fiereza todo lo que TW estrenaba opublicaba. Cinaga ftida fue la expresin ms frecuente para descri-bir su obra. En el segundo acto, TW perdi a Frank Merlo, el amor desu vida; perdi el aprecio de crtica y pblico, y perdi el norte de subrjula entre pastillas, alcohol y depresiones cclicas. En ese ventenioatroz, sin embargo, mientras entra y sale de clnicas psiquitricas ycuras de desintoxicacin, escribe novelas, cuentos, poemas, sus fan-tsticas (aunque demasiado breves) memorias, y una treintena de

    obras, que estrena, como sola decir, cada vez ms lejos (primeroen el off-Broadway, luego en el Off-off, luego en provincias remotas)o que ni siquiera llegan a ver la luz. Piezas irregulares, que ahondanen la doble senda, ms potica que dramtica, casi experimental,abierta por Camino real (1953) yDe repente el ltimo verano (1958),alternando la tranche de viecon el gtico sureo y la farsa tragicmi-ca (la slapstick tragedy, segn su propia definicin) a menudo detinte expresionista, a veces oscuras hasta rozar lo incomprensible, ydesde luego muy poco representadas entre nosotros.

    Tamayo estren, sin xito, Camino real; William Layton present,a mitad de los setenta, De repente el ltimo verano en el aoradoPequeo Teatro del TEI en la calle de Magallanes, y el Valle-Incln larecuper de nuevo har unas pocas temporadas, dirigida por JosLuis Saiz. El mismo da de su muerte, el Lliure estren Aviso paraembarcaciones pequeas, dirigida por Carlos Gandolfo; har cuatro ocinco aos, Xavier Albert ofreci en el Romea, bajo el ttulo deTennessee, un montaje que recopilaba En un bar de un hotel de Tokyo,The Gnadiges Fralein y Un anlisis perfecto hecho por un loro.Quizs sera interesante revisar la malditsima Out Cry, estrenada en

    1973 pero que sigui reescribiendo una y otra vez, y Clothes for aSummer Hotel (1980), sobre la locura de Zelda Fitzgerald. De eseperiodo, en su faceta narrativa, se han publicado o reeditado, encambio, abundantes textos. Bruguera recuper en 2006 su novela Laprimavera romana de la seora Stone y en 2008 las Memorias; Albapublic recientemente los relatos de Ocho mujeres posedas (EightMortal Ladies Possese d) y Errata Naturae hizo lo propio con Mal trago(Hard Candy). Pienso ahora que quizs el nico caso de superviven-cia a la maldicin del segundo acto sea un dramaturgo muy cerca-no en muchos aspectos a TW: Edward Albee, que conoce la mismagloria inicial y el mismo calvario, que transita (o se desva) por uncamino experimental, pero que renace, inesperadamente, a mitad delos noventa con Tres mujeres altasy conoce de nuevo el xito multitu-dinario una dcada despus con La cabra. TW no tuvo su suerte ni,desde luego, su longevidad. Pero lo que no perdi nunca, adems delcoraje, fue el humor. Mi ancdota favorita tiene lugar durante uncoloquio con estudiantes en la Universidad de Yale, en 1973. En laprimera fila hay una alumna ciega con su perro. Levanta la mano y lepregunta: Seor Williams, cmo valorara su actual situacin en elteatro americano?. Cuando termina de rer, TW contesta: Pregnte-le al perro.

    Marcos Ordez (Barcelona, 1957) ha publicado recientemente Turismo interior

    (Lumen. Barcelona, 2010. 301 pginas. 19,90 euros).

    Los libros de la primavera y una serie especial sobre el Da del Libro.http://blogs.elpais.com/papeles-perdidos/

    +

    Marcos Ordez

    Pregntele al perroBabelia

    EN PORTADA Lola Galn / Jess Ferrero 4

    Irne Nmirovsky Denise Epstein, hija de la escritora, y el editor Olivier Rubinstein hablan sobre laautora, nacida en Kiev en 1903 y fallecida en Auschwitz en 1942, con motivo de la edicin en Espaa de

    Los perros y los lobos, la ltima novela que la autora de Suite Francesa public en vida. Foto: IrneNmirovsky, en Urrugne (Francia) en los aos treinta. Denise Epstein

    IDA Y VUELTA Los narradores Antonio Muoz Molina 7

    EL LIBRO DE LA SEMANA Carles Geli / Jordi Gracia 8

    El da de maana, de Ignacio Martnez de Pisn

    Ruido de muchas aguas, de Jos Manuel Caballero Bonald Javier Rodrguez Marcos 9

    Noviembre de 1918. Burgueses y soldados, de A. Dblin Jos Mara Guelbenzu 10

    Fcil de matar, de Maruja Torres Rosa Mora 11

    Tren a Pakistn, de Khushwant Singh, y Sombras quemadas, de Kamila ShamsieAna Gabriela Rojas / Patricia Tubella / Jess Aguado 12

    PENSAMIENTO Feministas sin saberlo? Celia Amors Puente 14

    SILLN DE OREJAS Celebrando a Guillermo Manuel Rodrguez Rivero / Max 15

    ARTE El vdeo es un recuerdo borroso Fietta Jarque 16

    LLAMADA EN ESPERA Crtica institucional? Estrella de Diego 16

    800 ANIVERSARIO DE LA CATEDRAL DE SANTIAGO DE COMPOSTELA

    La piedra se hizo msica Juan ngel Vela del Campo 18

    Despus de ocho siglos Jos Mara Daz Fernndez 18

    Pura literatura Alfredo Conde 20

    PURO TEATRO Cuando las compuertas se abren Marcos Ordez 22

    DIOSES Y MONSTRUOS Qu buen cine el de los pioneros Carlos Boyero 23

    1.012

    Detalles del prtico

    de la Gloria, de la

    catedral de Santiago

    de Compostela.

    Foto: Jordi Sarr

    SUMARIO

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    Si la muerte no estuviera acechando, no escribiramos. Sin la muerte no hay creacin, sostiene Menchu Gutirrez. Foto: Santos Cirilo

    A MENCHU GUTIRREZ (Madrid, 1957) y a su marido, el pintor Pedro Perdejo, les cost dosaos restaurar el viejo casern del siglo XVII conocido como lacasa de Mara la Molinera.

    En el espectacularvalle pasiego y a lasfaldasde Pea Pelada, se encuentraRubalcaba. A dospasos discurre el ro Miera,y desde su balcnse divisale pequea ermita dela virgen delasNieves y la cruz de Rubalcaba adosada a los muros de la casa Miera. Este es el nuevoentorno del que a diario disfruta la escritora, cuando no hay niebla, y aqu es tambinespectacular, y muy enigmtica en la forma en que aparece. El tambin es un pequeorecuerdo, un guio a los veinte aos que vivi junto al mar en el faro de San Sebastin.Aoroel mar, s.Pero esindudableque el cambiode entorno ejercecierta influencia,comola presenciaanimal, o la de la montaa queplantea muchosinterrogantes, y desde ngulosdiferentes. Sin embargo, el quid de la cuestin de la escritura es la concentracin, ycuando estoy escribiendo un libro es algo obsesivo. Gutirrezse levanta pronto, y tras eldesayuno lee, a veces en voz alta, dospoemas, sean clsicos o modernos.Estos das, le tocaa Idea Vilario. No sigo el boom editorial, y para eso tengo amigos maravillosos que merecomiendan ciertas lecturas. Sorprendentemente y desde la primera planta del casern,

    en donde se distribuye el comedor, un piano, y la gran biblioteca con obras de pintura, demuchos poetas como Lorca, Paz, Seferis, o filsofos como Derrida, Deleuze, Bachelard o

    Montaigne, la escritora ha preferido instalarse en un pequeo rincn, una celda casi demonasterio, con poca luz. Es una sencilla habitacin con pocas baldas, con ms carpetasque libros, y una humilde mesa caballete de trabajo sobre una tarima adosada a unventanuco que da sobre un muro de piedra. Tampoco deseaba pasar del faro al geritrico.Me haca falta conjurar esos demonios, y como no me gusta situar ninguno de mis libros,as me siento muy cmoda. La prdida del horizonte es brutal, y la relacin con el espaciocambia para escribir. Hay que aprender a escuchar el silencio. A Menchu Gutirrez leacaban gustando las rutinas, y as no se pierde esos largos paseos por la tarde, saludando acabras y a algn burro. Mi horizonte se puebla de otras cosas. Por ello, y despus depublicar recientemente La niebla, tres vecesyEl faro por dentro (ambos en Siruela), trabajaahora en un libro en el que se le estn colando los animales, como han tenido presenciaen toda su obra el mar, la niebla, o la muerte: Si la muerte no estuviera acechando, noescribiramos. Sin la muerte no hay creacin. Ander Landaburu

    Aprender a escuchar el silencioMenchu Gutirrez, autora de El faro por dentro y La niebla, tres veces, vive y escribe en un casern del siglo XVII

    EL RINCN

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    La escritora Irne Nmirovsky quiso llevar hasta las ltimas consecuencias lo que despus deseaba escribir. Foto: Denise Epstein

    EN PORTADA / Reportaje

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    Como lavaardienteLa leyenda de Irne Nmirovsky, la escritora de origen judo, crece. Su pueblo y su pas deacogida le dieron la espalda. Muri en Auschwitz. Tuvo un xito precoz, luego el olvido yuna recuperacin pstuma con su obra Suite francesa. Ahora se edita Los perros y los lobos, sultima novela publicada en vida, y se prepara una exposicin y una pelcula. Por Lola Galn

    EL SALN de la casa de DeniseEpstein, en la novena plantade un edificio moderno en unbarrio popular de Toulouse,es una especie de santuariodedicado a su madre, Irne

    Nmirovsky (Kiev, 1903-Auschwitz, 1942).Como en todosantuario, hay flores frescas,

    un ramo de margaritas amarillas, frente alparticular altar laico dedicado a la deidaddomstica:una estanterarepleta de edicio-nes de sus obras en todos los idiomas, y unmontn de fotografas suyas prendidas delas paredes. Nmirovsky en los aos vein-te, con un sombrerito calado hasta las ce-as;con su marido,el banqueroMichelEps-

    tein, y con sus hijas, Denise, la mayor, yElizabeth, siete aos y medio ms peque-a, muerta de cncer en 1996.

    Denise,81 aos, es la nica supervivien-te de una familia destrozada por el delirionazi (a la deportacin a Auschwitz de Irnele sigui la de su marido, muerto en las

    maras de gas el mismo ao), por el dolory la enfermedad. Esta es la foto que prefie-

    o, la ltima que nos hicimos juntos, dice,ealando una imagen de la pareja con las

    os hijas, todos sonrientes, tomada el vera-no de 1939, en Hendaya, donde solan irtodos los aos.

    Denise Epstein, pelo corto, camisa ma-rn, pantalones negros, y un aire jovial

    que desarma, ha sido documentalista y hareado su propia familia (tiene dos hijos,

    una hija, Irne, y varios nietos), pero elmotor fundamental de su vida ha sidoiempre su madre. Es decir, recuperar los

    fragmentos de su vida, reconstruir una me-moriacoherente dela mujer y de la escrito-a que tanto admiraba, y de la que fueeparada bruscamente la maana del 13e julio de 1942. Esta dedicacin casi obse-iva explica que guardara durante dcadasl manuscrito de la ltima obra de su ma-re.La inacabada Suite francesa, publicada

    por ediciones Denol en 2004.

    Una obra escrita, como dijo la autora,en la lava ardiente. Una historia en tiem-po real de la guerra y sus efectos en una

    omunidad burguesa europea. Nmirovs-y retrata con certera crueldad la reaccinel pueblo francs a la ocupacin alema-

    na. Obsesionados por la comida y los obje-tos mientras el mundo se derrumba a sualrededor. El aplauso pstumo fue general.Desde entonces, la vida de Epstein gira to-

    ava un poco ms alrededor de la de sumadre, convertida en una autora superven-tas, traducida a 35 idiomas.

    Denise enciende un cigarrillo rubio ybusca en las estanteras la primera edicinde Los perros y los lobos. Aqu est. Mire.Es uno de los libros que prefiero de mam.Me gustan ms los que hablan de gente unpoco bohemia que los que reflejan a laburguesa francesa. Los perros y los lobos,que publica ahora la editorial Salamandra

    y La Magrana en cataln,es, como casisiempre en las novelas de Nmirovsky, unagudo retrato social. La obra, que rezumadesencanto, relata la historia de Ada, Ben yHarry, judos los tres, parientes lejanos, ysituados en los extremos de la escala so-cial. Los sentimientos que alimenta Adahacia Harry superarn el tiempoy las barre-ras sociales hasta unirles en un amor queva ms all de la experiencia individual,porque ambos se reconocen en la memo-ria comn de un pueblo arrinconado, re-chazado y, por ese motivo, dividido entrelos perros fieles y los lobos salvajes.

    Los personajes de Los perros y los lobosson, casi exclusivamente, judos proceden-tes de la Europa del Este, e instalados enPars, como la propia familia de la autora.La visin de Nmirovsky no es amable. Pe-

    ro s que es verdad, escribir en una notaal hilo de la publicacin de la obra, en1940. Eran aos difciles, pero Nmirovskyno poda imaginar que estaba a un pasodelfinal de su vida humanay artstica. Por-que a su deportacin y su muerte en agos-to de 1942, en el campo de concentracinpolaco,le seguiraun largo, profundosilen-cio editorial.

    Cuando nos lanzamos a publicar Suitefrancesa, era una autora completamenteolvidada, reconoce Olivier Rubinstein, suredescubridor, y responsable actual de laeditorial Denol, en su amplio despachode la sede parisiense, que se asoma a unpatio interior lleno de rboles florecidos.Haba sidouna escritora precoz,una espe-cie de Franoise Sagan de su poca, quepublic su primer libro en una revista lite-

    raria en 1926, con 23 aos, y conquist lacelebridad absoluta a los 29 aos con sunovela David Golder. Cierto que dos desus libros ms clebres, este ltimo y Elbaile, editados por Grasset, todava se ven-dan, pero los derechos de autor que reci-ban las hijas de la autora eran de unospocos cientos de euros.

    Rubinstein conoca a Nmirovsky y leyel texto con inters, pero sin la menor sos-pecha de que tena en sus manos uno delos mayores xitos editoriales de Denol.Suite francesa fue un superventas total, no

    solo en Francia, o en Espaa, donde con-quist el Premio de los Libreros de Madrid,

    y tuvo una excepcional acogida. La edicinenlengua inglesa superel millnde ejem-plares de ventas y sirvi, como dice Ru-binstein, para descubrir no solo una obraexcepcional sino a una autora muy impor-tante. Una autora quetodava no ha termi-

    nado de cosechar triunfos. El ao prximose iniciar el rodaje de una superproduc-cin cinematogrfica de Suite francesa, yexiste el proyecto de inaugurar en Madriduna gran exposicin sobre la peripecia hu-mana de la escritora, que se clausur enPars en marzo pasado. La muestra proce-dade Nueva York, donde bajo el lemaMu-jeres de letras. Irne Nmirovsky y Suitefrancesa, presentaba la historia de la escri-tora, que ya haba conmovido a la opinin

    pblica estadounidensecuando se divulga-ron los detalles del descubrimiento de sunovela pstuma. All estaba su manuscrito,un cuaderno de papel cebolla emborrona-do con una letradiminuta de un azul espe-cial; all estaba el pequeo bal (28,5 cen-tmetros de alto, por 49 centmetros deancho y 42 centmetros de profundidad),donde permaneci guardado junto a car-tas, fotografas, pequeos recuerdos fami-liares, hasta los aos noventa, cuando sushijas se decidieron a depositarlo en un ar-chivo pblico, no sin antes mecanografiar-

    lo y reservarse cada una una copia. Y allestabanlas imgenesde Nmirovsky. Foto-grafas de una adolescencia triste, de una

    juventud loca, vivida en el lujoso ambientede los rusos blancos en el exilio. Irne, ro-deada de rostros con la mirada esquivaque les identifica como descendientes deuna estirpe de vctimas de pogromos, per-

    secuciones, deportaciones. Deportacines una palabra tan rusa, exclama DeniseEpstein.Pero hbiles tambin pararecons-truir fortunas y ganarseun sitio en lassocie-dades de adopcin.

    Los Nmirovsky, huidos de la revolu-cinbolchevique,se instalaran en Parsen1919, despus de una etapa en Finlandia yun breve paso por Suecia. Pars era el cen-tro del mundo y la jovencsima Irne, edu-cadaen francspor su institutriz,encontra-r all, finalmente, su lugar en el mundo. Ysu patria, en el idioma francs, como hadicho su bigrafo, Olivier Philipponnat.

    La patria francesa, esa a la que siempreaspir, la rechaz brutalmente, pero tam-bin su pueblo, la comunidad intelectual

    juda, ha tenido dificultades para aceptarsu visin polticamente incorrecta de lo he-

    breo. Nmirovsky, alabada comouna auto-ra excepcional, duea de un estilo quemez-cla elementos clsicos a lo Balzac, o a loTolsti, y elementos de una sorprendentemodernidadpor su visin mordaz delmun-do, no representa el prototipo de la judaperfecta a ojos del Museo de la Historia delJudasmo, de Pars, que rechaz la exposi-cin. Ser,finalmente,el Memorial del Ho-locausto, con sede tambin en la capitalfrancesa, el queacoja la muestra.Y losmis-mos que aplaudieron Suite francesa reto-maron con furia la controversia sobre elantisemitismo de la autora.

    La polmica no arranca de esa obra,sino de los caracteres judos que traza enotras obras, por ejemplo en David Golder[historia de un ambicioso banquerohebreo], que dan vida a clichs antisemi-

    tas, quefueron ya polmicos ensu poca, yvolvieron a serlo despus, en Amrica eInglaterra, cuando se publica Suite france-sa, diceel responsable de Denol. Se refie-re a descripciones fsicas de judos, en lasqueNmirovsky abusa de narices ganchu-das, piel aceitunada, cuerpos delgados

    y maltrechos. Tambin abundan las refe-rencias a la violenta ambicin de los ju-dos, a la tenacidad paraalcanzar las metaspropuestas. Yo creo que escriba as por-

    Pasa a la pgina siguiente

    Fue la Franoise Sagande su poca, pero en 2004era una autora olvidada,dice su redescubridor, eleditor de Denol

    No era una buena judapara los responsables delMuseo del Judasmo dePars, que rechazaron laexposicin sobre su vida

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    Los perros y los lobos /Els gossos i els llopsIrne NmirovskyTraduccin de Jos Antonio SorianoMarco / Anna CasassasSalamandra / La Magrana. Barcelona, 2011224 pginas. 15 / 17 euros

    Por Jess Ferrero

    EL CASO DE Irne Nmirovsky y su muerteen Auschwitz, despus de haber dado co-mo quien dice la vida por Francia, tienecierto paralelismo con el caso de WalterBenjamin y su muerte en Portbou dosaos antes,perseguido porlos nazis y aco-

    rralado en la ltima frontera de la civiliza-cin, caba suponer, ya que por debajo dePortbou no poda decirse que le esperaseexactamente la civilizacin, si bien poren-cima de Portbou tampoco. Tanto Nmi-rovsky como Benjamin, ambos judos yambosescritores soberbios, confiaronhas-ta el finalen el humanismo occidental, sintener en cuenta las alianzas perversas queen un momento dado se podan producirentre ese humanismo tan consolidadoy tan modernizado desde la Revolucin

    Francesa, y el terror y la exterminacin.Esa creenciaen el humanismo occiden-

    tal, y muy especialmente en el humanis-mo francs, vinculado al laicismo y a lalibertad de conciencia, les hizo desor losconsejos y llamadas de sus amigos paraque abandonasen Europa. A Benjamin lollam con cierta desesperacin Adorno, ya Irne Nmirovsky su amigo Alfred Adlerle aconsej abandonar Pars ya en 1933.

    Ni uno ni otro quisieron renunciar alviejo continente, seguramente pensandoquesi setratabade Europa siempre queda-raalgnlugardonderefugiarse de la atro-cidad. Lo que no poda esperarse, porqueni siquiera caba en la imaginacin de Kaf-ka, es que no iba a quedar casi ningn

    Estado europeo donde evadirse del nazis-mo.Pases como Suiza y Sueciaya estabaninclinando sus constitucioneshacia un Es-tado ms prximo al alemn, viendo lostriunfos germanos por toda Europa, y hu-bo un ltimo y bastante incomprensiblemomento, ya en 1944, cuando los alema-nes tenan totalmente perdida la guerrapero an seguan deportado judos en loslmites de Europa, en Rodas, por ejemplo.

    Volviendo a IrneNmirovsky, hay quedecir sin embargo que en su caso haba

    una razn mayor para quedarse en Fran-cia: no quera perderse lo que estaba pa-sando, aunque fuera infernal, quera viviren directo su elega francesa. Si Franciase desmoronaba y se desmoronaba su hu-manismo dando paso a la barbarie institu-cionalizada, ella tena que verlo y vivirlo.Eso se llama jugarse la vida por una ciertaforma de la verdad, y eso es tambin loque sentimos al leer su Suite Francesa. Lanovela que ahora aparece en espaol, Los

    perros y los lobos, no es tan ambiciosa co-mo la Suite, y ms bien se parece a Elmaestro de almas, por sus desequilibriosnarrativos y su tendencia a estereotipar alos personajes, y narra el amor imposibleentre dos primos que si bien ambos sonjudos, se diferencian desde la misma cu-na por la dimensin de sus fortunas: po-brezay miseria enla familia deella y rique-za y esplendor en la de l.

    La primera parte de la novela, la am-bientada en Kiev y en el estratificado ypiramidal mundo de los judos ucranios,es a mi entender la mejor, por sus tintespunzantes y realistas,y su sarcsticaformade narrar. Cuando los personajes recalanen Pars, la narracin se torna ms obsesi-

    va y sentimental, sin perder nunca ciertacrudeza, tan propia de Irne Nmirovsky.Como ocurre con los amantes de la se-

    gunda parte de la Suite Francesa, a travsde los protagonistas de Los perros y loslobospercibimos quepara Irne Nmirovs-ky, amiga de psicoanalistas, el amor es unlaberinto mental, a veces sin salida, msqueuna celebracin carnal, si bien en estanovela la carne y la sangre estn bien pre-sentes desde las primeras pginas, y tam-bin el dolor y la crueldad.

    Lobos fugitivos

    que vea as el medio burgus judo queconoca bien. Lo mismo que a su madre, ala que detestaba. Se serva de ese conoci-miento tan profundo de los ambientes ju-dos para criticarlos. Un poco comoFranoisMauriac se sirvede sudominio dela sociedad catlica de Burdeos para atacar-la deformaacerba.Perolo vemosas ahoraqueconocemosla Shoah. En losaos trein-ta era distinto. Leerlo ahora, con todo loque sabemos, es evidente que no nos pro-duce una sensacin agradable.

    Myriam Anissimov, autora del pr-logo de las ediciones francesa y es-paola de Suite francesa, la per-sona que puso en contactoal editor con Denise Eps-tein, no se ha mordidola lengua a la hora dedenunciar el antise-mitismo de Nmiro-vsky. La acusa, inclu-so, de odiarse a smisma, probable-mente en tanto quejuda. Denise Eps-tein se indigna cuan-do se saca el tema.Mi madre jams ocul-

    t que fuera juda. Si seconvirti al catolicismo al fi-nal fue porque crea que eso lasalvara a ella y a nosotras. Poresonos bautiz. Es difcil comprender elmiedo que sentamos. Pero ese miedo meha llevado a m a bautizar a mis propioshijos en los aos cincuenta, recuerda.

    Los Epstein-Nmirovsky se convirtie-ron al catolicismo en 1939. Un gesto deautoproteccin que no dio frutos en unaFrancia ocupada por los alemanes, indife-rente y egosta. Muchos de los editores,escritores, artistas e intelectuales del mo-mento se rindieron al enemigo. Algunossaludaron en los nuevos amos a los verda-deros salvadores de Europa frente a bol-cheviques y judos. Fue el caso de RobertBrasillach, al que Nmirovsky frecuent

    en los aos treinta, y el de Louis Ferdi-nand Cline, uno de los autores francesesms traducidos del siglo XX, despus deMarcel Proust.

    La editorial Denol ser precisamentela que publique en esas fechas algunasde las obras ms polmicas y antisemitasdel escritor. No es curioso que dos delos autores ms destacados del catlogode Denol, ambos galardonados con elprestigioso Premio Renaudot (Nmirovs-ky a ttulo pstumo), sean el antisemita y

    polmico Cline y la juda muerta enAuschwi tz?

    No tiene nadade especial, explica Ru-binstein. La editorial ha cambiado de di-reccin. El fundador, Robert Denol, eraun belga muy prximo a la extrema dere-cha, y fue asesinado enla zona de Los Inv-lidos, nada ms terminar la guerra. Peroadems de editar a Cline publicobras deautores de la talla de Nathalie Sarraute yTristn Tzara. Escierto que

    durante la guerra fue muy colaboracionis-ta, como tantos editores franceses. Des-pus de todo, la resistencia fue cosa deunas pocas decenas de miles de personas.El caso de Sarraute, uno de los nombresdestacados del nouveau roman, nacida en

    Rusia, juda como Nmirovsky y afincadaenPars, ofrece unamargo contrasteconelde la escritora de Kiev. Sarraute, nacidaNatacha Tcherniak, en Ivanovo, cerca deMosc, en 1900, escap a las deportacio-nes viviendo escondida bajo nombre falso,y en 1944 regres sana y salva a su piso dePars.

    Nmirovsky tambin se refugi con sumarido y sus dos hijas en un pueblecito,

    Ivry-Lvque, pe-ro, vctima

    probablemente de una delacin, fue deteni-da all por los gendarmes, el 13 de julio de1942. Del campo de Pithiviers fue conduci-da a Auschwitz, cuatro das despus, en elconvoy nmero 6. Nunca regres. Aparen-temente muri de tifus un mes despus,pero Rubinstein no lo cree. Despus de la

    guerra, cuando la gente peda un certifica-do de fallecimiento, decan que todos losprisioneros haban muerto de tifus, cuan-do, evidentemente, haban sido gaseados,porque est claro que los prisioneros queno podan trabajar eran eliminados de in-mediato. Desde luego no hay testigos. Entodo caso la diferencia es pequea. Parael editor est claro que todo lo que hizo lapropia Nmirovsky, publicar sus obras enrevistas antisemitas como Gringoireo Can-dide, codearse con escritores prximos a la

    derecha, reclamar sin xito la nacionalidadfrancesa en 1939, pedir ayuda a amigos yeditores aun a riesgo de humillarse, no sonsino conjugaciones de un mismo y com-prensible verbo: sobrevivir.

    Cierto que algunos autores franceses dela poca se unieron al partido comunista,como Louis Aragon, o combatieron perso-nalmente contra el nazi-fascismo, comoAndr Malraux. Pero muchos otros se refu-giaron como pudieron bajo el ala alemana,decididos como Nmirovsky a sobrevivir.Desgraciadamente, ella no lo consigui.Mientras su odiada madre, Anna, viva re-

    giamente en Niza, disfrazada de refu-giada letona, mientras Nathalie

    Sarraute hua, como tantosotros judos instalados en

    Francia, Nmirovsky seempeaba en permane-

    cer en una patria es-quiva cuando no deci-

    didamente traidora.Hemos tenido

    etapas de muchaclera mi herma-na y yo, reconoce

    Denise Epstein conla mirada perdida.

    Por quno huy? Esque quera escribira to-

    da costa Suite francesa?Quizs, el hecho de habervivido ya un exilio le hizo ms

    reacia a volver a partir. Quizs elabandono brutal que sufri le caus

    una fatiga, un agotamiento, una falta deesperanza en relacin con los seres huma-nos, que pudo quitarle las ganas de huir.Adems, creo que deba haber problemasfinancieros. Tenan las cuentas bloquea-das, solo le pagaba un editor, Albin Michel.Pero es cierto que el pueblo donde nosrefugiamos estaba cerca de Lyon, podra-mos haber llegado a Suiza fcilmente.

    Quera Irne Nmirovsky experimen-tar hasta el final con la guerra y la ocupa-cin, esa lava ardiente de la que habla enuna de sus ltimas cartas? Consciente dequesolo las situacionesextremaspermiten

    conocer al ser humano, quiso apurar has-ta el final ese cliz? Quiso escribir su Gue-rra y pazsobre la materia viva de una gue-rra que todava no haba mostrado su peorrostro? Suitefrancesaestaba proyectada co-mo una obra en cinco partes. Solo hansobrevivido Tempestad en junio y Dolce,las dos primeras. Cautividad, la tercera,fue apenas esbozada. Pero en las notas so-bre ella, Irne se refiere a los campos deconcentracin, casi como una certeza. Yasaba que no podra acabarla.

    Viene de la pgina anterior

    Anna y Lon Nmirovsky (padres de Irne) y el amante de la primera (a su derecha), en Niza. Denise Epstein

    Mi madre no ocultnunca que era juda. Si seconvirti al catolicismo

    fue para salvarse, dice lahija de Nmirovsky

    Manuscrito de Suite francesa (1942). Foto: Archivo

    Irne Nmirovsky / Imec

    EN PORTADA / Reportaje y Crtica

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    QUIN SABE de dnde vienen las his-

    torias. De joven uno piensa queinventarlas, construir tramas bri-llantes, encontrar una formaorigi-

    nal de contar, es un talento especfico ymsbiensecreto queposee muypoca gen-te, los escritores, los maestros. Uno quiereser literario sin interrupcin, sublime sininterrupcin, como el dandi de Baudelai-re, y se enamora de libros que tratan deescritores y de escritores que ejercen demaneraincesante como tales, quevan ves-tidos de escritores y hablan como escrito-res con otros escritores y son tan literariosque los crticos literarios los adoran, sa-biendo que pisan un terreno seguro, el dela literatura evidente, la literatura literaria-mente enroscada alrededor de s misma.Uno hace o se propone hacer diagramasde argumentos; uno lee las conversacio-

    nes de Truffaut con Hitchcock y las cartasde Flaubert y a poco que se descuide seconvence desoladamente de que le faltaoriginalidad o imaginacin, o de que laliteratura les sucede a otros y sucede enotra parte, en los lugares distinguidos ylejanos en los que las cosas ocurren deverdad, donde los escritores se juntan pa-ra discutir y beber hasta las tantas de lamadrugada como si vivieran en el Pars dela Generacin Perdida, donde los escrito-res viven esas experiencias que son pro-pias de escritores y que sirven de materialpara los libros.

    Yo recuerdo el complejo que tena laprimera vez que fui a Madrid a una reu-nin de escritores. De escritores de ver-dad, no los que compartan conmigo lavisibilidad vehemente pero limitada por

    los confines de nuestra provincia. Ahoraha hecho veinticinco aos. Yo haba publi-cado mi primera novela solo un par demeses atrsy habadescubiertoque apare-cer ms bien por lotera en el catlogo deuna editorial importante no lo libraba auno de la quejumbrosa condicin de invi-sible, o de una visibilidad sumamentelimi-tada, que consista sobre todo en ir a laseccin de libros de Galeras Preciados

    hablo de otra poca y buscar conaprensin el nombre de uno y el ttulo desu novela en aquellas estanteras inunda-

    das de novedades rutilantes: novedades

    adems que tenan la ventaja de no estartituladas en latn, de no llevar un guardiacivil con tricornio y a caballo en la porta-da, de no ir firmadas con el nombre y losapellidospor completo vulgares deun des-conocido.

    Despus de un rato de apuro encontra-ba el libro; a continuacin el alivio de en-contrarlo quedaba malogrado por la sospe-cha de que si estaba all era porque no lohaba comprado nadie. Pero de cualquiermanera lo ms desconcertante era que nopareca haber conexin entre aquel libroque ocupaba un lugar modesto pero indu-dable en el espacio y mi propia persona, apesar de la foto deplorable que vena en lasolapa. La novela estaba en aquella libre-ra y sin duda, con ubicuidad asombrosa,en muchas ms libreras de otras ciuda-

    des, pero aunas no me pareca quehubie-ra alguna conexin entre ella y yo. Lasnovelas las escriban los escritores. Los es-critores aparecan retratados en los suple-mentos literarios de Madrid y de Barcelo-na, y se les notaba en las fotos que eranescritores: en el escorzo, en la manera enque miraban a la cmara, en las cosas quedecan en las entrevistas. Cuando los vi decerca en el hotel Wellington de Madrid,

    juntos, bebiendo copas en el bar, hablan-do de cosas de escritores, me sent msajeno que nunca a aquel gremio prestigio-so. Los escritores jvenes no llevaban bigo-te de funcionariomunicipal poroposicin

    y no tenan hijos pequeos. Eran los a osochenta, y haba que ser de verdad unpringado para trabajar de funcionario enun ayuntamiento de provincias y ser pa-

    dre de familia. Me desmoraliz mucho es-cucharle decir a unode losms renombra-dos que l viva en un hotel.

    Vivir en un hotel! Eso s que era serliterario. Escribir novelas en una habita-cin de hotel,como un maldito de la nove-la negra americana, beber bourbon, andarpor los bares hasta las tantas de la madru-gada, caer bajo el hechizo de mujeres fata-les. Vivir solo, desde luego. Solo como unlobo solitario. Apurar la noche, acostarsecon la primera luz del da, levantarse a lasdoce. Nada de fichar a las ocho o de reco-

    ger a un nio llorn de la guardera. Tras-

    nochar para escribir o para emborrachar-se o para escribir emborrachndose, noporque el nio tiene cuarenta de fiebre yhay que darle un Apiretal.

    Lo que me atraa entonces del talentonarrativo era que me pareca muy singu-lar, exclusivo, reservado a unas pocas per-sonas,los escritores.Ahora lo queme intri-ga, lo que me gusta de mi oficio, es laconviccin de quecasi todo el mundo estdotadopara dedicarse a l,o porlo menosde quemucha gente queno escribir nun-ca un libro o no llegar a publicarlo poseela capacidad de contar historias, o, paradecirlo con ms intensidad citando a Anto-nio Machado, el don preclaro de evocarlos sueos. Las grandes narraciones noson una destilacin rara y exquisita deunas pocas mentes especiales: andan por

    ah tan libremente como el polen en pri-mavera, como los vilanos o las obleas delos olmos o los huevos innumerables delos peces o de las ranas. En un libro ex-traordinario sobre el trabajo de escribir,On Writing, Stephen King dice dos cosasque me intrigaron mucho la primera vezquelas le, hace solo unos meses: quegran-des cantidades de personas estn dotadaspara contar buenas historias; y que la ra-zn de una gran parte de la mala escrituraes el miedo.

    Para ser pintor o para ser msico hacefalta un entrenamiento concienzudo demuchos aos. Para escribir, para contar,las dotes necesarias las posee en su pleni-tud cualquier nio antes de ir a la escuela:el dominio sofisticado del idioma, el instin-

    to de dar forma narrativa a la experiencia.

    Cualquier persona que cuenta con clari-dad y coraje su propia vida est relatandouna imperiosa novela. No hay vida que nomerezca ser contada, que no sea singular

    y al mismo tiempo inteligible y comn.Abro el peridico hace unos das y encuen-tro la siguiente historia: en China, duranteun viaje en tren, una mujer se encuentrasentada frente a una familia feliz; un pa-dre, una madre, los dos atractivos y jve-nes, bien vestidos, educados; una hija detres o cuatro aos. La mujer observa aesos desconocidos que las horas de viajeacaban envolviendo en una familiaridadafectuosa. Al llegar a su destino se despidede ellos: baja del tren y camina por unagran ciudad. Al final de la tarde ha detomar un tren para continuar su viaje.

    Vuelve a la plaza de la estacin cuando ya

    se estn encendiendo las luces y le llamala atencin una nia que est sola en unbanco. Pronto habr cado la noche y noparece quenadie vaya a recogerla. Y enton-ces la mujer comprende: ese padre, esamadre, han abandonado a su hija, porquequieren engendrar un varn y en Chinaest prohibido tener ms de un hijo. Loque est sucediendo, lo que merece sercontado, lo que se ha contado tantas ve-ces desde hace milenios, es el cuento delos nios abandonados por sus padres enmitad del bosque.

    On Writing, A Memoir of the Craft. Stephen King.

    Simon & Schuster, 2010. www.stephenking.com.

    antoniomuozmolina.es

    Los narradoresPor Antonio Muoz Molina

    Cualquier persona que cuenta con claridad y coraje su propia vida est relatando una imperiosa novela. Foto: George Logan. Gallery Stock

    IDA Y VUELTA

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    Por Carles Geli

    LOS EMIGRANTES erandevueltosdirec-tamente o encerrados en el castillode Montjuc si nadie los reclamaba;mi estanquero era de Murcia y fue

    all a sacar a un primo suyo; lo de los timosde las apariciones de vrgenes en Sant Mi-quel del Fai me lo cont el escritor JordiPunt; y s, un polica de la Brigada PolticoSocial cobraba 11.000 pesetas al mes y losconfidentes, 4.000. Son teselas con las queIgnacio Martnez de Pisn (Zaragoza, 1960)haconstruido el delicado mosaico de su no-vela El da de maana (Seix Barral), sutilfriso del tardofranquismo y la transicin a

    partir de Justo, emigrante que acabar deconfidente de la polica poltica.PREGUNTA. Conocemos al protagonis-

    ta por los dems. De nuevo estructura de-purada, invisible.

    RESPUESTA. Quera un personaje esqui-vo y esa solucin coral me lo facilitaba; si lehubiera dado voz se hubiera convertido ennovela policiaca; tambin buscaba un estilocercano a la oralidady unaamplitudde terri-torio para ofrecer un fresco social de lossesenta y setenta; pero eso ya lo hizo Faulk-ner; o Kubrick, en Atraco perfecto

    P. Un traidor es el eje. Qu buscabacon esa figura?

    R. Justo es la representacin de la dicta-dura; turbio, canalla, irracional; su degrada-cin es la del rgimen: muestra el envileci-miento de la tortura, aunque no he cargado

    las tintas en eso.P. Madres que no comen bistec para for-

    talecer a sushijos ante lasoposiciones; ho-mosexuales tratados como invertidos en

    entros psiquitricos; mujeres insultadasor conducirlos primerosseiscientos; espe-ulacin urbanstica Retrato certero de

    los sesenta.R. En el fondo he hecho una novela so-

    bre la clase media, protagonista de la histo-ia, pero que en realidad no hizo nada. Noran franquistas, pero tampoco activamen-

    te demcratas; lleg Adolfo Surez y tal y sefueron encontrando con la democracia; el

    uyo fue un protagonismo sin brillo alguno.S, escribo sobre algo tan falto de brillo co-mo las clases medias, desvalidas aqu en loliterario

    P. Nuestro John Cheever?R. S, sera un Cheever espaol, si bien

    nuestra clase media es ms sosa que la deEstadosUnidos.Tambin yo soy mspiado-

    o que l, que los odiaba.P. Usted no: sus personajes vuelven a

    entir de unamanera queson entraables;ncluso Justo.

    R. Intento indagar en ellos: siempre dejoun atisbo de redencin; incluso a los fascis-tas de Dientes de leche les redimo parcial-mente; me gusta pensar qu habran podi-

    o ser si hubieran tomado otra decisin.P. Entre los ultras y esa gris clase me-

    ia, an habr que felicitarse por la tran-icin

    R. No se puede exigir ms: la realidad erasa; una parte de la polica organizando losrupos de ultraderecha, pasndoles armas y

    ejndoles hacer Se lleg a una democra-iatan dbil que casino aguanta niel 23-F: siejero dispara a Gutirrez Mellado en vez de

    querer tirarle al suelo, la democracia se aca-ba ah. Aqu quien carg con la lucha fue elpartido comunista, que despus hizo gran-

    es concesionesy queen 1982, cuandoya noran necesarios, fueron borrados del mapa.unque fui duro con ellos en Enterrar a los

    muertos, la historia no los ha tratado bien.P. Usted arranca junto a Ferrero,Gnda-

    ra, FernndezCubas haciendotodos unaliteratura evasiva, muy alejada del realis-mo que practica ahora.

    R. Durante aos,en mi obra la realidad ylo colectivono parecanexistir; hoy me sien-to ms a gusto con este Pisn que escribecon personajes y ciudades y pocas concre-tas; he borrado partede mi produccin por-que es testimonio de lo que era.

    P. Enterrar a los muertos, Dientes de

    leche, Partes de guerra, el guin de Trecerosas Voluntad de cronista de la transi-cin?

    R. La parte colectiva ocupa cada vezms en mis libros, aunque no se puedehablar de Historia en mayscula sin acer-carse a las historias de la gente corriente,

    que es lo que debe hacer un escritor. Latransicin? Es mi poca, mis aos de for-macin. Cada escritor tiene un territoriode memoria en el que escarba. Me cuestahablar de la actualidad: el mundo de mispersonajes no es el de los mviles ni losporttiles.

    El da de maanaIgnacio Martnez de PisnSeix Barral. Barcelona, 2011379 pginas. 20 euros

    Por Jordi Gracia

    DESDE SU MISMO ttulo, El da de maanaconcentra la amargura y la irona de unatrabada y poderosa novela sobre nuestroorigen reciente, en la dcada larga de laagonadel franquismo y la sociedad fran-quista. El calor a la novela se lo pone sumisma trama de vnculos, el tejido bajode una Barcelona hecha de libreras debarrio, inspectores de polica, trabajado-res, fbricas y otros desasistidos. Conellos explora metdica y sutilmente la zo-nadifusa enla que laprdida y elvaco seconvierten en el estadonatural delas per-sonas sin que de su parte hayan puestograves errores o sin que la dictadura seala coartada perfecta. No es una novela devctimas; es una novela sobre mayorassociales casi siempre invisibles para lamayora de las novelas. Es una novela dedestinos lgubres o nada ms que comu-nes, sin demasiada suerte para acertarcon una vida mejor. Casi todo empiezaen una riada destructiva en la Tarrasa de1962 y casi todo termina en una casa sin

    terminar y en unos balazos casi ya fuerade plazo, cuando la ultraderecha paraes-tatal va perdiendo la proteccin de las

    jefaturas de polica y todos los nios ha-blan con los payasos de la tele Gabi, Fofoy Miliki. En medio respira la Espaa queespera a noviembre de 1975.

    De ellaforman parte la docenade testi-gos que han vivido por debajo de la lneadevisibilidadperoestnpor todas partes:las pequeastragediasde familias peque-as con casas pequeas, ambiciones pe-queas, destinos pequeos y unas dosisde fortuna tan pequeas como casi todaslas fortunas. Por eso la novela sobre todotrae a la memoria de hoy la ambigedadmoral de la vida bajo la dictadura y bajoel subdesarrollo. Pero Pisn ha hecho pi-votar ese mosaico complejo en la biogra-fade un perdedor conmarca de fbrica ysecreta complejidad hasta el final: Justono es nunca slo un inmigrante que sehacesoplnde la polica poltica franquis-ta ni es slo despus un resentido ni estampoco slo un cmplice rebotado de laultraderecha. Ese no ser slo lo que pare-ce vale para todas las peripecias narradaspero es Justo Gil, el Rata, quien se alzacon la metfora ms compleja del libroporqueno es slo una vctima delcambiode poder tras la muerte de Franco ni lo esslo de su biografa atropellada. Quiz loes,sobre todo y como casi todos,del labe-rinto de insatisfacciones sentimentales yafectivas que no dependen ni de la dicta-

    dura ni de la resistencia a la dictadura.Con casi todos los personajes la vidaha hecho lo que a ella le ha dado la gana:

    el herosmo est expulsado de este libroporque es una narracin pensada paraquitarnos alegras jactanciosas sobre latransicin (sin cargarse la transicin). Lahumaniza y le quita el triunfalismo que aveces se nos pone a los historiadores pa-ra echar luz en los mbitos domsticos ylas vidas privadas (y algunas de las pgi-nas ms conmovedoras tendran la ilus-tracinen blancoy negro delmismo For-cano que ilustra la portada). Martnez dePisn pierde piedad e impasibilidady ga-na retranca cuando la novela se va, de lamano del sopln, hacia los ambientesburgueses, las salas de fiesta de modaBoccaccio y la clandestinidad polti-ca, hacia los universitarios militantes ylas tentativas patticas de liberacin

    sexual. Pero para ninguno de ellos el dade maana resuena como una cantinelatan sarcstica como con Justo.

    La vida secreta

    Su degradacin es la del rgimen, afirma Ignacio Martnez de Pisn sobre el personaje central de su nueva novela, El da de maana. Foto: Consuelo Bautista

    Ignacio Martnez de PisnLa clase media en realidad no hizo nada. No eranfranquistas, pero tampoco activamente demcratas

    El da de maana es un poderoso relato coral cuyo eje es un emigrante traidor turbio, canalla, irracional, como la dictadura

    EL LIBRO DE LA SEMANA

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    Por Javier Rodrguez Marcos

    ENTRA LA NOCHE como un bulto / de

    mar vaco y de caverna, / se va es-parciendopor losbordes / del alco-hol y del insomnio, / lame las ma-

    nos del enfermo / y el corazn de los cauti-vos, / y en la blancura de laspginas / entratambin la noche. Jos Manuel CaballeroBonald (Jerez de la Frontera,Cdiz, 1926) suele abrir suslecturas pblicas con el poe-ma al que pertenecen estosversos, Versculos del Gne-sis, incluido en su primer li-bro, Las adivinaciones. No es,pues, extrao que los poemasdedicados a la noche seanunode losdos grandes ejes deRuido de muchasaguas, suan-tologa ms reciente, elabora-da porla poetaAuroraLuque.Lanoche siempre hasido pa-ra m una metfora mltiple,haymuchas cosas detrsde lanoche: la libertad, la incerti-dumbre, la parte oscura de larealidad, explica CaballeroBonald en su casa madrileadurante una tarde de cortinascerradas que, conla charla, seirvolviendo cada vezms os-curahastaborrar afuera la ciu-dad desprevenida.

    El autor de ttulos clsicosde la poesa espaolacontem-pornea como Descrdito delhroe(1977)o Lanocheno tie-ne paredes (2009) descubriel de esta seleccin releyen-

    do el Apocalipsis y en l seresume a la perfeccin esaconfusin nocturna que igua-la al mstico y al trasnocha-dor. Quiz eso forma partede mis propias contradiccio-nes, diceel poeta. Como lec-tor, cada vez estoy ms cerca de los msti-

    os,no solo de loscristianos,tambin de losmusulmanes, de los sufes. Me atrae muchola mstica como forma de conocimiento deuna verdad oscura. Y el lado opuesto: la no-

    he como aventura, como escapada, algoqueyo hevivido muyde cerca. Tradicional-mente ms noctmbulo que madrugador,

    aballero Bonald dice ahora se tiene prohi-bido a s mismo trasnochar: Ya no salgo

    omo antes, qu va, la edad no me deja. Esunaespeciede desalientosaber queya no

    esistes, que ya no es como antes. La cabro-nada de la vejez.

    Hermano de la noche hermano mo dela insomne potencia de la noche / atrvetea surcar el vido oleaje del deseo. Son, denuevo, versos, versculos. Esta vez del lti-mo libro que ha escrito Caballero Bonald.Se publicar durante el prximo invierno

    peroan no tiene ttulo definitivo.Entretan-to, el largo fragmento recogido en Ruido demuchas aguaspermite comprobar en su es-critura una fuerza inesperada en alguien de

    su edad. Este nuevo libro me rejuveneceencierto modo,admite elpoeta. Heanda-do buscando nuevos aparejos expresivos,otras posibilidades Por eso he usado otravez el versculo largo sin mtrica prefijada,pero tambin sinpuntos ni comas.Me pare-

    ca que la continuidad del poema, su carc-ter acumulativo de memorias, de confesio-nes, lo exiga as, aunque cada verso tienecierta unidad de sentido y supongo que larespiracin reflexiva del lector se adaptabien a esa forma.

    Pensar que nunca quise recurrir a otrabelleza que la ms ilegible, sigue diciendoeste poema-libro que se acerca a los lmitesde la oscuridad: Hay en este libro muchasparadojas,muchas contradicciones,ese con-sabido espacio de la ambigedad. Pienso

    que, en arte, la ambigedad es poco menosqueun fundamento, unaespeciede soporteineludible.Yo no estoyseguro de nada, cadavez tengo ms dudas, y creo que mi poesatambin est afectada por esas dudas, poresa ambigedad, ha llegado a ser como unestado de nimo.

    Adems, el autor de Laberinto de Fortu-

    na, dice haber vuelto a creer en algo encuya existencia nunca haba reparado:la ins-piracin. S, ha sido como una sensacinqueya tena msque olvidada. Estaba escri-

    biendo como si realmente estuviera ingre-sando en esa zona prohibida de la imagina-cin que se parece mucho a la iluminacinintuitiva, algo as de literario Me sentaemocionado con lo que estaba escribiendo.Y lo hice en muy poco tiempo, como en

    trance, una experiencia que se parece mu-cho a la exaltacin. En alguna ocasin, elpropioCaballero Bonaldha definido la poe-sacomouna mezclade msicay matemti-ca. Cmo se corrige un arrebato as? Meimporta mucho la msica y el rigor del poe-ma,como si dijramosuna mezclade sensi-bilidad y conocimiento, pero por ah andatambin lo que se entiende por inspira-cin y ese es un estmulo peligroso, claro,muypocofiable.El primerborrador eramsbien torrencial y todava ando por ah repa-

    rando algunas averas, algunos desajustes.Junto a la noche, la otra mitad de Ruido

    de muchas aguases el mar, concretamenteel mar de Argnida, un territorio inventadopero cuyo paisaje es el de la desembocadu-ra del Guadalquivir. Ese territorio formaparte esencial de mi memoria, de los mitosde mi infancia. Frente a ese mundo me he

    hecho hombre y escritor, explica este jere-zano irnico para el que su Argnida tienetambin algo de respuesta a la Andalucams tpica: Algo tiene, s, incluso de res-puesta de doble filo. Detesto la Andalucaoficial, todos esos odiosos andaluces profe-sionales Por eso me invento una Andalu-ca presunta que tal vez solo sea vlida aefectos poticos, pero quea m tambinmesirve para ir viviendo.

    La edicin de Ruido de muchas aguascoincide con la aparicin en bolsillo de So-mos el tiempo que nos queda, un volumen

    de800 pginas querene su poesacomple-ta. Adems, el ao que viene se cumplen 60de la publicacin del primer libro de Caba-llero Bonald,el citado Las adivinaciones.Im-posible no hacer balance: Miro el ndicegeneral de mi obra y me siento bastante de

    acuerdo con lo que he hecho.El libro mo que menos megusta no es el primero, quesuele quedarse tan a trasma-no que piensas que es un en-sayode loqueva a venir, perono,el que sientomenos prxi-moes Pliegos de cordel. Fue eltributo a una etapa histrica,la del socialrealismo. No esque lo repudie, pero ya nocomparto algunas de sussim-plificaciones. Era muy cons-ciente de que estaba ponien-do mi poesa al servicio deunacausapoltica,la lucha an-tifranquista y todo eso, cosaque histricamente est msque justificada. Se trataba decontar en la poesa lo que nose contaba en los peridicos.

    El balance tambin tieneque ver con eso que llamanposteridad, incluida la queconlleva ganar un galardn co-mo el Cervantes,cuyas quinie-las suelen incluir desde haceaos a este hombre que tieneya casi todos los premios. Seha planteado que podra ga-narlo? S, claro. Yo creo que

    ese premio tambin tiene supropio escalafn, te toca porviejo y por no haber dimitido,por estar todava en la brecha(risas). La noche, como unvrtigo, se va cerrando sobrela conversacin y el poeta ad-

    mite que, ms all de lo sonoro del ttulo,somos el tiempo que nos queda: El tiempoes una losa que aumenta de peso con losdas. A mi edad entiendes perfectamenteesas figuras horacianas que no son literatu-ra: el tempus fugit y todo eso. No sientoangustia, en el fondo hay una cierta placi-dez. El pasado se alarga y el porvenir seacorta. El futuro? Para m ya es algo muyvago, muy difuso. Yo soy mi pasado, ese esmi alimento. Mi amigo Antonio Gades soladecir algo con lo que me identifico: todava

    me queda mucho pasado por delante.

    Ruido de muchas aguas. Jos Manuel Caballero

    Bonald. Seleccin y prlogo de Aurora Luque. Vi-

    sor. Madrid, 2011. 192 pginas. 24 euros. Somos el

    tiempo que nos queda. Obra potica completa.

    1952-2009. J. M. Caballero Bonald. Seix Barral-

    Austral. Barcelona, 2011. 802 pginas. 12,95 euros.

    El gran noctmbulo ya no trasnochaJos Manuel Caballero Bonald publica Ruido de muchas aguas, antologa que incluyepoemas inditos de su prximo libro. Adems, su poesa completa se edita en bolsillo

    Y que el silencio quemepor los muertosJoan Vinyoli

    Traduccin de Carlos Marzal y Enric SoriaEdicin bilingePre-Textos. Valencia, 2010407 pginas. 25 euros

    Por ngel Ruprez

    LOS POETAS DIGNIFICAN a las lenguas por-que las usan para devolverles una de susrazones de ser ms profundas, las que eluso cotidiano e instrumental ignora. JoanVinyoli ha dignificado sobremanera la len-

    gua catalana puesto que ha hecho de ellano solo una forma de ser sino, tambin,una forma de celebrar el mundo y una

    forma de abordar la debilidad de su esfu-mada grandeza (Eh, de la vida, quinresponde?). Toda una obra entregada aesa tarea, desde Vida y sueo (1948) hastaPaseo de aniversario (1984), por no retro-traernos a Primer desenlla(1937) (del queno se recoge ningn poema en el volumenque comentamos). Al principio su poesase propone afirmar el sentido del ser, en-carnado muchas veces en las pequeascosas: S enteramente fiel / a las peque-as cosas; / no te es dado volar / sobre elcallado abismo. / Por este frgil puente /

    del canto humilde ensaya / la incierta, os-cura senda / que lleva a la otra orilla (a laorilla del sentido, diramos nosotros). Es

    evidente en esos poemas que este mundocontiene otros mundos, y hacia su descu-brimiento se dirige la exploracin potica.Y es evidente, tambin, que el amor juegaen ellos un papel afirmativo esencial:Ambamos las cosas /Y las hicimosnuestras en razn / del amor que nos hizohacerlas nuestras. Pero, poco a poco, lacelebracin, elentusiasmo y el sentido de-jan paso a su reverso: la negacin, el apa-gamiento, la negra fe en la nada: La vi-da, / es poco ms que eso: / cien brazadasjunto al cable / que conduce a la boya

    para hacer all el muerto, / sin poder nun-ca ms volver hasta la playa. En medio deesepanorama sombro, La Elega de Vallvi-driera, su ltimo gran poema, contenidoen su ltimo libro, Paseo de aniversario,recupera arfagas esaclase de fe enlapalabra misma, heredada de Hlderlin yde Rilke, siempre resonantes en su poesa:

    Que aquello que perdura / lo fundan lospoetas. / Tanto es as que el rido / invier-no del poema, / en su comienzo, / se havuelto, al escribirlo, frtil junio / feliz, afir-mativo, ilimitado, / y todo el trigo es hoyun pan de vida. A pesar de que la traduc-cin en general es buena, no compartoalgunas de las decisiones de los traducto-res adiciones, supresiones, desplaza-mientos, transmutaciones y otras por-que, en mi opinin, no hay nada nidesde dentro (interpretacin) ni desde fue-ra (resultados) que las justifique.

    Fe en la palabra misma

    Meimportamuchola msica y el rigor delpoema,una mezcla de sensibilidad y conocimiento, seala JosManuelCaballero Bonald. Foto: Claudio lvarez

    LIBROS / Poesa

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    Noviembre de 1918.Burgueses y soldadosAlfred DblinTraduccin de Carlos ForteaEdhasa. Barcelona, 2011512 pginas. 32,50 euros

    Por Jos Mara Guelbenzu

    NARRATIVA. FINAL DE LA Primera GuerraMundial. Los marineros de la flota de Kielse sublevan ante la orden de enfrentarse ala Armada britnica. Se inicia el pasode lamonarqua delReich alemna una rep-

    blica pluralista, parlamentaria y demo-crtica tras la abdicacin del kiser Gui-llermo II. Los revolucionarios, de ideassocialistas, fracasarn ante la oposicinde los socialdemcratas del SPD, quienes,finalmente aliados con el Comando Mili-tar Supremo, la burguesa y los afines alkiser, sofocarnel levantamiento esparta-quista.Noviembre de 1918esel ttulode latriloga que escribi Alfred Dblin, autordeAlexanderplatz, unade lasnovelasmsnotables del siglo XX, sobre los aconteci-mientos que de un ao para otro cambia-ron el curso de la historia alemana.

    Noviembre de 1918, queEdhasa ha em-pezado a traducir y publicar en cuatro vo-lmenes, el primero de los cuales es esteBurgueses y soldados, es una obra maestradelrealismo narrativo de la primera mitaddel sigloXX. Sitala accin de este primervolumen en Estrasburgo, en el momentoen que la firma del armisticio incluye laentrega a Francia de Alsacia-Lorena y losestrasburgueses se ven divididos entrequienes hande abandonarAlsacia y situar-se tras la lnea marcada por el acuerdo yquienes reciben conalborozo la llegadadelas tropas francesas. Dblin narra el asun-to desde el interior de la sociedad estras-burguesa, incluyendoa lasfuerzas de ocu-pacinalemana, a partirde lossucesos delda a da, los rumores ciertos y falsos, lossaqueos, la presencia de marinos revolu-cionarios llegados ex profeso y la posicinde la Ententeque amenaza conno aceptaruna Alemania bolchevique.

    No hay protagonistas destacados entre

    estos burgueses y soldados, aunque algu-nos se singularizan ms que otros. Lospersonajes pertenecen al conjunto, al en-torno, su integracin en l es total; paraser ms exactos: emanan de l y sta es laprimera virtud del relato. La narracin esdecidida y admirablemente expresionista;en ella se advierte la influencia del cinequeen Alemania dio lugar a su magnfi-co cine expresionista, encabezado por elgran Fritz Lang y la escritura, tanto ensu montajede escenas como en el conjun-to de sus imgenes, se atiene a esa frmu-la. El relato se extiende, en este primer

    volumen, desde la noticia de armisticiohasta el ltimo da de la retirada totalde tropas y civiles alemanes y la entradade los franceses en la ciudad, narrando enparalelo ambos movimientos. En todo esetiempo, la vida transcurre mostrando lasheridas de una guerra de posiciones queha terminado, aunque an los afectadosno lo vean con claridad, con el AncienRgime. La eleccin de los variados perso-najes, las relaciones entre s, la confusin,el dolor, el arribismo,las humillaciones,lamiseria econmicay moral,la desesperan-za, el conformismo, el autoengao todose va acumulando sobre ellos de manera

    que ofrecen un cuadro soberbio del fin deunaguerraatroz para todas laspartes, unaguerra de posiciones que no condujo sinoa una matanza sin sentido y al comienzode la humillacin alemana que dar lugara la barbarie nazi y a la Segunda GuerraMundial. Y todo se va exponiendo de ma-nera admirable, por medio de unos pocospersonajesprincipales y muchossecunda-rios muy bien elegidos y construidos, conuna expresividad y una precisin extraor-dinarias, por la firme y poderosa mano de

    Alfred Dblin.Hay adems captulos informativos

    muy bien integrados en la narracin, co-mo,por ejemplo,la descripcin de la orga-nizacin del territorio imperial de Alsacia-Lorena en el captulo Los ltimos dasalemanes en Estrasburgo o el que incluyela esplndida stira delpapel de los intelec-tuales con la revolucin. Tambin son unhallazgo los captulos que contraponen elEstrasburgo liberado con el Berln que es-t asumiendo la derrota. Y, como ha deocurrir en una ficcin histrica, se inte-gran en la narracin personajes reales co-mo Maurice Barrs, el mariscal Foch o lafiguradel lderespartaquista Karl Liebkne-cht. El resto de la triloga cuya publica-cin anuncia Edhasa en tres volmenesms proseguir en la proclamacin dela Repblicade Weimar con el socialdem-crata Friedrih Ebert al frente y hasta ladetencin y muerte de Karl Liebknecht yRosa Luxemburgo, lderes de la Revolu-cin traicionada.

    Esta obra es,sin duda, unacumbre del

    realismo en el siglo XX y, al mismo tiem-po, un ejemplo admirable de la absolutamodernidad de su autor por la variedadde recursos estilsticos que emplea conenvidiable soltura, precisin y autoridad.Una lectura, adems, que viene al pelopara imaginar lo que sera un relato de laEspaa del siglo XX realizado con esterigor, inventiva, talento y sentido del ries-go y de la modernidad como el que em-plea su autor para dar una leccin de loque es relatar un episodio trascendentalde la Historia Moderna integrado en unaficcin ejemplar.

    Palabras como puos. Laintransigencia poltica en laSegunda Repblica espaolaFernando del Rey (director)Tecnos. Madrid, 2011675 pginas. 25 euros

    ENSAYO. LA II R EPBLICA sigue teniendo unatractivo especial para los historiadores ypolitlogos espaoles. Desde los aos fina-les del franquismo al momento actual, secuentan por docenas los buenos estudiossobre una coyuntura particularmente apa-sionante de nuestro inmediato pasado. Esposible, sin embargo, que en tan amplia bi-bliografase echara en falta un libro como eldirigido por Fernando del Rey en el que sepresenta un panorama de la intransigencia

    polticaen un periodo claramente incardina-do en lo que George Mosse defini comomomento de la brutalizacin de la polti-ca. En el desenlace de nuestra II Repblicahabra de jugar un papel especialmente im-portante la crisis de una cosmovisin libe-ral-democrtica de nuestra vida pblica,sustituida en esos aos por el atractivo deexpedientes autoritarios y totalitarios a dere-cha e izquierda de la vida de los espaoles.El libro recogelos trabajosde un puado dehistoriadores que analizan esa crisis en lavida de nuestros aos treinta. La misma semanifiesta en la intransigencia libertaria(G. lvarez Chillida), la opcinde loscomu-nistas espaoles (Hugo Garca), la semileal-tad a la democracia espaola del grueso delsocialismo espaol (F. del Rey) y las ambi-gedades de los radicalsocialistas (M. lva-

    rezTardo),as comoen los lmites democr-ticos de la Esquerra (E. Gonzlez Calleja), lasemilealtad de la CEDA (M. lvarez Tardo),la agresividad de los monrquicos (P. C.Gonzlez Cuevas) y del fracasado fascismoespaol (P.C. GonzlezCuevas), y en signifi-cativos sectores de nuestra vida intelectual(J. Zamora Bonilla). El libro se cierra con unestudio de la vida de la polica de 1931 a1936(D. PalaciosCerezales). Estelibro colec-tivo, obra de unos jvenes historiadores pe-ro que cuentan con una larga y fructferacarrera investigadora a sus espaldas, ponede relieve la cara ms problemtica de unaexperiencia democrtica que, solamente demodo matizado, puede presentarse comodirecto antecedente de la democracia esta-blecida en Espaa despus del proceso detransicin poltica.Hay quehacernotar,porltimo, que el libro comentado, a diferenciade lo que suele ocurrir a menudo con estasobras de carcter colectivo, manifiesta unriguroso trabajo de discusin y edicin pre-vioa su publicacin. Andrs de Blas Guerrero

    Historia de la FilosofaFrederick CoplestonTraduccin de J. M. Garca de la Mora,J. C. Garca Borrn, A. Domnech,M. Sacristn y V. CampsAriel. Barcelona, 2011. 4 volmenes. 944 /712 / 752 / 848 pginas. 29 euros cada uno

    FILOSOFA. SIN DUDAestanotable Historiadela Filosofa, que ahora reedita felizmente laeditorial Ariel en cuatro volmenes, consti-

    tuye uno de esos raros tesoros que unadeterminada forma, muy clsica,de enten-der la cultura, la actividad intelectual y,ms en concreto, la prctica filosfica nosha dejado en herencia. Su autor, FrederickCopleston, pertenece, al igual que Abagna-no, Brehier, Hischberger y algn otro, auna raza de filsofos los historiadores dela filosofa en vas de extincin. A nadiese le escapa el fcil (faciln, en realidad)reproche que se le puede dirigir a este tipode proyectos: es imposible que nadie losepa todo de todos, por lo que con todaseguridad una historia de la filosofageneralde tan desmesurado aliento est condena-da a ser un rosario de sinopsis y resmenesde los grandes del pasado. Aun aceptandoqueel reprochepudieratener algo de acer-tado en ciertos casos, la contrapartida queofrecen este tipo de obras cuando susauto-res son de la inequvoca solvencia filosfi-ca de Copleston es clara. A travs de sumirada,el lector puede ir encontrando sen-das, recorridos, hilos conductores para loque, de otro modo, fcilmente se le apare-cera como una discontinuidad contingen-tey sinsentido. El historiador dela filosofaejerce en ese sentido de historiador sinms: muestra el orden, la pauta, la deriva,que circula por debajo de la tumultuosa ycatica superficie de los diversos presen-

    tes. Ha habido otras formas, claro est, deabordar la misma tarea. Por ejemplo, larepresentadapor las historias de la filosofade Belaval, Chtelet y otros, en las que elresponsable del proyecto se encargaba deseleccionar a los mximos especialistas encada una de las figuras o corrientes selec-cionadas. Se escapaba as del reproche dela imposible competencia para hablar detodo con excelencia (por parafrasear a Ma-nuel Sacristn, director de la edicin caste-llana de la obra de Copleston, por cierto),pero a costa de exponerse a otro: no habaelemento de continuidad alguno que atra-vesara las diferentes propuestas. Si se tratade entender, no hay color entre las dosopciones. Manuel Cruz

    El mejor lugar del mundo /El millor lloc del mnRosa CullellAra Llibres / Amsterdam. Barcelona, 2011160 pginas. 17,90 euros

    Libro electrnico: 9,95 euros

    NARRATIVA. ESTE PRIMER libro de Rosa Cu-llell es una perfecta carta de presentacinde una autora novel que, tras ocupar al-tospuestos ejecutivos,debutaen la litera-tura y lo hace en la vena ms intimista.Con una sabia economa de palabras, abase de pinceladas y una evidente cargaautobiogrfica, transitan por esta novelapersonajes e historias diversas, no siem-pre conectadas, que desembocan en laesperanzadora ruptura, pero tambin enla amargura y el abatimiento de existen-cias vacas. Es una carta de presentacinporque en este pequeo libro Cullell hapreferidola novela coral, el cruce de histo-rias, antes que centrarse en una de ellas,

    y exhibe en ellas un amplio registro narra-tivo. Los retratos de sus personajes sonen ocasiones despiadados, pero al mismotiempo tiernos. Sus primeras pginas re-sultan hilarantes, pero dejan paso al finala su prosa ms descarnada. En todo caso,la suya es una literatura potente, certera,degranefecto narrativo, enla que lo esen-cial se dibuja a travs de los detalles. Elmejor lugar del mundo no es, en ningncaso, lo queparece. Ni el ttulo ni la porta-da de este libro son tan ingenuos comoambos presagianni este primerlibro pare-ce serlo. Gabriela Caas

    La firme y poderosa mano

    de Alfred Dblin

    Unos nios dan la bienvenida a los soldados alemanes que retornan de la guerra en 1918. Foto: Corbis

    LIBROS / Narrativa y Ensayo

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    Fcil de matarMaruja TorresPlaneta. Barcelona, 2011262 pginas. 19,50 euros

    Por Rosa Mora

    NARRATIVA. MARUJATORRES ha escritono-velas de humor (Oh, es l!), libros de via-

    jes(Amor Amrica),memorias periodsti-cas (Mujer en guerra). Entre sus novelasdestaca Un calor tan cercano, la ms au-tobiogrfica. Ha ganadoel PremioPlane-ta (Mientras vivimos)y el Nadal(Esperad-me en el cielo) y ahora debuta en lanovela negra. No se trata de una incur-sin, viene para quedarse. As lo anuncia

    en Fcil de matar. Lectora del gnerodesde siempre, posee todos los recursospara mezclar los ingredientes acertada-mente, mantener el suspense necesario

    y sorprender con un final inesperado.Hay ms en Fcil de matar, un argumen-to slido, un esplndido retrato de Bei-rut, personajes bien construidos y unahistoria de fondo queatraviesa la novela:cmo los extranjeros, en este caso espa-oles,sacanventaja de la amoralidad delentorno y hacen en Lbano cosas que noharan en su pas. Que la gente resultetan fcil de matar es un aliciente ms,afirma el ambiguo profesor Salvador Ma-tas. Diana Dial, experiodista, de 54 aos,es una investigadora muy especial. No

    tienelicencia, no suelecobrar,solo traba-ja para quien quiere, le interesa ms lajusticia que la ley y no soporta que losculpables queden libres. Muchos lecto-res identificarn a Diana con Maruja To-rres. Cierto que ambas trabajaron en laprensadelcorazny enun diariode pres-tigio, cierto que ambasestn desencanta-das del periodismo actual, pero Torresnuncaharafootingcomo Diana, tampo-co ha tenidoun exmarido millonarioquele pasa una suculenta pensin vitaliciacomo a Diana. Este es uno de los puntosms discutibles de la novela, que aqums que negra parece fantstica. Tony

    Asmar, el hijo menor de una acaudaladae importante familia cristiana maronita,muere al estallar en su lujoso automvil

    un potente artefacto explosivo. Das des-pus, muere el embajador de Espaa enLbano. Diana liga ambas historias y lle-ga hasta el final, de infarto. Georges, elchfer guardaespaldas; el inspector Fat-tush, un hombre bondadoso que cree,como Diana, ms en la justicia que en laley; Cora, un homenaje a la Cora de Elcartero siempre llama dos veces;Yumana,la matriarca del clan Asmar son algu-nos de los personajes de Fcil de matar,una novela con mucha accin, escritacon la provocadora prosa, el humor, lairona y la mala leche de Maruja Torres.Seguro que engancha. El prximo casode Diana tendr como escenario un cru-cero de lujo que parte de Luxor.

    Diana Dial se meteen nuestras vidas

    Los que hemos amadoWilly UribeLos Libros del Lince. Barcelona, 2011228 pginas. 19 euros

    NARRATIVA. FEBRERO DE 1981. Sergio Santoses hijo de madre soltera, un maketo quevegeta en Algorta. Se dedica al surf y as haentablado cierta amistad con un retorcidohijo de la alta burguesa vizcana,Eder Bera-saluze Saint-Bercie. Crece una relacin dedependencia: Eder maneja dinero y contac-tos, rebosa planes. Ambos parecen ajenos ala violenciapoltica: ETAacabade asesinar aJos Mara Ryan, ingeniero jefe en las obrasde la cercana central nuclear de Lemoniz. Elambiente se enrarece. Una conocida se sui-cida, un yonqui muere bajo las ruedas deltren. Eder decide que conviene irse hacia lamtica playa de Anchor Point, en la costaatlntica de Marruecos.Losque hemos ama-do es la devastadora crnica de la iniciacinde Sergio. Virgen, conocer episodios desexo srdido. Inocentn, descubrir la exis-tencia de la maldad. Como en las ficcionesde David Lynch, se le revelar un submun-do secreto donde las drogas y la sumisinsexual son monedas de cambio. Willy Uribe(Bilbao, 1965) tiene una extensa obra, repar-tida entre variaseditoriales. Veterano surfis-ta, ha sabido imprimir un ritmo implacablea estahistoria sombra,abundante en secun-darios intrigantes: un calculador patriarcagitano, una puta encallecida, un consegui-dormarroqu, abogados impasibles, desco-nocidos suspicaces y conocidos con agenda

    oculta. Como en la vida real, la trama estrepleta de cabos sueltos. Demasiados parael romntico Sergio: de vuelta en Algorta, elpardillo pasara factura a todos los que lemanipularon. Se transforma en un kamika-ze, ansioso por estrellarse contra el porta-aviones. Diego A. Manrique

    Lo inolvidableEduardo BertiPginas de Espuma. Madrid, 2011128 pginas. 14 euros

    NARRATIVA. EN EL PRIMER cuento, titulado Elinicio, padre e hijo caminan en silencio ha-cia la escuela. La mano de uno va comoperdida en la del otro. Y tambin, y comosuele ocurrir, uno reconforta al otro paraque salve con la menor angustia el escollodel primer da de clase. Quien lee va conellos, y escucha su silencio y el temor delescolar y el consuelo que se le proporciona.Cuando el cuento acaba y reposas lo ledo,

    pasas a una carta que se vende y que seconvierte en veneno y tesoro. As, con ten-sin melanclica cada vez mayor, llegas alfinal, hasta completar los once relatos de Loinolvidable. Narraciones de buen materialliterario que Eduardo Berti (Buenos Aires,1964) escribi en tiempos bien distintos yque comprende un periodo de doce aos.Sus fuentes fueron diversas: una noticia sinimportancia, la lectura de un autor que tirde l,algn apuntede lo cotidiano. Despusestn las atmsferas, determinado enfoquesurrealista en uno, un punto de terror en

    algn otro y casi siempre el predominio deun temor cada vez ms comn: el miedo aolvidar o a ser olvidado. Volver, un relatoespecial, es un compendio de muchas deestas atmsferas. Berti establece un vnculoentre estos once cuentos, pues hay en eseacento dolorosoque los recorre una impron-ta melanclica quetieneque vercon el mie-do a ser prisionero de las obsesiones y de lano memoria. Adems, todos ellos compitenporla fortalezade su escritura.De igual ma-nera, algunos de los relatos no se cierrancuandoel cuentofinaliza, y a esta lectora nole queda sino imaginar quva a suceder conquienes lo protagonizan. Cmo se converti-r en palabras esesilencioentrepadree hijoel primer da de clase. Otra forma ms de

    melancola. Lanlo. Mara Jos Obiol

    La isla de los cazadores de pjarosPeter MayTraduccin de Toni Hill GumbaoGrijalbo. Barcelona, 2011400 pginas. 17,90 eurosLibro electrnico: 12,99 euros

    NARRATIVA . UN LUGAR INHSPITO, donde elviento azota con fuerza, llueve sin parar yel paisaje rocoso se impone con dureza.

    En la isla de Lewis, al oeste de Escocia, lastradiciones ms cruentas y la opresin deun ambiente lleno de supersticiones han

    marcado durante generacionesa sus habi-tantes y lo siguen haciendo. Se nota que elescocs Peter May, antes de dedicarse a laescritura, fue periodista y guionista. Esdirecto y contundente. La isla de los caza-dores de pjaros narra el regreso de unpolica a esa isla donde se cri y a la quenunca ms quiso volver. La investigacinde un asesinato ritual llevar al detectivea afrontar de manera radical sus recuer-dos olvidados y los silencios. Mezclandoel pasado y el presente, la novela, llena deintrigas y sorpresas, recorre la psicologa

    atroz de unos personajes inquietantes enmedio de un desolador y claustrofbicopueblo. Roco Garca

    La versin de BarneyMordecai RichlerTraduccin de Miguel Martnez-LageSexto Piso. Madrid, 2011580 pginas. 27 euros

    NARRATIVA. LA IDEA DE publicar un libropara ajustarle las cuentas a otro nos resul-ta familiar gracias a don Miguel de Cer-vantes, quien seguramente escribi la se-gunda parte del Quijote para crujirle lasverijas al apcrifo de Avellaneda. Sin em-bargo, mientras que a nosotros no noscabe ninguna duda sobre la superioridaddel Quijoteoriginal, leyendo La versin deBarney uno est risueamente persuadi-do de que las memorias de Terry McIverque provocaron la venganza literaria deBarney PanofskyDel tiempo y de las fie-brestenan que ser muchsimo ms di-vertidas que su furiosa rplica. Tal es el

    juego propuesto por el canadiense Mor-decai Richler (1931-2001) en esta novelarescatada por Sexto Piso tras su primeraedicin espaola en Mondadori(2000). Di-gamos que uno se traga las mentiras vero-smiles de La versin de Barney, hasta quese atora con las verdades inverosmiles.Por ejemplo, que alguien est pendientedel marcador de un partido durante sunoche de bodas, que alguien se considere

    escritor por perpetrar guiones de telese-ries y que esa misma persona le pida a suhijo que resee el libro de su peor enemi-go. No me cuesta demasiado aceptar queun personaje de ficcin levante el catastrode su vida a travs de sus tres catastrfi-cos matrimonios, mas s que se me antojachirriante leer cmo aquel personaje deci-di ser escritor: A los veintids aos deja la corista con la que viva en un stanode Tupper Street. Retir mis modestosahorrillos de la Caja de Ahorros de la Ciu-dad, un dinero que me haba ganado tra-bajando de camarero en el viejo Norman-dy Roof, y reserv un pasaje a Europa enel Queen Elizabeth, que zarpaba de Nue-va York. Una novela que trae notas a piede pgina para informar de que Ionescoera rumano y Munch el autor de El grito

    subestima un peln a sus lectores. Encambio, no revelar cmo se hacen el saxo-nus, la pompoir, el postillonage, la ostravienesa o el soixante-neufes ocultar infor-macin. Fernando Iwasaki

    Dos jvenes, en el Caf Praga, de Beirut. Foto: Christopher Anderson / Magnum

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    Por Ana Gabriela Rojas

    SON LAS SIETE de la tarde y es la horadel whisky para Khushwant Singh.Cada da se toma un vaso grandesentado en su silln favorito en su

    casa en Nueva Delhi. A sus 96 aos cumpli-

    dos en febrero a los que l agregasiempreuno este hombre es un testigo honorariode la historia de India y Pakistn. Una prue-baes la particinde estosdospasesplasma-

    a en la novela Tren a Pakistn (Libros delsteroide). Ha escrito tantas novelas que l

    mismo ha perdido la cuenta y cada semana,todava con bolgrafo, escribe su columnacon malicia contra todos, que se imprime

    n varios peridicos de India. Disminuidoporla edad y visiblementecansado,el escri-tor asegura que ya est podrido por den-tro y que el trago es lo nico que ahora leemitea la felicidad. Aunquelo dice conunaonrisa y nimo de agradar, como cuandoepiteuna desus frases msclebres:Siem-

    pre hedichoqueno creoen elamor sinoenla lujuria. Es lo ms honesto.

    Singh naci en 1915 en una pequea al-

    ea (Hadali) del ahora Pakistn. Fue aboga-o enel tribunalde Lahore.Conla indepen-encia y la particin del subcontinente en

    1947, le recomendaronque huyera hacia In-ia,por serde origensij,aunque l ya hubie-a renegado de la religin muchos aos

    atrs y la mayora desus amigosfueran mu-ulmanes. Desde muy joven se considera

    agnstico y opina que para creer en unaeligin hay que ser retrasado mental.

    Un par de das antes de que se trazara lalnea que dividira a los pases, Singh partihacia Nueva Delhi. Cerr mi casa y le di lasllaves a mi mejor amigo. Pens que volverapronto, pero no fue as. Ya solo volv comohusped, dice sealando la foto de su ami-

    o sobre el aparador. Se lamenta mucho deque los dos pases tras su separacin y des-pus de sufrir tres guerras sigan siempre enunaabsurda tensin, a pesar de quela gente

    s la misma,somoscomohermanos, unidospor la historia y la cultura, pero divididospor la religin. Se considera a s mismopro-Pakistna pesar de considerar que esun Estadofallido,una vctima de la violenciafundamentalista y que lamentablemente semantiene solo por el poder del ejrcito.

    borrece que los dos pases tengan armasnucleares, pero piensa que al menos Indiatiene un Gobierno responsable.

    Cree que para los liberales, y muchosscritores, es difcil vivir en Pakistn por lareciente islamizacin. Sin embargo, hay

    muy buenos contadores de historias, qui- en parte por la desilusin que estnufriendo de lo que pasa en su pas. Entre

    las voces que reconoce nombra a Bapsi

    Sidhwa, Nadeem Aslam, Hanif Qureshi oDaniyal Mueenuddin. Todos, como l, hanpasado pocas fuera de Pakistn.

    Apenas sali como refugiado de Pakistna India, fue diplomtico en Reino Unido y

    n Canad, pero lo dej porque no habamucho trabajo que hacer, as queregres ala capital india.Fue entonces cuandopens

    n escribir sobre la particin. En un mestermin Tren a Pakistn, una referencia enla historia de los dos pases. La escrib por

    esilusin, por tristeza. No estaba de acuer-o con la teora de las dos naciones, en la

    que los musulmanes y los hindes tenan

    que vivir en diferentes pases. Los futurosprimeros ministros Jawaharlal Nehru de In-diay Muhammad AliJinnahde Pakistn ha-ban prometido que tras la divisin todo es-tara bien, asegura. Pero no tenan ni ideadel horror que iba a ocasionar: casi diez mi-llones de personas fueron desarraigas y unmilln asesinadas. No creo que el mundohaya visto algo de esta magnitud.

    A pesar de todo, Singh acepta quela parti-

    cin era inevitable, no haba mucha op-cin. Los musulmanes, lideradospor Jinnah

    y su agrupacin poltica, la Liga Musulma-na, teman que con la partida de britnicos,la mayora hind tomara venganza sobre laminora islmica quehaba dominado Indiadurantesiglos. Elodio haba crecidodurantelos aos,aunque estuviera escondido,comosifluyera pordebajo deun ro.Perola divisindelos pases y elintercambiode la poblacinhizo que la ira emergiera: para los hindeserabuenomatar musulmanes. Los sijsque-daron de lado de los hindes. Siempre hanestado muy cerca lasdos comunidades y lascreencias son muy parecidas,dice el escritor,queha dado clasesde religin comparativa.

    En la matanza nopuedo decidir a quinculpar,y aslogr escribir un texto equilibra-do. Singh es de los pocos autores respetadoen los dos lados de la frontera de los pases

    enemigos.Reconoce que fue Mahatma Gan-dhi el nico que previ que la divisin de laIndia britnica iba a traer un desastre e in-tent evitarla: Gandhi insisti a Nehru enqueaceptara a Jinnahcomo primerministropara que Pakistn no se escindiera, pero noaccedi: era muy ambicioso y vea a Jinnahcomo su rival. De los horrores que vivi encarne propia, no haba tomado notas, perotena todo en su cabeza. Haba visto un trenquetransportaba cadveresde sijs de Pakis-tn a India o sehaba cruzado con un grupode sijs que acababan de masacrar una aldeamusulmana. Singh eligi escribir ficcinporque tiene msimpacto. A la aldea ficti-cia llamada Mano Majra, que queda justoen la frontera de los pases recin divididos,el horror de la particin no ha llegado. Sushabitantes, mitad sijs mitad musulmanes,

    reciben informacin solo de tercera mano.Pero ellos se sienten muy alejados de lo queestpasando:han vividosiemprejuntos, co-mo hermanos.Por quse veranafectados?Sinembargo, empiezana cruzar desde Pakis-tn trenes llenos de cadveres de sijs. Singhasegura que no es su mejor novela, peroreconoce el valor histrico: Siempre es men-cionada en charlas sobre la particin. Tieneelpeso dela noficcin enforma deficcin.

    Singh es admirado porque rechaz unode los ms grandes reconocimientos de In-dia, el Padma Bushan,por el asediodel Ejr-citoal Templo Dorado mximocentroreli-gioso de lossijsque ordenIndira Gandhien 1984 y que dej ms de 500 muertos.Gandhifue asesinada cuatromeses despusporsu guardaespaldas. Yo me indign pro-fundamente por la prdida de vidas huma-nas, independientemente de su religin.

    El autor termina su whisky. Y cuenta or-gulloso que nunca en su vida ha compradouna botella: la gente sabe cunto le gusta ysiempre las recibe como regalo.

    Khushwant SinghEscrib por desilusin, por tristeza,por la divisin de las dos naciones

    Por Jess Aguado

    HIROKO TANAKA, la protagonista de Som-bras quemadas, vive en Nagasaki cuando

    los norteamericanos arrojan su segundabomba atmicasobre Japn, en India cuan-do esta se divide en dos pases (India yPakistn), en Pakistn cuando los afganosluchan contra los invasores soviticos y enNueva York cuando el atentado contra lasTorres Gemelas. Convertida al islam poramor, va sobreviviendo a estos escenariosdel odio perdiendo amantes, maridos oamigos (y costumbres, paisajes o sabores)sin renunciar por ello a la lealtad,la hospita-lidad, la integridad, la solidaridad o el pen-

    samiento, es decir, sin renunciar a su hu-manidadcon todos susmatices y contradic-ciones. Kamila Shamsie ha reconstruido,alrededor de la accidentada biografa deHiroko Tanaka (uno de los personajes ms

    hondos y mejor delineados que uno hayaledo en mucho tiempo), la historia de lasegunda mitad del siglo XX a partir de suspedazos: preguntndole a las sombras y aloscascotes, a lasvctimas y a losverdugos,a larazny a lasinrazn,al corazn y a susesquirlas. Tren a Pakistn, de KhushwantSingh, se sita en ese ao 1947 que tam-bin protagoniza la parte central de Som-bras quemadas. En una pequea aldea in-dia situada cerca de Pakistn, las comuni-dades sij y musulmana conviven en paz a

    pesar de las noticias de matanzas mutuasquellegan hasta ellas.Los hindes, losmu-sulmanes y los sijs, en efecto, conviertenesa doble dispora (hindes y sijs que hu-yen de Pakistn, musulmanes que huyen

    de India) en carniceras que acabaron de-jando un milln de muertos a uno y otrolado de esa frontera repentina. Pero cuan-do se fijan en esa aldea, que es tambin unpaso ferroviario estratgico, los distintospoderes dellugar,sus habitantesson arras-tradospor el cruel torrente de losaconteci-mientos. Singh, uno de los intelectualesmsrespetados de India,consigue, sinem-bargo, que sean las emociones y las creen-cias sencillas de las humildes gentes querecorren las pginas de su novela las que

    Pakistn por dentro, contaUn escritor e intelectual reputado de 96 aos y una novelista de 37 reconstruyen en sendas novelas la

    Cerr mi casa y le di

    las llaves a mi mejor

    amigo. Pens que volvera

    pronto, pero no fue as

    El alma de los supervivientes

    Khushwant Singh, en una imagen de 2004. Foto: France Presse / Getty Images

    LIBROS / Entrevista

    12 EL PAS BABELIA 16.04.11

  • 7/31/2019 BABELIA 1012 160411

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    Por Patricia Tubella

    LA FRGIL FIGURA de una japonesasuperviviente de la bomba atmicade Nagasaki (1945) entrelaza la his-toria de dos familias a lo largo de

    seis dcadas, en un recorridodesdeel eplo-

    go de la Segunda Guerra Mundial hasta laIndia en vsperas de la particin, el pulsonuclear con el nuevo Estado de Pakistn yla guerra contra el terror que desencadena-ronlos ataques terroristas del 11-S. Ms allde la mera narracin pica de pasiones yprdidas, lealtades y traiciones, la escritorapaquistan Kamila Shamsie (Karachi, 1973)torna su novela Sombras quemadas(Sala-mandra y Edicions 62) en una reflexinsobre la identidad individual y el costehumano de las acciones emprendidaspor Gobiernos legtimos en nombre de laexclusiva defensa de la propia nacin. Si laprincipal protagonista, Hiroko, es una mu-

    jer nipona con la huella de la radiacin gra-bada en su cuerpo de forma perenne, elrelato acabar conducindonos hasta la in-comunicacin de un reosin nombreen una

    celda de Guantnamo.Integrante de un emergente grupo de

    jvenes autores paquistanes que escribenen lengua inglesa, Shamsie ha recabadoun ramillete de premios de las letras en elReino Unido y Pakistn desde su estrenoliterario con In The City by the Sea (1998).Tanto esta obra como las tres que le suce-dieron (Salt and Saffron, Kartography yBroken Verses) se circunscriben al conoci-do universo de su tierra natal, diseccionan-do las tensiones polticas, tnicas, sociales

    y en torno al enfoque de la religin musul-mana. No imagino un da en el que nome sintiera paquistan, se autodefine estamujercosmopolita, miembro de una fami-lia de editores y literatos, nacida y criadaen Karachi antes de estudiar en EstadosUnidos, vivir en Nueva York y finalmenterecalar en Londres, su residencia de losltimos cuatro aos. Con Sombras quema-das, finalista del Premio Orangeen la cate-gora de ficcin, Kamila Shamsie se atrevepor primeravez a extender las alas geogr-

    ficas de su imaginacin literaria, aunquela cuestin paquistan siga impregnandotodas las costuras del libro.

    PREGUNTA. Qu le condujo a sumer-girse en territorio desconocido y a elegircomo protagonista a una japonesa?

    RESPUESTA. Mi idea original era escri-bir sobre la amenaza de confrontacin nu-clear entre Pakistn y la India, y que mipersonaje fuera paquistan, aunque conuna abuela japonesa que le permitiera co-nocera nivelpersonal loque la bomba pue-de hacer. Porque en mi pas solo se hablade esabombacomoarma estratgica y nun-ca sobre sus efectos. En los das previos aun ensayonuclear de Pakistn en losnoven-ta,un grupo de japonesessupervivientes dela bomba atmica vinieron al pas para su-plicar al Gobierno que no lo llevara a cabo.Fue una historia pequea en los medios decomunicacin, pero para m la idea de Ja-pn segua all, inamovible, y finalmente

    me decid a encararla en el libro. Adems,siempre he escrito sobre mbitos que co-nozco ntimamente y era tiempo de cam-biar: no quiero ser vista como una autoraque siempre escribe el mismo libro.

    P. La amenaza nuclear aparece de for-ma recurrente en el libro a travs de esaespalda de Hiroko, que lleva grabadasunas quemaduras en forma de pjaro deresultas de la explosin atmica. De dn-de surge esa imagen?

    R. Todo el libro proviene de esa primeraimagen, inspirada en la descripcin queJohn Hersey hace en el libro Hiroshima

    (1946) de cmo la radiacin imprimi losdibujos de los kimonos en la piel de las

    japonesas. De ah naci mi personaje.P. La historia arranca en el Nagasaki de

    1945 y concluye en la era posterior al 11-SQu nexo establece entre esos dos paisa-jes de destruccin?

    R. ElNagasakide antes dela guerraera lanica ciudad japonesa en contacto conEuro-

    pa, cosmopolita, con una decena de diariosen lengua inglesa, matrimonios mixtos, unclub internacional Cuando estall el con-flicto, todos los extranjeros la abandonaron,pero los hijos de parejas mixtas que se que-daron pasaron a convertirse en sospecho-sos. Eso me llev a pensar en el Nueva Yorkposterior al 11 de septiembre, donde mu-chos taxistas son paquistanes y me explica-ron los cambios de actitud de la gente antes

    y despus de los atentados. Estaspersonas, amenudo en situacin precaria,se sienten re-chazadas y han vivido con el temor de serdetenidas o deportadas. No se trata de una

    conexinentreNagasakiy el 11-S, sino entrelas dos ciudades despus del drama.

    P. La historia, la poltica, los interesesestratgicos de las potencias, acaban colo-cando a las dos familias protagonistas desu relato una del Este, la otra occiden-tal en posiciones antagnicas. No seraeseel retrato dela supuestaguerrade civili-zaciones?

    R. No puedocreeren la guerrade civiliza-cionescuandomi propiavida lo contradice,como mujer nacida y criada en Pakistn,con una abuela alemana, que ha vivido enNueva York y ahora en Londres. Sobre todoa lo largo de la ltima dcada, musulmanes

    y occidentales (aunque en realidad muchosmusulmanes son occidentales) empiezan aconsiderarseincompatibles, inclusoenemi-gos. Pero el islam y la democracia no sonincompatibles, mire si no lo que est ocu-

    rriendo en Egipto o en LibiaP. Le preocupa la imagen que se pro-yecta de su propio pas, los temores a unatalibanizacinde Pakistn, la llamadague-rra contra el terrorismo en sus propiasfronteras? Puede la literatura modificaresa percepcin unidimensional?

    R. La proyeccin de Pakistn en los me-dios sola reducirse a la confrontacin conIndia y ahora a la guerra de Afganistnaparte de las noticias sobre el cricket, porsupuesto. Pakistn tiene msicos, artistas yescritores, no solo produce terroristas. Losautores paquistanes no podemos cambiarel mundo, pero s retratar la vida real y agente real

    P. Usted mismaha expresadoen susco-lumnas del diarioTheGuardianeltemoraun constreimiento de los sectores libera-

    les de la sociedad paquist