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LA FORMACION DEL ESPIRITU CIENTIFICO trpomiedcVU por GASTON BACHELARD

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  • LA FORMACION

    DEL

    ESPIRITU

    CIENTIFICO trpomiedcVUS

    por

    GASTON BACHELARD

  • C A P T U L O I zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA

    LA NOCIN D E OBSTACULO EPISTEMOLGICO

    P L A N DE LA OBRA

    I

    Cuando se investigan las condiciones psicolgicas del progreso de la ciencia, se llega muy pronto a la conviccin dezyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA que hay que plantear el problema del conocimiento cientfico en trminos de obstculos. No se trata de consi-derar los obstculos externos, como la complejidad o la fu-gacidad de los fenmenos, ni de incriminar a la debilidad de los sentidos o del espritu humano: es en el acto mismo de conocer, ntimamente, donde aparecen, por una especie de necesidad funcional, los entorpecimientos y las confu-siones. Es ah donde mostraremos causas de estancamiento y hasta de retroceso, es ah donde discerniremos causas de inercia que llamaremos obstculos epistemolgicos. El co-nocimiento de lo real es una luz que siempre proyecta al-guna sombra. Jams es inmediata y plena. Las revelaciones de lo real son siempre recurrentes. Lo real no es jams "lo que podra creerse", sino siempre lo que debiera haberse pensado. El pensamiento emprico es claro, inmediato, cuando ha sido bien montado el aparejo de las razones. Al volver sobre un pasado de errores, se encuentra la verdad en un verdadero estado de arrepentimiento intelectual. En efecto, se conoce en contra de un conocimiento anterior, destruyendo conocimientos mal adquiridos o superando aquello que, en el espritu mismo, obstaculiza a la espiri-tualizacin.

  • La idea de partir del cero para fundar y acrecentar sus bienes, no puede surgir sino en culturas de simple yuxta-posicin, en las que todo hecho conocido es inmediatamente una riqueza. Mas frente al misterio de lo real el alma no puede, por decreto, tornarse ingenua. Es entonces imposible hacer, de golpe, tabla rasa de los conocimientos usuales. Frente a lo real, lo que cree saberse claramente ofusca lo que debiera saberse. Cuando se presenta ante la cultura cient-fica, el espritu jams es joven. Hasta es muy viejo, pues tiene la edad de sus prejuicios. Tener acceso a la ciencia es rejuvenecer espiritualmente, es aceptar una mutacin brusca que ha de contradecir a un pasado.

    La ciencia, tanto en su principio como en su necesidad de coronamiento, se opone en absoluto a la opinin. Si en alguna cuestin particular debe legitimar la opinin, lo hace por razones distintas de las que fundamentan la opinin; de manera que la opinin, de derecho, jams tiene razn. La opininzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA piensa mal; no piensa; traduce necesidades en conocimientos. Al designar a los objetos por su utilidad, ella se prohibe el conocerlos. Nada puede fundarse sobre la opinin: ante todo es necesario destruirla. Ella es el primer obstculo a superar. No es suficiente, por ejemplo, rectificarla en casos particulares, manteniendo, como una especie de moral provisoria, un conocimiento vulgar provi-sorio. El espritu cientfico nos impide tener opinin sobre cuestiones que no comprendemos, sobre cuestiones que no sabemos formular claramente. Ante todo es necesario saber plantear los problemas. Y dgase lo que se quiera, en la vida cientfica los problemas no se plantean por s mismos. Es precisamente este sentido del problema el que sindica el verdadero espritu cientfico. Para un espritu cientfico todo conocimiento es una respuesta a una pregunta. Si no hubo pregunta, no puede haber conocimiento cientfico. Nada es espontneo. Nada est dado. Todo se construye.

    Un conocimiento adquirido por un esfuerzo cientfico puede declinar. La pregunta abstracta y franca se desgasta: la respuesta concreta queda. Con eso, la actividad espiritual se invierte y se endurece. Un obstculo epistemolgico se incrusta en el conocimiento no formulado. Costumbres in-trpomiedcVUS

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  • telectuales que fueron tiles y sanas pueden, a la larga, trabar la investigacin. "Nuestro espritu dice justamente Berg-son ( J ) tiene una tendencia irresistible a considerar ms claras las ideas que le son tiles ms frecuentemente." La idea conquista as una claridad intrnseca abusiva. Con el uso, las ideas sezyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA valorizan indebidamente. Un valor en s se opone a la circulacin de los valores. Es un factor de inercia para el espritu. A veces una idea dominante polariza al es-pritu en su totalidad. Hace unos veinte aos, un episte-mlogo irreverente deca que los grandes hombres son tiles a la ciencia en la primera mitad de su vida, nocivos en la segunda mitad. El instinto formativo es tan persistente en ciertos hombres de pensamiento que no debemos alarmarnos por esta boutade. Pero al final el instinto formativo acaba por ceder frente al instinto conservativo. Llega un mo-mento en el que el espritu prefiere lo que confirma su saber a lo que lo contradice, en el que prefiere las respuestas a las preguntas. Entonces el espritu conservativo domina, y el crecimiento espiritual se detiene.

    Como se ve, no titubeamos en invocar los instintos para sealar la cabal resistencia de ciertos obstculos epistemo-lgicos. Es una concepcin que nuestros desarrollos tratarn de justificar. Pero, desde ya, hay que darse cuenta que el conocimiento emprico, que es el que estudiaremos casi ni-camente en esta obra, compromete al hombre sensible a tra-vs de todos los caracteres de su sensibilidad. Cuando el co-nocimiento emprico se racionaliza, nunca se est seguro de que los valores sensibles primitivos no afecten a los racio-cinios. De una manera muy visible, puede reconocerse que la idea cientfica demasiado familiar se carga con un con-creto psicolgico demasiado pesado, que ella amasa un n-mero excesivo de analogas, imgenes, metforas, y que poco a poco pierde su vector de abstraccin, su afilada punta abs-tracta. En particular, es caer en un vano optimismo' cuando se piensa que saber sirve automticamente para saber, que la cultura se torna tanto ms fcil cuanto est ms extendida y que en fin, la inteligencia, sancionada por xitos preco-

    ( ! )zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA BERGSON-, La Pense et le MoaMnt, Pars, 1934 , p. 2 3 1 . trpomiedcVUS

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  • ees o por simples concursos universitarios, se capitaliza como una riqueza material. Aun admitiendo que unazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA buena cabe-za escapa al narcisismo intelectual tan frecuente en la cultura literaria, en la adhesin apasionada a los juicios del gusto, puede seguramente decirse que una buena cabeza es desgracia-damente una cabeza cerrada. Es un producto de escuela.

    En efecto, las crisis del crecimiento del pensamiento im-plican una refundicin total del sistema del saber. Enton-ces la cabeza bien hecha debe ser rehecha. Cambia de es-pecie. Se opone a la especie precedente por una funcin decisiva. A travs de las revoluciones espirituales que exige la invencin cientfica, el hombre se convierte en "una especie matante o, para expresarlo an mejor, en una especie que necesita mutar, que sufre si no cambia. Espritualmente el hombre necesita necesidades. Si se considerara adecuadamen-te, por ejemplo, la modificacin psquica que se realiza a tra-vs de la comprensin de doctrinas como la Relatividad o la Mecnica ondulatoria, quiz no se encontraran estas expre-siones exageradas, sobre todo si se reflexionara en la real solidez de la tienda prerrelativista. Mas ya volveremos so-bre estos juicios en nuestro ltimo captulo, cuando habre-mos aportado numerosos ejemplos de revoluciones espiri-tuales.

    Se repite tambin frecuentemente que la ciencia es vida de unidad, que tiende a unificar fenmenos de aspecto dis-tinto, que busca la sencillez o la economa en los principios y en los mtodos. Esta unidad la encontrara muy pronto, si pudiera complacerse con ello. Por el contrario, el progre-so cientfico marca sus ms puras etapas abandonando los factores filosficos de unificacin fcil, tales como la unidad de accin del Creador, la unidad de plan de la Naturaleza, la unidad lgica. En el hecho, estos factores de unidad que an actuaban en el pensamiento cientfico del siglo XVIII, ya no se invocan ms. Al sabio contemporneo que quisiera reunir la cosmologa y la teologa se le reputara muy pre-tencioso.

    Y entrando en el detalle mismo de la investigacin cien-tfica, frente a una experiencia bien determinada que pueda ser registrada como tal, verdaderamente como una y com-trpomiedcVUS

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  • pleta, el espritu cientfico jams se siente impedido de va-riar las condiciones, en una palabra de salir de la contem-placin dezyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA lo mismo y buscar lo otro, de dialectizar la ex-periencia. As es como la Qumica multiplica y completa sus seres homologas, hasta salir de la Naturaleza materializan-do cuerpos ms o menos hipotticos sugeridos por el pensa-miento inventivo. Es as como en todas las ciencias rigu-rosas, un pensamiento ansioso desconfa de las identidades ms o menos aparentes, para reclamar incesantemente mayor precisin, ipso facto mayores ocasiones de distinguir. Preci-sar, rectificar, diversificar, he ah los tipos del pensamiento dinmico que se alejan de la certidumbre y de la unidad, y que en los sistemas homogneos encuentran ms obstculos que impulsos. En resumen, el hombre animado por el espritu cientfico, sin duda desea saber, pero es por lo pronto para interrogar mejor.

    II

    La nocin de obstculo epistemolgico puede ser estudia-da en el desarrollo histrico del pensamiento cientfico y en la prctica de la educacin. En uno y otro caso, este estudio no es cmodo. La historia, por principio, es en efecto hostil a todo juicio normativo. Sin embargo, si se quiere juzgar la eficacia de un pensamiento, hay que colocarse en un punto de vista normativo. Todo lo que se encuentra en la historia del pensamiento cientfico, dista mucho de servir efectiva-mente a la evolucin de este pensamiento. Ciertos conoci-mientos aun justos, detienen demasiado pronto a investiga-ciones tiles. El epistemlogo debe, pues, seleccionar los do-cumentos recogidos por el historiador. Debe juzgarlos des-de el punto de vista de la razn y hasta de la razn evo-lucionada, pues solamente en nuestros das es cuando po-demos juzgar plenamente los errores del pasado espiritual. Por otra parte, aun en las ciencias experimentales, es siempre la interpretacin racional la que ubica los hechos en su lu-gar exacto. Es sobre el eje experiencia-razn, y en el sentido de la racionalizacin, donde se encuentran, al mismo tiem-trpomiedcVUS

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  • po, el riesgo y el xito. Slo la raz dinamiza a la in-vestigacin, pues slo ella sugiere, ms all de la experiencia comn (inmediata y especiosa), la experiencia cientfica (in-directa y fecunda). Es, pues, el esfuerzo de racionalidad y de construccin el que debe atraer la atencin del epistem-logo. El historiador de la ciencia debe tomar las ideas como hechos. El epistemlogo debe tomar los hechos como ideas, insertndolas en un sistema de pensamientos. Un hecho mal interpretado por una poca, sigue siendo un zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBAhecho para el historiador. Segn el epistemlogo es un obs-tculo, un contrapensamiento.

    Ser, sobre todo, profundizando la nocin de obstculo epistemolgico cmo se otorgar su pleno valor espiritual a la historia del pensamiento cientfico. Demasiado a me-nudo la preocupacin por la objetividad, que lleva al histo-riador de las ciencias a repertoriar todos los textos, no llega a la apreciacin de las variaciones psicolgicas en la interpre-tacin de un mismo texto. En una misma poca, bajo una misma palabra, hay conceptos tan diferentes! Lo que nos engaa es que la misma palabra designa y explica al mismo tiempo. La designacin es la misma; la explicacin es dife-rente. Por ejemplo, al telfono corresponden conceptos que difieren totalmente para el abonado, para la telefonista, para el ingeniero, para el matemtico preocupado en las ecuaciones diferenciales de las corrientes telefnicas. El epis-temlogo tendr, pues, que esforzarse en captar los conceptos cientficos en efectivas sntesis psicolgicas; vale decir, en sntesis psicolgicas progresivas, estableciendo, respecto de cada nocin, una escala de conceptos, mostrando cmo un concepto produce otro, cmo se vincula con otro. Entonces tendr cierta posibilidad de apreciar una eficacia epistemol-gica. Y de inmediato el pensamiento se presentar como una dificultad vencida, como un obstculo superado.

    En la educacin, la nocin de obstculo pedaggico es igualmente desconocida. Frecuentemente me ha chocado el hecho de que los profesores de ciencias, an ms que los otros si cabe, no comprendan que no se comprenda. Son poco numerosos los que han sondeado la psicologa del error, de la ignorancia y de la irreflexin. El libro de Grard-Varet trpomiedcVUS

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  • no ha tenido resonancia (*). Los profesores de ciencias se imaginan que el espritu comienza como una leccin, que siempre puede rehacerse una cultura perezosa repitiendo una clase, que puede hacerse comprender una demostracin re-pitindola punto por punto. N o han reflexionado sobre el hecho de que el adolescente llega al curso de Fsica con conocimientos empricos ya constituidos; no se trata, pues, dezyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA adquirir una cultura experimental, sino de cambiar una cultura experimental, de derribar los obstculos amontonados por la vida cotidiana. Un solo ejemplo: el equilibrio de los cuerpos flotantes es objeto de una intuicin familiar que es una maraa de errores. De una manera ms o menos clara se atribuye una actividad al cuerpo que flota, o mejor, al cuerpo que nada. Si se trata con la mano de hundir en el agua un trozo de madera, ste resiste. No se atribuye fcilmente esa resistencia al agua. Es, entonces, bastante difcil hacer com-prender el principio de Arqumedes, en su asombrosa sencillez matemtica, s de antemano no se ha criticado y desorgani-zado el conjunto impuro de las intuiciones bsicas. En particular, sin este psicoanlisis de los errores iniciales, ja-ms se har comprender que el cuerpo que emerge y el cuer-po totalmente sumergido obedecen a la misma ley.

    De ah que toda cultura cientfica deba comenzar, como lo explicaremos ampliamente, por una catarsis intelectual y afectiva. Queda luego la tarea ms difcil: poner la cultura cientfica en estado de movilizacin permanente, reempla-zar el saber cerrado y esttico por un conocimiento abierto y dinmico, dialectizar todas las variables experimentales, dar finalmente a la razn motivos para evolucionar.

    Por otra parte, estas observaciones pueden ser generali-zadas; ellas son ms visibles en la enseanza cientfica, pero tienen cabida en todo esfuerzo educativo. En el transcurso de una carrera ya larga y variada, jams he visto a un educa-dor cambiar de mtodo de educacin. Un educador no tiene el sentidoutsrolifedcba del fracaso, precisamente porque se cree un maes-tro. Quien ensea manda. De ah una oleada de instintos.

    ( ! ) GRARD-VARET: Essai de Psychologie objective. UIgnorante et VIrreflexin. Par s , 1 8 9 8 . trpomiedcVUS

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  • Von Monakow y Mourgue han observado justamente esta dificultad de reforma en los mtodos de educacin, invocan-d el peso de los instintos en los educadores ( 1 ) . "Hay in-dividuos para los cuales todo consejo relativo a los errores zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBAde educacin que cometen, es absolutamente intil porque esos llamados errores no son sino> la expresin de un com-portamiento instintivo." En verdad, von Monakow y Mourgue se refieren a "individuos psicpatas", pero la rela-cin de maestro a alumno es una relacin fcilmente pat-gena. El educador y el educando participan de un psico-anlisis especial. De todos modos, el examen de las formas inferiores del psiquismo no debe ser descuidado, si se desean caracterizar todos los elementos de la energa espiritual y preparar una regulacin gnseo-afectiva indispensable para el progreso del espritu cientfico. Dte una manera ms pre-cisa; discernir los obstculos epistemolgicos es contribuir a fundar los rudimentos de un psicoanlisis de la razn.

    III

    El sentido de estas observaciones generales resaltar me-jor cuando habremos estudiado obstculos epistemolgicos muy particulares y dificultades bien definidas. He aqu entonces el plan que seguiremos en este estudio:

    La experiencia bsica o, para hablar con mayor exacti-tud, la observacin bsica es siempre un primer obstculo para la cultura cientfica. En efecto, esta observacin b-sica se presenta con un derroche de imgenes; es pintoresca, concreta, natural, fcil. No hay ms que describirla y ma-ravillarse. Se cree entonces comprenderla. Comenzaremos nuestra encuesta caracterizando este obstculo y poniendo de relieve que entre la observacin y la experimentacin no hay continuidad, sino ruptura.

    Inmediatamente despus de haber descrito la seduccin de la observacin particular y coloreada, mostraremos el peli-

    ( ! ) VON MONAKOWzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA et MOURGUE: [Introduction biologique l'tu-de de la neurologie et de la psychopathologie, p. 8 9 . ]

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  • gro de seguir las generalidades del primer aspecto, pues como tan bien lo dice d'Alembert, se generalizan las primeras con-sideraciones, en cuanto no se tiene ms nada que considerar. Veremos as el espritu cientfico trabado desde su nacimien-to por dos obstculos, en cierto sentido opuestos. Tendre-mos, pues, la ocasin de captar el pensamiento emprico en una oscilacin llena de sacudidas y de tirones, y finalmente, todo desarticulado. Mas esta desarticulacin torna posible movimientos tiles. De rrtanera que el epistemlogo mismo es juguete de valorizaciones contrarias que se resumiran bastante bien en las siguientes objeciones: Es necesario que el pensamiento abandone al empirismo inmediato. El pen-samiento emprico adopta, entonces, un sistema. Pero el pri-mer sistema es falso. Es falso, pero tiene por lo menos la uti-lidad de desprender el pensamiento alejndolo del conoci-miento sensible; el primer sistema moviliza al pensamiento. Entonces el espritu, constituido en sistema, puede volver a la experiencia con pensamientos barrocos pero agresivos, in-terrogantes, con una especie de irona metafsica muy mar-cada en los experimentadores jvenes, tan seguros de s mis-mos, tan dispuestos a observar lo real en funcin de sus pro-pias teoras. De la observacin al sistema, se va as de los ojos embobados a los ojos cerrados.

    Es por otra parte muy notable que, de una mtanera gene-ral, los obstculos a la cultura cientfica se presentan siempre por pares. A tal punto que podra hablarse de una ley psi-colgica de la bipolaridad de los errores. En cuanto una dificultad se revela importante, puede uno asegurar que al tratar de eludirla, se tropezar con un obstculo opuesto. Semejante regularidad en la dialctica de los errores no pue-de provenir naturalmente del mundo objetivo. A nuestro entender, proviene de la actitud polmica del pensamiento cientfico frente al mundo de la ciencia. Comlo en una ac-tividad cientfica debemos inventar, debemos encarar el fe-nmeno desde otro punto -de vista. Mas hay que legitimar nuestra invencin: entonces concebimos nuestro fenmeno criticando al fenmeno ajeno. Poco a poco, nos vemos con-ducidos a convertir nuestras objeciones en objetos, a trans-formar nuestras crticas en leyes. Nos encarnizamos en va-zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA

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  • riar el fenmeno en el sentido de nuestra oposicin al saber ajeno. Es, naturalmente, sobre todo en una ciencia joven donde podr reconocerse esta originalidad de mala ley que no hace sino reforzar los obstculos contrarios.

    Cuando habremos bordeado as nuestro problema median-te el examen del espritu concreto y del espritu sistemtico, volveremos hacia obstculos algo ms particulares. Entonces nuestro plan ser necesariamente flotante y no trataremos de evitar las repeticiones, pues est en la naturaleza de un obs-tculo epistemolgico ser confuso y polimorfo. Es tambin muy difcil establecer una jerarqua de los errores y seguir un orden para describir los desrdenes del pensamiento. Expondremos, pues, en montn nuestro museo de horrores, dejando al lector el cuidado de pasar por alto los ejemplos aburridos cuando haya comprendido el sentido de nuestras tesis. Examinaremos sucesivamente el peligro de la expli-cacin por lazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA unidad de la naturaleza, por la utilidad de los fenmenos naturales. Dedicaremos un captulo especial para sealar el obstculo verbal, vale decir la falsa explicacin lo-grada mediante una palabra explicativa, a travs de esa extra-a inversin que pretende desarrollar el pensamiento anali-zando un concepto, en lugar de implicar un concepto particu-lar en una sntesis racional.

    El obstculo verbal nos conducir bastante naturalmente al examen de uno de los obstculos ms difciles de superar, porque est apoyado en una filosofa fcil. Nos referimos al sustancalismo, a la montona explicacin de las propie-dades por la sustancia. Mostraremos entonces que para el fsico y, sin prejuzgar de su valor, para el filsofo, el rea-lismo es una metafsica infecunda, puesto que detiene la investigacin en lugar de provocarla.

    Terminaremos esta primer parte de nuestro libro con el examen de un obstculo muy especial, que podremos deli-mitar con suma precisin y que, por tanto, nos ofrecer un ejemplo lo ms claro posible de la nocin de obstculo epistemolgico. Con su nombre completo lo designaremos : el obstculo animista en tas ciencias fsicas.. Ha sido casi completamente superado por la fsica del siglo XIX; pero como en los siglos XVII y XVIII se presenta de un modo trpomiedcVUS

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  • tal que, a nuestro parecer, constituye un rasgo caracterstico del espritu precientfico, adoptaremos la regla casi absoluta de caracterizarlo siguiendo los fsicos de los siglos XVII y XVIII. Esta limitacin har quiz ms pertinente a la de-mostracin, puesto que se ver el poder de un obstculo en la misma poca en que va a ser superado. Por lo dems este obstculo animista no tiene sino una lejana vinculacin con la mentalidad animista que todos los etnlogos han examinado ampliamente. Daremos una gran extensin a este captulo precisamente por que podra creerse que no hay en esto sino un rasgo particular y pobre.

    Con la idea de sustancia y con la idea de vida, conce-bidas ambas a la manera ingenua, si introducen en las cien-cias fsicas innumerables valorizaciones que contradicen a los verdaderos valores del pensamiento cientfico. Propon-dremos pues psicoanlisis especiales para desembarazar al espritu cientfico de esos falsos valores.

    Despus de los obstculos que debe superar el conoci-miento emprico, en el penltimo captulo, llegaremos a mostrar las dificultades de la informacin geomtrica y matemtica, las dificultades en fundar una Fsica matem-tica susceptible de provocar descubrimientos. Ah tambin, reuniremos ejemplos tomados de los sistemas torpes, de las geometrizaciones desgraciadas. Se ver cmo elzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA falso rigor bloquea al pensamiento, cmo un primer sistema matem-tico impide a veces la comprensin de un sistema nuevo. Nos limitaremos por otra parte a observaciones muy elementales para conservar a nuestro libro su aspecto fcil. Por lo de-ms, para completar nuestra tarea en esta direccin, debe-ramos estudiar, desde el mismo punto de vista crtico, la formacin del espritu matemtico. Hemos reservado seme-jante tarea para otra obra. Segn nuestro parecer, tal divi-sin es posible porque el crecimiento del espritu matem-tico es muy diferente del crecimiento del espritu cientfico en su esfuerzo para comprender los fenmenos fsicos. En efecto, la historia de las matemticas es una maravilla de regularidad. Ella conoce pausas. Ella no conoce perodos de errores. Ninguna de las tesis que sostenemos en este libro

    2*

  • apunta pues al conocimiento matemtico. No se refieren sino al conocimiento del mundo objetivo.

    Es este conocimiento del objeto que, en nuestro ltimo captulo, examinaremos en toda su generalidad, sealando todo lo que puede empaar su pureza, todo lo que puede disminuir su valor educativo. Creemos trabajar as en favor de la moralizacin de la ciencia, pues estamos ntimamente convencidos que el hombre que sigue las leyes del mundo obedece desde ya a un gran destino. trpomiedcVUS

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