Bajtin generosdiscursivos
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Mijaíl Bajtín: El problema de los géneros discursivos
En: Bajtín, Mijaíl (2011): Las fronteras del discurso. Buenos Aires, Ed. Las cuarenta
1. Qué son los géneros discursivos
“Todos los variados ámbitos de la actividad humana están vinculados al uso de la lengua.
Es completamente entendible entonces que el carácter y la forma de ese uso sean tan diversos
como los propios ámbitos de la actividad humana”.
Cómo se usa la lengua: Mediante enunciados de personas concretas que son participantes
en un ámbito de actividad humana específico. Estas expresiones reflejan las condiciones y
objetivos de cada ámbito a través de: a) el contenido temático, b) el estilo (uso de recursos), y
c) su construcción compositiva. Estos tres elementos se engarzan en una totalidad que no es
original, sino que adopta un tipo relativamente estable asociado a determinada situación
comunicativa. Estos tipos son los géneros discursivos. La riqueza y diversidad de los géneros
discursivos son inabarcables.
A pesar de la extrema heterogeneidad de los géneros, se llama la atención sobre la
diferencia entre géneros primarios (o simples) y secundarios (o complejos). Los primarios se
han ido generando en situaciones de comunicación discursiva directa (diálogo); los segundos
suponen elaboraciones culturales más complejas (normalmente escritas).
“El lenguaje ingresa en la vida a través de enunciados concretos (ellos lo realizan) y es a
través, pues, de enunciados concretos que la vida ingresa en el lenguaje” (p. 15)
En relación a la estilística: Todo enunciado puede tener estilo individual, pues refleja la
individualidad del hablante. Pero no todos los géneros son igualmente propicios para reflejar el
estilo individual; en muchos la individualidad es solo un epifenómeno. Las condiciones y
funciones de cada esfera de actividad originan géneros determinados, es decir, “tipos de
enunciados definidos y relativamente estables desde el punto de vista de los temático, los
aspectos compositivos y los estilísticos” (p. 17). El estilo está vinculado a determinados temas y
unidades compositivas (un estudio específico del mismo debería tenerlo en cuenta).
Como las esferas de actividad humana, los géneros están históricamente condicionados;
en cada época, determinados géneros discursivos van marcando el tono. “Los enunciados y
sus tipos, o sea, los géneros discursivos, son las correas de transmisión entre la historia de la
sociedad y la historia del lenguaje”. (p.19)
2. El enunciado como unidad de la comunicación discursiva
La lingüística ha relegado la función comunicativa a un segundo plano, atendiendo
prioritariamente a la función expresiva del sujeto (formación de una idea). Esto ha llevado a una
división ficticia de hablante/activo y oyente/pasivo. Para Batjin, “toda comprensión del discurso
vivo, del enunciado vivo, tiene un carácter activo, de respuesta (...); toda comprensión está
cargada de respuesta y en una u otra forma la genera obligatoriamente: el oyente se convierte
en hablante”. (p. 23). “Más aún, en mayor o menor medida todo hablante es además
contestador de sí mismo: no es el primer hablante, el que ha roto por primera vez el eterno
silencio del universo, y presupone no sólo la existencia de un sistema de aquella lengua que
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utiliza sino también la existencia de enunciados precedentes, propios y ajenos, con los cuales
su enunciado de una u otra forma se relaciona (se apoya en ellos, polemiza con ellos,
simplemente los supone ya sabidos por el oyente). Cada enunciado es el eslabón de una
cadena, muy complejamente organizada, de otros enunciados”. (p. 24)
Se hace necesario distinguir entre la unidad de discurso (el enunciado) y las unidades de la
lengua (palabras, frases, etc.). La oración, como unidad de la lengua, posee naturaleza, límites
y unidad gramaticales, no necesariamente discursivas. Los hablantes no intercambian
oraciones o palabras, intercambian enunciados construidos con la ayuda de estas unidades
lingüísticas. Para Batjin, “el discurso sólo puede existir en la realidad en forma de enunciados
concretos de hablantes individuales, de sujetos del discurso”. (p. 27) En cuanto a la
delimitación de los enunciados, “los límites de cada enunciado concreto como unidad de
comunicación discursiva se determinan por el cambio de sujetos discursivos, o sea por la
alternancia de los hablantes. Todo enunciado, desde una breve réplica del diálogo habitual
(una sola palabra) hasta una gran novela o tratado científico, posee, por así decirlo, un principio
absoluto y un final absoluto: antes de su comienzo se encuentran los enunciados de los otros;
después de su final, los enunciados de respuesta de los otros (..). El hablante termina su
enunciado para ceder la palabra al otro o dar lugar a su comprensión activa como respuesta”.
(p. 27) Batjin describe el enunciado como culminado con un silencioso “dixi”.
De modo que existen estas tres singularidades constitutivas del enunciado:
1. El cambio de sujetos discursivos. El diálogo es la forma más simple y clásica de
comunicación discursiva y en él el cambio de sujetos discursivos que determina los límites
del enunciado surge con suma claridad (turnos de palabra). En el caso de una obra literaria
o científica, estamos ante un enunciado (largo y complejo) que está asociado a otros
enunciados previos (obras anteriores a las que responde) y posteriores (recepción
esperada, etc.).
2. La conclusión o cierre. A un enunciado se puede responder; se puede tomar respecto a él
una posición de respuesta. Esa totalidad conclusa del enunciado que asegura la posibilidad
de la respuesta (o de la comprensión), se define por tres momentos (o factores),
inseparablemente unidos en el todo orgánico del enunciado:
a) Por haber agotado el objeto del enunciado y el sentido que se intenta otorgarle. Esto es
muy variable según las distintas esferas de comunicación. El objeto es inagotable, pero
al convertirse en tema del enunciado recibe una conclusión relativa (en función de los
objetivos del autor, de su concepción, de determinadas condiciones, etc.)
b) Por la voluntad discursiva del hablante. Los enunciados no son autónomos; en cada
enunciado imaginamos qué quiere decir el hablante, y mediante esa concepción
mensuramos el grado de conclusión del enunciado.
c) Por las formas composicionales-genéricas típicas de la conclusión. El hablante usa un
determinado género discursivo. Su individualidad y subjetividad se adapta al género
elegido, se asienta y se desarrolla en una determinada forma genérica. Disponemos de
un gran repertorio de géneros que en la práctica utilizamos con gran seguridad y
habilidad aunque ignoremos su existencia teórica. Estos géneros “nos han sido dados
casi como nos ha sido dada la lengua materna” (p. 37). Al escuchar enunciados, la
identificación de su género nos permite predecir una determinada extensión, una
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determinada construcción compositiva (desde el inicio lo tratamos como un todo
discursivo).
La estabilidad y normatividad de las formas en que plasmamos nuestro discurso
son menores que las de las formas de la lengua. Los géneros son más maleables que
las normas lingüísticas, pero es necesario dominar bien los géneros para poder
utilizarlos creativamente.
De modo que al hablante le son dados tanto las formas de lenguaje como los
géneros discursivos; estos últimos “son tan imprescindibles para la mutua comprensión
como las formas lingüísticas”. (p. 41)
3. La actitud del enunciado hacia el hablante mismo. “Todo enunciado es un eslabón en la
cadena de la comunicación discursiva. (...) La selección de los recursos lingüísticos y del
género discursivo se define ante todo por el compromiso (o intención) que adopta un sujeto
discursivo (o autor) dentro de cierta esfera de significados” (p. 45) “Un enunciado
absolutamente neutral es imposible” (p.4), y el aspecto expresivo del discurso no es un
fenómeno de la lengua como sistema, sino un fenómeno comunicativo. La oración como
unidad de la lengua es neutra; adquiere expresividad dentro de un enunciado concreto. Por
ejemplo, “la entonación expresiva es un rasgo constitutivo del enunciado”. (p. 47) La unidad
lingüística neutra (por ejemplo una palabra), genera expresividad al entrar en contacto con
una realidad determinada dentro de las condiciones reales de la comunicación. No
obstante, “en el proceso de construcción de un enunciado, muy pocas veces tomamos las
palabras (...) en su forma neutra, de diccionario. Por lo general las tomamos de otros
enunciados, y ante todo de los enunciados genéricamente afines al nuestro, es decir,
semejantes por tema, estructura, estilo”. (p. 49) El género discursivo es “una forma típica
de enunciado; como tal, incluye una expresividad determinada, propia del género en
cuestión” (p. 49). Esta expresividad típica o genérica puede ser descrita como la “aureola
estilística” de la palabra, pero esta aureola no pertenece a la palabra como tal, sino al
género en que la palabra funciona. Oímos las palabras en enunciados individuales donde,
además de un matiz típico, tienen una expresividad individual más o menos clara fijada por
el contexto del enunciado, individual y único. Los significados neutros (de diccionario) de
las palabras de una lengua la comprensión de todos los que hablan esa lengua, pero el uso
comunicativo de las mismas depende de un contexto particular. Por ese motivo, las
palabras existen para el hablante en tres aspectos: a) como palabra neutra de la lengua
que no pertenece a nadie; b) como palabra ajena, llena de ecos de los enunciados de
otros; c) como palabra propia que uso en una condición determinada y con una intención
discursiva determinada (imbuida de mi expresividad). Nuestro discurso está lleno de
palabras ajenas de diferente grado de alteridad o de asimilación (p. 51).
Un aspecto crucial es que “los enunciados no son indiferentes entre sí ni autosuficientes.
(...) Cada enunciado está lleno de ecos y reflejos de otros enunciados con los cuales se
relaciona” (p. 54). Todo enunciado es respuesta a enunciados anteriores (los refuta, los
confirma, los da por supuestos, los toma en cuenta, etc.). No existe una postura propia, una
perspectiva, que no tenga en cuenta la de otros. La expresividad de un enunciado expresa
siempre la actitud del hablante hacia los enunciados ajenos, y no sólo la actitud hacia el objeto
de su propio enunciado.
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“Cada enunciado por separado constituye un eslabón de la cadena de la comunicación
discursiva. Sus límites son precisos y se definen por el cambio de los sujetos discursivos
(hablantes), pero dentro de estos límites, el enunciado, de manera similar a la mónada de
Leibniz, refleja el proceso discursivo, los enunciados ajenos y, ante todo, los eslabones
precedentes en la cadena”. (p. 57)
Pero el enunciado no sólo se relaciona con los eslabones anteriores, sino también con los
posteriores. “La construcción del enunciado se orienta a la respuesta. Un rasgo importante
(constitutivo) del enunciado es su orientación hacia alguien, su propiedad de estar destinado”.
(p. 59) Frente a las unidades de la lengua, que son impersonales, el enunciado tiene autor y
destinatario. Al construir mi enunciado anticipo la respuesta (sea ésta contestación o
comprensión) y eso influye activamente sobre mi enunciado. Las características del destinatario
(prestigio social, etc.) también inciden en mis enunciados. Batjin habla aquí de algunos géneros
especialmente llamativos: los géneros íntimos o familiares, donde existe una proximidad
extrema entre hablante y destinatario, o los géneros neutrales y objetivos, donde se da una
especie de identificación entre hablante y destinatario a costa de una ausencia de expresividad.
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