Baphomet

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BAPHOMET * Tem o h p Abb Binario verbum vitae morten et vitam equilibrans Existen varias figuras de Baphomet. A veces tiene la barba y los cuernos del macho cabrío, la faz de un hombre, el seno de una mujer, la melena y las garras de un león, las alas de un águila. Los flancos y las pezuñas de un toro. Es la esfinge resucitada de Tebas, el monstruo sucesivamente cautivo y vencedor de Edipo (Hijo de Layo y de Yocasta, reyes de Tebas, a quien el oráculo predijo que mataría a su padre y se casaría con su madre, lo cual, por las extraordinarias circunstancias que envolvieron su nacimiento, llegó a realizarse y tuvo cuatro hijos de Yocasta. N. del T.). Es la ciencia que protesta de la idolatría por la misma monstruosidad del ídolo. Lleva entre los cuernos la antorcha de la vida, y el alma viviente de esta antorcha es Dios. Se había prohibido a los israelitas dar a las concepciones divinas figura humana o de animal; así es que no osaban esculpir en el arco y en el santuario nada más que querubes, es decir, esfinges con cuerpos de toros y cabezas de hombres, de águilas o de león. Tales figuras mixtas no reproducían en su totalidad, ni la forma humana ni la de animal alguno. Esos conjuntos híbridos de animales fantásticos daban a comprender que el signo no era un ídolo ni la imagen de cosa alguna. No se adora a Baphomet, sino a Dios, en esa imagen informe y viviente, sino la representación de un pensamiento. Sin semejanza alguna con los seres creados. El Baphomet no es un Dios, es el signo de la iniciación; es también la figura jeroglífica del gran tetragrama divino. Es un recuerdo de los querubes del arco y del Santo de los santos. El Baphomet es análogo del Dios negro de Rabí Simeón. Es el guardián de la llave del templo. Es el lado oscuro de la faz divina. Por eso, en las ceremonias iniciáticas, se exigía del recipiendario que diera un beso a la faz posterior de Baphomet, o del diablo, para darle un nombre más vulgar. Ahora bien, en el simbolismo de la cabeza de dos caras la que está detrás de Dios es el diablo, y la de detrás del diablo es la figura jeroglífica de Dios. ¿Por qué el nombre de francmasones o masones libres?. ¿Libres de qué?. ¿Del temor de Dios?. Sí; sin duda, porque cuando se teme a Dios es que se le mira por detrás. El Dios formidable, es el dios negro, es el diablo. Del Libro de los esplendores (o Zohar)

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Cabala Alquimia

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BAPHOMET *

Tem o h p Abb

Binario verbum vitae morten et vitam equilibrans

Existen varias figuras de Baphomet.

A veces tiene la barba y los cuernos del macho cabrío, la faz de un hombre, el seno de una

mujer, la melena y las garras de un león, las alas de un águila. Los flancos y las pezuñas de

un toro.

Es la esfinge resucitada de Tebas, el monstruo sucesivamente cautivo y vencedor de

Edipo (Hijo de Layo y de Yocasta, reyes de Tebas, a quien el oráculo predijo que

mataría a su padre y se

casaría con su madre, lo cual, por las extraordinarias circunstancias que envolvieron

su nacimiento, llegó

a realizarse y tuvo cuatro hijos de Yocasta. N. del T.).

Es la ciencia que protesta de la idolatría por la misma monstruosidad del ídolo. Lleva entre los

cuernos la antorcha de la vida, y el alma viviente de esta antorcha es Dios.

Se había prohibido a los israelitas dar a las concepciones divinas figura humana o de animal;

así es que no osaban esculpir en el arco y en el santuario nada más que querubes, es decir,

esfinges con cuerpos de toros y cabezas de hombres, de águilas o de león. Tales figuras

mixtas no reproducían en su totalidad, ni la forma humana ni la de animal alguno.

Esos conjuntos híbridos de animales fantásticos daban a comprender que el signo no era un

ídolo ni la imagen de cosa alguna.

No se adora a Baphomet, sino a Dios, en esa imagen informe y viviente, sino la representación

de un pensamiento.

Sin semejanza alguna con los seres creados.

El Baphomet no es un Dios, es el signo de la iniciación; es también la figura jeroglífica del gran

tetragrama divino.

Es un recuerdo de los querubes del arco y del Santo de los santos. El Baphomet es análogo

del Dios negro de Rabí Simeón. Es el guardián de la llave del templo.

Es el lado oscuro de la faz divina. Por eso, en las ceremonias iniciáticas, se exigía del

recipiendario que diera un beso a la faz posterior de Baphomet, o del diablo, para darle un

nombre más vulgar. Ahora bien, en el simbolismo de la cabeza de dos caras la que está detrás

de Dios es el diablo, y la de detrás del diablo es la figura jeroglífica de Dios. ¿Por qué el

nombre de francmasones o masones libres?. ¿Libres de qué?. ¿Del temor de Dios?. Sí; sin

duda, porque cuando se teme a Dios es que se le mira por detrás. El Dios formidable, es el

dios negro, es el diablo.

Del Libro de los esplendores (o Zohar)

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Hemos aquí llegado a este terrible número quince, que, en la clavícula del Tarot, presenta por

símbolo a un monstruo, de pie sobre un altar, llevando una mura y cuerno, con seno de mujer

y las partes sexuales de un hombre; una quimera, una esfinge deforme; una síntesis de

monstruosidades, y por debajo de esta figura leemos, en inscripción completamente franca, El

Diablo.

Si nosotros abordamos aquí el fantasma de todos los espantos, el dragón de todas las

teogonías, el Arimán de los persas, el Tifón de los egipcios, el Pitón de los griegos, la antigua

Serpiente de los hebreos, la víbora, la tarasca, el mascarón, la gran bestia de la edad media,

peor todavía que todo esto: el Baphomet de los Templarios, el ídolo barbudo de los

alquimistas, el Dios obceno de Mendés, el macho cabrío del Sabbat.

Nosotros publicamos a la cabeza de este Ritual la figura exacta de este terrible emperador de

la noche, con todos sus atributos y todos sus caracteres.

Digamos ahora para edificación del vulgo, para satisfacción del señor Conde de Mirville, para

justificación de Bodin, para mayor gloria de la iglesia, que persiguió a los Templarios, quemó

a los Magos, excomulgó a los francmasones, etc., etc.; digamos —repito— audaz y

altamente, que todos los iniciados en ciencias ocultas (hablo de los iniciados superiores y

depositarios del gran arcano) han adorado, adoran todavía y adorarán siempre, a lo que está

representado por este espantoso símbolo.

Si en nuestra convicción profunda, los maestros reales de la orden de los templarios,

adoraban el Baphomet y le hacían adorar a sus iniciados, si han existido y pueden existir

todavía, asambleas presididas por esta figura, sentada sobre un trono, con su antorcha

ardiendo entre los cuernos, únicamente los adoradores de este signo no piensan como

nosotros, que esa sea la representación del diablo, sino más bien la del dios Pan, el dios de

nuestras escuelas de filosofía moderna, el dios de los teurgistas de la escuela de Alejandría y

de los místicos neoplatonianos de nuestros días, el dios de Espinosa y de Platón, el dios de las

primitivas escuelas gnósticas, el dios de Lamartine y de Victor Cousin, el mismo Cristo del

sacerdocio disidente, y esta última calificación, aplicada al macho cabrío de la magia negra,

no asombrará a aquellos que estudien las antigüedades religiosas y que han seguido en sus

diversas transformaciones las fases del simbolismo y del dogma, sea en la India, sea en el

Egipto, sea en la Judea.

El toro, el perro y el macho cabrío son los tres animales simbólicos de la magia

hermética, en la cual se resumen todas las tradiciones del Egipto y de la India. El toro

representa a la tierra o la sal de los filósofos; el perro es Hermanubis, el mercurio de los

sabios, el fluido, el aire y el agua; el macho cabrío representa el fuego y es, al propio tiempo,

el símbolo de la generación.

En Judea se consagraban dos machos cabríos, el uno puro el otro impuro. El puro, era

sacrificado en expiación de los pecados; el otros, cargado por imprecaciones de esos mismos

pecados, era enviando en libertad al desierto. ¡Cosa extraña, pero de un simbolismo

profundo! ¡La reconciliación por la abnegación y la expiación por la libertad! Pues bien;

todos los sacerdotes que se han ocupado del simbolismo judío, han reconocido en el macho

cabrío inmolado, la figura de aquel que ha tomado —dicen ellos— la propia forma del

pecado. Luego los gnósticos no estaban fuera de las tradiciones simbólicas, cuando daban al

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Cristo libertador la figura mística del macho cabrío.

Toda la Cábala y toda la Magia, se dividen, en efecto, entre el culto del macho cabrío

sacrificado y del macho cabrío emisario. Hay, pues, la magia del santuario y la del desierto, la

iglesia blanca y la iglesia negra, el sacerdocio de las asambleas públicas y el sanhedrín del

sábado. -

El macho cabrío que está representado en el frontispicio de esta obra y aquí reproducimos,

lleva sobre la frente el signo del pentagrama, con la punta hacia arriba, lo que basta para

considerarle como símbolo de luz; hace con ambas manos el signo del ocultismo y muestra en

alto la luna blanca de Chesed y en bajo la luna negra de Géburah. Este signo expresa el

perfecto acuerdo de la misericordia con la justicia. Uno de sus brazos es femenino y el otro

masculino, como en el andrógino de Khunrath, atributos que hemos debido reunir con los de

nuestro macho cabrío, puesto que es un solo símbolo. La antorcha de la inteligencia, que

resplandece entre sus cuernos, es la luz mágica del equilibrio universal; es también la figura

del alma elevada por encima de la materia, aunque teniendo la materia misma, como la

antorcha tiene la llama. La repugnante cabeza del animal manifiesta el horror al pecado, cuyo

agente material, único responsable, es el que debe llevar por siempre la pena; porque el alma

es impasible en su naturaleza, y no llega a sufrir más que cuando se materializa. El caduceo

que tienen en vez de órgano generador, representa la vida eterna; el vientre, cubierto de

escamas, es el agua; el círculo, que está encima, es la atmósfera; las plumas que vienen de

seguida, son el emblema de lo volátil; luego la humanidad está representada por los dos senos

y los brazos andróginos de esa esfinge de las ciencias ocultas.

He aquí disipadas las tinieblas del santuario infernal; he aquí la esfinge de los terrores de la

edad media, adivinada y precipitada de su trono; ¿quomodo cecidisti, Lucifer? El terrible

Baphomet no es ya, como todos los ídolos monstruosos, enigma de la ciencia antigua y de sus

sueños, sino un jeroglífico inocente y aun piadoso. ¿Cómo podría el hombre adorar a la

bestia, cuando ejerce sobre ella un soberano imperio? Digamos en honor de la humanidad,

que jamás ha adorado a los perros ya los machos cabríos, más que a los corderos y a los

pichones. El punto a jeroglíficos, ¿por qué no un macho cabrío lo mismo que un cordero? En

las piedras sagradas de los cristianos gnósticos de la secta de Basilio, se ven representaciones

del Cristo, bajo las diversas figuras de los animales de la Cábala; tan pronto es un toro, como

un león; tan pronto una serpiente con cabeza de león, como otra serpiente con cabeza de toro;

por todas partes lleva, al mismo tiempo, los atributos de la luz, como nuestro macho cabrío,

que su signo del pentagrama prohíbe tomar por una de las fabulosas figuras de Satén.

Digamos muy alto, para combatir los restos de maniqueísmo, que todavía se advierten a

diario en nuestros cristianos, que Satán,, como personalidad

- superior y como potencia, no existe. Satán, es la personificación de todos los errores, de

todas las perversidades y, por consiguiente, también de todas las debilidades. Si puede

definirse a Dios, diciendo «aquél que existe», ¿no puede definirse a su antagonista y enemigo

como «aquel que necesariamente no existe?» ... (continúa el capitulo XV)