Barbieri, T. d. (2003). Desarrollo de Las Mujeres. Caminos Abiertos Hacia La Libertad, Dignidad y...

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DESARROLLO DE LAS MUJERES 18 Caminos abiertos hacia la libertad, dignidad y justicia femenina Teresita de Barbieri* ta en acción de la política de planificación familiar en diferentes grupos sociales estuvo basada en decisiones reproductivas tomadas por otros, principalmente el personal y las autoridades de las instituciones de salud que, con sus improntas profesionales e inercias burocráticas, desplazaron las exigencias le- gales de información y la reflexión de las mujeres acerca de tales decisiones. De este modo, se redujo en sus alcances una políti- ca pública que podría haber significado un aprendizaje muy valioso en el ejercicio de la libertad y la responsabilidad en torno a la capacidad corporal femenina de generar vi- da humana, gestarla y parirla. Por el contra- rio, para importantes segmentos siguieron siendo ejercicios de autoridad y coerción en- tre desiguales, en el que nada cambió con res- pecto a las prácticas consuetudinarias. Paralelamente, en el periodo de 35 años en que se desarrolla esa política demográfica ocurrieron otros cambios en la población fe- menina mexicana y tuvieron lugar procesos en diferentes dimensiones sociales. En pri- mer lugar, se verificó un crecimiento sosteni- do de los niveles de educación de las muje- res. De menos de cuatro años de escolaridad promedio en 1970 se ha llegado a siete años en el 2000. Aunque se mantiene algo inferior a la de los varones, las niñas y adolescentes son menos desertoras que ellos, no obstante que todavía quedan rezagadas con respecto a la población masculina en el pasaje de la secundaria al preuniversitario. En segundo lugar, las tasas de participación económica de las mujeres se duplicaron en el periodo. Con ellas cambió también la composición de la fuerza de trabajo femenina según el estado civil: más casadas y con hijos tienen actividades laborales generadoras de ingre- sos y, en consecuencia, más hogares subsis- ten con el aporte económico de las mujeres. Al mantenerse el trabajo doméstico como una actividad predominantemente femeni- na, las horas totales de trabajo de las muje- res se ha incrementado de manera importan- te. En tercer lugar, en estas tres décadas y media ha aumentado la participación, tanto en movilizaciones y movimientos sociales como en partidos y organizaciones políticas, adquiriendo densidad y visibilidad. En pocas palabras, en México como en otras partes del mundo y siguiendo el ritmo de la región latinoamericana, se han abierto caminos en la búsqueda y puesta en práctica de la libertad, dignidad y justicia en muy di- versos sectores de la población femenina. Sin duda caminos no lineales, con avances par- ciales, algunos retrocesos y estancamientos. Estos procesos de cierre de distancias entre los géneros han corrido concomitantes con la ampliación de las brechas de la desigualdad en términos socioeconómicos, es decir, entre clases y estratos sociales. Mientras que las distancias interétnicas parecerían mante- nerse con pocas alteraciones. ¿En qué contex- to se han dado los avances de las mujeres? ¿Hacia dónde parecen apuntar? Que la política de población dirigida a re- ducir el ritmo del crecimiento demográfico de México ha sido un éxito, no hay lugar a dudas. Que la población femenina mexicana ha tenido cambios de magnitud considerable durante los últimos 35 años, tiempo en que se ha desarrollado la política de población, tampoco puede cuestionarse. Pero estas evi- dencias no permiten suponer relaciones cau- sales, porque no estamos frente a variables simples. Para echar bases de compresión de esa relación hay que considerar, en primer lugar, que cualquiera política orientada a la fecundidad toca un aspecto central en la con- dición de las mujeres. La capacidad corpo- ral de producir vida humana es sólo una etapa del ciclo de vida, pero en tanto hecho social es la que ha determinado la situación jurídi- ca, económica, política y cultural de las mu- jeres a lo largo de la historia. Es decir, como no sujetos o sujetos en minusvalía. En se- gundo lugar, el descenso de la fecundidad y las transformaciones en la condición de las mujeres mexicanas no son independientes de series de fenómenos acaecidos en otros ám- bitos aparentemente distantes, pero con re- percusiones en las condiciones de vida y desarrollo de segmentos de la población fe- menina. En otras palabras, en estos 35 años de historia reciente han tenido lugar proce- sos sociales que han removido campos de relaciones y de sentido muy profundos y arraigados en la sociedad mexicana, más allá del descenso de la fecundidad. La discusión podría cerrarse si la reduc- ción hubiera sido buscada y elegida por la totalidad —o casi— de las mujeres que se sometieron a tratamientos médicos y pro- cesos de control de la fecundidad. La infor- mación disponible permite pensar que ocu- rrió de ese modo en amplios sectores de la población. Pero hay indicios de que la pues- * Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM.

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DESARROLLO DE LAS MUJERES

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Caminos abiertos hacia la libertad, dignidad y justicia femenina

Teresita de Barbieri*

ta en acción de la política de planificaciónfamiliar en diferentes grupos sociales estuvobasada en decisiones reproductivas tomadaspor otros, principalmente el personal y lasautoridades de las instituciones de salud que,con sus improntas profesionales e inerciasburocráticas, desplazaron las exigencias le-gales de información y la reflexión de lasmujeres acerca de tales decisiones. De estemodo, se redujo en sus alcances una políti-ca pública que podría haber significado unaprendizaje muy valioso en el ejercicio dela libertad y la responsabilidad en torno a lacapacidad corporal femenina de generar vi-da humana, gestarla y parirla. Por el contra-rio, para importantes segmentos siguieronsiendo ejercicios de autoridad y coerción en-tre desiguales, en el que nada cambió con res-pecto a las prácticas consuetudinarias.

Paralelamente, en el periodo de 35 añosen que se desarrolla esa política demográficaocurrieron otros cambios en la población fe-menina mexicana y tuvieron lugar procesosen diferentes dimensiones sociales. En pri-mer lugar, se verificó un crecimiento sosteni-do de los niveles de educación de las muje-res. De menos de cuatro años de escolaridadpromedio en 1970 se ha llegado a siete añosen el 2000. Aunque se mantiene algo inferiora la de los varones, las niñas y adolescentesson menos desertoras que ellos, no obstanteque todavía quedan rezagadas con respectoa la población masculina en el pasaje de lasecundaria al preuniversitario. En segundolugar, las tasas de participación económicade las mujeres se duplicaron en el periodo.Con ellas cambió también la composiciónde la fuerza de trabajo femenina según elestado civil: más casadas y con hijos tienenactividades laborales generadoras de ingre-sos y, en consecuencia, más hogares subsis-ten con el aporte económico de las mujeres.Al mantenerse el trabajo doméstico comouna actividad predominantemente femeni-

na, las horas totales de trabajo de las muje-res se ha incrementado de manera importan-te. En tercer lugar, en estas tres décadas ymedia ha aumentado la participación, tantoen movilizaciones y movimientos socialescomo en partidos y organizaciones políticas,adquiriendo densidad y visibilidad.

En pocas palabras, en México como enotras partes del mundo y siguiendo el ritmode la región latinoamericana, se han abiertocaminos en la búsqueda y puesta en prácticade la libertad, dignidad y justicia en muy di-versos sectores de la población femenina. Sinduda caminos no lineales, con avances par-ciales, algunos retrocesos y estancamientos.Estos procesos de cierre de distancias entrelos géneros han corrido concomitantes con laampliación de las brechas de la desigualdaden términos socioeconómicos, es decir, entreclases y estratos sociales. Mientras que lasdistancias interétnicas parecerían mante-nerse con pocas alteraciones. ¿En qué contex-to se han dado los avances de las mujeres?¿Hacia dónde parecen apuntar?

Que la política de población dirigida a re-ducir el ritmo del crecimiento demográficode México ha sido un éxito, no hay lugar adudas. Que la población femenina mexicanaha tenido cambios de magnitud considerabledurante los últimos 35 años, tiempo en quese ha desarrollado la política de población,tampoco puede cuestionarse. Pero estas evi-dencias no permiten suponer relaciones cau-sales, porque no estamos frente a variablessimples. Para echar bases de compresión deesa relación hay que considerar, en primerlugar, que cualquiera política orientada a lafecundidad toca un aspecto central en la con-dición de las mujeres. La capacidad corpo-ral de producir vida humana es sólo una etapadel ciclo de vida, pero en tanto hecho sociales la que ha determinado la situación jurídi-ca, económica, política y cultural de las mu-jeres a lo largo de la historia. Es decir, comono sujetos o sujetos en minusvalía. En se-gundo lugar, el descenso de la fecundidad ylas transformaciones en la condición de lasmujeres mexicanas no son independientes deseries de fenómenos acaecidos en otros ám-bitos aparentemente distantes, pero con re-percusiones en las condiciones de vida ydesarrollo de segmentos de la población fe-menina. En otras palabras, en estos 35 añosde historia reciente han tenido lugar proce-sos sociales que han removido campos derelaciones y de sentido muy profundos yarraigados en la sociedad mexicana, más alládel descenso de la fecundidad.

La discusión podría cerrarse si la reduc-ción hubiera sido buscada y elegida por latotalidad —o casi— de las mujeres que sesometieron a tratamientos médicos y pro-cesos de control de la fecundidad. La infor-mación disponible permite pensar que ocu-rrió de ese modo en amplios sectores de lapoblación. Pero hay indicios de que la pues-

* Instituto de Investigaciones Sociales, UNAM.

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importantes han tenido lugar en los centrosurbanos, no están libres de ocurrencia en elmedio rural, en los grupos campesinos e in-dígenas. Cabe recordar que 11 años atrás, apocos días del levantamiento del Ejército Za-patista de Liberación Nacional (EZLN), lasmujeres dieron a conocer su ley, un conjun-to de derechos que deberían ser reconocidosdentro y fuera de la organización, donde rei-vindicaban, entre otros, la decisión indivi-dual sobre el número de hijos y a casarsecon quién ellas desearan, en abierta crítica alos sistemas de matrimonio y conyugalidadpredominantes entre los grupos indígenas, enlos que las mujeres jóvenes son objetos deintercambio entre familias.

Todos estos movimientos de la sociedadmexicana, de mujeres y varones, de grupos,organizaciones e individuos, de institucionespúblicas y privadas, nacionales e internacio-nales han contribuido al crecimiento de im-portantes e inéditos conjuntos de la pobla-ción femenina en todo el territorio nacional.El Estado mexicano, por su parte, ha incor-porado la dimensión de género como unode los ejes constitutivos de la sociedad, asu-miendo que la desigualdad existente debe sercontrolada y superada, puesto que impide elejercicio de la libertad en condiciones de jus-ticia y dignidad para la mitad de la nación.

Las políticas de población y su aspectooperativo, los programas de planificación fa-miliar, han sido importantes en este procesomás general: han brindado a las mujeres jó-venes y adultas jóvenes el acceso a los servi-cios y las técnicas que les permiten controlarla capacidad reproductiva de sus cuerpos.Sin duda, una componente importante en elafianzamiento de la condición de personasy ciudadanas. Pero el desarrollo de las mu-jeres en estos 35 años ha ido más allá. Sec-tores importantes de la población femeninahan adquirido nuevas habilidades, se en-frentan hoy a nuevas opciones y se recono-cen como sujetos de derechos inalienables eimprescriptibles.

Dos cuestiones se plantean para el me-diano plazo. Por un lado ¿se ha llegado ya alos puntos de inflexión que hagan irrever-sibles los cambios obtenidos hasta ahora? ¿Otodavía estamos ante la posibilidad de reac-ciones termidorianas que den marcha atrás alas conquistas logradas por las mujeres, lasociedad y el Estado mexicanos? Por el otro,¿cómo se rearticulará y reorganizará la socie-dad mexicana con cada vez menos hijos e hi-jas por hogar? ¿Quién o quiénes velarán porlos contingentes crecientes de varones y mu-jeres que llegan a edades avanzadas?

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Como en el resto del mundo, aquí tam-bién las transformaciones ocurridas no debenverse desvinculadas de los avatares del mo-vimiento feminista, que acompaña las re-significaciones de las relaciones, acciones yprocesos en que participan las mujeres. Elfeminismo irrumpe en la ciudad de Méxicoen los inicios de la década de los setenta ensectores medios ilustrados, enarbolando lasbanderas de la igualdad para todas las mu-jeres y el reconocimiento de las diferenciasy especificidades de lo humano femenino.La justeza de la causa feminista fue vistacon simpatía por cada vez mayor número demujeres y, en menor medida pero también,por varones. Al tiempo que crecía su pre-sencia en los medios de comunicación, en laproducción y divulgación de nuevos conoci-mientos en la materia, las mujeres tomabanlas calles y plazas para denunciar situacio-nes aberrantes de violaciones a los derechoselementales de mujeres concretas. Sin em-bargo, en los años iniciales de este movi-miento no le fue fácil darse a entender por losgrupos y actores más directamente compro-metidos con limitar el ritmo del crecimientopoblacional, de modo que las relaciones osci-laron entre temores y rechazos mutuos.

Llegó entonces el momento en que lacooperación internacional, preocupada por lasuerte de los foros mundiales que se aveci-naban para los años noventa, incrementó lavinculación con las feministas. Obtiene asícarta de ciudadanía internacional la demandapor el reconocimiento de los derechos repro-ductivos. Ésta había surgido a fines de lossetenta en el movimiento de salud de las mu-jeres como manera de atajar los abusos re-gistrados en diversas partes del mundo en laaplicación de las políticas de control de la fe-cundidad, amparadas en las resoluciones dela Conferencia Mundial de Población de Bu-carest (1974). Durante varios años tuvo unaproyección reducida. Pero en la coyuntura defines de los ochenta, ya asumidos como ban-dera de los grupos y sectores neomalthusia-nos, los derechos sexuales y reproductivosse incorporaron a la agenda internacional, talcomo aparecen en el Plan de Acción de laConferencia de Población de las NacionesUnidas realizada en 1994 en El Cairo.

Al mismo tiempo, en el ámbito interna-cional se recogieron debates y demandas delos muy diversos grupos y organizacionesde mujeres. De la perspectiva de “la inte-gración de la mujer al desarrollo” de la pri-mera Conferencia Internacional de la Mujerconvocada por las Naciones Unidas (Méxi-co, 1975), se pasó a la conformación de la

“agenda de género”, adoptada en la IV Con-ferencia Internacional de la Mujer (Pekín,1995), procesada en sus reuniones regiona-les preparatorias. En el Plan de acción res-pectivo se incluyen sugerencias a los go-biernos en términos sustantivos —reformaslegislativas, políticas públicas, programas degobierno— e instrumentales: mecanismosinstitucionales para la igualdad, organismosgubernamentales, comisiones y espacios le-gislativos.

Siguiendo estos lineamientos construi-dos a lo largo de varias décadas en distintosforos internacionales y en las reuniones delas Naciones Unidas y sus organismos es-pecializados, el Estado mexicano, la socie-dad civil y la política fueron ensayando mo-dalidades en el camino de la igualdad y laequidad entre mujeres y varones. Las organi-zaciones civiles en todo el país han profun-dizado en los servicios de distintas índolespara las mujeres (educación y capacitación,apoyo a centros de trabajo y microempresas,servicios de salud, jurídicos y de organiza-ción a trabajadoras urbanas y rurales, a mu-jeres violadas y en situación de violencia do-méstica, a habitantes de colonias populares, aindígenas y campesinas, centros de informa-ción y noticias, denuncia de los feminicidios,etc.). Incluso organizaciones tan marcada-mente masculinas como los partidos políti-cos y los sindicatos, se han flexibilizado eincorporado mujeres en los cargos directi-vos y de representación, y las han propuestocomo candidatas al desempeño de funcioneslegislativas y de gobierno. En particular, unamodificación a la ley electoral aprobada enel año 2003 obliga a los institutos políticosa presentar 30% de candidaturas femeninasen las listas para las curules y senadurías fe-derales. Esto ha significado que la Cámarade Diputados pasara de 17% de diputadas,en los años 1997 a 2003, a 28% en la actu-al legislatura (2003-2006). Otro elemento aconsiderar es que si bien los cambios más