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44 45 ANTROPOLOGÍA POLÍTICA Y RELACIONES INTERÉTN!CAS pOSluva O negativamente legalizadas por la normatividad mítica, es lo que la antropología suele llamar "tabúes"; aunque quizá falta un mejor término para designar la existencia de sistemas normativos perentoriamente encarnados en el individuo, hasta el punto de no poder pensarse en una conducta alternativa a la prescrita por la nOlma. En lo que respecta al ámbito residencial, por lo general la noción territorial es bastante laxa y no se refiere al espacio como posesión, sino como lugar de apropiación de recursos vivido, de acuerdo con la transhumancia estacional. ESTADOS Y SOCIEDADES NATIVAS Un aspecto compartido por todas estas configuraciones indígenas actuales es que se trata de sociedades sin Estado, si bien siempre articuladas con alguno que pretende incluirlas de ntro del ámbito político, económico e ideológico de su hegemonía. No creo posible, ni necesalio, ver en ellas, como lo hiciera P. Clastres (1978), socieda- des sin Estado que por esa misma condición serían sociedades "con- tra el Estado ", ya que las confrontación se origina en las prácticas coercitivas estatales y no necesariamen te en las lógicas indígenas. Deseo en este sentido destacar que Clastres realizó una universaliza- ción arbitraria de "lo primitivo", tan injusta como el término que utiliza para designar a los pueblos nativos. Sin embargo resulta valio- sa su crítica a la extrapolación de la noción occidental de "poder", a culturas donde las organizaciones sociales pueden definirse en fun- ción de otros principios que reg11lan las relaciones entre las personas. No fue el prematuramente desaparecido antropólogo francés el pri- mero en advertir la ausencia o relatividad del poder en las sociedades tribales, pero fue uno de los primeros en intentar conceptualizar la existencia de poderes coercitivos y poderes no coercitivos (1978:21), que recuerdan a la solidaridad orgánica y mecánica de Durkheim, respectivaluente. Quizá parte de la riqueza de su argumentación se encuentra en concebir a la ausencia de Estado no como una carencia, sino como una presencia, algo que obliga a definir a un sistema po- lítico en sí mismo y no por la falta de otro. Así, Clastres señalaba que un elemento que identificaría en conjunto a estas sociedades sin Estado es que el poder no está separado de la sociedad (1981:112). \NTROPOLOGÍA POLÍTICA Y RELACIONES INTERÉTNICAS Es dec ir, que la sociedad no delega el poder de cada uno de sus in- divi duos, que en conjunto constituyen el poder colectivo, en un líder q ue tendrá la capacidad o la potencialidad de manejar ese poder a su antojo. El jefe está al servicio de la sociedad y no ésta del jefe. No es otra cosa a la que se refieren en la actualidad los rebeldes mayas que integran el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional en México, cua ndo señalan la necesidad de "mandar obedeciendo", es decir, cum pliendo el mandato que le otorga la asamblea comunal. Más adelante volveré a tratar la articulación de estas configuraciones organizativas con los estados que las incluyen. Quisiera por el mo- me nto señalar que los Estados-nación de América Latina, subordina- dos a las poco generosas reglas de juego de la globalización contem- po nea, son a la vez dominados por los poderes internacionales y do minadores de las culturas diferenciadas que contienen. Es esta una constatación que pretende dar cuenta de la existencia de una lógica po lítica derivada de la misma naturaleza de los estados y su vincula- ción con el sistema mundial, que detennina su acción respecto a las minorías étnicas. Y por "naturaleza" entiendo a la lógica constitutiva de las formaciones políticas regionales, que se configuraron como estados uninacionales sobre los ámbitos multiétnicos respecto a los cuales ejercen su hegemonía. Es por ello que la antropología política contemporánea no puede prescindir en sus análisis de temas antes p oco frecuentados, tales como el Estado, la nación o el nacionalismo; si n los cuales las etnias aparecerían como unidades culturales auto- contenidas y ubicadas en un vacío político, económico y social. Por O Lra parte, la globalización económica incrementa la constante pre- sencia mercantil de las poderosas empresas transnacionales, que in- fluyen no sólo en las áreas indígenas sino en el mismo funcionamien- Lo de los estados que las contienen. De esta manera, las lógicas económicas mundiales se hacen presentes, directa o indirectamente, hasta en los más recónditos lugar es del planeta, generalmente perci- bidos sólo como una vasta fuente potencial de recursos. Así, el estudio de los "ot.ros" no puede hacerse al margen de su relación con el "nosotros ", representado por los miembros de las colectividades estatales. No se deben olvidar en este aspecto los apor- tes tanto de antropólogos como de historiadores o politólogos tales co mo C. de Oliveira (1976) , B. Akzin (1983), E. Gellner (1988, 1997, 1998), E. Hobsbawm (1991), M. Abélés (1990), R. Stavenhagen (1996, 2001), T. Eriksen (1993) o A. Smith (1997, 2001) , quienes

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Bartolomé, Miguel Alberto2006 Procesos interculturales: antropología política del pluralismo cultural. México D.F.: Siglo XXI.

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  • 44 45 ANTROPOLOGA POLTICA Y RELACIONES INTERTN!CAS

    pOSluva O negativamente legalizadas por la normatividad mtica, es lo que la antropologa suele llamar "tabes"; aunque quiz falta un mejor trmino para designar la existencia de sistemas normativos perentoriamente encarnados en el individuo, hasta el punto de no poder pensarse en una conducta alternativa a la prescrita por la nOlma. En lo que respecta al mbito residencial , por lo general la nocin territorial es bastante laxa y no se refiere al espacio como posesin, sino como lugar de apropiacin de recursos vivido, de acuerdo con la transhumancia estacional.

    ESTADOS Y SOCIEDADES NATIVAS

    Un aspecto compartido por todas estas configuraciones indgenas actuales es que se trata de sociedades sin Estado, si bien siempre articuladas con alguno que pretende incluirlas dentro del mbito poltico, econmico e ideolgico de su hegemona. No creo posible, ni necesalio, ver en ellas, como lo hiciera P. Clastres (1978), sociedades sin Estado que por esa misma condicin seran sociedades "contra el Estado", ya que las confrontacin se origina en las prcticas coercitivas estatales y no necesariamen te en las lgicas indgenas. Deseo en este sentido destacar que Clastres realiz una universalizacin arbitraria de "lo primitivo", tan injusta como el trmino que utiliza para designar a los pueblos nativos. Sin embargo resulta valiosa su crtica a la extrapolacin de la nocin occidental de "poder", a culturas donde las organizaciones sociales pueden definirse en funcin de otros principios que reg11lan las relaciones entre las personas. No fue el prematuramente desaparecido antroplogo francs el primero en advertir la ausencia o relatividad del poder en las sociedades tribales , pero fue uno de los primeros en intentar conceptualizar la existencia de poderes coercitivos y poderes no coercitivos (1978:21), que recuerdan a la solidaridad orgnica y mecnica de Durkheim, respectivaluente. Quiz parte de la riqueza de su argumentacin se encuentra en concebir a la ausencia de Estado no como una carencia, sino como una presencia, algo que obliga a definir a un sistema poltico en s mismo y no por la falta de otro. As, Clastres sealaba que un elemento que identificara en conjunto a estas sociedades sin Estado es que el poder no est separado de la sociedad (1981:112).

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    Es decir, que la sociedad no delega el poder de cada uno de sus individuos, que en conjunto constituyen el poder colectivo, en un lder q ue tendr la capacidad o la potencialidad de manejar ese poder a su antojo. El jefe est al servicio de la sociedad y no sta del jefe. No es otra cosa a la que se refieren en la actualidad los rebeldes mayas que integran el Ejercito Zapatista de Liberacin Nacional en Mxico, cuando sealan la necesidad de "mandar obedeciendo", es decir, cumpliendo el mandato que le otorga la asamblea comunal.

    Ms adelante volver a tratar la articulacin de estas configuraciones organizativas con los estados que las incluyen. Quisiera por el momento sealar que los Estados-nacin de Amrica Latina, subordinados a las poco generosas reglas de juego de la globalizacin contempornea, son a la vez dominados por los poderes internacionales y dominadores de las culturas diferenciadas que contienen. Es esta una constatacin que pretende dar cuenta de la existencia de una lgica poltica derivada de la misma naturaleza de los estados y su vinculacin con el sistema mundial, que detennina su accin respecto a las minoras tnicas. Y por "naturaleza" entiendo a la lgica constitutiva de las formaciones polticas regionales, que se configuraron como estados uninacionales sobre los mbitos multitnicos respecto a los cuales ejercen su hegemona. Es por ello que la antropologa poltica contempornea no puede prescindir en sus anlisis de temas antes poco frecuentados, tales como el Estado, la nacin o el nacionalismo; si n los cuales las etnias apareceran como unidades culturales autocontenidas y ubicadas en un vaco poltico, econmico y social. Por OLra parte, la globalizacin econmica incrementa la constante presencia mercantil de las poderosas empresas transnacionales, que influyen no slo en las reas indgenas sino en el mismo funcionamienLo de los estados que las contienen. De esta manera, las lgicas econmicas mundiales se hacen presentes, directa o indirectamente, hasta en los ms recnditos lugares del planeta, generalmente percibidos slo como una vasta fuente potencial de recursos.

    As, el estudio de los "ot.ros" no puede hacerse al margen de su relacin con el "nosotros", representado por los miembros de las colectividades estatales. No se deben olvidar en este aspecto los aportes tanto de antroplogos como de historiadores o politlogos tales como C. de Oliveira (1976) , B. Akzin (1983), E. Gellner (1988, 1997, 1998), E. Hobsbawm (1991), M. Abls (1990 ), R. Stavenhagen (1996, 2001), T. Eriksen (1993) o A. Smith (1997, 2001) , quienes

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    enfatizan el marco histrico y cullural de la construccin de estados y naciones, aunque no todos con igual atenc in a la insercin ele los grupos tnicos en estos marcos polticos, econmicos e ideolgicos. Incluso, tanto los gntpoS tnicos como los estados, se encuentran ahora inmersos en el seno de un sistema mundial, cuyas reglas los estados locales contribuyen muy poco a crear, pero que afectan a todos por igual. Aunque en la actualidad sus poderes hayan disminuido, los estados continan siendo los transmisores fundamentales del sistema mundial que los incluye. Los procesos globales y su repercusin sobre los locales, las polticas macroeconmicas, la geopoltica, la bsqueda de nuevos recursos estratgicos, los codiciados acuferos y el petrleo, el narcotrfico, los programas energticos, las grandes obras de infraestructllra y muchos otros procesos conexos, son ahora datos relevantes para una antropologa que pretenda comprender la dinmica externa que opera sobre las sociedades nativas y que es, en gran medida, responsable de sus aspectos contemporneos. Los que asumen la globalizacin como un proceso totalmente indito, deben recordar que siempre lo global ha influido de alguna manera sobre lo local, aunque no siempre los antroplogos estbamos dispuestos a reconocerlo o entenderlo. La profundizacin etnogrfica en los mbitos locales requiere entonces de una apertura a los contextos mayores que operan sobre los espacios comunitarios que suele habitar el antroplogo. He aqu algunos de los indudables desafos para una anu'opologa poltica coherente con su tiempo.

    LA VISIBILIDAD TNICA

    Desde mediados de los aos 70 la literatura no slo amropolgica, sino tambin la perteneciente a otras disciplinas sociales, ha advertido y destacado, en algunos casos con cierto desconcierto , la inusitada emergencia de las identidades tnicas en el mundo contemporneo. Sorprende incluso que ese "descubrimiento" de las lealtades tnicas se realizara en las al1lropologas norteamericana y britnica a travs del estudio de las poblaciones inmigrantes que no se asimilaban a las sociedades receptoras (A. Cohen, 1974; N. Glazer y D. Moyniham, 1975). Sin embargo, haca ya mucho tiempo que las antropologas latinoamelicanas y europeas haban dedicado numerosas pginas al

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    terna (v. gr. R. Cardoso de Oliveira, 1964, 1976; D. Ribeiro, 1970; G. Balandier, 1951) pero, como suele suceder, slo cuando la cuestin tnica fue reconocida por la antropologa de los Estados Unidos, pas a ser universalmente aceptada como un tema relevante por sus seguidores perifricos. Esa dimensin de las identidades sociales, que se ~upona condenada a desaparecer con el desarrollo de la modernidad, resurga precisamente con la forma extrema de modernidad que ahora llamamos globalizacin8 Deca que este proceso sorprendi a numerosas disciplinas, aunque muchos antroplogos nos habamos fatigado de sealar su significado e importancia para los pueblos y culturas junto a las cuales trabajamos (v. gr., Barbados, 1972). De hecho, cada disciplina se aboc a su "nuevo" objeto de estudio, sin considerar necesario recurrir a la experiencia antropolgica.9 La sociologa, la ciencia poltica, la psicologa social, la economa, la histoIia, la socio lingstica y hasta la literatura "descubrieron" que las diferencias culturales e identitarias no dependan slo de los modos de produccin, de la marginalidad, del "pensamiento prelgico", de la "resistencia al cambio", de la patologa o del arcasmo. Por otra parte, la misma antropologa no supo hacer escuchar con clalidad su propia voz, sumergida en debates internos que cuestionan sus mbitos y categoras de anlisis, de los que no estuvieron ausentes el economicismo de los aos setenta y las ruidosas, pero evanescentes, propuestas pos modernas difundidas a fines de los aos 80, as como por las constantes referencia a una "crisis" de la antropologa, que en realidad responde a una redefinicin de la misma en la academia

    8 Es ste un tnnino controvenido ya que su carcte r polismco lo hace susceptible de ser utilizado para designar distintos tipos de procesos. Para algunos autores alude a la modalidad contempornea de la acumulacin capitalista. Otros la consideran tamo una consecuencia del "empequeecimiento" del mundo mediado por las comunicaciones y los viajes, como la conciencia generalizada de ese empequeecimiento. Para todos, con seguridad alude a un reconocimiento de la interdependencia planetaria. Lo que aqu me importa destacar es el incremento de las relaciones enu-e lo local y lo global, que hace que un tlmino no pueda ser entendido sin e l OtfO.

    DR. Rosaldo (2000) comenta con algun a irona la multitud de cartaS de protesta recibidas por la publicacin Ilnthmpology News!.etteren los aos 80, por parte de antroplogos que se sentan excluidos de los debates sobre multiculturalismo. A la comuIlidad profesional le costaba, y le cuesta, asumi r que el actual debate sobre el tema central de nuestro oficio, la cultura, no nos tenga como protagonistas privilegiados. Tal vez si hubiramos logrado ofrecer algn tipo de propuesta colectiva medianamente unificada, nuestra presencia hubiera sido ms reconocida, aunque nunca es demasiado tarde.

  • 48 49 ANTROPOLOGA POLTICA Y RELACIONES INTERTNICAS norteamericana, pero que nos es presentada como una "crisis mundial". En un mundo transitado por conflictos tnicos y culturales la antropologa, vctima de sus propias contradicciones, pareci ser desplazada por su cuestionada especificidad disciplinalia y su ambiguo afn de incorporar masivamente toda la literatura de moda, especialmente si sta es producida por los centros rectores metropolitanos. IO Pero ese desplazamiento debe ser revertido, si deseamos que la reflexill y la accin sobre la cuestin tnica se orienten hacia propuestas que no cosifiquen o descalifiquen, por desconocerlos, a sus protagonistas.

    Si quisiramos explicar la actual "emergencia" de las identidades tnicas deberemos recurrir bsicamente a varias explicaciones causales, todas las cuales se relacionan directa o indirectamente con la llamada globalizacin. En primer lugar la globalizacin comunicativa ha hecho que procesos locales, antes casi ignorados, se conozcan simultneamente en todo el m).lI1do; lo "diferente" (para cada grupo), los distintos rostros tnicos de la humanidad, se introducen en las mltiples vidas co tidianas con una carga de desconcierto inicial que requiere de una comprensin o de una explicacin posible. En segundo lugar, la misma globali zacin comun icativa, aunada a los crecientes flujos migratorios hacia los pases metropolitanos, han hecho que se incrementen los contactos y las relaciones intertnicas, determinando una mayor visualizacin de las antes desconocidas fronteras entre grupos humanos, e incrementando el contraste en tre colectividades culturales o adscriptivas, ya que las ideologas tnicas requieren precisamente de la confrontacin con otras para desarrollarse como tales. A e llo hay que ai'adi r el fltuo inverso protagonizado por los millones de turistas dispuestos a consumir un poco de exotismo en sus vacaciones. En tercer lugar, tendramos el carc ter excluyente de la globalizacin de los flujos econmicos, que hace insostenible la propuesta de un mundo compartido, e! que en reali

    lO Es reconocible en los CJltimos decenios que e l discurso a favor de abol ir las fronteras de la antropologa se ha traducido f.'arcialmente en un proceso de devaluacin de la disciplina. Las a pologas de la interdisciplina y e l consumo de las sofisticadas aponaciones de la filosofa, los estud ios culturales y otras ciencias sociales, han indu cido a muchos miembros de la com unidad antropolgica a abandonar ac rti camente la tradicin profesional , minusvalorando lo que st

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    da como resultante de la presencia de las etnias y no como expresin de las contradicciones presentes en las sociedades, que son las que problematizan las relaciones inter tnicas. Esta visin distorsionada expresa el sentir de grandes sectores de las poblaciones de los estados y de sus sociedades polticas, que se inscriben dentro de una reaccin mundial, que se considera a s misma "progresista", contra el auge de los nacionalismos, que en el pasado y en el presente han sido utilizados por los estados para justificar el fundamentalismo y la intolerancia ante la diferencia. Pero la afirmacin identitaria de una etnia y el nacionalismo promovido por los estados no son fenmenos idnticos e intercambiables. El nacionalismo estatal ha servido histricamente como instrumento de homogeneizacin cultural y de dominacin, pero la afirmacin identitaria tnica no es sino la expresin del derecho a la existencia de una colectividad social.

    CONFIGURACIONES ETNOLINGSTICAS y GRUP OS TNICOS

    Pero, qu es un grupo tnico y qu se puede decir al respec to que ya no se haya dicho antes? Las e timologas no ayudan demasiado a dar cuenta del uso actual de un concepto, pero entre los griegos "clsicos" el trmino ethnos se utilizaba para designar tanto a los pueblos considerados brbaros como a las mismas comunidades griegas que no estaban organizadas de acuerdo con el modelo de la ciudad estado. Mucho despus, el trmino latino ethnicus sirvi para diferenciar a los cristianos de los "paganos". Es decir que histricamente ha servido para designar a aquellos "otros" cuya "naturaleza poltica", su forma de organizacin social, parece distante a la de un "nosotros". Se puede entonces convenir en que etnia es una ca tegora clasificatoria exgena utilizada para designar a un variado tipo de agrupacio

    grupo y que hablan la misma lengua. La campa l; a de exterminio fue organizada por sectores polticos que corran el ri esgo de ve rse d esplazados, separados por proflrndas diferencias de clase, y que inst rumen taron un discurso tnico que no se correspond a co n divisiones tnicas reales, tal como lo advi niera de manera temprana A. eohen (1982:323) . Sin embargo la prensa difundi los hechos hablando de la mayor "l impieza tnica" africana. La o bra de Mahmood Mamdani , Whm lJidn, l;n:mne kili" ,. (2001 ) representa un clarificador (y es tremeredor) testimonio de cmo las fili ac iones polticas se manejaro n como identi fi caciones tnicas constru idas por los mismos protagonistas del conflicto.

    ANTROPOLOGA POLTICA Y REUCIONES INTERTNICAS

    nes lingsticas o culturales, o ambas. Etnia no es un trmino que ningn grupo humano utilice para designarse a s mismo (salvo por influencias externas), sino que es adjudicado a aquellas colectividades humanas diferenciadas por la lengua, la cultura o la organizacin poltica a los miembros de un Estado. Por lo general, se trata de configuraciones lingsticas y culturales cuya lgica poltica no se relaciona con el desarrollo de estados unitarios y en cuyos sistemas organizativos juega un papel relevante el parentesco u otras fonnas asociativas tales como las corporaciones o las j efaturas. Pero d eca que ms que por sus caractersticas internas, en las que se registra una extraordinaria diversidad, son sociedades que han pretendido ser definidas desde afuera de ellas mismas. El trmino ha sido histricamente utilizado por parte de los habitantes de los estados para lesignar a las sociedades sin estados "modernos", es decir similares a los estados-nacin contemporneos: esto es para nombrar a esos "otros" a quienes se perciben como carentes de una filiacin poltica unitaria. Como ya lo sealara una etnia puede entonces ser entendida, en este nivel, como una sociedad sin Estado. En Amrica Latina dichas so edades pueden formar parte de un mismo Estado, pero son alternas o "exteriores" al mismo y se perciben y son percibidas como diferentes al resto de la poblacin. En este caso, suelen ser los descendientes de los grupos anteriores a la invasin europea, quienes con ms frecuencia son caractelizados en trminos tnicos. En algunos casos se diferencian en lo lingstico, en otros en lo cultural, o por sus aspectos organizativos y eventualmente por el fenotipo fsico .12 En su acejJcin contempornea "etnia" es entonces una categora clasificatoria generada por las sociedades estatales para designar a las que no lo son. Ello no quiere decir que una etnia no pueda haber desarrollado su propio aparato estatal anterior a la invasin europea o, eventualmente, que lo pueda asumir como una opcin o proyecto de futuro . Pero en es te ltimo caso y si desarrollara una fOlmacin estatal similar a las actua-

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  • 52 53 ANTROPOLOGA POLTIC."" y RELACIONES INTERTNIC."\S les, podra pasar a ser considerada como un "Estado-nacin" en los trminos emanados de la revolucin francesa, ya que una nacin no es sino una colectividad tnica construida histricamente por un Estado, figlia del tuo fligio dira Dante Alighieri, a travs de la accin unificadora de sus aparatos polticos e ideolgicos. Retomar este tema ms adelante

    La necesidad de entender y conceptualizar a estas colectividades humanas que no se definen por la posesin de un aparato poltico unitalio, ha llevado a la antropologa a desarrollar una multitud de estrategias analticas. El concepto bsico inicialmente involucrado fue el de tribu, a partir de la vieja hiptesis de L. Margan (1877) quiell las identificaba tanto como momentos de la evolucin social unilineal, que representaban el estado de "barbarie", como sociedades contempornea basadas en el parentesco y la idea de una ascendencia comn. Margan las consideraba sociedades sumamente organizadas pero que no haban alcanzado a desarrollar un Estado, entendido como sinnimo de "civilizacin" y que se desvinculara del parentesco. Hasta la segunda mitad del siglo xx se sigui esta visin inicial, aunque ya menos vinculada a la evolucin, que se podra resumir al definir a una tribu como una sociedad que posea una cultura singular, hablaba el mismo idioma, tena una nocin de ascendencia comn y controlaba un territorio. Fue M. Sahlins (1968) quien realiz uno de los mayores esfuerzos de sntesis al respecto, retomando el criterio de calificar a las tribus como sociedades segmentarias, es decir, compuestas por varias unidades asociativas parentales y funcionalmente equivalentes, cuya gran diversidad provena de las variables adaptaciones ecolgicas de la tecnologa neoltica compartida y cuya economa se organizaba con base en el modo de produccin domstico. Su propuesta destacaba que la diferencia entre tribus y civilizaciones se basaba precisamente en el desarrollo del Estado. 13 Al considerar a las tribus como una etapa arcaica de la evolucin sociocultural, el corolario lgico es que las actuales sociedades tribales constituiran supervivencias de formas de vida anteriores al Estado-nacin, mismo que representara entonces el

    1:< Para la propuesta evolucionista de M. Sablins, al igual que para Service (1964) las tribus constituyen una eLapa de organizacin social que media elllre las bandas y JasjefaLUras. As seiiala que "todos estos (niveles) estn por debajo del nivel general de Estado o civilizacin y, jWl ljiulIlrlllU'I/IIf (cursivas mas), son refe,-idos como "prilllitivos" (1994, original de 1968) .

    \NTROPOLOGA POLTICA Y RELACIONES INTERTNICAS

    momento apical del proceso evolutivo, y que por lo tanto sera su trmino de referencia. Se U-ata de una propuesta acadmica, sin emhargo refleja la inferiorizacin cultural adjudicada a lo tribal, h is t ricamente compartida por el pensamiento etnocntrico o,

    m~jor dicho, "estadocn trico". Si bien el modelo de Sahlins ha sido acusado de no reparar en el

    carcter jerrquico, incluso clasista, que podra tener la relacin entre los segmentos primarios y de no ser suficiente para dar cuenta de la extraordinaria diversidad de lo "tribal" (M. Godelier, 1974), la identificacin de la lgica asociativa segmentaria siglle siendo, desde mi punto de vista, un dato bsico para la comprensin de las sociedades sin Estado y sin jefaturas unificadoras. Tal como lo formulara Evans-Pritchard en su clsica obra sobre los nuer de 1940, las sociedades segmentarias se caracterizan tambin por su relatividad estructural, es decir que la relacin entre los segmentos puede ser tanto de solidaridad como de confrontacin, por lo que las agrupaciones segmentarias cobran existencia fsica e ideolgica a partir de las relaciones que se establecen entre ellas. Durante mucho tiempo se pre tendi considerar a las etnias como unidades cul turales distin tivas tratando de objetivarlas en tanto entidades concretas. 14 En otros casos se trat de poner nfasis en los criterios lingsticos, aunque se ha demostrado que el parentesco lingstico no genera necesariamente una identificacin compartida. La bsqueda por definir y localizar lo tnico le ha valido a la antropologa ser acusada de "inventar" etnias, es decir, construir o proponer unidades sociales o culturales artificialmente delimitadas que se comportaran C01110 categoras para el anlisis antropolgico (Ph. Poutignat y J. StreffFenart, 1995).

    Es importante insistir en el hecho de que los miembros de las colectividades estatales tienden a "etnizar", es decir a percibir en trm inos tnicos, a las colectividades humanas que consideran di fe

    11 La bsqueda de objetivacin llev a A. Taylor a proponer, con cierta irona, que "la vi sin sustantivista lransfomla a cada etnia en una unidad discreta dotada de una lengua, una cultura, una psicologa especfica - y de un especialista para describirla" (1 991:243). En este sentido el desarrollo de los estudios de comunidad entre las sociedades indgenas de Am.ica Latina puede ser tambin entendido como una forma de evi tar la difcil conceptualizacin de lo tnico, al ofrecer a cada investigador un mbito social acotado para el desarrollo de su investigacin, desde el cual se poda teorizar sobre las relaciones sociales sin considerar la dimensin tnica.

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    rentes a las construidas por las hegemonas estatales. El cientfico social hind T. K. Oommen (1997), parte de la base de que tocio proceso de etnizacin supone una disociacin entre cultura y territorio, lo que puede parecer poco pertinente para Amrica Latina donde los pueblos colonizados suelen mantener la misma o similar insercin territolial que en las pocas prehispnicas, sin embargo se refiere a la disociacin que en Mxico se suele resumir con la frase "extranjeros en su propia tierra". Oommen registra tres tipos de etnizacin : la de colectividades reducidas a minoras tnicas por procesos de invasiones extranjeras, la representada por los grupos de migrantes y las colectividades que consideran que sus races son lejanas, como en el caso de los afroamericanos. A su vez, T. Eliksen (1993:13) destacaba que este proceso de etnizacin inclua tambin a las minoras integradas por personas que migran a las grandes urbes; a los pueblos indgenas incluidos dentro de un Estado-nacin diferenciado; a las que considera como proto-naciones, es decir a naciones sin Estado tales como los kurdos, los tamiles, los palestinos y otros protagonistas de movimientos etnonacionales; y, finalmente, a los grupos que integran sociedades plurales, que se con-esponderan con Estados creados por el colonialismo sobre poblaciones internamente diversificadas. Si quisiramos generalizar, veramos que stas definiciones se corresponden ideolgicamente, y a grandes rasgos, con la oposicin entre "tradicin" y "modernidad", entre estados-nacin y los llamados "pueblos primitivos"; aunque esta oposicin refiera en realidad a una notable asimetra en las posiciones de poder de los sectores involucrados. En todo el mundo, y ms all de las disquisiciones tericas sobre la terminologa, lo "moderno" es sinnimo de lo "occidental" y lo "tradicional" identificado con lo culturalmente diferenciado de esa tradicin. En lneas generales, no es arbitrario sealar que lo tnico ha sido y es percibido como una fOlma premoderna de organizacin social, donde los moderno se equipara con la ms reciente tradicin occidental. Se podra entonces proponer que la ernizacin, el adjudicarle un carcter tnico a un grupo humano, es un producto del proceso de occidentalizacin planetaria, liderado por estados especficos, que se ha manifestado histricamente como colonialismo, imperialismo o globalizacin.

    Pero lo anterior no quiere decir que esas unidades no existan, sino que su clasificacin dentro de \lll mismo criterio taxonmico responde a una lgica proveniente de los Estados-nacin occidentales, que

    ANTROPOLOGA POLTICA Y RELACIONES INTERTNICAS

    tratan de nominar a lo que no se parece a ese modelo referencial. Qui t el intento ms conocido por definir a las etnias en trminos cul turales fue el de R Narrol (1964), quien propuso a la etnia como port.adora de una cultura singular y por lo tanto diferente de las (lIJturas vecinas, que comparte un mismo territorio, que utiliza lenguas comprensibles entre s y que constituye un grupo de relacin. Cuando la determinacin de rasgos culturales demostr ser ineficiente, ya que pretenda definir lo distintivo con base en elementos materiales y simblicos provisorios que cambiaban con el tiempo, se intent recurrir a criterios subjetivos tales como la nocin de pertenencia o la identidad compartida, recuperando implcitamente la vieja definicin de Max Weber (1979). Este autor haba sealado en 1922 que los gTUpOS tnicos seran agrupaciones humanas que poseen una creencia subjetiva en un origen comn, fundada en la apariencia o en las costumbres, o en el recuerdo de migraciones o colonizaciones; lo que sustentara su proceso de comunalizacin, independientemente de que exista o no una comunidad de sangre. Para Weber el grupo tnico no constituida una comunidad en s mismo, sino un estado o momento que facilitara el proceso de comunazacin. Incluso l mismo haba destacado que la experiencia poltica compartida poda fundar una ideologa de comunidad racial. En el desarrollo metropolitano de estas perspectivas subjetivas no se tuvo en cuenta (era de esperarse) lo que la antropologa latilloamericana haba aportado sobre el tema, como en el caso del mexicano A. Caso, quien en 1948 sealaba que "indio es aquel que se siente pertenecer a una comunidad indgena" (1 949), o del brasileo D. Ribeiro quien en el decenio de los 60 haba conceprualizado a las etnias como "categoras de relacin entre grupos humanos, compuestas ms de representaciones recprocas y de lealtades morales que de especificidades culturales o raciales" (1970:446). En este contexto, donde se comenzaba a valorar la subjetividad y la afectividad, aunque sin llegar a formular una elaborada teorizacin sobre el tema, cobr especial relevancia la propuesta de F. Barth (1969), la que signific una verdadera transformacin terica en la comprensin de los grupos tnicos, al considerarlos como categoras de autoadscripcin y de adscripcin por otros, basadas en plincipios organizacionales que delimitan fronteras interactivas. Sin embargo, estos importantes criterios de Barth, requieren de una validacin cuidadosa en el mbito latinoamelicano para no generar una homogeneizacin artificial de un panorama social y cultural

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    extraordinariamente diverso , riesgo en el qlle se puede incurrir COIl la utilizacin acrtica de los crite rios organizacionales. Fundamentar esta observacin.

    Como ya lo expusiera, las configuraciones sociales nativas de Amrica Latina se basaban y se basan en diferentes lgicas organizativas. Las sociedades pertenecientes a las tradiciones civilizatorias mesoarnericanas y andinas, estaban compuestas por una multitud de comunidades hablantes de distintas lenguas pero que posean similares patrones culturales, aunque podan formar parte de diferentes unidades polticas. Eran las unidades constitutivas de fonnaciones estatales que ya han desaparecido, por lo cual no podemos seguir considerndolas como sociedades estatales; sin embargo, la antropologa ha e ludido intentar calificarlas en la actualidad, destacando slo su pasado estatal y su presente de comunidades campesinas con diferentes filiaciones lingiisticas y culturales. Muchas de ellas han llegado hasta nuestros das como integrantes de grandes grupos etnolingsticos, tales como el maya, el mixteco, el nahuallo el quechua, es decir, agTupaciones compuestas por lenguas emparentadas, variantes y normas regionales de las mismas, pero que pueden llegar a ser ininte ligibles entre s. Es dudoso que en la poca prehispnica estas comunidades desarrollaran una identificacin compartida yel registro e tnogTfico contemporneo exhibe que muchas no la tienen Q. Murra, 2002; M. Bartolom, 2005), aunque esto no excluye su potencial construccin o recuperacin. De esta manera, cada ayUu andino o cada altepetl mesoamericano,I', cada pueblo o comunidad, ofrece a sus miembros los mismos datos adscriptivos que una etnia organizacional (M. Bartolom, 1992) . La identificacin con el grupo etnolingiiitico se manifies ta como una identidad potencial, posible de ser invocada o actualizada en contextos especficos,

    le, Estas agrupaciones de base ideolgica y parental, fueron y son las unidades polticas cons titutivas de estas grandes civili zaciones, cuyas formaciones esta tales recunieron a sus lgicas o rganiza tivas e ideolgicas, fundadas e n la rec iprocidad y e l inte rcambio, pa ra el desarrollo de sus sistemas polticos. Los ayllu son agrupaciones de parentesco endgamos, palrilin eales y sin totemismo, aunque tambin es lllil zado como concepto refere ncial para designa l' a un conjunto de lin ajes asoc iados, a las milades exgamas o a todo el grupo lnico inclusivo. A su vez e l tllt"fieLl es una nocin mesoamericana que coruuga las palabras lierm y "KilO, Yque designa el espacio residencial como u n m bito ge rm inal del cual habran brotado los linajes fu ndado res de la colecti,idad as designada. En la actualidad, e l mismo t rmino, pero expresado en dis lin tas lengu as , sirve para nomi nar a la comun idad de residencia, emendi ndo lo entonces como "pueblo".

    ANTROPOLOGA POLTICA Y RELt>.CIONES INTERTNICAS

    pero cuya capacidad convocatoria suele ser menor que la pe rtenencia comuni taria. Se u-atara de lo que podemos calificar como sociedades polisegmentmias acfalas, es decir, compuestas por segmentos polticos primarios autnomos, representados por las comunidades campesinas, que a pesar de poder compartir la misma lengua y similar cultura, cada UJla de ellas es independiente de las otras a nivel econmico, ritual y poltico, aunque pueden estar vinculadas a travs de rituales regionales compartidos e incluso a nivel de alianzas parentales, si bien suele predominar la tendencia a la endogamia comunal (M. Bartolom, 1997; A. Barabas y M. Bartolom, 1999).

    Diferente es la situacin de las sociedades cuyo patrn de subsistencia se basaba en la caza y la recoleccin, frecuentemente organizadas como bandas nmadas (ahora generalmente sedentarizadas) sujetas a constantes procesos de fisin y fusin. Desde el norte de Mxico hasta la Patagonia, an quedan tradiciones basadas en la apropiacin directa del medio, las que a pesar de carecer histlicamente de aparatos polticos integrativos estables, registran nociones de identificacin colectiva muy superiores a las de sus paisanos agTicullores sedentarios. Se puede proponer que el tamao reducido de estas sociedades, as como la importancia de las relaciones parentales, son capaces de proporcionar datos para una identificacin compartida. En estos casos se puede hablar con propiedad de la etnia organizacional ayoreo, de la guayak-, de la nivalkl de Paraguay, o de la sen de Mxico, puesto que se comportan como comunidades tnicas, tanto a nivel organizativo como identitario, capaces eventualmente de moviliLa.rse de manera conjunta para la prosecucin de objetivos pblicos. ESlO no excluye la recurrente evidencia de una alta conflictividad inlema, puesto que tendemos a peleamos con nuestros parientes , ya que con ellos es que tenemos una relacin ms cercana y, por lo tanto, ms proclive al desarrollo de tensiones y confrontaciones.

    En el caso de las sociedades agrcolas igualitarias de las tierras bajas sudamericanas, tales como las pertenecientes a las familias lingsticas ge, arawak, caribe, pano o tup-guaran, las configuraciones lnicas son variables y responden a dife rentes principios operantes. Entre los guaranes, por ejemplo, la identificacin como miembro de una parcialidad proviene del teko'a (aldea) de residencia y est basada en la asuncin de una variante lingstica acompaada por una compleja tica cosmolgica (M. Bartolom, 2004a). As, en el caso de las parcialidades de Paraguay, no se puede en sentido estricto hablar

  • 59 S8 ANTROPOLOGA POLTICA Y RELACIONES INTERTNIC.
  • 60 61 ANTROPOLOGA POLTICA Y RELACIONES INTERTNIC.>\S

    Sabemos algo de lo qlle es una etnia pero todava falta bastante para averiguar todo lo que puede llegar a ser. Aunque quiz ste sea un falso dilema provocado por un punto de panida epistemolgico basado en perspectivas ambiguas que se orientan a partir de premisas inadecuadas. As, por ejemplo, M. GodeJier sugera que el concepto de tribu aluda a una representacin social estructurada con base en la "forma general" que exhiben las relaciones sociales en un gran nmero de sociedades, y propona que para aspirar a entenderlas en su especificidad deberamos profundizar en los conceptos conexos de "bandas" y "estados" (1974: 219-223). Es decir, que es un trmino que no puede ser entendido sin relacionarlo con los otros trminos vinculantes. Vemos as que las etnias son comunidades culturales, eventualmente lingsticas, histricas o territoriales, cuya existencia fctica ha desafiado tradicionalmente a las perspectivas reduccionistas que pretendan definirlas en trminos exclusivos, ya sean raciales, lingl:lsticos, econmicos o culturales. Sus distintos sistemas organizativos y culturales son histricamente generados y por lo tanto contingentes y mutables. Por ello no es recomendable proponer una definicin poltica nica de lo tnico, puesto que sus lgicas asociativas y procesos de insercin en contextos multitnicos han sido y son histlicamente variables. Precisamente la multietnicidad es lo que da vida a lo tnico, puesto que lo manifiesta corno una categora id entitalia diferenciada y confrontada con otras categoras posibles.

    El cientfico poltico Anthony Smith (1995: 132), ha sealado que las etnias se caracterizan por una idea de origen comn, un sentido de su distintividad respecto a otros grupos y una percepcin de lugar, esto es de territorio propio. Es decir que se tratara de comunidades histricas y culturales, cuyos aspectos centrales estaran represen tados por la existencia de una denominacin colectiva, mitos o relatos de orgenes compartidos, una etnohistoria de su tradicin, una o ms caractersticas culturales que determinan su singularidad respecto a otros grupos, la asociacin con un territorio histlico considerado propio y un cieno sen tido de solidaridad en tre sus miem bros. 17 Sin

    17 La excepc in que confirmara la regla estara representada po r el caso del pueblo gitano. En julio de 2000 se reuniero n en Praga represemantes de l Pueblo Rom (gitanos) de toda Europa, y demandaron su presencia en el parlamento europeo. hacie ndo la salvedad de que ellos, para existir en cuamo tales, no requeran ni de te rritorio ni de Estado : por lo COntral;O, se negaban a la sede ntari zac i n forzosa y a la posibilidad de constituir un apa rato pollico que los incluye ra a todos.

    ANTROPOLOGA POLTICA Y RELACIONES lNTERTNlCAS

    embargo, como hemos visto, ninguna enumeracin de rasgos discretos parece suficiente para caracterizarla, incluso el registro etnogrfico contemporneo destaca que la posesin de una lengua propia no resulta un requisito imprescindible para mantener o desarrollar una identificacin tnica. 18 Podramos entonces concluir proponiendo una conceptualizacin instrumental muy general, vlida para los fines de este ensayo, destacando que una etnia organizacional es bsicamente una colectividad no estatal adsc-riptiva y por lo tanto identita-ria, basada en sistemas ideolgicos y culturales que pueden cambiar con el tiempo y eventualmente ser sustentados por una lengua compartida. Debo aclarar que no estoy proponiendo una definicin en el sentido estricto del t rmino, sino una aproximacin concepLUal que pretende dar cuenta de un dato de la realidad etnogrfica a partir de sus caractersticas constitutivas consideradas ms relevantes para comprenderlo dentro de la estructura argumental de la reflexin antropolgica.

    Quiz las etnias no sean sino Pueblos potenciales, cuyas caractersticas de sociedades sin Estado no baste para definirlas en cuanto talf's, sino que cada una de ellas debe de tratar de ser entendida con base en su especificidad y no en sus aparentes similitudes; es decir, no por la comn ausencia del Estado sino precisamente por sus diferencias. Cabe sealar que Pueblo es un trmino tan vlido o ambiguo como cualquier otro, ya que no existe un consenso respecto a sus caractersticas distintivas. Su mayor ven taja corno concepto instrumental radica en ser ms aceptado por los movimientos etnopolticos al considerarlo ms "digno" y menos cosificante que el de etnia, ya que es percibido como ms convincente y socialmente ms "clido" que el abstracto concepto de etnia. Sin embargo, la nocin de Pueblo parece requerir de la presencia de una identificacin colectiva entre los que hablan la misma lenglla y practican la misma cultura, cosa que no ocurre en los grandes grupos etnolingsticos. Al ig-ual que etnia la nocin de Pueblo engloba a distintos tipos de colectividades sociales que pueden asumirse como tales en distintos momentos de su proceso histrico. Sean cazadores, agricultores, pastores o miembros de sociedades tecnolgicamente complejas, las etnias o los Pueblos,

    18 ste sera el caso de los coya de Argentina, de los yanacona de Colombia, de los tux y quidr de Brasil, de los ngigua y chon tales de Mxico y de una multitud de grupos que han pe rdido la lengua pe ro mantienen su identificacin tnica basndola en distintos tipos de referentes cultu rales tales como el ten;torio, la historia , el parentesco, e tc tera .

  • 62 ANTROPOLOGA POLTICA Y RELACIONES INTERTNICAs

    constituyen sistemas de relaciones humanas cu1turalmente orienta. dos, que tienden a reproducirse como colectividades diferenciadas de otras percibidas como de naturaleza diferente a la propia.

    2. LOS LABERINTOS DE L

  • 64 65 LOS LABERINTOS DE LA lDENTIl).'\D

    las identidades en accin, es decir cuando la identidad tnica se manifiesta como etnicidad, como una adscripcin totalizadora que orien ta las conductas sociales y polticas y que puede llevar a confrontaciones radicales. Cabe entonces distinguir desde un primer momento a la identidad tnica corno representacin social colectiva, de la etnicidad entendida como identidad en accin, como asuncin poltica de la identidad.

    Quiz una distincin inicial relevante dentro de las perspectivas contemporneas referidas a las identidades tnicas y la etnicidad, radica en dos grandes propuestas. Por un lado estn aquellos que las consideran como un fenmeno histrico ligado a la modernidad o a la globalizacin, es decir, consecuencia de un planeta sometido a una acelerada dinmica de cambios, que provoca la emergencia contestataria de culturas alternas. Por otro lado, estaran aquellos que la perciben como un fenmeno "natural", como un dato emprico de la realidad , cuyos orgenes no son tan significativos como sus manifestaciones actuales. Como suele suceder, en realidad ambas perspectivas no son excluyentes. La expansiva globalizacin occidental genera confrontaciones tnicas y pennite una rpida visualizacin de sus manifestaciones, pero dudo mucho que en los conflictos entre incas y mapuches del siglo xv estuvieran ausentes la dimensin tnica de ambas sociedades; que fuera casual que los nahuas imperiales llamaran popolocas (brbaros) a quienes no hablaban su lengua, o que los expansivos guaranes chiriguanos que sometan a los chan (grupo arawak) para la misma poca, no afirmaran su superioridad tnica y cultural, tal como lo registros histricos y etnogrficos. Ya he sel1alado que los grupos tnicos son las unidades bsicas del desarrollo histrico de las colectividades humanas; un aspecto de sus representaciones sociales en cuanto grupos diferenciados se plasma precisamente en las ideologas tnicas. Las identidades y las etnicidades que las expresan son preexistentes a la modernidad y a la globalizacin capitalista contemporneas, pero la actual dinmica comunicativa favorece su visualizacin de tal manera que pareciera constituir un novedoso fenmeno contemporneo. Un enfoque que intenta conjugar lo histrico con lo situacional y al que se le adjudica la ambigua condicin de neomarxista, es el propllesto por J. yJ. Comaroff (1992:50), quienes comparan a la etnicidad con el totemismo, en la medida en que constituira bsicamente un sistema clasificatorio (op. cit.:53) y la ven corno resultante de fuerzas histricas, por lo

    LO::' LABERINTOS DE LA IDENTIDAD

    cual sera tantO estructural corno cultural, si bien se originara "por la incorporacin asimu"ica de grupos esu"ucturalrnente diferenciados en el marco de un mismo sistema econmico" (op. cit.:54). De simi lar manera, T. Eriksen (1996) concluye su anlisis del concepto, proponiendo que la etnicidad puede ser vista tanto como un fenmeno universal como un constructo cultural de la modernidad.

    Veamos ahora algunas precisiones sobre el tema. De manera quiz un tanto esquemtica se puede proponer que las recientes aproximacione. tericas a las identidades tnicas, se han dividido entre las propueslas primordialistas, las constructivistas, las instrurnentalistas y las generativas o interaccionistas. Cabe aclarar que, como suele suceder, muchos de los autores que siguen estas perspectivas no aceptaran se r calificados linealmente de tales, por lo que se hace difcil citar nombres, pese a lo cual intentar sealar algunos exponentes clave . Las primO"rdialistas enfatizan la intensidad de los lazos sociales grupales vividos corno aspectos fundamentales en la constitucin de la persona. El prirnordialismo no debe ser confundido con el substancialismo, propio de los discursos nacionalistas, que asumen la existencia de "esencias nacionales", o en este caso tnicas, ya que no se tral.a de un retorno al idealismo hegeliano, sino de una constatacin emprica del poder afectivo de la socializacin primaria mediada por la cultura. De esta perspectiva no estn ausentes aquellos que han eI1lendido a la identidad tnica como una extensin o metfora de las relaciones de parentesco, en la medida en que un grupo tnico tiende a asumir una ascendencia comn y propone o cree compartir lazos de sangre, tal corno de manera temprana lo destacara M. Weber (1979 [1922), seguido por muchos autores ms recientes (v. gT. Ch. Keyes, 1982:6). Se suele reconocer que E. Shils (1957) fue el primero en sugerir la nocin de primordialismo, para fundamentar su propuesta de la importancia de los grupos primarios en la configuracin de las sociedades complejas: grupos que hacen a los seres humanos orientar su conducta a partir de los fuertes vnculos de solidaridad que generan. Sin embargo, es frecuente atribuir a C. Geenz la sistematizacin de esta perspectiva en su anlisis de la constitucin de los nuevos Estados, proceso en el que se confrontaban los gnl pOS tnicos con la construccin estatal; es decir, un nuevo orden vil que era percibido como una amenaza para las identidades tnicas histlica y culturalmente determinadas. En un ensayo, en el que recupera a Shils, Geertz destac que los "pueblos sienten que su

  • 66 67 LOS LABERlNTOS DE LA IDENTIDAD

    modo de ser est ntimamente ligado a la sangre, a la raza, a la lengua, a la religin o a la tradicin" (1987:221), calificndolos C01l10 "sentimientos plimordiales". Se trata entonces de un nfasis puesto en los aspectos culturales de la construccin de los individuos, que se sien_ ten vinculadas entre s por lazos vividos como "naturales" e irrempla_ zables. Este autor fue criticado por no dar cuenta del papel del contexto econmico y poltico en el cual las identidades se manifiestan, ni de advertir que los lazos primordiales no son sllficientes para evitar los conflictos intratnicos (J. Poutignat y J Streiff-Fernan, 1995:91) , aunque estos autores no reparan en el hecho de que la conflictividad no es contradictoria con la pertenencia comn. Por ello, en otro ensayo Geertz (1993) afiml que l haba pretendido sealar cmo las ideas de comunidad de sangre, de habla, de costumbres, de historia, de fenotipo , etc., se perciban desde el punto de vista de los actores sociales involucrados; y que sus crticos formaban parte de aquellos que no aceptaban que la conducta humana Plldiera tener otra motivacin que la preferencia individual, el clculo racional y el utilitarismo. Sin embargo, Geertz no hizo sino exponer en otras palabras lo que M. Weber haba destacado en 1922, cuando hablaba de los componentes ideolgicos de las membresas tnicas que podan dar fundamento a la accin comunitaria (1979:315-327). Quiz la mayor crtica al primordialismo es que no enfatiza lo suficiente el contexto relacional en el que las identidades se manifiestan, la competencia entre grupos, las presiones del Estado que endurecen o hacen permeables las fronteras tnicas y, en sntesis , el papel fundamental de la interaccin material y simblica con los "otros" eu la construccin de un "nosotros".

    Por otro lado, tendramos a las constTUctivistas, es decir, aquellas que hacen hincapi en el carcter construido de las identidades ue los grupos tnicos, en cuya constitucin se evidencian tanto componentes histricos, lingllsticos o culturales como imaginarios. A. Epstein (1978) sera uno de los iniciadores de esta propuesta orientada ms hacia las dimensiones identitarias de la etnicidad que a sus COUsecuencias polticas, a la vez que la considera como un fenmeno ligado a la modernidad en un mundo de rpidos cambios. Se trata, en realidad, de una variacin del nfasis, ya que ms que preocuparse de la organizacin o movilizacin de la identidad, se orienta a entender su construccin social en la lnea de anlisis que propusieran inicialmente P. Berger y T. Luckmann (1973) . Constituye uU

    LOS (ftllERlNTOS DE U\ IDENTIDAD

    enfoque particularmente til para el estudio de los procesos de etnognesis, tanto histricos corno contemporneos, seguido por muchos in tluyentes autores tales como E. Roosens (1989). Esta perspectiva se suele alimentar de las formulaciones tericas referidas a las naciones, tales como la "invencin de la tradicin" de E. Hobsbawm v T. Ranger (1983) o las "comunidades imaginadas" de B. Anderson '( 1993). Pero los constructivistas a ultranza tienden a ignorar el hecho de que etnias y naciones no son unidades equivalentes, aunque constituyan comunidades etnoculturales que puedan ser similares por poseer identidades exclusivas. La mayor diferencia radica en que la nacin es una colectividad de identificacin construida por un Estado y sus aparatos hegemnicos, en tanto que las etnias carecen, por lo general , de las posibilidades de una intercomunicacin generalizada que favorezca compartir tradiciones inventadas, o imaginar una existencia comunitaria que en realidad se da cara a cara, aunque puedan afimlar una imaginaria ancestralidad compartida.

    Los seguidores del constructivismo intentan destacar el carcter procesal del desarrollo de las ideologas tnicas, que tienden a asumir refereIlles emblemticos, tanto materiales como simblicos, para legitimarse ante los grupos con los cuales se confrontan, por lo que se tratalia de identidades que pueden llegar a ser independientes de la realidali y que en ocasiones responden ms al mito o a la fantasa (H. Vermeulen y C. Govers, 1997) . Sin embargo, este anlisis no repara en que lo imaginario es parte constitutiva de toda sociedad y que lo "no existente", desde una ptica positivista, puede llegar a determinar las orientaciones sociales con ms fuerza que muchos datos fcticos. No creo que ningn antroplogo contemporneo que haya estudiado la religin de una cultura alterna, se permita hablar de "dioses inexistentes" o de "falsas creencias", viendo cmo influyen en las conductas, aunque l pueda declararse agnstico o ateo. De hecho, al minusvalorar el papel no voluntario y comunitario de las representaciones colectivas en la configuracin a las identidades tnicas, los autores que abusan del "constructivismo" pueden llegar a desenvolverse dentro de una gran ambigedad conceptual que no refl eja la realidad; ya que, de acuerdo con sus perspectivas, la etnicidad se podra construir para cualquier propsito y, al parecer, de n1anera independiente del sustento que le otorguen sus especficos referentes culturales. Al enfatizar los enfoques contextuales y sincrnicos, olvidan la historicidad de los protagonismos tnicos y sus

  • 68 69

    cambiantes patlimonios culturales, limitndose a caracterizarlos C01no procesos de COrto alcance, g11iados por intereses incidentales, cU)t. legitimidad o "racionalidad" puede incluso llegar a ser cuestionada.

    Otra perspectiva terica ligada al constnlctivismo sera la instTllmeta. talisla, tendencia en cierto modo predominante a partir de las propues. tas de N. Glazer y D. Moyniham (1975) Yde A. Cohen (1974). Para loa instrurnen talistas, la identjdad tnica es bsicamente un recurso Para la movilizacin poltica, dentro de la cual es manipulada para obtener determinados fines. As, Glazer y Moyniham fueron de los primeros en sealar que un grupo tnico funciona precisamente corno un grupo de inters. Un autor clave del instrumentalismo es A. Cohen, quien define taxativamente al grupo tnico como una colectividad con intereses en comn y que manipulan sus formas culturales (parentescos, mitos, litos, etc.) para competir o defender dichos intereses (1982:308). Se tratara bsicamente de grupos en interaccin con otros y que no fomlan parte de un sistema poltico comzn, pem que se distinguen por el hecho de ser culturalmente diferenciados y manejar sus propios sistemas simblicos (Op.cil.:318). Los estudios monogrficos de Collen demostraron que las identidades tnicas pueden manipularse, pero no dicen mucho sobre el hecho de que son previas y posteriores a Sil manipulacin. En realidad, tal como lo apunta T. Eriiksen (1996), Cohen recurre a una perspectiva estructural-funcionalista denu'o de la cual la etnicidad aparece como un fenmeno histlico contingente y no como un dato en s misma. Sin embargo, algunos enconu'aron en el instrurnentalismo una explicacin posible para los comportamientos tnicos en mbitos migratorios urbanos y lo consideraron generaliza

    ble a todos los Contextos. As, por ejemplo, para A. Pizzorno (1983),

    la identidad colectiva es una condicin a la que se recurre para evaluar

    los Costos y beneficios de la accin social, y que, en tanto orientacin

    hacia un "mercado" poltico, supone la competencia entre gTUpoS con

    distintas posiciones de poder. l Est.a perspectiva, que se basa en la teora

    parsoniana de la accin social, es ms aplicable al desarrollos de grupos

    , Muchos son los ejemplos etnogrficos de la poca credibilidad de eSla perspectiva reduccionisla, pero quisiera citar uno proveniente de la u'adicin europea )' que refiere a los inmigrantes vascos en distintos pases y que arriba a la siguiente conclusin "Los resultados de los datos demuestran que los vascos no escogf'n mantener su 'etnicidad' por beneficios econmicos, ni estn haciendo demandas polticas para un reconocimiento o trato especial en ningl1l1a de las cOlllunidades en donde estn congregados en distintos pases. El mantenimiento de la identidad

    , oERlNTOS DE LA IDENTIDAD L.OS 1.tU>

    de inters que a las colectividades tnicas, aunque stas tambin puedan competir por recursos.

    Los aIlteriores no son los nicos autores que confunden los grupos Ulieos con gmpos de in ters. Tal es el caso de M. Hech ter (1996), !lien vincula la etnicidad a la teora de la eleccin racional (clculo

    de costoS y beneficios) de manera un tanto mecnica, destacando que la accin social colectiva slo se produce cuando los individuos esperan obtener un beneficio de sus conductas dentro del sistema eorporado, atribuyendo a la eleccin racional la capacidad de ser la nica capaz de explicar cambios en los comportamientos colectivos. La perspec tiva instrumentalista es llevada a nivel exponencial por el ulitaJismo individualista de M. Banton (1983), el que sostiene que los gmpos tnicos no seran sino asociaciones de individuos construidas para competir por bienes en disputa, en una situacin de mercado en la cual las personas pretenden obtener ventajas de acuerdo con una evaluacin de los costos y los beneficios. As como la lgica constiwtiva de los Estados-nacin ha sido utilizada como argumento de defill icin por oposicin para conceptualizar a los gmpos micos, la proyeccin etnocntrica del utilitarismo pretende que la lgica individualista del capitalismo occidental acceda al rango de una lgica unive rsal. Estas propuestas, originadas en los estudios de la competencia entre grupos tnicos en mbitos urbanos, tienden a minusvalorar las distintas axiologias contrapuestas y sus sistemas de valores involucrados, as como la presencia de diferentes lgicas culturales que no pueden ser exclusivamente reducidas a la lgica de la ganancia. Las minoras tnicas portadoras de religiones perseguidas, la reproduccin de tradiciones tnicas sancionadas por los estados, la disposicin de individuos o grupos a morir por sus valores culturales, contr adicen la lgica de la ganancia. Incluso, en su expresin extrema, el instrumentalismo se utiliza con frecuencia para descalificar la presencia de actores tnicos en los escenarios polticos, traduciendo sus demandas, y su misma existencia, a la disputa por intereSes coyunturales.

    Finalmente, dentro de un listado necesariamente breve e incompleto, ya que no es posible dar cuenta de la gran cantidad de matices diferenciales existentes en autores que son aqu esquemticamente

    tn ica (' 11 las comunidades vascas de la dispora sigue argumelHos sociolgicos y psicolgicos de pertenencia a un grupo" (G. Tototicagena, 2003:39).

  • 70 LOS lABERINTOS DE LA IDENTIDA\)

    tratados, tendramos el enfoque generativo~ o interaccionista acuado por Fredrik Barth (1969) y ampliamente difundido por su carcter dinmico e interactivo. Barth disocia al grupo tnico de la tradicional relacin con una cultura especfica; lo propone como una forma de organizacin orientada a regular la interaccin social a travs de la presencia de fronteras a la interaccin, a la vez que genera categoras de autoadscripcin y de adscripcin por otros. Se trata entonces de un tipo organizacional, cuyos referentes culturales son altamente variables, por lo que las identificaciones tnicas resultantes no se vinculan necesariamente con un patrimonio cultural exclusivo. La categora "frontera" aparece as como un rasgo fundamental de lo wico, ya que la misma existencia del grupo depende de la persistencia de sus lmites. Las identidades que se construyen en estos grupos son identidades relacionales, ya que necesitan de otras para contrastarse. En el ltimo decenio, la propuesta de Barth ha sido criticada desde distintas perspectivas, incluyendo el marxismo, que destaca la ausencia de referencias a las contradicciones econmicas en el interior o con el extellor de las etnias organizacionales. 'Iambin se podra sealar su escasa atencin a los sistemas simblicos involucrados en las relaciones inter tnicas, en especial a aquellos que aluden a las situaciones del poder. Incluso se ha sealado que presta demasiada atencin a la pe rspectiva del actor rac ional derivado de la teora de la accin social de Parsons, que supone una cierta libertad en las elecciones posibles, aunque puedan tomar en cuenta voluutades, objetivos y necesidades del conjunto de actores (D. Villar, 2004). Por otra parte, Barth otorga escasa relevancia al Estado dentro del cual habitan los grupos tnicos, aunque estos no pueden ser Colllprendidos sin re lacin con el mbito polti co dentro del cual se inscriben; incluso as lo reconoce el mismo autor en una obra muy posterior (1994: 19). En este sentido,]. Pujadas (1990: 13) ha propuesto que en los sistemas intertnicos el Estado es tanto una unidad de anlisis como el contexto dentro del que se da la interaccin. Sin embargo, los mayores cuestionamientos provienen de su minusvaloracin de los aspectos culturales, ya que si nos atenemos estllctameule

    ~ Si bien la obra de Barth ha sido frecuentemente concepluali zada como illlf" raccion ista, el mismo aUlor en su famoso texto introd uctorio destaca que "lOdos los ensayos aplican un punto de vista ge-II PwtirlO al anlisis [ ... ) nos proponemos explorar los diferentes procesos que al parecer participan en la generacin)' conservacin de los grupos tnicos" (1976:11 ).

    LOS J_-\UERlNTOS DE LA IDENTIDAD 7 1

    a lo organizacional cualquier grupo corporado I?odra ser considerado en tnninos tnicos (M. Bartolom, 1997). Este es el ya mencionado caso de las comunidades aldeanas mesoamericanas y andinas, puesto que cada una de ellas es capaz de proporcionar a sus miembros da LOS organizacionales similares a los que caracterizaran a un crrupo tnico. Incluso E. Roosens (1989) apun ta que la nocin de frontera, puntO focal en el anlisis de Barth, supone que este tipo de lmites a la interaccin puede generar identidades, pero no necesariamente identidades tnicas.

    El li esgo entonces consiste en no poder distinguir las identidades tnicas de otro tipo de identidades sociales, como en el caso de las identificaciones comunitarias o la de grupos minoritarios. Es por ello que 1I. Verneulen y C. Groves (1994:3) sugieren que la etnicidad remite precisamen te a la conciencia de la cultura tnica, siendo a la vez una expresin y una parte de esa misma cultura. Creo entonces necesario disti nguir enue identidad y conciencia tnicas. Ya en otras oportunidades (M. Bartolom y A Barabas, 1977; M. Bartolom, 1979; M. Bartolom, 1997) he propuesto la validez instrumental del concepto de cOltriencia tnica,:; entendindolo como la manifestacin ideolgica del conjunto de las representaciones colectivas derivadas del sistema de relaciones interiores de un grupo tn;o, las que se encuentran mediadas por la cultura compartida. Se trata de otorgarle un papel especfico en las configuraciones identitarias tanto a los referentes culturales derivados de la socializacin como a las relaciones contrastivas, las que en conjunto influyen en el tipo de definicin del "nosotros tnico". Lo organizacional no puede entonces desvincularse de lo cultural que le otorga una significacin especfica, aunque ese patrimonio sea histricamente cambiante y se encuentre desigualmente repartido entre los miembros del grupo, como nos lo recuerda el ensayo ms reciente sobre el tema del mismo F. Barth (1994:14). Mis anteriores observaciones coinciden Con la propuesta de G. Gimnez (2000:52) quien observa que la iden

    . s Para los fin es de este ensayo recurro a una nocin de "conc iencia" distin ta de ~IIS usos psicolgicos o de los filosficos propios del idealismo. Prefiero su sentido Vulgar", en tanto que refiere al conocimien to que la persona tiene de sus percepnones, estados, sentimientos, ideas, voluntades, capacidades, etctera. En todo caso , Puedo gu ,. I I l . k d . ~. . lZ n VIrICU ar a con a perspectiva anuana que Isungue entre una con-

    ti~~ncl a d isc,ursiva, representada por el "yo" que reflexiona, y una conciencia intuid a que sena la expe rien cia emprica imeriorizada; ambas constituiran el conjunto e la Conciencia como lotalidad.

  • 72 73 LOS lABERINTOS DE U\ IDENTIDA{)

    tidad se construye "mediante la apropiacin e interiorizacin, al menos parcial, del complejo simblico-cultural que funge como emblema de la colectividad en cuestin". G. Gimnez propone una definicin global de la identidad tnica en trminos de

    el COI~untO de repertorios culturales interiorizados (representaciones, valores, smbolos) a travs de los cuales los acto res sociales (individuales o colectivos) demarcan simblicamente sus fronteras y se distinguen de los dems acto res en una situacin determinada, todo ello en contextos histricalllen_ te especficos y socialmente estructurados (2000:28).

    Quiz a esta definicin , un tanto restrictiva como todas, podramos incorporar el hecho que los repertorios culturales interiorizados como habitus (P. Bourdieu,1990), es decir, estructuras estructuradas predispuestas a actuar como estructuras estructuran tes, no slo sirven para distinguir un nosotros de los otros, silla que tambin sirven para organizar la vida del nosotros, ya que se es el papel central de todo sistema cultural: la cultura sirve para hacer, aunque tambin se use para ser.

    Sin embargo, lo organizacional no pierde su valor heurstico y contrastivo en la delimitacin de las fronteras micas corno espacios de jdentificacin y de conductas compartidas. Por otra parte, conviene enfatizar el hecho de que las fronteras tnicas pueden ser eventualmente tan porosas como las fronteras estatales, lo que posibilita una circulacin de rasgos culturales materiales y simblicos entre los subsistemas de un sistema intertnico. En estos casos, las diferencias de poder condicionarn la direccionalidad de dicha circulacin y 110 es ninguna novedad destacar que el mayor poder econmico y poltico est siempre acompaado por un mayor poder simblico. De todas maneras, las identidades delimitadas por las fronteras interactivas no son necesariamente excluyentes, ya que el continuo dilogo entre ellas, por asimtrico que sea, detemlina una cierta posibilidad de negociacin. Es as que T. Eriksen (1993;157-158) llega a proponer, hacieJldo una analoga ciberntica, que las identidades no son de naturaleza digital, en el sentido de que todos podemos ser slo miembros o de x o de A; como resultado de la influencia de la ideologa del nacioJlalismo, de acuerdo con la cual no podemos ser y no ser simultneamente ciudadanos de un Estado. Por ello es preferible pensar a la identidad tnica en tm1inos analgicos, que refieran a los distintos niveles de

    LOS l.ABERINTOS DE LA IDENTIDAD

    similitud y diferencia o de inclusin o exclusin que puedan ser identificables en las interacciones, aunque dicha flexibilidad no suponga necesariamente que una identidad pueda fundirse en la otra. Los procesos de absorcin o de integracin cultural e identitaria requieren siempre de ese tipo de coercin material y simblica que ha sido designado como etnocidio; es decir, un crimen en el que la vctima se identifica con su verdugo y trata de fusionarse con l.

    No trato de ser ecunime ni eclctico, pero el lector advertir que, en dis tintos niveles, estas cuatro perspectivas, sucintamente esbozadas, no se excluyen necesariamente sino que incluso pueden llegar a ser complementarias. Sin rechazarlos, se puede partir de la base de que los sentimientos primordiales existen, ya que la socializacin comuni taria involucra al conjunto de la personalidad, en tanto que las asociaciones -sean voluntarias o no- ataen a slo algunos aspectos del individuo o del grupo. Pero dichos sentimientos son dinmicos e histricos, as, por ejemplo, "lo maya" de ahora no es idntico a "lo maya" del preclsico. Lo "maya", como toda identidad tnica, se construye, en cada momento histrico. A esto podemos aadir que a la definicin contextual de lo maya, vivida por los sujetos sociales como un dato natural y afectivo, subyace la historia de la relacin entre los mayas y los no-mayas, que influye en la "aprehensin del self en situacin", pero que tambin remite a una tradicin cultural milenaria cuyas manifestaciones actuales otorgan contenido a la identificacin social, aunque no remitan necesariamente al pasado de la culLUra (M. Bartolom, 1988). Por otra parte, se puede coincidir en que todas las identidades se construyen a lo largo de un proceso social de identificacin, pero ello no significa que existan identidades oliginales o esenciales, o verdaderas y falsas, que tienden a ser reemplazadas por otras ms o menos legtimas o espurias, sino que cada u lla de las manifestaciones identitalias corresponden a un especf:ico momento histrico y su mayor o menor legitimidad no puede ser objeto de un anlisis valorativo por parte del investigador, ya que es vivida como una totalidad por sus protagonistas. Finalmente, estoy de acuerdo en que toda identidad (incluyendo el gnero o la edad) puede ser movilizada a nivel instrumental para obtener algn recurso en disputa: la identidad en accin, la etnicidad, supone siempre una orientacin a fines, incluso la prosecucin de dichos fines pueden modificar las caractersticas del grupo en cuestin, a travs de faccionalismos o alianzas. Pero no creo que un comportamiento

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    LOS LABERINTOS DE LA lDENTID.\!)

    mapuches y chilenos se establece entre lgicas diferenciadas, qut requieren un esfuerzo adicional de los protagonistas para lograr ulla comunicacin entre distintos campos semnticos no slo lingsticos sino tambin culturales.

    Tratando de contribuir positivamente al debate sobre elmulticuJ. turalismo, el distinguido economista hind Arnartya Sen (2001) ha propuesto la posibilidad de desarrollar una identidad plural, ya qUe podemos identificarnos con distintos grupos a la vez a partir de nuestra capacidad de eleccin y teniendo en cuenta que las culturas no constituyen conjuntos monolticos sino mbitos internamente diversos que ofrecen diferentes alternativas, como lo exhibe, por ~jemplo. la posibilidad de asumir propuestas conservadoras, innovadoras o transformadoras de nuestra misma realidad cultural. Sin embargo las fronteras tnicas y las diferencias de poder hacen que las elecciones identitarias no sean tan libres. En Amrica Latina millones de indgenas han renunciado a su cultura intentando superar el estigma asociado y acceder a la identidad nacional que les ofrecen los estados, pero muchos de ellos no han logrado su "redencin", puesto que el racismo sigue estableciendo los lmites de la movilidad Ulica. Por otra parte , asumir ambas identidades se considera contradictorio puesto que las identidades tnicas y las nacionales son percibidos como excluyentes, si bien ya he sealado que miles de indgenas pueden maIlE;jarlas de manera conjunta. A. Sen enfatiza que todos tenemos mltiples identidades sociales, aunque tiende a confundirlas con los roles, estatus o adhesiones a grupos especficos, tales como padre, hijo, profesional, soldado, vegetariano, msico, etc. En realidad, se tratara de lo que ya Epstein haba conceptualizado ColuO identidad terminal, entendindola como la que in tegra todos los estatus, roles e identificaciones del individuo (1978: 100-1 01). La identidad tnica es un tipo especfico de identidad social, que no excluye otras identificaciones, pero que supone la necesidad de comprenderla en todas las dimensiones que le otorgan su singularidad y la distinguen de otras identidades posibles, sin olvidar que no es esencial sino que depende de los contextos interactivos; es decir, por medio de la confrontacin con otras identidades. El gnero puede no ser una identidad totalizadora en la vida cotidiana, ya que coexiste coll otras identidades sociales, pero haciendo el amor se vuelve una ideutidad contextualmente definitiva. Algo similar ocurre con la identidad U1ica, la que en la confrontacin con otras expresa la lealtad de sus

    OS LABERIN"TOS DE LA IDENTIDAD l. lieJ1lbros y su capacidad para modelar las conductas, manifestndose ~OJ1l0 una etnicidad, es decir como la identidad mica en accin.

    En ocasiones, las llamadas "identidades" son en realidad condiciones, que pueden ser asumidas por sus destinatarios o no, utilizadas para designar cierto tipo de situaciones sociales provisorias; tal como eH el caso de los migrallteS que dejan de serlo cuando retornan a sus pases; o como los afectadoS por algn proceso social (exilio, desplazamientoS poblacionales, situaciones laborales, convictos, etc.) condicin que desaparece cuando cambian los contextos. Es decir que se dehe diferenciar la identidad de una condicin, que puede ser ms o mellaS prolongada y que incluso puede llegar a influir en la iden

    tidad, pero cuya temporalidad es acotada y el contexto reversible. En

    cambio , la identidad supone la asuncin de una lealtad que puede

    llegar a ser totalizadora tanto desde el puntO de vista objetivo como

    subje tivo, en tanto que la "condicin" se manifiesta como una ads

    CJipcin coyuntural, que puede eventualmente orientar las conductas

    y la filiacin, pero que tiende a desaparecer junto con la situacin

    que la ha generado.5

    Tambin cabe destacar que las identificaciones construidas desde el exterior de un grupo, slo son relevantes si llegan a ser internalizadas por sus destinatarios Y pasan a integrar su conciencia social distintiva, tal como en el caso de los predicados prejuiciosos adjudicados a la condicin tnica que pueden ser asumidos como verdicos por las comunidades tnicas. Incluso, el constante cambio en las representaciones individuales y colectivas de la identidad, puede llegar a producir su transformacin definitiva, es decir, generar un cambio idenutario. Por otra parte, la categorizacin de sujetos sociales a quienes se les asignan determinados atributos, no debe ser asimilada a la iden tidad de esos s~ietos, quienes pueden llegar a desconocer dichas asignaciones categoriales como, por ejemplo, los supuestos "caracteres ese nciales" que definiran a determinadas colectividades sociales. En suma, que ni las identidades sociales ni las tnicas son entendibles si recurrimos a categaras taxonmicas externas referidas a los sujetos

    .:, Ln la literatura alHropolgica contempornea no es infrecuelHe la alusin a la Ic\emidad de los "sin tierra" de Brasil, a la identidad de "afectados" por las grand>s obras de infraestructura o a la identidad de los praccantes de sur! Sin embargo, todas estas supuestas filiaciones identarias son en realidad condiciones pasajeras, ya que desaparecen al poseer tierras, recibir compensaciones adecuadas o aban,lonar la prctica del depone .

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    LOS LABERINTOS DE LA

    sociales, aunque stos pueden llegar a internalizarlas en tanto co",,-, ponentes del proceso social de identificacin por el que atravieSlQ sus protagonistas.

    DISCURSOS DE LA IDENTIDAD

    Dentro de los gmpos tnicos de Amrica Latina se pueden determinar dos complejos sistemas operantes en la elaboracin del discurso de la identidad colectiva, que provienen de distintos tipos de cdigos reflexivos y que se orientan a diferentes objetivos y contextos. Se trata de dos discursos: uno refiere a la naturaleza del "nosotros" yel otro al nosotros confrontado con los "otros". En el primer caso, tenemas que, en muchas de las lengllas nativas, los trminos origiuaJios para designar al gmpo de pertenencia, se correspolldell con la nocin de humanidad que se desprende de los mitos etiolgicos. Es decir, que el discurso mtico no propone un oligen genrico de toda la humanidad, sino de la especfica humanidad de cada grupo. JunlO con los mitos cosmognicos, los mitos antropognicos suelen narrar las conductas ejemplares desempeadas por la o las entidades antecesoras de la humanidad, que definen el modelo o tnnino de referencia para lo humano. As, por lo general, la aUlodefinicin de cada gmpo tnico, en tanto humanidad exclusiva, se corresponde con uIIa proposicin modeladora derivada de cada sistema simblico. De esta manera, por ejemplo, los guaranes de Paraguay son en realidad los all, "los hombres"; los matacos de Argentina los wich, "la gente"; los mayas de Mxico, los winik, "las personas"; los ayoreode de Paraguay, "la gente"; los zapotecos de Mxico, los be'neo binni, "gente"; los mazateCOS del mismo pas, los shota, "gente"; etctera. La lista sera interminable, pero da cuenta con clalidad de esta nocin de humanidad resuingida al propio gTupO lingstico o cultural; nosolros somos la "verdadera gente" , destinatalia de un universo propio. f ' El discurso sobre el nostr

    ti Con alguna frecuencia se registran cambios de etnnil1los para expresar al grupo ante el exterior. As, en el marco de las movilizaciones ernopolticas contemporneas. a lgunos gnlpos tnicos mexicanos han adoptado nuevas denominaciones tnicas, quf' podan no estar presentes en la experiencia colec tiva de la sociedad , para manifestarse an te e l exterior como un tipo "especial de gente": Gente de la palabra completa, gentf' que habla la verdadera lenglla, gente de la palabra florida , etctera.

    , " 'ERlNTOS DE LA IDENTIDAD l-OS lfl>'

    'uco se basa entonces en la propia lgica cultural que explica /lVS e .elllacimienLO de los antecesores del nosotros, que es el que necesita ser conocido Y legitimado.

    DenU'o de la lgica del discurso propio, la presencia de grupos cultural , social, racial o lingsticament.e diferenciados es comprendida a partir de los mismos parmeu'os simblicos vigentes en cada especfica reflexin mtica. La presencia de esos "otros" que son parecidos a "nosotros", pero con los cuales no podemos identificarnOS, suele se r explicada como sucesos que ocurrieron en el transcurso del i/lo tempore mtico, el tiempo de los orgenes que otorga sentido y razn de ser en el mundo a todos los entes que lo pueblan. En ocasiones esos "otros" son originados en una confusin de las deidades, en la derrota y transformacin de sus antepasados, o por otrOs sucesos que remiten a algn tipo de incongruencia, de ambigedad, qlle debi ser resuelta por los seres que actuaban en el tiempo originario. El tema no ha sido muy estudiado, ya que los mitemas que suelen narrar esos orgenes diversos son generalmente secundarios al lema antropognico bsico, sin embargo est presente en muchos de los registros mitogrficos latinoamericanos. La presencia de los blancos suele tratar de ser explicada en trminos del mismo cdigo simblico, dando lugar al desarrollo de nuevos episodios que expresan la plasticidad de los relatos mticos, constituyendo una difundida narrativa a la que en otra oportunidad he denominado como "mitologa del contacto", en la medida en que se refiere a la configuracin del los conflictivos sistemas intertnicos (M. Bartolom, 1976). Este proceso de apropiacin simblica se advierte especialmente en las narrativas mitolgicas que tratan de explicar no slo el origen y la presencia de los "blancos", sino tambin la asimetra de posiciones y la posesin diferencial de los bienes a partir de categoras comprensibles en l rminos tradicionales. As, para los ayoreode de Paraguay, los blancos son los hijos una figura mtica perdida durante aos, que se apropiaron del codiciado hierro; o para los wich del chaco argentino son moradores del inframundo que aparecen en la tierra como dneI10s del dinero en los obrajes madereros. En muchas culturas se desarrolla lo que hemos llamado una "mitologa de privacin", que trata de explicar la actual pobreza de los nativos en trminos de una expropiacin protagonizada por los blancos y ocurrida en el tiempo de los o rgenes (M. Bartolom, 1976, 2005). As, en sus etapas iniciales, las cons trucciones ideolgicas sobre los otros suelen desarrollarse

  • 80 81 LOS LABERlNTOS DE L\ IDENTIO.\!)

    a partir de las categoras de el1lendimiento propias de cada CUllura; dichas categoras se encuentran contenidas ell las nociones Cosmolgicas que se proyectan sobre la nueva realidad, para interpretarla corno un signo compatible con el tradicional sistema simblico. Incluso las narraciones mticas sobre el origen de los blancos, suelen estar acompaadas por mitos de privacin, que buscan explicar la pobreza de unos y la liqueza de otros (M. Bartolom, 2005). Con alguna frecuencia se seala la existencia de un origen compartido entre indgenas y blancos, tal como lo plantean los o 'odam de Sonora, Mxico, para los cuales, indgenas y mestizos formaban parte de una calegora indiferenciada antes de que ocurrieran sucesos del tiempo originalio que marcaron la separacin. El mito relata que un guila raptaba a la gente y la llevaba a su cueva amontonndola en una gran pila, el miedo hizo que los o'odarn pidieran a su Hermano Mayor, el hroe I'itoi, que los ayudara y ste, transformado en mosca, se intrdujo en la cueva, recuper su forma y derrot al guila. Despus fue sacando a la gente del montn y los primeros que salieron fueron los o'odam y los apaches y finalmente salieron las personas de abajo, que haban quedado blancas y fras , stos fueron los antepasados de los chchikas (blancos), pero para compensarlos I'itoi les entreg las plumas de guila que dieron origen a las lapice ras, la escritura y el consecuente dominio cultural de los blancos (Aguilar Zeleny, 2005).

    Con el tiempo, este discurso sobre los aIras, que ayuda a comprender la situacin presente del nosotros, tiende a ser acompaado o reemplazado por un discurso sobre s mismos, construido para definirse ante los dems. Es decir que se pasa de un discurso cosmolgico sobre la identidad, a un discurso poltico sobre la emicidad, tal como fuera documentado en el caso de los yanomami de Brasil (B. Albert, 1995:5). En esta nueva construccin autorreferencial, suelen participar argumentos proporcionados por el exterior, ya que se asume que poseen una cierta validez explicativa, al permitir una mejor representacin emblemtica de la propia sociedad ante los otros. As, por ejemplo, se produce una apropiacin del discurso ecologista, asumindose y representndose como pueblos que conviven de manera armoniosa y no destructiva con la naturaleza. Incluso, en otra oportunidad, he destacado cmo el mismo discurso antropOlgico es utilizado para definirse en trminos de "cultura", "etnia" o "civilizacin" (M. Bartolom, 1997), legitimadas por su profuudidad histlica y avaladas por conocimientos milenarios. De esta manera.

    1-0 I--\J3ERl NTOS DE L\ IDENTIDAD5

    en el discurso explci to de las organizaciones indgenas se advierten Jllan ifestaciones del proceso de afirmacin identitaria por el que atraviesan, las que permiten distintas posibilidades de acceso a las ideologas tnicas que expresan. Volver sobre el tema en el captulo 8, pero por ahora sealar que estos procesos no implican una falsificacin, sino una apropiacin del discurso de los otros, en un intento para que se comprenda mejor el nosotros con base en las categoras y axiologas externas.

    Esta construccin ideolgica y discursiva, que pretende expresar la identidad grupal, encuentra tambin su sustento en los propios referen tes culturales. La identidad, en tanto construccin ideolgica, cambia junto con los contenidos culturales y los contextos sociales en los que se manifiesta, ya que no hay identidades inmutables sino procesos sociales de identificacin. Con frecuencia en esta dinamizacin se utilizan referentes identitarios tradicionales a veces mitificados, pero bsicamente resignificados, como signos emblemticos para representar sus luchas sociales. La indumentaria, la culinaria, la lengua o los rituales colectivos, pasan a tener un nuevo significado al ser utilizados como emblemas manifiestos de la identidad propia y contrapuesta a la de los otros sectores sociales. Lo que se exhibe en estos casos no son "ideas" o "cosas" sillo indicadores, datos que pretendell demostrar la presencia de una alteridad, proveniente de una tradicin cultural difcilmente visualizable o comprensible en otroS trmillOS No se u'ata tanto de hacer visible la diferencia como de ahcer pateme la diferenciacin, es decir, la presencia de un "nosotros" distinto a ese universo de "otros". Los rasgos culturales tradicionales adquieren as el carcter de signos reivindicativos, lo que confunde a aquellos que los perciben como la manifestacin manipulada de un folklorismo relictual e incomprensible en "un mundo moderno", en el que la modernidad es asumida como sinnimo de occidentalidad y "progreso". Incluso han sido calificados como "smbolos vacos" (SchlIeider, en O. Patterson, 1997) por antroplogos que ven en ellos slo la manipulacin del pasado y no advierten la dinmica simblica propia de sociedades que buscan un mejor acceso al presente.

    Esta "humanidad exclusiva" de los grupos tnicos, tan etnocntrica romo la de toda colectividad social, debe asumir una identificacin explci ta que la defina ante los otros. Dicha necesidad de identificacin se origina en el contexto de los procesos intertnicos por los que el grupo tnico haya atravesado a lo largo de su desarrollo his

  • 82 83 LOS LABERJNTOS DE LA !DENTIOA!) trico. En este sentido, la identificacin contextual en cada coyuntura temporal, reflejar la sedimentacin de las representaciones colec_ tivas derivadas de las relaciones con otras agrupaciones humanas Con las que haya mantenido intercambios de cualquier tipo (comerciales, paren tales, blicos, etctera). Indudablemente, las relaciones de dominacin y subordinacin construidas a partir del colonialislIlO, constituyen un dato central en la estructuracin ideolgica de las representaciones colectivas, por lo que estn presentes en la mayolia de las expresiones identitarias actuales. Una etnia se ve as inducida a manifestarse como una totalidad inclusiva y exclusiva, diferenciada de otras colectividades posibles, aunque esa totalidad tienda a ocultar su posible heterogeneidad interior.? Esta identificacin colectiva, que forma parte de la construccin social de las identidades individuales, opera como una dimensin subjetiva del ser para s de los actores sociales, que se expresa Lanto a nivel de las conductas ante los otros como del discurso autorreferencial. A partir de los datos que le proporcionan sus relaciones con el exterior y con su espacio interior, la etnia construye una naITativa de s misma elaborada en trminos de una lgica discursiva que responda al desarrollo histrico y contemporneo de su proceso social de identificacin. Sin el contraste con otro grupo o grupos, el marco simblico tradicional sera suficieille para proporcionar una identidad csmica y social unitaria. En cambio, la identidad (o mejor dicho la etnicidad), tal como lo propusiera L. Sciolla (1983), requiere cierto nivel de reflexividad, es decir, la posibilidad del individuo o de la colectividad de pensarse a s mismos y construir una elaboracin posible a la definicin de su carcter de grupo diferente.

    En el marco de la vida cotidiana, los distintos aspectos del sist.ema cultural son vividos como elementos no reflexivos de la realidad, pero en las confrontaciones con otros son resignificados y esgrimidos como factores constituyentes del ser colectivo del grupo. Es la relacin con otras identidades posibles la que genera una necesidad de identificacin, culturalmente argumentada, lo que da cuenta del

    7 Dicha heterogeneidad puede -estar originada tanto en las diferencias de gnero, como en las generacionales o incluso en las eventua les posic iones de clas!". Tambin influye la desigual distribucin de los fll~os Cllltura les internos, que Colldicionan distintos niveles de apropiaci n de la cultura compartida. Sin embargo, la ideolog a identitaria tiende a qu e el grupo se presente hacia e l eXle rior como una totalidad indiferenciada.

    LOS 1-

  • 84 LOS LABERINTOS DE LA IDENTlD.\!)

    livia (A. Carca Linera, 2005). Pero, eventllalmente, sern PueblOS organizados con base en la diversidad interna de sus unidades t Ollatitutivas y no en la uniformidad que generan los estados. Cabe inclu. so preguntarse si no ha sido la misma atomizacin de las COll1unida. des tnicas lo que ha favorecido su reproduccin durante siglos, ya que una estructura poltica abarcadora y centralizada resulta Ills fcil de controlar y manipular que miles de aldeas autnomas. Todo los tipos de sistemas organizativos del presente y del futuro inmediatos, tales como las asociaciones, federaciones o confederaciones de comunidades, tienden a mantener una cierta independencia de sus unidades constitlltivas, tanto para evitar las estrategias de dominio generalizado, como para consolidar y desarrollar la singularidad poltica y cultural que las caracteriza. He aqu una tarea analtica insoslayable para un antropologa que renuncie a los reiterados estudios de comunidad y asuma la existencia de unidades mayores que las incluyen. Pero para ello hay que trascender los prejuicios Lericos y subtericos referidos a la necesidad de una identidad generalizada y de una cierta homogeneidad cultural que debera caracterizar a cada grupo emolingiistico. Se trata precisamente de abandonar el modelo de referencia casi inconsciente, proporcionado por la propia adscripcin poltico-cultural a un estado-nacin, cuando el antroplogo interroga, y se interroga, sobre la lgica social de los pueblos indios.

    3. PLURALISMO E INTERCULTURALlDAD

    Cuando yo uso una palabra.. . esa palabra significa lo que yo decid que signifique .. .

    ni ms ni menos LEWIS CARROLL

    El reconocimiento de la pluralidad cultural interna de los Estados, genera ahora una multitud de discursos y estrategias legislativas. Se construye as una reciente pero ya abrumadora industria de produccin de textos y polticas pblicas al respecto, las que con frecuencia olvidan a aquellos antroplogos que de manera pionera propusieron la vigencia de lo tnico y sus alternativas de futuro. Incluso la misma antl"Opologa, nada ajena a las modas generacionales y acadmicas, liende a nu trirse ahora de discursos ajenos, muchos de ellos generados por especialistas que, por lo comn, desconocen el mbito de los estudios Lnicos que originalmente privilegiaron los antroplogos.

    AMBIGEDAD ES CONCEPTUALES

    Hace ya ms de un decenio , T. Turner (1993) sealaba la indiferencia de los analistas del multiculturalismo y de los que realizan eSLudios culturales por el aporte de los antroplogos (norteamericanos), considerando que se deba a que estos ltimos no haban comprendido la intensidad de su dimensin poltica. Pero la misma

    ~illl ellsin poltica y las complejidades del estudio de los fenmenos etnicos nos obligan a una cierta precisin conceptual, quiz no tan O.rielltada por preocupaciones epistemolgicas, como por la neceSidad de definir con claridad la terminologa utilizada, tratando de faciliLar la comprensin de los sujetos y procesos designados. Y en CSle sen tido cabe destacar que los conceptos son siempre instruInelltales, en la medida que nos permitan otorgar un significado preciso a lo que nombramos, aunque sa no sea la nica significa

    [851

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    PLURALISMO E INTERCULTUK\L1n.'\I)

    Clon posible. Por ello E. Wolf (1988) propona que los coIlCeptos deben ser tratados como un conjunto de herramientas, a travs del cual podemos revisar de manera peridica y crtica nuestras ideas. Espero que as, por lo menos, el lecror de estas pginas sabr el sentido que se ororga a cada concepro utilizado a lo largo de Ulla exposicin como la presente.

    No quiero pecar de una especie de academicismo profesional excluyente, sino recordar lo que mis antecesores y colegas de distin_ tas escuelas y pases, establecieron y propusieron como resultado de las investigaciones etnogrficas. Precisamente el conocimiemo etnogrfico es el que tiene la mayor posibilidad de comprender y evaluar la dinmica tnica contempornea, proporcionando un panorama ms realista de procesos sociales, que ahora parecen sorprender a aquellos que se haban mantenido al margen de nuestro conocel: Y es que la etnografa a menudo fue y es acusada de proponer una apologa del exotismo, al pretender exponer y valorar la inocullable presencia de las altelidades culturales, en el marco de las sociedades estatales que las consideraban slo como arcasmos relictuales, deSlinados a ser rpidamente absorbidos por una pretendida, y muchas veces anhelada, modernidad occidental. El paradigma de la acuhuracin, entendido como la necesaria integracin de las sociedades nativas en el seno de las culturas dominantes en los estados, se ha demostrado inadecuado para comprender los actuales procesos de transfiguracin lnica: las culturas se transforman pero las identidades que generaron se mantienen y redefinen, basndose en un cambiante repertorio de referentes culturales que se asumen de manera emblemtica. Queda ya claro que las identidades tnicas no refieren de manera necesaria a un pauimonio cultural "tradicional" exclusivo.

    Cabe incluso sealar que las mismas conceptualizaciones acuadas hace aios por la antropologa son ahora redescubiertas por distintas disciplinas, creyendo arribar a los que para los antroplogos fuerau, a veces, bsicos