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  • 7/23/2019 Bas 10213

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    Miguel ngel Quintanilla

    o la tentacin sociolgica

    del materialismo

    LBERTO HID LGO TU NON

    Oviedo

    a belle epoqueque perm ita formular pala-

    idinaS dec larac ione s so bre la infalibilidad,

    neutralidad y autonoma de las ciencias

    positivas parece haber llegado definitiva

    men te a su punto, de n o-retorno. Des

    pus de la Segunda Guerra Mundial , so

    bre todo, los j inetes de la burocratiza-

    cin, la industrializacin y la militarizacin han asolado

    las ms ingenuas creencias positivistas y una teora de la

    ciencia consecuente no puede ignorar ya el problema de

    las determinaciones y deformaciones socio-histricas, a

    las que el proceso de investigacin y consti tucin cient

    f ica se halla sometido. En el seno mismo de la comuni

    dad cientf ica han aparecido inequvocos signos de in

    quietud ante la manipulacin ideolgica de la ciencia,

    desde el movimiento Pugwash, pat rocinado por Cyrus

    Eaton, hasta el

    Survivre

    ecologista francs de Chevalley

    y Grothendieck, desde las campaas ant igubernamenta

    les del b ilogo nor teamer icano Barry Commoner hasta

    la decisin de la Sociedad Japonesa de Fsica de excluir

    de sus reuniones a los cientf icos que trabajan en obje

    t ivos mili tares. Y por ms que los escpticos vean en

    tales expedientes procedimientos para salvar el alma

    de los cientf icos implicados, ya no cabe duda de que el

    tema de la funcin social de la ciencia, parafrasea ndo el

    t tu lo pione ro d e Jo hn B ernal , ha dejado de ser una

    preocupacin esotrica de socilogos heterodoxos, cien

    tficos desviantes y filsofos hipercrticos, para conver

    t irse en una de las pautas centrales de la reflexin epis

    temolgica y cr t ica de los lt imos aos (1) .

    Pues bien, en nuestro pas una de las plumas que

    con ms insistencia ha incidido sobre la temtica aludida

    es la del joven f i lsofo salmantino Miguel ngel Quin

    tanil la desde una perspectiva que se confiesa abierta

    mente mater ia l i s ta, (en el renovado sent ido que Gus

    tavo Bueno ha inyectado al trmino) y alienta, por tan

    t o , severas intenciones cr t icas, tanto con respecto a la

    filosofa de la .ciencia formalista de co rte ana ltico

    (Po pp er, analoga do principal) , como en relacin al

    marxismo cientif ista de Althusser. En su lt imo libro,

    Ideologa y Ciencia,

    se recogen tres variaciones exposit i

    vas sobre las Ideas enunciadas en el t tulo que, a mi

    juicio, van decantando progresivamente las posiciones

    del materialismo fi losfico en una direccin sociolo-

    gista similar a la esbozada en el prrafo anterior, cuyos

    mr i tos son grandes, pero no mayores que sus pel igros

    de reduccionismo y parcialidad a la hora de alcanzar

    una correcta comprensin materialista de la naturaleza

    de la ciencia. Por eso me he decidido a formular pbh-

    camente estas observaciones cr t icas sobre la orientacin

    general de la obra, asumiendo explcitamente el papel

    de abogado del diablo y colocando entre parntesis la

    simpata y admiracin que por el trabajo del autor ex

    per imen to (2 ) .

    (1) Como sntoma del inters creciente por la temtica suscitada en torno a la sociologa de

    la ciencia en nuestro pas bastarm con apuntar aqu la posibilidad, lamentablemente f rustrada

    por la decisin unilateral de un Director General, de que una par te sustanciosa de esta mate

    ria figurase en los nuevos programas de Filosofa de C.O.U. como materia obligatoria. En

    este contexto resulta obligado advertir que mis crticas al socioiogismo recaern en lo que

    tiene de reduccionismo; En modo alguno, entindase bien, rechazo la d isciplina, en que se

    asienta, cuya legitimidad estoy dispuesto a defender y cuya importancia me parece fundamen

    tal,

    mxime en una situacin como la nuestra, en la que sus virtualidades crticas resultan

    sobresalientes. Otro sn toma, no menos relevante, lo constituye el aumento de la tasa de

    versines al castellano sobre sociologa de la ciencia en 1977. Citar los ttulos ms relevantes:

    BRIAN EASLA: L

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    2.

    Claridad y concisin son , a mi parecer, los tr

    minos que mejor definen las caractersticas estilsticas

    ios y la distribucin espacial del libro no son menos

    ransparentes: Tras elaborar un concepto marxista de

    captulo primero

    pp .

    11-5 9), y un con cepto materialista de ciencia en el

    (pp. 61-105), se correlacionan ambos dialctica

    ente en e l

    tercero

    (pp. 107-55). Sin embargo, las con

    onacin retrica que enturbia no slo el estilo, sino

    ambin la propia posicin del autor y, en consecuencia,

    sar que la razn de tal empaamiento, tal vez deba bus

    arse en las premisas de su argumentacin.

    3 . ~ Su primera contribucin al concepto de Ideo

    oga consiste en un limpio ejercicio de formalizacin,

    uyo efecto crtico fundamental es mostrar que las doc

    trinas supuestamente marxistas de Adam Schaff

    (I

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    categorial de Gustavo B uen o frente a todas las dems

    teoras que se atienen a una escala gnoseolgica. Su

    anlisis del desarrollo cientfico es, en cambio, mucho

    ms matizado. Los autores formalistas interpreta Quin-

    tanilla han enfatizado el tema del cambio de teoras

    centrndose en el problema de su significado emprico

    verificacin o falsacin); los metodlogos post-poppe-

    rianos, su contrarplic dialctica, han corrido el acento

    desde Kuhn al contexto sociolgico de descubrimiento,

    suscitando el tema del cambio de paradigmas reinter-

    pretable como cambio pragmtico de normas lgicas y

    metodolgicas); por ltimo, la tradicin epistemolgica

    bachelardian a Althusser, pe ro tambin Foucault) han

    procurado integrar e l fenmeno de l

    nacimiento de las

    ciencias

    den tro de un esquem a rupturista semntico-cul-

    tural, i.e., filosfico. Se trata de tres fenmenos que,

    segn Quintanilla , deben diferenciarse claramente para

    proceder al establecimiento de sus relaciones mutuas,

    requisito que no cumplen ninguna de las teoras aludi

    das a causa de su parcialidad. La teora del cierre cate

    gorial, contrariamente, no slo provee de un triple eje

    sintctico, pragmtico y semntico, respectivamente)

    para albergar la triple problemtica, sino que adems las

    correlaciona a travs de los componentes del eje semn

    tico relaciones, operaciones y trminos). La apretada

    exposicin de esta articulacin pp. 100-1) constituye, a

    mi modo de ver, el mayor acierto del l ibro, pues el

    ajuste macroterico que evidencia goza de todos los

    atributos de una verdad gnoseolgica. Claro que esta

    evidencia puede complicarse dialcticamente acto

    seguido, pero su autor ha reconocido que slo tiene la

    misin de servir de esquema mnimo, con lo que su

    inmunidad queda garantizada.

    5.

    Pero la conclusin del l ibro no hereda, en

    buena lgica, la inmunidad de la menor sino la enferme

    dad de la

    mayor.

    Se trata, en resumidas cuentas, de un

    alegato contra la supuesta objetividad, neutralidad y

    autonoma de la ciencia, que condensa la postura expre

    sada en su artcu lo El mito de la ciencia 5), seguido

    de una apostilla , en la que se pretende articular la cr

    tica ideolgica y el desarrollo de la ciencia, aseverando

    qu e la pro pia ciencia cump le una funcin ideolgica p.

    143), en el mismo ton o desmitifcador qu e Jean Marc

    Lvy-Leblond ha popu larizado 6). Es cierto que

    Quintanilla intenta desesperadamente, despus de

    haberla guillotinado, al negarle cualquier tipo de objeti

    vidad, resucitar la ciencia en el paraso socialista,

    mediante el artificio de desviar su dependencia ideolgi

    ca en la sociedad capitalista hacia los programas de in

    vestigacin en el sentido de L Lakatos. Para llegar a

    esa conclusin la teora materialista del cierre categorial

    resulta de una erudicin superflua, pues la simple dis

    tincin entre ciencia en abstracto y ciencia concre

    ta hubiese bastado, pese a todo su acriticismo, a tales

    efectos, como nos lo muestra bien a las claras el si

    guiente texto de Brian Easlea:

    Porque no ha sido la ciencia en abstracto la que

    ha pro vo cad o la ex is tenc ia de proyec t i le s d ir ig idos n ter -

    in En

    Ducionario

    de

    filosofa Contempor?iea

    dirigido por M.A. QUINTANILLA Ed. Sige

    m e, Salamanca 1976, pp. 65-81.

    6 ) L E VY-L E BL OND, J .M. : L a ideologa dejen la fsica contempor nea Cuadernos Anagrama,

    Barce lona, 1975 trad. Joaqun Jord). Lo que en especial aparece cada da ms claro es el

    papel ideolgico de la ciencia: aval de las formas modernas de la ideologa dominante, biom

    bo

    tcnico

    de los mecanism os de la exploracin y garanta

    objetiva

    de una jerarqua social

    pre tendidame nte basada en la competencia p. 96).

    continentales y la amenaza de una guerra termonuclear,

    que tan acertadamente considera Roszak como sntomas

    de una civilizacin enferma, sino la ciencia practicada en

    un m un do de naciones e ideologas en conflicto, dom ina

    da por la lucha a muerte entre la realidad del capitalis

    mo y la

    idea

    del socialismo 7).

    Me parece, por consiguiente, que Quintanilla no ha

    querido o sabido aprovechar las virtualidades que su

    propio concepto ma te r ia l i s t a

    de ciencia le deparaba.

    Cuando al final de su libro intenta justificar el desarro

    llo de la ciencia y su carcter progresivo en nombre del

    materialismo, proponiendo como criterio de evaluacin

    de los programas de investigacin el hecho de que

    encajen o no con una concepcin materialista del

    m un do y con una conciencia crtica p. 151), o cuando

    apela retricamente al argumento definitivo de que el

    marxismo se presenta l mismo como un

    programa

    poltico para el des rrollo de la ciencia

    p. 154), que p er

    m itir ^una con struccin cientfica libre de deform acio

    nes ideolgicas y un desarrollo cientfico de ac uerdo

    con los intereses universales de la humanidad, la tenta

    cin sociolgica del materialismo se ha consumado, por

    que se est entendiendo que el materialismo es algo

    externo

    sobreaadido, exgenamente a la ciencia, algo

    que depende de instancias sociolgicas como la aproba

    cin de un programa y otro de investigacin o el aval

    de una determinada filosofa. Pero las ciencias son ma

    terialistas

    no slo

    porqu e depend en de condic iones mate

    riales y sociales de existencia, lo que constituye una

    suerte de materialidad genrica, que comparte con toda

    otra realidad y cuyo reconocimiento es compatible con

    una versin idealista de teora de la ciencia; como tam

    poco lo son porque los cientficos posean una concien

    cia crtica, sino a pes ar de la conciencia acrtica de

    muchos cientficos. Las ciencias son materialistas por

    razones

    internas

    en virtud de los trminos y configu

    raciones materiales, fsicalistamente determinados inclu

    so , que constituyen sus respectivos campos. Esto supo

    ne una suerte de materialidad especfica que permite

    demarcar inequvocamente la ciencia de la pesudo-

    ciencia. En esta capacidad de demarcacin rigurosa

    reside uno de los mritos fundamentales de la doctrina

    del cierre categorial, como el propio Quintanilla re

    conoce. Renunciar a ella , como Levy-Leblond propone,

    supone escorar definitivamente hacia el

    sociologismo.

    Por

    estos mares navega Quintanilla .

    7) La liberacin social y losobjetivosde la ciencia

    op -

    cit pg. 440.

    100

    EL BASILISCO

    EL BASILISCO, nmero 2, mayo-junio 1978, www.fgbueno.es

    http://www.fgbueno.es/