Batallón de castigo de Sven Hassel

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Sven Hassel

BATALLN DE CASTIBOoEDICIONES G.P.

hamos tos clamores entusiastas de la multitud. , Incluso el T-34, el tanque ruso en que nos encontrbamos, escuchaba y olvidaba que le faltaba aceite. Ronroneaba suavemente, muy satisfecho, e imaginaba que era un enorme toro negro. CAPTULO PRIMERO COMANDO ESPECIAL

La nieve se arremolinaba en la estepa sin lmites. Espesos torbellinos azotaban los tanques alineados en formacin cerrada, los unos tras los otros, sobre lo que deba de ser una carretera. Las tripulaciones se haban arrastrado bajo los vehculos o se arrebujaban en el lado protegido del viento, para resguardar sus rostros helados de los mordiscos de la tempestad. Hermanito estaba bajo nuestro Panzer IV. Porta se haba confeccionado una especie de colchn entre las cadenas, y pareca una enorme lechuza de nieve, con la cabeza hundida entre los hombros; entre sus piernas se acurrucaba el legionario, aterido. El absurdo avance haba cesado por el momento, sin que nadie nos hubiese dicho el motivo; de cualquier manera, a todo el mundo le daba igual. Permanecer all, a la espera, o hacer otra cosa, poco importaba. No dejaba de ser la guerra. Julius Heide, metido en un agujero, propuso una partida de cartas, pero nuestros dedos esta-

ban tan entumecidos que no hubiesen podido sostener un naipe, El legionario tena congelaciones serias en las manos y las orejas. El linimento que se nos haba distribuido para estos casos pareca agravarlas; Porta lo haba tirado desde el primer da, diciendo que ola a mierda de gato. El Viejo se nos acerc, jadeando. Vena de ver al comandante. Su fusil ametrallador cay en la nieve antes de que l se echara a su vez. -Qu dice ese cerdo? -pregunt Porta, examinndose las manos cubiertas de heridas purulentas. El Viejo no contest. Empez a llenar su pipa, la vieja pipa con tapadera que l mismo se haba fabricado. El legionario le alarg su encendedor; era el mejor encendedor del mundo, el que nunca fallaba; lo haba hecho con una capita de plomo y varios trapos calcinados, un pedazo de madera provisto de un fragmento de slice y un trozo de navaja de afeitar. La navaja arrancaba una chispa al slice, los trapos ardan y se encenda la pipa o el cigarrillo; luego se apagaba al bajar la tapa; la peor tempestad no impeda que el encendedor funcionase, y su dbil resplandor era mucho menos visible, de noche, que el de una cerilla encendida. -Bueno, qu ha dicho? -insisti Porta; despus escupi con impaciencia. Hermanito se golpeaba los musios, para hacerlos entrar en calor. -Jess, que fro hace! -Se frot con precaucin el rostro apergaminado-. Crees que falta mucho para la primavera? -Imbcil! -exclam Porta-. Apenas ha empezado el invierno. Dentro de tres semanas ser Navidad, pero no tendrs regalos; excepto uno, tal vez, en el crneo, de parte de Ivn. El Viejo sac un mapa de su tnica blanca. Sus dedos insensibles lo extendieron sobre el suelo y con el ndice mostr un punto en el papel multicolor. -Tendremos que ir hasta aqu con la seccin. Hermanito asom por entre las cadenas del vehculo y trat de pronunciar el nombre del poblado. -El lugar en que estamos se llama Kotelnikovo -explic el Viejo, mirndonos-. Est a treinta kilmetros de las posiciones exteriores alemanas en Stalingrado. De Koelnikovo hay que ir en direccin a Obilnoge, para echar una ojeada a la concentracin de tropas rusas. En resumen, vamos de reconocimiento hacia Sarpa y la costa. Si nos cortan la retirada y no podemos volver -el Viejo ri en silencio-, tenemos orden de establecer contacto con el IV Ejrcito rumano, que est al sudeste del Volga. Eso suponiendo que exista an cuando lleguemos.

Porta se ech a rer y lanz un sonoro pedo. -Oye, es que estis locos, t y ese cerdo? Ivn no est ciego. Ver nuestros vehculos a cien leguas. Menudo blanco! El Viejo se frot la barbilla y entorn los ojos. -No, muchacho, es ms refinado de lo que te figuras. Ante todo, una vez al da, tendremos que transmitir un mensaje por radio al Cuerpo de Ejrcito. -Se detuvo, dio una chupada a su pipa, luego se la quit de entre los labios y la utiliz para rascarse una oreja-. Despus nos pondremos los uniformes rusos y nos embarcaremos en los T-34 que hemos birlado a Ivn. -Esto es un suicidio! -exclam el legionario-. Imagina que Ivn nos pesca vestidos con sus ropas y metidos en esos cacharros de la estrella roja. Iremos derechos a la horca! -Prefiero la horca a la muerte lenta en Kolyma. -Tonteras! -susurr el legionario--. Trotaras a toda velocidad hacia el cabo Deshnev, si te dieran a elegir. Esas historias de preferencias son un camelo. Lucharnos por 3a vida, esta vida amar9

ga y cochambrosa. Es la voluntad de Al. -Y Al ordena que nos metamos en los andrajos de Ivn y en sus atades de acero! -replic Porta, riendo. -Al lo ha previsto todo -dijo el legionario. -Ya est bien! -grit Hermanito desde abajo del vehculo-. Siempre dices que Al es buena, pero no cesa de hacrnoslas pasar moradas. El legionario se encogi de hombros. Para l Al quedaba por encima de toda discusin. El Viejo se incorpor y recogi su fusil ametrallador. -De frente, marchen! A casa del capitn Lander. Ansia veros. Lentamente, nos incorporamos y, colgando el arma del hombro, emprendimos la marcha, formando un grupo muy poco reglamentario, hacia el tanque del jefe de la compaa. El capitn Lander llevaba poco tiempo en el batalln de castigo. Se saba que era un nazi fantico, oriundo de Slesvig. Historias muy turbias relativas a unos nios haban hecho que fuese enviado al frente. Circulaban rumores extraos y Porta, como siempre, haba descubierto el pastel gracias a su camarada del Estado Mayor del regimiento, el primero Feders. Haba maltratado a unos nios. Una cuestin de baos helados en un instituto de reeducacin, o algo por el estilo. Esperbamos averiguarlo todo algn da. Muchos como l intentaban relacionarse con nosotros. Nos palmeteaban la espalda y nos llamaban camaradas; repartan cigarrillos, reciban paquetes de Dinamarca, con grandes pedazos de tocino, alardeando de su fraternidad con la gente de los pases que haban ocupado. Pero de nada serva. Nos enterbamos de sus fechoras por un camino u otro. Entonces Porta y el legionario decidan cul haba de ser nuestra conducta con ellos. A los unos se les mataba por la espalda du-

rrante un ataque. A otros los entregbamos a Ivn; lo que ste les hiciese tendramos que ignorarlo siempre, y ms vala as. A unos pocos los dejamos morir de fro.

El capitn Lander nos esperaba de pie, con las piernas separadas y las manos enguantadas apoyadas en las caderas. Era un hombre bajo y regordete, de unos cincuenta aos, un comerciante de Delikatessen. Porta le llamaba cortador de sebo. An no sabamos que era al mismo tiempo administrador de los bienes de su parroquia, ni tampoco que presidiese el Consejo de Tutela local. Le gustaban las citas bblicas, y cuando enviaba a un hombre al consejo de guerra, deca con afligida devocin: Lamento tener que hacerlo, pero es la voluntad del Seor. Sus caminos son insondables cuando quiere recuperar una oveja descarriada. Rezaba mucho: antes de las comidas, recitaba el Benedicite; invocaba al Espritu Santo antes de firmar la orden de ejecucin de campesinos rusos a los que slo l consideraba guerrilleros, y se relama los labios ante los cuerpos atravesados por las balas. El que hiere con la espada, perecer por la espada, deca, levantando hacia el cielo sus ojos de pescado hervido. Confunda a Dios con Adolf Hitler, pero jams mencionaba a Jess; entonces no estaba de moda. El da en que ejecut personalmente a una joven, le dijo, mientras ella permaneca de rodillas: -Encontrars un mundo mejor en el reino de Dios. Le acarici suavemente el cabello y consigui disparar dos veces antes de que cayera. El capitn se mantena siempre a una distancia respetuosa de las tropas combatientes. La cruz de hierro le haba sido concedida por error, y cuando el regimiento protest por esta condecoracin, el teniente coronel Hinka, nuestro co10 11

mandante, recibi la orden de interrumpir sus investigaciones. El Viejo termin de dar la novedad y e! capitn Lander hizo uso de la palabra. -La guerra exige vctimas, es la voluntad de Dios. Si una guerra no es homicida, deja de ser guerra. La misin que os confo significa sin duda la muerte para la mayora de vosotros. Pero ser la muerte en combate, y llena de honor. -Vete al diablo! -exclam Hermanito en voz bastante alta. Lander call por un momento; lanz una mirada de desaprobacin, pero no de enfado. En la Escuela militar de Dresde enseaban que un oficial no deba perder nunca la serenidad. El cadete Lander haba llenado ciento veintisis cuadernos con las instrucciones del inspector jefe. Por lo tanto, lo nico que cay sobre la primera seccin fue una mirada altiva. -La muerte puede ser hermosa --prosigui con tono homtico-. Incluso puede ser dulce -grit al desierto de nieve, corno si saborease la palabra dulce-. El deber de un soldado alemn es combatir y morir por su gran patria; el final ms hermoso para un soldado alemn es morir como un hroe. -Pues murete de una vez, cabeza de merluza! -exclam Hermanito, riendo. El capitn hizo un esfuerzo inmenso para contener un aullido de rabia. Abri y cerr varias veces la boca mientras su rostro azulado de fro enrojeca y palideca sucesivamente. -Cabo, le ruego que se calle en tanto no le dirija la palabra. -S, mi capitn -exclam Hermanito-, tendr mucho gusto en callarme hasta que mi capitn me dirija la palabra. Porta sonri, el legionario tambin. Steiner escupi en direccin a un cadver que yaca sobre la nieve, el Viejo dio un respingo y se gol12

rpeo un muslo con la mano. El jefe de la compaa se mordi los labios, Se ajust el cinturn -algo cado-

del que colgaba el revlver Walther, y prosigui con voz ms brusca: -Ha sido voluntad de Dios el que se os haya elegido para una misin tras las lneas rojas, una misin magnfica de la que podis sentiros orgullosos. -En serio? -pregunt la voz de Hermanito-. As, pues, Dios es general? Esta vez, Lander olvid sus cuadernos. Avanz tres pasos y se plant ante el gigante, vociferando: -Cerdo!, perro! Ires das de calabozo por insolentarse con un superior. Una palabra ms y le mato como a un miserable. Repita lo que acabo de decir! -S, si me promete no disparar, mi capitn -contest Hermanito en tono cuartelero-, porque si mi capitn fallara el tiro, podran llevarme ante todo un consejo de guerra y fusilarme de nuevo. El capitn se congestion hasta el borde de 3a apopleja. Su mano se dirigi hacia el revlver y cremos que, efectivamente, iba a disparar. El nico que conservaba la calma era el propio gigante, que permaneca muy tranquilo, con la mirada perdida en las nubes. -A tierra! -gru el capitn. -Quin? Yo? -pregunt Hermanito. -A tierra! -repiti Lander fuera de s. Hermanito se dej caer como un saco de patatas. El obeso oficial le mir, escupi y sigui hablando al resto de la compaa. -Este criminal es una vergenza para el honor de la compaa. Si tenis algo en el vientre, os las arreglaris para que se pudra lo antes posible bajo un casco de acero oxidado, pero puedo garantizaros que sus das estn contados, El pri13

mer consejo de disciplina que venga se ocupar de l. El comerciante del Slesvig no escuch, por fortuna, lo que Hermanito rezongaba, y se dign ponernos al corriente de nuestra misin. La seccin deba vestirse con uniformes rusos, montar en cuatro tanques rusos del tipo T34 y emprender un reconocimiento tras las lneas enemigas. En Alemania, ciertamente, se tena una elevada opinin de la Convencin de Ginebra, de la que se hablaba a todo pasto, pero esta idea genial era una violacin manifiesta de la misma. Con ademn despectivo, el capitn despidi a la compaa. A sus ojos, estaban ya en la lista de bajas. Lo ms difcil fue encontrar un uniforme ruso capaz de cubrir los dos metros del corpachn de Hermanito. ste blasfemaba y vociferaba que era violar el derecho de gentes eso de meterle en el uniforme de Ivn; tir sobre la torreta del tanque un gorro de piel demasiado pequeo, peg una patada a un fusil ametrallador e hizo esfuerzos desesperados para ponerse unos pantalones rusos. -Ya sel -exclam de repente-. Voy a pedir que me juzguen inmediatamente. Segn el reglamento, un condenado puede exigir que se le encierre antes del juicio. -Ests chiflado -murmur el pequeo legionario-. El tendero te liquidar en el acto, si reclamas ahora un juicio. -Lo que digo es justo! -insisti el gigante-. Acurdate del da en que escogimos a Adolf como Fhrer, y yo no saba cmo se votaba. Los veteranos de la compaa se echaron a rer mientras pensaban en el famoso da en que hubo que votar. Se trataba del gran referndum libre de 1930, que deba evidenciar la unanimidad del pueblo alemn. Todo el mundo deba votar, incluidos los soldados y los prisioneros de los campos de concentracin. Entre nosotros, que 14 por entonces estbamos en el regimiento de tanques de Eisenach, la cosa empez con la aparicin de hermosos carteles multicolores de los diversos partidos por todas las paredes. En la cornpaa, se pronunciaron discursos polticos para darnos idea de lo que deseaban. Se lleg incluso a organizar discusiones libres durante las horas de servicio. Las disputas suban de tono durante esas discusiones. Nuestra seccin inclua a cuatro comunistas y a siete socialdemcratas, todos los dems no entendan nada de poltica. Pero al cabo de cierto tiempo, la mayora de nosotros estbamos convencidos de que mas vala votar contra Hitler, aunque no comprendisemos bien el motivo. Lleg el da de la votacin. Las orquestas tocaban en las calles de Eisenach, acompaadas por el redoblar de los tambores. Banderas por todas partes,

pero, pese al voto libre, slo las haba con la cruz gamada. A las tres de la tarde, todo el mundo deba estar en el cuartel para votar, cada seccin en su dormitorio. Estbamos nerviosos. Hermanito juraba en voz alta que slo votara por el partido que le enviara a su casa; Porta y l preparaban ya sus pertenencias para devolverlas al almacn; era cuestin de horas. Se abri la puerta, el teniente Potz, apodado La Monja, entr. Llevaba en la mano un montn de papeles de voto. -Firmes! -grit el jefe de la seccin, antes de dar la novedad al teniente. ste se llev tres dedos a la gorra despus de escuchar el parte. Luego examin el dormitorio para ver si todo estaba de acuerdo con el reglamento. Bajo un zapato de Porta quedaba una motita de tierra, lo que cost a nuestro amigo su permiso del domingo; en cuanto a Hermanito, cuyo dedo estaba manchado con grasa de fusil, fue obsequiado con un turno de guardia suplementario. La disciplina quedaba a salvo. 15

La Monja orden descanso. Solemnemente, extendi las papeletas en la mesa, se estir la guerrera y lanz una mirada inquisidora. Lo que vio le tranquiliz: ramos lo que parecamos ser, un rebao humano disciplinado hasta la muerte. Carraspe y volvi a estirarse la guerrera, que iba adornada, en honor al da, con un pual de gala. Sonri como una novicia. -Cantaradas! -grit-. Hoy, la gran Alemania ha de votar. Vivs un hermoso da. Un hermoso da en el que ocurre algo trascendental. Call de repente, al darse cuenta de que Hermanito no escuchaba. -Soldado Creuzer, qu est mirando? -Las moscas, mi teniente. -Qu moscas? -Esas dos que se estn haciendo el amor en la lmpara, mi teniente. Y Hermanito sealaba con el dedo dos moscas a punto de aparearse. -idiota! -exclam el teniente-. Repita lo que acabo de decir! Hermanio se cuadr y se olvid de las moscas. -Ha dicho que era un gran da. -S; y, por qu es un gran da? El gigante mostr su estupefaccin; casi se poda or el funcionamiento de su cerebro. -Y bien? --insisti. Hermanito tuvo un arrebato de inspiracin. -Es un gran da porque no tenemos servicio y falta mucho para que anochezca. -Cretino! -aull el teniente, al tiempo que administraba dos bofetadas a nuestro camarada. Cuando se restableci la calma, La Monja reanud su discurso. -Camaradas, os ordeno que sintis en Jo ms profundo de vuestro ser la emocin de este gran da. Si entre vosotros hubiese quien no lo sintiera, 16

le dara una paliza tal que en su trasero se podran frer huevos. Espero que me hayis comprendido, brutos! -Se reajust el pual de gala-. Nuestro Fhrer bendecido por Dios, Adolf Hitler, ha permitido que miserables como vosotros puedan votar por l, y me cuesta imaginar que incluso unos cerncalos as puedan pensar en hacerlo por otro. Por tres veces, todo el mundo grit: He!, inincluidos los comunistas y los socialdemcratas. Un hombre fue llamado a la mesa. El teniente le meti un lpiz entre los dedos y le indic la papeleta. -Ponga una cruz ah. Uno tras otro fuimos llamados de-la misma manera y todo fue como una seda hasta que lleg el turno de Hermanito. El gigante estaba evidentemente nervioso y no puso la cruz en el lugar debido. O lo hizo adrede? Nunca lo supimos. Pero el teniente Potz estall como una bomba. -Esto es alta traicin, cerdo! Ahora ver lo que es bueno. Persigui a Hermanito bajo las camas y por encima de los armarios y lo castig con tres guardias suplementarias, tras de lo cual toda la seccin, en represalia, tuvo que realizar unos ejercicios adicionales. La misma noche, el jefe de la compaa sancion a Hermanio con catorce das de calabozo por haber manchado el honor de la compaa a los ojos de los oficiales. -Si te diese lo que mereces -grit el sargento-, tendra que enviarte de una patada ante el piquete de ejecucin. -Escupi a los pies de Hermanito. -Pero como me gustan los animales, te librars con catorce das de calabozo. El comandante transform el castigo en tres meses de arresto, con grilletes. -Y si protestas, te las vers con el consejo de2 - BATALLN DE CASTIGO

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guerra. En casos como ste, lamento que no estemos en la Edad Media. Tu nica salvacin es que solicites el inmediato cumplimiento de la condena. Diez minutos ms tarde, Hermanito estaba en el calabozo, y durante tres meses se pregunt adonde podan conducir las votaciones verdaderamente libres. El Viejo lleg con el andar cansino que le era tan peculiar. Orden secamente: -Apresuraros a poneros los trapos de Ivn, y preparad los T-34. Salimos dentro de una hora. No hubo ninguna charanga en la salida de la seccin. Grises y tristes, nos eclipsamos rpidamente. Los comandantes de los tanques, silenciosos, contemplaron nuestra marcha desde lo alto de sus torretas. El Viejo levant la mano en ademn de despedida, y eso fue todo. -Nunca volveremos a verles -dijo un teniente de la cuarta compaa-. Si Ivn les pesca, les valdr la horca en cuestin de minutos, y si tratan de regresar a nuestras lneas con esos uniformes, los acribillaremos a caonazos. Escupi, sonriendo amargamente. -Todo eso es una mierda -anunci Hermanito, mientras agrandaba con el pie un gorro de pie) demasiado pequeo. El vehculo jadeaba sobre sus cadenas chirran tes mientras suba la pendiente; por el tubo de escape salan cortas llamaradas azules. Porta dic ms gas. El ruido del motor encontraba un eco en las montaas. El ayudante Blom, Barcelona Blom, que slo pensaba en el huerto de naranjos que tendra despus de la guerra, abri una esco tilla lateral y contempl la oscuridad; la tempestad amontonaba espesas nubes en todo el firmamento. -Montaas, nada ms que montaas. -S, y en esas montaas est Ivn -dijo el Viejo. -Estamos ya tras las lneas de Ivn? -pre18 gunt Porta, acelerando. -Desde hace mucho rato -murmur el Viejo, quien apoyaba la frente contra la barra de caucho, tratando intilmente de ver a travs de la oscuridad por el grueso vidrio de la mirilla de la torreta. -Con tal de que no tropecemos con las minas T! -pens en voz alta. El legionario ri sarcsticamente. Hermanito haba terminado por tirar su gorro de piel y se haba tocado con un bombn color gris perla. Aquel bombn, lo mismo que el sombrero de copa de Porta, haba producido numerosos ataques de rabia a muchos superiores. -Oye, t -rezong mientras se ajustaba el bombn-, crees que entrar en el Jardn de Al? Nunca he entendido mucho de religin.

-Arrodllate y ruega a Al -aconsej el legionario-. Entonces te perdonar. Porta se ech a rer: -No hay perdn para ese gorila! Lo que ha hecho rebasa incluso el poder de Al. -Si l lo consigue -aadi Heide-, entonces el SS Heinrich lo lograra tambin, y esto no es posible. Al no puede aceptar tal cosa. -Basta de eso -gru el legionario-. A Al no le importis ni un comino, pero tenis que guardarle el respeto que se le debe. Un grito ahogado de el Viejo atrajo nuestra atencin. En un santiamn volvimos a ser soldados. Porta fren desesperadamente y consigui no aplastar una seccin rusa en marcha. Los soldados nos hicieron ademanes, gritaron algo que qued cubierto por el ruido de los motores, y desaparecieron tras de nosotros en medio de un torbellino de nieve. El otro tanque, con gran alivio por nuestra parte, apareci entre la nieve; nadie haba desconfiado de los T-34 con las estrellas rojas en las torretas. La voz de el Viejo reson en el altavoz: 19

-Aumentad la distancia entre los vehculos. El otro tanque aminor a marcha; se le adivinaba como una sombra, y luego desapareci; slo un dbil zumbido en el telfono traicionaba su presencia. -Dora, Dora, aqu -cuchiche el Viejo-. Direccin, 216; velocidad, 30; indicativo, 60. Cierro. El zumbido ces. -Me muero de fro -dije. -Baja y corre tras de nosotos -propuso Porta-. Y no dejes de gritar Heil! Ya vers lo que pasa; te prometo que no volvers a sentir fro. -De todos modos, es una lata eso de avanzar as, rozando a Ivn -dijo Julius Heide, con un estremecimiento-. Si sospecharan algo... -Todo terminara rpidamente -interrumpi el Viejo con risa cansada-. Nadie en el mundo le reprochara que nos liquidasen; estamos violando las leyes de la guerra. -Entonces, por qu no hemos dicho que no? -grit Hermanito-. Cada vez que la Krpo (1) me ha pescado cuando le pegaba una paliza a un individuo, decan que haca algo ilegal. -Si nos hubisemos negado -contest el legionario- lo habran considerado una insubordinacin; tambin eso representara la muerte. -No entiendo nada -manifest Hermanito. -En tal caso, no reflexiones y obedece- ter min el legionario. Durante toda la noche avanzamos por camino: cubiertos de nieve, en los que el tanque se encallaba. De repente, el Viejo lanz un grito de horror. -Qu sucede? -gru Hermanito. Nadie contest. El legionario sonri amargamente: -Es el final, sencillamente. -Preparados para el combate -cuchiche el Viejo. -Cuerpo a cuerpo -rectific Porta, parando el tanque. El legionario arm su fusil ametrallador; yo , empu sin ruido una granada, mientras Barcelona

pegaba un ojo al periscopio. Una voz ronca grit ( i algo en ruso. El Viejo contest en dialecto bltico. El T-34 que nos segua llegaba a toda velocidad;

nos vio tan tarde que no consigui detenerse y | choc violentamente contra nuestra parte postef or. El ruso lo insult con juramentos obscenos, y Dios sabe los que llega a haber en ese idioma! i -Seguid a los tanques que llegan -grit, enI caramndose a nuestro vehculo. Era un comisario con cordones verdes y el gorro blanco sealado con la cruz verde de la N.K.V.D. Su aparicin nos paraliz de terror; Hermanito estuvo a punto de echarse a gritar, I pero el legionario le tap la boca con una mano, t El Viejo conversaba en ruso con el comisario. ! -Es usted bltico? -pregunt el ruso. I -Da. -Se nota por su jerga. Despus de la victoria, trate de aprender a hablar correctamente. , 1 -\Davai, davai (aprisa), hijos de perra! -nos vocifer el Viejo, aadiendo, como era de rigor una letana de blasfemias. Emprendimos la marcha tras una larga columna de tanques. Los policas de la N.K.V.D. se agitaban, gritaban y blasfemaban para poner orden en la columna. -De dnde diablos vienen? -pregunt el comisario, ofreciendo un machorka (1) a el Viejo. ste murmur algo relativo a una misin especial, lo que, en definitiva, era exacto, pero el comisario no se mostr curioso, porque un embotellamiento acababa de obstruir el camino. Empez(I) Kriminalpolizei: polica

criminal. (1)20

Cigarrillo, (N, del T.)

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a discutir con sus superiores, reclamando paso para nuestros vehculos, aunque en realidad para s mismo, porque era evidente que tena prisa y nos utilizaba para avanzar. Sus gritos, sazonados con amenazas de deportacin a Siberia, causaron efecto y el paso qued libre. -Ms aprisa, ms aprisa -orden, subindose de nuevo a nuestro vehculo. Felicit a Porta por su manera magistral de conducir y pregunt a el Viejo si podra cedrselo como chfer. El Viejo prometi hablar del asunto con el comandante. Al cabo de un cuarto de hora, el comisario, que se helaba en el exterior, reclam un sitio en el interior. El Viejo se apret en silencio junto a Julius Heide, mientras aparecan las largas botas del comisario. Luego, el hornbre aterriz con estrpito sobre el piso de acero. Las rayas verdes manzana de sus pantalones caqui brillaban amenazadoras; golpeaba el suelo con los pies para entrar en calor. -Qu asco! -gru, pegando una patada al macuto de Hermanito-. Tenis vodka, hijos de perra? -Da -contest el Viejo, alargndole una cantimplora; inmediatamente la dej por la mitad. En el cruce siguiente, apareci la Polica. Un sargento de la N.K.V.D pidi el santo y sea. -Papliyi tumani nad riegoi -contest nuestro comisario. -Pertenecen estos tanques al 67 Regimiento? -pregunt el sargento, hojeando sus papeles. -Niet -dijo el comisario-. Misin especial. El N.K.V.D nos rog que esperramos; tena que consultar con su jefe. -Maldita sea! -blasfem el comisario, saltando de la torreta-. Tenemos prisa! Sin dejar de rezongar, sigui al sargento hasta un rbol, bajo el que estaba un comandante rodeado de miembros de la N.K.V.D. Pudimos ver que el comisario mostraba unos documentos. El co22

Imandante se ech a rer y dijo algo al comisario, sealando con el dedo un automvil. Nuestro hornbre tambin se puso a rer; evidentemente, le haban ofrecido un medio de transporte ms cmodo que el T-34. El sargento regres junto a nosotros y alarg a el Viejo varios papeles.

-Aqu tiene nuevos pases, gospodin. Pueden romper los viejos. Unos cerdos alemanes se han infiltrado tras nuestras lneas con cinco tanques, pero les pescaremos. Estamos cambiando todos los pases y el santo y sea. Tienen vodka? El Viejo le ofreci la cantimplora de Hermanito. El lquido que quedaba desapareci como el roco al sol. El sargento ech por encima del hornbro la cantimplora vaca y eruct ruidosamente. -Ser mejor que se apunten el nuevo santo y sea. Es uno que ningn germanski sabr pronunciar adecuadamente, de modo que vosotros, perros blticos, haris bien en aprenderlo de memoria. Paniemaio? (Entendidos?) Si nos contestan mal, disparamos. Raszvietili iblonski i gruschi. La respuesta es: Schaumiana uliza. Y os hago el honor de creer que sabis que es la calle de la N.K.V.D. en Tomsk. Seguro que ningn germanski lo sospecha! -Ri malignamente y se encaram en el tanque para indicar a el Viejo nuestro itinerario-. Ve en direccin a Sadovogue, pero no entres. Toda la 14. Divisin est all. T ve hacia el Sur y despus hacia el Este, hasta atravesar Krasnogue; en la Kommandatura te darn el nuevo santo y sea; despus dirgete a Elissa, donde te presentars, porque no creo que debas ir ms lejos. Te darn otra misin especial. Paniemaio, gospodin? -Da -gru el Viejo. Y el colega de la N.K.V.D. nos indic con la mano que desaparecisemos. Durante varias horas estuvimos avanzando hacia el Este, evitando pasar cerca de ningn poblado. Nos cruzbamos con formaciones rusas, pero23

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temor es que no podamos rg mos de. vTb liquidado ya a se me hace insoportable.

La noticia estall como una bomba: Estbamos muy cerca de Turqua! Nuestra imaginacin se ech a volar. Porta se entreg a su tema -favorito: el burdel de lujo o una perversidad sexual cualquiera. Al fin y al cabo, estamos civilizados, deca. -Y la jamancia? -pregunt Hermanio. -El plato principal ser pur de patatas con lonchas de tocino; aadiremos vino de montaa y paprika. Hermanito saboreaba ya el pur de Porta. -

-;Si por lo menos pudiramos deslizamos por esa frontera! Pero el sueo se desvaneci. Turqua estaba cercana y al mismo tiempo infinitamente remota. Abandonamos el poblado con nuestro tiro de perros y un N.K.V.D. Heide empez a insultar al perro gua.

ph al h, ta d ype; to, Yo eso 50

ICAPTULO IV UN TIRO EN LA NUCA Los perros se tendieron a descansar. Cualquiera hubiese sido capaz de ver que no habamos sabido conducirlos. El propio Viejo, que lo saba todo, slo era experto en dos oficios: el de carpintero y el de soldado. El primero le gustaba, y odiaba el segundo; en cuanto a los perros, no los conduca muy bien, pero ninguno de nosotros lo hubiera hecho mejor. Esta regin hostil a todo extranjero nos destrua. Luchbamos entre nosotros, nos mordamos, gruamos. Una maana, Hermanito y Heide lucharon durante veinte minutos, en silencio. Heide sali con la nariz aplastada. El Viejo tuvo que terminar el combate amenazndoles con su revlver; naturalmente, no hubiese disparado, y todo el mundo lo saba, pero hay ms autoridad en el hablar sosegado de el Viejo que en los gritos de todos los suboficiales y los generales reunidos. El pugilato fue interrumpido, pero siguieron amenazndose de muerte. No comprendamos este odio feroz. El perro que cojeaba fue liquidado, Hermani59

aloa de

y ialtos. Yo eso50

lo se encarg de ello; le reban el cuello sonriendo como un demente, y cuando le reprochamos aquella sonrisa, exclamo con rabia: -Imaginaba que era Julius, ei devorador de judos! El perro lanz un prolongado aullido. Hermanito se volvi y mir a Heide. -T tambin gritars as cuando te parta en dos la nuez! Heide escupi con rabia contenida, pero la pelea que temamos no se produjo. De repente, el Viejo detuvo el trineo junto a una especie de terrapln. -Por Mahoma! -murmur el legionario-. El mar? Pero esto es imposible. Miramos el mapa y comprobamos el comps y las brjulas, pero all, ante nosotros, sin ninguna duda, estaba el mar. Porta se ech a rer. -Qu pandilla de aventureros! Despus de haber ido motorizados en trineo por la estepa de los kalmukos, hay que convertirse en marineros de agua dulce. -Enarbo el sombrero de copa que llevaba encima del gorro de piel y sac del bolsillo el gato atigrado-. Stalin, viejo gato, te apetece un arenque? Los hay a montones en ese charco, pero tendrs que irlos a buscar t, porque nadie ha trado anzuelos. El Viejo confes que no lo entenda, y que no nos habamos equivocado de direccin. Segn l, el mar estaba muy lejos. -Entonces, vemos visiones -dijo Porta, .riendo-. Porque, segn me parece, lo tenemos a treinta metros. -Seguramente es un gran lago... -S, sargento -dijo el legionario-; pero, qu lago? Todo el mundo se inclin sobre ei mapa, que no indicaba ningn lago. -No lo entiendo -repiti el Viejo, mientras 60

contemplaba, estupefacto, la extensin de agua helada, -No ser un pantano? -insinu l Profesor entornando sus ojos de miope tras las gruesas gafas, uno de cuyos cristales estaba rajado. Haba ocurrido un par de das antes, con motivo de una cada. El Profesor afirmaba que Heide le haba puesto la zancadilla. Heide lo haba admitido, muy risueo. La luz de la luna nos permiti distinguir la otra orilla, a dos o tres kilmetros. -Entonces, es un ro -dijo Steiner-. Pero cul? El legionario coloc el comps sobre el mapa, mir al cielo con fervor, y mene la cabeza con expresin de desaliento. El mapa no le deca nada. -Todas las brjulas no pueden estar estropeadas; cotno hemos de ir hacia el Oeste, no hay ms que atravesar el hielo. -Ya no nos quedan muchas provisiones -advirti el Viejo, que se haba apoyado en el trineo-. Si tomamos una direccin equivocada, podemos andar perdidos durante das enteros antes de alcanzar las lneas. El primero que se atrevi a pisar el hielo fue Porta. Se desliz boca abajo, con precaucin, y todos le seguimos llenos de ansiedad. Aquel hielo nos atemorizaba. Sufrir un remojn con aquel fro equivala a una sentencia de muerte. El legionario, ms realista que todos nosotros, se arrodill y empez a cortar la corteza helada con su cuchillo siberiano. Midi el grosor y sonri satisfecho. Era lo bastante grueso para sostenernos a todos. Este descubrimiento nos llen de una alegra infantil. Porta y Herrnanito empezaron a deslizarse, cayeron y siguieron resbalando sobre la barriga, como chiqulllos que jugaban con un trineo. -Vais a volverme loco! -grit el Viejo en61

t(a P hal ha) a de

y!per tos Yo eso 50 tre los estallidos de risas-. Habis olvidado que estamos mil quinientos kilmetros dentro de las lneas rusas? -Mierda! -grit Hermanito-. Si viene Ivn le invitaremos tambin a jugar. Un sordo crujido termin de repente con el alboroto que armbamos; nos miramos asustados. -Maldicin! -gru Porta-. Largumonos a toda marcha. Avanzbamos con precaucin por el desierto plido y traicionero, nerviosos y vigilantes; el hielo cruja bajo nuestros pies, como una sombra maldicin. Cada vez que escuchbamos su voz nos detenamos, con los esqus a punto para apoyarnos en ellos. El Viejo orden que nos desparramramos y seguimos avanzando de esta manera durante varias horas. Por fin se precis la otra orilla, una orilla cubierta de abedules que nos llen de alborozo. Derribar unos rboles y encender una enorme hoguera fue cosa de momomentos. -Muy listos -dijo el Viejo-. Estas llamas se vern desde muchos kilmetros. Queris llamar al diablo? -Al cuerno! -gru Hermanito-. Si se presenta un N.K.V.D. recibir una bala en los morros, y despus nos lo comemos. Quin sabe si no estar bueno? Os acordis de los gatos del cuartel de Dibuvilla? Tal vez un N.K.V.D. bien gordo est ms bueno que un gato flaco.

-Cllate de una vez -dijo Heide-. Pronto jurars que somos canbales. De la hoguera surgan enormes llamaradas que suban hacia el cielo. Tratamos de contenerlas, echando nieve encima, pero se hubiese dicho que an cobraban mayor mpetu. Qu importaba! El fuego no estaba apagado an cuando comenz a entrarnos sueo. Al poco estbamos durmiendo. Un grito penetrante nos despert. Asustados, nos levantamos de un salto, empuando las ar62 mas y taladrando la oscuridad con la mirada. El grito se repiti, prolongado, quejumbroso. -Vlgame Dios? Qu es eso? -murmur Barcelona, empuando su revlver. La hoguera estaba apagada casi, y slo algunas brasas chisporroteaban an. De repente, un monstruo espantoso apareci entre los rboles. Porta lanz un grito y se ocult tras Hermanito, quien, de rodillas, contemplaba, aterrado, el monstruo. Nuevo grito. Esta vez, el legionario se puso a rer y todo el mundo crey que se haba vuelto loco. -Por Al! Un camello! -exclam-. Un camello! Y sin duda no est solo. Son camellos salvajes. Nos levantamos y todo el mundo se acerc con prudencia y las armas preparadas. No podan estar seguros. Siempre es mejor pecar por exceso que por defecto. Entonces vimos los camellos; tres q cuatro de ellos se apretujaban unos con otros bajo el viento glacial, mientras algunos ms iban surgiendo de la nieve y la oscuridad. -Dios mo! -exclam Steiner-. Los hay a miles.,.! La oscuridad pareca llena de animales; pero, eran camellos o dromedarios? -Los camellos creo que tienen dos gibas -coment Porta. -Qu va -replic Heide, despectivo como siempre-. Son los dromedarios los que tienen dos gibas. Se puede montar en ellos? -S, camarada -dijo el legionario, que acariciaba amistosamente un hocico-. Se

puede montar en los camellos. -Estoy hablando de dromedarios! Al cuerno con los camellos! -Es un camello -decidi el legionario-. Los hay con una y con dos gibas. -Estupendo! -grit Hermanito-. Esas fieras viven en frica. Por lo tanto, ese mar que

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tenemos delante es e Mediterrneo y adems, helado. E legionario, desalentado, mene la cabeza: -No seas estpido! Se encuentran camellos hasta en China, Debernos estar en un sitio extrao del Cucaso donde tambin hay camellos. Es que no sabes que Ivn tiene divisiones de camelleros? Con gran sorpresa para nosotros, de repente aparecieron tres hombres extraamente vestidos con kafanes y pieles de animales. Pronunciaban palabras incomprensibles que no tenan nada que ver con el idioma ruso; tocaban nuestras armas, sonrean amablemente y sealaban hacia el Oeste. -Nada de tonteras, camaradas -gru el Viejo-. De lo contrario, nos veramos obligados a mataros. -Ser mejor que empecemos ahora mismo -propuso Heide, levantando su revlver. -Djate de tonteras! -exclam el legionario-. Tal vez puedan echarnos una mano. El Viejo se dirigi al hombre que pareca de ms edad. -Nzementz? -dijo. Respuesta incomprensible. El Viejo se encogi de hombros, mene la cabeza y murmur: -me panieniaio. -Germanski?

S, la palabra estaba dicha. Saban quines ramos. Iran a delatarnos? Vestidos con uniformes rusos, slo podamos esperar la horca. Los tres hombres se echaron a rer, y abrieron sus macutos, pero Hermanito les inspiraba un temor evidente; dos veces ms volumionoso que ellos, con su frente estrecha y su nariz rota, evocaba al diablo en persona. Los camelleros nos ofrecieron un pan hmedo y pegajoso que nos encant, as como un lquido brumoso vertido de un recipiente de piel de cabra y que result ser leche. cambio, recibieron64

machorka y papel de diario para liar cigarrillos. Se rean y, como la risa es contagiosa, nosotros reamos tambin. El de ms edad hizo unas preguntas discretas relativas al vodka. El Viejo, siempre previsor, guardaba un poco en su can- , timplora, que fue vaciada por los tres hombres en un santiamn. Ya con ms confianza, se llevaron aparte a el Viejo y, con gran cantidad de palabras y de ademanes para hacerse entender, le sealaron hacia el Oeste, al tiempo que trazaban

dibujos en la nieve.Uno de los hombres empez a correr en crculo, grit: Pun, puna! Y cay como muerto. El Viejo mene la cabeza, lo que pareci encantar a aquellos hombres. Dos das ms tarde, en compaa de los camelleros, entrbamos en un poblado. -Ahora es cuando la cosa se pone fea -murmur el Viejo-. En un poblado hay gente, y donde hay gente est la N.K.V.D. jTan cierto como que hay curas en la iglesia. Los tres camelleros parecieron adivinar lo que deca y se echaron a rer. Uno de ellos grit despreocupadamente: -Niet poliruk! Nuestra llegada no pareci despertar ninguna expectacin. El jefe, que se llamaba Fiodor, nos adjudic varias chozas; un hombre se cuid de los perros y luego Fiodor hizo ademn a el Viejo de que le siguiera. Como el Viejo vacilara perceptiblemente, Fiodor repiti, riendo: -Niet politruk. El legionario se ech al hombro un fusil ametrallador y se ofreci para acompaar a el Viejo, ste se decidi por fin y, mientras se inclinaba para salir, nos dijo por encima del hombro: -Si dentro de media hora no hemos vuelto, venid a buscarnos.

-No me gusta esto -rezong Barcelona, con65=i_-BTMiON DE CASTIGO

1..Al

habit expresin inquieta-, Esta gente sabe que somos alemanes; al ayudarnos, corren un riesgo terrible. Por qu lo hacen? Ya vers como dentro de un rato nos traen a toda una jaura de N.K.V.D.! -Entonces, ms vale que se anden con cuidado -dijo Porta, sacando un puado de granadas-. Estas pildoras les darn que pensar. -Largumonos! -propuso Steiner-. He visto dnde ha guardado los perros ese tipo. -Pero no podemos dejar plantado a e/ Viejo y al legionario! -Es verdad -reconoci Steiner-. Pero es un asco tener que esperar en esta ratonera! -Tal vez estn ya detenidos -dijo, nerviosamente, el Profesor-. Despus nos tocar el turno a nosotros. -Y puedes estar satisfecho si te matan -le advirti Porta con su tono ms alegre-. A un hroe de la SS acostumbran hacerle muchas ms cosas. Si te dejan la piel, acabars en el cabo Deshney. Sabes lo que es? -No -murmur el nrdico, entornando los ojos. -Es un lugar donde los SS sacan plomo con las uas, y esto hasta que se pudren. Porta iniciaba ya una descripcin cautivadora de las minas de plomo, cuando la puerta se abri bruscamente para dejar paso a el Viejo, acompaado por el legionario y por Fiodor. Empujaban delante de ellos a un ipejo delgaducho vestido con uniforme d artillero alemn. -Fijaos en el regalo de Fiodor. Hace tres meses que lo tienen oculto; dicen que fue fusilado. Contemplamos estupefactos a aquel soldado plido, que apenas s tendra los dieciocho aos. -Fusilado! -exclam Barcelona Blom-. Cmo es eso?

Hermanito, que se despiojaba, sentado en una mesa, levant la mirada y contempl recelosa66 mente al joven artillero. -Si fuiste fusilado, compaero, has de estar muerto, y si te presentas aqu como muerto es que eres un aparecido. A m esto no me gusta nada, de modo que te aconsejo que te largues, pues de lo contrario te matar, para quitarte el vicio de ser un aparecido. -Djate ya de tonteras! -grit el Viejo, exasperado. Se volvi hacia el extranjero y le alarg una cantimplora que nos haba facilitado Fiodor-. Toma un trago de aguardiente de maz. -No puedo -dijo el joven soldado-. No lo soporto. Porta levant la cabeza de la estufa en que estaba recostado. -Por qu no soportas el alcohol, hermano? -Tengo la cabeza rajada. -Se volvi y nos mostr una herida abierta que tena en la nuca, o ms bien una cicatriz de color rojo sangre-. Me pegaron un tiro aqu. Desde entonces me siento muy extrao. -No es agradable -murmur Barcelona, observando la horrible cicatriz infectada-. Cmo te ocurri esto? -Me llamo Paul Thomas y era artillero del 209. de Artillera -explic el desconocido, secndose la frente cubierta de sudor-. Nos capturaron una tarde. Habamos llegado al frente con nuestras S.M.G. (1) y la seccin estaba completa. La mayora ramos reclutas. Call, como si el hablar le costara un esfuerzo inmenso. Fiodor le alarg un cuenco lleno de leche, que el otro bebi vidamente, como si temiera que se lo quitsemos; despus mir con agradecimiento al pequeo kalmuko y cuchiche: -Spassivo, tovarich. Fiodor le palmoteo una mejilla, mientras le(1) Schwedes Naschimen gewehr: ametralladora pesada.

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Ideca algo en su propio idioma, que no era el ruso. -Nuestro jefe de seccin, Tauber, un suboficial, quera rendirse. Hans Blow y yo queramos seguir luchando, pero Tauber dijo que era cornpletamente intil. Tal vez tuviese razn, pero se decan tantas cosas de Ivn que yo crea que era mejor continuar; mientras disparsemos, no podan cogernos y nos quedaban an muchas granadas. Podamos resistir media hora ms y, despus, escaparnos, pero Tauber afirmaba que seramos mejor tratados si nos rendamos. La verdad es que los rusos haban ofrecido en varias ocasiones respetar la vida de los que se rindieran. Finalmente, Tauber nos amenaz con su ametralladora; era suboficial y pens que sabra mucho ms que yo. As, pues, nos levantamos con los brazos alzados. -Y dnde estaba el resto de la batera? -pregunt Barcelona, muy sorprendido. -Se haban largado; nosotros formbamos la retaguardia. Al principio, Ivn se port bien. Nos dieron schnaps y cigarrillos; un suboficial quiso la Cruz de Hierro de Tauber, quien se la dio a cambio de un gran pedazo de pan, que nos repartimos; despus nos llevaron a retaguardia, para interrogarnos, lo mismo que nosotros interrogamos a nuestros prisioneros. Nos preguntaron si ramos de las Juventudes Hitlerianas, igual que nosotros les preguntamos si son Konsomols; naturalmente, todo el mundo dijo que no,, pero descubrieron que mentamos porque un idiota lo haba escrito en su cartilla militar. Entonces la cosa cambi. Estaban seguros de que habamos torturado a paisanos, y todas esas cosas; de nada sirvi que jursemos no haberlo hecho. Nos trataron de cerdos y nos amenazaron con cosas peores, seguidamente nos llevaron ms a retaguardia, a un pueblo que se llama Daskiovo o algo por el estilo. Uno no se siente el mismo cuando est entre los rusos. -No me cuesta nada creerlo -dijo el legionario-; yo prefiero charlar con ellos desde detrs de mi ametralladora. -En el poblado nos robaron todo lo que temamos: relojes, anillos, dinero...; pero no nos pegaron. -Toma, coge una machorka, pequeo -dijo el Viejo. -Prefiero masticarlo -dijo Paul, sonriendo. Se acarici la nuca y nos mir como disculpndose-. No nos pegaron -prosigui reflexivamente-, pero nos fusilaron. -No lo entiendo -interrumpi Hermanito-. Es un artillero de verdad y no un aparecido, y debera estar muerto. Y, sin embargo, vive! Quin se atreve a

tratarme de idiota? -Nos liquidaron uno tras otro -prosigui Paul-. Hacamos cola, aguardando como si esperramos el rancho ante las cocinas. Yo era el ltimo, el ms joven. Cuando me empujaron hacia delante, me arrodill; haba visto lo que hacan los otros doce. -Mir nerviosamente a su alrededor-. Lo ms curioso es que tena tanto miedo que no me daba cuenta de que lo tuviese. Sonri Porta, que se inclinaba por encima de la enorme estufa, para ver al joven artillero que deba estar muerto. Fiodor mene la cabeza: -Tovarich Paulssyn! -Me arrodill junto al estercolero, como haban hecho los dems; haba tres gallinas blancas que picoteaban y un gallo con las plumas erizadas. -Es curioso el que uno se fije en tales cosas en momentos as -dijo Heide-. Tres gallinas blancas y un gallo enfurecido! -Me empujaron un poco ms adelante, sin brutalidad, casi amistosamente. El Ivn que nos disparaba no estaba contento de la manera como colocaba la cabeza, lo mismo que .ocurre a veces en la peluquera. Sent el can del revlver con68 69

de ser interesante. -Se apart de la estufa-. Qu tal es ese pas de Turqua? Es un pueblo simptico, donde cada fulano tiene su propio burdel con tres pjaros por lo menos. No es cierto, Paul? -Tal vez te ests refiriendo al harn -contest ste riendo. -Llmale como quieras. Para m, un lugar as con ms de tres mujeres, es un burdel. Pero, adems, no estn en guerra con nadie, y si pudisemos atfavesar la frontera, menuda vida nos esperaba! Con una astilla de madera, Barcelona dibujaba en el suelo de arcilla una especie de mapa para explicar a Hermanito dnde estaba Turqua. -Entiendo! -exclam muy alegre el gigante, mientras pisoteaba el mapamundi-. Turqua est en la frontera con China. Vlgame Dios, a qu sitios lleva una guerra como sta! -Bien mirado, para unos hroes como nosotros no tendra que ser demasiado difcil atravesar esa frontera -segua meditando Porta. Paul se encogi de hombros. -Imposible. Fiodor dice que muchos lo han probado y que ha visto los cadveres de todos ellos. Pero nadie le escuchaba. La idea de un pas neutral an cercano a nosotros nos pona nerviosos. -Turqua... -murmur l Viejo-. A qu distancia queda? -Aproximadamente hay cincuenta kilmetros hasta la zona prohibida. Despus veinticinco kilmetros ms, llenos de minas y de atalayas, y por lo menos cinco divisiones de N.K.V.D. -Turqua! -Barcelona estaba muy alegre-. Desde all se puede ir a Ismir y despus a Valencia. Mi huerto de naranjos se acerca. Y pensar que tal vez dentro de cuatro semanas est presenciando una corrida! Barcelona qued abstrado en sus fantasas.72

El pequeo legionario jugueteaba con su cuchillo morisco. Se notaba que la idea le apasionaba. -Por Al! Tengo un camarada en Ankara. El sargento mayor del 2. Extranjero. Desde all puedo llegar a Siria y presentarme a mi general en Beirut. -No querrs seguir siendo soldado!

Porta se haba quedado boquiabierto. -Es mi deber. Francia est luchando. Si Francia muere, yo morir tambin, entiendes, camarada? No, nadie lo entenda, pero nadie se atreva a decir que el pequeo legionario estaba loco! El cuchillo con que jugaba nos haca callar. -Turqua! -soaba el Profesor-, All podra encontrar un barco sueco, llegar a Succia; entonces Noruega queda al alcance de la mano. Me colara por la frontera e ira a luchar por Noruega. Todo el mundo se ech a rer. -Esta s que es buena -dijo Barcelona-. Luchar por Noruega? Pero si es lo que ests haciendo-, Le tir su revlver-. En marcha, hroe de la SS! Heide empez a canturrear el himno de los legionarios, al que hicimos coro irnicamente, ante las narices del voluntario miope. A luchar por el honor y la libertad acudimos los voluntarios noruegos! La cruz gamada es nuestro orgullo, SS, no estis combatiendo solos! El desdichado nrdico se inclin ante nuestras burlas. -Te ahorcarn! -grit Porta-. Tus propios compaeros noruegos! Ten por seguro que te balancears en medio de la Cari Johnn!73

-S -corrobor Barcelona-, por espa o por traidor, pero te ahorcarn. Qudate en Turqua, o ven conmigo a cultivar naranjos. Cuando seas rico, regresa a tu casa. A la gente rica siempre la perdonan. A esto le llaman justicia. -En cuanto a m, siempre he soado con tener un burdel en Estambul! -interrumpi Porta-. En una revista de seoras le que en este pas no son muy exigentes en cuanto a moralidad. Se instal sobre la mesa, se quit los calcetines y agit los dedos de los pies junto a la nariz del indignado Barcelona. Encendiendo un cigarrillo, Porta seal a Hermanito, que le contemplaba con los ojos muy abiertos. -T irs al puerto a repartir prospectos en todos los idiomas con unos dibujos bien cerdos. Mi burdel ser una villa completamente blanca en la parte ms alta de la ciudad. jAlgo sensacional, muchachos! Se perdieren su paraso de sueos. -Y yo? -pregunt Heide-. Qu har yo en tu burdel? Porta se ech hacia la nuca el sombrero de copa y chup el diente negruzco que tena en el centro de la boca, el ltimo que le quedaba. -Cantars canciones sobre los placeres de la cama. Steiner nos los escribir. Una cosa escogida, pero que no vaya contra la religin; a sta hay que respetarla siempre. Por fin se hizo el silencio; horas despus, estando la noche bastante avanzada, casi nadie dorma an. El pensamiento de Turqua y los sueos sobre la villa blanca de Porta, en la parte /ms alta de Estambul, no nos dejaban. Pero en los das siguientes hubo que volver a la realidad. No era posible pasar de la Unin Sovitica a Turqua. Porta se consol pensando que la guerra se acercaba a su final, y que aunque hubiera de pasar por Berln acabara llegando a Estambul. Poco despus sucedi aquello: fue Hermanito quien encontr una barrica llena de alcohol. Plantado en medio del camino, levantaba el voluminoso objeto y dejaba que un delgado chorrito de alcohol cayera hasta su garganta; luego, con un aullido, pas la barrica a Porta, quien se puso a beber de la misma manera. Se produjo una escena demencial. Steint y Barcelona haban venido en su ayuda y, en un santiamn, un estrpito infernal atrajo a todos los habitantes del poblado. En la barrica brillaba una estrella roja, lo que indicaba que el

objeto era propiedad del Ejrcito sovitico. -El saqueo est castigado con la horca -advirti Fiodor, mientras empezaba a beber de los treinta litros de la barrica. La ingestin del matsie vuelve loco, completamente loco, y el ruido que se arm se oa a gran distancia en la maana blanca de nieve. Un viejo rgano de Barbaria sali de su escondrijo; era una reliquia venerada del pueblo que pareca proceder de Berln, segn una inscripcin casi ilegible. Se instal el rgano en un trineo y la mujer del starost empu la manivela con feroz energa. De mltiples escondrijos salan tambin botellas de vodka. Porta se entregaba ya a un cuerpo a cuerpo con una muchacha, ante la mirada de la multitud ebria y vocinglera, cuando de repente el Viejo levant la mano exigindoles atencin. Qu suceda? En el silencio que se produjo se escuch el canto de una grave voz de hombre. La voz se acercaba cada vez ms, mezclada con ladridos de perros. Hacia la ltima casa del pueblo, una silueta cubierta de pieles apareci, llevando un fusil ametrallador atravesado sobre el pecho. El hombre se detuvo entre nosotros; nos mir a uno tras otro y vio la barrica de matsie que Heide sostena aun en alto. Acariciando la estrella roja de sus mitones de piel, el recin llegado olfate el contemdo 774

de la misma, luego se la llev a los labios y bebi a grandes sorbos. Eruct prolongadamente y luego escupi hacia Porta, que manoseaba a la muchacha en un rincn. -Tovarich, eres un cerdo -gru, mientras se dispona a seguir bebiendo. Con precaucin, dej la barrica sobre la meve y ech al aire su gorro de piel blanca. Entonces vimos una cruz verde, el signo de muerte de la N.K.V.D. Durante un breve instante, todos los corazones dejaron de latir. Pero el hombre, tirando repentinamente su metralleta sobre un montn de nieve, se puso en cuclillas, cruz los brazos sobre el pecho y empez a bailar. Una danza salvaje salpicada de mucho taconeo. En un abrir y cerrar de ojos, Hermanito se irgui empuando un revlver; por un momento cremos que iba a liquidar al N.K.V.D. El arma apuntaba al vientre del soldado que bailaba, el dedo se curvaba sobre el gatillo, los ojos del gigante relampagueaban, implacables... Pero ech la cabeza hacia atrs y se dej caer riendo como un loco; el arma le temblaba en la mano, todo su cuerpo se estremeca, y los proyectiles salan en todas direcciones. Nos echamos al suelo; las balas pasaban silbando cerca de nuestras cabezas. El baile del N.K.V.D. se haca cada vez ms feroz; el hombre aullaba de alegra y daba enormes saltos, describiendo piruetas agilsimas. Hermanito, con las piernas separadas, un poco inclinado hacia delante, recarg el fusil ametrallador y luego empez a disparar alrededor del N.K.V.D., quien detuvo su baile. Cogi la barrica de matsie, pellizc la oreja del gigante, y dijo, riendo: -Lo encuentras divertido? Pero a m no me das miedo. -jMierdoso! -gru Hermanito, descargando todas las balas en las proximidades del ruso. 76 Despus bebi un buen trago de aguardiente y alarg la barrica al N.K.V.D., en el momento preciso en que ste vaciaba su cargador junto a los pies de Hermanito. -Bruto! -aull el gigante-. Sabrs quin soy yo! Yo, Hermanito de san Pablo. Entendido, esbirro de Stalin? Comprendido? Soldado germanskil Tanquista! Pum, pum! Y os maldigo a ti y a Stalin! -Seal a Porta, que se les acercaba. -Ese borracho que viene es Joseph Porta, de Berln Wedding, y podra cortar todo lo que te sobresale antes de que te dieses cuenta. Porta se rea. Toc al comisario con el mango de una granada de mano: -Ese chico es un alma de cntaro, pero ahora que est dicho, ms vale que sepas todo lo dems. -Cogi por el pecho al comisario. -T ruski, yo germanski,

por lo tanto, enemigos, entendido? Yo, cabo del otro lado, columna vertebral del Ejrcito alemn. -Seal al legionario. -Y se, ni ruski, ni germanski, sino franzuski, entiendes? El discurso de Porta no pareci causar el menor efecto en el comisario, que beba vidamente de la barrica de matsie. Porta sac su cuchillo de trinchera y lo puso bajo la nariz del otro. -Te advierto que corta. Si eres descorts, te vuela la nariz. Paniemaio? El comisario rea. Erguido entre los montones de nieve, con las piernas bien separadas, miraba oblicuamente hacia el suelo. En el mismo momento, y sin que nadie se hubiese dado cuenta, Heide entr en accin. El matsie estaba causando efecto. Heide lleg corriendo por la calle del pueblo, con una granada en cada mano. Vimos que el Viejo trataba de detenerle, pero era empujado a un lado; Heide corra hacia el comisario. Esta vez, el N.K.V.D. levant su metralleta. Su rostro curtido enfil a Heide, y entorn los77

ojos. Todo su cuerpo estaba en tensin. Ya no era un soldado ebrio, sino un polica de galones verdes, cuya sola presencia haca estremecer a todo un pueblo. Hermanito y Porta bailaban cogidos del brazo, como si aquello no fuera con ellos, con sus armas cadas en la nieve. El comisario dispar una serie de tiros; cada proyectil fue a enterrarse en la nieve, a pocos centmetros de Heide, que llegaba corriendo. Despus la cosa se puso seria. El ruso se ech el arma al hombro y apunt exactamente al vientre de Julius. Vimos cmo con un dedo quitaba el seguro del automtico. El Viejo cogi su revlver y apoy la mano en el hombro del legionario, mientras contena la respiracin... Tena que ser un tiro preciso, mortal, entre los ojos... En el mismo segundo, Heide choc con el comisario. La metralleta del ruso describi un crculo y cay ante el legionario, quien de una patada la envi entre los arbustos. -Dispara! -murmur Fiodor, plido como un muerto-. Mtalo! Es un diablo. Hace poco cogi a tres y los llev a... El Viejo baj el revlver. Cmo disparar contra aquella confusin de brazos y piernas? Gritos medio ahogados y juramentos extraos salan del montn de nieve. -Job Tvoiemadi! Perro! Ven a Colonia, a casa de Schwabing, y ya vers lo que hacemos con un puerco de tu ralea! Heide haba cogido al hombre por el cuello y trataba de estrangularlo. Era vigoroso, pero el ruso tambin, y esto fue lo que le salv la vida. Un esfuerzo sobrehumano y una patada precisa lo arrancaron de manos de Heide; busc con la mirada su arma, pero ya no estaba all. -Cerdos! -grit--. Os costar la cabeza el haber levantado la mano contra Piotr Yanov,- teniente de la N.K.V.D.! Quines son estos perros78

extranjeros? Presentad la documentacin! Lo os, hatajo de intiles? Yo, teniente Yanok, quiero ver vuestros documentos! -Quieres tambin mi cuchillo en el trasero, piojo infecto? -grit Heide, quien rea mientras agitaba su kandra-. Yo soy del frente del Este y no un emboscado como t, y siento grandes deseos de rebanarte el cuello. i Hizo girar la kandra por encima de su cabeza con una fuerza tal que hubiese hecho volar la del comisario, si hubiese llegado a tocarla. -No somos tus voina plennys (prisioneros de guerra), tovarich. El comisario, que ya no entenda nada, observ nuestros uniformes rusos. Mene la cabeza y separ los brazos en ademn de perplejidad.

-Niet russki? -pregunt con expresin cmicamente estupefacta. El Viejo se adelant, con el revlver en la mano, mientras los habitantes del pueblo se congregaban a nuestro alrededor; al ver tan desconcertado al comisario, su temor se desvaneca; hablaban en voz alta. Una mujer lleg incluso a rer a carcajadas. Hermanito se levant de los arbustos entre los que haba cado, se sacudi la nieve del cabello y devolvi la barrica de alcohol al aturdido polica. -Bebe, camarada -dijo, riendo-. Bebe por nuestra suerte y por la muerte rpida de nuestros enemigos. El ruso bebi. Alemanes all, en un distrito tan lejano del frente, y con uniformes rusos de tanquistas...! Era imposible! Incomprensible. Slo pensarlo ya era peligroso. Haba que sofocar esa idea en embrin. Si tales cosas podan ocurrir? a la N.K.V.D. no le quedaba ms recurso que desaparecer. Fue arrancado de sus sombros pensamientos por la llegada de un lechen asado. 79

-Propiedad del Estado -murmur el N.K, V.D.-. Tendra que denunciaros. Nos sentamos sin ms cumplidos, formando un crculo sobre la nieve, y arrancamos gruesa*- lonchas del cerdo asado; la grasa nos resbalaba por la barbilla y el cuello. -Hagamos las presentaciones como es debido -dijo el legionario, de buen humor-. Nuestro invitado tiene hipo, y esto suele curarse con un buen susto. -Cuntale la historia -propuso el Viejo a Fiodor, que pareca muy preocupado ante los problemas que poda acarrearle aquella llegada intempestiva. -Piotr, cerdo fanfarrn -exclam Barcelona Blom mientras pegaba una palmada monumental en el hombro del comisario-. Eres el trasero de un grande hombre. Heil! Camarada, viva Mosc! El comisario hipaba; se le escap un eructo monumental y seguidamente se reg la garganta con ms matsie. Rea estpidamente y escupa en direccin a Hermanito, -,Viva Stalin! -grit el N.K.V.D., encantado-. Larga, larga vida a Lenin, protector del proletariado. -Cay de costado, y el pequeo legionario tuvo que tirar de l hasta dejarle sentado. -Estis detenidos -prosigui el comisario, meneando el ndice-. Sois partidarios de Trotski. Empez a tartamudear, asegur al legionario que Karl Marx era un borracho, volvi a caerse y se agarr cariosamente a Porta; despus mir a su alrededor con precaucin y dijo con gran sigilo. -Amigo mo, dnde has aprendido el ruso? -En mi casa -contest Porta. Hubo un momento de silencio, y despus el ruso se ech a rer. -Quieres ensermelo a m tambin? Tienes por lo menos una orden de misin?80

-Te juro que la tengo, pero es falsa -contest Porta, muy serio. El comisario se levant, vacilante, pero cay de rodillas y vomit; secndose la boca con su gorro de piel, confes a Porta que estaba enamorado de la mujer de su comandante. De repente, cay cuan largo era; se volvi con dificultad, consigui arrodillarse y ri malvolamente al ver a el Profesor tendido sin sentido en la nieve, a consecuencia de una ronda de matsie que Heide le haba hecho beber a la fuerza. -Llevaos ese cadver! -grit-. Davai, davai! No me gusta ver cadveres esparcidos por los lugares pblicos! -Tiene varices la mujer de tu comandante? -pregunt Porta.

El comisario no lo entenda muy bien, pero, de todos modos, la cosa no tena importancia; mene la cabeza y jur por san Ludmillan que la mujer del comandante era hermosa. -Tiene el trasero agradecido? -insisti Porta. El comisario sonri, y volvi a menear la cabeza; repiti que la mujer era hermosa. -Cada marrana prefiere a sus cerdos -concluy Porta, con un amplio ademn-. Una prostituta es siempre una prostituta. Kirva, kirva, paniemaio? -Simio! -grit el comisario-. Muges como un toro, pero pronto entablars relaciones con la taiga siberiana. Las minas de plomo te esperan, el cabo Deshnev te calmar. Mi azucena no tiene nada de kirva. Entiendes? -Kirva? -replic Hermanito-. Quin habla de prostitutas? Una mujer con pantalones masculinos aprovech aquella distraccin para escabullirse y alejse corriendo por la calle, acompaada por las risas de los nios del pueblo. Pero fue atrapada por Steiner, quien la inmoviliz hasta la llegada6 - BATALLN DE CASTIGO

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que se pronuncia la palabra mierda, expediente que te cri! Seal al comisario, que mostraba el aire angustiado, tpico de los condenados a muerte. -Tovarich, no pongas esa cara tan triste. Estamos en tu casa, y si tuviera que ocurrirte algo, te prometo que sera por pura casualidad. De repente, Fiodor se acerc a el Viejo y cruz con l unas cuantas palabras en voz baja. Fiodor sealaba hacia el Este y pareca muy nervioso. El Viejo se volvi hacia m. -Sven, en pie, de prisa! Hay que largarse. Fiodor dice que est en camino una patrulla de la N.K.V.D. De manera incomprensible y ms rpidamente que con el telgrafo, todo el pueblo saba la noticia. sta haba corrido de matorral en matorral, de copo de nieve en copo de nieve. La N.K.V.D. llegaba! Todo el mundo colabor para apresurar nuestros preparativos, y el ltimo en moverse fue Hermanito, a quien hubo que sacar a la fuerza del gallinero. Tambalendose, se deshaca en exclamaciones obscenas. -Y enveme a su marido, seora; aprender a conocerme. Ahora, en marcha, y al diablo con todo lo dems! -grit al comisario, que observaba fijamente aquellos acontecimientos tan poco reglamentarios. -De buena gana bailara -dijo Julius Heide, despus de su vigsimo tercer trago de matsie. Sabes bailar la slapak? -pregunt a una vieja que profera insultos contra el comisario. Atrap a una muchacha. Los dos rodaron por el suelo, mientras Fiodor, cada vez ms nervioso, nos apremiaba para que emprendiramos Ja marcha. En medio de la excitacin general, Hermanito vaci todo un cargador, desgarr una de las botas del comisario y arranc el gorro de Fiodor,84

pero nada impresionaba a aquella gente tanto como la llegada de la N.K.V.D. Cmo se efectu la carga? Nunca lo he sabido, pero Fiodor exigi que nos llevsemos al comisario, que estaba totalmente borracho. -Si se queda, estamos perdidos -dijo-. Matadlo lejos de aqu, es un cerdo; echadlo al ro, o haced un agujero y metedlo dentro. No lo encontrarn hasta la primavera. -Y con un ademn expresivo, aadi-: Aseguraros de que la die! -Yo me encargo de eso -dijo Heide, examinando el cuello del comisario. Y el pacto fue sellado con un apretn de manos.

El pequeo artillero fue atado sobre el trineo; Fiodor le dio un abrazo y le recomend que conservara bien abrigada la herida de la nuca; los habitantes del pueblo se despedan de nosotros con profusin de palmadas en los hombros, de risas y de regalos. El ms maravilloso de los regalos fue una de esas tiendas que resisten hasta un huracn de nieve. Haba tambin una buena .racin de pescado seco, duro como madera, que atamos a ambos lados del trineo. . Despus, emprendimos la marcha solemnej mente. El comisario N.K.V.D. nos sigui sin resistirse, y se puso sus esqus cortos, despus de un iob tvoiemad! (al diablo con tu madre) que indicaba que en lo sucesivo todo le daba igual. Cuando iba a ponerse en bandolera su fusil ametrallador, Heide se lo quit. -Ahora eres t el vaina plenny (prisionero de guerra), gordinfln, de modo que ser mejor que me encargue yo de tu naranjero. El comisario se encogi de hombros con indiferencia y murmur unas palabras aludiendo a Fiodor y a la horca, -Niet! -replic ste, sonriendo. El Viejo hizo chasquear el ltigo y profiri un85

Oh, ha! que el perro gua recibi con un aullido de placer. El trineo sali del poblado en medio de una nube de nieve. A nuestras espaldas, los campesinos cantaban: Dassvi dania, dassvi dania Nunca ms volveremos a vernos Es un viaje largo, muy largo, largo, muy largo... Dassvi dania, dassvi dania. Las casas bajas desaparecieron en el horizonte, bamos a una velocidad infernal; el fro y los esfuerzos nos serenaron. Se reanudaba el cornbate eterno. La tercera noche, durante el descanso, el viento empez a soplar y por primera vez desde la salida, el comisario nos dirigi la palabra; es decir, se dirigi a el Viejo, porque a nosotros nos ignoraba. -Se prepara una tempestad -declar despus de lanzar una mirada hacia el Este-. Una tempestad horrible, que durar varios das; hay que montar la tienda. El Viejo reflexion, encendi la pipa y entorn los ojos para observar el avance de las nubes bajas. -Eso crees, Piotr? Entonces, ser mejor hacerte caso; conoces la regin mejor que nosotros. -Apresrate! -grit el comisario, a quien la tranquilidad de nuestro jefe exasperaba visiblemente-. Dentro de una hora la tormenta estar aqu y moriremos de fro si la tienda no est montada. -Hizo unos amplios ademanes para dar fuerza a sus palabras-. Huracn, huracn! -repeta, pegando furiosas patadas sobre la nieve.86

-Tienes razn, dmonos prisa -intervino el legionario-. Conozco las tempestades de arena del Sahara, que te asfixian en un santiamn; pero sta ser peor: estamos a cuarenta y ocho grados bajo cero. De prisa! -No irs a crer las palabras de ese cerdo? -dijo Porta. -Basta! -grit el Viejo-. Montad la tienda, y a toda marcha. -Cuidado! -gru Porta-. Pese a que te queramos, los puales pueden sentirse tentados a actuar. Lenta, muy lentamente, desembalamos la carga mientras Heide insultaba al perro gua, como si fuese responsable de todo. Una rfaga recorri la estepa con un aullido; tiene tanta fuerza que nos lanza contra el suelo. -Vlgame Dios! -grit Porta-. Tengo la impresin de que ese cerdo est en lo cierto.

Nadie deca ya nada; todos ayudaban a plantar la tienda helada; otros arrancaban grandes pedazos de hielo para formar una especie de parapeto. Se produjo un prolongado silencio, y todos nos lo principal es ser el ms rpido; disparad como el rayo si queris seguir viviendo. -Sabias palabras -cloque Porta-. Puedo asegurrtelo, comedor de naranjas. El Profesor abri la boca: - -El otro da mat a nueve rusos -dijo, enrojeciendo bajo nuestras miradas-. Por casuali1299 _ BATALLN DE CASTIGO

dad... -En su emocin, se quit las gruesas gafas y entorn sus ojos de miope, como para no vernos-. Corran directamente hacia mi fusil ametrallador, hacia las balas. Yo no odiaba a ninguno, de veras, podis creerme. -Vacil un momento y termin casi llorando-. Dispar por miedo. -Nadie lo duda, voluntario de la SS -dijeron Heide y Porta, echndose a rer-. Ni siquiera ests acabado de criar; pero, vlgame Dios, quin te obligaba a venir -Asqueroso tema -confes Hermanito a Porta-. Cualquiera dira que estamos entre sabios Y si hablramos de otra cosa? -De mujeres, para cambiar? -brome Porta-. De vez en cuando, muchacho, una breve conversacin intelectual no hace ningn dao. -Vete al cuerno! -grit Hermanito-. Ser mejor que bebamos. Imagnate que recibamos un pildorazo antes de haber vaciado la cantimplora! Mi viejo se emborrach a los diecisis aos -prosigui-. Y jams volvi a estar sereno. Por eso me encuentro yo aqu. -Qu relacin tiene eso? -exclam Porta-. Que tu viejo estuviera siempre borracho no tiene nada que ver con el hecho de que te encuentres en el 27. de tanques. -Cretino! Crees que mi viejo se hubiese metido en la cama de la madre Creutzfeld si hubiese estado sereno? Estaba como una cuba, eso s. -Cmo era tu viejo? -El peor bandido de la Reeperbahnn. Le cortaron la cabeza por dos asesinatos, en Fuhlsbuttel, el ao 1937. Segn parece, tuvieron que sujetarlo entre cinco, y el verdugo perdi el sombrero de copa. -Tu viejo se arregl la barba con la cuchilla? -inquiri Heide, muy sorprendido-. De veras? Esto les ha ocurrido a muchos... 130 Con la mano remed el movimiento del hacha... De repente, se oy un ruido de herramientas y armas... Una seccin de infantera pas en silencio. Aparecieron otros, entre los crujidos de sus vestidos de cuero. Cuchicheos... Desaparecieron en el bosque. Compaa tras compaa, batalln tras batalln, columnas interminables. Bateras de artillera pesada y ligera ascendan por el camino arenoso. Las rdenes dichas en voz baja se mezclan con los jadeos y los relinchos de los caballos. -Maldicin! Volvemos a las andadas -se lament Porta, lanzando una mirada por entre los rboles-. Y por si fuera poco, se ha puesto a llover. Una orden surgi de la oscuridad:

-Preparados para la marcha. Calentad en seguida los motores! Ronronearon los primeros motores. Largas llamaradas salan de los tubos de escape. -Apresrate! -grit el Viejo a Porta, que segua tocando la flauta con indiferencia. -Calma, calma. Tantas ganas tienes de morir como un hroe? Lentamente, Porta despleg su corpachn interminable y se sacudi el polvo de los calzones negros manchados de grasa; despus se encaram en el tanque. El motor zumb. -En marcha! -orden el teniente Ohlsen. El comandante Mercedes vino hacia nosotros. Estaba cubierto de sudor y nos salud llevndose dos dedos al gorro de piel. Se subi a un tronco de rbol y clav su mirada en Porta. -Por el diablo! -blasfem al ver el sombrero amarillo-. Se me pone la carne de gallina cuando veo esta tapadera; brilla como una linterna y atrae los disparos. -Escupi-. Ahora, Porta, mucha tranquilidad y nada de tonteras. El comandante de la divisin quiere terminar de una 131

vez; as que, a hacerlo bien. Salt del tronco y desapareci en la oscuridad. Nadie saba lo que buscaba, pero el Tuerto es as. Aterrador para los que no le conocen. -Adelante los tanques! -orden el teniente. El bosque silencioso estaba lleno de actividad. En el camino, los vehculos se haban dispuesto en fila; los haba de todos tipos, desde los Volkswagen anfibios hasta los camiones ms pesados. Las columnas desfilaban hacia el Este y la lluvia arreciaba, pero no hubo ni un segundo de interrupcin en la riada de tanques, de infantera y de zapadores con lanzallamas. -Menuda pandilla! -murmur Heide. Llegamos a nuestro destino, es decir, al vrtice de la formacin de tanques. Porte se asom por la escotilla. -Disculpad, camaradas -grit a los soldados de infantera-. Tened la amabilidad de decirme si es aqu donde hay guerra. Hemos de participar en ella... -Muy pronto lo sabrs -contest una voz. -Gracias por la confidencia. -Porta salud con su sombrero amarillo-. Creamos habernos metido en la conferencia de la paz. A lo lejos retumbaban las explosiones; puentes y almacenes saltaban por los aires. Un resplandor violeta ascendi por encima de los rboles; las balas trazadoras volaban mezcladas con las perlas de la Flak (1), y formaban dibujos en el cielo oscuro. Esperamos. Una larga hilera de tanques Tigre. Porta y Hermanito se haban deslizado entre los rboles, lo mismo que el legionario y Julius Heide. Jugaban a los dados, utilizando un vaso como cubilete.(1) Artillera antiarea. 132

-Seis! -exclama Porta, jubiloso, con una voz que se oy desde lejos-, Dame eso, pjaro bobo. Hermanito, rezongando, sac tres cigarrillos de marihuana. La voz altisonante se dej or de nuevo: -Mierda! Estoy de suerte, otra vez gan. Hombre del desierto, afloja la mosca! gil como un simio, el legionario se apoder de los dados y los examin cuidadosamente. Porta le contemplaba riendo. -Cree tal vez el seor que hago trampas? -Justamente --contest con sequedad Hermanito.

-Esta barbaridad ha de demostrarse. -Ojal pudiera -rezong el legionario, sacando otros tres cigarrillos. -Puedo jugar a crdito? -implor Heide. -Con menos del ochenta por ciento, no. -Esto es vergonzoso! -gimi Heide, cogiendo el vaso. -Nadie te obliga, devorador de judos. -Sabes muy bien que no puedo resistir la tentacin -gru Julius. Durante un rato jugaron en silencio; slo se oa el ruido de los dados contra el metal. Y luego una exclamacin de Hermanito, al recibir un golpe de bayoneta en los dedos, cuando trataba de sustraer el creciente montn de Porta. -sta no es manera de tratar a un camarada! -protest el gigante, frotndose las articulaciones doloridas. -No eres lo bastante listo como para ser ladrn, muchacho. No es extrao que hayas recibido tanto castigo. -Oye, que t tambin robas! -S, pero no me dejo atrapar, ah est la diferencia. Un caonazo seco, furioso, son muy cerca. Todo el mundo se sobresalt. 133

-Los T-34 -dijo el Viejo-. Los colegas llaman a la puerta, Se encaramaron al tanque. -Miedoso! -exclam Porta, riendo, al mismo tiempo que echaba los dados, sacando una puntuacin que dej sin aliento a los dems. -Motores en marcha! -orden una voz. En medio del alboroto general, Porta no consegua guardarse sus ganancias y se puso a blasfemar. -Tigres! En marcha, en marcha! En el interior del bosque sonaban los fusiles ametralladores; las granadas de mano estallaban con un estampido seco. -Latosos! -grit Barcelona desde la torreta de su tanque. Nos salud con el brazo. Balas trazadoras blancas y verdes suban hacia el cielo: era el ataque. Automticamente nos palpamos el uniforme. Vamos bien equipados? Revlver, con la correa sujeta a los hombros, a punto de ser sacado del bolsillo interior; cuchillo de trinchera, granadas de mano en el bolsillo del pantaln, y, junto al asiento, el montn de granadas con mango. Pegado al aparato ptico, el fusil ametrallador, diez cargadores sujetos al cinturn; en las botas, otro revlver y un cuchillo. Todo est en su sitio. No es reglamentario, desde luego, pero est en su sitio; en el frente, dentro de un tanque, el reglamento surgido de un cerebro de oficinista no vale nada; aqu lo que cuenta es la experiencia. Cada da se aprende algo nuevo, algo que en el cuartel nunca sabrn; nuestros conocimientos anatmicos sorprenderan a un cirujano, por lo menos cuando se trata de matar. Nuestros cuchillos no equivocan nunca el blanco. Lentamente nos infiltramos por la espesa maleza; los abetos se rompan como cerillas. Nuestros 105 ladraban secamente. Un T-34 vol por los aires; pedazos de acero al rojo vivo salieron disparados por encima de los rboles; y134

1las granadas P.A.K. silbaban sobre nuestras cabezas, para caer en el suelo hmedo del bosque. Cada vez que las oamos encogamos instintivamente el cuello. Conocamos el seco estampido de los caones antitanques y le tenamos miedo. Disparamos las granadas explosivas sin apuntar; de vez en cuando alcanzamos por casualidad un can antitanque y sus servidores saltan por el aire como muecos.

De repente ces el fuego de la artillera. Las armas automticas rugieron. Unos Hurras! roncos nos informaron de que la infantera se haba lanzado al ataque. Tigres! Adelante! Avanzamos con un sordo retumbar; los rboles temblaban como si fueran dbiles bambes rotos por el paso de un rebao de elefantes salvajes. Nos detuvimos un segundo para permitir que nos adelantaran los granaderos; los potentes motores alzaban su voz cavernosa, el aire vibraba, las cadenas se movan sacudidas y el barro salpicaba en todas direcciones. La columna de Tigres avanz en formacin contra las columnas rusas y sentamos que nos suba la fiebre, la eterna invitada a nuestras batallas. La fiebre de la caza. Pero ahora se planteaba un problema: ramos cazadores o cazados? Nadie lo saba. A saltos, nos acercamos a un pequeo poblado, una bifurcacin ferroviaria que la infantera haba rodeado. Fuego nutrido. Los lanzallamas escupieron un resplandor mortal que se apag en medio de una humareda negrsima. Las granadas de mano estallaron a docenas; gritos y llamadas, en alemn, en ruso; pesadas nubes de humo asfixiante avanzaron hacia nosotros. Los depsitos de municiones estallaron con un gran alarde pirotcnico Nuestro camino fue iluminado por las antorchas en que se convirtieron las casas incendiadas. Una trinchera doble de135

fenda el camino; dos caones P.A.K. fueron hechos papilla y el camino qued expedito. Una apisonadora de cincuenta toneladas haba cado sobre una batera de morteros, y un capitn ruso con las piernas aprisionadas bajo la mquina aullaba desesperadamente. Por todas partes haba equipo abandonado, soldados y caballos muertos, vehculos volcados, hombres, bestias, todo un caos de sangre y carbn. Lo aplastamos todo sin pensar en ello; algunos heridos trataron de apartarse, segundos antes de ser alcanzados por las orugas. Una lluvia fina de ceniza volvi a nuestro encuentro. Penetraba en todas partes, y traa consigo un calor infernal; era como si atravesramos un horno crematorio. Nos cubrimos el rostro con los brazos para protegerlo, pero para la infantera result mucho peor; los soldados gritaban de dolor, retrocedan, tiraban las armas, y se cogan la cabeza con las manos. El huracn de fuego pas. Estbamos en el corazn de la ciudad, en medio de un baile mortal. Un coronel de infantera nos vocifer rabiosas amenazas. El potente motor ronc, y una llamarada de varios metros sali por el tubo de escape. Adelante! Salimos a toda marcha. Las sesenta y dos toneladas de acero se lanzaron contra una casa, reventndola y abrindola como una fruta madura. En una cama, entre dos mujeres, gritaba una nia aterrada; llevaba un camisn con rayas rojas y en el cabello una cinta desanudada. Porta no consigui frenar. La cama, las paredes, todo fue aplastado. La escena ocurri a una velocidad de relmpago. Nadie habl... Mediante el silencio nos mentimos los unos a los otros. Nadie se atrevera a decir lo que hemos visto. Aquello no era la guerra, sino un asesinato. Nadie volver a aludir a ello. La poblacin de la ciudad lo haba perdido todo. Objetos misrrimos estaban esparcidos por 136 todas partes, pulverizados, carbonizados. En medio de un amasijo de madera que haba sido un mobiliario estaba una vieja, con el cabello en desorden y quemaduras en los brazos y piernas. Slo llevaba un zapato y contemplaba petrificada, los voluminosos tanques con sus caones de seis metros de largo. En el camino, tres paisanos muertos. Uno de ellos tena los brazos en cruz; era un viejo. Junto a un rbol, el cuerpo de un muerto y el cadver de un soldado alemn; la sangre fluy sobre la arena, una sangre clida y roja. Sin saber por qu, nos detuvimos en mitad de la calle, junto a una plazuela adornada por un viejo pozo. Un soldado alemn orinaba en el pozo. La correa de su casco le colgaba como un collar en torno al rostro; el fusil ametrallador le molestaba. Haba debido de contenerse mucho rato, porque orin interminablemente. Le contemplamos en silencio, como si hiciese algo muy curioso. Por qu mancillar el agua potable? Ni l mismo lo sabe. Cuando termin, pareci suspirar de alivio. Era un hombre de ms de cuarenta aos, un simple soldado sin condecoraciones; nicamente lleva prendida del capote la medalla del infante, como tantos millares de hombres. Al otro lado del pozo, un nio jugaba con la arena. El soldado se inclin y le ayud a construir su castillo de arena. Se irgui, se desperez, coloc ms cmodamente su I.M.G. sobre el hornbro, nos salud con la mano, sac un cigarrillo del bolsillo, lo encendi y atraves lentamente la plaza. Dio media vuelta, retrocedi y dio algo al chiquillo, quien se la meti vidamente en la boca.

El soldado exhal una o dos bocanadas de humo. En el mismo momento, se dobl por la mitad y cay agitando furiosamente las piernas... La sangre le sala a borbotones de la boca. El nio se levant y corri unos cuantos pasos. Dio un gri137

to y cay junto al soldado. No habamos odo llegar la granada de mortero de 37 milmetros. Al estallar levant poca polvareda. El escaso polvo se pos en el pozo. Se acercaron unas gallinas y empezaron a escarbar la tierra, en el cono de la granada; se peleaban por una lombriz. Los granaderos se reagruparon y el ataque continu. Avanzaban bajo la proteccin de la artillera de los tanques. El fuego cruzado era magistral. De innumerables agujeros surgieron masas humanas con uniformes pardos; avanzaban y retrocedan inmediatamente. -Hoy Ivn toma las de Villadiego -gru Porta. Se asom por la escotilla y vocifer-: Nos encontraremos en Mosc, compaeros! -Una andanada le roz la cabeza-. Mal educados! -rezong, al tiempo que se echaba hacia afras. En medio de los soldados llenos de pnico, un comisario vociferaba y enarbolaba su fusil ametrallador. Derrib a varios de los suyos; los fugitivos vacilaron y luego siguieron corriendo a mayor velocidad. Entonces el comisario se volvi contra nosotros; un momento despus, le atraves una bala. Cay. Un sargento ruso le dio un puntapi, al pasar corriendo. La artillera rusa empez a tronar. Nuestra infantera se ech al suelo, pero fue enviada por los aires en buena parte. Las esquirlas al rojo vivo de las granadas producen en la carne heridas terribles. Por todas partes se oan gritos. Apoy la frente en el caucho del visor; el motor ronroneaba. Lo que vea era parecido a una pelcula. El ventilador produca un chirrido que crispaba los nervios. Heide le peg un golpe. El chirrido se haca cada vez ms irritante; encolerizado, Heide meti el mango de una granada 138 entre las palas y rogr romperlas. Heide haba vencido. -P.A.K. enemigo a la derecha -dijo el Viejo, indicando el peligro. La trrela gir, el motor zumb y el largo can apunt a la granja que cobijaba a la batera de P.A.K. Los pequeos y giles vehculos desaparecieron tras una pared; sus servidores retrocedieron con los caones, nuestros enemigos ms feroces. Tres o cuatro Tigres los atacaron cruzando sus fuegos. Surgieron llamaradas de detrs de los arbustos. El duelo dur varios minutos, hasta que los Tigres alcanzaron las bateras y los aplastaron. Los artilleros intentaron huir, pero fueron segados por las ametralladoras. El tanque del teniente Ohlsen recibi cuatro granadas al mismo tiempo y explot; el cargador, el suboficial Keiler, ardi como una antorcha y qued

aferrado a la puerta lateral. Otros cuatro Tigres fueron alcanzados: nadie consigui escapar. Un comandante asom por la torreta, pero volvi a caer hacia el interior, bajo la lluvia de fuego. Los blancos se sucedan. La primera cornpaa qued destruida, con la sola excepcin de seis tanques; la cuarta fue aniquilada totalmente. Esta vez huimos, llenos de pnico, bajo las invectivas de la infantera. -Cobardes! -grit un teniente, antes de morir bajo una salva de metralla. Parada a varios kilmetros ms lejos, donde nos reagrupamos en posicin de ataque. El comandante de la divisin, teniente general Keiler, pas ante nosotros en un vehculo descubierto, y en un instante transform una desbandada en una formacin tctica. De retaguardia llegaron otras secciones blindadas, pertenecientes a distintas unidades. Los motores roncaron y, adelante! La tierra temblaba bajo las explosiones, los gases de la plvora nos atenazaban la garganta. Heide flaque; se apoy un momento en la cure139

a del can y cay desvanecido. -Alfeique! -grit Hermanito, quien se adelant para ocupar el puesto de Heide. Me dio un empujn-. Ahora todos los proyectiles en el blanco, paniemaio? A la izquierda, junto a los lamos que bordeaban el camino, asom una larga hilera de monstruos negros. Grit: -T-34! -Sent que un sudor fro me resbalaba por la espina dorsal. -Vienen todos -murmur el Viejo, mientras calculaba la distancia. -Deliciosa velada -ironiz Porta-. Y si nos retirramos? Rpidamente, la torreta gir. -Mil doscientos metros -cuchiche el Viejo-. Lo tienes? Si fallas estamos perdidos. Apenas me atreva a respirar... Las puntas del visor se unieron. En el centro se vea el tanque enemigo, la imagen se aclar. Antes de poder darme cuenta haba disparado... Un aullido. Un surtidor de llamas. El gran can retrocedi. Porta se dio una palmada en los muslos. -No es posible! Buen disparo! Toda la columna se detuvo. Evidentemente, no saban de dnde haba llegado el proyectil homicida, y volvan sus caones en direccin opuesta a nosotros. Crean que era la P.A.K. Las puntas se desplazaron y la imagen se clarific. Las cifras giraron hasta detenerse en el 1.200. -Fuego! -dijo el Viejo, mordindose los labios. El proyectil silb al salir. El reluciente tanque levant la proa como un caballo que se encabritara, surgieron las llamas, y el acero incandescente estall por encima de los lamos, entre una lluvia de miembros humanos. Durante un cuarto140

de segundo este surtidor permaneci inmvil en el aire, como una inmensa seta; luego todo se derrumb como si hubieran cerrado el grifo del

potente chorro. Los T-34 saltaron uno tras otro. Formaron una larga hilera de crteres, de los que sala una asfixiante humareda negra. Casi nadie logr escapar. Las tripulaciones murieron como corresponda en verdad a soldados tanquistas: entre las llamas. -Terminado! -grit Hermanito-. Fuegos artificiales kaputtl -Quieres decir que no nos quedan municiones? -se sorprendi el Viejo. -Ni una bala. -Y Hermanito se sent en el piso de acero, junto a Heide, que se recuperaba del desvanecimiento-. Ha terminado, amigo mo; ahora, lo que hace falta es una tasca y un buen vaso de schnaps. El Viejo pidi municiones por radio. Dos tanques de avituallamiento se adelantaron y, tras la proteccin de unos rboles, trasegamos febrilmente las largas granadas. Y regresamos al cornbate. Las anchas cadenas se abrieron a travs de las ruinas y de la densa vegetacin. Finalmente, unidos a los dems Tigres, desembocamos en la llanura. Visin inolvidable! Doscientos tanques Tigre avanzaban por un sector relativamente estrecho. Daban una impresin colosal de fuerza. Evidentemente, aquellas potentes compaas se haban formado rebaando los restos de todos los regimientos. Un Obersturmfhrer SS escupi despectivamente al ver la calavera pintada en nuestras torretas; el emblema de los regimientos disciplinarios. El perteneca a la Segunda Divisin de tanques SS Das Reich, una divisin que tena fama de ser de las ms arrogantes de todo el Ejrcito alemn. Porta asom la cabeza por la escotilla y el SS 141

estuvo a punto de sufrir un sncope al ver el sombrero amarillo. -Hay una fiesta? -exclam Porta. Se fij en los cascos caractersticos de los cazadores. Caramba, los sabuesos de Hermann! Estamos entre la buena sociedad! -Alarg a Hermanito la cantimplora de vodka-. Bebe un trago, enclenque, y olvdate de donde hemos aterrizado. Cuando termine esta merendola, te buscar una marrana bien grasicnta en la que podrs desaparecer. Hermanito no tuvo tiempo de contestar. Un T-60 sali de entre los rboles como una tromba. Trataba desesperadamente de escapar, como una gallina en mitad de la carretera a la hora de mximo trnsito. Barcelona Blom hizo girar la torreta. Un breve ladrido y el T-60 vol hecho aicos. El sufrimiento fue corto, gallinita. Escalamos un alto terrapln, y el can de seis metros sealaba hacia el cielo con un dedo terrorfico. Al llegar a lo alto, el vehculo oscil, se recuper y volvimos a la posicin horizontal. Tenamos orden de progresar hacia el Sudoeste, en direccin a Sinegorski, donde un grupo de combate con los efectivos de una divisin deba estar cercado. Se trataba de romper la tenaza enemiga, para permitir que el grupo se librara de la aniquilacin; oamos por radio sus llamadas de auxilio. La situacin, evidentemente, era desesperada. La divisin de tanques avanz. Los obstculos iban siendo salvados. Tras de nosotros, muy cerca, nuestros granaderos pasaron al ataque. Mejor la moral. No se hacan prisioneros. Todo el que apareca con los brazos en alto, era segado. -Es curioso -murmur Porta escupiendo-; los soldados valerosos son unos cerdos. -Oye, cuidado -rezong Hermanito-. Yo soy muy valiente, no temo a nada, y no soy ningn cerdo.

142Porta sonri, pero no dijo nada. Los impactos de una ametralladora rusa tamborilearon repentinamente en nuestros flancos de acero. Los granaderos se protegieron tras los vehculos, y rociamos la espesura. El fuego de ametralladora ces. Y por fin, en un bosque de pinos, encontramos la divisin cercada. Qu acogida! Nuestra llegada los- volvi locos de alegra. Pero Porta escupi con desprecio. -Esto ya es inaguantable. Habis visto lo que acabamos de salvar? -SS! -gimi Hermanito. Un SS Unterscharfhrer de dos metros de estatura se adelant hacia nosotros y, riendo, alarg la mano a Porta, cuyo esculido busto asomaba por la escotilla del tanque. -Gracias, camarada, por habernos sacado de aqu. Porta mir hacia otro lado e hizo como si no

le oyera. -Digo gracias, camarada, por haber venido. Estbamos ya en las ltimas -insisti el SS, apoyando una mano en el brazo de Porta. Este escupi por encima de la cabeza del SS y se sacudi la manga. -Si hubiramos sabido que erais vosotros, no habramos venido, paniemaio? Y ahora lrgate, no queremos hablar con vosotros. Porta empuj al hombre con el can de su metralleta y despus lo limpi con un trapo. -Aqu huele mal -observ Hermanito en voz alta. El Unterscharfhrer se puso morado y dio media vuelta. -Esto se pone feo -profetiz el Viejo, al ver que un Obersturmfhrer se acercaba al tanque con paso enrgico. El oficial se detuvo ante Porta. -Buenos das -dijo Porta, quitndose el sombrero amarillo. 143

-Es usted idiota? -grit el ObersturmfhTGT*

-No, mi teniente. Y usted? Conteste adecuadamente cuando le hable un superior! -Mi teniente ha preguntado si era idiota -contest Porta, manso como un cordero-; y he contestado reglamentariamente: No, mi teniente. -No haga el cretino, sargento! -grit el SS-. Ha tenido la desvergenza de preguntarme si era idiota. Y adems, estpido, no soy teniente, sino Obersturmfhrer, spalo de una vez. -Bien, mi teniente, pero es que en nuestra unidad, al que tiene en las hombreras un chisme as, le llaman teniente. Con la punta del can de su metralleta