Baumann 6&7
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7/26/2019 Baumann 6&7
1/26
6 .Consumirse
la
vida
Montaigne recuerda una antigua historia en
la
que el ambiciosorey Piiro no
se avenia a descansar hasta calmar sus ansias desmedidasde conquista, y Ci-
neas, su hct6tum le aconsejaba rdajatse y disfrutar del descanso ni bien le
fiera posible, evitando los dolores y azaresde la guerra.' Pascal manifestaba
su escepticismown respecto a la practicidad del consejo, y se burlaba de Ci-
neas por su ignorancia de la naturaleza humana2 i, es cierto que la infeli-
cidad es producto de una sola asa. la incapacidad de los seres humanos de
quedarsetranquilos en sus habitaciones ; pero tambitn escierto que nada es
menos duradero que quedarse descansando, despojadodepasiones, aventuras,
diversiones
y
esfuerzos . Con el descanso como meta,
la
gente seenfienta a
los o b s ~ o sue les dificultan el camino: pero una
v a
que han sido supera-
dos el reposo sevuelve intolerablen(como lo expres el mismo Montaigne:
De todos los placeres conocidos,
la
bbqueda del placer es el ms placente-
ro ).' La gente tiende a creer sinceramenteque loque verdaderamente desean
s
la
tranquilidad,pero seengaan: loque estn buscando, en realidad esagi-
tacibn. Lo que verdaderamenteansan es perseguir la liebre, no atraparla. El
placer
est
en la cacera, no en a presa.
Por que tendr que ser as?Por la condicin del ser humano, mfsero
mortal , y
por
la absoluta imposibilidad de encontrar consuelo en
nada
que
ya
sea conocido. El linico consuelo disponible
es
una empresa que nos sub-
yugue, que distraiga nuestra atencin
y
eviteque pensemosen lamuertey en
la brevedad de la vida, la verdadera razn de nuestra desdicha. Disfrutamos
ste
capldo fuepubbcadoanteriormente
por
d m d a fCammerOlkure, 1:1(junio de
2001 .
Midiel
de
MontUgne,
7 k
CompImEwyr
hnguin, 1991 pp. 298-299.
Tnducci6n eM
A.S d .
Pasai.
Pcmtn
ob cit. pp. 67 70. . .'
ontaigne, GmphE.p ob.
cit.
p. 85.
.
*)
I
.
,
-
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el buiiicioso ajetreon,no sus propsitos y recompensas manifiestos.
La
liebre
no nos protegede ver nuestra propia miseriay muerte, pero la diversinde ca-
zar
una liebre s . No buscamos y encontramos el desenlaced d drama de la
mortaidad en los logros que obtenemos, sino en el hecho de desearlos e ir en
pos de ellos.
d
lbergabapocas esperanzas: no hay ms fbrma de escaparsedel des-
tino humano que en las diversiones,y no se podra culpar a nuestros congd-
neres mortales por desearlas. Su error no est en buscar agitacin, si lo que
hacen les viene de un deseo de entretenerse.
Lo
que es errneo es buscar d-
go pensando que el hecho de poseerlo les traer una felicidad verdadera; s-
lo en ese caso uno no se equivoca en acusarlos de vanidad .
Si Pascd hubiera nacido algunos siglos despues, qui& habria repetido
con Robert Louis Stevenson: Viajar esperanzadoes mejor que l l e w a desti-
no, y elverdadero xito est en el trabajo . Sin embargo,con toda probabili-
dad, Pascal habrla afilado la pluma del escritor esco&, y habra apuntado
amargamente que llegar a destino no es motivo de jbilo. Dejar de viajar es
una
meta
que conduce
a l
abatimiento y la desesperacin,habra dicho Pas-
d
o hay forma de escaparse del destino humano; lo mejor que uno pue-
-de hacer es intentar olvidarse.
Sin embargo, otro gran exploradordel espritu humano (moderno, como
quedar arplicitado ms adelante), Smen Kierkegaard, objetada esta ltim
a6rmacin. Buscar divertirseen vez de enfrentarse cara a cara con el destino
humano es, para Kierkegaard,
el
signo de una vida corrupta o perversa, una
patologa del carcter.
Y
no hay nada inevitable en esa perversin: la corrup-
cin es, clara y simplemente, resistible.
El
arquetipode esta patologa espara Kierkegaard la figura del Don Gio-
vanni de Mozart. El goce de Don Juan no est en laposcsidn de mujeres, si-
no en su seduccidn: no le interesan para nada las que
ya
ha conquistado, su
goce sedetiene en el momento del triunfo.
El
apetito sexual de Don Juan no
esnecesariamentemayor que el de cualquier hijo de vecino; el punto, n em-
bargo, es que la cuestin de cun grande es
ese
apetito escompletamente irre-
levantepara la Mrmula de vida de Don Juan, ya que la vida se trata de man-
tener vivo l deseoms que de satisfacerlo. S610 as puede adquirirDon Juan
carcterCpico, al terminar y recomenzar otra vez desde el principio constan-
temente, porque su vida es una suma de momentos aislados que no tienen
coherenciaalguna, su vida como momento es la suma de momentos, en tan
to la suma de momentos es el momento..
. .
CONSUMIRSE LA VIDA
Uno no' podra decir que Don Juan es un traidor, comenta Kierkegaard.
O,
para el caso, un seductor:
Para ser un seductor se necesita
una
cierta dosis de reflexin y autoconcien-
cia,
y
un a vez estamos en presencia de eso, se puede hablar de astucia, de
malicia, de planes ingeniosos.
A
Don Juan le Mta esa conciencia. Por lo
tan-
to, lo que hace no s seducir. Don Juan desea,
y
es ese deseo el qu e acta de
forma seductora. En ese sentido s que seduce. D i s h t a a satisfaccin del de-
seo; una vez que la disfrut, busca un nuevo ob jeto, y as infinitamente ...N o
necesita preparativos, ni planes, ni tiempo: siempre st preparado. Siempre
tiene energla, y por ende tambien deseo, y slo cuando desea se encuentra
propiamente en su elemento.'
La vida de Don Juan se divide en momentos escindidos e inconexos,
peto
dl
mismo la escindib as. Don Juan cligid. Fue decisin suya saitar de una aven-
tura amorosa a otra, de ir a la deriia por la vida en v a de caminar con paso
firme. Ningn destino lo oblig a ser as. Su vida podra haber sido dikren-
te: Don Juan podrr haber sido diferente. Kierkegaard no estaba dispuesto a
soportar sin levantar la voz la Wi dad kente a la que Pascal se rindi con me-
lanc01fa.~
Ssren Kierkegaard,
Either/Or
Prinnceton University Press, traduccin de David E Swenson
y Lidian Marvin Swenson. Se cita aqu la edicin de David L. Norton y uy
F
Kille
(comps.),
Philorophics ofloue
H e h Books 1971 pp. 45-48.
Max Scheler sera el 61timo en enunciar el credo en
el
que Kierkegaardbuscaba motivos de
esperanza: hay
un
destino comn, que ningiln ser humano puede degir libremente: y hay
un destino individual, que es propio del individuo, a pesar de que
sc
lo controla con difi-
cultad, y rara v a se lo planifica por completo [ . ]
El
destino individual del hombre no es
su destino comn. S610 la suposicinde que una cosa y la otra son lo mismo merece
ser
lla-
mada fataismo.
El
fualismo cobra peso slo en tanto y en cuanto los hombres A q w n el
destino
[
.
]
Sin embargo, la estructura del entorno y el destino [ ] tienen un origen na-
tural y bhicamente comprensible
[.
] El destino comn, por supuesto, no se puede elegir
libremente [. ] Sin embargo, me
urge
de la vida de una persona [ ]
El
destino comn
toma forma, en su mayor parte, n a vi&
del
individuo.
Las presiones (sociales) del entorno no son sobrenaturales,y resistirlas no es una tara so
brehumana. El individuo tiene que buscar su destino sobreponiCndose a muchas- ue
pueden resultar ab~madoras , a o ciertamente
posible
perseguido, perseguirlo con de-
nuedo, induso hasta
el
final; la disoluQ6n dcl destino individualen el destino comn no
es en modo alguno
una
conclusin incluso a pesv de que por lo
gened
lo pa-
rece. La posibilidad de separar
el
destino individualdel a m n hace de
la
vi&
una
eleccin
-
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POLfnCAS DE VIDA
El Don Juan de Kierkegwd era un monstruo, una acepci6n abominable
y detestable, un cncer en el cuerpo de la humanidad como pddrla y debera
ser. Pascai no habra estado de acuerdo: Don Juan era ms bien lo aue
la w n -
1
o
te comn y corriente querra ser si tuviera la oportunidad. Todos auieren
.
-constantemente terminar y comenzar otra v a desde el principio , para olvi-
darse del final que habr de terminar con todo,
m
del
cual ya
no va a
haber ms nuevos comienzos. Si el poder de seduccin de Don Juan es l ma-
nera de vivir la vida como si fuera eterna, en vez de envenenarla con la preo-
cupacin por una eternidad que est ms all de su alcance a causa de la fi
nitud del futuro (o, en tdrminos de Max Scheled si ha elegido convertir el
destino comn en un destino privado, en vez de usar su destino individual
como un arma contra el destino comn), entonces es lo mismo que busca la
mayora de nosotros, aunque muy pocos logran dominar el exquisito talento
de Don Juan, y la mayora acaba siendo desviada de esa vida de desvo mu-
cho antes de haber conseguido lo que sueiian.
Parece que la historia ha zanjado la disputa en favor de Pascal. Pero ni
Pas-
c i
ni Kierkegaard -ni siquiera
Max
Scheler- poan prever el advenimiento
de la sociedad de comn o, que habra de transformar la &tracci6n, que al-
guna vez haba sido un escondite individual para el destino comn, en un
predio construido socialmente; una sociedad en la que constantemente
ter
--
m-
y
e m p n r de nuevo desde el principio ya no sera
un
signo de mons-
truosidad sino un modo de vida disponiblepara todos, el nico modo de
- .
vida tan atendido.
Consumidores
y
socicdad
de
consumo
Por supuesto, los contempo~&eosde Pascai y de Kierkegaard tambidn con-
suman, como todo el mundo ha hecho siempre a lo largo de la historia. Co-
mo toda criatura viviente, tenan que consumir para mantenerse vivos, indu-
so a pesar de que siendo hombres y no simples animales tenan que consumir
mod Si
Don Juan
esuba
en
opinin de Kiakegwd,
ha
e
la
morai .
eso
sedebfa
a
que no
permita esa
posibilidad. hre
Max
Sdider, *Ordo amorkm,
i
r k d hi ozzd-
p ~ l b q s ,b it pp. 105-108.
fdem.
CONSUMIRSELA VIDA
ms que lo que les era necesario
para
la mera supervivencia: vivir a la mane-
ra bumana planteaba exigencias que superaban las necesidades de
la
existen-
cia meramente bwld@can
al
incluir parmetros sociaks, s elaborados, de
decencia, correccin, buena vida . Puede que esos parmetros se hayan in-
crementado con
el
tiempo, pero
el
punto
es
que en
el
pasado
el total de %e-
nes consumibles que eran necesarios para iguaiar esos parmetros se mante-
na en un nivel constante: tenia su lfmite superior
y
su lfmite inferior. Los
lmites se trazaban en base a las actividades que habla que llev r a cabo: an-
tes de que los seres humanos pudieran ponerse en accin, haba que alimen-
tarlos, calzarlos y darles un techo, y todo eso de la manera adecuada . Tenan
un nmero fijo de necesidadesn que deban satisficer para sobrevivir. Pero
el
consumo, en tanto servidor de la necesidad, tena que justificarse en otros
tdrminos ms all de s mismo. La supervivencia (biolgica y social) era el
propsito del consumo,
y
una v a que se alcanzaba esepropsito (una vez que
las necesidades
eran
satiifediasn), no tena sentido seguir consumiendo.
Quedar por debajo de los parmetros de consumo era algo que
podia
repro-
chrsele ticamente
al
resto de la sociedad, pero ir ms all era, del mismo
modo, una falta tica, aunque esta vez de carcter personal. Dejarsellev rpor
los placeres de la carne, la gula
y
d exceso era muy mal visto, si no es que se
lo condenaba como un pecado mortal, mientras que Thorstein Veblen, an
en el umbral de la era del consumo,
se
larnentd de que el consumo conspi-
cuo u ostentoso no tena otro objeto que la vanidad
y
el engreimiento.
El rasgo distintivo de la sociedad de consumo y de su cultura consumis-
ta no es, sin embargo, el consumo como tal; ni siquiera el elevado
y
cada
vez ms creciente volumen del consumo.
Lo
que diferencia a los miembros
de la sociedad de consumo de sus antepasados es la emancipacin dei con-
sumo de la antigua insrrumentalidad que soia marcar sus limites: la desa-
paricin de las normas
i.
la nueva plasticidad de las necesidades que li-
beran
al
consumo de trabas funcionales y lo exoneran de la necesidad de
justificarse en otros trminos que su capacidad de reportar placer. En la so-
ce de consumo, el consumo
es
su propio
fin y
por ende,
un
fin auto-
propulsado. La psicologa ortodoxa defina la necesidad como un estado
de tensin que eventualmente tiende a dispersarse
y
desaparecer una
vez
que
esa necesidad ha sido satisfecha.
a
necesidad que pon'e enmovimiento
a
los
miembros de la sociedad de consumo es, por d contrario, la necesidad de
mantener viva
esa
misma tensibn, brtaleciCndola, de ser posible,
a
cada pa-
so. Nuestros antepasadospodian permitirse recomendar el aplazamiento de
-
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POLITICAS DE
VIDA
la satisfaccin . La sociedad de consumo prodama abiertamente la imposibi-
lidadde la satisfaccin, y mide su progreso en terminos de una demanda que
crece exponencidmente.
Para evitar confusiones, sera mejor continuar hablando del fatIdico carn-
bio en la naturaleza del consumo y deshacerse por completo del concepto de
necesidad , aceptando que la sociedad de consumo
y
el consumismo no tic-
n n u
ver
con
sahjfacr n e c c s i ~ ,i siquiera con las ms trascenden-
tes
ligadas
a la subjetivacin, o a una *adecuada seguridad en uno mismo. El
espritu que mueve
la
actividad de consumo no es una serie de necesidades
articuladas,y mucho menos fijas, sinod deseo, un fenmeno mucho ms vo-
ltil
y
eh er o , huidizo
y
caprichoso, y esencialmente no referencia; una mo-
tivacin que se da origen
y
se perpeta a si misma, que no exige justificacibn
o disculpa alguna, en trminos de un objetivo o de una causa.A pesar de sus
sucesivas
y
siempre efmeras reificaciones, el deseo
es
narcisista : su objeto
primordial
es
l mismo, y eso lo condena a no poder saciarse, sin importar
cun
alta sea la montaia de objetos (fsicos o psquicos) que
se
apilan para
marcar
su derrotero pasado. La *supervivencia que estd en juego no es la del
cuerpo o la identidad social del consumidor, sino la del propio deseo:
d
de-
seo
que hace al consumidor, el deseo de consumir q u
todo lo
consume.
Necesiah?, seo,
anhelo
Y sin embargo, ms
dz
de sus ventajas evidentes sobre otras necesidades
mucho menos mdeables, inertes o muy lentas, el deseo le pona a la predis-
posicin para comprar de los consumidores ms trabas que la que los distri-
buidores
y
comerciantes de bienes de consumo consideraban provechosa, e
incluso tolerable. Despus de todo, se necesita invertir tiempo, esfuerzo y
di-
nero para suscitar el deseo, llevarlo a la temperatura adecuada y canalizarlo
en la direccin correcta; pero ni siquiera eso es suficiente: wmo Geoff Wi-
lliarns les recuerda a los aspirantes a proveedores de bienes de consumo (en el
nmero de agosto de 1999 de la revista norteamericana Enrrcpmctcr), jams
debe permitirse que los consumidores despierten de sus suefios , por lo
que lo proveedores de mercancas deben esforzarse por
asegurar
un mensaje
consistente . Es necesario producir todo
d
iempo,
y
a un alto costo, nue-
vos consumidores guiados por
el
deseo. En efecto, la produccin de consu-
midores se come
una
parte intolerablemente sustancia de los costos totales
r .
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F V
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.Rp
,
de produccin, distribucin
y
oomercializan;
una
parte'que
ia
wmpeten-
cia tiende
a
ensanchar
cada vezms
en vez de raducirla
Pero, como sugiere Hatvie Fergison,
J.
consumismo en su forma
d
(afortunadamentepara los productores
y
vendedores
debienes
de consumo)
no se basa
en
k
egulacin (&ukcin) del
deseo,
sino
n
a
liberacin de
fantasas
inciertas .
Lar
necesidades , terriblemente restrictivas, uvieron
su
poca,
n a que constituian
d
motivo priicipal
p r
el consumo,
pero
ni
siquiera los deseos que vinieron a reemplazarlas lograron hacerse con
d
po-
der suficiente para mantener en marcha
la
sociedad de consumo.
El
conep-
to de deseo, observa Ferguson,
une el consumo a la expresi6n de
la
identidad,y a conceptos ligados aigusto
y a h discrimmacibn. El individuo
se expresa
por medio de
sus
posesiones.
Pero p r la sociedad c a p i d i avanzada, dedicada a la continua cxpansibn
de
la
prducci6n,
ste
es
un marco
psicolgico danui;ido limitante, que en
ltimo termino
da
origen
a una
economfa squica bastante diferente.
anhelo reemplaza
ai
deseo como hiena que motiva ai consumo?
La
historia del consumismo es la historia de cmo se fueron quebrando
y
apartando los sucesivos olstaculos, resistentesy slidof, que
evitaban
que
la fantasa volaraw n libertad absoluta, y que, en trminos de Frcud, &u-
clan
d
priicipio de placer a
la
medida del pri~cipio
&
realidadR.
La
*ne-
cesidad , a la que los economistas del sigloXLX consideraban
la
*solidez per-
sonificada -Inflexible, eternamente cir-rita
y
finita-, fue descartada, y
en
un primer momento se
la
rcemplazd por l deseo, mucho s fluido
y
&-
cil
de propagar que la necesidad a causa de sus vinculo~m& o menos illci-
tos, con pretensiones de autenticidad, plbticas
y
deidosas,
y
con
el ser
in-
terior
en
busca
de expresin. Ahora,
si i
embargo,
le llega a l
deseo
su
momento de ser descartado.
l
deseoy agot su vida iItil: trashaber llevado
la adicci6n
de
los consumidores
hasta d
punto
n
que se encuentra,
ya
no
puede mantener el
h a . s
necesario un
estimulante
ms
poderoso, y sobre
todo
msdr i l
pan mantener a dcraci6n de
la
demanda de consumo a
la
par de
la
crdente o b
l
anheloR
es ei
sustinito
tan
necesario: comple-
ta
h
iberacin del principio
de
placer, purgando los &irnos residuos ded
quier impedimento que Irlui pueda oponerle el principio de realidad'':
fid
-
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5/26
POLfTICAs DE
VIDA
mente, la sustancia naturalmentegaseosa ha sido liberada de su recipiente.
Para citar una v a ms a Ferguson:
Mientras
que la instigacin del deseo se fundaba en la comparacibn,
la vani-
&d,
la envidia
y
la necesidad de aprobacin por parte de uno mismo, nada
subyace a la inmediatez del anhelo.
La
compra
es
casuai, imprevista
y
espon-
tnea Ti,ene a cualidad onfrica de expresar
un
anheloy a la
vez
cumplirlo,
J
como todos los anhelos, es insincera e infantil.'
Anhelos desbocados como esos confirmarfanlos presagios de Pascal, aunque
-
a la v a parecen sefialar la derrota de
las
ambiciones modernas. Si Pascai
-
taba
en lo cierto, entonces el intento moderno de encerrar los deseos huma-
nos
en
una caja de metal hecha con unas pocas necesidades prefijadas iba en
contra de la naturaleza humana, y la construccin del orden que impuls la
modernidad era una guerra contra la naturaleza.
La
aversin de los seres humanos a la monotona del descanso era uno de
los aspectos de la naturaleza humana que los arquitectos modernos del orden
racional queran someter:
la
predileccin de Don Juan por constantemente
terminar y comenzar desde el principio era el principal contrincante con el
que se enfrentaban los encargados de construir el orden. No se podfa erigir
un orden racional sobre las arenas movedizas del deseo, difuso y huidizo:
donde reinaran
las
pasiones desatadas, la voz de la razn seria inaudible. El
capitalismo moderno poda fundir los slidos , pero la ambicin moderna
consistfa en reemplazar esos slidos con otros construidos a medida, que fue-
ran todava ms slidos que cualquier cosa que los irracionales devaneos de la
historia pasada pudieran haber dejado a su paso. La modernidad no era ene-
miga de los dlidos, distaba mucho de serlo; pero no cualquier slido podia
pasar la dura prueba de la razn. Los slidos heredados, como observ6 de
Toqueville, se encontraban
ya
en
un
avanzado estado de descomposicin;
hablan sido asignados a los hornos de fundicin no a causa de su solidez, si-
no porque no eran lo
+ntnnrnk
slidos. Dado que los marcos de
l s an
tiguas rutinas se esmban cayendo a pedazos, haba que reemplazarlos con ur-
gencia por otros nuevos, esta vez disefiados ms ingeniosamente, construidos
Harvie Ferguson, 'Watching
e
world go round:
auium
ai l ture and
the
psydiology of
shopping ,
en:
Rob
Shields
(comp.), @y Shopping:l S~lbjcct
fConsumption,
Rou
dedge,
1992 p.
31.
CONSUMIRSELAVIDA
con minuciosidad, resistentes
al
desgaste, pensados para perdurar y mantener
su forma por un largo tiempo. Desde el Panptico de Jeremy entham
a
la
administracidn cientifica de Frederick Tvlor y la lnea de produccin de
Henry Ford, no se.escatimaron esfuenos para const~ir consolidar esos
marcos
para
la conducta humana que habran de suprimir detinitivamente
as
errticas pasiones, caprichosas por naturalezas, y eliminar todo tipo de irra-
cionalidad, incluyendo la de los anhelos humanos.
Los deseos
y
anhelos, particularmente los imprevistos y espontneos , so-
han ser vistos con sospechas por los arquitectos del orden: del mismo modo
en que la 'naturaleza como la retrataba la ciencia popular de la Cpoca era
un
sistema pe r f m e n t e cerrado, la modernidad buscaba para sun orden que
se aviniera a los mandatos de la razn hasta sus iiltimas consecuencias: nada
que fuera disfuncional, ni indiferente al criterio de fncionalidad, estaba per-
mitido. No se consentan antojos ni caprichos; el comportamiento espontd-
neo, o fato de una motivacin trascendente, se consideraba peligroso para la
'Conservacin del orden . Cualquier libertad
s
all
del reconocimiento de
las
necesidades era como una espina davada en el costado de la racionalidad.
En un esquema como se, el consumo, como los dems placeres de la vida,
no podla ;er ms que un servidor del orden racional (el diantaje que habia
que pagarle a regaiiadientes a la irreductible irracionalidad de la condicin
humana), o un h at ie mp o lanzado a los mrgenes del camino principal
de
la
vida, donde no podra interferir con sus verdaderos asuntos.
Elprincipio de realidad y elprincipio placer
llegan a un acuerdo
El principiode realidad , Ggn la clebredefinicin de Sigmund Freud, era
el lmite que se le fijaba ai principio de placern,el lmite que quienes busca-
ban placer podan infringir slo a rieigo personal. Los dos.principios tenan
propsitos enfrentados; ni a los administradores de las Wricascapitalistasni
a los predicadores de la razn moderna se
les
ocurra que los dos enemigos
pudieran
llegar
a
un
acuerdo y convertirse en aliados, que
el
placer podrfa
transformarse milagrosamente enel pilar de
la
readad y que labsqueda de
placer podra convertirseen el instrumentopriicipal
y
suficiente)de la con-
servacin del orden. En otras palabras, que la fluidezpudiera
llegar
a erigirse
en la mayor solidez, la,condicinms estableque pudiera wnccbise
p
usta-
-
7/26/2019 Baumann 6&7
6/26
mente, de eso se trata
la
sociedad de consumo: poner el principio de placer
al servicio del principio de realidad , enganchar ai deseo, indmitoy voltil,
al carro del orden social, utiizando la espontaneidad, con toda su fragilidad
e inconsistencia, como material para construir un orden slido y duradero, a
prueba de conmociones.
La
sociedad de consumo ha logrado &o que ante-
riormente habla sido inimaginable: reconcili el principio de placer con
el
de
realidad, pdniendo, por as deudo, al ladrn a cargo de la caja de seguridad.
En vez de combatir los enojosos y obstinados, aunque probablemente inven-
cibles, anhelos humanos, los convirti en guardianes del orden racional fieles
y
responsables (por ser asalariados).
-
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POLfTICASDEVIDA
entre el principio de reaiidad y el de placer fuera un objetivo que pudiera per-
seguirse sistemticamente o una estratagema utilizada constantemente, la que
mejor se just r a sus intereses. Muchos estudios de mercado y de hbitos del
consumidor
guardan
un asombroso parecido con las novelas detectivescas: en
los relatos que cuentan el nacimiento
y
la
entronizacin de
la
sociedad de con-
sumo, la trama tiende a avanzar implacablemente hacia el desenmascaramien-
to de los culpables y sus maquinaciones.
Rara vez
hay al@ momento en el
que no actden villanos, se trate de una conspiraci6n de vendedores, de las
in-
trigas insidiosas de sus secuaces los publicistas o del
lavado
decerebros orques-
tado por los b a t e s de los medios. En estos relatos, yase de manera expl-
cita o implcita, los compradores/consumidoresaparecen como victimas de
un
daho cerebral colectivo, como
vicumas
de hipnosis masiva
Los relatos en cuestin son equvocos, sin ser necesariamente &s. Tie-
nen un alto contenido de verdad (ninguno de los villanos mencionados
care-
cedc culpa: si no como cmplice, al menos como participe naauio ), pero,
sin embargo, una porcin fundamental de
la
verdad permanece sin salir a la
luz. Lo que Inta en la trama o que se deja luen es la posibilidad de que, le-
jos de ser engafiados
y
de caer en una astuta trampa, los miembros de la so-
ciedad de consumo pongan todos sus esfuenos, wmo hacen todos los seres
humanos, en responder con sensata las condiciones de vida que pueden, o
no, ser razonables
y
adecuadas para una conducta racional, y
g r ntiz r
la
&tividad de las estrategias racionales: en otras palabras, que bajo ciertas
condiciones, el comportamiento irracionai puede tener
la
apariencia de una
estrategia racional, e incluso constituir la opcidn ms racional en lo inmedia-
to entre todas las que se presentan.
Como sabernos por Karl Marx las condiciones en las que se elige, y que
condicionan cules son
las
opciones que tienen aigfUi
viso
de realidad o que
po-
ddui
er efectivas
y
cudes resultarian ab r t i w o dudosas, son algo que no pue-
de elegirse.
La
gente, efectivamente,
h ce
la historia; pero casi nunca, o nun-
ca, la
historia que hacen resulta .a la medidan de ellos, y rara v a guarda a@n
parecido con el resultado final con el que sofiabany que seesforzaban por al-
canzar.Los soci6logos dieron en llamar a
esa
disparidad entre los fines wn-
ccbidos racionamente y los tipos de r d~ dad esue surgen
de
la biisqueda de
esos fines las consecuen+s imprevistas del accionar humano, sefiaiando
que todo lo que hay en el mundo que los seres humanos habitan es conse-
cuencia de sus actos, aunque no el tipo de consecuencia que esperaban o de-
seaban.
Las
condiciones que permitieron el advenimiento de la sociedad de
consumo e hicieron efectivo el accionar de sus priicipdes protagonistas son
las consecirenuasimpteMstas de la historia del capitalismo moderno a lo
lar-
go de
ms dc
dos siglos. Puede que
los
vcndcdotes de bienes y de sus
imge-
nes cultiven ardorosamente
las
condiciones bajo las
cuales
su propio accionar
y
el
de
sus
destinatarios esulta ek tivo y
les
trae buenos resultados,
pero
nadie
planificd
con antefacidn
las
condiciones con
el
expreso objeto*
de
pre-
parar el terreno para que
l a prcticas actuales se hicieran viables. Antes bien,
las condiciones en cuesti6n contradijeron las proyecciones y echaron
pof
tie-
rra las esperanzas de los ms agudos pensadores y hombres de accidn de la
modernidad
slida*.
En su eso eptudio del modo en que los ciendficos
sociales
com-
ponen
y
comunican sus relatos, Barbata Czarniawska considera
as
razones
por
las
que escribir una novela del tipo *realista clsico, que hasta hace
po-
co se habfa identificado con la novela como
tal
hoy en
dl
se
ha
vuelto com-
pletamente imposible. La novela dista, dice,
consideraba que el holismo en
d
bico punto de vista posible, tanto acera
de l sociedad como del individuo
[...]
Este
tipo
de relato ptesuponf;i, como
escenacio
en el que
poda desplegarse
el accionar ptiblico de agentes morales,
un orden socialestable,una polticaecon6mica netamente deniida y una psi-
wlogfa wlecciya que
diera
por sentado
que d
c rcter personal
y
la conducta
piiblica eran inseparables. Cuandoes s suposiuones.sc hicieron insostcnibles,
algunos prociamaron el fin de la novela .
in embargo, los presupuestos holisticos respecto de los estrechos Yinculos
entre la conducta personal y
la
sociedad
en
son ahora insostenibles,y
escribir una novela del tipo *redistan, que
se
caracterizaba por trazar un lmi-
te entre el mundo, &do y.estabk, y los
sera
humanos, inconstantes y pro-
pensos al error, que buscaban desesperadamente
salir
del laberinto tbtando
de elegir
el
camino
correcto
se ha
d t o
na t a m
d&entadora,
y
quizs
imposible. Los presupuestos holisticos no
er n
propiedad
priv d
los no-
velistas 'realstas;
de
hecho, los coniparrlan con-la opinidn pdblica ilustrada
de su poca y e m arte de l experiencia c o m b deh umodernidadsblida ),
en particular con los psic6Iogos
ms
reputados, quienes con el objeto
-
7/26/2019 Baumann 6&7
8/26
POL~TICASDEVIDA
aprender ms acerca del comportamiento humano, solan enviar ratas ham-
brientas a
uiv
de los corredores de algn laberinto, y apotaban
d
tiempo
que les llevaba a los roedores aprender el camino ms rpido a travks de unos
pasadizos que eran siempre los mismos, hacia la bolita de comida ubicada
siempre en la misma celda de
la
construccin laberintica
L
comportamien-
to de las ratas de laboratorio, en gran medida como el de los personajes de los
Bikvnpromane [novelas de fomacidn], consista solamente en aprender, y
aprender rpido, y en recibir una recompensa en caso de aprender correcta-
mente y un castigo en caso de pereza o negligencia. Pero para concebir
el
comportamiento de esa manera, las paredes de los retorcidos pasadizos del la-
berinto tenan que mantener su forma, si no para siempre, al menos lo s&-
ciente como para completar el aprendizaje; y las normas e instituciones de la
sociedad (los equivaientes de los pasadizos del laberinto) que los hdroes de las
novelas realistas tenlan que aprender a seguir y obedecer deban ser resisten-
tes al cambio y lo suficientemente firmes como para proyectarlos a
un
futu-
ro indeterminado.
En efecto, para mile Durkheim, era un hecho indudable que
Ne*:esitamoscreerque las consecuenciasdenuestros actos tienenalgunascon-
secuenciasque
v n
m
all
del instante inmediato: que no estn completa-
niente circunscritas
al
punto en el tiempo
y
el espacioen elque seproducen,
sinoque sus resultadosson, enal& punto, duraderos,
y
de
alcance
mis
am-
plio. Caso contrario,seran demasiado insignificantes: apenasun ddgadohi-
lo los separaradel vado,
y
no tendran ningn interspara nosotros. Slolas
accionesque tienen una cualidad duradera son dignas de nuestra voluntad,
slo los placerescapacesde durar son dignos de nuestros deseos.12
Todo el mundo, insisti Durkheim, aspira a separarse del presente . Eso
va-
le por igual para un nio, para un salvaje
y
para un hombre civilizado (de
cultura media o ms desarrollado ); slo se diferencian en el alcance de sus
iniras: en la extensin de ese futuro que se cierne s all del presente fu-
gaz
y que hace que ese presente sea digno de su inters y sus esfuerzos.
La
perspectim de la nada , dice Durkheim, como si repitiera con Pascal, es una
la
mile Durkheim,
La
scicnce pi t i ve de la
mor ie
en
AUuri~gnce ,
en:
RM Pbozqhique
1987.
Se
cita aqu
la
edicin de Anthony Giddens,mik Ddbeiinr Sckd Wntigs ob.
cit. pp.
93 94.
CONSUMIRSELA VIDA
carga intolerable . Pero a diferencia de Pascai, Durkheim crea, a tono con
las
esperanzas e intenciones de
la
modernidad dlida ,que s que intentar
di-
vertirnosy distraernos y ahogar nuestros temores en placens efheros, tende-
ramos a escapar. del terror viviendo en el futuro .
La
diversin no es una so-
lucin: de qud uestros placeres individuales, que son
tan
vados y
fugaces? ; pero, afortunadamente, los placeres individuales no son la nica
opcin; tenemos suerte de que las sociedades
sean
infinitamente ms longe-
vas que los individuos , por lo que nos permiten disfnitar satisfacciones que
no son meramente eh cr as n.
Puede que seamos mseros mortales , pero las sociedades son infinita-
mente ms longevas que cd quie t mortal: frente a nuestra breve vida indi-
vidual, representan la eternidad. Para los mortaks, son puentes hacia la in-
mortaiidad. Podramos confm
en
que las sociedades seran un refugio
seguro para los logros de nuestras vidas.
Al
invertir en perpetuar la sociedad,
estaramos participando en algo que tiene que ver con lo eterno; por medio
de la sociedad, podemos transformar nuestra fugacidad en duracin, y as lo-
grar que nuestra condicin de mortales deje de sernos msera Quien pueda
decir, sinceramente, en ti, mi sociedad, he puesto mi confianza puede te-
ner la esperanza de que
el
veredicto
y
al polvo habrs de regresarn sea anu-
lado o aplazado.
La contemplacin de la in rn od da d de la sociedad puede ser un pasa-
tiempo muy gratificante para los filsofos. C m d o se
la
aborda desde una
perspectiva filosfica, que tambidn desafla las
fuerzas
desauctoras del tiem-
po, sigue pareciendo (y
as
ser mafiana, y pasado mafiana tarnbidn)
tan
in-
finitamente ms longeva (inmortal, si se
la
mide en relacin con
la
breve
existencia individual) como en la
poca
de Durkheim. Pero en los albores
dd
siglom los filsofos podian jactarsedeestar tocando una fibra sensible dela
experiencia humana, demasiado humana . Hablaban en nombre
deuna
so-
ciedad que estaba dedicada a la creacin de marcos slidos en los que inscri-
bir las efmeras acciones de los hombres
para haccrias
durar por siunpre, que
garantizaba que esos marcos mistiran cualquier embate. as palabras de
Durkheim tuvieron lugar en una
poca
en a que
en
alabras de Alain Pey
~ f i t t e ) ' ~a independencia, la c o h n d otro
y
la seguridadde la longe-
vidad de las instituciones sociales se combinaban
para
encender el coraje ne-
cesario para la actuacin, asi comoladeterminaan a largo plazo de lim r las
Alvn
W t t t e
LP d mn M e~d998, pp. 514-516.
-
7/26/2019 Baumann 6&7
9/26
POLfTICAS
DE
VIDA
cosashasta sus ltimas consecuencias. Por lo tanto, para sus contemporneos,
lu paiabras
de Durldieim
podan
ser cuaiquier cosa menos qbstnctas o des-
cabelladas: repetan las creenciasque dia a dia reciban confirmacin de la ex-
periencia c om h a todos.
Hoy en dk,
la
triple tarea documentada por Peyrefitte ha esdado en
k
esclaropara todo
d
mundo (exceptoquizs para quienes sededican
a la filosoflz el
rte
de extraer continuidades de la discontinuidad,esa pre-
misa epistemolgica de la continuidad del tiempo ) que ninguna de
esas
tres instancias de confianza puede sobrevivir,
y
menos aJn desarrollarse, por
s e p d o . a cod~anzan uno mismo, la audacia de
h cer
de la propia
vida
un proyecto y la determinacin de llevar
ese
proyecto hasta sus ltimas con-
secuencias diHcilmente puedan aparecer si no las propicia y
las
robustece la
confianza a largo plaza en la estabilidaddel mundo, de
las
exigencias y
las
re-
glas que determinan, de manera endrgia cdmo manejarse para su cumpli-
miento.
Las
circunstancias del tiempoen el nuevo capitalismon,observa
Ri
chard Sennett,
han
creado un conflicto entre
d
d e r
h
xperiencia, en
m t o a experiencia del tiempodeshilvanado pone en peligro la capacidad de
lagente para darle a su carcter una forma~ontinua .'~unque ha sido siem-
pre un compaiiero inseparable de la existencia humana,
dada
a incertidum-
bre actual,
ese
conflicto
se
hace inevitable,
y
adquiere nuevos rasgos, hasta el
momento inusitados: 110). en da est arraigado a las prcticas cotidianas de
un
capitaismopujante.
La
nestabilidadest llamada a ser norma... .
Sihubiera una lgica coherente a largo p h etrs de
la
experiencia frag-
mentada de un mundo que cambia sin previo aviso, los
seres
humanos
di
cilmentepodrian inferirlade su experiencia coudiia; a dikrencia de las aves
y de los filsofos, rara v a se aizan por sobre el suelo y se remontan lo S&-
cientementealto como para discernirlo. La sociedad firme y compacta,
en
los tdrminos en que puede figurar en los estudios de las ciencias sociaics, se
hace
pnsente por medio de instanciasque no sehilvanan necesariamente
en
una experiencia coherenteyco@nua. Para la mayoria,
por
lo general (excep
to cuando nos sentimos con nimos filosficos), la sociedad
es
la manera
sucinta que tenemos de llamar a la gente con la que nos reunimos en nues-
tros lugares de trabajo, las personas con las que convivimos bajo
un
mismo
techo, los vecinos que nos cruzamos por
ia
d e las estrategias
y
los medios
que creemos nos resulcun adecuados y ektivos para relacionarnos con ellos.
Richard
Se Thc Dmswn
ofU~anrrtrr b
cit.,
p.
31.
CONSMiRSE
LA
VIDA
Y el problema es que no podemos
decir
que alguno de estos componentes de
la idea de sociedad , segn nuestra experiencia, vaya a ser idhitamente
ms longevo que nosotros mismos, y que pueda por lo
tanto
garantizarnos
que no son meramente efieros .
acc
Durkheim, hoy
cada
uno de noso-
tros, individualmente,
es
el
s
longevon de los Lazos o de
las
instituciones
conocidas, y la nica entidad cuya expectativa de vida crece sostenidamente
ms que encogerse.
Ciertamente, no quedan casi otros puntos de referencia de los cuales
pueda esperarse que den una significacin ms profunda y duradera a los
momentos que vivimos. Si la confianza es la bisagra que une lo
mvil
(y
fu-
gaz a lo firme y duradero), en vano ser que busque un marco. Yo mismo,
mi cuerpo viviente, o el cuerpo viviente que soy, parece ser el nico ingre-
diente constante en la composicin consabidamente inestable del mundo
que nos rodea. Puede que mi vida sea demasiado corta como pua servir de
consuelo, pero la extensin de la vida de cualquier otra
cosa
parece, por
comparacin, desconcertantemente breve. Pocas asociaciones, o ninguna, se
llevan a cabo con la creencia de que durarn hasta que
la
muerte
las
sepa-
ren. Cada v a menos familias sobreviven a sus miembros. Pocas capacidades
personales, cultivadas con esheno y con orgullo, son para toda la vida Nin-
gn lugar de trabajo puede
garantizar
que seguir4 desarrollando el tipo de
trabajo que est llevando a cabo, ni puede ofre erles a sus empleadosun em-
pleo,
sea
el que fuere, que
vayan
a conservar hasta el momento de su jubila-
cin. Pocos vecindarios podrn resistir por muchd tiempo los embates
de
los
promotores inmobiliarios, y si son capaces de hacerlo, difcilmente puedan
resistir
el virus
del lento aunque implacable deterioro
y
la posterior desapa-
ricin. Pocas posesiones conseguidas trabajosamente mantenddn su atracti-
vo por demasiado tiempo,
al
ser superadas, como uende a ocurrir, por nue-
vas atracciones ms seductoras. Pocos hdbitos o estilos
de
vida,
aprendidos
con esfuerzo, seguirn reportando satisfacciones y estima por mucho tiem-
po. En este mundo de hoy, poner todos los huevos en una misma canasta ya
no
s la
mayor imprudencia. Ahora, son las
caaastas
como
tales,
las que
sean las
que estn bajo sospecha. nadie en
su
sano juicio les confiarasiquie
ra un solo huevo.
Cualquiera
que
se ate
a mstil
de una
Mgil
embarcacin c om
d
riesgo
de irse a pique en cualquier momento. Por comparacin,
el nufpve e
ser
una opcin ms segura.
La
eternidad adquiue una connotacinsiniestra, a
menos que se
la
piense como
una
cadena ininterrumpida
de
episodios:
la
ca-
-
7/26/2019 Baumann 6&7
10/26
pacidad de constantemente terminar y comenzar de nuevo desde d princi-
pio . Sin los activos de la seguridad a largo plazo
,
os c o m p r o r durade-
ros se convienen en pasivos.
Ei
futuro el uturo previsible y e futurodesea-
ble- a610 puede entenderse como
una
sucesin de presentes. El nico hilo
conductor con
d
que pueden enhebrarsecomo un collar los sucesivos episo-
dios,
para
evitar
que queden esparcidos por ah
y
se pierdan, el propio
cuerpo en sus sucesivasencarnaciones.
Nlu uhmann escribiacerca de la sociedadmoderna que trta es mo-
derna en tanto y en cuanto ''marca su novedad a relegar lo viejo :
Nos guste
o
no, ya no somos lo queCnma
y ya
no seremoslo que somos
ahora [..J Lascaractersuw de
la
modernidad actualnosan lasdeayer N
as
de
maana
n esoconsiste lamodernidad. Los problemas dela sociedadcon-
temporneano son problemas ligadosai mantenimiento deuna herencia, ya
sea en el terreno dela educacin o en otro lado. Mucho ms importantees la
constantecreacin de alteridades.
En d
Lcbensweh
que nos codea tanto como en su epicentro nim, d yo,
h
continuidaddiscontinua eslanica que puede adoptar
la
continuidad,la
nica
que hay, y la nica que
es
sensato
que
s razonable- buscar. En
d
juego de
h ida, la sociedad ha resignado d rol de guardin, bondadosoaunqueexi
gente, para pasar a ser un actor ms
(yni
siquiera unprimus intrrpans .
Lo
que haba sido algunavezd principrl piiar de la estabilidad y una garantade
seguridadseha convertido en la principal furnte de sorpresay en un pdigro
difso, temible por inescrutable. Es errtico, como todos losjugadores: man-
tieneh artas apretadas contra el pechoy le
gusta
tomar a los demsdespre-
venidos, sorprendiCndolos una y o m vez cuando menos se lo imaginan. En
el juego de la vida,
d
pmigprincipal son sus reglas, que caln cambiando
constantemente. No hay casi nada que los actores individualespuedan hacer
para evitar jugadas sorpiesivas, con las consecuencias del caso o nico que
pueden hacer los individuos es
aguzar d
ingenio, esforzarse por ganarle de
mano a quien trata de en@arIos, hacer lo posible por mantenerse alerta y
estar Ikms para cambiar de tctica todo d tiempo; intentar no quedar reza-
gados ni ser tomados por sorpresa nunca
CONSUMIRSELA
VIDA
39
Mantenerse apto parece ser
d
nico objetivormnabl: la nica
tarea
de
la que un individuo puede la-
hacerse
cargo,
y cuya
responsabilidad
puede imputatsde. La historia dice Ulrich Be ,
se reduce al eterno)
pranrte
y todo gira alrededor del eje
dd
propio ego ptr-
sonai
y
de la propia vida
[.
]
La
proporcin de oportunidades de
vida
nti-
mamente ligadas a decisiones est decreciendo,y la proporcin de biograa
que queda abierta y debe ser construida biograficamenteva en
El resultado global de todo esto es la subjetivizacine individualizaci6nde
los riesgos y contradicciones producidos por las instituciones y la sociadad .
En resumen, los individuosseven condenadosa buscar soluciones biogriifi-
cas
a
contradicciones sistkmicas . Una
tarea
imposible, por cierto, que con-
tradice toda lgica,
y que
no puede emprenderse de manera ni remotamente
coherentey sistemdtica.Dado que no existen estrategiaspersonales que pue-
dan detener (ymenos an prevenir) losazares de las oportunidadesdevida ,
o que en vez de contenerlospuedan desactivarloso amortiguarsu impacto,
la fwmentacin de una empresa inasequiblementegrandeen una serie
deta-
reas ms pequeiias y manejables es la nica manera razonable de
actuar.
Va-
yamos por partes, y preocupmonos por cruzar
ese
otro puente n la nie-
bla una vez que la niebla se
haya
disipado y sepamos a ciencia cierta que
efectivamenteahf hay
un
puente
para
cruzar.
Esaqu, en la conducta de los individuoscodenados acompensarla irra-
cionalidad de su
bensweh
acudiendo a su propia astucia e ingenio (para ci-
tar a Beck una vez ms: *losexpertos arrojansus contradiccionesy
con0iao s
ante los individuos, y les dejan asf una invitacinbienintaicionada a juzgar
criticamenteeso queha sidoarrojadosegn supropio criterio ) donde la so-
ciedad de consumo encuentrasu esencia. Aqu esdonde
la
vida se transfor-
ma en un paseo de compras, ni ms ni menos absorbentede loque son laa
citacibn, la aventura y el desafo de la actividaddel comprador.
Opcinpor l
s e p r A 4 seguridad
de opcin
,
Hay una correspondenciarecfproca ,
una
afinidad
electiva
entre los dispa-
{
rates del mercado de consumo y
las
incongruenciasde la tam que sesupone
f 3
9L
l
richBeck, isk W y b.Ut., pp. 135-137.
.
.
-
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11/26
POLfTICAS
DE VIDA
que los individuos deben
llevar
a cabo por su cuenta. la responsabilidad de
componer individualmente la continuidadque la sociedadya rjo puede, o no
pretende, asegurar. En efecto, uno estara tentado de decir que el mauimo-
nio entre los dos protagonistas ha tenido lugar en el cielo, y que nadie, hom-
bre o mujer, puede romper la
aiianza
y menos an actuando por su cuenta.
Hay casi un ucaiceperfmon entre las caractersticas de los productos que el
mercado de consumo ofrece, la manera en que los ofrece y
las
preocupacio-
nes y las expectativasque
llevan
a los individuos a vivir sus vidas como una
cadenade expedicionesde compras.Dos irracionalidadesseencuentran, coo-
peran y
se
autorreproducen por medio de la racionalidad de los clculos de
losvendedores y de las estrategiasde vida de los compradores.
El mercado de consumo ha consumado la increble hazafia de reconciliar
y combinardos vaores mutuamente contradictorios que los miembrosde
es
ta sociedad individualizada buscan con iddntica avidez: ofrece, por el mismo
precio, la
segurid d
que
tanta f it
hace y
la
garanta de la que carecen otros
bbitos, de que sed posible devolver cl producto, de que
se
devolvedel di
nem
de
la compra, en caso de que
la
seguridad buscada caduque y haya que
reemplazarla por una nueva. El mercado de consumo promete, y suministra,
una certidumbre tranquilizado< en relacin al presente, sin la aterradora
perspectiva de hipotwar el futuro. Proporciona durabilidd por medio de la
fugaadad de sus productos, una durabilidad que ya no es necesarioconstmir
piaa
pqr
pieza con g m sfuerzoy eventual sacrificio. Ofrece la eternidad
enac6modas uotas, ud porcin viene lista para usar y descartarsin culpas
una v usada.
El mercado de consumo establece metas lo suficientemente cercanas co-
mo para evitarque el desea seagote antes de llegar a su objetivo; pero muy a
menudo mbi dn para que los corredores no tengan que preocuparse jams
por
la
dunbilidad del valor de los premios y para que
el
deseo nunca tenga
que lidiar con la frustr cin y estC siempre listo p r empezar de nuevo y
nunca pierda suvigoc como Pascal observhace mucho tiempo, para la gen-
te la fClicidad est en la caceda y no en la liebre. Como essabido, las identi-
dder emporales s61o pudu i h u i d e en una d&renciaci6n mn d pasado:
el significado del hoy se deriva de su diferencia can un ayer . El infinito
proceso d t h identihci6n podra continuar, sinque lo estorbe la enojosa
re
f l d n e que lo nico que
a
inc p zde proveaa a identidad s que, por
una parte, est surgiendo
un
especie de fantasma de durabilidad, e induso
de continuidad, de
la
rapidez con la que los distintos estados transitorios se
CONSUMIRSE
L VIDA
suceden el uno al otro. Por la otra, no hay razones
para
preocuparse de que
los fantasmas abusen de la hospitalidad concedida, y de que su negativa a
abandonar
el
escenario
de
l s piezas teatrales del futuro, an por escribirse,
arruine la diversin de la h u r a cacera
El mercado
de
consumo ofiece
la
posibilidad de elegir, junto con la segu-
ridad de que
esa
eleccin
sed
correcta: la autoridad de los expertos y los re-
cnditos conocimientos que se les atribuyen, o la aplastante multitud de
compradores satiskchos, o una enorme demanda que sobrepasa la oferta son
motivos que, como regla, aparecen en las mismas etiquetas de los productos.
A la v a , los vendedores no guardan en secreto el hecho
de
que, de manera
inevitable, los productos que se okce n actualmente sern reemplazados por
otros nuevos y mejorados , y los consumidores no se sienten en absoluto de-
salentados por saber que eso
ha
de ocurrir en cualquier momento.Al contra-
rio, el hecho de que lo sepan es una parte vital de la seguridad que buscan: es
reconfortante saber que ninguna decisin es definitiva, que ninguna tiene
consecuencias irreversibles, que se la puede tomar tranquilamente, porque
como toda otra decisin, no afecta a quien decide sino hasta nuevo avison.
Permtasenos hacer notar que, dado que esa conciencia es compartidapor los
compradores
y
los vendedores, no hay desilusin lo suficientemente conclu-
yente como para invalidar
la
racionalidad del juego y la conveniencia de ju-
40
l
juego de constantemente terminar y comenzar es eel principion
se propulsa
y
propagaa sf mismo, a salvo de toda comprobacin o eqerimm
twm e su inutilidadItima
Alimentar l incertr dumbre,
alimentarse e
h
ncertidumbre
El juego se autoperpeta por otra raz6n adicional. Es adiaivo: la participa-
cin prolongada en el juego
del
c o m o
a
como
resdt do a
incapacidad de
buscar Soluciones biogrticas a contradicciones sistdmicas por cualquier otra
v Convertirse en consumidor si&~ca depender del mercado de consumo
para sobrevivir, e incluso
p r
levar a c bo las rutinas m t i i a ~~ .ignifcaol-
vidaro nunca aprender las capacidades necesariasparahace& frente
a
las de-
safio~ e la vida, con excepcin de la capacidad para buscar y, con suerte, en-
contrar) entre
los
productos que
d
mercado ofrece
el
objeto, s e ~ c i oconsejo
adecuado (en un versidn de micUnta preparada por d h a l para ao
-
7/26/2019 Baumann 6&7
12/26
POLfT1CAsDE VIDA
nuevo,
d
Principe naturalmente supone que la montaa mgica en donde
Cenicienta obtuvo su vestido de fiar debe un centro ymercial). Hay
una sola cosa que los consumidores pueden hacer
para
nivelar el dfit cr-
nico de certidumbre: recorrer las avenidas mz d s y asiltadas por Ir mera-
dotecnia y el comercio. Vivimos en una sociedad hecha con partes de rejun-
te (y adems, descartables), y en una sociedad as, el
arte
de la reparacin de
los objetos, personalidades o vnculos humanos que no hincionan bien es in-
necesario y obsoleto.
GeorgeRitzer capta perfectamentela dobleatraccibndel consumismome-
diado por el mercado en su critica de los W o n holidaysnque aconsejan y
venden como un paquete las agenciasde viaje, i observar que la mayoria de
los habitantes de un mundo posmoderno estarian dispuestos a comer en un
fog6n, siempre y cuando sea una simulacinconstruida en d parque del ho-
tdn. Los turistas de la sociedad de consumo quieren que sus vacaciones les
permitan escapar de la rutina; pero tambin
dd azar
de
la
confusin y de la
incertidumbre que viven da
a
dr
L
vacacionespor las que estariandispues-
tos a pagar gustosamentedeben ser predecibles,
CacuIabIes,
eficientes y con-
troladas. Las compahias de viajes, como los restaurantes McDonaldS, deben
proporcionar, en primer lugar, un bastin de seguridady predecibilidad.
Las
aventurasdeben ser cuidadosamenteplaneadas
para
que tengan un
final
feliz
las diversiones deben ser a s ~ ~ t i c d ;1lugar *lejosde la civilizacinnen
d
que
transcurran debe estar lo suficientementecerca de los wmercios y los restau-
rantes ms prdximos como para acudir rpidamente en autom6vi1,
b
ungla
debe tenersaiidasbien localizadasy saiizadas, los animalesdvajesdeben ser
o bien domados, o bien encerradosen lugares seguros, y las serpientes,en
sode que selas encuentre, deben ser despojadas de sus colmidos venenosos.
LO
que hace a las vacaciones sofiadas atractivas
para
los buscadores de
aventuras y emociones fuertes es la certeza (incluida en el paquete
y
con el
debido segurode viaje) de que hay alguien, en
aiguna
parte, que sabe exacta-
mente lo que est pasando y cmo terminarn las cosas, por lo que ninguna
sorpresapuede ser de verdadn,esdecir una *experienciadenantes que
la a>
sa en si.
ada
verdaderamente desastrosopuede ocurrir, y menos an algo
que no tenga vuelta atrs, y si acaso ocurre (Dios no lo permita) a causa de
algn error o de la neggenciade alguien, totahente inconcebible que la
R i w , 7 ~ D o d W n
Dair
ob
cit . pp 146 138.
CoNSMrRSE LA
VIDA
empresa piense siquiera en desentenderse, a la v a que el cliente insatisfrcho
siemprepuede entablaruna demandacompensatoria,inclusosi ladevoluci6n
del dinero no figuraba en el contrato. El pbliw convirtid Elpqecto Bluir
Witchen un increlble xito de taquillas, ai asistir en tropela contemplarsus
ms intimos temores vividamente reflejados en la pantalla: quedar aislados
del enchufems cercanoy no poder conectar sus computadorasportulesni
ingresar a Internet, quedarsesin sus teldfonoscelulareso que stos les fallen,
empezar a sospecharque estava l juego vaen serio , qut el desenlacedel
espectculo no estd arregladode antemano y que no hay ningn botn que
pueda detener la marcha de las cosas; tales son las ms funestas
pesadillas
que persiguen a los consumidores entrenados para la incapacidad . Elpro-
yccto Blair
Witch
le dio entidad tangiblea aquella angustia,hasta el mornen-
to inefable; le dio forma visible a esa brumosa aparicin;puo permitasenos
hacer notar que no lo
hizo
en una forma cualquiera, sino n una que colo-
ca a la sociedad de consumo en el papel de exorcista en jefe y ltimo refu-
gio para los confundidos y los ignorantes.
El
mercadode consumopuede perfkctamente cuestionaro
tediazar
su pa-
ternidad sobre los temores engendrados. Como se habia dicho, las angustias
produce la incertidumbreo k n n suelo potenciaimente
ti1 para
los
profesionalesdelmercado. Pero los cultivosen si
d
nombre
de
los temoresen
los que eventualmentehabrn de concentrarselas angustiasdispersa+ no de-
jan de ser productosagrcolas, y como ependen de
las
tcnicas deculti-
vo y los matedes utilizados por los agricultores. La selecci6n de tcnicas
y
materiales est a su vez determinada por lo que los agriculmres estiman que
hace
a
*la mayor @an. Ad e d , ningn agricultorque seprecie de serlo
se limitarfa a depender de h rtilidad
naturaJ
del suelo, y menos an permi-
tira que ese sueloperdierasufedidad agotandode una solavez todassussus-
tancias nutricias.Los buenos agricultores(y los probionales del mercado son
mejores que la mayoria) seasegudande mantener y mejora wnstantemen-
te la fknilidad del suelovalihdose de firtiliites, n a d e s
o
artificiales.
La angustia que genera
la
incertidumbre s el f d i t e el que senutre
la sociedad individualizada
pan
sus propsitos consurnistas;por lo tanto, es
necesario cuidar bien
de ella
y no dejarbajo ningn punto de vista que se
se-
que o se evapore.
La
mayor parte de las veces, la produccin de consumido-
res implica la producci6nde temores nuevos y mejoradoP. La historiade la
supuesta falla informticadel &o 2000
resulta un claro
ejemplo de un paabn
que se repite d a a da en todas partes: nadie era capaz de precisar
a Uencia
-
7/26/2019 Baumann 6&7
13/26
POLfTIC S DE VID
cierta si
la
U a ra producto de la imaginacin; pero, por otra parte, tampo-
co
era
posible poner en evidencia a aquellos que insistan e? conocer todos
los detalles (msdd de que la suposicin de la que intentaban fingirse ente-
rados
hsen
correa o no). Por eso, la gente ms razonable preferira seguir
el
consejo de Pascal de ir a lo seguro . As, se crearademanera verdaderamen-
te divina
6
nihilo, una industria millonaria dedicada a la puesta a punto de
los sistunas informaticos parael ao 2000, y
la
creacin seria recibida con aii-
vio. Cuando finalmente llegara el dia de
la
verdad, el fracaso de la catstrofe
pronosticada seria una nueva prueba universal, o
casi
de que slo se habia
evitado
la
debade gracias a la asistencia anti-da idbrmtica: otra rotunda
manifestacin de la omnipotencia de la experticia comercializable. Eventual-
mente, el asunto caeria en el olvido al surgir nuevos temores para robarse las
primeras planas, pero esa omnipotencia permanecera en el recuerdo, abo-
nando actn ms el terreno para la prxima cosecha de pnico.
Permitasenos hacer notar que, sabiamente, los mercados de consumo ra-
ra
v a ofrecen la cura, o a lo sumo un remedio preventivo, contra los peligros
de la naturaleza como los terremotos, los huracanes, las inundaciones o las
avalanchas; las promesas de proteccin
y
salvacin se concentran, como re-
gla
en pehgros creados mific iahenre &tos tienen una
d t
ventaja sobre
los peligros naturales, dado que permiten crear los temores a la medida de las
curas disponibles,y no al reds.
La
incapacidad para la que se entrena a los consumidores es por lejos, la
mejor arma con la que cuentan los proveedores de bienes de consumo. os
grandes laboratorios estadounidenses de ingeniera gendtica financian inves-
tigaciones que prueban ms ll de toda duda que sin cultivos transgdnicos
en breve ser imposible alimentar a ia poblacibn del mundo. Lo que los in-
formes tienden a
d r
ue sus veredictos cumplen con todos los requisi-
tos de las profecias autocumplidas; o, ms bien, Io que hacen es maquillar las
prdcticas de quienes los patrocinan, hacidndolas ms tolerablesal invertir el
orden de las causasy los efcctos. La introduccin de semillas *mejoradas ge-
ncricamente precipita a muchsimos agricultores en la quiebray hace que los
otros
ya
no puedan producir sus propias semillaspara el ao entrante porque
las s e d s *mejoradas son, como regla, infkrtiles. Una v que eso ocurre,
la afirmacin de que sin
la
utilizacin constante y creciente de productos
transgdnicos ya no s r posible dimentar a
la
humanidad adquiere autori-
dad de una 'berdad empricaD, y no puede cuestionrsela
as
prcticas de
la industria de la ingeniera gendtia poddan, asimismo, servir como figura
CONSUMIRSE
L VID
de lah c i n primordial dela sociedaddcwnsumo: a to
es
a produccin de
consumidores (voluntarioso involuntarios, lo mismo da; lo que importa es
que cooperen).
macdoddizacin deGeorge
Ritzer
no tendr efectoal-
guno sin una monsantiuci6nnque la mmplementara.
Para concluir: las fortalezasy las debilidades, lagloriay lamiseria de laso-
ciedad de consumo -una sociedad en la que la vida lo consume todo en una
seriecontinua de prmcupacionede consumo dismntinm
y
en la que ella
misma resulta, finamente, consumida)- estn arraigadasen una misma con-
dicin:
las
angustias que la erosi6n institwiond engendn y perpeta, junto
con una individualizacinfonosa.
Y
la respuestaque el mercado deconsumo
manda adoptar ante esa condicin o que les da forma a c p ngu tk y
h ce que sereproduzcan: la estrategiade raondicin deia irracionalidad,
la normaliicin de ia diferencia
y
la obtencin de la estabilidad por medio
de una precariedad inducida de la condicibn humana.
-
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7 De espectador
a
actor*
El gran mdrito deStanleyCohen fue eunir como variantes de un mismo
fe-
nmeno, de un mismo interrogante, los dos tipos de fechodas que
rara
vez
aparecen juntas en los aniisisacadmicos, a pesar de queen
la
vida
real
sue-
len ser inseparables. La primera es hacer el maln; la segunda, abstenersede
hacerle fmte o de evitar que se
realice.
Lo acostumbradoha sido, y siguesiendo, analizar el ma -infligir dolor o
causar sutnmiento,personalmenteo por medio de tercuos- como obra deun
autor . Resultabaevidenteque hacer el mal guardabauna relacin de causa-
lidad con ciertas caracteristicas peculiares ( naturales o inculcadas ) de los
malvados, o con ciertos contextos iguaimentepeculiares (otra vez, ya fueran
naturalesn,como en
la bellum omniurn contr omncs
del hombre presocial de
Hobbes, o disefiadaamficialmentecon intenciones malignas o consecuencias
que, aunquefueran imprevistas,serian funestas ,de los cuales los potenciales
malhechoresparticipan 5610 en parte-por su propia volurid, o acaso
resultan
totalmentecondicionados por stos.
Tambidn se ha acostumbrado examinar y analizar bajo la categoria del
espectador , la ausencia de resistencia y oposicibn al mal por parte
de
aque-
llos que, no habiendo causado ellos mismos dolor o sufrimiento alguno,
han
sido testigos de algh mal (o sabian que se estaba por cometer).
na
parte
fundamenta de
la
definicin del espectador , por cierto uno de sus rasgos
distintivos, era no contarseentre los autores.
El
dsico triangulo que distin-
guia los roles desempehadosen un hecho delictivoseparabaa los espectadores
de
los autores e
manera
no menos
radical
de laquelosseparaba
de l s
victimas.
Puede que
distinguir
a los espectadoresde los autores
sea
muy razonable
en trminos legaies (o institucionaies,en general). De hedio subyacea esa
distincin la dihrenciafundamentalentre los actos castigados por la leyy los
* Este capituloh
publicado
anteriormente n Hnmun R z ~ i s 2002.
Vase
S tdey Cohai
tara 4DrniaL.Kbwing
a wrt nrwitur ndS w n g ,
Pdity
2001
-
7/26/2019 Baumann 6&7
15/26
POLfTICAS
DEVIDA
actos (o la ausencia de stos) que el c6digo penal no calificay que, por lo tan-
to, tienen como nica consecuencia una culpa meramente tfrord y la igno-
minia que so conlleva. er lo que fuere, el mal que subyace en
i
actitud del
testigo pasivo o del espectador es ciifkrente del mal que resulta del accionar
del autor, y lo que marcal diferencia es
la
presencia o
h
usencia de una pro-
hibicidn legal. Trazar una llne
para
separar las dos actitudes reprensibles en
d marco del hecho delictivo, sin pgnsar ya en t 4 a in ambigiiedades ni
controversias, seria
un
eshen o estiril si la condena monl del mal, en vez de
la retribucin pen a que ste atrae o deja de atraer, fuenlo que gua la mano.
Pero incluso cuando se obedece sin chistar al hdbito comn de conferirle au-
toridad a la letra de L.ley en v a de a la inefrble expresin de los sentimien-
tos morales, se tiende a encontrar un mbito de arduas controversias entre el
u>
< .. ,
,. / , .-,
f. '
S %'\ .
, , ,
'
. . .
.i
-
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pulsos ticos. La red de nuestra mutua dependencia sehace ms estrecha con
cada avance de la globaiizacin, pero la brecha entre el al-ce de las conse-
cuencias imprevista.? (o ignoradas, o no tomadas en cuenta) de nuestras ac-
cionesy el alcance de lo que podemos hacer consciente y deliberaamente pa-
ra mitigar esas consecuencias no deja de crecer. Los resultados de nuestra
accin o inaccin se extienden mucho ms d e los limites de nuestra ima-
ginacin morai y de nuestra disposicidn para asumir la responsabilidad por las
alegras y pesares de la gente cuya vida se vio directa o indirectamente afcta-
a
es la nr6 n por la que, parad6jiamente, nuestra capacidad compani-
da para c us r daiio parece ir&nitamente ms grande que nuestra capacidad
compartida para hacer el bien. Es como si las herramientas y s tecnologfas
para causar (de manera colectiva, aunque sin intenci6n) desgracias tomaran la
delantera, dejando muy atrs a las Iierramientas y tecnologaspara hacer posi-
ble (colectiva y deiberadamente) la felicidad. Ls erramientas de la felicidad,
a diferencia de los vehfdos de la desgracia, parecen todas demasiiuio peque-
has, s61o aptas para el uso individuai, solamente adecuadas para
ia
vida priva-
da y e1accionar individd . Lo que podemos hacer para aiiviar las penurias de
quienes se ven afeaados parece mucho menos poderoso que lo que hacemos,
intencionalmente o por omisin, para contribuir con su desgracia.
Esto M quiere decir que la globaIizaci6n pmmum la insensibilidad y
h
indiferencia mural. No hay motivos para suponer que nos hayamos vudto, o
nos estemos volviendo, menos sensibles al sufrimiento humano que nuestros
antepasados. Ms bien, parece ser al revs. Cada vez somos menos tolerantes
con el dolor, y por consiguiente, cada v a oleramos menos ver cmo s&en
otros, humanos o animah (si estamos seguros e que el dolor es de ver-
dad ). Muchas miserias humanas que aiguna v a haban sido aceptadas con
resignacidn por ser inevitables u habituales, como una compaia inseparable
de la vida humana, hoy en da han pasado a ser consideradas gratuitas e in-
necesarias, injustificadas o directamente ofensivas, y sobre todas las cosas,
dignas de remedio, venguin o -d e bltar esto- compensacin pecuniaria).
Sin embargo, el problema a que, a diferencia del pasado, la magnitud de
nuestra conciencia del destino de los otros
y
el alcance de nuestra capacidad
dedecm s destino ya
se
para daarlo
o
repararlo) no se
sapoponen
Nues-
tros antepasados eran testigos directos de la mayor parte de las consecuencias
de sus actos porque estas consecuencias nunca, o casi nunca, iban ms
all
del
alcance de sus ojos (y de sus pistolas). Con
a
n u m red global de dependen-
cias, y habiendo tecnologa lo suficientemente poderosa como pam permitir
E
ESPECT DOR
CTOR
que las acciones teng n consecuencias igualmente globdes,
es
situacin mo-
raimente reconfortante se desvanece.El saber y
la
accinya nosesuperponen,
y el mbito en el que se encuentran seencoge c d
va
sen comparacin
con el rpido crecimiento del re en la que disienten. Aparecen dislocados
li
ms de lo que confluyen.
Esta
nueva situaci6n podrfa representarse esquem-
ticamente
on
dos dr d o s cuyas supacies coinciden dl o marginalmente:
ccion r
morbe te
nformado
S610 una parte relativamente pequea de los resultados y repercusiones de
nuestros actos est sujeta a +i6n Ctica o
guiada
por sentimientos mora-
les; pocos actos toman en considuaci6n los posibles efectos que tendrn ms
aild
de los destinatarios o los participantes prtsentcs. Por otra parte, son rela-
tivamente pocos los mensajes acerca del suti-imiento de los otros que
llegan
a
nosotros incluyendo informacin clara acerca de quC podemos hacer para
aY;dar, y particularmente, para ayudar de manera decisiva.Granparte del
co
nocimiento con c rg moral que se nos ofrece dedienta la accin compro-
metida porque resulta muy ificil saber qu es lo que
se
puede hacer (si es que
se puede hacer algo) para cambiar l s cosas de verdad. Muchos de nuestros
actos, quizs la mayor parte, tienen incidencia sobre la situacin
de
los otros,
incluso de otros que nos son desconocidos y estn lejos, pero 3610 unos po-
cos vienen acompafiadosdesde el principio por una reflexi6ntica
No resulta exvafio que se faul rechazar el compromiso sin demasiado
sufrimiento morai, y que se &cil encontrar argumentos para legitimar la
negacin de la cuipa.Una v que se nos ha recomendado buscar (como lo
resumi Ulrich Bcck de manera memorable) soluciones o g t f i ~ ~ ~con-
tradicciones sU.thnicm que se nos ha sugerido cod~a rolamente en nues-
-
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PoLli'ICAS DE VIDA
tros propios recursos individuaies, y que se nos ha dicho a diario -y lo ve-
mos con nuestrospropios ojos- que todo elmundo sigueesa recomendacin
o intenta seguirla, nos acostumbramos a la idea de que nuestro itinerario
personal es la nica preocupacin razonabley el nico fundamento para la
accin efectiva, Rara vez se nos ocurre que podrfa haber algn provecho (y
alguna esperanza)en intentar reformar las condicionesms ampliasbajo las
cualesse forjan nuestras biograffas (ylas biograffas de todo el resto de nues-
tros congeneres humanos) y se buscan desesperadamentesolucionesbiogr-
ficas. i se nos sugiriera que intentramos esa reforma,
no
le prestariamos
crdito al consejoy desconfiaramosde quienes nos aconsejaron. echazar
el compromiso, basndose en la supuesta infnictuosidad de la accin colec-
tiva, y en ltimo trmino en su impotencia, parece ser una medida racional,
laconclusin legtimapara una cvaiuacinsobriay racional de las perspec-
tivas y las posibilidades.
Y sin embargo por ms racionalque parezca
rechazar
elcompromiso,su
elegancia lgica no siemprepodr acallar los remordimientos. La conciencia
secaracterizapor hacer casoomiso de las razones de la Razn, y por tener ra-
zones que
la
Razn no conoce. No siempre podemos desentendemos de las
imgenes del horror. Una y otra vez queremos ayudar a las vfaimas, a pesar
de que rara vez vamos ms de llamar al nmero telefnico para colabo-
rar con la tarjeta de crdito,o enviar un cheque
a
la institucincaritativaque
aparece en pantalla A veces, sumamosnuestras voces a la condena colectiva
de los autores de las atrocidades (cuando se los nombra) y a la alabanza p-
blica de quienes ayudaron a las vfctimas (si los periodistaslos sefialan y los sa-
c n de su buscado anonimato). Casi nunca el compromiso va lo suficiente-
mente lejos como para atacar las mismas raices dei mai. Siacaso quisiramos
asumir ese compromiso, no sabriamosdnde empezarni qu
hacer.
El
compromiso
no es
inconcebible;
tampoco
lo es el compromiso
a
h o
plazo ni un compromisoa largo plazo fructffero, m, para cambiarel mun-
do. Pero hay fbenas muy poderosas que conspiran para impedirel acceso. La
falta de una adecuadavisin del interior del hermtb capullo de la interde-
pendencia, en el que
se han
gestado los terrores conocidos,y en el que los te-
mores larvariosy a h esconocidosseestn incubando, ca una dificuitad
M
cil de s iw o quitar del camino. La cadenade conexiones causalesse ramifica
demasiado,esdemasiado intrincadacomo para que pueda seguirlagente que
sufre apremiosy que c rece de entrenamiento;y, ademds,
la
mayor parte de
sus eslabones tienden a estar sellados en compartimientossecretos cuya en-
DE ESPECTADORA ACTOR
trada est prohibida, y a los que no se puede acceder sin los exmenes de se
guridad
y
las credenciales necesarias. Los +entos visibles de
la
cadena ra-
ra vez brman un sistema coherente con puntos de
ingreso
daramente sefia-
lizados y botones de instalacinn
y
desinscacin .
Como es sabido, los obstcuios para d compromiso vo a largo plazo
son muy numerosos, y muchos de
ellos
son imposibles
de
sortear. Podrfa ar
gurnentarse, sin embargo, que la barreramsdiicil defranqueares ia desigual-
dad del proceso de globalizaci6n.
El
progresivo engranaje de las dependencias
globaies no encuentra parangn, y menos aiin control o equilibrio, en insuu-
mentos de accin politica igualmente globales y poderosos.
as
protestas an-
tiglobaliiin
difusas
y espordicas, por msvalientes
y
dedi que
sean
no son rival para el poder concentrad9 de las multinacionales, cuidado y pro-
tegido a sol
y
a sombra por los gobiernos en busca de un premio a su hospita-
lidad y por las fuenas armadas hasta los dientes que comandan. Para remover
es
barrera, no bastara con tener una visin mejor. Pero ai menos
eso
serfa (pa-
ra
usar
la memorable fiase de Churdrill) el final del principio .
Persiguiendo l oportunidadpoldtica9'
en el mun o globalizado
Hacia fines del siglom el pde r normativo de los Estados-nacin,
y
parti-
cularmente su capacidad prctica para
la
regulacin normativa soberana, ha-
bla sido socavado casi por completo.
Las
empresas y particularmentehs
grandes empresas, las empresas que verdaderamente importan cuando se tra-
ta de equilibrar las cuentas del Estado y asegurar la
vida
de sus sujetos) ha-
blan apostado, y con xito, a independinarse
del
h b i t o
la
soberania esta-
d
Los cimientos econmicos de
la
supervivenciay el bienestar humanos son
hoy en dfa polfticamente uextrate~itorialesn,omo solfan ser
hace
dos siglos,
en el umbral de la modernidad, cuandolas empresas comerciales lograron es-
capar
de la estrecha supervisin
ttica
de
la
comunidad local hacia una tierra
de-nadien que el Estado-nacin moderno todavla no habla ocupado
ni
adrni-
nistrado, hacia un verdadero territorio ftonterim en
el
que el nexo de dine-
ron era el finico lazo social y la competencia firoz
a
nica leydel pafs.
En nuestra
poca
ha surgido nuevamente un espacio ticamente vado, y
en su interior los po eres econmicos son libres
de
seguir sus propias reglas,
o para el caso, de ignorar por completo toda rcgulaci6n. stenuevo vado sur-
-
7/26/2019 Baumann 6&7
24/26
P O L f T I W
DE VIDA
gi6 como resultado de laemancipacin de los poderes econmicos de los po-
deres legislativo y de vigilncia del mismsirno f i d - & n que dos siglos
atrs habfa logrado ponerle f m o a las fuerzas econmicas que se haban
za
fado del control
comunal
sta va , sin embargo, la secesin no se ha visto
acompafiada todavapor elsurgimientode poderes legislativos capacesde im-
poner restricciones ticas a las fuerzas econmicas que nuevamente corren
desbocadas. Las fuerzaseconmicasson libres de actuar a nivel global, pero
la posibilidadde un sistema legal y jurdico de a p l i d n global, de una de-
mocraciaglobal o de un cdigo ticoglobalque pueda ser efkctiwnente apli-
cado y obedecido existe solamente en germen, como una conjetura.
La accin global bien informada y de base tica no cuenta con instrurnen-
tos globales adecuados.A hlta de herramientas y vehculos aecuados para la
accin efectiva, parece que todos -cada uno de manera individual, y todos los
individuos juntos- hemos quedado encasiliados en el papel de espectadores,
y que estamos condenados a cargar con ese rol por un tiempo insoportable-
mente largo. L s peridicos estallidos de protesta contra la expulsin de los
sujetos del mbito de la toma de decisiones polticas y la produccin compul-
siva de espectadores (uno podra sospechar, el verdadero detonador de los
happenings antiglobalizacih de estilo guerrillero) parecen ser la nica alter-
nativa, terriblemente inadecuada, a la pasiva aceptacin del estado de cosas
imperante. Atraen la atencin, llaman a reflexionar sobre los riesgos que cs
tn acechando; a veces logran torcer el bruo de los poderosos en algunas
cuestiones en discusin. A fin de cuentas, sin embargo, con toda su vehemefi-
cia, su incidencia en
la
balanza de poderes es mnima, por m& nobles que
sean sus intenciones,
y
por ms valerosos que
sean
sus actores. Por otra par-
te, un compromiso firme, a largo plazo, para la accin colectiva, que preten-
da atacar las mismas races de la miseria humana, nacido en el seno de este
nuevo vaco tico global, tiene una apariencia nebulosa.
Es
la misma nebulo-
sa que envuelve a los anuncios del tipo del fin de la historian de Fukuyama
en la bruma de la credibilidad.
Pero slo un compmmiso como se, un compromiso firme, a largo plazo,
merece ser llamado
la
oportunidad poltica por excelencian, como propone
Luc B~ltanski,'~un acto que transforme al espectador en actorn. Ningn
otro compromiso bastara. as otras reacciones, ms frecuentes, a la visin de
la desgracia humana, como perseguir a los culpables particulares de fechodas
DE ESPECTADOR
A
CTOR
particulares, o alabar a los benefactores particulares de vctimas particulares,
proporcionan por lo menos un alivio temporario y local. Por lo general, di-
vian los sntomas ms dolorosos de la enfermedad, slo para minimizar la ur-
gencia de su curacin. Con demasiada asiduidad, sin embargo, les ofrecen la
tan necesaria hoja de parra -y stos la reciben gustosos- a los poderes de tur-
no, ansiosos por desviar la corriente de repulsa moral de
las
genuinas fuentes
de atrocidades tticas y por ocultar el hecho vergonzoso de que no estn ha-
ciendo nada para combatir esas atrocidades. En el peor de los casos, advierte
Boltanski, son capaces de causar
m r
desgracias, como es el caso de los po-
derosos que explotan vctimas pasadas para tomar posesin del futuro igno-
rando el sufrimiento del presente'' en v a de ocuparse de los desgraciados y
desd ar directamenteal mal, sin acudir inmediatamente a benefactores y per-
seguidores imaginarios . Citando a Kouduier y Tricaud, dos personas que Ile-
garon a conocer ms profundamente que el comn de los mortales los pade-
cimientos y las tribulaciones de enfrentar
c r
a c r a los vilanos y sus obras
y socorrer a sus vctimas, Boltanski redama que cdq ui era que se ofrezca co-
mo voluntario para romper el crculo vicioso de la condicin del espectador
debe mantenerse cerca de las minoras , pero sin ilusionarse, dado que las
mismas minoras pueden volverse opresivasn. No es slo que la puerta de la
celda del espectador d
la
impresin de estar atornillada, sino que el propio
camino parece lleno de trampas y emboscadas.
Un compromisocapaz de apartarse de todos csos pehgras y de la magni-
tud necesariaparaque el esfuerzo
sea
firme y constante (particularmente siese
compromiso va a ser asumido por mucha gente, s que por unos pocos in-
dividuos, con excepcional amplitud de criterio, solidaridad y dedicacin, y
con fbertes convicciones ticas), no tiene grandes posibilidades de suscitarse
mientras la confianza en la efectividad del discurso pblico y en su capacidad
para
dirigir y
coordinar
la
accin colectiva siga siendo
tan
tenue y
fdgd
como
tiende a
ser
hoy da en nuestra sociedad completamente individualizada. Pa-
ra ~ o d e r
mar
seriamente que
el
discurso es Cfectizw, necesitamos
ei
apoyo
de la complicada construccin poltica de la Polis. 13
Y
podrkmos agregar que
es precisamente esa construccin lo que
st
aauaimente en
m, en esta
do de abandono y necesitada de
una
puesta a punto
ya
muy postergada Se
ha
desvanecido la c o n f i n la efectividad del discurso comprometido, y par
ticularmente del discurso orientado a la dase de