Benitez JJ - El Hombre Que Susurraba a Los Ummitas

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  • 1. Una extraa coincidencia

    2. Gente pequea que volaba

    3. Nave Ummita en 1954

    4. A la bsqueda de la India Quechua

    5. Otros casos Ummitas

    6. El cuento del lobo

    7. Doa Rogelia, amores y el cabo justo

    8. Pardal

    9. Algunos comentarios inevitables

  • A Fernando Caldern y a Rafael Farriols.

    Ahora, ellos saben que la intuicin camina siempre por delante de la razn.

    Y a Angelines Coloma, mi querida Sherlock Holmes

  • 1. UNA EXTRAA COINCIDENCIA

    Harry Mallard era un hombre apacible, siempre sonriente y bien dispuesto. Aquel jueves, 26 de enero de 1995, convers con l por ltima vez. Harry falleci meses ms tarde. Y en aquella postrera y clida conversacin -cmo no- me las ingeni para sacar a flote el viejo tema, casi nuestro tema. El ingls sonri y, con cierto cansancio en la mirada, anunci que estaba a punto de abandonar sus investigaciones. Cre comprender. Mi cordial amigo llevaba cuarenta y tres aos con aquel asunto. Cuarenta y tres aos para nada...

    Me presentaron a Harry en 1974. Desde entonces, a lo largo de veintin aos, tuve la fortuna de escuchar su historia en repetidas oportunidades. Siempre fui yo quien le sali al encuentro y quien pregunt por aquel singular suceso en Sudfrica. Y Harry, paciente y entraable, repeta el relato y lo haca de forma impecable, sin desviarse ni entrar en contradiccin. Y as, como digo, durante ms de veinte aos... En otras palabras: no tengo la menor duda sobre la historia que me dispongo a exponer y que vio la luz pblica en 1979 (1). No es mi costumbre repetir un mismo caso en dos libros diferentes. Si lo hago es por una serie de razones que ir desgranando poco a poco y que, estoy seguro, el lector sabr comprender en su momento. Y Harry Mallard, como deca, volvi a contarme la vieja historia. La fecha exacta es el nico dato que permaneci oscuro en su memoria. Pudo ocurrir en el verano de 1951 o quiz en el otoo-invierno de 1952. En las ltimas entrevistas, Harry se inclinaba por la segunda.

    Harry Mallard, ingeniero ingls, protagonista del encuentro en Sudfrica en 1952. (Cortesa de Mercedes Ayala.)

  • Fue en julio de ese ao [1952] -insisti- cuando empec a trabajar para la compaa Contactor, dedicada a la fabricacin de instrumentos y al servicio de la British Reostatic...

    En ese tiempo vivamos en un lugar llamado Paarl, a cosa de cuarenta kilmetros de Ciudad del Cabo. La granja en cuestin, llamada "Lilly Fontein", se alzaba a poco ms de cinco kilmetros de Paarl y muy cerca de la carretera que conduce a la montaa de Drakenstein...

    En aquel apartado lugar, y en aquel tiempo, mi esposa tena problemas a la hora de ir a la compra. Por all no circulaban autobuses y el nico medio de transporte era mi coche. Lamentablemente, yo lo utilizaba para ir y volver del trabajo. As que decidimos comprar un pequeo automvil francs, de segunda mano, ideal para los desplazamientos cortos...

    Yo, entonces, tena unos treinta y dos aos y, la verdad, no nos sobraba el dinero...

    La cuestin es que permanec varios das reparando y poniendo a punto el citado vehculo. La ltima jornada trabaj en l hasta casi las once de la noche. Pero, cuando quise arrancarlo, la batera no respondi. Probablemente se haba descargado. Me lav las manos y opt por dejarlo para la maana siguiente. Estaba muy cansado. Y as lo hice. Me acost e intent conciliar el sueo. Fue imposible. A los quince o veinte minutos, volv a levantarme. No poda entenderlo. Y decid probar fortuna con el coche de mi mujer. Lo empujara por el camino hasta la carretera. Si consegua ponerlo en marcha, lo conducira hasta una meseta existente en la montaa. El viaje representaba una hora, ms o menos; tiempo ms que sobrado para cargar la batera.

    Dicho y hecho. Salt de la cama. Me puse unos pantalones cortos y sal al exterior. La noche era esplndida, con una hermosa luna. Empuj el automvil y, efectivamente, arranc...

    Montaa de Klein Drakenstein. La flecha seala la trayectoria de la carretera por la que ascendi el ingeniero con su automvil. (Foto: Cynthia Hind.)

  • Mi intencin, como ya te he comentado en otras ocasiones, era conducir hasta un paraje situado a poco ms de ochocientos metros de altitud, en las proximidades de Groote Drakenstein [hoy, Du Toit's Kloof]. Necesit una media hora para alcanzar la meseta ubicada en dicha montaa. La luna iluminaba el lugar y el pico del Drakenstein proyectaba una larga sombra que ocultaba parte de la meseta...

    Seran las 23.15, aproximadamente, cuando proced a dar la vuelta. La batera haba respondido. Era el momento de regresar a casa...

    Fue entonces cuando vi al hombre. Sali de la zona oscura de la explanada y me hizo seas para que detuviera el coche. As lo hice, y le pregunt qu le ocurra. Se aproxim a la ventanilla y exclam:

    "Tiene agua?" Le contest que no. Entonces, aparentemente contrariado, replic: "Necesitamos agua urgentemente"...

    No saba muy bien qu estaba pasando, pero, al notar su contrariedad, coment que, al otro lado del sendero, haba un arroyo. "Si quiere -le dije-, puedo llevarlo." "Est muy lejos?", pregunt. "Ms o menos a quinientos metros. Es agua procedente de la montaa, muy buena..."

    El hombre acept y se sent a mi lado. Casi no hablamos. Entonces dirig el vehculo hacia el punto por el que pasaba el riachuelo, muy cerca de la carretera. Al detener el coche, ca en la cuenta de un detalle: ni l ni yo disponamos de un recipiente para el agua. Cuando le pregunt sobre el particular, respondi que no tena. Todo aquello, en efecto, era muy extrao. Su ingls, incluso, era raro. En Sudfrica vive gente de muchas nacionalidades, cada cual con su acento. Pues bien, este hombre hablaba un ingls casi de laboratorio...

    Le dije que no se preocupara: Yo tena una lata de dos galones y medio. Servira...

    Explanada en la que se hallaba posado el ovni. (Foto: Cynthia Hind.)

  • Bajamos al arroyo por el lado del puente y procedimos a limpiar la lata. Estaba sucia, con restos de aceite. Nos turnamos, empleando puados de grava y arena. Una vez concluida la operacin de limpieza, llenamos la lata y regresamos al automvil...

    El hombre, entonces, me indic que lo dejara donde lo haba encontrado. As lo hice. Y al llegar a la meseta seal un lugar en la sombra: "All, por favor." Era la zona ms oscura. Insisti con la mano, marcando un punto. Fue entonces cuando lo vi por primera vez...

    Al pie de la montaa, en la zona de sombra, se hallaba posado un objeto. El hombre me invit a seguirlo. (Dibujo: F. Ghot.)

    Era un aparato -lo que hoy llaman un ovni- posado en el suelo. Me encontraba a unos cien metros de la carretera. Recuerdo que dud, y el hombre me anim a continuar. Llegamos a quince o veinte metros del objeto. Era grande. Calculo que de unos diez o quince metros de dimetro y otros cuatro de altura. Se vea luz por la parte inferior. El hombre sali del coche y yo, algo temeroso, hice lo mismo...

    No poda comprender. Yo no crea en esas cosas. El hombre, entonces, camin hacia el ovni y, con un gesto amistoso, me anim a que lo siguiera. Yo estaba muy impresionado. Insisti y fui tras l. Subimos por una escalerilla y fuimos a parar a una especie de sala circular. All haba luz, mucha luz, aunque no s dnde estaban las bombillas. Pareca salir de las paredes...

    Era un lugar con un banco o asiento corrido bajo unos grandes ventanales. Sobre dicho banco apareca un hombre tumbado. Frente a l, observndolo, descubr a otros tres individuos. Recuerdo que, poco antes, le haba preguntado para qu necesitaba el agua. El hombre habl de un pequeo accidente. Uno de su gente -dijo- se hallaba herido. Por eso necesitaba el agua...

  • Interior de la nave, dibujado por el ingeniero.

    La nave era sustentada por un tren de aterrizaje que se acoplaba en el interior de la base. (Dibujo: Harry Mallard.)

  • El hombre me pidi que esperase. Entonces se aproxim al grupo, dej la lata y regres en cuestin de segundos. Siempre permaneci entre sus compaeros y mi persona. Estaba claro que no quera que me acercara al herido...

    Cuando retorn, le pregunt si necesitaban un mdico. Poda acudir al pueblo y traerlo. Se neg. Dijo que no tena importancia. "Al penetrar en la atmsfera -asegur-, una de las ventanas se rompi." Por ms que mir, no vi rotura alguna. Todo estaba bien. Las ventanas eran cuadradas, de unos 90 por 60 centmetros, con las esquinas redondeadas. Lo asombroso es que, a pesar de las ventanas, la luz del objeto no se vea desde el exterior...

    Al fondo, sobre el asiento corrido, distingu a un hombre tumbado. Otros tres parecan atenderlo. El que me acompaaba no me permiti avanzar. (Dibujo: F. Ghot.)

    El suelo era metlico y muy duro, con pequeos ndulos que formaban un patrn. Haba que tener cuidado porque resbalaba...

    El hombre, entonces, pregunt si tena inters por conocer alguna otra cosa. Le dije que s. Como ingeniero, senta curiosidad por saber cmo funcionaba aquella nave, porque de eso se trataba...

  • Me llev al centro de la sala y me mostr unas palancas, parecidas a las que se utilizaban en las antiguas cabinas o cajas de seales de los ferrocarriles. Me recordaron igualmente los viejos frenos de mano de los automviles. Nacan del suelo. Formaban dos hileras, con un total de ocho palancas de un metro de altura. Por detrs haba una especie de mesa...

    Con eso -segn l-, manejaban el objeto. Pregunt por los motores pero, sonriendo, dijo que no haba. La nave funcionaba con otro sistema...

    Me mostr las ventanas y los asientos. Parecan asientos dobles, de un material similar al cuero, aunque no podra asegurarlo. Al preguntarle de dnde venan, el individuo seal las estrellas que se vean por las ventanas y exclam: "De all." No pude sacarle ni una sola palabra ms sobre dicho asunto y cambi de tema...

    Yo deseaba saber ms cosas sobre el funcionamiento del aparato y los sistemas de navegacin y l fue respondiendo a mis preguntas. Dijo que utilizaban un procedimiento que venca la gravedad. Para ello empleaban un fluido (?) muy pesado que circulaba por el interior de un tubo y creaba un efecto electromagntico. Pens en el mercurio. Esa especie de "imn lquido" venca la gravedad y les permita aterrizar y despegar, aunque nunca verticalmente. Todo lo controlaban con las palancas que me haba mostrado. Y se extra de que nosotros, los humanos, no conociramos este sistema. Insist sobre el particular. Aquello me pareci muy interesante. Cre entender que dicho fluido, al circular por el interior del tubo, provocaba el mismo efecto que la electricidad en un cable. Y aquel hombre afirm que la fuerza de la gravedad era anulada o controlada (?) cuando el citado fluido alcanzaba la velocidad de la luz...

    Hablamos de giroscopios. "Ms all de cierto nmero de revoluciones -manifest-, existe el control de la gravedad." Despus volvi a dejarme perplejo cuando asegur que aquel aparato no era controlado con sistemas de navegacin. Lo hacan -dijo- a ojo, al igual que un automvil o un barco en la mar...

    Yo segua observando al individuo herido (?) y pregunt por segunda vez si precisaban los servicios de un mdico. El hombre fue rotundo, una vez ms: "Nada de mdicos"...

    Minutos ms tarde, muy amablemente, me condujo hasta la salida, dndome a entender que la reunin haba terminado. Me desped y descend por la escalerilla. Entr en el coche y me alej hacia mi casa. Estaba desconcertado...

    Esa misma noche se lo coment a mi mujer, pero su respuesta me oblig al silencio: "Has estado soando, durmete." Haba sido un sueo? Mi agitacin era tal que no pude dormir. A la maana siguiente, al dirigirme al trabajo, observ que faltaba la lata...

    Comet el error de comentarIo en la oficina. Nadie me crey. Finalmente me llam el gerente y me oblig a guardar silencio, asegurando que "slo haba sido un sueo". Un sueo? Cmo era posible que lo recordara con tanta nitidez?...

    Regres al lugar donde se haba posado el ovni y descubr cuatro huellas. No tuve duda: la experiencia haba sido real. Aquellas marcas en la tierra fueron provocadas por las patas o el tren de aterrizaje que yo haba visto. Eran unos soportes metlicos, parecidos al aluminio y de un color gris plata. En la base de la nave se vean unas ranuras oscuras, en forma de "H" y con los lados curvados. All entraban las patas cuando stas eran recogidas...

    Aos despus, una vez en Espaa, me llev una gran sorpresa al ver la portada de un libro en el que apareca un ovni con una "H" en la panza, exactamente igual a la que yo haba visitado en Sudfrica. Cmo era posible? Aquello me convenci definitivamente. Lo ocurrido en 1952 haba sido real...

  • Portada del libro que desconcert al ingeniero ingls Harry Mallard. El smbolo que aparece en la base del ovni era el mismo que el observado en Sudfrica en 1952.

    En cuanto a los hombres que vi en el interior de la nave, poco ms puedo aadir. Todos tenan la misma altura: alrededor de 1,50 o 1,60 metros; es decir, algo ms bajos de lo habitual. Los rasgos eran normales. No hubo nada que me llamara la atencin, excepcin hecha del pelo, que era idntico en los cinco. Tenan un color "ratn". El nico que habl conmigo pareca el ms viejo. Era algo ms corpulento que el resto. Vestan una bata de color beige, tipo laboratorio. Nunca podr olvidar aquellos cuarenta y cinco minutos...

    He querido iniciar este nuevo libro con la experiencia vivida por Harry Mallard porque entiendo que fue l, justamente, quien me alert sobre algo que ha pasado casi desapercibido para buena parte de los investigadores del fenmeno de los no identificados, entre los que me incluyo, naturalmente. All por el ao 1974, el ingeniero ingls, al referir el singular encuentro en Sudfrica, insisti en la extraa casualidad de la H en la panza de la nave. l lo vio en 1952 y, posteriormente, en 1967, una serie de testigos asegur haber visto algo idntico en las proximidades de Madrid. Harry, entonces, como digo, me advirti sobre la singular coincidencia. Se trataba de la misma nave? (2) Y aquel aviso qued en mi memoria. Durante aos, sin embargo, slo fue un recuerdo. Algo vivo y latente, s, pero agazapado, como a la espera de no se sabe qu. Hoy creo entender el significado de esa larga espera...

    Pero vayamos paso a paso. Mi amigo, el ingeniero en instrumentacin, sigui su vida. Jams, que yo sepa, volvi a vivir nada semejante. La experiencia, no obstante, lo marc de forma tan profunda que, casi desde aquel inolvidable 1952, dedic buena parte de su tiempo libre a tratar de reconstruir el sistema de propulsin del que le haba hablado el hombre de la

  • montaa. Sus investigaciones, consultas, ensayos y vuelta a empezar empearon cuarenta y tres aos. Lo vi trabajar con toda suerte de hiptesis, y lleg a intercambiar sus ideas con eminentes cientficos y especialistas en magnetismo. En 1990, una noticia procedente de Japn lo llen de esperanza. En enero de ese ao, los doctores Hayaska y Takeuchi anunciaron que

    Durante aos, el ingeniero ingls trat de interesar a los cientficos en el revolucionario sistema de propulsin. Muy pocos lo escucharon.

  • se hallaban experimentando con giroscopios antigravedad. Segn los cientficos nipones, al hacer girar el giroscopio, ste se volva ms ligero conforme se incrementaba la velocidad de giro. La fuerza de la gravedad, en suma, quedaba anulada, tal y como le haba anunciado el extranjero en Sudfrica. Al poco, sin embargo, los cientficos occidentales rechazaban el hallazgo, argumentando que, de ser cierto, invalidara la primera ley de Newton. En 1995, cuando lo visit por ltima vez, Harry me confes que estaba cansado. Quera olvidar aquel asunto. Y as sucedi. Mi amigo Harry Mallard muri el 27 de octubre de 1996. Hoy, una vez fallecido, me siento liberado de la promesa que le hice: no revelar su identidad mientras l permaneciera con vida. Y con su desaparicin empezaron a suceder cosas extraas ... Pero, antes de proceder al relato de algunos de esos hechos, bueno ser que haga un breve parntesis, refrescando la memoria del lector o, sencillamente, ofrecindole unas lneas sobre un asunto que quiz ignore y que constituye una de las claves del presente trabajo. Las nuevas generaciones, en efecto, no tienen por qu estar al corriente del llamado asunto Ummo, algo que salt a la actualidad en los aos sesenta. Pues bien, en beneficio, como digo, de los ms jvenes, permtanme que recuerde ahora algunos de los rasgos ms sobresalientes (siempre desde mi punto de vista, claro est) de aquella desconcertante historia.

    Corra el ao 1966. De pronto, primeramente en Madrid, aparecieron unos escritos mecanografiados, recibidos por correo por un reducido grupo de personas. Los firmantes de tales documentos decan ser extraterrestres y proceder de un planeta llamado Ummo. Eran escritos aparentemente cientficos en los que, entre otras cuestiones, se describa la vida en dicho mundo, as como el pensamiento de la referida y supuesta raza. En total, casi ciento ochenta documentos, con algo ms de mil quinientas pginas. Un material que traspas las fronteras espaolas y que, como era de esperar, se vio sometido a intensas polmicas. Uno de los receptores de estas cartas fue Fernando Sesma, fallecido en 1982. En uno de los escritos, recibido en mayo de 1967, los urnmitas le anunciaban la llegada a la Tierra de varias de sus naves. Sesma lo hizo pblico el 20 de mayo en el diario Informacin de Alicante. A los pocos das, otros tres ciudadanos espaoles reciban sendas misivas con un contenido similar: la aproximacin de tres objetos a determinadas regiones de Bolivia, Espaa y Brasil, respectivamente.

    La lectura del anuncio se llev a cabo en Madrid, a las 22 horas del 30 de mayo de 1967 ante una treintena de testigos. Entre otras noticias, los ummitas especificaban los puntos aproximados en los que se registraran las apariciones de dichas naves. Ese texto rezaba as:

    BOLIVIA

    ZONA DE ORURO. El descenso se verificar en un punto ubicado dentro del rea circular que, teniendo como centro la ciudad de Oruro, su radio sea de unos 208 kilmetros con un margen de error en esta ltima medida de ms menos cuatro kilmetros.

    ESPAA

    ZONA DE MADRID. El descenso est previsto en el seno de una rea circular que tiene por centro las siguientes coordenadas:

    Longitud: 3 45' 20,6" W. Latitud: 40 28' 2,2" N.

    Y un radio de 46 kilmetros con margen de error de 1,6 km.

    BRASIL

    ZONA DE RO GRANDE DO SUL. Cercanas de Santo Angelo. El elevado margen de error nos impide mayor especificacin.

  • Estas previsiones se realizaron con fecha 27 de mayo...

    Una vez ledo el comunicado, la treintena de testigos estamp las correspondientes firmas al dorso de una de las pginas, dando fe de la informacin que acababan de recibir.

    Firmas de los testigos del clebre anuncio de la llegada de naves ummitas (30 de mayo de 1967). (Archivo de Rafael Farriols.)

  • Dos das despus, al atardecer del 1 de junio, un objeto volante no identificado fue observado en las proximidades de Madrid. Los informantes aseguraron que luca una especie de H en la panza. El 2 de junio, el rotativo Informaciones publicaba las fotografas de un ovni sobre San Jos de Valderas (Madrid). Se trataba de la misma imagen que identificara Harry Mallard aos despus, al tropezar casualmente (?) con el mencionado libro de Ribera y Farriols.

  • Diario Informaciones (Madrid), viernes, 2 de junio de 1967,

    El trasiego de los informes "ummitas". se prolongara durante veintisiete aos. En 1993, uno de los firmantes de la clebre carta del 30 de mayo de 1967 se proclamaba autor de la totalidad de los escritos, as como de las fotos del no menos famoso ovni de San Jos de Valderas. Jos Luis Jordn Pea afirmaba pblicamente que todo haba obedecido a un experimento. Todo -deca- era falso: las misivas, los contenidos, el sello ummita que

  • acompaaba cada envo y, por supuesto, los testimonios y las imgenes del mltiple avistamiento de Valderas. A partir de esos momentos, como era de esperar, volvi a encenderse la polmica. Los detractores del fenmeno ovni -icmo no!- aprovecharon la circunstancia, vomitando toda suerte de improperios contra los incautos que -segn ellos- se dejaron engaar. Ummo -escribieron por activa y por pasiva- era slo humo. Personalmente, como a otros investigadores que hemos invertido mucho tiempo y dinero en el estudio de Ummo, las declaraciones de Jordn Pea me llenaron de escepticismo. Sabamos que parte de los informes poda ser un fraude, y sabamos igualmente que el complejo tema ummita nunca haba sido investigado en profundidad y con el necesario rigor, al menos por los que lo ridiculizaban. Fue entonces, a partir de 1993, cuando reabr las pesquisas que haba desplegado durante veinte aos y que, prcticamente, jams publiqu. Veinte aos de viajes, interrogatorios y comprobaciones que demostraban algo que no coincida con las manifestaciones del seor Pea: el caso Ummo no era tan simple como se deca. Haba falsedades, s, pero tambin aspectos muy extraos...

    Una de las fotografas tomada en San Jos de Valderas (Madrid).

  • Y durante un tiempo, la sugerencia de Harry Mallard reapareci con fuerza en mi memoria: aquella H en la base del ovni observado en Sudfrica y el mismo smbolo en la nave vista en Madrid no poda ser una simple casualidad. Hace mucho que no creo en la casualidad...

    (1) Vase Tempestad en Bonanza (anteriormente TVE: Operacin Ovni).

    (2) Despus de treinta y un aos de investigacin, no creo necesario explicar por qu considero que una parte del fenmeno OVNI son naves o astronaves no humanas.

  • 2. GENTE PEQUEA QUE VOLABA

    Es curioso. Fue a raz de la muerte de mi amigo Harry Mallard cuando empezaron a suceder hechos muy poco comunes y directamente relacionados con el fenmeno Ummo. Tratar de ordenarlos y sintetizarlos.

    Como ya cit, Harry, el ingeniero, muri el 27 de octubre de 1996. Pues bien, a partir de ese da, algo desconocido (?) me puso en marcha y en una muy concreta direccin. El 30 de octubre aterric en Chile para iniciar una investigacin que me dejara perplejo. No poda entenderlo. En mis archivos esperaban decenas de casos. Por qu me haba decidido por la enigmtica carta procedente de Oruro, en Bolivia? Y por qu en esos momentos? Lo ms inquietante es que, en esa fecha, a tres das del fallecimiento de Mallard, yo no saba nada sobre dicha muerte. Fue despus, en diciembre de 1996, a mi regreso en Espaa, cuando Mercedes Ayala, esposa de Harry, me puso al corriente. Y he necesitado tiempo para comprender...

    La carta de Oruro era un asunto siempre pendiente. Supe de ella hacia 1972, en una de las mltiples entrevistas con el grupo receptor de los supuestos mensajes ummitas. Como ya mencion, el 30 de mayo de 1967, tres de estos ciudadanos recibieron sendas cartas mecanografiadas en las que se anunciaba la inminente llegada a la Tierra de naves procedentes del no menos supuesto planeta Ummo. Uno de los lugares donde deba aparecer uno de los objetos era Bolivia. El mensaje aclaraba que la zona en cuestin tena como centro la ciudad de Oruro. Pues bien, a los tres das de la informacin publicada en el diario Informaciones de Madrid (ovnis sobre Valderas), uno de los receptores del citado anuncio, Enrique Villagrasa, con unos reflejos envidiables, se puso en contacto con el peridico ms importante de la referida ciudad de Oruro, al sur de Bolivia. Su objetivo era simple: tratar de verificar lo anunciado por los ummitas. Se registr algn caso ovni en esa regin entre el 31 de mayo y el 2 de junio? El ingeniero Villagrasa, con lgica, pens que, si una de estas naves se haba presentado sobre Madrid, tal y como rezaban las cartas, quiz haba sucedido lo mismo en los otros dos puntos marcados por los urnmitas. Y el 5 y el 9 de junio de ese ao de 1967, Enrique enviaba sendas comunicaciones a Bolivia y a Brasil, respectivamente. Quince das despus, para sorpresa de Villagrasa Novoa y de cuantos tenan conocimiento del tema Ummo, el director del diario La Patria, de Oruro, contestaba a la peticin del ingeniero espaol, afirmando, entre otras cuestiones: A mi vez, estoy en condiciones de proporcionarle una versin que ha sido verificada por uno de mis redactores, que estuvo en la localidad de Uyuni, ms o menos a unos trescientos kilmetros al sur de Oruro, para cubrir la informacin sobre el robo de explosivos; en los das indicados por usted y que trajo una narracin verdaderamente fantstica, que me resist a publicar en tanto no contara con pruebas verdaderamente convincentes. Identificacin adecuada de las personas, autoridades que intervinieron en el hecho, piezas de conviccin y prueba, fotos, etc., etc. En tales circunstancias lleg la carta suya a mis manos.

    Estas palabras, obviamente, desconcertaron a Villagrasa y a cuantos alcanzamos a leer la carta del seor Enrique Miralles, director del peridico de Oruro. Qu quiso decir con una narracin verdaderamente fantstica? El intrigante y desconocido suceso, adems, pareca haberse producido en los primeros das de junio de ese ao 1967. Es decir, ms o menos, en las fechas anunciadas por los ummitas. Por ms que repas la misiva, no pude hallar una sola pista que arrojara algo de luz sobre el particular. Enrique Villagrasa, por supuesto, cumpli escrupulosamente las peticiones del director de La Patria, enviando a Oruro cuanto solicitaba. Lamentablemente, el seor Miralles no respondi. Y durante casi treinta aos, nadie se preocup de resucitar el misterioso asunto de Oruro. Nadie se propuso viajar a Bolivia y aclarar lo ocurrido en aquel lejano junio de 1967.

  • Una carta histrica en el asunto Ummo. Con fecha 20 de junio de 1967, el director del diario La Patria, de Oruro, en Bolivia, hizo saber a Enrique Villagrasa que, en esa regin, y en los

    primeros das de junio, se habra registrado un hecho no habitual.

  • El ingeniero Enrique Villagrasa y Novoa y su esposa, Elena. (Foto: J.J. Bentez.)

    Mis primeras gestiones, en aquel mircoles, 30 de octubre de 1996, veintinueve aos despus de la recepcin de la carta de Oruro, fueron alentadoras. Mejor dicho, alentadoras casi al final de la jornada. En un primer momento, al tratar de establecer conexin telefnica con el diario La Patria, todo se vino abajo: segn la operadora, el peridico en cuestin no exista. Fueron unos segundos decisivos. De haber tenido en cuenta la rotunda afirmacin de la telefonista chilena, all y en aquel momento, hubiera dado por terminada una investigacin que acababa de arrancar. El instinto, sin embargo, funcion. Insist y, al poco, la mujer corrigi su error. El peridico de Oruro segua en pie. Horas despus, tras no pocas y arduas gestiones con los servicios telefnicos de Chile y Bolivia, alcanc al fin a comunicarme con Marcelo Miralles, uno de los hijos del director del peridico de Oruro. Me adelant algo que consider una excelente noticia: su padre viva. Era muy mayor, pero conservaba la mente lcida. Poco despus tena la fortuna de conversar con Enrique Miralles, el autor de aquella enigmtica carta recibida por Villagrasa. No quise adelantar los acontecimientos y, sencillamente, le anunci que deseaba visitarlo. Aunque algo intrigado, Miralles acept, cordial y hospitalario. Y program el viaje a Oruro para una semana ms tarde... La jornada, en efecto, haba sido finalmente fructfera. Uno de los hombres clave en aquel enigma estaba vivo. Y me pregunt: recordara lo sucedido en Oruro en junio de 1967? Debera haberlo interrogado durante aquella primera conversacin telefnica?

    Concluidas las investigaciones en Chile, me dirig sin prdida de tiempo a la ciudad de La Paz. En esta oportunidad me acompaaban Blanca, mi mujer, e Ivn, mi hijo y fotgrafo. Ellos fueron testigos de excepcin de cuanto viv y o.

  • Blanca y J.J. Bentez a la puerta del diario La Patria, en Oruro. (Foto: Ivn Bentez.)

    Y a las 15.30 horas de aquel jueves, 7 de noviembre de 1996, sin apenas respiro, salimos por carretera hacia Oruro, a poco ms de doscientos kilmetros al sur de La Paz y a 3.709 metros de altitud sobre el nivel del mar. El mal tiempo y el psimo estado de la carretera retrasaron sensiblemente nuestra llegada a Oruro, y la ansiada entrevista con el director de La Patria tuvo que ser aplazada de nuevo. Y a la lgica contrariedad se sum el llamado mal de altura, consecuencia de la rarefaccin del aire. Las dificultades respiratorias, el martilleo en la cabeza y los problemas oculares nos acompaaran durante toda la estancia en Bolivia.

    Al da siguiente, al fin, pude estrechar la mano del seor Miralles. Aquella larga e intensa entrevista se celebr en la sede del diario, en la calle Camacho. Y mi primer pensamiento, nada ms saludar al ya familiar autor de la carta de Oruro, fue para mi buen amigo Enrique Villagrasa, el hombre que ms haba batallado por esclarecer aquel turbio asunto. Yo estaba all gracias a su tenacidad y buen hacer...

    Al mostrarle una copia de su propia carta, remitida a Villagrasa el 20 de junio de 1967, el ex director del diario de Oruro me mir perplejo. Me invit a tomar asiento y permaneci en silencio durante un par de minutos, enfrascado en la lectura de la carta. Despus, asintiendo con la cabeza, comenz a hablar: S, lo recuerdo perfectamente. Uno de nuestros redactores, Lucho Aramayo, fue enviado a Uyuni para cubrir la informacin de un robo de explosivos. A su regreso trajo otra noticia tan fantstica que me negu a publicada. Y en esos momentos -qu casualidad!- lleg la pregunta del seor Villagrasa...

  • Enrique Miralles, el anciano periodista y ex director del peridico de Oruro, en Bolivia.

    Marcelo Miralles (izquierda), hijo del autor de la carta de Oruro, durante una de las entrevistas con J.J. Bentez. A la derecha, el que fue director de La Patria, Enrique Miralles. (Foto: Ivn Bentez.)

  • Uyuni es una localidad situada en el suroeste boliviano, a unas seis horas por carretera de Oruro. Enrique Miralles prosigui: ...Segn relat Aramayo, en una pequea aldea de esa regin de Uyuni, una india haba sido testigo de un hecho realmente singular. Unos "hombrecitos" bajaron junto a uno de los corrales en los que se guardaban las ovejas y mataron a ms de treinta. Despus volvieron a montar en aquellas "sillas voladoras" y desaparecieron. El suceso conmovi de tal forma a la pequea comunidad indgena que no dudaron en desplazarse hasta Uyuni y denunciar el hecho a las autoridades. Das despus, una comisin del Ejrcito viaj hasta el lugar, pero nunca supimos sus conclusiones...

    Por ms que interrogu al anciano periodista, no pude averiguar mucho ms. La noticia, al parecer, no fue publicada y, dado el tiempo transcurrido, no recordaba el nombre de la aldea en cuestin, ni tampoco el de la india. Se trataba, eso s, de la zona de Uyuni, en el Altiplano. En cuanto a los militares que procedieron a la investigacin, el seor Miralles reconoci que jams haban tenido contacto con ellos. Me interes igualmente por el redactor que levant la noticia, pero el resultado fue idntico: ninguna pista sobre Luis Aramayo Rivero. Slo recordaba que era argentino y que haba desaparecido de la escena periodstica boliviana haca muchos aos. A primera vista, la situacin no pareca muy prometedora. Prcticamente no tena nada. No saba el nombre del testigo. Ni siquiera conoca el lugar donde haban ocurrido los hechos. Uyuni es una enorme regin del Altiplano, con miles de kilmetros cuadrados y cientos de aldeas y caseros dispersos por la llanura (1).

    Qu hacer? Dnde buscar? Mereca la pena tanto esfuerzo? Si la historia relatada por

    Miralles era cierta, qu relacin guardaba con el asunto Ummo? Y algo extrao, sutil y poderoso sigui tirando de m. En breve lo comprobaria, una vez ms...

    A pesar de las evidentes dificultades para esclarecer el caso, el instinto (?) me retuvo en la ciudad de Oruro, a la bsqueda de cualquier indicio. Y durante horas me encerr en los archivos del diario La Patria, con la esperanza de hallar un nombre, una imagen o alguna alusin que confirmara el singular descenso en Uyuni de los hombrecitos con sillas voladoras. Fue un rastreo casi estril. El peridico haba sufrido un voraz incendio y parte de su historia haba desaparecido entre las llamas. Aun as, pude encontrar la noticia del robo de explosivos. Una informacin que, a su vez, me proporcion la fecha aproximada del incidente entre los enanos y la india. El citado robo sucedi el domingo, 11 de junio de 1967, y fue publicado al siguiente jueves, 15 de junio. La noticia deca textualmente:

    Fueron sustrados de la estacin de Uyuni veintids cajones de dinamita. Se asegura que los autores son castrocomunistas.

    Luis Aramayo Rivero (corresponsal viajero).

    Uyuni. Junio, 14 (La Patria). Se ha registrado el robo de veintids cajones de dinamita de la Corporacin Minera de Bolivia en las bodegas de la estacin de ferrocarril, aqu, el domingo en la noche.

    Los autores de la sustraccin volaron los candados de las bodegas, donde existen grandes cantidades de explosivos de la Corporacin Minera de Bolivia.

    El hecho ha causado alarma entre los pobladores de este distrito, que hacen una serie de conjeturas. Los vecinos principales y los trabajadores del ferrocarril expresaron al enviado de La Patria: Imagnese, seor, si estos explosivos fueron robados por delincuentes y a stos se les ocurre dinamitar la poblacin.

    (1) El Altiplano boliviano, situado a ms de cuatro mil metros de altura, cubre ms de cien mil metros cuadrados.

  • Regin de Uyuni: miles de kilmetros cuadrados. Por dnde empezar a buscar?

    De otro lado se afirm que no es la primera vez que ocurren estos robos. Hace dos meses tambin sustrajeron del ferrocarril veintisis cajones de mechas de explosivos, xido y otros elementos peligrosos.

    Este enviado entrevist el lunes al capitn Baldivieso Pereira, para saber si existan detenidos con relacin a este hecho. Indic que el robo no fue cometido por elementos del hampa, sino por castrocomunistas que, presumiblemente, tengan vinculacin con los guerrilleros...

    Segn Enrique Miralles, cuando el corresponsal viajero se present en Uyuni para cubrir la informacin del referido robo de dinamita, el tal Aramayo tuvo conocimiento igualmete del suceso de la matanza de las ovejas. Indag, con toda probabilidad entre los mismos militares de Uyuni, y se trajo la informacin a Oruro. El entonces director del peridico, sin embargo, a la vista de lo fantstico de la historia, opt por no publicarla, a la espera de nuevos datos y, quiz, de una confirmacin oficial. Pero, con el paso del tiempo, el asunto qued olvidado. Segn todos los indicios, el incidente pudo suceder poco antes del robo de los explosivos, es decir, a finales de mayo o principios de junio (1967). Y una vez ms qued desconcertado ante la asombrosa coincidencia. Cmo explicar el anuncio de la carta ummita, leda el 30 de mayo en Madrid y ante una treintena de personas, y el suceso de las sillas voladoras en Uyuni? Las sorpresas, sin embargo, no terminaron ah...

    El sbado, 9 de noviembre (1996), obligado por un compromiso previo, me traslad a La Paz, con el fin de asistir a la Primera Feria Internacional del Libro de Bolivia. Las pesquisas en Oruro se hallaban prcticamente congeladas y estim que un pequeo respiro resultara ms que saludable. Como ya seal, en esos momentos no tena nada o casi nada. No hubo forma de localizar la identidad de la india, ni tampoco el paraje en el que se registraron los hechos. Reflexion sobre la posibilidad de viajar a Uyuni e iniciar la bsqueda de la mujer. El sentido comn me invit a esperar, y siguieron sucediendo cosas extraas...

    Esa misma tarde del sbado, mientras firmaba ejemplares de mis libros en el stand del Grupo Planeta, se produjo otra increble casualidad. Casualidad? He aqu lo ocurrido, segn consta en mi cuaderno de campo: de pronto se presentaron dos hombres. El ms joven traa un Caballo de Troya. Recuerdo que establecimos una breve pero cordial conversacin en la que, siguiendo mi costumbre, me interes por la profesin de la persona a la que estaba a punto de dedicar el libro. Adolfo Terrazas me cont que trabajaba en la prefectura de la ciudad de Oruro. Oruro? Y obedeciendo a la intuicin, lo interrogu sobre el caso de la india y las sillas voladoras. En un primer momento dud. Era lgico. Aquel amable boliviano era muy joven. Quiz no haba nacido en 1967. Cmo poda saber de un hecho registrado casi treinta aos atrs? Adolfo, entonces, se dirigi al hombre de ms edad e intercambiaron unas frases. Acto seguido, el joven Terrazas asinti con la cabeza y aclar:

    -Conocemos el caso. Ocurri en una zona rural, en Uyuni...

    Supongo que palidec.

    -Pero cmo es posible?

    -Mi padre -aadi Adolfo- es primo del coronel que mandaba el regimiento en Uyuni en aquellas fechas...

    Y Hernn Terrazas Cspedes, padre de Adolfo Terrazas, sonri tan desconcertado como yo.

  • Era intil racionalizar aquel encuentro. La Paz tena algo ms de un milln de habitantes, y yo, justamente en esos momentos, cuando me crea perdido, cuando la investigacin acababa de entrar en un aparente punto muerto, haba ido a tropezar (?) con un hombre que saba del suceso y que, adems, era pariente del coronel que haba puesto en marcha la investigacin oficial. Casualidad?

    El coronel Rogelio Ayala (izquierda) y el general Terrazas, otra asombrosa casualidad en mis investigaciones. (Foto: J.J. Bentez.)

    Lgicamente, a partir de ese sbado, las pesquisas tomaron otro rumbo. Las conversaciones con Hemn Terrazas, general del ejrcito, fueron de gran utilidad. l, como digo, recordaba el caso de la pastora de Uyuni y los nombres de algunas de las personas que integraron el grupo que se desplaz hasta el lugar de los hechos, realiz los interrogatorios y el examen de los animales muertos. Fue as, mgicamente, como supe del coronel Rogelio Ayala, el hombre que orden la investigacin, y del resto de los vecinos de Uyuni que viajaron al Altiplano: Pablo Ayala, hijo del coronel, los entonces tenientes del ejrcito Caso y Ampuero, el doctor Sea y Jess Pereyra, de la alcalda de Uyuni. Meses despus, tras una paciente y laboriosa bsqueda de los comisionados, el caso de la india avanz notablemente. Tuve la fortuna de conversar con todos ellos, excepcin hecha de Carlos Caso, fallecido aos antes. Todos recordaban el extrao suceso, y todos coincidieron en algo: lo ocurrido en aquel apartado lugar, en 1967, fue real.

  • El ingeniero Jess Pereyra Medina (en el centro de la imagen). Cuando pas todo, hablamos de nuevo con los campesinos. Ellos vean estas cosas, las luces, con frecuencia.

    Pablo Ayala era estudiante de derecho en aquellas fechas. Fue el ms joven de la expedicin (dieciocho aos) y, casi con seguridad, el nico que tom notas de lo acaecido. Algn tiempo despus lo pondra por escrito, conservando as la esencia del singular incidente.

    -Mi padre estaba al mando del Regimiento LOA, de Infantera, con base en Uyuni. Yo estaba de vacaciones cuando llegaron aquellos campesinos...

    Pablo Ayala no tena muy claro en qu momento sucedieron los hechos. Quiz entre marzo y junio...

    -Recuerdo que eran dos o tres humildes campesinos. Se presentaron en el destacamento

    militar. Se hallaban muy asustados e indignados. Hablaban de gente pequea que volaba y que haba descendido en una ranchera, hacia el este de Uyuni. Aquella gente pequea -decan- mataron el ganado. Queran saber quin pagara las prdidas. El grado de excitacin era tal que mi padre y el resto de los militares comprendieron que algo extrao haba sucedido. Y antes de tomar una decisin optaron por viajar al lugar y verificar las palabras de los campesinos.

  • Pablo Ayala, el ms joven de la comisin de Uyuni. (Foto: Blanca de Bentez.)

    La postura de los militares de Uyuni fue tan prudente como acertada, pero no por las razones que hoy podemos imaginar. En aquel tiempo (1967), Bolivia se hallaba en plena lucha contra la guerrilla. Ese ao, justamente, el ejrcito terminara con la vida del Che Guevara. El envo, por tanto, de la comisin de Uyuni obedeci, fundamentalmente, a la sospecha de que la muerte de las ovejas fuera obra de guerrilleros, como haba sucedido con el ya referido robo de dinamita en la noche del domingo, 11 de junio.

    En cuanto al nombre de la ranchera o del pueblo ms cercano, mi informante tampoco supo darme razn. No lo recordaba.

    -Salimos al amanecer -prosigui Ayala-, y en una camioneta del ejrcito. Los campesinos nos fueron guiando. Entonces no haba casi caminos. Tenamos que seguir las orillas de los ros. El viaje me pareci agotador e interminable. Cuando preguntbamos por el lugar, siempre respondan lo mismo: Est muy cerca..., detrs de aquel cerrito. Y as hasta las cuatro de la tarde, siempre hacia el este...

    El paraje lo integraban dos o tres casitas de paja y adobe, en pleno Altiplano y a considerable distancia de la aldea ms cercana. Era un lugar desolado, casi en mitad de la nada. Muy cerca discurra un riachuelo de aguas claras y orillas formadas por piedrecitas de

  • colores. Nos estaban esperando. La ranchera la formaban un par de familias. Muy cerca se levantaban unos corrales de piedra y all haban dispuesto las ovejas y los corderos muertos. Contamos ms de treinta. Aquello nos dej perplejos. Los animales presentaban numerosas mutilaciones, con una serie de orificios, casi perfectos. Como le digo, la muerte del ganado no tena sentido. Era y es el nico medio de vida de estas gentes. Acabar con la totalidad del rebao no era lgico. Fue entonces cuando una de las mujeres cont lo sucedido tres das antes...

    Dibujo de Pablo Ayala, segn el testimonio de la pastora boliviana. El hombrecito puls la parte superior de una mquina y repleg la red que cubra el corral de piedra.

    Ni Pablo Ayala ni el resto de la comisin lograron recordar el nombre de la india que protagoniz los hechos. Aquel lgico olvido (qu poda esperar despus de treinta aos) me mantuvo inquieto durante meses. Los investigadores sabemos que el testimonio de las personas directamente implicadas en un caso es vital e insustituible. Por mucha sinceridad y mejor memoria que puedan disfrutar los testigos de segundo orden, sus testimonios, en lneas generales, son incompletos y, a veces, errneos. stos, en fin, fueron mis temores al tratar de reconstruir lo acaecido en aquel remoto 1967. Pero el Destino tena sus planes...

  • -La mujer slo hablaba quechua -aadi Pablo Ayala- y en su lengua cont lo siguiente: los hombres de la ranchera haban marchado al trabajo por la maana, como es lo habitual. Ella estaba al cuidado del ganado. Pues bien, por la tarde, en uno de los corrales de piedra, observ la presencia de dos hombrecitos. Estaban manipulando una red con la que haban cubierto dicho corral. Eran muy pequeos; podan medir entre 1,10 y 1,30 metros. La mujer les grit, llamndoles la atencin. Y los individuos, asustados, procedieron a replegar la red. Uno de ellos se alej del corral y, al llegar a las proximidades del riachuelo, remont el vuelo y desapareci. Vestan buzos oscuros, muy acolchados, con algo que les cubra parte de las cabezas. A la espalda presentaban unas mochilas (?), sujetas al pecho con dos correas rojas que se cruzaban en el centro del trax. Segn la india, los hombrecitos utilizaban guantes de color plomo y botas de gran tamao. La mujer, entonces, imaginando que estaba ante unos malandrines normales y corrientes, cogi un palo y se fue decidida hacia el sujeto que todava permaneca en el suelo. Lo golpe en la cabeza, probablemente a la altura del ojo, y lo derrib. El individuo se incorpor y lanz una especie de cuchillo contra la pastora. Era una arma con la punta en forma de garfio y con la cualidad de regresar siempre a las manos de su propietario, algo parecido a un boomerang. Segn la mujer, aquella cosa le produjo cortes en brazos y pecho, aunque de escasa profundidad. Todos pudimos contemplar las heridas. El nudo del kepi, con el que sostena a un nio de corta edad a su espalda, fue lo que, al parecer, le salv la vida. La india sigui golpendolo, pero, finalmente, el individuo se alej hacia un pequeo cerro y huy por los aires, desapareciendo en la misma direccin de su compaero.

    Dibujos de Pablo Ayala. Una red muy fina cerraba el corral de piedra por la parte superior.

    Cuando me interes por las heridas ocasionadas al hombrecito, ni Ayala ni el resto supieron darme razn sobre la naturaleza de dichas lesiones.

    -La india lo hiri en la cabeza y nos mostr, incluso, algunas gotas de sangre, derramada sobre los guijarros. Guardamos unas muestras y las depositamos en el hospital de Uyuni, pero, si no estoy equivocado, nunca se analizaron. Era una sangre roja, aparentemente igual que la nuestra.

  • Qued perplejo. Cmo era posible que nadie se hubiera preocupado de analizar las muestras de sangre? La respuesta fue unnime:

    -Eran otros tiempos. Los laboratorios de Bolivia, en 1967, dejaban mucho que desear. Adems, para qu? Al inspeccionar el ganado muerto -aadi Pablo Ayala-, los militares comprobaron que aquello no era obra de la guerrilla.

    Alfredo Ampuero (hoy general del ejrcito) ratific las palabras de su compaero:

    -Las ovejas presentaban unos orificios de entre cinco y siete centmetros de dimetro. Eran perfectos. Es ms: poda verse al trasluz. Aquellos humildes campesinos no tenan con qu practicar tales agujeros. Por otra parte, qu sentido tena matar a las ovejas y a los corderos para llevarse, nicamente, las entraas, los ojos, los riones y los hgados? Los guerrilleros (y el Altiplano nunca fue zona de guerrillas) no actuaban as. Por qu terminar con tantos animales para despus abandonarlos, casi intactos? Tampoco pudimos responsabilizar de la matanza a los indios. Esta gente aprecia ms al ganado que a sus hijos. Por qu iban a terminar con la totalidad de las ovejas y por nada? De hecho, sta fue su principal preocupacin: quin pagaba los animales? Por eso caminaron durante toda una noche hasta llegar a Uyuni. Lamentablemente, a pesar del escrito del coronel Ayala, confirmando la autenticidad del caso, los indios nunca recibieron una compensacin econmica.

    Alfredo Ampuero, hoy general del Ejrcito de Bolivia, testigo del relato de la india del Altiplano. (Foto: J.J. Bentez.)

    Al interesarme por su opinin personal, el general Ampuero fue igualmente claro:

    -Mire usted, hubo algo que me impresion vivamente: la pastora era analfabeta. Slo hablaba quechua. All no haba radio, prensa, ni televisin. Aquello era el fin del mundo. Por qu una mujer tan simple iba a montar semejante fbula? Lo que dice que vio fue real...

  • El doctor Juan Sea Barrientos fue de la misma opinin, y aadi:

    -Para extraer los rganos de las ovejas, quien lo hiciera, desplegaron unos especiales conocimientos. Las mutilaciones de ojos, vsceras, etc., no fueron obra de los indios, de eso estoy seguro. Adems, cmo explicar las huellas de las botas y de las sillas voladoras junto a los corrales?

    El doctor Sea. Se encontraba en Uyuni cuando fueron avisados por los campesinos. (Foto: J.J. Bentez.)

    Segn el mdico y el resto de los testigos con los que convers, las huellas del calzado eran ntidas. Aparecan repartidas por el interior y exterior de los apriscos de piedra, y en especial, en el punto en el que haban peleado.

    -Eran huellas pequeas -prosigui el doctor Sea-, con un tacn raro. Parecan corresponder a un pie ancho. All mismo observamos tambin otras marcas que podran corresponder a las patas de las sillas voladoras. Formaban un cuadrado. Cada orificio, muy superficial, se hallaba a cuarenta centmetros. Las huellas en cuestin (cada cuadrado) estaban separadas por diez o quince metros.

    ste fue otro de los captulos oscuros en el caso de la india y la gente pequea que volaba. Los miembros de la comisin no terminaban de coincidir: para unos, las sillas

  • voladoras disponan de hlices o ventiladores. Otros, en cambio, no recordaban que la pastora hubiera hecho alusin a semejantes artilugios. Sea como fuere, lo cierto es que los hombrecitos disfrutaban de un sistema de autopropulsin que les permita aterrizar y despegar a voluntad. Algo, por cierto, bastante comn en el fenmeno ovni.

    -Esa misma noche -concluy Pablo Ayala- regresamos a Uyuni. Los militares informaron, y ah termin el asunto. Dudo mucho que se hiciera un informe oficial. Como te coment, los militares quedaron tranquilos: aquello no haba sido obra de la guerrilla... Por mi parte, nunca ms regres al lugar, ni volv a ver a la pastora...

    Lo mismo sucedi con el resto de los integrantes de la expedicin. Segn mis noticias, nadie volvi a la referida ranchera ni supo de la suerte de aquellas gentes. Y el caso qued dormido durante casi treinta aos.

    Por supuesto, no me di por satisfecho. Haba interrogado a la casi totalidad de los comisionados de Uyuni, pero, obviamente, faltaba lo ms importante: la india. Segua viva? Y, de ser as, dnde se encontraba? Continuaba viviendo al este de Uyuni?, cul era su nombre? Cmo hallar la aldea o la ranchera? Por ms que indagu, las pesquisas desde La Paz y Oruro fueron estriles. Como ya he dicho, el Altiplano boliviano suma ms de cien mil kilmetros cuadrados (algo ms que Andaluca y casi el triple de la superficie de Suiza). Poda presentarme en Uyuni, s, pero por dnde empezar? Algo estaba claro en mi mente y, sobre todo, en mi corazn: si la pastora segua con vida, yo la encontrara...

  • 3. NAVE UMMITA EN 1954

    Noviembre de 1996 fue desconcertante. Quiz el trmino exacto sera prodigioso. Qu otra cosa puedo pensar al recordar lo ocurrido en aquel vuelo de Brasilia a So Paulo? Ahora, en la distancia, la imagen de mi buen amigo Harry Mallard cobra una especialsima dimensin. Ahora estoy seguro: l tuvo mucho que ver con el nuevo y asombroso encuentro...

    Como ya cont en pginas anteriores, a los pocos das de aparecer en la prensa las clebres fotografas del ovni de San Jos de Valderas, en las proximidades de Madrid (2 de junio de 1967), el infatigable ingeniero en construcciones civiles Enrique Villagrasa puso en marcha una investigacin para tratar de averiguar si se haba registrado algn fenmeno extrao en la mencionada regin de Oruro. Y sus pesquisas se proyectaron igualmente hacia la zona de Ro Grande do Sul, en Brasil. Como se recordar, en la no menos famosa carta ummita del 30 de mayo de 1967, los supuestos extraterrestres anunciaban la llegada de sus naves en los tres lugares citados: Madrid, Oruro (Bolivia) y las cercanas de la ciudad de Santo Angelo, en Ro Grande do Sul (Brasil). Villagrasa, como dije, slo recibi una confusa respuesta por parte del entonces director del diario La Patria, de Oruro. En cuanto a las gestiones en Brasil, los resultados fueron igualmente estriles. Pues bien, durante aos, yo tambin investigu por mi cuenta, buscando algn indicio en la referida zona de Ro Grande do Sul. Segn los investigadores locales, en 1967, entre marzo y noviembre, se registraron, al menos, veintids avistamientos ovni en Brasil. De stos, media docena correspondieron al estado de Ro Grande do Sul. Juarez Jorge Duarte, uflogo de Ro Grande do Sul, localiz tres fechas que se aproximaban al perodo de tiempo establecido por los ummitas: 24 de junio y 5 Y 7 de julio, respectivamente. Los lugares, sin embargo, no coincidan con Santo Angelo (1). En cuanto al emblema en la panza de las naves (la clebre H), ni rastro. Ninguno de los testigos haba observado nada semejante. Y durante un tiempo, como digo, comuniqu mis inquietudes a algunos de mis amigos brasileos. Nadie supo darme razn. Nadie saba gran cosa sobre el asunto Ummo. Una de estas personas, a las que transmit informacin sobre el caso Valderas, fue Carmen Barreto, representante de la Editorial Mercuryo. La paciente y eficaz mulata termin conociendo de memoria lo ocurrido en Espaa con los supuestos ummitas. Este trasvase de informacin, incluido el emblema en forma de H, resultara providencial.

    Y lleg el 14 de noviembre de 1996. A las 11 horas y 42 minutos despegamos del aeropuerto de Brasilia, rumbo a So Paulo. Blanca, mi esposa, viajaba a mi lado. Algunos asientos por delante de aquel 737, Carmen Barreto y mi hijo Ivn. Recuerdo que, poco antes de embarcar, no s por qu razn, habamos vuelto a conversar sobre el asunto Ummo. Y Carmen hizo algunas anotaciones en su agenda. Al tomar tierra, la mulata, sin poder disimular su excitacin, todava en el pasillo del avin, me present a un alto funcionario del gobierno de Brasil. Durante el vuelo, aquel hombre, sentado a la derecha de Carmen, no pudo evitar echar un vistazo a la apretada agenda que manejaba Barreto. En una de las pginas, Carmen haba escrito la palabra ufo, en referencia a nuestra reciente conversacin sobre el ovni de San Jos de Valderas. Fue as, al descubrir de reojo la palabra ufo en el cuaderno de la editora, cuando Dos Santos se decidi a entablar conversacin con la joven (2). Y le cont una singular historia...

    Su familia haba visto un objeto volante no identificado haca ms de cuarenta aos. Ocurri sobre la ciudad de Curitiba, en el estado de Paran. La nave permaneci algn tiempo sobre el barrio en el que vivan sus padres. En la parte inferior del objeto se distingua un smbolo: una especie de gigantesca H.

  • Carmen, sabedora de la historia de Ummo, qued desconcertada. Cmo era posible que yo le hubiera contado el asunto de los ummitas y, al poco, se sentara a su lado una persona cuya familia haba visto algo similar? Otra casualidad? Brasil tiene algo ms de ocho millones y medio de kilmetros cuadrados y casi ciento cuarenta millones de habitantes...

    Rpida, como siempre, Barreto solicit a Dos Santos que dibujara en su agenda el smbolo que luca el ovni en la panza. Y el entonces procurador complaci con gusto los deseos de su compaera de vuelo.

    Una vez en el aeropuerto, Dos Santos accedi a contar la misma historia que acababa de

    narrar a Carmen Barreto. Blanca, Ivn y yo quedamos perplejos...

    -La primera noticia sobre aquel suceso -explic Dos Santos- me la dio mi padre. El hecho pudo suceder hacia el 25 de junio de 1954. Yo no haba nacido...

  • Cuaderno de notas de Carmen Barreto. Arriba, aparece la palabra ufo. En el centro, el smbolo dibujado por Dos Santos.

    Mi familia viva en la calle Erasto Gaertner, en Curitiba. Eran unas casitas de madera, casi pared con pared con un depsito de armas del ejrcito; en esos momentos, el ms grande polvorn de Brasil. Un poco ms all exista -y existe una base de la Fuerza Area...

    Seran las diez de la noche. Mi padre estaba ya acostado y, de pronto, oy los gritos de Clara, mi abuela: Augusto, Augusto, venga a ver esto! Mi padre acudi rpido y se situ en la parte posterior de la casa. All estaba tambin mi madre.

    En el cielo vieron algo raro. Era un objeto grande, silencioso y desconocido. Presentaba una forma muy extraa: eran como dos platos soperos unidos por los filos exteriores. Desprenda una gran luminosidad que cambiaba del naranja al rojo...

    Mi familia se qued muda, contemplando aquello. El aparato sigui inmvil durante un buen rato; entre diez y quince minutos. Se hallaba a escasa altura del suelo, sobre los rboles, y a corta distancia de la casa. Ms o menos sobre la zona trasera del polvorn. Quiz a setenta o cien metros de nuestra vivienda...

    Despus, sencillamente, desapareci. Fue como si se hubiera apagado...

    En la regin inferior se vea algo parecido a un emblema. Una especie de enorme H... A la maana siguiente, muy temprano, dos soldados del ejrcito fueron llamando puerta por

    puerta e interrogaron a la totalidad del vecindario sobre la observacin de la noche anterior. Entonces, alegando que se trataba de un asunto de seguridad, advirtieron a los testigos que deban guardar silencio. Prohibido hablar de la nave y, mucho menos, con la prensa. Los militares, obviamente, tambin haban visto el ovni...

  • Clara, abuela de Dos Santos. La primera que vio la nave ummita sobre Curitiba. (Cortesa de la familia Dos Santos.)

    Dos Santos tena prisa. Le esperaba otro vuelo. Antes de despedimos le hice una ltima pregunta:

    -Ha odo hablar de un asunto llamado Ummo?

    El procurador neg con la cabeza, y pregunt a su vez:

    -Ummo?, qu es?

    El caso de la nave ummita sobre el polvorn de Curitiba en 1954 encerraba una segunda parte que yo no conocera hasta algunos meses ms tarde, cuando regres a Brasil para interrogar de nuevo al procurador Dos Santos. Y a mi retorno a Espaa, adems de saber del fallecimiento de Harry Mallard, empec a ver con claridad que algo no encajaba en el supuesto montaje ummita. Fue en esas fechas, y a la vista de la informacin reunida, cuando tom la decisin de llamar a la puerta de Jos Luis Jordn Pea e intentar clarificar el cada vez ms enredado asunto. Como ya mencion, con fecha 8 de abril de 1993, el referido Jordn Pea envi una carta de seis folios a Rafael Farriols, uno de los receptores de las misivas supuestamente extraterrestres y, con seguridad, uno de los hombres que ha reunido ms informacin relacionada con Ummo. En la carta de marras, Jordn se proclamaba autor de la totalidad del diablico caso, y aseguraba que fue un mito, creado por l en 1966. l -deca- fue

  • Ovni con la H en la panza, observando sobre Curitiba el 25 de junio de 1954. (Dibujo: J.J. Bentez, segn las indicaciones de Dos Santos.)

    el responsable de los cientos de pginas remitidas a decenas de ciudadanos. l fue el creador del emblema en forma de H. l ide las apariciones de las naves en Madrid, Oruro (Bolivia) y Ro Grande do Sul (Brasil) entre los ltimos das de mayo y los primeros de junio de 1967. l -afirmaba- dej de redactar los informes ummitas cuando se vio afectado por una trombosis (12 de marzo de 1988)...

    Y durante varios aos lo visit en su domicilio, en Madrid, para interrogarlo sobre infinidad de detalles. Estas conversaciones fueron redondeadas con un ms que interesante cruce de cartas en las que Jordn trataba de justificar el porqu de su mentira. Fue en esas entrevistas y escritos donde percib que Ummo era mucho ms de lo que pretenda Jordn Pea. Tuve especial cuidado en no revelarle lo que haba averiguado en Bolivia y Brasil. Y con este as en la manga escuch durante horas sus dudosas explicaciones. Cuando pregunt por el inicio del experimento, como l lo denominaba, se refera siempre a los ltimos meses de 1965 o principios de 1966. Nunca antes. Y las dudas, como digo, me hacan desconfiar: si Jordn Pea haba puesto en marcha el invento sobre Ummo en las referidas fechas, cmo explicar las naves con la H en la panza en 1952 y 1954? Jordn naci el 13 de enero de 1931 en Alicante. Cuando se registraron los casos de Sudfrica y Curitiba, el seor Pea tena veintiuno y veintitrs aos, respectivamente. En esa poca, ni siquiera imaginaba que se vera envuelto en un experimento de semejante naturaleza. Para m, sta fue una de las claves. Algo no encajaba en el montaje, supuestamente orquestado por Jordn Pea. Es muy probable que, de haber tenido conocimiento de lo acaecido en Sudfrica, Bolivia y Brasil, los planteamientos del falsario hubieran sido otros. Naturalmente, y antes de proseguir con mis indagaciones, es preciso dejar claro que dudo del origen extraterrestre de esos cientos de escritos mecanografiados que llegaron a manos de una treintena de ciudadanos a partir de 1967. No

  • Dos Santos, junto a J.J. Bentez, en el aeropuerto de So Paulo (Brasil) en la maana del jueves, 14 de noviembre de 1996. (Foto: Blanca de Bentez.)

    creo en los ummitas, tal y como los dibujan dichos informes. Tampoco creo en muchas de las afirmaciones de Jordn Pea. Pero, entonces, usted se preguntar, con razn: por qu Ummo es ms de lo que pretende Jordn Pea? Amn de la realidad de las naves con la H en la panza, la posible respuesta apareci en Brasil, en una de mis pesquisas. Tal y como tengo por costumbre, dej pasar un tiempo prudencial entre la primera conversacin con el procurador Dos Santos y la segunda y tercera entrevistas. El mtodo, como saben los investigadores, resulta muy til a la hora de evaluar la veracidad de los testimonios. Cuando alguien miente o fabula, una segunda o tercera declaraciones son siempre comprometidas. En el caso que me ocupa, la versin del procurador fue idntica a la registrada en aquel inolvidable 14 de noviembre de 1996. Recorri el escenario de los hechos, en Curitiba, y comprob, entre otras cosas, que el nmero de testigos de la nave ummita en aquella noche del 25 de junio de 1954 fue superior al medio centenar. La mayor parte eran vecinos de la familia Dos Santos, y el resto, militares del polvorn del barrio de Bacacheri, donde se alzaban las casas de madera. Lo ms importante, sin embargo, no fue la ratificacin de lo ocurrido en aquel lejano 1954. Para m, al menos, la sorpresa fue otra...

    Cuando el procurador comprob que mis investigaciones iban muy en serio, y que se hallaba ante un hombre en el que poda confiar, volvi a contarme el avistamiento protagonizado por su familia y algo ms: Fue hacia 1969 o 1970. Yo tena alrededor de quince aos. Vivamos en la misma casita de madera, en la calle Gaertner, en el lugar donde mis padres y mi abuela observaron el silencioso objeto con el smbolo en la parte inferior...

  • Jos Luis Jordn Pea, durante la poca de la recepcin de los escritos ummitas. Trabaj en la empresa Agromn como psiclogo e ingeniero, aunque, en realidad, no era ni lo uno ni lo otro.

    Dej Agromn en abril de 1987.

    En esas fechas -prosigui Dos Santos-, mi madre se hallaba hospitalizada en So Paulo. Sufra un problema de corazn, y tuvo que ser operada. Mi padre, por tanto, se encontraba al cuidado de la casa. Mis hermanas y yo lo ayudbamos. Clara, la abuela materna, haba fallecido algunos aos antes...

    Yo ocupaba una habitacin contigua a la de mi padre. El resto de los hermanos dorman en una tercera estancia, pegada tambin a la ma...

    Pues bien, esa noche, al poco de acostamos, ocurri algo que nunca he logrado explicar...

    La casa, como te he mencionado en otras oportunidades, era de madera, una construccin tpica en estas latitudes. La pared que separaba mi cuarto del de mi padre, siguiendo la costumbre, no llegaba hasta el techo. Entre ambas habitaciones quedaba una rendija...

    De pronto, en el silencio de la noche, observ una luz.

    Proceda del dormitorio de mi padre. Era una luminosidad intensa, muy blanca que, por supuesto, no corresponda a la iluminacin habitual...

  • Me qued quieto, desconcertado. La luz se filtr por la parte superior del tabique, por la rendija, y por el vidrio existente en lo alto de la puerta del mencionado cuarto de mi padre. Y vi con sorpresa cmo inundaba tambin la sala contigua, una salita a la que daban las habitaciones y la cocina.

    Entonces o la voz de mi padre. Evidentemente, hablaba solo. All, en su dormitorio, no haba nadie. Eso fue lo que pens en esos momentos...

    Las palabras -que no acert a descifrar- se prolongaron durante dos o tres minutos. Acto seguido, mi padre guard silencio y la luz se extingui...

    Francamente, me asust. Instantes despus percib los pasos de mi padre. Abandon el cuarto y se dirigi a la cocina. No lo dud. Me levant e, intrigado, fui a su encuentro. Mis hermanos continuaban durmiendo. Al parecer, no se enteraron de lo ocurrido...

    La escena que presenci a continuacin, en la cocina, me dej ms confuso, si cabe...

    Augusto, testigo de la nave con el signo de Ummo y de la aparicin de un ser en su dormitorio. (Cortesa de la familia Dos Santos.)

    Para entenderlo tendras que haberlo conocido. Augusto, mi padre, era muy reservado y especial. Muy duro. Difcilmente exteriorizaba sus sentimientos. Te pondr un ejemplo. Yo no supe que era portugus hasta despus de su muerte. Fue entonces cuando averig que era

  • socialista y que tuvo que huir de la dictadura de Salazar. Como podrs suponer, el tema ovni no entraba en sus parmetros mentales...

    Tom asiento frente a l. Estaba plido... y llorando! Mi padre llorando? Qu haba ocurrido en su habitacin?...

    No supe qu hacer, ni qu decir. Todo aquello era nuevo para m. Efectivamente, "algo" muy grave o inslito lo tena conmocionado...

    Esper. Al poco, sin dejar de llorar, cont lo que acababa de vivir en el dormitorio. stas fueron sus palabras: "En la oscuridad, de repente, a los pies de mi cama, se present una luz... Esa luz creci, transformndose en una figura humana. Era un hombre alto, de cabello largo y amarillo... Vesta una especie de buzo, de una sola pieza. Y me habl y yo le habl..."

    Mi padre no quiso entrar en detalles sobre dicha conversacin. Nunca supe por qu. En cuanto a m, casi un nio, tampoco me atrev a interrogarlo sobre el particular. Ahora me arrepiento. Mi padre muri el 12 de febrero de 1979, a los cincuenta y un aos de edad. Aquel suceso, sin duda, fue de especial importancia para l...

    Fue entonces, en la soledad de la cocina, cuando me revel lo que haba sucedido en la noche del 25 de junio de 1954. Fue entonces cuando supe lo de aquella nave, con el extrao emblema en la panza...

    Mi padre cont lo que ya sabes e hizo mencin del dibujo que presentaba en la parte

    inferior. Recuerdo que le pregunt: "Un dibujo?, qu dibujo?" Se levant. Tom papel y lpiz de encima de la nevera y regres a la mesa. Durante unos segundos permaneci en silencio, mirndome fijamente. Sus ojos se hallaban en otro lugar...

    Despus, igualmente callado, empez a dibujar. Y traz el signo en forma de "H". Antes de concluir la figura volvi a mirarme en silencio y con gran intensidad. Yo no entenda nada de nada y slo acert a decir: "Qu dibujo tan gracioso!" l baj la cabeza y termin de dibujar...

    "Cundo sucedi eso?", pregunt. "Hacia el 25 de junio", replic mi padre. "Casi el da de mi cumpleaos", exclam. Pero l me corrigi: "No, t no habas nacido. Tu madre slo tena a tu hermana." Mi hermana, como sabes, naci el 1 de mayo de 1954 y yo el 25 de junio del ao siguiente. Esto quiere decir que el avistamiento del objeto sobre el polvorn tuvo que producirse el 25 de junio de 1954...

    Das despus convers con mi madre y, efectivamente, confirm lo dicho por mi padre respecto al ovni...

    Cuando lo estim oportuno, mostr a Dos Santos varias copias de las fotografas del ovni de San Jos de Valderas. Me mir en silencio y, sin disimular su sorpresa, exclam: Asombroso! Es el mismo objeto y el mismo dibujo en la panza! De dnde ha salido? Era la primera vez que el procurador de Curitiba tena acceso a las imgenes del clebre ovni de Valderas, fotografiado en 1967. Y volv a plantearme algunas viejas dudas (algunas no tan viejas):

    Podemos confiar en los que afirman que Ummo es un fraude? Se ha investigado con rigor y con un mnimo de objetividad? A la vista de lo que llevo expuesto, mucho me temo que esas afirmaciones sobre un posible montaje son puro humo...

  • Cuaderno de campo de J.J. Bentez, con anotaciones y dibujos relacionados con la misteriosa aparicin de un ser en la casa de Dos Santos.

    Qu hay detrs de Ummo? No hace falta ser muy despierto para deducir que existe una conexin, y muy estrecha, entre el objeto observado en 1954 sobre Curitiba y el ser de cabellos amarillos que surgi de la luz quince o diecisis aos despus y en la misma casa de la familia Dos Santos. Por qu el padre del procurador se ech a llorar? Por qu, en esos crticos momentos, se decidi a contar al muchacho lo que haban visto en la noche del 25 de junio de 1954? Por qu le dio tanta importancia al emblema? Qu fue lo que anunci el personaje que se present en el dormitorio de Augusto?

  • Disposicin de las casas en la fecha del avistamiento (1954). En la parte inferior, dibujado por Dos Santos, situacin del ovni sobre el depsito de material blico.

  • El smbolo que presentaba la nave vista en Curitiba (estado de Paran) y otras observaciones de J.J. Bentez sobre el caso.

    Acudi el nclito Jordn Pea a Curitiba para organizar semejante teatro? Que yo sepa, jams pis Brasil...

    Soborn al medio centenar de vecinos de la calle Gaertner para que inventaran un avistamiento del que no hablaran hasta pasados cuarenta aos? Demasiado retorcido, incluso para Jordn Pea...

  • Ovni, supuestamente ummita, observado por numerosos testigos el 1 de junio de 1967 en San Jos de Valderas (Madrid). Una nave gemela a la de Curitiba, vista por la familia Dos Santos

    trece aos antes. Invent la clebre H en 1954? En esos aos, segn los documentos que conservo en

    mis archivos, las preocupaciones prioritarias de Jordn eran sobrevivir y combatir a los enemigos de la Iglesia catlica (en especial, a las sectas protestantes). Tendran que transcurrir alrededor de doce aos para que surgiera el sello ummita, tambin en forma de H, en los referidos escritos mecanografiados.

    Si esto es as, si Ummo no apareci oficialmente hasta 1966, cmo explicar que varias decenas de brasileos supieran de una de estas naves en 1954? Efectivamente, alguien miente, y no creo que sean los vecinos de Curitiba...

    Cmo convenci Jordn a los militares brasileos para que formaran parte del engao de Curitiba y, adems, para que fueran puerta por puerta, amenazando a los testigos del ovni del 25 de junio de 1954? Sencillamente, no hubo tal contubernio porque, hasta el da de hoy, el caso Curitiba ha permanecido en el ms estricto secreto. Jordn Pea jams supo de l, como tampoco ha sabido que los ovnis regresaron a la citada poblacin de Curitiba seis meses ms tarde. As consta en la primera pgina del Diario de la Tarde del 17 de diciembre del referido 1954. En este caso, sin embargo, no se menciona la H en la panza de los objetos. Y me pregunto: por qu seis meses despus del avistamiento de la nave sobre el polvorn? Tuvo

  • Base area muy prxima al lugar del avistamiento. (Foto: J.J. Bentez.)

    Zona boscosa del polvorn sobre la que permaneci la nave ummita. (Foto: J.J. Bentez.)

  • Instalaciones del Ejrcito de Brasil, contiguas al polvorn. (Foto: J.J. Bentez.)

  • Ovni de gran luminosidad sobre el polvorn del ejrcito, en Brasil. La nave fue fotografiada en la noche del 9 de diciembre de 1954, al parecer, sobre Ro de Janeiro. En esas mismas fechas,

    otros objetos fueron observados sobre Curitiba, Ponta Grossa y Ro Grande do Sul.

    que ver esta nueva presencia ovni sobre Curitiba con la gestacin del nio que nacera al ao siguiente? (Dos Santos, como se recordar, naci el 25 de junio de 1955.) Fue esto lo que le anunci el ser de cabellos amarillos al padre de Dos Santos?

    (1) El 24 de junio de 1967 se vieron ovnis en Alegrete. El 5 Y 7 de julio, en Pelotas y Porto Alegre, respectivamente.

    (2) Ms informacin sobre el extrao hecho en mi libro A 33.000 pies (pp. 115 Y ss.).

  • 4. A LA BSQUEDA DE LA INDIA QUECHUA

    Algn da tendr que serenarme y sacar a la luz la coleccin de cuadernos de campo en la que analizo el fenmeno (?) de la casualidad. Fue un experimento. Durante mil das procur abrir los ojos y examinar con minuciosidad por qu ocurren esas cosas extraas. La sorpresa fue importante. Pues bien, una de esas mil jornadas fue la del martes, 30 de noviembre de 1999. Yo no haba olvidado el caso de la india quechua, en la regin de Uyuni, en el Altiplano boliviano. Todas mis pesquisas, sin embargo, fueron un completo fracaso. Nadie saba nada de la pastora o del paraje donde ocurrieron los hechos en aquel no menos oscuro 1967. Pero no me rend. Aterrizamos de nuevo en La Paz y continu las indagaciones. Esta vez sera diferente -me dije a m mismo-. Si la mujer segua con vida, yo dara con ella, aunque tuviera que peinar todo el Altiplano.

    Las pesquisas no pudieron empezar peor. El mal tiempo haba convertido las carreteras en un cenagal. Alcanzar Uyuni significaba nueve o diez horas de camino, como mnimo, y la alta posibilidad de quedar atrapado por el temporal. Tena otra alternativa: alquilar una avioneta y sortear la tormenta. Y, como todo en la vida, esta segunda opcin encerraba ventajas e inconvenientes. Naturalmente, slo me fij en las primeras. Blanca, en cambio, siempre con los pies en el suelo, manifest algunas dudas respecto a la eleccin del aerotaxi. En primer lugar, el alto coste: 1.300 dlares por da. No era mejor esperar? Por otra parte, la compaa area exiga el pago en metlico. Sumamos el dinero y comprobamos que nuestras reservas no eran suficientes. Aun as, la anim a continuar. Encontraramos el dinero. Para eso estn los bancos y las tarjetas de crdito. Mi mujer guard silencio. Ella sabe que me gustan los desafos, aunque, en esta oportunidad, la posibilidad de xito era muy escasa. En principio, a la vista del alto coste de la avioneta, slo tena el plazo de un da para hallar a la india. Una sola jornada? En un territorio como el doble de Andaluca? Yo saba que la bsqueda era casi imposible, pero, empujado por esa misteriosa fuerza (?) que siempre me acompaa, hice caso omiso de los sensatos consejos de Blanca y cerramos el trato con la compaa area. Al da siguiente, 30 de noviembre, a las seis de la maana, el capitn Guillermo Arauco nos traslad al aeropuerto y nos present al que sera el piloto de la Commader 680, el tambin ex militar Luis Ortiz. La situacin me dej perplejo: un solo piloto para un vuelo de mil kilmetros? Esta vez fui yo quien guard silencio. Aumentar las preocupaciones de Blanca no tena sentido. Tomamos asiento finalmente en la destartalada avioneta y nos dispusimos a despegar. Eran las 7.15 horas. De pronto, con los motores en marcha, recibimos la orden de suspender el despegue. Qu sucedera? La torre aclar que el piloto tena un problema con su licencia de vuelo. Lo que faltaba! Blanca, en el asiento posterior, estaba plida. Cre adivinar sus pensamientos: Dejemos el viaje a Uyuni para una mejor ocasin. Quince minutos despus, todava no s cmo, Luis Ortiz solucion el problema y despegamos. Fue entonces cuando ca en la cuenta de que no funcionaba el doble mando de la Commander (los relojes y los indicadores aparecan sujetos con cinta adhesiva). Supongo que palidec...

    No fui justo. Ortiz era un excelente piloto. En hora y media sobrevolamos la desolada pampa y aterrizamos sin novedad en pleno campo, a poco ms de dos kilmetros de Uyuni. La vieja avioneta gimoteaba a cada salto sobre la improvisada pista de tierra, pero resisti. Hizo una buena media: 318,6 kilmetros a la hora. Al descender, el capitn Ortiz nos advirti: el despegue sera a las 16 horas. Dadas las malas condiciones meteorolgicas, convena regresar con luz a La Paz. Eran las 9 horas. Eso quera decir que disponamos de siete horas para hallar alguna pista. Trat de no ponerme nervioso...

  • Blanca y yo nos miramos. Dnde estaba el vehculo que debera trasladamos a Uyuni? Eso fue lo acordado con la agencia...

    A los pocos segundos, en la lejana, apareci una columna de polvo. Haba vuelto a ser injusto, me reproch. Un 4 x 4 se detuvo ante nosotros y el chfer pregunt por no s qu diputado de la ciudad de Potos. Obviamente, se trataba de un error, pero el conductor, fiel a la tradicional hospitalidad boliviana, nos invit a subir y nos acerc a la pequea y apacible Uyuni. Otra vez la casualidad. Otra oportuna y sorprendente casualidad...

    Uyuni es una poblacin de casi nueve mil almas. Se trata de un lugar sencillo, con gentes sencillas y costumbres igualmente sencillas. Buena parte de la poblacin es de origen quechua. Viven de la agricultura y, desde hace algunos aos, del turismo que busca aventuras y nuevas sensaciones en el gran salar, al oeste del pueblo.

    Necesitbamos un t de coca. La altura segua haciendo estragos (Uyuni se encuentra a 3.665 metros sobre el nivel del mar). Por dnde empezar? No haba tiempo que perder. Me dirig a la alcalda y plante el problema abiertamente: Busco a una pastora... Ao 1967... Unos individuos de pequea estatura mataron sus ovejas... Volaban en algo parecido a sillas... Los funcionarios no daban crdito a lo que oan. Se trataba de una broma o de un loco? Cuando comprendieron que hablaba en serio y que, aparentemente, no era un perturbado, todos preguntaron el nombre de la india o del lugar donde ocurri tan fantstico suceso.

    Eso, justamente, es lo que busco. Fin de la conversacin. Proseguimos las consultas. Polica, viejos cronistas del pueblo, parroquia, bares, comercios, mercado... El resultado fue idntico. Nadie saba nada. Ni una sola pista. El reloj era implacable. A las 11.30 horas seguamos en blanco. El cura prroco -Fabio Calizaia- prometi buscar entre las decenas de rancheras que rodeaban Uyuni. La misin pareca imposible. Mentalmente, me acus de insensato. Algo, sin embargo, me inyect (?) fuerzas y tir de Blanca, calle por calle y, casi, casa por casa. Sabe usted de una india...? De pronto, al doblar una esquina, descubrimos que ese martes, 30 de noviembre, se celebraba en Uyuni uno de los tpicos mercadillos a los que acudan numerosos campesinos de los pueblos cercanos. La mayora eran nativos quechua. Y una dbil esperanza asom en mi corazn. Negativo. Los indios no saban, no contestaban. Muchos de ellos no hablaban espaol. Me sent en la acera. Blanca, incansable, segua preguntando. Admiro a esta mujer...

    Y el Destino (?) situ ante m a dos alguaciles municipales. Eran los responsables de guardar el orden en el mercadillo. Nos miramos fugazmente. Se detuvieron y, casi por inercia, me incorpor y les pregunt por la pastora. Uno de ellos, Abdn Alanes, el ms joven, no saba de qu le hablaba. El otro, David Siacara, asinti con la cabeza. No entend. El hombre deca que s, que recordaba el suceso. Pudo ser en Ollera, una ranchera situada a dos horas y media de Pulacayo, al nordeste de Uyuni. Reclam la presencia de mi mujer y ambos, atnitos, escuchamos las palabras del providencial alguacil. Siacara se atrevi, incluso, a pronunciar un nombre: Flores. se poda ser el apellido de la india. El reloj sealaba las doce del medioda. De nuevo la casualidad?

    A partir de ese momento, todo fue vertiginoso. Telefone a varios de los que formaron parte de la expedicin militar y que interrogaron a la pastora, y, en efecto, confirmaron el apellido de la india. Con el nombre del paraje no hubo tanta suerte. Despus de treinta y dos aos no era fcil de recordar. Y regresamos al registro civil, con la esperanza de redondear la filiacin de la tal Flores, de Ollera. Nuestro gozo en un pozo: los archivos de Uyuni arrancaban en 1973. Vuelta a empezar. Las nuevas consultas entre los indios quechua no condujeron a ninguna parte. El apellido Flores era muy comn en el Altiplano. Los haba a miles. Necesitbamos algo ms. Fabio, el prroco, nos aconsej visitar a la aldea de Ubina, al oriente de Uyuni. All -dijo- vivan cinco familias de apellido Flores. Eran mineros. El tiempo nos devoraba. Haba que tomar una

  • decisin. Me arriesgu. Viajaramos a Ollera. Pero y la avioneta? Teodoro Colque, propietario de una agencia de viajes, nos proporcion un todoterreno. Blanca me record que Ollera se encontraba a dos horas y media de Uyuni. Eran las 13 horas. No haba tiempo para ir y volver. No importaba. Estaba decidido. Si la india segua viva, la encontrara. Rubn nos acompa. Sera el gua y traductor. Consult el mapa. No poda creerlo: Ollera ni siquiera figuraba... Rubn slo saba que se trataba de una ranchera, quiz dos o tres casas, situada ms all de Pulacayo. Al llegar a Pulacayo preguntaremos, asegur el voluntarioso gua. Me ech a temblar. Pero el Destino sigui tejiendo y destejiendo...

    Antes de abandonar Uyuni, Rubn detuvo el 4 x 4 en una gasolinera. Rog que espersemos y, sencillamente, desapareci. Al poco lo vimos regresar en compaa de un hombre de mediana edad. Se trataba de Anastasio Centeno, viejo amigo del gua. Aquel hombre deca conocer el caso de la pastora y la gente pequea que volaba. Al principio desconfi. Despus, conforme aportaba informacin, me tranquilic. Asegur que la india se llamaba Fortunata Flores y que poda residir en Tica Tica o, quiz, en Tonoja, otras rancheras dispersas por la pampa, suponiendo, claro est, que no hubiera fallecido. De nuevo la casualidad?

    Cuarenta minutos ms tarde, tras ascender penosamente por una pista de piedra y polvo, el 4 x 4 se detuvo en Pulacayo, una aldea casi de juguete, formada por humildes casas de piedra y adobe. Pulacayo se encontraba a casi cuatro mil metros de altura y rodeado de colinas suaves, rojizas y peladas. Era la nada, en mitad de la nada. Rubn esperaba una decisin. Cul era nuestro objetivo? Ollera, Ubina, Tica Tica o Tonoja? Encend el ensimo cigarrillo y trat de pensar lo ms rpido posible. No haba tiempo para visitar las cuatro aldeas o rancheras. Antes de elegir uno de los parajes convena asegurarse. Preguntaramos de nuevo. En Pulacayo tena que haber alguien que supiera darnos razn sobre el paradero de Fortunata Flores. Dicho y hecho. Rubn reuni a medio pueblo y, en quechua, se interes por el domicilio de la india. La decepcin fue total. Nadie saba. Nadie haba odo hablar de la tal Flores. Sospechaba que los recelosos indgenas no decan la verdad.

    14 horas y 10 minutos.

    El fracaso se haba instalado definitivamente en mi corazn. Regresaramos a Uyuni y a La Paz. Quiz lo intentara en otra oportunidad...

    De pronto, entre las casitas, a lo lejos, apareci una mujer con una nia de la mano. Las vi acercarse, pero continu en silencio. Estaba cansado. Y el Destino (?) actu. Una de las vecinas reclam la atencin de la mujer y le pregunt, en quechua, por Fortunata Flores. La recin llegada nos observ y, finalmente, tambin en quechua, habl de Tonoja. Rubn intervino, concretando. No hay duda -explic el gua-, esa mujer vive en Tonoja, a poco ms de media hora de aqu. La providencial india, llamada Vicenta Crdoba, se ofreci a guiarnos. Estaba tan perplejo que no acert a abrir la boca durante el viaje. Pero las sorpresas no haban terminado... Si Pulacayo era el confn del mundo, qu puedo decir de la ranchera llamada Tonoja, algo

    ms al este? All, en mitad de una pampa desrtica, en la ms absoluta de las pobrezas, encontramos a Fortunata Flores, otra india que, como Vicenta, poda rondar los cincuenta aos de edad. Estbamos ante la pastora que atac al hombrecito en 1967? Y sin poder disimular la emocin, comenc a interrogarla. Rubn, al traducir, volvi a hundirnos en la confusin. Fortunata Flores tampoco saba de qu le hablbamos. Ella no era la pastora que buscbamos con tanto empeo. Insist, aadiendo nuevos detalles sobre la gente que volaba, sobre las ovejas muertas y sobre la pelea que, supuestamente, haba mantenido con el individuo de pequea estatura. Fortunata, como nosotros, no sala de su asombro. Y una y otra vez neg ser la protagonista de semejante suceso. Definitivamente, aquello era un fracaso. Un solemne fracaso. Y en sas estbamos cuando, de improviso, Vicenta Crdoba se dirigi al gua,

  • anuncindole que ella s saba de esa pastora. Rubn, perplejo, fue transmitiendo las palabras de la quechua: La mujer que usted busca se llama Valentina. Est viva...

    Blanca, esposa de J.J. Bentez (en el centro), con la providencial Vicenta Crdoba y Sobeida, la hija de la india quechua, en la aldea de Pulacayo. (Foto: J.J. Bentez.)

    En un primer momento me negu a aceptarlo. Haban sido tantos fracasos y tanto tiempo invertido que no poda imaginar que las cosas fueran tan aparentemente sencillas. Poco a poco, sin embargo, conforme Vicenta fue ampliando la informacin, comprend que habamos hecho bingo. Vicenta Crdoba, como digo, estaba al corriente de lo sucedido en 1967, porque, entre otras razones, su marido era primo del esposo de Valentina Flores. Sencillamente asombroso. Aquello, sin duda, no poda ser consecuencia de la casualidad.

    En el viaje de regreso a Pulacayo, Vicenta explic que Valentina poda tener ahora alrededor de sesenta aos. Segn las ltimas noticias, se hallaba bien de salud. Viva al sur del pas, en compaa de su marido, Gumersindo Torres.

    Y al despegar de Uyuni, rumbo a La Paz, trat de poner en orden mis pensamientos. Cmo era posible que hubiramos localizado a la pastora en poco ms de siete horas? Alguien, efectivamente, estaba moviendo los hilos de esta asombrosa historia... hogar de Valentina, en una humilde poblacin minera del sur de Bolivia. De momento, por elementales razones de seguridad, silenciar el nombre de dicha aldea.

  • Fortunata Flores, en la regin de Tonoja. (Foto: J.J. Bentez.)

    Meses ms tarde, cuando el Destino (?) lo consider conveniente, nos trasladamos hasta el hogar de Valentina, en una humilde poblacin minera del sur de Bolivia. De momento, por elementales razones de seguridad, silenciar el nombre de dicha aldea.

    Valentina es quechua. No habla espaol. En 1967, cuando protagoniz el singular suceso, contaba veinticuatro aos de edad. Ahora, en el momento de la entrevista (marzo de 2001), debe de rondar los cincuenta y nueve, aunque no es seguro. Su pobreza e ignorancia son tales que en su vida, creo hay muy pocas cosas seguras. Valentina es analfabeta. Sus casi sesenta aos han sido puro trabajo en el campo o con el ganado. No sabe de otra cosa. Por eso le sorprende que unos forasteros lleguen desde tan lejos nica y exclusivamente para conocerla y saber de una historia que sucedi hace treinta y cuatro aos. Al parecer, es la primera vez que la cuenta, excepcin hecha de lo narrado en 1967 a la expedicin que viaj desde Uyuni. A pesar del tiempo transcurrido, su memoria parece intacta. A cada pregunta responde con claridad y rapidez. No hay duda: aquel desagradable suceso la haba dejado marcada para siempre...

    Los hechos sucedieron en un paraje llamado Sibingani, a una cierta distancia de Opoco, la aldea ms prxima. Ms o menos, a una jornada de camino de Uyuni.

    -Ese da me encontraba sola. Mi marido era comisionado y, como el resto de los hombres, se hallaba en la pampa, trabajando.

    Gumersindo Torres, el esposo, asinti con la cabeza. La historia no le traa buenos recuerdos.

  • El encuentro con los pequeos seres tuvo lugar en Sibingani, a cierta distancia de Opoco, al nordeste de Uyuni.

    -Fue hacia las cuatro de la tarde -prosigui Valentina-. Como le digo, me hallaba sola, con la nica compaa de mi hija Teodosia, de un ao de edad. La llevaba en la manta, a la espalda.

    A la hora de establecer la fecha exacta, la india dud.

    -Pudo ser por este tiempo. Quiz en Semana Santa...

    No fue posible ajustar el mes, aunque s el ao: 1967. La edad de Teodosia, la hija, fue clave. Estas apreciaciones de Valentina no coincidan con la versin de Enrique Miralles, el que fuera director del diario La Patria de Oruro. Para Miralles, el hecho tuvo lugar a finales de mayo o principios de junio de ese ao (1967), poco antes del referido robo de explosivos.

    -Fui a buscar una llama y a su cra. Se haban extraviado. Entonces reun las ovejas y los corderos en un lugar y march a la bsqueda de los animales. Cuando regres, el rebao no estaba.

  • Valentina P. Flores, en marzo de 2001. (Foto: Ivn Bentez.)

    -Cunto tiempo emple en la bsqueda de la llama y su cra?

    -Una hora y media, ms o menos.

    -Y qu ocurri?

    -Me extra mucho. Entonces segu las huellas del rebao y llegu a los corrales de piedra, en los cerros. All haba un hombre pequeo, en el interior del corral, de rodillas y con una oveja entre las piernas. El corral estaba cubierto con algo parecido a una red. Me asust. El individuo haba matado todos mis animales...

    -Qu aspecto tena?

    -Era como un nio...

    Valentina seal con la mano. Deduje que entre 1,10 y 1,30 metros de altura.

    -...Vesta una ropa muy rara, como un buzo, del color de su chaleco y de una sola pieza, desde el cuello a los pies. Las botas eran de color caf. Dejaban una huella, como la de una media, pero muy ajustada. En la cabeza se vea algo que me record un casco, con la cara al

  • descubierto. Era de piel muy blanca, con el cabello rubio, los ojos azules y un bigote rojo y abundante.

    l

    Gumersindo Torres, esposo de Valentina. Tampoco l entiende por qu aquellos seres mataron su ganado. (Foto: Ivn Bentez.)

    Segn la pastora, el individuo era joven y gordito. Portaba unos aparatos a la espalda y tambin a los costados, todo ello sujeto con cinturones rectos. Algo ms all, fuera del corral de piedra, Valentina observ tambin a un segundo ser de caractersticas parecidas al que se encontraba en el interior del aprisco.

    -Yo cog una piedra y se la tir al que estaba en el corral. El hombrecito me vio, se puso de pie y se asust. Yo segu tirndole piedras. Entonces toc otro aparato que tena al lado y la red desapareci.

    Por lo que pude entender, la india se refera a una pequea mquina que se encontraba sobre el terreno. El individuo, al parecer, al sentirse descubierto (?), manipul algo en la parte superior de dicho aparato y la red fue recogida automticame