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Berlín ’12 – Capítulo I: Información práctica ¿Qué y dónde comer? La comida alemana es famosa en el mundo entero, sobre todo por sus salchichas y cerveza. Sin embargo su gastronomía es mucho mayor, y lo otro al final queda reducido a un simple tópico. Aquí os presentamos una relación de los platos más típicos: - Currywurst: salchicha con patatas y ketchup con curry. Delicioso y barato, pues su precio oscila entre los 2,5 € y 3,5 €. - Eisbein: codillo de cerdo con sol y puré de patatas. - Buleten: albóndigas con perejil y cebolla. - Bockwurst: otro tipo de salchicha, generalmente, metida en pan. - Rollmops: arenques enrollados. - Noodle en caja y Dönner Kebab: aunque no son un plato típicamente alemán, se han convertido en comidas imprescindibles entre los berlineses. Generalmente, en los alrededores de las grandes estaciones de metro y tren existe una importante oferta hostelera. Por ejemplo, en la Alexander Platz y alrededores hay una gran cantidad de restaurantes, bares y cadenas de comida rápida. Otro buen lugar para comer es en la zona del Zoo, donde la comida en caja es la protagonista. Más complicado, sin embargo, es encontrar un sitio asequible en la Unter den Linden. ¿Qué ver? Aquí os mostramos un mapa creado por nosotros con los principales hitos turísticos de la ciudad. No os podéis perder la Isla de los Museos, la Catedral, la Alexander Platz o el Tiergarten. ¡Berlín es una ciudad inmensa pero preciosa! Berlín Principales hitos turísticos de Berlín · Alexander Platz Alexander Platz es un cruce de caminos que es inevitable visitar varias veces si se está en Berlín. Aquí se encuentran varios de los principales símbolos de la ciudad, como la Torre de Televisión (Fe... Catedral de Berlín Este templo, principal símbolo de la Iglesia Evangélica en Alemania, es además uno de los edificios más representativos de la ciudad. Alte Nationalgalerie Se exponen los fondos de la Fundación Cultural de Herencia Prusiana. Bode Museum Hay dos grandes ejes: escultura, fruto de las cámaras artísticas de Brandenburgo y Prusia; y

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Berlín ’12 – Capítulo I: Información práctica¿Qué y dónde comer?La comida alemana es famosa en el mundo entero, sobre todo por sus salchichas y cerveza. Sin embargo su gastronomía es mucho mayor, y lo otro al final queda reducido a un simple tópico. Aquí os presentamos una relación de los platos más típicos:

- Currywurst: salchicha con patatas y ketchup con curry. Delicioso y barato, pues su precio oscila entre los 2,5 € y 3,5 €.- Eisbein: codillo de cerdo con sol y puré de patatas.- Buleten: albóndigas con perejil y cebolla.- Bockwurst: otro tipo de salchicha, generalmente, metida en pan.- Rollmops: arenques enrollados.- Noodle en caja y Dönner Kebab: aunque no son un plato típicamente alemán, se han convertido en comidas imprescindibles entre los berlineses.

Generalmente, en los alrededores de las grandes estaciones de metro y tren existe una importante oferta hostelera. Por ejemplo, en la Alexander Platz y alrededores hay una gran cantidad de restaurantes, bares y cadenas de comida rápida. Otro buen lugar para comer es en la zona del Zoo, donde la comida en caja es la protagonista. Más complicado, sin embargo, es encontrar un sitio asequible en la Unter den Linden.¿Qué ver?Aquí os mostramos un mapa creado por nosotros con los principales hitos turísticos de la ciudad. No os podéis perder la Isla de los Museos, la Catedral, la Alexander Platz o el Tiergarten. ¡Berlín es una ciudad inmensa pero preciosa!

BerlínPrincipales hitos turísticos de Berlín· 

Alexander PlatzAlexander Platz es un cruce de caminos que es inevitable visitar varias veces si se está en Berlín. Aquí se encuentran varios de los principales símbolos de la ciudad, como la Torre de Televisión (Fe...

Catedral de BerlínEste templo, principal símbolo de la Iglesia Evangélica en Alemania, es además uno de los edificios más representativos de la ciudad.

Alte NationalgalerieSe exponen los fondos de la Fundación Cultural de Herencia Prusiana.

Bode MuseumHay dos grandes ejes: escultura, fruto de las cámaras artísticas de Brandenburgo y Prusia; y la numismática, pues su Gabinete de la Moneda (Münzkabinett ) es uno de los más grandes del planeta con más...

Museo de PérgamoUna institución dedicada a exponer hallazgos de arqueólogos alemanes por todo el mundo.

Museo Nuevo o Neues MuseumEn el Neues Museum se exponen las colecciones relacionadas con el Antiguo Egipto y la Prehistoria, tal y como se hacía antes de la II Guerra Mundial. La pieza estrella es el busto de Nefertiti, que en...

Altes MuseumExpone los fondos relacionados con la Antigüedad Clásica: Grecia y Roma fundamentalmente.

BebelplatzLugar donde tuvo lugar la quema de libros nazi

Gendarmenmarkt

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Aquí se encuentran las iglesias gemelas: la Catedral Francesa (Französischer Dom) y la Catedral Alemana (Deutscher Dom).

Pariser PlatzSe llama así en honor del Tratado de París de 1814. Es bastante grande, pues su superficie ronda la hectárea y media. Se trata de un bonito cruce de caminos que une la Straße des 17. Juni con la calle...

Potsdamer PaltzTiergartenAquí se encuentra el Siegessäule o Columna de la Victoria.

Iglesia Memorial Kaiser WilhelmLo poco que queda de este templo luterano es fruto de los bombardeos de la II Guerra Mundial, y en la actualidad son un lugar de recuerdo y reflexión.

KadeweEl centro comercial más grande de la Europa Continental con 60.000 metros cuadrados de superficie comercial.

Museo EróticoZoológicoEs uno de los más grandes (34 hectáreas), más antiguos (fundado en 1844) y con más variedad de especies (más de 1500) del mundo.

Líneas de autobús 100 y 200Muy recomendables si quieres realizar un recorrido turístico y barato por la ciudad.

Forma 18Puerta de BrandenburgoConstruida a fines del siglo XIX, es uno de los grandes símbolos de la Guerra Fría porque durante casi treinta años quedó en tierra de nadie entre las fronteras de Berlín Este y Berlín Oeste.

ReichstagEs como se conocía al parlamento alemán desde 1849 hasta la II Guerra Mundial. Tras la reunificación alemana, el órgano federal supremo legislativo pasó a llamarse Bundestag (que significa Parlamento ...

Monumento al HolocaustoEs un polémico lugar de memoria, no por el tema -está fuera de toda duda que una barbarie como la producida en la Alemania nazi nunca debe ser olvidada- sino por su estructura en sí misma. Mediante 27...

Topographie des TerrorsEs una visita imperdible si se está en Berlín, por ser uno de esos lugares de memoria que combinan museo, restos arqueológicos, significado histórico... Básicamente se visita un centro de documentació...

Museo Judío de BerlínO Jüdisches Museum Berlin. Es uno de los mayores museos del mundo sobre la cultura hebrea, y tiene especial significado por estar ubicado en la ciudad epicentro de la locura nazi.

St. Marien-KircheDDR MuseumSe puede interactuar con decenas de objetos para conocer de primera mano como era la vida cotidiana en la República Democrática Alemana.

NikolaikircheIglesia de San Nicolás

Ephraim PalaceRotes RathausAyuntamiento de Berlín

Hackesche HöfeEs un conjunto de patios interiores entrelazados que responden a la estructura típica de las casas judías-burguesas, con la zona superior reservada a la vivienda y la inferior al negocio.

Neue SynagogeConstruida a mediados del siglo XIX para que fuera la sede de la comunidad judía berlinesa. Lo que queda hoy es una reconstrucción del diseño original, puesto que el edificio fue quemado durante la No...

TachelesAunque es el epicentro de la versión más alternativa de Alemania, en la actualidad es un atractivo turístico de primer orden. Se trata de un enorme edificio que fue ocupado en 1990 por un grupo de art...

Centro Ana FrankFue abierto recientemente, y en él se muestra la exposición permanente Ana Frank, hoy y aquí (Anne Frank. hier und heute).

Memorial del Muro de BerlínSon dos museos. La exposición se desarrolla a través de testimonios escritos, fotografía y vídeo, por lo que se nos ocurren pocos ejemplos mejores de un discurso objetivo y bien elaborado. El mirador ...

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Museo de Historia NaturalAlberga más de 30 millones de especímenes entre animales, restos arqueológicos y minerales, incluyendo más de diez mil tipos nomenclaturales (los que se han utilizado para describir una determinada es...

Universidad de HumboldtSchloss CharlottenburgUna joya de finales del siglo XVII, Patrimonio de la Humanidad, clave para entender Europa.

East Side GalleryEl tramo del Muro de Berlín más grande que se ha conservado.

Checkpoint CharlieEra uno de los muchos puestos fronterizos que estaban repartidos a lo largo del Muro de Berlín, con la salvedad de que este siempre ha sido el más célebre por varios sucesos históricos.

Museo del Muro del Checkpoint CharlieLa enorme cantidad de objetos, vídeos y documentos relacionados con el Muro de Berlín y sus puestos fronterizos justifican con creces hacerse con una entrada.

Berlín ’12 – Capítulo II: Llegada a Berlín.Nada más entrar en la estación hay máquinas automáticas para comprar los tickets, pero es mejor avanzar un poquito porque en las primeras se forman largas colas y más adelante hay otras sin apenas gente. En nuestro caso, nos hicimos con un billete válido para todo el día y todos los medios de transporte (tren, bus, metro…), ya que teníamos pensado ver alguna cosilla por la tarde. Total: 6.80€ por persona.

  

¡Muy importante! Como en otras ciudades europeas, en Berlín no basta con adquirir el billete. Si no se valida previamente es como si no tuvieras nada, y no te librarás del multón. Las máquinas están por todas partes, pero al no ser especialmente llamativas cabe la posibilidad de olvidarse. Lo dicho, mucho ojo con este tema porque los revisores no tienen compasión.

 Nuestro primer currywurst. Esta sencilla receta consiste en una salchicha asada o

cocida, condimentada con mucho ketchup y curry en polvo. También es imprescindible la consiguiente montaña de patatas.

 Alexanderplatz, un cruce de caminos que es inevitable visitar varias veces si se está en Berlín. Su aspecto actual se debe a que fue totalmente destruido durante la II Guerra Mundial, aunque ha tenido importancia desde hace varios siglos por su uso como mercado. En cualquier caso, las bombas no han impedido que en la actualidad se encuentren aquí varios de los principales símbolos de la ciudad, como laTorre de Televisión (Fernsehturm) o el Reloj Mundial (Weltzeituhr).

  Para la primera tarde en Berlín no teníamos nada previsto, únicamente improvisar e ir a donde nos apeteciese. Echamos un vistazo a nuestras notas y decidimos ir primero a

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la Kurfürstendamm -una de las avenidas más famosas de la ciudad-, sin saber que haríamos después. Precisamente el hecho de ir sin rumbo hizo que no nos detuviésemos demasiado en la Alexanderplatz, puesto que sabíamos que pasaríamos muchas más veces por ella a lo largo de la siguiente semana.

La Kurfürstendamm es una de las avenidas más célebres de la ciudad, no sólo por su longitud -más de tres kilómetros- sino por su evolución. Aunque su aspecto actual se debe a una reforma de Otto von Bismarck a finales del siglo XIX, lo más relevante es que durante la división de Berlín se convirtió en el centro comercial de la parte occidental. Esa faceta ha perdurado, y hoy por hoy es uno de los sitios más frecuentados por berlineses y turistas para ir de compras.Esperábamos encontrar un ambientazo, pero lo que hicimos fue llevarnos un chasco considerable. Ingenuos de nosotros, no habíamos reparado en que era domingo por la tarde y que por eso todo estaba cerrado. Total: ni gente, ni tiendas, ni nada de nada. En su lugar nos topamos con algo de lluvia y con poquito más.Aún así, no nos supuso el más mínimo disgusto. El viaje no había hecho nada más que comenzar y preferimos recorrer un poco la Ku´Damm (como se la suele llamar) para ver sus edificios.

El más llamativo quizá sea el cententario KaDeWe(abreviación Kaufhaus des Westens o Grandes Almacenes del Este), el centro comercial más grande de la Europa Continental con 60.000 metros cuadrados de superficie comercial. También queríamos haber visitado la Iglesia Memorial Kaiser Wilhelm (Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche), o mejor dicho sus restos. Lo poco que queda de este templo luterano es fruto de los bombardeos de la II Guerra Mundial, y en la actualidad son un lugar de recuerdo y reflexión. Sin embargo, tuvimos la mala suerte de que la estaban restaurando y estaba tapada hasta arriba. Una pena, porque nos quedamos sin ver un edificio que en las fotos de internet parece espectacular.Hay que decir que no hicimos gran cosa en la Kurfürstendamm, aunque fue una buena toma de contacto con la ciudad. No había mucho más que hacer, así que decidimos ir al intercambiador de autobuses del Zoo e ir a una zona de la ciudad algo más animada. De camino al autobús nos topamos con el curioso Museo Erótico de Berlín (Erotik Museum). Curioseamos un rato, pero tampoco es nada del otro mundo.Sigamos con el relato, y hablemos de cosas útiles. En Berlín hay dos autobuses urbanos diseñados especialmente para los turistas: la línea 100 y la 200. Ambas salen del intercambiador que hay al lado del Zoo y recorren los principales monumentos de la ciudad. Tienen una frecuencia asombrosa, funcionan desde media mañana y entran dentro del ticket de transporte normal, por lo que nosotros aprovechamos el que habíamos comprado en el aeropuerto dado que era válido por un día.Como llovía y no había mucho que hacer por la zona, decidimos montarnos en el primero de esos buses turísticos que pasase e ir hacia la Alexanderplatz. La ruta en el

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autobús sería además un buen aperitivo de lo que íbamos a ver durante la semana siguiente, pues a través del cristal podríamos ver joyas como la Puerta de Brandeburgo o el Bundestag.Cuando por fin llegamos a la Alexanderplatz el tiempo había cambiado por completo. Ya no llovía y para colmo se estaba despejando, por lo que nos dio por pensar… ¿Por qué no subir a la Torre de Televisión? El Fernsehturm tiene un horario amplísimo (abre hasta las 00:00 todo el año), y era de lo poco que podíamos hacer un domingo a esa hora.La verdad es que no lo habíamos planificado, de hecho ni sabíamos que se podía subir hasta que paseando por los alrededores vimos flashes que salían desde el mirador. Buscamos la entrada (que no está exactamente en la Alexanderplatz) y pasamos por caja para recibir el correspondiente estacazo: 11€ euros por persona. Era bastante caro, y aunque viajando ajustamos el presupuesto al máximo nunca renunciamos a nada que nos parece interesante. Las vistas prometían, así que no lo pensamos y nos hicimos con la entrada.Aunque no tuvimos que esperar nada, los pasillos que llevaban al elevador estaban preparados para grandes aglomeraciones, por lo que si vais en fechas turísticas igual os toca esperar. A nosotros no, y en dos minutos estábamos esperando para subir. Y hablando de todo un poco, el ascensor nos pareció bestial. En unos pocos segundos sube los más de 200 metros que hay desde el suelo al mirador, con el consiguiente mareo que nos dejó un rato con dolor de cabeza.

¿200 metros? En efecto, la Torre de Televisión de Berlín es de los edificios más altos de Europa. Aunque su mirador está a 204 metros, la altura total es de 368. Por tanto, os podéis imaginar lo preciosas que eran las vistas desde lo alto. El precio de la entrada permite estar todo el tiempo que se quiera, así que estuvimos bastante rato disfrutando de una panorámica difícil de olvidar. Hay paneles informativos sobre cada edificio, un bar y un (caro) restaurante, por lo que es posible cenar allí mismo si se quiere.

  Antes de bajar, por supuesto, inmortalizamos el momento junto al letrero del ascensor: ¡203,78 metros! La foto nos la sacó el “conductor” del elevador, todo un

súper héroe que pasa el día subiendo y bajando a toda velocidad. Salimos de la torre con una sonrisa, pues aunque había sido caro había merecido la pena.

Rematamos la noche curioseando más a fondo por la Alexanderplatz. Básicamente nos llamó la atención el Reloj Mundial, que con su curioso mecanismo marca la hora de todas las zonas horarias del mundo.

 Al ser el primer día no teníamos muchas fuerzas, ya que los viajes en avión nos cansan muchísimo. Por eso, volvimos prontito -tranvía mediante- a nuestro hostel. Antes paramos en el mismo sitio en el que habíamos comido, en el que unas sopitas y unos “kebabs en caja” (7.50€ en total) calmaron a nuestros estómagos.

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 Berlín ’12 – Capítulo III: ¿Qué hacer un lunes en Berlín?¡Y encima cierran los museos! Simplemente nos dedicamos a visitar todas aquellas cosas que estaban abiertas.

En nuestra hojita de “cosas que ver en Berlín un lunes” la primera parada era todo un clásico en nuestros viajes: el zoo. Está muy bien comunicado mediante bus (recordad que las líneas 100 y 200 salen desde un intercambiador cercano) y Metro, pero aun así nos despistamos y nos perdimos un poquito. 

En el caso del Zoo de Berlín no es nada barato, pues salimos a 15€ por cabeza. Más que nada, porque el Jardín Zoológico de Berlín (Zoologischer Garten Berlin) es una referencia a nivel mundial. Es uno de los más grandes (34 hectáreas), más antiguos (fundado en 1844) y con más variedad de especies (más de 1500) del mundo. Vamos, una visita obligada en la que no faltaron elefantes, tapires o camellos.

  Pese a ser un zoo enorme, con la entrada no te dan plano, sino que te intentan vender un catálogo de 15€. Ya habíamos gastado suficiente y hay varios mapas distribuidos por el zoo, por lo que hicimos una foto y nos orientamos con el iPhone. Eso es lo único que nos disgustó, porque el resto del tiempo las sonrisas no desparecieron de nuestras caras.

Vamos a destacar las tres cosas que más nos gustaron. En primer lugar, el impresionante Aquarium, uno de los más grandes de Alemania. Mucho ojito, porque es una parte independiente del zoo y te piden entrada (ya que se puede comprar ticket solo de zoo, solo de acuario o de los dos) tanto para entrar como para salir.Nosotros habíamos pagado por verlo todo, y mereció la pena. Hay más de 250 peceras, con un total de 9000 animales en su interior. Aparte de los peces más curiosos -mención aparte merecen los tiburones y unos curiosos pececillos transparentes-, no nos podemos olvidar de cocodrilos, tarántulas y dragones de Komodo.

Al margen del Acuario, la segunda cosa que más nos gustó fue poder contemplar a uno de los pocos osos pandas que viven en zoológicos en toda Europa. Tras la repentina muerte en 2011 de Knut, el mediático oso polar blanco, sin duda los pandas son los auténticos símbolos del museo. En el Zoo de Madrid también tenemos, dicho sea de paso.En tercer lugar, queremos destacar que cada animal vive en un espacio que recrea su hábitat natural. Quizá no sea algo tan trabajado como en Faunia, por ejemplo, pero aun así nada tiene que ver con las jaulas que se le presuponen a un zoo decimonónico.

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Y para terminar, dos curiosidades. La primera es que la línea de Metro de la Zoo Station es la U2, y precisamente el grupo irlandés tiene una canción que se llama como la estación. La otra es que en el zoo también había réplicas de casas de todo el mundo. ¿Por qué? No lo sabemos, la verdad.Entre rinocerontes y cebras se nos había ido toda la mañana, pero no nos paramos ni un instante ya que había que aprovechar las poquitas horas de sol que hay en Berlín en enero.

De lo que no podíamos prescindir era de comer, y más estando en una zona como esa. En los alrededores del zoo y de la Kurfürstendamm hay sitios para todos los bolsillos, y en nuestro caso nos hicimos con unos riquísimos noodles con pollo y verduras en un puesto callejero. Por 2.5€ por persona (más 2€ por las cocacolas) nos pusimos hasta arriba. El único problema es que elegimos mal el sitio para comer, pues en la calle hacía frío y nos metimos en la estación de metro. ¡Nuevo error! Un loco nos quiso quitar los noodles, un vagabundo se puso a cantar a nuestro lado y encima no había sitios para sentarse

 Con la barriga llena recompusimos nuestros planes: a falta de bicis, cogeríamos el autobús 100 hasta el corazón del Tiergarten, un oasis verde en el corazón de Berlín. Justo en su zona central está el Siegessäule (en español Columna de la Victoria), que era nuestro verdadero objetivo.La monumental columna está en medio de una rotonda, ubicación que no siempre tuvo. Originalmente estaba frente al Reichstag, pero se trasladó aquí durante la tremenda reforma que sufrió la ciudad durante el dominio nazi. Pese a todo, el tráfico y la carretera no impiden que la columna siga conmemorando distintas victorias militares de la antigua Prusia: frente a Dinamarca, en 1864; frente al Imperio Austriaco, en 1866; y frente al Segundo Imperio Francés, en 1871. En origen se concibió para celebrar la primera batalla, pero mientras la construían se produjeron esos éxitos y al final recuerda esas tres fechas.Para llegar hasta la monumental columna hay que superar la carretera mediante distintos pasos subterráneos, todos ellos indicados mediante carteles. Se accede a través de una especie de templetes y unos pasillos sencillos aunque inquietantes.

En cualquier caso, es espectacular la visión de la Siegessäule desde el último tramo de escaleras. Tras los breves -pero oscuros- pasadizos reconforta mucho encontrarse con un monumento tan bonito. De hecho, es mucho más frecuente ver a guiris como nosotros haciéndose fotos en las escaleras que en cualquier otro sitio de la rotonda.

Subir al mirador de lo alto de la Columna de la Victoria cuesta 2.5€ por persona, y lo bueno es que abre todos los días de la semana. En la planta baja hay una especie de museo sobre el propio edificio, además de otros monumentos nacionales alemanes y de otros países. No es gran cosa, pero es de paso obligado para llegar hasta la

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escalera de caracol que lleva a lo alto. Es una subida algo cansada, pues son 285 peldaños girando y girando.

 Por suerte, al poco de empezar hay una primera parada para contemplar las alegorías que decoran parte de la columna. Siempre es curioso contemplar de cerca estas grandes obras de arte, pues como es lógico cambian totalmente respecto a las

sensaciones que producen desde lejos. Como todo en la vida.La cosa es que tras una lenta y agónica subida llegamos a un mirador a unos 60 metros de altura, desde donde se puede contemplar el Tiergarten en todo su esplendor. También hay una buena panorámica del skyline berlinés, aunque lo cierto es que la zona verde es la auténtica protagonista.Aún así, el asfalto le ha pegado mordiscos considerables, sus 210 hectáreas le convierten en el parque más grande del centro de la ciudad.

Las vistas son preciosas, únicamente comparables a lo bonita que es la estatua dorada de Niké que corona la columna. Dando la vuelta por el mirador se puede apreciar perfectamente como confluyen en la rotonda cinco de las más grandes avenidas de la ciudad. Por eso al lugar se le llama la Gran Estrella (Großer Ster). Por cierto, cuando estábamos en lo alto empezó a nevar tímidamente, pero solo fue un poquito.

Con las mismas deshicimos el camino andado: escaleras abajo, túnel para dejar la rotonda y vuelta a la parada de autobús. Ya hemos dicho varias veces en lo que va de relato que la línea 100 funciona de maravilla, y a los pocos minutos llegó un bus que nos llevaría desde la Siegessäule hasta uno de los sitios más reconocibles de la ciudad.

Estamos hablando de la Plaza de París o Pariser Platz, que se encuentra en los límites del Tiergarten y que se llama así en honor del Tratado de París de 1814. Es bastante grande, pues su superficie ronda la hectárea y media. Se trata de un bonito cruce de caminos que une la Straße des 17. Juni con la calle Unter den Linden.Pese a todo, merece la pena quedarse para contemplar el auténtico símbolo de la ciudad: la Puerta de Brandeburgo (Brandenburger Tor, en alemán). Construida a fines del siglo XIX, es uno de los grandes símbolos de la Guerra Fría porque durante casi treinta años quedó en tierra de nadie entre las fronteras de Berlín Este y Berlín Oeste. También merecen la pena el Hotel Adlon, con más de un siglo de antigüedad, y otros edificios de los alrededores, incluyendo algún museo al que no pasamos por estar cerrado.

  No hace falta mentir: el sitio nos decepcionó un poco. Quizá fueron tantas las cosas buenas que habíamos oído sobre la Puerta de Brandeburgo -y compañía- que esperábamos mucho más.

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Cambiando de tercio, a cinco minutos andando de la Pariser Platz está el Monumento a los Judíos de Europa Asesinados (Denkmal für die ermordeten Juden Europas), conocido generalmente como Monumento del Holocausto (Holocaust-Mahnmal). Es un polémico lugar de memoria, no por el tema -está fuera de toda duda que una barbarie como la producida en la Alemania nazi nunca debe ser olvidada- sino por su estructura en sí misma. Mediante 2711 losas de hormigón se ha creado una especie de bosque, tan incómodo como difícil de entender.

Realmente impresiona más el conjunto visto desde fuera que caminar por su interior. De todos modos, es innegable que se produce una extraña sensación de desasosiego. No es un monumento fácil de entender, pues apenas dice nada concreto, pero desde luego transmite algo del dolor que supuso un Holocausto que estremeció al mundo. La vida son sensaciones, y en este caso la visita fue más cruda por las condiciones en las que la hicimos: frío, lluvia, silencio.

 Más intranquilos que contentos pusimos rumbo hacia el Museo Judío de Berlín, que iba a ser la última parada del día. Teníamos que andar un buen rato, pero nos apetecía patearnos un poco la ciudad. Algo tan simple como caminar puede ser la mejor manera de percibir detalles, y nosotros nos caracterizamos por hacer varios kilómetros en cada viaje.Una de las cosas que más nos gustan de caminar es que suelen surgir interesantes cambios de planes. En este caso nos encontramos con el magnífico museo Topographie des Terrors (Topografía del Terror). Lo cierto es que íbamos a visitarlo otro día, pero al verlo abierto y a solo unos metros de nosotros no pudimos resistirnos.Es una visita imperdible si se está en Berlín, por ser uno de esos lugares de memoria que combinan museo, restos arqueológicos, significado histórico… Básicamente se visita un centro de documentación (construido en 2010, aunque recoge una exposición montada en 1987) sobre los horrores de la Alemania nazi. La clave está en que se haya ubicado en el mismo sitio en el que estaban las sedes de la Gestapo y de las SS, destruidas en buena medida por las bombas. Por eso se pueden ver infinidad de vestigios que, sin tener la belleza de un templo griego o la magia de un castillo medieval, han de ser conservados igualmente para que nunca haya olvido: muros, trazado urbano, sótanos, etcétera. Para rematar, un tramo del archiconocido Muro de Berlín termina de explicar por qué un fanático de la II Guerra Mundial debe ir aquí.

  Por si todo eso fuera poco, entrar es absolutamente gratis. ¡Cuanto nos queda por aprender en España sobre como gestionar los bienes culturales! Sólo con cruzar la puerta ya nos dimos cuenta de que estábamos ante una institución moderna, con un planteamiento museístico vanguardista y con una visión equilibrada de un tema tan sensible.

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Hay un vídeo de presentación sobre la Topographie des Terrors que ponen en una sala de proyecciones. Obviamente normalmente lo ponen en alemán, pero si se lo pides al personal del museo -cosa que hicimos- te lo pasan en castellano. Muy interesante y prácticamente obligatorio para entender una larga pero interesante exposición.

El hilo conductor es la Alemania nazi a través de las SS (Schutzstaffel o Escuadrón de Defensa) y la Gestapo (Geheime Staatspolizei o Policía Secreta del Estado), aunque se presentan temas de todo tipo: desde el ascenso de Hitler al poder hasta la persecución a homosexuales, pasando por otros más amplios como la vida cotidiana en el periodo. Todo ello a través de paneles (en alemán e inglés) con fotografías, vídeos, audiovisuales, recortes de prensa y testimonios de supervivientes. No hace falta decir que el museo se merece un diez y que la exposición pone la piel de gallina.

Pasamos un rato bien largo en el interior de la Topografía del Terror, tanto que al salir era noche cerrada. Quizá no sea algo muy difícil en una ciudad en la que anochece a las cinco de la tarde, pero mínimo se nos fueron dos o tres horas. Salimos con ganas de aprender más sobre el tema, y aunque no se veía muy bien estuvimos recorriendo de nuevo los vestigios arqueológicos que forman parte del conjunto: la Central de la Gestapo, la Jefatura de las SS, edificaciones antiaérea y varias cosas más. Todo ello aderezado con una gran nevada que nos hizo bastante ilusión.

Aunque habíamos hecho una laaarga parada, en realidad teníamos claro que queríamos ir a visitar el Museo Judío de Berlín (Jüdisches Museum Berlin), uno de los puntos fuertes del viaje. Es uno de los mayores museos del mundo sobre la cultura hebrea, y tiene especial significado por estar ubicado en la ciudad epicentro de la locura nazi. Abre todos los días de 10 a 20 -incluso los lunes amplía su horario hasta las 22- y cuesta 5€ por persona (o la mitad en tarifa de estudiante). Pese a que se entra por el antiguo edificio del Museo de Berlín, el grueso de la exposición se desarrolla en una moderna construcción diseñada por el polaco Daniel Libeskind. Fue inaugurada en 1999 y a través de agresivas paredes de metal trata de transmitir el vacío dejado por los que ya no están. Aunque es evidente que algunas épocas tienen más protagonismo que otras, la exposición trata de explicar la historia judeoalemana desde hace 2000 años hasta la actualidad. Para ello utilizan infinidad de objetos cotidianos, historias muy concretas que independientemente no tienen sentido pero que entre todas muestran el camino que ha seguido la cultura hebrea en Alemania.

Para ello hay zonas muy diferentes y con enfoques totalmente distintos. Por ejemplo, se empieza visitando una serie de tres brazos o ejes: el Eje del Exilio, el Eje del Holocausto y el Eje de la Continuidad. En ellos se muestran decenas de documentos

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particulares que explican de una manera muy personal lo que supuso la persecución, la emigración y el exilio para los judíos de la Alemania nazi.

Al final de cada eje hay una construcción distinta: la Torre del Holocausto, con un único hueco vertical; el Jardín del Exilio, con 49 pilares de hormigón que representan la fundación de Israel; y el Vacío de la Memoria, un espacio en el que el el artista Menashe Kadishman rinde homenaje a todas las víctimas de la violencia.

  Esa última parte merece una mención específica, pues es realmente impresionante. En una sala amplia se han esparcido miles de caras talladas en planchas de latón, sobre las que el visitante puede caminar. Nosotros lo hicimos -por indicación del personal del museo, que a diferencia de lo que ocurre en España está para ayudar y no para espantar la cultura- y quedamos impresionados por el sonido de las caras metálicas chocándose unas contra otras.

El resto de la exposición ya responde a lo que se presupone de un museo tradicional: paneles informativos, piezas históricas, fotografías de época… Hay muchas salas, más o menos quince, cada una protagonizada por un periodo o por un tema concreto: el periodo de entreguerras, la infancia para un niño judío o el papel de las mujeres son sólo algunos ejemplos. No podemos hacer ni un reproche, pero aun así no disfrutamos del todo. Estábamos muy cansados, y con los pies destrozados tras un día entero caminando es difícil sacarle todo el jugo a un museo tan grande como este.Rematamos la noche cenando en un Kentucky Fried Chicken, concretamente en el que está al ladito de la Alexanderplatz.  Dos hamburguesas con patatas y tres trozos de pechuga crujiente: 8.85€ en total, bebida incluida. No es muy sana la comida basura tan a menudo, pero es muy barato.

Berlín ’12 – Capítulo IV: Excursión a PotsdamEl tercer día del viaje era de los que más prometían (íbamos a hacer una excursión a Potsdam) pero fue un poco decepcionante. ¿Por qué? No adelantemos acontecimientos, que antes hay muchas cosas que contar.

Empecemos por el principio: ¿Cómo ir de Berlín a Potsdam? No tiene ninguna complicación, pues tan sólo hay que coger la línea S7 de S-Bahn, un tren muy similar al Cercanías de España. Nosotros lo hicimos desde la parada de tren de Alexanderplatz, pero se puede tomar en muchos sitios ya que la línea atraviesa Berlín de este a oeste.El trayecto dura más o menos una hora, aunque se hace muy ligero ya que son trenes modernos, cómodos y con una buena calefacción. En la propia estación a la que se llega (Potsdam Hauptbahnhof, generalmente la veréis escrita como Potsdam Hbf) hay una Oficina de Turismo, pero al igual que en la de Berlín los mapas te los venden a un euro.

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Ir desde la estación hasta el casco histórico tampoco tiene mucha complicación. Básicamente hay que salir desde la estación a mano izquierda, y en el cruce girar a la derecha. En cualquier caso, a lo lejos se verá la cúpula de una iglesia, que puede servir como guía. Otra referencia es que hay que cruzar el río, que -dicho sea de paso- es precioso. Por último, siempre queda el recurso de preguntar, pues los alemanes son muy simpáticos pese a que el estereotipo diga lo contrario.

Tras una pequeña caminata llegamos a la Alter Markt, una bonita plaza en la que se congregan los primeros edificios interesantes de la ciudad. Quizá el más destacado sea la Iglesia de San Nicolás, (St. Nikolaikirche), un templo evangélico construido en la primera mitad del siglo XIX, destruido totalmente en la II Guerra Mundial y reinaugurado en 1981. Junto a ella están el Antiguo Ayuntamiento (Altes Rathaus) y las obras delNuevo Parlamento, que ya están muy avanzadas. Este último es un edificio muy importante para el Estado Federado de Brandeburgo, y en el centro de la plaza hay instalado -temporalmente- una especie de minimuseo sobre su construcción. Cuenta con una plataforma para subir a lo alto y ver la plaza desde una perspectiva más alta.

  Entramos a ver San Nicolás, que por dentro no es gran cosa. Para acceder se puede hacer un donativo de 2€, cosa que -por descontado- no hicimos. Bastante dinero tiene la iglesia, si quieren cobrar la entrada que lo hagan y en ese caso pagaremos, pero nosotros no vamos a hacer donaciones forzadas. Dicho sea de paso, a la cúpula se puede subir, pero ahí si es obligatorio pagar 5€ por cabeza. Habíamos leído en muchas guías que no merecía la pena, por lo que en este caso no subimos ya que nuestro presupuesto empezaba a estar algo tocado.

Dejando atrás la Alter Markt, enfilamos la Breite Straße, una amplia y moderna avenida plagada de edificios interesantes. Por encima del resto destacan dos museos: elFilmmuseum Potsdam, algo así como el Museo del Cine de Potsdam; y elNaturkundemuseum, dedicado a la Historia Natural. En una visita de dos días a la ciudad hubiéramos entrado a los dos, pero no había demasiado tiempo y tuvimos que dejarlos de lado. Los museos dedicados al cine no nos gustan demasiado y en Berlín teníamos pensado visitar el de Historia Natural, por lo que no dolió demasiado.

 Callejeando un poco llegamos a un museo que no quisimos perdernos, el Haus der Brandenburgisch – Preußischen Geschichte (Casa de la Historia de Brandemburgo y Prusia). Conocido por sus siglas, HBPG, es una institución establecida en las vaquerizas del Palacio de Potsdam en la que se muestran los 900 años de Historia del Estado Federado. Sobre el papel era una parada imprescindible, pero en la práctica supuso una decepción enorme. ¡Todo estaba en alemán! Ni un solo panel en inglés, absolutamente ninguno. Total, que no entendimos nada y en poco

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más de media hora estábamos en la calle. Una pena, porque esperábamos mucho. Algo se debía oler la taquillera, que solo nos cobró una entrada…

  El caso es que la primera parte de Potsdam nos estaba dejando un poco fríos. Mucho palacio y mucha avenida amplia, pero nada del otro mundo. No es que esperásemos el típico pueblecito de cuento de hadas, puesto que sabíamos de antemano que era una ciudad muy monumental, pero sinceramente la Gran Vía de Madrid nada tiene que envidiar a la Breite Straße.

Sin embargo, hubo un punto de inflexión clarísimo en el que empezamos a ver la ciudad con otros ojos. Fue al llegar a la Puerta de Brandenburgo o Brandenburger Tor (no confundir con la de Berlín). El monumento fue construido en 1770-71 por orden de Federico II de Prusia para conmemorar su victoria en la Guerra de los Siete Años. Al margen de que sea bonito o no, desde él sale la Brandenburger Straße, una calle preciosa. Al verla dijimos “¡Anda, que buena pinta tiene!”, pero hasta la hora de comer no podríamos visitarla o de lo contrario no tendríamos tiempo para ver el Palacio de Sansoucci, principal atractivo de la ciudad.

 Precisamente de camino al palacio nos topamos con una especie de desfile histórico-militar, con pequeña banda de música incluida. No sabemos quienes eran, que estaban conmemorando ni si es algo que se repita periódicamente, pero en cualquier caso parecía algo común ya que fuimos los únicos en pararnos a verlo y a hacer algunas fotos.Sin mucho tardar nos plantamos en la entrada del Parque Sanssouci, donde se concentran los principales atractivos de Potsdam. Es un parque enorme, con un gran simbolismo histórico y con una belleza que justifica su visita al menos una vez en la vida. Sin embargo, es preferible recorrerlo en verano o puede ser algo decepcionante.Y es que en invierno la cosa está muy parada. No solo porque la vegetación esté muy mustia, algo totalmente comprensible, sino porque todo funciona a medio gas. La mayoría de las estatuas están metidas en cajas de madera para protegerlas del frío, no hay mucha gente y varios palacios están cerrados. Especialmente duro fue perderse elPalacio de Galería de Pinturas (Bildergalerie). Sigue siendo un parque precioso y en invierno tiene un toque romántico-decadente más que interesante, pero aun así nos habíamos hecho a la idea de algo muy colorido.

 De todos modos, tanto en invierno como en verano hay que quitarse el sombrero ante elPalacio de Sanssouci (Schloss Sanssouci). La antigua residencia estival de Federico II de Prusia es considerada como una de las pocas capaces de hacer sombra a Versalles, con lo que no hace falta decir nada más.La verdad es que es un palacio bastante raro, o al menos muy distinto de lo que habíamos visitado hasta la fecha. En lugar de una mole enorme sobre la que gira todo,

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Sanssouci es una especie de guinda en un pastel con forma de parque. No es muy grande, pero es visible desde cualquier punto y la tentación de subir es inevitable.Antes de seguir, vamos a dar unas pinceladas históricas. Sanssouci significa “Sin preocupaciones”, muestra de que cuando se construyó -entre 1745 y 1747- la prioridad era crear una residencia privada y no un centro de poder. Por eso tiene sólo diez habitaciones principales, aunque su reducido tamaño o sus pretensiones ociosas no significan austeridad: todo el palacio fue diseñado al gusto de Federico II el Grande, en un rococó muy peculiar y bastante recargado. Todo esto explica que en 1990 palacio y jardines fueran declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, siendo en la actualidad uno de los principales símbolos de Alemania.

Todos esos datos no impiden que la subida fuera algo pesada. Eran muchos escalones y hacía un frío considerable, pues tanto ese día como en otros del viaje nos mantuvimos a temperaturas bajo cero. Aun así, merece la pena el esfuerzo pues en lo alto está uno de los palacios más peculiares, bonitos y significativos de Europa.

Para ver el palacio por dentro hay que ir a la fachada opuesta a las escaleras, donde se compran los tickets para unas visitas guiadas que salen aproximadamente cada cincuenta minutos. No es especialmente barato y encima no pudimos utilizar nuestras tarjetas de estudiante, así que la broma salió por más de diez euros.Nos tocó esperar un rato hasta la visita, por lo que aprovechamos para dar un voltio por los alrededores. Destaca especialmente el Molino de Viento Histórico (Historische Mühle), reconstruido en 1993 siguiendo los patrones de finales del siglo XIX. Al fondo sobresale la figura de las ruinas artificiales que fueron construidas para agradar a los reyes prusianos, toda una oda al romanticismo mal entendido. Otra cosa llamativa es latumba de Federico II, siempre abarrotada de patatas. Hay quien dice que se las ponen como agradecimiento por haberlas traído al país, pero otros afirman que se hace irónicamente por lo tacaño que era. Sea como fuere es un tema curioso.Cuando llegó la hora fuimos a la puerta, y en seguida vimos que la visita guiada no era tal: simplemente una chica iba abriendo y cerrando puertas mientras los guiris (en este caso nosotros y otros diez alemanotes) escuchábamos una audioguía incluida en la entrada. Por cierto, un consejo útil: no paguéis la tasa para poder hacer fotos en el interior del palacio. La trabajadora pasa de todo y no hay ningún problema en hacerla de gratis.

Al margen de cuestiones formales, sobra decir que Sanssouci es un impresionante y recargado edificio en estilo rococó. No es especialmente canónico, pues influyó mucho el gusto de Federico II, tanto que en determinados estudios se habla de rococó federiciano. Los amantes de lo kitsch lo pasarán en grande entre espejos enmarcados en oro, paredes llenas de filigranas y cúpulas ornamentadas de maneras imposibles.

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El broche de oro (nunca mejor dicho) a la visita lo pone un cuadro que no debe pasar desapercibido: la representación que hizo Andy Warhol de Federico II. Una visión contemporánea del emperador, muy alejada de las imágenes que habitualmente acompañan a su biografía. Mucha gente pasó de largo sin hacerle el más mínimo caso a esta pedazo de obra de arte.A modo de despedida dimos un último paseo por los alrededores del Palacio de Sanssouci. No sabemos muy bien cuando volveremos, pues a Potsdam no se va todos los días, pero desde luego alguna vez regresaremos y sin duda será en verano, para poder disfrutar del parque y del palacio en todo su esplendor. ¡Hasta la próxima!Con esa sensación de “aquí tenemos que volver en otra época” nos sentamos a planificar el resto del día. El Parque de Sanssouci es inabarcable a pie en una mañana, por lo que nos trasladamos a otro punto de interés en autobús. Hay varias líneas que comunican unas zonas con otras, en nuestro caso utilizamos la 695 para ir a parar a la zona universitaria……¿Universitaria? Eso es, en pleno parque está la Universidad de Potsdam. No solo está en un lugar privilegiado, sino que además muchas de sus facultades están en edificios históricos. El edificio más destacado es el Nuevo Palacio, cuyas Alas de Servicio o Communs están ocupadas actualmente por Filosofía y Letras.

Se nos ocurrió que en las universidades siempre se come bien y barato, por lo que buscamos la cantina en busca de un chollo… ¡Craso error! Como mucho se podía tomar café y una bolsa de patatas fritas, por lo que nos fuimos de allí sin sacar nada en claro. Bueno, comprobamos la eficiencia alemana de primera mano: nadie estaba jugando al mus en la cafetería.Las estancias principales del Nuevo Palacio de Potsdam (Neues Palais) constituyen un edificio impresionante que también forma parte del conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad. Lamentablemente, no pudimos visitarlo porque durante varios meses ha estado cerrado por la preparación de una ambiciosa exposición que servirá para conmemorar el tercer centenario del nacimiento de Federico el Grande. Pese a todo no nos vinimos abajo y estuvimos recorriendo los jardines de los alrededores, donde nos encontramos con dos templetes en muy buen estado.Con eso dimos por finalizada la visita a Sanssouci. Aunque en el momento nos quedamos algo fríos -sin duda esperábamos algo mucho más colorido- con el paso del tiempo nos ha quedado un recuerdo muy bueno, y actualmente está en la lista de objetivos pendientes para una escapada veraniega.

Del parque volvimos al centro en autobús, para retomar la ruta por el casco histórico donde la habíamos dejado: a las puertas de la Brandenburger Straße, una de las calles más bonitas de las que vimos en todo el viaje. Tenía muy buena pinta desde fuera, y con unos pocos pasos comprobamos que las apariencias eran ciertas.

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Eso si, ya era tardecito y lo primero era comer. En una especie de cadena de comida rápida (Bistro XXL) probamos un delicioso currywurst, muy diferente a los que habíamos comido hasta ahora. Más que ketchup con curry espolvoreado, lo que tenía era una especie de salsa que cubría toda la salchicha y que estaba riquísima. Por supuesto, no faltaba la montaña de patatas como acompañamiento.Con el currywurst entre pecho y espalda nos dispusimos a recorrer la preciosa Brandenburger Straße, siempre con la iglesita al fondo. Realmente es una calle comercial como las que se pueden encontrar en muchas ciudades de España -nos recordó horrores a la popular Calle Madrid de Getafe-, aunque con un encanto especial. Los edificios, el pavimento y la gente nos recordaban a cada paso lo lejos que estábamos de casa. De verdad, 100% recomendable: pasear por esta calle es una delicia.Al final llegamos a la Iglesia de San Pedro y San Pablo (Peter-und-Paul-Kirche), un pequeño templo católico. No es especialmente llamativo como conjunto, pero en su interior alberga un enorme órgano de 1936 que es una maravilla. Además, en los alrededores había una especie de mercadillo en el que estuvimos curioseando un rato. No sabemos si se celebra a diario o una vez cada cierto tiempo, pero tampoco era gran cosa.Muy cerquita de la iglesia, pasando junto a unas casas muy chulas, está la Nauener Tor. Fue construida en 1755 y es uno de los primeros ejemplos de la corriente neogótica en el continente europeo. Junto a ella teóricamente estaba el Museo de Potsdam, pero no lo encontramos por ningún sitio. De hecho, preguntamos a una señora y aprendimos dos cosas: la primera, que el museo no estaba por allí; la segunda, lo amables que son los alemanes. Nos atendió con una sonrisa, y al no saber donde estaba lo que preguntábamos empezó a parar gente… Total, que al final estábamos en medio de una conversación de la que no entendíamos nada con cinco germanos. Una anécdota curiosa, pero nos quedamos sin museo. Lo que no nos perdimos fue el Ayuntamiento de Potsdam, que tiene un edificio bastante grande y que está a solo unos pasos de la Nauener Tor.Desde donde estábamos teníamos que caminar cinco minutos por la Kurfürstenstraßepara llegar a nuestro último destino en la ciudad: el Jardín Nuevo o Neuer Garten. Antes de hablar de él, queremos decir que lo que más nos gusta de Potsdam es que con un rato andando te plantas del centro de la ciudad a un parque enorme, casi cercano a lo que se entiende en España por un bosque.Dicho esto, lo primero que nos recibió en el parque fue la Biblioteca Gótica o Gotische Bibliothek, un pequeño templete de estilo neogótico que refleja la relación que tenía Federico el Grande con órdenes secretas como la francmasonería o la rosacruz. Son muchos los guiños que se hacen en estos jardines a todo este asunto.Sin embargo, lo que realmente merece la pena del Jardín Nuevo es el Lago Sagrado(Heiliger See). Tiene un área de 34 hectáreas y una profundidad máxima de 11 metros, aunque más allá de las cifras lo interesante son las sensaciones. Se trata

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del típico lago de cuento, en el que los cisnes se pasean a sus anchas y la vegetación surge por todas partes. Al fondo, como no podía ser de otro modo en esta postal, hay casitas propias de un cuento de hadas. Fue maravilloso pasear un buen rato por la orilla.Además del lago, el parque ofrece otros atractivos como el Palacio de Mármol(Marmorpalais) o el Invernadero (Orangerie), sitios por los que transitamos sin cruzarnos con nadie. Visitar estos sitios en silencio es importantísimo, quizá fue lo único positivo de ir a Potsdam en invierno en lugar de hacerlo en verano.Como ya hemos contado antes, el Neuer Garten fue lo último que hicimos en Potsdam. Casi se nos hizo de noche paseando y paseando, por lo que no hace falta volver a decir lo mucho que nos gustó. Eso si, nos quedó un regusto amargo ya que para Potsdam un día no es suficiente. Fueron muchos los parques, jardines y museos que quedaron en el tintero.Justo antes de coger el tren de vuelta a Berlín, nos comimos unos bollos en la estación de Potsdam Hauptbahnhof. Puede parecer un detalle sin importancia, pero es perfecto para hablar de lo mucho que se puede encontrar en esa estación: sitios para comer o cenar, tiendas de souvenirs, una Oficina de Turismo…Aunque el día estuvo protagonizado casi en su totalidad por Potsdam, cuando llegamos a Berlín nos dejamos llevar por el consumismo y fuimos de tiendas por los alrededores de la Alexanderplatz. Básicamente compramos en el Saturn y en el Media Markt, donde nos hicimos con un peluche de losAngry Birds y con dos vasos-termo de esos que tanto se ven en las capitales europeas.Precisamente, a la salida del Media Markt nos encontramos con un vendedor decurrywurst ambulante. Ya sabemos que fue una guarrería, pero se nos antojó y, por 1.20€ cada uno, no pudimos resistirnos. Entre los bollos y los perritos (ojo con ellos, pues aunque confundió colores el vendedor trató de hacernos la bandera de España) luego no nos quedaron muchas ganas de cenar, pero por un día entero comiendo podris nuestros organismos no van a dejar de funcionar. Aunque después de leer todo esto sea difícil de creer, en nuestra vida cotidiana platos como el puré de calabacín o las berenjenas rellenas son de nuestros favoritos.Para cerrar, queremos hacer una última reflexión sobre Potsdam. ¿Por qué hemos hablado de decepción? Pues porque en nuestra memoria estaba un día tan bonito como el que pasamos en Versalles unos años atrás. No es que esperásemos eso, pero desde luego esperábamos más colorido y no un frío invernal tan grisáceo. Pese a todo, con el tiempo el recuerdo ha mejorado y ahora solo hablamos maravillas de esta preciosa ciudad.

Berlín ’12 – Capítulo V: Mitte y alrededoresNuestro cuarto día en Berlín, al margen de la rutina propia del hostel -sufrir por lo pronto que nos levantamos, vestirnos y ponernos hasta arriba con el desayuno-, empezó como tantos otros: en la Alexanderplatz. Viendo las fotos pensareis que

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estamos locos, y la verdad es que objetivamente no es muy bonita, pero es uno de los sitios que más nos gustaron de todo el viaje.Tras un comienzo de viaje algo dubitativo (el primer día hicimos una panorámica, el lunes estaba casi todo cerrado y el martes fuimos a Potsdam) por fin tocaba hincarle el diente de verdad a la ciudad, y este era el mejor punto de partida.Echamos a andar y rápidamente empezamos a ver cosas interesantes, como la Iglesia de Santa María (St. Marien-Kirche). Lamentablemente estaba cerrada, y, aunque ya pensábamos que no la veríamos en todo el viaje, unos días más adelante nos llevaríamos una bonita sorpresa. Pero no adelantemos acontecimientos y quedémonos con la foto de la derecha, que nos parece chulísimo ver el contraste entre el edificio de la iglesia y la enorme Torre de Televisión. Nos encantan este tipo de instantáneas en las que quedan patentes los enormes claroscuros de las ciudades.Sea como fuere, el primer objetivo de la mañana establa claro: la Catedral de Berlín (Berliner Dom). Este templo, principal símbolo de la Iglesia Evangélica en Alemania, es además uno de los edificios más representativos de la ciudad. Abre casi todo el día, y aunque la entrada no es gratuita (7€ adultos, 4€ estudiantes) es imprescindible.Viajar son sensaciones, y nunca se nos olvidará lo que sentimos al entrar por primera

vez en la Catedral de Berlín. Su famoso órgano nos dio la bienvenida y nos hizo sentirnos muy pequeñitos.

¿Verdad que impresiona? Pues eso solo fue el comienzo. El edificio, pese a haber quedado muy tocado por los bombardeos de la II Guerra Mundial, fue reconstruido a finales del siglo XX y hoy luce un aspecto espectacular. Aparte de volver a destacar elÓrgano de Sauer (Sauerorgel), también hay que decir lo bonita que es la catedral en sentido amplio: desde la cúpula hasta el suelo, pasando por esculturas, capiteles bellamente ornamentados y algunas obras de arte dispuestas por sus distintas capillas.

La entrada incluye, además, la posibilidad de subir a la cúpula. Como no podía ser de otro modo, el ascenso fue algo durillo, aunque desde luego no resultó tan agobiante como la estrechísima cúpula de San Pedro del Vaticano. Hay que recordar que todo fue reconstruido hace pocos años, por lo que muchos tramos son comodísimos.Arriba, en lo alto, pudimos disfrutar de unas vistas espectaculares de la ciudad de Berlín. Antes hemos dicho que nos gustan los contrastes, por lo que os podéis imaginar lo divertido que nos resultó contemplar como se entrelazaban cúpulas de iglesias renacentistas (mejor dicho: reconstrucciones de las mismas tras la II Guerra Mundial) con arquitectura totalmente vanguardista o humo de enormes fábricas.

Berlín es, en líneas generales, una ciudad gris, aunque con unos tonos muy distintos a los de Londres. En la capital de Gran Bretaña todo huele a humo, a Revolución Industrial y a crecimiento desmedido. Aquí las sensaciones son totalmente distintas:

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dolor por una guerra brutal que devastó la ciudad, incredulidad ante la idea de empezar de cero y -esto es en común- muchas fábricas con chimeneas contaminando el aire.

Hablando de todo un poco, queremos saltarnos la norma y hablar mal de las panorámicas. Aunque nos encanta subir a lo alto de cualquier edificio para disfrutar de unas buenas (o malas) vistas, esto tiene el riesgo de que algunos detalles pasen desapercibidos. Una escultura, un corazón dibujado en el césped o una cúpula en primer plano merecen tanto protagonismo como una interminable hilera de tejados. ¡Ahí queda eso!

El recorrido por la catedral termina en la imperdible Cripta de los Hohenzollern(Hohenzollerngruft). En ella se encuentran enterrados más de noventa miembros de la popular dinastía bábara, en un recorrido que va desde el siglo XV al XIX. La gruta con todas las tumbas recuerda horrores a las Grutas Vaticanas, tanto por la belleza escultórica como por la frialdad del conjunto. De hecho, generalmente se suele considerar a la Catedral de Berlín como una de las respuestas protestantes más potentes contra la Basílica de San Pedro.La mañana había empezado muy bien, dándonos justo lo que esperábamos de Berlín. No es que lo hubiésemos pasado mal hasta entonces, pero ya hemos dicho en capítulos anteriores que las expectativas eran altísimas y que la realidad nos estaba dejando un poco fríos.

Sin embargo, para seguir con esta gloriosa mañana fuimos a visitar el DDR Museum. ¡Vaya maravilla! Probablemente el mejor museo en el que hemos estado nunca. Eso sí, antes de hablar sobre él aquí va un consejo importantísimo: hay que ir lo más pronto posible, porque es muy pequeño y siempre está lleno de gente.Y es que la clave del DDR Museum está en su interactividad, pues a lo largo de distintas salas se puede interactuar con decenas de objetos para conocer de primera mano como era la vida cotidiana en la República Democrática Alemana. Esto implica subirse a un coche original, sacar un billete de metro, sentarse en un salón como el que sale en“Goodbye Lenin!“, probarse el traje de un minero o comprobar las comodidades de una cárcel para presos políticos. De verdad, más que un museo lo que se adquiere con la entrada (4€ por persona, dicho sea de paso) es un ticket para un viaje al pasado. Tendrán que pasar varios siglos para que en España encontremos algo similar relacionado con el franquismo.Después de la catedral y del museo nos apetecía un poco de aire fresco, cosa que encontramos en el Marx-Engels Forum, un parquecito justo enfrente de ambos edificios. No es sorprendente que fuera creado por las autoridades de la República Democrática Alemana, con el fin de homenajear a los autores del Manifiesto Comunista.

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Las esculturas de Marx y Engels son muy fotografiadas, siendo prácticamente el único atractivo del parque. También es un sitio transitado porque es lugar de paso obligado para llegar al Nikolaiviertel, uno de los barrios con más encanto de Berlín.Dicho sea de paso, lo primero que nos recibió en el barrio fue la genial estatua de Heinrich Zille, toda una institución en el Berlín de fines del XIX y principios del XX. Sus satíricos dibujos forman parte de la cultura popular berlinesa, y con esta obra el escultor T. Stegmann captó su cercanía con las clases bajas. Cada cual interpreta el arte como lo siente, y a nosotros este pequeño homenaje al dibujante y fotógrafo nos da bastante pena. Trasmite frío y soledad, aunque quizá sea mejor no decir demasiado ya que desconocemos la obra y no queremos meter la pata.Hablando ya del Nikolaiviertel, hay que hacer dos precisiones. La primera es que se trata de un conjunto precioso, pero lamentablemente la segunda es que todo lo que tiene de bonito le falta de verdadero. En realidad se trata de una restauración hecha a finales del siglo XX, cuando se trajeron edificios de distintas zonas de la ciudad con la intención de generar un barrio con un cierto aroma medieval. La cosa ha quedado bien, pues edificios históricos como la Iglesia de San Nicolás (Nikolaikirche) o el Ephraim-Palais están ahora acompañados de un entramado muy curioso. Sin embargo, todo tenía un aroma a cartón-piedra que no nos terminó de gustar.Y no será por imágenes espectaculares: estatuas con temas célebres como un caballero matando a un dragón, posadas propias de El Señor de los Anillos, callejones por los que en cualquier momento podría aparecer un noble… Pero vamos, que ni aun así. Es un sitio chulo y recomendable, pero no llega al nivel de un barrio medieval original.El caso es que no nos entretuvimos demasiado, pues casi todo estaba cerrado. De hecho, tampoco estaba abierta nuestra siguiente parada: el Ayuntamiento Rojo o Rotes Rathaus. Nos apetecía mucho visitar la sede oficial del Ayuntamiento de Berlín, pero había un acto oficial y no fue posible -por suerte, el penúltimo día del viaje podríamos entrar-. La fachada de ladrillos rojos es una imagen muy popular de la ciudad, y por eso no debe faltar en ningún tour berlinés que se precie.Por los alrededores no había mucho más que rascar -en realidad si, porque la Isla de los Museos estaba a un paso, pero la habíamos dejado para otro día y así poder visitarla sin prisas-, así que nos fuimos hacia una zona de la ciudad totalmente distinta. Tocó andar un rato, pero al final nos plantamos en la Rosenthaler Straße, una de las calles más célebres del Mitte, que a su vez es uno de los barrios más representativos de la ciudad.No es especialmente bonita, pero tiene su encanto al responder a la típica imagen de capital europea de principios del siglo XX: edificios notables, coches por todas partes, líneas de tranvía que se entrecruzan… A partir de aquí empezamos a sentir el “nosequé”, eso que tienen algunas ciudades como Berlín o Londres y que hace que te encanten, sin saber exactamente por qué.Y eso que lo siguiente que visitamos fue una auténtica decepción: los Hackesche Höfe, en el número 40 de la Rosenthaler Straße. Es un conjunto de patios interiores

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entrelazados que responden a la estructura típica de las casas judías-burguesas, con la zona superior reservada a la vivienda y la inferior al negocio. Esperábamos algo con mucho encanto, toparnos con una sorpresa en cada patio, y en lugar de eso nos encontramos con la típica restauración pija e insulsa, más o menos con lo que se está haciendo con algunos mercados típicos de Madrid, sustituyendo los puestos de alimentación de toda la vida por vinotecas para esnobs. ¡Leñe!Nuestro ánimo era inquebrantable, y, aunque allí no habíamos visto nada interesante, seguimos nuestro camino como si tal cosa. Básicamente porque la Oranienburger Straße prometía mucho. Tradicionalmente ha sido una de las calles con mayor presencia judía de la ciudad, por lo que también fue de las más castigadas por el horror nazi.En ella está la Nueva Sinagoga (Neue Synagoge), construida a mediados del siglo XIX para que fuera la sede de la comunidad judía berlinesa. Lo que queda hoy es una reconstrucción del diseño original, puesto que el edificio fue quemado durante la Noche de los Cristales Rotos. La policía y los bomberos no se emplearon muy a fondo, por lo que los daños fueron cuantiosos. También hay que sumarle los daños ocurridos durante la posterior II Guerra Mundial. Sin embargo, hoy en día la vigilancia es extrema y siempre hay policía en los alrededores.Entrar nos costó 4€ por persona, gracias a unas tarjetas de descuento que había conseguido Eri. Mucho ojo con esto, pues en un montón de sitios (alojamientos, museos, restaurantes) hay unos carritos con tarjetitas variadas de descuentos. Investigad, porque se puede conseguir ahorrar unos buenos euros con ellas. Aparte del consejo, hay que decir que el interior no tiene mucho interés. Es una visita obligada por su significado, pero todo es muy nuevo y las estancias más importantes no están abiertas al público. Además, habiendo ido un par de días antes al Museo Judío de Berlín la Sinagoga nos supo a poco.Lo dicho, el sitio es impactante si previamente te has informado sobre el terror nazi. Nosotros, al haber estudiado Historia, teníamos presente los horrores de la persecución a los judíos y en concreto de lo que supuso la Noche de los Cristales Rotos. Las fotografías de la sinagoga ardiendo y su buen aspecto actual son un claro ejemplo de cómo Berlín mira al futuro.

Cambiando radicalmente de tercio, en la propia Oranienburger Straße, aunque algo más adelante, está otro de los símbolos de Berlín: la Casa Tacheles (Kunsthaus Tacheles). Aunque es el epicentro de la versión más alternativa de Alemania, en la actualidad es un atractivo turístico de primer orden. Se trata de un enorme edificio que fue ocupado en 1990 por un grupo de artistas, y que desde entonces no ha dejado de ser transformado con grandes dosis de arte efímero y mucha ilusión. Formaron una especie de cooperativa que en su época dorada llegó a tener decenas de talleres, cine, bar y mil cosas más.Sin embargo, hoy Tacheles no es más que una sombra de lo que fue. En 2008 el propietario del edificio quiso demolerlo, ahora pertenece a un banco, se financia con

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fondos anónimos que no dan para mantener el cine… Vamos, que el futuro es muy turbio y merece la pena ir aquí cuanto antes, pues tiene pinta de que en breve dejará de existir.Nuestra experiencia en Tacheles fue muy interesante, puesto que no habíamos ido nunca a un sitio así. Al principio nos dio cosilla entrar, ya que no había muchos viajeros por la zona, pero al pasar tímidamente a una especie de tienda nos dimos cuenta de que los visitantes eran bien recibidos. Así las cosas, entramos por un montón de escaleras llenas de graffitis, salas con talleres, zonas oscuras un tanto siniestras… Solo nos cruzamos con dos o tres guiris, el resto era gente del lugar que, sin ser demasiado habladora, tampoco te hacía sentir un forastero.

Parece que hay dos alas principales, y tras visitar la primera nos dimos cuenta de que había un cartel señalando hacia elSculpture Park (Parque de las Esculturas). Es una parte muy importante de Tacheles, así que seguimos las indicaciones hacia él.  No es difícil de encontrar, pero hay que dar mucha vuelta y atravesar un aparcamiento lleno de barro.En cualquier caso las esculturas son muy interesantes, especialmente llamativas si os gusta la obra de genios como Dalí. Nos llamaron dos cosas la atención. La primera fue el carácter interactivo del parque, puesto de relieve especialmente en unas zonas donde ponía “deja aquí tu basura y vuelve para ver cómo ha crecido”. Por otro lado, no nos gustó nada que en todo momento se buscara sacar el dinero del viajero: deja un euro por hacer fotos, deja un euro por sentarte aqui, deja un euro como entrada… Además, algunas obras estaban a la venta y no vimos ninguna que costase menos de una cantidad con tres cifras.

Aunque el Sculpture Park está muy chulo, nos gustó más el ambiente indoor de Tacheles. Por eso volvimos a explorar las partes del edificio a las que no habíamos entrado, momento en el cual nos cruzamos con una especie de visita guiada. Lo dicho, es un entorno muy alternativo pero plenamente integrado en el circuito turístico de Berlín.La segunda parte de Tacheles nos gustó mucho más, pues vimos varias tiendas (con precios muuuuuuy caros), estudios de artistas y algún taller que en ese momento estaba en marcha. Quizá lo más reconocible sean los interminables pasillos llenos de grafitis, pero en cualquier caso Tacheles ofrece mucho más y desde aquí queremos hacer un llamamiento a que se mantenga en pie el edificio. Nunca editamos un diario de viaje a posteriori (salvo errores gramaticales), pero lamentablemente tiene pinta de que un viajero de 2014 o 2015 encontrará algo muy distinto a la que vimos nosotros en 2012. Una parte tan importante de la memoria colectiva berlinesa no puede desaparecer por los intereses especulativos de un banco.

Estábamos ya en un momento propicio para comer, pues nuestros estómagos no paraban de rugir. Dimos una vuelta por la zona y al final nos decantamos por hacerlo

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en laRosenthaler Platz, donde hay bastantes opciones. Por 14€ en total, incluyendo la bebida, nos metimos estas dos montañas entre pecho y espalda:Ya con el estómago lleno nos preparamos para encarar una tarde que prometía, pues no sólo íbamos a seguir viendo cosas sino que al final nos esperaba un Barcelona – Real Madrid correspondiente a la vuelta de los cuartos de la Copa del Rey. ¿Dónde podríamos verlo? No sabíamos, pero no nos íbamos a quedar sin animar a nuestro equipo.

La primera parada la hicimos en el Centro Ana Frank (Anne Frank Zentrum), una especie de delegación alemana de la Casa de Ana Frank de Ámsterdam. Fue abierto recientemente, y en él se muestra la exposición permanente Ana Frank, hoy y aquí(Anne Frank. hier und heute). Cuesta 5€ por persona, pero aprovechamos para comprar la Museum Pass Berlin, una tarjeta que dura tres días y que incluye el acceso a bastantes cosas. No da para toda la ciudad, pero están algunas cosas gordas como toda la Isla de los Museos.Esperábamos mucho más del Centro de Ana Frank, para qué negarlo. Toda la exposición se reduce a una serie de fotografías que van intercalando momentos de la vida de Ana con hitos de la Alemania nazi. También hay una zona dedicada a audiovisuales, en la que distintos jóvenes del siglo XXI comparan su vida con la que llevó la niña judía. Por supuesto, no íbamos en busca de carnaza, pero no nos impactó en absoluto lo que vimos.

En nuestra ruta estaba previsto ir a ver el Memorial del Muro de Berlín, pero para llegar hasta él tuvimos que andar un rato bastante largo. Para colmo de males, el lugar no estaba muy bien indicado en el mapa y estuvimos dando vueltas por la zona mucho tiempo (los alemanes, aunque son muy majos, no siempre son precisos con sus indicaciones). Por suerte, el camino no fue nada desagradable y pasamos cerca de iglesias, cementerios, palacios y otros edificios interesantes.

No sabemos muy bien de qué manera, pero acabamos llegando alMemorial del Muro de Berlín (Gedenkstätte Berliner Mauer). Tiene dos sedes separadas a unos metros de distancia, ambas en la Bernauer Straße, que comparten muchas cosas en común: son gratis, están adaptadas para viajeros en sillas de ruedas y abren casi todo el día. No teníamos muchas expectativas, ya que apenas habíamos leído cosas sobre el sitio antes de llegar a Berlín, pero nos pareció una parada interesante y decidimos darle un voto de confianza… ¡Qué acierto!En primer lugar, la parte puramente museística ofrece un magnífico recorrido sobre la Historia del Muro de Berlín: su construcción, el impacto en la población, el proceso que llevó a su caída… La exposición se desarrolla a través de testimonios escritos, fotografía y vídeo, por lo que se nos ocurren pocos ejemplos mejores de un discurso objetivo y bien elaborado.

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Aun habiéndonos gustado mucho el Museo, lo realmente top es el mirador que ofrece sobre un tramo de muro conservado tal y como era. En él se muestra absolutamente todo: el lado soviético, la parte occidental, iluminación, torres de vigilancia, la tierra de nadie entre ambas zonas… Andando apenas nos habíamos dado cuenta de que estábamos cruzando la antigua frontera entre dos mundos, pero desde arriba se pueden apreciar hasta diferencias arquitectónicas de un sitio y de otro.

Con esa sensacional visita habíamos cubierto todo lo que pensábamos ver ese día, pero aún teníamos muchas horas por delante antes de irnos a dormir. Hicimos balance de lo que estaba más o menos cerca y al final nos decantamos por ir al Museo de Historia Natural (Museum für Naturkunde o HfN), conocido también como Museo de Humboldt (Humboldt Museum). Nos encantan este tipo de museos y encima está incluido en la Museum Pass Berlin, por lo que la elección fue sencilla.El Museo de Historia Natural de Berlín alberga más de 30 millones de especímenes entre animales, restos arqueológicos y minerales, incluyendo más de diez mil tipos nomenclaturales (los que se han utilizado para describir una determinada especie). Fue inaugurado hace más de dos siglos, siendo una referencia a nivel mundial desde el primer día.Algunos datos explican perfectamente por qué merece la pena ir hasta el museo: tiene el dinosaurio recreado más grande del mundo, un ejemplar del pájaro más antiguo que se conoce (el Archaeopteryx), una colección excelente de meteoritos, el 75% de los minerales del mundo, el fragmento de ámbar más grande del planeta… Y eso por no hablar de miles de ejemplares concretos que justificarían por sí solos un viaje.

Sin embargo, tal chorreo de datos no implica un museo inabarcable, pues en el Museum für Naturkunde han entendido perfectamente la museología moderna y ofrecen al público una exposición bien dimensionada. Un visitante común no quiere ver 234324328423 especímenes, sino una muestra representativa que le ayude a hacerse a la idea de los fondos del museo: justo lo que encontramos. La visita la dan los dinosaurios, que como en otros muchos casos (como en el Museo de Historia Natural de Bruselas o en el Museo de Historia Natural de Londres) son los que más llaman la atención.A partir de ahí cada una de las quince salas se centra en un tema concreto: aves, fósiles, evolución humana, minerales, insectos… Evidentemente depende mucho de los gustos personales de cada persona, pero a nosotros nos pareció excepcional la parte dedicada a grandes dioramas. En ella se muestran tres grandes ecosistemas construidos entre 1918 y 1925, realistas a más no poder.

No obstante, lo que más nos impresionó con diferencia fueron las colecciones húmedas. En una sala especialmente acondicionada por cuestiones de conservación se muestran nada más y nada menos que un millón de animales, contenidos en

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275000 recipientes de vidrio. Muy llamativo, aunque no está en la ruta principal y no recibe muchas visitas.Tras el museo nos íbamos a ir a casa, cuando nos acordamos de que teníamos una cosilla pendiente. Por la mañana nos habíamos encontrado cerrado el Ephraim-Palais, puesto que los miércoles abre más tarde. La modificación del horario también afecta a la noche, pues ese día no cierra hasta las 20:00. Allí fuimos, y lo que vimos fue un truño de dimensiones considerables. Pocas veces nos ha gustado tan poco el interior de un palacio, por no hablar de su indescriptible exposición temporal. Un sitio al que no merece la pena ir, no hay ninguna duda.Entre unas cosas y otras no llegamos al hostel hasta las 21:00, pero el día aún tenía que dar mucho que sí. Básicamente teníamos tres cosas pendientes: hacer la colada, cenar e intentar ver el Barça – Real Madrid.

Berlín ’12 – Capítulo VI: De Unter den Linden hasta la Isla de los Museos (día 5)Hay días destinados a cumplir sueños, y este era uno de ellos. El Busto de Nefertiti y el Altar de Pérgamo, dos iconos del arte universal, nos esperaban acompañados de otros puntos de interés como la cúpula del Reichstag o la Gendarmermarkt. Maravillas que llevaban mucho tiempo en nuestra mente y que por fin iban a aparecer delante de nuestros ojos. Con esta perspectiva es fácil empezar el día con una sonrisa y que esta no desaparezca hasta el anochecer.

Empezamos la ruta yendo de nuestro hostel hasta el barrio del Tiergarten, donde a primera hora teníamos cita para visitar la cúpula del edificio del Reichstag. En un momento hablaremos de eso, pero antes hay que decir que es muy fácil llegar gracias a una pequeña línea de Metro (la U55) que comunica el Bundestag con la Puerta de Brandeburgo.Bundestag, Reichstag… ¡Qué lío! Aclaremos las cosas. Reichstag es como se conocía al parlamento alemán desde 1849 hasta la II Guerra Mundial. Tras la reunificación alemana, el órgano federal supremo legislativo pasó a llamarse Bundestag (que significa Parlamento Federal o Dieta Federal). Sin embargo, ambos nombres se entremezclan con facilidad ya que la cámara ejerce sus funciones en el Edificio del Reichstag histórico, el que sirvió de sede desde 1871 hasta 1942.¿Nos hemos aclarado? Bien, pues ahora hay que decir que es posible visitar el edificio. A diferencia de las inoperantes, corruptas y opacas instituciones españolas, en Alemania la vida política funciona de manera más transparente. Lo único malo es que hay que reservar, pero se hace fácilmente en la web del Bundestag. Hay varias opciones: visita guiada por todo el edificio, asistir a un pleno de la cámara, recorrido por libre… Nosotros no supimos que había que reservar hasta la semana anterior al viaje (cuando lo leímos de casualidad en un foro), y aunque nos llevamos un pequeño susto pudimos elegir turno sin problemas. En cualquier caso, cuanto antes se envíe la solicitud mejor que mejor, en especial en veranos o fiestas señaladas.

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Nosotros optamos por hacer la visita por libre, ya que según leímos en internet en las demás se tardaba mucho tiempo. En el tour individual, lo que se recorre básicamente es lacúpula de Norman Forster, construida en 1993 y que simboliza la reunificación de Alemania tras el fin de la Guerra Fría. No es poca cosa, pues lleva hora y media verlo todo.A eso hay que sumarle los férreos controles que hay que pasar, pues no se debe olvidar que se está visitando uno de los principales focos de la vida política de Alemania. Un caso práctico: el nuestro. Teníamos cita para las 9:00, pero en el documento indicaba que había que llegar quince minutos antes. Como somos precavidos llegamos a las 8:30, y nos tiramos más de media hora franqueando hasta cuatro controles distintos. Para ralentizar más las cosas, en uno de ellos se perdió el móvil de Edu, por lo que tuvimos que retroceder para recuperarlo.

Desde que se pasa el primer control, hasta que se sale del perímetro de seguridad, hay que llevar una tarjeta identificativa como la que se ve abajo a la izquierda. Por otro lado, la visita por libre es una clara muestra de eficiencia alemana, pues te entregan una audioguía en la que no hay que tocar nada: se van activando los audios según se va ascendiendo por la cúpula. Nos llevan años de ventaja.

El recorrido por la cúpula del Reichstag es interesantísimo, tanto por lo que dice la audioguía como por las vistas que hay subiendo y bajando. La audioguía hace un repaso integral del edificio: construcción, evolución histórica, relación con los edificios de los alrededores… Un diez, la verdad. Y encima es gratis, igual que la visita a la propia cúpula, por lo que no se puede pedir más.

El momento cumbre, como no podía ser de otro modo, es la parte superior. La cúpula está abierta, lo cual asegura una buena estampa: si hace bueno, porque se disfruta del cielo azul; y si llueve, porque el agua cae y va a un sistema de recogida y reutilización. Por otro lado, si se mira hacia abajo se puede ver la Sala de Plenos del Parlamento. Como fuimos prontito estaban en plena sesión, y pudimos ver a sus señorías (o como los llamen en Alemania) “trabajando” un poco.

El balance de la visita al edificio del Reichstag / Bundestag no puede ser más positivo, y de hecho sería de lo primero que iríamos a ver si dispusiéramos de unas pocas horas en la capital alemana. A la salida devolvimos las acreditaciones (fue imposible quedarnos con una de recuerdo) y aprovechamos que había salido el sol para hacernos unas cuantas fotos frente a la fachada. Por cierto, en los alrededores hay otros edificios destacados del gobierno, entre ellos la Cancillería Federal o Bundeskanzleramt. Justo en los días en los que estábamos de viaje andaba por allí Mariano Rajoy reunido con Ángela Merkel. Quizá sólo a unos metros de nosotros estaban hablando de recortes y de cómo exprimir lo poco que nos queda a los españoles.

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Al ser una zona de máxima actividad política, es relativamente frecuente cruzarse con manifestaciones. Pueden ser muy numerosas o de cuatro gatos, como la que nos encontramos nosotros. De todos modos la apuntamos a la lista, pues hemos visto manifestaciones en sitios tan dispares como Bolonia o Bucarest.A unos minutos (andando o en Metro) del Reichstag está laPuerta de Brandeburgo. Aunque ya habíamos pasado varias veces por ella… ¿Quién puede resistirse? Además no teníamos ninguna foto juntos, así que aprovechamos para inmortalizar una nueva visita a este icono de la cultura popular. Por cierto, no sería la última del viaje.El caso es que la Brandenburger Tor pillaba de camino, puesto que nuestro plan era recorrer el enorme Unter den Linden, el bulevar berlinés por antonomasia. Su nombre significa Bajo los Tilos, y desde hace un par de siglos no ha dejado de ser una de las zonas más frecuentadas de la ciudad. Era temprano y hacía mucho frío -unos diez grados bajo cero, según el iPhone-, por lo que no había demasiada gente. Por eso queremos ceder todo el protagonismo al Ampelmann o Ampelmännchen (literalmente el hombrecillo del semáforo), la popular silueta para los semáforos de la antigua RDA. Cuando se reunificó el país se trató de crear un sistema estandarizado de señales de tráfico, pero numerosas campañas en favor del muñequito hicieron que se salvase. Hoy sobrevive en muchos semáforos y en prácticamente todas las tiendas de souvenirs, convertido en artículos tan dispares como cuadernos, mecheros o bragas.No disfrutamos demasiado de Unter den Linden. La falta de gente se podía solventar con la riqueza arquitectónica a ambos lados de la calle (mención especial a la sede delMuseo Guggenheim de Berlín, que desaparecerá a finales de 2012), pero el frío… ¡¡¡QUÉ FRÍO!!! Encima nos pegaba el viento de cara, por lo que parecíamos dos pingüinos en medio de la Antártida.La que no nos decepcionó en absoluto fue laGendarmenmarkt, y no solo porque en ella no pegaba el aire. En muchas guías se refieren a ella como la plaza más bonita de Berlín, y definitivamente somos partícipes de esa opinión. ¡Qué cosa más bonita! El único problema es que es difícil de fotografiar, pero por lo demás es perfecta.Fundamentalmente hay tres edificios que protagonizan esta preciosa plaza: la Catedral Francesa (Französischer Dom) y la Catedral Alemana (Deutscher Dom), que son gemelas; y la Sala de Conciertos (Konzerthaus), sede de la Orquesta Sinfónica de Berlín (Konzerthausorchester Berlin). Aquí va una panorámica, no es la mejor que hayamos hecho pero ya hemos dicho que la plaza es difícil de fotografiar.

El grueso de la plaza fue proyectado a fines del siglo XVII por Federico I de Prusia, en el marco de un barrio planeado por el monarca como muestra de su poder. Las iglesias fueron concedidas a la comunidad luterana y a la comunidad reformada francesa -inmigrantes hugonotes a los que Federico I había otorgado derechos ciudadanos en el Edicto de Potsdam de 1685-. Aunque son prácticamente contemporáneas a la plaza, las iglesias no tuvieron torre hasta 1785. Las iglesias

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gemelas son el principal sello de identidad la plaza, idea exportada directamente de la Piazza del Popolo de Roma por el arquitecto Carl von Gontard.

En el centro está el precioso Konzerthaus Berlin, construdio entre 1818 y 1821 por Friedrich Schinkel. Es el principal punto de interés cultural de la ciudad, pues al año se representan más de 500 espectáculos en las tres estancias que tiene en su interior. También es destacable la fuente que hay justo enfrente. ¡Ah! Y si tenéis la suerte de ir a Berlín en navidad no dejéis de venir por aquí, puesto que en la plaza se pone uno de los mercados navideños más bonitos de Europa.

Y de una plaza bonita fuimos a otra, pues la curiosa Bebelplatz (antes conocida como Opernplatz) estaba a tiro de piedra. Al estar llena de obras no lucía mucho, pero aun así no deja de ser un lugar célebre del terror nazi por haber albergado la quema de libros del 10 de mayo de 1933, cuando Goebbels y las Juventudes Hitlerianas destruyeron más de 40000 libros. Pese a eso, no todo es tragedia en la plaza, pues en ella está la Catedral de Santa Eduvigis (Sankt-Hedwigs-Kathedrale), que con su curiosa cúpula es el templo católico romano más antiguo de la ciudad. Nuevamente nos fastidiaron las obras, pues por ellas no pudimos entrar a verla.De la plaza volvimos a Unter den Linden, que poco a poco iba cogiendo colorcillo. El sol estaba ayudando a subir la temperatura y la hora hacía que ya se viese gente por la calle, con lo que el panorama cambiaba muchísimo. Además, estábamos en el tramo final y allí había varios edificios interesantes.

Queremos destacar dos: la Universidad Humboldt de Berlín (Humboldt-Universität zu Berlin), la más antigua de Berlín; y el Edificio de la Nueva Guardia de Berlín (Neue Wache), que tras muchos significados hoy se usa como memorial en recuerdo de las víctimas de guerras y dictaduras. En su interior está una escultura de Käthe Kollwitz conocida como Madre con hijo muerto o La Pietá Kollwitz. Que conste que estamos dejando de hablar de muchos edificios, pero en Unter den Linden hay tantos que no queda otra que seleccionar. Del que no nos queremos olvidar es del Museo Histórico Alemán, pero de él hablaremos en otro capítulo.Irremediablemente, nuestros pasos nos llevaron a la Isla de los Museos(Museumsinsel), el paraíso de los amantes de los museos. Con ese sugerente nombre es como se conoce a la mitad norte de la Spreeinsel, una de las muchas islas que tiene el río Spree. En ella hay nada más y nada menos que cinco museos de primer nivel internacional, cualquiera de los cuales justificaría por si solo un viaje a Berlín. Es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, dado que en sus colecciones hay obras tan relevantes como el Busto de Nefertiti o la Puerta de Istar. Por cierto, en uno de los puentes se está convirtiendo en costumbre dejar candados como muestra de amor, tal y como se hace en el Ponte Milvio de Roma.La Isla de los Museos es una referencia obligatoria en Berlín. Si te gustan los museos como a nosotros, no hace falta decir nada más. Sin embargo, si eres de los que no

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pisa uno ni aunque le paguen, tampoco debes dejar de pasarte por aquí. Es una de las zonas más ajetreadas de la ciudad, con sitios en los que sentarse a tomar el aire, a disfrutar del río o simplemente a ver gente de todo el mundo ir de un sitio para otro. Por cierto, la mejor vista de la Catedral de Berlín se obtiene desde el centro de la Isla de los Museos.A partir de aquí, nuestro único objetivo era ver los cinco museos de la isla: Museo Antiguo (Altes Museum), Museo Nuevo (Neues Museum), Galería Nacional Antigua (Alte Nationalgalerie), Museo Bode (Bode-Museum) y Museo de Pérgamo (Pergamonmuseum). Antes de contaros lo que vimos en cada uno de ellos, aquí van algunas precisiones:

- Hay algunas variaciones, pero en general abren todos de 10:00 a 18:00, salvo los jueves que el horario se prolonga hasta las 22:00. Los lunes cierran.- Cada museo cuesta 8€ (4€ en estudiante). Hay tickets combinados para todos por 14€, pero por un poquito más merece la pena compra la Museum Pass Berlin.- En todos se pueden hacer fotos y grabar vídeos.Dicho esto, el primero que visitamos fue el Museo Antiguoo Altes Museum. El edificio en si ya es una obra de arte, de las mejores producciones de Schinkel -del cual ya habíamos visto varias construcciones ese día-. Es un ejemplo perfecto de neoclasicismo y está considerado uno de los primeros museos modernos: fue inaugurado en 1830.Al margen de la carcasa, en el interior del Altes Museum se expone los fondos relacionados con la Antigüedad Clásica: Grecia y Roma fundamentalmente. Se trata de una de las colecciones más importantes del mundo, y, aunque mucho se podría debatir acerca de cómo se hicieron los alemanes con ella, está fuera de toda duda que con un paseo por sus salas se puede obtener una amplia panorámica de uno de los periodos más dorados de occidente.

El mayor protagonismo es para la escultura, aunque también hay buenos ejemplos de cerámica, armas y toda clase de objetos cotidianos. No tenemos ninguna pega sobre el museo, pero aun así nos supo a poco. ¿Por qué? Pues porque dos meses antes andábamos de viaje por Roma, conociendo de primera mano los mejores museos a nivel mundial relacionados con la antigüedad romana. No queremos desmerecer las colecciones berlinesas, pero no hay nada como ver algo in situ.Lo que si queremos destacar es lo distinta que es la concepción del término “museo” en Alemania y en España. Allí nos encontramos de todo: colegios sentados en el suelo mientras el profesor explica una obra, señoras mayores dibujando, jóvenes debatiendo… ¡Perfecto! En España, mientras, nos conformamos con guardias de seguridad que parecen perros de presa y que no dejan hacer nada.Cambiando de tercio, el segundo museo al que fuimos fue laAntigua Galería Nacional (Alte Nationalgalerie), en la cual se exponen los fondos de la Fundación

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Cultural de Herencia Prusiana. Fue el que menos nos gustó de los cinco con diferencia, puesto que estaba dedicado exclusivamente a pintura. Aun así, pasamos un rato en él.Básicamente están representados el clasicismo, el romanticismo, el biedermeier, el impresionismo y un modernismo muy temprano, a través de la obra de artistas como Schinkel, Liebermann o Johann Gottfried Schadow. Sin embargo, aquí encontramos una concepción demasiado tradicional de lo que es un museo, por lo que nos aburrimos rápido y no le sacamos demasiado partido a la visita.

Entre los dos museos y todo lo que llevábamos detrás -no hay que olvidar que el día había empezado muchas horas antes, en el Reichstag- teníamos un hambre de espanto. Por la Isla de los Museos no se veían demasiados sitios para comer, con lo que miramos en la guía que llevábamos… ¡Craso error! Os vamos a contar mediante un ejemplo práctico por qué no solemos hacer caso a las guías escritas.

Según ella, al lado de la Gendarmenmarkt había una Oficia de Empleo con una cantina en la que comer rápido, bien y a buen precio. Decidimos probar, lo cual fue un enorme error. No sólo andamos cuarenta minutos desde la plaza, sino que además el sitio era de lo más normalito tanto en calidad como en precio. Una pena, porque perdimos muchísimo tiempo.Si esa información la hubiésemos leído en un foro o en un blog de viajes, justo debajo habría un centenar de comentarios diciendo que el sitio estaba lejos o que no merecía la pena, con lo que nos hubiéramos ahorrado el paseo. Sin embargo, confiamos en la guía escrita y nos comimos ese truño.

Lo bueno es que el mosqueo se nos pasó rápido, porque tras la comida nos esperaba uno de los platos fuertes del viaje: el Museo de Pérgamo (Pergamonmuseum), una institución dedicada a exponer hallazgos de arqueólogos alemanes por todo el mundo. Hay polémica entorno a si algunas piezas fueron transportadas a Berlín legítimamente o si fue un expolio y, por tanto, deberían ser devueltas.Como nota curiosa, se empezó la casa por el tejado, pues en primer lugar se dispuso de una gran colección y entorno a ella se fue construyendo el edificio del museo. Por eso, algunos vestigios arqueológicos de dimensiones considerables son directamente las paredes que dividen unos espacios de otros. Muy curioso.La pieza clave, que es la que da nombre al museo, es el Altar de Pérgamo, un monumento de época helenística comprado al Imperio Otomano y transportado pieza a pieza desde Turquía. Cada centímetro del altar deja boquiabierto: las decenas de escalones, la preciosa columnata, los impresionantes relieves… Hay más de 100 esculturas que representan la Gigantomaquia (lucha de dioses contra gigantes), en un friso que ha sido expuesto a lo largo de toda la sala. Es impresionante, pero todo tiene un toque de colonialismo (léase expolio) bastante desagradable. En cierto sentido nos recordó a las salas del British Museum de Londres dedicadas al Partenón. Mucho se podría debatir sobre si es justo o no que este tipo de hallazgos sigan aquí, pero no

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vamos a entrar en eso. Quien quiera hablar del tema que se invite a tomar algo, pues seguro que la conversación se prolonga hasta altas horas 

Aparte de polémicas, lo que más nos gustó del altar es que se podía interactuar con él. Subir sus escaleras fue fantástico, un auténtico viaje al pasado que nunca olvidaremos, igual que estar sentado justo enfrente o ver a la gente desde su último peldaño. Por cierto, traspasando la columnata se llega a una pequeña sala en la que se exponen fragmentos del altar.

En cualquier caso, el Museo de Pérgamo es mucho más que el altar. Probablemente ninguna otra pieza pueda igualarse, pero hay otras de primerísima línea internacional que también se exponen en esta institución. A nosotros la que más nos impactó fue la Puerta de Ishtar, uno de los ocho acceso que tenía la muralla interior de Babilonia. Tiene más de 2500 años de antigüedad, y al estar construida en lapislázuli posee un color azul muy característico. Babilionia es una de esas ciudades míticas que todos conocemos, ya sea por la Biblia, por menciones en Los Simpsons o incluso por el temazo “Arde Babilonia” del grupo riojano Tierra Santa.Aparte de esto, casi cualquier civilización pretérita o presente tiene representación: el primer Islam, Roma, Grecia… ¡Incluso al-Andalus! Algunos fragmentos de La Alhambrade Granada acabaron en Berlín de manera más o menos dudosa, pero si antes no hemos entrado en debates no lo vamos a hacer ahora. Simplemente queremos terminar recomendando la visita a este museo, quizá el más interesante de los cinco que componen la Museumsinsel.A un así, esa afirmación depende un poco de gustos, pues nada tiene que enviar a Pérgamo el Museo Nuevo (Neues Museum). Construido originalmente por un discípulo de Schinkel, fue totalmente destruido durante la II Guerra Mundial. La recuperación fue lenta y laboriosa, tanto que hasta 2009 no se dieron por finalizados los trabajos.Desde entonces, en el Neues Museum se exponen las colecciones relacionadas con el Antiguo Egipto y la Prehistoria, tal y como se hacía antes de la II Guerra Mundial. La pieza estrella es el busto de Nefertiti, que en los últimos años ha ido cambiando de sitio en sitio. Actualmente -y parece que de manera definitiva- se expone aquí, no lo busquéis en otro lado porque no estará.Las piezas egipcias componen unas de las mejores exposiciones del mundo, con centenares de sarcófagos, papiros, vasos canopos y otros elementos propios del Antiguo Egipto. Un par de meses antes habíamos visto la colección egipcia de los Museos Vaticanos, que tal y como ya hemos contado nos decepcionó un poco. En este caso, las expectativas fueron cumplidas con creces, tanto a nivel particular como en cuanto a piezas concretas.Y es que contando con el Busto de Nefertiti, una de las obras maestras del arte egipcio, el museo es un valor seguro. Probablemente la primera imagen que viene a la mente de todos al pensar en Egipto sean las pirámides de Guiza, pero inmediatamente

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después aparece este bello, delicado y maravilloso busto tallado por el artesano Tutmose en el año 1330 a. C. Es imposible no pararse unos minutos frente a esta obra, en silencio, y admirar hasta el último de sus detalles. La iluminación y la temperatura de la sala, pese a estar marcadas por cuestiones de conservación, hacen que la experiencia sea aun más mística.Con tanto Egipto, la gran olvidada es la colección prehistórica. Está bien, tiene muchas piezas originales y un montón de representaciones, pero juega en una situación muy desfavorable. De hecho, mientras que en las salas egipcias nos topamos con mucha gente, apenas nos cruzamos con dos o tres personas en la planta dedicada a la Prehistoria.Tras el éxtasis de los dos últimos museos, en los que rozamos un ataque agudo de Síndrome de Stendhal, nos encaminamos al último objetivo de la noche: el Museo Bode (Bode-Museum). De entrada, se puede apreciar que su diseño neobarroco es bastante distinto al del resto de edificios de la isla. Al menos es curioso acceder por esa enorme estancia circular. En principio era el museo de los cinco que menos nos atraía, pero la simpatía del personal, la variedad de sus colecciones y algunas técnicas expositivas modernas nos hicieron cambiar rápidamente de opinión.En principio hay dos grandes ejes: escultura, fruto de las cámaras artísticas de Brandenburgo y Prusia; y la numismática, pues su Gabinete de la Moneda (Münzkabinett ) es uno de los más grandes del planeta con más de 750.00 piezas. Sin embargo, en las salas del Museo Bode encontramos mucho más, pues la institución está dando mucha bola a las salas de estilo. Dicho de otro modo, en un espacio se integra todo lo que tiene que ver con un momento cronológico concreto: pinturas, muebles, objetos cotidianos… Una pasada.

Como era jueves el museo abría hasta las 22:00, por lo que apuramos el tiempo al máximo. A la salida aprovechamos para comprar las entradas para la Larga Noche de los Museos, un evento fantástico del que os hablaremos dentro de dos capítulos.

Al final, teníamos los pies destrozados. Había sido un día largo, agotador pero muy interesante. ¿Se pueden ver todos los museos de la Isla de los Museos en un sólo día? Pues si, pero si es jueves y dedicas el 80% del día a ellos. Eso si, que conste que las ampollas, los calambres e incluso los callos están asegurados. ¡Pobrecitos nuestros pies!

Berlín ’12 – Capítulo VII: Charlottenburg, East Side Gallery, Kreuzberg y la Potsdamer Platz (día 6)En este caso, el objetivo era el Palacio de Charlottenburg, un ejemplo magnífico del lujo prusiano en pleno Berlín. Vale que estaba en la otra punta de la ciudad, pero se

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llega fácil: en tren hasta la parada con el mismo nombre y desde ahí seguir las indicaciones (salir a mano izquierda y subir la calle que se ve en esta foto).Cumplimos con nuestra parte del trato y a las nueve menos cinco estábamos en la puerta del Palacio de Charlottenburg (Schloss Charlottenburg). Una joya de finales del siglo XVII, Patrimonio de la Humanidad, clave para entender Europa… y ni un alma. ¿Cómo era posible eso? Extrañados fuimos en busca de información y nos llevamos una sorpresa desagradable. ¡Abría a las 10! ¿Por qué en nuestra horrenda guía (que ya nos la había jugado el día anterior) ponía que a las 9? Bonito madrugón y bonito frío para nada.Estar allí tampoco suponía un problema, pues el Jardín Real de Charlottenburg es una joya a caballo entre el jardín inglés y el francés barroco. Tiene de todo: un lago, pequeños ríos, casitas de té, esculturas y hasta islas. Por tanto, aunque el frío estaba causando estragos, decidimos aprovechar la tesitura y conocer a fondo los jardines.Lamentablemente, en este tipo de sitios en seguida surgen las comparaciones. Versallesy Aranjuez quizá sean los ejemplos más universales, pero por toda Europa hay diseminados jardines de este estilo. Cada uno tiene su encanto, y el principal valor de Charlottenburg es lo “natural” que parece todo. Salvo la zona más cercana a palacio, el resto da más sensación de bosque que de jardín, lo cual es todo un punto a favor. Además, estábamos en la época perfecta, pues se conservaban los tonos románticos y decadentes del otoño, pero a su vez había algún elemento propio del invierno como agua congelada. De hecho, a Erika no le gustó demasiado que estuviese el río en estado sólido y trató de derrotar a la naturaleza.Aparte del valor que tiene el jardín como espacio natural, sus edificios son muy interesantes. El más destacado quizá sea el Belvedere, una casita de té construida a fines del siglo XVIII por Carl Gotthard Langhans. También merece una mención el pequeño Mausoleo de la Reina Luisa, además de un Pabellón construido por el mismísimo Schinkel como residencia de verano de Federico Guillermo III.Y, por fin, dieron las diez. Allí estábamos los primeros, dispuestos a recibir el estacazo de 11€ por persona que cuesta entrar tanto a las estancias principales como al Ala Nueva (de reciente apertura). Incluye audioguía gratis en español, casi imprescindible dado que la cartelería brilla por su ausencia en gran parte del recorre. Aun reconociendo que es interesante entrar y que se trata de un palacio precioso, todavía nos dura el cabreo de que no nos dejaran hacer fotos. Hacer fotografías sin flash de un sitio es darlo a conocer a otras personas, lo que incrementa sus visitas y por tanto permite obtener fondos para que se conserve. ¡Hacer fotos no es un crimen, leches!Y dado que no nos dejaron hacer fotos, no vamos a entrar a valorar como es por dentro ni vamos a decir nada más de él. De hecho, a partir de ahora haremos los mínimos comentarios sobre aquellos sitios en los que no traten como es debido a los viajeros.

Una vez terminamos con el palacio, cambiamos radicalmente de tercio. Volvimos al tren y con él fuimos a una zona totalmente distinta, pues bajándonos en la estación

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de Ostbahnhof pasamos del boato prusiano a la crudeza del Muro de Berlín. Con todos ustedes la East Side Gallery, el tramo del Muro de Berlín más grande que se ha conservado.Son más de 1300 metros que se salvaron de la demolición con un propósito artístico: convertirlos en la mayor galería de arte al aire libre del mundo. En ella hay 103 murales realizados por artistas de todo el planeta, en los que el denominador común es la libertad. La realidad es curiosa, pues tras la caída del muro en 1989 se hicieron los murales, que con el paso del tiempo fueron vandalizados e incluso destruidos. En 2009, con motivo del 20 aniversario de la East Side Gallery, se llevó a cabo un ambicioso programa de reconstrucción en el que se invitó a los artistas a repetir de nuevo sus obras. Hubo mucha polémica, pero al final se ha conseguido un resultado más que aceptable y tras la reelaboración se sigue un programa de conservación mucho más serio. Perduran algunas cosas incomprensibles, como una tienda de souvenirs encajada en el propio muro, pero ese es otro tema.Aprovechamos para hacernos fotos en muchas de las obras. Sin duda, la más popular de todas es Dios mío, ayúdame a sobrevivir a este amor mortal (Mein Gott hilf mir, diese tödliche Liebe zu überleben), también conocida como Beso entre hermanos oBruderkuss. Fue pintada por el ruso Dmitri Vrubel y en ella se reproduce el extraño beso que se dieron Leonid Brézhnev y Erich Honecker como símbolo de hermanamiento. ¡Qué pájaros!Dicho sea de paso, justo enfrente de la East Side Gallery (en dirección opuesta al río) está el O2 World, un estadio inaugurado en 2008 y que es la sede de dos equipos muy dispares: el Eisbären Berlin de hockey y el ALBA Berlín de baloncesto. También es frecuente que se celebren grandes conciertos en él, como el de Metallica que sirvió para estrenarlo.Aun así nuestros pasos nos llevaron justo al otro lado, a cruzar el Puente Oberbaum(Oberbaumbrücke). Al margen de que sea bonito o no, es un lugar de paso obligado para miles de berlineses porque comunica las zonas de Friedrichshain y Kreuzberg.Precisamente, cogimos el Metro hasta la estación de Schönleinstraße, en el corazón del Kreuzberg, porque queríamos ir a un mercado. Antes de nada hay que decir que al barrio se le conoce como el Pequeño Estambul, porque buena parte de la población turca residente en Berlín se ha establecido en sus calles.Derivado de eso, el Mercado de Maybachufer (Markt am Maybachufer) está fundamentalmente protagonizado por puestos regentados por turcos. Así, es una manera muy interesante de acercarse a la realidad de los inmigrantes berlineses, pues los productos son de todo menos típicamente alemanes: telas teñidas propias de un zoco, comida turca, frutas exóticas… De hecho, aprovechamos para comprar curry y así prepararnos genuinos currywurst en casa (cosa que ya hemos hecho varias veces). Como consejo, tened cuidado a la hora de meter el curry en la maleta. Nosotros lo pusimos al lado de un peine que todavía sigue oliendo, pese a haberle dado varios baños en jabón, lejía y otros potingues.

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En los alrededores había un buen puñado de puestos de comida rápida, por lo que aprovechamos para comernos unos deliciosos kebabs por 9.5€ en total. Ya lo hemos dicho varias veces en la web, pero nos declaramos fanáticos de esta variedad árabe de la comida rápida. En cada sitio sabe distinto, pero siempre nos deja con ganas de comer más.Todavía en el barrio turco, aunque en su zona más occidental (tuvimos que coger metro para evitar una larga caminata) está otro de esos lugares que inmediatamente se asocian a Berlín: el Checkpoint Charlie. Está en la Friedrichstraße, una calle bastante ancha, y para llegar la mejor parada de Metro es la estación de Kochstraße.El Checkpoint Charlie era uno de los muchos puestos fronterizos que estaban repartidos a lo largo del Muro de Berlín, con la salvedad de que este siempre ha sido el más célebre por varios sucesos históricos. En todos se respiraba la tensión, pues estamos hablando de fugas del lado soviético al americano, o incluso de tanques enfrentados cargados de munición.Aunque el puesto fronterizo fue demolido en 1990, diez años después se erigió una réplica exacta con el objetivo de recordar un punto de control perteneciente a la cultura popular por sus múltiples apariciones en cine, prensa y televisión a lo largo de la Guerra Fría. Está todo, incluyendo actores que se hacen fotos con la gente a cambio de una “ayudita”.

Uno de los elementos más representativos del puesto de control es el cartel en el que se anuncia en cuatro idiomas que estás abandonando (o entrando, según se mire) el sector americano.”You are leaving the American sector” es una de esas frases que inmediatamente se asocian a un periodo histórico concreto, como el “pequeño paso para el hombre” o el “así se las ponían”.Al lado de la réplica del puesto fronterizo está el Museo del Muro del Checkpoint Charlie (Museum Haus am Checkpoint Charlie o directamente Mauermuseum). Es una visita imprescindible por su significado y por la colección que alberga, y justo por eso se aprovechan para poner un precio bastante abusivo: 9.5€ por persona. ¿Esto qué es?A pesar del atraco, la enorme cantidad de objetos, vídeos y documentos relacionados con el Muro de Berlín y sus puestos fronterizos justifican con creces hacerse con una entrada. En especial nos gustó la infinidad de historias personales, muchas de ellas contadas de primera mano, que dan un toque humano a un periodo tan frío y tenso. Se nos ocurren muchos casos de gente que intentó pasar escondida de un sitio a otro en maletas u otros objetos, pero sobretodo nos llamó la atención el caso de dos hermanos que fueron en un ultraligero a por su tercer hermano al otro lado del muro y volvieron sin ser descubiertos.

A la salida nuestro friquismo por la Historia nos jugó una mala pasada, y no pudimos resistirnos a acercarnos a hablar con los hombres disfrazados junto al muro. Resulta

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que aparte de la foto vendían una cosa que nos hizo mucha gracia: una réplica de un pasaporte de época, en el que te estampan diferentes sellos relacionados con la Guerra Fría en Berlín. No es barato (la hojita con cinco sellos cuesta 5€), pero no nos podíamos ir de allí sin una. Como curiosidad decir que uno de los soldados, pese a ser alemán y chapurrear inglés, decía ser del Deportivo de la Coruña.Después de ver el Checkpoint Charlie fuimos en busca de otro mercado, también en el Kreuzberg. En la guía que llevábamos lo ponían muy bien, pero resultó ser una galería comercial sin demasiado interés. Tercera vez que nos enfadábamos con la guía de viajes.

De hecho, tampoco nos terminó de convencer la Oranienstrasse, la principal calle del barrio turco. Teóricamente era una zona muy animada y llena de tiendas, pero en su lugar encontramos una calle normal y corriente. Quizá en verano sea otra cosa, pero desde luego en invierno es un sitio de lo más normalito, incluso tirando a triste.Tras dos pequeños sinsabores, decidimos terminar el día con un valor seguro: laPotsdamer Platz. Guarda algunas similitudes con la Alexanderplatz, puesto que gusta mucho sin tener nada especialmente llamativo.Algunos rascacielos, un enorme hotel… y poquito más. Quizá lo más destacable sea lo que más desapercibido puede pasar: en extraño semáforo que bajo un aspecto viejuno esconde una gran historia, pues se trata del primer semáforo que se instaló en toda Europa. Lo mejor de todo es que sigue funcionando, todo un objeto de culto para nostálgicos.

A unos metros de la Potsdamer Platz, formando parte de ella, está el Sony Center, un conjunto de edificios construidos por el gigante Sony en el año 2000. Es La Meca del entertainment del siglo XXI: decenas de tiendas y restaurantes, hoteles, oficinas, cines, wifi gratuito, pantallas gigantes para disfrutar de eventos deportivos y muchas cosas más. Incluso hay algún museo de corte familiar, como el Legoland Discovery Centre, y un IMAX. A nosotros todo esto no nos llama la atención, pues estamos hartos de verlo en Madrid, pero no deja de ser un sitio curioso.De hecho, si tenemos que destacar algo por encima del resto, no nos olvidaríamos de que la cúpula cambia de color. No es que estemos menospreciando el lugar, porque es ciertamente impactante, pero para ver torres de edificios llenas de luces ya iremos en su momento a Nueva York o a Las Vegas.

Estábamos bastante cansados y había sido un día en el que, sin ver demasiadas cosas, nos habíamos movido de una punta a otra de la ciudad varias veces. Por eso, pese a ser un poco más pronto de lo normal, decidimos volvernos al hostel y dedicar un rato a estar tranquilos. Eso si, antes nos hicimos con unos donuts del mítico Dunkin’ Donuts.Berlín ’12 – Capítulo VIII: El campo de concentración de Sachsenhausen, un partido

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de la Bundesliga y la Larga Noche de los Museos (día 7)Lo advertimos de antemano: este ha sido uno de los días más felices de nuestra vida viajera, así que nadie se debe extrañar al ver constantemente escritas palabras como maravilloso, magnífico o excepcional. Y más cuando la ruta incluía un lugar tan impactante como el campo de concentración de Sachsenhausen, un partido tan emocionante como el Hertha de Berlín contra el Hamburgo de la Bundesliga y un evento tan especial como la Larga Noche de los Museos. En Berlín hay una excursión teóricamente obligatoria, Potsdam. Sin embargo, en un viaje de 7-10 días hay muchas más opciones. Nosotros nos decantamos por visitar un campo de concentración, ya que nunca habíamos estado en uno y, aunque dura, es una experiencia que no queríamos dejar pasar. El mejor posicionado para una excursión desde Berlín es el de Sachsenhausen en Oranienburg, uno de los más destacados del horror nazi.Está muy a mano, pues en poco más de una hora desde el centro se llega a la estación de Oranienburg, perteneciente a la línea S1 (color rosa). El viaje, aunque cómodo, fue algo tenso, pues estábamos mentalizándonos para pasar una mañana dura y emotiva, pues habíamos leído que la visita era realmente impresionante.Desde la estación hasta el campo de concentración hay que caminar aproximadamente 20 minutos, pero no tiene ninguna pérdida. En todo momento hay indicaciones en las señales de tráfico, y además todos los turistas se encamina hacia allá. Oranienburg tiene otros atractivos, pero la mayoría de los viajeros van a la ciudad con el mismo objetivo que teníamos nosotros esa mañana.

Y el objetivo no era otro que visitar el campo de concentración de Sachsenhausen, al cual llegamos justo cuando acababan de abrirlo. Solo con estar cerca de allí, el corazón se encoge por momentos: todo está en silencio, la ciudad se vuelve gris, no hay nadie por los alrededores… Sin duda un anticipo de lo que estaba por llegar.El acceso al campo de concentración es gratuito, aunque merece la pena hacer con el pack mapa + audioguía por tres euros. Ambos están en español y son imprescindibles para recorrer todo el recinto, pues apenas hay cartelería. Con una audioguía es suficiente para dos personas, ya que es una especie de altavoz que se puede compartir perfectamente.La audioguía se alquila en el centro de recepción de visitantes que está en la foto de arriba, en el cual también hay algunas vitrinas, aseos y una pequeña tienda. Justo al lado de ese edificio hay una maqueta que asusta un poco, pues en ella se aprecian las enormes dimensiones -y la exhaustiva planificación- del campo de concentración.Y antes de seguir, varios consejos para la visita. El primero es que merece la pena ir pronto, pues hay muchas visitas guiadas y en las horas centrales del día es incómodo moverse por algunos espacios. En segundo lugar, se trata de un sitio lleno de obras y

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excavaciones, por lo que está cambiando constantemente. Por último, al ser un sitio enorme hay que ir con paciencia y calzado cómodo: tres o cuatro horas es el mínimo para explorar Sachsenhausen a fondo.

Dicho esto, nuestros primeros pasos nos llevaron por la Lagerstrasse (Calle Principal), por la cual entraban los prisioneros. Además, servía como separación entre el área de reclusos y la de las tropas de las SS. Un sitio adecuado para dar unas breves pinceladas históricas sobre el lugar. Sachsenhausen fue uno de los primeros campos de concentración de la Alemania nazi, pues se construyó en 1936. Su diseño responde a una exhaustiva planificación, en la que cada espacio está pensado al milímetro y nada queda al azar. El carácter modélico de Sachsenhausen -sirvió de guía para la construcción de otros muchos campos de concentración- y su temprano establecimiento indican que, desde el primer momento, el régimen nacionalsocialista tenía claro lo que quería hacer en este tipo de espacios.Rápidamente llegamos al acceso a la Comandancia y a la zona de prisioneros, el lugar en el que las autoridades nazis recibían a los nuevos reclusos. En ese mismo patio se produjeron todo tipo de crímenes que van desde las palizas a las violaciones. La audioguía describió todo tipo de detalles con los que tener pesadillas noche tras noche.La Comandancia era el espacio entre las viviendas de las SS y el área para prisioneros. En ella se encontraban oficinas, alojamientos y un bar para la plana mayor de Sachsenhausen. El edificio más destacado era la Casa de los Comandantes, donde se gestionaba el campo de concentración. Justo enfrente se ha creado recientemente el Museo Nuevo, en el cual hay una exposición permanente sobre todo lo ocurrido en el lugar.

Uno de los elementos más representativos del campo de concentración es la Torre A, la cual daba acceso a la zona de prisioneros. Desde ella se vigilaba todo el campamento -incluyendo una ametralladora de enormes dimensiones apuntando constantemente hacia las personas confinadas en el recinto. En el futuro albergará un pequeño museo, aunque cuando nosotros fuimos aun estaba cerrada. Aun así, resultó igual de impactante franquear la torre y encontrarnos con la simbólica expresión “ARBEIT MACHT FREI”. La frase, que viene a significar “EL TRABAJO OS HARÁ LIBRES”, estaba ubicada en el acceso de la mayoría de los grandes campos de concentración.

Tras entrar, un simple vistazo sirvió para comprobar que estábamos en un auténtico infierno. Las cifras hablan por sí solas, pues más de 30.000 murieron a manos de los nazis en este campo de concentración: fusilados, torturados, muertos por inanición o enfermedad… En los bordes de todo el recinto había una zona de piedras más oscuras, conocida como la Franja de la Muerte, en la cual los soldados tenían autorización (e incluso recompensa) para disparar a los prisioneros que entrasen allí. Pues bien, las

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condiciones eran tan angustiosas que muchos de los confinados en Sachsenhausen optaban por correr hacia allí y recibir una bala que acabase con su agonía.

Los prisioneros eran sometidos a diversos trabajos forzados, que iban desde la construcción de los habitáculos en los que malvivían hasta la elaboración de ropas. Una de las zonas más crueles era una pista para probar zapatos, en la cual se obligaba a los prisioneros a andar durante horas en condiciones extremas para probar las suelas de los zapatos fabricados para el ejército. Lamentable.Una de las zonas más reconocibles es el Campo Pequeño, el nombre que se utiliza para denominar al conjunto de barracones en el que estuvieron apartados los prisioneros judíos hasta que a finales de 1942 fueron trasladados a Auschwitz. Hay varios edificios visitables, a cada cual más terrible que el anterior.

El primero al que entramos fue el Barracón 38, una reconstrucción del original ya que éste fue quemado en 1992 por un grupo de neonazis. Aun así, se ha vuelto a levantar reproduciendo las mismas condiciones de vida que tuvieron que soportar los miles de prisioneros judíos que tuvieron la desgracia de ser recluidos en el campo de concentración.Las interminables filas de literas, los inoperativos aseos o el frío únicamente eran el punto de partida, pues derivado de la enorme cantidad de presos que albergó Sachsenhausen todo era aún peor. Hasta cinco o seis presos se agolpaban en cada cama, mientras que lo contrario al concepto de higiene moderno era la norma habitual. Si a ese se le suma la escasez de agua y comida no es de extrañar que las enfermedades estuviesen a la orden del día. Eso por no hablar de las palizas.

En el Barracón 39 las estancias de los presos conviven con un museo que reconstruye la vida en el campamento a partir de objetos, documentos y vídeos en los que se recogen los testimonios de algunos supervivientes. Especialmente llamativo es el caso de la Operación Bernhard (en algunos casos se la llama Operación Krüger), un plan que los nazis tenían para desestabilizar la moneda británica -también la de EEUU, aunque más adelante- a través de millones de falsificaciones. Un grupo de 140 prisioneros judíos, especialmente seleccionados, llevó a cabo tal cometido en Sachsenhausen, recogido con muchísimo acierto en la película “Los Falsificadores” de Stefan Ruzowitzky.

Otra construcción bastante fuerte es el Edificio de Celdas de Castigo, que sirvió como cárcel del campo de concentración y de la Gestapo. En él se realizaron las torturas más crueles, además de albergar a los prisioneros de mayor importancia. En su interior, se conservar una celda con el mobiliario original y se exponen documentos y objetos que permiten comprender mejor la dureza del lugar.

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De todos modos, no hace falta comprender demasiado: no hay más que salir al patio y contemplar algunos objetos de tortura que todavía se exponen por allí. Quizá el más reconocible sea el potro, aunque los postes de madera con pinchos también son bastante explícitos.

Dejamos atrás el Campo Pequeño y fuimos a la parte central del campo de prisioneros, cuyas enormes dimensiones dan cuenta de las casi 150.000 personas que pasaron por este infierno durante el dominio de los nazis en Alemania. Las barracas estaban dispuestas en varias hileras, sumando un total de hasta 68 de las que sólo quedan vagos vestigios.No obstante, hay dos edificios en el centro que son claves para entender la vida cotidiana: la lavandería, en la cual actualmente hay un cine, un salón de actos y una sala de exposiciones; y la cocina, en la cual se ha montado un museo que recoge los principales eventos ocurridos en Sachsenhausen. En el sótano del segundo se conservan pinturas realizadas por los propios reclusos. El tono infantil puede deberse a que fueran hechas con el fin de hacer algo menos dura la vida de los niños hacinados en el campo.

Justo detrás de ambos edificios hay un obelisco de 40 metros de altura, el Monumento Nacional de Recuerdo y Conmemoración. Entre otras muchas cosas, también sirve para recordar que tras la caída de los nazis el campo de concentración siguió siendo usado. Y es que las tropas soviéticas lo emplearon hasta 1950 como recinto de reclusión para presos políticos, militares y demás “enemigos” de la URSS.Hasta 60.000 prisioneros pasaron por aquí en ese periodo, dejando una cifra superior a los 10.000 muertos y que no hace sino recrudecer la dura historia de Sachsenhausen. Son infinitos los casos que se podrían contar, y precisamente por eso en cada lugar se ha montado una pequeña exposición. Por ejemplo, en el muro que sirve para separar la zona principal del campo de concentración y la Estación Z -de la que ahora hablaremos- hay varios paneles con historias muy duras.

Cruzando el muro del que acabamos de hablar llegamos a una de las zonas más crudas: fosa de fusilamiento, cementerio, posibles cámaras de gas… Nuevamente queda patente la minuciosa planificación con la que fue construida cada zona del campo de concentración, lo cual deja sin ningún argumento cualquier intento de negacionismo.

La Estación Z era la principal zona de ejecución del campo. Se llamaba así con cierta ironía, puesto que los prisioneros entraban por la Torre A y salían por la Estación Z. Salir no es más que un cruel eufemismo con el que los nazis se referían a los miles de asesinatos que cometieron en este punto, utilizando técnicas muy variadas.

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El recinto fue prácticamente destruido durante la liberación del campo y los años posteriores, pero el significado de esta parte ha hecho que en él se haya instalado el principal lugar de recuerdo de Sachsenhausen, en el que año tras año se reúnen víctimas y descendientes de las mismas. Eso sí, durante algunas excavaciones han salido a la luz objetos que señalan casi con total certeza la existencia de cámaras de gas.

La zona más al norte está dominada por la Torre E (en la cual hay una exposición que recoge la relación entre Sachsenhausen y la ciudad de Oranienburg), por un centro de documentación y por barracones de piedra instalados en época de dominio soviético. En las casas encontramos televisores en las que supervivientes contaban sus experiencias.

Alrededor de la zona septentrional está un enorme cementerio en el que los restos de las víctimas -en forma de tumbas, fosas o monumentos de memoria- son recordados a diario. No quisimos entrar ya que es un área muy íntima e implicaba salir del campo de concentración, en el cual teníamos todavía un par de cosas por ver.Ambas están relacionadas con los terribles experimentos médicos que realizaron los nazis en el campo de concentración de Sachsenhausen. Por un lado, en las barracas de enfermería se muestra la exposición “Medicina y crímenes”: no hace falta decir nada más. Por otro lado, hay varios edificios cercanos muy explícitos: crematorios, salas de autopsias, fosas comunes…

Nos fuimos echando un último vistazo a la Franja de la Muerte, de la que hemos hablado al principio. Un lugar propicio para reflexionar sobra la locura del ser humano, la necesidad de que la Historia pueda escribirse sin impedimentos para que nunca haya olvido y la obligación moral de reparar adecuadamente la memoria de las víctimas.Hasta aquí se prolongó la parte más dura del viaje. La visita a Sachsenhausen fue muy cruda, todo lo difícil que puede ser un contacto directo con la locura más salvaje e irracional del ser humano. Quedamos bastante impactados, más bien sobrecogidos ante sucesos históricos difíciles de explicar. Precisamente por eso habíamos querido juntar en el mismo día algo tan complicado con el evento más divertido de todo el viaje: un partido de la primera división de fútbol de Alemania. Sólo dando cuatro gritos podríamos quitar una cara de pena como pocas veces hemos tenido viajando.

Estamos hablando de la Larga Noche de los Museos (Lange Nacht der Museen), una noche mágica en la que museos y otras instituciones culturales de Berlín abren sus puertas hasta altas horas de la madrugada. Con un ticket único de 15€ por persona (10€ para estudiantes) se puede entrar en todos los sitios. Se celebró por primera vez en 1997 y desde entonces ha sido un éxito edición tras edición (se hacen dos al año). En Madrid hemos hecho cosas parecidas con la Noche en Blanco, pero tras

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dos o tres años los políticos del PP la cancelaron. Es mucho más útil para la sociedad gastar el dinero en llevar a la mujer de Aznar a la peluquería en coche oficial que en cultura, por supuesto.Habíamos preparado la Larga Noche minuciosamente, recogiendo en nuestro mapa varios sitios a los que no habíamos podido ir a lo largo del viaje. Para el primero nos desplazamos en Metro hasta la estación de Weberwiese, a una media hora del estadio. Al salir a la superficie vino la primera sorpresa… ¡Estaba nevando! Y no de cualquier manera, era una nevada considerable que en pocos minutos iba a dar un color blanco a Berlín con el que llevábamos soñando desde que habíamos llegado a la ciudad.Fuimos haciendo esquí de fondo hasta el fantástico Museo de los Videojuegos de Berlín (Computerspielemuseum Berlin), un lugar del que nada habíamos leído hasta llegar a la capital de Alemania. Sin embargo, unos carteles publicitarios nos llamaron la atención, investigamos y nos gustó tanto la idea que decidimos acercarnos.Se trata de la primera colección permanente sobre videojuegos que hay en el mundo. En él se hace un completo repaso a la evolución histórica del sector, desde clásicos míticos como el Pong o el Space Invaders hasta joyas más recientes como World of Warcraft o Starcraft II. Os podéis imaginar como lo pasó Edu, orgulloso jugador de videojuegos.El enfoque que se ha dado a la exposición es sensacional. Hay varias zonas, aunque básicamente nos dio la impresión de que se tratan dos temas concretos: el mundo de los videojuegos y todo lo que conlleva, sin esquivar algunos temas polémicos como la adicción o la violencia; y el tributo a obras clásicas, de esas con las que muchos hemos pasado miles de horas en nuestra vida. Clásicos como The Legend of Zelda, Pokémon, Super Mario Bros, Tetris, Gran Turismo, Metal Gear Solid, Age of Empires… la lista es interminable, y todos tienen representación en el museo.

Además de una zona teórica, en la que a través de vídeos y documentos se ilustra al visitante sobre la Historia de los videojuegos, también hay áreas en las que dejarse llevar por la práctica. Hay máquinas recreativas originales con juegos clásicos como el Donkey Kong, inventos graciosos como un joystick gigante con el que se controla el Pac Man (comecocos de toda la vida) y muchas opciones más. Lo pasamos en grande y, aunque el museo es pequeñito, estuvimos más de dos horas dejándonos llevar por esta manifestación artística cada vez más aceptada como tal.

Habíamos empezado por el Museo de los Videojuegos porque era lo más alejado, ya que la mayoría de las cosas que queríamos ver estaban en los alrededores de la Alexanderplatz. Por eso, una vez terminó el baño de bits que nos dimos en el Computer Spiele Museum, fuimos hacia el epicentro de la ciudad. Allí estaba todo nevadito, una imagen preciosa.

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A unos pasos de la plaza está el Berliner DDR Motorrad Museum, dedicado en exclusiva a motocicletas fabricadas en la República Democrática Alemana. El tema no es de nuestros favoritos, pero estaba cerquita y la buena impresión que nos dejó elAutoworld de Bruselas era un buen precedente. Lo catalogaríamos como una visita chula, sin más: imprescindible para fans del mundo del motor pero no gran cosa para público general. Además, teníamos muchas ganas de hacer pipí y el museo no tenía baño. Falta grave.Entre unas cosas y otras ya nos había dado la hora de cenar. Como teníamos muchos objetivos esa noche no queríamos perder demasiado tiempo, así que nos hicimos con un par de noodle box de verduras y pollo de la cadena Asia Gourmet (4€ por persona, más 2€ por una botella de coca cola) y fuimos comiendo a la que caminábamos.Así, entre la Alexanderplatz (que fue donde compramos los noodles) y la Iglesia de Santa María o St. Marien-Kirche fuimos cenando y combatiendo el frío. Si hacemos memoria, unos días atrás nos habíamos quedado con ganas de entrar a ver este templo de origen medieval. No estaba en nuestros planes, puesto que no sabíamos que estaría abierta esa noche, pero al ver la jugada no lo pensamos dos veces. Y es que pocos edificios del siglo XIII quedan en Berlín, ya que pese a haber sido muy restaurada tras la II Guerra Mundial aún queda parte de su esencia del medievo.Su interior es sencillamente precioso. Además, con motivo de la Larga Noche de los Museos, varios niños disfrazados explicaban distintas partes del edificio: el coro, los bancos, el órgano… Evidentemente no entendíamos nada, pero aun así nos gustó mucho la iglesia.

Su principal orgullo es un mosaico de la Danza de la Muerte (Totentanz), que con 22 metros de largo y dos de alto da la bienvenida al templo. Sin embargo, la humedad y la falta de cuidados han hecho que llegue a nuestros días en muy mal estado, y actualmente está en marcha una campaña para recaudar fondos y restaurarlo.Desde la iglesia fuimos al Ayuntamiento Rojo o Rotes Rathaus, el cual no habíamos podido visitar en su momento porque había un acto oficial. En este caso era un objetivo imprescindible, pues tenía varios actos programados para esa noche: puertas abiertas, conciertos, exposiciones de pintura… Vamos, que no nos lo íbamos a perder.Las expectativas se cumplieron con creces. No sólo recorrimos varias estancias interesantes (como el despacho del alcalde, por ejemplo), sino que además vimos dos conciertos distintos y varias exposiciones. Nuevamente el idioma supuso un problema, pero juraríamos que muchas de las personas que explicaban las estancias eran los políticos que día a día trabajan allí.

Seguimos tachando cosas de la lista de visitas pendientes con un nuevo recorrido por el Nikolaiviertel, esta vez nevado de arriba a abajo. En este caso, lo que se había quedado en el tintero era laIglesia de San Nicolás (Nikolaikirche), el templo más antiguo de Berlín. Fue probablemente erigido entre 1220 y 1230, y aunque la II Guerra

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Mundial -como no- castigó a sus dos torres con las bombas, en 1981 fue totalmente restaurada siguiendo los planos originales. Es la joya de la corona de un barrio con aroma medieval forzado, tal y como ya os contamos.El interior de la iglesia estaba concurridísimo, pues se estaba celebrando el concierto de una coral. Nunca habíamos uno, así que nos hicimos un hueco entre la multitud y disfrutamos de algunas piezas. También aprovechamos para recorrer hasta el último rincón de la Nikolaikirche, lo cual fue una experiencia fascinante gracias a una música que no dejó de acompañarnos.

Cambiamos de tercio y nos dirigimos hacia la zona de la Isla de los Museos, pues también teníamos cosas pendientes allí. Un buen momento para destacar que la Larga Noche de los Museos supuso la oportunidad de revisitar algunos edificios por la noche, haciendo que algunos que no nos habían llamado la atención (como la Humboldt Box) nos pareciesen preciosos, y que otros que ya nos habían encantado (como la Catedral) luciesen incluso más bonitos de lo que ya eran.El gran objetivo era el Museo Histórico Alemán (Deutsches Historisches Museum o DHM), ubicado en el Zeughaus (un antiguo arsenal que es la construcción más antigua de toda la Unter den Linden). En su momento habíamos tenido que dejarlo pasar, porque si no no teníamos tiempo para visitar los cinco grandes museos de la Isla, pero contábamos con la Larga Noche para sacarnos la espinita. Siento historiadores, un enorme museo como este no se podía quedar en el tintero, y más teniendo en cuenta las buenísimas referencias que teníamos sobre él.A lo largo de sus decenas de salas se hace un exhaustivo repaso a la evolución histórica de Alemania, desde la Prehistoria hasta Ángela Merkel. El rigor y la objetividad son las principales características de un museo que ni se ensalza con momentos gloriosos -como la Edad Media- ni evita periodos sombríos -como el nazismo-. En cualquier caso, al margen de los contenidos, lo que más nos gustó fue cómo estaba expuesto todo: textos pequeños pero concisos, vídeos cortos pero ilustrativos, recursos audiovisuales sencillos pero eficaces… Vamos, la eficiencia alemana elevada a la máxima potencia. Un museo 100% recomendable, casi obligatorio.

¿Lo malo? Que ya era la 1 de la mañana cuando terminamos. En un primer momento teníamos la intención de ir al Kulturforum, un enorme conjunto de museos cerca del Tiergarten. Era de lo poquito que nos quedaba por ver, pero estábamos cansadísimos. Lo pensamos unos minutos, pero al final decidimos irnos a dormir. Había sido un día larguísimo y las pilas no daban para más. Eso sí, queda marcado para una futura visita a Berlín.En la Larga Noche de los Museos los transportes nocturnos se intensifican de verdad, y no como se hacía en la Noche en Blanco de Madrid. Por eso, en poco más de media hora estábamos en nuestro hostel. Había sido un día perfecto, lleno de cosas

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inolvidables y, en definitiva, uno de los que recordamos con más cariño de todos los viajes.Eso sí, también suponía nuestra última noche en Berlín. Al día siguiente tocaba volver a la rutina en España, aunque aún tendríamos unas horitas para despedirnos de Alemania como es debido.

Berlín ’12 – Capítulo IX: Auf wiedersehen, Berlín!Habíamos dejado para el último día la compra de souvenirs para la familia y para nuestra propia casa. Eso tiene un cierto riesgo, pero en este caso no parecía que fuera a haber ningún problema ya que los domingos se celebran en Berlín varios mercadillos. Quizá el más famoso es el Flohmarkt am Tiergarten, el cual fue nuestro objetivo.Para llegar hasta él lo más adecuado es la estación Ernst-Reuter-Platz de Metro, pues el mercado lo ponen en la Straße des 17 Juni. Sin embargo, en nuestra querida y amada guía no ponía eso, simplemente decía que había que ir hasta el Tiergarten.Por eso aprovechamos para hacer una nueva visita a la Pariser Platz, pues nos apetecía ver la Puerta de Brandeburgo decorada con nieve. Era muy prontito y hacía frío, pero por la zona ya se dejaban caer los primeros viajeros. Los que no faltaron a su cita fueron los dos soldaditos, omnipresentes siempre que pasamos por la zona.Empezamos a recorrer la Straße des 17 Juni bastante desanimados, pues por allí no había mercadillo ni nada que se le pareciese. Además, al ser una enorme avenida recta podíamos ver lo que había varios centenares de metros adelante… Nada de nada. Al ser una calle enorme decidimos andar, pues quizá estuviese en otro tramo.Íbamos con algo de incertidumbre, pero la caminata sirvió para conocer más a fondo el Tiergarten. Por ejemplo, descubrimos el Memorial Soviético (Sowjetisches Ehrenmal) que sirve para recordar a los 80.000 soldados que murieron en la Batalla de Berlín de la II Guerra Mundial. La capital de Alemania nos recordó mucho a Londres, en el sentido de que a cada paso hay una estatua, monumento o lugar para el recuerdo de las guerras del siglo XX.Insistimos, estaban siendo unas sensaciones muy contradictorias. Por un lado, estábamos disfrutando enormemente por un paseo entre la nieve. Sin embargo, por otro lado no encontrábamos el dicho mercadillo. Llegamos a cruzar hacia la Siegessäule, donde el taquillero nos dijo que lo ponían en el tramo de la Straße des 17 Juni más alejado de la Puerta de Brandeburgo. Por si eso fuera poco, nos hizo temblar: los días en los que hace mucho frío o ha nevado no lo suelen poner.

Ya que estábamos no teníamos nada que perder, así que seguimos caminando hasta que… ¡Victoria! ¡Unos puestecitos a lo lejos! No se veían demasiados, pero algo era. Y es que el Mercadillo del Tiegarten o Flohmarkt am Tiergarten en verano es enorme, pero en invierno es bastante chiquitito. Dos filas de puestos, nada más.

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De hecho, aunque recorrimos el mercado de cabo a rabo, apenas hicimos compras: unas jarras de cerveza y una plaquita para poner en la terraza, pero poco más. Que conste que se puede regatear, puesto que nosotros sacamos todo por algo menos de la mitad de lo que nos pedían en un primer momento.Que las compras no fueran fructíferas no significa que lo pasáramos mal, porque ya sabéis que nos encantan los típicos mercadillos en los que se vende de todo un poco.

Sin embargo, tuvimos que ir de urgencia a la Alexanderplatz para comprar los típicos souvenirs para la familia: imanes de nevera, libretitas, mecheros… chorraditas varias. Aun así tuvimos tiempo de sobra para coger el tranvía y volver a la zona del hotel, donde nos comimos los últimos currywurst del viaje en el mismo sitio en el que los probamos por primera vez. Con las mismas volvimos al hostel, cogimos la maleta y pusimos rumbo hacia el aeropuerto, pues íbamos con el tiempo algo justo. La caminata por el Tiegarten había trastocado nuestros planes de ir sin prisas.Como conclusión, hay que decir que el viaje a Berlín fue de menos a más.

Berlín en 48 horasHemos preparado un itinerario para que los que dispongáis de poco tiempo en la ciudad no os perdáis lo más importante.

Para planear el itinerario, partimos del supuesto de que lleguéis a Berlín un viernes por la tarde y os quedéis hasta el domingo. Si viajáis cualquier otro día de la semana, recordad que es necesario revisar los horarios de apertura de los museos ya que podrían variar.

Día de llegada

Si llegáis a Berlín el viernes por la tarde, ese día no tendréis demasiado tiempo para visitar  museos, pero podréis conocer algunos de los lugares más interesantes del centro de la ciudad y disfrutar de una agradable cena berlinesa.

Después de dejar las maletas en el hotel, podéis dirigiros hacia la Puerta de Brandenburgo, situada junto a la Pariser Platz, uno de los mejores lugares para comenzar la visita a Berlín.

Después de llenar media tarjeta de memoria con lasfotos de la emblemática puerta, acercaos a pie hasta el cercano edificio del Parlamento Alemán. Actualmente es necesario realizar una reserva de forma anticipada para poder visitar el Parlamento.

Después de conocer el Parlamento, tomad la calle Ebertstrasse para llegar hasta el Monumento al Holocausto, una forma de comenzar a conocer a la ciudad meditando sobre uno de los acontecimientos más terribles de su historia.

Continuando por la misma calle llegaréis aPotsdamer Platz donde podréis tener un primer acercamiento a los restos del Muro de Berlínademás de disfrutar de la cúpula iluminada del Sony Center.

Si ya tenéis hambre, podéis cenar en los restaurantes de Potsdamer Platz. Si tenéis tiempo suficiente, podéis tomar el metro hacia Alexanderplatz y cenar en esa zona.

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Aquí finalizamos el recorrido por hoy ya que mañana comenzaremos temprano.

Primer día

El itinerario comienza a las 10 de la mañana, hora a la que deberéis estar en la estación de metroGesundbrunnen para comprar las entradas delBerliner Unterwelten y visitar los búnkeres utilizados durante la Segunda Guerra Mundial (mejor consultar los horarios en internet).

Después de un paseo por el Berlín subterráneo, deberéis tomar el metro unas pocas paradas para llegar a Alexanderplatz. Desde allí deberéis caminar menos de 10 minutos hasta la Catedral de Berlíndonde, después de contemplar el interior, podréis subir a su cúpula para disfrutar de las mejores vistas de la ciudad.

Saliendo de la catedral os adentraréis en la Isla de los Museos, donde el Museo de Pérgamo (una de las colecciones de antigüedades más impresionante del mundo) y el Museo Nuevo (una increíble sorpresa) os dejarán totalmente fascinados.

Saliendo por el lado norte de la Isla de los Museosllegaréis al Barrio Judío donde se encuentraTacheles, el centro cultural alternativo más famoso de Berlín. Se trata de un edificio okupa en el que excéntricos artistas crean y exponen sus obras.

Desde allí, caminando por Friedrichstraße, la calle decompras más famosa de la ciudad, podéis dirigiros hacia Gendarmenmarkt, una preciosa plaza con dos iglesias gemelas.

A escasa distancia caminando podréis llegar hasta laAvenida Unter den Linden donde se sitúa la Nueva Guardia, un precioso edificio que acoge la emotiva escultura de una madre con su hijo fallecido en brazos.

Junto a la Nueva Guardia se ubica la Bebelplatz, conocida por ser el lugar donde se realizó la más famosa quema de libros que los nazis consideraban inapropiados.

Damos por finalizadas las visitas por este día y, hasta que llegue la hora de cenar, podéis recorrerUnter den Linden y pasear por las calles aledañas. En el barrio de San Nicolás, muy cercano a laCatedral, se pueden encontrar buenos restaurantes tradicionales.

Segundo día

El último día comienza a las 10 de la mañana en la estación de metro Richard-Wagner-Platz, donde podréis visitar el  Palacio Charlottenburg, deleitaros con las estancias imperiales y pasear por sus preciosos jardines.

De vuelta al centro de Berlín haremos una parada enKurfürstendamm para ver la Iglesia Memorial Kaiser Wilhelm, un especial recuerdo de los estragos causados por la guerra. La avenidaKurfürstendamm es una de las más populares de Berlín donde se pueden encontrar variedad detiendas y centros comerciales entre los que merece la pena destacar KaDeWe.

Tomando la línea de metro U1 en Kurfürstendamm llegaréis rápidamente a Warschauer Straße, la parada más cercana a East Side Gallery. Esta galería de arte al aire libre ofrece gran cantidad de sentimientos y deseos plasmados por medio de significativos grafitis.

Para finalizar el fin de semana con un poco de historia, regresaréis al centro de la ciudad para visitar el paso fronterizo más conocido entre el este y el oeste, Checkpoint Charlie. Si tenéis tiempo, al lado se encuentra la Topografía del Terror y el edificio de la Luftwaffe.

¿Más de 2 días en Berlín?Si tras seguir nuestro itinerario tenéis más tiempo en la ciudad no os preocupéis, Berlín tiene mucho más que ofrecer a sus visitantes. Una infinidad de museos, calles con encanto por recorrer, oalgunas de las visitas cercanas a la ciudad como el Campo de Concentración Sachsenhausen o la encantadora Potsdam.

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Compras en BerlínBerlín es un destino cultural más que un lugar típico para ir de compras pero, aquellos que deseen hacerlo, encontrarán multitud de zonas diferentes repletas de boutiques y centros comerciales.

Algunas de las zonas comerciales más importantes son las siguientes.

Principales zonas comerciales

Kurfürstendamm: esta enorme avenida, más conocida entre los berlineses como Ku'damm, es la zona comercial más importante de Berlín. A lo largo del enorme bulevar se sitúan infinidad de tiendas de grandes marcas, en su gran mayoría franquicias. Destacan los grandes almacenes KaDeWe(Kaufhaus des Westens), los mayores del continente europeo, en los que se puede encontrar prácticamente cualquier cosa que deseéis comprar.

Friedrichsstrasse: se trata de otra de las zonas comerciales más importantes de Berlín en la que se pueden encontrar infinidad de comercios, desde los más baratos, hasta los más exclusivos, como lasGalerías Lafayette.

Alexanderplatz : la conocida plaza berlinesa alberga varios centros comerciales, Alexa, un edificio con aspecto de cubo rosa con tres plantas, fácil de reconocer, las pequeñas galerías Rathaus-Passageny la Galeria Kaufhof, con un sorprendente parecido a El Corte Inglés.

Hackesche Höfe: para los que buscan tendencias de moda y accesorios originales, en los alrededores de Hackesche Höfe se pueden encontrar tiendas de primeras marcas junto con pequeñas boutiques de moda alternativa obra de algunos diseñadores berlineses y jóvenes creadores internacionales.

Potsdamer Platz : se trata de una zona con una estética muy futurista en la que se pueden realizar algunas compras en el centro comercial Postdamer Platz Arkaden.

MercadillosSi en lugar de grandes centros comerciales y boutiques exclusivas estáis buscando rastros y mercadillos, podréis encontrar tanto ropa como joyas, antigüedades y obras de arte, en el mercadillo de la Strasse des 17 Juni, en el de Boxhagener Platz o en Fehrbelliner Platz.

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Nuestro mercadillo preferido es el que se instala los fines de semana en la calle Am Zeughaus, justo enfrente de la Catedral. Si queréis comprar artículos de decoración para la casa, no desestiméis este lugar.

Dónde comer en BerlínLa comida alemana suele ser bastante contundente y alta en contenidos calóricos. Se trata de una cocina sencilla que no le da especial importancia al aspecto del plato, sino a la cantidad.

A pesar de que probablemente la visita a Berlín os haga engordar algunos kilos, siempre será de buena gana, ya que los abundantes platos suelen ser muy ricos, además de variados.

La cocina de Alemania es conocida sobre todo por sus salchichas, muy variadas en cuanto a colores y sabores. En el país se pueden encontrar cerca de 1.500 tipos de salchichas diferentes . Cada región alemana ofrece una especialidad diferente; las salchichas de Frankfurt, con un sabor suave, las salchichas de Núremberg, que se sirven asadas, o bien las de Baviera, con un color más claro.

Platos típicosSiempre viene bien llevar a mano un listado con los platos típicos de la ciudad a la que vamos a viajar para consultar en caso de que no entendamos alguno de los ingredientes. Aquí os dejamos un listado con algunos platos típicos berlineses:

Currywurst: salchicha troceada con salsa de curry por encima, suele acompañarse con patatas fritas.

Eisbein: codillo de cerdo en salmuera acompañado con puré de guisantes y sauerkraut (col agria).

Döner Kebab: pan relleno de carne, ensalada y salsa.

Boulette: albóndiga frita de carne con perejil y cebolla.

Kasseler: costilla de cerdo ahumada.

Schnitzel: escalope de pollo (especialidad de Viena).

Kartoffelsalat: ensalada de patatas.

Rollmops: arenques enrollados.

Aal Grün: anguila con salsa de hierbas.

Strammer Max: rebanada de pan con mantequilla, jamón y un huevo frito.

Berliner Pfannkuchen: Bollo relleno de mermelada de ciruela o fresa.

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Apfelkuchen: pastel de manzana.

Käsekuchen: pastel de queso.

Cervezas Altbier: cerveza envejecida con un color oscuro y alta fermentación.

Berliner Weisse: cerveza ligera y dulce con un color algo turbio.

Bockbier: cerveza fuerte, suele tener 6% de alcohol.

Kölsch: cerveza clara y ligera con 4,8% de alcohol.

Weizenbier: cerveza de trigo con un ligero sabor afrutado.

Pilsen: cerveza rubia con sabor amargo.

Currywurst

El plato más típico y saboreado de Berlín bien merece un apartado especial en la sección de comidas. El currywurst es una salchicha que se sirve cortada en rodajas, espolvoreada con una salsa de kétchup con curry  y suele ir acompañada de patatas fritas.

Tan popular es la salchicha al curry que prácticamente puede encontrarse en cualquier restaurante o puesto callejero, en manos de altos cargos políticos o de turistas entusiasmados. Naturalmente, no podía faltar en la ciudad de Berlínun museo para su afamada salchicha, se trata del Deutsches Currywurst Museum (no es una broma).

PreciosBerlín es una ciudad relativamente barata en cuanto al tema de la comida y, dependiendo del presupuesto de cada uno, la ciudad ofrece una multitud de posibilidades gastronómicas.

Para los que no quieran gastarse demasiado dinero a la hora de comer , además de ahorrar tiempo, Berlín ofrece múltiples opciones de comida rápida en los puestos callejeros, como comer un kebab, unos noodles al estilo asiático o, la opción más típica, una currywurst o cualquier otro tipo de salchicha. Estas opciones suelen costar entre 2,50 y 3,50€.

Algunas veces no es necesario buscar un puesto callejero ya que, en ocasiones, son los puestos los que se mueven hacia la gente. Se trata de los “Ich bin ein berliner”, unos curiosos vendedores que llevan colgando sobre sus hombros una parrilla en la que hacen salchichas sobre la marcha.

A la hora de la cena es cuando suele apetecer más sentarse tranquilamente en un restaurante para degustar los platos típicos berlineses. Dependiendo del tipo de restaurante que elijáis, el precio varía mucho, pero una cena para dos puede rondar los 35 o 40 euros.

HorarioLos berlineses suelen comer y cenar bastante pronto si lo comparamos con las costumbres españolas. La comida suele servirse temprano, entre las 12:00 y las 14:00 horas. Los horarios de la cena también comienzan pronto, sobre las 18:00 horas.

Sin embargo, gracias al turismo, no tendréis problemas para cenar a la hora que queráis.

 

ZonasEn casi todas las zonas de la ciudad se pueden encontrar restaurantes muy variados, aunque algunas de las zonas más destacables son el Barrio de San Nicolás(Nikolaiviertel), con algunos restaurantes típicos berlineses, y Alexanderplatz, donde hay restaurantes de todo tipo.

Otra zona que resulta popular entre los berlineses es la calle Simon Dache Strasse, cerca del metro Frankfurter Tor. Se trata deuna zona bastante barata con restaurantes muy variados.

Si queréis restaurantes internacionales, el Barrio Judío es una opción segura.

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Qué ver en BerlínBerlín es una ciudad para pasear, ver sus monumentos e ir relacionándolos con los hechos históricos que allí sucedieron. Te presentamos los principales puntos de interés que ver en Berlín.

Nuestras cinco visitas preferidas

Puerta de BrandenburgoInaugurada en 1791, la Puerta de Brandenburgo es un símbolo del triunfo de la paz sobre las armas. Con 26 metros de altura, recuerda a los monumentos de la Acrópolis de Atenas.

Muro de BerlínAunque la mayor parte fue derribada en los años 90, todavía quedan en Berlín algunos fragmentos del muro que durante 28 años dividió la ciudad. Conoce toda su historia y dónde ver los restos.

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Catedral de BerlínConstruida entre 1894 y 1905, la Catedral de Berlín es el edificio religioso más representativo de la ciudad. Desde su cúpula se obtienen las mejores vistas de Berlín.

Parlamento AlemánCon una cúpula muy significativa diseñada por Norman Foster, este edificio de corte clásico se ha convertido en uno de los símbolos de Berlín.

Berliner UnterweltenBerliner Unterwelten es una asociación sin ánimo de lucro que realiza tours por el subsuelo de Berlín. En sus recorridos te harán retroceder a la Segunda Guerra Mundial y a la Guerra Fría.

Tres visitas muy relacionadas con la historia del siglo XX

Checkpoint CharlieCheckpoint Charlie fue el paso fronterizo más utilizado durante la Guerra Fría. Se utilizaba para cruzar a Berlín Este desde Berlín Oeste.

Topografía del TerrorLos textos y fotografías de la Topografía del Terror detallan la sórdida historia del aparato de seguridad de Hitler entre 1933 y 1945. En este lugar también se encuentra uno de los tramos mejor conservados del Muro de Berlín.

Monumento al Holocausto2.711 bloques de hormigón de diferentes alturas forman este monumento en recuerdo de los judíos asesinados. A algunas personas les impresiona y a otras les parece un horror, pero nadie se queda indiferente.

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Otros lugares que ver en Berlín

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Iglesia Memorial Kaiser WilhelmBombardeada durante la Segunda Guerra Mundial, cuando estuvo a punto de ser demolida se tomó la decisión de crear un monumento conmemorativo con los restos de la iglesia.

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Torre de la Televisión de BerlínCon 368 metros de altura, la Torre de la Televisón de Berlín es el edificio más alto de Alemania. Fue construida por la RDA en 1969 como símbolo del poderío comunista frente al capitalismo.

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Palacio CharlottenburgConstruido entre 1695 y 1699, el Palacio Charlottenburg fue diseñado como lugar de veraneo de Sofía Carlota, segunda esposa de Federico III. La visita tanto de su interior como de sus jardines es muy recomendable.

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East Side GalleryEast Side Gallery se encuentra en el mayor tramo del Muro de Berlín que aún se conserva. En sus 1.300 metros han plasmado sus grafitisimportantes artistas.

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Nueva GuardiaLa Nueva Guardia fue construída en 1918 para conmemorar la derrota sobre las tropas napoleónicas y celebrar la liberación de Berlín. Su interior acoge una conmovedora escultura.

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TachelesUbicado en un edificio en ruinas de la conocida calle Oranienburger, Tacheles es el centro cultural alternativo más famoso de Berlín. Ha sido un edificio de Okupas desde la caída del Muro.

Además de estas visitas imprescindibles, no podéis olvidar recorrer las principales calles y plazas de Berlín y sus impresionantes museos.

Tarifas y abonosTodos los billetes de los que hablamos a continuación son válidos tanto para el metro y los trenes de cercanías, como para los autobuses y tranvías.

Precio de los billetes sencillos

Abono de transporte zonas ABC Billete sencillo zonas A-B: 2,30€.

Billete sencillo zonas B-C: 2,70€.

Billete sencillo zonas A-B-C: 3€.

Los tickets tienen una validez de dos horas a partir de su validación. Recordad que es necesario validar los billetes en las estaciones de metro, al subir en el autobús o en el tranvía.

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Abonos de transporteCon los siguientes abonos podréis utilizar el transporte público de forma ilimitada durante su periodo de validez.

Abonos de transportes de Berlín

  Zonas A-B

Zonas B-C

Zonas A-B-C

Abono 24 horas 6,30€ 6,60€ 6,80€

Abono 7 días 27,20€ 28€ 33,50€

Los billetes diarios son válidos hasta las 3:00 horas del día siguiente al de su validación.

Otros billetes Berlín Welcome Card , disponible en diferentes modalidades y precios dependiendo de la duración.

Ticket viaje corto (Short Trip Ticket): válido para recorrer 3 paradas de metro, 3 paradas de tren o 6 de autobús o tranvía. Zonas A-B: 1,40€.

Bono de 4 tickets simples, zonas A-B: 8,20€.

Bono de transportes diario para grupo hasta 5 personas: Zonas A-B: 15€; zonas B-C: 15,30€; zonas A-B-C: 15,50€.

Ticket de extensión: Válido para aquellos que disponen de un ticket de las zonas A-B o B-C y quieren prolongar su viaje hasta el resto de zonas. Zonas A-C: 1,50€.

 

¿Dónde comprar los billetes?Los billetes se pueden comprar en las taquillas o las máquinas de las estaciones de metro y de trenes.

Los conductores de autobús y tranvía también venden billetes sencillos y diarios pero, para los tranvías es necesario llevar el cambio exacto en moneda

El punto de encuentro para nuestros tours es la entrada del Café Balzac que se encuentra en Potsdamer Platz n°10. Allí nos encontrarás identificados con el logo de Vive Berlin.  Cómo llegar al punto de encuentro de Vive Berlín para hacer una visita guiada?

Puedes llegar con:

-Bahn líneas S1(rosa), S2, S25 (verdes), estación Potsdamer Platz

-Bahn línea 2, (roja), estación Potsdamer Platz,salida Stresemannstrasse

 Autobús 148, 200 o M41 parada Potsdamer Platz

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Para obtener una ruta completa ingresa tu lugar de origen (dirección o estación de metro o autobús más cercana) en el formulario de la derecha y elige la hora de salida. Obtendrás indicaciones para llegar a nuestro punto de encuentro con el transporte público.

Situado en las cercanías de Berlin se encuentra el antiguo campo de concentración de Sachsenhausen, paradigma del sistema de terror Nacionalsocialista.

A través del tour analizaremos la evolución del campo y el sistema de represión Nazi, sin olvidar la posterior reutilización que hicieron de las instalaciones los ocupantes soviéticos. Veremos la Torre A (puerta de entrada al campo) y la Appellplatz (lugar de recuento). En el Barracón 38 repasaremos la historia de la persecución al pueblo judío y a pocos metros, en la Prisión de la Gestapo, recordaremos a algunos personajes célebres que pasaron por ella. En el Museo de la Cocina veremos fotografías tomadas por los nazis y mobiliario original del campo. Visitaremos las ruinas de la Estación Z, unidad de exterminio del campo y, para acabar, entraremos en la morgue y la sala de autopsias.

Vive Berlín TOURS realiza esta visita de forma gratuita; consideramos que esta es una parte de la historia que debe ser accesible a todos. Al final del tour tendrás la oportunidad de determinar la colaboración que consideres apropiada.

Visita GRATIS!*

*Al inicio del tour se recaudará una contribucción de 1€ por persona para ser donada en su totalidad a la fundación a cargo del MONUMENTO CONMEMORATIVO.

10:00 hrs Todos los días, excepto Lunes. El tour gratis tiene 6 horas de duraciónNecesitarás un billete de transporte ABC de día.

Entre bosques y lagos, rodeada de palacios y leyendas, se encuentra Potsdam, una de las ciudades más hermosas de Alemania.En este tour visitaremos la tumba de Federico II, el rey filósofo, veremos el Puente de los espías, el Palacio de Babelsberg y la Puerta de Brandenburgo más antigua de la región. Descubriremos las historias que se esconden detrás de las fachadas del barrio holandés y del Palacio Sanssouci. Hablaremos de la trascendental Conferencia de Potsdam en la que se definió el nuevo mapa geopolítico posterior a la segunda guerra mundial y nos acercaremos al lugar en el que se tomó una de las decisiones militares más brutales de la historia: el lanzamiento de la bomba atómica.

10:00 hrs Lunes, Jueves y SábadoNo se ofrece este recorrido el 24 de diciembre.

15€ adultos/12€ estudiantes

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Ambos toures tienen 6 horas de duración

Necesitarás un billete de transporte ABC de día.

* del 25-03 al 13-10