Bernard, Carmen - Los Caciques de Huanuco, 1548-1564. El Valor de Las Cosas

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1 BERNARD, Carmen. “Los Caciques de Huánuco, 1548 – 1564: el valor de las cosas” (Pp. 61-91) Instituto Superior de Formación Docente “Madre María Luisa Clarac” – Profesorado de Historia INTRODUCCIÓN Los caciques actuaron como intermediarios entre sus comunidades y las autoridades españolas. Datos ofrecidos por las visitas a Huánuco (Perú) efectuadas en 1562 por Iñigo Ortiz de Zúñiga. Fundación reciente de la ciudad de León de Huánuco. El período en el que se sitúan las visitas corresponde a lo que Rolando Mellafé llama época de transición”. Bernard tiene como objetivo analizar los “passeurs culturels”; período inmediatamente posterior a la conquista y la integración progresiva de las comunidades indígenas al mercado. El tema de este artículo es la transmisión de una nueva concepción del trabajo, impuesto por los españoles, y las repercusiones que esto tuvo en las mentalidades indígenas. Los intermediarios entre el encomendero y las comunidades son los caciques, pero no todos elaboran las mismas estrategias. En el texto, se trata de distinguir distintos niveles de mediación. Establecer el rol de los caciques en la transformación de la masa indígena andina en un campesinado de tipo europeo, al menos estructuralmente. El cambio es ante todo económico. En pocos años los indios pasan de un sistema basado en la acaparación de la energía humana para la realización de tareas de interés general o estatal, al pago de tributo que consiste en la producción de cantidades fijas de bienes. Origen de nuevos conceptos en América, nociones que en un comienzo son incompatibles, pero que más tarde serán adoptadas, reinterpretadas, modificadas rápidamente y asimiladas por los indígenas. Impacto de esa “Revolución cultural” y el rol desempeñado por los caciques. Éstos últimos se convierten en actores sociales (se entiende como ‘sujeto que participa en la producción de nuevas formas sociales’, según el modelo clásico de Alain Touraine. El actor social, esta íntimamente implicado en el cambio, o en lo que la sociología ha llamado ‘historicidad’.) La diferencia radical entre las épocas incaica y preincaica y la conquista y consolidación del dominio de España reside en la aparición de una temporalidad irreversible y en la emergencia de concepciones prácticas y ‘seculares’ en campos totalmente organizados por el rito. Período “Revolucionario” iniciado con la caída de Atahualpa. Los caciques desarrollan una acción social combinando tres principios esenciales: el defensa de los intereses particulares del grupo de referencia (elites), el de oposición frente a un adversario (encomendero o representante virreinal) y el de totalidad, ya que la acción que realizan tiende a ser presentada como de interés general. Este proceso se inicia en el Perú después de la conquista y se confirma con la tasa del licenciado La Gasca, establecida en 1549, al finalizar la guerra de los encomenderos. Estos mediadores culturales por excelencia (caciques), están manipulados por dos adversarios: los encomenderos y las autoridades legales (representadas por el virrey y los funcionarios). Los caciques deben, por consiguiente, maniobrar en dos frentes políticos con intereses antagónicos. Podemos distinguir distintos niveles de mediación: el de los caciques principales, que ponen en contacto a los pueblos que gobiernan con el encomendero, mediante la aplicación de la tasa tributaria; el de los mismos caciques, que se dirigen a las virreinales, Gutiérrez, M. Florencia

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BERNARD, Carmen. “Los Caciques de Huánuco, 1548 – 1564: el valor de las cosas” (Pp. 61-91)

Instituto Superior de Formación Docente “Madre María Luisa Clarac” – Profesorado de Historia

INTRODUCCIÓN

Los caciques actuaron como intermediarios entre sus comunidades y las autoridades españolas. Datos ofrecidos por las visitas a Huánuco (Perú) efectuadas en 1562 por Iñigo Ortiz de Zúñiga. Fundación reciente de la ciudad de León de Huánuco. El período en el que se sitúan las visitas corresponde a lo que Rolando Mellafé llama “época de transición”. Bernard tiene como objetivo analizar los “passeurs culturels”; período inmediatamente posterior a la conquista y la integración

progresiva de las comunidades indígenas al mercado. El tema de este artículo es la transmisión de una nueva concepción del trabajo, impuesto por los españoles, y las repercusiones que

esto tuvo en las mentalidades indígenas. Los intermediarios entre el encomendero y las comunidades son los caciques, pero no todos elaboran las mismas estrategias. En

el texto, se trata de distinguir distintos niveles de mediación. Establecer el rol de los caciques en la transformación de la masa indígena andina en un campesinado de tipo europeo, al menos

estructuralmente. El cambio es ante todo económico. En pocos años los indios pasan de un sistema basado en la acaparación de la energía humana para la realización de tareas de interés general o estatal, al pago de tributo que consiste en la producción de cantidades fijas de bienes.

Origen de nuevos conceptos en América, nociones que en un comienzo son incompatibles, pero que más tarde serán adoptadas, reinterpretadas, modificadas rápidamente y asimiladas por los indígenas.

Impacto de esa “Revolución cultural” y el rol desempeñado por los caciques. Éstos últimos se convierten en actores sociales (se entiende como ‘sujeto que participa en la producción de nuevas formas sociales’, según el modelo clásico de Alain Touraine. El actor social, esta íntimamente implicado en el cambio, o en lo que la sociología ha llamado ‘historicidad’.)

La diferencia radical entre las épocas incaica y preincaica y la conquista y consolidación del dominio de España reside en la aparición de una temporalidad irreversible y en la emergencia de concepciones prácticas y ‘seculares’ en campos totalmente organizados por el rito.

Período “Revolucionario” iniciado con la caída de Atahualpa. Los caciques desarrollan una acción social combinando tres principios esenciales: el defensa de los intereses particulares del grupo de referencia (elites), el de oposición frente a un adversario (encomendero o representante virreinal) y el de totalidad, ya que la acción que realizan tiende a ser presentada como de interés general. Este proceso se inicia en el Perú después de la conquista y se confirma con la tasa del licenciado La Gasca, establecida en 1549, al finalizar la guerra de los encomenderos.

Estos mediadores culturales por excelencia (caciques), están manipulados por dos adversarios: los encomenderos y las autoridades legales (representadas por el virrey y los funcionarios). Los caciques deben, por consiguiente, maniobrar en dos frentes políticos con intereses antagónicos.

Podemos distinguir distintos niveles de mediación: el de los caciques principales, que ponen en contacto a los pueblos que gobiernan con el encomendero, mediante la aplicación de la tasa tributaria; el de los mismos caciques, que se dirigen a las virreinales, mediante la elaboración de una declaración escrita que pone en tela de juicio la dicha tasa; el del intérprete del visitador, cuya tarea consiste en interrogar a los distintos caciques siguiendo dos cuestionarios elaborados en Lima y España. Estos niveles de mediación están estrechamente vinculados.

Interrogatorio de carácter solemne y amenazas exhortando tanto a los caciques, como al intérprete, a no encubrir los hechos. Los distintos participantes deben prestar juramento público.

Costos de las visitas: los gastos deben ser compartidos por el encomendero y los pueblos de indios. Explica en parte el interés por colaborar con las autoridades para la conclusión del censo poblacional y sus actividades.

CONTEXTO HISTÓRICO

La ciudad incaica de Huánuco era un centro urbano importante, en el cual confluían las rutas y caminos del Tahuantinsuyo, además de ser la sede del poder señorial. Dominaba un territorio compartido por varios grupos étnicos: guancas, chupachos, queros o yachas y mitimaes incas (colonias cuzqueñas).

A comienzos de 1540, León de Huánuco fue poblada por Pedro Puelles en un sitio mas ‘ameno’, el valle del Pillkomayo, próximo a la ceja de montaña.

Desde el comienzo de la conquista, la provincia de los guanca-chupachos fue uno de los focos de resistencia contra los invasores. Varios caciques importantes participaron en 1536 en el cerro de Cuzco contra los españoles de Pizarro, bajo las órdenes de Manco Inca. Illa Tupac (Illatopa) participó activamente en la resistencia.

En 1541, el hermano de Francisco Pizarro, Martín de Alcántara, recibió los chupachos en encomienda. Pocas semanas después ambos fueron asesinados en Lima. En 1543, la encomienda pasó a Pedro Puelles. En 1544, Inés Muñoz, viuda de Martin de Alcántara, con nuevo marido (Antonio Ribera), apeló y obtuvo la restitución del repartimiento. En 1548, dicha encomienda pasó a manos de Gómez Arias de Ávila.

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Se destacan las figuras de dos encomenderos: Gómez Arias Dávila (deudo de Pedrarias y primo de la mujer de Hernando de Soto. ‘De vida azarosa’, fue esclavo en Berbería) y Juan Sánchez Falcón (vecino feudatario de Huánuco, estuvo en Cajamarca con F. Pizarro, se halló en la defensa del Cuzco junto a Alvarado y luego en la entrada de Chachapoyas, y en la pacificación y conquista de Huánuco, peleando contra Illa Tupac. También estuvo presente en la batalla contra Hernández Girón con el Capitán Miguel de la Serna y Joan Tello de Sotomayor).

En 1549, el licenciado La Gasca, organiza una serie de visitas para informarse del estado de las provincias y retasar los pueblos. Envía a Huánuco a los visitadores Juan Mori y Alonso Malpartida. La nueva ciudad sigue siendo una población de frontera entre la sierra y las tierras cálidas y bajas de montaña amazónica, y conserva una posición geográfica estratégica a pesar del desplazamiento de la sede. Situada en el eje transversal que une Quito-Loja-Chachapoyas-Huánuco-Cuzco-Collao-Potosí, Alto Perú, está también conectada con la ruta que atraviesa la cordillera hasta Lima. La visita de Iñigo Ortiz (1562), corresponde a la consolidación de esta red comercial. El objetivo es ante todo económico: evaluar el estado de las poblaciones y retasar, si es necesario, a los tributarios. Pero también abarca preguntas más generales, sobre el modo de vida de los comarcanos.

Esta inspección transcurre en medio de una época de agitación política. Las críticas contra la encomienda de los dominicos lascasianos Domingo de Santo Tomás (enviados por La Gasca a fin de predicar el evangelio y visitar los pueblos indios) y el arzobispo de Lima, Jerónimo de Loayza, con el apoyo de los caciques importantes. Los encomenderos no se resignaban a perder sus privilegios. Ofrecen 7,6 millones a la Corona a cambio de la perpetuidad de los beneficios. Los dominicos replican la oferta y los caciques ofrecen una suma mayor como compensación por la pérdida de las encomiendas.

La autora decide utilizar la expresión ‘autoridades’ para designar a todos aquellos actores que participan en la consolidación del poder de la Corona en el Perú.

Reconoce tres intermediarios: jerárquicamente el primero es el virrey conde de Nieva (Diego López de Zúñiga y Velasco), que organiza la visita aplicando instrucciones reales, paga los estipendios y que desea utilizar los resultados para la reorganización administrativa de la provincia, pero también para acumular información sobre temas generales.

La presencia del visitador Iñigo Ortiz (primo del conde de Nieva) coincidió con la insurrección de G. Pizarro. Sin embargo, se apartó de los círculos conspiradores y se plegó a la comitiva de La Gasca, con quien viajó a Perú. La visita es para él la ocasión de recibir dinero y beneficios. Para ello cuenta con documentación reunida por las visitas precedentes, en 1549 y 1557 (Diego Álvarez). A la muerte del virrey, Iñigo Ortiz no obtiene el beneficio que su primo le había prometido.

Intérprete: Iñigo Ortiz ignoraba el quechua, por lo tanto elige por lenguaraz a un griego, Gaspar de Rodas. La riqueza del material y la abundancia de detalles indican que el intérprete conocía bien la lengua de los indígenas de Huánuco. El intérprete pasa a ser el personaje más importante ya que de su conocimiento lingüístico depende la exactitud de la documentación.

ACTORES SOCIALES: LOS CACIQUES PRINCIPALES SOMETIDOS A GÓMEZ ARIAS Y A SÁNCHEZ FALCÓN.

En la época de la visita, los grupos étnicos de la provincia de Huánuco estaban repartidos entre varios encomenderos. Ese hecho, de por sí, había modificado la composición de la población.

La encomienda de Falcón reunía a los yachas (amputados de tres pachacas, o sea de tres unidades de cien tributarios cada una) y a los mitimaes de origen incaico.

La encomienda de Gómez Arias comprendía a los guanca-chupachos y a las tres pachacas de los yachas (en este contexto tomaban el nombre de queros)

El choque de la Conquista y la disminución demográfica provocaron una reducción de la población. Las divisiones incaicas –basadas en el sistema decimal- ya no correspondían a la definición antigua (las guarangas, compuestas por mil jefes de familia, las pachacas y grupos menores de 50 y 100 unidades domésticas). Cada unidad estaba presidida por un responsable, que los textos llaman “mandón”, quien se encargaba de organizar los turnos de la mita. Sin embargo, según datos de la visita, existía el cacicazgo dual.

Los encomenderos de Huánuco no destruyeron esta red de principales, pero trastocaron el conjunto dando mayor importancia a los que presidían unidades mayores, buscando apoyo en ellos. El mayor privilegio que gozaron estos caciques mayores fue justamente conservar los privilegios antiguos (no pagar tributo). Paucar Guamán fue bautizado en honor a su encomendero, Gómez Arias, como don Gómez, gozaba el privilegio de no tributar. Paucar, era hijo de Xagua, quien había luchado junto a Illa Tupac en la rebelión de Manco Inca contra los españoles, figura como ‘señor de los chupachos’, hereda el cargo de su padre, en 1543. Al año siguiente, es nombrado “Cacique principal de la provincia de los Chupachos”. En ese lapso de tiempo se produjo un cambio fundamental: el señor de los indios se ha convertido en el gobernador de todo un territorio, a quien todos los demás principales están subordinados. En términos andinos, don Gómez Paucar Guamán se convierte en la segunda persona del encomendero. Fallece un año antes de la visita de Iñigo Ortiz, dejando un hijo menor, quien ante la imposibilidad de mandar, es reemplazado por Diego Xagua. Este último no parece gozar de los mismos privilegios que su antecesor.

El interrogatorio del visitador contiene preguntas sobre los abusos de los caciques, lo cual da pie para que sus subalternos (como el cacique Don Juan Xulca de Auquimarca) denuncien las maniobras del fallecido don Gómez. Sin embargo, las quejas

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no se refieren a la venta de las tierras de comunidad, sino a que se quedara con el dinero de la transacción, lo que indica la importancia del dinero en una época muy temprana y el desinterés por las tierras que ‘sobran’ por haberse muerto muchos indios.

Los vínculos de los caciques con el encomendero significan la adquisición de poder (como el caso de Cristóbal Xulcacondor). El clivaje entre “ricos” y “pobres” se explica principalmente por el peso del tributo, pero este factor no es el único. Los

“caciques pobres” son justamente las víctimas del sistema, ya que no pueden exigir los privilegios debidos a su rango.

LA TASA COMO MEDIACIÓN CULTURAL

El rol fundamental de estos caciques principales es la imposición de la tasa tributaria de 1549, modificada por una retasa que no se cumplió. Esta operación puede ser definida como una mediación cultural, dado que implica la traducción al quechua de términos y de conceptos españoles. Con esta reglamentación general, el licenciado La Gasca se había propuesto limitar los abusos de los encomenderos y normalizar la imposición. Teóricamente se trataba de una medida a favor de los indios. La tasa fue percibida por los caciques indígenas como una obligación insoslayable. Los tributarios deploraron su carácter coercitivo.

El carácter obligatorio del tributo tasado contrasta con la costumbre tradicional del “ruego”, ritual de reverencia que los indios hacían a los caciques, pero también a las huacas o adoratorios, y que suponía la entrega de ofrendas y la realización de tareas diversas: “cada uno ofrecía lo que quería sin que le apremiasen a que lo diese y ofreciese […]”

Dar mano de obra o energía humana no era considerado como apremiante. Trabajar para el inca o para los caciques era un gesto de sumisión y veneración. El carácter “voluntario” de estas prestaciones reside únicamente en la ausencia de tasación de la ofrenda y del producto de los servicios.

El sistema centralizado del tributo aparece como un contrato entre el cacique principal, responsable de los pueblos a él sujeto, y el encomendero.

El cacique principal detenta el poder de repartir entre sus sujetos las cantidades que fija el tributo. La tasa de La Gasca hace una estimación global de lo que debe recaudar el cacique general (Paucar Guamán), sin ahondar en detalles técnicos de quiénes tienen que tributar y cuánto. Ese reparto arbitrario, generó quejas.

La tasa, contrariamente a la mita incaica, exige productos precisos más que mano de obra. Si bien los caciques insisten que en tiempos del ynga se trabajaba menos, estas declaraciones deben afinarse. No podemos afirmar (como hace John Murra), que el ‘tributo no existía en tiempos prehispánicos’.

En tiempos del inca, lo que se requería era el esfuerzo del mitayo y no un resultado concreto y calculable. La tasa implica un plazo fijo, estimado en años y meses según el calendario cristiano, que no corresponde con las

actividades agrícolas del hemisferio sur, un ritmo de trabajo constante y una descalificación del trabajo, puesto que todos tienen que ayudar en la producción de artículos manufacturados, esencialmente tejidos. Las primeras víctimas de esta “democratización” del tributo son los caciques de rango inferior.

El tributo tasado requiere la producción de bienes en cantidades determinadas, lo cual implica una adopción de pesos y medidas españolas.

El cambio fundamental de la tasa consiste en el establecimiento de medidas de capacidad: onzas, libras, almudes y fanegas. Estas medidas tienen una doble característica: son racionales (intentan estimar un volumen objetivo) pero, por otro lado, pueden ser manipuladas, pues todo depende de las relaciones desiguales del mercado y del patrón que se escoja. El mercado es quien, como entidad abstracta, dicta el valor de un objeto o un tipo de producto. Las medidas de capacidad, convertibles por definición, tienden a designar cosas diferentes.

La tasa introduce bienes y comportamientos nuevos para los que la costumbre y la experiencia resultan de escasa utilidad. Los diversos y numerosos servicios exigidos a los indios se designan bajo categorías antiguas. Por ejemplo, los veinte indios

casados que deben ser enviados a Huánuco para cultivar las tierras del encomendero son designados como “ mitimaes”. El servicio doméstico del encomendero es presentado como una variante de la institución de yanaconas. Por último, cada pueblo tiene que dar oficiales: herreros, molineros, porqueros, vaqueros, etc. es decir, personas cuyas actividades son nuevas.

La innovación mayor de la tasa reside en su traducción monetaria. No solo los productos confeccionados por los indios adquieren un valor expresado en dinero, sino que la propia moneda aparece como objeto de tributo. La suma global del tributo puede ser pagada en su equivalente en plata. Se establece, por consiguiente una equivalencia entre dos clases de metales: ccori (oro) y ccolque (plata), gracias a un común denominador: la moneda. Puede asimismo ser reemplazada por otro material, cuyo valor está reconocido por la tradición indígena, como la ropa o la coca.

La fragmentación de la moneda en pesos, ducados, maravedíes y tomines facilita dichas conversiones y es comparable a la división de los pesos y medidas en unidades inferiores. La introducción de la tasa implica no sólo dominar esas equivalencias, sino modificar el tipo de cálculo aritmético. Si bien el sistema decimal de los quipus es adaptable a la contabilidad hispánica, había otras lógicas de fraccionamiento, en ocho y doce unidades, que los principales debían aprender a manejar.

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Por otra parte, la materia prima de la moneda es autóctona, ya que están asociados con los santuarios antiguos, destruidos por los misioneros. Sin embargo, esa destrucción fue aceptada como consecuencia de la victoria de los españoles, así como la monetarización de las ofrendas.

EL PRINCIPIO DE CONMUTACIÓN O EL VALOR RELATIVO DE LAS COSAS

El cacique principal y sus subordinados tienen la responsabilidad de cumplir con la tasa, repartiendo entre los distintos sujetos los distintos trabajos.

El sistema de imposición permite la conmutación (cambio) de un producto por otro. Este juego de equivalencias es uno de los aspectos más importantes de los cambios introducidos por los caciques. Algunos, preferían tributar en metálico (como Don Juan Chuchuyaure).

La posibilidad de obtener dinero es reflejo de la reticencia a pagar el tributo en “cosas de la tierra”. En ciertas ocasiones deben comprar productos del tributo en vez de fabricarlos ellos mismos.

No todos los caciques dominaban el principio de conmutación. El principio también puede ser cuestionado si las equivalencias son desiguales. Algunos de los caciques expresaban su descontento por no contar con el metálico suficiente para adquirir ciertos bienes o

productos que no poseían. Las conmutaciones a las que da lugar la tasa y la dificultad para los indios de abastecerse en materia prima amplían el

marco del trueque y de las transacciones. La autora cita a Sempat Assadourian, quien sugiere que ‘estos trueques existieron probablemente antes de la conquista y

suplían la falta de acceso a nichos ecológicos distintos’; esos intercambios serían la muestra de los límites de la verticalidad. Con motivo de la tasa, el algodón y la ropa entran en un sistema de mercado promovido por los caciques, en el cual el valor es fluctuante; esos bienes pueden ser cambiados por otros.

En el vocablo quechua, esta operación se denomina rantin: trocar, cambiar y de allí se toma por comprar y vender; significa igualmente sustituto. Mercancía se traduce como ranticuna (cosa que se vende y se compra). Las traducciones quechuas de estos intercambios subrayan la idea de circulación.

El concepto de “pagar” aparece en varios contextos enunciativos. González Holguín distingue claramente “pagar en la misma moneda” de la transacción que supone “dar un precio a las cosas”. El primer término (pagar en la misma moneda) pertenece al ámbito de la reciprocidad, en el sentido quechua de anyi. Este término era utilizado por los intérpretes para referirse a los servicios que los indios “pagan” a sus caciques y principales. Por otro lado, el valor o el precio de una cosa, chaninchani, se basa en reglas complejas que no todos los participantes controlan.

En tiempos antiguos, el valor de una cosa o de un ser estaba vinculado con la posibilidad de ser contabilizado y estimado. El precio en dinero que contiene la tasa conserva esta asociación entre valor y contabilidad, pero introduce entre la cosa estimada y el usufructuario un intermediario, la moneda, que reemplaza el objeto cedido y compensa al vendedor. En cierto modo, ese dinero representa el doble metálico del objeto. Pero más que un “modo de intercambio”, el dinero es un “ modo de pago”.

Los jornales, desde el punto de vista del encomendero, pueden entrar dentro del sistema de equivalencias que hemos mencionado y, por lo tanto, pueden ser descontados de las obligaciones tributarias de lo que reciben. Hernando Malquiriqui, un cacique de rango menor, da su testimonio, el cual pone de manifiesto que los caciques de alto rango manejan el sistema de equivalencias y lo imponen a sus subalternos. Estos, sin embargo, pueden manifestar su descontento. La evaluación del valor del jornal parece ser un atributo de los caciques principales, que viven en contacto más estrecho con los españoles.

Para resumir, el principio de conmutación de cosas pertenecientes a esferas diferentes es compartido por los indios, pues les permite negociar el contenido del tributo, pero la manipulación del sistema de equivalencias está en manos de los caciques principales, para su beneficio personal.

LA REESTRUCTURACIÓN DE LOS PRIVILEGIOS

En el sistema incaico los dirigentes, los capitanes y otros miembros de la élite no participaban en los trabajos de mita. Los mitayos trabajaban para el Inca en las tierras de éste.

Según el cacique Xulcacondor, “en el pagar de los dichos tributos y trabajar en ellos tanto hace el indio pobre como el rico y que en esto no tienen respeto a ninguno”. La nivelación de los status por el tributo es la queja más fuerte que los caciques elevan al virrey.

Estas quejas, no corresponden totalmente a la realidad, ya que los caciques siguen utilizando la energía de sus sujetos para obtener ventajas considerables.

En tiempos del Inca, los caciques se beneficiaban de indios de servicio o yanaconas, pero también del trabajo voluntario “por ruego” de los indios.

Según el principal Diego Masco, “antiguamente todos eran iguales y no había diferencia de los unos a los otros y que solo los caciques y principales eran diferenciados de los otros indios”

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En el ámbito interno, los indios trabajan en chacras, en base a su superficie y no en base a la “sembradura”. El “ruego” permite a los caciques disponer del bien mas valioso para el tributo, producto negociable y generador de valor. La presión sobre los tributarios es considerable.

La institución del “ruego” implica reciprocidad por parte del principal. Esta se limita a la comida y la bebida, pero también al abastecimiento de fibras de algodón para que los indios se lo hilen o tejan.

Don Juan Chuchuyaure “no da tributo alguno mas de recoger los tributos y mirar por los indios y recogerlos y castigarlos y mandarlos y recogerlos”. Paucar Guamán, había captado muy pronto las ventajas de la tasa, la prefería a otros beneficios más aleatorios. Según declara su sucesor, Paucar decía que no quería recibir de los indios ninguna cosa […] hasta que el rey se lo tasase.

La retribución a la gente de servicio es mínima. El recuento de todo lo que dan de tributo los pueblos de las pachacas de Xulcacondor revela un acopio de estos bienes por parte de los caciques principales. Una parte es redistribuida según las modalidades de la reciprocidad. Se trata de una “generosidad” que encubre una forma primitiva de inversión, para conservar la fuerza de trabajo de los criados.

Los caciques principales utilizan los cauces del “ruego” para obtener de sus indios de servicio una cantidad mayor de ropa, que es vendida o cambiada en Huánuco y en otras partes. El principal mecanismo para apropiarse del producto textil del tributo es, sin duda alguna, la distribución de mujeres.

EL VALOR DE LAS MUJERES

No cabe duda que el mecanismo más importante utilizado por los caciques principales para obtener tributarios consiste en la utilización de la energía humana (conducta tradicional) para incrementar la producción (conducta moderna). Dicha energía proviene fundamentalmente de las mujeres.

El desequilibrio en la sex ratio a favor del sexo femenino se explica por el impacto de las guerras civiles en la región de Huánuco, así como la participación indígena en las tropas de G. Pizarro o en las de La Gasca. El “don” de las mujeres efectuado por el Inca o sus subalternos, como recompensa otorgada a los señores locales por sus servicios prestados.

La abundancia de mujeres viudas o solteras, permite a los nuevos caciques acapararlas o distribuirlas entre mandones de menor rango, creando así privilegios particulares que ayudan a recaudar el tributo de la tasa.

Particularmente en la provincia de los chupacho se encontraba una proporción muy elevada de casas poligámicas. La extensión de la poliginia trae como consecuencia el aumento de los indios solteros. Según Chuchuyaure, las indias estaban “todas con los casados que les servían de mancebas y otras están para servirlos”. Cabe la aclaración, que los solteros pertenecen a la categoría más pobre de la población.

Comparando datos de las visitas, el número de casas es sensiblemente el mismo entre 1549 y 1562. A pesar de las distorsiones y de de las omisiones de los documentos, la baja demografía no es tan importante en ese lapso de tiempo y que los caciques alegan una disminución de los indios discutible. El número de casas mencionado en el documento no corresponde con el número de parejas, ya que las concubinas están integradas en una misma unidad.

La permanencia de la poligamia cacical treinta años después de la conquista puede sorprender, pero se explica por la presencia poco importante de las Iglesia en la región.

Los hogares poligámicos comprenden una mujer legítima o “casada”, mancebas e indias de servicio. Las indias de servicio de los caciques son presentadas como “solteras”, aunque tengan hijos con ellos. Incluso pueden ser “dadas” a otro, pero la progenitura queda en el grupo del cacique. De este modo, el señor contrae nuevas alianzas y aumenta el número de indios susceptibles de trabajar para pagar la tasa. También pueden ser recuperadas.

El desarrollo excepcional de la poligamia en la encomienda de Gómez Arias esta probablemente relacionado con las características personales de Paucar Guamán.

El rol de las mujeres en la producción de bienes de la tasa, sobre todo el tejido, cuya importancia en el mundo andino ha sido destacada por John Murra. A esta función utilitaria de la mujer en la producción de bienes hay que agregar la que desempeña en la reproducción (de mano de obra) ya que, en la mayoría de los casos, el jefe del hogar poligonito conserva los hijos de éstas en su propia casa. De ese modo el cacique puede “producir” indios y compensar las bajas o las perdidas, que repercuten en la distribución del tributo.

El hecho de disponer de hilanderas y tejedoras dentro del grupo familiar, era un factor de prestigio y poder.

CONCLUSION

A la luz de los testimonios recogidos en la Visita de Huánuco, la imagen de los caciques como intermediarios entre el poder español y las comunidades indígenas puede completarse. Tras la conquista, los caciques se nos presentan como agentes de las nuevas pautas económicas basadas en el rendimiento y en la ganancia. Responsables ante los indios de la tasa y de la distribución tributaria, así como de las transformaciones en los hábitos económicos de las comunidades. Tienen la tarea de compensar la pérdida de privilegios, de rango o de prerrogativas mediante la redistribución de la energía humana, principalmente femenina, sobre la cual recae el mayor peso del trabajo.

Gutiérrez, M. Florencia

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El rol más importante que deben desempeñar es el de introducir en las comunidades el sistema de mercado. Un aspecto esencial de la economía mercantil es la “secularización” de los objetos que se intercambian. La manipulación del

principio de conmutación permite a los caciques y, a través de ellos, a las comunidades de indios, romper el estrecho marco de las clasificaciones tradicionales basadas en las cualidades intrínsecas de bienes y de los objetos.

El incremento de los servicios personales de los que gozan los caciques acompaña a la “democratización” del tributo. Estos servicios se traducen en términos tradicionales: el “ruego”, es decir, la veneración a la cual los personajes preeminentes tienen derecho y que aparece ideológicamente como voluntaria, ya que implica movilización de energía humana y no entrega de cantidades fijas.

La protección de los viejos y de los desvalidos, les permite mantener una cierta imagen de “ generosidad” indispensable para conservar su legitimidad y representar a la comunidad. Pero la racionalidad de las transacciones económicas y “la liberación”, tímida aun, del trabajo trae, a mediano o corto plazo, la “secularización” de la autoridad cacical y la pérdida de legitimidad. Posteriormente, los cargos religiosos y la lucha contra la extirpación de la idolatría modificarían la relación entre los caciques y los pueblos de indios.

Gutiérrez, M. Florencia