Biblia 20 de abril 2013

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20/4/2013 1 Domingo, 21 de abril 4º Domingo de Pascua Hch 13,14.43-52: Sepan que nos dedicamos a los gentiles Salmo Responsorial 99: Somos su pueblo, la gente de su rebaño Ap 7,9.14b-17: El Cordero será su pastor Jn 10,27-30: Yo doy la vida eterna a mis ovejas La primera lectura nos presenta hoy a Pablo y Bernabé en todo su apogeo evangelizador, donde se puede comprobar el proceso que va recorriendo la expansión del Evangelio. Por una parte, el espacio físico desde donde se proclama la Buena Nueva es la misma sina- goga judía; el medio es, naturalmente, la misma Escritura antigua, desde donde se proclaman las promesas y se confirman con el anuncio de la muerte y resurrección de Jesús como cumplimiento de ellas. Esto quiere decir que los destinatarios originales son los israelitas; así lo formula Pablo y lo corroboran los demás apóstoles. Hay, ciertamente, acogida del nuevo mensaje por parte de muchos, pero también hay rechazos hasta violentos a la predicación de Pa- blo y, antes de él, a las de Pedro y los demás. El rechazo oficial no se queda sólo en no aceptar el mensaje; incluye también la expul- sión de la sinagoga y las amenazas a quienes siendo judíos se hayan convertido al nuevo camino y pretendan asistir por cualquier cir- cunstancia a la sinagoga. Todo esto nos sirve para hacernos una idea de las dificultades que tuvo que afrontar el anuncio del Evangelio en sus orígenes, y la forma como Pablo, llamado con tanta razón “el apóstol de los gen- tiles”, va abriendo paso para que el evangelio de Jesús sea anuncia- do y conocido por todo el mundo, sin importar fronteras, razas ni clases sociales.

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Domingo, 21 de abril 4º Domingo de Pascua

Hch 13,14.43-52: Sepan que nos dedicamos a los gentiles Salmo Responsorial 99: Somos su pueblo, la gente de su rebaño Ap 7,9.14b-17: El Cordero será su pastor Jn 10,27-30: Yo doy la vida eterna a mis ovejas La primera lectura nos presenta hoy a Pablo y Bernabé en todo su apogeo evangelizador, donde se puede comprobar el proceso que va recorriendo la expansión del Evangelio. Por una parte, el espacio físico desde donde se proclama la Buena Nueva es la misma sina-goga judía; el medio es, naturalmente, la misma Escritura antigua, desde donde se proclaman las promesas y se confirman con el anuncio de la muerte y resurrección de Jesús como cumplimiento de ellas. Esto quiere decir que los destinatarios originales son los israelitas; así lo formula Pablo y lo corroboran los demás apóstoles. Hay, ciertamente, acogida del nuevo mensaje por parte de muchos, pero también hay rechazos hasta violentos a la predicación de Pa-blo y, antes de él, a las de Pedro y los demás. El rechazo oficial no se queda sólo en no aceptar el mensaje; incluye también la expul-sión de la sinagoga y las amenazas a quienes siendo judíos se hayan convertido al nuevo camino y pretendan asistir por cualquier cir-cunstancia a la sinagoga. Todo esto nos sirve para hacernos una idea de las dificultades que tuvo que afrontar el anuncio del Evangelio en sus orígenes, y la forma como Pablo, llamado con tanta razón “el apóstol de los gen-tiles”, va abriendo paso para que el evangelio de Jesús sea anuncia-do y conocido por todo el mundo, sin importar fronteras, razas ni clases sociales.

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Ese es otro de los efectos de la resurrección de Jesús: el conoci-miento, por parte de todos los seres humanos, de la Buena Noticia del amor de Dios, que en Jesús ha rescatado a toda la humanidad y la ha puesto bajo el amparo y la guía de un solo Padre de todos, el Padre de Jesús. En consonancia con ello, la visión apocalíptica que Juan nos des-cribe en la segunda lectura no se limita a un simple sueño naciona-lista judío. Ella tiene la intencionalidad de hacer conocer la nueva idea de Dios que Jesús nos revela en el Nuevo Testamento: su Pa-dre es el Dios Padre de todos los hombres y mujeres, sin excepción alguna. Todos son recibidos en la nueva realidad instaurada por el Cordero, ya que en él han sido superadas todas las fronteras que los humanos fueron construyendo para vivir separados y divididos. Ya no habrá división ni rechazo, porque en Jesucristo todos hemos sido recibidos como hermanos. El Cordero inmolado será el pastor que conducirá hacia fuentes de aguas vivas a todos los elegidos -venidos de todas las naciones-, porque asimilaron el proyecto del Padre; y allí será donde Dios enjugará sus lágrimas (Ap 7, 17). Cristo asume las dos funciones: de víctima que se inmola y de Pas-tor. En forma congruente, el evangelio nos propone el relato de Juan en el que Jesús se presenta como el pastor que cuida a sus ovejas. El ha anunciado su misión como el pastor que no sólo cui-da las ovejas de su aprisco, sino también las de otros rediles, los no-judíos (cf Jn 10,16). Jesús es un Pastor universal, que llama incluso a los que no pertenecen al judaísmo para que vengan a formar parte del rebaño escatológico, el de los que asumen como él la esperanza del reino de Dios. La figura más tierna que Jesús adopta como pastor es la del que busca a la oveja descarriada, a la perdida, y cuando la encuentra se alegra, la recoge y la trae de vuelta al aprisco (cf Lc 15,3-7). Por eso

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su gozo y su alegría radican en que los hombres y mujeres de buena voluntad acojan y asuman su proyecto de vida eterna. Jesús se diferencia en forma diametral de los pastores mercenarios, que cuando ven el peligro simplemente huyen, abandonando el re-dil y dejando a las ovejas a merced de su propia suerte. El evangelio nos refuerza también ese efecto tan importante de la resurrección de Jesús que es la paternidad universal de Dios. Los que han oído a Jesús y lo han visto actuar, son los primeros llama-dos a pertenecer al reino que él proclama, y al mismo tiempo están en el deber moral de anunciarlo a otros. Esos son los que, dice Jesús, “el padre me ha dado”; los que han entendido su propuesta y la siguen. En tal seguimiento no hay equivocación ni extravío, porque justamente la palabra de Jesús -quien es la Palabra misma del Padre- es la vía segura por donde el hombre puede alcanzar su máxima plenitud. Cristo hace un llamado a todos, como supremo Pastor, para que comprendan que lo que él propone en esencia es una realidad de unidad y de hermandad que no es posible de destruir, ya que con la fuerza del Espíritu podemos todos los bautizados trasparentar a Jesús resucitado y ser en el mundo instrumentos de paz y de uni-dad. Habrá así, finalmente, “un solo rebaño, un solo pastor” (Jn 10,16). La prédica de este domingo podría orientarse por alguna de estas opciones: a) Los pastores en la Iglesia. En ésta siempre ha habido un rol de dirigencia y/o de organización; todos los que ejercen algún “minis-terio” (servicio) son de alguna manera “pastores” de los demás. Esa labor “pastoral”, lógicamente, ha de tomar ejemplo de las carac-terísticas del “buen pastor” Jesús: que no se sirve de las ovejas, sino que da la vida por ellas. Bastará glosar todas estas características.

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Este tema puede prolongarse –si es oportuno para el auditorio- en el tema de los ministerios en la Iglesia: su estado actual, la posibili-dad de cambiar, la necesidad de encontrar nuevas formas, la crisis de algunas formas actuales, etc. b) Las vocaciones al ministerio pastoral. Se ha escogido este do-mingo en muchos países para la celebración de la “Jornada mundial de oración por las vocaciones”, lo cual es muy bueno, con tal de que no se dé la impresión de que “las vocaciones” son sólo las sa-cerdotales o a la vida religiosa, y se aclare que «todos tenemos vo-cación», y que «todas las vocaciones son importantes», también la laical (y mucho), y que «para cada uno, la mejor vocación es la su-ya». Lo pastoral, por lo demás, no debe ser identificado como sa-cerdotal: todos estamos llamados a ser “pastores” de otros. c) Jesús, “el” buen pastor y el pastor universal. De hecho, en el evangelio de Juan el tema no es la bondad del pastor Jesús, sino su veracidad frente a otros “pastores” o mediadores divinos, que ser-ían falsos... Algo así como la “unicidad” de Jesús como salvador. ¿Jesús es el “pastor único de nuestras almas”? ¿”No hay otro nom-bre” en el que podamos ser salvos? (Hch 4,12). Es el tema del plu-ralismo religioso, y la relectura del cristianismo entero que esa nue-va visión teológica exige. No es un tema para cualquier auditorio, pero sí es un tema que debería estar presente en la cabeza de todo el que hable al pueblo sobre el buen Pastor Jesús, aunque no vaya a tocar el tema explícitamente. La simplicidad y la sencillez no justifi-can el decir muchas cosas que no son tan ciertas, que ya no debe-mos seguir diciendo. Donde se pueda, será bueno abrir la visión de nuestros hermanos y hermanas, respecto a la presencia y la acción salvadora de Dios, más allá de una interpretación estrecha del “un solo rebaño y un solo pastor”. Para la revisión de vida

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A casi todos Dios nos ha concedido una parcela de vida de la que debemos cuidar. ¿Soy “buen pastor” de las personas que tengo a mi cargo o bajo mi dependencia (en la familia, en el tra-bajo o desempleo, en mis relaciones sociales...)? Para la reunión de grupo - ¿Cómo vemos la organización ministerial de la Iglesia en la actualidad? ¿Qué problemas tiene? ¿Qué “nuevos” ministerios necesitaríamos en nuestra comuni-dad, en el ambiente donde vivimos? - El “pueblo” de Dios no es una etnia; por eso el mensaje cris-tiano se abrió a otros pueblos, los “gentiles”, más allá del pue-blo judío. Pregunta fronteriza: ¿el “Pueblo de Dios”, está vin-culado a una Iglesia?, ¿o es más grande que nuestra Iglesia o que cualquier Iglesia? ¿Qué es, quién es, quiénes forman verda-deramente el “Pueblo de Dios”? Matizar bien, o distinguir sen-tidos que puede darse a la expresión Primera lectura: (Hechos 13,14.43-52)

Marco: Hechos 13 recoge el único discurso kerigmático que el autor de Hechos coloca en labios de Pablo. El fragmento que proclamamos hoy recuerda el resultado fi-nal del discurso.

Reflexiones

1ª) ¡Primero los judíos, luego los gentiles!

Teníamos que anunciaros primero a vosotros la Palabra de Dios; pero como la rechazáis... sabed que nos dedica-mos a los gentiles. El plan salvador de Dios debía seguir

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un itinerario: primero los judíos y después los gentiles (Gn 12,1ss). Este proyecto de futuro, abierto a todas las gen-tes y naciones, recorrerá un camino difícil desde el punto de vista de la historia. En la etapa posterior al exilio de Babilonia, para salvaguardar la pureza de la fe de Israel, se fue cerrando el círculo cada vez más, hasta el punto de considerar a los gentiles como unos impuros y malditos. El relato joánico nos ha conservado un encuentro entre Jesús y la samaritana de especial significación en este asunto (Jn 4,22). También en el relato mateano encontra-mos dos momentos en este sentido: antes de la resurrec-ción (Mt 10,5-7); después de la resurrección (Mt 28,18s). Y en las últimas recomendaciones de Jesús antes de su As-censión aparece la misma preocupación (Hch 1,8). Todos estos testimonios reafirman la actitud de Pablo cuando observa que los judíos no aceptan el Evangelio. Dios ha querido llegar a las naciones a través de Israel, su pueblo elegido. Pero el destino final son todas las gentes. Se trata de un plan salvador universal. Es consolador contemplar este proyecto de Dios que trasciende todas las fronteras y no admite acepción de personas, nacionalidades o razas. Todos caben en la sala de bodas. Cristo resucitado ha ro-to todas las fronteras en todos los sentidos. La Iglesia tie-ne la misión y la tarea de ser sacramento de salvación pa-ra todo el mundo.

Segunda lectura: (Apocalipsis 7,9.14-17)

Marco: Sección de los siete sellos y revelación del sentido de la historia. El autor describe la multitud, que nadie pue-

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de contar, que celebran una fiesta sin fin ante el trono y el Cordero.

Reflexiones

1ª) ¡El inmenso número de los salvados!

Vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y palmas en las manos. Los versículos que preceden al fragmento que proclamamos hoy se refieren a los 144.000 señalados de las 12 tribus de Israel. Sabemos que se trata de un número simbólico, resultado de la multiplicación de 12 por 12.000. En realidad significa que todo el pueblo de Israel es invitado a participar del triunfo y de la gloria de su Mesías. Pero el horizonte marcado por Dios era más uni-versal y amplio. El vidente contempla en el cielo una in-mensa muchedumbre. ¿Será verdad que Dios tiene un proyecto universal, para todos los hombres y para todas las naciones? El autor del Apocalipsis trata de responder, con esta visión, que en la meta de la salvación se reúnen hombres y mujeres de toda raza, pueblo y nación en un número incontable. En definitiva, la salvación depende de la respuesta libre del hombre y de la fidelidad mantenida en medio de las dificultades de este mundo.

Es verdad que la finalidad inmediata del vidente es alen-tar, consolar y animar a sus lectores inmersos en la perse-cución. No olvidéis, les dice, que en la meta final os espe-ra una gran recompensa de la que todos podréis partici-par. No perdáis el ánimo en medio de las luchas y dificul-

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tades. Mantened el espíritu alerta y animado por la cons-tancia, la perseverancia, el aguante y la longanimidad, porque la meta es la gloria compartida con el Cordero de-gollado. Pero a partir de esta experiencia inmediata, y apoyado en ella, se abre un abanico que se extiende a to-dos los tiempos y en todas las direcciones. Son muchos los que se salvan, repite la Escritura. Pero advierte ya el Maestro que es necesario vigilar y orar para no caer en la tentación de la apostasía, del abandono, de la renuncia a seguir adelante el camino marcado por el Evangelio y asumido por todos en el bautismo. Y para aquellos a los que no ha alcanzado todavía el Evangelio y, por tanto, to-davía no participan de la fe en Jesús, el proyecto salvador de Dios se refleja en sus conciencias que empujan a un comportamiento conforme a la voluntad del Padre y del Creador.

Evangelio: (Juan 10,27-30)

Marco: El contexto presenta a Jesús como Luz de mundo: curación del ciego de nacimiento y presentación de Jesús como el Buen Pastor que conduce a los suyos a la vida.

Reflexiones

1ª) ¡Seguridad del destino de los seguidores de Jesús!

Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen... En la Escritura es frecuente encontrar, como en el Oriente Antiguo, la imagen del pastor para referirse a Dios o a los que Él envía para cuidar de su pueblo. En el Antiguo Testamento hay algunas páginas significativas en las que se presenta tanto a Dios como a sus lugartenien-

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tes bajo la imagen del pastor (Sl 79; Ez 36). Podemos su-poner que los redactores joánicos han tenido delante de sus ojos dos realidades importantes, a saber, esta profec-ía de Ezequiel y la experiencia de la misión de Cristo. Jesús ha realizado el proyecto ideal querido por el Padre al enviarlo al mundo. Y lo ha realizado como un Pastor fiel y auténtico. Jesús invita a los hombres a seguirle para conseguir la vida eterna. La imagen está tomada de la forma y estilo de realizar el pastoreo ya que las ovejas si-guen detrás del pastor. Jesús conduce a su rebaño hasta la meta que culmina su obra, porque las ovejas siguen al pastor hasta el final. Con estas imágenes tan frecuentes y adecuadas en la cultura del antiguo Oriente y de Israel, el redactor joánico expresa una tarea, una misión, un talante y una meta: la gloria que Jesús posee y disfruta (Jn 17,24). Quizá esta imagen del pastor y las ovejas no tenga esa fuerza plástica y significativa en nuestro tiempo. Es necesario subrayar lo significado por la imagen. Jesús, el Pastor fiel y auténtico, ofrece a la humanidad un camino y unas posibilidades reales que la conducen a la meta final de la salvación que es la posesión de la vida feliz sin término. Y, dirigiendo la mirada a la Iglesia, se trata de una urgencia para presentar a los hombres y mujeres de nues-tro tiempo lo que significa la solicitud respetuosa con su li-bertad y la generosidad y solidaridad.

2ª) ¡La causa última de la seguridad: Yo y el Padre somos uno!

Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Sabemos que

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a la escuela joánica le gusta llegar al fondo de la realidad. La garantía que se ofrece a los seguidores de Jesús es, dice el evangelista, que el Lugarteniente y el que lo envía son una misma cosa. El Padre es quien sale garante de la misión del Hijo. Y del Padre nadie puede arrebatar las ovejas porque tiene poder para custodiarlas contra todas las dificultades y asaltos. Pero la escuela joánica no sólo contempla al Padre como quien tiene un poder soberano sino, sobre todo, como quien se revela en su amor a los hombres hasta enviarles a su propio Hijo para salvar a la humanidad y no para condenarla (Jn 3,16ss). La comunión plena del Hijo con el Padre es la garantía de éxito en la misión y fundamenta la seguridad y la esperanza de los que siguen a Jesús, cuya meta final es la vida eterna. Una vida que comienza ya aquí, porque los que aceptan la pa-labra del Buen Pastor pasan de la muerte a la vida y se asientan definitivamente en la vida. Y esta vida se consoli-da en la comunión del Pan que se le ofrece como la propia carne de Jesús (Jn 6,31-58). La escuela joánica, en la que no faltaban problemas de comunión, quiere expresar de esta manera que la tarea de Jesús está en plena sintonía con el proyecto del Padre que le ha enviado como Salva-dor del mundo. El Jesús resucitado sigue presente en su Iglesia actualizando su misión de Buen Pastor, pero ahora oculto en sus pastores. Es necesario que los pastores tra-ten de asemejarse a Jesús en la misión y que los hombres y mujeres puedan encontrar creíble y fiable la oferta del propio Jesús.