Biblia Latinoamericana - 05 Sabiduria

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  • Stgo

    HISTORIA DEL SANTO JOB

    1 i Haba en el pas de Us un hom-^ * bre llamado Job; era un varn per-

    fecto que tema a Dios y se alejaba del mal. 2 Tuvo siete hijos y tres hijas. 3 Tena mu-

    chos servidores y posea siete mil ovejas,

    INTRODUCCIN El poema de Job encabeza los libros de sabidura de la Biblia: es el que toca en forma ms profunda

    los grandes interrogantes de la condicin humana. Las desventuras de Job, que, despus de colmado por la existencia, se ve reducido a la ms extrema miseria, no son ms que un pretexto para llevarnos a reflexionar sobre lo insatisfactoria que es la vida del hombre en la tierra. El sufrimiento y la muerte son manifestaciones de unn mal ms profundo, que es a la vez malestar y mala conciencia del hombre consciente de su destino.

    No por casualidad Job es presentado como un hombre del pas de Us, que no pertenece al pueblo de Dios y no ha entrado en la esperanza de los profetas. A Job le basta contemplar la naturaleza para creer en Dios y su Providencia, pero a ste Dios no lo ha visto ni El le dirigi su Palabra. Job se siente y se reconoce obra de Dios, pero se da cuenta que solamente un dilogo con su Creador le permitira ubicarse en el lugar que le corresponde y, por ms que busque esta apertura, no la encuentra.

    Las denuncias de Job son una manera de clamar a Dios con toda la fuerza de una esperanza insa-tisfecha y, al final, Dios tendr que manifestarse.

    EL LIBRO DE JOB El punto de partida del libro de Job es un cuento popular que encontramos en las primeras pginas

    y en la ltima (1,1-2,13 y 42,10-17): la historia del santo hombre Job. Yav lo haba puesto a prueba, quitndole todo, y a pesar de eso se haba mantenido firme, confiado en Dios, que siempre premia al justo. Y al final, Dios le haba devuelto todo.

    Por supuesto que esta moraleja era un poco simple. Entonces un autor, del que no conocemos el nombre, desarroll este ejemplo de Job en los dilogos de los captulos 3-41. Ah Job grita su escndalo frente a la condicin humana, y sus tres amigos le oponen las respuestas de los sabios de su tiempo.

    tres mil camellos, quinientas yuntas de bue-yes y quinientas burras. Este hombre era el ms famoso entre todos los hijos de orien-te. 4Sus hijos acostumbraban a celebrar banquetes por tumo, en casa de cada uno

  • job 2 650 de ellos, e invitaban tambin a sus tres her-manas a comer y beber con ellos.5 Una vez terminados los das de esos banquetes, Job los mandaba a llamar para purificarlos; se levantaba muy temprano y ofreca sacrifi-cios por cada uno de ellos. Pues deca: Puede que mis hijos hayan pecado y ofen-dido a Dios en su corazn.

    As haca Job. R 22,19 6 Un da, cuando los hijos de Dios vinie-

    ni2'22 r o n a presentarse ante Yav, apareci tam-*ps'" bien entre ellos Satn.

    7 Yav dijo a Satn: De dnde vienes? Satn respondi: Vengo de la tierra, don-de anduve dando mis vueltas. 8Yav dijo a Satn: No te has fijado en mi servidor Job? No hay nadie como l en la tierra. Es un hombre bueno y honrado, que teme a Dios y se aparta del mal. 9 Satn respon-di: Acaso Job teme a Dios sin inters? io No lo has rodeado de un cerco de pro-teccin a l, a su familia y a todo cuanto tie-ne? Has bendecido el trabajo de sus manos y sus rebaos hormiguean por el pas. 11 Pero extiende tu mano y toca sus perte-nencias. Vers si no te maldice en tu pro-pia cara.

    12 Entonces dijo Yav a Satn: Te doy poder sobre todo cuanto tiene, pero a l no lo toques. Y Satn se retir de la presen-cia de Yav.

    13 CJn da los hijos y las hijas de Job es-taban comiendo y bebiendo en casa del hermano mayor. 14 Vino un mensajero y le dijo a Job: Tus bueyes estaban arando y las burras pastando cerca de ellos. 15 De re-pente aparecieron los sbeos y se los lleva-ron y a los servidores los pasaron a cuchi-llo. Slo yo pude escapar para traerte la noticia.

    16 Todava estaba hablando cuando lleg otro que dijo: Cay del cielo fuego de Dios y quem completamente a las ovejas y sus pastores. Slo escap yo para anuncirte-lo. 17 An no terminaba de hablar cuando

    O Job vive en tierra extranjera y pagana (s estara al sur de Palestina) en un tiempo antiguo. Tiene une situacin muy envidiable: es un jefe de nmadas, algo como Abraham, a quien nada le falta. Sin embargo, no es ms que un pen en la poltica mundial, mejor dicho, en la poltica celestial. Dios tiene su consejo con los hijos de Dios, es decir, con los ngeles, y debe fijarse en consideraciones que a Job se le escapan. En el caso presente, Yav es desafiado por Sa-tn, es decir, el Adversario, el espritu que promueve el mal, y a pesar suyo tiene que probar a Job para defender su pro-pio honor.

    As, pues, de entrada se pone al hombre en su verdadero lugar. No es el centro del mundo ni puede exigirle a Dios

    entr un tercero, diciendo: Los caldeos, di-vididos en tres grupos, se lanzaron sobre tus camellos, se los llevaron, dieron muerte a espada a tus mozos y slo yo he escapa-do para anuncirtelo.

    18 Estaba ste contando lo sucedido

    cuando un ltimo lo interrumpi, diciendo: Tus hijos e hijas estaban comiendo y be-biendo vino en casa del mayor de ellos. 19 De repente sopl un fuerte viento del de-sierto y sacudi las cuatro esquinas de la casa; sta se derrumb sobre los jvenes y han muerto todos. Slo yo pude escapar para traerte la noticia.

    2 Entonces Job se levant y rasg su manto. Luego se cort el pelo al rape, se tir al suelo y, echado en tierra, 21 empez a decir:

    Desnudo sal del seno de mi madre, sai 49,18 desnudo all volver. Yav me lo dio, Yav 1 Tin5^ ? me lo ha quitado que su nombre sea bendito!

    22 En todo esto no pec Job ni dijo nada insensato en contra de Dios.

    p 1 Otro da en que vinieron los hijos de Dios a presentarse ante Yav, se pre-

    sent tambin con ellos Satn. 2 Yav dijo a Satn: De dnde vienes?

    Satn respondi: De recorrer la tierra y pa-searme por ella. 3 Yav dijo a Satn: Te has fijado en mi siervo Job? No hay nadie como l en la tierra; es un hombre bueno y honrado que teme a Dios y se aparta del mal. An sigue firme en su perfeccin y en vano me has incitado contra l para arrui-narlo.

    4 Respondi Satn: Piel por piel. Todo lo

    que el hombre posee lo da por su vida, s Pero extiende tu mano y toca sus huesos y su carne; vers si no te maldice en tu pro-pia cara. 6 Yav dijo: Ah lo tienes en tus

    Lc 22 31 manos, pero respeta su vida.

    7 Sali Satn de la presencia de Yav e hi-ri a Job con una llaga incurable desde la

    que detenga por l la marcha de los acontecimientos. Job no se permite ninguna palabra insensata contra Dios.

    Aunque no conozca la razn de sus desgracias, comprende que sus intereses personales no se identifican necesaria-mente con los de Dios. Job toma la actitud que al fin lo sal-var y que, de inmediato, procura la gloria de Dios; en efec-to, frente al espritu del mal, que siempre acusa a los cre-yentes de ser interesados y de esperar premios, Job de-muestra que Dios sabe despertar en sus fieles un amor to-talmente desinteresado.

    Se notar la intervencin de la esposa de Job: Maldice a Dios y muere. Los que acusan a Dios por el mal existente no solucionan los problemas y cierran el paso a la esperanza.

    65i job 3 punta de los pies hasta la coronilla de la cabeza.

    8 Job tom entonces un pedazo de teja

    13,46 para rascarse y fue a sentarse en medio de las cenizas. 9 Entonces su esposa le dijo: Todava perseveras en tu fe? Maldice a

    EMPIEZAN LOS EMPIEZAN LOS POEMAS DE JOB

    + 11 Tres amigos de Job : Elifaz de Teman, Bil-dad de Suaj y Sofar de Naamat se enteraron de to-das las desgracias que le haban ocurrido y vinieron cada uno de su pas. Acordaron juntos ir a visitarlo y consolarlo. 12 Lo miraron de lejos y no lo recono-cieron. Entonces se pusieron a llorar a gritos; ras-garon sus vestidos y se echaron polvo sobre la ca-beza. 13 Luego permanecieron sentados en tierra junto a l siete das y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque vean que su dolor era muy grande.

    Maldito el da en que nac

    + Como lo notamos en la Introduccin, empieza aqu el dilogo sobre el sufrimiento, apartndose de la figura popu-lar de Job, que, en el captulo 2, se conformaba con acep-tar sin discusin la voluntad de Dios.

    Maldito el da en que nac. Estos primeros versos repiten las palabras que se le escaparon al profeta Jeremas (ver 20,14) en un momento de desesperacin; as, pues, no nos debemos extraar cuando a veces los amigos de Dios di-cen cosas semejantes, ni juzgar a algunos que intentan sui-cidarse, empujados por la desesperacin.

    Para qu dar vida al desesperado, al que se le esconde su camino? Por qu nacen nios lisiados y ciegos, o desti-nados a una muerte atroz? Pero sera un error pensar sola-mente en aqullos o incluso fijarse en esas centenas de mi-llones de hombres que hoy viven marginados y sin esperan-zas. Porque, en los mismos pases donde no falta nada, el hombre, asfixiado por una civilizacin materialista, se deses-

    Dios y murete! icPero l le dijo: Hablas como una tonta cualquiera. Si aceptamos de Dios lo bueno, por qu no aceptare-mos tambin lo malo?

    En todo esto no pec Job con sus palabras.

    9 Que no se vean las estrellas de su au-

    rora; espere en vano la luz, y no vea el des-pertar de la maana,

    10 por no haberme cerrado la puerta del

    vientre de mi madre y no haber ocultado a nais ojos el dolor.

    11 Por qu no mor al salir del seno y no expir cuando sala del vientre?

    12 Por qu hubo dos rodillas para aco-germe y dos pechos para darme de ma-mar?

    13 O por qu no fui como un aborto que se esconde, como los pequeos que nun-ca vieron la luz?

    14 Pues ahora estara acostado tranquila-

    mente y dormira mi sueo para descansar, 15 con los reyes y con los ministros del

    pas que se mandaron hacer solitarios mau-soleos,

    16 o con los prncipes que tienen oro en

    cantidades, y repletan de plata sus casas. 17

    All cesan de moverse los malvados y descansan los que se hallan agotados.

    18 Incluso los prisioneros son dejados

    tranquilos y ya no se oyen los gritos del vigilante.

    i9All no se distingue el pequeo del grande, y el esclavo se ve libre de su amo.

    20 Para qu dar la luz a un desdichado, la vida a los que tienen amargada el alma,

    pera en medio de su abundancia: es all donde las parejas jvenes no quieren tener familia. En realidad, Job pregunta sobre el valor de la vida: Vale la pena vivir? No sera mejor no haber existido?

    Los hombres de siglos pasados vivan llevados por la ener-ga incontenible de la vida. Vivan y se sacrificaban para que viviera su pueblo. Nuestros padres trabajaban y procreaban sin preguntar el porqu. Pero cuando el hombre llega a la madurez de la reflexin critica, necesita una respuesta a esta pregunta: Por qu vivir si la vida al final no llega a ninguna parte?

    En la historia de Adn, Dios maldice la tierra por culpa del hombre, o ms bien, muestra cmo el pecado desfigura la existencia y cmo es amarga la muerte sin esperanza de resucitar. En Ap 9,6 se habla nuevamente de los que anhe-lan la muerte sin obtener que venga, aludiendo a ios peca-dores que sufren sin arrepentirse.

    O i Despus de esto, Job tom la pala-** bra para maldecir el da de su naci-

    miento, 2 diciendo: 3 Maldito el da en que nac y la noche

    20,14 en que se dijo: Ha sido concebido un hombre!

    4 Convirtase ese da en tinieblas, y Dios

    no se acuerde de l desde all arriba, ni res-plandezca sobre l un rayo de luz.

    5 Lo cubran tinieblas y sombras, se ex-

    tienda sobre l la oscuridad, y haya ese da un eclipse total.

    6 Que esa noche siga siempre en su os-

    curidad. Que no sea considerado entre los das del ao, cuando se cuenten los meses.

    7 Que sea triste aquella noche, impene-

    trable a los gritos de alegra. m2

    8 Que la maldigan los que odian la luz del

    '4 da, y que son capaces de llamar al Diablo.

  • job 5 21

    a los que desean la muerte que no lle-ga y la buscan ms que un tesoro;

    22 los que saltan de jbilo ante el sepul-

    cro y se alegran cuando llegan a la tumba? 23 Para qu dar la vida a un hombre que

    no encontrar su camino, ya que Dios lo tie-ne encerrado?

    2 la comuniad juda, pobre y fervorosa, que volvi a su pas despus del destierro, cuando Israel hubo perdido su fama y su independencia. Ella es la que confie-sa: Haba descuidado mi via, es decir, mi tierra, Palestina.

    Y el Rey, el Amado, es Yav. Este primer poema de amor es el sueo de la amada, que goza ya el da de su vuelta al rey y que se cuenta a s misma el dilogo tan deseado que tendrn en aquel da. El Coro le indica el lugar, que ella ya conoce, donde encontrar al amado: la Tienda de los Pas-tores, expresin que designa al Cerro Sin, la Ciudad Santa, donde reinaron los descendientes de David, el rey pastor.

    Al final viene la respuesta de Yav a los que preguntan: Cundo se verificar este sueo? Cuando ella quiera; es de-

    14 Mi amado es para m racimo de uva

    de las vias de Engad. 15

    Amada ma, qu bella eres, qu bella eres! Tus ojos son como palomas. 16

    Amado mo, qu hermoso eres, qu delicioso! Nuestro lecho es slo verdor. 17 Las vigas de nuestra casa son de cedro, y su techo de ciprs.

    *) ] Yo soy el narciso de Sarn " y el lirio de los valles.

    2 Como lirio entre los cardos,

    as es mi amada entre las jvenes. 3 Como manzano entre rboles silvestres, a 14,6 as es mi amado entre los jvenes. slfa: Estoy sentada a su sombra deseada y su fruto me es dulce al paladar. 4 Me llev a una bodega de vino

    y me puso su insignia, que era el amor. 5 Psenme pasteles de pasas.

    Reanmenme con manzanas, porque estoy enferma de amor. 6 Su izquierda bajo mi cabeza

    y su derecha me abraza. 7 Hijas de Jerusaln, yo les ruego

    por las gacelas y por las cabras del campo

    que no despierten ni molesten al Amor hasta cuando ella quiera.

    O La Amada: s La voz de mi amado! Miren cmo ya viene saltando por los montes, 9 brincando por los cerros, mi amado, como una gacela o un cabrito. Ahora se detiene detrs de nuestra cerca, y se pone a mirar por las ventanas, a espiar por las rejas.

    cir, cuando ellos me busquen, entonces se despertar mi amor y les saldr al encuentro.

    Lo mismo que los grandes artistas usan palabras que ex-presan a la vez diversas ideas, as tambin el Cantar, que no sale ni por un momento de los sueos amorosos, tampoco olvida el Primer amor del Mundo. La Amada es el pueblo de los humildes: de l Dios est enamorado.

    As viene el amor a buscar a la amada. La viene a bus-car cuando lleg la hora. Pas el invierno, es decir, el tiem-po de sus pruebas. No se pueden entender bien las prome-sas de Dios en el Cantar sin haber ledo las Lamentaciones. La misma persona, israel, protagoniza estos dos poemas, el primero de desesperacin, el segundo de esperanza.

    Para los enamorados, el encuentro de amor es una pri-

  • cantar 3 702 10 Mi amado empieza a hablar y me dice: Levntate, compaera ma, hermosa ma, y ven por ac. 11 Porque, mira, ya ha pasado el invierno, y las lluvias ya han cesado y se han ido. 12 Han aparecido las flores en la tierra, ha llegado el tiempo de las canciones, se oye el arrullo de la trtola en nuestra tierra. 13 Las higueras echan sus brotes y las vias nuevas exhalan su olor. Levntate, amada ma, hermosa ma, y ven. 14 Paloma ma, que te escondes en las grietas de las rocas en apartados riscos, mustrame tu rostro, djame or tu voz, porque tu voz es dulce y amoroso tu semblante. 15 Que cacen a los zorros, a los zorros nuevos, que destrozan las vias, pues las nuestras se encuentran en flor! 16 Mi amado es para m, y yo

    2,21 para mi amado; l lleva a su rebao a pastar entre los lirios. 17 Antes que sople la brisa del da y huyan las sombras,

    mavera de la vida; borra el pasado, alivia las penas y todo lo ilumina. As es para el creyente el encuentro con su Dios, tanto ms alegre y profundo cuanto ms haya sufrido pa-sando por el camino de la cruz.

    Aparece aqu la inquietud de los que han vuelto despus del destierro y que esperan que venga el reino de Yav, como l lo prometi. Buscan a Dios, que tarda en manifes-tarse. Este texto hace varas alusiones a la situacin preca-ria en que estn: vecinos hostiles (los zorros), guardias ex-tranjeros que ocupan la Ciudad de Jerusain. Y porque Yav tantas veces ha clamado a su pueblo vuelvan a m, ellos tambin le dicen: Vuelve. Al no ver su venida, perseveran en la certeza de su esperanza: l se mostrar en el momento que menos se piense, con tal que lo hayan buscado sin descanso.

    + En mi lecho, por la noche, busqu a m amado. El amor hace desvelarse, y as les pasa a los enamorados. Pero buscarse el uno al otro tiene que ser afn de toda la vida en el matrimonio. Los esposos seguirn enamorados siem-pre que sigan con todas las atenciones que se prestaban en el comienzo. Cmo dos esposos pueden vivir indiferentes al lado uno del otro?

    Lo mismo muere nuestro amor a Dios el da que nos he-mos acostumbrado a l y no lo buscamos. Un poema de San Juan de la Cruz resume su vida, en la que no hizo ms que buscar a Dios, permaneciendo fiel en medio de las prue-bas y persecuciones ms dolorosas:

    En una noche oscura, con ansias de amores inflamada,

    amado mo, vuelve como hace la gacela o el cabrito por los montes de las balsameras.

    11 i Sobre mi lecho, por las noches, + * ' yo buscaba al amado . . ' . ls 65,1

    de mi alma. jer 22,13 Lo busqu y no lo hall. 2 Me levantar, pues, y recorrer la ciudad.

    Por las calles y las plazas buscar al amado de mi alma. Mt 7 7 Lo busqu y no lo hall. 3 Me encontraron los centinelas,

    que andaban de ronda por la ciudad. 4 Han visto a mi amado?

    Apenas los haba dejado cuando encontr al amado de mi alma. Lo abrac y no lo soltar ms Gn 2 4 . ; hasta que no lo haya hecho entrar en la casa de mi madre, en la pieza de la que me dio a luz. El Esposo: s Hijas de Jerusain, yo les ruego por las gacelas y por las cabras

    del campo, no despierten, ni molesten al Amor hasta cuando ella quiera.

    O Coro: 6 Qu es eso que sube del desierto,

    como columna de humo Ap 12 6

    oh dichosa ventura!, sal sin ser notada, estando ya mi casa sosegada, sin otra luz ni gua sino la que en el corazn arda. Aqulla me guiaba, ms cierta que la luz del medioda, adonde me esperaba quien yo bien me saba, en parte donde nadie pareca. Oh noche que guiaste! Oh noche amable ms que la alborada,' oh noche que juntaste amado con amada, amada en el amado transformada! La noche de que habla es lo que Pablo llama la vida es-

    condida en Dios (Col 3,3) y donde no hay otra luz que gue sino la fe.

    O Con la imagen de Salomn, el rey magnfico (ver 1 Re-yes 10), se anuncia al Rey de la Paz, al Mesas, cuya venida esperan los creyentes. En el tiempo de Moiss, Yav acom-paaba a su pueblo en el desierto, oculto en la columna de humo. As vendr otra vez, acompaando a su Mesas.

    Ahora, el amado canta las alabanzas de su amada. La pri-mera parte de este texto se parece a los versos de los poe-tas que cantan la belleza de su amada. Tal vez esas figuras poticas son una manera de describir las bellezas naturales de la Tierra Santa (seguir en el cap. 7).

    Me robaste el corazn, hermana ma, novia ma. Esta es

    703 cantar 4 perfumado de mirra y de incienso y de todos los aromas? Es la litera de Salomn. 7 Sesenta guerreros la rodean

    que son los ms valientes de Israel, 8 todos muy buenos para la espada,

    5 hombres adiestrados para el combate. Cada uno lleva su espada a la cintura para que nadie los sorprenda de noche. 9 El rey Salomn

    se ha hecho un trono de madera del Lbano,

    i R io,i6 io Le hizo columnas de plata, el respaldo de oro, el asiento de prpura; todo fue bordado con amor por las hijas de Jerusain. ii Hijas de Sin, salgan a contemplar al rey Salomn

    ls 6i1 con la corona que le coloc su madre el da de sus bodas, el da de su alegra.

    A El Esposo: 1 Qu bella eres, amada ma,

    qu bella eres! Tus ojos son como palomas detrs de tu velo. 2 Tus cabellos, como un rebao de cabras

    que ondulan por las pendientes de Galaad.

    Tus dientes, ovejas esquiladas que acaban d baarse, cada una lleva su par de mellizos y ninguna va sola. 3 Tus labios son como un hilo colorado,

    y tu hablar, encantador. Tus mejillas, como granada

    partida en dos a travs de tu velo.

    la confesin de Yav enamorado de su pueblo. Un salmo dice: Qu es el hombre, para que te acuerdes de l El amor hace ciegos a los novios, y no hay chiquilla que no pa-rezca linda e inteligente a su novio. No podr pasarle lo mis-mo a Dios y que su mirada nos embellezca?

    Qu bella eres! Me robaste el corazn con una sola mi-rada tuya. Invitacin al optimismo. Dentro del barro de la hu-manidad, en medio de la cobarda y del egosmo, hay mu-chas perlas para el collar de la amada, muchas miradas que conmueven a Dios. Tratemos de ver no lo malo ni lo vulgar, sino las maravillas que Dios realiza en los que son realmen-te su Iglesia, en los humildes y en los que sufren per-secucin.

    Toda hermosa eres, amada ma, en ti no hay defecto. Se pueden recordar las palabras de Pablo en Ef 5,25, donde muestra a Cristo preparndose a su Esposa: Maridos, amen a sus esposas como Cristo am a su Iglesia. Por ella se en-

    4 Tu cuello es como la torre de David,

    edificada como fortaleza; de ella cuelgan mil escudos, todos escudos de valientes. s Tus dos pechos, como dos cras mellizas de gacela, que andan pastando entre los lirios. 6 Antes de que sople la brisa del da,

    y se vayan las sombras, me ir al monte de la mirra, al cerro del incienso. i Eres toda hermosa, amada ma, en ti no hay ningn defecto. s Ven del Lbano, novia ma, ven conmigo del Lbano, desde lo alto del Amana, desde la cumbre del Samir y del Hermn, moradas de los leones, guaridas de leopardos. 9 Me robaste el corazn, hermana ma, novia ma, me robaste el corazn con una sola mirada tuya, con una sola de las perlas de tu collar. io Qu amorosas son tus caricias, hermana ma, novia ma, qu delicioso es tu amor...! S, es mucho mejor que el vino! Y el olor de tus perfumes no se puede comparar con ningn otro. ii Los labios de mi novia

    destilan pura miel; debajo de tu lengua se encuentra leche y miel, y la fragancia de tus vestidos es la de los bosques del Lbano.

    + ]2 CJn jardn cercado es mi hermana, mi novia, huerto cerrado y manantial bien guardado. 13 En ti hay un paraso

    treg, para hacerla santa, purificndola y lavndola por el bautismo. Deseaba preparrsela para s mismo esplendoro-sa, sin mancha ni arruga, sino ms bien santa e in-maculada.

    + Despus de los poemas de Isaas que celebran a la Je-rusain nueva, esposa de Yav (ls 61,10 y 62,5), el Cantar contempla a la novia virgen que ser el Muevo Pueblo.

    n jardn cerrado. Porque se conserv totalmente para su amado. Esta es la novia virgen que Yav esperaba despus de tantas prostituciones de su pueblo, que lo honraba con palabras y al mismo tiempo permaneca apegado a sus do-los. Pero si no hay corazones fieles en los cuales tenga Dios su jardn cerrado, cmo podra ser la Iglesia este jardn? Y si no se mantiene entre los fieles el aprecio de la virginidad consagrada a Dios, cmo se hablar de la Iglesia virgen?

    El ideal de la Virgen (ls 7,14) se concret en Mara, ma-

  • cantar 5 con frutos exquisitos: 14

    Nardo y azafrn, clavo de olor y canela, con todos los rboles de incienso,

    mirra y loe, con los mejores perfumes. 15 Fuente de los jardines, manantial de aguas vivas, corrientes que bajan del Lbano. La Amada: 16

    Soplen, vientos del norte y del desierto.

    Soplen en mi huerto para que se expandan sus aromas. Y as entre mi amado en su huerto y coma de sus exquisitos frutos.

    C El Esposo: i He entrado en mi huerto,

    hermana ma, novia ma, he tomado mi mirra con mi perfume, he comido mi miel en su panal, he bebido mi vino y mi leche. Amigos, coman, beban, oh, queridos mos!, embriagense.

    La Amada: O 2 Yo dorma, pero mi corazn estaba despierto. O la voz de mi amado que me llamaba: breme, hermana ma, compaera ma,

    , , paloma ma, preciosa ma; jue 6,36 que mi cabeza est cubierta de roco, Os 14,6 ^ . ,

    y mis cabellos, de la humedad de la noche.

    dre de Jess, como lo notan los Evangelios de Lucas y Ma-teo: Mara fue, ms que cualquier otro, el jardn cerrado de donde el soplo del Espritu Santo hizo subir los aromas y los secretos de un alma que nadie nunca penetr. Aparen-temente, su vida fue excepcionalmente discreta, al lado de Jess y en la Iglesia primitiva. Era, sin embargo, la amada y favorecida de Dios, segn la palabra del Evangelio (Lu-cas 1,28), y solamente despus, todas las generaciones de creyentes la iban a celebrar como feliz por las maravillas que Dios hizo en ella (Lucas 1,48).

    Entre mi amado en su huerto y coma de sus frutos! Cuando Jess presenta la nueva manera de vivir del Evan-gelio, insiste para que hagamos nuestras acciones sin apa-rentar, y tu Padre que comparte tu secreto te lo pagar (Mateo 6,1).

    No busquemos tanto que Dios pague, sino que se ale-gre de esta parte secreta de nuestra vida, todo lo que hici-mos por l.

    O Es un tormento del amor el no poder encontrarse. Cuando uno busca al otro, no lo halla dispuesto, y cuando est dispuesto habr pasado la hora. As, viene Dios siem-pre a la hora menos pensada.

    Yo dorma, pero mi corazn estaba despierto. Esto en el

    704 3 Me quit la tnica,

    tendr que ponrmela otra vez? Me lav los pies, cmo voy a volver a ensucirmelos? 4 Mi amado meti la mano

    por la cerradura de la puerta; cmo se me estremeci el corazn! s Me levant para abrir a mi amado, y mis manos destilaron mirra, corri mirra de mis dedos sobre el pestillo de la cerradura. 6 Abr a mi amado, pero mi amado se haba ido de largo. Se me fue el alma tras de l! Lo busqu y no lo hall, lo llam y no me respondi. 7 Me encontraron los centinelas,

    que andaban de ronda por la ciudad. Los guardias de las murallas me golpearon y me hirieron y me quitaron mi chai. 8 Hijas de Jerusaln,

    yo les ruego que si encuentran a mi amado le digan... qu le dirn? Que estoy enferma de amor. Coro: 9 Oh t, la ms bella de las mujeres! qu distingue a tu amado de los otros? Qu distingue a tu amado de los otros para que as nos mandes?

    O La Amada: io Mi amado es rubio y buen mozo, dintinguido entre mil.

    poema se entiende del grupo reducido de los creyentes que esperan la vuelta de Yav viviendo dentro de un pueblo ma-terialista. Y, sin embargo, cuando l viene cargado de ben-diciones (es lo que significa el roco), siempre dejan pasar la oportunidad y lo reconocen cuando ya pas la hora.

    La voz de mi amado que me llama. Como los judos que esperaban la venida de Yav, ahora tambin el creyente est esperando la vuelta de Cristo. Pero lo mismo que ellos, no sabemos entregamos totalmente cuando nos llama. Es el miedo a que me pida maana ms de lo que quiero sacri-ficar. Y Dios huye.

    Se me fue el alma tras l. Es el pesar por no haber corres-pondido a su amor. Tambin Dios, al pasar, nos hiere de al-guna manera, nos deja inquietos para que lo busquemos.

    Busqu a mi amado y no lo hall. Deseamos realmente el encuentro con Cristo? Se comprobar que la Iglesia tam-poco puede responder a los llamados de su Esposo s el peso de las costumbres, de sus pertenencias y de sus preo-cupaciones humanas la mantiene clavada a su cama, intil y cmoda.

    O Ahora la amada describe a su amado con figuras que tal vez se refieren al Templo, orgullo de Israel y lugar de la presencia de Yav. Israel recuerda el esplendor del primer

    705 cantar 7 ! Su cabeza brilla como el oro puro; sus cabellos, como hojas de palma, son negros como el cuervo. i2 Sus ojos, como palomas junto a una fuente de agua, y que se baan en leche, posadas junto a un estanque, 13

    sus mejillas, plantaciones de balsameras

    como frascos de perfumes. Sus labios son lirios que destilan mirra pura. 14 Sus manos son aros de oro adornados con piedras de Tarsis. Su vientre, marfil pulido, cubierto de zafiros. 15 Sus piernas, columnas de mrmol,

    Sal 144,2 . 7 ! , ' sr 26,18 asentadas en basas de oro puro.

    Su aspecto es como el Lbano majestuoso como los cedros. 16

    Su hablar es lo ms suave que hay y toda su persona es un encanto. Hijas de Jerusaln, as es mi amado, as es mi amigo.

    Coro: 1 A dnde se fue tu amado?

    Oh la ms bella de las mujeres! A dnde se dirigi tu amado, para que lo busquemos contigo? La Amada: 2 Mi amado baj a su huerto,

    donde se cultivan flores olorosas, pastorea su rebao en los jardines y va a recoger lirios. 3 Yo soy para mi amado y l es para m:

    l pastorea entre los lirios. El Esposo: 4 Eres hermosa, amada ma, como Tirsa,

    encantadora como Jerusaln. Imponente como tropas ordenadas. 5 Aparta de m tus ojos,

    porque me cautivan.

    Templo, y ahora que tiene un edificio provisorio, suea con el Templo Nuevo, cuando venga Yav.

    Yo soy para mi amado y mi amado es para m. Viene va-rias veces este refrn. Ser totalmente uno del otro, saber que ella me conoce a m como yo la conozco a ella. Es el ideal del amor y tambin es lo que Dios nos promete en su pa-raso: Ellos sern mi pueblo y yo ser su Dios.

    Cnica es mi paloma, mi toda perfecta. Cmo pensar que Dios no tenga sus preferidos? La inmensidad de su amor no lo hace annimo: ama a cada uno en forma propia y ni-ca, pero no hay lugar para los celos en el Reino de Dios. Ala-baremos a Dios por sus apstoles, que sentados sobre tro-nos gobiernan a las tribus de Israel. Ms an, lo alabare

    Tus cabellos son como rebao de cabra que ondulan por las pendientes

    de Galaad. 6 Tus dientes son como rebao de ovejas

    que acaban de baarse, cada una lleva un par de mellizas y ninguna va sola. 7 Tus mejillas, como granada partida en dos

    detrs de tu velo. 8 Las reinas son sesenta,

    ochenta las concubinas, y las jvenes son innumerables. 9 Pero una sola es mi paloma,

    mi toda perfecta. Ella es la hija nica de su madre, la preferida de la que la engendr. Las jvenes que la ven la felicitan, reinas y concubinas la alaban. Coro: i Quin es sta que surge como la aurora, bella como la luna, brillante como el sol, temible como un ejrcito? El Esposo: 1' Haba bajado a los nogales

    para ver las flores del valle, por ver si la via estaba brotando, y si florecan los granados. 12 No s cmo mi deseo me hizo subir como prncipe sobre los carros de guerra de mi pueblo. Coro: Vuelve, Sulamita, vuelve; vuelve, vuelve para contemplarte.

    "7 El Esposo: 1 Por qu miran a la Sulamita,

    como en una danza a dos coros? 2 Hija de prncipes,

    qu lindos son tus pies con sus sandalias.

    mos por la amada y favorecida, bendita entre todas las mujeres.

    Quin es sta que aparece como la aurora? Fcilmente lo entendemos de Mara.

    Bella como la luna: porque todo lo tiene de Dios, siendo nicamente la sierva del Seor.

    Brillante como el sol: porque en ella veremos hasta dn-de glorifica Dios a una creatura suya a la que hizo Madre de su Hijo.

    Imponente como un ejrcito: porque, en el conflicto se-cular que opone la Iglesia al poder de las tinieblas, no hay para nosotros ayuda ms poderosa que la suya, ni fuerza ms segura que la imitacin de sus virtudes.

  • cantar 8 Tus caderas se incurvan como collares hechos por manos de artistas. 3 Tu ombligo es un cntaro

    donde no falta el vino con especias. Tu vientre es como una pila de trigo. 4 Tus dos pechos son como dos cras

    mellizas de gacela. Tu cuello, como torre de marfil. 5 Tus ojos, las piscinas de Jesbn,

    junto a la puerta de Bat-Rablim. Tu nariz es como la cumbre del Lbano, centinela que mira hacia Damasco. 6 Tu cabeza es como el Carmelo,

    y tu cabellera, como la prpura; un rey se halla preso en esas trenzas. "i Qu bella eres, qu encantadora, oh amor, en tus delicias! s Tu talla se parece a la palmera; tus pechos, a los racimos. 9 Me dije: subir a la palmera,

    ; a sacar frutos, ""

    Sean tus pechos como racimos de uvas y tu aliento como perfume de manzanas! 10

    Tus palabras sean como vino generoso, que va derecho hacia el amado fluyendo de tus labios cuando te duermes. La Amada: 11 Yo soy para mi amado

    Gn 3,16 y s u d e s e o tiende hacia m.

    12 Amado mo, ven, salgamos al campo. Pasaremos la noche en los pueblos. 13 De maana iremos a las vias; veremos si las parras estn brotadas, si se abren las flores y si florecen los granados. All te entregar todo mi amor. 14 Las mandragoras exhalan su fragancia. Mira, a nuestras puertas

    O En este texto, la amada expresa a la vez un deseo in-sensato y una certeza alentadora.

    Ojal fueras hermano mo! Ojal Dios viniera como un hombre! Los creyentes estn acostumbrados a que otros se ran de ellos, dicindoles, como en el salmo 42: Dnde est tu Dios? Y ellos suspiran: Que venga el Emmanuel, o sea, Dios-con-nosotros.

    Qu deseo ms insensato! El Evangelio nos dice que, entre los mismos judos, mu-

    chos tropezaron con esto: no creyeron que su Dios los ha-ba visitado en la persona de Jess.

    La certeza alentadora de la amada se expresa en la forma siguiente: Soy de mi amado y su deseo tiende hacia m. En la unin con Yav se ha volcado la palabra del Gnesis 3,16. Ah se anunciaba el sufrimiento de la mujer en la mayora de los matrimonios: necesita de su marido y l la domina. En cambio, aqu, con ser la amada tan dbil y pobre frente al amado, Dios es el que la desea. Cln creyente, al dar ni-mo a una mujer perdida para que cambiara de vida, la de-ca: Para Dios, t eres nica e insustituible.

    . 706 esos frutos exquisitos, nuevos y aejos, que guardaba para ti, amado mo.

    Q La Amada: i Ah, si t fueras hermano mo,

    Pra 713 alimentado con el pecho de mi madre!, te podra besar al encontrarte afuera, sin que m e despreciaran. 2 Te llevara y te introducira

    en la casa de mi madre, y t me ensearas! Te dara a beber vino fragante y un licor hecho de granada. 3 Su izquierda bajo mi cabeza

    y su derecha m e abraza. El Esposo: 4 Hijas de Jerusaln;

    les ruego que no despierten ni molesten al Amor hasta que ella quiera Coro: 5 Quin es sta que sube del desierto,

    apoyada en su amado?

    + El Esposo: Debajo del manzano te despert, all mismo donde te concibi tu madre, donde te concibi la que te dio a luz. 6 Grbame como un tatuaje

    en tu corazn, como un tatuaje sobre tu brazo. Porque es fuerte el amor como la muerte, Gn M,I y la pasin, tenaz como el infierno. Sus flechas son dardos de fuego, '* f\\ como llama divina. o< 32^4

    + El amor es fuerte como la muerte. El poema finaliza con la promesa de la unin eterna de Yave con su pueblo. Fuerte es el amor de Dios celoso, y fuerte tambin el amor que l pone en el corazn de sus hijos: Quin nos apar-tar del amor de Cristo? (Rom 8,35).

    Cmo lograr el amor humano ser fuerte como la muer-te? Si acepta mirar al amor eterno, a Dios. El amor no con-siste en mirarse el uno al otro, sino en una bsqueda co-mn de Dios. Los esposos no se convierten en dolos uno del otro, ni hacen de su felicidad la meta de su vida: sera ir a la esterilidad. Ms bien quieren responder a un llamado de Dios y construir con l su vida, y Dios es quien les dar el que sean felices.

    l amor es fuerte como la muerte. La amada sabe que la unin con el amado no tendr fin. Para nosotros es intole-rable pensar que la muerte destruya a los que queremos y que nada quede de nuestro amor, ni siquiera un recuerdo. El amor verdadero cree en la resurreccin y son testigos las inscripciones que leemos en tantas tumbas: a mi inolvida-ble...: recuerdo eterno: a ti para siempre. El amor es eterno o no es.

    707 7 N o a p a g a r n el a m o r

    ni lo a h o g a r n o c a n o s ni ros.

    O Si alguien lo quisiera comprar con todo lo que posee, slo conseguira desprecio. 8 Tenemos una hermana pequea: todava no tiene senos. Qu haremos con nuestra hermana cuando se trate de casarla? 9 Si es una muralla, le construiremos defensas de plata; si es una puerta, la reforzaremos con barras de cedro. 10 Yo soy una muralla, mis pechos son como torres. Soy a sus ojos

    rut 1 como quien ha hallado la paz. 11 Salomn tena una via en Baal-Amn. La confi a unos cuidadores, y cada uno le traa mil siclos de plata por sus frutos. 12 Mi via es slo para m y yo no ms la cuido. Mil siclos para ti, Salomn, doscientos para los que guardan su fruto 13 Oh t que habitas en los huertos!, tus compaeros prestan odo a tu voz, haz que yo tambin la pueda or. 14 Huye, amado mo, como gacela o como un cabrito por los montes de las balsameras.

    Con el libro de Rut encontramos una tradicin antigua, desarrollada bajo la forma de una novela encantadora con la intencin de fomentar un espritu supranacional.

    Una tradicin antigua deca que entre los antepasados de David haba una mujer extranjera. Rut, mujer moabita.

    Una novela encantadora. Nos presenta todo cuanto se puede encontrar de cultura verdadera, de hu-manidad exquisita, de nobleza inconsciente, en una vida sencilla de campesinos. Las presentes pginas salvan del olvido lo que fue durante siglos la vida de los agricultores de Palestina, antepasados de Cristo.

    Un espritu de apertura supranacional anima este relato escrito del siglo IV a. C. Poco antes, el que reorganizla comunidad judia, Esdras, haba obligado a los judos a que despidieran a sus esposas ex-tranjeras, las cuales podan arrastrarlos hacia religiones paganas. Con esto se haba desarrollado un na-cionalismo celoso. En cambio, aqu la protagonista del relato es una mujer extranjera. Rut adopta al Dios verdadero de Israel y es recibida en la comunidad del pueblo de Dios.

    Tu Dios ser mi Dios

    1 i Cuando gobernaban los Jueces en * Israel, hubo una gran hambruna en el

    pas. Debido a eso, un hombre de Beln de Jud se traslad a los campos de Moab con su mujer y sus dos hijos. 2 El hombre se lla-

    maba Elimelec; su esposa Noem, y sus hi-jos, Majaln y Guifyn.

    3 Al poco tiempo falleci Elimelec, y Noe-

    m qued sola con sus dos hijos. 4 Ambos tomaron por esposas a mujeres moabitas; una de ellas se llamaba Orfa, y la otra, Rut. 5 Al cabo de diez aos murieron tambin

    Dt23,< Esd 9;1

    O Los ltimos versculos del Cantar, a partir de 8,8, son sentencias que se aadieron mes tarde al poema y que con-tienen alusiones polticas.

  • rut 2 708 los dos hombres y Noem qued desampa-rada sin esposo y sin hijos.

    6 Entonces decidi salir de Moab en

    compaa de sus nueras, 7 pues haba odo decir que Yav se haba acordado de su pueblo y les haba dado qu comer. 8 Cuan-do estaban en camino de regreso a Jud, Noem habl a sus nueras: Creo que es mejor que ustedes se vayan a sus casas. 9 Que el Seor les recompense todo lo bue-

    no que han hecho con mis hijos y conmi-go, y les permita que encuentren cada una un esposo con quien puedan vivir en paz. 10

    Y en seguida les dio un abrazo. Pero ellas, llorando, le respondieron: No nos iremos, sino que seguiremos contigo.

    ii Vuelvan a sus casas, volvi a decir |f3 Noem, pues qu sacan con venir conmi-

    go? Ya no puedo tener hijos para que sean sus maridos. 12 Les repito, regresen a sus hogares, pues yo soy ya vieja para casarme de nuevo. Y aunque tuviera la remota espe-ranza de casarme esta misma noche y de tener hijos, 13 seran ustedes capaces de esperar que fueran grandes? Dejaran por eso de casarse? No, hijitas, bastante me ha castigado ya Dios para que vaya yo a agre-gar esta preocupacin por ustedes.

    14 Ellas seguan llorando hasta que, al fin, Orfa, dndole un beso, se fue a su casa. Rut, en cambio, se qued con ella, is Noe-m le dijo entonces: Por qu no te vas tambin con tu cuada para que as regre-ses a tu casa y a tus dioses? 6 Rut le re-plic: No me obligues a dejarte, yndome lejos de ti, pues adonde t vayas, ir yo; y donde t vivas, vivir yo; tu pueblo ser mi pueblo y tu Dios ser mi Dios. 17 Donde t mueras, all tambin quiero morir yo y ser enterrada. Que el Seor me castigue como es debido si no es la muerte la que nos separe.

    18 Viendo Noem que Rut se mantena fir-me en su decisin, no quiso insistirle ms. 19 Y continuando el camino llegaron las dos a Beln. Todo el mundo se impresion al verlas llegar. 20 Y como Noem se diera cuenta de que las mujeres comentaban: Pero, sta es la Noem?, 21 les dijo: No me llamen por mi nombre, sino que dgan-

    2,15 me: Amarga, porque el Todopoderoso me ha llenado de amargura. Part con todo, y el Seor me hace volver con las manos va-cas. Para qu, pues, me llaman Noem cuando Yav me ha condenado a ser una desgraciada?

    22 As fue como Noem, acompaada de

    Rut, su nuera moabita, regres de Moab. Y justo cuando llegaron a Beln, estaba co-menzando la cosecha de la cebada.

    Rut espiga en el campo de Booz O 1 Noem tena por parte de su marido " un pariente muy rico llamado Booz.

    2 Rut le pidi permiso a Noem para ir a re-

    coger espigas donde pudiera hacerlo sin problemas. 3 Como ella se lo diera, Rut sa-li al campo y se puso a juntar espigas de-trs de los segadores. Toc la coincidencia

    Lev 19,9 de que el c a m p o adonde ella haba llegado 23,22 perteneca a Booz, pariente de Elimelec, el que, precisamente, lleg ese da de Beln.

    4 Luego de saludar a los segadores con

    un El Seor est con ustedes, y de reci-bir por respuesta: El Seor te bendiga!, 5 Booz pregunt al capataz de la cuadrilla

    de segadores: De quin es esa joven? Y el empleado le contest: 6 Es la moabita que acaba de regresar de Moab con Noe-m. 7 Y la autoric para que recogiera y jun-tara las espigas que dejan los segadores. Y en eso ha estado toda la maana sin parar.

    8 Booz, dirigindose entonces a Rut, le

    dijo: Oye, hijita, no vayas a recoger espi-gas a otra parte. s Qudate aqu y no te se-pares de los trabajadores. Sigelos a cual-quier potrero donde vayan a segar. Yo les dar rdenes de que no te molesten. Y si tienes sed, no tienes ms que acercarte a los cntaros, donde tienen agua.

    10 Al or esto, Rut se inclin profunda-mente hasta el suelo y le dijo: Qu de 1 s 25. bueno has visto en m, una extranjera, para que me trates con tanta bondad? n Me han contado, le respondi Booz, lo bien que te has portado con tu suegra despus de que muri tu marido, hasta el punto de de-jar tu patria y tus padres para venirte a un pas totalmente desconocido para t i . I 2 Que Yav te recompense tus buenas obras y que el Dios de Israel, bajo cuyas alas te has co-bijado, te d el premio que mereces.

    13 Ella replic: jOjal me haga merece-dora a tanta bondad como la que me has demostrado con tus palabras amables y tranquilizadoras, en circunstancias que yo no me equiparo ni a la ltima de tus esclavas!

    14 A la hora del almuerzo, Booz la invit a acercarse y a que comiera un pedazo de pan empapndolo en salsa. 15 Cuando ella estaba sentada en medio de los segadores,

    709 l le ofreci tambin un puado de granos tostados. Ella comi hasta quedar satisfe-cha y se guard las sobras. 6 En seguida se levant para proseguir su trabajo. Enton-ces Booz dijo a sus trabajadores: Djenla que incluso arranque espigas de las gavi-llas, y no le llamen por eso la atencin. Ms an, de vez en cuando, vayan dejando caer de propsito algunas espigas para que ella pueda irlas juntando, sin decirle nada.

    17 Rut estuvo todo el da recogiendo es-pigas y, luego de desgranarlas, vio que ha-ba juntado ms o menos un quintal de ce-bada. i8 Regres a la ciudad con la cebada a cuestas y, cuando lleg a su casa, mos-tr a su suegra lo que haba recogido; y le pas lo que haba guardado para ella del almuerzo.

    9 S u suegra le pregunt: Por dnde anduviste recogiendo espigas que te fue tan bien? Como ella le contase dnde haba estado trabajando, su suegra prosigui: 20 Pero si el dueo de esos campos es Booz! Bendito sea Yav, que siempre se muestra tan bueno con los vivos y los muer-tos! Ese hombre es pariente de nosotros; a l, entre otros, le corresponde rescatarnos.

    21 Rut, entonces, agreg: Fjate que to-

    dava me dijo que me quedara con sus tra-bajadores hasta que terminen de cose-char. 22 Noem le respondi: Muy bien, hija ma, qudate con sus trabajadores, pues as no tendrs que pasar malos ratos si vas a otra parte.

    23 Rut continu, pues, recogiendo espi-gas al lado de los trabajadores de Booz has-ta que termin la siega de la cebada y del trigo. Por lo dems, no se separ de su suegra.

    Se fue a acostar a sus pies O 1 Noem dijo a su nuera: Hija ma, ** no es mi obligacin asegurarte

    un porvenir tranquilo? 2Pues bien, Booz, nuestro pariente, con cuya gente has esta-do trabajando, va a trillar su cebada esta tar-de. T debes, por lo tanto, hacer lo siguien-te: 3 Lvate, perfmate, vstete lo mejor que

    + Por qu Rut quiere tener a Booz como esposo? Para cumplir con la costumbre llamada del Levirato, a la que alude el captulo 38 del Gnesis.

    Cuando un hombre muere sin dejar hijos, el deber sagra-do de la viuda es casarse con el mas cercano de los deu-dos de su difunto esposo. El primer hijo varn que tendr de l llevar el nombre del difunto y ser considerado como su hijo.

    rut 3 puedas y anda a su era, pero no te dejes in ?,i ver hasta que haya terminado de comer y M beber. 4 Fjate bien dnde se va a acostar, y cuando ya est durmiendo, acrcate, le-vanta las mantas que tenga a sus pies y acustate all. El te dir entonces lo que de-bas hacer. 5 Rut le contest: Har todo lo que me has dicho.

    6 Baj, pues, a la era e hizo todo lo que

    su suegra le haba indicado. 7 Booz, des-pus de una cena bien regada, se fue a acostar bien alegre junto a la parva. Ella, por su parte, caminando despacito, desta-p sus pies y se acost.

    8 Como a la media noche, se despert el

    hombre y mir con asombro que tena a sus pies a una mujer. 9 Como le pregunta-ra quin era, ella le respondi: Soy Rut, tu sirvienta. Tpame con tu manta, pues t de-bes rescatarme. i Que Yav te bendiga, hija ma, replic l, pues este acto tuyo de piedad es mayor que el primero, ya que no has elegido a hombres jvenes, ricos o po-bres! 11 Qudate tranquila, hija, pues har todo lo que me pidas, ya que todo el pue-blo sabe que t eres una mujer extraordi-naria. 12 Es cierto que a m me correspon-de rescatarte, pero hay otro pariente tuyo ms cercano que tiene ms obligacin. '3 Qudate aqu por esta noche, y maana veremos si l quiere rescatarte o no. Pues, w 25,5

    Mi 99 A si l se niega, te lo prometo por Yav, lo har yo . 4 Por ahora, sigue durmiendo has-ta maana.

    Antes de que amaneciera, cuando toda-va no se puede distinguir bien a las perso-nas, se levant Booz, pues pensaba: Na-die debe saber que esta mujer estuvo aqu durmiendo. 15 Luego le pidi a Rut que ex-tendiera su chai y se lo llen de cebada. Ella se lo ech al hombro y se volvi a la ciudad.

    16 Cuando lleg a casa de su suegra, sta

    le pregunt: Cmo te ha ido, hija? 17 Ella, entonces, le cont todo lo que el hombre haba hecho por ella y cmo le ha-ba dado toda esa cebada para que no vol-viera a su casa con las manos vacas. 18 Noem replic: Qudate tranquila, has-

    Eso explica el sacrificio de Rut Ella renuncia al matrimo-nio con un joven y acepta ser la esposa de un hombre ya entrado en edad porque ese hombre, Booz, es el que puede darle un hijo para su marido difunto. Asi Rut cumple con un designio misterioso de Dios, que la predestin a ser an-tepasada de Cristo (ver Mateo 1,5).

  • rut 4 710 ta que veas en qu termina esto, pues es-toy segura que l agotar todos los medios para llevarlo a buen fin hoy mismo. La ley del Levirato

    A ' Booz se sent al lado de la puerta ~ de la ciudad, a esperar que pasara el

    pariente que deba rescatar a Rut 2 Cuan-do ste pas, lo detuvo y lo invit a sentar-se. Llam entonces a diez ancianos de la ciudad para que se sentaran tambin a su alrededor. 3 Cuando todo estuvo listo, le dijo al pariente: Noem, la viuda de nues-tro pariente Elimelec, que ha regresado de Moab, quiere vender la propiedad que per-teneca a su marido. 4Yo he credo conve-niente avisarte de esto para que t la com-pres, en presencia de todos estos testigos. Si t quieres cumplir con tu obligacin de rescatarla, hazlo; si no, dmelo, porque des-pus de ti me toca a m cumplirlo. El otro contest: Muy bien, la voy a rescatar.

    5 Pero Booz prosigui: Hay algo ms to-

    dava, pues si adquieres el campo de ma-nos de Noem, tambin debes adquirir a Rut, la moabita, que era mujer del difunto, y sus hijos heredarn la parcela del difun-to. 6E1 otro, entonces, respondi: Si es as la cosa, no podr hacerlo por temor a perjudicar a mis herederos. Te cedo el de-recho, cumple t con la obligacin.

    i Era entonces costumbre en Israel que para con-firmar cualquier negocio, como rescate o cambio, una de las partes se sacaba su sandalia y se la daba al otro. Y este gesto serva como prueba del contra-to, s Por eso, el pariente que deba comprar la pro-piedad se sac la sandalia, diciendo a Booz: Cmpratela.

    9 Al ver esto, Booz dijo a todos los que estaban presentes: Ustedes son testigos de que hoy da Noem me ha vendido todo lo que perteneca a su

    marido Elimelec y a sus hijos, l 0y de que tambin he adquirido a Rut la moabita, viuda de Majaln, para conservar el apellido junto con la propiedad del difunto y para que su nombre est siempre presen-te entre sus hermanos cuando se renan a la entra-da de la ciudad.

    ii Todos los que se encontraban all dijeron: En efecto, nosotros somos testigos. Los ancianos, por su parte, agregaron: Que Yav te conceda que tu mujer sea como Raquel y La, las dos que dieron ori-gen a la familia de Israel! Que seas poderoso en Errata y famoso en Beln! 12 Que, gracias a la des-cendencia que Yav te conceder de esta joven, tu casa sea tan clebre como la de Peres, el hijo que Jud tuvo de Tamar!

    Obed fue padre de Jes y ste de David

    13 Booz se cas, pues, con Rut y se la lle-v a su casa. Tuvo relaciones con ella y Yav permiti que quedara esperando y que diera, luego, a luz un nio. ,4A1 saberlo, las mujeres felicitaban a Noem dicindole: Bendito sea Yav, que no ha permitido que 1 s 1 un pariente cercano de un difunto faltase a su deber con ste, sin conservar su apelli-do en Israel. 15Este nio ser para ti un consuelo y tu sustento en tus ltimos aos, LC 1, pues tiene por madre a tu nuera, que te quiere y que vale para ti ms que siete hijos.

    16 Noem se llev al nio, lo recost en

    su falda y se encarg de criarlo. 17 Las ve-cinas decan: A Noem le ha nacido un hijo; y lo llamaron Obed.

    Obed fue el padre de Jes y ste fue el padre de David.

    18 Estos son los descendientes de Peres. Peres fue padre de Jesrn, Jesrn de Ram, Ram de Amina-

    k dab, Aminadab de Majsn y Najsn fue padre de u Booz, Booz de Obed, Obed de Jes y Jes fue pa- 1 dre de David.

    ^ mm^,

    LAMENTACIONES INTRODUCCIN

    Despus de la ruina de Jerusaln y de las cosas horrendas que sucedieron en esta ocasin, los cre-yentes tratan de comprender. No se quejan, ven la ruina como castigo merecido por los muchos desr-denes y por el constante rechazo de las advertencias de Dios. Y, sin embargo, saben que Yav ama a su pueblo, lo creen, lo sienten y lo afirman.

    Cuando los desterrados volvieron a Jerusaln, muy posiblemente se reunan para orar en comn en los escombros de lo que haba sido el Templo, y juntos alternaban estos lamentos. Despus siguieron rezndolos cada ao en la fecha que recordaba la catstrofe, y ms tarde la Iglesia se acostumbr a usarlos para recordar la muerte de Jess.

    En la Pasin del Seor, el creyente ve la acumulacin de los sufrimientos y de las angustias de la humanidad. Estos poemas lo ayudan a unir en una misma compasin los dolores de Cristo y la miseria inmensa de la muchedumbre de los que sufren. Lo ayudarn a unir la visin del dolor universal y el sentido del pecado y de la responsabilidad de los hombres.

    Una tradicin juda atribuye a Jerusaln estos poemas que revelan un espritu bien parecido al suyo.

    1 Primera lamentacin

    Ay! Qu solitaria qued Jerusaln, la ciudad tan poblada.

    Como una viuda qued la grande entje las naciones. La ciudad que dominaba las provincias tiene ahora que pagar impuestos. 2 Llora durante las noches, las lgrimas corren por sus mejillas. Entre todos sus amantes nadie hay que la consuele. La traicionaron todos sus amigos, y se convirtieron en sus enemigos! 3 El pueblo de Jud ha sido desterrado; sufre atropellos y dura servidumbre. Vive en medio de pueblos extranjeros y no encuentra descanso: sus enemigos lo persiguieron y le dieron alcance. * Los caminos de Sin estn de luto, pues nadie va a sus fiestas. Todas sus puertas destruidas, gimen sus sacerdotes, sus doncellas estn llenas de tristeza, Jerusaln est llena de amargura! 5 Sus adversarios la vencieron y ahora se sienten felices, pues Yav la castig por sus muchos pecados; sus nios marcharon al destierro empujados por el enemigo.

    6 Ha perdido la Hija de Sin toda su gloria, sus jefes parecan carneros que no encuentran pasto, iban caminando sin fuerzas delante del que los arreaba. 7 En sus das de miseria y destierro

    Jerusaln se acuerda: cuando caa en manos del enemigo sin que ninguno la socorriera. Sus enemigos ahora la miran y se burlan de su ruina. 8 Gravemente pec Jerusaln

    y se hizo impura. Los que la alababan, la desprecian, porque la vieron desnuda. Y ella gime y esconde el rostro. 9 Su impureza manchaba su vestido,

    pero no pensaba que tendra este fin. Se hundi profundamente! Nadie la consuela! Mira, oh Yav, mi dolor! Cmo se pone orgulloso el enemigo! 10 El invasor tom todos sus tesoros;

  • lamentaciones 2 - 712 ella vio entrar a los paganos en su santuario; a quienes t habas prohibido entraron en tus asambleas. 11 Todo su pueblo gime y busca pan. Entregan sus joyas a cambio d e comida, para conservar la vida. Mira, oh Yav!, y observa a qu humillacin he llegado. 12

    Todos ustedes que pasan por el camino,

    miren y observen si hay dolor semejante al que m e atormenta, con el que Yav m e ha herido en el da de su ardiente clera. 13 El fuego que lanz de lo alto baj hasta mis huesos; tendi una red a mis pies y me hizo caer de espaldas. Me dej abandonada y siempre doliente. 14 Vigil mis crmenes, los junt y los at; estn en su mano. Su yugo pesa sobre mi cueUo ha hecho flaquear mi fuerza; Yav me ha entregado en manos a las que no puedo resistir. 15 Derrib Yav a los valientes que cuidaban mis ciudades. Reuni un consejo contra m para sacrificar a mis jvenes.

    is 63,2 El Seor ha pisado en el lagar a la virgen, Hija de Jud . 16 por eso lloro yo,

    Jer 13,17 mis ojos se deshacen en lgrimas porque est lejos el consolador que reanime mi alma. Mis hijos estn desolados porque sus enemigos triunfan. 17 Sin tiende sus manos : no hay quien la consuele. Yav m a n d contra J a c o b adversarios de todas partes; Jerusaln se ha hecho, ejemplo de horror para ellos. i 8 Es justo Yav, porque fui rebelde a sus rdenes. Escuchen, pues, pueblos todos, y miren mi dolor. Mis vrgenes y mis jvenes han ido al cautiverio. 19 Llam a mis amigos, pero m e traicionaron.

    Mis sacerdotes y mis ancianos Jer3 han muerto en la ciudad, mientras se buscaban alimento para reanimarse. 20 Mira, Yav, que estoy en angustias, m e hierven las entraas. Dentro, se m e retuerce el corazn, m 32, porque he sido muy rebelde. Afuera, la espada acaba con los hijos, y dentro de la ciudad, la muerte. ai Oye c m o gimo: no hay quien m e consuele. Mis enemigos supieron mi desgracia y se alegran de lo que m e has hecho. Que venga el da que tienes anunciado! Am 5, Que ellos estn c o m o yo estoy! 22 Que toda su maldad llegue ante ti, y trtalos c o m o m e trataste a m por todas mis rebeldas! Porque mis gemidos son m u c h o s y languidece mi corazn.

    Segunda lamentacin

    2 1 Ay!, cmo ha oscurecido, en su clera, el Seor a la Hija de Sin. Ha derribado del cielo a la tierra la gloria de Israel; en su enojo no se acord de su Templo, en que descansaron sus pies. 2 El Seor ha destruido sin piedad todas las moradas de Jacob; ha destruido, en su furor, las fortalezas de la Hija de Jud; ha echado por tierra, ha profanado al reino y a sus prncipes. 3 En el ardor de su clera ha quebrado toda la fuerza de Israel, ha retirado la proteccin de su brazo frente al enemigo, ha prendido en Jacob como fuego llameante que devora por todas partes. * Como un enemigo, ha preparado su arco, ha afirmado su derecha, como un adversario ha matado todo lo que encanta los ojos; en la casa de la Hija de Sin ha vertido su furor como fuego. 5 El Seor se ha portado como enemigo; ha destruido a Israel: ha destruido todos sus palacios, ha derribado sus fortalezas, no le dej a la Hija de Jud sino llantos y lamentos. 6 Ha forzado sus murallas como un huerto, ha destruido su lugar de reunin. Yav ha hecho olvidar en Sin solemnidades y sbados; en el ardor de su clera ha desechado a rey y a sacerdotes. 1 El Seor ha rechazado su altar, ha despreciado su santuario; ha dejado a merced del enemigo Ez 24.

    713 ios muros de sus palacios; en la Casa de Yav se oyeron gritos, como en da de fiesta. 8 Yav resolvi destruir la muralla de la Hija de Sin. Decidi la destruccin y no retir su mano antes que se cumpliera; quiso acabar con el antemural y la muralla, los que juntos se desmoronaron. 9 Sus puertas se han hundido en tierra, l ha roto sus cerrojos;

    m 28,36 s u rey y sus prncipes estn entre extranjeros,

    ya no hay Ley y tampoco sus profetas consiguen visiones de Yav. 10 Los ancianos de la Hija de Sin, en silencio, estn sentados en tierra; se echaron ceniza en la cabeza,

    Jw 6,26 se vistieron de saco. Las jvenes de Jerusaln inclinan hasta el suelo la cabeza. 11 Mis ojos se agotan de llorar y arden mis entraas, mi hgado se derrama por tierra por el desastre de la Hija de mi pueblo, mientras desfallecen nios y lactantes en las plazas de la ciudad. 12 Ellos decan a sus madres: Dnde hay pan?, mientras caan desfallecidos, en las plazas de la ciudad, y derramaban su alma en el regazo de sus madres. 13 A quin te comparar y asemejar, Hija de Jerusaln? A quin podrs mirar para tu consuelo, oh virgen, Hija de Sin? Tu quebranto es inmenso como el mar. Quin te sanar? 14 Tus profetas anunciaron para ti falsedad y tonteras.

    & 12 24 N ' e descubrieron tu culpa para ahorrarte el cautiverio. Tuvieron para ti presagios de falsedad y de ilusin. 15 Baten palmas sobre ti todos los que pasan; silban y menean la cabeza sobre la Hija de Jerusaln. Esa era el modelo de hermosura, la alegra de toda la tierra? 16 Abren su boca contra ti todos tus enemigos;

    *5J'*' silban y crujen los dientes, dicen: La devoramos. Este es el da que esperbamos, ya lo alcanzamos, ya lo vimos. 17 Yav cumpli lo que tena resuelto, cumpli su palabra, lo que haba decretado desde antiguo; destruy sin compasin; hizo alegrarse por tu destino al enemigo, fortaleci el poder de tus adversarios. i Hija de Sin, gime, clama al Seor; deja correr a torrentes tus lgrimas

    lamentaciones 3 de da y de noche, no te des descanso, no cesen las fuentes de tus ojos. 19 En pie, clama en la noche, cuando comienza la ronda; derrama como agua tu corazn ante el rostro del Seor, alza tus manos hacia l por la vida de tus hijitos que desfallecen de hambre en la esquina de todas las calles. 20 Mira, Yav, y piensa: a quin has tratado as? Las madres tuvieron que comer a sus hijos, a sus nios de pecho. Fueron asesinados en el santuario de Yav

    sacerdote y profeta. 21 Por tierra yacen en las calles nios y ancianos; mis vrgenes y mis jvenes cayeron a cuchillo; mataste en el da de tu clera, mataste sin compasin. 22 Como para una tiesta invitaste a todos los terrores juntos; en el da de tu enojo no hubo quien se salvara o sobreviviera. Los que yo cri y mantuve, mi enemigo los extermin.

    Tercera lamentac in

    O i Yo soy el hombre ' ' q u e ha visto la miseria bajo el ltigo del furor de Dios. 2 El m e llev y m e oblig a caminar

    en tinieblas y oscuridad. Am 5.1a 3 Vuelve y revuelve todo el da

    su m a n o contra m solo. 4 Consumi mi carne y mi piel

    y quebr mis huesos . Job 30,30 5 Edific contra m un muro ,

    m e cerc de veneno y de dolor. 6 Me m a n d vivir en las tinieblas

    c o m o los muer tos de antao. 7 Me encarcel y n o puedo salir;

    m e puso pesadas cadenas . 8 Por m s que grito y pido auxilio

    l sofoca mi splica. Jot> 3,23 9 Cerc mi camino con piedras enormes ,

    confundi mis senderos . , 0

    Ha sido para m c o m o oso en acecho y len en escondi te . J os 13,7 n Complicando mis caminos

    m e destroz, m e dej hecho un horror. 12 Prepar su arco, y m e p u s o c o m o blanco de sus flechas. 13 Clav en mi espalda sus dardos sacados de la caja.

  • lamentaciones 4 14 Me hizo burla de todo mi pueblo,

    sai 69,22 i a cantinela todo el da. 15 Me colm de amargura, m e dio a beber ajenjo. 16

    Quebr mis dientes con una piedra, m e revolc en la ceniza.

    " M i alma est desterrada de la paz y ha olvidado la dicha. , 8

    Dije: Mis esperanzas se perdieron igual que mi confianza en Yav. 19 Acurdate de mi miseria y vida errante, mi ajenjo y amargor. 2 Mi alma recuerda, s, y se m e hunde. 2i Esto reflexiono en mi corazn, y por ello esperar. 22 El amor de Yav no se ha acabado, ni se han agotado sus misericordias; 23 se renuevan cada maana . S, tu fidelidad es grande. 24 D i c e m i alma: Yav es mi parte,

    MI 7,7 por eso en l esperar. 25 Bueno es Yav

    para los que esperan en l, para el alma que lo busca. 26

    Bueno es esperar en silencio la salvacin de Yav. 27 Bueno es para el hombre soportar el yugo desde su juventud. 28 Q u e se siente solitario y silencioso

    jer 15,17 cuando Dios se lo impone; 29

    que ponga su boca en el polvo; quiz tenga esperanza, 30 q U e tienda la mejilla al que lo hiere,

    is 50,6 que se llene de humillaciones. 31 Porque el Seor no desecha

    para siempre. 32

    Si llega a afligir, luego se compadece , is 63,7 segn su inmenso amor;

    33 l no se alegra en humillar y afligir a los hombres . 34 Cuando se aplasta con el pie

    Am 1,6 a todos los cautivos de un pas. 35

    Cuando se niega el derecho de un hombre

    Am 5,7 ante la cara de Dios, 36 cuando se falsea la justicia, no lo ve el Seor? 37

    Quin habl y realiz? No es el Seor el que decidi? 38 No salen de la boca del Altsimo los males y los bienes? 39

    Entonces, de qu se queja el hombre, el hombre que vive

    a pesar de sus pecados? 40

    Examinemos nuestros caminos, estudimoslos

    714 y convirtmonos a Yav. os 6.1 " i Alcemos el corazn y las manos al Dios que est en los cielos. i 55,7 42 Nosotros h e m o s sido

    rebeldes y traidores y t no has perdonado. 43 Te has vestido de clera y nos has perseguido. 44 Has matado sin piedad; te encerraste en tu nube para que no pasara la oracin; 45 nos hiciste basura y vileza en medio de los pueblos. 46 Abren su boca contra nosotros todos nuestros enemigos . 47 Nuestro destino

    es el terror y el sepulcro, desolacin y ruina. 48 Torrentes de agua derraman mis ojos por la ruina de la Hija de mi pueblo. 49 Mis ojos lloran sin cesar, ya que n o hay alivio, so hasta que Yav desde los cielos mire y vea. si Me duelen mis ojos al ver a las hijas de mi ciudad.

    52 Me cazaron como a un pjaro mis enemigos sin motivo. 53 Ahogaron mi vida en un sepulcro y echaron piedras sobre m. 54 Cubrieron las aguas mi cabeza, dije: Estoy perdido. 55 Invoqu tu nombre, Yav, desde lo profundo del sepulcro. 56 T oste mi grito: no cierres tu odo a mi oracin. 57 Te acercaste el da que te invocaba y dijiste: No temas. J 1,8 58 Seor, t defendiste mi causa, rescataste mi vida. 59 Yav, viste la injusticia que me hacan. Defiende t mi juicio! so T ves cmo se vengan de m todos los que proyectaron contra m. 61 Yav, oste sus insultos, todas sus maniobras contra m. 62 Sus palabras y sus pensamientos todo el da se dirigen contra m. 63 Estn sentados o en pie, mira: yo soy risa para ellos. 64 Yav, t los pagars, segn la obra de sus manos. 65 Haz que se porfen en su maldad que sta sea su maldicin. 66 T entonces los perseguirs y barrers de debajo de los cielos.

    Cuarta lamentacin

    4 1 Cmo se ha empaado y deteriorado el oro ms puro?

    715 lamentaeionet S Las piedras sagradas,

    por qu estn desparramadas por las esquinas de todas las calles? 2 Los hijos de Sin, valiosos y preciados como el oro fino, ay!, son considerados como vasos de arcilla, obra del alfarero. 3 Hasta los chacales descubren el pezn y dan de mamar a sus cachorros; la Hija de mi pueblo se ha vuelto tan cruel

    Job 39,13 como los avestruces del desierto. 4 La lengua del nio de pecho se pega de sed al paladar; los nios piden pan, pero no hay quien lo reparta. s Los que coman manjares deliciosos desfallecen por las calles; los que se criaban entre sedas se quedan en basurales. 6 La culpa de la Hija de mi pueblo

    is 1,9 supera el pecado de Sodoma, E 16,46

    q u e f u e a nqU i a c | a e n u n momento sin que manos humanas se volvieran contra ella. 7 Sus nazireos eran ms puros que la nieve, ms blancos que la leche,

    N|m 6 de cuerpo ms rojo que corales; su cara, un zafiro. a Su semblante ahora es ms oscuro que carbn, ya no se los reconoce por las calles. Su piel est pegada a sus huesos, seca como madera. 9 Ms dichosos fueron los muertos a cuchillo que los muertos de hambre, que mueren extenuados por falta de los frutos de los campos. io Las mismas manos de tiernas mujeres cocieron a sus hijos: los sirvieron como comida en la ruina de la Hija de mi pueblo, ii Yav descarg su furor, derram el ardor de su clera; encendi fuego en Sin, que devor sus cimientos. 12 Nunca creyeron los reyes de la tierra, ni cuantos viven en el mundo, que adversarios y enemigos entraran por las puertas de Jerusaln. 13 Fue por los pecados de sus profetas, por las culpas de sus sacerdotes,

    'as 1ue e n m e ' ' ' 0 de ellos derramaron sangre de justos. 14 Vagaban ellos como ciegos por las calles, manchados estaban de sangre; por lo que nadie poda tocar sus vestiduras. 15 Les gritaban: Aprtense, un impuro! Aprtense, no lo toquen! Y cuando huan y vagaban,

    is 52,11 s e deca entre las naciones:

    Aqu no seguirn como huspedes! 16 El rostro de Yav los dispers, ya no vuelve a mirarlos. No respetaron a los sacerdotes ni tuvieron piedad de los profetas. i7 Y todava nos cansbamos esperando el socorro. Ilusin!

    Jer 37,7 Desde nuestros cerros no vimos llegar

    S.1:S

    a Egipto, incapaz de salvarnos. is Vigilaban nuestros pasos para que no anduviramos por nuestras plazas. is Nuestro fin estaba cercano y, cumplidos nuestros das, ha llegado. 20 Nuestros perseguidores eran veloces, ms que las guilas del cielo, nos perseguan por los montes, en el desierto nos armaban trampas. Nuestro rey, el ungido de Yav, del que estbamos pendientes, qued preso en sus redes; aqul de quien decamos: A su sombra viviremos entre las naciones. 2i Regocjate, algrate, Hija de Edom, que habitas en el pas de Cls! Tambin a ti pasar la copa: te embriagars y te desnudars. 22 Hija de Sin, se ha borrado tu culpa, l no volver a desterrarte! En cambio, Hija de Edom, Yav castigar tu culpa y pondr a desnudo tus pecados.

    Quinta lamentacin C i Yav, acurdate de lo que nos ha ** pasado, mira y ve nuestra humilla-

    cin. 2 Nuestra herencia pas a extranjeros,

    nuestras casas a extraos. 3 S o m o s hurfanos, sin padre; nuestras

    madres c o m o viudas. 4 A precio de plata b e b e m o s nuestra

    agua, nuestra lea nos llega por dinero. Is55.' 5 Con el yugo al cuello a n d a m o s acosa-

    dos; es tamos agotados, no nos dan respiro. 6 Tendimos a Egipto nuestra m a n o y a

    Asur para calmar el hambre . Jer 2 1 8 7 Nuestros padres, que pecaron, ya no

    existen, y nosotros ca rgamos con sus cul-pas.

    8 Esclavos nos dominan y no hay quien

    nos libre de su poder. 9 Con riesgo de la vida trajimos nuestro

    pan, enfrentando los peligros del desierto. 11 Violaron a las mujeres en Sin; a las j-

    venes en las ciudades de Jud . 12

    Colgaron a los prncipes y n o respeta-ron al resto de los Ancianos.

    , 3 L o s muchachos arrastraron la piedra de moler; bajo la carga de lea se han en-corvado las nias.

    14 Los ancianos dejaron de acudir a la puerta, los muchachos dejaron de cantar.

    is Ces nuestra alegra. Se cambi en duelo nuestro baile.

    i6 Cay la corona de nuestra cabeza. Po-bres de nosotros, que pecamos!

    17 Por eso, est podrido nuestro corazn. Por eso, se nublan nuestros ojos,

  • ester MI 3,12 18 pensando en tu cerro desolado donde

    merodean las fieras. !9 Pero t, Yav, reinas para siempre, tu

    trono permanece firme de generacin en sai 102,13 generacin.

    20 Por qu nos olvidaras para siempre,

    716 por qu abandonarnos?

    2i Haz que volvamos a ti, Yav, y volvere-mos; haz que seamos de nuevo lo que fui-mos antes.

    22 Nos has desechado totalmente? Es-ts irritado sin medida con nosotros?

    ESTE v.wjwj*jv.m.9.

    LA CUARTA DIVISIN DEL ANTIGUO TESTAMENTO Hemos encontrado en la primera parte de la Biblia los libros histricos: Gnesis, xodo, Samuel,

    Reyes... Luego vinieron los libros de los profetas: Isaas, Jeremas... y los libros de Sabidura: Job, Pro-verbios... En realidad, esta ltima categora podra dividirse a su vez y se pondran aparte los libros que vienen a continuacin, libros que fueron escritos entre los judos dispersos en otras naciones.

    Ya dijimos en la Introduccin a Esdras que, en los siglos inmediatamente anteriores a Cristo, se debe distinguir entre los judos que vivan en Palestina y los dems. Estos eran incluso ms numerosos que sus hermanos quedados en su patria. Residiendo entre los pueblos patanos, tenan que convivir con ellos, pero se mantenan muy apegados a su comunidad, odiados de los paganos, a los que devol-van su odio; convencidos, sin embargo, de que algn da estos paganos se convertiran a la fe verdadera.

    Estos judos que vivan lejos del Templo y no tenan ceremonias exteriores ni fiestas populares, se fijaron ms y ms en el culto de la Palabra de Dios escuchada y comentada, dando con esto un ejemplo a las actuales comunidades cristianas dispersas en un mundo secularizado. Tambin, al no poder par-ticipar en una liturgia y una oracin pblica, descubrieron el valor de la oracin individual.

    Por esas razones, los libros escritos para ellos, y que ponemos a continuacin, responden a preocu-paciones nuevas, diferentes de las que encontramos desde Job hasta las Lamentaciones.

    LA NOVELA DE ESTER

    El libro de Ester es una novela ms verdadera que muchos libros de historia. Pues si bien se cuen-tan acontecimientos ficticios, en ellos se expresan las angustias, los rencores y las esperanzas que fue-ron, durante siglos, los de los judos dispersos y perseguidos. Miedo a los paganos, desprecio a los que no conocen a Dios; esfuerzo constante para concillarse el favor de las autoridades; splicas insistentes a Dios, que no puede permitir que desaparezca su pueblo; espera del da en que puedan vengarse de sus enemigos para mayor gloria de su Dios.

    Todo esto interesa a los cristianos de hoy que, en varios pases, son minoras perseguidas o sola-mente toleradas. Pero tambin otra leccin resalta para nosotros del suceso de Ester: los judos deban ser salvados, sea cual fuera el peligro, pues el pueblo judo tena que sobrevivir para que viniera Cristo.

    Haba entre los judos una costumbre de enviarse regalos y de celebrar una fiesta en los das de Pu-rim. La novela toma pie de esta costumbre y justifica esta fiesta contando una persecucin en que los judos fueron salvados gracias a la intervencin de Ester y de Mardoquco, en este mismo da.

    EL LIBRO DE ESTER El libro de Ester contiene en la Biblia griega muchos trozos que no estn en la Biblia hebraica. Al-

    gunas personas creen que estos trozos fueron aadidos en la Biblia griega. Otras piensan, al revs, que el texto griego se acerca ms al escrito primitivo, pero que, despus, se cortaron para la Biblia hebraica trozos que parecan demasiado largos o que no interesaban a los judos de Palestina.

    Ponemos en letra cursiva los trozos propios de la Biblia griega.

    717 El sueo de Mardoqueo

    1 1 i El segundo ao de reinado del gran rey 1 1 Asuero, a fnes de marzo, tuvo un sueo

    Mardoqueo, hijo de Jair, de la tribu de Benjamn. 2 Este judo, que viva en Susa, era un personaje muy importante, como que ocupaba un puesto en la Cor-te. 3 Era uno de los desterrados que acompaaban a Jeconas, rey de Jud, y que haban sido trados cautivos por el rey de Babilonia, Nabucodonosor.

    * So Mardoqueo que se escuchaban gritos y ruidos, 5 que resonaban los truenos, temblaba la tierra y reinaba un gran pnico en todo el mundo. Y vea a dos enormes dragones que se enfrentaban, listos para atacarse, lanzando rugidos. 6 Pero apenas las naciones oan estos rugidos, se organizaban para atacar a la nacin de los buenos. ? Era un da de ti-nieblas y de oscuridad. 8 La pena, la angustia, el pe-ligro, el miedo se cerna sobre la tierra. Temblando de pavor, ante la desgracia que los amenazaba, los justos, resignados a morir, invocaban a Dios. 9 De ese clamor naca, como de un pequeo manantial, un ro inmenso que desbordaba los campos, io Apa-reca la luz con el sol. Los desamparados triunfaban y los poderosos eran derrotados.

    11 Cuando Mardoqueo despert, entendi que Dios con ese sueo quera mostrarle algo. Anduvo todo el da pensando en lo que haba soado, tra-tando de una forma u otra de saber qu querra decir.

    i Mardoqueo viva, en el palacio, con dos guardias del rey. Como entrase en sospe-

    chas de que algo tramaban, les sigui la pista y des-cubri que pensaban asesinar al rey. 2 Se lo comu-nic al rey; ste los hizo interrogar hasta que confe-saran y los conden a muerte. 3 El rey mand que se tomara nota de este hecho para que no se olvi-dara. * Mardoqueo, por su parte, lo escribi tambin en un cuaderno. 5 El rey le confi despus el pues-to de ministro y le dio una serie de regalos.

    6 Pero haba un hombre que quera vengarse de Mardoqueo por este asunto de los dos guardias del rey era un tal Aman, hijo de Hamedata, descendien-te de Agag, favorito del rey.

    1 1 Esto aconteci en tiempos de Asuero, ese rey cuyo imperio compuesto de ciento veinti-siete provincias se extenda desde el ro lndus hasta Etiopa.

    2 Estando el rey en Susa, una de sus capitales, el tercer ao de su reinado, 3 dio un gran banquete a todos sus ministros y cortesanos, a los generales del ejrcito de Persia y Media, a los grandes de su reino y a los gobernadores de las provincias. < Quera pre-sentarles la riqueza de su corte real y el esplendor de su grandeza extraordinaria; y esto no por uno o dos das, sino durante ciento ochenta das.

    5 Transcurrido este tiempo, el rey ofreci a toda la poblacin de Susa, desde el ms grande hasta el ms chico, un banquete que dur siete das y que tuvo lugar en los jardines del palacio. 6 Haba guir-naldas de lino blanco y de prpura violeta sujetas por cordones de seda y prpura, pendientes de ani-llos de plata clavados en columnas de mrmol. Di-vanes de oro y plata se encontraban distribuidos so-bre el piso revestido de mrmol blanco, ncar y mo-

    ester 2 saicos. ~> Se servan las bebidas en copas de oro de diferentes formas y haba vino en abundancia, como corresponde a un banquete ofrecido por un rey. s Nadie, sin embargo, era obligado a tomar ms de la cuenta, pues el rey haba ordenado a sus mayor-domos que respetaran los deseos de cada uno.

    9 La reina Vasti haba tambin ofrecido a las mu-jeres un banquete en el palacio real de Asuero. 10 El ltimo da de los festejos, el rey, que estaba conten-to por el vino, orden a siete de sus sirvientes, que 2 R 20,18 lo atendan personalmente, que fueran a buscar a la reina Vasti. n Esta deba venir con la corona real en su cabeza para que todo el pueblo y los grandes contemplaran su hermosura, pues era muy bella. 12 Pero la reina se neg a cumplir la orden que el rey le mandaba con sus sirvientes. 13 Esto no le gus-t nada al rey, y se enoj mucho. Mand, luego, lla-mar a los expertos en ciencias jurdicas pues era costumbre que todos los asuntos del reino se trata- Dn 2'27 ran delante de aquellas personas que conocan las leyes y el derecho. 14 Y pidi tambin que com-parecieran ante l los siete grandes seores, persas y medos, que formaban su consejo y que ocupaban los primeros puestos del reino, is Cuando estuvie-ron reunidos, les pregunt qu haba que hacer, se-gn la ley, con la reina Vasti, que haba desobede-cido sus rdenes. 16 uno de los seores, llamado Memukn, pidi la palabra y dijo: La reina Vasti no slo ha ofendido al rey, sino tambin a nosotros, los grandes seores, y a todos tus subditos en las pro-vincias de tu imperio. 17 Pronto sabrn todas las mu-jeres lo que hizo la reina y van a hacer tambin lo mismo con sus maridos, pues se dirn: Para qu vamos a respetar a nuestros maridos si la reina Vas-ti no quiso obedecerle al mismo rey Asuero cuando la mand llamar? 18 De ahora en adelante, ante el mal ejemplo de la reina, cmo se irn a comportar con nosotros, tus vasallos, nuestras esposas, las princesas de Persia y de Media? Ciertamente nos van a mirar en menos y nosotros nos vamos a enojar con ellas. 19 Por eso, si le parece bien al rey, ordene que se publique un edicto que no se pueda cam-biar, y que entre a formar parte del conjunto de le-yes persas y medas, en el que se prohiba a Vasti pre- n ' sentarse ante el rey Asuero. Ah tambin se dir que el rey va a dar el ttulo de reina a otra que lo merez-ca ms que ella. 20 As tambin, una vez que sea pu-blicado el edicto del rey en todo tu inmenso impe-rio, las mujeres sabrn respetar a sus maridos des-de el ms rico hasta el ms pobre. 21 Al rey y a sus consejeros les pareci bueno lo dicho por Memu-kn y se decidieron a seguir su consejo. 22 Envi, pues, el rey cartas a todas las provincias del impe-rio, escribiendo a cada una en su propia escritura y N" 13>24 lengua, para que cada marido fuera el que manda-ra en su casa.

    2 1 Poco tiempo despus, cuando ya se le hubo pasado el enojo, el rey Asuero se acord de Vasti, de lo mal que se haba portado con l y de la decisin que haba tomado. 2 Los cortesanos que rodeaban al rey le dijeron entonces: Ordena que se busquen para el rey jovencitas solteras y bonitas y que para eso haya en todas las provincias del reino inspectores encargados de conducirlas a Susa, don-de quedarn en la casa de las mujeres, bajo los cui-dados de tu servidor Hegu, que es el administra-

  • ester 3 dor de esa casa. Este les dar a cada una todo lo necesario para su belleza personal, y aquella joven que ms le guste al rey reemplazar a la reina Vas-ti. 5 El rey estuvo de acuerdo con la proposicin, que fue puesta en prctica inmediatamente.

    'Ahora bien, Mardoqueo tena en su casa a una joven de buena presencia y lindo rostro llamada Ha-dass, es decir, Ester. Esta era hija de un to suyo, y como haba quedado hurfana, Mardoqueo la ha-ba adoptado como hija.

    8 Conforme al edicto real, numerosas jvenes "ue-ron llevadas a Susa y encomendadas a los cuida-dos de Hegu, que era castrado. Entre ellas tambin iba Ester.

    9 La joven le cay en gracia a Hegu, quien se es-mer en atenderla, proporcionndole todo lo que ella necesitaba para su belleza personal y para su mantencin. Puso, adems, a su disposicin a las siete mejores sirvientas de la servidumbre real y la traslad junto con sus sirvientas a un departamento ms cmodo dentro de la misma casa. i Ester no haba dicho nada sobre su raza o su familia, pues Mardoqueo as lo haba ordenado. 11 Diariamente se paseaba l por delante de la casa de las mujeres para saber cmo estaba Ester e informarse de lo que le suceda.

    '2 Cada joven deba presentarse por turno ante el rey, despus de haberse preparado durante doce meses, como estaba establecido para las mujeres. En los primeros seis meses de esta preparacin, las jvenes deban usar en su tocador aceite de mirra, y en otros seis, perfumes y cremas propios de las mujeres. 13 Cuando le llegaba su turno, la joven po-da pedir todo lo que quisiera para presentarse al rey, y pasaba de la casa de las mujeres al palacio real. 14 Llegaba all al atardecer, y a la maana si-guiente era llevada a otra casa, donde estaban las concubinas del rey, y que era dirigida por otro hom-bre castrado, llamado Saasgaz. Nunca ms volva a ver al rey, a no ser que ste deseara verla y la man-dara llamar.

    15 A fines de diciembre del sptimo ao del rei-nado de Asuero le toc a Ester, la hija adoptiva del Mardoqueo, presentarse en la mansin del rey. 16 Ella no llevaba ms adornos que los indicados por el administrador de la casa, Hegu. Cuantos la vean quedaban admirados de su belleza. 17 Apenas la di-vis el rey se enamor de ella, pues le gust ms que todas las otras jvenes. Y como muestra de su cario, puso sobre su cabeza la corona real, coro-nndola por reina en vez de Vasti. IB Despus, como homenaje a Ester, dio el rey un gran banquete a to-dos sus ministros y funcionarios, decret un da fe-riado para todas las provincias y reparti regalos a manos llenas. 19 Cuando Ester pas a vivir en el ha-rn del rey, 20 no le cont a nadie cul era su raza o su familia, como se lo haba ordenado Mardoqueo, pues aunque ya no estaba bajo su autoridad, conti-nuaba, sin embargo, cumpliendo sus instrucciones. 21 Este, mientras tanto, desempeaba sus funciones en la Puerta Real. Fue entonces cuando descubri

    O Aman es ministro de un rey absoluto, al que sus subditos consideran cual un dios. Esta clase de superiores nunca tolera a su lado los hombres capaces de hablarles con franqueza, pero s, fcilmente, se dejan embaucar por los ambiciosos y los mediocres.

    718 la conspiracin de Bigtn y Teres, dos guardias de palacio, para asesinar al rey. 22 Mardoqueo inform de ello a la reina Ester y sta, a su vez, se lo cont al rey como si fuese un recado de Mardoqueo. He-chas las averiguaciones del caso, se comprob que era cierta la denuncia. 23 Los dos conjurados fueron ahorcados y se dej constancia por escrito del he-cho en las Crnicas del Reino.

    O 1 Despus de estos sucesos, el rey ** Asuero quiso honrar de un modo es-

    pecial a Aman, hijo de Hamedata, el agagi-ta. Lo subi de categora dndole el primer

    Gn 41A lugar entre todos los ministros de su corte. 2 Orden, adems, que todos los integran-

    tes de la guardia real que vigilaban la puer-ta del palacio se arrodillaran al verlo pasar; , , KA J L. l l G " 4 1 ' *

    Mardoqueo, sin embargo, se neg a hacer-lo. 3 Sus compaeros, entonces, le dijeron: Por qu no quieres cumplir la orden del rey? 4 Y como da a da ellos le repetan lo Dn 3,12 mismo y l continuaba sin hacerles caso, se lo dijeron a Aman. Este quiso ver perso-nalmente si Mardoqueo persista en su ne-gativa, pues haba odo decir que era judo. 5 Y cuando vio que, efectivamente, Mardo-

    queo se negaba a arrodillarse ante l, se enoj muchsimo. 6 No le pareci, empero, conveniente vengarse slo de Mardoqueo, pues como ya saba que era judo, crey que era mejor aniquilar junto con l a to-dos los judos que haba en el imperio de Asuero.

    O 7E1 ao duodcimo del reinado de Asuero, en el mes de Nisn, Aman orden que se viera el Pur (es decir, que se sortea-ra) en qu mes y en qu da iba a extermi-nar a los judos. Sali sorteado el duodci-mo mes, llamado Adar. 8Fue entonces a ver al rey y le dijo: En medio de la gran po-blacin de todas tus provincias, vive un pue- Levw25| blo que no se junta con nadie. Sus leyes ^"^ son totalmente distintas a las dems y no toman en cuenta tus decretos. Por ningn motivo te conviene dejarlos tranquilos. 9 Si t quieres, podemos dictar un decreto para acabar con ellos, y yo, en cambio, deposi- fJ; tar a cuenta del Tesoro Real ms de diez mil talentos en manos de tus funcionarios.

    10 El rey se sac el anillo de su mano y

    se lo entreg a Aman, el perseguidor de los

    Amn odia a los judos porque no son de su raza, Aman quiere el poder y todo el poder. Para l los medios no cuen-tan con tal de que pueda eliminar a sus rivales. Despus de querer la muerte de Mardoqueo, considera framente la muerte de miles de familias.

    719 judos, con estas palabras: Qudate con tu plata! ' ! Por lo dems, te doy permiso para que hagas con ese pueblo lo que quieras.

    12 Se cit, entonces, a todos los escri-

    bientes reales para que se reunieran el 13 del primer mes a fin de copiar las ordenan-zas de Aman dirigidas a los virreyes, a los gobernadores de las provincias y a los jefes

    Esd 8,36 de cada pas. Iban escritas en el alfabeto de cada provincia y redactadas en el idioma de cada pas. El documento llevaba adems la firma y el sello del rey. 13 Por orden del so-berano, los mensajeros llevaron, en el me-nor tiempo posible, a todas las provincias del imperio las cartas en que se mandaba masacrar, asesinar y exterminar a todos los judos, fueran jvenes o viejos, nios o mu-jeres, y apoderarse de sus bienes.

    + 14Este edicto, que tena que ser ley en cada provincia, deba ser publicado en todos los pueblos para que todo el mundo estuviera listo para la fecha sealada. 15 El decreto fue publicado primeramente en Susa, causando en toda la ciudad gran consternacin, mientras que el rey y Aman se divertan en comilonas y borracheras.

    1 Q La carta enviada a todo el Imperio * * ^ deca:

    1 El gran rey Asuero les escribe a sus

    subditos, a los gobernadores de las ciento veintisiete provincias y a los jefes de distrito de su imperio, que se extiende desde la In-dia a Etiopa:2 Aunque soy dueo del mun-do entero y gobierno a incontables nacio-nes, me he propuesto no dejarme llevar por

    jdt 2,5 e orgullo del poder y gobernar siempre con dulzura y bondad para que mis subditos

    ? Ma 11,3 puedan gozar continuamente de una vida tranquila. Al mismo tiempo he procurado restaurar la paz deseada por todo el mun-do, ofreciendo durante mi reinado los be-

    ester 4 nefcios de la civilizacin y permitiendo el II bre tranco dentro de nuestras fronteras. 3 Con este fin les he pedido la opinin a mis

    consejeros, y uno de ellos, Aman, conoci-do por su elevado criterio, por su total de-dicacin y por su fidelidad a toda prueba, y que es la segunda persona importante del imperio, nos ha hecho la siguiente denun-cia: 4 Segn l, mezclado con las diversas tribus de la tierra, se halla un pueblo que es enemigo de todos, cuyas leyes son con-trarias a las de las otras naciones y que. constantemente est desobedeciendo nuestras disposiciones, de tal manera que impide que podamos gobernar como con-viene para el bien de todos. 5 Comproba-mos, en efecto, que esta nacin es distinta a ' a las dems, que est en abierta oposicin con toda la humanidad, que debido a sus leyes lleva un tipo de vida extrao, que es contraro a nuestros intereses y que come-te los peores crmenes, hasta el extremo de 2 M 14,6 amenazar la seguridad de nuestro reino. 6 En vista de esto, hemos ordenado, como

    lo menciona en sus cartas Aman, nuestro colaborador en el gobierno y nuestro se-gundo padre, que toda esa gente sea exter-minada por la espada, incluyendo a sus mujeres y nios, sin consideracin ni mira- 1 Ma 3,42 miento alguno, el 14 del duodcimo mes del ao, o sea el mes de Adar.

    7 As irn a parar al infierno el mismo da

    los enemigos del orden de ayer y de hoy, y tendremos en adelante un rgimen estable y tranquilo.

    A l Apenas supo Mardoqueo lo que es-* taba pasando, rasg su traje, se puso

    Gn 27,34 un saco y se ech ceniza en la cabeza. Le- '^ n5j^ go sali a recorrer la ciudad, lanzando gri-tos desgarradores. 2 Se detuvo frente al pa-lacio real, donde se qued, pues no poda entrar tal como andaba vestido. 3 De igual manera, apenas se conoci en las provin-

    + Esta carta de Asuero es una de las pginas ms no-tables de esta novela de Ester. Es un modelo de lo que pien- . san, dicen y escriben los gobiernos totalitarios de todos los lugares y tiempos. Pues, segn ellos, uno es subversivo por el solo hecho de que piensa y no se somete ciegamente a todo lo ordenado por los gobernantes, los cuales, por su-puesto, identifican sus intereses y sus caprichos con la se-guridad de la nacin.

    Esta carta destaca la libertad de conciencia del pueblo ju-do, que, en eso, es modelo del pueblo cristiano. Nos hace ver por qu los pases totalitarios del pasado no pudieron to-lerar a los judos, y tampoco los respetaron los pueblos cris-tianos en el tiempo de la cristiandad, por ser sta muy poco

    tolerante. Tambin se aplica a la actual actitud de represin contra la Iglesia en las dictaduras militares o econmicas o marxistas.

    Pues, en todos estos casos, un hombre o un partido, se considera a s mismo como el nico autorizado para decir cul es el Bien Comn, y lo impone a todos tal como le con-viene para seguir aprovechndose del poder. Cualquiera que, por motivo de conciencia, rechaza alguna exigencia del poder es considerado traidor a la patria o al pueblo. NI los judos, ni los cristianos, pueden aceptar esta Idolatra. Ln todo caso, las naciones y sus Instituciones armadas o pro-letarias, no son ms que medios al servicio de la comuni-dad internacional y de la paz. ln runl