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BIOÉTICA Y BIODErECHO: TEMAs PArA LA rEFLEXIóN Luisa Benavides de Castañeda Docente e Investigadora Instituto de Derecho Comparado Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas Universidad de Carabobo ANUARIO No 30 (2007) ISSN 1316-5852

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BIOÉTICA Y BIODErECHO:TEMAs PArA LA rEFLEXIóN

Luisa Benavides de Castañeda

Docente e Investigadora Instituto de Derecho Comparado

Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas Universidad de Carabobo

ANUARIO No 30 (2007)ISSN 1316-5852

Bioética y Bioderecho: Temas para la reflexión.

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BIOÉTICA Y BIODErECHO: TEMAs PArA LA rEFLEXIóN

rEsUMENLa bioética estudia los valores y principios morales que deben guiar

la conducta y orientación de la ciencia y la tecnología aplicadas a la vida y a la salud en su más amplio alcance y significación. Se ocupa de investigar las aplicaciones científico-tecnológicas en asuntos tan inquietantes como la reproducción humana asistida, la utilización de embriones, el aborto, la eu-genesia, la eutanasia, la ingeniería genética humana y animal, la producción agrícola y los alimentos transgénicos. Es una ciencia multidisciplinar de re-ciente aparición, en cuya estructura y contenido convergen la biología, la ética, y el derecho, en estrecha vinculación con aspectos sociales, políticos, económicos y culturales. La bioética se rige por los principios de autonomía, beneficencia, no maleficencia y justicia. La interacción bioética/derecho ha dado como resultado una nueva disciplina, el bioderecho, cuyo objeto es la elaboración y seguimientos de instrumentos normativos reguladores y ga-rantes de la debida protección de los derechos inherentes al ser humano. Por último, el derecho es responsable de la vigencia de los valores axiológicos de justicia, equidad y bien común, cuando se trata de normar conductas rela-cionadas con las ciencias de la vida, evitando dar legalidad a procedimientos ética y jurídicamente reprobables.

Palabras claves: Bioética, Bioderecho, Derecho de Familia, Derechos Hu-manos, dignidad de la persona humana.

BIOETHIC AND BIOLAW A sUBJECT TO THINK OVEr

ABsTrACT

Bioethics studies values and moral principles which must guide behavior and science and technology applied to life and health in its widest reach and significance. It deals with researching scientific and technological applications in very worrying matters such as assisted human reproduction, embryo uses, abortion, eugenics, euthanasia, human and animal genetic engineering, agricultural production and transgenic food. It is a very young multidisciplinary science in

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whose structure and content biology, ethics, and law meet in a very close relationship with social, politic, economic and cultural aspects. Bioethics is based on the principles of autonomy, beneficence, non-maleficence and justice. The bioethics/law interaction has resulted in a new discipline, biolaw, whose objective is the making and following-up of instruments governing and ensuring human rights. Finally, law is responsible for the validity of the axiological values of justice, equality and common good when behavior related to life sciences are to be ruled, avoiding to give legality to reprehensible procedures in terms of ethics and law.

Key words: Bioethics, biolaw, family law, human rights, dignity

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INTrODUCCION

I. LA BIOÉTICA. GENErALIDADEs.

1. Aproximaciones a una definición conceptual.2. Orígenes y principios rectores: algunos comentarios.3. Clasificación y ámbito temático de la Bioética.

II BIOÉTICA Y DErECHO.

1. Relaciones entre Ética, Bioética y Derecho.2. El Bioderecho, nueva disciplina jurídica. 3. Bioética y Derecho: temas para la reflexión.4. Tendencias éticas actuales y técnica legislativa.5. El Derecho ante los desafíos de la ciencia y la tecnología.

CONCLUsIONEs

BIBLIOGrAFÍA

rEFErENCIAs ELECTróNICAs

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INTrODUCCIóNSe puede afirmar que la Bioética ocupa en la actualidad un lugar de pri-

mer orden en la temática de investigación relacionada con los grandes avan-ces científicos y tecnológicos en áreas tan inquietantes como la reproduc-ción humana asistida, la clonación, la utilización de embriones, el aborto, la eugenesia, la eutanasia, la ingeniería y manipulación genética, tanto humana como animal, la producción agrícola y los controversiales alimentos trans-génicos. ¿Por qué? Porque se trata, precisamente de la intervención humana en un terreno hasta hace poco vedado, toda vez que persigue la modificación y alteración de los procesos naturales de generación y conformación de la vida humana, animal y vegetal.

En comparación con el resto de las ciencias, la Bioética exhibe dos características distintivas: en primer lugar, es de muy reciente aparición, su origen se ubica en los años 70, impulsado por la necesidad de fijar límites, demarcar fronteras y guiar la conducta de los profesionales del área científi-ca y biológica. Su tardía aparición contrasta con una acelerada e indetenible evolución, que se esfuerza por igualar la dinámica de las situaciones que le toca atender.

En segundo lugar, la Bioética es una ciencia originalmente multidisci-plinar, por cuanto en su estructura y contenido convergen tres grandes áreas temáticas: la biológica, la ético-filosófica, y la jurídica, a la vez que se en-cuentra estrechamente relacionada con aspectos sociales, políticos, económi-cos y culturales, que incidirán en su orientación, de allí que puede afirmarse que no existe un modelo bioético único, sino que éste dependerá, fundamen-talmente de la teoría antropológica subyacente acogida por el grupo social destinatario de la normativa en cuestión. Esto último representa uno de sus mayores desafíos, pues si la vida es una sola y uno sólo su significado, tiene sentido la búsqueda de una regulación uniforme, y de allí la importancia de la intervención del Derecho a fin de proveer de un piso jurídico unificador y globalizado, como lo exige el mundo en la actualidad.

Esta investigación de tipo analítico-documental, enfoca algunos aspec-tos generales de la Bioética: concepto, origen, principios, ámbito temático, como punto de partida para profundizar en su relación con el Derecho, y,

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en particular con el Derecho de Familia, a través de la formulación de in-terrogantes sobre complejos asuntos que constituyen su objeto de estudio y aplicación, urgidas de respuestas no menos complejas, que tomen en cuenta por igual los aspectos biológicos, éticos y jurídicos involucrados. Después de todo, la materia en discusión es la VIDA, el bien más preciado de todo ser, en especial del ser humano, y punto de partida del resto de los derechos y garantías.

El planteamiento se orienta a lograr una colaboración armoniosa y equilibrada entre ética, ciencia y derecho, que permita la intercomunicación y adecuada regulación, en respeto a los objetivos individuales de cada disci-plina, pero colocando como prioridad y fin último, el máximo bienestar del ser humano.

Como bien lo expresa Antonio del Moral García, Fiscal del Tribunal Supremo de España,

“El derecho no puede permanecer ajeno a la ciencia y ha de

ser fiel a los datos que le proporciona. Pero al mismo tiempo, la ciencia no puede erigirse en criterio jurídico: las leyes han de ser hechas por el legislador contando con la opinión de la Sociedad y no solo dando forma jurídica a las pretensiones de los científicos, como si éstos fuesen ciudadanos de mayor categoría. Del mismo modo el Derecho no tiene por qué juri-dificar todos los criterios éticos. Pero tampoco puede vivir al margen de la ética. Detrás de toda discusión jurídica sobre los grandes principios siempre hay un debate ético que no puede obviarse”. (2005, pp. 176 y 177)

I LA BIOÉTICA. GENErALIDADEs.1. Aproximaciones a una definición conceptual.

Desde el punto de vista gramatical, la palabra bioética se compone del griego bios que significa vida, y ethos, de donde viene ética, entendida como “la parte teórica de la valoración moral de los actos humanos” (Diccionario Larousse, 2002). En un primer momento, se entiende como la ética aplicada a las ciencias de la vida. El prefijo bio identifica algunos neologismos pro-pios del tema en estudio, a saber: biociencias, biomedicina, bioingeniería, biotecnología, bioderecho o biojurídica, etc.

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Elizari (Cruz, 1999, p. 17) definía en 1978 la Bioética como “el estudio sistemático de la conducta humana en el campo de las ciencias de la vida y del cuidado de la salud, en cuanto que esta conducta es examinada a la luz de los valores y principios morales”. Los destinatarios de los postulados éti-cos, son primordialmente, el colectivo médico y científico, en relación con las investigaciones, experimentos y prácticas relacionadas con los avances tecnológicos y la vida, especialmente la vida humana.

La Dra. María Dolores Vila-Coro, miembro de la Cátedra de Bioética y Biojurídica de UNESCO, señala que la bioética “se ha definido como la parte de la ética que se refiere a los progresos de las ciencias biomédicas ante problemas nuevos, o antiguos modificados por las nuevas tecnologías. Se ha definido, también, como la reflexión ética sobre las cuestiones que propone el progreso biomédico” (pp. 315-316). Y expresa de manera categórica que “esta nueva disciplina interpela al hombre, que es el único sujeto de la ley moral, y solamente su vida constituye un principio ordenador del Derecho, cuyas leyes se promulgan para obtener la protección efectiva de la vida de los derechos humanos” (p. 316). En consecuencia, prosigue, no puede ha-blarse de bioética global en la que haya que integrar a todos los seres vivos, sino que éstos pertenecen a otra ciencia que se rige por leyes distintas a la ética, que es la ecología.

Para el Dr. Gerardo Sela Bayardo, la bioética es “La conciencia de la ciencias médicas y biológicas, como una práctica dinámica, racional, y reguladora de los valores éticos y deontológicos, con la característica de ser multidisciplinaria y que tiene como objetivo la preservación de la dignidad humana en sus diversas expresiones”.

Según este autor, la bioética más que ciencia es conciencia, vocablo derivado del latín conscientiam, cuyo significado actual es “el conocimiento que el espíritu humano tiene de su propia existencia, de sus estados, de sus actos y de las cosas…”; (Diccionario Larousse, 2002, p. 272). El Diccio-nario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE) la define como “Propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta”.

Se trata de un tipo de conciencia que busca regular, moderar, equili-brar los valores y principios que guían las conductas médicas y científicas. Igualmente, el objetivo formulado enfatiza el carácter de la Bioética como ciencia fundamentalmente humana, cuya existencia y desarrollo gira en torno al hombre, como máxima expresión de los seres creados, y por ello,

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debe estar en función, utilidad y servicio del mismo, énfasis absolutamen-te necesario, de cara a las dos vertientes éticas que alimentan el debate biojurídico: una ética utilitarista, que otorga primacía al valor libertad per-sonal, frente a la ética ontologista que gravita en torno a la dignidad de la persona. (del Moral G., 2005).

James F. Drane (2002) considera especulación tanto precisar sus orí-genes como intentar definir la bioética, y expresa que “de forma muy pre-liminar, podemos decir que la bioética consiste en el estudio sistemático de la conducta moral en las ciencias de la vida”. Y enfatiza su carácter contem-poráneo y paradigmático, que nos enfrenta a palpitantes dilemas éticos en asuntos tan cruciales como la vida y la muerte, además de interrogar acerca de ¿quiénes somos? ¿por qué estamos aquí?, ¿qué son la familia, la integri-dad, la identidad, el parentesco, la libertad, el amor o la comunidad? (p. 1).

En resumen, se puede afirmar que la bioética es la ciencia multidisci-plinar que estudia y determina los valores, criterios y principios éticos por los cuales ha de guiarse y juzgarse la conducta y orientación de la ciencia y la tecnología aplicadas a la vida y a la salud en su más amplio alcance y significación.

2. Orígenes y principios rectores: algunos comentarios.

El término Bioética vio la luz en el año 1970, cuando el especialista en cáncer Van Rensselaer Potter la utilizó por primera vez en su artículo Bioethics: The Science of Survival, y nuevamente, cuando al año siguiente publica su obra Bioethics: Bridge to the Future. Como señala Cruz (1999), “fueron los problemas éticos planteados en Estados unidos (sic) durante la década de los 60, en torno a la experimentación con seres humanos, lo que desencadenó la aparición de la bioética como defensora y garante del futuro de la humanidad. El planteamiento inicial de la bioética giraba en torno a decidir si todo aquello que tecnológicamente se podía hacer, había realmen-te que hacerlo” (p. 16).

Antes de la aparición de la Bioética como disciplina autónoma, ocurrie-ron algunos hechos que pusieron de manifiesto la inquietud por garantizar el respeto a la dignidad del ser humano y su protección ante el abuso de las experimentaciones médicas, vinculadas con hechos históricos de carácter eminentemente político, como los crímenes de guerra cometidos en contra de los prisioneros de la Alemania nazi, en donde no se había respetado ni la metodología científica en los protocolos, ni el asentimiento de los sujetos de

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la investigación, gracias a un sistema político perverso que se oponía a las avanzadas normas que para la investigación había establecido la República de Weimar (Estévez, 2000). Tales delitos fueron expuestos al mundo en el proceso penal conocido como los Juicios de Nuremberg.

Como resultado, se formuló el primer instrumento internacional en ma-teria de ética e investigaciones médicas denominado Código de Nuremberg, adoptado en 1947, que aunque no fue cumplido a cabalidad, tiene como mérito el rescate de la importancia ética del diseño metodológico, así como la importancia inexcusable del consentimiento voluntario. En suma, dejó en manos de los científicos la reivindicación moral de su actividad, la ciencia bien fundamentada y persiguiendo sus propios fines tenía a la vez validez científica y moral (Estévez, 2000).

La importancia de la ética en la investigación biomédica se evidenció con ocasión del tristemente célebre caso de Tuskegee, Alabama, cuando en el año 1970 el senador Edward Kennedy denunció que funcionarios de salud pública de los Estados Unidos, financiados con fondos federales, lle-varon a cabo un experimento de seguimiento y evolución de la sífilis con un grupo de hombres y mujeres de raza negra infectados, quienes por más de treinta años recibieron un placebo, en lugar de los antibióticos necesarios para su curación, por supuesto, bajo engaño, sin su conocimiento ni autori-zación, en abierta violación de todos los códigos deontólogicos existentes para la época.

La denuncia pública resultó en el nombramiento, cuatro años más tarde, de una comisión presidencial investigadora que produjo en 1978, el conoci-do Informe Belmont, contentivo de tres principios generales, vigentes hasta hoy, relevantes para la observancia de la ética en la investigación con sujetos humanos, formulados de manera amplia y a un nivel de generalización. En el Informe se establece la necesidad de distinguir entre investigación biomé-dica, y la práctica de una terapia aceptada. Como principios básicos, señala el respeto por las personas, la beneficencia y la justicia. Estos principios a su vez requieren de ciertas pautas para su aplicación, como son: el consen-timiento informado, que involucra obviamente la autonomía por parte del sujeto, y que sólo es posible mediante la información, la comprensión y la voluntariedad (respeto por las personas); la valoración de los riesgos y bene-ficios (beneficencia), y la forma de selección de los sujetos (justicia).

Debe señalarse que el origen de la bioética se encuentra muy ligado a los principios que la rigen, pues es precisamente la necesidad de formula-

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ción y sistematización de ciertas pautas uniformes lo que impulsa su conso-lidación definitiva como disciplina autónoma. Como se precisó en el punto anterior, la bioética es la ética aplicada a una teoría y campo de actuación es-pecífico, las llamadas ciencias de la vida, por lo general expresada mediante normas y principios en los llamados códigos de deontología de las ciencias médicas y biológicas, que pueden considerarse precursores o antecedentes directos para la gestación de la bioética como ciencia independiente.

A continuación, se presenta un breve resumen de los principios gene-ralmente aceptados de autonomía, beneficencia, no maleficencia y justicia, por los que se rige actualmente la Bioética, y que han sido recogidos en diversos instrumentos legales, como se explicará más adelante.

-Principio de Autonomía:

Afirma que los individuos deben ser tratados como seres autónomos, li-bres e independientes, y por ello, dignos de respeto. Actualmente, los pacien-tes tienen el derecho a estar informados sobre su situación clínica, y tomar las decisiones respecto a los tratamientos y opciones que crean convenientes, sin estar obligados a obedecer al médico tratante. De allí la importancia ac-tual del consentimiento informado. En definitiva, el principio de autonomía “reconoce la libertad de opinión, de creencia o de cultura y deja en manos de cada ciudadano el libre albedrío para decidir sobre su propia vida” (p. 22).

El ejercicio adecuado de la autonomía requiere el consentimiento in-formado, que exige: a) información adecuada, completa y oportuna sobre las alternativas, riesgos y beneficios del tratamiento, procedimiento o del pro-yecto de investigación; b) comprensión, que exige madurez e inteligencia por parte del destinatario de la información, así como el uso de un lenguaje que asegure y favorezca el entendimiento cabal; c) y por último, el consenti-miento debe ser voluntario, es decir, libre de vicios: error, dolo y violencia.

Se identifica con el Principio del Respeto a las personas consagrado en el Informe Belmont, el cual enfatiza el derecho a proteger aquéllos cuya capacidad para deliberar y decidir se encuentra disminuida, y por ello, de ejercer cabalmente su autonomía decisoria. El grado de protección se en-cuentra íntimamente ligado a la estimación del costo/beneficio, y deberá permitírseles decidir de acuerdo con su nivel de capacidad. Los terceros que deban decidir en lugar del sujeto disminuido deberán cumplir con todas las exigencias relativas al consentimiento informado y velar por el bienestar de su protegido o representado.

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-Principio de Beneficencia:

A diferencia del anterior, su origen se remonta a Hipócrates, padre de la Medicina, quién vivió en el siglo V a.C., y el cual escribió un conjunto de mandamientos que constituye un verdadero código de deontología médica, de obligatoria observancia, bajo el cual juran los profesionales que inician la práctica profesional de la medicina tradicional. Textualmente, señala: “Pres-cribiré el régimen de los enfermos atendiendo a su beneficio, según mi ca-pacidad y juicio, y me abstendré de todo mal y de toda injusticia”. Es decir, que el médico se encuentra obligado a realizar todo el bien que pueda a sus pacientes, pero cuidando de no caer en el paternalismo, lo que inevitable-mente conduciría a un conflicto con el principio de autonomía.

Este principio impone la obligación de aumentar los beneficios y dis-minuir los daños en la mayor medida posible. El trato ético se inclina a favor de todo acto de bondad y caridad posible hacia el paciente, aún cuando no sea obligatorio. En este punto, es necesario sopesar los posibles daños y los beneficios que reportará determinada práctica o investigación, en la búsque-da del bienestar del paciente.

-Principio de No Maleficencia:

Como señala Cruz, este principio “impide hacer sufrir a los enfermos innecesariamente en nombre del avance de la ciencia” (p. 23). Es el caso de la aplicación de terapias muy sofisticadas, o la práctica de procedimientos quirúrgicos y la administración de tratamientos que por las condiciones del paciente, pueden empeorar en lugar de mejorar su situación. Este principio se orienta a proteger contra “los males” de la medicina moderna, manifes-tados en el exceso o abuso de la medicalización, con resultados negativos para el sujeto.

-Principio de Justicia:

La justicia, entendida como la virtud de dar a cada quién lo suyo, lo que le corresponde, es uno de los valores jurídicos más difíciles de llevar a la práctica, toda vez que implica un juicio de equidad para determinar qué corresponde a quién. En el caso de la bioética, se plantean interrogan-tes difíciles de responder ¿Quién debe ser sujeto de los experimentos? ¿A quién deben llegar los beneficios? ¿Cómo distribuir los recursos? ¿Cuáles son los criterios para aplicar determinada terapia o procedimiento? ¿Cuáles enfermedades deben investigarse con fondos públicos y cuáles con fondos privados?

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Como señala el Informe Belmont, otra manera de concebir el principio de la justicia es que los iguales deben ser igualmente tratados. Sin embargo, este planteamiento requiere explicación. ¿Quién es igual y quién desigual?; ¿qué consideraciones justifican apartarse de la distribución igual?; Casi to-dos los tratadistas conceden que las distinciones basadas en la experiencia, la edad, la carencia, la competencia, el mérito y la posición sí constituyen algunas veces criterios que justifican el trato diferencial para ciertos propó-sitos. Generalmente, el tratamiento ético de la justicia se relaciona con los aspectos económicos y las políticas sanitarias.

Respecto a estos principios, es interesante la aportación de Scala (2004) quién señala, que si la bioética es la ética de la vida humana y de los conocimientos prácticos y técnicos relativos a ella – medicina, genética, embriología, ingeniería genética, etc. –, no puede tener primeros principios diferentes a los de la ética; que son “todos los principios generales del recto obrar humano, tales como: “se debe hacer y procurar el bien y se debe evitar el mal”; “no se debe dañar injustamente a nadie”; “dar a cada uno lo suyo” (la justicia en sentido amplio), y el honeste vivere (vivir honestamente), se-gún la caracterización de Ulpiano” (p. 6). Estos son principios generales y absolutos en tanto no admiten excepciones, de los cuales se derivan otros principios, útiles para regular ciertos aspectos particulares de la intervención humana (ethos), en relación con la vida (bios).

Prosigue explicando que si la bioética es sólo una ética aplicada a un conocimiento y acción específicos, sus principios sólo pueden ser secun-darios, y son aquellos preceptos derivados de la aplicación de los primeros principios éticos, a las ciencias prácticas y técnicas relativas a la vida hu-mana.

En consecuencia, afirma que “los verdaderos principios de la bioética jamás podrían contradecir los primeros principios éticos, y cualquier pseu-doprincipio bioético que lo hiciera, no sería nada más que un falso principio. Cosa distinta es la dificultad real de aplicar un principio abstracto a un pro-blema concreto; la dificultad no implica contradicción, sino solo la necesi-dad de un mayor esfuerzo, para lograr el resultado buscado” (p.3).

Esto último pudiera significar uno de los mayores desafíos para la prác-tica científica, ya que si tal dificultad se torna insuperable, sería conveniente evaluar la posibilidad de abandonar dicha práctica o experimento por ser incompatible con el fin último de los principios bioéticos involucrados.

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A continuación, se explican brevemente los principios derivados for-mulados por Scala:

-La inviolabilidad de la vida humana, desde su inicio (fecundación) y hasta la muerte natural. Aclara, que se trata de la vida humana inocente, en contraposición a la culpable, que autoriza para actuar en legítima defensa o la aplicación de la pena de muerte.

-Derechos a la integridad física y a la salud, entendida como la inmunidad contra la agresión externa de otras personas, con tres excepcio-nes: a) principio de totalidad, cuando se trate del sacrificio de un órgano o miembro en beneficio del bienestar (total) del organismo; b) principio de acciones de doble efecto, que se refiere a una acción que simultáneamente es beneficiosa y perjudicial, pero en la que el aparente daño o perjuicio resulta en un beneficio, que se ilustra con el aborto en caso de un embara-zo ectópico; y c) principio de caridad, siempre que no implique un daño para el sujeto, como es el caso de donación de órganos que no impliquen la muerte del donante.

-La sexualidad y el matrimonio según la naturaleza, y sus impli-cancias en la bioética. Al respecto, cataloga la sexualidad como un tema bioético de primera magnitud, en razón de su potencialidad para iniciar la vida humana. Sólo admite la existencia de dos sexos: varón y mujer, incom-pletos y asimétricos por cuanto se complementan en la unidad. Acoge el concepto de familia como columna vertebral de la sociedad, fundada en la unión matrimonial heterosexual, permanente y responsable en la educación y asistencia de los hijos hasta su madurez.

Scala se declara contrario al aborto, la anticoncepción, la contracepción, y la promiscuidad sexual, en particular, la promovida engañosamente bajo el mito del “sexo seguro”, responsable del auge de las enfermedades venéreas, y cita como ejemplo la admisión por el ONUSIDA del fracaso en dismi-nuir las cifras de seroprevalencia mediante la distribución masiva y gratuita de condones. Y finaliza con esta sentencia: “…es bioéticamente –es decir, científica y éticamente – inaceptable pretender prevenir las enfermedades de origen sexual mediante la promoción de la promiscuidad, y esto además del motivo apuntado – por resultar imposible desde el punto de vista sanitario –, por una razón bioética de orden superior: porque la promiscuidad sexual es, en sí misma, un comportamiento contrario a la naturaleza y autodestructivo, y la verdadera bioética jamás violenta la naturaleza” (p. 12).

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Estos principios serán de utilidad para sentar los fundamentos de la discusión respecto a las tendencias actuales de la bioética y el derecho de familia.

Sin embargo, el instrumento legislativo más novedoso sobre la ma-teria es la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos, elaborada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), y adoptada por aclamación en la 33ª Conferencia General celebrada en París, el 19 de octubre de 2005, que trata de las cuestiones éticas relacionadas con la medicina, las ciencias de la vida y las tecnologías conexas aplicadas a los seres humanos, teniendo en cuen-ta sus dimensiones sociales, jurídicas y ambientales. Fue elaborada en dos años: el primero se dedicó a la redacción de un borrador por parte del Co-mité Internacional de Bioética (CIB) en consulta con los Estados Miembros u otros organismos especializados. Durante el segundo año se hicieron las correcciones finales definitivas realizadas durante las reuniones interguber-namentales de expertos.

La Declaración es el tercer texto normativo elaborado y adoptado por la UNESCO en materia de bioética. El primero data de 1997, se trata de la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los Derechos Humanos, que la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó en 1998. En 2003, se adoptó un segundo texto: la Declaración Internacional sobre los Datos Genéticos Humanos, que establece los principios éticos que deben regir el acopio, procesamiento, conservación y uso de datos genéticos obtenidos a partir de muestras biológicas (sangre, tejidos, saliva, esperma, etc.).

Entre los muchos méritos de la Declaración, está en primer lugar, ser un instrumento que otorga rango normativo a los principios universalmente aceptados, incorpora otros novedosos, y da respuesta a algunas de las inte-rrogantes antes formuladas en relación con su interpretación y aplicación.

Entre sus considerandos, la UNESCO señala que ha de desempeñar un papel en la definición de principios universales basados en valores éticos comunes que orienten los adelantos científicos y el desarrollo tecnológi-co y la transformación social, a fin de determinar los desafíos que surgen en el ámbito de la ciencia y la tecnología teniendo en cuenta la responsa-bilidad de las generaciones actuales para con las generaciones venideras, y que las cuestiones de bioética, que forzosamente tienen una dimensión internacional, se deben tratar como un todo, basándose en los principios ya establecidos en la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los

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Derechos Humanos y la Declaración Internacional sobre los Datos Genéti-cos Humanos, y teniendo en cuenta no sólo el contexto científico actual, sino también su evolución futura.

En concordancia con lo anterior, en su artículo 25 la UNESCO asu-me el deber de promover y difundir los principios enunciados en la pre-sente Declaración, para lo cual solicitará la ayuda y la asistencia del Co-mité Intergubernamental de Bioética (CIGB) y del Comité Internacional de Bioética (CIB).

En su artículo 1, la Declaración delimita su ámbito temático el cual trata de las cuestiones éticas relacionadas con la medicina, las ciencias de la vida y las tecnologías conexas aplicadas a los seres humanos, teniendo en cuenta sus dimensiones sociales, jurídicas y ambientales. Los destinatarios son los Estados, a quienes imparte también orientación, cuando procede, para las decisiones o prácticas de individuos, grupos, comunidades, institu-ciones y empresas, públicas y privadas.

Los objetivos están enunciados en el artículo 2, que son:

a) proporcionar un marco universal de principios y procedimien-tos que sirvan de guía a los Estados en la formulación de le-gislaciones, políticas u otros instrumentos en el ámbito de la bioética;

b) orientar la acción de individuos, grupos, comunidades, institu-ciones y empresas, públicas y privadas;

c) promover el respeto de la dignidad humana y proteger los de-rechos humanos, velando por el respeto de la vida de los seres humanos y las libertades fundamentales, de conformidad con el derecho internacional relativo a los derechos humanos;

d) reconocer la importancia de la libertad de investigación cientí-fica y las repercusiones beneficiosas del desarrollo científico y tecnológico, destacando al mismo tiempo la necesidad de que esa investigación y los consiguientes adelantos se realicen en el marco de los principios éticos enunciados en esta Declara-ción y respeten la dignidad humana, los derechos humanos y las libertades fundamentales;

e) fomentar un diálogo multidisciplinario y pluralista sobre las cuestiones de bioética entre todas las partes interesadas y den-tro de la sociedad en su conjunto;

f) promover un acceso equitativo a los adelantos de la medicina,

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la ciencia y la tecnología, así como la más amplia circulación posible y un rápido aprovechamiento compartido de los cono-cimientos relativos a esos adelantos y de sus correspondientes beneficios, prestando una especial atención a las necesidades de los países en desarrollo;

g) salvaguardar y promover los intereses de las generaciones pre-sentes y venideras;

h) destacar la importancia de la biodiversidad y su conservación como preocupación común de la especie humana.

La Declaración ordena respetar los principios que se enuncian a conti-nuación, tanto en las decisiones adoptadas como en las prácticas ejecutadas por aquéllos a quienes va dirigida.

El primero de ellos es el referido a la Dignidad humana y derechos humanos (artículo 3), y en consecuencia,

1. Se habrán de respetar plenamente la dignidad humana, los de-rechos humanos y las libertades fundamentales.

2. Los intereses y el bienestar de la persona deberían tener prioridad con respecto al interés exclusivo de la ciencia o la sociedad.

El artículo 4 contempla lo relativo a los Beneficios y efectos nocivos, al disponer que al aplicar y fomentar el conocimiento científico, la práctica médica y las tecnologías conexas, se deberían potenciar al máximo los be-neficios directos e indirectos para los pacientes, los participantes en las acti-vidades de investigación y otras personas concernidas, y se deberían reducir al máximo los posibles efectos nocivos para dichas personas.

El artículo 5 enuncia el respeto al principio de la Autonomía y res-ponsabilidad individual, en lo que se refiere a la facultad de adoptar de-cisiones, asumiendo la responsabilidad de éstas y respetando la autonomía de los demás. Para las personas que carecen de la capacidad de ejercer su autonomía, se habrán de tomar medidas especiales para proteger sus dere-chos e intereses.

El Consentimiento (artículo 6), debe ser libre, informado, expreso, revocable y personal, y al efecto se exige, en primer lugar, que toda inter-vención médica preventiva, diagnóstica y terapéutica sólo habrá de llevarse a cabo previo consentimiento libre e informado de la persona interesada, basado en la información adecuada. Cuando proceda, el consentimiento de-

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bería ser expreso y la persona interesada podrá revocarlo en todo momento y por cualquier motivo, sin que esto entrañe para ella desventaja o perjuicio alguno.

En segundo lugar, la investigación científica sólo se debería llevar a cabo previo consentimiento libre, expreso e informado de la persona in-teresada. La información debería ser adecuada, facilitarse de forma com-prensible e incluir las modalidades para la revocación del consentimiento. La persona interesada podrá revocar su consentimiento en todo momento y por cualquier motivo, sin que esto entrañe para ella desventaja o perjuicio alguno. Las excepciones a este principio deberían hacerse únicamente de conformidad con las normas éticas y jurídicas aprobadas por los Estados, de forma compatible con los principios y disposiciones enunciados en la presente Declaración, en particular en el Artículo 27, y con el derecho inter-nacional relativo a los derechos humanos.

Y por último, en los casos correspondientes a investigaciones llevadas a cabo en un grupo de personas o una comunidad, se podrá pedir además el acuerdo de los representantes legales del grupo o la comunidad en cuestión. El acuerdo colectivo de una comunidad o el consentimiento de un dirigente comunitario u otra autoridad no deberían sustituir en caso alguno el consen-timiento informado de una persona.

A fin de dar cumplimiento a este principio bioético del, se habrá de conceder protección especial a las personas carentes de la capacidad para dar su consentimiento, de acuerdo con lo establecido en la legislación nacio-nal (artículo 7), tomando en consideración estos aspectos:

a) la autorización para proceder a investigaciones y prácticas mé-dicas debería obtenerse conforme a los intereses de la persona interesada y de conformidad con la legislación nacional. Sin embargo, la persona interesada debería estar asociada en la mayor medida posible al proceso de adopción de la decisión de consentimiento, así como al de su revocación;

b) se deberían llevar a cabo únicamente actividades de investiga-ción que redunden directamente en provecho de la salud de la persona interesada, una vez obtenida la autorización y reuni-das las condiciones de protección prescritas por la ley, y si no existe una alternativa de investigación de eficacia comparable con participantes en la investigación capaces de dar su consen-timiento. Las actividades de investigación que no entrañen un

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posible beneficio directo para la salud se deberían llevar a cabo únicamente de modo excepcional, con las mayores restriccio-nes, exponiendo a la persona únicamente a un riesgo y una coerción mínimos y, si se espera que la investigación redunde en provecho de la salud de otras personas de la misma cate-goría, a reserva de las condiciones prescritas por la ley y de forma compatible con la protección de los derechos humanos de la persona. Se debería respetar la negativa de esas personas a tomar parte en actividades de investigación.

El artículo 8 exige el respeto de la vulnerabilidad humana y la integridad personal, al aplicar y fomentar el conocimiento científico, la práctica médica y las tecnologías conexas, con protección a los individuos y grupos especialmente vulnerables

Deben respetarse la Privacidad y confidencialidad de la información de las personas interesadas. En la mayor medida posible, esa información no debería utilizarse o revelarse para fines distintos de los que determinaron su acopio o para los que se obtuvo el consentimiento, de conformidad con el derecho internacional, en particular el relativo a los derechos humanos (artículo 9).

El artículo 10 hace referencia a la Igualdad, justicia y equidad, por lo que se habrá de respetar la igualdad fundamental de todos los seres hu-manos en dignidad y derechos, de tal modo que sean tratados con justicia y equidad.

El principio de la No discriminación y no estigmatización, exige que ningún individuo o grupo debería ser sometido por ningún motivo, en vio-lación de la dignidad humana, los derechos humanos y las libertades funda-mentales, a discriminación o estigmatización alguna (artículo 11).

La importancia del respeto a la diversidad cultural y del pluralismo (artículo 12), deberá ser tomada en cuenta, pero se advierte que estas consi-deraciones no habrán de invocarse para atentar contra la dignidad humana, los derechos humanos y las libertades fundamentales o los principios enun-ciados en la presente Declaración, ni tampoco para limitar su alcance.

El artículo 13 hace referencia al principio de solidaridad y coopera-ción internacional, entre los seres humanos.

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El principio de responsabilidad social y salud (artículo 14) se ex-presa en primer lugar, porque la promoción de la salud y el desarrollo social para sus pueblos es un cometido esencial de los gobiernos, que comparten todos los sectores de la sociedad. Y en segundo lugar, teniendo en cuenta que el goce del grado máximo de salud que se pueda lograr es uno de los derechos fundamentales de todo ser humano sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica o social, los progresos de la cien-cia y la tecnología deberían fomentar:

a) el acceso a una atención médica de calidad y a los medicamen-tos esenciales, especialmente para la salud de las mujeres y los niños, ya que la salud es esencial para la vida misma y debe considerarse un bien social y humano;

b) el acceso a una alimentación y un agua adecuadas; c) la mejora de las condiciones de vida y del medio ambiente; d) la supresión de la marginación y exclusión de personas por

cualquier motivo; y e) la reducción de la pobreza y el analfa-betismo.

El Artículo 15 orienta sobre el destino de las ganancias económicas resultantes tanto de las investigaciones científicas como de sus aplicacio-nes, o principio de Aprovechamiento compartido de los beneficios, los cuales en primer lugar, deben compartirse con la sociedad en su conjunto y en el seno de la comunidad internacional, particularmente con los países en desarrollo. Los beneficios que se deriven de la aplicación de este principio podrán revestir las siguientes formas:

a) asistencia especial y duradera a las personas y los grupos que hayan tomado parte en la actividad de investigación y recono-cimiento de los mismos;

b) acceso a una atención médica de calidad; c) suministro de nuevas modalidades o productos de diagnóstico

y terapia obtenidos gracias a la investigación; d) apoyo a los servicios de salud; e) acceso a los conocimientos científicos y tecnológicos; f) instalaciones y servicios destinados a crear capacidades en

materia de investigación; g) otras formas de beneficio compatibles con los principios enun-

ciados en la presente Declaración.

En segundo lugar, los beneficios no deberían constituir incentivos indebidos para participar en actividades de investigación.

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El principio de Protección de las generaciones futuras, expresado en el artículo 16, toca el inquietante aspecto de virtud de los adelantos e investigaciones que se adelantan con el genoma humano, cuando señala que se deberían tener debidamente en cuenta las repercusiones de las ciencias de la vida en las generaciones futuras, en particular en su constitución genética, por lo que se trata, sin duda, de uno de los principios más importantes.

Por último, el Artículo 17 toma en cuenta aspectos ecológicos de Pro-tección del medio ambiente, la biósfera y la biodiversidad, al señalar la necesidad de tener debidamente en cuenta la interconexión entre los seres humanos y las demás formas de vida, la importancia de un acceso apropiado a los recursos biológicos y genéticos y su utilización, el respeto del saber tradicional y el papel de los seres humanos en la protección del medio am-biente, la biosfera y la biodiversidad.

3. Clasificación y ámbito temático de la Bioética.Comando en consideración el carácter global de la bioética concebida

por su progenitor, Potter, convencido de que “los puentes bioéticos debían extenderse también hacia lo que él denomina como ética agrícola, ética so-cial, ética religiosa y ética capitalista” (Acosta S., 2004), se entiende que, si bien en sus orígenes la bioética se relaciona con la ética de las prácticas clínicas e investigaciones médicas, no la sustituye ni se limita a ésta.

Como señala Drane (2002):

La bioética ha experimentado un increíble desarrollo paralelo al de las ciencias biomédicas. Las preocupaciones originales de la bioética fueron ampliadose (sic) para incluir problemas axiológicos en todas las profesiones sanitarias; enfermería, profesiones paramédicas, salud mental, centros para enfermos terminales, asistencia sanitaria a domicilio, etc. Un amplio abanico de problema (sic) es fueron incluidos bajo el término bioética: salud pública, salud ocupacional, salud internacional, control demográfico, problemas de las mujeres y preocupacio-nes por el medio ambiente. Los temas clínicos se han expandi-do para incluir problemas relacionados con las tecnologías de la reproducción, los trasplantes, la genética, la clonación y la biología molecular. (s/n)

Bajo esta perspectiva, la bioética se clasifica en dos grandes áreas: la microbioética y la macrobioética.

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La microbioética, en sentido estricto, tiene como objeto exclusivo de estudio al ser humano, y por ende, de las diferentes modalidades de inter-vención biomédica en la vida humana en cada una de sus etapas. Al efecto, se ocupa de todas las investigaciones y prácticas terapéuticas de tres cien-cias básicas: medicina, enfermería y farmacia. Su campo de acción abar-ca las técnicas de reproducción humana asistida, incluida la clonación, la manipulación genética, el aborto, las experimentaciones con seres huma-nos desde embriones hasta cadáveres, el diagnóstico prenatal, la eugenesia, la eutanasia, todo lo relacionado con los estados patológicos, la relación médico-paciente y el trato hospitalario, el suicidio, la pena de muerte, la drogadicción, el transplante de órganos, y lo referido a la aplicación de los principios bioéticos en todas estas situaciones.

Dos aspectos inquietantes, y que por tales comentamos aparte, es el re-ferido a las experimentaciones y posibles alteraciones genéticas destinadas a adaptar la vida humana a las exigencias de los viajes interplanetarios y a las condiciones ambientales del espacio exterior, por un lado; y por el otro, todo lo relacionado con la utilización de la nanotecnología en las prácticas médicas, considerada hoy uno de los más importantes avances científicos.

En tanto que, la macrobioética tiene como objeto de estudio la vida animal y vegetal, así como todo lo relacionado con la protección y cuidado del medio ambiente, la protección de los ecosistemas, la preservación de la ecología, la mejora de las actividades ganaderas y de cría en general, la experimentación y manipulación genética de especies animales y vegetales, la producción agrícola, y los adelantos biotecnológicos en estas áreas, los alimentos transgénicos, y su impacto en el ser humano y en el medio am-biente, los daños ecológicos producto de la industrialización, la producción y utilización de armas bioquímicas, las guerras, los desastres naturales, las catástrofes nucleares y el crecimiento demográfico.

II BIOÉTICA Y DErECHO.1. relaciones entre Ética, Bioética y Derecho.

Puede afirmarse que el Derecho es la transdisciplina con mayor pre-sencia en todos lo ámbitos y actividades del ser humano. La sociedad se desenvuelve, relaciona, y expresa bajo la batuta de la regulación normativa, sin la cual sería imposible la convivencia, dada la inclinación a la transgre-sión, y por ende, a la anarquía que caracteriza al ser humano. Esto se explica porque el derecho garantiza las adecuadas relaciones de alteridad, y en caso contrario, está llamado a dilucidar los conflictos, mediante la aplicación de

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normas dotadas de generalidad, heteronomía y coercibilidad, y de ser nece-sario, esos conflictos deberán dirimirse ante un tercero imparcial, el juez, actuando en nombre del estado.

Y la bioética no ha sido la excepción, pues cuando los conflictos entre médico y paciente, o su familia, originado por la aplicación de determinado tratamiento, experimentación o práctica clínica, no lograban ser resueltos en el ámbito del consultorio, se trasladaban a los tribunales, dando inicio a una vasta colección de decisiones jurisprudenciales, así como de doctrina dedicada a la solución de los problemas bioéticos.

A lo anterior debe añadirse que muchos de estos casos trascendieron a la opinión pública, generando inquietudes comprensibles, que, recogidas tanto por gobiernos como por organismos nacionales e internacionales, im-pulsaron la elaboración de leyes especializadas en la materia. Con el tiempo, jurisprudencia, doctrina y leyes han venido a conformar el cuerpo normativo de lo que hoy llamamos bioderecho.

Es bueno tener claro que ética y derecho se relacionan pero no son lo mismo. La ética sirve de base y fundamento del derecho, pero su influencia es mucho más amplia, en tanto que aspira erigirse en criterio personal de con-vicción, y de allí guiar la conducta, pero sin la intención de imponerse de ma-nera general. En tanto que el derecho sólo busca permitir la convivencia pa-cífica entre los miembros de una sociedad, a fin de permitir el ejercicio de sus derechos e imponer el cumplimiento de sus deberes, mediante la formulación de normas de carácter general, es decir, dirigidas a un colectivo indiferencia-do; heterónomas, pues poco interesa si el individuo las acoge internamente; y coercibles, susceptibles de aplicación forzosa, independientemente de la voluntad del obligado, so pena de sanción para la conducta transgresora.

No obstante, el derecho que se coloca a espaldas a los valores éticos corre el grave peligro de caer en ilegitimidad, mediante la creación de le-yes, legalmente perfectas, pero injustas, y por tanto, ilegítimas. Por eso es necesario mantener vivo el reclamo ético en el contenido normativo. De lo contrario, “se caerá en lo que se denominó el «fetichismo» de la Ley, una perniciosa actitud que expresa bien lo peor del positivismo jurídico. Una conducta por ser conforme a derecho no necesariamente es éticamente apro-bable”. (del Moral, 2005, p. 179).

Por ello, desde sus inicios, la Bioética está relacionada estrechamente con el Derecho, más aún, puede decirse que se trata de una interconexión de

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carácter vital literalmente hablando, en el sentido de asegurar recíprocamen-te su sobrevivencia. Como bien lo expresa Jorge Scala (2004):

La ética y, por ende, la bioética no pueden escin-dirse del derecho, como si fueran elementos in-conexos. De algún modo el derecho, como justo ordenamiento de la sociedad, debe basarse en las verdaderas normas morales; de lo contrario, no lo-graría su alta finalidad. Esta relación correctamente interpretada es fundamental, ya que de lo contrario sucedería alguna de estas dos cosas perniciosas: a) si la ética no se reflejara en las normas jurídicas, la sociedad toda quedaría librada a la buena o mala voluntad de sus ciudadanos, o b) si las normas ju-rídicas no se adecuaran a la ética, se extendería la injusticia a toda la sociedad. (pp. 3-4)

Y esto se explica porque el derecho en sus orígenes tiene, entre sus fuentes principales, preceptos religiosos y éticos, transformados en normas jurídicas. A su vez, la norma moral por tener su fundamento en la concien-cia, sirve de guía y limitante del Derecho, el cual no sólo debe llenar los ex-tremos de la legalidad, sino, repetimos, de la legitimidad, y por sobre todo, tributario a los valores de justicia, equidad y bien común.

Es menester destacar que la relación original entre Bioética y Derecho se ha intensificado y profundizado en la medida en que se producen dos fenómenos a los que Hooft hace referencia: “Sabemos que las sociedades actuales –en cuyo seno la tecnociencia ha introducido una profunda y verti-ginosa transformación- se caracterizan asimismo por la ya citada “medicali-zación de la vida”, fenómeno asociado a una creciente y compleja “juridiza-ción de la sociedad”, y al creciente entrelazamiento entre Ética, Medicina y Derecho”. (Hooft, 2002, p. 212).

2. El Bioderecho, nueva disciplina jurídica.

Puede decirse que la relación Bioética/Derecho ha sido muy provecho-sa en dos sentidos: primero, por la gran cantidad de instrumentos jurídicos sancionados y en proceso de elaboración para dar respuesta normativa a los grandes temas de debate bioético; segundo, y como resultado de lo anterior, por la creación de una novedosa rama jurídica: el Bioderecho o Biojurídica, cuyo origen atribuye Diego Valadés (2006) a la estrecha relación entre los

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temas biológicas, clínicos y jurídicos; disciplina compleja, que tiene amplias ramificaciones, y comprende un extenso corpus normativo, y que el autor en-tiende como “el conjunto de disposiciones jurídicas, decisiones jurispruden-ciales y principios del derecho aplicables a las acciones de investigación, de desarrollo tecnológico y de naturaleza clínica que incidan en la salud e integridad física de las personas, para que se ejerzan con responsabilidad, preservando la dignidad, la autonomía informativa, la seguridad jurídica y la integridad psicológica de los individuos, y la equidad social”. (p. 389)

Como bien lo explica la Dra. Mª Dolores Vila-Coro, integrante de la Cátedra de Bioética y Biojurídica de UNESCO en su artículo “Marco jurídi-co en la Bioética” (2005), debido a la insuficiencia del discurso bioético para dar respuesta a la problemática planteada por los avances científicos, existe dificultad para encontrar cauces firmes que otorguen certeza de no violación de los derechos humanos al momento de aplicar nuevas tecnologías.

Es así como surge la necesidad de dar vida a esta nueva disciplina normativa, la biojurídica, que se ocupa de la preparación y estudio de nue-vas leyes y del seguimiento de las actualmente vigentes, con la finalidad de garantizar su debida fundamentación en la dignidad del hombre y en los derechos que le son inherentes. Su pretensión es fijar ciertos límites legales a la investigación aplicada a los seres humanos.

Añade que el título de su trabajo, “el marco jurídico en la bioética”, puede muy bien ser una definición de la biojurídica, y señala como su objeto “la fundamentación y pertinencia de las normas jurídicopositivas, de «lege ferenda» y de «lege data», para lograr y verificar la correcta interpretación de la realidad científica, y la adecuación a los principios y valores de la ética en relación con la vida humana, que es tanto como decir su adecuación a los valores de la bioética” (Vila-Coro, 2005, pp. 316-317).

Cuando la autora se refiere a “lograr y verificar”, entendemos que el derecho desempeña la labor que le es propia: lograr, por medio de la aplica-ción de los instrumentos jurídicos idóneos, es decir, se expresa el deber ser de la norma como una aspiración de conformar la conducta al texto legal; y, verificar, hace referencia a la fiscalización del cumplimiento, y en caso con-trario, la aplicación de la sanción correspondiente. Y al referirse a las leyes en sentido amplio, es decir, tanto a las vigentes como a las que se encuentran en proceso de elaboración, es oportuno recordar el principio de progresivi-dad de las leyes, por el cual, las normas sucesivas necesariamente deberán, no sólo respetar los derechos consagrados en las normas de rango superior, sino, mejorar en cuanto sea posible, su alcance tuitivo.

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En resumen, la biojurídica es el nombre propio bajo el cual se agrupan los instrumentos jurídicos que delimitan la conducta de las profesiones que en el ámbito biológico-científico se relacionan con la vida humana, en su más amplia significación.

3. Bioética y Derecho: temas para la reflexión.

Para iniciar este punto, diremos que la Bioética se relaciona particu-larmente con algunas ramas del Derecho, entre ellas: constitucional, civil (personas, familia, sucesiones), de seguridad social, laboral, procesal, mer-cantil, penal, eclesiástico, ambiental, administrativo, registral y notarial, de propiedad intelectual, seguros, e internacional, entre otros. A continuación, nos referiremos a la relación entre Bioética y Derecho Civil en su más am-plia connotación.

El Derecho Civil, que proviene del latín civis, civilis, relativo a la ciu-dadanía, es la disciplina jurídica que se ocupa, en primer lugar de la persona, sea ésta natural o jurídica; y en segundo lugar, del patrimonio. Las ramas del derecho civil que interesan a la materia bioética tienen que ver con el hombre como sujeto de derecho, miembro de una familia y dueño de un pa-trimonio. Tenemos entonces tres grandes áreas de convergencia:

-El derecho de personas, cuyo objeto de regulación es la personalidad del ser humano desde su inicio hasta su extinción, es decir, que coloca, en primer lugar, el derecho a la sacralidad e inviolabilidad de la vida humana, y el respeto a su dignidad en tanto que ser humano, precisamente, en los dos extremos de la vida, que incluye temas relativos a:

-La protección legal del concebido, cuestión fundamental a la hora de tratar la problemática que gira en torno al embrión y su estatus legal, la “reducción embrionaria selectiva”, el destino de los embriones “sobran-tes”, el diagnóstico preimplantatorio y prenatal, la clonación “terapéutica” (falacia, si se considera que toda clonación es en esencia, reproductiva, pues se está creando un nuevo ser, con independencia del destino que se le quiera dar); es decir, cuyo fin es destinar al ser creado a la investiga-ción, asuntos éstos vinculados a la biotecnología de la procreación asisti-da. Estrechamente ligados a lo anterior, figuran la eugenesia y el aborto, incluida la discusión sobre el efecto de ciertos fármacos cuyo efecto es abortivo, más que anticonceptivo (caso de la píldora del día siguiente, o postcoital).

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-La muerte como hecho legal, su prueba y efectos, estrechamente rela-cionado con el controversial tema de la eutanasia.

-El derecho a la identidad de las personas naturales, el tratamiento y protección legal del nombre, así como el registro civil, aspecto central del tema relativo al cambio de sexo y de identidad consecuente.

-Los regímenes de protección (interdicción e inhabilitación) y repre-sentación (patria potestad). La relación es obvia en materia de filiación en cuanto al ejercicio de los deberes y derechos inherentes de la patria potes-tad, así como en aquellos casos que exigen obtener el consentimiento o la revocatoria de determinada experimentación o investigación, por personas inhábiles jurídicamente para prestarlos, sea por razones de edad, o por dis-capacidad física o intelectual.

-El derecho de familia, definido como el “conjunto de principios ju-rídicos y normas legales concernientes a los estados familiares y a las rela-ciones personales y patrimoniales que se derivan de ellos; o dicho de otra forma, al conjunto de reglas jurídicas tanto de índole personal como de orden patrimonial, relativas al matrimonio y al parentesco (particularmente la filiación)”. (López Herrera, 2006, p. 26).

Es menester analizar este concepto, que pone de relieve dos aspectos que evidencian la estrecha relación de esta rama de la ciencia jurídica con la bioética: en primer lugar, porque la familia es la asociación humana natural, primigenia de la sociedad, cuyo origen y esencia se sustenta en vínculos bio-lógicos, afectivos y espirituales. Esto explica la influencia singular, en com-paración con otros derechos, ejercida por los preceptos morales y principios religiosos, en su mayoría transformados en normas jurídicas para integrar el cuerpo legal y doctrinario del Derecho de Familia, garante del disfrute y ejercicio de los derechos resultantes de tales relaciones.

Y en segundo lugar, porque, como resultado de los avances biotecnoló-gicos, las instituciones familiares fundamentales, se han visto profundamen-te afectadas en su dimensión humana y jurídica, en asuntos como:

-El matrimonio heterosexual, hoy desvirtuado por las uniones homo-sexuales, que han pretendido y logrado, en algunas legislaciones, ser cali-ficadas como “matrimonio”, en absoluta contradicción con la concepción divina, original e inmutable que diseñó la unión de dos seres humanos de sexo diferente, a los fines de su complementariedad y reproducción natural. Igual trastorno se ha causado a toda la teoría jurídica relativa a los requisitos de validez y los impedimentos matrimoniales.

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-El parentesco, y dentro de éste, la filiación, es uno de los aspectos que ha sufrido profundas transformaciones, a consecuencia de la utiliza-ción de técnicas de reproducción asistida, como la inseminación artificial y la fertilización in vitro, ya sean homólogas o heterólogas, incluida la muy cuestionable clonación.

Este asunto toca, como ninguno, la esencia misma del ser humano en su potencialidad biológica y afectiva procreadora de nueva vida, lo que hace emerger delicados conflictos éticos, legales y emocionales, no conveniente-mente valorados y ni solucionados, como ocurre por ejemplo, con las con-fusiones de paternidad y maternidad a causa de la utilización de gametos (óvulos y espermatozoides) “donados”, al realizar la inseminación artificial o fertilización in vitro heteróloga; embriones abandonados, que a su vez son transferidos, “cedidos” o “adoptados” por otras personas, trátese de parejas o no; asimismo, la maternidad subrogada o vientres de alquiler.

Las respuestas jurídicas ofrecidas por las legislaciones permisivas frente a tales prácticas, necesariamente han obligado a la reformulación de los conceptos tradicionales de familia, paternidad, maternidad y filiación. Por razones obvias, el derecho de sucesiones también es susceptible de transformaciones, pues los bienes de una persona luego de su muerte, se destinarán a los que la ley declare herederos legítimos, de acuerdo con las nuevas definiciones.

Respecto a la donación de gametos, particularmente, la bioética y la biojurídica tienen mucho que decir a las clínicas de fertilidad: esta actividad ha sido promovida mediante prácticas muy reñidas con la moral y la ley, pues aparte de considerar a las células humanas como mercancía y fuente de lucro, las donantes (¿?) suelen ser mujeres en precarias condiciones econó-micas, que son expuestas a graves daños a su vida y salud, a consecuencia de los tratamientos de sobreestimulación ovárica.

La manipulación de las células iniciadoras de la vida, podría confirmar las graves premoniciones sobre sus pavorosas consecuencias, para crear ra-zas superiores dominantes e inferiores esclavas, a la manera del nazismo, con su sueño enloquecido sobre la supremacía de la raza aria, o de “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, ya no tan fantasía ni tan futurista, sino, muy indeseablemente real y cercana.

Al respecto, es válido preguntarse sobre el estatuto jurídico de la per-sona nacida por donación de gametos o transferencia de embriones, ¿tiene acaso derecho a conocer su propio origen? ¿O acaso prevalece el derecho al

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anonimato de los donantes? ¿Cómo resolver los graves problemas afectivos y legales que surgen de la maternidad subrogada, que implica la entrega del recién nacido por “la madre gestante” a sus “padres por encargo”? Aún superados los escollos legales, subsisten los problemas éticos. Esto último pudiera favorecer la violación del derecho a la igualdad y no discriminación, en comparación con las personas concebidas naturalmente, o por insemi-nación artificial o fertilización in vitro homólogas, e incluso con los hijos adoptados, a quienes las leyes permiten investigar su parentesco biológico.

Acerca del escabroso asunto de la fecundación postmortem ¿se tratará de una filiación matrimonial o extramatrimonial? ¿Se respetarán las disposi-ciones de última voluntad del fallecido contrarias a la procreación luego de su desaparición física? ¿O prevalece el derecho a la paternidad/maternidad del cónyuge sobreviviente?

La situación alcanza connotaciones dramáticas cuando se incluye la clonación en el menú de opciones, pues, aparte de las especulaciones en tor-no a la personalidad de un individuo que es copia genética idéntica de otra, e incluso, y esto aún en experimentación, sobre los insospechados efectos físicos resultantes de esta forma insólitamente antinatural de reproducción, surge la interrogante tanto en sentido biológico como jurídico ¿el clon debe considerarse hijo o más bien un hermano gemelo tardío del clonado?

Asimismo, se deben tener en cuenta los conflictos surgidos por el de-recho de “propiedad”, custodia legal y utilización de los gametos o em-briones preservados en instituciones de fertilidad, por ejemplo, en caso de divorcio, muerte o separación de los integrantes de esa unión, sin menos-preciar los propios dilemas éticos derivados de la manipulación misma de la vida humana que se produce como consecuencia de la puesta en ejecu-ción de tales técnicas.

El debate bioético también ha sido alimentado por la polémica en torno a los derechos que ciertas legislaciones han otorgado a personas solas, y a parejas del mismo sexo para acceder a las técnicas de reproducción asisti-da, a la que de manera obligatoria necesitan acudir, vista la imposibilidad natural que les aqueja, utilizando, inevitablemente, gametos donados, por lo que reproducimos las observaciones formuladas para el caso de la pareja heterosexual. Además, se les ha otorgado el derecho a adoptar, muy cues-tionado por sectores de la sociedad opuestos al modelo familiar al que serán expuestos los niños y niñas nacidos en esas condiciones, y nos preguntamos ¿Quién velará por los derechos de esos niños? ¿Cómo superar los graves

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daños ocasionados por la manera tan peculiar de haber venido al mundo, a lo que se suma la carencia de una auténtica familia? ¿acaso pudo otorgar su “consentimiento informado” para nacer en el seno de una organización familiar antinatural e inevitablemente disfuncional?

-Por último, también destacan los efectos en el derecho de los contra-tos, pues estas situaciones, en su mayoría, se plasman en acuerdos de dudosa validez jurídica, por ilicitud tanto de la causa, como del objeto; y en el dere-cho laboral, por cuanto se ven involucrados aspectos de la prestación de un servicio personal, asuntos de gran interés y complejidad.

4. Tendencias éticas actuales y técnica legislativa.

Cuando el derecho entra en los terrenos de la bioética para regular-los, necesariamente debe adoptar una postura moral. Como señala del Mo-ral García (2005), un supuesto derecho éticamente neutro no es posible, y añade: “Una regulación jurídica de los temas bioéticos que no responda a una concepción del hombre edificada sobre valoraciones axiológicas es un mito.” (p. 177)

Una vez decidido que determinado asunto requiere ser regulado, es insoslayable el debate ético sustentador del precepto legal. Incluso aquéllos que asumen una posición liberal, que pretende reducir el derecho a los te-mas básicos y elementales, están imponiendo su filosofía. Lo propio hacen quienes promueven que toda norma moral debe ser transformada en norma jurídica. Asimismo, el “no derecho”, es decir, la ausencia de regulación, es la expresión de una posición que considera que determinado asunto no re-quiere ser normativizado.

Como se ha señalado, en las legislaciones occidentales son básicamente dos las líneas orientadoras de la regulación sobre Bioderecho: una ética uti-litarista o consecuencialista, cuyo énfasis está en el valor “libertad”, y pone como ejemplo al Reino Unido, que no tiene ningún problema en permitir la clonación terapéutica, y cualquier otra práctica científica por indeseable que pueda ser, siempre que los beneficios lo justifiquen. “La bondad de una acción se mide por sus consecuencias. El cálculo de utilidades es parámetro de moralidad”. (pp. 179 -180).

La tendencia opuesta parte de una ética ontologista, que gravita en torno a la dignidad de la persona humana, y el autor in comento cita a la República Federal Alemana como uno de sus exponentes más destacados,

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recogida en la Constitución de ese país (artículo 1), en el que se reconoce de manera absoluta el respeto por el derecho a la vida, basado en “la dignidad incomensurable que cada hombre tiene por ser hombre desde el principio hasta el final de la vida”, principio que, aplicado por el Tribunal Constitucio-nal Federal, ha impedido que el embrión sea excluido de su ámbito.

El Dr. del Moral propone una especie de fórmula que debe guiar el abor-daje jurídico de los temas en biomedicina: partir de las evidencias biológicas, construyendo sobre sólidas bases antropológicas, sin perder de vista las raíces filosóficas que acompañan estas decisiones. Y advierte sobre ciertos peligros que acechan al Bioderecho cuando se trata de regular los temas bioéticos:

-El cientifismo: que podemos resumir como la pretensión de ciertos sec-tores científicos de querer revestir de una connotación científica determinada postura ética, (ideología cientifista). La intención oculta es camuflar las pro-pias ideas, barnizarlas con criterios objetivos, a fin de que sean aceptadas y respaldadas por el derecho y la bioética, convertidos en simples instrumentos aprobatorios. Así, el científico pretende usurpar el papel reservado a los juris-tas y filósofos, y en última instancia, a la conciencia de la sociedad misma.

-Ciencia y tecnología no son lo mismo. Si bien el conocimiento pudiera no tener límites, la tecnología sí los requiere. De donde, aún cuando la tecno-logía permite instrumentar el conocimiento científico, el derecho no tiene que aprobar todo lo que se puede hacer. Al respecto, Savater citado por del Moral, afirma que el “el derecho está para prohibir las cosas posibles” (p. 181). Si determinada técnica es socialmente reprochable, el derecho está para tutelar la concepción social sobre un asunto, como ocurre con la clonación.

Esta perversa concepción persigue que el derecho y la bioética sean tan flexibles y complacientes como lo requieran las prácticas científicas, dentro de un total relativismo. Propio del cientifismo es argumentar que fijar límites a la biotecnología, no impedirá su puesta en práctica. Es posible, pero esto sólo hace aún más imperativa la regulación normativa, pues lo contrario equivaldría a despenalizar las conductas delictivas por el solo hecho de que inevitablemente ocurrirán. Seguirán ocurriendo, pero no con la anuencia del derecho, sino bajo su desaprobación y condena.

-Fidelidad a las evidencias biológicas: en este caso, el villano podría ser el derecho, al forzar la realidad biológica a fin de acomodarla a una ficción jurídica, como ocurre cuando extiende el término “matrimonio” a las uniones homosexuales, que jamás podrán llenan los requisitos de esta

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institución, no importa cuántas legislaciones lo consagren. En igual sentido, literalmente es imposible el “cambio de sexo”, por tratarse de un hecho bio-lógico inmutable, que nace y muere con la persona. En definitiva, el jurista afronta el mismo riesgo que el científico: éste, que cree poder hacerlo todo; aquél, que cree poder renombrarlo todo, manipulando la semántica para, en una alarde de modernismo, ponerse a la par de los “avances científicos-tec-nológicos” sin detenerse en sus implicaciones éticas.

Esta manipulación de los términos, permite a su vez la deformación de la realidad biológica para terminar en manipulación jurídica, a fin de evadir o anular la protección del derecho sobre los débiles jurídicos: como es el caso de los términos “preembrión”, o también “nuclóvulo” (¿?), para referirse al embrión preimplantatorio que lo coloca, durante los primeros quince días de vida en un peldaño inferior, y esto, sin ningún basamento científico, con el exclusivo propósito de sortear la legislación protectora y experimentar libremente con él. De manera análoga, se designa como píldora “postcoital” un químico abortivo que impide la anidación del embrión.

Otros ejemplos son expresiones como “ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos”, para referirse a la promiscuidad sexual; como sexo “seguro” o sexo “responsable”, el uso del preservativo, comprobado científicamente como incapaz para evitar el VIH y otras enfermedades de transmisión sexual; “interrupción voluntaria del embarazo” al aborto pro-vocado o intencional; “reducción embrionaria”, al homicidio intencional de los embriones con menos probabilidades de sobrevivir en los embarazos múltiples, sean o no resultado de la aplicación de técnicas de procreación asistida; “embriones sobrantes”, como si se tratara de objetos desechables, y disponer de ellos (lo que equivale a eliminar, ceder, utilizar) fácilmente sin cargos de conciencia; clonación “terapéutica”, para distinguirla de la repro-ductiva, cuando lo cierto es que ambas son reproductivas, lo que difiere es el destino del embrión, al que en el primer caso se le pretende utilizar como “material biológico” de investigación y experimentación, que implica de manera inevitable su mutilación y asesinato.

A lo anterior añadimos la expresión “maternidad subrogada”, creado por el abogado Noel Keane, en el año de 1981, siendo el primero en solicitar mu-jeres para gestar por “encargo”, tomando el lugar de mujeres impedidas para llevar un embarazo a término, bien por infertilidad, problemas de salud, de tra-bajo, o simplemente, por la sinrazón de evitar daños a su figura. La subroga-ción es un término netamente jurídico que define la sustitución de una persona por otra en el ejercicio de un derecho o el cumplimiento de una obligación.

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Este es otro triste ejemplo, de cómo el derecho se presta para distorsio-nar la realidad y presentar, con un nombre muy técnico, un aparente acuerdo legal, pero ilícito en cuanto a su objeto, desvirtuando la misión más elevada encomendada a la mujer.

El fin principal perseguido mediante la manipulación semántica o “re-bautizo” es obtener la aprobación de la colectividad hacia determinada prác-tica o experimentación científica, pretendiendo presentarla como normal y hasta beneficiosa, para así evadir o reducir la protección jurídica, según sea el caso. En definitiva, se trata de echar mano de la ficción jurídica para llamar a lo que no es como si fuera, y viceversa, y pretender con ello, inú-tilmente, cambiar la naturaleza moral, obviamente reprochable, de la acción o procedimiento.

Por último, el autor se refiere a un principio rector del Bioderecho,

que debe acompañar al jurista, llámese legislador o juez, y es el principio de precaución, ampliamente aceptado y aplicado en muchos ámbitos de la biotecnología, sobre todo en lo referido a los alimentos transgénicos, que ha de jugar a falta de evidencias biológicas. “En la duda sobre un determinado asunto y en tanto la ciencia no proporciona los conocimientos necesarios el Derecho ha de adoptar un criterio de cautela, de sopesar riesgos y contrapo-nerlos a los beneficios. Cuando los riesgos sean grandes, no conviene aden-trarse por las sendas de la incertidumbre” (p. 184). Igualmente se impone la prevención de los riesgos cuando no hay una certeza científica concluyente. Y coloca como ejemplo, que ante la duda sobre la cualidad humana del em-brión, se impone su protección, consagrándose una especie de principio in dubio pro embrione.

Un caso muy peculiar se presenta cuando una conducta es permitida por el derecho, pero las creencias religiosas o morales particulares impiden su cumplimiento, es decir, que estamos frente a un conflicto entre ética y de-recho, lo que ha dado nacimiento a la objeción de conciencia. Sin embargo, el ejercicio de este derecho debe responder a algunos parámetros, como la comprobación de la sinceridad de la conducta evasiva de la norma, para evi-tar situaciones de fraude a la ley. En el mismo sentido, de no ser posible la sustitución del procedimiento conflictivo, debe entonces procurarse la sus-titución de la persona que se niegue por motivos de conciencia a participar en una actividad determinada, como es el caso de médicos y enfermeras que se nieguen a intervenir en el aborto intencional permitido por la legislación, o el derecho de los farmaceutas a rehusarse vender píldoras contraceptivas, entre ellas la postcoital.

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También abarca el derecho a rehusarse a ciertos tratamientos o proce-dimientos (como ocurre con ciertas creencias religiosas y las transfusiones de sangre). No obstante, el límite del ejercicio de todo derecho es el orden público, pues habría que pensar en situaciones que involucren a un tercero, cuya vida estaría en riesgo (caso de hijos sometidos a la potestad de sus pa-dres, o personas que no estén en capacidad de decidir por sí mismas).

En estos casos, creemos se debe realizar un cuidadoso análisis, en el sentido de favorecer la protección del débil jurídico, considerando su interés superior, aún en contra de su representante legal. Debe recordarse que esa persona actúa en representación por lo que no debería permitírsele disponer de manera absoluta sobre la vida de otra. Aquí se impone el criterio de la moral objetiva, general y comúnmente aceptada, por encima de la moral individual.

Por último, es conveniente advertir sobre una especie de manipu-lación por medio de los mismos principios que se pretenden proteger, y es el caso del principio de la autonomía aplicado a la interpretación y ejercicio del derecho a la dignidad del ser humano, que es bueno aclarar, no puede ser considerado aisladamente, sino subordinado al derecho principalísimo a la vida, es decir, el respeto a la vida basado en la dig-nidad, y no que por el respeto a la dignidad se permita atentar contra la vida, como pretenden quienes defienden las conductas favorables al diágnóstico preimplantatorio y prenatal, la eugenesia y la eutanasia, por considerarlos situaciones incompatibles, según la ética utilitarista, con la calidad de vida y la dignidad humana.

5. El Bioderecho ante los desafíos de la ciencia y la tecnología.

Luego de analizar la relación entre bioética y bioderecho, y los peligros que les acechan en la ardua labor legislativa y jurisprudencia, es oportuno retomar la interrogante que impulsa y da vida a la Bioética es: ¿Se DEBE hacer todo aquello que tecnológicamente se PUEDE hacer? La respues-ta dependerá de la concepción ética-filosófica adoptada por la sociedad en cuestión ante los planteamientos biomédicos y biotecnológicos, que a su vez, se verá reflejada en la regulación jurídica sancionada.

Es de comentar que en sus inicios, la Bioética descansaba funda-mentalmente en los principios cristianos de corte objetivista o vitalista, de origen kantiano, que adoptan la concepción antropológica del ser hu-mano como creado divinamente, a la imagen y semejanza de Dios, que

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a su vez se expresan en el respeto a la vida y la dignidad del ser humano en su dimensión corporal y espiritual. La vida por tanto, se considera un valor absoluto, sagrado y no negociable.

Sin embargo, paralelamente fue tomando cuerpo una visión utilitarista de la teoría bioética, enclavada en el relativismo moral, capaz de favorecer y dar su aprobación a toda una serie de prácticas, técnicas y procedimientos cuyo objetivo se colocan por encima de la vida, en lugar de estar a su servi-cio, respetándola y enalteciéndola. Esta corriente se inclina a otorgar a los científicos la decisión de aquello que puede o no ser aplicado al ser humano. Esto coloca en las manos de personas con variados enfoques y creencias sobre la vida, decisiones sumamente graves e importantes, y ello relativiza lo que debe ser resguardado bajo conceptos absolutos. Esta orientación se expresa en aquéllos asuntos que se ubican en una frontera difusa e impre-cisa, relacionados con el inicio de la vida y su protección, la manipulación genética y embrionaria, las técnicas de reproducción asistida, el aborto, la eugenesia y la eutanasia, entre otros.

Si observamos con atención, veremos que los temas mencionados ex-hiben como característica común que el bien tutelado es el derecho único e inalienable a la vida, mediatizado por la intervención de un agente externo ya sea en su inicio, continuación o fin. Y de manera inquietante, en cada uno de los casos, el sujeto interesado (embrión, discapacitado, enfermo terminal) no está en capacidad de otorgar su “consentimiento informado” (salvo casos excepcionales).

Ahora, cuando reflexionamos sobre el Bioderecho, y la trampa prepa-rada por la ideología cientifista, relativista y utilitarista, nos preguntamos ¿Es acaso el derecho un instrumento ciego de la ciencia? ¿Es sólo un con-junto de normas complacientes, destinadas a revestir de juridicidad todas aquéllas experimentaciones y prácticas materialmente posibles, pero ética-mente inaceptables, que en nombre del “progreso de la ciencia”, del “avance tecnológico”, y la “modernización de la sociedad” se empeñan en ejecutar los profesionales de la biomedicina?

Sería bueno reflexionar si ese supuesto “avance” de la ciencia, no significa más bien un retroceso en el modo de ver a nuestros semejantes. ¿Puede llamarse “progreso” a la creación de seres humanos (por otros que han olvidado su condición de tales, los “científicos”) en un laboratorio, para experimentar con ellos en la búsqueda de unos supuestos beneficios como proclama la clonación terapéutica, por ejemplo?

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La ciencia, como producto humano debe estar al servicio del hom-bre, y no a la inversa, es el sujeto y no el objeto. Con angustia se observa el desarrollo de una ciencia arrogante, soberbia, divorciada de la ética, or-gullosa de logros inverosímiles por sus posibilidades insospechadas, pero sorprendentemente crueles y deshumanizados, desconociendo que su origen y evolución se debe precisamente al hombre. El artífice es ahora víctima de su propia creación.

Retomando el ejemplo del Reino Unido, su gobierno ha ratificado el total compromiso con la bioética de corte utilitarista o relativista, pues la Autoridad de Fertilización Humana y Embriología de Gran Bretaña apro-bó “en principio” una técnica para crear embriones híbridos de animales y humanos (cursivas nuestras) que permitirá avanzar en la investigación de enfermedades como el Alzheimer o el Parkinson. La decisión es “una buena noticia para los pacientes, para el público y para la comunidad científica británica”, dijo Evan Harris, que coordinó la campaña de grupos científicos (El Universal. Jueves 06 de Septiembre de 2007).

Al leer esta noticia, que obviamente llena de orgullo a sus protagonis-tas, surge la interrogante ¿Es buena para quién? ¿Acaso los supuestos be-neficiados no comparten la misma esencia de aquél que es sacrificado para su “bienestar”? ¿Tengo yo el derecho de obtener salud y alimentar mis ex-pectativas de vida cercenando la de otro ser tan legítimamente acreedor del derecho a la vida y a la dignidad como yo? ¿Soy yo acaso superior para le-vantar mi proyecto de vida a costa de la inmolación de aquellos inocentes que ni siquiera están en posición de protegerse de sus agresores, por muy reputados científicos que proclamen ser? ¿Cómo entender que el hombre se permita crear un ser híbrido entre animal y ser humano, lo que es un insulto y negación a su propia esencia divina, única e individual como especie gobernante de lo creado, para asociarse en un solo ser con una especie inferior puesta bajo su dominio? Ningún avance científico puede justificar tal desatino, y esto sin tomar en cuenta los resultados inimagina-bles pero terribles de tal experimento, cuya sola posibilidad repugna a la conciencia humana.

El hecho de que el hombre ha sido creado a la imagen de Dios, el Ser Supremo, lo hace depositario de un poder inimaginable: el de señorear sobre la creación, la tierra, los animales, y aún sobre sus semejantes. Para ello, fue dotado de inteligencia como ninguna otra especie, lo que explica cuán lejos ha llegado en la transformación de los elementos de la naturaleza y control –hasta cierto límite- de su medio ambiente, que se expresan en el

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mejoramiento progresivo del nivel de vida, erradicación de enfermedades, y la conquista de fronteras más allá del planeta.

No obstante, el hombre no puede olvidar su condición de ser creado, y que los talentos, aptitudes y facultades le han sido otorgados bajo el im-perativo de ejercerlas responsablemente, y tienen como fin el progreso y el bienestar común, pero lo que no puede permitirse es que en nombre del pro-greso, y valiéndose de sus herramientas, crea estar autorizado para atentar contra la vida, dignidad y seguridad de otro ser humano, y contra el medio ambiente que le sirve de hábitat.

Como bien lo expresa Cruz (1999) “La libertad y la técnica deben estar al servicio de la vida, y no al revés. El hombre está llamado a construir, no a destruir. Y esto sólo podrá conseguirse cuando aprendamos a actuar como verdaderas imágenes de Dios”. (p. 63)

Al respecto, Scala opina que no debería haber contradicciones entre la técnica y la ética, por la sencilla razón de que ambas derivan de una mis-ma razón práctica, que se aplica al hombre y sus actos libres. Sin embargo, es lamentable que ejemplos como el Hiroshima y Nagasaki evidencien la contraposición entre técnica y ética. “Y es que cuando la razón invocada para una acción técnica contradice el fin último, es un acto que ingresa al campo ético como inmoral y, por ende, reprochable. La pretendida au-tonomía absoluta de la técnica frente a la ética es irracional, conforme a lo antedicho”. Afirma que lo anterior obedece a una postura ideológica adoptada para justificar a quienes careciendo del poder lo detentan con pocos límites.

Scala cita a Marco Tulio Cicerón, y comparte su crítica sobre la ética de orientación utilitarista, pues si la justicia que es la manifestación de la ley y de las instituciones de los pueblos, sólo obedece al concepto de utilidad, será nula porque al descansar en un interés, pronto será destruida por otro interés. En otras palabras, la bioética utilitarista será inestable y cambiante, pues deberá adaptarse al interés imperante, por contrario a la naturaleza y a la recta razón que éste sea. Y es lo que parece ocurrir en la actualidad, pues los principios se interpretan y adaptan a la conveniencia de sus destinatarios.

Como se señaló supra, la Bioética se fundamenta en una serie de principios como el derecho a la vida y a la dignidad personal, el respeto a la persona humana, el derecho a expresar el consentimiento informado,

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esto es, la autonomía, la beneficencia y la justicia. En este sentido, los ins-trumentos internacionales como la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, o Pacto de San José, y todos los instrumentos formulados por organismos internacionales en la materia que incorporan tales derechos –a los que se suman aquéllos emergentes de la propia dinámica disciplinar- conjugan por un lado, un aspecto jurídico, el derecho en sí: a la vida, a la dignidad, a la intimidad, a otorgar su consentimiento informado, etc., dotados de eficacia jurídica a través de la fuerza sancionadora.

Y por el otro, el aspecto ético, que justifica, como imperativo moral, el respeto y la observancia de tales derechos, no sólo por su coercibilidad, sino porque hay un elemento metajurídico, que involucra el deber de concien-cia, la convicción indiscutible de que obrar de otra manera sería contrario a nuestra esencia humana. Y aún cuando la historia ha registrado trágicos ejemplos en este sentido, la condena y repulsa general ha puesto de mani-fiesto que tales conductas son excepcionales.

El Derecho tiene la destacada responsabilidad de respetar los valores axiológicos de justicia, equidad y bien común, cuando se trata de normar conductas relacionadas con las ciencias de la vida, evitando revestir de lega-lidad procedimientos reñidos con la moral.

A la pregunta ¿se puede hacer todo lo que es posible hacer? la respues-ta es un rotundo “NO”. Creo, firmemente, que el derecho está llamado a adoptar una posición combativa en resguardo de los derechos más sagrados del hombre, inherentes a su dignidad y posición como máxima expresión de la creación.

No se trata de detener o prohibir el avance de la ciencia y la tecno-logía, sino de limitarlos y regularlos en protección de los derechos más caros del ser humano, pues de no cumplir con su rol garantista, se forta-lecerá un proceso indetenible de deshumanización e instrumentalización del ser humano, con trágicas e imprevisibles consecuencias para toda la humanidad.

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CONCLUsIONEs La bioética es la ciencia multidisciplinar que estudia y determina los

valores, criterios y principios éticos por los cuales ha de guiarse y juzgarse la conducta y orientación de la ciencia y la tecnología aplicadas a la vida y a la salud en su más amplio alcance y significación. Se rige por los princi-pios generales y aceptados universalmente de autonomía, beneficencia, no maleficencia y justicia.

Las estrechas relaciones entre bioética y derecho han dado como resul-tado la creación de una nueva disciplina jurídica, el bioderecho, que com-prende todos aquellos instrumentos jurídicos que delimitan la conducta de las profesiones que en el ámbito biológico-científico se relacionan con la vida humana, en su más amplia significación.

La Bioética se relaciona con algunas ramas del Derecho, entre ellas: constitucional, civil (personas, familia, sucesiones), de seguridad social, laboral, procesal, mercantil, penal, eclesiástico, ambiental, administrativo, registral y notarial, de propiedad intelectual, seguros, e internacional, entre otros. Los aspectos del Derecho Civil que interesan a la materia bioética tie-nen que ver con el hombre como sujeto de derecho, miembro de una familia y dueño de un patrimonio.

La Bioética tiene la importante tarea de orientar al Bioderecho en su labor de regular y limitar los avances científicos tecnológicos que amenacen los derechos fundamentales del ser humano a la vida, a la dignidad y las libertades fundamentales.

El Derecho tiene la destacada responsabilidad de garantizar el respeto a los valores axiológicos de Justicia, Equidad y Bien Común, cuando se trata de normar conductas relacionadas con las ciencias de la vida, evitando revestir de legalidad procedimientos reñidos con la moral.

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