Biografía

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¿Quién no ha leído una biografía? Esas historias de vida que inspiran, siempre encabezando los best sellers, aunque el autor parezca que nunca ha leído un libro en su vida. Pero llama mi atención como denotan ese lado morboso en la gente que parece leerlas solo para asegurarse que la vida no es perfecta y por ende, si todo les salió bien, a ellos igual. Lo innegable es que no hay mayor aprendizaje que las experiencias, y que nuestro objetivo debería ser vivir como si nuestra vida fuera a ser contada, vivir con la inspiración necesaria para inspirar a otros y principalmente, vivir para no ser olvidados. Mi llegada a este mundo fue un 12 de abril del 90’ una fecha sagrada para los católicos y nada conveniente para mi madre, que estuvo unas 12 horas en labor de parto porque el doctor se encontraba muy ocupado vacacionando. Mi mamá tenía 26 años, de personalidad fuerte, muy apasionada en todo lo que hace, de raíces muy tradicionales, vivo retrato de una familia mexicana. Mi papá 15 años mayor que ella, había sido su maestro años atrás, pero a pesar de su edad era la primera vez que iba a sentir lo que era iniciar una familia. El venía de una familia capitalina donde las palabras “te quiero” y demás demostraciones afectivas eran prácticamente nulas a diferencia de las presiones para ser una persona trabajadora y responsable que eran los principales temas de sobremesa y motivo de muchas reprimendas en sus años “problemáticos”. Dicen que los polos opuestos se atraen, pero creo que fue esa educación basada en el esfuerzo y trabajo, además del amor a los libros algunas cosas que unieron las vidas de mis papás. Y no las han dejado morir, enseñándonoslas a mi hermana y a mí. Al año cuatro meses de haber nacido, nace mi hermana Karla, que se convertiría a partir de ese momento en mi cómplice y mejor amiga. Recuerdo mi infancia con nostalgia; todos esos cumpleaños, Navidades y Santos Reyes siempre en familia, nunca nos hizo falta nada, al contrario. Era muy tímida en la escuela, pero llegaba a mi casa y recuerdo que bailaba y hacía todo lo posible para ser el

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¿Quién no ha leído una biografía? Esas historias de vida que inspiran, siempre encabezando los best sellers, aunque el autor parezca que nunca ha leído un libro en su vida. Pero llama mi atención como denotan ese lado morboso en la gente que parece leerlas solo para asegurarse que la vida no es perfecta y por ende, si todo les salió bien, a ellos igual.

Lo innegable es que no hay mayor aprendizaje que las experiencias, y que nuestro objetivo debería ser vivir como si nuestra vida fuera a ser contada, vivir con la inspiración necesaria para inspirar a otros y principalmente, vivir para no ser olvidados.

Mi llegada a este mundo fue un 12 de abril del 90’ una fecha sagrada para los católicos y nada conveniente para mi madre, que estuvo unas 12 horas en labor de parto porque el doctor se encontraba muy ocupado vacacionando. Mi mamá tenía 26 años, de personalidad fuerte, muy apasionada en todo lo que hace, de raíces muy tradicionales, vivo retrato de una familia mexicana. Mi papá 15 años mayor que ella, había sido su maestro años atrás, pero a pesar de su edad era la primera vez que iba a sentir lo que era iniciar una familia. El venía de una familia capitalina donde las palabras “te quiero” y demás demostraciones afectivas eran prácticamente nulas a diferencia de las presiones para ser una persona trabajadora y responsable que eran los principales temas de sobremesa y motivo de muchas reprimendas en sus años “problemáticos”.

Dicen que los polos opuestos se atraen, pero creo que fue esa educación basada en el esfuerzo y trabajo, además del amor a los libros algunas cosas que unieron las vidas de mis papás. Y no las han dejado morir, enseñándonoslas a mi hermana y a mí.

Al año cuatro meses de haber nacido, nace mi hermana Karla, que se convertiría a partir de ese momento en mi cómplice y mejor amiga.

Recuerdo mi infancia con nostalgia; todos esos cumpleaños, Navidades y Santos Reyes siempre en familia, nunca nos hizo falta nada, al contrario. Era muy tímida en la escuela, pero llegaba a mi casa y recuerdo que bailaba y hacía todo lo posible para ser el centro de atención, supongo para compensar lo que no hacía en la escuela.

En perspectiva mi infancia fue envidiable, nunca vi las caricaturas japonesas tan famosas de los noventas pero recuerdo haber ido todos los años a la playa, mi papá enseñándome a nadar, mi mamá jugando a “la comidita” con nosotras. Tengo grabados esos recuerdos que se parecen a las fotos de los 60’s donde las familias se veían realmente felices, y así sigue siendo.

Son tres los momentos que han marcado mi vida, y me han hecho la persona que soy, hasta ahora. El primero sucede a los 13 con el nacimiento de mi hermanito Luis Carlos, Luis fue muy esperado y aunque yo no lo demostraba por miedo a que mi mamá volviera a tener complicaciones, como en el pasado, cuando lo vi sentí felicidad, de esas que sabes que no vas a volver a sentir en la vida. Pero la vida misma nos tenía preparada una prueba, a los pocos días de nacido le dicen a mis papás que probablemente había nacido con Síndrome de Down, nadie lo podía creer, fueron tres meses de incertidumbre en un estado de limbo emocional, hasta que nos dieron el resultado, confirmando el diagnóstico. Cuando me lo dijeron tuve la peor de las reacciones, comprensible

para una niña de 13 años, grité, lloré y maldecí hasta quedar dormida; pero al levantarme todo era diferente, Luis no dejaba de ser mi hermano, y ni yo ni nadie iba a dejar de amarlo. Fue así que nos convertimos en un equipo en donde nuestro único objetivo era sacar adelante a Luisito, entonces cada logro se sentía como un paso gigante.

Para ese momento yo ya estaba en edad de tener novio, salir y hacer esas tonterías que hacen los adolescentes, pero nunca me nació el interés, las mejores amistades las hice en ese tiempo, amigos que continúan siendo parte de mi vida y lo seguirán siendo por mucho tiempo, que agradezco siempre hayan entendido que todo lo que necesitaba lo tenía en mi casa, y nunca me hayan presionado.

Todos pusimos de nuestra parte, mis papás principalmente, haciendo esfuerzos meteóricos para poder financiar todas las terapias y el kinder, sin descuidarnos a nosotras. A pesar de todo lo difícil que podía verse desde fuera, fuimos sumamente felices porque cada avance que veíamos en Luis era el premio por todo lo que vivíamos.

Ya cuando parecía que íbamos ganándole a la vida, Luisito tuvo una complicación muy grave del pulmón a consecuencia de un defecto congénito, que se había ido agravando con el tiempo. Se fue un domingo 7 de junio al mediodía exactamente un mes antes de cumplir 3 años. Y se hizo un silencio que solo el tiempo ha podido remediar.

Un año antes de sentir esta tristeza, viví el segundo momento que ha marcado mi vida, hasta ahora. Y no fue una fiesta de quince años con crinolinas, bailarines erguidos e invitados que no conozco; a mí me educaron bien. Por lo que elegí irme a Europa, este viaje representó una especie de bautizo al mundo, todo lo que miré, toqué, sentí, comí y disfruté fueron el aliciente que necesitaba para descubrir el destino que quería darle mi vida, quiero gente creativa, intelectuales de arte, moda, literatura, música, todo eso que transgrede los cánones sociales, que inspiran a la gente y conectar con esas mentes ha sido desde ese momento mi mayor deseo.

Así llega el tercero, el “momento extraño de mi vida” literal, como el final de la película Fight Club. Hasta mis 18 yo había sido la hija modelo y me había ganado la confianza de mis padres para estudiar fuera, a lo que mi hermana se unió y fue así que para el otoño del 2008 las dos vivíamos solas en un bonito departamento de la ciudad de Xalapa.

Al principio todo fue perfecto, descubrí mi habilidad para cocinar, la universidad era un espacio en donde conocía diariamente a gente interesante con la que podía entablar muy buenas pláticas de todos los temas posibles. Un día me preguntaron cómo me decían en donde vivía pero recordé que nunca había tenido un sobrenombre entonces se me ocurrió autonombrarme Mars, en poco tiempo empecé a hacerme conocida entre maestros y mis compañeros, hice buenos amigos y no había momento en que estuviera sola, fue entonces que empezaron a surgir las envidias, pegaban cosas en mi auto, iniciaban chismes, lo típico. Dejé de llevarme con mucha gente y empecé a salir con otras personas, pero algunas fueron personas incorrectas, entonces tomé malas decisiones y me enamoré como una tonta entrando a un círculo vicioso que terminó por desviarme de todo

aquello por lo que estaba estudiando, y después de varias oportunidades que me dio la vida me regresé a Villahermosa, hace apenas una año.

Para mí fue una prueba más, que por un momento pareció terminar con mis grandes sueños pero he podido levantarme, y he dejado de dar pasos en falso para empezar a construir mi futuro, me he redescubierto, he leído más que nunca, escrito cosas de las que me siento orgullosa y principalmente recuperado la confianza de mis padres. Y ahora tengo tranquilidad de que habrá más obstáculos pero que sabré superarlos, no dicen que “Cuando el agua llega al cuello, aprendes a nadar”, pues creo que ya aprendí.