Blanco y Quezada: Modos de Inmanencia Semiótica

23
Tópicos del Seminario ISSN: 1665-1200 [email protected] Benemérita Universidad Autónoma de Puebla México Quezada Macchiavello, Óscar; Blanco, Desiderio Modos de inmanencia semiótica Tópicos del Seminario, núm. 31, enero-junio, 2014, pp. 117-138 Benemérita Universidad Autónoma de Puebla Puebla, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=59432088006 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

description

Blanco, Desiderio y Quezada, Oscar (2014) Modos de inmanencia semiótica (en) Tópicos del seminario.

Transcript of Blanco y Quezada: Modos de Inmanencia Semiótica

  • Tpicos del SeminarioISSN: [email protected] Universidad Autnoma de PueblaMxico

    Quezada Macchiavello, scar; Blanco, DesiderioModos de inmanencia semitica

    Tpicos del Seminario, nm. 31, enero-junio, 2014, pp. 117-138Benemrita Universidad Autnoma de Puebla

    Puebla, Mxico

    Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=59432088006

    Cmo citar el artculo

    Nmero completo

    Ms informacin del artculo

    Pgina de la revista en redalyc.org

    Sistema de Informacin CientficaRed de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y Portugal

    Proyecto acadmico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

  • Modos de inmanencia semitica 117

    Modos de inmanencia semitica

    scar Quezada Macchiavello / Desiderio BlancoUniversidad de Lima

    I

    En este trabajo se entiende por inmanencia semitica la exi-gencia epistemolgica de construir dominios autnomos con relacin a los cuales los fenmenos de sentido sean comparables en sus interacciones. De la construccin de esos dominios, cual deriva metodolgica, emerge la pertinencia semitica, esto es, la autonoma de la disciplina para centrar su estudio en la signi-cacin bajo cualquier forma que se presente, sin intervencin de elementos ajenos a ese objeto y a sus modos de produccin.

    En tal sentido, todo lo que traspase esos lmites ser con-siderado trascendente, trmino utilizado sin connotaciones, ni teolgicas ni kantianas.

    Por eso mismo, no comprendemos la oposicin establecida por Algirdas Julien Greimas, desde el comienzo de su formu-lacin terica, entre inmanencia y manifestacin.1 No llegamos a ver el eje smico que puede unir esos dos trminos, pues se inscriben en categoras semnticas diferentes; por un lado: in-

    1 Algirdas Julien Greimas, Semntica estructural, Madrid, Gredos, 1971.

    La inmanencia en cuestin. Tpicos del Seminario, 31.

    Enero-junio 2014, pp. 117-138.

  • scar Quezada/Desiderio Blanco118

    manencia vs trascendencia; por otro: manifestacin vs latencia. Acaso la manifestacin no es un hecho de lenguaje tan inma-nente como las formas que maniesta? Es cierto que al momen-to de la descripcin nos encontramos con niveles abstractos, profundos, y con niveles concretos, manifestados, tematizados, gurativizados, pero todos ellos inmanentes al objeto semitico que analizamos. La manifestacin no le viene al discurso de fuera, sino de dentro, de operaciones discursivas, realizadas con los mismos medios con los que se construye la signicacin. No trascienden, no vienen de fuera de los lenguajes con los que se ha construido y con los que analizamos la signicacin. Lenguaje-objeto y meta-lenguaje son ambos igualmente inmanentes a su propio discurso.

    Estamos en condiciones de armar, entonces, que la ma-nifestacin es inmanente a cualquier semitica; o, dicho en otros trminos, que las estructuras sintagmticas, superciales, actualizadas, son tan inmanentes como lo son las estructuras paradigmticas, profundas, virtuales. Por lo tanto, la oposicin inmanencia vs manifestacin no se sostiene como categora. La manifestacin puede oponerse a lo oculto, a lo latente, a lo escondido; pero, llmesele como se le llame, la manifestacin es tan inmanente como aquello que maniesta.

    Por lo dems, ya el axioma inicial con el que Greimas em-prende su teora semitica es sorprendente, por decir lo menos: La percepcin [es] el lugar no lingstico en que se sita la aprehensin de la signicacin.2 De dnde vino esa signi-cacin? Con qu lenguaje se construy? Porque sabido es que no hay signicacin que no sea construida con algn lenguaje. Cmo vino a parar a un lugar no lingstico para ser aprehen-dida por la percepcin? Si la percepcin selecciona y organiza sensaciones es porque ejerce una funcin semitica elemental, aplicando cdigos de reconocimiento culturalmente instalados en la comunidad en que vivimos. Es decir, la percepcin ejerce ya una funcin semiotizante, y, por lo mismo, tiene que trabajar

    2 Ibid., p. 13 [Las cursivas son nuestras].

  • Modos de inmanencia semitica 119

    con algn lenguaje. Si no hay semiosis, por elemental que sea, no hay percepcin de diferencias, no hay reconocimiento de entidades semiticas, ni de signicacin alguna; en n, ni siquiera habra percepcin. Dnde est, entonces, ese lugar no lingstico en el que se sita la aprehensin de la signicacin?

    La signicacin ser siempre inmanente al lenguaje utiliza-do, verbal o no verbal. Un portazo, por ejemplo, como trmino de una acalorada discusin, es signicante de un estado evenemen-cial de clera. En breve, para la percepcin de la signicacin no hay un lugar que no sea lingstico, un lugar en el que no se produzca algn tipo de semiosis.

    II

    En la pertinencia cientca propia de la semitica, lo que llama-mos el lenguaje en general, cualesquiera que sean sus modos de hacerse sensible, es el continente de todos los contenidos de lo humano. Por lo mismo, es el plano de inscripcin de variadas expresiones, esto es, de perceptos, afectos y conceptos.

    Ese teorema nos conduce, sin ms, a la semiosis entendida como mediacin corporal. En efecto, entre el ser signican-te plano de la expresin y el ser signicado plano del contenido, reconocemos el cuerpo propio como el mbito de puesta en acto de la funcin semitica. mbito o envoltura, el cuerpo propio no es algo que viene al mundo desde un exterior, es algo del mundo en cuanto signicante. En ese sentido, el cuer-po propio es el lugar de las dependencias internas sealadas por Louis Hjelmslev en su denicin del lenguaje en general. Eso nos autoriza a denir el cuerpo propio como plano de in-manencia de la semiosis. Incluso vamos ms lejos al armar que la semiosis se maniesta encarnndose en el cuerpo propio, sin perder un pice de su inmanencia.

    A todo esto, puede una realidad humana ser no signicante? O, desde el otro lado, puede haber un universo de cosas no

  • scar Quezada/Desiderio Blanco120

    signicadas? Estas preguntas incitan a colocarnos en los lmites mismos de nuestra pertinencia. Si bien Hjelmslev esperaba que la lingstica estructural sustituyera a la losofa del lenguaje de antao con una investigacin positiva y cientca, tambin es verdad que preguntas como esas retornan siempre como revancha de lo contingente. La hiptesis del lenguaje como estructura, esto es, como entidad autnoma de de-pendencias internas no se pronuncia sobre la naturaleza del objeto, menos sobre su alcance.3 Concierne ms bien al mtodo empricamente adecuado para tratar con una entidadconstituida por leyes sincrnicas de naturaleza general o por principios inherentes a esa entidad. Hjelmslev no niega las con-tingencias ni las variaciones, niega solamente que constituyan la esencia de su objeto. Trasladndonos a la cuestin del cuerpopropio en el que encarna la semiosis, se inere que, en conjunto, no nos referimos al mecanismo psicosiolgico como tal, sino a la red de relaciones y operaciones de signicacin tendida por el cuerpo sobre el mundo y por el mundo sobre el cuerpo. Red gracias a la cual el mundo se hace cuerpo y el cuerpo se hacemundo. De ah que consideremos que a esa metfora del tejido, ergo, del texto, no tiene por qu reprochrsele abuso alguno: somos encarnacin semitica en un cuerpo que est en el mundo.

    Valga una aclaracin a lo sostenido por Jacques Fontanille.4La metfora textil y, por ende, textual, textural, es afortunada; precisamente por eso se ha abusado de ella. Pero ese hecho no disminuye su validez. Ms an si queremos dilucidar cul sera, en general, el dominio de la inmanencia semitica. A lo largo de nuestros aos en la docencia hemos recurrido a la siguiente analoga: as como podemos imaginar una tela tejida con lana,

    3 Esa hiptesis es desarrollada por Louis Hjelmslev en Lingstica estructu-ral. Ensayos Lingsticos, trad. de Elena Bombn Izquierdo y Flix Piero Torre, Madrid, Gredos, 1972, pp. 27-34. En este acpite dialogamos crticamente con su planteamiento.

    4 Practiques smiotiques, Pars, Presses Universitaires de France, 2008b, pp. 10-11.

  • Modos de inmanencia semitica 121

    lino, algodn, seda, tocuyo decimos, por ejemplo, que la co-municacin social est tejida con peridicos, revistas, televisin, radio, cine, internet, literatura, poltica, farndula El provecho de la metfora salta a la vista cuando asumimos que la semitica es una disciplina de investigacin que procede por integracin: cualquier objeto analizado rene los elementos necesarios para su interpretacin. Por eso, si se trata de ampliar el campo de investigacin convocando la prctica y la experiencia es posible suspender provisionalmente la metfora (es decir, esa acepcin amplia de texto) para establecer otros planos de inmanencia en los que, como sabemos, seguir tejindose, o articulndose, sentido.

    Ahora bien, se puede realmente admitir la hiptesis de con-siderar el lenguaje en funcin de otra cosa? Hjelmslev advierte que esa consideracin es factible de darse, pero no de modo ex-clusivo, es decir, sera admisible reconocer sin problema alguno las funciones biolgica, psicolgica, siolgica o sociolgica del lenguaje; pero, en simultneo, reconoce tambin que esas funciones no agotan la esencia de su ser pues se acercan al len-guaje desde fuera y no desde dentro. Es posible, entonces, acercarse al lenguaje desde fuera? Cmo nos acercaramos al lenguaje sin lenguaje? Cmo reconoceramos, por ejemplo, la funcin biolgica del lenguaje si no es con un lenguaje? Hay en la realidad humana un exterior a ese continente desde el que se pueda decir algo de ese continente? No ser que las lingsticas biolgica, psicolgica, siolgica, sociolgica, slo se concretan operando con el objeto de esa lingstica lings-tica, o lingstica inmanente, que propone Hjelmslev? Es decir, que el lenguaje mismo, especicado por el acto de signicar, es exigido por cualquier mtodo losco o no losco, cientco o no cientco, e incluso por la posibilidad misma de que exista un mtodo o una investigacin, sea del tipo que fuere. Para el hombre, sin lenguaje nada existe.

    Entonces, la autonoma del lenguaje no es nicamente una hiptesis metodolgica propia de la lingstica estructural, es,

  • scar Quezada/Desiderio Blanco122

    sobre todo, una constatacin antropolgica bsica de la episte-mologa semitica. Nada se puede aprehender sin la mediacin de un discurso que, a su vez, remite a un sujeto de lenguajeque, a su vez, remite a un cuerpo propio. Ya hemos dicho que el cuerpo propio es el lugar de las dependencias internas. Ahora cabe precisar que en l se constituye el sujeto del lenguaje engeneral o sujeto semitico. En consecuencia, el sujeto no apela al lenguaje (o a un lenguaje) como si se tratase de un objeto exterior a l. Es sujeto de lenguaje, cuerpo de semiosis. En l encontramos estructuras paradigmticas (cdigos, sistemas), condicin de posibilidad de cualquier discurso que produzca (mensajes, procesos). Su competencia, pues, alude a una gram-tica semitica (y narrativa) pero tambin a la huella de esos otros discursos que guarda en archivo. Trtese del discurso concreto producido aqu y ahora, entendido como estructura sintagmtica actualizada y realizada, trtese de discursos potencializados en memoria o trtese de las estructuras paradigmticas presupues-tas, siempre lidiaremos con redes de dependencias, esto es, con partes que se condicionan recprocamente, que dependen unas de otras (merced a las cuales se conciben y se denen). Eso es lo inmanente en toda investigacin semitica. Entonces las referencias articuladoras de esas partes dan lugar a los hechos semiticos. No hay hechos lgicamente anteriores a esas referencias. Cuando nos referimos a la realidad queda enten-dido que se trata de una realidad signicante y, por lo mismo, signicada por alguien para alguien.

    En consecuencia, cuando hablamos de realizacin no des-embocamos en una realidad real, sustancial, fuera de nuestro alcance, sino en una realidad semitica, enunciada, percibida, interpretada: en esa perspectiva, el paso de lo no realizado a lo realizado est por completo dentro del dominio inmanentede la semiosis. Por eso mismo, los cuatro modos de existencia semitica son inmanentes tanto en el metalenguaje como en el lenguaje objeto. Precisamente porque la inmanencia caracteriza toda teora bien formada, impone una delimitacin y estructu-

  • Modos de inmanencia semitica 123

    racin al objeto de referencia: la construccin metalingstica rige sobre la clausura y descripcin del lenguaje objeto (y sobre la apertura a otros niveles de pertinencia). Con estas observa-ciones no obviamos la manifestacin, simplemente reconocemos su inmanencia en cualquier lenguaje. Hay acaso manifestacin fuera del lenguaje o de un conjunto de lenguajes? No sera ms sensato admitir que el recorrido de instancias manifestantes a instancias manifestadas, o viceversa, es inmanente a cualquier semitica?

    Gilles Deleuze encuentra una comunidad lgica entre la causa emanativa y la causa inmanente: ambas permanecen en s para producir efectos. Ese hallazgo nos autorizara a acercar manerey manare (brotar).5 De esa manera, el estar-en se convertira en un manar que se vierte de modo continuo y vertiginoso en s mismo, cual magma de un horno hirviente. La inmanencia del metalenguaje hace que el mismo lenguaje objeto sea inmanado a la teora en lugar de emanar de ella. Si la semitica estudia la vida, la semiosis no puede ser otra cosa que articulacin de un movimiento innito de sentido en un cuerpo propio que es cuerpo viviente, carne trmula.

    III

    As como hay modos de existencia semitica, hay tambin modos de inmanencia semitica. El trmino inmanencia procede eti-molgicamente del verbo latino mano es, re, mansi, mansum: quedar, estar en el mismo sitio; y puede declinarse con varios prejos, que darn lugar a otros tantos modos de quedarse, de estar ah: in-manencia (quedar en), ex-manencia (quedar fue-ra de), per-manencia (seguir quedando en) y re-manencia (lo que queda de). Tomando la inmanencia como dictum tenemos

    5 Gilles Deleuze, Spinoza et le problme de lxpression, Pars, ditions de Minuit, 1968, p. 155.

  • scar Quezada/Desiderio Blanco124

    cuatro modus: lo que queda, en lo que queda (inmanencia); lo que queda fuera de, en lo que queda (exmanencia); lo que sigue quedando, en lo que queda (permanencia) y lo que queda de, en lo que queda (remanencia). Estamos hablando, respecti-vamente, de la inmanencia de la inmanencia, de la exmanencia de la inmanencia, de la permanencia de la inmanencia y de la remanencia de la inmanencia.

    Al conmutar imaginariamente la e de manere por la a (para obtener manare: mano, -as, -are,-avi, -atum: brotar, sur-gir, lo cual nos llevara a manar y a manantial), no incurrimos en un juego vano en torno al emanar o a la emanacin, ms bien reparamos en la dinmica interna propia del plano de inmanencia de la semiosis. Del manere, al manare. Del campo sembrado, a los brotes ms o menos intensos del sentido.

    Los procesos de inmanencia, tomando este trmino como el gnero de toda la categora semitica, no son estticos, sino dinmicos, mviles. Esos desplazamientos de un modo a otro los podramos representar por una doble elipse en la que irn apareciendo los distintos modos de inmanencia sin anularse mutuamente, pero sin llegar a constituir un cuadrado semitico cannico, lo cual nos dara un esquema como el siguiente:

    inmanencia exmanencia [realizada] [virtualizada]

    permanencia remanencia [actualizada] [potencializada]

  • Modos de inmanencia semitica 125

    La manifestacin sera el modo realizado de la inmanencia; los otros discursos de la cultura, en memoria, su modo poten-cializado; las lenguas y dems cdigos, su modo virtualizado; y por ltimo, el discurso en acto sera, valga la redundancia, el modo actualizado de la inmanencia. As, por poner un caso, tenemos en Internet un video sobre un nmero del Cirque du Soleils Varekai titulado Ne me quitte pas.6 Objeto en el quese encuentran realizadas diversas operaciones de signicacin. Esa manifestacin material encarna la inmanencia como modo realizado.

    Ahora bien, ah permanece en acto la prctica de lectura de algo que identicamos como una parodia, esto es, como una imitacin burlesca. La burla va dirigida a la seriedad y a la so-lemnidad con la que suelen cantar ciertas baladas los intrpretes de la chanson francesa. Cualquier enunciatario competente debe conocer algo de ese gnero musical y, adems, por praxis enun-ciativa, debe estar al tanto de las convenciones de iluminacin de la puesta en escena de los espectculos, en particular de los llamados shows (remanencias). En efecto, en un ambiente oscuro un rayo luminoso es lanzado sobre el animador, artista, cantan-te; en suma, showman, que ocupa el centro del escenario. Es la presencia digna de ser destacada por enfoque. Gracias a esos re-cuerdos, o remanencias, que denen su competencia discursiva, el enunciatario espera, pues, concentracin luminosa constante en el protagonista-foco, as como conformidad y adecuacin entre los movimientos del rayo luminoso y los del protagonista. Pero sucede lo contrario y el escenario se sume en la oscuridad (exmanencia).

    6 Recuperado de http://youtu.be/uSgViEzhieU. Se trata de una parodia cir-cense de la clebre cancin de Jacques Brel, protagonizada por Claudio Carneiro. El anlisis completo en scar Quezada, Interacciones sin nombre. Un caso emblemtico: Ne me quitte pas (Cirque du Soleil). En A. C. De Oliveira (ed.), As interaes sensiveis. Ensaios de sociosemitica a partir da obra de Eric Landowski, So Paulo, Estao das Letras e Cores, 2013, pp. 637-652.

  • scar Quezada/Desiderio Blanco126

    No obstante, en la perspectiva del simulacro puesto en esce-na, las peripecias del cantante, sus metamorfosis gestuales, sus posturas mviles, el sabor que dejan sus mpetus receptivos y emisivos; en suma, sus sucesivos momentos de iconizacin vehiculados por sbitas morfologas gurativas corporales de-nen el mbito de permanencias que dan coherencia al sintagma discursivo y deslindan una isotopa cmica dominante. En efecto, el cantante padece el drama de una interaccin descoordinada (o de una no coincidencia) permanente con aquel rayo de luz, gura de la mirada que lo pone en el centro del espectculo. Por convencin, esperamos el ajuste, la compulsin a que lo normal se repita (remanencia), pero sucede el cmico espectculo del desajuste y hasta del desbarajuste, a saber, el continuo esfuerzo de un cuerpo hecho excntrico, arrebatado, agitado, descolocado, oscurecido (exmanencia). Y el ciclo se repite

    Sea como fuere, en trminos de presencia sensible, la ma-nifestacin expresa la plenitud de la inmanencia; la memoria discursiva, su inanidad (remanencia); el accidente inesperado, su vacuidad (exmanencia); el discurso en acto, su bsqueda (permanencia).

    IV

    Fontanille, al establecer un recorrido generativo del plano de la expresin ha permitido ver cmo cada nivel de pertinencia genera su propio plano de inmanencia, desde los signos y guras hasta las formas de vida.7 En la produccin de la signicacin, todo es inmanente, nada relativo a la signicacin est determi-nado por algo que no pertenezca de alguna manera a la prctica que la origina. Incluso la semitica del mundo natural, en cuanto semitica, es inmanente al discurso en el que participa. Lo que en un nivel de pertinencia trasciende a la signicacin (cual

    7 Op. cit., 2008b, p. 34.

  • Modos de inmanencia semitica 127

    plano de referencia), se integra a ella en el nivel siguiente o en el subsiguiente (esto es, en un nuevo plano de inmanencia). Si, de hecho, no llega a integrarse en alguno de los niveles posibles, no accede a la signicacin, simplemente. De ah se inere que, al momento del anlisis, el horizonte de referencia se hace in-manente como objeto (de no ser as, no habra anlisis posible).

    En todo proceso de modelizacin quedan briznas, bordes que escapan al modelo, al molde. Esas briznas pueden ser recogidas en otro nivel del recorrido e integradas en el modelo siguiente. En el proceso innito de la signicacin nada se pierde, nada se destruye. Todo puede ser integrado, de una manera o de otra.

    Entre las innumerables prcticas semiticas que podemos encontrar a nuestro alrededor, la prctica enunciativa es par-ticularmente importante para el propsito que perseguimos, pues pone en escena precisamente la instancia de enunciacin constituida por el enunciador y por el enunciatario. Enunciador y enunciatario son actantes de la enunciacin: sujeto enunciante y sujeto interpretante. Pero nada ms. Como dice Benveniste,8Es ego el que dice ego; y Coquet9 aade por su cuenta: y el que se dice ego. El que dice ego: acto lingstico; el que se dice ego: acto lgico-semntico.10 Ego, pues, no tiene ningn otro contenido fuera del contenido semio-gramatical de enunciador; ni personal, ni psicolgico, ni de otro gnero externo cualquiera. Es una categora semitica. Y lo mismo ocurre con el t del enunciatario: es exclusivamente un actantesemio-lingstico. Actante construido por el enunciado, el cual, como hemos visto en el comentario al vdeo del Cirque du Soleil, le exige la posesin de determinadas competencias para ejercer su funcin actancial de enunciatario. Y de no tenerlas, la obli-gacin de adquirirlas, si desea entrar en el juego actancial que el

    8 mile Benveniste, Problemas de lingstica general, Mxico, Siglo xxi, 1971, p. 181.

    9 Jean-Claude Coquet, El discurso y su sujeto I, Pars, Klinksieck, 1984, p. 15.

    10 Loc. cit.

  • scar Quezada/Desiderio Blanco128

    enunciado le propone. Ni enunciador ni enunciatario, en cuanto tales y slo en cuanto tales son ajenos al universo semitico que se est construyendo. Ambos elementos de la instancia de enunciacin son inmanentes a la prctica de enunciacin. Y slo en cuanto tales tienen valor semitico. Como tales, pues, ambos son inmanentes al discurso, y no arrastran ningn rezago de realidad alguna, extra-semitica, como pretende hacernos creer Jean-Claude Coquet cuando dice: Lo real entonces no est del todo perdido. Imitando, por ejemplo, un suspiro, nos colocamos en la situacin mental de la cual proviene [] No se trata simplemente del contacto con una representacin [] Se trata de la realidad misma, de la realidad sensible []. Claro que el mismo Coquet se apresura a corregir su propia arma-cin por considerarla errada, sin duda, ah mismo aade: [] aunque hay que reconocer que se trata de una realidad segunda, puesto que slo puede ser experimentada por la mediacin del lenguaje.11 Luego, la realidad misma, la realidad sensible, la experiencia vivida no estn en el enunciado. Todo lo que est en el enunciado es de naturaleza semitica. Y por tanto, inmanente.

    Los actantes de la enunciacin yo y t forman la estructura binaria del intercambio semitico, de tal manera que Enuncia-dor y Enunciatario se necesitan mutuamente. Para ilustrar esta recproca necesidad, Coquet recoge una antigua fbula persa del siglo IX, que dice as:12

    Aprs avoir jen sept ans dans la solitude, lAmi sen alla frapper la porte de son Ami.

    11 Jean-Claude Coquet, La qute du sens, Pars, Presses Universitaires de France, 1997, p. 140.

    12 Jean-Claude Coquet, Smiotique littraire, Pars, Maison Mame, 1973, pp. 223-224. La fbula fue recogida por Coquet de la Princesa M. Bibesco, Deux amis: Claudel et Berthelot , La Revue de Pars, 11, 1965, p. 13. La transcribimos en francs, seguida de la traduccin literal y luego, los dilogos solamente, en un espaol estndar por las diferencias que ambas versiones permiten detectar. Coquet repite esta ancdota en La qute du sens, captulo I, nal del acpite 2.

  • Modos de inmanencia semitica 129

    Une voix de lintrieur demanda: Qui est l? Cest moi, rpondit lAmi.Et la porte resta ferme.Aprs sept autres annes passes au dsert, lAmi revient frapper la porte.Et la voix de lintrieur demanda: Qui est l?LAmi rpondit: Cest toi!Et la porte souvrit.

    Despus de haber ayunado durante siete aos en la soledad, el Amigo fue a tocar la puerta de su Amigo. Desde el interior, una voz pregunt: Quin est ah? // Quin es? Este es yo, respondi el Amigo. // Soy yo, respondi el Amigo.Y la puerta permaneci cerrada.Despus de otros siete aos pasados en el desierto, el Amigo volvi a tocar la puerta.Y la voz del interior pregunt: Quin est ah? // Quin es?El amigo respondi: Este es t! // Es t!Y la puerta se abri.

    Y por qu el Amigo no abre la puerta ante la primera res-puesta? Pues sencillamente porque el yo que pregunta [Quin est ah?] no encuentra en la respuesta al t correspondiente de la estructura binaria de la enunciacin fundamental. Lo que quiere decir el amigo que toca a la puerta por segunda vez es que l es el t que el yo est esperando desde aos atrs para restablecer el dilogo interrumpido. Y el nico que, por ser otro yo, le puede decir t. Porque nunca t puede decir t, siempre es yo quien dice t, y l y todos los dems entes, existentes o por existir, por medio del desembrague enuncivo. As funciona la instancia de la enunciacin, en perfecta y total inmanencia, sin depender de nada externo a la semiosis para hacer sentido. Ni siquiera del autor. Umberto Eco nos apoya en esta posicin

  • scar Quezada/Desiderio Blanco130

    cuando dice: El autor debera morirse despus de haber escrito su obra. Para allanarle el camino al texto.13

    Algo parecido acontece con el Destinador. El Destinador forma parte del modelo actancial porque es inmanente al uni-verso del discurso. Hay que ser sumamente cuidadosos con el uso del trmino trascendencia. Dentro de la inmanencia existen grados o niveles, indudablemente. Si el Destinador se sita en un nivel ms alto que el de los actantes que tienen a su cargo el desarrollo de la accin reparadora de la carencia inicial, puede trascender ese nivel de la accin, pero sigue siendo inmanenteal universo de la signicacin, al universo representado, y slo as su presencia hace sentido.

    V

    El punto de vista losco de la semitica remite al llamado pensamiento sobre el signo que, en realidad, deberamos llamar pensamiento del signo. Ese pensamiento del signo postula que no podemos pensar sin signos. Pensar y, por ende, conocer, comunicar.

    Pero a los lsofos modernos esa evidencia se les pas por alto, simple y llanamente porque suponan que las ideas se repre-sentan a s mismas. Es decir, que son objetos en vez de signos. Eso los hizo incapaces de explicar y de conocer algo fuera de las propias ideas privadas.14

    Para la nocturna tradicin semitica, resulta claro que las ideas no son auto-representaciones sino signos, para alguien, de lo que es objetivamente diferente de ellas en su supuesta exis-tencia como representaciones privadas. Locke, en los ltimos captulos del Ensayo sobre el entendimiento humano, recogiendo

    13 Umberto Eco, Apostillas a El nombre de la rosa, Barcelona, Lumen, 1983, p. 14. Final de la apostilla primera.

    14 El planteamiento y desarrollo de esta tesis, en John Deely, Basics of Se-miotics, Indiana University Press, 1990, pp. 10-11.

  • Modos de inmanencia semitica 131

    esa tradicin medieval, en particular nominalista, que se remonta a Aurelio Agustn, haba postulado que, tanto las ideas como las palabras, son signos. En ese contexto, retomando la visin de Deleuze y Guattari, el pensamiento-signo se mueve a una velocidad innita que requiere de un medio, de un plano de inmanencia, imagen que se da a s mismo [el pensamiento] de lo que signica pensar15 (porque el acto de pensar, signica, habra que recalcar). As como los cuerpos fsicos estn en mo-vimiento, nosotros estamos en pensamiento-signo. Y, al menos en principio, la pertinencia semitica indica que ese plano de inmanencia, recorrido a velocidad innita por la semiosis, se denomina lenguaje: pensamos en lenguaje.16

    Pero no slo pensamos. He aqu la denicin de la semiosiso funcin semitica que dan Greimas y Courts, inspirada en Hjelmslev: Operacin productora de signos mediante la instau-racin de una relacin de presuposicin recproca o de solidari-dad entre la forma de la expresin y la forma del contenido.17Y el operador de esa operacin?

    15 Gilles Deleuze y Flix Guattari, Qu est-ce que la philosophie?, Pars, Minuit, 1993, p. 41.

    16 [] los primeros lsofos establecen un plano que recorre incesantemente unos movimientos ilimitados, en dos facetas, de las cuales una es determinable como Physis, en cuanto que conere una materia al Ser, y la otra como Nous, en cuanto que da una imagen al pensamiento. Anaximandro lleva al mximo rigor la distincin de ambas facetas, combinando el movimiento de las cualidades con el poder de un horizonte absoluto, el Apeiron o lo Ilimitado, pero siempre en el mismo plano. El lsofo efecta una amplia desviacin de la sabidura, la pone al servicio de la inmanencia pura. Sustituye la genealoga por una geologa. Gilles Deleuze y Flix Guattari, ibid., p. 48. Ms all de la interdependencia de Nous, Semein y Logos, que estaramos proponiendo, cabe hacer una puntualizacin sobre las dos facetas de la semitica, una determinable como expresin, la otra como contenido, ambas desde un plano de inmanencia que sigue el movimiento de la semiosis innita y que podremos vislumbrar como cuerpo lenguaje o cuerpo de semiosis (en contacto con una Physis desde siempre procesada por ese aparato semitico).

    17 Entrada Semiosis. En Algirdas Julien Greimas y Joseph Courts, Semitica. Diccionario razonado de la teora del lenguaje, trad. de Enrique Balln Aguirre y Hermis Campodnico Carrin, Madrid, Gredos, 1982.

  • scar Quezada/Desiderio Blanco132

    Esa relacin de presuposicin recproca se constata a poste-riori, una vez que el signo ha sido estabilizado, o que el lenguaje ha quedado instituido como convencin.

    En la episteme estructural no era necesario preguntarse por el operador de esa relacin. Pero ahora resulta evidente que el cuerpo era y es ese operador, sede y vector de la semiosis. nica instancia comn a los dos planos del lenguaje, aval de su unin en un plano de inmanencia comn. Cuerpo imaginado, en trminos fenomenolgicos, como una envoltura en movimiento, como una membrana vibratoria sometida a tensiones y presio-nes; razn por la cual, la semiosis (o funcin semitica), debe ser completada desde dentro y desde fuera de esa envoltura o membrana. Desde dentro: cuerpo continente de todos los contenidos; interfaz entre el contenido y su exterior. Desde fuera: cuerpo supercie de inscripcin, cuerpo receptor de impresiones (inmediatamente contiguas con los acontecimientos que las han producido). Esa envoltura (o membrana) de inma-nencia luce una cara vuelta hacia el contenido (el continente) y otra cara vuelta hacia la expresin (la supercie de inscripcin o de impresin).

    El actante operador del discurso toma forma como cuerpo sintiente y percibiente. El cuerpo propio no es un cuerpo fsi-co y biolgico, de carne y hueso; es un cuerpo de lenguaje; una categora denida como forma semitica de una experiencia sensible (de la presencia).

    Ms all de las formas de la expresin o del contenido, el horizonte ntico de la signicacin puede valer como expe-riencia signicante y como existencia respecto a un mundo signicado. En nuestro plano de inmanencia, que corta ese caos de la ilusoria sustancia, esa distincin da lugar a la doble identidad del actante: el m-carne, soporte de la experiencia y promotor de la expresin, y el s-cuerpo, soporte de la existen-cia y de la elaboracin de los contenidos de significacin.18

    18 Jacques Fontanille, Soma y sema. Figuras semiticas del cuerpo, Lima, Fondo Editorial de la Universidad de Lima, 2008a, p. 18.

  • Modos de inmanencia semitica 133

    En consecuencia, si en trminos de existencia la semiosis es mediacin corporal, en trminos de experiencia es inmedia-cin carnal.

    Llevado eso al devenir de la identidad: el m-carne, ncleo sensorio-motor de la experiencia semitica, es inmanencia de la inmanencia; el s-idem, instancia de los roles obtenidos por simi-litud y repeticin, es permanencia de la inmanencia; el s-ipse, instancia de las actitudes obtenidas por trnsito y alteridad, es remanencia de la inmanencia; por ltimo, la instancia de prdida de la identidad corresponde a la exmanencia de la inmanencia.19

    Podemos ampliar ahora el comentario a Ne me quitte pas re-conociendo dos pertinencias de lectura: la del simulacro puesto en escena y la del discurso circense. El denominador comn de las dos pertinencias es ese m-carne que camina, trepa, se tropieza, salta, gatea. Esa animacin palpitante, vibrante, dene un fondo constante de inmanencia.

    En lo que respecta a la primera pertinencia, el contraste entre el melodrama contenido en el discurso cantado y las cmicas peripecias (o actitudes desaforadas gags) del discurso som-tico en escena, que seran su plano de la expresin, crea las condiciones para esa recurrente ruptura de isotopas que hace quedar en ridculo al protagonista, contrastando su estrambtica performance, sembrada de accidentes que extravan su identi-dad en la oscura exmanencia, con la del modelo del chanteurelegante y distinguido, imagen-meta ya conocida, sedimento potencial, remanencia construida en perspectiva (s-ipse).Atendiendo a la segunda pertinencia, la de un nmero de circo, reconocemos el rol de bufn o de saltimbanqui, adscrito al gne-ro parodia. En cuanto actante especializado repite su leccin, aplica su guion. Asistimos audiovisualmente al perfecto ajuste de unos cmicos desajustes; o, en otros trminos, a una notable performance programada y realizada con tal precisin y cuidado que conmueve, en este caso haciendo rer; es decir, manipulando

    19 Ibid., pp. 52-54.

  • scar Quezada/Desiderio Blanco134

    estsicamente. Desde esa perspectiva, los accidentes no son accidentes. No importan como tales (v. gr. los dibujos anima-dos), ya que no revisten consecuencias trgicas sino cmicas. En efecto, somos testigos de un nmero ecaz planeado y logrado amenamente como un todo de sentido, con virtuosa sincrona de movimientos y notable belleza interactiva. Nmero domina-do, pues, por el s-idem, garante de la permanencia del cdigo circense.

    Como vemos, la aproximacin fenomenolgica al lenguajeculmina en el cuerpo; y, ste, a su vez, en la carne. Al respecto, es pertinente recordar, con Fontanille, que si enunciar es hacer presente algo con ayuda del lenguaje, paralelamente, percibir es hacer presente algo con ayuda del cuerpo.20 Pero habra que extender ese juego: sentir-mover es hacer presente algo en la carne. El continuum carne-cuerpo-lenguaje se convierte as en operador de presencia, en funcin de la sensacin-movimiento, de la percepcin y de la enunciacin. Por eso, postulamos el cuer-po de semiosis como plano (viviente) de inmanencia en el que se imprimen y expresan, en cuanto discontinuidades, propioceptosarticulados en relaciones/operaciones de signicacin, condicin de emergencia y de actualizacin de sujetos-lenguaje o actantes. Esos propioceptos van y vienen (foria) de la carne del mundo a la carne del cuerpo, de la carne del cuerpo a la carne del mun-do. Deleuze & Guattari recuerdan que el lsofo crea conceptos sobre un plano de inmanencia. Sera oportuno argir que el ser semitico crea propioceptos intero y extero-ceptivos, de acuerdo con la toma de posicin del cuerpo propio asumido como plano de inmanencia. Propioceptos que, en principio, son guras.21

    20 Jacques Fontanille, Semitica del discurso, Lima, Fondo Editorial de la Universidad de Lima, 2001, p. 84.

    21 Lo gurativo no se encuentra en el plano del contenido o de la expresin, sino en el plano de la inmanencia que construye ambos planos del lenguaje. Alessandro Zinna, La primaca de la inmanencia en la semitica estructural. Ponencia presentada en el congreso Incidenti ed esplosioni. A. J. Greimas e J. M. Lotman. Per una semitica della cultura, IUAV, 6 y 7 de mayo de 2008, p. 15 [Publicado en red el 16 de julio de 2008]. Por otro lado, Deleuze y Guattari

  • Modos de inmanencia semitica 135

    Cada plano de inmanencia es distributivo y hojaldrado.22La semitica tambin tiene sus gelogos: Greimas presenta un hojaldre generativo para el contenido, Fontanille un hojaldre de integraciones para la expresin. Y es que la losofa semitica tambin es devenir, y no historia; es coexistencia de planos, y no sucesin de sistemas.23

    VI

    Dentro del lenguaje, o de cualquier integracin de lenguajes, se sitan diversos modos de inmanencia. Precisando, la textura carne-cuerpo-lenguaje se congura como plano de inmanenciaen el que vivimos, nos movemos y somos. Impone una manera de ver el mundo, de la que no podemos escapar; determina incluso la naturaleza de las cosas que percibimos: de las que vemos, de las que omos, de las que olemos, de las que tocamos, de las que gustamos. Shakespeare le hace decir a Julieta en un momento de sus angustias amorosas: Si la rosa tuviese distinto nombre, dejara por eso de exhalar el mismo olor?24 Pues nos atreveramos a decir que s. Si la rosa se llamase trilce, por ejemplo, olera a trilce y no a rosa. El olor de rosa no existira jams. Jorge Luis Borges lo confirma en dos bellsimos versos:

    sealan que el artista crea bloques de perceptos y afectos como seres autnomos y sucientes que ya nada deben a quienes los experimentan o los han experi-mentado. Op. cit., p. 169 [Las cursivas son nuestras]. Como la semitica no slo se ocupa del arte, completa con los conceptos este elenco de propioceptos(con una interesante reminiscencia de las dimensiones tmica, pragmtica y cognoscitiva). Si, a su vez, interviene la distincin entre interoceptos y exte-roceptos tendremos dispuestas las piezas de un juego de sentido que excede el marco de este trabajo.

    22 Gilles Deleuze y Flix Guattari, op. cit., p. 53.23 Ibid., p. 61.24 Shakespeare, Romeo y Julieta, Acto II, escena II.

  • scar Quezada/Desiderio Blanco136

    En las letras de rosa est la rosay todo el Nilo en la palabra Nilo.25

    Umberto Eco, a su vez, termina El nombre de la rosa con un glorioso hexmetro latino que dice:

    Stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus.26[La rosa prstina existe por el nombre, slo tenemos meros nombres].

    Y la prctica cotidiana lo conrma a cada instante. Si un extranjero nos pregunta qu entendemos por la palabra rosa, le decimos que consulte el diccionario. Y qu es lo que encontrar all? Por lo pronto, ninguna rosa vegetal. Lo que va a encontrar es una secuencia de letras organizadas en slabas, organizadas a su vez en palabras, que se articulan en frases para decirnos lo que entendemos por la palabra rosa. En denitiva, A rose is a rose is a rose is a rose,27 y as ad innitum. El aforismo de Stein no dice, como pretende el realismo ingenuo, que las cosas son lo que son; lo que ese aforismo dice es que las cosas son lo que su nombre dice que son.

    De donde se inere que del lenguaje nada de lo que hace sentido puede salir. Pero si nada puede salir, nada tampoco puede entrar. Ergo, en el lenguaje, todo lo que hace sentido es inmanente, incluidos los diversos modos de manifestacin.

    25 Jorge Luis Borges, poema El golem. Obras completas, t. II, Barcelona, Emec Editores, 1996.

    26 Verso tomado, segn Umberto Eco, en Apostillas a El nombre de la rosa, Barcelona, Lumen, 1983, p. 9, de la obra De contemptu mundi, de Bernardo Morliacense, monje benedictino del siglo XII.

    27 Gertrude Stein, Sacred Emily, Geography and Plays, Boston, The Four Seas Press (1922 [1913]).

  • Modos de inmanencia semitica 137

    Referencias

    Benveniste, mile (1971). Problemas de lingstica general. Mxico: Siglo xxi.

    Borges, Jorge Luis (1996). El golem. Obras completas, t. II, Barce-lona: Emec Editores.

    Coquet, Jean-Claude (1973). Smiotique littraire. Pars : Maison Mame.

    ___________ (1984). Le discours et son sujet I. Pars : Klincksieck.

    ___________ (1997). La qute du sens. Pars : Presses Universitaires de France.

    De oliveira, A. C. (ed.) (2013). As interaes sensiveis. Ensaios de sociosemitica a partir da obra de Eric Landowski, So Paulo, Estao das Letras e Cores.

    Deely, John (1990). Basics of Semiotics. Indiana University Press. [En espaol: Los fundamentos de la semitica. Mxico: Universidad Iberoamericana, 1996].

    Deleuze, Gilles (1968). Spinoza et le problme de lexpression. Pars : ditions de Minuit. [En espaol: Spinoza y el problema de la expresin. Barcelona: Muchnik, 1996].

    ___________ y guattari, F. (1993). Qu es la losofa? Barcelona: Anagrama. [En francs: Quest-ce que la philosophie? Pars : Minuit, 1991].

    eCo, Umberto (1980). El nombre de la rosa. Barcelona: Lumen.

    ___________ (1983 [1988]). Apostillas a El nombre de la rosa. Bar-celona: Lumen.

    Fontanille, Jacques (2001). Semitica del discurso. Lima: Fondo Editorial Universidad de Lima. [En francs: Smiotique du dis-cours. Limoges : Presses Universitaires de Limoges (PULIM), 1998].

  • scar Quezada/Desiderio Blanco138

    ___________ (2008a). Soma y sema. Figuras semiticas del cuerpo. Lima: Fondo Editorial Universidad de Lima. [En francs: Soma et sma. Figures du corps. Pars : Maisonneuve & Larose, 2004].

    ___________ (2008b). Practiques smiotiques. Pars : Presses Uni-versitaires de France.

    greimas, Algirdas Julien (1971). Semntica estructural. Madrid: Gre-dos. [En francs: Smantique structurale. Recherche de mthode. Pars : Larousse, 1966].

    ___________ y Courts, Joseph (1982). Semitica. Diccionario razonado de la teora del lenguaje. Madrid: Gredos. [Smiotique. Dictionnaire raisonn de la thorie du langage. Pars : Hachette, 1979].

    Hjelmslev, Louis (1972). Lingstica estructural. Ensayos lings-ticos. Madrid: Gredos.

    quezaDa, scar (2013). Interacciones sin nombre. En De oliveira, M. C. As interaes sensiveis. So Paulo: Estao das Letras e Cores.

    sHakespeare, William. Romeo y Julieta, Acto II, Escena II.

    stein, Gertrude (1922 [1913]). Sacred Emily. Geography and Plays. Boston: The Four Seas Press.

    zinna, Alessandro (2008). La primaca de la inmanencia en la semi-tica estructural. Ponencia presentada en el congreso Incidenti ed esplosioni. A. J. Greimas e J. M. Lotman. Per una semiotica della cultura, IUAV, 6 y 7 de mayo de 2008 [publicado en la red el 16 de julio de 2008].