Bochaca-Crimines

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LOS CRÍMENES DE LOS BUENOSJoaquín Bochaca AAARGH Internet 2004

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LOS CRMENES DE LOS BUENOS

Joaqun Bochaca

AAARGH Internet 2004

Joaqun Bochaca : LOS CRMENES DE LOS BUENOS

Editorial Bau. Barcelona

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Joaqun Bochaca : LOS CRMENES DE LOS BUENOS

PROLOGO

Desde hace treinta y siete aos, vivimos en plena falsificacin histrica. Una falsificacin muy hbil: para empezar, arrastra a las imaginaciones populacheras; luego se apoya sobre la conspiracin de esas mismas imaginaciones. Se empez por decir: he aqu cuan brbaros eran los vencidos de la ltima guerra mundial que, adems, se desat por su culpa exclusiva. Luego se aadi: acordaos de cunto habis sufrido, los que padecisteis su ocupacin, y de cuanto pudierais haber sufrido, los que no fuisteis invadidos por haber preservado vuestra neutralidad los nobles Aliados. Se invent, incluso, una filosofa de esa falsificacin. Consiste en explicamos que lo que unos y otros eran realmente no tiene ninguna importancia; que slo cuenta la imagen que se haba creado, y que esta transposicin es la nica realidad. Un par de centenares de vividores de la prensa, la radio y la televisin, creadores a tanto alzado de la llamada Opinin Pblica Mundial quedaban, de esta guisa, promocionados a la existencia metafsica. Pero yo creo, tozudamente, estpidamente, en la Verdad. Quiero creer en la Verdad. Me empeo en creer que acaba por triunfar de todo, incluso de la imagen que se ha creado industrialmente. Y que triunfara cuando llegue el Nuevo Amanecer, que probablemente no veremos, ni esta generacin ni la prxima, ante el maniquesmo imperante en nuestra poca, con unos ngeles de la Virtud y unos rprobos derrotados por aquellos. El proceso que se abri, y que an contina abierto, contra Alemania, o, ms exactamente, contra el nacional-socialismo y las doctrinas ms o menos afines que intentaban derrocar el ideado poltico del siglo XIX -- el siglo de Marx y Stuart Mill -- tiene una base slida; mucho ms slida de lo que generalmente se cree. Pero no es la que se proclama oficialmente urbi et orbi. Y las cosas, en verdad, son mucho ms dramticas de lo que se dice; el fundamento, el mvil de la acusacin es mucho ms tenebroso e inconfesable para los vencedores. Los tribunales de los procesos de Nremberg y de los centenares de procesos contra los vencidos afirmaron -- y afirman, pues la farsa pseudo-Jurdica contina hoy, treinta y siete aos despus del final de la contienda -- que se haban erigido en Jueces porque ellos representaban a la Civilizacin y al Derecho. Esta es la explicacin oficial, el sofisma oficial, pues consiste en adoptar, como base axiomtica, lo que se halla, precisamente, en discusin. Los vencedores desplazaron a sus ms doctos Juristas, heraldos de su propaganda, para sostener, impvidos, este razonamiento de criaturas: "Durante seis aos de guerra ideolgica y otros seis de guerra real, nuestra radio y nuestros peridicos han repetido que sois unos brbaros; habis sido vencidos, luego sois unos brbaros". Pues es evidente que los Jueces de Nremberg y sus sucesores no han dicho, no dicen otra cosa cuando se presentan como abanderados de la indignacin unnime del mundo civilizado, indignacin que su propia propaganda ha provocado, dirigido, sostenido y atizado y que, desde 1945 hasta hoy ha sido -- con la intensidad requerida por los diferentes casos -- provocada, sostenida, dirigida y atizada, a voluntad, como una plaga de saltamontes, contra todo pas que no se plegaba a la nueva religin laica de la poca: la Democracia, ya liberal, ya "popular". Pero no nos engaemos. Esta indignacin prefabricada ha sido, y es an, el principal fundamento de la acusacin permanente contra los vencidos. Es la indignacin del mundo civilizado la que impone el proceso continuo, martilleando retinas y cerebros masificados a travs de prensa, radio y televisin a beneficio de las nue- vas generaciones. Es esa indignacin, finalmente, la que crea la verdad de los que gustan de autodenominarse demcratas, quien canaliza la persecucin judicial de los supervivientes y los sucesores nostlgicos de los vencidos, y es ella, para resumir, quien lo es todo: los jueces de Nremberg no son ms que los escribas de esta unanimidad. Se

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nos coloca, a la fuerza, unas antiparras verdes y se nos invita, a continuacin, a declarar que las cosas son verdes, del color de la esperanza. He aqu la realidad; he aqu, tambin, el programa de nuestro futuro. Pero la verdad sin adjetivos es otra. Los verdaderos fundamentos del Proceso de Nremberg y de los miles de procesos que a su imagen y semejanza se repiten desde entonces, son otros. Por una parte, es el miedo de los vencedores polticos -- es decir, los vencedores autnticos -- de la ltima guerra. Por otra, el miedo de los vencidos polticos, antiguos aliados de aquellos. Miedo de los vencedores polticos, de los vencedores reales, es decir, de la Rusia Sovitica y del Comunismo que ella encarna, que todava recuerda cmo un adversario que deba atender mltiples frentes a la vez, le puso al borde de la derrota y le inflingi tremendos golpes pese a una apabullante inferioridad numrica y material; un adversario cuyo renacer hay que impedir por todos los medios, pues sera el ncleo del nico adversario que podra con l... ncleo de una Europa autntica, que nada tiene que ver con los tenderos del Mercado Comn. Y para ello hay que desacreditarlo a los ojos de esta generacin y de las que vendrn. Miedo, tambin, de los vencidos polticos; de las democracias occidentales europeas, lderes mundiales hace cuarenta aos y segundones vergonzantes hogao, y tambin de la "Gran Democracia" americana, receptora de ms bofetadas diplomticas, polticas y militares -- Viet Nam -- que un payaso de feria. Es el miedo patolgico de los viejos, el pnico senil; es el espectculo de las ruinas, el pnico de los vencedores militares, de los cuarenta aviones contra uno, de los tres mil barcos contra quince submarinos, de las cuarenta naciones contra una, a la que han ido abandonando, uno tras otro, sus dbiles aliados. Es el contemplar Hamburgo, Dresde, Colonia, Sttuttgart. Es preciso que los vencidos sean unos malvados. Es indispensable que lo sean pues, si no lo fueran, si no fueran unos monstruos, cmo justificar las ciudades arrasadas, las zonas residenciales incendiadas? cmo justificar las bombas de fsforo ante las tropas de ocupacin, ante los soldados del contingente de movilizados conscriptos, ante esos electores que un da volvern a sus hogares y hablarn con sus familiares, electores tambin? El horror de los vencedores militares, el inters de los vencedores polticos, la venganza vesnica de los pastores espirituales del Sionismo: he aqu los motivos verdaderos de la tramoya que a escala mundial se ha levantado y se sostiene con diablica perseverancia. Este horror, este inters y esta venganza imponan transformar los bombardeos de fsforo contra ancianos, mujeres y nios en una Cruzada. As se invent, a posteriori, un derecho a la matanza, ms an, un deber a la matanza en nombre del respeto a la Humanidad, y una Ley de Lynch en nombre del respeto a la Justicia. Los que mataron, se nombraron a s mismos, policas, fiscales, jueces y verdugos a la vez. Esta es la realidad. Esta es la nica realidad. No hay otra, para el hombre masificado, sometido a un permanente lavado de cerebro por los llamados mass-media. Y, no obstante, debe haber otra realidad. Hay otra realidad. Y es que frente a los crmenes, reales o inventados, exagerados en progresin geomtrica las ms de las veces, de los vencidos, algo se echa en falta. Incluso para el espritu ms mediocre parece evidente que algo ms debe haber; que ante los demonios del Nazismo hubo, no ngeles, sino seres humanos, muy humanos, demasiado humanos, que cometieron torpezas y crmenes. Hemos resuelto narrar estos crmenes, o, por lo menos, los que nos han parecido ms relevantes. Pero no hemos querido limitarnos a una relacin cronolgica de abusos militares o civiles propiciados por los polticos del bando Aliado, en el curso de la Segunda Guerra Mundial. Nuestra relacin abarca los crmenes cometidos por los "buenos" en el perodo histrico comprendido entre 1933 y 1982, es decir, en casi medio siglo de "fascismo" o lo que los mass media denominan tal. Los "buenos" son, evidentemente, los que como tal son presentados en este lapso de tiempo por prensa, radio y televisin. Son los "demcratas" -- tanto los del Este como los del Oeste -- entre 1933 y 1945; son los "anticolonialistas", integrantes de los llamados "movimientos de liberacin nacional" en las antiguas colo- nias de los "buenos" precedentes, desde 1945 hasta hoy. Naturalmente, muchos de los "buenos" de antao -- de hecho, y prcticamente, todos los pases europeos y Amrica -- han perdido ya tal categora en beneficio de lo que, genricamente, se denomina "la Izquierda". El "Viento de la Historia", en expresin del General De Gaulle, sopla, aceleradamente, en direccin a la Izquierda, y as el General Patton, que era de los "buenos" en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, se volvi "malo" al poco tiempo, como se volveran igualmente "malos" el General Wedemeyer, el General Clark, el General Mac Arthur, el Senador McCarthy, el General-Presidente Chiang-Kai-Chek, el General De Gaulle, el Presidente Nixon y un largusimo et ctera. Los crmenes de los "malos" ya han sido exhaustivamente relatados, fotografiados, disecados, expuestos, retocados, exhibidos y, sobre todo, exagerados, cuando no puramente inventados. Consideramos, pues, de todo punto suprfluo, epilogar nuevamente sobre ellos. En

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otro lugar nos hemos ocupado de algunos aspectos del tema (1). En las pginas que siguen, y dentro de la tnica general de nuestra poca, de "desmitificacin" de los dolos, con el objeto suplementario de contribuir a desarrollar la virtud de la modestia entre los vencedores, presentamos, basndonos no es testimonios emanados de los miserables vencidos, sino de los virtuosos vencedores, los crmenes de los "buenos". De los consagrados por la Opinin Pblica -es decir, por un par de centenares de escribas mercenarios -- como portadores de la espada flamgera de la Acusacin en nombre de la Humanidad. Hay un aforismo jurdico que afirma que "a confesin de parte, exclucin de prueba". Lo que sigue no es, pues, un alegato fiscal, sino una sentencia de la Justicia Inmanente, pues de ninguno de los testimonios que citamos puede decirse que fue forzado o coaccionado. Esa sentencia, empero, no puede dirigirse contra los soldados que noblemente lucharon por una causa que creyeron justa ni contra las poblacin civiles que, desde la retaguardia y en medio de penalidades y sufrimientos inherentes a toda contienda, les respaldaron con su aliento. Se dirige contra los fautores y beneficiarios de la II Guerra Mundial, que si oficialmente em- pez en septiembre de 1939, realmente se inici en 1933 y todava contina, hoy en da, en plena paz... relativa, pues desde el 9 de Mayo de 1945, fecha oficial de la capitulacin del III Reich, el incendio blico no se ha apagado totalmente, surgiendo en cualquier punto del Planeta tan pronto como se apagaba en otro punto el incendio precedente. Esos fautores y provocadores de guerra son los autnticos culpables de los crmenes cometidos por sus ocasionales aliados, manipulados a su pesar y en contra de sus autnticos intereses. Y muchas veces, all donde el estallido de las bombas ahogaba el bisbiseo enervante y azuzador del Gran Parsito, se llevaron a cabo acciones de noble generosidad, de uno y otro lado; acciones que los desgraciados polticos occidentales alentaron cuando les fue posible por no cuadrar en el esquema que su propaganda maniquea haba trazado. La lucha en el desierto de frica del Norte, por ejemplo, fue, hasta la llegada de Montgomery, una "guerra entre caballeros". A las tropas italianas del Duque de Aosta, que, cercadas en Etiopa, debieron rendirse, les rindieron honores militares las tropas rhodesianas del Ejrcito Britnico que las haban vencido. Para citar acciones parejas en la lucha fraticida y estpida entre europeos hay lo que los franceses llaman "Iembarras du choix". Ah est el caso del as de la Aviacin Britnica, Bader, que, al ser derribado su avin sobre el suelo alemn, se lanz en paracadas, enganchndosele una de las piernas ortopdicas en el aparato. Los alemanes se lo comunicaron por radio a los ingleses, los cuales enviaron un avin que lanz, en paracadas, una pierna ortopdica de repuesto para Bader. El avin ingls fue escoltado, durante todo el vuelo, por dos "cazas" de la Luftwaffe. Las tropas de la Segunda Divisin de Paracaidistas, al mando del General Hermn B. Ramcke, resistieron cercadas, en Brest hasta finales de septiembre de 1944.B General Troy H. Middleton que mandaba las tropas norteamericanas sitiadoras le conmin a rendirse: "Con sus oficiales y soldados, que por usted lucharon valientemente, pero que ahora son prisioneros, hemos hablado sobre la dotacin de Brest... Usted ha cumplido plenamente con su deber para con su patria. Por lo expuesto, requerimos de usted, de soldado a soldado, poner fin a esta lucha desigual. Esperamos que usted, que ha servido con honor y que aqu ha cumplido con su deber, dar a esta propuesta su mejor atencin". Ramcke fue explcito en su respuesta: "Rechazo su propuesta". Middleton una vez vencido le rindi honores militares y le permiti despedirse de sus tropas que respondieron al "Sieg Heil" de su General, con prolongados "Heil". El ms famoso de los generales alemanes de las fuerzas paracaidistas, el General Student fue juzgado ante un tribunal britnico por su ocupacin de Creta. El Fiscal peda la pena de muerte en la horca, pero inesperadamente se present en la sala el general neozelands Inglis, Jefe de las fuerzas britnicas en Creta, quien ante la sorpresa del tribunal declar que si Student era juzgado tambin tendra que serlo l. La lucha -- dijo -- haba sido muy dura pero ambos bandos haban combatido con lealtad. Student fue condenado a 5 aos de crcel. En Arnhem (Holanda), el General de la SS Bittrich concedi una tregua a los ingleses cercados para permitir a los camilleros de la Cruz Roja Britnica que evacuaran a 2.200 heridos que pudieron, as, salvar sus vidas. En Cherburgo, las tropas alemanas, cercadas, resistieron, al igual que en Brest, hasta el final de la guerra. En vista de la catica situacin de la plaza, el mando alemn pidi permiso a Berln para capitular. Como Cherburgo era un puerto importante que interesaba no cayera en manos de los Aliados, el permiso fue denegado. En tales circunstancias, y ante la ausencia absoluta de medicamentos para atender a los miles de heridos y enfermos que se encontraban en la plaza, un capitn ingls que estaba en Cherburgo, prisionero de los alemanes, se ofreci para atravesar la lnea de frente y regresar a Cherburgo

1 / La Historia de los Vencidos, Edic. Wotan. Barcelona y El Mito de los Seis millones, Edic. Wotan. Barcelona.

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con un cargamento de medicinas. As se hizo. Jugndose la vida, el oficial britnico lleg a las lneas aliadas y cumpli su misin; trajo las medicinas y se constituy, nuevamente, prisionero. El espritu de la Cultura Occidental, con sus valores de generosidad, caballerosidad e hidalgua se puso de manifiesto a menudo en la contienda. Somos conscientes de ello, y nos interesa ponerlo de manifiesto para que quede bien claro que las pginas que siguen no constituyen en Acta de Acusacin contra ninguno de los nobles pueblos que intervinieron, a su pesar, en ella, sino contra el Gran Parsito que les manipul, en su provecho y que utiliz, a tal fin, al desecho biolgico de sus pueblos-husped. El Tribunal Militar Internacional de Nremberg, que juzg a los "Malos", tipific tres clases de delitos mayores, a saber: - Los crmenes contra la Paz. - Los crmenes de Guerra. - Los crmenes contra la Humanidad, y otras tres clases de delitos (relativamente) menores, a saber: - El complot nazi. - La pertenencia a las SS. - El delito de opinin. Naturalmente, los "buenos" no cometieron esos delitos menores. Pero lo compensaron largamente con una comisin impresionante, a nivel industrial, de delitos mayores. Vamos a empezar por la responsabilidad en el desencadenamiento de la guerra que debe ser, segn Perogrullo, -- personaje que goz de gran fama en pocas menos moralizantes y cultas que la actual -- el mayor crimen que se puede cometer contra la paz.

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PARTE 1

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LA RESPONSABILIDAD DE ALEMANIA EN EL DESENCADENAMIENTO DE LA GUERRA

"La guerra es la continuacin de la poltica, con otros medios". Clausewitz.

Con no poca razn el llamado hombre de la calle comulga con la creencia de que el principal "crimen de guerra" es el desencadenamiento de la guerra misma. Es evidente que los denominados "crmenes de-guerra" no se hubieran producido si sta no hubiera estallado. La responsabilidad de una guerra, incumbe, en primer lugar, a los que la provocan. El hecho material de la declaracin de hostilidades es, as, secundario. Que quien declara una guerra puede ser "culpable" de la misma, o, simplemente, haber cado en una celada o en una provocacin del adversario es evidente. Pero no parece menos evidente que quien declara, formalmente, una guerra, por fuerza tiene un grado -- mayor o menor -- de responsabilidad en su desencadenamiento. Utilizamos, ex-profeso, el lenguaje teolgico de la poltica-ficcin de nuestra poca, cultivadora del gnero moralizante ad nauseam, que necesita coartadas morales para justificar ante sus sbditos -- y nunca mejor empleada esa palabra -- la progresiva invasin de las competencias particulares. As, mientras se perora interminablemente sobre la Justicia, la humanidad y la tolerancia, los, medios de destruccin, de opresin y de tortura, tanto de individuos como de pueblos y etnias llegan a un grado de perfeccionamiento jams alcanzado ni imaginado. Y utilizamos el mismo lenguaje, con fines puramente polmicos, para situarnos en el mismo terreno en que se colocan los fautores de la Opinin Pblica, escritorzuelos a tanto alzado que siguen, lo sepan o no, lo quieran o no, un programa que les ha sido trazado por quienes les pagan y, por consiguiente, les mandan. Si Clausewitz no erraba al afirmar que la guerra es la continuacin de la poltica con otros medios, es evidente que ms que hablar de la responsabilidad formal en el desencadenamiento de la guerra, habra que hacerlo refirindose a la puesta en marcha de una poltica belicista cuyo corolario final fue el estallido formal de hostilidades, en Septiembre de 1939. JUDAISMO Y III REICH. Es innegable que el enemigo nmero 1 del Judasmo Internacional era, a principios de los aos treinta, Adolfo Hitler. El, y su Partido Nacionalsocialista Obrero Alemn imputaban a los judos alemanes la derrota de 1918 y hacan del antisemitismo poltico y racial uno de los "leit motiv" de su programa. As, es de suponer el suspiro que debi exhalarse en las sinagogas de todo el mundo -- y no solamente de Alemania -- cuando el 8 de Noviembre de 1932 pudo leerse en Le Populaire, rgano oficial del Partido Socialista francs, esta frase de Len Blum: "Ahora ya se puede decir que Hitler est excluido del poder. Hasta me atrevera a decir que est excluido de la esperanza de llegar al poder". Las antiparras del millonario socialista tenan los cristales empaados. Tres meses escasos despus de la publicacin del artculo en cuestin, Hitler tomaba el poder. Y lo tomaba merced a una victoria electoral, de cuya pureza democrtica nadie discuti. El 30 de Enero, Hitler era nombrado Canciller del Reich. El 7 de Abril se promulgaba la ley que introduca en el estatuto de

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los funcionarios la llamada "clusula aria", por la cual se denegaba a los ciudadanos israelitas la calidad de "ciudadanos alemanes", quedando sometidos al rgimen de extranjera, quedando, por tal motivo, excluidos de las funciones pblicas. El 25 de Abril se introduca el "numerus clausus" en las escuelas de enseanza secundaria y en la Universidad. Unos das ms tarde aparecan las prohibiciones a los judos alemanes de dedicarse a determinadas profesiones, tales como abogados, periodistas, empleados de banca, y militares. Por otra parte, quedaban excluidos del Servicio Militar. Los judos prominentes -- no todos ellos, pero s la mayora -- emprenden el camino del destierro. En Londres, en Nueva York y en Pars encuentran a compatriotas -- o, si se prefiere, corraciales -- aterrados. Alemania haba sido, hasta entonces, junto con Inglaterra y los Estados Unidos, una de las "tierras de Canaan" preferidas por los judos. No solamente constituan all una colonia numerosa, sino que, adems, eran prcticamente omnipotentes. Sus capitanes de industria llevaban el timn de la industria -- relativamente -- y del comercio y la finanza -absolutamente -- mientras sus profetas fabricaban la opinin de las masas obreras. Alemania era el pas de Rothschild y del Sindicato Rhenano- Westfaliano, uno de los principales financiadores de la Revolucin Rusa, era el pas de Marx, de Engels y de Lasalle. Albert Ballin haba sido el amigo y consejero de Guillermo II, aunque al final, segn la opinin de Hindenburg, le traicionara. Rathenau, el magnate de las industrias elctricas, haba llegado a presidir el destino de una Alemania vencida .Y an haba hecho ms. Haba contribuido poderosamente a la consolidacin del rgimen sovitico en Rusia con la firma del Tratado de Rapallo, verdadera traicin a los intereses, no slo de Alemania, sino de todo el Occidente. Y he aqu que ese pas que se consideraba conquistado por Israel, he aqu que esa fortaleza de Jud, era el teatro de una serie de medidas discriminatorias contra los ciudadanos alemanes de origen racial judo. Evidentemente, para juzgar los hechos hace falta una perspectiva histrica. No es vlido valorar una situacin determinada, acaecida en un determinado pas hace cuarenta y cinco aos, basndonos en los criterios que los mass media han impuesto como "naturales" hogao. Las medidas tomadas por Hitler y su rgimen contra los Judos alemanes podrn ser todo lo aberrantes que quiera. Pero lo que no admite discusin alguna es que, entonces, numerosos pases tomaban medidas similares -- o, en algunos casos, peores -- contra determinados ciudadanos suyos por los motivos ms dispares. As, resulta que en la democrtica Inglaterra, un Rey -- Eduardo VIII -- deba dimitir por pretender casarse con una divorciada. Pero si hubiera sido catlico no hubiera sido, siquiera, coronado monarca. Y no slo discriminaba contra divorciados y catlicos la Corona inglesa; no slo se impeda y se pona trabas al libre ejercicio del derecho al voto -- como se sigue haciendo hoy da -- a los cafenas del Ulster. En todo el Imperio Britnico se ejercan discriminaciones contra millones de sbditos. As, por ejemplo, en el Dominio de Sudfrica, los matrimonios entre miembros de las distintas comunidades blanca, negra e india estaban prohibidos. En la Colonia del frica del Sudoeste, una ley del 18 de Julio de 1934, y que continu en vigor durante casi treinta anos, es decir, hasta mucho despus de la muerte de Hitler, consideraba delito, no ya el matrimonio, sino las relaciones extra-conyugales entre blancos y negros, Imponindoles una pena de cinco aos de crcel o la expulsin del pas. En el Dominio de la India, exista -- y, hasta cierto grado contina existiendo hoy da -- una complicada organizacin de castas; los parias, por ejemplo, tenan escasamente ms derechos que un animal y hasta les estaba vedado cambiar de residencia sin permiso de sus amos. La situacin de estos desgraciados, diez veces ms numerosos que los Judos en Alemania, era infinitamente peor; al fin y al cabo, a parte de estarle vedado el acceso a determinadas profesiones por considerarles extranjeros, los Judos gozaban de los dems derechos, incluidos el de libre desplazamiento. De hecho, lo que deseaban las autoridades alemanas era que migraran fuera del pas. En todas las Colonias de Su Majestad estaba prohibido, por prctica y por ley, el acceso de los nativos a cargos polticos de algn relieve, y en el Dominio del Canad se descriminaba y se continuaba discriminando hasta hace pocos aos, contra la poblacin francfona, a pesar de constituir casi el 40 % de la poblacin. En los Estados Unidos de Amrica, otro bastin de la Democracia, a los indios aborgenes, supervivientes del mayor "genocidio" colectivo del que habla la Historia, se les aparcaba en "reservas", cobrndose una "entrada" a los que deseaban visitar aquel Zoolgico humano. En trece estados del Sur de la Unin estaba prohibido por la Ley el matrimonio entre blancos y negros, a los que incluso se obligaba a viajar en compartimentos reservados y a comer en restaurantes separados. Los negros no podan mandar a sus hijos a las Universidades de los blancos ni podan ser elegidos representantes del Pueblo. Adems, incluso les estaba prohibido, en nueve estados, el ejercicio del derecho al voto. Es ms, en plena "Guerra de la Democracia",

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en Junio de 1944 estall una huelga en el Estado de Ohio porque una fbrica de aereoplanos de doce mil obreros admiti por primen vez, a siete negros. En los trece departamentos franceses de Argelia a los rabes aborgenes les estaba vetado el ejercicio del derecho de voto. No as a los "pied-noirs" blancos y a los judos. En el territorio metropolitano estaba en vigor la llamada "Ley Marchandeau" que prohiba todo ataque especifico contra los judos, de cualquier nacionalidad. Esa era una ley de privilegio, toda vez que la Ley francesa autorizaba cualquier ataque contra cualquier grupo racial, religioso, o nacional determinado. En la llamada -- sin sonrer -- "Democracia" Sovitica, la ley ejerca corta pisas discriminatorias contra ciudadanos en razn de su posicin social o religiosa. Para estudiar determinadas carreras en la Universidad era, -- y contina siendo -- preciso pertenecer al Partido Comunista. Esta medida ya discrimina contra casi el noventa y cinco por ciento de los ciudadanos soviticos. Por otra parte, y sancionadas o no por la Ley, existan numerosas prcticas corrientes en la vida poltica de aqulla singular democracia, no siendo la menor la llamada "Ingeniera Social" consistente en la mutacin forzosa de poblaciones, tal como se hizo con dos millones de ucranianos en 1938 y con medio milln de alemanes del Volga, llevados en condiciones infrahumanas a Siberia, donde desaparecieron sin dejar rastro. El cargo principal que hacan los alemanes a su comunidad juda consista en la actitud de los lderes espirituales de la misma, denigradores de todo le alemn sin excepcin alguna conocida y partidarios de la intangibilidad de Tratado de Versalles. Se quejaban, tambin, los jerarcas nazis, del absoluta mente desproporcionado predominio de los judos en la vida social y poltica de Alemania, de su control total de los partidos Marxistas y de su prepon derancia en las estadsticas de delitos comunes y sociales. El rgimen nacionalsocialista, en fin, abogaba por un estado ario al frente de una nacin aria, entendiendo por "ario" blanco o "indoeuropeo", y no necesariamente nrdico germnico como ha pretendido ex post tacto la propaganda aliadfila para indisponer a los alemanes junto con el resto de europeos. Un judo, era a todos los efectos, considerado, no-alemn, es decir, extranjero, y en todos le pases del mundo se establecen una serie de medidas restrictivas contra los extranjeros. No hay, pues, nada de extraordinario en las medidas excepcionales adopta- das por el Nacional-Socialismo contra los judos alemanes. Medidas, por otra parte, totalmente democrticas, toda vez que la mayora de alemanes que dieron sus votos a Hitler conocan perfectamente -- no podan ignorarlos -- los puntos programticos del joven Partido; concretamente los puntos 4, 5, 6, 8,18 y 23 aducan a la supresin de la influencia juda y de su participacin como co-nacionales en la vida estatal. No vamos a entrar, ahora, en la polmica de si las adjetivadas aprensiones de Hitler sobre los judos eran fundadas o no. En otra obra nos ocupamos de ello (2). Ahora bien, lo que debe forzosamente llamar la atencin es la atona de los mass media de la poca ante discriminaciones flagrantes como las que mencionamos ms arriba; en vez de ocuparse de las discriminaciones raciales y religiosas existentes en el Imperio Britnico, los medios de comunicacin ingleses se preocupaban de la suerte de los Judos alemanes. Los peridicos y emisoras de radio norteamericanas, francesas y rusas no decan nada -- entonces -- de nueve millones de negros, un milln de indios pieles rojas, siete millones de rabes argelinos y docenas de millones de rusos; lo nico que turbaba la buena digestin de sus banquetes democrticos era la situacin de medio milln de judos alemanes los cuales, si no estaban aparcados en reservas y tenan muchos ms derechos reconocidos que un paria, un negro y un sovitico, s podan emigrar a otros pases, vedado esto a decenas de millones de sbditos de pases democrticos, empezando por la democracia sovitica. Que un estado soberano dicte normas excepcionales contra una parte de sus habitantes podr ser -- o parecer -- moral o no. La cuestin no es esa. La cuestin estriba en la legalidad y la legitimidad de tales medidas, que slo discuti la Gran Prensa Mundial cuando el III Reich las aplic contra sus judos, guardando atronador silencio, de momento, sobre sus respectivos casos particulares, actualizando la bblica parbola de la paja y la viga. OFENSIVA DIPLOMTICA DEL SIONISMO CONTRA ALEMANIA El 3 de Abril de 1933, el Canciller del Reich reciba un telegrama concebido en los siguientes trminos: "Los representantes calificados de las organizaciones abajo firmantes declaran al Gobierno del Reich estn decididas a poner en marcha todas las medidas posibles de represalias econmicas y financieras, y especialmente a llevar a cabo y a generalizar el boycot

2 / El Mito de los Seis Millones, Pgs. 17 y 41 y siguiente.

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sistemtico de los productos alemanes, hasta que no se haya devuelto a los Judos de Alemania todas las facilidades, que les han sido arrebatadas, de existencia moral, y no hayan sido restituidos en la integridad de derechos de los dems ciudadanos alemanes." Firmaban el documento, la Liga Internacional contra el Antisemitismo; un titulado Comit de Defensa de los Judos Perseguidos en Alemania; el Comit Francs en Pro del Congreso Mundial Judo y la Asociacin de Antiguos Combatientes Voluntarios Judos. Una observacin: Dejando aparte la Liga Internacional contra el Antisemitismo que, aunque radicada legalmente en Pars puede invocar un carcter supranacional, y el Comit de Defensa de los Judos Perseguidos en Alemania, cuyos miembros eran, en su casi totalidad, de nacionalidad alemana de origen, las otras dos asociaciones eran, indudablemente francesas y, por consiguiente, sometidas a la legislacin francesa. Su telegrama, dirigido a un jefe de estado vecino, oficialmente amigo -- puesto que Francia mantena relaciones diplomticas normales con el III Reich -- y soberano, constitua una flagrante ingerencia en los asuntos internos del mismo. Imaginmonos la barahnda internacional que se hubiera armado entonces si el Canciller Hitler llega a mandar un telegrama al Presidente de la Repblica Francesa -- o si tal telegrama lo hubiera redactado el Jefe de las SA -- anunciando un boycot de los productos franceses en Europa Central por dar acogida en Francia a refugiados judos, enemigos polticos de Alemania. O, dando un salto en el espacio y en el tiempo, si la Reina de Inglaterra -- o el Lord Chambeln de la Orden del Bao -- le mandara un telegrama redactado en parecidos trminos a Brejnev en protesta por el tratamiento dado por los soviticos a la comunidad de musulmanes kirghizes en el Turkestan Ruso. Y otra observacin: esas cuatro organizaciones judas, con su actitud, dan la razn, paradjicamente, al Canciller Hitler y al Profesor Herzl, quien afirmaba que un judo, independientemente de su lugar de nacimiento, era siempre judo; por encima de todo, judo. Esa solidaridad juda no tiene parangn en el mundo. Inglaterra ha tenido -- y tiene -- diferencias con los irlandeses, pero nunca la comunidad irlandesa de los Estados Unidos, numricamente tan importante como toda la Judera mundial, ha amenazado con boycots al Imperio Britnico, ni siquiera ha intervenido en un plan formal, limitando su accin a enviar medicamentos y alimentos, en contadas ocasiones. Los Estados Unidos han tenido problemas con las -- ms o menos -- "hispnicas" Cuba, Puerto Rico y Mxico, sin problemas con Espaa. Nunca una minora halgena, a lo largo y ancho de toda la historia del Mundo ha creado tantos problemas a los ms diversos pases con su sentido de la cohesin y la solidaridad racial que hace caso omiso de las fronteras y las nacionalidades oficiales. En Agosto de 1933, se reuna en Praga el Congreso de Organizaciones Sionistas Mundiales, que se irrogaba, con razn o sin ella, la representatividad de siete millones de judos esparcidos por todo el mundo, fieles todos ellos al ideario sionista. Este Congreso pide a Inglaterra que facilite la inmigracin de tres millones de judos a Palestina, entonces Mandato Britnico. El Gobierno Britnico, no se da por aludido; es ms, pese a mantener inhabitados y hasta inexplorados inmensos territorios de su Imperio, ni siquiera ofrece una solucin de recambio a los sionistas. El Congreso Mundial Judo aprovecha, tambin, la oportunidad para lanzar una violenta diatriba contra Hitler, que tampoco se da por aludido ni siquiera presenta una protesta diplomtica formal ante el Gobierno Checoeslovaco, lo que hubiera estado perfectamente justificado. A principios de 1934, en Nueva York, Samuel Untermeyer crea un organismo supranacional denominado "Boycot Internacional contra los Productos Alemanes", que empieza a actuar con notable eficacia. El sionista Untermeyer afirmaba representar a ms de dos docenas de asociaciones judas de veintisiete naciones, cuyos miembros totalizaban ocho millones. El tal Untermeyer se movi, durante aos, a travs de ms de medio mundo; con discrecin en algunos pases, sin ella en otros, como en Inglaterra, Francia y los Estados Unidos. El Gobierno Alemn hubiera estado en su perfecto derecho al presentar notas de protesta diplomtica, pero no lo hizo. Casi simultneamente, la titulada "Conferencia Nacional de Judos y Cristianos", reunida en Nueva York bajo la doble presidencia del Gentil Carlton J. Hayes y del Judio Roger W. Strauss, organizaba un boycot contra las lneas martimas y compaas de viajes alemanas, as como un comit para "vigilar las actividades de los norteamericanos de origen alemn en los Estados Unidos." Las declaraciones de personajes judos de autntico rango y representatividad, en contra de Alemania y su rgimen son innumerables. El Rabino Stephen Wise, sionista y miembro del "Brains Trust" del Presidente Roosevelt, manifest, el 8 de Mayo de 1933: "Soy partidario de la Guerra Santa contra Hitler. Quiero la Guerra!" (3). Similares declaraciones, aunque ms veladas en la forma, hacen personalidades del relieve de Louis D. Brandis, Presidente del Tribunal Supremo de los Estados Unidos; Bernard Mannes

3 / Edward Edmondsson: I Testify, pg 195.

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Baruch, el llamado "Procnsul de Jud en Amrica", hombre que, aunque nunca fue votado por el pueblo Norteamericano, tuvo un poder omnmodo, siendo sucesivamente "Consejero" de los Presidentes Woodrow Wilson, Hoover, Roosevelt, Truman y Eisenhower; Flix Frankfurter, Ministro de Justicia y Henri Morgenthau, Jr., Secretario del Tesoro (Ministro de Hacienda) y Samuel Rosenman, el redac- tor de los discursos del Presidente Roosevelt. Morgenthau tuvo la franqueza de declarar la guerra a Hitler, incluso antes de que las medidas discriminatorias del Nacional-Socialismo contra el Judasmo alemn se hicieran pblicas: "Los Estados Unidos han entrado en la fase de la Segunda Guerra Mundial" (4). En Francia, los emigrados Judos tambin alborotan lo suyo, desde escritorzuelos como Remarque y Arnold Zweig hasta autores de categora, como Thomas Mann, pasando por cientficos de innegable relieve, como Albert Einstein. Victor Basch, un hebreo de nacionalidad francesa, que ostenta la presidencia de la "Liga Mundial de la Paz", organizacin criptocomunista, insulta groseramente a Hitler y le vaticina que, lo quiera o no, tendr una guerra antes de cinco aos. Basch, ciudadano francs, est cometiendo un delito de acuerdo con el Cdigo Penal del pas en que reside, al insultar a un jefe de Estado extranjero con el que su (su?) patria man- tiene relaciones diplomticas normales. Pero la Justicia Francesa le deja tranquilo. La Embajada Alemana se limita a cursar una protesta formal a la que el Quai d' Orsay ni se digna contestar. En Inglaterra, el Capitn Sean, un judo, arranca la corona que un emisario de Hitler ha colocado en el monumento a los muertos en la Primera Guerra Mundial, y la arroja al Tamesis. De acuerdo con el Cdigo Civil, el Penal y el de Justicia Militar vigentes en el Reino Unido en aqul entonces, a ese Capitn le correspondan, como mnimo, seis meses de arresto. En lugar de ello, unos das despus logra un ascenso en el escalafn. Es Ministro de la Guerra del Imperio Hore Belisha, un judo; el primero de su raza que logra alcanzar tal rango. Las provocaciones son constantes y, por lo que atae a la comunidad juda de Alemania, no sirven ms que para agravar su situacin. Los nazis en efecto, afirman que, tal como aseguraba Herzl, el padre del Sionismo moderno, e infinidad de prohombres de su raza, el judo es, antes que nada y por encima de todo, judo, independientemente de su nacionalidad de pasaporte. Se comprenden las protestas de los judos alemanes contra el Nazismo; puede, hilando muy delgado, admitirse una corriente de simpata de los judos del resto del mundo hacia los judos alemanes y, por va de consecuencia, de antipata, contra el gobierno legal de Alemania. Pero lo que no puede admitirse, desde el punto de vista de un patriota holands belga, francs, ingls o turco, es que un conciudadano suyo, por el mero hecho de pertenecer a la comunidad juda, pretenda involucrar a su patria oficial en sus querellas supra-nacionales con otro pas. He aqu el quid de la cuestin: Segn Hitler y segn Herzl, segn Goebbels y segn Chaim Weizzmann, un judo es antes judo que alemn. Hitler y Goebbels no lo pueden tolerar en Alemania, y, aprobados por la mayora democrtica de su pueblo, deciden colocarles en el lugar que, a su juicio les corresponde: el de extranjeros, a los cuales les est vedado el acceso a determinados cargos y empleos, aunque, paralelamente, tampoco se les exija -- como extranjeros -- la contraprestacin de determinadas obligaciones como el servicio militar. Y los judos del mundo entero, al reaccionar con tal vehemencia y unanimidad, parecen darle la razn al Fhrer y no hacen ms que agravar el caso de los judos residentes en Alemania. INTENSIFICACIN DE LA OFENSIVA SIONISTA Y PRESIN SOBRE VARIOS GOBIERNOS. El infatigable Samuel Untermeyer convoc, en Holanda, otra "Conferencia Juda Internacional del Boycot contra Alemania", el 7 de Agosto de 1933, desde las antenas de la emisora de radio W.A.B.C. en su calidad de Presidente de la "Federacin Mundial Econmica Juda" Untermeyer declaraba, en nombre de los organismos que representaba, la guerra a Alemania. As de concreto: una guerra econmica, diplomtica e ideolgica, pero guerra al fin. Unas semanas despus, fundaba la titulada "Non-Sectarian Boycot League of America", cuya finalidad consista en vigilar a los ciudadanos norteamericanos que comerciaban con Alemania, con objeto de intimidarles mediante medidas econmicas y de presin social. En Enero de 1934, Wladimir Jabotinsky, fundador del Movimiento Sionista Revisionista Polaco, escriba en la revista "Nacha Recht":

4 / Portland Journal, 12-11-1933.

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" La lucha contra Alemania ha sido llevada a cabo desde hace varios meses por cada comunidad, conferencia y organizacin comercial Juda en todo el mundo. Vamos a desencadenar una guerra espiritual y material en todo el mundo contra Alemania". Se trata de una confesin de talla, hecha por una figura poltica de talla, al menos en el mundillo poltico Judo. En el curso de 1934 se intensific la ofensiva sionista contra Alemania. Esta ofensiva era multilateral, abarcando las ms variadas facetas. Desde la elaboracin de listas negras de empresas que trabajaban con Alemania, hasta el boycot contra la participacin de un equipo de atletas alemanes en un torneo londinense (5). David A. Brown (a) Braunstein, Presidente de la "United Jewish Campaign" en los Estados Unidos dijo al escritor Edmondsson: "Los Judos vamos a hacer la guerra sin cuartel a Alemania" (6). En Inglaterra se cre un "Consejo Representativo Judo para el Boycot de los Bienes y Servicios Alemanes". Ese organismo tena por misin hacer el vaco comercial a las firmas inglesas que, a pesar de todos los obstaculos, seguan trabajando con el Reich. Por otra parte, dos prohombres judeo-britnicos. Lord Melchett, Presidente del mastodntico trust "Imperial Chemical Industries", y Lord Nathan, fundaban un "Joint Council of Trades and Industries", cuya finalidad era extender a todo el mundo las mismas actividades que en un mbito puramente Ingls llevaba a cabo el ya mencionado "Consejo Representativo Judo". Tambin apareci una "Women's Shoppers League", que boycoteaba los productos agrcolas alemanes, y un "British Boycot Organization", fundada por el israelita Capitn Webber, que pretenda organizar una guerra econmica antialemana en pases en que predominaba la influencia poltica inglesa. La influencia Juda tambin se manifestaba en la forma de presiones a Los gobiernos democrticos occidentales. Esa influencia, derivada del prepotente podero econmico y financiero de las respectivas comunidades judas explica decisiones tan incomprensibles como la tomada por el Gobierno Britnico, al enviar a tomar parte en las negociaciones financieras anglo-alemanas, celebradas en Berln en Noviembre de 1934, al judo S. D. Waley. Se objetar, no sin razn, que un gobierno soberano, en ese caso el gobierno ingls, est en su perfecto derecho de mandar al extranjero, representantes suyos, a miembros de las razas o religiones que considere oportuno. Nadie podr discutir ese derecho. Ahora bien: lo que es discutible, empezando por el punto de vista del propio inters ingls y siguiendo por el de la cortesa, es la procedencia de mandar a Waley, un sionista notorio, a discutir con los jerarcas nazis. Es como si, en la actualidad, el gobierno norteamericano mandara de embajador en la Arabia Saudita a un rabino, o de cnsul en Hiroshima al piloto del avin que arroj sobre aqulla ciudad la primera bomba atmica. rabes y japoneses tomaran tales nombramientos como calculados bofetones diplomticos, y nadie podra culparles por ello. En Abril de 1934, Herbert Morrisson, Alcalde de Londres y Lder del Partido Laborista, habl en un mitin celebrado para recaudar fondos para el "Jewish Representative Council for Boycot of German Goods and Services". Dijo: "Es un deber de todos los ciudadanos britnicos amantes de la Libertad boycotear los bienes y servicios alemanes". Bella leccin de amistad nacional....! La poltica inglesa nunca fue simple. Hyppolite Taine deca que no es "una teora de gabinete aplicable instantneamente a la prctica, enteramente y de un slo golpe, sino ms bien un asunto de tacto en el que se debe proceder solamente a base de moratorias, transacciones y compromisos. (7) Pero raramente fue esa poltica tan compleja y desconcertante, para un observador superficial, como en el curso de los aos 1933 a 1939. En ese perodo todo son manifestaciones contradictorias, giros copernicanos, sbitos accesos de fiebre que siguen a momentos de depresin o de inmovilidad total. Si se quiere comprender algo, si se quiere desentraar el misterio de esa inslita curva de temperatura, es preciso entrar en el detalle de las cosas. As, por ejemplo, en el seno de la entonces todopoderosa City -- la clebre milla cuadrada que contiene a los bancos, compaas de seguros y financieras y grandes empresas navieras del Imperio -- confluyen dos corrientes: una, pacifista, la otra belicista. A la cabeza de las grandes sociedades haban ingleses. Haban tambin y sobre todo, muchos judos. Los Rothschild, los Lazard, los Sassoon, los Hambro, los Mosenthal, los5 / or aquella poca, Arnold S. Leese, escritor y poltico Ingls quiso organizar un boicot contra los productos Judos.

Fui procesado y condenado a la crcel por libelo sedicioso y calumnia (N. del A.).6 / Robert E. Edmondsson: I Testify. 7 / Hyppolite Taine: Notes sur l' Angleterre.

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Bergson, los Lewis, los Hess, los Neumann, los Sieff, los Isaacs, y mil ms, pues slo hemos citado unos nombres al azar. Enumerar a todos los grandes financieros de la City en aqulla poca exigira pginas y ms pginas, y si se pretendiera inscribir, frente a cada nombre, los consejos de administracin a que pertenece el interesado, preciso sera redactar un libro. Champeaux, documentadsimo publicista francs, cita el caso de Issac Lewis, que no figuraba entre los cincuenta Judos ms ricos de Inglaterra, eI cual formaba parte de veintids consejos de administracin de bancos, navieras, minas de oro y de diamantes, empresas exportadoras y destileras de alcohol, ubicadas en Inglaterra y media docena de colonias y dominios (8). La importancia de los judos en la City est, por otra parte, corroborada por el lugar que ocupan en la sociedad. Empezando por Lord Rothschild, y continuando por Lord Reading (Rufus Isaacs), Lord Burnham (Levy- Lawson), Lord Melchett (Alfred Mond), Lord Astor, Lord Goschen, Lord Swaythling (Samuel Montagu), Lord Wandworth (Sydney Stern), Lord Michelham (Herbert Stern), Lord Montefiore y terminando por la legin de judos y Judas emparentados con miembros de la ms rancia nobleza britnica, pasando por el centenar largo de judos que tenan, entonces, derecho a usar el ttulo de " Sir " (9). Los judos ocupan puestos polticos muy importantes. En 1867, Disraeli, al que luego se dara el ttulo de Lord Beaconsfield, fue el primer judo que alcanz la Jefatura de un gobierno europeo, y desde entonces una infinidad de Judos han sido ministros, embajadores, virreyes y miembros del llamado "Consejo Privado", que diriga, hasta 1939, la alta poltica inglesa, por encima del "democrtico" Parlamento. Un hebreo originario de Alemania, Ernest Cassel, haba sido el hombre de confianza de Eduardo VII y su nieta se cas con Lord Louis Mountbatten, sobrino del Rey. Si, desde 1933 hasta 1939 se observa como una irresolucin, unas dudas crnicas en la poltica de los gabinetes conservadores, ser preciso tener muy en cuenta que la City -- de la cual los gobiernos no son ms que el instrumento -- se halla dividida. Los ingleses autnticos, los anglosajones, son pacifistas a cualquier precio, Los judos ingleses admiten la idea de la guerra contra Hitler y muchos de ellos -- los ms prominentes, precisamente -- consideran necesaria. La historia de los gobiernos britnicos, desde 1933 hasta 1940, es la historia de la lucha de la influencia inglesa y la influencia juda. Esta lucha terminar con la destitucin prctica de Sir Neville Chamberlain, y su substitucin por Churchill, el campen del clan belicista. Si, en 1934-35, gobiernan los conservadores, entre los que predomina eI elemento puramente anglosajn, con Chamberlain, Sir Samuel Hoare, Runciman, Butler y Sir John Simon a la cabeza, la oposicin, por su parte se compone de los liberales, seguidores de Lloyd George, y de los laboristas. Estos profesan un odio mortal a los regmenes totalitarios, cuya eliminacin de la faz del mundo exigen. Aqullos han incorporado a su programa los rencores de Lloyd George, el viejo abogado del Movimiento Sionista de Inglaterra. Por otra parte, Lloyd George debe actuar como lo exige la regla no escrita de la Democracia Moderna: si el Gobierno fuera belicista, l le reprochara su imprudencia; como piensa, por el momento, exclusivamente en Ingles, y el pacifista, deber reprocharle su tibieza. A estos dos elementos fundamentales de la Oposicin se ha aadido, poco a poco, el elemento llamado "joven conservador", que exhibe unas ideas "avanzadas" en poltica exterior. Los jvenes conservadores estn tan convencidos como los viejos de la necesidad de "conservar" sus privilegios de clase, que consideran intangibles. Pero en lo tocante a poltica exterior, flirtean a menudo con los laboristas. Los jvenes conservadores son "antifascistas". El ms inquieto de esos Jvenes es Anthony Edn, sptimo barn de este nombre, y casado con una hija de Sir Gervase Beckett, miembro del consejo de Administracin de la "Westminster Bank", y hermano del Presi- dente de ese mismo banco, Rupert Beckett. Junto a l, algo menos joven est Winston Churchill, hombre verstil, que, en esa poca, es anticomunista, pero tambin antinazi, aunque en 1936, con ocasin de la Guerra de Espaa se volver pronazi, escribiendo, en sus libros Step by Step y Great Contemporaries, frases muy laudatorias sobre Mussolini y Hitler. *** El clan belicista -- con ese nombre se le denomina corrientemente -- influye poderosamente en las Trade Unions, los sindicatos ingleses. El problema Italo-etope les facilita una excusa para intervenir en poltica exterior, algo que, en teora, le est vedado a un8 / Georges Champeaux: La Croisade des Dmocraties, pg 38. 9 / En la Actualidad pasan de docientos.

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movimiento obrerista. El 3 de Septiembre de 1934, las Trade Unions celebran su Congreso Nacional en Margate, y su Secretario General, el hebreo Sir Walter Citrine, manifiesta inslitamente: "Para detener la agresin italiana contra Etiopa no hay otra salida que las sanciones, aunque stas lleven en s mismas el germen de la guerra". Cuando la ovacin termina, aade: "Esas sanciones debern ser igualmente aplicadas contra la Alemania de Hitler". Hitler responde, desde Berln, que los sindicalistas ingleses ocuparan mejor su tiempo si lo emplearan en solucionar los problemas de los afiliados a sus propios sindicatos. El clan belicista acta diligentemente en las colonias y dominios del Imperio Britnico. As, por ejemplo, el General Smuts, Presidente de la Unin Sudafricana, manifest en un discurso pronunciado en Capetown el 18 de Abril de 1934 que "...el mundo no puede permitir que el judo sea considerado un ciudadano de segunda fila". Es curioso que nadie parezca darse cuenta, en todo el Imperio, que, en el momento en que el General-Presiden Smuts pronuncia esa frase, en su propio pas, la Unin Sudafricana quince millones de negros y tres millones de indios son, efectivamente, ciudadanos de segunda fila" puesto que, al Igual que los Judos en Alemania, no se les permite ocupar ciertos cargos en la Administracin y en la vida del pas, ni votar ni ser elegidos. A indios y negros no se les permite convivir con los blancos en restaurantes, autobuses ni lugares pblicos, algo que no les est vedado a los Judos alemanes por el momento. No estamos haciendo una crtica del Apartheid; nos limitamos a dejar constancia de un hecho. El hecho de que para Smuts los problemas domsticos de Alemania son ms importantes que los de la Unin Sudafricana. El rgano oficial de la Judera Inglesa, Jewish Chronicle, al redactar una gacetilla obituaria sobre Jacob E. Marcovitch, un correligionario que es el "patrn" de los mas importantes peridicos egipcios, hace esta estupenda confesin de parte: "El difunto Marcovitch convirti a toda la prensa egipcia en un verdadero campo de batalla contra el hitlerismo" (10). Algo similar ocurre en el Canad y Australia, donde las influyentes co- munidades Judas locales, apoyadas por Londres, agitan en contra de Ale- mania. Pero esto no es nada comparado con lo que ocurre en los Estados Unidos. Roosevelt, que acaba de ganar las elecciones a la Presidencia, se Rodea de un "Brains Trust" cuya obsesin, ms que preocuparse por los Estados Unidos, consiste en atacar al rgimen que gobierna en Alemania. Este "Brains Trust", o Trust de los Cerebros, es un conglomerado de hom- res de confianza del Presidente, que los ha nombrado a dedo. Ninguno de ellos ha sido elegido por el Pueblo Americano, pero tiene ms influencia que cualquier alto funcionario legal. Este es un hecho que es intil sbrayar, por sabido. He aqu los miembros de este inslito arepago: Fiorello La Guardia, alcalde de Nueva York; Herbert Lehmann, Senador del Estado Nueva York; Henry Morgenthau, Jr., Secretario del Tesoro; Harold J. Ickes, Secretario del Interior; el Juez Louis Dembitz Brandis; el profesor Flix Frankfurter, Presidente del Tribunal Supremo; Samuel Rosenmann, que escriba los discursos presidenciales; el omnipotente Bernard Mannes Baruch, titulado "Asesor Especial de la Presidencia"; Jerome N. Frank; Mordekai Ezekiel; Donaid Richberg, de la Comisin de Inmigracin; Ben Cohen; David Lilienthal; Nathan Margold; Isador Lubin; Gerald Swoope, prominente banquero; David K. Niles; el Juez Cardozo, del Tribunal Supremo; Joseph E. Davies, que sera Embajador en Mosc y Lewis L. Strauss. Todos estos individuos eran judos y sionistas. Entre los Gentiles del "Brains Trust formaban Miss Frances Perkins, simpatizante del Partido Comunista y, durante unos meses, Secretario de Trabajo; el General Hugh S. Johnson, vinculado a la Alta Banca; el secretario de estado, Cordell Hull (casado con la hermana del multimillonario judo Julius Witz) y Harry Hopkins (11) Secretario de Comercio. Precisamente a propuesta de Hopkins ingresaron en 1936 en el Brains Trust Tom Corcoran, un aventurero irlands, de psimos antecedentes; Maurice Karp, un multimillonario judo, fabricante de armamentos y hermano de la esposa del famoso Ministro de Stalin, Molotoff; Samuel D Dikcstein y su correligionario Samuel Untermeyer, el sionista que presida la "Federacin Mundial Econmica Juda", al que ya hemos aludido en ms de una ocasin. El Brains Trust ejerca una influencia considerable, ya directamente, prevalindose de la posicin individual de sus hombres y de las Fuerzas Polticas y Sociales que stos representaban, ya indirectamente, presinanado sobre el Presidente Roosevelt. Pero, quin era Roosevelt?. Segn investigaciones del Doctor Laughlin, del Instituto Carnegie, Franklin Delano Roosevelt perteneca a la sptima generacin del hebreo Martenszen Van Roosevelt, expulsado de Espaa en 1620 y refugiado en Holanda, de donde emigr, en 1650 o 1651, a las colonias10 / Jewish Chronicle, Londres, 22-11-1935. 11 / Segn el James True Industrial Control Report " (National Press Bldg., 21- XII-1935, Hopkins es parcialmente

Judo y debe su formacin poltica a las enseanzas del profesor, el judo Steiner. (N.del A.)

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inglesas de Amrica. El publicista judo Abraham Slomovitz public en el Detroit Jewish Chronicle que los antepasados judos residan en Espaa en el siglo XVI y se apellidaban Rosacampo. La familia Rosacampo -- Van Roosenvelt -- Roosevelt slo se mezcl, desde su llegada a Amrica con Jacobs, Isaacs, Abrahams y Samuels (12). Cuando muri la madre del Presidente Sarah Delano, el peridico " Washington Star "public un artculo sobre las actividades de la familia Roosevelt desde su llegada a Amrica, que coin- cida plenamente con los testimonios que acabamos de citar. El muy acre- ditado y filosemita New York Times recoga unas manifestaciones (13) de Roosevelt en las que reconoca su origen hebreo. A mayor abundancia de detalles, la esposa del Presidente, Eleanor Roosevelt, prima suya, era igualmente juda y fervorosa sionista, tal como proclam ella misma en in- finidad de ocasiones. Y si Roosevelt, de origen judo y asesorado por judos, dependa, en ltima instancia, del Money Power -- el Poder del Dinero -- representado por banqueros como Warburg, Kuhn, Loeb, Otto H. Kahn y Rockefeller, tambin directamente dependa de los hombres y las Fuerzas que haban financiado su aparatosa campaa electoral. El documentadsimo Henry Coston los menciona: Bernard Mannes Baruch -- decididamente omnipresente -- y su hermano Hermann; William Randolph Hearts (Hirech) el magnate de la Prensa; los banqueros Guggenheim y Vanderbitl; los hermanos Percy y Jesse Strauss, de los mastodnticos almacenes Macy's; Joseph E. Davies, de la General Motors; Joseph P. Kennedy; la United States Steel; la familia Morgenthau; los prohombres sionistas Untermeyer y John J. Raskob; Morton L. Schwartz; Averell Harrimann y la R.J. Reynolds Tobacco. Exceptuando al irlands Kennedy y -parcialmente -- a la R. J. Reynolds Tobacco, los dems Individuos y entidades citados son Judos. Entre los financiadores de menor cuanta la proporcin de Judos, especialmente sionistas, era abrumadora. (14) La presin que el Gobierno Americano ejerci sobre Alemania fue, desde el primer da, agobiante. Esto se manifest en mil detalles de la vida cotidiana, a parte de la tolerancia oficial con los organismos de boycot ant- alemn en suelo norteamericano, a pesar de que stos, con su actitud, infringan la ley del pas. Como detalle revelador de esta actitud debemos mencionar el incidente del "Bremen". El 27 de Julio de 1935, este paquebote alemn, amarrado en la rada de Nueva York, no pudo desembarcar a sus pasajeros en vista de la actitud hostil de un millar de sionistas. Cuando el "Bremen" se dispona a partir, algunos manifestantes lograron subir al barco, por la parte de proa y, arrancando la bandera con la cruz gamada, la arrojaron al ro Hudson. A consecuencia de este incidente, cinco personas fueron procesadas. El Juez Brodsky, Judo, les declar absueltos. He aqu algunos de los considerandos de la inslita sentencia: "Es muy posible que los acusados hayan arrancado la cruz gamada porque estimarn, con razn o sin ella, que este emblema simboliza todo lo que es contrario a los ideales americanos, cual son la libertad y el derecho a la vida". " Es muy posible, tambin, que los acusados, con razn o sin ella, hayan atribudo a ese emblema el simbolismo del pabelln de un barco de piratas navegando audazmente en el puerto de una nacin a la que acaban de hundir uno de sus barcos." Por otra parte, no est demostrado que esta manifestacin puede ser considerada ilegal, pues el derecho a discutir libremente y pblicamente asuntos que incumbieran a sus intereses fue reconocido por la Petition of Rights y por el Bill of Rights que constituyen los fundamentos de la Constitucin Inglesa, sobre la cual se fundamenta la nuestra." No consideramos til aadir comentario alguno. Nos permitimos invitar al lector amigo a releer un par de veces este texto inslito. Para nosotros, esta sentencia, sencillamente, no es terrestre. El Embajador de Alemania, Herr Luther, protest oficialmente ante Cordel Hull, Secretario de Estado, por insultos al emblema nacional socialista. Las excusas de Hull, que subray que el Juez Brodsky no era portavoz del Gobierno Norteamericano, parecieron dar por concluido el Incidente. Pero, en realidad, slo lo parecieron. La sentencia del Juez Brodsky es del da 6 de Septiembre. Las excusas de Cordell Hull son del 16. Pero, tres das antes de tales excusas, Hull haba dado un paso de la mxima trascendncia, y en sentido diametralmente opuesto. El da 13 de Septiembre Luther haba sido informado por Hull que, a partir del da 1512 / Roben E. Edmondsson: I Testify. 13 / TThe New York Times, 4-III-1935. 14 / Henry Coston: La Haute Banque et les Trusts

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de Octubre, las importaciones alemanas pagaran unos derechos de Aduanas sesenta por ciento ms elevados. Los medios industriales y comerciantes de los Estados Unidos haban aprobado esta medida. No olvidemos que Amrica estaba an, bajo los efectos de la crisis de 1929, iniciada precisamente en la Bolsa de valores de Nueva York, que haba colocado al pas al borde de la ruina y el colapso econmicos. El Big Business norteamericano vea en una "Gran Cruzada Democrtica" contra los fascismos autrquicos europeos una posible salida a sus problemas econmico-financieros. La guerra acelerara el ritmo de la mquina que, desde 1929, funcionaba con lentitud. La guerra aduanera -- que, como ya hemos mencionado -- completaba oficialmente las medidas tomadas privadamente por organismos tales como la "Federacin Mundial Econmica Juda", poda ser el primer paso. El segundo paso lo constituy la dimisin de George Peek, Consejero Especial de Roosevelt para el comercio con el Extranjero. En los ltimos meses de 1934 haba iniciado gestiones para la conclusin de un acuerdo de trueque con el III Reich. Se trataba del barter (intercambio) de algodn norteamericano contra productos qumicos alemanes. Cordell Hull se haba opuesto al proyecto. Peek, sostenido por un sector de la industria americana, esperaba lograr sus propsitos, pero el da 31 de Octubre Bernard M. Baruch haca unas declaraciones a la prensa afirmando que Peek ya no gozaba de la confianza del Presidente, y tres das despus deba dimitir. Los belicistas haban conseguido marcar un tanto importante. LA POLITICA EXTERIOR DE HITLER La mayora del electorado alemn que dio sus votos a Hitler conoca perfectamente los puntos programticos de su Partido. En lo que atae a la poltica exterior, se trataba de borrar las secuelas del Tratado de Versalles que en Alemania todos -- y no slo los nazis -denominaban el "Diktat". Hitler, en realidad, se apoyaba en los trminos del propio Tratado. Por ejemplo, la clusula relativa al Desarme, que haba sido impuesta por el Presidente norteamericano, Woodrow Wilson, y que obligaba a todos los signatarios del Pacto, y no slo a los vencidos alemanes. En la Conferencia de desarme, el Delegado alemn aprueba sin reservas el Plan Mac Dnald, presentado por la Delegacin Inglesa. He aqu la substancia de ese Plan: Alemania tendr el derecho a duplicar los efectivos de la Reichswehr, que pasar, as, de 100.000 a 200.000 hombres. Francia ser invitada a rebajar sus efectivos millitares hasta la misma cifra de 200.000 soldados. Pero a esos 200.000 hombres para la defensa de su metrpoli, Francia podr agregar otros 200.000 para la defensa de su Imperio. A Italia se le reconoce el derecho a un ejrcito de 200.000 hombres ms otros 50.000 para sus colonias. Polonia -- cuya poblacin es inferior a la alemana en un 50 por ciento -- tendr, Igualmente, derecho a un ejrcito de 200.000 hombres. Checoslovaquia 100.000 y la Unin Sovitica, 500.000. Adicionando las fuerzas de Francia y sus aliados en Europa, es decir, Polonia, Blgica, Rumania, Checoslovaquia y Yugeslavia, se llega a un total de ms de un milln de hombres, opuestos a los 200,000 de la Reichswehr, o nueva Wehrmacht. Esta disparidad se ver an ms acentuada por el hecho de que Alemania continuar, de momento, sin derecho a poseer una aviacin de combate, mientras a Francia se le autorizan 500 aviones, a Polonia 200, a Blgica 150 y a la llamada "Pequea Entente", liada por un pacto militar con Francia (Checoslovaquia, Yugeslavia y Rumania) nada menos que 550. Este plan deber realizarse por etapas, durante un perodo de cinco aos. Inglaterra, la promotora del Plan, se reserva, como es lgico, la parte del len. Un ejrcito de 300.000 hombres para su metrpoli y de 600.000 para el Imperio. Naturalmente, los ejrcitos Imperiales de los Dominios, tales como Australia, Nueva Zelanda, Canad, Sudfrica y la India, no estn incluidos en el Plan. No obstante, el Plan MacDonaId recibe el beneplcito general. Se acuerda que, una vez llevado a la prctica, al cabo de cinco aos, volver a estudiarse con objeto de proseguir, en una segunda etapa, el camino hacia el desarma general. En un discurso pronunciado ante el Reichstag, Hitler da su acuerdo al Plan MacDonaId, pero formula una advertencia: "Si la demanda de Alemania relativa a la igualdad de trato con las otras naciones, y concretamente, en el caso que nos ocupa, en el plano de los armamentos, no fuera satisfecha, preferira retirarse de la Conferencia del Desarme y de la Sociedad de Naciones". En una palabra: el Fhrer aceptaba el Plan de Desarme ingls, como un primer paso hacia la igualdad militar entre los grandes pases de Europa. El propio Plan MacDonaId prevea una

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segunda etapa hacia esa igualdad, al cabo de cinco aos. El discurso hitleriano tuvo un efecto afortunado: sugiri a Mussolini y al Embajador de Francia en Roma, Henry de Jouvenel, la firma de un Pacto de los Cuatro (Italia, Francia, Inglaterra y Alemania) susceptible, por la solidaridad de las cuatro potencias, de "afirmar su confianza en la Paz". La idea era buena. El Pacto fue firmado por los representantes de los cuatro pases en el Palazzo Venezia, pero, desgraciadamente, tal Pacto nunca fu ratificado, por la oposicin que encontr en los Parlamentos ingls y Francs. El clan belicista de Pars, an ms activo que el de Londres en esta ocasin, logr impedir que el Pacto se ratificara, y, en consecuencia, nunca lleg a entrar en vigor. No fue slo en la Asamblea Nacional donde se boicote el Pacto de los Cuatro. El propio delegado francs en la Conferencia del Desarme, Paul Boncour, fue el mximo adalid en contra del mismo, al torpedear el Plan MacDonaId, al que, en un principio, se haba adherido Francia. Paul-Boncour exigi que, antes de firmarse el acuerdo sobre el Desarme, se estudiara el control que se ejercera sobre Alemania. Nadolny, el delegado alemn, repuso que slo estara de acuerdo si tambin se estudiara un control igual sobre todos los consignatarios del Tratado, y, especialmente, Francia. No hubo acuerdo y Sir John Simn, Jefe de la Delegacin Britnica, inform Nadolny, de la Delegacin Alemana, de "la imposibilidad de admitir un rearme de Alemania y de la necesidad de hacer pasar el funcionamiento del control por un perodo de ensayo". Ese perodo de ensayo, adems, no se fijaba, ni en su inicio, ni en su duracin. Por otra parte, no se deca una palabra ms del Plan MacDonaId ni del desarme de los dems pases. En otras palabras, a pesar de haberse comprometido a desarmarse todos los consignatarios del Tratado de Versalles, los antiguos vencedores (los Aliados) se negaban a hacerlo; adems pretendan que Alemania continuara indefinidamente desarmada y queran controlarlo. Esto era una clara violacin de los trminos del Tratado de Versalles y, en la prctica completamente imposible. Ningn estado soberano del mundo aceptar jams permanecer desarmado, rodeado por un anillo de estados hostiles que, a su ve se arman cuanto quieren. Francia tena un tratado de asistencia militar recproca con los pases de la pequea Entente y otro con Polonia. Tropas "irregulares, polacas e incluso lituanas violaban constantemente las fronteras del Reich. Tales violaciones no eran platnicas, sino sumamente prcticas. En 1921, por ejemplo, las tropas "irregulares" de Korfanty modificaron la frontera germano-polaca en Alta Silesia, ocupando dos mil kilmetros cuadrados de territorio, a pesar de que el plebiscito haba mostrado claramente la voluntad de la mayora de la poblacin de continuar perteneciendo a Alemania, y no a Polonia. Korfanty, con las fuerzas que le seguan, logr que aqul territorio pasara bajo dominio polaco, pese a las no demasiado enrgicas protestas de la Comisin Aliada de Control, que toler, "de facto", el desafuero (15). La respuesta del Gobierno Alemn no se hizo esperar. Dos das despus de la negativa de Sir John Simn, prcticamente forzada por la actitud de la Delegacin Francesa en la Conferencia del Desarme, Alemania anunciaba que se retiraba, simultneamente, de la citada Conferencia y de la Sociedad de Naciones. Aquella noche, Hitler pronuncia un largo discurso transmitido por radio para justificar su decisin. He aqu el fragmento que consideramos esencial: "Se ha dicho que el pueblo y el gobierno alemanes han pedido que se les deje poseer un ejrcito ms numeroso y fuerte: es absolutamente falso. Hemos pedido solamente la igualdad de derechos. Si el mundo decide destruir las armas, hasta la ltima ametralladora, estamos dispuestos a suscribir a un tal acuerdo. Si el mundo decide que ciertas armas deben ser destruidas, estamos dispuestos a renunciar a ellas. Pero si el mundo concede a cada pueblo eI uso de ciertas armas, nosotros no estamos dispuestos a dejarnos excluir de su empleo, como si furamos un pueblo de segunda fila. "Estamos dispuestos a tomar parte en todas las conferencias; estamos dispuestos a suscribir a todas las convenciones, pero slo a condicin de gozar de derechos iguales a los de los dems pueblos. Como hombre privado, nunca me he impuesto a una sociedad que no deseaba mi presencia o que me consideraba como un inferior. Nunca he obligado a nadie a recibirme y el pueblo alemn no tiene menos dignidad que yo. O bien dispondremos de derechos iguales a los de los dems pueblos, o bien el mundo no volver a vernos en ninguna conferencia. "Ser organizado un plebiscito para que cada ciudadano alemn pueda decir si tengo razn o si me desaprueba.''

15 / British Encyclopedia, Tomo XIII, pg. 475.

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Como se ve, Hitler no pide otra cosa que la Igualdad de Derechos. Se lo pide a los representantes de unos gobiernos democrticos, para los que la "Igualdad", al mismo ttulo que la "Libertad" y la "Fraternidad" constituye un dogma intangible de su arsenal ideolgico. Hitler pide igualdad de trato para Alemania, y, en la prctica, al aceptar el Plan MacDonaId reconoce la situacin de facto y las obligaciones a que debe hacer frente Francia como potencia colonial, y acepta que sta, de hecho, se vea reconocido el derecho a poseer un ejrcito con el doble de efectivos que el alemn, y adems dotado del apoyo de una aviacin de combate. El argumento que se hizo valer -- como siempre, y en todos los casos -- es que Hitler menta. El argumento no vale nada. Si se crea que Hitler menta, razn de ms para aceptar su plan que, para colmo de irona, no era su plan, sino el plan ingls, elaborado por el lder laborista britnico MacDonaId. Si ste se llevaba a la prctica, evidentemente habra un control de la Comisin de Desarme, y de resultas de tal control se comprobara que la "Igualdad" resultante dejara a Alemania con un ejrcito de 200.000 hombres y sin aviacin de combate, y a Francia con 400.000 con aviacin y a los miembros de la Pequea Entente con 625.000 y 550 aviones, y a Polonia con 200.000 y 125 aviones. Quedaran las democracias britnica y sovitica con 900.000 y 500.000 hombres, respectivamente. Y esto al cabo de cinco aos, tras los cuales se reanudaran las conversaciones para continuar limitando, por etapas los ejrcitos de los consignatarios. Si resultaba que Hitler haba mentido al aceptar el Plan britnico de desarme, es evidente que las comisiones de control se apercibiran de ello y entonces los Aliados tendran las manos libres para denunciar los acuerdos e incluso para tomar las medidas punitivas que consideraran necesarias. La Historia nos dice que los Aliados, los campeones tericos de la Democracia, es decir de la Igualdad, rehusaban aplicar sus propios principios cuando se trataba de Alemania. Esto ha de ser siempre inaceptable para cualquier pas, y ms an para un gran pas, el primero de Europa en poblacin, excluyendo a Rusia y que slo pide a sus "partenaires" que apliquen los acuerdos sobre el desarme general que ellos mismos impusieron en el Tratado de Versalles. Resulta incluso sorprendente la aceptacin del Plan MacDonald por Hitler, por cuanto sancionaba, durante cinco aos por lo menos, una situacin de "Igualdad " formal pero que, en la situacin poltica de entonces dejaba a Alemania con un ejrcito cinco veces menor que el de Francia y sus Aliados de la Pequea Entente. Si se contaba a Polonia, Alemania se encontraba rodeada por efectivos que sextuplicaban los suyos, y sin fuerza area que oponer a los 1.200 aviones del frente poltico francfilo. Hitler sin duda acept por cuanto significaba un paso adelante y con una fuerza armada, pequea pero bien entrenada, sucesos como la ocupacin militar de la rivera izquierda del Rhin, llevada a cabo por los franceses diez aos atrs, no se podran reproducir, a la vez que las tropas "irregulares" polacas deberan tambin de cesar en sus actividades incontroladas. Hitler saba que la Naturaleza rechaza el vaco. Le constaba que un territorio indefenso excita la codicia del vecino armado. Un territorio indefenso slo estar en seguridad si el vecino est desarmado. Nos excusamos por escribir esta perogrullada, pero nos vemos forzados a ello por el olvido general de una verdad tan elemental. El plebiscito anunciado por Hitler tuvo lugar el 12 de Diciembre de 1933. Por 40.601.577 votos, es decir, el 95,2 % de los electores inscritos, Alemania se coloc al lado del jefe que ella misma se haba dado, democrticamente. Se ha dicho que ese resultado fue obtenido bajo coaccin. Nos resistimos a creer que los ciudadanos fueran llevados a votar a la fuerza; la nica coaccin posible era la moral, es decir, el martilleo de la propaganda a travs de la prensa y radio, pero esto se hace todos los das en los pases oficialmente democrticos, y nadie lo llama coaccin. El General De Gaulle fue plebiscitado en varias ocasiones, y en las elecciones generales americanas y britnicas el pblico es invitado a pronunciarse, en la prctica, por dos candidatos o dos partidos; en definitiva, por dos alternativas. En el plebiscito del 12 de Diciembre de 1933, los alemanes tenan, tambin, dos alternativas: votar "SI" o votar NO". El 95,2 % de los electores -- y no el de los votantes como se ha dichoi -- votaron "SI". Un escritor Judo y antnazi, William Shirer, ha escrito: En el campo de concentracin de Dachau, 2.154 de los 2.242 detenidos polticos votaron por el Gobierno que les haba encarcelado". Esos detenidos, segn Shirer, eran sindicalistas y militantes social-demcratas y comunistas. Se trataba de "duros", es decir, de la contrapartida popular de los diputados social-demcratas que el 17 de Mayo precedente haban aprobado el discurso de Hitler por unanimidad, y sin que ninguna presin fuera ejercida sobre ellos por el Poder (16).

16 / William L. Shirer: "El III Reich, desde sus orgenes huta su Cada". Edicin Francesa pg. 233. Shirer,

probablemente exageraba. Si una parte de los socialistas votaron aprobando el el discurso del Fhrer, parece probado que los social-demcratas votaron en. (N.del A.)

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Este escrutinio fue la verdadera intronizacin popular y solemne de Hitler en el Poder. En las elecciones que le dieron el Poder, Hitler haba obtenido el 52 % de los sufragios; era ya mucho. Esta vez, tena tras l a la casi unanimidad del pueblo alemn. Ya no se podra decir que impona su Voluntad a todo un pueblo mediante mtodos-terroristas; al contrario, era llevado materialmente en volandas por todo un pueblo que no poda admitir ser tratado en un plan de desigualdad, con respecto a los dems. He aqu los resultados de la poltica de los Aliados contra Alemania: Hitler era consolidado en el Poder gracias a las mismas medidas tomadas para ponerle en dificultades. *** Puede decirse que el "leit motiv" de la Poltica Exterior hitleriana es la aplicacin general -y no slo unilateral y contra Alemania, como ha venido sucediendo desde 1919 -- del Tratado de Versalles. El Gobierno Alemn solicita que se aplique, a todos, el Desarme, progresivo, inmediato, parcial, total o como se prefiera, pero sobre la base de la sacrosanta "Igualdad" democrtica para todos. Solicita igualmente que se aplique el Artculo 19 del Tratado, que permite la Revisin pacfica de ciertas clusulas, econmicas y territoriales, del mismo. La nica reclamacin que hace Alemania a sus antiguos vencedores y consignatarios de Versalles, es la de colonias. El Punto III del Programa del Partido Nacional-Socialista reclama "colonias para la alimentacin de nuestro Pueblo y el afincamiento de nuestro exceso de poblacin". Obsrvese que no Se piden antiguas colonias alemanas, arrebatadas al Reich por los vencedores en virtud del Tratado de Versalles, sino nicamente "colonias" sin especificar. Ms tarde, en una nota enviada por la Wilhelmstrasse, se sugera al Foreign Office y al Quai d 'Orsay, que se consultara a los indgenas de los antiguos territorios coloniales de Alemania, si deseaban continuar bajo la administracin anglofrancesa o bien volver a depender de la soberana alemana. La propuesta alemana fue presentada sin gran conviccin y slo tras el silencio con que respondieron Londres y Pars a las demandas coloniales anteriores. Pero lo curioso es que en Londres encontraron la peticin Germana muy razonable pues, segn un testimonio de tanta calidad como el de Lloyd George, el antiguo Primer Ministro, la guerra estallara ms pronto o ms tarde si no se atendan las propuestas alemanas en materia colonial. Pero en los medios polticos influyentes de Londres se consideraba que quien deba ceder sus colonias -concretamente el Camern y el Togo -- era Francia. Esto caus en Pars el imaginable revuelo y, por fin, en una reunin entre Bonnet y Simn, los dos Ministros de Asuntos Exteriores, se acord, en una nota enviada a la Wihelmstrasse, que se estudiara la cesin a Alemania de territorios coloniales portugueses, holandeses y belgas. Esto era una manera de decir no al Reich y, de paso, colocar a esos pequeos pases en la rbita antialemana. En vista del escaso -- o nulo -- xito de la peticin, en Berln no se insisit ms sobre ese punto. *** Creemos que Hitler puso sobre el tapete la Cuestin de las colonias contando con una negativa que le pondra a l en mejor posicin en ulteriores discusiones con las democracias occidentales. Hitler, es cierto, reclamaba "espacio vital" (Lebensraum) para su pueblo, pero no era un entusiasta de las colonias, al menos en la forma en que se entenda entonces la estructura interna y el funcionamiento de las mismas. El coloniaje, segn expona el propi Hitler en su Mein Kampf, hace imposible la unin sangre-tierra, base de la poltica racista del III Reich. "Las colonias slo sirven para chupar la mejor sangre de la Nacin", afirmaba. Si hay algo de claro, de difano, en la poltica internacional de los aos treintas y principios de los cuarentas, es el deseo de Hitler de que Alemania crezca territorialmente a costa del Comunismo Sovitico. La estallante Demografa alemana debe extenderse por las tierras del Este del Bltico y del Occidente de Rusia, una vez arrebatadas a los soviticos, que pasaran a desaparecer como amenaza potencial para Alemania en particular y para todo el Occidente en general. Para desarrollar esa poltica necesitaba la amistad -- si posible -- o al menos la benvola neutralidad, de Inglaterra y Francia. Ello explica la escasa insistencia de la Wilhelmstrasse en lo tocante al asunto de las Colonias. Pero tambin explica eI Tratado Naval Anglo Germano, concluido el 18 de Junio de 1935, por al que eI III Reich se comprometa a que eI tonelaje de su flota de guerra no sobrepasara eI 35 por ciento del de la britnica. Era un acuerdo de contrapartida. Inglaterra no se comprometa ni se obligaba a nada. Sinplemente, era Alamania la que se impona la obligacin, sancionn dola solemnemente mediante un tratado Internacional, a que su Flota, en el mejor de los casos,

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fuera, aproximadamente, equivalente en tonelaje a un tercio de la Inglesa. Este acuerdo era un seguro ofrecido, gratuitamente, a Inglaterra, para que no se sintiera amenazada. Su insularidad, protegida tras una "Home Fleet" que es, entonces, la primera fuerza naval del mundo, es una garanta contra cualquier Invasin. Sin una Flota de Guerra superior o, al menos igual a la Inglesa, tal invasin es imposible. Hitler, en numerosos discursos ha dicho que no tiene nada que pedir a las democracias occidentales. Ahora completa sus declaraciones con un hecho altamente significativo: al Tratado Naval demuestra que no existen intenciones agresivas contra Inglaterra. Es ms, en la practica Hitler an Ir mal lejos su "Kriegsmarine" no representa, de hecho, no ya el 35 por ciento del tonelaje de la "Home Fleet", sino ni siquiera el 10 por ciento. El "Intelligence Service", siempre bien Informado, no puede ignorar que, a parte al "Bsmarck", Alemania se limita a construir cuatro ac-razados ligeros, los llamados "acorazados de bolsillo". Cuando la guerra estalla en 1939, la Flota da Guerra Francia es, en tonelaje , casi cinco veces superior a la alemana. Hitler, por otra parte, siempre manifest que al Imperio Britnico era un baluarte contra el caos en el mundo y que los intereses de Inglaterra y los de Alemania no eran contrarios el uno al otro, sino complementarios. En cuanto a Francia, con la renuncia definitiva por parte de Alemania a Alsacia y Lorena, desaparecan entre las dos naciones cualquier motivo de friccin. Slo quedaba el Sarre. Segn los trminos de una de las clusulas del Tratado de Versalles, en Enero de 1935 deban llevarse a cabo consultas populares en el territorio del Sarre, para poner en claro si la poblacin de ese territorio deseaba pasar a ser un Departamento Francs o si prefera retor- nar a la soberana del Reich. Tambin se les ofreca a los sarresas la posibilidad del "statu quo", es decir, de optar por una posicin intermedia, quedando en estado independiente, o incluso parcialmente dependiente de Francia y Alemania a la vez. Pero, dos meses antes de la convocatoria de las elecciones en ese territorio, Francia concentr cuatro divisiones de infantera junto a la frontera, pretextando posible motines ante las elecciones. El Gobierno Alemn protest enrgicamente por esa extempornea demostracin de fuerza, la cual constitua, ciertamente, una coaccin hacia los electores. Tras un intercambio de notas de protesta entre la Wilhelmstrasse y el Quai dOrsay, la Sociedad de Naciones envi una fuerza de polica internacional que permitiera y garantizara la celebracin normal del plebiscito. Este tuvo lugar, bajo control internacional, el 13 de Enero de 1935. Se preguntaba a los sarreses si, tras sus quince aos de experiencia al formar parte de la Repblica Francesa, deseaban unirse libremente a esta. Tambin tenan la alternativa de volver a formar parte del Reich, o bien de continuar en el statu quo, es decir, ser independientes. Pese a quince anos de propaganda francfila y pese a proponrseles a los sarreses una serie de ventajas de tipo fiscal y aduanero si deseaban pasar a formar parte de Francia, slo votaron por sta el 0,4 por ciento de los electores; el 8,85 por ciento prefirieron independencia del Sarre, y el 90,75 por ciento la unin con el Reich. Quince aos de propaganda francfila y germanfoba; quince aos de promesas a los sarreses para que se convirtieran en franceses "de clase primera especial" y dos aos de propaganda antihitleriana en el Sarre, todo ello reforzado con la presencia militar y policial, para obtener, slo, un 0,4 por ciento de los sufragios. Estridente fracaso de la poltica francesa!... Y, sin embargo, las cosas; pudieron haberse solucionado de manera menos favorable a Alemania, aunque tal vez ms favorable al entendimiento general entre los pueblos de Europa. En Noviembre de 1934, dos meses antes del plebiscito sarres, Hitler entreg una nota diplomtica al Embajador de Francia, Francois-Poncet proponindol solucionar el conflicto de una manera amistosa y sin recurrir a las urnas: el Sarre volvera al seno del Reich, pero un tratado econmico permitira a la industria francesa continuar beneficindose de sus recursos como lo haba hecho desde 1919 hasta 1934. Pero el Gobierno Francs declin la oferta, en la que no vio ms que un confesin de impotencia de Hitler, que slo la propona por estar seguro de la hostilidad del pueblo sarres a Alemania y al rgimen nacional-socialista. El plebiscito sarros, que tuvo lugar bajo el control de la Sociedad de Naciones, es decir sin que Alemania pudiera intervenir ni en las operaciones de voto ni en la proclamacin de los resultados, sin que Alemania pudiera realizar propaganda favorable a su tesis ms que durante dos meses mientras que los franceses pudieron emplear para ello quince aos, sirvi para demos trar que Hitler obtena el mismo porcentaje de sufragios favorables que en Alemania bajo su control. Ya era ms difcil pretender que elecciones y plebiscitos que llevaba al poder a Hitler y le consolidaban en l estaban trucados Slo haca unos meses que el 88' 9 por ciento de los electores inscritos, es decir, casi el 96 por ciento de los votantes haban aprobado el decreto por el que, a la muerte de Hindenburg, las funciones de Presidente del Reich se fusionarian con las de Canciller y que, por va de consecuencia "todas las atribuciones y prerrogativas del Presidente serian transferidas al Canciller, Adolf Hitler".

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El Plebiscito sarrs indicaba claramente, que se quera evitar que otras minoras tnicas alemanas, que se encontraran probablemente en las mismas disposiciones de espritu que los electores sarreses, tal como ocurra en los Sudetes, en Posen, en la Alta Silesia, en Dantzig, Memel o la propia Austria, reclamaban su anexin al Reich, las democracias occidentales, Inglaterra, Francia y la Amrica de Roosevelt no tenan a su disposicin otro medio que la fuerza. El primero de mayo de 1935, las fuerzas de polica de la Sociedad de Naciones entregaban oficialmente la administracin del Sarre a las autoridades alemanas, y Hitler declaraba ante el Reichstag: "Alemania renuncia solemnemente a toda reivindicacin sobre la Alsacia y la Lorena; tras el reintegro del Sarre, la frontera franco-alemana puede ser considerada como definitivamente trazada". Pero el mismo da, el Mariscal Ptain publicaba un artculo en una revista oficiosa y de gran predicamento en los medios militares (17) acentuando la necesidad de la reimplantacin del Servicio Militar obligatorio por un perodo de dos aos. Cinco das despus, Pierre-Etienne Flandin, Ministro de Asuntos Exteriores, presentaba un proyecto de ley en tal sentido ante el Congreso de los Diputados. Este proyecto de ley era aprobado, tras un apasionado debate, por la cmara, el 16 de marzo. Slo cuatro horas ms tarde el Fhrer entregaba a su Consejo de Ministros un Decreto que restableca el Servido Militar Obligatorio en Alemania, estableciendo que la Reichswehr se compona, en tiempo de paz, de doce Cuerpos de Ejrcito y treinta y seis divisiones. Con ese Decreto-Ley, Hitler destrua lo que an quedaba vigente de la Parte V del Tratado de Versalles, recuperando su libertad de accin. Se ha sostenido, a posteriori, que si Francia no hubiera reestablecido el Servicio Militar Obligatorio, Hitler lo habra hecho, ms pronto o ms tarde. Esto es imposible de aclarar. Nadie sabe lo que Hitler hubiera hecho si Francia no hubiera reimplantado el servicio militar. Nadie podr saberlo nunca, y, en ese terreno, todo son hiptesis. Lo que s sabemos, a ciencia cierta, es que, cro- nolgicamente, Francia fue la primera nacin de Europa que reimplant el servicio militar, a parte, naturalmente, de la Unin Sovitica. Aqu deseamos hacer un inciso importantsimo: Hemos dicho que Francia reimplant el Servicio Militar Obligatorio, tras la Unin Sovitica. Pero esto no implica que otras naciones europeas y extra-europeas no lo hubieran reinplantado por la sencilla razn de haberlo tenido siempre en plena vigencia. La decisin de Hitler de instituir el Servicio Militar obligatorio llegaba cuando ya tenan tal institucin en funcionamiento los Estados Unidos, Italia, Polonia, Inglaterra y sus Colonias y Dominios y -- desde haca cuatro horas -- Francia. Hitler, simplemente, tomaba nota de los hechos tal cual eran, y en Vista de que las dems naciones no daban paso poltico alguno para desarmarse, y que Francia, Incluso, restitua eI Servicio Militar, lo reinstitua l tambin en Alemania. Los precedentes aludidos de la Invasin de la cuenca del Ruhr por los franceses en 1923 -- con una ocupacin parcial que dur siete aos --, o de la anexin de la Alta Silesia por los "Incontrolados" de Korfanty en beneficio da Polonia, no podran, as repetiste impunemente. EL PACTO FRANCO-SOVITICO. El Delegado da Francia en la Sociedad da Nacional, Paul Boncour, que ya haba hacho fracasar al Plan MacDonaId sobre el Desarme, puso la primera piedra al, por los comunistas franceses, llamado monumento a la paz que deba ser la alianza poltico-militar qua deban firmar Francia y la URSS. Fue en los pasillos de la Sociedad de Naciones donde Pal Boncour hizo la Propuesta sin ambages al embalador sovitico, Litvinov (18). Pero fue Barthou, entonces ministro de Asuntos Exteriores, quien ya el 17 de Abril de 1934 Inici su maniobra de careo de cerco de Alemania mediante la adhesin de la URSS a la Sociedad de Naciones. No fu fcil. En primer lugar, por que Stalin consideraba a la S. de N. co- mo una "liga de bandidos" -- y l, antiguo atracador, deba saberlo muy bien ! -- y el Tratado de Versalles, del que naci aquella, como un "dictado de odio y de latrocinios", que urga derogar cuanto antes. En segundo lugar porque la URSS estaba en psimas relaciones con varios de sus miembros tales como Polonia, Rumania, Checoslovaquia y Hungra, a todas las cuales reclamaba territorios, amn de acusarlas de no ser otra cosa que un cordn sanitario, o una alambrada17 / Revue des Deux Mondes, Paris, I-III-1935.

18 / La Delegacin Sovitica en la S. de N. estaba compuesta por Maxim Wallach (a) Litvinov, Presidente, y Stein,

Murkus (a) Helphand, Bernners, Hirschfield y Wanidze. Ser, si se quiere, pura coincidencia pero exceptuando a este ltimo, todos eran Judos (N. del A.).

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dispuesta ante ella por la S. de N. finalmente, el Ministro Barthou no pareca el ms indicado para llevar a cabo esa operacin, pues, en 1932, cuand