BOE núm. 158. Suplemento Martes 3 julio 2001 23

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BOE núm. 158. Suplemento Martes 3 julio 2001 23 12756 Sala Segunda. Sentencia 123/2001, de 4 de junio de 2001. Recurso de amparo 4645/97. Promovido por don Carlos Navarro Gómez frente a la Sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo que le condenó por delitos de falsedad en documento mercantil, asocia- ción ilícita y contra la Hacienda pública, en la causa seguida en relación con Filesa y otras entidades. Supuesta vulneración de los derechos a un proceso con todas las garantías, a las prerro- gativas del cargo parlamentario, al juez legal y a la legalidad penal: instrucción criminal rela- tiva a un parlamentario sin solicitar suplica- torio; condena por delito de falsedad fundada en la ley. La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, com- puesta por don Carles Viver Pi-Sunyer, Presidente, don Rafael de Mendizábal Allende, don Julio Diego González Campos, don Tomás S. Vives Antón, don Vicente Conde Martín de Hijas y don Guillermo Jiménez Sánchez, Magis- trados, ha pronunciado EN NOMBRE DEL REY la siguiente SENTENCIA En el recurso de amparo núm. 4645/97, promovido por don Carlos Navarro Gómez, representado por el Pro- curador de los Tribunales don Roberto Granizo Palome- que y asistido por el Abogado don Horacio Oliva García, contra la Sentencia 1/1997 de la Sala Segunda del Tri- bunal Supremo, dictada el 28 de octubre de 1997 en la causa especial núm. 880/91, seguida por los delitos de falsedad en documento mercantil, asociación ilícita, delito fiscal, apropiación indebida y otros. Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Han sido partes el Abogado del Esta- do; don José María Ruiz Mateos y Jiménez de Tejada y don Christian Jiménez González, representados ambos por el Procurador don Javier Lorente Zurdo, si bien pos- teriormente el Sr. Ruiz Mateos y Jiménez de Tejada lo ha sido por el Procurador don Jesús Jenaro Tejada, y asistidos por el Abogado don Marcos García Montes; doña Aida Álvarez Álvarez y don Miguel Molledo Martín, representados por el Procurador don Argimiro Vázquez Guillén y asistidos por los Abogados don Julián Pérez—Templado y Templado y don José Raúl Dolz Ruiz. Ha sido Ponente el Magistrado don Julio Diego González Campos, quien expresa el parecer de la Sala. I. Antecedentes 1. Por escrito que tuvo entrada en este Tribunal el 13 de noviembre de 1997, el Procurador de los Tri- bunales don Roberto Granizo Palomeque interpuso, en nombre y representación de don Carlos Navarro Gómez, el recurso de amparo del que ya se ha hecho mención en el encabezamiento. 2. La demanda de amparo se basa, en síntesis, en los siguientes hechos: a) Como consecuencia de sendas querellas inter- puestas los días 7 y 8 de junio de 1991 por la Asociación Ainco y por don Christian Jiménez, respectivamente, en el ejercicio de la acción popular, contra don Carlos Navarro Gómez (recurrente de amparo), don José María Sala i Griso, don Luis Oliveró Capellades y don Alberto Flores Valencia, la Sala Segunda del Tribunal Supremo incoó la causa especial núm. 880/91 contra el recurren- te y otros. En la causa se personó posteriormente, como parte acusadora, el Partido Popular. b) Dada la condición de Diputado del recurrente, el Fiscal solicitó la acreditación de la misma, siendo con- firmada por el Secretario del Congreso de los Diputados, mediante certificación de que don Carlos Navarro Gómez era Diputado en la legislatura en curso desde el 21 de noviembre de 1989. Teniendo en cuenta la condición de Senador de otro querellado, don José María Sala i Griso, la Sala Segunda del Tribunal Supremo, antes de decidir sobre la admisión o inadmisión de las querellas interpuestas, acordó, mediante Auto de 8 de octubre de 1991, recabar de las Cámaras Legislativas la con- cesión del oportuno suplicatorio para, en su caso, pro- ceder a la incoación de un proceso criminal contra los querellados. El Tribunal Supremo adoptó esta decisión por considerar que «de esta manera se cumplen mejor las previsiones legislativas y, en general, los principios que informan las leyes procesales, así como las normas que contemplan las específicas garantías de los parla- mentarios, directos representantes del pueblo, en el sen- tido de no practicar ninguna diligencia, por elemental que parezca y cualquiera que sea su interés, para evitar las consecuencias que para las personas aforadas supon- dría su realización (citación y recibirle declaración, oír a testigos, peritos, etc.), cuando se ignora la decisión que en el uso legítimo de sus facultades hayan de tomar las Cámaras Legislativas». c) Contra el citado Auto interpuso recurso de súplica el Ministerio Fiscal, al estimar que el suplicatorio debía ser solicitado en un momento posterior, después de admitidas las querellas. Por Auto de 7 de noviembre de 1991, la Sala Segunda estimó el recurso del Fiscal, dejó sin efecto la petición del suplicatorio, admitió las querellas presentadas y designó Magistrado Instructor al Excmo. Sr. don Marino Barbero Santos. d) Desde esa fecha se inició la investigación por el Magistrado Instructor y se practicaron numerosas dili- gencias que tuvieron como objeto la investigación de hechos concernientes a la esfera de actuación del recurrente. La defensa puso en conocimiento del Magis- trado Instructor la obligación de que la Sala dirigiera a la Cámara el oportuno suplicatorio, denunciando esta omisión como causa de nulidad y como presunta vul- neración de distintos derechos fundamentales. En con- creto, el hoy recurrente interesó la nulidad de todo lo actuado al no poder acceder a lo practicado por el Magis- trado Instructor durante el período comprendido entre el 21 de septiembre al 25 de noviembre de 1992, perío- do en el que el Magistrado Instructor mantuvo secreta la investigación y practicó diferentes registros domici- liarios, incorporando diversa prueba documental. El recurrente denunciaba que el Instructor había inobser- vado el mandato constitucional y legal referente a la inmunidad parlamentaria del Sr. Navarro, y que con la práctica de algunas de las diligencias de investigación habían sido traspasados los umbrales de lo que repre- senta un proceso con todas las garantías. e) Por Auto 30 de diciembre de 1992 el Magistrado Instructor desestimó la petición. Formulado recurso de queja ante la Sala Segunda del Tribunal Supremo, fue desestimado por Auto de 3 de febrero de 1993, con- firmatorio del impugnado. En dicho Auto, la Sala rechazó la petición de nulidad al estimar que el momento procesal hábil para ello era la audiencia preliminar del acto del juicio oral prevista en el art. 793.2 LECrim; en cuanto al suplicatorio, interesó del Magistrado Instructor un informe acerca de los indicios racionales de criminalidad

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12756 Sala Segunda. Sentencia 123/2001, de 4 dejunio de 2001. Recurso de amparo 4645/97.Promovido por don Carlos Navarro Gómezfrente a la Sentencia de la Sala Segunda delTribunal Supremo que le condenó por delitosde falsedad en documento mercantil, asocia-ción ilícita y contra la Hacienda pública, enla causa seguida en relación con Filesa y otrasentidades.Supuesta vulneración de los derechos a unproceso con todas las garantías, a las prerro-gativas del cargo parlamentario, al juez legaly a la legalidad penal: instrucción criminal rela-tiva a un parlamentario sin solicitar suplica-torio; condena por delito de falsedad fundadaen la ley.

La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, com-puesta por don Carles Viver Pi-Sunyer, Presidente, donRafael de Mendizábal Allende, don Julio Diego GonzálezCampos, don Tomás S. Vives Antón, don Vicente CondeMartín de Hijas y don Guillermo Jiménez Sánchez, Magis-trados, ha pronunciado

EN NOMBRE DEL REY

la siguiente

SENTENCIA

En el recurso de amparo núm. 4645/97, promovidopor don Carlos Navarro Gómez, representado por el Pro-curador de los Tribunales don Roberto Granizo Palome-que y asistido por el Abogado don Horacio Oliva García,contra la Sentencia 1/1997 de la Sala Segunda del Tri-bunal Supremo, dictada el 28 de octubre de 1997 enla causa especial núm. 880/91, seguida por los delitosde falsedad en documento mercantil, asociación ilícita,delito fiscal, apropiación indebida y otros. Ha intervenidoel Ministerio Fiscal. Han sido partes el Abogado del Esta-do; don José María Ruiz Mateos y Jiménez de Tejaday don Christian Jiménez González, representados ambospor el Procurador don Javier Lorente Zurdo, si bien pos-teriormente el Sr. Ruiz Mateos y Jiménez de Tejada loha sido por el Procurador don Jesús Jenaro Tejada, yasistidos por el Abogado don Marcos García Montes;doña Aida Álvarez Álvarez y don Miguel Molledo Martín,representados por el Procurador don Argimiro VázquezGuillén y asistidos por los Abogados don JuliánPérez—Templado y Templado y don José Raúl Dolz Ruiz.Ha sido Ponente el Magistrado don Julio Diego GonzálezCampos, quien expresa el parecer de la Sala.

I. Antecedentes

1. Por escrito que tuvo entrada en este Tribunal el13 de noviembre de 1997, el Procurador de los Tri-bunales don Roberto Granizo Palomeque interpuso, ennombre y representación de don Carlos Navarro Gómez,el recurso de amparo del que ya se ha hecho menciónen el encabezamiento.

2. La demanda de amparo se basa, en síntesis, enlos siguientes hechos:

a) Como consecuencia de sendas querellas inter-puestas los días 7 y 8 de junio de 1991 por la AsociaciónAinco y por don Christian Jiménez, respectivamente, enel ejercicio de la acción popular, contra don CarlosNavarro Gómez (recurrente de amparo), don José MaríaSala i Griso, don Luis Oliveró Capellades y don AlbertoFlores Valencia, la Sala Segunda del Tribunal Supremo

incoó la causa especial núm. 880/91 contra el recurren-te y otros. En la causa se personó posteriormente, comoparte acusadora, el Partido Popular.

b) Dada la condición de Diputado del recurrente,el Fiscal solicitó la acreditación de la misma, siendo con-firmada por el Secretario del Congreso de los Diputados,mediante certificación de que don Carlos Navarro Gómezera Diputado en la legislatura en curso desde el 21 denoviembre de 1989. Teniendo en cuenta la condiciónde Senador de otro querellado, don José María Salai Griso, la Sala Segunda del Tribunal Supremo, antesde decidir sobre la admisión o inadmisión de las querellasinterpuestas, acordó, mediante Auto de 8 de octubrede 1991, recabar de las Cámaras Legislativas la con-cesión del oportuno suplicatorio para, en su caso, pro-ceder a la incoación de un proceso criminal contra losquerellados. El Tribunal Supremo adoptó esta decisiónpor considerar que «de esta manera se cumplen mejorlas previsiones legislativas y, en general, los principiosque informan las leyes procesales, así como las normasque contemplan las específicas garantías de los parla-mentarios, directos representantes del pueblo, en el sen-tido de no practicar ninguna diligencia, por elementalque parezca y cualquiera que sea su interés, para evitarlas consecuencias que para las personas aforadas supon-dría su realización (citación y recibirle declaración, oíra testigos, peritos, etc.), cuando se ignora la decisiónque en el uso legítimo de sus facultades hayan de tomarlas Cámaras Legislativas».

c) Contra el citado Auto interpuso recurso de súplicael Ministerio Fiscal, al estimar que el suplicatorio debíaser solicitado en un momento posterior, después deadmitidas las querellas. Por Auto de 7 de noviembrede 1991, la Sala Segunda estimó el recurso del Fiscal,dejó sin efecto la petición del suplicatorio, admitió lasquerellas presentadas y designó Magistrado Instructoral Excmo. Sr. don Marino Barbero Santos.

d) Desde esa fecha se inició la investigación porel Magistrado Instructor y se practicaron numerosas dili-gencias que tuvieron como objeto la investigación dehechos concernientes a la esfera de actuación delrecurrente. La defensa puso en conocimiento del Magis-trado Instructor la obligación de que la Sala dirigieraa la Cámara el oportuno suplicatorio, denunciando estaomisión como causa de nulidad y como presunta vul-neración de distintos derechos fundamentales. En con-creto, el hoy recurrente interesó la nulidad de todo loactuado al no poder acceder a lo practicado por el Magis-trado Instructor durante el período comprendido entreel 21 de septiembre al 25 de noviembre de 1992, perío-do en el que el Magistrado Instructor mantuvo secretala investigación y practicó diferentes registros domici-liarios, incorporando diversa prueba documental. Elrecurrente denunciaba que el Instructor había inobser-vado el mandato constitucional y legal referente a lainmunidad parlamentaria del Sr. Navarro, y que con lapráctica de algunas de las diligencias de investigaciónhabían sido traspasados los umbrales de lo que repre-senta un proceso con todas las garantías.

e) Por Auto 30 de diciembre de 1992 el MagistradoInstructor desestimó la petición. Formulado recurso dequeja ante la Sala Segunda del Tribunal Supremo, fuedesestimado por Auto de 3 de febrero de 1993, con-firmatorio del impugnado. En dicho Auto, la Sala rechazóla petición de nulidad al estimar que el momento procesalhábil para ello era la audiencia preliminar del acto deljuicio oral prevista en el art. 793.2 LECrim; en cuantoal suplicatorio, interesó del Magistrado Instructor uninforme acerca de los indicios racionales de criminalidad

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existentes contra los querellados aforados y que pro-pusiera razonadamente a la Sala lo procedente en ordena la solicitud de autorización.

f) Contra las anteriores resoluciones interpuso elrecurrente demanda de amparo constitucional —recursode amparo núm. 597/93— por la que se pretendía ladeclaración de nulidad de la causa especial núm. 880/91al no haber sido pedido el oportuno suplicatorio, o alter-nativamente la nulidad del Auto dictado por la SalaSegunda del Tribunal Supremo por posponer la reso-lución del incidente de nulidad de actuaciones a unmomento posterior. El recurso fue inadmitido por Auto361/1993, de 13 de diciembre, de la Sala Primera deeste Tribunal, por ser la demanda prematura y concurrirel motivo de inadmisión previsto en el art. 44.1 a) LOTC.

g) El procedimiento penal siguió su curso sin quela Sala remitiera el suplicatorio. El recurrente de amparoperdió la condición de Diputado el 12 de abril de 1993,día en que fueron disueltas las Cámaras Legislativas.Por el contrario, otro de los coencausados, el Sr. Salai Griso, fue reelegido Senador y conservó la prerrogativade la inmunidad parlamentaria, por lo que, posteriormen-te, la Sala Segunda del Tribunal Supremo remitió el supli-catorio y obtuvo autorización del Senado para procedercontra el mismo.

h) Acordada la celebración del juicio oral para eldía 1 de julio de 1997, la defensa del hoy recurrentealegó, en la audiencia preliminar prevista en el art. 793.2LECrim, la vulneración de los derechos a un procesopúblico con todas las garantías y al Juez ordinario pre-determinado por la ley por el hecho de que se dirigióel procedimiento penal durante casi tres años contraquien fue Diputado del Congreso sin solicitar la precep-tiva autorización a la Cámara. Por Auto de 19 de juliode 1997, la Sala Segunda del Tribunal Supremo, aunqueno resolvió expresamente la pretensión del hoy recurren-te, sí lo hizo implícitamente al rechazar las alegacionessimilares aducidas por el acusado don José María Salai Griso. En concreto, el Tribunal Supremo consideró, ensíntesis, que las diligencias practicadas con anterioridada la petición del suplicatorio no venían afectadas pornulidad alguna porque no se estaba investigando direc-tamente a la persona del aforado, sino que se llevó acabo una investigación genérica.

i) Contra dicho Auto formuló el recurrente recursode amparo —registrado con el núm. 3437/97—, en elque reiteró de nuevo la petición de nulidad del proce-dimiento penal por haberse seguido sin haber sido pedi-da la oportuna autorización. La Sección Segunda de laSala Primera de este Tribunal, por providencia de 15de septiembre de 1997, acordó la inadmisión a trámitedel recurso al estimar que era prematuro al no haberfinalizado aún la vía judicial previa.

j) Finalizado el juicio oral, la Sala Segunda del Tri-bunal Supremo dictó Sentencia el 28 de octubre de1997, en la que condenó, entre otros, al hoy recurrentepor dos delitos continuados de falsedad en documentomercantil a las penas de tres años de prisión menory multa de 100.000 pesetas, por cada uno de ellos;por un delito de asociación ilícita a las penas de tresaños de prisión menor, seis años y un día de inhabi-litación especial para cargo público y derecho de sufragioactivo y pasivo, y a la multa de 500.000 pesetas; ypor un delito contra la Hacienda pública a las penasde dos años de prisión menor y multa de 258.827.765pesetas. Las penas privativas de libertad llevan comoaccesorias la suspensión de todo cargo público y derechode sufragio durante el tiempo de las respectivas con-denas. En concepto de responsabilidad civil, el recurrentefue condenado a abonar al Estado, junto con otros dos,

y de manera mancomunada y solidaria, la cantidad de258.827.765 pesetas como cuota fiscal defraudada, asícomo a cuatro de las veinticincoavas partes de las costascausadas.

En la Sentencia, el Tribunal Supremo rechaza la exis-tencia de las infracciones constitucionales por la no peti-ción de la autorización a través del suplicatorio, al esti-mar, resumidamente, que durante el período en que elrecurrente tuvo la condición de Diputado, el Instructorsólo practicó una investigación general, no expresamen-te dirigida contra él, y que la formulación del suplicatoriosólo es preceptiva cuando en la investigación aparezcanindicios serios contra un aforado.

3. En la demanda de amparo, el recurrente consi-dera que la Sentencia impugnada vulnera los derechosa obtener la tutela judicial efectiva sin indefensión (art.24.1 CE), al Juez ordinario predeterminado por la ley(art. 24.2 CE), a utilizar los medios de prueba pertinentespara la defensa (art. 24.2 CE ), a un proceso con todaslas garantías (art. 24.2 CE), y añade que dicha resolucióninfringe el principio de legalidad penal (art. 25 CE). Alrespecto, las alegaciones contenidas en la demanda deamparo son, brevemente expuestas, las siguientes:

a) La primera queja se concreta en la lesión de losderechos a un proceso público con todas las garantíasy al Juez ordinario predeterminado por la ley del art. 24.2CE, como consecuencia de la tramitación de la causadurante años sin solicitar el suplicatorio para procedercontra el recurrente dada su condición de Diputado.

El recurrente de amparo fue Diputado del Congresode la Nación y contra el mismo se siguió una causacriminal ante la Sala Segunda del Tribunal Supremo, porlo que —según criterio del recurrente— estamos anteun supuesto de especial aforamiento ratione personae,de conformidad con lo dispuesto en el art. 71.2 CE,que contiene un claro mandato para Jueces y Magis-trados, a saber, que los Diputados y Senadores no podránser inculpados ni procesados sin la previa autorizaciónde la Cámara respectiva. La inmunidad parlamentariano es un privilegio sino que responde al interés superiorde la representación nacional de no verse alterada niperturbada, ni en su composición ni en su funcionamien-to, por eventuales procesos penales que puedan incoarsefrente a sus miembros, siendo la concesión del supli-catorio una condición de procedibilidad y una garantíadel procedimiento, tal y como lo ha entendido la juris-prudencia constitucional.

Sin embargo, el criterio mantenido por la Sala Segun-da del Tribunal Supremo en cuanto al momento en quedebe dirigirse el suplicatorio ha sido vacilante. En unprimer momento entendió que era preciso formular yremitir el suplicatorio antes de pronunciarse sobre laadmisión a trámite de la querella. Con posterioridad, per-mitió la instrucción de la causa durante años sin solicitarla pertinente autorización a través de suplicatorio. Final-mente, en los fundamentos de Derecho 11 y 12 de laSentencia, el Tribunal Supremo no ha apreciado irre-gularidad alguna al no haber sido solicitada la autori-zación respecto del recurrente al entender, de un lado,que durante el período en que éste tuvo la condiciónde Diputado, el Instructor sólo practicó una investigacióngeneral, no expresamente dirigida contra él; esta formade proceder era posible, ya que la formulación del supli-catorio es preceptiva sólo cuando, a juicio del Instructor,en la investigación aparezcan indicios serios contra unaforado, aun buscados de propósito, lo que obliga enton-ces a suspender cualquier otra investigación hasta quese obtenga la autorización de la Cámara. De otro lado,

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el Tribunal Supremo ha considerado que el registro rea-lizado por el Instructor en una entidad bancaria paraobtener documentos relativos al recurrente tampocosuponía acto de inculpación contra él, pues los docu-mentos recogidos no todos le afectaban directamente.

Según la demanda de amparo, el criterio del TribunalSupremo en orden a la solicitud del suplicatorio no escorrecto por diversos argumentos. En primer lugar, elart. 71.2 CE establece de forma clara y diáfana que elaforado no podrá ser inculpado ni procesado sin la previaautorización de la Cámara. No es posible hacer una iden-tificación entre inculpación y procesamiento como hahecho la Sala Segunda del Tribunal Supremo, pues paraadquirir la situación de inculpado no se precisa la exis-tencia de «indicios de criminalidad» ni la situación téc-nico—procesal del procesamiento que establece el art.384 LECrim, siendo voluntad y sentido teleológico delart. 71.2 CE que la decisión sobre la autorización —comopresupuesto de perseguibilidad— se produzca, a ser posi-ble, en los albores de la instrucción y no con su fina-lización. Inculpado es la persona contra la que se dirigeel sumario. En caso contrario, podría incurrirse en fraudede ley, mediante el sencillo expediente de omitir todopronunciamiento sobre los indicios durante la instruc-ción, para hacer así coincidir la formulación del supli-catorio con la apertura del juicio oral.

El segundo argumento contra el criterio adoptado porla resolución judicial impugnada consiste en que la situa-ción de inculpado se adquiere desde el mismo momentode la admisión a trámite de una querella, pues ello implicauna evaluación de los hechos a que se refiere y a laspersonas supuestamente protagonistas. Así lo afirma lapráctica totalidad de la doctrina científica, y para acre-ditarlo la demanda aporta abundantes citas doctrinalesy normativas. En consecuencia, desde la admisión delas querellas existió imputación judicial contra el hoyrecurrente y por ello era exigible, desde ese momentoprocesal, formular el oportuno suplicatorio al Congresode los Diputados.

Con independencia de lo anterior, durante la instruc-ción de la causa especial 880/91 el Magistrado Ins-tructor realizó inequívocos actos de inculpación contrael recurrente, como son los siguientes: 1) El recono-cimiento expreso por el Juez de la condición de imputadodel recurrente al trasladarle la existencia de la querella,instruyéndole del contenido del art. 118 LECrim y per-mitiendo ejercitar su derecho de defensa a través deAbogado y Procurador. 2) En fechas 19 y 20 de octubrede 1992 el Instructor ordenó el registro y obtenciónde datos correspondientes a su esfera de actuación per-sonal; en la sede del Banco Atlántico de Barcelona obtu-vo, mediante la entrada y registro de sus dependencias,todo lo concerniente a las cuentas corrientes en las queaparece don Carlos Navarro Gómez como titular o auto-rizado, incluso junto a su esposa. Ordenó, igualmente,la investigación de diversos instrumentos de pago (che-ques, talones, etc.). 3) Al folio 1.624 de las actuacionesconsta el acta de entrada y registro en la sede de unaentidad en la que se interesa «toda la documentaciónreferente a las relaciones con Don Carlos Navarro».4) En las actuaciones consta, igualmente, una infor-mación de la Dirección General de Transacciones Exte-riores en la que se aportan los datos referentes a lascomunicaciones de adquisiciones de divisas para pagosal exterior realizadas por el Sr. Navarro durante los años1987, 1988 y 1989. 5) El recurrente fue «invitado»a declarar en calidad de imputado, citado en tal concepto,interrogado en calidad de inculpado e instruido de losderechos constitucionales que asisten a aquéllos, asis-

tido de Abogado; todo ello, reconociendo que el supli-catorio no había sido pedido. 6) El Instructor interesóde la Agencia Estatal Tributaria todo lo referente a la«vida tributaria» del recurrente. 7) Por último, la denun-cia y posterior declaración del testigo Sr. Van Schowensuponía una clara incriminación del recurrente, hasta elpunto de que algunos de los documentos aportados hanservido para condenarlo.

La demanda de amparo indica que todas estas actua-ciones ponen de relieve que la formulación del supli-catorio ya era exigible desde un momento muy anterioral apreciado por la Sala Segunda del Tribunal Supremo.Ello es todavía más evidente si se considera la funciónque cumple el requisito de la autorización para inculparo procesar a un parlamentario, que consiste en evitarataques políticos instrumentados bajo la forma de unproceso penal, y que en este supuesto cobra aún másrelieve, ya que la acusación estaba dirigida por el PartidoPopular y por dos conocidos ejercitantes de la acciónpopular en causas políticas. Cabría pensar en la hipótesisde que se investigase a todos los componentes de unGrupo Parlamentario, sometiéndoles al estado de sos-pecha generalizada, y en dicha hipótesis habría que llegaral absurdo jurídico de que el Parlamento no pudiera pro-nunciarse sobre la intencionalidad política de la acciónpenal, sino que debería esperar a que un órgano judicialdecidiera exteriorizar su «convencimiento o criterio deimputación».

Aun rechazándose el criterio de la Sala Segunda delTribunal Supremo sobre el momento en el que debesolicitarse la venia parlamentaria, el recurrente consideraque ni siquiera dicha Sala ha aplicado coherentementedicho criterio al caso concreto. Así, resulta sorprendenteque la Sentencia impugnada diga que antes de la for-mulación del suplicatorio sólo se había efectuado unainvestigación general —y no directa contra el Sr. NavarroGómez—, cuando la investigación se había iniciado conuna querella contra el Sr. Navarro Gómez, cuando elSr. Van Schowen le había inculpado directamente, ycuando de las sedes de Filesa y Time Export, S.A., sehabían requisado documentos inculpatorios contra eldemandante de amparo. Además han sido las pruebasobtenidas durante el período en que no existió auto-rización para proceder contra el entonces Diputado Sr.Navarro Gómez las que precisamente han determinadosu condena (declaraciones y notas manuscritas del Sr.Van Schowen y operaciones bancarias). Y por último,resulta incongruente el criterio seguido por el TribunalSupremo en cuanto al momento para solicitar la auto-rización al Congreso de los Diputados en relación conel criterio empleado respecto a la prescripción del delitode asociación ilícita, conforme al cual la admisión dela querella y la posterior instrucción dieron lugar a lainterrupción de la prescripción. De este modo, la admi-sión de la querella no es motivo bastante para formularel suplicatorio y sí lo es, por el contrario, para interrumpirel plazo de prescripción.

La instrucción judicial seguida contra el hoy recurren-te sin haber pedido ni obtenido la autorización del Con-greso de los Diputados es contraria al art. 24.2 CE. Enconcreto, los derechos fundamentales lesionados y losefectos que de las lesiones se derivan son los siguientes:En primer lugar, se ha vulnerado el derecho a un procesocon todas las garantías, ya que la inmunidad no es underecho subjetivo del parlamentario, sino una garantíadel proceso mismo, que actúa como presupuesto de pro-cedibilidad y que, caso de ser denegada, determina elcierre del proceso y el archivo de las actuaciones. Enel presente caso, la instrucción judicial no ha respetado

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la garantía procedimental que establece el art. 71.2 CE,ni el procedimiento regulado en el Título especial delLibro IV de la Ley de Enjuiciamiento Criminal (arts. 750a 756), que regula el modo de proceder cuando fuereprocesado un Senador o Diputado a Cortes. En conse-cuencia, no se ha seguido el procedimiento legal previstopara estos supuestos y ello supone la lesión del derechoconstitucional a un proceso con todas las garantías.

En segundo lugar, también ha sido lesionado el dere-cho al Juez ordinario predeterminado por la ley. La omi-sión del suplicatorio ha supuesto la infracción del dere-cho al Juez ordinario predeterminado por la ley, puessi el órgano judicial que sometió al proceso al recurrenteno estuvo habilitado o autorizado para hacerlo se con-virtió en un Juez huérfano de competencia y de legi-timación. Como ni el Magistrado Instructor ni la SalaSegunda del Tribunal Supremo obtuvieron, como era pre-ceptivo, la autorización del Congreso de los Diputadospara inculpar al recurrente, carecían de la competencialegal para tramitar la causa. Si precisamente era unMagistrado de dicha Sala Segunda del Tribunal Supremoel que estaba instruyendo la causa, era porque la propiaSala estimaba que se dirigía contra personas aforadas,en la que ella era competente en virtud del art. 71.3CE, y por lo tanto debería haber solicitado la autorizaciónal Congreso de los Diputados. Además, para el casode que se hubiera solicitado el suplicatorio, teóricamentela Cámara hubiera podido denegar la autorización y conello el Tribunal Supremo habría dejado de ser com-petente.

A continuación la demanda se ocupa de los efectosque se derivan de las anteriores vulneraciones. Por unlado, se afirma que la omisión de las garantías inherentesa la inmunidad parlamentaria por la ausencia de supli-catorio es insubsanable y tiene como consecuencia lanulidad radical de todo el proceso, desde el momentoinicial de interposición de las querellas, respecto del hoyrecurrente de amparo. Por otro lado, se considera quelas infracciones constitucionales, en especial la del dere-cho al Juez ordinario predeterminado por la ley, com-portan como sanción que las pruebas obtenidas duranteel período de instrucción carecen de legitimidad al habersido obtenidas por un órgano incompetente y, por tanto,procede declarar la nulidad por ilicitud de las mismas.

b) La segunda queja se formula al entender quese ha producido una vulneración del derecho a un pro-ceso con todas las garantías. Concretamente la demandarazona que las pruebas practicadas durante el períodode instrucción en el que no se pidió la autorización dela Cámara fueron obtenidas precisamente por tal causacon vulneración de derechos fundamentales —a un pro-ceso con todas las garantías y al Juez ordinario—, y porlo tanto se convirtieron en ilícitas y no debían habersido sometidas a valoración. Se trata, por tanto, de unavulneración derivada de las examinadas en la quejaanterior.

Entre tales pruebas se mencionan la declaracióncomo testigo de cargo del Sr. Van Schowen, la apor-tación por parte de éste —si bien de manera irregular—de documentos incriminadores para el Sr. Navarro, laexistencia de otros testimonios que versaron sobre laparticipación del Sr. Navarro Gómez en las sociedadesdel grupo Filesa, los registros de las cuentas del Sr.Navarro Gómez y de su esposa en entidades bancarias,el examen de las supuestas salidas de capital hacia elextranjero, o —por último— la declaración como imputadodel propio recurrente de amparo.

A esta causa de ilicitud se une la circunstancia deque los medios de prueba aportados por el testigo Sr.

Van Schowen —si bien no han sido calificados penal-mente como revelación de secretos, ya que no prosperóla querella interpuesta contra él en tal sentido— vulneranlos derechos fundamentales a la intimidad y al secretode las comunicaciones del art. 18 CE, ya que él erael contable de las empresas implicadas en la presuntatrama delictiva (Filesa y Time Export, S.A.), pero no erani el emisor ni el destinatario de los documentos queaportó a la causa, sino que eran datos que afectabana la intimidad del Sr. Navarro Gómez. La valoración deestas pruebas y el hecho de que hayan sido consideradasde cargo respecto al actor de amparo, determinan asi-mismo la vulneración del derecho a un proceso con todaslas garantías.

c) La tercera queja argumenta que se ha producidouna vulneración del derecho a obtener la tutela judicialefectiva sin que, en ningún caso, pueda producirse inde-fensión consagrado en el art. 24.1 CE, en relación conel art. 14.5 del Pacto Internacional de Derechos Civilesy Políticos, como consecuencia de la imposibilidad deinterponer recurso ordinario ni extraordinario contra laSentencia condenatoria del Tribunal Supremo.

Del art. 847 LECrim se deduce que contra las Sen-tencias del Tribunal Supremo no cabe interponer recursode casación. Siendo la Sentencia ahora impugnada firmey definitiva no cabe recurso alguno contra ella. Así loha hecho constar la Sala Segunda en la referida Sen-tencia. La imposibilidad legal de recurrir es contraria alderecho fundamental a la tutela judicial efectiva, queconsagra en materia penal el derecho al recurso anteun Tribunal superior, y al art. 14.5 del Pacto Internacionalde Derechos Civiles y Políticos, según el cual «toda per-sona declarada culpable de un delito tendrá derechoa que el fallo condenatorio y la pena que se haya impues-to sean sometidos a un Tribunal superior, conforme alo prescrito por la ley» .

La doctrina del Tribunal Constitucional ha afirmadoque no se vulnera el derecho a la doble instancia penalen los supuestos de aforamiento, porque la especial pro-tección que gozan los aforados en atención a su cargocontrarresta la imposibilidad de acudir a una instanciasuperior. Pero en el presente caso concurren determi-nadas particularidades que justifican el otorgamiento delamparo. Por un lado, el recurrente, cuando gozaba dela condición de Diputado de la Nación, no obtuvo eltrato a que obligaba el art. 71.2 CE, habiéndose dirigidouna investigación contra su persona sin la preceptivaautorización de la correspondiente Cámara. Por otro lado,cuando el recurrente perdió la condición de Diputado,en el año 1993, era un ciudadano sin fuero especialni prerrogativa alguna, que tampoco tuvo derecho a larevisión del fallo que le condenó.

El art. 847 LECrim, así como los preceptos de la Leyde 9 de febrero de 1912 y demás disposiciones queregulan el modo de proceder contra Diputados y Sena-dores (arts. 750 y ss. LECrim), se redactaron con ante-rioridad a la entrada en vigor de la Constitución de 1978.Dichas normas están en contraposición con el art. 24CE al no permitir recurso alguno contra el fallo conde-natorio. Procede, por ello, elevar la cuestión al Plenodel Tribunal, al amparo de lo dispuesto en el art. 55.2LOTC, y declarar la inconstitucionalidad del párrafo 2del art. 847 LECrim. En la demanda se sugiere la posi-bilidad de establecer un recurso ante el Pleno del TribunalSupremo, de forma similar a la regulación prevista enla Ley 4/1985, de 21 de marzo, de Extradición Pasiva.

d) La cuarta queja no tiene un contenido autónomosino que presenta la misma fundamentación fáctica que

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la anterior, indicándose ahora de forma alternativa queel hecho de no haber podido someter el fallo conde-natorio a un Tribunal superior ha vulnerado el derechoa un proceso con todas las garantías, tal y como hadeclarado la STC 42/1982, de 5 de julio.

e) La quinta queja denuncia la vulneración del dere-cho a la tutela judicial efectiva sin que se produzca inde-fensión (art. 24.1 CE), como consecuencia de la condenadel recurrente por el delito de asociación ilícita, que habíasido excluido por la propia Sala Segunda de los delitosobjeto de acusación.

La Sala Segunda del Tribunal Supremo, medianteAuto de 20 de diciembre de 1996, acordó la aperturadel juicio oral para el recurrente por una serie de delitos,entre ellos el de asociación ilícita. Posteriormente, des-pués de la audiencia preliminar del juicio oral, la Saladictó nuevo Auto, de fecha 19 de julio de 1997, enel que limitó la continuación del juicio oral contra elrecurrente por «delito fiscal, falsedad continuada endocumento mercantil. Apropiación indebida. Falsedad endocumento público (Acusado por el Abogado del Estado,Ministerio Fiscal y la representación del Sr. RuizMateos)». Dicho Auto fue luego aclarado por otro de22 de julio, en el sentido de que «los acusados D. JoséMaría Sala i Griso y D. Carlos Navarro Gómez, no sonacusados del delito de apropiación indebida».

No obstante lo anterior, el recurrente fue acusadoy condenado por el delito de asociación ilícita. De estaforma, una resolución firme —el Auto de 19 de julio—se ha visto alterada después por otras y fuera de loscauces previstos en el Ordenamiento jurídico, lo que vul-nera el derecho fundamental a la tutela judicial efectiva,que, conforme a reiterada doctrina constitucional, supo-ne el derecho a que las resoluciones judiciales se eje-cuten en sus propios términos y a la firmeza e intan-gibilidad de las mismas (la demanda cita al efecto lasSSTC 77/1983, de 3 de octubre; 159/1987, de 26de octubre; 58/1988, de 6 de abril; 12/1989, de 25de enero; 189/1990, de 26 de noviembre; 1/1991, de14 de enero; 242/1992, de 21 de diciembre; y92/1993, de 15 de marzo).

El Tribunal Supremo, al advertir que en el Auto de19 de julio de 1997 eliminó la referencia al delito deasociación ilícita, ha rectificado en los antecedentes dehecho de la Sentencia el contenido de dicha resolución,haciendo constar la acusación por el delito de asociaciónilícita, lo que no se corresponde con el contenido his-tórico del Auto antes citado. Asimismo, en el fundamento18 de la misma Sentencia ha considerado que el Autode 19 de julio de 1997 «únicamente alteró la aperturadel juicio oral para excluir los delitos contra la HaciendaPública o de apropiación indebida, como consecuenciade la regulación de la cuota defraudada en un caso ode la prescripción en otro». Esta rectificación del TribunalSupremo efectuada en la Sentencia es extemporáneae inadmisible de conformidad con lo dispuesto en elart. 267 LOPJ, que permite rectificar los errores mate-riales en cualquier momento, pero las omisiones no pue-den suplirse en cualquier momento sino sólo al siguientedía hábil.

Esta vulneración del derecho fundamental a la tutelajudicial efectiva determina la nulidad no sólo de la pre-tendida rectificación operada por la Sentencia impug-nada, sino además de la condena por el referido delitode asociación ilícita.

f) La sexta queja se concentra también —como laanterior— en la condena por el delito de asociación ilícita,pero ahora se reprocha que vulnera además el principioacusatorio y los derechos a la defensa y a utilizar los

medios de prueba, puesto que el recurrente acomodósu actuación procesal a defenderse de los únicos delitossubsistentes. En la sesión del juicio oral celebrada eldía 3 de septiembre el Presidente de la Sala Segundadel Tribunal Supremo dio lectura a la parte dispositivadel Auto de 19 de julio de 1997, sin mencionar portanto la imputación por el delito de asociación ilícita.Por lo tanto, la defensa del recurrente ni siquiera informóverbalmente en el juicio oral sobre el delito de asociaciónilícita, ni propuso pruebas al respecto, ni se garantizóel principio de contradicción sobre tal acusación. Dichadefensa se limitó a denunciar la conculcación del prin-cipio acusatorio.

En consecuencia, de conformidad con la STC141/1986, de 12 de noviembre, se ha lesionado el dere-cho fundamental del recurrente a un proceso con todaslas garantías al condenarle por un delito respecto delque había recaído una resolución de tácito sobreseimien-to y debe declararse la nulidad de la Sentencia impug-nada en lo que se refiere a este extremo.

g) Como séptima queja, y subsidiaria a las anterio-res, la demanda se refiere a la lesión del derecho a obte-ner la tutela judicial efectiva del art. 24.1 CE, como con-secuencia de la contradicción interna de la Sentenciadel Tribunal Supremo en relación con la cuestión relativaa la prescripción del delito de asociación ilícita.

El Tribunal Supremo ha justificado la no petición delsuplicatorio en el hecho de que, durante el período enque el recurrente tuvo la condición de Diputado, el Ins-tructor sólo practicó una investigación general, no expre-samente dirigida contra él. En cambio, ha justificado lano prescripción del delito de asociación ilícita porquela prescripción quedó interrumpida desde el momentomismo de la admisión de la querella formulada contrael recurrente, en la que se incluía el delito de asociaciónilícita, por constituir tal querella un acto procesal dirigidode manera concreta e individualizada contra el recurrente.

Según criterio del actor de amparo, es evidente queen la Sentencia existe una contradicción conceptual ynormativa entre las razones dadas para no formular elsuplicatorio y las referidas a la interrupción de la pres-cripción del delito de asociación ilícita, como ya se indicóen la primera queja. Se trata, por ello, de una Sentenciamanifiestamente irrazonable por contradictoria (se citaal efecto la doctrina sentada en la STC 184/1992, de16 de noviembre).

h) La octava y última queja denuncia la infraccióndel principio de legalidad penal (art. 25 CE), como con-secuencia de la condena del recurrente por dos delitoscontinuados de falsedad en documento mercantil.

El escrito de acusación del Ministerio Fiscal calificólos hechos atribuidos al Sr. Navarro Gómez como fal-sedad en documento mercantil en la modalidad descritaen el art. 302.4 del Código Penal, texto refundido de1973, es decir, «faltando a la verdad en la narraciónde los hechos». El nuevo Código Penal de 1995 ha des-penalizado estas conductas cuando las realiza un par-ticular y cuando tienen por objeto material un documentopúblico, oficial o mercantil, como ocurre en el presentecaso. Pues bien, tras la práctica de las pruebas en elplenario, el Ministerio Fiscal mantuvo el relato de hechos,pero cambió la calificación de los mismos, entendiendoque aquellas falsedades ideológicas eran ahora false-dades materiales, que seguían siendo típicas a la luzde la nueva normativa. Sobre esta calificación se apoyala Sala Segunda del Tribunal Supremo para fundamentarla condena.

Para la representación del recurrente tal forma deproceder representa un fraude de ley con el objeto de

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eludir la aplicación estricta de la ley que impone el prin-cipio de legalidad penal (nullum crimen nulla poena sinelege). Dicho principio impide la prosecución de un pro-ceso que versara sobre hechos destipificados, ya queen tal caso el proceso no se justificaría. Las acusaciones,aunque efectuaron sus primeras calificaciones bajo lavigencia del Código Penal anterior, conocían perfecta-mente que el nuevo Código Penal de 1995 despena-lizaba tales conductas. Ahora bien, aunque podían variarla descripción de los hechos para adaptarlos a otrasmodalidades delictivas que seguían siendo tales y queno habían sido despenalizadas (contrahacer o fingir fir-ma, suponer en un acto la participación de personasque no lo hicieron, simulación, etc.), no lo hicieron, sinoque optaron por la misma descripción del comportamien-to de su primitiva calificación, pero alterando el nomeniuris de la figura delictiva, considerando finalmente queconcurre una falsedad material.

A juicio del demandante de amparo, la Sentenciaimpugnada ha realizado un ímprobo esfuerzo dialécticoy dogmático para aplicar el núm. 9 del art. 302 del Códi-go Penal derogado, sobre la base de los cambios ope-rados en los escritos de calificación definitivos. Elrecurrente no pretende que el Tribunal Constitucionalexamine los hechos, ya que esta labor resulta vedadaen el recurso de amparo. Se trata simplemente de queanalice si los hechos que fundamentan la condena estánactualmente despenalizados y, consecuentemente, si laSentencia recurrida ha infringido el principio de legalidadpenal, garantizado en el art. 25.1 CE.

A estos efectos —añade el recurrente— también hayque tener en cuenta el Auto de 22 de diciembre de1995 dictado por el Magistrado Instructor, en el quedeclaraba que lo esencial en un documento no es larealidad de la relación jurídica expresada en el mismo,sino la pertenencia de tal declaración a quien apareceasumiéndola en dicho documento. Como consecuenciade esta interpretación, el referido Auto decretó no haberlugar a la apertura del juicio oral por los supuestoshechos falsarios, al entender que aquéllos no constituíanningún delito y que, en cualquier caso, iban a quedardespenalizados meses más tarde como consecuenciade la entrada en vigor del nuevo texto punitivo.

El recurrente concluye que este criterio debe preva-lecer para dispensar la debida protección al principiode seguridad jurídica, consustancial al de legalidad enmateria penal. Si el legislador ha operado la destipifi-cación radical de determinados supuestos falsarios,debiera impedirse acudir al expediente de cambiar elnomen iuris para castigar una conducta que en verdades atípica. Si los hechos son los mismos, no puedenser penados mediante la aplicación de un precepto quedé aparente cobertura a una sanción, cuando realmentetales hechos no son merecedores en el nuevo texto legalde reproche alguno.

Por tanto, la Sentencia impugnada ha infringido elprincipio de legalidad penal, al haber impuesto una con-dena por hechos que no constituyen delito, de modoque el recurrente deberá ser repuesto en su derechoanulando la condena relativa a los delitos falsarios.

En atención de lo expuesto, el recurrente solicita deeste Tribunal que otorgue el amparo y, en su virtud,declare: 1) Que el procedimiento especial 880/91 esnulo de pleno derecho a partir del momento en quela Sala Segunda del Tribunal Supremo tuvo que solicitarla obligada autorización al Congreso de los Diputadosseñalado por el art. 71.2 CE y omitió hacerlo. La nulidaddeberá referirse al momento de admisión a trámite delas querellas. 2) Alternativamente, que las pruebas

obtenidas durante el tiempo que medió entre la admisióna trámite de las querellas y la pérdida de la condiciónde Diputado del recurrente son ilícitas; asimismo quese declare la nulidad de las pruebas documentales apor-tadas por el testigo Sr. Van Schowen, por haberse obte-nido con vulneración de derechos fundamentales, y detodas las demás que traigan causa de las mismas. 3) Demanera subsidiaria, declare la lesión del derecho a obte-ner la tutela judicial efectiva del art. 24.1 CE, por nootorgársele recurso ante un Tribunal superior contra laSentencia que le condena y que la Sala eleve al Plenodel Tribunal Constitucional, en aplicación del art. 55.2LOTC, la declaración de inconstitucionalidad del art. 847LECrim. 4) Alternativamente, que no procede la con-dena del recurrente por el delito de asociación ilícita,por haber incurrido la Sala Segunda del Tribunal Supre-mo en vulneración de los derechos a la tutela judicialefectiva a través de un proceso con todas las garantías.5) Que tampoco procede la condena por los delitosde falsedad documentales por suponer un quebrantodel principio de legalidad en materia penal.

Por otrosí pide, de conformidad con lo preceptuadoen el art. 56 LOTC, que se acuerde la suspensión dela ejecución de la Sentencia recurrida hasta que no seresuelva el presente recurso de amparo, por los perjuiciosirreparables que la ejecución acarrearía.

4. Mediante providencia de 9 de diciembre de1997, la Sección Cuarta de este Tribunal acordó losiguiente:

a) La admisión a trámite de la queja en que invocacomo vulnerados los derechos fundamentales al Juezordinario predeterminado por la ley y a un proceso contodas las garantías (art. 24.2 CE), por la inculpación delrecurrente durante su mandato como Diputado sin laprevia autorización del Congreso de los Diputados y, porconexión con la anterior, la admisión de la queja referentetambién a una vulneración del derecho a un procesocon todas las garantías, aunque sólo en lo relativo ala valoración del material probatorio obtenido antes desolicitar la referida autorización del Congreso de losDiputados.

b) Abrir el trámite previsto en el art. 50.3 LOTC paraque, en un plazo no superior a diez días, el solicitantede amparo y el Ministerio Fiscal se manifiesten acercade la posible concurrencia de la causa de inadmisiónestablecida en el art. 50.1 c) LOTC —carencia manifiestade contenido que justifique una decisión sobre el fondopor parte del Tribunal Constitucional— en relación con:1) la queja en que denuncia la infracción del principiode legalidad en el ámbito penal (art. 25.1 CE) por laaplicación analógica del tipo del art. 302, párrafo 1, 9,en relación con el art. 303, ambos del Código Penalanterior; y 2) la alegación relativa a la vulneración delderecho a un proceso con todas las garantías por lavaloración de material probatorio obtenido, a juicio delrecurrente, con vulneración del derecho a la intimidady al secreto de las comunicaciones (motivo segundo dela demanda de amparo).

c) La inadmisión de las demás quejas del presenterecurso de amparo por su carencia manifiesta de con-tenido que justifique una decisión sobre el fondo delmismo por parte de este Tribunal —art. 50.1 c) LOTC.

d) La admisión parcial de la demanda de amparodeterminó la apertura de la pieza separada para la tra-mitación y decisión de la medida cautelar de suspensiónsolicitada por el recurrente (art. 56 LOTC).

e) Asimismo, la Sección acordó dirigir atenta comu-nicación a la Sala Segunda del Tribunal Supremo a fin

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de que emplazara a quienes hubieran sido parte en elprocedimiento del que traía causa el presente recursode amparo para posibilitar su comparecencia en esteproceso de amparo. En cuanto a la decisión relativa ala petición de actuaciones, se acordó relegarla a unmomento procesal posterior.

5. La pieza para la tramitación del incidente de sus-pensión fue abierta por providencia de la Sección Cuartade este Tribunal de 9 de diciembre de 1997. Tras lasalegaciones del Fiscal, y del Abogado del Estado, la SalaSegunda de este Tribunal dictó el Auto 419/1997, de22 de diciembre, en el que acordó no acceder a la sus-pensión interesada.

La representación del recurrente solicitó la declara-ción de nulidad del referido Auto, porque en éste seexpresaba que el recurrente no había hecho uso de suderecho a formular alegaciones en el trámite de la sus-pensión, cuando en realidad había hecho uso de tal dere-cho, mediante escrito —que acompañaba— registrado el12 de diciembre de 1997. En este incidente de nulidadformularon alegaciones el demandante de amparo, elAbogado del Estado y el Ministerio Fiscal, decantándoseel primero y el ultimo a favor de la estimación de lanulidad, en tanto el segundo interesaba la desestimaciónde la misma.

El demandante, mediante un nuevo escrito, solicitóla suspensión con base en el art. 57 LOTC, alegandocomo nuevas circunstancias la desigualdad respecto aotros condenados y recurrentes en amparo que sí sehabían visto beneficiados con la suspensión, la posibi-lidad de que el cumplimiento efectivo de las penas pudie-ra no exceder de tres años y la admisión a trámite delmotivo referido al principio de legalidad penal, lo quearrojaba sospechas sobre la condena por el delito defalsedad en documento mercantil. De este escrito sedio traslado a las partes, pronunciándose tanto el Abo-gado del Estado como el Ministerio Fiscal en contra deesta nueva solicitud de suspensión.

La Sala Segunda de este Tribunal, mediante ATC46/1998, de 24 de febrero, acordó declarar inadmisibleel incidente de nulidad solicitado por el recurrente y man-tener la decisión del anterior ATC 419/1997, de 22de diciembre, de la misma Sala, recaído en la pieza sepa-rada, en el sentido de no acceder a la suspensión inte-resada por el recurrente.

6. La representación procesal del recurrente deamparo presentó el 19 de diciembre de 1997 su escritode alegaciones en el trámite del art. 50.3 LOTC. En elmismo trámite, el Ministerio Fiscal también presentó suescrito de alegaciones el día 19 de diciembre de 1997.

7. La Sección Cuarta, mediante Auto de 20 de enerode 1999, acordó en el referido trámite del art. 50.3 LOTCadmitir a trámite la queja relativa a la vulneración delprincipio de legalidad penal, e inadmitir la segunda, enla parte sometida a consideración y relativa a la con-culcación de los derechos a la intimidad y al secretoen las comunicaciones. El referido Auto viene acompa-ñado de un Voto particular discrepante del Magistradodon Carles Viver Pi-Sunyer.

8. Tras las respectivas solicitudes de personacióny una vez que quedó acreditada la representación delos Procuradores, la Sección Tercera de este Tribunal,mediante providencia de 27 de abril de 1998, acordótener por personados y parte en el presente procedi-miento al Procurador don Javier Lorente Zurdo en nom-bre y representación de don José María Ruiz Mateos

y Jiménez de Tejada y de don Christian Jiménez Gon-zález; y al Procurador don Argimiro Vázquez Guillén ennombre y representación de doña Aida Álvarez Álvarezy de don Miguel Molledo Martín, acordándose entendercon ellos las sucesivas actuaciones.

Acordó también conceder un plazo común de veintedías a todas las partes personadas y al Ministerio Fiscalpara que, de conformidad con lo previsto en el art. 52.1LOTC, formularan las alegaciones que estimaran perti-nentes, dándoles vista de las actuaciones en la SalaSegunda del Tribunal Supremo, debido a su volumen,sin perjuicio de que, en caso de que fuera preciso, laSala Segunda de este Tribunal Constitucional pudierainteresar la remisión de parte de las actuaciones.

9. El Abogado del Estado presentó su escrito dealegaciones el 26 de mayo de 1998, solicitando quese dictara Sentencia denegatoria del amparo pretendido.Esta conclusión se fundamenta en el examen de las que-jas admitidas a trámite, cuyo resumen se ofrece acontinuación:

a) La Abogacía del Estado considera que no se haproducido una vulneración del art. 24.2 CE por la faltade petición de autorización al Congreso de los Diputados.A estos efectos, se examina exhaustivamente la doctrinaconstitucional sobre el sentido y finalidad de la inmu-nidad parlamentaria prevista en el art. 71.2 CE, así comola perspectiva que ofrece el art. 23.2 CE sobre talinmunidad.

Se considera en primer término que el recurrente noha invocado el derecho a acceder en condiciones deigualdad a las funciones y cargos públicos con los requi-sitos señalados por las leyes, establecido en el art. 23.2CE, ni tampoco los bienes jurídicos que el mismo protege,durante la instrucción ni en este proceso de amparo.Y si no ha formulado esta pretensión, ha sido porqueno se ha visto afectado en el ejercicio de sus funcionescomo Diputado. Además no se ha producido ningunamerma en el ejercicio de su derecho como representantepopular, pues no se ha adoptado ninguna medida cau-telar durante el período de la instrucción en el que gozóde la condición de Diputado que repercutiese lo másmínimo en el ejercicio de sus funciones representativas(por ejemplo, impidiéndole asistir a las sesiones). En defi-nitiva, no se han puesto en peligro los fines a los quesirve la inmunidad parlamentaria

Para el recurrente la falta de formulación del supli-catorio sólo supone la lesión del art. 24 CE. Pues bien,tal lesión sólo podrá ser apreciada —según el Abogadodel Estado— si efectivamente se ha producido una inde-fensión en el proceso jurisdiccional ordinario, indefensiónque, de acuerdo con la doctrina de este Tribunal, sóloadquiere relieve constitucional si tiene naturaleza mate-rial, es decir, si privó al recurrente de la posibilidad dehacer valer sus derechos e intereses legítimos.

A continuación se ocupa el Abogado del Estado deltérmino «inculpado» utilizado en el art. 71.2 CE y suproyección sobre el procedimiento abreviado. Como esteconcepto no se encuentra determinado ni constitucionalni legalmente, la labor de este Tribunal Constitucional,habida cuenta de la naturaleza subsidiaria del recursode amparo, es únicamente la de fiscalizar la interpre-tación del mismo llevada a cabo en este caso por laSala Segunda del Tribunal Supremo.

Pues bien, la interpretación de dicha Sala es razonabley perfectamente coherente con lo dispuesto en las nor-mas relativas a la inmunidad parlamentaria. Es, en primerlugar, razonable que la imputación judicial no se hagacoincidir con la admisión de las querellas, porque la evi-dente complejidad de los hechos denunciados hacía

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necesaria una previa investigación que comprobara suveracidad y carácter penal, así como la autoría de losmismos, para evitar que quedara a merced de los que-rellantes la imputación judicial de los querellados.

Tal interpretación es acorde con la legislación apli-cable, ya que el art. 750 LECrim exige que «existan méri-tos para proceder», en tanto que el art. 11 del Regla-mento del Congreso de los Diputados establece que suPresidente adoptará las medidas necesarias para la sal-vaguardia de las prerrogativas de sus miembros «unavez conocida la detención de un Diputado o cualquierotra actuación judicial o gubernativa que pudiere obs-taculizar el ejercicio de su mandato...», lo que pone derelieve que lo que puede afectar al mandato represen-tativo de un parlamentario es que se reconozcan en suactuación indicios racionales de criminalidad que habi-liten para la adopción de medidas cautelares contra supersona o bienes.

La misma conclusión se obtiene del análisis de ladoctrina del Tribunal Constitucional sobre la obtenciónde la condición de imputado en el procedimiento penalabreviado (STC 149/1997, de 29 de septiembre, quese remite a la STC 186/1990, de 15 de noviembre).A la luz de tal doctrina cabe que la inculpación judicialse produzca en el momento de la admisión de la querella(como entiende el recurrente), pero también es posibleque en casos como el presente, en los que la instrucciónes enormemente compleja y laboriosa, sea el resultadode una previa investigación del Juez instructor que lepermita formar criterio y dirigir el procedimiento frentea una persona aforada en concreto, siempre que la incul-pación se produzca antes de la terminación de las dili-gencias previas y siempre que el inculpado pueda con-trastar y complementar la investigación iniciada. En defi-nitiva no cabe tachar de irrazonable o arbitraria a lainterpretación del Tribunal Supremo.

Sobre la base de la STC 135/1989, de 19 de julio,que atribuye al Juez de Instrucción «un razonable margende apreciación en el reconocimiento de la condición deimputado a quien se atribuya la comisión de un hechopunible en cualquier actuación sumarial», el Abogadodel Estado considera que la aplicación al caso concretode la interpretación del término inculpado por parte delTribunal Supremo ha sido razonable y no arbitraria aldistinguir entre una investigación general (que fue laque tuvo lugar antes de que el Sr. Navarro Gómez per-diera la condición de Diputado), que no requiere la for-mulación del suplicatorio y la obtención de la autori-zación del Congreso, y una investigación específica diri-gida contra el recurrente de amparo, que sí obligaríaa solicitar la autorización a la Cámara.

A la racionalidad de la interpretación jurisdiccionaly de su aplicación al caso, se une la circunstancia deque no se ha producido una verdadera indefensión comoconsecuencia de una supuesta falta de respeto de lasgarantías procedimentales. Pues bien, al recurrente sele dio traslado de la querella, se personó en el procesocon Abogado e interpuso los recursos que estimó con-venientes ante la Sala. En ningún momento acredita porqué las declaraciones que prestó como testigo e inclusosu primera declaración voluntaria —asistido por Aboga-do— afectaron negativamente a su derecho de defensa.Esa primera declaración se efectuó además de confor-midad con una práctica ya arraigada de la propia Sala.

El recurrente tuvo acceso directo a todas las actua-ciones. Aunque finalmente no se solicitó la autorizaciónal Congreso mediante suplicatorio, porque perdió la con-dición de Diputado, sí consta en los autos que tal auto-rización se pidió respecto a otro inculpado en el proceso,el Sr. Sala i Griso, y que la misma fue otorgada por

el Senado. Por otra parte desde que el Sr. Navarro Gómezperdió su condición de Diputado (13 de abril de 1993)hasta la conclusión de las diligencias previas (decretadael 4 de mayo de 1995) y consiguiente finalización dela fase instructora, transcurrieron dos años a lo largode los cuales pudo realizar las actuaciones que considerómás convenientes para la defensa de su derecho. Enla fase instructora en que ostentó la condición de Dipu-tado no se adoptó ninguna medida cautelar que afectasea su persona o bienes. Asimismo, en el juicio oral tuvooportunidad de rebatir todos y cada uno de los argu-mentos y pruebas esgrimidas en su contra y de defen-derse con todas las garantías. El Abogado del Estadono aprecia, en suma, cómo puede hablarse de indefen-sión, cuando la participación del querellado en el procesose ha producido con antelación más que suficiente res-pecto del escrito de acusación, cuando ha tenido sobradaoportunidad de ser oído, alegar y participar en la causaantes de aquella acusación formal y apertura del juiciooral.

b) El Abogado del Estado también rechaza que sehaya producido una vulneración del derecho a un pro-ceso con todas las garantías en cuanto a la prácticade determinadas pruebas antes de que el recurrente deamparo fuera inculpado judicialmente en el proceso aquo. Este dato, en sí cierto, no ha provocado un resultadode indefensión ni tampoco el recurrente la ha acreditadode ninguna manera. Como declara la Sentencia impug-nada, las pruebas practicadas no recaían directamentesobre la persona del recurrente, sino que se insertabanen una investigación general de gran complejidad. Losdocumentos requeridos o el registro en las sociedadesno han reducido el derecho de defensa del recurrente.Además, el resultado de las pruebas (las ya mencionadas,la declaración testifical como prueba de cargo, el dic-tamen pericial, la prueba documental, etc.) fue repro-ducido en el juicio oral, donde el recurrente tuvo ocasiónilimitada de contrarrestarlas. Se cumple así la doctrinade la STC 41/1998, de 24 de febrero, FJ 30, segúnla cual lo determinante no son las diligencias llevadasa cabo por el Juzgado de Instrucción, sino las pruebaspracticadas en el acto del juicio oral.

c) Tampoco acepta el Abogado del Estado la ale-gación de que se vulneró el derecho al Juez ordinariopredeterminado por la Ley. Desde el Auto de 8 de octu-bre de 1991 ha sido la Sala Segunda del Tribunal Supre-mo la que en todo momento ha conocido de esta causa,por lo que se ha salvaguardado el derecho del aforado,de modo que la alegación no se acaba de comprender.La inculpación judicial se produjo en el momento opor-tuno, por lo que no se ha privado a la Cámara que sepronunciara al respecto. Se recuerda además que elSenado otorgó su autorización para inculpar a otro acu-sado, el Sr. Sala i Griso, y que si no se pidió la autorizaciónal Congreso para inculpar al Sr. Navarro Gómez fue por-que éste perdió su condición de Diputado.

d) El Abogado del Estado también descarta la infrac-ción del principio de legalidad penal por la condena delos dos delitos continuados de falsedad documental. Deentrada se rechaza tajantemente tal infracción por elcambio de calificaciones efectuado por las acusaciones,pues esta posibilidad no es capaz de infringir el art. 25.1CE, sino, a lo sumo, los derechos a ser informados dela acusación o a un proceso con todas las garantías,ninguno de los cuales ha sido invocado por el recurrenteen este contexto.

Se afronta a continuación la alegación central de quela Sentencia impugnada infringió el principio de legalidad

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penal, recordándose a estos efectos la doctrina sustan-cial del Tribunal Constitucional (SSTC 137/1997, de 21de julio, FJ 7; 151/1997, de 29 de septiembre, FJ 4;232/1997, de 16 de diciembre, FJ 2; 236/1997, de22 de diciembre, FJ 3; 225/1997, de 15 de diciembre,FJ 4; 56/1998, de 16 de marzo, FJ 8). Los razona-mientos se centran en los dos elementos típicos fun-damentales de la modalidad falsaria del art. 302.9 delCódigo Penal de 1973: la simulación documental y laautenticidad del documento.

La jurisprudencia del Tribunal Supremo anterior y pos-terior a la Sentencia ahora impugnada ha mantenidodiferentes líneas interpretativas sobre la simulación docu-mental, considerándola bien como supuesto de falsedadmaterial (STS de 2 de abril de 1964), bien como falsedadideológica o intelectual (STS de 8 de marzo de 1983).Algún autor considera que operaba como un «cajón desastre» o comodín cuando había dudas respecto a lasubsunción de la conducta en alguno de los otros núme-ros del precepto. La Sentencia que condenó al recurrenteconsidera que existe simulación cuando la factura esincierta en su totalidad, al haber un soporte materialfalso, no meramente intelectual. Pues bien, esta inter-pretación, que ya había sido asumida anteriormente porla jurisprudencia —la resolución impugnada cita las SSTSde 21 de marzo de 1989, de 18 de noviembre de 1991,de 18 de septiembre de 1993 y de 13 de junio de1997— y que fue reiterada después —así, en las SSTSde 7 de noviembre de 1997 y 25 de noviembre de1997—, no puede ser conceptuada de extravagante. Enlas palabras «simulando un documento» caben diversasformas de creación de simulacros o apariencias docu-mentales, y por lo tanto resulta razonable que se califiquecomo simulación la factura emitida como justificaciónde que se ha realizado un estudio, informe u otro tipode prestación, en verdad no efectuada.

En cuanto al elemento típico de que la simulacióndebe inducir a error sobre la «autenticidad» del docu-mento, el Abogado del Estado expresa que el conceptode autenticidad sólo puede aplicarse en sentido estrictoa los documentos públicos, pues ellos mismos pruebanpor sí mismos (son «autosuficientes» en ese sentido)que provienen del autor indicado en el propio documen-to. Ahora bien, como el Código Penal predica la notade autenticidad también de los documentos mercantileso privados, en los que tal autenticidad no puede serla misma, es obvio que este elemento típico de la «au-tenticidad» tiene un contenido propio. Tiene pues razónel Voto particular del Excmo. Sr. Viver Pi—Sunyer a losAutos de 20 y de 28 de enero de 1998 cuando indicaque hay precedentes en la jurisprudencia del TribunalSupremo que entienden la autenticidad no exclusivamen-te en sentido subjetivo, es decir, como identidad entreel autor aparente y el real del documento, sino que acu-den a otras interpretaciones que también caben en eltipo penal. Es posible entonces considerar una facturacomo falsa no porque su autor real no coincida conel aparente, sino porque es falaz en lo que refleja, porquepretende documentar en el tráfico jurídico una prestación(un estudio o informe) absolutamente inexistente.

En consecuencia, concluye el Abogado del Estado,es cierto que el precepto penal se presta a otras inter-pretaciones igualmente constitucionales, pero no se pue-de reprochar a la Sentencia que haya infringido el prin-cipio de legalidad penal, ya que ni ha desbordado eltenor literal del precepto ni lo ha interpretado mediantepautas extravagantes o contrarias a los preceptos, prin-cipios o pautas constitucionales.

10. Por su parte, el Ministerio Fiscal registró susalegaciones el día 27 de mayo de 1998, en las queinteresaba que se dictara Sentencia desestimatoria.

a) En relación con la primera queja de la demanda,se ocupa de la regulación constitucional y legal acercadel momento en que es preciso solicitar la autorizacióna la Cámara legislativa; después, determina de qué formaha de integrarse esa cuestión en el derecho a un procesocon todas las garantías; y por último, se refiere a si elretraso o, en este caso, la ausencia de solicitud hasupuesto, no ya una simple infracción procesal, sino laposible vulneración del citado derecho fundamental,siempre que hubiera generado una auténtica indefensiónmaterial al demandante de amparo.

En cuanto al primer punto subraya el Fiscal el confusomarco legal de la inmunidad parlamentaria, como hadestacado entre otras la STC 22/1997, de 11 de febrero,que no se encuentra plenamente adaptada a las pre-visiones constitucionales. Aun así, es preciso determinarsi el término «inculpado» que emplea el art. 71.2 CEes sinónimo del de «imputado» —como postula la deman-da de amparo— o responde a un concepto diferente.

El art. 118 LECrim configura la «imputación» esen-cialmente como la atribución a una persona de un hechopunible, para lo que el propio precepto prevé varios posi-bles momentos: desde la simple admisión de la denunciao querella —párrafo 2— hasta cualquier acto procesalque suponga dicha atribución, entre los que incluye ladetención, cualquier otra medida cautelar e incluso elprocesamiento. Por el contrario, tanto el art. 71.2 CEcomo los Reglamentos de las Cámaras utilizan los tér-minos «inculpación» y «procesamiento» equiparándolos,aunque ciertamente —y salvo la expresión utilizada enel último inciso del párrafo 2 del citado art. 118 LECrim—el primero de los términos no tiene hoy en día reflejoexpreso en nuestra legislación procesal penal.

El demandante de amparo entiende que el suplica-torio ha de formularse en el mismo momento de la deci-sión de admisión a trámite de una denuncia o querellacontra un Diputado o Senador, y para ello se sirve dediversos argumentos. En opinión del Ministerio Fiscal,a esta argumentación subyace la idea de que la con-cesión de la autorización, previa formulación del supli-catorio, constituye un presupuesto imprescindible parala debida constitución de la relación procesal penal y,en consecuencia, para el ejercicio del derecho de defensamediante, en su caso, la debida personación. El Fiscalno está de acuerdo con tal configuración procesal dela institución del suplicatorio, por chocar tanto con lasprevisiones constitucionales y legales, como con los finesque persigue tal institución.

En primer término, identificar en todo caso la impu-tación con la inculpación judicial supone un descono-cimiento de los fines y fases del proceso penal. Pres-cindiendo de los casos excepcionales en que podría pro-ducirse una coincidencia temporal entre ambas (comopuede suceder en los delitos flagrantes, o en aquéllosen que la denuncia o querella van acompañadas deauténticos medios probatorios de cargo suficientes paraque, desde el primer momento, el Juez aprecie lo quelas leyes procesales denominan «indicios racionales decriminalidad» y, especialmente, cuando como conse-cuencia de ello haya de adoptar alguna medida cautelarde carácter personal), la denuncia o querella contienenesencialmente una simple notitia criminis, cuya veraci-dad es preciso investigar mediante la oportuna instruc-ción sumarial.

De este modo, la simple imputación se produce porla admisión a trámite de la denuncia o querella. Y cabe

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recordar que, según el art. 313 LECrim, únicamente pue-de inadmitirse una querella —además del supuesto defalta de competencia que aquí no interesa—, «cuandolos hechos en que se funde no constituyan delito», demodo que puede afirmarse que en numerosos casosla previsión del art. 118, párrafo 2, LECrim se traduciráen la comunicación al denunciado o querellado de la«imputación» efectuada ante el Juez por un tercero, sinque el Instructor haya podido en dicho momento másque apreciar la simple verosimilitud de aquélla. En talescasos, el Juez no realiza inculpación alguna, sino quees un transmisor de la imputación efectuada ante él porun tercero, que se traslada al denunciado o querelladopara que pueda ejercitar desde el primer momento elderecho de defensa, lo que le permitirá su personaciónen el proceso desde este momento. Por el contrario,la «inculpación» es un acto del Juez en que, tras valorarel material instructorio, aprecia lo que en el proceso ordi-nario se denominan «indicios racionales de criminalidad».

Aunque en ciertos casos puede producirse una coin-cidencia plena de ambos actos procesales, imputacióne inculpación, ésta no es la regla general. Una denunciapuede consistir en una simple manifestación de cono-cimiento, incluso indirecto, de hechos y una querellapuede ir acompañada de ciertos documentos que úni-camente sirven para comprobar su mínima verosimilituda efectos de su admisión, lo que abre la fase de ins-trucción. Y la finalidad de esta fase de instrucción es,precisamente, determinar tanto el aspecto objetivo —rea-lidad del hecho— como subjetivo —participación delimputado— de los hechos objeto del proceso penal.

Desde la perspectiva de la legislación vigente, estadistinción resulta evidente en el llamado proceso ordi-nario. Habiéndose adelantado la adquisición de la con-dición de «imputado» al momento de admisión de ladenuncia o querella, conforme al art. 118 LECrim, elprocesamiento cumple hoy la función de una inculpaciónjudicial, que delimita el objeto del proceso penal, almenos desde la perspectiva de los hechos que han deser enjuiciados y de las personas supuestamente res-ponsables —aunque no ciertamente respecto de su cali-ficación jurídica— que se contienen en dicho Auto. Deter-minaciones que vinculan a las partes acusadoras, lasque no podrán acusar en sus calificaciones provisionalespor hechos diferentes constitutivos de delito, ni a per-sonas no procesadas, salvo que hayan obtenido previa-mente una ampliación del Auto de procesamiento entales sentidos.

Tal distinción no resulta inicialmente tan evidente enel procedimiento abreviado. La STC 186/1990, FFJJ6 y 7, comienza declarando que la determinación dela legitimación pasiva en el proceso penal —es decir,de las personas que han participado en el hecho delic-tivo— debe hacerse mediante la previa imputación, demodo que la resolución prevista en los arts. 789.5, reglacuarta y 790.1 LECrim, el Auto de continuación del pro-cedimiento, «no puede erigirse en obstáculo a la inter-vención previa del imputado en el proceso». Pero estamisma resolución ha manifestado asimismo que cuandoel Juez adopta la decisión de continuar el proceso —art.789.5, regla cuarta, LECrim—, no se limita sólo a cons-tatar la inexistencia de otras diligencias relevantes parala instrucción, sino que realiza una valoración jurídicatanto de los hechos como sobre la imputación subjetivade los mismos.

Ciertamente el hecho de que la inculpación judicial—decisión del propio Instructor que delimita el objetodel proceso, atribuyendo indiciariamente unos hechosa personas determinadas— sea normalmente en el pro-cedimiento abreviado la decisión de continuar el pro-

cedimiento —que por otra parte determina la clausurade la fase de instrucción—, no significa necesariamenteque en todo caso haya de esperarse al mismo para enten-der que se ha producido tal «inculpación», ya que lamisma puede derivar de otros actos procesales del Juezinstructor, como la adopción de medidas cautelares.

La distinción así establecida, referida ciertamente alprocesamiento, ha sido reconocida por el Tribunal Cons-titucional. La STC 37/1989, de 15 de febrero, FJ 3,manifiesta que el derecho a ser informado de la acu-sación no se adquiere con absoluta plenitud hasta elAuto de procesamiento que formule una inculpación pre-cisa. Y la STC 135/1989, de 19 de julio, FJ 3, recuerdaa su vez que la STC 4/1985, de 18 de enero, FJ 3,«reconoció la nueva categoría de imputado a toda per-sona a quien se le atribuya, más o menos fundadamente,un acto punible, permitiéndole ejercitar el derecho dedefensa en su más amplio contenido».

Tal diferencia entre «imputación» e «inculpación judi-cial» es admitida incluso por el demandante de amparopara los casos en que se siga el procedimiento ordinario,y negada únicamente en el supuesto del procedimientoabreviado, lo que según criterio del Fiscal no es acep-table.

La estructura básica de los diversos procesos penalespor delito —ordinario, abreviado y mediante jurado— esesencialmente idéntica. En todos ellos, admitida unadenuncia o querella por el Juez de Instrucción, éste debe(salvo casos excepcionales de diligencias secretas) dartraslado inmediato de aquélla al denunciado o quere-llado, pero dicho traslado se hace sobre la base de unexamen por el Juez de la simple verosimilitud de dichaatribución, de modo que tal examen, efectuado de acuer-do con el art. 118 LECrim, no supone realmente unainculpación con los requisitos y efectos ya expuestos,sino una actuación procesal encaminada a que desdeel primer momento dicho denunciado o querellado puedaejercitar su derecho de defensa.

La distinción formulada por el Fiscal entre «imputa-ción» e «inculpación» tiene asimismo su base en la legis-lación vigente, incluso posterior a la Constitución. Así,el art. 501 del nuevo Código Penal de 1995 sancionaa «la autoridad judicial que inculpare o procesare a unmiembro de las Cortes Generales o de una AsambleaLegislativa de Comunidad Autónoma sin los requisitosestablecidos por la legislación vigente», dando en con-secuencia el mismo contenido procesal al acto de incul-pación y al de procesamiento.

La normativa procesal en la materia —que ciertamentecontempla sólo el llamado «proceso ordinario»— prevéla adopción de medidas cautelares, incluso el Auto deprocesamiento, sin necesidad de la previa petición deautorización a la Cámara en el caso de delitos flagrantes,sin perjuicio de que se solicite con posterioridad. Aunquela referencia al procesamiento sin necesidad de auto-rización que establece el art. 751 LECrim resulte dudo-samente constitucional (dada la terminante previsión delart. 71.2 CE), no sucede lo mismo respecto de la deten-ción en caso de flagrante delito —permitida por estanorma constitucional—, y ello evidencia la posibilidad derealizar actos de instrucción antes de solicitar el supli-catorio, cuya eficacia ulterior estará condicionada a laconcesión de la autorización por la Cámara.

Junto a los supuestos de medidas cautelares, cabeobservar que la Ley de 9 de febrero de 1912 prevéla posibilidad de realización de determinadas diligenciasimprescindibles. Así, su art. 2 se refiere a la siguienteposibilidad: a saber, que «incoado un sumario por un

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Juez de Instrucción ... apareciesen indicios de respon-sabilidad contra algún Senador o Diputado, tan prontocomo fuesen practicadas las diligencias necesarias paraevitar la ocultación del delito o la fuga del delincuente...»; y el art. 6 de la misma disposición, al regular lasuspensión de las diligencias mientras se resuelve sobreel suplicatorio, expresamente circunscribe tal suspensióna las que afecten al Senador o Diputado a quien serefiere la autorización solicitada, e incluso respecto deéste prevé la continuación de las diligencias encamina-das a la reforma de los Autos y providencias en los quecon anterioridad se hubiese acordado la detención, pri-sión o procesamiento.

Por ello, desde una perspectiva procesal, el suplica-torio, aunque configurado como un requisito de proce-dibilidad, no puede considerarse, en todo caso e incon-dicionalmente, como previo a la incoación del procesoe inicio de las actuaciones instructoras, sino a la decisiónjudicial de inculpación. Una vez establecido que el dere-cho de defensa queda garantizado en todo caso median-te el simple traslado de la imputación —que este Tribunalha extendido incluso al sospechoso—, no se producepor esta forma de actuación ninguna indefensión niinfracción de un proceso con todas las garantías queconlleve aquélla.

Junto a la regulación procesal ya expuesta, entiendeel Fiscal que su posición encuentra fundamento asimis-mo en la doctrina de este Tribunal respecto a la ins-titución del suplicatorio. Aunque la función de las Cáma-ras se limite a comprobar si su concesión afecta al correc-to funcionamiento o composición de las mismas, la STC22/1997, de 11 de febrero, recuerda que aquella fun-ción incluye —en cuanto fue su origen histórico— la acti-vidad de evitar que se impida fraudulentamente la par-ticipación de los Diputados y Senadores «en la formaciónde la voluntad de la Cámara, poniéndolos al abrigo dequerellas insidiosas o políticas». En sentido similar sepronuncia la STC 206/1992. Ello se traduce en queesta competencia de la Cámara Legislativa sólo podráejercerse con plenitud si dicha Cámara tiene conocimien-to de las razones fundadas que han llevado al órganojudicial a formular el suplicatorio, lo que puede no suce-der si éste se formula tras la simple admisión de unadenuncia o querella, en la que la realidad de los hechosdenunciados no está aún suficientemente constatada.

En el presente caso, el propio demandante de amparoreconoce que el Instructor le dio el traslado de las que-rellas a los pocos días de admitirse éstas y ser nombradoaquél, con instrucción del derecho de defensa; que lecitó para recibirle declaración como imputado, lo queasí hizo, formulando la oportuna protesta; y que puestoeste hecho en conocimiento de la Cámara, la mismase dirigió a la Sala Segunda del Tribunal Supremo recor-dando las previsiones de los arts. 750 y ss. LECrim, sinque conste se produjera ninguna otra reacción institu-cional relacionada con el estatuto del Diputado.

En definitiva, entiende el Fiscal que ha de procedersea una neta distinción entre el derecho de defensa quecorresponde a todo imputado desde la simple admisiónde una denuncia o querella, y cuyo ejercicio no puedequedar en cualquier caso supeditado a la concesión dela autorización tras la formulación del suplicatorio, deesta última institución, de modo que el mismo sólo debe-rá instarse cuando el Juez aprecie no la simple vero-similitud de las referidas denuncia o querella, sino loque las leyes denominan «indicios racionales de crimi-nalidad», cuya delimitación temporal es competenciaexclusiva del Instructor. En ciertos casos, como cuandola denuncia o querella vienen acompañadas de abun-dantes elementos de cargo, o cuando se trata de delito

flagrante, etc., coincidirán ambos momentos, pero ensupuestos como el presente, que han exigido una exten-sa actividad instructora por su complejidad, no puedepredicarse, como hace el demandante de amparo, quedicha coincidencia sea necesaria en todo caso.

En consecuencia, para el Fiscal no ha existido unavulneración del derecho a un proceso con todas lasgarantías, dado que no se le ha producido al recurrentede amparo ninguna indefensión material. Ello conllevanecesariamente la desestimación de los dos primerosmotivos del recurso, ya que no puede afirmarse que sehayan obtenido pruebas —que serían exclusivamente laspreconstituidas— con vulneración de aquel derecho: siel Sr. Navarro Gómez optó por no personarse y no ejercerel derecho de defensa desde el primer momento, fueuna decisión libremente tomada, que no puede atribuirseal órgano judicial, ya que éste cumplió con lo dispuestoen el art. 118 LECrim.

b) Para el Fiscal, la alegación de vulneración delderecho al Juez ordinario predeterminado por la ley, queaparece en el primer motivo de la demanda, debe serdesechada en todo caso. Según su criterio, son diferentesla garantía de la inmunidad manifestada a través de lainstitución del suplicatorio (art. 71.2 CE) de la garantíadel aforamiento (art. 71.3 CE). La denegación de unaautorización por la Cámara o la no solicitud de la mismano determinan, en consecuencia, la pérdida de la com-petencia sino la imposibilidad de continuar el procedi-miento y por tanto la necesidad de dictar Auto de sobre-seimiento libre (art. 754 LECrim y art. 7 de la Ley de1912), que precisamente corresponde a la Sala Segundadel Tribunal Supremo. Y sólo tras esa decisión, si existenotros imputados no aforados, se producirá la inhibicióndel órgano judicial competente para juzgar a estosúltimos.

c) El Fiscal, adhiriéndose al Voto particular presen-tado al Auto de esta Sala Segunda del Tribunal Cons-titucional de 20 de enero de 1998, estima que la quejarelativa al principio de legalidad penal carece manifies-tamente de contenido constitucional. Lo que el deman-dante considera una infracción del principio de legalidadpor aplicación analógica de una norma no es tal, sinola subsunción de unos hechos —que no fueron alteradosen la calificación definitiva respecto de los establecidosen los escritos de acusación— en una norma; esto cons-tituye es una cuestión de simple legalidad ordinaria(ATC 454/1989, de 18 de septiembre), por lo que noresulta afectado en absoluto el principio reconocido enel art. 25.1 CE.

En efecto, el FJ 7 de la STC 137/1997, de 21 dejulio, declara que la determinación, interpretación y apli-cación de la norma son cuestiones de legalidad ordinaria,y concreta que son dos los supuestos que en esta materiadeterminan la vulneración del art. 25.1 CE: el desco-nocimiento de la literalidad del precepto aplicado o bienla afirmación de la tipicidad a través de argumentos pal-mariamente extravagantes.

Estos supuestos constituyen el canon de constitucio-nalidad cuya comprobación agota la función del TribunalConstitucional en la materia. Trasladando ahora talescriterios al caso planteado, el Fiscal considera que nose da ninguno de los supuestos señalados. No puedevalorarse como un desconocimiento de la literalidad deltipo el que la Sentencia impugnada afirme que la crea-ción ex novo de una factura mendaz en su integridad—en cuanto que no responde a un negocio real—, cons-tituye una falsedad «simulando un documento de maneraque induzca a error sobre su autenticidad». Podrá sus-

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citarse si además el hecho puede ajustarse a las exi-gencias de otra de las modalidades falsarias que el pre-cepto describe, pero carece de fundamento la afirmaciónde que no responde a las exigencias del art. 302.9 delCódigo Penal de 1973 aplicado.

En cuanto al rigor lógico y técnico de los argumentosque conducen a tal calificación, basta la lectura de losfundamentos 24, 25 y 26, y muy especialmente de esteúltimo, para comprobar, por un lado, que se ajustan alas exigencias de la técnica penal y, por otro, que noconstituyen ninguna innovación para este caso, sino quese inscriben en una continuada línea jurisprudencial dela Sala Segunda del Tribunal Supremo —la resoluciónimpugnada cita al efecto las SSTS de 21 de marzo de1989, de 18 de septiembre de 1993, de 26 de noviem-bre de 1993 y de 13 de junio de 1997, pudiendo obser-varse que la mayoría de ellas son anteriores a la entradaen vigor del nuevo Código Penal de 1995— que, si enalguna reciente ocasión ha sido alterada —alteración noaceptada pacíficamente incluso en el seno de la propiaSala— no por ello eleva el problema planteado a un rangoconstitucional desde las exigencias del art. 25.1 CE.

Tampoco tiene contenido constitucional la queja delrecurrente de amparo por el cambio del título incrimi-natorio efectuado en las conclusiones definitivas. Segúnaquél, dicho cambio no tendría otra razón de ser queeludir la despenalización sobrevenida a consecuencia dela sucesión legislativa entre el Código Penal de 1973y el Código Penal de 1995. No corresponde a este Tri-bunal entrar en una cuestión de legalidad ordinaria, comoes la de determinar si es cierto, como afirma el deman-dante, que el Código Penal de 1995, en su art. 392en relación con el art. 390.1, ha despenalizado la fal-sedad ideológica en documento mercantil cuando escometida por un particular, pero no está de más recordarque la expresión falsedad ideológica ha sido en nuestropaís más una construcción doctrinal o jurisprudencialque legal. La Ley —tanto el art. 302 del anterior CódigoPenal, como la normativa actualmente vigente— se halimitado a plasmar qué medios comisivos determinanel correspondiente tipo de falsedad, por lo que la inclu-sión de cada uno de ellos en la llamada «falsedad mate-rial» o en la «ideológica» no ha sido nunca cuestión pací-fica en la doctrina.

Según criterio del Fiscal, resulta obvio que el legis-lador de 1995 se ha limitado a excluir del tipo penalel supuesto de falsedad en documento público, oficialo de comercio, cometida por particular «faltando a laverdad en la narración de los hechos»; por el contrario,ha mantenido la ya existente de «simulando un docu-mento de manera que induzca a error sobre su auten-ticidad». Las razones de la despenalización del primersupuesto —ciertamente criticada por algún sector doc-trinal— parecen responder a un doble criterio: en primertérmino, eliminar las dudas interpretativas derivadas dela determinación de qué datos debían considerarse jurí-dicamente trascendentes, a fin de evitar un procesopenal y una eventual condena por datos falsos intras-cendentes; en segundo lugar, evitar en estos supuestosdifíciles problemas concursales, tanto de delitos comode leyes.

Por el contrario, el mantenimiento de la figura desimulación de documento —configurada en la Sentenciaimpugnada como auténtica falsedad material— se jus-tifica por la evidente mayor trascendencia de esta con-ducta. No se trata ya de incluir datos falsos en un docu-mento verdadero —en muchas ocasiones, objeto de unasimple comprobación por determinados organismos ofi-ciales—, sino de crear un objeto de apariencia docu-mental.

Finalmente, el Fiscal advierte, si bien ello no fue ale-gado por el recurrente, que los términos en que se pro-dujo el cambio del título incriminatorio no han compro-

metido el principio acusatorio ni el derecho de defensa(art. 24.2 CE). Lo primero, porque se produjo en el planode la legalidad procesal más estricta cuanto el objetodel proceso aún no estaba definido en términos inmo-dificables. Lo segundo, porque permaneciendo el hechosin alteración alguna, la impugnación de la tesis acu-satoria no sufrió en sus posibilidades merma alguna,como demuestra el hecho de que las defensas no uti-lizaran la facultad que les confiere el art. 793.7 LECrim.

11. En el trámite del art. 52.1 LOTC, la represen-tación del recurrente presentó su escrito de alegacionesel 28 de mayo de 1998. Tras dar por reproducidos losargumentos ya formulados en la demanda respecto ala primera queja de la misma, este escrito desarrollaextensamente la octava queja referida a la vulneracióndel principio de legalidad penal. Se recuerda que lasacusaciones calificaron inicialmente los hechos comofalsedad ideológica en documento mercantil cometidapor particular, delito previsto en el art. 303 en relacióncon el art. 302.4, ambos del antiguo Código Penal. ElAuto del Magistrado Instructor de 22 de diciembre de1995 decidió sobreseer las imputaciones por falsedad,en atención a la despenalización de la falsedad ideo-lógica cometida por particular en el nuevo Código Penalde 1995 (art. 392 en relación con art. 390.1), pero fuerevocado por otro de la Sala Segunda del Tribunal Supre-mo de 20 de diciembre de 1996. Finalmente la Sentenciaimpugnada mantuvo intangibles los hechos pero con-sideró que los mismos debían ser calificados como dosdelitos continuados de falsedad en documento mercantilen la modalidad de simulación del art. 303 en relacióncon el art. 302.9 del Código Penal de 1973, al considerarque dicha norma era más favorable.

Según criterio del recurrente tal forma de procederconstituye tanto un fraude de ley como una aplicaciónanalógica in malam partem de tal norma penal, que vul-nera el principio de legalidad penal. No se trata de queeste Tribunal Constitucional entre a conocer los hechos,sino que los considere de manera instrumental para exa-minar la vulneración alegada. Tampoco se trata de queinterprete la norma, para lo que este Tribunal no tienecompetencia, sino que se pretende que realice un controlasimismo instrumental para el análisis de la infraccióndel principio de legalidad penal.

La cuestión planteada tiene, pues, alcance constitu-cional. La STC 75/1984, de 27 de junio, FJ 6, señala:«es evidente que si en el ámbito penal no cabe apreciarel fraude de ley, la extensión de la norma para declararpunible una conducta no descrita en ella implica unaaplicación analógica incompatible con el derecho a lalegalidad penal». Este método del fraude de ley se advier-te claramente porque sin variar la redacción de loshechos se ha operado un cambio de calificación, primeroen el juicio oral y luego en la Sentencia condenatoria.La norma defraudada o eludida es la despenalizaciónde la falsedad ideológica («faltando a la verdad en lanarración de los hechos») cuando es realizada por unparticular, despenalización llevada a cabo en el nuevoCódigo Penal de 1995 (art. 392 en relación con el art.390.1 de dicho Código). Esta norma debía ser aplicadaretroactivamente a los hechos por ser más beneficiosa,en virtud del art. 25.1 CE y del art. 2.2 del mismo CódigoPenal de 1995. Sin embargo, la norma de coberturaha sido la que configura el delito de falsedad en su moda-lidad de «simulación documental», prevista en el art. 303en relación con el art. 302.9, ambos del Código Penalde 1973 («simulando un documento de manera queinduzca a error sobre su autenticidad»). El fraude con-siste, por tanto, en dejar sin virtualidad el efecto des-penalizador operado por el Código Penal de 1995.

La aplicación de esta norma de cobertura suponeuna aplicación analógica in malam partem, que seencuentra prohibida por el art. 25.1 CE. Dicha norma

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ha sido «retorcida» para dar cabida a un supuesto queno tiene su acomodo en ella, y paralelamente se haproducido un «estiramiento» de la conducta, con el obje-to de que pudiera ser acogida por la referida norma.En efecto, la jurisprudencia consideraba que la «simu-lación documental» constituía una subespecie de false-dad material, pero no de la ideológica; en este sentidoalgún autor declaraba que un documento es «auténtico»—y por lo tanto no simulado— cuando la persona queasume la declaración contenida en el documento la hahecho verdaderamente, con independencia de si lo decla-rado por dicha persona es o no verdad; por el contrario,la modalidad de «simulación documental» se refiere adocumentos inciertos en su totalidad, emitidos sin queninguno de los conceptos corresponda a una relaciónjurídica; en el caso de que tal documento sea una factura,si el sujeto que la emite y el receptor son reales y sila fecha no ha sido cuestionada, entonces no es inciertaen su totalidad —y por tanto tampoco constituye «si-mulación documental»—, dado que refleja un acuerdode voluntades realmente existente entre personas real-mente existentes. En definitiva, la simulación documentalsólo es típica cuando sea material, es decir, cuando loque se simula es el documento y no el negocio jurídicoen él descrito. Al contrario, si el documento es genuinoy auténtico, salvo en su contenido por la circunstanciade faltar a la verdad en su narración, entonces se tratade una falsedad ideológica, que ya no es típica respectoa particulares por haber sido derogada la norma quela preveía del Código Penal de 1973.

Esta aplicación analógica de la norma ha determinadoque el Sr. Navarro Gómez se haya visto sorprendido alimponérsele una sanción como consecuencia de unoscomportamientos que no son constitutivos de delito. Setrata además de una aplicación analógica in peius, queestá prohibida por el art. 25.1 CE, precepto que exigeuna aplicación rigurosa de las normas penales, de mane-ra que, como resalta la STC 182/1990, de 15 de noviem-bre, «sólo se pueda anudar la sanción prevista a con-ductas que reúnan todos los elementos del tipo descritoy sean objetivamente perseguibles».

Por su parte, el Tribunal sentenciador ha elegido unavía irrazonable para subsumir la conducta, verdadera-mente atípica, en una norma de cobertura, medianteel procedimiento de apartarse de criterios exegéticosy hermenéuticos aceptados pacíficamente, tanto por lajurisprudencia del propio Tribunal Supremo como porla doctrina científica.

Así, por lo que se refiere a la jurisprudencia, la Sen-tencia de la misma Sala Segunda del Tribunal Supremo,de 26 de febrero de 1998, recaída tan sólo cuatro mesesdespués de la aquí impugnada, y en un supuesto idénticoen cuanto a las características de la factura, ha señaladoque el aplicador del Derecho ha de ponerse «en guardiafrente a la tentación de continuar teniendo por punibleuna conducta que ha sido despenalizada, mediante elexpediente de incardinarla en un tipo penal análogo quesubsiste tras el cambio normativo». Y añade esta mismaresolución que «la simple mentira, por el mero hechode que se escriba o documente, no se convierte en delitode falsedad o de otra especie ... La pretensión de quecontinúa siendo típica la falsedad, cometida por un par-ticular, que afecta exclusivamente a los hechos que senarran en el documento, mediante la subsunción sus-titutoria de la acción en el tipo que consiste en simularen todo o en parte un documento de manera que induzcaa error sobre su autenticidad, supone volver a penalizaruna falsedad ideológica convirtiéndola a tal efecto enfalsedad material .... Este desplazamiento del hecho des-de el tipo en que era claramente subsumible y donde

ya no lo puede ser por la soberana decisión del legislativoa otro al que se atribuye así, en cierto modo, la funciónde una cláusula de cierre, presenta riesgos innegablesdesde la perspectiva del principio de legalidad y de laobligada interdicción de toda extensión analógica de unanorma penal».

Y en cuanto a la doctrina científica, ya se ha reflejadola opinión de un autor, entre la de otros muchos quese pronuncian en el mismo sentido, según la cual lasimulación documental constituye una subespecie de lafalsedad material, pero no de la ideológica.

En último término el escrito del recurrente planteacomo alegación alternativa y subsidiaria que la Sentenciaimpugnada ha vulnerado el derecho a la aplicaciónretroactiva de la ley penal más favorable, que —de con-formidad con el Voto particular del Excmo. Sr. don Rafaelde Mendizábal Allende a la STC 204/1994, de 11 dejulio— forma parte del contenido del art. 25 CE, en rela-ción con el art. 9.3 de la misma Norma Fundamental,así como —a través de la vía del art. 10.2 CE— en relacióncon el art. 15.1 del Pacto Internacional de DerechosCiviles y Políticos.

12. Mediante escrito registrado en el Juzgado deguardia de Madrid el 28 de mayo de 1998, la repre-sentación de don José María Ruiz Mateos y Jiménezde Tejada y de don Christian Jiménez González formulósus alegaciones en este trámite del art. 52.1 LOTC, inte-resando la desestimación del presente recurso deamparo.

a) En cuanto a la primera queja que aparece enla demanda, se considera que no se ha producido lavulneración denunciada. Por un lado, porque desde quese presentó la querella contra el Sr. Navarro Gómez eldía 8 de octubre de 1991, hasta el 12 de abril de 1993en que se disolvieron las Cámaras Legislativas, elrecurrente de amparo mantuvo su condición de Dipu-tado, pero durante este tiempo la investigación no sedirigió especialmente contra él, por lo que resultó correc-to que no se solicitara la autorización para proceder con-tra él. Y cuando hubo datos incriminatorios contra elSr. Navarro Gómez, éste ya había perdido su condiciónde Diputado.

Por otro lado, es preciso distinguir entre «imputación»,«inculpación» y «procesamiento». Según criterio de estaparte, la exigencia del suplicatorio sólo rige para inculparo para procesar, pero no para imputar. La jurisprudenciadel Tribunal Supremo entiende que para la formulacióndel suplicatorio es preciso que la causa se encuentreen una fase de desarrollo que aconseje la inculpacióno el procesamiento del Diputado o Senador, es decir,que se hayan acumulado indicios de criminalidad contraél o, en los términos del art. 750 LECrim, que el órganojudicial «encuentre méritos» para procesar a un Senadoro Diputado. Por el contrario, la situación de imputadose adquiere por la actividad acusatoria de terceros, yen este supuesto no es necesario solicitar la correspon-diente autorización a la Cámara a través del oportunosuplicatorio. Si en este período se produce la declaracióndel imputado, ello es sólo para respetar el principio deaudiencia y presencia.

En apoyo de esta tesis se ofrecen diversos argumen-tos legales. En primer lugar, que tanto el art. 118 LECrimcomo el art. 486 de la misma Ley, prevén la comuni-cación de la imputación y la toma de declaración delimputado, pero únicamente a los efectos de que seaoído el imputado, esto es, para conocer su versión delos hechos, evitándole cualquier indefensión. En segundolugar, el art. 71.2 CE, el art. 11 del Reglamento del Con-greso de los Diputados y el art. 22 del Reglamento delSenado, sólo exigen la autorización de la Cámara res-pectiva para procesar (en el procedimiento ordinario)

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o para inculpar (en el procedimiento abreviado), perono para imputar; se advierte que en dicho procedimientoabreviado se puede y se debe distinguir entre inculpadoe imputado, por ser situaciones con diferente naturaleza.Por último, el art. 501 del Código Penal prevé comofigura delictiva el hecho de «inculpar» o «procesar» aun miembro de las Cortes Generales sin los requisitosestablecidos por la legislación vigente, pero no el de«imputar» a un Diputado o Senador en las mismascondiciones.

Para justificar estas consideraciones se citan las SSTC37/1989, de 15 de febrero; 135/1989, de 19 de julio,y 100/1996, de 11 de junio, en las que se declara queel Instructor debe efectuar una provisional ponderaciónde la sospecha contra una persona determinada, y sólosi la considera verosímil o fundada, deberá considerara ésta como imputada.

En consecuencia, son perfectamente válidas y lícitaslas pruebas obtenidas durante la investigación posteriora la admisión de la querella.

También se rechaza la argumentación de que el Sr.Navarro Gómez fue enjuiciado por un órgano que noestaba legitimado para ello al haber perdido la condiciónde Diputado y por tanto de aforado. Como explica elapartado segundo de los antecedentes de hecho de laSentencia impugnada, por Auto de 8 de octubre de 1991se acordó acumular los rollos que componen la presentecausa por referirse a los mismos hechos, y se declarala competencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremopara el conocimiento de los hechos objeto de la causaespecial 880/91.

b) También se solicita la desestimación de la segun-da queja que alega la ilicitud de las pruebas bien porhaber sido obtenidas sin la autorización del Congreso,bien por haber sido obtenidas ilícitamente por el testigoSr. Van Schowen. Según criterio de esta parte, sólo sonpruebas ilícitas las que son obtenidas mediante delito.Ahora bien, como se interpuso querella contra el Sr.Van Schowen por delitos de descubrimiento y revelaciónde secretos, y como tal querella fue inadmitida a trámite—con confirmación de tal inadmisión por parte de laAudiencia Provincial—, es evidente que no puede existirun vicio de ilicitud respecto a dichas pruebas. Además,la declaración de tal testigo en el juicio oral se efectuócon inmediación ante la Sala enjuiciadora y tal decla-ración tampoco está afectada por ningún vicio de ilicitud.

c) Por lo que se refiere a la queja de la infraccióndel principio de legalidad penal por la condena por losdos delitos continuados de falsedad, la parte que formulaeste escrito rechaza asimismo que se produjera una vul-neración constitucional. En primer lugar, se afirma quela modificación de la calificación jurídica en las conclu-siones definitivas no supone ningún quebrantamientodel principio de legalidad ni de ningún otro derecho,ya que las acusaciones estaban legitimadas para ello.

En segundo lugar, se pretende que el Tribunal Cons-titucional realice una distinta subsunción de los hechosen las normas penales, cuando esta tarea correspondeúnicamente a la jurisdicción ordinaria. Se cita al efectola doctrina de las SSTC 51/1989, de 22 de febrero;135/1989, de 19 de julio; 154/1990, de 15 de octubre34/1996, de 11 de marzo; 137/1997, de 21 de julio.

Por último se considera que la subsunción realizadapor el Tribunal sentenciador de los hechos en el delitode falsedad del art. 303 en relación con el art. 302.9del Código Penal de 1973 no supone ninguna aplicaciónextensiva del tipo, ya que tal subsunción había sido con-figurada por la jurisprudencia anterior, tal y como señalala propia Sentencia impugnada, y sobre todo cuandolas facturas eran falsas en su integridad. Tal extremo

no supone —según criterio de esta parte— ni un apar-tamiento del contenido del tipo ni una interpretaciónirracional o extravagante, sino lógica, coherente y conec-tada a las líneas jurisprudenciales anteriores. Por lodemás, los preceptos aplicados del Código Penal de1973 subsisten plenamente en el Código Penal de 1995(art. 392 en relación con art. 390.1.1).

13. El 28 de mayo de 1998 presentó su escritode alegaciones también en el Juzgado de guardia larepresentación procesal de doña Aida Álvarez Álvarezy de don Miguel Molledo Martín, en el que solicitabanla estimación de los motivos de la demanda de amparoadmitidos a trámite por este Tribunal.

14. Tras la renuncia del Procurador don JavierLorente Zurdo a seguir representando a don José MaríaRuiz Mateos y Jiménez de Tejada, formulada el 12 deenero de 1999, la Sala Segunda de este Tribunal acordó,mediante providencia de 25 de enero de 1999, concedera la parte un plazo de diez días para que comparecieracon un nuevo Procurador de Madrid, con poder al efecto.Tras acreditar la representación por el Procurador donJesús Jenaro Tejada por escrito de 15 de febrero de1999, la misma Sala acordó, a través de providenciade 1 de marzo de 1999, tenerle por personado y parteen el procedimiento y entender con él las sucesivasactuaciones.

15. Por providencia de 31 de mayo de 2001, seseñaló para la deliberación y votación de la presenteSentencia el 4 de junio siguiente.

II. Fundamentos jurídicos

1. La demanda de amparo se dirige contra la Sen-tencia de la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo1/1997, de 28 de octubre, recaída en la causa especialnúm. 880/1991, que condenó, entre otras personas,al recurrente en amparo como responsable de dos delitoscontinuados de falsedad en documento mercantil, deun delito de asociación ilícita y de otro contra la Haciendapública. El demandante de amparo reaccionó contra estacondena formulando un recurso de amparo en el quealegaba la vulneración de diversos derechos fundamen-tales. Sin embargo, este Tribunal sólo admitió a trámitealgunas de las quejas planteadas. Así, por providenciade 9 de diciembre de 1997, admitió la referida a lalesión de los derechos a un proceso con todas las garan-tías y al Juez ordinario predeterminado por la ley, conbase en la ausencia de la autorización de la Cámarapara inculparle; y asimismo admitió la segunda queja,en la que se aduce la vulneración del derecho a un pro-ceso con todas las garantías por ser las pruebas de cargoconstitucionalmente ilícitas, aunque sólo en lo relativoa la valoración del material probatorio obtenido antesde que fuera preciso solicitar la referida autorización alCongreso de los Diputados. En este proceso de amparose abrió después el trámite previsto en el art. 50.3 LOTC,que concluyó con el Auto dictado por este Tribunal el20 de enero de 1998. Esta resolución admitió a trámitela última queja de la demanda en la que se alega lainfracción del principio de legalidad penal, como con-secuencia de la condena por dos delitos continuadosde falsedad documental.

El Abogado del Estado, el Ministerio Fiscal y la acu-sación personada en el presente recurso de amparo seoponen, con base en la argumentación de la que seha dejado constancia en los antecedentes de esta Sen-tencia, a la estimación de la demanda de amparo, en

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tanto que la representación procesal de doña Aída Álva-rez Álvarez y de don Miguel Molledo Martín interesanla estimación de la misma.

2. El solicitante de amparo, que durante parte dela fase de instrucción de la causa ostentó la condiciónde Diputado de las Cortes Generales, concretamente has-ta la disolución de ambas Cámaras en fecha 13 de abrilde 1993, considera que ha sido vulnerado su derechoa un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE), enrelación con el art. 71.2 CE, al haberse dirigido la ins-trucción contra él, sin que se hubiera solicitado la previaautorización del Congreso de los Diputados. Tras señalarque la Sala Segunda del Tribunal Supremo a lo largode la tramitación de la causa ha seguido criterios muydispares en torno a la definición del momento en quedebía pedirse el suplicatorio, dada la condición de afo-rados de dos de los querellados, y que, de conformidadcon el art. 71.2 CE y la normativa reguladora de la inmu-nidad parlamentaria, no puede dirigirse procedimientopenal alguno contra un Diputado o Senador sin haberobtenido la correspondiente autorización, el demandantede amparo entiende que el término «inculpados» del art.71.2 CE se está refiriendo a la condición de querellado,mero imputado o sometido a investigación penal y, másconcretamente, que la cualidad de inculpado a los efec-tos del mencionado precepto constitucional, determinan-te del momento en que ha de solicitarse la autorizacióna la Cámara, se adquiere con la admisión a trámite dela querella, ya que tal decisión judicial implica un juiciode valor respecto de la significación jurídico penal delos hechos en ella relatados y de la participación enlos mismos de las personas a las que se les imputasu comisión. Así pues, el ordenamiento jurídico exigela concesión del oportuno suplicatorio para que el Dipu-tado o Senador adquieran la condición de imputado oinculpado sin que puedan, en consecuencia, ser inves-tigados sin la preceptiva autorización de la Cámararespectiva.

El Abogado del Estado se opone a la pretensión deldemandante de amparo. Aduce, en primer término, quelas prerrogativas parlamentarias ex art. 71 CE, en cuantoforman parte del estatuto del parlamentario, se integranen el contenido del derecho reconocido en el art. 23.2CE, el cual, sin embargo, ni durante la instrucción dela causa ni en esta sede de amparo ha sido invocadopor la parte actora, sin duda porque no ha consideradoque la actuación judicial haya afectado a su status ya las funciones que como Diputado desempeñó, comoasí realmente aconteció, ya que no ha padecido mermaalguna en el ejercicio de sus derechos como represen-tante, ni se ha adoptado medida cautelar alguna duranteel período de instrucción que repercutiese lo más mínimoen el ejercicio de sus funciones representativas, nohabiéndose puesto en peligro, en definitiva, los fines alos que sirve la inmunidad parlamentaria. Centrado eldebate, dado el derecho fundamental invocado en lademanda de amparo, desde la perspectiva de las garan-tías del proceso penal, el Abogado del Estado entiendeque no cabe tachar de irrazonable o arbitraria la inter-pretación que ha efectuado la Sala Segunda del TribunalSupremo de la condición de inculpado prevista en elart. 71.2 CE, así como que tal interpretación y su apli-cación al caso concreto no ha colocado al demandantede amparo en una situación de indefensión, la cual enmomento alguno se denuncia en la demanda, pues sele dio traslado de la querella, se personó en el procesocon Abogado, interpuso los recursos que consideró con-venientes ante la Sala, tuvo acceso directo a todas lasactuaciones y, desde que perdió su condición de Dipu-tado hasta la conclusión de las diligencias previas y con-

siguiente finalización de la fase instructora, transcurrie-ron dos años a lo largo de los cuales pudo realizar lasactuaciones que consideró más convenientes en defensade sus derechos, habiendo tenido oportunidad, también,en el acto del juicio de rebatir los argumentos y pruebasesgrimidos en su contra y defenderse con todas lasgarantías.

El Ministerio Fiscal, con cuyos razonamientos coin-ciden en lo sustancial los de la acusación personadaen este proceso, se opone igualmente a la pretensióndel demandante de amparo. En su opinión, identificaren todos los casos la imputación que da lugar a la apli-cación del art. 118.3 LECrim con la inculpación judicialsupone un desconocimiento de los fines y fases del pro-ceso penal, pues prescindiendo de los supuestos excep-cionales en que podría producirse esa coincidencia tem-poral, la denuncia o querella contienen esencialmenteuna notitia criminis cuya veracidad es preciso investigarmediante la oportuna instrucción sumarial. La simpleimputación se produce por la admisión a trámite de laquerella, de modo que en numerosos casos la previsióndel art. 118.2 LECrim se traducirá en la comunicaciónal denunciado o querellado de la imputación efectuadaante el Juez por un tercero, en tanto que la inculpaciónes un acto del Juez en el que, tras valorar el materialinstructorio, aprecia lo que se denominan indicios racio-nales de criminalidad. Tal distinción entre imputacióne inculpación es evidente en el llamado proceso ordinarioy aunque no resulta inicialmente tan evidente en el pro-cedimiento abreviado, lo cierto es que la inculpaciónjudicial tiene lugar al adoptarse la decisión de continuarel procedimiento (art. 798.5 LECrim, STC 186/1990,de 15 de noviembre, FFJJ 6 y 7), si bien ello no significanecesariamente que haya de esperarse a ese momentopara entender que se ha producido la inculpación, yaque la misma puede derivar de otros actos procesalesdel Juez instructor, como la adopción de medidas cau-telares. Así pues, desde una perspectiva procesal, el supli-catorio no puede considerarse en todo supuesto e incon-dicionalmente como previo a la incoación del procesoo al inicio de actuaciones instructoras, sino a la decisiónjudicial de inculpación, quedando garantizado en todocaso el derecho de defensa mediante el traslado de laimputación, por lo que ninguna indefensión ni infraccióndel derecho a un proceso con todas las garantías seproduce por esta forma de actuación.

3. Delimitada en los términos expuestos la primerade las cuestiones suscitadas por el recurrente, una pre-cisión previa es necesaria en orden a la identificacióndel derecho fundamental supuestamente vulnerado porla actuación o decisión judicial cuestionada. Aunque eldemandante de amparo invoca el derecho a un procesocon todas las garantías (art. 24.2 CE), en relación conla prerrogativa de la inmunidad prevista para los Dipu-tados y Senadores en el art. 71.2 CE, lo cierto es queen ningún pasaje de la demanda, en relación con elmotivo de amparo ahora examinado, se denuncia queen la tramitación de las diligencias de investigación judi-ciales llevadas a cabo hasta que ostentó la condiciónde Diputado del Congreso, o incluso con posterioridad,se hubieran vulnerado las garantías que, de acuerdo conuna reiterada doctrina constitucional (SSTC 135/1989,de 19 de julio; 186/1990, de 15 de noviembre;273/1993, de 20 de septiembre; 41/1998, de 24 defebrero, por todas), corresponden ex art. 24.2 CE a todapersona a la que se atribuye la comisión de un hechopunible desde el momento inicial de la instrucción odesde el momento en que la investigación se dirige con-

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tra ella, ni que durante la práctica de las mismas hubieraresultado mermado su derecho de defensa.

La razón de su queja, pues, estriba, única y exclu-sivamente, en que no se ha respetado, en su opinión,la prerrogativa parlamentaria de la inmunidad ex art. 71.2CE, al considerar, frente al criterio mantenido por la SalaSegunda del Tribunal Supremo con base en la interpre-tación que ha efectuado del término «inculpados» delmencionado precepto constitucional, que la autorizaciónprevia del Congreso de los Diputados debía de habersesolicitado desde la admisión a trámite de la querella.Es evidente que con este alegato lo que pretende elrecurrente, como pone de manifiesto la argumentaciónque en apoyo del mismo expone, es preservar con elrecurso de amparo la prerrogativa de la inmunidad pre-vista en el art. 71.2 CE, la cual, junto con la de la invio-labilidad, se incorpora y encuentra su acomodo natural,como tiene declarado este Tribunal Constitucional, enel contenido del derecho fundamental reconocido en elart. 23.2 CE (STC 22/1997, de 11 de febrero, FJ 2),que garantiza no sólo el acceso o permanencia en elcargo representativo, sino también los derechos y prerro-gativas propios del status del cargo (SSTC 161/1988,de 20 de septiembre, FJ 6; 79/1989, de 4 de mayo,FJ 2; 181/1989, de 3 de noviembre, FJ 4; 205/1990,de 13 de diciembre, FJ 5; 22/1997, de 11 de febrero,FJ 2; 30/1997, de 24 de febrero, FJ 4).

Sin perjuicio de lo que después más detalladamentese dirá sobre la prerrogativa parlamentaria que nos ocu-pa, basta con señalar, a los efectos que ahora interesan,que la inmunidad parlamentaria no se puede concebircomo un privilegio personal, es decir, como un derechoparticular de determinados ciudadanos que se vieran asífavorecidos respecto del resto (SSTC 90/1985 de 22de julio, FJ 6; 206/1992, de 27 de noviembre, FJ 3),ni tampoco como expresión de un pretendido ius sin-gulare (STC 22/1997, de 11 de febrero, FJ 5), sinoque responde al interés superior de la representaciónnacional de no verse alterada ni perturbada, ni en sucomposición ni en su funcionamiento, por eventualesprocesos penales que injustificada o torticeramente pue-dan dirigirse frente a sus miembros, por actos producidostanto antes como durante su mandato, en la medidaen que de dichos procesamientos o inculpaciones puedaresultar la imposibilidad de un parlamentario de cumplirefectivamente sus funciones (STC 206/1992, de 27 denoviembre, FJ 3). Así pues, la inmunidad en cuantogarantía del desempeño de la función parlamentaria, seintegra, como reflejo de la que corresponde al órganodel que forma parte (STC 22/1997, de 11 de febrero,FJ 5), en el status propio del cargo parlamentario, demodo que el derecho fundamental directamente afec-tado frente a posibles constricciones ilegítimas a aquellaprerrogativa es el recogido en el art. 23.2 CE, pues, endefinitiva, se trata de preservar, frente a tales constric-ciones, uno de los elementos integrantes del estatutopropio del cargo y sólo si se hubiera producido tal lesiónpodría vulnerarse el art. 24.2 CE, en su vertiente dederecho a un proceso con todas las garantías.

La imprecisa identificación del derecho constitucionalsupuestamente vulnerado en modo alguno puede cons-tituir un obstáculo para dar respuesta sobre el fondode la pretensión de amparo, pues la demanda permiteconocer a las claras las específicas razones en las quese sustenta la queja en razón de la cual se solicita elamparo de este Tribunal (SSTC 167/1987, de 28 deoctubre, FJ 1; 148/1992, de 16 de octubre, FJ 2;80/1994, de 14 de marzo, FJ 2; 22/1997, de 11 defebrero, FJ 2).

Por último, en modo alguno resulta ocioso traer acolación la alegación del Ministerio Fiscal sobre la netadistinción entre los derechos de defensa que correspon-den a todo imputado desde la simple admisión de ladenuncia o querella, ámbito respecto al cual ningunaqueja se formula en la demanda de amparo y cuyo ejer-cicio en ningún caso puede quedar supeditado a la soli-citud del suplicatorio, y la prerrogativa de la inmunidad,que tiene por objeto y finalidad la protección de las fun-ciones parlamentarias (STC 90/1985, de 22 de julio,FJ 6).

4. Enmarcada la queja del recurrente en amparoen el ámbito del derecho a acceder en condiciones deigualdad a funciones y cargos públicos (art. 23.2 CE),la cuestión a dilucidar estriba en determinar si la inter-pretación y aplicación que en este caso ha hecho laSala Segunda del Tribunal Supremo de la prerrogativade la inmunidad de los Diputados y Senadores infringeel art. 71.2 CE y vulnera, en consecuencia, aquel derechofundamental. Para ello, hemos de partir necesariamentede la doctrina constitucional sobre el alcance y finalidadde la mencionada prerrogativa parlamentaria.

La inmunidad de la que gozan los Diputados y Sena-dores durante el período de su mandato ex art. 71.2CE, como este Tribunal ha declarado en la STC206/1992, de 27 de noviembre, se encuentra conec-tada con la proclamación del art. 66.3 CE de que «LasCortes Generales son inviolables» y se concreta, antetodo, en la exención de cualquier posible detención, sino es «en caso de flagrante delito», con la que concluyeel inciso primero de aquel precepto constitucional, y enla especificación en su segundo inciso de que «no podránser inculpados ni procesados sin la previa autorizaciónde la Cámara respectiva». De este modo, dijimos enton-ces y hemos de reiterar ahora, «nuestra Constituciónha venido a incorporar un instituto que, en la medidaen que pueda suponer una paralización, siquiera tem-poral, de la acción de la justicia y, en su caso, del derechofundamental a la tutela de los Jueces, aparece, primafacie, como una posible excepción a uno de los pilaresbásicos del Estado de Derecho, el sometimiento de todosal ımperio de la Ley como expresión de la voluntad popu-lar (Preámbulo de la Constitución, párrafo tercero)» (FJ 3).Por tal razón, señalamos que la comprensión de la prerro-gativa en el sistema de la Constitución aparece comouna tarea previa e inexcusable, realizando a tal fin unaserie de observaciones, algunas de las cuales, con ladoctrina constitucional precedente, conviene ahora traera colación.

Tras recoger, como primera observación, que «lainmunidad como prerrogativa de los miembros de lasCortes Generales forma parte de nuestro Texto cons-titucional, con idéntica legitimidad a la del resto de lasinstituciones constitucionales», se declaró seguidamenteque la inmunidad, al igual que otras prerrogativas par-lamentarias, «pero con más razón en ésta, no es un pri-vilegio, es decir, un derecho particular de determinadosciudadanos, que se vieran, así, favorecidos respecto delresto» (FJ 3). En este sentido, cabe recordar que ya enla STC 90/1985, de 22 de julio, se había dicho que«la inmunidad parlamentaria no puede concebirse comoun privilegio personal, esto es, como un instrumento queúnicamente se establece en beneficio de las personasde Diputados o Senadores, [pues] la existencia de taltipo de privilegios pugnaría entre otras cosas, con losvalores “de justicia” e “igualdad” que el art. 1.1 recono-ce como “superiores de nuestro ordenamiento jurídi-co”» (FJ 6).

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La siguiente observación, en estrecha conexión conla anterior, que entonces se hizo y ahora conviene recor-dar estribaba en que el carácter objetivo de las prerro-gativas parlamentarias «se refuerza, en efecto, en el casode la inmunidad, de tal modo que la misma adquiereel sentido de una prerrogativa institucional» (STC206/1992, de 27 de noviembre, FJ 3). En cuanto expre-sión más característica de la inviolabilidad de las CortesGenerales, «la inmunidad ... se justifica en atención alconjunto de funciones parlamentarias respecto de lasque tiene, como finalidad primordial, su protección ...,de ahí que el ejercicio de la facultad concreta que dela inmunidad deriva se haga en forma de decisión quela totalidad de la Cámara respectiva adopta». Y esta pro-tección a que la inmunidad se orienta no lo es, sin embar-go, de modo inmediato, frente a la improcedencia o ala falta de fundamentación de las acciones penales diri-gidas contra los Diputados y Senadores, sino frente ala amenaza de tipo político consistente en «la eventua-lidad de que la vía penal sea utilizada con la intenciónde perturbar el funcionamiento de las Cámaras o dealterar la composición que a las mismas ha dado la volun-tad popular» (STC 90/1985, de 22 de julio, FJ 6; doctrinaque reitera la STC 206/1992, de 27 de noviembre, FJ 3).En esta misma línea, se declaró en la STC 243/1988,de 19 de diciembre, concretando las afirmaciones ante-riores, que la inmunidad «es una prerrogativa de natu-raleza formal que protege la libertad personal de losrepresentantes populares contra detenciones y procesosjudiciales que pueden desembocar en privación de liber-tad, en tanto que, por manipulaciones políticas, se impidaal parlamentario asistir a las reuniones de las Cámarasy, a consecuencia de ello, se altere indebidamente sucomposición y funcionamiento» [FJ 3 b); doctrina quereitera la STC 206/1992, de 27 de noviembre, FJ 3].

En este sentido institucional de la prerrogativa, únicosusceptible de preservar su legitimidad, insistió la tanmencionada STC 206/1992, de 27 de noviembre, aldeclarar que dicha prerrogativa no había sido establecidapor el constituyente «para generar zonas inmunes alimperio de la Ley», así como que quedaría desnatura-lizada como prerrogativa institucional «si quedase a mer-ced del puro juego del respectivo peso de las fraccionesparlamentarias», reiterando, una vez más, que responde«al interés superior de la representación nacional de noverse alterada ni perturbada, ni en su composición, nien su funcionamiento, por eventuales procesos penalesque puedan incoarse frente a sus miembros, por actosproducidos tanto antes como durante su mandato, enla medida en que de dichos procesamientos o incul-paciones pueda resultar la imposibilidad de un parla-mentario de cumplir efectivamente sus funciones» (FJ 3).

Es en este contexto donde se sitúa la necesidad deobtener la autorización de las Cámaras respectivas comocondición de procedibilidad para inculpar o procesar acualquiera de sus miembros. Lo que la Constitución haquerido es que sean las propias Cámaras las que aprecieny eviten por sí mismas, en cada caso concreto y aten-diendo a sus circunstancias, la eventualidad de que lavía penal sea utilizada con la intención de perturbar elfuncionamiento de las Cámaras o alterar la composiciónque les ha dado la voluntad popular, es decir, si la incul-pación o procesamiento puede producir el resultadoobjetivo de alterar indebidamente su composición o fun-cionamiento, realizando algo que no pueden llevar a cabolos órganos jurisdiccionales, como es una valoración delsignificado político de tales acciones (SSTC 90/1985,de 22 de julio, FJ 6; 206/1992, de 27 de noviembre,FJ 3).

Han de concluirse las precedentes consideraciones,recordando, asimismo, que las prerrogativas parlamen-tarias han de ser interpretadas estrictamente a partirde una comprensión del sentido de la prerrogativa mismay de los fines que ésta procura, esto es, tanto en elsentido lógico de sujeción a los límites objetivos quele impone la Constitución, como en el teleológico derazonable proporcionalidad al fin al que responden [SSTC51/1985, de 10 de abril, FJ 6; 243/1988, de 19 dediciembre, FJ 3 a); 22/1997, de 11 de febrero, FJ 5].Así, el problema que en cada caso se suscite ha deser considerado a la luz de la doctrina constitucionalexpuesta, de manera que la observancia de la prerro-gativa cuestionada se cohoneste con la finalidad a laque sirve [SSTC 22/1997, de 11 de febrero, FJ 7;68/2001, de 17 de marzo, FJ 2 b)].

5. El demandante de amparo estima que no respetala prerrogativa parlamentaria de la inmunidad la inter-pretación y aplicación que en este caso ha efectuadola Sala Segunda del Tribunal Supremo del término «in-culpados» del art. 71.2 CE, en orden a cumplir la exi-gencia de solicitar la previa autorización de la Cámararespectiva para poder inculpar o procesar a un Diputadoo Senador, y entiende, por el contrario, frente al criteriomantenido por el órgano jurisdiccional, que la condiciónde inculpado en el sentido del art. 71.2 CE se adquieredesde el mismo momento de la admisión a trámite dela querella, ya que tal decisión implica una evaluaciónpenal de los hechos a los que se refiere y de las personasa las que se les imputa su comisión, de modo que, con-cluye, sin la concesión del oportuno suplicatorio no pue-de dirigirse investigación alguna contra un Diputado oSenador.

En la demanda de amparo se solicita que por esteTribunal se dilucide el momento a partir del cual se hacenecesario en un proceso penal solicitar el suplicatoriopara inculpar o procesar a un Diputado o Senador. Masno corresponde aquí y ahora concebir hipótesis distintasde las que trae causa este recurso de amparo, de modoque nuestra labor de enjuiciamiento debe constreñirsea determinar si la interpretación y la aplicación que eneste caso ha hecho la Sala Segunda del Tribunal Supre-mo de la prerrogativa de la inmunidad resultan contrariasal art. 71.2 CE y, por consiguiente, vulneradoras del dere-cho recogido en el art. 23.2 CE. Y dicho enjuiciamientoha de comenzar, como es lógico, por la propia previsióndel art. 71.2 CE, de la que únicamente cabe inferir, quemás que en un momento procesal concreto y preciso,la autorización a la Cámara respectiva ha de ser solicitadaen todo caso antes de que los Diputados y Senadoressean inculpados o procesados, sin que el texto cons-titucional aporte criterio alguno en orden a la interpre-tación de estas dos últimas expresiones. Aquella pre-visión, por otra parte, pese al llamamiento efectuadopor este Tribunal al legislador sobre la inseguridad jurí-dica que comporta la situación legal existente en tornoa las prerrogativas parlamentarias (SSTC 206/1992, de27 de noviembre, FJ 3; 22/1997, de 11 de febrero,FJ 4), no ha sido desarrollada por el legislador post-constitucional, recogiéndose como única referencia enla normativa preconstitucional reguladora de la prerro-gativa de la inmunidad, en cuanto al momento de solicitarla autorización a las Cámaras, la genérica referencia delart. 750 LECrim al Juez o Tribunal «que encuentre méri-tos para procesar a un Senador o Diputado a Cortespor causa de delito», y la mención también del art. 5de la Ley de 9 de febrero de 1912 de que el suplicatoriose dirigirá al cuerpo colegislador correspondiente,

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«acompañando testimonio de las actuaciones que se esti-men necesarias».

En este marco normativo se ha movido la Sala Segun-da del Tribunal Supremo, que a lo largo de la instrucción—una vez revocado el Auto de 8 de octubre de 1991en el que se acordó, sin haber sido admitidas aún atrámite las querellas, elevar sendos suplicatorios al Con-greso de los Diputados y al Senado, por estar aquéllasdirigidas, entre otras personas, contra el demandantede amparo y un Senador— y en la Sentencia que ponefin a la causa ha venido entendiendo, en síntesis, queel momento de la admisión de las querellas no era elde solicitar el suplicatorio, sin perjuicio de su notificacióna la persona o personas contra las que se dirigen a losefectos del art. 118 LECrim. Lo que es acorde con losfines de la institución, pues es preciso determinar si ladenuncia o querella tiene o no fundamento.

Precisando aún más el referido momento procedióa interpretar, a la luz de la vigente normativa procesal,los términos «inculpados o procesados» del art. 71.2CE, llegando a la conclusión, por lo que se refiere alsegundo, que el mismo tiene una realidad legislativa pro-cesal inequívoca en el art. 384 LECrim, de modo queen el llamado proceso ordinario el suplicatorio habríade solicitarse en cuanto existieran indicios racionalesde criminalidad, que son el soporte del procesamiento.En relación con el término «inculpados», que a diferenciadel anterior estima que carece de una realidad legislativaprocesal inequívoca, consideró que la condición de incul-pado no se identifica con la de querellado y que paraque tal situación procesal se produzca es necesario unjuicio judicial de inculpación, obviamente provisional, conbase en la existencia de indicios racionales de crimi-nalidad o fundadas sospechas o serios indicios de laparticipación, en cualquiera de sus formas, en un hechopenal, lo que puede requerir y hacer necesario, comoaconteció en este supuesto, una previa investigaciónjudicial.

Así pues, la Sala Segunda del Tribunal Supremoentiende posible, en supuestos como el examinado, unaprevia investigación judicial en orden a la determinaciónde la relevancia penal de los hechos y a la participaciónen los mismos de las personas aforadas contra las quese dirige la querella, dándoles traslado de la denunciao querella de acuerdo con el art. 118 LECrim al objetode que puedan ejercer desde el primer momento, comoha sucedido en este caso, el derecho de defensa, y con-sidera que la condición de inculpado, a los efectos delart. 71.2 CE, no se adquiere con la mera admisión dela querella, sino que requiere un juicio judicial de incul-pación por la existencia de indicios racionales o sos-pechas fundadas de su participación en los hechos, demodo que antes de la formalización de ese juicio deinculpación es cuando ha de solicitarse la autorizacióna la Cámara respectiva.

Pues bien, esta interpretación jurisprudencial del tér-mino «inculpados» en el sentido del art. 71.2 CE y, porconsiguiente, la exigencia de que existan indicios racio-nales de criminalidad o sospechas fundadas o verosí-miles sobre la participación de un Diputado o Senadoren los hechos objeto de investigación penal para queentre en juego la exigencia previa de autorización a laCámara para su inculpación o procesamiento, en sí mis-mas consideradas, no pueden ser en modo alguno til-dadas de contrarias o desconocedoras de la finalidadinstitucional a la que sirve la prerrogativa de la inmu-nidad, ni nada al respecto se argumenta en la demandade amparo, salvo la mera discrepancia del recurrentecon el criterio de la Sala Segunda del Tribunal Supremo.

Y ello toda vez que el alcance conferido por dicha inter-pretación al término inculpado a los efectos del art. 71.2CE, que excluye, obviamente, la posibilidad de adoptarmedida cautelar alguna contra la persona del Diputadoo Senador hasta que se obtenga, en su caso, la auto-rización de la Cámara respectiva para su inculpacióno procesamiento, no afecta al mandato representativodel parlamentario en cuanto no le imposibilita e impideel desempeño de sus funciones parlamentarias, con loque ninguna incidencia tiene en la composición y fun-cionamiento de las Cámaras, ni priva a éstas, antes dela inculpación o procesamiento del Diputado o Senador,de la facultad autorizatoria que le confiere el art. 71.2CE y de valorar, en consecuencia, el significado políticode la acción penal emprendida e impedir, en su caso,que la misma prosiga. En definitiva, la interpretación judi-cial de la que discrepa el demandante de amparo pre-serva y no merma la finalidad institucional cuya salva-guarda se persigue mediante la prerrogativa de la inmu-nidad, que, como ya se ha señalado, no es otra quela de evitar la eventualidad de que la vía penal sea uti-lizada con la intención de perturbar el funcionamientode las Cámaras o de alterar indebidamente la compo-sición que a las mismas ha dado la voluntad popular(STC 90/1985, de 22 de julio, FJ 6).

En efecto, la prerrogativa de inmunidad parlamentariano impide que el Juez pueda investigar pero veda larealización de actos que en sí mismos determinen lasujeción de un parlamentario a un procedimiento penal,ya sea mediante la expresión de un juicio formal deinculpación o a través de la práctica de otras diligenciasque materialmente entrañen ese mismo significado. Alo que cabe añadir que desde el momento en que elJuez cuente con elementos suficientes para adoptar algu-no de los referidos actos, está obligado a solicitar inme-diatamente el suplicatorio.

6. Dicho esto, el recurrente achaca a la actuacióninstructora y a la Sentencia impugnada tanto el retrasoen la solicitud del suplicatorio teniendo elementos sufi-cientes para pedirlo como el haber llevado a cabo unainvestigación directa (materialmente inculpatoria) sobresu persona. En efecto con cita de determinadas actua-ciones judiciales, que en el traslado de la existencia dela querella instruyéndosele del contenido del art. 118LECrim y permitiéndosele ejercitar su derecho de defen-sa, y en determinadas diligencias de investigación lle-vadas a cabo entre octubre y diciembre de 1992, habíaméritos para inculparle antes de que así se apreciarapor el órgano judicial, de modo que la exigencia de supli-catorio era muy anterior al momento que establece laSala. En concreto añade que la declaración y posteriordocumentación presentada por el primero de los tes-tigos, lo que aconteció en el mes de abril y mayo, res-pectivamente, de 1992, suponían ya una clara incrimi-nación del demandante de amparo.

Es a los órganos judiciales, en este caso al DelegadoInstructor designado por la Sala Segunda del TribunalSupremo y a ésta, a quienes corresponde en el ejerciciode la función jurisdiccional que con carácter exclusivoles confiere el art. 117.3 CE determinar la práctica delas diligencias necesarias para la investigación de loshechos y valorar los indicios que de éstas resulten enorden a la participación en los mismos de los querellados.En este sentido, como señala el Abogado del Estado,la Sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremojustifica el momento de la inculpación por el hecho deque las querellas no aportaban datos suficientes parallevar a cabo un juicio de inculpación judicial, siendo

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preciso desplegar una compleja actividad investigadora,determinada por el supuesto complejo delictivo inves-tigado y la involucración en el mismo de numerosaspersonas, que permitiera convertir los indicios infunda-dos o meras sospechas en verdaderos indicios racionalesde criminalidad. Tal conclusión en modo alguno resultadesvirtuada por el demandante de amparo, que nadaalega en orden a la inutilidad, extravagancia o inope-ratividad de las actuaciones o diligencias que cita al obje-to de determinar la existencia de tales indicios racionalessobre su participación y responsabilidad en los hechosinvestigados, por lo que desde la limitada función decontrol que en este ámbito corresponde a este Tribunalno cabe tildar de constitucionalmente ilegítima la apre-ciación de la Sala Segunda del Tribunal Supremo sobreel momento en que estimó que surgieron indicios racio-nales de criminalidad. A la posible existencia de talesindicios, a la vista de las diligencias practicadas, aludela Sala, por vez primera, en el Auto de 3 de febrerode 1993, por el que se requería al Instructor que infor-mase sobre los indicios racionales de criminalidad quepudieran existir contra los querellados aforados y quese propusiera, en su caso, lo procedente en orden ala solicitud de suplicatorio a las Cámaras, y si, apreciadosaquéllos, no se pidió el suplicatorio para inculpar aldemandante de amparo fue por la pérdida de su con-dición de Diputado como consecuencia de la disoluciónde las Cámaras.

7. El demandante de amparo se queja también,como antes se ha dicho, de que ha sido objeto de inves-tigación directa sin que se hubiera solicitado la precep-tiva autorización de la Cámara. En este sentido relataque como consecuencia de la entrada y registro en dossedes bancarias se obtuvieron datos concernientes aalgunas de sus cuentas corrientes, que se solicitó infor-mación de la Dirección General de Transacciones Exte-riores sobre adquisiciones de divisas, que fue citado adeclarar como imputado, instruido de sus derechos yasistido de Abogado, ante el Juez Instructor, y, final-mente, que se solicitó de la Agencia Estatal Tributariatodo lo referente a su vida fiscal.

Pues bien, en relación a estas alegaciones debe pre-cisarse: primero, que alguna de estas diligencias, comola solicitud dirigida a la Agencia Estatal Tributaria, fuellevada a cabo una vez que el demandante de amparohabía ya perdido su condición de Diputado, por lo quela queja carece de fundamento. Segundo, que la decla-ración ante el Juzgado Instructor fue prestada con carác-ter voluntario, como se indicaba expresamente en la cita-ción y se le hizo saber al demandante de amparo alinicio de la misma. Y, además se le citó sólo como «que-rellado» y, por tanto, tal situación no implicaba un juiciode inculpación sino que era considerada como una dili-gencia conveniente por parte de la Sala Segunda delTribunal Supremo, de acuerdo con una práctica reiteradaseguida por la propia Sala, antes de que se llevara acabo un posible juicio de inculpación y se procediese,en consecuencia, con carácter previo a su formalizacióna instar el correspondiente suplicatorio. Y, en fin, lasdiligencias de entrada en las sedes bancarias a las quese refiere el solicitante de amparo no le afectan per-sonalmente. Y en cuanto a la petición de informaciónsobre adquisición de divisas que la Sentencia impugnadaenmarca en la investigación general del supuesto com-plejo delictivo en el que resultaban involucradas nume-rosas personas, no puede considerarse que implique unaimputación judicial.

De lo que resulta en suma que no se ha realizadoningún acto procesal que suponga inculpación ni desde

el punto de vista formal ni del material. A lo que cabeagregar que ni tampoco se denuncia ni se acredita quelas diligencias practicadas hayan imposibilitado, o siquie-ra afectado, el cumplimiento efectivo por el demandantede amparo de sus funciones parlamentarias y que laactuación judicial cuestionada hubiera desconocido, enconsecuencia, la finalidad institucional de la prerrogativaen cuestión.

8. El demandante de amparo considera lesionado,en segundo lugar, el derecho al Juez ordinario prede-terminado por la Ley (art. 24.2 CE), en relación con elart. 71.2 CE, al haberse abierto el procedimiento contraél sin que la Sala de lo Penal del Tribunal Supremo hubie-ra obtenido la previa autorización del Congreso de losDiputados, dada la condición de Diputado que ostentódurante parte de la fase de instrucción de la causa. Ensu opinión, la ausencia de dicha autorización ha deter-minado la falta de competencia de la Sala Segunda delTribunal Supremo al no haber estado habilitada o auto-rizada para dirigir el proceso contra el recurrente enamparo, vulnerando así el derecho fundamental invo-cado.

El Abogado del Estado no aprecia atisbo alguno dela denunciada lesión del derecho al Juez ordinario pre-determinado por la Ley, pues la prerrogativa del afo-ramiento ha sido plenamente respetada en este casodesde el momento en que la querella se dirigió y admitió,entre otras personas, frente a dos aforados, habiendosido el Tribunal Supremo quien en todo momento haconocido de la causa. Por su parte, el Ministerio Fiscaltambién se opone a la pretensión de amparo, pues, trasresaltar la diferencia entre la prerrogativa del aforamientoy la institución del suplicatorio, entiende que la dene-gación de éste, o la no solicitud del mismo, no determinala pérdida de la competencia, sino la imposibilidad decontinuar el procedimiento y, por tanto, la necesidadde dictar Auto de procesamiento libre (arts. 754 LECrimy 7 de la Ley de 9 de febrero de 1912), que precisamentecorresponde a la Sala Segunda del Tribunal Supremoy sólo tras esta decisión, si existen otros imputados noaforados, se producirá la inhibición a favor del órganojudicial competente para juzgar a este último.

En este punto, la queja del demandante de amparoparte de la confusión y el entrelazamiento de dos dis-tintas prerrogativas parlamentarias: la inmunidad y elaforamiento previstas para los Diputados y Senadores,respectivamente, en el art. 71.2 y 3 CE, así como laproyección de los efectos de una sobre la otra. Ambaspueden ser reivindicadas a través del proceso de amparoen cuanto forman parte del contenido del derecho reco-nocido en el art. 23.2 CE, si bien la prerrogativa delaforamiento, en virtud de su carácter específico, en cuan-to dirigida a determinar el órgano judicial competentepara el conocimiento de las causas seguidas contra Dipu-tados y Senadores, entronca también directamente conel derecho al Juez ordinario predeterminado por la Ley(art. 24.2 CE) [SSTC 22/1997, de 11 de febrero, FJ2; 68/2001, de 17 de marzo, FJ 2 b); 69/2001, de17 de marzo, FJ 5 b)]. Desde esta perspectiva, hemosseñalado que «la Sala Segunda del Tribunal Supremoes, respecto de las acciones penales dirigidas contraDiputados y Senadores, el Juez determinado por la Leya que se refiere el art. 24.2 CE, esto es, aquel constituidocon arreglo a las normas procesales de competenciapreestablecidas, en este caso, por la Constitución mismaen su art. 71.3» [SSTC 22/1997, de 11 de febrero, FJ6; 68/2001, de 17 de marzo, FJ 2 b); 69/2001, de17 de marzo, FJ 5 b)].

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Sin necesidad de traer a colación la reiterada doctrinaconstitucional sobre el derecho al Juez ordinario pre-determinado por la Ley [por todas, SSTC 68/2001, de17 de marzo, FJ 2 a), y 69/2001, de 17 de marzo,FJ 5 c)], no puede prosperar en este caso la denunciadavulneración del mencionado derecho fundamental, puesha sido precisamente la Sala Segunda del Tribunal Supre-mo el órgano judicial que ha conocido la causa desdeel inicio de la misma, cuya competencia se mantiene,como recuerda el Ministerio Fiscal, aun en el supuestode que, una vez solicitada, sea denegada por las Cámarasla autorización para inculpar o procesar a un Diputadoo Senador, pues el efecto de dicha denegación no esla pérdida de la competencia jurisdiccional, sino única-mente la imposibilidad de continuar el procedimientocontra la persona aforada en relación con la que nose ha concedido la autorización para su inculpación oprocesamiento, debiendo dictar, precisamente, la propiaSala Auto de procesamiento libre respecto a ella (arts.754 LECrim y 7 de la Ley de 9 de febrero de 1912).En definitiva, la exigencia de la previa concesión del supli-catorio para inculpar o procesar a un Diputado o Senadory la determinación del momento de su solicitud, quees la cuestión que bajo la invocación ahora del derechoal Juez ordinario predeterminado por la Ley vuelve areiterar el demandante de amparo, forma parte del con-tenido de la prerrogativa de la inmunidad y no de ladel aforamiento y en nada afecta a la predeterminaciónlegal del órgano judicial competente para conocer delas causas seguidas contra Diputados y Senadores, quees lo que protege el derecho fundamental invocado.

9. La queja que aduce el recurrente en amparo bajola invocación del derecho a un proceso con todas lasgarantías (art. 24.2 CE), una vez rechazada en el trámitede admisión de la demanda de amparo la posible lesiónde otros derechos fundamentales, no es sino consecuen-cia de las articuladas con carácter precedente bajo lainvocación del mismo derecho fundamental y la del dere-cho al Juez ordinario predeterminado por la Ley (art.24.2 CE), por no haberse solicitado la previa autorizacióndel Congreso de los Diputados al dirigirse contra él lainstrucción de la causa. Entiende que la falta de aquellaautorización ha implicado, además de las antes aducidasvulneraciones de los mencionados derechos fundamen-tales, la consiguiente ilicitud constitucional, como con-secuencia de dichas vulneraciones, de las pruebas obte-nidas y practicadas durante el período comprendidoentre la admisión a trámite de las querellas y la pérdidade su condición de Diputado.

Habiéndose desestimado en los fundamentos jurídi-cos precedentes, por las razones expuestas, que sehubiera vulnerado en este caso la garantía de inmunidaddel demandante de amparo y, por consiguiente, el dere-cho reconocido en el art. 23.2 CE, así como el derechoal Juez ordinario predeterminado por la Ley (art. 24.2CE), procede rechazar, en cuanto constituyen presupues-tos de la misma, la denunciada lesión del derecho aun proceso con todas las garantías.

10. El recurrente en amparo considera también quela condena por dos delitos continuados de falsedad endocumento mercantil ha infringido el principio de lega-lidad penal (art. 25.1 CE). En su opinión, ante la des-penalización en el Código Penal de 1995 de la falsedadideológica cometida por particular, las acusaciones opta-ron, no por modificar el relato de hechos, sino por man-tenerlo para acusar por otra modalidad distinta, la defalsedad material, que sigue siendo delictiva en el CódigoPenal vigente. Lo lógico en estos casos en que va aentrar en vigor una nueva disposición que despenalizauna conducta es impedir que prosiga el proceso respectode la conducta despenalizada. Sin embargo, el Tribunal

no actuó así, hasta el punto de que la Sentencia impug-nada asumió este cambio de calificación, por lo que tuvoque realizar un esfuerzo ímprobo para concluir que loshechos eran incardinables en la figura delictiva del art.302.9 del Código Penal de 1973. El criterio del deman-dante es que tal forma de proceder representa un fraudede ley, ya que deja sin virtualidad el efecto despena-lizador llevado a cabo por el legislador, lo que resultacontrario al principio de legalidad penal. A su entender,si los hechos son los mismos, no pueden ser penadosmediante la aplicación de un precepto que dé aparentecobertura a una sanción, cuando realmente los hechosno son merecedores en el nuevo texto legal de reprochealguno.

Respecto a la anterior argumentación, convieneadvertir que el recurrente no llega a afirmar expresa-mente que el cambio de calificación propuesto por lasacusaciones en el proceso infrinja el principio de lega-lidad penal. Pero alega que con tal cambio se pone derelieve que la Sentencia ha ignorado el efecto despe-nalizador querido por el legislador en el nuevo Código,por lo que esta resolución judicial infringe el principiode legalidad penal. Pues bien, frente a esta alegaciónbasta con señalar que la condena se ha fundamentadoen el art. 302.9 del Código Penal, en la versión del textorefundido de 1973, con lo que es obvio que la ley apli-cada era preexistente a los hechos, ejecutados a partirde 1988, y por tanto no se ha producido una aplicaciónretroactiva de la misma en perjuicio del recurrente. Que-da, pues por examinar la cuestión de si se ha producidoo no una aplicación extensiva del precepto penal.

11. La garantía material del principio de legalidadcomporta el mandato de taxatividad o certeza, que setraduce en la exigencia de predeterminación normativade las conductas punibles y de sus correspondientessanciones (lex certa). Esta exigencia tiene implicacionesno sólo para el legislador, sino también para los órganosjudiciales. En su labor de interpretación y aplicación delas leyes penales, estos últimos se hallan también some-tidos al principio de tipicidad, en el sentido de que, porun lado, se encuentran en una situación de sujeciónestricta a la ley penal (SSTC 133/1987, de 21 de julio,FJ 5; 182/1990, de 15 de noviembre, FJ 3; 156/1996,de 14 de octubre, FJ 1; 137/1997, de 21 de julio, FJ6; 151/1997, de 29 de septiembre, FJ 4; 232/1997,de 16 de diciembre, FJ 2) y, por otro, les está vedadala interpretación extensiva y la analogía in malam partem(SSTC 81/1995, de 5 de junio, FJ 5; 34/1996, de 11de marzo, FJ 5; 64/2001, de 17 de marzo, FJ 4; AATC3/1993, de 11 de enero, FJ 1; 72/1993, de 1 de marzo,FJ 1), es decir, la exégesis y aplicación de las normasfuera de los supuestos y de los límites que ellas mismasdeterminan. El que estas técnicas jurídicas, que tan fér-tiles resultados producen en otros sectores del ordena-miento jurídico, estén prohibidas en el ámbito penal ysancionador obedece a que en caso contrario se con-vertirían en fuente creadora de delitos y penas y, porsu parte, el aplicador de la nueva norma así obtenidainvadiría el ámbito que sólo al legislador corresponde,en contra de los postulados del principio de división depoderes (SSTC 133/1987, de 21 de julio, FJ 4;137/1997, de 21 de julio, FJ 6; 142/1999, de 22 dejulio, FJ 3; AATC 263/1995, de 27 de septiembre;282/1995, de 23 de octubre).

Precisando nuestro canon de control de constitucio-nalidad, cabe hablar de aplicación analógica o extensivain malam partem, vulneradora de aquel principio de lega-lidad, cuando dicha aplicación carezca de tal modo derazonabilidad que resulte imprevisible para sus destina-tarios, sea por apartamiento del tenor literal del precepto,sea por la utilización de pautas valorativas extravagantesen relación con el ordenamiento constitucional, sea por

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el empleo de modelos de interpretación no aceptadospor la comunidad jurídica, comprobado todo ello a partirde la motivación expresada en las resoluciones recurri-das (SSTC 137/1997, de 21 de julio, FJ 7; 151/1997,de 29 de septiembre, FJ 4; 225/1997, de 15 de diciem-bre, FJ 4; 232/1997, de 16 de diciembre, FJ 2;236/1997, de 22 de diciembre, FJ 4; 56/1998, de 16de marzo, FJ 8; 189/1998, de 28 de septiembre, FJ7; 25/1999, de 8 de marzo, FJ 3; 42/1999, de 22de marzo, FJ 4; 142/1999, de 22 de julio, FJ 4;174/2000, de 26 de junio, FJ 2; 185/2000, de 10de julio, FJ 4; 195/2000, de 24 de julio, FJ 4; 278/2000,de 27 de noviembre, FJ 11).

A ello hay que añadir que «aunque en alguna medidapudiera considerarse que toda interpretación y aplicaciónincorrecta de un tipo sancionador puede equivaler a unasanción de conductas situadas fuera de los supuestosprevistos en la norma», lo primero que debe advertirsees que resulta «ajena al contenido propio de nuestrajurisdicción la interpretación última de los tipos sancio-nadores» (SSTC 137/1997, FJ 7, y 151/1997, FJ 4).

12. El primer paso a dar en el empleo de ese canonde constitucionalidad es, según lo dicho, el de tener encuenta la motivación de la Sentencia impugnada porlo que se refiere a la condena por un delito continuadode falsedad. La Sentencia impugnada se ocupa de estacalificación en los fundamentos 24 y siguientes. La SalaSegunda del Tribunal Supremo se refiere a la determi-nación del tipo aplicable, a la identificación de los autoreso partícipes de este delito y a la unidad o pluralidadde infracciones. Resumidamente sostiene lo siguienteen cada uno de tales apartados:

Para determinar el tipo aplicable, la resolución partede los requisitos subjetivos (dolo falsario o voluntad dealterar conscientemente la verdad) y objetivos (invera-cidad que recaiga sobre elementos esenciales) del delitode falsedad (fundamento 24). A continuación argumentaque las facturas del presente caso tienen carácter dedocumento mercantil, sobre la amplia base del art. 2.2del Código de Comercio —que permite la analogía— yteniendo en cuenta la jurisprudencia sobre este concep-to, conforme a la cual no es mercantil cualquier docu-mento que se emplee en el tráfico comercial, sino sóloaquél que incorpora una especial fuerza probatoria. Esmercantil la factura cuando se refiere a la fase de eje-cución o consumación de contratos u operaciones mer-cantiles —SSTS de 13 de marzo de 1991, de 16 demayo de 1991, y de 16 de septiembre de 1991— (fun-damentos 24 y 25).

Tras reconocerse explícitamente que la falsedad ideo-lógica cometida por particular está despenalizada en elCódigo penal de 1995, se constata la identidad entreel subtipo de simulación de documento de manera queinduzca a error sobre su autenticidad del art. 302.9 delCódigo Penal de 1973 y el subtipo de simular un docu-mento en todo o en parte de manera que induzca aerror sobre su autenticidad del art. 390.1.2 del CódigoPenal de 1995 (fundamento 26).

Lo fundamental es la distinción que realiza la Sen-tencia recurrida entre falsedad ideológica —impune cuan-do la comete un particular en el nuevo Código— y simu-lación total de documento —siempre punible— (funda-mento 26) al afirmar que «En todo caso habría que dis-tinguir, de un lado, entre una factura cierta, alguna decuyas partidas no se ajustan a la realidad, en razón delservicio, de la entrega facturada o de su importe, lo quecabría discutir si suponía la simulación o simplementefaltar a la verdad en la narración de los hechos con-tenidos en la factura, como falsedad ideológica, criterioéste último harto controvertido, y de otro, la factura quees incierta en su totalidad, esto es que se emite sinque ninguno de sus conceptos corresponda a una ope-ración mercantil efectuada, pues en este caso claramen-

te se está proclamando la simulación documental, y seestá proclamando la existencia de un soporte materialfalso, no meramente intelectual». Agregando que «Cuan-do el documento en su totalidad constituye una falacia»,se trata de una simulación total que es punible tantobajo la vigencia del Código Penal de 1973, como bajola vigencia del Código Penal de 1995. En este sentidose citan las SSTS de 21 de marzo de 1989, 14 de abrilde 1992, 18 de septiembre de 1993, 26 de noviembrede 1993, y de 13 de junio de 1997.

En consecuencia, el tipo en el que se incardinan loshechos, según la Sentencia aquí impugnada, es el delart. 303 en relación con el art. 302.9 del Código Penalde 1973, figura delictiva ésta que no desaparece enel Código Penal de 1995.

En segundo lugar, la Sentencia impugnada se ocupade atribuir a cada uno de los que intervinieron en estoshechos la calificación de autor o partícipe, con sus dife-rentes modalidades. Por ello, en el fundamento 27 sededica a definir las distintas figuras de codelincuencia,insistiéndose sobre todo en la inducción y en la coautoría.Aplicada tal doctrina a la conducta del Sr. NavarroGómez, se considera que éste es inductor (fundamen-to 30) o autor directo (fundamento 32).

Por último, en cuanto a la cuestión de si existe unidado pluralidad de delitos, la Sentencia en cuestión indicaque el Sr. Navarro Gómez es responsable como inductorde un delito continuado que abarca veintinueve facturasemitidas por Filesa y Time Export, S.A., durante 1989,1990 y 1991; y como autor directo de otro delito con-tinuado que comprende seis facturas emitidas por Dis-tribuidora Expres 2020 y Tecnología Informática 1010durante el año 1989 (fundamento 32).

13. El núcleo básico de la impugnación efectuadase centra en la ilegitimidad constitucional, desde las exi-gencias dimanantes del art. 25.1 CE, de calificar la con-ducta de los recurrentes como simulación de documen-tos de modo que induzca a error sobre su autenticidad(art. 302.9 del Código Penal de 1973).

Antes de aplicar a la subsunción efectuada en el pre-sente caso el canon constitucional de certeza y previ-sibilidad descrito en el fundamento jurídico 11, ha deadvertirse que, como dijimos en la STC 160/1997 (FJ4), resulta de lo limitado de nuestro control que «esteTribunal, en algunos casos, pueda llegar a entender queinterpretaciones de la legalidad ordinaria distintas de lasque en el caso sometido a su consideración se hicieronacaso hubieran respondido más plenamente a los valoresincorporados a los preceptos constitucionales y, muyen particular, a los relativos a los derechos fundamen-tales, lo que puede llevarle a sentirse distanciado res-pecto de la solución alcanzada». Así, ciertamente, podríadiscutirse si la interpretación y aplicación del art. 302.9CP efectuada por la Sala Segunda en el presente casoes la que mejor responde a las exigencias de seguridadjurídica, la más apegada al tenor literal del precepto ola llevada a cabo con pautas metodológicas y valorativasmás acordes con las exigencias de la comunidad cien-tífica, cuestión en la que este Tribunal no puede entrar,pues como observábamos en la Sentencia antes citada,«una cosa es la garantía de los derechos fundamentalestal como le está encomendada, y otra, necesariamentemuy distinta, la de la máxima irradiación de los con-tenidos constitucionales en todos y cada uno de lossupuestos de interpretación de la legalidad; esto últimopuede no ocurrir sin que ello implique siempre la vul-neración de un derecho fundamental».

Esto sentado, el primer reproche que se articula con-tra la subsunción efectuada por la Sala Segunda delTribunal Supremo es que reputa inauténtico lo que esfalso. El precepto aplicado entiende por simular un docu-mento, a juicio de los recurrentes, confeccionarlo de

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modo que induzca a error sobre su autenticidad mientrasque para el Tribunal Supremo basta con emitir un docu-mento totalmente falso. Los recurrentes entienden porinauténtico el documento no genuino, esto es, el quecarece del origen que dice tener; por el contrario, parael Tribunal lo que denomina falsedad total determinatambién la inautenticidad.

Pues bien: cabe discutir si el sentido más propio dela autenticidad hace referencia al carácter genuino deldocumento y no a la veracidad o inveracidad de su con-tenido; pero debe admitirse que también puede emplear-se el término autenticidad en un sentido lato, en el quepuede decirse (y se ha dicho muchas veces en la praxispenal y, en concreto, en aplicación de los tipos de fal-sedad, como ponen de manifiesto tanto la Sentenciacomo las alegaciones del Ministerio Fiscal y del Abogadodel Estado) que es inauténtico lo que carece absolu-tamente de verdad. Y, si ello es así, no puede afirmarseque la interpretación efectuada por la Sala Segundaresulte, desde la perspectiva del seguimiento del tenorliteral del precepto, imprevisible.

No obsta a esa conclusión el segundo reproche quese hace a dicha interpretación, a la que se tacha decontradictoria por cuanto admite que la factura respondea un pago cierto afirmando, a la vez, que incurre enuna simulación total o que constituye en su totalidaduna falacia, pues el hecho de que, en efecto, haya habidoun pago no se contradice con el que, en la forma dedocumentarlo, nada responda a la verdad.

El tercer reproche que se articula frente a la aplicacióndel art. 302.9 del Código Penal de 1973 es el de que,aunque se hable de «simulación total» se está siempreante un «faltar a la verdad en la narración de los hechos»,esto es, ante el castigo de la infracción de un genéricodeber de veracidad de los particulares en sus relacionesmercantiles que es, justamente, lo que el legislador de1995 quiso despenalizar. A tal argumentación cabe opo-ner, en primer lugar, que esta alegación del recurrenteno censura el apartamiento del tenor literal del precepto,extremo que acabamos de descartar y, en segundo lugar,que no se justifica por el recurrente que el castigo deldeber de veracidad en los casos de simulación total aque lo contrae la Sentencia sea metodológicamenteextravagante o de algún modo contrario a la Cons-titución.

Por todo lo cual procede desestimar la aducida vul-neración del art. 25.1 CE al aplicar al caso el art. 302.9del Código Penal de 1973.

FALLO

En atención a todo lo expuesto, el Tribunal Cons-titucional, POR LA AUTORIDAD QUE LE CONFIERE LA CONSTITUCIÓNDE LA NACIÓN ESPAÑOLA,

Ha decidido

Desestimar la presente demanda de amparo.

Publíquese esta Sentencia en el «Boletín Oficial delEstado».

Dada en Madrid, a cuatro de junio de dos miluno.—Carles Viver Pi-Sunyer.—Rafael de MendizábalAllende.—Julio Diego González Campos.—Tomás S. VivesAntón.—Vicente Conde Martín de Hijas.—Guillermo Jimé-nez Sánchez.—Firmado y rubricado.

12757 Sala Segunda. Sentencia 124/2001, de 4 dejunio de 2001. Recurso de amparo 4703/97.Promovido por don José María Sala i Grisofrente a la Sentencia de la Sala Segunda delTribunal Supremo que le condenó por delitosde falsedad en documento mercantil y aso-ciación ilícita, en la causa seguida en relacióncon Filesa y otras entidades.Supuesta vulneración de los derechos a lasprerrogativas del cargo parlamentario y a latutela judicial efectiva, y vulneración parcialde la presunción de inocencia: instrucción cri-minal relativa a un parlamentario sin solicitarsuplicatorio; Sentencia condenatoria queincurre en errores de apreciación irrelevantes,y que se funda en pruebas de indicios de undelito, pero no de otro.

La Sala Segunda del Tribunal Constitucional, com-puesta por don Carles Viver Pi-Sunyer, Presidente, donRafael de Mendizábal Allende, don Julio Diego GonzálezCampos, don Tomás S. Vives Antón, don Vicente CondeMartín de Hijas y don Guillermo Jiménez Sánchez, Magis-trados, ha pronunciado

EN NOMBRE DEL REY

la siguiente

SENTENCIA

En el recurso de amparo núm. 4703/97, promovidopor don José María Sala i Griso, representado por laProcuradora de los Tribunales doña María Jesús Gon-zález Díez y asistido por el Abogado don José MaríaCánovas Delgado, contra la Sentencia 1/1997 de la SalaSegunda del Tribunal Supremo, dictada el 28 de octubrede 1997 en la causa especial núm. 880/91, seguidapor los delitos de falsedad en documento mercantil, aso-ciación ilícita, delito fiscal, apropiación indebida y otros.Ha intervenido el Ministerio Fiscal. Han sido partes elAbogado del Estado; don José María Ruiz Mateos y Jimé-nez de Tejada y don Christian Jiménez González, repre-sentados ambos por el Procurador don Javier LorenteZurdo y, posteriormente, el primero de los citados porel Procurador don Jesús Jenaro Tejada, y asistidos delLetrado don Marcos García Montes; doña Aida ÁlvarezÁlvarez y don Miguel Molledo Martín, representados porel Procurador don Argimiro Vázquez Guillény asistidosde los Letrados don Julián Pérez-Templado y Templadoy don José Raúl Dolz Ruiz; y don Carlos Navarro Gómez,representado por el Procurador don Roberto GranizoPalomeque y asistido del Letrado don Horacio Oliva Gar-cía. Ha sido Ponente el Magistrado don Julio Diego Gon-zález Campos, quien expresa el parecer de la Sala.

I. Antecedentes

1. Por escrito que tuvo entrada en este Tribunalel 17 de noviembre de 1997, la Procuradora de los Tri-bunales doña María Jesús González Díez interpuso, ennombre y representación de don José María Sala i Griso,el recurso de amparo del que se ha hecho mención enel encabezamiento.

2. La demanda de amparo se basa, en síntesis, enlos siguientes hechos:

a) Como consecuencia de sendas querellas inter-puestas los días 6 y 8 de junio de 1991 por la AsociaciónAinco y por don Christian Jiménez, respectivamente, laSala Segunda del Tribunal Supremo incoó la causa espe-cial núm. 880/91 (a la que fueron acumuladas las dili-gencias incoadas con los números 900 y 950 de 1991)