Bogotá al cartel

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BOGOTÁ AL CARTEL COMO NACE EL CARTELISMO ¿QUIEN ES? TOULOUSE LAUTREC Cartelismo Bogotano

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Cartel urbano

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BOGOTÁ A L C A R T E L

COMO NACE EL CARTELISMO

¿QUIEN ES?

TOULOUSE LAUTREC

Cartelismo Bogotano

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CARTEL INDEX

¿QUIEN ES? TOULOUSE LAUTREC 1

BOGOTÁ A L C A R T E L 1

EL CARTEL: ORIGEN 4

EL CARTEL: HISTORIA Y EVOLUCIÓN. 6

La Inspección Médica•• 10

Vida y Obra•• 9

Vistiendo a Bogotá: 13

la vida de un pegotero 13

Problemas con la ley 17

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EL CARTEL: ORIGEN

El cartel, como modalidad icónico-escritural de la comunicación de masas, tiene sus orígenes en fuentes de tipo tecnológico y fuentes de tipo cultural. Su fuente tecnológica se halla en el invento de la litografía, y más concretamente en la cromolitografía sobre grandes superficies de

impresión, utilizando tres o cuatro piedras litográficas, cada una para los tres colores fundamentales, además del negro. Fue el litógrafo francés Jules Cheret (1836-1932) quien, tras una estancia profesional en Londres, importó maquinaria británica para iniciar en París la producción cartelística en 1866.

Las fuentes culturales del cartel son varias. En la medida en que el cartel supone una combinación o una integración de elementos icónicos y de elementos literarios, prosigue una tradición que en Europa se remonta a la lejana aparición del libro ilustrado, ... Ya más cerca nuestro, constituyen un antecedente del cartel los programas y anuncios en color de circos, ferias y corridas de toros. Estas formas de publicidad conocieron un

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desarrollo importante en el siglo XIX, paralelamente a la emergencia de la publicidad pagada en la prensa, un soporte informativo que se expandió en el continente desde la fundación en 1836 por Emile de Girardin de La Presse, primer proyecto continental de periódico de masas. De hecho, la

publicidad constituía una fijación sobre papel del tradicional aviso oral del pregonero, anunciando ordenanzas, ferias y espectáculos por las calles, a golpe de corneta. Este

común origen del aviso oficial impreso y de la publicidad comercial motivó en Francia una ley en julio de 1791, que prohibió los anuncios murales con letra negra sobre fondo blanco, para evitar su confusión con los avisos oficiales emanados de la Administración. Esta restricción tendría el saludable efecto de empujar a la publicidad cartelística hacia el campo del iconismo y el uso del color.

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EL CARTEL: HISTORIA Y EVOLUCIÓN.

La evolución del cartel en la segunda mitad del siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX tuvo lugar en sincronía estética con los diferentes estilos que dominaron sucesivamente a las artes plásticas de cada periodo: el Art Nouveau, el Futurismo, el Art-Decó, el Constructivismo, el Surrealismo, el Pop-Art, etc. Y por ello el cartel se convirtió en un eco divulgador de cada uno de los estilos plásticos predominantes en cada momento. Así, los famosos carteles de estilo Art Nouveau de Alphonse Mucha (1860-1939), hicieron que el gran público llamase genéricamente a aquel estilo artístico style Mucha. El caso de Henri de Toulouse Lautrec (1864-1901), quien realizó una treintena de carteles entre 1891 y 1900, supuso un ejemplo óptimo de difusión masiva de sus atrevidas y poco convencionales propuestas plásticas

El periodo 1914-18 fue decisivo en la historia del cartelismo, pues la Primera Guerra Mundial se convirtió en un potente estímulo para que los poderes públicos utilizasen este medio en sus campanas de alistamiento y en su función de inculcación patriótica y de descalificación del enemigo.

La Revolución Soviética de 1917 continuó desarrollando el cartelismo político, como medio de agitación de masas en los espacios públicos. En una primera fase, apareció fuertemente impregnado de las experiencias de vanguardismo gráfico derivadas del Futurismo, del Suprematismo y del Constructivismo. La importancia del cartelismo político en la Unión Soviética fue tan grande, que un decreto de marzo de 1931 pasó a regularlo con criterios pedagógicos y formales, según una filosofía que acabaría por

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conducirle al chato academicismo del llamado “realismo socialista”, que fue el dogma estético vigente durante el estalinismo.

Los años veinte supusieron una verdadera revolución para el cartelismo, que pasó de ser una actividad propia de los pintores a ser obra de los nuevos diseñadores gráficos, unos profesionales surgidos de la experiencia racionalista de la Bauhaus alemana en el campo de las artes aplicadas Los diseñadores gráficos eran técnicos de la forma y del color en las artes icónicas aplicadas, que concebían su actividad como

inseparable de los procedimientos técnicos de impresión, de manera que el cartel dejaba de considerarse un producto artístico para convertirse en un medio técnico comunicativo. Esta actividad se enriqueció, además, con las aportaciones a la psicología de la percepción por parte de la escuela de la Gestalt, con la exploración de los símbolos del subconsciente por parte del psicoanálisis de Freud y con la emergencia en Estados Unidos de la mass communication research, disciplina orientada al estudio de los efectos de las comunicaciones de masas sobre sus audiencias. De este modo, el cartel escapó del campo tradicionalista de las Bellas Artes, generado por un acto de inspiración individual, para convertirse en un calculado medio de comunicación social eficaz.

http:www.ite.educacion.es

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“Hablar de Toulouse Lautrec no solo es volver en el tiempo a la Paris de época, es encontrarse con la historia de un medio impreso que revolucionó el mundo”

Vida y ObraHenri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec-Montfa, conde de Toulouse-Lautrec-Montfa[1] , conocido simplemente como Toulouse Lautrec o Lautrec (Hôtel du Bosc, Albi, 24 de noviembre de 1864 - Malromé, 9 de septiembre de 1901) fue un pintor y cartelista francés que destacó por su representación de la vida nocturna parisiense de finales del siglo XIX. Se le enmarca en la generación del postimpresionismo.

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En 1884 Henri fue a vivir al barrio de Montmartre, donde tuvo vecinos como Degas. La fascinación que sentía por los locales de diversión nocturnos le llevó a frecuentarlos con asiduidad y hacerse cliente habitual de algunos de ellos como el Salon de la Rue des Moulins, el Moulin de la Galette, el Moulin Rouge, Le Chat Noir o el Folies Bergère. Todo lo relacionado con este mundo, incluida la prostitución, constituyó uno de los temas principales en su obra. En sus obras de los bajos fondos de París pintaba a los actores, bailarines, burgueses y prostitutas. A éstas las pintaba mientras se cambiaban, cuando acababan cada servicio o cuando esperaban una inspección médica.

Al contrario que los artistas impresionistas, apenas le interesó el género del paisaje, y prefirió ambientes cerrados, iluminados con luz artificial, que le permitían jugar con los colores y encuadres de forma subjetiva. Muy observador, le atraían la gestualidad de los cantantes y comediantes, y le gustaba ridiculizar la hipocresía de los poderosos, que rechazaban en voz alta los mismos vicios y ambientes que degustaban en privado.

La Inspección Médica

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Los dueños de los cabarets le pedían que dibujara carteles para promocionar sus espectáculos, algo que entusiasmó mucho a Lautrec ya que en sus largas noches en estos locales dibujaba todo lo que veía y lo dejaba por las mesas. Al contrario que Vincent van Gogh, llegó a vender obras y fue reconocido, si bien su popularidad radicó en sus ilustraciones para revistas y carteles publicitarios más que en la pintura al óleo.

Tuvo grandes amigas como la bailarina Jane Avril, a la cual dedicó varios cuadros y carteles. Conoció a bailarines reconocidos como Valentín el descoyuntado, payasos y demás personajes de las fiestas y espectáculos por los suburbios. Este mundillo de vicio y extravagancia fue un refugio para Lautrec, quien se sentía rechazado por la nobleza a la que pertenecía por origen. Su minusvalía causaba rechazo en los salones chic, y en Montmartre pudo pasar desapercibido y dar rienda suelta a su bohemia. Criticaba a todos aquellos que reflejaban paisajes en sus cuadros, ya que él opinaba que lo que verdaderamente valía la pena eran las personas, el pueblo. Se consideraba a sí mismo un cronista social y se mezcló, pintó y fue como el pueblo.

http://www.imageandart.com/tutoriales/biografias/lautrec.html

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Eran casi las diez de esa noche fría. Henry Acosta llegaba a reportarse después de cinco horas de pegar carteles. Bajó de su bicicleta y saludó a ‘Pepe Pegotero’, su jefe. “Listo Pepe, ya no es más por hoy”, le dijo. Sus ojos pequeños dejaban ver su cansancio y su mirada ingenua desbordaba satisfacción, había cumplido su deber. “Se siente uno bien en este trabajo”, cuen-ta. Pepe le devolvió el saludo y lo envió a su casa, ya era hora de que descansara. Su labor de ese día, que acababa de culminar en ese garaje estrecho y lleno de carteles, empezó temprano preparando el almidón que sirve como pegante. “Se le echa harina de trigo en agua fría y después se le pone soda cáusti-ca”, cuenta Wilson.

Vistiendo a Bogotá: la vida de un pegotero

Luego preparó el recorri-do. Acomodó el balde lleno de almidón en la parrilla de una bicicleta y los 500 carteles en la canasta. Después salio pedaleando de la base, ubicada sobre la Avenida Caracas con calle 39, rumbo a la carrera Dé-cima. Allí habría de buscar las ‘carteleras’, es decir, los postes y muros en los que por lo general se pegan carteles. Luego, debía hacer su trabajo de modo que el aviso destacara. Eso sí, debía tener mucho cuidado de no dejar caer el pegante de la bicicleta.

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Henry estaba contento porque la lluvia finalmente no apareció ese día. Toda la tarde el cielo gris ame-nazó con desatar un diluvio monumental como los que durante esos días cayeron sobre las calles bogotanas. Si esto ocurriera, los carte-les debían esperar otro día a ser pegados. La lluvia no es la única enemiga de los ‘pegote-ros’, como se hacen llamar aquellos encargados de em-papelar con publicidad los muros capitalinos. No son pocas las historias que Pepe

puede contar de los infortu-nios de su trabajo, como la de la vez en la que le roba-ron una bicicleta a plena luz del día al frente a la Univer-sidad Javeriana o las de las múltiples ocasiones en las que la Policía ha intentado impedirles a sus pegoteros cumplir con su labor. “Ellos molestan mucho y a veces decomisan el material, pero también dejan trabajar por temporadas”. Entre risas, Pepe también recuerda la ocasión en la que le tocó pelear con un indigente para evitar que le robara su bicicleta. “Yo llegué todo ‘reventado’ a la casa, pero no me podía dejar robar la ‘cicla’”, co-menta mientras se ríe. “Es que trabajar de noche es bastante peligroso”. Cuando confiesa esto, su expresión se torna seria.

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Pero nada de esto es tan difícil de superar como la competencia entre las distintas agencias de car-teleros. Los pegoteros de Pepe suspenden su labor si sospechan que los de la competencia están traba-jando. La explicación que da el jefe es muy sencilla: “yo pego un afiche y la competencia viene detrás tapándomelo”. Eso es lo que Pepe ha llamado ‘la guerra del cartel’. “Con la competencia nos conocemos, pero cada cual hace su trabajo. A veces

hay discusiones con ellos, pero por obligación toca taparles los carteles por que hay sitios donde hay que pegar los afiches porque el cliente los quiere ahí”. Los lugares en los que la competencia entre pegoteros es más fuerte son la carrera Séptima, la carrera 15, el Parque de la 93 y la carrera 11. El negocio ‘Pepe Pegotero’ sólo tiene tres años. Es producto de la imagi-nación de un dibujante de manga a quien Orlando López, el verdadero Pepe, le imprimió una revista. “Él me debía unos pesos y decidió pagarme con una pauta en la revista. Cuando diseñamos el anuncio yo quería ponerme Pepe Pegastic, pero él me dijo que ese era un nombre de un pegante que ya exis-tía. Entonces él dijo que me pusiera Pepe Pegotero, y así me empezó a llamar la gente”, cuenta. Orlando lleva 18 años empapelando las paredes bogotanas. “Mis hermanos empezaron pegándole carteles a algunos co-legios que hacían fiestas y yo empecé ahí”. La agencia como tal tiene la misma edad del personaje de Pepe, surgió para organizar el negocio y para tener un lugar al que lleguen los clientes.

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El negocio funciona por contrato. El cliente paga la mitad antes del trabajo y la mitad una vez se verifica que los carteles estén pega-dos. Un afiche puede estar por el orden de $700 la uni-dad, incluidos la impresión y el pegado. Los pegoteros reciben su dinero por horas de trabajo. Algunos además reciben objetos como muebles o electrodomésticos por su labor. “Yo tengo una oferta en la que si el presupuesto no le alcanza intercambia-mos otras posibilidades”,

afirma Orlando. A futuro, Orlando quiere que su empresa sea gran-de. “Quiero un computador que necesito, y unas má-quinas para imprimir mis afiches”. Cuando dice esto, se emociona. Sus ojos se abren más de lo normal y miran hacia arriba, sus pa-labras empiezan a salir más rápido que de costumbre y en él se deja ver la ilusión de un hombre que le ganó a la adversidad y que espe-ra con ansias el futuro.

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Pepe sabe que su negocio no es visto con buenos ojos por las autoridades. Las empresas encargadas de la recolección de basuras tie-nen entre sus labores la de despegar los carteles de las paredes, la policía constan-temente les impide trabajar y la presencia de afiches en el espacio público está considerada como contami-nación visual.

Problemas con la ley

“El problema es que no se paga un impuesto”, afirma Orlando. Según él, ‘Pepe Pegotero’ le ha pegado afi-ches a la Alcaldía Mayor. En opinión de Orlando, “ellos también patrocinan todo esto”.A Orlando y sus pegote-ros, el trabajo les da para comer. No piensan aban-

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donarlo aunque sigan teniendo problemas. “Esto es un traba-jo, así las autoridades lo vean como mugre. Lo que uno está pegando es arte y cultura, es cine, danza y teatro. Esto no es mugre, es un medio para llegarle la gente en la calle”. Mien-tras ‘Pepe Pegotero’ siga teniendo clientes, las calles bogota-nas seguirán pintadas con papeles rasgados y decoradas por hombres de bata azul que, montados en una bicicleta, visten con dedicación los muros capitalinos. Al fin y al cabo, como dice Orlando, “un afiche no le hace daño a nadie.

José Luís Peñarredonda Plaza Capital

http://www.urosario.edu.com/plaza-capital

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CREDITOS:Eduard Augusto Sánchez MayaLeonardo Peñuela Bernal