Boletín dominical 8 de mayo de 2016

2
El Santo y Apóstol Tomás era de Antioquia, al contrario con la mayoría de los discípulos que eran galileos (Juan 21,2). Fue llamado por el Señor a seguirlo y él obedeció (Mateo 10,3 Marcos 3,18 Lucas 6,15). En general fue el más entregado de los discípulos y se distinguía por su valentía y coraje. Cuando los otros discípulos trataban de prevenir y desviar a Cristo para que no fuera a Betania a resucitar a Lázaro, por miedo a que los maltrataran/mataran los judíos fanáticos, Tomás desafiando el peligro les dijo: “Vayamos y muramos con Él” (Juan 11,16). ¡Es la primera vez que se escucha de un discípulo de Cristo pedir morir junto con el Señor! Simultáneamente era también muy racionalista. En la Cena Mística no dudó en preguntar al Señor: “Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos conocer el camino?” (Juan 14,5). También era escéptico y desconfiado. Para creer en la Resurrección de Cristo pidió tener confirmación palpable, palpar con sus propias manos las llagas de su maestro. Después de palpar las heridas confesó con entusiasmo y espontaneidad: “Señor mío y Dios mío” (Juan 20,28). Una antigua tradición dice que predicó el Evangelio en Persia y en la lejana e inmensa India. Hasta hoy es considerado el iluminador de estos países. Al final de su vida, murió martirizado. Los fanáticos idólatras le dieron muerte atravesándolo con un gran punzón. Su memoria se festeja el 6 de Octubre. Muchos llaman al apóstol Tomás infiel. No es correcta esta calificación. Tomás no fue infiel, sino desconfiado. Pedía demostraciones para asegurarse y creer, y así se hizo. El Señor no le negó este deseo, hecho que significa que nuestra fe en las enseñanzas de nuestra Iglesia, no es, y no debe ser una situación pasiva, sin juicio y razón, sino producto de nuestra libre elección. El apóstol Felipe, cuando habló a su amigo Natanael sobre Cristo le dijo aquella magnifica frase: “Ven y lo verás” (Juan 1,47), es decir, amigo mío ven a comprobar con tus propios ojos lo que te digo de Él. Por lo tanto no es malo investigar con buena fe. Lo malo es mantener una posición de mala fe que finalmente nos mantendrá lejos de la verdad. El apóstol Tomás era hombre de buena fe y por eso, mientras compensó sus sentidos, confesó con valentía: “¡Señor mío y Dios mío!” (Juan 20,28). ¡Cuántos y cuántos grandes hombres y mujeres en la historia se hicieron fieles por la investigación! ¡Miríadas de científicos reales descubrieron su fe dentro de la investigación científica; con sus admirables conclusiones han visto las energías increadas de Dios las creativas y las adhesivas que están presentes en el cosmos! Al contrario existen otros científicos que no los toca el hecho de la omnipresencia de Dios y no la admiten, porque desde el principio son impulsados y conducidos por la ciega incredulidad. ¡Estos no encontrarán jamás la verdad ni encontrarán nunca a Dios! “Hasta no ver, no creer”, dicen los enemigos del cristianismo. La Sagrada Escritura y los Santos Padres de la Iglesia Ortodoxa nos exhortan: “Examinen las Escrituras” (Juan 5,39), y “actúen y ocúpense con la educación y el estudio”. Nuestro criterio debe ser el acto de la libertad como condición determinante de la persona. El hombre libre es la Imagen auténtica de Dios, conforme la Imagen de Dios por Cristo ¡Esto hizo también el Santo Apóstol Tomás! Lambros Skontzos Teólogo y Profesor Catedral Ortodoxa ~ La Ascensión del Señor ~ Domingo de Santo Tomás - Creer para ver - «Bienaventurados aquellos que sin haberme visto han creído.» Lo dijo el Señor a Tomás amonestándole por su desconfianza. Y San Pablo en la carta a los Hebreos notifica: «La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se ven» (Hebreos 11:1). Una de las inquietudes que pudieran turbar nuestra fe más aún, en medio de la apatía del mundo que nos rodeaes por qué creer. ¿Por qué creer lo que dijo Tomás y lo que dijo San Juan el Evangelista sobre la Resurrección? ¿Por qué no creer a los soldados que, desde un principio, dijeron que «sus discípulos vinieron de noche y robaron el cuerpo, mientras nosotros dormíamos» (Mateo 28:13)? A cada rato y en diferentes formas se nos plantea este cuestionamiento, por lo que debemos estar «dispuestos a dar respuesta a todo el que les pide razón de su esperanza» (1ra. Pedro 3:15). En realidad, la base de la predicación cristiana es el martirio; hasta lógico y razonable es creer a Tomás y a los demás discípulos, quienes ofrecieron su vida por precio del testimonio que quisieron dar una muerte constante: «por Ti, somos entregados a la muerte todos los días» (Romanos 8:36). Nadie muere por una mentira; con mucho más razón, si este martirio se ha perpetuado de generación en generación. Los apóstoles dieron testimonio de «lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos» (1ra. Juan 1:1), mientras los guardias del Sepulcro dieron suposiciones de lo que no habían visto: «mientras dormíamos», decían. En el fondo, la disputa sobre la Resurrección de Jesús no se ha detenido con lo de Tomás y los soldados; pues, de un lado, la experiencia de «acerca aquí tu dedo y examina» no ha cesado en la Iglesia, y los Santos en todo tiempo son también testigos oculares; la Resurrección no es una anécdota sino una realidad presente en la Iglesia. Y del otro lado, las ideologías, los medios de comunicación y los “estudiados” tratan, día tras día, con más agresividad y con una sonrisa ficticia (lobos rapaces con disfraces de ovejas), alumbrar nuestra ignorancia con sus suposiciones: una película por aquí, otro documental por allá, gnosticismo, evangelios apócrifos, etc., atestiguando lo que no han visto y encapsulándose lejos de la alegría de la esperanza, lejos de la bienaventuranza de los que «sin haberme visto han creído». Durante los años veinte del siglo pasado, en la Unión Soviética, luego de que el régimen bolchevique fundara el comité; los que no tienen dios, uno de sus miembros daba una conferencia atea. Después de exponer sus pruebas definitivas y contundentes de que Dios no existe, pidió a la audiencia plantear sus dudas o comentarios. Un sacerdote, vestido de civil, se puso de pie y sólo dijo: « ¡Cristo ha resucitado! »; una voz unánime del pueblo contestó: « ¡En verdad ha resucitado! » ¡Cristo ha resucitado! Quienes lo han creído lo han visto. ¡Cristo ha resucitado! Y las puertas del Hades no podrán contra su Iglesia. ¡Cristo ha resucitado! Venid tomemos del nuevo fruto de la Vid, de las primicias del Reino. ¡En verdad, ha resucitado Nuestro Señor Jesucristo! Amén.

description

Boletín Dominical de la Diócesis de México de la Iglesia Ortodoxa en América, correspondiente al domingo 8 de mayo de 2016.

Transcript of Boletín dominical 8 de mayo de 2016

Page 1: Boletín dominical 8 de mayo de 2016

El Santo y Apóstol Tomás era de Antioquia, al contrario con la mayoría de los

discípulos que eran galileos (Juan 21,2). Fue llamado por el Señor a seguirlo y él

obedeció (Mateo 10,3 Marcos 3,18 Lucas 6,15). En general fue el más entregado

de los discípulos y se distinguía por su valentía y coraje.

Cuando los otros discípulos trataban de prevenir y desviar a Cristo para que no

fuera a Betania a resucitar a Lázaro, por miedo a que los maltrataran/mataran los

judíos fanáticos, Tomás desafiando el peligro les dijo: “Vayamos y muramos con

Él” (Juan 11,16).

¡Es la primera vez que se escucha de un discípulo de Cristo pedir morir junto con

el Señor! Simultáneamente era también muy racionalista. En la Cena Mística no

dudó en preguntar al Señor: “Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos

conocer el camino?” (Juan 14,5). También era escéptico y desconfiado. Para creer

en la Resurrección de Cristo pidió tener confirmación palpable, palpar con sus

propias manos las llagas de su maestro. Después de palpar las heridas confesó con

entusiasmo y espontaneidad: “Señor mío y Dios mío” (Juan 20,28).

Una antigua tradición dice que predicó el Evangelio en Persia y en la lejana e

inmensa India. Hasta hoy es considerado el iluminador de estos países. Al final de

su vida, murió martirizado. Los fanáticos idólatras le dieron muerte atravesándolo

con un gran punzón. Su memoria se festeja el 6 de Octubre.

Muchos llaman al apóstol Tomás infiel. No es correcta esta calificación. Tomás no

fue infiel, sino desconfiado. Pedía demostraciones para asegurarse y creer, y así se

hizo. El Señor no le negó este deseo, hecho que significa que nuestra fe en las

enseñanzas de nuestra Iglesia, no es, y no debe ser una situación pasiva, sin juicio

y razón, sino producto de nuestra libre elección.

El apóstol Felipe, cuando habló a su amigo Natanael sobre Cristo le dijo aquella

magnifica frase: “Ven y lo verás” (Juan 1,47), es decir, amigo mío ven a

comprobar con tus propios ojos lo que te digo de Él. Por lo tanto no es malo

investigar con buena fe. Lo malo es mantener una posición de mala fe que

finalmente nos mantendrá lejos de la verdad. El apóstol Tomás era hombre de

buena fe y por eso, mientras compensó sus sentidos, confesó con valentía: “¡Señor

mío y Dios mío!” (Juan 20,28). ¡Cuántos y cuántos grandes hombres y mujeres en

la historia se hicieron fieles por la investigación! ¡Miríadas de científicos reales

descubrieron su fe dentro de la investigación científica; con sus admirables

conclusiones han visto las energías increadas de Dios las creativas y las adhesivas

que están presentes en el cosmos! Al contrario existen otros científicos que no los

toca el hecho de la omnipresencia de Dios y no la admiten, porque desde el

principio son impulsados y conducidos por la ciega incredulidad. ¡Estos no

encontrarán jamás la verdad ni encontrarán nunca a Dios!

“Hasta no ver, no creer”, dicen los enemigos del cristianismo. La Sagrada Escritura y

los Santos Padres de la Iglesia Ortodoxa nos exhortan: “Examinen las Escrituras”

(Juan 5,39), y “actúen y ocúpense con la educación y el estudio”. Nuestro criterio

debe ser el acto de la libertad como condición determinante de la persona. El hombre

libre es la Imagen auténtica de Dios, conforme la Imagen de Dios por Cristo ¡Esto hizo

también el Santo Apóstol Tomás! Lambros Skontzos Teólogo y Profesor

Catedral Ortodoxa

~ La Ascensión del Señor ~

Domingo de Santo Tomás - Creer para ver -

«Bienaventurados aquellos que sin haberme visto han creído.»

Lo dijo el Señor a Tomás amonestándole por su desconfianza. Y

San Pablo en la carta a los Hebreos notifica: «La fe es garantía

de lo que se espera; la prueba de las realidades que no se

ven» (Hebreos 11:1). Una de las inquietudes que pudieran

turbar nuestra fe –más aún, en medio de la apatía del mundo que

nos rodea– es por qué creer. ¿Por qué creer lo que dijo Tomás y

lo que dijo San Juan el Evangelista sobre la Resurrección? ¿Por

qué no creer a los soldados que, desde un principio, dijeron que

«sus discípulos vinieron de noche y robaron el cuerpo, mientras

nosotros dormíamos» (Mateo 28:13)? A cada rato y en

diferentes formas se nos plantea este cuestionamiento, por lo

que debemos estar «dispuestos a dar respuesta a todo el que les

pide razón de su esperanza» (1ra. Pedro 3:15).

En realidad, la base de la predicación cristiana es el martirio; hasta lógico y

razonable es creer a Tomás y a los demás discípulos, quienes ofrecieron su vida por

precio del testimonio que quisieron dar una muerte constante: «por Ti, somos

entregados a la muerte todos los días» (Romanos 8:36). Nadie muere por una

mentira; con mucho más razón, si este martirio se ha perpetuado de generación en

generación. Los apóstoles dieron testimonio de «lo que hemos oído, lo que hemos

visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos» (1ra.

Juan 1:1), mientras los guardias del Sepulcro dieron suposiciones de lo que no

habían visto: «mientras dormíamos», decían.

En el fondo, la disputa sobre la Resurrección de Jesús no se ha detenido con lo de

Tomás y los soldados; pues, de un lado, la experiencia de «acerca aquí tu dedo y

examina» no ha cesado en la Iglesia, y los Santos en todo tiempo son también

testigos oculares; la Resurrección no es una anécdota sino una realidad presente

en la Iglesia. Y del otro lado, las ideologías, los medios de comunicación y los

“estudiados” tratan, día tras día, con más agresividad y con una sonrisa ficticia (lobos

rapaces con disfraces de ovejas), alumbrar nuestra ignorancia con sus suposiciones:

una película por aquí, otro documental por allá, gnosticismo, evangelios apócrifos,

etc., atestiguando lo que no han visto y encapsulándose lejos de la alegría de la

esperanza, lejos de la bienaventuranza de los que «sin haberme visto han creído».

Durante los años veinte del siglo pasado, en la Unión Soviética, luego de que el

régimen bolchevique fundara el comité; los que no tienen dios, uno de sus miembros

daba una conferencia atea. Después de exponer sus pruebas definitivas y

contundentes de que Dios no existe, pidió a la audiencia plantear sus dudas o

comentarios. Un sacerdote, vestido de civil, se puso de pie y sólo dijo: « ¡Cristo ha

resucitado! »; una voz unánime del pueblo contestó: « ¡En verdad ha resucitado! »

¡Cristo ha resucitado! Quienes lo han creído lo han visto.

¡Cristo ha resucitado! Y las puertas del Hades no podrán contra su Iglesia.

¡Cristo ha resucitado! Venid tomemos del nuevo fruto de la Vid, de las primicias

del Reino. ¡En verdad, ha resucitado Nuestro Señor Jesucristo! Amén.

Page 2: Boletín dominical 8 de mayo de 2016

Tropario de La Resurrección — Tono 1º

Coro: Cuando la piedra, había sido sellada por los judíos, / y los soldados

vigilaban tu purísimo cuerpo, / te levantaste al tercer día, Oh Salvador, / dando

vida al mundo. / Por eso, las potestades de los cielos, clamaron a Ti, Oh Dador de

Vida: / ¡Gloria a tu Resurrección, Oh Cristo! / ¡Gloria a tu reino, / Gloria a tu

dispensación, / Oh Tu que solo amas a los hombres! //

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Tropario del Domingo de Santo Tomás – Tono 1º

Coro: ¡Cristo Dios Nuestro!, con la diestra que quería investigar, / Tomás palpó Tu

Costado Dador de Vida. / Porque cuando entraste, mientras las puertas estaban

cerradas, / junto a los demás discípulos Te exclamó diciendo: / Señor mío y Dios

mío. //

Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

Contaquio del Domingo de Santo Tomás – Tono 1º

Coro: Aunque descendiste a la muerte, / Tú eres Inmortal, / borraste el poder del

infierno, / y te levantaste Victorioso, ¡Cristo Dios! / Y a las mujeres portadoras de

la mirra dijiste: ¡Regocíjense! / Y a Tus discípulos otorgaste la paz, / Tú que eres la

resurrección de los caídos. //

Diácono: Atendamos.

Sacerdote: Paz a todos.

Lector: Y a tu espíritu.

Diácono: Sabiduría.

Lector: PROQUIMENO en el Tono 1º

Lector: Nuestro Señor Jesucristo; es Grande y Poderoso.

Coro: Nuestro Señor Jesucristo; es Grande y Poderoso.

Verso: ¡Dad gracias al Señor, porque Él es bueno, porque para siempre es su

misericordia!

Coro: Nuestro Señor Jesucristo; es Grande y Poderoso.

Verso: Nuestro Señor Jesucristo.

Coro: Es Grande y Poderoso.

Diácono: Sabiduría.

ECTURA DEL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES. (Hechos. 5: 12—20)

Diácono: Atendamos.

Hermanos: Por medio de los Apóstoles se realizaban muchas señales y prodigios

en la región. Todos solían congregarse unidos en un mismo espíritu, bajo el pórtico

de Salomón, pero ningún otro se atrevía a unirse al grupo de los Apóstoles, aunque

el pueblo hablaba de ellos con elogio. Aumentaba cada vez más el número de los

que creían en el Señor, tanto hombres como mujeres. Y hasta sacaban a los

enfermos a las calles, poniéndolos en lechos y camillas, para que al pasar Pedro,

por lo menos su sombra, cubriera a alguno de ellos. La multitud acudía también de

las ciudades vecinas a Jerusalén, trayendo enfermos o poseídos por espíritus

inmundos; y todos eran curados. Intervino entonces el sumo sacerdote con todos

sus partidarios, los de la secta de los saduceos. Llenos de envidia, hicieron

arrestar a los Apóstoles y los enviaron a prisión pública. Pero durante la noche el

Ángel del Señor abrió las puertas de la prisión y los hizo salir. Luego les dijo:

Vayan al Templo y anuncien al pueblo todo lo que se refiere a esta nueva Vida.

Sacerdote: Paz a ti.

Lector: Y a tu espíritu.

Diácono: Sabiduría.

Lector: ALELUYA, en el Tono 1º

Coro: Aleluya. Aleluya. Aleluya.

Lector: Es Dios quien me da venganza y me sujeta los pueblos.

Coro: Aleluya. Aleluya. Aleluya.

Verso: Engrandece la salvación de los reyes y hace misericordia a su Cristo, a

David y a su simiente para siempre jamás.

Coro: Aleluya. Aleluya. Aleluya.

Diácono: ¡Sabiduría! Estemos de pie; escuchemos el Santo Evangelio.

Sacerdote: Paz a todos.

Coro: Y a tu espíritu.

ECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN. (Juan 20: 19—31)

Coro: Gloria a Ti, Señor, Gloria a Ti.

Sacerdote: Atendamos.

En aquel tiempo: Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la

semana, y estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban reunidos los

discípulos por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo:

¡Paz a ustedes! Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se

llenaron de gozo al ver al Señor, el cual les repitió: ¡Paz a ustedes! Como el

Padre me envió, también yo los envío a ustedes. Dichas estas palabras, sopló

sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los

pecados, les quedaran perdonados, y a quienes se los retengan, les quedaran

retenidos. Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos

cuando vino Jesús. Le dijeron después los otros discípulos: ¡Hemos visto al

Señor! Mas él respondió: Si no veo en Sus manos la señal de los clavos y no

meto mi dedo en el lugar de los clavos, y no meto mi mano en la llaga de su

costado, no creeré. Ocho días después, estaban otra vez los discípulos reunidos y

Tomás con ellos; vino Jesús estando cerradas las puertas, y se puso en medio y

les dijo: ¡Paz a ustedes! Luego dijo a Tomás: Acerca aquí tu dedo y mira mis

manos; acerca tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino

creyente. Respondió Tomás: “Señor mío y Dios mío.” Le dice Jesús: Porque me

has visto has creído. Bienaventurados los que no me han visto y han creído.

Muchas otras señales hizo también Jesús en presencia de Sus discípulos, que no

están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que crean que Jesús es

el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida en Su Nombre.

Coro: Gloria a Ti, Señor, Gloria a Ti.

L

+L