Boletín Juniorado N 1

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Juniorado del Sagrado Corazón de Jesús INTUICIÓN Y SENTIMIENTO Agosto de 2010 - Boletín No. 1 Tu palabra llegará hoy encarnada en mi permiso para que te hagas en mí, y en mí puedas salir hacia la calle. Yo te acojo hoy, Palabra tan pequeña, te levanto en mis manos hasta el pecho. Te dejaré hacerte en mi propia carne, y te ayudaré a crecer entre penurias en la lenta estatura de los más pequeños. Tu palabra irá viajando en mi palabra atravesándola de ti mismo, llenándola de gracia. Que no la esconda paralizada por el miedo. Que no la mida en el reparto, ni negocie con ella, ni la limite en las cápsulas de mis estrecheces y controles Entrarás por el callejón estrecho de mis límites, y saldrás por la puerta pequeña de mis condiciones. Pero serás de nuevo uno de nosotros. Encarnación. Fragmento 1 de 3. Benjamín González Buelta. La utopía está en lo germinal. De los primeros dos Discursos del texto Sobre La Religión, sabemos que Schleiermacher fundamenta la inmediatez de la vivencia religiosa, ya que la esencia de la religión no radica en el pensamiento y la acción, sino en la intuición y el sentimiento. La religión no busca explicar el Universo, tarea propia de la metafísica, ni tampoco pretende perfeccionarlo, como lo busca la moral, sino que a través de la intuición y el sentimiento de lo infinito asume la dependencia ante ese Universo, dejándose imbuir de plenitud por éste sin mediación alguna. Tomado de :Arsenio Ginzo Fernández, “Schleiermacher: autonomía e inmediatez de la religión”, en: Manuel Fraijó (editor) “Filosofía de la Religión. Estudios y textos”, Madrid, Trotta, 2005, p 249. 12

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Experiencias d elos juniores en tiempo de misión

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Juniorado del Sagrado Corazón de Jesús

INTUICIÓN Y

SENTIMIENTO

Agosto de 2010 - Boletín No. 1 Tu palabra

llegará hoy

encarnada

en mi permiso

para que te hagas

en mí, y en mí

puedas salir

hacia la calle.

Yo te acojo hoy,

Palabra tan pequeña,

te levanto en mis manos

hasta el pecho.

Te dejaré hacerte

en mi propia carne,

y te ayudaré a crecer

entre penurias

en la lenta estatura

de los más pequeños.

Tu palabra

irá viajando

en mi palabra

atravesándola

de ti mismo,

llenándola de gracia.

Que no la esconda

paralizada por el miedo.

Que no la mida en el reparto,

ni negocie con ella,

ni la limite

en las cápsulas

de mis estrecheces y controles

Entrarás

por el callejón estrecho

de mis límites,

y saldrás

por la puerta pequeña

de mis condiciones.

Pero serás de nuevo

uno de nosotros.

Encarnación. Fragmento 1 de 3. Benjamín González Buelta. La utopía está en lo germinal.

De los primeros dos Discursos del texto Sobre La

Religión, sabemos que Schleiermacher fundamenta

la inmediatez de la vivencia religiosa, ya que la esencia de la religión no radica en el pensamiento y

la acción, sino en la intuición y el sentimiento. La

religión no busca explicar el Universo, tarea propia de la metafísica, ni tampoco pretende

perfeccionarlo, como lo busca la moral, sino que a

través de la intuición y el sentimiento de lo infinito asume la dependencia ante ese Universo, dejándose

imbuir de plenitud por éste sin mediación alguna.

Tomado de :Arsenio Ginzo Fernández,

“Schleiermacher: autonomía e inmediatez de la

religión”, en: Manuel Fraijó (editor) “Filosofía de la Religión. Estudios y textos”, Madrid, Trotta, 2005,

p 249.

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Editorial Boletín Juniorado Agosto de 2010

«… pues ni conservarse puede, ni regirse, ni por consiguiente conseguir el

fin que pretende la Compañía a mayor gloria divina, sin estar entre sí y

con la cabeza unidos los miembros de ella» (Const. 655). «Lo que más ayuda a crear y aumentar la comunión entre todos los

miembros de la Compañía es la actitud mental y afectiva con que nos

estimemos y aceptemos como hermanos y amigos en el Señor, porque

también aquí “la interior ley de la caridad y amor que el Espíritu Santo

escribe e imprime en los corazones ha de ayudar para ello más que

ninguna exterior constitución”» (N.C. 313 §2).

La unión de los ánimos en la Compañía es enseñada y fomentada por nuestras constituciones como condición definitiva para la conservación, gobierno y consecución del fin de la misma, como se pone en evidencia en el aparte citado en el epígrafe. Así mismo, para lograr tal unión, se pide en las Normas Complementarias una actitud de estima y aceptación mutua. Sabemos también que al escribir Ignacio las Constituciones, en permanente discernimiento y discreción espiritual, tenía siempre presente el fin para el que somos creados: alabar, hacer reverencia y servir a Dios Nuestro Señor, y el fin de la Compañía: ayudar a los prójimos (la misión). Y también tenía la certeza de que este fin apostólico sería posible sólo si lo persiguen y luchan por él hombres altamente cualificados, especialmente en las cosas del espíritu, pues son los testigos los principales artífices de la evangelización, ya que ésta será tanto más eficaz cuanto más transparentemente se vea funcionando a Dios en las personas mismas de los evangelizadores. Ellos hacen realmente presente el Reino de Dios.

Pero esta desafiante tarea de llevar a cabo la misión que hoy la Compañía ha ido definiendo claramente en la últimas Congregaciones generales no se hace con la suma de individuos sino con el concurso fraterno de hombres que, formando un solo cuerpo apostólico en las diferentes obras y comunidades de cada provincia, y construyéndolo a base de fraternidad sincera, de estima y amor mutuo, de preocupación desinteresada por el hermano, contribuyen a la maduración humana, de fe y compromiso entregado de cada uno de los miembros. Las comunidades y obras, así vistas, se convierten en verdaderos talleres de seres humanos fieles a Dios y solidarios con los hombres y mujeres de nuestro mundo (Cfr. Hb 2,17; 5,2), de manera preferencial, de aquellos que padecen cualquier tipo de necesidad o han sido empobrecidos, marginados y excluidos.

En los meses de junio y julio colaboré acompañando espiritualmente a algunos escolares durante los Ejercicios Espirituales de la formación dirigidos por Pacho; dirigí los Ejercicios Espirituales a las hermanas de la Compañía de María que se encontraban en Bogotá; y, además, dirigí los Ejercicios para religiosas ofrecidos por las Esclavas de Cristo Rey. Así mismo, di unas charlas durante tres días a postulantes, novicias, junioras y algunas formadoras de las hermanas Terciarias Capuchinas. Finalmente, en días recientes acompañé los retiros espirituales de un grupo de docentes del Colegio San Bartolomé la Merced. El fruto principal de estas actividades: una profunda alegría e identidad con mi ser jesuita y la espiritualidad ignaciana. A medida que pasan mis años en la Compañía de Jesús, no me canso de experimentar el crecimiento personal, interior y exterior, que me brindan los Ejercicios. No sólo al vivirlos como ejercitante, sino también, al vivirlos como ejercitador. Experimentar la acción del Espíritu sobre los hombres y mujeres que tienen esta vivencia; sentarse por horas a escuchar la vida de tantas personas que se toman en serio el seguimiento de Cristo; confrontar mi pequeñez con la grandeza de verdaderos apóstoles y santos en la Iglesia; condolerme de la fragilidad y el pecado que nos hace sufrir a todos en diferentes momentos de la vida; confrontar mi vida personal y comunitaria con otras personas y comunidades; sentir que soy instrumento en las manos de Dios para que él haga su voluntad en otros; hacen del apostolado de los Ejercicios Espirituales algo insuperable en mi vida de jesuita y, me atrevo a decir, en la vida de todo jesuita que se arriesga a dar Ejercicios. ¡Es tanto el bien que el Señor le ha hecho a mi vocación y a mi perseverancia en la Compañía a través de este regalo de Ignacio de Loyola a la Iglesia! ¡Sería tan grande el bien que haría en ti y a nuestra comunidad del juniorado si nos tomáramos en serio este don de compartir la espiritualidad ignaciana a otros! Queridos hermanos del juniorado, los invito para que miremos con ilusión el ser maestros en el espíritu al tener una gran familiaridad con Dios y al testimoniarlo en frente de los demás. Pidamos al Dios de la vida que nos regale la moción de formarnos en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola así como la unción para darlos a los demás. Fraternalmente en el Señor, Kike, S.J.

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MI EXPERIENCIA EN UN ALBERGUE DEL SJR

El padre Kike, más conocido como tío Kike por cierto personaje de casa, a quien no voy a identificar, me ha pedido que les comparta una reflexión sobre la experiencia de misión.

Mi misión la llevé a cabo en Barrancabermeja entre las oficinas del SJR y el albergue para personas que fueron desplazadas, ubicado en un discreto lugar en Barranca. Respecto a estos dos lugares en los que "presté servicio" quedé muy impactado sobre todo por el segundo y es la reflexión que quiero compartir.

El albergue al que llegamos contaba con muchas limitaciones, a pesar del esfuerzo de la institución que lo coordina, el SJR, y el buen trabajo que realiza la misma tratando de ser un poco de agua en medio de un incendio que es por todos conocido: el desplazamiento de grupos humanos de sus lugares de residencia causado por grupos armados, que responden a diversos intereses. Pero eso no es lo que quiero compartir en mi artículo. Había escrito la historia de las personas que encontré en el lugar, pero lo he repensado y creo que de esto ya hemos conversado y podremos seguir conversando en el juniorado, o en cualquier casa de la provincia en la que nos encontremos. Sin embargo, discusiones sobre personas en situación de desplazamiento e investigaciones sobre éstas las hay muchas y muy buenas.

EL APOSTOLADO DE LOS EJERCICIOS

Queridos hermanos del juniorado, aunque varios de ustedes ya han escuchado mis sentimientos y mociones acerca de las experiencias de Ejercicios que viví en el período intersemestral, quiero ponerlos por escrito en este primer boletín hecho por los mismos miembros de nuestra comunidad. ¡Qué mejor que el compartir nuestras experiencias íntimas para ayudarnos a crecer juntos!

Este primer boletín del juniorado es una nueva forma para buscar un mayor crecimiento nuestro como jesuitas. Lo queremos hacer fomentando la comunicación profunda de nuestras propias experiencias de misión de mitad de año y compartiendo por escrito las vivencias que allí hemos tenido. Así fomentamos más la unión entre nosotros, desde el centro mismo de nuestras vidas. Fernando escribe sobre su experiencia en el albergue del SJR en Barranca. Andrés sobre una vivencia con una persona desplazada, ejemplo de servicialidad y sobre su experiencia en una verdad de S. Pablo, Bolívar; Ricardo sobre su experiencia con el SJR en Buga y Kike acerca de la vivencia de los Ejercicios Espirituales que acompañó. Este es un buen comienzo para animarnos a seguir creciendo en la asunción de nuestra misión en la Compañía de Jesús, desde nuestra situación actual. José Roberto Arango, S.J.

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Dice la señora María Helena: “mi esposo le daba lidia ir a las reuniones, pero desde que los jesuitas empezaron a compartir con nosotros, a jugar con los niños, ya no le tengo que rogar a mi esposo para que vaya a las reuniones. Ahora él es el primero que arranca para la casa comunitaria, que por cierto la recuperamos gracias a que los muchachos nos han motivado a trabajar como comunidad”. Otro vecino del lugar dice: “don Héctor, el viejito que vive solo, vivía aburrido y sin ganas de trabajar, pero desde que los muchachos lo visitan, conversan con él, lo escuchan y hasta se quedan a dormir en su casa, don Héctor ya no es el mismo. Ahora trabaja mucho, comparte con la comunidad. Y vea como está de bonita su parcelita”. Lo que expresa la comunidad, me ayudó a descubrir el gran valor del acompañamiento. Es emocionante darse cuenta que lo que más añoran y aprecian estas familias es que alguien los escuche y comprenda su realidad. El acompañamiento es una experiencia que, sin duda, nos lleva más allá de nuestros límites, pero también promueve cambios en la manera de ver, pensar y actuar de otros seres humanos. ¿Cuál es la invitación? ¿Cómo organizamos y orientamos nuestras acciones? ¿Cómo acompañamos a los voluntarios para promover el encuentro fraterno como experiencia transformadora? Apostarle a la construcción de vínculos humanos es el camino que el Señor nos muestra para asumir nuestro llamado a las fronteras. Ricardo Delgado Martínez, S.J.

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Lo mismo, seguramente, a nivel audiovisual y realizados de manera competente; sermones sobre los desplazados también hay, muchos muy conmovedores también. Y mi escrito, igual que ellos, trata de eso, que no debería existir, pero sigue existiendo. Pero además de tanta competencia investigativa y sentimiento que la problemática despierta, realmente, ¿hay algo más? Ciertamente lo hay pero no suficiente. En este lugar, a pesar de los buenos esfuerzos de atención, faltaban muchas cosas; demasiadas aun para un lugar de “Acogida Provisional” que alberga personas desplazadas hasta que se les defina su situación para recibir ciertas prestaciones por parte del gobierno. Estas dos palabras, “Acogida Provisional” que surgieron en una conversación, y que en ese tiempo no vi en su total sentido, resumen mucho lo que viví. Por ejemplo, desde el término “acogida”, ¿dónde se encontraban los resultados concretos de tantas investigaciones? ¿Dónde estaba el dinero que le diera un verdadero ambiente de acogida a este lugar transitorio? ¿Se sentían estas personas acogidas? Y si no, ¿cómo podía yo hacerlas sentir recibidas y esperadas? El término “provisional”, en cambio, significaba temporal, en espera de tiempos mejores pero básicamente incertidumbre que los llevaba a un diario: “¿ahora qué?”, o pensar “Yo me acuerdo de Dios pero creo que Él se ha olvidado de mí”, expresiones ambas literales que surgieron en espacios en que estas personas se fueron animando a compartir. Y esos vacíos fueron la orientación personal de mi trabajo: ser allí acogida de Dios en el ahora limitado y provisional; ser certidumbre del amor de Dios en este lugar, por transitorio que sea; ser en dicho momento acción, oído, mano, Dios-acordándose de ellos y hacer todo lo posible para que lo sepan a través de acciones, espacios, comidas y tantas cosas que tenemos a la mano. Eso fue todo. Y desde esa conciencia, si se le puede llamar así, faltaba el tiempo para ir haciendo todo lo que aquel dinamismo arrastraba y pedía por fuerza propia. Esa fue mi experiencia de Dios allí. De esto me han surgido nuevas preguntas y movimientos en este nuevo “ahora” de mi vida, pero éstas no son parte de este breve compartir. Creo que eso es lo que les puedo contar de mi reciente experiencia de misión. Gracias por este espacio para compartir y saludos a todos, inclusive para aquel individuo que llama a Kike tío sin que sea su tío. Fernando Insua, S.J.

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Amor, sacrificio, dedicación y suerte son elementos que permiten a estas familias hacer frente a la adversidad. El mero deseo de construir un nuevo espacio donde la familia pueda establecerse es lo que remolca la utopía de transformar su lugar en una tierra donde “mane leche y miel”. No obstante, las familias que llegan a una tierra con condiciones distintas a las que había en su lugar de procedencia, tienen que pasar por un proceso de adaptación más largo y más complejo. El acompañamiento disipa la utopía Junto con las familias han llegado diferentes instituciones y organizaciones como la Alcaldía local, Acción social, el Comité de Cafeteros Regional, la Corporación Diocesana de Cartago, el SJR entre otras. Estas entidades han orientado sus esfuerzos para apoyar el proceso de adaptación. Cabe mencionar que desde que llegaron las familias hasta que empezó a llegar la oferta institucional pasaron varios meses, lo que implica que la comunidad se defendió sola por mucho tiempo. La voluntad de las instituciones es buena, pero se sigue cayendo en el error histórico de pensar las estrategias de intervención desde fuera de la realidad. Por ejemplo: les han facilitado matas de café, pero nunca se les consulto que se necesitaba para asegurar la siembra. Algunos campesinos saben que hay que sacar las raíces del helecho con azadón para recuperar el PH adecuado. El problema es que no todos tienen este conocimiento y al sembrar el café sin remover la tierra, éste no sobrevive. Así como ese ejemplo hay muchas acciones que se desarrollan sin tener presente la opinión de la comunidad. Entiendo el desplazamiento como el resultado del deseo de unos por alcanzar su propia felicidad acosta de cualquier precio. Precio que pagan otros con la exclusión de sus propios territorios. La experiencia que evidenciamos con las instituciones nos muestra que la exclusión es una situación difícil de esquivar, pues se presenta aún en contextos en los que se cree estar haciendo el bien. Los “jesuitas” como suelen ser llamados los voluntarios del Servicio Jesuita a Refugiados hacen una labor de acompañamiento que es de admirar. Los voluntarios han implementado como estrategia, entrar en la vida de la comunidad para experimentar y tratar de entender la fragilidad humana que genera dinámicas complejas en la vida de comunidad. Los voluntarios “han puesto su tienda de campaña” entre las familias de La Habana. Como aspecto revelador quiero destacar los sentimientos que algunas personas de la comunidad expresan tras la experiencia de haber compartido la vida cotidiana con estos voluntarios del SJR. Es una experiencia que nos puede aportar bastante para discernir nuestro proceder en el futuro. 9

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¡Ya les tengo la comida lista!

Con mucho cansancio, hambre y a la expectativa de lo que fuera nuestra misión de mitad de año, llegamos Diego y yo a Altos de Cañabraval, después de un largo viaje y de haber tenido que pasar a pie una caudalosa quebrada cerca al caserío. Pero quizás esto no nos impresionó tanto como las huellas de violencia impresas en los entablados de las casas con letreros tales como „revolución Bolibariana‟, „fuera yanquis de Colombia‟ „viva las FARC‟, entre otros. Esta fue la primera imagen; esta fue la razón para que en un primer momento no quisiéramos tocar algún tema relacionado con los grupos al margen de la ley o las distintas formas de economía en la región…

Al día siguiente, visitamos la mayoría de las casas y, en varias de ellas, tan solo encontrábamos mujeres y niños. ´Los hombres salen al trabajo a dos, tres o más días de camino y regresan al tiempo‟, nos comentaba Doña Omaira quien nos acompañó a lo largo del recorrido. Desde un principio tuvimos claro el encargo de Guillo durante nuestra estadía: el refuerzo escolar con los niños de la escuela. Sin embargo, tuvimos el deseo de un encuentro más cercano con los adultos de la comunidad y, ¿qué mejor que la novena a la Virgen del Carmen para convocar? El punto fue que no contábamos con que gran parte de la comunidad era protestante… Esto no fue impedimento porque también propusimos elaborar una „radiografía‟ de la comunidad en donde pudiéramos detectar debilidades, oportunidades, fortalezas y amenazas. Al pasar los días y en la tónica de considerar la comunidad misma, fueron surgiendo sentimientos de los miembros los cuales nos indicaban en nuestro silencio, que se trataba de una comunidad muy golpeada por el absurdo de la guerra. Realidades de enfrentamientos armados, de desplazamientos, de necesidades básicas de una comunidad (salud, educación, vías de acceso al lugar, apoyo laboral), de injusticias respecto de las ´ayudas‟ que ofrece el estado, fueron las temáticas que ellos mismos decidieron compartirnos con mucho dolor. Un dolor que confrontaba a nuestros prejuicios y que en medio de tanto sufrimiento, no es capaz de apagar la bondad, el cariño, el compartir sencillo: lo que ellos son. „Zona roja‟ es como cataloga el Estado a aquel lugar, „región de guerrilla y paramilitarismo‟ piensa la mayoría de gente de nuestro país. Para mí se trató de una comunidad que me acogió por más de una semana, que me hizo

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Un pedazo de tierra fértil no es suficiente…

Este año durante el periodo de receso académico tuve la oportunidad de compartir el tiempo de misión con el equipo de trabajo del SJR que opera en Guadalajara de Buga, Carlos Molina escolar jesuita y los jesuitas que conforman la comunidad del IMCA. Por primera vez pude compartir la cotidianidad con una comunidad de familias desplazadas que han sido reubicadas en el predio la Habana que se localiza en el municipio El Cairo al norte del Valle.

Es interesante ver que estas familias llevan varios años desde que fueron despojadas de sus tierras. Situaciones difíciles han tenido que vivir durante muchos meses en su condición de errantes. Después de ir de un lugar a otro para pedir ayuda de los gobiernos locales y tras realizar un sin número de trámites han conseguido una parcela equivalente a 5.5 hectáreas que otorga el Estado Colombiano a través del Instituto Colombiano para el Desarrollo Rural (INCODER).

Experiencia de la comunidad

Hoy cuando han pasado más de dos años desde que llegaron las familias al predio La Habana observamos que el proceso de adaptación no tiene el mismo ritmo para todas las familias. Mientras se observa que unas parcelas progresan lentamente, otras, producen tristeza y desesperanza. Constatar esta asimetría en el uso y aprovechamiento del terreno es un indicador importante al momento de preguntarnos cómo va, en general, el proceso de adaptación y acomodación de las familias a su nuevo territorio. En el tiempo que compartí con las familias descubrí algunos de los elementos que producen la diferenciación de los procesos que varía de una familia a otra. Lo primero que aparece luego de escuchar a la comunidad es que las familias con mayor ventaja en el proceso son aquellas que, por suerte, llegaron a un territorio con condiciones similares a su lugar de procedencia. El vínculo que se da entre la familia y la tierra se expresa en amor por la tierra y como consecuencia la familia se entrega con mayor dedicación al trabajo diario. Este vínculo ayuda a que las familias se entreguen totalmente al trabajo para transformar la parcela en un lugar donde puedan hacer realidad sus sueños.

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olvidar mis prejuicios y temores a través de una sonrisa, de un plato de comida, de un tinto, de visita a las fincas o de profundas conversaciones sobre experiencias de violencia o desplazamiento… En la misma línea, recuerdo con gran alegría el rostro concreto de Doña Elvia, una santandereana de más de 55 años, que en busca de „oportunidades‟, arribó a aquella vereda. Una mezcla de fortaleza y dolor, de misericordia y carácter. El primer día que la saludé fije mis ojos en el dolor causado por la muerte de su esposo, hacía menos de un mes. Mientras ella lloraba, me contaba algunas experiencias de violencia que había tenido que vivir y en la que su esposo siempre, según ella, fue su compañía fiel en el dolor. Esto fue un claro incentivo para cuestionarme sobre cómo una comunidad puede llegar a ser tan generosa en medio de tanto sufrimiento. Otro día, de camino a su finca (alrededor de dos horas de camino), nos contó casi su historia de vida. Yo no podía hacer otra cosa que callar y escuchar; me sentía perplejo y miserable frente a tanto dolor vivido. Me confrontó con sucesos tales como la desaparición de su hijo por manos de la guerrilla, las muchas amenazas e insultos que había sufrido ella y su marido por parte de quienes con un arma, se sienten dueños de la vida del otro; las „balaceras‟ de las que había tenido que ser trinchera, de las fumigaciones con glifosato, de las bromas que el Estado juega cuando promete una ayuda que nunca llega…

A esta mujer, en medio de muchas necesidades, siempre le vi una sonrisa, un gesto amable, las ganas de servir a las personas que llegan a su vereda después de un largo viaje, pues es ella quien acoge y alimenta a los señores del transporte, a muchos arrieros que descansan en al caserío y por supuesto, a nosotros nos alimentó en varias ocasiones; ¿por qué no decir que de sus manos ajadas probé por primera vez la carne de pato? Son muchos rostros, muchas experiencias que permanecen plasmadas en el corazón y se van convirtiendo en ese tesoro único y personal que da razón a la vocación: el servicio. ¿Qué otra cosa puedo hacer que agradecer a Dios por mostrarme el amor que subyace en las cicatrices humanas? William Andrés Díaz, S.J.

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