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Boletín del Archivo General de la Nación7a época, año 4, núm. 15, enero-marzo, 2013

Paris. Avenue de la Grande-Armée

AGN, Colección Luis y Leopoldo Zamora Plowes, Tarjetas postales, 42-24.

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Boletín del Archivo General de la Nación

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Archivo General de la Nación

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Legajos. Boletín del Archivo General de la Nación, séptima época, año 4, número 15, enero-marzo de 2013, es una publicación trimestral del Archivo General de la Nación, donde se publica y distribuye, con domicilio en Eduardo Molina 113, Col. Penitenciaría Ampliación, Delegación Venustiano Carranza, C. P. 15350, México D. F.

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ISSN-0185-1926

Legajos. Boletín del Archivo General de la Nación se terminó de imprimir en mayo de 2013 en Tipográfi ca, S. A. de C. V. Imagen núm. 26, Col. Lomas de San Ángel Inn, C. P. 01790, México, D. F.

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Dr. Pedro Ángeles Jiménez Instituto de Investigaciones Estéticas,Universidad Nacional Autónoma de México

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Tabla de contenido

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GALERÍAS DE LA HISTORIA

En busca de una sede propia. El Museo Nacional y la ciudad de México, 1825-1836Rodrigo Vega y Ortega Báez

La homogeneización cultural como acción civilizadora: los centros de educación indígena durante el cardenismo (1936-1940)Lara Semboloni

Los criptosistemas ofi ciales de la Legación Mexicana en Washington, 1824-1826Roberto R. Narváez

PORTALES DE LA ARCHIVÍSTICA

La valoración documental y los documentos de archivo digitalesAlicia Barnard Amozorrutia

Reconocimiento, preservación y pérdida del valor jurídico del documento de archivo electrónicoMartha Alicia Ávila Maravilla

El concepto de documento de archivo en entornos experienciales,interactivos y dinámicos: ensayo de discusiónLuciana DurantiTraducción: Alejandro Delgado Gómez

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RESEÑAS

Archivos electrónicos, textos y contextosDe: Aída Luz Mendoza Navarro et al.Por: Georgina Maldonado

Espejismo y realidad: Maximiliano y El Diario del ImperioDe: Luz María Hernández SáenzPor: Carlos de Jesús Becerril Hernández

DOCUMENTOS DEL ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN

Imagen de portadaParis. Avenue de la Grande-ArméeMaría Inés Ortiz Caballero

Un fondo judicial como fuente para el estudio sociocultural de la ciudad de México: el Tribunal Superior de Justiciadel Distrito Federal (1900 – 1947)Mariana Jiménez Muciño

Entrevista con Roberto Beristáin, archivista emérito.Marco Antonio Silva Martínez

Normas para la entrega de originales

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GALERÍAS DE LA HISTORIA

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11Legajos, número 15, enero-marzo, 2013

EN BUSCA DE UNA SEDE PROPIA. EL MUSEO NACIONAL Y LA CIUDAD DE MÉXICO, 1825-1836*

Rodrigo Vega y Ortega Báez**

* Esta investigación forma parte del proyecto PAPIIT IN 303810: “Naturaleza y territorio en la ciencia mexicana (1768-1914)”, Instituto de Geografía-UNAM, responsable: doctora Luz Fernanda Azuela, 2010-2012.

** UNAM.

Resumen

El estancamiento constructivo de la ciudad de México en las primeras décadas de vida independiente se vio refl ejado en los espacios urbanos que ocuparon los establecimientos científi cos creados a partir de 1821, como el Museo Nacional. Esta institución tuvo una constante actividad científi ca durante la primera mitad del siglo XIX, a pesar de que careció de un inmueble propio, pues lo compartió con la Nacional y Pontifi cia Universidad de México. Esta situación reunió a dos instituciones en un mismo edifi cio y ocasionó una mala relación entre ambas, al provocar la lucha por el recinto, especialmente entre 1825 y 1836. Por ello, los distintos gobiernos nacionales estudiaron la viabilidad de algunos proyectos urbanos que tuvieron como propósito dotar al Museo de una sede propia. Éstos se basaron en la reutilización y adaptación de amplios edifi cios coloniales, pues el Estado carecía de los recursos sufi cientes para construir nuevos inmuebles. A pesar de los esfuerzos gubernamentales, el Museo Nacional se mantuvo en el recinto universitario hasta 1866, cuando se trasladó a la ex Casa de Moneda.

Palabras clave: museo, ciudad, ciencia.

Abstract

The stagnation in physical building in Mexico City in the early de-cades of independence was refl ected in the urban spaces occupied

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by scientifi c establishments created from 1821 on, such as the Na-tional Museum. This institution had a constant scientifi c activity during the fi rst half of the nineteenth Century, although it lacked a building itself, sharing it with the National and Pontifi cal University of Mexico. This brought together two institutions in one building and caused a poor relationship between them, especially between 1825 and 1836. Thus, the various national governments studied the viability of some urban projects aimed to provide the Museum its own headquarters. These were based on the reuse and adaptation of large colonial buildings, because the state lacked the resources to build new facilities. Despite government efforts, the National Mu-seum remained on that building until 1866, when it moved to the former Casa de Moneda.

Key words: museum, city, science.

Introducción

Los museos a lo largo de los siglos XVII al XIX fueron instituciones urbanas donde se practicaron las ciencias, especialmente la historia natural, como es evidente en la erección de las primeras colecciones en la Universidad de Basilea (1671) y la Universidad de Oxford (1683). Muchos de ellos estuvieron vinculados con la bonanza y decadencia de las ciudades universitarias en que se fundaron en cuanto al desarrollo de sus actividades y tamaño de las sedes que ocuparon. En efecto, cuando una ciudad, muchas veces la capital nacional, se hallaba en crecimiento económico, espacial, educativo y demográfi co surgían instituciones científi cas con edifi cios propios, ya fueran observatorios, escuelas de instrucción superior, zoológicos, laboratorios o museos. Sin embargo, cuando la misma ciudad pasaba por un estancamiento en estos rubros, la creación de establecimientos científi cos recurría a la reutilización de inmuebles previamente construidos para otros fi nes. En este sentido, el recinto universitario en que se alojó el Museo Nacional de México (MNM) fue erigido bajo esta última situación, cuando la regla fue la apropiación de edifi cios antiguamente pertenecientes al clero por parte del Estado mexicano.

En los estudios históricos acerca del Museo Nacional se ha señalado reiteradamente que entre 1825 y 1867 esta institución tuvo una endeble

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estructura institucional y defi ciente organización; fue poco valorada por los gobiernos nacionales; se caracterizó por la escasa concentración de colecciones, por lo que poseyó un reducido acervo expuesto en una diminuta sala de la Nacional y Pontifi cia Universidad de México (NPUM); y que prácticamente fue un establecimiento desconocido entre los mexicanos.1

Esta interpretación histórica omite que la creación de un acervo basado en colecciones de objetos históricos y naturales se asienta en la valoración de aquello que debe ser resguardado, no sólo desde criterios académicos, pues actores determinantes de la remisión de objetos son las élites que participan activamente en la consideración de lo que es bello, único, peculiar, útil e interesante.2 La relevancia de estudiar al Museo Nacional en la primera década de existencia se encuentra en que ha sido un lapso poco conocido, especialmente en el debate acerca de la necesidad de que contara con un inmueble propio, lo que se concretó hasta el Segundo Imperio.3

Bajo este panorama, la historia de las ciencias requiere vincularse con las investigaciones desarrolladas por los historiadores urbanos para que a la luz de esta unión temática se profundice en la relación sobre los diversos edifi cios que los establecimientos científi cos han ocupado y cómo ello infl uyó en el desarrollo institucional. Por tanto, esta investigación se propone analizar la vida del MNM en la primera década de existencia con respecto a la situación urbana de la capital mexicana, especialmente en cuanto a la primera sede dentro del edifi cio de la NPUM, junto con los distintos proyectos presentados al gobierno nacional para trasladar las colecciones museísticas a un inmueble propio.

Por tanto, la investigación inicia en los primeros meses del Imperio Mexicano cuando se proyectó la erección de un “Museo Mexicano” de carácter público que resguardara los “tesoros” de la nueva nación. Esto se hizo realidad hasta la presidencia de Guadalupe Victoria, quien ordenó su creación el 18 de marzo de 1825 dentro de un aula de la NPUM. Este establecimiento museístico estuvo constituido por las secciones de Anti-

1 Sobre este punto véase Morales, Orígenes; Rico, “Colecciones”, pp. 297-324; y Saldaña y Cuevas, “La invención”, pp. 185-217.2 Véase Azuela y Vega y Ortega, “Ciencia”, pp. 1-34.3 Véase Vega y Ortega, 2011, “Viajeros”, pp. 185-224.

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güedades, Historia e Historia natural, como casi todos sus pares de la primera mitad del siglo XIX.4 Asimismo, desde dicho año el MNM formó parte substancial del equipamiento5 cultural de la ciudad de México y, por ende, unió su destino a ésta.

El MNM tuvo dos conservadores de importancia en la primera década de vida. Éstos fueron el doctor Isidro Ignacio de Icaza (1783-1834), quien lo dirigió entre 1825 y 1834; y el bachiller Isidro Rafael Gondra (1788-1861), quien lo administró en los años 1835-1852. Ambos encargados estuvieron interesados en que esta institución recibiera a numerosos visitantes en las mejores condiciones espaciales, muchos de ellos habitantes de la ciudad de México. Para ello, ambos contribuyeron en la búsqueda de una sede propia, ya que consideraban al museo como parte fundamental de la cultura urbana.

Asimismo, el MNM se creó a la par que otros museos de América Latina en las inmediaciones de las capitales nacionales y dentro de edifi cios coloniales, como el Museo de Río de Janeiro (1818) en el Campo de Santa Anna; el Museo Público de Buenos Aires asentado en el ex convento de Santo Domingo (1823); el Museo Nacional de Colombia (1823) alojado en la antigua casa de la extinta Real Expedición Botánica de Nueva Granada; y la inauguración del Museo Nacional de Perú (1826) en las ofi cinas del Ministerio de Gobierno y Relaciones Exteriores dentro de la capilla de la ex Inquisición. La vida pública de dichos museos se vinculó desde su fundación con la dinámica de las ciudades que los acogieron, especialmente con los problemas de falta de recursos económicos y materiales para asignar una sede propia.

Así, no es casual la fundación de museos en las capitales de las nuevas naciones si se tiene en cuenta que fueron instituciones consideradas como fundamentales para delinear los nuevos Estados que surgieron a lo largo del siglo XIX tanto en América como en Europa. Éstos fueron valorados como medios culturales para dotar de personalidad a la nación, a la vez que dar legitimidad a las nuevas autoridades. Para ello, en cada museo se abrieron secciones de Historia natural, Arqueología e Historia donde se expusieron

4 Rico, Exhibir, p. 91. 5 El término “equipamiento urbano” se refiere al conjunto de edificaciones y espacios, predominantemente de uso público, en los que se llevan a cabo actividades complementarias a las de habitación y trabajo, a la vez que se proporcionan a la población urbana servicios de bienestar social, educación, entretenimiento, investigación, salud e intercambio económico.

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a la vista del público objetos “indispensables para la identifi cación de comunidades entre sí y para el fomento de la integración nacional”.6

En el MNM, como en sus pares latinoamericanos, se dieron los primeros pasos para que la actividad científi ca fuera de tinte público y nacional, pues la investigación de la fl ora y fauna, junto con el pasado nacional, “se convertía en una pieza maestra de la construcción del pasado común”.7 Esto se llevó a cabo con la participación de la élite culta que tuvo el apoyo de los gobiernos federal y local para conseguir un inmueble en que se acopiaran, valoraran, estudiaran y exhibieran numerosos objetos. De esto se hablará en las siguientes páginas.

La ciudad de México en los años 1821-1840

El periodo de estudio se enmarca en los proyectos urbanos de tinte ilustrado que se desarrollaron en la ciudad de México entre 1788 y 1840, en los cuales el factor común fue la transformación de la capital en términos de mejorar la higiene, hacer efi ciente la administración, erigir nuevas plazas y monumentos, mejorar la seguridad, abrir nuevos espacios públicos y fundar instituciones que fomentaran la instrucción de los habitantes.8 Como sostén de estas iniciativas, algunos de los intelectuales de la época confi aron en que las ciencias eran indispensables para su éxito como se verá a continuación.

La preeminencia política, administrativa, económica y religiosa que la ciudad de México había gozado bajo el régimen colonial fue ratifi cada el 18 de noviembre de 1824 cuando el Congreso aprobó el decreto sobre la residencia de los Supremos Poderes de la Federación en ésta.9 Así, además de ser la capital de la nueva nación, ésta contaba con una larga tradición de ser el foco del lustre académico y cabeza de la naciente industria. También en sus inmediaciones residía la élite política, económica e intelectual que manejaría los destinos nacionales para hacer óptimo el aumento de la riqueza y el desarrollo social del país. De igual manera, la capital mexicana había sido durante casi tres siglos la ciudad más populosa y de mayor

6 Rico, Exhibir, p. 37.7 González, Civilidad, p. 253.8 Hernández Franyuti, “Ideología”, p. 125.9 Hernández Franyuti, El Distrito, p. 42.

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extensión urbana, la que sumaba los mayores recursos materiales, humanos y económicos, además del polo de la alta cultura literaria, científi ca y artística.

La positiva situación que esta ciudad había gozado al fi nal del siglo XVIII, no transcurrió en el mismo tono en las primeras décadas de vida soberana, particularmente entre 1821 y 1840, pues sufrió un periodo de estancamiento constructivo manifestado en la escasa edifi cación de nuevos inmuebles en el perímetro de la ciudad, en gran parte debido a dos razones: el precario estado del erario nacional y del Ayuntamiento; y el empobrecimiento de la oligarquía que no contó con los recursos para construir nuevos edifi cios. A pesar de este escenario, la población aumentó en estas décadas de 160,000 a 200,000 habitantes.10 En efecto, la ciudad de origen colonial se conservó con ligeras variantes hasta el inicio de la segunda mitad del siglo XIX como lo demuestra una comparación entre el plano de Diego García Conde de 1790 y el de Juan Nepomuceno Almonte realizado en 1853, pues los límites de la ciudad son prácticamente los mismos y revela el hacinamiento que padecía la población.11

Aunque el Ayuntamiento apenas contaba con los recursos para ir paliando desperfectos y resolver las necesidades más apremiantes de la ciudad, no por ello la vida cultural decayó, pues la utilización de antiguos edifi cios para nuevos propósitos fue la solución práctica.12 Esta paralización espacial de la capital duró hasta la década de 1870, cuando el Estado, las instancias municipales y la sociedad en general, tuvieron el dinero necesario para transformarla físicamente y ampliar el perímetro.

En esta situación la pujante élite intelectual de la ciudad de México fue colaboradora en los asuntos político-administrativos de orden local y nacional, a través de los cuales logró infl uir en las decisiones de los poderes federales para erigir las instituciones culturales que anhelaban con el objetivo de echar a andar el progreso material de la nación. En efecto, en pos de éste varias voces manifestaron gran interés por fomentar los establecimientos científi cos de cuño colonial (Colegio de Minería, Hospital de San Andrés, Nacional y Pontifi cia Universidad de México, Jardín Botánico y Academia de San Carlos) que continuaron activos después de

10 Gortari, “Un modelo”, p. 43.11 Morales, “La expansión”, p. 190.12 Ribera, “Plazas”, p. 27.

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1821, y se mantuvieron en la misma sede, además de aquellas instituciones de reciente creación (Museo Nacional). Lo anterior se debió a que en todos estos espacios científi cos era factible acopiar datos sobre la riqueza natural del país; agrupar a los “sabios” nacionales; comparar el desarrollo de países extranjeros con México; y exhibir públicamente objetos representativos de la diversidad botánica, zoológica y mineral de la república.

Entre aquellos establecimientos de nueva creación estuvieron el Instituto Nacional de Ciencias, Literatura y Artes inaugurado en 1826, y que a pesar de su efímera vida convivió con el MNM. Asimismo, el 18 de abril de 1833 se fundó el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INGE) ubicado en un inmueble colonial cercano al Colegio de Minería y dependiente de la Secretaría de Relaciones. En este mismo año se abrió la Escuela de Medicina, independiente de la NPUM, misma que careció de su propia sede hasta 1854 en que se asentó en el edifi cio de la ex Inquisición. Como se aprecia, las nuevas instituciones tuvieron que echar mano de los edifi cios existentes, pues la ciudad de México no contaba con los recursos para ampliar el espacio urbano mediante la edifi cación de nuevas construcciones.

Los establecimientos antes mencionados estaban directamente aus-piciados por el Ejecutivo a través de las secretarías, especialmente Relaciones Interiores y Exteriores. No obstante, el Ayuntamiento y el gobernador del Distrito Federal los apoyaban periódicamente con dinero o mobiliario. Ésta fue una de las medidas tendientes a reforzar la voluntad presidencial de que la ciudad de México “fuera un espacio donde imperaran sus políticas”, por ejemplo, en el ámbito científi co, donde sus designios se imponían a las medidas del gobierno electo por los capitalinos.13

Uno de los miembros de la élite cultural de la ciudad de México que expresó los benefi cios de robustecer el equipamiento urbano fue Simón Tadeo Ortiz de Ayala (1755-1833), quien señaló en el Resumen de la estadística del Imperio Mexicano (1822) y en México considerado como nación independiente (1832) que desde la época colonial, “ninguna ciudad americana se [honraba] con tantos y tan sólidos establecimientos científi cos”.14 Bajo esta premisa, la capital nacional debía ser ejemplo urbano para las ciudades regionales por

13 Gortari, “Política”, p. 183.14 Ortiz de Ayala, Resumen, p. 23.

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la variedad de lugares dedicados a la práctica científi ca y mantener el estatus de “centro de las ciencias, artes e industrias”. En cuanto al proyecto de formación de espacios científi cos, Ortiz de Ayala recalcó la necesidad de erigir un Gabinete de Historia natural que retomara las “preciosas” colecciones mineralógicas del Colegio de Minería. También expuso la necesidad de edifi car un observatorio en el cerro de Chapultepec; y fundar liceos donde se enseñaran idiomas antiguos y modernos, ciencias naturales y físico-matemáticas, literatura y política.15 Con todo ello se esperaba construir una urbe burguesa a la manera europea “que estuviera fundamentada en la razón más que en las costumbres para alcanzar su modernidad”.16

Otro miembro de la élite cultural, el connotado doctor José María Luis Mora (1794-1850) abordó en la Revista política... (1838) la necesidad de mejorar la situación del Museo Nacional, pues hacía falta un inmueble más amplio en donde se exhibieran “producciones minerales preciosísimas, fósiles enormes bien y conservados de una antigüedad remotísima, aves vistosas y de bello plumaje en todo género, reptiles, insectos y cuadrúpedos de todas clases, propios de un país donde se halla multiplicada al infi nito la naturaleza viviente”.17 Todos estos objetos eran susceptibles de atraer capitales nacionales y extranjeros para explotar científi camente los recursos naturales.

Las voces de Ortiz de Ayala, Bustamante y otros apuntaban a mantener la preeminencia de la ciudad de México como capital científi ca de la nación, mediante establecimientos educativos que acogieran a las ciencias útiles, que fomentaran la economía y las condiciones materiales de vida de los mexicanos.18 Estas ciencias fueron historia natural, geografía, química, matemáticas, física, farmacia, metalurgia, entre otras. Particularmente las ciencias naturales tuvieron un lugar destacado en el Museo Nacional, pues se esperaba que las colecciones de animales, vegetales y minerales despertaran entre los mexicanos la sed de conocer las riquezas naturales del país.

A pesar de que en la primera mitad del siglo XIX la ciudad de México tuvo un estancamiento demográfi co, espacial y económico que provocó que

15 Ortiz de Ayala, México, p. 320.16 Hernández Franyuti, “Ideología”, p. 157.17 Mora, “Mejora”, pp. 219-220.18 Baldó, “Filosofía”, p. 332.

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las nuevas instituciones científi cas y culturales se alojaran en inmuebles de origen colonial, así como que aquéllas creadas en el siglo XVIII continuaran en el mismo edifi cio, sin duda los capitalinos de los estratos sociales medio y alto impulsaron la práctica científi ca desde distintos frentes, ya fueran catedráticos, profesionistas, estudiantes, políticos, hombres de letras y ciencias, junto con el vasto público interesado en su divulgación. En este sentido, la situación vivida por el MNM dentro del edifi cio universitario y los proyectos que intentaron otorgarle un espacio propio estuvieron inscritos bajo esta dinámica urbana.

La “casa temporal” del Museo Nacional

Como se presentó al inicio de la investigación, desde 1825 el MNM ocupó una sala del edifi cio universitario que originó, desde los primeros días de su llegada, una problemática intromisión del primero en la rutina de la corporación educativa. Dicha situación se mantuvo hasta la extinción de la NPUM cuando el emperador Maximiliano decidió reorganizar las instituciones científi cas mexicanas para dotarlas de un nuevo signifi cado político, especialmente al museo a través de la nueva sede.

En las siguientes páginas se expondrá la necesidad de que el MNM tuviera un inmueble propio para poner a la vista del público el “repositorio y escaparate de objetos valiosos”, mediante los cuales la élite y el gobierno pretendían crear una imagen de la República Mexicana y la sociedad que la habitaba. Así, este museo, como muchos otros, cumplió “con su misión política de fomentar un sentimiento patriótico común en el pueblo”.19 En efecto, uno de los problemas que todo museo enfrenta es albergar nuevos objetos que llegan paulatinamente, pues la colección crece mientras que el inmueble puede quedar estático durante mucho tiempo. Esta situación fue determinante para el MNM en su primera década de existencia, ya que el edifi cio universitario no contó con el espacio sufi ciente para él. Cabe resaltar que los objetos arribaron al MNM por diferentes vías. Una de ellas fue la donación que algunos individuos efectuaron, mientras que la venta de objetos por parte de éstos fue común. También destaca la recolección de

19 Rico, Exhibir, p. 62.

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especímenes mediante comisiones y expediciones científi cas, a la vez que hallazgos fortuitos. Además existió la remisión de instancias administrativas de las regiones y el canje de muestras con otros museos extranjeros.20

Mientras iban llegando los primeros objetos al MNM se esbozó el proyecto arquitectónico para el acondicionamiento de la sala destinada a albergarlo y tras un año de actividades, el 17 de abril de 1826, el conservador doctor Isidro Ignacio Icaza presentó al secretario de Hacienda, Sebastián Camacho, el recuento de gastos que ascendieron a 3,051 pesos empleados en las modifi caciones estructurales de la “sala temporal”.21 Icaza reconoció que la situación “provisional” del MNM no era la más favorable, cuya solución era la posesión de un edifi cio propio o que al menos fuera compartido con instituciones del equipamiento científi co capitalino.

Hacia el 27 de agosto de 1827, el conservador elevó una petición al presidente Guadalupe Victoria en la cual propuso que la única sala del establecimiento se trasladara a tres piezas que se encontraban en el frente del edifi cio universitario, dado que la cantidad de objetos ya no cabían en la “sala provisional”. La propuesta agudizó la incomodidad del claustro universitario porque la “invasión” museística aumentaba. Además, desde 1825 la universidad temió que el gobierno favorecería al MNM y no a ella, pues la primera institución había nacido bajo su protección, mientras que la segunda recordaba al régimen colonial. Al mismo tiempo, la NPUM estaba consciente de que ante la falta de nuevas edifi caciones en toda la ciudad resultaba imposible que en breve tiempo las colecciones museísticas abandonaran el edifi cio. Icaza también era consciente de esta situación y esperaba que el gobierno nacional lo apoyara para que los objetos exhibidos recibieran el orden de todo museo “respetable”. Resultaba urgente que éstos contaran con mayor espacio para su distribución porque se preveía un acopio mayor en los próximos años y

ya no [cabrían] en la única sala de que [podía] disponer. [Era] del todo necesario un local más amplio, pero como no [era] posible pensar por ahora en otro

20 Rico, Exhibir, p. 68-69.21 El conservador presentando la cuenta de la inversión hecha en el Museo Nacional, México, 1835, AGN, GSS, caja 82, expediente 21, ff. 44-46. La ortografía y redacción de las fuentes consultadas han sido actualizadas.

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edifi cio, porque ni [resultaba] fácil designarlo ni [se contaba] con los fondos que [exigía] la translación; el único medio que se presenta [era] el de destinar al Museo y Gabinete las tres piezas que [ocupaban] el frente de la Universidad. Sus tamaños y luces las proporcionan al intento, y el gasto de su traslación [sería] menor que el que [demandaba] el transporte, si el establecimiento hubiera de mudarse a otra parte.22

Asimismo, el conservador comprendía que la Universidad era una institución distinta a la que estaba a su cargo y de naturaleza diferente a sus actividades diarias. En consecuencia, dudó de la facilidad para disponer de los tres salones que pedía, ya que se utilizaban para impartir cátedras. A su juicio el problema se podría solucionar al dividir la sala que servía de depósito mediante una pared y comunicarla con el aula contigua de la derecha cuya extensión supliría a las del frente.23 Del mismo modo confi aba en que el rector y los doctores verían con buenos ojos la ampliación del museo, pues la NPUM era

un cuerpo en que [brillaban] la competencia, la sabiduría y el patriotismo, y [no rehusaría] el indicado cambio notoriamente ventajoso a la ilustración pública, a la gloria y mejor servicio de la nación y a la Universidad misma, ya por el lustre y celebridad que el Museo [daría] a su edifi cio y para el adorno que [resultaba] a este del aseo y compostura de sus aulas, quedándole expedito el mismo número con que [contaba].24

Icaza era consciente de que el gran aliado en todo momento sería el gobierno nacional, y el único con autoridad sufi ciente para tomar cualquier decisión que favoreciera el proyecto de las nuevas salas del MNM, pues al apoyarlo con el infl ujo político se lograrían los objetivos mencionados. En este sentido, el 18 de enero de 1828, el presidente Victoria informó al entonces rector doctor Manuel Cantú que había resuelto favorecer al conservador

22 El conservador proponiendo que se traslade este establecimiento a las piezas de la universidad que ocupan el frente, México, 1827, AGN, RE, caja 54, expediente 6, f. 7.23 Idem.24 Idem.25 Ibid., f. 11.

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al otorgarle las salas que solicitaba, sin dejar de lado la búsqueda de algún edifi cio disponible para el MNM.25

A mediados de febrero del mismo año, el rector respondió al presidente, a través de Juan José Espinoza de los Monteros, encargado de la Secretaría de Relaciones, protestando su inconformidad por la decisión tomada, pues consideró que se debía consultar al “Ilustre Claustro”, y como las vacaciones estaban próximas, de momento no había podido convocar a la reunión que esperaría hasta el 27 de noviembre.26 Sin duda, estos meses le brindaron a la NPUM el tiempo necesario para discutir privadamente el asunto y tratar de encontrar una solución que le favoreciera.

La comisión universitaria, formada por los doctores Antonio Manuel Couto, José Francisco Guerra y Joaquín Canales, contestó al gobierno que era un grave inconveniente el “substraer de su destino” docente cualquiera de las aulas designadas. Esta comisión alegó que el uso de éstas era un problema menor frente a la cuestión de fondo: la intromisión de las colecciones en la vida universitaria y por ello el claustro solicitaba al presidente Victoria “trasladar el Museo a lugar más proporcionado”. La mala relación con el MNM se basaba en que el amplio número y clase de visitantes de ambos sexos que entraban diariamente a “saciar la curiosidad de ver el Museo” alteraba la vida docente de la comunidad universitaria.27 En efecto, el público asistente ocasionaba una continua distracción académica entre los estudiantes y catedráticos, además de interrumpir las lecciones próximas a la sala donde se exhibían los objetos, pues varios curiosos se introducían en ellas. Además, había una distracción moral, ya que presentaba la ocasión a los jóvenes estudiantes de “vistas nada decentes al subir las personas del otro sexo por las escaleras”.28 La exhibición pública del museo fue un argumento del cual la NPUM se apropió para defenderse. Al mismo tiempo, resalta la presencia de mujeres que, en general, los historiadores de la ciencia mexicana no las contemplan como individuos interesados en la práctica científi ca en la primera mitad del siglo XIX.

26 Ibid., f. 12.27 Ibid., f. 13.28 Ibid., f. 13v.

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Todas estas razones fueron las que la comisión juzgó convenientes expresar al mandatario, pues creía más importante velar por la instrucción de la juventud y la integridad de sus costumbres que por las necesidades del Museo Nacional. Como solución, ésta propuso trasladarlo al Hospital de Naturales, al Colegio del Espíritu Santo o a algún edifi cio amplio para que en él se invirtiera el mismo dinero que demandaba el proyecto de Icaza.29 La propuesta se encontraba a tono con la reutilización de los espacios urbanos coloniales para los nuevos fi nes del periodo independiente, pues lo único que podía llevarse a cabo era la habilitación de algún inmueble abandonado. Finalmente, la comisión señaló una cuestión práctica de la petición de Icaza, pues debía

irse aumentando el Museo de día en día se [hacía] inútil el proyecto del conservador, pues se necesitarán otras piezas más que [demandarán] nuevos y excesivos gastos; que si las que ahora se [trataban] de ocupar [harán] falta si se [aprobase] el nuevo plan de estudios propuesto; que también es de notar las disputas que no puede menos que suscitarse en lo sucesivo entre la Universidad y el conservador […] y aunque no [era] de temer que con el actual sucediera, si con otro que no [tuviera] las relaciones con la Universidad que [tenía] el Sr. Icaza.30

La NPUM vislumbró claramente el problema que se avecinaba: la lucha por la apropiación del edifi cio basado en las escasas construcciones de los nuevos tiempos. Situación que se prolongó hasta la extinción de la corporación en tiempos del Segundo Imperio y la mudanza del Museo, por órdenes de Maximiliano, a la antigua Casa de Moneda (otro espacio colonial reutilizado en la década de 1860). En efecto, la disputa por el inmueble enmascaró el desencuentro entre dos espacios con vocación cultural diferente alojadas bajo un mismo techo. Si bien ambos pertenecían al equipamiento cultural y eran frecuentados por los capitalinos “cultos”, los desacuerdos internos obstaculizaban la convivencia.

Otro punto que resaltó la comisión universitaria en su respuesta fue la relación que mantenía la NPUM con el MNM a través del conservador Icaza,

29 Idem.30 Ibid., f. 14.

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quien durante varios años había formado parte de la comunidad universitaria. En este sentido, el claustro reconocía que bajo esta circunstancia la riña entre ambas instituciones no era tan grave, pero que con el siguiente conservador la situación podría cambiar, tal y como sucedió a partir de 1852 cuando los siguientes custodios del museo dejaron de ser egresados de la universidad.

El conservador no claudicó en su proyecto, pues el 20 de febrero señaló que la sugerencia de traslación física del museo a otro edifi cio, si bien era benéfi ca, de momento resultaba inoperable, pues el gobierno nacional no había destinado otro espacio, ni había designado los fondos necesarios.31

La sala del Museo Nacional quedó tal cual, a pesar de que los objetos se hallaban “desordenadamente hacinados” y cada día las personas que entraban a la sala se movían con difi cultad entre éstos, “además de no tener muchos de ellos donde colocarse con la seguridad que [exigía] su conservación”.32 En menos de cinco años de la fundación del museo, los problemas con la universidad ya perfi laban la incómoda relación que se alargó hasta la década de 1860, pues el aparente espacio “temporal” se con-virtió en una situación defi nitiva, a tono con la problemática vivida a escala urbana en la capital del país en cuanto a la falta de nuevos edifi cios para las instituciones mexicanas.

Las posibles “casas” del Museo Nacional

De momento el Museo se quedó en el edifi cio universitario, pero no en los mejores términos con la universidad. Ante esta situación, Icaza elevó una nueva petición al presidente Victoria el 3 de febrero de 1829 para que destinara un edifi cio propio al establecimiento bajo su cargo, por ejemplo la antigua Cámara de Diputados que se había ubicado en la ex Iglesia y convento de San Pedro y San Pablo. La propuesta nuevamente fue una acción encaminada a reutilizar los espacios coloniales para los fi nes del México independiente. El proyecto inició recordando la orden de 1825, en la cual el MNM “se colocó provisoriamente” en una sala de la NPUM,

31 Ibid., f. 16.32 Ibid., f. 17.

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“ínterin se le proporcionaba local más a propósito para establecerlo”.33 Pero el aumento constante de las colecciones exigía mayor amplitud de espacio para ordenar la multitud de objetos. Por ello, el conservador solicitó al gobierno que se ampliara el espacio dentro del inmueble universitario o que se le dotara del señalado edifi cio, especialmente por los inconvenientes suscitados un año antes con la universidad. Esta vez el gobierno consideró oportuna la traslación del MNM al ex convento, pero una vez que se inaugurara el nuevo recinto legislativo.34

Icaza solicitó que se entregara el edifi cio al MNM lo antes posible como un acto “notoriamente nacional” antes de que Victoria concluyera su periodo presidencial y no quedara a merced de una nueva administración que podría favorecer o no al establecimiento. Si el edifi cio resultaba demasiado grande para las colecciones, el conservador daría cuenta al presidente de las salas sobrantes para compartirlas con alguna institución afín al recinto museístico que reforzara la situación del equipamiento cultural de la urbe.35

Esta primera propuesta de nueva “casa” del Museo Nacional no prosperó, pues el presidente Victoria decidió destinar el ex convento a otros fi nes.

Un segundo proyecto de traslación del MNM fue presentado por el conservador el 19 de septiembre de 1829 al presidente Vicente Guerrero. La petición expresó la posibilidad de destinar el ex Colegio de Santa María de Todos los Santos. Icaza nuevamente adujo que cada día resultaba visible “la estrechez del local a que [estaban] reducidos el Museo y el Gabinete de Historia natural”. La solución a tal problema sería que el gobierno pusiera a disposición del museo el inmueble pedido, para lo cual suplicaba que el mandatario pusiera por delante el “gusto e ilustración de las naciones”, siguiendo la pauta de Europa.36

El 29 de septiembre Lorenzo de Zavala, entonces secretario de Ha-cienda, ordenó a Antonio José Valdés, comisario general provisional de la ciudad de México, para que en nombre del presidente Guerrero entregara

33 El conservador sobre que se destine el edificio en que estaba la Cámara de Diputados para otro establecimiento, México, 1829, AGN, GOB SS, caja 118, expediente 2, f. 53.34 Idem.35 Ibid., f. 53v.36 Sobre que se entregue el extinguido Colegio de Santos, México, 1829, AGN, GSS, caja 118, expediente 13, f. 59.

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el extinguido Colegio de Santos al conservador del MNM.37 Icaza tomó posesión del inmueble y notifi có al presidente que emprendería la traslación del MNM a la nueva sede, con lo cual se vislumbraba el fi n de la riña con la NPUM. La documentación revela las actividades de Icaza encaminadas a la re-modelación del inmueble para el alojamiento de objetos, la circulación de visitantes entre las salas y las actividades del personal del museo. En este sentido, se refuerza la noción de que el erario nacional contaba con recursos sufi cientes para adaptar arquitectónicamente edifi cios coloniales para los fi nes dispuestos por el gobierno mexicano, pero le resultaba prácticamente imposible costear la construcción de un nuevo inmueble.

El 22 de diciembre el conservador informó al gobierno que tras una visita al edifi cio en cuestión consideraba que era un buen local por la amplitud de los cuartos, la altura de los techos y el patio, aunque aún no había recibido el dinero necesario para trasladar todos los objetos. Sin embargo, había hablado con algunos contratistas para que en breve tiempo quedaran habilitadas las dos primeras salas en las cuales se laboraría inicialmente.38

Este proyecto para la nueva sede del Museo resultó fallido, ya que no pudo trasladarse al extinto Colegio de Santos. Esto se debió a que los antiguos apoderados, doctor Antonio Calderón y Juan Nepomuceno del Castillo, pidieron que se aplazaran los proyectos que tenían que ver con las rentas, propiedades y bienes muebles de la corporación.39 La protesta tuvo como fi nalidad conservar íntegros los derechos del colegio sobre el edifi cio, pues Calderón y Del Castillo habían notado la “urgencia” de las obras emprendidas por el conservador con el objeto de “asegurar la usurpación, de que [era] el primitivo autor”. El 30 de diciembre, Icaza informó a Manuel Ortiz de la Torre, encargado de la Secretaría de Relaciones, que había acatado la orden presidencial para suspender las obras de adecuación arquitectónica.

Finalmente, Calderón y Del Castillo lograron que el nuevo gobierno encabezado por Anastasio Bustamante revocara la anterior orden

37 Ibid., f. 61.38 Los individuos que formaban el extinguido Colegio de Santos pidiendo que entretanto hacen valer sus derechos contra el Decreto de extinción del Colegio, se prevenga al conservador del Museo suspenda la obra que ha emprendido en el edificio, México, 1829, Ibid., f. 54.39 Ibid., f. 55.

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presidencial. Éste fue el último proyecto de la década de 1820 y el que parecía ser el más próspero, pero no se concretó. Como el MNM continuó situado en el edifi cio universitario, el gobierno nacional e Icaza se propusieron mantener las colecciones lo mejor posible mientras un nuevo plan se vislumbraba.

El 18 de marzo de 1831 surgió un nuevo proyecto para dotar al MNM de un edifi cio propio, esta vez el de la desaparecida Inquisición, mediante la petición de Icaza al vicepresidente Bustamante para que destinara el inmueble a la buena distribución de las colecciones museísticas, a las que hasta entonces no se le había proporcionado un edifi cio a perpetuidad.40 Este último punto fue el objetivo de Icaza, pues era consciente de que sería el mayor de los “obsequios” a la institución, asegurándole una larga vida y buen desarrollo en el futuro.

El edifi cio de la extinta Inquisición ofrecía inmejorables circunstancias por el amplio patio y gran número de salas, ya que no sólo podían dividirse ordenadamente y como correspondía a los tres ramos de Antigüedades, Productos de Industria e Historia Natural, a la par que establecer la Academia de las Nobles Artes de San Carlos, pues “con las pinturas de ésta y los hermosos cuadros que [tenía] ya el Museo, [podría] formarse una decente colección para una galería muy propia de ambos establecimientos”.41 La construcción colonial era sólida y bien construida, capaz de soportar el peso de las numerosas antigüedades, el tamaño de los especímenes de la naturaleza mexicana, a la vez que la diversidad de pinturas, esculturas y grabados, sin dejar de lado la inmejorable ubicación en la ciudad. Al unir ambas instituciones se ahorrarían gastos de mantenimiento por separado, junto con la “mayor comodidad del público” que visitaría un solo edifi cio.

Icaza aseguraba al mandatario que la nueva sede del MNM contribuiría al honor y dignidad del gobierno al consentir, en provecho “de la ilustración y propagación de las luces”, la traslación de las colecciones a la misma edifi cación que los españoles “levantaron para ofuscarlas y detener sus progresos”.42 Como al vicepresidente Bustamante le pareció un buen plan,

40 El conservador del Museo sobre que se ceda a aquel establecimiento un local en la Inquisición, México, 1831, AGN, GL, sección 2ª, volumen 102, expediente 22, f. 2.41 Idem.42 Idem.

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el 23 de marzo tomó la decisión de mandar el proyecto de traslado del museo a la Cámara de Diputados para que se discutiera en el pleno. Entre los legisladores, Icaza contaba con el apoyo indiscutible del doctor Pablo de la Llave (1773-1833), destacado naturalista y presidente de la Junta Directiva del Museo Nacional que se estaba conformando. Este miembro de la élite cultural mantenía numerosos contactos políticos con los cuales abogaría para que se aprobara el proyecto presidencial y se erogara la cantidad necesaria para llevarlo a cabo.43

Bustamante respondió al conservador que De la Llave había dado la anuencia para el proyecto, aunque debía esperarse la resolución de los diputados.44 Días después, éstos aprobaron la propuesta de Icaza mediante el decreto de 20 de mayo de 1831.45 El encargado de comunicarlo a la po-blación capitalina, pues sin duda alguna era un notorio suceso en la vida cultural de la ciudad, fue el general Miguel Cervantes, gobernador del Distrito Federal.46

Los meses transcurrieron y hasta el 1 de febrero de 1832 De la Llave expuso al gobierno los perjuicios que ocasionaban al MNM las trabas hechas para la entrega del inmueble de la desaparecida Inquisición. El secretario Alamán trasladó al día siguiente la misma nota a José Cacho, ofi cial mayor encargado de la Secretaría de Guerra, recomendándole que a la brevedad pusiera a disposición de la academia y el museo el edifi cio, pues aún se encontraban alojados en él tanto el Tribunal Supremo de Guerra como varios cuerpos militares.47 Esto último no se llevó a cabo por la inestabilidad política vivida en la ciudad de México ante la caída del gobierno de Bustamante.

43 Idem.44 Ibid., f. 3. 45 El Decreto de 20 de mayo de 1831 “Sobre la traslación de la Academia de San Carlos y del Museo a la ex Inquisición” dice: “Se faculta al gobierno para que haga trasladar a la casa principal que sirvió de Inquisición, la Academia de San Carlos y el Museo Nacional, haciendo los gastos necesarios por cuenta de los fondos de dichos establecimientos”. Éste circuló ese mismo día en las secretarías y se publicó en bando hasta el día 27.46 Sobre traslación de la Academia de San Carlos y el MNM a la ex Inquisición, México, 1831, AGN, GSS, volumen 140, expediente 13, f. 1.47 La Junta Directiva del Museo sobre los perjuicios que resiente este establecimiento por no trasladarse al edificio que le tiene señalado el Congreso, México, 1832, AGN, GL, sección 2ª, volumen 102, expediente 49, f. 3.

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Así, el proyecto de traslado del MNM a la ex Inquisición se aplazó por un año y fue hasta el 17 de febrero de 1833 que Icaza pidió a los entonces secretarios de Relaciones y de Hacienda, Bernardo González Angulo y Valentín Gómez Farías respectivamente, miembros del gabinete del presidente Manuel Gómez Pedraza, que tuvieran a bien indicarle la persona que había entregado las llaves del inmueble, pues por su parte no había la menor demora en cuanto al apoyo del MNM. Al día siguiente, Gómez Farías escribió a Joaquín Parres, secretario de Guerra y Marina, para que tuviera efecto la tan anhelada entrega a los directores de la Academia de San Carlos y el Museo Nacional.48

Por fi n, el conservador informó el 20 de marzo al secretario de Relaciones que había recibido el edifi cio de la extinta Inquisición, acompañado por el secretario de la Academia de San Carlos y algunos miembros de ella. Icaza aseguró que ambos establecimientos crecerían en su nueva sede y que esperaba que la falta de espacio no ocasionara disputas sobre quién tendría las piezas altas y los pisos bajos, a semejanza de la mala relación establecida con la NPUM. El conservador sólo aguardó la resolución de las secretarías de Hacienda y Relaciones para comenzar las obras previas a la traslación del museo y determinar de cuáles piezas podía disponer, de lo cual dependía la distribución del edifi cio entre éste y la academia.49 Nuevamente el proyecto debió esperar mejores tiempos ante la inestabilidad política del país.

Entre las reformas liberales de 1833 que afectaron al museo y la universidad se encuentra la supresión temporal de la segunda y la erección de la Dirección General de Instrucción Pública (DGIP). Ante estas inusitadas condiciones políticas, Espinoza de los Monteros informó a Icaza que el edifi cio ex universitario pasaría a manos de dicha dirección sin perjuicio de que el MNM continuara ahí mientras se concretaba el traslado.50 Esta situación se alargó dos años, mientras las colecciones aumentaban hasta que el 8 de febrero de 1835 la Junta Directiva, junto con el recién nombrado conservador Isidro Rafael Gondra, argumentaron que uno de los primeros

48 Ibid., ff. 7-8.49 Ibid., f. 9.50 El presidente de la Dirección General de Instrucción Pública, sobre la determinación de la junta para que se establezca dicha dependencia en el local de la universidad, sin perjuicio de que continúe ahí el Museo Nacional, y para que en el Colegio de Santos se funde la Biblioteca Nacional, México, 1833, AGN, JIP, volumen 4, expediente 2, f. 25.

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deberes era presentar al mandatario interino Miguel Barragán el panorama que vivía el museo desde 1832, cuando el Congreso había decretado que tomara posesión del inmueble de la ex Inquisición. Lo anterior no había sucedido y en su sede “provisional” los objetos estaban aglomerados y se tenía la incapacidad de proporcionarles “metódica y distinta colocación”.51

51 AGN, GL, sección 2ª, volumen 102, expediente 49, f. 12.52 La Junta Directiva del Museo ordena que se solicite a la Universidad le ceda el salón contiguo al que ocupa este establecimiento, México, 1835, AGN, GL, volumen 102 (2), expediente 39, f. 1.

Mapa 1. Proyectos de sede del Museo Nacional de México (1825-1866). Autora Frida Nemeth Chapa, 2011.

El mandatario respondió que de momento nada podía hacer al respecto, con lo cual este proyecto fracasó.

Si bien en la ciudad de México existían algunos edifi cios coloniales lo sufi cientemente grandes como para albergar las colecciones del MNM, la adecuación y traslado requerían de incontable dinero público, mucho tiempo y mano de obra que en tiempos tan convulsos no eran fáciles de obtener. Asimismo, ésta era la única opción viable, pues la construcción de nuevos edifi cios dentro y fuera de la traza urbana patrocinados por el erario nacional resultaba imposible. No obstante, los gobiernos nacionales, junto con la élite intelectual, estuvieron dispuestos, al menos en el ámbito político, para que la institución tuviera la situación más favorable para su desempeño.

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El Museo Nacional continua en su “casa provisional”

Como el proyecto de la ex Inquisición no avanzaba lo sufi cientemente rápido, el 22 de octubre 1835 el nuevo presidente de la Junta Directiva del Museo, José Justo Gómez de la Cortina, se dirigió al secretario de Relaciones, Manuel Diez de Bonilla, para que interviniera en las negociaciones con la universidad sobre la cesión del salón contiguo.52 Gómez de la Cortina expresó que

persuadida la Junta de las difi cultades insuperables que se [presentaban] para la traslación de este establecimiento al local de la ex Inquisición que le designó la Ley y no pudiendo en lo absoluto conservarse ya los objetos que en él [existían] en la única sala de la Universidad donde se [hallaba, había] acordado suplicar a V.E. se [sirviera] interponer su infl ujo a fi n de que se le [franqueara] la sala contigua, bajo el concepto de que habiéndose igual solicitud en otra ocasión.53

Hasta el 10 de noviembre de ese año, José María Ortiz Monasterio, ofi cial mayor encargado de la Secretaría de Relaciones, ordenó al rector, doctor José Manuel Vizcarra poner a disposición del MNM la sala pedida. Después de la negativa experiencia de 1833, Vizcarra respondió en carta del 24 de febrero de 1836 que tras recibir la orden, el claustro había acordado que la mitad del aula destinada a cátedra de teología se dividiría como se ordenaba.54

Nuevamente, Gómez de la Cortina expuso el 10 de mayo a Ortiz Monasterio que la junta a su cargo había resuelto plantear al claustro universitario que si la nueva cátedra de zoología proyectada en la NPUM carecía de una colección de animales indispensable para impartir sus lecciones, el MNM facilitaría su colección para estos fi nes. A cambio, la Junta pedía se le cediera una sala en buenas condiciones para ampliar el Gabinete de Historia natural. Así, el museo y la universidad se benefi ciarían a través de las lecciones zoológicas y tendría utilidad “la colección del Reino Animal que [había] y que [iba] aumentándose progresivamente”.55

53 Ibid., ff. 2-3.54 Ibid., ff. 4-5.55 Ibid., f. 8.

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De esta manera, la sala que pertenecía a la cátedra de teología alojaría con sufi ciente espacio al gabinete y podría servir para las clases de zoología “bajo el concepto de que atendiendo a su seguridad y metódica colocación se [uniera] la comodidad de darse las lecciones de una ciencia que [progresaba] tan rápidamente en Europa” y cuyos adelantos en México sólo de este modo podrían acelerarse.56 Gómez de la Cortina fi nalizó indicando que la unión de ambos establecimientos para fi nes tan “nobles y patrióticos” sería “en obsequio no sólo de la ciencia, sino de la humanidad tan interesada en los progresos de las ciencias médicas e industriales”.57 Por primera vez, desde 1825, se planteaba la unión de la NPUM y el MNM a través de la instrucción científi ca de los jóvenes mexicanos, aunque dicha solución no contó con el apoyo sufi ciente para echarse a andar. Sin embargo, sentó un interesante precedente para la utilización de las colecciones naturalistas en la enseñanza de la ciencia, tal y como sucedía con el Jardín Botánico y el Colegio de Minería.

Al fi nal de los años 1830 y durante la década de 1840, no se proyectaron nuevos esfuerzos por trasladar el MNM a otro edifi co, lo que signifi có el crecimiento de sus colecciones dentro del recinto universitario y los constantes desacuerdos con la UNPM por el hacinamiento de ambas instituciones dentro del inmueble, tal y como se vivía en la ciudad de México.

Consideraciones fi nales

Como se ha visto, entre 1821 y 1840, los espacios científi cos de cuño virreinal continuaron funcionando en las mismas sedes, contiguos a las nuevas instituciones, para cuyas actividades se reutilizaron y adaptaron inmuebles del régimen anterior. Estas últimas adecuaron la infraestructura colonial para laborar, siendo una característica urbana de la época. Además, casi todos los establecimientos científi cos quedaron dentro de la traza urbana colonial hasta la década de 1870, pues la ciudad de México se estancó en sus límites.

Dentro de la tendencia urbanística de la primera mitad del siglo XIX en cuanto a la reutilización de las instalaciones coloniales, el MNM no tuvo varias

56 Idem.57 Ibid., f. 8v.

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opciones para establecerse en 1825 y no ser considerado como intruso. Por un lado, la NPUM contaba con todo el prestigio de la cultura letrada tras más de dos siglos y medio de actividad académica, lo que aparentaba ser el lugar “natural” para albergar provisionalmente una nueva institución cultural; por otro lado, las corporaciones ilustradas, como el Colegio de Minería, podrían haber sido otro espacio donde tuvieran cabida las colecciones, aunque su corta edad hubiera representado un trastorno mayor a sus actividades que a la corporación universitaria. De ahí que el recinto universitario fuera elegido por el presidente Victoria y sus “cultos” colaboradores.

La mala relación que mantuvieran la universidad y el museo entre 1825 y 1840 recayó, principalmente, en que ambas instituciones fueron concebidas con “naturalezas” distintas y fueron “lugares” disimiles dentro de un mismo espacio. Mientras que la primera tenía la base exclusivista de instruir a los jóvenes de la élite novohispana y después mexicana en los cánones de la cultura letrada, con el consiguiente ensanchamiento de la élite cultural; el segundo fue erigido como espacio público para custodiar, exhibir, valorar y estudiar las riquezas anticuarias, naturalistas, históricas y modernas de la nación mexicana, y de manera secundaria la enseñanza de éstas a los jóvenes. Si bien ambas vocaciones institucionales, en general, estaban orientadas a enriquecer el ámbito cultural capitalino, en lo particular divergían en sus actividades diarias, actores sociales, antigüedad, relación con la sociedad mexicana, estatus dentro la cultura letrada, función dentro del equipamiento urbano y posesión de un inmueble propio. También es sintomático del desarrollo urbano de la época que no se hubiera propuesto la construcción de un nuevo edifi cio destinado a MNM, pues si ya era complicada la asignación de un inmueble colonial, resultaba impensable costear la primera opción. Esto no fue privativo del museo, sino de todas las instituciones científi cas y culturales capitalinas.

En estas décadas iniciales del MNM fue imprescindible que los conservadores se comprometieran en la tarea de convencer al gobierno nacional de la importancia de que las colecciones estuvieran en un inmueble propio a perpetuidad. Para ello fue preciso exponer a los mandatarios que la institución era indispensable en la vida cultural de la nación; brindaba las “luces” necesarias para el desarrollo del país; y que los numerosos visitantes, muchos de ellos capitalinos, valoraban sus actividades. Además,

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al formar parte del equipamiento de la ciudad de México podría servir en un futuro como modelo para museos estatales que se abocaran al estudio de sus regiones.

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Archivos

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LA HOMOGENEIZACIÓN CULTURAL COMO ACCIÓN CIVILIZADORA: LOS CENTROS DE EDUCACIÓN INDÍGENA DURANTE

EL CARDENISMO (1936-1940)

Lara Semboloni*

* Universitá degli Studi di Siena.

Resumen

A través del recorrido y análisis de algunos documentos de gobierno sobre la planeación de la educación, se quiere mostrar cómo las diferentes facetas de los internados indígenas pueden ser indicadores valiosos para la interpretación de la política y la acción de gobierno en el sexenio cardenista. El estudio no tiene la pretensión de ofrecer una visión exhaustiva y generalizadora del fenómeno debido a que los internados indígenas responden a particularidades de casos condicionados a los mecanismos socio-políticos del espacio local. La coyuntura política de 1936 permitió al presidente tener un amplio margen de maniobra en las diferentes instituciones del Estado. Su proyecto educativo se convirtió en una pieza clave para la consolidación del control territorial ejercido por el ejecutivo. Como parte de un proyecto, cuya máxima fue la homogeneización cultural de las masas, se fomentó el nacionalismo, la alfabetización, la industria individual, la higiene y la productividad; aspectos todos que se insertaron en un sistema de gobierno paternalista dirigido a un sector que, en el plan de gobierno, fue defi nido como parte representativa de las “masas”: los indígenas. Así, en el presente escrito se desarrollan los lineamientos y las formas en que fueron erigidas las instituciones educativas que tenían como objetivo fundamental la “incorporación” del indígena en la cultura nacional.

Palabras clave: Centro de Educación Indígena, educación socialista, Lázaro Cárdenas.

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“La educación contribuye poderosamente a formar [las] generaciones. Su control por el Estado, como representativo de la colectividad, permite cumplir la elevada misión homogenizador [sic] de la ideología de las masas populares, indispensables para formar la fi sonomía de una Nación y para imprimir su huella en el concierto universal”. Con este párrafo inicia el Programa de Educación Pública del presidente Lázaro Cárdenas, dejando manifi esta la relevancia de la educación en las políticas estatales. Dicha centralidad obedeció a un proyecto específi co: homogeneizar el pensamiento de los mexicanos e imponerles una ideología que generara una sólida identidad nacional lo cual signifi caba monopolizar la cultura en aras de un mayor control político por parte del Estado.

Abstract

Through the review and analysis of some government documents concerning the planning of education, the paper seeks to show how the different features of boarding schools for indians can be valu-able indicators for interpreting government policy and action in the Cardenista period. The study does not aim to offering a compre-hensive view of the phenomenon because the boarding schools for Indians respond to peculiarities of cases conditioned by the socio-po-litical mechanisms of the local space. The 1936 political juncture al-lowed the president to have a wide discretion in the different govern-ment institutions. His educational project became a keystone of the consolidation of territorial control exercised by the Executive. As part of a project which had as a main goal the cultural homogenization of the masses, there was a vast promotion of nationalism, literacy, individual industry, hygiene, and productivity, all of them aspects of a paternalistic system of government aimed to a sector that was de-fi ned as representative of the “masses”: the indians. Thus, this paper develops the guidelines and ways used for the establishment of edu-cational institutions that held the central objective of incorporating the indian into the national culture.

Key words: Native Education Center, Socialist Education, Lázaro Cárdenas.

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Los lineamientos generales del proyecto educativo de Cárdenas fueron la culminación de un proceso que se había gestado durante el decenio anterior. Pese al poder que continuaban ostentando los caudillos y caciques al fungir como engranajes entre la estructura de poder local y el gobierno federal, la novedad radicaba en un contexto político y social donde el Estado ejercía un control más cabal del territorio nacional, en comparación con los gobiernos precedentes.

La línea política que imperó en la década de 1920 estuvo signada por una ideología de clara tendencia nacionalista, la cual posibilitó el consenso entre varias fuerzas políticas que, aunque tenían intereses distintos, fueron canalizadas, no hacia la revolución, sino hacia la institucionalización.1 Si bien hasta 1936 el compromiso de los presidentes había sido pactar con las diferentes facciones políticas y sociales,2 con Cárdenas el objetivo fue la centralización de las fuerzas para la construcción de un régimen fuerte. Consecuentemente, las metas políticas y las demandas sociales fueron substancialmente reevaluadas, contexto donde la ideología revolucionaria no podía ser dejada de lado.

El plan sexenal de Lázaro Cárdenas tuvo la capacidad de marcar las diferencias políticas e ideológicas con las administraciones anteriores. No obstante, debe tenerse en cuenta que tales propuestas no sólo representaron el pensamiento y la voluntad de Lázaro Cárdenas, sino que sintetizaron los intereses de una élite política que sentó las bases en el plan sexenal propuesto y aprobado en 1933 por el Partido Nacional Revolucionario,3 durante la presidencia de Abelardo Rodríguez. Dicho plan fue la base del programa de gobierno de Cárdenas, a pesar de ciertas diferencias relevantes. Es necesario enfatizar este último punto, no para restar importancia a la presidencia de Cárdenas, sino para mostrar cómo la acción de un gobierno no depende de un

1 Knight, Alan, “Estado revolución y cultura popular en los años treinta”, pp. 297-324; pp. 297-298. 2 Adolfo Gilly, Nuestra caída en la Modernidad, pp. III-V; El cardenismo una utopía mexicana, p. 189; Lerner de Sheinbaum B. y Ralsky de Cimet, S., El poder de los presidentes, pp. 100-101.3 El Plan sexenal fue una propuesta hecha por Plutarco Elías Calles en 1933, cuando fungía como presidente Abelardo Rodríguez. La formulación del plan fue encomendada al presidente Rodríguez y a su gabinete; para tales efectos se instaló la Comisión de Programa de Partido en la que participó Narciso Bassols, secretario de Educación Pública. El plan aprobado por el Partido Nacional Revolucionario el 3 de diciembre de 1933 fue a posteriori la base sobre la que se redactó el programa de gobierno. Cf. Memoria de la Segunda Convención Nacional Ordinaria, efectuada en la Ciudad de Querétaro del 3 al 6 de Diciembre de 1933, pp. 311-354.

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individuo, sino de la combinación de distintas variables: la dinámica de las organizaciones sociales, las transformaciones en las estructuras de poder dentro y fuera del Estado, sin dejar de lado la presencia imprescindible de los acontecimientos accidentales.

El plan sexenal de Cárdenas retomó el matiz populista de la ideología revolucionaria de los precedentes gobiernos que, aunada al esfuerzo por reforzar el sentimiento antiimperialista, gozó de un amplio consenso tanto entre las élites políticas como entre la población.4 Por una parte, la demagogia de la línea política ayudó al consenso y, por otra parte, la notable mejoría económica de México5 permitió disponer de más recursos para implementar ambiciosas políticas sociales.

Según lo anterior, la coyuntura política de 1936 le permitió al presidente tener un amplio margen de maniobra en las diferentes instituciones del Estado. De manera primordial, el proyecto educativo se convirtió en una pieza clave para la consolidación del control territorial ejercido por el ejecutivo. Como parte de un proyecto cuya máxima fue la homogeneización cultural de las masas, se fomentó el nacionalismo, la alfabetización, la industria individual, la higiene y la productividad;6 aspectos todos que se insertaron en un sistema de gobierno paternalista dirigido a un sector que, en el plan de gobierno, fue defi nido como parte representativa de las “masas”: los indígenas. Así, en el presente escrito se desarrollarán los lineamientos y las formas en que fueron erigidas las instituciones educativas que tenían como objetivo fundamental la “incorporación” del indígena en la cultura nacional.

1. La educación socialista en el programa de educación pública de Lázaro Cárdenas. Aspectos generales

La innovación del plan sexenal del 1934 residía en la incorporación de una “educación socialista”, asentada con la reforma del artículo 3 de la Constitución,7 donde el aspecto educacional se concibe, en línea con las 4 Lerner de Sheinbaum B.y Ralsky de Cimet, S., op. cit., p. 107.5 Muñoz Cota, Antonio Tenorio, “El cardenismo: una memoria que miró hacia delante”, pp.15-32. p. 22; Cárdenas, Enrique, “La política económica en la época de Cárdenas”, pp. 33-61. p. 34/60.6 Knight, op. cit., pp. 2997 En la sesión del 28 de noviembre de 1934 se aprobó el texto definitivo del artículo tercero constitucional, el cual entró en vigor el 1° de diciembre y fue publicado en el Diario Oficial

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corrientes culturales mundiales, como un elemento doctrinario al servicio del sistema y de la ideología ofi cial.8 Valga resaltar que la “educación socialista” carecía de una conceptualización objetiva en el programa de educación pública.9

Para explicar lo que involucraba dicho concepto, el programa de educación desglosó el tema en los siguientes apartados: la trascendencia de la educación, la escuela socialista, el papel de la realidad nacional, los medios para realizarlos, el programa del Instituto de Orientación Socialista y, por último, la declaración del presidente de la república y del secretario de educación, en aquel entonces Ignacio García Téllez. Los dos aspectos centrales del programa fueron, por una parte, el papel determinante de la alfabetización,10 cuestión planteada desde el siglo anterior,11 y por otra parte estaban las difi cultades que generaba el aislamiento socio-económico de las áreas rurales, lo cual justifi caba una obra de integración política y social de los diferentes sectores de la sociedad.12

con fecha de 13 de diciembre de 1934. Secretaría de Educación Pública, La educación pública en México desde el 1º de diciembre de 1934 hasta el 30 de noviembre de 1940, México, 1941, t. 1, pp. 21-22.8 Lerner de Sheinbaum B. y Ralsky de Cimet, S., op. cit., p. 106.9 La reforma del art. 3º de la Constitución y al Programa de Educación Pública no estuvieron exentos de críticas. Éstas, por sí mismas, plantean un problema historiográfico que giró y gira en torno de la interpretación del término “socialista”, que en aquel entonces recogía en un mismo concepto múltiples visiones ideológicas: ya fuese en un sentido revolucionario o en términos del socialismo católico. De aquí la necesidad de especificar el término “socialista” para acotar la gama de interpretaciones posibles, algunas de las cuales dieron lugar a ambigüedades en el proyecto de educación. En este trabajo se omite, sin embargo, la polémica doctrinaria acerca del contenido y el uso dado al término en cuestión.10 El analfabetismo alcanzaba, de acuerdo con las cifras oficiales, 59.26 % de la población mayor de 10 años, es decir, 6,962,517. Archivo Histórico de la Secretaría de Educación Pública (desde ahora AHSEP), núm. 3953/3092/ 4, exp. 4, ff. 474, “Programa de Educación Pública del C. Presidente de La República General de División Lázaro Cárdenas, 1934”, “Programa basado en la realidad nacional, apartado c), Liquidación del analfabetismo”, f. 9.11 A lo largo del siglo XIX, tanto liberales como conservadores estuvieron de acuerdo en que para civilizar al indio era necesario educarlo por medio del instrumento natural en el que pensaba y vivía, es decir, en su idioma materno. Cf. Favre Henri, “Raza y nación en México, de la independencia a la Revolución. También se cita la acción de Vasconcelos que inició sus programas escolares en el medio rural con la creación de centros educativos llamados Casas del Pueblo, como programa de alfabetizaciones y castellanización. Loyo, Engracia, La casa del Pueblo y del Maestro Rural Mexicano, SEP, México, 1985, p. 10.12 “[...] El deber de todo Estado contemporáneo a ampliar y poseer los descubrimientos científico [...] para el mejor dominio de la Naturaleza. [...] Es necesidad apremiante de toda agrupación que tiende a consolidarse difundir y orientar los caudales de la cultura, para borrar las diferencias [...] la diversidad de idioma [...] la desigualdad de posiciones económicas [que] se oponen a la integración de un verdadero pueblo [...] pues sólo integrado podrá actuar con personalidad definida en el presente y en el futuro”. Párrafo I “Trascendencia de la Educación” AHSEP, núm. 3953/3092/ 4, exp. 4, ff. 474, “Programa de Educación Pública

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Según la propuesta cardenista, la escuela fue concebida como un instrumento clave para el proyecto cultural y social de la revolución; además, la centralización educativa se encargaría, por un lado, de crear una única identidad nacional y, por el otro, de desarticular las redes de poderes faccionarias existentes.13 Esta política, sin embargo, tuvo un límite ya subrayado por varios historiadores: la transformación fue exógena a la sociedad ya que provenía “de arriba”, desde el poder ostentado por las élites, lo cual nos permite comprender las resistencias locales que, al menos en algunos casos, evidenciaron los precarios resultados alcanzados por esta gran obra socializadora. Esto justifi ca el interés de Lázaro Cárdenas por conocer cabalmente la realidad del territorio nacional con el objetivo de implementar una acción integral, como más adelante se puntualizará, con el apoyo prestado por las diferentes secretarías de gobierno.

Para tener una idea de la grandeza del proyecto es necesario hacer ciertas precisiones cuantitativas. México contaba con, aproximadamente, 17 millones de habitantes,14 de los cuales sólo se tomaba en cuenta la población económicamente activa, 31.2%, es decir, 5,165,803. De esta última cantidad, 70.2% trabajaba en el campo, 14.5% en la industria, 2.1% en transporte, 5.2% en comercio15 y 8% en otras ocupaciones. Por otra parte, la población campesina, 26.2 % de la población total, vivía en pueblos de hasta 200 habitantes y 23.1% en pueblos de hasta 500 habitantes.16 Según las relaciones técnicas elaboradas por las diferentes secretarías de gobierno, estas comunidades rurales estaban precariamente comunicadas, la mayoría no tenían escuela y, en un gran número de casos, sólo se hablaba la lengua

del C. Presidente de la República, General de División Lázaro Cárdenas, 1934”. f. 5. Los subrayados son del original.13 “Estas exigencias […] contra los monopolizadores [...] en materia educativa desean impedir [que] se continúe utilizando los centros de educación culturales como medios de afianzamiento de los grandes intereses de unos pocos”, Párrafo I “Trascendencia de la Educación”, punto C., AHSEP, núm. 3953/3092/ 4, exp. 4, ff. 474, “Programa de Educación Pública del C. Presidente de La República, General de División Lázaro Cárdenas, 1934”, f. 6.14 La cifra arriba expuesta se encuentra en el análisis del texto de Gilly, se toma con reserva considerando que los documentos encontrados reportan que la población “de 10 años en adelante asciende a 11.746.043”, AHSEP, núm. 3953/3092/ 4, exp. 4, “Programa basado en la realidad nacional”, f. 9.15 “La síntesis de nuestra vida económica...”, AHSEP, núm. 3953/3092/ 4, exp. 4, “Programa basado en la realidad nacional”, f. 11.16 Cifras de la Dirección General de Estadísticas para 1939, en Eyler N. Simpson, The Ejido, México’s Way Out, p. 587; en Gilly, Adolfo, El cardenismo una utopía mexicana, p.189.

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indígena.17 Además, la tecnología agrícola y los excedentes de producción eran casi inexistentes.18 Vale aquí subrayar un punto: en estas estadísticas no hay una diferenciación entre campesinos e indígenas, ya que se tendía a usar ambos conceptos como si fuesen sinónimos; arbitrariedad con la que el historiador tiene que lidiar al momento de analizar los documentos primarios.

Según las antedichas estadísticas se evidencia la imperiosa necesidad del gobierno por “integrar y civilizar” a las masas a través de la difusión e imposición de una cultura, ya que lo que estaba en juego era la gobernabilidad del Estado. Desde el punto de vista de la élite cardenista, México hubiera podido pasar de ser una sociedad precapitalista a una sociedad moderna, sin atravesar los sufrimientos del capitalismo que agobiaban a las demás sociedades occidentales; proceso que sólo se podía dar bajo la dirección de un Estado educador e industrializador,19 fundamentado en una ideología socialista. Para confi rmar esta visión, Ramón Beteta,20 en su análisis al programa económico y social de México, afi rmó que los errores del sistema industrial se podían evitar si el sistema de producción en las comunidades lograra satisfacer las necesidades humanas y, consecuentemente, las máquinas podrían servir para liberar al hombre del trabajo duro. De este modo, los centros pequeños de producción se insertarían en la economía sin perder sus peculiaridades, a través de una “socialización completa”, y el ejido sería el centro de la economía rural mexicana.

En el apartado “Escuela Socialista” del programa de educación quedó expuesto que ésta tenía que ver con el “desenvolvimiento armónico, el equilibrio de las facultades del pensar, del sentir y del querer y por ello combina el trabajo productivo con la instrucción”.21 Su función debía ser

17 Cf. Tabla 1. “[...] no saben leer ni escribir: 6,962,517, o sea un 59,26% […] Del porcentaje total de la población de República, el 14.60% habla solamente lenguas indígenas o sea: 2.251.086”, AHSEP, núm. 3953/3092/ 4, exp. 4 ff. 474, “Programa basado en la realidad nacional”, ff. 10-11.18 Cf. Tannenbaum, Frank, “Technlogy and Race in México”, Political Science Quarterly, vol. 61, núm. 3, septiembre 1946, pp. 365-383, en Gilly, Adolfo, El cardenismo una utopía mexicana, p. 190.19 El término “industrializador” es usado aquí para identificar el proceso de innovaciones técnicas que debían insertarse en la sociedad campesina.20 Beteta, Ramón, Programa económico y social de México (una controversia), pp. 43-44, Conferencia en la Sección Latinoamericana del Institute of Public Affairs, University of Virginia, en Gilly, Adolfo, El cardenismo… p. 407.21 AHSEP, núm. 3953/3092/ 4, exp. 4, ff. 474, “III Programa basado en la realidad nacional, punto L”, f. 20.

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“poner al alcance de los necesitados, sin distinción de sexos, razas ni credos, la oportunidad de capacitarse científi camente para el aprovechamiento de los bienes y el ejercicio del poder que al pueblo le corresponde [...] y asume [el Estado] la facultad de educar a los campesinos y obreros [...] anhela la formación de una sola alma nacional”.22 Además, los fi nes de esta propuesta educativa eran alcanzar una educación “emancipadora, única y obligatoria, gratuita, científi ca o racionalista y desfanatizante, técnica, de trabajo socialmente útil, activa o funcional, vital o regionalista e integral”.23 En este programa estaban asentados los rasgos pedagógicos y sociales de una escuela activa incorporada al medio ambiente y defi nida por él.

El contexto político y económico fueron variables fundamentales para la aplicación del plan cardenista en el área rural; por ello, en el apartado “Programa basado en la realidad nacional” se plasmó la necesidad de un accionar conjunto entre la reforma económica y educativa. Dicha propuesta debía traducirse, por una parte, en el apoyo para industrializar las pequeñas comunidades por medio de la adopción de nuevas técnicas que permitiesen superar la economía de subsistencia e introducir el anhelado “desarrollo”. Y, por otra parte, la educación proyectada debía conducir a la creación de una sólida identidad nacional fundamentada en los preceptos de una cultura occidental.

Aunque las referencias a la población indígena en el programa son limitadas, y sólo se explican en el apartado “D” intitulado “Enseñanza indígena”, se logra percibir la visión formal que de éstos tuvieron las autoridades federales. En dicha perspectiva hubo un concepto claro y operativo para defi nir quiénes eran los indígenas y bajo qué características podían ser identifi cados. Debido a que el desarrollo histórico de tales sociedades había producido un fuerte mestizaje biológico y cultural, era imposible defi nir lo indio según la “pureza de la raza” u otras manifestaciones de cultura material, como los trajes típicos. Así, el parámetro para defi nir al indígena fue “el idioma”.24 De acuerdo con este criterio, el Programa de

22 Ibid., “II La escuela socialista” f. 3.23 AHSEP, núm. 3953/3092/ 4, exp. 4, ff. 474, “Programa de educación pública del Presidente de la República, General División Lázaro Cárdenas, 1934”, f. 2. “trascendencia de la educación”.24 Se enfatiza la desaparición de las diferencias jurídicas, políticas, religiosas que durante la época colonial dieron a los indígenas un tratamiento especial. Los desplazamiento de las

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Educación Pública clasifi caba de la siguiente forma los grupos lingüísticos indígenas de México:25

TABLA 1

Lengua indígena Núm. de hablantes

mixteca-zapoteca 501,131maya-quitché 457,628otomí 299,291zoque-mixiana 96,607totonaca 94,211pima 68,210tarasca 44,371otras 2,558Total 2.251,086

El porcentaje respecto al total de población es 14.60%

Fuente AHSEP, núm. 3953/3092/ 4, exp. 4, “Programa basado en la realidad nacional”, ff. 10-11.

comunidades en la Revolución, que conllevó la creación de diferentes usos y costumbres que rompieron la dinámica de la vida primitiva, mezclando las características étnicas que ya no pueden ser un parámetro de identificación, hicieron que el factor lingüístico se convirtiese en criterio y mecanismo para asimilar el “pensamiento aborigen”, AHSEP, núm. 3953/3092/ 4, exp. 4, ff. 474, “Programa de educación pública del Presidente de la República, General División Lázaro Cárdenas, 1934”, apartado d), ff. 49-50.25 Según un estudio de Moisés Sáenz, los indígenas estaban organizados en 80 grupos que formaban 49 familias étnicas con otros tantos idiomas. Loyo, Engracia, “Los Centros de Educación Indígena y su papel en el medio rural (1930-1940)”, p. 140.26 Un estudio exhaustivo se encuentra en el texto de Loyo, Engracia, La Casa del Pueblo y del Maestro rural mexicano.

El mayor obstáculo para la transmisión y comprensión de las ideas “modernas”, las lenguas indígenas, debía ser superado por medio de la enseñanza del idioma nacional. Esta idea fue acuñada durante la década de 1920 en los proyectos de “castellanización”; sin embargo, el programa no sólo se interesaba en la alfabetización, sino que tendría una fuerte dimensión social y económica. Los precarios resultados de las experiencias anteriores,26 motivaron una reevaluación de las formas usadas para “asimilar los indígenas”. Ahora, bajo el mandato de Cárdenas, el maestro debía conocer, además del idioma de la comunidad, la dinámica cultural y política

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27 AHSEP, núm. 3953/3092/ 4, exp. 4, ff. 474, “Programa de educación pública del Presidente de la República, General División Lázaro Cárdenas, 1934”, f. 8.28 Ibid., “Programa de educación pública del Presidente de la República, General División Lázaro Cárdenas, 1934”, f. 22.29 Ibid., ff. 22-23: “Programa de educación pública del Presidente de la República, General División Lázaro Cárdenas, 1934”, “Medio de realizar el programa…” La sujeción de las escuelas al “control absoluto del Estado de acuerdo con las bases que señala el nuevo art .3º Constitucional, los reglamentos vigentes (punto B). Trabajar para una coordinación técnica, administrativa y económica de todos los Estados con la Federación (punto C). Dar una preparación socialista a los Directores Generales de Educación, Inspectores Escolares, Jefe de Misión, Directores de Plantes, Jefe de Grupos y profesorado en general en los institutos de Orientación socialista (punto E). Revisión de programas y métodos de enseñanzas por consejos integrados por los maestros más destacados por su ideología y experiencia pedagógica (punto G). Revisión y abaratamiento de los libros de texto especialmente en enseñanza histórica, cívicas económicas (punto H). Fundación máxima del mayor número de Escuelas Socialistas y el cumplimiento del plan sexenal en la ampliación de dos mil escuelas rurales que prevé para 1935 (punto I). Organización de escuelas experimentales tipo socialista (punto K). Organización en consejo de educación (punto M), de institutos de investigación científica y de orientación profesional socialista (punto N)”.30 Ibid., f. 22: “Programa de educación pública del Presidente de la República, General División Lázaro Cárdenas, 1934”, “Medio de realizar el programa [...] Organización de la juventud […] en el cumplimiento de la Escuela Socialista con el propósito de preparar nuevas generaciones para la formación del Estado futuro (punto O); organización de comités de colaboración integrados por padres de familia, agrupaciones sindicales, asociaciones científicas etc., como fuerzas auxiliares y de ampliación de la limitada acción oficial siempre que concurran al cumplimiento de los fines de la nueva escuela (punto P)”.

que fungían como base sociológica de la nueva escuela propuesta. Además, fueron enviadas “brigadas de asimilación indígena” para coordinar “la obra de emancipación económica” que debía ser emprendida por todas las dependencias del ejecutivo con fi nes específi cos: dotar de tierras, extender caminos y conceder créditos.27

El programa defi nió claramente los principios y las líneas teóricas que, a partir de sus puntualizaciones políticas, podemos comprender con el signifi cado de “homogeneizar” en toda la extensión del término.

En primer lugar, se fi jaron los recursos para tan ambicioso proyecto: 16% del presupuesto general del plan sexenal.28 En segundo lugar, se enfatizó la centralización de todas las escuelas bajo la coordinación entre los estados y la federación, además de que la orientación cultural debía apegarse a la doctrina socialista.29 En tercer lugar, el tipo de organización que manejaría el sector educativo estaba determinada por el corporativismo. Es decir, abarcaba tanto a los educadores y a sus instituciones como a los alumnos, padres de familia y cualquier otro tipo de agrupación que funcionase como sostén de la dinámica social de la comunidad.30 Y, en cuarto lugar, se defi nió

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la creación del Instituto de Orientación Socialista,31 donde se plasmaron los postulados educativos de Cárdenas, ya que se convirtió en el órgano de difusión de cultura del gobierno. Su función fue dar a conocer la historia del movimiento proletario, el derecho revolucionario mexicano, la historia de las religiones, la economía social, la geografía económica del país, la teoría y práctica de las sociedades cooperativas y otras materias concernientes a la higiene y a la pedagogía. Su acción a nivel nacional fue planeada por medio de delegaciones que se desplazarían a los lugares más importantes de la república.

Al fi nal del programa, el secretario de Educación Pública, Ignacio García Téllez, defi nió la tesis de la secretaría en torno a la “enseñanza socialista”, donde el objetivo fue “unifi car el pensamiento de las diferentes colectividades a través de una acción integral de la educación. En segundo lugar [...] elevar las condiciones de vida mejorando su economía y eliminar los intermediarios”,32 lo que confi rma la presencia de fuerzas políticas locales.

En las líneas anteriores he prendido mostrar a grandes rasgos el plan de educación cardenista con el ánimo de resaltar la forma en que fueron articulados los principios ideológicos con los múltiples órganos de difusión cultural; más exactamente, y de acuerdo con nuestro interés de este escrito, lo concerniente a los internados indígenas.

2. Centros de educación indígena: marco programático

“Los internados indígenas, importantes instancias civilizadoras, desem-peñaron un papel en el cambio del mundo rural”,33 esta afi rmación resultó después de un análisis profundo hecho por Loyo en torno a los efectos de tales institutos. Según la historiadora, las acciones principales de tales internados se dieron en tres direcciones: 1) combatir a los principales enemigos indígenas, 2) fungir como agencia de cambio en las comunidades y como vehículo de incorporación a la nación, 3) además de encargarse 31 AHSEP, núm. 3953/3092/ 4, exp. 4, ff. 474, “Programa de educación pública del Presidente de la República, General División Lázaro Cárdenas, 1934”, “Medio de realizar el programa. ... previsto en el apartado 2 del Plan de Acción Cultural”, f. 24. 32 AHSEP, “Tesis de la Secretaría de Educación Pública sobre la enseñanza socialista, 20 de diciembre de 1934”, ff. 1-3.33 Loyo, Engracia, “Los Centros de educación indígena y su papel en el medio rural (1930-1940), p. 139.

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de imponer una cultura ajena.34 De acuerdo con estos presupuestos es necesario matizar cómo operaron estos centros en la sociedad mexicana, cuál fue el fundamento de su legitimidad y con qué líneas programáticas fueron defi nidos por las autoridades gubernamentales.

Los documentos encontrados dejan entrever que en un primer momento estos institutos operaron con un gran margen discrecional, es decir, no estaba defi nido un programa ad hoc que reglamentara sus funciones y organización tanto interna como externa. En este apartado se pretende enmarcar los centros de educación indígena en los principios generales que justifi caron la demora en la redacción de un programa y reglamento específi co para el funcionamiento de estos centros, que se dio el 30 de julio de 1940.

Los centros de educación indígena no fueron una creación de la política cardenista; fueron instituciones desarrolladas por una política promovida por Narciso Bassols35 –secretario de Educación durante el maximato– con el objetivo de incorporar los diferentes grupos étnicos a la nación mexicana. Su antecesor directo36 fue la “Casa del Estudiante”37 la cual, al no alcanzar los resultados esperados, evidenció cómo el “desarraigo” manifi esto en los egresados de este instituto no producía benefi cios a la colectividad de pertenencia, lo que impulsó la búsqueda de una nueva estrategia. La acción tenía que ser dirigida hacia la colectividad mas no hacia el individuo, y debía insertarse en un ambiente propicio para una acción integral.38 Bajos estos presupuestos, en 1931 la Secretaría de Educación Pública estableció dos internados piloto: el de San Gabrielito en Guerrero y el de Yoquivo en

34 Ibid., pp. 139-159. 35 Secretario de Educación entre 1931-1934. Loyo, Engracia, La casa del pueblo y el Maestro Rural Mexicano, p. 15.36 El proyecto de creación de una Secretaría de Educación Pública con jurisdicción federal, fue presentado en octubre de 1920 por José Vasconcelos, quien propuso la implantación de escuelas especiales en todas las regiones pobladas por indígenas con el ánimo de enseñar el castellano, fundamentos de higiene, economía, lecciones de cultivo y aplicación de máquinas a la agricultura. “Proyecto de Ley para la creación de una Secretaría de Educación Federal presentado por el Ejecutivo de la Unión a la XXIX Legislatura, 1920”, pp. 109. Fell, Claude, “La creación del Departamento de Cultura indígena a raíz de la Revolución Mexicana”, pp. 109-122. “Las autoridad educativas dirigidas por José Vasconcelos asignaron a la escuela la tarea de unificar el País [...] El gobierno inició sus programas escolares en el medio rural con la creación de centros educativos llamados Casa del Pueblo” Loyo, Engracia, La casa del pueblo y el Maestro Rural Mexicano, pp. 10-12. 37 La Casa del Estudiante fue creada en el 1926. Cf. Loyo Engracia, “La dignificación de la familia y el indigenismo oficial en México (1930-1940)”, p. 349. 38 Para una revisión a la teoría indigenista e integracionista, Cf. Díaz- Polanco, Héctor, “La teoría indigenista y la integración”, pp. 9-40.

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Chihuahua. Dos años después fueron creados otros 9 internados.39 Con el arribo de Cárdenas al poder, estos centros se refuncionalizaron bajo los principios generales de la teoría de educación socialista integral.

Los lineamientos generales que regularían el funcionamiento de los internados, fueron redactados por el Departamento de Educación Primaria;40 mientras que las funciones de los diferentes agentes educativos fueron señalados en el Programa de acción del Departamento de enseñanza agrícola y rural.41 La primera cuestión fue: ¿para quién estaban pensados los internados indígenas? Formalmente, estas instituciones estaban destinadas a los grupos “socialmente atrasados” debido a lo primitivo de sus modos de producción.42 El objetivo rector era, además de proporcionar el adiestramiento técnico, proveer los elementos necesarios para fomentar en los alumnos la “agilidad mental”; idea que resultaba afín a la educación socialista integral. No obstante, esta postura estaba en contradicción con el paternalismo del Estado ya que sugería no introducir doctrinas políticas que corrompieran su estado de “pureza”.43 Perspectiva que, como se verá, era compartida por múltiples agentes de difusión educativa.44

39 “Tonachic (Chihuahua), Caro (Estado de México); Chamula (Chiapas) [Rincón Chamula]; Quintiyé (Querétaro); Chacaltongo (Oaxaca); Zongozotla (Puebla), Santa María Ocotlán (Durango); Santa Cruz de Bravo (Yucatán); Matlapa (San Luis Potosí)”, en Loyo, Engracia, “Los Centros de educación indígena y su papel en el medio rural (1930-1940)”, p. 145.40 AHSEP, Secc. Dirección General de Educación Primaria, Subserie Informes de escuelas indígenas, 1936-1941, caja 20, exp. 5, ff. 40-54. “Consideraciones generales sobre los programas de pequeñas industrias en los centros de educación indígenas”, compilado el 18 de mayo de 1936, contiene 11 puntos.41 AHSEP, Instituto de Orientación socialista, núm.3091/21, exp.1, ff. 5-6, “Programa de acción del Departamento de Enseñanza Agrícola y Rural”, ff. 1-9.42 AHSEP, Secc. Dirección General de Educación Primaria, Subserie Informes de escuelas indígenas, 1936-1941, caja 20, exp. 5, f. 49, punto 5. “La población en México forma un conjunto que se extiende desde los grupos humanos que están socialmente atrasados y que viven en un sistema de economía cerrada que nada tiene que ver con los sistemas modernos de crédito y de comercio”.43 Ibid., ff. 40-54. “Consideraciones generales sobre los programas de pequeñas industrias en los centros de educación indígenas”, compilado el 18 de mayo de 1936, contiene 11 puntos. “Por las consideraciones anteriores se ha tenido cuidado de ajustar los programas a los métodos primitivos y coloniales, se introducirán poco a poco y a medida que los recursos del gobierno federal vayan siendo destinados más ampliamente al trabajo de educación, nuevos procedimientos que requieren gastos especiales para compra de maquinaria sencilla; como una institución educativa de esta especie no persigue únicamente el adiestramiento manual, [...] la situación social que el mismo [Estado] ha creado y las doctrinas socialistas que deben ser introducidas en el campo con la prudencia necesaria para que no corrompan los centros de población rural que aún se conservan sanos y que serán en definitivas los que apliquen las doctrinas socialista y transformen a la sociedad actual, en vista de su mayor población proporcionalmente a la urbana”. Véase nota 55. El énfasis en letras negritas es de la autora de este artículo.44 “[...] si él [el indio] no produce es por su situación económica y falta de medios de vida, […]

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La siguiente interrogante a defi nir es quién debía encargarse de la educación. El programa anteriormente mencionado señalaba cuatro objetivos en este rubro: preparar maestros para las escuelas rurales, mejorar el nivel de los maestros en servicio (vinculados a las Misiones Culturales), impartir enseñanza agrícola a la población adolescente campesina (por medio de las Escuelas Centrales Agrícolas y Regionales Campesinas) y elevar el nivel de vida de comunidades rurales. Por otra parte, hubo una defi nición de las jerarquías. En primer lugar estaban los maestros rurales quienes, sujetos a los lineamientos determinados por las Misiones Culturales,45 eran formados ad hoc en las escuelas normales rurales o regionales campesinas, con el objetivo de aprender el idioma utilizado en el área asignada. En segundo lugar estaban los directores de educación de las diferentes zonas escolares y, fi nalmente, hallamos a los inspectores escolares de zona.

Defi nir el lugar para establecer una escuela indígena debía estar precedido por una caracterización económica,46 geográfi ca y ambiental que

él no se incorporará a la civilización que en algunos casos ojalá no llegara a incorporarse jamás para no destruir en él su sencillez.” AGN, fondo Lázaro Cárdenas, vol.1106, exp. 609/280, ff.48 <Hidalgo, Valle del Mezquital, agosto 1939, Periodista veracruzana, Xóchitl, relación enviada al Presidente de la República>, f. 3; vol. 685, exp. 5334/12 sin número de fojas. “30 dic. 1936. núm. 91790. Inspector federal propone para mejoramiento de las regiones Otomí, Tarahumara, Zapoteca, Chamula, Tarasca; Yaqui, Maya y Kikapoos, “el establecimiento de direcciones federales de Educación con zonas escolares reducidas a 25 escuelas cada una, con dotación de herramienta y personal especializado y se prohíba la política electoral”. El énfasis en letras negritas es de la autora de este artículo.45 AHSEP, Instituto de orientación socialista, núm. 3091/21, exp.1, ff. 5-6, “plan de acción de enseñanza agrícola y normal rural”, f.6. Las misiones culturales, con el fin de una mejor acción, debían agregar un agrónomo y un médico (concedido por el departamento de salubridad); además de crear misiones culturales dedicadas exclusivamente a los indígenas que no hablen español. En el punto VIII se encuentra que será competencia de la Escuela Normal Agrícola preparar los maestros de agricultura que la Secretaría de Educación Pública necesite para las escuelas rurales, los internados indígenas, las escuelas normales rurales, las escuelas centrales agrícolas y regionales campesinas. Para una interpretación histórica de las mi siones culturales, Cf. Loyo, Engracia, “La Dignificación de la familia y el indigenismo de México (1930-1940)”, pp. 347-367.46 AGN, Lázaro Cárdenas, Departamento de Asuntos Indígenas, vol. 577, exp. 506.25/27 ff. 40. “Dirección de Ganadería, Departamento de Sanidad Animal, Sección Regionales”, “Centro de Tribus indígenas en el Estado de Oaxaca”, “Tratando la Dirección de Ganadería, de mejorar las especie animales que tienen en explotación las tribus indígenas y aún proporcionarles las más adecuadas según la región [...] se están haciendo estudios de las diferentes regiones del país a fin de determinar las zonas y sitios que constituyen centros indígenas más apropiados para lograr un verdadero beneficio por encontrarse hasta la fecha al margen de una ayuda efectiva y convergir en ellos el movimiento comercial indígenas”. La importancia de este expediente es que ha sido insertado en las relaciones del Departamento de Asuntos Indígenas de los internados o centros de educación indígena, lo que hace pensar que cuando se hacía una relación sobre una determinada área, ésta circulaba a las diferentes instancias del gobierno.

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incluyese un mapa que detallara las vías de comunicación, su estado y el tiempo necesario para recorrerlas; además, la información etnográfi ca debía dejar clara la homogeneidad cultural de la población.47 En lo local, esta tarea estaba encomendada a los directores de educación, y en lo federal, era función de los inspectores. Estos últimos tenían que rendir un informe detallado a la Secretaría de Educación Pública48 donde debían defi nir las áreas “netamente indígenas” que merecían la presencia de una escuela que los redimiera del atraso,49 v. gr. un internado.

Una complejidad que emerge a la hora de abordar históricamente los internados tiene que ver con que en cada uno, a través de los directores e inspectores, se defi nió su forma particular de “civilizar”, de acuerdo con las características de la zona en cuestión.

La primera clasifi cación zonal de los internados indígenas se determinó el 21 de agosto de 1935. Los inspectores de las dos zonas eran, respectivamente, C. E. San Salvador y J. H. Paniagua:

47 AHSEP, Instituto de Orientación socialista, núm. 3091/21, exp. 2, ff. 1-4. Cuerpo Técnico Rural de enseñanza rural y primaria foránea 192, “Sugestión al Departamento de escuelas rurales para insistir ante los Directores de Educación sobre la conveniencia de formar las zonas escolares por regiones económicas, México 27 Feb. 1935”, Secretaría de Educación Pública, ff. 2-3. 48 Los maestros rurales enviaron relaciones de sus áreas a los inspectores de zona, y los inspectores de zona las compilaron y complementaron dichas relaciones para enviarlas a la Dirección General con copia a la Dirección Federal. “Instrucciones respecto a la recopilación de los datos que se piden en la circular IV-43-133, 8 de mayo de 1936”, AHSEP, Dir. General de Educación Primaria Edo. y Territorio, División general 1936-1940, caja 20, exp. 5, f. 10.49 “A los Directores de educación federal, inspectores federales y maestros rurales de las regiones netamente indígenas. Se manda disposiciones para que se identifiquen las áreas netamente indígenas considerado que no son suficientes los datos enviados por el departamento de estadísticas así que se incita a identificar: comunidades, poblados o rancherías netamente indígenas; especificar la raza a que pertenece, si poseen escuela o no, el nombre de maestro que la desempeña, el dialecto exacto que habla la mayoría […] pues tenemos un interés especial en localizar lo más exactamente posible los núcleos indígenas para organizar un sistema de educación especialmente para ellos” “Circular IV-43-133 Localizar razas indígenas del país, 29 de abril de 1936” AHSEP, Dir. General de Educación Primaria, Estado y Territorio, División general 1936-1940, caja 20, exp. 5, ff. 182, f. 4.

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ZONA 1

Puebla 1. Zongozotla, Zacapoaxtla2. Comaltepec, Zacapoaxtla

México 3. Caro, Mpio. de Jocotitlán

Guerrero 4. San Gabrielito, Tepecoacuilco5. Ejido del Carmen, San Luis Acatlán6. Metlantonoc

Oaxaca 7. Chalcantongo8. Ayutla, Mpio. de Villa Alta

Chiapas 9. Rincón Chamula.10. Huistan, Mpio. de Las Casas11. Nopal, Cacaté

Querétaro 12. Quitiyé, Mpio. de Cadereyta13. Jacal de San Felipe, Mpio. de Amealco

Yucatán 14. Chichimilá, Mpio. de ValladolidQuintana Roo 15. Pendiente

ZONA 2Hidalgo 1. Atecoxco, TianguistengoVeracruz 2. Región de ZongolicaMichoacán 3. ParachoJalisco 4. ColotlánSonora 5. Labores VicanNayarit 6. Guaynamota, CorapanGuanajuato 7. Xichú

San Luis Potosí 8. Matlapa Pequetzen, Tancanhuitz

Chihuahua

9. Sisoguichic Cieneguita Tónachic Norogachic

Las relaciones técnicas que permitieron esta primera zonifi cación se hicieron con base en el censo de 1930 hecho por la Secretaría de Estadística de la economía nacional. En él se identifi có un total de 2,250,565 personas

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mayores de cinco años que hablaban por lo menos un lengua indígena50 en 32 entidades federativas:

TABLA 2. RESUMEN GENERAL DE LA POBLACIÓN DE CINCO AÑOS QUE HABLA DIALECTOS INDÍGENAS POR ENTIDADES FEDERATIVAS

SEGÚN EL CENSO DE 1930

EntidadesExclusivamente

dialectos indígenas

Español y un dialecto

indígena

Español y dos dialectos

indígenas

Total

Estados Unidos Mexicanos

1,184,645 1,064,236 1,684 2.250,565

Aguascalientes 49 49Baja California 28 149 177Baja California Sur 59 59

Campeche 16,213 15,091 31,304Coahuila 26 392 3 421Colima 51 51Chiapas 89,150 49,504 812 139,466Chihuahua 13,837 15,188 47 29.072Distrito Federal 14,638 24 14,662

Durango 1,521 2,313 3,834Guanajuato 305 4,603 4,908Guerrero 79,559 35,494 31 115,084Hidalgo 115,848 74,277 5 190,130Jalisco 1,676 937 30 2,643México 61,820 122,607 191 184,618Michoacán 17,372 36,598 53,970Morelos 1,015 14,643 15,658

50 AHSEP, caja 20, exp. 5, ff. 182, “Informe de Escuelas indígenas de los Estados y territorios”, f. 7.

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EntidadesExclusivamente

dialectos indígenas

Español y un dialecto

indígena

Español y dos dialectos

indígenas

Total

Nayarit 1,194 3,634 4 4.832Nuevo león 84 1 85Oaxaca 315,424 203,748 5 519,177Puebla 176,163 133,958 445 310,566Querétaro 5,640 11,870 17,510Quintana Roo 1,862 1,825 3,687San Luis Potosí 36,730 22,853 13 59,596

Sinaloa 809 6,317 7,126Sonora 6,003 18,844 29 24,876Tabasco 3,915 14,412 18,327Tamaulipas 185 185Tlaxcala 9,567 21,490 31,057Veracruz 115,847 109,287 34 225,168

51 “Dir. General de Educación Primaria Urbana y Rural. Asunto- Localizar razas indígenas del País, CC: directores de educación Federal, Inspectores Escolares Federales y Maestros rurales de las regiones netamente indígenas”. AHSEP, Secc. Dirección General de Educación Primaria, Subserie Informes de escuelas indígenas, 1936-1941, caja 20, exp. 5, f. 9.

Yucatán 113,121 129,109 10 242,240Zacatecas 27 27

Notas: No se han considerado los grupos esporádicos menores de 20 personas en cada entidad, estos grupos aislados representaron un total de 517 personas en toda la república.El número proporcional de menores de cinco años correspondiente a lenguas indígenas es de 340,098.

Con base en esta información cuantitativa, la Secretaría de Educación Pública giró instrucciones51 para que los inspectores de zona actualizaran los datos, agregando toda la información económica, física y geográfi ca posible de cada zona. Las relaciones técnicas fueron estudios realizados entre funcionarios de diferentes instituciones gubernamentales que, gracias

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a la creación del Departamento de Asuntos Indígenas, se concentraron en un solo archivo.

El Consejo técnico de educación rural, institución de investigación y planeación, envió un primer informe a los directores de educación primaria urbana y rural en los diferentes estados; además, se adjuntaron las propuestas de “industrialización”52 para los internados indígenas, las cuales fueron formalmente aprobadas.53 Según lo anterior, antes de 1936 es muy probable que hayan existido programas experimentales, donde los directores y maestros tuvieron un amplio margen de maniobra a la hora de diseñar estrategias locales. Lo interesante de este programa cardenista es que todavía se considera como “provisional”,54 lo cual es explicado en el punto 7:

Se ha tenido cuidado de ajustar los programas a los métodos primitivos y coloniales; se introducirán poco a poco y a medida que los recursos del gobierno federal vayan siendo destinados más ampliamente al trabajo de educación nuevos procedimientos que requieren gastos especiales para compra de maquinaria sencilla; como una institución educativa de esta especie no persigue únicamente el adiestramiento manual, sino la información indispensable y la agilidad mental de los alumnos es conveniente que los maestros completen la enseñanzas con dos tipos de monografía cortas y bien ilustrada: Una que contenga la historia de las industrias y otras que contenga narraciones referidas a procedimientos modernos de construcción de manufactura textil [...] la situación social que el mismo [Estado] ha creado y las doctrinas socialistas que deben ser introducidas en el campo con la prudencia necesaria para que no corrompan los centros de población rural que aún se conservan sanos y que

52 AHSEP, Dir. General de Educación Primaria, Estado y Territorio, División general 1936-1940, caja 20, exp. 5, f. 46. Los 10 programas de industria son: alfarería corriente, filatura y tejidos; carpintería, herrería, sastrería, curtiduría, zapatería, talabartería, conservación de productos alimenticios, jabonería.53 AHSEP, Dirección General de Educación Primaria, Estado y Territorio, División general 1936-1940, caja 20, exp. 5, f. 45.54 El programa es introducido por 10 puntos que definen las líneas generales. “18 de mayo de 1936 […] Siendo relativamente nueva la tendencia a formar programas de industrias manuales para los establecimientos de educación pública deben considerarse los que se elaboren como provisionales dentro el punto de vista pedagógico como desde el punto de vista práctico, hasta la experiencia apunte los datos indispensables para darle forma definitiva (4°)”, AHSEP, Dirección General de Educación Primaria, Estado y Territorio, División general 1936-1940, caja 20, exp. 5, f. 45.

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serán en defi nitiva los que apliquen las doctrinas socialista y transformen a la sociedad actual, en vista de su mayor población proporcionalmente a la urbana.55

El plan educativo defi nitivo para con los centros de educación indígena apareció hasta 1940; en éste, además de trazar las directrices teóricas y pedagógicas, quedó manifi esto el grado de efi cacia que tuvo la política educativa implementada.56 La conclusión a la que se llegó fue que, pese a la fuerte cantidad de recursos invertidos, los distintos grupos indígenas diseminados por todo el territorio continuaban siendo un problema de carácter nacional. El fracaso obedeció a cuatro causas:

1. El sentimiento de minusvalía, formado en la conciencia indígena como consecuencia de siglos de opresión.

2. El aislamiento en que se han mantenido por mucho tiempo.3. La explotación de que han sido objeto por parte de criollos y

mestizos.4. Su propia tradición, costumbre, lenguas, hábitos sociales, etcétera.57

Estos puntos representan la continuidad de la visión de la élite política desde el siglo anterior. Lo que llama la atención es que para 1940 la tradición, la costumbre, las lenguas y los hábitos sociales fueron considerados como “problemas” que debían ser extirpados; postura que distaba de la tesis implementada en 1936 que consideraba al indio como sujeto que debía mantener sus particularidades culturales sin rehusar a la modernidad y la civilización.

Adicionalmente, hubo otra causa que contribuyó al fracaso del proyecto: la desconfi anza de las comunidades generada por los mismos maestros que adolecían de preparación y voluntad.58

Con estas premisas, la dirección general formuló instrucciones con el fi n de entender, en cada comunidad, el porqué del estancamiento del

55 Idem. Cf. nota 43. El énfasis en letras negritas es de la autora de este artículo.56 Expediente: IV/200 (062), Circular 18149 del 4 de abril de 1940, AHSEP, Dirección General de Educación Primaria, Estados y Territorios, Dirección general, oficina escuela indígenas, caja 20, exp.5, ff. 1-3.57 Idem.58 Ibid., f. 2.

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progreso.59 A diferencia de los informes que debían rendir los inspectores donde la información se limitaba al “origen histórico de la comunidad, sus costumbres, organización social primitiva, creencias religiosas, cultura propia, medio físico y geográfi co, aprovechamiento del medio físico y geográfi co original y espontáneo”,60 ahora se debía incluir información referente a los “factores negativos que no han permitido el desarrollo”, agregando las causas de “resistencia de los aborígenes” para aceptar las costumbres “nuestras”.61

El 30 julio de 1940 estaba listo el programa de las escuelas para las comunidades indígenas, “bases para la organización del trabajo, calendario y bases fundamentales para la preparación de los maestros que trabajan en las mismas”,62 preparado por Aureliano Esquivel Casas, presidente del Consejo técnico de educación rural.63 No profundizaré en dicho programa, ya que rebasa los límites del presente escrito.59 Idem.60 Punto 1. Ibid.61 Puntos 3 y 4. Expediente: IV/200 (062), Circular 18149 del 4 de abril de 1940, AHSEP, Dirección General de Educación Primaria, Estados y Territorios, Dirección General, oficina de escuelas indígenas, caja 20, exp.5, f. 2. “Mandados por Rafael Menéndez Aguirre, Director General”. Las disposiciones son:

1. Definir los maestros de origen indígena, su lengua materna o si hablan otra, para reubicarlos en escuelas donde la población esté integrada por la misma raza a que pertenecen.

2. Todos los maestros que trabajen en poblados indígenas deben aprender la lengua que se hable.

3. La castellanización de los indígenas no será indispensable para impartir otros conocimientos, sino se procurará una enseñanza bilingüe.

4. Mientras el gobierno elabora leyes especiales en consonancia con los intereses indígenas, los maestros deben procurar, hasta donde sea posible, adaptar las normas legales a las costumbres y organización política de cada poblado respetando a su autodeterminación. La enseñanza que se imparta debe tener en cuenta la cultura nativa sin que esto implique abandonar el propósito de que el conjunto de los grupos autóctonos se incorporen a la vida nacional.

5. Tomando en consideración la lucha que el indígena tiene que sostener frente a la naturaleza, proyectándose para su aprobación, se considera una nueva redistribución de tiempo, reduciendo discrecionalmente a 4 horas el servicio escolar diurno y hasta 1 hora el servicio vespertino o nocturno.

6. Corríjase la frecuente desconexión de los maestros con sus comunidades, adviértanse a quienes trabajan en poblados indígenas que deben permanecer por lo menos tres años al frente de cada escuela.

Sírvanse ponerse en contacto con el “Comité nacional de ayuda al niño indígena” y cooperar eficazmente en todo lo que esa institución les pida dentro de la finalidad social que se ha trazado. El énfasis en letras negritas es de la autora de este artículo.

62 AHSEP, Dirección General de Educación Primaria, Estados y Territorios, Dirección General, oficina de escuelas indígenas, caja 20, exp.5. exp. 48, ff. 60.63 Ver apéndice 1.

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3. La experiencia directa de los centros de educación indígenas

Se ha buscado identifi car el marco político, social y cultural en que se insertaron los internados indígenas, sus funciones y objetivos. Sin lugar a dudas, los diferentes documentos ofi ciales muestran un momento de asentamiento y de recopilación de la información por parte de las autoridades centrales desde el 1936 hasta 1940 con el fi n de redactar un programa con lineamientos defi nitivos. Para conocer el desarrollo de dichas propuestas, es necesario conocer la forma en que éstas fueron recibidas en cada una de las comunidades. Para tales efectos, es necesario estudiar el proceso particular de cada centro educativo, ya que buena parte de la dinámica local dependía del director al mando. Él era quien estaba en contacto directo con la realidad social, la cual debía describir, interpretar y plasmar en las relaciones dirigidas a las autoridades federales.

La acción concreta del gobierno en las áreas “netamente” indígenas, necesitaba de manera previa un estudio técnico de la región sobre bases geográfi cas y socio-económicas; en esta acción es posible comprender la dinámica de los centros de educación indígenas. Para entender la funcionalidad de éstos es necesario, ante todo, tener presente que el gobierno quería actuar de manera “integral”, es decir, las acciones debían diversifi carse en todos los sectores de la comunidad desde lo agrícola hasta lo cultural. Por esto nos hemos extendido en explicar la concepción “socialista” de la educación integral, y por esto no se pueden identifi car los centros de educación indígena como algo separado de toda una política de gobierno.

Las relaciones técnicas64 encontradas permiten identifi car la “educación integral” como patrón común. Éstas eran elaboradas por diferentes

64 AGN, Lázaro Cárdenas, vol. 577, exp. 506.25/27, ff. 40. “Dirección de ganadería, Departamento de sanidad animal regional, Centro de Tribus indígenas en el Estado de Oaxaca […], ya citado en la nota 46; ibid., vol. 685, exp. 533.4/12, s. f., “Estudios de la región indígena tarahumara, presentado por el Departamento del Trabajo al C: Presidente de la República Lázaro Cárdenas, México junio de 1936; ibid., vol. 1106, exp. 609/280, ff. 48 “Ixmiquilpan, 14/09/39, Comisión Intersecretarial de estudio y planeación en el Valle del Mezquital [...] estudio de todas las secretarías con plan de acción [...] labor en beneficio de los otomíes en los municipios de Actopan, Tasquillo, Ixmiquilpan y Nicolás Flores (antes Santa María Tepeji), de esta entidad con la cooperación económica y técnica de los gobiernos federales y locales a partir del 26 de Septiembre de 1936”, ff. 1-10; ibid., vol. 577, exp. 506.25/27, 1940, “Estudio relativo a los Estado de Guerrero, Querétaro, Hidalgo”; Instituto Nacional Indigenista

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departamentos, como los de Trabajo y Ganadería. Allí también encontramos el caso ampliamente documentado del Valle del Mexquital,65 poblado por la etnia de los otomíes, y se ocupa de los municipios de Actopan, Tasquillo, Ixmiquilpan y Nicolás Flores (antes Santa María Tepeji).66

Allí se relata el establecimiento del centro de educación indígena “Fray Bartolomé de Las Casas” en el pueblo de Los Remedios, municipio de Ixmiquilpan, bajo la supervisión del profesor Arturo Oropeza;67 fundación ordenada por el Presidente de la República en acción conjunta con la Comisión Intersecretarial de estudio y planeación en el Valle del Mezquital, bajo la presidencia del profesor Chávez Orozco, (jefe del Departamento de Asuntos Indígenas). El relato nos muestra las implicaciones reales de un internado.

La región, defi nida como otomí, compuesta por 36,000 individuos, aproximadamente, de los cuales 75% no hablaban bien el castellano o sólo lo entendían. En pocas palabras, son descritos como una sociedad en “descomposición moral y material” con “sus instintos sociales dormidos que hay que despertar”.68 Debido a que todo proyecto para la instalación

(desde ahora INI), FD, 59/119, 1936, “Departamento del trabajo […] La raza tarahumara abarca condiciones sociales, económicas y se complementa con un proyecto” pp.193, “La publicación del presente estudio en acatamiento a un acuerdo expreso del Ciudadano Primer Magistrado de la Nación [...] permita construir las bases para lograr sensibles mejorías en la vida económica y elevarlo [al indio] por este medio a una superior categoría en el orden biológico-social..” p. 7.65 AGN, Lázaro Cárdenas, vol. 1106, exp. 609/280 ff, 48 “Hidalgo, Valle del Mezquital, Agosto 1939, Periodista Veracruzana, Xochitl, relación enviada al Presidente de la República”, ff. 1-18. 66 El ejemplo tomado del Valle del Mezquital es fundamental porque la investigación hecha ha mostrado que probablemente la estructura organizativa de este Estado, quería ser ejemplo o si no fue la más ejemplar de la política de Lázaro Cárdenas. Se constituyó una Comisión intersecretarial de estudio y planeación en el Valle del Mezquital, estado de Hidalgo, integrada por representantes de: Gobierno del estado de Hidalgo, Universidad Nacional Autónoma de México; Banco Nacional de Crédito Ejidal; Secretaría de Gobernación; Secretaría de Hacienda y Crédito Publico; Secretaría de la Defensa Nacional (XVIII Zona Militar); Secretaría de la Economía Nacional; Secretaría de Agricultura y Fomento; Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas; Secretaría de Asistencia Pública; Departamento de Trabajo; Departamento Agrario; Departamento de Salubridad Pública; Departamento Forestal y de Caza y de Pesca; Departamento de Asuntos Indígenas; Departamento de Educación Física; autoridades Municipales de Actopan, Ixmiquilpan, Tasquillo, Nicolás Flores, Comisión Permanente del Congreso Indígena Otomí, organizaciones campesinas, el presidente Chavez Orozco. Éstos, además de redactar la planeación, formularon un reglamento interno de esta Comisión que estaba bajo el mismo Presidente de la República. AGN, Lázaro Cárdenas, vol. 1106, exp. 609/280, 5 ff.67 AGN, Lázaro Cárdenas, vol.1106, exp. 609/280, 48 ff., “Hidalgo, Valle del Mezquital, agosto, 1939, Periodista veracruzana, Xóchitl, relación enviada al Presidente de la República”, f. 6.68 Ibidem, f. 2, “treinta seis mil seres, entre mujeres hombres niños sobre cuyas espaldas

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de un centro requería, como ya se ha dicho, de la existencia de un grupo “netamente” indígena, hubo una pluralidad de puntos de vista por parte de los inspectores a la hora de defi nir el indígena “neto”. En el nivel formal, estas comunidades fueron defi nidas como aquellas donde 70% de la población hablara algún dialecto indígena; además, debían utilizar trajes “típicos” y conservar sus “costumbres”.69 La interpretación iba más allá de las líneas generales trazadas en el programa educacional de Lázaro Cárdenas, por lo que el idioma resultó ser un criterio insufi ciente: se necesitaba todo un conjunto más amplio de elementos para identifi car lo “netamente” indígena. Este requerimiento dio pie a la circulación de una lista con “todas” las comunidades que reunían estas características.70 Este listado defi nió las áreas sujetas a la política integracionista de Lázaro Cárdenas y, además, precisó los requisitos mínimos para solicitar la construcción de un internado. Uno de ellos fue la presencia mínima de 30 niños en edad escolar.71 Por otra parte, no fue fácil decidir el sitio en que el internado sería edifi cado, debido a que dicho lugar se convertiría en el centro de las redes de poder económico y social a nivel regional.72

Una vez defi nida el área, era necesario acondicionar el sitio, dotándolo de tierras y de los servicios básicos. La tierra podía ser concedida directamente

gravitaba una maldecion ancestral [...] es necesario decir aquí, que los indígenas poseen instintos sociales pero dormidos, hay que despertarlos […] hay que despertar esta sociabilidad”. 69 AHSEP, caja 20, exp. 5, ff. 182, “Informe de Escuelas indígenas de los Estados y territorios”, ff. 46-50.70 AHSEP, caja 20, exp. 5, ff. 182, “Informe de Escuelas indígenas de los Estados y territorios”, ff. 46-50. “Directorio de Municipios con expresión de los dialectos indígenas, cuando lo hablen un 70% o mas”. Ver apéndice 4.71 AHSEP, núm. 3953/3092/ 4, exp. 4, ff.262-263, “Las Escuelas Rurales Federales de la zonas”, “Consideraciones generales acerca del programa”, “Escuelas rurales 1. Como en las zonas de Educación Federal de algunos Estados escasean los lugares de 30 o más niños de edad escolar, que es el mínimo que exige nuestra Secretaría de Educación [...] es de recomendarse que el mínimo sea de 20”, f. 263. Cabe mencionar que, como medida económica, se consideraba que se requería una participación mínima de 200 alumnos.72 AGN, Lázaro Cárdenas, vol. 685, exp. 5334/12, “26 noviembre 1936. El día 7 del mes en curso el Señor Samuel Bautista Z. Presidente municipal del pueblo de Huauclilla, Nochixtlán, Oaxaca, [...] celebrada una junta de autoridades de 16 Pueblos indígenas y haberse tomado el acuerdo de solicitar [...] la instalación de un internado indígena en este pueblo [...] estos pueblos son efectivamente indígenas, se acompaña un plano mapa que indica la red de pueblos indígenas analfabetas; así como también el croquis del terreno que esta población está dispuesta a ceder para el objeto que se percibe [...] piden ayuda de 2,000 pesos”. AGN, vol. 299 exp.404.1/7395, Guerrero, municipio Mártir de Cuilapan, Atliaca, solicitud de internado aceptada por la SEP. “Comunico a ustedes que los habitantes de Atliaca el 22 de febrero anterior solicitaron al Presidente la apertura de un internado indígena teniendo en cuenta que en toda la región se habla dialecto mexicano, 24 de mayo de 1940”. El énfasis en letras negritas es de la autora de este artículo.

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por una acción del ejecutivo a través de la expropiación agraria, como fue el caso del internado de Atliaca, en Guerrero,73 y el Fray Bartolomé de las Casas en el Valle del Mezquital.74 La concesión también podía ser hecha por el municipio mismo, como ocurrió en Huauclilla y Nochixtlán, Oaxaca;75 aunque hubo casos de concesiones privadas, como fue el caso de Yautepec, en Oaxaca.76 Una vez defi nido el espacio para la construcción, iniciaban los planes para acondicionar el terreno; es decir, comunicaciones, obras públicas,77 electricidad y acueductos.78 Tales acondicionamientos, según los documentos, estaban sujetos a la aprobación de crédito por parte de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, lo cual está claramente especifi cado en la relación técnica para el internado Fray Bartolomé de las Casas.79 Debido a que se requería que fuese una organización la que solicitase el crédito, se fomentó tanto el apoyo como la rivalidad entre los diferentes sectores que ostentaban el poder local. Éste fue el caso de

73 AGN, Lázaro Cárdenas, vol. 685, exp.533.4/51. “Piden se instale nuevamente el internado indígena en el Pueblo de Atliaca”, comisariato ejidal Zotoltitlan, Guerrero, municipio Mártir de Cuilapan, abril 1940; ibid., vol. 299, exp. 404.1/7395. “Las Autoridades Municipales y Sociales en representación de los habitantes indígenas de este lugar [...] exponemos las siguientes necesidades: 1. Restitución de tierras desde el 1931 […] material para introducir agua potable al internado”, Guerrero, municipio Mártir de Cuilapan, abril de 1940. 74 “[...] por orden de Lázaro Cárdenas [...] se preparó la tierra de manera conveniente”, AGN, Lázaro Cárdenas, vol. 1106, exp. 609/280, 5 ff.75 AGN, vol. 685, exp. 5334/12 “26 noviembre 1936 […] el croquis del terreno que esta población está dispuesta a ceder para el objeto que se percibe [...]”76 AGN, vol. 685, exp. 533.4/12, Oaxaca, Yautepec, “Dr. Gral. de educación Federal, Rafael Bolio Yerno [...] solicita ayuda para llevar a cabo la construcción de un Internado para educar Indígenas que pudieran sostener los Gobiernos del Sureste y recibir a los hijos de los compañeros Inspectores Acompaña plano y proyecto en la inteligencia que el terreno ya lo tiene adquirido [...] 26 de mayo de 1938”.77 26 de septiembre de 1936, Cf. Comisión Intersecretarial, Informe presidencial n. 650/40, s.f., AGN, Lázaro Cárdenas, vol. 1106, exp. 609/280, 48 ff. “a) Comunicaciones y obras públicas, como camino carreteras, edificios, escuelas; b) Agricultura y Fomento que coopera en lo que su denominación indica, por ejemplo proteger y controlar y acondicionar el terreno [...] El terreno del internado era improductible [...] y abarcaba una extensa zona, [...] por orden de Lázaro Cárdenas [...] se preparó la tierra de manera conveniente, [...] por medio de tuberías desde distancias se trajo agua, se canalizó, se emprendieron por el ingeniero Uribe obras de irrigación”.78 AGN, Lázaro Cárdenas, vol. 299, exp. 404.1/7395 “pide [...] material para introducir agua potable al internado, [...] ayuda económica para terminar la Escuela federal; [...] un molino de nixtamal y máquinas de coser para uso de la Liga Femenil”.79 “La acción que se emprendió fue [...] Secretaría de Hacienda y Crédito Público: la que concede créditos a los proyectos de comunicaciones y obras públicas, como caminos carreteras, edificios, escuelas; b)Agricultura y Fomento que coopera en lo que su denominación indica, por ejemplo proteger y controlar y acondicionar el terreno, el ej. es importante en el internado indígena “Fray Bartolome de las Casas” se ha fumigado en una extensa zona de sembrado de duraznos y ciruelos y se han plantado arbolillos frutales, 26 de septiembre de 1936”, Cf. Comisión Intersecretarial, Informes presidenciales, núm. 650/40.

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Motozintla, municipio de Amatenango del Valle (Chiapas), allí fue negado el crédito para el internado ya que “sólo opera[n] con Sociedades Locales de Crédito Ejidales debidamente organizadas, pero al mismo tiempo [se le advierte que] son imposibilitados para organizar nuevas sociedades por tener totalmente distribuidos los recursos económicos de esta institución”.80

Otro aspecto interesante que afl ora en los documentos tiene que ver con las múltiples y diversas solicitudes aunadas a lo relacionado con el internado: repartición de tierras, dotación de agua, construcción de caminos, instalación de energía eléctrica, dotación de maquinaria agrícola e industrial y, algunas veces, construcción de viviendas.

“El maestro Ignacio León fundó el internado de Tonachic. Reformó su destruido edifi cio [...] reconstru[yó] un viejo acueducto de los jesuitas para introducir el agua [...] Form[ó] colonia de casas modernas para que los muchachos que salieran del internado fueran formando su hogar”.81 El caso particular de Atliaco muestra, además de las diferentes solicitudes adicionales a la petición del internado,82 un confl icto existente entre este pueblo y Almolonga83 en torno del sitio donde debía funcionar el internado, lo que revela la importancia dada por las autoridades locales a esta institución;84 además de dejar manifi esta la articulación de poderes alrededor del centro educativo.85

80 AGN, Lázaro Cárdenas, 609/1216, doc. núm. 83680, 31 de julio de 1940, Banco Nacional de Crédito Ejidal.81 Ibid., vol. 685, exp. 533.4/12, 6 ff., “Estudio de la región indígena tarahumara, informe privado, internado Tonachic”, Chihuahua, 23 de diciembre de 1936. 82 “Solicitan la restitución de tierras del pueblo [...] ayuda económica apara terminación de la escuela; instrumentos musicales para formar una banda y que se les dote de tubería para introducir agua potable”, ibid., vol. 299 exp.404.1/7395, Atliaca el 24 de mayo de 1940, Comisario Municipal, Elpidio Moreno envía la petición al Secretario SEP, Vázquez Vela. 83 Ibid., vol. 685, exp.533.4/51, f. 1, “Guerrero, municipio Mártir de Cuilapan, pueblo de Atliaca, Comisiarato ejidal Zotoltitlan, “piden se les conceda el establecimiento del internado para indígenas en Atliaca y no en Almolonga”, el 12 de abril de 1940”. 84 Com. Mpal, Elpidio Moreno, Cté Ejidal Agrario, Cté Ejd. del Sind. Camp. Asalariado, Cté Ejd. de la Liga Feminil, Directiva de la Soc. Cred. Agrícola Local., AGN, Lázaro Cárdenas, vol. 299, exp. 404.1/7395, Guerrero, Mpio de Tixtla, Atliaca, “petición con 8 puntos”, “Las Autoridades Municipales y Sociales en representación de los habitantes indígenas de este lugar [...] exponemos las siguientes necesidades: 1. Restitución de tierras desde el 1931, 2. Material para la entubación del agua potables, 3- Autorice la apertura de un Internado indígena los habitantes de este lugar, habla dialecto indígena así como las comunidades circunvecinas, 4- El Jardín de niños indígenas pase a ser Hogar infantil en vista de que a él concurren los hijos de trabajadores que atraviesan por agudas crisis económicas, 5- ayuda económica de 500. ps, para la escuela federal rural [...] 8- un reloj público [...] Como sabemos [...] el mandatario se interesa vivamente por el avance de los pueblos indígenas que apenas se incorporan a la civilización […]” 03/08/40.85 AGN, Lázaro Cárdenas, vol. 685, exp.533.4/17, f. 1, “Guerrero, Atliaca, Srio. de Acción

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Otro caso particular tiene que ver con el ejido del Carmen (Guerrero), donde un diputado envió la petición al presidente de la república pidiendo “1. La construcción de un edifi cio que llene las necesidades del mismo, 2. Que se provea de un molino de nixtamal, 3. Que se nombre un maestro de música, 4. Que se nombre un maestro de pequeña industria, 5. Que se provea de 20 casas faltan, 6. Que se provea una máquina de coser, 7. Que se provea de una radio para [...] los alumnos, 8. Un botiquín ofrecido de antemano por la Secretaría de Educación Pública”.86

Lo anterior revela la bondad del gobierno federal para con aquellas áreas que todavía estaban en un fuerte aislamiento social, geográfi co y político. Por lo tanto, resaltan las conclusiones a las que llegaron los funcionarios de la Secretaría de Educación Pública en 1940 al momento de hacer el balance de la inefi cacia de lo realizado en esas zonas ya que lo que emergió fue una supuesta contradicción: la resistencia puesta por el sector indígena hacia la política educativa reportada por la SEP y las muchas peticiones para establecer internados87 contrastaban con las pocas quejas registradas en los documentos ya que, las pocas que hubo, estaban dirigidas contra los dirigentes, mas no contra la institución.88 Este aspecto pone sobre la mesa dos preguntas: ¿quién se benefi ciaba de estos centros?, y ¿aceptaban los

Política, Comité de Orientación y Defensa del Campesino, Leopoldo de la Vega “[...] constitución de un comité pro Internados Indígenas”, Acta constitutiva del Comité Pro-Internado Indígena de esa población a iniciativa hecha por Rufino Salgado R”, el 5 de agosto de 1940”.86 Ibid., vol. 685, exp. 533.4/33, Guerrero, Ometepec, Ejido del Carmen, diputado Nabor Ojeda el 21 de septiembre de 1937.87 Ibid., vol. 1117 exp. 609/12/6,14/09/36, Chiapas, Motozintla, vol. 258 exp. 404.1/3742, 22/09/36, Chiapas, Jiquipilas, Mpio. Las Margaritas; vol. 685, exp. 533.4/20, 26/08/36, Chiapas, Coapilla (Mezcalapa); vol. 685, exp. 533.4/47, 16/03/36, Chiapas, Chiapa de Corzo; vol. 711 exp. 534.3/583, 23/09/36, Chiapas, Tuxtla Gutiérrez, Tecpatán; vol. 299, exp.404.1/7395, 09/06/38, Guerrero, Mpio. Mártir de Cuilapan, Atliaca; vol. 68,5 exp. 533.4/12, 03/02/36, Chiapas, Ixtapa, Cacate; 03/11/36, Chihuahua, Tonachic; 06/11/36, Colima, Suchitlan; 10/06/40 Oaxaca, Yautepec, Santa María Ecatepec; 03/08/40, Oaxaca, Yatzachi el Bajo; vol. 685, exp. 533.4/18, 12/04/40, Michoacán, Huetamo; vol. 685, exp. 533.4/23, 18/03/40, Guerrero, Ahuacuotzingo; vol. 685, exp.533.4/51, 25/02/38, Guerrero, Atliaca; 26/05/38, Guerrero, Mpio. Mártir de Cuilapan; vol. 723 exp. 534.4/269, 04/08/37, Guerrero, Tlapa.88 AGN, Lázaro Cárdenas, vol. 685, exp. 533.4/12; Oaxaca, Amuzgo, 21/05/37; alumnos del Centro de Educación Indígena Federal Rosendo García “queja en contra Director [...] el Director de este plantel mal emplea el dinero destinado al mismo, [...] no les den mas alimentación que tortillas y frijoles y de beber solamente te, haciéndolos trabajar duramente y los tienen sin estudiar” .

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indígenas estas instituciones externas, o simplemente eran percibidas como una intromisión en la estructura de poder local? No es posible emitir una respuesta lo sufi cientemente contundente frente a la carencia de rigurosos estudios de caso. No obstante, con los documentos encontrados es posible efectuar un primer acercamiento.

Ante todo, es necesario precisar qué se requería para la construcción de un internado. Los documentos arrojan un dato interesante: las solicitudes fueron hechas por grupos organizados, instituciones políticas locales o federales y no por las comunidades indígenas, como se muestra en el siguiente cuadro.

Según esta compilación, los solicitantes fueron representantes de diversas organizaciones, sólo en dos casos se podría pensar en peticiones de los indios: Atliaca (Guerrero)89 y en la localidad Huetamo en Santa María Ecatepec (Michoacán). Estos documentos ponen en evidencia que no fueron las comunidades indígenas las que solicitaron la construcción del internado, sino las autoridades municipales y diferentes organizaciones sociales que formaban parte de la estructura de poder local. De los 61 expedientes que consulté, en 17 de éstos (27,87 % de la muestra) se solicita la creación de un internado; las cuales fueron emitidas entre febrero de 1936 y agosto de 1940.

Como mencioné anteriormente, las quejas no fueron para con el internado y su construcción, ya que parece ser muy bien aceptado;90 si bien, éstos no

89 “Las Autoridades Municipales y Sociales en representación de los habitantes indígenas de este lugar exponemos las siguientes necesidades: 1- Restitución de tierras desde el 1931, 2. Material para la entubación del agua potables, …8- un reloj público.. Como sabemos […] el mandatario se interesa vivamente por el avance de los pueblos indígenas que apenas se incorporan a la civilizacion […]”. AGN, Lázaro Cárdenas, vol. 299, exp.404.1/739, Guerrero, Mpio. de Tixtla, Atliaca, El Com. Mpal, Elpidio Moreno, Cté Ejidal Agrario, Cté Ejd. del Sind. Camp. Asalariado, Cté Ejd. De la Liga Femenil, Directiva de la Soc. Cred. Agrícola Local, hacen una “petición con 8 puntos” al Presidente de la República, el 3 de agosto del 1940. El énfasis en letras negritas es de la autora de este artículo.90 AGN, Lázaro Cárdenas, vol. 685, exp. 533.4/19. Guanajuato, municipio de Dolores Hidalgo, 12/05/40, Presidente municipal Jesús Bazán, DI Graciano Sánchez, protesta acerca la posibilidad de que se cambie el centro educación indígena de Amapilca; Guanajuato; municipio de Dolores Hidalgo, Cirenio Vargas, Alejandro Zendejas y otros. “…Que el sargento […] destinado a dar garantías al internado de Amapilca y que reside en Alcozauca por no estar acostumbrado a vivir en un medio rural, sea relevado por otro que sostenga ideología revolucionaria; Guerrero; Alcozauca; Amapilca; 18/12/36; Pdte. Mpal. Jesús Bazán, Pedro García Crisóforo, Salazár Filiberto Bazán, Consuelo Peláez; protesta acerca la posibilidad de que se cambie el centro educación indígena de Amapilca. Vol. 1265 exp. 7031/382; Guerrero; Tlapa; Amapilca; 15/04/40; David Vargas Pde. del comité de Alcozauca; no se cambie el internado; “no haya cambio en el Centro de Educación indígena de Amapilca pues esperan de esa institución un [...] profesorado indígena de la región”.

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91 En las memorias del Prof. Antonio Luna Hernández, se reporta una reunión convocada directamente por el presidente de la república con la participación exclusiva de los directores de los internados de la república. Los maestros y la Cultura nacional, México, SEP, Museo de Culturas populares, 1985, 5 vols. Vol. 3, p. 117.92 Se han encontrado los recibos de unas de las relaciones entregadas por los Directores de los centros indígenas, enviadas directamente al presidente de la república, vol. 685 exp. 533.4/12 , 17 de diciembre de 1935. Véase el cuadro Centros indígenas.

son todos los documentos existentes, no deja de llamar la atención la ausencia de queja alguna. La dinámica de los casos en cuestión nos permite aseverar que los centros de educación indígena fueron vistos como instrumentos de articulación del poder local con el poder federal. Dicho papel fue asumido, en un primer momento, por medio de la Secretaría de Educación Pública; y, en un segundo momento (1937), a través del Departamento de Asuntos Indígenas. Si tenemos en cuenta que las instituciones educativas no solían ser consideradas por las comunidades indígenas como propias, sino que eran vistas como instrumentos de autoridad para el control del territorio por parte de los poderes locales y federales, es posible explicar la ausencia de quejas por parte de las comunidades. Esto quiere decir que las inconformidades se resolvían por medio de la deserción, mas no a través de reclamos formales a la autoridad competente.

Un recorrido a través de las diferentes facetas de los internados indígenas pone en evidencia la forma en que el gobierno de Cárdenas, frente a una crítica situación económica, construyó un plan de acción que provocara un cambio en el status quo. Para alcanzar este fi n, las instituciones educativas se convirtieron en parte integral de la “nueva” doctrina política, donde la educación socialista era la portadora de una nueva, o renovada, visión de la sociedad. Los centros de educación indígena son un ejemplo de esta novedosa perspectiva. El análisis de su efi cacia y dinámicas internas revela las contradicciones existentes en la misma sociedad mexicana y, además, elucidan la forma en que se concebía a los indígenas, como sector activo en la planifi cación económica y social de la república. Esta institución sui géneris, reviste una gran importancia para entender la dinámica de la relación entre la autoridad central y los poderes locales. Aunque los programas y reglamentos de la SEP no les hayan otorgado un amplio margen de acción a las autoridades locales, éstas gozaron de una relevante autonomía,91 principalmente en cuanto a la planeación industrial y agrícola.92

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68 Legajos, número 15, enero-marzo, 2013

No es posible emitir generalizaciones a partir de los casos abordados, justamente, debido a las peculiaridades de cada internado, condicionadas tanto por el entorno ambiental, político y cultural, como por la ética moral del director del centro. Si bien, en muchos casos el internado fue un completo fracaso, en otros resultó ser el centro de articulación económica y social con la capacidad de rearticular los poderes locales.

Bibliografía

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Totonaca Dir. Humberto Uribe Guerrero

Quintana Roo Amealco Amealco Sin nombre

Quintana Roo San Gabrielito San

Gabrielito Dir. Tibias Cardos

San Luis Potosí Matlapa Las

Huastecas Dr. Ignacio Ronquillo

San Luis Potosí Tancanhuitz Tuequetzen Dir. Francisco López

GarcíaVeracruz Zongolica Tlanapaquila Dr. Antonio Luna

CENTROS INDÍGENAS

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73Legajos, número 15, enero-marzo, 2013

LOS CRIPTOSISTEMAS OFICIALES DE LA LEGACIÓN MEXICANA EN WASHINGTON, 1824-1826

Roberto R. Narváez*

Resumen

Se presentan rectifi caciones o ajustes a las conclusiones anteriormente desarrolladas sobre la criptografía utilizada por Pablo Obregón mientras fungió (1824-1827) como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de México en Washington. Al estudiar una serie documental resguardada en el Acervo Histórico Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores, de la que previamente no se tenía conocimiento, surgieron nuevas luces que son necesarias incorporar en el análisis. En concreto, la meta es describir y caracterizar técnicamente, pero con exactitud histórica, la clase defi nida del criptosistema preferido por Obregón durante su misión estadounidense. El análisis permite asimismo demostrar que el también ministro José Anastasio Torrens aplicó el mismo método para cifrar por lo menos un despacho enviado desde Colombia en 1825. Se comentan en apéndice las características de un segundo método ofi cial, el cual, según los registros, ambos diplomáticos tuvieron a su disposición.

Palabras clave: historia diplomática, criptografía, Pablo Obregón.

Abstract

The paper provides a series of rectifi cations or adjustments to the conclusions reached in a previous article on the cryptography used by Pablo Obregón while he acted as extraordinaire envoy and plenipo-tentiary minister of Mexico in Washington (1824-1827). New lights on the issue appeared by the study of series of documents kept in the Historical Diplomatic Archive of the Secretary of Foreign Relations of

*Instituto Cultural Helénico.

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Introducción

En el artículo “Los despachos codifi cados de Pablo Obregón desde Washington en 1825. Análisis y dos decodifi caciones”, publicado en la revista Historia mexicana (volumen LVIII, número 3, enero-marzo 2009, pp. 1093-1153), propuse la hipótesis de que Pablo Obregón (1796-1827) había utilizado un código y no una cifra para comunicar noticias u opiniones requeridas de alta discreción al secretario del Despacho de Relaciones Interiores y Ex te-riores de México, mientras fungió como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en la capital estadounidense (1824-1827). Este resultado surgió de analizar, en forma inmanente y comparativa, una serie documental totalmente redactada en lenguaje críp tico, referente a los movimientos favorables a la independencia de Cuba en 1825 y que se resguarda en el Acervo Histórico Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México (AHDSREM).1 Por ciertos motivos de orden teórico y metodológico, me pareció sufi ciente restringir mis observaciones críticas a dicha serie para inferir el método apropiado de restituir la legibilidad a dos de sus miembros.2 El éxito me llevó a repetir pocos meses después el ensayo con un tercer

Mexico, not previously known to the author. In sum, the paper aims at technically describing and characterizing, with historical exacti-tude, the particular class of cryptosystem preferred by Obregón dur-ing his mission in the United States.Likewise, the analysis allows to demonstrate that José Anastasio Torrens, also minister, applied the same ciphering method in at least one dispatch sent from Colombia in 1825. The characteristics of a second offi cial method are referred in the appendix, which, according to the records, was available to both diplomats.

Key words: history, diplomatic, cryptography, Pablo Obregón

1 AHDSREM, legajo encuadernado L-E-1333, “Independencia de Cuba”.2 Ibid., ff. 15-30bis (reservado 3, fechado el 23 de marzo) y 10-12 (reservado 14, fechado el 1 de noviembre).

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despacho, fi rmado en 1826 y ya no relacionado con el asunto cubano.3 En tales circunstancias no tuve reparos en aprobar la conclusión sugerida por la prueba de la hipótesis, a saber, que Obregón se había servido de un libro de códigos y no un criptosistema de distinta variedad, en tanto los elementos inferidos como parte de aquel supuesto dispositivo permiten, sin lugar a dudas, aclarar los despachos ininteligibles a primera vista.

Esta conclusión es aceptable desde la perspectiva criptológica, pues no requiere de investigaciones ulteriores para confi rmar, en cualquier sentido práctico, la validez de las deducciones realizadas. Carece, sin embargo, de la información teórica necesaria para constituir un aporte signifi cativo al desarrollo de la historiografía de la criptología mexicana y, por implicación disciplinaria, de la historia general de las comunicaciones en México. Este reconocimiento me lo impuso el escrutinio de un legajo también custodiado en el AHDSREM, al cual pude acceder en las postrimerías del año 2010. Gracias a esto me encuentro en la posición de realizar algunos ajustes obligados a las consideraciones fundamentales que vertí en mi artículo citado al comienzo, por medio de un análisis histórico y técnico mejor encauzado de la clase exacta de criptografía utilizada por Obregón durante su misión, a partir de la nueva evidencia.

Urge advertir que el coronel José Anastasio Torrens (1790-1857), quien había precedido a Obregón como jefe de la Legación Mexicana en Washington, se sirvió de un idéntico criptosistema al redactar en cifra (probablemente a mediados de marzo de 1825) el extracto de una larga epístola en texto plano –es decir, inmediatamente legible– cuando laboraba como enviado extraordinario en Colombia (1825-1830), según lo argumenté en un artículo sobre los criptogramas de Torrens en esa república sudamericana4 y puedo confi rmarlo actualmente merced al estudio del mismo legajo del AHDSREM tardíamente compulsado, el cual, por cierto, revela también que la cancillería entregó a nuestros ministros dos criptosistemas y no uno.

3 Roberto Narváez, “Decodificación de un despacho de Pablo Obregón fechado en 1826”, artículo presentado como complemento al anterior en la misma revista. El texto “decodificado” en este lugar pertenece al reservado 4 (16 de enero) de 1826.4 Roberto Narváez, “Dos criptosistemas”. La hipótesis tendiente a fijar la fecha de redacción del extracto en cifra ocupa las pp. 37-38.

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Presentar y comentar, con el apoyo de breves análisis comparativos, la cifra defi nitiva y no hipotética cuyo uso privilegiaron Obregón y Torrens para facturar notas en cifra constituye la meta suprema de esta colaboración. Me referiré a ella como criptosistema I. En el apéndice describo la cifra restante que consta en las instrucciones ofi ciales, denominándola criptosistema II.

El criptosistema I de Pablo Obregón y José Anastasio Torrens

La mayoría de los folios de Obregón en el legajo encuadernado L-E-1333 (AHDSREM), rotulado “Independencia de Cuba”, contiene el descifrado entre líneas –obra de alguna persona especializada en realizar faenas de este género en la cancillería–5, caso del reservado número 4 fechado el 30 de marzo de 1825 cuya página fi nal se reproduce abajo (fi gura 1).

5 En el mismo legajo citado en la nota 1 se incluye una relación de la correspondencia reservada de Obregón en 1825; reúne información diversa, por ejemplo si el material recibido estaba en cifra y, en varios casos, el nombre de la persona que lo “tradujo”. En cuanto al reservado 15 (31 de marzo) se aclara: “En cifra y traducido. Fue entregado á colección por el Sr. Larrañaga”.

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Figura 1. Última página del despacho reservado número 3 (30 de marzo de 1825) de Pablo Obregón. Fuente: AHDSREM, L- E- 1333, “Independencia de Cuba”, f. 36bis.

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Los reservados 3 y 14 son los únicos que no presentan esta característica (fi gura 2).

Figura 2. Primera página del despacho reservado número 14 (1 de noviembre de 1825) de Pablo Obregón. Fuente: AHDSREM, L- E- 1333, “Independencia de Cuba”, f. 10.

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Ahora, la observación atenta revela que una serie defi nida de caracteres numéricos de sustitución criptográfi ca reaparecen con elevada frecuencia, si bien variable, en el total de los documentos considerados. Por esta analogía inferí que si el carácter 11, por ejemplo, está inscrito entre líneas como equivalente a la vocal A, sin excepciones, en los folios donde así se puede comprobar, debería mantener el mismo valor de sustitución, sin excepciones, en los folios carentes de descifrado; es decir, que si en el reservado 4, digamos, un 11 siempre representa a la A, pero también un 120 a la R, un 114 a la M y un 34 (así subrayado) a la sílaba o preposición DE y un 619 al bigrama QU, por citar sólo cuatro más entre la vasta diversidad de combinaciones identifi cables, entonces las mismas representaciones deberán valer para los mismos dígitos en los manuscritos sin “traducir”. La consecuencia experimental era fácilmente deducible: si con los equivalentes que conocía lograba convertir directamente a texto plano cada uno de los caracteres aún sin descifrar en los reservados 3 y 14, entonces probaba la hipótesis de que todos los folios habían sido criptografi ados con el mismo sistema. Realicé las sustituciones y hallé que la deducción era correcta, descifrando en consecuencia los reservados 3 y 14 totalmente (el resultado se puede ver en la última sección de mi artículo en Historia mexicana).6

Este procedimiento bastó para establecer como un hecho prácticamente cierto que, en este caso, el método pertenece a la clase general de criptosistemas por sustitución; en cambio, no alcanza para deducir rigurosamente sus propiedades técnicas y, por consiguiente, determinar su clase particular. Fue la posterior comparación entre su aspecto y el de métodos afi nes en los manuales e historias de la criptografía lo que me inclinó a reconocerlo como una especie de código. Esto pone de manifi esto el grado extremo en que me permití guiar esta investigación, esencialmente criptográfi ca, según los razonamientos inductivo y analógico. En el nivel criptográfi co el éxito fue evidente, mas no sucedió lo mismo desde el punto de vista historiográfi co, debido justamente a que la excesiva confi anza en la inducción, basada en el escrutinio inmanente de los folios, me llevó a juzgar como irrelevante la posibilidad de que el documento donde se

6 Narváez, “Los despachos codificados”, pp. 1135-1149. Véase también Narváez, “Decodificación de un despacho”, pp. 446-448, para examinar los resultados de la misma prueba efectuada sobre el reservado 4 de 1826.

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describe el criptosistema realmente usado por Obregón y Torrens estuviera depositado en algún archivo particular o público, asumiendo que la corrección probada de mi criptoanálisis para aclarar los despachos velados alcanzaba para restituir también, por necesidad criptológica, los principios reguladores del criptosistema original (por otro lado, al seguir tal estrategia inquisitiva deseaba patentizar las ventajas del criptoanálisis para enriquecer a la metodología histórica común de tratamiento documental –como sigo creyéndolo, fi rmemente–, especialmente si aquél se aplica cuando se desconocen las reglas criptológicas del caso tratado, faena llamada técnicamente decriptar).7 Y como, a juzgar por las apariencias, aquellos principios reguladores consistían, fundamentalmente, en la sustitución de uno a uno entre monogramas, bigramas y trigramas, estimé adecuada la versión de que nuestros diplomáticos habían codifi cado sus notas en lugar de cifrarlas, o, dicho en términos técnicos, que habían transformado sus respectivas notas al nivel de las sílabas y palabras y no el de las letras. De este modo terminé declarando como lo más probable que ambos habían utilizado un código, al que atribuí determinadas características partiendo de comparaciones con especímenes parecidos de otras épocas y países.8

Es forzoso conceder, sin embargo, que el material examinado no proporciona la información sufi ciente para decidir, con un grado importante de certeza teórica, si es un producto del cifrado, el anagrama, la esteganografía o cualquier otro método criptográfi co diferente a la codifi cación (si bien es francamente imposible suponer, a primera vista por lo menos, que se trata de anagramas o esteganogramas). Por tanto, para conocer positivamente y sin la interferencia de hipótesis o especulaciones la clase defi nida del criptosistema realmente aplicado, se volvía indispensable conseguir un esquema del mismo. En verdad, desde el punto de vista económico se debe proceder así en cualquier caso similar, a efectos de no gastar energía intelectual en vanas presunciones teóricas.

Ahora bien, el criptosistema ofi cial y la segunda cifra a que aludí en la introducción se localizan en el fondo Archivo de la Embajada de México en los Estados Unidos de América (AEMEUA) del AHDSREM, formando parte

7 Cf. Narváez, “Los despachos codificados”, pp. 1122-1128. 8 Ibid., pp. 1107-1121.

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del legajo 1, expediente 4, ff. 42-43 y 44-46, bajo el título “Reglas para cifrar y descifrar”, precedido de las instrucciones abiertas y reservadas (ff. 38-39bis y 40-41bis) que Lucas Alamán, entonces el canciller mexicano, entregó a Pablo Obregón después de que éste fuera nombrado (4 de agosto de 1824) enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en Washington por el Supremo Poder Ejecutivo de la primera República Federal mexicana. Las descripciones, notablemente concisas, categorizan al par de sistemas como “claves”, en un estilo arcaizante que ha perdido vigencia (porque técnicamente es ambiguo). A continuación transcribo la del primer criptosistema, dejando intacta la ortografía y situando entre corchetes las fracciones conjeturales o tres puntos para indicar ilegibilidad:

Explicación.= La clave adjunta comprehende seis renglones: el 1.º es de las Letras del Alfabeto pero simples con la numeracion que toca á cada letra. Los otros cinco renglones son compuestos de la convinacion que forman las vocales con todas las letras del Alfabeto: por consiguiente el 2.º renglon es de la convinacion de la vocal a: el 3.º de la vocal e: el 4.º de la i: el 5.º de la o: y el 6.º de la vocal u y cada uno de esos renglones con su numeracion respectiva.= Para cifrar con esta clave deben dividirse los vocablos del texto en tantas fracciones como vocales tenga de manera que á la vocal se le junte la letra anterior ó la posterior; y si resultare consonante ó vocal de sobra querrá decir que aquella no se debe ver como fraccion compuesta sino como simple para cifrarla como corresponde. Pongamos un ejemplo=

Sa n ti a go221 115 422 27 117

Hecha esta fraccion buscaré la convinacion a/s en el segundo renglon de la clave y en ella veré el n.o 21 que pondré bajo la fraccion sa pero con una rayita abajo del numero para que se advierta que la convinacion es de abajo á arriba y se lea sa y no as. Sigo a cifrar la simple fraccion n y esta la hallaré en el primer renglon de la clave con el numero 15 que pondre en la cifra sin raya alguna. Sigue la fraccion ti cuya convinacion hallare en el 4.o renglon de la clave con él n.o 22 de abajo á arriba y por eso al numero le pondré su raya abajo. Sigue la fraccion ag y hallaré su convinacion en él segundo renglon con el num.o 7 de arriba á bajo

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por lo que al numero le pondre su raya arriba. Ultimamente concluiré con [la] simple fraccion o que hallaré en él primer renglon […] el n.o 17 que pondré en la cifra sin raya alguna. Entendido este modo de cifrar resta la circunstancia que debajo de la fraccion no solo se hade poner el n.o que le toca á la convinacion sino tambien él del renglon que se vé al margen de la clave, fi gurando [en] él el carácter de centenas o de decena en él numero cifrado v. g. la fraccion sa se cifra con el n.o 21: [y] este n.o se hade poner asi 221 para que [aparezca] doscientos veinte y uno siendo asi que él 2 que pa[…] doscientos no es otra cosa que indicar él segundo renglon donde está la convinacion 21 ayudando la raya abajo para que se lea la convinacion de abajo á arriba sa [y] no de arriba abajo as.= Reducida pues la palabra Santiago á la cifra que queda demostrada [que]dará de esta manera.= 221 115 422 27 117. Teniendo la clave en la mano se decifra muy pronto de esta manera.= Atiendase al primer numero de cada partida y este indica el renglon donde se hallará la convinacion señalada con el resto de los numeros de la propia partida, v. g. veo en la cifra anterior 221 pues el primer 2 será la indicacion del 2.º renglon de la clave donde hallaré él 21 que me demostrará la convinacion de letras a/s que lere de abajo á arriba como lo dá á entender la raya abajo del numero 221. El siguiente numero de la cifra es 115: el primer 1 es él que me dice que en él primer renglon de la clave vea el 15 [resto] de la partida donde hallaré la letra n siendo de advertir que pues este numero cifrado no tiene raya ni arriba ni abajo es señal de que habla de letra simple sin convinacion de otras.9

La “clave adjunta” mencionada al inicio se muestra en la fi gura 3.

9 AHDSREM- , “Reglas para cifrar y descifrar”, leg. 1, exp. 4, ff. 44-46.

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ella se puntualizan las directrices para entender el sentido de las divisiones y la estructura general de la tabla; la segunda consiste en un ejemplo con el cual se ilustran los pasos para cifrar y descifrar, y cubre los dos tercios restantes. El alfabeto prescrito, denominado técnicamente “alfabeto de defi nición”, tiene una extensión de 27 (W=27), resultando largo para estas faenas en tanto se incluyen las grafemas LL, Ñ y V, mismas que en otros criptosistemas coetáneos –y aun posteriores– en lengua española solían excluirse (aunque indicando su presencia y sonido en el criptotexto por diferentes medios que no viene al caso mencionar), con la fi nalidad principal de evitar un pareo exacto entre los alfabetos que se sustituirán mutuamente durante la operación criptográfi ca, neutralizando así, en lo posible, la exhibición de frecuencias relativas en los caracteres crípticos derivados. De no hacer esto, un eventual espía se vería facultado para medir tales frecuencias y conjeturar la posesión de cualidades determinadas en el ejemplar, por ejemplo, si su estructura se asienta en múltiples alfabetos o uno solo.

El criptosistema bajo análisis, de hecho, es monoalfabético y de sustitución simple. Sería un error identifi car los alfabetos de cada “renglón” como una multitud de función autónoma al encriptar, sobre todo por cuanto la instrucción es nítida al respecto: el propósito de los alfabetos 2 al 6 es trabar combinaciones fi jas de guarismos para una, dos y hasta tres letras, y aunque podría parecer que la regla de yuxtaponer una vocal a una consonante en órdenes de precedencia variable según cada término a ve-lar debería imponer la formación de combinaciones en alfabetos distintos (caso de las fracciones Sa y ti de Santiago, por ejemplo), realmente no sucede así gracias al expediente de situar una raya o tilde encima o debajo de grupos numéricos cuya elección se hizo en alfabetos diferentes; en efecto, la posición de la raya es indicativa del sentido sintáctico de los caracteres en el texto plano. Este dispositivo revela un ingenio criptográfi co no del todo original, según veremos, pero resulta evidente la ventaja económica que representa: suprimirlo haría forzoso enlistar alfabetos independientes para combinar cada una de las consonantes, aumentando en dieciocho la cantidad de los renglones en la “clave”.

Mas es tiempo ya de precisar nuestro vocabulario técnico y la clasifi cación de este criptosistema. Juzgando por el registro que venimos

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comentando, no se trata ni de una clave ni de un código sino, propiamente, de una cifra, como lo delata en primer lugar el hecho de que los objetos de la encriptación son grafemas y no vocablos. Además, el paso inaugural de dividir los términos en razón del sitio de las vocales constituye un dato fundamental para clasifi carlo en lo particular, mediando comparaciones técnicas con sistemas análogos. Así, en tanto la descomposición léxica previa al cifrado no debe ser total en caso alguno, es decir, seccionando a las palabras letra por letra, este criptosistema reúne la propiedad básica del cifrado digráfi co bipartito, consistente en una continua permutación de bigramas –esto es, grupos de dos letras que no necesariamente forman sílabas– organizados en una matriz rectangular,10 distinguible sin embargo por cuanto la sustitución se genera por una yuxtaposición de numerales e interviene la raya o tilde con la función ya señalada. También acusa rasgos que lo emparentan con la familia de las sustituciones simples multipartitas, pues, exceptuando a los caracteres individuales del alfabeto cuya transformación la norma el renglón 1 y se opera en monogramas –denominados “letras simples” en las instrucciones–, las particiones forman bigramas o trigramas.11

El renglón 1, por cierto, es el mecanismo dentro del sistema para cuyo diseño hizo falta una previsión criptoanalítica más alerta, pues de su aplicación surgen los caracteres crípticos de la máxima y más peligrosa frecuencia relativa, empezando naturalmente por las vocales; el peligro es, obviamente, para la seguridad del criptosistema entero. Y es que tal frecuencia resalta en el criptotexto por su aspecto inequívoco, debido a que se juzgó innecesario el empleo de tildes u otro signo auxiliar que tendiese a difuminar las repeticiones excesivas.

La vulnerabilidad del criptosistema I se patentiza tras observar que carece de tres cosas: (i) un grupo de nulos, (ii) los elementos mínimos para generar caracteres homófonos, y (iii) una clave reguladora de las transformaciones. Los llamados nulos son cifras falsas, desprovistas de cualquier signifi cado pero que se introducen para contrarrestar el efecto visual de las frecuencias relativas, buscando así promover una contrariedad analítica en quien

10 Bauer, Decryped Secrets, pp. 56-57.11 Un ejemplo clásico de cifra multipartita es la propuesta por Giovanni Battista Argenti en 1580. El sistema se organiza en un rectángulo donde se distribuyen los elementos de un alfabeto de 10 caracteres arreglados de acuerdo con la posición de una palabra clave. Bauer, op. cit., p. 52.

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buscare penetrar la cifra sin autorización. Los homófonos o variantes son conjuntos de equivalencias que se conviene en usar alternativamente para cifrar un mismo grafema o un grupo de caracteres; generalmente se comprenden en la organización de los nomencladores, caso del que utilizó Hernán Cortés en 1532 y 1533.12 Por último, la clave, en términos propiamente criptológicos, es el instrumento por antonomasia con cuya asistencia se regula el funcionamiento de un criptosistema, a fi n de permitir variaciones en el cifrado de un mismo texto plano en momentos sucesivos; esto equivale a decir: cambia la clave periódicamente y determinarás cambios en la forma del cifrado. Este artifi cio se considera el más apto para impedir a los intrusos en el circuito de la comunicación reservada descubrir el tipo general o la clase específi ca del criptosistema utilizado. La selección y variación inteligente de las claves es, por tanto, una condición necesaria para fortalecer la seguridad del sistema y, en consecuencia, prolongar su vigencia.

Es verdad que las claves intervienen, por lo común, para gobernar cifras polialfabéticas, siendo el ejemplo clásico la matriz de alfabetos sucesivos conforme al famoso modelo Belaso-Vigenère.13 Sin embargo, la citada cifra de Alberti es un caso perfectamente funcional de cifrado monoalfabético regulado por una clave, y se puede proponer, dicho sea de paso, como el modelo general de los criptosistemas que aplicaron en ciertos momentos los diferentes bandos antagonistas durante la revolución mexicana.14 Es notable, además, que el diseño de estos artilugios contiene lo requerido incluso para generar nulos.

No quiero decir, por supuesto, que el sistema ofi cial elegido por Obregón y Torrens habría sido indefectiblemente más poderoso si se le hubieran incorporado nulos, homófonos y una clave. Desde el punto de vista técnico, sin embargo, es indudable que por su estructura y modo de operación se impone sospechar una infravaloración de la urgencia de

12 Véase Narváez, “Historia y criptología”.13 Las (aparentes) dificultades para decidir si la paternidad de este modelo debe atribuirse al italiano Giovanni Battista Belaso o al francés Blaise de Vigenère se ha convertido en un tópico de la historiografía general de la criptología, que en realidad está injustificado técnicamente. Cf. Kahn, The Codebreakers, pp. 137, 145-148; Shumaker, Renaissance Curiosa, pp. 124-126, y Narváez, “La criptografía de los maderistas”, pp. 70-71.14 Actualmente preparo un ensayo donde analizo los registros criptológicos que inspiraron esta suposición hipotética.

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dotarlo con otros implementos reforzadores de su seguridad, aparte de las tildes. No he descubierto documentos donde conste o se insinúe, al menos, que los despachos de Obregón o Torrens, cifrados por este sistema, fueron interceptados y aclarados alguna vez. Acaso no lo fueron en virtud de que cursaron por rutas postales bien salvaguardadas. Pero, si los capturaron y no lograron leerlos, entonces he fallado en observar alguna cualidad especial en el criptosistema, o bien los espías eran lo bastante ineptos –o perezosos–para exhumar su mensaje oculto en tiempo y forma para reportarlo a sus empleadores. Quizá en el futuro alguien obtendrá un material pertinente a la elaboración de una hipótesis fecunda en torno de estas posibilidades.

Resumen y consideraciones fi nales

1. De lo expuesto se concluye que el método criptográfi co en cuestión es, hablando técnicamente, una cifra y no un código. Las instrucciones defi nen claramente una transformación gradual iniciada por el fraccionamiento de las palabras y para nada recomiendan la codifi cación.15

2. Es evidente que Obregón en 1825 y 1826, y Torrens en 1825, generalmente aplicaron sin fallas el mecanismo,16 en tanto recurrir a éste, hoy, permite descifrar el contenido de sus despachos (y cifrarlo de nuevo si se desea, naturalmente). El lector puede valorar la justeza de esta conclusión probando a descifrar con la tabla estas líneas en el reservado 14 (1 de noviembre de 1825) de Obregón:

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Como lo comprobará, la traducción literal que surge es “En mi

15 Sería interesante, por ejemplo, que ordenaran una codificación postrera del cifrado, paso lógicamente valioso para incrementar la seguridad del criptosistema. 16 Pero, en más de una ocasión fallaron. Para comentarios técnicos en torno de los errores cometidos por Obregón al cifrar, véase Narváez, “Los despachos codificados”, pp. 1126-1127.

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número once reservado digue a V. E. que no se había transpirado”, pudiendo hacer más ensayos viendo la fi gura 2 y confrontando el descifrado en el apéndice 2 de mi artículo primigenio sobre este asunto, o examinando la porción del extracto cifrado de c. marzo de 1825, remitido por Torrens desde Colombia (fi gura 4).

Figura 4. Detalle del extracto cifrado c. marzo de 1825, atribuido a José Anastasio Torrens. Fuente: AHDSREM, L-E-1699 (3ª parte), tomo III, f. 133.

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3. Al comentar la ventaja económica de las rayas o tildes, aludí a que un expediente similar tiene precedentes. Veamos un par de casos en la historia de la “criptografía indiana”, según la denominó Guillermo Lohmann Villena. Luis Jerónimo Fernández de Cabrera y Bobadilla, conde de Chinchón, gobernó Perú de 1629 a 1639; a poco de haber iniciado este mandato, recibió del monarca español hasta tres “claves” (por motivos políticos y diplomáticos que Lohmann explica).17 Las dos primeras pertenecen a la familia de los nomencladores, como lo delata el vocabulario de nombres-código y el equipamiento de nulos. El resto de la confi guración consiste en una serie de sustituciones simples para cada letra del alfabeto de defi nición y un grupo de sílabas frecuentes cuya sustitución directa se realizaba con letras, numerales o símbolos varios. En ambos ejemplos, la tilde –Lohmann la llama “línea serpentina”– tiene un papel asignado en elementos determinados del elenco silábico; así, en la “clave” 1 se prescribe cifar ÑI y ÑO con el 48 y el 49 respectivamente; la función específi ca de la raya es distinguir las equivalencias de estos dígitos de las del 48 y el 49 que deberán ocultar a NI y NO, respectivamente. En este caso, resultaba crucial atender al sentido de la estratagema porque, si bien el alfabeto defi nitorio utilizado carecía de la Ñ (W=23, con la Z y la Ç intercambiables) para fi nes prácticos, al parecer se estimó que la fonación exacta de Ñi y ÑO era crucial y, por tanto, ameritaba la designación de sustitutos individuales a cada una.

La “clave” 2 es más compleja, su alfabeto defi nitorio es W=22 (con la Z intercambiable por la Ç), incluye homófonos para las vocales y consonantes de aparición frecuente y una carga de nulos más amplia. También aquí las rayas funcionan para distinguir la equivalencia de dígitos repetidos, caso del 12, 14, 16, 18 y 60, usados asimismo para cifrar monogramas. Así, el 12 sólo equivale a F y con raya encima equivale a RI; sin línea el 14 valdrá por G, pero coronado por la “sierpe” valdrá por RU.

Entre estos métodos y el criptosistema I la indicación gráfi ca en cuestión está fi jada con sagacidad, pero su aparición es

17 Lohmann Villena, “Cifras y claves indianas”, pp. 326-328.

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necesariamente más continua en el segundo, debido al listado de los renglones conforme al orden sucesivo normal de las vocales.

4. Una observación fi nal. Existen razones documentales, como hemos aprendido, para desechar la hipótesis criptoanalítica del libro de có-digos, sin embargo, su corrección técnica persiste en razón de su evidente sufi ciencia práctica. Por otra parte, debemos reparar en el sentido teórico de un detalle: como lo prueba la operación con la tabla ofi cial, el cifrado de los elementos en el texto plano devuelve, invariablemente, sustituciones fi jas de uno a uno, en razón, obviamente, del monoalfabetismo. Y tal fi jación, tal estricta correspondencia no cambia siquiera, como se ha explicado, por la incorporación de las tildes en caracteres determinados; al contrario, se solidifi ca por la misma causa de que las rayas funcionan en dos únicos sentidos posibles. Todo esto genera un fenómeno curioso: al fi jar los guarismos de sustitución para cada monograma, bigrama y trigrama, lo que hacemos en última instancia es asignarles un código irrenunciable. Dicho en otros términos: tan pronto como inicia su operación, este método se condiciona para formar automáticamente una serie de sustitutos unívocos cuya identifi cación estructural con los componentes de un código se ofrece a sí misma, por así decir, naturalmente. Y esto sucede por la repetición del alfabeto único en su ordenamiento regular dentro de cada fi la. Para empeorar las cosas, en ausencia de homófonos u otros auxiliares aumenta su vulnerabilidad al análisis de frecuencias (justo el tipo de criptoanálisis cuyo ejercicio me bastó para decriptar los reservados de Obregón en 2009).

En vista de lo anterior, terminaré jugando con la idea de que este criptosistema sería más vigoroso si en su diseño se hubieran tomado en cuenta las siguientes previsiones básicas: a) no ajustar la numeración de los renglones al ordenamiento normal de las vocales, b) usar un alfabeto de defi nición más corto, de W=23 a lo sumo – eliminando la J, la LL, la Ñ y la V por las consideraciones expuestas en un párrafo precedente –; c) formar secuencias de vocales agrupadas en cada renglón hasta limitar su número a cuatro (en el segundo renglón se yuxtapone la serie de la A con la de la E, en el tercero se hace lo

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propio con las series de la I y la O, y se deja el cuarto para la U), y d) sobre todo, desordenar los elementos alfabéticos a combinar en cada renglón para dar la impresión de polialfabeticidad.

Nunca concebí a estas propuestas como soluciones ideales, tan sólo creo que las mismas o unas mejor calculadas autorizarían la clasifi cación técnica, inequívoca, del sistema como una cifra, expulsando de la operación a todos los factores que propician la mutación del cifrado en una codifi cación automática.

Apéndice. El criptosistema II en las instrucciones ofi ciales de la Legación Mexicana en Washington (1824)

Esta pieza, en realidad, va inserta como la primera en el expediente, y la he subordinado a la referida como criptosistema I dado el propósito fundamental de este ensayo. Su explicación es concisa, de fácil comprensión y manejo con el auxilio de la tabla adjunta. La transcribo sin modifi caciones o agregados de ningún tipo:

Para cifrar

Se encarga ante todas cosas que no se escriba ninguna palabra con abreviatura, sino que el texto y sus palabras contengan todas sus letras: procediendo de esta suerte se dividirán las propias letras del texto de seis en seis, numerando estas secciones con sus numeros ordenados de 1 a 6, y hecho esto, se procederá á cifrar examinando la primera letra de la primera seccion para el primer alfabeto de la tabla: alli se observa el numero que toca á la tal letra, y ese es el que se pone debajo de ella en la cifra. Con la segunda letra se hace lo mismo: id. con la 3ª, 4ª, 5ª, y 6ª. Despues la segunda seccion se cifra por el mismo metodo con el segundo renglon de la tabla: la 3ª. seccion con el tercer renglon: la 4ª con el 4º, la 5ª. con el 5º, y la 6ª con el 6º; y si la cifra tubiere mas, se comienza con el mismo orden.

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La tabla luce así:1 a b c d e f g h i j k l ll m n ñ o p q r s t u v x y z

1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27

2 c d e f g h i j k l ll m n ñ o p q r s t u v x y z a b 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27

3 f g h i j k l ll m n ñ o p q r s t u v x y z a b c d e 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27

4 i j k l ll m n ñ o p q r s t u v x y z a b c d e f g h 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27

5 l ll m n ñ o p q r s t u v x y z a b c d e f g h i j k 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27

6 p q r s t u v x y z a b c d e f g h i j k l ll m n ñ o 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27

Ofrece siete aspectos técnicos dignos de una inspección detenida:

1. El sistema es polialfabético, de W=27 por la inclusión de la LL, la Ñ y la V (como en el criptosistema I).

2. Es un algoritmo de sustitución múltiple, basado en el principio históricamente derivado de la llamada “cifra de Julio César” –descrita en todo manual respetable de criptología– y consistente en desplazar las letras a la derecha una cantidad convenida de lugares, lo cual se verifi ca desde el segundo alfabeto en estas proporciones: del 1 al 2, 2 lugares; del 2 al 3, 4 lugares; del 3 al 4, 4 lugares; del 4 al 5, 4 lugares, y del 5 al 6, 6 lugares. Por supuesto, la aritmética modular sería el instrumento básico para grafi car en una ecuación la dirección de los movimientos.

3. Aunque la propiedad no se expresa en las instrucciones, resulta evidente que el sistema depende de claves para gobernar el paso entre los diferentes alfabetos. Digo claves porque, en efecto, son varias y gradualmente modifi cables, apareciendo en sucesión debido al fraccionamiento textual en seis unidades. El texto plano es concebido como un todo unitario, predisponiendo a cifrar de corrido, por así decir, cúmulos de letras y no las letras formadoras de cada palabra, diferencia notable respecto del criptosistema I. De este modo, el requisito de usar el primer alfabeto para encriptar el primer sexteto de letras, el segundo para su correspondiente, y así, determina que las agrupaciones de grafemas en cada caso forman su propia clave de cifrado. Valiéndonos del ejemplo en el documento,

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tenemos que el grupo “DiosLi” guía la selección en el alfabeto 1 del numeral sustituto correspondiente a cada una de sus letras: la D está en el lugar 4, la I en el 9, la O en el 17, etcétera, hasta quedar 4 9 17 21 12 9. Ocurre lo mismo con el siguiente agregado, “bertad”, operando en el segundo alfabeto, y el proceso se repite hasta agotar las fi las.

4. Considerando lo anterior, se aprecia la manera efectiva en que funciona la polialfabeticidad, o sea, la nivelación de las frecuencias relativas: supongamos que en el texto plano a cifrar ocurre una segunda vez el conjunto “DiosLi”, pero a tal altura que para cifrarla deberá usarse el renglón 4 de la tabla; el criptotexto se leerá entonces 23 1 9 13 4 1 y no 4 9 17 21 12 9. Surgirían guarismos novedosos al experimentar la misma encriptación con la guía de un renglón distinto. Es fácil de observar la repetición del 1 en el primer ejemplar y del 9 en el segundo, pero semejante dato no pone en riesgo inmediato la seguridad del sistema, debiéndose imaginar todas las ocasiones en que el 1 y el 9 aparecerán en un criptotexto completo y no fragmentario: la suma podría ser formidable, sin embargo, la estructura del sistema basta para moderar la fi jación de equivalencias invariables (y también, por consiguiente, vuelve innecesario el recurso a las tildes). Así se produce una rotación seriada de los alfabetos tras alterar su ordenación por el desplazamiento de las letras a capricho, lo que sería lógicamente imposible si el alfabeto se repitiera invariablemente de la A a la Z fi la tras fi la, como sucede en la tabla del criptosistema I.

5. Las equivalencias múltiples que surgen de la manera señalada pueden considerarse homófonos de un carácter determinado. Es una proposición válida para fi nes descriptivos, me parece, aunque desde la perspectiva rigurosamente criptológica se podría rechazar como trivial o innecesariamente forzada.

6. La falta de nulos puede comprometer su seguridad. Habría sido fácil crearlos y distribuirlos con perspicacia: previa eliminación de la LL, la Ñ y la V, se agregan tres columnas en sitios planeados y en la coordenada de cada fi la se inscribe un símbolo, una fi gura estrambótica o cualquier otro carácter exento de signifi cado lingüístico, pero que

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se combinará también con el propósito deliberado de confundir a quien intente penetrar en el secreto del mensaje.

7. Este criptosistema es históricamente moderno, pues la organización básica de los alfabetos en bloques de 6, 8 o 10 fi las fue muy común para generar cifras polialfabéticas por desplazamiento –con tablas, discos y tiras móviles en sentido horizontal, por citar los tres artifi cios más socorridos– en el siglo XX, por ejemplo en España y México (desde el inicio de la revolución y hasta las postrimerías de la década de 1920, según lo he podido comprobar en archivos varios). Con todo, me permitiré comentar sucintamente la estructura de un antecesor muy lejano en el tiempo para evaluar sus analogías formales con el criptosistema II, entretenimiento que podría despertar un interés teórico. Se trata de una “clave” usada en el año inaugural del siglo XVII por los provinciales de la Compañía de Jesús en Perú.19 Hasta donde sé, nadie la ha revisado con alguna profundidad – aunque sin apoyarse en comparaciones– salvo Lohmann Villena, el investigador por excelencia de la “criptografía indiana”. La “clave” es un rectángulo de alfabetos en bloque. (Ver siguiente tabla)

41 42 43 44 45 46 47 48 49 51 52 53 54 55 56 57 58 59 61 62 1 C D E F G H I L M N O P Q R S T U Z A B 2 U Z A B C D E F G H I L M N O P Q R S T 3 M N O P Q R S T U Z A B C D E F G H I L 4 B C D E F G H I L M N O P Q R S T U Z A 5 R S T U Z A B C D E F G H I L M N O P Q 6 E F G H I L M N O P Q R S T U Z A B C D

19 Lohmann Villena, op. cit., pp. 321-323.

El alfabeto de defi nición excluye la J, la V y la Y, identifi cándose a la V con la B y la J y la Y con la I por similitud fonética. Las instrucciones, nos dice Lohmann:

[…] Recomendaban que se buscara la primera letra del texto que se deseaba criptografi ar en el alfabeto número 1, inscribiéndose en la comunicación el número que se hallare encima; la segunda letra se tomaría del alfabeto número 2; la tercera, del número 3, y así sucesivamente, hasta el número 6, volviendo entonces a comenzar por el alfabeto número 1. Ni se tomarían dos letras del

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mismo renglón sucesivamente, ni tampoco se omitiría ninguno, habida cuenta de que un solo yerro de esta índole tornaría poco menos que indescifrable el texto sometido a interpretación.20

La fórmula de recorrer cíclicamente los alfabetos para localizar cada elemento de sustitución es idéntica a la del criptosistema II. Asimismo, en ambos métodos hay cero espacio para nulos, tildes u otros signos auxiliares. La coincidencia fundamental, empero, es la prescripción de cifrar con el gobierno de una clave. Ya expliqué cómo, en el criptosistema II, la intervención de claves (autoclaves, de hecho) cíclicamente renovadas debe inferirse por la refl exión sobre el mecanismo, pero lo cierto es que la rotación alfabética se debe a ellas. Por su parte, la cifra de los jesuitas peruanos funciona por el expediente de una sola clave materialmente identifi cada, digamos, como la única reguladora de las transformaciones criptográfi cas biyectivas (esto es, tanto las que producen criptotexto como las que lo revierten a texto plano). Esa clave, CUMBRE, se lee en la primera columna. Lohmann, cosa rara, la pasó por alto completamente, luego su descripción es técnicamente defectuosa. Mas resulta importantísimo reparar en el dato, pues a la clave se debe aquí el desplazamiento alfabético entre la sucesión de fi las y, por tanto, la nivelación de las frecuencias relativas. Como vemos, en el renglón 1 el alfabeto empieza en la C y termina en la Z, reiniciado sin embargo en la A sin interrupción; en el renglón 2 empieza con la U y termina en la Z, reiniciando nuevamente con la A, y así MBRE van cada una jalando, por así decir, a las letras subsiguientes en sus respectivos alfabetos para ocasionar los desfases observados cuando se leen las columnas. La seguridad del sistema, como es lógico, dependía de mudar constantemente la palabra clave.

Ignoro si Torrens, Obregón u otro diplomático mexicano practicó alguna vez con el criptosistema II. Acaso la cancillería esperaba que Obregón y Torrens, por motivos de seguridad, alternaran el uso de los dos métodos entregados junto con las instrucciones. He aquí el germen de una hipótesis criptológica que muy bien podría explicar aquella doble provisión. Como sea, lo mejor será esperar que otras investigaciones técnicas e históricas

20 Ibid., p. 322. Entonces, la palabra Santiago quedaría cifrada 56 43 42 58 55 58 45 56.

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devuelvan materiales adecuados para nutrir la mejor hipótesis y despejar esta incógnita.

Fuentes consultadas

Archivos

AHDSREM, Acervo Histórico Diplomático de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México.Fondo: Archivo de la Embajada de México en los Estados Unidos de América (AEMEUA).

Bibliografía

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Kahn, David, The Codebreakers. The Story of Secret Writing, New York, MacMillan Publishing Co., Inc., 1967.

Lohmann Villena, “Cifras y claves indianas. Capítulos provisionales de un estudio sobre criptografía indiana”, en Anuario de Estudios Americanos, t. XI, 1954, pp. 287-380 + láminas.

Narváez, Roberto, “La criptografía de los maderistas (1910-1911). Análisis pormenorizado del criptosistema de Gabriel Leyva Solano y Francisco I. Madero (1910)”, en Memorias de la Academia Mexicana de la Historia, t. LI, 2010, pp. 47-89.

_____________, “Decodifi cación de un despacho de Pablo Obregón fechado en 1826”, en Historia mexicana, vol. LIX, núm. 1 (233), julio-septiembre 2009, pp. 443-448.

_____________, “Los despachos codifi cados de Pablo Obregón desde Washington en 1825. Análisis y dos decodifi caciones”, en Historia mexicana, vol. LVIII, núm. 3 (231), enero-marzo 2009, pp. 1093-1153.

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PORTALESDE LA ARCHIVÍSTICA

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LA VALORACIÓN DOCUMENTAL Y LOS DOCUMENTOS DE ARCHIVO DIGITALES*

Alicia Barnard Amozorrutia**

Resumen

La Ley Federal de Archivos establece que el Archivo General de la Nación, junto con el IFAI y la Secretaría de la Función Pública, deben emitir requisitos y procesos para los sistemas de gestión documental, así como el desarrollo de un repositorio digital para la preservación en el largo plazo de los documentos de archivos electrónicos. Para ello ya existen modelos, estándares y requerimientos básicos, ampliamente aceptados que pueden ser revisados y adaptados al entorno nacional. Sin embargo, las buenas prácticas para la preservación de documentos de archivo requieren de atención especial en lo que a la valoración de los documentos de archivo digital se refi ere. Así, con el propósito de hacer recomendaciones sobre políticas para la valoración de documentos de archivo digitales para las dependencias y entidades del gobierno federal, en este artículo se revisan documentos seleccionados de archivos nacionales de diferentes países y de proyectos de investigación internacionales sobre este tema.

Palabras clave: valoración, documentos de archivo digitales, políticas y lineamientos.

Abstract

The new Federal Archives Law establishes that the Archivo General de la Nación together with IFAI and the Secretaría de la Función Públi-

* Nota de la autora. Este artículo con ciertos cambios es traducción al español del original en inglés presentado durante la conferencia The Memory of the World in the Digital age: Digitization and Preservation (La memoria del mundo en la era digital: digitalización y preservación). Vancouver, septiembre 26-28, 2012. ** Archivista, consultora independiente.

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Introducción

Antes de la emisión de la Ley Federal de Archivos1 el pasado enero de 2012, los documentos de archivo digitales no eran un tema considerado seriamente. Aunque ya existían ciertos lineamientos generales poco claros para el gobierno federal,2 sólo los archivistas estaban y están preocupados por este tipo de documentos de archivo. Se puede decir que hasta ahora las áreas de tecnologías de la información (TI) regulan sobre cómo se maneja la información en dependencias y entidades sin ninguna práctica archivística, no obstante que todos los sistemas de información producen, mantienen y preservan información que cumple o funciona como documento de archi-vo, debido a que son producidos como un instrumento o derivado de una actividad o como referencia, son únicos y tienen un vínculo archivístico que los relaciona con otros de la misma agregación. Actualmente, cuando se ha llevado a cabo un cambio de gobierno, no se tiene conocimiento sobre cómo fueron entregados los documentos de archivo digitales a la nueva administración federal o cuáles son los métodos para su mantenimiento o si los mismos ya fueron eliminados, o si existe información sufi ciente para asegurar que los sistemas donde la información reside son de confi anza.

ca, should issue the requirements and processes for a recordkeeping system as well as for the development of a digital repository for long term preservation. There are already models, standards, and basic requirements, widely accepted that may be reviewed and adapted for the national circumstances. However, good practices for digital records preservation require giving special attention to digital records appraisal activities. Thus, in order make recommendations for digital records appraisal policies for federal agencies, this paper provides an overview of selected documents from national archives as well as research projects on this issue.

Key words: appraisal, digital archival documents, policies and guide-lines.

1 Disponible en http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/LFA.pdf (consulta diciembre 10, 2012).2 Los Lineamientos generales para la organización y conservación de archivos en dependencias y entidades de la administración pública federal ya no están vigentes, se pueden consultar en: http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/regla/26.PDF (consulta diciembre 10, 2012)

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Aunque las normas y disposiciones sobre seguridad informática ayudan al mantenimiento de los sistemas de información, esto no es sufi ciente ya que la seguridad informática no contempla prácticas archivísticas para garantizar autenticidad, fi abilidad e integridad, tales como clasifi cación y disposición documental, por lo que en la actualidad se desconoce cómo se dispone de los datos que se encuentran en dichos sistemas de información, o si se mantienen sin ninguna razón para ello, o si ya se encuentran en riesgo debido a una migración u otros cambios (tecnológicos, administrativos o jurídicos).

De los males el menor, la citada Ley Federal de Archivos establece por primera vez disposiciones para los documentos de archivo digitales, dispone que los procesos e instrumentos técnicos son equivalentes tanto para documentos de archivo en papel como digitales, dentro de éstos se encuentran los procesos de uso, creación de cuadros de clasifi cación archivística, integración de expedientes, descripción (a nivel de sección, serie, expediente), transferencias, conservación, monitoreo, así como controles de datos personales y acceso a la información, valoración y auditoría. En particular para documentos de archivo digitales se debe considerar al menos: a) mantener y preservar metadatos creados para el desarrollo de un sistema de gestión documental; b) incluir reglas y medidas que garanticen la autenticidad, seguridad, integridad y disponibilidad de los documentos de archivo, así como de aquellas destinadas a su administración y control; y c) desarrollar procedimientos para documentar los procesos de actualización, respaldo, migración u otros procesos que puedan afectar la autenticidad de los documentos de archivo digitales así como aquellos cambios jurídico-administrativos y tecnológicos en sistemas, programas o dispositivos y equipo que también puede impactar en el contenido de los documentos de archivo.

Respecto de un sistema de gestión documental, especial atención merece lo que se señala en el artículo 20 de la citada ley, cuando señala que el sistema de gestión documental deberá contemplar funcionalidades para la elaboración, captura, organización y conservación de documentos de archivo electrónico procedentes de los diferentes sistemas del sujeto obligado. Por lo general, cuando se habla de documentos de archivo electrónico se piensa en aquellos que son similares a los documentos de archivo en formato tradicional (ofi cios,

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cartas, memoranda, facturas, etc.), sin embargo, se olvida que en el ambiente digital hay nuevas formas de documentos de archivo. Tal es el caso de los sistemas de información que producen datos, mismos que se encuentran sustentados en una función delegada a un área, sustentan trámites (bases de datos de nóminas) o actividades (sistemas estadísticos), son únicos y, funcionan como documentos de archivo, por lo que, según disposiciones que emita el productor, en su momento estos datos deberán de formar parte del sistema de gestión documental o los sistemas de información deberían integrar funcionalidades de la gestión documental, tales como cuadro de clasifi cación, vigencias documentales, información contextual, de monitoreo y pista de auditoría, entre otras.

Afortunadamente las disposiciones de la ley no olvidaron la preservación de documentos de archivo en el largo plazo, ya sea para el uso del productor o por sus valores históricos y sociales. En este caso la ley dispone que las instituciones deben contar con un sistema de preservación según las especifi caciones que para éste se emitan.

En este orden de ideas, además de las funcionalidades para sistemas de gestión documental3 para dependencias y entidades, en relación con la preservación de los documentos de archivo en el largo plazo el Archivo General de la Nación (AGN) debe desarrollar un repositorio digital junto con las políticas, normas y procedimientos relacionados con la valoración y transferencia de aquellos que tienen valor histórico y pueden ser considerados como patrimonio documental de la nación.

En particular, respecto de la transferencia/recepción de documentos de archivo a un repositorio digital para su preservación en el largo plazo, el modelo OAIS4 proporciona los elementos principales para este proceso.

3 Los términos que más se usan son: sistema de gestión documental, sistema de gestión de documentos de archivo y sistemas automatizados para la gestión documental (este último es mencionado en la Ley de Federal, se le define como: “conjunto de reglas que rigen el almacenamiento, uso, permanencia y disposición de documentos de archivo y/o información acerca de ellos, así como las herramientas y mecanismos usados para implementar dichas reglas”. Glosario del Proyecto InterPARES. Disponible en:http://infocuib.laborales.unam.mx/~presarch/archivo/glosario.php (consulta, diciembre 9, 2012).4 Consultative Committee for Space Data Systems (Comité Consultivo para los sistemas de datos del Espacio (2012): Reference Model for an Open Archival Information System (OAIS) (Modelo de Referencia para un Sistema Abierto de Infomación de Archivo). http://public.ccsds.org/publications/archive/650x0m2.pdf (consulta diciembre 9, 2012).

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El modelo considera elementos tales como: acuerdos entre el productor y el preservador en relación con el tipo de información que será transferida, formatos, medios de transmisión y periodicidad, así como los requisitos que se establecerán por el repositorio respecto del tipo de información que conservará y mantendrá, los tipos de metadatos requeridos, los derechos intelectuales que se adquieren entre otros. Esto no sucede con el proceso de valoración, no existe un único modelo o metodología para realizarlo, pero también es un hecho que la valoración5 ya no puede llevarse a cabo sin políticas, metodologías o lineamientos específi cos, éstos son esenciales si realmente se desean conservar los materiales patrimoniales disponibles para la sociedad, las instituciones y la investigación.

Actualmente, para los documentos de archivo las dependencias y entidades ya cuentan con cuadros de clasifi cación funcionales vinculados a las vigencias documentales, aunque se percibe que estos instrumentos no siempre están bien elaborados o no se aplican de la manera correcta por lo que primero deberán revisarse para su implementación en el ambiente digital. Como se sabe, la clasifi cación funcional es relevante en los procesos de valoración documental, por lo que contar con un buen cuadro de clasifi cación funcional resulta imprescindible.

En cuanto a una metodología de valoración, el AGN, institución res-ponsable de autorizar la destrucción o transferencia a un archivo histórico en el ámbito de la administración pública federal, emitió una guía de referencia para identifi car las series documentales con valor secundario,6 ésta recomienda a las dependencias y entidades llevar a cabo una valoración de las series durante la primera y la segunda fase del ciclo de vida, primero para un estudio de calidad de las series y la segunda para la comparación

5 Para este artículo la definición que se utilizará en valoración es la propuesta en el Glosario de InterPARES: “El proceso de determinar el valor de los documentos de archivo con el propósito de establecer el período de retención y disposición (destrucción o transferencia) así como los términos y condiciones de transferencia de los mismos del productor hacia el preservador. [Archivos]. Este término se usa en España, México, Centroamérica, Colombia y Perú; no así en Argentina y Uruguay y Brasil donde el término «valoración» no es utilizado y en su lugar se usa el término «evaluación»”. Disponible en: http://infocuib.laborales.unam.mx/~presarch/archivo/glosario.php (consulta diciembre 9, 2012).6 Archivo General de la Nación (2009): Guía para la identificación de series documentales con valor secundario. http://www.agn.gob.mx/menuprincipal/archivistica/pdf/GuiaIdentificacion21052012.pdf (consulta diciembre 10, 2012).

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con series similares creadas por otras instituciones, además la guía ofrece ciertos tópicos generales así como una lista de verifi cación que conducirá a una aproximación de ciertos documentos con valores secundarios. El AGN también emitió los requisitos básicos para la transferencia de documentos de archivo en papel que serán preservados en el largo plazo. Sin embargo, aún faltan políticas, lineamientos o prácticas para valorar los documentos de archivo digitales.

Con base en lo anterior, en este estudio se pretende ofrecer una aproximación de ciertos factores y recomendaciones que deberían tomarse en cuenta para el desarrollo de políticas de valoración en México. Está basado en la revisión de las principales políticas o reglas emitidas por los Archivos Nacionales de Canadá, Estados Unidos, el Reino Unido y Nueva Zelanda, publicadas en sus sitios web. Además, los materiales del Proyecto InterPARES relacionados con la valoración serán tomados en cuenta, así como las recientes conclusiones obtenidas por el Grupo de Valoración de Documentos de Archivo Digitales del Proyecto Iberoamericano de Evaluación de Documentos.7 Primero se hace una síntesis de los documentos revisados y enseguida se hace una propuesta para la integración de políticas o lineamientos de valoración.

National Library and Archives of Canada (LAC) (Biblioteca y Archivos Nacionales de Canadá). Documento: Appraisal Methodology: Macro-Appraisal and Functional Analysis. Part B: Guidelines for Performing an Archival Appraisal of Government Records. (Metodología de valoración: macro-valo ración y análisis

7 El Proyecto Iberoamericano de Evaluación de Documentos fue financiado parcialmente por el Consejo Internacional de Archivos durante el periodo 2009-2012. En el mismo participaron docentes y archivistas prácticos de Argentina, Brasil, Colombia, España, Costa Rica, México, Perú y Uruguay. Los participantes del proyecto se organizaron en diferentes grupos de investigación para abordar a la valoración/evaluación desde diferentes perspectivas: terminología, programas de formación profesional, muestreo, metodologías y temas específicos relacionados con la valoración de documentos de archivo digitales. Este último grupo fue coordinado por Lluis-Esteve Casellas (en 2010) y Alicia Barnard (2010-2012) y estuvo integrado por: Ma. Teresa Bermudez, de Costa Rica; Aída Cristina Oliveiro, de Argentina; Andrés Pak Linares de Argentina y Aída Luz Mendoza Navarro del Perú. Para mayor información sobre el proyecto Iberoamericano de Evaluación de Documentos consúltese http://blogs.ffyh.unc.edu.ar/evaluaciondedocumentos/category/mariela-alejandra-contreras-argentina/ (consulta, diciembre 9, 2012).

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funcional. Parte B. Directrices para llevar a cabo una valoración archivística de los documentos de archivo de gobierno). 2000, revisada en 2005.8

Las directrices propuestas están basadas en una aproximación de la macro-valoración mediante el análisis funcional para obtener información acerca del ambiente donde la información fue registrada tal como su naturaleza, estructura, proceso de producción y específi camente las interrelaciones con otros productores y usuarios de información/documentos de archivo. También consideran al fi nal la micro-valoración para identifi car factores tales como la completitud, exhaustividad, autenticidad, unicidad y relación con otros documentos de archivo, fecha y período, extensión, usabilidad, condiciones físicas. En particular, en relación con el programa de envío de datos o el análisis de sistemas, las directrices citadas recomiendan: “investigación de micro-datos así como archivos de datos longitudinales de dichos micro-datos a fi n de (reconocer o) confi rmar el papel de los sistemas regionales y sus relaciones con datos que se comparten con sistemas superiores”.9

National Archives and Records Management Administration (NARA) of the United States. (Administración Nacional de Archivos y Gestión de Documentos de Archivo de Estados Unidos). Documento: Appraisal Policy (Política de valoración), septiembre 2007.10

El propósito de esta política es establecer el esquema estratégico, objetivos y directrices que NARA utiliza para determinar si los documentos de archivo federales, en formato tradicional o digitales, tienen un valor histórico. Establece cuáles son las categorías de documentos de archivo permanentes así como directrices específi cas para la valoración de ciertas categorías de documentos de archivo.

La política establece que la autoridad para la retención y destino fi nal de los documentos de archivo federales es el archivista nacional, aunque también señala que el proceso se lleva a cabo con grupos interesados y considera

8 Disponible en: http://www.collectionscanada.gc.ca/government/disposition/007007-1041-e.html (consulta diciembre 10, 2012). 9 Idem.10 Disponible en: http://www.archives.gov/records-mgmt/initiatives/appraisal.html (consulta, diciembre 10, 2012)

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el punto de vista del productor. Además, la política incluye apéndices para consideraciones especiales, tales como la usabilidad de documentos de archivo digitales que puedan requerir medidas específi cas debido a sus capacidades tecnológicas en contraste con otros documentos de archivo de fácil mantenimiento. También contempla consideraciones especiales para ciertos tipos de documentos de archivo tales como datos observacionales, documentos de archivo sobre medio ambiente, salud y seguridad o documentos de archivo de investigación y desarrollo; tales consideraciones están orientadas principalmente a documentos de archivo digitales.

The National Archives (TNA). United Kingdom (Los Archivos Nacionales del Reino Unido. Documento: The National Archives Appraisal Policy, (Política de valoración de los Archivos Nacionales, última actualización agosto, 2004).11

Objetivos:

Desarrollar un sistema de valoración aplicable a nuevos ambientes creados por los documentos de archivo digitales.

Asegurar la transferencia continuada de documentos de archivo en papel por al menos los siguientes 20 años.

Asegurar que en la valoración para archivos históricos se seleccionen documentos de archivo de alto valor evitando la duplicidad.

Proporcionar métodos de valoración tanto para documentos de archivo en papel como digitales, así como aquellos producidos en cualquier otro medio.

La política establece que una valoración efectiva, principalmente en ambiente digital, depende de buenos sistemas de producción de documentos de archivo y de sus vigencias.

11 Disponible en: http://www.nationalarchives.gov.uk/documents/information-management/appraisal_policy.pdf (consulta, diciembre 10, 2012).

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La política fue desarrollada para tratar los documentos de archivo digitales, y acepta que el Sistema Grigg emitido en 195812 ha probado su efectividad para los documentos de archivo en papel; no obstante, se hace necesario hacer cambios para la valoración de documentos de archivo digitales. Por otra parte, la política considera a la macro-valoración apropiada para los documentos de archivo digitales como una guía inicial para identifi car el valor documentos de archivo para la organización, así como su valor histórico a fi n de entender las funciones que crean los documentos de archivo. Con base en ello, la macro-valoración será aplicada para identifi car series documentales con un valor histórico potencial así como para identifi car bases de datos y expedientes que se traslapan entre departamentos. También incluye la necesidad de desarrollar una guía general de valoración para series documentales que son producidas por departamentos con funciones similares.

Respecto de la valoración los Archivos Nacionales del Reino Unido también han desarrollado varios documentos que ayudan a las dependencias con el proceso tales como La plantilla para el reporte de valoración, Las directrices generales para la selección de documentos de archivo o el documento sobre Cómo integrar un reporte de valoración y El cuestionario de valoración a nivel de series.13

New Zealand Archives. (Archivos de Nueva Zelanda) Documento: Appraisal Policy (Política de valoración), septiembre 2008.14

Objetivo

Apoyar al archivista nacional en la toma de decisiones sobre valoración de los documentos de archivo del gobierno para determinar su destino fi nal.

La política explica brevemente por qué es necesaria la valoración en el contexto de las ofi cinas de gobierno y de agencias locales, así como los

12 Para mayor información del Sistema Grigg, consúltese: The National Archives: Appraisal Policy. Backgroud paper- The “Grigg System” and Beyond, disponible en: http://www.nationalarchives.gov.uk/documents/information-management/background_appraisal.pdf (consulta, diciembre 10, 2012. 13 Disponible en: http://www.nationalarchives.gov.uk/information-management/guidance/a.htm (consulta, diciembre 10, 2012).14 Disponible en: http://archives.govt.nz/sites/default/files/appraisal_policy_0.pdf (consulta diciembre 10, 2012).

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propósitos para determinar cuáles documentos de archivo son públicos. También incluye principios de buenas prácticas de documentos de archivo para sustentar la toma de decisiones en la valoración tales como: legalidad, rendición de cuentas y transparencia, consistencia y recursos que deberán tomarse en consideración así como el punto de vista de los productores.

También la política establece ciertos objetivos que ayudan a identifi car el valor histórico de los documentos de archivo y las responsabilidades del proceso tanto para productores como para preservadores. La política aplica para cualquier documento de archivo (electrónico, papel u otro) según se establece en la Ley de Documentos Públicos de Archivo.15

InterPARES

Al revisar las propuestas del Proyecto InerPARES para la valoración, se identifi can cuatro elementos básicos a considerar en la valoración de documentos de archivo digitales.16

1. Realizar la valoración al principio del ciclo de vida o cuando se desarrolla el sistema de gestión documental. La valoración al principio del ciclo de vida aplica no sólo a documentos de archivo digitales sino para cualquier otro soporte y si bien el proceso se venía realizando durante la segunda fase del ciclo, un sistema de gestión documental, que por igual deberá manejar documentos de archivo en cualquier soporte, deberá por fuerza incluir vigencias y destino fi nal de los mismos.

2. Evaluar y documentar autenticidad. La intangibilidad de los documentos de archivo digitales, así como la obsolescencia tecnológica o su transmisión en el tiempo y el espacio son sin duda factores que comprometen la autenticidad, aunque, en principio, deberá aceptarse que los documentos de archivo del productor son auténticos, a menos de que lo contrario sea probado. La valoración

15 Disponible en: http://www.legislation.govt.nz/act/public/2005/0040/latest/DLM345537.html. (consulta diciembre 10, 2012).16 InterPARES Project.: Preserver Guidelines - Preserving Digital Records: Guidelines for Organizations http://www.interpares.org/ip2/display_file.cfm?doc=ip2(pub)preserver_guidelines_booklet.pdf (consulta diciembre 10, 2012).

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de la autenticidad se lleva a cabo mediante la identifi cación de los elementos relacionados con la identidad (personas, fechas, vínculo archivístico) y la integridad (completitud y unicidad) de los documentos de archivo o el sistema de gestión documental donde residen.

3. Determinar la factibilidad de la preservación. Mediante la identifi cación de los requisitos para la preservación, los formatos así como los componentes digitales, tales como metadatos, información de contexto y contenido ayudará a la institución que va a preservar los documentos de archivo en el largo plazo a entender los costos de adquisición, considerando que en su mayoría son constantes. Al respecto, pueden existir documentos de archivo desarrollados en sistemas complejos y posiblemente sea necesario posponer su transferencia para conseguir más recursos o establecer alianzas con otras instituciones.

4. Monitoreo de documentos de archivo. Es necesario monitorear y revalorar que los documentos de archivo digitales que ya han sido valorados para su preservación en el largo plazo antes de su preservación. Esto con el propósito de evaluar si la decisión de valoración inicial no ha cambiado o si no existe daño en los documentos de archivo y sus componentes cuando hay cambios o rediseño del sistema de gestión documental o en las funciones dentro de la organización o en cuanto al estatus de la información de los documentos de archivo.

El Proyecto InterPARES con apoyo del Consejo Internacional de Archivos desarrolló la serie Caminos de los documentos de archivo digitales: Tópicos en preservación digital.17 La serie incluye un módulo dedicado a la valoración, en el cual se reafi rma que los principios de valoración “deben ser incrustados en todas las actividades relacionadas con la producción y mantenimiento de los documentos de archivo”. El módulo propone los siguientes pasos para llevar a cabo la valoración, mismos que están basado en los tópicos arriba mencionados:

17 Documento en PDF.

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Compilar información. Esta actividad comprende reunir la información contextual del grupo de documentos de archivo que serán valorados (jurídico-administrativa, de procedencia, procedimental y tecnológica).

Evaluar el valor. El valor continuado ya sea para el productor, por razones legales, de evidencia o de las actividades de la organización, o para propósitos culturales, históricos y de investigación pudieran ser evaluados ya sea de arriba-abajo (macro-valoración) en términos de los contextos de los documentos de archivo o desde una aproximación de abajo-arriba (micro-valoración) mediante la evaluación de sus valores.

Evaluar y documentar la autenticidad. Los requisitos de InterPARES para evaluar y mantener la autenticidad18 fueron diseñados con el fi n de determinar la procedencia del ingreso de documentos de archivo para su preservación en el largo plazo, o para recomendar la realización de una evaluación de riesgos cuando la autenticidad está comprometida.

Determinar la factibilidad de preservación. Esta actividad implica identifi car los elementos de los documentos de archivo que serán preservados de acuerdo con el diseño y confi guración del sistema, los elementos de los documentos de archivo que pueden manifestarse en componentes digitales en varias formas (contenido, metadatos y contextos de producción). Esto ayudará a conocer el sistema, las manifestaciones esenciales de los documentos de archivo, sus metadatos y el contexto de producción que ayudarán a reconciliar los requisitos de preservación con las capacidades de preservación, mediante la evaluación de las capacidades de preservación actuales y futuras, tales como conocimiento profesional, experiencia así como recursos fi nancieros y para infraestructura tecnológica. Monitoreo de documentos de archivo valorados. Una vez que se ha tomado la decisión sobre los documentos de archivo que serán preservados en el largo plazo éstos requieren ser monitoreados mientras se encuentran en el

18 Fuerza de tarea sobre autenticidad del Proyecto InterPARES (2002): “Appendix 2: Requirements for Assessing and Maintaining the Authenticity of Electronic Records.” http://www.interpares.org/book/interpares_book_k_app02.pdf. (Consulta diciembre 10, 2012).

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sistema de gestión documental del productor, a fi n de verifi car si la decisión inicial de valoración, si los términos y condiciones iniciales de transferencia, son válidos o si es necesario llevar a cabo un nuevo proceso de valoración.

Llevar a cabo la disposición. Cuando los documentos de archivo digitales valorados para su preservación en el largo plazo ya no son necesarios para el productor serán preparados para su transferencia y transmisión.

El Grupo de Valoración de Documentos de Archivo Digitales del Proyecto Iberoamericano de Evaluación enfocó sus estudios sobre valoración en varios archivos nacionales así como en proyectos de investigación o instituciones, algunos de los cuales fueron también revisados para este caso de estudio.19 Las principales recomendaciones para una política de preservación establecen que la valoración no debería hacer distinciones entre documentos de archivo digitales y físicos, sin embargo, es necesario que la misma considere principios específi cos para la valoración de documentos de archivo digitales. Con base en lo anterior, las políticas específi cas para la valoración de documentos de archivo digitales deberían considerar las siguientes recomendaciones:

1. Desarrollar e instrumentar cuadros de clasifi cación, tablas de migra-ción, procedimientos de migración, refrescamiento y actualización antes de la transferencia a fi n de asegurar la integridad, fi abilidad y usabilidad de los documentos de archivo digitales.

2. Tomar en consideración los problemas asociados con documentos de archivo alojados fuera de servidores y desarrollar recomendaciones al respecto.

3. Elaborar directrices para la retención de metadatos en la decisión de valoración y su vínculo al documento de archivo durante el período de retención, así como la protección en contra de la disposición no autorizada.

4. Establecer estrategias de monitoreo para identifi car cambios jurídico-

19 Dicho grupo revisó además documentos e información de: los Archivos Nacionales de Australia, los siguientes sitios y proyectos de investigación: Digital Curation Centre, Digital Preservation Europe, Inter-University Consortium for Political and Social Research, UK Data Archive.

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administrativos, de procedencia, procedimentales y tecnológicos de los documentos de archivo que ya han sido valorados para su preservación en el largo plazo.

5. Considerar que los sistemas de información del productor cum-plan con procedimientos y procesos de gestión documental a fi n de identifi car y establecer periodos de retención, proporcionar infor-mación periódica relacionada con las actualizaciones o cambios de los sistemas, así como actividades de transferencia o destrucción de a cuerdo con tablas de vigencias y documentación relacionadas con las funcionalidades del sistema que describan documentos de archivo de entrada o internos, relacionados con la información que se maneja.

6. Considerar la elaboración de directrices para el control y eliminación de documentos de archivo producidos o incluidos en sitios web y, cuando sea necesario, adaptar vigencias a fi n de incluir series creados para el sitio web cuando éstas no han sido consideradas.

7. Considerar la valoración de información derivada de modelos de análisis de datos científi cos.

Además de las recomendaciones para políticas, el grupo de Valoración de Documentos de Archivo Digitales estableció ciertos requisitos y tópicos a considerar cuando se lleva a cabo la valoración de documentos de archivo digitales.

Políticas generales de valoración

De lo anterior es posible concluir que existe información sufi ciente para el diseño de políticas generales de valoración, con atención especial a documentos de archivo digitales, los cuales se encuentran en riesgo constante debido al ambiente tecnológico que compromete su autenticidad y cuestiona seriamente si son confi ables para su preservación en el largo plazo. A continuación se presentan las recomendaciones que deberían ser consideradas para la elaboración de una política de preservación en dependencias y entidades del gobierno federal.

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En primer término, es necesario considerar una política de valoración con principios generales que sean aplicados tanto en documentos de archivo en papel y digitales o en cualquier otro soporte, con temas especiales para ambientes digitales. Para ello se deberían considerar los siguientes factores:

El papel y responsabilidades del productor y el preservador en el proceso de valoración.

El establecimiento de comités de valoración en dependencias y entidades, así como el correspondiente en el AGN, donde además del productor, archivista y experto en tecnologías de la información deberán participar expertos sobre las materias o temas a que se refi eren los documentos de archivo a valorar, sean funcionarios o grupos de interés externos.

La declaración de las principales razones gubernamentales, históricas y sociales para la preservación en el largo plazo.

Listas de verifi cación que puedan ayudar al productor en el proceso de toma de decisiones.

El desarrollo de documentos adicionales para:

Una metodología apropiada, lineamientos y procedimientos para llevar a cabo el proceso de valoración. Éstos harán distinción de los documentos de archivo tradicionales (papel u otros) y los digitales.

Criterios específi cos de disposición para series genéricas que son producidas y mantenidas en dependencias y entidades diferentes, cuyo tratamiento para su disposición debería ser homogéneo.

Establecer como principio que el proceso de valoración deberá llevarse a cabo al principio del ciclo de vida o cuando se diseña el sistema de gestión documental.

En particular, la política de valoración de documentos de archivo digitales deberá considerar lo siguiente:

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La valoración funcional como una aproximación inicial, comple-mentada cuando sea necesario con la micro-valoración.

Los principales pasos para llevar a cabo la valoración de documentos de archivo digitales deberán ser:

Evaluar y documentar autenticidad. Identifi car componentes digitales de los documentos de archivo

(metadatos e información contextual). Determinar la factibilidad de preservación en el largo plazo. Monitorear los documentos de archivo digitales ya valorados. Desarrollar planes de transferencia-recepción.

Diseño e instrumentación de estrategias de análisis de riesgos cuando se infi ere que los documentos de archivo tienen valores secundarios importantes, pero su autenticidad está comprometida debido a la falta de componentes estructurales, o formales, o debido a que no fueron capturados en un sistema de gestión documental.

A manera de conclusión, respecto de la valoración de los documentos de archivo digitales, dice Luciana Duranti:20

La valoración, diferente de la selección, está totalmente condicionada por el contexto específi co.

Requiere de una relación clara entre el productor y el preservador. La selección y la valoración debe estar basada en la confi anza. La valoración debe estar claramente motivada no sólo por

argumentos archivísticos/diplomáticos y tecnológicos, también los hay de carácter legal, ético y fi nancieros.

El archivista debe ser todo para todos los documentos de archivo, incluyendo los documentos de archivo potenciales que pudiera contribuir a diseñar.

20 Duranti, Luciana, “The Appraisal of Digital Records: The Return of Diplomatics as Forensic Discipline. International Conference on Surviving the Digital Wild Frontier.” Singapore, Singapore. November 3, 2010.

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La valoración debe llevarse a cabo lo más pronto posible después de su producción.

La valoración debe considerar funciones, documentos de archivo, sistemas.

La valoración debe llevarse a cabo por un grupo de profesionales de documentos de archivo, expertos en leyes y en temas fi nancieros, y profesionales de tecnologías de la información.

La valoración debería servir al productor, investigadores y la sociedad sin límites.

La valoración debería llevarse en el ambiente en el cual los documentos de archivo residen en cierto momento.

La valoración debería llevarse a cabo cada vez que el sistema de gestión documental es actualizado o cambiado. Una vez que los documentos de archivo son adquiridos, el proceso de selección y la valoración son defi nitivos.

A pesar de la disponibilidad de políticas, metodologías, procedimientos o requisitos, los documentos de archivo digitales estarán en constante peligro de perderse si las autoridades de alto nivel olvidan que las prácticas archivísticas y diplomáticas son urgentes para producir, mantener y pre-servar los documentos de archivo. Los gestores de documentos y archivistas ya no pueden estar aislados de las dinámicas de la organización, por lo que, en el proceso de valoración, así como en otros, deberían estar acompañados por otros profesionales para cumplir con sus tareas, puesto que las mejores soluciones en la preservación de documentos de archivo son multidisciplinarias, transdisciplinarias e interdisciplinarias, donde las tecnologías de la información juegan un papel importante pero no el único, como se percibe actualmente por las autoridades.

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RECONOCIMIENTO, PRESERVACIÓN Y PÉRDIDA DEL VALOR JURÍDICO DEL DOCUMENTO DE ARCHIVO ELECTRÓNICO*

Martha Alicia Ávila Maravilla**

Resumen

Los documentos tienen diversos valores, entre ellos el legal. Dependiendo de sus características específi cas los documentos con valor legal pueden ser constitutivos o probatorios. Después de describir y ejemplifi car las características de cada clase, la autora enfatiza que, por sus efectos prácticos, debe tenerse especial cuidado en la conservación de los valores legales cuando un documento de este tipo cambia de soporte en los procesos de digitalización. En este sentido considera necesario una regulación en la materia, que sea uniforme en todo el país, para tener certeza jurídica en la aplicación de las tecnologías de la información. Con este propósito destaca ordenamientos que ya se han emitido en otros países.

Palabras clave: preservación digital, documento de archivo electró-nico, valor jurídico del documento.

Abstract

Documents have diverse values, among them, the legal value. De-pending on their specifi c characteristics, documents with legal value can be either ad substantiam actus or ad probatum. After describing and giving examples of the characteristics of each kind, the author emphasizes that, according to their practical effect, it is important to be careful with the preservation of the legal values of a document when it changes its support because of a digitalization process. For

* Una versión de este artículo fue presentado como ponencia en la mesa denominada: Sistemas automatizados de gestión documental, moderada por Alicia Barnard Amozorrutia, en la XXXIV Reunión Nacional de Archivos.

** Licenciada en derecho por la Universidad de las Américas-Puebla y master en derecho de las nuevas tecnologías e informática jurídica por la Universidad de Boloña, Italia.

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Entre los diferentes valores que puede poseer un documento de archivo están los de carácter legal, que son aquellos que sustentan las obligaciones o derechos de una institución o de una persona. En su libro Preservación del patrimonio documental digital en México, Juan Voutssás destaca que “Algunas personas no le conceden [a los aspectos legales]… la importancia debida y sin embargo es uno de los factores que hoy en día inciden más notoriamente sobre los proyectos de preservación documental”.1

Tipos de documentos con valor legal

Los documentos con valor legal pueden ser títulos de derechos y obligaciones (documentos constitutivos) y/o documentos que acreditan la existencia de hechos, que podrían ser generadores de derechos y obligaciones (documentos probatorios).

En un documento probatorio “la existencia del título no presupone la existencia y ejercicio de un derecho, pero sí garantiza y facilita su prueba”,2 lo que permitirá a un tercero, que puede ser un juez, cierto grado de certeza sobre la existencia de lo que el documento refi ere.

En cuanto a los documentos constitutivos, hay algunos donde la ley reputa que los derechos y obligaciones que contienen están incorporados al documento. Visto como objeto, el documento es el título de esos derechos. Un documento constitutivo “es todo instrumento que para el nacimiento o adquisición de un derecho, requiere, so pena de nulidad, que la declaración de voluntad que lo origina o lo transfi ere […] conste por escrito”.3 Ejemplos

this reason, she considers mandatory a regulation on this matter, which should be uniform in the whole country, in order to have legal certainty on the application of the information technologies. With this purpose in mind, she highlights the laws already on use on other countries.

Key words: Digital preservation, electronic record, record’s legal value.

1 Voutssas Márquez, Juan, Preservación del patrimonio documental digital en México, p. 97.2 Labariega V, “Documento constitutivo”, Diccionario jurídico mexicano, pp. 1199-1201.3 Ibid., p. 1200.

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de es tos documentos son las pólizas de fi anzas y seguros, los títulos de concesión, los títulos de crédito, el primer testimonio en una hipoteca, etcétera.

Efectos prácticos y digitalización

Si recurrimos a un juzgado para exigir el cumplimiento de un derecho contenido en cualquiera de estos títulos, por ejemplo a exigir el pago de un pagaré, con una copia certifi cada del documento o, peor aún, con una copia simple, el juez desechará la demanda indicando que para hacer efectivos los derechos consignados en un pagaré se requiere del documento original.

Si no disponemos del documento original deberemos promover judicialmente su reposición llamando a todas las partes interesadas y probar al juez su existencia.

En el procedimiento judicial de reposición, la copia certifi cada notarial del pagaré servirá para demostrar que éste existió así como su contenido exacto. La copia simple tal vez le serviría al juez como indicio de la existencia y el contenido del documento. Sin embargo, sólo será hasta que se obtenga la reposición del título, o sea, del documento constitutivo de derechos, cuando podamos exigir el pago, porque el derecho está incorporado en el documento.

¿Qué trascendencia tiene esto cuando hablamos de un cambio de soporte del documento?

Si digitalizamos una póliza de seguro vigente y destruimos el original se pierde el valor jurídico primordial: ser el título para ejercitar un derecho, aun si nos quedamos con una copia certifi cada. La digitalización simple y llana de un documento, que no tenga incluidas mayores garantías para asegurar la fi abilidad de su contenido, equivale funcionalmente a una copia simple. En otros términos, aunque escaneemos el documento para obtener su imagen digital y la imprimamos después en papel, sus efectos legales son los mismos que los de una copia fotostática.

Por lo tanto, pasar documentos constitutivos por cualquier proceso de cambio de soporte resulta en la pérdida de su valor legal. Si alguien considera digitalizarlos debe tomar en cuenta que esos documentos sólo mantendrán sus valores informativos, por lo que deberá conservar en todo caso los

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documentos originales, por lo menos hasta que pierdan sus valores legales.Los documentos constitutivos son un grupo reducido y muy específi co

bien identifi cado por sus productores, de los que podemos descartar una digitalización con fi nes de eliminación de los originales.

Otro aspecto del valor jurídico de los documentos corresponde a su valor probatorio. La doctrina y los códigos procesales en México son unánimes en relación con la división de los documentos en públicos y privados.

De acuerdo con Código Federal de Procedimientos Civiles:4 “son documentos públicos aquellos cuya formación está encomendada por la ley, dentro de los límites de su competencia, a un funcionario público revestido de la fe pública, y los expedidos por funcionarios públicos, en el ejercicio de sus funciones” (artículo 129).

Más casuística es la redacción del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal,5 que indica:

Artículo 327.- Son documentos públicos: [entre otros]I. Las escrituras públicas, pólizas y actas otorgadas ante notario o corredor

público y los testimonios y copias certifi cadas de dichos documentos;II. Los documentos auténticos e informes expedidos por funcionarios que

desempeñen cargo público, en lo que se refi ere al ejercicio de sus funciones;III. Los documentos auténticos, libros de actas, estatutos, registros y catastros

que se hallen en los archivos públicos, o los dependientes del Gobierno Federal, de los Estados, de los Ayuntamientos o del Distrito Federal;

IV. […]V. Las certifi caciones de constancias existentes en los archivos públicos

expedidas por funcionarios a quienes competa;VI . […]

El Código Federal de Procedimientos Civiles6 señala que los documentos públicos hacen prueba plena de los hechos legalmente afi rmados. El Código de Procedimientos Civiles del Distrito Federal indica además que los medios de prueba serán valorados en conjunto, debiendo el tribunal exponer los

4 México. Código Federal de Procedimientos Civiles, 24 de enero de 1988.5 México. Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, 26 de mayo de 1928. 6 Op. cit., art. 202.

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fundamentos de la valoración jurídica que se conceda a cada una, salvo tratándose de documentos públicos, los que tendrán valor probatorio pleno, y por tanto no se perjudicarán en cuanto a su validez por las excepciones que se aleguen para destruir la pretensión que en ellos se funde.7

Para el Código Federal de Procedimientos Civiles los documentos privados son todos aquellos que no encuadren en la descripción de documentos públicos.8 Los documentos privados no gozan del pleno valor probatorio.

Visto lo anterior, pensemos entonces en un cambio de soporte de la documentación que le permita conservar sus valores probatorios. Esto es factible si la ley concede valor legal al producto del cambio de soporte.

Si digitalizamos sin respaldo de la ley lo único que obtenemos es lo que ya explicamos anteriormente: la imagen digital de un documento, con el valor legal de una copia fotostática. Este proceso podría ser admitido cuando el documento original se conserva y sólo se quiere consultar fácilmente su contenido.

Sin embargo, es evidente que los procesos de digitalización de documentos tienen objetivos que van más allá de la mera consulta, como los de servir como fuentes alimentadoras de bases de datos para certifi caciones automáticas o la eliminación de papel en la administración pública. Esto último implicaría la destrucción del documento original. De ser así, estos procesos deben ser tutelados por la ley.

Estado de la cuestión en México y otros países

En España la posibilidad está prevista en diversos ordenamientos, de los cuales resalto uno por ser toral: la Ley 11/2007, Ley de Acceso Electrónico de los Ciudadanos a los Servicios Públicos,9 que indica.

Artículo 30. Copias electrónicas.

7 Op. cit., art. 403. 8 Código Federal de Procedimientos Civiles, art. 133.9 España. Ley de Acceso Electrónico de los Ciudadanos a los Servicios Públicos, Boletín Oficial del Estado, 23 de junio de 2007, Disponible en Internet: http://www.boe.es/boe/dias/2007/06/23/pdfs/A27150-27166.pdf. (El subrayado es mío).

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1. […]2. Las copias realizadas por las Administraciones Públicas, utilizando medios electrónicos, de documentos emitidos originalmente por las Administraciones Públicas en soporte papel tendrán la consideración de copias auténticas siempre que se cumplan los requerimientos y actuaciones previstas en el artículo 46 de la Ley 30/1992, de Régimen Jurídico de las Administraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común.3. […]4. En los supuestos de documentos emitidos originalmente en soporte papel de los que se hayan efectuado copias electrónicas de acuerdo con lo dispuesto en este artículo, podrá procederse a la destrucción de los originales en los términos y con las condiciones que por cada Administración Pública se establezcan.

En Italia el ordenamiento que concentra estos temas es el Código de la Administración Digital, que indica respecto a los documentos en posesión de las administraciones públicas que:

Las copias en soporte informático de documentos emitidos por la administración pública en soporte analógico [léase soporte papel o soporte distinto al digital], o que se encuentren en su poder, gozan de la misma efi cacia jurídica para todos los efectos de ley, que los originales que reproducen, si su conformidad al documento original es asegurada por el funcionario para ello designado en el ámbito del ordenamiento de la propia administración, mediante la utilización de la fi rma digital o de otra fi rma electrónica califi cada y de conformidad con las reglas técnicas establecidas en términos del artículo 71, en tal caso la obligación de conservar el original del documento es satisfecho con la conservación de la copia en soporte informático.10

10 Italia. Decreto legislativo 7 marzo 2005, núm. 82. El subrayado es mío, así como la traducción. El texto en idioma original dice: Art. 23-ter.- (Documenti amministrativi informatici). 3. Le copie su supporto informatico di documenti formati dalla pubblica amministrazione in origine su supporto analogico ovvero da essa detenuti, hanno il medesimo valore giuridico, ad ogni effetto di legge, degli originali da cui sono tratte, se la loro conformita’ all’originale e’ assicurata dal funzionario a cio’ delegato nell’ambito dell’ordinamento proprio dell’amministrazione di appartenenza, mediante l’utilizzo della firma digitale o di altra firma elettronica qualificata e nel rispetto delle regole tecniche stabilite ai sensi dell’articolo 71; in tale caso l’obbligo di conservazione dell’originale del documento e’ soddisfatto con la conservazione della copia su supporto informatico.

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Además, el Código de la Administración Digital establece la creación de la fi gura del “Conservador Acreditado”, en donde un organismo público llamado Agencia para la Italia Digital, tiene la facultad de acreditar los procesos de digitalización de las diferentes áreas de la administración pública. Aunque las administraciones públicas no están obligadas a certifi carse, la certifi cación tiene como fi n acreditar niveles más elevados de calidad y seguridad en los procesos.

Si nos fi jamos bien estamos frente a dos soluciones normativas para responder la misma pregunta: ¿qué valor se le otorga a un documento electrónico producto de un cambio de soporte?

En España optaron por otorgarle el valor de copia auténtica, como ya lo vimos, en Italia lo equipararon al original para todos los efectos de ley.

¿Qué solución hemos encontrado en México? O, mejor, ¿cuál es el estado de esta cuestión en México?

En México enfrentamos una situación compleja en la legislación relacionada con los temas de las tecnologías de la información. A diferencia de los países mencionados y otros más, nuestro carácter federal ha producido una pulverización de la legislación, por lo que en vez de referirnos a un solo ordenamiento válido en todo el país debemos hacer un esfuerzo adicional.

En México, para conocer la regulación de un tema tan global como la fi rma electrónica debemos, por lo menos, conocer las leyes de fi rma electrónica de los 31 estados de la república (si todos la tuvieran) y la del Distrito Federal, además de las diversas disposiciones que regulan el uso de la fi rma electrónica para fi nes fi scales, bancarios, de la administración pública federal y el comercio. Para saber qué es un documento electrónico, su tratamiento, sus sistemas de gestión, o la migración de este tipo de documentos tendríamos que considerar 33 ordenamientos jurídicos en materia de archivos.

Si quisiéramos conocer las soluciones que se han dado a temas como la validez jurídica de la digitalización, la certifi cación de documentos electrónicos en papel y en formato electrónico, el cotejo electrónico de documentos, etc., deberemos consultar un igual número de ordenamientos legales relativos al uso de medios electrónicos, reitero, si los tuviéramos, ya que la mayoría de los estados siguen haciendo sus esfuerzo para legislar en la materia.

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Varios países ya tienen reglas en mayor o menor medida para regular estos temas. ¿Y México? Ahora, y tal vez tampoco en los siguientes años, no podremos dar una respuesta única, incluso si todas las entidades federativas emitieran los ordenamientos respectivos que tienen pendientes.

Corremos el riesgo de que ante una pregunta sobre las tecnologías de la información en México la respuesta correcta sea: depende. Depende en qué materia y en qué estado, si no es que también los ayuntamientos comienzan a emitir sus propias soluciones aplicables a sus administraciones. No sabremos exactamente cómo actuar si no entramos a fondo a analizar las leyes locales. El tema es tan global que considero que debería tener soluciones nacionales.

Estamos en esta situación porque los temas de la era digital no están expresamente concedidos a la federación, de acuerdo con el pacto federal de 1917. Si bien en ese momento histórico era imposible legislar sobre estos asuntos, hoy sí debe ser materia de refl exión la posibilidad de que el Congreso de la Unión legisle en materia de medios electrónicos en toda la república, o que por lo menos dicte leyes generales sobre el tema y los estados legislen con base en ellas.

Cualquier opción implica modifi car el artículo 73 de la Constitución Política, como en su momento se agregaron competencias en materia de telecomunicaciones, delincuencia organizada, educación y otros temas estratégicos, en los que se consideró necesaria una conducción más armónica de la nación, para fortalecerla sin disminuir la soberanía de los estados.

El tema de las tecnologías de la información tiene en sí mismo complejidades que no deben incrementarse con una multiplicidad de leyes y divergencias conceptuales que sin duda constituyen un factor que frena la asimilación, adopción y desarrollo de la cultura digital.

A manera de conclusión

Las nuevas tecnologías de la información multiplican el potencial de la actividad pública y de los archivos; sin embargo, para el administrador de los archivos su aplicación implica nuevos retos. En este sentido, los documentos con valores legales sólo podrán ser cambiados adecuadamente de soporte, si existen reglas claras que respalden la actuación.

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Será sólo hasta que esto se incorpore en los correspondientes ordenamientos jurídicos y se cumplan los requisitos procedimentales y tecnológicos que se establezcan para garantizar la certeza y fi abilidad del documento, que se podrá hablar de una efectiva conservación de los valores legales del documento electrónico.

En tanto, el administrador debe asumir que la aplicación de estas tecnologías en el sector público o privado deberá ser acorde con las instituciones jurídicas clásicas, que son necesarias como marco de referencia e interpretación de los nuevos fenómenos, ocupando criterios de equi-valencia funcional.

En los diferentes procesos de gestión de documentos electrónicos o de cambio de soporte no debe perderse de vista la conservación del valor legal del documento. En el momento de hacer la valoración documental, el productor debe considerar, además de los valores legales del documento que debe preservar y su vigencia, si éste es susceptible de un cambio de soporte.

Es necesario crear una armonización en la legislación en materia de las tecnologías de la información, por lo que se propone considerar la posibilidad de modifi car nuestra Constitución, a efecto de que el Congreso de la Unión pueda emitir leyes que permitan tener reglas únicas, o al menos uniformes, en todo el país en la materia. En esa tarea, podemos aprovechar las experiencias de otros países para tomar nuestras propias soluciones normativas.

Aunque no estuviésemos listos como país para subir al tren de la modernización y de las nuevas tecnologías (poquísimos países han estado preparados), no podemos evitar que subamos. Los retos los tenemos ya sobre el escritorio, en nuestros servers, en las cajas que impiden el paso por nuestros pasillos; los retos están en nuestro día a día. No aplacemos las decisiones y las acciones que nos permitan afrontarlos con efi ciencia y sobre todo con certeza jurídica.

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Bibliografía

Voutssas Márquez, Juan, Preservación del patrimonio documental digital en México, [en línea] México, UNAM, Centro Universitario de Investigaciones Bibliotecológicas, 2009, [citado 10-10-12], formato PDF, disponible en internet: http://132.248.242.3/~publica/archivos/libros/preservacion_patrimonio.pdf.

Diccionario Jurídico Mexicano. Instituto de Investigaciones Jurídicas UNAM, 4ª edición, tomo D-H, México, Editorial Porrúa, 2009.

Legislación

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Italia, Decreto legislativo 7 marzo 2005, núm. 82, Codice dell’Amministrazione Digitale, Gazzetta Uffi ciale della Repubblica Italiana, 16 de mayo de 2005, [G.U. 10-1-11], artículo 23-ter, fracción 3, disponible en internet: http://www.normattiva.it/atto/caricaDettaglioAtto?atto.dataPubblicazioneGazzetta=2005-05-16&atto.codiceRedazionale=005G0104&currentPage=1

México, Código Federal de Procedimientos Civiles, Diario Ofi cial de la Federación, 24 de enero de 1988 [última reforma DOF 9-4-12], disponible en internet: http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/pdf/6.pdf.

México, Código de Procedimientos Civiles para el Distrito Federal, Gaceta Ofi cial del Distrito Federal, 26 de mayo de 1928, [última reforma GODF 15-5-11], disponible en internet: http://cgservicios.df.gob.mx/prontuario/vigente/r189608.pdf.

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EL CONCEPTO DE DOCUMENTO DE ARCHIVO EN ENTORNOS EXPERIENCIALES, INTERACTIVOS Y DINÁMICOS:

ENSAYO DE DISCUSIÓN

Luciana Duranti*Traducción: Alejandro Delgado Gómez**

Resumen

El artículo hace una revisión de los hallazgos de las dos primeras etapas del Proyecto InterPARES, el cual desde 1999 se ha dedicado a desarrollar el conocimiento útil para la preservación en el largo plazo de documentos de archivo digitales auténticos. Destacan dentro de los trabajos de investigación la importancia del concepto de documento archivístico y sus características, los resultados obtenidos respecto de la naturaleza del documento desde la perspectiva de su forma, atendiendo los principios de la diplomática, el desarrollo de cuestionarios para la realización de estudios de caso, mediante los cuales se obtuvo información relevante acerca de los atributos internos y externos de los documentos de archivo digitales. De mayor relevancia dentro de la fase 2 del proyecto, fue la identifi cación de nuevos tipos de documentos que no existen en el ambiente analógico, como son los documentos interactivos, experienciales y dinámicos cuyas características hacen que su preservación en el largo plazo sea compleja. Al respecto, la autora refl exiona sobre la defi nición del documento archivístico y la posible solución al manejo y preservación de este nuevo tipo de documentos que por lo general son documentos de archivo potenciales.

Palabras clave: preservación de archivos digitales, documentos de archivo digitales, documentos dinámicos, experienciales e interactivos.

* Directora del Proyecto InterPARES.

** Archivo Municipal de Cartagena.

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Fuente: El presente ensayo es uno de los documentos de discusión del Proyecto InterPARES 2, cedido amablemente por la doctora Duranti para su traducción.

El Proyecto InterPARES intenta desarrollar el conocimiento teórico y metodológico esencial para la preservación a largo plazo de documentos archivísticos auténticos producidos creados y/o mantenidos en forma digital. Este conocimiento debiera proporcionar la base a partir de la cual formular políticas, estrategias y normas modelo capaces de asegurar la longevidad de tal material y la capacidad de sus usuarios para confi ar en su autenticidad. InterPARES se ha desarrollado en dos fases. InterPARES I trató con documentos archivísticos dotados de responsabilidad y necesidades administrativas que se producen en bases de datos y sistemas de gestión de documentos. InterPARES 2 se ha enfocado sobre la parte de la memoria registrada de la sociedad que se produce digitalmente en sistemas

Abstract

The article provides an overview of the fi rst two stages of the Inter-PARES project, which has focused on developing useful knowledge for the long term preservation of authentic digital records since 1999. Among the research fi ndings stand out those related to the defi ni-tion of the archival record concept and its characteristics, the results obtained in relation with the nature of the record from the perspec-tive of its form, according to diplomatics principles, the development of questionnaires to carry out case studies outstanding information related to the intrinsic and extrinsic attributes of the digital records. Of greater relevance, within the second phase of the project was the identifi cation of new document types not existing in the analogi-cal environment such as the interactive, experiential, and dynamic documents which characteristics make their long term preservation a complex issue. With this respect, the author refl ects on the record defi nition and a possible solution for maintaining and preserving this new kind of documents, that are potential archival documents.

Key words: preservation of digital archives, documents of digital ar-chives, dynamic, experiential and interactive documents.

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interactivos, dinámicos y experienciales en el curso, y como un producto de actividades artísticas, científi cas y del gobierno electrónico.

El equipo de investigación de InterPARES determinó desde el comienzo de la primera fase del proyecto que, para ser capaz de identifi car entre los diversos tipos de información digital contenidos en los sistemas existentes los que correspondían a un documento archivístico, era necesario acordar la defi nición y concepto de documento archivístico,* y el modo en que tal entidad difería de documento, información y datos. Así, el equipo llamó documento archivístico a cualquier documento creado (esto es, realizado o recibido y guardado para acción o referencia) por una persona física o jurídica en el curso de una actividad práctica, como instrumento y producto de tal actividad, adoptando por tanto la defi nición archivística tradicional. El equipo procedió entonces a defi nir documento como información registrada, información como un mensaje dirigido a su comunicación en el espacio o el tiempo, y datos como la pieza mínima de información con signifi cado. Finalmente, se defi nió documento archivístico electrónico como un documento archivístico creado en forma electrónica, signifi cando que un documento recibido en forma electrónica pero guardado a efectos de acción en forma de papel es un documento archivístico en papel, mientras que un documento recibido en papel pero escaneado en el computador y utilizado sólo como archivo digital es un documento archivístico electrónico. Esta defi nición es completamente coherente con el principio archivístico de que todo lo que el productor trata como documento archivístico en el curso de una acción dada es en efecto un documento archivístico de la acción en cuestión.

Después de haber elegido una defi nición de documento archivístico electrónico basada en la teoría archivística tradicional, el equipo consideró esencial ahondar en el concepto de documento archivístico subyacente e implicado por tal defi nición, determinando que las características necesarias de un documento archivístico electrónico están en la base tanto de la teoría archivística como de la teoría diplomática. Se consideró necesario el apoyo de la teoría diplomática, porque ésta examina los documentos

* N. del T.: Se ha traducido “document” por “documento” y “record” por “documento archivístico”, con el fin de expresar la diferencia conceptual entre los términos originales. Ésta pareció la mejor solución, tras el intercambio de opiniones con la doctora Duranti. La expresión “documento de archivo”, quizá más natural en castellano, se ha evitado porque a lo largo del texto daba lugar a numerosas reiteraciones y cacofonías.

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archivísticos como ítems más que como partes de agregaciones y es por tanto capaz de complementar el conocimiento proporcionado por la teoría archivística al efecto de identifi car las características anidadas en el documento archivístico mismo, más que en sus relaciones. Se identifi caron las siguientes características necesarias: 1) una forma fi ja, signifi cando que el contenido binario de la entidad debe almacenarse de modo que permanezca completo1 inalterado, y que su mensaje puede presentarse con la misma forma documental que tenía cuando se guardó por primera vez; 2) un contenido estable;2 3) enlaces explícitos a otros documentos archivísticos dentro o fuera del sistema digital, mediante un código de clasifi cación u otro identifi cador único;3 4) un contexto administrativo identifi cable; 5) un autor, un destinatario y un escritor; y 6) una acción, en la que el documento archivístico participa, o a la que el documento archivístico apoya, bien procedimentalmente, bien como parte del proceso de toma de decisiones.4

Habiendo especifi cado las características necesarias de un documento archivístico electrónico, el equipo de investigación decidió aceptar como hipótesis de trabajo la asunción fundamental de la diplomática de que,

1 El estado de completo no se menciona aquí como una característica del documento archi-vístico, porque un documento archivístico incompleto es todavía un documento archivístico, aunque malo, sino como una característica de la forma fija, de acuerdo con la cual una forma que se ha fijado es aquella que no pierde ninguno de sus elementos originales en el proceso de ser almacenada y recuperada.2 La estabilidad del documento archivístico, tal y como se determina por su forma fija y su contenido inmodificable, está sólo implicada en la parte de la definición archivística que dice que un documento archivístico es un documento (esto es, más que simplemente datos o información), pero se establece explícitamente en la definición y concepto diplomáticos de documento archivístico (véase Luciana Duranti, “Diplomatics. New Uses for an Old Science” (Lanham, Maryland and London: The Scarecrow Press, Inc., The Society of American Archivists and the Association of Canadian Archivists, 1998), pp. 41-58.3 Esta característica corresponde al vínculo archivístico, que está implicado en la definición archivística cuando la creación de documentos archivísticos se enlaza a una actividad, pero que han hecho explícito los teóricos de todas las épocas y culturas. Véase Luciana Duranti, “The Archival Bond”, Archives and Museum Informatics 11, nos. 3-4 (1997): 213-218.4 Mientras que las características 4 y 6 pueden deducirse de la definición archivística, la característica 5 se deriva del concepto diplomático de documento archivístico: se consideró importante para distinguir documentos archivísticos de entidades digitales que resultan de una simple consulta a una base de datos. El autor es la persona que promulga el documento archivístico, el escritor es la persona que determina la articulación del discurso en el documento archivístico, y el destinatario es la persona a la que está dirigido el documento archivístico. Como un documento archivístico debe participar en una acción y cualquier acción debe recaer en alguien, el destinatario es necesario para la existencia del documento archivístico. Véase el Apéndice 2 del libro The Long-Term Preservation of Electronic Records: The InterPARES Project en el sitio web de InterPARES www.interpares.org

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con independencia de las diferencias por naturaleza, procedencia o fecha, desde un punto de vista formal, todos los documentos archivísticos son lo sufi cientemente similares como para hacer posible concebir una forma documental típica, ideal, que contenga todos los elementos posibles de un documento archivístico. Sobre la base de esta asunción, el equipo mismo conjeturó que, aunque puedan manifestarse de diferentes maneras, los mismos elementos formales que están presentes en los documentos archivísticos tradicionales existen explícita o implícitamente en los documentos archivísticos electrónicos, y que todos los documentos archivísticos electrónicos comparten los mismos elementos formales. Así, creó una “plantilla”, esto es, una descomposición del documento archivístico electrónico ideal, primero en sus partes constituyentes, y luego, dentro de la parte “forma”, en sus elementos.5 En la plantilla, se defi nen las partes y elementos y se explica su propósito. El equipo de investigación utilizó la plantilla como instrumento para el análisis sistemático de las entidades electrónicas contenidas en varios sistemas diferentes, al efecto de establecer cuáles son documentos archivísticos.

La plantilla se compone de cuatro secciones correspondientes a las cuatro partes constituyentes necesarias de todo documento archivístico: forma documental, anotaciones, contexto y soporte.6 La forma documental7

5 El motivo por el que las partes constituyentes del documento archivístico terminaron en la plantilla, que se suponía que representaba la forma ideal de un documento archivístico, es que todas las partes constituyentes identificadas solían ser consideradas como elementos extrínsecos de forma necesarios por los diplomatistas tradicionales. Era importante mostrar su presencia, definición y propósito, y el hecho de que ahora son independientes de la forma.6 En un empeño de investigación anterior comúnmente conocido como el UBC-DoD Project, las partes que constituyen el documento archivístico fueron identificadas como: soporte, forma, acción, personas, vínculo archivístico, contenido y contexto. Véase Luciana Duranti y Heather MacNeil, “The Preservation of the Integrity of Electronic Records: An Overview of the UBC-MAS Research Project”, Archivaria 42 (Spring 1997): 46-67; y Luciana Duranti, Terry Eastwood y Heather MacNeil, Preservation of the Integrity of Electronic Records (Dordrecht, Kluwer Academic Publishing, 2002): Chapter 1. En el contexto de InterPARES, se decidió que la acción, las personas, el vínculo archivístico y el contenido, al contrario que las otras partes constituyentes, siguen manifestándose a sí mismos en los elementos formales y son inextricables de ellos, así que no tienen que identificarse de manera separada de la forma. En lo que se refiere a las anotaciones, que no estaban entre las partes identificadas en el MAS¬DoD Project, fueron añadidas a las partes constituyentes porque a menudo están enlazadas al documento archivístico, más que anidadas en él, y por tanto tienen que ser consideradas de manera separada de la forma del documento archivístico.7 Definida como “Las reglas de representación de acuerdo con las cuales se comunica el contenido de un documento archivístico, su contexto administrativo y documental, y su autoridad”.

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incluye, entre los elementos internos,8 los nombres de las personas que concurren a la creación del documento archivístico, la fecha cronológica, el lugar de origen del documento archivístico, la indicación y descripción de la acción o asunto, el testimonio, y una declaración de la validación; y, entre los elementos externos,9 las características generales de presentación (esto es, texto, imagen, sonido, gráfi co), las características específi cas de presentación (esto es, composición, hipervínculos, color, tasa de muestreo de los archivos de sonido, resolución de los archivos de imagen, escala de los mapas), fi rmas y sellos electrónicos (p. ej., fi rma digital), sellos digitales de hora, y signos especiales (p. ej., marcas de agua digitales, membrete de la organización, logo personal).10 Las anotaciones se engloban en tres grupos fundamentales: 1) adiciones hechas al documento archivístico después de su producción como parte de su transmisión (p. ej., prioridad de la transmisión, fecha de compilación y fecha de transmisión en un correo electrónico, indicación de adjuntos), 2) adiciones hechas al documento archivístico en el curso del tratamiento del asunto en el que el documento archivístico participa (p. ej., fecha y hora de recepción, acción emprendida, nombre de la ofi cina que lo trata), y 3) adiciones hechas al documento archivístico en el curso de su gestión como tal documento archivístico (p. ej., fecha de archivo, código de clase, número de registro).11 La categorización de los contextos del documento archivístico12 y la lista de lo que los exteriorizaría se corresponde con una jerarquía de marcos que va de lo general a lo específi co: 1) contexto jurídico- administrativo (manifestado en, por ejemplo, leyes y regulaciones), 2) contexto de procedencia (manifestado en, por ejemplo, organigramas, informes anuales, tablas de usuarios en una base de datos), 3) contexto procedimental (manifestado en, por ejemplo, reglas de fl ujo de tareas, códigos de procedimiento administrativo), 4) contexto documental

8 Definidos como “Los elementos de un documento archivístico que comportan la acción en la que el documento archivístico participa y su contexto inmediato”.9 Definidos como “Los elementos de un documento archivístico que constituyen su apariencia externa”.10 Véase Grupo de Trabajo sobre Autenticidad, “Template for Analysis”, en The Long-TermPreservation of Electronic Records: The InterPARES Project, Op. cit. http://www.interpares.org/book/index.cfm11 Definidas como “Adiciones hechas a un documento archivístico después de que haya sido creado”.12 Definidos como “El marco de la acción en la que el documento archivístico participa”.

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(manifestado en, por ejemplo, cuadros de clasifi cación, inventarios de documentos archivísticos, índices, regestas), y 5) contexto tecnológico (manifestado en, por ejemplo, hardware, software, modelos de sistemas, administración del sistema).13

El soporte14 fue difícil de ubicar dentro de la plantilla porque, aunque es necesario para que un documento archivístico electrónico exista, no está inextricablemente enlazado al mensaje, ni almacena el documento archi-vístico como tal, sino una cadena de bits, y su elección por parte del pro-ductor o el preservador del documento archivístico puede ser arbitraria, o estar basada en motivos relacionados con la conservación, más que con la función del documento archivístico. Además, el soporte no es un factor relevante para ponderar la autenticidad de un documento archivístico – uno de los propósitos primarios de InterPARES–, al menos desde las perspectivas del productor y del preservador del documento archivístico.15 Esto fue confi rmado por los estudios de caso emprendidos por el equipo de investigación, al fi nal de los cuales el equipo se convenció de que con los documentos archivísticos electrónicos el soporte no debiera considerarse una parte constituyente del documento archivístico, sino una parte del contexto tecnológico del documento archivístico.

Los análisis de los estudios de caso realizados utilizando la plantilla indicaron que sólo la mitad de los sistemas examinados contenían documentos archivísticos (doce de veintidós), primariamente porque las entidades identifi cadas dentro de la otra mitad no parecían poseer una forma documental fi ja ni un contenido estable. Si los sistemas contenían documentos archivísticos, éstos raramente podían compararse con el modelo representado por la plantilla, porque, aunque eran capaces de lograr sus propósitos, no eran buenos documentos archivísticos. Por ejemplo, en muchos sistemas no había una manifestación explícita de la relación entre los documentos archivísticos que participaban en el mismo asunto, y, aunque era fácil identifi car los procesos apoyados por el sistema, no

13 Para detalles relativos a anotaciones y contextos, véase la plantilla para el análisis a la que se hace referencia más arriba.14 Definido como “El portador físico del mensaje”.15 Un motivo adicional para que el equipo de InterPARES diseccionara el concepto de documento archivístico fue identificar qué partes o elementos contribuyen a la autenticidad del documento archivístico y a la capacidad para verificarla.

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siempre era posible determinar el modo en que los documentos archivísticos participaban en, o apoyaban acciones específi cas. Además, a menudo era difícil determinar la signifi catividad de la presencia o ausencia de elementos dados de la forma documental o de anotaciones.

Aún más importante, los estudios de caso mostraban que con los documentos archivísticos digitales un concepto clave a considerar es el de atributos de los documentos archivísticos, que son las características defi nitorias de cada documento archivístico dado o de un elemento del documento archivístico dentro de él. Un elemento del documento archivístico es una parte constituyente de la forma documental del documento archivístico y, como se vio antes, puede ser externo, como un sello, o interno, como la salutación.16 Un atributo puede manifestarse a sí mismo como uno o más elementos del documento archivístico. Por ejemplo, el nombre del autor de un documento archivístico es un atributo, que puede expresarse como un membrete o como una fi rma, siendo ambos elementos internos de la forma documental, esto es, elementos del documento archivístico. Además de los atributos que se manifi estan a sí mismos en la forma del documento archivístico, esto es, en la superfi cie del documento archivístico, como elementos del documento archivístico, cada documento archivístico tiene atributos que están implícitos en otras partes del mismo, como el nombre del productor o del soporte, pero en los documentos archivísticos digitales también se expresan, aunque fuera de la forma documental. A causa de ello, éstos son en general transparentes al usuario, y se manifi estan a sí mismos como metadatos incluidos en un perfi l de documento archivístico,17 un mapa conceptual, u otra entidad digital enlazada al documento archivístico. Los atributos que se hacen explícitos fuera del documento archivístico como metadatos que de-muestran su identidad son importantes para identifi car de manera única cualquier documento archivístico digital, pero se vuelven medios primarios de identifi cación de objetos digitales que no tienen –o al menos mientras

16 Una característica definitoria o atributo del elemento ‘sello” del documento archivístico puede ser su leyenda.17 Un perfil de documento archivístico es una anotación inextricablemente enlazada al documento archivístico, que incluye varios campos, que son satisfechos automática o manualmente con los metadatos del documento archivístico.

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les falta– un contenido estable o una forma fi ja. Esto se verá más claro posteriormente.

Por si la distinción entre elementos y atributos del documento archivístico no fuera lo sufi cientemente compleja, con los documentos archivísticos electrónicos también tenemos que diferenciar elementos y atributos de los componentes digitales de los documentos archivísticos. Un componente digital es un objeto digital que puede contener todo o parte del documento archivístico, y/o los metadatos relacionados, o más de un documento archivís-tico, y que requiere métodos específi cos de conservación.18 Por ejemplo, un correo electrónico que contiene un mensaje textual, una imagen y una fi rma digital tiene al menos cuatro componentes digitales que se almacenan en diferentes partes del sistema, aunque están enlazados entre ellos, y requieren diferentes medidas de protección: el encabezamiento, el texto del mensaje, la imagen y la fi rma digital. Por contraste, un informe con adjuntos textuales puede constar de un solo componente digital. En otras palabras, un componente digital es una unidad de almacenamiento, pero que tiene que ser identifi cada cuando se disecciona el concepto de documento archivístico digital.

Finalmente, el equipo de InterPARES 1 sintió la necesidad de señalar que la relación entre un documento archivístico digital y un archivo de computador puede ser de uno a uno, de uno a muchos, de muchos a uno, o de muchos a muchos, de modo que nunca debiéramos utilizar los términos documento archivístico y archivo de manera intercambiable; que la misma presentación de un documento archivístico puede ser creada mediante una diversidad de presentaciones digitales y, viceversa, a partir de una presentación digital puede derivarse una diversidad de presentaciones del documento archivístico, de modo que la forma fi ja no implica que la cadena de bits deba permanecer intacta a lo largo del tiempo; y que es posible cambiar el modo en que un documento archivístico está contenido en un archivo de computador sin cambiar el documento archivístico, de modo que el nombre de la forma de un documento archivístico no indica necesariamente con qué objeto digital estamos tratando.19

18 Véase el Informe del Grupo de Trabajo sobre Conservación en The Long-Term Preservation of Electronic Records: The InterPARES Project, op. cit. http://www.interpares.org/book/index.cfm19 Idem.

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El concepto de documento archivístico digital presentado más arriba, con todas sus características, partes, elementos formales, atributos y componentes digitales, ha funcionado bastante bien con bases de datos y sistemas de gestión de documentos archivísticos. Sin embargo, puede parecer problemático cuando se aplica a las entidades examinadas por InterPARES 2, la característica más sobresaliente de las cuales parece ser, como se mencionó anteriormente, la falta de un contenido estable y/o forma fi ja, no porque sean malos documentos archivísticos, como era a menudo el caso con las entidades digitales examinadas durante InterPARES 1, sino porque la fl uidez es parte de su naturaleza y contribuye al cumplimiento de su propósito como instrumentos de apoyo a una acción. Éstos son documentos archivísticos experienciales, interactivos y dinámicos.

Los documentos archivísticos experienciales son objetos electrónicos, la esencia de los cuales va más allá de los bits que constituyen el objeto para incorporar la conducta del sistema de presentación, o al menos la interacción entre el objeto y el sistema de presentación. Defi nir las características, partes, elementos, atributos y componentes de tales objetos es mucho más complejo que con los documentos archivísticos electrónicos tradicionales, porque depende no sólo del objeto per se, sino del entorno en el que el objeto se experimenta. Los ejemplos de objetos digitales experienciales abarcan desde audio e imágenes en movimiento anidadas en una página web a sistemas de realidad virtual.

Los documentos archivísticos interactivos son documentos archivísticos realizados y mantenidos en sistemas interactivos, donde cada entrada del usuario causa una respuesta o una acción por parte del sistema. Para determinar las fronteras de tales documentos archivísticos (esto es, dónde termina un documento archivístico y comienza otro), cuándo pueden considerarse terminados más que “en curso”, cuándo son completos más que parciales o incompletos, etc., es necesario asegurarse de 1) el modo en que el input del usuario afecta a la creación y forma de cada documento archivístico (como es el caso en gran parte del comercio electrónico); y 2) si y cuándo el sistema interactivo y su funcionalidad inherente tienen que ser considerados como partes signifi cativas del documento archivístico. Los ejemplos de sistemas interactivos abarcan desde páginas web que

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proporcionan servicios administrativos en línea a ejecuciones musicales basadas en la interacción humano-computador y videojuegos comerciales.

Los documentos archivísticos dinámicos son documentos cuyo contenido es dependiente de datos que varían continuamente y se conservan en varias bases de datos y hojas de cálculo. Los ejemplos abarcan desde simples páginas web con enlaces anidados a sistemas complejos donde se almacena y actualiza la información para que sea compartida vía transmisión inalámbrica por múltiples usuarios móviles de maneras diversas. La confi anza creciente en tales documentos por parte de individuos e instituciones necesitará comprender el modo en que la información que contienen se captura y se guarda.

Si los objetos digitales experienciales, interactivos y dinámicos son documentos archivísticos depende primariamente de su relación con la actividad de su creador. Está fuera de cuestión el que estos objetos deben encontrarse sujetos al mismo tipo de escrutinio que cualquier documento sufre en relación con la acción y procedimiento en que participan, el vínculo archivístico que tienen con otros documentos archivísticos del mismo creador, etc., para establecer si son documentos archivísticos o no. Sin embargo, incluso si aprueban tal escrutinio con respecto a estos requisitos fundamentales, las cuestiones de forma son de gran importancia. ¿Es posible tener un documento archivístico en forma fl uida y con límites indeterminados? Si no, ¿debiera generarse una entidad con forma fi ja al efecto de hacer que un documento archivístico sea conservado en un sistema de conservación de documentos archivísticos** fi able y quizá conservado a largo plazo? En caso afi rmativo, ¿quién debiera hacerlo? ¿Sobre la base de cuáles criterios? ¿Cuándo, en el ciclo de vida de una entidad?

El informe del Grupo de Trabajo sobre Autenticidad de InterPARES 1 sugiere la posibilidad de cambiar las características del documento archivístico de estabilidad de contenido y fi jeza de forma (incluyendo el estado de completo del contenido y la forma con respecto a la primera y cualquier subsiguiente instanciación del documento archivístico) por la capacidad del sistema que lo contiene para rastrear y conservar cualquier

** N. del T.: Se ha traducido “recordkeeping system” por “sistema de conservación de documentos archivísticos”, puesto que no encaja exactamente en ninguna de los conceptos similares, como por ejemplo “archivo activo” o “gestión de documentos”.

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cambio al documento archivístico. En otras palabras, el Grupo de Trabajo se inclinaba a desplazar los requisitos de estabilidad y fi jeza del documento archivístico al registro de los cambios al documento archivístico, una vez que el documento archivístico ya no estaba activo;20 en este contexto, la entidad identifi cada como el documento archivístico y a ser preservada intacta sería pues la última instanciación de la entidad fl uida, más el registro completo de los cambios, y los metadatos de ambos. Esta opción es conceptualmente sólida sólo si el productor utiliza esta serie de entidades como su documento archivístico, pero este escenario es muy improbable porque sería muy poco práctico. Alternativamente, se podría contemplar cada objeto digital que participa en la actividad del productor como un instrumento y producto de ésta tal y como existe en un momento dado, en uno de dos modos, como un documento archivístico in fi eri, esto es, en estado de llegar a ser, cuando su proceso de producción está en curso, esto es, cuando se accede a la entidad para añadir datos o información; y como un documento archivístico cuando se accede a la entidad para su uso. Esto implicaría la estabilización y mantenimiento de cada instanciación a la que se accede para su uso y sus metadatos. Conceptualmente, esta opción es tan sólida como la primera, pero parece ser igualmente poco práctica.

Puede desarrollarse otra opción a partir de los hallazgos de los estudios de caso ejecutados en el contexto de las actividades artísticas y de gobierno electrónico, resultados que son marcadamente similares. Los documentos archivísticos de cada actividad individual que ha sido examinada comprenden y a su vez están compuestos de una mezcla de entidades analógicas y digitales que interactúan entre ellas, a menudo con la mediación de seres humanos, instrumentos y/o tecnología informática. Esta situación presenta cuestiones de tres tipos: 1) las relacionadas con el mantenimiento de cada objeto digital, sea mayor, menor o igual a un documento archivístico, de modo que su exactitud/fi abilidad y autenticidad queden aseguradas; 2) cuestiones relacionadas con el mantenimiento de las relaciones entre entidades analógicas y digitales, y de la capacidad de los diversos objetos digitales para interactuar unos con otros, con o sin mediación humana o tecnológica, tanto dentro de un documento archivístico como entre

20 Aquí, activo se utiliza para significar “sujeto a cambios o adiciones”.

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documentos archivísticos, y precisamente de la misma manera en que se entiende que interactuaban cuando se generaron; y, lo más importante en el contexto de este ensayo, 3) cuestiones relacionadas con la identifi cación de los límites de la entidad documento archivístico.

Aunque es teóricamente impropio basar la identifi cación de una entidad sobre los requisitos de su conservación más allá de su estado activo, es método lógicamente justifi cable en el contexto de InterPARES, que 1) intenta encontrar soluciones a la preservación a largo plazo de documentos archivísticos digitales (por tanto, la entidad que identifi camos como un documento archivístico tiene que ser preservable), 2) ha determinado que el único modo de preservar documentos archivísticos digitales es producir copias auténticas de ellos (por tanto, la entidad que identifi camos como un documento archivístico debe tener una instanciación completa defi nitiva –un estado de estabilidad más allá del cual no ocurrirá ningún cambio–, que es la entidad de la que se realizarían copias auténticas), y 3) ha establecido que la cadena de preservación comienza en la producción (por tanto, la entidad que identifi camos como un documento archivístico en la producción debiera ser la única que podemos preservar). En este contexto, es importante recordar que InterPARES 1 ha formulado claramente la diferencia entre las copias del documento archivístico hechas por el productor en el curso de sus actividades y a los efectos de sus actividades (sean las realizadas como resultado de una actualización del sistema o una migración de documentos archivísticos), a las que ha llamado “los documentos archivísticos del productor”, y las copias de los documentos archivísticos realizadas por el preservador en el curso y a los efectos de las funciones archivísticas, a las que ha llamado “las copias auténticas de los documentos archivísticos del productor”. Esta distinción es vital para identifi car la entidad documento archivístico, porque signifi ca que, si el productor altera la forma del documento archivístico para ser capaz de conservarlo para acción o referencia futuras, el resultado de tal alteración es un documento archivístico del productor, y el preservador tendrá que pasar a cuenta nueva una copia auténtica de la última instanciación de ese documento archivístico tal y como fue elaborada por el productor, incluidos los metadatos que atestiguan los cambios. Finalmente, llegar a la articulación del concepto de documento archivístico sobre la base de los

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requisitos conceptuales de preservación es justifi cable porque nosotros no estaríamos defi niendo documentos archivísticos, algo que la archivística y la diplomática ya han hecho de manera bastante satisfactoria, como agregados la una, y como ítems la otra.21 Lo que nosotros estaríamos haciendo es desarrollar una descripción de cuáles entidades concretizan las defi niciones de la archivística y la diplomática en el contexto de un entorno digital dinámico, interactivo o experiencial. Con esta comprensión, podemos proceder a discutir los tres tipos de cuestiones identifi cadas anteriormente.

El primer tipo de cuestiones, relacionado con el mantenimiento de cada objeto digital, puede parecer fácil de resolver utilizando la migración. Sin embargo, la migración de entidades digitales que interactúan y que existen en diferentes formatos a menudo hace que su interacción sea imposible, altera la funcionalidad de las entidades, y da como resultado reproducciones parciales, inexactas, poco fi ables y no auténticas.22 La difi cultad del segundo tipo de cuestiones, relacionado con el mantenimiento de las relaciones entre entidades analógicas y digitales, se deriva del hecho de que esas relaciones, así como la interacción entre las entidades digitales en cuestión, no están usualmente documentadas de un modo que haga posible volver a representarlas en un entorno diferente, o cuando una o más de las enti-dades digitales se actualiza. Superar este problema requiere el desarrollo de

21 Las definiciones tradicionales archivística y diplomática nos han servido bastante bien a lo largo de los siglos, porque tienen el suficiente rigor como para mostrar una clara demarcación entre una entidad que es un documento archivístico y otra que no lo es, y suficiente flexibilidad para ser aplicable a entidades producidas en todos los entornos tecnológicos, administrativos y culturales que han existido hasta la fecha. Todos los intentos para refrescar esas definiciones haciéndolas más específicas, en mi opinión, han fallado miserablemente. Por ejemplo, la definición acuñada por la Guide for managing electronic records from an archival perspective, publicada por el International Council on Archives Committee on Electronic Records (ICA Studies, February 1997), que, en la p. 22, dice: “Un documento archivístico es información registrada producida o recibida al inicio, desarrollo o terminación de una actividad institucional o individual, y que comprende contenido, contexto y estructura suficientes para proporcionar evidencia de la actividad”, es al mismo tiempo ambigua e inflexible, y excluiría ciertamente de la categoría de documento archivístico todos los documentos archivísticos dinámicos, experienciales e interactivos.22 La migración como método de mantenimiento y conservación presentará este tipo de problema durante largo tiempo, al menos hasta que hayamos desarrollado un cierto sentido de qué cambios son aceptables en un documento archivístico hasta el punto de que todavía podamos decir que, con independencia de ellos, el documento archivístico ha conservado su identidad e integridad. Con el papel, sabemos, sobre la base de siglos de experiencia, cuánto daño puede tolerar un documento archivístico para ser considerado intacto, o cuán diferente puede ser una copia del ítem que reproduce para ser considerada auténtica; pero con el soporte digital tenemos que definir parámetros y desarrollar normas.

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un tipo especial de notación para materiales artísticos y de esquemas de me-ta datos para material del gobierno electrónico, que sean capaces de de s-cribir de modo objetivo, detallado y normalizado la interacción entre los componentes digitales y analógicos del documento archivístico, entre un documento archivístico digital y otro, y entre los componentes del documento archivístico o los documentos archivísticos mismos y la entidad mediadora, para que tal interacción pueda reproducirse con exactitud. El tercer tipo de cuestiones, relacionado con la identifi cación de los límites de la entidad documento archivístico, tiene que resolverse caso por caso, pero sobre la base de una comprensión renovada de lo que está implicado en la defi nición de documento archivístico, una comprensión que debe enlazarse a las respuestas a las dos cuestiones previas.

Los estudios de caso completados en el área de las artes escénicas están ayudando a encontrar tal respuesta. Con la música, se considera que la obra es la ejecución, mientras que la partitura se considera como una serie de instrucciones que permite a los ejecutantes reproducir la misma obra en diferentes momentos y lugares.23 Cada ejecución es un poco diferente, dependiendo de cuán detallada es la partitura, y por tanto de cuánta discreción se deja al ejecutante para interpretar la pieza; de la capacidad del ejecutante; del modo en que los instrumentos musicales relacionados han cambiado a lo largo del tiempo; de la acústica del lugar donde tiene lugar la ejecución, etc.; pero está lo sufi cientemente cerca de la obra original como para ser fácilmente identifi cada por la audiencia a la que se dirige. En otras palabras, aunque la ejecución original no puede existir como una obra de arte viva más allá de su manifestación, la presencia de una partitura asegura la exactitud y autenticidad de las ejecuciones vivas que la seguirán. Sin embargo, con la música electrónica, se está haciendo bastante claro que la serie de instrucciones incluidas en la partitura, cuando existe, no es sufi ciente para reproducir la pieza; se necesita tener también los códigos informáticos, los parches o enmiendas, un sintetizador, si se utiliza, y la interacción entre el(los) ejecutante(s) y todo lo demás, una interacción que hasta ahora nunca ha sido descrita como una serie reproducible de instrucciones. De manera creciente, tanto los compositores como los

23 Existe algún desacuerdo acerca de si la partitura es también una obra por derecho propio, pero esto no invalida la opción que pretendo presentar. En cualquier caso, apoya esta opción.

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investigadores de InterPARES están llegando a la conclusión de que la única manera de preservar música digital como documento archivístico es describir cada uno de sus componentes y las interacciones entre ellos, esto es, producir una serie de instrucciones para recrear cada parte de la pieza y la pieza como un todo.

Además, mediante los estudios de caso de las artes visuales, InterPARES está comenzando a adelantar la proposición de que, en el mundo digital, toda forma artística se está convirtiendo por carácter en un arte escénica, por el hecho de que sólo puede manifestarse a lo largo del tiempo recreándola sobre la base de un documento archivístico formado por una serie de instrucciones, más que migrando o incluso emulando sus componentes, y esperando que sean capaces de comportarse como en sus primeras instanciaciones. Esta proposición viene apoyada por varias iniciativas, separadas de InterPARES, que han intentado resolver los problemas de conservación presentados por objetos digitales que se caracterizan por su capacidad de evolución, su interactividad, la dependencia de su forma y su contenido de factores externos, y la centralidad del movimiento y la multimedialidad para su signifi cado. La cuestión fundamental a la que se enfrentan estas iniciativas es si preservar estos objetos o mantenerlos vivos. Preservarlos signifi ca elegir entre fi jarlos en una forma defi nitiva con un acto fi nal de interpretación y representación, y tratarlos como una partitura musical, creando una descripción de ellos, un documento que abre la posibilidad de generar futuras reiteraciones de la obra. En el primer caso sería necesario identifi car como la obra una colección de, por ejemplo, instalaciones, máquinas, software, pantallas de internet, videos de interacciones entre las partes, etc. Esto implicaría pérdida de causalidad, dinamicidad y experiencia artística. En el segundo caso, el acto de inter-pretación se dejaría al ejecutante o al usuario en general, aceptando el hecho de que cada acto de interpretación tendrá un resultado diferente, aunque siempre identifi cable como la misma obra. Un proyecto que intenta encontrar un compromiso entre las dos alternativas de conservación es Rhizome ArtBase. Este proyecto ha generado dos conceptos, el de “objeto de arte conectado” y el de “objeto de arte clonado”. El primero comprende la descripción de la obra y sus componentes, una miniatura de la obra, palabras clave y metadatos, un enlace a la URL de la obra, la biografía del artista,

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y su certifi cación de que este agregado de partes corresponde a la obra y constituye una representación adecuada de ella. El segundo incluye, además, una copia auténtica de la obra conservada en el servidor del proyecto.24

El proyecto Rhizome ArtBase saca a la luz la cuestión más importante planteada por la identifi cación de la obra a ser conservada, la de la intención artística. A falta de la posibilidad de pasar al futuro una obra de arte electrónico intacta, se deja la opción de capturar la esencia de la obra, pero esto implica que el autor y/o productor se convierte en participante activo en el acto de conservación, y establece de manera explícita y auténticamente conservable que la entidad que se está conservando es la substancia de la obra en cuestión. La autenticidad de la obra viene asegurada por la implicación personal de su autor/creador en la decisión acerca del modo en que será recreada en el futuro. Su naturaleza de documento archivístico viene asegurada por el hecho de que el autor genera este substituto, u obra potencial, como una parte regular de su actividad creativa, y para sus propósitos: es una línea muy delgada, pero, en la medida en que el productor no produce esta entidad para el preservador, sino para su propio benefi cio, es coherente con el concepto de documento archivístico. Ciertamente, examinando la lista de las entidades que comprenden el objeto conectado y el clonado, parece evidente que a partir de su suma no es posible generar una obra idéntica a la original, pero su esencia quedaría capturada. En términos de InterPARES, igualar el concepto de obra de arte a los objetos descritos arriba signifi ca dar preferencia a la accesibilidad continuada más que a la exactitud (obviamente, la fi abilidad viene mantenida por el control del autor/productor sobre el proceso), sin comprometer el espíritu de autenticidad, dado que la identidad de la obra queda asegurada y su integridad25 puede ser (potencialmente al menos) reconstituída. Y ésta es la hipótesis que deseo proponer: con respecto a los documentos archivísticos resultantes de las actividades de gobierno electrónico (y posiblemente de ciencia electrónica) podríamos

24 Alena Williams, “Rhizome.org,” en Alain Depocas, Jon Ippolito, and Caitlin Jones eds., Permanence Through Change. The Variable Media Approach, New York and Montreal: Guggenheim Museum Pub. And The Daniel Langlois Foundation for Art, Science and Technology, 2003, p. 39.25 En el Informe de la Fuerza de Trabajo sobre Autenticidad, cit., se entiende que integridad significa que la substancia del mensaje viene comportada en la misma forma intelectual que en su primera instanciación.

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estar tratando con el mismo tipo de escenario presentado por las obras de arte digitales. Con los documentos archivísticos del gobierno electrónico, es probable que aparezcan unas pocas características recurrentes. Para cada servicio proporcionado digitalmente por un gobierno a un ciudadano de modo interactivo, existirá una dispersión del documento archivístico entre varias tecnologías en interacción, un documento archivístico que no tiene límites claros, y que cambia continuamente sobre la base del input del usuario (o el funcionario o el ciudadano) y/o de la reacción del sistema a este input; y un documento archivístico que raramente se corresponde con una acción, y que muy a menudo incluye toda la interacción entre una ofi cina del gobierno y un ciudadano con respecto a un asunto (esto es, lo que solía ser un expediente en papel). Así, pues, habrá que identifi car 1) los límites de la entidad digital que constituye el documento archivístico que, una vez realizado o recibido, y guardado repetidamente en diferentes instanciaciones, será conservado para acción o referencia futura en un sistema fi able de conservación de documentos archivísticos, 2) la esencia de tal entidad, esto es, teniendo en mente el grado aceptable de cambio desde el momento en que el documento archivístico ha logrado su instanciación fi nal, sus partes constituyentes y componentes digitales, a ser conservados estables en cuanto contenido y fi jos en cuanto forma, y enlazados entre ellos, 3) sus atributos a ser manifestados en los metadatos permanentemente adjuntos al documento archivístico como una anotación (convirtiéndose por tanto en una parte constituyente del documento archivístico), y 4) la documentación complementaria necesaria de lo que no sea completamente conservable, esto es, interactividad, conectividad y funcionalidad. Una vez que esta identifi cación ha tenido lugar, se podría ensamblar la esencia estabilizada del documento archivístico, sus metadatos y la documentación del sistema, y tratar esta entidad como el documento archivístico. ¿Sería aceptable tal procedimiento si fuera interés y responsabilidad del creador el ejecutarlo? ¿Es una idea tal contraria a la comprensión teórica de lo que es un documento archivístico?

Aunque, como se estableció en el Informe del Grupo de Trabajo sobre Autenticidad de InterPARES 1, el estudio de los nuevos tipos de documento archivístico parece indicar que no siempre lo que se conoce puede guiar a la comprensión de lo que no se conoce, creo que debiéramos seguir buscando

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situaciones pasadas que puedan relacionarse con cada una de las situaciones presentes que se están observando. Ciertamente, nunca han existido en el pasado documentos archivísticos interactivos como los que resultan de las actividades de gobierno electrónico, pero en época medieval las ofi cinas conservaban “atributos” de documentos archivísticos, de tal modo que, cuando un documento archivístico terminado no existiera, pudieran crearse documentos archivísticos completos y efi caces, a voluntad, años más tarde. No estoy pensando en metadatos del documento archivístico, que también se han generado durante siglos en la forma de regestum, porque existían, o además del documento archivístico, o como su substituto una vez que el documento archivístico había sido destruído, y en cualquier caso para probar la existencia del documento archivístico, no para producirlo cuando fuera necesario alguna vez en el futuro. Me estoy refi riendo más bien a las imbreviaturae de los notarios medievales. Cuando los notarios se hicieron tan poderosos como profesión que muchas transacciones tenían que ser registradas y conservadas por ellos, dejaron de experimentar el problema de redactar los documentos archivísticos de las transacciones que testimoniaban. Cogían un pergamino, doblaban una esquina hacia delante, y escribían sobre ella el tipo de transacción, los nombres de las partes, la fecha, la descripción de la propiedad o asunto objeto de la transacción, y cualquier otro dato específi co de esa transacción. Luego, archivaban el pergamino en blanco con la esquina anotada26 y, al fi nal de cada año, encuadernaban todas las imbreviaturae del año en el mismo volumen, e indizaban el volumen y/o conservaban un registro separado de las transacciones ocurridas en un libro de regesta. Si, posteriormente, una o más de las partes de esa transacción o sus descendientes querían el documento archivístico completo de la transacción, el notario encontraría el volumen que contenía la imbreviatura en cuestión por fecha, recuperaría el documento mediante el índice o el registro, cogería una nueva pieza de pergamino (o de papel, si resultara adecuado), y redactaría el documento archivístico con los datos escritos en la esquina de la imbreviatura y las fórmulas contenidas en un libro especial llamado formularium, que proporcionaba instrucciones claras para redactar un documento archivístico para cada tipo de transacción que ocurriera en un

26 A veces, más que sobre una esquina, escribían los datos en el reverso del soporte.

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período específi co de años. Así, lo que los notarios mantenían realmente no era el documento archivístico completo de cada transacción, sino un documento archivístico del contenido de la transacción y de la forma documental en que tenía que manifestarse, y la capacidad para producir un documento archivístico completo bajo demanda, integrando contenido y forma. En otras palabras, conservaban un documento archivístico del hecho de que había ocurrido una transacción (registro y/o índice), los datos de la transacción (imbreviatura), y las series de instrucciones que les guiaban para realizar el documento archivístico exacto y auténtico de la transacción cuando fuera necesario (formularium), incluso siglos más tarde, en la medida en que cada notario dejaba su archivo a su sucesor legítimo. Sin embargo, precisamente a causa de esta confi anza, casi nunca una parte o sus sucesores solicitaban que se redactara un documento archivístico completo: la existencia de la imbreviatura en el archivo de un notario era evidencia sufi ciente de la transacción.

A partir de la observación de las imbreviaturae, se puede imaginar una manera similar de preservar los documentos archivísticos interactivos de las actividades de gobierno electrónico entre tecnologías: al fi nalizar cada transacción, la ofi cina/el empleado que la tratara, como un asunto de rutina, separaría los datos del documento archivístico de su forma y su entorno tecnológico, estabilizaría los primeros y los metadatos del documento archivístico original, y los enlazaría a los últimos por medio de una descripción de la forma y funcionalidad originales. Como con las imbreviaturae, muchas veces esta serie de documentos de una transacción, adecuadamente registrados, constituiría un documento archivístico adecuado para servir tanto a la responsabilidad administrativa como a la histórica, así como a efectos legales. En los pocos casos en que tuviera que reproducirse un documento archivístico completo y terminado de la transacción, probablemente sería sufi ciente anidar los datos en la forma documental adecuada, y acompañar este documento archivístico con la descripción de la funcionalidad del entorno digital original. La diferencia fundamental entre los documentos archivísticos del gobierno electrónico y las imbreviaturae es que los documentos archivísticos interactivos vienen a la existencia como documentos archivísticos completos y efi caces al fi nal de la interacción entre el gobierno y el ciudadano, no importa cuán abstracto el concepto

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de completo pueda ser con un documento archivístico que está vivo con su funcionalidad original, mientras que las imbreviaturae sólo existen como borradores iniciales toscos de un documento archivístico potencial. Así, mientras que el documento archivístico generado a partir de una imbreviatura se crearía como la primera instanciación de un documento archivístico, esto es, su original, el documento archivístico generado reproduciendo el documento archivístico del gobierno electrónico después de que haya sido puesto aparte para guardar sus componentes como entidades fi jas se crearía como una copia auténtica del documento archivístico interactivo original. Sin embargo, puesto que el productor lo utilizaría en el curso usual y ordinario de sus actividades, para acción o referencia adicional, esta copia auténtica se consideraría un documento archivístico del productor, como se discutió anteriormente en este ensayo.

Sin embargo, sólo se puede trabajar esta hipótesis a partir de la asunción de que, a la fi nalización de la interacción entre las partes, la entidad terminada será responsabilidad exclusiva de un custodio fi able similar a un notario, esto es, una persona que no tiene intereses en el contenido del documento archivístico y por tanto puede satisfacer el rol de tercera parte neutral, y una persona a la que se ha reconocido formalmente como competente para mantener el documento archivístico, a causa de sus cualifi caciones profesionales, esto es, un gestor de documentos***. Esta persona sería la única que realizaría el sustituto del documento archivístico interactivo, manteniéndolo accesible para la ofi cina competente en un sistema fi able de conservación de documentos archivísticos, y generando la reproducción completa bajo demanda.

Así, en el escenario dibujado más arriba, y teniendo en mente la defi nición aceptada de documento archivístico, ¿a qué entidad corresponde un documento archivístico? Yo sugeriría que, mientras el procedimiento está activo, la entidad digital interactiva constituye el documento archivístico general de la transacción. Si las instanciaciones a las que las partes acceden para su uso en cada momento dado se guardan con una forma fi ja y un

*** N. del T.: Dada la diversidad de definiciones de “records officer”, que abarcan desde personal funcionalmente similar a un auxiliar hasta personal funcionalmente similar a un notario, se ha traducido por “gestor de documentos”, aun a sabiendas de la pobreza de esta traducción.

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contenido estable, y se enlazan a otros documentos archivísticos de la misma transacción, también son documentos archivísticos de la transacción. Una vez que el procedimiento ha concluido, el documento archivístico fi nal de la transacción constará de los datos contenidos en la última instanciación de la entidad interactiva27 y sus metadatos, adecuadamente enlazados a un ejemplar de su forma y a una descripción de su entorno digital (esto es, la funcionalidad del documento archivístico y la documentación del sistema), que ya estarían mantenidos en el sistema de preservador de documentos archivísticos al que tal documento archivístico será transferido. La clave de la fi abilidad, exactitud y autenticidad de tal documento archivístico será el hecho de que la responsabilidad de generarlo y mantenerlo como la fuente de futuras reproducciones de la entidad interactiva original en su estado activo residirá en el productor (y, dentro del productor en la ofi cina): el documento archivístico fuente será el documento archivístico del productor precisamente en el modo en que fue la entidad interactiva. Si el productor realiza una reproducción de la entidad interactiva original a partir del documento archivístico fuente para sus propósitos, tal reproducción todavía será el documento archivístico del productor, mientras que si es distribuido a un usuario externo para otros propósitos, o por el productor o por el preservador (si el documento archivístico fuente fue transferido a un archivo), tal reproducción será una copia imitativa auténtica del documento archivístico del productor.

Por supuesto, esta opción sólo aborda situaciones en las que el gobierno electrónico crea documentos archivísticos interactivos digitales similares a expedientes. Los estudios de caso de InterPARES 2 han tratado con situaciones más complejas. Un ejemplo será sufi ciente para mostrar las similitudes y diferencias: el estudio de caso de VanMap. VanMap es un sistema GIS que permite al Ayuntamiento de Vancouver satisfacer las necesidades de sus usuarios internos para proporcionar servicios a los ciudadanos y empresas

27 Asumiendo que ningún dato se borraría en el curso de la transacción, como recomendaría la buena realización de documentos archivísticos. Si se borraran los datos de manera rutinaria durante la transacción, los datos contenidos en la última instanciación estarían acompañados por un log de los cambios. Si fuera parte del procedimiento formal borrar datos en el curso de la transacción, el documento archivístico de la transacción estaría completo sin el log, pero la oficina tendría que conservar una descripción del procedimiento enlazada a la serie de documentos archivísticos sujetos a él, para rendir cuentas del borrado.

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de Vancouver. VanMap apoya las funciones y actividades de los siguientes departamentos: Grupo de Servicios a la Comunidad, Servicios de Ingeniería, Grupo de Servicios Corporativos, Junta de Parques y Ocio, Departamento de Policía de Vancouver, Servicios de Bomberos y Salvamento. Las decisiones acerca de las capas y series de datos que debieran contener son tomadas colectivamente por los departamentos y el Equipo Técnico de VanMap. Los datos son cargados por cada departamento en Oracle Spatial o tomados como extractos a partir de las bases de datos externas de las ofi cinas (por ejemplo, los datos de permisos y licencias almacenados en PRISM o License+ se extraen a un servidor SQL; los datos de impuestos a la propiedad se extraen de SQL Property Tax System, etc.), para su inclusión en VanMap por el Equipo Técnico, que es responsable de su administración. La ingeniería y los gráfi cos CSG se crean en la forma de diseños CAD en AutoDesk, o se teclean o extraen en la base de datos Oracle Spatial. Los datos de VanMap se sobrescriben en cada actualización y, de vez en cuando, las capas existentes se modifi can para recibir tipos diferentes de series de datos, y se añaden nuevas capas.

El VanMap, como un todo indivisible y en el contexto de cada uno de los numerosos procesos en los que participa, corresponde perfectamente al concepto archivístico de documento archivístico, por el hecho de que es tratado por el productor como un documento archivístico, está enlazado a los otros documentos archivísticos que participan en cada proceso por una rela ción documental y procedimental, y es el producto y residuo de una transacción. Como tal, además de exhibir todas las partes y características identifi cadas por InterPARES 1, excepto por supuesto el contenido estable y la forma fi ja,28 VanMap manifi esta las características archivísticas tradicionales de naturalidad, imparcialidad, interrelación, autenticidad y unicidad en su contexto.29 Sin embargo, este reconocimiento conceptual es lógico, claro y

28 Siguiendo el análisis diplomático de VanMap, podría argumentarse que, aunque sus componentes digitales pueden sufrir cambios dramáticos cada cierto número de años, la forma documental de VanMap es bastante estable, porque sus elementos intrínsecos y extrínsecos no cambian más que en su contenido.29 Una discusión de estas características puede encontrarse en Terry Eastwood, ‘What is Archival Theory and Why is it Important?” Archivarla 37 (Spring 1994): 122-130. En lo que se refiere a la unicidad, debiera hacerse notar que, en el caso de VanMap, también está presente con respecto al contenido, porque la información proporcionada por VanMap y resultante de la combinación de series de datos generados en diferentes departamentos y oficinas, no

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existe en ningún otro lugar, aunque muchas de sus series de datos existen como tales, como partes de documentos archivísticos, o como datos aislados en oficinas individuales. Fuera del cortafuegos del Ayuntamiento se mantiene una copia reducida de VanMap, accesible al público en general, para asegurar que los usuarios no ven ni accidental ni maliciosamente capas que son confidenciales dentro de VanMap para el personal del Ayuntamiento. Esta entidad digital tiene que ser considerada como una publicación y no tiene ninguna de las características archivísticas de VanMap utilizadas por los empleados del Ayuntamiento. Por supuesto, si un usuario descargara el VanMap público a su sistema y lo utilizara en el curso y a los efectos de sus actividades, esa entidad específica descargada podría ser un documento archivístico en el fondo del usuario.30 Aquí es donde la unicidad del contenido de VanMap entra en juego, porque es la coexistencia e interacción de datos de diferente origen, tanto interno como externo, lo que hace de VanMap una fuente vital para tomar decisiones, defendiendo y probando su base factual.

sin consecuencias mientras uno se enfoca sobre VanMap como un sistema vivo, pero se hace mucho más oscuro cuando uno se enfoca sobre cada proceso y trata de identifi car los documentos archivísticos que participan en él. ¿Sería todo VanMap un documento archivístico en cada uno de los muy numerosos procesos ejecutados por los departamentos del Ayuntamiento que lo utilizan? A menos que la instanciación de VanMap y, dentro de él, las capas específi cas de datos y las series de datos que participan en cada proceso dado, hayan sido extraídas del sistema, congeladas y, de manera rutinaria, adjuntadas en tal forma a los documentos archivísticos relacionados –una rutina que nadie utiliza–, la entidad observada, que existió durante el tiempo necesario para llevar a cabo una transacción con un ciudadano, o para informar a alguien de una situación dada, o para tomar decisiones o hacer planes, desaparece. Cada instanciación fue “realizada” en cada actualización de los datos, y “recibida” en cada uso, pero nunca “guardada”; así pues, fue sólo un documento archivístico potencial que nunca se materializó. Como consecuencia, aunque todavía podemos considerar todo VanMap como un documento archivístico del Ayuntamiento de Vancouver generado colectivamente por su personal, no es un documento archivístico en el contexto de cualquier transacción dada. No obstante, esta situación debiera ser bastante inquietante para el Ayuntamiento, porque su capacidad para rendir cuentas a los ciudadanos de las acciones del personal del Ayuntamiento que les afectan, tanto individual como colectivamente, queda en gran medida disminuída por la incapacidad para demostrar los fundamentos factuales de las decisiones del Ayuntamiento.30 Así pues, como archivistas responsables de aconsejar a los

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productores acerca de prácticas adecuadas de preservación de documentos archivísticos, podríamos imaginar una solución capaz de apoyar tanto la responsabilidad actual como la histórica: recomendaríamos al Equipo Técnico de VanMap, que incluye a representantes de los departamentos de la ciudad, desarrollar una descripción detallada de cada proceso en el que VanMap está implicado y del modo en que se utiliza VanMap en cada uno de ellos, revelando por tanto el vínculo archivístico entre los documentos archivísticos de cada proceso y VanMap. Es una tradición de siglos anidar en un código de procedimiento administrativo la función de un documento archivístico que sirve a múltiples actividades y procedimientos, pero del que sólo existe un original (véanse por ejemplo las series de mapas del catastro, que fueron utilizadas y se utilizan como documentos archivísticos en varios procedimientos que tienen diferentes propósitos). Así pues, esta solución, per se, no es problemática como principio ni como práctica. Lo que es problemático es que VanMap no contiene datos históricos, puesto que se actualiza constantemente sobrescribiendo la información reemplazada. Esto signifi ca que, si un ciudadano al que se le ha denegado una licencia de obras, por ejemplo, y que conoce el procedimiento y la parte que VanMap tiene en ello, solicita acceso a la información contenida en VanMap cuando presentó su instancia, su solicitud no puede satisfacerse. Así pues, esta solución propuesta tendría que venir acompañada por algún procedimiento adicional. Se podría recomendar que cada miembro del personal que utiliza VanMap en el curso de una transacción congele la vista relacionada con cada decisión y la guarde como un adjunto a los documentos archivísticos del proceso en cuestión. Pero este procedimiento es laborioso si no se apoya el trabajo de los miembros del personal de algún otro modo, y por tanto no es probable que se siga. Otro procedimiento más efi caz, que en efecto haría el trabajo de algunos, si no de todos, los departamentos, más seguro, fi able y efi caz, sería confi gurar el sistema de tal modo que cada día, a la hora de cierre, se conservara una imagen completa de VanMap viva y completamente funcional dentro de él, por supuesto con los atributos relacionados adjuntos como metadatos.31 Por supuesto, como

31 El gerente de VanMap, habiendo discutido esta opción con el equipo del estudio de caso, la encontró no sólo técnicamente factible, sino también presumiblemente excitante para varios departamentos que harían buen uso de una estratificación histórica de datos, como

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estas imágenes no estarían explícitamente enlazadas a ninguna transacción individual concreta, no serían documentos archivísticos. El documento archivístico seguiría siendo VanMap como un todo, pero la presencia en él de esta estratifi cación histórica de datos haría posibles dos cosas: primero, serviría a la responsabilidad, y segundo, VanMap sería conservable como documento archivístico. El primer resultado es bastante obvio, pero el segundo requiere alguna explicación.

VanMap, en su confi guración actual, constituye un documento archi-vístico que está constantemente en estado de llegar a ser y no puede conservarse. Sin embargo, si el productor, en el curso usual y ordinario de sus actividades y a los efectos de sus actividades, decidió no sólo tener una estratifi cación histórica de imágenes diarias, sino retirarlas sobre una base regular, anualmente por ejemplo, del sistema activo, a un sistema vivo y completamente funcional, pero inactivo, separado del primero por un cortafuegos, y guardándolas por tanto como un todo indivisible relacionado por procedimiento con todas las actividades de la ciudad que tienen que utilizarlo a efectos de referencia o de responsabilidad, entonces cada año de VanMap podría considerarse como un documento archivístico con contenido estable y forma fi ja, esto es, un documento archivístico terminado, que satisface todos los requisitos implicados en la defi nición archivística de documento archivístico.32

el departamento de planificación. La idea de esta opción llegó a los miembros del equipo trabajando con un estudio de caso relativo a la ciencia, donde el productor de los documentos archivísticos mantiene en un sistema vivo no sólo todos los datos de observaciones astronómicas, y las imágenes que los ubican en las relaciones necesarias, sino también una estratificación de las imágenes tomadas al final de cada día, que representan todos los datos acumulados en las veinticuatro horas anteriores.32 Algunos participantes en el discurso profesional sobre el concepto de documento archivístico lo han reducido a una polarización entre aquellos que piensan que los datos o la información registrada son documentos archivísticos y aquellos que piensan que los archivos de datos nunca pueden ser considerados como documentos archivísticos. En efecto, ésta es una falsa dicotomía, porque toda entidad que deviene asociada en el curso usual y ordinario de los asuntos con una agregación archivística (esto es, expediente, serie, fondo), sea digital o no, con independencia de su naturaleza original, está sujeta a la ley que regula toda universalidad, de acuerdo con la cual toda entidad individual que se convierte en miembro de una colectividad, sujeta su individualidad a la naturaleza de la colectividad y comparte los atributos de todos los demás miembros de ella (El archivo como universitas es un concepto muy viejo. Universitas es el término del que deriva la palabra universidad, una palabra que se refiere a una institución cuyos miembros comparten la misma naturaleza, los mismos derechos y deberes con respecto a la razón de ser y los propósitos de la institución). Éste es el motivo por el que el VanMap utilizado por el personal del Ayuntamiento es un documento

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En conclusión, todos los estudios de caso apuntan al hecho de que los objetos digitales dinámicos, interactivos y experienciales sólo pueden ser documentos archivísticos en estado de llegar a ser, esto es, documentos archi-vísticos potenciales. Si el creador los trata como documentos archivísticos, los asocia con entidades que son innegablemente documentos archivísticos, y lo hace en el curso de sus actividades y para sus propósitos, estos objetos sólo necesitan un contenido estable y una forma fi ja para materializarse a sí mismos como documentos archivísticos completamente terminados. Si la adquisición de estas dos características sucede de manera rutinaria por parte del productor, porque el productor necesite tener documentos archivísticos de las acciones para las que el sistema legal requiere la forma escrita, o rendir cuentas a sí mismo y a sus interesados de las actividades desarrolladas, o utilizar los documentos archivísticos mismos para acción adicional, o actividades o referencia futuras, entonces los resultados serán documentos archivísticos en todos sus aspectos, mediante cualquier análisis o norma (ciertamente desde un punto de vista archivístico, diplomático, administrativo y legal). Sin embargo, se requiere una salvedad en el contexto del gobierno electrónico y de las organizaciones empresariales: la estabilización del contenido y la fi jación de la forma deben ser ejecutadas por una tercera parte neutral que no tenga intereses en el contenido de los documentos archivísticos de ningún tipo de transacción ejecutada por el productor, y que sea competente en la ciencia de los documentos archivísticos. Ésta es por supuesto la defi nición de un gestor de documentos. Por el contrario, en lo que se refi ere a las ciencias y las artes, el autor (sea una persona individual o colectiva), esto es, la persona que tiene el mayor interés en el contenido del documento archivístico, sería también la persona más fi able para realizar el documento archivístico, a causa de la naturaleza y propósito de las actividades científi cas y artísticas.

Enfrentarse al reto de identifi car el documento archivístico en el mundo digital es mucho más que establecer políticas y procedimientos o desarrollar esquemas de metadatos. Cada vez que se propone una solución surgen más cuestiones. Así pues, no creo que pueda proporcionarse una respuesta

archivístico del Ayuntamiento, con independencia del hecho de que sea una colección de datos, mientras que el VanMap utilizado por el público no lo es.

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defi nitiva, esto es, válida en el contexto de todos los entornos tecnológicos futuros, pero lo que InterPARES 2 puede hacer es establecer el apuntalamiento conceptual, los parámetros, y el método de análisis que determinarán la respuesta a la cuestión de qué entidad corresponde en un entorno conocido dado a la defi nición archivística de documento archivístico, una defi nición que ha sobrevivido a los cambios administrativos y tecnológicos a través de siglos de actividades humanas, y es probable que siga siendo válido hasta donde se puede ver.

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RESEÑAS

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La Benemérita Universidad Autónoma de Puebla recibió con entusiasmo el texto fi nal de Archivos electrónicos. Textos y contextos para su edición y publicación, entusiasmo justifi cado por el contenido del mismo. Este libro es el número 7 de la Colección “Formación Archivística”.

Abordar el tema de archivos electrónicos era una necesidad urgente de cubrir, no sólo para los lectores de la colección, también para todos aquellos que vivimos de y para el trabajo de archivos, ya que el avance tecnológico en la era de la información y la comunicación nos arrastra vertiginosamente hacia nuevas formas de hacer, de vivir, de comunicarnos. La pregunta inevitable que surge ante este avance tecnológico, ha sido ¿cómo pasar de la gestión de documentos de archivo en papel a la gestión de documentos de archivo electrónicos?

Este libro nos presenta seis artículos que tocan experiencias de modelos de gestión de documentos de archivo electrónicos, así como propuestas que atienden procesos vitales de la organización documental para garantizar autenticidad y preservación de los documentos (como datos) desde su recepción hasta su preservación.

Los autores que participaron en el contenido de este libro son: Aída Luz Mendoza Navarro, abogada; Carlos Alberto Zapata, investigador; Ramón Nualart y Miquel Serra, archivistas; Alicia Barnard Amozorrutia, participante del TEAM México del proyecto InterPARES; Juan Voutssás Márquez, doctor en bibliotecología; Alejandro Delgado, profesional de archivos electrónicos.

ARCHIVOS ELECTRÓNICOS, TEXTOS Y CONTEXTOS

Por: Georgina Maldonado*

*Archivo Histórico de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Aída Luz Mendoza Navarro et al., Archivos electrónicos, textos y contextos, Puebla, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla/RENAIES, 2012.

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La lectura de Archivos electrónicos. Textos y contextos fue agradable y enriquecedora para mi formación, sorprendente por la interdisciplinariedad que refl ejan los seis artículos que lo integran, abrumadora por el lenguaje especializado y no común en la teoría y práctica de la archivística tradicional, me refi ero al de informática. Por ejemplo: en archivos electrónicos se habla de manera persistente de datos y el concepto de documentos se utiliza escasamente.

Éste es un libro que aporta conocimientos para la administración de archivos electrónicos y nos introduce, tal como lo escribe Alejandro Delgado Gómez, al país de nunca jamás, poniéndonos de frente a una realidad que difícilmente encaramos: estamos en el siglo XXI con un mundo globalizado, donde nos devora la sociedad de la información y la comunicación, con el surgimiento del imperio de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC’s). Para quienes no hemos desarrollado nuestro trabajo como profesionales de archivo en el ámbito de la automatización y/o digitalización, de forma profunda, la lectura de este libro es tarea obligada y punto de partida para introducirnos en el contexto de la actividad de los archivos electrónicos pues, tal como lo expresa Alicia Barnard: “El lector cuenta en esta obra con principios teóricos y prácticos acerca de los archivos electrónicos o digitales. La variedad de los temas ofrece una perspectiva amplia y valiosa para conocer más acerca de los mismos”, p. 8.

En esta obra se conjuntan autores latinoamericanos y españoles que nos hablan de modelos y experiencias sobre archivos electrónicos, en cuanto a necesidades, adelantos, plataformas, criterios, perfi les, en fi n, realidades de diferentes países que hoy día viven el empuje modernista de la digitalización y del ingreso al e.gobierno y su relación con los documentos de archivo electrónicos. Describe y explica formas y funciones de instancias que en diferentes países se están aplicando para la gestión de archivos electrónicos, por ejemplo, el modelo funcional del servicio i Arxiu en el cual, la plataforma tecnológica que sustenta el servicio está formada por cinco módulos: el de ingreso, el de archivo, el de preservación, el de acceso y el de administración; se analiza el trabajo desarrollado por el Proyecto InterPARES, que “[…] tiene como objeto la autenticidad continuada y la accesibilidad de los documentos electrónicos seleccionados para su preservación permanente […]”, describiendo para el procedimiento de transferencias las siguientes

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recomendaciones: partir de un plan compartido para la transferencia; exigir procedimientos estándares; conservar el formato lógico disponible más antiguo; evitar los duplicados y documentar todos los procesos.

Como podrá observarse este libro brinda información que permite al lector informarse de los avances que en la administración de archivos electrónicos se están aplicando en diversos países. De igual manera, nos lleva a refl exionar respecto a la complejidad de la organización, conservación y preservación de datos y metadatos de un documento electrónico, enfrentándonos a un lenguaje especializado, requerido para comprender mejor el comportamiento y manejo de los documentos de archivo electrónicos, donde nos encontramos con conceptos y siglas como: bits, megabytes, gigabytes, terabytes, petabytes o zetabytes, así como otros relacionados con modelos tales como MoReq2 o con los que corresponden a ciertos sistemas de información, tales como PRONOM o microcontroladores como PIC y discos ópticos como PIT, por mencionar algunos.

En cuanto al papel que juega el profesional de los archivos en esta nueva forma de gestionar los archivos prevalece la inquietud por el logro de la garantía de autenticidad y preservación de los documentos o datos electrónicos, de ahí que también esté presente la exigencia de su participación para que, conjuntamente con los especialistas de las tecnologías de la infor-mación, la gestión de archivos electrónicos se encuentre sustentada en la teoría y práctica de la archivística contemporánea, ya que no se pueden dejar de lado procesos propios de la archivística, tales como: recepción, clasifi cación, ordenación, transferencia, conservación, preservación, así como el uso de instrumentos de control y consulta, además de la necesidad de retomar a otras disciplinas tales como la diplomática y la legislación.

Me permito concluir con la lectura textual de dos párrafos del artículo “El archivero electrónico en el país de nunca jamás”:

[…] Los documentos ya no están en un lugar, sino en conjunto de sistemas distribuidos, complejos e interconectados. En último extremo, los documentos ni siquiera “son”. Por tanto, si es que los gestores de documentos a los archiveros quieren seguir jugando el rol de custodios, de garantes de evidencia, tienen que salir del lugar en el que anteriormente dormitaban su objeto y viajar a ese país de Nunca Jamás en el que los objetos no existen, sino que más bien,

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continuamente se procesan. El gestor de documentos, el archivero, ha perdido la sombra que sólidamente le sostuvo durante un siglo y medio, la sombra de la es ta-bilidad, de la neutralidad, y embarcarse en la aventura de, sin sombra, comenzar a gestionar el sistema, ya nunca maduro, ya nunca estable, sino muy al contrario. Infantilmente en perpetuo movimiento […] p. 176.

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Esta obra representa un esfuerzo del Archivo General de la Nación por acercarnos al estudio de un periodo de la historia nacional que, pese a los intentos por “mexicanizarlo”, no ha dejado de ser percibido en el imaginario colectivo como un régimen ajeno a la historia de México, un paréntesis en el ascenso del liberalismo triunfante, encabezado por una idílica pareja de príncipes europeos que habían abandonado – supuestamente llamados por el pueblo me-

xicano– sus títulos y derechos nobiliarios para ir a reinar a un país extraño, sumido además en la completa anarquía.

Se trata de un libro cuyo objetivo no es justifi car ni ensalzar al imperio, sino comprenderlo como parte integral del desarrollo político, económico, social y científi co de México, cuyas propuestas en estas materias diferían en poco de las de sus antagonistas republicanos. Su discusión y puesta en práctica bajo el régimen imperial, demuestran la coincidencia en la solución de problemas compartidos, así como la aplicación de una serie de proyectos y reformas que se discutieron entonces, mismos que serían retomados por la república restaurada y el porfi riato, sin darles crédito a sus creadores.

El estudio introductorio que antecede al texto principal, a cargo de Flor Araceli Camacho Villa, inserta al lector en la dinámica de continuidad de los periódicos ofi ciales mexicanos. Así, desde un principio se deja en claro que ni el imperio ni su Diario representaron un régimen de excepción, sino un continuum

ESPEJISMO Y REALIDAD: MAXIMILIANO Y EL DIARIO DEL IMPERIO

Por: Carlos de Jesús Becerril Hernández*

Hernández Sáenz, Luz María, Espejismo y realidad: Maximiliano y el Diario del Imperio, 1865-1867, México, Secretaría de Gobernación, Diario Oficial de la Federación/Archivo General de la Nación, 2012, 158 pp.

* Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora.

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de los medios ofi ciales de comunicación cuyo propósito era dar a conocer a los gobernados las leyes, decretos, órdenes, circulares, avisos judiciales y otras disposiciones no menos importantes de la administración pública.

De esta forma, El Diario del Imperio es utilizado por Luz María Hernández Sáenz como una herramienta documental que nos permite observar las continuidades y cambios en el devenir imperial, pero al mismo tiempo nos advierte que al haber sido un vocero ofi cial del gobierno de Maximiliano, deben tomarse en cuenta las contradicciones en él contenidas, los “espejismos y realidades” propias de una publicación gubernamental, por antonomasia parcial, pues sólo contiene lo que el gobierno de su “Majestad Imperial” quería dar a conocer al público. Con base en lo anterior, Hernández Sáenz nos ofrece, a manera de ejemplo, una visión general de algunos aspectos económicos, sociales y culturales poco conocidos del imperio, cuya característica principal es que tienen a El Diario del Imperio como fuente principal, pero sin olvidar el necesario contraste entre “el sueño imperial y la realidad”.

En este sentido, Hernández Sáenz nos recuerda que la llegada del Imperio trajo consigo una serie de circunstancias antes inéditas, entre ellas el establecimiento de un sistema monárquico, con toda la parafernalia que esto implicaba. En este marco, los símbolos representan instrumentos importantes en el proceso de creación de una identidad nacional, pues relacionan al individuo con la comunidad. En tanto que los ceremoniales y las fi estas de palacio eran propios de las antiguas monarquías europeas, el lector debe tener en cuenta, como factor esencial, que para la segunda mitad del siglo XIX, dicha forma de gobierno todavía era vigente en la mayoría del mundo “civilizado”. Al ser llamados por los imperialistas para establecer un trono en México, no es de extrañar que los nuevos monarcas hubieran considerado como indispensables la etiqueta y el ceremonial de corte habituales en sus respectivos países para conservar el prestigio imperial y el mantenimiento de una cierta distancia inherente a la dignidad del emperador. Desde esta perspectiva, los símbolos, condecoraciones, ceremoniales y fi estas contenidos en El Diario del Imperio pueden verse como parte del esfuerzo de Maximiliano y Carlota por darle legitimidad al que sería su efímero imperio.

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El Diario del Imperio también contiene los esfuerzos del gobierno imperial por implantar el tan ansiado progreso material. En este sentido, se esperaba que el imperio viniese a solucionar todo lo que en esta materia no habían podido hacer los regímenes anteriores: salubridad pública, líneas telegráfi cas y de correos, caminos carreteros, ferrocarriles, establecimiento de bancos, uniformidad de la moneda, compañías colonizadoras, inmigración, solicitudes de protección a las invenciones tecnológicas, estrenos teatrales, planes de estudio, premios académicos, tratados sobre el cultivo de maíz, chile, algodón, añil, cáñamo, cochinilla, observaciones meteorológicas y hasta los “benefi cios de consumir carne de caballo”, eran publicados en el periódico ofi cial. De esta forma, la riqueza documental que este trabajo aporta a las fuentes para el estudio del Segundo Imperio es incalculable.

No obstante todas sus virtudes, el texto no se aleja demasiado de las interpretaciones tradicionales que hacen ver a la segunda mitad del siglo XIX como el enfrentamiento incesante entre liberales y conservadores. A caballo entre la crónica y la compilación documental, también se nota la ausencia de historiografía reciente que se ocupe de los temas aquí estudiados. Este último aspecto requiere mayor precisión de quien escribe este magnífi co libro. Con todo, agradecemos al Archivo General de la Nación y al Diario Ofi cial de la Federación por esta obra que indudablemente contribuirá a la apertura de nuevas vetas de investigación de posibilidades temáticas ilimitadas.

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DOCUMENTOS DELARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN

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Imagen de portadaParis. Avenue de la Grande Armée

Ma. Inés Ortiz Caballero*

A partir de la presente edición y en los tres números siguientes las portadas de este boletín se ilustrarán con imágenes que forman parte del fondo de tarjetas postales: Colección Luis y Leopoldo Zamora Plowes, que resguarda el Archivo General de la Nación. Esto tiene como propósito invitar a los lectores a consultar y estudiar este acervo gráfi co que demanda los análisis e investigaciones de historiadores, artistas, sociólogos y quienquiera que desee acercarse a este conjunto documental.

El fondo está constituido por una colección de más de 3,000 piezas que ilustran una gran variedad de temas y contenidos como paisaje, escenas costumbristas y graciosas, obras arquitectónicas, civiles y religiosas, monu-mentos, museos, artistas de teatro, divas, niños, vegetación, repro ducciones de pinturas, personajes históricos, fi esta brava, poemas impresos, escenas con imágenes, especialmente de ciudades como Nueva York, San Antonio,

* Jefa del Departamento del Centro de Información Gráfica, Archivo General de la Nación.

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Madrid, Sevilla, Barcelona, Venecia, Roma, Génova, París, Ginebra, Zúrich, Londres, entre otras, pero también de ciudades mexicanas, y muchos más temas. Las postales datan de la primera mitad del siglo XX, entre 1900 y 1930.

La colección ha permitido identifi car procesos fotográfi cos (plata/gelatina) y procesos fotomecánicos (colotipo, medio tono), así como simples impresiones y litografías tanto monocromáticas como en color en soporte de papel, con un formato predominante de 14 × 9 cm, no obstante, también se encuentran tarjetas panorámicas con dimensiones del doble de las medidas convencionales (28.5 × 9 cm). Algunas de las piezas tienen elementos añadidos como diamantina, tela y algunas otras presentan relieve y textura. Este fondo es un ejemplo de la historia de la afi ción del coleccionismo y la formación de colecciones, en este caso, de tarjetas postales.

La tarjeta postal, como su nombre lo indica, es un impreso que no necesita un sobre y se diseñó para ser enviada por correo. Esta novedad surgió en 1869 como un medio de comunicación, especialmente entre autoridades y con la idea de disminuir las tarifas del correo, con un formato distinto al de la correspondencia tradicional, en cuyo reverso se escribían unas cuantas líneas al destinatario sin sobre y con su obligada estampilla postal. Desafortunadamente este medio no fue totalmente aceptado, quizá, por la falta de intimidad al no contener la correspondencia dentro de un sobre. Posteriormente, en 1893, en la exposición World Columbian Exposition en la ciudad de Chicago se presentaron dos tipos de tarjetas, las tradicionales blancas y otras con imágenes impresas como souvenir de la misma exposición.1 Así fue como las tarjetas postales pasaron de ser sólo un medio de correspondencia a un objeto artístico con contenido iconográfi co, que mostraba variedad de escenas impresas en el anverso de la misma. Esta actividad permitió conocer los paisajes y costumbres de otros lugares, generando una industria revalorizada que involucró a fotógrafos, artistas, editores y sobre todo acentuó el interés del público por coleccionar estas tarjetas, tradición que aún perdura.

1 Ania Michas, Real and Other Photos: An Introduction to the History, Identification and Collectability of Early Photographic Postcards, Andrew W. Mellon Foundation-Greg Drake Editor, New York, 2009, pp. 4-7.

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La colección Luis y Leopoldo Zamora Plowes ingresó al acervo del Archivo General de la Nación en 1984 como una donación realizada por Estrella Villareal Zamora, descendiente la familia Zamora Plowes, quien expresamente solicitó se nombrara como se ha mencionado. Este grupo documental está depositado en el Centro de Información Gráfi ca como parte de una más de sus valiosas y atractivas colecciones gráfi cas.

La familia Zamora Plowes originaria de Guanajuato se asentó en la ciudad de México, destacando los hermanos Luis (1885-1948) y Leopoldo (1890-1949) como periodistas y escritores. Luis, en colaboración con Leopoldo, fue fundador de algunas revistas como El Radical, El Tiempo, El Monitor, El Cómico, entre otras. Por su parte, Leopoldo es el autor de una novela histórica intitulada Quince uñas y Casanova aventureros, donde se narran episodios de la historia de México y Antonio López de Santa Anna en la primera mitad del siglo XIX.2

El material donado fue el producto de una labor que consistió en coleccionar y conservar postales dedicadas y enviadas a la familia, especialmente a la señora María Teresa Plowes y a la señorita Elena Zamora Plowes con diferentes paisajes, mostrando diversas escenas de tipos y costumbres principalmente de Europa; otras tantas piezas fueron la contribución de los hermanos Luis y Leopoldo quienes las adquirían como recuerdo de sus viajes.

Se donaron al AGN ocho carpetas con número indeterminado de postales y fotografías. En 1985 el Archivo planeó un programa de trabajo para organizar la colección por temas y una clasifi cación topográfi ca, así como una guía simple para tener control de las piezas. El estado de conservación en que llegaron las tarjetas se determinó como bueno, y así se han conservado las piezas.

La imagen que se muestra en la portada del presente número de Legajos lleva por título: París. Avenue de la Grande-Armée y el número 316 que sin duda indica que es parte de una colección numerada.

La tarjeta es una impresión fotomecánica con una técnica conocida como colotipo, coloreada a mano con acuarela que representa una escena de la ciudad de París, donde en primer plano aparece un niño con un

2 Diccionario Porrúa. Historia, biografía y Geografía de México, México, Porrúa, 1995.

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paraguas, típico ingenio en el lluvioso clima parisino, pintado de rosa. Esta imagen inocente en realidad representa un elemento de equilibro en la composición. En la vista lateral izquierda de la postal se observa un tranvía a las afueras de la estación del tren subterráneo, al fondo de la avenida Grande-Armeé se aprecia parte del Arco del Triunfo dedicado al ejército de Napoleón Bonaparte y varios carruajes transitando por la misma avenida.

Esta tarjeta postal es una pieza con una doble riqueza, por un lado, es un testimonio visual; y por otra parte, es un documento histórico que revela información valiosa que debe ser interpretada. Esta postal nos enseña un paisaje que no pudo existir antes del año de 1900 y nos muestra los gustos y costumbres de una época.

Otro dato que se infi ere de la tarjeta es la posibilidad de ser el souvenir de un viaje, ya que no está dedicada, no aparece ningún sello postal ni tampoco un re-mitente. Se sabe que es de manufactura francesa, pues contiene la permitida leyenda3 de Carte Postale, sin identifi car ninguna casa impresora. Esta pieza también es un documento histórico y artístico, debido no sólo a la atractiva imagen del frente sino a la información que puede descubrir.

3 De 1893 a 1898 solamente el gobierno podía usar el término “Tarjeta postal” y fue hasta finales de 1901 cuando se permitió usar la leyenda a las editoras privadas. Ania Michas, op. cit. p. 11.

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El Archivo General de la Nación (AGN) describió y organizó en 2008 el fondo Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal (TSJDF) S. XX.1 Antes de su ingreso al AGN, la documentación estuvo bajo custodia del Archivo Judicial del Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal, que en 1998 inició el envío a través de varias remesas de aquellos asuntos conclusos de tipo penal y civil. El fondo cuenta con 4,015 cajas con un aproximado de 702,762 expedientes cuyo periodo abarca de 1900 a 1947.

La historia de la administración de justicia tiene su origen en el México prehispánico, desde entonces se resolvían controversias de carácter comunal o personal en el palacio de Moctezuma, mismo que albergó tres salas: la primera, tlacxitlan (atendía peticiones, crímenes y pleitos de la nobleza tenochca) la segunda, tecalli o teccalco (era el sitio donde los ancianos escuchaban los pleitos y peticiones de los macehualtin o gente del pueblo) la tercera sala, tecpilcall (donde se reunían los guerreros para saber si alguien había incurrido en un acto criminal).2

En la época virreinal, se encontraban dos tipos de tribunales: “especiales”, que atendían asuntos en relación con la Iglesia y el comercio; y el “ordinario”, que se hacía cargo de todo lo relacionado con el Supremo Consejo de Indias, la Audiencia y la Real Cancillería de México, causas civiles y criminales.

En el siglo XIX, el Tribunal Superior estuvo sujeto a la situación de inestabilidad imperante y fue objeto de desapariciones y reinstauraciones

UN FONDO JUDICIAL COMO FUENTE PARA EL ESTUDIO SOCIOCULTURAL DE LA CIUDAD DE MÉXICO: EL TRIBUNAL

SUPERIOR DE JUSTICIA DEL DISTRITO FEDERAL (1900 – 1947)

Mariana Jiménez Muciño*

* Licenciada en etnohistoria y asistente de la Dirección General Adjunta de Administración de Acervos Históricos-AGN.

1 La autora colaboró en el proyecto de organización y descripción.2 “El reino de Moctezuma”, en Pasajes de la Historia, núm. 1 / agosto de 2000.

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constantes. El 23 de noviembre de 1855 se promulgó la “Ley de Administración de Justicia y Orgánica de los Tribunales de la Nación del Distrito y Territorios”, también conocida como “Ley Juárez”, que señala en sus artículos 23 al 47 la creación del TSJDF, constituido por tres salas, dos unitarias de segunda instancia y una compuesta por tres magistrados para conocer en tercera instancia, así como cinco juzgados para el ramo civil y cinco para el penal. Además, distribuidos en los diversos puntos de la capital, se establecen los juzgados de paz y las alcaldías.3 Cabe destacar que la documentación que comprende este siglo, también forma parte del acervo del AGN.

Durante la etapa revolucionaria el Tribunal Superior volvió a ser objeto de frecuentes desapariciones y reinstalaciones, quedando restablecido en defi nitiva en septiembre de 1919, durante el gobierno de Venustiano Carranza, con la promulgación de una nueva “Ley Orgánica de los Tribunales del Fuero común en el Distrito y Territorios de la Federación”. Este ordenamiento disponía que el Tribunal estuviera integrado por dos salas, cada una con siete magistrados, así como con once juzgados civiles, nueve juzgados penales y dos de jurisdicción mixta. Las salas quedarían constituidas de la siguiente manera: primera, segunda, tercera, cuarta y quinta salas de lo civil; sexta, séptima, octava y novena salas de lo penal; décima y décima primera salas de lo familiar.

Lo hasta aquí expuesto permite conocer parte de la evolución en la administración de justicia, misma que responde a cambios históricos, políticos y sociales de México a lo largo de su historia, y qué decir de los juzgados que incrementaron su número en función de las necesidades sociales. Tipología de delitos

Los expedientes muestran el tipo de casos que se siguen por ofi cio tanto en salas como en juzgados que integran el Tribunal Superior de Justicia. En materia penal destacan los delitos como: robo, homicidio, violación, adulterio, aborto, estupro, fraude, lesiones, rapto, entre otros.

3 www.tsjdf.gob.mx.

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En cuanto a los juicios civiles abundan asuntos de jurisdicción voluntaria, juicios contenciosos que versan sobre la propiedad, asuntos hipotecarios, arrendamiento de inmuebles (habitación, comercio, industria); asimismo resoluciones a problemas familiares como divorcios, testamentarías, reconocimiento de hijos, deudas, información ad perpetuam,4 entre otros.

A continuación se presenta una tabla que ejemplifi ca el total de casos tanto civiles como penales que van de 1900 a 1947 y sólo aquellos juicios en que la documentación es de mayor proporción; con la fi nalidad de ofrecer una “muestra” que acerque al lector a los delitos mayormente cometidos.

Existen otros juicios –no menos importantes que no se contabilizaron por cuestiones de espacio– como son uxoricidio, allanamiento de morada, ataque peligroso, amenazas, atentados al pudor, faltas a la moral, abuso de confi anza, daño en propiedad ajena, disparo con arma de fuego, encubrimiento y golpes.

Tabla núm. 1. Juicios penales de 1900 a 1947

Año Caja

s po

r añ

o

Robo

Hom

icid

io

Viol

ació

n

Adu

lter

io

Abo

rto

Estu

pro

Frau

de

Lesi

ones

Rapt

o

1900 60 280 81 13 10 1 39 22 424 49

1901 71 306 128 12 2 3 30 25 472 38

1902 77 338 103 22 5 0 17 27 588 35

1903 80 360 91 12 11 0 6 36 462 11

1904 82 962 123 20 17 4 27 35 770 37

1905 94 814 115 24 14 4 31 56 816 59

1906 124 1331 181 29 27 4 58 73 1155 107

1907 110 1777 226 34 38 2 55 69 1380 81

1908 130 1722 169 34 14 1 66 62 785 115

1909 123 1621 195 38 23 2 86 79 850 116

1910 102 2348 183 39 30 1 99 91 1490 137

1911 91 2027 154 34 13 4 45 65 1155 70

4 (Del lat. ad perpetuam [rei memoriam], para perpetuo [recuerdo del asunto]). Prueba destinada a justificar algún hecho o acreditar un derecho para que en lo sucesivo conste inequívocamente.

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Año Caja

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Viol

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n

Adu

lter

io

Abo

rto

Estu

pro

Frau

de

Lesi

ones

Rapt

o

1912 70 1424 112 13 5 6 13 55 1223 28

1913 67 973 68 10 5 2 24 14 1222 44

1914 44 971 56 12 5 1 11 27 994 19

1915 33 1821 36 9 2 0 14 25 597 28

1916 47 2205 50 24 4 0 17 46 949 25

1917 68 1671 140 15 2 1 18 55 1482 36

1918 76 1838 152 34 7 3 25 80 1518 33

1919 61 856 111 18 3 0 13 61 1430 31

1920 55 807 93 15 5 3 19 37 1350 34

1921 55 1018 91 23 8 1 35 51 1537 57

1922 70 1107 164 22 13 7 40 65 1840 69

1923 71 1221 216 35 9 5 18 60 2271 55

1924 64 866 124 21 3 0 17 50 1439 38

1925 82 1095 198 48 10 1 30 66 2156 84

1926 82 807 228 36 10 1 24 65 1760 63

1927 82 602 126 36 6 9 33 62 1463 77

1928 84 751 106 51 13 4 26 61 1685 58

1929 90 823 125 48 6 8 30 42 1326 62

1930 106 439 116 30 6 3 37 11 964 52

1931 104 545 117 24 7 4 41 22 823 57

1932 92 441 82 22 2 4 42 89 619 35

1933 84 752 118 36 12 2 61 139 987 77

1934 79 498 144 35 3 5 57 164 837 61

1935 80 522 199 37 10 7 72 183 1069 70

1936 91 576 191 41 11 5 80 206 891 48

1937 94 474 177 44 10 2 86 198 862 71

1938 118 553 243 77 10 4 124 196 922 79

1939 74 373 162 40 12 6 86 151 687 42

1940 164 413 146 30 9 2 86 141 677 50

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Gráfi ca núm. 1. Juicios penales

Año Caja

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Robo

Hom

icid

io

Viol

ació

n

Adu

lter

io

Abo

rto

Estu

pro

Frau

de

Lesi

ones

Rapt

o

1941 88 457 120 40 9 5 62 146 676 31

1942 78 637 141 42 11 9 82 206 699 61

1943 74 738 105 59 20 4 109 230 837 88

1944 82 826 118 72 19 5 101 225 879 108

1945 126 938 169 70 18 6 82 322 1269 65

1946 132 883 266 69 5 1 86 192 1155 47

1947 138 1271 321 93 19 5 143 298 1672 77

TOTAL 46078 6880 1642 513 157 2403 4681 53114 2815

Las cifras se contabilizaron a partir de la base de datos electrónica del TSJDF – AGN.5 Por ejemplo, el año de 1900 cuenta con 60 cajas en las cuales encontramos 424 casos de lesiones, seguidos de 280 denuncias por robo. Aquí una gráfi ca de los delitos de tipo penal.

5 Es necesario aclarar al lector que los resultados de las tablas 1 y 2 no contemplan aquellas búsquedas con errores ortográficos; por ejemplo: LESIONES – LECIONES.

46078

68801642 513 157 2403

4681

53114

28150

10000

20000

30000

40000

50000

60000

Robo Homicidio Violación Adulterio Aborto Estupro Fraude Lesiones Rapto

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180 Legajos, número 15, enero-marzo, 2013

Según los datos anteriores, se observa que los delitos mayormente cometidos (de 1900 a 1947) son lesiones y robo; seguidos por homicidio y fraude. Por otra parte, para el caso de los juicios civiles se presentan los siguientes datos.

Tabla núm. 2. Juicios civiles de 1900 a 1947

Año Caja

s po

r añ

o

Div

orci

o

Des

ocup

ació

n

Test

amen

tarí

a

Deu

das

Reco

noci

mie

nto

de h

ijos

1900 60 72 2134 226 2932 9

1901 71 59 3122 246 4026 7

1902 77 59 3821 290 4063 10

1903 80 87 4225 308 4954 13

1904 82 78 3526 254 3790 33

1905 94 77 3549 247 4524 11

1906 124 100 4128 362 4586 23

1907 110 76 4481 287 4032 48

1908 130 78 4787 273 4897 51

1909 123 76 4801 279 4650 53

1910 102 69 3796 269 3597 59

1911 91 70 3447 174 3107 65

1912 70 34 2901 150 1785 28

1913 67 43 1807 161 1659 29

1914 44 25 1308 93 1262 15

1915 33 30 1167 88 946 5

1916 47 117 1867 155 667 40

1917 68 96 1876 237 1170 12

1918 76 115 5930 245 2027 10

1919 61 131 3812 208 1620 14

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181Legajos, número 15, enero-marzo, 2013

Año Caja

s po

r añ

o

Div

orci

o

Des

ocup

ació

n

Test

amen

tarí

a

Deu

das

Reco

noci

mie

nto

de h

ijos

1920 55 93 2369 187 1044 20

1921 55 106 2554 152 984 8

1922 70 161 3539 186 1384 5

1923 71 164 3402 170 1328 3

1924 64 158 2697 166 1770 9

1925 82 189 3153 141 2195 15

1926 82 237 3341 138 2052 30

1927 82 265 2094 146 1394 33

1928 84 319 3190 121 1811 66

1929 90 296 3146 97 1738 722

1930 106 326 3474 123 1683 1408

1931 104 397 4442 122 1846 114

1932 92 374 3992 121 1582 252

1933 84 393 661 110 1987 237

1934 79 469 650 108 1529 126

1935 80 399 1369 93 2431 167

1936 91 609 2136 147 2386 221

1937 94 704 1125 105 1845 26

1938 118 635 630 80 2186 71

1939 74 634 523 97 1195 84

1940 164 621 494 87 1432 71

1941 88 491 714 73 1701 6

1942 78 387 240 46 699 3

1943 74 531 278 72 370 9

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182 Legajos, número 15, enero-marzo, 2013

Con base en los datos de la tabla anterior, aquí una gráfi ca:

Año Caja

s po

r añ

o

Div

orci

o

Des

ocup

ació

n

Test

amen

tarí

a

Deu

das

Reco

noci

mie

nto

de h

ijos

1944 82 748 272 62 442 1

1945 126 881 467 43 954 2

1946 132 908 388 47 793 3

1947 138 698 456 34 846 1

TOTAL 13685 118281 7626 101901 4248

Gráfi ca núm. 2. Juicios civiles

Como se aprecia, el tipo de delitos con mayor incidencia son juicios por desocupación, deudas y divorcios.

13685

118281

7226

101901

42480

20000

40000

60000

80000

100000

120000

140000

Divorcio Desocupación Testamentarías Deudas Reconocimiento de hijos

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Alcances temáticos

Los expedientes como fuente docu-mental permiten el estudio y análisis de la conducta de los actores, así como la evolución en la práctica de la justicia. Al conocer el alcance y posibles temáticas de estudio surgen preguntas como: ¿en qué años el delito en particular cobra mayor fuerza?, ¿cuál es contexto político social que impera en México en esos años?; respecto al género, ¿quiénes cometen los delitos, son mayormente hombres o mujeres y Foto 1

entre qué edades?, ¿qué sectores de la población?, ¿cuántos de esos casos son reincidentes?, ¿de qué forma la criminalidad afecta a los grupos sociales?

Por otra parte, y con apoyo del material gráfi co que presentan los expedientes, se puede apreciar la “evolución” en las formas de delinquir, es decir, en los primeros años se trata de personas de bajos recursos económicos, en algunos casos analfabetas, generalmente acusadas por el delito de robo. Sin embargo, con el transcurso de los años se advierte una tendencia creciente de nuevas formas y desarrollo de la criminalidad. Los delincuentes adquieren instrucción escolar y se les procesa por delitos como fraude o robo; conocidos también como delincuentes de “cuello blanco”, personas de cierta preparación cultural, social y económica, son quienes violan las leyes en la actividad de su profesión; el trayecto en la forma de delinquir pasa de violenta a intelectual; es decir, con cierto ingenio, organización y perfeccionamiento. A continuación se presentan algunos casos para ejemplifi car lo antes mencionado.

La foto 1 corresponde al caso de Julia González de Monte alto, soltera, de 16 años, ingresó a la cárcel municipal el 13 de mayo de 1899 por el delito de robo, sentenciada a dos años de prisión, en el expediente se indica que: se conduce bien y asiste a la escuela.

AG

N, T

SJD

F, añ

o 19

00, c

aja

9, e

xp. 0

0412

5.

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184 Legajos, número 15, enero-marzo, 2013

El siguiente caso (foto 2) se relaciona con el juicio que se le sigue a José García, por el delito de robo de una báscula.

Foto 4

6 AGN, TSJDF, exp. 322920, caja 1791, año 1923.

Foto 2

Foto 3

AGN

, TSJ

DF,

año

1919

, caja

153

7, ex

p.

2753

18.

Otro trata el caso de Miguel Tomasini (foto 3), extranjero de 37 años, acusado por el delito de fraude, estafa y simulación de contrato y Luis Castro (foto 4) por alteración de documentos.

AG

N,

TSJD

F, añ

o 19

16,

caja

135

3,

exp.

237

445.

AGN

, TSJ

DF,

año

1920

, caja

159

1, ex

p. 2

8525

6.Con los ejemplos hasta aquí expuestos se aprecia la evolución en las

prácticas delictivas y en particular la violación a la ley cometidos por abogados o actores en la actividad de su profesión.

Por otra parte, el fondo TSJDF también cuenta con otro tipo de expedientes que pueden dar luces a hechos históricos en concreto, como es el caso de la muerte del general Álvaro Obregón,6 el expediente corresponde a la demanda contra José de León Toral por el delito de homicidio, incluye el recurso de apelación contra el auto dictado por el juez segundo de primera instancia de Tacubaya. (Foto 5)

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7 Tebeosfera, revista sobre historietas.

Para los lectores interesados en el teatro, se encuentran expedientes que aportan datos sobre los inicios de la empresa teatral de Virginia Fábregas; además de otros como el “Arbeu”, “Renacimiento”, “Gorostiza de Tacubaya”, “Lírico”, teatro cine “Garibaldi”, teatro “Principal”, cine-teatro “Olimpia”; por mencionar algunos. (Foto 6)

Foto 5

AGN

, TSJ

DF,

año

1928

, caja

218

5, ex

p. 3

9808

5.

Respecto a casos “curiosos”, se encuentra la denuncia por la venta de la revista Vida Alegre, semanario frívolo, ilustrado de contenido pornográfi co. Dicho sea de paso, ya existían historietas y viñetas humorísticas españolas como el caso de La Vida Galante (1898) o La Saeta (Barcelona, 1890 - 1910) también conocidos como sicalípticos, que se refi ere al ímpetu de lo festivo, pícaro, galante, erótico y sensual.7

La revista, refi ere a un momento concreto y un modus vivendi actual mente caduco. Contiene situaciones que vistas hoy parecen un tanto absurdas; sin embargo, se trata del humor particular de la época, aunque también es cierto que después de 85 años algunas de esas singularidades hoy son totalmente incomprensibles. (Foto 7)

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186 Legajos, número 15, enero-marzo, 2013

Foto 7

Foto 6

AGN

, TSJ

DF,

año

1901

, caja

122

exp.

021

560.

AGN

, TSJ

DF,

año

1928

, caja

214

8, ex

p. 3

9113

2.

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187Legajos, número 15, enero-marzo, 2013

8 “Delito, reforma y justicia en la posrevolución: el homicidio en la Ciudad de México en los años treinta”, pp. 2-3. 9 AGN, TSJDF, Exp. 037023, caja 202, año 1902. (planos de los terrenos: La Huerta, Tlalcohuale, Patlahuaca, Tlaltécpan, situado en el Barrio de S. Mateo, Azcapotzalco; Pixcalaco, del barrio de San Marcos Azcapotzalco; Tlatil-Guarnero, en el barrio de Santo Domingo, Azcapotzalco).10 AGN, TSJDF, 001770, caja 8, año 1900.11 AGN, TSJDF, 008210, caja 33, año 1900.12 AGN, TSJDF, 034449, caja 186, año 1902.

Por otra parte, los alcances del fondo TSJDF S. XX también permiten estudiar la psicología social, historia cuantitativa, historia de las mentalidades, la conjunción de lo individual con lo colectivo, lo cotidiano, comportamientos conscientes e inconscientes, lo marginal, continuidades, rupturas, adaptaciones, cambios y modifi caciones en cuanto a legislación en México se refi ere, sobre todo en el periodo de la Revolución mexicana –según indica Saydi Núñez–, ya que éste periodo

[…] signifi có la aparición de un abanico más amplio de actitudes en relación con la reforma penitenciaria y judicial, planteada desde 1912, constituyéndose en un parte aguas para una nueva dirección en la política y la ley en México […] los cambios en la legislación penal […] para el Distrito y territorios federales […] conllevaron una serie de modifi caciones en los procedimientos, competencias y funciones del sistema de impartición de justicia implementado a mediados del siglo XIX […] se hallaba la intención de simplifi car los procedimientos penales, la efi caz reparación de daños, la individualización de las penas, una menor dependencia de normas éticas abstractas (“casuismo”) y un mayor grado de arbitrio judicial en nombre de la “protección social […]”8

Cabe destacar que el fondo es rico en material gráfi co como fotografías (escenas del crimen o bien de los procesados) y periódicos como: Aviso Oportuno, Boletín judicial, El Diario del Hogar, El Gráfi co, El Imparcial, El Inven-cible Trébol, El Monitor Republicano, El Mundo Católico, El Mundo, El Nacional, El País, El Popular, El Tiempo, El Universal, Esto, Excélsior, La Patria de México, La Prensa, La Sombra de Arteaga –Querétaro–, La Tribuna, La Voz de México y Novedades, entre otros. Asimismo se cuenta con planos (blue print) como parte de las pruebas en testamentarías,9 juicios por incumplimiento de contrato en obras;10 en juicios mercantiles11 y deudas de pesos,12 por mencionar algunos.

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188 Legajos, número 15, enero-marzo, 2013

Lo hasta aquí expuesto, ofrece al lector un acercamiento mínimo al fondo Tribunal de Justicia del Distrito Federal, que como arriba indico, brinda un amplio abanico de temáticas a estudiar. Considero que dándole voz a los actores de los procesos judiciales se pueden reconstruir historias “sin contar”; del estudioso dependerá el camino a seguir.

Artículos

Núñez Cetina, Saydi, “Delito, reforma y justicia en la posrevolución: el homicidio en la ciudad de México en los años treinta. En el Panel: La práctica de la justicia / la justicia en la práctica: derecho procesal, actores y experiencias judiciales en América Latina (1850 – 1950)”, México, CIESAS, D. F., 2009.

Tebeosfera, revista web sobre historietas. (www. tebeosfera.com/).

“El reino de Moctezuma”, en Pasajes de la Historia núm. 1 / agosto de 2000.

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189Legajos, número 15, enero-marzo, 2013

La participación y asesoría de Roberto Beristáin Rocha en la consulta de documentos históricos durante más de cuatro décadas ha sido reconocida públicamente por decenas de investigadores, quienes a través de sus libros le agradecen la dedicación y el apoyo brindados por él tanto en la Biblioteca Nacional como en el Archivo General de la Nación. Entre otros de esos estudiosos están: Ricardo Rees Jones, Solange Alberro, Margarita García Luna, Pilar Gonzalbo, Roberto Moreno de los Arcos, Agustín Ramos, Alberto Herr Solé, Patricia Seed, William Merrii, Susan Deans-Smith, Sergio Aguayo, Margarita Carbó, Ethelia Ruiz, Alonso de Zorita, Richard J. Salvucci, René García Castro.

Roberto Beristáin –quien obtuvo en 2001 la mención al mérito en la labor de archivos dentro del IX Premio Banamex “Atanasio G. Saravia” y en 2011 el premio al Mérito Archivístico “por su superación y constancia en el conocimiento del acervo”– nació en Coacoatzintla, Veracruz el 13 de mayo de 1942. Es el sexto de los siete hijos que procrearon Ireneo Beristáin Moctezuma y María Angélica Rocha Tesillos: Rosa María, Leonor, Arturo, Alejandro, Ignacio, Roberto y María de Jesús.

Su madre murió el día en que él cumplió tres años de edad. Mientras sus hermanos quedaron al cuidado de una tía en Xalapa, Roberto se fue a vivir con su abuela materna, Pánfi la Tesillos, a Ixhuatlán de Madero, donde ella era panadera. En esa comunidad veracruzana de la llamada Huasteca baja, aprendió diversas actividades, como acarrear agua y leña para alimentar el horno; en varias casas vecinas, también ayudaba a moler nixtamal o grano de café, así se ganaba el desayuno. En ocasiones, por indicación del tío Carlos, debía ir al Zapote, un rancho cercano a Ixhuatlán, para cuidar y alimentar al ganado bovino.

ENTREVISTA CON ROBERTO BERISTÁIN, ARCHIVISTA EMÉRITO

Marco Antonio Silva Martínez*

* Jefe del Departamento de Publicaciones, AGN.

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190 Legajos, número 15, enero-marzo, 2013

Asistía a la escuela primaria de la señora Graciana Martínez, que estaba separada sólo por una zanja del horno donde doña Pánfi la hacía el pan. Roberto cursó más de una vez el primer año y cuando él y su abuela emigraron a la ciudad de México se había quedado en el tercer grado.

Roberto Beristáin durante la entrevista

Foto

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191Legajos, número 15, enero-marzo, 2013

Para que doña Pánfi la pudiera atenderse una infección en una pierna, arribaron ambos a la capital del país, Roberto tenía entonces 12 años de edad y pudo reunirse de nuevo con su padre y sus hermanos –excepto María de Jesús, quien se quedó con su madrina de bautizo– que habían llegado de Veracruz unos años antes.

En la ciudad de México aprendió pronto a ganarse la vida. Fue cargador de bolsas en los mercados, ayudante de un ilusionista, tapicero, repartidor de instrumental médico y bolero antes de toparse con la que ha sido su gran vocación: la consulta e investigación de los acervos históricos.

Noqueado por las amibas

En su época de veinteañero, tenía una gran afi ción por el box y lo practicó por un corto tiempo. Era peso mosca (50.800-52.100 kg) y entrenaba en los Baños Granada, pero debió colgar los guantes porque en una ocasión, después de haber peleado algunos rounds, se desmayó. Cuando despertó ya lo tenían en una mesa de masaje. Tras el estudio y los análisis médicos prescritos por el doctor Bolaños Cacho, le encontraron amibas enquistadas. “Todo lo que comía lo aprovechaban las amibas, por eso estaba fl aco”. Cuando se desparasitó ya era peso gallo, con más de 53 kilos y medio. “Mi mayor afi ción ha sido el boxeo, lo practiqué un tiempo, pero ahora sólo lo veo por televisión los sábados por la noche”.

Aunque debió abandonar el box, no dejó el deporte, “corría antes de entrar a trabajar. También jugaba frontón en Tepito en una cancha que estaba entre la avenida del Trabajo y la calle Díaz de León. Después jugué en los Baños Atlas”. Actualmente conserva una complexión delgada, es peso ligero con sus aproximadamente 60 kilos.

Artista trashumante, tapicero, lustrador

“El Jarocho”, un ilusionista que trabajaba en el Centro de la ciudad de México lo contrató como su “Patiño” y “Chicharito”. Recuerda que antes de su presentación desayunaban café y unas tortas muy baratas, preparadas por ellos mismos. Adquirían los bolillos recién horneados en la panadería, les quitaban el migajón y para rellenarlos acopiaban de los botes de basura,

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plátanos más que maduros, manzanas, peras o guayabas. Tras combatir el hambre, “El Jarocho” escribía algún sketch sobre la bolsa del pan y luego ensayaban antes de iniciar su número para quienes pasaban por la Plaza Loreto, en las calles de Rodríguez Puebla, Justo Sierra y San Ildefonso. “A ver, señoras y señores, ahora vamos a hacer caminar esta moneda de veinte centavos con las palabras cabalísticas de pescuare botare pescuare mí para Zamora yes ascorbos ascorbos esparatatis tatis que la gente no se dará cuentatis de la trampatis. ¡Ah méndiga moneda!, no quiere caminar”.

“El Jarocho” hacía y vendía camaritas de cartón y cristal, jabones quitamanchas y otros productos. “Ahora vamos a empezar a trabajar con Tita la viborita. ¡Sal de tu agujero, víbora maldita! A ver, Chicharito, tú que eres estudiado lee las noticias del día”.

A pesar de que “El Jarocho” fumaba mariguana, nunca lo invitó a secundarlo, lo cual Roberto agradece al rememorar aquellos años de infancia en que le tocaba pasar el sombrero frente a los espectadores, “me divertía mucho, desayunaba gratis y me ganaba una que otra moneda”.

Posteriormente, contratado por temporadas por un señor de apellido Balmori se dedicaba a poner resortes en sillas y sillones en un taller que estaba en la avenida Ferrocarril de Cintura. También trabajó distribuyendo jeringas, matraces y demás instrumental médico en una empresa de la familia Martínez Corral.

En un local que se encontraba en Colombia número 7, junto al Sindicato de Boleros, fue uno más de los lustradores de calzado. En ese sitio se vendían los aperos para realizar tal ofi cio: brochas, cepillos, crema y grasa, además de agujetas y calzadores. El servicio costaba 80 centavos, de los cuales el bolero dejaba la mitad para la empresa y la otra le pertenecía. Aun cuando asear el calzado de sus principales clientes (los albañiles) era una tarea muy demandante, pues le tomaba más tiempo retirar el cemento, el yeso y otros materiales de la mezcla, algunos sábados Roberto llegó a ganar 14 pesos.

En su lugar de trabajo, Roberto tenía un cliente muy propio que solía conversar con él y un día le preguntó, ¿quieres trabajar en algo mejor? Toma mi tarjeta. Guardó la tarjeta pero no se interesó de inmediato, pues consideraba que tenía una buena clientela. Sin embargo, días después volvió a ver el pequeño rectángulo de cartulina, donde leyó: Lic. Alfredo Viruegas.

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Director de Administración. Biblioteca Nacional. Se animó a presentarse ante él y se dirigió a las calles de Uruguay.

El lustre documental

En el ex convento de San Agustín, donde se asentaba la Biblioteca Nacional, entró a trabajar como auxiliar de intendencia en agosto de 1964. Ese mismo año obtuvo por fi n su certifi cado de educación primaria. Cinco años después, ya como jefe de familia con limitados recursos económicos, buscó un segundo empleo que le permitiera conservar el que ya tenía. Acudió a varios lugares sin el éxito que esperaba, hasta que se presentó con el director del Archivo General de la Nación, Jorge Ignacio Rubio Mañé, quien lo aceptó en el área de intendencia. Así comenzó a trabajar, a partir del 16 de agosto de 1969 en el Palacio Nacional, entonces sede del AGN, de las 7 a las 15 horas. Se encargaba de tener limpia la ofi cina del director, quien llegaba puntualmente a las ocho de la mañana. Éste lo saludaba y se dirigía a él como “el del apellido ilustre”, por referencia al sacerdote, literato y bibliógrafo del sigo XVIII Mariano Beristáin y Souza, autor de la Biblioteca Hispano-Americana Septentrional, publicada en el siglo XIX.

Roberto Beristáin y Enrique Arreola en la Bilbioteca Nacional

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Mientras realizaba la limpieza de los documentos con una aspiradora que tenía una malla de protección, empezó a leer, así fuera superfi cialmente, parte de su contenido. Miguel Civeira Taboada, periodista y escritor yucateco que era administrador del Archivo, le pidió desde su ingreso a la institución que, después de hacer el aseo, apoyara en el servicio de atención al público:

“Yo hacía el aseo primeramente de la Dirección. Enseguida en la sala de consulta, por último en parte del acervo. Al terminar mi trabajo de aseo atendía al público en sala. Eran dos salas: la de historia en la parte alta y la sala de Tierras y copias certifi cadas en la planta baja. Aproximadamente se atendían entre 20 y 30 personas, a veces menos; pero en los últimos días, ya para cambiarse el Archivo la estadística subió y se fueron de espaldas porque eran aproximadamente como 40 o 50 investigadores”.

“Recuerdo que el primer investigador que atendí fue el doctor Paul Vanderwood, que escribió sobre los cuerpos rurales de la federación. Él consultaba el fondo de Gobernación. Llenaba su papeleta y me pedía los legajos. Yo iba al acervo y veía la relación o guía. Por ejemplo en la planta de abajo donde estaban Tierras y copias certifi cadas se encontraban los ramos Tierras, Indios, Mercedes, Archivo de Buscas, Hospital de Jesús, Civil. Yo estaba principalmente en la planta alta, donde se encontraba Historia y la Colección de Folletería. En aquel entonces a los actuales fondos documentales se les llamaba ramos”.

Don Roberto, quien demostró su capacidad memoriosa desde que era pequeño, se considera un ser privilegiado que tuvo la oportunidad de cam-biar en un momento crucial de su vida el trabajo físico por tareas de tipo intelectual, desarrollando éstas tanto en la Biblioteca Nacional como en el AGN.

“El contacto con el público me gustó en estos dos lugares, pero también la documentación y la información que hay ahí. El contenido, lo interesante de los papeles. Creo que sí aprendí. Algo que nunca me imaginé, de verdad. Me interesó mucho la época virreinal, yo creo que todo el siglo XIX y el XX, todo me llamaba la atención, pero al principio fue sobre todo el tema virreinal”.

“En ese entonces, además del doctor Vanderwood atendí a otra investigadora: Ofelia Alarcón, que estaba investigando Hospital de Jesús, que no es más que el archivo del marqués del Valle, también a la doctora Solange

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Alberro, a un historiador de la ciencia, el doctor Ramón Sánchez Flores, que escribió el libro Historia de la tecnología y la invención en México. Tantos investigadores que tuve la fortuna de atender. A Ernesto de la Peña, quien acaba de morir, lo atendí en la Galería 4. Él vino invitado por el maestro Roberto Villaseñor, que trabajaba en el canal 13 en el programa Sopa de Letras. Lo invitó al Archivo, me lo presentó y quiso ver un libro con los poemas de Manuel Quiroz y Campo Sagrado que se encuentran aquí en el Archivo”.

De los cerca de 10 años que trabajó en el Palacio Nacional, Roberto recuerda un par de anécdotas:

“La investigadora Ofelia Alarcón, quien me parece era del Instituto Nacional de Antropología e Historia, solicitó el legajo 276 del Hospital de Jesús, pero con el fi n de consultar los planos, que son el soporte de papel de maguey o papel amate. Nos solicitó el legajo, pero resulta que el expediente que ella quería no estaba. Entonces se fue a quejar a la Dirección. El doctor Rubio Mañé no nos dejó salir hasta que no apareciera el expediente que ahora es parte de la Memoria del Mundo. Entonces nos tocó al señor Honorio Mendoza Mejía y a mí buscar el expediente. Ese día no fui a trabajar a la Biblioteca Nacional. Empezamos a buscar de atrás hacia delante y viceversa para encontrarlo. Buscábamos así, porque a lo mejor estaba mal colocado. Efectivamente, estaba en otro legajo. Eran como las seis de la tarde cuando por fi n descansamos”.

“En la sala de consulta, el doctor Rubio Mañé se sentaba ante su pequeña mesita, llevaba un expediente y se ponía a escribir, pero siempre volvía la cabeza, vigilando. De repente me llama, Beristáin, el del apellido ilustre. Dígame. Hoy por la mañana ha venido Enrique Villavicencio y se queja amargamente que donde él hace el aseo un bicho se ensucia. Localíceme al bicho y échelo para afuera. Sí, doctor, claro. Localicé al gatito. Me costó un poco de trabajo atraparlo. Lo agarré lo metí en una caja y me lo levé a la calle de Moneda. Lo solté y regresé. El gato ya estaba otra vez en el acervo. Lo tomé nuevamente y me fui un poquito más retirado a dejarlo. Regresé y le dije al director: he sacado dos veces al gato, maestro y las dos veces que regresa. Se ríe el maestro y me dice: no se preocupe Beristáin, hoy que lleguen los veladores les voy a decir que lo lleven a Cuernavaca, a ver si regresa”.

Su memoria también atisba pasajes no muy gratos, como el episodio que

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ocasionó una investigadora al quejarse ante la Dirección por la pérdida de unas plumas fi nísimas y, cuando varios de los trabajadores habían hecho las búsquedas necesarias incluso en el sanitario de damas, la quejosa encontró las plumas en su propia bolsa y no le quedó más que ofrecer disculpas. En cambio, en otra ocasión, llegó personal de la Secretaría de Gobernación para detener a un individuo, pues les habían avisado de que se comportaba de manera sospechosa. “Llegaron a su mesa, lo llevaron hacia el fondo del acervo. Se dice que se estaba llevando los timbres en el forro de su saco”.

“El mismo personal del Archivo hacía la labor de vigilancia, daba servicio y vigilaba que el usuario no se recargara en el volumen, que no utilizara bolígrafo, sólo lápiz. El doctor Rubio Mañé nos decía que debíamos ser correctos con el investigador, tratarlo siempre bien, que fuera una invitación para que regresara, porque si no el Archivo se iba a cerrar. Siempre nos daba consejos a Enrique Villavicencio, a Pedro González y a mí, quienes dábamos el servicio en la parte alta. Pedro González se encargaba del Boletín, lo tenía ordenado por series. Cuando alguien lo solicitaba, se encargaba de empaquetarlo y lo enviaba. Enrique y yo dábamos el servicio, colocábamos, prestábamos el material”.

El AGN al Palacio de Comunicaciones

En 1973, a raíz de las obras para la construcción de la línea 2 del Metro, se presentaron fugas de agua e incluso en la cimentación del ala del edifi cio del Palacio Nacional que da a la calle Corregidora, donde se encontraba el AGN. Por ello se decidió que éste se trasladara al Palacio de Comunicaciones en la calle de Tacuba 8, donde funcionaban aún los Telégrafos de México. En ese inmueble el AGN tuvo una parte de la planta baja y todo el segundo piso, donde la sala de consulta permitía atender hasta 60 investigadores. La mudanza se hizo de manera paulatina.

“Como no contábamos con transporte, el traslado se prolongó hasta 1976. Los investigadores hacían su solicitud de documentación, si ésta se encontraba en Palacio Nacional, se hacía el traslado y se quedaba ya en el Palacio de Comunicaciones. Había una motocicleta que manejaba el señor Pedro González Zamora, la persona que llevaba los documentos iba en una especie de caja de fi bra de vidrio”.

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A mediados de los setenta, Roberto se integró al equipo de restauradores en el Laboratorio de Restauración y Conservación de la Biblioteca Nacional y, gracias a su experiencia en el AGN, en el periodo 1979-1988 se le comisionó para el servicio al público en sala de consulta. Por otra parte, también a mediados de los setenta, en el AGN estuvo en áreas semejantes:

“Me pasaron al Laboratorio de Restauración y Conservación con la maestra Mariela Paullada. Y solamente me dedicaba a desprender mapas y planos para hacer la Mapoteca. Esto fue en un lapso corto. Después me pusieron a dar referencias, pero no tenía ofi cina. Los investigadores me buscaban. Esto dio pauta para que el maestro Enrique Arreola y la doctora Stella María González Cicero, responsable entonces de la Dirección del Archivo Histórico Central, me pasaran en 1978 a la única sala que estaba en el Palacio de Comunicaciones, en el segundo piso, en el ala que daba a la Cámara de Senadores. En esa sala yo era el único referencista y se llegó a lle-nar con aproximadamente 60 investigadores”.

“En ese entonces no había mucho personal. En Palacio Nacional éramos aproximadamente 60 empleados con el doctor Rubio Mañé. Después con Alejandra Moreno Toscano creció la plantilla del Archivo. No sé a cuántos, pero se incrementó. La consulta que prevalecía era la del fondo virreinal: Inquisición, Universidad, Epidemias, Expediciones Científi cas.

Al hacer una refl exión sobre aquella etapa de su vida, se modifi caron algunos de sus esquemas mentales pues, a pesar de que se consideraba un mal estudiante, tuvo el arrojo de levantar la mano y pedir que se le incluyera en un curso especializado que le fue muy valioso para realizar sus tareas de apoyo a los investigadores.

“Hubo cosas muy buenas para mí en el Archivo. Cuando llegué al Palacio Nacional se dio un curso de paleografía, pero yo no lo pude tomar. Fue en el Palacio de Comunicaciones, cuando se dio el curso de Paleografía y diplomática del documento indiano que ya me aceptaron para que lo tomara. Mi jefa inmediata, Mariela Paullada Mena, me apoyó en eso. El curso fue de abril a septiembre de 1981. Fue muy interesante, lo impartió la maestra María Elena Bribiesca. Se me hizo difícil porque tenía que estudiar por la noche. Trabajaba por la mañana y por la tarde. Entonces en la noche estudiaba hasta la una de la mañana. Pero fue muy bueno”.

Entre abril y junio de 1992, en el entonces Centro de Estudios sobre

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la Universidad (CESU) de la UNAM, tomaría el curso Técnicas aplicadas de restauración sobre material de archivo, que le ayudó a realizar sus funciones en la Biblioteca de México.

Arribo al Palacio de Lecumberri

El traslado al Palacio de Lecumberri se hizo desde 1981 y fue pesadísimo. Hubo gente que se lesionó. Trabajábamos en la mañana empacando y haciendo la relación de lo que se transportaría por la noche. Todo el traslado lo coordinó el doctor Enrique Arreola Woog quien era la mano derecha de la entonces directora del AGN, Alejandra Moreno Toscano. Las personas tenían mucha simpatía por él y por eso creo que le echaron muchas ganas al trabajo. Hubo un grupo en el Palacio de Comunicaciones y otro en Lecumberri que recibía el material. Se utilizaron camiones blindados de transportes. El traslado se hacía por la noche. En el Palacio de Comunicaciones hubo problemas. Se descompuso el elevador, se descompuso el montacargas y no funcionaban las rampas. Entonces fue más difícil porque se tuvo que hacer a pulso. Gracias a un compañero que trabaja aún aquí: José Zavala, eso se superó. Él tuvo la idea de tomar una caja –cuando estábamos ya agotados, realmente– y deslizarla por las escaleras. La caja se fue de canto hasta llegar al descanso. De esa manera fue más cómodo y más ágil el traslado. Se cambió el Archivo antes del tiempo que se había programado.

Recuerda que participaron, entre otros: Enrique Arreola, Jaime Vélez, José Zavala, Arturo Paz, José Guadalupe Martínez, Guadalupe Quintana, Raymundo Ramírez Contreras, Guillermo Camisao, Jorge Gómez Izquierdo, Rubén Maldonado, Roberto Berinstáin. En Lecumberri estaban preparados Guillermo Bermejo, Rogelio y otros compañeros que recibían las cajas y las acomodaban en la estantería previamente señalada para ello.

“El transporte fue muy ordenado. Se llenaban los camiones que traían tecnología, porque subían las cajas con gatos hidráulicos y se acomodaban bien. Llegados ya aquí, en el Palacio de Lecumberri, donde actualmente está Correspondencia, la directora del Archivo Histórico Central, la doc-tora González Cicero, instaló el Centro de Referencias. Ahí estuve como responsable, auxiliado primero por Raymundo Ramírez Contreras, después por María Teresa Pacho. Después fue nuestro jefe, como director del

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Archivo Histórico Central, Masae Sugawara, luego la doctora Gloria Villegas Moreno y luego Victoria San Vicente Tello, quien falleció hace poco”.

En 1983, Roberto participó en el rescate de los archivos municipales del estado de Puebla. Hacia 1989, tras dos décadas de trabajo en el Archivo General de la Nación, decidió retirarse. A partir de ese mismo año y hasta 1993 fue responsable del Departamento del Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional.

“Me fui de retiro voluntario en el AGN en julio de 1989. Lo que pasó es que había mucha política, mucha grilla, sobre todo para los que no estábamos preparados, que no teníamos estudios. Entonces dije, creo que lo más saludable es que me vaya. Así pedí mi retiro voluntario cuando iba a cumplir 20 años de trabajo en el Archivo. Me quedé trabajando en la Biblioteca Nacional y cuando me estaba jubilando ahí, me mandaron llamar para que regresara al Archivo, cuando estaba como directora la doctora Patricia Galeana, creo que fue en 1994 cuando me hicieron favor de llamarme para que regresara”.

En su segunda etapa en el AGN, reanudó su apoyo en las pesquisas documentales realizadas por investigadores nacionales y extranjeros. “Sí me favoreció el regreso. Fue bueno, además de que ya conocía el trabajo. Entonces estuve creo, no estoy seguro, hasta 2004”.

Además de realizar esas tareas, también apoyó en las visitas guiada, así como en la organización y montaje de exposiciones, entre ellas: Cultura y derechos de los pueblos indígenas de México, La construcción de la democracia mexicana, Imagen de Europa en México, siglos XVI al XX, 175 Aniversario del Archivo General y Público de la Nación y La ciencia en la ilustración mexicana, de Alzate a Humboldt.

“Fue muy agradable trabajar aquí. A lo mejor hubo momentos muy

Roberto Beristáin en el Centro de Refe-rencias del AGN

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críticos, pesados, con exceso de trabajo porque yo tenía que atender al público, orientar al investigador acerca del contenido de los fondos documentales del Archivo y algunas otras fuentes complementarias de otras instituciones. Esta atención la hacía en la Galería 4; daba visitas guiadas; hacía búsqueda de documentos para el Boletín, para la Dirección General, revisaba los buzones de quejas y sugerencias (esta revisión era todos los días). Después de comer atendía de nuevo en Galería 4, luego tenía que colocar el material que se había prestado y otra vez al Centro de Referencias. Muchas veces, cuando había que montar exposiciones salíamos hasta el otro día, aunque nos pagaban tiempo extra”.

Considera que las personas que ofrecen servicio de consulta en un archivo histórico a los investigadores deben poseer además de habilidades propias de estos repositorios, también otras cualidades.

“Lo primero es el gusto por el trabajo y conocer, como decía Rubio Mañé, siquiera cincuenta por ciento del acervo. Para esto se requiere tener buen carácter, porque hay personas que tienen un carácter bastante fuerte y no pueden tratar con investigadores. Ahora que estoy fuera del AGN he ido a otros archivos y sinceramente, pienso que el servicio que presta el Archivo es bueno. De verdad ha mejorado. Hay amabilidad, diligencia, es un servicio de calidad, a diferencia del trato que se ofrece en otros lados”.

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NORMAS PARA LA ENTREGA DE ORIGINALES

1. Sólo se recibirán materiales inéditos.

2. El envío de colaboraciones deberá hacerse cumpliendo debidamente cada uno de los siguientes puntos:

a. Los trabajos deberán presentarse a doble espacio, con fuente ARIAL de 12 puntos, en versión word para windows, sin sobrepasar las 30 cuartillas incluyendo notas, cuadros, gráfi cos, mapas, apéndices y bibliografía.

b. Sólo se aceptarán trabajos escritos en español.c. Las ilustraciones, gráfi cas, cuadros y tablas se numerarán de modo

consecutivo. Se indicará su lugar de ubicación en el texto. Deberán incluirse en archivo por separado en formato “imagen” (tiff o jpg a 300 dpi).

d. El manuscrito irá precedido de una página con los datos del autor(es), fi liación académica, dirección profesional, teléfono de contacto y dirección de correo electrónico.

e. Deberá incluirse un resumen no mayor a 120 palabras.f. Deberá enviarse en forma electrónica a la dirección: [email protected]

3. Notas al pie de página

a. Las referencias aparecerán de manera resumida.b. Para libros deberá seguirse el siguiente modelo: Apellidos seguidos por una coma, título resumido en itálica seguido

por una coma, p. o pp. seguido por el número(s) de página(s). Ejemplo: Sierra, Evolución política, p. 34.c. Para artículos o capítulos de libros deberá seguirse el siguiente

modelo: Apellidos seguidos por una coma, título resumido entre comillas

seguido por una coma, p. o pp. seguido por el número(s) de página(s).

Ejemplo: John Tutino, “Soberanía quebrada”, p. 34.d. Las referencias de diferentes autores se separarán con un punto y

coma.

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4. Siglas y bibliografía

a. Se incluirán sólo los libros o artículos citados en el texto, así como las siglas a los archivos a los que se hace referencia.

b. Las referencias bibliográfi cas se presentarán después de las siglas, en orden alfabético.

c. Deberá seguirse el siguiente modelo:

Libros Apellidos, nombre(s), título en itálica, lugar de edición, editorial, año

de edición. Capítulo en libro Apellidos, “título”, en autor(es) compilación o edición nombre y

apellido, título resumido en itálica, páginas del capítulo. Artículo Apellido, nombre(s), “título artículo”, en nombre de revista en itálica,

vol., número, año, páginas.

5. Citas

Las transcripciones de más de seis líneas de texto se incluirán en párrafo aparte, con un margen igual al de la sangría izquierda, sin comillas, a espacio sencillo.

6. No se aceptarán contribuciones que no cumplan con los requisitos.

7. En un plazo no mayor de 15 días Legajos confi rmará la recepción de la colaboración. Todos los artículos serán sometidos a una evaluación de dos dictaminadores anónimos y la aprobación del Comité Editorial, quien además se reserva el derecho de solicitar modifi caciones o de rechazar las contribuciones. En un plazo no mayor a seis meses se notifi cará a los autores la decisión de publicación.

8. El contenido de los artículos es responsabilidad exclusiva de los autores y no re fl ejan en modo alguno el punto de vista de Legajos o del Archivo General de la Nación.

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Legajos. Boletín del Archivo General de la Nación, 7a época, núm. 15,se terminó de imprimir en mayo de 2013

en Tipográfi ca, S. A. de C. V.Se tiraron 500 ejemplares.