Boquerón - Diario Augusto Roa Bastos

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Memorias Militares – Tomo I Rafael Franco Diario de Campaña Augusto Roa Bastos Es interesante insertar en esta parte, el Diario de Campaña referido a esta batalla del escritor Roa Bastos, oficial auténtico, combatiente del Ejército en todas las fases de la guerra y la civilidad: "9 de septiembre de 1932. Copioso nos ha salido el bautismo de sangre. El golpe de panza se ha vuelto contra nosotros. Los asaltos en masa y al descubierto, se estrellaron contra una supuesta línea sin haber podido localizar el reducto, escondido en el monte. Una y otra vez atolondradamente volvieron a la carga, desgranándose como mazorcas de maíz bajo el torrente de la me- tralla vomitado por las enmarañadas troneras y muy especialmente ante la cuchilla de la Punta Brava erizada de fuego. Nuestras propias baterías cooperaron en la matanza con sus impactos reglados al tanteo. Las granadas de morteros y obuses abrían grandes brechas en nuestro escalón de ataque en lugar de caer sobre el enemigo. Las alas arremangadas de los regimientos se arremolinaban y superponían batiéndose entre sí en una confusión infernal. Nuestro batallón ubicado en la reserva también fue metido en la desbarajustada línea. No tardó más que los otros en desbaratarse. Ni a balazos se pudo contener el desborde de sus efectivos. Mi Compañía fue totalmente diezmada en la primera embestida, incluyendo a mi asistente. A media mañana, el ataque estaba totalmente paralizado. En el campo de la muerte se podía divisar con los prismáticos un gentío de muertos que durante todo el día continuaba tiritando a ratos, como atacados de chucho bajo las ráfagas de las ametralladoras pesadas enemigas. Paseé largamente los prismas por la aglomeración de bultos tumbados en extraña postura que tiemblan al sol calcinante. Nutrido fuego de hostigamiento. Mientras que nuestros cañones ciegos continúan tronando en la espesura, con su engallado pero inútil retumbo, al igual que los morteros tosiendo acatarradamente sus Sókes entre el crepitar de la fusilería y las automáticas. Las caravanas de heridos taponan las sendas en un macilento y un sanguinolento reflujo hacia la retaguardia. ANOCHECE. Desmoralización. Cansancio. Impotencia. Rabia.

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Diario de Campaña de la batalla de Boquerón del laureado escritor paraguayo Augusto Roa Bastos

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Memorias Militares – Tomo IRafael Franco

Diario de Campaña Augusto Roa Bastos

Es interesante insertar en esta parte, el Diario de Campaña referido a esta batalla del escritor Roa Bastos, oficial auténtico, combatiente del Ejército en todas las fases de la guerra y la civilidad:

"9 de septiembre de 1932. Copioso nos ha salido el bautismo de sangre. El golpe de panza se ha vuelto contra nosotros. Los asaltos en masa y al descubierto, se estrellaron contra una supuesta línea sin haber podido localizar el reducto, escondido en el monte. Una y otra vez atolondradamente volvieron a la carga, desgranándose como mazorcas de maíz bajo el torrente de la metralla vomitado por las enmarañadas troneras y muy especialmente ante la cuchilla de la Punta Brava erizada de fuego. Nuestras propias baterías cooperaron en la matanza con sus impactos reglados al tanteo. Las granadas de morteros y obuses abrían grandes brechas en nuestro escalón de ataque en lugar de caer sobre el enemigo. Las alas arremangadas de los regimientos se arremolinaban y superponían batiéndose entre sí en una confusión infernal. Nuestro batallón ubicado en la reserva también fue metido en la desbarajustada línea. No tardó más que los otros en desbaratarse. Ni a balazos se pudo contener el desborde de sus efectivos. Mi Compañía fue totalmente diezmada en la primera embestida, incluyendo a mi asistente. A media mañana, el ataque estaba totalmente paralizado. En el campo de la muerte se podía divisar con los prismáticos un gentío de muertos que durante todo el día continuaba tiritando a ratos, como atacados de chucho bajo las ráfagas de las ametralladoras pesadas enemigas. Paseé largamente los prismas por la aglomeración de bultos tumbados en extraña postura que tiemblan al sol calcinante. Nutrido fuego de hostigamiento. Mientras que nuestros cañones ciegos continúan tronando en la espesura, con su engallado pero inútil retumbo, al igual que los morteros tosiendo acatarradamente sus Sókes entre el crepitar de la fusilería y las automáticas. Las caravanas de heridos taponan las sendas en un macilento y un sanguinolento reflujo hacia la retaguardia. ANOCHECE. Desmoralización. Cansancio. Impotencia. Rabia.

Nubes de mosquitos enormes como tábanos nos lancetean sin descanso. No hay defensa contra ellos. Me arde en el codo el rasguño de una bala ganado durante el repliegue. Pero, más me arde la sed, como llaga viva en la garganta y en el pecho. No ha llegado el agua a las líneas, y en esa espera, se escupe polvo”.

"10 de septiembre de 1932. El Comando impertérrito ha ordenado el desarrollo de la maniobra de envolvimiento Las unidades organizadas a todo trapo, se lanzan de nuevo a la lucha. Es cierto, con más cautela que ayer, aunque con idéntico resultado. Hoy, contamos sin embargo, con una protección adicional: los muertos amontonados a semejanza de pestilentes parapetos nos pro-tegen para arrastrarnos en busca al acaso del corazón del reducto. Todos se preguntan dónde está el fortín. Ante la muralla espinosa que protege al fortín de Boquerón nos hallamos empeñados en algo semejante al juego de la gallina ciega. Marcha y contramarcha, danzas y contradanzas en el Cañadón de la Muerte al son de una espeluznante música de fondo cuyos oleajes de fuego y de plomo nos desploman sin conmiseración. Desde arriba los aviones con el distintivo auriverde deso-van sobre nosotros en vuelo rasante sus tandas de bombas y ráfagas de metralla. En cambio, sobre el fortín mismo sueltan pequeños paracaídas que en gracioso planear descienden con chorreantes paquetes para la P. M. del temible reducto semisitiado. El Comando Boliviano cuida del bienestar de su gente. Uno de estos empanados farditos de arpillera y aserrín cayó en nuestras líneas can el efecto desastroso del estallido de una bomba".

"11 de septiembre de 1932. — Calor sofocante, la SED. Muerte blanca que trajina

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aplastando como uní monstruo al combatiente y anda del brazo con la otra, la roja, al igual que los camilleros y los transportadores de agua que no se dan tregua ni tampoco dan abasto. Una docena de camiones con tanque de agua llegaban a la base de apresto desde donde los proveedores tenían que acarrear el precioso líquido para los efectivos de las dos divisiones por intricados vericuetos de la selva que a lo largo del recorrido se derrama gran parte de las latas que llevan al hombro, se evapora a la temperatura de 44º bajo el sol o se piratea por tropas que asaltan a los proveedores. En 48 horas, los oficiales hemos recibido media caramañola y la tropa medio jarro de agua caliente por cabeza. Unidades enteras desertan enloquecidas de la línea de fuego y caen por sorpresa sobre los vehículos aguateros o los esforzados coolies de las latas. Una pareja de ellos fue despachurrada a bayonetazos a pocos metros de nuestra posición. Hubo que ametrallar a mansalva por vía de ejemplo a los cuatreros arrodillados todavía junto a las latas vacías. El brindis de Estigarribia ha empezado a cumplirse con admirable precisión".

"12 de setiembre de 1932. — Nuestras líneas han estabilizado de una manera muy precaria. Es más bien un equilibrio inestable. Las deserciones, el cuatreraje del agua disminuyen por los rigurosos escarmientos. Ahora ha surgido una nueva fórmula de pirateo: los auto-heridos que quieren beneficiarse con privilegios de evacuación. Todos los cuatreros, desertores y auto-heridos son fusilados sumariamente. De ésta suerte la disciplina se va restableciendo poco a poco. Hay indicios de que el sitio va ser largo. Los Jefes de Unidades, desde batallón para arriba han mandado cavar sus refugios individuales en sus P. C., los escuálidos soldados de la columna de Isla Poí por el camino viejo, aplastados por los equipos de guerra no desprendían los ojos de la dirección lejana donde la verde y resplandeciente laguna se ha convertido en una obsesión para los sitiadores tanto más que la conquista del propio fortín",

"13 de septiembre de 1932. — Intenso patrullaje hacia la profundidad de las defensas en el exterior del Boquerón por el camino a Yujra —vía de acceso importante al reducto—. El Comando necesita conocer la ubicación de las fuerzas enemigas a retaguardia del reducto para completar la encerrona. Pero los bolivianos tienen muy bien camuflado el trasero de Boquerón, se diría con excesivo pudor. En el patrullaje no se logró gran cosa, pero en cambio, sorprendimos un aspecto edificante de la SED. En el islote de un pozal la aguadita de un pozo indio ha quedado en tierra de nadie batido simultáneamente por una pesada boliviana y por la otra, de un retén paraguayo. Observé con mi binóculo ese dechado de naturaleza muerta, era un tendal de cadáveres apilados al-rededor del pozo. Uniformes kakis y verdeolivas confundidos se han quedado bebiendo hasta la eternidad en indestructible fraternidad. . .".

"14 de septiembre de 1932. — Ha muerto el Comandante del Batallón (Cap. Oscar Rivas Ortellado). Al morir se inclina levemente hacia mí y me echa los brazos al cuello. Desconcertado por este repentino cambio de actitud, no atiné a imaginar lo que estaba ocurriendo hasta que mis manos se empaparon con la inconfundible melaza de la sangre. Como oficial más antiguo me ha co-rrespondido ocupar su P. C., y el refugio en el S. C."

"15 de septiembre de 1932. — Señales de abatimiento en los sitiados. Los víveres que caen en su mayor parte en nuestras líneas".

"16 de septiembre de 1932. — Los resortes del doble cerco están remachando sólidamente. Cerrados los últimos claros, con el arribo de refuerzos en gran escala, se han duplicado los efectivos. Los menos de 10.000 hombres, y un enorme despliegue de material, se disponen dar al bastión acorralado que parece tener siete vidas como los gatos. Los sentimos en realidad como a un gran tigre hambriento y sediento sentado sobre los cuartos traseros, invisible dentro del monte, dispuesto todavía a asaltar por encima de la trampa que le hemos tendido. El Comando ha ordenado atacar por la espalda. Vale decir por el frente que da al reducto de Yujra. La operación desencadenará de N. a S., de manera que la actividad en todo sentido concentra sus anillos al igual que una lampalagua (Kuriyú) enroscada a la presa. La orden adolece de una notoria vaguedad de

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conceptos. El Batallón a mi cargo, destinado al flanco izquierdo, abarcaba en su misión dos objetivos: amarra-miento al camino a Yujra en poder del "Corrales' y patrullar las infiltraciones en el sector poco conocido del fortín Arce desproporcionados a mis fuerzas. Pedí en consecuencia, que la orden verbal se aclare por escrito".

"17 de septiembre de 1932. — La batalla de Boquerón no lleva trazas ni remotamente de llegar a su fin. El ímpetu del ataque ha vuelto a agotarse en sí mismo. Boquerón es un hueso duro de roer. El movimiento peristáltico de nuestras líneas trabaja inútilmente por (deglutirlo. Existe algo de magia en ese puñado de invisibles defensores que resisten con endemoniado valor en el reducto boscoso. Es pelear contra fantasmas saturados de una fuerza agónica, morbosamente siniestra, que sobrepasa todos los límites de la consunción, del aniquilamiento, de la desesperación”.