Borrador discurso DE LA TORRE onu

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E L P R E S I D E N T E D E L G O B I E R N O - 1 - DISCURSO ANTE LA ASAMBLEA GENERAL DE LAS NACIONES UNIDAS Presentación blablaba... La libertad consiste en elegir. Elegir residencia, elegir opinión, elegir trabajo, elegir fe. Elegir nuestra forma de pensar, de expresarnos y de vivir es la base que fundamenta la sociedad moderna que hemos construido. Cuando Fernando de Aragón e Isabel de Castilla fundaron con su matrimonio lo que hoy es España, constituyeron uno de los primeros Estados modernos del continente –modelo incluso para el primus inter pares del estudio de la política, el italiano Nicolás de Maquiavelo–. Se trataba de unas estructuras nacionales basadas en una soberanía única cuya función principal era centralizar el ejercicio del poder para garantizar la continuidad del Reino, su defensa y cohesión y, si era posible, transformarlo en un Imperio que dirigiera los designios del mundo. Casi cinco siglos después, la finalidad última del Estado es garantizar, preservar y defender la libertad. Los pueblos y Naciones de Europa saben ya lo que significa vivir bajo la opresión y el totalitarismo y ahora han decidido consolidar un sistema basado en su propia libertad. La nueva Europa que edificamos sobre los Tratados de Roma de 1957 no puede ir encaminada hacia otras finalidades que no sean la de garantizar la libertad de sus ciudadanos. Hemos avanzado ya mucho y el motivo de que yo me encuentre aquí hoy es que España se ha convertido en un referente mundial al convertir un régimen totalitario en una Monarquía parlamentaria basada en los Derechos Civiles que permiten a los españoles poseer la base misma de la libertad. No ha sido fácil. Todos y cada uno de los ciudadanos han transigido. Todos y cada uno de los líderes de este tiempo nos hemos sacrificado. Todos hemos renunciado a algo para ganar a cambio nuestra libertad. Nuestro camino es ya imparable e irreversible, pero el mundo de hoy no nos permite loar la victoria de la libertad sobre la opresión. El horror de la Segunda Guerra Mundial enseñó a la Humanidad que la libertad de un pueblo no es delegable irrevocablemente en un líder, por muy compleja que sea la situación, por muy oscuro que se presente el futuro, por mucho rencor que nuble nuestro juicio. Si permitimos que los Estados vuelvan a suplantar las voluntades de las Naciones que los integran, caeremos. Si permitimos que los líderes coarten las instituciones, caeremos. Si permitimos que la libertad se entregue a cambio de promesas de bienestar y prosperidad, irrevocablemente caeremos. Y aunque no logremos evitar que esto suceda, lo que no podemos hacer es rendirnos jamás.

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E L P R E S I D E N T E D E L G O B I E R N O

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DISCURSO ANTE LA ASAMBLEA GENERAL DE LAS NACIONES UNIDAS

Presentación blablaba... La libertad consiste en elegir.

Elegir residencia, elegir opinión, elegir trabajo, elegir fe. Elegir nuestra forma de pensar, de expresarnos y de vivir es la base que fundamenta la sociedad moderna que hemos construido.

Cuando Fernando de Aragón e Isabel de Castilla fundaron con su matrimonio lo que hoy es España, constituyeron uno de los primeros Estados modernos del continente –modelo incluso para el primus inter pares del estudio de la política, el italiano Nicolás de Maquiavelo–. Se trataba de unas estructuras nacionales basadas en una soberanía única cuya función principal era centralizar el ejercicio del poder para garantizar la continuidad del Reino, su defensa y cohesión y, si era posible, transformarlo en un Imperio que dirigiera los designios del mundo.

Casi cinco siglos después, la finalidad última del Estado es garantizar, preservar y defender la libertad. Los pueblos y Naciones de Europa saben ya lo que significa vivir bajo la opresión y el totalitarismo y ahora han decidido consolidar un sistema basado en su propia libertad. La nueva Europa que edificamos sobre los Tratados de Roma de 1957 no puede ir encaminada hacia otras finalidades que no sean la de garantizar la libertad de sus ciudadanos. Hemos avanzado ya mucho y el motivo de que yo me encuentre aquí hoy es que España se ha convertido en un referente mundial al convertir un régimen totalitario en una Monarquía parlamentaria basada en los Derechos Civiles que permiten a los españoles poseer la base misma de la libertad.

No ha sido fácil. Todos y cada uno de los ciudadanos han transigido. Todos y cada uno de los líderes de este tiempo nos hemos sacrificado. Todos hemos renunciado a algo para ganar a cambio nuestra libertad.

Nuestro camino es ya imparable e irreversible, pero el mundo de hoy no nos permite loar la victoria de la libertad sobre la opresión.

El horror de la Segunda Guerra Mundial enseñó a la Humanidad que la libertad de un pueblo no es delegable irrevocablemente en un líder, por muy compleja que sea la situación, por muy oscuro que se presente el futuro, por mucho rencor que nuble nuestro juicio.

Si permitimos que los Estados vuelvan a suplantar las voluntades de las Naciones que los integran, caeremos. Si permitimos que los líderes coarten las instituciones, caeremos. Si permitimos que la libertad se entregue a cambio de promesas de bienestar y prosperidad, irrevocablemente caeremos. Y aunque no logremos evitar que esto suceda, lo que no podemos hacer es rendirnos jamás.

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El 13 de agosto de 1961 el mundo contempló con estupor cómo un telón de acero, en palabras del estadista por excelencia de nuestro siglo, rompía Europa y simbolizaba dramáticamente la polarización de un mundo convulso. Desde esa noche aciaga la mayor parte de las Naciones nos hemos encontrado, impotentes, al borde de un cataclismo nuclear protagonizado por dos Estados cuyo único destino parecía en el otoño de 1962 la aniquilación, por parte de uno, del otro; y con éste, de todo el que le acompañe.

La Historia guarda ya, indudablemente, un lugar destacado para los líderes que evitaron entonces el desastre. Pero ha llegado el momento de dar un paso más allá.

La libertad debe dejar de ser una entelequia al Este de Berlín. La lucha de Occidente tiene un sentido, que no es ni debe ser la destrucción del comunismo como alternativa política igual de legítima que otras muchas. El éxito de la Transición española es difícilmente entendible sin contemplar la evolución del Partido Comunista, con una nueva corriente renovadora iniciada por Santiago Carrillo y continuada por sus sucesores. Desde su aceptación de la libertad, la Monarquía y la Bandera nacional, el PCE se ha convertido en una opción demócrata. Yo mismo he formado un Gobierno de Coalición, crucial en los momentos de elaboración de nuestra Constitución, con un Ministro comunista. Mi predecesora superó una moción de censura gracias al voto comunista.

Moscú debe abrir las puertas del Kremlin a la libertad de sus compatriotas. De lo contrario, antes o después, mediante la fuerza o gracias a la paz, con reforma o con ruptura, el comunismo totalitario que hoy gobierna más allá del Muro caerá.

La extinción del comunismo, como decía, no es un fin de Occidente; la erradicación del totalitarismo sí lo es, y con ella no habrá rendición. El Estado soviético debe someterse a la voluntad de su pueblo, único dueño de su propio destino; sin elección no hay libertad, y sin libertad no habrá la cálida paz que todos deseamos para esta guerra fría que dura ya cuarenta años.