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ACADEMIA NACIONAL DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS RAYMOND ARON O EL DIÁLOGO ENTRE LAS LIBERTADES Natalio R. Botana BUENOS AIRES 2006 A C A D E M I A N A C I O N A L D E C I E N C I A S M O R A L E S Y P O L I T I C A S

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historia politica

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  • ACADEMIA NACIONALDE CIENCIAS MORALES

    Y POLTICAS

    RAYMOND ARON O EL DILOGO ENTRE LAS LIBERTADES

    Natalio R. Botana

    BUENOS AIRES2006

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  • RAYMOND ARON O EL DILOGO ENTRE LAS LIBERTADES

    Comunicacin del acadmico Natalio R. Botanaen sesin privada de la Academia Nacional de Ciencias

    Morales y Polticas, el 10 de mayo de 2006

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    Las ideas que se exponen en esta publicacin son de exclusiva responsabilidadde los autores, y no reflejan necesariamente la opinin de la AcademiaNacional de Ciencias Morales y Polticas.

    Fotografa de portada de Marcos Chamudes

    ISSN: 0325-4763

    Hecho el depsito legal Academia Nacional de Ciencias Morales y PolticasAvenida Alvear 1711, P.B. - Tel. y fax 4811-2049(1014) Buenos Aires - Repblica [email protected]

    Se termin de imprimir en Talleres Grficos de Roberto PeirSols 2116 - Capital Federal en el mes de mayo de 2006.

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  • JUNTA DIRECTIVA 2005 / 2006

    Presidente . . . . . . . . . . . . . . Acadmico Gregorio Badeni

    Vicepresidente . . . . . . . . . . . Acadmico Alberto Rodrguez Varela

    Secretario . . . . . . . . . . . . . . Acadmico Hugo O. M. Obiglio

    Tesorero . . . . . . . . . . . . . . . Acadmico Jorge Emilio Gallardo

    Prosecretario . . . . . . . . . . . Acadmico Isidoro J. Ruiz Moreno

    Protesorero . . . . . . . . . . . . . Acadmico Horacio Sanguinetti

    ACADMICOS DE NMERO

    Nmina Fecha de Patrono nombramiento

    Dr. Segundo V. LINARES QUINTANA . 03-08-76 Mariano Moreno

    Dr. Horacio A. GARCA BELSUNCE . 21-11-79 Rodolfo Rivarola

    Dr. Pedro J. FRAS . . . . . . . . . . . . . . . 10-12-80 Estanislao Zeballos

    Dr. Alberto RODRGUEZ VARELA . . 28-07-82 Pedro E. Aramburu

    Dr. Natalio R. BOTANA . . . . . . . . . . . 11-07-84 Fray Mamerto Esqui

    Dr. Ezequiel GALLO . . . . . . . . . . . . . 10-07-85 Vicente Lpez y Planes

    Dr. Horacio SANGUINETTI . . . . . . . . 10-07-85 Julio A. Roca

    Dr. Carlos Mara BIDEGAIN . . . . . . . 25-06-86 Fray Justo Santa Mara de Oro

    Dr. Carlos A. FLORIA . . . . . . . . . . . . 22-04-87 Adolfo Bioy

    Dr. Leonardo MC LEAN . . . . . . . . . . . 22-04-87 Juan B. Justo

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  • Nmina Fecha de Patrono nombramiento

    Monseor Dr. Gustavo PONFERRADA . 22-04-87 Nicols Avellaneda

    Dr. Gerardo ANCAROLA . . . . . . . . . . . 18-12-92 Jos Manuel Estrada

    Dr. Gregorio BADENI . . . . . . . . . . . . . . 18-12-92 Juan Bautista Alberdi

    Dr. Eduardo MARTIR . . . . . . . . . . . . . 18-12-92 Vicente Fidel Lpez

    Dr. Isidoro J. RUIZ MORENO . . . . . . . . 18-12-92 Bernardino Rivadavia

    Dr. Jorge R. VANOSSI . . . . . . . . . . . . . . 18-12-92 Juan M. Gutirrez

    Dr. Flix LUNA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23-04-97 Roque Senz Pea

    Dr. Vctor MASSUH . . . . . . . . . . . . . . . 23-04-97 Domingo F. Sarmiento

    Dr. Hugo O. M. OBIGLIO . . . . . . . . . . . 23-04-97 Miguel de Andrea

    Dr. Alberto RODRGUEZ GALN . . . . 23-04-97 Manuel Belgrano

    Dr. Fernando N. BARRANCOS Y VEDIA 28-04-99 Benjamn Gorostiaga

    Dr. Dardo PREZ GUILHOU . . . . . . . . 28-04-99 Jos de San Martn

    Dr. Adolfo Edgardo BUSCAGLIA . . . . . 10-11-99 Dalmacio Vlez Sarsfield

    Dr. Juan R. AGUIRRE LANARI . . . . . . 27-11-02 Justo Jos de Urquiza

    Dr. Bartolom de VEDIA . . . . . . . . . . . . 27-11-02 Carlos Pellegrini

    Dr. Carlos Manuel MUIZ . . . . . . . . . . 24-09-03 Nicols Matienzo

    Dr. Miguel M. PADILLA . . . . . . . . . . . . 24-09-03 Bartolom Mitre

    Sr. Jorge Emilio GALLARDO . . . . . . . . 14-04-04 Antonio Bermejo

    Dr. Ren BALESTRA . . . . . . . . . . . . . . 14-09-05 Esteban Echeverra

    Dr. Alberto DALLA VA . . . . . . . . . . . . 14-09-05 Flix Fras

    Dr. Rosendo FRAGA . . . . . . . . . . . . . . . 14-09-05 Cornelio Saavedra

    Embajador Carlos ORTIZ DE ROZAS . . 14-09-05 ngel Gallardo

    Dr. Mario Daniel SERRAFERO . . . . . . . 14-09-05 Jos M. Paz

    Dr. Juan Vicente SOLA . . . . . . . . . . . . . 14-09-05 Den Gregorio Funes

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  • RAYMOND ARON O EL DILOGO ENTRE LAS LIBERTADES

    Por el acadmico DR. NATALIO R. BOTANA

    La celebracin de los cien aos de Jean-Paul Sartre (1905-1980) y de Raymond Aron (1905-1983) se desenvolvi en un es-cenario donde resplandeci ms la luz del primero. Acaso se tratede un brillo propio, que an prosigue emitiendo destellos, o tal vezde un montaje dispuesto por medio de grandes exposiciones, con-ferencias y profusin de artculos evocativos: lo cierto es que Ray-mond Aron, el antiguo camarada de estudios de Sartre y su con-trincante en ms de una polmica, est ubicado en estosinevitables torneos de la memoria, en un discreto segundo lugar.

    El espectculo de estas celebraciones no deja, por consi-guiente, de inspirar en ms de uno una sensacin de perplejidad.Aun en el caso de un liberal como Mario Vargas Llosa, admira-dor confeso de Aron, se advierte una mirada ms atenta a Sartreque al mismo Aron segn resulta de un artculo publicado el aopasado en La Nacin y El Pas de Madrid. Al padre del existen-cialismo de posguerra se lo venera, critica o denuesta; a RaymondAron, en cambio, se lo contempla en un horizonte lejano al mo-do de alguien que, a la postre, tuvo razn. Su razn, si la tuvo, nodespierta en efecto entusiasmos.

    Por qu este engarce entre pasin y desencanto? Tal vezhabra que destacar aqu la imagen del intelectual en el mundo

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  • contemporneo. Desgastada por sus errores y condenada por susexcesos, esa imagen conserva, no obstante, el atractivo de la des-mesura, de la grandiosidad si se quiere, de un personaje capaz deproyectar su pensamiento en cualquier momento y lugar: un ha-cedor de gneros, un productor de ficciones, tratados filosficosy ensayos polticos, dispuesto a manifestar su opinin sobre todoaquello que caiga en sus manos. Sartre represent este audazcompromiso como muy pocos en su tiempo y sirvi de ejemplo auna plyade de escritores latinoamericanos que, coincidentes consu pensamiento o en las antpodas del mismo, siguieron la luz desemejante faro. Con Aron, en cambio, las cosas se ubicaron en uncarril en gran medida diferente. Es lo que procurar mostrar enlos prrafos siguientes.

    La soledad de Raymond Aron

    Como sabemos, Aron dej este mundo rodeado por una ge-nerosa admiracin. El dilogo pblico que mantuvo con dos dis-cpulos, que luego recogi Le Spectateur engag en 1981, y launnime aclamacin que despertaron sus Mmoires (publicadasen 1983, el mismo mes en que un paro cardaco lo desplom enla puerta del Palacio de Justicia de Pars, a donde haba concurri-do para defender en un juicio por calumnias a Bertrand de Jouve-nel), quiz le habran hecho presentir, al viejo testigo del sigloXX, una gloria tan sbita como inesperada. S, ese Aron que ca-llaba definitivamente era un intelectual indiscutible, uno de esoshroes de la razn que la opinin francesa suele consagrar de tan-to en tanto.1 Empero, ese final no reflej las tensiones que atrave-saron su biografa y el tenaz esfuerzo de un solitario de cara a la

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    1 El mejor homenaje pstumo es la recopilacin de la revista Commentaire, que Aron fundara en1975: Raymond Aron, 1905-1983. Textes, tudes et tmoignages. (N 28/29, invierno 1985,541 pp).

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  • intoxicacin del pensamiento contemporneo por lo que l llama-ba las religiones seculares.

    Recordemos la imagen estereotipada: Aron, observador l-cido y distante de los acontecimientos, que echa sobre el mundouna mirada melanclica. Representa acaso esta silueta las peri-pecias de una vida que abarc las tragedias del nazismo y del es-talinismo, as como los aos de prosperidad de la posguerra? Ju-do, condenando por la locura colectiva al aniquilamiento, Aronpadeci durante su estada en Alemania, entre 1930 y 1933, elchoque de la historia, la sbita revelacin de un conductor y unpartido aptos para merecer el mote de monstruosos, nacidos am-bos de las entraas de aquella repblica de Weimar, hurfana deconsenso y, por tanto, de legitimidad.

    Esa sbita presencia del mal en la historia fue, para el alum-no y compaero de Sartre y Nizan en la cole Normale Suprieu-re, algo semejante a una revancha del lado oscuro de la naturalezahumana contra las esperanzas que un filsofo, educado en la tradi-cin kantiana, depositaba en el progreso de la razn. Desde enton-ces, el conocimiento de esa suerte de falla geolgica en la cadenadel perfeccionamiento humano habr de inspirarle a RaymondAron tres preguntas para comprender nuestra existencia poltica:qu puedo saber de la historia?, qu me puede ensear la histo-ria?, qu debo hacer como ciudadano? Lmites del conocimiento,lmites de la accin humana, deberes morales frente a nuestra cir-cunstancia: todo el dramatismo de las decisiones que marcaron labiografa de Aron est encerrado en este triple interrogante.

    No hay ms que repasar a vuelo de pjaro las etapas de suvida para percibir la intensidad de esa obsesiva carrera en pos delbien moral y del discernimiento de los lmites de la conducta, te-rica y prctica, en escenarios que varan sin cesar. Destinado auna carrera universitaria, la guerra lo apart de los claustros y po-co menos que le impuso su primera decisin: march al exilio enLondres y all aprendi, en las pginas de una revista de resisten-

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  • cia, el oficio de periodista, una segunda vocacin que jamsabandonar. De regreso a Pars, luego de la liberacin, se dejtentar por la labor discreta del asesoramiento poltico (acompabrevemente durante el gobierno provisional a De Gaulle y Mal-raux) y form parte de las revistas Combat y Les Temps moder-nes, hasta que la publicacin de El opio de los intelectuales, en1955, atrajo sobre l la condena de quienes haban sido sus ami-gos intelectuales.

    Segundo ostracismo: Aron no perdon la doble moralidadde los que l llamaba confidentes de la Providencia: Sartre,Merleau-Ponty, y todos aquellos que, en nombre de un pretendi-do saber acerca de la marcha ineluctable hacia el socialismo, jus-tificaban los crmenes en masa del estalinismo en los nuevoscampos de la muerte (Khrushchev an no los haba denunciadoni, por cierto eso vendr ms tarde, Soljenitsin haba dado a co-nocer el Gulag). Esa abdicacin de los medios en aras de un finhumanitario provocaba en l una repulsa tan vigorosa como laque acompa su combate contra el nazismo. Bien poda ciertaderecha darse por satisfecha: Aron cruzaba en efecto la frontera.Pero el regocijo tuvo corta duracin porque la condena de Aron ala tortura que los militares franceses practicaban en la Argelia co-lonial (mtodo que posteriormente se expandi hacia distintospuntos del planeta) respondi a un mismo severo deber moral.

    Poco tiempo despus volvi a la universidad. Era el mo-mento del degaullismo triunfante, hacia 1958, cuyo ciclo seclausur una dcada ms tarde con la rebelin estudiantil de ma-yo de 1968. Tercera ruptura: en lugar de adoptar la actitud fcilde quien se muestra solidario con ese movimiento proclive al es-pectculo revolucionario, Aron lo enfrent con una dureza de lacual ha quedado el testimonio de La Rvolution introuvable(1968), uno de sus cortos ensayos ms polmicos.

    Reposo, serenidad, visin confortable de quien ha resuel-to apartarse para ver mejor? Al contrario. La hazaa de Aron con-

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  • sisti en haber practicado esa toma de distancia envuelto en elfragor del compromiso. No rehuy el dramatismo de las decisio-nes que lo arrinconaron en la soledad, porque tampoco rindi tri-buto a las escuelas que incitan al faccionalismo intelectual. Sin-tetiz Aron esta perspectiva de la vida en una leccin en elCollge de France, cuando rechaz la ideologa revolucionaria yafirm la tica reformista; descart al platonismo, con su geome-tra poltica de ambicin totalizante, y apost por un sobrio cono-cimiento de los lmites de la realidad. As supo establecer la dis-tincin, tantas veces evocada en sus textos acadmicos einnumerables artculos periodsticos, entre, por un lado, el polti-co de la razn universal, seor omnipotente del pasado y presen-te, profeta que anuncia un porvenir inevitable, y, por otro, en di-fcil confrontacin, el poltico del entendimiento, modestoservidor de la libertad que defiende ese destino en situacionessiempre diversas. A partir de esta tolerante actitud, Aron crea quepoda desenvolverse la tica de un liberalismo de nueva especie,segn la expresin de Tocqueville.

    El poder y la libertad

    Este modo de ver y estar en el mundo pertenece a un linajequizs en extincin, cuya traza es perceptible en el philosophe dela Ilustracin: historiador y filsofo, economista y socilogo, pen-sador poltico, publicista inagotable, Aron no ha dejado una obraacabada, de sas que dan origen a escuelas estrictas, sino una sn-tesis abierta.2 En ella estn presentes, envueltos por el afecto dequien siempre frecuenta autores ilustres, los interrogantes del fil-sofo y el cuidado por el detalle del historiador. Qu sentido ten-

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    2La obra de Aron es inmensa. En mi opinin, sus libros ms importantes son los siguientes pororden cronolgico (sealo en francs los ttulos no traducidos segn mi conocimiento): La so-ciologa alemana contempornea (1935); Introduccin a la filosofa de la historia (1938); LaPhilosophie critique de lhistoire (1938); El opio de los intelectuales (1955); Dimensiones de

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  • dran sus libros si no contuviesen el dilogo crtico a travs de tressiglos por instantes una polmica cara a cara con Kant y Mon-tesquieu; Marx, Tocqueville y Clausewitz; Weber, Pareto y Sartre?

    Grandes obras para un interlocutor. Sin esa conversacintendida, Raymond Aron sera un escritor vaco. La historia de lasideas era para l la mediadora del conocimiento hipottico; el co-tejo con el presente, en esa lucha diaria por superar la fugacidadde los hechos, arroja en cambio la prueba de una verdad tan pro-visoria como la teora que haba inspirado las preguntas prelimi-nares. Alguna vez Aron sostuvo que la teora precede a la histo-ria. En rigor, esa disposicin de los tramos que van formando elrazonamiento cientfico tiene aires de familia con la tradicin deDilthey, Rickert y Weber. All conviven, en efecto, la pasin delsabio, la disciplina del historiador y la percepcin del socilogo.El sabio con sus preguntas acaso inditas a una materia inagota-ble; la disciplina del historiador que descubre una adecuacincausal en los acontecimientos para explicar lo que pas; y, porfin, la percepcin del socilogo que no solamente observa almodo de un discpulo de Durkheim los hechos sociales y lascreencias colectivas ajenas al individuo, sino que se adentra en eluniverso de la intencin subjetiva del actor y en aquel terreno anms cautivante, donde aparecen la paradoja de las consecuenciasy los efectos no queridos de la accin humana.

    Todos estos tpicos dieron pie a un sinnmero de medita-ciones que Aron volc sobre los lugares clsicos de la conciencia

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    la conciencia histrica (1960; Paz y guerra entre las naciones (1962); Dieciocho lecciones so-bre la sociedad industrial (1962), La lucha de clases (1964); Ensayo sobre las libertades(1965); Democracia y totalitarismo (1966); Las etapas del pensamiento sociolgico (1967);tudes politiques (1972); Penser la guerre: Clausewitz (1976); Le Spectateur engag (1981);Mmoires (1983) y Lecciones sobre la historia, Cursos del Collge de France, 1996. Son reco-mendables dos biografas intelectuales: Nicolas Bavarez, Raymond Aron, un moraliste au tempsdes idologies, Pars, Flammarion 1993, y Tony Judt, The Burden of Responsibility: Blum. Ca-mus, Aron, and the French Twentieth Century, Chicago.Londres, University of Chicago Press,1998.

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  • histrica, esas encrucijadas en las cuales estalla el destino y a lapersona la interpela una situacin lmite. Pensador del poder y lalibertad, el Peloponeso de Tucdides fue para l la escena plane-taria del siglo XX. Siempre padeci su espritu con la intuicinque Maquiavelo tena de la dimensin belicosa del hombre. Lapaz era una obra de arte, frgil como toda empresa humana, cuyoderrotero lo fijaban los Estados nacionales en un sistema de rela-ciones heterogneo y desigual.

    Esta visin de un poder que puede desatar demonios (comolos que hostigaban a Max Weber) fue para Aron un punto de re-ferencia inexcusable para proyectar sobre el mundo internacionalla teora hobbesiana del estado de naturaleza, y reconocer en lapoltica una empresa por esencia incompleta que pretende justifi-car al mismo tiempo la autoridad y la obediencia. He aqu, enton-ces, una actitud anclada en lo que Aron llamaba, sin ninguna pre-tensin ilusoria, el pesimismo razonable. Pero esta perspectiva,lejos de agotarse en la pregunta por el poder, encontr su comple-mento en una corriente de la tradicin liberal francesa que des-punt en el siglo XVIII con Montesquieu y culmin en el XIXcon Tocqueville (se me ocurre, en tono de confidencia, que Aronsoaba secretamente con pintar l mismo, en pleno siglo XX, eltercer paisaje de este trptico).

    Acaso haya sido este el hallazgo ms importante que le de-par la madurez. Esos benvolos observadores de la condicin hu-mana, arrinconados por las modas de posguerra, le abrieron defini-tivamente a Aron el horizonte de la libertad. Porque, al fin decuentas, en el concepto de ley y constitucin expuestos por Mon-tesquieu y Tocqueville, converga la vertiente de los valores uni-versales, que van revelando en la historia la libertad y la igualdaden una palabra, la dignidad de la persona humana, con aquellaque lentamente hace crecer en las sociedades la diversidad y el plu-ralismo: la ley, expresin de lo universal, y la ley entendida comoregla que se adapta al espritu de una nacin; la ley, marco indis-pensable de la justicia, y la ley mediadora de la rivalidad y el con-

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  • flicto. Siguiendo este camino, Aron pudo instalar los problemaspolticos clsicos la libertad y el poder, la justicia y la legitimidad,la guerra y la paz en la sociedad industrial de su poca.

    La sociedad industrial y el totalitarismo

    La leccin de Montesquieu era para Aron transparente. Nohay rgimen poltico capaz de durar si el mismo no arraiga en losintereses, pasiones y concepciones del bien poltico que se vandecantando en una sociedad concreta. Esos valores son los que, alcabo, habrn de sellar a las instituciones y a los gobernantes conel lacrado invisible de la legitimidad. Aron delimit el problemapoltico contemporneo merced a este marco terico; lo hizo,adems, con el auxilio de cuatro enfoques complementarios suje-tos a un riguroso anlisis crtico: la visin de Tocqueville, queanunciaba el adviento de la igualdad, lesprit de gometrie deSaint-Simon y Comte, constructores de la sociedad industrial; laprofeca de Marx acerca del destino socialista del capitalismo, yla escptica reflexin de Pareto, espectador maquiavelista de laradical desigualdad de los fenmenos humanos.

    Este manojo de perspectivas no serva al propsito de dise-ar una nueva filosofa eclctica (como la de algn popular pre-decesor de Aron en la universidad francesa del siglo XIX), sinoque buscaba recuperar los discursos a los cuales haba dado ori-gen una triple revolucin: la revolucin democrtica, la revolu-cin industrial y la revolucin capitalista. Sobre este choque en-tre divergentes procesos de cambio, dignos del relato de lahistoria pica, Aron dej caer una mirada mucho ms atenta a lahistoria cotidiana de esos millones de seres humanos, habitantesde grandes ciudades que, por vez primera, disfrutaban los benefi-cios de la acumulacin del capital, de la inversin productiva y dela innovacin tecnolgica. Emerga una nueva sociedad l la lla-m hace medio siglo sociedad industrial, rindiendo as homena-

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  • je a Comte y Saint Simon donde coexista el sentimiento del as-censo individual, que impulsa la igualdad, con los obstculos quelo detienen.

    Aron retrat este conflicto por medio de un contrapunto en-tre Tocqueville y Marx, defensores respectivos de las libertadesformales y de las libertades reales. Es acaso lo mismo ser librede hacer una cosa que ser capaz de realizarla? El porvenir estcontenido en este interrogante porque la sociedad industrial delsiglo XX era para l un gnero escindido en dos especies: una,consagrada a garantizar y desarrollar las libertades formales co-mo principio bsico de legitimidad; la otra, en cambio, entregadaal afn de construir con la palanca de un Estado totalizador, porende omnipresente, la capacidad real de los individuos. En unapalabra, sociedades industriales, de carcter constitucional plura-lista, cuya lgica abreva en el dilogo entre las libertades, y so-ciedades industriales de tipo sovitico, con partido nico y domi-nacin ideocrtica.

    En 1835, Tocqueville haba planteado un dilema: la igual-dad, fuerza histrica incontenible, poda coexistir con la libertado con el despotismo. Aron lo revirti a su circunstancia con unaadido importante. El totalitarismo sovitico fusionaba los dog-mas de una religin secular con la eficacia del partido nico. A lavez violento y tutelar ideocrtico hasta el exterminio con el di-sidente, rutinario con quien se pliega a su designio ese rgimen,empeado en transformar completamente el contorno social conla planificacin imperativa, haba desmentido la teora marxista.Para el padre del socialismo, la gran revolucin capitalista, con sufustica burguesa, era partera de la clase que habra de redimir aun mundo herido por la alienacin. Aron observaba, en cambio,que el orden sovitico haba recorrido el camino inverso: una li-te revolucionaria haba conquistado un Estado exhausto y desdeesa posicin pretenda crear una nueva sociedad un hombrenuevo, decan mediante el uso sistemtico de la violencia y elmiedo. Esta combinacin de creencias en la inevitabilidad hist-

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  • rica (el concepto pertenece a I. Berlin) con la voluntad de una li-te revolucionaria arrojaba un saldo pesimista: segn Aron, la so-ciedad industrial y la inteligencia aplicada al progreso abran lahistoria, pero el totalitarismo la cerraba.

    La promesa de las libertades

    Qu salvaguarda levantar entonces, frente a este nuevo di-lema? Slo caba renovar las esperanzas en el arte de la libertady confiar con entusiasmo en una realidad robusta, enemiga decla-rada de las ilusiones y desnuda de retrica milenarista. En susaos postreros, Aron asisti a una suerte de reconciliacin hist-rica incompleta y fugaz que lo deslumbraba con la misma in-tensidad del primer momento, cuando avizor ese fenmenotreinta aos atrs. Es que la conciencia de la dignidad humana,que trajo al mundo el ejercicio de las libertades civiles y polticasy de la ciudadana democrtica, haba encontrado, en su acciden-tada marcha europea, los valores de la sociedad industrial, de laracionalidad econmica y de la libertad de los mercados. Entre1945 y 1975, Aron fue testigo de un formidable proceso de creci-miento econmico y de un perodo histrico que alberg una me-dida civilizada de la justicia distributiva. Al debate ideolgicoacerca de la sociedad perfecta, o a la discusin abstracta sobre losderechos, la sociedad industrial responda con una solucin msprosaica: aumentaban las capacidades individuales y ellas expan-dan el contexto real en el cual regan las libertades formales.Dialctica creativa, adverta Aron, entre el poder y la libertad.

    Es raro compartir ruinas y reconstruccin. Aron tuvo eseprivilegio y vio como se formaba una sociedad ms rica, de gru-pos en conflicto, de poderes divididos y lites fragmentadas, que,no obstante, la arena pblica converta en dilogo creador entrelibertades divergentes. Igualitaria por los sentimientos que ani-man a los individuos, esa pasin se detiene frente a las exigencias

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  • de la racionalidad econmica; liberal por su tradicin individua-lista, las acciones innombrables que la habitan chocan a su vezcon la oligarquizacin de la sociedad moderna en burocracias p-blicas y privadas. Cambiantes, en permanente movimiento, hos-tigados por mil contradicciones, los hombres y mujeres proyecta-ban sin embargo su mirada, a ojos de Aron, hacia un horizonte deconcordia. La sociedad industrial de las libertades, sostena Aron,es sin duda pluralista, pero, antes que nada, ella est regida poruna constitucin. Por consiguiente, sin respeto a la legalidad nisentido del compromiso entre las lites rivales, esa sociedad esta-r condenada a perpetuar un lamentable fracaso histrico. Habraperdido su principio, el resorte espiritual que la mantiene viva.

    Alcanz Aron a percibir los efectos positivos de su prdicaa favor de los regmenes constitucionales pluralistas? El fin del si-glo le dio en parte la razn. Aron acert en discernir la direccinque adoptaban las sociedades industriales de Occidente, sujetas alimpacto del conocimiento cientfico, de la innovacin tecnolgicay del crecimiento econmico y tuvo la ventaja de comprobar el as-censo, como hemos visto, de lo que hoy denominamos economasmaduras o sustentables durante los treinta gloriosos aos de cre-cimiento entre 1945 y 1975. Estas transformaciones, que se refle-jaron en las esferas cultural y demogrfica, se produjeron a la pardel estancamiento de la experiencia comunista de planificacin im-perativa de todos los medios de produccin e intercambio.

    Sin embargo, Aron no previ al momento de su muerte en1983 que la Unin Sovitica, lejos de internarse en una etapa enla cual prevalecera una estabilidad derivada del congelamientode sus estructuras burocrtico-militares, estaba al borde de unaabrupta implosin y de un estrepitoso derrumbe. El nuevo mun-do que advino luego de ese parte aguas en la historia contempo-rnea no lo tuvo pues de testigo. Tampoco lo esperaba, aunquehaba adelantado, con la ayuda de un ttulo memorable, el marcopoltico de esa mundializacin en marcha. A los Estados Unidoslos calific en 1973 de repblica imperial.

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    DOCTRINA 2006 - NATALIO BOTANA

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  • De esta situacin por dems indita, en la que el radical de-safo del terrorismo y la guerra coexiste con una transferencia depoder del oeste hacia el este del planeta, se desprende la pregun-ta acerca de cul sera el anlisis y el consejo de Aron ante tama-a mudanza de valores y expectativas. Me atrevera a decir queno recogeran sus reflexiones una esquemtica propuesta en posde imponer una tambin unvoca solucin, ni menos una suerte defuga romntica hacia ensoaciones pasadas o futuras.

    El empeo por no abandonar jams la exigencia de la luci-dez choc en vida de Aron con la humana propensin de soar yfabricar utopas. Los temperamentos romnticos, en particular ensociedades proclives al espejismo populista, tienen tanta importan-cia en la poltica como la disciplina para discernir con claridad loque realmente nos pasa. Esta ltima actitud es menos popular quela primera. En la medida en que la literatura poltica al estilo Sar-tre escribi Aron en 1966 se considere normal, el esfuerzo por lalucidez y el distanciamiento que ha sido el de todos los filsofos sehace misterioso. Esta perspectiva no es escptica ni relativista.Supone convicciones y creencias arraigadas en la dignidad huma-na o, como declar Aron al final de ese texto: Esta fe no est des-pojada de esperanza pero desconfo de las esperanzas que proveende buena conciencia a los asesinos.3 La escisin de fondo entre ri-queza y pobreza, y entre fanatismo y tolerancia persiste pues en elmundo, pero ya no habitan los espectros del pasado en muchas so-ciedades modernas, entre ellas las de Europa del Este. Renaci-miento de las libertades? Hay algo de cierto en este pronstico quesin duda Aron habra analizado con cautela, sobre todo a la vistadel impacto del terrorismo en pases donde las libertades parecandefinitivamente consolidadas. Ese era su norte. Un discpulo lo lla-m defensor civitatis y defensor humanitatis.4 Es posible que elelogio no le hubiese disgustado del todo.

    ANALES DE LA ACADEMIA NACIONAL DE CIENCIAS MORALES Y POLTICAS

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    3 Raymond Aron, Trois essais sur lge industriel, Pars, Plon, 1966, p. 13.4 Pierre Manent, Raymond Aron, ducateur, en Commentaire, op. cit., p. 165. Este trabajo es

    un admirable testimonio acerca de los moeurs de la libert que Aron comparta con sus amigosintelectuales.

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