Bouchet, Christian - El Sueño Lúcido
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El sueño lúcido
Christian Bouchet
Resumen
El “sueño lúcido” es un sueño con ensueños en el curso del cual el soñador sabe que está
soñando. La conciencia de su estado es a menudo viva y los buscadores la explican por la emergencia
de la conciencia de la vigilia durante el sueño. El trabajo aquí resumido sostiene al contrario que este
tipo de conciencia, la lucidez onírica, difiere radicalmente de la conciencia de la vigilia. Para mostrarlo,
comienza planteando las condiciones para hacer posible su estudio: 1) describe el desarrollo de la
investigación en el mundo occidental que se ha emprendido a partir del estudio de los estados de
conciencia llamados “modificados”; 2) se esfuerza después, mediante el análisis de los relatos de sueños
lúcidos, en dar una definición operativa para comprender lo que la comunidad de buscadores estudia
bajo este término y que incluso no están de acuerdo acerca de sus características; 3) analiza los métodos
de inducción de la lucidez onírica para aclarar los criterios esenciales; 4) y determina los factores que
permiten abrir un campo a la experimentación. Tras exponer estas condiciones, examina lo que la
experimentación sistemática nos enseña acerca del sueño lúcido además de sobre su cualidad onírica
en tanto que fenómeno cultural o en su aproximación científica, bien sea psicoanalítica, diferencial o
psicofisiológica (estudio en el laboratorio). Es posible entonces poner en evidencia las implicaciones
teóricas del estudio del sueño lúcido 1) mostrando los límites de los modelos explicativos habituales
(psicofisiológicos y psicológicos) y 2) adoptando una aproximación crítica que permite caracterizar la
lucidez como algo heterogéneo a la conciencia de la vigilia y plantear una nueva hipótesis (la de un
substrato consciente) para dar cuenta de la existencia de este fenómeno y de las dificultades teóricas
que entraña.
Capítulo 1
La experiencia del sueño se presenta según tres modalidades: su contenido, la percepción que
tiene el soñador y la conciencia que manifiesta. Contrariamente a lo que podría hacer creer la amplitud
actual de la literatura sobre el sueño, sólo la primera de estas tres modalidades ha sido objeto de un
estudio atento y casi únicamente en vista de su interpretación: el sueño no es examinado por sí mismo
sino como el signo de una realidad que le es heterogénea y cuyo modo de expresión es contingente (lo
sobrenatural, el inconsciente o el cerebro). Esta forma de proceder implica que la aparición del sueño
no es más que una apariencia. Este presupuesto, bien establecido en la reflexión occidental acerca del
sueño, no tiene sin embargo un valor universal ya que otras corrientes de pensamiento asignan al sueño
un lugar completamente diferente en su representación del mundo.
Esta divergencia puede explicarse por el modo en el que se aprehende el sueño. Cuando no se
comprende el sueño inmediatamente, sino únicamente en tanto que recuerdo de un suceso psíquico, es
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pues el recuerdo del sueño, y no el propio sueño, lo que es objeto de investigación: de ese modo no se
presenta la cuestión de su ser. A la inversa, cuando el sueño es comprendido inmediatamente – y no
como un simple recuerdo – atribuir el ser a lo percibido (onírico) parece también natural (y legítimo)
como al estado de vigilia, pues el sueño es fundamentalmente diferente de otros estados psíquicos que
no se dan más que como tales (por ejemplo la imagen mental), tanto en el estado de vigilia como en el
del sueño. La percepción del sueño, así como la de la vigilia, ofrece a la conciencia una resistencia que
incita inmediatamente a calificarlo de realidad.
Se considera sin embargo que esta calificación es ilusoria en razón de la “superioridad” de la
conciencia de la vigilia sobre la conciencia onírica, ya que el soñador que despierta guarda el recuerdo
de haber soñado y se encuentra capaz de poner en perspectiva su estado onírico precedente, mientras
que en el curso del sueño permanece prisionero de una ilusión. Pero esta observación a menudo
anticipada no se apoya sobre un estudio poco extenso de los relatos de sueños no patológicos. No es
raro que la vigilia sea, a partir del sueño, reconocida como un estado diferente, que se pone entonces
en perspectiva con respecto al sueño en curso. Sucede también de vez en cuando que un soñador se da
cuenta de que está soñando, mientras que sueña y duerme – fenómeno que ha recibido el nombre de
“sueño lúcido” – y, en este caso, el sueño puede ser directamente objeto de conocimiento.
Si, aunque puede ser descubierto en los textos conocidos (Aristóteles, Descartes) este último
hecho, ha pasado desapercibido en las teorías contemporáneas, es en razón de otro presupuesto que
asocia el grado de ser y la intensidad de la conciencia. Pero, al interesarnos en la experiencia del sueño
lúcido, nos damos cuenta de que los soñadores, aunque dan muestras de una agudeza consciente que
no tiene nada que envidiar al estado de vigilia, no atribuyen necesariamente el ser a lo onírico percibido.
Actúan como si estuvieran ocupados en un asunto que les es exterior, sin cesar por tanto de considerar
su entorno como algo relevante sólo a su subjetividad. El rechazo al ser del sueño no sería pues
perjudicial para el estudio del sueño si no acarreara como consecuencia una serie de presupuestos
correlativos que limitan el estudio. Es pues preferible dejar la cuestión del ser del sueño “en suspenso”
si realmente se quiere estudiar el sueño en todas sus dimensiones, pero ésta requiere que los
presupuestos que rodean esta cuestión sean puestos al día a fin de no influenciar inconscientemente la
investigación (influencia que puede mostrar las consecuencias limitativas en los tres grandes dominios
de investigación que están interesados en el sueño como son la filosofía, el psicoanálisis y la
neuropsicología).
Así la aproximación al sueño abandona la metafísica implícita para adoptar una vía
explícitamente psicológica (o “consciente” si se reserva este último término a la
ciencia del comportamiento). La lucidez onírica (conciencia que se tiene de soñar) permite entonces
preguntarse acerca de las categorías que nos sirven para estructurar la realidad, como la exterioridad y
la interioridad cuyos límites se revelan relativos al sujeto consciente más que coextensivo a las cosas. El
soñador lúcido encuentra en efecto en el sueño “mismo”, elementos que trata prácticamente como algo
exterior a él, si está convencido de ser la causa, que actúan como algo del mundo onírico percibido o de
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los personajes oníricos que se le aparecen como conciencias diferentes de la suya, mientras que él mismo
reconocía en sí mismo una subjetividad (con su cortejo de facultades) que le distingue de su entorno.
Sin embargo esta subjetividad consciente de sí misma posee un cierto número de problemas y
principalmente el de saber cómo se la puede incluir en su propio interior sin que entrañe una
disminución en la intensidad de la conciencia. La mayor parte de los investigadores o de los soñadores
lúcidos consideran en efecto que no es otra que la aparición durante el sueño de la conciencia de la
vigilia. En realidad, un estudio atento de la literatura muestra que la actividad consciente no tiene la
misma forma en el sueño lúcido que durante el estado de vigilia. En nuestro trabajo intentamos mostrar
que la lucidez onírica es una forma de conciencia específica, muy diferente de la conciencia de vigilia y
que no se la puede concebir a partir del modelo de la conciencia de vigilia a pesar de su agudeza.
El hecho de que el sujeto pueda adoptar formas de conciencia conscientes de sí mismas muy
diferentes plantea a su vez otros problemas. Para preservar la identidad del sujeto manteniendo la
existencia de las diferentes conciencias para un mismo sujeto, se hace necesario considerar, al menos a
título de hipótesis, que la noción de inconsciente es, en lo que concierne al sueño, relativa. Nuestro
propósito es pues mostrar que, en lo que corresponde al sujeto en sí, la conciencia del soñador lúcido
no puede ser la del sujeto despierto y, en el mismo movimiento, asegurar la coherencia especulativa de
esta tesis planteando la relatividad de la noción de inconsciente.
Para esto sería preciso dar primero las condiciones para la posibilidad del sueño lúcido
(históricas, definitorias, inductivas y formales), examinar después lo que aprendemos en la exploración
del sueño lúcido sobre el sueño en sí, sus relaciones con lo imaginario cultural o con la reflexión
científica, antes de estudiar las implicaciones teóricas de los fenómenos encontrados.
Capítulo 2
El conocimiento de las condiciones históricas que han permitido la emergencia
conceptual del sueño lúcido contribuye a establecer la existencia de un fenómeno que aparecía
primero como algo excepcional. La investigación del sentido del sueño es probablemente el obstáculo
epistemológico que más ha contribuido a ocultar el interés que el elemento onírico puede tener en sí
mismo (particularmente en su dimensión consciente). Esta última dirección de investigación en verdad
no se manifiesta bajo una forma propiamente psicológica más que a partir del siglo diecinueve. Esto no
significa que en la historia del pensamiento occidental no exista nada que concierna al sueño lúcido
antes de esta fecha. El escaso número de testimonios de sueños lúcidos que nos ha quedado puede
también explicarse con más probabilidad por la rareza del fenómeno que por la ausencia de un cuadro
conceptual que permita pensarlo, y por ello comprender la importancia, incluso de subrayar su
existencia. El tipo de contexto que favorece su consideración teórica y experimental se presenta a
menudo como la combinación de una observación espontánea asociada a una ignorancia de la tradición
interpretativa. Así, históricamente no existe un descubrimiento fundamental seguido de una
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investigación en constante evolución, sino más bien testimonios dispersos, en el espacio y en el tiempo,
por los solitarios autores que, de hecho, ignoraban la a menudo existencia de otros trabajos distintos a
los suyos, y cuyos relatos no han encontrado un terreno de cristalización conceptual más que
recientemente. Se destacan dos grandes períodos en la historia del pensamiento occidental
acerca del sueño, aquel en el que el sueño lúcido es simplemente conocido o constatado y otro, mucho
más tardío, donde toma un valor operativo.
Desde la antigüedad hasta la época moderna es el contenido del sueño (y no el estado de
conciencia del soñador) lo que se ha considerado en los relatos y, en la medida en que la lucidez onírica
no se menciona expresamente, es necesario un análisis para ponerla en evidencia. Desde la antigüedad
griega el sueño lúcido aparecía como un fenómeno dotado de un cierto cimiento cultural, al menos en
lo imaginario, si han de creerse los testimonios de los poetas y especialmente de Homero, ya que los
soñadores que pone en escena saben que están durmiendo. Paralelamente Aristóteles reconocía
que un soñador puede ser consciente de soñar, y es allí donde se hace la primera mención
explícita del fenómeno del sueño lúcido en un terreno teórico. Es necesario esperar hasta la Edad Media
para obtener, gracias a San Agustín, el primer relato de sueño lúcido considerado por auténtico. La
época moderna es más rica en testimonios pero es necesario distinguir los casos donde creemos
reconocer el fenómeno (por ejemplo en los sueños de los benandanti) de aquellos en los que es
prácticamente mencionado como tal por el soñador (Descartes y Reid).
Antes de la época contemporánea, el sueño lúcido es raramente observado y, todavía menos,
estudiado. La situación cambia a partir de los siglos dieciocho y diecinueve, especialmente con los
románticos que se interesan activamente en su vida onírica y no dejan de interrogarse acerca de sus
sueños lúcidos. De poético, el interés por la experiencia onírica vivida, se hace más psicológico y
durante el curso del diecinueve aparecen diversos estudios acerca del sueño que dan paso al sueño
lúcido. Nos esforzamos aquí en valorar la génesis de esta investigación cuyo pionero es, en el siglo
diecinueve Hervey de Saint-Denys. En la primera mitad del siglo veinte aparecen testimonios que han
servido de corpus de estudio al comienzo de la investigación actual y de los cuales no mencionamos
más que los nombres y los puntos de vista más importantes. El pensamiento contemporáneo en sus
inicios probablemente ha facilitado un cuadro favorable, ya que la época se abre a la investigación del
psiquismo por el descubrimiento del inconsciente, el desarrollo de la metodología médica y
psiquiátrica, si bien no contiene en sí misma el germen de este descubrimiento y de su explotación. El
interés por el sueño lúcido en efecto no se manifiesta en el siglo diecinueve más que por individuos que
tienen una experiencia personal - y cuyas ocupaciones no tienen una relación directa con la psicología
- y no se difunde más allá de estos experimentadores. Y si el desarrollo del psicoanálisis ha favorecido
nuevos tipos de observación de la experiencia onírica en la primera mitad del siglo veinte y ha
permitido remarcar el fenómeno de la lucidez, apenas ha contribuido ello directamente a su estudio.
No es sino a finales de los años sesenta que el sueño lúcido encuentra, paradójicamente, un terreno
teórico susceptible de ser acogido con el desarrollo de la investigación experimental sobre los estados
de conciencia modificados.
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Capítulo 3
La definición según la cual el sueño lúcido es un sueño en el curso del cual el soñador es
consciente que sueña, requiere que se precise lo que se entiende por “conciencia de soñar”, pues, en la
medida en que el único modelo de conciencia de sí del que habitualmente disponemos es el del estado
de vigilia, la alteridad formal de los dos tipos de conciencia pasa generalmente desapercibido, a falta
de un análisis de los relatos. Es por ello que la mayor parte de los buscadores consideran el sueño
lúcido como la combinación del sueño y de la conciencia (se sobreentiende de vigilia) de tal modo que
no admiten otros criterios. Se requiere también una descripción del sueño lúcido tanto para identificar
un único fenómeno bajo diversas designaciones como para descubrir la definición esencial que debe
ser el resultado de un estudio acerca de las propias particularidades del sueño lúcido. Se estudia aquí
el “proceso” del sueño lúcido, es decir el modo en el que se inicia (con o sin caso onírico, durante un
sueño o en el adormecimiento subjetivo), en el que se manifiesta y en el que finaliza sobre un terreno
onírico. La ocasión es entonces aprovechada de una parte para estudiar los elementos que se consideran
habitualmente como las condiciones de la conciencia de sí en el sueño (saber que se sueña, acordarse
de la vida de vigilia, disponer de la facultad de razonar, disponer de la voluntad) y asegurarse de su
papel efectivo (para concluir así que la lucidez onírica es ante todo una intencionalidad que alude al
sueño como tal y que las otras facultades no juegan en este caso un decisivo papel), y por otra parte
estudiar lo que parecían “grados” de lucidez a fin de proponer una tipología de los sueños lúcidos. El
estudio de estos diversos elementos conduce a señalar la existencia de una categoría de
sueños no lúcidos pero que están en cierto modo asociados.
Capítulo 4
En la medida en que los sueños lúcidos subrayan la originalidad fundamental de su experiencia
(que sería una nueva manera de ser al mundo), tan solo la experiencia directa permite una verdadera
comprensión del fenómeno. Esta experiencia puede investigarse deliberadamente con la ayuda de
métodos de inducción. O, si puede provocarse el sueño lúcido sobre una base relativamente regular al
precio de algunos esfuerzos, escapa necesariamente al dominio de los llamados estudios “psíquicos”
en el que su rareza le había confinado hasta los años sesenta. Es posible explorarlo, personalmente o en
el laboratorio, a partir de los elementos señalados al inicio mediante un examen empírico. Sin embargo
la puesta en práctica de métodos de inducción de la lucidez supone a su vez que sean comprendidos
los mecanismos de inducción natural. Probamos, por medio de la descripción de las diferentes
prácticas, extraer los criterios esenciales de la inducción. Se pueden estudiar por comodidad las
inducciones comenzando por aquellas que tienen lugar en un estado próximo al sueño, antes de
examinar las que comienzan netamente en el estado de vigilia y que continúan en el sueño y las que no
se sitúan más que en el estado de vigilia. La inducción puede tener lugar a partir de un estado
“intermediario” subjetivo (estado consciente en el que el sujeto aún no aprecia si duerme o sueña, y por
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lo tanto no está despierto). Estos estados (estado en el que el sujeto piensa que no duerme, estado en el
que piensa que está durmiendo y sueño lúcido) son diferentes de los estados hipnagógicos y pueden
ser cultivados para servir de plataforma a la inducción de la lucidez. La lucidez es igualmente inducida
a partir del estado de vigilia mediante la observación de sensaciones residuales o por un ritmo mental
mantenido hasta el adormecimiento, incluso por un sueño despierto. Por otro lado ciertos elementos,
sin que sean determinantes por sí mismos, se revelan favorables: el interés llevado a los sueños, las
interrupciones del sueño en el curso de la noche o las perturbaciones exteriores. Todas esas
observaciones pueden ser provechosas para inducir deliberadamente el sueño lúcido, con la ayuda de
ejercicios puramente mentales o en combinación de estos últimos con ejercicios psíquicos cuyo papel
es sostener el trabajo de la imaginación. Sin embargo es necesario hacer notar de una parte que
cualquier método que permita obtener la lucidez paso a paso de modo seguro no ha sido todavía puesta
a punto y por otra parte que esos ejercicios no tienen un valor mecánico. La utilización de equipos más
y más sofisticados muestra que ante todo es la cualidad consciente del sujeto en el momento de la
experiencia lo que determina la eficacia de las técnicas, y la naturaleza de esta cualidad puede quedar
obscura para el propio sujeto, o bien, si puede ser estimada, no es capaz forzosamente de modificar la
amplitud. Sin embargo los resultados obtenidos por el entrenamiento indican que la lucidez
correspondería a una capacidad inexplorada de la conciencia.
Capítulo 5
Aunque las experiencias del sueño lúcido no informan acerca de una base exterior
independiente del sujeto sino sobre su subjetividad, se constata empíricamente la existencia de
elementos constantes que juegan un papel en la arquitectura de la lucidez. Asimismo, además de las
otras cuestiones clásicas que se establecen habitualmente sobre las facultades intelectuales del soñador
(y que cobran aquí una nueva agudeza) surgen otras que conciernen a otros tipos de experiencia
específicos. Las acciones en el sueño y sobre el sueño son entonces factibles para estudiar las
consecuencias, y la lucidez transforma el sueño en campo de experimentación deliberado. Sin embargo,
el interés de una experiencia o de una experimentación no se determinará sólo en función de lo
que transcurra en el sueño, sino también teniendo en cuenta el tipo de lucidez y del modo en el que el
soñador aborda su experiencia. Si estos puntos de vista teóricos inducen a negar la existencia o el valor
de la lucidez, su experiencia tendrá necesariamente una estructura diferente de aquella en la que la
lucidez se aborda sin un a priori o al menos aceptada. La exploración del sueño lúcido depende pues
de la colocación de un “cuadro” que permita reconocer estos modos de abordar la experiencia a partir
de la cual es posible comprender mejor su diversidad. Reagrupamos aquí bajo el nombre de
“experiencia” los sueños lúcidos en el curso de los cuales no se ha emprendido ninguna
experimentación y buscamos las razones en el grado de lucidez o en las concepciones del soñador.
Abordamos después el proceso de experimentación en el curso del cual la acción del sujeto se apoya
sobre el sueño considerado como sueño, es decir no se inserta en la trama del sueño. En el curso de la
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experimentación personal el soñador pone su concepción del sueño bajo la prueba de la realidad
del sueño y busca los medios oníricos para verificar sus hipótesis. Pero ciertas particularidades nos
llevan a separar las experimentaciones “espontáneas” (es decir decididas y completadas en el estado
de sueño) de las que están “preparadas” (es decir previstas en el estado de vigilia). Sin embargo, si bien
planificadas en el estado de vigilia, las experimentaciones permanecen ligadas a la subjetividad del
soñador, y para elevarse por encima de la singularidad, las experiencias de un soñador deben no
solamente poder ser comparadas con las de otros soñadores sino también ser suscitadas en función de
objetivos que no son propios de un soñador en particular. Asimismo, la experimentación se encuentra
purificada de estas ambigüedades cuando un buscador exterior al soñador le propone una
experimentación, que propone objetivos de experimentaciones individuales (investigación de
“campo”) o que sigue al sueño lúcido durante su desarrollo (investigación de “laboratorio”).
Capítulo 6
La investigación sobre el sueño lúcido sólo tiene sentido si responde a cuestiones que se plantea
el buscador. Pero para evitar la trampa de las preconcepciones (o de las concepciones corrientes sobre
el sueño generalizadas a partir de experiencias limitadas) es preferible abordarlo sobre el terreno del
sueño, es decir esforzarse en responder ante todo a las cuestiones que se plantean en el curso del sueño
o a su sujeto, aplicar pues la investigación a los datos inmediatos. La conciencia del sueño permite a un
soñador estudiar su sueño como una situación de su vida de vigilia vivida en sus diferentes
dimensiones, tanto lo “exterior” (lo percibido onírico) como lo interior (reflexiones, imágenes mentales
y afectos). El sueño lúcido puede examinarse en sus aspectos particulares (debido a la lucidez) o en
tanto que sueño (invalida entonces las hipótesis limitadas por la presentación de “hechos” oníricos que
sirven de contra-pruebas). También se constata la existencia de categorías de sueños lúcidos que se
pueden clasificar en función de su contenido (sueños de doble, de cambio, de sensaciones particulares)
o del modo en el que el soñador se entrega a las experimentaciones por la vía de la acción física o mental.
Por otro lado esta exploración se puede completar mediante las comparaciones con estados
parecidos (trance...) que muestran que la reducción del sueño lúcido a otros tipos de experiencias no
tienen validez más que si se confirma mediante la experiencia de los soñadores. Así, más que explicar
el sueño lúcido o algunos de sus contenidos mediante fenómenos patológicos o parapsicológicos, es
preferible buscar en principio si el fenómeno onírico se puede estudiar sobre su propio terreno,
el del ensueño y el del sueño. Algunos de los estados calificados aquí como “no definidos” porque
parecen contener a la vez el sueño y el despertar, no son a veces, para el
soñador, subjetivamente discernibles del sueño lúcido en lo que concierne a la cualidad de la
percepción, sino diferentes pues, contrariamente al sueño lúcido, el sujeto permanece en contacto con
el mundo de la vigilia. Por otra parte los estados de conciencia de vigilia son puestos en relación con el
sueño cuando el sujeto percibe un mundo imaginario (alucinación), pero este acercamiento no tiene
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valor en tanto que se esfuerza en comparar elementos heterogéneos: la agudeza de la conciencia y la
cualidad perceptiva de la experiencia.
Capítulo 7
La aproximación histórica al sueño lúcido nos ha mostrado que tiene una dimensión cultural.
En verdad, la cultura se presenta como un cuadro en el que conviene estudiar la influencia, pero
suministra también un método de aproximación al fenómeno: cuando limita su emergencia no le
impide aparecer, sino que lo codifica. Por esta razón, si el sueño lúcido es un fenómeno natural más o
menos generalizado, debe ser posible, conociendo su existencia, encontrarlo a posteriori bajo otras
formas en otras culturas, incluso en la nuestra.
En otras culturas la investigación sobre el terreno no se revela necesariamente lo más apto para
informarnos acerca de la presencia efectiva del sueño lúcido. Pero se puede evitar la indecisión cuando
el fenómeno enfocado se sitúa en un cuadro conceptual, netamente religioso, que permite identificarlo
(por ejemplo en un sistema de entrenamiento en el que el objetivo es claramente conducir a que el sujeto
se dé cuenta de que sueña con la ayuda de ejercicios comparables a los métodos de inducción de la
lucidez). Por otra parte si el sueño lúcido no aparece, se puede suponer su presencia con la ayuda de
elementos característicos que pueden ser investigados tanto en la actitud del sujeto frente al sueño (es
decir la forma en la que acoge las diferentes clases de sueños) como en el contenido de experiencias
(que comprenden la presencia de los diversos tipos de sueños asociados al sueño lúcido). Por otro lado
a menudo es más fácil medir la presencia en las mentalidades a partir de sus circunstancias en lo
imaginario de una cultura: así, los cuentos edificantes, que ponen en escena sueños que disponen de
una lucidez parcial, no pueden en verdad servir de prueba pero indican netamente que la idea de este
género de experiencia ha sido considerada.
En Occidente, la representación del sueño lúcido no es culturalmente homogénea y el lugar
que ocupa el sueño lúcido en nuestra cultura depende ante todo del tipo de reconocimiento que se le
concede. Cuando el fenómeno no tiene existencia oficial su manifestación natural arrastra el rechazo, o
la concesión de otro estado diferente al suyo, lo que puede conducir a una verdadera fisura cultural. En
efecto, los que experimentan los sueños lúcidos les confieren una realidad mientras que aquellos que
no los han vivido ven una irrealidad (es decir una forma de confusión mental). Cuando el sueño lúcido
adquiere un status conceptual, esta discrepancia deja de tener un sentido y la experiencia puede ser
puesta en consideración en su misma fenomenalidad, independientemente de su calificación de real o
de irreal. Sin embargo, la existencia de este terreno de entendimiento no impide ni las reducciones ni
las amplificaciones abusivas que no se diluirán más que con una evolución de las mentalidades. El
estudio del sueño lúcido como fenómeno cultural muestra que, lejos de que la aparición del sueño
lúcido haya suscitado una reorganización de la imagen del sueño en la cultura, es al contrario un
cambio cultural de la visión del sueño que ha permitido la emergencia del concepto de sueño lúcido.
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Capítulo 8
El interés de las diversas ciencias por el sueño lúcido es del mismo orden que el que ya se
manifiestan sobre el sueño, en la medida en que sus métodos le son aplicables. Así, la ciencia de la
interpretación del sueño debe poseer de entrada que las formas de la conciencia lúcida (lucidez,
prelucidez o falso despertar) así como las situaciones oníricas con que se encuentra regularmente en los
sueños lúcidos y asociados (vuelo, salir fuera del cuerpo...) sean interpretables o rechazadas de su
campo de investigación. Pero la actitud de los soñadores lo mismo que la estructura de los sueños dan
que pensar que la prelucidez y el falso despertar no entran necesariamente en un cuadro interpretativo,
sino que es necesario comprenderlos ante todo como indicaciones del grado de conciencia del soñador,
mientras que por su parte los elementos específicos de los sueños lúcidos y asociados dependen, no de
un sentido, sino de un tipo de estructuración debido a la lucidez. La psicología diferencial, por su parte,
se interroga acerca de los soñadores, que constituyen una categoría de población susceptible de ser
estudiada, con objeto de encontrar rasgos característicos. Tanto los estudios estadísticos como las
constataciones empíricas hechas por numerosos soñadores lúcidos nos proporcionan un compendio
acerca de las categorías de población a las que pertenecen los sueños lúcidos, sus hábitos de vida y sus
aptitudes particulares. Por su parte la psicofisiología tiende a buscar una señal electrofisiológica en
particular (y medible) que indicaría la presencia del sueño lúcido en el laboratorio, ayudado por la
intervención consciente del soñador en el curso de la experiencia (señal de la lucidez).
Si las ciencias del sueño permiten la investigación del sueño lúcido, a su vez esta última aporta
informaciones nuevas a su sujeto. En efecto, sus concepciones teóricas no se aplican al estudio del sueño
lúcido. La lucidez plantea nuevos problemas al comienzo de la interpretación. La actitud del soñador
lúcido es necesariamente particular: evita el segundo nivel de elaboración secundaria que constituye la
rememoración del sueño al despertar e interpreta el sueño como si lo estuviera viviendo. La
interpretación se puede revelar inútil (interacción del soñador lúcido con su sueño, sueño claro o
autoreferente), y verse falseada la comprensión del fenómeno onírico. Por otra parte, en la psicología
diferencial, el principio según el cual un soñador lúcido debe manifestar en su comportamiento ciertos
elementos invariables respecto a la capacidad del soñar lúcidamente, no está de acuerdo con las
transformaciones incesantes del comportamiento atribuidas al sueño lúcido en sí del cual dan noticia
los períodos de sueños lúcidos. Sin embargo, si no existe un elemento estable a observar, las propias
transformaciones (cambio de carácter, modificación de los hábitos o desarrollo de las capacidades
psíquicas) pueden promoverse al rango de elementos cuantificables. Del lado de la psicofisiología, el
sueño lúcido se puede utilizar para profundizar en el conjunto de la investigación acerca del sueño en
el laboratorio, sea consolidando las experiencias obtenidas en el curso de los estudios ya dirigidos sobre
el sueño en general, sea ayudando a la resolución de los puntos habitualmente en controversia (sobre
los efectos psicológicos de las acciones oníricas del soñador y especialmente la hipótesis mencionada
del “barrido”, o sobre el estatuto del soñador que está lejos de ser un sujeto “ausente”).
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Capítulo 9
La concepción habitual del sueño lúcido depende para unos de un modelo implícitamente
aceptado, la conciencia del estado de vigilia. Otros, que aceptan la existencia de una lucidez “mínima”,
admiten grados de conciencia según una escala de intensidad activa de la conciencia onírica ordinaria
hasta la plena lucidez. En este caso adoptan un doble modelo (la vigilia y el sueño) y los sueños
débilmente lúcidos se comprenden pues como una especie de mezcla de cualidades conscientes
pertenecientes a la vigilia o al sueño ordinario. O, si se puede aceptar que estos dos términos sirven de
puntos de comparación para el sueño lúcido, ¿debe por ello plantearse que el sueño lúcido se explica a
partir de ellos? El simple examen empírico de la literatura incita a poner en duda la validez de esta
actitud, al menos por dos razones: 1) tal aproximación tiende a reducir la exploración del sueño a una
comparación de facultades del soñador con las que se conocía del estado de vigilia, sin verificar jamás
si se trata de las mismas facultades, ni interrogarse acerca de la existencia de facultades oníricas sin
equivalentes en la vigilia. Además corre el riesgo de volverse más normativo que explicativo en la
medida en que una divergencia entre las facultades oníricas y de la vigilia se interpreta
inmediatamente como una desaparición consciente más que como una propiedad onírica que no
cuestiona la intensidad de la lucidez. 2) No puede emerger ninguna forma nueva de conciencia más
que por una variación en la intensidad o una combinación de elementos. Si los hechos no se admiten
con estas dos posiciones, se hace necesario considere la ayuda de un cuadro experimental y teórico que
justifique esta relación o bien que dé cuenta de las anomalías encontradas.
En el dominio psicofisiológico ¿nos ayuda el estudio de la vigilancia a aclarar la comprensión
de la lucidez onírica? Tal índice de lucidez ha sido buscado al nivel del incremento de la actividad
cerebral. Pero estos modelos teóricos no son apenas explicativos en cuanto a la aparición de la propia
lucidez pues, lejos de explicar la lucidez mediante un tipo de activación existente igualmente en el
estado de vigilia, pretenden encontrar el mismo tipo de diferencia en el estado de vigilia.
Parece más justificada una teoría psicológica del sueño lúcido, pues la aparición del sueño
lúcido depende la mayor parte del tiempo de factores psicológicos (especialmente la inducción). Ciertos
autores ven también en la toma de conciencia provocada por la desadaptación el modelo de la lucidez
onírica. La lucidez no sería entonces la emergencia de la totalidad de la conciencia de vigilia en el sueño
sino el paso de una conciencia pasiva a otra activa: estaríamos en presencia de una evolución consciente.
Sin embargo, esta concepción no considera la débil extensión de la lucidez a pesar de un importante
número de sueños difíciles. El límite conceptual invocado para resolver el problema hace que la idea
de lucidez como producto de la evolución se venga abajo, porque la lucidez no aparecía
entonces más que como una conciencia reflejada. E incluso admitiendo que tal modelo sea coherente,
su aplicación a los relatos de los sueños lúcidos y ordinarios se muestra insuficiente: en el sueño
ordinario, el soñador también es consciente como en el estado de vigilia, (aún si no es consciente del
estado de vigilia); en el curso del sueño lúcido, si sus posibilidades de respuesta a la situación onírica
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son más numerosas, no se podría pretender que siempre conduce a una acción más apropiada (la
elección de una solución inadecuada o incluso el bloqueo de las posibilidades de acción en razón a la
lucidez).
Se puede sin embargo dejar de pensar en la lucidez bajo el modelo de la conciencia reflejada
sin por ello renunciar a la referencia al estado de vigilia y más bien considerar la lucidez como
un aumento de conciencia, ver un modelo mental: no habría pues desarrollo consciente
sino representación en sí en el modelo de la realidad. Pero esta teoría presenta también una laguna:
¿cómo puede afirmarse que el sueño tiene como resultado una ausencia de regulación por los sentidos
cuando se le coloca, para constatarlo, desde el punto de vista del sujeto que percibe todo, tanto el
entorno del sueño como el mundo de la vigilia? Si el sujeto forma parte del modelo construido, no se
comprende lo que mantiene su unidad a través de los diferentes modelos. Esta teoría no puede
llevarnos pues más que a una identificación ontológica del sueño y de la vigilia. Si se quiere encontrar
a la lucidez un referente en el estado de vigilia es necesario buscar el mismo tipo de disposición
consciente, es decir una conciencia a la vez del estado de vigilia y de lo que lo engloba y que señala el
límite (y que es todavía más raro que el sueño lúcido).
Si la capacidad explicativa de un cuadro teórico limita la comprensión de la lucidez onírica, es
ante todo por los conceptos que sirven para elaborarlo, como el sueño o la vigilia, la realidad, la
conciencia, lo objetivo y lo subjetivo (por ejemplo a menudo se considera el sueño como subjetivo por
sí mismo cuando los términos subjetivo y objetivo son modos de organizar la experiencia).
Capítulo 10
En el origen de las dificultades teóricas encontradas se encuentra una idea implícita: el sueño
deriva del estado de vigilia en lo que concierne al origen de su contenido o de sus formas conscientes.
Pero ya que la lucidez onírica se estructura completamente diferente a la conciencia de la vigilia, es
necesario que busquemos si, a partir de cuestionar la vigilia, puede surgir una nueva actitud metafísica.
La preeminencia de la vigilia es planteada habitualmente a priori, pero para el soñador lúcido
no se puede tratar más que de un juicio eventual sobre su estado pero en ningún momento de una
evidencia, pues el sueño se vuelve un problema, sobre el plan ontológico, en razón de su cualidad
percibida. La primacía ontológica no tiene sentido respecto a lo que se percibe, ya que el examen del
contenido de los sueños aparecía más rico que el de la vigilia, ni la cualidad de la percepción onírica
que a veces es tan intensa que el soñador la considera como ausente de la experiencia cotidiana, ni la
estructura noemática de lo percibido en la medida en que las posibilidades perceptivas de la vigilia
están incluidas en la gama de las del sueño lúcido, ni el contexto noemático que juega con lo percibido
respecto a la imagen y a la memoria, ni la ausencia de ciertos noemas, ni la estabilidad en el tiempo, ni
la ausencia de intersubjetividad.
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El reconocimiento del sueño como tal depende de una intencionalidad propia que,
contrariamente al estado de despertar, no se manifiesta sobre los noemas sino sobre otro estado de
conciencia considerado como el despertar. Así, la lucidez comporta una conciencia de la misma
estructura que la conciencia de vigilia porque el sueño puede ser enfocado en tanto que mundo, pero
esto no es más que una consecuencia de su presencia. Por otro lado la lucidez es necesariamente
consciente de sí misma en el mismo momento en el que da un estatuto de objeto a la percepción onírica
y, de ese hecho, es doblemente tética Se añade que la percepción onírica es producto de la división
objetivo/subjetivo cuando, para el estado de vigilia, la relación entre la percepción y la objetividad se
constata por experiencia.
Ya que la intencionalidad de la lucidez es radicalmente diferente de la de la vigilia, la
emergencia de la lucidez se hace difícil de comprender. ¿Qué es lo que causa que el sujeto disponga de
una intuición particular que, en el caso del sueño, tiene un aspecto facultativo que no tiene en el estado
de vigilia? Para ser considerado planteamos la hipótesis de un substrato consciente a la lucidez (cuando
está ausente del sueño), substrato del que intentamos determinar la naturaleza y el papel. Esta
conciencia aparece pues como una especie de campo donde emergen diferentes formas conscientes que
pueden combinarse entre ellas. Así, la lucidez onírica dependería a la vez de la conciencia onírica y de
la de la vigilia para constituirse en una forma de conciencia original. La conciencia substrato no es más
que una “conciencia” en el sentido en que se despliega una mirada intencional. El inconsciente podría
ser traído de nuevo si se admite que es, como la distinción subjetivo/objetivo, una noción relativa. El
soñador no tendría una conciencia de su estado sino varias que coexistirían ignorándose las unas a las
otras, lo que mostraría la idea de un deseo inconsciente que por otra parte sería una paradoja. La
inconsciencia no sería un atributo esencial del inconsciente sino que sería relativa a un sujeto, el
inconsciente sería una mirada, pero por negación, o, si se prefiere, una ocultación de lo que podría ser
visto por la conciencia. El inconsciente sería entonces, para una forma conscientemente dada, el
conjunto de todas las otras formas conscientes que ella no ve.
Una conclusión general recapitula los tipos de argumentos encontrados que establecen la
heterogeneidad de la lucidez onírica y de la conciencia de vigilia.
Traducido por Sarasvatî