Bourdieu - El momento crítico

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    Universidad de Buenos AiresFacultad de Ciencias SocialesCarrera de Sociologa

    Sociologa General Ctedra Rubinich

    Pierre Bourdieu

    Homo Academicus

    Captulo V

    El momento crtico*

    Como los negocios estaban paralizados, la inquietud y una

    curiosidad estpida empujaba a todo el mundo fuera de suscasas. El descuido en el arreglo atenuaba la diferencia de losrangos sociales, el odio se ocultaba, las esperanzas sedesplegaban, la multitud estaba llena de suavidad. El orgullo deun derecho conquistado alumbraba sus rostros. Se senta comouna alegra de carnaval, las maneras eran de vivac; nada fue tandivertido como el aspecto de Paris, los primeros das.

    El desempeo del actor entusiasmaba a la multitud, y lasmociones subversivas se cruzaban. Basta de academias! Basta de instituto! No ms misiones! Abajo el bachillerato! Abajo los Ttulos universitarios! Conservmoslos dijo Sncal- pero que sean conferidos por

    el sufragio universal, por el Pueblo, nico juez verdadero!La razn pblica estaba perturbada como despus de losgrandes trastornos de la naturaleza. Gente de espritu quedidiota para toda su vida.

    G. Flaubert, La educacin sentimental.

    * Traducido del original en francs por Paula Miguel para uso interno de la ctedra.(Ver P. Bourdieu, Homo Academicus, Paris, Minuit, 1984)

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    Limitados a los datos parciales y superficiales de la experiencia biogrfica pero

    orientados por la ambicin de juzgar y explicar, la mayor parte de los ensayosconsagrados a las jornadas de Mayo hacen pensar en eso que Poincar deca de lasteoras de Lorentz: Era necesaria una explicacin, se la ha encontrado; se la encuentrasiempre; las hiptesis, son el sustrato que menos falta 1. La tentacin de multiplicar sinmedida las hiptesis a medida nunca se ejerce tanto sobre los especialistas de lasciencias sociales como cuando se relacionan con los acontecimientos, y losacontecimientos crticos. Los instantes donde el sentido del mundo social oscila son undesafo, que no es slo intelectual, para todos aquellos que hacen profesin de leer elsentido del mundo y que, bajo la apariencia de enunciar qu es eso, pretenden hacerexistir las cosas conforme a su decir, producir entonces efectos polticos inmediatos; loque implica que ellos toman la palabra sobre-el-campo, y no luego de la reflexin, perotampoco despus de la batalla. Los beneficios polticos que puede procurar lainterpretacin de un acontecimiento social dependen estrictamente de su actualidad; es

    decir, del grado en que suscita el inters ya que es la apuesta en conflictos de interesesmateriales o simblicos (es la definicin misma del presente, nunca completamentereductible a aquello que es inmediatamente dado). Se sigue que el principio de la mayorparte de las diferencias entre las producciones culturales reside en los mercados a loscuales ellas son, ms inconsciente que conscientemente, destinadas, mercadorestringido, dentro del cual, en ltima instancia, el productor no tiene por clientes msque el conjunto de sus competidores, o mercado de gran produccin 2; estos mercadosaseguran a los productos culturales (y a sus autores) beneficios materiales y simblicos,es decir sucesos de ventas, pblico, clientelas, y una visibilidad social, un renombre delos cuales la superficie ocupada en los diarios constituye un buen indicador-extremadamente desiguales, tanto en su importancia como en su duracin. Una de lasrazones del retraso de las ciencias sociales, expuestas sin cesar a la regresin hacia elensayismo, es que las chances de obtener el xito puramente mundano, ligado al inters

    de actualidad, disminuyen a medida que uno se aleja en el tiempo del objeto estudiado,es decir, a medida que crece el tiempo invertido en el trabajo cientfico, condicinnecesaria, si bien no suficiente, de la calidad cientfica del producto. El investigador nopuede ms que llegar despus de la fiesta, cuando los faroles estn sin brillo y losandamios retirados, y con un producto que no tiene ningn encanto de lo impromptu.Construido junto a las cuestiones surgidas de la inmediatez del acontecimiento, enigmasms que problemas, llamando a la toma de posicin total y definitiva ms que al anlisisnecesariamente parcial y reversible, el protocolo cientfico no tiene para esto la bellaclaridad del discurso del sentido comn al que no le es difcil ser simple ya que comienzasiempre por simplificar.

    La atencin inmediata a lo inmediato que, ahogada en el acontecimiento y los afectosque suscita, asla el momento crtico, as constituido como totalidad encerrando en smisma su explicacin, introduce por eso mismo una filosofa de la historia: ella conduce apresuponer que hay en la historia momentos privilegiados, de alguna manera mshistricos que otros (se puede ver un caso particular en la visin escatolgica, clsica omodernizada, que describe la revolucin como trmino final, telos, y punto culminante,acm, y sus agentes proletarios, estudiantes u otros como clase universal, y por estoltima). La intencin cientfica, por el contrario, apunta a reubicar el suceso extraordinarioen la serie de sucesos ordinarios, al interior de la cual se explica. Esto para preguntar acontinuacin en qu reside la singularidad de aquello que queda de un momentocualquiera de la serie histrica, como se lo puede ver bien con todos los fenmenos de

    1 H. Poincar, Congrs de physique de 1900, I, 1900, 22, citado por G. Holton, Linvention scientifique,Themata et interprtation, trad. P. Scherer, Paris, PUF, 1982, p. 368.2 Sobre esta oposicin, ver P. Bourdieu, Le march des biens symboliques, lAnne sociologique, vol. 22, 1971,pp. 49-126.

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    umbral, saltos cualitativos en los cuales la suma continua de sucesos ordinarios conduce

    a un instante singular, extraordinario.Interseccin de muchas series en parte independientes de acontecimientos sobrevenidosen varios campos habitados por necesidades especficas, una crisis como aquella demayo de 1968 y sin duda toda crisis- introduce una ruptura visible con respecto aaquello que la ha precedido, si bien uno no pueda comprenderla ms que re-situndolaen la serie de acontecimientos antecedentes. Crisis universitaria que se transforma encrisis general, ella plantea la pregunta de las condiciones de la extensin diferencial de lacrisis al seno del campo universitario y por fuera del mismo: para explicar que una crisisdel modo de reproduccin (en su dimensin escolar) haya podido encontrarse en elcomienzo de una crisis general, hace falta, conociendo la contribucin cada vez msimportante que el sistema de enseanza aporta a la reproduccin social, y que hace deello una apuesta cada vez ms disputada de las luchas sociales3, proponer un modeloque permita dar cuenta de los efectos sociales que ha producido, y de los cuales el msmarcado es el desclasamiento estructural, generador de una suerte de disposicincolectiva a la revuelta. Pero, el modelo que permite comprender, sobre la base de unanlisis de las condiciones estructurales de la crisis y sin recurrir a las hiptesis ad hoc,la lgica de la aparicin de la crisis en las diferentes regiones del espacio universitario,luego en el espacio social donde ella se ha manifestado, permite comprender tambincmo se ha instaurado, en una regin bien determinada de del campo universitario, elestado crtico de la estructura? La probabilidad de que los factores estructurales que,dentro de un campo particular, estn en el comienzo de una tensin crtica vengan aengendrar una situacin de crisis, favorable a la aparicin de acontecimientosextraordinarios, que el funcionamiento normal vuelve impensables, o al menos,excepcionales y accidentales, despojados entonces de eficacia y de significacinsociales, alcanza su mximo cuando se da la coincidencia de los efectos de varias crisislatentes de mxima intensidad: Cules son las causas especficas que sonresponsables de la coincidencia de las crisis locales y, por ello, de la crisis general comointegracin y no simple suma- de crisis sincronizadas y cul es el efecto propio de estasincronizacin de diferentes campos que definen el acontecimiento histrico comohaciendo poca y la situacin general como puesta en fase de diferentes campos?Paradjicamente, es sin duda a condicin de reinsertar los momentos crticos en lasseries donde reside el principio de su inteligibilidad, anulando aquello que definepropiamente la situacin crtica, si no como creacin de novedad imprevisible, al menoscomo surgimiento de la posibilidad de la novedad, en resumen, como tiempo abiertodonde todo porvenir parece posible, y lo es por una parte, en cierta medida4.

    3 El hecho de que el sistema de enseanza tienda a devenir el instrumento oficial de la de la redistribucin delderecho a ocupar una parte, sin cesar creciente, de las posiciones y uno de los principales instrumentos de laconservacin o de la transformacin de la estructura de las relaciones de clase por el mantenimiento o elcambio de la cantidad y de la calidad (social) de los ocupantes de las posiciones en esta estructura, el nmerode agentes individuales o colectivos (asociaciones de padres de alumnos, administracin, jefe de empresa,etc.) que se interesan en su funcionamiento y pretenden modificarlo mientras esperan la satisfaccin de susintereses, tiende a aumentar. Pueden verse ndices de este proceso en la extensin de las asociaciones depadres de alumnos a las clases medias, la creacin de un nuevo tipo de asociaciones familiares en las que laaccin se lleva principalmente hacia el sistema de enseanza, la aparicin de grupos de presin especficos tales como los que organizan los coloquios de Caen, Amiens u Orlans- reuniendo patrones, tecncratas ymaestros (y, secundariamente, el lugar reservado a los problemas de la enseanza en los diarios, que hoy enda tienen uno o ms especialistas, agrupados en asociacin, o ms an la parte de las cuestionesconsagradas a estos problemas en los sondeos de opinin).4 Estas reflexiones e interrogantes pueden, al parecer, ser extendidos a toda crisis (o revolucin): a falta deaprehender como tal la lgica de los diferentes campos, no es llevada, ya sea a darse como saliendo de s launidad de los acontecimientos revolucionarios, ya sea, a la inversa, a tratar las diferentes crisis sociales comomomentos sucesivos correspondientes a grupos diferentes (revolucin aristocrtica, parlamentaria, campesina,etc.), movidos por diferentes mviles, de un grupo aditivo de crisis separadas, justiciables, en ltima instancia,de explicaciones separadas? Si cada revolucin encierra en realidad varias revoluciones ligadas entre s yreenva entonces a varios sistemas de causas, no es necesario reformular la pregunta sobre las causas y los

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    Todas esta cuestiones, que podran decirse tericas, deben ser pensadas como

    cuestiones histricas. Lo que supone que se trabaja para neutralizar los efectos de ladivisin social instituida en la simple descripcin que, como remarcaba Hegel en elprefacio de la Fenomenologa del espritu, acomodndose mal entre la interrupcin porel concepto, y la pura racionalizacin no soporta ms la interrupcin de la realidadefectiva. Pero no se pueden poner en cuestin los principios mejor establecidos de lavisin y de la divisin del trabajo cientfico sin correr el riesgo de que los productos deese esfuerzo de ruptura queden incomprendidos o pasen desapercibidos; sin exponersea parecer que se falta a la vez a las exigencias de la teora y a las exigencias de laempiria y a ver el conocimiento adquirido ms seguro de la investigacin escapar deaquellos que no saben reconocer las cuestiones tericas ms que cuando ellas dan lugara disertaciones (sobre el poder, la poltica, etc.) como tambin de aquellos que estninclinados a la sospecha y a la reticencia por el esfuerzo mismo por tratar la serie deacontecimientos que desarrolla la descripcin histrica como el producto de diferentes

    efectos al seno de la fsica, es decir como integracin singular de secuenciasinteligibles de acontecimientos destinados a aparecer cada vez que estn dadas, siendocosas iguales por otra parte, ciertas condiciones.

    Una contradiccin especfica.

    No puede darse cuenta de la crisis, o al menos de sus condiciones estructurales deaparicin y de su generalizacin, sin recordar5 los efectos principales delacrecentamiento de la poblacin escolarizada, es decir la devaluacin de los ttulosescolares que determina un desclasamiento generalizado, particularmente intolerablepara los ms favorecidos, y, secundariamente, las transformaciones del funcionamientodel sistema de enseanza que resultan de las transformaciones morfolgicas y socialesde su pblico. El acrecentamiento de la poblacin escolarizada y la devaluacincorrelativa de los ttulos escolares (o de las posiciones escolares a las que ellas danacceso, como el estatuto de estudiante) han afectado al conjunto de una clase de edad,constituida as en generacin social relativamente unificada por cierta experienciacomn, determinando un desplazamiento estructuralentre las aspiraciones estatutarias inscriptas en las en las posiciones y los ttulos que, en el estado anterior del sistema,ofrecan realmente las chances correspondientes- y las chances efectivamenteaseguradas, en el momento considerado, por esos ttulos y esas posiciones 6. Estedesplazamiento nunca es tan grande como en los nios nacidos en la clase dominante,que no han tenido xito al operar la reconversin del capital cultural heredado en capitalescolar; esto mismo aunque su futuro social no depende enteramente del capital escolary que el capital econmico o social del que dispone su familia les permite obtener elrendimiento mximo de sus ttulos escolares en el mercado de trabajo y de compensaras su derrota (relativa) por carreras de sustitucin7. Resumiendo, la contradiccin

    efectos de la integracin de crisis particulares? Etc.5 Sobre este punto, particularmente sobre la lgica propiamente estadstica de la reproduccin escolar y sobrelos efectos unificadores de la experiencia comn de la devaluacin, ver P. Bourdieu, Classement, dclassementet reclassement,Actes de la recherche en sciences sociales, 24, noviembre 1978, pp. 2-23 y La distinction, pp.147-185.6 Se ve as que todos aquellos (y son numerosos) que han querido pensar la crisis de Mayo segn el esquemadel conflicto de generaciones (en el sentido ordinario) se han dejado llevar por las apariencias. Se sabe que ladevaluacin de los ttulos ha tenido efectos completamente diferentes segn el origen social de los agentesconcernidos.7 Entre las razones que limitan la validez de la analoga de la inflacin a la que he recurrido en una faseantigua de mi trabajo (Cf. P. Bourdieu, Linflation des titres escolaires, Ronotyp, Montreal, 1973)- est elhecho de que los agentes pueden oponer a la devaluacin estrategias individuales o colectivas, como aquellasque consisten en producir nuevos mercados propios para hacer valer los ttulos (creacin de nuevasprofesiones) o a modificar ms o menos completamente los criterios que definen el derecho a ocupar las

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    especfica del modo de reproduccin por componente escolar que no puede contribuir a

    la reproduccin de la clase ms que eliminando, con su asentimiento, una parte de susmiembros, reviste una forma ms y ms crtica a medida que crece el nmero deaquellos que, viendo sus chances de reproduccin amenazadas y que, rechazando suexclusin, se encuentran reenviados hacia una contestacin de la legitimidad delinstrumento de su propia exclusin, a amenazar el conjunto de la clase poniendo encuestin uno de los fundamentos de su perpetuacin.

    Los efectos de la devaluacin se ejercen sin duda ms y ms plenamente, no siendocorregidos de ninguna manera por la adjuncin de capital social, a medida que, a ttulo oposicin equivalentes, se desciende en la jerarqua de los poseedores segn su origensocial: toda vez, la tolerancia a estos efectos vara tambin segn el mismo criterio, peroen sentido inverso; de una parte porque las aspiraciones tienden a disminuir como laschances objetivas, y de otra parte porque los diversos mecanismos tienden aenmascarar la devaluacin, como la mayora de los mercados ciertos diplomasdevaluados guardan un cierto valor simblico a los ojos de los ms disminuidos- y losbeneficios secundarios ligados a la elevacin del valor nominal de los ttulos. El ascensoparcialmente ficticio de aquel que por milagro accede a una posicin poco probable paralos miembros de su clase de origen (como el hijo de institutor devenido asistente enciencias o el hijo de pequeo campesino profesor de CEGI) en un momento donde estaposicin se encuentra devaluada por el efecto de translacin, es decir desclasada, esfundamentalmente diferente, a pesar de las analogas, del declino ms o menosmarcado de aquel que, nacido de la clase dominante, no llega a dotarse de ttulossuficientes para mantener su posicin, tal como el hijo de mdico devenido estudiante enletras modernas o educador. Resulta que, siendo ellas tan diferentes, las experienciasligadas al desclasamiento pueden servir de fundamento a las alianzas, ms o menosficticias, entre agentes que ocupan posiciones diferentes en el espacio escolar y en elespacio social, o, al menos, a las reacciones parcialmente orquestadas ante la crisis alas que sera falso imputar la concordancia objetiva al slo efecto del contagio.

    Para comprender las formas que ha revestido la crisis al seno del sistema escolar, no essuficiente con percibir el acrecentamiento del volumen de pblico de las diferentesinstituciones de enseanza. Es verdad que esos fenmenos propiamente morfolgicoshan ejercido sin duda efectos muy importantes, favoreciendo una transformacin de larelacin pedaggica y de toda la experiencia de la condicin de estudiante. Pero loesencial es que el acrecentamiento del volumen de pblico de un establecimientoescolar, y sobre todo la transformacin correlativa de la composicin social de esepblico, estn en funcin de la posicin que ella ocupa actual o potencialmente en lajerarqua escolar (y social) de los establecimientos. Es as que las grandes escuelas (olas clases preparatorias) han sido mucho menos afectadas que las facultades; que, alinterior de las mismas, las facultades de derecho y medicina han sido mucho menos

    afectadas que las facultades de ciencias y sobre todo de letras, y que, al seno de estasltimas, las disciplinas tradicionales han sido mucho menos tocadas por la afluencia deestudiantes que las disciplinas nuevas, particularmente la psicologa y la sociologa.Dicho de otra forma, los efectos sociales y escolares del aumento de pblico son tantoms marcados en una institucin escolar (establecimiento, facultad o disciplina) que suposicin en la jerarqua y, secundariamente, el contenido propuesto de la enseanza- lapredisponen ms a servir de refugio a los estudiantes que, en el estado anterior delsistema, hubieran sido excluidos o se habran eliminado ellos mismos. A lo que seagrega que los efectos especficamente ligados a la discordancia entre las aspiracionesy las chances objetivas no son jams tan potentes como en esos refugios de lujo querepresentan ciertas disciplinas nuevas, especialmente la sociologa para los jvenes y,en un menor grado, la psicologa para las jvenes: estas posiciones escolares mal

    posiciones dominantes y, correlativamente, la estructura de posiciones al interior del campo de poder.

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    determinadas abriendo a las posiciones sociales ellas mismas mal determinadas estn

    bien hechas para permitir a sus ocupantes mantener un halo de indeterminacin y deligereza, para ellos mismos y para los otros, alrededor de su presente y de su porvenir.

    La misma ley que rigi la extensin de la crisis al interior de la institucin escolar rigitambin la extensin fuera de la institucin: la frecuencia, entre los ocupantes de unaposicin social, de los agentes pertenecientes a la generacin escolar marcada por ladevaluacin de los ttulos escolares, dotados entonces de aspiraciones desajustadas enrelacin a sus chances objetivas de cumplimiento, da cuenta de las reaccionesdiferenciales a la crisis de los ocupantes de diferentes posiciones en el espacio social. Lacrisis que encuentra su principio en el sistema escolar jams se confunde totalmente conla crisis de una clase o de una fraccin de clase determinada: sin duda el movimiento decontestacin ha encontrado su terreno de eleccin en las fracciones intelectuales y, msparticularmente, en las regiones del espacio social ms propias a acoger a los agentesnacidos en la clase dominante que el sistema de enseanza no ha reconocido; pero hapodido tambin encontrar un eco, ver una complicidad, en el seno de las diferentesfracciones de las clases medias y hasta en la clase obrera o campesina, entre losadolescentes que, habiendo pasado por la enseanza tcnica o mismo por la enseanzageneral larga, han sido decepcionados en las aspiraciones aparentemente inscriptas enla situacin de colegial o de estudiante secundario (posiciones tanto ms valorizadas encuanto fueran ms raras en el grupo de origen), o mismo de bachiller.

    Es el caso, que tiene valor de lmite, de los poseedores de un diploma de enseanzageneral o de un C.A.P.II, incluso un bachillerato (se cuentan, en 1968, varios miles deO.S.III dotados de ese ttulo), que son reenviados hacia las profesiones manualesacordando un dbil valor econmico y simblico a los diplomas de enseanzageneral e incluso a los diplomas tcnicos, y que se encuentran as consagrados a ladescalificacin objetiva y/o subjetiva y a la frustracin engendrada por la experienciade la inutilidad del diploma (tal como el joven obrero diplomado que, condenado a

    cumplir el mismo trabajo que los obreros desposedos de todo diploma escolar o,peor, que los extranjeros concluye: Yo no he seguido los cursos durante cuatroaos para recortar arandelas). Las respuestas a la pregunta (formulada en 1969 auna muestra representativa de la clase obrera) para saber si, en 1968, hubiera sidodeseable que los estudiantes pudieran ir a las fbricas para conversar con lostrabajadores proveyeron indicaciones sobre las caractersticas sociales de aquellosque se sentan concernidos por la crisis del sistema de enseanza: La parte de losobreros que se declararon favorables a la apertura de las fbricas a los estudiantesalcanza su mximo en la clase de edad 20-24 aos y sobretodo 15-19 aos y entrelos obreros titulares de un C.A.P. (Cf. G. Adam, F. Bon, J. Capdevielle, R. Mouriaux,Louvrier franais en 1970, Paris, A. Colin, 1970, pp. 223-224). Y se ha observadopor otro lado que, entre los obreros (de los cuales se sabe que, a la inversa que losmiembros de la clase dominante, ellos dicen ser cada vez ms seguido de izquierdaa medida que avanzan en edad), como entre las otras categoras sociales, la

    participacin en las manifestaciones crece con el nivel de instruccin y en funcininversa de la edad.

    Los efectos del acrecentamiento del nmero de los agentes escolarizados y de ladevaluacin correlativa de los ttulos designados no se ejerce de manera mecnica, porlo tanto homognea; no toma sentido ms que en funcin de las disposiciones de losagentes que lo sufren. Es as que, contra la lgica misma del anlisis, y del discurso enel cual se expresa; es decir contra la tendencia a sincronizar y a universalizar lo que hatomado la forma de lenta y sin igual transformacin de los espritus, sera necesariopoder describir las diferentes formas que reviste, principalmente en funcin del origensocial, y de las disposiciones correlativas con respecto al sistema de enseanza, elproceso de ajuste de las esperanzas a las chances, de las aspiraciones a loscumplimientos, y en particular el trabajo de des-inversin necesario para aceptar elmnimo suceso o derrota.

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    Es necesario en efecto cuidarse de olvidar la digresintemporalimportante entre elmomento en el que aparecen, y ante todo en las facultades de ciencias, lastransformaciones morfolgicas responsables de tensiones entre los docentes y deldesclasamiento de los estudiantes, y el momento donde estalla, en un sector bienparticular del campo universitario, la crisis declarada que se generalizar enseguida.Este intervalo corresponde al tiempo necesario para que afloren, por intermitencia, ala conciencia de ciertos agentes las transformaciones sobrevenidas en la instituciny los efectos que estas transformaciones ejercen sobre su condicin presente yfutura: es decir, en el caso de los estudiantes, la devaluacin de los ttulos escolaresy su desclasamiento relativo o absoluto y, en el caso de los docentes subalternosreclutados segn los nuevos criterios, la inaccesibilidad de hecho a las carrerasaparentemente prometidas a los ocupantes de su posicin. Y si el trabajo (de duelo)indispensable para ajustar las aspiraciones a los efectos de la evolucin morfolgicaes necesariamente largo, es porque los agentes no perciben que una fraccin muylimitada del espacio social (por otra parte a travs de categoras de percepcin y deapreciacin que son el producto de un estado anterior del sistema) y que ellos

    mismos son llevados de hecho a interpretar su propia experiencia y la de losagentes que pertenecen a su universo de interconocimiento en una lgica msindividual que categorial, de manera que los cambios morfolgicos no puedenaparecer ms que bajo la forma de una multitud de experiencias parcelarias, difcilesde asir y de interpretar en tanto totalidad. Sera necesario tambin tomar en cuentaen el anlisis de este proceso de transformacin de la visin del porvenir el rol de lasinstituciones encargadas de producir las representaciones sabias del mundo social(como los institutos oficiales y oficiosos de estadstica) y de manipular enconsecuencia las representaciones del porvenir susceptibles de ser descontadas(como los consejeros de orientacin y, ms generalmente, todos los agentesencargados de informar sobre el futuro de los ttulos y de los puestos).

    En el caso de esa suerte de milagro que son los estudiantes (o los maestros) nacidos decategoras sociales especialmente improbables en las posiciones que ocupan, el slo

    hecho de estar presente en esas posiciones, incluso devaluadas y por su presenciamisma-, constituye una forma de retribucin simblica que, comparable a la elevacin delsalario nominal en perodos de inflacin: La alodoxia est inscripta en el hecho de quelos esquemas que ponen en obra para percibir y apreciar su posicin son el producto delestado anterior del sistema. Dicho de otra forma, los agentes mismos tienen un interspsicolgico por hacerse cmplices de la mistificacin de la cual son las vctimas segnun mecanismo muy general que lleva (tanto ms sin duda cuando se es msdesfavorecido) a trabajar, a contentarse con lo que uno tiene y con lo que uno es, a amarsu destino, cuan mediocre sea8. En efecto, se puede dudar que estas representacionespudieran alguna vez triunfar completamente, incluso con la complicidad de un grupo, yes probable que la imagen encantada coexista siempre con la representacin realista, laprimera se prueba ms bien en la competencia con los vecinos inmediatos (en el espaciosocial) y la segunda en las reivindicaciones colectivas frente al out group.

    Estos efectos de doble conciencia son todava ms visibles en la lgica que conduce alos estudiantes nacidos en la clase dominante y poco dotados de capital escolar hacialas disciplinas nuevas, cuyo poder de atraccin tiene mucho que ver sin duda con laligereza del porvenir que ellas ofrecen y a la libertad con que dejan de diferir ladesinversin. O en la orientacin hacia las profesiones mal determinadas, que estncomo hechas para permitir perpetuar el mayor tiempo posible, para s mismo ms quepara los otros, la indeterminacin de la identidad social, tales como, en otro tiempo, laprofesin de escritor o de artista y todos esos pequeos oficios de la produccin cultural,o todos los oficios nuevos, en las fronteras del campo intelectual y del campo

    8 Numerosas interacciones, e incluso de relaciones sociales ms o menos durables, tienen por principio labsqueda inconsciente de un reforzamiento objetivo de los sistemas de defensa que son siempre por una parte(pero en grados muy variables) las visiones del mundo social.

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    universitario o mdico, que han proliferado en relacin directa con el esfuerzo por

    escapar de la devaluacin produciendo nuevas profesiones. Todo permite suponer que latensin crtica es tanto ms fuerte cuando la distancia entre la realidad y larepresentacin de s y de su porvenir social es ms grande y que ella a sido mantenidapor ms tiempo, al precio de un trabajo psicolgico ms importante9.

    Se puede decir as, primeramente, que la crisis patente ha conocido su mximaintensidad en todos los lugares sociales favorables a la perpetuacin de las aspiracionesdesajustadas; y, en segundo lugar, que esos lugares propios a favorecer un desajusteexpuesto a las revisiones dramticas son aquellos que, por el hecho de la imprecisindel porvenir social que prometen, atraen agentes a las aspiraciones desajustadas, a lasque ellos aseguran las condiciones favorables a la perpetuacin de ese desajuste. Paraverificar estas hiptesis, puede tomarse como indicio de la homogeneidad o de laheterogeneidad de una posicin, facultad, escuela, disciplina, la dispersin de ladistribucin de la poblacin correspondiente, ya sea segn su origen social, ya seasegn su capital escolar (la seccin al bachillerato) o, ms cerca de la hiptesis, segn larelacin entre el origen social y el capital escolar: se puede suponer en efecto, que elatraso entre las aspiraciones y las chances va segn toda verosimilitud acrecentndoseen tanto crece la tasa de estudiantes de origen social elevado y de capital escolar dbil.Y determinar a continuacin si las variaciones del grado de homogeneidad social yescolar segn los sectores de la institucin escolar corresponden a las variaciones de laintensidad de la crisis10.

    Slo la confrontacin de la distribucin segn el origen social y el capital escolar (ytambin, secundariamente, segn el sexo, la tasa de acrecentamiento y laresidencia) de los ocupantes (estudiantes o docentes, especialmente subalternos)de las diferentes posiciones (grandes escuelas, facultades, disciplinas) en el campouniversitario, y de las variaciones segn las mismas variables de las tomas deposicin de esos grupos en el transcurso del mes de mayo de 1968 permitira

    verificar o refutar el modelo propuesto. Se puede de todas formas, en la medida delos datos disponibles, establecer que existe una correspondencia entre estas dosseries. Si bien las estadsticas donde se lee un acrecentamiento de la parte de losnios nacidos en las clases medias en las instituciones de enseanza confunden lospblicos de diferentes tipos de establecimientos (secundario, CEG, etc.),enmascarando as los mecanismos de segregacin escolar que tienden a manteneruna relativa homogeneidad social del pblico escolar al interior de cadaestablecimiento o incluso de cada clase, se observa una tendencia general a ladisminucin de la homogeneidad social del pblico escolar en el transcurso delperodo que precedi la crisis: an muy fuerte en los establecimientos, las seccioneso las disciplinas ms altas (como las grandes escuelas, las facultades de medicina,o mismo las secciones clsicas de los secundarios) o las ms bajas (como los CET IV

    o los IUTV), la homogeneidad social, escolar y sobre todo, si puede decirse, socio-escolar es generalmente dbil en los establecimientos, secciones o disciplinas que

    ocupan una posicin intermediaria o, al menos, ambigua en la jerarqua del sistemade enseanza. Por otra parte, a falta de indicios de participacin en las actividades

    9 La vuelta a las realidades, verdadera vuelta del retroceso social (que no tiene nada que ver con lo que seentiende ordinariamente por toma de conciencia), y el hundimiento de las defensas opuestas por muchotiempo al descubrimiento de la verdad objetiva de la posicin ocupada pueden tomar la forma de una crisiscuya violencia es sin duda tanto ms grande en cuanto ha sido diferida por mayor tiempo (Cf. la crisis de lacuarentena) y que puede encontrar en la crisis colectiva un desencadenante y una ocasin de expresarse bajouna forma ms o menos sublimada (como testimonian todos los casos de conversin tica o poltica asociadosa la crisis de Mayo).10 Este modelo no permite comprender exactamente las reacciones individuales a la crisis: aquellas dependende variables disposicionales, ligadas al origen social, de variables posicionales, ligadas a la posicin de ladisciplina y a la posicin dentro de la disciplina (estatuto universitario y prestigio intelectual) y de variablescoyunturales, particularmente de la intensidad de la crisis y de la crtica a la institucin universitaria quedepende de la disciplina (y de su localizacin parisina o provincial) y de las tomas de posicin ms frecuentesentre los agentes de un mismo rango o de un mismo estatuto.

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    subversivas11, se acepta ver un indicador de la conformidad o de la adhesin alorden universitario establecido en las tasas de participacin en las eleccionesuniversitarias de 1969 indicador ambiguo por otra parte, ya que una tasa elevadade abstencin tal vez puede que sea el producto de un rechazo explcito a participar,es decir una verdadera toma de posicin negativa, o puede que sea la expresin deun sentimiento de impotencia poltica, resultante de un proceso de desposeimiento-,se observa que la tasa de votantes es mxima en los establecimientos, lasdisciplinas o las facultades que se definen claramente en relacin con lasprofesiones precisas a las que conducen, sea, por ejemplo las facultades demedicina (68%) y, en un grado menor, las facultades de derecho (53%) o, en el otroextremo de la jerarqua universitaria, las IUT (77%); inversamente, la tasa es dbilen las facultades o disciplinas que conducen a las profesiones correspondientes alas posiciones muy fuertemente dispersadas en la jerarqua social: Netamenteinferior en las facultades de letras (42%) y de ciencias (43%) en su conjunto, seestablece su nivel ms bajo en las disciplinas como la sociologa (26%) y lapsicologa (45%), que, conduciendo a las profesiones particularmente dispersas y

    ambiguas, se oponen netamente a las disciplinas que abren derecho al profesoradode segundo grado, como la literatura francesa (60%), el griego (68,5%), el latn(58%), la historia (55%)o la geografa (54,4%) la filosofa dejada a un lado ya que,por el porvenir que propone, se parece a las ciencias sociales y tiene una tasa muybaja, 20% (le Monde, 13 de marzo de 1969)12. La estructura de la distribucin segnlas facultades en provincia es la misma, aunque la participacin se sita en conjuntoa un nivel ms elevado (sin duda por una parte en funcin del efecto de la talla delos establecimientos que se observa por todos lados)13.

    Pero no se comprende totalmente el rol espacial de las nuevas disciplinas, yparticularmente de la sociologa, en el desencadenamiento de la crisis, si no se ve queesas posiciones son el lugar donde se realiza la coincidencia de los efectos de dos crisislatentes de mxima intensidad. Inferiores e indeterminadas a la vez, las nuevasdisciplinas de las facultades de letras estaban predispuestas a acoger sobre todo a los

    estudiantes originarios de la clase dominante que, habiendo conocido un dbil xitoescolar, estaban dotados entonces de aspiraciones fuertemente desajustadas enrelacin con sus chances objetivas de xito social; y a los estudiantes de las clasesmedias relegados fuera de las filiales nobles y amenazados con ser decepcionados ensus ambiciones a falta de poseer el capital social indispensable para hacer valer susttulos devaluados; por otra parte, ellas han debido, como se ha visto, responder alacrecentamiento muy rpido de la poblacin de los estudiantes reclutando en grannmero docentes subalternos dbilmente integrados a la institucin universitaria yllevados al resentimiento por la contradiccin entre la elevacin de sus aspiracionesresultantes de su acceso (ms o menos) inesperado a la enseanza superior y ladecepcin de esas aspiraciones acarreada por el mantenimiento en los grados inferioresde la jerarqua universitaria14.

    11 Los historiadores del porvenir encontrarn tal vez en los archivos de la polica las informaciones necesariaspara testear el modelo.12 Para aquellos que veran una excepcin en el rol que cierto nmero de estudiantes de las escuelas normaleshan tenido, antes y durante mayo de 1968, en los movimientos subversivos bastar recordar que el perodo1960-1970 ha estado marcado por una cada de la posicin escolar de la Escuela normal y tambin, sin duda,las posiciones sociales objetivamente ofertadas a los estudiantes de las escuelas normales a pesar delreclutamiento de estudiantes de las escuelas normales en las facultades-, que coincide con una elevacin delorigen social de los alumnos. As la parte de hijos de miembros de las profesiones liberales, ingenieros ycuadros superiores ha pasado del 38% entre 1958 y 1965, al 42% entre 1966 y 1973, y al 43,3% entre 1974 y1977 en la ENS de la calle de Ulm, del 14% entre 1956 y 1965, al 28,6% entre 1966 y 1973, y al 32,2% entre1974 y 1979 en la ENS de Saint Cloud (J. N. Luc y A. Barb, Histoire de lEcole normale suprieur de Saint-Cloud, Paris, Presses de la FNSP, 1982, tabla 10, p. 254, y tabla 6, p. 248).13 Parece que, de manera general, la crisis ha revestido distintas formas en las pequeas facultades deprovincia, donde el volumen de las poblaciones reunidas y la reserva en cabecillas polticos eran menosimportantes, y donde, como se ha visto, las relaciones entre los grados eran cualitativamente muy diferentes.

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    De la misma manera que la heterogeneidad social y escolar parece dar cuenta delas actitudes de los estudiantes con respecto al movimiento de Mayo, de la mismamanera la dispersin de las trayectorias pasadas, y sobre todo potenciales, y lastensiones correlativas entre los grados parecen estar al principio de las diferentesactitudes de los docentes. Basta para convencerse con poner en relacinmentalmente las caractersticas sincrnicas y diacrnicas del cuerpo docente de lasdiferentes disciplinas y su participacin diferencial en el movimiento de Mayo o laintensidad que all han revestido los conflictos entre los docentes de diferentesgrados. Pero, para llevar tambin tan lejos como sea posible la demostracin, sepuede aplicar el anlisis de caso de los docentes de geografa y sociologa, que sibien pertenecen a dos disciplinas dominadas, presentan diferencias propias alexplicar el hecho de que hayan jugado roles muy diferentes en el movimiento y enlos conflictos ulteriores a propsito del porvenir del sistema de enseanza. Cuandolos gegrafos, que estn situados en el nivel ms bajo de las jerarquas tantosociales como escolares, presentan un conjunto de caractersticas sociales yescolares fuertemente cristalizadas en todos los grados, los socilogos se

    caracterizan por una discordancia muy marcada entre estas caractersticas, sobretodo en los niveles inferiores de la jerarqua: la parte de los alumnos de escuelasnormales, igualmente dbil en los colegios A y B (4,5% y 3%) en los gegrafos, esrelativamente fuerte (25%) en los socilogos de la cima de la jerarqua (muy cercade los historiadores, 24%, y de los psiclogos, 27%) que, adems, son muchasveces nacidos de la filosofa, cuando ella est entre las ms dbiles (5,5% contra10% en psicologa y 13% en historia) en los socilogos de nivel inferior (colegio B) sibien la parte de los docentes nacidos de la clase dominante es poco a poco tanelevada en esas categoras como en el nivel superior (colegio A) 15. Esta doblediscordancia (fundada sobre una distribucin casi quiasmtica*de los ttulos socialesy escolares segn los grados) entre la cima y la base de la jerarqua est sin duda laexpresin ms visible de una dualidad de los modos de reclutamiento que resulta dela ambigedad estructural de la disciplina al mismo tiempo que la refuerza: lasociologa, disciplina pretenciosa, como deca en alguna parte George

    Canguilhem16

    , que se sita en aspiracin en la cima de la jerarqua de las ciencias,rivalizando entonces con la filosofa a la cual pretende reemplazar en las ambicionespero con el rigor de ciencia, es tambin un refugio, pero un refugio de lujo queofrece a todos aquellos que quieren afirmar las grandes ambiciones de la teora, dela poltica y de la teora poltica, el mximo beneficio simblico para el mnimoderecho de entrada escolar (el lazo con la poltica explica que ella sea a losestudiantes de origen social elevado y de xito escolar mediocre, lo que lapsicologa es a los estudiantes dotados de las mismas propiedades)17. Se

    14 Los dos procesos que se encuentran as puestos en fase tienen su principio (al menos parcialmente) fueradel campo, el primero en el conjunto de factores que han determinado el acrecentamiento general de laescolarizacin secundaria y superior y la distribucin diferencial de los alumnos de diferentes orgenes socialesentre las facultades y las disciplinas; el segundo en las relaciones entre los diferentes sectores del campouniversitario y el mercado de trabajo o, si se prefiere, entre los ttulos y los puestos ofrecidos en el momento enel mercado de empleo, con los efectos de devaluacin diferencial que tocan a los diferentes ttulos y, ms o

    menos fuertemente segn su capital social heredado, a los diferentes poseedores.15 En la mayor parte de las disciplinas, los investigadores son de origen social ms elevado que los docentes:el 58% de los investigadores en sociologa, el 52% de los investigadores en psicologa, el 56,5% de losinvestigadores en geografa son originarios de las clases superiores, contra el 50%, 40%, 40,5%respectivamente de los docentes de la misma disciplina. Fenmeno comprensible, ya que las chances deacceder hoy en da a la carrera de investigacin dependen fundamentalmente de la posibilidad de mantenerseen la posicin de estudiante o de aprendiz de investigador (lo que, a pesar de becas y honorarios, suponedisposiciones de medios econmicos de hecho reservados a los ms favorecidos) el tiempo suficiente paraimponerse en un grupo de investigacin (gracias a las relaciones, tambin desigualmente distribuidas) o paraganar el apoyo de un patrn influyente.*

    El concepto que el autor propone aqu deriva de la palabra quiasmo: figura de la retrica que expresa undilema (o bien una tautologa), jugando con dos trminos ponindolos en diferente orden. (N. del T.)16 Cf. G. Canguilhem, Idologie et rationalit dans lhistoire des sciences de la vie, Paris, Vrin, 1977, pp. 33-45.17 Se ve que la intensidad particular que revisten los conflictos en el campo de la sociologa tiende sin dudaante todo a la dispersin del cuerpo y que en todo caso no puede verse, como ocurre a menudo, un ndice deun mnimo grado de cientificidad de la disciplina.

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    comprende que los socilogos y los gegrafos se hallen tan claramente distinguidos,al seno del movimiento de contestacin de la Universidad, al punto de simbolizar,particularmente en el movimiento sindical, la oposicin entre la tendenciaizquierdista y la tendencia reformista, entre la contestacin global y radical de lainstitucin universitaria y del mundo social y la reivindicacin corporatista poniendoel acento en las carreras de los docentes o en la transformacin de los mtodos ycontenidos de la enseanza.

    Para dar la intuicin inmediata de la afinidad estructural entre los estudiantes y losdocentes subalternos de las nuevas disciplinas, entre las cuales se han reclutado unbuen nmero de los lderes de Mayo, bastara con presentar de un lado las curvas delacrecentamiento entre 1950 y 1968 de los alumnos de las grandes escuelas y de losestudiantes en letras o en ciencias, y del otro aquellas de los profesores titulares y de losdocentes subalternos (asistentes y maestro-asistentes): cuando la poblacin de losprofesores y la de los alumnos de Escuelas normales superiores, que tienen las chances

    de devenir profesores de enseanza superior netamente ms fuertes que losestudiantes, quedan poco a poco estables, las dos otras poblaciones, las de losdocentes subalternos y la de los estudiantes, han conocido un crecimiento muy fuerte.En consecuencia, los alumnos de las grandes escuelas pueden reconocer en susprofesores (de clase preparatoria o de facultad) los ocupantes de una posicin que podrser la suya un da; al contrario, los estudiantes, pero tambin aquellos entre losasistentes que, habindose beneficiado del nuevo modo de reclutamiento, no tienen laspropiedades secundarias (el ttulo de educacin normal o de agregado), de hechosiempre necesarias para acceder al profesorado, y que, sobre todo en ciencias y en lasnuevas disciplinas de las facultades de letras, son muy cercanas a los estudiantes, sesienten sin duda menos inclinados a instituir con los profesores titulares la relacin deidentificacin anticipada que, sin duda bien hecha para favorecer la inversin, es sobretodo favorable a la perpetuacin de la adhesin al orden pedaggico18. Dicho de otra

    forma, la relacin paradjica que se establece desde hace mucho tiempo en ciencias yen letras y que se ha impuesto tambin desde hace poco en ciencias econmicas-entre los maestros nacidos de los concursos ms selectivos y los alumnos menosseleccionados, tiende a instaurarse entre los docentes subalternos, a menudo nacidosde la poblacin de los estudiantes y excluidos de hecho de la carrera que conduce a lasposiciones de profesor, y los profesores titulares, en quienes, a diferencia de losherederos legtimos, ellos no pueden ver la realizacin de su propio porvenir19.Resumiendo, la lnea virtual de fractura pasa ms y ms claramente entre los profesoresy los asistentes o los maestro-asistentes, que, en su mayora, estn objetivamente mscerca de los estudiantes que de los profesores titulares. Esta ruptura de la cadena deidentificaciones anticipadas, fundadas en el orden de las sucesiones que tienden areproducir, es de naturaleza favorable a un tipo de secesin de los agentes que,excluidos de la carrera al porvenir inscripto justo ah en su posicin, son llevados a poner

    en cuestin la carrera misma. Y puede reconocerse all sin duda una realizacinparticular de un modelo general de los procesos revolucionarios: la ruptura objetiva delcrculo de esperanzas y chances conduce a una fraccin importante de los menosdominados entre los dominados (aqu las categoras intermedias de docentes, en otraparte los pequeos burgueses) a salir de la carrera, es decir de una lucha decompetencia que implica el reconocimiento del juego y de las apuestas hechas por los

    18 Se ha mostrado como ciertos asistentes de las facultades de ciencias son llevados a aproximarse a susestudiantes y abandonar el rol magistral para escapar a las dificultades que hace surgir para ellos lacompetencia de los maestros y de los estudiantes de escuelas normales cuya amenaza es muchas vecesevocada en las conversaciones y que pueden ser asistentes como ellos (P. Bourdieu, preuve scolaire etconscration sociale, les classes prparatoires aux grandes coles,Actes de la recherche en sciences sociales,39, septiembre de 1981, pp. 3-70).19 J.-Y. Caro, Formation la recherche conomique : scnario pour une rforme, Revue conomique, vol. 34, 4de julio de 1983, pp. 673-690.

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    dominantes, y a entrar en una lucha que puede llamarse revolucionaria en la medida en

    que ella apunta a instituir otras apuestas y a redefinir as ms o menos completamente eljuego y las cartas que permiten triunfar all.

    La sincronizacin.

    Los estudiantes y los asistentes en sociologa representan as uno de los casos de lacoincidencia entre las disposiciones y los intereses de agentes que ocupan posicioneshomlogas en campos diferentes que, a travs de la sincronizacin de las crisis latentesde diferentes campos, han vuelto posible la generalizacin de la crisis. De talesconvergencias, favorables a la puesta en fase de las crisis locales o de alianzascoyunturales, se observaban en el conjunto de las facultades de letras y de ciencias,donde el desencantamiento de una fraccin importante de los docentes subalternos,frente a un puesto difcil y consagrados a carreras mutiladas, reencontraban aquella delos estudiantes correspondientes, amenazados por el desclasamiento ligado a ladevaluacin de los ttulos; ellas se observaban tambin entre el conjunto de aquellosque, en el campo universitario mismo, entraban en la contestacin de aquellos que, fueradel campo, ocupaban posiciones homlogas, estructuralmente y tal vez funcionalmente,como los agentes subalternos de las instancias de produccin y de difusin culturales.

    Una crisis regional puede extenderse a otras regiones del espacio social y transformarseas en una crisis general, un acontecimiento histrico, en tanto que por el efecto deaceleracin que ella produce, ella tiene el poder de hacer coincidir los acontecimientosque, siendo dado el tempo diferente que cada campo debe a su autonoma relativa,deba normalmente abrirse o cerrarse en orden disperso o, si se quiere, sucederse sinorganizarse necesariamente en una serie causal unificada, tal como aquella que sugierefuera de tiempo, a favor de la ilusin retrospectiva, la cronologa de la historia. Se sigue

    que la posicin de los diferentes campos en la crisis general y los comportamientos delos agentes correspondientes dependern, en gran parte, de la relacin entre los tiempossociales propios a cada uno de esos campos, es decir, entre los ritmos a los que secumplen en cada uno de ellos los procesos generadores de las contradiccionesespecficas.

    No pueden comprenderse los roles tenidos en la crisis por las diferentes facultadeso disciplinas o mismo por los individuos que han aparecido como las encarnacionesdel movimiento (particularmente Daniel Cohn-Bendit, estudiante en sociologa enNanterre, Jacques Sauvageot, lder de la UNEFVI, y Alain Geismar, maestro-asistente de fsica en Paris, y secretario general del SNESupVII) sino a condicin desaber que, en aquel momento del tiempo objetivo, donde la crisis se declara en lasfacultades de letras, las condiciones estructurales que han favorecido la aparicinestaban presentes desde haca ms de diez aos en las facultades de ciencias

    donde el SNESup, que ha jugado un rol determinante en la generalizacin delmovimiento, estaba muy fuertemente implantado, y desde haca mucho tiempo-mientras que ellas comenzaban solamente a aparecer en las facultades de derecho.

    La crisis como coyuntura, es decir como conjuncin de series causales independientes,supone la existencia de mundos separados pero que participan a la vez del mismouniverso en su principio y en su funcionamiento actual: la independencia de seriescausales que, como dice Cournot, se desarrollan paralelamente supone la autonomarelativa de los campos; el encuentro de esas series supone la dependencia relativa conrespecto a las estructuras fundamentales especialmente aquellas de la economa- quedeterminan lo axiomtico de los diferentes campos. Es esta independencia en ladependencia lo que hace posible el acontecimiento histrico, -las sociedades sin historiaque son tal vez las sociedades tan indiferenciadas que no hay lugar para elacontecimiento propiamente histrico que nace en el cruce de historias relativamente

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    autnomas. Tomar en cuenta la existencia de esos mundos en cada uno de los cuales,

    como dice todava Cournot, se puede observar un encadenamiento de causas y deefectos que se desarrollan simultneamente, sin haber entre ellos conexin, sin ejercerlos unos sobre los otros una influencia apreciable, es escapar a la alternativa, dondeuno se encierra seguido, de la historia estructural y de la historia acontecimiental y darseel medio de comprender que los diferentes campos, a la vez relativamente autnomos yestructurados, pero tambin abiertos, y ligados a los mismos factores, entre ellosentonces, puedan entrar en interaccin para producir un acontecimiento histrico en elcual se expresen a la vez las potencialidades objetivamente inscriptas en la estructura decada uno de ellos y los desarrollos relativamente irreductibles que nacen de suconjuncin.

    La sincronizacin como coincidencia en el mismo tiempo objetivo (aquel que marca lafecha histrica) de las crisis latentes propias a cada sector del campo universitario o, loque es lo mismo, la unificacin de los diferentes campos que resulta de la puesta ensuspenso provisoria de los mecanismos tendientes a mantener la autonoma relativa decada uno de ellos, engancha en el mismo juego, con posiciones idnticas, agentes queocupaban hasta ah posiciones homlogas en campos diferentes. El efecto desincronizacin ejercido por los acontecimientos crticos que estn en el origencronolgico de la crisis y que pueden tolerar una parte de accidente (imputable a losfactores externos al campo, como la violencia policial) no se ejerce completamente si noexiste una relacin de orquestacin objetiva entre los agentes en crisis del campollegado al estado crtico y otros agentes, dotados de posiciones similares ( identidad decondicin). Pero, en otra forma, los agentes sometidos a condiciones de existencia muydiferentes y dotados por ello de habitus muy diferentes, divergentes si se quiere, peroque ocupan en los campos diferentes posiciones estructuralmente homlogas a laposicin ocupada por los agentes en crisis en el campo en crisis (homologa deposicin) pueden reconocerse sin razn (alodoxia) o con ella en el movimiento o, mssimplemente, tomar la ocasin creada por la ruptura crtica del orden ordinario parahacer avanzar sus reivindicaciones o defender sus intereses.

    Partiendo de las nuevas disciplinas de las facultades de letras y de ciencias humanaspara extenderse al conjunto del campo universitario, la crisis ha encontrado su terreno deeleccin en las instituciones de produccin y difusin de bienes culturales de consumomasivo organismos de radio y televisin, cine, rganos de prensa, de publicidad o demarketing, institutos de sondeos, organizaciones de la juventud, bibliotecas, etc.- que,habiendo ofertado, a favor de un acrecentamiento rpido y considerable en volumen,toda una variedad de posiciones nuevas a los productos de la Universidad amenazadospor el desclasamiento, son el lugar de contradicciones anlogas a aquellas que conoceel sistema de enseanza: animados por ambiciones intelectuales que no han podidosiempre realizarse en las obras propias al hecho de abrir el acceso a las posiciones

    reconocidas en el campo intelectual, los nuevos agentes de la manipulacin simblicason llevados a vivir en el malestar o el resentimiento la oposicin entre la representacinque ellos tienen de su tarea como creacin intelectual aparte entera y los apremiosburocrticos a las cuales ellos deben plegar su actividad; su humor anti-institucional,constituido en lo esencial en su relacin ambivalente con una Universidad que no los hareconocido plenamente, no puede ms que reconocerse en todas las formas decontestacin de las jerarquas culturales de las que la revuelta de los estudiantes y de losdocentes subalternos contra la institucin escolar representa sin duda la formaarquetpica. Es decir que no puede imputarse slo a los efectos de moda o decontaminacin (se ha pensado mucho la difusin sobre el modo del contagio) elparentesco entre los temas que se inventan y se expresan en los sectores ms alejadosdel movimiento, a favor del levantamiento de la censura que ofrece una ocasin de

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    mostrar las pretensiones, ver las pulsiones sociales, muchas veces apenas eufemizadas

    por una apariencia de universalizacin poltica20

    .La temtica espontanesta que hace la unidad de las ideas de Mayo, combinacin mso menos anrquica de migajas descontextualizadas de mensajes diversos, y que esdestinada sobretodo a reafirmar las complicidades fundadoras de las comunidadesemocionales, funciona bajo el modo que Malinowski llama ftico *, es decir en tantocomunicacin que no tiene otro fin ms que ella misma, o, lo que viene a lo mismo, elreforzamiento de la integracin del grupo21. El izquierdismo prctico sin duda debemucho menos de lo que se ha credo a la difusin de ideologas sabias como aquella deMarcuse, invocado ms seguido por los comentadores que por los actores- mismo si,segn la lgica caracterstica de la profeca, ciertos porta palabra han debido una partede sus efectos y de su carisma a su arte de llevar en la calle y en el debate pblico lasversiones vulgarizadas de los saberes sabios, reducidos muchas veces a temas ypalabras inductoras que estaban hasta ese momento reservadas al intercambiorestringido entre los doctores (represin y represivo, por ejemplo). La apariencia de ladifusin resulta en efecto de la multiplicidad de las invenciones simultneas, peroindependientes, aunque objetivamente orquestadas, que realizan en puntos diferentesdel espacio social, pero en condiciones similares, los agentes dotados de habitussimilares y, si puede decirse, de un mismo conatus social, entendiendo por ello estacombinacin de las disposiciones y de los intereses asociados a una clase particular deposicin social que inclina a los agentes a esforzarse en reproducir, constantes oaumentadas, incluso sin tener necesidad de saberlo ni de quererlo, las propiedadesconstitutivas de su identidad social. Ninguna produccin ideolgica expresa mejor, enefecto, las contradicciones especficas y los intereses materiales o simblicos de losintelectuales subalternos actuales o potenciales- de las grandes burocracias de laproduccin cultural, cuyo paradigma ms antiguo es evidentemente la Iglesia, que latemtica que se inventa entonces, en la apariencia de la libertad ms anrquica, segnun pequeo nmero de esquemas generadores comunes tales como las oposicionesentre la invencin y la rutina, la concepcin y la ejecucin, la libertad y la represin,formas transformadas de la oposicin entre el individuo y la institucin. La contestacintpicamente hertica de las jerarquas culturales y de la palabra de aparato que, en unavariante moderna de la idea de sacerdocio universal, profesa una suerte de derechouniversal a la expresin espontnea (el derecho a la palabra), manteniendo unarelacin evidente con los intereses especficos de los intelectuales dominados de lasgrandes burocracias de la ciencia y de la cultura: oponer la creatividad natural y

    20 A falta de poder entregar aqu ya sean las anotaciones etnogrficas relevadas sobre el campo,inevitablemente parciales y descosidas por el hecho de la imposibilidad prctica de la totalizacin-, ya sea unrelato reconstruido a partir de las observaciones y de los testimonios, no se puede ms que reenviar, por unaevocacin de atmsfera, a las pginas que Flaubert consagra a la revolucin de 1848 en La educacinsentimentaly particularmente, las que tocan las prcticas que se dan bajo el principio, en torno a los clubes

    donde se elaboran los sistemas de felicidad pblica y donde se cruzan las mociones subversivas (No msacademias! No ms instituto! etc.).* La comunicacin ftica es aquella donde, considerando el esquema comunicativo, prima el canal por encimadel enunciado, es ms importante el hecho de decir algo que lo que se dice en s, vale decir, la comunicacinpor la comunicacin misma. Esto puede ejemplificarse con las expresiones del tipo eh... o mmm... con lasque se llenan los silencios en las charlas telefnicas, justamente para indicar al interlocutor que el canal no seha perdido, que la comunicacin se est llevando a cabo.21 He aqu una de las razones que, contra las teoras utilitaristas ingenuas tales como la que propone Olson enLa logique de laction collective (de la que Albert Hirschman remarca, no sin cierta crueldad, que ella ha debidosin duda su xito, luego de 1968, al hecho de que ella tenda a demostrar la imposibilidad de los movimientoscomo aquellos de mayo del 68), el trabajo poltico, aquel del militante de los tiempos ordinarios o aquel de losmanifestantes de las ocasiones extraordinarias, pueda ser en s mismo su propio fin y su propia recompensa:los esfuerzos mismos de la lucha, sin hablar de las felicidades de la solidaridad militante o del sentimiento deldeber cumplido o ms an de la experiencia, real o imaginaria, del poder de transformar el mundo, constituyenpor s otras tantas satisfacciones indiscutibles (Cf. A. Hirschman, Bonheure priv, action publique, Fayard,1984, pp. 135-157).

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    espontnea que todo individuo encierra en s a la competencia socialmente, es decir

    escolarmente garantizada, es, a travs de la palabra de orden humanista, denunciar elmonopolio de la legitimacin cultural que se arroga el sistema de enseanza y del mismogolpe desvalorizar la competencia, certificada y legitimada por la institucin universitaria,de los agentes que, en nombre de cierta competencia, ocupan los escalones mselevados de la jerarqua institucional. Y en otra forma se ve la afinidad especial que unia esta representacin de la cultura a todos aquellos que no haban conseguido hacerreconocer y consagrar escolarmente un capital cultural heredado.

    Es todava al efecto de las solidaridades fundadas sobre las homologas estructuralesentre los ocupantes de las posiciones dominadas en los campos diferentes, y muchasveces asociados a la experiencia del desclasamiento estructural, que se debe atribuir laextensin de la crisis ms all del campo universitario y de los campos directamenteemparentados, sin olvidar evidentemente la accin propia de los aparatos sindicales ypolticos, de los cuales una de las funciones ordinarias, en tanto burocracias centrales(nacionales), es precisamente trabajar para la generalizacin controlada de losmovimientos locales (con la orden de huelga general, por ejemplo). En efecto, del hechode que todo campo tienda a organizarse alrededor de la oposicin entre las posicionesdominantes y las posiciones dominadas, existe siempre una relacin bajo la cual losagentes de un campo determinado pueden agregarse o ser agregados a los agentes queocupan una posicin homloga en otro campo, por ms alejado en el espacio social queest esta posicin y por ms diferentes que puedan ser las condiciones de existenciaque ella ofrece a sus ocupantes y, del mismo golpe, los habitus de los cuales estndotados: es decir que todo agente puede afirmarse solidario de los agentes que ocupanlas posiciones homlogas en otros campos, pero a condicin de hacer como si laafinidad que los une bajo esa relacin abstracta y parcial valiera tambin, si no bajotodas las relaciones (lo que es prcticamente imposible), al menos bajo un conjunto derelaciones determinantes, particularmente desde el punto de vista de la probabilidad deconstituirse como grupo movilizado y socialmente activo. Pero la homologa de posicinno debe hacer olvidar la diferencia entre los campos, a pesar de que la historiaintelectual, poltica y artstica haya suministrado numerosos ejemplos de esta confusin.Se conoce la representacin que los artistas y los escritores de la primera mitad del sigloXIX, ms atentos a su posicin dominada en el campo de poder que a su posicindominante en el campo social, se hacan de su relacin con los burgueses en la fasems aguda de su lucha por la conquista de la autonoma del campo de produccincultural. Pero, de manera ms general, el sub-campo de pertenencia (muchas vecesconfundido con el espacio de interconocimiento y de interaccin) tiende siempre aproducir un efectode pantalla: los agentes tienden a percibir la posicin que ellos ocupanms distintamente y, en el caso de los dominados, ms dolorosamente, que la posicinque ocupa l mismo en el campo ms vasto donde l se inscribe y, ms claramente, a lavez, que su posicin real en el espacio global.

    La homologa de posicin entre los dominados en el campo de poder y los dominados enel campo social tomada en su conjunto provee una respuesta sociolgica a la cuestinde la conciencia exterior (como deca Kautsky), suerte de desvo a beneficio de losdominados de una parte de la energa social acumulada. Y la situacin de dominados(relativos) al segundo empuje que es aquel de los intelectuales de segundo orden desdeel punto de vista de los criterios especficos del campo intelectual en un momentodeterminado explica su inclinacin a llevarse hacia los movimientos reformistas orevolucionarios y a importar de all, bien seguido, una forma de anti-intelectualismo delcual el jdanovismo, pero tambin el humor vlkisch de los revolucionarios-conservadores, han provisto realizaciones ejemplares. Se comprende as que una crisispropia a un campo donde la oposicin entre dominantes y dominados reviste la forma delacceso desigual a los atributos de la competencia cultural legtima, tiende a favorecer la

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    eclosin de temas ideolgicos subversivos tales como la denuncia del mandarinato y

    de todas las formas de autoridad estatutaria fundadas bajo la competencia escolarmentegarantizada, que, sobre la base de la homologa como parecido en la diferencia, es decirdel malentendido parcial, permiten pensar segn la misma lgica las crisis propias aotros campos, divididos segn otros principios. Es as que, en la mayor parte de losmovimientos revolucionarios, los dominados relativos que son los intelectuales y losartistas, o, ms precisamente, los intelectuales y los artistas dominados, tienden aproducir las formas de aprehensin, de apreciacin y de expresin que puedenimponerse a los dominados sobre la base de la homologa de posicin.

    De hecho, la realidad es ms compleja: ciertas oposiciones propias a losprofesionales de la poltica o del sindicalismo pueden en efecto tomar apoyo sobrelas oposiciones homlogas entre los dominados, particularmente aquella que seestablece entre los trabajadores permanentes, ms conscientes, y ms organizados,y los sub-proletarios, desmoralizados y desmovilizados. Es as que los

    representantes al seno del movimiento obrero de las tendencias cientistas yautoritarias, o, si se quiere, tecnocrticas, lo ms a menudo poseedores de uncapital de competencia especfica (la teora, la ciencia econmica, el materialismodialctico, etc.), tiende a apoyarse espontneamente sobre el proletariado msestable y ms integrado, en tanto que los defensores de posiciones espontanestas,libertarias, a menudo menos ricos en capital cultural y ms llevados a las actividadesprcticas del conductor o del agitador que a aquellas de pensador, tienden ahacerse los portavoces de las fracciones ms bajas y menos organizadas de losdominados, particularmente del sub-proletariado.

    No se puede asignar lmites a priorialjuego de la asimilacin y de la disimilacin por elcual las solidaridades ms o menos ficticias pueden instaurarse entre los agentes quetienen en comn una propiedad estructural: las alianzas que se engendran en ese juegopueden ser tanto ms grandes en cuanto son ms dependientes de la coyunturaparticular que las ha hecho surgir y en cuanto comprometen menos fuertemente losintereses ms vitales de los agentes, que parecen no entrar all ms que de maneraparcial y distante, bajo el aspecto social ms abstracto y genrico (por ejemplo en tantoseres humanos sometidos a una forma cualquiera de dominacin o de violencia y alprecio de una puesta en suspenso ms o menos total de todo eso que est asociado alas condiciones de existencia particulares). Las alianzas fundadas sobre las homologasde posicin por ejemplo aquellas que se han establecido, coyunturalmente, entre losagentes que ocupan posiciones dominadas en el campo social tomado en su conjunto-son de esta suerte: a menos que se instale en el imaginario, como numerososreencuentros soados entre los intelectuales y el proletariado, ellas tienen tantas mschances de surgir y de durar en cuanto que los compaeros que se renen a la distanciaalrededor de palabras de orden vago, de plataformas abstractas y de programasformales, tienen menos ocasin de entrar en las interacciones directas, de verse y de

    hablarse; en efecto, los encuentros ponen en presencia no individuos abstractos,definidos solamente bajo la relacin de su posicin en una regin determinada delespacio social, sino personas totales de las cuales todas las prcticas, todos losdiscursos y hasta la simple apariencia corporal expresan habitus divergentes y, al menospotencialmente, antagonistas.

    La crisis como revelador.

    Instaurando un tiempo objetivo, o si se quiere, histrico, es decir trascendente a lasduraciones propias a los diferentes campos, la situacin de crisis general vuelveprcticamente contemporneos, por un tiempo ms o menos largo, agentes que, msall de su contemporaneidad terica, evolucionan en tiempos sociales ms o menoscompletamente separados, teniendo cada campo su duracin y su historia propias con

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    sus fechas, sus acontecimientos, crisis o revoluciones, sus ritmos de evolucin

    especficos. Ms an ella vuelve contemporneos de ellos mismos a los agentes de loscuales la biografa es justiciable lo mismo de sistemas de periodizacin que hay decampos a ritmos diferentes en los cuales participan. Y el mismo efecto de sincronizacinque explica la lgica colectiva de la crisis, particularmente eso que se percibe comopolitizacin, explica tambin la relacin entre las crisis individuales y las crisis colectivasde las que son la ocasin: favoreciendo la interseccin de espacios sociales distintos yhaciendo encontrarse en la conciencia de los agentes las prcticas y los discursos a losque la autonoma de los diferentes campos, y el desplazamiento en la sucesin deelecciones contradictorias que ella autoriza, asegura una forma prctica decompatibilidad, la crisis general produce los conflictos de legitimidad que dan lugarmuchas veces a discusiones ltimas; ella impone revisiones desgarradoras destinadas arestaurar, al menos simblicamente, la unidad de la conducta de la vida.

    La sincronizacin tiene por efecto principal obligar a introducir en las tomas de posicinuna coherencia relativa que no es exigida en tiempos ordinarios, es decir cuando laautonoma relativa de los espacios y de los tiempos sociales hace posible ocuparsucesivamente posiciones distintas y producir tomas de posicin diferentes odivergentes, pero conformes en cada caso alas exigencias de la posicin ocupada: lapropensin a las sinceridades sucesivas est inscripta en la pluralidad de las posicionessociales (muchas veces ligada a la pluralidad de las locaciones espaciales) que crece, sesabe, cuando uno se eleva en la jerarqua social. (He aqu uno de los fundamentos de laimpresin de autenticidad que procuran los ocupantes de las posiciones dominadas,socialmente asignadas a una posicin profesional nica y muchas veces definida demanera rgida, y poco dotados por ello de las disposiciones necesarias para ocuparsucesivamente las posiciones diferentes, puesto que las disposiciones impuestas poresas condiciones de existencia unitaria encuentran un reforzamiento en losmandamientos explcitos de la tica, que valoriza la gente de cuerpo entero, yo soyas, etc.). Obligando a organizar todas las tomas de posicin en referencia a la posicinocupada en un campo determinado y slo a ella, la crisis tiende a sustituir la divisin encampos claramente distintos (segn la lgica de la guerra civil) por la distribucincontinua entre dos polos y a todas las pertenencias mltiples, parcialmentecontradictorias, que la separacin de los espacios y de los tiempos permite conciliar.Dicho de otra forma, imponiendo resolver todas las cosas a partir de un principio deeleccin nico y excluyendo as los falsos-fugitivos y las escapatorias asociadas a lapluralidad de los cuadros de referencia, ella trata como un revelador, y desanima oprohbe las concesiones ms a menudo tcitas que explcitas (se deja decir, se cierranlos ojos), los compromisos, los acomodamientos, las transacciones y los compromisosque vuelven la coexistencia tolerable; forzando a elegir y a proclamar sus elecciones,multiplicando las situaciones donde no elegir es todava una manera de elegir, ellaresuelve en el flujo ms o menos concientemente mantenido para con y contra todos losfactores de fisin. Los sentimientos y los juicios reprimidos surgen a la luz del da ypodran emplearse, para describir los efectos de sincronizacin y de alternativa inevitableque ella impone, las palabras de Lanzn a propsito del caso Dreyfus (subrayando depaso la validez general del anlisis propuesto): Cada grupo, cada individuo muestra, sipuedo decir, el fondo de su bolsillo, y su tendencia interior 22.

    Este efecto se encuentra redoblado, en el caso de una crisis de dominante simblico, porla puesta en cuestin global, apelando a una respuesta sistemtica, que determina laaparicin en un sector del universo de actos y de discursos paradjicos, discreditingevents, como dice Goffman, de manera que estremece la doxa sobre la que reposa elorden ordinario: esas son las situaciones extraordinarias en las que el paradigma es sin

    22 Lanzn, Histoire de la littrature franaise, Paris, 1902, 7 ed., p. 1091, citado por A. Compagnon, LaTroisime Republique des lettres, de Flaubert Proust, Paris, Seuil, 1983, p. 71.

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    duda el juntarse general poniendo en escena, en los locales universitarios mismos, y tal

    vez en presencia de los profesores, la inversin simblica de la relacin pedaggicaordinaria (con, por ejemplo, el tuteo de los profesores ms canosos) y la trasgresinprctica o explcita de los presupuestos objetivos y sobre todo incorporados de estarelacin; esos son los actores extraordinarios que revelan esas situaciones, estudiantesbruscamente salidos del anonimato, sindicalistas oscuros, conocidos slo por losiniciados, promovidos seguido al estatuto de tribunos polticos, de lderes revolucionarios,etc.; esas son en fin todas las puestas en cuestin dramticas o teatralizadas de lascreencias y representaciones que los agentes ordinarios se hacen del mundo ordinario,tales como las destituciones simblicas de las autoridades universitarias y lasdestrucciones simblicas de los smbolos de los poderes econmicos (la Bolsa),culturales (el Oden o el hotel Massa) o, a la inversa, todas las formas de negacinmgica de las relaciones sociales reales, con las diferentes ceremonias de fraternizacinsimblica.

    Est claro que los discursos y las manifestaciones crticas no pueden romper la relacindxica en el mundo social, que es efecto de la correspondencia entre las estructurasobjetivas y las estructuras incorporadas, que por tanto ellos reencuentran, en laobjetividad, el estado crtico propio a desconcertar, por su lgica propia, lasanticipaciones y las esperas pre-perceptivas que fundan la continuidad sin historia de laspercepciones y de las acciones del sentido comn. Si la crisis se ha ligado en parte conla crtica, es que ella introduce en la duracin una ruptura, que ella pone en suspenso elorden ordinario de las sucesiones y la experiencia ordinaria del tiempo como presenciade un porvenir ya presente; desordenando en la realidad o en la representacin laestructura de las chances objetivas (de beneficio, de xito social, etc.) a la cual seencuentra espontneamente ajustada la conducta reputada como razonable y que haceel orden social como mundo con el cual se puede contar, es decir previsible y calculable,ella tiende a descubrir el sentido de la ubicacin, sense of ones place y sentido de labuena inversin, que es inseparablemente un sentido de las realidades y de lasposibilidades que llamamos razonables. Esto es el momento crtico donde, en rupturacon la experiencia ordinaria del tiempo como simple reconduccin del pasado o de unporvenir inscripto en el pasado, todo deviene posible (al menos en apariencia), donde losfuturos parecen verdaderamente contingentes, los porvenires realmente indeterminados,el instante verdaderamente instantneo, suspendido, sin continuacin previsible oprescripta.

    La crisis hace aparecer retrospectivamente el campo (en este caso, el campouniversitario) en su verdad objetiva de sistema de regularidades objetivas, ms o menos(muy poco, en ese caso) convertidas en reglas o en reglamentos explcitos, con loscuales cada agente puede y debe contar para organizar sus inversiones; lasposibilidades objetivamente inscriptas en ese mundo son, en lo esencial, atribuidas de

    antemano y el capital (objetivado o incorporado) confiere los derechos de preferenciasobre los posibles, posiciones susceptibles de ser ocupadas, poderes o privilegiossusceptibles de ser obtenidos. Es esta estructura temporal del campo, manifestada enlas carreras, las trayectorias, los cursus honorum, que se encuentra en sacudida: laincertidumbre concerniente al porvenir que la crisis instituye en la objetividad de maneraque cada uno puede creer que los procesos de reproduccin son suspendidos por unmomento, y que todos los futuros son posibles y para todos.

    Va de suyo que la indeterminacin provisoria de los posibles es percibida y apreciadamuy diferentemente. Ella engendra esperanzas ms o menos locas en algunos,puntualmente en todos aquellos que ocupan las posiciones intermediarias en losdiferentes campos, que pretenden llevar a proyectar sobre el antiguo orden quecontinan reconociendo ntimamente las aspiraciones nuevas que ste exclua y que su

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    puesta en cuestin vuelve posibles. Para aquellos que, al contrario, han estado ligados

    en parte con el orden establecido y con su reproduccin, es decir con el devenir normalde esta economa en la cual ellos han invertido todo, y desde siempre, el surgimiento dela discontinuidad objetiva, manifiestan brutalmente en la imaginacin ciertas escenasejemplares, bien hechas para atestiguar que todo es posible en un mundo dado vueltaprofesores reducidos a escuchar a los alumnos, Cohn-Bendit entrevistado por Sartre,etc.-, toma el aspecto de fin del mundo: las reacciones de los maestros mscompletamente identificados con ese mundo social que, durante mucho tiempo seinscribi en el tiempo cclico de la reproduccin simple, se emparentaba con las de lassociedades tradicionales, evocando la desesperacin y el desorden de los ancianos deesas sociedades ante la irrupcin de modos de vida y de pensamiento antagonistas a loaxiomtico mismo de su existencia.

    Tales como los viejos campesinos kabyles hablando de las maneras herticas decultivar de los jvenes, no pueden ms que decir su estupefaccin, su incredulidad

    ante lo increble, el mundo dado vuelta, desmentido en su creencia ms ntima, detodo eso que les tiende al corazn: Al contrario, pero cmo decirlo? Es verdad?No es una mentira o una calumnia? Se me dice que los profesores habran venidoestas ltimas semanas no solamente a rechazar tomar exmenes lo que de suyopuede defenderse- si no a boicotearlos, marcando deliberadamente la formaincorrecta. Me lo dijeron, pero no pude creerlo. Los profesores que hicieran eso noseran ms profesores. Ellos acabaran sin ninguna duda por desconsiderarnos.Pero, sobre todo, ellos arruinaran los valores sobre los cuales reposa nuestra vidaprofesional, cuyo principio mismo exige que ninguna falta sea posible. (J. deRomilly, Nous autres professeurs, Paris, Fayard, 1969, p. 20). Los diarios y laradio no han cesado de decir durante la crisis de mayo y junio que los estudiantes ylos profesores decan o hacan aqu o all. Es verdad que los profesores en elsentido estricto de la palabra han manifestado junto a los estudiantes, para el horrorvisceral de la polica, pero en la inmensa mayora de los casos, los universitarios

    que se han asociado a los estudiantes revolucionarios por la persecucin de finesprecisos han sido los asistentes o los maestro-asistentes. El pblico, al que no se leindicaba nada, se preguntaba con estupor durante la crisis y continapreguntndose cmo es posible que los profesores hayan participado con furia enlas manifestaciones dirigidas contra los profesores. (F. Robert, Un mandarin prendla parole, Paris, PUF, 1970, p. 48) De hecho, esos profesores invertidos han perdidomucho tiempo para salir del estupor donde los haba arrojado la irrupcin de losbrbaros, inconscientes de su barbarie (R. Aron, La rvolution introuvable, Paris,Fayard, 1968, p. 13). Teniendo que defender lo inatacable, un universo sinobligaciones ni sanciones explcitas, fundado sobre el consenso espontneo y laadhesin a las evidencias (Cf. R. Aron, op. cit., pp. 13, 45, 56), no tenan,propiamente hablando, argumentos. Por otra parte, se puede y se debe argumentarpara defender lo que va de suyo? No hacen ms que contar su actividad deenseanza, como si la descripcin (maravillada) de su prctica encerrara la pruebade su excelencia: Que un docente digno de ese nombre implique la objetividadintelectual y, consecuentemente, una estricta neutralidad poltica en el ejercicio denuestro oficio, he ah una evidencia que no debera tener la necesidad de serrecordada (J. de Romilly, op. cit., p. 14). El docente es evocado en un lenguaje casireligioso: la hora de curso es un instante de gracia, un momento de comuninintensa con los alumnos; y el alegato por la profesin se acaba en una profesin defe y de amor: Yo soy de esos que aman su oficio (p. 9). Yo estaba orgulloso de mioficio y lo estoy todava (p. 8). Yo he conocido la felicidad de ensear; yo heconocido las virtudes universitarias, a la cabeza de las cuales viene la probidad, unaprobidad muchas veces empujada hasta el escrpulo. Me divierten, los alumnos olos estudiantes que quieren controlar los exmenes. Si ellos supieran! (p.15)

    Al contrario, est claro que los docentes estn tanto ms inclinados a proyectarse en losposibles indeterminados que les ofrecen los disrupting events, a tirar sus fantasmas, afavor del levantamiento de la censura, sobre la pgina en blanco del porvenir as

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    ofrecido, en tanto estn menos ligados objetiva y subjetivamente, en su presente y en su

    porvenir, al antiguo estado del sistema, y a las garantas estatutarias de su competenciaespecfica, en tanto tienen menos invertido y que tienen menos que esperar a cambio.Los habitus y los intereses asociados a una trayectoria y a una posicin en el espaciouniversitario (facultad, disciplina, trayectoria escolar, trayectoria social) son el principio dela percepcin y de la apreciacin de los acontecimientos crticos y, por ello, la mediacina travs de la cual los efectos de estos acontecimientos se efectan en las prcticas.

    Al efecto de la provocacin simblica que, haciendo surgir lo inslito o lo impensable,quiebra la adhesin inmediata a la evidencia del orden instituido, se agrega el efecto detodas las tcnicas sociales de contestacin o de subversin, que se trata tanto demanifestaciones como de transgresiones colectivas, de la ocupacin de espaciosreservados y del desvo a fines inhabituales de objetos o de lugares sociales cuyadefinicin social se encuentra as suspendida, teatros, anfiteatros, ateliers, fbricas etc.,o en fin, con la huelga local o general, de la puesta en suspenso de las actividades queestructuran la existencia ordinaria. La ruptura de los ritmos temporales que determina lahuelga no tiene por efecto solamente producir tiempo libre, feriado, festivo; como los dasferiados reproducen el efecto de sincronizacin producido por el acontecimiento histricoque ellos conmemoran, la huelga manifiesta y amplifica el efecto de sincronizacin de lacrisis; sustituyendo a los tiempos de la existencia ordinaria, tiempos mltiples,especficos segn los campos y llenos de todas las actividades inscriptas en loscalendarios particulares, por un tiempo vago y casi vaco, comn a los diferentes camposy a los diferentes grupos, que, como el tiempo de la fiesta en la descripcindurkheimiana, es definido por la inversin de la temporalidad ordinaria, la huelgamaterializa y redobla, por el efecto simblico de la manifestacin, todos los efectospropios de la crisis.

    El efecto de sincronizacin juega ac a pleno: el tiempo deviene un tiempo pblico,

    idntico para todos, a la medida de los mismos reparos, a las mismas presencias, que,imponindose a todos simultneamente, imponen a todos la presencia en el mismopresente. En otras palabras, de la misma forma que en la fiesta cada uno se encuentrareforzado en sus disposiciones festivas por el espectculo que los otros le dan de sualegra, de la misma manera aqu cada uno se encuentra revelado a s mismo, y asreforzado, o legitimado, en su malestar o su revuelta, por el hecho de ver extenderse yexpresarse la revuelta o el malestar de los otros (lo que da tal vez a los debates el airede psicodrama o de logoterapia). Queda entonces que la coincidencia no es jamsperfecta y que, detrs de la apariencia de homogeneidad que se retira del discurso delos portavoces, se disimula la diversidad de las experiencias y de las expresiones. Es asque por ejemplo que, cuando el malestar de los estudiantes y de los maestros nacidosde categoras sociales, hasta ese momento poco representadas en las instituciones deenseanza secundaria y sobre todo superior, ha venido a expresarse, a favor de la crisis,

    y puntualmente en las regiones del espacio escolar donde esas categoras son las msrepresentadas, como en las pequeas universidades provinciales, se ha podido ver queel cuestionamiento que encerraba, aunque en apariencia menos radical y universal queaquella de la vanguardia parisina, ms inclinada a las fraternizaciones simblicas y a alverbalismo revolucionario, se orientaba sin duda ms directamente hacia el inmensozcalo de silencio que est en el fundamento de la institucin universitaria 23. Pero elmovimiento desencadenado por la revuelta nobiliaria de los estudiantes de origenburgus no tena ms que pocas chances de llevar a la luz del da todo lo que esconda,

    23 Simblicamente dominados en la institucin escolar, esos tipos de intrusos no han ms que parcialmenteexpresado el cuestionamiento que ellos hacen surgir por su presencia desplazada y el malestar que ellosexperimentan ante un sistema transformado por el efecto de su presencia y de su malestar (como se ve bienen el caso lmite de los hijos de inmigrantes, que hacen las preguntas ms radicalmente excluidas delfuncionamiento normal de la institucin).

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    en la fase de equilibrio, la complicidad inmediata entre los agentes y los presupuestos

    tcitos de la institucin, efecto de la seleccin inseparablemente social y escolar deindividuos que poseen las disposiciones isomorfas a las posiciones constitutivas delespacio universitario. En efecto, los diferentes portavoces titulares del movimientoestudiantil o de los sindicatos de docentes (u otros) no estaban apenas predispuestos aexpresar un malestar que no tena nombre en la fraseologa de los aparatos polticos ysindicales, poco preparados para percibir y enunciar la dimensin propiamente culturalde la dominacin. En cuanto al discurso espontanesta de los cabecillas surgidos delmovimiento de contestacin, ste encuentra a menudo su principio como lo dicenslogans tales como La Sorbonne para los obreros! o Los obreros a la Sorbonne!- enla negacin mgica de los factores determinantes de ese malestar.

    En el caso del sindicato de docentes dominante, el SNESup, la corriente que estsin duda ms prxima de los nuevos entrantes y de los intrusos por su base sociales tambin la ms directamente inspirada o controlada por los aparatos ms o

    menos desprovistos totalmente de reflexin libre y original sobre el sistema deenseanza. La tendencia izquierdista que tiene la direccin del sindicato de 1966 a1969 y que, a travs de Alain Geismar, entonces secretario general, juega un rolimportante en el movimiento de Mayo, propone una contestacin global a la culturallevada adelante por el sistema escolar, a las relaciones jerrquicas (entre patronesy asistentes, entre docentes y estudiantes) pensados sobre el modelo de lasrelaciones de clase como relaciones de opresores a oprimidos, y considera elsindicato como un organismo de combate contra el sistema capitalista y suinstitucin universitaria.