Burami y el Rey Rojo (capítulo 5)

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BURAMI Y EL REY ROJO Una leyenda de Silam por: Ricardo Riera

Transcript of Burami y el Rey Rojo (capítulo 5)

  • BURAMI Y EL REY ROJOUna leyenda de Silam

    por: Ricardo Riera

  • Ttulo: Burami y el Rey Rojo.

    Autor: Ricardo Riera.

    Edicin: Primera.

    Ricardo Riera, 2013

    Esta obra se encuentra protegida por una licencia Creative Commons. Algunos

    derechos reservados.

  • V

    Los das siguientes fueron la prueba ms dura a la que Burami se hubiese enfrentado

    jams. Luego de su ltima conversacin con su maestro, cuando este finalmente

    accedi a poner punto final a su entrenamiento, el dragn rojo hizo desaparecer con

    un gesto el crculo de fuego que le rodeaba y dijo:

    Todo el entrenamiento que has recibido hasta este da te ha dado habilidades

    que ni siquiera sospechas. Sin embargo, la verdadera esencia de un Dragn es el

    poder proveniente de Xinji, y nada sobre la tierra responde a ese poder tanto como el

    calantio, el metal sagrado que une a nuestras dos especies y que el pueblo de Silam

    usa, aunque sin sospechar el verdadero origen de su utilidad. Yo forjar ese metal y

    crear armas de calantio para ti, y con ellas llegar tu autntica prueba.

    Dnde puedo conseguir el calantio? Slo los aclitos de Butomba y el rey de

  • Silam saben dnde se encuentran las minas.

    Un miembro de tu linaje ya ha llevado consigo ese metal sagrado. Ahora t

    debes tomarlo, pues es el legado que l dej. Entra en la tumba de tu antepasado y

    treme sus armas. Con ellas, yo crear las de un Dragn.

    En cualquier otra circunstancia, la idea de profanar el sepulcro de su

    tatarabuelo habra parecido a Burami el mayor de los sacrilegios, pero su

    desesperacin pudo ms que cualquier pudor que pudiese sentir para con su linaje.

    Estaba en juego algo mucho ms importante que el honor de los muertos. Esa misma

    noche, mientras toda la aldea se reuna ante el altar de Butomba para implorar a ella

    y a todos los dioses una salvacin imposible, Burami rompa el antiguo cerrojo del

    mausoleo de su familia y descenda a la fra oscuridad donde se hallaban los cuerpos

    de sus antepasados, todos ellos ataviados con sus ropas y armas de guerra, como

    preparados para una batalla que nunca habra de llegar. Los ritos de Silam exigan

    que el cuerpo de un guerrero se dispusiera sobre una losa de piedra vestido con su

    indumentaria de combate, expuesto al aire de la tumba, y nadie habra cometido la

    osada de robar el atuendo o las pertenencias de alguno de aquellos cadveres y atraer

    as la maldicin de toda una lnea familiar. Burami, sin embargo, habra aceptado

    gustoso dicha maldicin si con ello lograba poner a salvo a los suyos, a aquellos que

    an estaban con vida.

    Al fondo de aquellas ttricas galeras, al final de un largo pasillo flanqueado a

    ambos lados por los nichos donde yacan esqueletos cubiertos de telaraas y de

    oxidadas armaduras de hierro y acero, el joven aprendiz encontr aquello que

    buscaba. En un altar de piedra tallado con los smbolos de los paladines de Silam,

    yacan los restos mortales de Garomar el Fuerte, el ms grande guerrero que jams

    haba nacido en aquellas tierras. Sobre su pecho reosaban su escudo, su lanza y su

    espada, y una simple mirada bastaba para apreciar que no eran como las gastadas

  • reliquias que adornaban por doquier aquella tumba. Cuando Burami pas la mano

    por la capa de polvo que cubra el escudo de su tatarabuelo, el brillo sobrenatural del

    calantio invadi sus ojos y le revel como nada su destino. El joven tom aquel

    escudo y lo coloc junto al altar, y fue entonces cuando vio que la espada de su

    antepasado no era un arma convencional, sino una de las legendarias sam, larga,

    delgada y ligeramente curva como siempre haban sido descritas, y de unas

    dimensiones que la haran imposible de manejar de no estar hecha de calantio. Era,

    de hecho, increblemente ligera, y cuando Burami la tuvo en su mano descubri que

    se senta extraamente cmodo con ella, como si aquella arma prodigiosa hubiera

    estado destinada para l desde un principio. Casi era un crimen pensar siquiera que

    aquella espada que haba visto tantas gloriosas batallas habra pronto de ser fundida

    y convertida de nuevo en el metal lquido de donde surgi.

    Burami tom luego la lanza y el yelmo del cadver, que tambin estaban

    hechos de calantio, y con sus cuatro recin adquiridos tesoros sali de la tumba. Una

    vez que estos estuvieron frente a su maestro, el dragn rojo pronunci a Burami sus

    siguientes instrucciones en un tono solemne que delataba una gran importancia.

    Necesitar siete das para forjar las armas: dos para la lanza, otros dos para el

    escudo, y cuatro para la espada que habrs de llevar. Durante ese tiempo no debes

    entrar a esta caverna, puesto que el ritual que debo realizar no debe ser jams

    presenciado por ojos humanos. Entretanto, t debers volver a los bosques, solo, sin

    armas de ninguna clase. En las copas de los rboles crece una planta que produce dos

    tipos de flor: una blanca que se abre durante el da y otra roja que lo hace durante la

    noche. Toma un ejemplar de cada una de estas flores y espera en el bosque hasta que

    venga a por ti una bestia. No s cul ser, pero la reconocers cuando la veas porque

    en ella vers reflejado algo de ti mismo. Debes matar a este animal, sacarle el corazn

    y comerlo. Conservars la sangre de ese corazn y con ella, agua y las dos flores

  • debers preparar una pcima que bebers a lo largo de los siete das que me tome

    preparar tus armas, prescindiendo de cualquier otro alimento. Una vez que hayas

    bebido toda la pocin, vuelve a esta caverna y te enfrentars a tu ltima prueba.

    Burami no se detuvo ni un instante a cuestionar aquellas instrucciones, por

    extraas que le parecieran. Haba pasado suficiente tiempo junto a Nirig-Naa para

    saber que no deba dudar de la importancia que su maestro daba a los rituales,

    especialmente aquellos que provenan de la ancestral cultura de su nacin.

    Inmediatamente se dirigi a los bosques, y una vez que respir el aire fresco del

    exterior se dio cuenta de que haba llegado el amanecer.

    Sus ojos se posaron sobre el primer rbol que consider posible trepar.

    Rpidamente se impuls con brazos y piernas hasta su copa, desde donde pudo ver

    una gran parte del bosque. Efectivamente all, aferrada a las ramas cual parsito, una

    planta minscula se alzaba desesperadamente buscando los rayos del sol. Coronaba

    esta planta una pequea flor de delicados ptalos blancos como las nubes. Burami

    extendi la mano y cogi una de aquellas flores, dejndola prendida de su camisa

    mientras bajaba del rbol. Las ramas eran demasiado delgadas para sostener su peso

    durante mucho tiempo, y deba esperar hasta la noche para que las flores rojas se

    abrieran.

    Aquella espera fue una dura prueba para el joven guerrero. La mayor parte de

    ese tiempo la pas haciendo clculos en su mente; en menos de diez das los soldados

    de Nastar entraran en su aldea y pasaran a la poblacin a cuchillo, y l deba esperar

    siete a que sus armas estuviesen listas. Esos siete das estaran mejor empleados

    preparando a la poblacin, armando las defensas de la aldea, entrenando a todo aquel

    que tuviese la fuerza suficiente para empuar un arma. Pero Burami saba que nada

    de aquello tendra sentido; la aldea haba sido despojada de todos sus guerreros por

    las fuerzas del rey de Silam y no quedaba nadie capaz de defenderla aparte de l. Si

  • las fuerzas de Sidero y Aliru no llegaban a tiempo, nada impedira la total destruccin

    de su pueblo natal. Sin embargo, Burami estaba convencido de que l al menos poda

    mantener a raya a los invasores el tiempo suficiente para que llegaran su padre y su

    hermano, y saba que Nirig-Naa no le defraudara.

    Pero an sabiendo esto, la espera se hizo eterna.

    Al caer la noche, Burami subi nuevamente hasta la copa de los rboles

    esperando encontrar los primeros rayos de luna. El astro nocturno estaba all,

    iluminando el bosque con su fulgor plateado. Burami observ fijamente la planta que

    haba hallado aquella tarde y esper ansioso a que se abriera aquella flor roja que

    Nirig-Naa haba mencionado. Cuando esta finalmente lo hizo, el joven not que no se

    pareca en nada a la que llevaba en su camisa. Esta segunda flor era grande y con

    ptalos que se abran como las alas de un pjaro de fuego. Cmo una misma planta

    poda producir dos flores tan diferentes era algo que Burami no se atrevi a

    cuestionar, simplemente arranc la que se ofreca ante l y baj nuevamente del rbol

    dispuesto a cumplir con la segunda parte del ritual.

    Entonces, cuando ya se dispona a poner pie en tierra, sinti que una presencia

    viscosa se enroscaba alrededor de su pierna y apretaba con fuerza. Burami perdi el

    equilibrio y estuvo a punto de caer de bruces al suelo hmedo del bosque, pero

    instintivamente se aferr al tronco con ambas manos. En ese momento observ lo

    que haba ocurrido; una enorme serpiente verde, habitante de aquellos bosques,

    haba sentido curiosidad por aquella extraa criatura bpeda en los rboles y se haba

    abalanzado sobre l. Nirig-Naa se habra enfurecido de saber que su discpulo haba

    bajado la guardia hasta el punto de ser presa fcil de uno de los depredadores ms

    letales del bosque, pero ya habra tiempo para pensar en reprimendas. Cuando la

    enorme cabeza de aquel monstruo se lanz contra l, Burami cogi sus mandbulas

    con una de sus vigorosas manos, quedando las fauces de la criatura a escasos

  • centmetros de su rostro.

    La serpiente pareca rugir de rabia mientras su cabeza luchaba por soltarse de

    la prensa que Burami haba hecho con su puo. El cuerpo del joven permaneca

    pegado al tronco mientras con la otra mano buscaba impedir que los gruesos anillos

    de su contrincante se enroscaran alrededor de su cuello. Con su pie haba conseguido

    mantener presionado parte del cuerpo de la serpiente contra el suelo, pero ya poda

    ver que el resto de aquel animal comenzaba a deslizarse desde los rboles. Si no

    lograba zafarse enseguida poda darse por muerto.

    Con sus ltimas fuerzas, Burami golpe la cabeza de la serpiente contra el

    tronco, y aunque la fuerza del golpe slo logr aturdir temporalmente al animal, tuvo

    la feliz consecuencia de hacerle soltar su pierna durante un segundo que el joven

    aprovech para saltar fuera de su alcance. El monstruo termin de bajar del rbol y

    all pudo Burami apreciar lo enorme que era. l haba visto aquellas grandes

    serpientes antes, pero siempre desde la seguridad que da la distancia. Nunca haba

    matado a una porque no haba necesidad de ello; aquellas criaturas vivan en los

    rboles y se dedicaban a cazar animales tontos que se descuidaban en sus dominios.

    Pero saba tambin que incluso en tierra eran letales, ya que la fuerza de sus anillos

    les ayudaba a lanzarse a gran velocidad sobre sus presas, como l estaba a punto de

    comprobar.

    La serpiente lo mir con sus ojos amarillos durante largo rato, como si no

    pudiese decidirse a hacer el primer movimiento. Cuando finalmente se lanz hacia l,

    Burami gir sobre sus pies esquivando apenas el ataque de aquellas fauces que

    rozaron su garganta. Inmediatamente, se aferr a su cabeza con ambas manos y la

    puso contra el suelo, impidindole moverse. El cuerpo de la criatura se retorca y

    buscaba enroscarse alrededor de Burami para asfixiarlo, pero el joven guerrero fue

    ms veloz. Afincando sus rodillas sobre la cabeza del monstruo, cerr el puo y

  • descarg toda su fuerza en la base del crneo de la criatura, cercenando su vida de un

    solo golpe. Los enormes anillos de la bestia cayeron inmediatamente al suelo como si

    el alma de aquel animal hubiese escapado, y ya no volvieron a moverse.

    Jadeando a causa del esfuerzo realizado y con el corazn acelerado por lo cerca

    que haba estado de morir, Burami contempl al monstruo muerto bajo su mano y

    supo que aquella era la bestia que Nirig-Naa haba profetizado: una criatura terrible

    surgida de su propia impaciencia y de su casi mortal descuido. Buscando un trozo de

    madera puntiaguda que le sirviese de cuchillo, abri el cuerpo de la serpiente en canal

    y extrajo de ella el corazn, pequeo a pesar del tamao del monstruo, guardndolo

    envuelto en un trozo de su camisa. Luego vaci su bota de agua y la llen con la

    sangre de la criatura, tras lo cual se dispuso a terminar el ritual.

    Al borde de un riachuelo Burami encontr un trozo cncavo de corteza en el

    que tritur las dos flores que haba conseguido en el rbol, convirtindolas en una

    pasta que mezcl con la sangre de la serpiente y un poco de agua. Aquel preparado

    tena el sabor ms horrible que jams hubiese probado, pero le pareci un delicioso

    nctar comparado con el amargo sabor de la carne del corazn de aquel monstruo.

    Durante siete das Burami permaneci a la orilla de aquel ro, bebiendo lentamente el

    contenido de su bota y esperando el momento en el que habra de regresar a la

    caverna. Durante todo este tiempo no sinti hambre ni sed, y not cmo poco a poco

    la desesperacin que haba sentido abandonaba su cuerpo. Senta tambin que con

    aquel ritual ltimo se adentraba en un camino del que ya no poda volver.

    Siete das despus, Burami regres a la caverna de Nirig-Naa. Se haba

    presentado ante su maestro tras baarse en las aguas del ro donde haba estado. El

    dragn estaba all observndole detenidamente, como si con apenas mirarle pudiese

    adivinar la experiencia que su discpulo haba vivido. La caverna nuevamente estaba

    iluminada por la luz de una gran hoguera que Nirig-Naa haba encendido en su

  • centro. El joven guerrero no dijo una palabra mientras el dragn se acercaba a l y

    examinaba de cerca su rostro.

    Lo has hecho bien, Burami dijo. Ahora, si ests listo, tendrs el poder que

    tanto anhelas.

    Estoy listo respondi.

    Nirig-Naa extendi entonces una de sus garras, y con una ua negra traz un

    crculo sobre el suelo, el cual luego llen con extraos smbolos indescifrables en una

    escritura que Burami no reconoci. Al hacerlo, una segunda hoguera, mucho ms

    pequea, se alz en aquel crculo de arena, slo que estas llamas eran de color violeta

    y opacas, como si estuviesen a punto de desaparecer. Aquel fuego se concentr en un

    nico punto y pareci elevarse por los aires como un hilo de luz, un hilo que poco a

    poco fue hacindose cada vez ms rgido y que luego vol por el aire hasta Burami,

    traspasando su cuerpo de lado a lado. El joven guerrero sinti que su corazn se

    detena y que todo el aire escapaba de sus pulmones, y luego un velo de oscuridad

    cay delante de sus ojos mientras perda el conocimiento.

    En aquel mundo de tinieblas en el que haba cado, Burami tuvo una visin que

    ms tarde habra de identificar con un sueo: en ella se vea a si mismo desnudo en

    medio de una pradera desolada, mientras millones de guerreros armados con

    brillantes escudos marchaban en un ro humano hasta el horizonte de aquella

    planicie estril, con sus botas levantando una nube de polvo sobre la tierra quemada.

    Al alzar la mirada a los cielos, Burami vio que todo el horizonte estaba

    completamente cubierto de nubes, entre las cuales vio cruzar las sombras de

    inmensas criaturas aladas. A pesar de no haberles visto nunca, el joven supo que

    aquellas criaturas eran los dragones de Xinji. Una inexplicable sensacin de peligro se

    apoder de su corazn en ese momento, como si la presencia de aquellos monstruos

    alados fuese una amenaza. Su voz intent llamar a los guerreros, pero estos seguan

  • su lenta marcha hacia el horizonte. Burami corri entre ellos, intentando quitarles las

    armas para defenderse del peligro que no terminaba de llegar, pero era imposible;

    aquellos hombres parecan hechos de piedra, y permanecan completamente

    insensibles a todo lo que el joven les dijese.

    De repente, uno de aquellos soldados se detuvo y mir directamente a Burami.

    El horror se apoder en ese momento del alma del joven, ya que aquel guerrero no

    tena rostro; su yelmo simplemente se abra en el frente para revelar un espacio vaco

    en el que slo haba silencio y oscuridad. Sin mediar una palabra, el guerrero arroj

    algo a los pies de Burami y continu su camino con el resto de los soldados. El joven

    se arrodill y levant el objeto que le haba sido ofrecido. Era un cuchillo plateado con

    una empuadura en forma de dragn.

    Uno a uno los guerreros desaparecan en el horizonte. En la lejana Burami

    pudo ver que el el destino de aquellas tropas era un gran templo de piedra que no

    recordaba haber visto antes, y en los balcones de ese templo poda distinguir, a pesar

    de la distancia, enormes estandartes con el emblema de un pjaro de fuego. Algo en la

    visin de ese animal hel la sangre de Burami. Ver la cruda figura de aquel ave que

    pareca pintada con sangre fue como mirar su propia muerte.

    En eso Burami baj la vista y mir su propio cuerpo desnudo temblando de

    fro. Su piel comenzaba poco a poco a adquirir un color verde, convirtindose en

    duras escamas que comenzaban en sus brazos y se extendan por todo el cuerpo. Una

    gran desesperacin se apoder del joven, y en un momento de terrible lucidez record

    que tena en sus manos el cuchillo de plata que el guerrero le haba arrojado. Cuando

    las escamas verdes comenzaron a cubrir su pecho, Burami tom el pual con ambas

    manos y lo clav con fuerza directamente en su corazn.

    Justo en el momento que sinti la hoja de metal traspasar su carne, Burami

    despert temblando de pies a cabeza.

  • La visin que has tenido dijo Nirig-Naa es slo para ti. Nunca has de

    revelarla a nadie, pero haras bien en no olvidarla, porque es un mensaje que has de

    descifrar algn da.

    Tras decir esto el dragn mostr a Burami las armas que haba forjado. Lo

    primero que vio Burami fue un gran escudo, no rectangular como los que

    tradicionalmente usaban los guerreros silamitas, sino perfectamente redondo y

    brillante como un espejo. Incluso a la luz de la hoguera Burami pudo distinguir

    perfectamente la figura serpenteante de un dragn que adornaba el centro del

    escudo. Alrededor de este se apreciaban seis figuras que ms tarde Burami reconoci

    como los seis dioses de los elementos; del lado izquierdo los tres dioses masculinos

    Trakan (fuego), Voosham (aire) y Sharnel (sombra) mientras que al lado derecho

    estaban las tres diosas femeninas Tlaga (agua), Butomba (tierra) y Nole (luz).

    Rodeando las seis figuras se vean dos serpientes entrelazadas en un crculo perfecto,

    una de ellas con alas de ave y la otra con alas de murcilago. Finalmente el crculo

    exterior mostraba varias palabras que Burami no pudo leer al estar escritas en

    aquellos extraos smbolos que Nirig-Naa haba trazado en la tierra. Al levantar el

    escudo, Burami qued sorprendido de lo ligero que era, algo imposible de asociar con

    lo slido y resistente que se vea.

    En cuanto a la lanza, esta tampoco era como las que normalmente llevaban los

    guerreros que haba visto. Para empezar no era especialmente larga; puesta de pie

    junto a Burami apenas alcanzaba un palmo por encima de su cabeza. Sin embargo, al

    igual que el escudo, era increblemente ligera, por lo que poda ser arrojada a grandes

    distancias. Aquella formidable arma terminaba en dos afiladas puntas serradas que,

    segn Nirig-Naa, podan atravesar fcilmente una armadura hecha de metal

    ordinario.

    Sin embargo, la pieza ms asombrosa de aquellas forjadas por el gigante rojo

  • era la espada que ahora pona a los pies de Burami. Como el escudo y la lanza, no slo

    era muy ligera sino tambin muy poco parecida a un arma convencional. Al verla

    Burami ni siquiera estaba seguro de que fuese realmente una espada; para empezar

    no tena una hoja sino dos que salan en direcciones opuestas de una empuadura

    central recubierta de cuero curtido. Las dos brillantes hojas de calantio eran largas y

    ligeramente curvas, y parecan dos enormes dientes que Burami haca girar con gran

    destreza a pesar de nunca haber empuado algo similar. Nirig-Naa le explic que esa

    sam de doble hoja era en realidad el arma principal de un Dragn y que desde

    siempre estos guerreros estuvieron asociados a ella.

    Cuando tu gente te vea con esa espada dijo, quizs no recordarn aquellos

    tiempos en que los guerreros que portaban la sabidura de Xinji andaban entre

    humanos y dragones, pero algo dentro de ellos les dir que es parte de su legado. En

    sus corazones reconocern aquello en lo que te has convertido y te seguirn, incluso a

    la guerra si es necesario.

    Burami termin de coger sus armas y se puso de rodillas frente a su maestro,

    llevndose una mano al corazn.

    Ha llegado el momento de partir dijo el joven. Quizs no regrese con vida

    de esta batalla, pero quiero agradecerte lo que has hecho por m. Intentar no

    decepcionarte.

    En esta batalla no encontrars la muerte respondi Nirig-Naa. Veo en tus

    ojos un poder que no se apagar con tanta facilidad. Recuerda todo lo que te he

    enseado, pero sobre todo no olvides que tu triunfo lo debers no a m, sino al legado

    de Xinji que yo te he transmitido. Es a Xinji a quien has de entregar tu lealtad, y

    llegar el da en que esta ser puesta a prueba.

    Sin decir nada ms, Burami abandon la caverna y corri hacia el camino que

    rodeaba los bosques negros y le llevara de regreso a su aldea.

  • Acabas de leer un captulo de mi nueva novela, Burami y el Rey Rojo. La

    semana que viene visita www.lobohombreriera.com para una nueva entrega.

    Aunque te recuerdo que el tiempo funciona distinto aqu, as que es probable que

    para cuando leas esto ya est colgado el nuevo captulo, en cuyo caso te invito que

    sigas adelante.

    Si te gusta lo que has ledo quizs quieras echarle un vistazo a mis otros trabajos:

    www.lobohombreriera.com

    Twitter: @lobohombreriera

    Dragn (novela, 2010) Damas, bestias y otras (cuentos, 2012)