C. Friz Tesis Licenciatura-libre

download C. Friz Tesis Licenciatura-libre

of 80

description

literatura

Transcript of C. Friz Tesis Licenciatura-libre

  • UNIVERSIDAD ALBERTO HURTADODEPARTAMENTO DE FILOSOFA Y HUMANIDADES

    LO SUBLIME, UN PUENTE HACIA LO SUPRASENSIBLEEn la Crtica de la facultad de juzgar de Immanuel Kant

    CRISTBAL F. FRIZ ECHEVERRA

    TESIS PARA OPTAR AL GRADO DE LICENCIADO EN FILOSOFA

    Profesor Gua: Dr. Jos Santos Herceg

    SANTIAGO - CHILE2006

  • Dos cosas llenan el nimo de admiracin y respeto,

    siempre nuevos y crecientes, cuanto con ms frecuencia y aplicacin

    se ocupa de ellas la reflexin: el cielo estrellado sobre m y la ley moral en m.

    Immanuel Kant, Crtica de la razn prctica, p. 197.

    2

  • Introduccin

    El presente trabajo lleva por ttulo Lo sublime, un puente hacia lo

    suprasensible en la Crtica de la facultad de juzgar de Immanuel Kant. En

    esta Introduccin queremos dejar en claro lo siguiente: primero, por qu

    nos ha parecido importante y justificado tratar la cuestin de lo sublime en

    el pensamiento de Kant; segundo, por qu hemos decidido abordarla bajo

    digmoslo as el hilo conductor de lo suprasensible; y, en tercer lugar, cul

    es el orden que vamos a seguir en nuestro trabajo, lo que equivale a

    explicitar cmo dividimos el mismo.

    Con respecto a lo primero es decir, por qu tratar la cuestin del

    sentimiento de lo sublime en Kant, podemos decir que, a grandes rasgos,

    hemos querido ante todo acceder a una comprensin relativamente

    adecuada del pensamiento del autor y, con l y por medio de l, a una

    mayor apropiacin de la tradicin de la filosofa moderna y de la reflexin

    esttica en general.

    Nos parece adems que la Crtica de la facultad de juzgar (CFJ)1

    donde la cuestin de la esttica goza de un lugar privilegiado puede ser

    considerada de la mayor importancia en el contexto global de la filosofa

    kantiana. Nos cuenta el traductor de la obra que, a pesar de que su

    significacin para todo el proyecto [de transformacin de la filosofa

    1 A lo largo de nuestro trabajo referimos y citamos del siguiente modo en el cuerpo del texto las

    obras de Kant que consignamos: CFJ para la Crtica de la facultad de juzgar; CRPr para la

    Crtica de la razn prctica; CRP para la Crtica de la razn pura; FMC para la Fundamentacin

    de la metafsica de las costumbres; y OSBS para las Observaciones sobre el sentimiento de lo

    bello y lo sublime; indicando cada vez las pginas a que nos referimos. La bibliografa

    complementaria la citamos a pie de pgina indicando apellido y nombre del autor y la pgina de

    referencia. En nuestra Bibliografa se pueden consultar las obras y ediciones referidas.

    3

  • emprendido por el autor] y Kant lo declara debera ser evidente, la

    tercera Crtica ha recibido una atencin comparativamente minoritaria en la

    tradicin de las lecturas y exgesis de Kant2. Y en lo que respecta al tema

    particular de los sentimientos estticos, hay que tener en cuenta que es un

    asunto ya presente en Kant desde el perodo pre-crtico; las Observaciones

    sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime escrito que, segn creemos,

    es un antecedente significativo a la materia de la que nos ocuparemos en la

    tercera Crtica datan de 1764. La Crtica de la facultad de juzgar, recin de

    1790.

    Se nos podra preguntar, no obstante lo anterior, por qu hemos

    decidido hacernos cargo no del sentimiento esttico de lo bello el cual se

    presenta, quiz, como asunto ms adecuado para acceder a una

    comprensin de la cuestin esttica en Kant, sino nicamente del de lo

    sublime, cuya teora, segn palabras del propio Kant, constituye slo un

    apndice del enjuiciamiento esttico de la conformidad a fin de la

    naturaleza (CFJ, 160). Una adecuada respuesta a esta pregunta slo

    puede tener lugar, nos parece, a la luz de la segunda cuestin que nos

    hemos propuesto esclarecer en esta Introduccin; es decir, por qu leer lo

    sublime a la luz del problema de lo suprasensible.

    La cuestin de lo sublime, al menos en un primer momento, nos

    pareci una cuestin ms sencilla y accesible que la cuestin de lo bello.

    Tal parecer se fundaba tanto en que el anlisis de lo sublime cuenta con

    una extensin considerablemente menor que el de lo bello en la tercera

    Crtica (lo cual, por cierto, no lo hace de por s ms accesible que el ms

    extenso anlisis de lo bello), como porque segn comprendemos a lo

    largo del anlisis de lo sublime hay un hilo conductor fcilmente

    distinguible: la cuestin de lo suprasensible; o, con mayor exactitud, la

    2 Introduccin del traductor a la CFJ, p. 7. Dicha atencin es minoritaria, pues, en comparacin

    con la que han recibido la Crtica de la razn pura y la Crtica de la razn prctica.

    4

  • cuestin del sentimiento de lo sublime como una va de acceso de lo

    sensible a lo suprasensible.

    Esto ltimo, segn nos parece, no es menor si prestamos atencin a

    lo importante que es, para Kant junto con salvaguardar la interna unidad

    de la razn pura, distinguir, por una parte, con claridad los mbitos

    sensible y suprasensible, para salvar la posibilidad de la libertad

    trascendental (en oposicin al mecanismo natural que rige el mundo

    sensible); y, por otra, presentar las posibilidades de que haya,

    efectivamente, un trnsito de lo sensible fenomnico a lo suprasensible

    noumnico, para que la ley moral tenga lugar en el mundo.

    Y as, segn queremos demostrar, en la tercera Crtica, lo sublime,

    no como enjuiciamiento lgico-conceptual, sino como enjuiciamiento

    esttico (es decir, que se pronuncia slo a favor de una conformidad a fin

    5

  • juzgada subjetivamente)3, se presenta como un puente privilegiado de lo

    sensible a lo suprasensible.

    En lo que respecta al tercer punto que queremos consignar aqu el

    orden en que disponemos nuestro trabajo digamos que ste consta de

    dos partes. La primera quiere dar cuenta del contexto general en que toma

    cuerpo y adquiere importancia la cuestin de lo sublime para el Kant de la

    Crtica de la facultad de juzgar. La segunda quiere mostrar y es ste

    3 Dejemos en claro desde ya procurando evitar toda confusin en lo venidero, que las

    expresiones esttico, esttica o similares, tienen en la tercera Crtica (y en ese sentido las

    ocuparemos a lo largo de nuestro trabajo) una significacin que bajo ningn respecto debe

    confundirse con la que poseen en la Crtica de la razn pura. En sta, de hecho, lo esttico se

    refiere exclusivamente a la sensibilidad y, en consecuencia, llama Kant esttica trascendental a

    la ciencia de todos los principios de la sensibilidad a priori, donde espacio y tiempo son las

    dos formas puras de la intuicin sensible como principios del conocimiento a priori. Y afirma,

    adems, que el empleo de la palabra esttica para designar lo que otros denominan crtica

    del gusto es por fuerza errneo, error que radica en la equivocada esperanza de reducir la

    consideracin crtica de lo bello a principios racionales y en elevar al rango de ciencia las reglas

    de dicha consideracin crtica; lo cual es bajo todo respecto imposible para el Kant de la

    primera Crtica, para quien las reglas o criterios del gusto son, de acuerdo a sus fuentes

    principales, meramente empricas y, consiguientemente, jams pueden servir para establecer

    determinadas leyes a priori por las que debiera regirse nuestro juicio del gusto (CRP, 66-67).

    En la tercera Crtica, por el contrario, lo esttico, si bien relativo a la sensibilidad, no se agota

    en ella, sino que concierne a la facultad de juzgar como facultad superior de conocimiento.

    Aqu, de hecho, la expresin modo de representacin esttico designa la referencia de una

    representacin, no a la facultad de conocimiento, sino nicamente al sentimiento de placer y

    displacer, el cual no aporta absolutamente nada al conocimiento de los objetos (CFJ, 43-44).

    El juicio esttico (tambin denominado juicio de gusto, el cual se pronuncia acerca de lo bello y

    lo sublime), por tanto, ser aquel juicio cuyo predicado no puede ser jams conocimiento

    (concepto de un objeto) (CFJ, 45). Pues bien, si la reflexin relativa a una representacin dada

    precede al sentimiento de placer como fundamento de determinacin del juicio, la conformidad

    a fin (la cual es el principio peculiar de la facultad de juzgar, al que volveremos con

    posterioridad) es pensada, antes de que sea sentida, y el juicio en tanto que juicio esttico

    no de los sentidos, sino de reflexin tiene pretensin a validez universal y necesidad. El

    fundamento del juicio esttico, por consiguiente, no reside simplemente en el sentimiento de

    placer y displacer (en tal caso sera un juicio siempre meramente emprico), sino al mismo

    tiempo en una regla de la facultad de juzgar, que por consiguiente es legislativa respecto a

    las condiciones de la reflexin a priori y da prueba de autonoma (CFJ, 46-47).

    6

  • nuestro cometido principal la ndole propia del sentimiento de lo sublime

    en la tercera Crtica. En ambas partes, a su vez, perseguiremos demostrar

    que una adecuada lectura de lo sublime slo tiene lugar si lo consideramos

    como instancia mediadora de lo sensible a lo suprasensible.

    7

  • Primera Parte

    Contexto general de la cuestin de lo sublime en el pensamiento de

    Immanuel Kant

    Objetivo y plan de trabajo

    En esta Primera Parte queremos asentar el contexto de la cuestin

    (contexto, pues, que nos ofrecer el problema que habremos

    posteriormente de resolver) del sentimiento de lo sublime y de ste como

    va de ascenso de lo sensible a lo suprasensible en la Crtica de la

    facultad de juzgar de Kant.

    Para acceder a dicho contexto deberemos, en primer lugar, rastrear

    la separacin de los dos mundos sensible y suprasensible a la luz de la

    Fundamentacin de la metafsica de las costumbres y la Crtica de la razn

    prctica; separacin la cual se nos presenta como el problema que

    habremos de enfrentar a la luz del sentimiento esttico de lo sublime.

    Deberemos, en segundo lugar, mostrar, si bien slo a grandes

    rasgos y como un prembulo a nuestro posterior tratamiento del

    enjuiciamiento esttico que ac nos ocupa, cmo la facultad de juzgar en

    general se presenta como facultad mediadora entre las legislaciones del

    entendimiento (mundo sensible) y de la razn (mundo inteligible) en las dos

    Introducciones de la Crtica de la facultad de juzgar.

    Tras esto, rastrearemos la ndole del sentimiento de lo sublime, cual

    lo expone Kant en las Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo

    8

  • sublime y, tambin, cual lo podemos rastrear en la Fundamentacin de la

    metafsica de las costumbres y la Crtica de la razn prctica, obras estas

    dos ltimas que, si bien no tratan en forma temtica la cuestin de los

    sentimientos estticos, presentan numerosas alusiones a cierta

    sublimidad, bajo la hiptesis de que aqulla es, de un modo u otro, un

    antecedente fundamental respecto de la exposicin de lo sublime contenida

    en la tercera Crtica.

    9

  • Captulo 1

    La cuestin de lo suprasensible (o la separacin de los dos mundos)

    en la Fundamentacin de la metafsica de las costumbres y en la

    Crtica de la razn prctica

    Rastrearemos ahora la separacin de los dos mundos el sensible y el

    suprasensible en la Fundamentacin y la segunda Crtica. Lo que para

    Kant est en juego en esta separacin y que es lo que aqu debemos

    sondear es la posibilidad de la libertad como causalidad de la voluntad, en

    oposicin a la causalidad natural mecnica. Tambin est en vilo la unidad

    de la razn, porque al fin y al cabo [la razn pura terica y la razn pura

    prctica] no pueden ser ms que una y la misma razn, que tienen que

    distinguirse slo en la aplicacin (FMC, 22). Est en el centro de esta

    cuestin, pues, la necesidad de que la razn pura no caiga en contradiccin

    consigo misma; es decir, que no haya contradiccin entre el entendimiento

    (o razn pura terica) y su legislacin sobre la naturaleza, y la razn (o

    razn pura prctica) y su legislacin sobre las costumbres morales.

    Comencemos por la Fundamentacin. La bsqueda de un principio

    que determine en forma irrestricta, inmediata, a la voluntad, es uno de los

    temas neurlgicos de la Fundamentacin, pues slo la voluntad buena es y

    puede ser considerada como algo absolutamente bueno (Cf.: FMC, 26). La

    voluntad buena es la que acta por la sola representacin del deber, el cual

    es la necesidad de una accin por respeto a la ley (FMC, 38). Ahora, si

    bien en el mundo que podemos conocer por medio del entendimiento (el

    mundo sensible) no hay quiz efectivamente acciones hechas por deber, e

    incluso si bien no podemos jams tener certeza de que el deber haya

    tenido lugar alguno en el mundo pues siempre cabe que las acciones

    10

  • hayan sido hechas, por ejemplo, por motores egostas y sean slo

    conformes con el deber, pero no por ello queriendo el deber, vale decir,

    slo por deber la razn, por s misma e independiente de todo fenmeno,

    ordena lo que debe suceder (FMC, 51). En esto, pues, vemos desde ya

    que la razn pura (en su uso prctico) ha de tener un dominio a priori

    independiente de la determinacin de los fenmenos (determinacin que es

    el fruto de su uso terico).

    Tanto as es esto, que la razn pura prctica puede estipular un valor

    absoluto, incondicionado, al ser racional, mientras que en su uso terico

    jams puede remontarse desde la cadena causal donde todo es efecto

    condicionado por la causa precedente a lo incondicionado. El hombre,

    pues, no en tanto que ser sensible o que sujeto del conocimiento, sino en

    tanto que ser racional que se somete a la ley moral que l mismo dicta

    desde la autonoma de su voluntad, es, en cuanto tal, fin en s mismo y, por

    ello, objeto de respeto. Los seres racionales llmanse personas porque su

    naturaleza los distingue ya como fines en s mismos (FMC, 83). Y as,

    como ya hemos mencionado, el principio que estipula que la humanidad y

    toda naturaleza racional es fin en s mismo no se deriva ni puede derivarse

    ni de la experiencia ni de nuestro solo conocimiento terico, pues el

    entendimiento no puede remontarse a lo incondicionado que le es

    trascendente sin caer en ilusiones y engaos.

    Dando un paso ms, digamos que este concepto de un ser racional,

    como ser que se legisla por la autonoma de la voluntad (es decir, de una

    voluntad que tiene en s misma el principio subjetivo de accin mxima

    conforme a un querer universal y que, por tanto, podra ser considerado

    como una ley universal de la naturaleza) conduce al concepto de reino de

    los fines (Cf.: FMC, 90). La naturaleza racional seprase de las dems

    porque se pone a s misma un fin (FMC, 96). As, mediante las mximas

    por las cuales se autolegisla el ser racional, mostrando su dignidad sobre

    todos los simples seres naturales es posible un mundo de seres

    11

  • racionales mundus intelligebilis como reino de los fines, por la propia

    legislacin de todas las personas, como miembro de l (FMC, 98). De

    semejante mundo inteligible, empero, no podemos tener jams

    conocimiento, pues no hay intuicin posible (la cual es siempre sensible) en

    el mundo que conocemos el mundo sensible-fenomnico adecuada a lo

    inteligible-noumnico. Slo podemos, por tanto, pensar lo inteligible por

    medio de las nicas herramientas conceptuales que poseemos, las

    categoras (conceptos puros del entendimiento), razn por la cual toda

    representacin que nos hagamos del mundo suprasensible slo ser

    posible por analoga con un reino de la naturaleza (Cf.: FMC, 98). Podemos

    ver dicha analoga, por ejemplo, en el hecho de que en ambos mundos rige

    una legalidad irrestricta, la cual, en tanto que universal y necesaria, slo

    puede ser dictada a priori por la razn pura: en el mundo sensible, es la

    legalidad que impone el entendimiento a la naturaleza en sus fenmenos

    naturales; y en el mundo inteligible, la legalidad que exige, impone y manda

    la razn pura prctica a la voluntad en el mbito de la moralidad.

    En esto se asienta la posibilidad, pues, de no verse constreido el

    hombre a representarse solamente como sometido a la ley natural de sus

    necesidades (FMC, 99) representacin por la cual el hombre no es, en

    ltimo trmino, responsable de su accin, pues sta se halla

    inevitablemente condicionada por un estado precedente que no est en el

    poder presente del hombre. Mediante tal posibilidad, por tanto, nos

    representamos la idea de la libertad, por medio de la cual nos separamos

    de todo inters emprico (FMC, 116) y somos capaces de pensarnos como

    principios absolutos, incondicionados de accin, por lo cual nos

    representamos como enteramente responsables de la misma.

    Ante todo esto, empero, cabe preguntar: Cmo podemos y con qu

    derecho representarnos tal mundo inteligible, en el cual tuviese realidad

    efectiva la libertad como una causalidad de la voluntad completamente

    independiente de toda causalidad mecnica? No contrara tal

    12

  • representacin los frutos ms excelsos de nuestro conocimiento terico, el

    cual prescribe que no podemos asignar realidad objetiva a la causalidad de

    la voluntad libre sin divagar en lo que trasciende las posibilidades del

    mismo? Kant es tajante a este respecto: puesto que lo que es el fenmeno

    est determinado por nuestra capacidad de conocimiento, y como no es de

    suponer que conozcamos lo que conocemos de un modo plenamente

    ajustado al modo de ser de lo que es aquello, tras los fenmenos hay que

    admitirlas cosas en s. Esto permite, pues, distinguir el mundo sensible

    y el inteligible el mundo que conocemos y el mundo que yace allende las

    posibilidades de nuestro conocimiento, el segundo de los cuales es el

    fundamento de aqul y es siempre idntico. As, pues, el hombre debe

    contarse entre el mundo sensible, con respecto a la mera percepcin y

    receptividad de las sensaciones, y en el mundo intelectual con respecto a

    lo que en l sea pura actividad (FMC, 118).

    Llevar a cabo esta distincin de ambos mundos, por su parte, no se

    presenta como una de entre otras ocupaciones de la razn, al punto de que

    pudiramos prescindir de la misma. Dicha distincin, por el contrario, se

    presenta como la tarea ms importante de la razn pura, por la cual se

    distingue y presenta la superioridad de su uso prctico por sobre los lmites

    y posibilidades de su uso terico (Cf.: FMC, 122). Esto manifiesta, pues,

    que la dignidad del hombre, no proviene del conocimiento y los frutos ms

    excelsos del mismo, sino de su capacidad de la cual participa, no en tanto

    que ser sensible, sino slo en tanto que ser racional de someterse a s

    mismo a la ley moral que l dicta autnomamente.

    Pero en lo que concierne a los dominios de cada uso de la razn, no

    parece contradictorio que unas y las mismas acciones humanas estn, por

    un lado, bajo la necesidad natural y, por el otro, bajo la libertad idea de la

    razn, cuya realidad objetiva es en s dudosa (FMC, 126)? Kant vuelve a

    presentrsenos tajante a este respecto, en tanto que sostiene que no hay

    la menor contradiccin en que una cosa en el fenmeno est sometida a

    13

  • ciertas leyes, y que esa misma cosa, como cosa o ser en s mismo, sea

    independiente de tales leyes (FMC, 128). O, en otras palabras, como si

    dijramos que no hay contradiccin alguna en que una cosa suceda de tal

    modo en conformidad con las posibilidades de nuestro conocimiento, y de

    un modo completamente distinto en lo que respecta a lo que esa cosa sea

    independiente de nuestra capacidad de conocer.

    En lo que concierne a nuestro actual cometido, la Fundamentacin,

    por ltimo, establece que, no obstante la razn no puede conocerse como

    miembro de un mundo suprasensible (puesto que jams puede intuirse o

    sentirse ms que en lo sensiblemente condicionado), tiene pleno derecho,

    sin embargo, a pensarse en l, en tanto que el concepto de un mundo

    inteligible es, pues, slo un punto de vista que la razn se ve obligada a

    tomar fuera de los fenmenos, para pensarse a s misma como prctica

    (FMC, 129-130). En este alcance, pues, el mundo suprasensible significa

    slo un algo que resta cuando he excluido de los fundamentos que

    determinan mi voluntad todo lo que pertenece al mundo sensible (FMC,

    135)4. As, en el mundo inteligible el cual contiene el fundamento del

    mundo sensible, y por ende tambin las leyes del mismo (FMC, 122), las

    mximas de la voluntad seran cual leyes naturales, vale decir, leyes que

    rigen con total necesidad y universalidad el dominio al que se aplican (en

    este caso, el prctico); leyes, pues, que slo pueden ser dictadas en forma

    estrictamente a priori por la razn pura (Cf.: FMC, 136).

    Pasemos ahora a la Crtica de la razn prctica. sta, segn palabras

    del propio Kant, debe slo establecer que hay razn pura prctica y critica

    con esa intencin toda su facultad prctica (CRPr, 15), con lo que

    consigue demostrar que la razn pura, en tanto que razn prctica, no se

    4 El empeo de Kant por distinguir entre la apariencia (el fenmeno) y la cosa en s le

    permite sostener la libertad como parte de su filosofa Si yo tambin estoy sometido a la

    divisin entre fenmeno y nomeno mis actos pueden estar sometidos a la causalidad en su

    calidad de fenmenos, pero pueden ser libres en su calidad de cosas en s Por consiguiente,

    se dira que existimos en dos reinos diferentes. (Bowie, Andrew, pp. 28-29).

    14

  • excede a s misma en cuanto que abocada al uso moral-prctico (Cf.:

    CRPr, 15).

    Esta obra siguiendo de cerca los rendimientos obtenidos en la

    Fundamentacin enfatiza fuertemente la relacin ntima entre lo

    suprasensible y la libertad, siendo esta ltima la condicin de la ley moral

    (CRPr, 16). La razn prctica, pues, proporciona realidad a un objeto

    suprasensible de la categora de la causalidad, a saber, a la libertad

    (CRPr, 18). La ley moral prctica a priori la cual, en tanto que ley

    independiente de toda condicin sensible, tiene lugar slo en el mundo

    inteligible es, a su vez, el nico hecho de la razn pura, y no es, por

    tanto, bajo ningn respecto un hecho de experiencia (Cf.: CRPr, 50) ni aun,

    como el factum del conocimiento terico, un hecho constreido por los

    lmites de la posibilidad de la experiencia.

    La ley moral, por tanto, es dictada enteramente a priori por la razn

    pura prctica a la voluntad, la cual, en tanto que ajusta su querer a la

    legalidad universal dictada a priori por la razn prctica, se torna buena sin

    ms. Y as, del mismo modo como la ley natural es la ley que rige a la

    naturaleza sensible en sus formas generales, la ley moral es la ley

    fundamental de una naturaleza suprasensible (CRPr, 64); es decir, de todo

    ser racional que se autolegisla prcticamente segn la autonoma de la

    voluntad; o, en otras palabras, de toda naturaleza racional capaz de hacer

    concordar su principio subjetivo de accin (su mxima) con la posibilidad de

    una legislacin universal de seres que deben ser considerados siempre

    como fines en s mismos. La ley moral es, pues, la ley de la causalidad de

    la libertad (la cual es, insistamos, la condicin de la ley moral) y, as, de la

    posibilidad de una naturaleza suprasensible (Cf.: CRPr, 68).

    Y as, mientras que el entendimiento se basta con lo condicionado

    (pues siempre determina mediante las categoras algo condicionado

    sensiblemente, por medio de lo que le es dado a la intuicin sensible lo

    15

  • cual le da a conocer slo la causalidad natural condicionada), la razn

    exige el derecho a remontarse por sobre la cadena de las condiciones y

    pensar lo incondicionado en la serie del enlace causal (CRPr, 15). Pues

    bien, si (mirando al problema que rastreamos desde la Fundamentacin, el

    de hallar un principio que determine sin ms a la voluntad buena)

    trasladamos el fundamento de determinacin de la voluntad al orden

    inteligible de las cosas (CRPr, 70), podemos poner lo incondicionado que

    exige la razn en lo inteligible, y as salvar la incondicionalidad de la

    voluntad buena, vale decir, su independencia (su libertad) con respecto a

    toda condicin y causalidad sensibles. Con esto, la nocin de la causalidad

    de la libertad como nomeno que acta en lo suprasensible queda, no

    obstante, calificada no tericamente, sino slo en lo que a lo prctico se

    refiere (Cf.: CRPr, 71). No podemos, pues, conocer tericamente a la

    voluntad como causa noumenon, en tanto que sin intuicin es imposible la

    aplicacin [de las categoras] para el conocimiento terico del objeto como

    nomeno (CRPr, 75)5. As, de todo cuanto pueda constituir lo inteligible,

    slo la libertad (por medio de la ley moral) tiene realidad para nosotros (Cf.:

    CRPr, 94) realidad, insistamos, no terica, sino prctica, moral.

    Asimismo, tiene lugar en la segunda Crtica un importante

    esclarecimiento de una nocin que, teniendo ya un lugar destacado en la

    Fundamentacin, ser de suma importancia para nuestra posterior

    elucidacin de la ndole del sentimiento de lo sublime en la tercera Crtica:

    la nocin del respeto. ste se presenta, pues, como el motor (subjetivo)6 de

    5 Jacobo Kogan lo aclara as: La realidad en s no la conocemos por medio de los sentidos,

    sino slo la concebimos por medio de la razn; de ella tenemos ideas, pero no intuiciones;

    podemos pensarla, pero no percibirla, pues toda percepcin no nos da ms que el fenmeno.

    Asimismo, citando a Collingwood afirma que cuando [Kant] dice que podemos pensar la cosa

    en s, aunque no la podemos conocer, lo que quiere dar a entender es que tenemos un

    conocimiento de ella, pero no un conocimiento cientfico (Kogan, Jacobo, p. 62).6 Por motor debemos entender aqu, segn nos indica el traductor de la segunda Crtica, a

    propsito de la moralidad, su resorte, el impulso que [la] pone en movimiento; es decir, el

    sentimiento subjetivo, la emocin, en su sentido etimolgico, lo que mueve, el motor (CRPr,

    16

  • la moralidad. Lo fundamental para nuestro cometido es que slo la ley

    moral es el verdadero objeto del respeto o sentimiento moral (CRPr, 99).

    O, para decirlo en otras palabras, que el motor de la voluntad humana [y

    de todo ser racional finito] no puede nunca ser otro que la ley moral (CRPr,

    95), con lo que, en una voluntad determinada inmediatamente por la ley

    prctica a priori, el motor (el sentimiento subjetivo de la voluntad) es

    idntico a la ley moral (el principio objetivo de determinacin irrestricta de la

    legalidad prctica universal) (Cf.: CRPr, 95). El sentimiento del respeto, por

    consiguiente, por hallarse inmediatamente unido a la representacin a priori

    de la ley moral, es el nico sentimiento que podemos conocer enteramente

    a priori y cuya necesidad podemos penetrar (CRPr, 97)7. El respeto hacia

    la ley es la moralidad misma, considerada subjetivamente como motor

    (CRPr, 99-100). Asimismo, el sentimiento del respeto de modo parecido a

    como lo veremos posteriormente en relacin al sentimiento de lo sublime

    es definido en primera instancia cual un sentimiento negativo (el respeto

    est tan lejos de ser un sentimiento de placer (CRPr, 102)), que slo por

    una consideracin posterior el reconocimiento de la dignidad de la

    humanidad en nuestra persona nos place y gratifica8.

    95).7 Es importante no perder de vista que el planteamiento de Kant en la tercera Crtica diferir a

    este respecto, en tanto que all los sentimientos estticos de lo bello y lo sublime sern tambin

    sentimientos que tendrn una legtima pretensin a ser comunicados en forma universal y a

    estar fundados, por tanto, en un principio a priori.8 Podemos decir, de hecho, que Kant presenta (de modo anlogo a como lo veremos

    posteriormente a propsito de lo sublime) una marcada negatividad en el ncleo del respeto: la

    humillacin respecto de nuestra condicin sensible: la ley moral, que sola es verdaderamente

    (a saber, en todo sentido) objetiva, excluye totalmente el influjo del amor a s mismo [el cual

    reposa por fuerza sobre condiciones empricas] sobre el principio prctico supremo, e infiere a

    la presuncin que prescribe como leyes las condiciones subjetivas del amor a s mismo un

    dao infinito As, pues, la ley moral humilla inevitablemente a todo hombre, al comparar ste

    la tendencia sensible de su naturaleza con aquella ley. Aquello cuya representacin como

    fundamento de determinacin de nuestra voluntad nos humilla en nuestra propia conciencia de

    s mismo, despierta, en cuanto es positivo y fundamento de determinacin, por s respeto

    (CRPr, 98).

    17

  • La segunda Crtica, asimismo, a propsito del deber vale decir, de la

    accin que es objetivamente prctica segn esa ley [la ley moral], con

    exclusin de todos los fundamentos de determinacin por inclinacin

    (CRPr, 104) denomina personalidad9 a la condicin de la libertad (la cual

    es, a su vez, la condicin de que podamos someternos a la ley por la que

    nos legislamos en forma autnoma) y, as, de la dignidad (la cualidad de

    ser siempre al mismo tiempo fin) de todo ser racional (Cf.: CRPr, 110-111).

    Esta idea de la personalidad, pues, mediante la cual nos representamos

    nuestra dignidad en tanto que seres racionales y nuestro valor absoluto,

    incondicionado, como fines en s mismos, slo puede tener como se

    desprende de lo anterior un origen completamente puro en nuestra razn

    prctica a priori y, con ello, su basamento nicamente en lo inteligible.

    Finalizando nuestra exposicin de la separacin de los dos mundos en

    la segunda Crtica, bstenos recalcar lo siguiente (y valga esto de

    conclusin a lo recorrido en el presente captulo): para salvar la libertad, en

    tanto que causalidad de la voluntad absolutamente independiente de la

    causalidad mecnica condicionada sensiblemente, no queda ms camino

    que atribuir la existencia de una cosa en cuanto es determinable en el

    tiempo y, por tanto, tambin la causalidad segn la ley de la necesidad

    natural, slo al fenmeno; la libertad empero atribuirla a ese ser como cosa

    en s misma (CRPr, 121). Con esto, pues, slo el concepto de libertad nos

    permite encontrar en nosotros lo incondicionado e inteligible para lo

    condicionado y sensible, que la razn exige inevitablemente. As, en toda

    la facultad de la razn, slo puede ser la prctica aquella que nos ayuda a

    salir del mundo sensible, y nos proporciona conocimiento de un orden

    suprasensible (CRPr, 132).

    9 Dejemos en claro que la cuestin de la personalidad nos interesa ac sobre todo en cuanto

    ser de considerable importancia para mostrar posteriormente a lo sublime como punto de

    interseccin entre lo tico y lo esttico.

    18

  • Cerramos aqu nuestra exhibicin de la escisin de los dos mundos

    escisin que, como hemos visto, es de importancia capital para salvar el

    uso prctico de la razn pura, siendo justamente la tarea ms fundamental

    de la misma a la luz de la Fundamentacin y de la Crtica de la razn

    prctica. Mas no queremos, pese a lo anterior, pasar por alto que nuestra

    hiptesis de trabajo (con lo que queremos significar slo una adecuada

    interpretacin del pensamiento de Kant en los captulos de la CFJ que nos

    ocuparn posteriormente) se distancia, si bien slo en cierto sentido, del

    resultado al que llegamos en los prrafos anteriores. En la tercera Crtica,

    de hecho, no slo la razn pura prctica (con su idea de libertad), sino

    tambin los sentimientos estticos (y en particular, segn queremos

    mostrar, el sentimiento de lo sublime) se presentan como instancias de

    ascenso de lo sensible a lo suprasensible-inteligible. Digamos, por ltimo,

    que hemos dejado sin considerar importantes pasajes de las dos obras

    mencionadas que nos parecen fundamentales para la aclaracin de lo

    sublime; volveremos en nuestro tercer Captulo sobre ellos.

    19

  • Captulo 2

    La facultad de juzgar como facultad mediadora entre el entendimiento

    y la razn y sus respectivas legislaciones

    En el captulo anterior hemos rastreado la separacin del mundo

    sensible y el suprasensible, separacin la cual se presenta como condicin

    de posibilidad necesaria para salvaguardar la libertad moral suprasensible

    en oposicin al mecanismo causal que rige el mundo fenomnico sensible.

    En el presente captulo, por su parte, queremos rastrear cmo la facultad

    de juzgar (en tanto que facultad superior de conocimiento) se presenta

    como una instancia mediadora entre el entendimiento y la razn (las

    facultades superiores de conocimiento que han sido examinadas en la

    primera y la segunda Crtica respectivamente) y sus respectivas

    legislaciones es decir, como instancia mediadora entre el entendimiento,

    su dominio sensible y su concepto de naturaleza, y la razn, su dominio

    suprasensible y su idea de libertad. Esto nos servir como prembulo para,

    ya posteriormente, mostrar al sentimiento o juicio esttico de lo sublime en

    tanto que enjuiciamiento oriundo de la facultad de juzgar como instancia

    privilegiada para realizar el trnsito de lo sensible a lo suprasensible en la

    tercera Crtica.

    Comencemos por comprender a grandes rasgos cul es el eje

    temtico o punto de partida (o, quiz, uno de los ejes temticos o puntos de

    partida ms relevantes) de la Crtica de la facultad de juzgar. ste parece

    ser, pues, la constatacin pese al incesante intento de Kant por salvar la

    unidad de la razn pura del gran abismo que separa lo suprasensible de

    los fenmenos y, con ello, la legislacin de la razn (con su idea de

    libertad) y la legislacin del entendimiento (con su concepto de naturaleza)

    20

  • (Cf.:CFJ, 105)10. Pues mientras el mundo de la naturaleza, revelado por el

    conocimiento terico, est regido por la conformidad a leyes, el mundo de

    la moralidad, revelado por el uso prctico de la razn, concuerda con la

    posibilidad de fines11.

    Ante semejante por as decirlo heterogeneidad de principios entre

    ambas facultades superiores de conocimiento, en la tercera Crtica, Kant es

    taxativo en sostener la necesidad de que haya algn trnsito entre ambos

    mundos, pues si bien el mundo sensible no puede bajo ningn respecto

    tener influjo sobre el mundo suprasensible en tanto que la libertad es ante

    todo una completa independencia respecto de todo influjo natural, ste,

    sin embargo, debe tener sobre aqul un influjo, [pues] debe el concepto

    de la libertad hacer efectivo en el mundo de los sentidos el fin

    encomendado por sus leyes (CFJ, 87). La naturaleza, por tanto, debe

    poder ser pensada de un modo tal en que concuerden la conformidad a

    leyes (la necesidad dictada por el entendimiento) y la posibilidad de fines

    (la libertad exigida por la razn)12. En esto, insistamos, est en juego la

    unidad de la razn pura, problema que sabemos de capital importancia en

    el pensamiento de Kant (Por ejemplo, Cf.: FMC, 22; CRP, 10). Desde el

    punto de vista de la dualidad entre razn terica y razn prctica comenta

    a este propsito Pablo Oyarzn, se trata de la originaria articulacin entre

    ambas, entre el dominio de la necesidad y el dominio de la libertad, a partir

    de la unidad del substrato suprasensible13.

    Ante esto, pues, presenta Kant a la facultad de juzgar en general

    como instancia mediadora entre la razn pura terica (la cual legisla sobre

    el mundo sensible) y la razn pura prctica (la cual legisla sobre el mundo

    suprasensible). La facultad de juzgar, en general, es la facultad de pensar

    10 Cf.: Labrada, Mara Antonia, p. 47.11 Labrada, Mara Antonia, p. 47.12 Cf.: Labrada, Mara Antonia, pp. 47-48.13 Oyarzn, Pablo, p. 161.

    21

  • lo particular en cuanto contenido bajo lo universal. Si lo universal es

    dado, la facultad de juzgar, que subsume bajo l lo particular es

    determinante. Si lo particular es dado, para lo cual debe ella encontrar lo

    universal, la facultad de juzgar es slo reflexionante (CFJ, 90). Ahora bien,

    la facultad de juzgar, slo en tanto que facultad de juzgar reflexionante14,

    aparece como una tercera funcin racional dotada de un principio a priori

    original, lo cual se justifica justamente en vistas de que constituye un

    puente entre el entendimiento y la razn15.

    Procuremos acercarnos ms a una clara comprensin de la ndole de

    la facultad de juzgar y de su funcin mediadora entre ambas facultades. La

    facultad de juzgar es de tan peculiar especie que no produce por s ningn

    conocimiento (ni terico ni prctico) [sino que] slo constituye la ligazn

    de otras dos facultades superiores de conocimiento (el entendimiento y la

    razn) (CFJ, 61-62). Qu quiere decir Kant con esto? Por qu habla de

    una ligazn entre entendimiento y razn y no, propiamente, de una

    ligazn entre el mundo sensible y el inteligible? Aqu es preciso tener en

    cuenta que, mientras el entendimiento y la razn poseen carcter

    constitutivo y el fruto de su uso trasciende la mera subjetividad, la

    facultad de juzgar realiza una funcin slo regulativa respecto de dichas

    facultades. El juicio reflexivo, pues, slo establece la ligazn entre las

    facultades, pero sin poder constituir ligazn alguna entre las partes del

    mundo a que dichas facultades se refieren, en tanto que carece de alcance

    14 Por qu slo la facultad de juzgar reflexionante en oposicin a la determinante aparece

    como facultad propiamente mediadora entre entendimiento y razn, y, a su vez, como facultad

    que posee de por s un principio a priori (la conformidad a fin), radica en que slo ella debe

    anticipar o suponer por medio de la reflexin que hay lo universal adecuado a lo particular

    dado; en este sentido, ella tiene una funcin de invencin, una funcin heurstica. La facultad

    de juzgar determinante, por el contrario, cumple su funcin slo subsumiendo lo particular bajo

    lo universal (ya previamente) dado; es, en ltimo trmino, la facultad de juzgar trascendental,

    de cuyas condiciones de posibilidad y cuyo principio a priori trat la Crtica de la razn pura.

    Vase la Introduccin del Traductor a la CFJ, especialmente, pp. 8-10.15 Cf.: Cordua, Carla, p. 177.

    22

  • objetivo y de consecuencias reales16. La facultad de juzgar, pues, posee un

    carcter meramente regulativo (de las facultades)17.

    Precisemos aun ms el carcter mediador de la facultad de juzgar. Es,

    propiamente, slo la facultad de juzgar esttica (la cual es, digmoslo as,

    un caso de la facultad de juzgar reflexionante18) la que realiza el trnsito,

    en lo que al sujeto respecta, de lo sensible a lo inteligible. En qu sentido

    habla Kant de facultad de juzgar esttica? En el sentido, pues, de que ella

    no refiere la representacin de un objeto a conceptos ni, en consecuencia,

    el juicio al conocimiento (porque no es determinante, sino slo

    reflexionante) (CFJ, 68).

    Avancemos aun ms. Ser justamente por medio de los productos

    de la facultad de juzgar esttica que se realizar el ya mencionado trnsito.

    Tales productos son los juicios estticos de reflexin, tambin llamados

    juicios de gusto: los juicios acerca de lo bello y lo sublime, los cuales son

    juicios sobre una conformidad a fin juzgada slo subjetivamente (Cf.: CFJ,

    43, 68)19. En tales juicios no se trata de la determinacin del objeto al que

    16 Cf.: Cordua, Carla, p. 181.17 Cf.: Cordua, Carla, p.184.18 Dejemos en claro que la facultad de juzgar reflexionante en oposicin a la determinante

    tiene dos casos: la facultad de juzgar esttica y la facultad de juzgar teleolgica. La primera

    se pronuncia sobre una conformidad a fin juzgada slo subjetivamente; la segunda, sobre una

    conformidad a fin juzgada lgica u objetivamente. A la primera, pues, se refiere la primera parte

    de la tercera Crtica de la que nos ocupamos aqu parcialmente (la Crtica de la facultad de

    juzgar esttica); a la segunda, la segunda parte del tratado de la que aqu no nos hacemos

    cargo en lo ms mnimo (la Crtica de la facultad de juzgar teleolgica). 19 La concordancia de una cosa con esa ndole de las cosas que slo es posible segn fines,

    se llama conformidad a fin (CFJ, 92). Si bien un tratamiento detenido de esta nocin, de

    importancia capital en el contexto general de la tercera Crtica, no lo podemos llevar a cabo

    aqu (pues acaso requerira de otro trabajo similar a ste), mencionamos los siguientes rasgos

    que, por lo menos, pueden ayudarnos a hacernos un bosquejo de lo que en ella a propsito

    de lo sublime estar en juego. La conformidad a fin (y, en particular, la subjetiva, que es la que

    comparece en los juicios estticos de reflexin) no se deriva de experiencia alguna, sino que es

    introducida por nosotros mismo (en forma a priori) en las cosas (Cf.: CFJ, 298-299). Es slo

    23

  • se refiere el juicio no son, por tanto, juicios de conocimiento, sino del

    sujeto y de su sentimiento de placer y displacer relativo al objeto; pues el

    sentimiento de placer y displacer es la nica sensacin que no puede dar

    pie jams a algn concepto de un objeto y no puede servir nunca, por tanto,

    al conocimiento (Cf.: CFJ, 44, 45). Las condiciones, pues, que en el sujeto

    permitan la reconciliacin entre ambos mundos sern percibidas en un

    juicio (aspecto cognoscitivo), pero no objetivo, sino subjetivo (un juicio de

    gusto)20. El verdadero engarce entre el mundo de la naturaleza y el mundo

    de la libertad prctica slo puede darse, por tanto, en una reflexin que

    participe por igual del principio de la explicacin emprica natural y del

    principio del enjuiciamiento moral21. En el juicio de gusto, entonces, tendr

    lugar una reconciliacin cabal entre la necesidad del juicio lgico y la

    libertad del juicio prctico22 en tanto que tal juicio mienta una conformidad

    a fin, pero slo considerada en respecto subjetivo, reconciliacin que es la

    condicin indispensable del tan necesario trnsito de lo sensible-

    fenomnico a lo suprasensible-noumnico.

    En los juicios estticos de reflexin (en oposicin a los juicios

    estticos de los sentidos, los cuales son siempre juicios empricos, en los

    que el sentimiento antecede a la reflexin sobre el objeto), la reflexin

    sobre la representacin dada precede al sentimiento de placer, en tanto

    que fundamento de determinacin del juicio, con lo que la conformidad a fin

    es antes pensada que sentida. Con esto, el juicio pertenece no a la sola

    una mxima subjetiva de la facultad de juzgar reflexionante que, ligada al sentimiento de placer

    y displacer, es siempre slo subjetiva y no puede formar parte del conocimiento (Cf.: CFJ, 95-

    97). Es, en definitiva, un principio regulativo por medio del cual nuestra facultad de juzgar se

    orienta en lo contingente y mltiple de la naturaleza, suponiendo una congruencia o adecuacin

    entre dicha contingencia y nuestra facultad de conocimiento (Cf.: CFJ, 103). Retomaremos

    esta cuestin, si bien slo de paso, cuando nos refiramos a la conformidad a fin que nos

    presentar el juicio esttico sobre lo sublime.20 Cf.: Labrada, Mara Antonia, p. 45.21 Cf.: Cassirer, Ernst, p. 336.22 Cf.: Labrada, Mara Antonia, p. 66.

    24

  • sensibilidad, sino, por el contrario, tambin a la facultad de juzgar (Cf.: CFJ,

    46). Tales juicios, por tanto, en tanto que su fundamento de determinacin

    no reside solamente en el sentimiento de placer y displacer, sino en una

    regla de la facultad de juzgar, la cual, por consiguiente, es legislativa

    respecto a las condiciones de la reflexin a priori y da prueba de

    autonoma (CFJ, 46, 47), se presentan como juicios que exigen ser

    considerados como universalmente vlidos y estrictamente necesarios.

    Esto exige suponer, por tanto, un principio (u origen) a priori para tales

    juicios (Cf.: CFJ, 58), principio cuya posibilidad slo se puede sondear

    mediante una crtica de la facultad de juzgar esttica. La crtica del gusto

    de tratrsela con propsito trascendental, abre un sistema completo de

    todas las fuerzas del nimo en cuanto ellas, en su determinacin, no estn

    referidas solamente a lo sensible, sino tambin a lo suprasensible, sin

    remover, no obstante, los hitos limtrofes que una crtica severa ha puesto a

    este ltimo uso de dichas fuerzas (CFJ, 64). Tal crtica, pues, permite el

    paso del substrato sensible de la filosofa terica al substrato suprasensible

    de la filosofa prctica (Cf.: CFJ, 66), si bien como venimos ya insistiendo

    slo en lo que concierne al sujeto y su reflexin sobre los objetos.

    Vemos as, entonces, cmo la facultad de juzgar por medio de su

    ndole reflexionante esttica se presenta como la instancia mediadora

    entre el entendimiento y la razn de que venimos hablando. Constatamos,

    en otras palabras, cmo, por medio de la facultad de juzgar, se da la

    concordancia entre las otras dos facultades superiores de conocimiento.

    Vemos, en definitiva, cmo mientras el entendimiento slo da un indicio del

    substrato suprasensible de la naturaleza (en tanto que se ve obligado a

    suponer la cosa en s tras el fenmeno, pues supone necesariamente una

    realidad allende las posibilidades de nuestro conocimiento), pero dejndolo

    completamente indeterminado; y mientras la facultad de juzgar procura al

    mismo determinabilidad por medio de la facultad intelectual; slo puede

    ser la razn quien lo determine por medio de su ley prctica a priori (CFJ,

    25

  • 106), la cual es la condicin bajo la que podemos adquirir conciencia de la

    libertad (Cf.: CRPr, 16), nico objeto suprasensible que, como sabemos,

    tiene realidad (prctica) para nosotros (Cf.: CRPr, 94).

    26

  • Captulo 3

    El concepto kantiano de lo sublime anterior a la Crtica de la facultad

    de juzgar

    Hemos mostrado ya la separacin de los dos mundos y la necesidad

    de mediar entre ambos y, asimismo, a la facultad de juzgar como una

    facultad que por medio de su especificidad esttica reflexionante realiza

    dicho trnsito. Nos abocaremos ahora a mostrar el concepto de lo sublime

    que tiene Kant con anterioridad a la Crtica de la facultad de juzgar, con el

    propsito de mostrar que ya en tal concepto la cuestin de lo sublime como

    puente de lo sensible a lo suprasensible es de importancia fundamental

    para una adecuada comprensin de dicho sentimiento esttico. Esto lo

    haremos no slo como quiz cabra esperar a la luz de las

    Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime (la obra del

    perodo pre-crtico que trata explcitamente de las cuestiones estticas),

    sino tambin de la Fundamentacin y de la Crtica de la razn prctica,

    obras del perodo crtico que si bien no tratan en absoluto de la cuestin

    de la complacencia esttica contienen numerosas alusiones a cierta

    sublimidad, la cual, segn queremos mostrar, es un antecedente de

    capital importancia respecto de la sublimidad de que habla la tercera

    Crtica.

    Comencemos por las Observaciones. Para evitar malos entendidos,

    dejemos en claro que buscamos esclarecer la nocin de lo sublime en esta

    obra no de un modo exhaustivo o acabado, sino slo en relacin con la

    doctrina de la Crtica de la facultad de juzgar, razn por la que pasamos por

    alto buena parte de la exposicin contenida en el pequeo opsculo.

    Advirtamos asimismo que las pocas referencias que haremos respecto del

    27

  • tratamiento de lo bello en el ensayo pre-crtico son de carcter meramente

    contextual para echar luces sobre la cuestin de lo sublime.

    Para acceder a una clara apropiacin de la cuestin de lo sublime en

    las Observaciones y, asimismo, en las obras ticas del perodo crtico que

    tratamos en este trabajo, nos serviremos de un hilo conductor que nos

    propone Pablo Oyarzn: ya desde el tiempo del opsculo, segn sostiene

    el autor, aboga Kant por la validez universal del sentimiento de lo sublime

    en razn de su alcance metafsico, que lo vincula con la disposicin moral

    del ser humano. Y no es tanto esta vinculacin de lo tico y lo esttico lo

    que constituye una exclusividad de Kant sino, precisamente, aquella

    atribucin de universalidad23.

    Abocndonos al texto kantiano y sin perder de vista el mencionado

    hilo conductor, comenzaremos destacando cuatro aspectos que nos

    parecen de considerable importancia para acceder a una adecuada

    comprensin del concepto de lo sublime tal como aparece en el opsculo.

    Lo primero es que en este texto Kant asume segn expresin del mismo

    no tanto la actitud del filsofo, cuanto ms bien la del observador (Cf.:

    OSBS, 19), razn por la que encontramos aqu ms descripcin que

    anlisis. Esto se distancia de la exposicin de lo sublime en la tercera

    Crtica, donde los sentimientos estticos de lo bello y lo sublime son

    tratados en sendas Analticas donde son al pie de la letra analizados, es

    decir, descompuestos en sus partes con el fin de arribar al conocimiento de

    sus elementos y principios. Lo segundo lo cual estar posteriormente

    reafirmado, de un modo u otro, en la Crtica de la facultad de juzgar es

    que nuestras distintas sensaciones de deleite o disgusto no descansan

    tanto en la constitucin de las cosas externas que las provocan, cuanto en

    el sentimiento propio a cada hombre de ser afectado por ellas con placer o

    dolor (Cf.: OSBS, 19). Lo tercero y que viene a matizar nuestra

    afirmacin anterior es que todo cuanto queda consignado en las

    23 Oyarzn, Pablo, p. 160.

    28

  • Observaciones es relativo nicamente al sentimiento sensible, del cual son

    susceptibles todos los hombres (Cf.: OSBS, 20)24. Lo cuarto es que en este

    texto y hay aqu un posible punto de desacuerdo con la Crtica de la

    facultad de juzgar, no habla Kant de los sentimientos de lo bello y lo

    sublime como de dos sentimientos distintos, sino de un sentimiento de

    doble especie (OSBS, 20).

    Pasando por alto esta ltima dificultad que, segn creemos, puede

    ser reducida a una mera inexactitud de expresin, o no ser de mayor

    relevancia en lo que a distinguir lo sublime de lo bello se refiere, hemos de

    decir que lo sublime se presenta de diferentes modos a lo largo del texto.

    En primer lugar, es presentado como una complacencia, pero con

    horror25, la cual nos conduce a elevadas sensaciones de amistad, de

    desprecio del mundo, de eternidad, y nos emociona26 (Cf.: OSBS, 21), vale

    decir, tensa poderosamente las fuerzas del alma27 (Cf.: OSBS, 25).

    24 Dejemos en claro en qu consiste esta matizacin. En las Observaciones Kant se refiere

    expresamente al sentimiento esttico de carcter sensible. En la Crtica de la facultad de

    juzgar, por el contrario, se referir a un sentimiento esttico que, si bien relativo a la

    sensibilidad (al sentimiento de placer y displacer), tendr su fundamento de determinacin en

    una regla de la facultad de juzgar esttica (Cf.: CFJ, 46, 47). En la tercera Crtica Kant se

    referir, en concordancia con esto, a una comunicabilidad universal del sentimiento esttico,

    que no ser sensible; nico modo, pues, de defender la pretensin de universalidad del juicio

    esttico.25 Esto es taxativamente rechazado en la tercera Crtica, donde se afirma que, si bien el objeto

    que suscita el sentimiento de lo sublime (en su especie dinmica) debe aparecer como

    amenazador para nuestra existencia fsica, quien se atemoriza no puede juzgar sobre lo

    sublime de la naturaleza. Lo sublime place, y es imposible hallar complacencia en un terror

    que fuera serio (CFJ, 174).26 En la Crtica de la facultad de juzgar, en numerosas ocasiones volver Kant a la idea de que

    lo sublime en comparacin con lo bello, el cual produce una complacencia tranquila y

    regocijada, provoca emocin. Por ejemplo, Para la estimacin esttica de magnitudes

    hay un mximamente grande [el cual] implica la idea de lo sublime y suscita emocin

    (CFJ, 165). 27 En la Crtica de la facultad de juzgar Kant define la emocin como una sensacin en que el

    agrado es provocado slo mediante un impedimento momentneo y una consecutiva efusin

    de fuerza vital (CFJ, 142).

    29

  • Asimismo y es esto de capital importancia para nosotros, lo sublime

    tiene que ser siempre grande (OSBS, 23), caracterstica que ser

    rescatada en la tercera Crtica donde se define lo sublime como lo que es

    absolutamente grande (CFJ, 162). No est de ms sealar asimismo, si

    bien de pasada, que muchos ejemplos que da Kant de objetos naturales

    que suscitan en el nimo el sentimiento de lo sublime en las Observaciones

    son muy parecidos a los que se ofrecen en la Crtica de la facultad de

    juzgar28 similitud que no nos parece ni accidental ni de importancia

    secundaria.

    Por otra parte, mientras las propiedades bellas nos inducen al amor,

    las propiedades sublimes infunden veneracin (OSBS, 25). En efecto, en

    la contemplacin de una representacin teatral trgica, por ejemplo, el

    observador es embargado por una fuerte emocin y llevado a sentir la

    dignidad de su propia naturaleza (OSBS, 26). Asimismo, la representacin

    matemtica del grandor inconmensurable del universo, las consideraciones

    de la metafsica acerca de la eternidad, la providencia, la inmortalidad de

    nuestra alma, despiertan en nosotros el sentimiento de lo sublime (Cf.:

    OSBS, 31).

    Finalizando ya con las Observaciones, prestemos atencin al ltimo

    plano que, segn nos parece, es crucial respecto de la doctrina de lo

    sublime en la tercera Crtica: el plano de las costumbres morales. Para el

    Kant del perodo crtico, ste se funda en ltima instancia, segn hemos

    visto con insistencia en los captulos anteriores, en nuestra ndole

    suprasensible, ndole incondicionada respecto de todo influjo sensible. Kant

    28 En las Observaciones, por ejemplo, la vista de una montaa, cuya cima nevada se eleva

    sobre las nubes, la descripcin de una tempestad foribunda, altas encinas y sombras

    solitarias en la floresta sagrada son sublimes (OSBS, 21). En la tercera Crtica, por su parte,

    provocan el sentimiento de lo sublime, entre otros objetos naturales, las informes masas

    montaosas, amontonadas unas sobre otras en salvaje desorden, con sus pirmides de hielo,

    rocas que penden atrevidas y como amenazantes; tempestuosas nubes que se acumulan en

    el cielo y se aproximan con rayos y estruendos (CFJ, 169-170, 174).

    30

  • no vacila, pues, en afirmar que slo la virtud genuina es decir, aquella que

    descansa en principios que tienden progresivamente hacia una ms

    completa universalidad es sublime (Cf.: OSBS, 33 y 34). As, por ejemplo,

    el actuar de aquel que ayuda al que sufre slo porque sufre, sin esperar

    ulterior recompensa ni encontrar en el hecho de ayudar a otro el ms

    mnimo rastro de placer (o, para decirlo de un modo adecuado a la

    Fundamentacin y a la Crtica de la razn prctica: el actuar de aquel que

    slo acta por deber), es sublime en extremo, tanto por la inalterabilidad

    de tal proceder como por la universalidad de su aplicacin (Cf.: OSBS, 38 y

    39). Tambin es sublime, en concordancia con lo anterior, la represin de

    las pasiones en vista de principios (Cf.: OSBS, 30), represin que, en las

    obras ticas del perodo crtico que aqu consignamos, ser en gran medida

    una condicin del actuar moral del hombre. El sentimiento de lo sublime,

    pues, es cual el sentimiento de la dignidad de la naturaleza humana, el

    cual es el fundamento de respeto universal hacia aquella naturaleza29

    (OSBS, 33).

    Podemos afirmar, as siguiendo el hilo conductor que hemos

    escogido para rastrear el concepto kantiano de lo sublime anterior a la

    tercera Crtica, a la luz de las Observaciones, que el sentimiento de lo

    sublime es ya, desde el perodo pre-crtico, una instancia de convergencia

    de lo tico y lo esttico, lo cual nos parece queda suficientemente claro en

    el opsculo, por cuanto el tratamiento de lo sublime comienza con los

    casos de lo sublime en fenmenos naturales para concluir del mismo

    modo como veremos posteriormente en la Crtica de la facultad de juzgar

    en la sublimidad del actuar moral. Asimismo, y fundado sobre lo anterior (y

    de un modo que slo quedar suficientemente a la vista en la tercera

    Crtica), vemos que lo sublime se nos muestra exigiendo una validez

    29 En la tercera Crtica, Kant ir aun ms lejos: sublime es aquello cuyo solo pensamiento da

    prueba de una facultad del nimo que excede toda medida de los sentidos (CFJ, 164), facultad

    que es, pues, el fundamento de aquel respeto universal hacia la humanidad en nuestra

    persona.

    31

  • universal, en tanto que hace relacin ntima con la disposicin moral del ser

    humano, la cual, segn ya sabemos, slo puede tener como basamento

    nuestra ndole incondicionada-suprasensible.

    Examinemos ahora qu nos dicen la Fundamentacin y la Crtica de

    la razn prctica acerca de lo sublime. Para esto no debemos olvidar, como

    hemos mencionado arriba, que, si bien estas obras no tratan en forma

    explcita la cuestin de los sentimiento estticos, refieren numerosas veces

    una cierta sublimidad que, segn queremos dar cuenta ahora, no se

    reduce a una mera coincidencia de expresin, sino que se halla en el

    corazn de la ndole de lo sublime cual es tematizado en la tercera Crtica.

    Esto, segn creemos, se asienta, por sobre todo, en el hecho de que en

    ambas obras se prefigura suficientemente la ndole de mediacin entre lo

    sensible y lo inteligible del sentimiento esttico que ac nos ocupa.

    Comencemos por la Fundamentacin. Recordemos que uno de los

    problemas neurlgicos que se discuten en ella es el de la posibilidad e

    ndole de un principio que por s mismo, inmediatamente y con total

    independencia de influencia emprica alguna, determine el querer de la

    voluntad, para hacer de sta una voluntad buena sin ms. La voluntad

    buena, como sabemos, es aquella que se determina por la sola

    representacin del deber, donde lo que la voluntad ha de querer le es

    mandado en forma inmediata e irrestricta, es decir, bajo la forma de un

    imperativo que la determina categricamente. Pues bien, a propsito de la

    correspondencia entre el querer de la voluntad y el imperativo categrico

    correspondencia que, lejos de ser espontnea, requiere coercin de la

    razn pura prctica sobre la sensibilidad, Kant afirma que tanto mayor

    ser la sublimidad, la dignidad interior del mandato en un deber, cuanto

    menores sean las causas subjetivas en pro y mayores las en contra (CFJ,

    79), sin que por esto se debilite en absoluto la constriccin por la ley moral

    ni se vea disminuida en su validez (Cf.: FMC, 79). En esto queda de

    manifiesto, pues, que slo ser plenamente sublime aquella norma de

    32

  • accin que, junto con rehuir todo influjo de nuestras inclinaciones, sea

    capaz de elevarse a la ndole de una legislacin universal posible.

    La voluntad humana (y de todo ser racional finito), por tanto, slo

    ser absolutamente buena en la medida en que pueda querer que su

    norma subjetiva de accin (su mxima) se convierta en ley universal; vale

    decir, slo cuando su mxima pueda convenir, como principio, en una

    legislacin universal posible (FMC, 43). Tal voluntad ser buena sin ms,

    por consiguiente, slo cuando se halle sujeta a la ley moral universal, ley

    que no le es dictada desde fuera (lo que conllevara heteronoma de la

    voluntad), sino que es una ley que la misma voluntad se dicta a s misma

    (nico caso, pues, donde la voluntad se determina autnomamente). Pues

    bien, a propsito de que el ser humano se halla sujeto a la ley prctica que

    l mismo manda a la cual se halla sujeto slo en cuanto l la erige

    autnomamente, sujecin que nos presenta una determinada sublimidad,

    nos representamos tal sublimidad en aquella persona que cumple todos

    sus deberes, no en cuanto que ella est sometida a la ley moral, sino en

    cuanto que es ella al mismo tiempo legisladora y slo por esto est

    sometida a la ley (FMC, 100).

    Enfocando ahora nuestra atencin a la segunda Crtica, observemos

    que aqu se enfatiza una vez ms la relacin de la sublimidad con lo que

    es propio y constitutivo de la moralidad. De hecho, el que es posiblemente

    el eje central de la segunda Crtica, es decir, el concepto de la libertad, es

    no slo el nico objeto inteligible que tiene realidad (prctica) para nosotros

    (Cf.: CRPr, 94), sino tambin, segn palabras del propio Kant, la clave de

    los principios prcticos ms sublimes (CRPr, 20).

    Asimismo, tiene en la Crtica de la razn prctica un lugar

    privilegiado una nocin que ser de capital importancia en el tratamiento de

    lo sublime en la Crtica de la facultad de juzgar: la nocin del respeto. ste,

    en tanto que sentimiento moral, como ya sabemos por nuestros captulos

    33

  • anteriores, es presentado como el motor (subjetivo) de la moralidad. Y, en

    tanto que motor de la misma y nico sentimiento que, segn el Kant de la

    segunda Crtica, podemos conocer enteramente a priori y cuya necesidad

    podemos penetrar (CRPr, 97), se encuentra en ntima vinculacin con la

    sublimidad de la que venimos hablando. De hecho, nos representamos la

    sublimidad de ciertas acciones, no en tanto tengan tales o cuales efectos,

    sino slo en cuanto hay indicios que dejan suponer que han ocurrido

    totalmente por respeto a su deber y no por movimiento del corazn (CRPr,

    109). El deber, por tanto, o ms bien quiz el respeto al deber, se presenta

    como algo sublime. Deber! Nombre sublime y grande, t que no encierras

    nada amable (CRPr, 110). Esto, pues, nos parece sobremanera

    esclarecedor respecto de la doctrina de lo sublime en la tercera Crtica, y no

    slo por la relacin que en el pasaje anteriormente citado vemos entre lo

    sublime y lo grande, sino tambin porque en la Crtica de la facultad de

    juzgar se enfatizar una y otra vez la nocin de que lo sublime no es, en

    primera instancia, un sentimiento que nos despierte consideraciones

    amables (como es el caso del sentimiento de lo bello, el cual nos dispone a

    amar algo), sino que es ante todo un placer negativo, aunable a la

    admiracin o al respeto (Cf.: CFJ, 159).

    En estrecha vinculacin con la relacin entre el respeto y lo sublime,

    se perfila en la segunda Crtica una relacin igualmente estrecha entre la

    personalidad y la sublimidad que aqu rastreamos. La personalidad, como

    sabemos, es la libertad e independencia del mecanismo de toda la

    naturaleza (CRPr, 111) y es, por tanto, la condicin de la libertad

    trascendental. Esta idea de la personalidad despierta el respeto y nos

    pone delante de los ojos la sublimidad de nuestra naturaleza (segn su

    determinacin)30, teniendo como ltimo efecto un respeto hacia algo

    30 En la Crtica de la facultad de juzgar, hay numerosas referencias a la relacin entre el

    sentimiento de lo sublime y nuestra destinacin suprasensible. Vase, por ejemplo, p. 171.

    34

  • totalmente otro que la vida, en comparacin y oposicin con lo cual, la vida,

    con todo su agrado, no tiene, ms bien, valor alguno (CRPr, 111-112)31.

    Enfoquemos nuestra atencin, por ltimo, a la Conclusin de la Crtica

    de la razn prctica. sta declara que slo dos cosas llenan el nimo de

    admiracin y respeto, siempre nuevos y crecientes, cuanto con ms

    frecuencia y aplicacin se ocupa de ellas la reflexin: el cielo estrellado

    sobre m y la ley moral en m (CRPr, 197). Ocupndonos slo de la

    primera, hemos de destacar, en primera instancia en un nivel aun un tanto

    superficial de anlisis, que la visin del cielo estrellado es, de hecho, un

    ejemplo de objetos que despiertan el sentimiento de lo sublime en la

    tercera Crtica (Cf.: CFJ, 182). Adems de esto y profundizando un poco

    ms en nuestro anlisis, podemos considerar que tal Conclusin de la

    segunda Crtica es, o puede ser, de un modo u otro, un antecedente

    significativo respecto de la doctrina de lo sublime en la Crtica de la facultad

    de juzgar. Esto tiene lugar no slo porque en aqulla aparecen de la mano

    la complacencia esttica de lo sublime (en el ejemplo de la contemplacin

    del cielo estrellado) y la cuestin de la ley moral. En dicha Conclusin,

    asimismo, la visin del cielo estrellado sobre m ensancha la conexin en

    que me encuentro con magnitud incalculable de mundos sobre mundos

    (CRPr, 197). En esto, pues, se vuelve a mostrar la relacin entre tal

    contemplacin sublime y la disposicin hacia la moralidad, en tanto que

    este espectculo de una inmensurable multitud de mundos32 aniquila mi

    31 Nos parece importante rescatar la familiaridad, tanto en la idea que se quiere expresar como

    en la forma de expresin, entre este pasaje citado y el siguiente de la tercera Crtica: La

    naturaleza es juzgada como sublime en nuestro juicio esttico porque invoca nuestra

    fuerza (que no es naturaleza) para mirar aquello de lo cual nos curamos (bienes, salud y vida)

    como pequeo (CFJ, 175).32 No pasemos por alto, a propsito de tal magnitud incalculable de mundos sobre mundos, o

    de dicho espectculo de una inmensurable multitud de mundos, que en la tercera Crtica la

    definicin nominal de lo sublime estipula, justamente, que lo sublime es lo absolutamente

    grande; vale decir, aquello que no podemos ni calcular ni mesurar bajo ningn respecto posible

    (Cf.: CFJ, 162).

    35

  • importancia como criatura animal (CRPr, 197), aniquilacin que, como

    vimos con anterioridad, es una condicin cardinal para la moralidad.

    Concluimos, por tanto, nuestra pesquisa de los antecedentes de la

    concepcin kantiana de lo sublime respecto de la obra de la que nos

    ocuparemos en nuestra segunda Parte, reafirmando lo adecuado del hilo

    conductor que hemos elegido para la misma. Ya en lo que llevamos

    revisado se hace manifiesto (lo cual quedar suficientemente

    fundamentado, no obstante, slo en la Crtica de la facultad de juzgar),

    pues, que lo sublime, en tanto que en estrecho vnculo con nuestra

    disposicin moral, es susceptible de exigir asentimiento universal, en tanto

    que la condicin moral nos es por s exigible en tanto que seres racionales

    finitos.

    As por fin, ya en la tercera Crtica, veremos a lo sublime, en tanto

    que enjuiciamiento esttico que se funda en una regla de la facultad de

    juzgar esttica reflexionante, como va privilegiada de ascenso desde

    nuestra condicin fenomnica hasta nuestra ndole noumnica, en la que

    se asienta y reposa la posibilidad de la moralidad, la cual por s sola basta

    para considerar sublime nuestra existencia como seres racionales. Con

    esto, segn nos parece, concuerda Hermann Cohen, pues, como dice el

    autor, al reducir Kant la idea de la ley moral a la idea de la personalidad y

    centrar en sta el mundo moral en cuanto idea de la humanidad, declara: la

    idea de la personalidad representa la sublimidad de nuestra naturaleza.

    Pero lo sublime, coordenado a lo bello, es un concepto fundamental de la

    esttica En tanto, pues, se torna sublime, la personalidad, deviene

    esttica Queda de manifiesto con ello la exigencia de que la tica misma,

    no para su fundamentacin, pero s para su cabal desarrollo, se eleve a

    una esttica.33

    33 H. Cohen, citado en Kogan, Jacobo, p. 48.

    36

  • Segunda Parte

    El sentimiento de lo sublime en la Crtica de la facultad de juzgar

    37

  • Objetivo y plan de trabajo

    Con todo lo anterior la separacin de los dos mundos, la necesidad

    de mediar entre ambos por medio de la facultad de juzgar, y un somero

    acercamiento al concepto de lo sublime anterior a la tercera Crtica,

    arribamos a nuestro cometido fundamental, del cual nos ocuparemos en

    esta Segunda Parte: mostrar el sentimiento de lo sublime, en tanto que va

    de ascenso privilegiada de lo sensible a lo suprasensible, en la Crtica de la

    facultad de juzgar.

    Para tal cometido daremos los siguientes pasos:

    Mostraremos, primero, a grandes rasgos, el paso de la facultad de

    enjuiciamiento de lo bello a la de lo sublime, trnsito que tiene lugar en el

    homnimo 23 de la tercera Crtica, el cual abre el Libro segundo de la

    Crtica de la facultad de juzgar esttica, vale decir, la Analtica de lo

    sublime.

    Mostraremos, en segundo trmino, la necesidad de hacer una

    divisin en el anlisis del sentimiento de lo sublime, entre lo sublime

    matemtico y lo sublime dinmico, lo cual tiene lugar en el 24 de la obra

    en cuestin.

    Como consecuencia de lo anterior, en tercer y cuarto lugar,

    mostraremos, respectivamente, lo primordial para hacernos de una idea

    general de lo sublime matemtico (ocupndonos de los 25, 26 y 27) y

    de lo sublime dinmico (en los 28 y 29).

    Como quinto y ltimo paso, revisaremos, finalmente, el Comentario

    general a la exposicin de los juicios estticos reflexionantes y la

    38

  • Deduccin de los juicios estticos puros, donde, segn comprendemos,

    se recalca y enfatiza muy marcadamente la ndole de mediacin de lo

    sensible a lo suprasensible del sentimiento de lo sublime, ndole que tiene

    un lugar fundamental en toda la Analtica de lo sublime.

    Por su parte, nos parece necesario dejar en claro, de antemano, dos

    cuestiones fundamentales en lo que respecta a la exposicin que ahora

    abordamos. En primer lugar, que en ella como se puede comprobar con

    un mero vistazo al ndice de la tercera Crtica seguimos, dentro de lo

    necesario y de lo que nos es posible, fielmente el orden de la exposicin de

    Kant. Esto obedece tanto a nuestra pretensin de claridad, como a que

    consideramos que siguiendo el orden de la exposicin kantiana, puede

    verse en forma prstina cmo lo sublime, finalmente, slo puede resolverse

    en tanto que puente mediador entre lo sensible y lo suprasensible.

    En segundo lugar, es preciso advertir tambin que pasaremos por

    alto o trataremos slo incidental y contextualmente cuestiones que

    pueden ser fundamentales para una adecuada comprensin del problema

    esttico general en el contexto global de la tercera Crtica. As, por ejemplo,

    slo nos referiremos a la cuestin de la conformidad a fin (posible eje

    central de la Crtica de la facultad de juzgar, al cual no nos podemos referir

    con suficiente detencin sin alejarnos de nuestro cometido principal) en

    tanto sea necesario para comprender suficientemente el sentimiento

    esttico que nos ocupa. Asimismo, trataremos del sentimiento de lo bello

    del cual trata Kant, en numerosos pasajes, en forma conjunta con el de lo

    sublime nicamente en cuanto nos parezca indispensable para exponer

    con la mayor claridad posible lo propio de este ltimo.

    Captulo 1

    El 23 como preludio de la exposicin kantiana de lo sublime

    39

  • El 23 de la tercera Crtica, al cual consideramos como el preludio

    del anlisis de lo sublime en su diferencia con lo bello, preanuncia lo

    esencial del planteamiento kantiano con respecto a lo sublime34, razn por

    la cual merece toda nuestra atencin.

    El pargrafo comienza enunciando los principales puntos de

    convergencia respecto del enjuiciamiento de lo bello y lo sublime. De tales

    puntos, el nico que nos parece de importancia decisiva para nuestro

    cometido, es que en ambos la complacencia est ligada a la mera

    presentacin o a su facultad, con lo cual la facultad de la presentacin la

    imaginacin es considerada, a propsito de una intuicin dada, en

    acuerdo con la facultad de los conceptos del entendimiento o de la razn,

    para beneficio de sta (CFJ, 158).

    En lo que respecta a las diferencias entre ambos sentimientos

    referidos por sus correspondientes juicios estticos, la primera guarda

    relacin con la informidad que puede presentar el objeto que suscita el

    sentimiento sublime. Pues, mientras lo bello designa la complacencia en la

    forma de un objeto, con lo que parece ser tomado por la presentacin de

    un concepto del entendimiento (CFJ, 159), y considerando que la nocin

    de forma est vinculada inseparablemente con el concepto de conformidad

    a fin35, lo sublime, por el contrario, tambin se hallar en un objeto

    desprovisto de forma, en la medida que es representada la ilimitacin en l

    o bien a causa de l, aadindosele, empero, el pensamiento de su

    totalidad (CFJ, 159). En el afecto sublime, por tanto, lo ilimitado en lo

    sensible provoca, como efecto, lo infinito como pensamiento. El proceso de

    esta reflexin provoca, entonces, la tensin o disarmona entre la

    imaginacin y la razn en oposicin a la armona entre imaginacin y

    34 Cf.: Oyarzn, Pablo, p. 164.35 Oyarzn, Pablo, p. 164.

    40

  • entendimiento presente en el afecto bello, como facultad de pensamiento

    de lo incondicionado y la totalidad36. Lo sublime, por todo lo anterior, parece

    desde ya tomado por un concepto una idea de la razn (Cf.: CFJ, 159).

    La segunda diferencia entre los sentimientos de lo bello y lo sublime

    apunta al respeto como ndole propia de la complacencia en lo sublime.

    Pues mientras el placer en lo bello es un placer inmediato y directo en

    tanto que la imaginacin en su libertad concuerda como espontneamente

    con los conceptos del entendimiento, la complacencia en lo sublime es un

    placer que slo surge indirectamente [y que] no parece ser, como

    emocin, un juego, sino seriedad en el quehacer de la imaginacin (CFJ,

    159). La complacencia sublime conlleva, entonces, admiracin o respeto,

    cual placer negativo que slo tiene lugar por medio de un displacer que le

    antecede (Cf.: CFJ, 159). Es, pues, un placer que surge indirectamente,

    pues nace de una efusin vehemente de nuestras fuerzas vitales que sigue

    al sentimiento de una inhibicin momentnea de las mismas. Conlleva

    seriedad y respeto y no debemos olvidar que el respeto es la forma

    general en que la conciencia de la ley moral toma cuerpo ante nosotros37 a

    causa de la exigencia que se le hace a la imaginacin de abarcar la

    totalidad (pensada por la razn) que para ella es una abismo38.

    A este propsito, nos parece clarsimo el enfoque de J. C. F.

    Schiller, quien indica que el sentimiento de lo sublime es un sentimiento

    mixto, por cuanto en l tienen lugar dos reacciones contrapuestas

    (primero, pues, una en que sentimos inhibirse nuestra fuerza vital y,

    segundo, una en que sentimos un fuerte incremento de la misma) ante uno

    y el mismo objeto. Tal combinacin de reacciones contradictorias en un

    solo pensamiento prueba segn J. C. F. Schiller de modo irrefutable

    nuestra autonoma moral. Pues nosotros mismos guardamos con el

    36 Cf.: Oyarzn, Pablo, p. 164.37 Cf.: Cassirer, Ernst, pp. 385-386. 38 Cf.: Oyarzn, Pablo, p. 165.

    41

  • objeto dos relaciones diversas, [lo que prueba] que en nosotros tienen

    que estar unidas dos naturalezas contrapuestas39: una sensible y otra

    suprasensible.

    La tercera diferencia de lo sublime con respecto a lo bello versa

    sobre la subjetividad de lo sublime y se presenta como la diferencia

    interna ms importante entre ambos (CFJ, 159), siendo segn indica el

    traductor de la tercera Crtica la tesis central del planteamiento kantiano

    respecto del sentimiento de lo sublime40. Lo bello, como indicamos

    anteriormente, conlleva una conformidad a fin en la forma, razn por la cual

    el objeto bello parece predestinado para nuestra facultad de juzgar. El

    objeto que suscita el sentimiento de lo sublime, por el contrario en tanto

    que presenta una informidad, la cual conlleva una ilimitacin y las ideas de

    infinito y totalidad, ante las cuales slo nos cabe la admiracin o el

    respeto-, puede aparecer contrario a fin en su forma para la facultad de

    juzgar, con lo cual violenta a la imaginacin (Cf.: CFJ, 159).

    De esto se deduce, consiguientemente, que lo autnticamente

    sublime no puede estar contenido en ninguna forma sensible, sino que slo

    atae a ideas de la razn (CFJ, 160), las cuales son incitadas y

    convocadas a nuestro nimo justamente por la inconformidad que se

    presenta sensiblemente. En la contemplacin sublime, por tanto, el nimo

    es atrado para abandonar la sensibilidad y ocuparse de ideas que

    contengan una ms elevada conformidad a fin (CFJ, 160) conformidad a

    fin, pues, que no puede tener asiento en forma sensible alguna ni, en

    general, en nuestra sensibilidad.

    En consecuencia, mientras el sentimiento de lo bello indica una

    conformidad a fin formal de la naturaleza con respecto a nuestra facultad

    de juzgar, el sentimiento de lo sublime no indica nada conforme a fin en la

    39 Schiller, J. C. F., p. 223.40 Cf.: Oyarzn, Pablo, p. 165.

    42

  • naturaleza a propsito de la cual surge aqul, sino slo en el uso posible

    de sus intuiciones para hacer susceptible de ser sentida en nosotros

    mismos una conformidad enteramente independiente de la naturaleza

    (CFJ, 160). El fundamento del sentimiento de lo sublime (en oposicin al

    sentimiento de lo bello, cuyo fundamento ha de radicar en la forma del

    objeto), por tanto, slo puede estar en nosotros, en nuestro modo de

    pensar que introduce sublimidad en la representacin de la naturaleza (Cf.:

    CFJ, 160) o en otras palabras, como ya sabemos, en una regla de nuestra

    facultad de juzgar (Cf.: CFJ, 47).

    El sentimiento de lo sublime surge, por consiguiente, donde nos

    enfrentamos a un objeto que, en tanto que se nos presenta como carente

    de forma y contrario a fin para nuestra facultad de juzgar, escapa de

    nuestra capacidad de comprensin y se nos manifiesta, por lo tanto, como

    un objeto que no somos capaces de agrupar en un todo sistemtico por

    medio de las herramientas de nuestro conocimiento terico; como un

    objeto, pues, que no podemos aprehender ni por medio de la intuicin ni

    por medio del concepto41.

    El objeto que suscita el sentimiento de lo sublime slo que lo suscita,

    no que lo funda, pues su fundamento es, como sabemos, la regla prescrita

    por la facultad de enjuiciamiento a nuestro modo de pensar conlleva una

    repulsa para dicha facultad. Tal repulsa se debe, pues, a que el objeto

    sublime, en tanto que presenta la ilimitacin y la totalidad, se hace

    manifiesto en su completa inadecuacin para nuestra facultad de juzgar

    esttica. Con dicha inadecuacin tiene lugar, en ltimo trmino, una

    violencia ejercida contra la imaginacin, la cual, en tanto que facultad de la

    presentacin sensible, se halla imposibilitada a presentar lo adecuado a lo

    infinito exigido por la razn. La contrariedad a fin que aqu rastreamos, por

    tanto, hace relacin nicamente a nuestras facultades, en su intento de

    aprehender lo ilimitado. Tal contrariedad a fin explica, en ltima instancia, el

    41 Cf.: Cassirer, Ernst, p. 382.

    43

  • ncleo de negatividad que veremos presente en todo el anlisis de lo

    sublime en la tercera Crtica42.

    Captulo 2

    La necesidad de una divisin bipartita del anlisis del sentimiento de

    lo sublime

    42 Cf.: Oyarzn, Pablo, p. 165.

    44

  • Hemos revisado recin los tres principales rasgos con que lo sublime,

    en general, se nos presentar a lo largo de todo el anlisis; es decir: su

    referencia a una ausencia de forma; su complacencia en tanto que

    sentimiento de respeto; su contrariedad a fin respecto del uso de las

    facultades que en l concurren. El 24, del cual nos ocuparemos ahora,

    lleva por ttulo De la divisin de una investigacin del sentimiento de lo

    sublime y es un pargrafo extremadamente breve, conciso y difcil y, a su

    vez, de importancia capital en tanto que condiciona la divisin bipartita de la

    Analtica de lo sublime.

    El comienzo del pargrafo enuncia que tanto en la Analtica de lo

    bello como en la Analtica de lo sublime, la investigacin de la ndole

    propia de tales sentimientos estticos, en tanto que juicios de la facultad de

    juzgar esttica reflexionante, recorre los siguientes cuatro momentos.

    Segn la cantidad, ambas complacencias son universalmente vlidas.

    Segn la cualidad, ambas son presentadas sin inters (vale decir, sin

    preocupacin respecto a la eventual existencia del objeto que suscita la

    complacencia). Segn la relacin, dichas complacencias hacen

    representable una conformidad a fin subjetiva; la cual, por ltimo, segn la

    modalidad, es presentada en ambos casos como estrictamente necesaria

    (CFJ, 161).

    Sin embargo, segn nos parece, lo propiamente importante del

    pargrafo, para nuestro cometido, viene a continuacin de la enumeracin

    de dichos momentos. Aqu afirma Kant que mientras el sentimiento de lo

    bello se presenta como una contemplacin tranquila, donde el nimo se

    reconoce en apacible quietud, el afecto sublime conlleva, en tanto que

    emocin, un movimiento del nimo ligado al enjuiciamiento del objeto

    (CFJ, 160). Pues bien, tal movimiento anmico, puesto que lo sublime

    45

  • place, debe ser juzgado como conforme a fin subjetivamente (CFJ,

    161).

    Lo que hace necesario dividir el anlisis de lo sublime es, pues, por

    decirlo as, que hay dos ndoles distintas de tal movimiento anmico

    conforme a fin subjetivamente.

    Si, por tanto, el movimiento del nimo es referido, en primer trmino,

    por la imaginacin a la facultad de conocimiento; es decir, si en tal

    movimiento la razn condiciona a la facultad de conocimiento, tenemos

    ante nosotros el temple matemtico de la imaginacin, donde nos

    representamos la inmensidad de la naturaleza; es decir, donde nos

    representamos a la naturaleza como magnitud (o nos representamos la

    magnitud a propsito de un fenmeno de la naturaleza) (Cf.: CFJ, 161).

    Si, en segundo trmino, el movimiento anmico es referido por la

    imaginacin a la facultad de desear; es decir, si la razn condiciona a la

    facultad de desear, tenemos ante nosotros el temple dinmico de la

    imaginacin, donde nos representamos la violencia de la naturaleza; vale

    decir, donde nos representamos a la naturaleza como podero (o, ms bien,

    nos representamos el podero a propsito de un determinado fenmeno

    natural) (Cf.: CFJ, 161)43.

    El planteamiento, como anunciamos anteriormente, es sumamente

    difcil; razn por la que debemos esclarecerlo en la medida de lo posible.

    Pues bien, para entender el anlisis kantiano del sentimiento de lo sublime

    (y, en particular, la necesidad de dividirlo en dos partes), debemos enfocar

    aq