Cafe Caliente Para Esos Dias Frios Volumen I

51

description

Una lectura relajante

Transcript of Cafe Caliente Para Esos Dias Frios Volumen I

  • Caf caliente

    para esos das fros

  • Indice EL COPILOTO. .................................................................................................... 1

    CUANDO TE CREAS SOLA. ................................................................................... 7

    LA PUERTA FALSA. ........................................................................................... 13

    EL SUEO DE ISABEL. ....................................................................................... 19

    LA PARTIDA. ................................................................................................... 25

    MI MEJOR AMIGO. ........................................................................................... 31

    LA LNEA FATAL. .............................................................................................. 39

  • 1

    EL COPILOTO.

    Maldita sea! grit el conductor al experimentar el ardor del caf ca-

    liente sobre su piel.

    Gran parte de la bebida sali volando por los aires antes de que el hombre

    pudiera controlar lo que quedaba. Con gran dolor pudo colocar el recipiente en un

    portavasos que estaba cerca de la palanca de velocidades. Tuvo que soportar la

    tortura durante unos segundos porque saba que una distraccin por la noche, en

    la carretera y a esa velocidad, poda provocarle un accidente.

    Aquel haba sido un da terrible y ahora una escala mal planeada le dejara

    marcada la mano por unos das. Como pudo soport el dolor, no haba manera de

    mitigarlo. La carretera estaba atpicamente transitada aquella noche. Muchas veces

    la haba recorrido; pero no recordaba una noche como esa. Su jornada haba em-

    pezado mal y segua empeorando.

    Un acotamiento dijo para s en voz baja.

    Record entonces que llevaba hielo en un recipiente en la parte de atrs

    de la cabina, as que tena que actuar rpido. Despus de un corto sealamiento

    con las direccionales, aparc violentamente en la orilla, no sin antes escuchar uno o

    dos fuertes sonidos de claxon en reclamo por su manera de conducir.

    La mano de aquel hombre sinti un gran alivio cuando se introdujo en el

    agua fra de la hielera, entre bebidas de lata y trozos de hielo. Una pomada y una

    venda fue todo lo que pudo hacer por aquella lesin. Por lo menos pudo disminuir

    su molestia.

    An faltaba mucho por recorrer y si por l fuera preferira dar la media

    vuelta y regresar a casa, as como su esposa le haba pedido temprano aquel da;

    pero hacerlo sera darle la razn y lo pondra en una situacin que un hombre no

    deba tolerar, al menos eso pensaba.

    Minutos despus estaba de nuevo al volante reanudando su recorrido. Su

    mirada se perda en la carretera a una inusual velocidad. Como siempre, haba

    olvidado colocarse el cinturn de seguridad, "eso slo estorbaba" pensaba . En

  • 2

    tantos aos de manejar nunca haba sufrido un accidente, y saba que si estaba

    concentrado no tena por qu ocurrir.

    Una fotografa de tres nios pequeos y una mujer, descansaba incrustada

    en el tablero. Los cuatro se vean felices, y por el paso natural del tiempo, era obvio

    que no era reciente. Una simple mirada a la imagen lo hizo evocar un suceso del

    pasado.

    Aquella maana haba salido de casa muy temprano, ni siquiera se haba

    despedido de ellos. De hecho no haban hablado desde el da anterior, algo que a

    veces no era extrao en su ocupacin; pero aquella vez era diferente: Los afanes de

    la vida, los problemas que dejaron crecer, las palabras de perdn que no se dijeron,

    el orgullo de un hombre que crea que todas sus decisiones eran las correctas; todo

    esto haba levantado un muro que se ergua entre dos personas que seguan

    amndose.

    Adems, en medio de ellos, haba alguien ms, que aprovechando la situa-

    cin, logr confundir el corazn del hombre.

    Dios mo comenz a hablar en voz alta aunque juzg que slo el mismo

    poda escucharse ... creo que pocas veces he hecho esto y ni siquiera s si es la

    forma haba llegado a un punto de desesperacin ... pero si puedes orme, hazlo,

    el camino es largo y necesito hablar con alguien hizo una pausa realmente no s

    qu hacer con mi mujer... nunca me entiende!; pero an as...

    l saba que no quera dejarla, algo en su interior le deca que segua

    amndola; pero no se atrevi a pronunciarlo delante del Seor. Era como confesar

    que estaba cometiendo un error, y no quera aceptarlo.

    Cavil unos minutos antes de continuar, en realidad no se le haban termi-

    nado las palabras, sino ms bien, estaba confundido, y los que lo rodeaban lo hab-

    an desorientado an ms, llenndolo de falsos y malos consejos, todos aquellos

    que lo alentaban a hacer lo que ellos hacan, lo que cualquier "hombre" estaba

    acostumbrado a hacer.

    Dios mo! exclam , s que mi mujer es la que realmente te busca y

    no yo; pero algo me dice que s me puedes ayudar, la verdad estoy desesperado,

    aunque t no tendras por qu escucharme... no a m.

    Una lgrima y una pausa an ms prolongada que la anterior llenaron su

    espacio. El atormentado chofer de carga vio pasar una pelcula de su vida con la

    secuencia de los ltimos das: Malas calificaciones de sus hijos, problemas familia-

  • 3

    res que no estaba seguro ni cmo haban empezado, una deuda que slo podra

    pagar con su actual ruta en condiciones infrahumanas. Cada problema se haba

    apilado hasta convertirse en una montaa imposible de mover.

    En medio de su trance, las ruedas del vehculo seguan girando cada vez

    con ms velocidad, sus propias preocupaciones lo estaban alejando de lo que acon-

    teca a su alrededor.

    En realidad aquel acercamiento con Dios estaba buscando, ms que una

    gua, una excusa para poder hacer lo que tena planeado hacer, lo que burdamente

    consideraba la solucin a todos sus problemas, lo que le permitira hacer todo a un

    lado y empezar de nuevo, como si borrar tantos aos de su vida fuera tan simple.

    En esto estaba cuando sbitamente empez a recordar, no lo malo, sino lo

    bueno de su vida familiar. Enjug sus lgrimas y alz su cabeza, nunca haba expe-

    rimentado algo as. No vala la pena luchar por todo aquello que lo haba hecho

    feliz durante tanto tiempo?, aquello que haba hecho amar a su familia y que nunca

    debi siquiera, pensar en desechar.

    Pronto dej de sentir la pesadumbre inicial y su tristeza fue desaparecien-

    do, esboz una sonrisa y un nimo diferente. En medio de aquella noche, el cielo

    comenz a llorar y la visibilidad empez a disminuir. Sin embargo, aunque pudo

    concentrarse en los asuntos agradables de su vida, an no estaba seguro de qu

    decisin deba tomar.

    Dios mo, si es que me has escuchado, dame una seal para saber qu es

    lo que debo hacer el hombre an dudaba.

    Fue entonces que su celular empez a timbrar, era su mujer. Mir un mo-

    mento la pantalla quitando su atencin del camino, lo dej insistir hasta tres o

    cuatro veces pensando si era correcto responder o no, finalmente lo hizo:

    Hola? salud como si no supiera de quin se tratara.

    Despus de unos segundos escuch la voz de su compaera desde el otro

    lado:

    Cmo ests? fue una pregunta simple y directa como si esperara una

    amplia respuesta del otro lado.

    Bien hizo una mueca como si pudieran verlo y se concentr ms en su

    manejo.

    Y cmo vas? continu, su voz se entrecortaba.

    An falta mucho...

  • 4

    A pesar de sus problemas se alegr al escucharla, no se haban despedido

    bien y en su corazn algo segua vivo. Poco a poco se dio cuenta que seguir hablan-

    do con ella le daba fuerzas y entendi que quera seguir hacindolo por mucho

    tiempo ms.

    Unas voces infantiles se escuchaban en un segundo plano por el celular,

    eran las risas de sus pequeos que jugueteaban al otro lado de la lnea.

    Son los nios! indic la seora , quieren que regreses pronto... y yo

    tambin.

    El hombre se quebr y baj la cabeza sobre el volante como si lo que pu-

    diera suceder a su alrededor no importara; aunque era responsable de toneladas

    de acero viajando a gran velocidad.

    Y cmo est el tiempo? pregunt de nuevo su esposa.

    Bien no quera preocuparla , sabes, yo tambin quisiera estar ahora

    con ustedes... nunca deb tomar este encargo...

    Olvdalo amor respondi con dulzura sabiendo que su marido tambin

    los extraaba ... ahora tienes que terminarlo y luego nos veremos.

    S no alcanz a decir nada ms, su garganta se cerraba por la angustia

    que pudo haberse evitado.

    Te queremos...

    Y yo a ustedes.

    Bueno hizo una pausa, ya mucho ms tranquila , creo que no debo

    distraerte ms, es peligroso que manejes y hables... te estaremos esperando.

    La comunicacin termin y la respuesta esperada estaba frente a l, no

    necesitaba saber ms, su decisin estaba tomada. Resopl profundamente tras

    sentir un gran alivio y entonces el celular volvi a sonar.

    Bueno! respondi sin observar la pantalla, pens que su esposa haba

    olvidado decirle algo.

    Hola tigre! era una voz femenina; pero no era su mujer.

    Ah, eres t dijo de mala gana y se lament por haber contestado.

    Y quin ms poda ser? pregunt con malos modos tu mujer? ri

    sonoramente ... Ya vienes para ac?

    No deseaba acabar lo ms rpido posible ... escucha busc ser cor-

    tante y directo, ya que conoca su carcter . Comet un error...

    De qu hablas? lo interrumpi sabiendo para dnde iba , ahora no

  • 5

    me vas a dejar as!

    Lo siento, he decidido darme otra oportunidad con mi familia...

    Saba que aquella conversacin no tena sentido, as que despus de decir

    esto prefiri apagar su aparato y no escucharla ms; pero tuvo que desviar su mi-

    rada un instante, tan solo un instante, slo para oprimir continuamente el botn de

    poder de su dispositivo. Su siguiente percepcin fue un rechinido que no identific

    inmediatamente, todo sucedi muy rpido. La mole de acero empez a girar junto

    con todos los objetos que no estaban sujetos en la cabina. Todo pareci suceder en

    cmara lenta. Slo fue un parpadeo, para luego perder el sentido. Su vida volvi a

    pasar frente a l en un santiamn, y con sta, las imgenes de la familia que casi

    haba abandonado.

    Pasaron unos minutos?, unas horas?, no lo saba. Lo siguiente que pudo

    descubrir fueron las voces de mucha gente a su alrededor. Su mente trataba de

    acomodar todo para darle sentido, en esos momentos lo nico que le interesaba

    era seguir vivo, porque tena un propsito para hacerlo.

    Squenlos! escuch con claridad el grito de alguien desesperado.

    El agua que continuaba cayendo golpeaba su rostro, eso significaba que

    estaba afuera? En realidad no era as, su cabeza reciba el viento con la humedad a

    travs del parabrisas roto. El hombre no alcanzaba a percibir su posicin, de hecho

    sus ojos entre abiertos slo vean a lo lejos lo que parecan ser las luces de colores

    de la sirena de algn vehculo de auxilio.

    Pronto, un hombre con un atuendo amarillo trep por la puerta a su lado,

    el cristal de la puerta tambin estaba destrozado, se dispuso a sacarlo.

    El cinturn no cede! mascull entre dientes el rescatista al intentar

    abrirlo.

    En medio de su desmayo, aquel chofer se sorprendi. De qu estaba

    hablando?, a qu cinturn se refera?, el nunca se lo haba colocado, para qu?,

    pensaba que slo los tontos tenan accidentes.

    Sus ojos ya no atinaban a enfocar nada, su mirada se meneaba entre un

    punto y otro tratando de entender lo que pasaba a su alrededor. El que fue a sal-

    varlo se baj un poco y empez a desprender la puerta de la cabina.

    El tanque chorrea! grit alguien ms, era el combustible.

    Pronto el chofer qued al descubierto mientras una filosa navaja se enca-

    ba de cortar la correa de seguridad. Fue cargado por su auxiliador y puesto a salvo.

  • 6

    Los sonidos comenzaron a tener sentido en su cabeza, aunque todava no

    recuperaba su equilibrio.

    Dnde qued su copiloto? pregunt el hombre que lo haba sacado ya

    una vez en el suelo.

    Quin? pregunt aturdido.

    El que vena con usted! insisti desesperado y ayudndolo a sentarse

    . Amigo, hay que sacarlo rpido tambin, aunque la lluvia nos ha ayudado, no

    sabemos si una chispa provoque un infierno.

    Yo vengo solo asegur el chofer, aunque despus lo dudo.

    Despus de cruzar sus miradas un momento, su protector decidi dejarlo

    ah, un paramdico vena en camino, as que lo dej en buenas manos. Crey que

    estaba bastante desorientado y no lo ayudara as a encontrar a la otra vctima,

    regres al lugar del accidente y alz la voz:

    Ya encontraron al otro?

    El hombre fue recostado mientras perda su mirada en el cielo. Su vehculo

    estaba prcticamente deshecho, y en lo que quedaba de la cabina, no encontraron

    a nadie ms.

    Cmo puede un hombre desaparecer as nada ms? pregunt el que

    pareca el jefe , dnde est el que lo vio?

    Varios respondieron por igual, no fue uno, sino muchos los que haban vis-

    to a alguien ms junto al chofer.

    El hombre, despus de escuchar aquello, entendi. Su mirada no dejaba

    de observar el cielo nublado, la lluvia empezaba apenas a amainar y una nueva

    esperanza se gestaba en su corazn. Saba que algo maravilloso haba ocurrido y

    que l era parte de ello, slo atin a sonrer y a decir:

    Gracias!

  • 7

    CUANDO TE CREAS SOLA.

    El delantal termin colgado en un viejo gancho que con un poco ms de

    peso hubiera cedido al primer jaln. La verdad, para aquella mesera, que slo ga-

    naba lo suficiente para sostener un viejo automvil Caribe, era una nimiedad si

    terminaba en el piso o no. Ni siquiera le perteneca, slo era su instrumento de

    trabajo.

    Y adnde vas a ir "perrucha"? le dijeron un par de sus compaeras en

    tono burln y despectivo, aunque as se llevaban.

    A ningn lado esboz una sonrisa este fin de semana no hay dinero

    para salir le alegraron un poco el momento con su intento de broma, se senta

    deprimida y ustedes? pregunt slo por cortesa porque en realidad no le

    interesaba.

    No sabemos an se miraron entre s mientras entrelazaban uno de sus

    brazos nadie nos han invitado a salir.

    Y acaso necesitan que alguien las invite para salir? frunci el ceo

    como si sintiera lstima por aquel par.

    Estas se volvieron a mirar como si el comentario de su amiga les hiciera

    sentido, fueron unos segundos en los que pareca que reflexionaban, luego una

    sonora carcajada y un contundente:

    S! chocaron sus manos en lo alto como si fuera algo de gran mrito.

    La mujer slo gir la cabeza en seal de desaprobacin: "Dependientes"

    pens.

    Las luces del local se apagaron y las mujeres ya estaban afuera. El par de

    amigas fueron invitadas a subir por la duea del nico vehculo no colectivo en cien

    metros a la redonda.

    No quieren un aventn? les pregunt con aires de importancia e in-

    clinndose hacia la ventana del pasajero.

    En tu cas-caribe? se burlaron mientras permanecan "amarradas" del

    brazo.

    La conductora hizo una mueca intentando rerse, saba que preferan to-

  • 8

    mar el transporte pblico, as que les hizo una sea obscena y se retir en medio de

    una serie de sonidos metlicos que anunciaban la edad de su coche.

    El retrovisor fue testigo de cmo agitaban sus manos en seal de despedi-

    da mientras brincaban en la acera, aparentemente siempre estaban de buen

    humor. No era as para ella aquel da, estaba cansada y con ganas de regresar a

    casa al lado de la viuda de su madre, que seguramente tendra algn regao espe-

    cial para esa noche, algo que la volvera a hacer perder los cabales como frecuen-

    temente ocurra; aunque esta vez no tena ganas de discutir, slo quera irse a la

    cama.

    No era muy tarde, pero ya estaba oscuro, y la ciudad se haba vuelto parti-

    cularmente peligrosa desde haca unos aos. No era recomendable moverse por la

    calle, ni siquiera dentro de un automvil.

    Repentinamente, aquella "carcacha" empez a temblar como si tuviera es-

    calofro.

    No, no, no! grit la mujer mientras golpeaba el volante no de nue-

    vo!

    La Caribe se detuvo, afortunadamente pudo estacionarse a salvo con el

    ltimo empujn. El panorama en la calle era bastante ttrico, era como si hasta las

    mismas sombras se hubieran escondido.

    Sus manos empezaron a apretar la direccin, muchas cosas terribles pasa-

    ron por su cabeza antes de pensar en una posible solucin. Una mujer sola en me-

    dio de un territorio que no se caracterizaba por tratar bien a sus visitantes, y ella,

    que no haba tenido el cuidado de traer una ropa ms adecuada. No quera imagi-

    nar lo que la minifalda de su trabajo poda provocar en medio de un barrio de per-

    vertidos.

    Tena dos opciones: Quedarse en el automvil e intentar ocultarse de la

    vista de cualquiera hasta el da siguiente, lo cual era muy difcil; o salir y caminar las

    pocas manzanas que faltaban para llegar a casa, lo cual tampoco le pareca buena

    idea.

    Resopl en su lugar e intent contener las lgrimas, preocuparse antes de

    tiempo no era correcto, estaba pensando en lo que todava no ocurra y no tena

    por qu ocurrir. Quera convencerse a s misma; pero no lo lograba. Fue entonces

    que se acord del que nunca se haba olvidado de ella y empez a hablarle en el

    momento de su mayor angustia:

  • 9

    Dios mo dijo en voz baja como si temiera que le contestara como su

    difunto padre , aydame a salir de esto, no s qu hacer...

    De pronto, unas pocas palabras ms rondaron por su mente, algo que hab-

    a escuchado en alguna ocasin, o quizs lo haba ledo, no lo saba, el caso es que

    saba que era verdad.

    Recuerdo hizo una pausa mientras frotaba sus manos nerviosamente

    ... que alguna ocasin dijiste que mandaras a tus ngeles para que me cuidaran en

    todos mis caminos... o algo as en aquel momento se arrepinti de no conocer

    ms.

    Un golpe en el cristal rompi su concentracin, era una anciana de mal as-

    pecto y una sonrisa como las de aquellos que pierden la razn. Sus escasos dientes

    se asomaban junto con una mirada penetrante por el sucio cristal del copiloto.

    Vesta slo harapos y empezaba a golpear con algo metlico el vidrio, lo haca cada

    vez ms fuerte.

    Pues ahora es el momento Dios mo! dijo la mujer asustada mientras

    tomaba sus cosas y sala por la puerta.

    Una moneda! gritaba la vieja desde el otro lado.

    No tengo! respondi mientras apresuraba el paso casi dndole la es-

    palda.

    Una moneda! insisti mientras la vea alejarse.

    Ella saba que si apresuraba el paso, la mujer no iba a poder alcanzarla, as

    que le dio la espalda por completo y sigui su paso cruzando la calle. No haba un

    alma alrededor, nadie que le pudiera dar la mano. Llamar a casa era intil, ni su

    madre ni su telfono sin saldo le serviran de mucho ahora.

    Seguramente seguir as todo el camino se deca as misma , voy a lle-

    gar a casa sin problema y maana vendr por mi auto, no hay por qu temer, no

    hay por qu temer repeta.

    Sus tacones hacan un peculiar ruido en aquel terrible silencio, por ms

    que lo intentaba no poda evitarlo. "Maldita la hora en que no me los cambi!"

    pens.

    Lo nico bueno de aquel sigilo era que tambin implicaba soledad, que pa-

    radjicamente, le daba cierta confianza.

    Estas sola y no hay por qu temer, no hay por qu temer apretaba sus

    manos mientras su cabeza giraba constantemente.

  • 10

    A pesar de que era una noche clida, inexplicablemente senta escalofro.

    La anciana haba quedado atrs y hacia el frente no se divisaba un alma, por qu

    se senta as?

    Slo un poco ms se animaba.

    Una sombra se atraves en el alumbrado pblico, fue algo que pas vo-

    lando, "pjaros a esa hora?" pens.

    No, seguramente era un murcilago; aunque era difcil verlos por la ciu-

    dad. Record entonces que su madre le haba contado alguna vez cuando nia, de

    algunas aves nocturnas cuyo nombre ya haba olvidado. La verdad no era importan-

    te, no era posible que le hicieran dao, continu caminando.

    Un poco ms adelante escuch un sonido, era como si hubieran pateado

    una lata en alguno de los callejones que acababa de pasar. Para su mayor seguridad

    haba escogido una ruta casi por en medio de la calle, un lugar donde poda ser

    visible.

    Fue un animal se dijo a s misma asustada y apresur el paso sin volte-

    ar.

    Slo unos segundos transcurrieron antes de que volviera a escuchar algo,

    eran pasos arrtmicos; pero s, eran pasos, alguien la estaba siguiendo, y se acerca-

    ba. Un grito!, era una voz masculina cuyas palabras no se distinguieron en el dis-

    turbio de la noche.

    El temor se apoder de ella intentando congelarla, las emociones en su

    vientre pareca que lo haran explotar, al igual que su corazn. No supo cmo; pero

    empez a correr sin mirar atrs, estaba segura que alguien la segua, y aunque no

    saba exactamente la ubicacin del que la amenazaba, su instinto de supervivencia

    le indic hacia dnde correr.

    Dios mo, aydame! exclam como un reflejo.

    Gir su cabeza, cosa que no debi hacer. Un hombre encorvado a menos

    de tres metros y con algo metlico en su mano casi la alcanzaba. El sujeto no poda

    correr bien, como si tuviera una pierna lastimada.

    Para cuando se dio cuenta ya estaba en el suelo a merced de su acosador.

    No pudo sentir los golpes en la cada, la adrenalina la haba hecho insensible; pero,

    no pensaba en eso ahora, de frente tena a alguien con perversas intenciones.

    Te dije que te pararas! le grit ya muy cerca.

    Toma le ofreci su bolsa, no se le ocurri otra cosa.

  • 11

    No quiero eso! sonri torcindose sobre ella y mostrando una navaja.

    Sintindose en control de la situacin el hombre tom su tiempo, sus ms

    bajos instintos estaban aflorando, nada le impedira realizar lo que su naturaleza

    animal manifestaba.

    La indefensa camarera slo esperaba lo peor, estaba sola y desprotegida,

    qu seguira despus?, cerr los ojos cuando su atacante se acerc lentamente.

    Fueron los segundos ms largos de su existencia. El aliento ftido de su agresor

    chocaba con su rostro, alz su mano lentamente como si eso pudiera defenderla.

    Extraamente, la ofensiva se detuvo, el hombre se haba alejado? La mu-

    jer se atrevi entonces a abrir los ojos, el individuo segua ah; pero estaba como

    congelado. Sus ojos estaban fijos en algo detrs de ella, su semblante reflejaba

    ahora un terror mayor que el de ella misma.

    Est bien dijo como si hablara con alguien.

    La mujer no se atreva a voltear, qu sorpresa encontrara? Una mirada

    rpida fue la despedida, el delincuente se alej sin decir ms, dejndola en el suelo,

    desapareci en la siguiente esquina, otra vez estaba "sola".

    Antes de levantarse, y an temblando por el incidente, tena que averiguar

    qu era lo que haba asustado a aquel tipo, fuera peor o mejor que lo que lo que ya

    haba pasado.

    A su alrededor, como antes haba sucedido, no haba nadie. Se sent sobre

    el pavimento girando su cabeza en todas direcciones, quin la haba ayudado?,

    qu lo haba hecho correr?, no poda resolver eso ahora, lo importante era poner-

    se a salvo, se incorpor y reanud su ruta nuevamente.

    Poco despus lleg a casa, estaba sucia y maltrecha, y lo nico que recibi

    al volver fue la crtica de su madre. En aquel momento ya estaba lo suficientemente

    cansada como para discutir, y aunque lo hubiera querido no le hubiera sido posible

    hacerlo. Slo quera olvidar todo lo que haba pasado, tomar un bao y acostarse.

    La maana siguiente empez tarde, su madre ya se haba levantado y pen-

    saba salir, ella, por su lado, slo pensaba en recoger su auto y en comer algo.

    Y qu, no vas a decirme por qu llegaste tarde? pregunt la mujer

    mayor de mala gana.

    No quiero hablar de eso, mam.

    Crees que puedes entrar y salir de aqu como quieras ella no tena ni

    idea de la mala experiencia que haba pasado su hija.

  • 12

    Despus de un suspiro, y al darse cuenta de que no podra evadir la discu-

    sin, le dijo:

    Anoche estuvieron a punto de violarme mam fue directa y al grano.

    En realidad no quera ahondar en el tema, as que despus de dejarla pas-

    mada, encendi el televisor, lo que se estuviera transmitiendo era lo de menos,

    slo quera dejar de hablar.

    Las noticias de la maana, como siempre oportunas en los actos delictivos,

    transmitan una nota que le quit el aliento:

    ... Y escuche usted esto deca el titular del programa , un asustado

    ladrn vio frustrado su intento de robo por algo que... hizo una pausa , mejor

    escchelo usted.

    El sujeto que la haba atacado estaba frente a las cmaras, lo reconoci de

    inmediato:

    Ellos me dijeron deca , que deba entregarme y dejar de hacer lo que

    haca...

    La otrora vctima se qued esttica, junto con su mandbula que dej la

    comida a medio masticar.

    ... Eran dos pelados muy grandes afirm el atacante con su falta de cul-

    tura , no s de dnde salieron, cuando volti ah estaban hizo una pausa tarta-

    mudeando ... tampoco hablaban; pero los escuchaba...

    La incrdula camarera escuch con atencin cada palabra, saba que no

    haba sido casualidad haber encendido el televisor justo en aquella nota. Supo

    entonces que el que la cuidaba, tambin tena controladas todas las cosas, y que

    ahora le explicaba lo que haba ocurrido en aquel momento, en el que crea que

    estaba sola.

  • 13

    LA PUERTA FALSA.

    Cmo haba llegado hasta este punto?, en realidad no recordaba ni cmo

    haba empezado; quin lo haba empujado?, slo poda culparse a s mismo, nadie

    lo haba obligado a tomar aquella decisin.

    Desde aquel lugar, donde el viento fresco lo golpeaba con cierta fuerza,

    poda contemplar la magnificencia de la ciudad. Recordaba que aquella vista haba

    sido una de las razones por las que haba comprado aquel lujoso departamento, el

    cual ya no le perteneca ms. Sus brazos tensos hacia atrs se sostenan apenas en

    el marco de la ventana mientras el resto de su cuerpo se abalanzaba hacia adelan-

    te, haba todava un poco de resistencia. La idea de mandar todo al demonio no le

    inquietaba tanto como el golpe sobre el suelo, siete pisos seran suficientes? Hab-

    a escuchado que no siempre era una muerte segura. Ojal todo fuera como que-

    darse dormido.

    Hazlo, qu esperas! era esa voz que desde haca tiempo lo atormen-

    taba.

    El hombre alz la vista al cielo como buscando otra salida; pero su razo-

    namiento no encontraba una mejor respuesta. Saba que nadie lo ayudara a salir

    de su problema, estaba solo. Sin embargo, antes de dar el siguiente paso, tena que

    hacer algo ms. Se sent dejando sus piernas colgar mientras sacaba su cartera,

    an vesta su traje de oficina. Era curioso pensar que en su momento haba aora-

    do siempre comprarse uno as, y ahora careca de importancia si se llegaba a arrui-

    nar o no, los titulares del siguiente da no diran: Tipo con costoso atuendo se

    suicida, de eso estaba seguro.

    Siempre guardaba junto a l la foto de su esposa y sus dos hijas, que ahora

    estaban divirtindose con sus abuelos, ninguna de las tres tena idea de lo que

    haba sucedido, y no tena realmente el valor de decrselos. Ya antes haba escu-

    chado las palabras de su mujer advirtindole. Simplemente no estaba listo para

    escuchar el Te lo dije.

    Ellas no merecen lo que hiciste! volvi a escuchar la voz acusadora.

    Alz la cabeza nuevamente oprimiendo la imagen contra su pecho, las

  • 14

    lgrimas que contena empezaron a rodar. Lo nico que le dola era que ya no las

    volvera a ver; pero, con qu cara poda mirarlas nuevamente habindoles prome-

    tido tantas cosas?, l nunca les haba fallado. Aquella imagen de padre y esposo

    perfecto quedara hecha pedazos en unas cuantas horas.

    Qudate con el recuerdo, eso es lo mejor ahora las palabras fueron

    dulces y engaosas.

    Haba muchos buenos momentos qu recordar, los ltimos aos haban

    sido maravillosos. El reconocimiento en su profesin haba sido extraordinario; el

    dinero y la fama fueron borbotones en cada brindis, el mismo que haba disfrutado

    grandemente con su familia. Cmo olvidar los viajes a Europa y Disneylandia, luga-

    res que l slo haba soado visitar de nio, sus hijas nunca lo olvidaran. Qu

    maravilla haber podido darles todo lo que l slo haba imaginado!

    Un esbozo de sonrisa se le escap queriendo mitigar el amargo momento;

    pero nada lo lograba. l era el proveedor, el que todo saba, el que siempre cumpla

    su palabra, el que nunca les haba fallado. Su gran desempeo lo haba llevado

    hasta donde estaba, a ser una persona de xito, o al menos el xito como el

    mundo lo entenda. Cmo las enfrentara ahora?, no poda imaginar que alguien

    se burlara de l. Era algo que no haba permitido desde haca muchos aos, cuando

    en la loca carrera de la vida se haba prometido a s mismo que nuca nadie lo vol-

    vera a hacer menos. Regresar a aquella historia era algo que simplemente no su-

    cedera.

    S que es lo mejor dijo para s mientras senta un nudo en la garganta.

    Sus ojos vidriosos volvieron a ver al cielo, era como si una parte muy en su

    interior quisiera encontrar otra manera de solventar las cosas. La noche caa ya, el

    cielo estaba un poco nublado, aunque no tanto como su vida. Su entendimiento

    estaba entenebrecido. En un da cualquiera nadie se hubiera atrevido a sentarse en

    aquel peligroso borde. Sucedi lo que tena que suceder, en medio de su distrac-

    cin, resbal, fue repentino; pero su propio instinto de conservacin lo hizo asirse

    con fuerza a la cornisa. Por qu lo haba hecho?, qu no era lo que estaba bus-

    cando desde que se sent ah?

    Termina con esto la voz regres con cierta suavidad empujndolo co-

    mo el que alienta.

    El sentir que no haba vuelta atrs lo hizo sostenerse como una reaccin

    natural. Ambas manos lo detenan con fuerza, mientras la fotografa que le haba

  • 15

    dado un poco de esperanza, se meca en el vaivn del viento hasta tocar el suelo.

    No! grit al verla caer , que alguien me ayude!

    La calle estaba inusualmente desierta, nadie lo poda ayudar. De alguna

    manera obtuvo fuerzas de flaqueza y logr levantar su cuerpo hasta regresar al

    interior de su departamento, no sin antes llevarse algunos moretones. Empez a

    llorar ms fuerte, aunque no saba si por haberse salvado o por considerarse un

    cobarde. Estaba de cuclillas sobre la alfombra, qu le costaba haberse soltado?,

    todo hubiera acabado ya. l vala ms muerto que vivo; pero no tuvo el valor. Reac-

    cion abriendo los ojos al recordar que haba olvidado a su familia en la calle, as

    que se incorpor con rapidez y fue a buscarla.

    Era algo tonto pensar que en aquel momento, las imgenes de su esposa y

    sus hijas pudieran significar tanto. De cualquier manera ya no volvera a verlas, qu

    ms daba si las recuperaba o no, slo era una fotografa. Lo que menos experimen-

    taba en aquel momento era cordura, quin podra pensar en algo sensato en un

    instante as? Sus pensamientos no eran claros, lo que ocurra alrededor, era como

    un mal sueo. Ni siquiera se percat si haba cerrado o no el departamento, la

    verdad ya no importaba.

    Escaleras o elevador?, por dnde llegara ms rpido? Poco despus, ya

    en la calle, no recordaba ni cmo haba llegado. El viento comenz a soplar, a sus

    espaldas, era algo fro. La calle estaba desierta, salvo por algn vehculo que oca-

    sionalmente pasaba a su lado. Dirigi su atencin rpidamente al lugar donde su-

    pona haban cado sus recuerdos. Una mancha clara resaltaba en medio de la

    noche, eran ellas, muchos metros los separaban. Se apresur a alcanzarlas en el

    mismo instante en que el viento resopl con ms fuerza. Volaron ms all de su

    alcance, corri tan rpido como pudo. Haban Transcurrido slo unos segundos, la

    persecucin lo haba ayudado a concentrarse en algo distinto a su problema. Era

    extrao, pero cada vez que se acercaba, una fuerza invisible las empujaba nueva-

    mente. Sin darse cuenta ya haba recorrido unas cuadras, las miradas de algunos

    fueron testigos de un hombre persiguiendo una fotografa.

    Finalmente, el objeto se detuvo en una gran puerta de dos hojas, y como si

    esperara a burlar nuevamente a su dueo, volvi a saltar cuando estuvo a punto de

    ser tomada medio metro ms hacia el interior. El atribulado sujeto lleg hasta el

    umbral jadeando, saba que su objetivo ya no poda escaprsele, camin unos pa-

    sos ms, y al intentar recuperarla, una mano se le adelant, recogindola.

  • 16

    Es suya, amigo? pregunt un anciano con semblante tranquilo y el ob-

    jetivo en su poder.

    S respondi el padre percibiendo inmediatamente la paz que irradiaba

    aquel rostro.

    Su familia? agreg sonriendo como el que prepara una buena nueva.

    S dijo de nueva cuenta.

    Por qu se molestaba en contestarle a aquella persona?, no lo conoca y

    no crea que fuera la mejor idea compartir ahora sus cosas con alguien ms. Ni

    siquiera lo haba hecho con los suyos.

    Sea bienvenido! lo anim el viejo.

    Bienvenido?, a dnde?, l slo vena por su fotografa; pero la fatiga de

    su carrera no lo dej oponer mucha resistencia.

    Pase lo invit nuevamente entregndole lo que era suyo , ellos estn

    esperndolo.

    Esperndome? no tena idea de a qu se refera.

    S continu el anfitrin , su mujer y sus hijas, las de la foto, estn sen-

    tadas all adelante.

    Vaya sorpresa mayscula!, el hombre qued impactado, se enderez tra-

    tando de respirar ms tranquilamente y esforz su vista. Haba buena cantidad de

    gente congregada cantando y aplaudiendo, era un coro a capela muy bien sincroni-

    zado. Pareca una reunin religiosa de esas que a veces pasan en la tele, y aunque

    todo se vea un poco improvisado, los asistentes estaban felices. Qu dara l por

    poder experimentar ese sentimiento?

    Papi! la voz inocente de su hija mayor reson por el corredor, era ella

    corriendo hacia l.

    No haba una explicacin lgica del por qu estaba ah; pero se alegr mu-

    cho. Luego su esposa y su segunda hija aparecieron frente a l tambin. Los gorros

    que cubran las cabezas de sus pequeas se movan de un lado a otro a su alrede-

    dor, su felicidad era evidente.

    Qu hacen aqu? pregunt a su mujer.

    Las nias oyeron los coros y decidimos detenernos, podemos ir con mis

    paps ms tarde argument.

    Un evento estaba a punto de arrancar en aquella iglesia, los primeros can-

    tos eran la preparacin, y aunque la familia tena otro destino, se haban unido al

  • 17

    grupo para disfrutar del momento.

    Nos quedamos? pregunt ella sonriendo.

    Claro an segua pasmado y no muy convencido, ellos ni siquiera acos-

    tumbraban ir a la iglesia.

    El abrazo sincero de su familia fue como una inyeccin de energa positiva

    que lo acompa hasta las primeras filas. Ellas ni siquiera sospechaban lo que haba

    planeado para aquella noche y l tampoco se haba molestado en comentarles lo

    que estaba pasando.

    Y cmo llegaste amor? pregunt su mujer con total inocencia.

    La mir detenidamente, era cierto, cmo explicaba su presencia ah. Men-

    cionar que haba llegado al lugar persiguiendo una fotografa no era la mejor res-

    puesta.

    No s empez a manipular varias ideas en su cabeza , empec a cami-

    nar un poco por la calle y escuch la msica... as como ustedes...

    Amados hermanos! la voz del predicador al frente fue como la cam-

    pana que salva al boxeador nos encontramos aqu reunidos para...

    Las siguientes palabras fueron slo como un murmullo lejano que apenas

    percibieron sus odos. Estaba ah con quienes ms amaba. Qu idiotez haba pre-

    tendido realizar?, cmo era posible tirar a la basura todo por lo que haba luchado

    en la vida? El dinero viene y va, qu tan importante poda ser como para abando-

    nar a su muy amada familia?

    Las mir fijamente, primero a un lado y luego al otro. Por alguna extraa

    razn sus hijas estaban felices y poniendo atencin, ni siquiera en la escuela suced-

    a eso. Las pequeas despertaron algo mgico en l: Esperanza. Lo principal era

    que estaban juntos y que quera que as siguieran; pero haba algo qu confesar:

    Amor? se dirigi a su esposa.

    Dime segua muy atenta a la predicacin.

    Tengo algo qu decirte...

    Es importante? pregunt sin saber cunto, segua abrazada del brazo

    de su marido.

    La verdad s...

    Podras comentrmelo cuando termine el mensaje?

    El hombre la mir ms profundamente y esboz una sonrisa; aunque saba

    que tendra que decirlo, confiaba en su buena reaccin. Deshacer el encanto del

  • 18

    momento era un error. Fuera ahora o en un rato ms, su eleccin ahora s sera la

    correcta.

    Est bien... acept.

    Extendi sus brazos y como pudo abraz a su familia por completo. Una

    lgrima escap de sus ojos, aunque la felicidad que ahora lo embargaba lo ayudara

    a continuar adelante.

  • 19

    EL SUEO DE ISABEL.

    Llegamos! dijo Eduardo mientras bajaba con cuidado a su esposa.

    La arena era clida, calentada por las temperaturas del verano durante to-

    do el da, quemara la piel si uno no se atreva a usar calzado.

    Es hermoso! exclam Isabel mientras usaba su mano como visera para

    ver la puesta de sol.

    Te lo dije.

    Ya habas venido?

    No, slo lo haba visto por internet; pero justo as lo imaginaba.

    Amor, me estoy quemando.

    Disculpa! se apresur a sacar unas toallas de su mochila y las coloc

    de tapete.

    Ella usaba un paliacate en la cabeza y apenas tena fuerza para moverse.

    Su marido la tom de lado y en un ltimo esfuerzo la coloc sobre el lienzo, para

    luego colocarse a un lado.

    Isabel vesta ropa ligera blanca y unas sandalias, l, pantaloncillos cortos y

    una camisa ya muy afectada por el ajetreo.

    Pues ya estamos aqu.

    S sonri sentndose y disfrutando el momento ... por lo menos tuve

    oportunidad de conocerlo.

    Ya no digas eso su semblante se torn serio.

    La arena dorada de la playa ms hermosa del pas estaba bajo sus cuerpos.

    En esa poca muchos turistas visitaban el lugar; pero ellos procuraron apartarse de

    todos. Queran disfrutar del lugar lo ms posible, como si pudieran tomar ese pe-

    queo pedazo de territorio para ellos solos.

    Es una preciosa puesta de sol! Eduardo intent encaminar la pltica a

    algo diferente a lo que los haba llevado hasta ah.

    Y fue tan difcil llegar hasta aqu lament un poco.

    Pero era tu sueo... y haba que cumplirlo. Ahora tenemos todo esto pa-

    ra nosotros, y todo lo que necesitamos en esta mochila aleg optimista.

  • 20

    Gracias reconoci su esfuerzo.

    Chocaron sus cabezas y se dieron un beso carioso, apenas tocndose;

    pero con mucho amor. Ambos sintieron como se les escapaba una lgrima.

    Sabes que hara cualquier cosa por ti asegur l.

    Lo s tontuelo, por eso no me atreva a decrtelo, saba que haras cual-

    quier locura para lograr complacerme.

    Ya me conoces, y no me arrepiento de nada.

    Ni siquiera de casarte con alguien como yo?

    Lo volvera a hacer si naciera de nuevo, eso tenlo por seguro hizo una

    pausa ... disfruta el momento y ya no menciones eso. Estamos aqu y vamos a

    gozar cada segundo de esto no le gustaba que se compadeciera de s misma.

    Ella asinti y se sent un poco encorvada hacia el frente para poder soste-

    nerse.

    Crees que nos dejarn quedarnos aqu?

    Es una playa pblica, no creo que nos molesten.

    Tengo hambre mene su cabeza y la coloc sobre el hombro como su-

    plicndole.

    Slo nos quedan un par de sndwiches de ayer dijo mirando su mochila

    , espero que estn en buen estado... y puedo conseguir un refresco, aqu cerca vi

    una tienda.

    Lo tomar.

    Esprame entonces, ya vuelvo se levant para conseguir algo con qu

    pasar sus alimentos.

    Despus de una cena, ms alimentada por el gran amor de la pareja que

    por excelentes viandas, dejaron que la noche cayera sobre su habitacin recostn-

    dose sobre la mochila. Las estrellas eran su techo en una noche limpia y hermosa.

    Eduardo dijo ella adormilada mientras se recostaba sobre l , t sab-

    as que conocer el mar era mi ms grande anhelo; pero s que tu tambin tienes el

    tuyo, puedes decirme cul es?

    Confo en que pronto lo sabrs.

    No vas a decrmelo?

    Todava no es tiempo.

    Isabel sonri tras la respuesta, de alguna manera saba que le iba a decir

    eso.

  • 21

    En serio no me lo dirs?

    Noup intent dibujar una sonrisa.

    Pues qu cruel sonri dndose por vencida.

    Un momento despus, Eduardo sugiri:

    Oramos?

    Ella acept y se arrodill, estaban frente a frente y sus siluetas semejaban

    un corazn sobre la arena. Sus palabras se elevaron hasta el cielo con plegarias

    sinceras y con un deseo especial que slo l conoca. Cuando terminaron, Isabel

    dej que el sueo se apoderara de ella, haba sido una larga jornada y todo lo que

    quera ahora era descansar.

    Eran estos episodios los que preocupaban a Eduardo, quien saba que

    cualquier noche, ella no iba a despertar, nunca se lo haba dicho; pero eran los

    momentos que ms odiaba.

    Este ltimo da, sin embargo, haba sido el ms hermoso de su breve vida

    marital, y quera conservarlo en su corazn; y de no ser posible otra cosa, recordar-

    a a su mujer tal y como la vea ahora, dormida como un ngel junto a l.

    No poda negar que muchas veces en el pasado no haba cerrado los ojos

    por el temor de perderla. En muchas ocasiones permaneci en vela asegurndose

    que respiraba. Ahora estaban solos, si algo le pasaba tena que estar consciente

    para poder ayudarla, como si dependiera de nuestras propias fuerzas poder cam-

    biar las cosas. Sin embargo, al igual que ella, sus fuerzas flaquearon ante el esfuer-

    zo de la extenuante jornada y fue vencido por el sueo.

    Esa noche, ambos tuvieron el mismo sueo, estaban ah mismo, en la pla-

    ya, en medio de la nada, acostados sobre unas toallas y con la mochila como almo-

    hada, profundamente dormidos; pero testigos al fin de lo que iba a suceder. Un

    personaje sigiloso lleg caminando descalzo, y sin despertarlos, se acerc tocando

    con amor la frente de ella, no como el amor que tiene un hombre por una mujer,

    sino como el amor que todo lo puede, luego se retir de la misma manera, ellos no

    despertaron hasta la maana siguiente.

    Eduardo no despert primero, pero al hacerlo, se dio cuenta de que Isabel

    no estaba, slo el paliacate que usaba en la cabeza. Eso de alguna manera era bue-

    no, al menos eso pensaba. Debi levantarse y caminar por ah sin que se diera

    cuenta.

    El amanecer estaba a sus espaldas, pareca que seguan solos, slo el soni-

  • 22

    do de algunas gaviotas y el vaivn rtmico de las olas empezaba a llenar el ambien-

    te, era un sonido tranquilizante. Aunque era temprano de maana, no era lo sufi-

    cientemente temprano para que los que acondicionaban el lugar para los pasean-

    tes, empezaran sus labores.

    Se sent sobre la arena, esta vez estaba fresca; no como l, que saba que

    necesitaba un buen bao desde haca tiempo. Empez a escudriar los alrededo-

    res, dnde estaba Isabel?, saba que no poda estar lejos, y si le haba pasado

    algo?, en su actual estado poda sufrir un desmayo en cualquier momento, alguien

    pudo llevrsela?, la sola idea hizo que se levantara para observar mejor.

    A no muchos metros de l, una figura femenina conocida revoloteaba con

    su vestido mojado entre las pequeas oleadas que llegaban a la orilla. Lo haca con

    mucha energa. Su pelo corto era muy semejante al de su esposa; pero, poda

    tratarse de ella?

    Isabel! grit desde donde estaba con un poco de duda.

    La mujer volte con una gran sonrisa y al verlo de pie agit fuerte su mano

    llamndolo para que lo acompaara.

    Eres t? se pregunt el hombre an dudando.

    Fue tan simple como dar el primer paso, luego el siguiente, hasta que sus

    pies descalzos la alcanzaron en la orilla.

    Isabel? la tom de los brazos y observ su semblante, uno lleno de vi-

    da, no el que haba llegado hasta ah con l , pero qu te pas?, cmo sucedi?

    No lo s! exclamaba con gran alegra ... simplemente me siento muy

    bien.

    Eduardo no caba de la emocin, saba que algo haba ocurrido anoche;

    pero an no lo comentaba. Empez a dar vueltas con ella mientras la tomaba de los

    brazos, la arena y el agua salada los mojaba sin cesar, giraron hasta que cayeron en

    la superficie mojada.

    Anoche tuve un sueo dijo ella.

    Yo tambin confirm l.

    Se miraron entre s sabiendo que todo tena una relacin.

    Soaste lo mismo que yo! dijeron casi al mismo tiempo mirndose in-

    crdulos.

    El Seor me concedi mi sueo tambin! exclam entonces Eduardo

    alzando los brazos con gran gratitud.

  • 23

    De qu hablas? interrog ella, puesto que no conoca lo que l tanto

    anhelaba.

    Tu sueo era conocer el mar sealo, y despus de una pausa agreg

    ... el mo era, que siguieras conmigo.

  • 24

  • 25

    LA PARTIDA.

    Es tiempo ya? dijo el anciano tratando de contener sus lgrimas.

    T sabes que s respondi el amigo que siempre lo haba acompaado.

    La causa principal de su tristeza no era su partida, sino todo aquello de lo

    que ahora estaba siendo testigo. Se levant de la banca de atrs de la vieja capilla,

    aquella que haba sido la ms barata que le haban podido encontrar. El lugar era

    pequeo, aunque encajaba muy bien con los pocos que lo acompaaban en su

    despedida. Casi todos estaban ah por compromiso, o porque haban preferido

    acompaar a un familiar o amigo, que a un da ms de trabajo.

    Titubeante, aquel viejo quiso ir hacia el frente, quera ver por ltima vez a

    los que haba amado toda su vida, aunque su relacin con ellos no haba sido exac-

    tamente la mejor.

    Sabes que no pueden verte le dijo su acompaante con voz suave.

    El hombre volte e hizo un gesto, saba que era verdad; pero se conforma-

    ba con poder contemplarlos por ltima vez. La voz de su nico verdadero amigo no

    lo detuvo.

    Su actual estado le permita moverse con soltura, ya no haba dolor en sus

    rodillas, su vista ya no era borrosa, no le calaban los zapatos, ni la piel le picaba por

    alguna alergia. Sin embargo, acostumbrado a andar con cuidado, segua caminando

    rtmicamente, creyendo que cada paso poda significarle un tropezn. Lleg hasta

    el frente donde un atad maltratado, que no pareca nuevo, guardaba el motivo de

    aquella reunin.

    Adis viejo! dijo el que era su hijo mayor en un tono que no reflejaba

    ninguna pesadumbre.

    Su padre lo observaba sintiendo pena por l, las palabras de su vstago no

    lo heran, ya estaba acostumbrado; pero las consecuencias de las cosas que haca

    s. No hay nada que duela ms a cualquier padre que ver a un hijo sin futuro, y

    ahora la situacin para su primognito empeorara, porque saba que ya no estara

    con l para ayudarlo, como lo haba hecho en sus anteriores dos divorcios, vaya

    que le haba sacado canas verdes!, se, el que una vez imagin que sera su orgullo,

  • 26

    ni siquiera haba aprendido a decirle: "Pap".

    La reunin pareca agitarse un poco, era evidente la inquietud e indiferen-

    cia de los asistentes; pues incluso haba quien estaba oyendo msica en lugar de

    poner atencin.

    Deja eso! se escuch a una madre gritando a su hijo adolescente .

    Estamos en el funeral de tu abuelo!

    Y qu? contest insolente el muchacho sin querer deshacerse de su

    diversin , casi ni lo veamos mam.

    La mujer, que apenas haba tenido tiempo de ponerse algo encima para

    salir al evento, mir a su hijo sabiendo que tena razn.

    Es cierto hizo una pausa mientras sus labios temblaban de tristeza, las

    palabras se atoraban en su angustia , ese fue mi error... abandonar a mi padre

    tanto tiempo...

    Su rostro era el nico que reflejaba afliccin en el pequeo saln, estaba

    sola, ah con sus tres hijos y sin marido que la acompaara. Su historia haba sido

    difcil y triste, y adems, la reciente ausencia le haba pegado ms duro an. Se

    sent al lado de su familia e inclin su rostro mecindose un poco como si no qui-

    siera creer lo que estaba sucediendo.

    Mi hija dijo el viejo , siempre le dijimos que ese hombre no le conven-

    a.

    Criar a los hijos siempre ser difcil admiti el que lo acompaaba.

    Por qu tiene que ser tan difcil? volte para tenerlo de frente , por

    qu si uno se esfuerza en decirles lo que est bien y lo que est mal?, por qu si

    uno da la vida y lo que tiene por ellos, an as pagan de esta forma?

    Me lo preguntas a m? sonri sabiendo que el hombre entendera.

    Me siento responsable regres a mirarlos despus de meditar un poco

    lo que dijo su amigo.

    T has sido un buen padre que les ha enseado el camino de la verdad;

    pero han escogido mal.

    Todava puedo hacer algo? insista.

    T ya lo sabes coloc su brazo por sobre la espalda del viejo , no es

    necesario que te conteste, todo lo que tenas que hacer lo has hecho ya: Te sacrifi-

    caste por ellos, diste tus mejores aos y an los postreros para velar por su bien,

    los enseaste, les mostraste el camino correcto y los reprendiste cuando debas;

  • 27

    mas, an as, no todos son buena semilla; mas todos escogen la senda que han de

    seguir. Uno quisiera que todos sus hijos llegaran victoriosos hasta el final; pero no

    siempre sucede.

    El hombre guard silencio, quin los auxiliara ahora para enfrentar sus

    problemas?, su mujer haba fallecido aos atrs, slo se tenan a ellos mismos. No

    siempre haba sido as; pero las cosas empeoraron cuando empezaron a crecer. Un

    da tuvieron que deshacerse de la casa que con tanto trabajo haban comprado, el

    negocio familiar se haba ido a pique gracias a los malos manejos de su segundo

    hijo, a quien tuvieron que rescatar de los despilfarros y de una deuda con Hacien-

    da, lo que haba provocado la enfermedad que termin con la vida de su esposa;

    pero tambin era su hijo y lo amaba, aunque no estuviera presente.

    Podr verla ahora? se refera a su compaera, la extraaba.

    Te est esperando volvi a sonrerle.

    Me har mucho bien volverla a abrazar... trataba de fijar su atencin

    en algo positivo.

    Una voz familiar interrumpi el momento, era un hombre que tambalen-

    dose entraba al lugar.

    Dnde est mi hermano? pregunt en voz alta el intruso.

    Los asistentes lo miraron con desaprobacin, al parecer no era la primera

    vez que haca un ridculo as.

    Como pudo camin entre las bancas y se dirigi al fretro que quisieron

    cerrar antes de que l llegara; pero no lo consiguieron. El embriagado sujeto logr

    colocarse sobre el cuerpo, an en su estado se negaba a soltar la botella, aunque

    prcticamente estaba vaca.

    Una serie de sonidos que los asistentes no pudieron identificar emanaron

    del acongojado familiar. No saban dormitaba o lloraba, prefirieron permanecer a

    distancia.

    Mi hermano dijo el testigo invisible , cmo es posible que haya ter-

    minado as?

    Hace mucho tiempo que el hombre es libre de escoger el camino que va

    a seguir agreg el que s lo poda ver.

    l es el ms joven de entre todos mis hermanos, y ahora, el nico que

    queda. Tuvo las mejores opciones y an as las desperdici, pap le dio muchos

    privilegios porque era al que ms quera, y mralo ahora hizo una pausa , no

  • 28

    puede siquiera ponerse en pie se compadeci cul ser su futuro?, podr

    tener otra oportunidad?

    Mientras haya vida siempre habr una segunda oportunidad asegur

    su amigo.

    Que tengo qu hacer para que l pueda salir adelante ahora?

    Sabes bien que lo que podas hacer ya lo has hecho, ahora est en l to-

    mar o no lo que ya se le ha dado.

    Mir un tiempo a su hermano, su cuerpo estaba ms arruinado por los vi-

    cios que por la edad, siendo el ltimo desliz de su padre, fue tambin su ms gran-

    de orgullo, ya que lo tuvo en su vejez. Su corazn sinti una profunda tristeza, ya

    que saba que era muy difcil que enmendara su camino.

    Avanz un poco hacia su derecha dejndolo recostado sobre su cuerpo,

    mir a su hijo mayor, el que poda explotar de rabia con cualquier mal momento y

    que desde muy joven le haba perdido el respeto.

    Crees que l tenga remedio? volvi a preguntar preocupado.

    S.

    Dio unos pasos a la derecha y mir a su hija.

    Y ella?, podr arreglar su vida?

    Seguro que s.

    Y mis nietos?, ellos an son muy jvenes.

    S.

    Hizo una pausa prolongada mientras desviaba su atencin al resto de los

    asistentes, los cuales no llegaban a una docena. Eran casi todos desconocidos,

    quizs eran curiosos que simplemente entraron, a la edad del viejo no era comn

    tener muchos amigos.

    Qu hay de mi otro hijo, el que no ha podido venir?

    Siempre habr ocasin para que el corazn del hombre se arrepienta

    mientras haya un aliento de vida.

    Ya no pudo contener ms su llanto, el cuadro que lo rodeaba era desola-

    dor y ni an en aquellos momentos dej de pensar en los que lo rodeaban. Se dej

    caer sentado en el suelo y su amigo lo hizo junto con l.

    No quisiera irme as se cruz de brazos apretndose fuerte como si tu-

    viera escalofro.

    Es ya tiempo amigo.

  • 29

    El viejo acept la mano que lo ayud a levantarse y empez a caminar

    acompaado por en medio del recinto, a un lado unos, al otro, otros. Gente sin

    esperanza y con vidas destrozadas, mientras que el que se iba lo haca acompaado

    de la mejor compaa que cualquier pudiera tener.

    Repentinamente, una idea, quizs una que muchos catalogaran como ton-

    ta o irresponsable; pero las entraas de aquel varn reconocan que era lo ltimo

    que poda intentar:

    No podran ellos ocupar mi lugar?

    Quien lo acompaaba pas su brazo por su espalda mientras lo miraba fi-

    jamente, y con una gran sonrisa dijo:

    No tienes que sacrificarte por ellos asegur , yo ya lo he hecho...

    Una luz brillante emergi sin previo aviso, no pareca tener un origen, mas

    todo lo iluminaba. Lo que tenan detrs desapareci cuando los ojos de aquel abue-

    lo se concentraron en ella. Una paz que sobrepasa todo entendimiento llen su

    corazn, y en un abrir y cerrar de ojos, el viejo, parti a su final destino.

  • 30

  • 31

    MI MEJOR AMIGO.

    Era uno de esos das crueles del verano en la ciudad, esos que te hacen

    sudar hasta lo ms hondo de tu ser. Para colmo, el aire acondicionado del saln de

    clases se haba descompuesto haca ya varios das, y el trasero de cada alumno era

    testigo de ello en cada intento por acomodarse en el banquillo.

    Crees que no puedo hacerlo? pregunt en voz baja el bravucn del

    grupo a los que siempre estaban con l.

    No te atreveras lo ret uno de sus compaeros.

    El maestro les daba la espalda y no alcanzaba a escucharlos, la clase era

    tediosa y el ambiente se prestaba para que todo mundo estuviera pensando en

    cualquier cosa que no fuera la escuela. Las vacaciones estaban cerca, la verdad ni

    ellos mismos saban por qu an seguan ah.

    Ya lo vers que s puedo asegur preparndose a cometer la travesura.

    Los que lo rodeaban le ponan ms atencin a l que a la explicacin del

    que estaba enfrente, la nica preocupacin en ese instante era matar el tiempo

    hasta el fin del da.

    Agazapado en su asiento y con gran cuidado, el pequeo rufin empez a

    mojar en su boca un papelito, luego obtuvo un popote que ya tena preparado para

    estas ocasiones. Con gran sentido del tiempo esper el momento oportuno, y como

    si fuera una precisa cerbatana, lanz su dardo justo a la cara del que apodaban

    "Blob".

    Al agresor le gustaba recibir la alabanza por sus "logros"; pero en aquella

    ocasin hubiera preferido que el grupo no hubiera levantado aquella sonora carca-

    jada que termin por ponerlo al descubierto.

    Qu pasa aqu? pregunt el maestro con voz fuerte imaginndose la

    situacin.

    El muchacho regordete tard unos momentos en quitarse de la mejilla el

    asqueroso proyectil, lo hizo con gran calma, como si no le molestara el hecho.

    Aquel educador no era tonto, y saba lo que tena, antes de que Blob terminara de

    limpiarse, llam al responsable, cuyo historial ya era bien conocido y lo conmin a

  • 32

    ir con el director. El pequeo travieso abri los brazos como alegando inocencia;

    pero nada lo salvara. Como acto final hizo una caravana en la entrada del saln a

    espaldas de su mentor, como esperando el aplauso de sus compaeros, el cual

    obtuvo con facilidad.

    El muchacho agredido era muy solitario, siempre lo haba sido. Muchos no

    se le acercaban porque era un poco diferente, su tamao y peso eran superiores a

    la del resto sus compaeros, aunque tena la misma edad. Aunado a esto, tambin

    haba una oscura historia familiar, el pap de Blob nunca asista a la secundaria, y

    como casi no hablaba con nadie, ni los maestros se haban preocupado por cono-

    cerlo, simplemente era un misterio.

    El timbre anunci el final del da, un grito jubiloso hizo eco en cada pared

    de la habitacin, cada alma presente poda sentir ya cercano el olor de las vacacio-

    nes de verano; sin embargo, Blob segua callado, para l era lo mismo la escuela

    que el verano en casa. Lentamente recogi sus cosas y empez a caminar detrs de

    la turba hacia el exterior.

    En el pasillo ya lo esperaban los que haban instigado a su atacante, esta-

    ban en grupo confabulando. Aunque en tamao y peso eran menores que l, no les

    faltaba valor para estarlo molestando, haba sido como un deporte durante casi

    tres aos.

    Lo dejaron pasar y cuando estuvo a unos dos metros le gritaron:

    Eh Blob!

    El atribulado adolescente volte con inocencia, en realidad nunca debi

    hacerlo.

    Piensa rpido! insisti el que le haba gritado.

    Para cuando sus ojos divisaron lo que vena hacia l fue demasiado tarde,

    sus regordetes manos estaban atoradas en el cinto de su mochila, no pudo defen-

    derse. Un baln de futbol fue a darle directamente en la nariz dejando su ya colo-

    rado semblante an ms enrojecido. El impacto provoc que se fuera de espaldas

    ante la risa de todos.

    La humillacin fue an peor que la anterior. Algunos del clan fueron tam-

    bin a dar al suelo; pero de la risa.

    Tembl la tierra! gritaron con fuerza mientras seguan con su burla.

    No muy lejos de ah algunos profesores vieron al muchacho en el suelo,

    aunque slo uno se dispuso a ayudarlo.

  • 33

    Crranle! fue el grito uniforme al ver acercarse a la autoridad.

    Blob ya haba puesto una rodilla en el suelo y a pesar de todo ni un "Ay!"

    se haba desprendido de su boca.

    Ests bien? le pregunt el maestro mientras lo ayudaba a incorporar-

    se.

    S respondi, aunque la marca colorada en su rostro deca lo contrario.

    El hombre se le qued viendo intrigado. Aquel muchacho era mucho ms

    grande que los dems, acaso no poda defenderse?, y hubiera sido correcto de-

    cirle que lo hiciera?, tal vez si hubiera sido su padre lo hubiera hecho.

    Ests seguro? insisti como empujando al muchacho a tomar alguna

    accin para acusarlos.

    S, no pas nada su tranquilidad era muy poco comn.

    No quieres que te revisen?

    No volvi a colgar la mochila a su espalda con gran facilidad y se retir

    pausadamente.

    Los ojos de su auxiliador lo siguieron todo el camino hasta que se perdi

    de vista, qu era lo que haca que aquel joven reaccionara as?, no era comn que

    no se defendiera.

    La maana siguiente marcaba el ltimo da de clases, el estirn final y el

    colofn estruendoso de una juventud deseosa de diversin. Las cosas no fueron

    muy diferentes a otros das cuando todos salieron por ltima vez por aquella puer-

    ta.

    Esprate Gordo! grit Pedro, el muchacho que haba ido a la direccin

    por utilizar su "cerbatana" , sabas que llamaron a mis paps por lo de ayer? se

    dirigi a Blob.

    No el cabello rizado y rojizo de aquel pacfico adolescente se arrastr

    por la pared mientras lo rodeaban.

    Y seguro van a castigarme el acosador era alto; pero an as, su vctima

    era ms alta y de mayor peso , y todo es por tu culpa.

    Perdname Pedro dijo, aunque saba que no haba sido su falta.

    El brazo apoyado de su acosador cerca de su rostro le impeda el paso.

    Seguramente me van a castigar este verano, y todo gracias a ti su sem-

    blante dibuj una sonrisa maliciosa , as que, cmo me lo vas a pagar?

    Muchos ojos miraban y todos saban que nada de aquello era verdad; pe-

  • 34

    ro, qu importaba. Aunque Pedro se haba ganado todo lo que le haba sucedido,

    molestar a Blob se haba convertido en un pasatiempo muy entretenido. Aquel

    reporte era uno ms de los muchos que Pedro se haba colgado en el ao, sus pa-

    dres ya estaban hartos de su mala conducta.

    El regordete pelirrojo permaneca tranquilo a pesar de todo, su mirada se

    agachaba ante la amenaza que se cerna en su contra, su mano no se atreva a

    levantarse ni siquiera para escapar de aquel crculo que pareca cerrarse alrededor.

    Correr, eso de nada servira, su sobre peso no lo haca el ms gil del mundo, lo

    alcanzaran de inmediato y todo poda ser an peor.

    No s respondi a la pregunta que le haban formulado con aparente

    calma, ya no vea a los ojos a Pedro.

    Su perseguidor ampli su sonrisa mientras miraba a los que lo apoyaban,

    quienes estaban con l ms por temor, que por amistad. Su mente trataba de ma-

    quinar un castigo ejemplar para Blob; pero no se le ocurra algo digno de tal opor-

    tunidad.

    Te espero en el callejn junto al parque, a las cuatro de la tarde le

    apret la nariz, la que an conservaba la marca del baln de futbol que le haban

    lanzado el da anterior , ms te vale que ests ah advirti sealndolo.

    Blob asinti con la cabeza, los muchachos se retiraron, no sin antes lanzar

    algunos golpes sobre el cuerpo de su vctima.

    El maestro que se haba compadecido de l observ todo a la distancia, y

    antes de que se recuperara del incidente fue a hablar con l:

    He notado como te tratan tus compaeros lo mir fijamente tienes

    nombre amigo? quiso familiarizarse con l porque no lo conoca.

    Todos me dicen Blob respondi todava con la cabeza agachada.

    Aquel testigo sonri, no por la gracia que le ocasion el apodo, sino por-

    que no quera mostrarle al muchacho que su baja autoestima empezaba a preocu-

    parle.

    Y tus padres quines son?

    Mam est en casa; pero casi no viene a la escuela.

    Y tu pap?, ya saben ellos lo que pasa aqu en la escuela?

    Pap muri hace poco y nunca quiso saber nada de m ni de mi mam, y

    ella ahora est muy ocupada...

    Sonaba bastante lcido para ser una persona que constantemente era

  • 35

    amedrentado.

    Parece que no lo ests manejando muy bien pas su brazo sobre la es-

    palda del adolescente y lo encamin a la salida . Puedes decirle a tu madre que

    venga a hablar conmigo?

    El joven asinti con la cabeza y se retir con aparente tranquilidad. Unas

    horas despus, el plazo pactado estaba por cumplirse. Pedro haba estado pensan-

    do cmo escarmentara a Blob; sin embargo, nada interesante pasaba por su cabe-

    za, slo la idea de desquitarse del castigo que seguramente le impondran sus pa-

    dres lo tena bloqueado.

    Un buen nmero de estudiantes se encontraron en el lugar donde aparen-

    temente algo diferente ocurrira, reaccin propia de todo adolescente curioso.

    Dnde est ese gordo? se preguntaba impaciente Pedro.

    Y qu le vas a hacer? lo interrogaban los que lo acompaaban.

    Pedro slo les sonrea, en realidad no tena una buena respuesta, an. Re-

    pentinamente, la reunin se vio interrumpida por un grito lejano:

    Corran! algunos jvenes un poco mayores que ellos pasaron como

    viento huracanado por la entrada del callejn.

    Los primeros hicieron caso al asomarse por mera curiosidad, los ms fieles

    se quedaron porque no pensaron que se tratara de algo importante. Estaban entre

    dos casas con una nica salida hacia el parque. Empezaron a escuchar gritos ms

    fuertes, lo que hizo cambiar de parecer a los que se haban quedado, Pedro se

    qued atrs.

    Un perro! gritaron casi al unsono los que lo pensaron dos veces para

    asomarse.

    La verdad, el pequeo abusador no tena sus sentidos puestos en la situa-

    cin, lo que para su mala fortuna provoc que se quedara solo. Fueron slo unos

    segundos, apenas los suficientes. Cuando por fin decidi acercarse a la nica salida,

    alguien ms lo cerc por el otro lado.

    Pedro no saba mucho de animales; pero los ojos furiosos del que tena en-

    frente le indicaban que no tena buenas intenciones. El valor de aquel jovencito se

    le escurri hasta el suelo al encontrarse en la disyuntiva de correr o esperar a que

    aquella amenaza no intentara atacarlo. Para empeorar las cosas, toda la atencin

    de aquel canino se centraba en l, nadie ms lo poda distraer, estaba entre el pe-

    rro y la pared. Nunca haba visto a uno rabioso; pero haba escuchado que la espu-

  • 36

    ma que le sala del hocico era un indicio de que lo estaba.

    Los gruidos se intensificaron mientras el muchacho buscaba una manera

    de salir. Las paredes del callejn eran altas y no haba ni soporte ni reja por la que

    pudiera escapar, el nico camino estaba frente a l. El perro se agazap un poco

    dispuesto a atacar, Pedro cubri su rostro en un acto reflejo presintiendo lo peor.

    De improviso, un sonido seco, seguido de una queja propia de un animal, y final-

    mente un grito:

    Corre Pedro! era Blob con una pala en la mano.

    Haba atizado un buen golpe sobre la cabeza de la bestia; pero eso no era

    suficiente para detener a un perro de ese tamao. Sin pensarlo dos veces el mu-

    chacho utiliz la vereda que su compaero haba abierto para que escapara. No

    hubo un "gracias", ni siquiera una seal de aliento, slo cruzaron sus miradas, uno

    completamente asustado y el otro con una agresividad ajena totalmente a su com-

    portamiento normal.

    Pedro corri y gir hacia la salida del parque, para entonces ya haba un

    buen grupo de padres protegiendo a sus pequeos. Cruzndose con l lleg el

    servicio de la perrera municipal:

    Dnde est el perro? le pregunt la autoridad deteniendo su carrera.

    En el callejn, justo a la vuelta! hizo una pausa mientras vea al encar-

    gado correr con sus herramientas para "cazarlo".

    Pedro los observ unos segundos, an no asimilaba lo que haba sucedido,

    sus "amigos" se haban ido ya y no poda hacer nada por Blob, lo mejor era regresar

    a casa.

    El evento fue noticia desde esa tarde hasta la maana siguiente: "Un ani-

    mal rabioso atac a varios nios en el parque, todos son atendidos en el hospital de

    la localidad". Pedro no haba podido dormir esa noche, y fue hasta entonces que

    reaccion, comprendiendo el gran valor del que pretenda ser su vctima. Pidi a

    sus padres ir a verlo, pues saba dnde estaba, algo en su corazn empezaba a

    moverse.

    Una vez en el hospital:

    T debes ser Pedro asegur la madre de Blob al verlo acercarse.

    S dijo el muchacho esperando una mala reaccin porque la crea ente-

    rada de todo.

    Mi hijo siempre me habla de ti sonri acaricindolo por el cabello , di-

  • 37

    ce que ustedes son grandes amigos...

    El muchacho no supo qu contestar, saba que no mereca aquel recono-

    cimiento, qu era lo que el gordito le haba dicho a su madre entonces?

    Puedes pasar a verlo, eres el nico de sus compaeros que ha venido

    indic la seora.

    Los padres de ambos se quedaron platicando afuera de la habitacin. Pe-

    dro entr sigilosamente, Blob estaba recostado, tena algunas heridas en sus brazos

    y la sbana le cubra desde la cintura hasta los pies.

    Pedro! salud efusivamente al verlo entrar.

    Cmo ests? dijo acercndose.

    Qu poda decirle a alguien a quien haba tratado tan mal y que ahora

    ocupaba el lugar que seguramente tendra l? , fue duro, verdad? a esta edad

    uno tiende a ser muy poco diplomtico.

    No menospreci lo sucedido , la verdad no fue nada sonri con su

    acostumbrada tranquilidad.

    Pedro lo mir de pies a cabeza, un profundo sentimiento de culpa invadi

    su corazn, no recordaba nunca haber sentido algo as. El que estaba enfrente de l

    haba arriesgado su vida para protegerlo, por qu?

    Amigo le dijo mientras su voz se entrecortaba , por qu lo hiciste?

    la razn no le daba para comprender aquel tremendo acto de valenta , por qu

    te arriesgaste as por m si yo siempre te he tratado mal?

    ... Porque s que si hubiera sido al revs t hubieras hecho lo mismo

    sonri contento porque era la primera vez que Pedro lo llamaba "amigo", y sin

    dejarlo responder continu . Pedro, yo siempre quise ser tu amigo, pero no saba

    cmo decrtelo... eres el nico de la escuela que me ha puesto atencin, aunque

    sea para molestarme ro , gracias a ti me doy cuenta que los dems notan que

    existo. Sabes, no muchos se dan cuenta que existo.

    La declaracin del maltrecho jovencito conmovi aquel duro corazn, Pe-

    dro llor y le apret la mano con un saludo como tienen por costumbre los de su

    edad.

    Y yo no saba que t podas ser un amigo tan grande declar con ver-

    dad, y se propuso en el corazn cambiar hizo una pausa mientras se alegraban de

    lo que estaba sucediendo; pero cuando quiso dirigirse a l por su nombre no lo

    record.

  • 38

    El muchacho pelirrojo lo mir sabiendo lo que le pasaba y dijo:

    Tres aos juntos y no sabes mi nombre dijo ... llmame Chuy.

    Pedro sinti un gran deseo de abrazar a aquel "enorme" amigo; pero no

    saba si era lo mejor para l, se qued con las ganas de hacerlo.

    De hoy en adelante Pedro hizo una promesa , nadie volver a moles-

    tarte ni a decirte "Blob" como antes, y sers para siempre mi mejor amigo.

    Chuy no caba de la felicidad por lo que estaba sucediendo, haba confir-

    mado por fin, la amistad de Pedro, aquel era hasta entonces el mejor da de su

    vida.

    Dicen que el perro tena rabia dijo Pedro cambiando rpidamente la

    conversacin.

    S! exclam el enfermo como si la aventura fuera algo digno de contar

    . Tuvieron que inyectarme, usaron agujas de este tamao! sus manos se abrie-

    ron como unos veinte centmetros , bueno, dicen que tenan que ser grandes por

    mi estmago se burl de s mismo , quieres ver dnde me picaron?

    No, gracias evadi Pedro.

    Aquel da, el primero de las vacaciones escolares de aquel ao, fue muy

    distinto a otras veces; pero para aquellos muchachos todo haba terminado de una

    manera maravillosa.

  • 39

    LA LNEA FATAL.

    Despejen! advirti el mdico mientras frotaba el desfibrilador.

    El muchacho apenas era mayor de edad y su joven cuerpo haba resistido

    hasta ese momento; pero no haba muchas esperanzas.

    Carguen! insisti el que lo intentaba revivir.

    Dos, tres y hasta cuatro ocasiones hasta que la delgada lnea de la vida se

    mantuvo horizontal.

    Hora de fallecimiento? pregunt el doctor.

    Tres treinta y cinco seal la enfermera.

    Antenla entonces retir su gorra de la cabeza , cmo est el otro?

    Est en el quirfano de la sala dos, lo estn interviniendo.

    Loca juventud! exclam reprimiendo.

    Una manta cubri al joven quien ya no sabra nada de lo que pasaba bajo

    el sol.

    Su amigo tambin estaba mal, haba sido un accidente terrible, todo pro-

    vocado por el alcohol, la velocidad y su propia imprudencia. El muchacho estaba

    cubierto de sangre y los mdicos buscaban determinar los puntos crticos de sus

    lesiones, las que deban atender primero para poder mantenerlo con vida. De pron-

    to, la lnea fatal se hizo presente nuevamente, el paciente no reaccionaba, intentar-

    an resucitarlo.

    Caan por una especie de embudo, era como haber sido soltados desde

    arriba al vaco, podan verse entre ellos. Muchos ms los rodeaban y todos estaban

    en un alarido menos ellos dos, que parecan disfrutarlo.

    Qu te pas? dijo Rubn, uno de ellos, al ver al otro seriamente heri-

    do.

    A m? pregunt Gonzalo , no te has visto t? Rubn pareca haber

    sufrido una grave lesin en el pecho.

    Qu sucedi?

    Slo recuerdo un golpe, t venas manejando?

    no eras t?

  • 40

    No lo recuerdo; pero... esto esta cool! sonri an en un estado de

    xtasis.

    Apenas deca estas palabras cuando llegaron al final, primero uno y luego

    el otro, luego muchos ms se amontonaron en una especie de bolsa gigante.

    No me dejan respirar! grit Rubn como pudo , y quines son es-

    tos?

    Dnde estamos? agreg Gonzalo.

    Luego una gran puerta en el fondo se abri dejndolos caer nuevamente.

    Quedaron desparramados en alguna especie de suelo oscuro. Haca mucho calor y

    las heridas de su accidente empezaron a molestarlos mucho.

    Creo que me romp algo dijo Gonzalo tomndose el brazo.

    Yo tambin Rubn tena molestias cada vez que respiraba.

    Una serie de quejidos, llanto y crujir de dientes se escuch a lo largo de

    todos los que acababan de caer con el par de jvenes, luego los sonidos de la

    atmsfera llegaron hasta sus odos, gritos, desesperanza, sonidos que helaran la

    sangre de cualquiera. El panorama era terrorfico, no haba sol en el horizonte,

    tampoco estrellas, en dnde estaban?

    Varias siluetas humanoides a unos cuantos metros se aproximaban a ellos

    como una pared. El humo y el olor a azufre se entremezclaban con la visin, haba

    risas y comentarios entre los que se aproximaban. Lo que aquellos desafortunados

    observaron era la peor de sus pesadillas.

    Bienvenidos a la boca del infierno! grit el que estaba en medio alzan-

    do los brazos ante el alarido de los que lo acompaaban , esta es su ltima mora-

    da!

    De la nada surgieron grilletes que fueron a abrazar el cuello, las muecas y

    los tobillos de todos los que haban llegado. Pronto se encontraban caminando en

    fila india hacia su ltimo destino.

    Sabes qu est sucediendo? pregunt Gonzalo asustado mientras

    caminaba atrs de su amigo.

    No lo s...

    No lo sabes Rubn! interrumpi uno de los que lo custodiaba, como si

    lo conociera ... esto es el infierno! lo golpe con una especie de ltigo a l y a

    todos los que estaban cerca , es el lugar del que escuchaste hablar muchas veces

    y nunca hiciste caso! el aliento de aquella criatura le causaba nuseas.

  • 41

    Imgenes en su mente de lo que alguna vez le compartieron sus padres

    empezaron a atormentarle. Muchas veces le hablaron de aquel sitio, donde cada

    detalle estaba enfocado al sufrimiento, ya empezaba a lamentarse y apenas estaba

    comenzando.

    Llegaron hasta un terreno lleno de fosas, algunas ocupadas y otras no. En

    el horizonte se perda la gran cantidad de stas, lo que era constante era el quejido

    de los que en cada una de ellas se encontraba. El que pareca ser el lder se detuvo

    y dijo con voz sonara:

    Djame a estos dos aqu! orden.

    El custodio, con una sonrisa macabra y lleno de gozo por lo que haca, se-

    par a Rubn y Gonzalo de la fila arrojndolos por separado a dos de los huecos

    vacos. El golpe hizo vibrar de nuevo los huesos de Rubn, saba que algo se haba

    roto. El olor a azufre y el calor se multiplicaban, el humo se le meta por la nariz y el

    calor en el fondo estaba quemando sus zapatos.

    Yo no debo estar aqu! grit desconsolado Gonzalo con total descono-

    cimiento de lo que enfrentaba.

    Rubn por el contrario, ya haba escuchado lo que segua, el shock que le

    provocaba la situacin simplemente lo tena sin habla. Uno de los entes que iban

    con el grupo se qued un rato para atormentarlos, golpendolos y lastimndolos

    en medio de grandes carcajadas.

    Eso era todo?, as iba a terminar su vida?, y los planes que haba hecho

    para su futuro?, y su novia? Lo que sus padres tanto se haban preocupado por

    ensearle siempre lo dej para despus; aunque s tuvo oportunidad de escuchar-

    lo. Era todo tan simple como una delgada lnea fatal entre un momento y otro?,

    era como el decidir haber ido o no a divertirse aquella noche?, y qu si no hubie-

    ra acompaado a Gonzalo?, cmo era posible que un s o un no marcaran para

    siempre el destino de su vida?

    Les gustaba el alcohol, verdad? pregunt con sarcasmo aquel mons-

    truo colocndose en medio de ellos , eso es bueno, ahora no tendrn oportuni-

    dad ni siquiera de mojar la punta de sus lenguas!, sern mis huspedes por la

    eternidad! despidi una gran carcajada ... y t, Rubn, no te dijo papi y mami lo

    que era este lugar?, gracias a que no creste, ahora, ests aqu...

    T lo sabas? pregunt interrumpiendo Gonzalo.

    Me lo haban dicho... pero nunca lo tom en serio, pens que tendra

  • 42

    tiempo para pensarlo.

    Por qu no me lo dijiste? grit reclamndole.

    Ni yo mismo estaba convencido!, hubiera eso cambiado en algo las co-

    sas?, hubiramos dejado de vivir cmo lo hacamos?, siempre al borde, siempre

    buscando nuevas emociones... hubiramos cambiado?

    El demonio guard silencio mientras observaba cmo se peleaban entre

    ellos. Aquello le entretena ms que torturarlos; pero an as continu hacindolo.

    Cada golpe de aquel ltigo haca mella en sus cuerpos como lo hara cualquier ins-

    trumento de castigo similar. Se cans de lastimarlos hasta que no pudieron poner-

    se ms en pie.

    Quiero regresar! grit Rubn pensando que todava tena una espe-

    ranza.

    Regresar? el dicho llen de una hilaridad morbosa a su carcelero .

    Qu no sabes que ya no puedes regresar?, deberas de saberlo, muchas veces te lo

    dijeron, aqu no hay vuelta atrs!

    Cunto tiempo estaremos aqu? pregunt ingenuo Gonzalo.

    Tiempo?, el tiempo no es nada aqu, ustedes son mos para siempre!

    Rubn se sostena con sus manos y sus rodillas en el fondo de la fosa, su

    respiracin se aceleraba tratando de jalar aire, simplemente no poda hacerlo; y a

    pesar de que se ahogaba, sus sentidos seguan funcionando. En ese momento

    hubiera deseado haber perdido el conocimiento; pero no sucedi as.

    Ahora viene el trato especial advirti el demonio.

    Baj sus brazos lentamente y los alz de inmediato provocando que sur-

    giera fuego desde el fondo de aquellos agujeros, quemando por segundos todo lo

    que encontraba a su paso. El dolor era real, el fuego, era real, as como el dao que

    ocasionaba. Ambos desearon morir en aquel momento; pero no podan, puesto

    que la segunda muerte es el sufrimiento eterno en el lago de fuego, mientras tanto,

    la tortura no parar.

    Rubn observ las huellas en su cuerpo cuando su guardin se hubo can-

    sado, era real, todo lo que estaba pasando era real; y no haba como evitarlo, ya

    estaba ah y nadie lo iba a poder sacar. Por qu no haba hecho caso a sus pa-

    dres?, por qu se empe en hacer las cosas que le gustaban aunque fueran en

    contra de sus enseanzas?, por qu les minti esa noche y sali a escondidas con

    su amigo?, si tan solo hubiera habido un poco de prudencia en su corazn no estar-

  • 43

    a pasando lo que estaba pasando, si tan slo hubiera escuchado.

    Otra vez? pregunt el torturador con irona.

    Las llamas volvieron a elevarse con ms fuerza, hacindolos gritar de dolor

    junto con muchos otros que estaban en las fosas, un alarido que alcanz a escu-

    charse en la sala de operaciones, cuando el mdico logr hacer volver a su pacien-

    te.

    Volvi! advirti la enfermera.

    La lnea vital se convirti en un rtmico y acelerado sube y baja. El corazn

    de Rubn regres a la vida con gran agitacin. Los ojos del muchacho miraban

    hacia todos lados, girando y comprendiendo que ya no estaba en el mismo lugar. El

    efecto posterior le provoc un desmayo que lo ayud a descansar.

    Ese mismo da, los padres de Rubn pudieron visitarlo, estuvieron preocu-

    pados y conscientes de todo lo que haba pasado, menos de las terribles visiones

    de su experiencia. Hasta antes de verlos no saba qu haba pasado con su amigo,

    ni si todo lo que haba visto y sentido haba sucedido realmente.

    Entonces Gonzalo? pregunt el muchacho.

    No lo logr, hijo confirm su padre.

    Rubn apenas se poda mover, estaba muy lastimado, tena varias costillas

    rotas y le costaba trabajo respirar. Empez a llorar recostado y se acord de la

    ltima vez que se haban visto, si todo aquello haba sido verdad, si su amigo segua

    en aquel lugar, ya no podra hacer nada por l. Si tan slo hubiera obedecido en su

    momento, si tan slo l mismo lo hubiera credo antes, su amigo tendra una espe-

    ranza.

    Pap, mam los mir a ambos estando cerca de l , creen que exista

    el infierno?

    Hijo dijo su padre extrandole una pregunta as en aquel momento ,

    as como existe el bien, existe el mal y sabemos y te hemos enseado, que el infier-

    no, como el cielo, existen.

    Por qu la pregunta hijo? intervino con cario su madre.

    Pap, mam, perdnenme, les ment y les he mentido en muchas otras

    cosas, ahora s que siempre me lo dijeron para protegerme y no para molestarme.

    Sabemos todo eso, Rubn asegur l.

    Lo saben?

    Tu pap y yo siempre lo supimos replic ella ; pero no quisimos hacer

  • 44

    nada hasta que aprendieras por ti mismo, as lo decidimos y creo que tambin nos

    equivocamos.

    No volte con ambos , el que siempre estuvo mal fui yo y quiero en-

    mendarlo hizo una pausa , les pido perdn por lo que he hecho y quiero que de

    ahora en adelante todo sea diferente.

    La pareja se mir y sonri sabiendo que cualquier cosa que hubiera pasado

    esa noche haba trado de vuelta al hijo que haban perdido.

    FIN

  • Este libro fue distribuido por cortesa de:

    Para obtener tu propio acceso a lecturas y libros electrnicos ilimitados GRATIS hoy mismo, visita:

    http://espanol.Free-eBooks.net

    Comparte este libro con todos y cada uno de tus amigos de forma automtica, mediante la seleccin de cualquiera de las opciones de abajo:

    Para mostrar tu agradecimiento al autor y ayudar a otros para tener agradables experiencias de lectura y encontrar informacin valiosa,

    estaremos muy agradecidos si"publicas un comentario para este libro aqu".

    INFORMACIN DE LOS DERECHOS DEL AUTOR

    Free-eBooks.net respeta la propiedad intelectual de otros. Cuando los propietarios de los derechos de un libro envan su trabajo a Free-eBooks.net, nos estn dando permiso para distribuir dicho material. A menos que se indique lo contrario en este libro, este permiso no se transmite a los dems. Por lo tanto, la redistribucin de este libro sn el permiso del propietario de los derechos, puede constituir una infraccin a las leyes de propiedad intelectual. Si usted cree que su trabajo se ha utilizado de una manera que constituya una violacin a los derechos de autor, por favor, siga nuestras

    Recomendaciones y Procedimiento de Reclamos de Violacin a Derechos de Autor como se ve en nuestras Condiciones de Servicio aqu:

    http://espanol.free-ebooks.net/tos.html

    http://espanol.free-ebooks.nethttp://espanol.free-ebooks.net/http://espanol.free-ebooks.net/share/pdf-tw-1412774470http://espanol.free-ebooks.net/share/pdf-fb-1412774470http://espanol.free-ebooks.net/share/pdf-in-1412774470mailto:?subject=Encontr este libro para ti. Es Gratis y me encant...&body=Hola,

    Encontr algunas buenas lecturas para ti y tambin son GRATIS!

    Acabo de terminar de leer Caf caliente para esos das fros y te lo puedo recomendar muy bien.

    Puedes obtenerlo GRATIS a travs de este enlace:

    http://espanol.free-ebooks.net/ebook/Cafe-caliente-para-esos-dias-frios

    Ve, leelo y despus me cuentas que te pareci.http://espanol.free-ebooks.net/ebook/Cafe-caliente-para-esos-dias-frios/reviewhttp://espanol.free-ebooks.net/tos.html