Cagliostro

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fQ 0;7 /f ¡ {!3 3 # •• !",:-:-~-;. ...:.-- -... r~··1 ", PROLOGO "Toda esta página que acabamos de escribir está atrave- sada por un camino lleno de fango, de charcas de agua y de leyendas". Así dice Vicente Huidobro 'al iniciar esta novela-film, novedosa y magnética Como el mismo Ca- gliostro. Por eso no es raro que el' lector deba suponer que no ha comprado un libro en una librería sino entra- das para el cine, que se acomoda en una butaca y se dis- pone a ver a Cagliostro en escena. Novela mágica donde advertimos una admirable co- rrespondencia entre forma y fondo, entre estilo y conte- nido, Cagliostro ha tenido, antes de ésta, dos ediciones, la segunda con prólogo de uno de los más fervientes dis- cípulos del autor, el poeta Eduardo Anguita. La Editorial Andrés Bello, que ha publicado las Obras Completas de Vicente Huidobro y también, en un volumen aparte, su Mío Cid Campeador, presenta ahora a este mago medio médico y alquimista, a Cagliostro, una de las personali- dades más enigm,áticas de todos los tiempos. Actúa Cagliostro en momentos conflictivos de la His- toria de Francia, pertenece a la más secreta de las sectas secretas y se halla involucrado en el célebre Asunto del Collar de María Antonieta. La Enci.clopedia Británic;a no trata mejor que la La- rousse al inquietante Cagliostro y tanto el término char- latán como el término aventurero se repiten más de una 7

Transcript of Cagliostro

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PROLOGO

"Toda esta página que acabamos de escribir está atrave-sada por un camino lleno de fango, de charcas de agua yde leyendas". Así dice Vicente Huidobro 'al iniciar estanovela-film, novedosa y magnética Como el mismo Ca-gliostro. Por eso no es raro que el' lector deba suponerque no ha comprado un libro en una librería sino entra-das para el cine, que se acomoda en una butaca y se dis-pone a ver a Cagliostro en escena.

Novela mágica donde advertimos una admirable co-rrespondencia entre forma y fondo, entre estilo y conte-nido, Cagliostro ha tenido, antes de ésta, dos ediciones,la segunda con prólogo de uno de los más fervientes dis-cípulos del autor, el poeta Eduardo Anguita. La EditorialAndrés Bello, que ha publicado las Obras Completas deVicente Huidobro y también, en un volumen aparte, suMío Cid Campeador, presenta ahora a este mago mediomédico y alquimista, a Cagliostro, una de las personali-dades más enigm,áticas de todos los tiempos.

Actúa Cagliostro en momentos conflictivos de la His-toria de Francia, pertenece a la más secreta de las sectassecretas y se halla involucrado en el célebre Asunto delCollar de María Antonieta.

La Enci.clopedia Británic;a no trata mejor que la La-rousse al inquietante Cagliostro y tanto el término char-latán como el término aventurero se repiten más de una

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vez en su biografía de un cuarto de página. Se tiene, sí,seguridad de las fechas de nacimiento y muerte de Ca-gliostro que a medio camino se transforma en conde:

-1743-1795. O sea, 52 años. Pero ello noinvalida la creen-cia de que ha vivido miles de años y que no está dispues-to a irse de este planeta acogedor sin vivir algunos siglosmás.

Cagliostro, para Huidobro, es un símbolo y un desa-fio. Símbolo de que existe lo mágico, de que el milagroestá vigente con su secuela de maravillas, pese a quienpese. En particular pese a "esos hombres de ciencia queno quieren aceptar nada fuera del comer y del digerir ...(que) harían reír si no dieran lástima".

y un desafío, el de experimentar una novela-film, unanovela con escenografias construidas tal como en las pe-lículas, muchas de ellas geniales, algunas francamentedescabelladas. 'Todo es refrescante en esta novela-film yla personalidad un poco infantil del mago se nos hacetan simpática como la del autor. Huidobro tiene un sanosentido del humor. Por .eso no es extraño que más deuna vez' nos riamos alegremente a medida que recorre-mOS los salones y los caminos en compañía del condeCagliostro. .

Junto a esta novela mágica el lector encontrará al-gunas poesías de Huidobro. Entre ellas su Arte Poéticay su Canto III de Altazor, obras verdaderamente extraor-dinarias. En la primera Huidobro dice cómo debe serpara él un poema y echa 'las bases del movimiento queformó. el Creacionismo. Altázor, con Alturas de MachúPicchu, de Neruda, y Venus en el Pudridero, de Anguita,es uno de los principales l;'oemas largos de la literaturachilena. Especialmente resulta memorable el Canto II consu solemnidad amorosa y su impresionante catarata deimágenes. .

Pero es mejor dejar ahora al lector en compañía deCagliostro para que tenga, como nosotros la hemos teni-do, una experiencia mágica que se inicia en la primera yno termina hasta la última página. He aquí a Cagliostro

vivió mil años y a Vicente Huidobro que mucho des-s de muerto, por la gracia y la frescura de su arte,ue viviendo entre nosotros. He aquí la historia quese acaba cuando todo se acaba: Cagliostro por Vi-

nte Huidobro.

CARLOS RUIZ-TAGLE.

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PREFACIO

1I duda alguna todo el mundo ha oído hablar de Ca-stro. Un hombre tan, misterioso, rodeado de una vidamisteriosa, 'no puede dejar de interesar a las gentesbre todo a los curiosos de cosas curiosas.¿Quién era Cagliostro?Si buscamos su nombre en un diccionario enciclopé-, el Larousse, por ejemplo, encontraremos las siguien-palabras: "Cagliostro. -Hábil charlatán, médico y[lista italiano (según se cree), nacido en Palermo yrto (según se dice) en el Castillo de San León, cerca

Roma (1743-1795). Tuvo un gran éxito en la corte des XVI y en la sociedad parisiense de aquel tiempo,mpeñó un gran papel en la francmasonería, estuvoclado en varios affaire s y en el famoso Affaire del Co-. Luego se trasladó a Roma, en donde fue condenadouerte por la Inquisición; ,la pena le fue conmutadaprisión perpetua".Otras enciclopedias dicen que nada, sé sabe de ciertoe su origen, ni tampoco sobre su muerte. Otras agre-gue se hacía pasar por mago y pretendía [abricar el

, poseer recetas maravillosas para engrosar las per-, los brillantes y otras piedras preciosas; también pre-

la conocer el elixir de vida. Según algunos, llevó suacia hasta sostener que podía adivinar los númerosualquier lotería. En una ocasión afirmó seriamente

,/ 13

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que hacía más de tres mil cuatrocientos años que vivíasobre la tierra y que viviría aún otro tanto. Para que nadafalte a su leyenda, 'hasta se ha llegado a decir que Ca-gliostro se creyó capaz de resucitar a los muertos.

Todo el poder extraordinario de este hombre debeatribuirse, según esos autores, a que era un hábil charla-tán, un .prestidigitador de primer orden; las maravillasque de él se cuentan deben ser atribuidas, dicen ellos, ala sugestión colectiva, porque acaso ese hombre conocióantes que nadie (he aquí una pequeña concesión) ciertosfenómenos de hipnotismo y magnetismo.

Es decir que este mago charlatán, que este mago pres-tidigitador obraba verdaderos milagros debidos sólo a lasugestión colectiva; por lo tanto, no eran verdaderos mi-lagros, sino falsos milagros, milagros fingidos. Hacíacreer que fabricaba el oro, hacía creer que poseía la pie-dra filosofal, hacía creer que engrosaba las piedras pre-ciosas, etc. .

. Curioso argumento es este que, queriendo destruirhechos maravillosos, los explica por medio de otros he-chos no menos maravillosos. Rechazan un extraordina-rio en nombre de otro extraordinario. Porque es innega-ble que un hombre que tiene el poder de sugestionar atoda una colectividad para hacerle ver lo- que él quiereque vea es, por lo menos, tan extraordinario como el hom-bre que fabricara oro, que alargara la vida o hiciera cre-cer las perlas, y que este hecho es tan' maravilloso comolos otros. . ,

Estos falsos hombres de ciencia de la generación dehace unos treinta o cuarenta años, que no quieren acep-tar nada fuera del comer y el digerir, que se, encabritancontra todo fenómeno un poco extraño, y que cuandotratan de explicado se embrollan y se enredan en suspalabras y en sus razones y al fin dicen tonterías quenada explican, harían reír si no dieran lastima.

No se crea por esto que yo soy un milagroso y quecreo en todos los prodigios que cuentan las beatas de al-

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¡

. Ni mucho menos. Solamente que me parece que haychos fenómenos que no conocemos aún y que, si nopueden explicar de un modo inteligente, más vale la

na no explicarlos Y declarar con franqueza que por aho-no pueden explicarse- Esta actitud me parece más dig-y menos ridícula que la de dar mediocres explica-

iones. .¿Por qué suponer imposible que los alquimistas detras tiempos hayan fabricado el oro? ¿Porque es dema-lado extraordinario? ¿Y no estamos rodeados de extraor-inario? ¿No es tan extraordinario poner un disco en unramófono Y que esa especie de platillo de pasta o deeluloide rept;oduzca la voz humana? ¿Y la telegrafía sin

hilos? ¿Y la televisión? ¿Y todos los fenómenos de la elec-ricidad? ¿Es acaso poco extraordinario el hecho de quen mínimo cable' pueda transmitir la fuerza necesaria,esde una dínamo lejana, para hacer correr cientos deranvías por una ciudad? .

Se me dirá, si algunos alquimistas lograrori haceroro, ¿por qué '110 lo hacen hoy? Bien pobre argumentoes éste, pues todos sabemos I que un invento puede per-derse. Hoy no conocemos, con precisión absoluta, cómoArquímedes quemó desde lejos las naves enemigas. Ade-más, entre los ocultistas las fórmulas no pasaban de ma-no en mano como pasan hoy entre los hombres de cien-cia. Esas fórmulas se expresaban con símbolos intencio-nalmente obscuros, de modo que sólo los grandes inicia-dos pudieran descubrir el secreto. Por otra parte, creoque no es muy difícil admitir que un hombre puede ha-ber hecho un invento, puede haberlo presentado a algu-nos amigos y haberse muerto después sin haber explicadojamás sus experiencias. Nadie negará que esto puede su-ceder y que pudo haber sucedido. ¿Por qué razón no seríaprecisamente Cagliostro ese hombre o uno de esos hom-bres? ¿Quién puede afirmar y en nombre de qué puede'afirmarse que Cagliostro no fabricó el 'oro artificialmen-te, ni engrosó diamantes} ni adivinó números de loterías,ni curó enfermos desahuciados por otros médicos? Eso

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sería como sostener que 't« ciencia en todos los hombrestiene que ser forzosamente igual. .

¿Cagliostro, un charlatán? Es posible; todos los mé-dicos son charlatanes. Asistida una sesión de la Acade-mia de Medicina. ¡Qué magnífica charlatanería y qué se-guridad en la charlatanería! Leed las memorias presen-tadas a las academias médicas y a los institutos desdehace sólo cuarenta años a esta parte, haced el 'computode las teorías discutidas, admitidas y hoy caídas. ¡Québrillante charlatanería y qué seguridad tan rotunda en lacharlatanería!

¿Cuál era la gran pretensión de Cagliostro? Poseerciertos secretos que desconocían sus contemporáneos,curar las enfermedades del cuerpo y sobre todo las delespíritu para adquirir un real ascendiente sobre los hom-bres y los pueblos. ¿Con qué objeto? Unos dicen que erael representante visible de ciertas sectas ocultas que per-seguían un fin desconocido; otros dicen que sólo queríaimplantar en la tierra un régimen de mayor justicia so-cial y de libertad de ideas.

El autor de este libro no ha seguido a Cagliostro entodas las peripecias de su vida. Nada os contará de susviajes a Inglaterra, ni del proceso que tuvo en Londresante la justicia y en el cual sus mismos acusadores reco-nocieron que repetidas veces les había dado números dela lotería que habían salido premiados; nada os hablaráde su viaje a Rusia y su estancia en la corte de Catalinani de sus años vividos en Italia. Solamente ha queridocontar, en un negro tono menor, su vida y su leyenda enFrancia. ¿De dónde venía? ¿Adónde iba? Son cosas queél siempre deseó dejar en el misterio. El autor ha queridorespetar este deseo. . .. Las eternas preguntas que diferentes autores se hanhecho sobre Cagliostro deben ser resueltas en un libromás científico que éste.

¿Era Cagliostro un personaje al servicio de una na-ción o de una secta oculta que pretendía cambiar el régi-men político general en Europa?

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¿Era simplemente un inspirado (j) un hombre al ser-vicio de proyectos secretos? ¿Qué mano misteriosa y conqué intención guiaba a tan extraños personajes comoSaint-Germain Y Cagliostro?

Al decir Cagliostro que él había vivido miles de añosy que viviría. aún muchos siglos, ¿se refería a un hechomaterial o se refería solamente al espíritu revolucionarioque él parecía encarnar en su tiempo?

La mejor respuesta a estas preguntas y a todas lasacusaciones de que su nombre ha sido objeto la encon-tramos en estas palabras suyas:

"Yo no soy de ninguna época ni de ningún sitio. Fue-ra del tiempo y del espacio 111.iser espiritual vive sueterna existencia, y si me hundo en mi pensamiento re-montando el curso de las edades, si yo tiendo mi espírituhacia un modo de existencia alejada de aquel que vos 0-

, tros percibis; yo llego a ser el que deseo ... Juzgad miscostumbres, es decir, actos, decid si ellas son buenas, sivosotros habéis visto otras de más potencia; entonces noos ocupéis de mi nacionalidad, ni de mi rango, ni de mireligión".

He querido escribir sobre Cagliostro una novela vi-sual. En ella la técnica, los medios de expresión, los acon-tecimientos elegidos, concurren hacia una forma realmen-te cinematográfica. Creo que el público de hoy, con lacostumbre que tiene del cinematógrafo, puede compren-der sin gran dificultad una novela de este género.

De todas mis lecturas y mis reflexiones spbre tanmisterioso personaje, ha nacido esta novela-film. Lo quele ha colgado mi fantasía es acaso menos que lo que élpudo hacer y tal vez que lo que él hizo y que nosotrosignoramos. Cuando se tienen buenas espaldas se puedeechar carga encima, y la tentación es grande ... Sólo sepresta a los ricos, ha dicho un psicólogo.

VICENTE HUIOOBRO

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EL AUTOR AL LECTOR

Suponga el lector que no ha comprado este libro en unalibrería, sino que ha comprado un billete para entrar alcinematógrafo.

Así pues, lector, no vienes saliendo de una librería,sino que vas entrando al teatro. Te sientas en un sillón.La orquesta ataca un trozo de música que ataca los ner-vios. Tan estúpido es... y debe ser para que guste a lamayoría de los oyentes. Termina la orquesta. Se levantael telón, o, mejor dicho, se corren las cortinas y aparece:

CAGLIOSTRO

por

Vicente Huidobroetc., etc., etc., etc., etc.

Luego aparece el subtítulo general explicativo del argu-mento y' lo más breve posible:

PRELIMINAR

Hacia el final del reino de Luis XV, Francia y una granparte de Europa estaban invadidas por numerosas sectassecretas, cuya acción, aunque ignorada de la mayoría delas gentes, tuvo una gran influencia en los acontecimien-tos de la época. ' ,

[Cuántas cosas grandes, cuyo origen no conocemos,nacieron tal vez en obscuros subterráneos donde algunosperseguidos discutían a la media luz de una bujía!

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Aquellas sectas tuvieron su origen en el Oriente mita-roso, y el poder de lo Oculto preocupaba a los más altoserebros del Occidente que se entregaban afiebrados alstudio de la Alquimia, de la Magia y de todos los mis-erios de la Cábala, atraídos por la belleza de esta cien-ia olvidada. ' ,

Entre los que lograron iniciarse, sólo algunos raroslegidos poseían fuerzas verdaderamente extrahumanas.

La admisión en las sectas implicaba el más absolutoecreto ... ¡Ay'de aquel que lo divulgara!

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a tempestad' siglo XVIII retumbaba aquella tarde defío sobre la Alsacia adormecida', sobre la dulce Alsacia

bia a causa de sus hojas y de sus hijas.Grandes nubes negras y llenas como vientres de fo-sobrenadaban en los vientos mojados en dirección

ia el oeste, guiadas por hábiles aurigas. De cuando enndo ellanzazo de un relámpago' magistral vaciaba so-la angustia de nuestro panorama la sangre tibia denube herida.

ra una noche especial para el martillo de los mane-s falsos y los galopes de los lobos históricos. A lacha del lector, la lluvia y la fragua activa de la tem-

tad: a la izquierda, una selva y colinas.a selva magníficase queja agitada por el viento co-

un órgano o una' gruta marina, se lamenta como si8 los niños perdidos llamaran a sus madres. Todapágina que acabamos de escribir está atravesada pormino lleno de fango, de charcas de agua y de le-

I:'-IIUUS.Al fondo del camino aparecen de pronto dos linter-

ralelas balanceándose como un borracho que cantahorizonte. 'Una carroza misteriosa, a causa de lay el color, avanza sobre el lector al 'galope com-de sus caballos, cuyos enormes cascos de hierrotemblar toda mi novela.

I-,

\ -~.. -- .•......-

PRELUDIO EN TEMPESTAD MAYOR

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El cochero, para imitar al cielo, castiga sus potroscon los relámpagos de su látigo y la carroza se acercaseparando la lluvia como los cañaverales en las grandesllanuras tropicales. I

"...,..+) La carroza llega delante de nosotros, muy cerca, aalgunos metros de nuestros ojos. La lluvia se encarnizaintencionalmente sobre el mayoral. Mi feo. lector o mihermosa lectora deben retroceder algunos metros para noser salpicados por las ruedas de este misterio que pasa. '

De improviso la tempestad crece, los relámpagos ca-lientan nuestros ojos mojados y el rayo, escapándose desu yunque invisible, se desploma sobre un caballo de lacarroza enlutada, que se torna mucho más enlutada conun caballo muerto tendido en tierra y los otros dos enca-britados de justa indignación, El cochero se ve magníficoen su actitud de detener los caballos espantados. Pareceun monarca sobre el carro del Estado al borde del abismode la Revolución, etc.

Pero si el cochero solo es impotente para dominar lafuga de dos caballos espoleados por el terror, el pesomuerto del caballo muerto viene a prestarle ayuda. Elexceso de muerte retiene al exceso de vida, ese excesode vida producido por el pánico y que tiene su origenen la simple electricidad nerviosa. I

La extraña portezuela del extraño carruaje cruje alabrirse lentamente y un hombre cubierto con una capaque no deja ver sino sus ojos saca la cabeza de la nochede la carroza a la noche 'del cielo a fin de saber lo quesucede. . . .

¿Habéis visto sus ojos? Sus ojos fosforescentes co-n;1O los arroyos que corren sobre las minas de mercurio,sus ojos de repente han enriquecido la noche, ellos sonla única luz en el fondo de su propia existencia. Miradlosbien, porque esos ojos son el centro de mi historia yhan atravesado todo el siglo XVIII como un riel elec-trizado.

Sus miradas enérgicas serían bridas suficientes para

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tener mil caballos desbocados. Su voz fuerte preguntaimportancia del accidente.

El cochero responde humilde, y sus palabras tími-s lamen la mano -de la noche.

La tempestad comienza a calmarse como si hubieratisfecho su hambre con ese simple caballo carbonizado.

El hombre cubierto, el hombre de ojos extraordina-s, desciende de la carroza buscando orientarse. Unaque reconoce el lugar toma resueltamente un peque-

sendero que trepa hacia la colina. iSendero al fondola memoria de los años semejante a una trizadura en

Iuniverso!~ El extraño personaje a quien siguen nuestros ojos

a a la selva respirando con delicia la fragancia abo-ada de los árboles, cuya altura mide levantando la

beza. Hermosa selva para los misterios y los encanta-lentos de las palabras arcaicas dormidas en' la Cábala.

La selva se hace más misteriosa al contacto de esembre de paso firme que la atraviesa y la impregna devida y de su calor, hasta que saliendo por el otro

tremo, la selva se vuelve pobre y sin interés, los árbo-comienzan a tiritar de frío. Atrás se queda la pobre

va. El hombre que la animó un instante, que la hizotremecerse hasta la médula de los huesos, se aleja

ra y se dirige hacia el fondo del paisaje.1 fondo del paisaje es una casa en ruinas, una es-de viejo lagar abandonado: tres muros sin techo,

muros roídos por el pico de los años de presa y allo un vasto patio donde se amontonan piedras, vi-y días enmohecidos.

1 personaje de ojos de fósforo al llegar al viejoempieza a golpear con el pie el suelo en diferentes. Un sonido hueco le hace detenerse, se inclina a

y sonriendo imperceptiblemente busca un instan-n la mano y levanta decidido una trampa bastantea para un hombre normal.na pequeña escalera aparece ante sus ojos, des-

!\'

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ciende .por ella y la trampa se cierra sobre él como unatumba. Entonces el extraño personaje que vamos si-guiendo se encuentra en, un subterráneo de piedras ver-dosas y mojadas de recuerdos imprecisos.

Al fondo de la cueva nuestro personaje advierte unapuerta, hacia la cual se dirige, la abre y ante él apareceun corredor estrecho que atraviesa resuelto llegando an-te otra puerta. Aquí se detiene un instante en actitud deescuchar, De pronto abre la puerta, sin tocarla, con lasola fuerza de su mirada. A sus ojos aparece un gransalón de estilo Edad Media para cinema, En el centrohay una vasta mesa de gruesa madera. Sobre la mesa,cartas geográficas, e inclinados sobre varios países deEuropa, doce personajes están sentados alrededor de lamesa. Al ruido de la puerta que se abre, los doce perso-najes se cubren el rostro con sus cogullas. Aquel queestaba en el extremo de la mesa más próximo a la puer-ta, desenvainando su espada, avanza amenazante haciael desconocido, que permanece tranquilo y silencioso, si-lencioso y tranquilo en el umbral, cubierto con su capahasta los ojos.

Momento angustioso. Aquí la capa cae lentamentede sus hombros.

El fantasma de la espada se acerca al desconocido,pero éste lo detiene en su impulso con una mirada di-recta al corazón. La espada amenazadora desciende len-tamente. Entonces el desconocido vuelve su mirada ha-.cia aquel que preside, el cual tiene en el pecho, dibujadasobre la túnica negra, una cruz con una rosa al medio.Este, sin alzar la cogulla, pregunta:

-¿ Quién sois? ¿Conocéis el peligro que corréis aquí?El desconocido, avanzando dos pasos, responde:-Ego sum qui sumo El peligro es para los débiles.

Yo estoy aquí en medio de los rosacruces, ¿no es verdad?Ante, estas palabras el Gran Rosacruz manifiesta su

descontento y los otros eneapuchados se agrupan a sualrededor como dispuestos 'a obrar contra el intruso.

-Vuestra vida está en nuestras manos.

-No -responde el desconocido-, sin¿ entre lasanos de aquel que se esconde detrás de ese muro, elnde de Saint-Germain.

Todos se vuelven hacia la muralla del fondo, la cual,Ividiéndose en dos mitades, empieza a apartarse lenta-ente, y aparece el conde de Saint-Germaincon su barbalanca y su larga túnica tan blanca como la barba, sen-da en un trono en medio de una especie de altar ro-eado vde candelabros con bujías encendidas. Con unsto majestuoso el anciano detiene la discusión.

El intruso desconocido da algunos .pasos hacia elliar y dobla una rodilla en tierra. El conde de Saint-

rmain habla con una voz de semidiós:-En nombre de los hermanos de Occidente, yo sa-

do a Cagliostro, el enviado del Oriente.Pronunciadas estas palabras, el conde de Saint-Ger-

in saca de su dedo una hermosa sortija, más antigualos anillos de Saturno, y, pasándola en el dedo del

rsonaje misterioso, exclama con su acento solemneparece salido de algún siglo olvidado:-Conde Cagliostro, yo te he inspirado la orden de

nlr aquí, porque estoy demasiado viejo y, conociendopoder y tu ciencia, te he escogido para continuar miión. Te he inspirado esta orden mientras dormías y temostrado en sueños el camino que te conduciría a mí.Cagliostro se inclina y responde:-Gracias, gran Maestro, el anillo que me das es el

y la llave. '-Dime, conde Cagliostro, ¿ cuál es el nombre de tustro?-Mi Maestro se llamaba A.-Tu Maestro se llamaba L.-Mi Maestro se llamaba T.-Tu Maestro se llamaba H.-Mi Maestro se llamaba o.-Tu Maestro se llamaba 'F.

i Maestro se llamaba 'A.-Tu Maestro se llamaba S.

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-Mi Maestro era el sabio de los sabios.-Un admirable maestro fue tu Maestro.-Su ciencia remontaba a Hermes, Enoch y Elías.-Dime tu divisa.-L. F.-Libertad Fratemídad. ¿Cómo harás para propa-

garla entre los hombres?-Con el águila y el cordero,El conde de Saint-Germain toma una pequeña caja

de metal en forma de tubo y abriéndola saca un docu-mento que extiende a Cagliostro.

-Aquí encontrarás indicado lo que debes hacer ylos nombres de los personajes que pueden servirte. Noolvides jamás que la pérdida de este documento arras-traría a la muerte a muchos de tus hermanos.

-No lo olvidaré -dice Cagliostro, y doblando cui-dadosamente el docurriento lo guarda en su pecho, y losdos grandes magos del hemisferio, cara a cara, así comoun eclipse de planetas mayores, se dan un abrazo con el

,L -o signo particular de la secta, signo que no podemos re-$' : velar al público bajo pena de muerte.\ ¡ Cagliostro se dirige hacia los demás personajes, ha-

ce con ellos el mismo gesto de saludo; después se dirigehacia la puerta y, en el momento de volverse pOFúltimavez, Saint-Germain exclama: .

-Espero, Cagliostro, que nuestros hermanos no ten-drán que lamentar esta elección.

. Cagliostro desde el umbral de la puerta se inclinay sale.

Apenas había salido, los rosacruces se descubren y,acercándose hacia el altar, preguntan al anciano:

-Dinos, Maestro, ¿quién es este hombre, este hom-bre que tiene los .oj_os.~a:ga~s de_estrellas desapareci-da~?_¿Dónde ha sido iniciado?

-Sabed que ese hombre viene del fondo de la His-toria y que ha conocido el secreto en un siglo tan lejano,

ese siglo, en su camino estelar, ha pasado más alláu~mer. .hrigiéndose a uno de los rosacruces, aquel que He-bre la túnica la cruz con una rosa al centro, Saint- -

maín continúa:-Ahora tú sabes lo que debes hacer.

1 segundo jefe, alto y delgado, como las sombrastiende el infinito, inclina la cabeza afirmativamente.n ya sabe lo que debe hacer. ¿Qué hará el segundode los rosacruces?Afuera, fatigado y sentado sobre el paisaje, el viejor en ruinas, indiferente a todo lo que pasa en suio seno, parece prestar sus oídos a las sordas discu-s de los astros.a tempestad ha pasado y la luna espera paciente-

te como un iceberg que el sol la haga fundirse en loss conocidos del cielo.e improviso la trampa del lagar se abre de nuevoIíostro. saliendo de la cueva, entra en el panorama.lgunas nubes medio vacías se alejan hacia el redil

o y las otras yacen enredadas en los picachos comolos de adiós todavía brillantes de las últimas lá-s.ncima de alguna rama un búho atento está incli-sobre la noche. Cagliostro, tomando el mismo sen-que lo condujo al lagar, se dirige hacia su carrozadestino.n el camino real la carroza espera inquieta la horatorno. El. cochero, soñoliento, sacudiendo la ea-

de un lado a otro de la noche, espera la llegada deo, y el caballo muerto, desatado de su fatalidad,las leyes de la descomposición.gliostro apare.ce de pronto en el sendero hacia la. A medida que se acerca parece que se agrandamodo increíble. Llega, sube y la carroza parte al. Al fondo del camino, cuando está muy lejos, noíno el pequeño tragaluz detrás, en forma de almen-mo un ojo sonriente entre la tierra y el cielo. Des-

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pués una nube especial desciende hasta el suelo paraocultarla a la curiosidad humana.

Así fue como Caglíostro apareció en Europa. Surgióde una carroza negra 'viniendo del misterio hacia Fran-cia en medio de la noche,

¿De dónde venía? Ya lo he dicho, venía del infinitoen una carroza en medio de relámpagos, al revés del pro-feta Elías, que de la tierra subió al' cielo en un carro dellamas. Venía de 10 más profundo de la leyenda. Delfondo de algún designio poderoso, atravesando todos lossiglos al trote de sus caballos y sacudiendo el tiempocon el crujido de su carroza sobre los caminos olvidados.

Apareció en la Historia de repente entre dos truenos.

HACIA ARRIBA

EL HALO DE ESTRASBURGO

Desde hace algunos meses se ha instalado en la ciudadde Estrasburgo un sabio misterioso, célebre por sus cu-raciones extraordinarias,

Toda la <. iudad no hace más que hablar de él y elrelato de sus maravillas llena de piedras .preciosas losojos de los ciuchdanos. ,

Su casa es una casa como todas las casas. Está si-tuada en una calle que es como todas las calles,' sola-mente que adentro habita un mago, un hechicero con unlaboratorio de alquimista, una sala de espera y una grancámara donde nadie, puede poner el pie; entonces, poreste solo hecho, la casa se ha convertido en una casadiferente de todas las casas 'Y la calle en una calle dife-rente a todas las calles. La calle del médico que sana.

Un halo de milagro rodea la casa, extendiéndose so-bre toda la' calle, prolongándose en la ciudad, luego en 'elpaís y luego en la Europa entera, siguiendo los cuatropuntos cardinales.

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Todas las miradas y todas las. conversaciones con-en en esa casa. La admiración, la curiosidad, el en-asma popular besan sus muros como la luna que se

tiene fatigada.La sala de espera está siempre llena de gente. De

s muros cuelgan más exvotos que en las capillas de losrtos frente a los naufragios continuos y que en losres de peregrinajes célebres.. 'Es un día de media estación. En la sala de espera

unos enfermos aguardan aún' su turno, con los ojosllantes de buen presagio, esos ojos abiertos al impo-le que no se habían visto en el mundo desde los tiem-

del Mesías. 'n la pieza contigua al laboratorio y sala de recibo,

liostro trabaja sentado junto a su mesa, consultando. s manuscritos y raros infolios, rodeado de paqueteshierbas, de cajas, de frascos de drogas y de innume-les alambiques. Todos los instrumentos de unverda-

mago alquimista.Se oyen tres golpes secos en la puerta y aparece enmbral el fiel sirviente del mago, un joven egipcio Ha-

Albios, que viste según la moda de su pai's.triadovez ayudante de su amo, Albios posee la finura dea y una cierta ciencia infusa, un conocimiento gra-a priori en el pecho como en las piedras de susides natales.

Al oírle entrar, Cagliostro levanta' la cabeza aún su-en sus alquimias, semejante a un sonámbulo que

lve de un mundo lejano: . ,Los enfermos esperan -anuncia Albios.

un un gesto breve el mago le hace comprender quehacerla s pasar. Albios se retira mientras su amoa las últimas drogas. .oyen otros tres golpes secos en la puerta y Albiosotra vez conduciendo un enfermo tendido sobre

milla llevada por dos hombres. La madre del en-, con el rostro surcado por' una última esperanza,ja de rodillas delante de Cagliostro. Los dos ha m-

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bres se retiran. La mirada de la madre suplica al infi-nito. El infinito es Cagliostro, que se acerca para exami-nar al enfermo. Algunos signos cabalísticos se dibujanen el aire y caen como anillos astrales sobre el cuerpodel páciente, que cierra los ojos y se duerme.

Cagliostro cogiendo un frasco vierte el contenidoen la boca del enfermo. Después pasa su mano sobre losojos dormidos que, volviendo de quién sabe qué miste-rios estelares, se abren y se posan angustiados sobre elmago. Cagliostro sonríe con una sonrisa de varilla má-gica y exclama:

-Ya estás sano, levántate.La madre se inclina sobre el hijo, que empieza a

moverse como un moribundo, como un ser que ya enlas puertas del más allá' se siente coger por una fuerzaextraordinaria que le vuelve otra vez a la Tierra. Las mi-radas ansiosas del enfermo van del rrpgo a la' madre "'J"de la madre al mago. Las miradas ansiosas de la madrevan del hijo al mago- y del mago al hijo. Entre los hilosde esas míradas que se cruzan, el milagro tiembla comouna araña inmensa.

(Araignée du soir, espoir ... )-Levántate y anda. Levántate y anda, nuevo Lázaro,

mi Lázaro. .La voz de Cagliostro es enérgica y a su llamado una

bandada de ecos milenario s parece animarse y venir dealgún punto lejano perdido en los fondos de la Historiay de la Geografía.

El joven enfermo se anima, trata de encontrarseadentro de su cuerpo, sus movimientos se hacen másprecisos. ,

-Levántate y anda ... Te ordeno que te levantes.El aire de la sala vibra y brilla cargado de electri-

cidad como un diamante. El milagro' suspende su estrellasobre las cabezas.

-Levántate. Ya. Ya. Levántate.El enfermo yergue la cabeza, se sienta, mueve las

piernas. Se levanta.

-Ven, ven a mis brazos, junio a mi corazón, miaro. Ven hacia mí. Yo te amo porque eres mi criatu-

. Ven hacia mí -grita Cagliostro con los brazos gran-abiertos, más abiertos que un horizonte de creenciasnubes.El enfermo da algunos pasos temblorosos y cae so-el pecho del mago, que lo .estrecha tiernamente,

ntras la madre se arroja de rodillas a sus pies be-do el borde de sus vestidos. . .Cagliostro pone fin a esos gestos de admiración y

titud casi idólatras, aunque espontáneos y naturales.da a levantarse a la pobre mujer y, tendiéndole al-s monedas, la reconduce hacia la puerta. Después

milagro el mago hacía también la caridad. No olvi-jamás esos detalles que podían hacerla amar de las

es, y no solamente amar., sino hasta divinizar.1 enfermo, entre la madre y Albios, radiante de solalegría, pasa a la pieza vecina. Allí los otros enfer-que. esperan su turno se levantan al paso del bal-

I lo. rodean estupefactos gritando:-¡Milagro! [Milagro! Le ha sanado. Y ya parecíato. ¡Milagro! ¡Milagro!

Albios coge de la mano a un ciego que se debate enlo de un grupo y entra con él en el laboratorio dellostro.

l ciego guiado por Albios aparece en el umbral deuerta. Cagliostro le hace tomar asiento junto a su

de trabajo. Coge Una caja con una pomada queína en sus manos con hojas de hierbas. Frota losdos del ciego levantándolos de cuando en cuandoun telón de un teatro sin vida donde ningún espec-ha dejado trazas.pronto Cagliostro se detiene en su operación ycabeza con signos de inquietud. ¿Qué sucede?

la caja del ungüento sobre la mesa y se precipitala alcoba contigua que se encuentra detrás de su

habitual. La alcoba misteriosa donde nadie puede

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'H~4\l"'~

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Es la alcoba de Lorenza, la esposa del taumaturgo.Lorenza lee sentada en un sillón .en medio de la alcoba.

Al sentir que Cagliostro se acerca, aun antes que élhaya abierto la puerta y corrido las cortinas, Lorenza selevanta oon el rostro convulso y los ojos llenos de es-panto, huye como queriendo esconderse en el rincónopuesto, se acurruca sobre el diván.:

La puerta rechina al abrirse, las cortinas se _separany Cagliostro, apareciendo, dice a su esposa:

-Lorenza, amiga mía. ¿por qué siempre me huyes?Lento y triste se acerca a ella.Lorenza,' por el terror que va aumentando en sus

ojos abiertos, indica -el aproximarse del mago, como sicada uno de sus pasos se posara en sus pupilas.

Cagliostro llega junto a ella, la mira con dulzura ysúbitaFnente, como espantando una idea, coloca sus ma-nos nerviosas sobre la frente de la mujer, que cae hip-notizada.

Un cambio brusco se opera en el rostro de Lorenza,que se vuelve sonriente y va hacia él atraída por su fuer-za. Es una mujer joven, de tipo. italiano, es hermosa.Ah, sí, es hermosa, morena con grandes ojos negrosllenos de luz y de gracia.' .~ (Lector, piensa en la mujer más hermosa que hasvisto en tu vida y aplica a Lorenza su hermosura. Asíme evitarás y te evitarás una larga descripción).

Cagliostro la conduce, como arrastrada por la ca-dena de su mirada, hacia el mismo sillón en que acaba-mos de verla leyendo y la hace tomar asiento.

=-Dime. querida Lorenza, ¿qué sucede? ¿Qué pasa?He sentido fluidos contrarios que llegaban en torno mío.

-Amigo mío, tu fuerza es tan grande que no tienesnada que temer. Sin embargo, si tú ordenas ...

Cagliostro posa sus manos sobre ella y le ordenahablar:

~Ve a casa del conde .de. Sablons y dime 16 quepasa. Obedece.

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Como una sonámbula, con la cabeza echada atrás,automáticamente, Lorenza empieza a hablar:-Veo en casa del conde de Sablons . . Sí, sí, veola biblioteca del conde, , " hay una reunión, , " aguar-. '" se discute sobre ti"" espera, espera, El conde

ablons, la marquesa Eliane de Montvert, el príncipeoubise, el prefecto Gondin, Madame Barret, el doc-stertag, el príncipe Rolland y Marcival , , , Madame

ret se acerca al conde de Sablons y al prefecto""ra, , " oigo, ella dice:I/-Perdóname, conde, pero según mi opinión esebre no es más que un charlatán."El doctor Ostertag se acerca afirmando que piensalsmo. Dice que no cree en la ciencia de los magos.ablons responde ... , espera, espera ... , De Sablons

l/-En todo caso, desde que él ha llegado a Estras-, en toda la ciudad no se habla de otra cosa que

us prodigios. -Mostrando al príncipe de Soubise, elagrega-: Aquí tenéis al príncipe de Soubise, 'Con-

do a muerte por todos los médicos que lo habíany que, gracias a él, se encuentra hoy completamente

Ipríncipe de Soubise confirma las palabras de suy parece contento y reconocido. En otro grupo el

ípc Rolland habla agitado con la marquesa devert. No logro oír lo que le dice. Ella no parece es-

lo y volviendo los ojos del lado en que se encuen-Mnrcival, con mucho interés, la oigo que pregunta:" ¿Vuestra opinión, Marcival?

Pienso, marquesa, que es un hombre que poseedesconocidas de la mayoría de los hombres."

renza repite lentamente las escenas que ve y lass que escucha, mientras Cagliostro, con sumo in-

no pierde una sola de sus frases.ontinúa, Lorenza; no te detengas, continúa.h señor, el prefecto. Gondin toma un aire furio-ce desafiarte en medio de la sala, Va hasta la

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puerta del fondo y vuelve con un aire irritado. Ahorahabla. Le oigo que dice:

"En mi calidad de teniente de policía de la ciudad,yo os digo que es un hombre peligroso y que, tarde otemprano, caerá en mis manos."

Caglíostro aprieta los puños en un gesto de cóleray exclama:

-Espera, Lorenza, sigue durmiendo tranquila, repó-sate un rnornento,

Cagliostro sale rápidamente de la sala.

En la casa del conde de Sablons, sus comensales siguendiscutiendo con calor. Cada uno opina de un modo dis-tinto y se puede ver claramente a los dos grupos' dividi-dos: los partidarios y los enemigos del mago. En mediode ambos grupos, resalta la figura noble y esbelta deMarcival, sus ojos místicos llenos de flotes luminosas, suactitud serena, sus maneras finas y reservadas. Es unhombre impenetrable. No tiene necesidad de hablar; conun sólo gesto domina toda la escena, ennoblece el am-biente con una sola palabra de sus labios.

La marquesa de Montvert lo mira 'con ojos de amory, preocupada únicamente de él, no presta atención alas frases apasionadas que le lanza el príncipe Rolland,el pobre príncipe cada día más enamorado de ella yella cada día más sorda a sus ruegos.

En vano De Sablons trata de hacer oír la voz de lacordura. Inútilmente se agita y va de unos a otros. Esun hombre pequeño, de unos cincuenta años, de ojosvivos y mirar franco.

Bruscamente, en medio de la discusión general, elprefecto Gondin se levanta y, golpeando la mesa con supuño, grita con aire de desafío:

---,No me disgustaría ver de cerca a ese famosoCagliostro. .

Apenas ha pronunciado estas palabras cuando lapuerta del fondo de la sala se abre y Cagliostro aparece

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en el umbral, misterioso y sonriente, contemplando elefecto producido por su aparición.

-Me ha llamado usted, señor ... , si no me equivoco.Ante estas palabras de Caglíostro, la estupefacción,

casi el miedo, se pinta en todos los rostros. Sólo Marci-val, sereno y frío, contrasta con los otros personajes quecontemplan al mago y se contemplan entre sí.

Cagliostro se dirige hacia Gondin:-En vez de perder su tiempo' en atacarme, señor

teniente de policía, haría usted mejor corriendo a sucasa en donde alguien en este mismo instante trata depenetrar para apoderarse de ciertos documentos impor-tantes.

Gondin mira turbado, más que turbado, aterroriza-do, y se dirige a Cagliostro marchando hacia la puerta.Al pasar junto a su nuevo rival, le lanza estas palabras:

-Corro, señor conde Cagliostro, aunque no sea sinopara constatar sus facultades adivinatorias,.

El teniente de policía desaparece rápidamente ce-rrando la puerta tras él.

A su VIfZ Cagliostro insinúa el gesto de saludar y departir, pero el conde de Sablons y sus amigos se llegana él y le ruegan quedarse un instante con ellos. Caglios-tro acepta y tiende la mano a las personas que conoce:el príncipe de Soubise, Madame Barret, el doctor Os-tertag. .

El conde de Sablons le hace los honores de su casa;conduce a Cagliostro junto a la marquesa de Montverty al príncipe Rolland, que no se despega de su lado.

-Conde Cagliostro -dice-, os presento a la mar-quesa Eliane de Montvert, la más hermosa entre las mu-jeres de la corte de Francia. .

Después, señalando al príncipe Rolland:-y el príncipe Rolland, que no espera sino una

prueba de vuestro poder para convertirse en el más fielde vuestros adeptos.

El príncipe y la marquesa ruegan a Cagliostro con

111,

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insistencia Y curiosidad quiera darles una prueba de suciencia. Cagliostro rehúsa con falsa modestia.

_Nosotros queremos creer en usted -dice Elia-ne-; tanto hemos oído hablar de su poder extraordina-rio y de sus milagros.-Ah, sí, conde Cagliostro, nosotros queremos creeren vuestros prodigios -confirma el príncipe Rolland-.Dignaos hacernos una demostración de vuestras fa-

cultades.Marcival, calmo e impenetrable, contempla la esce-na, apoyado sobre la vieja chimenea de mármol, Y noparece acordar grande importancia a la curiosidad desus amigos.

El conde se acerca con Cagliostro.-Os presento al señor Marcival, hombre enigmático

que posee todas las lenguas Y que sabe largo sobre lasciencias Y las filosofías.

Cagliostro y Marcival se estrechan la mano. Marcivalvuelve a su actitud anterior a la presentación. Cagliostroy el conde se dirigen al grupo de la marquesa.

En un rincón, Madame Barret y el doctor Ostertagcomplotan en voz baja entre sus narices. El doctor diceal oído de su interlocutora:

-Voy a jugarle una mala pasada para desenmasca-rarlo ante sus admiradores. Arréglese usted de manerade hacer venir aquí a uno de mis sirvientes.

Madame Barret comprende, aprueba sonriendo ysale de la biblioteca. .

La marquesa de Montvert junto a Cagliostro conti-núa rogándole hacer una demostración de su poder y desu ciencia.

-Puesto que su poder es tan grande, conde. hágamever a alguien de mi familia que esté muerto o lejos deaquí. Para usted esto no debe ser difícil, y para mí se-ría una cosa única en mi vida, algo tan grande, unaprueba tan irrefutable, que no permitiría a nadie dudarde su poder.

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Cagliostro inclina la cabeza en signo de asentimien-y pide al dueño de casa tenga la bondad de hacer la

curidad en la pieza. Este se levanta, apaga las bujías,:jando la sala en una penumbra con raros efectos deE pálida, ramajes de reflejos sobre la mesa en dondeloca la única bujía y sobre el sillón en donde debe sen-se Eliane según le indica Cagliostro.

El conde de Sablons, habituado a estas escenas, vacia la chimenea, .coge una gran pecera llena de agua y

oloca sobre la mesa ante la marquesa, que sigue conS curiosos todos sus movimientos.En este instante, Madame Barret, que vuelve a en-en la sala, se acerca con Rolland, De Soubise y De

lons a la mesa de la experiencia.Marcival, desde su rincón, sigue la escena con un

lejano y desinteresado. El doctor Ostertag, al oírpalabras que Madame Barret susurra a su oído, se

las manos y sonríe irónicamente.agliostro, de pie detrás de Eliane, coloca su mano

cha a una cierta altura entre la pecera y la cabezaexperimentadora. Puede verse en el rostro de la

uesa que la duda desaparece para dejar sitio al in-, a medida que se acerca progresivamente a la pe-n la cual se ven aparecer dos hombres que se baten

n duelo a espada.n en rincón del jardín, al pie de una escalera, lostas muestran su habilidad y su costumbre militar

I manejo de las armas. .Ambos parecen pertenecerobleza. El vigor de la lucha, las paradas y los asal-petidos no se debilitan un momento, hasta que uno

llos cae al suelo herido en la cabeza.n este instante se diría que todo el salón se llenaI rostro trágico de Eliane de Montvert. Al interiorpecera la cabeza del herido se agranda, se vuelve

, enormemente enorme, desborda de la pecera ytoda la escena. La cabeza sola, con una herida ente, abierta, chorreando sangre, la cabeza es como

ante nuestros ojos.

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Page 16: Cagliostro

Eliane exhala un grito de terror:-Mi marido ... MI MARIDO.Y cae desvanecida. Todos se precipitan hacia ella y

encienden las bujías.Marcival, acercándose a Cagliostro, le dice con tonosevero: -

-Le ruego, conde Cagliostro, ponga fin a estas ex-periencias peligrosas.

Sorprendido, Cagliostro clava un instante su miradaen el que se atreve a hablarle en semejante tono y correa ocuparse de la marquesa, que sus amigos han exten- I

dido sobre un diván. El mago la despierta y trata decalmada cogiéndole las manos Y haciendo pases magné-ticos encima de su rostro. Eliane tiembla Y llora comoposeída de una crisis nerviosa. Sus ojos se fijan enCagliostro.

-¿Es usted UJ+ ángel o un demonio? .. Mi pobremaFido murió en un duelo hace cuatro años.

Marcival, que se ha acercado a la marquesa, le ruegano hablar y reposarse un instante.

Por la puerta del fondo aparece un criado. Al vedeaparecer, Madame Barret hace un signo a Ostertag yambos se precipitan hacia la puerta, en donde cambianalgunas palabras en voz baja; después vuelven en silen-cio, con una sonrisa de triunfo en los labios.

Al otro lado de la puerta, en un ancho corredor, un hom-bre aguarda. Es un sirviente del doctor Ostertag. El cria-do del conde de Sablons aparece por la puerta saliendode la sala biblioteca, se acerca al otro y le transmite lasórdenes recibidas. Al oírlas éste toma un aire compun-gido. y colgado del brazo del otro se dirige hacia la b i

blioteca.

Al entrar en la sala biblioteca los dos criados se acercanal doctor Ostertag. El enfermo hace un gesto rápido a

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o, indicándole que ha comprendido su papel. Os-se dirige hacia Cagliostro, que charla animado en

upo de la marquesa, ya repuesta de su crisis.-Mi querido mago -dice el doctor-, querría con-

le acerca de un enfermo que presenta un caso ver-mente extraño. . .gliostro acepta y, volviéndose hacia el enfermo,acerca lentamente, le mira los ojos, le coge las

s, lo examina un instante y sonríe sacudiendo lacon un gesto vagamente afirmativo. Todos los

dos se agrupan curiosos en torno. Madame Barretta:¿Qué tiene este hombre, conde Cagliostro?gliostro vuelve a mirarlo, le hace girar sobre sus

s dos o tres veces, luego sacudiéndolo con rudeza,a fijando sus ojos en el vacío:Demasiada bilis en el vientre del doctor Ostertag.anunciadas estas palabras, se inclina en signo dey sale rápidamente de la sala, cerrando la puertaus pasos.1 doctor Ostertag se muerde los labios y su amiga

e Barret parece inconsolable del triunfo del ma-otros se burlan de las suspicacias y del fracaso

toro

l!!Ii,~

te este tiempo, en el laboratorio de Cagliostro elntinúa esperando con paciencia la vuelta del sa-u lado, Albios trata de distraerlo contándole mils y proezas de su amo.

líostro aparece en el umbral de la puerta que dapieza del fondo. Coloca su sombrero y su capaa silla, coge de nuevo sobre la mesa la caja dey recomienza la operación interrumpida.

xcusadme, amigo.mío, pero un accidente me obli-bandonaros algunos instantes -dice la voz de

'o, siempre afectuosa cuando se dirige a los

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Page 17: Cagliostro

Afuera, en las calles de la ciudad, los murciélagos se cru-zan en el aire, tratando de atraer la noche.

La noche obedece Y cae bruscamente, pesada comouna gran nube negra, sobre toda la Alsacia y quiziÍs so-bre todo el mundc

No lejos de allí, en otro sitio de la ciudad, las visibnesdel profeta se cumplían también

En el gabinete del prefecto de policía Gondin, una luse pasea en la obscuridad, Y el fantasma que la pasea,con el rostro cubierto, registra los cajones de los mue-bles y del escritorio del prefecto, sin preocuparse ma-yormente del desorden que va dejando.

En el mismo momento en que el fantasma coge undocumento Y lo esconde en un bolsillo, la puerta del ga-binete se abre y aparece el prefecto con uno de sus ayu-dantes nevando un candelabro iluminado.

El ladrón salta por la ventana y huye al ver abrirsela puerta. Al lanzarse sobre su traza, el prefecto se enredaen una silla y cae al suelo. Se levanta rápidamente con laayuda de su criado y corre a la ventana, pero ya es dema-siado tarde. El ladrón ha desaparecido.

Gondin, desesperado, recoge los papeles esparcidospor el suelo, busca nerviosamente, por todas partes, eldocumento que le interesa Y que haAesaparecido. Viendoque se lo han robado, el prefecto coge su 'sombrero y saleprecipitado con gesto de furor. Su sirviente vuelve a in-clinarse mirando hacia todos lados por la ventana. Laobscuridad de la noche, impenetrable a sus miradas, tieneuna risa de burla.

En su laboratorio Cagliostro termina sus operaciones conel ciego. Le coloca una venda en los ojos, le tiende la cajacon el bálsamo que debe obrar el prodigio, sin olvidartampoco el bálsamo de sus palabras:

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-Tres días aún y estarás sano.Precedido de Albios, acompaña al enfermo hasta lasala y, viendo las gentes que esperan todavía, dice ariado en el momento de cerrar la puerta:-Nadie más por hoy.Cagliostro vuelve a su mesa de trabajo. Los viejos li-

s y los raros manuscritos encantan su vida. Hundido110spodría pasarse años enteros. Basta mirarlo paraprender' cuánto le atraen las cosas extraordinarias queubre entre los símbolos obscuros.

ee y experimenta, estudia y aplica sus hallazgos,trola sus descubrimientos. Coge un frasco y viertetro algunas gotas de su contenido; después agrega

ueñas cantidades de un polvo obscuro. A la luz delámpara contempla con curiosidad el resultado.evanta la cabeza, una vaga sonrisa se' dibuja enbios. Con sumo cuidado coloca los frascos sobre lay se dirige en puntillas hacia la puerta que da a lala exterior. Coge la españoleta, se detiene un ins-para escuchar y de repente abre la puerta quedan-condido detrás de ella. El prefecto Gondin, arras-por su propio impulso, se precipita adentro, He-más allá de la mitad de la pieza.

agliostro lo contempla diabólico:¿A dónde va usted así, señor teniente?l prefecto se vuelve bruscamente, con los ojositados. La inquietud se pinta en su rostro. Su mi-hora se torna suplicante.Tenía usted razón c r ; me han robado un docu-de la mayor importancia. Le suplico que me ayudentrarlo ..

liostro, como el juez que deja caer su sentencia,e apenas:

No haré nada por usted, señor Gondin. Esta seráea venganza.s dos hombres' se quedan mirando fijamente y los

de sus miradas al chocarse en el aire hacen sal-s las chispas del odio.

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Page 18: Cagliostro

Cada vez más excitado contra Cagliostro, el prefecto depolicía Gondin no puede resignarse con su derrota. Aldía siguiente, después de los acontecimientos que aca-bamos de contar, reúne en su gabinete al doctor Oster-tag y a Madame Barret. El trío enemigo de Cagliostro,decidido a trazar un plan para perderle.

El prefecto, con una cólera manifiesta, se pasea deun extremo a otro de la sala, contando a sus amigos elúltimo episodio de la noche anterior. Madame Barret yel doctor le incitan a obrar con energía. Es preciso darun golpe decisivo y saber a qué atenerse con relación asemejante brujo. Brujo, sí, dice la buena dama indigna-da, tal vez despechada por alguna causa inconfesable o-bien porque el mago no quiso ayudada en algún asuntopersonal. Su fama de intrigante era bien conocida entoda la ciudad.

"Es preciso de una vez por todas poner fin a las vaci-laciones", piensa Gondin, y, realizando su pensamiento,toma una determinación. Se dirige a su escritorio, cogeuna hoja de papel y empieza a escribir. De cuando encuando, levanta la cabeza para decir a sus amigos:

-Ya verán ustedes, ya verán ...

En la alcoba de Lorenza, Cagliostro junto a ella le re-procha dulcemente su frialdad para ton él.

-Tú no me quieres, Lorenza, sino cuando estás ba-jo el imperio de mis fuerzas. A pesar de toda mi pasiónpor ti, tú no me quieres.

Ella le mira a veces-con terror, otras veces con com-pasión, pero se adivina claramente que preferiría novede y huir lejos de él.

-Si yo te dejara seguir los impulsos de tu corazón,tú huirías lejos de mí ... y, sin embargo, tú sabes bienque yo te quiero, que tú eres toda mi alegría, mi únicaadoración en el mundo. Además, sabes que tengo nece-sidad de ti, que sin ti no podría realizar mis proyectos,mis grandes proyectos. -

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-Tus ambiciones, querrás decir, tu sed de dominio.-No, Lorenza, mis planes humanitarios. Es posible

que haya todavía en mi espíritu deseos de ambición, pe-ro no olvides que ninguna palanca es despreciable. Re-cuerda que en otros sitios fuiste tratada como reina, ylos homenajes y las atenciones de todos no. te disgusta-ban; muy al contrario.

-Sí, pero entonces yo no os temía como ahora.Ahora creo que tenéis pacto con el diablo. Os he vistohacer tantas cosas extrañas. ¡Ah Dios mío, yo no quierocondenarme por vos! Antes os amaba, mi corazón os per-tenecía; pero podéis decirme, ¿cuándo os habéis preocu-pado de mi corazón? Antes os amaba ...

-¿Ahora ya no?, ¿no tienes por mí ningún senti-miento de cariño?

-Ahora no. Ahora os creo el demonio y siento quevendrá un día es que os detestaré.

-Calla, mujer, calla. ¿Yo el demonio? .-Hacéis cosas tan extraordinarias, que no puedo

espantar esta idea de mi espíritu.-Lorenza, quiero que me ames. Mírame, ¿no ves

que mis ojos ante ti están siempre arrodillados?-¡Ah! tus ojos, tus ojos feroces ... , tus ojos que

tienen garras.-Quiéreme como yo te quiero y te haré reina del

mundo.Lorenza le lanza de cuando en cuando una rápida

mirada miedosa. Al fin, decidida:-Qué me importa ser la reina del mundo si debo

perder mi alma para siempre. Os juro que solamentepor la imposición de vuestra fuerza diabólica estoy li-gada a 'vos, En el fondo de mi alma empiezo a odiaros.

Cagliostro, que adora a su mujer, recibe estas pala-bras como una puñalada. La herida sangra, sangra y so-bre todo el rostro del mago se refleja el dolor de laherida.

Es difícil dominar el amor. La lucha entre el amory la ambición es implacable.

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Page 19: Cagliostro

-Hablas como una colegiala. ¿Qué significa eso deperder tu alma? ¿Qué es eso de que yo soy el demonio?

-No sé, no sé. A qué discutir sobre cosas en que nopodremos 'entendemos. No os amo, y esto basta. He per-dido la confianza que tenía en vos.

-No me amas. Está bien, pero necesito de ti.Yendo hacia Lorenza, Cagliostro le coge la cabeza

entre sus manos y clava en ella sus ojos electrizados,viéndola caer inanimada bajo su poder. Se le oyen estaspalabras:

-Puesto que .(10 logro hacerme querer por mi ter-nura hacia ti, me amarás por mi fuerza.

Entonces, le da un beso en la frente. Al verle allíjunto a ella, al sentir toda la potencia del mago, Lorenzase torna afectuosa, se abandona' en actitudes dulces ycálidas. El la acaricia, le besa las manos. Pero cualquierobservador vería que está conteniendo su pasión, queno quiere ir demasiado lejos. Tal vez por la imposibili-dad de tomar dignamente un amor no compartido, talvez porque sabe que esa mujer, al perder su virginidad,perdería las cualidades 'excepcionales que hacen de ellaun instrumento precioso. ,,'

Elamor es peligroso, hace olvidar las otras preocu-paciones, aun las cosas de una importancia decisiva enla vida de los hombres.

Cagliostro contempla a Lorenza, toda entregada aél, convertida en un juguete entre sus manos, sin volun-tad, sin defensa posible. Se acerca a ella y le dice afec-tuosamente: '

-Lorenza, amor mío, dime lo que está pasando eneste momento en casa de Gondin.

-¿ Tú me lo ordenas? -responde Lorenza, páliday como dormida.

-Sí, te lo ordeno. Anda allá y dime lo que ves.Lorenza empieza a hablar como desde otro mundo.-Están atando una carta en la pata de una palo-

ma ... El teniente de, policía, Madame Barret, el doctorOstertag ...

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Cagliostro sigue atentamente la narración de Lo-renza.

Junto a la ventana del gabinete del prefecto Gondin, és-te, acompañado de los inseparables enemigos de Caglios-tro, el doctor Ostertag y Madame Barret, ata la cartaque acaba de escribir a la pata de una paloma.

La inocente paloma llevará un mensaje, acaso unasentencia, acaso una condena.

Gondin coge la paloma delicadamente y en el bordede la ventana le da la libertad. La paloma parte comouna flecha, es decir, partiría como una flecha, si estacomparación no fuera' demasiado usada.

Satisfecho, el trío la mira alejarse.

En la misteriosa alcoba de Lorenza, la esposa del magocontinúa su relato, sentada en un gran sillón, la cabezaechada atrás, inmóvil, los ojos hipnotizados fijos en eltecho, Cagliostro, junto a ella, sonríe.

Como movida por un resorte, Lorenza se levanta,coge el brazo, de Cagliostro y lo arrastra hacia la ven-tana, que ella misma abre. Lorenza mira hacia el cielo.Ha visto. Cagliostro mira y ve también.

La paloma mensajera, con el papel atado a la pata,prosigue su camino celeste de nube en nube.

En el primer balcón; el trío del doctor Ostertag sigueansioso el vuelo de su prudente emisario.

En el segundo balcón, Cagliostro, con una enormesonrisa de triunfo en los labios, hace pases magnéticosen el aire en la dirección de la paloma.

Es un duelo entre los dos balcones.Las dos ventanas abiertas toman aquí una vida pro-

pia, una vida humana, una vida trágica, llena de expec-tativas' -y de angustia.

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Page 20: Cagliostro

La paloma en el cielo es un punto de convergencia detodas las miradas de la tierra. Entre todas esas miradashay una que se destaca, poderosa y feroz, semejante aun lazo que atrae y aprisiona: la mirada de Cagliostro.

La paloma se desorienta, empieza a dar vueltas, agirar en torno de un eje invisible. Ha perdido su ruta.Cagliostro levanta las manos hacia ella y las recoge confuerza hacia atrás, como si tuviera el hilo de un volantínentre sus dedos.

La paloma se siente cogida de un vértigo especial,desconocido; pierde la orientación, atraída por la fuerzadel mago; se precipita descendiendo rápidamente por elcamino de su mirada, como si-la hubiera alcanzado unabala. Cae en la ventana de la-alcoba de Lorenza,

Cagliostro la recibe en sus brazos.·La segunda ventana ha triunfado de la primera.Cagliostro, con la paloma entre las manos, conduce

a Lorenza a su asiento, desata la carta, la examina portodos lados, la pone contra la luz. Luego la coloca sobrela frente de Lorenza, pidiéndole:

-Léeme este mensaje.La cabeza de Lorenza se agranda a. nuestros ojos,

hinchada por la curiosidad general.· Su rostro se tornafluídico y la carta toma el sitio de su frente de tal modoque se pueden ver por transparencia las frases si-guientes:

Al señor de Sartines, Teniente de Policía de París.Siguiendo vuestro deseo, impediremos a la marquesa deMontvert que pueda llegar a tiempo a la fiesta dada porel rey. Vuestra protegida podrá ocupar su sitio. Encuanto al conde Cagliostro, sabemos que también tienela intención de partir a París. Creo, como vos, que es unpersonaje muy peligroso. Deberíais hacerlo arrestar concualquier pretexto. Irán más detalles por la posta. '

Saludos.GoNDIN.

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\ Leída la carta, gracias a la doble vista de Lorenza,el rostro y la cabeza de la médium vuelven a su estadonormal. Se reducen a la quinta parte.

Cagliostro retira la carta de la frente de Lorenza \con un rápido gesto de cólera, La ata otra vez en la patade la paloma y se dirige hacia la ventana, en donde vuel-ve a dejarla eri libertad.

La paloma se eleva de nuevo en el aire y toma otravez la ruta- interrumpida un momento. Cagliostro sonríeconfiado, la mira alejarse, luego, volviéndose hacia Lo-renza:

-Esta tarde partiremos a París.

El príncipe Rolland va a despedirse de la marquesa Elia-ne de Montvert, que parte a París, y aprovecha estaocasión para hacerle una declaración amorosa por lamilésima vez.

En el salón del palacio de la marquesa, sus criadospreparan los bagajes. Por la puerta del fondo se ve otrosalón, más pequeño que el primero y más íntimo.

La marquesa, sentada ante su mesa-secreter, escribe.Un sirviente aparece en el umbral de la puerta y acercán-dose a ella le anuncia la visita del príncipe. Eliane haceun gesto de fastidio, pero ordena hacerle pasar. Continúaescribiendo y no se detiene hasta ver aparecer al prínci-pe Rolland en la puerta del salón.

Rolland, tembloroso como un niño, se dirige a la mar-quesa y le besa largamente la mano. Ella 10 invita a sen-tarse, él obedece con visible inquietud.

-Usted sabe, Eliane, lo que vengo a decirle una vezmás. Usted es mi obsesión continua, sólo sé pensar enusted. Necesito absolutamente que me responda si pue-do esperar... .

El criado, cortando las palabras de Rolland, aparecede nuevo y anuncia: .

_-El señor Marcival,El príncipe no puede contener un gesto de cólera.

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Page 21: Cagliostro

Eliane se levanta radiante y COHe al encuentro de. Mar-cival, el cual saluda .a ambos con igual cordialidad. Ro-lland contesta de un modo seco, un poco ridículo, mien-tras Marcival guarda en sus labios su calma sonrisa ha-bitual.

La marquesa, viendo la actitud del príncipe, va a sumesa, coge la carta que estaba escribiendo y la entregaa Rolland.

-Querido príncipe,.puesto que Marcival ha interrum-pido nuestra charla, he aquí la continuación.

Al leer la carta Rolland muestra un profundo desa-liento. Vuelve a dejar la carta en la mesa donde estaba ylentamente saluda a Eliane, que sonríe; hace un signo fríode adiós a Marcival y sale del salón.

Ante la casa de Eliane de Montvert caeIa tarde con esatristeza lenta que es sólo propia de las caídas de la tarde.

Es evidente que la tarde cae también en otras partes,pero esto no nos interesa.

La carroza de la marquesa espera a la puerta, con elpaciente cochero dormido sobre su asiento, siguiendo lavieja tradición de todos los cocheros poseídos de su papel.

Algunos .hombres, seguramente con malas intencio-'nes, se esconden detrás de los árboles del camino o de-trás de los ángulos de las casas vecinas, al ver salir alpríncipe Rolland del palacio de la marquesa.

Apenas el príncipe ha desaparecido, los hombres demala catadura reaparecen Y se precipitan sobre el cochede la marquesa. Golpean al cochero, y en un abrir y ce-rar de ojos 10' dejan tendido en tierra, y parten con el co-che, azotando los caballos.

Cagliostro trabaja-en su laboratorio, cuando .Albios en-tra a anunciarle la visita del príncipe' Rolland.

-Que tenga la' bondad dé pasar.Rolland aparece Yse dirige a Cagliostro con los bra-

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zos extendidos. El pobre príncipe parece desesperado. Lanecesidad de un apoyo, la certeza de su impotencia, guia-ron sus pasos a casa del mago.

Rolland cuenta a Cagliostro la escena qsie acaba depasar en casa de Eliane, yle repite la carta que ella ledio a leer, y que decía:

Yo sé, mi querido Marcival, que nunca podré obte-ner vuestro amor. Está usted por encima de los sentimien-tos humanos. Es usted aiectuoso conmigo, porque su sen-sibilidad siente mi devoción. Siempre sumergido en elestudio y la meditación está usted al margen de la vida,mientras que yo, pobre de mí, todavía demasiado hu-mana ...

Hasta ahí iba la carta de la marquesa, cuando el prín-cipe había llegado a visitarla. Esas frases bastaron paradejarlo desolado y mostrarle la inutilidad de sus asidui-dades.

Cagliostro contempla con piedad a su interlocutor,y advierte que, sobre su rostro, la tristeza ocupa el sitiodel orgullo. Su amor es imposible, y por ello viene a su-plicar al mago. .

-Ado.ro a esa mujer. ... , la única esperanza que mequeda está en vuestra ayuda. .

Ante los. ruegos de Rolland, Cagliostro promete noabandonarlo. El príncipe, reconocido, lleno de esperanza,le coge las manos, se ofrece a él sin condiciones para todoen lo que pueda servirle. •

En el momento de partir, vuelve sobre sus pasos, ycomo recordando algo importante, exclama:

-Secreto por secreto. Sabed que el doctor Ostertagha reunido en su casa a los principales médicos de la ciu-dad, para formar una agrupación que os denuncie comoimpostor.

Cagliostro no puede reprimir un movimiento de ra-bia, que sería imperceptible si no tuviéramos los ojosclavados en él. 'Luego se domina; acompaña al príncipe,con aire indiferente, hasta la 'puerta.

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