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1 CALASANZ Y LA BIBLIA Vicente García Reig, escolapio Abril de 2001--- Gandia

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CALASANZ Y LA BIBLIA Vicente García Reig, escolapio Abril de 2001--- Gandia

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PRESENTACIÓN Tanto el título general como los subtítulos, indicados en el índice, quieren ser y son meramente enunciativos. Me sirven para orientar mis reflexiones personales, pobres y breves, acerca de los textos de Calasanz, fundamentados en citas bíblicas concretas. Los textos calasancios están tomados del libro CALASANZ: Mensaje

Espiritual y Pedagógico, obra cariñosamente extraída de las cartas del Santo por el P. Dionisio Cuevas. Tomo sólo los textos con citas bíblicas concretas, porque hay otros muchos textos calasancios que están inspirados en la Biblia. El comentario de estos textos será fruto de una segunda acción escritora o reflexiva. Acción mucho más lenta y difícil, pero no imposible. Las citas bíblicas que usa Calasanz en sus textos, eminentemente familiares y domésticos, le sirven: Para confirmar o reafirmar su pensamiento. Para inspirar sus asertos e ideas. O para ambas cosas a la vez.

Se hallan en sus cartas íntimas y personales, sin finalidad apologética, ni de documentos públicos. Dentro del leit-motiv familiar calasancio de las cartas del Santo, quiere moverse mi reflexión, más bien, reflexiones. La razón es sencilla: mi conocimiento bíblico- teológico es más bien pobre, y muy lejano al conocimiento de Calasanz sobre la Teología y la Biblia, amén de la profunda vivencia espiritual del práctico y dulce José de Calasanz. En el trabajo respetamos la misma numeración del libro CALASANZ: Mensaje Espiritual y Pedagógico por el P. Dionisio Cuevas.

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CAPÍTULO 1. EL HOMBRE. 1.1 ¿Qué es el hombre? Inquieto interrogante que la humanidad se autoconciencia. La humanidad, culta o ignorante. Nosotros, desde la fe, confesamos que el origen, modelo y destino del hombre es Dios. Calasanz, hombre del Renacimiento, contesta con el doble interrogante retórico de Job 7,1: “¿No es una milicia lo que hace el hombre en la tierra? ¿No son jornadas de mercenario sus jornadas?”. Lo que le lleva a resumir en el {45}: “La vida del hombre es milicia y guerra sobre la tierra.”. Los dos hombres de la paciencia, Job y Calasanz, definen al hombre como LUCHA. ¿Qué tipo de lucha? No es exterior a la realidad personal. Como hombre expuesto a las contrariedades del mundo exterior y de su mundo interior. Y ésta es la íntima realidad de la vida del hombre, y este hombre luchador es el auténtico hombre de Dios. Calasanz lo llama siervo de Dios. A los demás hombres, no luchadores, no los considera hombres. Éste es el verdadero hombre. ¿Qué tiene que hacer? El hombre debe autoconcienciarse que es imagen de Dios, y confiando en sí, poner todo su proyecto en la proyección de Dios. Este proyecto refuerza en el hombre el favor de Dios, porque ve su imagen en acción. Ello hace crecer en el hombre la búsqueda y demanda de la mano de Dios. En esta disposición se prepara para ser el auténtico soldado, adornado de la verdadera valentía. El saber ser hombre, y el saber esperar en su proyección divina es responder al mismo Creador. 1.2. El hombre en Dios El hombre ha recibido la capacidad de autorrealización. Pero a veces se siente desorientado o incapacitado, sin que él lo busque. Dios ha dado a cada hombre su capacidad y no tiene acepción de personas. Calasanz lo fundamenta en Romanos: "Dios es rico para todos los que le invocan" (Rom.10, 12), y en Romanos 2, 11: "no hay acepción de personas". La personal riqueza del hombre es la infinita riqueza de Dios. Y la no menor generosidad del mismo. ¿Qué actitud puede tomar el hombre? ¿Ingrimidad o soledad? La ingrimidad humana no existe, sino cuando el hombre se quiere destruir y quiere buscar la fuga de Dios. Porque éste está con el que le invoca, como reza el libro de los Proverbios: "su intimidad la tiene con los rectos" (Prov. 3, 32). Y Calasanz se pregunta cómo merecer esa rectitud. Y la respuesta nos la da él mismo (17): "hacerse como niños". Y lo toma de Mt 18, 3: "Si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino". Ingrimidad es negación y negación de sí mismo y de sus valores. Por el contrario, soledad es reacción y búsqueda del semblante cariñoso del Creador que te lleva a la seguridad en la lucha. Esto es lo propio del hombre de Dios, cuya liberalidad es

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generadora de luz y gozo en el espíritu. ¡Cuán gozosamente escribe Calasanz!: "Quien llega a la práctica de saber comportarse como un niñito de dos años que sin guía cae muchas veces, desconfiará siempre de sí mismo e invocará siempre el nombre de Dios y su ayuda"(17). La riqueza de capacidades humanas, regalo de Dios y de la soledad, presencia de Dios (21), según Calasanz, se une a una actitud dinámica y vitalista en el temor de Dios, vigilancia sencilla para no hacer nada que sea ofensivo a Dios. Esto lo apoya Calasanz en Proverbios 1,7: "El temor de Yahvé es el principio de la ciencia y los necios desprecian la sabiduría y la instrucción". Y, Calasanz, siempre educador y no únicamente intimista, quiere que formemos a los niños en el santo temor de Dios, que es amor, y en él debemos vivir. Todo ello le lleva a afirmar (45): " Si la vida del hombre, que se entiende del siervo de Dios (que los demás no son sino de nombre) según dice el santo Job, es milicia o guerra sobre la tierra (Job 7,1), ¿de qué se maravilla que el Señor le permita tantas contrariedades interiores y exteriores, sino para que como buen soldado combata valerosamente, desconfiando de sí y confiando en el favor divino, demandándolo de él continuamente con mucha importunidad?" 1.3. El hombre en la realidad. El hombre se desarrolla dentro de las coordenadas de espacio y tiempo. Su historia queda inscrita en unos lugares y dentro de un tiempo. Su historia-lucha es también realización. Lucha exterior e interior. Lucha y realización sociopersonal, realización individual y proyecto de Dios. Pero en ese caminar, realizable, - ¿No puede sugerir y surgir la prisa? - ¿Nacer cierto nerviosismo neurótico? - ¿Alguna impaciencia o infantilismo destructores? A esta serie interrogativa inquietante, Calasanz responde con serenidad y sabiduría:

En las cosas de Dios no hay necesidad de correr, sino esperar con gran tranquilidad y paciencia en la divina Providencia, que “se despliega vigorosamente de un confín al otro del mundo y gobierna de excelente manera”. (Sb. 8, 1, 1158).

En este actuar tranquilo y respetuoso providente, la persona tiene que poner gozo y alegría. Calasanz con años apretados de experiencias acumuladas dice:

“No admita pensamientos melancólicos que suelen apenar el corazón y perturbar la mente, sino piense en cosas que suelen causar alegría". (1172).

La psicología de vida y esperanza acompaña la psicología de la alegría y de la autoestima como verdaderos valores formadores y formativos de la personalidad. La madurez de ésta comporta en cada individuo la realización de su persona como proyecto y realidad en el marco del gozo y la alegría de dar y darse: "Éstos brillarán eternamente". (Dan., 12,3). El temple y la constancia son dos elementos fundamentales en la madurez de la persona, tanto en sí como en su actuar. Su ausencia es agresividad, cólera, inconstancia y versatilidad. Calasanz así lo entiende en los números 79 y 165, que son fundamentados y razonados de la Escritura, en Crón. 20, 17. y en Prov.16, 32:

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"Deseo estén todos con buen ánimo, pues aquellos que sean constantes verán la ayuda y el auxilio del Señor" (78). "Procure superarse en el gobierno de la casa, y sin cólera y mucha maestría. Más vale un hombre dueño de sí que el conquistador de ciudades" (565).

Pero en todo ello y en el trasfondo del hombre está la súplica y la mente en Dios Creador. La persona no es sólo individuo, es sociable y hecha para vivir en comunidad. Ésta no es tensión, sino comunicación y diálogo. Calasanz propone en el 796 la reunión y el diálogo para tratar las obras y el espíritu de las obras. Porque en ellas está el éxito y la salvación. Lo apoya en Prov. 15,22: "abundancia de consejeros trae la salvación". Lejos del hombre, el apasionamiento y la malicia, que suscribe en 869: "la malicia desfigura el rostro" (Eclesiástico 25, 17). 1.4. El hombre en la súplica. El hombre ha recibido las capacidades necesarias para cumplir su misión en verdad y en sinceridad. Pero su naturaleza es frágil y se inclina más por el mal que por el bien. Ello nos impone estar vigilantes en sumo grado para no sucumbir en la ofensa de Dios. Y Calasanz llama "bienaventurado al que camina en el temor de Dios". Su fuente es Prov. 1, 7.: "El temor de Yahvé es el principio de la sabiduría”. Esto no implica pánico al castigo, sino respuesta de amor. Esto lo cumpliremos cuando: - Atendamos a los débiles. - Mantengamos el control de nuestro espíritu. - Vayamos a la presencia de Dios. - No demos las espaldas a Dios. - Dominio y control sobre las criaturas. - Desconfianza en nuestras fuerzas y confianza en Dios. - Sencillez en la vida y en los gestos. - Dominio de la imaginación y del pensamiento. Toda esta intercomunicación del hombre con Dios, Calasanz la toma de Prov. 3, 32: "su intimidad la tiene con los rectos". Todo esto que lo manifiesta en los números 17 y 21 lo completa en el 34: "Dios da el talento a quien le place y es rico para quien le invoca". (Rom. 10, 12). A esta invocación a Dios ha de seguir necesariamente el esfuerzo y la entrega en el obrar de cada día. Este diálogo no es ni más ni menos que la oración. De ella nos vendrá la luz y la fuerza para realizar la verdadera intercomunicación: Hombre - Criaturas - Dios En ella se realiza el hombre para la oración. Ésta no sólo individual sino en comunidad. Por ella y con ella nos vendrá la misericordia de Dios. Por ello Calasanz nos pone en nuestros labios el Salmo 65, 20: "Bendito sea Dios que no ha

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rechazado mi oración y ni su amor me ha retirado". Calasanz también dirá: "la oración es lo único y necesario".

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CAPÍTULO 2. EL HOMBRE ANTE DIOS En 674: " Manda el Señor a quien se ha obligado, al cristiano por el Bautismo, al religioso por los votos, que cumplan su obligación, diciéndoles: obligados a entrar" (Lc. 14, 21). Para Calasanz la vocación es una invitación, pero exige una respuesta en los mismos términos que ésta, nobles y sin condiciones. De esta respuesta, libre y deliberada, surge una obligación. Ésta mana tanto de una respuesta familiar a la fe, como de una respuesta individual y personal. En ambas respuestas se hace manifiesta la presencia dinámica de Dios. La expresión "oblígalos a entrar" tomada de Lucas no la usa el Santo con valor apologético, sino para recordar y realimentar la vida de fe, nacida del Bautismo. Con ésta plantea, no la legalidad del sacramento, sino lo que significa interiormente el signo del agua bautismal. Éste significa purificación, claridad, vida, muerte y resurrección. Este elemento como signo de iniciación de la vida cristiana aparece también como elemento de salvación en otras acciones religiosas. 2.1. Llamada al Reino. El Bautismo es ya una elección y una llamada. Ambas totalmente gratuitas. Pero las dos piden una respuesta de sencillez y de humildad. Ello responde con nobleza a la generosa dádiva de Dios. Se habla de obligación y la entiendo como actitud de agradecimiento a la elección. Ésta también es una providencia y con claridad acude a Pablo: " En todo interviene Dios para los que ama”. (Rom. 8, 28). Y, especialmente "de aquellos que han sido llamados”. Esa elección responde a un designio de Dios, que ni se encapricha ni excluye a nadie. Y lo toma de Pablo: " Es rico para los que le invocan " (Rom. 10, 12) y " no hay acepción de personas " (Rom. 2, 11). La invitación es generosa, pero libre en la respuesta. Ésta está unida a la persona, que quiere y tiene que realizarse bajo la luz del Espíritu. Esto exige un estar alerta a hacernos ecos de la tenencia de Dios, que de suyo ya es fructífero. Esta alerta debe ser constante y permanente. ¿Por qué? Porque puede pasar de improviso y alejarse sin fruto. La alerta es tanto interior, en el espíritu, como exterior, captando aquellos hechos que responden a la invitación divina. Calasanz (699) apoya su razonamiento en Juan 3, 8: "La voz de Dios es voz del Espíritu que va y viene, toca el corazón y pasa. Ni se sabe de dónde viene y cuándo sopla”. El dónde, el cuándo es fruto de un atento y largo proceso de interiorización a la llamada del Reino. Ese Reino de gloria y responsabilidad viene lleno de exigencias y frenos. Esas exigencias y pruebas: - ¿Cómo se conoce que son signos de Dios? - ¿En qué cosas se concretizan? - ¿Por qué hay que aceptarlas? - ¿Hasta cuándo? Calasanz, para darnos una respuesta nos invita a recorrer la vida y leerla. No escapan en él las razones humanas, pero más como experiencia personal que como fruto de su época. Cree en la Providencia para que el creyente la descubra, leyéndola en la historia cercana hacia adentro. En el Reino, no sé si primero es el servicio o la

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conversión, pero para él, ambas cosas a la vez. En su lectura, Calasanz entrecruza los hechos providentes y humanos. Graciosamente el Santo alaba las "anchas espaldas" de las personas que soportan las pruebas y las tribulaciones. ¿Por qué? Porque Dios no se sobrepasa a las fuerzas y cualidades personales. 2.2. Sufrimiento por el Reino. La persecución es el signo distintivo de la Iglesia. Calasanz la hace presente en cada uno de los actos de las diversas personas con las que conecta como de los suyos propios. El servicio y la entrega se caracterizan en el Reino por las pruebas. Y así dice: " sepa que hemos de pasar por muchas tribulaciones " (46, tomado de Hchos, 14, 22). La historia de la moderna Iglesia conecta con la de la primitiva de Jesús y en realidad es una constante en la historia de ésta. Pero ésta es radical persecución amorosa en la misma fe Con razón, pues, el Santo aporta la cita del Salmo 90, 15: "estaré a su lado en la desgracia”. En todo ello y a pesar de ello es necesario tener buen ánimo en el interior, porque tiene a su favor a quien todo lo puede (46). En este contexto resultan alentadoras las siguientes palabras:

"No piense vuestra señoría que el Señor se olvida de usted al mandarle ocasiones de merecer mayor premio en el cielo. Que es necesario que los elegidos pasen por muchas tribulaciones si quieren entrar en el cielo " (51).

Bajo el sello teológico de su tiempo añade: “Es mejor soportarla en esta breve vida donde se dan, también, consuelos temporales o espirituales que en las otras- que se deben sufrir de acuerdo a la gravedad que se debía padecer en este mundo" (51).

A este razonamiento humano, Calasanz añade el fundamento teológico y se pregunta: " si Cristo padeció por nosotros, ¿por qué nosotros no por él?". Como desgranando la espiga de trigo y convertido en pan blando y blanco, debe tener grabadas en el corazón las palabras de Hchos. 14, 22 " que por amor del Señor, y sin haber pecado, padeció por cada uno de nosotros". Y ello, sin estar obligado, por amor, a tales oprobios y sufrimientos se sometió. Justo es que nosotros, pecadores, pasemos tales tribulaciones y sufrimientos. Todo ello en agradecimiento por la elección del Señor que nos ama. Nosotros debemos corresponderle dándole gracias y colaborando como testigos del amor de Cristo. Y termina el párrafo con un interrogante retórico: " ¿Dónde irá el buey que no are?”. Esta sentencia reafirma el razonamiento intencionado y que tiene más valor afirmativo que interrogativo. Es la conclusión de un silogismo perfecto: Si lo propio del buey es arar, también lo más propio del seguidor de Dios es padecer tribulaciones por su amor. Todo este razonamiento bíblico-teológico quiere reafirmarlo el Santo con la aportación de su propia experiencia. A ello hace referencia el 1160 que sugiere cuando fue conducido por el Santo Oficio: " La tribulación, por tanto, será el sello garante del cristiano, si de verdad lo es, y pervive en él la historia de la Iglesia primera y que contiene el libro de los Hechos”.

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Las pruebas, las tribulaciones, deben ser para el cristiano motivo de reflexión y encontrar en los brazos del Señor la fuerza y el cambio de mentalidad para intentar comprender los caminos de Dios. Y con mayor razón en el misterio de la salvación. Pablo dice: "mi fuerza se encuentra en la flaqueza" (2 Cor. 12, 9). 2.3. Conversión al Reino. La presencia de las tribulaciones en la vida cristiana es manifiestamente clara a la luz de Cristo. Y los elegidos deben seguir esta senda (56) para darle gusto. Pero este gusto no es masoquismo. Quiere que sea libre y abiertamente aceptado. Esto humanamente no lo entendemos, pero sí a la luz de la fe y del cambio mental Ello no escapa a Calasanz: "la causa son nuestros pecados y debemos humillarnos siempre" (56). Por ello el Santo nos invita a ponernos en las manos de Dios (63): "en lo que falten los hombres suplirá seguramente el Señor". También nos da una señal: (294): "que el Señor os ama si os mortificáis". Ni lo entendemos ni lo queremos entender. No es la falta de inteligencia sino el egocentrismo lo que rompe nuestra interrelación con los hombres y con Dios. Apoyándose en Ezequiel dice: " No quiere la muerte sino la enmienda". La fuente de vida quiere la vida. Y ésta, gozosa, aunque no comprendida a causa de nuestras dificultades y penas. Por eso el Señor nos pone en el tamiz de la conversión: cambio de mente que nos lleva a la luz y no a la destrucción, depresión o depresiones, que es lo que quieren decir "todas las enfermedades". Todas sin exclusión de género o número. Grandes y pequeñas. Unidas y no separadas para que la persona note las diferencias y pueda entender el porqué las manda Dios. Calasanz, sufrido y sufriente, nos da la razón del porqué. Y aunque antes debemos entender que lo merecemos por "nuestros pecados para humillarnos siempre", la enmienda de Ezequiel está muy clara: la conversión.

"Convertíos, convertíos de vuestra mala conducta. ¿Por qué habéis de morir, casa de Israel? “(Ezq. 33, 11).

Calasanz entiende perfectamente el mensaje de Ezequiel tanto a nivel eclesial como personal. Y no escapa de su mente el proyectarlo en sus comunicaciones muy válidas para los abundantes enfermos de ayer y de hoy. La fuerza y el vigor, así como la sencillez y humildad del mensaje en la pluma del Santo me mueve a transcribirlo por completo (295):

"Conviene tener gran paciencia con los enfermos. Mientras son probados por la enfermedad no hay que afligirlos más, sino consolarles y darles a entender amablemente que el Señor les manda la enfermedad para que despierten del sueño de la pereza y se propongan caminar adelante con gran fervor y diligencia en el camino de la perfección".

La capacidad de reacción, como la actitud de respuesta, ante todo es diversa: - Unos, los más, reprochamos a Dios el castigarnos en el dolor y la tribulación. Le

reclamamos mayor sentimentalidad, porque, también, nuestras sentimentalidades hacia él y al prójimo por él son merecedoras de regalos y bendiciones: la mano de Dios es demasiado dura.

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- Otros, los menos, ven en la presencia del dolor la mano suave de Dios que busca que cada persona reaccione despertando del letargo y busque con exigencia un cambio mental en el camino de perfección.

Calasanz, con paciencia, amabilidad y consuelo nos lleva por el camino de identificación de nuestra voluntad a la bondadosa voluntad de Dios, que busca que despertemos, que nos ama, y que nos muestra el camino del verdadero amor. "El despertar del sueño de la pereza" es ponerse en camino de vida auténtica. Esta vida la hemos de emprender con gran fervor y diligencia. Los latigazos de Dios tienen un fin: nuestra santificación (1 Tes. 4, 3). El argumento de Calasanz es eminentemente providente y a la luz de la tradición eclesial y tomista de la época: Dios, servidor del hombre para que encuentre el camino; Dios castigador del hombre que quiere seguir su perdición. La predestinación y la salvación, temas del tiempo, no escapan a Calasanz para alentar la confianza de Dios. Y las enfermedades, Calasanz, las toma como un preaviso a un cambio de vida. Calasanz, buen tomista, argumenta con las causas segundas la presencia de las primeras. Dios, causa primera, se sirve a su gusto de las causas segundas con el fin de probarnos y encaminarnos a la santificación, cambiando los egoísmos. 2.4. Servidor del Reino. Cada quien es llamado al servicio del Reino. Este servicio al Reino ha de tener un doble sello: el de la tribulación y el de la espera. Esto lo hace presente Calasanz en el número 46, reforzándolo con una doble cita bíblica en Hchos. 14, 22 y en Sal. 90, 15. El Santo parece recordar, en el trasfondo, la experiencia vivida por la Iglesia en sus primeros momentos. Jesús se hace presente y conforta en la fe y la esperanza a los primeros discípulos. Con ello invita a sus discípulos a trabajar en el Reino por los débiles. La recompensa nace del espíritu del mismo servicio: "mejor dar que recibir" (Hch. 20, 35). En ello está el favor de Dios que "todo lo puede" (46). Con esta afirmación quiere señalarnos el condicionante que se encontrará al comienzo del número 925. La fidelidad al servicio de Dios es una exigencia que mana de la primera fidelidad de Dios hacia nosotros. Perder el don del servicio es asociarse a lo temporal y banal de las cosas (4), alejándose del verdadero servicio de Dios. Todo ello lo apoya en Lc. 16, 25, Mt. 6, 2, y Mt. 25, 40. Con estos textos se explica la sinrazón de nuestros abandonos en el servicio de Dios. Éste es más un servicio a los hermanos, sobre todo a los más pequeños y que Dios dirá ""a los míos". Posesivo, que no obsesivo o destructor. Posesivo como fortalecedor en las debilidades humanas para convertirnos en reflejo proyectivo de Dios. Y añade algo más sugerente y alentador: que tu servicio no sea trompeteado en esquinas y plazas y que nuestro servicio no sea hipócrita y farsante. En esto está el Reino, en servir a los pequeños, ya que el Señor hará crecer a todos aquellos que lo hagan por amor (16). Pero con el modo y prudencia necesarios. Que refrene la competitividad que lleva la desunión o destrucción de la persona o del servicio o de ambas a la vez. Porque la autoridad debe velar por el servicio individual o colectivo, ya que ésta, constituida por Dios, debe poner límites al ímpetu en nuestro buen deber. Sabiendo esperar y siendo constante, poco a poco, se hace un largo camino. La prudencia del Santo es

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velar por la eficacia del servicio con que debemos colaborar, aunque sin proclamarnos redentores del bien. De qué nacerá la riqueza y fecundidad de la obra que es de Dios antes que de los mismos hombres... Comprendo el número 425: " abandonar el servicio de los pequeños es claudicar en la salvación". Hemos quitado la mano del arado por contemplar las cosas y contemplarnos. Por este camino nos alejamos del camino de la Verdad que nos hace libres, que no veletas. El libertinaje es separarse de la libertad para unirse a la esclavitud, yugo del mal. Abandonar el servicio a los pequeños es ponerse al servicio del cuerpo y no del espíritu y según San Pablo "estamos hechos para el espíritu" (Gál. 5, 13, 15). Por ello no nos ha de extrañar que Calasanz quiera promover y favorecer la esperanza hacia el servicio a los pequeños y acuda a la prudencia bíblica con la triple cita de Lc. 16, 25, Mt. 6, 2, y Mt. 25, 40, que constituye la identidad del número 425 del Santo. No conocemos la intencionalidad del número 618, porque desconocemos las circunstancias ambientales del hermano Pedro, pero sí conocemos la intención del Santo en defensa de la acción servicial de la vocación humana en la Escuela Pía. La vida activa debe unirse a la contemplativa, sin olvidar que la acción es servicio, también a Dios. Esto lo apoya en el Salmo 41, 9: "de día Yahvé da su gracia y de noche su cántico". En el párrafo 618 percibo un juego mental. Pero la realidad es más que un juego mental. La vivencia en el servicio de Dios la defiende en la unidad de alma y corazón, conforme lo vivían las primeras comunidades cristianas (Hch.4, 32). Las unicidades escapan a Calasanz por la unidad. 2.5. Obediencia por el Reino. En los países de Centroeuropa, en los años del "telón de acero" existía en su jerarquía eclesial la duda sobre la conveniencia o no de prohibir en los colegios cristianos los valores del Evangelio. Unos, más radicales, sí lo hicieron. Otros sí los aceptaban, ya que, al menos, podían dirigir corrientes de inconformismo frente al absolutismo de sus gobernantes. Los escolapios de cierta fundación, en tiempos de Calasanz, parece que tenían dificultades en su ministerio escolapio, y precisamente con las autoridades. Calasanz (516) los bendice por el deseo de ayudar a los pobres frente a la autoridad, pero manda que "lo hagan al modo y prudencia necesarios". Y la razón de esta orientación no es otra que la autoridad: "porque ha sido constituida por Dios". Todo este razonamiento lo fundamenta el Santo en Rom. 13, 1: " con la perseverancia en lo poco se hace un largo camino. Sométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios y las que existen, por Dios han sido constituidas". En el número 516, se presenta un doble conflicto: la fidelidad a la misión escolapia por el Reino, los pobres, o la obediencia a la autoridad que promovía la fundación para la nobleza. Calasanz conjuga los dos puntos conflictivos: servir a los pobres por amor, pero con el modo y prudencia necesarios. Respecto a la autoridad constituida, Calasanz se mueve aún en la tradición bíblica de la época. Ello a pesar de que aparecían voces disidentes como la de Juan de Mariana. Calasanz se da cuenta del conflicto social entre pobres y ricos. Como también entre los príncipes, defensores o no del pueblo.

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2.6. Sencillez y violencia por el Reino. La acogida a los pequeños es la mayor obra. Entiende por pequeños: a los sencillos y pobres, como también a los que le acogen. El corazón debe estar lleno de desprendimiento en bienes y grandezas. Calasanz lo vivió a rajatabla y estima que todos debemos vivirlo con la misma fuerza de espíritu. Lo apoya en Mt. 25, 40. Esta idea la reafirma en multitud de circunstancias. Así, en el número 301 exhorta a vivir con sencillez y humildad. Esto mismo que desea para una comunidad lo desea para todos los que creemos. Pone por testigo a la presencia de Dios que es la "Verdad" (Jn., 14, 6) en el número 721. En el 730 nos refleja Mt.7, 14: "el verdadero sabio es el necio y el que se deja conducir como un asnillo en el camino de la vida". Pero el camino de la vida al Reino padece violencia y "sólo los violentos lo arrebatan" (Mt. 11, 12). La violencia por el Reino es uno de los signos enriquecedores de la presencia de Dios en las personas llamadas por él y, por otra parte, de la fidelidad de los que le siguen. EL celo de Dios no es por la fuerza, sino por la entrega y la fidelidad. ¡Cuántos cristianos, vivos por el Reino, nos animan a seguir a Dios! Lo malo en la Iglesia ha sido la falta de confianza en los laicos de Dios. Éstos se han abierto camino de servicio en la vida por el Reino a pesar de las limitaciones, mal puestas y peor consideradas en la historia eclesial. Ha habido más generosidad laical que confianza de la jerarquía. Y más, cuanto más clérigos hay en el estado clerical. Se ha perdido en la Iglesia de hoy aquella confianza de la primitiva Iglesia de 1 Corintios, 7, 29. Comentando el número 796, podemos decir que la intercomunicación es una exigencia de la vida. Es el camino para la compasión. Más aún, el sendero de la salvación. Calasanz aconsejaba la reunión semanal, pero con sencillez y humildad. Y lo apoyaba en Prov. 15, 22: "abundancia de consejeros trae la salvación". El grupo es un grupo dinámico, de apoyo mutuo, entre personas, entre docentes y discentes, a fin de lograr la comprensión. La sencillez, humildad y diálogo son reafirmados en el número 1013, ya que con estas virtudes nos alejamos de los cargos honoríficos, que se deben llevar a cabo por puro amor de Dios. Este camino debe ser progresivo "porque el que ama la tierra se convierte en tierra, quien ama el oro en oro y quien ama a Dios se hace un solo espíritu en él" (1 Co. 6, 17). Este progreso se hará con actitudes y acciones como personas y como grupo. En el número 1056 avanza más en el amor de Dios para el humilde y pobre de espíritu. Pero el apego a las pequeñeces del mundo y los espíritus soberbios pierden el amor de Dios y ellos mismos lo rechazan. ¿Por qué?" Porque el Señor resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes " (Stg. 4, 6).

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CAPÍTULO 3. EL HOMBRE ANTE CRISTO. 3.1. Introducción. En el 671 se dice: "Si sabe prepararse para recibir al Espíritu santo el acto de la profesión será para él como un nuevo Bautismo". Para Calasanz se nace a la vida religiosa como se nace a la vida cristiana. Ambas son obras del Espíritu Santo. Los consejos evangélicos nacen de la fidelidad al Bautismo. El agua, signo de la claridad, verdad, fecundidad, vida, muerte y resurrección, son reflejo de los votos y referente de los votos de castidad, obediencia y pobreza. Éstos acompañan y conducen al cristiano en el camino propio de la educación para la vida y la resurrección. Con claridad y pureza, con fortaleza y desprendimiento total de los bienes para descubrirnos con la pobreza. De ahí que Calasanz nos pida, al dar el paso, la libertad responsable, bajo la voz del Espíritu. El paralelismo entre la vida religiosa y cristiana sigue en el 674: "Manda el Señor a quienes se han obligado, al cristiano por el Bautismo, y al religioso por los votos, que cumplan con su obligación, diciéndoles: oblígalos a entrar" (Lc.14, 23). La respuesta a la generosidad es gratitud con carga responsable y obligada. 3.2. Infancia por el Reino. En la historia de la Iglesia se han hecho tópicos la actividad de Teresa de Lisieux con el camino de la Infancia Espiritual. Siglos antes, Calasanz, con dos hermosas pinceladas trazaba el camino a seguir en la espiritualidad: caminar como niño y entre los pequeños. El caminar en la vida religiosa importa y comporta un andar lento, pero confiado en la presencia providente y amorosa de Dios. Mas, para comprender mejor la visión calasancia, transcribo el número 17:

"Si considera los despropósitos que le pasan por su imaginación de la mañana a la tarde, debiendo estar siempre en la presencia de Dios, verá que no puede dar dos pasos sin caer, que es dejar de mirar a Dios y ver con el pensamiento o la imaginación a las criaturas. Quien llegue a esta práctica de saber comportarse como un niñito de dos años, que sin guía cae muchas veces, desconfiará siempre de sí mismo, invocando siempre la ayuda de Dios. Esto significa aquella sentencia poco entendida y mucho menos practicada: si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los cielos (Mt. 18, 3). Aprenda esta práctica y procure llegar a esta gran sencillez y hallará ser cierta la sentencia que dice: su intimidad la tiene con los rectos (Prov. 3, 32)”.

No hemos de confundir infancia con infantilismo. En nuestra vida nos comportamos con frecuencia infantilmente y no como infantes. Tomamos lo

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negativo de la infancia y dejamos lo positivo. Los tropiezos los tenemos por ser más infantiles que infantes. Los caminos de realización en la vida son múltiples y distintos en cada persona, mas en la vida espiritual es único: la sencillez y la humildad, la pequeñez, la purificación y claridad de nuestras facultades en nuestro andar espiritual. "Dejar de mirar a las criaturas para mirar a Dios" es el primer paso de nuestra iniciación espiritual. Confiados en nosotros mismos no daremos dos pasos sin caer. Si el niño de dos años camina bajo la mirada de sus progenitores, igualmente en nuestro caminar espiritual debemos dirigir nuestra mirada a Dios, que con su presencia nos acompaña y realiza nuestra existencia cristiana. Nuestra ayuda y guía vendrá del Espíritu que atiende y entiende nuestra pequeñez. Comprender y entender nuestra pequeñez en las cosas de Dios es dar el primer paso en la vida espiritual y hacia la verdad de nuestra pobreza de espíritu. Según el número 425 el camino de la infancia espiritual no es sólo disponibilidad a la pequeñez, sino también acción hacia los pequeños y desde nuestra misma pequeñez. Pequeños e infantes, no en estatura ni en edad, sino, más bien, necesitados de bienes espirituales. Esta aceptación de los pequeños, no tanto en sí mismos, sino en nombre de Cristo: "Cuanto hiciste a uno de éstos, mis hermanos más pequeños, a mí me lo hiciste" ( Mt. 25, 40). La hermandad está identificada con Cristo e identificadora con todos nuestros semejantes. El amor, impulsor de nuestra identificación e identificante con Dios, es Cristo. Este Cristo nos conduce a la dulzura y gozo del amor. Abandonar este camino es abandonar la Verdad. Y abandonar la Verdad es mirar al mundo y sus bienes y dar la espalda a Cristo. Calasanz lo apoya en Lc. 16, 25 y en Mt 6, 2: " recibiendo bienes" y "recompensas temporales abandonarás el servicio de Dios y de los pequeños". En cada hombre existe el deseo de conocer y saber. La ciencia es promoción, la ciencia gozo y fruición. El hombre, a veces, siente ansias y deseos de ser servidor del Evangelio como estudioso conocedor de la Verdad, Cristo. Y no pocas veces, fracasa como poseedor del Evangelio. La historia eclesiástica está llena de esos evangelizadores fracasados por buscarse a sí mismos. Calasanz nos previene y pone a nuestra consideración el texto de Mt. 11, 25: "Yo te bendigo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a los pequeños." En este contexto se mueve el Santo en el número 736, que comentaremos en otro lugar. Aquí sólo insistimos en "pequeños" con el signo de infantes, espiritualmente hablando. La grandeza de los sabios queda ofuscada por la sencillez de los pequeños humildes. El verdadero camino de la vida es el camino de la sencillez y pequeñez. Esto, Calasanz lo vivía desde su intimidad, pero se sentía intranquilo porque algunos de sus colaboradores no entendían y mucho menos lo vivían. Ello explica el 1023: " Y tenga gran compasión de esos religiosos nuestros que no saben hallar el camino para ir al cielo que es la virtud de la humildad". No termina así el párrafo y, mostrando su convicción y deseo de convencer, se apoya en Mt. 23, 12: " El que se ensalce será humillado y el que se humille será ensalzado". La delicadeza la observó Calasanz, no sólo en el texto, sino también en la sencillez conjugada en el uso de las palabras. Así al decir "esos religiosos nuestros", el sentido que parece despectivo en "esos" lo borra con "nuestros" de posesión y cariño.

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3.3. La imitación de Cristo. "Cuanto más trabajes por Cristo, más debes a Cristo porque es tu fruto" (637). Estas palabras de Calasanz vienen a consagrar el título del apartado. El trabajar por Cristo supone un intento de identificación con los valores y sentimientos de Cristo y un esforzarse por ser imagen viva de él. Esto con un sentido de servicio y servidor a lo Cristo, en un intento de desprendimiento de sí mismo y sus cosas para entrar de lleno, por y para los demás, a lo Cristo y que éste, a su vez, con su gracia acompañe y asista a cada uno de sus seguidores. El fruto de las obras del servidor es debido a su gracia, operante en la voluntad del que quiera seguirle. Calasanz, al usar "porque es su fruto" está declarando que todo servidor lo hace por Cristo y con Cristo. Con este presupuesto se explica porque le desagrada la actitud de autosuficiencia y más cuando está llena de orgullo. Los apasionamientos ciegan la mente y el corazón de los que quieren seguir a Cristo. La pasión personal los ciega y no ven por dónde deben caminar. La vida tiene un camino estrecho y, por lo tanto, con mucha exigencia y también de renuncia. Ello explica que sean pocos los imitadores de Cristo, ya que los más seguimos el camino ancho. Calasanz, solícito por los suyos, eleva suplicante una oración para que Dios proteja a sus hijos y los guíe por el camino de la vida, aunque el camino y la puerta sean estrechos. Todo el número 93 se mueve en esta intencionalidad para definir los condicionantes de la imitación de Cristo. La confirmación de su pensamiento lo apoya en Mt. 7, 14:

"Mas, estrecha es la entrada que lleva a la vida, y son pocos los que la encuentran. Entrad por la puerta estrecha, porque la entrada ancha y el camino espacioso lleva a la perdición y son muchos los que entran por ellos".

Este planteamiento de las exigencias de la fe en la vida lo hemos de vivir en los pequeños detalles de cada día. Existen personas que nos maltratan y persiguen y por ellos hemos de orar, ya que su mala obra no es de ellos sino del " enemigo infernal que nos persigue. Nuestra oración ha de acompañar al que nos calumnia y convertirlo, así, de enemigo en amigo " (245).Lo apoya en Mt. 5, 44: "Orad por los que os persiguen y calumnian". La imitación de Cristo no es sólo en el plano individual. Cristo no vino para vivir en soledad. Su acción y su vida se desarrollaron en los grupos sociales, es decir, en la comunidad israelita. La comunidad de creyentes se unía en la oración y en el servicio a sus hermanos y con sus hermanos. Calasanz siente los problemas de todas las comunidades y a todas y cada una de ellas recomienda la intercomunicación de experiencias para vivirlas todas en el servicio y la oración (245). La comunión con Cristo y con la comunidad no se realiza únicamente en la oración, sino, también, en la gestión y comunicación en las casas de los problemas personales y comunitarios (458). Basa su comunicación en Mt. 18, 20: "porque

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donde están dos o más reunidos en mi nombre allí estoy yo en medio de ellos". Calasanz dirige la petición a todos, pero especialmente a los sacerdotes. E insiste en una reunión semanal para bien y progreso de las obras (misión). Con ello pretende dar vitalidad a nuestra obra educativa. Jesús se abrió camino en el mundo por y para seguir la voluntad del Padre. El religioso y laico, imitadores de Cristo, debe intentar seguir el camino abierto por Cristo. En el 736 escribe: "He pedido al Señor que le haga un gran siervo de Dios e imitador en su interior de su santísima voluntad”. Identificación que no destrucción con la voluntad del Padre. Renunciar a nuestra propia voluntad es encontrar el camino que nos lleva a Jesús. Nuestra voluntad nos inquieta y por ello no entramos en la voluntad del Padre. Negarse a sí mismo, negarse a la propia voluntad para seguir a Cristo es difícil, pero no imposible. La gracia de Dios nos acompaña en ese querer seguir e imitar a Cristo. Calasanz en el 999 recuerda que la imitación de Cristo nos pide la renuncia de los goces de los sentidos. Y más tarde, el de la sensualidad. La pureza de mente y corazón es exigida para ser luz y sal del mundo. "El goce interior del espíritu es camino seguro para vivir la vida espiritual". Y, lamentando las situaciones personales y animando a una vida mejor en el espíritu, recomienda eliminar poco a poco el empuje de los sentidos y acomodarnos a los dones del Espíritu. Y como contraoferta a la presión sensible nos ofrece la suavidad y dulzura del yugo, según reza en Mt. 11, 30: "Mi yugo es suave y llevadero”. Ello nos llevará a la purificación de los sentidos. En la vida práctica recomienda al superior la vigilancia y el cuidado de las comidas y hacerlo como un acto de servicio al estilo de Jesús (1012) y que según Mt. 20, 28 supone: "vino a servir antes que ser servido”. Cerrando el camino de la imitación de Cristo, hemos de vivir en la humildad y la humillación, según Mt. 23, 12 y Jn. 10, 9. Calasanz lo desarrolla en los números 1023 y 1048. La imitación de Cristo puede sonar hoy a misticismo y fuga de la vida activa. Pero el testimonio de Calasanz es válido para nuestros días. Actividad no se debe confundir con activismo. Éste destruye más que construye a la persona y a la sociedad. Calasanz se asoma a la actividad con los mismos ojos de Cristo ya que éste es el motor de la verdad viva en la acción realizadora de los hombres. Éstos, imitando a Cristo, están más cerca unos de otros porque, empujados por el amor de Cristo, están viviendo el verdadero amor de Dios. 3.4. La oración con Cristo. Invocar la ayuda de Dios es el primer paso para seguir a Cristo e imitarle. De ahí nace aquella petición del santo a vivir la intimidad con Dios, como éste la tiene con los rectos, según Prov. 3,32. La intimidad del alma con Dios es regalo gratuito, pero solicitado por el amor de Dios al hombre que ora. Ese orar entra en juego poniendo la paz entre los hombres que deben sentirse hermanos entre sí. Y por ello, entrarán en la amistad con Dios. Jesús dice: " Orad por los que os persigan y calumnien " (Mt. 5, 44). Así, dispuesta el alma con la amistad, comienza a crecer en el interior de cada persona (245). Iluminados así, podrán reunirse en oración y se hará presente en medio de ellos: " Porque donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos " (Mt.18,

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20). La oración de Calasanz velaba sobre sus hijos y los animaba a vivirla personalmente y en Comunidad. (839). Este mismo espíritu de oración lo tienen que vivir los niños. La puerta de la oración es Cristo. Jesús dijo: "Yo soy la puerta " (Jn. 10, 9). Puerta abierta para encontrar los pastos, " porque a través de ella encontrarán pasto " (Jn. 10, 9). La dulce voz de Cristo, que nos invita y llama al pasto de la vida, la oración, ha de resonar en nuestro corazón para que nos dejemos conducir por Cristo. Nuestra vigilancia y alerta es el primer síntoma de nuestra oración. Libre y voluntaria es nuestra aceptación a la invitación de Cristo orante. Nuestra disponibilidad se ve asegurada por las palabras de Jesús: " Bienvenido el siervo que el Señor, al venir, encuentre despierto " (Lc. 12, 37). 3.5. Ministerio sacerdotal. Para Calasanz, la integración y formación de la persona era primordial., aunque no se le escapa su complicación en sus partes y en el todo. Y todavía más compleja si tenemos en cuenta la procedencia y pobreza de sus alumnos, junto a la escasez de verdaderos educadores. Ello le lleva a establecer la distinción entre hermanos y sacerdotes. A los sacerdotes los hacía responsables de la formación cristiana de los educandos. A los hermanos les correspondía la formación cultural de los educandos. Piedad y Letras era el punto armónico de la auténtica personalidad según Calasanz. ¿Qué exigía Calasanz a los sacerdotes en servicio de los niños? Atenderlos en la oración, sacramentalización, administración de la Palabra de Dios con una atenta y diligente catequesis. Los sacerdotes debían ser auténticos modelos de la vida de Jesús, a quien todos deben buscar. El sacerdote no era el superior ni el director de la obra. Pero sí la clave responsable del proyecto de las aulas. Ello explica el 458: " Cada semana deben reunirse los sacerdotes para reanimar y analizar el servicio de la obra”. En este análisis entraba fundamentalmente el progreso integrador de los alumnos como auténticos servidores de la cultura cristiana, vivida y manifestada en acciones de bien y amor. Vuelve a hacer hincapié en la presencia y necesidad de la oración, según Mt.18, 20: "Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo, en medio de ellos". Para Calasanz, la cosa está clara: la oración es el motor y leitmotiv de la vida de las personas y sociedades. El sacerdote ha de ser reflejo de la luz de Cristo ante los educadores y educandos. El sacerdote obrará con sencillez de palabras y gestos para ser entendido. El ministerio sacerdotal lo harán con honradez y nobleza, desterrando la corrupción y sin falsear el servicio. Deberán ejercerlo sin intereses humanos. Deberá atender a las confesiones de los niños y después las de los demás fieles. Recomienda a los confesores prudencia y paciencia. Lo que explica la cita bíblica: "Bienaventurados seréis cuando os insulten y os persigan por mi causa" (Mt. 5, 11). El sacerdote ha de ser educado en sus palabras, acciones y gestos. Por eso Calasanz recomienda a los neosacerdotes aprendan bien las ceremonias y las oraciones antes de ser ordenados. Porque los que no las aprendieron a su tiempo lo harán siempre mal. (468).

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En el 1070 da una chispa de luz al oficio de confesor expuesto tanto a la calumnia como al soborno. Por ello alaba a un hijo suyo, por su buen servicio como confesor. El dinero mancha como el ajonje. Lo fundamenta en Lc. 12, 37: "Bienaventurado el siervo que el Señor, al venir, lo encuentra despierto". 3.6. Perseverancia en el seguimiento. Insinué en otro lugar la problemática perseverancia en los escolapios. Presenté una razón: lo duro de la educación, ayer y hoy. Pero cabe preguntarse: ¿Nos falta algo más sólido, formativamente, en nuestra educación? ¿La sensibilidad de la vida espiritual tiene poca consistencia? ¿La acción está sobre la oración? ¿No nos hemos preparado espiritualmente para percibir la acción educadora como oración? Al último interrogante, Calasanz parece alumbrar la respuesta en el 718: "Diga al Hno. Pedro que atienda también al servicio de Dios con la vida activa, pero sin olvidar, entonces, que puede unirse un poco con la contemplativa". Esto lo apoya en el Salmo 41, 9. ¿Porqué nuestras actitudes son más activas que contemplativas? ¿Falla nuestra formación inicial y permanente? ¿Nuestra teología es más dogmática que vivencial? Muchos interrogantes para revisar y actualizar. La vida de fe es vida de esperanza y perseverancia: y a ello nos invita Calasanz. Y más cuando "la puerta es estrecha y el camino estrecho", cosa totalmente opuesta a nuestra cómoda y fácil sensibilidad. Calasanz, auténtico maestro de la vida espiritual, nos quiere acompañar en ese camino. En los textos ilumina el temor, pero domina el amor. Calasanz, aureolado con la acción y contemplación, nos comunica en el 702:

“Pido al Señor, donde no puedan llegar mis fuerzas, supla él con su gracia, en tanta abundancia de ella, que, colmados de ella, prosigan alegremente el camino emprendido de la salvación que obtienen los perseverantes. Hallándose escrito, no el que comience, sino el que persevere " (Mt. 10, 20).

Hermoso párrafo lleno de la bondad del Padre, que entregado por sus hijos, los alienta a la vida de esperanza con alegría y garantía, porque Dios los ama. Pero en plenitud y abundancia para llegar a la vida, cuyo camino han emprendido. A ella llegaron los perseverantes. Esta expresión tiene aliento de ánimo. Y también reproche de abandono. Los inconstantes le preocupan a Calasanz. Como si fueran él mismo: " donde no llegan mis fuerzas". Pero confiado a Dios los anima a que se refugien en su gracia. Gracia que conduce a la perseverancia. Este aserto lo vemos en Mt. 10, 22: "Y seréis odiados de todos en mi nombre, pero el que persevere hasta el fin se salvará". Cabrá preguntarse si el término salvación es ad quam o a

quo. Dando una interpretación roma, por los malos ecos recibidos, parece ad quam. Para mí, y a la vista de su contexto, parece más a quo, de donde arranca la fidelidad al seguimiento.

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3.7. Pobreza por el seguimiento. El desprendimiento de nosotros mismos, como el de bienes y comodidades materiales son condicionantes en un fiel seguimiento de Cristo. Hoy todo esto nos resulta una entelequia y nos sonreímos al escucharnos en nuestro mundo interior moderno como condición para seguir a Cristo. Yo me lo planteo como una exigencia personal que evoluciona positivamente, si lo analizas con paz y serenidad. Pero crece más cuando entras en contacto con la vida de familias que sienten y viven el elemento de pobreza. Nosotros somos demasiado ricos. ¿Qué me aporta y nos aporta Calasanz? Existe en nuestra vida un hecho seguro, la muerte. Y nos sonreímos. Calasanz en tres citas bíblicas zurce un entramado vital para nuestra existencia en el seguimiento de Cristo. Y así formula el 425:

"Estoy seguro que en el paso de la muerte Dios dirá: recibisteis bienes durante la vida (Lc. 16, 25), tu recompensa temporal (Mt. 6, 2) por la que has abandonado mi servicio, pues está escrito: cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis (Mt. 25, 40).

Un párrafo más concreto, rico, exigente, sangrante, no sé si lo puede haber. Pero en mi interior nace una exigente sonrisa y no de condena. Es conveniente la búsqueda de gestos y acciones por acercarme a la pobreza, material y espiritual, por el seguimiento de Cristo. Calasanz, en su epistolario, narra gestos y acciones de religiosos que están muy lejos de este marco (1056):

"Cuando uno se hace más pobre por amor de Dios, más demuestra el amor de Dios. Algunos pierden este gran amor por el apego exagerado a un libro, a un sombrero, a una cajita...”

Mutatis mutandis, ¡apliquémonos el cuento! Por ello Calasanz, que ha perdido el sentido de riqueza, ha encontrado el don de la pobreza. Nos alienta a seguirle aún en aquello que por derecho o justicia nos puede pertenecer. Esta postura explica, perfectamente, el párrafo 898:

“De ninguna manera pretendo holgar con él; más bien, como dice el Evangelio: si uno se lleva la túnica, deje el manto (Mt. 5, 40). Y considero mejor perder nuestro interés por alguien, pues no hay pleito que no cometa pecado".

En estas palabras se atisba la radicalidad con que vivió la pobreza. Y a la vez, nos invita a vivir este espíritu de pobreza. La máquina de las obras nos lo impide. Por ello nuestra pobreza personal debe respirar el mismo aire de Calasanz. Hoy, cada uno puede hacer más meritorio y esclarecedor el seguimiento de Cristo con la profesión de una más estricta pobreza personal. El corazón de Calasanz salta de gozo y alegría cuando observa que alguno de sus religiosos vive esa pobreza personal y, paralelamente al dicho valenciano: "els diners per on pasen, taquen", él escribe: "el dinero es como el ajonje que cuanto más se tiene más manchado se encuentra uno". Y junto a esa alegría del Santo por el desprendimiento de uno de sus hijos, añade la razón bíblica: "Bienaventurado el

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siervo que el Señor al venir encuentre despierto" (Lc. 12, 37) y añade: "Conténtense con la comida y el vestido lo más parcamente posible, pero en el servir al prójimo por amor de Dios haga tales ganancias que se torne rico de méritos ante Dios" (1070). Ante tales palabras no nos queda más remedio que realizar constantemente gestos personales de la más pura y noble pobreza. 3.8. Fuga mundi. El educador vive en el mundo. Intenta trabajar por un mundo mejor. Y se ve amenazado por los ambientes y detalles del mundo. No obstante, este supuesto, Calasanz reclama y alega por una fuga mundi. Se apoya en Mt.10, 22: "Y seréis odiados de todo, por causa de mi nombre. El que persevere hasta el fin se salvará". Machacón es Calasanz acerca de la salvación, pero no menos insistente es respecto al desfallecimiento ocasional. El odio del mundo es claro. En muchos pasajes del Santo se ve que no quiere que pequemos de incautos. Y de ello, avisa, y nos avisa hoy, de la presteza de espíritu al mundo fácil y cómodo. Sin escrupulosidad, pero con energía, el vivió la experiencia de la fuga de la sensualidad y nos invita a revivirla a cada uno en conciencia, pero siempre con pureza de corazón. La brevedad de la vida terrena nos lleva a una constante violencia por las buenas obras. Esto invita a vivir en el mundo, "pero a vivir como si no viviéramos" (1 Cor. 7, 29 y Mt. 11, 12). Dando un paso más, Calasanz (942) nos previene de la actitud frente al mundo, la que tenemos que tomar frente a la familia. Y claramente nos previene "de que los propios familiares serán los enemigos de cada cual". Con ello nos aproxima a la familia en razón de que nos ayuda o separa ante la vida de perfección. "El excesivo apego familiar corre el peligro de amor propio" (Mt.10, 36). Calasanz (999) lamenta la ignorancia de aquellos religiosos que con disgusto y amargura escuchan las palabras de Mt 7, 14: "El camino que lleva a la vida es estrecho y la puerta también estrecha". La sensualidad no se compagina con el mensaje evangélico, se impone poco a poco. Se debe uno privar del gusto de los sentidos y penetrar en el del espíritu.

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CAPÍTULO 4. LLAMADA VOCACIONAL. 4.1. Vocación del Instituto. Comienzo este capítulo con un título un tanto desvencijado. El Calasanz fuerte de las inundaciones tiberianas es el responsable de Santa Dorotea. Está en crecimiento, pero entre zozobras del Calasanz fundador y abandonos y dudas de sus colaboradores. Tras quince años de lucha interior para ser fundador, surge el Calasanz de la fe. Al Calasanz de las prebendas sigue el Calasanz de los pobres. De pie, como capitán de la pequeña nave, marca con confianza y fortaleza la ruta del Instituto. Esta ruta es el carisma escolapio: "Se funda en la caridad de enseñar a los niños, especialmente pobres " (1419). Más completa y clara no puede estar la vocación del Instituto. Y que Calasanz responde definitivamente el 25 de marzo de 1617. La vocación sacerdotal la amplía y completa con la vocación educadora. Un grupo de fieles colaboradores da su paso con Calasanz. Todos dan respuesta fiel a la llamada de Dios. ¿Cómo fue? En su interior habían escuchado el Libro de la Lamentaciones 4, 4: "La lengua de los niños de pecho se apega al paladar; los pequeñuelos piden pan y no hay quien se lo reparta". Dos hermosísimas metáforas y una terrible y crudísima realidad. Calasanz se bate el pecho, contra viento y marea, para atender a esta urgentísima necesidad. Su labor es reconocida, pero socava cimientos incluso en instancias eclesiales. Pero el resistente aragonés pone su voluntad a la plena confianza en Dios y en sus niños. Ello lo hace extensivo a sus dubitativos compañeros: "Estén ahí, todos, con ánimo esforzado para servir al Señor en sus miembros, que son los pobres" (1445). El ministerio calasancio queda definido: Educación de los pobres. Ministerio que cada uno cumplirá en razón de su carisma personal y en respuesta a la misión que recibirá de su Comunidad. Pero siempre en razón de la vocación inspirada por Dios al ministerio escolapio. La recompensa a esta respuesta vocacional esforzada viene expresada por Calasanz con estas palabras de Jesús: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos, más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt. 25, 40). Si la llamada es cruda y dura, no menos generosa y gozosa es la recompensa. En el ejercicio del ministerio de la educación hay momentos de temblor y de gozo. Lo que exige un temperamento de temple y de equilibrio. Por ello, el don vocacional ha de ser enriquecido con la gracia divina y la reflexión viva y serena por vivir la fidelidad a la misión. Cada vez resulta más cruel la fidelidad en la misión calasancia y, por ende, cada vez se impone una actualización de metodologías y estrategias básicas y educativas. ¿Por qué la amargura decepcionante de algunos educadores en el mundo de hoy? 4.2. Vocación personal. Calasanz: "Manda el Señor a quien se ha obligado, al cristiano por el Bautismo, al religioso por los votos, que cumpla con su obligación" ( 674).Con esta proposición pone los límites de la vocación cristiana y religiosa. Ambas suponen una llamada a una realización, lo que no corresponde a un momento y a un

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hecho. Es don y proceso. Siempre en crecimiento extrospectivo e introspectivo. ¿Quién me hace creer la llamada y la respuesta? La gracia divina actúa en la historia. La historia me ha puesto un calabozo de circunstancias ambientales libres u obligadas. Yo, con mi libertad y bajo mi responsabilidad, he escogido. El proceso histórico de la elección ha ido madurando por hechos humanos y, gratuitamente, me ha ido forjando la gracia divina. Este proceso simbiótico ha ido configurando mi personalidad y vocación. Y mi lectura cooperante y salvífica se ha ido realizando y se realiza a la luz de la palabra de Dios, que me inspira el ofrecerme a Cristo y seguirle en busca del Padre. Por ello resultan alentadoras y esclarecedoras las palabras que toma Calasanz de Lc. 14, 23: "Sal a los caminos y cercas y obliga a entrar hasta que se llene mi casa". Dios nos ha preparado su casa y su festín. Los autosuficientes lo han rechazado y llama a los pobres para que degusten su ágape. Es una obligación de invitación de degustar. Esto es la llamada vocacional personal. La respuesta definitiva y perenne como la degustación amorosa y el ágape de fruición los dará el Señor a quien se decida dar y darse a los demás por Dios y cada uno según su ministerio y carisma. Este caminar no es fácil ni al comienzo ni en medio ni al final. Es un estar alerta y constante. La historia vocacional nos la difumina, tanto para sí como para los demás, con la historia vocacional de Abraham. 4.3. Porqué la respuesta a la vocación. Cada quien tiene su brizna vocacional. Esa brizna tiene unos ecos personales y familiares. Estos, poco a poco, se traducen en un eco social, comunitario, con la implicación de un servicio al prójimo y de cara a Dios. Y aquí es cuando se comienza a vislumbrar el germen de la verdadera llamada a la vocación: te comprometes con más fuerza, poco a poco, con más fidelidad a tu palabra y a la de Dios, y para los demás. Salirse de sí mismos para darse a los demás exige un paso lento y no agobiante. Los agobios misionales, acalorados, destruyen más que construyen. El constructor personal en lo divino es lento, pero seguro. Todo ello me obliga a aceptar como mío el párrafo 944 de Calasanz:

“Es doctrina de la Sagrada Escritura enseñada por Dios a Abraham: vete de tu tierra y sal de la casa de tu padre. De ti haré una nación grande”. (Gen. 12, 1-2).

Salir de tu pueblo y de tu casa parece fácil, pero es más duro cuando se habla de tu idiosincrasia personal con todo lo que lleva de carga afectiva y de amor propio. Y cuesta más todavía cuando la casa la rodean unas claras, precisas y nobles vallas ambientales. La fe de superación y olvido se aproxima al ideal por el compromiso de Cristo. Vete y sal, dos palabras breves pero de larga experiencia para comprenderlas y vivirlas. La historia ad intra muchas veces te refrena y te pone en crisis. Es preciso volar en la historia ad extra, que te difumina la fe en Jesús. Así vas forjando la historia cuya lectura se recrea. Recrearse es el gran regalo puede conceder a quien en la ternura de su inexperiencia dijo sí a Dios. Esto nos conecta con las palabras del Salmo 44, 11: "Escucha, hija y mira". ¿Qué hemos de mirar? Que Yahvé me bendecirá, no por mi respuesta, sino por su generosidad. A ella hemos de entregarnos y confiarnos. Lo difícil es la entrega nuestra y confiarnos plenamente al Señor. Lo malo son nuestras sensibilidades. Para Dios no hay nada imposible. Lo imposibilidad es nuestra con nuestros propios

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intereses. De estas pequeñeces puede nacer nuestra pérdida de grandeza que el Señor quiere darnos y nos da. No para aquí el poder de Dios. Hay algo más. Sé tú una bendición. El Señor me hace proclamador del bien. Portador del bien para mí y para los demás que me rodean. Mi nombre estará con Dios. 4.4. Cómo actuar en la respuesta. El perfil actualizador de la respuesta nos lo da Abraham. Responde con sencillez errante, como beduino que recorre la tierra de este a oeste y de norte a sur. Y según la Escritura, a la voz de Yahvé. Los conflictos territoriales y sociales los resuelve con el diálogo y la liberalidad. Los conflictos familiares con desgarro de su corazón. El sacrificio de su hijo, Isaac, con fe y obediencia. Este Abraham es el prototipo a imitar en nuestra actuación al responder a nuestra llamada vocacional. Nuestra expectativa ha de ser nuestra confianza. Para el hombre de fe ni los tiempos, ni los espacios, ni los espíritus han de ser obstáculo del proceso vocacional. La obediencia noble y sencilla no complica nuestra respuesta. La actitud comprensiva del amor de los padres ayuda a nuestro proceso vocacional. Muy distinta es la actitud de padres e hijos interesados por otros valores diferentes a la vocación. Esta última actitud es la que reprocha Calasanz en alguno de sus religiosos. Calasanz, que mantuvo correspondencia familiar y social con su pueblo, se afincó y se proclamó italiano en su servicio vocacional. Detectar la bondad de Dios en el servir y, además, con fe, es el mayor regalo que Dios da a una vocación y siempre que ésta se acepte como aliento de Dios. Hay comienzos voluntaristas y voluntariados. No entro a juzgar, pero sí invito a reflexionar sobre actitudes, gestos, en el actuar. Yo no sé si en la respuesta vocacional es un signo de los tiempos el vivir metafísica o teológicamente. Las químicas metafísicas han durado menos tiempo que las químicas teológicas. La física de saborear el diálogo, el buen corazón, la fe y la obediencia le llevó a Abraham a formar un pueblo numeroso. ¿Existe algo de eso en la vocación religiosa? Hablar de generaciones vocacionales es hablar de mitos oscuros. Y las oscuridades son creaciones humanas, que no de Dios. Éste es claridad, verdad, libertad, generosidad, sencillez y sinceridad. A todo este aspecto ha de dirigirse la inteligencia, la voluntad, y dar una respuesta a la llamada. María no entendió el misterio y respondió: "Hágase en mí según tu palabra" (Lc. 1, 38). Esto es lo difícil en el hombre: cuando mira de tejas para abajo. ¡Con cuánto dolor vivió Calasanz estas situaciones frecuentes en sus días! ¿Arrastraremos este germen fundacional en nuestros días? No es un interrogante acusador sino para la reflexión. Creo que medimos en demasía los pasos de la obediencia a la luz de nuestra razón y no a la luz de la fe. La actitud de Calasanz es de fe y abrazo confiado a la providencia de Dios. ¿Qué significa el grito en su interior "el Señor me lo dio, el Señor me lo quitó”? Con todo ello, creo entender porqué Calasanz comienza el número 944: "Es doctrina de la Sagrada Escritura y sigue con la vocación de Abraham para terminar con dolor. Se ve, pues, claramente que la propia patria suele hacer a los religiosos más bien relajados que observantes". Y para darle más énfasis e importancia a la consecuencia coloca el adverbio "claramente". Con la claridad de

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mente y hechos termina el párrafo: " y algunos se mantienen tan apegados que prefieren dejar la religión antes que la patria". Dios recompensó la obediencia de Abraham: "Y haré de ti una nación grande", en contraposición a la respuesta nuestra, muchas veces raquítica. Patria, la nuestra, la interior de nuestro espíritu. 4.5. La profesión religiosa, un nuevo Bautismo. La respuesta de Calasanz a la llamada no es sólo doctrinal, sino, también, y más que nada, vivencial. La profesión es vida de fe que Dios regala y que mana gratuitamente de la fuente bautismal. La vida y el signo se identifican en el hombre de fe. El agua es claridad, frescor, limpieza, candor, vida, recreación, y sepultura. La vida vocacional queda enriquecida y arropada con todas las cualidades emanadas de la fuente bautismal. Bautismo es exigencia total a la vida. Profesión es renovación bautismal a la vida. El agua con sus cualidades es signo externo de lo que ocurre en el interior de cada bautizado, con nombre concreto y que, haciéndose hijo adoptivo de Dios, disfruta de la muerte y resurrección de Cristo. El profeso, movido por la gracia del espíritu, participa también de la muerte y resurrección de Cristo. El profeso, con la obediencia, pobreza y pureza, quiere identificarse con la muerte de Cristo. Así, muerto al mundo, abrirse a la vida con su resurrección. El canto del himno letánico, cuando el profeso está tumbado en el suelo, es toda una recreación del espíritu en la vida de cada profeso. Esto que lo vivió Calasanz con toda intensidad, trata de considerarlo la santificación y consagración cristiana a la luz de la fe como un nuevo bautismo. Así lo afirma en el número 671. La gracia bautismal le mueve a una radicalidad de vida. Y la profesión, un Nuevo Bautismo, le renueva y le compromete a vivir la radicalidad de Cristo Señor y Servidor de los pequeños. 4.6. La fuerza del Bautismo en el profeso. En el 671, Calasanz confiesa que la profesión vivida bajo el Espíritu Santo es como un nuevo Bautismo. ¿Qué significa el Bautismo? ¿Qué significa el agua en la salvación? Recorriendo las oraciones en la bendición de la fuente bautismal en Sábado Santo aparece el agua como: - Signo de la gracia bautismal. - Signo de poder santificador. - Signo de nacimiento de una nueva humanidad. - Signo liberador de la esclavitud del pecado. - Signo de unción del Espíritu Santo. - Signo de los que seguían a Jesús. - Signo de recepción del Unigénito del Padre. Así, que muriendo al hombre viejo, renazca el hombre nuevo. Este hombre nuevo renace a la nueva vida por el agua recibida y por el Espíritu. Con gozo y alegría, la Iglesia procedía esa noche del Sábado Santo al Bautismo de los catecúmenos. Hoy también lo hace al bautizar los niños. Y en ambas celebraciones se hace eco de la nueva vida nacida del agua y del Espíritu Santo. Y los sepultados en Cristo por el Bautismo resucitan con él a la vida. En ese mismo marco de gracia y fuerza del Espíritu Santo se mueve el profeso. Sepultado en Cristo y al

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amor del Espíritu Santo se mueve el alma del llamado a la vida religiosa escolapia. Constante y frecuentemente tiene que morir a la vida terrenal para vivir la hermandad y el amor con Cristo resucitado. Entonces sí que entendemos que Jesús es "el camino, la verdad y la vida"(Jn. 14, 6) de los que en Él creemos. Él es el Alfa y el Omega de nuestra existencia. ¿Somos testimonio cristiano de nuestros colaboradores? ¿Nuestra vida es luz u oscuridad en su actuar? ¿Su vitalidad cristiana nos reprocha la nuestra? Interrogantes todos para la reflexión y el diálogo a la vista de nuestro ministerio de salvación.

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CAPÍTULO 5. LOS VOTOS 5.1. Compromiso del Don. El Profeso. Con el bautismo quedamos ensamblados a la Iglesia y a su misión salvadora y santificadora. La fidelidad a la Iglesia es suficiente para la realización de la persona bautizada. Pero la finura del Maestro Jesús quiere que tomemos las cuerdas del amor con un servicio vivificante y salvador, siguiendo más de cerca sus pasos. Calasanz, tomando de Lc. 14, 21 las palabras "oblígalos a entrar", recuerda al hombre cristiano y profeso el compromiso de respuesta ante la generosidad del Padre. El entorno de estas palabras es la parábola de los invitados a la boda y su ágape que recharon por su autosuficiencia. La generosidad del Padre se abre a otro mundo no invitado en la primera apertura y que, agradecidos, quieren y desean responder a la invitación. La invitación es gracia y generosa debe ser la respuesta. El don del ágape está servido y no es de despreciar. La Iglesia, que quiere acompañar a sus bautizados en la entrega total a la caridad perfecta por y con el espíritu de servicio, establece un rito solemne de la Profesión, casi paralelo al del Bautismo. La presentación de candidatos y el interrogatorio pone a la persona, libre y serena, cara a las consecuencias nacidas del Bautismo: - La perfecta Caridad. - La entrega de sus bienes, voluntad y afectos. - Consagrar y dedicar la vida al servicio de Dios y del prójimo. - Vivir en el silencio de la soledad y en el trabajo humilde. A todas y a cada una de las preguntas se responde "sí, quiero". El profesando, postrado en tierra, sepultado con Cristo exclama la invocación del Espíritu y la letanías de los Santos para, con Cristo resucitado, comprometerse en la proclamación de la Profesión a seguir más íntima y estrechamente los pasos del Señor. El gesto de la firma sobre el altar es un signo de ratificación del seguimiento de Cristo. La oración final del presbítero asistente recorre el origen destino del hombre en el camino de la santificación a la luz de María y del Señor Jesús y por la gracia del Padre en la elección y bendición del profeso. ¡Cuán admirablemente entona Calasanz, con la liturgia de hoy, cuando dice que la Profesión es un Nuevo Bautismo! Conviene repetir el 671: "Si sabe prepararse para recibir el espíritu Santo, el acto de la Profesión será un Nuevo Bautismo". De aquí, Bautismo, nace el verdadero sentido de Comunidad. Sin parcelas ni exclusiones. La Universalidad o Particularidad de la Comunidad no nace de la gracia bautismal, sino de la miopía del hombre en comprender el misterio generoso de la dádiva del Señor. Y la generosidad personal de estar con el regalo de la dádiva es vivir en cada momento con el prójimo. No con palabras y signos esporádicos, sino con gestos y hechos de servicio sencillo, noble y desinteresado. Las miopías personales y particulares producen la ceguera en la Comunidad que nació en el otro y para el otro. La Comunidad de hoy tiene que vivir la Palabra, la Oración y la Eucaristía de la Comunidad de Jesús.

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5.2. Servidor de ganancias. Alguna vez, y en voz baja, pero en diálogo sincero con uno mismo y con varios compañeros escolapios hemos confesado que somos ricos porque no nos falta nada. Yo añado algo más: que vivimos mejor que en nuestras familias. ¿Hasta cuándo? Contestar a este corto y claro interrogante es fruto de todo un proceso personal de la lectura del uso y servicio de los bienes. Lectura, con frecuencia, muy lejana a la primera lectura de nuestra profesión. Calasanz nos da una luz. Opone a nuestra patria e interés el desinterés. Desinterés especialmente por el dinero que mancha. Pero nos invita a ganar méritos en el servicio al prójimo. Obrando así conseguiremos tales ganancias que nos volveremos ricos de méritos ante Dios. Esta es la lectura del profeso esperanzado. Nos marca los pasos en lo más elemental, la comida y el vestido. Y esto, lo más parcamente posible. La parquedad es frecuentemente rechazada por la sinrazón del lujo presente en nuestros ambientes de hoy en ciertos lugares. La referencia ha de ser la sobriedad de la vida de trabajo. Este es un hermoso compañero de la prontitud a la frugalidad familiar. Ésta está, bastantes veces, ausente en el espíritu comunitario de grandeza. Lo fácil es sentir las ganancias del y por el servicio. Calasanz, gozosamente nos invita a ello cuando toma las palabras de Lucas: "Dichosos los siervos que el Señor al venir encuentre despiertos. Yo os aseguro que se ceñirá el vestido, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, los servirá". (Lc. 12, 37). Este apartado lo he titulado: servidor de ganancias. Me lo ha sugerido Calasanz en 1070. Es el detalle de dos personas desinteresadas. A mí me ha hecho reflexionar: ¿Por qué bastantes veces, en el cumplimiento de nuestro ministerio, nos sentimos vacíos e incluso frustrados? ¿Por qué la desilusión en la educación? Opino que algunas veces nos buscamos a nosotros mismos, nos "empacamos" de nuestra preparación y nos autosugestionamos. Esta sensibilidad nuestra se torna insensibilidad para los otros, antipatía y rechazo. Otras veces, la rutina acompaña a nuestra idea de servicio. Con lo poco que captan, ¿para qué más milagros? Podríamos seguir con más actitudes de suficiencia y negación. Pero no debemos. Los problemas son más propios del educador que del educando. Las motivaciones y actitudes deben sobrepasar lo psíquicamente humano. Debe fundamentarse en el mismo sentido espiritual de vocación: interpelación de Dios hacia y para los demás a la luz del Señor Jesús. Empaparse y revitalizar "la venida a servir, no a ser servido", nos acercará la intencionalidad de Calasanz cuando dice: "Pero en el servir al prójimo....haga tales ganancias que se torne rico de méritos ante Dios". Los méritos queremos hacerlos propios y únicos, cuando son del espíritu de colaboración que abrimos al otro espíritu. Y esto es lo difícil en nosotros. De ahí que nuestra misión nos resulte fastidiosa y desesperante. La pedagogía del fracaso de Pablo en Atenas le abrirá el campo de la pedagogía del éxito por el amor y por la cruz. ¿Dónde estamos embarcados? 5.3. Pobreza del Instituto. En principio quiero copiar íntegro el párrafo 1060:

“Nuestro Instituto tiene por fin ayudar a todos, y no ser gravoso a ninguno, siendo totalmente incapaz de adquirir y

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poseer bienes. Nosotros que lo profesamos, según el consejo del apóstol, mientras tengamos comida y vestido estemos contentos”. (Basado en Tm. 6, 8).

No quiero hablar de la radical pobreza de Calasanz ni de la pobreza hambruna de los escolapios contemporáneos ni de las obras fundacionales del Santo; sencillamente, resalto las palabras "ayudar a todos". La pobreza cultural y espiritual es más dura que la material, y más cuando se ceban mútuamente. Ahí el escolapio ha de apretar los codos por servir a todos. Servir con sencillez de corazón pero con fuerza de don. He servido ocho años, seguidos, en fundaciones americanas y seis en semifundación valenciana. Me movía más el sentido de servir que el sentido de economizar porque no había de qué. La Providencia voló sobre la vida de los religiosos más prontos para el trabajo que para el disfrute. Algunos de esos lugares son más duros, hoy, que en la fundación. Hoy, más apoltronado, decimos que son: - Muy duros para vivir. - La soledad nos invade. - No soportamos el calor. ¿Asimilamos la pobreza de las personas ambientales? Hoy, cuando metafísicamente se diera la urgencia de una fundación para pobres, ¿estaríamos preparados para acompañarles? Más todavía: hoy en nuestras obras tenemos fracasados, autodestruidos por diversas causas, inaceptados, rebeldes y agresivos, excarcelados... toda una gama múltiple y variopinta. ¿Cómo es nuestra actitud? ¿Cada uno podría responderse? Los sentimos como gravosos y molestos. Respondemos con pobreza de espíritu y no con espíritu de pobreza. Aquí creo que hoy hemos de vivir la radicalidad de nuestra pobreza. ¡Darnos, vaciarnos! Calasanz dice: "no ser gravoso a ninguno". No quiero comentar estas palabras. Cada uno tiene su poder de reflexión y captación. ¿Fallan o fallamos? La riqueza de bienes nos hace ser más agresivos que sufridores pacientes de las carencias de los otros y, precisamente, de los que llamamos pequeños. ¡Nuestro Instituto es de los pequeños, de los pobres, para educarlos, no para tirarlos al pasillo! ¡Carguemos las baterías de paciencia y amor y entonces cumpliremos! "El fin de de nuestro Instituto es ayudar a todos y no ser gravoso a ninguno". Ante estas reflexiones, en voz baja o alta, puede que alguien me llame, primorosamente, cándido. Pero no sintiéndome fundador a pesar de vivir en fundaciones, me he sentido más feliz cuanto más identificado he vivido con las urgencias individuales de los más pobres en el espíritu. El comer y el vestir de 1º Tm. 6, 8, además de lo material, nos hemos de sentir gozosos por haber dado de comer y vestir a aquellos que más lo necesitan en la verdad y realidad de sus personas. 5.4. Obediencia. La obediencia ni es negación de la propia personalidad ni mucho menos, afirmación del poder del superior. La obediencia, para mí, nace desde el primer

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momento que aceptas seguir a Cristo en el ministerio que has abrazado por convicción y servicio. Junto a ello nace el hecho de la misión, sin tiempo ni espacio. Estas coordenadas deben estar en armonía con la salud y la vida del enviado: la voluntariedad es corrupción de la misión. Dios Padre manda al Hijo y éste manda al hombre para el logro de la salvación. Ésta, con sus dulzuras y amarguras, acompaña a Jesús y a los apóstoles. ¿Cómo no a nosotros? La obediencia institucional, funcional o convencional no es liquidación de libertad, sino fortalecimiento en el ejercicio de la misma. Calasanz, que había tomado la autoridad, por tanto, la obediencia como presencia de Dios en la historia de la salvación, la exige a sus hijos. Más todavía, de una manera especial a sus sacerdotes. En el 1105 les pide obediencia y humildad y, muy lejos de ellos, la soberbia. Éste es el verdadero servidor de Cristo. Lo toma de Lc. 10, 16: "Quien a vosotros escucha, a mí me escucha. Quien a vosotros rechaza, a mí me rechaza. Y quien me rechace a mí, rechaza al que me ha enviado. " Todo un encadenamiento lógico y natural para ser aceptado con todas sus consecuencias en el espacio y el tiempo. Pero el hombre, por su misma autosuficiencia, limita y difumina el valor de la obediencia según sus criterios de discernimiento y utopías. Mas Calasanz, obediencia pronta, humilde y ejemplarizante, la pide a los sacerdotes. El aviso o mandato del superior debe ser el aviso de nuestro Padre Dios. 5.5. La vida consagrada y la familia. La actitud que toma Calasanz hacia la familia es más preventiva que represiva. Ésta, entonces y ahora más, tiene una relación de respeto y acompañamiento en la persona consagrada. Las disposiciones paternas hacia la vida consagrada de los hijos son más positivas que negativas y, con paciencia, más exigentes hacia la fidelidad a Dios. Mas esto no rechaza la prevención de Calasanz hacia ciertas actitudes interesadas tanto por el religioso como por sus familiares. Con frecuencia, éstos viven más para sí que para apoyar la vocación religiosa de sus hijos. Por ello Calasanz hace suyas las palabras de Mt. 10, 36: "Los propios familiares serán los enemigos de cada cual". El evangelista de la exigencia, Mateo, nos presenta el panorama de lucha entre intereses enfrentados. La afectividad familiar, no fácilmente, se pierde. El vínculo de la sangre, a veces, no nos deja despegar y nos hacemos un tanto egoístas, con buena o mala fe. La razón es que el afecto familiar tiene bastante de amor propio. Pero esta situación de afectividad, alguna que otra vez se alentada para ser cortada por el aliento de los propios progenitores. ¿Quién no ha oído de ellos "si no quieres ser buen religioso, déjalo"? Más todavía: "Si algún día dejas la Orden, sábete que tienes que restituir". La afectividad familiar controlada puede ayudar a la vida consagrada como signo de perfección y de convivencia entre los propios religiosos. La dinámica positiva está en la disponibilidad personal altruista. ¡Cuán gozosamente debiéramos vivir los religiosos la escena de Mateo 12, 49! Los familiares quieren ver a Jesús. Él, rodeado por la multitud, contesta: "Éstos son mi madre y mis hermanos". La comunidad religiosa debe respirar a familia de amor, paz y alegría. Creo, a veces, que falta la sencillez de cercanía al Hermano. Los hombres presentamos

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sequedad de comunicación y, por lo mismo, frialdad interrelacional. ¡Cuántos sinsabores evitaríamos con una palabra de delicadeza y un diálogo de sinceridad! La vida consagrada la hemos de vivir con la generosidad de comprensión y ayuda para una vida en común, de donde arranque la apertura a los demás miembros del mundo exterior, deseoso de vivir la hermandad de Jesús. Éste no es el fundador de capillismos, sino de universalidad de amor en el servicio generoso. Calasanz escribe en el 943: "Si le insiste para ir a su pueblo estas fiestas, concédaselo. Pero es seguro que si cuando va a la patria pesa en espíritu diez onzas, no volverá con ocho". "Sus palabras más suaves que el aceite son espadas desnudas". (Salmo 54, 22).

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CAPÍTULO 6. LUCHA ASCÉTICA. 6.1. ¿Qué es ascesis? Entiendo por ascesis: esfuerzo, equilibrio, ciencia por alcanzar la perfección. La ascética anda a caballo entre la estética y la ética. Toda persona que se precie de tal tiene que andar en la búsqueda de la Belleza y el Bien. El dulce andar entre lo Bueno y lo Bello es caminar hacia la perfección. Caminar en la perfección es ser artista. Calasanz dice: " La obra honra al maestro". Es una frase que debe llenar al individuo y a la comunidad. Y en estos términos se mueve la ascesis que comporta, o debe comportar, la obra de la educación calasancia. La ascesis no son, meramente, unas reglas. Es la vivencia clara y precisa a la luz de la integración total del hombre (espíritu y soma). "Cada quien tiene que dar al espíritu según su necesidad y al cuerpo, también, según su necesidad" (968). La fealdad y la maldad no sólo se oponen a la belleza y al bien, sino que arrastra y confunde al espíritu de la persona. A este arrastre hemos de oponer el esfuerzo por volver a la naturaleza creada por Dios. Naturaleza de equilibrio, de paz, dignidad, etc., que conlleva la armonización de espíritu y soma. Por tanto, la ascesis y el ascético seguirán unos pasos. Calasanz marca éstos: - Dominio de los sentidos. - Control de los sentimientos. - Rechazo de la sensualidad. - Ejercicio claro de la inteligencia. - Sometimiento a la obra de la propia voluntad. - Control de la imaginación y de la memoria. - Control de las tribulaciones, reconquistando la autoconcienciación. 6.2. Presencia de la tribulación. El esfuerzo por superar las carencias de felicidad, tanto temporal como eterna, es connatural al hombre. Calasanz lo explica con una interrogativa retórica: "¿dónde irá el buey que no are?". El hombre no puede pasar sin el esfuerzo, sin la tribulación. Superar el desasosiego que produce esa lucha es la formalización de la vía purgativa para entrar en la felicidad del Reino. La razón teológica de esa lucha es la presencia del mal en el hombre. Y, paralelamente, si Jesús sin mal sufrió y padeció, ¡con cuánta mayor razón nosotros! Nuestro libre albedrío nos lleva a esos caminos de perdición y de lucha para volver a la paz con la conversión. Este tejer y destejer la felicidad es lo que conlleva la tribulación. Lo apoya Calasanz en Hchos.14, 22:

"Confrontando los ánimos de los discípulos y exhortándoles a la fe, y a que perseveren en ella, y diciéndoles: es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios".

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Para Calasanz las tribulaciones y oprobios son signos de "elección" del Señor. Si a esto se añade la propia naturaleza humana, cargada de imperfecciones, es necesario que pasemos por estas tribulaciones. El tiempo de mortificación y tribulación es tiempo teológico para hacer "crecer la virtud y la perfección" (104). Este tiempo debiera estar impreso en nuestro corazón como querencia mutua de Dios y para Dios. Y sabiendo que en nuestras flaquezas está nuestra fuerza, según Pablo: "Mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza" (2 Cor. 12, 9). 6.3. Cómo y cuándo la ascesis. El crecer en la felicidad, en la virtud y en la perfección es innato en el hombre. Con mayor razón en el cristiano. La ascesis es el pan ansiado y deseado por los hombres de diversas culturas y religiones. Huir de ella es como querer huir de nuestra propia sombra. De ahí que Calasanz la plantee con tanta urgencia y exigencia. No es un fenómeno esporádico en el cristiano y, mucho menos, en el Instituto. Los "a teneris annis" son básicos para la formación humana y cristiana de los hombres. También los primeros años del noviciado son claves para la perfección cristiana. Ambos puntos son propugnados por Calasanz. La carrera de la vida está llena de obstáculos personales y ambientales. La primera condición personal es la HUMILDAD. La humildad, que no humillación, no es negación de la propia personalidad. Es el dominio templado de nuestro yo. No se renuncia a él, pero en la alegría y fervor de la propia realización se comparte en el codo a codo de ese correr con sencillez por la copa. Éste es el gran consuelo para Calasanz, que sin prisas en la elección y formación de los novicios, tuvo que experimentar situaciones negativas en sus comunidades. El éxito de la coronación estará en razón de lo "que se han humillado". Este camino de la vida "repugna mucho a nuestros sentidos". Así se dice que "el camino es estrecho y son pocos los que lo encuentran", "quien bien comienza tiene medio camino andado". Todo lo fundamenta en Mateo, 7, 14: "mas, qué estrecha es la entrada y qué estrecho el camino que lleva a la vida". (700) Termina el 374: "Insista mucho en ese asunto que será de gran utilidad a nuestros novicios y, en consecuencia, a nuestro Instituto. Descendiendo el aprovechamiento del noviciado el resto de la vida se pierde". La vía purgativa la han de afrontar con alegría y fervor. Ésta es exigente, pero no hosca ni muchos menos oscurantista. Calasanz marca en el 367 los siguientes pasos: - Sumo cuidado por parte del maestro. - Vivir en cuerpo y alma el tiempo del noviciado. - Educación y formación en la oración. - Cultivo del espíritu de mortificación. - Sujetar la voluntad propia a la de otros. - Olvido de las comodidades de sus casas. - Dedicación al desasimiento de sí mismos. - Mortificación del amor propio. Añade en el 959: - Renuncia del propio juicio. - Renuncia de la propia voluntad.

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Y en el 999: - Privarse del gusto de los sentidos poco a poco. - Penetrar en el gusto del espíritu. La razón de todas estas exigencias las apoya en Mateo 7,14: "Mas, qué estrecha es la entrada y qué angosto el camino que lleva a la vida y qué pocos son los que lo encuentran". Penetrar en la profundidad de estas exigencias, acompañados por la gracia, hace nuestra vida religiosa suave y llevadera: "Porque mi yugo es suave y mi carga ligera." (Mt. 11, 30). 6.4. Ascesis, ¿Anulación de la personalidad? Calasanz ha experimentado la presencia corporal, pero a la vez la ausencia del espíritu en algunos de sus colaboradores. Hoy también podemos vivir alguna situación semejante. ¡El asnillo, manso, también tira la carga! El programa marcado en la ascesis de los años de noviciado parece excesivo y sobrecargado. Mirado de tejas abajo así lo es. Pero el camino de la vida interior, y esa vida interior es regalo de Dios, es promotor y colaborador de la humildad. ¡Las flaquezas quieren ser nuestros éxitos! Esta exclamación debiera ser la asunción e identificación con el espíritu de Pablo y de Jesús de Nazaret. ¿Qué personalidades más íntegras y sanas hay en la historia humana? Calasanz quiere movernos a su identificación recordando el "leitmotiv" de ambos. Pablo, en 2 Cor. 12, 9, afirma: "Pero él me dijo: "mi gracia te basta y mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza"; por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome en mis flaquezas sobre todo para que brille en mí la fuerza de Cristo" (704). En Mt. 11, 25 dice Jesús: "Yo te bendigo, Padre, Señor de Cielo y de la Tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y ricos y se las has revelado a los pequeños" (736). Dejemos de mirar de reojo, abramos nuestra voluntad e inteligencia, si tan inteligentes somos, para llenar nuestra personalidad con las características de los verdaderos sabios de todos los tiempos. Sin ruidos, sin estridencias, los verdaderos colaboradores de la belleza y el bien obran con la sencillez de sus cosas y de sus vidas. Con este presupuesto (721) ya podemos entender la insistencia de Calasanz por la vida interior y su cultivo. La interiorización de los fenómenos nacidos del Bien y la Belleza van fortaleciendo las facultades superiores del hombre. La delicadeza, educación, serenidad y paciencia no escapan a la influencia de la vida interior. Los necios y asnillos a los ojos de los hombres pueden ser los sabios y prudentes de la vida interior. La autenticidad de la doctrina interior lleva a la escasez en su seguimiento. El 736 sigue la misma línea al aconsejar a un colaborador la identificación de su voluntad a la del Señor, ya que ello le descubrirá los misterios de la vida escondidos a los sabios. La humildad no es humillación sino reconocimiento de la diversidad de los dones de Dios. El camino de la vida es camino de exigencia, pero también camino de esperanza. Porque Dios no absorbe para destruir, sino para construir con el hombre la dulzura de la vida. Y por ello nos acompaña: "El yugo de Dios es suave y mi carga ligera"

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(Mt. 11, 30). Mas Calasanz, añade: " para los que lo quieren vivir según el espíritu, pero es difícil para los que lo quieren vivir según los sentidos" (999). Pero los que quieren esperar más tiempo para experimentar la vida "puede que les falte" (999). Todo esto lo razona Calasanz cuando plantea (999): " si alguno de estos nuestros religiosos ha oído con disgusto aquella verdad evangélica de que el camino que lleva a la vida es angosto y estrecha la entrada (Mt. 7, 14), yo lamento mucho su ignorancia". 6.5. La ascesis, principio de la propia salvación y del hermano.

Calasanz, en su experiencia y en abierto consejo a sus colaboradores, mantiene, como texto clave para su vida el de Mt. 7, 14: "Mas qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la vida y qué pocos son los que lo encuentran". La vida de perfección y la vida del Reino la hemos de tomar como comienzo de un camino para merecer la salvación. Ésta no en sentido de eternidad, sino de encuentro con la verdadera vida del espíritu. Y en esta vida en la que tenemos que trabajar para amar, a nosotros mismos y a los otros, porque Dios nos ama. La exclusividad del amor no es de ninguno de nosotros, sino de los que se excluyen. A este respecto son esclarecedores y gozosos los textos de los números 1013 y 1040. El primero analiza el camino personal por la vida en el amor de renuncia. El segundo es una invitación a la propia corrección, pero con proyección de merecer para el prójimo; para llevarse y llevarlo a la vida. Curiosamente, los dos textos los confirma Calasanz con 1Cor. 6, 17 y 1 Cor. 9, 22.

“Alabo de veras su humildad que odia los títulos honoríficos, y, se ocupa de buena gana de los penosos por puro amor de Dios. Deseo que en esto vaya purificando más, siempre, en sí mismo y en todas sus acciones este amor de Dios. Pues es cierto que el que ama la tierra, se convierte en tierra; quien ama el oro, en oro; quien ama a Dios, se hace un solo espíritu con él".(1 Cor.6, 7). (Calasanz, 1013)

En el 1040 insiste en el cultivo personal, pero para corregirse. Y en este camino de pequeños o grandes tumbos hemos de pensar en el otro.

"No se olvide de hacer algunos actos de mortificación y, de humildad, para compensar, si llega, a realizar alguno de impaciencia, acomodándose como decía San Pablo: "me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos". (1 Cor. 9, 22) (Calasanz, 1040).

Calasanz y Pablo nos quieren llevar de la mano al proceso de identificación con el mismo espíritu de Dios, para proyectarnos desde Dios al servicio del hermano que quiere acompañarse y sentirse acompañado en la misma Comunidad de salvación. ¡Cuántas riquezas de unidad nos depara la comunión con Dios! Comunión que se pierde desde el mismo momento en que queremos vivir solos nuestras individualidades, que se transforman en unicidades de separación o de guerra fría. La salvación la hemos de vivir con nuestras pobrezas personales, como aportación y proceso de acercamiento con la noble y sencilla convivencia comunitaria. Ser sensible

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y sentirse sensible hacia los demás es cultivar la unión con Dios. Unidos a su mismo espíritu nos moverá a la unión con los hermanos. 6.6. Frutos de la ascesis. La ascesis: - Esfuerzo por hacer el bien evitando el mal. - Búsqueda de la belleza de Dios en las personas. - Equilibrio entre humillación y humildad. - Serenidad entre la obediencia y el mando. - Comunicación dialogante entre las personas de la Comunidad. - Valentía en apoyar a los débiles. - Hermanar los espíritus de la casa y Orden. - Sensibilidad espiritual antes que visceral. - Capacidad de vivir el desprendimiento antes que las ridiculeces del mundo. - Confianza en los que te rodean. - Evitar la exclusividad de tu opinión. Nuestros nombres quedaron inscritos en el registro de la Orden con nuestra Profesión, libre y espontáneamente. A la vez quedaron inscritos en el libro de Dios. Esta doble inscripción, en forma, pero única en la realidad personal, nos obliga a seguir los pasos de Jesús. Este seguimiento nos exige fidelidad de esfuerzo. Esto lo manifestamos con nuestro servicio a los hermanos. Por ello Calasanz escribe en el 976: "Si no se emplea en hacer algo en servicio de la Religión no hallará nada en el libro de Dios"(Ap. 4, 13). Juan da la razón de esas ausencias: "porque sus obras les acompañan" (Ap. 14, 13). Y refuerza esta idea con Mt. 7, 16: "Por sus frutos los conoceréis". Y recalca una vez más la práctica de la humildad "porque el Señor nos dará más luces y nos elevará a cosas sobrenaturales" (1049). 6.7. La ascesis de la acción. La vida activa y la vida contemplativa debieran ir de la mano en nuestra misión escolapia. Pero nuestra formación espiritual está fundamentada en unos cimientos y criterios frágiles y débiles. Esto ha comportado en nuestra vida unos desasosiegos que rayaban en pesimismos y depresiones que hacen temblar o dudar en la vocación. No hemos recibido una teología de la acción que es nuestro ministerio. Pero la vida me ha iluminado que la acción también es salvación. Más aún, que la salvación es la realización de mi persona en la vida activa. ¿Nuestro servicio educativo no es pura ascesis?: - Oposición educador-educando. - Renuncia de nuestra voluntad a la del educando. - Enfrentamiento de nuestros gustos a los suyos. - Motivaciones contrarias. - Freno de nuestros criterios ante los suyos. - Privación de nuestra libertad ante la suya. - Impaciencias mutuas. - Conflictividad en la apreciación de valores. - Mutismo ante los insultos.

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La acción necesita todo un cultivo de serenidad, paz, bondad, alegría, perdón, humildad, constancia, templanza, criterio sano, sensibilidad, fortaleza, amor, mansedumbre... Podríamos hacer todo un catálogo de condicionantes para preparar nuestro espíritu a la obra redentora de la educación. Educar hoy, es estar clavado a la Cruz cruenta. De nuestros alumnos y educandos podemos observar:

- Amor y prontitud en el trabajo. - Limpieza y organización en su trabajo. - Ilusión y estímulo por mejorar. - Alegría y sonrisa por la vida. - Inocencia y nobleza de corazón. - Olvido y ausencia de rencor. - Optimismo y conciencia de persona con don. - Amplitud y generosidad por abarcarlo todo. - Ansia de mejorar y superar obstáculos. - Igualdad y justicia con todas las personas. - Colaborar en la responsabilidad con los mayores. - Los obstáculos de la vida son para superarlos. - Entusiasmo y esperanza en el triunfo. - La autosuperación e independencia de los adultos. Por el contrario, nosotros educadores respiramos: - Entreguismo depresivo. - Fuga de la incomodidad de educar. - Negatividad por lo rutinario. - Improvisación por pasar el rato. - Rutina acomodada. - Incapacidad creadora por poco espíritu. - Pesimismo ante el reconocimiento de nuestra culpabilidad y sedentarismo. - Totalitarismo de nosotros mismos y nuestras opiniones o verdades. - Encasillamiento en nuestra voluntad y razón. - Nuestras conveniencias antes que nuestro servicio. - Falta la fe en nuestros educandos. - Fuga por el esfuerzo. He detallado todos estos contrastes humanos entre educadores y educandos para que tengamos valentía para sacudir todo aquello que nos aleja de la autenticidad de la vida de acción. Porque ésta es también servicio de Dios y de los hombres. El ser servido es más que el ser servido. Aquello implica a Jesús y esto a la comodidad. Ignoro las circunstancias en que Calasanz escribe el 718. Pero resulta claro a su intención mental y para nosotros supone una chispa alentadora en nuestra vida de acción. Lo copio:

“Diga al Hermano Pedro que atienda también al servicio de Dios con la vida activa. Pero sin olvidar entonces que puede unirse un poco con la contemplativa. Y así andará conforme con la máxima que dice: " de día Yahvé brinda su gracia, y de noche su cántico"(Sal. 41, 9)".

Para reforzar más el párrafo transcribo el versículo entero del Salmo 41, 9: "De día mandará Yahvé su gracia, y, el canto que me inspira será una oración al Dios de mi vida". Y sin más comentario termino.

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CAPÍTULO 7. VALOR Y CULTIVO DE LA VIRTUD.

7.1. Significación del título. Me he decidido por "virtud" en lugar de "virtudes" por una razón básica. Calasanz marcha a Roma a instancias superiores y a autosuperarse personalmente. Pero el reloj divino, a su tiempo, trocó el deseo de superioridad por el de servicialidad basada en la humildad. Ésta la consideró fundamentalísima al vivir el carisma de fundador. Y más aún, al dedicarse a los más humildes y desfavorecidos de la Roma imperial y papal. Y, finalmente, por el tipo de personas que iba a escoger y formar para ejercer el ministerio de "los pequeños". Es curioso que en los 94 párrafos escogidos para realizar el trabajo "Calasanz y la Biblia", aparezca la palabra "humildad" más de 25 veces. Calasanz no es excluyente con las demás virtudes humanas. Todas estas las considera necesarias para el ejercicio de la educación. Y más todavía si se tienen en cuenta los escasos elementos didácticos para los más pobres. La palabra "virtud" comporta y supone: talento, dotes, fuerza, poder, eficacia, bondad, calidad, valor moral, vigor, virilidad, energía, coraje, ánimo, espíritu, esfuerzo, valentía, arrojo, etc. Y todo ello, cada una en sí y en su conjunto, dirigido y encauzado al desarrollo armónico para conseguir la perfección de ambos a dos, educadores y educandos. La virtud moral es fruto de eficiencia divina y aceptación de nuestra voluntad. El "hágase según tu voluntad" implica en nosotros la responsabilidad del "sí". Toda virtud impone una reflexión, una actitud y un gesto de cada persona que quiere virtualizarse a sí mismo. Y, también, al cercano y a la sociedad. Por tanto, supone un "cultivo" que conlleva un regar, un roturar, un allanar, un abrir el surco, un sembrar, y un saber esperar. Esto exige un acompañamiento y un descubrir conjuntamente el valor y la valía de la persona humana y de su realización. El cultivo y el valor, el dominio y la soberanía, la solidez y robustez, la acción y la pasión de la "virtud" nos acercarán más a la vida de fe cristiana.

7.2. La virtud teologal y la virtud moral. Calasanz hace suyas las palabras de Rom. 8, 28: "En todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman, de aquellos que han sido llamados según su designio". La llamada y el amor son un regalo de Dios y en él pone toda su confianza Calasanz. Por eso no nos ha de extrañar que nos repita varias veces la sentencia de 2 Cro. 20, 17: "No tendréis que pelear en esta ocasión; apostaos y quedaos quietos y veréis la salvación de Yahvé". Calasanz es un hombre de fe, esperanza y amor en Dios. Virtudes emanadas de la gracia bautismal. Llamamos "teologales" porque emanan y obran por Dios para conducirnos a Dios. Para Calasanz, la virtud moral, consecuencia emanada del Bautismo, debe ser cultivada por el hombre y valorada en el ejercicio de la vida humana y cristiana. De la experiencia de la virtud moral insiste machaconamente y dice que es útil para el

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educador y para el educando. Ambos han nacido para la perfección y a ella, necesariamente, han de dirigirse. Hemos visto que la ascesis es un elemento fundamental en la vida de Calasanz y que quiere y hace muy presente en la vida de la educación de las personas. La unión con Dios es un regalo personal del imitador de Cristo. 7.3. Coordenadas de nuestra existencia. Nuestra existencia queda enmarcada en las coordenadas de espacio y tiempo, bien y mal, cultivo y valor. El perfil de cada uno, psicológico, económico o cualitativo, viene diseñado por una línea más o menos quebrada que intenta, progresivamente, acercarse a la bisectriz o diagonal del cuadrante correspondiente. Cuanto más se acerca nuestro perfil a la diagonal nos sentimos más satisfechos y cercanos al término medio, al cual llamamos "virtud". Nosotros, como hombres y cristianos, tratamos de acercar nuestra existencia a la persona de Cristo. Pero, ¿cómo se defina la existencia de Cristo? La Iglesia nos da la respuesta: "Christus factus est obediens usque ad mortem, mortem autem crucis", tomada de Filipenses 2, 8 ss. Como cristianos quedamos en la cruz, coordenada de amor y perdón. Por ello no es de extrañar que Calasanz, fiel seguidor de Cristo, "camino, verdad y vida" (Jn. 14, 6), siente las bases de la perfección escolapia en el anonadamiento y la humildad. Y esto sin miedos ni reservas, porque Cristo, alfa y omega de nuestra existencia, quedó clavado en la humillación para nuestra resurrección. Calasanz, desde la humildad de la escuela quiere, humildemente, reformar la sociedad para Cristo, vida y esperanza. La kenósis de Cristo es la salvación del hombre. Calasanz no sólo se identifica con Cristo, sino también con todos los educadores y educandos. A tal efecto escribe el 367: "Le recomiendo el cuidado de esos novicios, de los cuales sabe cuánto bien puede venir a la Orden (Religión), si se les forma bien. Y, por el contrario, cuánto daño nos han acarreado los que han estado en la Religión solamente con el cuerpo y teniendo el espíritu ocupado en otra parte. Instrúyales, pues, con frecuencia sobre el modo de hacer oración y mortificarse, de sujetar la voluntad propia a la de otro. Que se olviden de las comodidades de sus casa y que atiendan al desasimiento de sí mismo, y a la mortificación del amor propio, cerciorándoles que de esta manera podrán asegurar su salvación pues "es bien cierto que son pocos los que la encuentran" (Mt. 7, 14)". 7.4. Humildad. Distingo entre humildad y humillación. Ésta, algunos somos capaces de provocarla hasta la destrucción de la persona, pero los santos, siguiendo a Cristo, son capaces de aceptarla e incluso vivirla. Ésta es un regalo y dádiva de Dios. Los meramente humanos somos capaces de vivir la humildad, pero sin que nos pisen en exceso el callo del amor propio. Esto nos lleva a autodefendernos e incluso atacar. Calasanz, que es y se siente hombre y reconoce a los demás como hombres, habla de la humildad y alienta a vivirla. En el 374: "... para comenzar, como es debido, la vía purgativa deben todos rivalizar cuál es el más humilde". Rivalizar en el sentido de vivir y estimularse. "La rivalidad es lucha interior de las personas

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entre las fuerzas de la carne y del espíritu". El contemplar al otro con quien convivimos es para estimularnos en nuestra lucha de vida interior, que debemos caminar, en voluntad de Calasanz, "con fervor y alegría”. Estas palabras enriquecen más el valor de la vida espiritual. Ese caminar estimulante y estimulativo lo toma Calasanz "porque el estandarte de la carrera se dará a los más humildes". Aquí conecta con el espíritu de Pablo. La exaltación estará en razón de la experiencia en la humildad. El espíritu de estas palabras está inspirado en la vivencia del Evangelio. Si en el 374 nos habla de la "humildad" como arranque de la vida espiritual, en el 449 nos dice en qué cosas, cuándo, quién es y cómo. Transcribo este 449, que no tiene desperdicio y sí mucha claridad, evitando el comentario:

"No sería gran cosa que los sacerdotes, en caso de necesidad o para ejercitar la humildad, hiciesen algunas veces la cuestación, arreglasen el comedor, barriesen la casa, y hasta ayudasen en otros menesteres que parecen bajos y viles. Estos tales se llaman violentos que conquistan el cielo" (Mt. 11, 12).

Ni arras, ni sortijas, ni pulseras, pero en todo y sobre todo, prontitud para la humildad. Y no queda aquí, sino que lo contempla "violento", no por la agresión, sino por la agresividad en exigirse por servir, sin pensar en la recompensa de ser servido. Y tal vez en este "ejercitar la humildad" nazca el martirio, porque "desde el día de Juan el Bautista hasta ahora el Reino de los cielos sufre violencia" (Mt. 11, 12) y "los violentos (valientes) lo arrebatan" (Mt. 11, 12). La violencia del camino nace de la repugnancia de nuestro sentido, amor propio, caballito de fácil trotar y muy difícil de domesticar. "Insista mucho en este asunto que será de gran utilidad a nuestros novicios y en consecuencia a la Religión". Calasanz asocia comunidad e individuo, y ambos a dos, en busca de un "humilde servir" a un dulce vivir, dependiendo del aprovechamiento del noviciado el resto de la vida religiosa; pues es verdad que tiene medio camino andado quien bien comienza. Calasanz, buen agricultor de espíritu, quiere árboles fuertes porque duro es servir a un mundo que, egoístamente, busca sólo el ser servido. Calasanz, tras aplicar la utilidad de la humildad en la vida del espíritu y su praxis en el espíritu de la vida, místicamente, nos la presenta como la puerta de entrada en los pastos de Cristo para entregarnos a los demás y así quiero entender el 1048: "Si no se humillan jamás entrarán por la puerta, que es como dijo Cristo: Yo soy la puerta (Jn.10, 9)". Entrando y saliendo por ella encontrará pasto para la salvación, la cual no se queda en mí, sino que me abre a los demás compartiendo los bienes salvíficos que anuncia Pablo en 1 Cor. 9, 22: "Cristo nos iguala a todos". Y esta igualación me hace vivir la debilidad con los débiles, la fortaleza con los fuertes y, con ello, salvar alguno: esta es nuestra colaboración en el misterio de la redención con Cristo. Con este presupuesto nos invita a vivir la humildad con profundidad, todos los miembros entre sí y en comunidad. No sólo en la vida de contemplación sino también en la de acción. No para aquí, Calasanz, en la reflexión y práctica de la humildad del educador escolapio. En el 1010 recomienda la necesidad de dar "buen ejemplo a los seglares", haciendo suyas las palabras del Eclesiástico 25, 2: "Odia mi alma al pobre altanero". Y en esta línea no es de extrañar el consejo que da a un superior, no necesariamente sacerdote, "que visite y revisite la cocina, ayudando al cocinero, como un servicio humilde, hecho por Dios, a los hermanos "(1012). Y muy sensible al progreso en la humildad de un religioso escribe el 1013: "Alabo de veras

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su humildad que odia los títulos honoríficos y se ocupa de buena gana en los penosos por puro amor de Dios". Si se muestra gozoso y contento por la estima y cultivo de la humildad, no menos preocupado y compasivo se expresa con aquellos religiosos que no dan valor o poco. Y así escribe el 1023: "Tengo gran compasión de esos religiosos nuestros que no saben hallar el camino para ir al cielo, que es la virtud de la humildad. Tengan todos, por seguro, que el que no se humille en esta vida no será exaltado en la otra (Mt. 23, 12)". Y a los que andamos por la vida haciendo el "culipavo" nos dice (1049): "Desearía un poco más de humildad en los Padres antiguos, que si la tuvieren el Señor les daría más luces y les llevaría a cosas sobrenaturales". Tanto más obligado está el religioso a ser más humilde cuanto más antiguo en la religión, donde se presume que va practicando la virtud. Esto es el sentido auténtico de lo que dijo el Señor: " Por sus frutos los conoceréis" (Mt. 7, 16). Y para coronar su reflexión nos estimula con esta sentencia: "la obra ensalza al maestro", con la que termina el 1049. Cabría preguntarse: ¿por qué tanta insistencia de Calasanz en el valor y cultivo de la humildad? No tarda en dar la respuesta en 1056: "Cuanto más se humilla uno por amor de Dios es signo de que le ama más". Ese amor le lleva y nos lleva a la salvación. Las ideas y sentimientos hemos de encuadrarlos en el marco de su existencia y dentro de las coordenadas de tiempo y espacio. La Teología no escapa ni puede escapar a la ley del proceso y del devenir. Al hablar Calasanz, frecuente e insistentemente de salvación y predestinación lo hace como hombre de su tiempo, el siglo XVI-XVII. Tirso de Molina recoge la Teología de la predestinación en "Condenado por desconfiado". Calasanz la recoge en sus escritos y quiere hacerla vida en sus educadores y educandos. Y llega a concretizar que la humildad merece o encamina a la predestinación. Y así dice en el 1009: "El signo ordinario de estar uno predestinado es la santa humildad y de estar reprobado es la soberbia". Y lo apoya en la Biblia: "Y así dijo Cristo bendito: por sus frutos los conoceréis" (Mt. 7, 16). El Cristo bendito de Calasanz, alfa y omega de la felicidad del hombre, es también el que con su anonadamiento constituye el principio y fin de la auténtica vida del hombre que valora y cultiva la humildad. Resumiendo: El proceso y desarrollo que Calasanz presenta en el camino de la humildad se acerca al concepto bíblico de la misma virtud. La Biblia distingue estos grados:

a) La oposición de la modestia a la vanidad. El modesto no se fía de sus juicios.

b) En un nivel más profundo, se encuentra la humildad que se opone a la soberbia. Es la actitud del pecador como criatura ante su creador, que es perfecto ante las imperfecciones de uno mismo. El humilde reconoce que ha recibido de Dios todos los dones. Y se siente siervo inútil y pecador. Este humilde se abre a la gracia divina que le glorificará.

c) Más profunda, sin comparación, es la humildad de Cristo que se anonadó para salvarnos. Luego invita a sus discípulos a servirá los hermanos por amor. La finalidad es que Dios sea glorificado en todo y por todos. Cristo, igual a Dios, se anonada para morir en cruz por nuestra redención. Esta humildad, signo de Cristo, es la del Hijo de Dios, la de la Caridad. Hay que

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seguir el camino de esta Caridad/Humildad nueva para seguir el mandato de la nueva Caridad. Donde está la humildad allí está la Caridad. ¿Qué quiere decir sino esto, "el desasimiento de sí mismo" del que nos habla Calasanz?

Calasanz ya nos previene que la profundidad del amor a los pobres y humildes será causa de persecución, según el testimonio de Mt. 5, 11: "Bienaventurados seréis cuando os calumnien y os persigan por mi nombre y digan toda clase de mal contra vosotros" (Calasanz, 466). 7.5. Consecuencias de la humildad. No sé si con mayor o menor acierto he leído la letra de la humildad en los párrafos de Calasanz. Seguramente, y con certeza, su "espíritu de humildad" no. El rol de su vida se desarrolla en la humildad, de ahí sus éxitos. De esa "HUMILDAD" arrancan las demás virtudes o fuerzas de su personalidad y que quiere ver desarrolladas en todos sus seguidores en la educación. 7.5.1. Paciencia. a) Consigo mismo. Los nervios y las tensiones las tenemos a flor de piel, que a veces nacen de situaciones mínimas, de hechos o sucesos presentes o pasados. De los pasados debemos olvidarnos totalmente porque trabajan en el subconsciente irremediablemente y más si los retroalimentamos. Esta retroalimentación puede llegar a ser obsesiva y posesiva. Los presentes alimentan la tensión y aceleran el razonar. Frente a estos sucesos Calasanz escribe el 1040:

"No se olvide hacer algunos actos de mortificación y de humildad para compensar si llega a realizar alguno de impaciencia, acordándose como decía San Pablo: "me he hecho todo a todos, para salvar a toda costa a algunos" (1 Cor. 9, 22).

La acción de la paciencia está más dirigida a la "disposición" del otro que a uno mismo. Desprenderse de sí mismo ablandándose a otro es tarea de pulso interior. De una gran humildad puede nacer el valor paciente para hacerse "débil con el débil". La fragilidad y debilidad humanas no las tenemos en cuenta muchas veces. De ahí que salten los "resortes". El dominio paciente ganará más que perderá. Con razón dice San Pablo "me he hecho todo a todos para ganar a toda costa a alguno" (1 Cor. 22). La salvación psicológica de la persona es importante, pero salvar el espíritu por el Reino es mucho más importante. En otro apartado hablaré del valor de la mortificación. b) Saber esperar pacientemente en Dios. El providencialismo es uno de los elementos claves en Calasanz. El "dejemos obrar a Dios" se lo apropia con frecuencia. Los pasos y años de espera para decidirse a fundar la Orden quedan marcados en el 1158: "En las obras de Dios no hay necesidad de correr, sino esperar con gran tranquilidad y paciencia en la divina Providencia, que se despliega vigorosamente de un confín al otro del mundo y gobierna de excelente manera todo el universo" (Sal. 8, 1).

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Obrar y tener paciencia parecen situaciones opuestas: actividad-pasividad. Pero la experiencia nos habla de una buena complementariedad. Calasanz, en este párrafo nos lo confirma. Tres modificadores se interponen entre "obrar" y "paciencia". No necesidad de correr, esperar, con gran tranquilidad. Con ello reafirma el valor de la paciencia en los quehaceres de cada día. Y más si nos fijamos en la educación como servicio en la misión. Hoy este servicio, de tejas abajo, es de sacrificio y espera a largo plazo. Y no hablemos de los desengaños. La paciencia personal, y en Dios, se necesita para comenzar, mantener y terminar la obra, si es que la formación y la vida de fe tiene término o fin. Con cuánta razón Calasanz solía decir que la obra de la educación era fruto de "paciencia, mucha paciencia y muchísima paciencia". Creo que el don de la paciencia, no es sólo cultivo, sino, también, regalo de Dios. Calasanz, para hacernos más sensible la presencia de Dios en nuestro quehacer recurre al libro de la Sabiduría 8, 1, en donde quiere justificar los tres modificadores con "se despliega vigorosamente", "de un confín al otro del mundo" y "gobierna de excelente manera todo el universo". c) Paciencia con los enfermos. Calasanz distingue entre enfermos y ancianos. A éstos los invita a la vida, a la acción, al testimonio. A los primeros les invita a vivir "con gran paciencia". El epíteto "gran" viene a realimentar la grandeza de la paciencia y más con los enfermos. Pero para Calasanz no es una paciencia sufridora sino "AMOROSA". El cariño y el amor entran, mejor mueven, el engranaje de la vida servidora del hombre de bien. Y entrejugando con "la cuerda del amor", aquella nos despierta de la pereza con el latigazo de la enfermedad. Transcribo literalmente el 295:

"Conviene tener gran paciencia con los enfermos. Mientras son probados por el Señor con la enfermedad, no hay que afligirles más..., sino consolarles y darles a entender amablemente que el Señor les manda la enfermedad para que se despierten del sueño de la pereza y se propongan caminar en adelante con gran fervor y diligencia por el camino de la perfección. Porque esta es la voluntad del Señor: nuestra santificación (1 Tes. 4, 3)".

Calasanz es claro: el enfermo ha de lanzarse desde su enfermedad al fin de la vocación: LA SANTIFICACIÓN. Calasanz ni es pasota ni pasotista. Quiere la dinamicidad en el enfermo y en la persona que lo cuida. Esto entra dentro de su definición de vida igual a LUCHA. Este dinamismo dentro de la ferviente y diligente vida de oración, la cual ayudará a dominar los dolores y pesimismos de la enfermedad. Y todo ello para buscar la perfección y santificación según 1Tes. 4, 3. Prosigue el 295:

"... Que acostumbra el Señor a dar semejantes latigazos con este fin, aunque algunos crean que provienen de causas segundas, como humores y otros accidentes, proviniendo en verdad de la causa Primera, que es Dios, quien se sirve de las segundas a su gusto. Conviene recordarles estas cosas en tales ocasiones".

El Providencialismo de Calasanz se pone de manifiesto en esta segunda parte. Calasanz, que admite las causas segundas, las transforma como providencialista y

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santo, en proyección de Dios en la vida de los hombres de fe. Es la expresión de la voluntad salvadora del Padre Dios. En el párrafo 295, Calasanz emplea el término "conviene" dos veces. Es un impersonal con carga afectiva, pero también con exigencia. Invita a todos a tener presentes ambas cosas para vivirlas con prudencia y paciencia. Un impersonal estimulante, como el de Jesús: "el que tenga oídos que oiga". La invitación impersonal para una acción personalizada en cada sujeto implicado. La verdad es que hay que cuidar a los enfermos, pero también de los que les cuiden. 7.5.2. Soberbia. Calasanz hace suyas las palabras de Mt. 7, 16: "Por sus frutos los conoceréis". La calidad de la fruta supone buenas cualidades en el árbol y en su entorno humano y ecológico. Si esto se supone en la naturaleza, cuánto más en las personas. Soma y espíritu tienen que estar coordinados para una buena fructificación. Por ello, Calasanz, también piensa en la persona y recoge las palabras del Eclesiástico 25, 2: "Mas tres clases de gente odia mi alma y su vida de indignación me llena: a) pobre altanero; b) rico mentiroso; c) viejo adúltero, falto de inteligencia". Con estos tres supuestos Calasanz afirma en el 1009:

"El signo ordinario de estar uno predestinado es la santa humildad. Y de estar reprobado es la soberbia. Así dijo Cristo bendito: por sus frutos los conoceréis (Mt. 7, 16)".

Y en el 1010: "Es necesario dar buen ejemplo a los seglares y advierta que quien ambiciona superioridad o cargo honorífico es signo de gran soberbia y, en consecuencia, de hallarse en mal estado; pues dice el Espíritu Santo: odia mi alma al pobre altanero".

Una fuerte relación con-causal entre "gran soberbia" y "mal estado", que exigirá una fuerte presencia de la acción del Espíritu Santo y que Calasanz reclama en estos casos de manera urgente. La expresión "Cristo bendito" del 1009 reafirma la necesidad de recuperar el equilibrio del espíritu humano. Y en esa recuperación entrará el amor de Dios (1013). Esto explica la actitud que adopta Calasanz en el 1056: "y aquellos que tienen un poco de soberbia son apartados del amor de Dios; porque Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes" (Sant. 4, 6). 7.5.3. Alegría y generosidad. La alegría y la generosidad son consecuencias de la humildad. El humilde da y reparte acciones y gestos con la nota de desprendimiento alegre. Y el humilde, también celebra la generosa alegría de los demás. Por eso no me extraña la manifestación de Calasanz en el 374: "Siempre que oiga decir que los novicios caminan por la vía espiritual con fervor y alegría me será de grandísimo consuelo".

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Ese caminar arranca de la humildad. Con este supuesto en el comienzo de la vida religiosa, Calasanz pasa a revitalizar la posible conflictividad en la vida activa. No entiende un hombre humilde en acción con melancolía y tristeza en su semblante. Pero oigamos al Santo (1172):

"No admita pensamientos melancólicos, que suelen apretar el corazón y perturbar la mente. Piense en cosas que le puedan causar alegría; por ejemplo, el premio que tiene Dios aparejado a los que ayudan a los pobres, principalmente en las cosas espirituales y el santo temor de Dios. Dice el sabio: "los que enseñaron a muchos brillarán como estrellas por toda la eternidad" (Dn. 12, 3). Se debe hacer, pues, este ejercicio con gozo, como nos enseña Pablo: Dios ama al que da con alegría" (2 Cor. 9, 7).

El mensaje es claro: amplitud de miras, generosidad, siempre con alegría y para todos ha de ser la dádiva de nuestro corazón y mente. Y este gesto que no es pasajero, sino constante, perenne y amplio hará brotar la fuente de agua viva de nuestro corazón. Ello le lleva a afirmar a Calasanz en el 1176:

“Continúe adelante alegremente y, al mismo tiempo, no pierda el santo temor de Dios, sino crezca en el amor que todo le resultará felizmente. Pues esta es la verdadera fuente de agua viva (Jn. 4, 14) y de la perfecta sabiduría".

Todo un hermoso párrafo, donde los epítetos y adverbios enriquecen la extensión e intensidad del espíritu generoso de una persona gratificadora y gratificante. En ella brilla la alegría, el temor reverencial, el amor, y la fuente viva de la verdad para relanzarnos a la perfecta sabiduría. Ésta nos conduce a la verdadera fraternidad de una comunidad que mira al Padre amoroso. La alegría no se manifiesta en una lengua parlanchina o más o menos viva en el buen decir, sino en la proyección de una vida equilibrada y que se dirige al hermano con la nobleza que comporta la perfecta delicadeza. Esto es Calasanz. Su aportación a la parlanchinería es clara en el 166:

"El religioso que no sabe refrenar su lengua hace vana su Religión (Sant.1, 26). Es decir, pierde el fin por el que ha venido a la Religión, que es la perfección."..." La infidelidad a esta norma, según Santiago, comporta el engaño a su propio corazón".

La nobleza de corazón es fuente viva de alegría. 7.5.4. Perseverancia y constancia. Calasanz, ¿fue un tozudo o un hombre esperanzado en Dios? Confieso que fue un hombre absolutamente confiado en Dios. Su providencialismo alegre así nos lo confirma. Esperar y perseverar en la espera es la apertura de un corazón a un Dios que también se le abre. Dios llama a su puerta y Calasanz se la abre libre y constantemente. Y esto no es tozudez, sino amor que bebe de la fuente viva de Dios. Veamos que nos comunica en el 1194:

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"Mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza (II Cor. 12, 9). Sepan conocer de qué manera el religioso debe permanecer constante en el servicio de Dios, perseverando hasta el fin, donde está preparada la corona para los perseverantes. Que el Señor nos conceda a todos, como a elegidos suyos, la gracia de esta santa perseverancia".

Evidentemente, Calasanz trata de la perseverancia en la vocación y en la fe, pero también es una invitación a la fidelidad de la entrega por el servicio educativo, especialmente a los pobres, aunque a veces haya que obrar con prudencia. Este tacto prudencial lo aconseja el Santo en momentos de enfrentamiento de intereses entre la bondad del servicio de los religiosos y los intereses de la autoridad, la cual respeta como venida de Dios. Pero invita a sus religiosos que esperen con paciencia. Y termina así el 516: "Con la perseverancia, poco a poco, se hace un largo camino". Esta frase viene a significar la confianza del Santo a la mano providente de Dios y no en su tozudez aragonesa. Esto le mueve a trabajar con diligencia en las escuelas a fin de avergonzar al adversario (1214) "e implantemos en el corazón de cada niño el lema "Piedad y Letras"... (1254). La razón de este obrar lo apoya en el 1214: "que el adversario no tenga nada que decir de nosotros". Y en Mt. 7, 2: "en la medida que midieseis se os medirá a vosotros".

7.5.5. Mortificación. Las palabras mortificación y mortificarse tienen en muchos oídos un sentido peyorativo. Así, en un primer significado tenemos el de: a) agotar, debilitar, atormentar, minar...Estos significados vienen ligados a las acciones de una persona -chinche sobre otras personas. Pero en este campo no entramos. Existen otros significados como: b) reblandecer, suavizar, quebrantar, privarse, desprender, desasir, desapropiarse. El significado de estas acciones lo estimamos más personal y preparatorio para una vida mejor de interrelación y de orientación en comunidad. Este amplio campo significativo viene orientado por una persona formadora que, a veces, no llegamos a entender en su finalidad e intencionalidad, porque nuestra personalidad nos parece intocable. De ahí que nos asalten algunos interrogantes: ¿para qué?, ¿porqué?, ¿qué se ha creído? Al margen de las leyes, en el amplio campo social, el hombre ha creado múltiples reglas normativas y educativas para la convivencia. En la familia la regla del amor es norma de vida. Yo me pregunto: ¿en la comunidad domina la convivencia o la vida? Yo no entiendo una comunidad de mera convivencia. Esta actitud comporta una normativa de la más "pura guerra fría", expuesta a los vaivenes y tensiones. Para mí la comunidad es vida. Y una vida tan profunda como la de la familia auténtica de proceso y progreso, que no procesista ni progresista. La radicalidad de la vida religiosa exige la radicalidad del amor. Y decir "radical" quiere decir raíces de vida y amor. Estas no a lo pequeño sino a lo grande. Con este planteamiento hemos de vivir renuncias y discernimientos como, también, muchas riquezas y alegrías.

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A este propósito cuán consoladoras, alentadoras y exigentes las palabras de Calasanz en el número 367, pero advirtiendo que nuestra vida comunitaria es un noviciado perenne de paciencia y delicadeza:

"Le recomiendo el cuidado de estos novicios, de los cuales sabe cuánto bien puede venir a la Religión si se les forma bien. Y, por el contrario, cuánto daño nos han acarreado los que han estado en la Religión solamente con el cuerpo y teniendo su espíritu ocupado en otra parte".

Me pregunto: ¿cuándo hay felicidad en una comunidad? ¿Con espíritus presentes en la comprensión o con cuerpos presentes en el desprecio? Podríamos hacer juegos de palabras con interrogantes directos e indirectos, para la inteligencia y experiencias personales. En algunas comunidades me piden la alegría del juego pero la reflexión de los juegos nos enredan. Sigo en el 367 y con el noviciado de la vida comunitaria:

"Instrúyales con frecuencia sobre el modo de hacer oración, de mortificarse, de sujetar la voluntad propia a la de otro. Que se olviden de las comodidades de sus casas, y que atiendan solamente al desasimiento de sí mismos y a la mortificación del amor propio".

Palabras tan claras y ricas en su significación no necesitan ser comentadas. Tal vez surja de nuestro interior una sonrisa indefinida e imprecisa por la aceptación o la burla. La palabra mortificación, subjetiva u objetivamente, es constructora (suaviza, reblandece) y no destructora (mina, destroza), aunque tengamos que renunciar en el primer de ciertas entidades e instancias personales o individuales por una auténtica vida en comunidad. Calasanz, que sabe las dificultades en el espíritu de mortificación y desea la salvación de sus religiosos, acaba el 367 con la cita bíblica:

"Cerciorándoles que de esta manera podrán asegurar su salvación. Pues, es bien cierto que son pocos los que la encuentran". (Mt. 7, 14).

La visión de Calasanz sobre la necesidad de mortificarse es meridiana. Por ello, no duda en escribir a un religioso lo que sigue:

"No se olvide de hacer algunos actos de mortificación y de humildad para compensar, por si llega a realizar alguno de impaciencia. Acomodándose, como decía San Pablo, me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a alguno " (1ª Cor. 9, 22).

Copio la cita completa de 1 Cor. 9, 22:

“Me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles, me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos".

Hoy me pregunto: ¿cómo ganar a todos y salvar a alguno? Cada quien tiene su respuesta. Sin comentario.

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CAPÍTULO 8. CAMINO DE PERFECCIÓN. 8.1. Los dos caminos (Mt. 7, 13-14). "Entrad por la entrada estrecha. Porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición y son muchos los que entran por ella. Mas, qué estrecha la entrada y angosto el camino que lleva a la vida y qué pocos son los que lo encuentran". Estas palabras que sirven de introducción a este capítulo no tienen una significación exclusiva y excluyente, de hablar sobre la condenación o la salvación. Ésta será consecuencia de haber vivido a Dios sirviendo al prójimo. Siguiendo el discurso del capítulo siete de Mateo, la perfección de la Ley y de los profetas se realiza en el amor a Dios y al prójimo, en dar y darse. Calasanz, en el 1214 afirma:

“La razón principal de nuestro trabajar bien y con empeño es el agradar a Dios".

Y en el 1254, remacha: “Procure sacar buenos alumnos en Letras y Piedad y tenga por seguro que con la medida que midiéreis se os medirá a vosotros (Mt. 7, 2). Esto nos debiera despertar para estar muy atentos y vigilantes en todas nuestras acciones, principalmente en la ayuda al prójimo".

Ambos textos (1214 y 1254) los apoya Calasanz en la Biblia: - Texto 1214, apoyado en Timoteo 2, 8:

“Palabra sana, intachable para que el adversario se avergüence y, no teniendo nada malo que decir de nosotros....".

- Texto 1254, apoyado en Mateo 7, 12: "Porque con el juicio que juzgáreis, sereis juzgados y con la medida que midais se os medirá".

Y esta es la consecuencia de la regla de oro de Mateo: "Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos".

8.2. Sed perfectos. El hombre criatura e imagen de Dios es perfectible. Ha recibido dones de la naturaleza y de Dios. Las dávidas de Dios, totalmente gratuitas. En la realización de éstas entra en juego la acción de Dios. En la historia de la Redención aparece la figura de Jesús que nos da la Buena Nueva, el Evangelio. Mateo, en mitad del discurso evangélico de la Montaña, con las Bienaventuranzas y el cumplimiento de la Ley, plasma la frase: "Vosotros sed perfectos como perfecto es vuestro Padre Celestial" (Mt.5, 48). Esta plasmación responde a la necesidad de hacer más explícita la fidelidad amorosa y misericordiosa de Dios con los hombres y de éstos entre sí y con el Padre. Éste "sed perfectos" tiene reminiscencias del Levítico: "sed santos como Yo soy santo" (Lev. 11, 45; 19, 2).

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Santificación y perfección son ecos divinos, pero la realización es diferente según se mire el AT o el NT. En el AT se mira más la materialidad del mandato que la formalidad. El Dios santo es distinto a los demás seres: grande, poderoso, terrible. Se muestra, también, maravillosamente fiel y bueno. La santidad consistirá en cumplir la Ley. En el NT se contempla la formalización de la Ley, llevada, ampliada y rematada por el Amor y la misericordia. En el AT el pecador será rechazado y apedreado. En el NT será acogido, curado y buscado. Jesús se sentará con ellos para sanarlos, no para juzgarlos. Por tanto, el Dios muy santo es el Dios del Amor. Jesús no es el Justo que huye de los pecadores, sino, al contrario, convive con ellos para salvarlos. La conflictividad farisaica estaba en la obscuridad frente a la claridad y verdad de Jesús, quien dice: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn. 14, 6). Jesús, el Cordero sin mancha prefigurado en el Levítico, toma sobre sí nuestros pecados y para redimirlos derrama su sangre. Así viene a ser sacerdote perfecto y capaz de perfeccionarnos. Desde el anonadamiento y la humildad nos podemos levantar al ágape de la caridad paterna y fraternal. De ése "sed perfectos" nace la búsqueda de la oración, la paz, la alegría, el perdón, la reconciliación y la fraternidad universal, la aceptación del dolor y el servicio en el dolor. También nacen en él la urgencia por la justicia, la paciencia y la delicadeza. Toda una fuente de energía por un mundo mejor en el trabajo del amor. En este marco de fidelidad y exigencia del Evangelio de Mateo se enmarcará el no menos fiel y caritativo Calasanz para vivir y hacer vivir el camino de perfección. 8.3 Perfección, santificación. En la literatura ascética se han empleado indistintamente estas palabras con un mismo significado. No es un estado, es un proceso para aproximarse a la perfección o santidad que es Dios. Calasanz emplea más el término perfección, como un proceso de conquista que llevará a un acercamiento al proyecto salvador que Dios tiene de nosotros gracias a "Cristo bendito" que nos acompaña. Calasanz lo define como un proceso lento, constante y perseverante. Los linderos, las disposiciones mentales y psicológicas, así como las condiciones ambientales, familiares y personales, el acompañamiento individual y comunitario, vienen explicitados por Calasanz (apoyado en el Evangelio de Mateo). La frase "angosto es el camino que lleva a la vida y pocos los que lo encuentran" (Mt. 7, 14) que empleará Calasanz machaconamente, será el "leitmotiv" inspirador para caminar por el proceso de perfección o santificación. No sólo por confirmar lo dicho, sino más bien por conocer el planteamiento y por su asentimiento a la perfección religiosa copio el número 999:

“Si alguno de ésos nuestros religiosos han oído con disgusto aquella verdad evangélica de que el camino que lleva a la vida es angosto y estrecha la puerta, yo lamento mucho su ignorancia. Piensan que estando sometidos a la sensualidad pueden caminar por esta senda. Deberían, en cambio, privarse poco a poco de los gustos del sentido y penetrar en los del espíritu Entonces hallarían fácil este camino de la Vida, porque el yugo de Dios es suave (Mt. 11, 30) para quienes lo quieren vivir según el Espíritu; pero es difícil

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para quien lo quiere vivir según los sentidos. Y quien espera el tiempo futuro para hacer esta prueba puede suceder que le falte".

En el 999, Calasanz presenta la exigencia, el tiempo, el proceso, la fuerza y las condiciones y disposiciones personales de cada uno frente al camino de perfección hacia la VIDA con mayúsculas. 8.4. Disposiciones psicológicas. La perfección es esencial y profundamente una acción progresiva y humana, bajo la providencia divina en su nacimiento y evolución. Como acto humano, reclama una armonía mental y somática. Para Calasanz, la función mental viene acompañada por la alegría y la ausencia de melancolía. Estas disposiciones psicológicas las anotamos en el capítulo 7. Ahora hablaremos de la mente y del corazón. Si la inteligencia nos lleva a descubrir, entender y distinguir las posibilidades, más o menos eficaces, para un fin y objetivo puramente humano, esa misma inteligencia es necesaria para armonizar el espíritu y el soma. Esa inteligencia ha de ser iluminada con la voz del Espíritu, por lo cual mirará al proceso de perfección. Por ello, no es de extrañar que Calasanz lo sentencie en el 697:

“Que Dios ilumine la mente para que sepa encontrar el verdadero camino de la perfección religiosa". “Importa, pues, mucho estar siempre alerta para que no llegue de improviso y se aleje sin provecho" (699).

Con esta luz de alerta llegamos a encontrarnos con el camino de la verdad, que es descubrir la presencia de Dios en nuestra existencia. Para Calasanz el "sabio y prudente en la escucha interior es el ignorante a los ojos de los hombres". La escucha interior es la doctrina auténtica, pero "por ser contraria a la sensualidad la siguen pocos" (721). Esta luz y sencillez de sabio es clave para evitar los tumbos de misticismo que, con alguna frecuencia, ocurren en algunos espíritus. Calasanz en el 1166 y en el 1172 rechaza los espíritus parlanchines y melancólicos "porque engañan a su propio corazón" y "apretan el corazón y nublan la mente". Mente clara y corazón fuerte. La dulce metáfora del corazón hace referencia a la voluntad que exige fuerza para oponerse a la propuesta de los sentidos frágiles en el hacer y difíciles de erradicar en el camino de perfección. Calasanz, que conoce la debilidad del corazón y de la voluntad ilustrada con hermosas metáforas "del viento que va y viene y que no sabemos adónde va y para qué viene" y "del "simple asnillo que se deja conducir", nos advierte que pongamos "toda nuestra fuerza y confianza en Cristo bendito" (721). Calasanz, conocedor de vidas y voluntades de ayer y de hoy, nos escribe en el 736:

Con el cariño especial que le he tenido siempre he pedido al Señor que le haga un gran siervo suyo e imitador, en lo interior, ante todo, de su santísima voluntad, donde descubrirá los misterios escondidos a los sabios y prudentes del siglo y reservados a los humildes" (Mt. 11, 25).

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La mente iluminada, la voluntad reforzada y los sentidos dominados hacen posible caminar y vivir el camino de perfección y ser cada uno capaz de renunciar al propio juicio y a la propia voluntad (959). Calasanz hable de esta renuncia como necesaria para la vida. La VIDA de Dios no es de espaldas a la realidad de la vida de cada persona. Al contrario, ésta adquiere más valor cuanto más se identifique con Dios, lo que le llevará al camino de perfección. La identificación del hombre con Dios se fundamenta en el amor y la paciente caridad, acompañados de las obras. Calasanz lo expresa en el 848:

"Cuanto más soporte para no romper la caridad con el prójimo mucho mayor mérito tendrá delante de Dios. La paciencia estos casos ha de estar acompañada de las obras perfectas".

Podemos resumir las disposiciones psicológicas propuestas por Calasanz en estos términos: (a) Espíritu sano y sereno. (b) Equilibrio en la sensualidad. (c) Control de los sentidos. (d) Salud mental. (e) Fuerza de voluntad. (f) Libertad de acción. (g) Alegría y ausencia de depresiones. (h) Frescura de espíritu. (i) Disponibilidad de servicio. (j) Verdad y veracidad de palabra. (k) Amor paciente. (l) Perfección en el obrar. (m) Independencia espiritual. (n) Espíritu vigilante, diligente y constante. (o) Sencillez y control de afectos. Tras la exposición, más o menos organizada, de las disposiciones psicológicas personales en el camino de perfección no quiero dejar de lado las citas bíblicas que Calasanz escogió. No hago comentarios. (a) 1172: dominio de la lengua: "Si alguno se cree religioso, pero no pone freno a su

lengua, sino que engaña a su propio corazón su religión es vana" (Sant.1, 26). (b) 1172: fuga de la melancolía: "Cada cual dé según el dictamen de su corazón, no

de mala gana ni forzado, pues Dios ama al que da con alegría" (2 Cor. 9, 7). (c) 1176: alegría continua: "Pero el que beba del agua que Yo le dé no tendrá sed

jamás, sino que el agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua viva que brota a la vida eterna" (Jn. 4, 14).

(d) 1254: vigilancia: "Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados y con la medida que midiéseis se os medirá" (Mt. 7, 2).

(e) 697: mente clara: "Mas qué estrecha es la entrada y qué angosto el camino que lleva a la vida y qué pocos son los que lo encuentran" (Mt. 7, 14).

(f) 699: alerta: " El viento sopla y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Así es todo el que nace del espíritu" (Jn. 3, 8)

(g) 701: sencillez: “Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn. 14, 6).

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(h) 702: perseverancia: " Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre, pero el que persevere hasta el fin ése se salvará" (Mt. 10, 22).

(i) 702: fortaleza: "Pero él me dijo: mi gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza; por tanto, con sumo gusto seguiré gloriándome sobre todo en mis flaquezas para que habite en mí la fuerza de Cristo" (2 Cor. 12, 9).

(j) 736: sencillez del sabio: " Yo te bendigo, Padre, señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a los pequeños" (Mt. 11, 25).

(k) 848: buenas obras, amor paciente: "Pero la paciencia ha de ir acompañada de obras perfectas, para que seáis perfectos e íntegros, sin que dejéis nada que desear" (Sant. 1, 4).

(l) 959: renuncia y voluntad: "Angosto es el camino que lleva a la vida y pocos son los que lo encuentran" (Mt. 7, 14).

(m) 999: renuncia a la sensualidad y a los sentidos y suavidad del yugo: " Porque el yugo es suave y mi carga ligera" (Mt. 11, 30). "Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación y que os alejéis de la fornicación" (1 Tes. 4, 3).

8. 5. Condiciones ambientales. Admitiendo de partida las palabras, ya comentadas, de Génesis 1, 2, estudiaremos en este apartado los tiempos, lugares y personas que favorecen el camino de perfección. a) Tiempos.-

El tiempo en el noviciado es clave para Calasanz en el caminar en la perfección. En este tiempo, el cuidado en la elección y selección, como también en la formación de los candidatos, debe primar. La época de enfermedad y tribulación es tiempo señalado para el camino de perfección personal. La sintonía entre tiempos adversos y de bonanza dulcifica las condiciones.

b) Lugares.- El noviciado es el primer peldaño para entrar en la escuela interior que conducirá a las personas a vivir en las comunidades de su patria o de otras naciones. El mundo es la patria universal del religioso, regido y dirigido por la divina Providencia. Amar la patria, pequeña o grande, o desligarse de ella es el primer conflicto en el espíritu del futuro religioso. Los tiempos y lugares están íntimamente entrelazados con las personas. Ello explica porqué no he citado ningún texto de Calasanz que sí suscribiré al hablar de las personas.

c) Personas.- Los enfermos, cariñosa y pacientemente tratados, deben aceptar la enfermedad como un "aviso del Señor para despertar del sueño de la pereza" y caminar en la perfección (295) "con fervor y diligencia" (1 Tes. 4, 3). Los números 367 y 384 marcan las pautas de los novicios para ser hombres de espíritu y elección del camino estrecho (Mt. 7, 14) en pro de auténticos servidores de la Verdad (Jn. 14, 6) y de los que "han nacido según el Espíritu" (Jn. 3, 8) para servir con autenticidad a los pobres (516).

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Si en el 674 Calasanz afirma que tanto el cristiano como el religioso "está obligado a seguir la invitación del Señor" (Lc. 14, 23), en el 470 se muestra más exigente si es sacerdote para seguir el camino de perfección. Algunas experiencias tristes y destructoras de la paz, en el camino de perfección, debió vivir Calasanz con unos religiosos suyos por mantener excesivo apego a su pueblo y familia. Así lo manifiestan los números 942 y 943, tomando las palabras condenatorias de la Biblia: "Los propios familiares serán los enemigos de cada cual" (942, de Mt. 10, 36). "Más blanda que la crema es su boca, pero su corazón es sólo guerra; sus palabras, más suaves que el aceite, son espadas desnudas" (943, de Sal. 54, 22). Y acaba de sacudir la alfombra cuando escribe en el 999: "Si algunos de esos nuestros religiosos han oído con disgusto aquella verdad evangélica de que el camino que lleva a la Vida es angosto y estrecha la entrada (Mt. 7, 14), yo lamento mucho su ignorancia".

8. 6. El acompañamiento. En ese recorrido de exigencias en el camino de perfección, Calasanz no dejó ni nos dejó en la soledad. Él está presente con sus consejos y con su espíritu. Las fuertes manifestaciones del 942, 943 y 999, tienen también una fuerte carga de corrección y dulzura paterna (ejemplos: la de enfermos corporales y espirituales en el 295 y la de los jóvenes novicios en el 384). Anima, aconseja y bendice a religiosos y comunidades ejemplares en la vida y en la entrega por la misión (516, 697, 761, 702, 736, 737 y 1023). Pero por su ternura y delicadez transcribo el 700:

"Escribo una carta al Padre Juan Lucas y en ella le digo con cariño paterno cuánto deseo comunicarle, con caridad, el espíritu que el Señor me ha dado y le exhorto, con todo el afecto posible, venir a Roma y estar junto a mí por algún tiempo para aprender el camino angosto que lleva a la vida" (Mt. 7, 14).

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CAPÍTULO 9. EL PADRE.

En este capítulo no hablo del Calasanz, Padre y Fundador del Instituto, ni tampoco del educador, Padre de los niños. Quiero hablar del Padre que atiende a sus hijos en los momentos de la prueba, de los jóvenes en formación, de los religiosos enfermos y despistadillos en la oración y de los educadores como personas de acción y vida. 9.1. En primera línea. En varios lugares en sus escritos, Calasanz hace referencia al símil del marinero, périto en el buen navegar, y más formalmente, en la tempestad. En el 609 así nos lo recuerda. Un superior y sus cooperadores, acosados por sus enemigos y adversarios, plantean qué hacer. Calasanz les alienta a "ganarlos con buenas palabras y mejores obras". Humanamente fallamos, con alguna frecuencia, con la imposición y ausencia de diálogo. Pero Calasanz pide más. Y sobre todo recomendando la casa y así mismo a Dios, de día y de noche, en silencio, sin que nadie lo vea, porque "los días son malos" (Efesios 5, 16). Y por si acaso no nos hemos enterado añade con insistencia: "Dios quiere ser rogado más veces y aún importunado para descubrir el amor con que se acude a su divina Majestad". Podríamos pensar que es un buen consejo si no conociéramos al Calasanz de las amarguras y esperanzas testimoniales de su propia vida y que redescubrimos en los siguientes puntos: 78: "Deseo que todos estén con buen ánimo pues aquellos que sean constantes verán el auxilio del Señor" (2 Cron. 20, 17). La oración y la fe en la lucha son las armas de los que andamos por los mares del servicio. Pero sigamos con oídos atentos. 80: "Mientras yo tenga yo tenga aliento no perderé el deseo de ayudar al Instituto, con esperanza de volverlo a ver asegurado, fundándome en aquellas palabras de un profeta que dice: quedaos quietos y veréis la salvación de Yahvé que vendrá sobre vosotros" (2 Cron. 20, 17). Los agravios habían hecho mella en uno de sus religiosos y Calasanz escribe en el 1160:

"Soporte los agravios con paciencia. A mí me condujeron al Santo Oficio sin saber porqué y después que me lo dijeron, vi que en aquello era inocente. El Señor quiere probarnos por el camino de la tribulación. Sin embargo, anímese a padecer, porque es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios" (Hchos. 14, 22).

El camino del calvario y de la pasión había marcado la piel de la reciente Escuelas Pías. Pero Calasanz levantó el ánimo de sus hijos con el aliento de su esperanza en el resurgimiento de su obra. Calasanz sigue siendo el Padre alentador de personas que quieren servir en el silencio de lo incomprensible. Su paciencia paterna no es terquedad racial sino de amor.

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9.2. El pastor. La salvación de las almas tenía ecos de resonancia en el ambiente de los siglos XVI y XVII. Estos ecos de estudio intensivo de Mateo vienen en la conciencia de Calasanz como pastor y conductor de adultos y adolescentes. De ahí que Mt. 7, 14 sea el texto más citado en las cartas de Calasanz. Su espíritu, cristiano y sacerdotal, se plantea seria y serenamente la elección de los dos caminos, espacioso y angosto, con la proyección del Mal y del Bien. Casi diríamos que es obsesivamente repetidor. Calasanz quiere con ello la rectificación de conductas en sus ambientes educativos. "Me desagrada que la pasión tenga ciegos a algunos... Dios quisiera que no fuesen tantos los religiosos, que guiados por el amor propio, caminen por la senda espaciosa" (93). De aquí arranca el cuidado y la alegría por el buen caminar de sus jóvenes novicios (367, 374). El pastor predice el mal de las ausencias y conduce a buenos pastos. Así, en 689:

"He oído que no asiste y atiende muy poco a la oración, siendo ésta el medio único y necesario para alcanzar la misericordia de Dios. Pues dice el profeta: bendito sea Dios que no ha apartado mi oración ni su amor lejos de mí (Sal. 65, 20). Procure, con todo empeño, remediar la falta en esto".

Hoy, pastos hay, pastillas... más, y, ¿pastores orantes? A la llamada de atención, sigue la dulzura en el número 700:

"Escribo una carta al P. Juan Lucas y en ella le digo, con cariño paterno, cuánto deseo comunicarle, con caridad, el espíritu que el Señor me ha dado...."

¿Existe esta actitud de acompañamiento pastoral hoy en día? Continúa en el 702:

"Pido al Señor que donde no puedan llegar mis fuerzas, supla él con su gracia con tanta abundancia que, colmados de ella, prosigan alegremente el camino de la salvación que obtienen los perseverantes. Hallándose escrito no el que comience sino el que persevere " (Mt. 10, 22).

Nosotros, pastores de hoy, ¿tenemos esa perseverancia? Calasanz, alentador y alimentador de ovejas, escribe en el 736:

Con el cariño especial que le he tenido siempre, he pedido al Señor le haga un gran siervo suyo e imitador en lo interior, ante todo de su santísima voluntad, donde descubrirá los misterios escondidos a los sabios y prudentes del siglo y revelado a los humildes" (Mt. 11, 25).

¡Entremos amigos en la cuerda del aliento y la alimentación y no en la soga del pesimismo! Y el pastor Calasanz da la bendición a toda una comunidad testimonio de bien (737). Por el contrario, siente y acusa el antitestimonio de algunos religiosos: "y yo lamento mucho su ignorancia" (999).

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La cualidad básica del pastor es la humildad y lo fundamenta en Mt. 23, 12: "Pues el que se ensalza será humillado y el que se humille será ensalzado". Y junto a ésta, la paciencia según San Pablo: "Me he hecho todo con todos para salvar a toda costa a alguno" (1 Cor. 9, 22; Calasanz, 1040). 9.3. Sensibilidad del Padre. Al hablar de sensibilidad no quiero entender sensiblería. Sensibilidad es la forma delicada de ver al hermano y sus problemas. Descubrir sus causas, comprenderlas, acompañarlas, solucionarlas y estabilizar al hermano en la senda de su recuperación. Esto pide sencillez y alegría. Calasanz las tiene. Veamos. En el 242 pide a todos "un espíritu universal". Y concretiza la actitud en un educador en estos términos: "Tenga como querido hermano suyo en Cristo a cualquier otro individuo con tal que sea temeroso y buen siervo de Dios". Es un mensaje construido literariamente sobre una noble sensibilidad ("querido hermano") en contraste a una expresión fría ("cualquier otro individuo"). Y añade la razón bíblica: "Pues en el servicio del Señor no hay acepción de personas" (2 Cor. 19, 7 y Calasanz, 242). Por si fuera poco, añade el "razonamiento de filósofos y matemáticos que dice que dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí" (242): "Procure, pues, mantener un espíritu universal" (242). Con la universalidad de espíritu de Calasanz, entendemos el cuidadoso cariño y respeto hacia los enfermos (295) y el sereno aviso, incluyéndose él, en el 308:

"Me parece que la diversión para nosotros, que somos ya de edad, más a propósito que el ajedrez será prepararse a bien morir...” "A buen entendedor, pocas palabras".

Conclusión a la que llega, después de dos citas bíblicas (Job 14, 5 y Mt. 24, 50) sobre la brevedad de la vida. Con gran sensibilidad y dulzura acompaña a un religioso suyo que, fiel administrador de su ministerio sacerdotal, es perseguido y calumniado (466). Y le invita a que lo tome con paciencia y le recuerda las palabras de Mt. 5, 11: "Bienaventurados seréis cuando os injurien y persigan por mi causa y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa". En el 565 escribe a un superior:

"Trate como Padre a los de dentro y a los de fuera, sin cólera y con mucha modestia".

Calasanz, que se siente "Padre espiritual" exhorta a una comunidad para que caminen con sencillez y perfección poniendo por testigo a Dios que "es la verdad" (Jn. 14, 6; Calasanz, 701). El servidor de sensibilidades escolares y personales quiere también la sensibilidad en los pequeños detalles de la comida y así se lo comenta a los superiores en el 1012, ya que Jesús dijo: "no he venido a ser servido, sino a servir" (Mt. 20, 28). Las insensibilidades de Padres antiguos (1049), como de sacerdotes despreciadores de Superiores (1015), contrastan con la sensibilidad generosa y desinteresada (desprecio de títulos (1007, 1013)), para corrección y edificación de todos.

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Pero ese juego de la sensibilidad verdadera y de la hipersensibilidad se manifiesta en el 1451:

"Yo actúo por pura caridad, porque deseo su salud como la mía propia. No debería permitir ni mucho menos admitir tentación tan grande, pensando que juegue yo con usted a la pelota y le haya perdido la fe".

Sin comentario. 9.4. El teólogo. No voy a descubrir sobre doctrina, títulos y saberes educativos del Doctor Calasanz. Ni tampoco sobre el discurso, profundo y razonado, del documento al Cardenal Tonti que con fundamento bíblico-teológico nos define qué es la Educación como valor y proceso del hombre en la sociedad universal. Tampoco hablaremos de la inspiración o comprobación de sus vivencias espirituales, personales o iluminadoras de otras vidas, nacidas del estudio de la Biblia, como hemos visto en el presente trabajo. Sencillamente trataré de la alta estima de la dignidad del sacerdote y la tranquila solución a un religioso suyo preocupado por las penas canónicas. En el 470 califica al sacerdote así: - Tender a la perfección religiosa. - Con mayor diligencia. - Con máxima obligación. - Aprenda a celebrar la Misa. - Pero muy bien. - Con ceremonias y gestos debidos. - Porque conoce poco tan gran misterio. - Este sacramento y gran misterio, conviene lo estudie. - Y además bien. - Para que no pueda ser criticado. - Ni decir que no discierne el cuerpo del Señor. - Y finalmente "le mandaré yo el permiso".

Por contrapunto, en el 468 escribe: "desearía que celebrase la Misa después de haber aprendido muy bien las ceremonias; que da pena ver el poco cuidado que se tiene en saberlo como se debe. Y si comienza uno a celebrar la Misa sin haberla aprendido bien, toda la vida las hará mal".

Todo este párrafo es la expresión mínima del gran espíritu sacerdotal de Calasanz y que también lo quiere para sus sacerdotes, que son la clave espiritual de su Instituto y sus escuelas. Calasanz, conocedor de las disciplinas eclesiásticas como pocos sacerdotes de su tiempo, también sabe conducir por el camino de la verdad y fidelidad eclesial sin temor a las penas. Así, se explica el párrafo 595:

"De amonestaciones y excomuniones debe angustiarse poco. Porque bien sabe usted que la Ley no ha sido instituida para el justo" (1 Tim. 1, 10). "Gobierne con el santo temor de Dios que las excomuniones no han sido hechas para usted".

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Con este párrafo, Calasanz confirma que la elección por la lealtad a Dios se fundamenta en su propio amor que ha de ser el nuestro, aunque él emplee la palabra "temor". No es de extrañar que haga suyas las palabras de 1Tim. 1, 9:

"Si ya sabemos que la ley es buena con tal que se la tome como ley, teniendo presente que la ley no ha sido instituida para el justo sino para los prevaricadores y rebeldes, para los impíos e irreligiosos..."

La sensibilidad y el amor hacia sus hijos son un reflejo, no de sensiblerías, sino de la fuerte confianza que Dios había puesto en el corazón del Padre, que se sentía Fundador del Instituto y responsable de la buena marcha de sus hijos en el camino de perfección, que era su primer objetivo. 9.5. Cor unum. El Instituto está formado por hombres y, como tales, tenemos nuestras imperfecciones, críticas y apasionamientos. Calasanz, entonces como hoy, sale al encuentro para que nos pongamos en el camino de la Unidad y no en el de la Unicidad. Oigamos el 848:

"Oh!, ¡cómo me agradaría que todos los nuestros caminasen con santa sencillez, y no se mordiesen el uno al otro, sino que se ayudasen y defendiesen, principalmente en asuntos que intervienen asuntos seglares!"

Esto que es, y debiera ser básico entre religiosos, lo debe ser, también, entre nuestros colaboradores laicales frente a los intereses seculares en intensidad y en plenitud. Pero más duro se muestra con los apasionados. Escuchémosle (869):

Aunque se ha escrito que toda malicia es poca junto a la malicia de la mujer, aún parece mucho mayor la malicia de los religiosos apasionados y obstinados".

Tanta claridad no precisa comentario, pero sí la reflexión y encarnación vivencial. Calasanz, que denuncia realidades, también expresa su correspondiente actitud personal en un caso concreto y, con dura sencillez, escribe (593):

“Porque el Señor se ha complacido que esté yo en su lugar en esta Religión y debe usted responder o escribir siempre, como si respondiese o escribiese al mismo Señor. Pues él dijo: quien a vosotros rechaza a mí me rechaza (Lc. 10, 16). Lo dijo refiriéndose a los Superiores".

Por ello Calasanz, pletórico de amor, proclama (836): "Deseo que tengan todos un solo corazón y una sola alma en el servicio de Dios (Hchos. 4, 32). La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma.

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Nadie llamaba suyo a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos (Hchos. 4, 32)".

9. 6. Testamento del Padre. Limitaré, sencillamente mi pensar, en lo que es el TESTAMENTO de Calasanz: Amor, Oración y Fe.

"Cuanto más soporte para no romper la caridad con el prójimo, tanto mayor mérito delante de Dios. Y la paciencia en estos casos ha de ir acompañada de obras perfectas (Sant. 1, 4)". (848). "Considerad como un gran gozo, hermanos míos, estar rodeados por toda clase de pruebas, sabiendo que la caridad probada de nuestra fe produce la paciencia en el sufrimiento. Pero la paciencia ha de ir acompañada de obras perfecta, para que seáis perfectos e íntegros, sin que dejéis nada que desear..." (Santiago, 1, 2-4). "Si se reúnen con celo de la gloria de Dios y mayor provecho de los alumnos, hallarán en la práctica que el espíritu Santo estará en medio de ellos. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt. 18, 20)" (839).

El Padre Calasanz, de rodillas, en oración siempre confiada ante el Padre, escribe para siempre el número 1469:

"Quedaos quietos y veréis la salvación de Yahvé, que vendrá sobre vosotros (2 Crón. 20, 17). Que abra vuestro corazón a su Ley y sus Preceptos y os otorgue la paz. Que escuche vuestras súplicas, se reconcilie con vosotros y no os abandone en tiempo de desgracia. Esto es lo que estamos pidiendo ahora por vosotros. (2 Mac. 1, 4-6). Para que no os contristéis, sino que brille más vuestra fuerza en la Prueba. Por la falta de vista no puedo continuar escribiendo. ¡El Señor nos bendiga siempre a TODOS!"

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CAPÍTULO 10. CALASANZ, EDUCADOR DE HOY. 10.1. Educar con vocación. No entro ni quiero entrar en la significación etimológica de las dos palabras. Tampoco en la experiencia histórica de los dos vocablos. Ambas a dos, intensiva y extensivamente, abarcan una profunda realidad: el hombre o la persona del hombre. A las personas, educadora y educanda, yo prefiero llamarlas "coeducantes" porque hemos dejado de lado, equivocadamente, la admisión de interrelaciones. Esto ha creado una convivencia, opuesta y opositora, sin espíritu constructor. La oposición nos ha llevado a un alejamiento visceral y de crisis. Desengaño de educadores y desencanto de educandos. La sociedad y la "hinchada comunicación" se han implantado a la paternidad y a la filiación, con la profunda ruptura entre las personas y sus valores. La relación paternidad-filiación espiritual ha quedado encallada, si no liquidada. El 19 de octubre de 2001, a las 19.58 horas, un locutor de Radio Nacional dijo: "Los maestros son sádicos". Repitió "sádicos" dos veces. ¡Gracias, amigo locutor! ¡Tu maestría o ignorancia "de la palabra" se incluirá también! Porque los medios de comunicación educan o deseducan como los maestros. Este es un timbre más de alarma sobre la función educadora o deseducadora, con vocación o sin ella. Un interrogante: ¿Es hoy legítimamente válida la función pedagógica? Las respuestas son múltiples y diversas. Tantas como las que se hayan hecho las personas para la reflexión o realización de su vida. Los medios educadores serán, también, infinitos. Pero hay una realidad concreta con ecos de grandes resonancias: "La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies" (Mt. 9, 37). Estas palabras suaves de Jesús, ¿no son la invitación de enganche al mundo analfabeto y hambriento de hoy situado en todas partes y a la vez en ninguno de los "mundos" calificados por los estudiosos sociales? Aunque metafóricas y más duras, pero no menos reales escuchamos Lamentaciones 4, 4: "La lengua del niño de pecho se pega de sed al paladar, los pequeñuelos piden pan: no hay quien se lo reparta". Este duro trato de Jeremías contra la injusticia infantil contrasta con la dulzura de Jesús en Mateo 25, 40: "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis". Estas tres citas bíblicas Calasanz las expresa en los números 313, 1419 y 1445 para darse respuesta así mismo y a aquellos que de corazón sencillo quieren "servir a Jesús" en cualquier servicio realizado por amor. Estos textos, tomados de la Sagrada Escritura "inspirada por Dios y que es útil para enseñar, corregir, reprender, EDUCAR, en la virtud" (2 Tim.3, 16), ¿no son válidos hoy? ¿Los educadores estamos de espaldas a la mies y cara al dinero? ¿No nos mueve el corazón el hecho de que cada siete segundos muera un niño de hambre material, sin contar con la cultural? Nosotros que nos confesamos cristianos, ¿no queremos acompañar a los niños como bendición de Dios? ¿No es expresivo y explícito el Jesús de los niños? ¿No reclaman la asistencia de nuestras manos la juventud HUNDIDA? La sociedad, ¿no es el finito indefinido de nuestra indecisión, mejor, meninfotismo? Ciertamente, que la urgencia de indigencia, material y espiritual, sobrepasa nuestras fuerzas e intenciones. De ahí que nuestro corazón debe, también, escuchar la voz del

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Señor unida a los gritos justificados de la INJUSTICIA. Es toda una VOCACIÓN para la misión "de los que piden pan". A nivel de reflexión y meditación estructuro los textos con sus oposiciones, identidades y correspondencias: Mateo, 9, 37. Mies obreros Mucha pocos Rogad envíe Dueño obreros Pues para que De la mies a su mies Mateo, 25, 40. Vosotros a éstos Hermanos míos Más pequeños a mí Lo hicisteis me lo hicisteis Lamentaciones 4, 4. Niños de pecho pequeñuelos Lengua paladar Sed pan Se pega pide No hay QUIEN se lo reparta En Mateo 9, 37 el Señor nos invita a RECOGER. En Mateo 25, 40 se da la IDENTIFICACIÓN de Jesús con los pequeños redimidos, invitación, pues, a CORREDIMIR. En Lamentaciones 4, 4 Dios nos exige REPARTIR. Estas tres acciones, profundamente cristianas, de exigencia y negación, de bendición y acción de gracias, humanamente no pueden ser realizadas sin el concurso y la gracia del Espíritu Santo que nos mueve a una respuesta cooperante y de dedicación, que es lo que constituye la vocación. La vocación es una respuesta personal, libre, discernida, reflexionada y decidida por una causa. Esta causa, igual que la persona, es una realidad variable en el tiempo y el espacio. Variabilidad que también puede afectar a la respuesta vocacional... La educación, como servicio, es lo más expuesto a esa ley de la variabilidad y, por ello mismo, al desasosiego o a la entrega total y amorosa en el servicio a los demás. Y más aun, cuanto más frágiles y débiles son. La educación hoy presenta facetas casi imposibles de superar en lo humano. La educación no es sólo un hecho humano; es también de salvación para un cristiano. De la lectura de los textos de Mateo 9, 37 y 25, 40 y de las Lamentaciones 4, 4 podemos formular que la educación es: a) Recoger. Coger, acompañar, buscar y encontrar para después, o a la vez,

devolver. Esta relación educador-educando no es activo-pasiva sino, más bien, interactiva e interpersonal, dinámica de espíritus y conciencias hacia la formación integral de cada persona.

b) Repartir. Partir, trocear, dividir, hacer partes para, después, compartir en la igualdad y desde la equidad. La fuerza de voluntad y liberalidad de ambos sujetos educadores son mucho más exigentes que en el hecho de recoger.

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c) Co-redimir. Acción más sobrenatural que natural, más acto de fe que de inteligencia y corazón.

Estas tres acciones conducen a la liberación y libertad de decisión de la persona. En estos términos encuadra Calasanz el objetivo de la educación cristiana. Hoy, como siempre, la libertad y liberación han sido hitos históricos de vida y verdad para el hombre cristiano. La realización de estos hitos no se puede lograr si no es con una profunda comprensión y una sabia pedagogía. Pablo, que sabe de liberación y libertad, escribe en 2 Timoteo 4, 2: "Ante Dios y Cristo Jesús que han de juzgar a vivos y muertos, te conjuro en su venida y en Majestad, proclama la Palabra, a tiempo y destiempo, reprende, reprocha, escucha con toda comprensión y pedagogía". Es decir, EDUCA CON VOCACIÓN. 10.2. Educar en la presencia de Dios. No hablo de presencias sino de presencia que incluye a aquéllas. Presencia de Dios tiene resonancia de presión, ahogo, tensión,... como una carga vertical que cae sobre la conciencia de las personas. Esto ha comportado la pésima traducción de presencia igual a temor, no reverencial o paternal, sino de premiador o castigador. Para Calasanz, educar en la presencia de Dios es realizarse la persona en Dios. Hoy, tal vez, más de uno sonreirá con el título del apartado. ¿Es más válido, hoy, el consumismo, egoísmo, autosuficiencia, solidaridad, utopía, filantropía, genio en la educación que la presencia de Dios? Posiblemente sabe más a modernidad que la ranciedad de la presencia de Dios. Ésta sabe más a formación peyorativa que a concienciación positiva. Tiene más sabor a trauma represivo que a liberación generadora de paz. Tomemos los textos de Calasanz para entender el sentido de la "presencia de Dios" y su proyección en el campo educativo y formativo de educadores y educandos.

"Si considera los despropósitos que le pasan por la imaginación de la mañana a la tarde, debiendo estar siempre en la presencia de Dios..." (número 17). "Porque las obras que hacemos nosotros, si son buenas, las hace Dios como causa eficiente por nuestro intermedio" (nº 29) "En la presencia de Dios es mejor y de más mérito padecer por amor suyo que gozar de grandes consuelos" (nº 47). "Es necesario recibir de la mano de Dios todas las cosas, prósperas y adversas...” (nº 60). "Espero en aquella autoridad que dice: en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman" (nº 63). "Exhorto a Vd. Y a todos los demás a caminar por la senda del Señor con sencillez y perfección religiosa, que como verdadero padre espiritual deseo a todos. Digo esto en la presencia de Dios que es la verdad" (nº 701 según Jn. 8, 31-32).

No quiero entrar en el comentario sin antes escuchar lo que significa para Calasanz la presencia de Dios: 10. Negocio-ganancias. 17. Ayuda-guía-centro de mira.

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21. Suma vigilancia. Ofensa a Dios. Nueva fragilidad apoyada en Dios. Proyectar el temor de Dios a los alumnos. 29. Cumplir lo mandado -nuestra inutilidad (Lc. 17, 10). 34. Igualdad de todos ante Dios (Rom. 10, 12; Rom. 2, 11). 45. Invitación combate interior frente al mal- favor divino hacia nosotros. Rogar impertinentemente a Dios. Poner confianza en Dios, no en las cosas. 46. Dios está con nosotros en las desgracias (Sal. 90, 15). 49. Padecer por Dios y el prójimo en esta vida, guiados por la presencia de Dios. Es mejor dar que recibir (Hch. 20, 35). 51. Merecer consuelos en esta vida. 56. Identificación con Cristo crucificado. Somos elegidos del Señor para darle gusto. Humillación por nuestros pecados. Calasanz, ¿qué entiende, cómo vive, cómo quiere que se viva la presencia de Dios en la educación? Los números 10 y 17 nos presentan al hombre frente a Dios. No en plan de enfrentamiento, sino en plan de negociación mantenida con un diálogo íntimo y permanente, cargado de amor y respeto. Es un diálogo confiado, tierno como el de un niño con su padre. La difícil tarea de la educación es poner y ponerse educador y educando en la intimidad dialogante del negocio educativo. Tarea cargada, humanamente, de dificultades, duras para el hombre, suaves para Dios. El hombre ha de dirigir su mirada a Dios, no a las criaturas. Dios busca la intimidad con los bienintencionados en el espíritu porque quiere el bien de los que le aman. El 21 habla del temor. La gama significativa de la palabra pasa desde el "pánico", temor reverencial al temor de fragilidad. La intención de Calasanz está más por el sentido de fragilidad, ya que así es nuestra frágil naturaleza y más aún la de los niños. A éstos hay que educarlos en el temor. Ello lo hemos de realizar "vigilantísimamente", porque en ello va la sabiduría y la bienaventuranza de los agentes privilegiados de la educación. Calasanz admite como válido el temor reverencial y rechaza totalmente el de pánico. Aquél tiene carga afectiva en la relación paterno-filial y ésta es precisamente la relación educador-educando por la fragilidad de los vasos y de la mesa. El temor-pánico es más fruto de la ignorancia teológica que de realidad divina. En el 29 advierte a los educadores su valor instrumental en la educación. Dios es la causa eficiente capaz de producir la química en el espíritu del educando. Los educadores somos meros mandados y, por eso, nos hemos de aplicar la frase de Lc. 17, 10: "Cuando hayáis hecho lo que os fue mandado, decid: somos siervos inútiles, hemos hecho lo que debíamos hacer". Por vocación tenemos la obligación de ser transmisores de la Palabra. La correspondencia química, entre ambos, es eficacia de Dios. Con razón, en el 34, defiende Calasanz la igualdad de las personas por cuanto obras de Dios, a quienes Dios da el talento y no muestra acepción de personas (Rom. 10, 12; 2, 11). Los labios suplicantes abrirán la fuente de riquezas que emana de Dios. En el 701, Calasanz nos da una respuesta a una posible pregunta que podríamos formularnos: ¿qué entiende por presencia de Dios? Las últimas palabras del párrafo lo indican: "Digo esto en la presencia de Dios que es la VERDAD" (Jn. 8, 31-32). "Que es la verdad" se puede referir a Dios o a la expresión "presencia de Dios". En ambos casos es la verdad absoluta y objeto de fe personal y colectiva. Pero también podemos experimentar su vivencia con actitudes, gestos, acciones, que nos llevan al Bien. Verdad que es Dios a la luz de la razón. La naturaleza creada y la realidad iluminada nos unen más a la vida de fe. Y si nos sentimos corredentores seremos

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también "cooperadores de la verdad", como define Calasanz al educador. Y la respuesta del educando al impulso del educador será una experiencia vital, educadora, identificadora con la verdad. Ésta tanto en su totalidad de fe como en su parcialidad de la razón, objetiva o subjetiva, pero sí "realizadora de la persona humana". La persona identificada con la verdad y conseguidora de la misma se halla en camino BIEN- VERDAD- UNIDAD- UNICIDAD DE DIOS. El hombre que de suyo es cero en el campo de la educación (educador-educando) puede unirse a otro y formar un 8 (de hombre -0- a hombre -0- se forma un bien), y respondiendo a la presencia y gracia de Dios se plantean el infinito en lo divino ( ). Esto parece insinuar el 701 que transcribo:

"Escribo a Ud. y a todos los demás a caminar por la "senda" del Señor, con sencillez y perfección religiosa, que como verdadero Padre espiritual deseo a todos. Digo esto en la presencia de Dios que es la Verdad" (Jn. 8, 31, 32).

Estas palabras, aunque dirigidas al Superior y religiosos de una Comunidad, tiene su filosofía que es válida para hoy en el campo educativo. "Caminar por la senda del Señor" es ponerse en el verdadero valor de la vida que, siendo regalo de Dios, está bien hecha y tenemos que perfeccionar con sencillez y piedad (religiosidad). Estas instancias nacidas de la misma naturaleza creada deben dirigirse a Dios. Calasanz, que se siente "verdadero Padre espiritual" de todos, se levanta en medio de la acción educadora con tres verbos en presente y en primera persona: Exhorto, Deseo, Digo. Y todo ello a "Vd. y a todos los demás". Hoy, a ti, a mí y a todos. No hay ni exclusividad ni negación: Deseo a todos... y como Calasanz no es ni hipócrita ni falso y por si acaso:"Digo esto en presencia de Dios que es la Verdad". Termino con un interrogante: ¿La filosofía del 701 no tiene hoy más valor educativo que el comodismo, consumismo, negativismo y meninfotismo presentes? 10. 3. Educación en el dolor y el amor. Un título sugerente y atrayente pero contradictorio y más en el mundo de hoy. El hedonismo individualista y colectivo producen una fuga y un rechazo en la conjunción del dolor y del amor. Dos polos de un mismo espíritu con dos signos distintos: positivo y negativo. Dos polos opuestos que deben tener y tienen una fuerte atracción que engendrará dicha y felicidad. Un individuo, si vive realmente su vida, su propio dolor engendrará amor y éste mismo aceptará su dolor. En el orden familiar, si el vínculo de unidad se mantiene, dolor y amor se conjugarán. Socialmente si los humanos se sienten sociedad armonizarán y hermanarán el dolor y el amor. Interesa, pues, dirigir y encauzar la educación para el dolor y el amor. Hoy más que nunca. El dolor es de siempre, y a él se abraza Calasanz, que quiere entender el mensaje de Jesús: "los pobres lo tenéis siempre" (Jn. 12, 8). Calasanz, buen educador, trata de preparar a los suyos, educandos y educadores, en la conjunción del dolor y el amor. Con un doble símil nos compara a todos y a cada uno con el soldado y con el marinero: "El buen soldado combate valerosamente" (45) y "el marinero se conoce en la tempestad". A todos, como soldados y marineros, los llama "elegidos del Señor" (51 y 56). La elección, para Calasanz, es una gracia y un don de Dios, aún para el

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dolor, pero como hombres hemos de estar preparados para todo, lo que exige una educación:

“Nadie debe maravillarse de las contrariedades exteriores e interiores. Cada uno desconfíe de sí y confíe en el favor divino y demandándolo de él con mucha importunidad y constante y continuamente." (45).

La madurez y realización de la persona en la lucha de la vida, en el dolor y el amor, es obra de cada uno y de Dios, lo que explica la importancia de la educación en el dolor y el amor. La paternidad y maternidad es conjunción de amor y dolor y a la inversa; por tanto, en la educación, si nos sentimos padre y madre de la vida espiritual de nuestros educandos, también ocurrirá. Si queremos perseverar en "ese servicio de la educación sepa que hemos de pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios". Pero el Santo, que sabe de debilidades humanas añade: " y estar seguro de lo que dice el profeta: estaré a su lado en la desgracia" (Sal. 90, 15). Por eso Calasanz, que confía plenamente en Dios, termina: "es necesario, pues, tener buen dominio porque tiene a su lado y favor a quien todo lo puede" (46). Con este providencialismo Calasanz quiere crear en la conciencia de todos la fidelidad como en Hechos 20, 35: " mayor felicidad hay en dar que en recibir". En esto basa el 47: "En la presencia de Dios es mejor y de más mérito padecer por amor suyo en esta vida que gozar grandes consuelos, porque el primero da y el segundo recibe". Esta apertura generosa contrasta con nuestra fuga y rechazo del dolor y del sufrimiento. Del dolor no sólo huimos, sino que no lo admitimos y lo rechazamos. Más aún, increpamos a Dios y le culpamos de que no nos ama. Todavía más: ¿por qué el Señor me quiere tan poco?, ¿qué le he hecho para que me trate así? No tenemos el mismo espíritu receptivo del dolor y del amor. Calasanz quiere educarnos en el buen espíritu receptivo. Así dice en el 51:

"No piense que el Señor se olvida de vuestra señoría al mandarle ocasiones de merecer mayor premio en el cielo. Es necesario que los elegidos pasen muchas tribulaciones si quieren entrar en el cielo."

El planteamiento del Santo es claro y el razonamiento también, pensando en la justificación por las buenas obras y la exigencia teológica del tiempo. Por eso confirma el párrafo: "es mejor soportarlas en esta breve vida donde se dan, también, consuelo temporales o espirituales, que las otras que se deben sufrir de acuerdo a la gravedad que se debía padecer en este mundo". Un aliento de fe y esperanza habita en las últimas palabras, que no negativismo y desesperación. Las depresiones y suicidios son buena muestra de la ausencia de fe y por ello en este mundo hedonista y egocéntrico resulta bastante difícil vivir el pasaje de Hchos. 20, 35: "Hay más felicidad en dar que en recibir". La educación ha creído más en una dádiva por parte del educador y en receptividad por parte del educando. De ahí que haya nacido una triste pasividad entre educadores y educandos. Aquellos ponen su título, presentan su rollo y su tiempo de corrección de exámenes y se contentan con ese rol. En los educandos aparece la pasividad, sino oposición, y un meninfotismo de primera línea. La educación abierta y generosa está formulada por ser don mutuo de dádiva, de acción, reacción positiva, para hacer surgir los intereses comunes de educación y reeducación.

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La generosidad entre educador y educando debe ser mutua y apoyada en la grandeza de espíritu para suprimir recelos, agresividades y mortificaciones desagradables y tirantes. Promover la dádiva-receptividad mutua entre ambos comportará la mayor felicidad de que nos habla el Libro de los Hechos. ¿El mensaje de amor, de regalo y de colaboración vivido por la comunidad de la primitiva Iglesia se vive hoy en lo que pomposamente se llama Comunidad educativa? Estamos viviendo una historia demasiado larga de relatos entre lo primitivo y lo nuevo, entre el poder y el equilibrio de poder, para poder entrar en el consuelo de la comunicación generosa. Nos falta la sencillez de la reflexión silenciosa para superar las agresiones de la desigualdad. ¡Eduquémonos en saber darnos! Todo esto no es una digresión del 47, sino una confirmación por las intenciones de Calasanz acerca de las interrelaciones de profesores y alumnos. Hoy, la educación es obra más de amor que de represión y aún así, tenemos que sufrir. De aquí que no nos ha de extrañar el 56:

"Debe tener grabada en el corazón aquella sentencia que dice: es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de los cielos".

Calasanz asocia nuestro amor al de Cristo, nuestro dolor al de Cristo. Entrando en el camino de la humillación, entraremos en el de la grandeza con Cristo. Y si la naturaleza del buey es arar, nuestro propio destino es el dolor. Por ello termina Calasanz el 56 con lo siguiente: "¿dónde irá el buey que no are?". Esta conjunción dolor-amor es misión de "elegidos" del Señor para darle gusto. Pero tenemos que considerar que lo merecemos por nuestros pecados (56). Y añade algo clave en Calasanz: "para humillarnos siempre". Así, al pie de la cruz naces al verdadero dolor-amor. Para Calasanz, la proyección materno-paterno es base y fin de la verdadera educación. No es, pues, extraña la afirmación: "es necesario recibir de la mano de Dios todas las cosas, prósperas o adversas, humillarse ante sus juicios secretos y santos" En esta providencial presencia nos ponemos en el camino de la confianza con Dios y con los hermanos, según Rom. 8, 28.: "En todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman" (73). Y para terminar, en el 68 dice que la educación es fruto de la perseverancia: "estén con buen ánimo para ver el auxilio del Señor" (2 Cron. 20, 17). 10. 4. Educar en la alegría. La melancolía, la tristeza, la depresión, no entran en el espíritu de Calasanz y mucho menos en el campo de la educación. Las tribulaciones, el dolor, las pruebas, han de engendrar amor. Dolor-amor, cristianamente forman y fortalecen la personalidad del hombre. No así la melancolía y por ello escribe Calasanz: "No admita pensamientos melancólicos que suelen apretar el corazón y turban la mente. Piense, más bien, en cosas que puedan causar alegría" (1172). Aquí podríamos preguntarnos hoy: ¿dónde encontrar la alegría? Las respuestas serían múltiples y variopintas. Desde las constructoras de las personas hasta las

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destructoras. No entro en detalles. La psicología terapéutica e individualizada nos presentará miles de recursos y técnicas. Calasanz nos presenta uno como ejemplo, profundamente humano y apoyado en la confianza y fidelidad a Dios. Así continúa el 1172: “por ejemplo el premio que tiene Dios aparejado a los que ayudan a los pobres". El espíritu de Calasanz es resolver los problemas humanos con refuerzos humanos. Es providencialista, pero cree profundamente en el espíritu de superación de la persona humana. El neutralizar la melancolía, acción negativa, con una dinámica positiva es ser un profundo conocedor de la capacidad reactiva del espíritu humano. Añade: "principalmente en las cosas espirituales y santo temor de Dios". Nuestro espíritu de hoy, de la fuga, depresión y melancolía, aparte del uso de la droga, intenta el encanto de la felicidad con los horóscopos y creencias adivinatorias. Calasanz, que ha puesto el enclave del espíritu en la reacción humano-divina de la buena obra, quiere asegurarnos que el consuelo y el gozo de nuestra colaboración se ha de esperar de Dios. Se apoya en las palabras del sabio: "Los que enseñaron a muchos brillarán como estrellas por toda la eternidad" (Dn. 12, 3). Y Calasanz, educador de todos los tiempos, nos anima y alienta, hoy más que nunca, diciendo: "se debe hacer con gozo este ejercicio como nos exhorta San Pablo: Dios ama al que da con alegría" (2 Cor, 9, 7; Calasanz 1172). La alegría es el fruto del amor correspondido entre educador y educando a la luz del amor de Dios que no falla ni engaña. Yo me pregunto: ¿dónde está el fallo de nuestra debilidad educativa? ¿Confiamos en demasía en nuestra preparación autotécnica y no en Dios? Calasanz una la acción con la oración. Y es que la educación para Calasanz es obra de misión. La educación es un proceso. La educación en la alegría también lo es. Y Calasanz, que sabe de procesos, reclama la variable de la continuidad. Él sabe que la naturaleza no obra a saltos, sino que está sometida a la ley de continuidad. Y por ello propugna: continuidad en la alegría, continuidad en el temor de Dios y continuidad en el amor. ¿Por qué? Porque esta triple continuidad lleva a la verdadera sabiduría y a la fuente de la vida que el hombre busca y desea como leitmotiv en su obrar. Por ende toda relación educador-educando debe vivirse en la continuidad de la historia educativa de cada uno:

"Continúe adelante alegremente y al mismo tiempo no pierda el santo temor de Dios, sino crezca en el amor, que todo resultará siempre felizmente. Pues esta es la verdadera fuente de agua viva (Jn. 4, 14) y de la perfecta sabiduría".

Una sentencia más educativa y más rica no sé si habrá. Creo que es más para meditar que para explicar. La historia moderna de hoy nos ofrece un panorama de ausencia de alegría. La farmacopea y las drogas quieren ser los sustitutos de la alegría normal y profundamente humanas. Pero las depresiones, melancolías, tristezas, cunden en nuestra sociedad. Agrava esta situación la constante agresividad y los no menos abundantes suicidios. La voluntad débil y la inaguantable atmósfera de tensiones repercuten en una gran falta de alegría. Nuestra tarea educativa de y en la alegría es una urgencia grave. Y esa tarea la busca Calasanz en el noble servicio a los pobres espíritus, con la debida diligencia para que el "adversario no tenga nada que decir de nosotros" (Tit. 2, 8). Nuestro empeño ha de ser trabajar bien y con agrado (1214).

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Hacer agradable la educación es ponernos en camino de la alegría para motivar a nuestros educandos. ¿Cómo reaccionarán los muchachos ante un carácter agrio y melancólico? ¿Has vivido una experiencia de este cariz? ¿Qué recuerdos tienes? Lo agradable es de agradecer. 10. 5. Educar en Letras y Piedad. Este título aparece en el 1254. La tradición escolapia la ha plasmado al revés: Piedad y Letras. Y se ha llegado a decir que Calasanz usaba las Letras como cepo para evangelizar y catequizar. Para mí, esta perspectiva me resulta miope. Calasanz es un hombre del Renacimiento. La cultura cristiana se vive desde la perspectiva en desarrollo y crecimiento de la Palabra del Evangelio. La cultura occidental no se puede concebir sin la experiencia vivida del mensaje evangélico. La Iglesia del Renacimiento lo vivió como un todo armónico de fe y cultura. Aunque si bien es cierto, tuvo roces de consideración con la ciencia y la evolución de la teoría teocrática del poder. Y en esa marea queda envuelto Calasanz. Él ve en la palabra cultura y culto algo más que una etimología. Ve una vida humana a la luz de la persona de Cristo. Al asociar Letras y Piedad en la persona de Cristo lo hace para conseguir dos cosas: a) El futuro feliz desarrollo del niño. b) La reforma de la sociedad paganizante. Calasanz, que quiere para los niños de sus escuelas lo mejor, no duda en preparar a sus educadores a la sombra de Galileo (en lo matemático) y de Campanella (en lo filosófico), como tampoco se quedaba atrás en la popularización del Latín con la Lengua Italiana, que construyó un hijo suyo, el P. Apa. Esto que le valió algunos disgustos de instancias eclesiásticas y de alguno de sus hijos, le llevó a escribir: “La razón principal de trabajar bien y con empeño ha de ser agradar a Dios" (1214). Hoy, cabría preguntarnos: ¿Nuestros educadores y educandos nos movemos y apoyamos en la verdad de Dios? Calasanz, que pisa fuerte el embrague para introducir un cambio de marcha en la sociedad, nos dice: " me agradaría que se atendieran las Escuelas en la diligencia debida, para que el adversario se avergüence, no teniendo nada malo que decir de nosotros" (Tit. 2, 8) (Calasanz, 1214). Hoy, con bastante frecuencia, se oye decir que nuestros colegios son guarderías y aparcamiento de muchachos. Culpamos de ello a los conciertos y a los progenitores. ¿No será que no resuenan en nuestras conciencias las palabras de Calasanz del 1214 y que faltan en el trabajo escolar las siguientes condiciones? - Agradecimiento - Diligencia debida - Atención - Vergüenza propia. - Bendición del enemigo. - Apoyado en el deseo de la verdad. - Buen trabajo. - Como propio y nuestro. - Con empeño. - Por agradar a Dios.

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Lo he especificado en cada línea para que entendamos la RAZÓN de nuestro MINISTERIO a la luz de CALASANZ. Calasanz describe el destino del ministerio escolapio en: - Ayudar al prójimo (1254). - Se fundamenta en la caridad de enseñar a los niños (1412). - Especialmente pobres (1419). - Servir al Señor en sus miembros (1445). - Que son los pobres (1445). - Lo que hicisteis a un pequeño a mí me lo hicisteis (1445). Este es también nuestro destino como educadores. Con más o menos tintes negros o muy negros. Pero a todos nos dice Calasanz: - Atención y vigilancia (1254). - Mantenerse firmes en la esperanza (1419). - Ejercicio de justicia (1419). - Ánimo esforzado (1445). - Acogida de Cristo (1445). Entrelazado así nuestro ministerio, hoy, con la intención de Calasanz, podemos entender:

"Procuren sacar buenos alumnos en Letras y Piedad. Y tenga por seguro que en la medida con que midáis se os medirá a vosotros" (1254, de Mt. 7, 2).

Esto nos debería despertar para estar muy atentos y vigilantes en todas nuestras acciones, principalmente en la ayuda al prójimo. Cruzarnos de brazos ante el hedonismo, positivismo, nihilismo de hoy es ser uno más nosotros. Calasanz define al educador: cooperador de la verdad. Él, que tuvo que sufrir en sus propias carnes la tensión de la Iglesia tradicional con el inicio de la nueva ciencia (Galileo, Campanella, el nuevo humanismo), nos alienta la esperanza con Cristo. Los educadores, si aceptamos la definición de Calasanz, tenemos que apoyarnos en la humanidad de Cristo: camino, verdad y vida, que nos conduce a la divinidad y desde su Palabra Evangelio asienta los principios de la Ética y Estética de la cultura perenne. Nosotros, educadores calasancios, desde la escuela fundamentada en la Letras y Piedad establecemos los resortes para salir al encuentro de lo novedoso y descubrir lo que da perennidad a la vida humana, que es la persona de Cristo en su Evangelio. 10.6. Educar en la autoestima. De los nicaragüenses aprendí: de hombres a hombres cero, de mujer a mujer cero. De tres santos, Calasanz, Faustino y Paula: "servir desde la sencillez y a la luz de Cristo al prójimo". Estas palabras vienen a ser los mayores modificadores de las conductas. El "yo humano cristiano" se manifiesta en la plenitud del ejercicio de la libertad en la verdad para vivir cada quien las elecciones, decisiones, que conforman sus acciones, sus actitudes, sus valores. El autoconcepto y la autoestima "Calasanz-Faustino-Paula" es profundamente "humano-cristiano" porque es "Cristo bendito" el modificador de su actitud vital.

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Por eso los dos "Padre-Madre" son los fundadores en la distancia de tiempo y espacio de la Educación Calasancia y muy válida para hoy en la culipavancia del constructor humano, pero alejado de Cristo. ¡Cuántas disquisiciones, reflexiones e inventos terminológicos, que por una parte están bien para autoconocerse humanamente y a cogerse a la verdadera Luz! Veamos como, Calasanz, describe el "yo humano cristiano" al servicio del prójimo: - "Viendo que tenía buenas espaldas" (10). - "Contentándonos con la comida y el vestido de los pobres" (21). - "En vez de alabar su esfuerzo y trabajo" (29). El hablar de "buenas espaldas" es toda una hermosa y frecuente metáfora para descubrir las apuntadas disposiciones físicas, intelectuales, psíquicas, como las actitudes de reacción individual y social frente a lo que Calasanz llama "negocio mandado por Dios" y del cual se sigue "gran negocio" cara a la reforma del individuo , de la sociedad y de la República. Negocio de pobres, por pobres y para pobres. Todo un elenco de motivaciones esperanzadas por el fruto y que siendo motivo de alegrías no debe pasarse a la lisonja y alabanza propias de espíritus raquíticos y poco nobles. "La carga pesada" acogida con nobleza y amor es eminentemente liberadora y realizadora de lo creado por Dios. En esa actividad recreativa debe primar más la disponibilidad que la vanagloria. Calasanz se apoya en Rom. 8, 28 y en Lc. 17, 10. Nuestra mediación es elevada a la categoría al ser Dios causa eficiente de todas nuestras buenas obras (10, 21 y 29). El "yo proyectivo del Padre" se hace presente en el "espero" (10) y en el "deseo" de veras (29) para convertirlo en "yo comunitario" con las acciones: somos frágiles y debemos tenerlo, observamos, contentándonos, haremos (21) y en el 29 añade: "somos siervos inútiles", "hemos hecho lo que debíamos hacer", "las obras que hacemos", "nosotros". Calasanz, fácil observador pero profundo y buen conocedor de las realidades humanas, sabe estimular y valorar a las personas. Asocia la importancia de la tarea unida a la dignidad, valoración y estima de la persona escogida. También sabe atajar los egoísmos y los narcisismos. En ambos a dos, siempre aparece la verdadera causa eficiente: Dios. En la primera en forma de amor y en la segunda en nuestra propia inutilidad personal, considerada en sí misma, como deficiente para llevar a cabo la obra educativa. Educadores y educandos de hoy, nuestro "yo moral-ético" ha de quedar enmarcado en las coordenadas del "yo humano" y del "yo divino", es decir, hombre y Dios, que se realiza en Jesucristo a quien debemos escuchar y seguir. Fuera de esas coordenadas, nuestro eje educativo quedará o manco o cojo. Es decir, no hay un verdadero autoconcepto y autoestima de la personalidad verdadera. La esperanza y deseo de Calasanz "en el negocio educativo" está en el servir al prójimo, fundamentándose en el amor a Dios. ¿Cómo resolver las dificultades de la realización personal y educativa en los distintos agentes de la educación y en los diversos ambientes y situaciones? Este interrogante comprende un amplio campo de dificultades, actitudes y decisiones que cada individuo comporta en distintos niveles: a) Personales: - Somáticas y espirituales. - Dudas, depresiones y complejos. - Pasividad y reactividad. - Conformidad o inconformidad. - Punición o autopunición.

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b) Sociales: - Cultura y piedad. - Aceptación o rechazo. - Negaciones o afirmaciones. - Medioambiente constructivo o destructivo. - Dictatorial o democrático. - Sociabilidad o insociabilidad. - Solidaria o egoísta. C) Familiar: - Acomodada, media, pobre, paupérrima. - Aceptación o rechazo. - Punitiva y autoritaria. - Comprensiva y alentadora. - Pacífica o agresiva. - Unida o separada. - Culta o inculta. Una panorámica parecida de conflictividad y dificultades vivió Calasanz. ¿Cómo reaccionó y lo resolvió? Calasanz, con buen temple y serenidad escribía:

"Es necesario, pues, tener buen ánimo porque tiene a su favor a quien todo lo puede" (46). "Deseo que todos estén con buen ánimo, pues aquellos que sean constantes verán sobre ellos el auxilio del Señor" (78). "Estén ahí, todos, con ánimo esforzado para servir al Señor en sus miembros" (1445).

Tal vez lleguemos a pensar que es una muletilla piadosa. Pero quiero preguntar: ¿no reaccionamos frecuentemente con la valentía y fuerza del espíritu?, ¿no nos autoafirmamos en la bondad ánimo? Para mí, buen ánimo significa: sencillez, serenidad, seriedad, simpatía, adaptabilidad, empatía, competencia, profesionalidad, aprecio, confianza, compañerismo, valentía, vista, percepción de la realidad, motivación, riesgo, independencia, valoración, conciencia de posibilidades personales, actitud positiva ante las dificultades, autoexigencia, dominio, juicio, reactividad circunstancial, creatividad, optimismo, altruismo, etc., etc., y otras mil más abarcan el espíritu de Calasanz. Pero el espíritu del "yo humano cristiano" de Calasanz se apoya en la vivencia de Dios experimentado a través de las virtudes teologales: Fe, Esperanza, Caridad. La entrega en la acción educativa la fundamenta en la imitación de "Cristo bendito". "Tener buen ánimo", mensaje-resumen de un educador a caballo entre el siglo XVI-XVII, Calasanz, a los educadores y educandos del siglo XXI. "Tener buen ánimo", historia de un hombre de empeño y empeños, de dificultades y zancadillas, de sufrimientos y amarguras, de oposiciones a su objetivo, de destrucciones y derrumbes de sus iniciativas creadoras y reformadoras para el logro de unos provechosos ciudadanos de la doble Jerusalén. Todo ello promovido por instancias internas, religiosas y eclesiásticas, y externas, la sociedad ennoblecida y rica a la sombra de la pobreza. Frente a ellos, de pie y confiado en Dios, con la suave mano en el timón de su barquilla, las Escuelas Pías, proclama: "Tener buen ánimo". Los ecos de esa consigna:"tener buen ánimo", nos llega a nosotros, educadores y educandos del siglo XXI, con complejos de psicologismos y psicologías. Y nos llega con la experiencia, vida y amor de un profundo observador de la realidad cambiante

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de la educación. Y llega sin arrogancias de títulos librescos, sino con la sencillez de unas cartas familiares a sus hijos y desde el polvo de la Escuela: Piedad y Letras. Desde la psicología y pedagogía integradora de Calasanz, educadores y educandos de hoy, hagamos nuestra la consigna "tener buen ánimo" para forjar, todos juntos, el temple y templanza de nuestra formación humano-cristiana. ¡Buen ánimo! Para nosotros, individualmente, cargados de tensiones, dudas, preocupaciones estridentes, depresiones y negativismos... Andemos, acompañados, con lo positivo de nuestra vida, persona, valores, futuro y presente para ser ejecutores de una realidad sana y viva. ¡Buen ánimo! ¡Buen ánimo! Junto a la vida familiar, donde el diálogo, el amor y el perdón sustituya a la incomprensión, incomunicación, agresividad y divorcio, constructores de la "sin familia". ¡Buen ánimo! Frente a la sociedad ególatra, consumista, hedonista y destructora de la persona y valores humanos. ¡Buen ánimo! Con los grupos humanos que quieren ser el Evangelio de la vida y esperanza, porque en el hombre hay imagen de Dios. Mejor, "es " imagen de Dios. ¡Buen ánimo! Para alcanzar el constructor psicológico del autoconcepto de la persona en su Identidad y Destino, de la que habla la Psicología moderna, y, que en el ¿rancio? lenguaje del Catecismo lo reduce a estos interrogantes: a) ¿Quién soy? b) ¿Para qué nací? Y para el Calasanz del siglo XVI fueron "leitmotiv" de su vida al servicio de los más necesitados y esperanzados. ¡Buen ánimo! Educadores y educandos del XXI para que vuestra "autoestima" en la realización e identificación de nuestras vidas sea presencia e imagen de Dios en cada uno de nuestros hermanos más pequeños y... que no son otros más que cada uno de los que quieren acompañar a los DEMÁS. ¡Buen ánimo! El amor propio controlado es para Calasanz elemento positivo del buen ánimo. El soberbio ególatra es rechazado por el hombre de acción sencilla y constante. Y no solamente por el hombre sino por el mismo Cristo. "Por sus frutos los conoceréis" (Mt. 7, 17) (Calasanz, 1009). Esto que Calasanz propugna desde el punto de vista del destino cristiano del hombre, lo califica, más radicalmente, "de gran soberbia" cuando habla de las interrelaciones humanas. Si la Psicología Cognitiva moderna habla de elementos negativos del autoconcepto, y autoestima, como el egocentrismo, el amor propio exagerado, la sobrevaloración y la supravaloración, Calasanz no se queda atrás. Oigamos a Calasanz qué dice, cómo lo dice y la razón bíblica que aduce en el 1010:

"Es necesario dar buen ejemplo a los seglares. Y advierta que el que ambiciona superioridad o cargo honorífico es signo de gran soberbia y, en consecuencia, de hallarse en mal estado. Pues, dice el Espíritu Santo: Odia mi alma al pobre altanero" (Ecl. 25, 2).

La meditación y la reflexión personales deben sustituir a mis pobres palabras y comentarios. Calasanz nos invita a la realización del "yo humano-cristiano" de nuestra "identidad", primero, y "destino", después, en la persona de "Cristo bendito" (1009).

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10. 7. Educar en la pobreza. No voy a tratar cómo fundamentó, Calasanz, su obra en la pobreza y con los pobres. Ni cómo la vivió el Santo y los primeros escolapios. Ni tampoco, cómo la vivieron, en siglos posteriores a la fundación de la Orden, en los diversos colegios y provincias escolapias el "servicio a los pobres". Lo que quiero plantear es cómo servimos a los pobres desde nuestros colegios de hoy. Sirvan de punto de partida las palabras de Corintios 6, 17: "Quien ama a la tierra se convierte en tierra, quien ama al oro en oro, y quien ama a Dios se hace un solo espíritu con él". Y que la cita en el 1013. En verdad que tenemos campañas del Domund, Manos Unidas, Setem, Cáritas, etc. Pero creo que prima el fin de la cantidad recogida, que en la verdadera educación para dar una respuesta convincente de personas y grupos por la disponibilidad efectiva y afectiva por el mundo del hambre y la pobreza. Oímos de la necesidad de la educación vial, prevención de drogas, etc., desde la escuela. ¿Pero nos hemos sensibilizado los educadores para presentar y vivir con nuestros educandos con la geografía, historia, economías del hambre y la pobreza? ¿Presentamos perenne y constantemente, la fraternidad de bienes y personas, desde la fe en Dios, a una realidad comunicativa de Bienes y Personas? La historiografía del hambre y la pobreza está presente en el primer mundo como lo está en el tercer mundo. Las ONG, Cáritas y Cruz Roja, se ven desbordadas por las urgencias vitales de los pobres, porque falta la educación de espíritus nobles y generosos y todo ello por falta de fe en nuestra labor educativa en la pobreza. Y aquí, sí, quiero traer el testimonio de Calasanz para prepararnos, educadores y educandos de hoy, a la educación en la pobreza. Citemos el 1060:

"... nosotros que lo profesamos, según el consejo del Apóstol, mientras tengamos comida y vestido, estemos contentos con esto" (Tim.6, 8). ".... conténtese con la comida y el vestido, todo lo parcamente posible, pero en el servir al prójimo, por amor del Señor, haga tales ganancias que se torne rico de méritos ante Dios" (1070). "Estén ahí todos para servir con ánimo esforzado al Señor en sus miembros, que son los pobres, para que podamos oír a su tiempo: cuanto hiciste a uno de estos hermanos míos, más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Calasanz, 1445 de Mt. 25, 40).

Educadores y educandos de hoy, ¿sería tarea imposible trasplantar el espíritu de pobreza de Calasanz a la historiografía de nuestra pobreza? Aquí la educación personalizada y social se impone como una exigencia, pervivencia de nuestra pasota generación. ¡Que Dios abra nuestros espíritus a la vida de pobres!

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EPÍLOGO A MI PADRE CALASANZ.

“Quedaos quietos... por la falta de vista no puedo seguir escribiendo. El Señor nos bendiga a todos" (Calasanz, 1469). ¡Gracias, Padre, por tu bendición, oración y fundación! ¡Gracias por tu aliento a la vida de esperanza! ¡Gracias por tu invitación a la quietud! ¡Gracias, Padre, por mi invidencia, bendición de Dios! Desde mi invidencia, te he estudiado más. Te he comprendido más. Me has introducido más en la oración y comprensión de mi misión. Éstas, mal hilvanadas palabras e ideas, me sirven de oración confiada de los presentes colaboradores de la Escuela Pía. Éstas, no quieren ser un libro, sino una pobre y sencilla oración. ¡Padre Calasanz, dame tu luz para acompañar y acompañarme de tus niños, de sus padres! Y que también me sienta acompañado de tus colaboradores de hoy... Y yo, desde la infinitud limitada de mi invidencia, siga rezando: "Quedaos quietos y seréis la salvación de Yahvé que vendrá sobre vosotros" (2 Cron. 20, 17). Y sobre tu granito de trigo, la Escuela Pía, quiero unirme a tu oración: "Esto es lo que estamos, ahora, pidiendo por vosotros, para que no os contristéis sino que brille más vuestra FUERZA en la prueba" (1469). "El Señor nos bendiga siempre a todos" (1469).

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CITAS CALASANCIAS APOYADAS EN LA BIBLIA

AMAR Y SERVIR A DIOS 10. Espero que sacará gran provecho, tratando de un negocio mandado por Dios. Quien viendo que tenía buenas espaldas, le ha hecho llegar una carga pesada: en todas las

cosas interviene Dios para bien de los que le aman. (Rom 8,28). (13 - 5 - 1635). 17. Si considera los despropósitos que le pasan por la imaginación de la mañana a la tarde, debiendo estar siempre en la presencia de Dios, verá que no sabe dar dos pasos sin caer, que es dejar de mirar a Dios y ver con el pensamiento o la imaginación a las criaturas. Quien llegue a esta práctica de saber comportarse como un niñito de dos años, que sin guía cae muchas veces, desconfiará siempre de sí mismo, e invocará siempre la ayuda de Dios. Esto significa aquella sentencia, tan poco entendida y mucho menos practicada: si no os hacéis como los niños, no entraréis en el reino de

los cielos (Mt 18,3). Aprenda esta práctica y procure llegar a esta gran sencillez. Y hallará [ser] cierta la sentencia que dice: su intimidad la tiene con los rectos.

(Prov 3,32) (4 - 8- 1628). 21. El temor de Dios, que es principio de la sabiduría (Prov 1,7), consiste en estar siempre vigilantísimo para no hacer nada que sea ofensa de Dios. Y porque somos tan frágiles por nuestra naturaleza, se llama bienaventurado a quien anda siempre con temor. Este debemos tenerlo siempre nosotros y enseñarlo siempre a los alumnos. Si con él observamos la pobreza, contentándonos con la comida y el vestido de pobres haremos gran adquisición para toda la vida. (18 - 12 - 1632) 29. Deseo de veras que, en vez de alabar su esfuerzo y trabajo, tenga frecuentemente en los labios las palabras de aquella alma santa que dijo: cuando hayáis hecho lo que os

han mandad, decid: somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer (Lc 17,10). Porque las obras que hacemos nosotros, si son buenas las hace Dios como causa eficiente de nuestro intermedio. (20-12 - 1636) 34. Dios da el talento a quien le place, y es rico para todos los que le invocan (Rom 10, 12), en el cual no hay acepción de personas (cf. Rom 2,11). (28-12- 1641)

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DIOS PRUEBA A SUS HIJOS 45. Si la vida del hombre (que se entiende del siervo de Dios, que los demás no son hombres sino de nombre), según dice el santo Job, es milicia o guerra sobre la tierra (cf. Job 7,1), ¿de qué se maravilla que el Señor le permita tantas contrariedades interiore y exteriores, sino para que, como buen soldado , combata valerosamente desconfiando de sí y confiando en el fervor divino y demandándolo de El continuamente con mucha importunidad? (28-7-1629) 46. Si quiere persevar en el servicio de Dios y conseguir el premio eterno, sepa que es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios (Act 14,22), y, además, estar seguro de lo que dice el profeta: estaré a su lado en la

desgracia (Sal 90,15). Es necesario, pues, tener buen ánimo, porque tiene a su favor a quien todo lo puede. (22- 2- 1642) 47. En la presencia de Dios es mejor y de más mérito padecer por amor suyo en esta vida que gozar grandes consuelos. Porque el primero da, y el segundo recibe, y es verdad que mayor felicidad hay en dar que en recibir (Act. 20, 35) (3- 6- 1645) 51. No piense que el Señor se olvida de vuestra señoría al mandarle ocasiones de merecer mayor premio en el cielo (cf. Act. 14,22). Es mejor soportarlas en esta breve vida, donde se dan también consuelos temporales o espirituales, que las otras, que se deben sufrir de acuerdo a la gravedad que se debía padecer en este mundo. (4- 3- 1634) 55. Acostumbra ordinariamente el Señor mortificar en esta vida a los que ama como hijos, para no tener que hacerles sufrir en la otra. Siendo esto cierto debemos tomar, debemos tomar todos de su mano paterna todas las cosas que nos suceden, especialmente las enfermedades. Que si pudiésemos, con paciencia y alegría, reconocerlas como venida de su mano, le haríamos un sacrificio muy grato. (17- 8- 1630) 56. Debe tener grabada en el corazón aquella sentencia que dice: es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios (Act. 14,22). Por amor del Señor, que sin haber pecado padeció por cada uno de nosotros, sin estar obligado, tantas tribulaciones y oprobios, debemos nosotros padecer grandes cosas, como hacen los elegidos del Señor para darle gusto. Aunque antes debemos considerar que lo merecemos por nuestros pecados, para humillarnos siempre. ¿Dónde irá el buey que no are? No se puede evitar dicha sentencia. (5- 4- 1630) 60.

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Es necesario recibir de la mano de Dios todas las cosas, prósperas o adversas, y humillarse ante sus juicios secretos y santos. (13- 8- 1625)

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CONFIANZA EN EL SEÑOR 63. En lo que falten los hombres, suplirá seguramente el Señor. (3-3- 1646) 78. Deseo que todos estén con buen ánimo, pues aquellos que sean constantes verán sobre ellos el auxilio del Señor (cf. 2 Cr 20, 17). (10- 3 -1646) 80. Mientras yo tenga aliento, no perderé el deseo de ayudar al instituto, con esperanza de volverlo a ver asegurado, fundándome en aquellas palabras de un profeta que dice: quedaos quietos, y veréis la salvación de Yahvé, que vendrá sobre vosotros (2 Cr 20, 17). (18- 11- 1645) IMITACIÓN POR EL CRISTO 93. Me desagrada sobremanera que la pasión tenga ciegos a muchos y no vean la senda por la que caminan, habiendo dicho con su boca Cristo: estrecho es el camino que

lleva a la vida y son pocos los que lo encuentran (Mt 7,14). Verdad es ésta que puede verificarse entre religiosos, que son pocos los que caminan por la senda estrecha de la imitación de Cristo. Y dice más: espacioso es el camino que lleva a la perdición y son muchos los que por el pasean (cf. Mt 7, 13). Dios quisiera que no fuesen tantos los religiosos que, guiados por el amor propio, caminen por esta senda espaciosa.

(20-7- 1641)

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LA IGLESIA

SENTIR CON LA IGLESIA 119. Si tuviese algún mayor conocimiento de la asistencia del ángel custodio y tratase con él un poco familiarmente, sentiría grandísima y manifiesta ayuda en las tentaciones. Pero se requiere mucha pureza de corazón. De modo que, si cuando el enemigo sugiere una imagen peligrosa, la persona la apartase inmediatamente y, no pudiendo, se valiese del ángel de la guarda, hallaría remedio. Mire no se cumpla el dicho aquel: Si yo en mi corazón hubiera visto iniquidad, el Señor no me habría escuchado (Sal. 65,18). (20- 4 - 1641) 142. El padre maestro Biselli, regente en San Lorenzo de los padres conventuales y provincial en Tierra Santa, estará dentro de pocos días en Nápoles. Vaya usted a verle y ofrézcale la obediencia de todos nuestros padres de esa casa, demostrando con cariño en todo momento pronta voluntad a cualquier orden suya. Que será para mí de particular alegría. (16- 5- 1637)

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EL HOMBRE

OBRAS DE MISERICORDIA 242. Tenga como querido hermano suyo en Cristo a cualquier otro individuo, con tal que sea temeroso y buen siervo de Dios. Pues en el servicio del Señor no hay acepción

de personas (2 Cor 19,7). Y dicen los filósofos y los matemáticos: dos cosas iguales

a una tercera son iguales entre sí. Procure, pues, mantener su espíritu universal. (10-2- 1647) 245. He visto cuanto me escribe sobre la persecución del ministro del enemigo infernal. El medio que nos enseñó Cristo nuestro Señor es: orad por los que os persiguen y

calumnian (Mt 5, 44). Así lo hacemos también aquí, para que el Señor le ilumine, y de enemigo lo transforme en amigo. (13- 3- 1632) SALUD Y ENFERMEDAD 294. Señal es que el Señor os ama cuando os mortifica. Y no quiere la muerte, sino la enmienda (cf. Ez 33,11). Que esto quieren decir todas las enfermedades, grandes y pequeñas que nos manda el Señor. (15- 9- 1622) 295. Conviene tener gran paciencia con los enfermos. Mientras son probados por el Señor con la enfermedad, no hay que afligirles más, sino consolarles y darles a entender amablemente que el Señor les manda la enfermedad para que se despierten del sueño de la pereza y se propongan caminar en adelante con gran fervor y diligencia por el camino de la perfección. Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación (1 Tes 4,3). Y acostumbra el Señor dar semejantes latigazos con este fin, aunque algunos crean que provienen de causas segundas, como humores y otros accidentes, proviniendo en verdad de la causa primera, que es Dios, quien se sirve de las segundas a su gusto. Conviene recordarles estas cosas en tales ocasiones. (8- 2- 1623) LA HERMANA MUERTE 308. Me parece que la diversión para nosotros, que somos ya de edad, más a propósito que el ajedrez será prepararse a bien morir, pues vuestra vida es breve y la hora incierta (cf. Job 14,5 y Mt 24,50). Si aquí no hacemos penitencia durante este breve tiempo, se hará allá en tiempo muy largo. A buen entendedor, buenas palabras. (5- 8- 1633)

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LAS VOCACIONES

PASTORAL VOCACIONAL 313. El mundo es aún grande, la mies mucha y los obreros pocos (Mt 9,37) (1621) FORMACIÓN 367. Le recomiendo el cuidado de esos novicios, de los cuales sabe cuanto bien puede venir a la religión si se les forma bien y, por el contrario cuánto daño nos han acarreado los que han estado en la religión solamente con el cuerpo, teniendo su espíritu ocupado en otra parte. Instrúyales pues, con frecuencia sobre el modo de hacer oración, de mortificarse, de sujetar la voluntad propia a la de otro, que se olviden de las comodidades de sus casas y que atiendan solamente al desasimiento de sí mismos y a la mortificación del amor propio, cerciorándoles que de esta manera podrán asegurar su salvación, pues es bien cierto que son pocos las que la encuentran. (cf. Mt 7,14)

(8-8-1643)

374. Siempre que oiga decir que los novicios caminan por la vía espiritual con fervor y alegría, me será de grandísimo consuelo. Para comenzar como es debido la vía purgativa, deben todos rivalizar sobre quién será el más humilde. Por que el estandarte o copa de la carrera se dará solamente a los humildes, que serán entonces exaltados de acuerdo a lo que se hayan humillado en esta vida. Este camino repugna mucho a nuestros sentidos, y así se dice que el camino es estrecho y son pocos los

que lo encuentran (cf. Mt 7,14). Insista mucho en este asunto, que será de gran utilidad a nuestros novicios y, en consecuencia, a la religión, dependiendo del aprovechamiento del noviciado el resto de la vida religiosa, pues es verdad que tiene medio camino andando quien bien comienza. (13- 4 -1630) DEFECCIONES 425. Estoy seguro de que, en el paso de la muerte, Dios le dirá: recibiste bien durante tu

vida (Lc. 16,25), tu recompensa temporal (cf. Mt 6,2), por la que has abandonado mi servicio. Pues está escrito: cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más

pequeños, a mí me lo hicisteis (Mt. 25, 40). (3- 11- 1646)

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EL SACERDOTE Y LA LITURGIA

MINISTRO DE DIOS 449. No sería gran cosa que los sacerdotes en caso de necesidad o para ejercitar la humildad, hiciesen algunas veces la cuestación arreglasen el comedor, barriesen la casa, y hasta ayudasen en otros menesteres que parecen bajos y viles. Estos tales se llaman violentos que controlan el cielo (cf. Mt 11,12). (15- 5- 1635) 458. Escribí hace un tiempo que se reuniesen los sacerdotes una vez a la semana para ver de lograr siempre el mayor progreso de la obra. Porque dijo el Señor que donde

están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18,20) (3-8-1629) PREDICADOR Y CONFESOR 466. Si tiene el oficio de confesor, propóngase hacerlo sólo para guiar las almas al servicio de Dios, quien suele remunerar con generosidad, principalmente a quienes por amor suyo no se dejan corromper por intereses humanos. Si por esta causa es perseguido, tómelo con paciencia: bienaventurados seréis cuando os injurien y os persigan por mi causa, dice el Señor (Mt 5,11). (6- 3- 1632) NORMAS LITÚRGICAS 468. Desearía que celebrase la misa después de haber aprendido muy bien las ceremonias, que da pena ver el poco cuidado que se tiene en saberlas como se debe. Y si comienza uno a celebrar la misa sin haberlas aprendido bien, toda la vida las hace mal. (3- 4- 1624) 470. Atienda con mayor diligencia a la perfección religiosa, más aún desde que es sacerdote, porque está mucho más obligado. Aprenda ahora a celebrar muy bien la misa, con las ceremonias y gestos debidos, y después le mandaré yo el permiso. Y porque conoce poco tan gran misterio y sacramento, conviene que ante todo lo estudie bien, para que no se le pueda decir que no discierne el cuerpo del Señor (1 Cor 11,29). (20- 6- 1626)

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PRUDENCIA Y GOBIERNO

EL ARTE DE GOBERNAR 508. Trate con los padres asistentes las cosas pertenecientes al buen gobierno de las escuelas y de la casa. Para que se verifique dónde están dos o tres, etc. (Mt 18,20). (6-11-1624) 516. El señor les bendiga siempre y acreciente en usted y en todos sus compañeros el deseo de ayudar a los pobres por puro amor suyo, pero con el modo y prudencia necesarios. Porque las (autoridades) que existen, por Dios han sido constituidas

(Rom 13, 1). Con la perseverancia, poco a poco, se hace un largo camino. (30- 10- 1632) 519. Suele hablar muchas veces el Espíritu Santo por boca de simple, especialmente si es devoto. (28- 8- 1636) EL SUPERIOR 565. Procure superarse en el gobierno de la casa y tratar como padre a los de dentro y a los de fuera, sin cólera y con mucha modestia. Hará gran servicio a Dios y provecho a sí mismo: más vale un hombre dueño de sí que el conquistador de ciudades (Prov 16,32).

(2- 10- 1636) 593. Porque el Señor se ha complacido que esté yo en su lugar en esta religión, debe usted responder o escribir siempre como si escribiese o respondiese al mismo Señor. Pues el dijo: hablando de los superiores: quien a vosotros rechaza, a mi me rechaza (Lc 10, 16). (26- 7- 1635) 595. De amonestaciones y excomuniones debe angustiarse poco. Porque bien sabe usted que la ley no ha sido instituida para el justo (1 Tim 1,9). Gobierne con el santo temor de Dios, que las excomuniones no se han hecho para usted. (29- 9- 1635) 609. Al buen marinero se le conoce en le momento de la tempestad. Así ha de obrar usted en la circunstancia presente. Que ha de saber portarse de tal modo con los que se le muestran adversarios, que los gane con buenas palabras y mejores obras. Y, sobre todo, recomendando la casa y a sí mismo a Dios muchas veces, de día y de noche, en silencio, sin que nadie lo vea. Porque los días son malos (Ef 5, 16 ). Y Dios quiere ser rogado más veces y aun importunado, para descubrir el amor con que se acude a

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su divina Majestad. (13- 12- 1642) 610. Le ruego que, habiéndole Dios llamado y elegido para el cargo que tiene ahora, procure, conforme nos enseña San Pedro, poner el mayor empeño en afianzar

vuestra vocación y vuestra elección (2 Pe 1, 10) (1- 6- 1647)

VIDA RELIGIOSA EL VERDADERO RELIGIOSO EN SESENTA SENTENCIAS 630. Es veneno del religioso su propia voluntad. 637. Cuanto más trabajas por Cristo, tanto más debes a Cristo, porque es tu fruto. LOS VOTOS 671. Si sabe prepararse para recibir el Espíritu Santo, el acto de la profesión será para él como un nuevo bautismo. (13- 4- 1630) 674. Manda el Señor a quien se ha obligado - al cristiano por el bautismo, al religioso por los votos - que cumpla con su obligación, diciendo: oblígalos a entrar (Lc 14,23). (6- 5- 1634) ORACIÓN 689. He oído que no asiste y atiende muy poco a la oración, siendo ésta el medio único y necesario para alcanzar la misericordia de Dios, pues dice el profeta: ¡Bendito sea

Dios, que no ha apartado mi oración ni su amor lejos de mí! (Sal 65,20). Procure con todo empeño remediar la falta que haya en esto. (30- 11- 1630) 692. Ya que tienen la comodidad de una habitación tan amplia, como me escribe, obre como aconseja el santo David: que de día Yahvé brinda su gracia, y de noche su

cántico (Sal 41,9). El día debe emplearse en obras de misericordia, y la noche en hacimiento de gracias y preparación para el día siguiente. (14- 12- 1630)

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CAMINO DE PERFECCIÓN

697. Que Dios le ilumine la mente, para que sepa encontrar el verdadero camino de la perfección religiosa, pues Cristo ha dicho: estrecho es el camino que lleva a la vida y son pocos los que lo encuentran. (Mt 7,14) (3- 8- 1641) 699. La voz de Dios es voz del espíritu, que va y viene, toca el corazón y pasa, ni se sabe de donde viene, o cuando sopla (cf. Jn 3,8). Importa, pues, mucho estar siempre alerta, para que no llegue de improviso y se aleje sin fruto. (22- 11- 1622) 700. Escribo una carta al padre Juan Lucas y en ella le digo, con cariño paterno, cuánto deseo comunicarle con caridad el espíritu que el Señor me ha dado, y le exhorto con todo el afecto posible a venir a Roma y estar junto a mi por algún tiempo, para aprender el camino angosto que lleva al cielo (cf. Mt 7,14). (8- 2- 1642) 701. Exhorto a usted, y a todos los demás, a caminar por la senda del Señor con sencillez y perfección religiosa, que como verdadero padre espiritual deseo a todos. Digo esto en la presencia de Dios, que es la verdad. (cf. Jn 14,6).

(2- 8- 1642) 702. Pido al Señor que donde no puedan llegar mis fuerzas, supla El con su gracia en tanta abundancia que, colmados de ella, prosigan alegremente el camino emprendido de la salvación que obtienen los perseverantes, hallándose escrito: no el que

comience sino el que persevere (Mt 10,22). (17-7- 1643) 704. El tiempo de la tribulación y mortificación debería hacer creer la virtud y la perfección. Mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza (2 Cor 12,9) es decir en la tribulación.

(14- 6- 1647) 718. Diga el hermano Pedro que atienda también al servicio de Dios con la vida activa, pero sin olvidar entonces que puede unirse un poco con la completiva. Y así andará conforme con la máxima que dice: de día Yahvé brinde su gracia y de noche su

cántico (Sal 41,9). (15- 2- 1631)

721.

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El camino para llegar uno a ser sabio y prudente en la escuela interior es hacerse como un necio a los ojos de los hombres, dejándose guiar como un asnillo. Esta es doctrina auténtica, pero por ser contraria a la sensualidad y prudencia humana, la siguen pocos. Y así confirma aquella sentencia de Cristo: angosto es el camino (que

lleva a la vida), y son pocos los que la encuentran (Mt 7,14). (3- 12- 1634) 730. Procuren todos, con mucha diligencia, ganarse el cielo. Que el tiempo es corto (1 Cor 7,29) y los violentos conquistan el cielo, y los negligentes apenas pueden

salvarse (cf. Mt 11,12). (12- 3- 1639) 736. Con el cariño especial que le he tenido siempre, he pedido al Señor le haga un gran siervo suyo e imitador, en lo interior, ante todo, de su santísima voluntad, donde descubrirá los misterios escondidos a los sabios y prudentes del siglo, y reservados a los humildes (cf. Mt 11,25). (4- 1- 1648) 737. Dé la bendición de mi parte a todos los de esa casa, a quienes deseo en el Señor la entrada en el camino de la perfección religiosa. Pues angosto es el camino que lleva

a la vida, y son pocos los que la encuentran (Mt 7,14). (27- 8- 1644)

“COR UNUM” 836. Deseo que tengan todos un solo corazón y una sola alma en el servicio de Dios (cf. Act 4,32). (2- 8- 1642) 839. Si se reúnen con celo de la gloria de Dios y mayor provecho de los alumnos, hallarán en la práctica que el Espíritu Santo estará en medio de ellos, porque donde están dos

o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mt 18, 20). (18- 7- 1637)

848. Cuanto más soporte, para no romper la caridad con el prójimo, tanto mayor mérito tendrá delante de Dios. Y la paciencia, en estos casos, ha de ir acompañada de

obras perfectas (Sant 1,4) (10- 1- 1643)

869. Aunque esté escrito que toda malicia es poca junto a la malicia de la mujer (Eclo 25,19), aun parece mayor la malicia de los religiosos apasionados y obstinados.

(6- 5- 1639)

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PLEITOS 898. De ninguna manera pretendo litigar con él. Más bien como dice el Evangelio, si no

se lleva la túnica llévale el manto (cf. Mt 5, 40). Y considero mejor perder nuestro interés con alguien, pues no hay pleito en que no se cometa algún pecado .

(20- 7- 1641) PATRIA Y FAMILIA 942. Recuerde que los propios familiares serán los enemigos de cada cual (Mt 10,36). Y cualquier afecto hacia los parientes suele impedir la perfección religiosa. Porque dicho afecto nunca suele ser tan puro que no se mezcle en él un poco de amor propio.

(15- 8- 1637) 943. Si le insiste para ir a su pueblo estas fiestas, puede concedérselo. Pero es seguro que, si cuando va a la patria pesa en espíritu diez onzas, no volverá con ocho. Porque los

propios familiares serán los enemigos de cada cual (Mt 10,36); sus palabras más

suaves que el aceite, pero son espadas desnudas (Sal 54, 22). (16- 4- 1639) 944. Es doctrina de la Sagrada Escritura enseñada por Dios a Abrahán: Vete de tu tierra... Y de la casa de tu padre. De ti haré una nación grande (Gén 12 , 1-2). Y en otro lugar, el profeta: escucha hija y mira... olvida tu pueblo (Sal 44,11). Se ve, pues claramente que la propia patria suele (hacer) a los religiosos más bien relajados que observante, y con gran dificultad pueden arrancarse de la patria. Y algunos se mantienen tan apegados, que prefieren dejar la religión antes que la patria. (14- 4- 1640)

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LUCHA ASCÉTICA 954. Habiéndole mandado Dios... para socorrer esa casa, me parece que debiera seguir aquella sentencia: no el que comience sino el que persevere, etc. (cf. Mt 10,22)

(8- 12- 1646)

959. Diciendo Dios angosto es el camino que lleva a la vida, y son pocos los que lo

encuentran (Mt 7,14)..., es necesario para encontrarlo y caminar por él, renunciar al propio juicio y a la propia voluntad. 968. El religioso debe dar al espíritu según su necesidad. Y no más al cuerpo, porque da puntapiés al espíritu y le hace cometer pecados mortales y hacerse, como dice San Pablo , hombre animal, etc. (cf. 1 Cor 2,14). (3-12- 1633) 976. Si no se emplea en hacer algo en servicio de la religión, no hallará nada en el libro de Dios, porque sus obras le acompañan (Ap 14,13). (4 -1-1648) 995. Me desagrada mucho que no sepa vencer sus pasiones y vivir con la paz y quietud que cada uno puede tener en su religión, mortificando sus pasiones y haciendo penitencia de sus pecados. Dice el Espíritu Santo por Salomón: su tiempo de llorar y

su tiempo de reír (Sab 3,4). Quien no sabe distinguir entre esta vida y la otra, se hallará engañado. (4 - 1- 1642) 996. Es mejor ser pocos religiosos y buenos que muchos y relajados. (11- 2- 1640) 999. Si algunos de esos nuestros religiosos han oído con disgusto aquella verdad evangélica de que el camino que lleva a la vida es angosto y estrecha la entrada (cf. Mt 7, 14), yo lamento mucho su ignorancia. Piensan que, estando sometidos a la sensualidad, pueden caminar por esta senda,. Deberían, en cambio, privarse poco a poco de los gustos del sentido y penetrar en los del espíritu. Entonces hallarían fácil este camino de la vida, porque el yugo de Dios es suave (cf. Mt 11,30) para quienes lo quieren vivir según los sentidos . Y quien espera el tiempo futuro para hacer esta prueba, puede sucederle que le falte. (14- 8- 1638)

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VIRTUDES HUMILDAD 1009. El signo ordinario de estar uno predestinado es la santa humildad, y de estar reprobado es la soberbia. Así dijo Cristo bendito: por sus frutos los conoceréis (Mt 7,16).

(15- 1- 1639)

1010. Es necesario dar buen ejemplo a los seglares. Y advierta que quien ambiciona superioridad o cargo honorífico, da signo de gran soberbia y, en consecuencia, de hallarse en mal estado, pues dice el Espíritu Santo: Odia mi alma al pobre altanero

(Eclo 25,2) (8- 2- 1635)

1012. Como más desocupado, podrá usted echar de cuando una mirada a la cocina, para que la comida esté preparada a la hora debida, pues dijo el Señor: no he venido a ser

servido, sino a servir (Mt 20, 28). (23- 12- 1620) 1013. Alabo de verás su humildad, que odia los títulos honoríficos y se ocupa de buena gana en los penosos, por puro amor de Dios. Pues es cierto que quien ama la tierra se convierte en tierra; quien ama el oro, en oro y quien ama a Dios se hace un solo

espíritu con Él (1 Cor 6,17). (21-1- 1648) HUMILDAD 1023. Tengo gran compasión de esos religiosos nuestros... que no saben hallar el camino para ir al cielo, que es la virtud de la humildad, que así le será más grato el servicio.

(9- 7- 1644)

1040. No se olvida de hacer algunos actos de mortificación y humildad, para compensar si llega a realizar alguno de impaciencia, acomodándose como decía San Pablo: Me he

hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos (1 Cor 9,22). (25- 8- 1629)

1048. Si no se humillan, jamás entrarán por la puerta, que es como dijo Cristo: Yo soy la

puerta (Jn 10,9). (22- 2- 1635)

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1049. Desearía un poco más de humildad en los padres antiguos. Que si la tuvieran, el Señor les daría mayores luces y les elevaría a cosas sobrenaturales. Tanto más obligado está el religioso a ser más humilde cuanto es más antiguo en la religión., donde se presume que va practicando la virtud. Este es el sentido auténtico de lo que dijo el Señor : por sus frutos los conoceréis (Mt 7, 16). La obra ensalza al maestro. (9- 6- 1635) 1056. Cuanto más se humilla uno por amor de Dios es signo de que le ama más. Igualmente, cuanto uno se hace más pobre por amor de Dios tanto más demuestra el amor a Dios. Algunos pierden este gran amor por el apego exagerado que tienen a un libro, a un sombrero, a una cajita, o a otra bagatela semejante. Y aquellos que tienen un poco de soberbia, son apartados del amor de Dios, porque Dios resiste a los

soberbios, y da si gracia a los humildes (Sant 4,6). (17- 11- 1636)

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POBREZA 1060. Nuestro Instituto tiene por fin ayudar a todos y no ser gravoso a ninguno, siendo totalmente incapaz de adquirir y poseer bienes temporales. Nosotros que lo profesamos, según el consejo del Apóstol, mientras tengamos comida y vestido, estemos contentos con eso (1 Tim 6,8). (18- 1- 1642) 1070. Me agrada que sea desinteresado, no sólo en las confesiones , sino en toda otra ocasión. Porque el dinero es como el ajonje, que cuanto más tiene uno, más manchado se encuentra. Bienaventurado el siervo que el Señor al venir encuentra

despierto (cf. Lc12, 37). Conténtese con la comida y el vestido, todo lo parcamente posible. Pero en el servir al prójimo por amor del Señor, haga tales ganancias que se tome rico de mérito ante Dios. (14- 12- 1630) 1105. ¡Cuánto me desagrada que los sacerdotes, que deberían dar buen ejemplo de obediencia y humildad, sean los primeros en dar ejemplo de soberbia, rechazando al superior mediante el cual les avisa Dios paternalmente, y no comprendiendo la sentencia que dijo Cristo a los superiores: Quien a vosotros escucha a mí me

escucha, quien a vosotros rechaza a mi me rechaza! (Lc 10, 16). (3- 4- 1638) PACIENCIA 1158. En las obras de Dios no hay necesidad de correr, sino esperar con gran tranquilidad y paciencia en la divina Providencia, que se despliega vigorosamente de un confín al otro del mundo y gobierna de excelente manera todo el universo (Sab 8,1)

(29- 9- 1646)

1160. Soporte los agravios con paciencia... A mí me condujeron al Santo Oficio sin saber por qué, y después me lo dijeron, vi que en aquello era inocente. El Señor quiere probarnos por el camino de la tribulación... Sin embargo, anímese a padecer, porque es necesario que pasemos por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios

(Act. 14, 22) (29- 8- 1643)

SILENCIO 1166. El religioso que no sabe refrenar su lengua hace vana su religión (cf. Sant 1,26). Es decir, pierde el fin por el que ha venido a la religión, que es adquirir la perfección.

(12- 7- 1632)

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ALEGRÍA 1172. No admita pensamientos melancólicos, que suelen apretar el corazón y turbar la mente, sino piense en cosas que le puedan causar alegría, por ejemplo., el premio que tiene Dios aparejado para los que ayudan a los pobres, principalmente en las cosas espirituales y santo temor de Dios. Dice el Sabio: los que enseñaron a muchos

brillarán como estrellas, por toda la eternidad (Dan 12,3). Se debe hacer, pues, este ejercicio con gozo, como nos exhorta San Pablo, diciendo: Dios ama al que da con

alegría (2 Cor 9,7). (23- 11- 1623)

1176. Continúe adelante alegremente y, al mismo tiempo, no pierda el santo temor de Dios, sino crezca en el amor. Que todo le resultará siempre felizmente. Pues esta es la verdadera fuente de agua viva (cf. Jn 4,14) y de la perfecta sabiduría. (27- 8- 1633) ESPERANZA 1194. Mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza (2 Cor 12,9). Sepan conocer de qué manera religioso debe permanecer constante en el servicio de Dios, perseverando hasta el fin, donde está preparada la corona para los perseverantes. Que el Señor nos conceda a todos, como a elegidos suyos la gracia de esta santa perseverancia. (4- 7- 1648)

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TEMAS Y PROBLEMAS PEDAGÓGICOS

MINISTERIO ESPECÍFICO 1214. Me agradaría que se atienda a las escuelas con la diligencia debida, para que el

adversario se avergüence, no teniendo nada malo que decir de nosotros (Tit 2,8) que sea verdadero según sus deseos. La razón principal de nuestro trabajar bien y con empeño debe ser el agradar a Dios. (6- 4- 1626) MAESTROS 1254. Procure sacar buenos alumnos en letras y en piedad, y tenga por seguro que con la

medida que midáis se os medirá a vosotros (Mt 7, 2). Esto nos debería despertar, para estar muy atentos y vigilantes en todas nuestras acciones, principalmente en la ayuda al prójimo. (18- 5- 1636) NIÑOS POBRES 1419. Manténganse todos con la firme esperanza de que Dios responderá por nuestro Instituto, el cual se funda sólo en la caridad de enseñar a los niños, especialmente pobres, para que no se pueda decir los pequeñuelos piden pan; no hay quien se lo

reparta (Lam 4,4). (26- 4- 1647)

1445. Estén ahí todos con ánimo esforzado para servir al Señor en sus miembros, que son los pobres. Para que podamos oír a su tiempo: cuanto hicisteis a uno de estos

hermanos a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis (Mt 25,40).

(26- 4- 1647) EL PADRE Y SU OBRA 1451. Yo actúo por pura caridad, porque deseo su salud como la mía propia. No debería permitir y mucho menos admitir tentación tan grande, pensando que juegue yo con usted a la pelota y le haya perdido la fe. (10- 7- 1629) 1469. Quedaos quietos y veréis la salvación de Yahvé, que vendrá sobre vosotros (2 Cr 20,17). Esto es lo que estamos ahora pidiendo por vosotros (2 Mac 1,6), para que

no os contristéis, sino que brille más vuestra fuerza en la prueba.

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Por la falta de vista no puedo continuar escribiendo. El Señor nos bendiga siempre a todos. (20- 5- 1647)

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CITAS BÍBLICAS ANTIGUO TESTAMENTO Génesis 12,1-2 2º de Crónicas 20,17 Job 7,1 14,5 Salmos 41,9 65,18 Proverbios 1,17 Sabiduría 3,4 44,11 65,20 3,32 8,1 54,22 90,15 16,32 Eclesiástico 25,2 Ezequiel 33,11 Daniel 12,3 25,19 2º de Macabeos 1,6 NUEVO TESTAMENTO Mateo 5,11 5,40 5,44 6,2 7,2 7,13 7,14 7,16 9,37

10,36 10,22 11,12 11,25 18,3 18,20 20,28 24,25 25,40

Lucas 10,17 14,23 Juan 3,8 S. Pablo a los Romanos 2,11 16,25 12,37 4,14 8,28 10,16 10,9 10,12 14,6 13,1 1ª a los Corintios 2,14 2ª a los Corintios 9,7 6,17 12,9 7,29 19,7 9,22 11,29 Efesios 5,16 1ª a Tesalonicenses 4,3 1ª carta a Timoteo 1,9 6,8 Carta a Tito 2,8 Carta Santiago 1,4 2ª carta S. Pedro 1,10 1,26 Apocalipsis 14,13

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AGRADECIMIENTOS

Alumnos: Carlos Gutiérrez Dani Baeza Isabel García David García Profesores: Carles Such Fernando Simó Fernando Penalba Jorge Ortín Lidia Colomer María Dolores Sáez Angel Bañuls Elisa Cuquerella Carlos Tormo Anabel Part José Torres Mª Carmen Mascarell José García Juan García Miguel Calafat

Todos ellos me ayudaron a recoger y recapitular el material para la realización, corrección, impresión y encuadernación de los siguientes títulos: 1. Arrels de vida. Fernando Simó 2. Llegir bé. Mª Dolores Sáez 3. Pedagogia del silenci i de l’interrogant. Anabel Part 4. Calasanz y la Biblia. Jorge Ortín Muchas gracias por vuestra ayuda. Vicente Reig

GRATITUD ESPECIAL Intencionadamente no cité en “Agradecimientos” a mi amigo y alumno Juan

Carlos Picornell Morant. Él, con paciencia y cariño ha corregido el manuscrito “Calasanz y la Biblia”, las citas bíblicas y calasancias que ha hecho posible la pronta y fiel informatización de Jorge Ortín. Debo agradecer también a Carlos Gutiérrez y a Juan Carlos Picornell la sonorización de la obra.

La obra informatizada, en su corrección, es atendida por mi compañero de penas y fatigas, en Nicaragua, P. José Julio Mínguez.

La sonorización total de la obra del P. Dionisio Cuevas: Calasanz, mensaje espiritual y pedagógico, realizada por Carles Such e Isabel García.

Gracias. P. Vicente García Reig

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BIBLIOGRAFÍA. Cueva, Dionisio: Calasanz. Mensaje espiritual y pedagógico. Editorial Católica. Madrid, 1973. Santa Biblia de Jerusalén.

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INDICE Presentación 2 1. El hombre 3 2. El hombre ante Dios 7 3. El hombre ante Cristo 13 4. Llamada vocacional 21 5. Los votos 26 6. Lucha acética 31 7. Valor y cultivo de la virtud 37 8. Camino de perfección 47 9. El Padre 53 10. Calasanz, educador de hoy 59 Epílogo a mi Padre Calasanz 73 Citas calasancias apoyadas en la Biblia 74 Citas bíblicas 94 Agradecimientos 95 Bibliografía 96