Caliban

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GERMAN ARCINIEGAS NUESTRA AMERICA ES UN ENSAYO

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  • GERMAN ARCINIEGAS

    NUESTRA AMERICA ES UN ENSAYO

  • PORQU LAPREDILECCI~por el ensayo --comognero literario- en nuestra Amrica? Ensayos sehan escrito entre nosotros desde los primeros en-cuentros del blanco con el indio, en pleno sigloXVI, unos cuantos aos antes de que naciera Mon-taigne. Sorprende, a primera vista, esta anticipa-cin, cuando hay otros gneros literarios que sloaparecen en Amrica tardamente. La novela co-mienza con Fernndez de Lisardi entre 1816 y1830, doscientos aos despus de las Novelas Ejem-plares de Cervantes, y pasados tres siglos de queBartolom de Las Casas escribiera su famoso en-sayo en defensa de los indios. Lo mismo ocurrecon la biografa. Durante la conquista surgieronalgunas de las figuras ms sobresalientes que hayaconocido en su historia el pueblo espaol: Balboa,Corts, los Pizarros, ]imnez de Quesada, Valdivia,Lope de Aguirre... Y no se escribi una sola bio-grafa. Fue uno de esos casos, que luego se repitenen nuestros procesos literarios, en que el paisaje,la selva, la aventura multitudinaria se devora alpersonaje. No pocos de los famosos cronistas ha-ban ledo las Vidas de Plutarco, pero antes que

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    concentrarse en un slo hombre preferan hacer lahistoria de la conquista de la Nueva Espaa, o lade todas las Indias Occidentales. Ercilla, al com-poner el primer poema de la pica espaola, pusoa un lado al hroe singular y tom la guerra con-tra los araucanos como materia colectiva de susoctavas reales. Pero si la exploracin como aven-tura y la guerra como historia tentaban al escritor,no le tentaba menos el afrontar los problemas inte-lectuales que planteaban los descubrimientos. Ves-pucci y Coln ya discuten los temas de la geogra-fa tradicional y algunos de los problemas msapasionantes del hombre y los climas, y escribenverdaderos ensayos que producen polmicas enEuropa.La razn de esta singularidad es obvia. Amrica

    surge en el mundo, con su geografa y sus hom-bres, como un problema. Es una novedad insos-pechada que rompe con las ideas tradicionales.Amrica es ya, en s, un problema, un ensayo denuevo mundo, algo que tienta, provoca, desafaa la inteligencia. La circunstancia de que brote derepente un continente indito entre dos ocanos,uno de ellos an inexplorado y el otro descono-cido, son hechos lo bastante rotundos como paraconmover academias y gimnasios, y sacudir a lainteligencia occidental. De todos los personajesque han entrado a la escena en el teatro de lasideas universales, ninguno tan inesperado ni tanextrao como Amrica. La sola expresin consa-grada por Vespucci de Nuevo Mundo indicalo que tena que producirse en Europa con la apa-ricin de Amrica. No debe sorprendemos que seentablen entonces debates famossimos, lo mismo

    de alcance religioso y espiritual que de ordenprctico, sobre si los indios eran o no animalesracionales, si tenan o no alma, si podan o norecibir los sacramentos, si eran semovientes quepudieran venderse como bestias. Todava en nues-tro siglo XX hay quienes tienen dudas sobre es-tos puntos y se habla de los indios bestias .Hasta no hace mucho tiempo -se seguir hacien-do todava?- se vendan en algunos lugares deAmrica haciendas conteniendo tantos indios ...Coln discuta el problema del paraso terrenal

    y su ubicacin en las tierras que tena a la vista,sacando a debate textos de la Biblia, de los San-tos Padres, de los gegrafos ms antiguos. Ves-pucci provocaba un alegato con los humanistasde Florencia acerca del color de los hombres enrelacin con los climas, y la posibilidad de quelas tierras por debajo de la lnea equinoccial fue-ran habitadas por seres humanos. Fueron estos losprimeros ensayos de nuestra literatura. El ensayo,que es la palestra natural para que se discutanestas cosas, con todo 10 que hay en este gnerode incitante, de breve, de audaz, de polmico, deparadjico, de problemtico, de avizor, resultdesde el primer da algo que pareca dispuestosobre medidas para que nosotros nos expresra-mos. O para que los europeos se expresaran sobrenosotros. Pero un gnero ms hecho para nosotrosque para los extraos, porque la experiencia de~rica era no poco incitante para quienes lavrvian. Basta considerar el problema del mayorcruzamiento de razas que registra la historia des-pus de la aparicin de los brbaros en Europa.Llegan los conquistadores, sin mujeres, como ejr-

  • cito de varones prontos al atropello sexual, y enuna generacin queda coloreado de mestizos elhemisferio occidental. Son mestizos en donde flo-ta en cada uno una sombra que viene del en-cuentro de un alma blanca y una de cobre, deuna de cristiano y otra de azteca o de inca, y bajoesta sombra se dilata el horizonte para este extra-o nuevo ser humano que tiene por delante lasms vastas dimensiones de asombro y de duda.Para nosotros, en el siglo XVI, el inca Garcilasode la Vega, en quien el mestizaje ilustrado al-canza proyecciones casi fabulosas, es un hombre-ensayo. Es el ensayo sobre el mestizo convertidoen un adelantado de las letras. Es un hombrenuevo puesto en la balanza, donde la aguja pareceinfiel, temblando por valorar los pesos que llevanlos dos platillos.

    EL ENSAYO ENTRE NOSOTROS no es un divertimien-to literario, sino una reflexin obligada a los pro-blemas que cada poca nos impone. Esos problemasnos desafan en trminos ms vivos que a ningnotro pueblo del mundo. No hemos tenido tiempopara dedicamos al ejercicio de las guerras, ejercicioque tan exclusivo parece de la historia europea. Estoresulta paradjico en Europa, donde se hace dema-siada literatura en torno a las revoluciones de M-xico y Sudamrica. Quizs ah est la diferencia.Amrica ha sido, en la parte nuestra, un continentede revoluciones y no de guerras. Hemos tenidotreguas de paz que resultan increbles cuando sehace la comparacin con otras regiones del

    mundo. Tres siglos sin una guerra, ni siquiera unarevolucin, como tuvimos en la colonia, son tressiglos que no concebira jams un europeo. Aqudonde las guerras sirven para marcar la gran-deza en los conductores de pueblos -lo dicen lasestatuas-, podran tratamos con el desprecio conque suelen ser vistos los hombres que no pelean,y no con el fastidio que producen los que buscanruidos. Pero lo ms extraordinario de nuestro casoest en que el da en que tuvimos que presentarlnea de combate para enfrentar nuestros hombresdesarmados en luchas contra los ejrcitos de Fer-nando VII, nunca pensamos en una guerra, sinoen una revolucin. Luego, en las historias, se hahablado de la guerra o las guerras de independen-cia. Es un error: si bien se miran los documentoscontemporneos, se ver que en ellos se habla dela revolucin y no de la guerra de independencia.y la revolucin, naturalmente, era un productode la agitacin intelectual, de los ensayos que seescribieron como preludio de la emancipacin.Primero se emancip la mente, y luego se fuea la pelea. La independencia ya estaba hechacuando en 1810 se proclam la ruptura con Es-paa. Se haba comenzado a pensar libremente,y ah est la raz de la separacin. Cosa quetiene su aplicacin an en nuestros das. Que sepiense con libertad, sin sujecin al dogma acu-.ado en otras tierras, y ya hay una emancipa-cin del espritu, que es la que cuenta.Pocas veces se ha llegado tan al fondo de

    nuestr?s problemas, de la problemtica de nues-tras tterras, como en los aos anteriores a Bo-lvar, a San Martn, a O'Higgins a Hidalgo,

  • cuando quedamos cobijados por el gran movi-miento de la Ilustracin, en la segunda mitaddel setecientos. Al llegar, despus de la Ilustra-cin, la fiebre romntica a nuestra Amrica,los hombres de letras, los potenciales caudillosde las naciones americanas, tenan formada yauna conciencia poltica que no era el productodel alboroto y del bochinche, sino del estudio delas realidades econmicas, de los sistemas de go-bierno, de las ciencias naturales, de la geografade las plantas y los hombres, cosas todas que derepente irrumpieron en las universidades ame-ricanas donde nunca antes se haban odo sinoalegatos sobre Aristteles o Santo Toms. Laantesala de cuarenta aos en que se prepara laemancipacin no se hace en los cuarteles, sinoen las aulas. Nuestro choque con Espaa no lopreparan los generales, sino los universitarios.Caldas, que escribe sobre la influencia de los cli-mas en los seres organizados, en Colombia; Una-nue que en Lima redacta sus Observaciones sobreel clima de Lima; fray Servando Teresa deMier que en Mxico especula sobre la poca enque fue pintada la imagen de Nuestra Seorade Guadalupe; y Espejo que en Quito escribesobre las epidemias, estn preparando, a travsde ensayos cientficos o filosficos, un despren-dimiento que acaba por encontrar un nombre:independencia. A Amrica viajaron entonces losensayistas europeos, los sabios franceses que fue-ron a medir en Quito la lnea equinoccial, Bou-gainville el botnico, y sobre todo el gran Hum-boldt que le da a su obra sobre Mxico el ttulode Ensayo sobre la Nueva Espaa. En realidad,

    lo que l vio fue el Nuevo Mxico. Y, viajandohacia las regiones equinocciales, la nueva Am-rica. Se contagiaron los jesutas del comn for-cejeo con la duda metdica. Uno de ellos, Ga-briel Daniel, escribi un Viaje al mundo de Des-cartes. Pero las letras, adems, pasaron de losreligiosos a los laicos. De toda esa literatura ensa-ystica acadmica al Memorial de Agravios deCamino Torres, en Bogot; al Memorial de losHacendados de Mariano Moreno, en BuenosAires; a los discursos de Chilpancingo en Mxi-co, no haba sino muy poca distancia. Todosesos fueron ensayos un poco cientficos, un pocoreligiosos, un poco polticos, Y un mucho ameri-canos. Por esta razn -que no hay que conside-rar como el afn de un profesor de literatura porclasificar gneros literarios- resulta indispensa-ble volver sobre la vieja terminologa y decir quela independencia de las antiguas colonias espao-las fue el producto de la revolucin -del ensa-yo, por qu no decirlo?- y no originada porla guerra. La revolucin fue un ensayo intelec-tual que acab siendo ensayo armado, y que asc?mo naci de problemas estudiados por inteligen-Cl~satrevidas, culmin en las propias dudas repu-blicanas que mantuvieron el tono de la revolu-cin despus de las victorias de San Martn, deBolvar o de O'Higgins. Es aleccionador el re-cuerdo de los americanos que en el setecientosllevaron. a Espaa la revolucin, como el perua-no Olavlde que se herman con Campomanes yJovellanos en las reformas sociales y agrarias; delos que colaboraron en el suelo americano con losespaoles, como los de la misin botnica que

  • acompaaron al sabio Mutis; o el de los espa-oles que vieron con espanto los errores de lacolonia, como Antonio Ulloa y Jorge Juan. Detodo esto sale una literatura universal en queAmrica llega a ser el problema que lo mismose discute en San Petersburgo que en Upsala,Londres o Pars. Catalina la Grande retena en sucorte al venezolano Francisco Miranda, y recibainformaciones de Bogot que le enviaba al g~di-tano Mutis; fue la primera vez que en la capitalde las Rusias se vieron con inters las cosas denuestra Amrica: en aquel caso, las de Colom-bia. Linneo recoga en Upsala las noticias de laescuela botnica instalada en un pueblo del inte-rior de la Nueva Granada llamado, por mal nom-bre, Mariquita. Pitt, en Londres, hablaba conMiranda, con Bello y con Bolvar. Humboldt, enPars, con los que llegaban de Mxico o de Ve-nezuela. Los jesutas expulsados, aguijoneados porla misma persecucin que despert en ellos mpe-tus ya dormidos, fueron en Italia una ctedra deamericanismo que lleg a momentos lricos tanadmirables como cuando Rafael Landvar canten versos latinos la naturaleza de Guatemala.

    ESTASREFLEXIONES no son sino pocos ejemplos,entre muchos, de una Amrica en donde todo esas. La aparicin de nuevas tierras, nuevos hom-bres, nuevas religiones, nuevos tipos de familia,nuevos sistemas de costumbres, domina en losdas del descubrimiento y de la conquista, hastael extremo de que entonces nace la sociologacon varios siglos de anticipacin a Comte y a

    Spencer. El mestizaje es la medida de profundi-dad de la colonia. Ms tarde, la democracia y larepblica, la revuelta contra los reyes de Espaa,el proceso de la independencia tienen tanto denuevo mundo como la primera aparicin fsicadel continente americano o la del hombre mitadblanco, mitad indio. Compartimos en el sur laaventura poltica de la repblica con los EstadosUnidos, pero sigui siendo lo nuestro mucho msproblemtico, contradictorio, heterogneo y dif-cil. Lo de la Amrica del Norte fue una simpleseparacin de colonias blancas en un mundo in-gls donde se estaba incubando de tiempo atrsel gobierno propio y representativo. En cambio,nosotros...Nosotros damos un salto mortal en el abismo

    de la grande aventura. No simplemente desafannuestros republicanos de 1810 a una potencia tanimperial y bien parada como era la Espaa here-dera de los mapas que se levantaron en tiemposde los Carlos y los Felipes, sino que se rebelancontra la tradicin occidental. La Amrica espa-ola se iba a independizar sin tener familiasnobles en quienes hacer pie o tomar estribo paramontar aristocracias que pudieran reinar. La re-pblica era en 1810 un riesgo dudossimo. LosEstados Unidos, de formacin reciente, carecande toda comprobacin histrica. All, ms qued,e.un ensayo se trataba de un experimento cien-ulco, de una hisptesis de trabajo. En toda Euro-pa no ha?a nada seguro fuera de la monarqua.La FrancIa magistral, en cuyo propio corazn es-tamos haciendo hoy resonar la voz de nuestrasdudas -y la de nuestras ingenuas esperanzas- no

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  • era sino la escuela de los fracasos. La repblica,que bajo el signo de la Bastilla en llamas habanacido con la sangre a los tobillos y a filo deguillotina, haba pasado sucesivamente del gobier-no de la convencin y del terror, al directorio, alconsulado y al imperio. Esta es la fsica verdad :nuestra Amrica, an ms dbil, enclenque y os-cura en 18IO que en 1963, resisti la experienciade la repblica, y la Francia resplandeciente de laEnciclopedia y los Derechos del Hombre no pudocon ella. Hoy mismo, aqu, estamos en la quintarepblica. Bolvar, en Jamaica, derrotado por lasuperioridad militar de los espaoles, miraba alfuturo no tendiendo la vista hacia un claro hori-zonte lejano -claro entonces no haba nada-, si-no mirando por dentro los abismos de sus propiasdudas. Qu pensaba el Libertador de las posibi-lidades de gobiernos representativos y democr-ticos en nuestra Amrica? A ratos, lo peor. Sucapacidad crtica se detena frente a esa murallade interrogantes y problemas que su honradezintelectual y su franqueza no le permitan ni igno-rar ni callar. Lo nico legtimo entonces era laduda, y lo que resulta fabuloso, como aventurahumana, es decidirse en forma heroica a imponerla afirmacin brutal de la independencia contralo que pareca la ley de la naturaleza. Pero esaera su frmula de lucha, y su discurso sobre elmtodo. Eso s que de veras puede llamarse unensayo de carne y hueso. Un ensayo que literaria-mente toma su expresin en la famosa carta deJam~ica, o en el manifiesto de Cartagena, o enel discurso de Angostura, los tres grandes escri-tos de Bolvar.

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    En el proceso de la independencia, en la creac~n de las repblicas, a todo lo largo de la Am-rica ~s'pa~ola, y en ~or~a agudsima que no seconocio m en el Brasil, m en los Estados Unidosn.i en el Canad, todo es discutible y todo es in~cierto y en todo hay incitaciones constantes a lareflexi~n y. a,l .debate. No se sabe si echar porel camino indito de las democracias representa-tivas o por el trillado y secular de las monar-quas. No se sabe si adoptar la frmula federalde los Estados Unidos o incorporar a la teorarepublicana algo del poder centralizado de lossistemas europeos. No se sabe qu hacer con laIglesia en naciones catlicas, apostlicas, romanas,pero en donde la jerarqua se haba levantado mu-chas veces contra los republicanos hasta el extre-mo de que los padres de la independencia mexi-cana, los curas Hidalgo y Morelos, haban pasadoal otro mundo condenados por la Inquisicin. No sesabe qu hacer con esos militares que nacieron enlas luchas de la revolucin, que fueron los hroesde. las victorias y que al llegar a la plaza tran-quila de la repblica siguen a caballo poniendoen tela de juicio los derechos civiles, el imperiode la ley.

    UNA VEZ Ms SE PRESENTA en la literatura ameri-cana. el conflicto entre la biografa y el ensayo.y r:lUnfa el ensayo. No queda entre los librosescrItos. en el nacimiento de las repblicas unagran biograa de Bolvar, de Santander, de Ar-

    Ptlgas,de San Martn, de O'Higgins, de Hidalgo ...ero se 1 . limu tlp ican ensayos sobre las ideas pol-

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  • ticas. La selva de los problemas devora a los hom-bres. Hay ms que decir sobre Montesquieuo sobre el Contrato Social, sobre las ideas de Fila-delfia o sobre los Derechos del Hombre, que sobrela vida de uno de los generales, as haya un li-bertador que supere las dimensiones de un hroelegendario. Nuestra Amrica, con la independen-cia, no viene sino a acentuar su calidad de mundode contradicciones y problemas. A veces se nosantoja un mundo demasiado intelectual, aun den-tro de la barbarie casi primitiva de nuestros cho-ques blicos. Pero no puede ser de otra manera.En la Amrica del Norte se avanzaba por el pro-gresivo camino abierto. de una evolucin demo-crtica que vena de la tranquila instalacin delos puritanos en la Nueva Inglaterra, y nosotrosramos la revolucin hecha tragedia, negbamoscon dialctica violencia la rgida autoridad realen que nos habamos educado y que nos habadominado por tres siglos, buscbamos salidas porcaminos oscuros y azarosos hacia cielos abiertosque apenas eran como un producto de nuestraimaginacin. Tambin se ha encontrado que nos-otros nos hemos movido con un exceso de ima-ginacin, pero en realidad si no hubiese sido poresa imaginacin habramos tenido que volvemosdesde las primeras jornadas y abandonar nuestraindependencia, producto de la imaginacin romn-tica, hija natural de la loca de la casa.No hay que olvidar que los comuneros del Para-

    guay planteaban los problemas de los derechosdel pueblo antes que Rousseau escribiese el Con-trato, y que Rousseau era objeto de estudios enMxico cuando sus libros estaban en Francia con

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    la tinta fresca. Que Mariano Moreno tradujo elContrato y lo prolog como introduccin a laindependencia argentina. Coincidencia fortuita :Moreno edit el libro en la Imprenta de losnios expsitos ...

    EL ADOPTARLA FORMULAREPUBLICANAno fueasunto en que todos se pusieran de acuerdo en unmomento. En Mxico se proclam Iturbide empe-rador, y luego hubo un partido reaccionario queencarg emperador a Europa; as se consigui aMaximiliano. Ms tarde tuvimos en la Amricaindoespaola el ejemplo del imperio del Brasil. Enel squito de Bolvar, como en el de San Martn,abundaban los monrquicos. Flores pens en unaespecie de reconquista espaola para el Ecuador,y Carda Moreno quiso ponerlo bajo la proteccinde Napolen lIT. Por razones que acabaron porponer en claro los tericos de la poca, se lleg ala repblica. Pero, qu repblica? El debate entrefederalistas y centralistas o unitarios llena las ga-cetas y alcanza a los libros. En trminos criollos,acabar por ser un debate entre los caudillos br-baros y la ley civil. La lucha llega a tales extre-mos que nos parece que la historia pasa a ser ungnero demasiado acadmico y clsico para reco-ger escenas tan violentas como las que cubren desangre, lgrimas y lodo las jornadas trgicas dealgunas repblicas. Es ms fcil pintar estas cosasen novelas que en textos ceidos a la prueba do-curnen~al. Se ve ms claramente la poca de Rosasa tr~ves de las pginas de El Matadero de Eche-verna o de la Amalia de Mrmol, que en los libros

  • de historia argentina. Mejor dicho : la historiaest en El Matadero y en Amalia. Y, sin embar-go, an sobre la novela surge el ensayo. Amaliapasa, El Matadero se reduce a un episodio, y encambio el ensayo de Sarmiento Civilizacin o Bar-barie sigue siendo el libro clave que todos segui-mos leyendo y que permanecer como la grandeobra de la poca. An el romanticismo como herra-mienta, como mtodo, como punto de encuentroentre los hombres de la poca, est ms vivo queen los romances en la polmica que envuelve enChile a Andrs Bello, a Sarmiento, a Jotaveche.Ese dilogo polmico es la gran novela y es lavida. Es una discusin que se desenvuelve al mar-gen de la dictadura de la mazorca y las enemasde aj, cuando alcanzan a orse en Santiago deChile las pisadas de los caballos que llevan agalope el coche en que Facundo Quiroga va a lamuerte.El mismo Echeverra, poeta y novelista, se en-

    cuentra ms a sus anchas en el ensayo que en supoema La Cautiva, que en el relato anecdtico oque en el poema lrico, y as escribe el DogmaSocialista, libro mucho ms importante y funda-mental. En medio del forcejeo revolucionario queen todo el siglo XIX conmueve a la antigua Am-rica espaola, la urgencia de hallar alguna so-lucin estructural hace que la lucha por los cam-bios de constituciones venga a convertirse en elgran ejercicio de la inteligencia para aquellas gene-raciones batalladoras. En algunos casos, el debatelogra producir ensayos magistrales. Las Bases deAlberdi, para la Argentina, escritas como funda-mento de la constitucin que va a darse el pas

    a la cada de Rosas, son un ensayo en que quedaconcentrada la ms razonable y clara exposicinde aquellos tiempos. Cuando Alberdi se refiere alos errores de la Constitucin argentina de 1826,mide as el problema de la originalidad en las nue-vas repblicas: El congreso hizo mal en no as-pirar a la originalidad. La Constitucin que no esoriginal es mala, porque debiendo ser la expresinde una combinacin especial de hechos, de hom-bres y de cosas, debe ofrecer esencialmente la ori-ginalidad que afecta esa combinacin en el pas queha de constituirse. Lejos de ser extravagante laconstitucin argentina que se desemejare de aque-llas de los pases ms libres y ms civilizados (co-mo deca el aludido informe) habra la mayorextravagancia en pretender regir una poblacinmalsimamente preparada para cualquier gobiernoconstitucional por el sistema que prevalece en losEstados Unidos o en Inglaterra ... Este problema de la originalidad no se suscita

    por un vano deseo de singularidad: se impone porrazn de circunstancias. Era tan vivo ya en Bo-lvar como lo fue luego en Alberdi. Dirigindose alos constituyentes de Angostura en 1819, el vene-zolano estaba como respondiendo por anticipadoa los argentinos del ao 26 con estas palabras quecoinciden admirablemente con las de Las Bases :Debo decir que ni remotamente ha entrado enm la idea de asimilar la situacin y naturalezade Estados tan distintos como el ingls america-no .y el espaol americano. No sera muy difcilapl~car a ~s'paa el Cdigo de Libertad poltica,CIvil y religiosa de Inglaterra? Pues an es msdif .11Cl1adaptar en Venezuela las Leyes del Norte

  • de Amrica. No dice el Espritu de las leyes questas deben ser propias para el Pueblo que sehacen? que es una gran casualidad que las deuna nacin puedan convenir a otra? que las leyesdeben ser relativas a lo fsico del pas, al clima.a la calidad del terreno, a su situacin, a suextensin, al gnero de vida de los pueblos? refe-rirse al grado de libertad que la Constitucin puedesufrir, a la religin de sus habitantes, a sus incli-naciones, a sus riquezas, a su nmero, a su co-mercio, a sus costumbres, a sus modales? He aquel Cdigo que debamos consultar, y no el deWashington .El mismo problema se lo plantea Bello cuando

    echa las bases de la universidad de Amrica. alinaugurar la de Chile, aos despus de Bolvary de Alberdi. En el discurso de 1843 deca: Launiversidad estudiar las especialidades de la so-ciedad chilena desde el punto de vista econmico...Examinar los resultados de la estadstica chile-na, contribuir a formarIa, y leer en sus guaris-mos la expresin de nuestros intereses materiales.Porque en este como en los otros ramos, el pro-grama de la universidad es enteramente chileno;si toma prestadas a Europa las deducciones de laciencia, es para aplicarIas a Chile. Todas las sen-das en que se propone dirigir las investigacionesde sus miembros, el estudio de sus alumnos, con-vergen a un centro: la patria ... La medicina inves-tigar, siguiendo el mismo plan, las modificacio-nes que dan al hombre chileno su clima, sus cos-tumbres, sus alimentos ... y cinco aos despusen su informe sobre el plan de estudios, insista: Estaremos condenados todava a repetir servil-

    mente las lecciones de la ciencia europea, sin atre-vemos a discutirlas, a ilustrarIas con aplicacioneslocales, a darIes una estampa de nacionalidad? Sias lo hicisemos, seramos infieles al espritu deesa misma ciencia europea, y le tributaramos unculto supersticioso, que ella misma condena ... Po-cas ciencias hay que, para ensearse de un modoconveniente, no necesiten adaptarse a nosotros,a nuestra naturaleza fsica, a nuestras circunstan-cias sociales. Buscaremos la higiene y la patolo-ga del hombre chileno en los libros europeos, yno estudiaremos hasta qu punto es modificada laorganizacin del cuerpo humano por los acciden-tes del clima de Chile y de las costumbres chilenas?Un estudio tan necesario podr hacerse en otraparte que en Chile?

    A PARTIR de la independencia ocurre en Am-rica un fenmeno social nico en la historia delmundo contemporneo. Las tres razas y todos susmatices entran a formar el cuerpo de las nuevasrepblicas sobre un plan democrtico, al menostericamente. El inca Garcilaso fue un poco ciu-dadano de dos mundos. Lo era de los incas porsu tradicin y su sangre principesca, y de -losespaoles por idnticas razones. Pero como incay~. era sospechoso, porque despus de todo era elhiJ~ del capitn Garcilaso de la Vega, y como es-panol era sospechoso por ser el hijo de la indiap~r~ana. Era acomplejado con complejos que lehICIeron crecer las experiencias en sus dos mun-dos. y slo le salv una genial capacidad para mo-verse dentro de un tercer mundo, el de las letras,

  • que en cierto modo era ideal para las evasiones.Pero, con la independencia, los indios dejan deser los tributarios del encomendero. ya no son lossiervos de la mita, y caminan hacia su propia libe-racin. Para los negros viene la liberacin de laesclavitud. Los propios espaoles se libran de losespaoles europeos. De entonces a esta parte elproblema de las razas crece aqu, dentro de unaescala que jams ha conocido Europa ni ningnotro continente, y aS, para nosotros no se detieneen notas pintorescas de color: penetra en la razde nuestra formacin democrtica. Ms an : vie-ne la segunda ola, an ms caudalosa, de la inmi-gracin, y ao tras ao, sobre todo a fines delsiglo XIX, varios cientos de miles de italianos, depolacos, de sirios, de franceses, de ucranianos, dealemanes, de espaoles, llegan a Buenos Aires,Montevideo, Ro de Janeiro, La Habana, San Pa-blo... Sarmiento escribe sobre Conflictos y armo-nas de las razas en Amrica, Carlos OctavioBunge Nuestra Amrica, Alcides Arguedas Puebloenfermo, Jos Vasconcelos La raza csmica, Fer-nando Ortiz una coleccin de obras sobre el fen-meno afrocubano, y todo esto sin contar la vastaproduccin de los socilogos del Brasil.La filosofa de la historia preparada por los

    europeos -as la formulan Kant, Hgel, Marx,Spengler o Toynbee- se quiebra al llegar al suelode nuestra Amrica. De suyo el problema del mes-tizaje, de los caudillos, de las vacilaciones demo-crticas, de la convivencia en la misma casa grandedel compadre rico y el compadre pobre, de losamericanos del norte y los americanos del sur,el bombardeo constante de filosofas extraas des-

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    de los tiempos de la Enciclopedia hasta los tiem-pos del comunismo, la persistencia con qu: hanquerido infiltrarse dentro ~e nuestros a~bientespolticos el nazismo, el fascismo, el falangism? es-paol, el corporativismo. portugu~, .el comunism~ruso el comunismo chmo, la dificultad de losviej~s imperios europe?~ por retir~rs~ del sueloamericano, la penetraclOn del capit~lismo n~rte-americano, la amenaza de la reconqmsta espanola,la invasin francesa en Mxico, los cobros de lasdeudas que hacan las po~encias e~o~eas con es-cuadras de guerra, la teona y l~ practica del d:s-tino manifiesto de Estados Unidos ... crearon Cir-cunstancias, y las siguen creando, dentro. de nuestraAmrica, que slo nosotros podramos mterpretar.Pero, sobre todo, crean problemas.Durante el siglo XIX influyero~ .mucho en ~ues-

    tra literatura el nuevo romanticismo de VctorHugo y otras escuelas literarias, .Fe:? ms que ~s:tos impulsos en el campo de la ficcin, nos moviel positivismo. Nuestros hombres de letras ha,nsido ms que literatos, int:lectuales. Es notabl~que se hable ms en Colombia de la Reforma Pob-tica de Rafael Nez, que de Mara de JorgeIsaacs, que Lastarria ocupe en Chile tanto p~e~tocomo Blest Gana, que el Cesarismo democrahcode Vallenilla Lanza sea mejor conocido que San-gre Patricio de Daz Rodrguez- Ariel es un ensayoque se ha ledo ms que cualquier novela. AlfonsoReyes es un nombre de ensayista conocido en Am-rica como se conocen en Europa los nombres delos novelistas. Y an la novela misma, entre nos-otros, suele ser un ensayo disimulado. As todaslas del aprismo, a partir de El mundo es ancho

  • y ajeno de Ciro Alegra, y las de indios y cholosdel Ecuador, con Jorge Icaza a la cabeza. NuestraAmrica sigue siendo un problema, y no es posiblepara nosotros escapar a sus tentaciones y desafos.

    Aqu en Pars, un mexicano como Cabino Ba-rreda vino en los tiempos que eran de VctorHugo y de Augusto Cornte, y a Mxico volvi conlos libros de este ltimo. y de su escuela salieronlos cientficos a dominar en las esferas del gobier-no. y cua~d? Ju~to ~ierra, h.ijo ~e aquellas inquie-tudes, escriba historia, la historia no era sino unens~yo ~exi,cano salido del crisol positivista, comolo Imagm~rIa don Andrs Bello : aprovechandolas herramientas europeas slo como herramientaspara entender la vida de un indio como BenitoJurez.

    inquietudes de las nuevas generaciones y or loque ellas se comunican en crculos ms ntimos. Elsimple anuncio del concurso movi a ms de cua-renta concursantes a enviarnos sus trabajos, y losdos que han recibido el premio del jurado repre-sentan casualmente los dos extremos de nuestraAmrica: la Argentina y Mxico. Carlos AlbertoFloria es un producto selecto de la nueva promo-cin que en las orillas del Plata salta por encimade las vacilaciones y las dudas con una fe seguraen principios espirituales que l defiende con Inte-ligencia, con pulcritud y con estilo lmpido. Sal-vador Cruz sale de la entraa de Mxico, de laprovincia que fue la que antevi la independencia,y lleva esa carga de hondo recogimiento humanoque mira con amor las intimidades de una his-toria portentosa como es la de su tierra, dondecada era se cuenta por varios siglos. La suerte haquerido as traemos en dos mensajes distantesuna comn preocupacin por las cosas de Amri-ca. Floria y Cruz pertenecen a una generacin yaalejada de la nuestra, y ellos, descorriendo el velode las nuevas preocupaciones, pueden llevamos dela mano a una aproximacin ms justa de lo quepiensa el nuevo hombre americano. Yo he ledo,Como miembro del jurado que adjudic los pre-mios, sus trabajos; y los he ledo con provecho,con placer y con esperanza, porque en un mo-mento en que saltan ms a la vista los desrdenesy la anarqua, la aproximacin colonial a ideasd?I?inantes de fuera y la entrega de muchos es-pmtus, conforta el ver surgir otros espritus libres,que pueden ser adalides, como lo fueron los pri-meros ensayistas desde los tiempos en que se dis-

    Hoy MISMO se nos est creando una nueva cir-c~nstancia histrica que implica para nuestra Am-rrca n~evas perspectivas, con la nueva Africa quese esta modelando para destruir las bases denuestra economa y ofrecer este nuevo conflictoa las. prximas generaciones, si no ya a la nuestrapropIa. Carlos Dvila vea esto en un libro de haceveinte aos, y nosotros nos encontramos ya antehechos consumados que desajustan nuestras bases~conmicas. Cmo, frente a circunstancias seme-jantes, quedarse haciendo versos, vivir en fanta-sa?~stas r~flex~?nes explican por qu Cuadernos}

    bajo la duecclOn de Julin Corkin, decidi abrirun concur.so para provocar la aparicin de los nue-vos ensayistas de Amrica Latina. O para regis-trar en una forma ms unversal lo que son las

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  • cuta en el siglo XVI si el americano tena almao era un simple animal.Al saludar a los vencedores del concurso de

    Cuadernos, lo hago con el gusto de quien saludaa una esperanza.

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    CARLOS ALBERTO FLORIA

    PAUTAS PARA LA COHESION

    LATINOAMERICANA

  • .'.

    CuadernosLA REVISTA MENSUAL DE AMRICA LATINA

    SE PUBUCA EN PARs y COLABORANEN ELLA

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    IGERMAN ARCINIEGAS

    CARLOS ALBERTO FLORIA - SALVADOR CRUZ

    Tres Ensayossobre

    Nuestra Amrica

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