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CALOMARDE Y LA DEROGACIÓN DE LA PRAGMÁTICA I Hay tina versión corriente, comúnmente admitida a falta de otra más documentada, de los sucesos de La Granja en septiembre de 1832, cuando Fernando VII revocó la Pragmática que promulgara en marzo de 1830 y según la cual modificaba el orden de sucesión establecido por Felipe V y volvía a entrar en vigor el que Alfonso X legisló en las Partidas. Según se supone, el Rey estaba en La Granja en trance de muerte; la Reina María Cristina era aco- sada por el Barón Antonini (Embajador de Ñapóles), por el Obispo de León, D. Joaquín Abarca, y por los Ministros de Estado (("onde de Alcudia) y de Gracia y Justicia (Calomarde). "No teniendo adonde volver los ojos, porque su hermana estaba tomando los baños de mar en Andalucía, rindióse la afligida y desampa- rada Soberana a las amenazas y consejos de los cori- feos absolutistas secuaces de Don Carlos, y para evi- tar los horrores de una guerra civil y el peligro inme- diato que corrían sus propias hijas, pues con tan ne- gros colores le pintaban las cosas, inclinó el ánimo del Rey, que luchaba con la agonía de la muerte, a la re- 503

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CALOMARDE Y LA DEROGACIÓNDE LA PRAGMÁTICA

I

Hay tina versión corriente, comúnmente admitidaa falta de otra más documentada, de los sucesos de LaGranja en septiembre de 1832, cuando Fernando VIIrevocó la Pragmática que promulgara en marzo de1830 y según la cual modificaba el orden de sucesiónestablecido por Felipe V y volvía a entrar en vigor elque Alfonso X legisló en las Partidas.

Según se supone, el Rey estaba en La Granja entrance de muerte; la Reina María Cristina era aco-sada por el Barón Antonini (Embajador de Ñapóles),por el Obispo de León, D. Joaquín Abarca, y por losMinistros de Estado (("onde de Alcudia) y de Graciay Justicia (Calomarde). "No teniendo adonde volverlos ojos, porque su hermana estaba tomando los bañosde mar en Andalucía, rindióse la afligida y desampa-rada Soberana a las amenazas y consejos de los cori-feos absolutistas secuaces de Don Carlos, y para evi-tar los horrores de una guerra civil y el peligro inme-diato que corrían sus propias hijas, pues con tan ne-gros colores le pintaban las cosas, inclinó el ánimo delRey, que luchaba con la agonía de la muerte, a la re-

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FEDEKICO SUAKEZ VERDEGUEE

vocación de la Pragmática" (i). A los pocos días deestos hechos, la Infanta Carlota regresaba de Anda-lucía, de donde partió al tener noticia de lo ocurridoen La Granja; rompe el decreto derogatorio y abofe-tea a Calomarde; el Rey se restablece, el Ministerioe;: destituido y Cea Bermúdez vuelve a ser la personade confianza del Monarca. El 31 de diciembre del mis-ino año, y ante una reunión de representantes de lanación, expresamente convocados al acto. D. Francis-co Fernández del Pino, Notario mayor, leía una decla-ración de Fernando ¡VII en la .que, con referencia alo sucedido en La Granja, decía: "Sorprendido mi realánimo en los momentos de agonía a que me condujola grave enfermedad... firmé un decreto derogando lapragmática sanción... La turbación y congoja de unestado en que por instantes se me iba acabando lavida indicaría sobradamente la indeliberación de aquelacto... Hombres desleales e ilusos cercaron mi lecho,y abusando de mi amor y del de mi muy cara esposaa los españoles, aumentaron su aflicción y la amargurade mi estado, asegurando que el reino entero estabacontra la observancia de la Pragmática... Instruidoahora de la falsedad con que se calumnió la lealtadde mis amados españoles... y libre en este día de lainfluencia y coacción de aquellas funestas circunstan-cias, declaro solemnemente, de plena voluntad y pro-pio movimiento, que el decreto firmado en las angus-tias de mi enfermedad fue arrancado de mí por sor-presa..."

(1) Marqués de Villaurruíia: La Reina Gobernadora, Doña MaríaCristina de Barbón. Madrid, 1925, pág. 41. La descripción que el mismoMarqués de Villaurrtiíia hace en Femando VII, Rey absoluto (Madrid,1931) no difiere sustancialmente de la que liemos transcrito.

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CALOMARDE Y LA DEROGACIÓN DE IA PRAGMÁTICA

La descripción que de lo sucedido, así como de lascircunstancias que rodean a los hechos, hace el Mar-qués de Lema en su discurso de recepción en la RealAcademia de la Historia (2) es, tal vez, la más obje-tiva y completa de cuantas existen. Especialmente "es-tudia la figura y actuación de Calomarde —babitual-tnente tenido por absolutista y partidario de Don Car-los, o como hombre de conducta egoísta, pero apare-ciendo en todo caso como el personaje central que mue-ve la intriga \r sorprende el ánimo real para obtenerla ansiada revocación— y expone los hechos de la si-

guiente manera:Junto con la real familia se encontraban en La

Granja los representantes de las principales nacioneseuropeas, a excepción del Embajador de la Gran Bre-taña; todos ellos eran partidarios de la sucesión mascu-lina, llevando la voz el Ministro de Ñapóles, Aníonini.Llegaron a la conclusión de que, tal como estaban plan-teados los términos del problema y dado el ambiente,España se veía abocada a una ¡guerra civil si el Rey110 cambiaba el orden de suceder restablecido por laPragmática. Antonini expuso con negras tintas a Ma-ría Cristina los peligros que se cernían; tanto Calo-marde como el Conde de Alcudia se mostraban decidi-dos a defender los derechos de la Infanta Isabel, masno podían cerrar los ojos a la realidad, y ésta era laenorme fuerza de la opinión favorable a Don Carlos.Vieron que el único medio de asegurar a la Infanta lapacífica posesión de la Corona era recabar de Don Car-los la aquiescencia a la Pragmática y el reconocimien-

(2) Marqués de Lema: Calomarde. Discurso de recepción en la RealAcademia de la Historia. Madrid, 1916.

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F.CÍ'!::ÍICO SUÁRKZ VKRDEGUKR

to de los derechos de Isabel, y con este fin surgió eldecreto en que :el Rey nombraba a María Cristina Go-bernadora del Reino durante su enfermedad y mino-ría de la heredera, "nías para comprometer al Infantese solicitaría de él que aceptase el puesto de conse-jero de la iieina". Alcudia se encargó de exponer aDon Carlos la transacción, y éste se negó, así comoa la idea de una co-regencia junto con María Cris-tina; Aní.oniui siguió presionando a la Reina, y Calo-inarde, obrando en contra de sus intereses particula-res, que le impelían apoyar a María Cristina y a suhija la Infanta Isabel, y ante el temor de una catás-trofe "cuando tantas razones de Estado aconsejabanahogar en :germen una guerra civil", dio su parecerfavorable a la derogación de la Pragmática. "Segúnalgunos, el estado del Rey era tal que estampó auto-máticamente una firma ilegible; según otras referen-cias más verosímiles, de que el antiguo MinistroD. José de León y García Pizarro se hace eco en susMemorias, Fernando conservaba la suficiente lucidezpara hacerse cargo del documento a que prestaba suasentimiento'' (3).

La realidad de lo ocurrido y la participación delas principales figuras políticas de entonces en los he-chos de La Granja quedan firmemente asentados, des-provistos de toda ficción o falsedad interesada hastadonde humanamente nos es dado llegar, mediante elestudio de las relaciones de testigos presenciales quenos han quedado.

(3) Marqués de Lema: op ñt., yág-s, 95-104.

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CALOMARUE Y LA BE3OGAC I.i )X DE. LA PRAGMÁTICA

LOS TEST™.O.\ ¡OS.

Son estos, fundamentalmente, el calco del Real de-creto autógrafo derogando la Pragmática sanción;una relación, firmada, de D. José González Maldona-do, escrita por orden de María Cristina; una decla-ración firmada por Calomarde, en que relata lo suce-dido; otra, escrita toda ella de puño y letra de MaríaCristina, sobre lo mismo, pero haciendo hincapié enlas conversaciones con Antonini y Alcudia; una cartadel Comendador ..Ronchi al Príncipe de Cassaro, Mi-nistro de Estado del Reino de Ñapóles, acerca de laconducta del Barón Antonini durante la enfermedadde Fernando Vil , y una carta de Calomarde a losReyes justificando su actuación en La Granja. Todosellos se custodian en el Archivo del Palacio de Orien-te, en Papeles reservados de Fernando Vil, legajo 14.

Xo parece que el calco del decreto autógrafo (leg-. 14,núni. 2) sea apócrifo. La firma, cotejada con cual-quiera otra autógrafa de Fernando VII, no ofrece du-das; el resto del documento es de letra de Calomarde.Salvando las imperfecciones que pudiera ocasionar elcalco del documento, la emoción de los instantes enque se redactó y el estado del Rey al firmarle, se debeadmitir como auténtico. La historia del decreto dero-gatorio es conocida —merced, principalmente, a lasexposiciones de Calomarde—• desde el momento de laredacción hasta que Calomarde cesa en sus funcionesy queda depositado en la Secretaría del despacho deGracia y justicia. Pudo ser calcado, pues, sin ningúninconveniente.

La declaración de D. Tose González Maldonado

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FErsSRTCO ST.TAREZ VESIJEGUER

(leg. .14, núm. 8), Oficial del Ministerio de Gracia yJusticia, hombre, al parecer, de confianza de Calomar-de, fue hecha por orden de María Cristina, que le co-municó el Mayordomo Mayor, Marqués de Valverde.Está escrita por un secretario y firmada por GonzálezMaldonado; la relación abarca desde el día 14 de sep-tiembre hasta el 18, después de la firma del decreto,y describe solamente los hechos ¡que conoce bien porhaber estado presente, absteniéndose de todo juicio;es en particular interesantísimo por cuanto nos da aconocer lo tratado en los Consejos de Ministros deaquellos días. .Carece de fecha, pero debió escribirsemuy poco tiempo después de los sucesos.

De Calomarde se conservan varios escritos rela-tivos a lo sucedido en La Granja. Se pueden clasificaren dos grupos: uno de ellos lo forman una carta diri-gida a los Reyes en diciembre de 1832 desde Tarbes(leg. 14, núm. 11); otras dos, fechadas en Tolosa en1833, a Fernando VII y a María Cristina, suplicandoal primero le permita volver a España y a la segundaque interceda (leg. 14, núm. 12), y otra, también des-de Tolosa, en 1833 (leg. 14, núm. 13), volviéndose ajustificar y dando al Rey noticias de lo sucedido enel levantamiento carlista de Cataluña en 1827; el otrogrupo está constituido por un solo documento, una de-claración en torno a los sucesos de La Granja y ala sucesión de Fernando VII (leg. 14, núm. 7).

De cuantos documentos integran el primer grupo,el más extenso y valioso es la carta fechada en Tar-bes. Es una verdadera justificación de su conducta,en la que se queja de que todo lo ocurrido pese única-mente sobre él y atribuyendo su desgracia a manejosde sus enemigos que informaron falsamente al Rey;;

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CAI.OMARUE Y LA DEROGACIÓN DE LA PRAGMÁTICA

explica —recuerda, mejor— a los Soberanos su ac-tuación en los días de la enfermedad de Fernando VII5

aclarando las falsas informaciones que han llegado asus oídos, apelando con preferencia al testimonio delMayor Maldonado, haciendo protestas de su lealtad yadhesión. La firma de la carta es autógrafa, mas nosu redacción, debido a "estar cuasi baldado de unbrazo".

La declaración que constituye el segundo grupo esde tono completamente distinto, y sin género algunode duda bastante posterior a las anteriores. Calcinar-de no escribe en tono quejumbroso, justificándose ypidiendo gracia; a lo más, es una justificación parala posteridad. Los Reyes ya no son sus amos, comoen la carta de Tarbes; Fernando VII es un hombreque, o había perdido la memoria a consecuencia de laenfermedad, o "le dominaba el mucho miedo que teníaa S. M. la Reyna y a cuantos la rodeaban"; MaríaCristina es un juguete de la Infanta Luisa Carlota.Sus juicios favorables a la sucesión masculina y con-trarios a la Pragmática demuestran que Calomardcescribió, bien cuando estaba ya al servicio de Don Car-los, bien —menos probablemente— en las postrimeríasde su vida, pero de todas maneras después de fines de1834. No existe en el archivo de Palacio el documentooriginal, sino dos copias del mismo, en francés y cas-tellano. Fue el Marqués de Pidal quien, si no mienteuna nota que acompaña al documento, las facilitó aMaría Cristina en 1849. El original estaba en París,en poder de "un sujeto francés que ha propuesto contodo empeño al Sr. Pidal la venta de dicho docu-mento".

La autenticidad es indudable; por varias razones,

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FEDERICO SUAEEZ VEBDEGUER

tampoco cabe dudar de la veracidad, del contenido. Vlnlas cartas de Calomarde al Rey no es fácil que min-tiera; en cuanto a su última relación, tenemos el tes-timonio de la misma María Cristina, según consignaA. M. 'Rubio en la nota 'a que antes hicimos referen-cia: "Kn Aranjuez, el sábado 28 de abril de 1849 leyóla Reina A-ladre delante de mí, y los dos solos, estedocumento histórico firmado Almaida (Calomarde), yine dijo: No me acuerdo de esto que dice aquí relativoa- ZambraiWj y a que asistiesen a este acto todos losMinistros. Ni sé yo cernió había ¡de ser cstjO cuando, sino ine engaña la memoria, no recuerdo que se halla-sen aquel día en el sitio más que Calomarde y Alcu-dia. Después me dijo S. M. que cuando ella preguntóa varios gefes, sobre todo al de la Guardia Real queestaba allí, sobre la posibilidad de 'Sostener los dere-chos de la Reina Isabel, le contestaron que el intentotraería gran derramamiento de sangre española."

La relación de María Cristina (leg\ 14, núm. ,9) estoda ella autógrafa y no lleva fecha. Rubio la encon-tró en un legajo de documentos pertenecientes, casien su totalidad, a :1:84o. "Sin embargo —añade—• paramí no es dudoso, visto el número y prolijidad de losdetalles que contiene, no fáciles de retener cuando hanpasado ocho años, que este papel <se escribió, no en1840, sino mucho más cercanos los sucesos que des-cribe." La nota está fechada en París, en 30 de di-ciembre de 1878. La relación, aunque prolija en por-menores, da la impresión de haber sido escrita dema-siado reflexivamente; al fin de ella consigna MaríaCristina: "Esto lo escrivo para que mis hijos tengannoticia de ello", y parece como si, en efecto, hubieraprocurado que su papel en todo lo que relata aparezca

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CAi.OMARÜE Y LA DERO1¡ACIÓN DE LA PRAGMÁTICA

lo más airoso y sincero posible. De todos los testimo-nios es el más interesado, y, no obstante lo valiosoque resulta por sus noticias, lo es aún más por reflejarla personalidad de la Reina y la visión con que juz-gaba las conversaciones y a los hombres.

La carta del Comendador Ronchi al Príncipe deCassaro parece estar escrita, más que para indisponeral Barón Antonini con el Príncipe, con el objeto deir haciendo ambiente al nuevo sistema de gobierno quese iniciaba. Una parte de la carta está destinada ademostrar que el nuevo Ministerio no es un triunfodel partido constitucional, que las medidas primera-mente tornadas (amnistía, apertura de Universidades,cambios de funcionarios, etc.) son lógicas y necesa-rias, que no se piensa en constitución alguna... Es eldocumento una copia en italiano de la carta original.

II

Es difícil precisar qué es lo que hay de intriga yqué de lealtad a los Reyes en las gestiones hechas cer-ca de la Reina por personas de .su confianza y siguien-do la pauta de lo acordado en los Consejos de Minis-tros o en los intentos llevados a cabo, con el conoci-miento y asentimiento de la misma María Cristina,para encontrar medio que, asegurando a la InfantaIsabel la posesión de la Corona, alejase el peligro deuna guerra civil ligando al Infante Don Carlos conlos intereses de la hija de Fernando VII. Toda la lite-ratura histórica, abundante, sobre estos hechos pesaconsiderablemente sobre la visión que hasta ahora te-nemos de ellos, y la palabra intriga, harto manejada,

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SUAHEZ VKRDEGT7KU

lleva a buscar una segunda intención incluso en lospormenores más intrascendentes. Con todo, lo ciertoes que no hubo presión alguna, ni moral ni material,en el ánimo del Rey, ni abuso o sorpresa en la firmadel decreto derogatorio, aun cuando existieron opinio-nes encontradas respecto de la sucesión e intereses enel triunfo de una u otra.

l£n el corto espacio de cinco días, desde el momentoen que empieza a agravarse el estado del Rey hasta lafirma de la derogación, el Real Sitio de San Ildefonsoes un hervidero de inquietudes.

El día 14 de septiembre, a primera hora de la ma-ñana, Calomarde hizo llamar a D. José González Mal-donado, Oficial del Ministerio de Gracia y Justicia:al Conde de Alcudia, Secretario de Estado, y al Emba-jador de Ñapóles, Barón Antonini. Reunidos en la ha-bitación que Calomarde ocupaba en la Casa de Oficios,deliberaron acerca de las providencias más urgentesque el estado de Fernando VII reclamaba, entre ellasel llamar a las Secretarios de Despacho que quedabanen Madrid y el hacer que se trasladasen al Real Sitiouna Comisión del Consejo de Castilla formada por tresmiembros y otra del Consejo de Estado. Maldonado,que actuaba de secretario de la reunión, tomó notade todo ello, tras lo cual el Embajador napolitano ylos dos Ministros prosiguieron su conferencia en eldespacho de Gracia y Justicia.

LOS ACUKRDOS DEL CONSEJO DE MINISTROS.

No era, propiamente, un Consejo de Ministros lareunión formada por Calomarde, Alcudia y Antonini.

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CALOMARDE Y LA DF.ROGACIOX DE I.A l 'NACMATXA

Sin embargo, cuando al anochecer del mismo día 14liegaron de Madrid el Marqués de Zambrano (Gue-rra), el Conde de Salazar (IVkirina) y López Balleste-ros (Hacienda), y se reunieron con los anteriores enConsejo, los acuerdos tomados por la mañana les fue-ron comunicados, según se desprende de la relaciónde Maldonado, y en adelante obraron, en conformidad,por cuya razón se pueden considerar corno acuerdosdel Consejo.

A la conferencia asistió Maldonado, mas no desdeel primer momento. A él se debe el conocimiento delo tratado: "... y habiéndome llamado algún tiempodespués, les oí tratar de la necesidad de saber si el ReyNuestro Señor tenía previsto en su testamento lo quecorrespondía al Gobierno del Reyno y sucesión de suAugusta Hija Primogénita, así como de los medios desuplir esta falta sí no se hubiese hecho mérito en élde una cláusula tan importante: conviniendo en quepara este caso debería otorgarse un nuevo testamentoen que se confiriese esclusivamente el Gobierno de laMonarquía a la Reyna N.a Sra. durante la menor edadde la Serenísima Augusta sucesora, facultándola paraproceder a la Jura y Proclamación cuando Jo tubiesepor conveniente y para hacer concurrir a los Reynosa este acto por medio de Procuradores de las Ciuda-des, o bien por la .Diputación que reside en Madrid.Pues sin embargo de que también se habló de que pu-diera contribuir a la conservación de la paz el unir enmatrimonio a la Serenísima Augusta sucesora con unode los Srs. hijos del Sr. Infante D. Carlos, y dar almisino Sr. Infante una parte de la Regencia o Go-bierno, se opinó que aun cuando SS. MM. conviniesen•en ambas cosas era preferible que una y otro apare-

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FEÜlíRrCO STTAREZ VE2BEGIJER

riesen corno concesiones que la Reyria N.a Sra. en eicaso de quedar viuda hacía expontáneaniente y no envirtud de un mandato expreso del Rey N." Sr. El Ba-rón tornó varios apuntes para tratar de estos particu-lares con S. M'. la Reyna y los dos Ministros me man-daron estender una minuta de Testamento,, o más biende las dos cláusulas expresadas relativas a la Gober-nación y Jura en la forma que queda dicho"' (4).

Este es el núcleo de todas las conversaciones conMaría Cristina y de tocias las gestiones hechas cercade Don Carlos. Todos los Ministros, sin excepción,procuraron por la atracción del Infante la,total apli-cación de la Pragmática. Uno de los puntos, el matri-monio de Isabel con uno de los hijos de Don Carlos,seguirá siendo la solución probable del problema acep-tada por los isabelinos. El que no se llevara a cabo sedebe, entre otras razones, a la oposición que encontródesde el principio y se mantuvo en adelante por partedel Infante.

E L 'BARÓN AKTONTXI.

La relación que el Comendador Ronchi hace, alPríncipe de Cassaro (5), Ministro de Estado del Rey

(4) Apuntes de lo ocurrido con mi conocimiento antes y en el actode estenderse el decreto de revocación de la Real Pragmática en fuerzade Ley mandada, publicar por S. M. con fecha 29 de Marzo de 1:830.Han sido hechos de orden de la Reyna Nuestra Señora que me comu-nicó su Mayordomo Mayor el Exento. Sr. Margues de Valverde.

(5) Copia de una carta que el Comendador Ronchi escribió en No-viembre de .183.? al Príncipe de Cassaro pintando enrámente la conductaobservada por el Ministro de Ñápales Barón Antonini en los sucesos deLa Granja de setiembre de dicho año. (Archivo de Palacio. Papeles-

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CALO.MAEDE Y JA DEROGACIÓN DE "LA PKA<»;ÁTICA

<le Ñapóles, de la conducta de Antonini en La (franja,nos le muestra llenando de espanto y terror a la Reina,seduciendo a los confesores de los -Reyes, amedrentan-do a Calomarde, y, por si esto fuera poco, utilizandoa los ya seducidos confesores ''"'per che con iintnaginispaventose aterrorizasicro le debilítate facoltá intelec-tual! del moribondo Monarca, e gii persuadessero asegnare l'atto che era gia preparato dal des]cale Alcu-dia si voleva assicitrare la salvazione eterna".

.Prescindiendo de lo melodramático de la literaturay de las exageraciones en que le hace incurrir su in-dignación, hay en la "carta de Ronchi algunos datosde no escaso interés. Son varias las acusaciones quehace a Antonini poniendo de manifiesto ante el Prín-cipe de Cassaro su doblez e hipocresía. El Barón erapersona notablemente grata a los soberanos, que lehabían colmado de honores y distinciones; sin embar-go, o quizás precisamente por esto, su situación eradifícil. Como embajador de una Corte que había pro-testado de la Pragmática, debía defender leal y abier-tamente los intereses de su reino según las instruccio-nes recibidas; de otra parte, su afecto a los Monar-cas españoles y el agradecimiento le impulsaban a apo-yar a María Cristina. La misma Reina recoge unaspalabras de Antonini demostrativas de que podía másel agradecimiento y el afecto que el sostener unos de-rechos más que improbables del Rey de Ñapóles: "Tam-bién yo no sé cómo sirve a su Soberano Antonini, por-

reservados de Fernando Vil, leg. 14, núm. 10). En el encabezamientolleva la carta, sin duda por equivocación, la fecha 1833; /al final está rec-tificada por una nota: "La precedente e la traduzione della lette.ra cheil Commendatore Ronchi scrisse a S. E. il Principe di Casaro nel mesedi Novembre di 1832."

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FELiERICO SUARSZ VEXDEGUER

que quando .í/ernando estuvo tan malo me dijo: Yo,como encargado de neg'ocios del Rejr de Ñapóles, voycontra esta ley; pero aunque en apariencia sirvo a miRey, yo siempre haré cualquiera cosa por V. M. y porla hija de V. M. dejando que se siga esta ley, y porCM".O pasaré cualquier cosa..." (6).

Encerrada entre estos dos extremos que pretendehacer compatibles, se desenvuelve, la actividad de An~toriini en aquellos días, reflejando ésta su preocupa-ción tanto en sus conversaciones con María Cristinacomo en las sostenidas con los Ministros.

Así planteadas las cosas, la's determinaciones to-madas en la reunión del día 14 vinieron a facilitarconsiderablemente su labor. Dos puntos principaleshabía que conseguir para que la incompatibilidad entrelos intereses de la Corte de Ñapóles y los particularesde Antoniíii se resolviesen: que la Reina lograse elnombramiento de 'Gobernadora y que las gestiones cer-ca del Infante Don Carlos —especialmente la referen-te al matrimonio de tino de sus hijos con la hija delos Reyes— fuesen coronadas por el éxito. Los Mi-nistros se aplicaban también a la consecución de estefin, que concluiría de una vez para siempre con ladifícil posición en que estaban colocados. De acuerdocon ellos inicia Antonini sus conversaciones con. MaríaCristina, para lo que tomó algunas notas en la reunión,según consta en el testimonio expuesto de GonzálezMaldonado.

Es la Reina quien nos las da a conocer: "QuandoFernando empezó a estar malo", es decir, el mismo

(6) Declaración autógrafa de María Cristina refiriendo fl suceso•dinástico de La (Irania.

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CAT.OifAa.DE Y LA DEROGACIÓN" DK LA PRAGMÁTICA

•día 14, Antonini fue a exponerle la situación, comu-nicándole que había tranquilidad en Madrid, que ''ioíRealistas estaban para la niña" y que San Román lehabía asegurado que podía contar con la Guardia, in-quiriendo luego si pensaba sostener los derechos _deIsabel, a lo que asintió la Reina. Tras estas palabrasde preparación, entró en materia diciéndole si queríatener la 'Regencia, tomando consejo cuando le pare-ciera oportuno de algunas personas, entre otras DonCarlos, Francisco Antonio y el Duque del Infantado.

Posteriormente volvió a decirle que por San Ro-mán había sabido que en la Guardia había intrigas,lo mismo que entre los realistas, y que la Guardia deCorps estaba por Don Carlos; que, aunque había tran-quilidad en Madrid, se temía la guerra civil en. el ins-tante en que falleciese Fernando VII y que se debíanimpedir desde el primer momento los alborotos. "Qui-so —prosigue la Reina—- que yo hiciera entrar ¡a]Alcudia para que repitiese lo mismo, como lo hize, ydijo que se necesitaría que Fernando firmase un de-creto en el que digese que como no podio, despacharlos asuntos impártanles, quería que yo despachase coti-los Ministros, con el consejo de personas sabias (estose entendía con Carlos)".

El objeto que se proponían Antonini y el Condede Alcudia era suprimir de raíz la posibilidad de unaguerra civil, sin objeto desde el momento en que Ma-ría Cristina y Don Carlos marchaban de común acuer-do; Alcudia y la Reina lo manifestaron a Fernan-do VII "y éste firmó el decreto como pudo". Laprimera parte del proyecto estaba lograda. Para másseguridad, Antonini siguió aconsejando a la Rei-,na que lo pusiese en ejecución, y aunque ésta ¿¡e negó

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FKrCíRTCO STTÁ'REZ VKRJlEGTJEK

por no haber, en el momento, asuntos de impor-tancia pendientes, el Barón insistió en que debía ha-cerlo por razones de apariencia y otras, terminandoMaría Cristina por decir que a las ocho de la nochedespacharía con el Conde de Alcudia, a quien se en-cargó de avisar Antonini.

La firma del decreto autorizando a la Reina paradespachar los asuntos del Gobierno tuvo lugar el día 17;el Conde de Alcudia lo mostró inmediatamente al Con-sejo de Ministros (Caloniarde, Salazar y López Ba-llesteros, con el Secretario González Maldonado), aña-diendo que era uno de los pasos de cierta negociaciónsecreta que estaba llevando a cabo (7).

La rapidez con que procedió Antonini a lograr dela Reina la aprobación de lo acordado el día 14, susprisas en que se pusiera en práctica el decreto, no erandel todo injustificadas, ni basta a explicarlas el lógicointerés del Embajador napolitano por dar una solu-ción al problema satisfactoria para sus intereses y losde su Corte. Lo que le hizo apresurar unas gestionesque en buena diplomacia hubieran requerido más tiera-

(7) Estas son, casi literalmente, las palabras con que el ¡Mayor Mal-donado lo expresa. Si se prescinde de todo el rosto de la documentaciónparece que. sólo Calomarde, Alcudia y Antonini —los de la reunión deldía 14—- estaban enterados de la negociación secreta, ignorándola losrestantes Ministros. No obstante, fue el mismo Alcudia quien el día 16comunicó .al Consejo de Ministros la esencia de estas negociaciones,según el testimonio de Calomarde: "1£I día diez y seis, reunido el Con-sejo de Ministros, nos manifestó Alcudia que estava de negociaciones conel Sr. Infante 1). ("arlos; salió de él y a poco rato bolvió diciendo:También en España hay Príncipes como en Rusia; refirió parte de lanegociación y dixo que al día siguiente bolvería a saver el resultado."(Exposición de Calomarde a, los Reyes, dirigida desde Tarbes en di-ciembre de 183.?, doliéndose de que se dude de su lealtad y refiriéndo-lo ocurrido en La Granja. En adelante designaremos este documento conel nombre de Caria de Tarbes.)

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CAL0MARD3J Y TA BEROGACIÓX DE LA PRAGMÁTICA

po y sosiego, fue el estado del real enfermo: el día IÓparecían perdidas todas las esperanzas de salvarle yese mismo día debió tener lugar la conversación quedecidió a María Cristina. Por G. Maldonado sabemosque el. .16, entre una y dos de la tarde, se presentó-elBarón en la .Secretaría de Gracia y Justicia pidiendoal Mayor le mostrase la copia de la deliberación del 14,''en la que había intercalado algunas palabras de suletra"; no pudo verla (la había llevado Calomarde alConsejo), y hablando a Maldonado del estado del Rey''encareció mucho la importancia de lo que se habíatratado con los Ministros el -mismo día 14 sobre elGobierno del Reyno durante la menor edad de la Se-renísima Augusta Sucesora".

En la negociación por atraer al infante Don Car-los no parece haber tenido Antonini intervención di-recta. Fue él quien informó a la B.eina de que Bru-netti, el Embajador de Austria, había hecho muchoen favor de Don Carlos, acarreándose la indignaciónde su Corte, y cuando Calomarde, ya el día 18, mani-festó a G. Abaldonado la existencia de una intriga ex-tranjera que obstaculizaba la ley restablecida por laPragmática y trabajaba intensamente porque la Co-rona recayese en el infante, pensaba más probable-mente en el austríaco que en el napolitano.

Después de la negativa de Don ("arlos a las propo-siciones de co-regencia y matrimonio, de nuevo vernosa Antonini junto a María Cristina, ahora en un mo-mento decisivo. Junto con Alcudia dice a la Reina queni ella ni Fernando podían privar de sus derechos ala infanta Isabel, que era cosa que debía hacerse pol-las Cortes y que como tal procedimiento resultaba muylargo, sólo un decreto del Rey ''visto en el Consejo

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FEDERICO SUÁEEZ VERDEGTJER

General" podía arreglar la situación. A partir de estemomento, la relación de María Cristina- no deja másque entrever confusamente —tal vez por defecto dela redacción— un cambio en la política hasta entoncesseguida por Antonini, a la que probablemente no fueextraña la situación que en el ambiente cortesano pro-voca la llegada de la Infanta Carlota. El i." de octu-bre, antes del decreto que nombraba nuevo ministerio,Antonini hablaba a la Reina bien de Salazar, Zam-brano y López Ballesteros, de quienes siempre habíadicho mal, especialmente del primero, de quien llegóa insinuar cjue tenía en Madrid reuniones de acuerdocon los franceses; en cambio, siempre trató bien a Ca-lomarde •—delante de los Reyes al menos—, y ese díapropuso a María Cristina su salida del ministerio yla sustitución por González Maldonado. Más que unabandono de sus proyectos, parece ser que el Barónintentó, vistas las nuevas circunstancias, salvar en loposible el ministerio que tan a la medida resolvía susituación, para lo que no encontró mejor salida quesacrificar a Calomarde. Confirma la suposición el queaconsejase a la Reina, a propósito de si se iba a hacergala el día 10 de octubre (aniversario del nacimientode Isabel), un nuevo decreto de Fernando, en el quese manifestaba que aun cuando la Infanta no tuvieseya derecho a la Corona, le quedaban los honores dePrincesa de Asturias, "porque esto era como los con-sejeros, que no se les quita nunca los honores",, y másaún el que se ofreciera a dar a María Cristina una re-lación de todos los grandes y otros políticos que esta-ban en La Granja, para que pudiera castigar a los quehabían quedado en Madrid por desleales, refiriéndose

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CALOMARDE Y LA DEROGACIÓN 1!E LA PRAGMÁTICA

sin duda tanto a los más conspicuos carlistas como a¡os probables miembros de un. nuevo ministerio.

A pesar de las acusaciones de Ronchi y de ser in-suficientemente conocido el fondo de la trama del Ba-rón Aiitoniní, puede afirmarse con relativa seguridadque estaba lejos ele ser un conspirador carlista. Leinteresaba, por encima de todo, conservar su posiciónde privilegio cerca de los Soberanos y apoyó con todassus fuerzas la transacción que dejando en buen lugarsu papel de embajador dejaba intactos los derechos deIsabel y aseguraba la efectividad de la Ley Sálica. Es-taba prevenido contra Calomarde porque fue el artí-fice de la Pragmática, de cuya publicación nacieron lasdificultades de su posición; se sirvió de su debilidadv en 'd último momento contribuyó a su caída.

LAS GESTIONES DEL CONDE DE ALCUDIA.

Según la interpretación que hace Ronchi., el des-léale Alcudia es partidario del Infante Don Carlos ymiembro principal de la conspiración junto con Calo-marde, Brunetti, Antonini y el Embajador de Cerde-fía. Basta una ligera consideración para convencersede lo contrario, y es que fueron precisamente Alcudia,el Barón Antonini y Calomarde quienes proyectaronlas medidas del día 14, medidas que revelaban, ademásde una visión política acertada —dada su posición—,un decidido propósito de sostener los derechos de lainfanta Isabel, y que de haber logrado total cumpli-miento hubieran impreso a la historia de nuestro si-glo xix un rumbo distinto por completo del que pro-

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r'KDEKICO SUARKZ VERDEGUEA

vocó el destronamiento de la primogénita de Fernan-do VIL

Punto esencial, necesario, de los acuerdos del 14fue el obtener del Rey la designación de María Cris-tina para el gobierno del Reino. Antonini llevó estanegociación, terminada felizmente el 17 con la firmadel decreto autorizando a la Reina a resolver los ne-gocios urgentes. De la otra parte de los acuerdos, delas gestiones cerca del Infante —consideradas comocosa accidental, como algo "que pudiera contribuir aia conservación de la paz"— se encargó a Alcudia. Labase sobre la que había de realizar Alcudia su misiónera el presentar a Don Carlos los ofrecimientos cornoiniciativa o concesión de la Reina, nunca como man-dato expreso del Monarca.

Es ya cosa probada la ausencia de Don Carlos entoda intriga y su alejamiento —a veces hasta la des-autorización—• de las conspiraciones de sus partida-rios. Desde la publicación de la Pragmática había he-cho manifiesta su posición, y su línea de conducta, dela que no se separó, consistía en permanecer incondi-cionalmente sumiso a su hermano el Rey mientras vi-viera, sin renunciar a ninguno de los derechos que porla Ley Sálica le pertenecían y que él consideraba cornodeberes, reservándose el obrar como su conciencia ledictara después del fallecimiento de Fernando. Con talperspectiva la gestión del Conde de Alcudia se pre-sentaba erizada de dificultades.

De manera semejante a Antonini, Alcudia comen-zó su labor preparando a la Reina para que de buengrado, y sin que fuera necesario presentar la medidacomo una imposición, accediera a lo proyectado. Coneste fin habló a María Cristina del Infante diciendo

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CALOMARDE Y LA DEROGACIÓN DE LA PRAGMÁTICA

que había oído siempre alabar su religiosidad y quele creía hombre de honor, por cuya causa quería inda-gar su opinión acerca de la ley (de Partidas), "creyen-do que no se opondría"; la Reina lo permitió, auncuando le dijo que tenía pruebas y motivos para creerlo contrario. Con el asentimiento de María Cristinaestaba asegurada la libertad para obrar en el sentido•del acuerdo sin temor a despertar sospechas por susvisitas al Infante, que pudieran entorpecer la misiónencomendada.

La primera entrevista con Don Carlos tenía porobjeto proponerle su asistencia al Consejo para des-pachar los negocios urgentes con María Cristina, dan-do por conseguida la autorización real nombrando in-terinamente Gobernadora a la Reina. A su costa pudocomprobar Alcudia que la Soberana no se equivocabaal creer que Don Carlos no apoyaría a Isabel. El In-fante contestó a la proposición del Conde diciendo que•mientras su hermano viviese no hubiera hablado nada;pero que tenía hecha su protesta, que pensase que te-nía hijos, y que le daría a Alcudia, una contestación•más decidida, y que no podía asistir al despacho porqueera comprometerse. Sin duda alguna fue el resultadode esta conversación lo que el Secretario de listadocomunicó al Consejo el día 16 y le hizo exclamar:"¡También en España hay príncipes como en Rusia!"

Terminó María Cristina por ver ,1a realidad de lasituación no sólo a través de Antonini y Alcudia •—am-bos veían inminente la guerra civil, de no conseguirla aceptación, en una manera u otra, de la Pragmáticapor Don Carlos—, sino por indagaciones que directa-mente hizo (8). La profunda división de España, con

(8) Recuérdese que en la conversación que diecisiete años después

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el partido del Infante, muy fuerte, y el de los libera-les que simpatizaban —por romanticismo o por opo-sición— con la Infanta Isabel, y, por si esto fuerapoco, los "extranjeros, los quales no deseaban más quediscusiones en la familia para repartirse España, des-pedazarla y hacerla infeliz", la convencieron de que elespectro de la guerra no era una simple argucia deconspiradores para asustarla. Por toda solución se leocurrió proponer al Rey una peregrina idea, aun cuan-do no hubiera antecedentes: convocar a los Infantes,al Cuerpo Diplomático, a los Ministros, a los Jefes delEjército, a los representantes de los Reinos que inte-graban la Monarquía, a los Grandes, y una vez todosreunidos dirigirse a Don Carlos y decirle que existien-do contrapuestas opiniones acerca de la ley de suce-sión quería preguntarle su parecer y si .estaba o nodispuesto a reconocer y apoyar a la Infanta. Caso —elmás probable— que hubiese contestado negativamente,entonces la Reina habría respondido que para demos-trar que ellas no ambicionaban la Corona sino el biende los españoles, y como prueba de su decidida volun-tad de evitar una guerra civil cedía los derechos de suhija con la doble condición de que Carlos hiciera feliza la nación y de que no se derramase una sola gotade sangre. El Rey aceptó la idea en principio, si biencondicionándola al resultado del parecer de D. Fran-cisco González, con quien indicó a María Cristina con-sultase la medida; aprobada la idea por éste, la Reinalo dijo a Alcudia.

mantuvo María Cristina con A. M. Rubio a propósito de la declaraciónde Calomarde que le entregara el Marqués de Pidal, dijo que habíapreguntado a varios jefes, especialmente al de la Guardia Real, sobrela posibilidad de sostener los derechos de Isabel, contestándole todosque "el intentarlo traería gran derramamiento de sangre".

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GALOMARDE Y LA DEROGACIÓN BE LA PRAGMÁTICA

Nunca hubiera encontrado mejor ocasión el Secre-tario de Estado para lograr el reconocimiento oficialy solemne de los derechos del Infante, de haber sidoen realidad partidario de Don Carlos, que aquella quela misma Soberana le ponía en las manos. Sin embar-go, el que no se diera este paso decisivo tan compro-metido para la causa de la Reina y su augusta primo-génita se debió al Conde de Alcudia, que hábilmentelo hizo imposible preguntando a Don Carlos privada-mente y sin ningún compromiso aquello mismo queMaría Cristina quería hacer en público y dándole unatrascendencia que, inevitablemente, hubiera resuelto lacuestión del modo más desfavorable para sus inte-reses.

No se opuso Alcudia resueltamente al proyecto dela Reina, sino que le propuso una espera: gestionar delInfante su consentimiento para ser co-regente mien-tras se decidía, por una junta de "personas sensatas",a quién correspondía la sucesión a la Corona. Comoera de esperar, no consiguió nada. "Carlos le dijo quela conciencia no le permitía consentir una ley que nohabían querido sus abuelos y que no era bien vistapor los extranjeros, y que Ja religión no le permitíaquitar los derechos a sus hijos." Aprovechó Alcudiaestas palabras para intentar, en una última proposi-ción, el éxito de la entrevista, manifestando que losderechos de los hijos de Don Carlos quedaban plena-mente asegurados y reconocidos si se efectuaba el ma-trimonio de uno de ellos con la Infanta Isabel. "Car-los contestó: esto sería para mí mucha honra, pero nopodría mi hijo nunca recibir el trono por su mujer."Convencióse Alcudia de que no había posibilidad de

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acuerdo por este camino, y así manifestó a la Reinaque el Infante "quería todo por él".

Paso a paso y punto por punto cumplió el Secre-tario de Estado su cometido. El proyecto de MaríaCristina de resignar sus derechos ante una nutridarepresentación si el Infante no quería apoyar a Isabely reconocer la ley de sucesión de la Pragmática, debióexponerlo a Alcudia el día 16. La solución ¡del matri-monio se había considerado desde el primer momentocomo extrema, y sin duda por esta razón hubo de exis-tir un cambio de impresiones entre los Ministros deEstado y Gracia y Justicia acerca de esta parte de lanegociación. Maldonado, por orden de Calomarde,llevó a primera hora de la tarde del 16 el borrador delas cláusulas del testamento que se hicieron el 14 alConde de Alcudia, con el encargo de decirle que "él(Calomarde) crehia muy conveniente por la actual si-tuación unir en matrimonio la Serenísima Princesa su-cesora con uno de los hijos del Sr. Infante Don Car-los". Alcudia leyó el borrador, que esperaba, y mani-festó que aunque él también opinaba como Calomarde,no estaba en su mano el decidirlo. Después hizo laúltima g-estión, ya expuesta (9).

Es difícil penetrar en una segunda intención delConde de Alcudia, si es que la hubo alguna vez. Cree-

" (9) El Marqués de Lema (op. di., pág. 97), al hablar de la misión deAlcudia cerca de Don Carlos, dice que en la primera entrevista le mostróel Secretario de Estado el decreto autorizando a la Reina a despacharlos negocios urgentes, expresando lo que María Cristina esperaba de ély era voluntad del Rey. Atribuyendo Alcudia la negativa del Infante aque no figurase su nombre en el decreto, volvió más tarde "con otroen que figuraba ya su nombre como asistente al despacho y Consejero<le la Reina". Pudo muy bien suceder lo .primero, mas no hemos encon-trado noticia alguna referente al segundo decreto.

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CALOMARDE Y LA DEROGACIÓN DE J A PRAGMÁTICA

inos que lo más arriba escrito —debido en su mayorparte a la relación de María Cristina— no da muchomargen para dudar de su lealtad. La Reina formulacontra él una acusación por el interés que parecía de-mostrar en que la derogación se hiciera pública, .sin.que ese interés tenga más manifestación que su pro-puesta de que el decreto se hiciera con conocimientodel Consejo General. Se queja también a Alcudia dela cláusula referente a la anulación de toda otra dis-posición testamentaria que se opusiese al decreto, peroesta cláusula fue obra de Calomarde, y Alcudia nadasabía. En general, el Secretario de Estado se mostrósumamente discreto a toda aventurada opinión; a rei-teradas preguntas de la Reina pidiéndole consejo, ape-nas contestó, pero siempre le hizo ver que la guerracivil era inevitable. Respecto de la Pragmática no te-nía formado un criterio seguro.

La concordia entre Antónini y Alcudia fue siem-pre perfecta. Ronchi la lleva al extremo de afirmarque el Barón hundió a Calomarde por salvarle y MaríaCristina dice que siempre Ántonini protegía al Conde,"que encontraba el único hombre de honor".

LA REVOCACIÓN DE LA PRAGMÁTICA.

Está muy lejos de ser una audaz imposición pre-parada en medio del secreto más absoluto y ejecutadaaprovechando la debilidad de una mujer y la agoníade un moribundo. El propósito de derogar la Prag-mática fue conocido por cierto número de personas losuficientemente para poder impedir cualquier coaccióno abuso. Hasta el día 18 no aparece en parte alguna

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apuntada la idea de anular la ley de sucesión restable-cida en marzo de 1830. Fue una conclusión que traje-ron las circunstancias, una salida —la única— quevenía impuesta, después del fracaso de las tentativaspara atraer al Infante, como última solución que evi-taba la guerra.

¿De dónde partió la idea? López Ballesteros y Sa-lazar apenas tienen intervención en todos estos hechos,salvo la reducida a su participación en los Consejosde Ministros; de Calomarde no parece que naciera,aunque su consejo fuese decisivo, según veremos másadelante. Quedan María Cristina, Alcudia y Antonini,entre los que se concretó. No consta que nadie la pro-pusiera directamente; sin embargo, parece como si hu-biese sido la misma Reina quien lo apuntara, a juzgarpor su escrito.

El hecho es que la idea fue lanzada, y Alcudia yAntonini aconsejaron que el Rey hiciese un decretoque había de ser visto en el Consejo General. La Reinase opuso diciendo que, de hacerse, debía de ser secreto,bajo pena de vida para quien lo revelase, y la idea deenviarlo a Madrid al Consejo General se modificó, con-cluyendo con que bastaban tres Ministros por testigos.Correspondía a Calomarde, Ministro de Gracia yJusticia y, por tanto, Notario mayor, el redactarlo;Alcudia acudió al Consejo de Ministros, donde, lla-mando aparte a Calomarde, "con los mayores miste-rios", le dijo el resultado negativo de las conferenciascon el Infante y que sus majestades, deseando evitarel derramamiento de sangre, habían decidido derogarla Pragmática y renovar la Ley Sálica, añadiendo quefuese a recibir órdenes de los Soberanos.

Así lo hizo Calomarde, y una vez informado de las

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CALOMARDE Y LA DEROGACIÓN DE LA PRAGMÁTICA

nuevas exclamó: "¡Se ha corrido el telón! Y por lomismo, V. M. tiene que vivir, pues esa Señora quehayer tarde pasó por delante del balcón en rogati-va (10) ha de salbar la vida preciosa de V. M." Dis-puso el Rey que se consultase al Consejo el modo dehacer la derogación, y Calomarde objetó: "En estecaso no puede guardarse el secreto, que, según me hadicho Alcudia, V. M. le ha encargado; y así podráponerse un decreto sencillo con la derogación y deciren él que queda reservado y no se publique ni tengaefecto, para hacerlo pedazos si V. M. sale de este pe-ligro." Por si alguna duda quedara de sus intenciones,se dirigió a María Cristina y continuó: "Señora, enel decreto podrá ponerse la cláusula de que no se pu-blique ni tenga efecto hasta después del fallecimientode mi Amo, que Dios no permita, y V. M. deve pedira Alcudia una nota de la conferencia con S. A. que hade ser el arma con que algún día emos de combatir alos enemigos de sus Augustas Hijas y la Nación todaverá que V. M. no ha omitido medio para conservarla paz de sus amados Pueblos" ( n ) .

Cuando salió Calomarde de hablar con el Rey co-municó las novedades a su Mayor Maldonado: el fra-

(10) Una de las providencias que se tomaron ante la gravedad deFernando V I I el día 14 fue el que se hiciesen rogativas por la salud delRey (González Aíaldonado).

(11) Las frases entre comillas son del propio Calomarde (Carta deTarbes). Son de una veracidad probada, como lo atestigua la declara-ción escrita de la Reina: "Calomarde lo puso (el decreto) en nombrede Fernando, no nombrándome a mí en el decreto porque decía: así nose perderá nunca el derecho de poder un día decir que ha sido sin suconsentimiento, y se podía romper en caso que .Fernando volviese aestar bueno; por esto quedaría en el Archivo." No cabe la menor dudade que el tan vituperado Calomarde acertó por completo: se rompió eldecreto y hasta ahora no se ha perdido aún el derecho de decir quefue firmado sin el consentimiento real.

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FEDERICO SFAREZ VEKÜKGI.tER

caso de las gestiones de Alcudia, el propósito de SusMajestades de revocar la ley de sucesión y el encargo-recibido de extender el decreto. Se mostraba muy aba-tido, no faltándole razón, ya que difícilmente podríaconservar con Don Carlos el ascendiente que siempre-tuvo con su augusto hermano. González Maldonado leanimó como pudo y le sugirió que oyese el dictamendel Ministro del Consejo y Cámara, I). Francisco Ma-rín (12), entonces presente en la Secretaría de Graciay Justicia; llamado inmediatamente, conferenció conCalomarde y al salir del despacho manifestó a Maído-nado que su indicación había sido pedir consulta alConsejo Real, "como el mejor medio de evitar los efec-tos de una determinación que podía causar la pérdida.de la Monarquía".

Kn el momento de extender el decreto fue cuandocon más claridad manifestaron los Ministros su opi-nión respecto de tal medida. Estaban reunidos en Con-sejo Calomarde, Salazar, López Ballesteros, el Secre-tario, D. Luis del Castillo y Alcudia (13). Fue llama-do González Maldonado, y el Ministro de Hacienda,López Ballesteros, le expuso las causas que provoca-ban la determinación, y explicándole que el decreto de-

(12) Según lo acordado en la reunión ,deí 14, el día 17 llegó a LaGranja la Comisión del Consejo de Castilla, formada por I). FranciscoMarín, I). Tadeo Ignacio Gil y D. Vicente Borja (González Maldonado).

(13) No están de acuerdo los testigos acerca de la presencia del Se-cretario de Estado en el Consejo. Según González Maldonado, el Condede Alcudia llegó después de la redacción del decreto y no estuvo pre-sente a la discusión sostenida entre él y López Ballesteros, por lo queaquél creyó oportuno repetirle la opinión que tenía acerca de la revoca-ción y sus efectos. Calomarde da a entender que Alcudia estuvo pre-sente durante las palabras cambiadas entre el Ministro de Hacienda yel Mayor Maldonado, saliendo a poco de comenzar a extender el decretoy llegando momentos antes de finalizar la redacción, hallándose presenteen el momento de la lectura.

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CAL.01ÍABÜE Y LA DEHG0AC1ON" DE LA PRAGMÁTICA

bía quedar sin efecto y archivado hasta el fallecimien-to del Rey, le rogó que lo extendiera por no encontrar-se el Ministro de Gracia y Justicia en situación de ha-cerlo por sí mismo, "con motivo del trastorno que aque-llos sucesos producían en su salud". El Mayor Maído-nado se negó en absoluto; manifestó que desde aquelmomento renunciaba a su empleo, y que veía en eldecreto, además de un acto inútil, la declaración deJa guerra civil. Calomarde, que realmente estaba tras-tornado, tampoco quiso redactarlo, diciendo que no loponía y que se encargara de ello el Secretario de Es-tado. Alcudia, por su parte, le replicó: "Usted tieneque ponerlo; a mí me han mandado SS. MM. hacerlo,pero les he contestado que no entiendo de leyes, quepor el Ministerio que se dado la ley, deve desacerse".No tuvo, pues, otro remedio el de Gracia y Justiciaque coger la pluma, extendiéndolo brevemente con pa-labras que le dictaban unos y otros y siendo el cuerpodel decreto copia de la ley que se trataba de derogar.Terminada la redacción se leyó en medio del silen-cio de todos y acordaron reunirse entre cinco y seisde la tarde para asistir a su firma.

El decreto que firmó Fernando VII fue el mismoque se redactó en el Consejo, pero con una ligera mo-dificación: unas cláusulas que añadió Calomarde de-rogando cualquier disposición del testamento •—des-conocido por los Ministros— en que constase lo con-trario a la esencia del decreto derogatorio. Esta cláu-sula sí fue de iniciativa propia. Xo obstante, tampococabe hablar aquí de sorpresa, pues el Ministro pidióentrada particular en el cuarto de los Soberanos "paraque SS. MM. se enterasen y aprobasen o no la adi-ción, porque ignoraba yo el contenido del testamento".

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FEDERICO SUAREZ VERDEGUEE.

La cláusula fue aprobada, e introducidos los restantesMinistros se procedió a la firma.

Es patente la repugnancia de los Ministros a con-traer la responsabilidad de la redacción del decreto,aun estando dispuesto por el Rey. López Ballesteros,antes de abandonar la reunión en que se extendió, semanifestó en términos de desaprobación del decretodurante los diálogos que siguieron a aquel acto, y nopuede interpretarse su anterior discusión con Maído-nado como una prueba de su oposición a la Pragmá-tica por el simple hecho de que aquél la defendiera.Del Ministro de Marina, Conde de Salazar, apenasdicen nada los documentos; la acusación de Antonini,consignada por María Cristina, de que tenía reunio-nes en Madrid de acuerdo con los franceses, no puedeser tomada en cuenta, pues carece de comprobante, yademás no sabemos hasta qué punto pudiera tener re-lación con el problema sucesorio. Zambrano estaba enMadrid en previsión de cualquier disturbio, y, por otraparte, consta su adhesión al Monarca y a la ley res-tablecida. Alcudia no tenía en este punto una visiónclara. A la Reina manifestó que "no sabía de dóndehabía sacado Calomarde la ley (la Pragmática), queno era segura"; posteriormente dijo el Barón Anto-nini a María Cristina que "Alcudia había dicho queen cualquier época la hubiera defendido, y que eracosa que había antes deseado aconsejar a Fernando".De Calomarde no hay que decir sino que bien patentequeda su opinión en los consejos que da a los Sobe-ranos acerca del decreto.

Nuestra opinión es que no existía un criterio de-finido ni entre los Ministros ni siquiera entre los Re-yes, y de aquí las vacilaciones. Se vio claramente el

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CALOMARDE Y LA DEROGACIÓN DE LA PRAGMÁTICA

camino único para evitar el problema —quizás pararesolverlo en la conformidad del Infante, fuera porco-regencia, fuera por el matrimonio. Al fracasar estasolución, la del decreto derogatorio se impone, a pesarde todos. El único punto sobre el que no había la másligera sombra de duda era el de la inminencia de laguerra civil si no se anulaba la Pragmática, y aquíconcurrían los pareceres de los Ministros, de los Jefesmilitares, del Cuerpo Diplomático y aun el de los Mo-narcas. Esto por lo que hace referencia a la cuestiónde hecho; en cuanto a la de derecho, la inseguridadqueda demostrada con recorrer la abundante litera-tura que sobre el problema de la legitimidad se pro-dujo en los años sucesivos.

LA "AGONÍA" DEL REY.

Ni María Cristina, ni Ronchi, ni González Mal-donado, hablan del acto de la firma, el más impor-tante de todos. Solamente conocemos un testimonio deCalomarde, el que expone en la declaración cuyo con-tenido está contrastado por las palabras de la Reinaa A. M. Rubio en 1849. Importa, sin embargo, exa-minar no sólo el estado del Rey en el momento de es-tampar su nombre al pie del documento, sino a lo largodel día 18.

Una primera observación sugiere la relación deMaría Cristina, la cual, refiriéndose al decreto que laautorizaba a despachar los negocios urgentes, dice queFernando lo "firmó como pudo", en tanto que con re-lación al derogatorio de la Pragmática se limita a afir-mar -—después de quedar establecido que bastaba la

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FKDERICO SUÁREZ VERDEGUEE.

asistencia de tres Ministros como testigos— que "sehizo" así.

Cuando Calomarde, avisado por Alcudia, fue a en-trevistarse con el Rey el día 18 •—"como a la una ycuarto de la tarde"—, Fernando VII comenzó a ex-ponerle el estado de la cuestión, interrumpiéndole elMinistro para que no se fatigase, pues estaba entera-do de todo. "Y ¿qué se hace?", preguntó el Rey. "¿Sepodrá oír al Consejo reservadamente?" Calomarde lemanifestó que en tal caso sería imposible guardar elsecreto. "Pues ¿clué se hace?", volvió a preguntar. En-tonces Calomarde aconsejó que, si quería evitar el de-rramamiento de sangre, sería necesario derogar la leyde Partida. Intervino María Cristina diciendo lacóni-camente: "No quiero sangre." El Rey se decidió: "Ponel decreto, pero con condición de que nadie lo ha desaber hasta después de mi fallecimiento." Insistió Ca-lomarde en que los Ministros debían saberlo, contes-tando el Rey: "Está bien, ponió y quede reservado entu Secretaría hasta que llegue el caso." Pidió el Mi-nistro de Gracia y Justicia hora para la firma, con. elfin de citar a los restantes Secretarios de Despacho, yel Rey indicó las seis.

Llegada la hora se reunieron los Ministros juntoal cuarto del real enfermo. Calomarde entró un mo-mento para consultar la cláusula que había añadido, yacto seguido fueron introducidos los restantes. lie aquíla relación que Calomarde hace del acto de la firma:"... leí en alta voz el decreto. La Reina tomó la pluma[y] la puso en manos del Rey, que rubricó, y dijo:¿pongo mi firma?, y le contesté: no hay inconveniente,y delante de la rúbrica puso Fernando, y dijo: está-bien. Miró a todos; echó de menos a el de Guerra v

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CALOMARDE Y I A DEROGACIÓN DE LA PRAGMÁTICA

preguntó: ¿Y Zambrano? Y el de Marina le contestó:Señor, se halla en Madrid al frente de la tropa, paraevitar cualquier acontecimiento. Y nos despidió" (14).

No hay dificultad alguna en concretar quiénes es-tuvieron presentes al acto de la firma, aun cuando laReina da lugar a una contradicción. María Cristinanada dice en su escrito, mas cuando conoció el relatode Calomarde manifestó a Rubio que el día 18 no se.hallaban en el Real Sitio más que Calomarde y Alcu-dia; este testimonio, dado diecisiete años después, secontradice, según hemos visto, con las relaciones máspróximas a los acontecimientos. González Maldonadono habla acerca de esto por cuenta propia, limitándosea consignar que hacia las ocho, poco más o menos, leenseñó Calomarde el decreto firmado, diciendo que lohabía sido a presencia de la Reina y de todos los Mi-nistros. Calomarde, en la carta de Tarbes, dice tex-tualmente: "internados mis compañeros, se leyó envoz alta el infernal decreto y guardaron el mismo si-lencio que cuando se leyó en la Secretaría"; en su re-lación de París menciona expresamente al Secretariode Marina, y, por último, consta en la certificaciónoficial que Calomarde hizo del acto (15) que asistie-ron, además de la Reina y el propio Secretario de

(14) Declaración original y firmada por T). Francisco Tadco Calo-marde, Marqués de Almaida, de todo lo ocurrido en la Cámara, del ReyDon Fernando Séptimo .en MI Palacio de La Granja, en Septiembrede 1832, y que dio por resultado el famoso decreto derogando la Leyde Partida y parte del testamento del Rey. (Sin fecha.)

Designamos .esta declaración con el nombre de Relación de París.(15J Archivo de Palacio. Papeles reservados de Fernando VII,

leg. 14, núm. 3. Catalogado bajo el epígrafe Declaraciones de San Ilde-fonso, 18 septiembre 1832. Lo publica el Marqués de Lema, op. cit., pá-ginas 100-102, sin consignar su procedencia.

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FEDERICO SUÁREZ VEEDEGDER

Gracia y Justicia, "el Conde de Salazar, D. Luis Ló-pez Ballesteros y el Conde de la Alcudia".

Contra toda la verdad, por tanto, estuvo en usodurante los años inmediatos a 1832 la versión de laintriga extranjera, la coacción al Rey moribundo y elamedrentamiento a la Reina. No es de extrañar, puestoque el mismo Fernando VII daba pie a ello suscribien-do la declaración de 31 de diciembre: es él el primeroque habla de sorpresa, agonía, turbación, congoja, abu-so, coacción... Políticos contemporáneos interesados enel nuevo estado de las cosas propalaron a los cuatrovientos la fórmula oficial de la revocación; el mismoMarqués de Miraílores, tenido por hombre de los másobjetivos, hizo de ella el argumento sentimental de sucampaña contra Don Carlos y en favor de la estabili-zación de un régimen tan inseguro como la Regen-cia (16).

Es lógico que el decreto de 1 de enero de 1833,dado a conocer públicamente por el Rey el 31 de di-ciembre de 1832, hiriera en lo más vivo a Calomarde;no obstante, su reacción no es violenta ni resentida..Simplemente se limita a consignar lisa y llanamenteque nada encierra de verdad, que la minuta que el Rey

(16) "Moribundo el Rey, varios agentes diplomáticos estrangero.%en La Granja, conferenciaron y decidieron que el Ministro de Ñapólesse presentase a la Reyna y la dijese que la opinión pública estava encontra suya, que iba a encender una guerra civil y que iba a corrersangre .española a torrentes; que el solo medio de evitarla era que elRey anulase la Pragmática de marzo. La Reyna atemorizada, llamó alos Ministros e hizo que el Rey, casi espirando, firmase (sin entendercasi su firma puesta en el documento) Ja rebocación." Carta del Marquésde Miraflores al Duque de Wellington sobre la cuestión dinástica- espa-ñola, sucesos de La Granja en 1832 y transformación política del Reino.(París, noviembre de 1S34.) Archivo de Palacio. Papeles reservados de-Fernando VII, feg. 2. 1834.

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CALOMARDE Y LA DEROGACIÓN DE LA PRAGMÁTICA

firmó fue dictada por la ambición, y que el Rey, ohabía perdido la memoria, o le dominaba el muchomiedo... Es curioso que se decida por lo primero. Asus oídos llegaron voces asegurando que el Rey, desdesu grave enfermedad, había quedado como un autó-mata, inútil para el Gobierno a consecuencia del ataquea la cabeza. Calomarde lo cree porque —dice— cono-cía perfectamente al Rey y "odiaba de corazón las mis-mas determinaciones que va jo su real firma han que-rido después autorizarse". No parece que Calomardeacertara en esto, si es que lo creía seriamente y noera una manera piadosa de encubrir la felonía; losdocumentos posteriores de Fernando VII —las cartasque dirige a su hermano cuando se encontraba en Por-tugal, por ejemplo— no indican inhabilidad ni faltade memoria. Más seguro es atribuir el decreto de i deenero al miedo, como siempre.

CALOMARDE.

El papel desempeñado por el Ministro aragonés enlos sucesos de La Granja no queda aún perfilado contoda la nitidez que sería de desear, no obstante lo de-finido de su conducta en la derogación de la Pragmá-tica. Quizás sea por esta misma causa por lo que senos plantea un problema lleno de contradicciones, alque es difícil encontrar, por ahora, tina solución satis-factoría : nos referimos a su caída y ¡destierro. La ex-plicación más sencilla tiene su clave en el cambio quela llegada de la Infanta Carlota y la rápida mejoríadel Rey producen en las circunstancias. El paso quese dio el día 18, reciente aún, había tenido por origen

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FEDERICO SUAREZ VERDEGUE&

más el ambiente que motivos de justicia o de derecho,y además —contra todas las prevenciones— se habíahecho del dominio público; desde este momento la suer-te de los hombres sobre quienes recaía la responsa-bilidad del acto estaba decidida; había que encontrarun culpable y la cuerda se rompió por su parte másdébil: Calomarde cargó con todo el peso de la regiaindignación.

La debilidad de la posición de Calomarde era pa-tente y él mismo se daba perfecta cuenta. Ronchi veíaen él un carácter débil y le consideraba como un ins-trumento involuntario de Antonini, quien "empiva dispavento e di terrore al Ministro Calomarde" paraluego, en el momento difícil, traicionarle por salvar asu íntimo Alcudia (17). En este extremo la apreciaciónde Ronchi es objetiva, pues es el mismo Calomardequien confiesa al Rey, con ánimo de congraciarse, ladepresión en que estaba durante su gravedad, aviva-da por los reproches de Antonini (18). El Barón leechaba en cara el ser culpable de toda aquella violenta

(17) ''¿... dopo che colle mdnaccie abbe obtenuto la corperazioneinvoluntaria del debole Calomarde, Favessi tradito per metterc iu salvoal suo piu favorito cómplice Alcudia, se forse non l'ha fatto per salvarsise medesimo?" (Ronchi.)

C18) "... el catorce por la mañana, al salir del cuarto de mi AugustaAma, el Barón Antonini entró en mi Secretaría y después (Je ablar delpeligro en que se hallaba V. M. me pintó el mal estado de las cosas, yque yo tenía la culpa por haber derogado >a Ley Sálica, que su Cortehabía protestado, y que si faltaba V. M. no podía reconocer a S. 'M. laReina por Gobernadora del Reino; a lo que contesté: ¿Y Vd. tendríaValor de abandonar una Señora que tanto le distingue cuando más ne-cesita de sus consejos? Y me manifestó que su obligación era mirarpor los intereses de su Corte y cumplir con sus mandatos; e insistiendoen que yo tenía la culpa por haber derogado la referida ley, le dixe:¿Todavía qtiiere usted apretar el cordel a un hombre como yo, que seestá muriendo así como su Rey? Tomó el sombrero y se fue dejándomeconfuso y lleno de admiración." (Calomarde: Carta de Turbes.)

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situación, por haber derogado la Ley Sálica, y real-mente era éste un punto delicado que forzosamentehabía de alterar al Secretario de Gracia y Justicia.Por estas fechas se habían deslindado los campos enpolítica lo suficiente para eliminar cualquier posiciónintermedia, tibia; jamás los liberales perdonaron a Ca-lomarde la parte que tuvo en la represión durante elsegundo período absolutista, y el Ministro sabía per-fectamente lo que podía esperar de ellos en circuns-tancias adversas; los realistas, por su parte, le habíanretirado todo su apoyo desde la represión de Catalu-ña. Su única fuerza radicaba en la protección que ledispensaba Fernando Vil, fuerza que veía debilitarsepor momentos a medida que la enfermedad del Reyavanzaba (19).

En esta situación difícil Calomarde se defiendedesesperadamente y, fuerza es reconocerlo, hábilmente.La solución propugnada el día 14 convenía a todos:a Antonini le aseguraba la conservación de su privi-legiada amistad con María Cristina; a Alcudia y a losrestantes Ministros la continuidad en el desempeño desus funciones; Calomarde no mejoraba notablementesu suerte de lograr la realización de los acuerdos, peroen cambio perdía más que todos si fracasaban. Ama-neció el día 18 y no es extraño que cuando llegó a suconocimiento la decisión real de anular la Pragmáticasintiera el desfallecimiento de que nos habla GonzálezMaldonado y recuerda el mismo Calomarde; redactarel decreto venía a ser como extender su propia con-dena, y así tampoco son de admirar sus forcejeos por

(tp) Vide en Marqués ele Lema (op di., págs. 4-18) una visión dela personalidad política de Calomarde muy objetiva.

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evadirse de lo que constituía un verdadero suplicio.Esta lucha defensiva le sugiere el procedimiento dehacer el decreto derogatorio prácticamente nulo, yaquí nos encontramos con uno de los puntos más inte-resantes e instructivos de todo el complicado proceso.

Pudieran parecer contradictorias, a primera vista,las dos versiones que da el ministro de su conversacióncon los soberanos en la entrevista que ton ellos tuvoen el mediodía del día 18, contradicción aparente queradica más en el tono que en las palabras. No olvide-mos que tina de ellas figura en la carta de Tarbes, es-crita a .Fernando VII con el intento de obtener de nue-vo su gracia, y que la otra está redactada para ser co-nocida después de su .muerte •—o tal vez para favorecerla causa de Don Carlos— cuando ya Carlomarde nadapodía esperar de Fernando ni de María Cristina. Anuestro parecer son verídicas ambas, pues nada seopone a que fueran dos fragmentos de una misma con-versación utilizados separadamente según el objeto quele movió al escribirlas (20).

Calomarde se daba perfecta cuenta de que la si-tuación reflejaba exactamente los temores que estabanen el ánimo de todos y de que la g'uerra civil era inevi-table si se mantenía la ley de sucesión de las Partidas,por cuya razón, contra todos sus intereses particulares,aconsejó la derogación de la Pragmática, obrando enesto con recta conciencia y en beneficio del interés pú-

(20) Dice, textualmente, en la Carta de Tarbes: "Entonces V. M. medijo que para llevar a efecto la derogación se consultase al Consejo elmodo de hacerlo..." Estas palabras son el resumen de la conversaciónque figura en la relación de París; también lo que sigue, con la dife-rencia de que en la segunda están suprimidas las sugerencias que elMinistro hizo al Rey y a María Cristina.

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blico; con todo, estuvo muy lejos ele prescindir de mo-tivos personales. Muerto el Rey, a Calomardc le eraindiferente •—hasta cierto punto— que la balanza seinclinara del lado de los liberales o de los realistas,puesto que en cualquiera de ellos estaba descartado ysu caída era segura, y no mediando sus intereses pudoaconsejar la realización del decreto con plena objetivi-dad y atendiendo sólo a lo que evidentemente asegurabala paz y el orden interior. ¿ Y si Fernando VII salía desu enfermedad? Aquí la perspectiva variaba radical-mente. Si el decreto firmado se publicaba ¡y adquiríaefectividad, el Rey tendría que aceptar todas sus con-secuencias y reconocer a Don Carlos, muy a su pesar?

como su sucesor, o se vería, en el caso de querer la co-rona para Isabel, en la necesidad de proceder a una nue-va combinación para anular el decreto, cosa la másprobable dada la influencia que sobre el poco firme ca-rácter del soberano ejercían la Reina y la Infanta Car-lota. En cualquier alternativa estaba Calomarde des-ahuciado.

Donde parecía imposible encontrar una salida laencontró Calomarde haciendo de la derogación un ins-trumento útil tan sólo para el caso de fallecimiento deFernando VII. Con un número de testigos idóneos su-ficiente aseguraba la validez del decreto, pero mante-niéndolo en un secreto absoluto podía hacerlo desapa-recer como si jamás hubiera existido si el monarca se-guía viviendo, continuando así la situación como antesde la enfermedad del 'Rey. Para todo encontró facili-dades, especialmente por parte de María Cristina quetenía un. afán mucho mayor en asegurar la posición desus hijas que en evitar el derramamiento de sangre,según demostró con el tiempo a despecho de sus mani-

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K1ÍDERIC0 SCAREZ YERDEÜUER

íestaciones, no siempre muy sinceras (21). Queda aúnpor dilucidar de quién partió la habilidosa argucia deconvertir la derogación en una comedia para salir delpaso del mejor medio posible, si del ministro aragonéso de la reina napolitana.

A pesar de todo, las esperanzas de Calomarde .re-sultaron fallidas. En el tiempo que media entre el 18 deseptiembre y el 1 de .octubre se desarrollan los hechosque dieron con el ministro en el destierro.

El mismo día 18, después de la firma, Calornardedepositó el decreto en el buró 'de isu despacho, y luego,"según estilo de Secretaría, se pusieron certificacionesdel decreto y órdenes reservadas, dejando en blanco lafecha, para circular en el momento en que S. ¡M. falle-ciese", añadiendo además una detallada informaciónpara el Infante Don Carlos, dictada por López Balles-teros, que después rasgó y quemó Calomarde en :pre-

(21) Aunque nada nuevo en orden a la personalidad de María Cris-tina nos descubren los sucesos de La Granja, es muy interesante recorrerel documento que para conocimiento de sus hijos escribió la Reina.Cuando Antonini y Alcudia le propusieron que el decreto derogatoriose hiciera de acuerdo con el Consejo, se negó rotundamente. En el enjui-ciamiento que hace de esta proposición demuestra su perfecto acuerdocon Calomarde y una resistencia heroica a dejar escapar la Corona:"Según lo que vi, era que Alcudia quería que fuese público para entera-mente anular la Ley, y yo le dije que no devía hacerse público más quesi Fernando muriese, porque en otro caso se podía pensar de otra ma-nera." La cláusula que añadió Calomarde levantó en ella una verdaderaalarma: "Lo que es cierto es que yo me quejé a Alcudia, porque en eldecreto decía que derogava lo que había dicho en el testamento, con quese veía por esto que quería que nada, nada, quedase a las niñas." En estepunto había desacuerdo entre María Cristina y el Ministro de Gracia yJusticia, puesto que el último -- ya se vio-- deseaba a la muerte del Reyuna solución definitiva, en tanto que María Cristina nunca la quiso sihabía de ser a costa suva.

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CAI.OMARDK Y LA DKROGACION DE LA PRAGMÁTITA

sencia del Mayor Maldonado (22) junto con las minu-tas "que se ponían para el aciago caso".

Es difícil fijar con ¡rigurosa sucesión cronológicalo ocurrido con posterioridad a la derogación. Comoquiera que sucediese, muy poco tiempo después se hizodel dominio público la existencia del codicilo o decretoanulando la Pragmática; por informes de la policíasupo el ministro que se quería asaltar la Secretaríapara .romperlo y que se pensaba atentar contra su pro-pia vida "al pasar al cuarto del Rey, en caso ide quefalleciese S. M." (23). En previsión de lo que pudieraocurrir determinó el ministro enviarlo, en sobre ce-rrado, al Decano del Consejo de Castilla con el fin deque lo mantuviese en su poder hasta que se le comuni-cara la muerte del Rey y se procediese a su apertura enConsejo pleno, o hasta nuevo .aviso.

Tal vez por entonces había proyectado ya Calo-marde su salida al extranjero. Sospechaba el ministroque existía, aun dentro del Gabinete, una conjura con-tra él, y para cerciorarse de lo que en realidad habíaimpulsado a la Reina a acoger la solución derogatoria,acudió un día —tal vez el 20— hacia las jdiez de lanoche, a su cuarto con el objeto de rogarle una infor-mación acerca de lo sucedido, "y habiéndolo indicadoal ujier Puente, me dijo que en caso podría verla a lasonce y media; volví a esta hora y con mucha frialdad

(22) La relación cíe González Maldonado llega hasta el momento enque el decreto queda depositado en la Secretaría de Gracia y Justicia.No obstante no estar confirmada esta destrucción de documentos deque habla Calomarde, el que cite al Mayor es garantía de su veracidad,ya que su testimonio, fácil de conseguir, podía contrastar el hecho.

(23) Calomarde, en la Relación de París. María Cristina recoge deAntonim la misma impresión del ambiente de. amenaza contra la vida deCalomarde.

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me contestó que .110 había salido", de donde dedujoCalomarde que existía un especial cuidado en que élno hablase con la Reina. Esto no hizo más que confirmarsus temores de tener enfrente a todos, temores conce-bidos con anterioridad y reforzados por la actitud deindiferencia con que el Consejo de Ministros acogióla noticia de que quería sorprenderse y romper el de-creto y atentar contra su vida, y el poco caso que sehizo a su petición de que se publicase el decreto delRey nombrando a María Cristina Regente del Reino du-rante su enfermedad. Por momentos su posición seiba haciendo más precaria; tan pronto se convencióde que no podía esperar defensa alguna por parte denadie, resolvió emigrar en el momento que fallecierael Rey y servir en el extranjero a sus augustas esposae hijas, para lo que se puso de acuerdo con el Comi-sario de Policía D. Lorenzo Alonso, decidido a se-guirle, con el objeto de que lo tuviese todo dispuestoen el momento necesario, según las instrucciones quele comunicó.

Hacia el día 22 llegaba la Infanta Carlota de An-dalucía. Calomarde indica (carta de Tarbes) que cuan-do supo que el Rey "tenía algún alivio" mandó alDecano del Consejo de Castilla que le devolviera elpliego que le había remitido, cosa que hizo D. José Ma-ría Puig enviándolo "cerrado y sellado" como lo habíarecibido. No es difícil ver la íntima relación entrela llegada de la Infanta a la Granja y la .devolucióndel documento, ni es improbable la famosa bofetadaal Ministro ya, prácticamente, caído y abandonadode todos, incluso de los Soberanos, o mejor, de MaríaCristina, pues era de hecho quien gobernaba.

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CALOMAME Y LA DEROGACIÓN DE LA PRAGMÁTICA

Ciertamente sorprende la frialdad de la Reina res-pecto a Calomarde, tanto más cuanto que a ella mejorque a nadie constaba de una manera evidente su lealtadal Rey, sobradamente puesta de manifiesto en su lar-ga carrera política y en especial en todo lo relacionadocon la derogación. Antonini le hacía culpable de la in-discreción —de buena o mala fe—• merced a la cual sehizo público el decreto, sospechando que lo había di-cho al Conde Figiieira en una conversación que 'conél tuvo después de firmarlo el Rey. ¿Era ésta la razónpor la que María Cristina lo creyó desleal? ¿Contri-buyó a ello la entrevista que tuvo Calomarde conDon Carlos después de la conversación con el CondeFigueira? Al Ministro, ya en el destierro, llegaronlos rumores de esta acusación, de la que se defiendeen su carta a Fernando VII reconociendo ser ciertasu entrevista con el Infante, entrevista motivada pormuy diferentes razones a las que se suponía, puestoque su objeto era informar a Don Carlos de la situa-ción en Portugal; el Conde Figueira fue quien le trans-mitió el deseo del Infante (24), quedando así justi-

(24) "También sé que se ha dicho que me presenté al Sr. InfanteDon Carlos: es bordad; pero lo motivó que al anochecer bino a micuarto el Conde Figueira y me dijo de parte de S. A. si era cierto quehabía recivido pliegos de Portugal con la noticia de la toma de Oportopor las tropas del Rey Don Miguel, y no siéndolo, que pasase a darleparte de las noticias que hubiese, pites nada sabía; y sin embargo deno haber estado en su cuarto, ni aun por política, en la jornada de LaGranja, pues las Señoras hacía más de dos años que no me miraban ala cara, como V. M. sabe, pasé con Figueira, esperé un rato porqueestaban en el cuarto de V. M., e introducido en una piececita inmediataa los criados de guardia, le leí los partes que había recivido de Portugal,me dio las gracias, y sin ablarme más hizo una cortesía y se marchó."(Carta de Turbes.)

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FKDKRICO SIJÁRKZ VEEDF.GUER

ficadas a la vez la conversación con aquél y la visitaa éste.

Lo que en realidad pesó sobre toda otra conside-ración en el ánimo de María Cristina fue la influen-cia de su hermana la Infanta Carlota. El aragonés semuestra en este punto sobradamente explícito al rela-cionar a la Infanta con su desgracia: "En este estadose hallaban las cosas (25) cuando llegó de Andalucíala FVÍÍ. Infanta D.a Luisa; empezaron las intrigas ylos primeros actos de la Regencia de la Reina se em-plearon en desterrarme, perseguirme, aniquilarme yembargar mis bienes". El'Marqués de Lema hace cons-tar que, según los contemporáneos, la Infanta abrigabarespecto de Calomarde intenciones más siniestras quela mera destitución, y que se le buscaba con el fin deprenderle y encausarle. Utilizó entonces el Ministro elpasaporte que le había preparado el Comisario de Poli-cía y, como pudo, salió de España tras accidentadafuga (26).

(25) Después de enviar el decreto al Decano de Castilla. Si la In-fanta hizo acto de presencia en La Granja el 22, hay que reconocer queno pudo deberse a su exclusiva influencia la desgracia de Calomarde,ya prevista por el Ministro cuando tomó la resolución de emigrar alextranjero.

(26) Op. cit., págs. T05 y sigs. En la exposición dirigida al Rey desdeTolosa, Calomarde consigna que cuando fue expulsado del ministeriorecibió orden de residir a cuarenta leguas de distancia, como mínimo,de Madrid o Reales Sitios; se dirigió a sus propiedades de Aragón yallí recibió un anónimo de Madrid "en que se me decía que mis impla-cables enemigos habían recibido una orden para que se me prendiese cotíel mayor estrépito y se me condujese a la ciudadela de Mahón, en dondeo en el camino se me sacrificaría"; pero no habiendo recibido ordenalguna se dirigió, con el mismo pasaporte que tenía, a tomar los bañosde San Salvador en el Pirineo. Exposición dirigida ai Rey desde Tolosaen 27 de febrero de 1833 por 1). Francisco Tadeo Calomarde.., (Archivode Palacio. Papeles reservados de Fernando VII, leg. 14, núm. 12.)

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CALOMARDE Y LA DEROGACIÓN UE LA PRAGMÁTICA

Queda perfectamente dibujada la actitud y la par-ticipación que tuvieron en los sucesos de La Granja losprincipales autores de la derogación hasta el momentoen que Fernando VII sancionó el decreto -con su fir-ma ; a partir de este hecho, lo ocurrido queda forzosa-mente en la penumbra por la falta de testimonios dela única persona que podía haber sacado de las som-bras la verdad: María Cristina. Porque es evidenteque puede explicarse la persecución, el encarnizamien-to casi, contra Calomarde por la animadversión que leprofesaba la Infanta Carlota, mas ¿cómo explicar queantes de la llegada de la Infanta el Ministro estuvieseya en el trance de tener que abandonar España? Lacaída de Calomarde estaba patente antes del día 22;la hermana de la Reina pudo convertir la desgraciaen destierro, embargo de bienes y casi en prisión, perolas causas de la caída del Ministro permanecen incóg-nitas. Se llegó a hablar de encausar a Calomarde, esdecir, de dar un aspecto legal a su exoneración, lo quesupone la existencia de cargos de gravedad suficientepara justificar la prisión, el destierro y cualquier otrapena. El determinar cuáles fueron las razones que con-vencieron a María Cristina y al Rey hasta el puntode no mover un dedo para aliviar la suerte del Mi-nistro aragonés es entrar en el terreno de la hipótesis.

En la desgracia de Calomarde existe la misma fal-ta de sinceridad que se observa en todos los sucesosde La (iránja —y aun diríamos en todos los del rei-nado de Fernando VII—. El Rey parecía decidirse porobrar sinceramente en lo relativo a la derogación, se-gún se entiende por su deseo de que se consultase alConsejo Real y se obrase abiertamente, impidiéndololos deseos de María Cristina, apoyada por Calomarde,

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que quería el secreto para pensar de otra manera siel Rey vivía. La cláusula que añadió el Ministro anu-lando toda disposición del testamento que se opusieraa lo contenido en la derogación molestó a la Reina,hasta el extremo de manifestar a Alcudia su desagra-do porque veía en ella un atentado contra el porvenirde sus hijas, y esto pudo ser el principio de su des-avenencia con Calomarde. Este, que cuando se justi-ficaba desde Tarbes no sabía a ciencia cierta a quése debía el desamparo en que le habían dejado los Re-yes, pensaba que tal vez les había desagradado acon-sejando la derogación; lo pensaba, sin embargo, a pos-teriori, pues en aquellos momentos creía obrar mejorsegún la voluntad de los Soberanos (zy). Apunta tanirbien la idea de que acaso no había sabido interpretarsus deseos y tal vez equivocó la redacción "por haberformado un concepto distinto del que W . MM. que-rían; pero, ¿por qué Alcudia, que estaba en el secreto,pues yo save Dios que todo lo ignoraba, no dixo enel momento fatal, ya que no lo había hecho donde seleyó al mediodía, no es esto lo que quieren SS. MM.?¿Por qué no hubo antes y en este momento algunaoposición .por parte de mis compañeros?" En últimocaso, si el regio desagrado no venía del decreto, sinode la cláusula añadida por Calomarde, ¿por qué laaprobaron los Reyes cuando se la consultó el Ministro

(27) En la Relación, de París dice: "Entre los Ministros lie sido soloel perseguido y castigado, porque di un consejo justo, consejo que comoMinistro y como Consejero de Estado efectivo debía dar, y consejoque SS. MM. adoptaron y aun oyeron, al parecer, con agrado." Y enla Carta de Tarbes: "Es cierto que yo no tnbe el valor necesario ni lainspiración <le oponerme en este desgraciado momento a la voluntadque crehía de VV. MM."

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CAT.01ÍARDE Y IA DE3OGAC1ÓN DE IA PRAGMÁTICA

momentos antes de la firma? ¿Qué es lo que en reali-dad querían?

De nuevo hay que acudir a las circunstancias paraintentar una mediana claridad. La guerra civil, el am-biente realista y la falta absoluta entre los Ministrosde un criterio definido respecto a la cuestión suceso-ria, impusieron corno remedio la derogación. En el mo-mento en que el Rey mejora y la Infanta Cariota bulle,María Cristina se abandona a una situación en la quesus intereses •—los de sus hijas— y los de los liberalesse hallan identificados, a consecuencia de la cual seinicia una política ya abiertamente opuesta a toda ideacontraria a los derechos de la Infanta Isabel. Fueronexonerados todos cuantos de una u otra manera sehabían mostrado partidarios de Don Carlos o de unasolución conciliatoria, pero, además, los liberales se co-braron en Calomarde los agravios acumulados en elsegundo período absolutista y recibieron completa sa-tisfacción con la amnistía y el portillo que se les abríapara imprimir nuevo rumbo a la política. No es im-probable que los.cargos contra Calomarde, caso de ha-berle podido prender, hubieran sido formulados ab ovo,desde los comienzos de su influencia en las determina-ciones del Rev.

CONCLUSIÓN.

La cuestión sucesoria planteada durante los últi-mos años del reinado de Fernando VII lleva envuel-tos tres problemas de muy distinto carácter, si bientan íntimamente enlazados unos con otros que es in-evitable, al tratar uno de ellos, rozar los demás. De

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aquí que al estudiar la actuación de Calomarde nosveamos obligados a puntualizar su posición respectoal problema jurídico e ideológico de la cuestión, conel fin de completar la visión histórica de este perso-naje.

El Marqués de Lerna, al estudiar la figura de Ca-lomarde en sus años de destierro, plantea el proble-ma de su colaboración con Don Carlos. A este efectotrata de algunas cartas que al Infante escribió el mi-nistro aragonés, ya felicitándole por su advenimientoal trono a la muerte de Fernando VII y ofreciéndolesus servicios (1833), ya reiterándole su adhesión y re-novando su ofrecimiento (1834) cuando Don Carloshabía, entrado en la Península después de su evasiónde Inglaterra. ¿Fueron atendidas sus instancias en elcuartel general de Ofiatc?

Sin lugar a dudas se puede apreciar, a lo largo delo que queda expuesto, la claridad con que los docu-mentos definen la actitud de Calomarde, ni favorableni contraria a Don Carlos, sino pura y simplementede completa identificación con Fernando VII. Apun-tábamos al principio que entre los dos testimonios prin-cipales que de Calomarde quedaban respecto a los su-cesos de La Granja se notaba un cambio profundo,explicable por ser el último que redactó posterior afines de 1834, fecha en que el fernandismo del anti-guo Secretario de Gracia y Justicia se convierte endevoción al ya titulado Rey de España. La filiacióncarlista de Calomarde por estas fechas está denun-ciada por los agentes de María Cristina en el extran-jero durante la primera guerra civil (28). A juzgar

(28) Unas correspondencias políticas de París pintando 'a, ayuda que

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CALOMARDE Y LA DEROGACIÓN DE LA PRAGMÁTICA

por estas informaciones, "el traidor Calomarde es eldirector del .'Pretendiente, el órgano de comunicaciónde éste con sus partidarios del interior y sus amigosdel exterior, y el centro directivo de la máquina fac-ciosa". No sabemos hasta qué extremo llegaba su di-rección en los asuntos del carlismo, mas puede juz-garse la importancia de sus actividades teniendo encuenta que, de ser ciertos los informes, celebraba amenudo entrevistas con Luis Felipe, servía de inter-mediario entre Don Carlos y algunos personajes delcampo cristino (29), tenía frecuentes conferencias conlos embajadores de la Santa Alianza, etc.

Establecida así la nueva postura de Calomarde,tiene fácil interpretación su enjuiciamiento de la Prag-mática y, por tanto, de los términos en que estaba plan-teada la sucesión. En la Relación de París, despuésde exponer brevemente cómo por intermedio de D. Juande Gr i jaiba le encargó el Rey la búsqueda del .expe-diente de las Cortes de 1789, y después de examinarlose lo volvió a entregar con el [publlquese al margendel extracto de la ley de sucesión, añade que lo pu-blicó "porque no podía hacer otra cosa en vista delempeño que S. M. manifestó en ello". He aquí la opi-

allí halla, el Carlismo, la que tiene en España en altos personajes, y elpapel que en, esto hace Calomarde. 1:834. (Archivo de Palacio. Papelesreservados de Fernando VII, leg. 13, núm. 10.)

(29) "Calomarde enseñó ayer a F. varias cartas de ciertos hombresque mandan escritas a Don Carlos, a los que éste les escribió. Por sucontenido aparece que la confianza que ha depositado en ellos la ReinaGobernadora no está muy bien fundada, y que sin ofrecer a Don Carlosabiertamente su apoyo, 110 se declaran enemigos si llega el caso que lamayoría de la nación recono/.ca los derechos que alega. También le dijoque muchos de los hombres que ocupan varios de los primeros empleospiensan lo mismo." (Informe de 9 de octubre de 1934.)

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nión que después de 1834 (30) tenía Calomarde acercade la legitimidad de los derechos de Isabel: "Nuncacreí, ni aun remotamente, llegase el caso de llevar aexecución esta ley, lo i.° porque el Rey no era viejoy podía tener barones; lo 2.0 porque nunca podía (encaso contrario) perjudicar a los Príncipes nacidos vajolos auspicios de la Ley Sálica vigente y no interrum-pida desde que se estableció, y 3.0 que un padre notiene facultades, aunque sea Soberano, de quitar suherencia al que tiene derecho a ella." ¿Se debió estadeclaración a motivos políticos que convenían a su nue-va situación, o fue el reconocimiento tardío de un error,de una debilidad que constituyó el germen de la gue-rra civil? Pudo ser cualquiera de ambas cosas. En loque no puede vacilarse es en la ausencia de intriga ode presión por parte de Calomarde en la firma del de-creto, ni en el ensañamiento con que se procedió ensu desgracia.

Quedan, pues —creemos—, perfectamente estable-cidos algunos puntos referentes a este problema, quepuede y debe considerarse como momento inicial dela historia de nuestro siglo xix, puntos que se puedenconcretar en las siguientes conclusiones:

(30) La que tenía antes la expone eti una carta dirigida a un perso-naje desconocido el 6 do marzo de 1833, ya en el destierro. Después dehablar de la fidelidad y exactitud con que llevó a cabo la publicación dela Pragmática y de cómo no comprenden que se conciba que él, que lapreparó, hubiera consentido que se trabajara contra ella con su conoci-miento, añade refiriéndose a su estado de ánimo en aquellos días: "Si nohubiera así sucedido, lo mismo que en las resoluciones (que) "V. S. mecita de Capapé, Basieres y Cataluña, hubiera logrado exterminar a losrebeldes, si como entonces me hubiera hallado al corriente de las intri-gas y rodeado de hombres fieles que me hubieran ayudado." (Carta deD. Francisco 'Vadeo de Calomarde, fecha en Tolosa a. 6 de mareo de 1833,con explicaciones sobre los sucesos de La Grama en 1832 y vivas pro-testas de amor y adhesión a SS\ MM., leg. 14, núm. 13.)

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CALOMARDE Y LA DEROGACIÓN DE LA PRAGMÁTICA

1.a Absoluta desorientación entre los Ministros,agravada por motivos de índole personal, por la faltade criterio político y por la carencia de una visión delos problemas españoles.

2.a No sólo no hubo intriga en los preparativosde la derogación, sino que desde el primer momentose intentó atraer al Infante Don Carlos para que re-conociera la sucesión de Isabel, dejando siempre comoincuestionables los derechos de ésta y procurando, portanto, la total vigencia de la Pragmática.

3.a Todas las gestiones se hicieron con conoci-miento de María Cristina y del Consejo de Ministros.

4.a La revocación se impuso a última hora, talvez el mismo día 18, por el deseo de evitar la guerracivil que ;se veía inminente, dado el ambiente favora-ble a Don Carlos. No aparece claro si hubo en el fondoun reconocimiento de los derechos que asistían al In-fante.

5.a La derogación, tal como fue elaborada y da-das las medidas que sobre ella se tomaron, sólo habíade ser válida en caso de fallecimiento del Rey, puestoque consta la intención de anularla si Fernando VIIse restablecía. Fue, en consecuencia, un acto engañosoy completamente insincero, obligado por la fuerza delambiente.

6.a Fue ordenada por el Rey. Tanto en este mo-mento como en el de la firma, Fernando VII estabaen perfecta posesión de sus facultades; lo hizo, pues,con absoluto conocimiento y sin coacción alguna moralo material.

7.a Ni uno solo de los Ministros puede ser tacha-do en esta época de, adicto a Don .Carlos. Esto estáplenamente demostrado de Calomarde, Zambrano, Ló-

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pez Ballesteros y Salazar; quizás pudiera haber algu-na ligera duda respecto de Alcudia.

8.a El golpe de audacia que provoca la llegada aLa Granja de la Infanta Doña Carlota y la reacciónde algunos exaltados liberales al ser conocida oficio-samente la derogación sólo es explicable por la pasi-vidad de las autoridades ministeriales, cosa imposiblede no ser absolutamente fernandinas. Sus consecuen-cias fueron la exoneración del ministerio, la persecu-ción de Calomarde y la orientación abiertamente libe-ral que se imprime a la política a partir de este mo-mento.

FEDERICO SUÁREZ VERDEGUER.

ISA

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NOTAS

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