CALOR Hogar - Jenny Moix · convalecencia en una habitación con vis tas a un paisaje natural,...

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intro PSICOLOGíA EL CALOR DE NUESTRO Hogar Diferentes estudios han demostrado los efectos terapéuticos de la arquitectura y la decoración. Nuestro hogar es nuestro refugio, y pensar en cómo sentirnos a gusto en él, . r una premisa para mejorar nuestro ánimo. Por Jenny MozX. Ilustración de José Luis Agreda. E n la excelente película Los into- cables de Eliot Ness, ambien- tada en el Chicago de los años treinta, el protagonista (Kevin Costner) persigue implacablemente al gánster Al Capone. Una persecución que se convierte en una sangrienta bata- lla. Mientras Ellot Ness sufre lo indecible, su dulce esposa lo telefonea para saber cómo se. encuentra y le pregunta de qué color cree que debería pintar las pare- des de la cocina. Al colgar el teléfono, él reflexiona en voz alta:"Una parte del mundo todavía se preocupa por el color de la cocina". Aunque nos lo parezca, la EL PAls SEMANAL mujer de Ellot Ness no se está ocupando de un tema tan baladí. Para la cordura humana, el estado de nuestras casas es mucho más crucial de lo que parece. ¿Qué debían sentir nuestros ances- tros cuando se refugiaban en sus cuevas? Entrar o no podía significar seguir viviendo o morir. Las cavernas les prote- gían de las arrasadoras inclemencias del tiempo y de los feroces depredadores. Cobijarse en sus grutas debía constituir un gran alivio para ellos. Ynosotros, ¿qué sentimos cuando entramos en nuestro hogar y cerramos la puerta? ¡Buf! Otro gran alivio. Los leones no merodean por las calles, pero siguen existiendo "leo- nes", simplemente con otras formas Qefes, clientes, compañeros, reuniones, compromisos sociales, tráfico ... ). Nuestra casa es nuestro cobijo. Cuan- do contemplarnos desde nuestro sofá las espantosas escenas que cada día arrojan los noticieros, nos sentimos de alguna forma protegidos de toda esa barbarie. Sentimos que nuestras paredes nos res- guardan de alguna manera. El hogar no es solo donde nos cobijamos, sino tam- bién donde podemos recargar energías para nuestro día a día. Ese rincón del mundo es esencial para nuestra vida. 26

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intro PSICOLOGíA

EL CALOR DE NUESTROHogar

Diferentes estudios han demostrado los efectos terapéuticos de la arquitectura y la decoración. Nuestro hogar es nuestro refugio, y pensar en cómo sentirnos a gusto en él,

. r

una premisa para mejorar nuestro ánimo. Por Jenny MozX. Ilustración de José LuisAgreda.

En la excelente película Los into­cables de Eliot Ness, ambien­tada en el Chicago de los años treinta, el protagonista (Kevin

Costner) persigue implacablemente al gánster Al Capone. Una persecución que se convierte en una sangrienta bata­lla. Mientras Ellot Ness sufre lo indecible, su dulce esposa lo telefonea para saber cómo se. encuentra y le pregunta de qué color cree que debería pintar las pare­des de la cocina. Al colgar el teléfono, él reflexiona en voz alta:"Una parte del mundo todavía se preocupa por el color de la cocina". Aunque nos lo parezca, la

EL PAls SEMANAL

mujer de Ellot Ness no se está ocupando de un tema tan baladí. Para la cordura humana, el estado de nuestras casas es mucho más crucial de lo que parece.

¿Qué debían sentir nuestros ances­tros cuando se refugiaban en sus cuevas? Entrar o no podía significar seguir viviendo o morir. Las cavernas les prote­gían de las arrasadoras inclemencias del tiempo y de los feroces depredadores. Cobijarse en sus grutas debía constituir un gran alivio para ellos. Y nosotros, ¿qué sentimos cuando entramos en nuestro hogar y cerramos la puerta? ¡Buf! Otro gran alivio. Los leones no merodean por

las calles, pero siguen existiendo "leo­nes", simplemente con otras formas Qefes, clientes, compañeros, reuniones, compromisos sociales, tráfico ... ).

Nuestra casa es nuestro cobijo. Cuan­do contemplarnos desde nuestro sofá las espantosas escenas que cada día arrojan los noticieros, nos sentimos de alguna forma protegidos de toda esa barbarie. Sentimos que nuestras paredes nos res­guardan de alguna manera. El hogar no es solo donde nos cobijamos, sino tam­bién donde podemos recargar energías para nuestro día a día. Ese rincón del mundo es esencial para nuestra vida.

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((c3\(uestro humor incide en cómo cuidamos nuestra casay, al revés, el estado de

nuestro hogar influye en cómo nos sentimos"

LA CASA y EL ESTADO DE ÁNIMO "Si hay belleza en el carácter, habrá annonía en el hogar. Si hay armonía en el hogar, habrá orden en la nación. Si hay orden en la nación, habrá paz en el mundo" (Confucio)

Cuando se evalúa la depresión se tiene en cuenta el aspecto físico de la persona, esto es, si va limpia y arreglada. No sa­quemos una conclusión simplista, eso no significa que todo el mundo que se encuentra deprimido descuide su ima­gen, ni que todas las personas desarre­gladas sufran depresión. Pero sí que pue­de ser un síntoma más. Desde mi punto de vista, también se debería tener en cuenta el estado de la casa. De hecho, hablando con compañeras psicólogas todas compartíamos experiencias de pacientes que sus casas reflejaban su estado de ánimo. Pacientes desilusiona­dos con casas descuidadas o personas en las que el desorden mental se veía refle­jado en todas las habitaciones.

Nuestro humor incide en cómo cui­damos nuestra casa y, al revés, el estado de nuestro hogar influye en cómo nos sentimos. Un ejemplo extremo es estar de traslado. Vivir con nuestras cosas metidas en cajas es de lo más estresante. Para nuestra paz mental necesitamos tener cada cosa en su sitio.

Algunas investigaciones muestran cómo la arquitectura y la decoración de los hospitales influyen no solo en el estado de ánimo de los pacientes, sino también en su recuperación. En un estu­dio realizado por Roger S. Ulrich, de la Universidad de Delaware, se compararon dos grupos de pacientes que fueron sometidos a una colecistectomía. Los pacientes del primer grupo pasaron su convalecencia en una habitación con vis­tas a un paisaje natural, mientras las per­sonas del segundo grupo solo oteaban edificios desde sus ventanas. Los prime­ros necesitaron menos días para ser dados de alta y tomaron menos analgési­cos mientras estuvieron hospitalizados.

La atención que se presta a la decora­

ción de los hospitales cada día es mayor, dado que, como el anterior, muchos estudios muestran la influencia de la arquitectura y del interiorismo en las emociones y la convalecencia de los pacientes. Con estas premisas se puede suponer que en el caso de nuestras casas pasa exactamente lo mismo.

REDECORAR NUESTRAS EMOCIONES "Mira las estrellas, pero no te olvides de encender la lumbre en el hogar" (Proverbio alemán)

Si el estado de nuestra casa nos da más o menos equilibrio, más o menos paz, más o menos energías, parece necesario que empecemos a meditar qué podemos cambiar para sentirnos más a gusto en ella. Podría ser terapéutico. De hecho, una psicóloga me comentaba que una parte de la terapia con una de sus pacien­tes consiste en que arregle su casa. Y le pide que en cada visita le traiga fotos. Una de las formas de comprobar su avance mental es observar el progreso de su hogar.

Está claro que es terapéutico porque en muchas ocasiones esa necesidad de arreglar nuestra cabaña surge de muy adentro. En el síndrome del nido se ve muy claro. Muchas mujeres embaraza­das sienten la necesidad imperiosa de limpiar, ordenar y preparar todo lo refe­rente a la llegada del bebe.

Una mujer que padeció cáncer me explicaba que durante la quimioterapia le dio por poner muchas plantas, y lo más curioso es que conocía otros casos como el suyo. Igual nos encontramos ante otro síndrome que de momento no tiene nombre.

Una amiga me comentaba que des­pués de su divorcio, en plena intemperie emocional, empezó a comprar mantas y cojines y a encender la lumbre cada día. Según ella, era como si sintiera un frío dentro y necesitaba mucho calor de hogar. Así se sentía mejor.

Desgraciadamente, no siempre se repara el estado de ánimo simplemente arreglando nuestra cabaña. No son po­cas las personas que dan miles de vuel-

UN LUGAREN EL MUNDO

LPEUfcULAS 'Nueve meses: Chris

Columbus. 'Esta casa es una ruina:

Richard Benjamin. 'La guerra de los Rose: Danny

DeVito. 'El guardaespaldas: MIck

Jackson.

tas antes de llegar a casa. Hacen cual­quier cosa para retrasar al máximo el momento. Entrar supone un suplicio.

"La casa se me cae encima", es una de sus expresiones favoritas. Los motivos no suelen encontrarse en la vivienda en sí, sino más bien en la relación con quienes habitan en ella (padres, pareja ... ). In­cluso, en algunos casos, la raíz de esa desazón se halla en las profundidades de la misma persona. Cuando no estás bien contigo mismo parece que no hay lugar en el mundo que dé paz, ni tu pro­piohogar.

BATALLA CONTRA EL DESORDEN "Los niños ilullÚnan el hogar. ¡Cómo no iluminarlo, si dejan las luces prendidas en todos lados!" (Aldo Cammarota)

Mientras escribía este artículo, asistí a una tertulia que celebramos asidua­mente un grupo de amigos psicólogos. Les pedí tratar el tema de la casa. Yense­guida apareció un subtema: el desorden. Una de las tertulianas nos expuso este dilema: "Imaginaros una familia com­puesta por la madre y el padre y dos niños pequeños, una familia feliz. Siem­pre juegan y, como consecuencia, tienen >

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PSICOLOGfA

"su orden" . De hecho, recuerdo a una mujer que uno de los motivos principales de discusión con su marido era el desor­den de este. Finalmente, se solucionó de forma práctica. Llegaron al acuerdo de que una de las habitaciones sería el estu­

Ili , !

> la casa muy desordenada. Ese desorden no les hace sentir bien. Y así se enfrentan a un dilema "orden o felicidad". La ver­dad es que ninguno de nosotros .caÚTIos en la trampa dicotómica que ofrece este dilema porque en esta vida normalmente

l' la salida se encuentra en el medio. El orden tiene diferentes significados

para cada uno de nosotros. Podemos encontrarnos ante una mesa rebosante de montañas desparramadas de papeles y que su propietario nos aclare: "Para mí está ordenado, sé donde se encuentra cada papel". Y todos conocemos perso­nas obsesivas que cuando entras en su casa parece que nadie vive allí.

En la tertulia llegamos a la conclusión, a la que media humanidad también ha llegado, de que es muy importante dife­renciar espacios comunes y privados. En los comunes es importante que reine el orden (no obsesivo), mientras que en los espacios privados cada uno puede tener

L barcelonaworld race

dio de él, y ella no entraría ni para limpiar ni para ordenar. Sería la pequeña isla del marido y allí podría reinar" su orden". Con los adolescentes, muchos padres llegan a esta especie de acuerdo. La habi­tación del adolescente, por definición, está desordenada. En una ocasión leí que en un piso piloto de una nueva pro­moción, para que fuera todo más realista, presentaban la habitación destinada a los niños ¡desordenada!

NO ES CUESTIÓN DE DINERO

"El hombre feliz es aquel que, siendo rey o campesino, encuentra paz en su hogar" Oohann Wolfgang Goethe)

Una gran parte de los españoles, cuando son encuestados y se les pregunta que harían si les tocara la lotería, responden que destinarían el dinero a arreglar alguna parte de la vivienda. Es verdad, si tenemos dinero es más fácil tener nues­tro hogar como nos gustaría. Pero no es menos cierto que la cantidad de dinero

que uno tiene no es proporcional con lo acogedora que es su casa.

Muchos ricos famosos exhiben sus casas en las páginas de las revistas del ramo. Estancias enormes, sofás kilo­métricos, todo milimétricamente colo­cado, y el protagonista en cuestión, ves­tido a conjunto con la habitación. Me conmueve pensar que habrá personas que soñaran con eso pensando que allí se encuentra la felicidad. Pensemos que, en algunos casos, esos famosos tie­

nen la parte de la casa que enseñan y otra más íntima en donde realmente viven, porque, ¿quién se puede

encontrar recogido en un sofá que no se acaba nunca?

Lo importante es sentir­nos cómodos y cobijados, y no rodea­dos de lujo. La prueba está en que la mayoría de las personas que se hospe­dan en hoteles de lujo acaban final­mente por añorar sus hogares.

(~o realmente importante es sentirnos cómodos

y cobijados en nuestras casas, yeso no significa estar rodeados de lujo"

Mi abuela, como ha ocurrido con muchas mujeres de su misma época, vivió duramente su infancia y juventud. Ya bien entrada en su madurez, su vida se fue acomodando e incluso pudo aho­rrar. Gran parte de esas pesetas las invir­tió en mantas. Grandes y cálidas mantas de lana que en su mayoría regaló a mi madre. Debía de ser proporcional la cantidad de mantas que compró con el frío que debería de haber pasado de pequeña. Ahora yo atesoro algunas. Cuando me acoplo en mi rincón del sofá con una de esas mantas por encima me parece notar el cariño de mi abuela enredado entre las hebras de la lana. Esa sensación no tiene precio. e

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