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Camino de Santiago Sociedad Anónima En apenas una década la más famosa de las rutas jacobeas se ha mercantilizado hasta extremos insospechados. El Camino de Santiago Francés es un gigantesco negocio que puede de morir de éxito. Un peregrino caminando entre Rente y Brea PACO NADAL 11 NOV 2016 Hice el Camino de Santiago por primera vez en 1994. Era además febrero, pleno invierno. Y aún recuerdo sobrecogido la soledad que envolvía la ruta jacobea, la escasez de infraestructuras. Kilómetros y kilómetros sin un mal bar en el que comprarte un bocadillo o un albergue en el que guarecerte. O planificabas muy bien la etapa o terminabas durmiendo bajo el porche de una iglesia. La escasa gente que prestaba ayuda a los peregrinos lo hacía de forma desinteresada. Y uno aceptaba de buena gana esas penurias porque llevaba muy a gala el viejo lema jacobeo: “El peregrino no exige, agradece”. Regresé desde entonces casi cada año al Camino, o más bien a los caminos, como autor de las guías que publicaba la editorial de este periódico. Y experimenté en primera persona la transformación de la ruta a Compostela. En aquel lejano 1994 había 70 albergues en los 800 kilómetros que tiene el Camino Francés. Este verano he contado 400. El caso más ilustrativo es Sarria (Lugo), donde ya existen... ¡27 albergues! Los peregrinos suponen un chorro continuo de dinero pasando por la puerta de tu casa. Y claro, ¿quién se resiste a desaprovechar ese maná? Pero ese excesivo mercantilismo lleva camino de cargarse la esencia del Camino.

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Camino de Santiago Sociedad AnónimaEn apenas una década la más famosa de las rutas jacobeas se ha mercantilizado hasta

extremos insospechados. El Camino de Santiago Francés es un gigantesco negocio que puede

de morir de éxito.

Un peregrino caminando entre Rente y Brea PACO NADAL 11 NOV 2016

Hice el Camino de Santiago por primera vez en 1994. Era además febrero, pleno

invierno. Y aún recuerdo sobrecogido la soledad que envolvía la ruta jacobea, la

escasez de infraestructuras. Kilómetros y kilómetros sin un mal bar en el que

comprarte un bocadillo o un albergue en el que guarecerte. O planificabas muy bien

la etapa o terminabas durmiendo bajo el porche de una iglesia. La escasa gente que

prestaba ayuda a los peregrinos lo hacía de forma desinteresada. Y uno aceptaba de

buena gana esas penurias porque llevaba muy a gala el viejo lema jacobeo: “El peregrino no exige, agradece”. Regresé desde entonces casi cada año al

Camino, o más bien a los caminos, como autor de las guías que publicaba la

editorial de este periódico. Y experimenté en primera persona la transformación de la ruta a Compostela. En aquel lejano 1994 había 70 albergues en los 800

kilómetros que tiene el Camino Francés. Este verano he contado 400. El caso más

ilustrativo es Sarria (Lugo), donde ya existen... ¡27 albergues! Los peregrinos

suponen un chorro continuo de dinero pasando por la puerta de tu casa. Y claro,

¿quién se resiste a desaprovechar ese maná?

Pero ese excesivo mercantilismo lleva camino de cargarse la esencia del

Camino.

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Una señal informativa en Ambasmestas

Albergues privados

Si algo ha transformado el Camino Francés en los últimos años ha sido en la

aparición y proliferación de los albergues privados. En pueblos donde antes

únicamente estaba el albergue municipal o el de alguna asociación de amigos del

Camino ahora se cuentan por decenas. Nadie ha querido dejar pasar la gallina de

los huevos de oro que viene andando y pasa por delante de tu puerta.

Cualquiera que tuviera un caserón antiguo y ruinoso en un pueblo atravesado por las

flechas amarillas lo ha reconvertido en albergue. O mejor dicho, en hostels. Porque la

mayoría de esos nuevos albergues privados se parecen más a un hostelmochilero de cualquier ciudad europea que al tradicional albergue de peregrinos. Un dato:

en Reliegos, pequeño pueblo de León, donde en 2010 solo había un sencillo

albergue de la junta vecinal ahora hay seis. ¡Y ni siquiera es un final de etapa

tradicional!

El negocio es la cocinaEl gran negocio de los albergues privados está en la cocina. Si llegas a un

pueblo donde solo hay tres albergues y ni una tienda donde comprar pan, eres

cautivo del alojamiento porque es la única posibilidad para cenar esa noche y

desayunar el día siguiente. De tal manera que la factura media sale por unos 23 €:

10 € por dormir, 10 € por cenar y 3 € del desayuno. Como reconocían sin pudor

muchos propietarios: “Si pusiera cocina para uso de los peregrinos (como solía

haber en los albergues antiguos) sería contraproducente para el negocio,

ellos se cocinarían y no me comprarían el menú”.

Es de justicia decir que este tipo de albergues privados suelen estar más nuevos y

ofrecen mejores servicios que la media de los públicos.

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Durante los meses de invierno empeoran las condiciones meteorológicas

Negocios de temporada

Otro hecho diferenciador es la temporada de apertura de los albergues. El 90 % abre

de marzo a noviembre. O de Semana Santa a finales de octubre. La

temporada donde hay más peregrinos. A los privados no les merece la pena abrir en

invierno para uno o dos caminantes que aparecen… ¡si es que aparecen!; la

calefacción cuesta mucho. “No estamos aquí para eso”, confesaba un propietario.

Una actitud racional desde el punto de vista empresarial pero que deja un

poco que desear si pensamos que esto es un camino de peregrinación. Es la

queja de muchos hospitaleros de albergues municipales y voluntarios que atienden

establecimientos públicos: “En noviembre solo quedamos abiertos los que nos

interesan los peregrinos de verdad. Si pasas un día de invierno sabrás qué

albergues están comprometidos con los peregrinos y cuáles con los billetes”.

Pon una flecha amarilla en tu calle

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Desvío para ciclistas en La Faba, subiendo a O Cebreiro

“Al final todo se traduce en saber por dónde van las putas flechas amarillas”,

exclamaba la dueña de un bar, a la que le habían repintado de negro las suyas para

atraer a los peregrinos hacia otros bares. El tema no es nuevo (lo he visto

infinidad de veces desde la década de los 90), pero ahora que la oferta se ha

multiplicado, el problema también se ha agudizado. Es común ver flechas

mal pintadas, pintadas de nuevo, repintadas…indicando albergues, bares, terrazas.

Son habituales los roces, incluso peleas, entre propietarios de negocios para desviar

las flechas amarillas , de manera que pasen por su puerta y no por la de la

competencia. O por adelantar tu negocio. La ecuación es sencilla: si tú lo tienes en

el centro del pueblo, yo lo abro dos calles antes. Y luego otro va y lo abre al inicio del

pueblo. La ubicación es importante: en localidades con varios

albergues siempre se llenan antes los que aparecen primero. Es lógico:

el caminante no sabe si habrá sitio libre más adelante y además, llevas los pies

reventados y lo que quiere es parar a descansar ya.

Peor en bares y restaurantesUn peregrino veterano, con muchos caminos a su espalda, me decía recientemente

que le apenaba ver cómo trataban en algunos bares y restaurantes a los romeros.

“En los albergues es más fácil encontrar amabilidad, pero muchos de estos nuevos

bares y restaurantes que han surgido al calor del negocio tratan a los peregrinos fatal. Pasa lo mismo que en los aeropuertos: saben que es clientela

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cautiva que además nunca va a volver”. El símil me pareció perfecto: si cada día

sabes que pasan 200, 300 o 500 personas por delante de tu negocio, que no van a

regresar –los trates bien o mal- y que hagas lo que hagas mañana tendrás otros

200, 300 o 500 nuevos para empezar el ciclo… la tentación de no cuidar las formas o el producto son muy tentadoras.También los peregrinos han cambiadoTodo el peso de este cambio no hay que achacarlo a los propietarios de negocios. Al

fin y al cabo el capitalismo se basa en oferta y demanda. Si existe esa oferta, es

porque cada vez hay más gente que la demanda. La popularización de la ruta

compostelana ha hecho que el más famoso de los caminos, el Francés, se convierta en una romería de gente variopinta. Y no todos van dispuestos

a dormir en un albergue con otras 60 personas (es decir, 120 pies) que huele a

Reflex y humanidad y en el que a las cuatro de la madrugada empiezan a levantarse

los prisillas de turno y a hacer ruido con las bolsas de plástico, que dan ganas de

empezar a repartir mandobles.

Por eso el verdadero negocio son las habitaciones dobles. Muchos

privados tienen anexa una zona de habitaciones con o sin baño, y otra buena

cantidad manifiesta su intención de ir reduciendo la zona de literas para hacer más

dobles. “Para que se queden cuatro o cinco o seis a 10 euros, no compensa. El

negocio es la doble, que se cobra a 40 €”, confesaba otra propietaria.

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Siguiendo las flechas amarillas

Peregrinos wifi

Ahora lo primero que pregunta un peregrino al llegar a un albergue es si hay WiFi

Cuando se publicó la primera edición de mis guías del Camino (1999) incluía como

dato práctico si en un pueblo había o no cabinas de teléfono, ¡Qué tierno! Parece

que aquello lo hubiera escrito en el Jurásico. Ahora lo primero que pregunta un

peregrino al llegar a un albergue es si hay wifi. Y lo hay, exceptuando algunos

escasos albergues municipales y parroquiales. Por ejemplo, lo tienen todos los de la

Xunta de Galicia. Y hasta en lugares remotos donde parece increíble que llegue la

cobertura lo primero que ves al entrar al albergue es el símbolo de la conexión y la

palabra: PASSWORD. Aunque bien pensado tampoco es tan raro: el Camino -o laforma de abordar una peregrinación- ha cambiado igual que ha cambiado la sociedad. Antes se suponía que si decidías hacer el Camino de

Santiago ibas en busca de silencios, de soledades y de monólogos contigo mismo.

Ahora pasas por delante de un bar, de una terraza o de un albergue, y todos (o casi

todos), vayan solos o en grupo, están mirando la pantalla de su teléfono.

No lo crítico (yo también consulto demasiado la pantalla de mi celular); solo doy fe

de ello.

El lado oscuro de la irrupción de los móviles es – y de esto se quejan mucho los

auténticos hospitaleros- que antes la gente se relacionaba en los espacios comunes, se contaban historias, compartían experiencias, hablaban de

ampollas, de perros que ladran y de sendas embarradas … ahora están pendiente del Whatsapp.

Todo pactado

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Peregrinos llegando a Lavacolla

La sensación general es que está todo más pactado, más estudiado, más organizado. Se reserva con Booking, se mandan mails para pedir camas, se

conecta por Facebbok para solicitar plaza en los albergues. Hay incluso negocios en

internet que te montan todo el camino: tú les dices cuántos días y qué quieres pagar

y ellos te van reservando los albergues y se encargan del transporte de las maletas

entre puntos de pernoctación. Pagas por adelantado y ya sabes desde el primer

momento qué etapas vas a hacer, dónde vas a dormir, etc. Hay menos margen para la improvisación.

El peregrino, ¿exige o agradece?

Otra sensación generalizada entre hospitaleros veteranos: el peregrino exige cada vez más, conforme a un mercado libre donde hay oferta y demanda de

servicios. Antes el caminante agradecía lo que había, se quedaba donde podía,

aceptaban las condiciones. Hoy día los peregrinos saben que los albergues

compiten por alojarlos y usan esta abundancia de oferta para regatear condiciones.

Es una pescadilla que se muerde la cola; si en un peregrino solo ves a un cliente al

que sacarle pasta, ya no puedes esperar relaciones de agradecimiento como las que

se daban antaño. Si tratas al peregrino como un billete de 20 euros, el peregrino exigirá servicios por valor de 20 euros.

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Una parada para coger fuerza y reponer provisiones

Peregrinos Lonely Planet

Otro perfil de caminante que está contribuyendo al cambio: el del joven

norteamericano, australiano-neozelandés o centroeuropeo que viene de mochilero a

vivir una experiencia tipo gap year, buscando aventura y conocer gente. Cada

vez llegan más jóvenes extranjeros a hacer el Camino en el mismo plan que harían

turismo mochilero por el Sudeste asiático. Al fin y al cabo es una manera de recorrer

España comiendo, bebiendo y durmiendo por apenas 20 euros al día. Una oferta

imbatible, pero que contribuye a desvirtuar el sentido humanista de la peregrinación.Hospitaleros Voluntarios, el espíritu del CaminoHay una institución digna de elogio: la de los Hospitaleros Voluntarios. Personas anónimas que dedican sus vacaciones a regentar

albergues a veces parroquiales, a veces municipales o de asociaciones de amigos

del Camino. Se turnan cada 15 días y ofrecen una acogida en el más puro sentido cristiano de la palabra. Suelen ser albergues que funcionan aún con

donativos, donde además se les da a los peregrinos desayuno y cena de manera

comunitaria. Cierto es que son también lugares mucho más austeros que el resto de

albergues privados, en algunos todavía se duerme en colchones en el suelo,

muchos de ellos no tienen calefacción, algunos hasta no tienen agua caliente,

pero la sensación de recogimiento y bienvenida suple sin duda el resto de las carencias logísticas.Voluntad no significa gratuidadEl problema en estos escasos lugares que quedan con donativos es que la gente confunde voluntad con gratuidad. “Con lo que sacamos de los donativos,

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apenas llega para pagar la comida”, se sinceraban unos hospitaleros voluntarios en

uno de estos albergues. “La gente suele dejar mucho menos dinero del que pagaría

por el mismo servicio en un negocio privado. Algunos –los menos- no dan más

porque de verdad no tienen más. Pero en otras ocasiones la gente viene aquí a

sabiendas de que puede echar dos o tres euros y comer, desayunar y dormir sin que

nadie le reproche la cantidad”.

Monumento conmemorativo de la vista de Juan Pablo II, Monte do Gozo

Entonces… ¿queda algo del espíritu del Camino?

Por supuesto que sí. Y sigue siendo una aventura personal de lo más recomendable.

Apenas que lo intentes encontrarás gente maravillosa, hospitaleros que siente

aún el Camino como forma de servicio a los demás y a muchos otros

peregrinos que se dirigen a Compostela con espíritu religioso, de meditación, de

búsqueda personal o simplemente humanista. El Camino de Santiago lleva vivo más

de doce siglos, ha sufrido momentos de gloria y de olvido, ha servido para repoblar

territorios y para difundir arte y cultura y fue también desde sus orígenes una vía de

comercio. ¿Quién dice que no va a sobrevivir a esta nueva era digital?

Existen tantos caminos a Compostela como caminantes. Cada cual

empieza a escribir el suyo nada más poner un pie en el portal de su casa. Por lo que

siempre quedarán peregrinos que aborden la aventura vital de llegar a Santiago

agradeciendo, no exigiendo.