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Canciones de la guerra La insurrección llanera cantada y declamada

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Canciones de la guerraLa insurrección llanera cantada y declamada

Canciones de la guerraLa insurrección llanera cantada y declamada

Orlando Villanueva Martínez

Agradecimientos

El autor expresa sus agradecimientos a:

Benjamín MateusCarlos Arturo Reina Rodríguez

Carlos el “Carchi” OrtegónConsuelo del Pilar López Medina

Cristian Camilo GuataquiraDelfín Rivera Salcedo

Dumar Gontrán Aljure MartínezEduardo Mantilla Trejos

Eunice Prada MatizFulgencio Velasco

Gloria GonzálezGloria Millán GrajalesHermes Tovar Pinzón

Jairo “El Topo” Solano SarmientoJohan Sebastián Villanueva López

José AsadJuan Ramón López Tovar

Justo Elí Casas AguilarLuisa Fernanda Sánchez SilvaNini Johanna Aljure Martínez

Orlando “El Cholo” ValderramaReinaldo Barbosa Estepa

Ricardo LambuleyRodrigo Molano

Rubiela OrtizSantiago García

Sergio Roberto Matías CamargoTufik Aljure Peña

William Ferney Aljure Martínez

Para mi amada, Consuelo del Pilar López Medina,

estos cantos de guerra y libertad

© Universidad Distrital Francisco José de Caldas© Facultad de Ingeniería© Orlando Villanueva MartínezPrimera edición, abril de 2016ISBN: 978-958-8972-05-3

Dirección Sección de PublicacionesRubén Eliécer Carvajalino C.

Coordinación editorialNathalie De la Cuadra N.

Corrección de estiloEditorial UD

DiagramaciónDiego Abello Rico

Imagen de cubiertaRevista YA

Material audiovisualMinisterio de CulturaEnrique Barragán y Dolly Salcedo - Grupo Guadalupe

Editorial UDUniversidad Distrital Francisco José de CaldasCarrera 24 No. 34-37Teléfono: 3239300 ext. 6202Correo electrónico: [email protected]

Todos los derechos reservados. Esta obra no puede ser reproducida sin el permiso previo escrito de la Sección de Publicaciones de la Universidad Distrital.Hecho en Colombia

Villanueva Martínez, Orlando, 1959- Canciones de la guerra: la insurrección llanera cantada y declamada / Orlando Villanueva Martínez. -- Bogotá:Universidad Distrital Francisco José de Caldas, 2016. 384 páginas: ilustraciones ; 24 cm. ISBN 978-958-8972-05-3 1. Guerrillas - Historia - Colombia - Poesías 2. Guerrillas - Historia - Llanos Orientales (Región, Colombia) 3. Conflicto armado - Colombia I. Tít. 356.15 cd 21 ed.A1524384

CEP-Banco de la República-Biblioteca Luis Ángel Arango

Contenido

Prólogo¿Qué cantan los insurgentes? 17

Presentación 25La memoria 25Las canciones y la poesía de la guerra como mecanismo de resistencia 26Algunos referentes de las canciones y poemas de la guerra 48Los olvidados 49Gustavo Rojas Pinilla: héroe y traidor 53Guadalupe Salcedo: héroe de la resistencia popular 54

Corridos de la guerra 65La Guerra de los Mil Días 67El negro José María 69La muerte de Gaitán 70Corrido del nueve de abril 71El grito de la llanura 73Sin título 74Corrido de los años sin cuenta 75Colombia es la patria mía 76Colombia y su situación. Versión 1 78Colombia y su situación. Versión 2 81Corrío al presidente 83

Puro colombiano 84La historia de un gran pueblo colombiano 85Cuando se prendió la guerra 86¡A Villavicencio! 87Toma posesión 88Ojo por ojo 89Qué tiempos compañeros 90Canción de los recuerdos 91La violencia en el Llano 92La revolución del Llano. Versión 1 93El soldado obediente o los Llanos resistentes. Versión 2 95El soldado obediente o los Llanos resistentes. Versión 3 96La historia de los Llanos resistentes 97Campesinos de Colombia 98Soy el león del Llano 100Ahora me vuelvo chusmero 101Joropo de la volada 102Sargento Velandia 104El corrido de Solano 105Corri’o de los Hurtado 107Corrido de las ilusiones 109Corrido de las razones diferentes 110Corrido el papel aguanta todo 111Contrapunteo 112Al gobierno 114La historia de Laureano Gómez 115El verdugo de Colombia 116Arrojó Laureano Gómez 117Los godos 118Golpe tirano. Versión 1 119Golpe tirano. Versión 2 121Corrido de los linderos de San Luis y de Nunchía 123En la mesa del Usabare 127Historia del ataque en el Upía 128

Este mundo desolado 129La toma de Sevilla 130Golpe al Ejército en Aguazul 131La toma de Páez 132El corri’o del Turpial 133Entrada a Orocué 135El corri’o de Vigoth 138Al puro estilo llanero 140Canciones de la guerra 143Los asilados 144Corrido de la esperanza que no llega 146De Guanapalo a San Luis 147Corrido de la reunión llanera 149Verso de la entrega 150El presidente 151El 13 de junio 152El 13 de junio Colombia libre 153Viva el 13 de junio 154El Llano con Rojas 155Rojas Pinilla 156Arrivererci Rojas 157Comandante Guadalupe 158Guadalupe Salcedo (I) 159Guadalupe Salcedo (II) 160La historia de Guadalupe Salcedo 161Gestación revolucionaria 162Corri’o 163El hijo del Llano 164Yo soy la estampa del Llano 165El triste canto de la memoria perdida 166(¿Dónde está “Capitán”?) 166Corrido de Álvaro Parra 168El capitán Aljure 170

La muerte de Aljure 171

Los tres valientes 172Los tres caudillos 173Canción de Dumar Aljure 174Sabanalarga 175Dolores 177Adiós a mi Llano 178Hasta cuándo patria mía 179Corrido final 181Canciones de la guerra 182Canciones de la guerra. Hechos referidos 195Comandos, comandantes y ataques guerrilleros 204Referencias 208

Poemas de la guerra 209En la soberbia, la espina: tres sonetos punitivos para Laureano Gómez 211¡Gaitán sí! Otro no 212El nueve de abril 213Nueve de abril en Colombia 214A Jorge Eliécer Gaitán- décimas 216Tragedia de los días tristes 217Jorge Eliécer Gaitán 219Romance de Jorge Eliécer Gaitán 222A Jorge Eliécer Gaitán 223El pueblo siempre veía 224La voz del trueno 225Romance de los llaneros del Tolima 226Violencia en el Llano 227Romance de los guerrilleros 228El convite de los guerreros 231Romancillo de Elíseo Velásquez 235Romance libre a Eliseo Velásquez 236Los hermanos Bautista 238La montaña y el hombre 239Riqueiro Perdomo 240

Mariano Luna 241Eduardo Franco Isaza 242La mano 243Carlos Roa 244Jorge Carreño despierta del agua 245José Carreño buscaba una estrella 246Jorge González Olmos 247Plinio Murillo Varón 248Poema al “Capitán” Giraldo 249“Capitán Pielroja” (Eliseo Sánchez) 250Como lluvia y como rayo 251Hermanito José 252Milagros Díaz 254Galerón de Guadalupe 255Palabreo de Guadalupe Salcedo 256Guadalupe Salcedo 257Romance de Guadalupe Salcedo 258Guadalupe Salcedo 262Gesta y muerte de Guadalupe Salcedo 263Muerte de Guadalupe Salcedo 264El reino del hombre 265Sazonando la hecatombe 267Cuerpo y sangre de Guadalupe 268Padre nuestro llanero 270Homenaje a Guadalupe 271El chulavita y el pájaro 274Jorge Eliécer 277Guadalupe 280El líder 289RIP 292Álvaro Parra 293Álvaro Parra vive en la llanura 294Uriel Zapata 295¡Llanto por José Uriel Zapata! 296

Palabras para Julio Noval Patiño 297Inocencio Infante Díaz (I) 298Inocencio Infante Díaz (II) 299La guerrilla 300Juan Lozano y Lozano 301Tríptico de guerrilla. El fusil 302Los dos robles 303El binomio 304Sobre las ruinas de Sabanalarga 305Ser llanero cuesta caro 308Memorias de la revolución de los Llanos Orientales 309Hechos y acciones referidas en los poemas de la guerra 324

La guerra en imágenes 333Guerra y guerreros 335Cantautores de canciones y poemas de la guerra 369Geografía de la guerra 375

Glosario 379

Referencias 383Archivos 387Revistas y periódicos 387Direcciones electrónicas 388

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Prólogo¿Qué cantan los insurgentes?

Los sectores sociales involucrados en un conflicto bélico tienden a compensar con la muerte y la destrucción del otro los costos económicos y humanos de la confrontación. Los desastres humanos y culturales como producto de la pasión y el odio tienden a ser cubiertos por una moral y principios de causas justas que pretenden eludir responsabilidades éticas y encubrir a los criminales de guerra. Tanto las guerras internacionales como las guerras civiles, las de una región, un partido, unas religiones y unas castas son elogiadas, sancionadas o rechazadas por quienes desde fuera de ellas encuentran razones para legitimar los daños colaterales o para hacer prevalecer el respeto a los inocentes.

Una visión general acerca de los costos humanos de algunos de los genoci-dios que han fundado la historia de las civilizaciones desde el siglo V antes de Cristo nos enseña que, desde entonces hasta el presente siglo las civilizaciones han dejado 499 189 000 muertos, es decir, el 40 % de la población actual de Chi-na o 10,4 veces más la actual población de Colombia. En los últimos 25 siglos todas las grandes culturas han asesinado en promedio, cada siglo, a 19 967 560 de soldados, campesinos, insurrectos y gentes inocentes víctimas todas de la in-tolerancia, la exclusión y la vanidad de emperadores, reyes y gobernantes, que han juzgado las hazañas de sus dinastías y gobiernos como modelos de econo-mías, civilizaciones y sistemas políticos únicos. Los triunfos de la civilización, desde las innovaciones militares y estratégicas de Alejandro Magno, de Aní-

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Prólogo

bal y de Gengis Khan hasta la Bomba Atómica, han representado la muerte de 199 676 personas, en cada uno de los últimos 2500 últimos años, o sea 16 640 crímenes al mes. En conclusión, las civilizaciones que nos precedieron y la que vivimos han matado y matan en nombre de intereses mezquinos y de banderas hegemónicas, unas 555 personas cada día (White, 2012). Y ahí no se cuentan otros cuantos millones de muertos en las guerras civiles de nuestra América y de otros continentes como Asia y África.

Nuestras civilizaciones se han amasado con sangre de inocentes y la con-frontación ha sido casi que un atributo propio de la condición humana. Por ello, es fácil deducir que el poder como el derecho está en las armas y que solo los bien equipados para la guerra pueden defender su dignidad y la grandeza de sus pueblos. Los menos fuertes están condenados al tributo y a las exigencias de los poderosos. Aunque la historia enseña que de todos estos grandes esfuer-zos y conquistas, los poderes con sus ejércitos tienden a caer y a dejar en los pa-trimonios de sus edificaciones el testimonio de su sensibilidad y de sus sueños. Tal vez por ello Tamerlán decía que si el enemigo no temía a sus ejércitos debía temerle a la grandeza de sus edificios. Es decir que lo que queda al final de una civilización y de un imperio son los grandes gestos artísticos y arquitectónicos, la poesía, la música y no el ruido de sus invasiones, de sus caprichos y de sus armas. El hombre que sobrevive a este desastre, el que mide el fin de los impe-rios, reconstruye sobre sus cenizas un mundo que no necesariamente es igual de fuerte o de débil al que existía antes de la gran conflagración que los redujo al lugar común de una sociedad en paz, amenazada por la fuerza de los nuevos poderes hegemónicos (Morris, 2011).

Contradictoriamente, la literatura, la historia, el arte y la música contribu-yen a fundar parte de la memoria de estos desastres que terminan por con-vertirse en hitos vivos y eternos de lo que trágicamente cambió el destino de una sociedad, una clase, una casta o un grupo político. Son los habitantes más frágiles del planeta, los menos fantoches, los que no olvidan y los que contribu-yen a mantener viva la memoria por generaciones. El olvido no puede ser una construcción de los sobrevivientes, ni de los artistas y escritores, sino de los cobardes y los culpables. China no olvida las guerras del opio; Japón recuerda la perversión de la bomba atómica; Vietnam, sus guerras de Independencia; Europa, la brutalidad de sus dos guerras en el siglo XX; Argelia aún recuerda la lucha contra los franceses, como Rusia alaba el heroísmo de su pueblo frente a las pretensiones de Occidente de someterla a sus caprichos desde Napoleón en el siglo XIX y desde Hitler en el siglo XX. Los Estados Unidos no olvidan el drama de su Guerra Civil, los mexicanos mantienen viva la caída de su civiliza-ción (Florescano, 2004) y su frustrada revolución de 1910 (De María y Campos, 1962), y Colombia no perdona a quienes desataron la violencia de los años cin-cuenta. Las gentes de estos años se aferran aún al mito de Guadalupe Salcedo y

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Canciones de la guerra. La insurrección llanera cantada y declamada

a los guerrilleros que hicieron posible pensar en las formas más elementales de la libertad y la democracia en Colombia, amenazadas por la tiranía de una clase liderada por Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez (Villanueva Martínez, 2012; Londoño Botero, 2012; Henderson, 1984).

Por ello, pensar que el olvido es posible para una nación o para un pueblo es tanto como suponer que el pasado no existirá más como fuerza fundadora del futuro. No solo la literatura, la historia y el arte dejan registros de hazañas y cobardías, sino que la música y los cantos fundan parte de la memoria acerca de la dimensión de un conflicto. Incluso la danza que recupera la etnología, esque-matiza el recuerdo de las primeras batallas de comunidades por la hegemonía o el control de un territorio.

Sabemos que en la guerra de independencia de la América española los ejércitos, antes de entrar en combate, entonaban con sus bandas de guerra, ritmos criollos orientados a estimular los sentidos de los combatientes. En medio de bambucos, pasillos o huainos que formaban parte del folclor, precedidos de emotivas procla-mas, se lograba fundir la patria, el amor, el recuerdo y la nostalgia en una ecuación cuyas variables de despecho conducían al entusiasmo para luchar por todo aquello que de repente llegaba a coronar la ausencia del hogar y los afectos. Envueltos en una droga de ausencias y sentimientos, las tropas se lanzaban a triunfar o morir.

Cuando llegaron las guerras civiles durante la República, a los ejércitos en contienda les inundaba la irracionalidad de las ideologías y de los cantos par-tidistas (Delpar, 1981; Prado Arellano, 2007). Y como la religión entró a formar parte de estas disputas, en la Guerra de los Mil Días que destrozó a liberales y conservadores en la Batalla de Palonegro, los soldados del Gobierno carga-ban con sus machetes al aire para golpear y desmembrar los cuerpos enemigos mientras cantaban y lanzaban vivas a Cristo Rey (Ortiz Mesa, 2005). Aunque la “Guerra de los Mil Días fue comentada por los músicos nacionales con mar-chas, polcas, valses, danzas, pasillos y bambucos”, no “hubo poemas sinfóni-cos, ni baladas, ni oberturas” que pudieran asociarse con “eventos sociales de gran impacto” (Duque, 2001, p. 252).

Cuando llegó en 1950 el segundo capítulo de esta guerra, mal sellada en 1902, los contendientes pusieron en práctica el exterminio de la militancia libe-ral que había perdido en 1946 la dirección del Estado. Colombia entonces tuvo que afrontar la peor guerra fratricida de su historia, entre 1946 y 1965. Apenas pasó el conflicto se registraron 500 mil muertes, luego los partidos dijeron que eran 300 mil y los académicos acogieron 180 mil muertes en 300 municipios del Viejo Caldas, Antioquia, Valle, Tolima y Huila. La cifra de 500 mil muertes en 20 años para los 300 municipios corresponde a un promedio de 1667 asesinatos en cada municipio, entre 1946 y 1965. Las muertes violentas promedio serían 83 anualmente, 7 al mes y menos de dos a la semana, para cada uno de los 300

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Prólogo

municipios, en los citados 20 años de violencia. Entre 1958 y 1960 los aparatos de seguridad del Tolima registraron 3059 asesinatos en sus 45 municipios lo que da 23 asesinatos anuales y 1.9 asesinatos al mes para cada municipio. Lo importante de estas cifras no es solo su valor político sino cómo la tragedia de los años de 1950 ha sido desinflada de sus magnitudes, para conducirla al olvi-do y evitar todo juicio de responsabilidades.

En un país rural como Colombia, la militancia liberal era campesina y tenía bases muy importantes en las zonas cafeteras. De allí huyeron gentes de todo género y buscaron refugio en los Llanos Orientales, donde el Partido Liberal es-timuló una autodefensa después de 1948. Miles de guerrilleros hicieron frente al Gobierno conservador de Laureano Gómez que, en 1953, fue derrocado por un Gobierno militar liderado por Gustavo Rojas Pinilla que, a gotas, ejecutó a líderes guerrilleros desmovilizados. Esta traición forzó a muchos excombatien-tes a retornar a la lucha armada, para lo cual formaron un frente guerrillero en la región de Cunday y Villarrica, en el departamento del Tolima, y otro en los mismos Llanos Orientales. La traición de los partidos liberal y conservador a las luchas campesinas después de 1958, con la creación del Frente Nacional, y bajo la bandera de una supuesta paz, abrió un período de exterminio de los úl-timos combatientes que fueron denominados bandoleros y objetos de persecu-ción por parte del Estado. Fueron muchos de estos bandidos y exguerrilleros y de nuevos militantes los que llegaron desde la incertidumbre de una seguridad económica y política a organizar, después de 1964, nuevas fuerzas insurgentes que han determinado las luchas agrarias y políticas en Colombia, en esa nueva fase de nuestra historia que viene de 1965 al 2015 (Grupo de Memoria Histórica, 2010, Ronderos, 2010, González et al., 2005).

Este análisis general del conflicto colombiano le permitirá al lector despreve-nido comprender la naturaleza y el contenido del libro de Orlando Villanueva Martínez que recoge una serie de canciones y poemas sobre la guerra de guerri-llas en los Llanos Orientales de Colombia, durante la década de los cincuenta. Muchas de estas canciones apenas están dejando de ser voces clandestinas para invadir la conciencia de ciudadanos interesados en conocer las raíces del conflic-to colombiano. El Estado no solo redujo al olvido muchos de estos cantos, sino que, con el arbitrio de pensar que la violencia colombiana empezó en 1964, quiso sepultar una época trágica cuyos responsables fueron los partidos políticos y sus herederos. Tal vez exageramos al afirmar que estas canciones al ser escuchadas por el común de las gentes causarán sorpresa por los señalamientos políticos y la nostalgia de unos campesinos, que rememoran combates perdidos, héroes igno-rados y poblados abandonados en el mapa de Colombia1.

1 Véase y escúchese, por ejemplo, Corridos Libertarios, Memorias de la Libertad (Ministerio de Cultura, 2013).

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Canciones de la guerra. La insurrección llanera cantada y declamada

Es cierto que algunas de estas canciones aparecen editadas por centros de cultura, cuyas ediciones cerradas las hacen accesibles a grupos muy reducidos de ciudadanos. Pero la realidad es que estos cantos de resistencia, de denun-cia y de elogio a combatientes informales no suenan en los medios de comu-nicación ni se difunden, para que los niños y jóvenes no pregunten por los criminales que gobernaron y ensangrentaron a Colombia. Es cierto que hay ediciones selectas de estos joropos, bambucos, corridos y canciones, pero para especialistas o burócratas y no para una pedagogía de las responsabilidades civiles de los gobernantes colombianos. Se editan porque a esta guerra de los Llanos ya se han superpuesto otras guerras que han dejado en el fondo de un mar de muertes, la tragedia de 1950. Ya sus notas no afectan los intereses de muchos políticos porque ahora hay otros cantos, otras guerrillas, otros ejércitos en contienda y la coyuntura es lo que importa no el tiempo largo de la historia.

Hay que tener en cuenta que no todas las canciones publicadas en la obra de Villanueva Martínez fueron escritas para celebrar victorias militares, para san-cionar una traición, para elogiar la fuerza épica de grandes guerrilleros o para denunciar al Gobierno. No, muchas de ellas fueron escritas con posterioridad y en un ejercicio histórico de dejar un testimonio tardío de acontecimientos no contados. Estos joropos, corridos y bambucos no han tenido la suerte de los corridos de la Revolución Mexicana, que permitieron mantener viva la historia e imágenes de sus grandes líderes y generales como Francisco Villa y Emilia-no Zapata, asesinados igual que muchos de sus subalternos. Tal vez porque estos guerrilleros colombianos no tuvieron ni han tenido la visión de marchar a la toma de la capital y tampoco reconocieron en sus reclamos agrarios una transformación nacional de la propiedad. Es cierto que las llamadas Primera y Segunda Ley del Llano que buscaron, como sostiene Orlando Villanueva Martínez, “reorganizar la producción agrícola y ganadera” e implementar “co-lonias y granjas agrícolas” para el abasto de la insurgencia, y aunque cuestio-naban “la propiedad terrateniente” y establecían “un impuesto a propietarios y ganaderos para el sostenimiento de la lucha” no tuvieron el efecto esperado. Estas leyes no respondieron a los imaginarios campesinos de transformación de las relaciones de trabajo y de tenencia de la tierra (Villanueva Martínez, 2012, pp. 314-324).

Es verdad que las letras de los cantos guerrilleros colombianos, si bien son descripciones heroicas, épicas, o historias de combates y triunfos militares, no contienen los grandes elementos de la economía ni de denuncia social que con-tienen los corridos mexicanos. Son cantos dominados por la ideología liberal que al final traicionaría a estos ejércitos de campesinos guerrilleros. “La Revo-lución del Llano” nunca se propuso marchar contra la sede del poder central, tal como lo hicieron Villa y Zapata, cuyo objetivo era llegar a la Ciudad de México. Las tropas de Guadalupe Salcedo, de los hermanos Bautista y de otros

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Prólogo

combatientes desarrollaron un sentido de defensa y ataque en sus propios te-rritorios. Era un movimiento inmerso en torno a su hábitat, que no desafiaba ningún proyecto de nación, por lo cual sus canciones lucen reiterativas en sus temáticas, lucen provincianas en exceso y no logran captar la esencia de los problemas nacionales de entonces. Pero no importa, sus luchas constituyen un capítulo doloroso de la historia de Colombia que debería haber conducido a unas mejores condiciones de vida de sus combatientes.

La idea de acabar con el tirano presidente constituyó su propio fracaso, pues su derrocamiento les dejó sin fundamento político y su movilización pareció caer en el vacío, ocasión que fue aprovechada por el Gobierno y los políticos para llevarles a una desmovilización y entrega de armas, las cuales se llevaron a Cabo en Monterrey (Casanare) en 1953. Fue penoso el desfile de Guadalupe Salcedo con sus desarrapados combatientes para rendirse sin recibir nada. Des-pués líderes y combatientes fueron muriendo, víctimas de las armas del Estado.

El partido liberal que estimuló esta “revolución”, a pesar de su propia trai-ción, tampoco fue capaz de institucionalizar este gran movimiento para dar-le, por lo menos, un sentido de región y de vinculación nacional a los Llanos Orientales y a sus habitantes. Me hubiera gustado haber hecho un recorrido por los lugares donde combatió Guadalupe Salcedo; haber visto en las plazas pú-blicas de aquellos municipios grandes monumentos dedicados a estos héroes populares, defensores de la democracia colombiana; haber recorrido museos históricos y haber observado la reconstrucción de aquellos lugares, donde ellos tejieron su valor en defensa de gentes inocentes. La historia dará cuenta de que mientras estos héroes crecen en el alma popular, sus verdugos solo serán ma-teria de la contramemoria.

Otro de los rasgos de estas canciones es la descripción acerca de la respon-sabilidad del Gobierno y concretamente la de Laureano Gómez y Mariano Os-pina Pérez, presidentes de Colombia entre 1946 y 1953. Ellos usaron las fuerzas militares como instrumento de represión, la aviación en bombardeos indiscri-minados y a los “chulavitas”, una vanguardia del crimen, uniformada de poli-cía, junto a civiles con pistolas y cuchillos debajo de sus ruanas, para asesinar opositores. Es decir, estos testimonios denuncian al Partido Conservador en el Gobierno, a los militares que lo defienden y a los chulavitas como ejecutores perversos del principio de exterminio, defendido por el Estado. El teatro de la guerra está dibujado en la disputa por el control de regiones como Meta, Ca-sanare, Vichada y Arauca, en los asaltos a pueblos, y en los lugares donde se defendió la libertad y la Constitución Nacional.

Pueblos como Yopal, Maní, Rondón, Solano, Trinidad, La Victoria, Orocué, Sevilla, Aguazul, Corozal, San Luis de Nunchía, entre otros, son representa-ciones de una épica popular, al igual que lugares como Cupiagua, Mesa del

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Canciones de la guerra. La insurrección llanera cantada y declamada

Usabare, El Upía, El Turpial, Buenavista y Hato de Angosturas son imaginarios del valor de sus comandantes. El pueblo llanero recuerda que en el “Corrido de Álvaro Parra” está registrado su asesinato en Villavicencio. Otros corridos cuentan la “Muerte de Aljure”, o la de “El Capitán Aljure”, ocurrida en 1968 por acción de “la fuerza militar”. Estas canciones fueron formas “de cantar la insurrección y un mecanismo de resistencia y de popularizar el movimiento” (Villanueva Martínez, 2012, pp. 324-338).

Tal vez como rescoldo de una educación que alaba héroes más que colec-tividades, que valora más a los individuos que a las comunidades, y por los desvaríos de una sociedad que busca caudillos más que representaciones de-mocráticas, estos cantos poco cuentan acerca del alma de los guerrilleros comu-nes, de los campesinos y de los simples combatientes. Por ello, Álvaro Parra, Guadalupe Salcedo y Dúmar Aljure constituyen el fundamento de “Los tres caudillos”, primero Guadalupe, luego Álvaro y por último Dúmar, una trilogía de guerreros que encarnaron una serie de atributos que cierta tradición histo-riográfica ha llevado hasta los tiempos de la Independencia de Colombia. Ellos fueron los grandes líderes de un gran momento histórico y por ello en “Los tres valientes” se cuenta la muerte trágica de cada uno. En el fondo estas canciones revelan la fuerza de una frustración, de una región que reclama líderes capaces de darle dignidad, grandeza y desarrollo a su región. Al final las naciones son grandes si son grandes sus regiones.

Finalmente, estas letras dejan constancia del compromiso de la Iglesia con el crimen, pues “hasta los curas decían/ a la hora del sermón/ que el que matara a los rojos/ ganaba su salvación”.2 Para la gente de la época era clara la alianza de los jerarcas de la Iglesia con las políticas represivas del Estado. En fin, son canciones sobre la política cotidiana, común en estos años cuando empezaba la descomposición social y la ruptura de todos los tejidos de la familia qu, no la constituían solo padres e hijos, sino también abuelos, tíos y compadres. Todos juntos, alrededor de unas parcelas, fortalecían la cultura popular y creaban las condiciones para el desarrollo progresivo de la familia. Pero esto se diluyó en discursos y prédicas de una guerra a muerte, cuyas acciones y consecuencias están descritas de una manera simple, casi que elemental por sus actores y he-rederos.

Orlando Villanueva Martínez nos ofrece la oportunidad de conocer a la luz de estos cantos, pasajes y corridos lo que ocurrió en los Llanos Orientales en la década de los cincuenta y sesenta. Su trabajo contribuirá a pensar en otros esfuerzos como aquellos que tienen que ver con la música de la Guerra Civil Española (1936-1939), con los cantos de la Guerra del Chaco, entre Paraguay y Bolivia, y con los cantos desde la década de los setenta hasta acá que descri-

2 Véase la canción “El verdugo de Colombia”.

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Prólogo

bían los conflictos sociales y la intervención imperialista en el Tercer Mundo. No debemos olvidar otros cantos revolucionarios de Colombia ni los corridos prohibidos mexicanos que dan fe de los éxitos, luchas y fracasos de sectores informales de México, Colombia y América Latina.

Orlando Villanueva Martínez no solo ha recogido cantos y poesía, sino que ha realizado un análisis de estos. Vale la pena destacar que Guadalupe Salcedo atrajo la voz de algunos poetas colombianos. Darío Samper escribió, a propó-sito de su muerte, lo siguiente: “Tu sudario será la bandera/ del amanecer” mientras que Gonzalo Lamus dejó un epitafio para el futuro: “Si triunfador te sales de la muerte,/he de llegar al Llano para verte”. Tal vez un día todos estos poemas sean la letra de nuevos cantos y que los restos de Guadalupe que repo-san en San Pedro de Arimena atraigan todos los sueños de quienes lucharon y luchan por la equidad, la tolerancia, la justicia y la democracia.

No hay que olvidar que los héroes populares como los emperadores y gober-nantes de grandes potencias construyen los peldaños de su gloria entre el amor y la muerte. Pero lo fundamental para la historia es saber en qué medida todos estos versos y cantos humildes permiten reconocer las costumbres de una épo-ca, la estructura de poder y los motivos de una insurrección. Y, sobre todo, cómo cambiaron las relaciones estructurales entre gamonales y campesinos pobres en la región de los Llanos, como consecuencia de esta guerra de guerrillas.

Hermes Tovar Pinzón

Universidad de Los Andes, Bogotá

Bogotá, octubre 9 de 2015

“Día del Guerrillero Heroico”.

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Presentación Guadalupe aprende a tocar el tiple

y a cantar corridos que es comose cuenta la historia en los Llanos.

Eduardo Franco Isaza

La memoria Ismael Serrano. Principio de incertidumbre.

La única lucha que se pierde es la que se abandona.(Ismael Serrano)

La memoria es el margen de error del olvido. (Benjamín Prado)

“Hay gente que me achaca una obsesión enfermiza por la memoria,hay gente que me dice que miro demasiado hacia el pasado,no hay nada más terrible, no hay nada más horribleque te critiquen a tus espaldas por cosas que son absolutamente ciertas.

Pero… claro, es que por lo general nos tratan de imponer el olvido siempre los mismos,quiero decir, siempre nos dicen que olvidemos los que tienen problemas de conciencia,suelen ser los dictadores, los vencedores, los verdugos, los que dicen que hay que olvidar y que hay que reconciliarse.

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Presentación

Nos han jodido.Lo que ocurre es que el vencido, tiene memoria.No se trata de rescatar rencores, no se trata de nostalgias porque cualquier tiempo pasado, no fue mejor.Si miro hacia el pasado es porque me preocupa el futuro.Como dijo Woody Allen: “al fin y al cabo es el sitio en el que pienso pasar el resto de mis días”.Y… y por eso, reivindico la memoria.

Para crecer sin traicionarse, crecer sin convertirse en ese tipo gris y aburrido, y acomodaticio que… todos esperan que seas.Crecer recordando aquel verso de Machado:

“Hoy es siempre todavía,toda la vida es ahora,y ahora… ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimosporque ayer no lo hicimosporque mañana es tarde.Ahora”.

Las canciones y la poesía de la guerra como mecanismo de resistenciaLas canciones1 y los poemas de la guerra se convirtieron en la forma de cantar y contar la insurrección llanera, así como en un mecanismo de resistencia y de popularizar el movimiento. Tuvo la función social de motivar la lucha, politizar a la población y ser una forma de mostrar o alimentar el mito de la llamada: “indomable tenacidad del hombre llanero”, y exaltar el regionalismo y el etno-centrismo llanero (Guzmán Campos et al., 1963, p. 218; Cajamarca García, 1993, p. 35). Fue además una expresión de la ideología inherente, del conocimiento tradicional de un grupo social que se expresaba a través de ideas sencillas, no muy estructuradas, a menudo contradictorias y confusas, provenientes de su experiencia de guerra y resistencia (Rudé, 1981, p. 10). Fueron un medio de comunicación a través del cual se difundía aquellas ideas consideradas como revolucionarias. Eran una expresión de rebeldía y resistencia, brotes de subver-sión que la dirigencia liberal ignoraba y que el Gobierno consideraba “cosas de los cachiporros”. El corrido insurgente2 cumplió una función social, se convir-

1 Las llamamos canciones, porque no solamente son corridos, joropos o géneros musicales de los Llanos Orientales los que hacen alusión a la resistencia; también hacen parte pasillos, bambu-cos, torbellinos, parrandas y vallenatos correspondientes a otras regiones del país.

2 “Modalidad de canta criolla versificada que, a la manera del corrido mexicano, evoca momen-tos de la cotidianidad llanera, se denominan corridos guadalupanos a las remembranzas de la

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Canciones de la guerra. La insurrección llanera cantada y declamada

tió en la voz de los sin voz, en el periódico de los analfabetos y en el “noticie-ro” de los pueblos. Con guitarras, bandolas, bandolinas o “mata mata”, tiples, guitarros, capachos, bandolón, requintos, cuatros y maracas se narraba lo que pasaba en un asalto, una emboscada o una toma de pueblo. Se enaltecía a sus héroes y hombres caídos, y se comenzó a inscribir, con ello, en las páginas de la historia los nombres de quienes dignificarían una generación revolucionaria, insurgente y libertaria.

Uno de los tantos problemas que tuvieron que enfrentar estos músicos fue el encordado de los instrumentos. Afirma Lutier Humos que durante y después de la insurrección no contaban con los materiales para hacer sonar los instru-mentos de cuerda:

En cuanto a los cuatros nos tocaba labrar unas tablillas para la clavijas y para las cuerdas como casi era muy raro un “encuerdado” de tiple o para un cuatro tocaba […] usted no me lo va a creer… pero un viejo Alvarado, a los 99 años nos dio unas clases de cómo hacer las cuerdas. Nos tocaba matar unas culebras que se llamaban voladoras, las amarrábamos por la cabeza y por el rabo, las enterrábamos en dos cubarros3 en el río y a los ocho días íbamos y las sardinas se habían comido el resto de la culebra y estaban solamente las venas, uno las sacaba y las ponía a secar y esas eran las cuerdas de los cuatros, pues por aquí no llegaban cuerdas. (Martínez Chaparro, s. f.)

Por su parte, Daniel Pulido intérprete de bandolina, afirma que también para la elaboración de cuerdas utilizaban la tripa de gato, chigüiro o res, ya que no se contaban con las de acero.

Los corridos eran cantados y tocados dentro de los comandos y utilizados como un instrumento de socialización y difusión ideológica, ya que muchos de los insurgentes no sabían leer ni escribir.4 Afirma Gregorio Flórez, a. “Chola-gogue”, —un combatiente perteneciente al comando de Guadalupe Salcedo—, que Pedro Antonio Bocanegra, a. “Alma Llanera”, cuando se reunían en las tar-des o las noches, muchos de los integrantes del comando se ponían a versear, escribía un borrador en un cuaderno y luego le hacía los arreglos. Los que no sonaban por letra o ritmo los quitaba y les ponía otra que sonara mejor, de tal

insurrección popular nacida al calor de la lucha de los peones de sabana, vegueros e indígenas” (Corporación Colectivo de Abogados “José Alvear Restrepo”, 2000, p. 24).

3 Árbol de tierra cálida.

4 Los códigos guerrilleros eran escritos a máquina y leídos en voz alta para los que no sabían leer. Para Cristina García Navas, “Estos corridos tienen una intencionalidad retórica clara y están di-

rigidos a un destinatario al que buscan atemorizar (el enemigo) y a otro al que buscan persuadir y convencer de la justicia de la lucha (la guerrilla y la población civil llanera). De este modo, estos artefactos discursivos tienen una intención cohesiva de las fuerzas guerrilleras y también propagandística, en la medida en que busca el favor de la población civil” (2013, p. 108).

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forma que el intérprete no se complicara a la hora de cantarlo.5 Es decir que en algunos casos el corrido era una construcción colectiva y el espacio donde se desarrollaba la crítica común al sistema y la dominación política, al mismo tiempo que utilizaban el anonimato (la mayoría de las veces) como una forma de proteger sus vidas y la de sus familias. Fue una de las formas de expresar su insubordinación frente a un Gobierno y una ideología contraria a la suya que le trataban de imponer por todos los medios, ya que como afirma James Sco-tt: “Cada grupo subordinado produce, a partir de su sufrimiento, un discurso oculto que representa una crítica del poder a espaldas del dominador” (2003, pp. 19 y 20).

Los corridos insurgentes fueron una expresión parcial de esa crítica, porque la mayoría de sus letras no planteaban una ruptura de las relaciones de do-minación y jerarquización social presentadas en la sociedad llanera, sino que expresan un cuestionamiento a lo “externo” y hacen realce de su cultura, cos-tumbres e imaginario político libertario ancestral. Dichas composiciones ma-nifestaron sus aspiraciones de llegar a ser hombres reconocidos, ganaderos o hacendados; incluso en el corrido titulado La revolución del Llano, de autoría de Guadalupe Salcedo, podemos observar este anhelo:

En Casanare soy yo/ el hombre más suficiente/ que ensilla buenos caballos/ como atrevido jinete/ y fumo de lo esencial/ como mi buen cigarrete/ y gozo de buenas hembras/ y la copa de aguardiente./ Y cuando salgo a los pueblos/ me ponen buenos piquetes/ me regocijo de fortuna/ manejo buenos billetes. (Martín, 1991, p. 233)

Al respecto, Hobsbawm señala que: “Podían soñar una sociedad libre de hermanos, pero la perspectiva más obvia de un bandido revolucionario con éxito era la de convertirse en un terrateniente” (2001, p. 130).

Los corridos insurgentes llaneros en Colombia surgieron entre 1948 y 1953 a raíz de la necesidad de contar, comunicar y transmitir experiencias individuales y colectivas mediante el canto insurgente como discurso oculto. Se transmitie-ron de manera oral y escrita, de ahí la diversidad de versiones y desfiguración, y readecuaciones de los temas originales. El corrido fue producido durante y después de la insurgencia como un mecanismo para perpetuar la memoria co-lectiva de los combatientes y sus acciones.6 Al respecto, el folclorista Carlos

5 Testimonio de Gregorio Flórez, a. “Cholagogue”. Ministerio de Cultura. Corridos libertaros. Memorias de la libertad, 4. Bogotá, 2013. Pedro Antonio Bocanegra, también conocido dentro del comando de Guadalupe Salcedo como El Teniente Bocanegra, había nacido en año 1918. Interpre-taba con propiedad la bandola y el requinto.

6 “Además de tener una valor histórico, tienen un valor cultural y artístico, pues nos cuentan desde los ojos que vieron y vivieron los episodios de la revolución. Surgieron entre las filas de las personas que dejaron su vida cotidiana para luchar por un ideal de nación, a través de ellos conocemos la experiencia al interior de los ejércitos, de las personas que no ganaron ni

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Rojas Hernández afirma que “La música llanera hasta hace poco tiempo era el vehículo de transmisión de ideología más importante, incluso en la época de La Violencia”,7 y complementa el historiador Ricardo Esquivel Triana: “Tal fue el caso del corrido, porque su forma literaria permitía al llanero relatar lo que pa-saba usando su propio lenguaje, la forma más representativa del joropo” (2002, p. 76). El corrido fue la expresión del Llano en armas, hacía parte de la tradición oral, de un relato histórico que difundía las acciones guerrilleras; reafirmaba la solidaridad colectiva, criticaba al sistema político o, en términos de Foucault, “saberes sujetos” o una expresión de lo que James Scott llamó la “infrapolítica de los desvalidos. Para Esquivel, al desaparecer las guerrillas liberales llaneras en 1953, también desaparece el corrido porque:

La pacificación a partir de la propaganda oficial promovió una imagen negati-va de las guerrillas y por ende de sus corridos […] Al desaparecer el corrido se facilitó un proceso de transculturación que llevó a confundir género musical y tradición popular, al identificar el galerón como expresión llanera, como es el caso del “Galerón llanero” de Alejandro Wills que pertenece a la música de la cordillera. (Esquivel Triana, 2002, p. 77)

Sus títulos, autores y fecha de creación son, en la mayoría de los casos, im-posibles de identificar o precisar, debido a las circunstancias de su producción y porque en su origen constituyeron un discurso oculto que se fue haciendo público poco a poco. Gracias a una investigación dispendiosa se pudo tener conocimiento de algunos autores, intérpretes y títulos. Su producción estuvo a cargo, en la mayoría de los casos, de personas con algún grado de formación in-telectual, como los secretarios de comandos insurgentes y de algunos insurgen-tes y simpatizantes, como Carlos Neira Rodríguez, Guadalupe Salcedo, Pedro Antonio Bocanegra, a. “Alma Llanera”, Pedro Parales Peña, Gregorio Flórez, a. “Cholagogue”, Ernesto Siabatto, Marco Antonio Torres, Carlos Roa, Sagrario Fonseca, a. “Chapín”; del desertor del ejército, el ex cabo segundo Gabriel Ruiz Pinzón y su Joropo de la volada. Dentro de los títulos más representativos que se pudieron identificar, tenemos La muerte de Gaitán, El corrido de Vigoth (conocido también como Batallón J.B.), La revolución del Llano, El corrido del Turpial, Cuando se prendió la guerra, La entrada a Orocué (conocido también como Corrido del capitán Quintero, Al puro estilo llanero o El corrido de Quintero), El combate de Huertavieja, Campesinos de Colombia, Los refugiados, Colombia y su situación, Los tres valientes, El corrido de Álvaro Parra, Comandante Guadalupe y El capitán Aljure, entre otros. La mayoría de estas canciones fueron interpretadas y grabadas después por

perdieron, de los músicos revolucionarios que otorgaron a su arte una función más: dejar una profunda huella en la tradición histórica y musical de nuestro país”

(ver en http://www.corridos-revolucionarios.html)

7 Entrevista a Carlos Rojas. Puede verse en Esquivel Triana, R. (2002). Colonización y violencia en los Llanos, 1949-1953. Memoria y Sociedad, 6, p. 76.

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nuevos cantantes como Orlando “El Cholo” Valderrama. Arnulfo Briceño, “El Catire” Morales, Alberto Aljure, Samuel Bedoya, Víctor Espinel, a. “Gallo giro”, Lorgio Rodríguez, Gildardo Aguirre, Carlos Cordero, Pedro Flórez, Manuel Sánchez8, Darío Robayo, Gustavo Macualo Jácome, Joaquín Rico, a. “Rompe-suelo”9, Benjamín Mateus Quintero, Los Hermanos Calzada, José Ricaurte, a. “Chirivico”, Emilio Nieves, Augusto El Mono Becerra, Pedro Flórez Belisario, a. “Negativo”10 y Prudencio Flórez Belisario, a. “Pájaro Bravo”, entre otros.11

Estas canciones aparecen publicadas y cantadas con diferentes títulos, varia-ciones y recortes de sus letras; esta readaptación de las canciones de la guerra obedeció fundamentalmente a estrategias comerciales, ya que alguna de sus letras originales son “fuertes” y comprometedoras. En este sentido, podemos decir que este tipo de discurso oculto sufrió un proceso de blanqueamiento en su tránsito de conversión a un discurso público.

Los corridos y demás canciones y ritmos no fueron exclusivos de la sociedad llanera, fueron también famosos los corridos de la Revolución Mexicana.12 En Colombia otras regiones hicieron uso de este mecanismo de resistencia. En el Tolima, por ejemplo, los guerrilleros testimoniaron tocar “música de la nuestra” y confesaron que los ojos se les aguaron cuando tuvieron que arrojar los tiples al río: “los ahogamos por pura necesidad”. En muchas ocasiones les cambiaron

8 Nació en el departamento de Cundinamarca, pero se crió en Cumaral (Meta), en la vereda de Guacavía. En 1965, a los 14 años comenzó a tocar y cantar en cafés de Villavicencio (como el Café Internacional, propiedad de Carmentea, la que hiciera famosa el compositor Miguel Ángel Martín, y otros como Los auténticos, El bambuco y El rincón cuyano), de Cumaral, Granada, San Martín y Acacias. Tocaban 3x10 (tres canciones por diez pesos). Cuando llegaban a los cafés les pedían “las tres del Llano”: El corrido de Álvaro Parra, Los tres valientes y Guadalupe Salcedo, las que le hacían repetir tres o cuatro veces. Canciones que debían saber si querían trabajar en cantinas y cafés y ganarse, con ello, el sustento para sus familias.

9 Nació en Mapore en las sabanas de Arauca, su padre era de Sogamoso (Boyacá), de origen español, y su madre era de origen venezolano. Sus dos hermanos mayores pertenecieron a las guerrillas liberales del Llano. Es uno de los pocos cantantes que todavía recuerda y canta estas canciones de la guerra, las que aprendió en tertulias y parrandos. En la época de la llamada “revolución” en los Llanos tenía 11 años de edad. Rindió en el 2013 un testimonio e interpretó varias canciones para el proyecto Corridos libertarios. Memorias de la libertad 4, realizado por el Ministerio de Cultura.

10 En su honor se realiza cada año el Festival Internacional de Bandola, en Maní (Casanare).

11 Ver Gobernación del Casanare (2003). Raíces y frutos de la música llanera en Casanare. Casanare, p. 7. Ministerio de Cultura (2013). Corridos libertarios. Memorias de la libertad, 4, Bogotá. José Ricaurte a. “Chirivico” nació un 21 de diciembre en Tauramena, donde realizó sus estudios primarios. Su padre fue artista e interpretaba muchos instrumentos. Un familiar le colocó ese apodo porque era muy inquieto y molestaba mucho. Su familia fue desplazada por la violencia y a. “Chirivico” comenzó a deambular por los Llanos desempeñando oficios de leñero y caballi-cero. En los ratos libres tocaba y cantaba estas canciones. Perteneció al comando guerrillero de Guadalupe Salcedo.

12 Al respecto véase Mendoza T., V. (2001). El corrido mexicano. México, D. F.: Fondo de Cultura Económica.

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la letra a las canciones populares, que no solamente tenían ritmo de corrido, sino también bambucos, guabinas y corridos mexicanos; se les cambiaban las letras de tal forma que expresaran sus problemáticas inmediatas. La letra de la Guabina tolimense, por ejemplo, fue transformada así: “Ay, si la guabina/ canta el dolor de mi Tolima/ del Tolima soy (bis)/ soy guerrillero./ “Soy, soy, soy gue-rrillero” (Guzmán Campos, 1963, p. 219).13

Las temáticas de las canciones de la guerra fueron variadas y expresaron diferentes momentos del proceso insurgente y sus actores. A continuación, pre-sentamos algunas de estas manifestaciones.

Las elecciones de mayo de 1946 y la división del Partido Liberal llevaron a Mariano Ospina Pérez a la Presidencia de la República. Este pertenecía a la fac-ción moderada del Partido Conservador y en algunas ocasiones se mostró con-trario a la política de la “acción intrépida” de Laureano Gómez. Pese al triunfo de los conservadores, estos solo controlaban el poder ejecutivo, porque el Con-greso, las asambleas departamentales, los concejos municipales, el Consejo de Estado y el sistema judicial eran de mayoría liberal. Ospina se posesionó como Presidente de la República el 7 de agosto de 1946. En su campaña había propues-to la creación de un Gobierno de coalición, dándole el nombre de Unión Nacio-nal.14 Gracias a esta propuesta, logró la colaboración de sectores del liberalismo dándoles algunas gobernaciones y alcaldías, pero su intento de armonización duró poco. Laureano Gómez vio en la Unión Nacional bipartidista simplemente una táctica electoral, pero lo que se debía buscar era la instauración de una he-gemonía conservadora que diera por terminada la República Liberal.

Las elecciones parlamentarias del 6 de mayo fueron ganadas por el libera-lismo; el Gobierno respetó los resultados, pese a las intenciones de Laureano Gómez de desconocerlos. La ventaja fue de 153.000 votos sobre los conserva-dores. Gómez no tuvo otra salida que regresar al país y continuar sus ataques. Los liberales asumieron una posición defensiva y desde el parlamento intenta-ron conformar un “poder paralelo” para obstaculizar la labor del ejecutivo y defender los intereses del electorado liberal. Se solicitó una reforma electoral y el adelanto de las elecciones presidenciales, de tal forma que el Congreso estu-viera sesionando a la hora de la elección para garantizar, en cierta medida, el proceso. El conservatismo se opuso rotundamente. Alzate, por ejemplo, afirmó que “La guerra es inevitable. Si el liberalismo se empeña, el problema del poder no se decidirá en las urnas sino en las barricadas” (Eco Nacional, 9 de octubre de 1949, p. 4). Desde las páginas del periódico Eco Nacional pedía la realización

13 Allí se puede leer todo el texto modificado.

14 La Unión Nacional era un llamado del Gobierno conservador a la restauración del orden elitista colombiano y como un mecanismo del poder para hacerle frente a la amenaza popular (Pecaut, 2007, p. 563).

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de una “revolución nacional derechista”. Allí mismo, en grandes titulares se afirmaba que lo importante no era la paz, sino la victoria y que lo que interesa-ba no era convencer al liberalismo, sino vencerlo.15 En medio de este clima de violencia y pugnas políticas fue asesinado Jorge Eliécer Gaitán.

La muerte de Gaitán y la violencia de los gobiernos conservadores de Os-pina, Gómez y Urdaneta fueron presentadas en los corridos, como una de las principales causas del asesinato de Gaitán, de la violencia y del levantamiento insurgente en los Llanos Orientales:

Fue el día nueve de abril/ que el mundo estalló en violencia/ porque una gente asesina/ pagada con la indulgencia/ mató al poder de mi pueblo/ que iba pa’la presidencia/ don Jorge Eliécer Gaitán/ un hombre de gran potencia. […]/ Tú te fuiste Jorge Eliécer. Pero tu palabra inquieta/ ya está sembrada en la mente/ de gente de tus querencias / y te vamos a vengar/ pa’ que haya otra independencia/ que si nos quitan las manos/ nos queda la inteligencia. Ojalá que desde el cielo/ veas en la llanura inmensa/ a un jinete acompañado/ por fusil y bayoneta/ es Guadalupe Salcedo/ que desde la costa’el Meta/ viene matando chulavos/ vengando tu sangre fresca. (Gobernación del Casanare, 2003, pp. 77 y 87)

Fue viernes nueve de abril/ a la una y media de la tarde/ un miserable cobar-de/ acabo esa voz varonil/ Gaitán cayó de perfil/ con un semblante mortal/ esa sangre liberal/ que cayó en el pavimento/ y fue cubierta en el momento/ con bandera nacional.

Gaitán más no pudo hablar/ murió a las dos menos cinco/ pero nos dejó un ahínco/ de vengarlo y de triunfar/ todo el mundo quería entrar/ al cuarto don-de se hallaba/ y con lágrimas adornaba/ el cadáver del caudillo/ y doña Ampa-ro Jaramillo/ amargamente lloraba. (Montes Guerra, 10 de junio de 2009, s. p.)

Tres golpes de sangre tuvo/ el capitán de los hombres./ Lo mataron por la espalda/ con tres descargas de bronce. (Menzies, 1999, p. 9)

La venganza personal y partidista, como “ley de guerra”, constituyó otro de los detonantes de la lucha insurgente; se trataba de vengar la sangre de amigos, familiares y seres queridos.

En los poemas [y corridos] que dan cuenta de la vida de estos alzados en armas, se advierte su condición de hombres sedientos de venganza. Habían crecido en un clima de violencia, fanatismo y rencor hacia el partido contario; un odio igual de carnicero en los miembros del partido liberal que en los del partido conservador. En muchos de estos poemas y corridos —a diferencia de

15 “El doctor Gilberto Alzate Avendaño a nombre de la suprema directiva del partido, dará a éste, la orden final de entrar a combate”. Véanse las ediciones de Eco Nacional, del 17 de mayo de 1949, p. 1; 28 de junio de 1949, p. 1; 4 y 9 de octubre de 1949, p. 1.

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lo que sucede con aquellos dedicados a Guadalupe Salcedo y a Jorge Eliécer Gaitán— se advierte la falta de una asociación íntima de estos jefes guerrille-ros con su cosmos; predominando por el contrario en los versos que aluden a éstos, la denuncia y la agresión verbal. (Galeano, 1997, p. 70)

Oficiales chulavitas/ de uniformes limosneros/ entre más criaturas maten/ mueren con más desespero/ porque nosotros cobramos/ la sangre’e los com-pañeros/ aunque nos cueste la vida/ años y mucho dinero/ la muerte de Julio Zea/ les va a costar un realero/ un hombre bueno y formal/ de los mejores obreros. (“Entrada a Orocué”)

La ola de violencia se incrementó. Después de muchos tropiezos, una reforma electoral fue aprobada por la Corte Suprema de Justicia. El problema pasó a ma-yores porque en el recinto del Senado fue asesinado el representante liberal Gus-tavo “El Chato” Jiménez y herido el exministro liberal Jorge Soto del Corral.16

La población civil se movilizó y pidió la paz y el cese de la violencia. Ospina propuso una especie de “frente nacional”: la alternación anual de la Presidencia entre 1950 y 1954, y que en este lapso se realizara la revisión de las cédulas. Car-los Lleras Restrepo estuvo de acuerdo, pero Alfonso López Pumarejo se opuso por considerarla una dictadura pactada.

Mientras se daba este debate, muchos liberales fueron asesinados en las ciu-dades a manos de bandas de “pájaros”. No fueron respetadas las casas de los dirigentes liberales y conservadores, ni los directorios municipales. La elección presidencial comenzó a cuestionarse y se pidió su aplazamiento por falta de garantías. La situación terminó con el retiro de la candidatura de Darío Echan-día y con la declaración de que no reconocían el triunfo conservador porque estaba manchado de sangre, y por la coacción de las Fuerzas Armadas. Desde el Congreso intentaron deponer a Ospina a través de un juicio por su incom-petencia para preservar el orden público. La respuesta del presidente, quien se enteró antes, fue el cierre del Congreso, de las asambleas departamentales y un decreto de Estado de sitio. Los gobernadores fueron facultados para controlar el orden público,17 se modificó el sistema de votación de la Corte Suprema de

16 Había sido concejal y alcalde de Bogotá, senador y representante, ministro de Hacienda, can-ciller y embajador en Francia. A raíz de estos hechos quedó en silla de ruedas, como producto de una trombosis, lo que le hizo perder sus facultades mentales. Después de una agonía de seis años murió en Bogotá el 8 de junio de 1955. Archivo General de la Nación, Ministerio de Relaciones Exteriores. Diplomática y consular (transferencia), caja 817, carpeta 126, folio 122.

17 Además de otras disposiciones, se establecieron “Poderes extraordinarios para los goberna-dores, que los convertían en ‘pequeños dictadores’, portadores de la voluntad del gobierno au-toritario de la capital; mientras continuara el Estado de sitio, los gobernadores actuarían como agentes del Ejecutivo central; podían tomar todas las medidas necesarias para el mantenimien-to del orden público y estaban autorizados para crear puestos, hacer nombramientos, destituir empleados, apropiar fondos públicos y desempeñar cualquier acto necesario para efectuar es-tas funciones, sin atenerse a las órdenes existentes”. (Fluharty, 1981).

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Justicia, se censuró a la prensa, se controló el sistema de comunicaciones y se estableció el toque de queda. Fue una especie de autogolpe de Estado.

El liberalismo respondió legalmente con la convocatoria a un paro nacional que debería llevarse a cabo el 25 de noviembre de 1949, y que debía mantenerse hasta que el Gobierno cayera, pero clandestinamente se estaba planeando un golpe de Estado,18 el cual fracasó. La represión no se hizo esperar: algunos co-merciantes e industriales que apoyaron la propuesta fueron amenazados con la cancelación de los cupos de importación, y a los que no participaran el Go-bierno les prometió la ampliación de los cupos y expedición de licencias de im-portación. Muchos de los dirigentes liberales que promovieron el paro fueron detenidos. El paro fue un fracaso.

El 23 de junio de 1951 se realizó una nueva convención liberal en el Teatro Imperio de Bogotá. La Dirección Nacional Liberal (DNL) quedó conformada por los expresidentes Alfonso López Pumarejo, Eduardo Santos y el dirigente liberal Carlos Lleras Restrepo. El objetivo fundamental era modificar la direc-ción del partido y la revisión de su línea política. Se propuso dejar la dirección en manos de una sola persona, propuesta que fue rechazada por la dirigencia oficialista del partido.

En su discurso de cuatro horas y media, Carlos Lleras Restrepo culpó de la violencia originada a partir de las elecciones de 1947 a los conservadores, así como de ser los causantes de la ruptura de la Unión Nacional. Insinuó que los liberales podían colaborar con el Gobierno de Laureano Gómez Castro, siempre y cuando este levantara las restricciones civiles. Los conservadores replicaron a través del periódico El Siglo, y lo acusaron de incitar a la rebelión contra la autoridad, de pedir permiso al liberalismo para conspirar y de haber ordenado la oposición a la concordia nacional (El Siglo, 25 de junio de 1951, p. 4).

En este contexto, Alfonso López Pumarejo viajó a los Llanos Orientales y rindió un informe sobre la situación social y de orden público en esa región, el cual fue rechazado por el presidente Mariano Ospina Pérez y algunos compa-ñeros de su partido. Seguidamente vinieron los ataques a los diarios El Tiempo y El Espectador, y la quema de las casas de López Pumarejo y Lleras Restrepo. Esta fue una forma de advertencia del gobierno hacia la dirigencia liberal para decirles que la lucha era en serio y que no aceptaría provocaciones como las que

18 El periódico conservador Eco Nacional, fundado por Alzate Avendaño, denunciaba este hecho en los siguientes términos: “La policía del 9 de abril adelanta los preparativos para un nuevo golpe a Ospina. Mientras Echandía asiste a reuniones secretas de conspiradores liberales, más de mil ex polizontes nueveabrileños reciben órdenes en las gradas del Teatro Gloria. ‘Viva la guerra’, ‘Viva la Jega’, es el grito de combate”. Señalaban que en él también estaban implicados el oficial del ejército José Phillis y los ex capitanes Sanmiguel París y Colmenares del Castillo. Eco Nacional, Bogotá, 1 de mayo de 1949, pp. 1-8.

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venía haciendo Lleras Restrepo, quien el 28 de octubre de 1949 había afirmado lo siguiente en el Senado:

Estamos inermes, no tenemos las armas que el sagrado derecho de la insurrec-ción contra la injusticia nos autoriza a empuñar; pero nos erguimos frente a la iniquidad para negarle una y otra vez nuestro asentimiento al resultado de sus hazañas. Aquí estamos listos y firmes pasa sostener hasta la muerte nues-tra protesta contra la iniquidad. Liberales de Colombia: ¡que no nos vacile el corazón en el pecho; no vayáis a cejar en la lucha porque dejáis de ser libres! (Lleras Restrepo, 1997, pp. 223 y 224)

Pero el corazón le vaciló a la dirigencia liberal, la cual salió corriendo al exilio, y dejó así a la DNL en manos de las juventudes liberales.

En medio de este ambiente, el 27 de noviembre de 1949, Laureano Gómez Castro, candidato único, fue elegido presidente de la República y de esta mane-ra le dio continuidad a la dictadura civil iniciada por Mariano Ospina Pérez, el cual asumió el cargo el 7 de agosto de 1950.

Laureano Gómez Castro inició su mandato en medio de una profunda crisis institucional. Emprendió una serie de medidas que condujeron a la formación de un Estado corporativo al estilo español, que conocía muy bien. Así mismo, propuso una reforma constitucional en la que se buscaba la preeminencia del ejecutivo sobre el legislativo, eliminación de las libertades públicas y limitación del sufragio. Se incrementaron los planes de seguridad nacional y el concepto de enemigo interior. Laureano Gómez Castro tuvo que abandonar el poder por-que un ataque cardíaco lo puso al borde de la muerte. Después de un malaba-rismo político-jurídico y de la manipulación del presidente, Roberto Urdaneta Arbeláez fue encargado de la presidencia el 5 de noviembre de 1951, pero sin libertad de acción, ya que Laureano Gómez seguía detrás del poder (Guzmán Campos, 1968, p. 137).

Laureano Gómez Castro fue identificado en los corridos insurgentes como uno de los principales enemigos políticos y el causante principal de todos los males de los llaneros; fue visto como un tirano asesino, cobarde, como un traidor a la patria, como un enemigo del campesino llanero y se maldijo su existencia:

Maldita sea la partera/ que le dio vida a Laureano/ más vale se hubiera puesto/ a arar tierra con la mano,/ no sabe la pobre madre/ a cuanto pueblo ha dañado/ antes no llegó a matarla/ ese perverso tirano,/ maldita la hora y segundo/ en que al mundo fue botado/ dejando con sangre roja/ esos puñales manchados/ color que le enfada tanto/ y con él fue alimentado.19

19 “Golpe tirano”. “Laureano Gómez se erige como el símbolo en el que se concentran todos los atributos del poder político conservador —hay que tener en cuenta que fue durante su manda-to que se consolidaron y unificaron las guerrillas y llevaron a cabo sus acciones militares más representativas, y también durante el que hubo una represión más fuerte— En efecto, este tiene

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Los patriotas luchadores/ ni se rinden ni se entregan/ porque la ley de amis-tad/ a esos pobres se la niegan/ la justicia tá’ muy lejos/ pero muy temprano llega,/ porque Laureano se cae/ a las malas o a las buenas,/ mírenme a Laurea-no Gómez/ ya dejó su escondedera/ salió de la presidencia/ como vieja limos-nera. […]

[…] cayó Laureano de veras/ ese asesino traidor/ `taba convertido en fiera/ dejando a Colombia herida/ y los bancos sin moneda,/ el hombre cuando no piensa/ desprecia hasta su bandera/ por eso es que los gomistas/ hoy en día se desesperan/ en ver la ausencia del padre/ para otra tierra extranjera/ y quedando en condiciones/ de burra galapaguera. (Gobernación de Casanare, 2003, p. 85)

Con valentía de llanero/ va mi protesta y mi agravio/ contra el gobierno opre-sor/ y el sistema de Laureano/ que desde la capital/ quiere acabar con el Llano/ ellos atacan con bombas/ con fusiles y aeroplanos/ nosotros con bayoneta/ y revólver en la mano/ damos frente al chulavita/ que es un cobarde y tirano/ si ellos nos matan a cinco/ nosotros veinte matamos. (Valderrama, 1985, s.p.) 20

A la Iglesia católica y a sus sacerdotes, la insurgencia —que surgió en los Llanos Orientales, a raíz de la oleada de violencia que azotaba el país y agravada por el asesinato de Gaitán y la llegada al poder de los conservadores—, los veían como enemigos por su alianza con el Gobierno conservador; los acusaron de ser auxiliadores del Gobierno, de sus fuerzas represivas y de ponerse en contra del pueblo. En este aspecto eran ya famosas las pastorales de monseñor Miguel Án-gel Builes. Con la caída de la hegemonía conservadora y la llegada al poder del “salvador de la patria”, general Gustavo Rojas Pinilla, la Iglesia comenzó a per-der juego político. Ahora la jerarquía eclesiástica se manifestaba de nuevo abier-tamente enemiga de los que estaban con el ahora dictador Gustavo Rojas Pinilla. Los sacerdotes clamaban desde sus templos que terminara el régimen oprobioso del general e incitaban a sus fieles que cerraran filas contra la dictadura:

Ante las fogosas incitaciones del clérigo las multitudes a la salida de los ofi-cios religiosos gritaban: ‘¡Cristo sí, Rojas no!’. Rojas Pinilla no se detuvo ante los hábitos y las iglesias y ordenó dar un castigo ejemplar a aquel sacerdote que osó desafiarlo. Así, durante una celebración religiosa a la que asistían las más encumbradas damas y caballeros de la aristocracia bogotana, la iglesia fue atacada con bombas lacrimógenas, y los concurrentes al acto litúrgico fueron bañados con chorros de tinta roja. El párroco Severo Velásquez elevó sus maldi-ciones al cielo: ‘Maldición sobre el tirano, maldición sobre el hombre que ha lle-vado a la Iglesia a esta situación’. Definidamente qué tiempos aquellos en que hasta las jerarquías eclesiásticas eran subversivas. (Vega Cantor, 1989, p. 290)

todos los atributos negativos del otro conservador: sedicioso, cruel, inmisericorde y malvado” (García Navas, 2013 p. 117).

20 Anónimo.

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Canciones de la guerra. La insurrección llanera cantada y declamada

Durante la insurrección algunos templos fueron atacados por los insurgentes; aunque no hay que perder de vista que algunos sacerdotes protestantes como Edmund Farrel Outhouse Miller y su esposa, Nohemí Kopp, colaboraron y fue-ron auxiliadores de ellos (Villanueva Martínez, 2010, pp. 255 y ss.).

Subió don Laureano Gómez/ más hambria’o que una caimana/ con un régimen absurdo/ de la religión pagana,/ protegiendo al de corbata,/ matando al hom-bre de ruana,/ los curas fueron culpables/ de aquella miseria humana,/ porque cargaban las armas/ debajo de las sotanas,/ decían que los liberales/ éramos una plaga;/ y así se formó la guerra/ con los que no deben nada.21

Las canciones de la guerra tuvieron como función exaltar las acciones heroicas de sus comandantes y acciones intrépidas como la toma de pueblos, cuarteles militares, emboscadas a convoyes, voladuras de puentes y carreteras. Estas con-tribuyeron a la construcción de los mitos guerrilleros, fundamentalmente el de Guadalupe Salcedo. Esta magnificación de los líderes insurgentes con atributos de fuerza, habilidades y valor se convirtió en un mecanismo para exaltar la moral y el ánimo de los campesinos que resistían y combatían al invasor contrario a su partido político. Esta prosa de la insurgencia se hallaba mediatizada por elemen-tos religiosos y deseos de venganza de la población que veía en el comandante guerrillero un ejecutor potencial de justicia retaliadora. Para Juan Carlos Galeano:

Durante la Violencia y aún después de ésta, los poetas construyen sus motivos temáticos a partir del líder político, quien con su carisma había logrado mo-vilizar la población a nivel nacional, como sucedió con Jorge Eliécer Gaitán; y alrededor de la persona del líder local, generalmente un campesino de la co-munidad, cuya valentía y dinamismo en la lucha le elevan de caudillo regional a héroe nacional, tal es el caso de José Guadalupe Salcedo Unda, Dumar Aljure Moncaleano y otros. El arraigo de esta mitología de héroes es parte de aquella necesidad que, según Jung, tiene la naturaleza humana de buscar aliento en imágenes heroicas, que conllevan en metáforas de valor y fortaleza un antí-doto contra la impotencia de los artefactos. Estos héroes y líderes trascienden a través de sus actos; sobresalen por sus dotes y todos los reconocen como hombres superiores a los otros (1997, pp. 50 y 51):

Joropo siempre joropo de los Llanos resistentes/ de los que nacen y mueren por defendé al inocente/ llanero conocedor de la soga y canalete/ aunque tuvo poco

21 “El corrí’o del Turpial”. Para Cristina García Navas “[…] puede decirse que dentro del imagi-nario construido en estos corridos tienen un valor privilegiados los principios y los símbolos de la religión católica, pero hay una toma de distancia con respecto a la Iglesia como institución en el país. En efecto, se hace referencia a la intromisión de una voluntad divina –relacionada con el destino y la justicia- en el decurso de la guerra, en favor del bando revolucionario de manera que, nuevamente, estos corridos subvierten el pensamiento oficial sobre el poder, en este caso, religioso, planteando que aunque aparentemente la Iglesia Católica y su aliado, el Partido Con-servador, serían aquellos a quienes favorecería la divinidad , el bando guerrillero es el que está verdaderamente del lado de Dios y de sus principios” (García Navas, 2013, p. 119).

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Presentación

estudio era un hombre inteligente/ se levantó en la llanura y preparó bien su gente/ andaban bien remontaos, armados hasta los dientes/ llaneros casanare-ños eran más que suficientes/ para sostener la lucha en los Llanos del Oriente/ la revolución del Llano aquí la tienen presente/ se compone de mil hombres, un capitán, un teniente/ doctores en medicina los consigue urgentemente/ ya tenía sus muchachos y todos muy excelentes/ era un hombre malicioso, muy táctico y eminente/ certero en la puntería, siempre pegaba en la frente.

Él nunca se arrinconaba si el enemigo era fuerte/ y jugaba con las tropas que fueron a hacerle frente/ cambiadas del uniforme pa’meterles el paquete/ pero cuando fue el combate se les arriscó el copete/ vayan a estudiar primero, les decía muy sonriente/ y se devuelven con ropas interiores solamente/ y díganle allá a Laureano que se nombró presidente/ que le rezamos a Dios pa’que la guerra reviente/ y así peliá pecho a pecho y no matar inocentes/ de las lu-chas no les hablo, de todas hay suficiente/ de cómo y dónde pelió y cuándo encontró la muerte/ después que entregó las armas y la paz se hizo presente/ lo tiraron a balazos lo asesinaron vilmente/ ¡Ay Guadalupe Salcedo el Llano lucha tu muerte! (Morales, 1992, p. 71)

Gracias a mi Dios bendito/ que había una carta guardada/ y el Guadalupe a los Llanos alertaba/ que hay que matar a los godos/ porque el Llano se engusana. (Gobernación del Casanare, 2003, pp. 81 y 82)22

Guadalupe los equipa/ con fusil y cartuchera/ para peliar pecho a pecho/ y de-fender la bandera./ Guadalupe tenía un sabio/ hablaba de cielo a tierra/ sabía las ciencias ocultas/ como un buen mago de veras,/ de la montaña de Cuiva/ vino a la tierra llanera/ a darse cuenta del Llano/ por qué era que estaba en guerra.23

¡Viva Dios, viva la Virgen,/ Ave María, Jesús Credo/ y viva el Terror del Llano/ don Guadalupe Salcedo!24

Vamos, muchachos, vamos a cantar/ con la voz de nuestro pecho/ que Giral-do, el capitán,/ demostró ya su valor/ con sus valientes armados/ recobrando nuestro honor. (Molano, 206, p. 133)

La insurgencia también tuvo sus mártires como Eliseo Velásquez, Jesús “Chu-cho” Solano, los hermanos Bautista, Alberto Hoyos, Álvaro Parra, José Alvíar Restrepo, Guadalupe Salcedo y Dumar Aljure Moncaleano. Estas muertes he-roicas producto del combate o de las traiciones también fueron objeto de estos corridos, en los que se resaltaron sus hazañas, virtudes y valentía:

Es un fracaso llanero/ el que les vengo contar./ Cayó el capitán Aljure,/ por la fuerza militar./ En el Rincón de Bolívar,/ cerca de Puerto Limón./ Lo acribi-

22 “El corrí’o del Turpial”.

23 “Colombia es la patria mía”.

24 “El corrí’o de Vigoth”.

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Canciones de la guerra. La insurrección llanera cantada y declamada

llaron a tiros,/ por defender la región./ Serían las cinco de la tarde,/ un jueves cuatro de abril./ Con metrallas y cañones,/ allí lo vieron morir./ La llanura está de luto,/ porque ha desaparecido./ Aquel caudillo llanero,/ de recuer-dos tan queridos./ Siempre termina muriendo/ quien defiende un ideal./ Es difícil entenderlo, /pero es una realidad./ Así terminó la historia/ El valiente capitán./ Por defender a su pueblo,/ la vida se hizo quitar. (Ministerio de Cultura, 2013)

Ya cayeron los hombres/ más valientes del Llano,/ y todos los llaneros/ en si-lencio lloramos./ Eran hombres valientes/ no hay nadie quien lo dude,/ como era Álvaro Parra,/ Guadalupe y Aljure. (Ministerio de Cultura, 2013)

El diez y ocho de diciembre/ emboscaron a Manuel,/ Tulio en Colombia su siembre/ virtud floreció con él./ Murió en rancho de Esperanza,/ lo mataron los cuatreros/ por hazañas las venganzas/ del gobierno con llaneros.

Lo mataron de un balazo/ le volaron la quijada,/ dio la orden un hombrazo,/ hoy su vida está humillada.

Pablo murió en Gurubita/ lo mataron ya dormido,/ esa fue gloria bendita/ de Laurentino vendido […]. (Neira, 1989)

Militares no pudieron/ con los llaneros altivos,/ todo en la guerra perdieron/ los oficiales más vivos. (Neira, 1989, p. 53)

La insurrección llanera no fue ajena a las traiciones, tanto internas como ex-ternas: Eliseo Velásquez, Eduardo Franco Isaza, Jesús Feliciano, Laurentino Rodríguez y José Vigoth fueron vistos como traidores y así lo dejaron consig-nado en varios corridos y testimonios orales. En el caso de Eduardo Franco Isaza fue necesario que un grupo de excombatientes se reunieran y firmaran una declaración para tratar de limpiar su nombre con relación a estos rumores de traición:

Finalmente, queremos dejar muy claramente establecido, que por conven-cimiento personal y por información que no puede ser puesta en duda, nos consta que Eduardo Franco Isaza, Rafael Sandoval y sus compañeros de ar-mas, no realizaron en ningún momento negociaciones que pudieran redundar en beneficio personal o que les permitiera enriquecerse con dineros destinados a la lucha armada. Es más, nos consta que las mismas negociaciones que ha-bían sido iniciadas con destino a la lucha de liberación, no se llevaron a cabo en ningún momento y fueron canceladas después del trece de junio en que terminaron las causas que nos habían precipitado a la lucha.25

25 “Declaración de jefes ex combatientes del movimiento de Liberación de los Llanos Orientales”. Bogotá, 13 de octubre de 1953 (archivo personal de Alfredo Tovar). Para Cristina García Navas “[…] estos enemigos son representados de la misma forma que el enemigo de guerra conservador, es decir, como traidores, mentirosos y asesinos de inocentes, a lo que se suma su condición de

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Presentación

Esta declaración fue firmada por Guadalupe Salcedo, Eduardo Fonseca Galán, Víctor Agudelo, Berardo “El Tuerto” Giraldo, Luis Alejandro Chaparro y Hum-berto Paredes. Se adhirieron a ella el comandante de las guerrillas del Magdale-na y Santander del Sur, Rafael Rangel Gómez y el comandante de la región del Tequendama, Tiberio Bazurto.

En las canciones de la guerra se registraron esas traiciones en los siguien-tes versos:

Velásquez sí fue el culpable/ de este Llano fracasado/ porque robó a la región/ y dejó el pueblo engañado/ este señor fue la causa/ de haber tanto complicado/ se asiló en el extranjero/ y quedó desprestigiado/ si algún día vuelve a Colom-bia/ debe ser apresado/ porque fue un delito grave/ el habernos traicionado. (Gobernación de Casanare, 2003, p. 6)26

[…] que del otro lado han llegado/ fingiendo estar con nosotros/ a inocentes han matado/ así como lo hizo Franco/ en Támara y Guanapalo/ que asesinó y se marchó/ pa’llanos venezolanos. (Rojas Rodríguez, 1990, p. 46)

Los dos azotes del Llano/ de Colombia y su destino/ socio Jesús Feliciano/ con el Cojo Laurentino./ Planearon para su amaño/ ser de guerrillas artistas/ pro-mesas plata y engaño/ matando a los Bautista. (Neira, 1989, p. 73)

Hoy el premio a los traidores/ que matan cobardemente,/ del desprecio acree-dores/ a horror dolor doliente./ Pablo trajo a Laurentino/ miserable y pordiose-ro/ a mancharle su destino/ Cojo audaz y traicionero. (Neira, 1989, p. 77)

[…] hombre de mucha bravura/ por su coraje y su fama,/ las veces que lo miré/ un corcel negro montaba,/ cargando su colt al cinto/ y bandolera ter-ciada,/ lo mataron fue a traición/ cuando a Bogotá pasiaba,/ cuando iba a una invitación/ que el gobierno le brindaba,/ llevando por compañero/ al fulano Bruno Aldana/ y ahí fueron cuando a los dos/ los rellenaron a bala,/ porque esa si era una trampa/ que le tenían bien planeada. (Gobernación del Casanare, 2003, 35)27

Pero la traición no solamente rondó a la insurgencia llanera; las Fuerzas Militares también tuvieron traidores dentro de sus filas, los cuales se convirtieron en auxi-liadores y proveedores de la guerrilla, algunos por convicción y otros por dinero:

exiliados que se menciona [en los corridos y poemas] para caracterizarlos como cobardes que huyen” (2013, p. 1).

26 “Golpe tirano”.

27 Juan Crisóstomo Vergara, “Corrí’o”. Vergara fue víctima de la violencia en los Llanos, mataron a su familia. Se dedicó a trabajar en los hatos, a la vez que componía e interpretaba sus com-posiciones que eran producto de sus vivencias en la insurrección.

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Canciones de la guerra. La insurrección llanera cantada y declamada

Tenientes Mora y Herrera/ con el sargento Becerra/ traición a la guerra era/ hacían amor a la guerra./ Vendían sal y provisiones/ para guerrilla del Guavio/ para callar todo labio/ también calmar las pasiones.

Por eso guerrilla a Gaceno/ jamás la quiso atacar,/ era la fuente lo ameno/ para poder negociar. (Neira, 1989, p. 62)

Al igual que la Revolución Mexicana, la insurrección llanera también cantó sus gestas heroicas; las tomas de pueblos y acciones militares más importantes fue-ron objeto de poemas y corridos, como un mecanismo de alentar a los comba-tientes y amedrantar al enemigo. Según Cristina García Navas:

[…] estos corridos son contados desde el punto de vista de narradores guerri-lleros o simpatizantes con la causa guerrillera, lo que implica que haya en ellos una clara toma de partido por el bando guerrillero. En este sentido, la visión que se tiene de los hechos y de los personajes está parcializada y es narrada desde un solo lado. De hecho, la función propagandística del corrido revolu-cionario guadalupano tiene que ver con su intento, por un lado, de atemorizar y amenazar al enemigo, al que se denigra y, por otro lado, de encontrar apoyo en el pueblo e incitarlo a unirse a la Revolución, a la guerrilla a la que se enal-tece. Se busca llevar al auditorio a compartir la propia visión de los hechos y apoyar la causa defendida y las acciones del grupo heroizado. Así, como buen artefacto propagandístico, el corrido revolucionario guadalupano hace des-cargas, acusaciones y justificaciones a la causa y busca persuadir y convencer a su auditorio, no sólo para que apoye moralmente la causa defendida, sino para que tome acciones concretas en pro de ésta. Es por esto que estos corridos están construidos, por un lado, a partir de recursos y estructuras argumentati-vos y, por otro lado, de sutiles mecanismos discursivos y estéticos de persua-sión propios de la épica.28

En la dinámica de la guerra casi épica desarrollada en los Llanos Orienta-les colombianos, los hermanos Bautista, Dumar Aljure Moncaleano, Eduardo Franco Isaza29 y Eulogio Fonseca Galán atacaron el puesto de policía de Se-villa (Boyacá). Las retaliaciones no se dejaron esperar. La policía y el ejército saquearon, incendiaron y robaron las poblaciones de Betel (Monterrey), Ca-

28 Cristina García Navas hace referencia “al enaltecimiento de la acción bélica de un grupo, la caracterización de algunos de sus líderes como héroes y la búsqueda de identificación del público con sus acciones y motivaciones. Estos mecanismos de persuasión permiten que el público se identifique con el bando enaltecido y con sus triunfos y se distancie del grupo pre-sentado como enemigo hasta el punto de llegar a alegrarse por su derrota, que implica casi siempre, en un enfrentamiento bélico, la muerte del contrincante, a ver esta derrota como una victoria” (García Navas, 2013, p. 106).

29 Franco Isaza no dirigía ningún grupo militarmente; su trabajo consistía en viajar por el Lla-no redactando manifiestos y coordinando las acciones de los diferentes comandos, era una especie de “guerrillero volante”. Era considerado “Jefe intelectual de la revolución”; además, viajaba por el Llano acompañado de dos hombres, redactaba manifiestos, lanzaba proclamas y organizaba a la población civil (Villar Borda, 1953, p. 9).

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Presentación

ñogrande, Iguaro y Tauramena. En respuesta a estas acciones, los Bautista asaltaron el cuartel del ejército de Betel y se tomaron las poblaciones de Santa Teresa (marzo de 1950) y Chámeza (junio de 1950) con vivas al Partido Libe-ral y a la “revolución” de Eliseo Velásquez; el ejército contraatacó e invadió Tauramena, El Secreto y Barranca de Upía, donde presumiblemente se encon-traban las bases de apoyo de los Bautista. El objetivo de Tulio Bautista fue, según el guerrillero Alfonso Umar Carreño, conseguir las armas suficientes para armase bien, tomarse a Bogotá por la fuerza y matar al presidente. “Yo oía decir que en el Tolima, en Antioquia, en Santander y en otras regiones del país existían también cuadrillas de las mismas clases y con el mismo fin: el de derrocar al gobierno”.30 Existían correos humanos que buscaban contactos con otras guerrillas para librar una lucha conjunta; se buscaba romper las fronteras y limitaciones de una lucha aislada (Alape, 1965, p. 30). 1952 fue el año dorado de la insurrección, como lo demuestran los siguientes hechos: el 18 de junio de 1952, Guadalupe Salcedo y sus hombres atacaron el puesto militar de Orocué, puesto clave en el abastecimiento de las demás guarniciones mili-tares del Llano. El asalto dio como resultado 17 muertos; la guerrilla no sufrió bajas. La emboscada de El Turpial fue sin duda el hecho simbólico más impor-tante de la insurrección llanera. El 12 de julio de 1952 en Pivijay, un sitio cerca a El Turpial, el ejército sufrió su máxima derrota en esta lucha: 96 soldados cayeron víctimas de las balas guerrilleras, 3 desertan se unen a las guerrillas y uno fue dejado en libertad para que llevara la noticia a sus superiores.31

Los hermanos Bautista/ en los llanos y cordilleras/ fueron del combate artis-tas,/ la emboscada a sus maneras.

Morían godos sin honores/ en el pueblo de Horizontes,/ el barahuste hizo flo-res/ y se poblaron los montes.

Atacaron a Medina,/ a la Mesa y al Engaño,/ a Páez en la cumbre andina/ al ejército fue el daño.32

“[…] Y en el sitio’el Turpial/ sangre era la que chorriaba,/ noventa y ocho fu-siles/ con equipos y cananas,/ fueron los que le quitaron/ a la maldita chulada (Gobernación del Casanare, 2003, p. 82)”.33

30 “Proceso de Monterrey”. Expediente No 1083, cuaderno 5, 21 de junio de 1950, folio 192.

31 Un relato pormenorizado de este hecho, por parte de insurgentes, se puede consultar en “Los bandoleros no combatían: asesinaban en emboscadas” (6 de octubre de 1953). Diario de Colom-bia, pp. 1-8.

32 Ver “Los bandoleros no combatían: asesinaban en emboscadas” (6 de octubre de 1953, p. 46).

33 “El corrí’o del Turpial”.

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Canciones de la guerra. La insurrección llanera cantada y declamada

Ay como un rayo apareció/ mi capitán con su gente/ mentando al fuerte grito/ soy Guadalupe Salcedo/ a defenderse hijueputas/ si son hombres verdaderos/ porque hoy van a recibir/ algo que no merecieron/ la muerte con dignidad/ a manos de un guerrillero. (Cajamarca García, 1993, s.p.)

Con fusiles y morteros/ las piezas y munición/ se armaron ya cien llaneros/ triunfa la revolución. (Neira, 1989, p. 46)

La solidaridad colectiva se expresó en la ayuda mutua y en el auxilio a los com-batientes y a la población desvalida a través del refugio, el aprovisionamiento de víveres y la protección de sus vidas. Los comandos guerrilleros fueron la forma organizativa, o la estrategia colectiva de defesa comunitaria, donde se materializó la solidaridad y la resistencia de la insurgencia llanera. Eduardo Franco Isaza nos presenta este proceso de afianzamiento de la solidaridad y sus implicaciones de la siguiente manera:

El pueblo, a gusto o disgusto, bien o mal, lentamente se fue solidarizando con estos fugitivos descamisados que a veces se aventuraban por territorios desco-nocidos del clan familiar. Cada hombre que se apartaba de su costa resultaba un forastero en la de enfrente. Tan pequeñas eran entonces las mentalidades, que luego, con el correr de la lucha, se dilataron y el horizonte espiritual se preparó para la gran unidad llanera a través de las guerrillas. En principio el pueblo al referirse a los combatientes decía: “los de la revolución” —como una entidad ajena—. Después dijo: “los nuestros”, así fueran de Arauca o San Martín, Meta o la cordillera. Cuando el pueblo se expresó así, era porque todos tenían conciencia de su lucha. Todos eran combatientes. Tan combatiente el hombre del fusil, como la mujer cocinando un puñado de arroz o el muchacho sembrando unos palos de yuca. Producir cualquier cosa es ser combatiente. Buen guerrillero el que gana y reparte su ración. Cuando el pueblo dijo: “nues-tra gente”, la dictadura tembló. (Franco Isaza, 1976, p. 137)34

Esta solidaridad también se expresó en que algunos insurgentes “vivían” en ca-sas o fincas de campesinos donde eran protegidos y auxiliados por algún tiem-po; se prestaban los potreros para que pastara el “ganado de la insurgencia”, sus hierros para que lo remarcaran y las cabalgaduras para que las utilizaran. Fundaciones, hatos y poblados fueron espacios donde era puesto en práctica lo que los campesinos llaneros llamaron el “silencio profundo”.35 Estas prácticas fueron catalogadas por los militares como de encubrimiento y se quejaban de lo perjudiciales que eran para el desarrollo de sus acciones contra la insurgencia.

34 “En el Llano todo mundo colabora con los bandoleros, negándole cualquier información al ejército”. “Proceso de Monterey”. Expediente No 1083, cuaderno 5, 21 de junio de 1950, folio 101.

35 Juzgado Segundo Superior de Sogamoso. Sumario No 364, contra Gabriel Monraz, cuaderno No

1, 25 de marzo de 1951, folio 35.

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Presentación

El cabo primero del Ejército, Salatiel Parra, puso de manifiesto esta situación en la siguiente declaración al juez 87 de instrucción criminal:

Ocurre que el perjuicio ocasionado por los encubridores en los Llanos quienes vienen sirviendo como estafetas, tal es el caso de ese señor —se refiere a Aure-liano Juya Arguello— ellos les dan de comer a los revolucionarios, se van para el pueblo, hablan de la situación en que están las tropas, se montan en un caba-llo y como saben en dónde están los revolucionarios allá van y les dan cuenta de todos los hechos y situación de las mismas. Si el ejército llega a preguntar si pasaron los revolucionarios, esa gente le contesta a uno: No señor, por aquí pasaron pero hace como unos cinco días, aun cuando tengan conocimiento que están por ahí cerca o se hayan acabado de ir de esa casa.36

Algunos hatos, como el de Miguel Melgarejo, fueron convertidos en cuarteles: en el sumario sobre los sucesos de Monterrey se registró la siguiente opinión del juez Alejo Trujillo Sánchez: “La colaboración prestada por este señor fue de las primeras más valiosas en su género. Pasado el ataque a Puerto López era ne-cesario seguir asesinado más policías para recoger armamento, y esto fue lo que facilitó Miguel Melgarejo cuando se trató de asaltar a Sevilla. Voluntariamente consintió que su casa se convirtiera en una especie de cuartel de los bandoleros, donde él les suministraba alimentación, mercancías, bestias y baquianos”.37

En un comienzo sus acciones fueron defensivas y reactivas, pero estas se fueron haciendo más estructuradas, sistemáticas y con objetivos concretos. En los comandos, que tuvieron una composición mixta ya que a ellos pertenecieron la gente en armas y la población civil (labriegos, ancianos, mujeres y niños), se fue poniendo en práctica una solidaridad popular colectiva, familiar y comunitaria contra una agresión externa. Solidaridad entendida no como independencia o ausencia de conflictos, sino como la capacidad de sobrevivir a la agresión y a los conflictos, y a sobreponerse a ellos a través de mecanismos de resistencia y el recurso a la violencia colectiva y selectiva.

Sin embargo, estos espacios de solidaridad colectiva, resistencia y de ejercicio del poder insurgente no estaban exentos de contradicciones y conflictos internos. Siguiendo a James Scott, podemos afirmar que esta “solidaridad entre subordina-dos, si se logra, se debe paradójicamente sólo a cierto grado de conflicto. Algunas

36 “Proceso de Monterrey”. Expediente No 2029, cuaderno 1A, 15 de enero de 1951, folio 14.

37 “Proceso de Monterrey”. Expediente No 2029, cuaderno 2, 15 de enero de 1951, folios 60-61-69. Este expediente está lleno de declaraciones en las que se pone de manifiesto este tipo de soli-daridad, que no era solamente nacional sino también internacional, ya que desde Venezuela se anunciaba el envío de 500 hombres bien armados. Baste citar los casos de Hernando y Alfredo Hoyos en Barranca de Upía; Ambrosio Martínez del hato La Suana; el pastor protestante Ed-mund Outhtouse, en El Secreto; Rufino Lara en Maní; el dentista Jaime Ávila, en Aguaclara; Pedro Guerrero Mendoza, en Sabanalarga; Valentín Olarte, José Bermúdez, Dimas Holguín, Marcelino Barrera, entre muchos otros. Algunos jefes políticos de Sogamoso, no identificados, también enviaron armas, medicamentos y vestuario a las guerrillas llaneras.

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Canciones de la guerra. La insurrección llanera cantada y declamada

formas de inquietud social, lejos de ser pruebas de desunión y debilidad, pue-den ser signos de una vigilancia social activa, agresiva, que mantiene la unidad” (2003, p. 191).38 En este sentido, como afirma Gonzalo Sánchez, “la solidaridad organizada de los perseguidos”, inspiró muchas de las acciones de resistencia (1985, p. 231);39 como el caso que relata Jesús “Chucho” Solano:

En esa ocasión todos los habitantes de Sabanalarga participaron en la defensa colectiva ante el peligro común sin diferencia de colores políticos, pues única-mente se trataba de defender nuestros haberes, siendo así como en esa preven-ción participaron los conservadores de la localidad.40

En esta defensa participó también activamente el “médico” Octavio Castro, quien “intervino activamente en la recolección del armamento y de las bestias que los facinerosos desconcertados con la muerte de sus jefes, estaban abando-nando. Procuró por todos los medios puestos a su alcance, organizar otra vez las gentes y evitar que el movimiento decayera”.41

Llegaron clarinado el día/ los impávidos viajeros/ pero un fuego aterrador/ a sus pasos detuvieron/ unos corrieron p’al río,/ otros corrieron pa’afuera/ y ahí fue que cogieron preso/ al conocido Tiberio/ porque tenía una pensión/ y atendía a los forasteros. (Gobernación del Casanare, 2003, pp. 88 y 89)42

[…] pero la idea del llanero/ es la de morir peleando/ en defensa de su pueblo/ y también de sus hermanos. (Cajamarca García, 1993, s.p.)

La insurgencia tuvo su propio sistema de impartir justicia, los comandantes fueron los encargados de ejercerla y ejecutarla. El siguiente es un ejemplo de la aplicación de una “justicia retaliadora con el pueblo por testigo”, ejercida por Guadalupe Salcedo contra un grupo de traidores (Aguilera Peña, 2001, pp. 406-411). A estas prácticas judiciales de los grupos guerrilleros pertenecieron los códigos guerrilleros; al respecto no se descarta tampoco el ejercicio personali-zado y arbitrario a la hora de su aplicación. Este hecho fue puesto de manifiesto a través del siguiente corrido:

38 Esta situación se ve expresada en hechos como el no dar trabajo en los hatos a personas de filiación política contraria: “en esa finca —La Esperanza en el Iguaro— el encargado que se llama Enrique Cortés le preguntaba a uno qué política tenía y si era conservador no le daba trabajo”. “Proceso de Monterrey”. Expediente No 2029, cuaderno 2, 15 de enero de 1951, folio 103v.

39 Sánchez Gómez, G., Gonzalo. “Raíces históricas de la amnistía o las etapas de la guerra en Colombia”. En: Ensayos de historia social y política. Medellín: El Áncora Editores, 1985, p. 231.

40 Juzgado Segundo Superior de Sogamoso. Sumario No 316, contra Jesús Solano, Tulio Bautista, Bayardo Abril y otros, marzo de 1953, folio 88.

41 “Proceso de Monterrey”. Expediente No 1083, cuaderno 5, 21 de junio de 1950, folio 106.

42 “El corrí’o de Vigoth”.

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Presentación

Guadalupe reunió/ toda la gente del pueblo/ pa’que vieran la sentencia/ de Vigoth y sus compañeros,/ metió la mano al bolsillo/ sacó lista verdadera/ y como él fue militar/ adivinó quienes eran,/ les mandó a amarrar las manos/ a los siete prisioneros/ los marcharon para el río/ y al llegar los detuvieron;/ Guadalupe les habló/ les dijo como consejo/ me mandaron a matarlos/ fue la orden que me dieron/ y la palabra de un hombre/ no se cambia por dinero;/ si me quieren conocer,/ quién soy y de dónde vengo,/ el Terror del Llano soy,/ soy Guadalupe Salcedo;/ y el que se encuentre embarrado/ más tarde sabrá lo bueno. (Gobernación del Casanare, 2003, p. 91)43

La cobardía del enemigo fue resaltada como un mecanismo de alentar a la po-blación y a los insurgentes, y para mostrar la supremacía de los combatientes sobre las Fuerzas Armadas y la debilidad del contrario:

Oficiales de Colombia/ sigue lo que me refiero:/ no se figuran ustedes/ lo que le pasó a Quintero/ por amigo de matar gente,/ incendiar y ser ratero,/ en el pueblo de Orocué/ donde hay hombres caballeros.

Por no salir a combate/ fue llevado prisionero/ en un avión Catalina/ venido de Palanquero […].

Qué vergüenza para este hombre/ culpa de su mal manejo/ hoy como los tiem-pos cambiaron/ taté quieto zambo viejo.

Como Quintero se fue/ por miedo a los guerrilleros/ al reemplazo que quedó/ le voy a dar un consejo.

Si salen a matar gente/ estudien bien el terreno/ porque pelear en el Llano/ no es pasear el extranjero […].

Que oficiales tan cobardes/ como lo fue ese Quintero,/ que hizo matar sus sol-dados/ por un escuadrón llanero, y él se quedó atrincherado/ en la estufa de los calderos […]. (Fonseca Galán, 1987, pp. 152 y 153)44

Las acciones del oponente fueron banalizadas y ridiculizadas; de ellas hicieron un motivo de carnaval y burla. El siguiente fragmento hace referencia a esta situación:

Un día catorce de julio/ ya para mitad del año/ atronando el firmamento/ vola-ban cinco aeroplanos,/ amenazas del terror,/ represalias del tirano,/ con rumbo a La Angeleña/ campamento retirado/ han lanzado doce bombas/ no hicieron mayor estrago:/ mataron quince gallinas,/ tres perros y dos marranos,/ hirie-ron la mula’e silla/ propiedad de don Sagrario/ hija de la primera yegua/ con que fundaron el Llano.

43 “El corrí’o de Vigoth”.

44 “Al puro estilo llanero”. Este poema fue llevado al acetato por el cantautor Orlando “El Cholo” Valderrama.

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Canciones de la guerra. La insurrección llanera cantada y declamada

Las bombas y las metrallas/ no son enemigos malos/ son cohetes de una fiesta/ que vivimos celebrando/ cada que cae una bomba/ damos un viva a Laureano. (Gobernación del Casanare, 2003, p. 5)

El corrido o el poema insurgente no solamente denunciaba, atacaba y mostraba el lado bueno de los “iluminados”, su prosa también convocaba al pueblo para que resistiera y se vinculara a la lucha, y lo hizo desde una posición ideológica y política bien definida. Hasta se acudió al ritmo de los corridos mexicanos para expresar su contenido:45

Oiga pueblo de Colombia/ y liberales del Llano/ tengan voluntá’ completa/ como buenos ciudadanos/ porque el que está en el poder/ ya saben que es un tirano/ de todos los campesinos/ que en esta nación estamos. (Gobernación del Casanare, 2003, p. 6)46

De las tropas guerrilleras/ también les vengo a contar/ que lucharon por la causa/ del Partido Liberal. (Molano, 2006, p. 133)

No hablemos más de la guerra/ que el pueblo está sin moneda,/ hablemos de una paz libre/ si se mete Alberto Lleras,/ la ciencia de ese gran hombre/ malha-ya quien la tuviera,/ Colombia es un paraíso/ que tenía buena lumbrera/ pero hoy en día le hace falta/ un segundo Olaya Herrera/ para salvar a sus hijos/ toda la nación entera.

Gracias a Rojas Pinilla/ que salvó la patria entera/ dando un golpe militar/ cayó Laureano de veras/ ese asesino traidor/ ‘taba convertido en fiera/ dejando a Co-lombia herida/ y los bancos sin moneda. (Gobernación del Casanare, 2003, p. 85)47

Yo soy el buen bandolero/ de las fuerzas guerrilleras/ abandonando mis pa-dres/ por defender la bandera/ y en defensa de mi patria/ yo me mato con cual-quiera,/ soy el liberal de cuna/ hijo de la patria entera,/ por salvar la libertad/ no importa que yo me muera. (Gobernación del Casanare, 2003)48

Voy a cantarle a este gobierno desgraciado/ lo que ha pasado allá en la vida nacional,/ la triste historia de un partido amordazado/ que fue valiente, pro-gresista y liberal. […]/ Pero se equivocaron los godos presumidos/ porque con los liberales jamás acabarán,/ cuando creyeron estar ya muy seguros/ se pre-sentaron liberales de valor/ y a ellos seguimos todos voluntarios/ cobrando fuerza la gran Revolución. (Fonseca Galán, 1987, pp. 78 y 79)

Sin embargo, en la lucha no todo fueron victorias. La insurgencia también tuvo sus reveses y así lo reconoció. Los Bautista, Aljure y el mismo Guadalupe fueron

45 Sobre este tema véase: Mendoza (2001).

46 “Golpe tirano”.

47 “Colombia es la patria mía”.

48 “Colombia es la patria mía”.

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Presentación

derrotados en varias acciones; una de ellas ya al final de su vida guerrillera fue en San Luis de Palenque donde perdieron nueve de sus hombres. Las letras de los corridos no escondieron esa realidad:

Bautistas aguerridos/ perdieron mejores hombres/ los muertos y mal heridos/ a su memoria sus nombres.

El jefe Campo Elías Ruiz/ herido a bala en el brazo,/ Chicuaco, el hombre feliz/ sobre su frente un balazo […].

Se dice que allí no triunfaron/ los guerrilleros llaneros,/ porque la anarquía incrustaron/ ladrones y majaderos. (Neira, 1989, pp. 50 y 51)

Los desertores que se pasaron a las filas de los insurgentes también dejaron plasmados los motivos de su determinación, como fue el caso del sargento se-gundo Gabriel Ruiz Pinzón, quien desertó del Grupo Páez No 1 de Yopal por-que no se sentía bien en el ejército y se vinculó al comando guerrillero de Rafael Calderón, del que llegó a ser comandante. Antes de huir dejó, en el puesto mili-tar, este joropo del que se transcriben a continuación algunos apartes:

La noticia fue corriendo/ y la gente todos hablaban/ que un sargento del ejér-cito/ a las filas ingresaba.

Me incorporé a las filas/ que Rafico comandaba,/ y como él me dio el mando/ a la gente organizaba.

Poniéndome a la cabeza/ de aquella guerrilla armada/ para lanzarme a la pe-lea/ contra las fuerzas tiranas/ oficiales y soldados/ que en la llanura se hallen,/ yo les pongo este ejemplo/ para que sigan mis pisadas.

Comisiones que me busquen/ a mí no me importa nada/ vallasen (sic) ir alis-tando/ pues ganaré la batalla.

Lucharemos con esmero/ sin conocer retiradas/ y el día de la victoria/ pues nos veremos las caras.

Señores ya me despido/ y a mí no me pesa nada/ aquí en la revolución/ mi felicidad se halla.49

Algunos referentes de las canciones y poemas de la guerra Realizado un análisis de contenido sobre las canciones y poemas de la guerra, que hacen referencia a lo que ocurrió antes, en y después de la llamada vio-

49 “Joropo de la volada”. En Sumario No 50 contra el ex sargento segundo Gabriel Ruiz Pinzón. Fuerzas Militares de Colombia, Ejército Nacional, Destacamento de los Llanos, Grupo de Ca-ballería No 1 “Páez”, Oficina 6ª de Instrucción Criminal, 1952.

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Canciones de la guerra. La insurrección llanera cantada y declamada

lencia en los Llanos Orientales colombianos, podemos deducir que en cuan-to a su contenido esta prosa de la insurgencia tuvo varios referentes en los cuales sobresalen las referencias a los líderes insurgentes, fundamentalmente de la figura de Guadalupe Salcedo, su líder más importante o por lo menos más visible. Esta situación amerita un análisis especial, que se realizará más adelante.

La insurrección llanera, expresión del último intento del liberalismo de lle-gar al poder a través de las armas, denunció las arbitrariedades del partido opositor y planteó las reivindicaciones de carácter político que le habían sido quitadas por la hegemonía conservadora. Para ello no tuvo otra opción que plantear el camino de la lucha armada a través de un proceso insurgente de gran magnitud.

Las canciones y poemas expresan a través de sus letras esos objetivos. En-contramos en ellos fuertes denuncias contra el partido conservador, cuyo refe-rente y centro de sus ataques fueron sus líderes principales: Laureano Gómez Castro, Mariano Ospina Pérez, Rafael Urdaneta Arbeláez y la Iglesia católica, por su alianza con el partido al que combatían y al que veían como un enemigo del pueblo llanero.

Llama la atención también el problema de la traición de algunos de sus diri-gentes como Eliseo Velásquez y Eduardo Franco Isaza, quienes, según denuncian sus letras, viajaron a Venezuela en busca de ayuda y a traer armas, y no volvieron.

Los olvidados Existen varios sectores sociales que fueron importantes en la insurrección, pero en las canciones y poemas son olvidados o referenciados tangencialmente, como son las mujeres y los guates;50 es decir, las personas que venían de otras regiones diferente a los Llanos Orientales, y que incluso son vistos con descon-fianza, lo mismo que los indígenas y negros.

Con relación a las mujeres y su participación en la insurgencia, y el trata-miento que le dan en las canciones y corridos, Cristina García Navas afirma que la integración del género femenino en estas canciones parte del

[…] rol de la mujer como madre y esposa, en función del cual se le asocia con el hogar y el mantenimiento de la cultura y de las formas de vida típicas del

50 “Guate”: término despectivo utilizado por los llaneros para discriminar a las personas que no son del Llano. Paradójicamente, y muy a su pesar, el más reconocido de los cantantes de músi-ca llanera, Wilson Orlando el “Cholo” Valderrama, no es del Llano, es de Sogamoso (Boyacá); “aunque algunos no quieran saberlo”, como lo afirmó el mismo cantante en el programa de radio “La banda sonora”, de la Cadena Radial Colombiana (Caracol); así mismo, la más im-portante historiadora de los Llanos Orientales, Jane Raush, es norteamericana. De todos los comandantes guerrilleros, el único llanero fue Guadalupe Salcedo, los demás eran “guates”.

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Presentación

Llano […] Pero, a diferencia de la mujer llanera, considerada como parte fun-dacional de esta identidad, la mujer del bando enemigo se maldice y se otrifica como origen y fundamento del mal representado por el otro, como podemos ver en el corrido ‘Golpe tirano’ como la figura de la madre y de la partera de Laureano.51

Para esta autora la mujer en los corridos es vista como un objeto sexual y es uti-lizada para atraer más hombres a la insurrección, y como un trofeo para quien triunfa en algún ataque o misión militar. “La mujer aparece como aquella a quien se defiende, que por lo tanto, no hace parte de aquellos que defienden. La mujer se caracteriza en estos corridos por su debilidad e indefensión, que la hace estar del lado de los ‘ancianos y niños’, las ‘criaturas’ inocentes que son las principa-les víctimas de la violencia conservadora y a la que las guerrillas se proponen proteger”. (García Navas, 2013, p. 129) Finalmente, la autora nos da a entender, aunque no lo afirma directamente, que el corrido guadalupano en esencia es de carácter machista, como se deduce del siguiente planteamiento:

[…] se puede constatar que la debilidad, la vulnerabilidad y la indefensión que se le atribuye a la mujer-víctima se traduce semánticamente en la cobardía como un carácter propio de lo femenino, opuesto a la valentía de lo masculino que defiende y protege lo masculino. Así lo femenino se vuelve un valor ne-gativo que es utilizado para ridiculizar, desprestigiar y ofender al enemigo, mientras que lo masculino y el campo lexical de la virilidad aparecen relacio-nados con los campos lexicales del valor, el honor y el poder. (García Navas, 2013, pp. 130 y 131)

Estas afirmaciones están en la línea de lo planteado por Eric Hobsbawm, en el sentido de que los bandidos y los revolucionarios son mujeriegos y requieren expresar manifestaciones de virilidad (2001, p. 157). En la misma dirección, José Domingo Carrillo, para el caso guatemalteco, afirma que esto:

[…] explica que el papel más frecuente de las mujeres sea el de la mujer trofeo como amante, pero también se muestran mujeres hermanas, combatientes, madres, oprimidas. Todas estas presencias destacan el papel que desempe-ñaron las mujeres en las filas de los movimientos armados sin que por ello se modificara su posición subordinada debido a su condición de género. Esto se observa porque ninguna de las letras de los corridos, al menos en la edición impresa, aparece una mujer como autora. A pesar de esa condición marginal que se expresó en los distintos ámbitos de la vida militante, la presencia fe-

51 “[…] en los casos en que la mujer es presentada como parte de las costumbres y de la vida llanera y compañera y aliada de la vida de quien enuncia, ella aparece discursivamente como otredad, lo que se debe a que estos corridos son enunciados desde un punto de vista masculino. En efecto, son enunciados desde un narrador masculino y todos sus compositores conocidos son hombres, con la excepción de Yo soy la estampa del Llano, el más reciente, compuesto por Dolly Salcedo” (García Navas, 2013, p. 129). Habría que agregar a Elda Flórez con el pajarillo “Hasta cuándo patria mía”.

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Canciones de la guerra. La insurrección llanera cantada y declamada

menina se explica por la movilización social que caracterizó las décadas de los años sesenta y setentas en las cuales participaron las mujeres lo cual supuso cambios personales en tanto que se transgredieron las limitaciones que inhi-bían la participación femenina en la vida pública del país. Fue a través de las organizaciones armadas los sitios en los cuales los grupos tradicionalmente marginados como los indígenas y las mujeres pudieron crear espacios de re-presentación social. (Carrillo, 2007, p. 3588)

Sin embargo, una cosa es lo que expresan los corridos y otra la realidad de la lucha. Lo planteado en estas canciones y poemas de la guerra queda en parte desvirtuado por algunos roles desempeñados por las mujeres dentro del proceso insurgente, como el hecho de que fueron ellas las que proveyeron en muchos casos de vestuario a los hombres, ya que iban vestidas de mujeres a los pueblos y regresaban vestidas de hombres; fueron las encargadas, en otros casos, de llevar víveres y municiones cuando estos más escaseaban, pues seducían o emborrachaban a los soldados o policías de los puestos militares y sacaban lo que los insurgentes necesitaban. Tam-bién sirvieron de correos humanos; sus cabelleras o partes íntimas sirvieron de es-condite a mucha correspondencia entre comando y comando o entre los líderes de la insurgencia y políticos de la región o la capital de la República; hasta en asuntos de enfermería y medicina tuvieron participación. Se conoce el caso de una señora que le salvó la vida a un grupo de combatientes que habían sido sentenciados a muerte por padecer una gonorrea que no pudieron controlar su propagación; una señora conocedora de la medicina tradicional logró curar a los infectados y los salvó así de la ejecución ordenada por Guadalupe Salcedo. Es decir, que la mujer sí tuvo un protagonismo más allá de cuidar niños o ancianos, o más allá de ser un objeto o trofeo sexual, como señala Cristina García Navas, otra cosa es que las can-ciones de la guerra no lo hayan registrado. Lo mismo sucede en el caso de niños, indígenas, negros y otros olvidados por los compositores que participaron activa-mente como integrantes o auxiliadores de la guerrilla.

A continuación presentamos los resultados del análisis de contenido apli-cado a las canciones y poemas de la guerra, recopiladas en este trabajo, donde podemos observar que los referentes fundamentales son los líderes insurgen-tes, las denuncias de los atropellos cometidos contra la población llanera y la justificación de su lucha.

Tabla 1. Referentes temáticos en los corridosNo. Categorías Canciones (%)

1 Reivindicaciones 1

2 Paz 1

3 Partido Liberal 3

4 Valores 3

5 Situación social 3Continúa

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Presentación

No. Categorías Canciones (%)

6 Acciones armadas 3

7 Religión 4

8 Traición 59 Nacionalismo 7

10 Contra el gobierno 14

11 Insurgencia 14

12 Denuncias 1713 Líderes insurgentes 25

Fuente: elaboración propia

Figura 1. Distribución de alusión media por canciones

Fuente: elaboración propia

Tabla 2. Referentes temáticos en los poemasNo. Categorías Poemas (%)

1 Acciones armadas 12 Traición 13 Paz 14 Reivindicaciones 35 Situación social 36 Denuncias 37 Religión 48 Contra el gobierno 59 Partido Liberal 610 Nacionalismo 14