Canziani_Ciudad y Territorio en Los Andes

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CIUDAD Y TERRITORIO EN LOS ANDES

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚCentro de Investigación de la Arquitectura y la Ciudad - CIAC

José Canziani Amico

CIUDAD Y TERRITORIOEN LOS ANDES

Contribuciones a la historiadel urbanismo prehispánico

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La edi ción de la pre sente pu bli ca ción ha con tado con el aus picio delCONSORCIO DE UNIVERSIDADES FRANCÓFONAS DE BÉLGICA

CIUDAD Y TERRITORIO EN LOS ANDEScon tri bu ciones a la his toria del ur ba nismo prehis pá nico

© José Can ziani Amico

© Pon ti ficia Uni ver sidad Ca tó lica del PerúCentro de Inves ti ga ción de la Arqui tec tura y la Ciudad - CIACAv. Uni ver si taria, cuadra 18, San Mi guel& 626-2000Co rreo elec tró nico [email protected]

Prohi bida la re pro duc ción de este libro por cual quier medio, total o par cial mente, sin per miso ex preso de los edi tores.

De re chos re ser vados

De pó sito Legal: ...........ISBN: 9972-42-.........

Impreso en el Perú - Printed in Peru

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ÍNDICE

INTRODUCCIÓNPre misas teó ricas y meto do ló gicas 11

1LOS ANDES CENTRALESGeo grafía, medio ambiente, for ma ciones sociales y asen ta mientos humanos en el terri torio 17

Geo grafía y medio am bienteLos Andes Cen trales en cuanto área cul turalLos Andes Cen trales: su se cuencia cro no ló gica y cul tural For ma ciones so ciales y formas de asen ta miento en los Andes Cen trales

2LOS ORÍGENES De los ca za dores re co lec tores al de sa rrollo de las for ma ciones al deanas 31

Intro duc ciónEl Pai ja nénse Los ca za dores re co lec tores de las punasLos ca za dores re co lec tores de los va lles in te ran dinosOtras evi den ciasLa tran si ción de las so cie dades ca za doras re co lec toras a las al deanas

3EL GERMEN DE LO URBANOEl pro ceso de neo li ti za ción, los pri meros asen ta mientos al deanos y el tem pranosur gi miento de la ar qui tec tura pú blica mo nu mental 47

Intro duc ciónLos tem pranos asen ta mientos al deanos de la CostaLos asen ta mientos al deanos y el sur gi miento de la ar qui tec tura pú blica en la costaEl pro ceso de neo li ti za ción y las trans for ma ciones en la forma de asen ta miento

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4EL URBANISMO TEMPRANOLos tem plos y cen tros ce re mo niales del For ma tivo y el inicio de las mo di fi ca ciones te rri to riales 79

Intro duc ciónLa Costa y Sierra NorteLos va lles de Lam ba yequeLos va lles de Tru jillo El valle bajo del SantaLa Sierra NorteLos va lles de Casma y Ne peñaChavín de HuántarLos va lles de Lima y la Costa Cen tralPa racas en Chincha y los va lles de la Costa Sur Cen tralOtros asen ta mientos Pa racas en el li toral al Sur de la pe nín sula

5LAS PRIMERAS CIUDADESDel centro ce re mo nial al sur gi miento de los cen tros ur bano teo crá ticos 161

Intro duc ciónLos de sa rro llos ur banos Ga lli nazo y Moche en la Costa NorteGa lli nazo y su mo delo de asen ta miento en el valle de VirúMoche La ciudad Moche de las Huacas del Sol y la LunaLa ocu pa ción Moche en el valle de Chi camaLa ex pan sión Moche a los va lles su reñosLa ocu pa ción Moche en el valle de Virú La ocu pa ción Moche en el valle del SantaLa ocu pa ción Moche en el valle de Ne peña El valle de Ne peña y los lí mites su reños de MocheLa ocu pa ción Moche en los va lles nor teñosLas trans for ma ciones del mo delo de asen ta miento du rante la fase Moche V Breves con clu siones acerca del ur ba nismo de la so ciedad Moche (pen diente)La so ciedad Lima y el ur ba nismo en la Costa Cen tralCerro Tri nidad y otros si tios Lima en ChancayLa ocu pa ción Lima en el valle del Chi llónLa ocu pa ción Lima en el valle del RimacLa ocu pa ción Lima en el valle medio del Rimac: Ca ja mar quilla y Vista Alegre Evi den cias de la ocu pa ción Lima en Pa cha camac y en el valle de Lurín El valle de Chincha y los asen ta mientos de la época Carmen y EstrellaAlgunos asen ta mientos Carmen en el valle de PiscoLa so ciedad Nasca y la cues tión de sus po si bles formas de ur ba nismo

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6LA PRIMERA FORMACION IMPERIAL ANDINAWari: la pla ni fi ca ción ur bana como po lí tica de Estado 293

Intro duc ciónLos an te ce dentesLa ca pital Wari en la cuenca de Aya cuchoEl mo delo de ciu dades pla ni fi cadasLa ciudad de Pi ki llacta La ciudad de Vi ra co cha pampaOtras po si bles ciu dades y cen tros ur banos Wari en va lles in te ran dinosCerro Baúl: un en clave Wari en te rri torio mo que guano Las po si bles in ci den cias de la in fluencia Wari en el ur ba nismo cos teñoPo si bles in fluen cias en el ur ba nismo nor teño: de los si tios Moche V al Chimú Tem prano

7ESTADOS Y SEÑORIOS TARDÍOSCiu dades cos teñas y po blados ru rales al toan dinos: Modos de vida y formas de asen ta miento di fe ren ciados 327

Intro duc ciónEl ur ba nismo Lam ba yequeLa fase Chimú-Lam ba yequeEl ur ba nismo ChimúEl canal de la Cumbre Asen ta mientos y cen tros ad mi nis tra tivos ru ralesOtras ciu dades Chimú Chancay y sus cen tros ur banosRimac o IchmaPa cha camacArqui tec tura y Urba nismo ChinchaEl pa trón de asen ta miento du rante el Pe ríodo ChinchaLos Cen tros UrbanosAsen ta mientos in ter me dios y me noresLos si tios ha bi ta cio nalesLos com plejos ad mi nis tra tivosLos ce men te riosEl sis tema de ca minosOtros Reinos y Se ño ríos EtnicosCa ja marcaCha cha poyaPa trones de asen ta miento en la Sierra Cen tral y Sur Cen tralLos Xauxas y Huancas en la cuenca del Man taro (Junín)los Chanka del sur del Man taro y del Pampas (Huan ca ve lica y Aya cucho)Los Inka del Cusco, los Que chua de Andahuaylas, los Can chis y los Canas

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Are quipa, Mo quegua y Tacna: Chu rajón, Mollo y Chi ri baya.Los reinos al ti plá nicos: Qo llas, Pa cajes y Lu paca

8EL IMPERIO INKA La in te gra ción ma cro re gional an dinay el apogeo de la pla ni fi ca ción te rri to rial 411

Intro duc ciónEl Qha paqñan: el sis tema vial y la red de ciu dades y es ta ble ci mientos inkaEl Urba nismo InkaLos pa trones y com po nentes ar qui tec tó nicos del ur ba nismo inka: las plazas,

el ushnu, las ka llanka, las kan chas (de di verso tipo y fun ción), los sis temas de de pó sitos o qollqa, etc.

Asen ta mientos Inka en Ecuador: Quito, Rio bamba y To me bambaEsta ble ci mientos Inka en la re gión del Cusco: Chin chero, Pisac, Ollan tay tambo

y Macchu PicchuAlgunos si tios Inka de los Andes Cen trales: Huay tará (Huan ca ve lica),

Vilcas Huamán (Aya cucho)En el Alti plano: Chu cuito (Puno), Co cha bamba e Inka llaqta (Bo livia)Esta ble ci mientos Inka en la costa: Inka wasi (Ca ñete), Tambo Co lo rado (Pisco)

y Pa re dones (Nazca). Pre sencia e in ter ven ciones inka en ciu dades cos teñas: Tú cume, Pa cha camac,

La Cen ti nela de Tambo de MoraAsen ta mientos inka pro vin ciales en el norte de Chile y el nor oeste de Argen tinaLa an de nería inka: el pai saje mo de lado y la in te gra ción de los asen ta mientos

9REFLEXIONES FINALES

BIBLIOGRAFIA E INDEX 485

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1. ARQUITECTURA Y URBANISMO COMO TESTIMONIOS 11

LUEGO DE LA PUBLICACIÓN en 1989 de mi libro“Asentamientos Humanos y Formaciones Socia-les en la Costa Norte del Antiguo Perú”, que con-cluía con el estudio de los asentamientos Moche,tenía pendiente el propósito de escribir una se-gunda parte que tratara de los notables desarro-llos urbanos que florecieron luego con los estadosLambayeque y Chimú, como son los casos nota-bles de las ciudades de Chanchán, Túcume,Pacatnamú, entre otros. Es decir, la idea era con-tinuar en la lectura de la excepcional “columna deprueba” que constituye la costa norte del Perú paraexaminar las características, así como las conti-nuidades y cambios, que presenta de forma con-sistente la evolución del proceso de desarrollo delfenómeno urbano en este territorio a lo largo detodas sus épocas.

Mientras tanto, los nuevos hallazgos y datosque aportaban los proyectos arqueológicos que sedesarrollaron a partir de fines de los 80 e iniciosde los 90, de manera creciente enriquecían perotambién renovaban y ponían en discusión algu-nas de las interpretaciones sobre el proceso soste-nidas en el libro recientemente publicado. Por otraparte, tanto mi participación en la docencia, comolos estudios desarrollados personalmente en otrasregiones, además de la costa norte, me proponíanel reto de lograr una visión más global y unitariadel fenómeno de asentamiento en los Andes Cen-trales, sin dejar de lado por esto la valoración dela singularidad de los procesos regionales y la ne-cesidad de compararlos o contrastarlos entre sí.

La ocasión de seguir profundizando en la pro-blemática de la costa norte se dio al poco tiempoal recibir la generosa invitación de Santiago Uceday Ricardo Morales, directores del flamante pro-yecto Arqueológico Huaca de la Luna, para in-corporarme al equipo del proyecto como investi-gador asociado. Esta experiencia fue y sigue sien-

do para mi muy importante, ya que me permitiótener una visión directa de la problemática de unmonumento tan emblemático como la Huaca deLa Luna, el templo mayor de los Moche, y al mis-mo tiempo relacionarla con el estudio de la diná-mica urbana del sitio de Moche. Mientras tanto,desarrollaba simultáneamente exploraciones y es-tudios sobre manejo del territorio, patrones deasentamiento y arquitectura en el valle de Chinchay otras regiones de la costa sur. Pienso que estasvisiones simultáneas y cruzadas me han permiti-do apreciar similitudes y equivalencias, pero tam-bién subrayar las marcadas diferencias y contras-tes existentes entre procesos que, no obstante sucontemporaneidad, se caracterizaron por presentarsoluciones y realidades bastante distintas entre sí.

Estas visiones e inquietudes que provenían deestas experiencias paralelas, me llevaron tanto adescartar el coronar el estudio de la “columna deprueba” con una segunda parte del libro, comotambién apuntalarla con una revisión revisada delmismo, tal como me sugerían algunos amigos anteel rápido agotamiento de la edición. Mas bien fuemadurando en mi la necesidad de lograr un tra-bajo de mayor aliento, que no por esto perdierade vista el enfoque regional, manteniendo laaproximación a lo singular, pero que al mismotiempo pudiera correlacionar estas distintas expe-riencias en una visión amplia y contrastada, quepermitiera ofrecer un panorama de lo que fue laevolución del urbanismo en los Andes Centralesa lo largo de diferentes épocas, en distintos con-textos sociales y ámbitos territoriales.

Este proyecto personal comenzó a tomar cuer-po a mediados de los noventa, proponiéndomelos temas a tratar, escribiendo apuntes y notas queordenaba en una suerte de hoja de ruta que debíade recorrer. Y hablando de recorridos, el proyectoseguía madurando pero no tenía cuándo arrancar,

INTRODUCCIÓN

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12 JOSÉ CANZIANI

hasta que en el 2000 —cuando transitábamoshacia el “nuevo milenio”— sufrí la rotura del mí-tico tendón de Aquiles y, al poco tiempo, la frac-tura más prosaica y dolorosa de la otra pierna! Demodo que quedé reducido a una severa inmovili-dad por un largo tiempo, lo que me dio la oca-sión oportuna para iniciar la tantas veces proyec-tada redacción del texto que tenía en mente, al-ternando el resto del tiempo con la consulta delas múltiples fuentes bibliográficas que se me ibanabriendo en el camino de la investigación. Fue dealguna manera esta sorpresiva “fractura histórica”—y la obligada convalecencia, a modo de beca—la que me permitió finalmente disponer del tiem-po para empezar a echar a andar el libro. Luego,conforme la recuperación y la rehabilitación avan-zaban, permitiéndome recuperar mi vida normal,la dedicación al libro necesariamente se resintióen cuanto al tiempo disponible, pero yo para estoya había vuelto a andar y la marcha del libro seconvirtió durante estos últimos años en un cons-tante compañero de ruta.

El presente libro es producto de un trabajo deinvestigación que he desarrollado durante los úl-timos 6 años, si bien es fruto de más de dos déca-das de investigación y docencia sobre el tema. Ellibro se propone ofrecer una visión de conjuntode las diferentes formas de asentamiento y mane-jo del territorio que realizaron las sociedades quehabitaron los Andes Centrales desde los primeroscazadores recolectores hasta el imperio Inka, pre-sentando de manera documentada el excepcionalpatrimonio urbanístico y arquitectónico del anti-guo Perú en sus distintas expresiones regionales.Está compuesto por ocho capítulos. El primerocorresponde a la introducción, tanto de laspremisas teóricas y metodológicas, como de lascaracterísticas singulares del territorio de los An-des Centrales, que corresponde al variado escena-rio donde se desarrolló el proceso civilizatorioandino. Los capítulos del 2 al 8, abordan las dife-rentes épocas y períodos históricos, reseñando lasformaciones sociales presentes, su relación con elespacio territorial y el manejo de sus recursos, asícomo los casos más representativos de sus formasde asentamiento y arquitectura. Para lo cual, serealiza en cada capítulo un recorrido por el terri-torio andino, región por región y de norte a sur,de manera de ofrecer una visión comparativa tan-to de la unidad como de la notable diversidad delproceso. Finalmente, se desarrolla la correspon-diente Bibliografía y el Index.

Una de las motivaciones centrales de este tra-bajo, como lo señala su título, ha sido contribuir

al conocimiento de la historia del urbanismoprehispánico. Esta motivación se nutre de variasvertientes que tienen que ver con aspectos tantoteóricos y académicos, como de otros que tienenincidencia en la problemática contemporánea yen especial con la temática general del desarrolloterritorial y el rol que en ello le corresponde a lasformas de desarrollo urbano.

En cuanto a los aspectos teóricos, este trabajose ha propuesto explorar y profundizar en el com-plejo y controversial tema del origen y evolucióndel fenómeno urbano en el Área de los AndesCentrales y su rol en el proceso civilizatorio pro-tagonizado por las sociedades andinas. En cuantoa la problemática de nuestro desarrollo contem-poráneo, somos concientes y estamos convenci-dos de la importancia del examen histórico delproceso de desarrollo urbano y territorial, en cuan-to nos proporciona una serie de elementos quepueden servir de fuente de reflexión frente a laproblemática contemporánea y que pueden apor-tar a la formulación de propuestas orientadas aldesarrollo territorial. La lectura histórica del de-sarrollo territorial es de especial importancia, yaque puede contribuir a recuperar y renovar lasformas de manejo racional y sostenible de nues-tro complejo espacio territorial y sus recursos na-turales; así como reevaluar el rol de las formas deasentamiento urbano con relación al manejo delmedio ambiente y el desarrollo del medio rural.

Hoy está cada vez más claro que no es posiblelograr el desarrollo de nuestro país sin superar losgraves problemas que se advierten en la construc-ción de nuestra identidad nacional, frente a laurgente e impostergable necesidad de resolver lasituación de pobreza en la que vive más de la mi-tad de nuestra población. Creemos que parte delreto de encontrar respuestas a esta problemática yde la búsqueda de soluciones a la misma, com-prometen necesariamente la revaloración de nues-tro rico y vasto patrimonio monumental, urba-nístico y paisajístico, contribuyendo a los esfuer-zos dirigidos a su investigación, conservación ypuesta en valor. Aspectos que tienen especial rele-vancia en el desarrollo de circuitos de turismocultural, que adquieren cada vez mayor impor-tancia en el desarrollo económico tanto regionalcomo nacional, pero también en la recuperacióny valoración de una identidad cultural que cons-tituye el nervio para lograr un desarrollo territo-rial armónico y sostenible.

A lo largo de los años de docencia que he de-sarrollado sobre temas de arquitecturaprehispánica, principalmente en la Universidad

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INTRODUCCIÓN 13

Nacional de Ingeniería (UNI) y en la Universi-dad Católica (PUCP), he enriquecido mis cono-cimientos gracias a las diversas preguntas y cues-tiones planteadas por mis estudiantes. Sin embar-go, también he podido sentir en ellos lasdificultades y la desorientación frente a una bi-bliografía muy amplia y difícil de alcanzar. Poresta razón, otro de los motivos para emprendereste trabajo ha sido el desarrollar un texto de di-vulgación de nivel universitario, destinado a in-vestigadores y estudiantes de Arquitectura y Ur-banismo, pero también de Arqueología, Historia,y al público en general, que permita acceder a losalcances y resultados de esta investigación y, a tra-vés de ella, a un cúmulo de informaciones que seencuentran dispersas en múltiples estudios espe-cializados de difícil acceso.

Además del manejo de los temas de mi espe-cialidad, del análisis de complejos arqueológicosy de los desarrollos territoriales regionales quefueron objeto de estudio de mis investigacionesen estos últimos años —algunos de cuyos resulta-dos se incorporan en este libro— la necesidad deampliar la información, con miras a proporcio-nar una visión global de los temas propuestos eneste trabajo, me permitió revisar y estudiar múlti-ples fuentes bibliográficas que enriquecieron misconocimientos iniciales. De esta manera, más de500 libros y artículos han sido consultados, a ve-ces sólo para recabar algunos datos puntuales, peromayormente para encontrar conceptos e ideas quehan sido sustantivos para construir este trabajo.En muchos casos, esto obligó al acopio de infor-mación especializada, dispersa en publicacionesde circulación restringida, o depositada en viejasediciones de los trabajos de los pioneros de la in-vestigación arqueológica. Desde el punto de vistametodológico la investigación se propuso siste-matizar esta vasta información y establecer la ar-ticulación de datos de diferente naturaleza que,en su conjunto, me permitieron construir hipó-tesis interpretativas y explicativas de la arquitec-tura, el fenómeno urbano y el manejo del territo-rio. En este mismo proceso, hemos también puestoa discusión crítica las hipótesis planteadas porotros investigadores, como una manera de asu-mir su validación, sometiéndolas a los mismoscriterios de prueba y rigor que nos hemos impues-to con las propias.

Como se podrá apreciar, hemos hecho un im-portante esfuerzo para incorporar al texto del librola mayor cantidad de ilustraciones posible, las quesuman más de 500. Estas incluyen fotografías rea-lizadas durante mis viajes, visitas y trabajos de

campo en diferentes lugares o sitios arqueológicos,así como fotos aéreas y de otras fuentes. Se inclu-yen también mapas, planos y gráficos, que al igualque las fotografías, esperamos permitan a los lec-tores tener una imagen más precisa y completa delo que pueden alcanzar a describir los textos.

Este largo proceso de análisis me ha permiti-do tener una nueva y más amplia visión de lostemas aquí tratados desde el momento que co-mencé la investigación y la redacción de este li-bro. De esta manera, reconocemos la importan-cia de los múltiples aportes y datos de otros inves-tigadores que han contribuido sustancialmente enla realización de este trabajo. Personalmente, elproceso de aprendizaje derivado de esta investi-gación ha sido para mi sumamente importante yestimulante. De cierta manera ha constituido paramí un excepcional viaje virtual, recorriendo losespectaculares paisajes que caracterizan los diver-sos territorios de nuestro país, a través del tiempoy las distintas épocas que constituyen la historiade las poblaciones que nos antecedieron en suconstrucción.

Agradecimientos

Soy por cierto tributario de arquitectos que ini-ciaron y fueron pioneros de la integración de lahistoria de la arquitectura peruana con la arqueo-logía, como Emilio Harth Terré cuyos trabajosno han recibido la atención merecida y cuyosesforzados levantamientos de planos se publicanfrecuentemente sin los créditos correspondientes.El privilegio de integrar la Comisión de Arqui-tectura y Urbanismo del Instituto Nacional deCultura del 2003 al 2005, con personalidadescomo el arquitecto Carlos Williams y luego conel arquitecto Santiago Agurto, me permitió reno-var una vieja relación de amistad y respeto, y po-der compartir sus experimentadas opiniones. Enespecial con el arquitecto Williams tuve ocasiónde retomar nuestras reflexiones y discusiones quese iniciaron hace unos 20 años cuando aceptógenerosamente asesorar mi tesis de revalidación.Recuerdo con aprecio su fina ironía y la modestiacon la cual compartía generosamente sus conoci-mientos e inteligentes aproximaciones a temas dearquitectura y urbanismo, tanto del pasado comodel presente. Hoy cuando ya no nos acompaña,me parece imprescindible destacar su papel pio-nero en la integración científica e interdisciplinariaentre la arquitectura y la arqueología, de lo cualson testimonio sus múltiples trabajos y aportes,

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muchos de los cuales son ponderados en nuestrotrabajo.

A Sergio Staino, viejo amigo florentino, le agra-dezco haberme iniciado en el apasionante mundode la investigación científica, la que dio lugar ami primera colaboración en el encendido ensayode “Los Orígenes de la Ciudad” en plena eferves-cencia post 68. Sigo siendo deudor de la generosaaproximación a la arqueología y sus postuladosteóricos que me brindó desde mis exploracionesiniciales el Dr. Luis Guillermo Lumbreras. La viejaamistad con Elías Mujica, construida a lo largode los comunes proyectos editoriales, del cual estelibro es de alguna forma también una expresión,se ha proyectado a través de los nuevos derroterosabiertos por el Proyecto Arqueológico de la Huacade La Luna. Mi agradecimiento debe extenderseal Dr. Craig Morris, quien aseguró el apoyo delMuseo de Historia Natural de Nueva York a lasinvestigaciones que tuve la oportunidad de desa-rrollar en el valle de Chincha, algunos de cuyosresultados se han incorporado en este libro. Surepentina desaparición mientras escribo estas pá-ginas nos deja un enorme vacío, tanto por susconstantes y valiosos aportes a la arqueologíaandina, como por su amable e inteligente amis-tad. De John Hyslop guardo siempre un perma-nente recuerdo, en los que se entremezclan sustrabajos en Inkawasi en Cañete —cuando lo co-nocí— las largas y múltiples conversaciones so-bre arqueología y en especial sobre el urbanismoInka, su permanente búsqueda de innovacionestécnicas para el registro fotográfico de los sitioscon globos o cometas, su generoso apoyo y difu-sión de mis primeros trabajos, su cálida y entu-siasta personalidad y, no menos importante, nues-tra común afición por las motocicletas!

Los trabajos de la Dra. María Rostworowskifueron para mi no sólo una imprescindible fuen-te de consulta, sino también su personalidad unejemplo de pasión y persistencia en la investiga-ción, su trato amical y su permanente curiosidadpor nuestros trabajos ha sido un estimulo queagradecemos con afecto. A la Dra. Rosa Fung miagradecimiento por sus valiosos comentarios yaportes que me ayudaron especialmente en el tra-tamiento del período Arcaico; igualmente a San-tiago Uceda por sus comentarios y sugerencias enel tratamiento de la temática de los cazadoresrecolectores, sin olvidar por cierto la amistad cons-truida a lo largo de estos años teniendo como cen-tro los trabajos de investigación y puesta en valoren la Huaca de la Luna. A Luis Jaime Castillo porlas discusiones sobre lo Moche, en especial sobre

las fases tardías y las hipótesis alternativas de de-sarrollo que ofrecen los valles del Moche norte-ño, como el de Jequetepeque. Y en general miagradecimiento a todos los “mochicólogos” conlos cuales hemos tenido la oportunidad de alter-nar sobre la problemática Moche durante los even-tos organizados por la Universidad Nacional deTrujillo y el proyecto Arqueológico de la Huacasdel Sol y La Luna, y más recientemente por laDumbarton Oaks, el Museo Larco y la PontificiaUniversidad Católica.

Agradezco el apoyo del Instituto de Investiga-ción de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo yArtes (INIFAUA) de la UNI, cuya colaboraciónme permitió organizar los materiales de este tra-bajo en un primer tramo de la investigación. Laconvocatoria de los arquitectos Frederick Coopery Pedro Belaunde para incorporarme a la planadocente de la recientemente creada Facultad deArquitectura y Urbanismo de la Pontificia Uni-versidad Católica del Perú (PUCP), me ha per-mitido profundizar mi labor docente y formarparte de un equipo de profesores cuya calidadpersonal y profesional ha contribuido a enrique-cer mis conocimientos y a establecer recíprocasrelaciones de colaboración y amistad. En especialagradezco al amigo Pedro Belaunde, Jefe del De-partamento de Arquitectura y Urbanismo, su in-terés en lograr mi participación en los espacios deinvestigación generados por el Centro de Investi-gación de la Arquitectura y de la Ciudad (CIAC).Su perseverancia en el seguimiento de mis avan-ces con el libro, así como su entusiasmo por elproyecto editorial del mismo, me han ayudado amantener el curso y ha recuperarlo cuando estedecaía, en esta suerte de “navegación en solitario”que implicaba los largos derroteros seguidos enesta investigación. Debo agradecer también susgestiones con el Fondo Editorial de la PUCP, ylas realizadas para recibir el apoyo, por interme-dio del CIAC, del Consejo Interuniversitario dela Comunidad Francesa de Bélgica (CIUF), sien-do el coordinador del programa para arquitectu-ra del convenio PUCP-CIUF el arquitecto AndreDe Herde. Apoyo que me permitió el impulsofinal para concluir la diagramación y avanzar laedición del presente libro.

A propósito de la búsqueda de las fuentes bi-bliográficas que no estaban a mi alcance, deboagradecer a muchos amigos y colegas, arqueólogosy arquitectos, cuya colaboración sería largo men-cionar. Sin embargo, quiero destacar el apoyo re-cibido de los amigos del Instituto de EstudiosPeruanos (IEP) y en especial de Virginia García, a

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INTRODUCCIÓN 15

cargo de la bien organizada Biblioteca del Institu-to, por su eficiencia y extraordinaria rapidez enubicar y poner a mi disposición obras que de otraforma seguramente me hubieran sido inalcanzables.

Debo agradecer a Aída Nagata su compromisocon el proyecto editorial de este libro. Su trabajopulcro y minucioso acompañó los pasos iniciales

de edición, antes de integrarse al Fondo Editorialy luego de su incorporación, donde felizmente seha reencontrado con el libro asegurando la conti-nuidad de un buen trabajo. Agradecimiento quehago extensivo a todos los demás integrantes delFondo, cuyo trabajo en equipo ha superado losretos planteados por la edición del libro.

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1. ARQUITECTURA Y URBANISMO COMO TESTIMONIOS 17

EN EL CONOCIMIENTO e interpretación de la histo-ria universal de las civilizaciones, un papel clavelo desempeña el estudio de la arquitectura y, es-pecialmente, del urbanismo. Existe consenso porparte de los estudiosos del tema en asumir la emer-gencia del urbanismo como un elemento diagnós-tico de primer nivel de los procesos civilizatorios.Esto no es novedad, mas si consideramos lo em-blemático que ha sido para la humanidad el fenó-meno urbano para identificar este proceso, tantoque de antiguo el término civilización deriva dela raíz latina civilitas, las comunidades urbanas quehabitan en civitas o ciudades.

En el análisis de las formaciones precapitalistas,Marx y Engels establecieron una corresponden-cia entre los diferentes estadios de la evoluciónsocial y sus respectivas formas de asentamiento.En esta perspectiva, la ciudad constituía una va-riable fundamental que se asociaba a la apariciónde las formaciones sociales clasistas y el Estado.Estos postulados fueron aplicados tiempo despuéspor Childe en su proposición pionera de la ar-queología como ciencia social.

Si postulamos que la arquitectura y la formade asentamiento humano en el territorio, consti-tuyen una expresión privilegiada en las que se plas-

ma físicamente un conjunto significativo de acti-vidades humanas —manifestando así la forma deorganización social y los modos de vida— enton-ces el análisis de estos testimonios representará unaherramienta de gran valor para examinar lasintomatología de este tipo de procesos sociales.

Tanto la arquitectura como los asentamientosincorporan ellos mismos la calidad de productossociales. Por lo tanto su análisis funcional, formaly constructivo, permite explorar desde estas ver-tientes los procesos de especialización producti-va, la división del trabajo y las formas de organi-zación social. Bajo esta perspectiva, en el estudiode los procesos civilizatorios adquiere una impor-tancia medular el análisis de la arquitectura pú-blica y de los asentamientos urbanos, por la espe-cial relevancia que asumen en el desarrollo de losprocesos en cuestión.

La construcción de la civilización, la edifica-ción social, económica, cultural, mítica se plasmaen la arquitectura y en la propia forma de asenta-miento, en el manejo y transformación del terri-torio. Por lo tanto la tarea que tenemos por de-lante no es solamente reconstruir la identidadmaterial, física, de la edificación arquitectónica,sino especialmente su condición de continente de

1ARQUITECTURA Y URBANISMO COMOTESTIMONIO DE LA EDIFICACIÓN SOCIAL

Lo que ay que ver desto son los cimientos de los edificios y las paredes y cercasde los adoratorios, y las piedras dichas, y el templo con sus gradas, aunquedesbaratado y lleno de heruazales, y todos los más de los depósitos derribados:en fin fue lo que no es. Y por lo que es juzgamos lo que fue.

(Cieza de León 1984: 253). 1

1 La parte final de la aguda observación del cronista Cieza de León (1984: 253) a propósito de las ciudades y monumentos queobserva ya arruinados, en este caso refiriéndose a la ciudad Inka de Vilcashuamán, nos propone un componente fundamental delquehacer arqueológico y en especial de la historiografía de la arquitectura y el urbanismo, donde debemos tanto deducir el gradode destrucción o alteración que estos han sufrido a partir de su condición actual —es decir lo que Cieza enuncia como “fue lo queno es”— y al mismo tiempo, como a partir de lo existente, debemos construir una serie de inferencias que nos permitan aproximarnosa propuestas reconstructivas de sus características originales, es decir “por lo que es juzgamos lo que fue” en palabras de Cieza.

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actividades sociales, y de la representación socialque esta entrañó. Mediante este tipo de análisis lalectura de la arquitectura podrá expresar la edifi-cación social y tendrá un papel fundamental en lareconstrucción histórica de los procesos sociales.

Pero, por otra parte, enfrentamos el reto ma-yor de reconstruir, recomponer, la identidad de lapoblación de nuestro país con su invalorablepatrimonio edificado, ya sea este arquitectónico,urbanístico o territorial y paisajístico. En cuantoconsideramos que este es un requisito indispen-sable para garantizar su conservación y puesta envalor. Por esto, sostenemos también que la recu-peración de este invalorable patrimonio debe cons-tituirse en una imprescindible herramienta dedesarrollo y en una fuente permanente de reflexio-nes acerca de nuestro futuro como país.

Limitar los complejos procesos sociales con-centrándonos en el examen de las evidencias mate-riales y artefactuales, puede proporcionar una vi-sión parcial o inclusive degradada de la realidadsocial. Este es especialmente el caso, por ejemplo,de las formaciones que no exhiben destacadas rea-lizaciones culturales o arquitectónicas, como loscazadores recolectores, y cuyo equipamiento ma-yormente lítico puede aparentar una visión rudi-mentaria y primitiva de los mismos. Mientras quesi incorporamos la dimensión espacial, asociandolos contextos materiales a su modo de vida, y éstecon sus correspondientes formas de asentamientoy el manejo territorial de sus recursos, tendremosuna visión radicalmente distinta o por lo menosde mayor profundidad y valoración de los proce-sos sociales que se desarrollaban en ese entonces.

El planteamiento central de nuestro trabajo pro-pone que el surgimiento y evolución del fenóme-no urbano, y en especial de la ciudad, constituyeuna de las claves principales para el estudio del pro-ceso civilizatorio. Donde el examen de la evolucióndel fenómeno urbano constituye una herramientaimprescindible para el análisis y definición de lasparticulares características que asume, en una regióndeterminada, el proceso civilizatorio en cuestión.

Esto, a nivel universal, se debe a que el proce-so de desarrollo de formaciones sociales complejas,y especialmente de aquellas que alcanzaron unaorganización estatal, tuvo como correlato el sur-gimiento y desarrollo de centros urbanos y poste-riormente de ciudades. En los centros urbanos yciudades se concentra el desarrollo de las másimportantes actividades económicas y sociales,particularmente de aquellas de carácter especiali-zado. Por esta razón, el estudio de la forma que

adoptaron los asentamientos y el examen arqueo-lógico de sus componentes, permitirá aproximar-nos a la reconstrucción histórica de las formacionessociales que les dieron origen y entender un aspec-to crucial, como es el urbanismo, para el estudiodel proceso civilizatorio en los Andes Centrales.

Uno de los objetivos centrales de esta investi-gación ha sido definir un panorama general delorigen, evolución y desarrollo del fenómeno ur-bano en los Andes Centrales durante la épocaprehispánica. Para la consecución de este propó-sito se ha identificado, en cada una de las épocasdel desarrollo histórico-cultural en los Andes Cen-trales, casos representativos que ilustren el desa-rrollo del fenómeno urbano y sus expresiones ar-quitectónicas más significativas.

A partir de este enfoque, se analiza la inciden-cia de los aspectos económicos, sociales y cultura-les, en el nivel de desarrollo del fenómeno urbanoy las formas específicas que este asumió a travésdel tiempo. Paralelamente, se examina la unidady la diversidad que se aprecia históricamente en elproceso de desarrollo urbano en el Área CentralAndina, con el propósito de analizar comparati-vamente las manifestaciones del fenómeno de re-gión a región, y explicar en cada caso las particu-laridades de su evolución.

Las premisas metodológicas de este trabajomantienen una línea de continuidad, aunque conmayor énfasis descriptivo, con los postulados de-sarrollados en ensayos anteriores, donde hemossostenido la importancia fundamental que tiene,en el análisis científico del fenómeno de asenta-miento humano en el territorio, establecer la rela-ción de correspondencia recíproca existente entrela formación económico social y su correspondien-te forma de asentamiento (Staino y Canziani 1984,Canziani 1989). Esta correspondencia de carác-ter teórico corresponde en términos generales aentidades o categorías abstractas. Sin embargo, asícomo las formaciones económico sociales se pre-sentan en la realidad de una manera concreta yespecífica, que se define y manifiesta en un deter-minado modo de vida, de la misma manera la for-ma de asentamiento, en cuanto categoría abstrac-ta, se expresa de forma singular en un determina-do modelo o patrón de asentamiento.

De esta propuesta resulta que así como en tér-minos teóricos y generales establecemos las rela-ciones de correspondencia entre distintas forma-ciones sociales y sus correspondientes formas deasentamiento, al nivel de los procedimientos ana-líticos, debemos establecer la relación dialéctica

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1. ARQUITECTURA Y URBANISMO COMO TESTIMONIOS 19

de correspondencia entre los modos de vida y suconcreción en específicos modelos o patrones deasentamiento (ver Cuadro 1).2

A lo largo de este trabajo examinaremos unconjunto de aspectos arquitectónicos y urbanísti-cos que consideramos diagnósticos y fundamen-tales para interpretar las características que asumeen los Andes Centrales el proceso civilizatorio. Seha sostenido con razón que si bien este procesopresenta singularidades y una identidad unitaria,que en términos generales permiten caracterizarlocomo ‘andino’, también es necesario advertir quemanifiesta una notable diversidad, como unamarcada desigualdad en sus desarrollos de regióna región y en el devenir de una época a otra, locual significa que este proceso no fue lineal nicontinuo.

Bajo estas premisas, debemos notar una ad-vertencia cautelar: tanto el ‘Estado’ como sucorrelato urbanístico, la ‘Ciudad’, no son, comomuchas veces se supone equivocadamente, orga-nismos únicos, creados por la humanidad en losinicios de la civilización y enriquecidos en el cur-so de los siglos. Por el contrario constituyen unaserie de entidades diferentes, históricamente limi-tadas y determinadas por causas y circunstanciasespecíficas (Staino y Canziani 1984).

Si asumimos la concepción del Estado, comola forma de organización política que regula lasrelaciones sociales, con el ejercicio del poder porparte de una clase social dominante, lo que aquínos interesa no es tanto la ‘evolución’ del Estadoen sí mismo, sino el cómo y el porqué se dan lascondiciones sociales que hicieron y hacen posiblesu existencia, y cuales serían los elementos diag-

nósticos que nos pueden permitir inferir su pre-sencia o ausencia. En este caso, utilizando losindicadores y las herramientas analíticas que nosproporciona la arquitectura y el urbanismo.

De los antecedentes historiográficos

Sin bien se dispone de una bibliografía relativa-mente amplia de estudios referidos al desarrollode los procesos civilizatorios y su relación con laevolución de las formaciones urbanas, estos estánmayormente concentrados en el examen de loacontecido en el Viejo Mundo y, en especial, en elcaso del Cercano Oriente (Egipto y Mesopo-tamia). Esta región cuenta con una amplia biblio-grafía que va desde los trabajos pioneros de Childe(1936, 1942) y Frankfort (1954), a estudios másrecientes como los de Adams (1972), Manzanilla(1986) y Redman (1985).

Existen limitados estudios que examinan estaproblemática en otras regiones donde se desarro-llaron procesos civilizatorios originarios (India,China, Mesoamérica), así como existen trabajosde debate teórico con referencias comparativas adistintas regiones (Service 1984). Sin embargo,constatamos que en el caso de los Andes Centra-les este tipo de trabajos es muy escaso.

Para el antiguo Perú, tenemos estudios queprovienen mayormente del campo de la arqueo-logía. Algunos con limitaciones teóricas y yadesactualizados en cuanto a documentación em-pírica (Rowe 1963; Schaedel 1966, 1972), otroscon importantes aportes en cuanto a la evoluciónde los patrones de asentamiento en ciertos valles

2 Para graficar estas relaciones de correspondencia, podemos utilizar como ejemplo la formación económico social de loscazadores recolectores, a la cual en términos generales corresponde como forma de asentamiento el establecimiento provisional omomentáneo, y el nomadismo o la trashumancia territorial. Mientras que, de manera concreta, esta formación social de cazadoresrecolectores se manifiesta en múltiples y diversos modos de vida, desde los Innuit o esquimales del Ártico, a los Selk’ nam, Yámanay Alacaluf del extremo austral de América (Chapman 1998), pasando por las comunidades nativas de la Amazonia, o de losbosquimanos del Kalahari en África, los Semang y Sakai de las selvas de Malasia, etc. si nos desplazamos a otros continentes (Forde1966). Donde se puede comprobar como cada unos de estos modos de vida bastante distintos entre sí, a su vez manifiestan susingularidad en patrones de asentamiento con características propias que los hacen diferentes.

� CATEGORÍAS TEÓRICAS CATEGORÍAS EMPÍRICAS � SOCIEDAD ��

� ASENTAMIENTO

FORMACIÓN ECONÓMICO SOCIAL MODO DE VIDA

FORMA DE ASENTAMIENTO PATRÓN DE ASENTAMIENTO

Cuadro 1

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20 JOSÉ CANZIANI

de la costa, entre los que destacan los de Willey(1953) en Virú y Wilson (1988) en el Santa. Al-gunas importantes contribuciones teóricas rela-cionadas con el examen de esta problemática seencuentran en Lumbreras (1981). En este pano-rama, que evidencia la ausencia de una visión te-mática de conjunto, desde el campo de la arqui-tectura y el urbanismo, disponemos de una pri-mera aproximación general al tema de lasformaciones urbanas en América en el clásico es-tudio sobre las ciudades precolombinas de Hardoy(1964); y de tan sólo una importante síntesis so-bre la arquitectura y el urbanismo en el antiguoPerú en el trabajo publicado por Williams (1981)hace más de veinte años.

El autor, en colaboración con Sergio Staino,publicó un ensayo acerca de los orígenes de la ciu-dad y su rol en el proceso civilizatorio, en el quese examinaba comparativamente los casos deSumer, Egipto y el Antiguo Perú (Staino yCanziani 1984). Posteriormente, publicó un es-tudio centrado en el examen de las formas de asen-tamiento en la costa norte, relacionado con la evo-lución de las formaciones sociales en dicha región,durante los períodos tempranos de la épocaprehispánica (Canziani 1989). A continuación,ha publicado una serie de artículos en revistas es-pecializadas acerca de este tema, con referencia adeterminados valles y épocas (Canziani 1992a,1993, 2000, 2003a, 2003b), al manejo del espa-cio territorial en el área andina y en determinadasregiones de esta (Canziani 1991, 1995, 2002), ocentrados en los monumentos que integran com-plejos urbanos (Canziani 1987, 1992a, 1992b,2000, 2003a, 2004).

En estas dos últimas décadas en nuestro paísse han desarrollado muchos proyectos arqueoló-gicos, centrados tanto en el análisis de complejosurbanos como de los monumentos arquitectóni-cos que los integran. En muchos casos, los resul-tados de estas investigaciones han enriquecido yalterado sustancialmente la información preexis-tente, basada muchas veces en el examen superfi-cial de los sitios. Justamente, uno de los propósi-tos de este trabajo ha sido revisar esta vasta bi-bliografía dispersa y especializada, sistematizar yarticular la información documental pertinente,y divulgar sus nuevos alcances.

LOS ANDES CENTRALES3

Geografía y medio ambiente

El área de los Andes Centrales, en cuanto a geo-grafía y características medioambientales, consti-tuye una de las áreas mundiales con mayor diver-sidad climática y biológica. Esto se debe, en pri-mer lugar, a la presencia de la cordillera de losAndes la que asciende desde el nivel del mar, en ellitoral de la costa del Océano Pacífico, hasta lle-gar al nivel de las montañas de nieves perpetuas,con nevados como el Huascarán cuya cumbre al-canza los 6,768 msnm, para luego descender nue-vamente hacia las planicies de las selvas tropicalesde la cuenca amazónica. De modo que el sólo fac-tor altitud en un área que se encuentra en unazona tropical, genera múltiples y distintos pisosecológicos, con las consiguientes variacionesclimáticas, topográficas e hidrográficas. Por otrolado, el litoral marino de nuestras costas al Océa-no Pacífico se ve afectado por el fenómeno deenfriamiento de sus aguas por la corriente deHumboldt y el afloramiento de aguas frías prove-nientes de las profundas fosas marinas. De estamanera, el mar actúa como un condicionante quealtera sustancialmente las características climáticasde nuestras regiones costeras.

En los territorios de la cordillera de los AndesCentrales se desarrollan una serie de valles, algunoscorren transversales a esta como los valles costeños,descendiendo desde sus flancos occidentales haciala costa, generando verdes oasis en esta zona desér-tica. Otros se desarrollan al interior, limitados porlos pliegues y flancos de las estribaciones de lacordillera, formando los denominados vallesinterandinos, que se localizan mayormente en laszonas quechua, si bien algunos sectores de su tra-yecto pueden también ubicarse en la zonas corres-pondientes a las denominadas yungas orientales.

La presencia de la corriente fría de Humboldtfrente a las costas peruanas y la riqueza de nu-trientes que esta genera, favorece la existencia dealtas concentraciones de plancton, que constituyenla base de una vasta cadena trófica que se caracte-riza por una impresionante diversidad de especiesy una alta densidad de la biomasa marina, consti-tuida por centenares de especies de peces, moluscos,crustáceos, así como aves y mamíferos marinos.

3 Desde la antropología y la arqueología se ha reconocido en el Área Andina de Sur América distintas áreas de integracióneconómico-social. Entre estas, el Área de los Andes Centrales corresponde a los territorios que van desde el desierto de Sechura yla sierra de Piura por el norte, hasta el nudo de Vilcanota y Arequipa por el sur (Lumbreras 1981).

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Esta extraordinaria riqueza de recursos marinos—que hasta el día de hoy tiene una importanciafundamental en la economía de nuestro país—desempeñó un papel de enorme relevancia encuanto fuente privilegiada de recursos alimenticiosy productivos desde los tiempos de los primerospobladores del litoral y a todo lo largo de las dis-tintas épocas del proceso civilizatorio andino.

Pero la corriente fría de Humboldt tambiéndesempeña un papel clave con relación a las condi-ciones climáticas, especialmente en el caso de lasregiones costeras, generando una serie de fenóme-nos que determinan sus condiciones desérticas,

Fig. 1. Mapa geográfico de lospaisajes de los Andes Centra-les (redibujado de Troll 1958).

Fig. 2. Paisaje de litoral marino en la caleta de Jihuay, Atiquipa(foto: Canziani).

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22 JOSÉ CANZIANI

no obstante que estos territorios se encuentren enlatitudes próximas a la línea ecuatorial y, por lotanto, en un área propia de zonas lluviosas y debosques húmedos tropicales. En nuestro caso, lasgrandes masas de aire húmedo transportadas porlos vientos alisios entran en contacto con las aguasfrías del mar, formando bancos bajos de nieblaque se ubican entre los 200 a 600 metros de altura,provocando el fenómeno conocido como inversióntérmica. Este fenómeno se produce porque porencima de la niebla está despejado y el sol calienta

el aire, mientras que por debajo de las nubes y enproximidad del suelo las temperaturas son bastantemás bajas. De esta manera se inhibe la precipita-ción de lluvias en las zonas costeras, de lo quederiva sus predominantes características desérticas.

Sin embargo, estas nubosidades típicas y persis-tentes en las regiones costeras durante el invierno(de junio a setiembre), producen ligeras precipi-taciones de lluvia fina conocida como garúa. Estasprecipitaciones son más frecuentes en zonas próxi-mas al litoral y algo más elevadas o con barrerasde cerros, donde dan origen a un fenómeno muyespecial y único de la costa peruana: las lomas. Setrata de la formación de pastos y vegetaciónarbustiva en zonas normalmente desérticas y quese dan gracias a estas garúas, pero también debidoa la propia condensación de la humedad contenidaen las nubes, al entrar estas en contacto con lasuperficie fría de los suelos. En algunos casos, dondelas condiciones son más propicias, se forman gran-des extensiones de lomas que incluyen el desarrollode áreas de bosques. En el desarrollo y reproduc-ción de este fenómeno la vegetación desempeñaun papel crucial, ya que las hojas y ramas de lasplantas se convierten en elementos que multipli-can el fenómeno de condensación, incrementandonotablemente la precipitación del agua, ademásde disminuir su evaporación y favorecer su acu-mulación infiltrándola entre sus raíces.

Estas lomas con su abundante vegetación danvida a una abundante fauna, entre la que se en-cuentran mamíferos como el guanaco, el venado,el zorro; aves como palomas, pericos, halcones ygavilanes; además de caracoles de tierra y muchosinsectos. Este hecho, hizo de las lomas una zonaespecialmente rica en recursos y por lo tanto unlugar particularmente frecuentado por el hombredesde los tiempos de los primeros cazadores yrecolectores. Sin embargo, hoy en día su frágilecología está a punto de desaparecer debido a lapersistencia de la deforestación y el sobre pasto-reo iniciados en época colonial.

Según Pulgar Vidal (1996), en el territorio delos Andes Centrales tienen lugar ocho regionesnaturales a las que asigna los nombres que asumenen la toponimia indígena: Chala, corresponde alas regiones del litoral costero; Yunga, al territoriode las zonas altas y cálidas de los valles occidentales,como también a ciertas zonas bajas y cálidas delos valles de las vertientes orientales entre los 500y 2,300 msnm; Quechua, a las quebradas y vallesinterandinos que se localizan entre los 2,300 y3,500 msnm; Suni o Jalca, a las estribacionescordilleranas entre los 3,500 a 4,000 msnm; la

Fig. 3. Paisaje de dunas en el desierto cerca de la playa Gramadal,Huarmey (foto: Canziani).

Fig. 4. Paisaje de bosques de lomas y acumulación de niebla, en elcerro Cahuamarca, Atiquipa (foto: Canziani).

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1. ARQUITECTURA Y URBANISMO COMO TESTIMONIOS 23

Perú. A continuación resumimos de forma some-ra una breve descripción de las características quedistinguen estas tres grandes regiones transversa-les que atraviesan los Andes Centrales.

En el caso de la región norte, las cordilleras noalcanzan una gran elevación y se desarrollan a unarelativa distancia del litoral marino. Estas condi-ciones generan que los valles de los ríos que des-cienden desde el flanco occidental de los Andes,generen amplios abanicos aluviales formando ex-tensas planicies sedimentarias, lo cual con el pro-gresivo desarrollo de la irrigación artificial, per-mitirá su conversión en las mayores extensionesagrícolas de la costa peruana, sirviendo de sustentoa los poderosos procesos civilizatorios que tendránsede en esta región. Estas condiciones propicias aldesarrollo agrícola se verán también favorecidaspor una mayor humedad, derivada de la amplitudde las cuencas de los valles, así como por la mayorincidencia del régimen de lluvias, lo que derivaen los caudales generosos en sus ríos. Por otra parte,la atenuación de la corriente de Humboldt y laproximidad de las aguas cálidas del mar tropicalal norte, o su eventual descenso hacia el sur con eldesencadenamiento de eventuales fenómenos deEl Niño, provocan lluvias en las zonas de costa

Fig. 5. Paisaje de zona de yunga oriental en el encañonamiento delrío Marañón en la localidad de Balsas, en el límite entre los depar-tamentos de Cajamarca y Amazonas (foto: Canziani).

Fig. 6. Paisaje de valle de zona quechua en los alrededores del Cusco(foto: Canziani).

Fig. 7. Paisaje de planicies de puna en Qonococha, al fondo losnevados de la Cordillera Blanca (foto: Canziani).

Puna, a los territorios altoandinos y altiplánicosentre 3,500 y 4,500 msnm, ricos en pastos natu-rales; la Janca, a las zonas de glaciales y nieveseternas entre los 4,000 y 6,768 msnm; la Rupa-rupa o Ceja de Selva, a los flancos orientales delos Andes; y la Omagua, o Selva Baja, correspon-diente a los bosques húmedos y tropicales de nues-tra Amazonía. Sin embargo, otros estudiosos denuestra geografía proponen la presencia, no sola-mente de las ocho regiones ya señaladas —quecorresponderían mayormente a un corte transver-sal en las regiones centrales de este territorio—sino a muchas más subdivisiones ecológicas oecorregiones (Brack 1986; Brack y Mendiola 2000).

Al respecto, algunos estudios geográficos des-tacan las marcadas diferencias territoriales y me-dio ambientales existentes en los Andes Centralesentre las regiones del norte, con aquellas del centro,como con las del sur. Las diferentes condicionesgeográficas, orográficas y climáticas, que se pre-sentan en estas distintas latitudes fueron graficadasen sendos cortes transversales tanto por Troll(1958) para los Andes en Sur América, como porPulgar Vidal (1996) en cinco perfiles transversales,que atraviesan regiones del norte, centro y sur del

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24 JOSÉ CANZIANI

que propician el desarrollo de extensos bosquessecos y el incremento del acuífero de la napa sub-terránea. En las zonas de sierra de las regiones delnorte, los pasos de montaña son relativamentebajos facilitando las relaciones de transversalidad—tanto biológicas como humanas— entre la cos-ta, la sierra y las regiones de la vertiente amazónica.Así mismo, la escasa altura de las montañas de lascordilleras del norte también derivan en la desapa-rición del piso ecológico de puna, que tanta im-portancia tiene en las regiones del centro y sobretodo en las del sur. En contrapartida se presentanzonas conocidas como páramo, con condicionesmedio ambientales bastante distintas a las de lapuna, aun cuando puedan corresponder al mis-mo piso altitudinal.

En el caso de la región central, los Andes pre-sentan marcadas cadenas montañosas y alcanzansu mayor altitud. La distancia más próxima de lacordillera occidental con relación al litoral de lacosta, deriva en la reducción de la extensión delos conos aluviales de sus valles; mientras que lamenor extensión de sus respectivas cuencas derivapor lo general en la presencia de ríos con caudalesalgo más moderados, generando las condicionespara el desarrollo de valles agrícolas de medianaextensión. En las correspondientes regiones de sie-rra se generan amplios valles interandinos, comoel Callejón de Huaylas o el del Mantaro. La altitudde las cordilleras y de los respectivos pasos demontaña dificultan relativamente la comunicaciónentre los valles interandinos, y entre estos y las

Fig. 8. Cortes transversales es-quemáticos en las regiones delnorte, centro y sur del Perú(redibujado en base a Brack yMendiola 2000; Pulgar Vidal1996; y Troll 1958).

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regiones costeras. Por otra parte, en estas regionesaltoandinas asociadas a la cordillera de los Andesse desarrollan grandes planicies elevadas propiasde los pisos ecológicos de puna.

En el caso de la región sur de los Andes Cen-trales se acentúan las condiciones de aridez y lassituaciones de sequía son frecuentes con regíme-nes de lluvias irregulares y más escasas, especial-mente en la vertiente occidental. Sus regiones cos-teñas se caracterizan por el desarrollo de extensostablazos desérticos y la presencia de una cordille-ra marítima paralela al litoral, donde es común eldesarrollo de vegetación de lomas. Los valles deesta región costeña son relativamente pequeños ycuentan con cuencas hidrográficas de limitadaextensión, que se desarrollan mayormente en terri-torios de punas relativamente secas y sujetas a fre-cuentes sequías, y donde se originan ríos peque-ños, cuyo escaso caudal se ve reducido aún máspor procesos de evaporación e infiltración, sien-do común que aun en época de lluvias sus aguasno lleguen a desembocar al mar perdiéndose en eldesierto. Por lo tanto, estas regiones costeras pre-sentan severas limitaciones al desarrollo agrícola,tanto como consecuencia de la escasez de agua,como de suelos adecuados para el cultivo. Mayor-mente las zonas de cultivo se limitan a algunosvalles oasis como los de Ica y Nazca, que, por lasrazones antes expuestas, tienen además la singu-laridad de desarrollarse al pie de la cordillera yrelativamente alejados del litoral. De otro lado,en las zonas altoandinas de esta región sur es do-minante el piso ecológico correspondiente a lapuna, donde el rol de la ganadería es preponde-rante, así como el de los cultivos andinos de altura.Los territorios de puna hacia el occidente son secose inclusive áridos, mientras que los que se desarro-llan hacia el oriente son más húmedos, ya que sebenefician de las lluvias generadas por los vientosalisios del sur este que transportan masas de aire

húmedo desde la Amazonia. Los valles interan-dinos propios de zonas quechua o yunga estánpresentes, si bien muchos de ellos son relativa-mente encajonados o con ríos que transcurren enprofundos cañones, lo que dificulta o impide elaprovechamiento de sus aguas para fines agrícolas.

La interacción sociedad – medioambiente ylas modificaciones territoriales

Para la cabal comprensión de las distintas forma-ciones sociales que se desarrollaron históricamenteen las diferentes regiones de los Andes Centrales,es necesario ubicarlas en su correspondiente esce-nario paisajístico y medio ambiental. Como vere-mos más adelante, cada una de estas sociedades

Fig. 10. Hoyas de cultivo en la localidad de Chilca (foto: Canziani).

interactuó de una manera específica con su medio,desarrollando especiales formas de manejo parahacer posible en ellas la producción y la explota-ción de sus particulares recursos, en el marco desus propias estrategias de desarrollo económico ysocial. Esto llevó históricamente al establecimientode distintos modos de vida y a la conformaciónde diferentes tradiciones culturales regionales.

Fig. 9. Campos agrícolas y canales de irrigación en el Valle mediode Chincha (foto: Canziani).

Fig. 11. Acueductos subterráneos en la localidad de Cantalloc, Nazca(foto: S. Purin).

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En el territorio del Antiguo Perú, a partir de larevolución neolítica y el desarrollo inicial de laproducción agrícola, se constata la iniciación deun proceso paralelo de modificación de las origina-les características naturales del territorio, con elpropósito de acondicionarlo para servir de base adistintos procesos productivos ligados principal-mente a la agricultura.

Este proceso tiene la singularidad de caracteri-zarse desde sus inicios no sólo por la amplia do-mesticación de plantas y animales, sino que para-lelamente va acompañado también por la“domesticación” del territorio en cuanto mediode producción. Tanto la extraordinaria diversidadgeográfica y climática de los medios ambientales y

ecosistemas que caracterizan el territorio del Perú,como la necesidad de adecuarlos a las exigenciasde diversos tipos de producción, para superar oatenuar las condiciones negativas o las limitacionesque estos presentaban por naturaleza al desarrollode estas actividades productivas, dieron como re-sultado el despliegue de un extraordinario y va-riado corpus de Paisajes Culturales.4

Entre los paisajes culturales ligados al desarrollode zonas de producción, podemos mencionar en-tre los principales los que se desarrollaron en lacosta desértica. Entre estos destacan los valles agrí-colas generados mediante el despliegue de grandes

Fig. 14. Reconstrucción hipo-tética del manejo del territoriode lomas en Atiquipa (Canziani2002).

Fig. 12. Terrazas de cultivo asociadas a sistemas de riego en las lomasde Atiquipa (foto: Canziani).

4 El Centro del Patrimonio Mundial de la UNESCO, comprende bajo el concepto de Paisajes Culturales una diversidad deobras que combinan el trabajo del hombre y la naturaleza. En un paisaje cultural se manifiesta de forma singular la interacciónentre la sociedad y su ambiente natural, y su conservación contribuye a la biodiversidad y a la sostenibilidad del desarrolloterritorial, destacando los valores naturales presentes en el paisaje.

Fig. 13. Tendales para el secado de pescado formando sistemas deterrazas en los promontorios de Punta Mulatos en la caleta de Ancón(foto: Canziani).

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1. ARQUITECTURA Y URBANISMO COMO TESTIMONIOS 27

sistemas de irrigación artificial; los valles oasisdonde se aplicaron sistemas de hoyas de cultivo,o se desarrollaron complejas formas de regadíoque aprovecharon las aguas subterráneas, medianteel manejo de puquios y la construcción de galeríasfiltrantes, especialmente en la costa sur, donde seagudizan las condiciones de aridez y son escasaslas fuentes de agua superficial; al igual que el ma-nejo de los bosques de neblina en las zonas delomas y el desarrollo de terrazas de cultivo irrigadascon el agua capturada de la niebla por los bosques;así como las lagunas y wachaques para el manejo

de la totora, o los tendales para el secado de pes-cado, presentes en distintos puntos del litoral.

Por otra parte, en la sierra y valles interandinosdestacan las terrazas de formación lenta, para posi-bilitar el desarrollo de cultivos de secano en laderasde fuerte pendiente, lo que permitió generar sueloscon menor gradiente y así mejorar la retencióndel agua de lluvia y disminuir la erosión. Sin em-bargo, frente a los constantes riesgos de sequías, ylas notables ventajas de asegurar y controlar eldesarrollo de los cultivos mediante la irrigaciónartificial, se desarrollaron extensos sistemas deandenes agrícolas, asociados a obras de canalizaciónpara posibilitar su riego. Mientras que en las zonasde puna, para lograr el desarrollo agrícola en unaaltitud que se encuentra en el límite de las posibi-lidades biológicas, y donde además los cultivos seencuentran expuestos a las frecuentes heladas y ala crítica alternancia de períodos de duras sequíaso severas inundaciones, se desarrollaron sistemasde qochas, como también sistemas de camelloneso waru waru; al igual que el despliegue de bofedales,generados mayormente mediante sistemas relati-vamente simples de riego o inundación de exten-siones ubicadas en zonas de punas secas, para pro-piciar así el desarrollo de la vegetación y, de for-ma consecuente, favorecer las condiciones depastura de camélidos, y hoy de vacunos y ovinos.

Estas diferentes modificaciones territoriales,por encima de su diversidad funcional, caracterís-ticas paisajísticas, extensión y niveles de comple-jidad comprometidos, tienen en común la supera-

Fig. 15.Terrazas agrícolas de formación lenta en la localidad de Picol,Cusco (foto: Canziani).

Fig. 16. Sistema de andenes agrícolas asociados a riego en la locali-dad de Laraos, Yauyos (foto: Canziani).

Fig. 17. Sistema de cultivo en camellones, conocidos también comowaru waru en el altiplano puneño (foto: E. Mujica).

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28 JOSÉ CANZIANI

ción de las limitaciones territoriales (climáticas,topográficas, de suelos, hidrográficas, etc.) parapermitir o favorecer el desarrollo de las actividadesproductivas. En la mayoría de los casos se puedepercibir que estas modificaciones, además de enfren-tar las condiciones negativas, comportaron el apro-vechamiento o mejoramiento de las condicionespositivas o favorables presentes en el medio natural.

Por lo tanto, se puede plantear que estas modi-ficaciones territoriales tuvieron y aún tienen comoaspecto común el propósito de generar, mejorar oampliar las condiciones productivas del medio na-tural, garantizando a su vez la reproducción delas condiciones de base que aseguran la sosteni-bilidad de estos procesos.

Si bien las modificaciones territoriales fueronrealizadas con herramientas relativamente sencillas,habrían comprometido una tecnología vasta y com-pleja que se caracterizaba por el despliegue de espe-ciales formas de organización social de la producción.

En cuanto trascendentes medios e instrumen-tos de producción social de escala territorial, lospaisajes culturales representan no solamente unimportante patrimonio tecnológico, funcional aldesarrollo territorial, sino también constituyen unreferente relevante para las comunidades que losgeneraron o heredaron en cuanto se refiere a laconstitución, conservación e, inclusive, la recu-peración de su identidad cultural.

Los Andes Centrales en cuantoárea cultural

Cuando en un conjunto de regiones localizadasen un determinado territorio geográfico, se apre-cia que sus desarrollos culturales, por encima desus diferencias regionales, comparten histórica-mente una serie de rasgos que definen una identi-dad, y donde además se aprecia una evolución en

la que se pueden observar tanto continuidadescomo procesos de cambio, se entiende que esta-mos frente a lo que se define como área cultural.

Corrientemente se ha entendido como áreacultural un territorio donde se registran determi-nadas tradiciones estilísticas en el repertorio desu cultura material. Sin embargo, estudiosos deesta problemática como Lumbreras (1981), sos-tienen que es preferible asumir una caracteriza-ción histórica de este término, que no esté por lotanto referido exclusivamente a los aspectos es-trictamente ”culturales”, si no que mas bien in-corpore todas aquellas esferas relacionadas con elmodo de vida y la evolución histórica de las for-maciones económico sociales.

En este sentido, en un área histórico cultural,se debe percibir una unidad que es producto de larelación particular que instauran las sociedadescon su medio ambiente específico, con el desa-rrollo de determinadas técnicas de producción,especialmente en el campo de la agricultura. Esteproceso, en el caso de los Andes Centrales, pre-senta una definida impronta de unidad e integra-ción en el marco de una notable diversidad.

Los Andes Centrales: su secuenciacronológica y cultural

El Área de los Andes Centrales comprenden granparte del territorio de lo que es ahora el Perú, conun límite norte en el desierto de Sechura y la sie-rra de Piura; y al sur el nudo de Vilcanota yArequipa. A las regiones que se encuentran más alsur, se les denomina área Centro Sur y correspon-den al altiplano de la región circumlacustre delTiticaca, comprendiendo los desiertos costeros delextremo sur del Perú y del norte de Chile, y laspunas de Bolivia (Lumbreras 1981).

En el caso de los Andes Centrales existen dis-tintos planteamientos para definir su evoluciónhistórica y la correspondiente secuencia de perío-dos culturales. En el presente texto asumimos dospropuestas como las principales, en cuanto sonlas mayormente aceptadas por los estudiosos dela materia, ya que además resumen e incorporanlos aportes de distintos investigadores de la ar-queología andina que trataron esta problemática.

En el caso de la secuencia propuesta por Rowe(1962) —establecida fundamentalmente sobre labase de sus investigaciones y de la secuenciaestratigráfica obtenida en excavaciones arqueoló-gicas en el valle de Ica— se privilegia los aspectosrelacionados con la vigencia de determinados ras-

Fig. 18. Bofedales para la pastura de camélidos en las punas secasde Aguada Blanca, Arequipa (foto: Canziani).

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1. ARQUITECTURA Y URBANISMO COMO TESTIMONIOS 29

gos culturales y los cambios estilísticos, especial-mente de aquellos que se aprecian en la produc-ción cerámica. De esta manera, se propone unperíodo Precerámico, que comprende tanto a lassociedades de cazadores y recolectores como a laépoca de las comunidades aldeanas de los prime-ros agricultores; le sucede un Período Inicial, re-ferido a la época en que aparece inicialmente lacerámica; luego se establecen tres Horizontes, de-finidos sobre la base de la difusión y presencia enel área de los Andes Centrales de los rasgosestilísticos generados primero por el fenómenoChavín (Horizonte Temprano), luego por el fenó-meno Wari (Horizonte Medio), y finalmente porla expansión Inka con el imperio del Tawantinsuyo(Horizonte Tardío). Entre estos “horizontes” sedan dos períodos en que prevalecen los rasgos re-gionales, al cesar las influencias de carácter pan-andino. De este modo, se definen dos períodos“intermedios”, un primer período IntermedioTemprano entre los Horizontes Temprano y Me-dio y luego un período Intermedio Tardío entrelos Horizontes Medio y Tardío (ver Cuadro 2).

Así mismo, tenemos la secuencia propuesta porLumbreras (1981), que privilegia el distinto nivelde desarrollo y características de las formacionessociales presentes en cada época. En este caso, sepropone un período Lítico, que corresponde a latemprana época de los cazadores recolectores; lesucede el período Arcaico correspondiente a laaparición de las comunidades aldeanas precerámicasde los primeros agricultores; le suceden un período

Formativo, que se inicia con la aparición de lacerámica (Formativo Inferior) y que, en las fasesposteriores (Formativo Medio y Superior), corres-ponde a la época caracterizada por el fenómenoChavín y el surgimiento de las “altas culturas”; elperíodo de los Desarrollos Regionales Tempranos,caracterizado por el surgimiento de distintas for-maciones regionales y la presencia de estados teo-cráticos; la Época Wari, para la que se propone eldesarrollo de una primera formación de carácterimperial en el área andina; el período de los EstadosRegionales Tardíos, caracterizado por el resurgi-miento de las formaciones regionales y la presen-cia de distintos estados y señoríos; para concluircon la Época Inka, correspondiente al desarrollodel imperio del Tawantinsuyo (ver Cuadro 2).

Evidentemente estas dos propuestas de secuen-cia cronológico cultural están referidas a los mis-mos procesos y eventos históricos. Estas colum-nas secuenciales, por lo tanto, deben ser conside-radas como herramientas útiles a la definición ycomprensión de lo que distingue y separa unaépoca de otra. Aclarando que en este sentido noexisten límites ni barreras precisas que marquendefinidamente el inicio o fin de un período. Porlo tanto, es preciso señalar que estas herramientasasí como tienen ventajas también pueden tenersus limitaciones, por ejemplo en su aplicación deregión a región, donde se aprecia que los procesosno son necesariamente lineares ni homogéneos,ya que están sujetos a una serie de desigualdadesen los distintos niveles y formas de desarrollo.

SECUENCIA CRONOLÓGICO CULTURAL

CRONOLOGÍA LUMBRERAS (1981) ROWE (1962)

10000 – 5000 a.C. LÍTICOPRECERÁMICO

5000 – 1800 a.C. ARCAICO

1800 – 500 a.C. FORMATIVOPERÍODO INICIAL

HORIZONTE TEMPRANO

500 – 700 a.C.DESARROLLOS REGIONALES

TEMPRANOSINTERMEDIOTEMPRANO

600 – 1000 d.C. ÉPOCA WARI HORIZONTE MEDIO

1000 – 1450 d.C.ESTADOS REGIONALES Y

SEÑORÍOS TARDÍOSINTERMEDIO TARDÍO

1450 – 1532 d.C. ÉPOCA INKA HORIZONTE TARDÍO

Cuadro 2

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2LOS ORÍGENESDe los cazadores recolectores al desarrollo de lasformaciones aldeanas

CUANDO SE HACE referencia a la época de los caza-dores recolectores, generalmente nos vienen a lamente una serie de imágenes ampliamente difun-didas en la bibliografía, que reducen estos prime-ros pobladores de los Andes a la condición degrupos sumamente primitivos, totalmente de-pendientes de lo que la naturaleza buenamente lesproveía. Según esta visión algo simplista, estaría-mos frente a grupos humanos que se desplazabanincesantemente a lo largo de un amplio territorioen persecución de la fauna salvaje. Inclusive, se hallegado a plantear largos desplazamientos estacio-nales desde el área cordillerana a las lomas coste-ñas, siguiendo una supuesta migración estacionalde los animales entre regiones bastante lejanas.De esta manera, los cazadores recolectores noshan sido presentados frecuentemente como serestotalmente supeditados a la fauna silvestre y, apartir de esta idea, asumimos inconscientementeque la condición de “salvajismo” derivaría de estasuerte de simbiosis con la animalidad.1

Sin embargo, las recientes investigaciones de-sarrolladas en las últimas décadas en el área de losAndes Centrales, acerca de los recolectores y caza-dores superiores del período Lítico, nos presentanuna realidad bastante distinta. Estos nuevos datospermiten sostener que alrededor del 10,000 a.C.se registra la presencia de grupos humanos que tie-nen -no obstante su limitado nivel de desarrollo-

un conocimiento y un manejo complejo de la di-versidad medioambiental; están provistos de unbagaje tecnológico que comprende una ampliagama de instrumentos de piedra, hueso, madera yfibras vegetales, muchas veces sofisticados en suforma y técnica de elaboración, como es el caso delas puntas de proyectil; conocen la utilización delfuego y sus múltiples aplicaciones; y por último,no son ajenos a la manifestación de determinadastradiciones culturales.

Pero quizás uno de los aspectos más notablesque se desprende del estudio de las nuevas eviden-cias de esta época, corresponde a la apreciación deque estos tempranos pobladores dieron lugar adistintos modos de vida, al enfrentar la diversidadmedio ambiental y la variedad de recursos pre-sentes en las diferentes regiones de los AndesCentrales. Estos distintos modos de vida, consti-tuyen una clara expresión de los niveles de cono-cimiento desarrollados por estos primeros pobla-dores en el manejo y apropiación de los recursosdisponibles en cada medio específico, lo que lespermitió garantizar el sustento y la reproducciónde sus poblaciones.2

Nos parece necesario aquí subrayar la impor-tancia teórica y metodológica que presenta este fe-nómeno, especialmente en cuanto se refiere altema central que nos interesa: la forma de asenta-miento. Y es que, en el marco general del análisis

1. Este sesgo en el tratamiento del período de los cazadores recolectores también ha sido advertido críticamente por Uceda(1987: 14-7), al igual que la equivocada tendencia evolucionista de considerar los artefactos toscos o rudimentarios como “an-tiguos” y los más elaborados como más “recientes”, aislando estos instrumentos del análisis de sus asociaciones contextuales, loque ha derivado en más de un craso error de interpretación.

2. Algunos autores utilizan al definir este proceso el término “adaptación”, el que nos parece inapropiado ya que proponeuna suerte de dependencia pasiva de esta sociedades con relación a las condiciones ecológicas, oscureciendo así el hecho funda-mental de que son los hombres y mujeres los agentes principales en la interacción que establecen con el medio y sus recursos, yque como tales son los protagonistas centrales de los constantes cambios que genera la evolución social.

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de una determinada formación económico social,podemos aproximarnos al examen empírico queesta asume en la concreción de distintos modos devida, con características específicas y singulares.En especial, nos parece relevante señalar que sepuede comprobar que a estos distintos modos devida corresponderán, de manera consecuente,particulares formas (modelos o patrones) de asen-tamiento y manejo del espacio territorial. La for-mación social de los cazadores recolectores–relativamente simple frente a la creciente com-plejidad de las que posteriormente le sucederán–ofrece por esta misma razón, una serie de aspectoscuyo estudio nos permite la comprensión de algu-nos de los elementos fundamentales que regulanel desarrollo y evolución del fenómeno de asenta-miento humano en el territorio desde sus prime-ros inicios.

La presencia de distintos modos de vida entrelos cazadores recolectores del área central andina,emerge claramente de los datos y la relativamente

amplia documentación que nos proporcionan lostrabajos arqueológicos desarrollados en las úl-timas décadas. De esta manera, en distintos sitiosde diferentes regiones, tanto de la sierra como dela costa, se ha constatado la existencia de culturasmateriales bastante diferenciadas. Conforme seprofundiza el estudio de los utensilios, herra-mientas y otros restos materiales de la actividadsocial de estos grupos, se establecen las condi-ciones que permiten que estos datos nos apro-ximen a la definición de distintos procesos de tra-bajo. Los que -examinados en el conjunto de susinterrelaciones- permiten, a su vez, configurar re-constructivamente procesos productivos gene-rales, con características específicas en los dis-tintos ámbitos regionales y a lo largo de laevolución temporal (Bate 1982).

De esta manera, podremos empezar a valorarcómo y cuanto estas diferencias al nivel de losprocesos productivos están expresando el desa-rrollo de distintos modos de vida, es decir la ma-

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Fig. 1. Mapa de ubicación de los princi-pales sitios del período Lítico.1 Pampas de Paiján2 Quirihuac3 Ochiputur4 Casma5 Ancón6 Chivateros7 Guitarrero8 Lauricocha9 Pachamachay10 Telarmachay11 Pikimachay

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nera particular en que estos grupos humanosdesarrollaron sus actividades y formas de organi-zación a lo largo del tiempo y del espacio, en rela-ción con las singulares condiciones medio am-bientales en las que actuaron. Es evidente que enel estudio y comprensión de los aspectos que ca-racterizan el modo de vida, un rol fundamental lecorresponde al análisis de las particulares formasde asentamiento y de manejo del territorio.

El Paijanénse

Con fechados que se remontan inclusive al13,000 antes del presente, se registran en la costaperuana desde Lambayeque hasta Ica, aunquecon mayor énfasis en la Costa Norte y Central, laexistencia de importantes sitios que documentanla presencia y actividad de bandas de recolectorescazadores. Estas poblaciones se identifican por laforma especial que asumen en la elaboración depuntas líticas de gran tamaño, que se caracterizanpor ser alargadas y pedunculadas. El nombre deesta cultura deriva del lugar donde por vez prime-ra se registró científicamente su presencia -en Pai-ján, al norte del valle de Chicama- y se le reconocecomo Paijanense o tradición Paiján.

Se supone que las condiciones climáticas delos territorios de la Costa Norte no debieron sermuy distintas de las actuales. Sin embargo, mu-chos autores sostienen la posibilidad de que elambiente haya sido algo más húmedo que el ac-tual y quizás similar a las condiciones que se pre-sentan en este territorio durante eventos como“El Niño”, cuando muchas quebradas se vuelvenactivas con la presencia de cursos de agua; se danmayores extensiones cubiertas con pastos y bos-ques naturales; y las zonas de lomas habrían regis-trado una mayor densidad y verdor.

También se plantea la posibilidad de que estaépoca haya coincidido con el inicio de una fase dedeglaciación que habría elevado progresivamenteel nivel del mar, sumergiendo parte de la franjacostera y, por lo tanto, los vestigios de ocupaciónque en ella se encontraban. Si esto fuera así, de-bemos suponer que muchos de los sitios hoy regis-trados se habrían localizado por lo menos unos 10km. más alejados del litoral de lo que hoy se en-cuentran. De acuerdo a esta hipótesis, esta locali-zación ubicaría muchos sitios en una zona ecoló-gica propia del pie de monte andino, lo que podríaexplicar en parte la presencia de un medio aparen-temente más húmedo en estos hábitat (Chauchat1988: 58-60).

Prácticamente la totalidad de los sitios de ocu-pación correspondientes al paijanénse se encuen-tran ubicados a campo abierto. Este es un primerdato sumamente interesante, ya que relaciona demanera directa la forma de asentamiento con lascondiciones del medio en que este se encuentra.Este caso nos revela como en un medio con unclima benigno y templado, los abrigos naturales(como las cuevas) no habrían tenido mayor im-portancia, a diferencia de lo que acontece en otrosmedios con condiciones climáticas bastante másseveras. En algunos casos, se supone el desarrollode paravientos en los campamentos, es decir, deestructuras simples en forma de medialuna desti-nadas a proteger de la molesta sensación de fríoque genera la acción del viento (Gálvez y Becerra1994). La posible existencia de este tipo de es-tructuras elaboradas, con materiales perecederos,podría haber sido una de las causas que generaralas concentraciones de artefactos con límites enforma de medialuna que se detectan en la excava-ción de algunos campamentos (Uceda 1987: 21).En casos excepcionales, como en el sitio de Qui-rihuac, se ha documentado el aprovechamientode ciertos abrigos rocosos, pero sintomática-mente en cuanto sitios que ofrecían un buen re-fugio y protección frente a la acción del sol abra-sador propio de la Costa Norte.

Los investigadores que han abordado el es-tudio del paijanense, han observado la presenciade distintos tipos de sitios, espacialmente articu-lados entre sí. Tanto su localización como las evi-dencias de las diferentes actividades que en estosse realizaban, definen las características y funciónde estos sitios, que se identifican como campa-mentos, talleres y canteras. Los sitios del primertipo están asociados a una amplia variedad de ar-tefactos líticos y corresponden a lugares de asen-tamiento temporal de las bandas; mientras tanto,los últimos dos están asociados a la extracción de

2. LOS ORÍGENES 33

Fig. 2. Abrigo de Quirihuac en el valle de Moche (Foto: Paul Ossa).

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piedras y a las distintas fases de producción de losartefactos líticos (Chauchat 1988: 52-3).

Las canteras son sitios donde se aprecia la ex-tracción por parte de las gentes de Paiján de ma-teria prima para la elaboración de distintos arte-factos líticos. Si bien la actividad principal estádestinada principalmente a la obtención de losbloques o “núcleos” adecuados para la produc-ción de estos instrumentos, se observa que esto noexcluye –especialmente en el caso de las puntas deproyectil– la realización de alguna de las fasessubsiguientes de su proceso de elaboración en elmismo sitio de la cantera, cual es el caso de la con-fección de los artefactos denominados bifaciales o“pre-formas”. Estos materiales pre-elaboradoseran luego trasladados a los talleres asociados a loscampamentos, donde se les terminaba de ela-borar. En algunos casos, como se ha documen-tado en Casma, se utilizaron herramientas líticasen forma de cuña, especialmente elaboradas pararesolver la particular dificultad que presentaba laextracción de las rocas utilizadas como materiaprima (Uceda 1992). Así mismo, en distintos ám-bitos territoriales, se ha podido comprobar el ma-nejo simultáneo de diferentes canteras con dis-tintos tipos de rocas, lo que estaría indicando laselección de las materias primas preferidas o másadecuadas para la elaboración de los distintostipos de artefactos (Becerra y Gálvez 1996).

En los talleres, ubicados con una relativa pro-ximidad a los campamentos y asociados a estos encuanto parte de un mismo sitio, se desarrolló eltrabajo especializado destinado a la confección

final –a partir de las “pre formas”– de dos tipos deinstrumentos básicos en el equipamiento de lasgentes de Paiján: las puntas de proyectil y lo quelos arqueólogos denominan “unifaces”, talescomo cuchillos, raederas, perforadores, etc. El re-lativo aislamiento de las gentes que realizaban enel taller este trabajo lítico, con relación al gruesode la banda presente en el campamento, podríaser explicado por la necesaria concentración queesta actividad implicaba, así como una prudentedecisión para evitar la presencia de lascas y otrosafilados descartes de la talla donde el grueso de lagente se encontraba circulando.

En los campamentos, se advierte la presenciade una gran variedad de instrumentos líticos,donde sin embargo son escasas las puntas de pro-yectil, tan frecuentes en los talleres donde eranproducidas.3 Esto es algo totalmente lógico, si sepiensa que este tipo de instrumentos se “con-sumen” en el desarrollo de la caza o la pesca;mientras que en los campamentos es de esperarque sean mucho más abundantes aquellos instru-mentos destinados a la preparación de alimentosy a la transformación de determinados recursos,en el marco de los procesos de trabajo desarro-llados por el grupo.

En los campamentos, además de la evidenciade actividades relacionadas con la elaboración deinstrumentos líticos y seguramente de otros im-plementos orgánicos de los cuales no han que-dado rastros, destaca la presencia de una serie defogones distribuidos en el espacio utilizado por labanda durante su asentamiento momentáneo. Es

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Fig. 3. Fases de elaboración de una puntade Paiján (según Chauchat) y secuenciade la articulación espacial del correspon-diente proceso productivo (Canziani).

3. Es interesante notar, como bien señalan Chauchat et al. (1992), que las piezas que se hallan en estos talleres corres-ponden a aquellas que presentaron fallas o que se rompieron en el proceso de elaboración y que, por lo tanto, fuerondescartadas.

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interesante notar que, a partir del examen de laforma de los fogones y los restos asociados a estos,es posible inferir la función que estos cumplían(Medina 1992). Así aquellos que son excavados auna cierta profundidad y que contienen, ademásde carbón, restos quemados de caracoles terres-tres, vegetales, huesos fragmentados, espinas depescado y otros elementos orgánicos, habrían es-tado destinados a la preparación de alimentos;mientras que los que son superficiales y no están aasociados a este tipo de restos orgánicos, habríancumplido una función destinada a proporcionarcalor y luz a la gente del campamento durante lanoche. Se reporta también en los campamentosla presencia de batanes y piedras de moler, lo quees de gran interés dado que podrían estar indi-cando el procesamiento en estos sitios de deter-minados recursos vegetales para su consumo,como podría ser el caso de la molienda de las se-millas de algarroba para obtener su harina (Uceda1987: 21-22).

No podemos dejar de mencionar las extraor-dinarias y relativamente frecuentes evidencias deenterramientos humanos que han sido halladosen asociación con campamentos paijanenses. Enestos casos se ha documentado el desarrollo deciertas prácticas funerarias que habrían implicadola posible presencia de petates como envoltorio,la cremación parcial de los cuerpos, al igual que lapresencia de vértebras de pescado perforadas ycuentas de hueso, que habrían sido parte de co-llares u otros elementos de adorno corporal. Estosdatos nos introducen a aspectos superestructu-rales y a otras dimensiones menos tangibles y, porcierto, poco exploradas del modo de vida de estos

primigenios pobladores (Chauchat 1988; Chau-chat y Lacombe 1984; Dricot 1979).

El análisis de los procesos de trabajo desarro-llados por las gentes de Paiján y la articulación delconjunto de datos recuperados, permiten inferirreconstructivamente aspectos sustanciales de sumodo de vida. Este es el caso de los procesos detrabajo relacionados con la elaboración de los ins-trumentos líticos que, como se ha visto, permitenreconstruir el desarrollo espacial de esta actividad,desde las canteras donde se extrajo la materiaprima, a los talleres donde se realizó la elabora-ción final de los artefactos, e inclusive en el ám-bito de los propios campamentos, donde se docu-menta su empleo o “consumo” en el desarrollo dedeterminados procesos productivos.

El proceso de elaboración de alimentos docu-menta la forma de consumo final de una serie derecursos relacionados con la subsistencia peroesto, a su vez, nos permite reconducirnos a losdistintos espacios ecológicos donde estos recursosse localizaban y las formas de apropiación desa-rrolladas. En los campamentos paijanenses de lacosta norte, la recurrente presencia de caracolesterrestres (scutalus sp.), nos indica su sistemáticarecolección en las zonas con una ecología de“lomas”, de donde con seguridad también se ex-traían leña y otros recursos naturales. Mientrasque los abundantes y variados restos de peces do-cumentan el manejo de distintos recursos ma-

2. LOS ORÍGENES 35

Fig. 5. Plano del campamento base de Cerro Ochiputur (Medina1992).

Fig. 4. Mapa del valle de Moche y ubicación del campamento basede Cerro Ochiputur (Medina 1992).

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rinos, si bien llama la atención la ausencia de losmoluscos que serán tan populares posteriormentedurante el período Precerámico. Por otra parte,los restos de pequeños vertebrados, reptiles ycrustáceos, están indicando la explotación simul-tánea de una serie de recursos de los bosques yzonas arbustivas presentes en los cauces y már-genes de los valles, así como de los ríos y albuferasformadas en sus desembocaduras.

Dada la dificultad de conservación de los ves-tigios vegetales, no podemos descartar a priori laposible presencia en sitios paijanenses de algunasespecies en proceso de domesticación, más aún siestablecemos un análogo nivel de desarrollo res-pecto a otros sitios donde este proceso se ha docu-mentado de forma excepcional, como es el casode Guitarrero y de algunos abrigos de la SierraCentral, de los que trataremos más adelante.

El hecho de que en muchos de los campamen-tos se registre la presencia y consumo de una am-plia y variada gama de recursos, nos está expre-sando claramente que durante el breve período deocupación de este tipo de sitios se explotaron demanera combinada y simultánea –mediante larecolección, la pesca y la caza– una diversidad derecursos, para cuya obtención fue necesario eldesplazamiento simultáneo desde los campamen-tos de integrantes de la banda a lo largo de un te-rritorio relativamente amplio. En este sentido, sesupone que ciertas zonas fueron visitadas repetiday frecuentemente a lo largo del tiempo, lo que semanifestaría en la relativa densidad de los depósi-tos arqueológicos encontrados en estos lugares.

Evidentemente, las estrategias desarrolladaspor las gentes de Paiján para el manejo de una va-riada gama de recursos durante una o más tempo-radas, implicaron necesariamente una acertada

ubicación de lo que se conoce como campamentobase o principal, mientras que otros sitios –bajo laforma de campamentos secundarios– se encuen-tran en la proximidad de las zonas con determi-nado tipo de recursos, y revelan el paso o la pre-sencia momentánea de parte del grupo para suapropiación, captura o recolección.

Finalmente, una hipótesis que debemos pon-derar para el paijanense –dada la documentacióndel aprovechamiento combinado y simultáneo dediferentes ecosistemas, con niveles de especializa-ción que permitían la apropiación de una ampliagama de recursos distintos– es que estos pequeñosgrupos pudieran haber generado ciertos nivelesde sedentarismo, interrumpido quizás por brevesdesplazamientos en un territorio bien conocidode unos 30 km. de diámetro (Uceda: com. pers.2003).

Los cazadores recolectores de las punas

Bastante diferente a la realidad que nos presentanlos datos de la Costa Norte y Central peruana, esla que se perfila para los sitios de esta época en lasregiones altoandinas o de puna. Para empezar, losprincipales sitios de la Sierra Central se encuen-tran localizados preferentemente en pisos ecoló-gicos que se ubican entre los 3,500 a 4,500m.s.n.m. y están constituidos mayormente porcuevas y abrigos rocosos. Como han señalado al-gunos investigadores, puede llamar la atenciónque encontrándose cuevas o abrigos relativamen-te más amplios y localizados en pisos ecológicosde menor altitud y por lo tanto con un clima bas-tante más benigno, como es el caso de muchos va-lles interandinos, estos no presenten una mayor

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Figs. 6a y 6b. Foto y Plano de Enterramientos Paiján (Chauchat 1988: fig. 2.8).

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ocupación durante el período de los cazadores re-colectores. Una explicación plausible es que, a di-ferencia de estos, los sitios localizados en la punase encontraban en una región donde se concen-traba una gran cantidad de recursos y en especial,las grandes manadas de camélidos silvestres comola vicuña (Lama vicugna) y el guanaco (Lama gua-nicoe), que se sustentaban en los abundantes pas-tos naturales propios de la puna.

De esta manera, las evidencias reunidas con elestudio de sitios en el área de las punas de Junín,como Panalauca, Pachamachay,4 Acomachay,Telarmachay, Uchcumachay, y de otros sitios en

áreas aledañas como Lauricocha (Huánuco) oCuchimachay (Lima), dan cuenta de la presenciade bandas de cazadores dedicados a la caza de ca-mélidos, así como de venados y de otros mamí-feros menores, lo que incluía también la recolec-ción de frutos, tubérculos y raíces de plantas delas regiones altoandinas. El manejo de estos re-cursos estaba complementado con aquellos pro-pios de entornos lacustres, con la captura deranas, aves, peces y la recolección de plantas deestos medios. Esto no excluye el aprovecha-miento de ciertos recursos propios de los valles in-terandinos, aunque se sostiene que para el caso de

2. LOS ORÍGENES 37

Fig. 8. Pintura rupestre de Lauricocha representando una caza de vicuña.

Fig. 7. Valle costeño hipotético, con ubicación de Campamento Base, talleres, canteras y sitios provisionales, con énfasis en el manejo diversifica-do de recursos, y la articulación “horizontal” del espacio territorial (Canziani).

4. La recurrente terminación quechua machay, presente en la toponimia de muchos de los abrigos rocosos, significa precisa-mente “cueva”, por lo que se convierte en un excelente indicador para conocer las características de estos sitios y los atributos asig-nados a estos tradicionalmente por parte de las poblaciones locales.

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la puna central estos no tendrían una mayor pre-sencia (Rick 1988), a menos que se tratase de si-tios ubicados en los límites de la puna y muchomás próximos a los valles, como sería el caso deTelarmachay y de los demás sitios presentes en lacuenca del Shaka (Lavallée et al. 1985; Lavallée1997: fig. 1).

La abundante disponibilidad de animales parala caza, especialmente gracias a la presencia degrandes manadas de vicuñas y su permanencia enestas zonas durante casi todo el año, habría permi-tido tanto el desarrollo de las bandas, como tam-bién que estas gozaran de una crecienteestabilidad. Inclusive, estas condiciones favora-bles en cuanto a la disponibilidad de caza, han ser-vido de sustento al planteamiento de hipótesisque proponen el desarrollo de cierto grado de se-dentarismo entre estos grupos.5 En todo caso, lamayoría de los estudiosos coinciden en asumir laexistencia de un modo de vida trashumante paraestas poblaciones, lo que supone el desplazamien-to de estas a lo largo de un territorio determinado,que estuvo regulado por los cambios climáticos delos ciclos estacionales, acompañando el movi-

miento de las manadas y el aprovechamiento delos diversos recursos disponibles en las distintastemporadas.

En esta singular estrategia de manejo de los re-cursos, un rol fundamental desempeñaban lascuevas y abrigos rocosos, dado que representabanun importante refugio para las bandas frente a lasagresivas condiciones climáticas. Esto es especial-mente importante si consideramos que estas sonregiones donde los cambios de temperatura sondrásticos entre el día y la noche, al igual que sonfrecuentes las heladas, así como las lluvias y tem-pestades de nieve y granizo. Algunos de estos si-tios, con un emplazamiento estratégico con rela-ción a los recursos explotados y con determinadascondiciones favorables, se constituían en “campa-mentos base”, es decir lugares donde se concen-traba el grueso de la banda y a partir de los cualesestas organizaban las partidas de caza y recolec-ción, desplazándose hacia “campamentos provi-sionales” o apostaderos de caza para la realizaciónde esta u otras faenas ligadas a la recolección.

En la zona de puna estudiada por John Rick,en los alrededores de la cueva de Pachamachay

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Fig. 9. Reconstrucción hipotética de zona de puna y cabeceras de valle interandino, con ubicación de Campamento Base y sitios provisionales, conénfasis en el manejo diversificado de recursos, y la articulación “vertical” del espacio territorial (Canziani).

5. Rick propone la tesis del sedentarismo o, en todo caso, la permanencia de las bandas por largas temporadas, al advertirque los recursos de caza en la puna estaban garantizados todo el año; respaldado también por las evidencias en las capas de ocu-pación del sitio de Pachamachay, donde además encuentra restos de estructuras a modo de rudimentarias viviendas. Esta hipó-tesis se sustenta también en la asunción que, para bandas numéricamente pequeñas y con un limitado nivel de desarrolloorganizativo, es preferible una estrategia especializada en la apropiación de ciertos recursos, que una amplia y diversificada queimplicaría una alta inversión en largos y dificultosos desplazamientos (Rick 1988: 40).

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identificada como un campamento base, ademásde este tipo de sitio se ha podido registrar la pre-sencia de otros dos tipos: los campamentos tem-porales, relacionados aparentemente con eldesarrollo de la caza; y un tercer tipo de sitios posi-blemente ligados a una ocupación eventual du-rante la caza, como simple refugio o lugar dedescanso entre lugares de desplazamiento de loscazadores. Lo interesante del caso es que la distri-bución de estos tres tipos de sitios responde a unpatrón bastante definido, que estaría expresandoun sistema o modelo de asentamiento. Esto se des-prende cuando se verifica que el campamentobase (tipo 1), representado por el sitio de Pacha-machay, se encuentra en una posición territorialcentral; mientras tanto los campamentos tempo-rales (tipo 2) se distribuyen alrededor del campa-mento base, a una distancia de 5 a 8 km.,relacionándose directamente con las zonas quepresentarían las condiciones más propicias paradesarrollar la caza de vicuñas, es decir, en las pro-ximidades de las zonas donde se registra la mayordensidad de riachuelos, que constituyen los hábi-tats preferidos por las manadas de estos camélidos.Por último, los del tercer tipo (tipo 3) se localizanrelativamente próximos al campamento base y a

los de carácter temporal, o a lo largo de lostrayectos entre estos (Rick 1983: fig. 30).

Significativamente, estos tres tipos de sitiospresentan densidades marcadamente diferentesen cuanto se refiere a la presencia de artefactos lí-ticos. Como es lógico, también se observa quemientras el campamento base presenta un ampliouniverso de artefactos, los campamentos provi-sionales o esporádicos exhiben puntualmente ar-tefactos líticos funcionalmente asociados con lacaza o el descuartizamiento de las presas de grantamaño, para facilitar así su traslado al campa-mento base.

A este propósito, es interesante notar que asícomo los campamentos base representan el lugardonde se concentra el grueso de la banda y consti-tuyen el centro desde donde esta despliega sus ac-tividades de apropiación de los recursos en un de-terminado entorno territorial, estos sitiostambién se convierten en el centro donde se desa-rrollan y concentran una serie de procesos pro-ductivos. En algunos casos, se han observado evi-dencias de los esfuerzos destinados a lamodificación de las características naturales de es-tos refugios, los que aparentemente estaban diri-gidos a la generación de espacios que brindaranun habitat más confortable. Tal es el caso de Pa-chamachay, donde se ha documentado en distin-tas fases la colocación de postes alineados y laconstrucción de muretes en la boca de la cueva,conformando pequeños espacios donde se insta-laron fogones (Rick 1983, 1988). Pero es en el si-tio de Telarmachay –-gracias al desarrollo de unaminuciosa y extensiva excavación de cada una delas capas de ocupación de los sucesivos pisos deeste abrigo– donde se nos presentan una serie dedatos relevantes. Tal es el caso de la distribuciónespacial del desarrollo de distintos procesos pro-ductivos dentro el refugio; la presencia de para-vientos y fogones en su interior; y la extraordina-ria documentación por medio del análisis del

2. LOS ORÍGENES 39

Fig. 10. Modelo de asentamiento en sitios de Puna con distribuciónde Campamentos Base y sitios provisionales (Rick 1988: fig. 1.20).

Fig. 11. Panorámica del abrigo de Telarmachay (Lavallée et al.1985).

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material óseo, de un largo proceso evolutivo quehabría conducido de la caza indiscriminada a ladomesticación de los camélidos alrededor del3,500 a.C. (Lavallée et al. 1985).

En efecto, en Telarmachay el sistemático re-gistro de los fragmentos óseos y artefactos líticosdepositados en las distintas capas del piso delabrigo, ha permitido inferir el desarrollo y distri-bución espacial de una serie de actividades y pro-cesos productivos, como son la confección de de-terminados artefactos líticos, el destazado de losanimales cazados, el curtido de las pieles o la pre-paración y consumo de alimentos, entre otras.De igual manera se definieron áreas asociadas afogones en el interior del refugio, que presen-taban una superficie relativamente limpia de frag-mentos y que, coincidentemente, estaban demar-cadas por concentraciones de piedras queseñalaban el apuntalamiento de postes, desti-nados aparentemente al soporte de pieles ten-didas a modo de paravientos, conformando unasuerte de primitivas viviendas.

El análisis sistemático del material óseo de Te-larmachay y su comportamiento en las diferentescapas de ocupación del refugio, revelaría que lamayor parte de los animales cazados corresponde-ría a vicuñas. Pero lo más interesante sería que elexamen de estos datos y su evolución a lo largo deltiempo, permitiría sostener la hipótesis de que enlas épocas tempranas del sitio (aprox. 8 000 – 6000 a.C.) se habría efectuado la caza indiscrimi-nada de los individuos de las manadas; mientrasque posteriormente se habrían ido afirmando pa-trones de caza que se concentraban de preferenciaen los animales machos y maduros, protegiendolas hembras y juveniles. De esta manera, una es-trategia destinada originalmente a garantizar laconservación y reproducción de las manadas,acompañada por el creciente manejo y conoci-miento de los hábitos de las manadas, habría con-ducido paulatinamente hacia la generación de dos

nuevas especies de camélidos domésticos, comoson la alpaca (lama paco) y la llama (lama glama).

Según Danièle Lavallée (1997) el abrigo deTelarmachay, no obstante su relevancia docu-mental, no sería necesariamente un campamentobase. Este rol posiblemente lo desempeñó Cuchi-machay, un importante sitio que presenta unacueva amplia de más de cien metros cuadrados, auna altitud relativamente moderada por debajode los 4,000 m.s.n.m. (Telarmachay se ubicacerca de los 4,500 m.s.n.m.) con una posición es-tratégica con relación a la apropiación de una am-plia gama de recursos y como zona de confluenciade las rutas que ascienden desde los valles y que-bradas de las partes bajas hacia las alturas de lapuna. Estas singulares condiciones habrían pro-

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Fig. 13. Foto del piso de uno de los niveles de ocupación del abrigode Telarmachay (Lavallée et al. 1985).

Fig. 14. Croquis de la delimitación espacial, por medio de un para-viento, de un refugio que incorporaba fogones, correspondiente auno de los niveles del abrigo de Telarmachay (Lavallée et al. 1985).

Fig. 12. Corte estratigráfico del abrigo de Telarmachay (Lavallée etal. 1985).

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piciado una larga y densa ocupación, posible-mente durante gran parte del año. Si bien los de-pósitos arqueológicos han sido seriamentealterados por la cercana población de San Pedrode Cajas, se ha podido comprobar la presencia deabundantes desechos de fauna, talleres de elabo-ración de artefactos líticos, entre los que destacael número de raspadores, evidenciando la impor-tancia que tuvo en el sitio el curtido de pieles.

En el contexto de este espacio regional, dondeCuchimachay desempeñaba el rol central propiode un campamento base, Telarmachay habríasido tempranamente un sitio de ocupación tem-poral, para luego convertirse en uno de habita-ción con mayor densidad y frecuencia de ocupa-ción, que no obstante su carácter secundariohabría correspondido a un lugar de primera im-portancia para las faenas de caza y procesamientode las presas. En este cuadro, se plantearía unmodelo de asentamiento, donde además de Cu-chimachay que habría operado como campa-mento base; tendríamos otros como Telarma-chay, en su condición de lugares de habitación yde procesos productivos asociados a la caza;mientras otros corresponderían a emplaza-mientos temporales de caza, a canteras y a talleresde talla. Es interesante notar el señalamiento deque alrededor de Cuchimachay, estos sitiosforman en el territorio una suerte de arco de nomás de 10 km. de radio que corona las quebradasaltas y la puna, cuyos vestigios posibilitan recons-truir el despliegue espacial de una serie de activi-dades y procesos productivos (Lavallée 1997).

Los cazadores recolectores de los vallesinterandinos

Para el estudio de sitios de cazadores recolectoresen ecologías propias de valles interandinos, secuenta con dos casos bastante representativos: Pi-kimachay en la cuenca de Ayacucho y Guitarreroen el Callejón de Huaylas. Sin embargo, es preci-so advertir que estos sitios son bastante distantesentre sí, tanto geográficamente como en las evi-dencias de su cultura material.

Al mencionar el caso de Pikimachay, estudia-do por el equipo dirigido por MacNeish, no en-traremos en mérito a la discusión de los posiblesartefactos líticos más tempranos, cuya validez –yde paso los fechados propuestos (entre 20,000 y11,000 a.C.)– han sido seriamente cuestionadospor entendidos en la materia (Rick 1988: 12-17).Interesa aquí más bien mencionar la propuesta

planteada para esta zona, donde se ha sugerido elposible desarrollo de un régimen de trashumanciaque revelaría desplazamientos estacionales, en posde la apropiación de los distintos recursos dispo-nibles en la cuenca ayacuchana. Este movimientoestacional -que estaría sustentado más en un exa-men de las características ecológicas de las diferen-tes zonas, que en la propia evidencia empírica- sehabría dado desde los campamentos ubicados enlas partes bajas, a unos 2,800 m. de altitud, hastaaquellos localizados en las partes altas de los vallesy en las punas que circundan a estos, entre los3,300 a 4,000 m. de altitud.

En el caso de Guitarrero, estudiado por elequipo de Thomas Lynch (1980), a partir de las

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Fig. 15. Principales tipos de herramientas líticas de Telarmachay(Lavallée et al. 1985).

Fig. 16. Modelo de asentamiento en sitios de Ayacucho con manejoestacional de recursos (McNeish 1978).

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importantes evidencias recuperadas en este abrigo-además de otros sitios que incluyen campa-mentos al aire libre, talleres y canteras- se proponepara los cazadores recolectores de esta zona, unaestrategia que contempla el manejo estacional delos recursos de distintos pisos ecológicos, que vandesde aquellos de altura propios de la puna, hastaaquellos presentes en las planicies aluviales delvalle del Santa, generándose de este modo un des-plazamiento transversal a la dirección de este. Sinembargo, se contempla también una posible tras-humancia a lo largo de la cuenca del Callejón deHuaylas, que habría implicado un movimientoestacional desde las nacientes del río Santa, enzonas dominantemente de puna y con abun-dantes pastos naturales, para desplazarse río abajohacia las zonas más bajas de la cuenca, caracteri-zadas por un clima progresivamente más seco ytemplado, como es el que corresponde a la locali-zación del sitio de Guitarrero. En el manejo deeste territorio por parte de los cazadores locales,no solamente se habrían utilizado los abrigos na-turales existentes, como es el caso de la cueva deGuitarrero, ya que en el caso de Quishqui Puncuse da testimonio de que también existían sitios acampo abierto, donde no sería de descartar el em-pleo de paravientos o de otros recursos para me-jorar la protección frente al medio ambiente, talcomo se ha documentado en algunos refugios depuna.

En todo caso, los hipotéticos movimientos es-tacionales en esta región implicarían estrategiasbastante diferentes entre sí, ya que en el primercaso el desplazamiento transversal hacia el Oeste,desde sitios como Guitarrero (2,580 m.) oQuishqui Puncu (3,040 m.) hasta las punas ubi-cadas sobre los 4,000 m. de altitud, significaríanun trayecto relativamente corto de unos 10 a 30km.; mientras que en el segundo caso, el despla-zamiento longitudinal siguiendo el valle del Santahacia las punas ubicadas al Sur representaría unrecorrido de unos 100 km., por lo que se le consi-dera menos factible.

En cuanto a los hallazgos arqueológicos deGuitarrero, son del mayor interés aquellos relacio-nados con los materiales orgánicos excepcional-mente conservados gracias a las extraordinariascondiciones de sequedad de este sitio. De esta ma-nera, las excavaciones en Guitarrero han permiti-do recuperar excelentes evidencias tanto delmanejo de los recursos botánicos, como de la exis-tencia de artefactos de madera, cuero y fibras ve-getales que normalmente no se han conservado enlos demás sitios estudiados. Entre los artefactos, se

han recuperado herramientas líticas enfundadascon piel de venado asegurada con cuerdas, a modode enmangado, palos utilizados como barrenospara encender fuego, fragmentos de cuerdas y detejidos de fibras vegetales, que podrían haber sidopartes de cestos o bolsas, así como restos de conte-nedores de mate. Estos hallazgos documentan nosólo las técnicas y materiales empleados para suelaboración, sino también la utilización de dife-rentes artefactos en el desarrollo de determinadosprocesos productivos, baste pensar en la impor-tancia y utilidad desempeñada por las bolsas o ces-tos en la actividad cotidiana de la recolección, o lade los mates en cuanto recipientes.

Entre los restos orgánicos se identificaron va-rias gramíneas, aparentemente llevadas al interiorde la cueva para ser utilizadas como lechos; unagran cantidad de plantas silvestres empleadas parala provisión de fibras vegetales y la producción detejidos y cuerdas; así como evidencias del con-sumo de frutos como el pacay (Inga sp.) y la lú-cuma (Pouteria lucuma). Sin embargo, uno de loshallazgos más destacados en este sitio, ha sido elregistro de la existencia de determinado tipo decultígenos que corresponden a todas luces a espe-cies domesticadas. Esto significaría que en elmarco de la economía propia de sociedades de ca-zadores recolectores –al igual que se ha verificadopara la puna con la domesticación de ciertos ani-males– se habría procesado también el lento trán-sito hacia la domesticación de una serie de espe-cies vegetales, como es el caso del frijol (Phaseolusvulgaris), pallar (Phaseolus lunatus), oca (Oxalistuberosus), ullucu (Ullucus tuberosus), ají (Ca-psicum chinense), calabaza (Lagenaria siceraria),zapallo (Cucurbita spp.) y, algo más tarde, delmaíz (Zea mays), que tanta importancia tendránluego en el marco del desarrollo de las primeras

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Fig. 17. Foto de la Cueva de Guitarrero (Lynch 1980).

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sociedades agrícolas. En la documentación deeste mismo proceso, en el abrigo de Pachamachayse identificó el consumo de los granos andinos dequinua (Chenopodium quinoa) y Cañihua (Che-nopodium pallidicaule), si bien no se pudo definirsi ya se trataba de especies domésticas.

Otras evidencias

Existe también para esta época un importanterepertorio de arte rupestre, asociado con los abri-gos naturales localizados en las regiones alto andi-nas. Es interesante notar que gran parte de estaspinturas están relacionadas con la representaciónde los animales cazados, mayormente camélidos,y también en ciertos casos de la propia caza comoactividad.

Estas evidencias pueden ser de gran utilidad albrindar información no solamente sobre el tipo de

animales cazados, si no también sobre el género dearmas y técnicas desplegadas en el desarrollo de lacaza. En este sentido, en ciertas pinturas rupestresse puede apreciar claramente a grupos de caza-dores ahuyentando a las manadas de vicuñas,quizás hacia un paso o desfiladero, donde los ani-males son emboscadas por otros cazadores que losenfrentan con sus armas. Evidentemente, estetipo de lectura no agota otras interpretaciones re-lacionadas con el posible significado de posesiónterritorial por parte de las bandas instaladas enuna región determinada; ni las posibles finali-dades de carácter ritual y propiciatorio que po-drían haber tenido con relación a la abundanciade animales y el éxito de la caza.

Estos aspectos nos sugieren el papel no menosimportante que desempeñaban los elementosideológicos en la esfera superestructural de estassociedades, si bien esta no deja mayores rastros yson sumamente escasas las evidencias materialesen las que se plasma su existencia. En este sentido,las propias puntas de Paiján -elaboradas con unaforma bastante especial y desplegando una sofisti-cada tecnología- es muy probable que hayan re-presentado, más allá de su evidente valor fun-cional, un importante elemento de identidadcultural, habiéndose sugerido también que po-drían haber incorporado aspectos relacionadoscon el prestigio social (Chauchat et al. 1992).6

Hemos también señalado la especial disposi-ción de los enterramientos en el caso de la culturaPaiján, y su asociación con ciertos elementos queevidencian el desarrollo incipiente de determina-dos rituales en el ámbito funerario. Sin embargo,es de destacar que en algunos abrigos de puna seha documentado también una especial disposi-ción de los difuntos. Este es el caso de Telarma-chay (Lavallée et al. 1985: 313-322), donde sehan hallado sendos enterramientos asociados auna amplia gama de ofrendas.7 Estas notables evi-dencias arqueológicas revisten una gran impor-tancia, no solamente porque estarían señalando laconstrucción inicial del complejo ritual asociadocon el tratamiento del tema de la muerte y del cul-to de los ancestros, que tanta complejidad alcanzóen el mundo andino; si no también porque en el

2. LOS ORÍGENES 43

Fig. 18. Artefactos de la Cueva de Guitarrero (Lynch 1980).

6. “...en el contexto Paijanense –tal como lo conocemos- ninguna actividad parece haber tenido tanta importancia eco-nómica como para justificar la suma enorme de conocimientos técnicos, adiestramiento y trabajo necesario para la talla de talcantidad de estas grandes puntas. Nótese como elemento característico que se precisa una jornada completa para hacer unmáximo de tres puntas, de las cuales cada una se puede romper al primer intento de uso. Se trata pues de una “sobre-inversión”clara en vista de una actividad cuyo valor reside en su prestigio o interés sociocultural más que en sus resultados económicos,aunque estos últimos no sean necesariamente despreciables (Chauchat et al. 1992: 19).

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tema que nos ocupa, es relevante destacar que es-tos enterramientos están asociados y se realizan enlos mismos lugares de asentamiento, es decir, en elmismo suelo de los abrigos rocosos utilizadoscomo refugio por los cazadores recolectores de lapuna, así como en los campamentos de los grupospaijanenses, lo cual no deja de tener una connota-ción muy especial. Es pues significativo que estasevidencias de arte rupestre como de los primerosrituales funerarios documentados, tengan lugar yse agreguen a la comprensión del complejo con-junto de actividades que se desarrollan y manifies-tan en los asentamientos más tempranos.

La transición de las sociedades cazadorasrecolectoras a las aldeanas

A modo de sumario de este período, se puedendestacar algunos aspectos relevantes con relacióna las formas de asentamiento y de manejo del es-pacio territorial. En primer lugar, se puede desta-car el hecho de que, en el marco general de laformación social de los cazadores recolectores, seexpresan en los Andes Centrales distintos modosde vida, que representan la concreción particularque asumen estas formaciones sociales en las con-diciones específicas de su existencia material.Donde estos distintos modos de vida, en últimainstancia representan la expresión social del desa-rrollo de procesos productivos diferenciados, queresponden a las singulares características de susrespectivos ámbitos regionales.

En segundo lugar y en cuanto a la forma deasentamiento se refiere, interesa señalar que si a laformación de cazadores recolectores corresponde,en términos generales, el nomadismo o la trashu-mancia, a los distintos modos de vida a su vez lescorresponderá, en términos singulares, su expre-sión en la materialización de diferentes “mo-delos” (o patrones) de asentamiento y de manejodel territorio, tal como hemos podido comprobaral examinar brevemente los casos correspon-dientes a la Costa Norte y Central, las regiones depuna de la Sierra Central y de algunos valles inte-randinos.

Finalmente, el capitulo de la progresiva transi-ción de las sociedades cazadoras recolectorashacia el desarrollo de las sociedades sedentarias yaldeanas, que corresponden al período que se co-noce como Arcaico o Precerámico con agricul-tura, no es demasiado claro y presenta aun mu-chos vacíos de información. Sin embargo, lasdiferencias apreciadas entre las diferentes re-giones, especialmente entre aquellas costeñas y lasaltoandinas, aparentemente manifestarían sucontinuidad, tanto en la manera en que en estasse procesará la neolitización y el tránsito hacia eldesarrollo de nuevas formaciones sociales; comotambién en las distintas formas que asumirá enestas el fenómeno de asentamiento.

Las sociedades altoandinas, que transitaron dela condición de cazadores recolectores a la de ga-naderos y pastores, aparentemente mantuvieronun régimen de vida mayormente trashumante, li-gado al desplazamiento que imponía el movi-miento del ganado y el aprovechamiento de losmejores territorios de pastura; evidentementeesto no debería de excluir la creciente incorpora-ción de algunos cultivos; ni descartar cierto rolque aún habrían tenido la caza y la recolección enel abastecimiento de subsistencias. Sintomática-mente, en este caso, no se habría producido uncambio sustancial con relación a las antiguasformas de asentamiento, al no haberse registradohasta el momento vestigios arqueológicos deasentamientos aldeanos para estas fases, docu-mentándose mas bien la continuidad de ocupa-ción en muchos de los abrigos naturales que antesfueron el refugio de las bandas de cazadores. Sinembargo, cabe la posibilidad de que se hayandado también asentamientos a campo abierto,con la construcción de viviendas dispersas, amodo de establecimientos estancieros, como losque hasta el día de hoy se asocian a poblaciones depastores, y de los cuales la limitada investigaciónarqueológica desarrollada no habría aun encon-trado los rastros.

En cuanto a las regiones costeras, especialmen-te del área norteña y central, la creciente estabili-dad y mayor permanencia de los campamentos yel consiguiente tránsito hacia la formación aldea-

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7. Uno de estos enterramientos, que corresponde a una mujer adulta, estuvo asociado a una serie de ofrendas consistentesen una bola de ocre rojo, un conjunto de 11 artefactos líticos tallados, instrumentos de hueso y otros elementos que parecen co-rresponder a un ajuar estrechamente relacionado con la actividad del curtido de las pieles, y que posiblemente empleó en vidaeste personaje. Otro caso, correspondiente al enterramiento de un neonato, estuvo asociado con la ofrenda de un collar com-puesto por 99 cuentas de piedra calcárea blanca en forma de discos, y de 18 colgantes de hueso pulidos y perforados en unextremo.

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na, se vería soportada fundamentalmente por lacreciente orientación hacia la extracción de losabundantes recursos marinos del litoral, sin olvi-dar la creciente incorporación de una serie de cul-tígenos8 que tendrán un rol particular tanto encomplementar las subsistencias, como en proveernuevos recursos para la elaboración de utensilios ynuevos instrumentos de producción. Algunas in-vestigaciones desarrolladas en los valles de Casma(Uceda 1992) y Huarmey (Bonavia 1996) daríancuenta de sitios con fechados entre el 6,000 y5,000 a.C. que presentan la ocupación de gruposque ya no manejan las tradiciones propias del pai-janénse, destacando la ausencia o limitación en lapresencia de puntas de proyectil y el desarrollo deuna nueva industria lítica, que parece estar más

orientada hacia las actividades propias de la reco-lección, el marisqueo y una incipiente horticultu-ra. Testimonio de estas actividades son losbasurales asociados a los sitios, donde no sólo seencuentran las evidencias del consumo de estetipo de recursos marinos, como son los moluscos,si no también la creciente presencia de plantas cul-tivadas. Sin embargo, lo limitado de las investiga-ciones no permite por el momento conocer cualesfueron las características de este tipo de asenta-mientos, mas allá de su ubicación que se relacionaestrechamente con el litoral marino, ciertas áreasde lomas, así como con las zonas bajas de los va-lles, sujetas a periódicas inundaciones y que en sumomento fueron apropiadas para el cultivo sin re-querir de riego.

2. LOS ORÍGENES 45

8. Los principales cultígenos presentes en los sitios de este período son el frijol (Phaseolus vulgaris), pallar (Phaseolus lu-natus), canavalia (Canavalia ensiformis), ají (Capsicum sp.), calabaza (Lagenaria siceraria), zapallo (Cucurbita sp.), achira(Canna sp.), maní (Arachis hypogaea), frutos como pacae (Inga Feuillei ), palta (Persea americana) y, mucho más tarde, el al-godón (Gossypium barbadense) y el maíz (Zea mays).

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3EL GERMEN DE LO URBANOEl proceso de neolitización, los primeros asentamientosaldeanos y el surgimiento de la arquitectura públicamonumental

DURANTE EL PERÍODO DENOMINADO Arcaico otambién Precerámico con agricultura (Lumbreras1981), que comprende los milenios que van del5000 al 1800 a.C. se inicia en el área de los AndesCentrales el proceso definido universalmentecomo neolitización. Se trata del desarrollo de unconjunto de transformaciones trascendentalesque implicaron la creciente incorporación y do-mesticación de plantas y animales por parte de lassociedades de está época; el despliegue de nuevasformas de manejo del espacio territorial y de losrecursos allí presentes; el desarrollo de nuevos co-nocimientos e instrumentos de producción; y elsurgimiento de nuevas formas de organizaciónsocial. Todo este conjunto de profundos cambioseconómicos y sociales, que por su estrecha inter-dependencia no pueden ser asumidos como as-pectos aislados unos de otros, dieron paso a laafirmación de nuevos modos de vida y a la gene-ración de nuevas formas de asentamiento, espe-cialmente en las regiones costeñas, donde un cre-ciente proceso de sedentarización se expresa conla proliferación de los primeros asentamientos detipo aldeano.

Aparentemente, la naturaleza de estos cam-bios fue distinta de región a región, e inclusive enel ámbito local de los distintos valles y cuencas,asumiendo el proceso un carácter desigual y dife-renciado, en función de los recursos manejados;el nivel de desarrollo y participación de la produc-ción agrícola o del pastoreo; las técnicas desple-gadas en los diferentes procesos productivos; y lasformas de organización social del trabajo pre-sentes (Lanning 1964: 64, Fung 1988: 67). Unaprimera gran diferencia es observable en este pro-ceso con relación a las regiones costeñas y las al-

toandinas. En las primeras, la temprana sedenta-rización estaría asociada al desarrollo de asenta-mientos aldeanos y luego al progresivo surgi-miento en estos de una arquitectura pública, queanticipará el sorprendente e inédito desarrollo decomplejos con edificaciones monumentales pre-vios al conocimiento de la cerámica. Mientrastanto, para ciertas regiones altoandinas se nospropone un proceso, en este caso asociado a lapresencia de poblaciones aún trashumantes osemi-nómades, que vería el temprano desarrollode la arquitectura pública –en cuanto centro deidentificación y articulación de las comunidadespastoriles– que antecedería a la paulatina sedenta-rización de estas, con el establecimiento de case-ríos y luego de aldeas, muchas veces a partir deeste núcleo original de índole aparentemente ce-remonial (Lanning 1964: 73, Bonnier y Rozem-berg 1988).

Los tempranos asentamientos aldeanosde la Costa

Las primeras fases de esta época, que datan del5000 al 2500 a.C. han sido escasamente docu-mentados por la investigación arqueológica. Sinembargo, los datos disponibles permiten suponerque las comunidades de las regiones costeñas deestos tiempos estaban ya orientadas a una econo-mía que dependía fuertemente de la pesca y ex-tracción de recursos marinos, combinada con larecolección en las lomas y el desarrollo de una in-cipiente horticultura.1 En cuanto a la forma deasentamiento, se estaría registrando en estas re-giones el tránsito gradual de campamentos cada

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vez más prolongados, hacia el establecimiento dealdeas con una ocupación más estable y de mayorpermanencia.

Un caso clásico de este tipo de asentamientoses el Chilca y el de La Paloma en la Costa Cen-tral. Se trata de asentamientos localizados relati-vamente próximos al litoral, donde sus pobla-dores se abastecían de los abundantes y variadosrecursos marinos que han sido documentados enlos conchales y basurales asociados a estos sitios.

Pero estos también se encontraban ubicados enproximidad de zonas de lomas, que aseguraban larecolección de sus diversos recursos; así como dequebradas aluviales y afloramientos de agua quepermitían el cultivo de algunas plantas.

En Chilca, las estructuras de vivienda se en-contraban agrupadas de una forma bastante com-pacta y las que han sido documentadas arqueoló-gicamente (Donnan 1964), corresponden achozas de planta circular de unos 2.5 a 3 m. de

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Fig. 19. Mapa de ubicaciónde los principales sitios delperíodo Precerámico.1 Huaca Prieta2 Alto Salaverry3 Salinas de Chao4 Las Aldas5 Culebras6 Los Gavilanes7 Aspero8 Caral9 El Paraíso10 Asia11 Otuma12 San Nicolás13 La Esmeralda14 Huacaloma15 La Galgada16 Piruru17 Huaricoto18 Kotosh.

1. Se conoce también a este período como Precerámico pre-algodón (Lumbreras 1981) ya que no solamente está ausenteeste cultivo y es de algún modo aún limitado el rol de la horticultura en las subsistencias, sino que también no se perciben losprofundos cambios económicos, sociales y en la forma de asentamiento que se advierten en los sitios asociados a la presencia delalgodón. Por esta razón, la presencia - ausencia del algodón ha sido asumida por la arqueología andina como un indicador diag-nóstico de esta época de grandes cambios correspondiente al Precerámico Tardío.

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diámetro, cuya armazón fue hecha de troncos yramas de árboles propios de la costa, como elsauce (Salix chilensis) y el huarango (Prosopis juli-flora o Acacia macracantha?), además de cañas. Enalgunos casos, en la construcción se incluyeroncostillares de ballena dispuestos horizontalmenteen el perímetro interior de la choza, a modo dedurmientes que permitían para asegurar su base ysoportar la presión de la basura acumulada en suexterior, y que quizás también servían de poyo deasiento para sus habitantes (Engel 1988).

El único ingreso estaba conformado por hacesde totora entretejida en forma de herradura,mientras que la cobertura se realizó mediante pe-tates de totora tejida. Al parecer fueron estruc-turas con los pisos ligeramente excavados por de-bajo del nivel del terreno, lo que se incrementabacon el constante arrojo al exterior de la viviendade las conchas y otros desperdicios. Aparente-mente los fogones y las demás actividades relacio-nadas con la preparación de los alimentos se ha-brían desarrollado al exterior de estas viviendas.En este sentido, se han registrado batanes y

manos de moler asociados con las viviendas, loque estaría revelando que en el asentamiento sedesarrollaba el procesamiento de determinadosrecursos agrícolas con fines alimenticios o pro-ductivos. Tanto en Chilca como en La Paloma seregistraron múltiples enterramientos, para lo cualse dispuso los cuerpos extendidos y envueltos enpetates de totora, sepultándolos con algunas

3. EL GERMEN DE LO URBANO 49

Fig. 20. Plano de la excavaciónde una vivienda de Chilca(Engel 1980: 25).

Fig. 21. Reconstrucción hipotética de vivienda de aldea de La Palo-ma (Engel 1980).

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ofrendas bajo el piso de las viviendas, como enáreas de las aldeas especialmente destinadas a estafunción, dando lugar a los testimonios más tem-pranos de cementerios (ibid.).

Este tipo de asentamientos, con aglomera-ciones compactas de chozas de vivienda de carac-terísticas similares y los contextos arqueológicosasociados, estarían expresando la presencia de so-ciedades sustancialmente igualitarias, donde lasdivisiones sociales estarían determinadas exclusi-vamente por cuestiones de sexo y edad, y su co-rrespondiente participación en los procesos pro-ductivos desplegados por el grueso de lacomunidad. De otra parte, la cantidad de uni-dades de vivienda, así como la densidad de los ce-menterios y enterramientos hallados, puedenilustrar el notable incremento poblacional que seestaría verificando con relación a épocas ante-riores. Este incremento poblacional -notable-mente favorecido por la sedentarización- sería elresultado de la provechosa integración represen-tada por la extracción intensiva de recursos ma-rinos; el desarrollo de una horticultura incipiente,y el mantenimiento de las viejas prácticas recolec-toras, se vería confirmado también por la prolife-ración de un gran número de sitios aldeanos quehan sido documentados arqueológicamente a lolargo de la Costa.

Los asentamientos aldeanos y elsurgimiento de la arquitectura pública

En el desarrollo de las fases siguientes, durante elperíodo conocido como Precerámico con algo-dón o Precerámico Tardío (2500 - 1800 a.C.), noobstante tratarse de un período de una menor du-ración, los cambios se aceleran drásticamentecomprometiendo las distintas esferas de las for-maciones sociales. En el caso de la costa, el énfasisen la pesca y extracción de recursos marinos, se veprogresivamente acompañado por un incremen-

to de las especies cultivadas y una crecienteimportancia de estas en la alimentación y la pro-visión de importantes insumos para la elabora-ción de instrumentos y el desarrollo de una seriede procesos productivos. Estos nuevos niveles enel desarrollo económico estarán acompañadospor la aparición de nuevas formas de organiza-ción social en el seno de las comunidades, los queconducirán a un incipiente proceso de diferencia-ción social. Todo este complejo proceso se mani-fiesta de manera patente en la creciente extensióny densidad de los asentamientos aldeanos y, en es-pecial, con el surgimiento y creciente importan-cia que asumirá en ellos la arquitectura pública.2

Además de la notable presencia del maíz (Zeamays) entre las nuevas plantas cultivadas y su as-cendente participación en el complemento de ladieta alimenticia; la domesticación y cultivo delalgodón (Gossipyum barbadense) desempeñará unrol especialmente importante en el incremento dela producción y en el desarrollo social y culturalde las sociedades costeñas de esta época. La fibradel algodón no sólo sustituirá progresivamente aotras fibras vegetales en la producción de los tex-tiles, si no que tendrá repercusiones revoluciona-rias al incorporar su resistente fibra en la confec-ción de redes y sedales para el desarrollo de lapesca, en cuanto actividad principal en la eco-nomía de las sociedades costeñas del período. Sedesarrollaron así redes cada vez más eficientes,tanto por su tamaño, durabilidad y capacidad depesca, tejiéndose distintos tipos de mallas ade-cuadas a los distintos tipos de especies presentesen los diversos ámbitos del litoral marítimo.3

Evidentemente este tipo de redes, que signifi-caron una crucial innovación respecto a un ins-trumento de producción hasta ese entonces rudi-mentario, no solamente debieron de multiplicarla capacidad de pesca, sino también requerirformas especiales de trabajo mancomunado parasu operación. De otro lado, una mayor disponibi-lidad de excedentes de la pesca habría requerido a

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2. Por arquitectura pública, consideramos todas aquellas edificaciones cuya función está referida a actividades de carácterespecializado. Esta función se expresa tanto en la forma arquitectónica como en la propia producción constructiva, y se definecientíficamente mediante el análisis arqueológico de sus contextos y asociaciones. En este sentido, la arquitectura pública se di-ferencia claramente de la arquitectura doméstica que resuelve las funciones habitacionales y las actividades propias de núcleosfamiliares. Con el surgimiento de la arquitectura pública se constituye una nueva clase de arquitectura que abarca una ampliagama de funciones, sean estas de tipo ceremonial, político, administrativo, productivo, militar, etc. Lejos del equívoco que con-sidera la arquitectura pública con relación a su capacidad de albergar una determinada cantidad de personas (público), el ca-rácter de esta está definido sustancialmente por la calidad de las funciones especializadas que contiene, independientemente delas dimensiones físicas que estas requieran para su realización.

3. En Huaca Prieta, por ejemplo, se hallaron redes bastante bien conservadas que mostraban diferentes tipos de mallas, lasque tenían como flotadores mates especialmente seleccionados por su forma esférica, cuyo cuello estaba obturado con una co-ronta de maíz, así como discos de piedra horadados al centro que servían de pesos (Bird et al. 1985).

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su vez de técnicas de almacenamiento y conserva-ción (tales como el tradicional secado y saladoaún en vigencia en las caletas de nuestro litoral) y,a su vez, de nuevas formas de administración co-munal que regularan la distribución y el consumode estos alimentos. Como se puede apreciar, sólocon relación a este proceso productivo entretantos otros, existe una concatenada y estrechainterdependencia entre las innovaciones en elámbito de los recursos que se incorporan comomaterias primas; el despliegue de nuevas técnicase instrumentos de producción; la ampliación enla escala de apropiación de los recursos naturales yla disponibilidad de excedentes; la mejora e incre-mento en el aprovisionamiento de subsistencias;sus repercusiones en el consecuente crecimientopoblacional y, por último, en el surgimiento yafirmación de nuevas formas de trabajo y de orga-nización social.

No es pues casual que la arquitectura públicasurja en este período, ya que constituye una no-table expresión de los profundos cambios que seprocesan en las esferas económica y social. Estenuevo tipo de edificaciones que se desarrollaránen los asentamientos, encuentran su explicación

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Fig. 22. Valle costeño hipotético, con ubicación de aldeas y Centros Ceremoniales, con énfasis en el manejo diversificado de recursos, marisqueo ypesca, agricultura incipiente, y recolección, la articulación “horizontal” del espacio territorial entre sitios del litoral y del valle medio o alto (Can-ziani).

Fig. 23. Mapa de ubicación de los principales sitios precerámicos dela Costa Norte (Canziani 1989).

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en una creciente división del trabajo en el seno delas comunidades, y especialmente en la apariciónde determinados niveles de especialización rela-cionados con la existencia y desarrollo de nuevosmedios de producción, en el marco de la activa-ción de un proceso de cambios revolucionarios delas relaciones sociales de producción (Lumbreras1987, Canziani 1989: 52-59).

Las excavaciones desarrolladas a mediados delos años 40 por Junius Bird en el sitio de HuacaPrieta, en el valle de Chicama, ilustraron por pri-mera vez la sorprendente riqueza de los vestigioscorrespondientes al Precerámico Tardío, permi-tiendo inferir la presencia de sociedades con unmarcado sedentarismo y formas de organizacióncada vez más complejas, que además del cultivo orecolección de nuevas plantas y frutales como elalgodón, la achira (Canna edulis), lúcuma, gua-yaba (Psidium guaba), y la ciruela del fraile (Bun-chosia armeniaca); muestran un intenso aprove-chamiento de los recursos marinos y el empleo deredes de pesca elaboradas con la resistente fibradel algodón. Con la misma fibra se desarrollarontejidos con complejos y sofisticados motivos de-corativos, que representan aves de presa, ser-pientes, cangrejos y otros seres marinos de elabo-rado diseño; así como mates burilados conrepresentaciones zoomorfas y antropomorfas,que en conjunto parecen revelar tanto la pre-sencia de una extraordinaria y naciente mitología,como el florecimiento de una singular concep-ción estética (Bird 1948, 1963; Bird et al. 1985).

Huaca Prieta constituye un montículo deaproximadamente 125 m. de largo por 50 de an-cho y unos 12 m. de alto, que sería producto de lasucesiva y prolongada acumulación de desechospor parte de sus ocupantes a lo largo de los siglos.En el perímetro del montículo, las excavacionesarqueológicas revelaron la existencia de grandesmuros de contención de cantos rodados construi-dos en etapas sucesivas. Sobre la cima se hallaron

estructuras semi-subterraneas, compuestas poruno o dos pequeños recintos, que fueron identifi-cadas como viviendas y que posteriormente ha-brían sido reutilizadas para una función funeraria(Bird et al. 1985). En un trabajo anterior (Canzia-ni 1989: 42-44), hacíamos una breve menciónsosteniendo que los grandes muros registrados enlas excavaciones de Huaca Prieta posiblementefueron construidos con la participación manco-munada de sus pobladores y que se podría supo-ner que estos ya correspondían a algún tipo de ar-quitectura pública, mas aun cuando se los ligaba alos hallazgos que presentan una decoración y tra-tamiento extraordinarios.

En esta dirección, un reciente trabajo de Te-llembach (1997: 167-170) propone la interesantehipótesis, en el sentido de que el montículo y los

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Fig. 24. Foto panorámica de Huaca Prieta.

Fig. 25. Corte de trinchera N – S excavada por Junius Bird en 1946(Bird et al. 1985).

Fig. 26. Foto de la trinchera N – S excavada por Junius Bird en 1946(Bird et al. 1985)

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grandes muros de contención de Huaca Prietaconstituían plataformas de alguna forma de arqui-tectura monumental; donde los textiles decoradosy otras extraordinarias evidencias corresponderíana ofrendas de carácter ritual. Para sustentar estapropuesta, se basa tanto en la interpretación de lasasociaciones estratigráficas, como en estableceruna serie de analogías con otros hallazgos signifi-cativos en distintos conjuntos de arquitectura mo-numental de los períodos tempranos. En este sen-tido, se sostiene que las viviendas aparentementeno serían tales, si no mas bien “casas funerarias”algo más tardías y, por lo tanto, intrusivas a la ocu-pación precerámica del montículo.

Evidentemente, mas allá de la discusión de silas estructuras semisubterráneas de Huaca Prietaconstituyen o no viviendas, esta edificación de

posible carácter público monumental debió estarestrechamente ligada a la presencia de un asenta-miento de tipo aldeano. En esta dirección, sepuede apuntar la consistente acumulación de de-sechos del consumo de alimentos proveniente decontextos aparentemente “domésticos” y, sobretodo, la recurrente y estrecha asociación que re-vela la arquitectura pública con los diferentesasentamientos aldeanos del período estudiados endistintas regiones de la costa peruana.

Otro posible asentamiento de carácter al-deano se registró en el sitio de Huaca Negra, oHuaca Prieta de Guañape, ubicado en una zonadel litoral adecuada para la pesca y en un área dela desembocadura del valle de Virú, donde la hu-medad natural habría permitido desarrollar algúntipo de cultivo en hoyas sin necesidad de riego.En este caso, se registraron dentro de la mismazona tres montículos, bastante más bajos queHuaca Prieta pero igualmente amplios, con con-chales y acumulación de desechos correspon-dientes a una ocupación precerámica. En uno delos montículos excavado por Strong y Evans en1946 y luego por Bird, se hallaron restos de vi-viendas que habrían sido también de tipo semi-subterráneo. Los cuartos estaban en algunos casosconectados entre sí, medían en promedio 3 x 4m. y fueron construidos con delgados muros decontención hechos de barro y salitre. Esta dife-rencia en la técnica constructiva con relación aHuaca Prieta, se explicaría por la notable ausenciade cantos rodados en los alrededores del sitio. Nose registraron aquí estructuras que pudieran in-dicar la presencia de algún tipo de arquitecturapública (Willey 1953: 38-42).

En el sitio de Alto Salaverry, localizado en elextremo sur este del valle de Moche y a unos 3 km.de Punta Salaverry y del mar, se registró un asen-tamiento aldeano relativamente amplio, en el cual

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Fig. 27. Textiles de Huaca Prieta (Bird et al. 1985).

Fig. 28. Mates labrados de Huaca Prieta (Bird et al. 1985).

Fig. 29. Redes de Huaca Prieta con mates como flotadores y pesosde piedra (Bird et al. 1985).

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se identificó claramente, además de las edificacio-nes de vivienda, a dos estructuras correspondien-tes a arquitectura pública (Pozorski y Pozorski1977). Las unidades de vivienda se encuentran ensuelos cubiertos por basurales, son de planta irre-gular y están compuestas por uno o más cuartossemienterrados dentro de los cuales se dispusieronalgunos fogones. Existe una primera estructura(E) que se diferencia drásticamente de las anterio-res y que se caracteriza por presentar plataformas,amplios recintos y cuartos, dispuestos en el marcode un trazo rectilíneo con un ordenamiento cuasiortogonal. La forma de esta estructura y sus carac-terísticas constructivas, sugieren alguna funciónde carácter público -quizás relacionada con activi-dades de tipo comunal- lo que no se contradicecon el hallazgo de desechos en algunos de los cuar-tos y plataformas de dicha edificación.4

Una segunda evidencia de arquitectura pú-blica en Alto Salaverry, se encuentra relativa-mente aislada con relación al grueso del asenta-miento y corresponde a un pozo circular de 9 m.de diámetro y 1.80 m. de profundidad. Esta es-tructura está conformada por un muro de conten-ción construido con piedras irregulares, dis-puestas con la cara plana hacia el paramento, ypresenta dos escalinatas contrapuestas. El piso,

que fue revestido con piedras y enlucido con mor-tero fino al igual que los muros, muestra en elcentro una perforación revestida de piedras. En ellado sur de la estructura se desarrolló un segundomuro de contención con trazo circular y concén-trico que exhibía también una pequeña escalinata.

Este pozo circular sería el primer antecedentede una forma arquitectónica que maduraría du-rante este tiempo, para luego alcanzar una gran re-levancia al ser incorporada al diseño espacial deimportantes complejos ceremoniales del período

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Fig. 30. Alto Salaverry. Planogeneral del sitio (Pozorszki yPozorszki 1977).

Fig. 31. Alto Salaverry. Plano de la estructura “E” (Pozorszki y Po-zorszki 1977).

4. Algunos investigadores que limitan su comprensión de la arquitectura pública, definiéndola simplemente por negación-es decir como toda aquella que no es doméstica- entran en serias dudas y cuestionamientos cuando en una estructura de apa-rentemente carácter público, encuentran contextos de basura o asociación con la preparación de alimentos (mal entendidoscomo atributo universal de lo “doméstico”). Esta visión esquemática y reduccionista no permite percibir que en una serie de es-tructuras públicas es común y corriente la preparación, consumo u ofrenda de alimentos, sin responder por esto a función do-méstica alguna.

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Formativo, tal como se puede apreciar en sitios deprimer nivel de esta época posterior como LasAldas, Chavín de Huantar, Kunturwasi, así tam-bién su especial raigambre en muchos sitios del va-lle del Santa, como veremos en el siguiente capítu-lo. Lo interesante del caso es que para esta especialforma arquitectónica se ha sugerido no solamenteuna función ceremonial, sino un posible uso as-tronómico de la misma, lo que haría que este tipode estructura asuma la condición de instrumentode producción, ya que su propia forma estaría di-señada para instrumentar como herramienta en eldesarrollo de esta función especializada.5

Pozos ceremoniales también han sido docu-mentados en Las Salinas de Chao, un sitio locali-zado al sur oeste del valle bajo de Chao y al pie delflanco norte del cerro Coscomba. El asenta-miento se ubica en una zona desértica asociada auna antigua playa fósil,6 cuya presencia durante laocupación del sitio explicaría su relación con la

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Fig. 33. Foto aérea oblicua de lasSalinas de Chao con evidenciasde la playa Fósil (SAN en Kosok1965: fig. 5).

Fig. 32. Alto Salaverry. Plano del pozo circular hundido (Pozorszkiy Pozorszki 1977).

5. Los pozos circulares más elaborados presentan un sofisticado diseño en sus escalinatas contrapuestas, observándose queel trazo de los escalones corresponden a segmentos de arco delineados desde el centro del círculo, mientras que las alfardas (?) quelimitan lateralmente las escalinatas lo son por radios que se proyectan desde este mismo centro. Las escalinatas contrapuestasforman un eje, el que usualmente estará alineado con el del complejo ceremonial en el cual está inscrito. Se ha sugerido la hipó-tesis de que esta forma habría servido para la observación y registro del movimiento de los astros celestes (Lumbreras com. pers.).Colocando una estela u otro elemento vertical se podría haber registrado la cambiante orientación de la sombra proyectada por elsol naciente a lo largo del año y la posición de sus correspondientes solsticios; o registrar desde el punto de observación central laposición de salida u ocaso de ciertos astros con relación al muro circular. De esta forma, el pozo circular habría sido un instru-mento fundamental para generar un calendario dirigido a la predicción de los cambios climáticos, aspecto este de primera im-portancia para el desarrollo de las actividades productivas y, en primer lugar, de aquellas relacionadas con la agricultura.

6. La impronta de la playa fósil en lo que hoy es la Pampa de Las Salinas de Chao, constituye un espectacular testimonio delos drásticos eventos de levantamiento tectónico acontecidos en el litoral. La prospección arqueológica de la zona ha permitidoestablecer que el patrón de ocupación, con asentamientos alineados sobre el antiguo acantilado generado por la erosión del mar,respondió a la extracción de recursos marinos en el paisaje de la antigua bahía, hasta que ésta se desecó provocando el abandonode los sitios (Alva 1986:49-50).

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explotación de los recursos marinos allí presentes.Pero en el caso de Las Salinas de Chao, los pozoscirculares no aparecen aislados en el asentamientosino asociados a una serie de templetes y a unadensa trama de estructuras de aparente carácterhabitacional (Alva 1986).

En este sitio, que posiblemente corresponda alas etapas finales del Precerámico, se presenta unavance significativo en cuanto se refiere al planea-miento de la arquitectura pública. Este es el casode los templetes, construidos mediante terrazasascendentes y adosadas a la ladera del cerro, quepresentan algunas plataformas con brazos late-

rales definiendo atrios u otros espacios arquitec-tónicos con planta en forma de “U”; así como eldesarrollo de escalinatas empotradas, organizadasa lo largo de los ejes de simetría de estas edifica-ciones; la incorporación de plazas rectangularesenmarcadas por un poyo perimetral que propor-cionan la sensación de que estas sean hundidas,como se aprecia en la unidad “B”, o de los propiospozos circulares, tal como se observa en la unidad“A”, donde el pozo se ubica frente al templetepero ligeramente desalineado con el eje central deeste. Este pozo adicionalmente presenta dosmuros de trazo circular, concéntricos a la estruc-

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Fig. 34. Salinas de Chao. Plano general del sitio (Alva 1986).

Fig. 35. Salinas de Chao. Re-construcción isométrica de loscomplejos B y C (Alva 1986).

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tura, que le confieren un aspecto sobreelevado(Alva 1986: 56-62).

Más al sur en la región de Casma y Huarmey,tendríamos algunos importantes sitios del pe-ríodo Precerámico representados por Las Aldas(Casma), Culebras y Los Gavilanes (Huarmey).En el caso de Las Aldas, existen evidencias de unaconsistente ocupación precerámica del sitio, perono está del todo clara su correlación con la arqui-tectura ceremonial, que correspondería mayor-mente al período Formativo (Fung 1988: 88-89).En todo caso, no es de descartar que en asociacióncon la ocupación precerámica ya haya existido unantecedente de la arquitectura pública desarro-llada posteriormente.

En el sitio de Culebras, que está localizado alsur y en la parte baja del valle del mismo nombre,sobre las laderas y cima de un cerro que domina ellitoral, se identificó un extenso asentamiento al-deano que habría integrado una importante ex-presión de arquitectura monumental. En este casose registró el desarrollo de amplias plataformascon muros de contención de piedra decorados connichos rectangulares, a las cuales se accedía pormedio de una escalinata de proporciones monu-mentales orientada hacia el norte. Las plataformasmostraban esquinas redondeadas y sobre ellasexistían cuartos o cámaras de planta cuadrangularque presentaban ductos revestidos de piedra bajosus pisos. Algunos de estos rasgos, tales como lasplataformas escalonadas y la escalinata central sonde clara filiación costeña; mientras tanto otroscomo los nichos y los ductos subterráneos e inclu-sive, las esquinas redondeadas, pueden remitirse a

la influencia y difusión de ciertos rasgos propiosde la arquitectura pública alto andina, conocidacomo Tradición Mito (Lanning 1967, Fung1988).

Los Gavilanes, constituye un sitio excep-cional pues no corresponde a un asentamiento detipo aldeano, si no mas bien a un sistema aparen-temente destinado al almacenamiento y conser-vación de las cosechas de maíz, por parte de lospobladores del valle bajo de Huarmey durante elPrecerámico Tardío. Según Bonavia (1982), en elsitio se registraron por lo menos 47 hoyos directa-mente cavados en la arena. Estos hoyos de formairregular y de sección troncocónica, que pre-sentan variaciones en sus dimensiones y alcanzanuna profundidad de hasta 1.75 m. estaban reves-tidos con piedras irregulares colocadas en seco.Los restos botánicos recuperados, permiten in-ferir que se transportó desde los campos lasplantas enteras, mientras que en el sitio probable-mente las mazorcas fueron separadas de lasplantas para su almacenamiento en los hoyos, uti-lizándose las hojas del maíz para revestir las pa-redes de los depósitos y cubrir los granos almace-nados antes de sellar el hoyo cubriéndolo conarena. Se supone que este sistema de depósitopermitió almacenar las cosechas de maíz conser-vándolas protegidas de la acción de insectos, roe-dores y otras plagas.

El sitio está ubicado en una posición estraté-gica, en un lugar desértico a poco más de 2 km. alnorte del valle y relativamente protegido de la ac-ción del viento. Es interesante notar que alre-dedor de los hoyos se halló una cantidad conside-

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Fig. 36. Salinas de Chao. Re-construcción isométrica delcomplejo A (Alva 1986).

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rable de estiércol de llama, lo que da cuenta deluso temprano de estos camélidos y el importanterol que desempeño, ya desde estos tiempos, elmanejo de caravanas de llamas en el transporte deuna serie de recursos, ampliando considerable-mente el radio de acción de las comunidades conrelación a su espacio territorial.

Es importante destacar que en el sitio de LosGavilanes no está ausente la arquitectura pública.En este caso, se trata de un pequeño edificio loca-lizado en la parte alta de una de las colinas al su-reste del sitio, donde se construyó una plataformasobre la roca madre con un recinto de unos 4.5 m.de lado, en cuyo piso se dispuso de un fogón posi-blemente asociado a alguna actividad ritual. Lapresencia de huellas y restos de postes permite in-ferir que pudo estar techada. Es de destacar por suespecial significación, que en la construcción dela plataforma se empleara un particular sistema deconstrucción mediante bolsas de relleno tejidascon fibra de junco y cargadas de piedras cono-cidas como shicras (ibid: 60-66).

En el valle de Supe existen dos importantes si-tios precerámicos. Uno de ellos es el de Aspero,que ha sido objeto de estudios a lo largo de variasdécadas, mientras que en Caral (conocido ante-riormente como Chupacigarro), a los exámenesde superficie desarrollados anteriormente le hanseguido recientemente una serie de excavacionesarqueológicas que documentan a nivel preliminardatos de gran trascendencia.

El complejo de Aspero se ubica también enproximidad del océano en la margen norte delvalle bajo de Supe y en proximidad de la bahía deSupe Puerto. Se trata de un sitio bastante extensoen el que destaca la presencia de por lo menos 7montículos monumentales, además de otrosmontículos menores y evidencias de una densaocupación habitacional. Dos de los principales

montículos, Huaca de Los Idolos y Huaca de LosSacrificios, fueron objeto de excavaciones reve-lando su particular naturaleza constructiva(Feldman 1980, 1985).

En efecto, en estos montículos se registró unasecuencia de remodelaciones en las cuales loscuartos y recintos construidos sobre las plata-formas de las fases más tempranas fueron sucesi-vamente rellenados, obteniéndose así plataformasmás elevadas donde se construyeron nuevas edifi-caciones. En el caso de Huaca de Los Idolos, unmontículo con una base de 30 por 50 m, elexamen de uno de estos niveles, permite apreciarla organización arquitectónica de los recintosconstruidos sobre una plataforma de volumentroncopiramidal. En el frente principal del mon-

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Fig. 37. Foto aérea oblicua dellitoral y valle bajo de Supe. Alextremo derecho se aprecia laubicación del sitio precerámicode Aspero (SAN en Burger1995: fig. 5).

Fig. 38. Aspero. Plano general del sitio (Feldman 1980: fig. 9).

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tículo, orientado hacia el Este, posiblemente sedesarrollaba una amplia escalinata que permitíaascender al nivel superior de la plataforma, dondese encontraba un gran acceso que daba a un granrecinto rectangular (16 x 11 m.), desde el cual seaccedía lateralmente y mediante una serie de pa-sajes a algunos recintos laterales y a lo que se su-pone constituía una cámara principal (5.1 x 4.4m.) dispuesta en una posición central.

Es importante destacar que esta cámara centralpresentaba un único vano de acceso y que sus pa-ramentos interiores lucían nichos, lo que unido aotros rasgos permite suponer ciertas vinculacionescon la tradición Mito. Adicionalmente la cámaraestaba dividida por un muro bajo y delgado conun angosto vano al centro que presentaba un esca-lonamiento en su parte superior, mientras que el

paramento del muro que daba hacia el acceso a lacámara presentaba un friso obtenido mediantebandas horizontales en relieve. Este recinto en sumomento también fue rellenado y sellado bajo 5pisos, aparentemente para construir nuevamenteestructuras algo similares a la anterior (Feldman1980: figs. 20 y 21). Es de notar que en la capa in-ferior de los rellenos se utilizó la modalidad de lasbolsas de junco rellenas con piedras, observándosela particularidad de que estas fueron dispuestas enla capa inferior del relleno –lo que denotaría quecon este procedimiento se dio inició al relleno delrecinto- cubriéndolas luego con una capa de ripioy piedras pequeñas, para finalmente definir unacapa de piso.

Remarcando la especial importancia ritual deesta estructura central -que se manifiesta clara-mente en su ubicación espacial y tratamiento ar-quitectónico- dentro del mismo recinto se ha-

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Fig. 39. Aspero. Reconstrucción hipotética de Huaca de los Ídolos(redibujada de Feldman 1980 por Canziani).

Fig. 40. Aspero. Corte con evidencias de una secuencia de superpo-siciones en la cámara central del Huaca de los Ídolos (Feldman1980).

Fig. 41. Aspero. Ofrendas defigurinas de barro no cocido yplato tallado de madera (Feld-man 1980).

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llaron más de una docena de figurinas rotashechas de barro blanco no cocido. De la mismamanera, asociados a rellenos y bajo los pisos se ha-llaron, en aparente calidad de ofrendas, conchasde abanico, textiles, ornamentos plumarios, unafuente de madera tallada parcialmente quemada yun gran número de palillos tallados, además desemillas de algodón y hojas de achira.

Bajo uno de los pisos de Huaca de Los Sacrifi-cios se hallaron dos enterramientos, el primero co-rrespondía al de un adulto que no poseía ofrendaalguna, mas allá del envoltorio de tejido de algo-dón y estera. Mientras que el segundo correspon-día a un neonato con la cabeza adornada con másde 500 cuentas de concha y envuelto en un fardocon dos textiles que presentaban bandas de color,finalmente sobre el enterramiento fue depositadoun mortero de piedra de cuatro patas colocadoboca abajo (ibid: 81). Estos hallazgos estarían re-velando ciertas diferencias de status entre losmiembros de la comunidad. De otro lado, la pre-sencia de determinados bienes exóticos, cual es elcaso de conchas de mullu (Spondylus), plumas decolor y cuentas de piedra, estarían indicando nosolamente el intercambio a distancia, si no tam-bién la demanda de bienes de carácter suntuariodestinados a los rituales o que también podríanhaber simbolizado elementos de prestigio entrelos personajes de status más elevado.

Otro importante sitio en el valle de Supe esCaral, anteriormente conocido como Chupaciga-rro (Kosok 1965, Williams 1981, 1985). Estecomplejo se localiza en la margen izquierda del va-lle a unos 25 km. del litoral y está emplazado sobreuna terraza desértica desde la que se domina el va-

lle medio. Las recientes investigaciones desarrolla-das en el sitio dan cuenta de la existencia de unos32 conjuntos arquitectónicos, identificándose 6edificaciones piramidales de carácter monumen-tal (Shady 1997).

En el sitio sobresalen dos edificaciones monu-mentales con montículos piramidales que inte-gran grandes patios circulares hundidos; una alnorte denominada “Templo Mayor” y otra al surdenominada “Templo del Anfiteatro”. La desta-cada presencia de estas dos edificaciones enambos extremos del sitio podría responder a unaorganización dual del asentamiento, mas si seconsidera que comparten explícitamente algunosatributos formales, cual es el caso de los patios cir-culares que, coincidentemente, se presentan enposición contrapuesta al igual que la dirección desus ejes de orientación.

El “Templo del Anfiteatro”, se ubica en el ex-tremo sur del complejo y presenta un imponentepatio circular hundido de 29 m. de diámetro in-terior, con escalinatas contrapuestas alineadascon el eje de la edificación. El patio circular pre-senta plataformas escalonadas y banquetas con-céntricas, cuyos muros de piedra muestran evi-dencias de enlucidos de barro pintados de blancoy amarillo. Esta estructura circular se conectahacia el noreste con una plataforma alargada, queaparentemente servía de acceso al templo, mien-tras que se integra hacia el suroeste con un mon-tículo piramidal enmarcado dentro de un gran re-cinto rectangular. La construcción piramidalpresenta un espacio central, a modo de atrio flan-queado por dos recintos laterales, que da acceso aotro recinto en cuyo centro se halló un fogón ce-

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Fig. 42. Caral. Foto aérea del sitio (SAN).

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remonial cerca del cual se encontraba unahuanca.7 Siguiendo el eje del templo se encuen-tran dos escalinatas que conducen a las plata-formas más elevadas del montículo donde seaprecian restos de algunos recintos distribuidossimétricamente. En diferentes sectores de estaedificación se pudieron observar superposicionesarquitectónicas, que en algunos casos implicaronhasta cinco eventos de enterramiento y construc-ción (ibid: 27-33).

En la esquina noreste del recinto que enmarcael montículo, se excavó una pequeña estructuraque presentaba un diseño arquitectónico singular(ibid: 33). Se trata de un recinto cuadrangularque encierra un muro circular al centro del cual seregistró un fogón ceremonial con dos ductos sub-terráneos de ventilación, lo que evidencia rela-ciones con la arquitectura de la tradición Mitoque examinaremos más adelante.

En el sector al norte del complejo se encuentrael denominado “Templo Mayor”. Se trata tam-bién aquí de una estructura circular con un patiohundido de menor tamaño (19 m. de diámetrointerior) adosado en este caso al sur de un mon-tículo alargado y de mayor tamaño, que presentaen la parte superior un atrio con planta en “U”. Aligual que en el montículo anterior, el patio circu-lar presenta un sistema de escalinatas contrapues-

ta y una escalinata conecta los distintos niveles delas plataformas del montículo. Aquí también sereportó la presencia de una gran huanca de 1.7 m.de alto en el atrio de la edificación, lo que permiteadvertir el uso recurrente de estas en cuanto ele-mento central de los recintos más importantes deestas construcciones ceremoniales (ibid: 54-55).

Tanto al este como al oeste de extenso espacioexistente entre los dos montículos con patios cir-culares hundidos, se observa la presencia de por lomenos 4 montículos de regular tamaño. Estos sediferencian de los anteriores porque asumen unaplanta cuadrangular y un volumen de forma mar-cadamente piramidal. Dado que no se reportanaun excavaciones en estos montículos, no es po-sible conocer si estas diferencias responden a as-pectos de carácter funcional o mas bien de índoletemporal.

Si bien se reporta la presencia de diversos sec-tores residenciales (ibid: 41) la información pro-porcionada por la propia investigadora permitediscutir la atribución de un carácter habitacionaldel sector “A” excavado. Este es el caso, cuando seseñala que los recintos de este sector no habríansido ajenos a la tradición de “enterramiento ri-tual”, al apreciarse sucesivos rellenos y remodela-ciones asociadas a la icineración o disposición deofrendas, lo cual incluye la presencia dentro de

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Fig. 43. Caral. Plano generaldel sitio (Shady).

7. Luego de que el sitio fuera identificado mediante el examen de las aerofotografías de la época, en la que llamaron laatención las singulares estructuras con pozos circulares, Kosok realizó una breve visita al lugar a fines de los años ’40. Entreotros detalles observó la existencia de un gran monolito o huanca, pero señala que este elemento estaba ubicado cerca del centrodel patio circular del montículo sur (Templo del Anfiteatro) del complejo (Kosok 1965: 221).

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los rellenos de las fases tardías de bolsas de rellenoo shicras. Otros datos relevantes serían la pre-sencia en el centro de los recintos de fogones ri-tuales, además de otros rasgos, entre los cuales semenciona la presencia de recintos con esquinas

curvadas; la aplicación de decoración mural y depintura en los paramentos y pisos; así como lapresencia de pequeñas plataformas de aparentecarácter ritual cuyos rellenos están constituidospor shicras. Evidentemente muchas de las eviden-cias señaladas estarían apuntando hacia una fun-ción distinta a la residencial, lo que amerita unainvestigación más exhaustiva, ya que la sola di-mensión reducida de los recintos no es elementosuficiente para calificar a estas estructuras como

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Fig. 44. Caral. Reconstruccióndel “Templo del Anfiteatro” enbase a una foto aérea oblicua(El Comercio).

Fig. 45. Caral. Plano del “Templo del Anfiteatro” (Shady).

Fig. 46. Caral. Conjunto de flautas hechas con huesos de pelícanocon decoraciones incisas (Shady).

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“habitaciones”, mas aun cuando se advierte quelos eventos de relleno están asociados a la disposi-ción de alimentos en calidad de ofrendas, por loque tampoco se podría interpretar estas eviden-cias como “domésticas”.

Las investigaciones preliminares desarrolladasen Caral, al igual que en otros sitios correspon-dientes al Arcaico o Precerámico Tardío, plan-tean nuevas y extraordinarias evidencias acerca dela temprana manifestación de un incipiente urba-nismo en la Costa de los Andes Centrales, espe-cialmente en la región Norte y Nor Central. Sinembargo, opinamos que es inapropiado utilizar eltérmino “ciudad” para denominar este tipo de si-tios, ya que los asentamientos urbanos que cali-fican como tales reúnen otro tipo de caracterís-ticas que aquí obviamente aun no están presentes.Pero sobre esta problemática discutiremos masadelante, al finalizar este capítulo.

Otro importante sitio en el valle de Supe esPiedra Parada. Williams (1981: 406-407), des-cribe su arquitectura pública como un complejocon recintos rectangulares con subdivisiones, alcual se adosa la estructura de un pozo circular sinmayor integración con la edificación principal. Essobre la base de estas características estilísticas,que el mismo autor propone a Piedra Paradacomo uno de los sitios tempranos dentro de unasecuencia de evolución hipotética que, como él

mismo señala, no está basada en excavaciones es-tratigráficas si no en apreciaciones formales. Encuanto a la forma de construcción, aquí tambiénse reporta el empleo de las bolsas de relleno o shi-cras (Feldman 1980: 98-107, fig. 28; 1985: 84).

Mas al sur, ingresando ya a la Costa Central,existen también aldeas asociadas con arquitecturapública. Este es el caso de Bandurria en el valle deHuaura, donde el área habitacional se encuentra aunos 250 m. del montículo ceremonial que se lo-caliza en proximidad del litoral. Sobre el mon-tículo se halló una huanca (Williams 1981:383-384), así mismo se halló en el sitio una figu-rina antropomorfa de barro no cocido (Fung1988: fig. 3.2). Al norte del valle de Chancay seencuentra el sitio de Río Seco, que presenta cincoo seis montículos piramidales, dos de los cualestienen unos 10 a 15 m. de diámetro y unos 3 m.de altura. Parece que aquí, al igual que en los si-tios de Supe, se presentan plataformas con re-cintos interconectados con una cámara central,que también estarían sujetos a una secuencia deeventos de relleno y superposición arquitectó-nica. En este caso, los montículos estarían inte-grados a las zonas de ocupación habitacional(Lanning 1967: 70-71, Fung 1988: 77-79).

En la comarca de Lima se encuentra un sitioque por su importancia y extensión es de obligadareferencia para el período. Se trata de El Paraíso,un amplio complejo que se encuentra en lamargen izquierda del valle bajo del Chillón, y enproximidad de la desembocadura del mismo a 4.5km. del mar, es decir, en una posición estratégicaque habría permitido a su población tanto el de-sarrollo de actividades agrícolas en una ampliazona humedecida por las crecientes del río, comotambién la explotación de los recursos asociadoscon el vecino litoral marítimo.

El complejo presenta una serie de montículos,los mayores de los cuales configuran una disposi-ción de planta en “U”: Esta conformación en “U”–de la que El Paraíso sería el antecedente mástemprano en la Costa Central– es aún algo irre-gular, en parte quizás por el amoldamiento delsitio al relieve de los cerros, a partir de cuyas estri-baciones se proyectan hacia el noreste los dosgrandes brazos laterales. De esta manera, el ladonorte del complejo queda abierto hacia el valle,mientras que hacia el sur se encuentran al pie delos cerros los montículos de los templos que de-bieron desempeñar un rol central dentro de estaforma de planeamiento.

Los dos grandes brazos encierran una enormeplaza rectangular que habría alcanzado una ex-

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Fig. 47. Caral. Bolsas de relleno o Schicras utilizadas en la renova-ción de la arquitectura (Shady).

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tensión de más de 500 m. en su eje noreste – su-roeste y unos 170 m. de ancho. Estos montículospodrían estar entre las edificaciones más extensasdel período, en especial el brazo el derecho quemide más de 500 m. de largo por unos 150 m. ensu parte más ancha, aunque la altura sea tan sólode unos 3 m. Sobre la superficie de estos se en-cuentran evidencias de una densa trama de es-tructuras que pudieron corresponder a habita-ciones, pero dado que no han sido excavadas nosería de descartar que pudieran cubrir otras fun-ciones asociadas con las actividades desarrolladasen los templos (Lanning 1967: 70-71).

En el interior del complejo en “U”, es decir enel lado cerrado de la plaza, se encuentra un mon-tículo cuadrangular de unos 60 m. de lado, ligera-mente desplazado hacia el este con relación al ejede la plaza. Si bien no ha sido excavada, esta edifi-cación revela la presencia de recintos definidospor muros. Rasgos similares se apreciaban super-ficialmente en el montículo que se emplaza en elextremo suroeste del complejo y al interior de unaquebrada lateral al valle, antes de que este fueraobjeto de excavaciones y de una restauración porparte de Engel (1967). Observando con deteni-miento las antiguas aerofotografías de 1944, se

puede suponer que la ubicación de este templo,algo desplazada con relación a la del conjunto de-finido por los grandes brazos en “U”, podríahaber correspondido a la organización de un con-junto menor conformado por una plaza, cuyostrazos todavía se perciben, y cuyo eje en este casosi coincidiría con el del templo. Si la organizaciónespacial de este sector fue más temprana o en todocaso contemporánea con la del resto del con-

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Fig. 48. Paraíso. Foto aérea delcomplejo en “U” de El Paraíso(SAN). El volumen del templose aprecia en el borde inferiorde la foto. Se ha destacado elcontorno de los edificios prin-cipales y las plazas.

Fig. 49. Paraíso. Plano del edificio excavado y restaurado por Engel(Engel)

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junto, es una cuestión que el desarrollo de excava-ciones en los distintos componentes del sitio de-bería de responder.

En cuanto al templo excavado por Engel(op.cit.), este presenta plataformas escalonadascon muros construidos con bloques de piedrasasentadas con barro, disponiendo las caras planashacia el paramento, con rastros de haber sido en-lucidos. Aquí también se hallaron evidencias derecintos rellenados con bolsas de piedra y que sir-vieron como plataformas de base para erigir losrecintos de las fases sucesivas, en una secuencia de5 o 6 superposiciones arquitectónicas que no hansido bien definidas, ya que la excavación se con-centró en la última fase. El cuerpo central de laedificación, presenta dos gruesos muros que seproyectan hacia el noroeste, encerrando unasuerte de atrio en forma de “U”, con al centro unaescalinata que permite ascender a un gran vanoque da acceso a una cámara central de forma cua-drangular de unos 12 m. de lado. Este recintopresenta ciertos rasgos relacionados con la tradi-ción Mito, ya que al centro se halla una depresióncuadrangular, pero en este caso con la particula-ridad de que sobre cada una de sus cuatros es-quinas presenta lo que parecen ser fogones de sec-ción cónica. Esta cámara central se encontrabainterconectada por medio de corredores a unaserie de recintos, a los cuales también se accedíadesde distintos frentes de la edificación pormedio de algunas escalinatas auxiliares, que tam-bién evidencian remodelaciones aparentementeasociadas con las distintas fases del edificio.

Otros sitios de la Costa Sur

En la Costa Sur Central, se han reportado algu-nos sitios correspondientes mayormente a asenta-mientos con estructuras habitacionales y cemen-terios. Este es el caso del sitio de Asia, una aldeaubicada en el valle bajo de Asia. Mientras que enla Costa Sur, sitios como Otuma, al sur de la pe-nínsula de Paracas, Casavilca y San Nicolás pró-ximos a las desembocaduras de los ríos Ica y Naz-ca, respectivamente, se caracterizan por presentarpequeños montículos de conchales, donde ade-más de algunos fragmentos de textiles de algodóny redes, así como del consumo de algunos frutos yplantas, se encuentra una notoria abundancia depuntas de proyectil hechas de obsidiana, que porlo que se sabe provienen de canteras ubicadas enla serranía de Huancavelica y Ayacucho (Lanning1967: 72-73).

Un nuevo sitio que corresponde a estosmismo rasgos, denominado La Esmeralda, hasido recientemente identificado en los niveles in-feriores y por debajo de la ocupación Nasca delsitio de Cahuachi, en el valle de Nazca. En estecaso, el área excavada expuso estructuras de vi-viendas hechas con postes y una suerte dequincha, asociadas con restos de calabaza, pa-llares, cuy (Cavia porcellus) y conchas de abanico(Argopecten purpuratus), así como una notable co-lección de cuchillos y puntas de obsidiana. Estoshallazgos parecen sugerir un modo de vida en elque se combinaba la pesca y recolección en el li-toral, con una horticultura en las zonas inunda-bles de los valles, y con la persistencia de la caza,sugerido por la consistente presencia de laspuntas de proyectil (Isla 1990).

Lannig (op.cit.), al observar las claras diferen-cias existentes entre estos sitios y los ubicados enla costa Central y Norte, planteó la sugerente hi-pótesis de que en la Costa Sur habría persistidopor mucho mayor tiempo un modo de vidapropio de cazadores recolectores, lo que no ex-cluiría el limitado cultivo de algunas plantas. Enesta óptica, muchos de los sitios mas que asenta-mientos permanentes serían campamentos esta-cionales, de gentes que se estarían movilizandodesde los pisos altoandinos asociados con la caza yla provisión de la obsidiana, hasta el litoral y losvalles de la Costa Sur, donde las lomas tambiénpodrían haber sido frecuentadas y alojado campa-mentos invernales. En todo caso, resulta sintomá-tico que en ninguno de los casos documentadosen esta región tengamos noticia de la existencia dearquitectura pública, por lo menos en cuanto serefiere a aquella de carácter monumental

La Tradición Mito

Al igual que los hallazgos de Junius Bird en el sitiode Huaca Prieta abrieron un panorama inéditoacerca de la complejidad que encerraba el períodoPrecerámico, a mediados de los años 40, el descu-brimiento de sitios precerámicos en la vertienteoriental de los Andes por parte de la Misión de laUniversidad de Tokio, a inicios de los 60, abrióun nuevo e importante capitulo en el conoci-miento del período y el temprano surgimiento dela arquitectura pública en esta región.

En efecto, en las excavaciones desarrolladas enlos sitios de Kotosh, Wayrajirca y Shillacoto, lo-calizados en el Alto Huallaga, se documentó porprimera vez la presencia de edificaciones que pre-

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sentaban un elaborado diseño arquitectónico yuna serie de rasgos relevantes que se replicaban enlos edificios de las distintas fases, formando parteestos de una compleja secuencia de superposi-ciones. Es sobre la base de las peculiares caracte-rísticas que presenta esta arquitectura pública deaparente carácter ceremonial, que se definió loque se conoce como “Tradición Mito”. Posterior-mente, otras investigaciones desarrolladas en si-

tios como La Galgada, Huaricoto y Piruru, hanextendido el ámbito regional donde pudo desa-rrollarse y madurar este particular tipo de arqui-tectura. De otro lado, las investigaciones desarro-llados en la Costa Nor Central y Norte permiten,como hemos ya visto, examinar la difusión de estatradición en estas regiones y la incorporación dealgunos de sus rasgos en la arquitectura monu-mental costeña.

De los sitios excavados en el Alto Huallaga, aunos 2,000 m.s.n.m., destaca la ocupación prece-rámica de Kotosh y, en particular, las edifica-ciones correspondientes a las fases tempranas delperíodo denominado “Mito”. En el sitio destacandos grandes montículos, localizados uno al nortey el otro al sur, planteando una versión tempranade la organización del espacio ritual en los com-plejos ceremoniales. Los montículos están con-formados por un conjunto de recintos cuadran-gulares edificados sobre plataformas Las cámarasceremoniales de 6 a 7 m. de lado se caracterizanpor presentar los siguientes rasgos principales: un

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Fig. 51 – Kotosh. Plano general del sitio (Izumi y Terada?).

Fig. 50. Principales sitios Precerámicos de la Sierra afiliados a la tra-dición Mito (Reelaborado de Bonnier por Canziani).

Fig. 52 – Kotosh. Reconstruc-ción hipotética de la superposi-ción de estructuras: el “Templode los Nichitos” y el “Templode la Manos Cruzadas” (Onu-ki?).

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único acceso; un piso a dos niveles conformadopor una banqueta perimetral que se interrumpefrente al acceso y enmarca el espacio cuadrangularcon el piso más bajo; al centro de este espacio demenor nivel, se presenta un fogón ventilado poruno o más ductos subterráneos conectados con elexterior; los paramentos interiores e inclusive elfrente de las banquetas presentan nichos de dife-rente forma y tamaño; los paramentos pueden serdecorados con cenefas horizontales e inclusiveelementos escultóricos de barro, como las céle-bres “manos cruzadas”; finalmente, un rebajo dellado interior de la cabecera de los muros, revelaque estos recintos estuvieron techados con unacobertura soportada por vigas.

Otro de los aspectos relevantes de esta tradi-ción arquitectónica, es que luego de un determi-nado período de funcionamiento, estas edifica-ciones fueron rellenadas y selladas, generando asínuevas y más elevadas plataformas, sobre las quese levantaron nuevas edificaciones, muchas vecesdirectamente sobre el emplazamiento de las ante-riores. De esta manera, se generó una secuenciade superposiciones arquitectónicas en la que losedificios más antiguos, que se encuentran en losniveles inferiores, fueron en su momento ente-rrados por las edificaciones que se construían pos-teriormente sobre estas. Este proceso de enterra-miento, que fue denominado “enterramiento deltemplo”, se realizó cubriendo con arena los para-mentos de los recintos y sus elementos decora-tivos, para luego rellenarlos con piedras y sellar fi-nalmente este relleno con un piso de nivelaciónde arcilla roja, sobre el que se edificaba el nuevorecinto, a partir de la construcción inicial delfogón y de sus ductos de ventilación. (Matsuzawa1972: 176, Izumi y Terada 1972: 5).

Este es precisamente el caso de dos de las prin-cipales edificaciones expuestas por las excava-ciones en Kotosh, denominadas el “Templo deLos Nichitos” y el “Templo de las Manos Cru-zadas”. La más tardía de estas edificaciones es el“Templo de Los Nichitos” (ER-11), que mide in-teriormente unos 7.5 m. de lado, y presentaba enla grada del desnivel entre los dos pisos una seriede pequeños nichos, que debieron sumar 23 entotal. En el paramento interior del muro parcial-mente conservado, se pudo reconstruir la pre-sencia de grandes nichos que se desarrollabandesde la base del muro, mientras que otros nichosmás pequeños se ubicaban sobre una cenefa hori-zontal a 1 m. de altura del piso. El fogón centraltenía un diámetro de 40 cm. y una profundidadde 60 cm. con la particularidad, en este caso, decontar con dos ductos de ventilación subterrá-neos, uno en el eje de la puerta –como es más fre-cuente- y el otro en diagonal, pasando por debajode la esquina noreste del recinto.

El “Templo de Los Nichitos” fue construidoluego de ser rellenada y sellada la estructura de unrecinto más temprano denominado “Templo deLas Manos Cruzadas” (UR-22). Este recinto cua-drangular de unos 6.5 m. de lado en el interior,presenta también un único acceso orientadohacia el sur y los rasgos típicos de la arquitecturadel período Mito. En este caso, el enterramientototal de la estructura permitió su mejor conserva-ción, encontrándose los muros completos hastasu cabecera a más de 2 m. de altura sobre el piso,lo que permitió reconstruir el sistema de cober-tura y conocer la extraordinaria decoración quepresentaban sus paramentos. En el interior del re-cinto se presentan grandes nichos que lleganhasta el nivel del piso, mientras que otros más pe-

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Fig. 53 – Kotosh. Reconstruc-ción isométrica del templo delas Manos Cruzadas, al que sele superpone el de Los Nichitos(derecha) (¿?).

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queños se disponen sobre una cenefa horizontalque sobresalía de 15 a 20 cm. Por debajo de dosde estos nichos pequeños, dispuestos simétrica-mente en el muro opuesto a la portada de acceso,se realizó el extraordinario hallazgo de dos paresde brazos entrecruzados en alto relieve que fueronmodelados en barro. Los muros del recinto, he-chos de piedra asentada con barro, tenían de 80 a100 cm. de espesor, con la particularidad de en-grosarse hacia la cabecera de los muros, donde segeneraba la grada interior para apoyo de la estruc-tura de la cobertura. Los muros, tanto al interiorcomo al exterior, presentaban vestigios de habersido enlucidos finamente con arcilla de color ma-rrón amarillento.

Es de destacar que tanto el Templo de LasManos Cruzadas como el de Los Nichitos, em-plazados sobre una plataforma de nivel medio, es-tuvieron asociados durante sus respectivas fasesde actividad con otros recintos similares, quefueron construidos sobre una plataforma de nivelinferior con relación a aquella donde se erigieronlos recintos principales. Estos recintos, que po-dría suponerse desempeñaron un papel comple-mentario, tuvieron la orientación de sus portadashacia el norte, es decir contrapuesta a las de lostemplos de mayor importancia, como fueron ensu momento “Los Nichitos” y “Las Manos Cru-zadas”. En las distintas fases, la conexión entreestos recintos y sus respectivas plataformas en losniveles medio e inferior, se realizaba mediante

una serie de corredores y escalinatas. Cuando seprocedía a la remodelación de los recintos, se ge-neraba un nuevo nivel en la correspondiente pla-taforma, lo que estaba acompañado de la cons-trucción o adosamiento de nuevos muros decontención y de remodelaciones en los pasajes yescalinatas, por lo que las superposiciones arqui-tectónicas no se reducían a los recintos si no quecomprometieron también a estos componentes.

Cuando el templo de “Los Nichitos” estuvoen actividad, se encontraba asociado a un recintocomplementario localizado al norte (ER-23), alcual se le superpuso en la misma ubicación unaremodelación (ER-19), que amplió las dimen-siones del recinto anterior. Mientras tanto, du-rante la época de actividad del templo de “LasManos Cruzadas”, este estuvo asociado con dosrecintos (ER-27 o “Templo Blanco” y 28),siempre localizados al norte y con los accesosorientados en la misma dirección, y los que tam-bién fueron objeto de remodelaciones con la su-perposición de nuevos recintos (ER-20 y 26 /24). A este propósito, se ha observado que las re-modelaciones y superposiciones que afectaron alos recintos principales ubicados en la plataformade nivel medio, no fueron necesariamente simul-táneas a las intervenciones que tenían lugar en losrecintos de la plataforma inferior, por lo quepudo darse el caso de que algunos de estos pu-dieron estar asociados durante un cierto períodode tiempo, primero al templo de “Las Manos

68 JOSÉ CANZIANI

Fig. 54 – Kotosh. Foto de la cá-mara con las manos cruzadas,cenefas y nichos (¿?).

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Cruzadas” y luego al de “Los Nichitos” (Bonnier1997).

Es importante señalar que bajo el templo de“Las Manos Cruzadas” se identificó también laexistencia de un recinto enterrado aun más an-tiguo que no fue excavado (Izumi y Terada 1972:304). Por otra parte, en algunos niveles inferiores,se identificaron estructuras más pequeñas, consis-tentes en pisos que presentaban el típico desnivelcuadrangular con fogón central, pero en este casono estaban presentes muros que definieran el re-cinto. Se supone que estas estructuras, por su ela-boración más rudimentaria y ciertas analogíascon las evidencias tempranas de otros sitios quecomparten la tradición Mito, pudieran repre-sentar evidencias de las fases iniciales del períodoMito en el sitio de Kotosh (Fung 1988: 74, Bon-nier 1997: 140-3).

Las periódicas remodelaciones y el conse-cuente enterramiento de las estructuras de ca-rácter público, así como las propias característicasarquitectónicas de las edificaciones Mito de Ko-tosh, la reiteración y persistencia a lo largo deltiempo de los cánones arquitectónicos estable-cidos; sugerirían la presencia de una sociedad conun nivel de organización relativamente complejo,donde debieron definirse determinados nivelesde especialización. En este sentido, la configura-ción espacial de los recintos, la presencia centralde los fogones con sus elaborados sistemas de ven-tilación, así como el despliegue de nichos y deotros elementos decorativos al interior de estos,estarían expresando una función ceremonial res-tringida a un reducido número de miembros de lacomunidad, para el aparente desarrollo deofrendas y actividades rituales relacionadas con elfuego. Refuerzan esta interpretación los hallazgos

de huesos de cuy y camélidos quemados, quefueron depositados en los nichos y pisos de los re-cintos, al igual que figurinas de barro represen-tando seres humanos, frutos o tubérculos y pe-queñas vasijas, asociados a los mismos contextosarquitectónicos.

La secuencia de remodelaciones, con sus co-rrespondientes superposiciones arquitectónicas,condujeron así a la conformación de dos mon-tículos prominentes con plataformas escalonadas,de modo que sus volúmenes debieron de consti-tuirse en importantes hitos visuales en el paisajecircundante y, en cuanto tales, en referentes deidentificación y veneración para las comunidadesque participaban del culto.

La evidente complejidad de la organizaciónsocial y los niveles de inversión destinados a estasconstrucciones -que presuponen la necesaria dis-ponibilidad de excedentes- sugerirían una baseeconómica con cierto nivel de desarrollo de las ac-tividades agrícolas y ganaderas (Izumi y Terada1972: 306). Sin embargo, no se han hallado vesti-gios de plantas, lo que puede ser explicado por laantigüedad del sitio y la relativa humedad que ca-racteriza a la zona. De otro lado, el análisis de losrestos faunísticos señalaría que además de cuy(Cavia porcellus) posiblemente doméstico, elmayor porcentaje de estos corresponde a cérvidosy, en menor grado, a camélidos no necesaria-mente domésticos (posiblemente guanaco y vi-cuña), lo que en conjunto permite suponer que lacaza aun desempeñaba un rol importante (Wing1972).

La aparente ausencia de estructuras habitacio-nales asociadas al período Mito en el sitio de Ko-tosh, no permite plantear claras inferencias encuanto al régimen de subsistencias de la pobla-

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Fig. 55 – Kotosh. Corte estra-tigráfico, en el que se apreciala superposición de estructu-ras de las distintas fases (¿?).

Page 70: Canziani_Ciudad y Territorio en Los Andes

ción. En todo caso, debe de advertirse que loscontextos de los hallazgos corresponden a plata-formas y recintos asociados con funciones de apa-rente carácter ceremonial, por lo que la evidenciapodría estar fuertemente condicionada por el tipode ofrendas y actividades rituales desarrolladas yno necesariamente corresponder con el consumoalimenticio habitual de estos recursos. De otrolado, no se puede dejar de considerar la localiza-ción geográfica del sitio y el rol especial que pudotener en cuanto punto intermedio de un corredornatural que conecta los territorios de las punasalto andinas con aquellos de los bosques húmedospropios de la vertiente oriental de los Andes o“ceja de selva”.

Piruru, ubicado en el Alto Marañon y en lamargen derecha del río Tantamayo (3,800m.s.n.m), representa en sus niveles precerámicosun importante sitio para la comprensión de la po-sible evolución y surgimiento de la tradición ar-quitectónica Mito. En las excavaciones desarro-lladas en la década de los ’80, se definieron cincofases de ocupación precerámica, donde en la úl-tima se identificó una estructura asimilable a latradición Mito de unos 9 m. de lado con fogóncentral y con los característicos pisos a desnivelpresentes en Kotosh. Lo interesante del caso esque las cuatro primeras fases corresponderían aestructuras de un período anterior, Pre-Mito,donde la mayoría presenta un piso a un solo nively el fogón central, en algunos casos bien cons-truido y con ductos de ventilación, en otrosapenas delineado y sin ductos. Además en estasestructuras se observa una notable variedad deformas y rasgos, con recintos tanto circularescomo rectangulares, limitados por muros depiedra; mientras que en otros casos estos están au-sentes y los espacios alrededor de los fogones pa-recen haber sido a cielo abierto (Bonnier 1997).La estructura de época Mito tiene la particula-ridad no solamente de introducir en el sitio losrasgos característicos de esta tradición, si no tam-bién nuevas técnicas constructivas. Tal parece serel caso de la construcción del recinto, que presen-taba un grueso muro de piedra de unos 50 cm. dealtura, que sirvió de sobrecimiento a una estruc-tura de quincha realizada con un armazón depostes de aliso, reforzada con barro y enlucida(Bonnier 1988: 44-46).

Otro sitio relacionado con la tradición Mitoes Huaricoto, ubicado en la parte central del Ca-llejón de Huaylas y en la margen derecha del ríoSanta, a unos 2,750 m.s.n.m. En los niveles pre-cerámicos del sitio se hallaron evidencias de fo-

gones enmarcados por pisos a desnivel de formarectangular. Los pisos fueron hechos con arcillaroja y posteriormente enlucidos con una de coloramarillento. Fragmentos de arcilla con improntasde cañas hallados sobre el piso sugieren que al-gunos fogones pudieron haber estado enmar-cados por un cerco hecho de quincha. Asociados alos pisos y fogones se hallaron huesos calcinadosque pudieron ser de venado o camélido, lascas decuarzo y conchas de moluscos de la costa, los queaparentemente fueron parte de ofrendas rituales“sacrificadas” al fuego de los fogones. Existentambién aquí evidencias de superposiciones, ge-neradas por el sello de los fogones con capas de ar-cilla, para luego proceder a la construcción de unanueva estructura con fogón (Burger y Salazar1980).

Si bien en Huaricoto se encontraron eviden-cias de una plataforma asociada a la ocupaciónprecerámica del sitio, es claro que en este caso, yaparentemente también en Piruru, no se encuen-tran los rasgos complejos y las características mo-numentales que presentan sitios como Kotosh yLa Galgada, que habrían requerido del manejo deespecialistas y formas de trabajo corporativo parala organización de los eventos constructivos. Masbien, las características bastante más modestas yalgo rústicas de las estructuras halladas en Huari-coto, así como en Piruru, sugerirían la presenciade pequeñas comunidades rurales, e inclusivegrupos familiares, realizando estas estructuraspara llevar a cabo los rituales afiliados a la tradi-ción Mito (Burger y Salazar 1985, 1986).

El complejo de La Galgada se localiza a unos1,100 m.s.n.m. en la margen izquierda de un es-trecho valle formado por el río Tablachaca, unafluente del rió Santa a unos 80 km. de su desem-bocadura en el mar. Dado que el río Tablachacaforma un corredor natural en dirección noreste,esta ubicación es ciertamente especial, tanto porsu equidistancia y relativa accesibilidad hacia el li-toral del Pacífico, como hacia las serranías de laprovincia de Pallasca y la propia cuenca del AltoMarañón. La posición del sitio es en este sentidocentral con relación a una posible red de cone-xiones que debió de articular tempranamenteestas regiones. El sitio presenta un configuraciónclaramente monumental y, al igual que en Ko-tosh, con un ordenamiento dual con dos mon-tículos de gran tamaño, el mayor al Norte de unos40 a 45 m. de lado, mientras que el menor deunos 20 a 25 m. de lado se encuentra unos 10 m.al Sur del primero. Esta disposición de los mon-tículos genera un eje de ordenamiento Norte -

70 JOSÉ CANZIANI

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Sur, sin bien ambos montículos están organi-zados en un eje Este–Oeste, con sus respectivasescalinatas y frentes principales orientados haciael Oeste.

En ambos montículos las excavaciones regis-traron una compleja secuencia de superposi-ciones arquitectónicas (Grieder et al. 1988). Demanera similar a lo expuesto para Kotosh, en estecaso los recintos con los rasgos típicos de la tradi-ción Mito, también fueron construidos sobre pla-taformas y después de un cierto período de fun-cionamiento, sometidos al desmontaje de sustechos y rellenados, para volver a construir nuevascámaras sobre las anteriores, elevando así sucesi-vamente el nivel de las plataformas. Sin embargo,en el caso de La Galgada, se da la particularidadde que muchos de los recintos enterrados fueronreutilizados como cámaras sepulcrales, para locual se construyeron pilares y rústicos muros depiedra que soportaron techos con vigas de piedra,disponiéndose estrechas galerías de acceso desdeel nivel de las plataformas y recintos que estabanen ese momento en actividad. Esto revelaría unacompleja concepción simbólica del espacio sacra-

lizado, donde no solamente la vigencia de losedificios estaba sometida a un aparente ciclo ca-lendárico –cuya finalización implicaba el enterra-miento, y el inicio de uno nuevo la regeneraciónde la arquitectura- si no que también el espacio ri-tual de los seres vivos, asociado a las recintos enfuncionamiento, estaba conectado con el de lamuerte y el culto a los ancestros, alojados dentrode las cámaras ahora sepultas (Grieder 1997).

El montículo Norte, habría estado asociadoen su frente Oeste con una plaza circular de unos18 m. de diámetro, encerrada por un muro cir-cular de unos 2.5 m. de ancho. Este muro estabahecho con cantos rodados y mortero de barro,por lo que se presume que corresponde a las fasestempranas del sitio, al igual que restos de pe-queñas cámaras construidas con este mismo ma-terial. Las cámaras rituales de este período no ten-drían desniveles en el piso y si lo presentaban,enmarcando con una grada el fogón, esta era deescasa altura, como se observa en el caso de la cá-mara F-12:B-2, que medía 2.30 por 2.85 m. y es-taba provista de un ducto de ventilación subte-rráneo que pasaba bajo la puerta, así como de

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Fig. 56 – Plano general deLa Galgada (Grieder et al.).

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nichos sobre paramentos llanos sobre los que seaplicó enlucido y pintura blanca. Otra cámara deesta misma época (I-11:B-8), medía unos 3.80 m.de lado y presentaba nichos ligeramente trapezoi-dales. Todos estos recintos, al igual que la ma-yoría de los que se les superpondrán posterior-mente, presentan una planta subrectangular, conlos muros ligeramente curvados hacia el exterior ylas esquinas redondeadas, mientras que laspuertas y los ductos de ventilación que pasan bajoellas se orientan tanto al Oeste como al Norte(Grieder et al. 1988: 24-32).

Las fases posteriores al 2200 a.C. en el mon-tículo Norte, están representadas por la presencia

de cámaras construidas con piedras canteadas.Estas, además del clásico fogón central, presentanuna banqueta perimetral que se interrumpefrente al umbral de la puerta, que también pre-senta una grada para descender al nivel del pisodonde se ubica el fogón. Los nichos se disponencon sus bases alineadas sobre una suerte de zó-calo, generado por el adelgazamiento de la partesuperior del paramento interior de las cámaras, oenmarcadas en una franja horizontal recesada queda forma a una cenefa horizontal. Para esta épocase aprecia una organización espacial de los re-cintos, a partir de la disposición de una gran cá-mara central (9 x 12 m.) orientada al Oeste y conel piso ligeramente más bajo que un atrio a cieloabierto que se ubica frente a esta. Las cámaras la-terales, de menor tamaño, se disponen sobre pla-taformas más elevadas en la parte posterior de lacámara central y en los lados al Norte y Sur deesta, perfilándose así una configuración que seaproxima a la forma en “U”. Finalmente, durantelos inicios del Período Formativo, está conforma-ción con planta en “U” será cada vez más evi-dente, cuando en la parte superior del montículo

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Fig. 57 – La Galgada: Corte es-tratigráfico del MontículoNorte (Grieder et al.).

Fig. 58 – La Galgada: Reconstrucción del desmontaje de una cáma-ra para su enterramiento y conversión en una cripta funeraria (Grie-der et al.).

Fig. 59 – La Galgada: Superposición de arquitectura de distintas fa-ses en el plano del Montículo Norte (Grieder et al.).

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la cámara central será sustituida por un atrio acielo abierto, rodeado por una banqueta y plata-formas más elevadas en tres de sus lados. En elcentro de este atrio se ubicará un gran fogón ven-tilado siempre por ductos subterráneos, como úl-timo vestigio de la vigencia de una larga tradiciónfrente a las innovaciones formales que se afirmancon fuerza, quizás por el creciente prestigio de lasemergentes tradiciones arquitectónicas costeñas.

Las plataformas de los montículos fueronconstruidas con gruesos muros de contenciónque, al igual que las cámaras, tuvieron la particu-laridad de presentar las esquinas redondeadas.Estos muros de contención de las plataformas ylas grandes escalinatas de acceso, muestran tam-bién una secuencia de remodelaciones y superpo-siciones que se correlacionan con los eventosconstructivos que tienen lugar sobre la plata-forma superior (op.cit. 44-50). El volumen mo-numental de estas edificaciones con sus plata-formas escalonadas, posiblemente pintadas ydecoradas con cornisas y frisos, al igual que el des-pliegue de las grandes escalinatas en el eje de losmontículos, debieron de proyectar una impresio-nante visión del conjunto.

Dado que las excavaciones arqueológicas secentraron en las estructuras monumentales, no setiene una idea general sobre que otro tipo de es-tructuras se encontraban en sus alrededores. Sinembargo, algunas excavaciones puntuales expu-sieron la presencia de algunos recintos de carácter

doméstico en la proximidad de los montículos.Estas estructuras tienen planta oval y muros bajosde piedra, con pisos que presentan acumula-ciones de basura y algunos posibles fogones, tantoal interior como al exterior de las viviendas. Apa-rentemente no se detectó evidencias de algunaotra actividad que no fuera la estrictamente do-méstica y no se dispone de información acerca deltipo de consumo de subsistencias que se asociabaa estas (ibid: 19-22).

Sin embargo, de la excavación desarrollada enlas estructuras de los montículos y de los hallazgosasociados con las tumbas, se reunió una conside-rable información que da cuenta de un amplio yvariado manejo de recursos vegetales y de plantascultivadas. Entre estos, el de fibras de especies sil-

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Fig. 60 – La Galgada: Reconstrucción isométrica de las estructurassobre el Montículo Norte (Grieder et al.).

Fig. 61 – La Galgada. Detalle de Frontis con esquina redondeada ycenefa nichada (Grieder et al.).

Fig. 62 – La Galgada. Detalle de Frontis con cornisa con ménsulas(Grieder et al.).

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vestres, algunas posiblemente recolectadas en lamisma zona como Puya, Tillandsia o el carrizo?(Typha sp.), empleados para elaborar cuerdas,hilos o cintas y utilizarlas en el tejido de bolsas,cestos y canastos que revelan una excelente ma-nufactura; otras como la totora (¿?), que fueronampliamente empleadas para tejer petates, po-drían haber sido traídas desde pisos ecológicosmás bajos o desde la propia costa. En cuanto a lasespecies cultivadas, existe un amplio registro de lapresencia de algodón, tanto de semillas como defibras en crudo, al igual que cuerdas, hilos y ela-borados textiles confeccionados con su fibra, loque hace presumir su cultivo y procesamiento enla zona. De otro lado, además de los mates am-pliamente empleados en múltiples formas decontenedores, la abundante presencia de pallar,canavalia, frijol, ají, zapallo, y frutos como la ci-ruela del fraile, lúcuma, guayaba y palta, entreotros, nos proporcionan una idea general de lacomposición de la dieta alimentaria de la pobla-ción (ibid: 125-151).

En un medio ecológico árido, como es el quecaracteriza a la zona, se ha señalado que todasestas plantas requieren necesariamente de irriga-ción para su cultivo. Si bien se puede presumirque algunos de estos recursos hallan sido trans-portados al sitio desde otros lugares, tampoco sepuede descartar la factibilidad del desarrollo detempranos sistemas de irrigación artificial en unazona que presenta condiciones relativamente fa-vorables, mas aún si se considera el bagaje tecno-lógico del que dan prueba los experimentadosconstructores que realizaron la notable arquitec-tura monumental de La Galgada.

Llama la atención el escaso reporte de restosde fauna en el sitio. Aparentemente la mayoría deestas evidencias se vincula con las actividades ce-remoniales que tenían lugar en los montículos ycon las ofrendas funerarias de las tumbas. En estesentido, sólo se registraron algunos cuernos de ve-nado, mientras que es notoria la total ausencia derestos de camélidos. Sin embargo, existen revela-doras evidencias de algunos elementos exóticoscomo conchas de moluscos provenientes del li-toral del Pacífico, incluyendo algunos fragmentosde los ecuatoriales Strombus y Spondylus, así comode plumas de color que presumiblemente proven-drían de la vertiente oriental de los Andes. Deotro lado, como parte del ajuar funerario de los

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Fig. 63 – La Galgada. Isometría reconstructiva de la fase final delmontículo norte a inicios del Formativo (Grieder et al.).

Fig. 64 – La Galgada: Tumbade personajes de alto status(Grieder et al.).

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entierros hallados en las cámaras, se registraronobjetos de piedra trabajados como adornos ocuentas de collares y pendientes, algunos de loscuales incorporaban piedras semipreciosas comola turquesa (ibid: 200).

Finalmente, las características de los entierrosprecerámicos de La Galgada y su especial disposi-ción dentro de las cámaras funerarias de la arqui-tectura monumental; la profusión y elaborada ca-lidad de las ofrendas –algunas de las cualesmanifiestan claramente su condición de bienes deprestigio, al emplearse en ellas recursos exóticosprovenientes de tierras lejanas– nos permiten in-ferir la presencia de determinados personajes o li-najes familiares que gozaban de cierto status, en elmarco de un proceso de diferenciación social queya prelude el surgimiento de las sociedades com-plejas. Por otra parte, el enterramiento de estospersonajes dentro de las edificaciones más repre-sentativas, debió tener una profunda connota-ción social y simbólica, ya que los ancestros dequienes tenían en la comunidad estas especialescondiciones de privilegio, se verían de ciertaforma sacralizados al ser incorporados al aura desus monumentos más emblemáticos.

El proceso de neolitización y lastransformaciones en la forma deasentamiento

Los casos más representativos de los asentamien-tos precerámicos que hemos examinado, en losque destaca el surgimiento de una extraordinariaarquitectura pública, ofrecen un abundante ma-terial documental para discutir la problemáticadel proceso de neolitización en los Andes y sus re-percusiones en la forma de asentamiento. Sobre

esta importante problemática, se han planteadouna serie de hipótesis interpretativas y se mantie-ne abierto un amplio debate sobre las mismas,dado que el tema es relevante para la compren-sión del inicio del fenómeno urbano y del procesocivilizatorio en los Andes Centrales. Sería difícilaquí entrar en mérito a todas estas propuestas ydiscutirlas, sin embargo, en la medida que expon-gamos nuestra propia interpretación, haremosobligada referencia a algunas de las más impor-tantes de estas.

Lo que nos interesa, en primer lugar, es abor-dar desde sus fases iniciales lo que Lumbreras(1981: 173) define como “sintomatología del fe-nómeno urbano” y su estrecha relación con el pro-ceso de intensos y profundos cambios sociales aso-ciados a lo que se conoce como revolución neolíti-ca (Childe 1982, Choy 1979). En este sentido, espreciso examinar los acelerados cambios que semanifiestan en la forma de asentamiento, a partirdel proceso de sedentarización y especialmente enlo que se refiere al surgimiento de la arquitecturapública y sus implicancias. Estableciendo, parale-lamente, las interrelaciones existentes entre loscambios en la forma de asentamiento y las trans-formaciones que se verifican en el seno de las for-maciones sociales durante este período.

El sedentarismo, asumido muchas veces comoindicador clave de la neolitización, ha demostradoser un fenómeno no necesariamente exclusivo depoblaciones agrícolas. Existe una gran cantidad decasos que muestran como comunidades de caza-dores recolectores –bajo determinadas condicio-nes favorables o por la aplicación de exitosas estra-tegias de explotación de los recursos naturales–desarrollan asentamientos sedentarios de tipo al-deano, con una notable inversión en sus instala-ciones y donde, inclusive, no es ajena la presenciade arquitectura pública (Childe 1982: 92, Forde1966, Redman 1990). Por lo tanto, podemos es-tablecer que no es el mero sedentarismo, por sísólo, el indicador que nos señale la existencia deun proceso de neolitización; de la misma maneraque la arquitectura pública no es por sí sola expre-sión de la presencia de especialistas, o exclusiva delfenómeno urbano (Lumbreras 1981: 169-173).En el caso de los sitios de la Costa Central y NorCentral, es evidente que el fenómeno de sedenta-rización se procesa con un fuerte componente ba-sado en la explotación de los variados y abundan-tes recursos marinos. Sin embargo, este no es uncomponente exclusivo y menos aún constituiríapor sí solo la base económica principal sobre lacual se desarrollaría el proceso civilizatorio, tal

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Fig. 65 – La Galgada. Diseño proveniente de un textil correspon-diente a una bolsa (Grieder et al.).

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como ha sido sostenido por Moseley y otros inves-tigadores (Moseley 1975, Feldman 1980, 1985),a partir de la más equilibrada tesis de Lanning(1967: 78-79, 94-95). A este propósito, hemosconstatado como en estos asentamientos inicialesse establece una integración entre la explotaciónde los recursos marítimos y una agricultura inci-piente, la que asume un esencial rol complemen-tario, tanto en el abastecimiento de insumos nece-sarios para el desarrollo de los procesosproductivos relacionados con la pesca, como en lacomposición de la dieta alimentaria de la pobla-ción, para posteriormente asumir el rol principalen el desarrollo económico (Canziani 1989).

Este proceso, en términos generales, presentadiferencias con el que se da en las regiones altoan-dinas, donde la base productiva de la neolitizaciónestá asociada al desarrollo de la ganadería y el pas-toreo, a los que se integra una incipiente agricul-tura, que no excluye por esto la caza ni la recolec-ción. Proceso que en este caso aparentemente nohabría implicado en un primer momento el se-dentarismo, sino mas bien la continuidad del régi-men de trashumancia. Sobre la base de este modode vida, se han presentado sugerentes hipótesisacerca del surgimiento previo de la arquitecturapública, que habría operado luego como cataliza-dor de un paulatino proceso de sedentarización,dando paso a la aparición de las formaciones al-deanas (Bonnier y Rozemberg 1988).

En el caso costeño, en el manejo de los recursosmarinos como en el de las plantas cultivadas, seconstata la creciente incorporación y desarrollo denuevos conocimientos e instrumentos de produc-ción. Por lo tanto, en este aspecto debe aplicarse lavieja proposición que sugiere examinar no tantoque se hace, si no mas bien el cómo se hace. Eneste sentido, no basta argumentar sobre la innega-ble importancia de los recursos marinos (Moseley1975), cuando existe por ejemplo una radical di-ferencia entre arponear peces o pescarlos con rudi-mentarios anzuelos, y capturarlos con redes comolas halladas en Huaca Prieta, ya que del manejo deestos nuevos instrumentos se desprenden inferen-cias acerca de las formas de trabajo comprometi-das en estos procesos productivos, la creciente dis-ponibilidad de excedentes, el desarrollo detécnicas de conservación y almacenamiento, aligual que la solución de los requerimientos socia-les para la organización de la producción y la ad-ministración de los bienes generados.

La domesticación y la creciente incorporaciónde plantas cultivadas al desarrollo de una inci-piente agricultura, así como la necesaria experi-

mentación referida al manejo de estos recursos ysu cultivo; el desarrollo inicial de técnicas de riegoy manejo de los suelos, debieron también estarasociados al desarrollo de nuevos conocimientos einstrumentos de producción. A este propósito,los tempranos sistemas de depósito de productosagrícolas, como los documentados en Los Gavi-lanes (Bonavia 1982), o las aparentes funcionesde registro astronómico de las plazas circulareshundidas (Lumbreras 1987), nos proporcionanno solamente algunos importantes elementospara inferir el desarrollo de estos instrumentos, sino también evidencias de que, en algunos casos,la propia arquitectura pública asume la condiciónde instrumento de producción.

Del examen de los procesos productivos desa-rrollados para la explotación de los recursos ma-rinos y la agricultura incipiente, así como de la ge-neración de la base técnica que las haga viables, seinfiere un proceso de creciente especialización enel ámbito de la organización social. Esta especiali-zación es evidente también en el desarrollo de lasmanufacturas y en especial en el destacado artetextil que exhiben vestigios como los recuperadosen Huaca Prieta y La Galgada. A su vez, el propioarte textil nos revela complejos cánones estéticos,en los que se plasma el desarrollo de iconos co-rrespondientes a seres míticos supranaturales conatributos de aves, serpientes y seres marinos. Porlo tanto, también en este aspecto, podemos su-poner que el manejo técnico y la elaborada con-cepción artística debieron estar limitados a unnúmero reducido de personas, y mas aún si pen-samos que estas manifestaciones artísticas tem-pranas constituyen la expresión de la construc-ción de complejas tradiciones religiosas, a cuyaconducción y oficio debieron acceder solamentelos iniciados en el culto.

A este creciente proceso de especialización nofue ajena la propia arquitectura pública. Esto seinfiere tanto de su especial concepción arquitec-tónica y de su complejo planeamiento, así comode las particulares características técnicas de suproducción, que la diferencian claramente de laarquitectura doméstica, además de requerir de laorganización de formas especiales de trabajo parasu construcción. De otro lado, si la arquitecturapública se caracteriza por servir de soporte al de-sarrollo de diversas actividades de carácter espe-cializado y entre estas las de carácter ceremonial,la notable importancia que esta adquiere duranteel Precerámico Tardío, nos proporciona uno delos mejores indicadores para leer el emergenteproceso de especialización social.

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Es mas, si consideramos que las tradiciones re-ligiosas se manifiestan a traves de los rasgos y es-tilos de las tradiciones arquitectónicas que se per-filan en esta época (Fung 1988, 1999; Williams1981, 1985), y que estas tradiciones arquitectó-nicas no se limitan al ámbito local, sino que inte-resan amplias regiones, también esta esfera de laactividad social apunta hacia la presencia degentes con ciertos niveles de especialización. Lanotoria relación de las comunidades con un “es-pacio exterior” se ve corroborada también por lasevidencias de un creciente nivel de intercambios yde interrelaciones, manifiesto tanto en el flujo deciertos recursos, como de otros aspectos cultu-rales, no necesariamente tangibles, que se movi-lizan con ellos.

La creciente especialización, derivada del ma-nejo de los nuevos instrumentos de producción ylas exigencias de los procesos productivos, habríasignificado un acelerado proceso de división so-cial del trabajo en el seno de estas comunidades.La participación diferenciada de determinadosmiembros de esta en la producción, habría gene-rado una incipiente diferenciación social dentrode las comunidades, y que pudo expresarse en de-terminadas diferencias de status y de acceso o po-sesión de ciertos bienes de prestigio, tal como losugieren ciertos enterramientos complejos en LaGalgada y Aspero, y la relativa suntuosidad de susofrendas. Este proceso de diferenciación social–visto además en la perspectiva del surgimientode las sociedades complejas que dan paso a la civi-lización andina– sería sustancialmente distinto ala “estratificación” propuesta para las llamadas je-faturas o cacicazgos, donde las diferencias destatus tienen origen en otros aspectos circunstan-ciales, como en la simple disponibilidad de exce-dentes. La abundancia de excedentes, en estecaso, no representa el elemento causal de esta di-ferenciación, como tampoco explica la supuestaemergencia de una “autoridad corporativa” y elsurgimiento de una arquitectura pública quetempranamente revela rasgos monumentales.

Evidentemente, este es un tema de gran com-plejidad que no puede ser abordado unilateral-mente, a partir del privilegio de uno u otro aspec-to. Hemos introducido la problemática delsurgimiento de la arquitectura pública, sostenien-do que durante este proceso se verifica una conca-tenada y estrecha interdependencia entre las inno-vaciones en las técnicas e instrumentos deproducción; la ampliación en la escala de apropia-ción de los recursos naturales y la creciente dispo-nibilidad de excedentes; la mejora e incremento

en el aprovisionamiento de subsistencias; sus re-percusiones en el consecuente crecimientopoblacional y, por último, en el surgimiento yafirmación de nuevas formas de trabajo y de orga-nización social. A este propósito, se le plantea a lascomunidades resolver la administración de los ex-cedentes, cuando se requiere establecer el diferir yregular su consumo. Esto está referido tanto a lascomunidades que combinan una economía de ex-tracción de recursos marítimos con una incipienteagricultura, como también especialmente a las co-munidades en las que la producción agrícola co-mienza a adquirir un peso creciente.

Es conocido que el manejo de los recursos agrí-colas por parte de una comunidad, requiere demedidas que permitan regular el consumo de losexcedentes entre una cosecha y otra, además de re-servar una parte de estos para asegurar la simientepara un nuevo ciclo de cultivo. Esto implica esta-blecer normas socialmente aceptadas y sanciona-das, mediante la generación de mecanismos ideo-lógicos e institucionales que remueven los viejoscimientos en los cuales se fundaban las relacionessociales preexistentes. Este es el caso de las formasde propiedad, especialmente cuando las comuni-dades agrícolas establecen con el territorio una re-lación definida y excluyente sobre los medios einstrumentos de producción (Staino y Canziani1984). Estos aspectos incidirán en la forma de or-ganización de las comunidades, como en el inci-piente proceso de diferenciación social que se pro-cesa en su interior (Lumbreras 1987, 1994).

Finalmente, queremos señalar un aspecto re-levante que puede tener algunas connotacionescon relación a la actual problemática del desa-rrollo y a la imposición de determinados modelosglobales. En la prehistoria europea o del viejomundo en general, se planteó como uno de losparadigmas de la neolitización el desarrollo de lamanufactura de cerámica, mas aun tratándose delsurgimiento de sociedades complejas. La expe-riencia de los Andes Centrales constituye un casoinédito a nivel universal, donde se demuestra quesociedades precerámicas no sólo generaronformas complejas de organización social, si noque además desarrollaron una extraordinaria ar-quitectura monumental.

De otro lado, las notables desigualdades quese aprecian en el proceso de neolitización, espe-cialmente con la aparente perpetuación de losviejos modos de vida en muchas regiones de lacosta sur y sierra sur de los Andes Centrales, per-miten contrastar (por negación) las hipótesisplanteadas y sus implicancias. En el caso de la

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costa sur, por ejemplo, no obstante la extraordi-naria abundancia de los recursos marítimos, estaregión presenta un proceso de neolitización algomarginal, que se explicaría a partir de una apa-rente ausencia de agricultura, o por el desarrollode una limitada horticultura, mientras se man-tendría el énfasis en una economía mayormenterecolectora.

La escasa relevancia de la arquitectura públicay especialmente la inexistencia de aquella decarácter monumental en estas regiones, es anuestro criterio muy significativa, ya que permitecorrelacionar su surgimiento –como expresiónembrionaria del devenir del fenómeno urbanocon la intensidad y el nivel de desarrollo alcan-zado históricamente en el proceso de neolitiza-

ción. Allí donde se afirmó la neolitización, con laaparición de sociedades complejas y se dio inicio alas transformaciones agrícolas que condujeron amodificar sustancialmente el paisaje territorial, sedesarrollarán patrones de asentamiento donde elrol del fenómeno urbano será cada vez más signi-ficativo. Por esta razón serán las regiones nor cen-tral y norte de los Andes Centrales, donde el pro-ceso de neolitización fue más intenso y acelerado,las que históricamente expresarán un desarrollosostenido en esta dirección, y las que durante elposterior período Formativo serán el escenarioprivilegiado de un proceso civilizatorio, donde elurbanismo tendrá desarrollos emblemáticos conlos extraordinarios centros ceremoniales que ca-racterizarán a esta época.

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AL ABORDAR ESTA ÉPOCA, que aproximadamente vadel 1800 al 500 a.C. hemos preferido utilizar eltérmino “Formativo”, asumiendo la interpretaciónque de él hace Lumbreras, aun cuando sonreconocibles ciertas indefiniciones en su manejoy el propio término ha sido objeto de discusión(Lumbreras 1969, 1981). Sin embargo, es preci-so señalar que otros investigadores que otorganmayor peso a los aspectos “culturales”, han opta-do por dividir el período en dos fases: el PeríodoInicial, entendido fundamentalmente como el re-ferido al tiempo que va desde la introducción dela cerámica al inicio de la influencia Chavín; y elHorizonte Temprano, que de acuerdo a la defini-ción de RoweVéase (1962) y Lanning (1967), co-rresponde al tiempo en que se manifiesta la difu-sión de los rasgos estilísticos asociados al apogeodel fenómeno Chavín (Bischof 1996).

Con seguridad el aspecto más sobresaliente deeste período, lo constituye el surgimiento y difu-sión de una arquitectura de carácter monumentalen la mayoría de los valles y cuencas de las regionestanto costeras como altoandinas del norte y centrodel Perú, aunque este fenómeno se proyecta tam-bién a los valles de la Costa Sur Central. Estosimpresionantes templos se presentan conforman-do extensos complejos ceremoniales de gran enver-gadura y alto nivel de planeamiento. Pero es evi-dente también que este fenómeno no se presentaaislado, ya que se encuentra estrechamente aso-

ciado a la consistente presencia de asentamientosaldeanos que registran un considerable incrementoen su número y extensión, así como cambios sus-tanciales en su forma de organización espacial.

A su vez, como consecuencia de la afirmaciónde lo que se ha definido como RevoluciónNeolítica,1 existen claras evidencias que señalanel inicio de uno de los procesos más trascendentesque implicarán la paulatina modificación del pai-saje natural. Nos referimos a la transformaciónde las características naturales de los valles, paragenerar en ellos zonas de producción que llevarán ala conformación de los valles agrícolas. Los ins-trumentos fundamentales para el desarrollo deestas transformaciones territoriales, más evidenteen el caso de los valles costeros, están relaciona-dos con la generación y despliegue de tecnologíasde irrigación artificial. Este proceso está bastantebien documentado con el desarrollo de tempranossistemas de canalización y riego, tal como se ob-serva o infiere en los casos de Cumbemayo en lacuenca de Cajamarca, los valles de Jequetepeque(Eling 1987), Moche (Billman 1999), Virú(Willey 1953), Santa (Wilson 1988), y Chincha(Canziani 1992, Canziani y Del Aguila 1994).Este proceso comprende la modificación de lossuelos del piso de los valles o la habilitación deaquellos que se ubican en algunas de sus quebra-das laterales, generando tierras agrícolas que sonprogresivamente incorporadas a la producción.

4EL URBANISMO TEMPRANOLos templos y centros ceremoniales del Formativo y lasmodificaciones iniciales del territorio

1 Se entiende por Revolución Neolítica un proceso combinado en el que se transita hacia el desarrollo inicial de una economíaen la que prima la capacidad social de reproducir las plantas y animales, asegurando las subsistencias sin depender de la provisiónnatural de recursos. En este proceso convergen de forma interdependiente la domesticación de plantas y animales, su adaptacióna climas y suelos distintos de los originarios; la generación de los correspondientes instrumentos y medios de producción, ademásde la afirmación de nuevas relaciones sociales de producción. En términos territoriales, este proceso comporta sustanciales modi-ficaciones en el paisaje natural (Childe 1982, Lumbreras 1987).

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Este fenómeno está asociado a un nuevo pa-norama en la distribución y localización de lossitios de ocupación. En algunos casos, como es elde Virú, se aprecia que la gran mayoría de losasentamientos (70%) se concentra en el cuello delvalle, dándonos a entender que el grueso de lapoblación del valle depende y está comprometidacon la producción agrícola, concentrándose en lazona que ofrece las mejores condiciones hídricasy topográficas para establecer un sistema de irri-gación con una tecnología relativamente simple(Willey 1953). En otros casos bastante diferen-tes, como es el de Chincha, se aprecia una altaconcentración de los asentamientos en la parte bajadel valle, si bien también una concentración algomenor se da en la parte media alta del mismo,

donde se han registrado testimonios de los pri-meros canales de irrigación (Canziani 1992). Entodo caso, de estas evidencias que registran el au-mento del número de sitios en los distintos valles,se puede inferir un notable incrementopoblacional, que como sostenía Childe (1982),es uno de los mejores indicadores del progresosocial, en este caso asociado a la exitosa afirma-ción de la nueva economía agrícola.

Aparentemente este proceso sería —en térmi-nos arqueológicos— relativamente rápido y porlo tanto, negaría que se hubiera producido un trán-sito lento y gradual hacia la economía agrícola, loque se hubiera reflejado en una progresiva disper-sión de los asentamientos aldeanos, ocupando elterritorio de los valles desde la orilla del litoral

Fig. 66. Mapa de ubicación de losprincipales sitios del período For-mativo.1 Huaca Lucía,2 Morro Eten,3 Pacopampa,4 Udima,5 Purulén,6 Montegrande,7 Kunturwasi,8 Huacaloma,9 Cupisnique,10 Caballo Muerto,11 Punkurí,12 Cerro Blanco,13 Sechín Alto, Cerro Sechín,14 Moxeke,15 Las Aldas,16 Chavín de Huantar,17 Garagay, 18 La Florida,19 Cardal,20 Santa Rosa, Soto, Partida,21 Chongos,22 Paracas,23Carhua,24 Chuchio,25 Cerrillos,26 Animas Altas,27 Jauranga.

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4. EL URBANISMO TEMPRANO 81

hasta alcanzar la parte media y alta de estos.2 Másbien, las evidencias apuntan en casos como el deVirú, hacia un desarrollo en el cual en un deter-minado momento es notorio que el grueso de lapoblación aparece asentada en aldeas agrícolas, quese concentran en las partes medias y altas de losvalles. Aun en casos como el de Chincha, dondelos cambios aparentemente no son tan radicales,se hace evidente que asistimos a la afirmación denuevos patrones de asentamiento, donde ademásde los sitios aldeanos —muchas veces difíciles delocalizar o poco estudiados— sobresalen las mo-numentales construcciones piramidales, que ates-tiguan la generosa inversión de los excedentes pro-ductivos asegurados por la nueva economía agrí-cola en este tipo de obras públicas.

Paralelamente, estos cambios sustantivos en lospatrones de asentamiento vienen aparejados conuna serie de importantes avances tecnológicos,como son aquellos relacionados con el manejo delos recursos agrícolas, la cerámica, el arte textil, lametalurgia, y el desarrollo de las técnicas cons-tructivas. La afirmación y propagación de estenovedoso e importante equipamiento técnico,revela en toda su amplitud el ejercicio de un cre-ciente dominio sobre la naturaleza por parte delas poblaciones de las regiones involucradas, enmayor o menor grado, en este proceso.

Los avances registrados en el proceso de do-mesticación, con la extensión de los cultivos yaconocidos durante el Precerámico Tardío, la in-corporación adicional de nuevos cultígenos y es-pecialmente las evidencias de la difusión y adap-tación de estos a distintos pisos ecológicos, danuna idea aproximada de la intensa propagaciónde recursos y conocimientos que se da entre dis-tintas regiones durante esta época (Lumbreras1981: 133-152). Dentro de este mismo proceso,los camélidos como la llama, cuyo aparente cen-tro de domesticación se ubicaría entre la sierra

central y sur, comienzan a ser introducidos en lasierra norte, donde no habría mayores anteceden-tes acerca de la presencia de camélidos,3 y desdedonde son aparentemente trasladados y adapta-dos a la vida en los territorios de las regionescosteras, es decir a un habitat radicalmente dis-tinto del originario.

En cuanto se refiere a las manufacturas, la in-troducción de la cerámica (ca. 1800 a.C.) marcael inicio del período Formativo y es utilizada porconsenso como un indicador fundamental en estesentido. La cerámica representa una importanteinnovación en cuanto se refiere a los patrones ali-menticios, de almacenamiento e inclusive en losfunerarios (Lanning 1967: 80). Efectivamente, lacerámica modifica y mejora sustancialmente losprocesos de preparación de alimentos e inclusivede bebidas como la chicha, permitiendo ademássu empleo como vajilla para el consumo de estos;puede ser utilizada para almacenar agua u otroslíquidos, granos o alimentos procesados para suconservación. Además de sus obvias repercusio-nes en la salubridad y mejora alimenticia, quedebieron redundar en la calidad de vida y el creci-miento poblacional, debió tener también impor-tantes implicancias en los patrones de asentamien-to. Este es el caso de la localización de sitios que,por determinadas circunstancias o por los reque-rimientos del manejo de ciertos recursos, debie-ran establecerse relativamente lejanos de fuentesde agua, ya sea dentro de los valles o inclusive adecenas de kilómetros de estos, en zonas absolu-tamente desérticas,4 ya que gracias a la cerámicadispusieron de facilidades para almacenar y trans-portar hasta allí los recursos vitales para la subsis-tencia de sus ocupantes y el desarrollo de sus di-versas actividades, para lo cual la creciente dispo-nibilidad de la llama como animal de carga debióser un factor nada despreciable. 5

2 Moseley (1975: 119) sostiene, por ejemplo, que la agricultura de irrigación sería una respuesta dada por parte de una“autoridad corporativa” a sus nuevos requerimientos de poder que le habrían sido negados por la economía marítima. Williams(1981: 375-380, fig. 1.4) por su parte, aplica una tesis en la que el crecimiento vegetativo de la población generaría la progresivasubdivisión de las aldeas localizadas en el litoral, produciéndose así un fenómeno en cadena que conduciría a la paulatina ocupa-ción del territorio de los valles, desde las zonas próximas al mar hacia el interior de los mismos.

3 Ver al respecto los cambios verificados en Cajamarca con relación a los patrones de subsistencia entre el período Huacaloma(alta incidencia de la caza de venados) y el período Layzón (creciente importancia de las llamas) (M. ShimadaShimada 1985: fig. 1).

4 Como lo atestiguan casos como el de Las Aldas unos 20 km. al sur del valle de Casma; posiblemente Ancón unos 10 km alnorte del valle de Chillón; El Chuchio y Carhua a decenas de kilómetros de Paracas o del valle de Ica, entre otros.

5 Una importante evidencia a este propósito y para tiempos aun más tempranos, la proporciona el sitio precerámico de LosGavilanes (ver Cap. 3), donde se documentó el empleo de hatos de llamas para el transporte de las cosechas de maíz a los depósitoslocalizados en los márgenes desérticos del valle de Huarmey (Bonavia 1982).

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A su vez la cerámica, más allá de los requeri-mientos funcionales que dan lugar al desarrollode una amplia gama de formas, representará enlos Andes Centrales un medio extraordinario parala expresión artística, constituyendo con los tex-tiles el soporte privilegiado para la representaciónestilizada de elementos de la naturaleza y, especial-mente, de los dioses y seres mitológicos sobrena-turales que poblaban el universo ritual y religiosode estas sociedades. Esta vajilla fina que manifiestauna gran variedad de estilos decorativos, aparente-mente será de uso reservado para los grupossociales de cierto status o estará relacionada conactividades rituales, encontrándose asociadarecurrentemente a ofrendas o en calidad de ajuarfunerario.

Algo similar acontece con los textiles, dondela innovación representada por la introduccióndel telar se impone, permitiendo no solamenteuna intensificación de la producción, sino tam-bién desplegar nuevas tecnologías y recursos esté-ticos. En cuanto a la metalurgia, prácticamentedesconocida durante el Precerámico, también pre-senta importantes avances con la presencia de pe-

queños utensilios o adornos de cobre y la apari-ción de extraordinarios ornamentos de oro, ma-yormente trabajados con la técnica del laminadoy repujado, como son los hallados en Chongoyape,Lambayeque (Lechtman et al. 1976) y reciente-mente en Kunturwasi, Cajamarca (Kato 1994),donde formaban parte de un extraordinario ajuarfunerario de personajes sepultados en las tumbashalladas en este templo.

Aun cuando examinaremos este aspecto al tra-tar los monumentos arquitectónicos más repre-sentativos, es importante señalar aquí las innova-ciones en el campo de la tecnología de la cons-trucción, ya que tanto en el manejo de la piedracomo en el del barro —los materiales mayormen-te empleados en las construcciones del mundoandino— se registran importantes avances. En lasedificaciones de piedra se aprecia entre los mate-riales constructivos la presencia de piedrascanteadas y labradas, lo que indica que determi-nadas canteras fueron seleccionadas por el tipo ycalidad de sus materiales, aunque algunas de estasse encontraran relativamente lejanas con relacióna las obras de construcción, para extraer desde allí

Fig. 67. Valle hipotético con el inicio de la transformación agrícola mediante el desarrollo de sistemas de irrigación en el cuello del valle(Canziani).

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bloques de grandes dimensiones y notable peso.También se trabajaron bloques aplicando decora-ción escultórica en relieve en sus caras, cuandoestos se destinaban al acabado de los paramentosde los templos, bajo la forma de estelas, zócalos ocornisas; así también en ciertos elementos arqui-tectónicos que componían portadas monumenta-les, tales como columnas, pilares y dinteles, o enotros componentes que constituían hitos o rasgosrelevantes de la arquitectura ceremonial, con eltratamiento de formas escultóricas tridimensiona-les, como son las huancas, los obeliscos, las cabezasclavas, o esculturas sobrecogedoras como el célebre“Lanzón” de Chavín, enclavado en el núcleo cen-tral de las galerías subterráneas del Viejo Templo.

Si bien, como se verá, el manejo de la piedrano es ajeno a la arquitectura monumental coste-ña, evidentemente el barro tuvo desde esta épocaun papel privilegiado en las edificaciones de ca-rácter público de estas regiones. Efectivamente, laincorporación del barro en cuanto material cons-tructivo se presenta dando forma inicial a distin-tos tipos de adobes. A su vez, estos tipos de ado-bes se disponían en diversas formas de aparejo,para resolver tanto el relleno de los colosales vo-lúmenes masivos de las plataformas de los montí-culos piramidales; la construcción de los murosde contención de las plataformas o los murosportantes de las edificaciones; e inclusive paraconformar extraordinarias columnas y pilares. Peroel barro también fue utilizado magistralmente para

modelar frisos, relieves figurativos o para dar vidaa sorprendentes representaciones escultóricas conimágenes de bulto, tales como las descubiertas porel Dr. Julio C. Tello (1956) en los templos deMoxeke, Cerro Blanco y Punkurí en los valles deCasma y Nepeña.

Además de las sobresalientes técnicas construc-tivas que se despliegan para erigir las edificacio-nes monumentales, las propias características fun-cionales y formales hablan claramente de un pro-ceso de especialización que debió involucrartambién a quienes se desempeñaban como arqui-tectos y planificadores de estas imponentes obraspúblicas, además de aquellos operarios y artistasespecializados en el desempeño de una serie deoficios y artes comprometidas con los distintosrubros de la construcción, acabado y decoraciónde este tipo de edificaciones.

En resumen, el período Formativo representauna época en la que se inicia un intenso procesode especialización productiva, que concierne fun-damentalmente la solución de una serie de retosplanteados simultáneamente por la afirmación dela nueva economía agrícola y los nuevos requeri-mientos sociales. En el consecuente proceso dedivisión social del trabajo, se sustenta una emer-gente diferenciación social que tiene como prota-gonistas centrales a aquellos especialistas que re-suelven los aspectos críticos para la reproduccióndel sistema económico y social, como son, la con-ducción del desarrollo, mantenimiento y admi-

Fig. 68. Mapa de distribución de sitios del Formativo superior en el valle de Virú (redibujado de Willey 1953 en Canziani 1989).

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nistración de los sistemas de irrigación; la planifi-cación y construcción de las obras públicas; laconvocatoria y organización de la fuerza de trabajoparticipante en la ejecución de estas; lacalendarización de las actividades agrícolas y eldesarrollo de las actividades rituales que asegura-ban el sustento ideológico del sistema en sí, yespecialmente de las relaciones de reciprocidadasimétrica que se sustentaban en la autoridad y elejercicio del poder por parte de este sector socialque asumiría un dominio de tipo teocrático (Lum-breras 1987, 1994). Si además de estos argumen-tos, se aprecia el proceso en la perspectiva de sufutura evolución, con la indudable presencia delos estados teocráticos que dominarán la escenade la posterior época de los Desarrollos RegionalesTempranos, es factible suponer que ya durante elFormativo se produjera la aparición de formacio-nes sociales de un incipiente carácter estatal.

Los estudios de los distintos procesos civiliza-torios a nivel universal, plantean coincidentementela manifiesta concentración de los sectores socia-les crecientemente comprometidos con la espe-cialización productiva en una nueva clase deasentamientos: los centros urbanos.6 Los distintostipos de centros urbanos, que surgen comoexpresión de estos diferentes procesos, en térmi-nos generales, manifiestan sus cualidades urbanascon la concentración inusitada y magnífica de ar-quitectura pública, que corresponde y está ínti-mamente asociada con las actividades especializa-das desarrolladas en este tipo de edificaciones. Deotro lado, no es ajeno a este fenómeno el relativopeso de la gravitación poblacional, ni la densidado extensión física alcanzada por los tempranoscentros urbanos que ejercerán la progresiva atrac-ción de otros sectores sociales involucrados en laproducción especializada o en proporcionar losdiferentes servicios que la propia entidad urbanarequiere para su funcionamiento. De esto último

se desprende también la creciente concentraciónde estructuras domésticas que conforman inclu-sive barrios o determinados sectores urbanos, sibien estos gravitan en torno al núcleo centralconstituido por las edificaciones públicas.

El área de los Andes Centrales, en el marco desus propias particularidades y especificidades, nofue ajena a esta ley general del desarrollo histórico.Sin embargo, al igual que en los demás casos se-ñalados como centros originarios de procesoscivilizatorios, es preciso advertir que el procesoque dio lugar a la formación de entidades de ca-rácter estatal, no debió de tener un curso de evo-lución lineal, de constante avance gradual y as-cendente, ya que debieron de manifestarsedistintos ensayos de diferente tipo y grado, ajus-tándose a las particulares condiciones locales y de-sarrollándose de acuerdo al bagaje histórico decada región.

Por lo tanto, si examinamos la evidencia em-pírica recopilada para el período Formativo, asu-miendo la existencia de una relación dialéctica decorrespondencia recíproca entre las formacionessociales de carácter estatal y el urbanismo, es evi-dente que el proceso que conducirá al surgimientode las entidades de carácter estatal deberá presen-tar como correlato el desencadenamiento y desa-rrollo del fenómeno urbano. En este sentido, nosproponemos abordar en las secciones siguienteslos testimonios y la problemática documentadosen cada región o en las denominadas áreas de inte-gración,7 para establecer así una aproximación alsurgimiento del fenómeno urbano que muestreen esta transición la diversidad de situaciones, suscaracterísticas particulares y aparentes niveles dedesarrollo. Para este propósito, presentaremos demanera resumida los casos más relevantes y losaspectos más destacados sobre esta problemáticaen las distintas regiones, procediendo en un reco-rrido de norte a sur.

6 Ver a este propósito Childe (1982), Frankfort (1951) y Redman (1990) para los casos de Egipto y Sumer; Piggot (1966)para el valle del Indo; Vaillant (1980), Blanton et al. (1997) para Mesoamérica; y Lumbreras (1981) para los Andes Centrales.

7 Examinando las características procesales que en los Andes Centrales asume el tránsito de la forma de vida neolítica a laformación urbana y el estado, Lumbreras (1981: 169-96) propone la existencia de áreas o zonas de integración. Una probable zonade integración comprendería la costa y sierra norte, en la cual interactuarían transversalmente Cupisnique y Pacopampa / Cajamarca,recibiendo influencias tanto de la región del Guayas (Ecuador) por el curso del Marañón, como desde Chavín. Una zona deintegración central relacionaría la vertiente oriental de los Andes (Kotosh-Mito), la Costa Norcentral (Casma y Nepeña) yCentral (Ancón y Lima), teniendo como centro a Chavín. Mucho más al sur, una zona meridional de integración comprometeríala región circumlacustre del Titicaca. Dentro de este esquema, podría plantearse la existencia de una zona de integración surcentral,en torno a Paracas y su relación con la serranía de Ayacucho y el Mantaro, que abría jugado un papel articulador entre la zonacentral y meridional (Ver gráfico).

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La Costa y Sierra Norte

En la región norte del Perú, la amplitud de losvalles costeños y la mayor abundancia del recursoagua debieron favorecer notablemente la afirma-ción de la agricultura. De otro lado, la relativaaccesibilidad desde y hacia los valles interandinosde la zona de Cajamarca, debió de facilitar unafluida relación transversal que habría incluido lasregiones orientales del curso superior del río Ma-rañón. No es pues casual que los patrones arqui-tectónicos de los monumentos reseñados a conti-nuación, revelen una estrecha relación entre lacosta y sierra norteñas, como también fuertes in-fluencias de lo que acontece más al sur entreChavín y la costa nor central.

Los valles de Lambayeque

Entre los sitios con arquitectura monumental es-tudiados en la región de Lambayeque, sobresalenHuaca Lucía, Purulén y Montegrande en el vallede Jequetepeque. El sitio de Huaca Lucía se loca-liza en el valle del río La Leche, a unos 50 km delmar y en un medio correspondiente a bosque secoarbustivo, en el complejo de Batán Grande. Lasexcavaciones en el sector norte de uno de los tresmontículos que comprende el sitio, han dado aconocer un importante centro ceremonial delFormativo, con una arquitectura monumental quepresenta una especial técnica constructiva(Shimada et al. 1982: 109-210). Si bien las exca-vaciones estuvieron restringidas a lo que aparen-

Fig. 69. Mapa de los AndesCentrales con las posibles Zo-nas de Integración del Norte,Centro y Sur (redibujado deLumbreras 1981).

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temente correspondía al atrio de un templo, se hapodido estimar las dimensiones del edificio, quehabría tenido una planta de 240 por 170 m y de 5a 8 m de alto, con un volumen conformado poral menos dos plataformas escalonadas que pre-sentaban las características esquinas redondeadas.

El atrio, orientado en dirección norte–noreste,exhibía una gran escalinata empotrada de 16 mde ancho con 23 escalones, que ascendía 5 m has-ta alcanzar el nivel de la plataforma superior, don-de se accedía a una estructura (el atrio propia-mente dicho) con planta en “U” abierta hacia elnorte y con un vano de acceso en el lado sur,flanqueado por banquetas que se ubicabansimétricamente a ambos lados de unas mochetasque demarcaban el umbral del vano. Dentro deeste recinto se encontraba una impresionante co-lumnata formada por una serie ordenada de 24columnas. Estas columnas que tenían 1.20 m de

diámetro estaban sorprendentemente elaboradascon discos de los mismos adobes cónicos utiliza-dos para construir los muros, disponiendo en estecaso los adobes con el vértice hacia el centro de lacolumna y sus bases hacia la superficie del fuste,que mostraba un fino enlucido y rastros de pin-tura rojiza. Se estima que estas columnas alcanza-ron una altura entre los 3.50 y 4 m mostrando enla sección superior una suerte de capitel cuadran-gular que presentaba una acanaladura que estuvodestinada a recibir las vigas que constituían la es-tructura del techo.

Se observaron también una serie de evidenciasque señalaban que la edificación estuvo sujeta auna serie de remodelaciones, las que implicaronel enterramiento sucesivo de sus plataformas me-diante el relleno con arena fina y la aplicación desellos con capas de arcilla (ibid: 133-137). El he-cho de que este sector del montículo hubiera sido

Fig. 70. Mapa de ubicación delos principales sitios forma-tivos de la Costa y Sierra Nor-te (redibujado de Canziani

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objeto de serias destrucciones mediante el movi-miento de maquinaria pesada, quizás ha destrui-do valiosa información, que impidió a los inves-tigadores percibir si estos enterramientos estabanasociados con una secuencia de remodelacionesde las edificaciones ubicadas sobre el nivel de laplataforma superior, como es el caso de la estruc-tura del atrio.

El complejo de Purulén, se localiza en el bajoZaña a escasos kilómetros del litoral y está com-puesto por 15 montículos que presentan unaorientación y configuración similar entre sí. Susvolúmenes se desarrollan sobre la base de una odos plataformas de planta rectangular, con escali-natas empotradas alineadas con el eje principalde los montículos, frente a los cuales, por lo gene-ral, se desarrolla un patio o plaza hundida. Elmontículo excavado por Alva (1985, 1988), pre-sentaba sobre una doble plataforma escalonadauna plataforma superior con esquinas redondea-das frente a la cual se ubicaba un patio hundido.Este esquema replica sobre la plataforma princi-pal la configuración típica del planeamiento delos montículos que —como también se apreciaen este caso— se enfrentan con plazas hundidas,dentro de un planeamiento de marcado desarro-llo axial. La plataforma superior presentaba en el

mismo eje una segunda escalinata y una cámarasubterránea con hornacinas en sus paramentos.

Se reporta también para el sitio la presencia deuna gran cantidad de estructuras de vivienda, cons-truidas con materiales perecederos en losalrededores de los montículos y que contaban condepósitos subterráneos revestidos con barro. Estedato es relevante para el examen de la dinámicapoblacional y el modo de vida de los sectores so-ciales que se concentran en torno a la arquitecturamonumental.

Mas al sur, en el valle medio del río Jequetepe-que y en la zona entre Montegrande y Tembladera,a más de 50 km del litoral y a unos 400 msnm, sehan dado a conocer una serie de sitios con estructu-ras de tipo público correspondientes al período For-mativo y que se localizan tanto en terrazas aluvialeso en quebradas laterales al valle (Ravines 1982,Tellenbach 1986). Se trata de edificaciones consti-tuidas por plataformas bajas que generalmente pre-sentan frente a ellas una suerte de vestíbulo o plazahundida, que en algunos casos es flanqueada porplataformas laterales, configurando un planeamientoen forma de “U”. Las plataformas tienen planta rec-tangular y presentan escalinatas empotradas dispues-tas en el eje de las mismas. Sobre las plataformasexisten evidencias de muros formando recintos abier-tos por un lado, en forma de “U”. Huellas de postesen las plataformas y en los vestíbulos, indicarían queen ciertas zonas de los edificios existían estructurasque estaban techadas.

Aparentemente estos sitios estuvieron asocia-dos al desarrollo de un manejo agrícola con siste-mas de riego, y existen indicios que concentrabancierta cantidad de población que se alojaba enestructuras hechas con postes, quincha y otros ma-

Figs. 71a y b. Huaca Lucía. Reconstrucción hipotética (Canziani1989) y planta del Atrio (Shimada et al. 1982).

Fig. 72. Huaca Lucía. Columnas elaboradas con adobes cónicos(Shimada et al. 1982,). En primer plano, al centro, la sección de undisco muestra la singular disposición radial de los adobes cónicos; ala derecha segmentos de dos capiteles caídos.

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teriales perecederos, apreciándose tan sólo los res-tos de sus cimientos y los fogones ubicados al cen-tro de las viviendas (Ravines 1985: 145).

Montegrande uno de los principales sitiosformativos del valle de Jequetepeque, afectado porel impacto de la construcción de la represa deGallito Ciego a inicios de los años 80, fue objetode excavaciones intensivas conducidas porTellenbach (1986). El sitio, localizado a unos 52km del mar, en las laderas de una quebrada lateralde la margen derecha del valle medio, se asentódistante un kilómetro de los campos de cultivoen un terreno eriazo de pendiente pronunciada.

Las excavaciones arqueológicas desarrolladasen área expusieron la presencia de tres plataformasprincipales de planta rectangular, cuyo eje mayorse desarrolla en sentido transversal a la pendientey con sus frontis principales orientados hacia elsur, es decir, mirando hacia el valle. Las platafor-mas, que presentan las esquinas redondeadas, seenfrentan a pequeñas plazas hundidas o a explana-das desarrolladas sobre terrazamientos. En el casodel frente norte de la Huaca Grande, se documentóla presencia de hornacinas, distribuidas simé-tricamente a ambos lados de la escalinata central.

Compartiendo los cánones arquitectónicos dela arquitectura monumental del período en la re-gión, estas plataformas presentan en el eje centralde sus fachadas sendas escalinatas empotradas, sibien éstas tienen la particularidad de presentar unaplanta trapezoidal que se ensancha conforme in-gresan en el cuerpo de las plataformas. Sobre lasplataformas y dispuestos con simetría, se cons-truyeron recintos con las esquinas redondeadas yque estuvieron aparentemente techados.

Las plataformas y las edificaciones sobre estasno fueron elaboradas con adobes cónicos sino conpiedras y mortero de barro, siendo los rellenos delas plataformas de cascajo, piedras y tierra. Estadiferencia podría tener una explicación tanto enuna opción cultural local, como en la relativa dis-tancia de los suelos donde se podría disponer debarro para elaborar adobes.

En todo caso, es de resaltar la notable partici-pación de materiales orgánicos en la construcciónde otras estructuras menores que se emplazan conrelativo orden en los alrededores de las plataformasy a los lados de las plazas y explanadas. Nos refe-rimos a un serie de recintos de planta cuadrangu-lar o rectangular, aparentemente techados, que secaracterizan porqué sus muros están mayormenteconstituidos por hileras de postes de madera ali-neados. Si bien de los postes solamente se ha con-servado sus improntas en los pisos y en los ci-mientos de los muros, se puede suponer que fue-ron hechos de troncos de algarrobo, una especierelativamente abundante en esta zona ecológica.Otros componentes constructivos de estas estruc-turas menores fueron resueltos con tramas dequincha de carrizo y enlucidos de barro.

Tellenbach (ibid) denomina de forma genéri-ca a estas estructuras menores como “casas”, untérmino con evidentes implicancias habitacionaleso domésticas, y que podría sugerir una connota-ción aldeana para el grueso del asentamiento quese dispone alrededor de las plataformas. Sin em-bargo, entre los rasgos recurrentemente documen-tados por las excavaciones dentro de estos estruc-turas menores, tiene relevancia la presencia de fo-gones de gran tamaño, mayormente de forma

Fig. 73. Purulén. Reconstruc-ción isométrica de uno de lostemplos principales (Alva1987).

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cuadrangular que se disponen al centro de estosambientes. Estas características especiales, comoel que los fogones estén construidos con revesti-miento de piedras y cuidadosamente acabados conenlucidos de barro, pone en cuestión que estosfogones estuvieran asociados a actividades domés-ticas. A nuestro parecer, estos rasgos como la dis-tribución relativamente ordenada de estas estruc-turas menores alrededor de las plataformas, po-drían estar mas bien sugiriendo el desarrollo enellas de actividades complementarias a aquellas deaparente carácter ceremonial que tenían lugar enlas edificaciones principales.

Los valles de Trujillo

El valle de Virú

Para introducirnos a la problemática que presen-tan los valles de la región durante esta época, laobra pionera de Gordon R. Willey (1953), dedi-cada al estudio de los patrones de asentamientoprehispánicos en el valle de Virú, constituye unaobligada referencia. No obstante el tiempo trans-currido y las limitaciones propias de las prospec-ciones de superficie (Willey 1999), este notable

trabajo nos presenta un análisis fundamental acer-ca de la evolución de los patrones de asentamien-to en este valle, con interesantes referencias com-parativas respecto a la región y al área de los An-des Centrales.

En el caso del período que nos ocupa, el For-mativo en el valle de Virú está definido por lasdistintas fases del período Guañape. La introduc-ción inicial de la cerámica corresponde a la faseGuañape Temprano, para la cual se conoce ape-nas un sitio próximo al litoral, detectado medianteexcavaciones 8 y que representa una reocupacióndel montículo precerámico conocido como HuacaNegra o Huaca Prieta de Guañape (ver Cap. 3).En cuanto a las fases Guañape Medio y Tardío,estas según Willey (1953: 43) corresponderíanfundamentalmente a la vigencia de los estiloscerámicos asociados a Cupisnique y a Chavín, esdecir al Formativo Medio. Del total de 18 sitiosregistrados en el valle asociados con el períodoGuañape, 14 se encuentran en el valle bajo y 4 enel sector medio y en el cuello del valle.

De los sitios ubicados en el valle bajo, dos seencuentran en proximidad del litoral (V-71 y 100)y pudieron —al igual que los anteriores sitios delprecerámico localizados en este tipo de zona—aprovechar tanto la explotación de los recursosmarinos como desarrollar una agricultura sin rie-

Fig. 74. Montegrande. Re-construcción isométrica(Tellenbach 1986).

8 Es preciso advertir que la existencia de muchos sitios tempranos, especialmente de aquellos que se encuentran en la partebaja y en el piso de los valles, difícilmente puede ser detectada en superficie al encontrarse ocultos bajo depósitos aluvialesposteriores o haber sido afectados por las labores agrícolas desarrolladas en estos suelos, sobre todo a partir de la introducción dela mecanización, tal como se señala en diversos estudios dedicados al análisis de los patrones de asentamiento (Willey 1953,Wilson 1988, Canziani 1993).

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go en las hoyas húmedas que se presentan entrelas dunas ubicadas en la franja del litoral. Unaconcentración de sitios (V-171, 272, 302, 306,309, 311) fue detectada también gracias al desa-rrollo de excavaciones en proximidad del caucedel río y otra importante agrupación (V-83, 84,85, 127, 128) se encuentra al sur del valle, en lasladeras que se encuentran al pie del CerroCompositán. Dada la relativa lejanía del mar deestas agrupaciones, se puede inferir que las co-munidades que poblaron estos sitios tenían en laagricultura su principal fuente de sustento, me-diante el desarrollo de cultivos en las zonas deinundación del cauce del río o gracias al desplie-gue de pequeños canales de regadío, como tambiénmediante hoyas de cultivo en zonas humedecidaspor el afloramiento de la napa freática (Canziani1989: 83). Al menos dos sitios ubicados al inte-rior del cuello del valle (V-14 y 180) pueden serrepresentativos de asentamientos del período que,por su propia localización, serían sólo explicablescon el desarrollo de actividades agrícolas median-te la implementación inicial de algún sistema deriego en esta zona del valle, que tanta trascenden-cia adquiría en los períodos inmediatamentesubsecuentes, al concentrarse en ella la mayor partede la producción agrícola y los asentamientos di-rectamente asociados con esta actividad.

Las aldeas con restos superficiales presentanun patrón disperso, con un promedio de 25 a 30viviendas que tienen de uno a seis cuartos cadauna. Los muros de piedra de 40 a 50 cm de alto

corresponderían a restos de los cimientos sobrelos cuales se habrían dispuesto adobes o estructurasde materiales perecederos cuyos rastros han desa-parecido por completo. Las casas están algo sepa-radas entre sí y se disponen sin un orden aparente.En algunas de estas aldeas, como es el caso de V-83, se aprecia estructuras de posible función públi-ca constituidas por plataformas con muros decontención de piedra, que pudieron servir de basepara edificios de carácter ceremonial o comunal.Estas plataformas se localizan en una posiciónprominente, en la cima de la colina en la que estáasentada la aldea y en una posición central conrelación a las viviendas que se ubican a su alrededory en las partes más bajas (Willey 1953: 48-55).

Si bien en las excavaciones desarrolladas en losmontículos bajos del sitio V-71 se hallaron evi-dencias de una aparente ocupación doméstica, estase encontraría asociada a la presencia de la princi-pal estructura pública documentada en el vallepara este período. Se trata de la edificación cono-cida como Templo de Las Llamas, un recinto deplanta rectangular de unos 16 x 19 m construidocon muros de piedra de 65 a 80 cm de espesor yque alcanzaban unos 50 cm de alto. Se suponeque estas estructuras corresponden a los cimientosde una edificación construida mayormente con

Fig. 75. Aldea dispersa V-83 del período Guañape (Willey 1953:49).

Fig. 76. Aldeas aglutinadas (V-144, 202 y 203) del período PuertoMoorin temprano (Willey 1953: 76).

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adobes cónicos ya que se encontró evidencias deestos en el ingreso del recinto. Los muros de piedrapresentan un acabado bastante rústico en sus pa-ramentos, por lo que se puede pensar que estos, aligual que la parte superior de los muros, estuvie-ron terminados con un enlucido de barro. El edi-ficio está orientado de Este a Oeste y presenta uningreso hacia el Este, conformado por un estre-cho pasaje en el que se desarrolla una escalinatacon gradas de piedra y barro. Al interior del re-cinto se encontraban los restos de una plataformade piedra adosada al centro del muro Norte, mien-tras que las trincheras excavadas por Strong yEvans (1952) a lo largo de los ejes del edificiopusieron al descubierto dos enterramientos de lla-mas al pie del muro Oeste, aparentemente sacrifi-cadas como parte de algún ritual ofrendatorio.

Durante el Formativo Superior, que en el vallede Virú corresponde al período Puerto Moorin,también conocido en la región como Salinar, seaprecia una serie de cambios relevantes en la evo-lución del patrón de asentamiento. En primer lu-gar destaca la concentración de cerca del 70% delos sitios en la parte media alta correspondiente alcuello del valle. Esta marcada concentración eneste sector del valle reflejaría según Willey (1953:391-392) la afirmación de una economía agrícoladesarrollada mediante irrigación artificial, dondese privilegia la zona que ofrece las mejores condi-ciones para la derivación de canales sin necesidadde obras de gran envergadura.

Por otra parte, el extraordinario incrementoen el número de sitios correspondientes a esteperíodo —con cerca de 57 sitios de ocupaciónhabitacional, además de otros 19 correspondien-tes a montículos ceremoniales, fortificaciones ycementerios— estaría reflejando el más notablecrecimiento poblacional registrado en la historiaprehispánica del valle. Muchas de las aldeas, es-pecialmente las que se localizan en el sector me-dio alto, muestran un novedoso patrón con vi-viendas concentradas, que si bien continúan pre-sentando una disposición irregular, tienen unamayor densidad de ocupación al registrarse unmayor número de viviendas en un área menor quelas aldeas de tipo disperso.

La aparición de este nuevo patrón de aldeasconcentradas se podría explicar en el contexto delestablecimiento de un nuevo modo de produc-ción, donde además del incremento de la pobla-ción, la irrigación artificial y otras técnicas pro-pias de una agricultura intensiva permiten que unterritorio relativamente limitado soporte con suproducción a una numerosa población (ibid.).

Estas condiciones habrían permitido y a la vezobligado a un uso cada vez más racional del suelo,de modo de albergar la mayor cantidad de pobla-ción sin afectar por esto las tierras que presenta-ban aptitudes agrícolas. A estos factores debieronagregarse también otros directamente derivadosdel desarrollo general de los procesos productivosy en particular con las formas de participación delas comunidades en las labores agrícolas, la pro-ducción dentro de las aldeas de ciertas manufac-turas y el desarrollo de los procesos de transfor-mación que están íntimamente asociadas con laactividad agrícola. Finalmente, la tendencia haciala concentración en los patrones aldeanos pudotambién ser estimulada, o inclusive producto dela creciente intervención de las emergentes enti-dades urbanas en el manejo de los recursos terri-toriales. En este sentido, así como estas condu-cían el desarrollo y administración de las obraspúblicas comprometidas con los sistemas de irri-gación, quizás intervenían también en la localiza-ción y disposición de las aldeas, como parte de lasestrategias desarrolladas para el control de la po-blación y facilitar la convocatoria de su impres-cindible fuerza de trabajo (Canziani 1989: 97-98).

Otro de los aspectos trascendentes en la modi-ficación del patrón de asentamiento en el períodoen cuestión y relacionado con la emergencia delfenómeno urbano en el valle de Virú, está consti-tuido por la creciente presencia de estructuras decarácter público. Una gran parte de estas estruc-turas públicas están representadas por el registrode 14 montículos piramidales que por lo generalpresentan plantas rectangulares y plataformas es-calonadas. La localización de estos montículospiramidales se verifica mayormente en la cabecera

Fig. 77. Templo de las Llamas V-71 (Strong y Evans 1952).

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del valle, coincidiendo con la mayor concentra-ción de asentamientos y de población en este sec-tor; mientras que en otros casos algunos de estosde ubican en una posición central y equidistantecon relación a diversas agrupaciones de sitios.Sobre la base de una serie de parámetros, que tie-nen que ver tanto con la localización, como conlas dimensiones y características constructivas deestos montículos, se puede suponer la existenciade diferencias de carácter funcional y de ordenjerárquico entre estos (Willey 1953: fig. 82;Canziani 1989: 87-90).

Otro aspecto sumamente novedoso, dentro delos tipos de arquitectura pública presentes en elvalle de Virú durante este período, está represen-tado por la presencia de reductos fortificados. Dosde los más importantes de estos están localizadosen la parte baja del valle, uno en la cumbre delcerro Bitín (V-80) y el otro sobre el cerro del Piño(V-132) y están conformados por recintos amu-rallados que se desarrollan amoldándose a la to-pografía de la cumbre de estos cerros. La ubica-ción de estos sitios es estratégica, al habérselos es-tablecido sobre dos puntos difícilmente accesiblesque dominan la parte baja del valle, presidiendouna zona donde se ubican algunos sitios aldeanosen las cercanías del río y en las faldas de los cerrosque limitan el valle hacia el sur.

Sobre la razón de la presencia de estas estructu-ras, se ha planteado algunas hipótesis explicativas,señalando las necesidades defensivas de este sectordel valle que presenta amplios espacios abiertos yque, por lo tanto, es más desprotegido, ademásde contar con asentamientos bastante dispersosentre sí (Willey 1953: 392); como también encuanto expresión de los posibles conflictos genera-dos por la afirmación del poder ejercido por partede una emergente clase dominante (Canziani1989: 92, 99-100).

El valle de Moche

La evolución del patrón de asentamiento en el vallede Moche, durante el período Formativo, es enalgo similar a lo registrado en el de Virú, espe-cialmente en la tendencia a presentar una alta con-centración de los sitios tempranos en el sectormedio, correspondiente al cuello del valle. Efecti-vamente, se reporta que de los 214 sitios corres-pondientes a los distintos períodos anteriores a laépoca Moche, un 83% han sido registrado en elsector medio del valle de Moche (Billman 1999).

Es también durante el período Cupisnique oGuañape 9 que en el valle se producen importan-tes cambios, con la introducción de la irrigaciónartificial, el desarrollo de obras públicas y la cons-trucción a gran escala de arquitectura monumen-

9 Algunos estudiosos del tema plantean la correspondencia del Guañape Medio y Tardío, definido en Virú, con el Cupisniquedefinido por Larco en el valle de Chicama (Mujica 1984: 13)

Fig. 78. Sitios formativos delvalle de Moche durante elperíodo Guañape medio(Billman 1999).

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tal. Si bien se supone que ya durante GuañapeTemprano se habría introducido la irrigación ar-tificial en el valle medio, sería durante las fasesGuañape Medio y Tardío que la irrigación seexpandiría proyectándose hacia el valle bajo(Moseley y Deeds 1982). Sin embargo, la locali-zación que presentan 3 conjuntos monumentalesde este período en la parte alta de este sector, comoCaballo Muerto, Caña Huaca y Huaca Huatape,indicaría que las zonas cultivadas podrían haberestado limitadas a las tierras irrigables próximasal río. Para Guañape Temprano el principal mo-numento estaría representado por la HuacaMenocucho, mientras que durante el GuañapeMedio lo sería el complejo de Caballo Muerto, ylos sitios de Puente Serrano y Huaca Los Chinosconstituirían centros secundarios (Billman 1999:142-143). En cuanto a las subsistencias, se sugie-re un intercambio de productos marinos, prove-nientes de sitios del litoral como Gramalote, yagrícolas que podrían haber sido producidos prin-cipalmente en los campos del cuello del valle.Adicionalmente, en los sitios del cuello del vallecomo Caballo Muerto, existe evidencia del con-sumo de venados y de llamas (Pozorski 1982).

Durante el Guañape Tardío, declinaría la cons-trucción de arquitectura monumental, mientrasque durante el posterior período Salinar aparen-temente se abandona esta tradición y se verificanulteriores modificaciones en el patrón de asenta-miento. En efecto, durante el período Salinar lapoblación se concentra en 8 agrupaciones de si-tios habitacionales, con una clara tendencia a lalocalización de estos en lugares con característicasdefensivas. Aparecen por vez primera también enel valle de Moche sitios de tipo fortificado. Paraesta época pudo darse una ampliación de la irri-gación hacia la margen sur del valle bajo, al igualque se sugiere una cierta autonomía entre las co-munidades de las diferentes agrupacionespoblacionales (Ibid: 146).

Al finalizar esta época, durante el períodoSalinar correspondiente al Formativo Superior,sobresale en el valle de Moche el sitio de CerroArena, que si bien presenta evidencias de una ar-quitectura monumental relativamente modesta,sin embargo habría concentrado una notable po-blación. Como veremos más adelante, la presen-cia de múltiples estructuras con variaciones mar-cadas en sus características formales y constructi-vas, manifestarían tanto diferencias funcionalescomo de orden social entre sus ocupante, lo queindicaría que este sitio bien pudo desempeñar unrol predominante en el territorio del valle.

El complejo de Caballo Muerto y Huaca de LosReyes

En los valles de Trujillo la edificación más repre-sentativa del período Formativo y de la arquitec-tura Cupisnique corresponde con seguridad a ladenominada Huaca de Los Reyes. Este sitio for-ma parte del Complejo Caballo Muerto, ubica-do en la parte media del valle de Moche a unos 20km del litoral, que está integrado por 8 montícu-los que en algunos casos asumen una planta enforma de “U”. Estos montículos se distribuyenen una extensión de más de 2 km de Norte a Sury 1 km de Este a Oeste. Mientras la mayoría delos montículos se concentra al Sur del Complejo,la Huaca de Los Reyes que ocupa el área más ex-tensa, se encuentra algo aislada en una posicióncentral (Pozorski 1976: fig. 1).

El monumento tiene en su eje principal EsteOeste unos 240 m y 175 m de Norte a Sur y poseeun elaborado planeamiento que organiza espacial-mente todo el conjunto sobre la base de una armó-nica secuencia de plazas y patios a distintos nive-les, en todos los cuales la planta en forma de «U»constituye el recurrente motivo de fondo. En efec-to, la planta en “U” está presente tanto en el plan-eamiento general del conjunto, como en las dis-tintas secciones y edificios que se disponen simé-

Fig. 79. Caballo Muerto. Plano general del complejo (Pozorski1976).

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tricamente respecto al eje principal. orientado deEste a Oeste o con relación a ejes transversales deNorte a Sur. Es igualmente interesante notar quelos frentes de las plataformas que ascienden haciala plaza superior presentan esquinas redondeadas.10

A lo largo del eje principal se organiza una se-cuencia de 3 plazas cuadrangulares, las que redu-cen progresivamente sus dimensiones espaciales yrestringen su acceso conforme se asciende a losniveles más elevados, mediante una sucesión deplataformas que culminan en la cúspide del edifi-cio donde debió de encontrarse el lugar centraldel culto. Mientras que la primera plaza (I) esabierta y está simplemente demarcada por el ali-neamiento de cantos rodados, las siguientes (II yIII) se caracterizan por ser hundidas, en cuantoestán delimitadas por poyos, y se desarrollan alinterior del conjunto, enmarcadas por las edifica-ciones presentes en sus lados. El acceso a los atriosfrontales, como al de los edificios laterales, se rea-lizaba a través de columnatas de gruesos pilarescuadrangulares y pilastras ordenadas en hileras —que conformaban atrios hipóstilos— lo que indi-ca que estos espacios debieron de estar techados.Los pilares lucían en los frentes que daban a lasplazas decoraciones en alto relieve, al igual quelos nichos o paneles presentes en los muros de losrecintos que formaban los brazos laterales de los

atrios con planta en “U”. El motivo representadoreiteradamente es el de personajes erguidos, de loscuales lamentablemente tan sólo se conserva res-tos de los pies y piernas y en algunos casos de labanda que les ceñía la cintura con colgantes enforma de serpientes. Casi todos estos personajesestán dispuestos con los pies apoyados sobrepedestales o flanqueados por relieves con diseñosque representan cabezas con colmillos entre-cruzados y atributos de serpientes. Es de destacarque estos frisos presentan un tratamiento artísticoque los emparenta estrechamente con lo que seconoce como estilo Chavín.

En el caso del frontis de la segunda plataforma,cuyo frente Este da a la plaza II y presenta unaescalinata central, se registraron grandes nichosdispuestos simétricamente a ambos lados que con-tenían grandes figuras escultóricas de bulto, repre-sentando cabezas felínicas hechas de piedra y ba-rro, finamente enlucidas y que posiblemente fue-ron pintadas. En dos de los pequeños temploslaterales (C y C’), los muros frontales de los recintosque formaban los brazos laterales de sus atrios,presentaban restos de representaciones escultóricasde felinos erguidos en posición lateral, de los cua-les se conservaban parte de las patas con garras ylas colas enroscadas con terminación en forma deserpientes (Pozorski 1976, Watanabe 1979).

Fig. 80. Huaca de Los Reyes.Plano general (Pozorski 1976).

10 Este constituye uno de los rasgos característicos compartidos por los monumentos arquitectónicos formativos de la Sierra yCosta Norte y de la Costa Nor Central, es decir, desde Cajamarca y Lambayeque hasta Casma.

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Se ha señalado que este edificio habría sidoconstruido en distintas fases y al respecto existenuna serie de importantes evidencias que dan tes-timonio de superposiciones arquitectónicas. Estees el caso de la escalinata que asciende de la plazaII al atrio que da ingreso a la plaza III sobre lasegunda plataforma, bajo la cual se encontró eldesarrollo casi completo de una escalinata de unafase precedente. En la cima de la plataforma su-perior (F) se observó que las estructuras de la últi-ma época fueron construidas luego de rellenarrecintos de una época anterior, asociados a loscuales se halló evidencias de postes cubiertos porhaces de cañas recubiertas con mortero de barro,de lo que se deduce que formaban parte de co-lumnas para el soporte de algún tipo de cobertura.Inclusive muchos de los frisos de barro, muestrantambién evidencias de superposición en sus res-pectivos basamentos con representacionesescultóricas y los pies de los personajes asociadosa sus correspondientes pisos, en los que se apre-cian evidentes cambios estilísticos (Pozorski 1976).

Fig. 81. Huaca de de Los Re-yes. Reconstrucción hipotética(Canziani 1989).

Fig. 82. Huaca de Los Reyes.Foto de detalle de relieves dedos fases distintas superpues-tos en la base de un pilar(Pozorski 1976 en Morris yVon Hagen 1998).

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En el examen de este magnifico monumento,como del Complejo de Caballo Muerto en con-junto, se extraña una mayor información acercade los contextos asociados al asentamiento. Apa-rentemente, la dificultad radica en que toda estaárea habría sido cubierta por depósitos aluvialesque alcanzan hasta 4 m de espesor, lo que compli-ca la percepción de la presencia de otras estructu-ras menores asociadas a los montículos. En todocaso, se ha señalado la existencia de evidencias deocupación doméstica temprana en las laderas delos cerros aledaños al complejo (ibid: 249).

Cerro Arena

Se trata de uno de los sitios más sobresalientes yextensos correspondientes al período Salinar, quecronológicamente se desarrolló entre fines delCupisnique y el inicio de Gallinazo y Moche. Elsitio se ubica en la margen sur del valle bajo deMoche, a unos 7.5 km del mar, y se localiza en lasladeras y sobre promontorios rocosos que se pro-yectan desde los cerros próximos hacia el valle.Esta localización parece que estuvo asociada almanejo del riego y de los campos de cultivo quese desarrollaban en este sector de la margen sur,en las inmediaciones del sitio. Al mismo tiempo,constituye una posición estratégica que ofrece unacceso directo a pasos naturales de las rutas que sedirigen hacia el valle de Virú y el sur. Sin embar-go, las peculiares características del lugar elegidopara el asentamiento, llaman a considerar laposible búsqueda de una zona relativamente pro-tegida con fines defensivos.

Cerro Arena corresponde a una sola ocupa-ción y comprende una extensión de unas 200 hadonde se localizan unas 2,000 estructuras. Sin

embargo, es de notar que en la distribución espa-cial de estas se observa un patrón altamente dis-perso, de la que resulta una baja densidad en laocupación del suelo. A su vez, se aprecia que enciertos sectores y especialmente en la zona centraldel sitio, se presentan algunos niveles de agrega-ción, al registrarse en ellos una mayor aglutina-ción de las estructuras (Mujica 1975, 1984;Brennan 1978, 1982).

La gran mayoría de las estructuras de CerroArena corresponden a una función habitacional ysus muros de piedra comparten una similar téc-nica constructiva de mampostería. Sin embargo,llama la atención de los investigadores la notablevariedad de formas, tamaños, grado de compleji-dad y diferencias de acabado que estas exhiben(Mujica 1984). Efectivamente, si bien todas lasestructuras se conformaron con muros de piedra,existen diferencias marcadas que van desde lasconstruidas de forma rústica hasta aquellas quepresentan muros con bloques de piedra de mayortamaño con aparejos cuidadosamente concerta-dos, así como paramentos enlucidos y pisos debarro muy bien ejecutados.

De la misma manera, si en un extremo tenemosestructuras pequeñas, con escasos ambientes y plan-tas de forma oval o irregular; en el otro tenemosaquellas que tienen un área notablemente mayor,muchos ambientes con una distribución compleja,y cuyas plantas ortogonales manifiestan ciertos ni-veles de planificación en su diseño. Así mismo, estasúltimas estructuras presentan varias banquetas fina-mente enlucidas, facilidades de almacenamiento yhabrían dispuesto de techos bien elaborados. Mien-tras que las estructuras pequeñas, rústicas y de plan-ta oval contaron con limitadas facilidades y habríantenido simples techos cónicos cubiertos con paja(Mujica 1975, Brennan 1978).

Fig. 83. Huaca de Los Reyes. Foto de una cabeza escultórica defelino, alojada en un gran nicho del frontis del templo (Pozorski1976 en Morris y Von Hagen 1998).

Fig. 84. Cerro Arena. Estructura B-1 de aparente función pública(Mujica 1975).

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Estas evidencias, que expresan claramente di-ferentes maneras de resolver las correspondientesedificaciones residenciales, estarían señalandomarcadas diferencias sociales. De esta manera, lamayoría de las estructuras —que presentan mo-destas dimensiones y acabados rústicos— se pre-sume habrían albergado al grueso de la población;mientras que algunas otras —con mayor área ycantidad de ambientes, planeamiento elaboradoy mejores acabados— habrían servido de residen-cia a algunos sectores de la población con dife-rentes niveles de status, que posiblemente forma-ban parte de una elite. Sintomáticamente este úl-timo tipo de estructuras se localiza en zonascentrales del asentamiento, y en lugares promi-nentes o algo más elevados con relación al resto,transmitiendo una posición de dominio.

Es de destacar que entre estas dos clases de es-tructuras, habría una tercera compuesta por es-tructuras que tendrían un regular tamaño y tam-bién buenos acabados; pero en las cuales no seregistra evidencias de actividad doméstica, por loque se presume que podrían haber respondido aalguna función pública, de posible carácter co-munal (Brennan 1978). Así mismo, sobre la cimade uno de los promontorios que se localiza en unaposición central y elevada del sitio, se construyóuna serie de plataformas escalonadas, generandouna edificación de corte piramidal que habríacumplido una aparente función ceremonial(Mujica 1975).

Finalmente, es de destacar que en el conjuntode la cerámica asociada a la ocupación del sitio sedocumenta un importante componente, estrecha-mente relacionado con la vecina serranía deCajamarca (Mujica 1984). Si a este dato relevan-te, se le agrega que la mayoría de las estructurasde Cerro Arena presenta evidencias de la quema ydesplome de sus techos, cubriendo así vasijas yotros enseres domésticos que en su momento nofueron retirados de sus ambientes (Mujica 1975),podemos percibir algunos indicios acerca del con-texto inestable que habría caracterizado a esta épo-ca. La aparente inexistencia en el valle de entida-des políticas centralizadas y la posible presenciade desplazamientos poblacionales de carácter fo-ráneo, darían lugar a un cuadro en el que no de-biera de extrañarse situaciones conflictivas, comolas que podrían explicar la súbita destrucción y elabandono definitivo de Cerro Arena.

El valle bajo del Santa

A diferencia de la localización de los sitios duran-te el período Precerámico, donde de los 36 sitiosregistrados 24 se ubican asociados al litoral y sólo12 al interior del valle, durante el período Forma-tivo de los 54 sitios identificados todos menosuno se encuentran en el sector medio y alto delvalle bajo del Santa (Wilson 1988). Deducir, apartir de estos datos, el abandono de las activida-des extractivas de los recursos marítimos o su de-sarrollo por parte de las mismas comunidadesasentadas al interior del valle parece poco verosí-mil, y por lo tanto se podría suponer que este tipode sitios no ha sido detectado o ha desaparecidopor la deposición de material aluvial y las laboresagrícolas desarrolladas por siglos en la parte bajadel valle y en proximidad de la que debió ser lalínea de playa en ese entonces. En todo caso, elaspecto más contundente que trasciende de losdatos recopilados, es que durante esta época elgrueso de la población estaba asentada al interiordel valle del Santa y tenía su sustento en el desa-rrollo de la agricultura con irrigación artificial.

Otro dato importante es que se diversificannotablemente los tipos de sitios, ya que de los 54registrados 24 corresponden a sitios habitacio-nales, 21 a fortificaciones, 8 a complejos cívicoceremoniales y 1 a cementerio (ibid: 100). La ma-yoría de los sitios habitacionales son aglutinadosy presentan conjuntos de cuartos de trazo algoortogonal, si bien no es de excluir que algunas deestas estructuras estén asociadas a alguna funciónpública. Con seguridad el aspecto más saltante

Fig. 85. Arena. Estructura C-4 de posible función doméstica (Mujica1975).

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del patrón de asentamiento en el valle es la presen-cia y gran número de fortificaciones. Por lo gene-ral, estas fortificaciones fueron construidas enpuntos elevados y cuyas condiciones topográficaslos hacen fácilmente defendibles, Se encuentrandistribuidas en estrecha relación con los

asentamientos habitacionales, apreciándose unaespecial concentración en una zona central conrelación a los sectores ocupados en el valle, dondeinclusive se presentan en mayor número que losasentamientos habitacionales.

Las fortificaciones presentan una arquitecturaimpresionante y a primera vista revelan sus marca-dos rasgos defensivos. Se caracterizan por estar ubi-cadas en la cumbre de cerros o aprovechando lospuntos escarpados de estos; desarrollan murallasde piedras y rocas de 1 a 2 m de grosor y de 2 a 4m de alto; presentan parapetos y baluartes en lasesquinas o flancos de los recintos fortificados; ge-neralmente los accesos son indirectos o laberín-ticos; contienen en su interior estructuras quepudieron cumplir también funciones ceremonialeso residenciales; en los exteriores se aprecian fosossecos asociados a murallas que impiden o dificul-tan la aproximación de los atacantes y facilitan laacción defensiva de los ocupantes de la fortifica-ción. La densidad y localización de los sitios for-tificados en los sectores del valle y su estrecha aso-ciación con los sitios de habitación, permitehipotetizar que estos estuvieron dirigidos mas quea resolver conflictos entre las comunidades del va-lle a enfrentar incursiones de oblaciones externasal mismo (ibid: 104-110, 323-324). Se puede su-poner, en este caso en particular, que el manifiestoénfasis orientado a la erección de estas imponentesedificaciones militares —en cuanto obra públicarepresentativa— asumiría también un singular rolde identificación simbólica y expresión de poderen el ámbito de sus respectivas comunidades.

Fig. 87. Estructura fortificada45 (Wilson 1988: fig.41).

Fig. 86.Sitios Formativos en el valle bajo del Santa (Wilson 1988:fig. 166).

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Evidentemente la realidad del Valle bajo delSanta, con relación a la temprana presencia de laguerra y los enfrentamientos bélicos, despierta másde una interrogante por resolver, en especial porla destacada magnitud que asume en este valle lapresencia de una arquitectura militar en la cual semanifiesta una impresionante inversión social.Una de las explicaciones a este especial énfasis enlas fortificaciones, que no encuentra parangón enlos demás valles de la región, bien pudo residir enla permanente y generosa dotación de agua queofrece el valle del Santa, lo que habría permitidoel desarrollo de una agricultura intensiva, a dife-rencia de los valles vecinos que presentan mayo-res restricciones al respecto. Estas condiciones es-pecialmente favorables para el desarrollo de laagricultura de riego bien pudieron incitar incur-siones desde los valles vecinos, o inclusive desdela serranía de la zona, destinadas al saqueo de suscosechas o a la apropiación de las tierras, obligan-do a sus pobladores a desarrollar estos impresio-nantes sistemas defensivos.

De otro lado, los sitios con arquitectura cívi-co ceremonial están construidos tanto con ado-bes cónicos como con piedra y están representa-dos por sitios que presentan desde simples plata-formas hasta complejos que integran además deplataformas, patios circulares hundidos, recintosde distinto tipo y plazas. En todo caso, es de notarque en el valle del Santa estos elementos arquitec-tónicos muchas veces son integrados o combina-dos dentro de un ordenamiento sui generis, si seles compara con los rígidos cánones arquitectóni-cos que revelan otros complejos ceremoniales dela época en la región. Este es el caso del principal

complejo ceremonial del valle (SVP-CAY-5), enel cual se aprecia por una parte una plataforma(A) con recintos dispuesto en planta en “U” alre-dedor de un atrio con escalinata, que se asocia enun mismo eje con una plaza y un patio circularhundido con escalinatas contrapuestas (B); mien-tras que sobre una plataforma de menor altura(C) se desarrollan algunos recintos y un patio cir-cular hundido de menores dimensiones y con eleje contrapuesto al anterior (Wilson 1988: fig. 52).

En cuanto a la posterior ocupación del perío-do Salinar en el valle bajo del Santa, durante esteperíodo, no se aprecian mayores modificacionescon relación al patrón de asentamiento precedente.Muchos de los antiguos sitios fortificados man-tienen su ocupación al igual que en el caso de loscentros cívico ceremoniales. Uno de los principa-les centros ceremoniales del período, el complejode Huaca Yolanda (Ibid: fig. 162), presenta una

Fig. 88. Estructura fortificada52 (Wilson 1988: fig. 44).

Fig. 89. Complejo ceremonial SVP-CAY-5 (Wilson 1988: fig.51).

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conformación sobre la base de plataformas, terra-zas con recintos y un patio circular hundido, quemanifiesta una aparente continuidad con relacióna las tradiciones de la arquitectura monumentalmás tempranas del valle.

La Sierra Norte

En la cuenca de Cajamarca, además del célebreacueducto de Cumbemayo, se encuentran unaserie de sitios con arquitectura monumental delperíodo Formativo, la mayor parte de los cualeshan sido investigados durante las dos últimas déca-das por la Misión de la Universidad de Tokio. Estees el caso de los sitios de Layzón y Huacaloma,en la misma cuenca y de Kuntur Wasi y CerroBlanco, que se encuentran en el flanco occidentalde los Andes, en las cabeceras de la cuenca del valledel Jequetepeque. La mayoría de los sitios corres-ponden a la ocupación de los períodos formativosHuacaloma Temprano (ca. 1500-1000 a.C.), em-parentado con el Guañape Temprano de la CostaNorte, y Huacaloma Tardío (1000-500 a.C.), co-rrespondiente al Cupisnique de la Costa Norte yChavín; así como al período transicional denomi-nado Layzón (500-250 a.C.) (Matsumoto 1994).

Huacaloma

El conjunto arqueológico de encuentra ubicadoen el mismo fondo del valle de Cajamarca, a unos2,700 msnm. La primera ocupación del sitio co-rrespondería al período Huacaloma Temprano yestá asociada a construcciones en las que resultanotable la presencia de rasgos emparentados conla tradición Mito, tales como pequeños recintos

con o sin fogón, uno de los cuales exhibía peque-ños nichos en sus muros; además de observarseevidencias de continuas superposiciones. Si biendurante esta primera ocupación se habrían levan-tado algunas plataformas bajas, es durante elHuacaloma Tardío que se procede a la construc-ción de la arquitectura monumental de una pirá-mide con plataformas. Las edificaciones preceden-tes son cubiertas con estratos de tierra amarilla,registrándose en la historia de esta nueva edifica-ción hasta 3 superposiciones arquitectónicas, quefinalmente dan forma a una pirámide con plata-formas escalonadas que alcanza 109 m en direc-ción noreste-suroeste y 119 m de noroeste a su-reste y de 5 a 7.5 m de alto. La presencia, ademásdel montículo central conocido como Huacaloma,de otros montículos que se disponen a ambos la-dos de éste, permite suponer que todo el comple-jo podría haber tenido una disposición con plan-ta en forma de “U” (Terada 1982a, 1982b, 1985;Matsumoto 1994).

En el frente principal del edificio, orientadohacia el noroeste, se desarrollaban 4 terrazas y alcentro de la más baja se ubicaba una gran escali-nata que tenía 10 m de ancho. En el frente dellado noreste, se ubicó un ingreso lateral de 1.2 my 2.0 m de alto que daba acceso a una galería conescalinata que permitía ascender internamentehacia las plataformas superiores de la edificación.Debido a que durante la fase Layzón la arquitec-tura monumental habría sufrido una violenta des-trucción, que dio término a la función ceremo-nial del sitio para dar paso a una ocupaciónhabitacional, no ha sido posible rescatar algunainformación acerca de las posibles estructuras quese encontraban sobre las plataformas del templo.Sin embargo, sobre la base de los numerosos frag-

Fig. 90. Sitios Formativos deCajamarca (Redibujado deMatsumoto 1994: fig. 2).

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mentos de pintura mural y de relieves pintadoscon diseños de felinos y serpientes, se puede infe-rir que estas edificaciones estuvieron embelleci-das con este tipo de decoración mural (Matsumoto1994: 181).

Layzón

El sitio de Layzón destaca entre otros sitios simi-lares, como Kolguitín, Corisolgona, SantaApolonia, Agua Tapada y Cerro Ronquillo, quese localizan sobre la cumbre de los cerros que ro-dean y dominan la cuenca de Cajamarca (Williamsy Pineda 1983, Seki 1994). El sitio está ubicadounos 9 km al sur de la ciudad de Cajamarca y selocaliza sobre la cima de un cerro a unos 3,200msnm, es decir unos 250 m de altitud con rela-ción al fondo de la cuenca

La primera ocupación del sitio corresponde-ría al Huacaloma Tardío, donde se desarrollan 6plataformas escalonadas que descienden hacia laladera Oeste del cerro, que es la menos pronun-ciada. Mientras que la plataforma superior ubicadaal Este fue afectada a raíz de la posteriorremodelación del templo durante la ocupación delperíodo Layzón, se ha podido apreciar que las pla-taformas inferiores fueron labradas en la roca na-tural del cerro compuesta por afloramientos detufo, tanto horizontalmente definiendo el piso deestas, como también verticalmente para dar for-ma al talud de los desniveles que las delimitan.Las plataformas tienen unos 70 m de largo y en-tre 10 a 20 m de ancho. Las tres plataformas infe-riores presentan escalinatas también labradas enla roca y se alinean a lo largo del eje central delmonumento orientado de Oeste a Este. Es de des-tacar, que la base del paramento de roca labradaque se encuentra al lado de la primera escalinatapresenta diseños grabados. En las plataformas su-periores se ha podido observar que sobre la basede la roca natural labrada se levantaron muros decontención hechos con bloques canteados de tufo(75 x 35 x 45 cm) dispuestos en un aparejo con-certado. No se ha podido establecer si existieron

o que tipo de estructuras pudieron haberse desa-rrollado sobre las plataformas ya que estas fueronseriamente afectadas durante la ocupación Layzón(Seki 1994: 145-148).

A diferencia de Huacaloma y otros sitios delperíodo Huacaloma Tardío, donde la posteriorocupación del período Layzón implicó no sola-mente severas alteraciones de la arquitectura mo-numental preexistente sino también el abandonode la función ceremonial que en estos se desarro-llaba, en el caso del sitio de Layzón se mantuvopor un tiempo la función ceremonial. Durante elperíodo Layzón, además de la destrucción parcialde las plataformas inferiores, la construcción secentró sobre las dos plataformas superiores del sitiodonde se erigieron nuevos muros de contención,utilizando piedras canteadas de arenisca asenta-dos con mortero de barro. Aparentemente, el vie-jo eje Oeste Este habría sido substituido por unoorientado de Sur a Norte, aunque esta suposiciónestá fundada básicamente en el hallazgo de unaescalinata central adosada en el frente Sur de laplataforma superior (Ibid: 154). La plataformaprincipal o superior tuvo una planta cuadrangu-lar de 40 m de lado con las esquinas redondeadas.Sobre esta plataforma se desarrollaba una estruc-tura circular con muros concéntricos de unos 10m de diámetro y al lado de esta un fogón circular.En la esquina noroeste de la siguiente plataforma,en el nivel inferior, se definió una pequeña plata-forma rectangular también con esquinas redon-deadas que contiene en la parte central un fogónlimitado por una estructura con forma de “U”.Adicionalmente, la siguiente plataforma presentaen la esquina noroeste dos estructuras o platafor-mas circulares contiguas de 15.6 m de diámetro,mientras que otra plataforma similar de plantacircular se ubicaba en la esquina suroeste. En va-rios puntos de estas plataformas se detectaron sis-temas de desague destinados aparentemente aldrenaje de las plataformas en caso de lluvia (verTerada y Onuki 1985: fig. 12).

Fig. 91. Huacaloma. Reconstrucción del edificio de la faseHuacaloma tardío (Matsumoto 1994: fig. 11).

Fig. 92. . Layzón. Planta y reconstrucción hipotética (Terada y Onuki1985).

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102 JOSÉ CANZIANI

Kuntur Wasi

Se ubica en el cerro La Copa, en la cuenca alta delJequetepeque, a 2,300 msnm. Si bien las fases mástempranas del sitio corresponderían al HuacalomaTardío (fase Idolo), aparentemente es en la faseKuntur Wasi, en la que se construye y da forma ala arquitectura monumental del templo. Se seña-la que la cerámica de esta fase no tiene mayorcorrelato con la cuenca de Cajamarca sino másbien con el Cupisnique de Jequetepeque y ciertassimilitudes con Janabarriu de Chavín. Finalmente,en la fase correspondiente al período Layzón seregistraría la destrucción y abandono del sitio(Kato 1994).

El conjunto arquitectónico de Kuntur Wasitiene una orientación noreste suroeste y presentauna plataforma superior o principal asentada so-bre una plataforma inferior. Esta plataforma infe-rior de 140 m de frente y 41 m de ancho, presen-ta un gran muro de contención con al centro, yen el mismo eje del templo, una escalinata de 11m de ancho y 6 m de alto, que se supone debió detener unos 20 peldaños. Siguiendo el eje princi-pal, sobre esta primera plataforma se encontraronvestigios de un patio hundido cuadrangular, cu-yos muros estaban construidos con grandes lajasde granito blanco. La plataforma principal ten-dría unos 145 m de ancho y 170 m de largo y estácontenida por 3 muros que forman un escalona-do de 3.4, 2,9 y 2.1 m de alto respectivamente.Para ascender a la cima de la plataforma principalse desarrolló una segunda escalinata que tiene elmismo eje y también 11 m de ancho con un largo

de 12 m y 8.4 m de alto. En este caso se ha esti-mado la existencia de unos 32 peldaños, mientrasque a ambos lados de la escalinata y al pie de losmuros laterales que la contienen, se observó laexistencia de dos canaletas de 35 cm destinadas aldesague de la plataforma (ibid: 203-205).

Sobre la plataforma principal se encontraronevidencias de una serie de estructuras. En primerlugar, la escalinata principal conducía a un sectorflanqueado por dos plataformas bajas, al que leseguía un patio hundido cuadrangular de 23.5 x23 m de lado y 1 m de profundidad que presentaescalinatas en sus 4 lados. Es interesante notar queun monolito, grabado en su lado frontal con laimagen de la divinidad del jaguar, fue hallado insitu formando la última grada de una de estas es-calinatas (ibid: fig. 15), habiéndose detectado entrabajos anteriores, desarrollados en este mismosector, otros 2 monolitos grabados con un diseñosemejante, que pudieron haber cumplido una fun-ción similar como parte de las otras escalinatas(Carrión Cachot 1948, Kato 1994: 222-223). Estepatio hundido habría presentado lateralmente dosplataformas enfrentadas en un eje transversal aldel templo, sobre las que se observaron eviden-cias de patios hundidos menores y vestigios de unatrio con pilares en lo que debió ser el frontis deuna de estas plataformas. Continuando por el ejedel templo, enfrentado al patio hundido y al cen-tro de la plataforma principal, se encontraba unaplataforma central de 24.5 m de largo y 15.5 deancho. Al lado sureste de esta se encontraba otraplataforma baja con patios hundidos a ambos la-dos. En el probable caso de que las estructuras

Fig. 93. Kunturwasi. Vista pa-norámica del sitio y de las te-rrazas escalonadas sobre lascuales se levanta el templo(Canziani).

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4. EL URBANISMO TEMPRANO 103

registradas sobre la plataforma principal hubie-ran estado dispuestas con un ordenamiento simé-trico, se supone que estas tendrían sus equivalen-tes en el flanco opuesto del eje, de lo que resultala reconstrucción de un planeamiento general conplanta en forma de “U” (ibid: fig. 1).

Por último, es interesante resaltar que a la es-palda de la plataforma central y alineado con eleje general del templo, se registró un patio circularhundido de 15.6 m de diámetro y 2.1 m de pro-fundidad, que presentaba escalinatas contrapues-tas en este mismo eje. El hallazgo de fragmentosde enlucido con restos de pintura policroma, su-giere que el paramento de este patio circular pre-sentaba este tipo de acabado (ibid: 205-212).

Un hallazgo extraordinario durante las inves-tigaciones desarrolladas en Kuntur Wasi,corresponde a una serie de tumbas asociadas conofrendas excepcionales de adornos de oro, cerá-mica, conchas de caracolas de Strombus grabadas,piedras talladas, cuentas de mullu (Spondylus) yde piedras semipreciosas, así como otros objetosde prestigio. Siete de estos enterramientos fuerondepositados al emprender la construcción de laplataforma central de la fase Kuntur Wasi, para locual se cubrió con una enorme cantidad de rellenoslas estructuras de la fase Idolo, que correspondíana los antiguos patio hundido y plataforma centraly que sirvieron de especial repositorio para las tum-bas. (ibid: 213-220). El rico ajuar funerario queacompaña a 4 de estos entierros —3 hombres yuna mujer de edades relativamente avanzadas—

Fig. 94. Kunturwasi. Recons-trucción isométrica del edifi-cio de la fase Kunturwasi(Kato 1994).

Fig. 95. Kunturwasi. Elemento escultórico en piedra dispuesto enel eje del templo con representación de ser supranatural (Canziani).

permite suponer que se trataría de personajes dealto status, ya sea por su propia condición socialo por sus especiales prerrogativas relacionadas conlas actividades rituales desarrolladas en el

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104 JOSÉ CANZIANI

templo.11 De otro lado, la única tumba que tieneuna forma distinta, se registra aislada y al centrode un recinto de una plataforma secundaria, ycorresponde a un personaje fornido que presentauna perforación en el cráneo y estaba asociado aun ajuar funerario relativamente sencillo en el cualestaban excluidos los objetos de oro y cerámica.El conjunto de estos elementos, lleva a suponerque esta tumba corresponde a un personaje sacri-ficado en el marco de un ritual fundacional, quetuvo lugar al iniciar la construcción del nuevoedificio (ibid: 220).

Cerro Blanco

A 1.5 km al noreste de Kuntur Wasi se encuentrael sitio de Cerro Blanco, emplazado a 2,275 msnmtambién sobre la cima de un cerro que ha sidoterraplenada en dirección norte-sur. Las excava-ciones registraron la existencia de los restos de unaedificación compuesta por 4 plataformas, posible-mente con escalinatas en el frente norte. La ocu-pación registraría 3 fases correspondientes a lasdefinidas en la cuenca de Cajamarca, es decir Hua-caloma Temprano, Huacaloma Tardío y Layzón.Se hallaron también evidencias de tumbas asocia-das a ofrendas similares a las observadas en KunturWasi, como vasijas de cerámica y una gran canti-dad de cuentas de lapislázuli, turquesa y de con-chas de Spondylus, que al parecer hacían parte decollares y pectorales. Entre estos elementos destacauna plaqueta cuadrangular de concha de Spondyluscon un rostro tallado con rasgos chavinoides(Onuki y Kato 1988). De este conjunto de evi-

dencias se puede inferir que, también aquí, estosartefactos constituían parte de un excepcionalajuar funerario de personajes de alto status.

El canal de Cumbemayo

Al Oeste de la ciudad de Cajamarca se encuentrauna de las más notables evidencias de sistemastempranos de irrigación: el célebre canal deCumbemayo. Este tiene su origen en las faldas delos cerros conocidos como Cumbe a una altitudde 3,555 msnm captando las aguas que discurrende estos y que naturalmente fluirían hacia la cuencadel Jequetepeque, es decir hacia la vertiente delPacífico, de no ser porque esta extraordinaria obrahidráulica las deriva hacia la cuenca de Cajamarcay por ende, hacia la vertiente oriental del Amazo-nas. El canal tiene un recorrido de 9,100 metros yconcluye en unos reservorios al pie del Cerro SantaApolonia a 2,800 msnm (Petersen 1969).

A lo largo de su desarrollo el canal presenta 3tramos diferenciados. El primer tramo parte de latoma y es el más impresionante, tiene unos 850m de longitud y se caracteriza por estar finamentelabrado en la roca volcánica que aflora en el sitio.Las dimensiones de la sección del canal van de 35a 50 cm de ancho y de 30 a 65 cm de profundi-dad y se desarrolla en gran parte al centro de unandén, con el propósito aparente de hallar la pen-diente adecuada o superar zonas accidentadas.Existen zonas con un trazo zigzagueante queparecen responder a la necesidad de aminorar lavelocidad del caudal, así como pequeños túnelesque perforan grandes rocas que se interponían enel trayecto del canal. Un segundo tramo, de másde 2,600 m va desde el término del canal labradoen la roca y ha sido excavado en la ladera de loscerros, hasta alcanzar el abra de la divisoria conti-nental (3,150 msnm). Mientras que el tercer tra-mo, con una longitud de 5,650 m desciende desdeel abra hasta llegar a un sistema de reservorios.

Además de su importante función, al incre-mentar el abastecimiento de agua de la cuenca deCajamarca, el canal de Cumbemayo está asocia-do a una serie de estructuras de aparente carácterceremonial, e inclusive las propias paredes delcanal presentan relieves labrados, cuyos diseñoscorresponderían al período Formativo. Se hasugerido que una serie de sitios de esta época esta-

Fig. 96. Kunturwasi. Pectoral de oro hallado como parte del ajuarfunerario de personajes de elite enterrados en el templo (fuente ?).

11 Es status jerárquico de los ocupantes de las tumbas de Kuntur Wasi, sería corroborado también por la especial ubicación deestos enterramientos en la arquitectura ceremonial, cual es el atrio de la plataforma central correspondiente a la fase Idolo.

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rían concatenados a lo largo de un eje ritual aso-ciado al trayecto del canal. De esta manera, desdelas obras de derivación del Cumbemayo se articu-larían los conjuntos ceremoniales de Layzón,Hualanga Orco, Agua Tapada y Santa Apolonia,todos ellos con vestigios correspondientes al For-mativo (Williams y Pineda 1983).

Los datos disponibles acerca del manejo de losrecursos y las formas de organización social, pre-sentes durante esta época en la cuenca de Cajamarcason aún bastante fragmentarios y preliminares. Sinembargo, la presencia de importantes obras hidráu-licas como la del canal de Cumbemayo permiteninferir una creciente importancia de la economíaagrícola en la región. De otro lado, como indica-dor del desarrollo desigual que el proceso presentaen los Andes Centrales, en esta región se registrahasta bien entrado el Formativo una importantecontribución de la caza del venado en el aprovi-sionamiento de las subsistencias; mientras que laintroducción de la ganadería de camélidos y suconsumo alimenticio habría sido un fenómenorelativamente tardío en comparación a lo que acon-tece más al sur (Seki 1994: 158).12 De otro lado,el impresionante ajuar funerario asociado a las tum-bas halladas en Kuntur Wasi y Cerro Blanco, esta-

rían manifestando un proceso acelerado de dife-renciación social que expresaría la presencia desociedades complejas, promotoras de la magni-tud y calidad alcanzadas por la arquitectura mo-numental en la región.

Sin embargo, no queda muy claro el eventode Layzón, cuando gran parte de los centros ce-remoniales son abandonados o sujetos a proce-sos de destrucción por parte de sus ocupantes. Sepuede suponer la disgregación de las elites aso-ciadas con el funcionamiento de los centros ce-remoniales y la crisis del sistema religioso que lossustentaba y que permitía la integración de la po-blación, como consecuencia de profundos cam-bios en el modo de vida, relacionados con la afir-mación de una economía agro pecuaria (Seki1994, Matsumoto 1994). Sin embargo, la ausen-cia de mayores datos y especialmente de aquellosrelacionados con la problemática de la evoluciónde los patrones de asentamiento —donde se vin-cule los sitios de aparente función pública, conlas características y contextos que presentan lossitios habitacionales contemporáneos— impideuna mayor profundidad en el análisis sin arries-gar planteamientos especulativos.

12 De acuerdo a los datos de Huacaloma, en los períodos tempranos se tendría un alto consumo de cérvidos y escaso decamélidos, esta distancia aminoraría en el Huacaloma Tardío, para luego revertirse dramáticamente en el período Layzón, dondedecaería sustancialmente el consumo de cérvidos y sería mayoritario el de camélidos (M. ShimadaShimada 1985). Esta tendenciaes totalmente plausible si se supone que los camélidos domésticos fueron introducidos a la región desde la sierra central. Sinembargo, es preciso advertir que estas tendencias en la composición de las subsistencias podrían haber sido acentuadas por elcambio de función del sitio de Huacaloma de ceremonial a habitacional, si se diera el caso, por ejemplo, de que el consumo decérvidos estuviera asociado a fines rituales durante las fases tempranas.

Fig. 97. Canal de Cumbe-mayo. Foto de detalle del ca-nal tallado en la roca (Burger1995: fig. 101).

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Pacopampa

Se trata de un sitio bastante representativo delFormativo de la sierra nor peruana, unos 200 kmal norte de Cajamarca, ubicado en la provincia deChota. El sitio está emplazado sobre la cima deun cerro a 2,140 msnm y corresponde a una es-tructura de tipo piramidal conformada por 3 pla-taformas escalonadas, con el frente principal orien-tado hacia el Este. Se señala (Silva Santisteban1985, Rosas y Shady 1970) que ocupa un área decerca de 600 por 200 m y tendría una serie derasgos arquitectónicos que lo vinculan con Chavínde Huantar, cual es el caso de la presencia de pla-zas rectangulares hundidas, escalinatas, canales dedrenaje, columnas y cornisas líticas que presen-tan evidencias de talla, igualmente la presencia demonolitos tallados fue reportada en 1939 porRafael Larco Hoyle, quien dio las primeras refe-rencias sobre el sitio.

Las limitadas excavaciones desarrolladas porRosa Fung (1976) se concentraron en la plazacuadrangular hundida y un recinto ubicados sobrela tercera plataforma superior del templo. La plazacuadrangular sobre la tercera plataforma tendríapoco más de 30 m de lado y dos escalinatas con-trapuestas de 4 m de ancho en sus lados al Este yOeste. Se señala que el paramento de los murosde la plaza estaba construido con grandes piedrasdispuestas verticalmente, a modo de ortostatos, yseparadas entre sí de 1 a 2 m por un espacio en elque se dispusieron piedras en posición horizon-tal. Mientras que el muro Este de la plataformasuperior, que tendría una extensión de unos 120m y una altura de 3 m en las partes mejor conser-vadas, está constituido por grandes bloques de 2a 3 m de largo dispuestos horizontalmente, sepa-rados por hiladas horizontales de piedras meno-res que miden de 50 a 80 cm de largo. Las piedrasde los muros están acuñadas por piedras peque-ñas o pachillas. De otro lado, las excavaciones enel área de estructuras sobre la tercera plataformareveló la presencia de dos canaletas de drenaje re-vestidas con lajas de piedra. Es interesante notarque estas dos canaletas corresponden a dos fasesdistintas y estarían señalando una evidencia preli-minar de la existencia de superposiciones arqui-tectónicas. En cuanto a las columnas y cornisas odinteles, que se encuentran dispersos sobre la su-perficie de la tercera plataforma, podrían haberserelacionado con estructuras asociadas a la plazacuadrangular hundida, de un modo semejante alque presenta la portada del Templo Nuevo deChavín de Huantar (ibid: 139-140).

En lo que respecta a la secuencia del sitio, Fung(op.cit.) plantea 6 fases, la más temprana de lascuales (AB) se relacionaría con la cerámicaTorrecitas-Chavín, un estilo que se supone ante-rior al Chavín clásico.

Los valles de Casma y Nepeña

Es innegable que en la Costa Nor-Central, losvalles de la región de Casma presentan una reali-dad única y destacada durante el período históri-co que nos ocupa. La gran cantidad de complejosceremoniales, su alto grado de concentración enel territorio y las inusitadas dimensiones colosalesalcanzadas por muchos de estos, ha llamado laatención de los estudiosos de la arquitectura mo-numental temprana y de los procesos iniciales quemanifiestan el surgimiento de las primeras for-maciones de carácter estatal.

Se puede inferir de esta realidad, que la imple-mentación de la economía agrícola fue en la re-gión extraordinariamente exitosa, tanto como paragenerar la disponibilidad de ingentes cantidadesde excedentes productivos, que no sólo permitie-ran invertir notables recursos en la erección deestos colosales complejos, sino también sustentarel surgimiento y desarrollo de una compleja es-tructura social, que se manifiesta de manera pa-tente en las extraordinarias características de suconsistente urbanismo temprano. Es posible su-poner que en este fenómeno regional intervinie-ran favorablemente la conjunción de diversos fac-tores de índole geográfico, histórico, económicoy social. Entre estos, el que los valles relativamentepequeños de la región, como son los de Casma ySechín presentaran las condiciones más idóneaspara la implementación de un sistema de irrigaciónartificial, cuyo desarrollo fuera factible a partir delbagaje tecnológico disponible, sin el requerimientode grandes obras públicas de canalización y que,al mismo tiempo, no obligara a un sistema deadministración de riego demasiado complejo, talcomo el que exigirían valles de mayores propor-ciones. Estas favorables condiciones económicasdebieron de reforzarse notablemente con la inte-gración de una provechosa explotación de los re-cursos marinos, cuya variedad y abundancia en lazona es ampliamente reconocida.

Por otra parte, durante esta época la regióndebió constituir el centro de articulación de unaserie de interrelaciones entre las regiones al norte,este y sur, con la difusión e intercambio no sola-mente de valiosos recursos sino de tecnologías,

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conocimientos e ideas, que unidas a la existenciade un favorable substrato histórico en la región,hicieron que aflorara en Casma el más notableproceso de desarrollo de esos tiempos. Esta situa-ción especial de los valles de Casma, en cuantocentro de articulación de diferentes tradicionesregionales, se puede percibir claramente tambiénen la variedad formal de su arquitectura monu-mental, que nos muestra una extraordinaria sín-tesis de distintas tradiciones arquitectónicas, aligual que en el desarrollo de los patrones y mate-riales constructivos de sus edificaciones.

La gran mayoría de los complejos se encuen-tran localizados en la parte media de los valles deCasma y Sechín, entre 15 a 20 km del litoral. Estaubicación confirma también la importancia de laagricultura en la economía de estas sociedades,dado que los sitios principales están instalados enla zona más amplia y que concentra las mejorestierras productivas de estos valles. Una excepciónespecial es la del sitio de Las Aldas, cuyo complejoceremonial se encuentra localizado en el litoral.Este tipo de sitios, ligados al litoral, independien-temente de la función ceremonial o habitacional

Fig. 98. Sitios Formativos deCasma (Pozorski y Pozorski1987).

Fig. 99. SMonumentos arqueológicos de los valles de Sechín y Casma según Tello (1956: fig. 2).

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que tuvieran —como aparentemente es el caso delos ubicados en Punta El Huaro y en la bahía deTortugas— ilustran la existencia de una serie deasentamientos asociados al manejo de los recursosmarinos y de las vecinas lomas, y que dependie-ron para su subsistencia de las fuentes de agua delos valles y del intercambio o abastecimiento delos productos agrícolas que en ellos se producían,y posiblemente también de otros como cerámicay textiles. En contrapartida, testimonio de estasrelaciones se encuentran también en los sitios asen-tados en los valles, donde es abundante y recu-rrente la evidencia del consumo de productosmarinos. (Fung 1972, Pozorski y Pozorski 1987)

Las Aldas

Este importante sitio formativo se ubica en estre-cha proximidad del litoral marino, unos 20 km alsuroeste del valle de Casma, en una zona desérticay aparentemente alejada de fuentes de aprovisio-namiento de agua. El sitio presenta una extensaárea con densos basurales y vestigios de ocupaciónque corresponden tanto al período Precerámicocomo al Formativo, sin embargo la edificacióncentral del templo presenta las características fi-nales correspondientes a esta última ocupación.Las relativamente buenas condiciones de conser-vación del templo y el hecho de que no haya sidomayormente disturbado por ocupaciones poste-riores, permite una buena aproximación a los ras-gos principales que caracterizan la arquitecturamonumental casmeña de este período.

El templo presenta un definido ordenamientoaxial que alinea 4 plazas consecutivas y culminaen el montículo piramidal —que se encuentra alsur oeste del complejo— a lo largo de más de 400m. Tanto al Este como al Oeste del templo se en-cuentran otros montículos menores que, con susplataformas en forma de “U”, parecen replicar enmenor escala los rasgos dominantes de su arqui-tectura. El montículo del templo ha sido cons-truido aprovechando la existencia de un promon-torio natural que ha sido incorporando a su volu-men, generando plataformas escalonadas medianteel desarrollo de muros de contención y rellenosconstructivos. Las plataformas escalonadas pre-sentan a su vez plataformas laterales, definiendoasí una secuencia ascendente de atrios con plantaen forma de “U” y escalinatas centrales, que per-

miten el ascenso hasta la cima. De esta manera, lacúspide del templo culmina asomándose dramá-ticamente sobre un brusco acantilado que se ele-va sobre el mar y domina el paisaje del litoral. Alpie de la pirámide y en dirección nor este, se desa-rrolla la secuencia de las 4 plazas limitadas por elalineamiento de dos ejes paralelos separados unos70 m entre sí. Un primer gran patio tiene plantacuadrangular y está rodeado por sus 4 lados porun grueso bordo sobreelevado, lo que produce lasensación de que este espacio es “hundido”; la si-guiente plaza es de planta rectangular y aparente-mente ha sido simplemente nivelada y delimitadapor un simple muro o alineamiento de piedras.Es notable la presencia en esta plaza, en posiciónalineada con el eje central y desplazada hacia elsur de esta, de un pozo circular hundido de unos18 m de diámetro que presenta dos escalinatascontrapuestas con la clásica forma definida enotros sitios del Precerámico final.13 Le sigue eldesarrollo de una tercera plaza, también en estecaso con un muro perimétrico, pero con la pre-sencia de dos accesos alineados con el eje del com-plejo; finalmente se delinea una cuarta y últimaplaza de planta cuadrangular, al igual que la ante-rior. Se ha advertido también que, continuando

Fig. 100. Plano de Las Aldas (Pozorski y Pozorski 1987).

13 Como se ha visto en el capítulo anterior, estos pozos ceremoniales hundidos presentan de manera recurrente dos escalinatascontrapuestas —alineadas con el eje principal de los complejos —cuyos lados son convergentes hacia el centro del circulo,

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con los dos ejes paralelos que delimitan la secuen-cia de plazas, se proyecta por más de un kilóme-tro hacia el noreste el trazo de un camino que seorienta hacia el valle de Casma. Se puede suponerque este constituía una suerte de camino ceremo-nial para quienes, llegando desde el valle, se aproxi-maban al templo (Fung 1972: 32).

Se han establecido para este complejo distin-tas fases de ocupación y claras evidencias desuperposiciones arquitectónicas. Este es el caso delas excavaciones desarrolladas en la primera pla-taforma inferior y en una de las plataformas late-rales del montículo, que permitieron establecerque fueron construidas con la técnica de las bol-

sas de junco rellenas de piedras y cascajo (shicras),estos datos —unidos a las asociacionesestratigráficas— permitirían suponer que estas es-tructuras corresponderían al final del Precerámicoo a la primera fase con cerámica. La estratigrafíatambién revelaría que el pozo ceremonial e, in-clusive, las plazas corresponderían a una interven-ción tardía, luego de que el templo tuviera un lar-go tiempo de funcionamiento (ibid.)

Cerro Sechín

Este es un sitio bastante conocido arqueológica-mente, a partir de su descubrimiento por Julio C.Tello en 1937 (Tello 1956) y de las diferentes hi-pótesis e interpretaciones que se han planteadoacerca de su función y el arte de su pintura muraly grabados escultóricos en piedra.

La plataforma correspondiente al edificio prin-cipal se ubica en el flanco norte y al pie de lasladeras del Cerro Laguna que se eleva 265 msnmconstituyéndose en un hito dominante en estazona del valle de Sechín. La plataforma presentauna planta cuadrangular de unos 53 m de ladocon las esquinas redondeadas y se estima que de-bió de tener poco más de 4 m de alto. Posible-mente, del lado Sur de la plataforma se debierondesarrollar otras estructuras que le otorgaban unaaltura algo mayor (Samaniego, Vergara y Bischof1985). La planta de la plataforma principal, deli-

Fig. 101. Las Aldas. Vista panorámica del litoral marino desde laplataforma superior del templo, cuyo talud se aprecia en la esquinainferior izquierda de la fotografía (Canziani).

Fig. 102. Las Aldas. Vista ha-cia el norte del templo en laque se aprecia la secuencia deplazas (Canziani).

mientras que las gradas de trazo curvilíneo corresponden a secciones de arco, trazadas desde el mismo centro del círculo.Adicionalmente, como es el caso de Las Aldas, pueden también desarrollarse muros concéntricos al círculo, que lo enmarcan yresaltan aun más la sensación de espacio “hundido”.

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mitada por un muro de contención revestido porbloques de piedras grabadas, corresponde a unade las fases finales de la edificación ya que existenuna serie de evidencias de superposiciones conrelación a edificios anteriores.

La edificación más antigua correspondería aun conjunto de estructuras dispuestas con unaplanta en forma de “U” y construidas con adobescónicos sobre una pequeña plataforma escalona-da, que en ese entonces alcanzaba unos 34 m delado. El elemento central de esta composición, loconstituye una cámara de planta cuadrangular yesquinas redondeadas, a la cual lateralmente seadosaron recintos cuyos frentes presentabanpilastras. Estas estructuras, que se disponen amanera de brazos laterales, definen un atrio al quese accedía mediante una escalinata ubicada en eleje central del frontis de la plataforma. Llama laatención que esta escalinata presente un desarrollobipartito, al estar dividida por una profunda ra-nura que marca físicamente el eje central de todoel conjunto. Aparentemente existían en la partesur de la plataforma estructuras dispuestas en unnivel más elevado ya que la cámara central, ade-más del acceso central, presenta un vano en su

lado Oeste que conduce a una escalinata, que per-mitía ascender hacia una terraza y a otras estruc-turas lamentablemente destruidas.

Estos edificios de adobe presentan un finoenlucido en barro e importantes evidencias deacabado con pintura y decoraciones con pinturamural. Este es el caso del recinto central y de loslaterales que exhiben un acabado rosado al exterior

Fig. 103. Plano de CerroSechín (Samaniego et al.1985).

Fig. 104. Plano del edificio temprano de Cerro Sechín (Maldonado1992: fig. 4).

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y azul plomizo al interior, mientras que a amboslados del acceso a la cámara central se encuentrala evidencia de pintura mural, representando dosfelinos dispuestos simétricamente mirando haciala entrada y que fueron pintados directamentesobre el enlucido de arcilla amarillenta en negrosólido, con las garras en tono naranja rojizo y blan-co en las uñas, mientras que el resto del muro fuepintado de rosado. Otras importantes evidenciasdel acabado del templo se encontraron en uno delos pilares, cuyo frente tiene un motivo inciso enbajo relieve y pintado sobre el enlucido, con larepresentación de un personaje que es arrojadode cabeza en un aparente rito de sacrificio; al igualque la representación de peces en el frente de lasplataformas correspondientes a la tercera fase dela edificación (ibid: 173-178).

Importantes y reveladoras evidencias de pos-teriores remodelaciones con diversas superpo-siciones arquitectónicas se observan con la pre-sencia de rellenos constructivos de adobes cónicosy, especialmente, con el hallazgo de 4 escalinatassuperpuestas —todas con la junta demarcando eleje central— cada una de las cuales debió corres-ponder a las distintas fases de renovación y fun-cionamiento en la historia de la edificación cere-monial, al estar aparentemente asociadas con elascenso a los distintos niveles que alcanzaron su-cesivamente los respectivos pisos superiores en laplataforma principal. Además del crecimientovertical de la plataforma principal esta se exten-dió progresivamente horizontalmente en todos susfrentes, aumentando sustancialmente el área de lamisma. Si bien la configuración en “U” de las es-

tructuras dispuestas sobre la plataforma parece quese mantuvo durante las distintas fases, el frontisprincipal tuvo un tratamiento diferenciado conrelación al primer edificio, que presentaba origi-nalmente pilares y ambientes parcialmente abier-tos en la fachada, ya que durante las posterioresfases la tendencia habría sido la de resaltar el ca-rácter macizo de la plataforma, para culminar fi-nalmente con el revestimiento lítico de la misma(Maldonado 1992, Fuchs 1997).

Efectivamente, en una de las últimas fases deltemplo, se procedió a una ulterior ampliación dela plataforma, la que fue revestida con un murolítico compuesto por piedras grabadas. Los moti-vos representados confluyen hacia la portada cen-tral en el frontis Norte, donde se ubicaron recu-rrentemente las escalinatas centrales del templo, yremata a ambos flancos de esta con dos altos

Fig. 106. Escalinatas superpuestas en el frontis de Cerro Sechín,cada una correspondiente a los sucesivos niveles alcanzados por laplataforma del templo en la secuencia de remodelaciones de dife-rentes épocas (Canziani).

Fig. 105. Vista del edificiotemprano de Cerro Sechín,donde se aprecia la esquinacurvada de la cámara centralcon evidencias de pinturamural y a la derecha, un blo-que constructivo de adobescónicos correspondiente a unsello de época posterior(Canziani).

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monolitos verticales grabados con el diseño de unasuerte de estandarte, en otros monolitos verticalesse representan guerreros de perfil, todos desfilan-do en dirección a la portada central, intercaladosentre estos otros bloques tienen grabados repre-sentando cuerpos humanos seccionados así comocabezas, extremidades mutiladas, que parecenrepresentar en conjunto el desfile victorioso deguerreros asociado al sacrificio de los vencidos.Resulta revelador que este desfile de guerreros seinicie a partir de las jambas de una portada que seencuentra al centro del frente sur de la platafor-ma y que daba acceso a una galería subterránea,como si se plasmara un desfile real que quizás seiniciaba con la salida de los guerreros desde estagalería para dirigirse en direcciones opuestas y al-canzar finalmente la portada central de acceso altemplo (Fuchs 1997).

Justamente, para permitir la circulación en losfrentes de los lados Sur, Este y Oeste, se desarrollóun pasaje perimétrico que separaba, a su vez, laplataforma principal de plataformas laterales con

esquinas rectangulares y escalinatas centrales y dedos plataformas cuadrangulares de esquinas redon-deadas que se dispusieron a ambos lados en suextremo Norte, conformando en el conjunto gene-ral una planta en “U” (Samaniego, Vergara y Bis-chof 1985: fig. 2). Si bien no se conocen mayoresdatos sobre la existencia de otras estructuras en elsector Norte, que pudieran haber correspondidoal desarrollo de plazas u otras estructuras típicasde los complejos casmeños, no sería de descartarque estas también se hubieran dado, especialmentesi se considera las observaciones hechas por el Dr.Tello (1956: 104) al describir el sitio y notar alNorte de este una extensa explanada, a modo deplaza, donde nota la presencia de una depresiónde unos 80 m de lado y de 3 m de profundidad,como si se tratara de una especie de reservorio.

Moxeke

Este importante sitio se localiza en una ampliaquebrada lateral de la margen derecha del valle deCasma, a unos 18 km del mar. En los dos extre-mos del asentamiento destacan dos grandes mon-tículos monumentales: la Huaca de Moxeke alsuroeste y la Huaca “A” al noreste. Estos dos mo-numentos están alineados y comparten un mis-mo eje orientado 41º noreste que alcanza más de1,500 m de longitud y que, a su vez, constituye elcentro del marcado ordenamiento axial que pre-senta el complejo en todo su conjunto.14 Entrelos dos montículos principales se genera un vastoespacio, que está demarcado lateralmente por dosejes paralelos al eje central, a lo largo de los cualesse alinean una serie de montículos y edificacionesmenores que se disponen frente a frente a unos600 m. de distancia entre sí. En este extenso espa-cio central, aparentemente libre de edificios, seaprecian vestigios de grandes plazas cuadrangulares(Tello 1956: 49-53, fig. 2; Pozorski y Pozorski1989: fig. 1).

El montículo de Moxeke se ubica al suroeste yes el mayor en volumen, con unos 160 por 170 mde lado y unos 30 m de alto. Presenta una plantarectangular con esquinas redondeadas y una se-cuencia de plataformas escalonadas. En el frontisprincipal del lado noreste, las plataformas generansucesivos entrantes o atrios, definidos por brazoslaterales, en cuyo eje central se observó la existenciade una serie de escalinatas. Quizás el hallazgo más

Fig. 107 a. Monolito del frontis de Cerro Sechín representando unguerrero (Tello 1956: fig. 57). Fig. 107b. Monolito del frontis deCerro Sechín ubicado en el flanco de la portada de acceso y queparece representar un estandarte que encabezaba el desfile de losguerreros (Tello 1956: fig. 53).

14 Estos ejes son consistentes en su orientación, siendo dominante en los complejos del valle de Sechín (Sechín Alto, Taukachi,Sechín Bajo) de 32º NE; mientras que en los del Casma (Moxeke, La Cantina) es de 41º NE.

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espectacular reportado por el equipo dirigido porel Dr. Julio C. Tello, fueron las esculturasantropomorfas de gran tamaño alojadas en gigan-tescos nichos, en el nivel de la tercera plataformade la esquina norte del montículo, las que estabanintercaladas con paneles decorados con relieves.Tanto los relieves como las esculturas fueron fi-

namente enlucidas con barro y pintadas con rojo,azul, blanco y negro (Tello 1956: 60-64).

En cuanto a los materiales constructivos, exis-ten evidencias tanto del empleo de la piedra comode los adobes cónicos. De acuerdo a lo reportadopor las excavaciones del Dr. Tello, se puede supo-ner que las fases más tempranas de la edificación

Fig. 108. Plano general de Moxeke (Pozorski y Pozorski 1987).

Fig. 109. Vista panorámicahacia el norte del complejodesde la pirámide de Moxeke.Sobre la línea de los cultivosrelativamente recientes, quehan desdibujado las plazas, seaprecia el volumen de laHuaca ‘A’ (Canziani).

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fueron construidas con adobes cónicos y que a unade estas se asociaría el acabado de la tercera plata-forma con los grandes ídolos y la decoración polí-croma. En este caso —como en la escalinata cen-tral y el vestíbulo— Tello observó claramente quelos ídolos fueron cubiertos intencionalmente conel agregado de nuevas estructuras, las que aparente-mente estaban asociadas al empleo de piedras y alrevestimiento del edificio con bloques megalíticos(ibid: 56-64; fig. 25). La pirámide de Moxeke,por lo tanto, no sería ajena a la difundida tradiciónde las superposiciones arquitectónicas, que impli-caban el sucesivo relleno y sello de las estructurasque culminaban su vigencia, para sobre estas eri-gir las nuevas estructuras que conformarían unaversión renovada de la edificación monumental.

El planeamiento de la arquitectura que se en-cuentra sobre la plataforma es bastante complejoy denso, desarrollándose a partir de un esquemaplanificado de simetría bipartita y contrapuesta,con relación a los ejes longitudinal y transversalde la plataforma. A lo largo del eje longitudinalde la plataforma “A” —que coincide con el ejeprincipal del sitio— se ubican los frontis princi-pales, que están orientados de forma contrapues-ta mirando hacia las plazas hundidas. El acceso aestos atrios, desde las respectivas plazas hundidas,

Fig. 110. Plano de la pirámide de Moxeke (Tello 1956: fig. 25).

Fig. 111. Distribución de los ídolos escultóricos en la esquina no-roeste del frontis de la pirámide de Moxeke (Tello 1956: fig. 27).

La Huaca “A” se localiza en el otro extremodel sitio, hacia el interior de la quebrada y a unos1,300 m. de la pirámide de Moxeke. Su platafor-ma, de planta cuasi cuadrangular, tiene 135 por120 m de lado y unos 12 m de alto y, en sus ladosde los extremos al suroeste y noreste, se le adosansendas plazas cuadrangulares hundidas. Adicional-mente la plaza hundida ubicada al noreste pre-senta el adosamiento de una plataforma baja en lacual se hallaron evidencias de que en ella se en-contraba inscrito un pozo circular hundido.

Fig. 112. El Dr. Julio C. Tello al pie de uno de los grandes ídolos(IV) expuesto por sus excavaciones en el frontis de la pirámide deMoxeke (Burguer 1995: figs. 3).

Fig. 113. El ídolo (III) del frontis de la pirámide de Moxeke (Burguer1995: figs. 66).

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se resolvía mediante largas escalinatas centrales. Apartir de estos atrios contrapuestos, se ingresaba aamplias cámaras o recintos que presentan esquinasredondeadas y nichos, las que, a su vez, se encuen-tran flanqueadas por otras cámaras de rasgos si-milares pero de menor tamaño, en cuya agrega-ción se percibe recurrentemente un ordenamientoque define plantas en forma de “U”. Este patrónes remarcado por la progresiva elevación ascen-dente de los niveles de los recintos que conforman

los respectivos brazos laterales de estas composi-ciones en forma de “U”. Al centro se encuentraun gran patio rodeado de banquetas, a partir delcual y ordenándose simétricamente a lo largo deun eje transversal, se organizan dos atrios contra-puestos (al noroeste y sureste) con sus respectivasseries de cámaras que repiten básicamente la mis-ma forma de disposición en “U” (Pozorski yPozorski 1987: 30-45; Pozorski y Pozorski 1989:Fig. 5). De las 46 cámaras con nichos y cenefas,38 presentan esquinas redondeadas (ibid. 1989:fig. 8), expresando un fuerte parentesco con lasque caracterizan a la tradición Mito, con la salve-dad de que aparentemente no presentan las clási-cas banquetas interiores ni el fogón central. Cabepreguntarse si estas cámaras, especialmente las degrandes dimensiones, estuvieron techadas comocorresponde a las están afiliadas a esta tradición.Una reconstrucción puede ayudarnos a establecerhipotéticamente cuales recintos pudieron estartechados y cuales constituyeron espacios libres oáreas de circulación.

Las excavaciones desarrolladas en la Huaca A,registraron en los atrios de los frontis noreste ysuroeste la existencia de banquetas y de frisos deco-rativos en relieve que se conservaban tan sólo enla base de los paramentos exteriores de los recintoscentrales (Pozorski y Pozorski 1994: fig. 4). Encuanto al sistema constructivo, aparentemente laplataforma fue hecha con piedra y mortero de ba-rro, sin embargo la presencia de adobes cónicoslleva a suponer que estos también fueron utiliza-dos en la construcción de los muros de los recintos.En los acabados de las estructuras se aplicó final-

Fig. 114. Plano de la Huaca ’A’ de Moxeke (Pozorski y Pozorski1987).

Fig. 115. Vista desde el suroes-te de la Huaca “A” con la plazahundida en primer plano(Canziani).

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mente un fino enlucido de barro y pintura blancaa los muros y pisos (Pozorski y Pozorski 1989: 20).

Los montículos y edificaciones menores ali-neados a ambos flancos del eje central del sitio,aparentemente también tuvieron una función decarácter público y presentan construcciones so-bre plataformas bajas, con el característico orde-namiento con un recinto o cámara central conesquinas redondeadas, a veces con dos brazos la-terales formando un atrio con planta en “U”, siem-pre dentro de un esquema de simetría bilateral(Ibid 1989: fig. 6 y 7). Estas edificaciones pare-cen estar asociadas a otras de aparente carácterresidencial y de cierto nivel de status, ya que pre-sentan orientación y características constructivassimilares a la arquitectura pública menor. Mien-tras que otros sectores revelarían una ocupacióndoméstica de bajo status y se caracterizan porquese concentran aisladamente de la arquitecturapública; sus estructuras son más pequeñas e irre-gulares; y constructivamente presentan cimientosde piedra que posiblemente servían de base a es-tructuras de quincha u otros materiales perecede-ros (Pozorski y Pozorski 1987: 36-38).

En Moxeke se puede advertir un magníficoordenamiento urbanístico cuya compleja confi-guración elabora de manera magistral el modelode planeamiento axial propio de los complejoscasmeños de la época, presentando además la sin-gular variante de emplazar a los dos edificios prin-cipales a los extremos del eje principal que orga-niza espacialmente el asentamiento.15 A su vez,estos dos edificios exhiben una impresionante ar-quitectura monumental, cuya configuración esradicalmente distinta. En este contrapunto dual,tenemos por una parte una construcción pira-midal, cuya configuración formal, acabados y ras-gos decorativos podrían estar señalando una fun-ción predominantemente política ceremonial;mientras que la especial configuración de la Huaca

A presenta rasgos formales muy especiales, conun denso despliegue de cámaras dispuestas en unintrincado ordenamiento simétrico. A partir dela constatación de esta diversidad arquitectónica,se puede deducir que los respectivos edificios de-bieron responder a funciones bastante distintasentre sí. Esta diferenciación se pudo manifestartanto en el ámbito de las actividades ceremonia-les desarrolladas en la pirámide de Moxeke y en laHuaca A, o quizás —como se ha sugerido recien-temente— pudiera la primera haber concentradolas actividades ceremoniales, mientras la segundapudiera haber respondido a determinadas funcio-nes de carácter político administrativo, planteán-dose la posibilidad de que las estructuras de laHuaca A sirvieran para fines de almacenamiento(Pozorski y Pozorski 2000).16 En todo caso, elplaneamiento complejo con ejes de simetría con-trapuestos y desarrollo modular que exhibe laHuaca “A”, constituiría uno de los casos mástempranos y extraordinarios de planificación in-tegral en el diseño arquitectónico.

De otro lado las edificaciones públicas de ca-rácter menor, localizadas a lo largo del eje del sitio,podrían estar indicando el desarrollo de activida-des segregadas a personajes de menor rango, encuanto espacios de tratativa o acopio de bienes, ypor lo tanto quizás supeditados funcionalmente alas actividades desarrolladas en los edificios pú-blicos de mayor jerarquía (ibid.). De la diferenciasmorfológicas y funcionales apreciadas en las edi-ficaciones públicas de Moxeke, se puede deduciruna organización social compleja y jerarquizada,con la presencia de diferentes estamentos cum-pliendo diferentes actividades especializadas. Larelevante presencia de una serie de elementosnovedosos como los aquí reseñados podrían estarseñalando la temprana presencia de una forma-ción de carácter estatal, una de cuyas sedes privi-legiadas debió ser evidentemente Moxeke.

15 En casos tan sobresalientes como Moxeke, se puede advertir que el manejo del lenguaje arquitectónico y urbanístico esbidireccional. Es decir no solamente la edificación piramidal estuvo diseñada para la exaltación de los rituales que sobre esta sedesarrollaban y lograr un sobrecogedor impacto entre quienes eran convocados a asistir a estos desde las plazas y otros espaciospúblicos; también podemos colocarnos virtualmente en la posición de quienes desde lo alto de la pirámide oficiaban los ritualesy contemplaban el orden establecido, plasmado en la espectacular perspectiva urbana de las enormes plazas alineadas y flanqueadaspor los montículos y edificios públicos, y que culminaba a una considerable distancia en la imponente mole de la Huaca A. Estaimpresionante visión por cierto debió contribuir a legitimar, ante sí mismas, el enorme poder ejercido por las clases dominantes,en cuanto debieron asumirse portadoras de una cosmología capaz de imponer un orden social, materializado en el ordenamientourbano que se afirma en el paisaje y la naturaleza indómita del valle.

16 El ordenamiento dual de Moxeke Pampa de las Llamas, donde se podría estar manifestando la configuración de una especialdiferenciación y complementariedad, entre las actividades ceremoniales y seculares desplegadas por parte de la elite urbana,representaría así un temprano antecedente de la organización que se hipotetiza para asentamientos urbanos más tardíos, como esel caso de las Huacas del Sol y la Luna para Moche.

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Sechín Alto

Se trata del complejo de mayor envergadura pre-sente en los valles de Casma, cuyo eje principalsupera los 1,500 m y está presidido por una mo-numental pirámide, cuya envergadura la hace lamayor construida en el Perú y América del Sur.Efectivamente, su planta cubre un área de 250por 300 m con unos 35 m de alto, de lo que re-sulta un volumen colosal de aproximadamente1’350,000 m3. Está pirámide, no obstante encon-trarse bastante erosionada, muestra claras eviden-

cias de plataformas escalonadas y la sucesión deuna serie de atrios dispuestos en forma de “U” en elfrontis principal orientado hacia el noreste y a loscuales se debió de acceder mediante amplias esca-linatas. Las plataformas que se encuentran en subase muestran paramentos megalíticos construidoscon gigantescos bloques de piedra canteada, mien-tras que las partes altas y el núcleo central estánconstituidos por estructuras de adobes cónicosque, se presume, podrían corresponder a las fasestempranas de la edificación (Tello 1956: 79-83,Fung y Williams 1977, Pozorski y Pozorski 1987).

Fig. 116. Sechín Alto. Fotoaérea (Servicio AerofotográficoNacional).

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En la parte posterior de la pirámide y separadade esta por un corredor, se encuentra una platafor-ma alargada de planta rectangular (250 x 50 m),sobre la cual se erigieron tres estructuras que re-velan también una disposición con planta en “U”.Frente a la pirámide principal se desarrollan, a lolargo del eje central del sitio, un conjunto de plazasque comprenden un área de unos 1,100 m por400 m de ancho, que se encuentran flanqueadaspor montículos menores o delimitadas por plata-formas laterales y pequeñas estructuras piramidalesque replican o componen configuraciones en for-ma de “U”. Dentro de las plazas y alineados a lolargo del mismo eje central del complejo, se en-cuentran las evidencias de por lo menos tres gran-des pozos circulares hundidos que van de 50 a 80m de diámetro (Fung y Williams 1977: 114-116).

Existen otros complejos no menos importantesque sería extenso detallar, y que ilustran tanto lapersistencia de los patrones arquitectónicos y urba-nísticos de la región de Casma; como también la

variabilidad e inusitada riqueza formal que cadauno de estos conjuntos despliega en su plantea-miento específico. Este es el caso de Taukachi-Konkán, que se ubica en proximidad de SechínAlto en una quebrada lateral de la margen dere-cha del río Sechín. Tanto su orientación como elordenamiento general del conjunto parecen repli-car muchas de las características de Sechín Alto.La pirámide principal tiene una estructura esca-lonada con plataformas laterales más elevadas loque genera una disposición con atrios en “U” enlos distintos niveles. También presenta, comoSechín Alto, una plataforma posterior separadade la principal por un estrecho corredor. Frente aeste grupo de estructuras (Taukachi), que aparen-temente correspondieron al núcleo de las edifica-ciones principales del complejo, se encuentranevidencias de plazas y pozos ceremoniales hundi-dos alineados a lo largo del eje principal del sitio.A semejanza del planteamiento dual de Moxeke,al otro extremo del sitio se encuentra otro núcleoimportante de edificaciones (Konkán). Sin em-bargo se advierten también algunas variantes,como es el caso de esta última agrupación queparece ordenarse siguiendo tanto un eje lateral,paralelo al principal, como otro transversal orien-tado al sureste, a lo largo del cual se ordena unapirámide secundaria con plataformas dispuestasen “U” y dos pozos ceremoniales que se encuen-tran frente a esta (Ibid: 116-118).

Recientes trabajos en el sector de Taukachi, aloeste del complejo, revelan que el montículo ma-yor estuvo divido en tres secciones: la primera aleste habría presentado una plazoleta o gran patio;la segunda con un atrio con columnatas que da-ban acceso a cámaras con nichos y columnas dis-puestas con un planteamiento en “U”, similar alde la Huaca A en Moxeke, mientras que el frontisde estas cámaras hacia la plazoleta también estabaflanqueado por una columnata; finalmente, la ter-

Fig. 117. Sechín Alto. Plano general (Pozorski y Pozorski 1987).

Fig. 118. Sechín Alto. Detalle de los rellenos constructivos elabora-dos con adobes cónicos (Canziani).

Fig. 119. Sechín Alto. Paramentos líticos elaborados con grandesbloques de piedra canteada en el frontis de la pirámide (Canziani).

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cera sección al oeste con ambientes dispuestos tam-bién en “U” alrededor de un espacio central y quepresentarían evidencias de acabados menos cui-dados y de la preparación de alimentos (Pozorskiy Pozorski 2000: fig. 6). 17

Sechín Bajo presenta una pirámide con el ca-racterístico escalonamiento de plataformas dis-puestas con planta en “U” y con la recurrenteorientación 32º noreste, frente a la cual se presentauna extensa plaza y dos pozos ceremoniales. LaCantina presenta una plataforma principal ubi-cada en el extremo suroeste del complejo, a la cualse le adosa una plataforma baja en la parte poste-rior; mientras que a lo largo del eje principal orien-tado 41º hacia el noreste —al igual que Moxeke—se suceden tres plazas cuadrangulares queincrementan sus dimensiones conforme se distan-cian de la plataforma principal. El complejo tienela particularidad de encontrase al centro de ungran recinto amurallado que lo circunscribe. Algo

diferente se nos presenta el complejo de Pallka,en la margen izquierda de la parte media del vallede Casma, con una orientación Este -Oeste y unapirámide de planta rectangular con plataformasescalonadas y ascendentes de Este a Oeste en lacual se observan restos de recintos y de patioshundidos; mientras que adosada a la esquina su-roeste se halla una plataforma baja en la cual sehalla inscrito un pozo ceremonial.

Cerro Blanco y Punkurí en Nepeña

En el valle de Nepeña, unos 30 km al norte delvalle de Casma, se encuentran dos notables sitiosformativos: Cerro Blanco y Punkurí que se loca-lizan en el llano aluvial del valle medio, que cons-tituye la zona agrícola más extensa e importantedel valle. Estos dos sitios, si bien no alcanzanlejanamente las colosales dimensiones de los com-plejos del valle de Casma, reúnen excepcionales

Fig. 120. Taukachi - Konkán.Plano general (Pozorski yPozorski 2000)..

17 Sobre la base de estas evidencias, que expresan una evidente diferenciación funcional, se ha propuesto que este sector delcomplejo operaba como un “palacio residencial”, con una zona dedicada a actividades públicas, posiblemente para el almacena-miento y la recepción de visitantes; mientras la sección al oeste habría estado destinada a funciones residenciales y a actividadesdomésticas (Pozorski y Pozorski 2000). Por cierto la hipótesis es muy sugerente, sin embargo debemos asumirla con cautela ya quela simple preparación de alimentos no es necesaria evidencia “domestica” o residencial y bien podría tratarse de ambientesdedicados a actividades de servicio de las desarrolladas en los ambientes principales, de lo que podría resultar un ámbito íntegra-mente público para la edificación.

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evidencias que permiten enriquecer la apreciaciónde las sorprendentes características de estos com-plejos ceremoniales y su arquitectura monumen-tal. Cerro Blanco ocupa un sitial importante enla arqueología peruana ya que fue excavado a ini-cios de los años 30 por Julio C. Tello y fue poste-riormente objeto de estudios y de la atención deotros destacados investigadores. El complejo pre-senta una planta con forma en “U” orientada ha-cia el noreste, con unos 200 m de largo y 190 mde ancho, con el cuerpo central ubicado al su-roeste. Aparentemente el planteamiento podríahaber sido asimétrico, ya que es notable que elbrazo del lado sureste tiene mayores dimensiones.Este montículo hoy en día se encuentra separadodel resto del complejo por el paso de una carrete-ra y fue en él que se descubrieron casualmenteevidencias de estructuras con relieves, lo que pos-teriormente dio lugar a los trabajos desarrolladospor el equipo del Dr. Tello.

El área excavada, relativamente pequeña conrelación a la extensión del sitio corresponde a unpequeño atrio lateral que se abre en dirección a laplaza central del complejo. Lo extraordinario delárea expuesta por las excavaciones es que pusie-ron a la luz un sofisticado arte mural acabado conpintura policroma, que no solamente representa-ba seres míticos y motivos con el clásico estilo deChavín, sino que este tratamiento se enmarca enla clara intención de “zoomorfizar” el atrio, me-diante la elaborada decoración con relieves de suselementos arquitectónicos. Con esta finalidad, enel frontis del atrio se dispuso en una posición cen-tral una pequeña plataforma baja decorada me-diante relieves con los atributos que corresponde-rían a la mandíbula superior de este ser míticocon rasgos propios de un caimán o lagarto. Losmuros centrales y laterales del atrio, de baja alturay con un tratamiento escalonado sirvieron para larepresentación por ambas caras del rostro del ser,mientras que la cabecera de los muros al igual quelos paramentos de los muros posteriores incorpo-raron motivos referidos a garras, fauces o pluma-je, de esta manera la arquitectura del atrio y susrelieves buscó de expresar las fauces y la complejacorporeidad de la divinidad (Bischof 1997).

Para la construcción de los muros se empleópiedra canteada y guijarros unidos con morterode barro, luego los muros recibieron un enlucidode barro marrón. Las incisiones que delinean losrelieves fueron ejecutadas sobre una capa adicio-nal de enlucido, utilizando una técnica de excisiónde notable plasticidad muy similar a la que carac-teriza a la cerámica de estilo Chavín. Una vez rea-lizadas las incisiones, que revelan una gran des-treza y pleno dominio de los temas representadospor parte de sus artífices, los relieves fueron pin-tados de forma policroma con rosado, rojo oscu-ro, naranja, blanco y negro (Ibid).

Fig. 121. Cerro Blanco. Plano general del complejo y ubicación delatrio excavado por Tello (Bishof 1997: fig. 14).

Fig. 122. Cerro Blanco. Plano y cortes del atrio lateral (Bischof1997: fig. 15).

Fig. 123. Cerro Blanco. Relieves modelados en barro con la imagendel ser supranatural representado en los muros interiores y exterio-res del atrio lateral (Bischof 1997: fig. 7).

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Punkurí

Este sitio se ubica igualmente en el piso del vallemedio de Nepeña y a poco más de 5 km al nores-te de Cerro Blanco al que aparentemente antece-dió cronológicamente. Se trata de un montículode planta cuadrangular en el cual las excavacionesdel Dr. Tello definieron la presencia de tres plata-formas que formaban parte un atrio de unos 25m de largo (Larco 2001: fig. 19-20). El atrio, li-mitado lateralmente por muros inclinados a modode “rampas”, presentaba en su eje central escali-natas de acceso. La escalinata entre la segunda ytercera plataformas se caracterizaba por tener unaplanta trapezoidal y por hallarse en ella una grancabeza de felino modelada en barro y pintada. La

disposición de la cabeza hecha en bulto, al igualque los dos bloques inferiores donde se han re-presentado las extremidades anteriores con lasgarras levantadas, en una posición central con re-lación a la escalinata restringe el paso sin impe-dirlo, evidenciando la intención amenazante delídolo felínico, cual si fuera un fiero custodio delingreso a los sectores más sacros del templo, quedebieron encontrase sobre las plataformas más ele-vadas (Tello 1967).

Recientes estudios del sitio han permitidoestablecer por lo menos 3 grandes secuencias deremodelaciones asociadas a superposiciones arqui-tectónicas (Vega Centeno 1999). En el marco deesta lectura, se puede suponer que el hallazgo deun entierro frente al ídolo felínico18 habría for-

18 El enterramiento excavado por Tello en 1933, correspondía a un individuo de sexo femenino, cuyos huesos se encontrabancubiertos con pigmento rojo, y que estaba adornado con una gran cantidad de cuentas de turquesa, además de estar asociado a unmortero decorado con el estilo clásico de Chavín, un strombus, dos spondylus, caracoles terrestres y huesos de cuy y ave (Tello1967: 68; Vega Centeno 1999: 6).

Fig. 124. Punkurí. Plano ycorte del atrio del templo(Larco 2001: fig. 20).

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mado parte de un ritual ofrendatorio en el mo-mento de levantar la segunda plataforma, que sellólas estructuras que hacían parte de la primera pla-taforma. Algunos de los paramentos de los murosestuvieron decorados con relieves incisos y mo-delados, los que fueron pintados con diversos co-lores. Igualmente, cabe destacar que en el frenteEste del atrio se hallaron evidencias de un pórticolateral, cuyo vano estaba flanqueado por dos co-lumnas levantadas sobre muretes bajos que deli-mitaban el acceso. De otro lado, la construcciónde las estructuras se habría realizado sobre la basede adobes cónicos en las fases tempranas, a losque se le habrían superpuesto estructuras cons-truidas con adobes plano convexos.

Chankillo

Este monumento no está claramente fechado, sinembargo algunos estudiosos presentan argumen-tos para ubicarlo a fines del Formativo, o inclusive

a inicios del período subsiguiente (Fung yPimentel 1973). El sitio, presenta característicasextraordinarias y una inserción espectacular en elpaisaje desértico, caracterizado por la presenciade promontorios rocosos cuyas elevaciones domi-nan la margen izquierda del valle de Casma, unos20 km al sureste de su desembocadura en el mar.

Los amurallamientos de esta excepcional edi-ficación se desarrollan alrededor de una de estaselevaciones. Las tres murallas exteriores presen-tan en planta un trazo concéntrico de forma oval.La primera muralla externa, que encierra todo elcomplejo, tiene en el eje longitudinal norte-surunos 320 m y alcanzaría unos 280 m en la partemás ancha del ovalo, que corresponde al sectorsur del mismo.19 Adicionalmente, en la zona cen-tral se desarrollan dos amurallamientos circula-res, cada uno compuesto por dos murallas tam-bién concéntricas, mientras que hacia el sur seubica un recinto de planta rectangular subdividi-do por muros de trazo ortogonal.

La primera y segunda muralla son las de ma-yor grosor y superan los 6 m de ancho. Este nota-ble grosor habría sido logrado de una forma sin-gular, al construir tres muros paralelos separadosentre sí, para luego proceder a rellenar los dos es-pacios de separación entre los muros con piedrassueltas y cascajo. Los muros son de piedra y mor-tero de barro, habiéndose dispuesto los bloquescon la cara plana hacia el paramento, con la ayu-da de pequeñas cuñas de piedra o pachillas. Enalgunas partes de las murallas, donde los para-mentos se conservaron protegidos de la erosión,se evidencia que fueron acabadas aplicándoles unenlucido de barro y pintura amarilla (ibid: 74).

Otro aspecto extraordinario de Chankillo loconstituye sus especiales sistemas de acceso paratrasponer las murallas. En el caso de la primeracomo de la segunda muralla —las de mayor espe-sor— los accesos forman galerías que atraviesanel ancho de las murallas y presentan techos elabo-rados con vigas labradas de algarrobo. Pero estosaccesos no son directos ya que fueron hábilmenterestringidos mediante diferentes soluciones. En elcaso de los 5 accesos de la primera muralla, seantepuso un muro de cierre, mientras que la pro-yección a ambos lados de dos machones genera-ban un obligado recorrido laberíntico. En el casode los 4 accesos de la segunda muralla, el recorrido

Fig. 125. Punkurí. Felino escultórico modelado en barro en la esca-linata central del templo (Larco 2001: fig. 22).

19 Esta dimensiones aproximadas las hemos establecido tentativamente, a partir de las mediciones registradas para las portadasy el grosor de las murallas por Fung y Pimentel (1973: fig. 2), y proyectándolas a la escala de la planta de la edificación en las fotosaéreas disponibles.

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4. EL URBANISMO TEMPRANO 123

de la galería se prolongó mediante el agregado dedos machones a los cuales se les antepuso un muroen forma de ‘C’.20 La tercera muralla era de me-nor grosor y altura y se superaba mediante 3 co-rredores que contenían escalinatas, mientras queel acceso a las murallas circulares del sector cen-tral se resolvía mediante escalinatas y pasajes conun trazo en forma de ‘Z’.

Un detalle interesante documentado en algunasde las portadas de acceso, es la presencia de cajuelaso pequeños nichos en las que se aloja un vástagode piedra vertical (ibid: Fotos 2-5). Estas cajuelasse disponen a ambos lados de las jambas de lasportadas y se supone que pudieron haber servidopara asegurar algún sistema de cierre de las mismas.Sin embargo, el hecho de que estas se encuentren

dispuestas en el paramento exterior de las mura-llas plantearía la interrogante sobre el hecho deque el cierre, en este caso, debía de realizarse ne-cesariamente desde el exterior de las murallas.

Los evidentes atributos defensivos deChankillo y su posición estratégica dan cuenta deltérmino “fortaleza” con el cual se conoce popular-mente al sitio. Sin embargo, la extraordinaria ca-lidad de su planeamiento y construcción, la nota-ble cantidad de recursos invertida en su erección,así como la proximidad de otras edificaciones quese encuentran al Este del sitio —como los enigmá-ticos 13 torreones de difícil asignación funcio-nal— no descartarían la posibilidad de que el com-plejo tuviera una función de índole ceremonial,quizás combinada con la de carácter defensivo.

Fig. 126. Chankillo. Foto aérea oblicua (Bridges 1991: 90).

20 Hay que destacar que además de los recorridos laberínticos, se explotó los sucesivos e intensos contrastes lumínicos entre lossoleados paramentos exteriores, las oscuras galerías techadas de los accesos, que terminaban enfrentadas nuevamente a la lumino-sidad de los muros de cierre, aumentando la sensación de desconcierto y temor de quienes se atrevieran a transponerlos. Esteefecto debió ser acentuado al encontrarse los accesos en posiciones desfasadas, y al variar sus formas de recorrido laberíntico demuralla a muralla.

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124 JOSÉ CANZIANI

Chavín de Huántar

Chavín de Huántar, enclavado en el corazón delos Andes Centrales, representa un sitio emble-mático de la arqueología andina y un referenteobligado para los estudiosos del período Forma-tivo, en cuanto es el centro de un fenómeno quesi bien no puede restringirse al complejo monu-mental, innegablemente tuvo en este su principalcentro propulsor. Por lo tanto, el estudio de unsitio de tanta relevancia constituye una clave cen-tral para el esclarecimiento de su problemática yno menos enigmática realidad. En este sentido,Chavín de Huántar es el centro de un extensodebate que ha eslabonado por décadas la temáti-ca, por cierto polémica, de los orígenes de la civi-lización en los Andes y el rol preponderantedesempeñado por Chavín en este proceso. (Lum-breras 1989). Dada la extensa bibliografía dispo-nible sobre este importante complejo monumen-tal, nos limitaremos aquí a tratar algunos de susaspectos más relevantes.

Chavín de Huántar tiene una localización muyespecial, ubicado a 3,180 msnm en el Callejón de

Conchucos, un estrecho valle separado de la Costapor dos importantes cadenas montañosas, la Cor-dillera Blanca y la Cordillera Negra, e igualmentede la Amazonía por la cadena Central y Oriental.Sin embargo, Chavín constituye un punto estra-tégico que representa un “nudo de caminos” queconducen y articulan con relativa facilidad (en lostérminos correspondientes a esa época) las regio-nes orientales de Huánuco, el Alto Huallaga y lacuenca del Marañón y, a través de esta vía, laAmazonía; los valles altoandinos de la región NorCentral y Norte que conducen a la cuenca deCajamarca y, desde allí, a la Costa Norte y a losvalles de La Libertad y Lambayeque; cruzandohacia el Oeste las dos cordilleras, se puede acce-der a las cuencas de los valles de Casma o, más alsur, a las de los ríos Fortaleza, Pativilca y Huauraque dan acceso hacia los valles de Lima. Eviden-temente esto hace de Chavín un ámbito muy es-pecial que puede dar a entender su localizaciónpuntual en un estrecho valle, como es el deConchucos, cuya modesta capacidad productivaevidentemente no puede explicar el esplendormonumental de este extraordinario complejoarqueológico.

Chavín de Huántar, en este punto neurálgicode los Andes Centrales, se convirtió en el principaloráculo de su tiempo. Como consecuencia de ello,no solamente fue el centro de irradiación de tras-cendentes influencias durante el Formativo, tam-bién fue el centro donde confluyeron ideas, téc-nicas y estilos desde diferentes y lejanas regiones,como posiblemente las gentes que de ellas prove-nían, portando en largos peregrinajes los dones yofrendas a sus dioses y, por su intermediación, alos sacerdotes y oficiantes que operaban en sustemplos. Como bien dice Lumbreras (1989: 22-23), en Chavín se amalgaman las conquistas delos antiguos agricultores de la vertiente oriental,el dominio técnico y conocimiento astronómicode las sociedades costeñas, con la recia vitalidadde los pastores llakuash de las punas altoandinas.De otro lado, es verosímil que muchos de estoscontactos e intercambios —documentados en unagran variedad de productos exóticos de caráctersuntuario y de sofisticada elaboración— se gene-raran en una amplia esfera de interacción, quepudo muy bien tener como protagonistas a unaserie de lejanos centros ceremoniales, tanto de lacosta como de la propia sierra, tal como ha sidosugerido a propósito de los materiales hallados enla galería de Las Ofrendas.

Chavín de Huántar tendría un rol especialmen-te significativo en el Área de Integración Central

Fig. 127. Chavín de Huántar y sitios asociados en sus inmediacio-nes en el Callejón de Conchucos (Burger 1995: 190).

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4. EL URBANISMO TEMPRANO 125

(Lumbreras 1981) con estrechas relaciones con losvalles costeños de Casma, Supe y la comarca deLima, sin olvidar los de la vertiente oriental de losAndes; al igual que contactos de mayor distancia—y no por esto de menor peso— con la Costanorte y los valles de la cuenca de Cajamarca, aligual que con Paracas en la Costa Sur. Estas rela-ciones y contactos están bien documentados,como hemos visto con la presencia e intercambiode recursos exóticos y, especialmente, de produc-tos elaborados como la cerámica. Pero tambiénestas relaciones e influencias se perciben en la or-ganización espacial y en la propia arquitectura,donde muchos de los rasgos, recursos técnicos yformales presentes en Chavín de Huántar, encuen-tran estrechas afinidades con la arquitectura mo-numental presente en estas otras regiones.21 Sinembargo, la arquitectura de Chavín al igual quesu arte escultórico, innegablemente revela tam-

bién un carácter único e inigualable, no solamentepor su sobresaliente y refinada ejecución, sino porsus singulares atributos que manifiesta un procesocreativo propio y original, por cuanto no presentaclaros antecedentes ni términos de comparacióndirecta fuera de su contexto específico (Lumbre-ras 1989: 91-114).

Aparentemente, las edificaciones más antiguasdel complejo de Chavín de Huántar correspondenal sector que se denomina “Templo Viejo”, unconjunto de estructuras que presentan una plantaen “U” abierta hacia el Este, en cuyo atrio se ins-cribe una plaza circular hundida de 21 m de diá-metro con escalinatas contrapuestas y alineadassiguiendo el eje principal del edificio. Las plata-formas masivas que conforman el cuerpo centraly los brazos laterales están recorridas internamentepor galerías subterráneas. La más importante sealoja dentro del cuerpo central y está alineada con

Fig. 128. Chavín de Huántar.Plano general (Redibujado deLumbreras 1971: fig. 2).

21 Entre estos podríamos citar el desarrollo de plataformas piramidales, el ordenamiento axial y el manejo de la planta en “U”,el despliegue espacial de terrazas, plazas circulares y cuadrangulares hundidas, conectadas mediante escalinatas que demarcan losejes de la organización espacial, la conformación de atrios con portadas integradas por columnatas y dinteles, la decoración de losparamentos con motivos escultóricos y relieves, etc.

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126 JOSÉ CANZIANI

el eje principal del templo. En su interior se en-cuentra enclavada la celebre escultura monumen-tal llamada “Lanzón” de Chavín, con la represen-tación de un ser supranatural de rasgos fieros quecorrespondería a una época temprana, de acuer-do a la secuencia de la litoescultura propuesta porJohn Rowe (1967). Las excavaciones conducidaspor Lumbreras (1989) en el atrio del Templo Vie-jo documentaron las características excepcionalesde la arquitectura de la plaza circular, cuyos para-

mentos fueron revestidos con lápidas talladas conrepresentaciones de felinos y de personajesantropomorfos, algunos desfilando tocandopututos o sosteniendo en sus manos el cactus delSan Pedro, de conocido efecto alucinógeno. Ade-más se excavaron y definieron las característicasde la galería de “Las Ofrendas”, al Norte, y par-cialmente de “Las Caracolas”,22 al Sur, ubicadasdentro de la terraza que se construyó para enmar-car la plaza circular. Estos trabajos permitieron aLumbreras establecer que la plaza circular y la pla-taforma que la enmarca, así como las galerías aso-ciadas, constituirían una remodelación más tar-día del atrio del Templo Viejo.

22 Recientes excavaciones conducidas por J. Rick han documentado en esta galería un conjunto de caracolas de Strombus,modificadas para servir de instrumentos de viento conocidos como pututo y que, en algunos casos, exhiben decoración grabada ensus superficies. Este conjunto de artefactos , depositados en esta galería, aparentemente representaron el elemento central de unaofrenda ritual que debió de tener una connotación muy especial (Rick com. verbal 2001).

Fig. 129. de Huántar. Recons-trucción hipotética del centroceremonial visto desde el este.

Fig. 130. Chavín de Huántar. Plano del Atrio del Viejo Templo(Lumbreras 1989: fig. 12).

Fig. 131. de Huántar. Detalle de la escalinata oeste de la plaza cir-cular en el Atrio del Viejo Templo (Canziani).

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4. EL URBANISMO TEMPRANO 127

Este señalamiento, como otros en direcciónsimilar, abren una serie de perspectivas sobre eldesarrollo y secuencia de las superposiciones ar-quitectónicas desde las fases más tempranas delsitio.23 En el caso de Chavín de Huántar destacala particularidad de que estas superposiciones serealizan tanto en sentido vertical, pero principal-mente en el sentido horizontal, con el adosamientode nuevas secciones a las plataformas originalesen los distintos eventos de remodelación.

Si bien se postulan una serie de hipótesis so-bre la evolución y desarrollo urbanístico del com-plejo monumental, la mayoría de investigadorescoincide en apreciar que el llamado Templo Nue-vo surge a partir de un nuevo planeamiento, quehabría tomado forma mediante el agregado de porlo menos dos grandes ampliaciones que progresi-vamente se adosaron a la plataforma original delbrazo Sur del Templo Viejo, transformándola asíen el cuerpo central de un renovado planteamientoen el que se reitera la disposición de la planta en“U” y el ordenamiento axial (Rowe 1967). Estenuevo atrio es mucho más amplio que el anteriory está definido por una primera terraza, delimita-da en sus lados Norte y Sur por las plataformas Fy E, y en la que se inscribe una plaza cuadrangu-lar hundida de unos 50 m de lado con escalinatasal eje de sus cuatro lados. Hacia el Oeste se desa-rrolla una segunda terraza más elevada y al pie de

la plataforma del Templo Nuevo, a la que se accedepor medio de una gran escalinata alineada con elnuevo eje principal y que está materialmente di-vidida por este en dos mitades que se elaboraronen dos distintos tonos de piedra.

Sobre la segunda terraza se desarrolla lo queparece haber sido una pequeña plaza hundida quese encuentra frente a la Portada de las Falcónidas.Esta daba acceso —mediante un sistema de esca-linatas y pasajes incorporados a una suerte de granzócalo de la plataforma— a las galerías interioresdel Templo Nuevo. La Portada de Las Falcónidas,además de sus escalinatas, presenta dos columnascilíndricas monolíticas y un gran dintel que fueronlabrados finamente con motivos de aves rapacesantropomorfas. Al igual que en el caso de la granescalinata, en la ejecución de la Portada de LasFalcónidas también de dividió el lado sur, elabo-rado con piedras blancas de arenisca, del lado norterealizado con piedras calcáreas oscuras. lo queevidencia el marcado significado simbólico de laorganización dual del espacio del templo. La pla-taforma del Templo Nuevo alcanzó en su base 70,9m en el frente Este y 72.6 m en el del lado Sur,con una altura que se estima en unos 12 a 15 m(Rowe 1967, Lumbreras 1989, Rick et al. 1998).

Rick et al. (1998: 194) señalan en este caso,como en el del Viejo Templo, el desarrollo de unrígido planteamiento simétrico, que se distor-

23 La existencia de superposiciones arquitectónicas fue inicialmente advertida por el Dr. Julio C Tello (1960), luego fueronsistematizadas en una interesante propuesta por John H. Rowe (1962, 1967) quien las relacionó con la secuencia planteada parala evolución estilística de las piedras labradas. Recientemente, esta secuencia ha sido revisada y puesta en discusión por el equipode investigadores dirigido por John Rick (Rick et al. 1998).

Fig. 132. Chavín de Huántar.Vista del frontis del TemploNuevo en el cual se aprecia losadosamientos al brazo sur delViejo Templo de las sucesivasampliaciones constructivas(Canziani).

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128 JOSÉ CANZIANI

24 Esta configuración en “U” del Templo Nuevo donde la plataforma (E) al sureste es exenta, es decir que se dispone libre deadosamientos con relación al cuerpo central o a las terrazas asociadas a este, es bastante semejante a la organización de muchoscomplejos costeños de la época (tales como Cerro Blanco en Nepeña, Huacoy, Garagay y Cardal en la comarca de Lima).

Fig. 133. Chavín de Huántar. Plano de planta, elevación y corte dela Portada de las Falcónidas en el eje central del Templo Nuevo(Rowe 1967).

sionaría tan sólo ante la eventualidad de reutilizarestructuras preexistentes. Sin embargo, Lumbre-ras (1989: 26-28) sugiere la evolución del com-plejo a partir de un posible esquema original queno excluye la asimetría, en el cual al Viejo Templose le habría agregado una plataforma en el ladonoreste (D) y, a una cierta distancia un brazo alsureste (E). Este último brazo se incorporaría lue-go al desarrollo del planteamiento en “U” del Tem-plo Nuevo, desempeñando el rol de brazo sur delnuevo atrio y de la plaza cuadrangular inscrita enél. Queda poco clara la posición de la terraza alEste del atrio del Viejo Templo, a menos que fue-ra parte de la remodelación posterior del mismoque plantea Lumbreras y que habría luego servi-do, mediante su proyección al Este, como brazoNorte del nuevo atrio del Templo Nuevo.24

Los recientes trabajos del equipo conducidopor Rick, dirigidos al levantamiento de planosmucho más precisos y detallados de los edificiosde Chavín, al igual que al examen de la secuenciade adosamientos observables en las juntas de los

paramentos exteriores, como en el interior de lasgalerías, les ha permitido plantear una revisión dela secuencia asumida tradicionalmente. Es espe-cialmente interesante la hipótesis propuesta en elsentido de que la sección (NEA), correspondien-te a la esquina noreste del brazo sur del Viejo Tem-plo, podría representar la edificación más antiguadel complejo. Bajo esta hipótesis, se señala que laedificación original podría haber tenido la confi-guración de una plataforma de planta cuasi cua-drangular, de 39.4 m en el lado Norte y 34.7 men el Este, con una portada principal en su frenteNorte, correspondiente a la denominada Galeríade la Escalinata (ibid.). Bajo este concepto, se su-giere que las estructuras más antiguas podrían nohaber conformado necesariamente una planta en“U” e inclusive haber tenido una orientación di-rigida hacia el Norte, de modo tal que la plantaen “U” y la orientación dominante hacia el Estedel Templo Viejo podrían haber sido resultantesde una evolución posterior. Estas interesantes hi-pótesis, que convalidan en gran parte las propues-tas anteriormente establecidas, tienen la virtud deofrecer un análisis más fino de la secuencia evolu-tiva del complejo en sus fases tempranas, lo queofrece una promisoria veta de investigación.

La técnica constructiva de las plataformas deChavín de Huántar, reviste una serie de aspectossingulares en su concepción, como también endar solución a los problemas estructurales plan-teados por las propias características constructi-vas de las plataformas y frente a las condicionesambientales locales de relativa humedad, lo quehace de este monumento un caso bastante distin-to con relación a obras semejantes desarrolladasen la Costa. Las plataformas de Chavín fueronconstruidas mediante muros de contención degrandes dimensiones, cuyos paramentos presen-tan un marcado talud con el propósito de resistirlos empujes laterales de los voluminosos rellenosconstructivos que contienen. Por otra parte, den-tro de los rellenos de las plataformas se planificóla generación de una intrincada red de galerías,mediante la construcción de muros de conten-ción paralelos que formaron pasajes, cubiertos congrandes vigas o losas de piedra y que luego, con laposterior disposición de los rellenos constructi-vos, quedaron incorporadas dentro de las plata-formas asumiendo la condición de “subterráneas”.

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Estas galerías, además de las diversas funcionesque cumplieron y que examinaremos más adelan-te, permitieron aligerar la masa estructural de losrellenos y por lo tanto la presión lateral ejercidapor estos sobre los muros de contención. Parale-lamente, estas galerías estuvieron complementadascon una compleja red de ductos de ventilaciónque las conectaban entre sí y con el exterior, permi-tiendo así airear estos espacios interiores y reducirsignificativamente la incidencia de la humedaden el cuerpo de las plataformas. Además de estesistema de ventilación, en el interior de las plata-formas se diseñó un complejo sistema de ductosde drenaje cuya función era eliminar el agua quepudiera infiltrarse en las galerías y en los propiosrellenos constructivos. Esta estrategia combinadade ventilación y drenaje, estuvo diseñada aparen-temente para controlar el nivel de humedad en elvolumen de las plataformas, ya que de saturarseestas de agua se hubieran generado empujes late-rales de tal magnitud que los muros de conten-ción no hubieran estado en condiciones de resistir,con el consiguiente riesgo de colapso del edificio.

En cuanto a los rellenos constructivos, los au-tores que han examinado el monumento señalangenéricamente que estos están constituidos porpiedras y barro o tierra. Sin embargo, una obser-vación detenida permite advertir que estos no hansido dispuestos desordenadamente, lo que sería

propio de la acción de “vaciar” un relleno y queda como resultante la mezcla aleatoria de los ma-teriales. Por el contrario, en el caso de los rellenosconstructivos de las plataformas se observa clara-mente que los materiales han sido dispuestosconcertadamente en este tipo de estructuras. Seaprecia así que piedras seleccionadas por su tama-ño mediano han sido empleadas como elementoconstructivo, disponiéndolas en hiladas sucesivas,a la vez que se les incorporaba los morteros debarro y tierra, lo que permite sostener que en losrellenos constructivos de Chavín se empleó unatécnica similar a la empleada en las pirámides cos-teñas, si bien en estas se trataba de adobes.

Las galerías de los templos de Chavín deHuántar aparentemente cumplieron funcionesdiversificadas en el contexto de las actividades ri-tuales que en ellos tenían lugar. En algunos casos,como es el de la galería del Lanzón, estas sirvieronpara alojar la principal imagen del culto, en otroscomo repositorio de ofrendas rituales de diversotipo y naturaleza, tal como se desprende de loshallazgos en las galerías de Las Ofrendas y de LasCaracolas. Además de otras funciones rituales alas que solamente debieron de acceder un limita-do número de iniciados, ciertas galerías y sus cá-maras laterales pudieron también servir comodepósitos de distinto tipo de bienes o como luga-res de enterramiento.

Fig. 134. Chavín de Huántar.Plano general con indicaciónde la posible secuencia de evo-lución a partir de un edificio(NEA) aún más tempranoque el Viejo Templo de plan-ta en U (Rick et al. 1998).

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Los paramentos exteriores de las plataformasfueron realizados con bloques de piedra labrados,con las caras planas y pulidas y los ángulos corta-dos a escuadra. Estos se dispusieron en un apare-jo de hiladas horizontales que presentan una al-ternancia regular en su grosor, con una hiladadelgada seguida de otra de mayor altura o, másfrecuentemente, alternando dos hiladas delgadascon una alta. Esta alternancia modular en el apa-rejo genera una textura y ritmo que contribuye aenaltecer las calidades propias de los paramentosfinamente labrados (Lumbreras 1989: 25). Espe-cialmente en la sección inferior del Templo Nuevo,

es notable el contraste que presenta el acabadorústico de sus paramentos, de lo que se infiereque estos no estaban destinados a tener una pre-sentación “cara vista” sino, más bien, debieron serposteriormente enchapados con lápidas o cubier-tos por estructuras arquitectónicas que le fueronadosadas, cómo es el caso del gran zócalo asocia-do a la portada de Las Falcónidas (Rowe 1967:figs. 3 y 4). La sección superior de las plataformasincorporó en sus paramentos representacionesescultóricas llamadas “cabezas clavas”, las que es-taban dispuestas horizontalmente siguiendo unmódulo de distribución regular, predispuesto en

Fig. 135. Chavín de Huántar.Vista (arriba izquierda) del sis-tema de relleno constructivode tipo estructural de las pla-taformas; en primer plano,muro de contención de silla-res labrados con el clásico apa-rejo Chavín de ritmo alterno.Nótese en la parte inferior delparamento la salida de unducto de ventilación o drena-je (Canziani).

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el ordenamiento del aparejo. Sobre estas, y comoparte del remate superior de las plataformas sedesarrollaba una cornisa formada por grandes blo-ques de piedra labrada dispuestas en voladizo, quepresentaban tanto el canto como la superficie in-ferior finamente decoradas con relieves tallados.

En cuanto a la posible extensión del sitio, y laexistencia de sectores residenciales o con arqui-tectura pública de menores dimensiones, se reco-noce que hubo un sector al norte del río Wacheqsa,el que aparentemente estaba comunicado con elsector ceremonial en la margen sur mediante unpuente de piedra constituido por grandes losasmonolíticas. Efectivamente, al realizarseexcavaciones para la realización de obras de ci-mentación de viviendas modernas, se han puestoa la luz múltiples evidencias de edificaciones, res-tos de murallas, así como fragmentos de cerámi-ca, basurales e, inclusive, galerías subterráneas, loque testimonia que gran parte del área hoy cu-bierta por el moderno poblado de Chavín deHuántar, en los sectores conocidos como Hana-barrio y Ura-barrio distantes 1 km ente sí, estu-vieron ocupados por una importante poblacióncontemporánea a los templos de Chavín (Lum-breras 1989: 18-19, Burger 1995: 159-164).

Finalmente, existen una serie de evidenciaspoco exploradas que relacionan al complejo deChavín de Huántar con su espacio territorial anivel local e incluso regional. Este es el caso de lostrabajos efectuados por el Dr. Julio C. Tello y suequipo, donde se documentó de manera prelimi-nar la existencia de muchos sitios locales relacio-nados estrechamente con la cultura Chavín, otrosa mayor distancia eslabonados a lo largo de lacuenca del río Mosna en los que se registra la pre-sencia de elementos arquitectónicos o escultóricosafiliados claramente al arte lítico de Chavín (Tello1960, Burger 1995).

Estos datos permiten suponer que existieronen el ámbito local como regional algunosasentamientos de relativa importancia, en cuantose presume que comprendieron edificios públi-cos o arquitectura monumental y que, por estarazón, debieron de tener un rol específico y signi-ficativo en las estrategias de manejo territorial,desde aquellos aspectos vinculados con la proyec-ción y convocatoria ritual que un centro ceremo-nial de esa especial naturaleza desplegaba; hastaaquellos comprometidos con aspectos producti-vos, el acceso a los recursos naturales presentes ylas vitales relaciones con la población asentada enlas zonas relativamente próximas al complejo deChavín de Huántar y que debieron ser convoca-das a prestar su imprescindible fuerza de trabajo,tanto en las construcciones monumentales comoen su operación y mantenimiento.

De otro lado, si el oráculo de Chavín deHuántar desplegó una marcada atracción y la con-vocatoria de peregrinos desde las regiones aleda-ñas, algunos de estos sitios como otros aún porreconocer en las rutas naturales de acceso al sitio,bien pudieron ser parte de una red deasentamientos destinados al soporte de su movili-zación, así como al predecible desarrollo de lasactividades rituales de pasaje previas al ingreso alespacio sagrado del templo (Lumbreras com. pers.2000).

Los valles de Lima y la Costa Central

En la comarca de Lima destaca un área nuclearconformada por los valles del Chillón, Rímac yLurín, cuyos conos aluviales se entrecruzan gene-rando una amplia extensión de tierras aptas parael desarrollo de la agricultura de irrigación. Esteconjunto de valles —antes de su progresiva des-

Fig. 136. de Huántar. Repre-sentación desplegada de lasimágenes de las avessupranaturales labradas en lasuperficie de las columnaslíticas enfrentadas en la Porta-da de las Falcónidas (Rowe1967: figs. 8 y 9).

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trucción en las últimas décadas a raíz del compul-sivo crecimiento urbano de Lima— constituía unade las más importantes unidades de producciónagrícola de la costa peruana. A este conjunto devalles, formados por el Chillón, Rímac y Lurín,puede agregarse el de Chancay, unos 30 km másal norte. Otro conjunto de valles se da en la zonanor central, conformado por los valles de Fortale-za, Pativilca, Supe y Huaura. Al sur de esta regiónexisten pequeños valles poco explorados para elperíodo en cuestión, como el de Chilca, Mala yAsia, mientras que, aún más al sur, el de Cañetepuede adscribirse a importantes valles de la regiónsur central, como los de Chincha, Pisco e Ica.

Es notable apreciar que estas unidades geográ-ficas, generadas por la integración o proximidadde los valles y, a su vez, separadas entre sí por vas-tos llanos desérticos, se pueden percibir tambiénen los rasgos formales que comparten, de zona azona, los complejos monumentales del períodoFormativo. Así, mientras que en los valles deChancay, Chillón, Rímac y Lurín, es definitiva-mente dominante el patrón de los grandes templosen ‘U’ y sus singulares atributos (Williams 1985);en los valles de Fortaleza, Pativilca, Supe y Huaura,de la zona nor central, la arquitectura monumen-tal además de presentar una menor escala, mani-

festaría una abierta diversidad de patrones (Vega-Centeno et al. 1998). Esto, por cierto, no excluyeque ciertos complejos de esta última zona tam-bién compartan rasgos muy similares a los quecaracterizan a los templos en ‘U’ de los valles deLima, o que incorporen patios circulares hundi-dos como un componente destacado, lo que se-ñalaría que esta zona nor central, así como asimi-la las influencias que le llegan del sur, no excluyelas influencias que provendrían de Casma y la costanorte (ibid.).

Entre los principales complejos en ‘U¨ de losvalles de Lima, cuyo temprano antecedente po-dría considerarse el complejo precerámico de Pa-raíso, destacan La Florida, Garagay y San Anto-nio en el Rímac; Huacoy, Chocas y Pampa deCueva en el Chillón; Mina Perdida, Parka, Cardaly Manchay Bajo en el de Lurín; y el de San Jacin-to en el valle de Chancay. Expondremos a conti-nuación las características más destacadas de al-gunos de estos complejos, a partir de los trabajosde investigación realizados en ellos.

La Florida

Se localiza en la parte media del valle del Rímac yse ubica en su margen derecha, a 2.5 km del río ya unos 12 km de su desembocadura en el mar.Constituiría el complejo con planta en ‘U’ másgrande del valle del Rímac. La orientación delcomplejo es de 37º noreste (algo similar a Garagaycon 32º noreste), y tiene la particularidad de mi-rar hacia los cerros que limitan este sector del va-lle, rodeando el emplazamiento del sitio. Si bienno disponemos de las medidas de los montículosque conforman el complejo, algunas de estas pue-den ser reconstruidas a partir de las fotografíasaéreas del SAN 1944, donde se aprecia que elmontículo central tiene un largo de unos 300 m yun ancho de unos 150 m. De otro lado, se señalaque se tiene una altura de unos 17 m en la partecentral más elevada; mientras que los brazos late-rales alcanzarían unos 500 m de largo y unos 3 a4 m de altura. De esta manera, se puede estimarque la gran plaza encerrada dentro de la planta en‘U’ tenía la considerable amplitud de 300 por 500m equivalente a unas 15 Ha (Patterson 1985).

El montículo principal exhibe algunos de losatributos típicos de los templos en ‘U’ de la co-marca de Lima. Presenta en la parte central unaplataforma cuadrangular más elevada con formade pirámide trunca, flanqueada a ambos lados porplataformas ligeramente más bajas, a modo de alas.La plataforma central presenta en el frente supe-

Fig. 137. Mapa de la Costa Central con la ubicación de los princi-pales complejos con planta en “U” (Redibujado de Williams 1980).

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rior una marcada depresión, que responde a laexistencia de un atrio cuadrangular, al cual se ac-cedía mediante una amplia escalinata que se ori-ginaba en el vestíbulo ubicado en la base de lapirámide. Este vestíbulo tiene también planta cua-drangular y se genera con el desarrollo de gruesosmuros, que se proyectan desde la base de la pirá-mide hacia la plaza, mientras que el muro de cie-rre presentaría un gran vano o portada central deacceso desde la plaza. Todos estos elementos ar-quitectónicos, es decir el atrio sobre la pirámide,la escalinata, el vestíbulo y la portada de acceso aeste, se ordenan siguiendo el eje principal del com-plejo. Mientras que, desde los extremos de las alasdel montículo principal, se proyectan en ángulorecto los largos brazos que limitan los lados de laplaza.

Patterson (op.cit: fig.4), ilustra la estratigrafíade un corte ubicado en la base de las estructurascorrespondientes a la plataforma central y el alanoroeste. En este corte se aprecia claramente una

secuencia de superposiciones verticales y deadosamientos horizontales, que responderían tan-to al propio proceso constructivo como a la se-cuencia de remodelaciones que habrían tenidolugar en el complejo ceremonial. Es así como seobserva en la base del corte el desarrollo de unrelleno constructivo, hecho con cantos rodados y

Fig. 139. Reconstrucción isométrica de Huaca La Florida (Patterson1985: fig. 3).

Fig. 138. Foto aérea de iniciosde los años ’40 del complejode La Florida (ServicioAerofotográfico Nacional).

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cascajo, que fue sellado con una capa de arcilla de40 cm de espesor. Este relleno habría operadocomo una plataforma de nivelación y cimenta-ción para la posterior construcción de muros decontención que presentan un acentuado talud. Asu vez, estos muros hechos de piedra con morterode barro, habrían servido para la disposición delos rellenos de piedras y ripio que constituyeronlos volúmenes de las plataformas. Se observa tam-bién que posteriormente se agregaron otros mu-ros de similares características, que sirvieron paracontener los sucesivos rellenos que se fueronadosando en el curso de la ampliación de los vo-lúmenes preexistentes. Es importante notar queen el examen de la superposición de pisos —enun área de actividad que en algún momento fun-cionó adosada a la base del montículo— se halla-ron evidencias de ocupación asociadas a la pre-sencia de estructuras elaboradas con quincha.

Garagay

También se ubica en la margen derecha del valledel Rímac, a unos 2.5 km del río y a 6 km delmar. El eje de orientación del complejo es de 32ºnoreste. El montículo principal en este casoalcanza 385 m de largo, 155 m de ancho y 23 mde alto en la parte central. El ordenamiento de laplanta en ‘U’ del complejo fue aparentementeasimétrico, con los brazos bastante más cortos ycon volúmenes bastante diferentes, ya que el bra-zo noroeste tendría 260 m de largo, 115 m de-ancho máximo y 9 m de altura; mientras que eldel lado sureste, que se encuentra separado delmontículo principal, tiene 140 m de largo, 40 mde ancho máximo y 6 m de altura. De esta forma,la plaza principal tendría a lo largo del eje del com-plejo solamente unos 250 m mientras que a loancho alcanzaría unos 450 m. Otra particulari-dad de Garagay es la presencia de un patio circular

hundido que se ubica en la plaza, a unos 90 m dedistancia y frente al montículo del brazo sureste.

A semejanza de La Florida, el montículo prin-cipal presenta un cuerpo central, en forma de pirá-mide trunca cuadrangular más elevado, con dosalas laterales más bajas y angostas. También aquíse proyectan desde la base del montículo principallos apéndices que delimitaron un área a modo devestíbulo en la zona central del frontis de la pirá-mide. Igualmente, una ancha escalinata conecta-ba el acceso desde el vestíbulo hacia un atrio cua-drangular dispuesto sobre el cuerpo central, y cuyaexcavación reveló importantes características desu forma y acabado, con la notable presencia defrisos y relieves policromos (Ravines e Isbell 1975).

Las excavaciones desarrolladas en el sitio per-mitieron documentar importantes característicasde la arquitectura del complejo. Es el caso del atriosobre el cuerpo central, que tenía una planta cua-drangular de 24 m de lado, con el acceso abiertohacia el norte y orientado hacia la plaza. Dentrodel atrio y al centro de este, se desarrollaba unpatio hundido cuadrangular rodeado de terrazasescalonadas que lo enmarcan, mientras que elmuro que delimitaba el atrio presentaba dos esca-linatas contrapuestas, alineadas en un eje trans-versal, que debieron permitir acceder lateralmen-te desde el atrio a la cima de la pirámide. Las te-rrazas escalonadas revelaron hoyos con ofrendas yevidencias de la instalación de postes, los que de-bieron sostener techos que servían de protección

Fig. 140. Huaca La Florida. Corte estratigráfico en la base del alanorte y la plataforma central (Patterson 1985: fig. 4).

Fig. 141. Garagay. Isometría del atrio y diseño parcial de los relie-ves que lo decoraban (Ravines e Isbell 1975).

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para los frisos y relieves policromos que adorna-ban los paramentos del atrio, formando panelescon motivos correspondientes a seres supranatu-rales con rasgos zoomorfos y antropomorfos mo-delados en barro (ibid).

Es importante notar que las excavaciones enel atrio revelaron la existencia de por lo menos 3fases de superposición arquitectónica, asociadascon sendas remodelaciones de este espacio ritualy que comprometieron el desmontaje parcial delos muros del atrio, el relleno sucesivo del áreacon la consiguiente superposición de nuevos pi-sos, muros decorados con relieves policromos e,inclusive, de las escalinatas laterales.

En cuanto a las características constructivas,los muros fueron realizados con piedra y morterode barro y los rellenos constructivos con piedrassueltas cascajo y barro dispuestos en capas alternas.Para las fases tardías se añade la presencia de pe-queños adobes hemiesféricos. En el caso de lasplataformas, se aprecia en algunos sectores un tra-tamiento escalonado de los volúmenes, logradomediante la construcción de muros de contenciónde piedra de escasa altura (Ibid: 258-259, fig. 12).

estribaciones de los cerros que limitan el valle eneste sector. Si bien hoy en día los montículos delsitio se encuentran rodeados por campos de culti-vo, en la época de su ocupación esta habría sidouna zona eriaza, ubicada bastante por encima delas tierras que habrían estado bajo riego en eseentonces. Los trabajos arqueológicos desarrolla-dos en el sitio han puesto al descubierto algunosde sus rasgos más destacados, contribuyendo asíal mejor conocimiento de las peculiares caracte-rísticas de los complejos en ‘U’ de la región deLima (Burger y Salazar Burger 1992; Burger1993).

En el caso de Cardal, el complejo se orienta17º nor este y el cuerpo central mide 130 m delargo, 45 m de ancho y alcanza un altura máximade 12 m.. A diferencia de La Florida y Garagay elcuerpo central de Cardal no presenta en suvolumetría los rasgos marcados de estos, con unapirámide elevada al centro, ya que en este caso laparte más elevada está notoriamente desplazadahacia la esquina sur este y, por lo tanto, no corres-ponde al eje del atrio y del complejo. Este cuerpocentral se encuentra unido en su esquina sur estecon el brazo oriental, que tiene la notable parti-cularidad de ser el más voluminoso del conjunto,con unos 240 m de largo, unos 70 m de ancho yuna altura de unos 15 m. Mientras tanto, el brazooccidental está separado de la plataforma centralpor una abertura de 75 m, siendo algo menor ensus dimensiones, con unos 100 m de largo, 50 mde ancho y 8 m de altura. La construcción de es-tas plataformas fue realizada en base a piedras irre-gulares, mortero de barro y cascajo.

La planta en ‘U’ del complejo encierra unaamplia plaza, pero en este caso se ha comprobadoque este espacio estuvo compuesto de varios arre-glos y estructuras especiales. Una plaza central deplanta rectangular y algo elevada con relación alnivel del terreno se dispuso al sur, inmediatamen-te frente al cuerpo central y los brazos oriental yoccidental. Para nivelar este espacio se conformóuna terraza, mediante la construcción de murosbajos de contención y la disposición de rellenoscompuestos por piedras de campo, para luego sersellados con un piso, al que luego se le superpusootro en una aparente remodelación posterior.25

Al norte de la plaza, en el extremo de la planta en‘U’ del complejo, se dispusieron simétricamente

Fig. 142. Mapa del valle de Lurín con la ubicación de los principa-les complejos del período Formativo (Burger y Salazar 1992: fig. 1).

Cardal

Se trata de uno de los principales y mejor conser-vados complejos en ‘U’ del valle de Lurín. El sitiose ubica sobre la margen izquierda del valle bajo aunos 13 km del mar y a menos de un kilómetrodel río. Se localiza en una ladera al pie de las

25 Las evidencias de estructuras presentes en la plaza, como las propias características estratigráficas de sus suelos y la ausenciade restos de canales, descartarían la hipótesis de Williams (1980) que proponía que estos espacios estuvieran dedicados al cultivo,constituyendo una suerte de “chacras sagradas”.

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y a ambos lados de un posible camino ceremonial,dos patios circulares hundidos inscritos en plata-formas cuadrangulares y, algo más al norte, dosrecintos cuadrangulares. Estas intervenciones co-rresponderían a las fases tardías del complejo, aligual que otros pozos circulares que se dispusieronal pie de la plataforma central y sobre la plataformaoriental (Burger y Salazar Burger 1992, fig. 2).

Nos parece relevante apreciar que, así comoen el complejo de Cardal se pueden percibir ejestransversales (ibid.: 131), uno de los cuales estaríaasociado a la evidente depresión correspondientea un gran atrio en el brazo oriental, esta pirámide—que supera en altura y volumen al propio cuer-po central— se orienta mirando hacia el río y se“opone” al complejo de Manchay Bajo, ubicadoen la margen opuesta. Coincidentemente tambiéneste último complejo presenta, en sentido contra-puesto, el brazo occidental con un volumen nota-blemente mayor, orientado hacia el río y el centrodel valle y, por lo tanto, mirando hacia Cardal.

Si bien se han señalado similitudes y diferen-cias de Cardal con relación a los complejos en ‘U’de los valles del Rímac y Chillón (ibid.), debemosadvertir que en este caso notoriamente no existenrastros de estructuras correspondientes al vestí-bulo cuadrangular, que tanta relevancia formalpresenta en Garagay o La Florida, anteponiéndosea la escalinata central que conduce al atrio, y comoelemento de transición entre la plaza y el atriosobre la pirámide. Aparentemente, en este caso se

accedía al atrio de la plataforma central directa-mente desde el nivel de la plaza, mediante unaamplia y empinada escalinata de 6.5 m de ancho.El muro del frontis del atrio estaba antecedidopor un rellano y, a ambos lados del vano de acce-so central, presentaba simétricamente frisos enrelieve con evidencias de pintura roja y blanca,formando bandas horizontales representando fau-ces con dientes entrecruzados y colmillosprotuberantes, que remataban en labios abiertoshacia el acceso central. Este sería otro caso notableen que la arquitectura formativa de los espaciossagrados recibió un tratamiento zoomorfizado, alexhibir los atributos de un ser supranatural, talcomo se observó anteriormente en el templo deCerro Blanco de Nepeña.

A diferencia de Garagay, el interior del atriode Cardal no presenta evidencias de decoraciónmural, ni pisos escalonados y su tratamiento esbastante austero, destacando además de las 3 es-calinatas que debieron conducir hacia la cima yotros espacios rituales, la presencia de una corni-sa sobresaliente y redondeada, que recorría el re-mate superior de los muros que delimitaban elatrio (ibid. fig.5). Una marcada semejanza con losdemás complejos en ‘U’ estudiados, reside en laexistencia de una serie de superposiciones arqui-tectónicas. En este caso se constató procesos su-cesivos de relleno, asociados con la renovación dela arquitectura que comprometieron el recinto delatrio, el rellano de su frontis y la escalinata central

Fig. 143. Cardal. Plano gene-ral del templo en U (Burger ySalazar 1992: fig. 2).

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4. EL URBANISMO TEMPRANO 137

de acceso. De esta manera se ha documentado laexistencia de 4 escalinatas superpuestas, la supe-rior asociada al atrio tardío, dos intermedias conel atrio medio y una escalinata en un nivel infe-rior aparentemente relacionada con un atrio deuna fase temprana, sin que esto excluya la posibi-lidad de la presencia de un mayor número deremodelaciones arquitectónicas de fases más tem-pranas (ibid.: 127, fig.3).26 Este proceso de suce-sivas remodelaciones arquitectónicas también ca-racterizó al complejo de Mina Perdida, tal comose puede observar en el corte del montículo cen-tral, en la zona correspondiente al atrio y que per-mite constatar una secuencia de rellenos construc-tivos y de escalinatas superpuestas.

En Cardal, especial importancia tiene el ha-llazgo en las inmediaciones del lado sur del mon-tículo central, es decir en la parte posterior delcomplejo, de construcciones rústicas asociadas ala deposición de basura que contenía restos demariscos, pescados, mamíferos marinos, venadosy aves, así como de ollas llanas y fragmentos defigurinas, lo que hace presumir que se trataría deestructuras domésticas. Estas presentan murosbajos de piedra, que pudieron ser complementa-dos con construcciones elaboradas con materia-les perecederos, a modo de quincha. Algunas deestas estructuras pudieron funcionar como vivien-das, otras para facilitar el almacenamiento, o comoespacios libres, a modo de patios, para desarrollarla preparación de los alimentos y otras actividades

productivas asociadas a las unidades domésticas.La ampliación en área de este tipo de excavacionesy el examen de otros posibles sectores anexos alcomplejo, podrían profundizar aún más el cono-

Fig. 144. Cardal. Corteestratigráfico en el eje del atrio,con el registro de lassuperposiciones arquitectóni-cas (Burger y Salazar 1992: fig.3).

26 Resulta pertinente notar que ciertos estudiosos se han centrado en la concepción del “enterramiento ritual”, sin asumir éstecomo una consecuencia lógica de la regeneración del templo, en cuanto actividad sustancial y determinante en estos singulareseventos de remodelación (Uceda y Canziani 1998). Esta diferente concepción –que puede parecer intrascendente a primera vista-se percibe en toda su magnitud cuando se llama la atención de que la construcción final de Cardal (el templo tardío) “...no fueenterrada ritualmente” y este argumento se trae a colación para reforzar la idea de “...una gran desarticulación en la organizaciónsocial que se produjo a fines del Período Inicial” (Burger y Salazar Burger 1992: 130, 134). En todo caso cabe señalar que, al finalizarsu larga historia, lo que se abandona no es la tradición de “enterrarlo ritualmente” sino al templo como tal, en la expresión últimade sus recurrentes renovaciones.

Fig. 145. Cardal. Vista de las excavaciones con la exposición de lasescalinatas superpuestas que conducían hacia el atrio (Burger 1995:fig. 51).

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cimiento de las características y modo de vida delos pobladores que estuvieron estrechamente vin-culados con las actividades desplegabas en estoscomplejos (Burger 1993: 95-6; 1995: 72)

En el caso del valle de Lurín llama la atenciónla concentración de los complejos en ‘U’ en unsector del valle bajo y su aparente contempora-neidad. Así entre Cardal y Mina Perdida mediauna distancia de 5 km mientras que Manchay Bajose encuentra frente y a la vista de Cardal, en lamargen opuesta del valle, a poco más de 1 km dedistancia (Burger 1992: 99). No entraremos aquíen mérito a las hipótesis que plantean la corres-pondencia de estos complejos con la presencia dedistintas organizaciones comunales y la dificul-tad de adscribirlos a la presencia de una organiza-ción estatal.27 A este propósito, distintos autores(Burger 1995, Ravines e Isbell 1975, Silva 1992)han planteado la dificultad de detectar en los va-lles la presencia de sitios formativos correspon-dientes a asentamientos aldeanos. Sin embargo,

esta realidad puede estar obliterada a causa tantodel posible empleo de materiales perecederos eneste tipo de asentamientos, como por la ocurren-cia de posteriores depósitos aluviales, el laboreoagrícola y la reciente expansión urbana. Una re-veladora muestra, en este sentido, la proporcionael acucioso y metódico trabajo de rescate desarro-llado en las excavaciones de las ladrilleras deHuachipa, una llanura aluvial en la margen dere-cha del Rímac y a unos 25 km del litoral. Lo quepermitió a Palacios (1988) registrar en la zona laconsistente presencia de asentamientos aldeanose inclusive plantear su evidente relación con laedificación del cercano complejo en ‘U’ de SanAntonio, a partir de la recurrente asociación delos materiales cerámicos registrados en ellos.

Por otra parte, en los tres valles de la comarcade Lima existe el registro de sitios tanto monu-mentales como no, que están ubicados en la partemedia de estos y relativamente alejados del litoral,si bien algunos revelan importantes evidencias dela incorporación de recursos marinos en elconsumo de las subsistencias. Tal es el caso deHuanchipuquio, Cocayalta, Pucará y Checta enel Chillón, entre 60 a 80 km del mar (Silva 1992,1998); y de Malpaso, Chillaco y Palma en el deLurín, a más de 50 km del mar (Burguer 1993,1995). De otro lado, sitios formativos ubicadosen el litoral, como Ancón y Curayacu, exhibenun amplio consumo de productos agrícolas prove-nientes de los valles. Estos datos permiten recons-truir un patrón de intercambio y articulación en-tre los asentamientos relacionados con la explota-ción de los recursos marinos, aquellos del vallebajo y los demás ubicados en el valle medio ochaupi yunga, ligados al desarrollo de la produc-ción agrícola en distintas zonas ecológicas. Unmarco sugerente para ahondar la investigación entorno a esta problemática, lo presenta Rostwo-rowski (1989) documentando la existencia, entiempos prehispánicos tardíos, de una aparentearticulación y complementariedad “horizontal”existente entre comunidades de agricultores y pes-cadores en el territorio de los valles de la CostaCentral peruana. Estos mecanismos de articula-

Fig. 146. Reconstrucción hipotética del atrio correspondiente alTemplo Medio (Burger y Salazar 1992: fig. 5).

27 Al respecto se señalan una serie de aspectos inexistentes: “...una capital con su propio territorio; ...la multitud de asentamientospequeños y medianos que son la base de la economía estatal, tales como sitios administrativos de nivel inferior; ...la ausencia de artefactosque hubieran servido de indicadores de jerarquías.” (Burger 1993: 100). Evidentemente, algunos de estos rasgos podrían expresar laplena y definida presencia de una organización estatal, sin embargo en este caso deberíamos esforzarnos por entender que laproblemática que se nos presenta está referida mas bien al incipiente proceso de formación de la organización estatal y, al hacerlo,estamos obligados a ampliar nuestro espectro de evidencias a las manifestaciones de acelerados y profundos cambios que seadvierten durante el período en los Andes Centrales, especialmente en sus regiones Norte y Central, y a partir de los cuales sepuede inferir la presencia de entidades políticas.

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ción y complementariedad, que supusieron de-terminados niveles de especialización productiva,pudieron tener sus tempranos antecedentes du-rante esta época.

Nos parece plausible suponer que en este sis-tema de articulación, los complejos en ‘U’ —ubi-cados preponderantemente en la parte baja de losvalles hubieran tenido un papel clave, establecién-dose en zonas estratégicas de estos territorios, tantopor su posición intermedia entre el litoral y la partemedia de los valles; como por su localización cen-tral respecto a las áreas agrícolas habilitadas en eseentonces, con el desarrollo inicial de sistemas deirrigación artificial. Así mismo, las actividades ce-remoniales desplegadas en los complejos en ‘U’debieron jugar un importante rol integrador y decohesión social, imprescindible para la operaciónde estos mecanismos de articulación; al igual quedebieron constituirse en un elemento dinamizadorde la convocatoria y movilización social, tan ne-cesaria para la realización de las obras públicascomprometidas con la producción agrícola o delas que correspondían a la propia erección de loscentros ceremoniales.

Evidentemente, la riqueza y magnitud de loscomplejos en ‘U’, como la propia problemáticade los patrones de asentamiento, no se condicecon las limitadas investigaciones desarrolladashasta la fecha sobre el Formativo en la Costa Cen-tral. Este problema es aún más notorio en el casode los valles al norte de Lima, si bien en algunosde ellos se constata la presencia de una extraordi-naria arquitectura monumental. Este es el caso deSan Jacinto y de otros importantes complejos en‘U’ que se localizan en el valle de Chancay, a másde 10 km del litoral. El complejo de San Jacintoes el mayor de todos y presenta una enorme plazaprincipal cuadrangular que alcanza 550 m de ladoy cuya superficie fue aparentemente nivelada(Williams 1980, 1981). El cuerpo del montículocentral alcanza unos 350 m de largo por 150 mde ancho; mientras que los brazos laterales alcan-zan 350 m en el del lado norte y 450 m en el delsur. Trabajos preliminares desarrollados en el si-tio han observado la presencia de un vestíbuloabierto hacia la plaza, similar al que exhiben La

Florida, Garagay y Huacoy, como también algu-nas zonas con una posible ocupación domésticaen la parte posterior del complejo tras el montí-culo central y en proximidad del extremo oestedel brazo sur (Carrión 1998).

Paracas en los valles de la Costa Sur Central

Hace por lo menos unos 2500 años la culturaParacas floreció en la Costa Sur Central del Perú,llegando a constituirse en una de las culturasprehispánicas de mayor trascendencia en la histo-ria andina. Sin embargo, de esta cultura especial-mente conocida por su impresionante y sofistica-do arte textil, es muy poco lo que se conoce acer-ca de su formación social y modo de vida, quedesarrollaron tempranamente en los valles oasisde esta región, en la que se extreman las condicio-nes de aridez de la costa peruana.

El Proyecto Arqueológico Chincha, con eldesarrollo de investigaciones acerca de los patro-nes de asentamiento y las transformaciones terri-toriales que se sucedieron históricamente en éstevalle, busca establecer los pasos necesarios paraencontrar respuestas a estas y otras interrogantesy, de esta manera, ofrecer una aproximación queproporcione una visión integral sobre esta impor-tante cultura formativa 28 que, más allá de la be-lleza de los artefactos de su cultura material, nosintroduzca tanto al conocimiento de su compleji-dad social como de los aspectos relativos a la vidacotidiana de sus habitantes.

En esta dirección, los estudios preliminaresdesarrollados en Chincha permiten señalar conclaridad que en este valle se concentró, no sola-mente la mayor cantidad de asentamientos corres-pondientes a esta cultura, sino también de su másdestacada expresión, con la presencia de impre-sionantes complejos con arquitectura monumen-tal. Además, estos estudios muestran una serie deaspectos novedosos acerca de esta cultura, comoson el desarrollo de poblados de aparente carácterrural; así como la evidencia de trascendentes mo-dificaciones territoriales ligadas al desarrollo de lairrigación artificial y la afirmación de la econo-mía agrícola (Canziani 1992).

28 Muchos estudiosos, siguiendo la secuencia establecida por Rowe, adscriben cronológicamente el período Cavernas alHorizonte Temprano y el Necrópolis con las primeras fases del Intermedio Temprano, si bien los fechados al respecto siguensiendo discutibles (Paul 1991). Pero aun si se corrobora que el fenómeno Paracas presenta este desfase temporal, con relación a losprocesos que se desarrollaron en la Costa Norte y Central, pensamos que es preferible para su mejor comprensión considerar queeste en su integridad corresponde al período Formativo, por las características que asume el proceso y la formación social presente(Lumbreras 1969, 1981).

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Si articulamos estos datos con el marcado cre-cimiento poblacional que se habría producido enel valle durante esta época, a partir de la prolifera-ción de sitios con ocupación Paracas, podemosinferir la presencia de una sociedad que habríalogrado dominar un medio sumamente complejoy desarrollar una economía ampliamente

excedentaria, a través del manejo combinado delos recursos agrícolas y marinos. La sociedadParacas habría generado así las condiciones de baseque explicarían el paralelo desarrollo de unacreciente especialización productiva y elsurgimiento de una impresionante arquitecturamonumental. 29

29 Esta especialización productiva no solamente se expresa con el florecimiento de las ricas tradiciones del arte textil y lacerámica, si no que también trasciende de la evidencia del tráfico de recursos exóticos como la obsidiana, pieles de vicuña, conchasde Spondylus, plumas de aves amazónicas (Tello y Mejía 1979); el aparente manejo de conocimientos de hidráulica para eldesarrollo de la irrigación artificial, la planificación y construcción de los complejos monumentales, por citar tan sólo algunosaspectos que se pueden inferir a partir del examen de sus restos materiales.

Fig. 147. Mapa de la Costa Surcon la ubicación de los princi-pales sitios del Formativo(Redibujado de Wallace).

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4. EL URBANISMO TEMPRANO 141

El descubrimiento del sitio de Paracas en lapenínsula del mismo nombre y las intensasexcavaciones desarrolladas entre los años 1925 y1930 en sus necrópolis, permitieron a Julio C.Tello definir la existencia de dos fases sucesivas: lamás antigua que denominó Paracas Cavernas y lamás reciente como Paracas Necrópolis (Tello1959, Tello y Mejía 1979). En el caso de Caver-nas, las tumbas eran excavadas en pozos profundosen forma de bota; la cerámica se caracteriza porsu decoración incisa, la aplicación de pintura poli-croma post cocción, es decir después de horneadala pieza, como también por el empleo de la deco-ración “negativa”; mientras que los textiles son

30 Posteriormente, investigadores norteamericanos identificaron una cultura que denominaron como “Topará” (Lanning1967). Si bien esto significó un aporte apreciable —con el planteamiento de una secuencia fina de distintas fases en sus estiloscerámicos— al corresponder esta cultura en gran parte con lo que Tello definió como Necrópolis, también ha contribuido adificultar nuestra comprensión de lo Paracas, especialmente cuando se considera a Topará un fenómeno distinto e inclusive unaformación social diferente que, supuestamente, habría introducido desde el norte de la región la arquitectura monumental en elvalle de Chincha (Silverman 1991, Wallace 1985, 1986).

relativamente sobrios en su decoración. En el casode Necrópolis, las tumbas correspondían a gran-des cámaras o recintos funerarios donde se depo-sitaron los fardos; la cerámica se hace mas fina ymonocroma, desarrollándose piezas escultóricas;mientras los célebres mantos del período Necró-polis30 revelan un extraordinario arte textil, confinos lienzos de algodón y lana bordados magis-tralmente con intensos colores, representandopersonajes míticos o seres supranaturales. En am-bos casos, las diferencias en cuanto a la calidad delos fardos y las ofrendas asociadas a ellos, hacenpensar que los enterramientos correspondieron adistintos rangos sociales.

Fig. 148. Núcleos habitacio-nales y necrópolis Paracas enla falda norte de Cerro Colo-rado en la península de Paracas(Tello y Mejía 1979: fig. 81).

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Las investigaciones del Dr. Tello y su equiporeportaron en el sitio la presencia de una serie deestructuras arquitectónicas de característicasbastante sencillas y aparentemente de funcióndoméstica 31 —algunas de ellas reutilizadas por lasgentes Necrópolis como recintos funerarios— yque, en todo caso, no correspondían a una arqui-tectura pública de tipo monumental (Tello y MejiaXespe 1979). Estos datos, como también la virtualausencia de posibilidades de producción agrícolaen el área de la península, el sofisticado ajuar ystatus de los personajes enterrados en el santuario,contrastados con la presencia de notables comple-jos monumentales en el valle de Chincha, permi-te plantear la hipótesis de que estos personajes deelite provendrían de este valle y del de Pisco, dondese encontraban sus principales centros pobladosy habían desarrollado una sólida base económicaampliamente excedentaria, a partir del desarrollode la agricultura de riego (Lumbreras com. pers.1987).

Los Complejos Piramidales del valle de Chincha

En la parte baja del valle de Chincha se registranuna serie de grandes edificaciones y complejoscompuestos por montículos piramidales. Estosasentamientos se encuentran localizados forman-do núcleos a lo largo del valle bajo y en proximidaddel litoral, ocupando tanto el sector al norte delrío Chico; el sector central entre este río y elMatagente; así como el sector que se encuentra alsur de este último río. Posiblemente este patrónde ubicación, que presenta una marcada concen-tración por sectores en el valle bajo, haya respon-dido al manejo de los recursos agrícolas y mari-nos propios de esta zona, así como a la existenciade alguna forma de organización política del es-pacio territorial que desconocemos.

Lo que si es del todo evidente al examinar es-tos sitios arqueológicos, es que los complejos res-ponden a un ordenamiento recurrente que losorganiza a lo largo de precisos ejes que corren deEste a Oeste. Esta orientación dominante es in-corporada al trazo de cada una de las edificacio-nes piramidales que integran los complejos, ca-racterizando los distintos componentes arquitec-tónicos que estas presentan. Contradiciendo laapreciación de algunos investigadores, que dife-rencian lo Paracas Cavernas de lo Paracas Necró-

Fig. 149. Tumbas Paracas del período Cavernas (arriba) y del perío-do Necrópolis (abajo) (Tello y Mejía 1979).

31 No es casual que los sitios de Wari Kayan y Arena Blanca o Cabezas Largas, fueran denominados por Tello como NúcleosHabitacionales (Tello y Mejía 1959).

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polis (Topará), considerándolas como dos socie-dades y culturas distintas, estos complejos y susedificaciones monumentales expresan en su arqui-tectura una notable continuidad, tanto en la con-cepción y ordenamiento general, como tambiénen las características de los materiales y técnicasconstructivas desplegadas en ellos.

Las características de esta arquitectura monu-mental se aprecian más claramente en algunoscomplejos mejor conservados, como es el caso delas Huacas Soto (PV.57- 24, 25 y 26) o del Com-plejo San Pablo con Huaca Partida (PV.57- 09),a partir de lo cual se presume también que estosserían más tardíos, es decir Necrópolis o Topará. 32

Fig. 150. Mapa de ubicaciónde los sitios del período For-mativo en el valle de Chincha(Proyecto ArqueológicoChincha. Dibujo de Canziani1992).

Fig. 151. Plano general del com-plejo Soto (Canziani 1992).

32 Además de la mejor conservación, que podría ser un factor circunstancial, estos complejos presentan generalmente adobesen forma de “grano de maíz” o de “cuña” moldeados a mano con formas y aparejos relativamente regulares (Canziani 1992);mientras que las edificaciones piramidales que podrían ser más tempranas (Cavernas) —además de que aparentemente no confor-maron complejos— combinan el empleo de los adobes con el de cantos rodados y de “terrones” de barro. De otro lado, lacerámica de superficie puede en algunos casos ser consistente con determinado período de ocupación (Cavernas en Huaca SantaRosa y La Cumbe); pero en otros es sumamente escasa para, por sí sola, constituir un diagnóstico confiable (Huaca Alvarado,Huaca Limay, Huaca Partida); además algunos sitios, presumiblemente Necrópolis o Topará (como Soto) no excluyen entre losescasos tiestos de superficie la presencia de cerámica Cavernas. Evidentemente, la problemática relacionada con la evolución deesta tradición arquitectónica y la ubicación cronológica de sus principales expresiones, no podrá ser del todo resuelta mientras nose realicen excavaciones estratigráficas en los sitios mencionados.

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Sin embargo, un examen detallado de edificacio-nes presumiblemente más tempranas (Cavernas),tal es el caso de Huaca Santa Rosa (PV.57-87),Huaca Alvarado (PV.57-10), La Cumbe (PV.57-02) y Huaca Limay (PV.57-103), revela que estascomparten los rasgos sustanciales de esta tradi-ción arquitectónica, si bien es de notar que estosmontículos piramidales se encuentran aparente-mente aislados de otras edificaciones monumen-tales y, por lo tanto, no se percibe que ellos hayanconformado complejos.

Los Complejos Soto y San Pablo

En el sector Sur del valle bajo y al Sur del río Mata-gente, existen dos grandes complejos que muestrancon mayor claridad este singular ordenamientourbanístico, se trata del complejo Soto y del com-plejo San Pablo. Esto se debe en gran parte a surelativo buen estado de conservación, lo que depaso permite apreciar algunas de las característicasque definen su arquitectura monumental.

El Complejo Soto registra tres grandes mon-tículos alineados en un eje de orientación Este-Oeste que alcanza una distancia de cerca de 1 kmEs interesante notar que los montículos PV.57-24 y 26, ubicados a ambos extremos del comple-jo, aparentemente compartieron el mismo ejelongitudinal, a pesar de la gran distancia que lossepara, mientras que el montículo PV.57-26 seencuentra desplazado algo mas de 100 m al nortede este eje. Todos los montículos de este comple-jo comparten una planta rectangular cuyo ejemayor coincide con el del ordenamiento general.

En el caso del Complejo San Pablo se mantie-nen a grandes rasgos las características más

saltantes de esta forma de planeamiento, si bien elordenamiento aquí es algo más amplio y extenso,alcanzando el eje longitudinal en dirección Este-Oeste más de 1,300 m. Los montículos de estecomplejo también presentan la característicaplanta rectangular y la orientación dominante. Lamayoría de montículos no se encuentran en unbuen estado de conservación, a excepción de laHuaca Partida (PV.57-9) que ofrece aún unaimpresionante visión de lo que fue la arquitectu-ra de este tipo de monumentos.

Dado que aún no se han realizado excavacionesarqueológicas en estos sitios, no estamos por elmomento en condiciones de establecer —tal comosuponemos— si es que en los alrededores de laarquitectura monumental se concentraron otrotipo de estructuras, tanto públicas como domés-ticas. Este tipo de examen será de suma impor-tancia en el futuro, ya que nos permitirá conocerel modo de vida y el grado de especialización pro-ductiva de sus habitantes y, de esta manera, aproxi-marnos a los niveles de complejidad social y dedesarrollo urbano alcanzados por la sociedadParacas.

La arquitectura de los montículos piramidales

Dentro del complejo Soto, la Huaca PV.57-26 esla que más claramente presenta los rasgos que iden-tifican a esta singular tradición arquitectónica delperíodo Formativo. La planta rectangular de laedificación tiene unos 200 m de largo por unos70 m de ancho, alcanzando en la cúspide al Oesteuna altura de cerca de 15 m. El montículo, al igualque los demás, está conformado por volúmenesmasivos de corte troncopiramidal, realizados ín-

Fig. 152. Mapa del complejoSan Pablo, en el que destacaHuaca Partida (9). (Canziani1992: fig. xx).

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tegramente con pequeños adobes hechos a mano,mediante el despliegue de una particular técnicaconstructiva que detallaremos más adelante.

La volumetría exhibe una secuencia de plata-formas ascendentes de Este a Oeste, donde la edi-ficación alcanza su punto más alto. Esta organi-zación axial se torna compleja al contener las pla-taformas una serie de patios hundidos de plantacuadrangular. Los lados que limitan al Norte ySur estos patios aparentemente presentan el mis-mo nivel, mientras que al Este y Oeste están defi-nidos por plataformas transversales de mayor al-tura, si bien recurrentemente la ubicada al ladoOeste de cada patio es la más alta.

Las características de la arquitectura de estaedificación y la secuencia ascendente antes seña-lada, al igual que la función aparentemente cere-

monial a la que debió estar destinada, nos llevan aplantear el posible desarrollo de un tránsito ritualdesde el extremo ubicado al Este, en que debió deencontrarse el atrio muy próximo al nivel del te-rreno, para llegar al sector Oeste correspondienteal lugar más elevado y sacro del templo. Este re-corrido axial atraviesa la serie de patios hundidos,que replantean en pequeña escala esta misma di-rección y secuencia ascendente. Esta hipótesisinterpretativa se vería reforzada por las caracterís-ticas del todo similares que exhibe la Huaca Par-tida en el complejo San Pablo con 270 m de lar-go, 75 a 85 m de ancho y unos 20 m en la partemás alta (Canziani 1992: 94) así como otras edi-ficaciones de la misma época Paracas en el valle,que comparten recurrentemente los atributos ar-quitectónicos de esta tradición.

Fig. 153. Foto aérea oblicuade la Huaca Soto (26) vistadesde el norte (Canziani).

Fig. 154. Perspectivareconstructiva del complejoSoto, con las Huacas 26 y 25vistas desde el sureste(Canziani 1992: fig. xx).

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Esta temprana tradición arquitectónica de lacultura Paracas aparentemente no tendría antece-dentes fuera de la región ya que, como hemos vis-to, durante ésta misma época en la costa centralestaba en plena vigencia la tradición de los tem-plos en forma de «U» (Williams 1985).33 Mas bien,podría tomar cuerpo la posibilidad de que estatradición sureña, impulsada por los paracas, tu-viera alguna influencia en el proceso de cambiosque se impone en el ordenamiento de los centrosurbano teocráticos de la costa central durante lasprimeras fases del período Intermedio Temprano,donde se afirmaron patrones urbanísticos y ar-quitectónicos bastante similares a los que caracte-rizaron a Paracas (Canziani 1987, 1992).

Conociendo mejor los rasgos más destacadosde esta tradición arquitectónica de la costa sur,hemos examinado con mayor detenimiento otrosmontículos menos conservados que se encuentranen el valle y que corresponden a la misma épocaParacas y posiblemente a sus fases tempranasconocidas como Cavernas. Quizás la informaciónmás notable es la que nos proporciona la HuacaSanta Rosa (PV.57-87), que se ubica en una posi-ción central con relación al valle bajo y donde seregistraron en superficie abundantes materialesculturales del período Paracas Cavernas. Luego

Fig. 156. Croquis del plano general de Huaca Santa Rosa (87)(Canziani).

Fig. 155. Foto aérea oblicua dela Huaca Partida (9) vista des-de el norte (Canziani).

de un detenido examen, hemos podido compro-bar que esta gigantesca Huaca —si bien está afec-tada por un avanzado proceso de destrucción—también manifiesta el partido arquitectónico tra-dicional de la época, lo que representa un datobastante significativo dado que este monumentoconstituye uno de los montículos piramidales apa-rentemente más tempranos del valle y, a la vez, elque presenta las dimensiones más grandiosas.

La Huaca Santa Rosa muestra la típica plantarectangular orientada Este-Oeste, que alcanza al-rededor de 430 m de largo y de 140 a 170 m de

33 Estos datos desvirtúan el planteamiento de Wallace (1985, 1986) en el sentido que esta tradición arquitectónica correspon-dería a Topará y sería introducida desde valles al Norte de Chincha como Cañete. Los antecedentes tempranos de esta tradición,aunque no necesariamente los iniciales, se encuentran en los sitios aparentemente afiliados a Paracas Cavernas, y en su posteriorevolución mantendría los rasgos característicos observados en los complejos aparentemente más tardíos (Necrópolis o Topará).De otro lado, no se conocen casos publicados de arquitectura monumental formativa en el valle de Cañete y sus posibles simili-tudes con la reportada en el valle de Chincha.

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ancho, con una altura en la parte más alta de unos25 m. En algunos cortes se puede observar su sis-tema constructivo en base a adobes pequeños, te-rrones de barro e inclusive cantos rodados en losrellenos. Se aprecian también evidencias claras delescalonamiento ascendente hacia el Oeste de susplataformas originales, algunas de las cuales con-servan aún los paramentos enlucidos de los gran-des muros de contención. Por su ubicación centraly las colosales dimensiones de su volumen, estahuaca debió de constituirse con certeza en unasuerte de Templo Mayor durante la vigencia de lacultura Paracas en el valle.

Considerando que se trata del montículo arti-ficial de mayor envergadura construido en el va-lle durante la época prehispánica, y tomando encuenta que corresponde a una de las fases más tem-pranas de Paracas identificadas en este, presumi-mos que esta grandiosa edificación debe conteneren su núcleo interior las primeras evidencias delsurgimiento de esta tradición arquitectónica, siconsideramos que en ella también es recurrente lapráctica de sucesivas remodelaciones ysuperposiciones constructivas. Estas condiciones

especiales señalarían al sitio como el lugar idealpara concentrar futuras investigaciones acerca dela problemática Paracas. Lamentablemente, y porabsurdo que parezca, ésta Huaca está hoy mayor-mente ocupada por construcciones que correspon-den al moderno poblado de Santa Rosa. Las con-diciones que exhibe hoy este grandioso monumen-to Paracas y la ignorancia inadvertida de quienesse asientan sobre él —como si se tratara de uncerro más— ilustra suficientemente el penoso tra-tamiento que padecen muchos de los más impor-tantes monumentos de nuestro país.

Huaca Alvarado (PV.57-10)

La primera referencia científica a la cultura quemucho después se conocería como Paracas, se debea Max Uhle quien en 1900 realizó trabajos ar-queológicos en el valle de Chincha. Uhle, dedica-do mayormente a investigar los monumentos tar-díos del valle y a la excavación de las tumbas aso-ciadas a estos, encontró que las Huacas Alvaradoy Santa Rosa presentaban la particularidad demostrar una cerámica de un estilo muy distinto al

Fig. 158. La misma vista des-de el sur del sector central deHuaca Santa Rosa (87) en unaantigua fotografía de MaxUhle tomada a inicios del si-glo pasado (Kroeber 1942).

Fig. 157. Vista desde el sur delsector central de Huaca SantaRosa (87) hoy cubierta porconstrucciones modernas(Canziani).

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de las épocas tardías, al igual que una arquitectu-ra muy diferente, hecha ya no de tapia sino enbase a pequeños adobes. Uhle (1924), concluyóque estos restos debían de corresponder a una ci-vilización muy antigua.

En su descripción de la Huaca Alvarado, Uhle(1924: 81) señalaba que el montículo alcanzaba“unos 18 m. de altura en su angosto extremo Oeste”,lo que hace pensar que presentaba rasgosconcordantes con los patrones arquitectónicos dela época Paracas en el valle de Chincha. Si bienactualmente este sector Oeste se encuentra seria-mente afectado por construcciones modernas, enlas aerofotos de 1942 se observa que correspon-día a una plataforma elevada de orientación EsteOeste, con el eje desplazado hacia el borde Surdel complejo y que debió alcanzar unos 220 m delargo por unos 70 m de ancho. Esta plataformaalargada y elevada al Oeste estuvo conectada conotra cuadrangular y baja al Este, que aun se con-serva y que tiene unos 115 m de Este a Oeste porunos 100 m de Norte a Sur y de 6 a 8 m de altura.A su vez, las fotos aéreas revelan que esta platafor-ma cuadrangular presentaba dos montículos, enforma de apéndices alargados, que se proyecta-ban hacia el Este, a modo de brazos de una ‘U’, amenos que pudiera tratarse de los restos corres-pondientes al recinto de un atrio que, como he-mos visto, se ubica recurrentemente al Este de lasedificaciones de esta tradición.

El montículo está construido con adobes enforma de cuña y terrones. En algunos sectores seaprecian superposiciones arquitectónicas. Tal esel caso de algunos cortes en su esquina Nor Oeste,donde se observa una secuencia de rellenos, cons-truidos con hiladas sucesivas de terrones de barroy adobes en forma de cuña. Estos rellenos cons-tructivos corresponden a plataformas superpuestasy están asociadas a una serie de paramentos que se

Fig. 160. Croquis de La Cumbe (3) (Canziani).

adosan sucesivamente. Estos paramentos exhibenla repetida aplicación de varias capas de un finoenlucido de barro (Canziani 1992: 98-99).

La Cumbe (PV.57-03)

Se trata de un gran montículo de planta rectan-gular en forma de plataforma cuasi cuadrangularque mide 180 m de Este a Oeste y 150 m de Nor-te a Sur, conformado por varias terrazas escalona-das, ascendentes hacia el Oeste. El monumentoestá ubicado sobre el acantilado que limita el Nortedel valle bajo. El hecho de que el sitio estuvieraasociado a cementerios tardíos, y que sobre algu-nas de sus terrazas presente recintos de tapial yadobes, propios de la época Chincha-Inka, llevóa Uhle a suponer que esta edificación correspon-diera al santuario de Chinchay Camac considera-do en las crónicas como uno de los hijos del ídolode Pachacamac. Estos datos han conducido a aso-ciar en la literatura arqueológica a la Cumbe comoun sitio exclusivamente afiliado al períodoChincha-Inka en el valle de Chincha.

Sin embargo, el propio Uhle notó que los re-llenos con los que estaba construida la plataformaestaban hechos con cantos rodados. Estos datos,unidos a la presencia de cerámica temprana ensuperficie y, especialmente, ciertos rasgos arqui-tectónicos relacionados con la orientación Este-Oeste; el desarrollo de terrazas escalonadas y as-cendentes hacia el Oeste; y la existencia de depre-siones correspondientes a patios hundidos sobrela plataforma (el principal con unos 45 m de ladoy una profundidad de 3 m con relación a la terrazaen que se ubica); nos llevaron a plantear la posibi-lidad de que se tratara de una edificación delperíodo Formativo, reocupada tardíamente.Recientemente hemos hallado —en algunos cor-

Fig. 159. Huaca Alvarado (10 ). Evidencias en el flanco norte deadosamientos de muros elaborados con terrones de barro que mues-tran múltiples aplicaciones de enlucido (Canziani).

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tes que se ubican estratigráficamente en el basa-mento de los rellenos constructivos de LaCumbe— una considerable deposición de cerá-mica del clásico estilo Paracas Cavernas, lo queestaría confirmando esta hipótesis, al igual que laobservación de los típicos aparejos de esta tradi-ción en los rellenos constructivos de lo que debióser la base de la edificación. Estos datos permitensuponer que el grueso de la edificación correspon-de a esta época temprana, con remodelacionesmenores y bastante posteriores durante los perío-dos Chincha y Chincha-Inka.

Este importante hallazgo podría estar indican-do no solamente que este santuario y sus diosestendrían profundas y tempranas raíces en la his-toria del valle, sino también que La Cumbe ha-bría sido —con su impresionante volumen y es-tratégico emplazamiento— el más destacado cen-tro ceremonial Paracas en el sector Norte del vallebajo, solamente superado en jerarquía dentro delvalle por la Huaca Santa Rosa.

De otro lado, es interesante notar que los cá-nones arquitectónicos impuestos por estas nota-bles edificaciones piramidales fueron asumidos eincorporados a una arquitectura de aparente fun-ción pública, pero de una escala menor y a vecesrústica en sus acabados, tal como la que se ha re-gistrado en los márgenes al Sur del valle medio.Estos montículos relativamente pequeños y deescasa altura, como los de Cerro del Gentil(PV.57-59), Chococota (PV.57-63) y Pampa delGentil (PV.57-64), presentan la tradicional plan-ta rectangular, la orientación Este-Oeste y la pre-sencia de patios hundidos, si bien no necesaria-mente asumen un marcado desarrollo ascendente

hacia el Oeste. Estos montículos se encuentranconsistentemente asociados a materiales cultura-les Paracas Cavernas, lo que se refleja también eslas características constructivas que exhiben. Estetipo de arquitectura pública se encuentra a vecesaislada o formando pequeños complejos y, en al-gunos casos, asociada a poblados de aparente ca-rácter rural. Es preciso señalar que en estos mis-mos sectores y en casi toda la extensión del vallees notoria la ausencia de una arquitectura públicade carácter monumental como la observada en elvalle bajo (Canziani 1992).

Las remodelaciones arquitectónicas en los monu-mentos Paracas

Un aspecto sumamente interesante y que relacionala arquitectura Paracas con las difundidas tradicio-nes andinas de la arquitectura ceremonial tempra-na, está referido a la observación de la existenciaen muchos de estos edificios de una serie de remo-delaciones y consecuentes superposiciones arqui-tectónicas.

Este es el caso de un corte profundo en laHuaca Partida, donde se puede apreciar claramen-te una secuencia de muros, banquetas y pisos,posteriormente cubiertos por rellenos constructi-vos destinados a la reedificación de estos mismoselementos en el marco de distintos eventos deremodelación del edificio. Pero quizás los datosmás interesantes provienen de la Huaca PV.57-25 del complejo Soto donde, en un corte diago-nal producido por el trazo de un canal moderno,ha sido posible registrar una secuencia de por lomenos 5 o 6 remodelaciones sucesivas que modi-

Fig. 161. Vista aérea oblicuacon en primer plano las plata-formas escalonada de LaCumbe (3) en las que destaca,al centro, el principal patiohundido. Al fondo se apreciael complejo tardío de La Cen-tinela de Tambo de Mora (1)(Canziani).

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ficaron las características originales de lo que apa-rentemente constituía el atrio de esta edificación.En este caso, a los muros perimétricos del patiodel atrio –que estuvieron enlucidos y pintados deblanco– se les adosó interiormente nuevos mu-ros, banquetas y posteriormente rellenos de pla-taformas. Estas intervenciones paulatinamentefueron restringiendo el espacio original del patioy al mismo tiempo modificando las formas deacceso y circulación asociadas a éste. Como es elcaso de un vano que daba acceso a un ambientecon banqueta y que, cuando éste espacio fue re-llenado para dar forma a una plataforma, se alojóen el una escalinata destinada a superar la dife-rencia de nivel generada.

Fig. 164. Reconstrucción hipotética de la secuencia desuperposiciones arquitectónicas en el patio hundido de la platafor-ma Este de la Huaca 25 (Canziani 1992: fig. 9).

Fig. 162. Huaca Partida (9).Evidencias de superposicionesarquitectónicas en el corteubicado en el sector Este delmontículo (Canziani 1992:fig.13).

Es importante notar que en los casos señala-dos, aparentemente se busca mantener el partidoarquitectónico original. Lo que se puede apreciaral observar que las sucesivas remodelaciones con-servan en grandes rasgos la disposición de los ele-mentos arquitectónicos y la distribución espacial

Fig. 163. Plano de planta de la plataforma Este de la Huaca 25 conevidencias de superposiciones arquitectónicas, correspondientes ala secuencia de remodelaciones de un patio hundido (Canziani 1992:fig. 8).

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de los distintos ambientes. Este hecho, permitesuponer una constante en los aspectos funciona-les y en la concepción arquitectónica primigenia.En todo caso, este es un aspecto sujeto a un ma-yor estudio, que será posible profundizar solamen-te al abordar la excavación arqueológica de estosmonumentos.

Materiales y técnicas constructivas

El material constructivo dominante en las edifi-caciones del período Paracas es el adobe de pe-queñas dimensiones hecho a mano y que presen-ta una característica forma de cuña, al tener unabase irregular de forma elíptica y un típico adel-gazamiento hacia el vértice. La disposición de es-tos adobes en el aparejo de los rellenos es bastantesingular, ya que son colocados en posición verticalsobre una capa de mortero de barro sin aplicaréste en los intersticios entre los adobes, para lue-go disponer una nueva capa de mortero y unanueva hilada horizontal de adobes y así sucesiva-mente, hasta alcanzar la altura deseada en el relle-no de las plataformas, que son selladassuperiormente con un piso siempre de barro.

Estos mismos adobes se emplearon para la erec-ción de muros mediante la técnica de «doble cara»,disponiendo los adobes en posición horizontal,con las bases hacia ambos paramentos y rellenan-do el interior con una mezcla de barro y de terro-nes del mismo material. Una técnica similar seobserva en la terminación de las plataformas, conla disposición horizontal de los adobes y con lasbases definiendo la superficie de los paramentosque, luego del enlucido, en algunas ocasiones pre-sentan también evidencias de pintura blanca deacabado final.

Fig. 165. Típico aparejo cons-tructivo propio de la tradiciónParacas en el lado norte de laHuaca 25 del Complejo Soto(Canziani).

Fig. 166. Reconstrucción de la forma de elaboración de los adobesempleados en la arquitectura monumental Paracas (Canziani 1992:fig.16).

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Los Poblados de carácter rural

En la parte media alta del valle de Chincha, se haregistrado la existencia de una serie deasentamientos de aparente carácter rural. Estos selocalizan en una posición estratégica, sobre lasterrazas naturales que limitan las márgenes del valley desde donde se dominan los campos de cultivodel piso del valle y transcurren los más elevadoscanales de riego.

Estos extensos poblados revelan una notableconcentración de pequeñas estructuras de posi-bles viviendas con cimientos de piedra y que pu-dieron ser construidas con paredes de quincha.Este el caso del sitio Pampa del Gentil (PV.57-64) y de PV.57-140. En estos poblados, si bien seaprecia una tendencia a establecer patrones de tra-zo ortogonal, no se puede encontrar las caracte-rísticas propias de un asentamiento planificado,sino que parecen ser producto de una progresivaagregación de estructuras en las que se adviertetambién la existencia de superposiciones arqui-tectónicas, producto de una aparente ocupacióncontinua durante varios períodos.34

La forma y dimensiones de estas estructuras,además de las características antes señaladas, nos

llevan a suponer su aparente carácter doméstico.Estos elementos, unidos a la ausencia o presenciapuntual de una arquitectura pública de posiblefunción especializada, nos conducen a plantear elaparente carácter rural de estos asentamientos quedominan desde puntos estratégicos los campos decultivo del piso del valle. 35

Dado que este tipo de poblados no está pre-sente en el valle bajo, es posible suponer que lossitios de habitación relacionados con los produc-tores agrícolas de estos sectores, deben de rastrearsemás bien en una gran cantidad de sitios que secaracterizan por constituir pequeños montículosbajos, cuyos materiales constructivos y asociacio-nes cerámicas los afilian al período Paracas. Estaconstatación permitiría plantear una hipótesis detrabajo acerca de la posible existencia de dos for-mas de ocupación del espacio entre el valle bajo yel medio. En el primero, se concentraría la arqui-tectura pública monumental representada por losgrandes montículos piramidales y sus extensoscomplejos; mientras que el asentamiento de lapoblación rural podría presentar un patrón dedistribución disperso, conformado por pequeñasunidades familiares a modo de estancias o case-ríos. En contrapartida, en el valle medio la pobla-

Fig. 167. Foto aérea oblicuadel sitio Pampa del Gentil (64)visto desde el norte(Canziani).

34 En estos sitios se ha documentado la presencia de algunos montículos pequeños, aparentemente afiliados a Paracas Caver-nas, mientras que la cerámica de superficie señalaría una continuidad de ocupación durante las fases finales del Formativo(Necrópolis o Topará), hasta las fases iniciales de los Desarrollos Regionales (fase Carmen).

35 Anteriormente, hemos discutido críticamente el planteamiento de que este tipo de asentamientos pudiera corresponder aun “desarrollo temprano del urbanismo” propio de la Costa Sur (Rowe 1963, Wallace 1971, 1986) dado que, a nuestro entender,sería más bien en los complejos piramidales del valle bajo donde se encontraría la expresión inicial del surgimiento del urbanismoen el valle (Canziani 1992: 113-116).

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ción rural privilegiaría un patrón de concentra-ción, favorecido por la disponibilidad natural demesetas y tabladas en los márgenes del valle quelimitan los campos bajo cultivo. En este últimocaso, es sugerente suponer que la relativa lejaníade los complejos de aparente función ceremonialubicados en el valle bajo, habría sido resuelta in-tegrando a los poblados rurales del valle mediopequeñas estructuras que absolvieran localmenteesta función, a modo de “capillas”.

Sistemas de irrigación y cultivo

Finalmente, un novedoso e impactante hallazgologrado durante la exploración del valle, ha sidoel registro de una serie de evidencias correspon-dientes a canales que formaban parte de antiguossistemas de irrigación, asociados directamente concampos de cultivo abandonados. Estas evidenciasestán relacionadas consistentemente con materia-les culturales del período Paracas Necrópolis, lo

que nos permite sostener que por lo menos desdeeste período —hace unos 2500 años— había yaempezado el largo proceso que condujo a la con-formación inicial del valle agrícola en el sector me-dio del valle de Chincha, con la consecuente mo-dificación del paisaje territorial y la generación deuna importante zona de producción.

Las características extraordinarias de estas no-tables obras públicas y de los sistemas de camposde cultivo, constituyen un invalorable testimoniodel avanzado desarrollo agrícola alcanzado por lasgentes de la cultura Paracas y, en especial, del des-pliegue de estrategias adecuadas para el manejode un recurso escaso como el agua, en un vallerelativamente árido como es el de Chincha(ONERN 1970). De otro lado, la presencia deeste tipo de infraestructura permite suponer laexistencia de formas complejas de organizaciónsocial, que hicieron posible su ejecución, mante-nimiento y administración por parte de las socie-dades que ocuparon el valle tempranamente(Canziani y del Aguila 1994).

Las evidencias documentadas con relación a laépoca Paracas en el valle de Chincha, son de unariqueza tal que, aún en el nivel preliminar de nues-tros estudios, ya nos proponen una nueva visiónde esta sociedad mayormente conocida por su es-pléndido arte textil. Los sistemas agrícolas desa-rrollados tempranamente testimonian la progre-siva modificación de las condiciones naturales deun valle desértico de la costa peruana, para iniciarla conformación de un importante valle agrícolay la exitosa afirmación de una economía basadaen su explotación. De otro lado, la extensión delos asentamientos rurales, la complejidad del in-

Fig. 168. Foto aérea oblicua del sitio 140 visto desde el oeste(Canziani).

Fig. 169. Foto aérea oblicuadel sitio 142, ubicado en unaquebrada lateral al cauce delrío, en la que se aprecia loscanales superiores y los siste-mas de campos de cultivo(Canziani).

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cipiente urbanismo y, en especial, de la arquitec-tura monumental asociada a este, constituyen enconjunto un insospechado testimonio que nospermitirá aproximarnos científicamente al cono-cimiento de esta sociedad, desde los niveles gene-rales de la organización económica y social hastaaquellos particulares relacionados con las formasde vida cotidiana.

En especial las características y atributos de laarquitectura monumental Paracas, nos remiten aldesarrollo de actividades especializadas de distin-ta índole, tanto de carácter ceremonial como pro-ductivo. La enorme cantidad de trabajo invertidaen la construcción de sus notables volúmenes; lapersistencia de determinadas concepciones arqui-tectónicas a lo largo del tiempo; nos conducen atener una idea aproximada de los niveles de espe-cialización, poder y organización alcanzados porla sociedad Paracas y, en especial, por su emer-gente clase dirigente de base urbana.

Asentamientos Paracas en los valles de Pisco e Ica.

Muchos sitios Paracas han sido reportados en es-tos tres valles al sur de Chincha, pero lamentable-mente es bastante limitada la información dispo-nible acerca de las características que presentanlos asentamientos y la arquitectura presente en

ellos, lo que dificulta la posibilidad de establecercomparativamente similitudes y diferencias devalle a valle, con miras a lograr una visión inte-gral, a nivel regional, del fenómeno Paracas.

En el valle medio de Pisco, a unos 15 km delmar, el sitio de Chongos presentaría interesantesevidencias de una superposición en sus ocupacio-nes del período Cavernas y Necrópolis. En el si-tio, ubicado en la margen izquierda y sobre unasladeras áridas por encima de los campos de culti-vo, se observan pequeños montículos y recintosconstruidos tanto con pequeños adobes como concantos rodados. Algunos recintos parecen definirespacios vacíos a modo de canchas, otros presentansubdivisiones interiores y parecen estar asociadosa funciones domésticas, por su asociación con lapresencia de grandes basurales. Los muros de es-tas construcciones son bajos, lo que lleva a supo-ner que correspondían a las bases de estructurasde quincha. Si bien se sostiene que la arquitecturade las dos fases de ocupación temprana tendríaun estrecho parecido, tanto en las técnicas cons-tructivas como en la organización del espacio, se-ría factible discernir diferencias de detalle en aque-llas zonas que han sido excavadas (Peters 1988). 36

El valle de Ica ha tenido un rol muy impor-tante en la definición de la tradición Paracas araíz de los abundantes sitios y cementerios

Fig. 170. Cerrillos. Recons-trucción del edificio con pla-taformas escalonadas conecta-das mediante escalinatas yCorte en el que se aprecia elregistro de las superposicionesarquitectónicas correspon-dientes a distintas fases(Wallace).

36 La evidencia en cuestión lleva a plantear claramente la existencia de una superposición cultural, si bien Peters (1988) nodescarta una posible coexistencia “horizontal” entre las gentes de Paracas (Cavernas) y Topará (Necrópolis) entendidas -siguiendolos discutibles planteamientos de Lanning y Wallace- como dos tradiciones distintas, donde supuestamente la segunda seríaintrusiva desde el norte de la región.

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4. EL URBANISMO TEMPRANO 155

tempranos, que por décadas han sido objeto de laacción depredadora de los huaqueros, y especial-mente en mérito de los estudios arqueológicos quese plantearon el ordenamiento de una secuenciaestratigráfica y estilística de su cerámica (Menzel,Rowe y Dawson 1964). Sin embargo, es notableconstatar que entre los asentamientos Paracas deeste valle no se encuentran complejos con la com-plejidad de los registrados en Chincha, ni montí-culos piramidales comparables en envergadura conlos observados en este valle.37

Entre los sitios del valle medio de Ica, destacaCerrillos, que se localiza en las laderas de la margenizquierda del extremo norte del valle, donde seinicia el despliegue de las mejores tierras de esteoasis agrícola. El sitio ha venido siendo reexami-nado por Wallace a partir de sus primeros trabajosdesarrollados en él hace más de cuarenta años,cuando sus excavaciones contribuyeron a aportarmateriales asociados con las fases más tempranasde Paracas, en las que se percibe notables influen-cias de Chavín provenientes desde el norte(Wallace 1962).

El sitio presenta una compleja estratigrafía,donde se evidencia una secuencia de superpo-siciones, generada por sucesivos eventos de remo-delación arquitectónica que abarcarían un perío-do de ocupación desde el 800 al 200 a.C. La edi-ficación monumental se caracteriza por presentarterrazas escalonadas, cuyo desarrollo incorpora lapendiente de la ladera donde se asentó el edificio.Las terrazas se realizaron mediante muros de con-tención de piedras de campo y rellenos de cascajo,cuyos paramentos y pisos fueron acabados conarcilla. En una de las fases se registraron muroshechos con adobes en forma de terrón, igualmenteenlucidos cuidadosamente con arcilla. Parapetosbajos delimitaban las terrazas, que se interconec-taban entre sí mediante escalinatas, dispuestas tan-to en posición posiblemente central como lateralen sus diferentes niveles. Sobre el flanco norte delas terrazas escalonadas se levantaron cámaras deplanta cuadrangular, cuyas puertas presentabanumbrales elevados (Wallace com. pers. 2003).

De los trabajos de prospección desarrolladosen el valle bajo de Ica resulta que los sitiostempranos Paracas (Ocucaje fases 3 – 4) se con-centrarían al norte del sector de Callango yChiquerillo. Son sitios relativamente pequeñosque ocupan menos de 1 Ha. de extensión y co-rresponderían a sitios de habitación. Estos sitiosde habitación tendrían continuidad en su ocupa-ción durante la fase 8, en la que Animas Bajasconstituiría el sitio más importante, con una ex-tensión de unas 60 Ha y donde se reporta la pre-sencia de siete montículos de planta rectangular yalgunas elevaciones de tierra donde se observanlos cimientos de estructuras hechas con pequeñosadobes y abundantes deshechos de ocupación. Losmontículos —que de acuerdo al plano publicadopresentan una orientación Este Oeste— fueronconstruidos con pequeños adobes moldeados amanos en forma de “grano de maíz” y “redon-dos”. Sobre la cima de estas plataformas se defi-nieron por medio de muros una serie de recintosy corredores, mientras que también se observó eldesarrollo de rampas para conectar ambientes adistinto nivel (Massey 1991: 320-321, fig. 8.2.).En contraste a lo que se verifica en Callango, laocupación en el sector de Ocucaje durante estafase sería comparativamente menor y conasentamientos mucho más simples.

La fase 9 de Ocucaje representarían un mo-mento de crecimiento regional en el valle bajo ymedio de Ica, mientras que surgen nuevas formasde arquitectura monumental y se registran cam-bios en las técnicas y materiales constructivos.Surgirían complejos más extensos y se podría apre-ciar ciertas diferencias jerárquicas ente estos. So-bre la base de estos patrones de asentamiento, sepropone la confirmación de una posible unifica-ción política en el valle que Menzel, Rowe yDawson (1964) propusieron a partir de la homo-geneidad presente en las manifestacionesestilísticas de la cerámica durante esta fase, y cuyocentro debería de ubicarse en Ocucaje. Sin em-bargo, en este caso se señala que las evidenciasapuntarían más bien a pensar que este centro se

37 Pareciera que la concentración de estudios arqueológicos sobre lo Paracas en el valle de Ica —donde destaca su corpuscerámico- ha conducido a muchos investigadores a traducir la innegable importancia de este componente de la cultura material,con sus posibles implicancias en los términos de las formaciones sociales, llevándolos a sobredimensionar los niveles de organiza-ción social existentes, planteando la presencia de entidades políticas unificadoras en Ica que habrían ejercido su autoridad centrala partir de sitios como Animas Altas, considerados como “capitales” regionales (Massey 1991). En contra partida, esto parecehaber conducido a sub valuar la relevancia del valle de Chincha, el único donde se aprecia el desarrollo de asentamientos Paracasconformados por grandes complejos, que revelan el despliegue de una formidable arquitectura pública monumental. Si conside-ramos que la formación estatal va aparejada desde sus inicios con el desarrollo del urbanismo, suponemos que la principalexpresión de esta forma de organización social debería de haber tenido lugar en este último valle (Canziani 1992, 1993).

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encontrara en el sector de Callango y que podríahaber sido el sitio conocido como Animas Altas(Massey 1991: 323).

Animas Altas, sería el sitio más grande y com-plejo del valle de Ica durante este período, conuna extensión aproximada de 100 Ha. En el sitiodestaca la presencia de 13 montículos rectangula-res que comparten una orientación Norte-Sur, conla parte más elevada hacia el Norte. Sobre el ladoNorte de los montículos se encuentran muros quedefinen recintos y estrechos corredores, mientrasque del lado Sur enfrentan a pequeños patios.Algunos montículos están asociados y en proxi-midad de estructuras de depósito, formadas porhileras de cubículos cuadrangulares.

El sector Norte del sitio está dominado poruna plaza rectangular rodeada por estructuras conrecintos y otras con dos o tres hileras de depósitossemisubterráneos, que alcanzan de 50 a 60 m delargo. En el extremo Este del sitio se encuentra unpequeño montículo en cuyos muros interiores, queformaban una planta en “U”, se halló la notableevidencia de que estaban decorados con figurasincisas que presentan 12 versiones distintas de larepresentación de personajes con atributosfelínicos o de lo que se identifica también comoel ser oculado cuyo estilo correspondería al ParacasCavernas (Massey 1983; 1991: figs. 8.3, 8.4).

Otro caso de arquitectura monumental en elvalle bajo de Ica, se registraría en el sitio D-12,que presenta una estructura rectangular construi-da con adobe. En este caso, el extremo Sur sería elmás elevado, donde se observa la presencia de re-cintos; mientras que hacia el Norte se desarrolla-rían dos terrazas escalonadas descendentes. Se sos-

tiene que su arquitectura asemejaría en la forma ala de los montículos piramidales de Chincha(Cook 1999), si bien la descripción alcanzada essumamente escueta y no proporciona mayoresdetalles de los aquí reseñados, lo que nos impidehacer un examen comparativo como el propuesto.

En cuanto a la distribución espacial de los asen-tamientos, en su relación con el manejo de losrecursos, se puede apreciar que estos se concentranen aquellas zonas del valle de Ica que presentandepósitos aluviales fértiles asociados con la dispo-nibilidad de agua, ya sea mediante el riego o elmanejo de la napa freática superficial por mediodel cultivo en hoyas. El jalonamiento de sitios Paracasen la parte más baja del valle hasta su desembo-cadura en el mar, revelaría tanto el aprovechamien-to de pequeños oasis para el cultivo como la exis-tencia de una ruta natural hacia el mar como fuen-te de abastecimiento de recursos marítimos, cuyasevidencias son abundantes en los sitios al interiordel valle. De otro lado, la orientación del río y delvalle de Ica que transcurre de Norte a Sur, habríafacilitado la comunicación con la región de Naz-ca al Sur y con el valle de Pisco hacia el Norte,38

mientras que el acceso hacia la costa desértica alSur de la Bahía de la Independencia podría haberutilizado rutas alternas a traves de las Lomas deAmara (Cook 1999). Sin embargo, la comunica-ción entre los sitios del valle medio de Ica y los dela Bahía de la Independencia, como Chuchio yKarwa, habría representado una fatigante travesíade más de 50 km por uno de los desiertos másáridos del mundo, a través del extenso Tablazo deIca, cuyos inhóspitos parajes transcurren en granparte por encima de los 500 msnm.

Fig. 171. Animas Altas. Relie-ves murales representando se-res supranaturales y entre ellosal denominado “ser oculado”(Massey 1991: fig. 8.3).

38 Las hoyas de Villacurí y de Lanchas, recónditos oasis en los áridos llanos entre los valles de Ica y Pisco (Soldi 1982: 49-66),podrían haber servido como puntos de escala en estas tempranas travesías por el desierto. Se puede suponer, inclusive, que enalgunas de estas hoyas se hubiese iniciado su manejo con fines agrícolas, mediante el aprovechamiento de la napa freática relati-vamente superficial presente en estas pampas.

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4. EL URBANISMO TEMPRANO 157

Otros asentamientos Paracas en el litoral al Surde la península

Además de los destacados sitios de Cerro Colora-do, Wari Kayan, Arena Blanca o Cabezas Largas,asociados a las célebres necrópolis de la península(Tello y Mejía 1979), existen otros sitios paracasjalonando prácticamente todo el litoral de la ba-hía de Paracas, como son Puerto Nuevo, La Pun-tilla y Disco Verde. Se trata de sitios constituidospor montículos con conchales y restos de ocupa-ción aparentemente doméstica. Algunos de estos(tal es el caso de Disco Verde, Puerto Nuevo) ha-brían reportado cerámica de fases pre-Cavernas.De otro lado, la localización y contextos de estosasentamientos establecen su estrecha relación conla apropiación de recursos marinos, para lo cualen algunos casos su ubicación podría haber con-siderado la existencia de ciertas facilidades, comola proximidad de afloramientos de agua salobreen las hoyadas que hasta el día de hoy se aprecian.

De otro lado, la exploraciones del equipo con-ducido por el Dr. Tello, reportaron la presenciade extensos sitios ubicados al Sur de la penínsulade Paracas. Entre estos destacan Chuchio y Karwa(o Carhua) que se encuentran frente a la Bahía dela Independencia, en una zona absolutamentedesértica, localizados respectivamente a más de 30y 40 km al Sur de Paracas y entre 50 y 45 km alOeste del valle medio de Ica. En la superficie deestos sitios se observaron montículos con acumu-lación de grandes basurales con conchas marinas,que presentan restos visibles de habitaciones sub-terráneas o semisubterráneas, asociados a cerámi-ca incisa y policroma del estilo Cavernas y con lapresencia de enterramientos de fardos funerariossimilares a los de la península (Tello y Mejía Xesspe1979: 92).

La ubicación estratégica de estos sitios con re-lación a la explotación de una gran variedad derecursos marinos,39 supondría que fueron unafuente muy importante de aprovisionamiento para

Fig. 172. Carhua. Foto aéreadel sitio visto desde el oeste(Bridges 1991: 52

39 En el sitio de Chuchio se puede apreciar montículos formados cuasi exclusivamente por enormes acumulaciones deconchas de macha (Mesodesma donacium), prácticamente libres de ceniza o cualquier otro material de deshecho, lo que señalaríael consumo compulsivo de estos moluscos, propio del proceso destinado a su secado y salado para su conservación. Este datoapunta a señalar la actividad intensamente especializada de estos pescadores y sus estrechos nexos con el grueso de la poblaciónasentada en los valles, lo que habría posibilitado tanto la vital provisión de sus subsistencias, como la articulación de la distribu-ción de los productos marinos para su consumo dentro de los mismos valles o inclusive, en el marco de un intercambio de mayorescala, hacia las regiones altoandinas de Ayacucho y Huancavelica, desde donde proviene –es preciso recordarlo- la lana decamélidos para la industria textil y la obsidiana frecuentemente empleada por los paracas, inclusive en los sitios del litoral.

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los sitios al norte de la península, así como paralos del valle de Ica. Para esto debió articularse unsistema de intercambio, no solamente para el trans-porte de los productos del mar, sino también parasu propia y vital dotación de agua, alimentos agrí-colas y otros productos manufacturados, para locual el manejo de hatos de llamas pudo haber te-nido un papel imprescindible.40

Si bien estos sitios del litoral hasta la fecha hansido poco estudiados, no parecen limitarse exclu-sivamente a la función habitacional de los pesca-dores que debieron ser sus más numerosos mora-dores, ya que desde su descubrimiento reporta-ron importantes vestigios, como la presencia devajilla fina del estilo Cavernas y enterramientossimilares a los de las necrópolis de Paracas (ibid).Posteriormente, el sitio de Karwa ha sido señala-do como fuente de proveniencia de impresionan-tes textiles pintados con motivos chavinoides, la-mentablemente extraídos por excavaciones clan-destinas. Por lo tanto, no sería de extrañar quesitios de esta naturaleza reporten en el futuro laexistencia de algún tipo de arquitectura pública,tal como se puede suponer a partir de la percep-ción del especial ordenamiento que presentan al-gunos de los montículos que conforman estosasentamientos y la propia calidad extraordinariade ciertos hallazgos.

En este sentido, en el sitio de Chuchio pudi-mos apreciar la presencia de pequeñas cámarassubterráneas excavadas sobre una plataforma na-tural, posiblemente destinadas a una función fu-neraria. Estas fueron acabadas interiormente conmuros de contención hechos de bloques de calichey techadas con vigas de piedra y troncos. Sin em-bargo, nos pareció más extraordinario apreciar alSur del sitio y sobre un elevado acantilado, corta-do verticalmente unos 100 m sobre el mar, ungran muro de contención hecho de cantos roda-dos de 30 a 40 cm de diámetro. Este muro decontención, que forma una larga plataforma orien-tada Este Oeste de unos 40 m de largo, aprove-chando en parte el relieve natural del terreno, pre-senta en el tramo próximo al abismo su mejorestado de conservación. En este sector, donde elmuro alcanza unos 4 m de alto, se puede apreciarque fue construido mediante la disposición de loscantos en hiladas horizontales, posiblemente asen-tándolos con una mezcla de algas y tierra salitrosa,una técnica que es de uso común en las construc-ciones de este tipo de sitios.

Esta inusitada inversión constructiva, en unterreno de alto riesgo, se ve magnificada al obser-varse que los cantos rodados empleados en su cons-trucción son ajenos al terreno del sitio y provie-nen del fondo de playa, por lo tanto su acarreo

Fig. 173. Chuchio. Vista deuna plataforma al borde de unacantilado que domina el mar,que presenta un gran muro decontención construido concantos rodados dispuestos enhiladas horizontales(Canziani).

40 Los camélidos sudamericanos no fueron ajenos a los Paracas, como se puede comprobar del manejo de sus fibras, cueros yotros elementos incorporados en las ofrendas funerarias de las necrópolis, al igual que de su representación relativamente frecuen-te en la decoración de sus textiles (Tello 1959: fig. 68, Tello y Mejía 1979, Peters 1991: 280).

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4. EL URBANISMO TEMPRANO 159

hasta la obra representó varios cientos de metrosde recorrido, en gran parte de brusco ascenso, loque implicó —estimando el considerable peso delos cantos— contar con el esfuerzo de una o máspersonas para el transporte de cada uno de estos.La ubicación dramática de esta plataforma, cuyoextremo Oeste remata directamente sobre el abis-mo, unida al espectacular dominio que ofrece delpaisaje marino, llevarían a pensar en una funciónpública, quizá relacionada con el establecimientode un adoratorio destinado al ejercicio de algúnculto al mar, un universo prolífico en recursos perotambién la inquietante morada de muchos de losseres supranaturales que animaron la cosmovisiónde los Paracas.

Finalmente, la presencia Paracas en Nazca ymás al sur parece atenuarse, especialmente en lo

que se refiere a la presencia de arquitectura mo-numental. Los materiales afiliados a esta tradiciónse han reportado limitadamente en los valles de laregión y es bastante somera la información acercade los posibles asentamientos asociados (Silverman1991). Sin embargo, las recientes investigacionesemprendidas por Reindel e Isla (Reindel et al.1999), con excavaciones arqueológicas en el sitiode Jauranga (Palpa), vienen demostrando la pre-sencia de asentamientos con población Paracas,cuya cultura material constituye una notable evi-dencia de insospechado vigor al sur de la regiónde Ica. Esta novedosa información les permitiríapostular también que los geoglifos más tempranos,trazados en las faldas de las laderas que limitan elvalle de Palpa, corresponderían a las tempranaspoblaciones Paracas asentadas en el valle.

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5. LAS PRIMERAS CIUDADES 161

EN LOS ANDES CENTRALES durante el período delos Desarrollos Regionales Tempranos (500 a.C.– 700 d.C.), como su denominación lo señala, severifica el surgimiento de desarrollos culturalescon características marcadamente regionales, enlas que se expresa una creciente autonomía y lageneración de tradiciones culturales con identi-dades bien definidas y diferenciadas entre sí. Apartir de los avances logrados durante el Forma-tivo y especialmente con la creciente afirmaciónde la agricultura, se produjo una relación de es-trecha interdependencia de las distintas socieda-des con las peculiares condiciones medio ambien-tales de las diversas regiones en que estaban asen-tadas. En este sentido, se constata que el ámbitoterritorial de estos desarrollos culturales corres-pondió a uno o más valles oasis en el caso de lassociedades costeñas, o a hoyas hidrográficas delos valles interandinos en el caso de la serranía.

Se trata de un período ampliamente recono-cido por sus notables y extraordinarias manifes-taciones artísticas, especialmente de aquellas queprovienen de la cerámica, la textilería y la orfe-brería, lo que motivó que algunos estudiosos de-nominaran a esta época como “clásica” o como“período de los maestros artesanos” (Lumbreras1969: 149-151).

Especialmente en la Costa Norte y Central, sedesarrollaron ambiciosos proyectos de irrigaciónque permitieron ampliar notablemente el desa-rrollo de la agricultura, con el manejo de los cul-tivos de regadío en la mayor parte del territoriode los valles. Estos logros dieron paso a una nue-va realidad económica, caracterizada por la cre-

ciente disponibilidad de excedentes productivos.Esta multiplicada capacidad de producción y lamayor dotación de recursos estuvo asociada a unamayor especialización y división social del traba-jo, sirviendo de soporte a procesos de desarrollourbano desconocidos hasta ese entonces.

Surgieron así centros urbanos y ciudades do-minados por colosales montículos piramidales,desde donde las elites dominantes encabezadas porsacerdotes ejercían el poder, apoyadas por desta-camentos de guerreros que se supone también for-maban parte integrante de la nobleza gobernante.Pero existen muchas evidencias de que en este tipode asentamientos residían también los más desta-cados maestros artesanos, que estaban dedicadosa la producción especializada de finas manufactu-ras. Por esta razón, entre las ruinas de estos cen-tros urbano teocráticos1 no sólo se encuentran lasestructuras correspondientes a los monumentalestemplos, los fastuosos palacios, depósitos y vivien-das, sino que también los arqueólogos encuentranuna apreciable presencia de talleres donde se hacomprobado la actividad especializada de sus ha-bitantes, dedicados a la elaboración de cerámica,tejidos, implementos de metal y joyas de orfebre-ría, adornos y collares de cuentas de piedrassemipreciosas o de conchas exóticas, así como deotros tantos productos de uso suntuario o ritual.

Como veremos más adelante, en la producciónde la estructura física de los centros urbanos y delos complejos monumentales, se asiste a una seriede mejoras técnicas que van desde la propia ela-boración de los materiales constructivos —cual esel caso de los adobes que finalmente serán produ-

5LAS PRIMERAS CIUDADESDe los centros ceremoniales al surgimientode los centros urbano teocráticos

1 Se les denomina centros urbano teocráticos, porque en ellos se expresa claramente el ejercicio del poder por parte de lossacerdotes, lo que se manifiesta de modo patente en el volumen dominante de las principales edificaciones ceremoniales conrelación a las demás estructuras urbanas.

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cidos con molde— hasta la afirmación de nuevasformas de organización del trabajo en la construc-ción. Estos avances, en su conjunto, evidencianun alto grado de especialización en el campo de laconstrucción, que aparentemente ya no sólo tocaa los diseñadores y conductores de estas grandio-sas obras públicas, sino que también habría com-prometido a quienes lideraban los equipos deobreros a cargo de la ejecución de estas.2

Otro tipo de modificaciones se percibe con laafirmación de nuevos patrones de ordenamiento

de los centros urbanos y en los atributos formalesque se imponen en la arquitectura monumentaldel período. Paralelamente, se registra la declina-ción o extinción de algunas formas arquitectóni-cas que tuvieron una larga e importante tradición.Este es el caso de la organización espacial rígida-mente simétrica, dominante en el ordenamientoaxial de muchos de los antiguos complejos delFormativo; como también de ciertos componen-tes arquitectónicos que antaño tuvieran una figu-ración central, como sucede con el abandono de

2 La evolución de la forma de los adobes, que culmina con la generación de adobes paralelepípedos rectangulares elaboradoscon molde, permite inferir la mejora de una serie de aspectos de la tecnología constructiva, entre los que destacan: la masificacióny aceleración de la producción de los materiales constructivos; la estandarización de las dimensiones de los adobes permite, a suvez, el cálculo y la estimación de los materiales y de la mano de obra requeridos para un determinado volumen o segmento de laobra a ejecutar; así como una mayor solidez estructural, lograda mediante el desarrollo de aparejos trabados.

Fig. 174. – Mapa con los territo-rios de las diferentes culturas re-gionales y la ubicación de los prin-cipales sitios del período.1 Sipán2 Pampa Grande3 San José de Moro4 Pacatnamú5 Dos Cabezas6 El Brujo7 Mocollope8 Moche9 Galindo10 Grupo Gallinazo11 Huancaco12 Pampa de Los Incas13 Pañamarca14 Cerro Trinidad15 Cerro Culebra16 Maranga17 Pucllana18 Pachacamac19 La Muña20 Ventilla21 Cahuachi (Canziani).

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5. LAS PRIMERAS CIUDADES 163

los pozos ceremoniales o patios circulares hundi-dos, y de las cámaras o recintos con hogar central,cuyos lejanos orígenes se remontaban al ArcaicoTardío. Evidentemente, estos drásticos cambiosno son exclusivamente de índole formal ya querepresentan, más bien, la expresión de las nuevasfunciones que absolverán los centros urbanosteocráticos y su arquitectura pública. Estas trans-formaciones, a su vez, nos advierten de los cam-bios que debieron de producirse en la esferasuperestructural, como parte de la nuevacosmovisión que debió acompañar el surgimien-to de estas nuevas formaciones sociales.

Es evidente que este proceso de cambios tam-bién implicó fuertes transformaciones en las for-mas de organización social. Tanto la extraordina-ria riqueza que se observa en el ajuar funerario dealgunos enterramientos, frente a la extrema senci-llez de otros; así como las propias representacio-nes escultóricas o pictográficas en la cerámica,especialmente en el caso de Moche, dan cuentade fuertes diferencias sociales. La presencia de cla-ses sociales claramente diferenciadas, así como ladocumentación de notables desarrollos urbanos,constituyen claros indicadores para inferir quemuchas de estas sociedades se desarrollaron defi-nitivamente en el marco de una organización po-lítica de carácter estatal (Lumbreras 1987b;Canziani 2003a, 2004).

En todo caso, este proceso evolutivo no es,como muchas veces se ha supuesto, homogéneo ylineal. Mas bien las evidencias conocidas dan lu-ces acerca de la existencia de una notable desigual-dad y discontinuidad. En la Costa Central y, es-pecialmente, en la Costa Norte el proceso se de-sarrolla de forma generosa y manifiesta unespectacular apogeo de las formaciones socialesteocráticas y de los correspondientes centros ur-banos, algunos de los cuales trascienden al nivelde ciudades. De otro lado, el proceso en la CostaSur Central y Sur es aparentemente bastante másaustero y contenido. Inclusive se percibe que enla costa este fenómeno no trasciende al sur delárea de Nasca, donde así como durante el Forma-tivo se desconoce la presencia de centros ceremo-niales, para esta época tampoco se registraríanasentamientos de nuevo tipo (urbanos), lo que lle-va a suponer que las sociedades de estas regionesmantuvieron un modo de vida fuertemente rela-cionado con la pesca, la recolección, y con un

manejo agrícola bastante limitado, lo que habríaestado aparejado con la persistencia de formas deorganización de carácter tribal y de asentamientosde tipo aldeano. Las desigualdades antes señala-das entre las distintas regiones de la costa peruana,se explicarían con el mayor o menor grado dedesarrollo de la producción agraria como base dela economía social, lo que se acentúa marcada-mente entre el “norte fértil” y el “sur árido” (Lum-breras 1999).

Por otra parte, que los procesos no son linea-les y que pueden estar sujetos a marcadas discon-tinuidades, lo podemos constatar claramente enciertos valles como los de Casma o el de Chincha,donde los extraordinarios desarrollos registradosdurante el Formativo no presentan continuidad,manifestándose un desarrollo urbano menor y unevidente decaimiento de la inversión en la cons-trucción de arquitectura pública monumental. Deotro lado, algo similar se verificaría en las regionesaltoandinas —a excepción del altiplano circum-lacustre con Tiwanaku— ya que el desarrollo for-mativo registrado en la sierra de Cajamarca y conChavín no presentaría continuidad o un desarro-llo urbano ulterior. Esta es evidentemente una pro-blemática que merecería una mayor exploración,dada la importancia de las interrogantes que senos plantean. Una hipótesis viable sería la quepropone que en estas regiones altoandinas se ha-bría impuesto una auto limitación en la dotaciónde excedentes productivos, a partir de las condi-ciones técnicas de la producción agropecuaria, quese resuelve mayormente en el ámbito de la orga-nización comunal del trabajo y de un modosustancialmente autosuficiente. Estas condicioneslimitarían la especialización en el campo de laproducción y, por ende, inhibirían los elementoscausales de la diferenciación social, resolviéndoselas relaciones de producción en el marco de la or-ganización comunal, donde priman la reciproci-dad y los lazos de parentesco (Golte 1980, Mayer2004). Por consiguiente, en estos contextos noexistirían requerimientos que sustenten la presen-cia de un aparato estatal y, como reflejo conse-cuente, se explicaría la manifiesta ausencia deldesarrollo de asentamientos de carácter urbano. 3

La viabilidad de la hipótesis antes expuesta, severía reforzada en su contrastación por el postu-lado que sostiene que el proceso de desarrollo ur-bano y su sostenibilidad, requieren de la existen-

3 Como se verá más adelante, esta situación solamente de revierte durante aquellos períodos donde la presencia de Estadosexpansivos de carácter imperial —como Wari y el de los Incas— implantan el desarrollo urbano en extensas regiones e, inclusive,aplican la planificación urbana como una estrategia fundamental para el control territorial y poblacional.

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164 JOSÉ CANZIANI

cia de un determinado nivel de desarrollo de lasfuerzas productivas; que este sea capaz de asegu-rar la disponibilidad de ingentes cantidades deexcedentes; que permitan una creciente divisiónsocial del trabajo y desligar de la producción di-recta de alimentos a una porción importante dela población, para que esta se dedique principal-mente al desarrollo de actividades especializadas,sean estas de producción de servicios, manufac-turas, instrumentos de producción, o comercio(Lumbreras 1981:170-173). De acuerdo a estaproposición, la explicación de la manifiesta des-igualdad y discontinuidad que se evidencia en elproceso entre las diferentes regiones de los AndesCentrales, tendría causas que deberían de rastrearseen los aspectos antes señalados y específicamenteen la ausencia de estas condiciones, o en el mayoro menor nivel de desarrollo alcanzado por estasen los respectivos contextos históricos y regionales.

A este propósito, es relevante tomar en cuentaque a partir de la década de los ’50 una serie deestudiosos norteamericanos (Schaedel 1951, 1972;Rowe 1963; Lanning 1967) propusieron una vi-sión del proceso que implícitamente planteaba unasuerte de dicotomía en la cual, de un lado, en laCosta Sur se habría dado supuestamente el desa-rrollo de un urbanismo temprano; mientras quedel otro y en contrapartida, la Costa Norte se ha-bría caracterizado por la supuesta presencia decentros ceremoniales “vacíos”, es decir donde másallá de los montículos piramidales no habría exis-tido una mayor concentración poblacional y don-de la dinámica del urbanismo se impondría tansólo a partir del Horizonte Medio. Como vere-mos más adelante, está cada vez más claro lo erró-neo de estas proposiciones, si bien algunos estu-diosos -con diferentes enfoques y matices- hanpersistido en ello o construido argumentos teóri-cos a partir de bases que hoy en día resultan bas-tante discutibles.4

Evidentemente, este debate trae a colación laproblemática que se propone el examen de lainterrelación existente entre clases sociales, Esta-do y fenómeno urbano, que fue inicialmente pro-puesta por Gordon Childe (1982, 1985) y que enel caso de los Andes Centrales ha concertado laatención de diversos estudiosos que se han ocu-pado del tema (Choy 1979; Lumbreras 1968,1981, 1987a, 1987b, 1994; Staino y Canziani1984; Canziani 1989, 2003a, 2003b, 2004). En

este capítulo haremos algunos apuntes sobre estaproblemática, y como se manifiesta en las dife-rentes regiones, fundamentalmente a partir de lascaracterísticas que presentan los asentamientos delperíodo, especialmente los centros urbanoteocráticos.

Los desarrollos urbanos Gallinazo y Mocheen la Costa Norte

Una vez concluido el período Formativo en laCosta Norte, se manifiesta el surgimiento de lacultura Gallinazo, conocida también como Virúpor su importante desarrollo en este valle, previoa la ocupación Moche. Por lo que conocemos deGallinazo, especialmente a partir de las investiga-ciones desarrolladas en el valle de Virú (Bennett1950, Willey 1953), esta fue una sociedad conuna economía basada principalmente en la agri-cultura, que estuvo asociada a una notable expan-sión de los sistemas de irrigación, lo que le permi-tió aumentar notablemente las tierras de cultivo,extendiéndolas prácticamente a todos los suelosdisponibles en el valle de Virú.

En cuanto a las características de su forma deorganización política, parece que los gallinazodurante sus fases tardías habrían logrado generaruna estructura de carácter estatal. En el valle deVirú, precisamente donde la cultura Gallinazohabría alcanzado su apogeo, significativamente seobserva un complejo patrón de asentamiento quepresenta una variedad de tipos de sitios, entre losque destaca el desarrollo de un notable centro ur-bano, como es el llamado Grupo Gallinazo. Esinteresante notar que el urbanismo de Gallinazopodría representar un antecedente al desarrollo quealcanzará la cultura Moche en este aspecto. Sinembargo, es preciso tomar en cuenta que el desa-rrollo de Gallinazo tardío, habría sido en buenamedida contemporáneo con las fases de Mochetemprano y medio, por lo que ambas experien-cias urbanas debieron de coexistir en este lapso detiempo.

Moche, por su parte, representa el desarrollomás destacado de las formaciones teocráticas delperíodo. Esta cultura no sólo nos ha legado el es-plendor de sus extraordinarias y sofisticadas ma-nufacturas, sino también la evidencia de que fueartífice de la construcción de una magnífica ar-

4 Ver al respecto, las tesis esgrimidas con diferentes matices por Service (1984); Wallace (1986); Bonavia (1991, 1998);Shimada (1994); y Bawden (1999).

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quitectura monumental, que se desarrolló en elmarco de impresionantes centros urbanos. Sabe-mos también que los Moche dieron cuerpo a unacompleja y jerarquizada formación social, que porvarias centurias ocupó el vasto territorio de laCosta Norte, desarrollando el manejo de sus va-lles agrícolas y dando vida a formas de organiza-ción política que posibilitaron la generación deentidades que lograron consolidar un manifiestodominio intervalles.

Aún queda mucho por investigar con relacióna esta temática, sin embargo parecen tener cre-ciente aceptación las hipótesis que sugieren unacierta diferenciación regional, por lo menos polí-tica, entre los Moche norteños y los sureños. En-tre los primeros se encontrarían los que poblaronlos valles de Lambayeque, con límite sur en el va-lle de Jequetepeque y con proyecciones hacia elNorte en Piura. Mientras que entre los del Sur,tendríamos los que ocuparon los valles “nuclea-res” de Moche y Chicama, y que con la expan-sión Moche hacia el Sur, dominaron los valles deesta región hasta Nepeña, con posibles proyeccio-nes aún más al sur hasta el valle de Huarmey. Enel primer caso, se supone la presencia de entida-des políticas con cierta autonomía a nivel de va-lles o de sectores de estos; mientras que en la re-gión sureña es muy posible se diera la conforma-ción de una entidad estatal centralizada y decarácter expansivo, que se anexó nuevos territo-rios y poblaciones mediante la dominación o con-

quista militar de los valles al sur de Moche(Moseley 1992, Castillo y Donnan 1994).

La existencia de esta diferenciación regionalentre los Moche del Sur y los del Norte, habríatenido la particularidad de inscribirse en el mar-co de una extraordinaria unidad cultural, clara-mente perceptible en distintas manifestaciones desu cultura material, especialmente en la represen-tación iconográfica, y debió involucrar otros as-pectos culturales como una lengua común y unatradición religiosa compartida. Lo notable de estaidentidad cultural es que no solamente se exten-dió a lo largo de cientos de kilómetros de la CostaNorte, integrando las poblaciones de sus respec-tivos valles oasis, sino que también tuvo una ex-traordinaria vitalidad, manteniéndose vigentedurante una larga época que comprende variossiglos de duración.

Más adelante examinaremos el comportamien-to de esta perspectiva de diferenciación regional,tanto en el ámbito de la arquitectura monumen-tal como en el de los patrones de asentamientodocumentados. Igualmente, examinaremos esteaspecto con relación a la forma en que se mani-fiestan los procesos de abandono o transforma-ción de los asentamientos urbanos moche, lo quese verifica durante la crisis que afectó su fase tar-día, y que aparentemente se vio agudizada por laspresiones externas que se manifestarían duranteel Horizonte Medio a raíz del desencadenamien-to del fenómeno Wari.

Fig. 175. Valle hipotético de la Costa Norte o Central, en el que se ilustra la ampliación del manejo agrícola a las zonas medias y bajas del valle,mediante el desarrollo de grandes canales de irrigación en ambas márgenes (Canziani).

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La cultura Gallinazo y su modelo de asentamien-to en el valle de Virú

Esta cultura, conocida también como Virú, sedesarrolló en la Costa Norte luego de Salinar yantecede el posterior desarrollo de la culturaMoche. Sin embargo, es importante aclarar queel estilo cerámico asociado a Gallinazo aparente-mente sobrevivió como parte de la vajilla utilitariadurante mucho más tiempo y por lo tanto no esextraño que se le encuentre coexistiendo en sitioscon ocupación Moche, tanto en los valles deTrujillo como en aquellos de Lambayeque.

Sin embargo, parece que fue en el valle de Virú,inmediatamente al sur de Trujillo, donde la cul-tura Gallinazo alcanzó su mayor desarrollo. Efec-tivamente, en la parte baja de este valle se encuen-tra un extenso complejo de plataformas y montí-culos piramidales de adobe conocido como GrupoGallinazo, que aparentemente constituía una suer-te de “capital” de esta sociedad en el valle y dondeBennett desarrolló excavaciones en los años 30 yluego en los 40 (Bennett 1950). Adicionalmentese reporta información de otros tipos de sitiospresentes en el valle, como son: complejos cere-moniales con edificaciones piramidales; estructu-ras fortificadas conocidas como “castillos”; otrasdel tipo “palacio”; además de grandes casas aisla-das; aldeas y asentamientos habitacionales; ade-más de cementerios (Willey 1953).

Este conjunto de tipos de sitios, su ubicacióny articulación espacial, permitieron a Willey (ibid:378-382, fig. 84) plantear una serie de sugerenteshipótesis acerca de las singulares características delpatrón de asentamiento de Gallinazo Tardío en elValle de Virú. A diferencia de lo que aconteciódurante el precedente período Puerto Moorin oFormativo Superior, donde se dio una marcadaconcentración en la parte media alta del valle, laocupación Gallinazo, manifiesta más bien una bajaocupación de este sector y un importante despla-zamiento hacia el valle bajo y medio. En el vallebajo el Grupo Gallinazo además de tener un rolprotagónico como posible sede de una autoridadcentral, debió de incorporar bajo su órbita otrosasentamientos de la margen norte del valle bajo.En la margen sur del valle bajo, como en el vallemedio, otros centros de menor rango pudieroncumplir una función similar con relación a lapoblación asentada en estos sectores. Mientrastanto, en el sector del cuello del valle, esta fun-ción pudo ser cubierta por cuatro “castillos” for-tificados y un complejo ceremonial localizado enuna posición central, los que además garantiza-ban el control estratégico de una zona clave parael manejo del sistema de irrigación del valle(Canziani 1989).

Fig. 176 . Ocupación Gallinazo en el valle de Virú (redibujado de Willey 1953 en Canziani 1989)

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El Grupo Gallinazo

El Grupo Gallinazo se encuentra en la parte nor-te del valle bajo de Virú, en una zona que debióser marginal al área bajo cultivo en ese entonces,por su baja calidad de suelos debido a su relativaproximidad a la franja del litoral marino. Presen-

ta una notable extensión, que alcanza por lo me-nos 2 km. a lo largo de su eje principal orientadode norte a sur, si consideramos el área de mayorconcentración, pero que si comprende otros mon-tículos más dispersos, llegaría a alcanzar una ex-tensión de hasta 4 km. 5 El Grupo Gallinazo estáconformado por unos 30 montículos, aparente-

5 El área de mayor concentración de montículos, y que reúne a aquellos que presentan edificios piramidales y evidencias dearquitectura monumental, ocupa una extensión de unas 200 Ha. Sin embargo, no está del todo claro si la ocupación poblacionalestuvo limitada exclusivamente al área de los montículos —de lo que resultaría una baja densidad de ocupación— o si es quetambién comprometió las áreas anexas a estos hoy cubierta por campos de cultivo.

Fig. 177 . Plano general del Gru-po Gallinazo (redibujado deBennett 1950 en Canziani 1989).

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mente amorfos y de contornos indefinidos debidoa la intensa erosión. Sin embargo, las excavacionesrealizadas en ellos revelaron que estaban consti-tuidos por plataformas con estructuras arquitec-tónicas y que, en algunos casos, sirvieron tam-bién de base para la erección de volúmenespiramidales. En otros casos se trataba de simplesmontículos producto de la acumulación de tierray de deshechos de ocupación, lo que revelaría suaparente función habitacional, asociada a cons-trucciones realizadas con materiales perecederos.

Como sostuvo Bennett (1950), al igual queWilley (1953), el Grupo Gallinazo no presentaevidencias aparentes de una planificación global.Sin embargo, un análisis somero permite apreciarque existió una evidente búsqueda de organiza-ción espacial, la que a partir de la reiterada orien-tación de las estructuras arquitectónicas se extiendea la disposición de los montículos y las platafor-mas, como también al nivel del ordenamientogeneral del complejo en dirección norte sur. Igual-mente se perciben ciertos niveles de planificaciónsectorial, verificables en el planeamiento de lasestructuras expuestas por las excavaciones, dondela apariencia amorfa y desordenada que presentael sitio en superficie parece ser más bien el pro-ducto de la intensa erosión que ha sufrido. Final-mente, se puede inferir la existencia de unazonificación y jerarquización de las estructuras,con la presencia de plataformas que incorporangrandes volúmenes piramidales y otras que porsus acabados, decoración mural y características,parecen corresponder a edificios públicos de fun-

ción especializada; mientras que otros montícu-los con plataformas compuestas por cuartos y otrosrecintos con evidencias domésticas, podrían serasignados a una función residencial asociada asectores de la población con un cierto status so-cial; por último, generalmente en la periferia delsitio, otros montículos que presentan evidenciasde ocupación y escasos restos arquitectónicos,podrían haber correspondido a zonashabitacionales resueltas con materiales perecede-ros y ocupadas por sectores sociales dependientesde la elite urbana o por trabajadores del campoasimilados al núcleo urbano del asentamiento(Canziani 1989: 118-120).

En cuanto a las estructuras arquitectónicasidentificadas en los montículos, se aprecia que laorganización espacial del complejo orientada denorte a sur es reiterada en estas, tanto en la propiaorientación de las plataformas, como en el trazode los muros de los recintos y corredores. Las es-tructuras excavadas revelaron patrones fuertemen-te concentrados, donde se advierte el dominio deun persistente patrón ortogonal, generado por losmuros trazados siguiendo los ejes cardinales. Talcomo se observa, por ejemplo, en el sectorexcavado del montículo V-155A, donde las estruc-turas mantienen un patrón constante en su orien-tación en las superposiciones arquitectónicas, quecorresponden a las diferentes fases de ocupacióndel sitio, desde el Gallinazo Temprano al Tardío(Bennett 1950: fig. 11).

Estas superposiciones arquitectónicas, asocia-das a las distintas fases de Gallinazo, también per-

Fig. 178 . Vista de la pirámideprincipal de la Huaca Gallina-zo (V-59) desde el montículoV-157 ubicado al Este(Canziani 1989).

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mitieron observar la evolución y los cambios quese aprecian en las técnicas y los materiales construc-tivos. Así en la fase I, se desarrolla una especie de“tapia”, elaborándose los muros con barro compac-tado. En la fase II, aparecen adobes moldeados amano de distintas formas (esféricos, hemiesféricos,etc.). Posteriormente, en la fase III o Gallinazotardío, aparecen los adobes paralelepípedos rec-tangulares, elaborados con moldes de caña, que

dejan sus características improntas en las caras delos adobes; a los que siguen los de moldes llanos,hechos aparentemente con gaveras de madera. Escaracterístico también de las construcciones ma-sivas de Gallinazo, que los rellenos de adobe delos volúmenes de las pirámides, presenten la in-serción horizontal de vigas rústicas de algarrobo,que debieron operar como una suerte de “ama-rres” de refuerzo estructural en los rellenos cons-tructivos. Esta técnica peculiar se observó tam-bién en la principal construcción piramidal delsitio, denominada Huaca Gallinazo (V-59) quese emplaza sobre el montículo más extenso (400 x200 m.), mientras que la pirámide en sí presentauna base de 70 x 65 m. elevándose unos 20 m.por encima del nivel del terreno.

Son de destacar en la arquitectura Gallinazomuchos ejemplos de decoración mural en bajorelieve, con motivos entrelazados que parecen re-presentar serpientes o peces, pero también en susprincipales edificios usualmente se encuentrancenefas y frisos obtenidos mediante una particu-lar disposición de los adobes dejando espaciosvacíos, logrando así bandas decorativas horizon-tales que repiten especiales formas geométricas.Estos muros estaban finamente enlucidos y pin-tados de amarillo, aunque se incluye de forma al-terna también el negro, verde, rojo y blanco(ibid:38). Estos motivos decorativos están presen-tes mayormente en los muros de contención deplataformas y, tanto por su posición como orien-

Fig. 179 . Plano del sitio V-152 – 153 del Grupo Gallinazo (Willey1953: fig. 141).

Fig. 180. Plano y Corte de lasestructuras excavadas en el si-tio V-155 A del Grupo Galli-nazo (Bennett 1950).

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tación, es posible que constituyeran el especialacabado de los frontis de los principales edificiospúblicos, que estuvieron asociados a las estructu-ras piramidales del Grupo Gallinazo (Canziani1989: 116-117).

Si bien el Grupo Gallinazo, no ha merecidonuevas investigaciones que continuaran las inicia-das por Bennett entre las décadas de los 30 y 40,los datos recuperados en ese entonces permiteninferir que nos encontramos frente a un impor-tante centro urbano, lo cual fue destacado tantopor el propio Bennett (1950) como por Willey(1953) en su célebre trabajo sobre los patrones deasentamiento prehispánicos en el valle de Virú. Sibien estos investigadores hicieron mayor énfasissobre los aspectos cuantitativos, relacionados conla extensión del sitio y la estimación de los milesde cuartos contenidos en sus estructuras, con pro-yecciones sobre su posible población,6 tambiéndestacaron la importancia de la arquitectura mo-numental de función pública aglutinada en tornoa las edificaciones piramidales; además de adver-tir la presencia de estructuras semisubterráneas ycubículos posiblemente destinados a servir de de-pósitos; así como de la existencia de una clara di-ferenciación entre las estructuras residenciales, es-pecialmente en la fase tardía de Gallinazo, lo quepodría servir de indicador de que los pobladoresde este centro urbano pertenecieran a clases so-ciales distintas (Bennett 1950: 117).

Las evidencias recuperadas señalarían que elnotable desarrollo urbano registrado en el GrupoGallinazo, habría estado aparejado con el logrode uno de los más altos niveles en la explotación

Fig. 181. A- Abobe del tipo “bola” modelado a mano correspondiente al Gallinazo Medio; B. Adobe elaborado con molde de caña, delGallinazo Tardío (Canziani).

6 Diversos autores han citado la estimación de Bennett (1950: 68) acerca de la existencia de unos 30,000 cuartos en el GrupoGallinazo durante la fase tardía de su ocupación, sin advertir que esta es el resultado de una discutible proyección, en la cual se haprocedido a dividir el área total de los 8 principales sitios del complejo (126,700 m2) entre el área promedio de los cuartosexcavados (2.5 x 1.65 m. = 4.12 m2). No subestimamos la posible población concentrada en el Grupo Gallinazo, pero es buenoseñalar que en esta estimación es particularmente discutible la asunción de que todas las estructuras corresponderían a “cuartos”,dejando tácitamente implícito que tuvieran una función habitacional, cuando buena parte de estas estructuras también corres-pondieron a corredores, patios o terrazas. Además, el evidente carácter público de muchos de estos recintos, excluiría o limitaríasu hipotético uso residencial.

Fig. 182 . Frisos de decoración mural en relieve, expuestos en lossitios V-59 (a) y V-152 (b-f ) del Grupo Gallinazo (Bennett 1950).

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de los recursos agrícolas del valle de Virú. Estohabría sido posible gracias a la construcción delprincipal sistema de canales en ambas márgenesde éste, lo que permitió la irrigación de la mayorparte de los suelos del piso del valle y el desarrolloen ellos de una agricultura intensiva. Esto habríaredundado en el crecimiento poblacional y en elnotable incremento de los sitios habitacionales(Willey 1953: 393). La propia concentraciónpoblacional residente en el Grupo Gallinazo,mayormente desligada de las labores del campo,sería impensable sin la existencia de una econo-mía ampliamente excedentaria que permitiera elsustento de este complejo urbano.

Hemos ya visto como durante el Formativo seiniciaron este tipo de modificaciones territoriales,concentrándose en ese entonces el sistema de irri-gación en el cuello del valle de Virú, mientras queen la parte media y baja se debieron desarrollartan sólo pequeñas obras de canalización a partirde puntos aparentes en el cauce del río, o con elsimple manejo de zonas húmedas mediante laagricultura de hoyas. Sin embargo, durante el pe-ríodo Gallinazo habría tenido lugar la culmina-ción de una obra pública sumamente ambiciosa,la que interesó prácticamente toda la superficiedel valle, requiriendo para ello del despliegue deuna enorme energía en fuerza de trabajo y de unnotable compromiso técnico. Según Willey (1953:362-365), se habrían construido durante esta épo-ca dos canales principales que bordeaban ambasmárgenes del valle, a partir de sendas bocatomasubicadas en el cuello del valle. Al establecerse eltrazo de estos canales se debió prever que inclusi-ve comprendieran la irrigación de las tierras delvalle bajo, manteniendo la pendiente adecuada delos canales y, al mismo tiempo, la mira en lograrla cota más alta para el límite superior de los te-rrenos bajo cultivo. Este notable logro de épocaGallinazo no sería superado en la historia sucesivadel valle y solamente en tiempos recientes este lí-mite ha sido ampliado, con la entrada en operacióndel Proyecto Chavimochic,7 cuya realización hasignificado la intervención de maquinaria pesaday todo el potencial de la tecnología moderna dis-ponible en un megaproyecto de esa envergadura.

La clara preeminencia del Grupo Gallinazo,con relación a otros posibles complejos ceremo-niales y centros urbanos secundarios presentes enel valle durante este período, estaría expresandola posible existencia de un sistema político cen-tralizado y, al mismo tiempo nos sugiere su con-dición de “capital” de una estructura estatal Ga-llinazo. En un trabajo anterior, advertíamos queel Grupo Gallinazo presentaba determinados ni-veles de ordenamiento y planificación urbana; asícomo la existencia de una zonificación yjerarquización de las distintas estructuras presen-tes, desde aquellas de evidente carácter públicohasta aquellas de función habitacional. De estosdatos se puede inferir la presencia en el sitio deuna población urbana dedicada a actividades es-pecializadas, además de que la composición deesta habría correspondido a distintas clases socia-les (Canziani 1989: 118-121). Esta hipótesis, queplantea la existencia de una entidad estatal y de sucorrelato urbanístico en el Grupo Gallinazo, severía reforzada si ampliamos el análisis a lasimplicancias de las importantes obras públicasdesarrolladas en el territorio del valle –como esprincipalmente el sistema de irrigación desplega-do- y más si examinamos esta problemática en elcontexto del patrón de asentamiento establecidoen el valle, y que comprende otro tipo de sitios,como son los “castillos”, “palacios”, casas aisla-das, aldeas, sitios habitacionales y cementerios.Asentamientos que, en su conjunto, revelan unmarcado ordenamiento jerárquico y una definidaorganización del espacio territorial y de la pobla-ción residente en él.

Los “Castillos” fortificados

En el cuello que cierra la parte media del valle,los gallinazo construyeron unas edificacionesmonumentales de características especiales, las quese encuentran dispuestas estratégicamente y enposiciones naturalmente defendidas. Se trata degrandes construcciones que dominan el paisaje,al estar emplazadas sobre promontorios rocosos osobre los cerros que bordean las márgenes de lastierras de cultivo del valle. Este tipo de edificacio-

7 El Proyecto Chavimochic, ha permitido derivar aguas del generoso río Santa, el de mayor caudal de la costa peruana, y conellas irrigar grandes extensiones eriazas e incrementar sustancialmente la disponibilidad de agua de regadío en los valles queinterconecta, como son los de Chao, Virú, Moche y Chicama. Creemos que, a diferencia de otras obras modernas -como lasrepresas y embalses que han demostrado una discutible utilidad y una seria limitación en la proyección de su tiempo de operatividad-en este caso se ha sabido retomar la esencia de una antigua tecnología de irrigación artificial, que ha dado amplias muestras de suprobado éxito en cuanto a eficiencia y sostenibilidad.

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nes, conocidas popularmente como “castillos” —porsu destacado volumen y presencia prominente—contaban además con murallas y otras obras de-fensivas. Estos rasgos específicos, la posición do-minante de sus emplazamientos y su ubicaciónestratégica, permiten inferir que posiblemente te-nían como función central controlar y defenderel sector neurálgico del valle donde se localizabanlas bocatomas de los canales principales, es decir,de un sector que desempeñaba un papel clave parael manejo del sistema de irrigación y, por ende, devital importancia para la administración de la pro-ducción agrícola del valle.

Willey (op.cit.) reporta la presencia de 4 deestas edificaciones: los “castillos” de Tomaval (V-51) y San Juan (V-16) en la margen derecha oNorte del Valle; además de los de Napo (V-68) yde Sarraque (V-73-74) en la margen sur. De estoslos más representativos son los de Tomaval ySarraque, si bien cada uno presenta singulares di-ferencias en su emplazamiento y característicasarquitectónicas, que a continuación reseñamos.

En la construcción de estos monumentos seha empleado una técnica similar a la que está pre-sente en los montículos piramidales gallinazo, esdecir mediante volúmenes masivos de adobe, cu-yas plataformas incorporan vigas de algarrobo amanera de amarres estructurales. Sin embargo, unacaracterística particular de estas edificaciones, esla de presentar en la construcción de sus platafor-mas de base grandes muros de contención hechosde piedra con mortero de barro. Sobre el funda-mento de estas plataformas con muros de con-tención de piedra, se construyeron las platafor-mas que culminaban en los recintos y demás es-

tructuras de adobe edificados en la parte supe-rior. No es tampoco ajena a estas edificaciones latradicional práctica de las superposiciones arqui-tectónicas, apreciándose en muchos cortes de susruinas el adosamiento de sucesivas secciones cons-tructivas, sobre anteriores muros de contención oplataformas enlucidas y pintadas de amarillo ocre,lo que revela que en algún momento de su histo-ria estas superficies fueron tratadas como parte desus fachadas, para luego quedar cubiertas por lasposteriores remodelaciones.

En todos los casos, también se advierte que seha aprovechado al máximo la topografía de la cimade los cerros o promontorios rocosos que fueronseleccionados para su emplazamiento. Estos re-lieves naturales fueron hábilmente incorporadosal volumen de las edificaciones, reduciendosignificativamente la inversión constructiva y, almismo tiempo, logrando potenciar la impresiónde magnífica solidez y grandeza que proyectan sussiluetas en el paisaje circundante.

Tanto en el “castillo” de Tomaval como en elde Sarraque, es de destacar el notable esfuerzodesplegado en estas edificaciones, no solamentepor la enorme cantidad de adobes y de otros ma-teriales empleados en su construcción; si no tam-bién por la inversión adicional de trabajo que sig-nificó el desplazamiento de estos materiales hastalas cimas en que tenían lugar las obras, al igualque la intrepidez demostrada por sus constructo-res en enfrentar el desafío planteado al erigir estascolosales edificaciones en esas accidentadas y ver-tiginosas elevaciones naturales. Posiblemente elmás espectacular en este sentido es el “castillo” deSarraque, ya que está construido sobre la cumbre

Fig. 183 . Castillo de Tomaval.Vista desde el oeste (Canziani).

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del espolón del cerro del mismo nombre, que seeleva más de 100 metros por encima del piso delvalle. Ingeniosamente se construyeron sus volú-menes arquitectónicos siguiendo la alargada crestade la cumbre, de modo que el edificio multiplicabael impacto visual ofrecido por sus dos frentes, ex-puestos sólo a la vista transversal tanto desde elvalle medio al suroeste, como desde la quebradade Huacapongo y el valle medio alto al noreste.Es de destacar que estas edificaciones muestranaún vestigios de pintura de color amarillo ocre,como acabado final de sus muros enlucidos, loque debió magnificar aun más el destacado acentovisual de sus volúmenes, mediante el manejo delcontraste cromático del color encendido frente alos grises y sepias de los cerros del paisaje de fondo.

Es de notar que estos edificios si bien teníanpreeminencia y un lugar destacado en el paisaje

no estaban del todo aislados, ya que en sus alrede-dores y a una cierta distancia de su entorno inme-diato, se han hallado evidencias de canales de rie-go y de estructuras aparentemente habitacionales,posiblemente construidas con materiales perece-deros y dispuestas sobre terrazas en las laderas delos cerros que rodean los sitios. En otro caso, seencuentra en la inmediata proximidad del “casti-llo de San Juan (V-16) una aldea de tipo “irregu-lar” (V-63). Estas áreas habitacionales estuvieronprotegidas por murallas perimetrales, además delas que estaban directamente asociadas a lasfortificaciones de los “castillos”. En el caso del“castillo” de Sarraque, además de estas áreashabitacionales, tiene especial relevancia la presen-cia del llamado “Palacio” de Sarraque (V-75), unimportante edificio conformado por plataformasescalonadas de adobe masivo, sobre las que exis-ten restos de una serie de recintos y que se localizaen la base de la ladera del cerro, conectándose conel “castillo” por medio de una cresta que descien-de desde la cumbre donde este se encuentra. Deesta manera, el sitio de Sarraque presenta en suconjunto una manifiesta diferenciación funcio-nal: posibles áreas habitacionales o de producciónen las laderas; una estructura de posible funciónadministrativa o residencial de elite, cual es el “pa-lacio”, asociado además al canal principal sur quecorre al pie del sitio; y una estructura fortificadacomo es el “castillo”, dominando desde lo alto todoel asentamiento, cumpliendo una función militarque podría haber estado también asociada a otrasde carácter ceremonial (Willey 1953: 111;Canziani 1989: 126).

Fig. 184. Castillo de Sarraque. Vista desde el valle del flanco oestede las edificaciones del “Castillo” emplazadas sobre la cresta delcerro. En primer plano, se aprecia un muro de fortificación de ado-be que bloquea un acceso natural al sitio (Canziani).

Fig. 185 . Castillo de Sarraque.Vista de la margen sur del valledesde lo alto del sitio. Nótese elmuro de contención de piedraconstruido en el escarpadocomo basamento de las edifica-ciones del “Castillo” (Canziani).

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A su vez, Willey (1953: 136-139) describe elsitio V-77, ubicado a campo abierto, como ungran complejo conformado por plataformas conmontículos y recintos de aparente función ceremo-nial y administrativa, el cual estaba dominado poruna pirámide y que, por encontrarse al centro delárea delimitada por estos 4 “castillos”, bien pudojugar el papel de sitio central, nucleando tanto alos complejos dominados por los “castillos” comoal “palacio” y otros sitios habitacionales que seubicaron en este sector del valle (ibid: 381-382).

Es importante señalar que en el caso de unsitio tradicionalmente considerado como la posi-ble “capital” provincial moche en el valle de Virú(Willey 1953) -nos referimos al complejo deHuancaco (V-88-89)- los resultados de las recien-tes investigaciones arqueológicas conducidas porBourget (2003), están cuestionando esta caracte-rización. Ya que las nuevas evidencias señalaríanque el núcleo central de este complejo, y especial-mente el sector sur denominado V-89, aparente-mente siguió operando como un “palacio” galli-nazo, aún cuando la presencia moche en el vallees innegable. Sobre esta interesante problemáticatrataremos más adelante, cuando abordemos laocupación moche en el valle de Virú.

Las aldeas y otros sitios habitacionales

Entres los sitios habitacionales gallinazo, las aldeasconocen un incremento de tamaño con relación alas de los períodos precedentes. Además en estasse afirma como dominante un patrón aglutinado,generado por la tendencia a la concentración desus estructuras, las que también se caracterizanpor un ordenamiento más regular. Esta regulari-dad puede estar referida a la existencia de ciertosniveles de planificación que se pueden deducir apartir de la distribución ordenada de los cuartoscon relación a un patio o a un recinto de mayoresdimensiones, así como por cierto predominio dela ortogonalidad en su trazo. Este patrón aldeanose puede apreciar claramente en las márgenes delvalle, en quebradas laterales como en terrenos quese encontraban por encima de los campos de cul-tivo; mientras que en el valle bajo este tipo deasentamientos mayormente se localizaban en elpiso del valle, formando montículos en los cualeses difícil apreciar claramente el ordenamiento delas posibles estructuras habitacionales.

Los sitios habitacionales registrados en el vallemedio, presentan cimientos de piedra y sus murospudieron realizarse tanto con adobes como conquincha. A partir de los cimientos que definen las

unidades domésticas, Willey (1953: 106-131) se-ñala que estos sitios presentan de 30 a 100 cuartos,lo que revelaría también un incremento de la po-blación que las aldeas albergaban en ese entonces.

Como parte de los asentamientos rurales seidentificaron también en la parte media alta delvalle algunas grandes casas aisladas (ibid: 112-113). Estas están compuestas por uno o dos cuar-tos principales a los que se les adosan otros cuar-tos más pequeños o depósitos. Sobre la base desus similitudes con los modelos de casas de eliterepresentadas profusamente en la cerámica Galli-nazo, se presume que este tipo de construccionesestuvieron destinadas a albergar a personajes prin-cipales o a funcionarios, dedicados ya sea a la su-pervisión de las labores agrícolas como a la admi-nistración del sistema de irrigación.

Otros escasos ejemplos, podrían correspondera pequeños complejos e instalaciones posiblementerelacionadas con el desarrollo de actividades ad-ministrativas en el ámbito rural. Este es el casodel sitio V-39 que fue registrado por Willey (ibid:116, fig. 22) como la única aldea “regular”, peroque a nuestro juicio -por su ordenamiento com-pacto y los rasgos de sus recintos, que en granparte parecen corresponder a depósitos- más bienpresenta características propias de un pequeñocomplejo rural (Canziani 1989: 128). Otros ca-sos similares, que podrían estar reflejando la pre-sencia de la administración estatal en el mediorural, como son V-18 y V-219, corresponden acomplejos de planta rectangular cercados pormuros perimétricos y que presentan en su inte-rior terrazas, subdivisiones y diversos recintos(ibid: 114-116).

En la arqueología del valle de Virú, se ha sos-tenido que el desarrollo de la cultura Gallinazo seinterrumpiría bruscamente con la presenciaMoche en el valle. De acuerdo a esta lectura elaparente reemplazo de la cerámica local por otracon los atributos propios de la cultura Moche,estaría señalando tanto el final de Gallinazo comoel inicio de la dominación Moche, que en el vallese conoce como el período Huancaco (Willey1953: 397). Entre las modificaciones más saltantesque se producirían al inicio de esta etapa, desta-caría el abandono del antiguo gran centro urbanoteocrático del Grupo Gallinazo, donde no se re-gistran evidencias de una posterior reocupación,ni remodelaciones que pudieran estar asociadascon este nuevo período. De esta manera, el aban-dono del Grupo Gallinazo podría estar reflejan-do el colapso de la organización del Estado Galli-nazo, así como la desarticulación o sometimiento

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de la clase dominante local bajo la administra-ción provincial que los moche habrían ejercidoen este valle, al igual que en otros valles ubicadosaún más al sur. Pero estos son temas cuya discu-sión abordaremos al examinar la expansión sureñade Moche y las modificaciones en los patrones deasentamiento que se verifican en estos valles.

Moche

Los antecedentes relativos al surgimiento de lasociedad Moche en el valle del mismo nombre seremontan a la época Gallinazo sin embargo, en

este caso como en el Chicama, lamentablementeno se cuenta aún con un análisis detallado de laevolución de los patrones de asentamiento comoel que documentara Willey (1953) para el vallede Virú. En todo caso, algunos trabajos que abor-dan esta problemática nos proporcionan ciertosdatos preliminares que pueden ser útiles al res-pecto (Billman 1999, 2002).

De acuerdo a esta información, en el valle deMoche, luego de la finalización del FormativoSuperior correspondiente a Salinar, se inicia elperíodo de ocupación Gallinazo, para el cual seregistraría el abandono de ciertas zonas del valle,

Fig. 186 . Mapa de la CostaNorte con las zonas norteña ysureña de la cultura Moche,con la localización de los prin-cipales sitios (redibujado deCanziani 1989).

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176 JOSÉ CANZIANI

presentándose la concentración de los sitios entreel valle medio bajo, el cuello del mismo y la con-fluencia de los ríos Moche y Sinsicap. Podríasuponerse que durante Gallinazo se dio la presen-cia de una entidad política unificadora con sedeen el sitio de Cerro Oreja, si bien otra entidadmenor pudo tener sede en el sitio de Pampa deSanta Cruz en el litoral de Huanchaco.

Se supone que durante esta época no se daríauna expansión sustancial del área agrícola del valle,si bien si se apreciaría una cierta recuperación dela inversión destinada a la construcción de arqui-tectura monumental, mayormente concentrada enel sitio de Cerro Oreja. Sin embargo, la naturale-za de esta arquitectura sería relativamente similara la del período anterior, en cuanto parece haberestado estrechamente ligada al manejo de la elite,pero sin un mayor despliegue formal orientado ala comunicación y convocatoria de la población.

Una explicación a esta configuración, en cuan-to se refiere a la distribución de los sitios y a laocupación del espacio en el valle, podría encon-trar respuesta en la presencia de conflictos, gene-rados por la posible incursión en el valle de co-munidades provenientes de los valles vecinos odesde la serranía. Los argumentos de sustento deesta explicación se basarían en el aparente aban-dono de amplias áreas del valle; la concentracióny ubicación de los sitios en áreas naturalmenteprotegidas; y el renovado énfasis en la construc-ción de fortificaciones y de defensas en muchosde los sitios (Billman 1999: 150-153). Para estemismo período se señala una fuerte interacciónde muchos sitios con comunidades de la serranía,a partir de una consistente presencia de cerámicade esta proveniencia en la mayoría deasentamientos localizados en el valle medio alto,lo que podría también ser explicado por la pre-sencia directa —vía la colonización o mediante laocupación forzada— de poblaciones de la serra-nía en estos sectores del valle de Moche. Esta si-tuación se prolongaría hasta el Gallinazo Tardíoy el contemporáneo surgimiento del Mochetemprano (Billman et al. 1999).

Mientras que posteriormente, a partir de lasfases tempranas de Moche, el desarrollo de unaentidad política unificada con renovado poder, lehabría permitido consolidar su dominio sobre elvalle medio, para luego hacerlo extensivo a todoel territorio de este. En este proceso la nueva sededel poder se habría constituido en el sitio de lasHuacas del Sol y la Luna, donde se encuentranevidencias de la preexistencia de un asentamientogallinazo de características poco definidas, ya que

fue desdibujado por la posterior ocupación mochedel sitio.

A partir de este momento histórico, la pobla-ción del valle bajo el liderazgo del naciente Esta-do moche desplegará el desarrollo de una serie deimportantes obras públicas, fundamentalmenteaquellas comprometidas con la construcción ymanejo de los canales principales, permitiéndoleextender el desarrollo de la agricultura de riegoen la mayor parte de su superficie. Esta transfor-mación crucial le permitirá al Estado disponer deuna generosa fuente de excedentes productivos ydesarrollar otras obras públicas fundamentalespara la administración y el sustento del poder, cuales el caso de la grandiosa arquitectura monumen-tal presente en sus principales centros urbanos.

Moche se constituye así en uno de los Estadoscon el más alto nivel de desarrollo de las fuerzasproductivas de su tiempo en los Andes Centrales,con una economía, que combina exitosamente laproducción agraria y la intensificación de la pro-ducción de manufacturas, lo que se traduce enuna acentuada división social del trabajo y mar-cados niveles de especialización productiva. Estasólida base económica, a la que habría que añadirla pesca y otras actividades productivas comple-mentarias, da lugar al desarrollo de una estructu-ra social compleja y altamente jerarquizada.

Pero este formidable poder económico delEstado es indesligable de la estructuración de unsistema ideológico altamente persuasivo, cuyopoder se manifiesta y transmite a traves de la ar-quitectura monumental y del arte de sussofisticadas manufacturas, se exalta reiteradamenteen sus rituales y ceremonias. Un poder ideológicoque debió ser capaz de convocar a la población ala realización de grandiosas obras públicas, comoa participar de hazañas guerreras. Este poder ma-nifiesta su estremecedora fuerza en la encarnaciónde sus divinidades míticas por parte de los miem-bros de la elite —que de este modo fueronsacralizados en la vida y en la muerte— al igualque en la disposición de vidas humanas para susacrificio en el clímax de ciertos rituales, o paraservir de acompañantes en las tumbas de elite a lamuerte de sus señores.

No es tampoco ajeno a las esferas del poderdel Estado moche, el arte de la guerra y el ejerci-cio bélico de la fuerza, ya que está ampliamentedocumentada la presencia de guerreros y su posi-ble adscripción a la nobleza que conducía los des-tinos del Estado teocrático. La presencia de unaparato militar en el seno del Estado, no sólo ha-bría servido de soporte para consolidar su poder

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en el valle sino que, en su momento, también ha-bría adquirido un rol de especial importancia du-rante su posterior expansión hacia los territoriosde los valles que se encuentran en la región al surde Moche.8

Esta nueva realidad, generada por la afirma-ción de la formación social Moche, se reflejaría enel plano territorial con un patrón de asentamientoque presenta una amplia distribución de los sitiosen toda la extensión del valle. De otro lado, sepercibe una marcada organización jerarquizada delos asentamientos, entre los que sobresale amplia-mente el centro principal correspondiente a la ciu-dad Moche de las Huacas del Sol y la Luna.

La ciudad Moche de las Huacas del Sol y laLuna

El Cerro Blanco representa un destacado hito na-tural entre el valle bajo y medio de Moche, su vo-lumen piramidal de granito se eleva resplandecienteunos 500 m. por encima del nivel de valle, mien-tras la superficie de sus faldas es surcada dramáti-camente por negros afloramientos tectónicos de

magma volcánico. Estas singulares característicasnaturales y paisajísticas y su incuestionable loca-lización estratégica, dominando con su mole lamargen Sur del valle de Moche, debieron de atraerde siempre la atención de sus moradoresancestrales y ser un lugar llamado a convertirseen sede privilegiada de sucesivas ocupaciones.Efectivamente, en la parte media de su empinadaladera orientada al Oeste, se hallaron evidenciasde una especial y temprana ocupación Salinar,correspondiente al Formativo superior (Bourget1997b), mientras que en la planicie que luegoocupó el Complejo de las Huacas del Sol y laLuna, se encontraron diversas evidencias corres-pondientes a una ocupación Gallinazo, que fue-ron cubiertas por las construcciones de la largaocupación Moche del sitio (Moseley 1992).

Es evidente que esta singular aura del CerroBlanco no fue ajena a los Moche y es sugerentesuponer que en la selección de la localización delsitio principal de esta cultura, este hito naturaldebió asumir el rol de cerro tutelar o Apu, en unmarco propio de las tradiciones correspondien-tes a la cosmovisión andina .9 Esto lo identificaen sí mismo como un centro de actividad cere-

8 Tal como se expresa ampliamente en las representaciones iconográficas y se constata en una serie de hallazgos arqueológicos,todo indicaría que los Moche habrían innovado y desarrollado nuevas armas y otros instrumentos de combate, revolucionando lastécnicas propias del arte de la guerra en el contexto histórico de la época. Este fenómeno se manifiesta con la presencia de unconjunto de efectivas armas de ataque, como son: porras, cuchillos, lanzas o jabalinas, estólicas y dardos; así como de eficaceselementos de defensa cuales son: escudos, cascos, protectores coxales y petos.

9 Muchos de los principales sitios Moche están estrechamente relacionados con grandes cerros y emplazados bajo la siluetaprotectora de los mismos, tal es el caso de Pampa Grande en Lambayeque, Mocollope en Chicama, el propio sitio de Moche,Huancaco en el valle de Virú e inclusive el sitio de Pañamarca en Nepeña, que se asienta sobre un afloramiento rocoso existenteen el piso del valle, presentando un manejo especial de este entorno. De otro lado, la cultura moche documenta un ampliorepertorio iconográfico relacionado con representaciones que parecen corresponder al sacrificio por despeñamiento desde la cimade determinados cerros.

Fig. 187 . Mapa del valle deMoche con la ubicación de laciudad Moche de las Huacasdel Sol y la Luna y otros sitiosMoche (Canziani).

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monial y objeto de rituales propiciatorios asocia-dos con sacrificios, incluyendo los humanos. Aeste propósito, es de destacar que en el complejode la Huaca de la Luna, la construcción de la Pla-taforma II incorporó de una forma muy especialen su patio central un afloramiento de roca natu-ral, que semeja una pequeña replica del CerroBlanco. La sacralización de este elemento natural,especialmente adscrito a la arquitectura ceremo-nial del complejo, es refrendado por los multipleshallazgos correspondientes a diversos eventos desacrificios humanos llevados a cabo en sus inme-diatos alrededores (Bourget 1997a, 1998; Bourgety Millaire 2000; Verano 1998).

El complejo arqueológico de las Huacas delSol y la Luna —cuyos notables volúmenes domi-

nan hasta el día de hoy el paisaje del valle— seemplaza al pie del Cerro Blanco a unos 6 km dellitoral, en la margen izquierda del valle y en unaubicación de transición entre el valle bajo y el vallemedio, lo que también refleja la proyección estra-tégica del sitio con relación a los sectores del valleque concentran la mayor extensión de tierras agrí-colas.

Para los viandantes que en época Moche seaproximaran a este notable centro urbano, capi-tal de una de las más poderosas organizacionesestatales regionales, el impacto visual de las cons-trucciones piramidales debió ser aún mucho ma-yor que el actual, ya que estas edificaciones estu-vieron pintadas con colores llamativos como elrojo y el amarillo ocre. Sin embargo, quizás la

Fig. 188. Plano general de laciudad de Moche (ProyectoArqueológico de las Huacasdel Sol y la Luna).

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mayor impresión debió darse al ingresar a esta ciu-dad de poco más de 100 ha.10 que se asentabasobre una extensa explanada y tener la visión de laaglomeración de los edificios públicos, los pala-cios y viviendas de la elite, los talleres destinadosa la producción de distintas manufacturas, las ins-talaciones de almacenamiento, además de los ba-rrios donde se ubicaban las viviendas de los arte-sanos, los siervos y el conjunto de pobladores ur-banos supeditados a las diferentes actividades quetenían lugar en la ciudad o que se congregaban enesta bajo el mandato de los principales dignatariosde la elite urbana. Por encima de esta densa tramade estructuras, ordenada por el trazo de calles yangostos pasajes, y a ambos extremos de la ciudadse erguían, con sus siluetas omnipresentes, las dosenormes edificaciones construidas íntegramentecon adobes, al Oeste la mole colosal de la Huacadel Sol en proximidad del río Moche, y al Este laHuaca de la Luna al pie del Cerro Blanco, expre-sando una forma de ordenamiento dual del espa-cio urbano, en el que se asociada las dos principa-les edificaciones de la ciudad a estos dos trascen-dentes hitos geográficos.

La Huaca del Sol

La edificación piramidal de la Huaca del Sol ha-bría tenido originalmente por lo menos unos 345m de largo en su eje Norte –Sur y unos 160 m de

ancho, con una altura que habría superado los 35m en la cúspide de la pirámide al sur del conjunto.El monumento lamentablemente se encuentrareducido probablemente a un tercio de su volumenoriginal, ya que durante la época colonial —a ini-cios del siglo XVII— se desvío el cauce del ríoMoche con el propósito de saquear la Huaca. Sibien esta acción destruyó todo el sector noroeste,felizmente se conservaron los frentes de los flan-cos Sur y Este del monumento, lo que permitereconstruir hipotéticamente su forma original. Sepuede suponer así que esta grandiosa edificaciónestuvo conformada por una larga plataforma rec-tangular, en cuya sección central se desarrollabala intersección de una plataforma transversal, quedaría lugar —asumiendo que el planteamientofuera simétrico— a una planta en forma de cruzde brazos cortos. En cuanto a su volumetría, pre-senta su menor altura en la sección norteña y —sise siguieron los cánones usuales de la tradiciónarquitectónica Moche— posiblemente al extremode esta plataforma baja y adosada a la misma, sedebió disponer de una rampa de acceso, cuyo trazoquizás estuvo inscrito en el marco de una plazaproyectada hacia el norte, tal como recurrente-mente se aprecia en algunos de los principalesmonumentos moche. La sección media, confor-mada por la plataforma transversal, y aparente-mente también la estrecha sección del extremo Surdel monumento, tuvieron una altura algo mayor

º0 Esta estimación comprende, tanto la extensión actual del sitio con evidentes vestigios arqueológicos de la época, comotambién el área destruida de la Huaca del Sol y aquellas aledañas que presumiblemente debieron encontrarse frente al flancoOeste de este monumento, y que desaparecieron con el desvío intencional del río durante la época colonial, con el propósito desaquear los tesoros que se supone contenía la Huaca.

Fig. 189. Vista aérea oblicuadesde el sur de la Huaca delSol (Bridges 1991).

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e intermedia; mientras que al Sur de la seccióntransversal se erigió una imponente mole pirami-dal, en cuya plataforma superior debieron ubicarselos espacios arquitectónicos principales del edifi-cio y de los cuales lamentablemente se ha perdidotodo rastro.11

Los flancos Sur y Este de las plataformas queconstituían el volumen de la edificación piramidal,muestran claras evidencias de un tratamiento esca-lonado en su acabado final. Es decir el escalona-miento no es resultante de un proceso constructi-vo, sino más bien el acabado intencional de lasplataformas, para lo cual el tratamiento escalonadofue elaborado a posteriori, a modo de revestimien-to del talud de estos volúmenes, tal como se apreciaclaramente en aquellas zonas del edificio que hansufrido su desprendimiento por efecto de la ero-sión. Aparentemente el volumen de las plataformasescalonadas de la Huaca del Sol se encontraba pin-tado con rojo y amarillo ocre. Sin embargo, esimportante destacar que Uhle en sus investiga-ciones pioneras reportó en este monumento al-gunos fragmentos de relieves policromos, los quepermiten suponer que ciertos espacios arquitec-

tónicos ubicados sobre las plataformas de la pirá-mide hubieran tenido este especial tratamiento,manifestando el alto nivel de las funciones queestos desempeñaron (Morales 2000: 235, 245).

El gran corte generado por la erosión del ríoen el flanco Oeste del monumento, al dejar expues-to el núcleo interior del montículo, permite exami-nar sus características constructivas, como tambiénobservar la presencia de una serie de superposi-ciones arquitectónicas, que revelan la existenciade una secuencia de distintas fases en la historiade su edificación. En el corte inicialmente estudia-do por Chauchat en la sección norteña de la Huacadel Sol y en una reciente ampliación del mismo,se ha podido observar que esta área en épocas tem-pranas estaba ocupada por estructuras habitacio-nales posiblemente de quincha, lo cual demuestraque la Huaca del Sol tenía entonces una extensiónbastante menor en su eje mayor.12 Posteriormente,en esta misma área se sobreponen estructuras congruesos muros de adobe enlucidos y en algunoscasos dotados de banquetas, por lo que se sugiereque podrían haber correspondido a viviendas deelite, aunque pensamos que no es de descartar quepudieran constituir edificios públicos menores

11 Esta observación es cierta considerando la destrucción de la plataforma superior de la edificación piramidal de la últimafase, y de la cual tan sólo se conserva parte del flanco del lado Este. Sin embargo, haciendo una analogía con los métodos deinvestigación empleados en las superposiciones arquitectónicas de Huaca de la Luna, no es de descartar que en el futuro sepuedan dar a conocer estructuras de edificaciones de las fases previas en correspondencia con este sector, al igual que en otrossectores del monumento, lo que permitiría aproximarnos a las características formales y funcionales que habrían tenido estosespacios arquitectónicos de la Huaca del Sol en las fase tempranas.

12 El fechado temprano de estas estructuras estaría confirmado por su asociación con el hallazgo de una tumba de cámara,correspondiente a un personaje de elite con un importante ajuar funerario de la fase Moche II (Herrera y Chauchat 2003).

Fig. 190. Plano de la Huaca del Sol, con reconstrucción hipotéticadel sector destruido por el saqueo colonial a inicios del siglo XVII(redibujado de Moseley 1973 en Canziani 1989).

Fig. 191. Reconstrucción hipotética de la volumetría de la Huacadel Sol (Canziani 1989).

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ubicados en un área de importancia por su proxi-midad a la sección que entonces correspondía a lazona de acceso a la Huaca del Sol. Finalmente atodas estas estructuras se superponen rellenosmasivos con bloques de adobes tramados de granaltura, por lo queda establecido que recién en ese

momento esta sección norteña fue incorporadatardíamente a la edificación de la Huaca del Sol,representando una notable expansión del área dela planta y volumen de la edificación. Este eventoconstructivo posiblemente fue parte de otras im-portantes intervenciones tardías, como las que seregistran en la sección sur de la Huaca, y que enconjunto definieron la forma que hoy en día par-cialmente conocemos (Herrera y Chauchat 2003).

En cuanto a las características constructivas dela Huaca del Sol, se aprecia que el volumen de lapirámide ha sido construido íntegramente conadobes paralelepípedos elaborados con moldes lla-nos, posiblemente gaveras de madera labrada. Seestima que en la construcción de este gigantescomontículo se emplearon algo más de 100 millo-nes de adobes. Pero, para tener una mejor idea dela enorme inversión de trabajo comprometida enesta edificación, también es importante notar quelos adobes que conforman los rellenos construc-tivos están dispuestos en un aparejo trabado, encuya ejecución se aplicó abundante mortero debarro. A su vez, los rellenos constructivos estánestructurados formando bloques verticales,adosados unos a otros.

El examen de estos distintos bloques o seccio-nes constructivas de los rellenos, llevó a los inves-tigadores a observar la existencia de distintas mar-cas en los adobes, identificándose cerca de cienmarcas que fueron aplicadas en una de las carasde estos. Lo notable del caso, es que se advirtióque estas distintas marcas, correspondían exclusi-vamente a los diferentes bloques examinados,observándose además que todos los adobes que

Fig. 192. Huaca del Sol. Vistadel acabado escalonado en laesquina sur este de la pirámide(Canziani).

Fig. 193. Bloques constructivos de adobes tramados en el corte alsuroeste de la Huaca del Sol (Canziani).

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constituían cada una de estas secciones presenta-ban una similar composición de los suelos em-pleados en su elaboración. La existencia de sec-ciones constructivas que tenían la misma marcaen sus adobes y el mismo tipo de suelo en su fa-bricación, ha llevado a plantear sugerentes hipó-tesis acerca de la posible organización laboral pre-sente entre los constructores del monumentoMoche. Estas supondrían la presencia de diferen-tes grupos de trabajadores —posiblemente afilia-dos a distintas comunidades del valle o aun deotros valles tributarios— que elaboraron adobesen varias canteras próximas a la obra en edifica-ción, para luego emplearlos en la construcción dediferentes secciones (Hasting y Moseley 1975;Moseley 1978, 1992).

Este tipo de análisis, demuestra que el estudioarqueológico de la arquitectura puede, más alláde las observaciones estrictamente constructivas,aportar valiosos enfoques para aproximarnos a la

organización social de la producción; a la proba-ble existencia de formas de tributación en fuerzade trabajo para la erección de estas emblemáticasobras públicas e, inclusive, imaginarnos el estadoanímico de estos grupos de trabajadores, al asu-mir que participaban de la privilegiada labor deedificar uno de sus más trascendentes monumen-tos ceremoniales.

Con referencia a las fases arquitectónicas pre-sentes en la Huaca del Sol, en el gran corte delflanco Oeste del montículo se puede observar cla-ramente una secuencia de superposiciones cons-tructivas correspondientes a las distintas fases defuncionamiento del edificio. En este sentido, seaprecian restos de pisos de plataformas y murosque corresponden a restos de ambientes arquitec-tónicos, muchas veces asociados a gruesos depó-sitos de deshechos de ocupación, los que fueronrecurrentemente cubiertos con rellenos construc-tivos. Es preciso señalar aquí dos característicasimportantes observadas en las superposiciones dela Huaca del Sol. En primer lugar, como se hamencionado y a diferencia de lo registrado en laHuaca de la Luna, se observa la presencia interca-lada de gruesas capas de restos de basura y deshe-chos alimenticios, lo que ha planteado la suposi-ción de que en este monumento, como parte desus funciones, posiblemente tenían lugar activi-dades con una amplia participación pública y quehabrían incluido festines o banquetes, en el mar-co de ceremonias propiciadas por las clases diri-gentes, para afianzar su poder y reforzar la vigenciade los vínculos de dependencia y reciprocidad conlas autoridades provinciales o locales.13

13 Actividades de esta naturaleza se han documentado para la Costa Norte en complejos tardíos, como es el caso de lasllamadas “ciudadelas” de Chanchán, donde las plazas y los patios principales –que tenían ambientes anexos de cocina- eranaparentemente espacios donde se realizaban rituales de distinta índole, inclusive funerarios, y donde se consumía chicha y posi-blemente algunos alimentos.

Fig. 194. Adobes marcados en un bloque constructivo de la Huacadel Sol (Canziani).

Fig. 195. Adobes de la Huaca del Sol fuera de contexto, mostrandola aplicación de marcas (Canziani).

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En segundo lugar, se puede observar que enlos estratos inferiores de la Huaca del Sol la secuen-cia de superposiciones es bastante densa y cons-tante, mientras que en la parte superior —quecorresponde prácticamente a la mitad de la alturade la pirámide— se aprecia un voluminoso rellenoque corresponde a un solo gran evento construc-tivo. Estos datos revelarían que la edificación du-rante sus épocas tempranas habría tenido una al-tura relativamente discreta y posiblemente menorque la Huaca de la Luna; mientras que —aparen-temente durante la fase Moche IV— se habríadado curso, compulsivamente, a la extraordinariaelevación del monumento, duplicando otriplicando su altura original mediante la erecciónde enormes rellenos constructivos, hasta alcanzarla notable elevación y volumen que hasta el día dehoy parcialmente conserva.

La Huaca de la Luna

Este complejo monumental se asienta en la laderaque se encuentra al pie del Cerro Blanco. El con-junto tiene una extensión de más de 6 Ha con300 m de Norte a Sur y 220 m de Este a Oeste yestá dominado por la voluminosa Plataforma Prin-cipal que se ubica al suroeste del sitio (Uceda etal. 1994). Esta Plataforma Principal (o Plataforma

I), tiene una planta cuadrangular de unos 100 mde lado y más de 25 m de altura. con relación a laplanicie, y posiblemente alcanzó una altura de hastaunos 32 m considerando la elevación de las estruc-turas del último edificio (A), del cual actualmentetan sólo se conservan algunas bases de sus muros(Uceda et al. 1994, Uceda y Canziani 1998).

Tanto la Plataforma Principal de la Huaca dela Luna como las diferentes estructuras del con-junto, al igual que la Huaca del Sol, están cons-truidas mayormente con adobes paralelepípedoshechos con moldes llanos. Sin embargo, es preci-so destacar dos notables diferencias que señalanque en el caso de la Huaca de la Luna, los edifi-cios de las épocas tempranas —como es el casodel Edificio D— tendrían en sus rellenos una pro-porción similar entre adobes con marca de caña yadobes con molde llano (Montoya 1998: 23); deotro lado, los adobes que presentan marcas cons-tituyen un porcentaje menor, sino irrelevante conrelación a la totalidad, lo que llevaría a suponerque el marcado de los adobes pudiera ser una tra-dición moche que se manifiesta algo tardíamenteen esta región14 y que, por lo tanto, no habría in-cidido mayormente en la Huaca de la Luna, apa-rentemente algo más temprana que la Huaca delSol. De esto se puede concluir que la tradición demarcar los adobes sería algo tardía en el complejo

14 Lo contrario acontecería con relación al moche norteño, ya que en la plataforma funeraria de Sipán (Lambayeque) aparen-temente asociada al Moche Medio, se aprecia una consistente práctica de la tradición del marcado de los adobes, dondesistemáticamente casi todos los adobes son signados en las distintas secciones con sendas marcas, disponiéndose los adobes en elaparejo de relleno con la cara marcada hacia arriba. (Susana Meneses 1987: com. pers.; Alva y Donnan 1993: 43-44).

Fig. 196. Vista aérea oblicuadesde el oeste de la Huaca de laLuna antes del inicio de lasexcavaciones arqueológicas(Bridges 1991).

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arqueológico de Moche, tal como se compruebaen la Plataforma Principal de la Huaca de la Luna,donde en el último edificio (A) se nota un incre-mento de la proporción de adobes marcados, sibien estos representan tan sólo un 15% de los queconformaron sus rellenos constructivos (Uceda etal. 1997: 12).

La Plaza Ceremonial y el Frontis Norte

Al Norte de la Plataforma Principal se ubica unalarga y extensa Plaza Ceremonial que mide unos175 m a lo largo de su eje norte-sur y unos 90 mde ancho. Está cercada por gruesos muros de adobey presenta un acceso en su lado norte, el que per-mite el ingreso a la plaza mediante un corredorlaberíntico (Uceda y Tufinio 2003: figs. 20.1, 20.2,20.3). La sección norte de esta plaza registra unancho menor por la presencia de recintos y plata-formas que se desarrollaron en su esquina nores-te. Estos recintos presentan rampas adosadas me-diante las cuales se resolvía el ascenso hacia lasplataformas que se desarrollaban en el lado estede la plaza, permitiendo la circulación y el accesohacia las Plazas 2 y 3 y sus respectivas subdivi-siones, como también a la rampa principal quepermitía el ascenso hacia la Plataforma Principal(ibid: 20.3, 20.5, 20.8).

Las recientes excavaciones arqueológicas en laesquina sureste de la plaza han expuesto la pre-sencia de una larga rampa flanqueada por parape-tos. El desarrollo norte sur de esta rampa princi-pal resolvía el ascenso desde la plaza hacia los ni-veles superiores de la pirámide. Es de desatacarque esta rampa no arrancaba desde el piso de laplaza, sino desde el nivel de la segunda terrazaescalonada que se desarrollan en el flanco este dela plaza. Para culminar el ascenso a la PlataformaPrincipal, luego del primer tramo de la rampa y apartir del adosamiento de esta con la plataforma,se diseñó su continuación mediante el desarrollotransversal de un segundo tramo, construido so-bre el mismo flanco norte de la plataforma, inte-grándolo de modo especial al tratamiento escalo-nado que este frente presentaba.15

Una vez culminado el ascenso mediante el de-sarrollo de las rampas, el ingreso a la PlataformaPrincipal se resolvía mediante un vano de accesoasociado a corredores, pequeñas rampas y escali-natas, que permitían internarse hacia los espaciosarquitectónicos interiores de la misma, como sonel Patio Ceremonial con relieves al sureste o haciala Plataforma Superior al noreste (Tufinio 2000).

Es evidente que el flanco norte de la PlataformaPrincipal corresponde al frontis principal de laedificación, tanto por su espectacular acabado con

Fig. 197. Huaca de la Luna:Vista desde el oeste del com-plejo al pie de las laderas delCerro Blanco (Canziani1989).

15 En este caso, el escalonado horizontal del frontis da paso a un volumen de sección triangular, cuya hipotenusa correspondea la superficie ascendente de la rampa adosada a la plataforma. Por lo tanto, en vez de los paneles rectangulares que decoran losescalones horizontales, en este sector el tratamiento del paramento ha sido resuelto magistralmente dentro de un largo paneltriangular, inscribiendo en él la representación ondulante de una serpiente (boa?), cuyo cuerpo sinuoso ajusta la dimensión de susondulaciones a la progresiva ampliación de la superficie triangular, iniciándose por la cola en proximidad del vértice, para culmi-nar con la representación de la cabeza del ser en proximidad del acceso principal de la plataforma (Morales 2003: fig. 14.16).

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relieves y representaciones realizadas con pinturapolicroma (Morales 2003); como por ser la facha-da del edificio asociada a la Plaza Ceremonial, quedebió constituir el espacio de congregación y deacceso principal al complejo. De esta manera, el

eje mayor de la plaza y su conexión espacial conla Plataforma Principal establecen claramente unadireccionalidad —no solamente arquitectónicasino también cosmológica— cuya orientación sedesarrollaba de Norte a Sur.16

Fig. 198. Plano general deHuaca de la Luna (Proyecto Ar-queológico de las Huacas delSol y la Luna).

16 Se observa que la orientación y dirección Norte–Sur de las conexiones espaciales: ingreso / plaza / frontis principal, esrecurrente y dominante no solamente en la Huaca de la Luna -donde se aprecia también en espacios interiores de la misma, comoes el caso del patio de los relieves - sino también en muchos de los principales monumentos moche. Esta orientación “sacra” conevidentes connotaciones rituales es inclusive asumida en la mayoría de los enterramientos, desde los más modestos hasta lasmagníficas cámaras funerarias de elite, donde generalmente la cabeza del difunto está dispuesta hacia el Sur y donde se concentranlas principales ofrendas del ajuar funerario, o se dispone en las cámaras de elementos arquitectónicos como nichos u hornacinas.

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186 JOSÉ CANZIANI

El especial acabado del frontis norte de Huacade la Luna, con sus escalones profusamente deco-rados con relieves, revela la notable relevancia ri-tual de la actividades que se desarrollaban en laPlaza Ceremonial; mientras que la organizaciónde los motivos representados en los relieves de losdistintos escalones, expresa el desarrollo de uncomplejo discurso iconográfico. El primer esca-lón representa el desfile de guerreros triunfantesconduciendo a los prisioneros; el segundo a losoferentes o danzantes; el tercero paneles con laimagen de la Araña decapitadora; el cuarto al diosconocido como el ‘mellizo marino’ con atributos

de pescador; el quinto con el ‘ser lunar’; el sextocomprende la rampa adosada a la pirámide, de-corada con el movimiento ondulante de una gi-gantesca serpiente, mientras su continuación pre-senta paneles con el rostro del dios Ai Apaec conextremidades de aves rapaces; finalmente, el sép-timo escalón representa al “dios de las montañas”con apéndices que rematan en cabezas decóndores.

Los relieves del primer escalón con la escenade los prisioneros se interrumpe en la esquina su-reste de la Plaza Ceremonial, donde se ubica unRecinto Esquinero cuyos muros presentan relieves

Fig. 199. Reconstrucción delos escalones con relieves delFrontis Norte de Huaca de laLuna (Proyecto Arqueológicode las Huacas del Sol y laLuna).

Fig. 200. Detalle del RecintoEsquinero en la esquina sures-te de la Plaza Ceremonial deHuaca de la Luna, que exhi-be relieves policromos conmotivos de alta significaciónsimbólica (Canziani).

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policromos, con extraordinarias escenas realiza-das con gran maestría artística. La edificación estáconstruida sobre una pequeña plataforma a la cualse ascendía por medio de una pequeña rampa ypresenta dos ambientes techados a dos aguas. Elprimer ambiente era abierto hacia la plaza, dondeel techo estaba soportado mediante postes, y ha-bría funcionado a modo de vestíbulo o antesaladel segundo ambiente cerrado, al que se ingresa-ba por la puerta ubicada en la esquina. El RecintoEsquinero revela su rol destacado ya que sus mu-ros exteriores lucen extraordinarios relieves poli-cromos, con motivos de notable elaboración ybelleza. Estos representan en el muro lateral haciael oeste escenas de combate entre guerreros, y enlos dos murales que forman el ambiente abiertohacia la plaza, un conjunto de motivos y escenascuya composición y tratamiento revelan su nota-ble significación simbólica.

Como hemos ya mencionado, la Plaza Cere-monial de la Huaca de la Luna se conecta pormedio de rampas con otras amplias terrazas y pla-zas menores hacia el Este y Sureste (Plazas 2, 3 y

4), conforme el conjunto asciende manejando lapendiente natural de la ladera, para rematar endos plataformas algo menores, una al noreste (Pla-taforma III) aparentemente exenta y otra al sures-te (Plataforma II) totalmente integrada al com-plejo. En estos espacios y plataformas, es evidenteque se establece un eje de orientación secundarioen dirección Oeste – Este –por lo tanto transver-sal al eje principal- y que debió privilegiar la vi-sión de fondo hacia el Cerro Blanco, en sus con-dición de cerro tutelar. La importancia de éste ejelateral orientado hacia el este se manifiesta tam-bién en el tratamiento con decoraciones muralesy la presencia de galerías techadas en los paramen-tos del lado Este de la Plaza 2, lo que le otorga uncarácter bastante significativo (Uceda et al.1997:20-21; Uceda y Tufinio 2003).

Cerrando del lado Sur el complejo de la Huacade la Luna se encuentra un ancho y alto muroque corre por 180 m. paralelo a las Plataformas Iy II, para proseguir hasta los contrafuertes rocososdel Cerro Blanco con un trayecto total de más de300 m. de largo. Si bien este muro forma con elflanco Sur de la Plataforma Principal (I) y la Pla-taforma II una suerte de corredor perimétrico, aúnno está del todo claro si operó como un elementosecundario de acceso y circulación del complejo,a partir de la esquina suroeste de la PlataformaPrincipal, o si simplemente constituyó un elemen-to que demarcaba física y simbólicamente la sepa-ración del complejo ceremonial respecto a los sec-tores del centro urbano próximos a éste. En todocaso, es importante notar que la proyección del ladosur de la Plataforma I como del muro perimétricosur, tiene continuidad en el trazo de una gran cal-zada o avenida (Avenida 2) orientada Este–Oes-te, que corre al sur del Conjunto Arquitectónicon. 8 y que se prolonga luego en pasajes menores.Este dato permite suponer que la directriz gene-rada por el flanco Sur de la Huaca de la Luna,constituyó uno de los principales ejes de organi-zación de la trama urbana de la ciudad de Moche.

La Regeneración del Templo en Huaca de la Luna

Los trabajos de investigación arqueológica y depuesta en valor desarrollados desde 1991 por elProyecto Arqueológico de las Huacas del Sol y laLuna, han revelado gran parte de los extraordina-rios atributos arquitectónicos de las estructurasque conformaban la Plataforma Principal (I) dela Huaca de la Luna (Uceda et al. 1994). En estacolosal edificación se ha documentado científica-mente una extraordinaria secuencia de super-

Fig. 201. Detalle de la gran rampa con parapetos que permitía elascenso desde la Plaza ceremonial a la Plataforma Principal(Canziani).

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188 JOSÉ CANZIANI

posiciones arquitectónicas, correspondientes a lasdistintas épocas en que se renovó sucesivamentesu vigencia funcional. Este notable conjunto dedatos, inéditos hasta hace unos años, ha proyec-tado una renovada visión acerca de las caracterís-ticas de la arquitectura monumental moche y unaaproximación extraordinaria acerca de los aspec-tos morfológicos, constructivos y funcionales dela misma. Sobre esta base, podemos introducir-nos al conocimiento del rol especial que desem-peñó la principal edificación del mundo moche,en la esfera del poder político y religioso emana-do de su vigorosa organización estatal.

Este es el caso notable de la Plataforma Princi-pal, donde se ha documentado por lo menos seisgrandes eventos de remodelación, lo que ha per-mitido revelar el desarrollo de una compleja se-cuencia arquitectónica en la que se superponenno solamente una serie de edificios, cada uno deellos con una identidad y vigencia propias, sinoque en estos se reconoce una continuidad estable-cida por la reiterada replica –con ciertos cambiosy variantes- de la concepción idealizada del edifi-cio, que va desde el nivel general de su organiza-ción espacial; la forma y distribución de los am-bientes; los sistemas de acceso y circulación; hastalos detalles del tratamiento de los acabados, pro-pios de los relieves representados en los paramen-tos de sus principales ambientes o recintos (Uceday Canziani 1998: 140).

De la forma recurrente de organización espa-cial que presentan estos edificios superpuestos, sepuede deducir la continuidad de sus atributos

funcionales, manifiesta en la continuidad y reite-ración de las formas arquitectónicas. Perpetuán-dose así, a lo largo de un considerable período detiempo, un modelo conceptual y un ordenamien-to del espacio arquitectónico plenamenteinteriorizado a lo largo de muchas generaciones(ibid: 157).

A partir de los registros de las excavacionesarqueológicas realizadas en distintos sectores delmonumento y de la limpieza de los cortes genera-dos por los grandes forados de la huaquería ini-ciada desde época colonial, se puede deducir queel conjunto de los distintos ambientes y espaciosarquitectónicos que conformaron cada una deestas sucesivas edificaciones, estuvieron vigentesy en pleno funcionamiento durante un determi-nado período de tiempo. Concluido este lapsotemporal, del cual aún no se ha podido establecercon precisión su duración, los moche procedie-ron —luego de desmontar los techos de los am-bientes que tuvieran coberturas— a trazar, conun instrumento que produjo una incisión cortanteen los pisos, la cuadrícula donde debían de ubi-carse los múltiples bloques constructivos que ser-virían para rellenar todos los espacios afectadospor el evento de remodelación.

Una vez alcanzado con estos rellenos construc-tivos el nuevo nivel de la plataforma, que en algu-nos casos creció más de 3.50 m de altura, ademásde proyectarse con ampliaciones horizontales ha-cia los flancos, se ha observado que se procedía arealizar un grueso piso de nivelación y luego unpiso de barro fino. Resulta fascinante el hallazgo

Fig. 202. Corte Norte-Sur yEste-Oeste de la PlataformaPrincipal de Huaca de la Luna,con el registro de los edificiossuperpuestos correspondientesa diferentes épocas (ProyectoArqueológico de las Huacas delSol y la Luna).

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de improntas de soguillas sobre estos pisos, ya quefueron empleadas por sus constructores para tra-zar las líneas que demarcarían la posición de losmuros que estaban por erigir (Montoya 1998: 23).De estas evidencias se puede deducir que el deli-neado del trazo de los muros se realizó tensandouna cuerda entre dos extremos previamente esta-blecidos —de modo similar al que utilizan aúnhoy nuestros constructores contemporáneos— sibien es de notar la singularidad de realizar esteproceso cuando el barro del piso se encontrabaaún fresco. Esta modalidad que obviamente ge-nera cierta dificultad, quizás está expresando laposible búsqueda de ligar físicamente la continui-dad del proceso de relleno del edificio en vía deser enterrado y, especialmente, entre los pisos desello de estos rellenos —que pudieron marcar me-tafóricamente la “muerte” del antiguo espacio ri-tual— con los fundamentos de los muros del edi-ficio que se regenera, para construir el espacio re-novado que inaugura un nuevo ciclo vital.

Estas remodelaciones y las evidencias asocia-das, dan sustento a pensar que en estos eventos lo

sustancial y determinante es la regeneración de laarquitectura del edificio, lo que trae como conse-cuencia necesaria el enterramiento de su antece-dente. De esta manera, se propone como hipóte-sis explicativa de la regeneración del templo laperiódica renovación del ciclo ritual, dada la es-pecial calidad del edificio, en cuanto sede privile-giada de las principales actividades ceremonialesde la sociedad Moche. La envergadura de estosprocesos, que incorporan ingentes cantidades demateriales de construcción, el despliegue de unanumerosa fuerza de trabajo, que además convo-can la participación de distintos especialistas y que,por último comprometen el propio funcionamien-to del edificio o de sectores de este mientras serealizan las obras de remodelación, nos conducena proponer la hipótesis de que estos eventos norespondían a causas circunstanciales o al desenca-denamiento de fenómenos naturales (por ejem-plo un evento de “El Niño”), sino que debieronresponder a ciclos de carácter calendárico-ritualdonde el desarrollo y ejecución de esta magníficaobra pública estaba previamente planificado17

Fig. 203. Plano de la Platafor-ma Principal de Huaca de laLuna, con sus diferentes secto-res (Proyecto Arqueológico delas Huacas del Sol y la Luna).

17 Para tener una idea de la envergadura de estas remodelaciones, bastaría señalar que en algunas de ellas hemos estimado quese requirió fabricar y luego disponer en los aparejos de los rellenos constructivos, entre 3 a 4 millones de adobes, sin considerarla erección de muros y otras estructuras correspondientes a los distintos espacios arquitectónicos. Este sólo dato puede ilustrar laextraordinaria dimensión de la fuerza de trabajo necesaria para su ejecución y, por cierto, de la imprescindible disponibilidad deabundantes excedentes productivos para la ejecución de este tipo de obras públicas. Evidentemente, es difícil imaginar que estascondiciones se dieran en una situación de crisis, como la que habría generado alguna severa catástrofe natural, donde más bien elcapital social disponible debió ser destinado a reparar los daños sufridos por la infraestructura agraria y a paliar las consecuenciasde la crisis .

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(Uceda y Canziani 1993: 340-342; 1998: 157-158; Canziani 2003a).

La Plataforma Principal de Huaca de la Luna

En las épocas intermedias de la Plataforma Prin-cipal, correspondientes a los edificios B/C y D enuna secuencia que va de arriba hacia abajo,18 so-bre la superficie de su cima se habría desarrolladoun planeamiento aparentemente cuatripartito condistintos sectores o cuadrantes. En el caso del cua-drante noreste, se ubicaría recurrentemente unaPlataforma Superior, más elevada, conectada conel acceso principal de la rampa y los demás secto-res por medio de un sistema de circulación concorredores y rampas. Sobre esta Plataforma Supe-rior y del lado Este se ubicaban recintos que —ensus distintas y superpuestas versiones— presen-tan decoración con pintura mural (Morales 2003:fig. 14.13); mientras que en la esquina noreste seha revelado la presencia de un estrado o altar es-calonado y techado, el que estaba expuestovisualmente hacia la Plaza Ceremonial, por lo quese puede presumir que estaba destinado a deter-minados eventos rituales, especialmente dirigidosa quienes los presenciaban desde esta ubicación,como los representados en el arte Moche en lacélebre escena del sacrificio o de la presentación(Uceda 2001).

A este cuadrante noreste, en el que se ubica laplataforma superior, se le contrapone otro al nor-oeste que aún constituye una interrogante, pueses el menos investigado hasta la fecha. Sin embargo,

Fig. 204. Reconstrucción hipotética de la Plataforma Superior deHuaca de la Luna, correspondiente a la época del Edificio B (Pro-yecto Arqueológico de las Huacas del Sol y la Luna).

18 Es importante advertir que esta secuencia corresponde al ordenamiento propio de la estratigrafía arqueológica, que partedel examen de los niveles superiores o superficiales para ir abordando la sucesión de niveles inferiores. De esta manera, el ordende esta secuencia —que va de lo más reciente a lo más antiguo— es necesariamente inversa a la que se dio en términos históricos.Por lo tanto, en este caso, el último edificio corresponde a “A”, mientras que las evidencias más antiguas hasta el momentocorresponden al edificio “E”.

Fig. 205. Reconstrucción hipotética de la secuencia deremodelaciones de la Plataforma Superior de Huaca de la Luna, ylas pinturas murales asociadas (Proyecto Arqueológico de las Huacasdel Sol y la Luna).

Fig. 207. Plano del Patio Ceremonial y su recinto esquinero, co-rrespondiente a la época del Edificio B/C de Huaca de la Luna(Proyecto Arqueológico de las Huacas del Sol y la Luna).

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en recientes investigaciones en la Huaca de Cao,en el complejo de El Brujo, se habría comenzadoa definir recintos que ocupan la esquina noroestede este cuadrante y que se caracterizan por pre-sentar relieves y pilares decorados propios de sa-las techadas.

El Patio Ceremonial

Una significación especial debió de tener en esteordenamiento el cuadrante del sector sureste, yaque en la secuencia de edificios registrada en estesector se desarrolló recurrentemente un gran Pa-tio Ceremonial19 decorado con relieves policro-mos, que tienen como motivo central la repetidarepresentación del rostro de Ai apaec o diosdegollador, enmarcado en paneles romboidales.Frente a estos paramentos con los relieves se ha-llaron hoyos de postes, a unos 3 m de los muros yespaciados cada 2 m. revelando la existencia deuna galería techada de protección de los mismos.Sintomáticamente, el desarrollo de los relieves delPatio Ceremonial fue también recurrentementeinterrumpido por la presencia de un recintoesquinero, ubicado en el ángulo sureste del Patio.Este tipo de estructuras esquineras estuvieron sub-divididas interiormente y presentan evidencias denichos y techos a dos aguas, y es notable apreciarque el acabado de sus paramentos exteriores (en

las versiones conocidas correspondientes a los Edi-ficios B/C y D) presenta relieves con una sofis-ticada composición de paneles rectangulares conmotivos de exquisita modulación y simetría, cuyaalternancia cromática genera bandas diagonales.Esta ubicación privilegiada y las característicasespeciales de su arquitectura y acabados, expresa-rían el rol de especial importancia que debierontener estos recintos esquineros en las actividadesceremoniales desarrolladas en el gran patio.

Sin embargo, en una versión más tempranasdel patio (Edificio E) se halló evidencias de un“altar”, constituido por una pequeña plataformade 3.75 cm de lado y 72 cm de alto decorada ho-rizontalmente con bandas alternas de pintura(amarillo, blanco, rojo al Oeste y rojo, blanco alEste). Al lado Este esta pequeña plataforma pre-sentaba el adosamiento de una pequeña rampalateral de 63 cm de ancho. Este altar fue poste-riormente remodelado y crece a 90 cm de altocon 4.20 m de lado, se refacciona la pintura y sesuperpone a la anterior una nueva rampa lateral

Fig. 209. Detalle de los relieves del Recinto Esquinero del PatioCeremonial del Edificio B/C de Huaca de la Luna (Canziani).

19 El Patio Ceremonial correspondiente al Edificio de la época B/C tuvo unos 60 m. de este a oeste y unos 47 m. de norte asur, con un área de más de 2,800 m2.

Fig. 208. Detalle del relieve con el dios Ai apaec, del Patio Ceremo-nial de la época del Edificio D de Huaca de la Luna (Proyecto Ar-queológico de las Huacas del Sol y la Luna).

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de 90 cm de ancho. Los muros que cerraban enese entonces el patio estuvieron enlucidos y pin-tados de blanco hacia el interior y rojo hacia elexterior, es decir una diferencia significativa conrelación a los edificios posteriores, en cuanto sededuciría que los paramentos interiores de estaversión temprana del patio no incorporaban aúnel sofisticado acabado con relieves policromos.Dado lo limitado de las excavaciones conducidasen el patio del Edificio E, no es posible conocer sien este estuvo presente alguna estructura esquineray, de otro lado, tampoco se puede descartar quelos patios de los Edificios A, B/C y D pudieranhaber contenido algún tipo de pequeña platafor-ma o altar como la registrada en el espacio delpatio del Edificio E, si bien por el momento no seha hallado alguna evidencia al respecto.

Las Salas con Pilares

Finalmente el cuadrante suroeste, es por demásinteresante ya que aquí se ha documentado la exis-tencia de recintos rectangulares techados a dosaguas, cuyas estructuras de cobertura fueron so-portadas mediante pilares y pilastras. Estos recin-tos acabados con pintura blanca, además de losvanos de acceso, presentan el desarrollo de venta-nas altas y de grandes hornacinas que se disponende manera modular en los paramentos interiores.Las características morfológicas de estos ambien-tes, sus accesos relativamente restringidos y lo in-trincado de su circulación, sugieren que debieronde estar destinados a resolver una función posi-blemente reservada a los oficiantes del culto, yaque estas salas manifiestan un marcado nivel de

aislamiento del resto de actividades desarrolladasen los demás espacios de la edificación.

Del examen de las excavaciones arqueológicasy de los cortes existentes en la Plataforma Princi-pal, queda claro que las fachadas que presentabaesta edificación en sus diferentes momentos de sularga historia tuvieron un tratamiento escalonado.En algunos casos, estos escalonamientos sirvieronpara resolver el sistema de circulación por el perí-metro de los distintos edificios. Esto es evidente apartir del registro de la existencia de parapetos enalgunos de estos escalonamientos —dando a en-tender que operaron como pasarelas o rondas—o también porqué se conectan con niveles de pi-sos y accesos de determinados ambientes o recin-tos. En cuanto a los acabados, si el frontis princi-pal hacia el norte tuvo un tratamiento especialcon relieves y motivos elaborados con pinturapolicroma, los otros frentes tuvieron un acabadomás sencillo, aunque siempre enlucidos y pinta-

Fig. 210. Detalle de los relie-ves del Recinto Esquinero delPatio Ceremonial del EdificioD de Huaca de la Luna(Canziani).

Fig. 206. Reconstrucción isométrica de las Salas con pilares en elsector al sur oeste de la Plataforma Principal de la Huaca de la Luna(Proyecto Arqueológico de las Huacas del Sol y la Luna).

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dos de color. Existiendo evidencias en el frenteoeste de la Plataforma Principal de la aplicaciónde rojo y blanco, posiblemente de forma alterna(Uceda com. pers. 2003).

La Roca Sagrada y los Recintos de los Sacrificios

Las investigaciones arqueológicas desarrolladas enel sector de la Plataforma II ofrecen una revela-ción ciertamente sobrecogedora, como es que fren-te esta estructura se sacrificaron o, en todo caso,se dispusieron los cuerpos de quienes fueron víc-timas de eventos asociados a rituales de sacrificioshumanos.20 Como ya manifestamos anteriormen-te, la Plataforma II presenta un rasgo muy signifi-cativo, en el sentido de que su construcción sediseñó de tal forma que incorporara parcialmenteen su volumen un afloramiento de roca naturalde granodiorita, que asemeja en pequeña escala laimagen del Cerro Blanco. De esta manera el fron-tis de la plataforma presenta la roca emergiendode su volumen, a la vez que este la envuelve. Apa-

rentemente, todos los espacios abiertos relaciona-dos con el frontis de la Plataforma II y que la co-nectaban con la Plataforma Principal, estuvieronasociados con eventos de sacrificios humanos, es-pecialmente el recinto 3A ubicado frente a la Pla-taforma II, donde se dispusieron los cuerpos delos sacrificados concentrándolos al pie de la rocasagrada. Más al oeste los recintos 3B y 3C tienenal centro edificios techados de planta rectangular,que parece también tuvieron una especial partici-pación en este tipo de rituales, dado el hallazgode restos óseos humanos como de vasijas de barrocrudo representando prisioneros, las quesignificativamente también fueron “sacrificadas”al presentar evidencias de haber sido destrozadascon piedras o con golpes de porra (Bourget 1997,Montoya 1997, Orbegoso 1998, Bourget yMillaire 2000).

Los datos disponibles indicarían que la Plata-forma II fue construida en un único momentoconstructivo, que se presume corresponde a la vi-gencia del Edificio B/C de la Plataforma Principal,

20 Los análisis de antropología forense revelan que se trató de hombres jóvenes de buena contextura, en los que se observóevidencias de fracturas soldadas o regeneradas, dando a entender que en su vida fueron protagonistas de actos violentos interpersonales(en cuanto soldados o guerreros) y que antes de su muerte fueron sometidos a ciertos actos de tortura (Verano 1998). La asocia-ción de los cuerpos con la deposición de limo aluvial daría cuerpo a la interpretación de que estos rituales estuvieron asociados aeventos críticos como El Niño, donde los sacrificios humanos habrían servido de preciada ofrenda para conjurar sus efectosmuchas veces catastróficos en términos económicos y sociales (Bourget 1997, 1998). De otro lado, la escena conocida como la“presentación” o “ceremonia del sacrificio”, ampliamente representada en la pictografía de la cerámica moche, como también en lapintura mural de algunos de sus principales monumentos (véase Pañamarca), ilustra el desarrollo de rituales que incluyeron elsacrificio de prisioneros, cuya sangre era aparentemente presentada en copas para su libación u ofrenda por parte de personajesdivinizados (Ver Donnan y Castillo 1994).

Fig. 211. Huaca de la Luna.Plano del sector de la RocaSagrada, con la Plataforma IIy los Recintos de los Sacrifi-cios (Proyecto Arqueológicode las Huacas del Sol y laLuna).

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dado que las últimas intervenciones en esta seríancontemporáneas con el Edificio A (Bourget yMillaire 2000). Sobre el piso de la Plataforma IIno se hallaron restos de muros sino hoyos de pos-tes, lo que permite suponer que por lo menos unaparte de su superficie fue cubierta con techos.Intruyendo en el relleno constructivo se dispusie-ron algunas tumbas que se concentraron tambiéndel lado norte de la plataforma (Bourget 1998:60-61).

Finalmente, los trabajos de Bourget (1997,1998) revelaron claramente que la mayoría de loscuerpos de los sacrificados hallados en el recintofrente a la Roca Sagrada, fueron depositados so-bre limo aluvial aún fresco —que se habría gene-rado como consecuencia de un posible evento deEl Niño— mientras que otro grupo menor lo fuesobre depósitos eólicos de arena que no habíancubierto aún los cuerpos de los primeros. Es su-mamente revelador que todos los cuerpos de losdistintos eventos de sacrificios fueran deposita-dos en una zona inmediatamente al pie de la rocasagrada de la Plataforma II, y que se hallaran enestos contextos estatuillas de barro crudo repre-sentando prisioneros, que fueron rotas ex profesoa modo de sacrificio figurado.

En el extremo noreste del complejo de la Huacade la Luna se encuentra la Plataforma III, la quetambién tiene un eje de orientación oeste – este yse asocia en su frente oeste con un atrio o plaza(Plaza 4). En esta edificación recientemente tansólo se han realizado trabajos preliminares, los quehan revelado que ésta sería una de las últimas es-

tructuras en ser construidas antes del abandonodel complejo. Esta hipótesis está en parte basadaen que la construcción de ésta plataforma fue he-cha en un 90% con adobes que presentan marcasque, como se ha visto, corresponde a una prácticatardía en las construcciones del sitio (Uceda yMujica1997: 12). Finalmente, cabe señalar que

Fig. 212. Reconstrucción hipo-tética del sector de la Roca Sa-grada, con la Plataforma II y losRecintos de los Sacrificios (Pro-yecto Arqueológico de lasHuacas del Sol y la Luna).

Fig. 213. Detalle del rostro de una vasija escultórica de arcilla crudarepresentando un prisionero proveniente de los Recintos de los Sa-crificios del sector de la Roca Sagrada. En este sector fueron halla-das frecuentes evidencias de vasijas rotas, a manera de sacrificio sim-bólico (Proyecto Arqueológico de las Huacas del Sol y la Luna).

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en algunos paramentos de la plataforma se docu-mentó hace unas décadas la presencia de pinturasmurales, que representaban escenas que han sidodadas a conocer como el tema de la ‘rebelión de losartefactos’, donde una serie de objetos animadospor rasgos antropomorfos persiguen, dan batallay capturan a seres humanos (Bonavia 1974) .

En cuanto a su función, la Huaca de la Lunaproclama su manifiesto carácter ceremonial. Even-tos tan dramáticos como el sacrificio de prisione-ros debieron ser de enorme trascendencia ritual(Bourget 2001, Verano 2001). Sin embargo, porlo mismo, estos debieron estar circunscritos amomentos definidos del calendario ceremonial oa conjurar eventos críticos como el desencadena-miento de fenómenos de El Niño. Por otra parte,no podemos perder de vista que, dada la comple-jidad espacial de la arquitectura de la Huaca, enésta se debieron resolver también asuntos mun-danos y los que imponía la propia rutina de laadministración burocrática cotidiana, tales como:el manejo y regulación del sistema de irrigación;el registro calendárico; el intercambio y distribu-ción de bienes; la administración de la tributación;y toda una serie de labores altamente especializa-das que estuvieron consubstanciadas con lacosmovisión propia del orden social y político delEstado teocrático (Canziani 2004).

Los sectores urbanos y sus conjuntos arquitectónicos

Luego de los estudios iniciales de Uhle([1913]1998), que señaló la existencia de muchasotras estructuras menores formando un “pueblo”

o “ciudad” entre las dos colosales huacas, y de lostrabajos de investigación desarrollados en los años’70, que expusieron la presencia de complejos re-sidenciales e indicios de la existencia de talleres(Topic 1982); en la última década se han desarro-llado excavaciones arqueológicas extensivas, quese han concentrado en distintas áreas ubicadas enel sector sur de la planicie entre las dos grandesHuacas (Uceda y Armas 1997, Chapdelaine et al.1997, Chapdelaine 1998, Tello 1998, Tello et al.2003).

A la luz de estas recientes excavaciones, se estárevelando un nuevo panorama sobre las zonasurbanas donde se concentró el grueso de las es-tructuras y población de la ciudad, definiéndoseuna serie de conjuntos habitacionales así comootros conjuntos caracterizados por su arquitecturapública. En cuanto a los conjuntos habitacionales,algunos datos indicarían que estos además de lasactividades domésticas también incorporaron eldesarrollo de actividades productivas o adminis-trativas; mientras que los conjuntos que corres-ponden a arquitectura pública, estuvieron rela-cionados con actividades rituales o político-ad-ministrativas, así como con el desarrollo deactividades productivas de tipo especializado, cuales el caso de los talleres. Por su parte, este últimotipo de arquitectura pública en muchos casos noexcluye, si no más bien incorpora, ciertos espaciosdestinados al desarrollo de funciones domésticaso, simplemente, a la preparación y consumo dealimentos.

Estas excavaciones, además de contribuir a es-tablecer los patrones arquitectónicos y sus varian-

Fig. 213 b. Reconstrucción hi-potética de la Huaca de la Lunavista desde el noroeste (Proyec-to Arqueológico de las Huacasdel Sol y la Luna).

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196 JOSÉ CANZIANI

tes tipológicas, están empezando a definir una tra-ma urbana que exhibe ciertos niveles de planifi-cación, como son la presencia de espacios públi-cos; un sistema de circulación por medio de ave-nidas y pasajes que, a su vez, definen ejes dearticulación urbana y la posible delimitación en-tre sectores; así como la existencia de determina-dos servicios, cual es el caso de canales para elabastecimiento de agua. Es decir, conforme avan-zan las investigaciones, nos estamos aproximan-do de manera progresiva a la definición de los atri-butos que permiten establecer la trascendencia deun centro urbano como el de Moche al nivel deciudad (Canziani 2003a, 2004)

Si bien el porcentaje del área excavada es aúnbastante reducido, con relación a la extensión to-tal que abarcó la ciudad, los datos disponibles

permiten percibir también otros atributos propiosde este tipo de asentamientos. Este es el caso de laexistencia de zonas o sectores urbanos con ciertosniveles de especialización, en cuanto se refiere a lafunción de las estructuras que se concentran enellos, lo que en términos modernos se conocecomo “zonificación”. De esta manera, podríamostener ciertos sectores congregando estructurashabitacionales de bajo status; otros con residen-cias o palacios de la elite que se estarían agrupan-do en proximidad de la Huaca del Sol; mientrasque en otras zonas se manifestaría la tendencia aconcentrar actividades manufactureras (alfarería,metalurgia, orfebrería, textilería, elaboración dechicha, etc.) e, inclusive, de determinado tipo demanufactura, cual es el caso de la producción decerámica fina en talleres ubicados en cercanía de

Fig. 214. Plano general de laposible extensión de la ciudadde Moche, con los sectoresurbanos expuestos al sur oes-te de la Huaca de la Luna, quepermiten la definición preli-minar de una trama urbanadelineada por el trazo de ave-nidas, calles y pasajes(Redibujado sobre el plano delProyecto Arqueológico de lasHuacas del Sol y la Luna).

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la Huaca de la Luna (Uceda et al. 1997); o desectores con complejos públicos de primer nivel,como es el que se encuentra asociado a la Plata-forma Funeraria Uhle, que se ubica sintomática-mente al pie oeste de la Huaca de la Luna y queestuvo separado de los demás sectores de la ciu-dad por la gran calzada o avenida 1 (Pimentel yÁlvarez 2000; Chauchat y Gutiérrez 2003).

La presencia de amplias calles o avenidas, queprivilegian la orientación con los ejes cardinales,cual es el caso de las avenidas 1 y 2, parecen estarestableciendo no solamente ciertas directrices parala circulación de los habitantes de la ciudad, sinotambién la delimitación entre distintos sectores,además de reflejar la existencia de un programade ordenamiento urbano.21 En algunos de estos

21 Mientras la Avenida 1, de 11 m de ancho, que corre de norte a sur unos 100 m al oeste de la Huaca de la Luna, pareceseparar los conjuntos y arquitectura pública ubicada al pie de la Huaca, como es el caso del extraordinario complejo conocidocomo Plataforma Funeraria Uhle (Pimentel y Álvarez 2000, Chauchat y Gutiérrez 2003 ); los tramos explorados de la Avenida 2,que corre de este a oeste, parecen delimitar el lado sur de estos conjuntos y, al mismo tiempo, proyectar en la trama urbana el ejedelineado por el flanco sur de la Plataforma Principal de la Huaca de la Luna (Tello 1998, Armas et al. 2000). Evidencias notablesde que la planificación de esta trama urbana sería temprana y que se habrían conservado sus ejes de ordenamiento y circulaciónhasta las épocas tardías de la ciudad, se han documentado en algunas excavaciones (Tello et al. 2003), donde resulta que el pasaje(Callejón N-30) limítrofe entre los conjuntos 30 y 35 y que se desarrolla de este a oeste, mantuvo sin mayores variaciones su trazodesde fases tempranas.

Fig. 215. Plano de los sectores urbanos de la ciudad de Moche ubicados al sur oeste de la Huaca de la Luna, en el que se aprecian los conjuntosexcavados delimitados por avenidas, calles y pasajes (Proyecto Arqueológico de las Huacas del Sol y la Luna).

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sectores urbanos se ha establecido la presencia depequeñas plazuelas, cuya escala reducida sugeri-ría que cumplieron diversas funciones asociadasdirectamente con la población que habitaba enlos conjuntos próximos. Por su parte, las aveni-das presentan la intersección de pequeñas calles opasajes, que servían para dirigirse y acceder a losdistintos conjuntos arquitectónicos. El acceso aestos conjuntos en algunos casos se realizaba di-rectamente desde los pasajes, en otros mediantecortos corredores o pasadizos que introducían alinterior de los conjuntos. Los ingresos a los con-juntos presentan vanos con umbrales elevados, sinembargo esta es una característica que también seobserva frecuentemente en las puertas entre susambientes interiores (Tello 1998, Armas et al.2000, Montoya et al. 2000)

En cuanto a los conjuntos de funciónhabitacional, su carácter doméstico está eviden-ciado por una serie de rasgos característicos, entreellos, la presencia de ambientes destinados a coci-na, donde es típico hallar fogones hechos dispo-niendo dos hileras paralelas de abobes de canto,que servían para contener la brasa del fogón yapoyar las ollas durante la cocción de los alimen-tos. En estos mismos ambientes o en otros anexosa ellos, se realizaban otras tareas complementariasde la preparación de alimentos, como es la mo-lienda documentada con la presencia de batanesy manos de moler. Asociados a este tipo de activi-dades domésticas se encuentran también algunospequeños espacios, a modo de botaderos, quehabrían sido destinados para la acumulación delos desperdicios generados dentro de la vivienda.

Los conjuntos habitacionales dispusieron tam-bién de facilidades destinadas al almacenamien-to, tal es el caso de la existencia de pequeños

cubículos que pudieron servir para depósito degranos u otro tipo de productos alimenticios, asícomo para determinados insumos destinados a laproducción; contaron también con nichos yhornacinas útiles para disponer desde enseres hastaobjetos de culto; además, se registra la recurrentepresencia de tinajas semienterradas en los pisos,que parece sirvieron para disponer de agua. Enotros casos, ciertos ambientes que presentan la sin-gular disposición de una serie de tinajas o vasijasordenadas en hilera y empotradas sobre poyos,sugieren el requerimiento de acumular abundan-tes cantidades de líquidos para alguna actividaden especial, cual es el caso del agua en los talleresde alfarería, o de la producción y/o almacenamien-to de bebidas como la chicha. También se reportaque estas tinajas pudieran haber servido para elalmacenamiento de granos u otros productos ali-menticios (Tello, 1998, Armas et al. 2000).

Muchos de los ambientes de estas viviendas,debieron desarrollarse al aire libre, pudiendo es-tar provistos de algunos cobertizos o pequeñasáreas techadas para brindar sombra. Este es el casode ciertos espacios abiertos o patios, que muchasveces disponen de poyos y que debieron de ope-rar como lugares de desahogo de las viviendas, almismo tiempo que servían para el desarrollo deactividades propias de la vida doméstica. Final-mente, algunos ambientes techados se reservaronpara el descanso y servir como dormitorio, con-tando con amplias banquetas para el reposo desus moradores. Dentro de las viviendas no se ex-cluye que ciertos ambientes o, inclusive, algunoselementos arquitectónicos puntuales, pudieranhaber estado destinados a prácticas cultistas den-tro del hogar, como una suerte de altar votivo oara familiar (Tello 1998: 121).

Fig. 216. Plano del ConjuntoArquitectónico 35, delimitadoal este por la Avenida 1 y al surpor el Callejón Norte 30 (Pro-yecto Arqueológico de lasHuacas del Sol y la Luna).

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Es interesante notar que ciertas diferencias enlas características arquitectónicas y constructivasde los conjuntos habitacionales también estaríanreflejando diferencias en cuanto a la condiciónsocial de sus habitantes. Esto es evidente cuandose examinan comparativamente las dimensionesespaciales de los conjuntos habitacionales; losmateriales y técnicas constructivas empleadas enellos; la presencia y cantidad de estructuras de al-macenamiento; así como los acabados de pisos,paredes e inclusive de los techos, donde se utilizóelementos formales que habrían destacado el pres-tigio o especial status de sus moradores.22 Otrosaspectos importantes, cual es la continuidad en eluso de las estructuras habitacionales, vinculan laarquitectura de mayor calidad con una mayorpermanencia de la ocupación, aun cuando se ad-vierte la presencia de superposiciones yremodelaciones; mientras que la arquitectura másmodesta se relacionaría con una mayor precarie-dad de la permanencia, marcada por períodos dedesocupación o inclusive por su abandono defi-nitivo (Van Gijseghem 2001).

Algunas excavaciones han explorado reciente-mente en profundidad la evolución y el compor-tamiento de algunas unidades en los conjuntosarquitectónicos 30 y 35, resultando algunos da-tos preliminares que sugerirían un creciente pro-ceso de complejización social, donde los habitan-tes de la ciudad o, por lo menos, de ciertos secto-res de esta tendrían acceso a una mayor variedadde bienes como a una gama cada vez más ampliade recursos (Tello et al. 2003). Estos datosnovedosos permiten establecer una especial corre-lación entre la dinámica que condujo al fortaleci-miento de las estructuras de poder del estadoMoche —manifiesto en el extraordinario desplie-gue de su arquitectura pública monumental— y,del otro, la dinámica de unidades familiares resi-dentes en la ciudad, que accederían a una mejorcalidad de vida y a una creciente sofisticación ensus patrones de consumo, lo que se manifestaríatambién en una mayor intensidad en el uso delsuelo urbano y en una creciente especializaciónfuncional de los espacios arquitectónicos.23

22 En la pictografía moche, como también en su cerámica escultórica, las representaciones de arquitectura ceremonial asícomo de viviendas de elite, presentan una profusa decoración mural, con techos de formas complejas que incluyen ornamentacionesy su coronación con adornos en forma de porras. Coincidentemente, estas porras decorativas de gran tamaño hechas en cerámica,han sido halladas en las excavaciones de algunos conjuntos que se presume pudieron ser habitados por personajes de la elite moche(Tello 1998: 128, Fig. 127), como también en sus templos (Franco et al. 1999).

23 Este proceso se desprendería del análisis de los siguientes datos: el progresivo incremento de la cantidad de cerámica, comode la variedad de formas que esta expresa; la creciente presencia de artefactos de metal, como de material lítico y de otros abaloriosasociados al prestigio social; el creciente acceso a una mayor diversidad de recursos de subsistencia; mientras que en las unidadesarquitectónicas se observarían eventos de remodelación más frecuentes; una mayor subdivisión espacial de los ambientes; asícomo una mayor y más definida gama de funciones que estos habrían absuelto (Tello et al. 2003). Sin embargo, debemos advertir

Fig. 217. Reconstrucciónisométrica del Conjunto Ar-quitectónico 30, delimitado aleste por la Avenida 1 y al nor-te por el Callejón Norte 30(Proyecto Arqueológico de lasHuacas del Sol y la Luna).

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Entre las posibles unidades habitacionales delmás alto status se ha registrado la estructura AA2,que al igual que AA1 y AA3 presentan fogones,piedras de moler y restos de alimentos. En parti-cular, en el caso de AA2, la organización espacialde esta unidad, sus buenos acabados y calidad delos artefactos asociados, así como la presencia denichos y de depósitos, sugerirían su correspon-dencia con una vivienda de elite (Topic 1982,Pozorski y Pozorski 2003). Sin embargo, ya he-mos señalado que para el caso de AA2, el plantea-miento arquitectónico y la notable cantidad deestructuras de almacenamiento que presenta, es-pecialmente en su sector sur, y la forma definidapor el ordenamiento espacial de estos depósitos,parece responder más a una función de tipo pú-blico, posiblemente de carácter político adminis-trativo, lo que no excluye el uso doméstico quepudieron tener algunos de los ambientes. Este esel caso propio de las estructuras públicas del tipo“palacio”, que comprenden determinados espaciosde uso residencial, en cuanto apéndices supedita-dos a la función eminentemente pública de estosedificios (Canziani 1989: 110-112).

En cuanto a la presencia de talleres dedicadosal desarrollo de la producción especializada demanufacturas, es de señalar que muchos de estospueden haber estado integrados dentro de vivien-

das, en cuanto “viviendas-taller” o, por el contra-rio, utilizando dentro de los talleres ciertos espaciospara la preparación y consumo de alimentos porparte de quienes allí laboraban, lo que no necesa-riamente comporta el desarrollo de actividades“domésticas” a nivel familiar. Adicionalmente, hayque advertir que existe por parte de la arqueolo-gía un mayor grado de dificultad en identificarcierto tipo de actividades, como son aquellas quepueden no dejar mayores rastros —cual es el casode la manufactura textil— más aún cuando se tratade ambientes que pudieron estar sujetos a una pe-riódica limpieza. Sin embargo, en otros casos, laactividad manufacturera no solamente genera con-textos tangibles, asociados a un conjunto de arte-factos muy definidos, sino que, inclusive, incor-pora o adapta la presencia de estos artefactos o deotros elementos a los espacios arquitectónicosdedicados a la producción.

Este es el caso de las excavaciones arqueológi-cas que han documentado talleres dedicados a laproducción alfarera (Uceda y Armas 1997). Porejemplo, en el conjunto denominado “taller alfa-rero” se ha registrado la superposición de hasta 8pisos, lo que daría a entender que se trataría deuna unidad de producción, aparentemente de ca-rácter familiar, que se dedicó por varias genera-ciones a la producción de cerámica fina. En este

que dado lo limitado de la “muestra” estos indicios pueden estar sesgados por la evolución singular de la condición social de loshabitantes de estas sendas unidades —lo cual no necesariamente puede corresponder a un comportamiento generalizable—,como también pueden ser distorsionados por determinados cambios de uso de los ambientes excavados, donde, por ejemplo, lainstalación de una cocina o de un repositorio de desperdicios, podrían leerse como un “mayor acceso a una diversidad de recursosde subsistencia” durante estas fases. Por lo tanto, estas sugerentes hipótesis de trabajo deberían ser validadas con una muestra másamplia, desarrollando excavaciones similares en otras unidades.

Fig. 219. Estructuras dedepósito dispuestas a lolargo de los muros de unconjunto arquitectónico(Canziani).

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taller se desarrollaron una serie de patios con evi-dencias de producción alfarera, tales como ma-nos y batanes para la molienda de la arcilla y los

temperantes, discos de alfarero (que hacían lasveces de torno), matrices y moldes, cerámica cru-da, además de los hornos de quema y de piezas decerámica deformadas y descartadas por fallas deproducción. Lo extraordinario de todas estas evi-dencias documentadas dentro de esta unidad, esque ilustran el desarrollo espacial de toda la se-cuencia propia de los procesos comprometidos enla producción alfarera en los tiempos de Moche.

También es de interés anotar, que la excava-ción del taller de alfarero registró la presencia degrandes tinajas empotradas en los pisos y dispues-tas tanto aisladas como en grupos formando hile-ras. La ubicación de estas tinajas en relación conlas zonas de trabajo, sugiere que estas sirvieronpara abastecerse de agua durante la preparaciónde la arcilla y en otras fases de la producción cerá-mica. Algunos ambientes presentan evidencias dela preparación y consumo de alimentos, lo quepodría indicar tanto el desarrollo de esta activi-dad para la alimentación de quienes laboraban enel taller, como también la presencia de un grupofamiliar que habitaba en ellos.24

Fig. 220. Plano del Conjunto AA2 (Lange Topic 1982: 271).

24 Si bien es relativamente común el hallazgo de enterramientos bajo los pisos de los conjuntos, en el caso del taller alfareroes significativa la presencia de dos tumbas con un ajuar funerario sofisticado y de alta calidad. Estas evidencias plantean a los

Fig. 221. Representación enuna pictografía moche de líneafina de un taller dedicado a laproducción textil (Donnan yMcClelland 1999).

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Si bien la gama de productos del taller deceramistas es relativamente amplia, esta se con-centra en artículos de carácter ritual y de elite,cuya producción fue masiva y seriada, tal comose puede inferir de la consistente presencia demoldes y matrices. Este dato, unido a la relativaproximidad del taller a la Huaca de la Luna, suge-riría a los investigadores que tanto este taller -comootros que pudieron encontrase en sus alrededoresconformando quizás un barrio- pudieron estarsupeditados al control de la elite sacerdotal y a laimposición de ciertos cánones y parámetros esté-ticos, ya que gran parte de la producción habríatenido consumo como parte de ofrendas funera-rias (Uceda y Armas 1997).

urbanos, cual es el caso de las figurinas que seencuentran recurrentemente entre los hallazgos delos conjuntos excavados. No es de descartar tam-poco que buena parte de estos bienes estuvieradestinado a la demanda de la población localiza-da en los asentamientos rurales. La profundizaciónde este tipo de investigaciones es de suma impor-tancia, ya que contribuirá a esclarecer la forma dearticulación y circulación de bienes e insumoscomprometidos con la producción urbana, tantodentro de la propia ciudad, como con relación alentorno territorial, los asentamientos urbanos demenor jerarquía y las aldeas del ámbito rural.

Otros datos de gran interés sobre las activida-des productivas desarrolladas en los talleres de laciudad, provienen de las excavaciones conduci-das en el Conjunto 7, donde se halló en uno desus ambientes un posible horno de fundición enforma de “chimenea”,26 asociado a un crisol con

investigadores la posibilidad de que algunos especialistas en la producción de manufacturas gozaran de cierto nivel de status, si noes que estaban adscritos como parte de la elite gobernante (Uceda y Armas 1997; Uceda et al. 2003).

25 El análisis efectuado mediante activación neutrónica en cerámica proveniente del sitio de Moche (Chapdelaine, Kennedyy Uceda 1995), define la posibilidad de que las piezas correspondientes a la cerámica ritual estuvieran elaboradas con arcillaslocales próximas al sitio, mientras que las de tipo utilitario arrojarían diversidad en los tipos de arcilla. Este dato confirmaría quela cerámica ritual producida en talleres especializados refleja un control sobre determinadas fuentes de materia prima y/o suempleo recurrente. para la elaboración de este tipo de cerámica; mientras que la variabilidad en las arcillas de la cerámica utilitaria,estaría señalando que estos productos posiblemente se elaboraron en distintos talleres del valle y aparentemente sin que para estose requiriera la especialización propia de los talleres presentes en el centro urbano (Canziani 2003).

26 Este horno presenta características y forma muy similares al que ilustra una pieza cerámica escultórica moche, la querepresenta a 4 metalurgistas dedicados a la elaboración de piezas de metal en torno a un horno (Moseley 1992: foto 66).

De otro lado, desde el punto del aprovisiona-miento de materias primas para la elaboración dela cerámica, la arcilla parece de procedencia localy de canteras próximas al sitio. Sin embargo, otroselementos específicos pudieron venir de lugaresdistantes, como es el caso del caolín utilizado paralos engobes blancos, que procedería de la serraníade Cajamarca (Chapdelaine et al. 1995).25 Encuanto a la distribución y consumo de los bienesproducidos en los talleres, además de su disposi-ción como parte de las ofrendas funerarias de losenterramientos, otros pudieron ser distribuidos yconsumidos en el ámbito de los asentamientos

Fig. 222. Representación escultórica de un taller de orfebres en elque se puede apreciar frente al horno de fundición a un maestroartesano en plena faena y a tres asistentes provistos de toberasoxigenando la combustión (Alva y Donnan 1993: fig. 12).

Fig. 223. Ceramio moche con representación escultórica de dospersonajes elaborando chicha (Museo Nacional Bruning,Lambayeque).

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restos de cobre. Lo que estaría indicando que unsector de este conjunto funcionó como un tallerde metalurgistas u orfebres (Chapdelaine et al.1997: 82).

En cuanto a las evidencias relacionadas conlas subsistencias, se registra un amplio manejo dedistintos ecosistemas. Destacando el consumo deproductos agrícolas, la ganadería de camélidos yel manejo de algunos recursos que provienen delos bosques y las lomas. En el consumo alimenti-cio también tienen una abundante participaciónlos recursos marinos y, entre ellos, de una grancantidad de peces de mar abierto como merluza

(Merluccius gayi peruanus) y sardina (Sardinopssagax sagax), lo que revelaría la importancia quealcanzó en la sociedad moche la pesca en alta marcon embarcaciones (Vásquez y Rosales 1998). Enla mayoría de los casos, estos datos estarían seña-lando que los pobladores de la ciudad eran abas-tecidos de una amplia gama de recursos y pro-ductos por parte de campesinos cuyas estancias oaldeas debieron asentarse en proximidad de loscampos de cultivo del valle; así como por comu-nidades de pescadores especializados en la extrac-ción de recursos marinos, cuyos asentamientosdebería de rastrearse a lo largo del litoral.27

Fig. 224. Representación de una escena de intercambio o redistribución (Donnan y McClelland 1999).

27 Otra importante innovación de la sociedad Moche se verifica en el campo de la navegación, con el desarrollo de nuevosmedios como son las embarcaciones —hasta hoy populares— conocidas como “caballitos” y las balsas de totora. Gracias a estasembarcaciones se mejoró sustancialmente las condiciones de pesca, tanto de litoral como en mar abierto, así como el transportede bienes y de gentes mediante la navegación de altura. Los hallazgos de artefactos moche en las islas norteñas de Guañape,Macabí y Lobos —algunas como Lobos de Afuera a más de 80 km de la costa— testimonian los extraordinarios derroteros deestos navegantes que tenían como destino estos puntos remotos, tanto para la deposición de ofrendas y la realización de sacrificiosa estas “Huacas” del mar (Rostworowski 1981), como también para el aprovisionamiento del guano de las islas, en cuantoexcelente fertilizante para la agricultura. Sin embargo, es totalmente discutible la aseveración, reiterada por muchos autores, deque los moche navegaron hasta las islas Chincha para proveerse de guano, lo que hubiera implicado una ardua navegación contracorriente y los vientos dominantes por más de 750 km para obtener lo que tenían abundantemente en sus propias costas. Estemalentendido parece originarse en la confusión de la fuente de proveniencia de artefactos moche hallados en la época de laextracción del guano de islas en el siglo XIX, y que fueran finalmente entregados por los capitanes de los navíos a coleccionistasy museos europeos, reportándose equivocadamente que algunos de estos eran originarios de Chincha (ver a este propósito Huchinson[1873 4] en Kubler [1948: figs. 38 y 39], donde se reporta esculturas de madera moche como provenientes de Chincha, lasmismas piezas que Wiener [1880] (1993: 619) ilustra como hallazgos de la Isla Lobos de la costa norte).

Fig. 225. Pictografía moche delínea fina, con la representaciónde personajes míticos en unaescena de intercambio, portan-do caracolas de Pututos(Strombus) y Conos (Conus) pro-venientes de los mares del ex-tremo norte del Perú y del Ecua-dor, transportados utilizandollamas como animales de carga(Donnan y McClelland 1999).

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Como es que se articulaban estas relaciones deaprovisionamiento y cuales fueron los mecanis-mos de intercambio, son algunas de las muchasinterrogantes que aún quedan por dilucidar, ycuyas respuestas necesariamente requieren del exa-men de los datos provenientes de los asentamientosdel ámbito rural y del litoral marítimo. Resultaasí evidente que sin la investigación de este tipode asentamientos, que se constituyen en la con-traparte de las economías urbanas, los datos refle-jarán tan sólo una fracción de la realidad históricay dificultarán nuestra visión general acerca delnivel de complejidad alcanzado por la sociedadmoche. De otro lado, existe una notable evidenciade la presencia de muchos recursos exóticos pro-venientes de la Amazonia o de las costas de losmares ecuatoriales, que debieron circular a travésde redes de intercambio a larga distancia. Obvia-mente, aquí también queda pendiente la interro-gante acerca de la existencia de mercaderes o tra-tantes al servicio de la organización estatal moche,que se habrían movilizado mediante caravanas alo largo de los valles y desiertos costeños y hacialas regiones altoandinas; o por medio de embar-caciones a lo largo del litoral y sus islas.

Finalmente cabe señalar el notable avance lo-grado en poco más de una década, con relación ala definición de las características de un centrourbano de primer nivel como es la ciudad deMoche. La relevancia de estas investigaciones de-riva en una creciente comprensión de la naturale-za de esta urbe y, a través de esta lectura, del nivelde desarrollo económico alcanzado, así como dela condición y modo de vida de sus clases socia-les. Además hay que considerar que esta nuevaperspectiva en los estudios urbanos sobre Moche,presenta la ventaja adicional de permitir exami-nar la dinámica del proceso evolutivo del asenta-miento, gracias al largo período de vigencia his-tórica documentado en este centro urbano.

Esta extraordinaria disponibilidad de datosofrece la oportunidad única de examinar desde

un centro privilegiado la naturaleza de la organi-zación estatal teocrática a la que dio cuerpo la so-ciedad moche, más aún cuando ésta constituye laforma más compleja de este tipo de Estado en elámbito de los Andes Centrales (Canziani 2003a).Los estudios que se conducen sobre este tema per-mitirán además conocer la evolución y cambiosregistrados en la sociedad moche, a partir de susinicios tempranos, su extraordinario apogeo y suposterior declinación, durante la época que inau-gura el surgimiento de nuevas formaciones socia-les en el Horizonte Medio.

Somos de la opinión que estos estudios expon-drán los elementos causales de la declinación yposterior abandono de la ciudad de moche, a partirdel examen de los factores económicos y socialesy de la dinámica de las contradicciones en el senode esta formación social teocrática. Si en su mo-mento tomamos distancia de las múltiples pro-puestas “catastrofistas” que estuvieron y se mantie-nen en boga entre muchos investigadores comoexplicación acerca del colapso moche,28 hoy endía las recientes investigaciones han dejado en claroque eventos aluviales propios de El Niño, así comofenómenos de arenamiento eólico fueron frecuen-tes en el sitio de Moche (Uceda y Canziani 1993,Canziani 2003a, 2004). Está por demás compro-bado que los basamentos de muchos de los mu-ros y pisos de las estructuras de los distintos sec-tores urbanos, se asientan directamente sobre capasde arena; al igual que muchas de las remodela-ciones y superposiciones revelan interfaces condepósitos de acarreo eólico, cuando el abandonotemporal de ciertas estructuras generó su arena-miento (Chapdelaine et al. 1997, Tello et al. 2003).Un fenómeno similar se presenta con la observa-ción estratigráfica de diferentes eventos asociadoscon la deposición de capas de material aluvial enlas superposiciones de los conjuntos urbanos comoen la propia arquitectura monumental.29

Como ya lo señaláramos en su oportunidad(Canziani 1989, 1991, 2004), los factores causales

28 Ver a este propósito Nials et al. (1979), Moseley (1992), Shimada (1994), Bawden (1999), quienes sugirieron tanto Niñosaluviónicos, como prolongadas sequías y arenamientos, además de movimientos tectónicos, como posibles causas del colapso delEstado moche y del abandono de su ciudad capital en Moche e, inclusive, un inverosímil traslado de su corte a la ciudad de PampaGrande en Lambayeque, a cientos de kilómetros de distancia (T. Topic 1982). De otro lado, esta supuesta crisis estaría fechándosealrededor del 600 d.C. mientras que los fechados tardíos del sitio se remontan al 700 d.C. o inclusive son aún más recientes(Chapdelaine et al. 1997: 90-92).

29 También en las excavaciones de rellenos constructivos en el nivel superior de la Plataforma Principal, pudimos observarpersonalmente la presencia de algunas capas de arena acumuladas entre las hiladas de los adobes. La observación de este hechosingular, permite suponer que al abandonar momentáneamente los constructores el trabajo, se hubiera desatado una fuerteventisca (o viceversa), con la consecuente acumulación de arena, sobre la que posteriormente se siguió disponiendo adobes alretomarse los trabajos de relleno, resultando así la inclusión de algunas capas de arena entre los adobes de los respectivos bloquesde relleno constructivo.

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de la crisis de la sociedad Moche deben encontrarsu explicación en el examen de las contradiccionesque se generaron al interior de esta formaciónteocrática, las que finalmente habrían conducidoa su manifiesta inviabilidad. En todo caso, cam-bios climáticos, como los generados por severosfenómenos de El Niño y por, lo general, otrosdesastres naturales, en esta perspectiva pudieronacelerar o precipitar situaciones de crisis, agudi-zando determinadas contradicciones sociales. Sinembargo, si estas condiciones no estaban dadas,causas “externas” como las antes señaladas, pudie-ron evidentemente afectar la economía de estassociedades, pero sería de suponer que una vez re-cuperadas de este trance, retomaran sin mayorestransformaciones el modo de vida que les resolvíala existencia y la reproducción del sistema.

Finalmente, debemos recordar que los moche,dada su secular vigencia, evidentemente no de-bieron ser ajenos al desarrollo de repetidos y pe-riódicos eventos de cambio climático o al desen-cadenamiento de catástrofes naturales generadaspor estos. Por lo tanto, es de suponer que supie-ron manejar y enfrentar estos fenómenos, desa-rrollando mecanismos que paliaran sus efectosnegativos y sacaran el mejor partido de sus efec-tos benéficos. Para esto debieron de contar con la

vasta experiencia histórica acumulada por su cen-tenaria sociedad, la que a su vez debió nutrirse delos conocimientos milenarios heredados de laspoblaciones norteñas que les antecedieron.30

La ocupación moche en el valle de Chicama

El valle de Chicama, aparentemente conformó conel de Moche lo que se ha reconocido como el ‘áreanuclear’ del Estado Moche. Sin embargo, a dife-rencia de este último, que exhibe un marcado cen-tralismo en la ciudad de Moche, el valle deChicama presenta un patrón de asentamiento enel que se registran distintos e importantes centrosurbanos. Como es el caso de El Brujo, Mocollope- Cerro Mayal y Licapa (Chauchat et al. 1998;Gálvez y Briceño 2001), y entre los cuales por elmomento es difícil establecer relaciones de jerar-quía. Este distinto patrón pudo haber obedecidoa un ejercicio del poder político menos centrali-zado respecto al existente en el valle de Moche.Estas diferencias pueden haber derivado tanto dela mayor amplitud del valle de Chicama,31 comode la presencia de distintas parcialidades asocia-das a sus respectivas zonas de riego, con ciertosniveles de autonomía política resuelta mediante

30 A este propósito, resulta muy ilustrativa la lectura de las Probanzas de indios y españoles referentes a las catastróficas lluvias de1578 (Huertas 1987), donde se aprecia como las comunidades indígenas norteñas enfrentan la crisis, echando mano a una seriede sabios recursos e, inclusive, desplegando energías en la reparación de la infraestructura agraria dañada. Sintomáticamente, aquíla auténtica crisis deriva de la inmisericorde exacción de tributos por parte de la imperturbable administración colonial.

31 El valle de Chicama tiene una extensión cultivable de 44,000. ha. mientras el valle de Moche cuenta con 19,000. ha.(Collin Delavaud 1984: 85)

Fig. 226. Mapa del valle deChicama con la ubicación delos principales sitios Moche(Redibujado de Franco et al.2001).

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206 JOSÉ CANZIANI

relaciones de complementariedad entre éstas(Netherly 1984; Russell y Jakson 2001).

El Complejo de El Brujo

En el valle de Chicama, unos 40 km al norte delvalle de Moche, el complejo Arqueológico de ElBrujo constituye un sitio moche de primer nivel.El complejo se ubica en la parte baja de la margenderecha del valle, en inmediata proximidad dellitoral marino y unos kilómetros al norte de ladesembocadura del río Chicama, localizándosesobre un tablazo eriazo que se eleva ligeramentepor encima del nivel del valle, que en este sectorestá caracterizado por la presencia de humedales.Esta zona del valle tiene el privilegio de contarcon una larga historia de ocupaciones, que ten-dría sus más tempranos antecedentes en la célebreHuaca Prieta, correspondiente al PrecerámicoTardío, y que se encuentra a unos cientos de me-tros al sur del sitio moche.

El complejo de El Brujo está dominado pordos grandes montículos piramidales, la Huaca ElBrujo o Cortada al noroeste y la Huaca Cao alsureste. Entre estos dos montículos, separadosentre sí unos 500 m, se extiende un llano cubier-

to actualmente por miles de tumbas saqueadas,que corresponden mayormente a períodos poste-riores a la ocupación moche del sitio. Esta severaalteración post ocupacional dificulta la observa-ción de la presencia de otras estructuras menoresque, además de la arquitectura monumental, de-bieron conformar la integridad del asentamiento.La configuración de este complejo, dominado porestas dos grandes estructuras piramidales, planteaaquí también el tema de la dualidad en la organi-zación espacial del asentamiento y ciertas simili-tudes con el sitio de Moche. Sin embargo, unadiferencia notable con las Huacas del Sol y la Lunay otros asentamientos moche, es que en este casoel sitio no está asociado con la presencia de uncerro tutelar, sino más bien con el mar y la espe-cial ecología que presentan los valles costeños consus característicos humedales en proximidad dela franja del litoral.

Las excavaciones arqueológicas, conducidas enel sitio se han concentrado en el examen del mon-tículo de Huaca de Cao (Franco et al. 1994, 2001,2003). Los resultados alcanzados permiten apre-ciar una estrecha analogía con el modelo expues-to en Huaca de la Luna, lo que nos permite esta-blecer una serie de correlaciones y, mediante estu-dios comparativos, acceder al conocimiento decuales fueron los elementos esenciales de la con-cepción o modelo asumidos por los moche en eldiseño arquitectónico de los monumentos prin-cipales destinados al desarrollo de las actividadesrituales de la más alta jerarquía.

Las excavaciones iniciales se centraron en laexposición del frontis norte de la pirámide, des-cubriendo la existencia de un tratamiento escalo-nado de la Plataforma Principal, cuyos paramen-tos sirvieron de soporte para el despliegue de re-lieves policromos con distintos motivosrepresentativos. Al mismo tiempo, adosada al pri-mer escalón del frontis, se registró la existencia deun recinto esquinero techado, ubicado sobre unaplataforma baja en la esquina sureste de la plazaque se desarrolla al norte de la pirámide. Esta pla-za estaba delimitada por el mismo frontis norte ypor una plataforma baja ubicada al este (AnexoEste). Es interesante notar, que al igual que lo re-portado para la Huaca de la Luna, se ha constata-do también aquí que en ciertas fases los paramen-tos escalonados de los otros frentes fueron pinta-dos alternadamente en rojo y blanco, tal como seha observado en la esquina noroeste de la Plata-forma Principal correspondiente al edificio de lafase D (Franco et al. 2003: 140, fig. 19.15).

Fig. 227. Plano general del complejo de El Brujo, con al sureste laHuaca de Cao y al noroeste la Huaca de El Brujo (Redibujado deFranco et al. 2003).

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El primer escalón del frontis norte, correspon-diente al edificio “A”, 32 así como su continuaciónen el frente de la plataforma Este, ilustra con re-lieves de gran naturalismo la escena del “desfilede prisioneros” capturados por guerreros victo-riosos. El paramento del segundo escalón, pre-senta un friso con las figuras hieráticas de perso-najes que se toman de las manos y que lucenfaldellines, orejeras y tocados en forma de coro-na. Finalmente, los restos conservados del tercerescalón, presentan un ser supranatural con los atri-butos del dios degollador, en su versión de araña,asiendo con la mano derecha un cuchillo o tumiceremonial. Es interesante notar que este escalóny el motivo representado en el friso no presentancontinuidad en el frente de la plataforma Este,más bien éste escalón en el límite este del frontisforma un ángulo ochavado, lo que permitiría su-poner —si establecemos la analogía con el frontisnorte de Huaca de la Luna y el ochavo que pre-senta en el encuentro con la rampa principal—que posiblemente en este punto de la Huaca deCao también se habría ubicado el adosamiento

de una rampa hoy desaparecida y que debió desa-rrollarse hacia el norte sobre la plataforma Este.

Los relieves asociados a los paramentos exte-riores del recinto esquinero y de su vestíbulo so-bre la plataforma baja, presentan característicasmuy singulares y es relevante observar que inte-rrumpen la continuidad de los relieves del primerescalón que representa la escena de desfile de pri-sioneros. El Paramento oeste del recinto esquineroexhibe paneles definidos por franjas horizontales,en los que se representó escenas de combate entreparejas de guerreros; mientras que en los paramen-tos al norte del recinto y este del vestíbulo se de-sarrollaron relieves policromos con motivos degran complejidad y, al mismo tiempo, de extraor-dinario naturalismo.

Un análisis reconstructivo de las estructuraspresentes sobre la cima de la Plataforma Principalcorrespondiente al Edificio de la época A, permi-ten señalar la presencia de una Plataforma Supe-rior en el sector noreste de la misma. 33 El ascensoa esta plataforma superior se realizaba medianteuna rampa orientada oeste–este; mientras que la

32 Los investigadores de este monumento plantean una secuencia de superposiciones que comprende 7 edificios, que vandesde el más reciente “A” –que correspondería a la última etapa de ocupación Moche- hasta los rastros de una de las versiones mástempranas del edificio en “G” (Franco, Gálvez y Vásquez 2001).

33 Hay que advertir que los investigadores de Huaca de Cao (Franco et al. 2001, 2003), utilizan en sentido inverso al nuestrolos términos Plataforma Principal y Plataforma Superior. En este trabajo, siguiendo la propia lógica conceptual, denominamos entérminos generales Plataforma Principal a la estructura correspondiente a la plataforma mayor del monumento, mientras quecomo Plataforma Superior, entendemos aquella que se desarrolla en un nivel más elevado sobre la cima de la Plataforma Principal.De modo que, tanto en la descripción de la arquitectura de Huaca de la Luna como de la Huaca de Cao, mantenemos losconceptos antes señalados a fin de evitar confusiones.

Fig. 228. Reconstrucción delfrontis norte de la Huaca deCao con el Recinto Esquineroy los escalones con relieves po-licromos (Franco et al. 2003).

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conexión con las rampas que ascendían de la pla-za a la plataforma principal, se resolvía medianteun corredor orientado de norte a sur. La Platafor-ma Superior presentaba también un tratamientoescalonado y su paramento del lado sur presentaevidencias de relieves policromos con la imagendel degollador desplegada en campos romboidalesy triangulares.34 Si bien este aspecto no está sufi-cientemente detallado, posiblemente por el gradode destrucción de las estructuras de este nivel, esfactible suponer que estos relieves formaran partede la decoración correspondiente al cierre del ladonorte del Patio Principal, ya que motivos muy si-milares decoraron el espacio análogo de Huacade la Luna, donde tuvo una persistente presenciadurante la vigencia de los Edificios A, B/C y D.De igual manera, si aplicamos la analogía con loexpuesto en Huaca de la Luna (Uceda et al. 1994)y con lo documentado para la propia reconstruc-ción del Edificio D de Huaca de Cao, podemossuponer que en la esquina sureste del Patio Prin-cipal de esta época se debió también desarrollar lacaracterística edificación del recinto esquinero.

En cuanto a las estructuras presentes sobre laPlataforma Principal correspondientes al Edificiode la época D, estas están mejor conservadas yhan permitido una reconstrucción más completa

del modelo de ordenamiento arquitectónico(Franco et al. 2001, 2003: fig. 19.12). En estecaso, el sistema de rampas de acceso que se desa-rrollan en el frontis norte de la pirámide entrega-ban a un corredor que va de norte a sur, permi-tiendo el ascenso mediante rampas a los nivelesaltos de la Plataforma Superior, ubicada en el sec-tor noreste de la Plataforma Principal. A su vez, elrecorrido de este mismo corredor hacia el sur per-mitía el acceso hacia el Patio Ceremonial, ubica-do en el sector sureste de la Plataforma Principal,profusamente decorado con relieves policromos,y en cuyo ángulo sureste se encontraba el clásicorecinto esquinero, también decorado con relieves(Franco et al. 2003: fig. 19.16). De otro lado, enel sector suroeste de la Plataforma Principal, estambién relevante apreciar la presencia de ambien-tes con hornacinas y pilares —de lo que se dedu-ce que posiblemente estuvieron techados a dosaguas— de forma muy similar a las salas registra-das en este mismo sector en la secuencia de edifi-cios documentados en Huaca de la Luna. Final-mente, se reporta que las recientes investigacio-nes en el cuadrante noroeste de la PlataformaPrincipal de la Huaca de Cao, han expuesto tam-bién aquí estructuras asociadas a pilares de granaltura y donde tanto los paramentos de estos edi-

34 Este motivo es muy similar a los relieves documentados en el Patio Principal de la Huaca de la Luna, especialmente alfragmento conservado correspondiente al edificio A -el más tardío de todos- donde el diseño de las serpientes que decoran lasfranjas de los rombos es también de corte naturalista. Este hecho permitiría establecer, desde el punto de vista estilístico, unaposible contemporaneidad en la vigencia de los respectivos edificios.

Fig. 229. Huaca de Cao. Re-construcción isométrica corres-pondiente a la época del Edifi-cio D (Franco et al. 2003).

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ficios como las caras de los pilares han sido deco-rados con relieves y pintura mural.

En resumen, si bien con algunas ligeras varian-tes, el modelo arquitectónico reiterado en lassuperposiciones de Huaca de Cao, presenta evi-dentes analogías arquitectónicas con lo documen-tado en Huaca de la Luna, desde el nivel generaldel ordenamiento y la distribución espacial de losdistintos componentes del monumento; hasta laspropias características esenciales de los elementosarquitectónicos que definen estos espacios; lo quees extensivo, inclusive, al nivel del detalle de algu-nos de los motivos iconográficos representados enlos relieves de los más importantes espacios ritua-les. A lo que debemos agregar el análogo procesode superposiciones arquitectónicas asociado a latradición de regeneración del templo.

Evidentemente estas consistentes analogías noson casuales y debieron de originarse en la exis-tencia una serie de correlaciones especiales entreestos dos sitios, las que se manifiestan claramenteen la estrecha similitud de la arquitectura de am-bos monumentos. La problemática planteada alrespecto es por demás trascendente, ya que nospropone distintas hipótesis explicativas. Algunashipótesis pueden privilegiar la presencia de unEstado Moche centralizado, en cuyo caso podría-mos esperar que el modelo arquitectónico forja-do en Huaca de la Luna, el principal complejoceremonial de la sociedad moche, y en cuantocomponente gravitante de la ciudad que habríaconstituido una suerte de “capital”, fuera replica-do en Huaca de Cao en el marco del Complejode El Brujo, en cuanto centro de mayor jerarquía

ritual de un valle, como es el de Chicama, muypróximo al de Moche no solamente en términosde distancia física sino en el ámbito de las esferassocio culturales, conformando las poblacionespresentes en ambos valles lo que se reconoce comoel “área nuclear” de la sociedad Moche.

Otras hipótesis alternativas podrían plantearla presencia —en determinado contexto históri-co— de sendas formaciones estatales en cada unode estos valles. Cuyas estrechas correlaciones po-drían verse plasmadas en el modelo arquitectóni-co común, asumido en el desarrollo de sus res-pectivos centros ceremoniales principales. El temapor cierto es tan apasionante como complejo yaque, como hemos señalado anteriormente, tocael problema clave referente al tipo de organiza-ción estatal presente en el área nuclear Moche, ysu posible manifestación en testimonios arqueo-lógicos de primera importancia, cuales son loscentros urbanos de mayor jerarquía y la arquitec-tura monumental presente en ellos. La dilucida-ción de estas interrogantes queda supeditada aldesarrollo de mayores investigaciones, para lo cuales importante estructurar el análisis de estos as-pectos, con la finalidad de poner a prueba y afi-nar las hipótesis de trabajo que se construyan acer-ca de esta problemática (Canziani 2003, 2004).

Finalmente, es relevante al análisis de los as-pectos funcionales de esta arquitectura monumen-tal, apreciar que el primer escalón de las pirámi-des de Huaca de la Luna, como de la Huaca deCao, representa una escena de desfile de prisione-ros. Esta escena en la iconografía moche está liga-da a otras que la conectan con representaciones

Fig. 230. Detalle de los relie-ves policromos del Patio Cere-monial sobre la PlataformaPrincipal de Huaca de Cao(Canziani).

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de combate y captura de prisioneros, y de sacrifi-cios que culminan en la denominada ‘escena delsacrificio’ o de ‘la presentación’ (Alva y Donnan1993, Hocquenghem 1987, Castillo 1989). Deesta manera, es factible también suponer que es-tas expresiones estuvieran representando ritualesque acontecían en la vida real, y que debieron dedesarrollarse en el marco de la Plaza Ceremonialal norte, para luego alcanzar su clímax en los es-pacios rituales más restringidos, dentro de las es-tructuras ubicadas en la cima de la pirámide. Estaes otra esfera, la ideológica y superestructural,donde se establecen estrechas analogías entreHuaca de la Luna y Huaca de Cao, confirmandoque el paralelismo en la común afiliación a unmismo modelo arquitectónico corresponde a unordenamiento cosmológico compartido, el quedebió de ser sancionado por medio de los cáno-nes establecidos por el culto vigente y el ejerciciode la autoridad máxima por parte de quienes eransus supremos oficiantes.

Mocollope y Cerro Mayal

El complejo de Mocollope se ubica en una posi-ción central con relación a la extensión agrícoladel valle de Chicama y en un punto intermedioentre el valle medio y el bajo. Representa un sitiode gran extensión que se localiza al pie de la faldasur del cerro Mocollope y, como ya hemos men-cionado, corresponde a una de las típicas locali-zaciones de sitios moche al amparo de cerros tu-telares. El sitio ha sido duramente afectado por laerosión, la huaquería y por movimientos de tie-

rra, lo que dificulta enormemente tener una ideade su configuración original. En la fotografía aé-rea publicada por Kososk (1965: fig. 28), se apre-cia al norte del sitio y en una posición central, loque aparentemente fue una gran estructurapiramidal de plataformas escalonadas. Esta estruc-tura, que por sus características monumentalesdebió constituir la edificación principal del sitio,parece que fue construida incorporando en suvolumen un promontorio de la falda del cerro.Esta edificación piramidal pudo complementarsecon una plaza o explanada al sur, mientras quemás al sur y al este se aprecian otros montículos oplataformas, coronados por grandes recintos deplanta rectangular.

A una distancia de 1.5 km y al noroeste delcomplejo de Mocollope se encuentra el sitio deCerro Mayal, que corresponde a un extenso cen-tro de producción alfarera. Localizado sobre unpromontorio rocoso que se eleva por encima delos campos de cultivo, Cerro Mayal estuvo apa-rentemente asociado al complejo de Mocollope,no sólo por la escasa distancia que los separa, sinotambién por el tipo de producción intensiva des-tinada a la elaboración de cerámica mayormentefina (Russel et al. 1994).

El área del taller abarca una extensión oblongade 185 x 50 m y presenta una alta concentraciónde evidencias de hornos y quema, así como des-hechos de cerámica, moldes, fragmentos de tor-nos y pulidores. En el sitio los investigadores hanpodido reconocer una distribución espacial de lasactividades productivas, con áreas destinadas a laquema; otras de apoyo a la producción, donde

Fig. 231. Mocollope. Fotoaérea en la que se aprecianconstrucciones piramidales,plataformas y posibles plazas(Servicio Aerofotográfico Na-cional. Kosok 1965: 108, fig.28).

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posiblemente se preparaba la arcilla, se modelabalas piezas, se les decoraba y pulía; algunas áreasmenores presumiblemente estuvieron destinadasa habitación, pero a la fecha de la investigaciónaún no habían sido exploradas. En las áreas deapoyo a la producción existen evidencias de pre-paración y consumo de alimentos, pero es intere-sante advertir que los investigadores señalan queesta actividad no se habría dado en contextos detipo doméstico, sino más bien para atender la ali-mentación de los trabajadores del taller (op. cit:199-200).

La filiación estilística de la cerámica, corres-pondiente a la fase Moche IV, indicaría que fuemayormente durante esta época que el taller sos-tuvo su producción. De otro lado, la enorme can-tidad de deshechos de producción y el tipo deartefactos registrados en las áreas de actividad deltaller, indicarían que la producción de cerámicafue muy intensa y de carácter especializado, posi-blemente por parte de artesanos que trabajabanen él a dedicación exclusiva. Estos datos planteanalgunas importantes cuestiones, acerca del tipo derelación establecida con relación a la elite urbanaresidente en el complejo de Mocollope. Una po-sible interpretación, sería que la producción deeste taller de ceramistas estuvo destinada a satisfa-cer los encargos (la demanda) de la elite la que, asu vez, regulaba e intermediaba su consumo porparte de los pobladores del valle, en el marco delas actividades rituales que tenían como centro alcomplejo de Mocollope. Evidentemente, estacomo otras interpretaciones requieren de mayo-res estudios y, en especial, de su comprobaciónmediante el examen de la distribución que tuvola cerámica producida en el taller en losasentamientos moche del valle.

La expansión Moche a los valles sureños

Como ya sostuvimos en la introducción de estecapítulo, muchos autores que han trabajado laproblemática de las formaciones sociales presen-tes en la Costa Norte durante este período, coin-ciden en señalar que en cuanto a la región sureñade los Moche, estos en un determinado momen-to histórico —aparentemente coincidente con eldominio estilístico que caracterizó la fase IV—desarrollaron a partir de los valles nucleares deMoche y Chicama una expansión hacia el Sur,dominando los valles de esta región hasta Nepeña,con posibles proyecciones hacia el valle deHuarmey. Esta hipótesis supone la conformación

de una entidad estatal centralizada y de carácterexpansivo, que se anexó nuevos territorios y po-blaciones mediante la conquista militar de losvalles al sur de Moche (Willey 1953, Lumbreras1969, Moseley 1992, Castillo y Donnan 1994,Canziani 1989, 2003).

De acuerdo a esta información, Moche cons-tituiría el primer caso de un Estado del Área Cen-tral Andina en desarrollar un proceso de expan-sión que debió comprometer novedosas formasde control territorial y poblacional en las regionesanexadas a su dominio. En esta dirección se hasostenido que el Estado Moche habría desarrolla-do determinadas estrategias que comprendíanmodificaciones sustanciales en los patrones deasentamiento de los valles ocupados y, especial-mente, la implantación de enclaves urbanos quehabrían desempeñado el rol de “capitales provin-ciales”. Este es un tema de sumo interés para com-prender la naturaleza del Estado Moche y del tipode dominación instaurado en los territorios con-quistados y que abordaremos examinando, en cadacaso, las características principales que asume lapresencia Moche en los valles de Virú, Chao, San-ta, Nepeña, Casma y Huarmey, de acuerdo a lasevidencias conocidas y los estudios disponibles.

Otro aspecto relevante tiene que ver con elanálisis de los factores causales que habrían im-pulsado este fenómeno expansivo. Entre estospodemos considerar el requerimiento por partede la organización del Estado de nuevos y mayo-res recursos, que le permitieran satisfacer la cre-ciente demanda del mantenimiento de las pobla-ciones urbanas y el abastecimiento de insumospara su producción manufacturera; así como ladisponibilidad de mayores excedentes que permi-tieran el desarrollo y mantenimiento de obraspúblicas, entre las cuales debemos de considerarla inversión destinada al desarrollo de la fastuosaarquitectura monumental. Igualmente debe deconsiderarse los excedentes productivos destina-dos al intercambio y a la adquisición de bienesexóticos, al igual que a la elaboración de joyas yotras regalías propias de la pompa de la clase do-minante, de cuya manifiesta acumulación de ri-queza dan testimonio las espectaculares ofrendasfunerarias depositadas en las cámaras mortuoriasde la elite moche.

De esta manera, tendríamos una serie decausales que se adscribirían a una dinámica econó-mica, donde fundamentalmente la creciente de-manda de recursos agrarios moverían el Estadohacia la conquista o control de otros valles oasis

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con potencial agrícola; mientras que la demandade materias primas por parte de la actividad ma-nufacturera especializada en fuerte expansión,como es el caso de la metalurgia y orfebrería, latextilería, la alfarería y otras, llevarían a la bús-queda y apropiación de las fuentes de los recursosnecesarios para el desarrollo de estos procesos pro-ductivos, tales como minas, canteras, bosques,pesquerías, etc. A su vez, la disponibilidad de este“capital” económico permitiría solventar caravanaso viajes de mercaderes para la adquisición de bienesexóticos provenientes de regiones relativamentelejanas, así también el disponer de bienes precia-dos y con un alto valor para fines de intercambio.

Hemos señalado en un trabajo anterior(Canziani 1989: 130-133), que unido a estos as-pectos hay que valorar también un aspecto claveen el mundo andino, cual es el control y la apro-piación de la fuerza de trabajo de las poblacioneslocales, cuya participación es esencial para posi-bilitar la ampliación de la capacidad productivapresente en cada valle y elevar su potencial en lageneración de excedentes. Sin embargo, no debe-mos de olvidar que estos aspectos económicos van

aparejados con lo que podríamos llamar la diná-mica del poder, es decir, la búsqueda por parte dela entidad estatal centralizada de ejercer una cre-ciente dominación poblacional y territorial en laque debieron de entremezclarse aspectos relacio-nados con el prestigio de la clase dominante; losrequerimientos de una ideología religiosaavasalladora como debió ser ciertamente la moche;y el ejercicio de la fuerza mediante el desplieguede la guerra y el arte militar.35

La ocupación Moche en el valle de Virú

Con relación a la expansión moche hacia los vallesdel sur, el valle de Virú constituía hasta hace pocoun caso paradigmático, en cuanto representaba elmás importante valle inmediatamente al sur deTrujillo, donde los moche habrían sentado susreales, modificado el patrón de asentamiento localy establecido un centro en el complejo deHuancaco (V-88-89), que habría asumido la con-dición de “capital provincial”. Sin embargo, lasrecientes excavaciones de Bourget (2003) especial-

35 Sintomáticamente, en la iconografía moche son ampliamente representadas escenas de batalla entre guerreros y de capturade prisioneros, así como del sacrificio de los mismos, lo que expresa hasta que punto están estrechamente ligados aspectos deíndole militar o bélico, con otros de carácter ritual. Significativamente, centros urbano teocráticos periféricos al territorio Moche,como Pañamarca en el sureño valle de Nepeña, muestran paramentos del templo decorados con escenas de esta naturaleza(Bonavia 1959, 1974).

Fig. 232. Ocupación del período Huancaco en el valle de Virú (redibujado de Willey 1953 en Canziani 1989)

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mente en el sector correspondiente al “palacio”(V-88), y donde resulta que los materiales mocheno serían los dominantes, han puesto en discusiónalgunas de las hipótesis construidas anteriormente.36

Evidentemente estos nuevos datos planteanuna serie de cuestiones que obligan a la revisiónde las hipótesis anteriores y, al mismo tiempo,ponen sobre la mesa una interesante problemática,en cuanto se refiere a la interpretación acerca dela naturaleza que habría tenido entonces la ocupaciónmoche en el valle de Virú. Para ingresar a estadiscusión es necesario resumir cuales eran hastahace poco los antecedentes previos de la cuestión.

En cuanto a la secuencia histórica del valle deVirú, se sostenía que el desarrollo de la culturaGallinazo se habría interrumpido con la ocupa-ción Moche del mismo, dando lugar al períodoconocido como Huancaco. Esta lectura se deriva-ba del aparente reemplazo de los estilos cerámicoslocales, por aquellos propios de los moche, seña-lándose como posible causa de este fenómeno laocupación violenta del valle y la instauración deun sistema político que conllevaría para el vallede Virú una condición provincial, impuesta en elmarco de la dominación multivalles del EstadoMoche. Esta interpretación habría sido corrobo-rada por la presencia de un sitio impresionantecomo Huancaco que fue afiliado a moche y quehabría reunido las características para ser asumi-do como la posible “capital” provincial durante elperíodo de la ocupación moche.37 A esta situa-ción se sumaba también la constatación del aban-dono del antiguo gran centro urbano teocráticodel Grupo Gallinazo (Willey 1953: 382, 397). Deesta manera, en el contexto del conjunto de datosdisponibles en ese entonces, estas hipótesis acer-ca de las repercusiones generadas por el impactode la ocupación moche y la nueva configuraciónpolítica instaurada en el valle de Virú, eran lasmás coherentes y confiables, y como tales fueronasumidas por muchos investigadores, entre los

cuales por cierto nos incluimos (Canziani 1989:133-134).

Es cierto que ya habían algunas advertenciascautelares, como las señaladas por Bennett (1950:117-118), acerca de la dificultad de separar níti-damente lo moche de lo gallinazo, al observar in-fluencias de Moche, como de Recuay, en la esferalocal durante el período Gallinazo; así como aladvertir pervivencias gallinazo en los estiloscerámicos presentes en el valle durante el períodoHuancaco y aún después. A este propósito, es pru-dente recordar que no necesariamente calzan me-cánicamente estilos cerámicos con “culturas”, es-pecialmente cuando se pretende que estos rasgosculturales necesariamente representen a determi-nadas formaciones sociales y, más aún, el eventode determinados procesos sociales (Lumbreras1984, 2002).

En cuanto al tema de la modificación del pa-trón de asentamiento durante la ocupación Mochedel valle de Virú y, especialmente, con relación alabandono del Grupo Gallinazo, es importanteseñalar que Bennett (1950: 118) también habíaplanteado la posibilidad que el abandono de estecentro urbano se hubiera dado antes de la culmi-nación del período Gallinazo Tardío y que, paraese entonces, el eje del poder político se hubieratrasladado hacia el cuello del valle. Este argumen-to también fue sopesado por el propio Willey(1953: 382) que consideró, entre otras alternati-vas, que este desplazamiento del Gallinazo Tar-dío, hacia estas zonas estratégicamente más pro-tegidas y nucleadas en torno a los “castillos” forti-ficados, pudiera ser consecuencia de la crecientepresión e incursiones desde el norte por parte delEstado Moche, que culminaría finalmente con laocupación del Virú. En nuestro propio caso(Canziani 1989: 193), advertíamos ciertas dife-rencias entre la ocupación Moche en el valle deVirú y los valles que se encuentran más al sur,señalando que debió de ser muy diferente el im-

36 En Huancaco los materiales cerámicos Moche aparentemente no se presentan como dominantes sino unidos a otros quemayormente responden a estilos locales (lo cual puede resultar totalmente lógico si pensamos en determinados márgenes deautonomía regional). Sin embargo, otros rasgos arquitectónicos son muy similares a los Moche, como las estructuras con techosdecorados con porras de cerámica; mientras que los diseños de algunas pinturas murales podrían ser perfectamente adscritas a estacultura (ver por ejemplo Bourget 2003: lám. 8.1 a.)

37 Este puede ser un caso representativo de que la metodología de los estudios sobre patrones de asentamiento y en especial delos indicadores utilizados para afiliar la pertenencia cultural de un sitio, están sujetos tanto a los criterios asumidos por losinvestigadores, así como a determinados márgenes de error, al tratarse de un examen limitado mayormente al nivel superficial. Porlo tanto, las interpretaciones acerca de los procesos -construidas a partir de estos datos y del planteamiento de una serie dehipótesis de trabajo- demuestran que son exactamente eso: hipótesis y, en cuanto tales, sujetas a su corroboración, afinamiento,corrección o descarte, en el proceso de profundización de la investigación científica.

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pacto causado por los moche en un valle dondeexistía una sociedad con un desarrollo bastantesimilar, como pudo ser Gallinazo, con relación alterritorio de otros valles con formaciones que apa-rentemente tenían un distinto nivel de desarrolloy organización.

Nos parece sugerente replantear la interpreta-ción de lo sucedido en Virú en el marco de esteúltimo argumento. Si estamos convencidos de quese mantiene incuestionable el punto de partida,es decir, que la ocupación de los valles al sur deMoche efectivamente se produjo; y si considera-mos el conjunto de evidencias presentes en el va-lle de Virú para argumentar acerca de la ocupa-ción moche en el mismo; es evidente que debe-mos esforzarnos en estructurar nuevas hipótesisde trabajo, que orienten los estudios que se desa-rrollen en el valle para dilucidar la problemáticasobre el período denominado Huancaco.

A este propósito, a la luz de las recientes inves-tigaciones en el sitio de Huancaco (Bourget 2003),sería interesante sopesar la posibilidad de que enel caso de Virú el Estado Moche concediera uncierto margen de autonomía política —o cuantomenos “cultural”— a las elites locales, tratándosede una formación con un nivel de desarrollo yestructura similar. Mientras que muy distinta de-bió ser la situación en los valles más al sur, dondeMoche aparentemente se habría encontrado con

la ausencia de entidades políticas unificadas y fren-te a un conjunto disperso de comunidades aldea-nas. Esta diferenciación en las estrategias de con-trol aplicadas, que responderían a las distintascondiciones locales, acercaría mucho más de loque se supondría a Moche de las estrategias deintegración panandinas desplegadas posteriormen-te por los wari y los incas.38

Huancaco

En nuestro trabajo anterior hicimos una extensadescripción del complejo de Huancaco (Canziani1989: 134-140), en esta oportunidad nos intere-sa reseñar las características más relevantes del si-tio y, especialmente, sopesar los resultados de lasrecientes excavaciones arqueológicas desarrolladasdurante estos últimos años (Bourget 2003).

El complejo de Huancaco tiene una extensiónde unas 35 ha y está ubicado en una zona centralde la margen sur del valle bajo, al pie del grancerro Compositán. A escasos metros de la base delas edificaciones monumentales se encuentran losvestigios del canal principal de la margen sur queirrigaba todo este sector del valle. Las estructurascon arquitectura monumental del complejo pre-sentan una volumetría de tipo piramidal, genera-da por el desarrollo de grandes plataformas esca-lonadas, que ascienden incorporando el declive

38 Durante su expansión, los Estados Wari e Inka habrían aplicado una política en la cual la dominación estaba hábilmentesustentada tanto en el abierto ejercicio de la fuerza, como en el despliegue de la persuasión y la tratativa, con miras a estableceralianzas estratégicas y relaciones de reciprocidad, para lo cual fue usual la concesión de determinadas prerrogativas y privilegios,así como de ciertos márgenes de autonomía en el ejercicio del poder por parte de las entidades locales o regionales.

Fig. 233. Vista panorámica delcomplejo de Huancaco desdelas laderas al sur oeste del sitio.En primer plano las edificacio-nes correspondientes al ‘Pala-cio’ (V-88) y al fondo a la de-recha el volumen de la edifica-ción piramidal V-89 (Canziani1989)

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de la ladera del cerro. De esta manera, sus cons-tructores lograron una impresión de impactantegrandiosidad para quienes se aproximaban al com-plejo desde el norte o lo contemplaban desde elvalle, aún a considerable distancia.

El sector monumental tiene en su eje mayor270 m. de noreste a suroeste y unos 200 m. deancho en su eje menor. El conjunto se encuentraprotegido por grandes murallas que ascienden porlas laderas del cerro, y en él destacan dos sectoresprincipales: al sur el sector denominado “palacio”(V-88); y al norte el sector dominado por unaedificación piramidal escalonada (V-89). El sec-tor del “palacio” presenta ciertas similitudesmorfológicas con el “palacio” de Sarraque y, enmenor grado, con la propia Huaca de la Luna.

Las recientes excavaciones de Bourget (2003)en el sector del palacio V-88 han permitido defi-nir la forma y características arquitectónicas delos distintos ambientes que lo constituían, asícomo recuperar contextos y materiales culturalesque le permiten proponer hipótesis sobre su posi-ble función. Los ambientes ubicados sobre las pla-taformas más bajas, en el extremo noroeste de V-88 (ibid: figs. 8.3, 8.4), como son A1, A2 y A3,presentan evidencias de molienda, abundantesfogones y otros numerosos restos asociados a lapreparación de alimentos. Estos ambientes decocina estaban a su vez conectados, mediante co-rredores y rampas, con otros más elevados comoA4, que se encuentra en un segundo nivel y que alparecer fueron utilizados para el servicio de lasviandas o su presentación. Es notable que esteambiente alargado estuviera dominado en uno desus extremos por una estructura formada por unaplataforma elevada, a la que se ascendía por me-dio de escalinatas, la cual presentaba evidenciasde haber estado provista de un techo decoradocon porras de cerámica. Por lo que en estos espa-cios se puede reconstruir imaginariamente el de-sarrollo de escenas similares a las representadas enla cerámica moche, donde personajes principalesde la elite presiden desde una estructura promi-nente y dotada de un techo decorado con porras,el despliegue de una generosa variedad de viandasy bebidas, que les son ofrecidas y servidas por per-sonajes de menor rango (Larco 2001: fig. 212).

En un nivel superior se encuentra A6, el am-biente más amplio de V-88 con un área de 35 m.de largo y 17 m. de ancho, donde se hallaron unaserie de tinajas alineadas y dispuestas regularmentea lo largo de los muros sur y norte del recinto.Estas evidencias y otros contextos asociados, per-

miten suponer que este amplio espacio fue dedi-cado al consumo de alimentos y a libaciones.

Finalmente en el nivel más alto de V-88 seencuentran otros importantes recintos que mues-tran notables evidencias de haber sido decoradoscon pintura mural, como son A10, A13, A26 yA42 (Bourget 2003: lám. 8.1 a). Estos ambientespudieron ser reservados como residencia para loshabitantes del edificio. Sin embargo, algunos deestos no habrían excluido ciertas actividades pro-ductivas o administrativas, como es el caso de A10,donde se hallaron incrustadas en el piso 15 vasi-jas, aparentemente empleadas para el almacena-miento de frijoles, así como sendas acumulacio-nes de fibras de lana de camélidos y de algodón aambos extremos de este ambiente.

Según concluye Bourget (2003:266-267), tan-to las características arquitectónicas de V-88, comoel conjunto de evidencias que permiten establecerla naturaleza de las actividades que se desarrollaronen sus distintos ambientes, confirmarían que ladenominación de “palacio” señalada en su momen-to por Willey (1953: 359) era bastante acertada.

Al extremo norte del sitio se encuentra el sec-tor V-89, dominado por el volumen de una pirá-mide escalonada conformada por cuatro a cincoplataformas sucesivas. Esta edificación piramidal,con una base de 54 x 42 m. y 17 m. de alto, estáconectada con el sector del palacio al sur median-te algunas plataformas con recintos, separados eintercomunicados entre sí por largos corredores.En uno de estos recintos, se encontraron adosadosen su lado sur, una hilera de cubículos aparente-mente de depósito de 2 x 3 m. cada uno. Lasexcavaciones realizadas en el recinto definieron unpiso, restos de una escalinata y evidencias de unposte que parece correspondía al soporte de lostechos del ambiente (Willey 1953: 208-209).

En cuanto a la pirámide escalonada, esta esdesde el punto de vista morfológico la edificaciónque expresa una mayor semejanza en su tratamien-to con otros monumentos moche, si bien de mu-cho mayor envergadura, como la Huaca del Sol yla Huaca de la Luna. Advirtiendo que esta seme-janza no la observamos en su configuración gene-ral, sino más bien en el similar acabado escalona-do que presentan sus frentes. Este tipo de trata-miento, por lo que conocemos, no tendríaantecedentes en la arquitectura Gallinazo, dondela mayoría de las plataformas lucen frentes llanosen su talud.

En la pirámide escalonada Willey (1953: 207)exploró un forado de huaquería en el lado sures-

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te, observando la presencia de por lo menos 4superposiciones arquitectónicas en la misma, conparamentos sucesivos que fueron pintados de rojoo de blanco. Lamentablemente este sector del com-plejo ha tenido escasa intervención durante lasrecientes excavaciones, lo que impide dilucidar sies que este sector respondería a la influencia mocheque parece reflejar su arquitectura.

Es importante destacar que prácticamente entoda el área del sitio rodeada por amurallamientos,se encuentran múltiples zonas con evidencias deocupación habitacional e inclusive de la presenciade talleres, especialmente en los alrededores de laarquitectura monumental y en la propia laderadel cerro.39 Estos rasgos y los abundantes restosde estructuras, permiten suponer la presencia deuna relativa concentración poblacional y el desa-rrollo en el sitio de algunas actividades productivas

de carácter especializado. En todo caso, es evidenteque esta concentración poblacional debió ser com-parativamente algo menor que la que anteriormen-te pudo concentrarse en el Grupo Gallinazo.

En conclusión, de estos datos y de las nuevasevidencias proporcionadas por las recientes inves-tigaciones arqueológicas, se podría plantear la hi-pótesis que el complejo de Huancaco, y especial-mente el “palacio”, estuvo conducido y fue sedede una elite local, posiblemente sometida al po-der moche, pero es evidente que manteniendo cier-tos márgenes de autonomía, sino política por lomenos desde el punto de vista cultural, por ejem-plo, conservando lazos estilísticos con las raícestradicionales de la cerámica Gallinazo, aun conciertas evoluciones singulares que manifestaríanun cierto sesgo epigonal (Bourget 2002: com.pers.;Bourget 2003).

39 Bourget (2003: 250) registra un área (V-316) unos 150 m. al oeste de V-88, que podría corresponder a un taller defundición de metales, donde reporta una serie de fogones de quema y pequeñas estructuras, posiblemente destinadas al depósito.

Fig. 234. Plano del sectormonumental del complejo deHuancaco (Bourget 2003: fig:8.3).

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Las características del patrón de asentamientodurante el período Huancaco

A continuación hacemos una descripción somerade la las características que presenta según Willeyel patrón de asentamiento durante el períodoHuancaco, tomando en cuenta, obviamente, losdatos que han sido puestos en cuestión por lasrecientes investigaciones arqueológicas en el va-lle. En cuanto a la distribución de los sitios en elvalle, se notaría que esta es mucho más intensa yhomogénea de la que se daba durante Gallinazo,donde se advertía una fuerte concentración en laparte baja del valle y otra, relativamente menor,en el cuello del mismo.

Los tipos de sitios presentes en el períodoHuancaco serían básicamente los mismos quedurante Gallinazo, si bien algunos presentan cier-tas evoluciones o la tendencia a hacerse más po-pulares, cual es el caso de los complejos con cer-cados rectangulares o el de los cementerios. Encuanto a los centros ceremoniales, se registran alo largo del valle una serie de complejos con mon-tículos piramidales asociados a viviendas, en otroscasos estos se presentan aislados o cercados pormuros perimetrales. Gran parte de estos montí-culos exhiben antecedentes Gallinazo, de lo quese infiere que fueron reocupados y sujetos a algu-nas remodelaciones durante la ocupación Moche.En el caso de la parte alta del valle, ante la relativaescasez de montículos Gallinazo, se habrían tam-bién remodelado edificaciones de épocas más tem-pranas. Entre este tipo de sitios dominados pormontículos piramidales, destacan algunos queparecen corresponder a complejos de función ad-ministrativa y ceremonial, como V-149 en la que-brada de Huacapongo; y V-280 un extenso com-plejo al norte del valle bajo relacionado con unaserie de sitios localizados en esta zona, especial-

mente importantes cementerios como los que seencuentran en los alrededores del médano dePurpur. En cuanto a los “castillos fortificados”estos se mantienen, aunque no con toda la im-portancia que alcanzaron durante el Gallinazotardío en la parte alta del valle. Este es el caso delCastillo de San Juan (V-62) y del de Tomaval (V-51), como del Castillo de Santa Clara (V-67) alsur del valle medio.

Es importante advertir que estos sitios no com-piten, ni por asomo, con la extensión y compleji-dad del Grupo Gallinazo y, en todo caso, corres-ponden a una jerarquía bastante menor frente aun sitio como Huancaco (V-88-89). Por lo que,si se descarta la hipótesis de que Huancaco co-rrespondería a la posible “capital provincial”moche durante la ocupación del valle de Virú, esevidente que nos encontraríamos frente a un dile-ma, al no existir algún otro sitio que pudiera ha-ber asumido esta función, dado que ninguno delos conocidos reuniría las condiciones necesariaspara absolverla.

En cuanto a las aldeas, se mantienen práctica-mente inalterados los patrones propios de la épo-ca anterior, si bien se advierte un incremento yextensión de las del tipo definido como “regular”(V-39, 53,14,19) por su ordenamiento y la obser-vación de ciertos niveles de planificación. Estosrasgos nos llevaron a advertir la posibilidad de quealgunos de estos asentamientos, inclusive algunosdefinidos como aldeas “irregulares” por Willey,pudieran haber correspondido a determinadas ins-talaciones administrativas, más aún cuando seobserva su asociación con sistemas de distribu-ción de riego, canales y amurallamientos (ver V-53, Willey 1953: fig. 39), localizándose en zonasestratégicas para la administración de la produc-ción agrícola del valle (Canziani 1989: 140-144).

Existen otros sitios, relativamente novedosos,definidos como “complejos con cercados rectan-gulares”, en los cuales se aprecian subdivisiones yotras estructuras en su interior. Este sería el casode V-10, 51, 20 y 28, ubicados mayormente en laparte media y media alta del valle. Este tipo desitios, por sus características y localización, pare-cen estar asociadas a resolver funciones de carác-ter público, relacionadas con el manejo y organi-zación de la producción agrícola. También semantienen y están presentes las grandes casas semi-aisladas (V-41, 42, 143, 150, 178) aumentandoligeramente sus dimensiones con relación a las dela época anterior.

Finalmente, es de destacar que durante el pe-ríodo Huancaco aparecerían por primera vez es-

Fig. 235. Huancaco. Pintura mural en el ambiente A-10 del sectorcorrespondiente al ‘Palacio’ V-88 (Bourget 2003: lam. 8.1.b).

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pacios abiertos y aislados, específicamente desti-nados a servir como cementerios, generalmenteubicados en áreas eriazas al margen de las tierrasde cultivo. Uno de los cementerios más impor-tantes del valle fue el de Purpur (V-98), localiza-do en el límite norte de la parte baja del valle. Sinembargo, es de notar que también algunos sitioshabitacionales conservaron la tradición de servircomo lugar de enterramiento. Este es el caso de lacélebre Huaca de la Cruz (V-162), donde Strongy Evans (1952) hallaron un enterramiento de unpersonaje de alto status correspondiente a un an-ciano, cuya parafernalia indicaría que pudo tra-tarse de un guerrero - sacerdote, que no solamen-te estaba dotado de un rico ajuar funerario sinotambién asociado a la presencia de otros cuatroacompañantes, aparentemente sacrificados en elmomento de su enterramiento.40

De todos estos datos reseñados queda claro quela problemática de la ocupación Moche en el va-lle de Virú, conocido como período Huancaco,está abierta a la investigación y al debate. En resu-men, desde nuestro punto de vista, nos plantea-ríamos dos hipótesis alternativas. La primera po-dría postular la presencia de una elite local subor-dinada al poder central de los moche, pero con laconcesión de ciertos márgenes de autonomía enel ámbito local. En cuyo caso el sitio de Huancacopodía haber operado como una “capital provin-cial” con características singulares, al no estar ne-cesariamente asimilada a los cánones y paradigmassupuestamente sancionados por el Estado Moche.La segunda hipótesis alternativa, plantearía quela inexistencia de una “capital provincial” podríaexplicarse dada la relativa proximidad existenteentre los dos valles (aprox. 30 km.) y especial-mente con relación a la capital del Estado enMoche, lo que podría haber hecho superfluo lainstalación por parte de moche de un centro equi-valente a nivel provincial. En este caso Huancaco,que ya tenía antecedentes como un importantecentro urbano Gallinazo, podría haber continua-do en operación en cuanto sede de uno de losgrupos de la elite local disgregados por el adveni-miento de la expansión moche. Ambas hipótesistendrían como supuesto necesario la presencia

local de una formación social equivalente a la delos ocupantes, lo que habría permitido la incor-poración de Virú a la esfera Moche sin cambiosmuy dramáticos, más allá de la desactivación deun complejo urbano como el del Grupo Gallina-zo que, al perder su hegemonía en el ejercicio delpoder en el valle, habría quedado sin base de sus-tento y sin razón de ser.

En todo caso, enterramientos como el halladoen Huaca de La Cruz (Strong y Evans 1952: 150-156) dejan en claro la presencia en el valle de Virúde una elite con un marcado ejercicio de poder yestrechamente afiliada a la esfera del mundomoche. ¿Fueron estos funcionarios destacados enel valle por el Estado central moche, o fueron per-sonajes de la elite local adscritos a la estructura depoder del Estado multivalles? Difícil encontrar larespuesta en el estado actual de nuestros conoci-mientos. Sin embargo podemos subrayar un de-talle, en el sentido de que en el modus vivendi deestos personajes empoderados, no se percibe comoimprescindible el enterramiento y muy posible-mente tampoco la residencia en complejos aso-ciados a arquitectura monumental, sino que po-siblemente también se integraron y tuvieron comolugar de residencia asentamientos que podríamosdefinir de segundo o tercer orden, como pareceser el caso de Huaca de la Cruz o algún otro sitiohuancaco relativamente próximo.

La ocupación Moche en el valle del Santa

La ocupación Moche en el valle del Santa, al igualque en otros valles de la costa norte, estaría ante-cedida por un período afiliado culturalmente aGallinazo y concluiría con el evento de Wari co-rrespondiente al Horizonte Medio (Donnan 1973,Wilson 1988).

A este propósito, Wilson (1988: 151-198)aprecia una marcada tendencia de las poblacionesgallinazo a concentrarse mayormente en la partemedia alta del valle, si bien allí las tierras de aptitudagrícola son bastante limitadas, mientras que estaspresentan su mayor extensión en el valle bajo. Porlo tanto, esta preferencia en localizar los asenta-

40 Antes del hallazgo de las tumbas reales de Sipán por Walter Alva en 1987 (Alva y Donnan 1993), la tumba de Huaca de laCruz constituía uno de los pocos casos conocidos de tumbas de elite moche, donde se documentó arqueológicamente no solamen-te la existencia de un rico ajuar funerario asociado al sarcófago del viejo señor, sino también la extraordinaria presencia de un niñocolocado a su costado; de dos mujeres jóvenes dispuestas a los pies y a la cabeza del difunto; y del cuerpo de un joven de fuertecontextura, que se depositó encima de todos ellos y que debió cumplir el rol de guardián de la tumba. De lo que se puede deducirque estas cuatro personas fueron sacrificadas a la muerte de este personaje principal, o durante su enterramiento, con la finalidadde que lo sirvieran en “el otro mundo” (Lumbreras 1969:156-158).

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mientos en la parte media alta del valle durante elperíodo Gallinazo, parecería condicionada pordeterminados niveles de conflicto con poblacio-nes externas al valle, ya que la geografía de estazona la hace más protegida frente a eventualesincursiones, lo que sería corroborado por la im-portante presencia de sitios de carácter defensivo.

Este patrón de asentamiento se modificaríasustancialmente con la ocupación Moche, dondeel grueso de los sitios se concentran en la partebaja del valle del Santa —la zona que presenta el

mayor potencial para la producción agrícola— ydonde sintomáticamente ya no tendrían mayorrelevancia los sitios con rasgos defensivos. Tam-bién llama la atención de los investigadores queen el registro de sitios la mayoría corresponda acementerios, mientras que es algo menor la canti-dad total de asentamientos.

Entre los diferentes tipos de sitios correspon-dientes a la ocupación Moche, además de los si-tios habitacionales y los cementerios, existen otrosque responden a funciones de carácter público,

Fig. 237. Mapa del valle bajodel Santa con la ubicación delos sitios Moche (Redibujadode Donnan 1973).

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entre los que destacan: centros que tiene comoelemento dominante montículos piramidales; re-cintos rectangulares con plataformas o montícu-los piramidales en su interior; recintos rectangu-lares con subdivisiones; y edificaciones que pare-cen corresponder a fortificaciones.

Pampa de Los Incas

Entre los sitios del primer tipo, Pampa de LosIncas se ubica en la margen norte del valle y apoco menos de 4 km. del litoral. A todas lucesrepresenta el sitio principal y todos los atributosque reúne evidencian que cumplió la destacadafunción de centro provincial durante la ocupa-ción moche en el valle del Santa. En este impo-nente centro urbano ceremonial destacan dosgrandes Huacas o montículos piramidales de gran-des dimensiones, además de otros montículosmenores, grandes murallas de adobe, antiguoscaminos y varios sectores con evidenciashabitacionales, de talleres de producción de ma-nufacturas y cementerios.

El núcleo principal del sitio parece haber co-rrespondido a la Huaca mayor,41 tanto porqué estáen una posición central y presenta las mayoresdimensiones con 132 x 110 m de base y unos 16

m de altura, lo que la convierte en la mayor edifi-cación del período en el valle. Además, el hechode que un camino que proviene del noreste ter-mine su recorrido en la base de la pirámide y queéste se proyecte en una serie de rampas que per-miten el ascenso hacia las plataformas superiores,llevan a suponer que constituía el eje del ordena-miento urbano del asentamiento (Wilson 1988:207-212, fig. 108). Sobre la cima de este montí-culo construido con adobes, se hallaron algunosde estos que presentaban marcas.

Unos 125 m al este de la Huaca mayor se en-cuentra otra Huaca con un área menor de 90 x 75m. pero con una altura que alcanza cerca de 19m. Este montículo piramidal parece que tambiénestá asociado a un camino orientado hacia el no-reste que parte de su flanco sureste.

La presunción de que Pampas de Los Incascorresponda al principal centro administrativo yceremonial Moche en el valle se vería también re-forzada por la presencia de una alta concentra-ción poblacional, la que estuvo mayormente asen-tada sobre terrazas que se ubican en las faldas dellado sur y este de un cerro rocoso que se encuen-tra al suroeste del sitio. Estas terrazas presentanevidencias de estructuras habitacionales construi-das tanto en piedra como en adobe (Donnan

41 Esta es registrada como PV28-158 por Donnan (1973) y como estructura 19 del sitio SVP-GUAD 111 por Wilson(1988). Lamentablemente, llama la atención la práctica de denominar con diferentes nombres o códigos los mismos sitios porparte de distintos arqueólogos, lo que dificulta cotejar la información disponible por parte de quienes estamos interesados en suestudio. En este trabajo y en el mapa respectivo, mantenemos la numeración señalada precedentemente por Donnan, incluyendolos nuevos sitios registrados por Wilson con su correspondiente señalamiento.

Fig. 238. Plano general delcomplejo de Pampa de LosIncas (Wilson 1988: fig. 108).

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1973: 36-37); igualmente relevante es el dato deque en estas laderas se hallaran rastros de la pre-sencia de talleres dedicados a la fabricación espe-cializada de cerámica (Wilson 1988: 211).

Otros posibles centros urbano ceremoniales

En la extensa área que interesó la ocupación mochedel Santa, que comprendió el valle bajo y se inter-nó más de 40 km. en el valle medio alto, existenindicios de que se habrían desarrollado otros cen-tros de carácter secundario con la finalidad decumplir funciones ceremoniales y administrativasen sectores claves del territorio ocupado en el valle.

Este es el caso de los sitios 98, 161 y 127 quese localizan en la margen izquierda del valle bajoy que se encuentran distanciados de 5 a 8 km.entre sí. Esta distribución espacial podría expre-sar un determinado patrón de localización de loscentros secundarios, destinado a resolver el desa-rrollo de las funciones y servicios propios de estetipo de asentamientos, nucleando a las agrupa-ciones poblacionales comprendidas en sus respec-tivos radios de acción en este sector sur del valle.

Posiblemente el más emblemático de este tipode centros secundarios es el sitio 161 (Donnan1973: 39-41) denominado “El Castillo” y que está

ubicado en una posición estratégica en cuantocorrespondería a un lugar central para el manejodel valle bajo en la margen sur. Según Wilson(1988: 206-207, fig. 100 y 106) en el sitio desta-can dos grandes construcciones con plataformasescalonadas de adobe, edificadas sobre la cima yla ladera norte de un gran cerro que emerge unos70 m por encima de los campos de cultivo. Estaposición sobreelevada de las huacas debió resaltarel carácter prominente de las mismas en el paisajealedaño, lo que se vería refrendado por la presen-cia de restos de pintura mural policroma en elparamento de una de las plataformas del edificioque se ubica en la parte baja de la ladera del cerro,y que está orientada hacia el norte. Resulta em-blemático que el motivo representado en esta pin-tura mural corresponda a un conjunto de porrasy escudos, típicos de la panoplia guerrera de losmoche (ibid: fig. 107), de lo que a su vez se puedededucir que este paramento formaría parte delfrontis principal del edificio.

Además de estas edificaciones de evidente fun-ción pública, en las laderas del propio cerro comotambién unos cientos de metros al este, en los sue-los desérticos que se ubican a partir del límite delas tierras de cultivo del valle, existen una serie dezonas con evidencias correspondientes a con-centraciones habitacionales, incluyendo un com-plejo con recinto rectangular (PV.28-91) y algu-nos cementerios, lo cual puede dar idea de que lasedificaciones principales de función ceremonial yadministrativa, concentraban en su entorno unaimportante población y quizás el desarrollo deotras actividades productivas complementarias asu operación en este sector del valle.

Otro centro importante correspondería al si-tio 98 al sureste del valle bajo, que presenta tam-bién evidencias habitacionales y algunos montí-culos menores dominados por una imponente

Fig. 239. Plano del sitio El Castillo (Wilson 1988: fig. 106).

Fig. 240.El Castillo. Detalle de pintura mural con porras y escudospropia de la parafernalia de los guerreros Moche (Wilson 1988: fig.107).

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edificación denominada Huaca Ursias que tieneun área de 110 x 90 m. y una altura de unos 11m. (Wilson 1988: 212, fig.112). Esta Huaca pre-senta plataformas escalonadas con una plaza hun-dida del lado norte y una serie de rampas que per-mitían el ascenso hacia las plataformas más eleva-da que se encontraban del lado sur. Otroscomplejos dominados por montículos piramidalesse encuentran distribuidos también en la partemedia alta del valle y pudieron cumplir funcio-nes de carácter administrativo y ceremonial pro-pias de la organización del Estado con relación alas poblaciones asentadas en estos sectores del valle.

Wilson (ibid: 207) registra otro importantecentro local al sur del valle, al oeste de la quebra-da de Lacramarca, en el sitio GUAD-192 que al-canza la notable extensión de cerca de 30 Ha. ydonde convergen dos antiguos caminos que apa-rentemente lo conectaban con otros sitios mocheubicados más al norte, en la margen izquierda delvalle bajo del Santa, como también con losasentamientos moche instalados en los valles alsur del Santa, como es el caso de los localizadosen el valle de Nepeña que, como veremos másadelante, presenta importantes evidencias de laocupación Moche.

Interesantes avances sobre la ocupación Mocheen el valle bajo del Santa se vienen desarrollandocon las investigaciones conducidas porChapdelaine (2004), las que estamos seguros nosdarán mayores luces tanto sobre la naturalezacomo sobre la dinámica de la evolución de estaocupación. Al respecto, nos parece de sumo inte-rés la hipótesis planteada acerca de una impor-tante ampliación de la frontera agrícola de la mar-gen sur del valle, con el establecimiento en estazona de nuevos asentamientos moche. De com-probarse este tipo de eventos podríamos no sóloponderar mejor la naturaleza de las complejasinterrelaciones con el poder de los señores loca-les, sino también disponer de alcances acerca delas causas que explicarían la expansión moche,entre las cuales se ha esgrimido la necesidad decontar con nuevas fuentes de provisión de exce-dentes productivos. Por otra parte, la aplicaciónde recursos técnicos y la movilización de fuerzade trabajo para la ejecución de grandes obras deirrigación, se habría constituido en una de las prin-cipales formas desplegadas por el Estado Mochepara hacerse de tierras que le permitieran dispo-ner de rentas, vía la institución de tributación detrabajo en éstas por parte de la población local(Canziani 1989:130-133; 2004).

Sitios con recintos Rectangulares

Especialmente en la margen sur del valle bajo,donde parece que se concentró la explotación agrí-cola durante la ocupación Moche, se registra lapresencia de una serie de sitios cuyo rasgo másdestacado consiste en la presencia de estructurasque se caracterizan por estar enmarcadas dentrode recintos rectangulares, los que presentansubdivisiones interiores o contienen plataformasy montículos piramidales. Es posible que este pa-trón de ordenamiento espacial, que implica cier-tos niveles de planificación, corresponda al desa-rrollo de determinadas intervenciones por partede la entidad estatal en lugares estratégicos delvalle. Esta hipótesis encuentra también sustentoen el hecho de que estas edificaciones han sidoconstruidas con adobe, un material mayormenteempleado por los moche en sus edificios públicosy donde, además, se aprecia el empleo de adobeshechos con molde con una marcada tendencia aestandarizar sus dimensiones con un promediode 32 x 22 x 14 cm. (Donnan 1973, Canziani1989: 149-151)

Entre los recintos rectangulares que presentansubdivisiones formando recintos menores o pa-tios, Donnan (ibid.) registra los sitios 88, 91,mientras que entre los que contienen plataformaso montículos piramidales al interior de los recin-tos rectangulares se registran los sitios 89, 130,133, 186. Por su parte también Wilson (1988:219-220) hace mención al registro de por lo me-nos 3 estructuras con recintos rectangulares, si bienlas define gruesamente como “corrales”, a partirde su posible asociación con antiguos caminos quearticulaban el valle en sentido transversal –conec-tándolos con las rutas intervalles- como tambiénlongitudinal, comunicando los sitios que se en-contraban hacia el interior del valle, con una po-sible proyección hacia las partes altas y la serra-nía. Las características de algunos de estos com-plejos con recintos rectangulares y su asociacióncon redes de caminos, podría también haber co-rrespondido a establecimientos del tipo tampu(Canziani 1989: 196), tal como se sugiere másadelante a propósito de estructuras similares ins-taladas por los Moche en el valle de Nepeña.

Un posible sitio Fortificado

Finalmente, en una posición estratégica en lamargen sur del valle bajo se encuentra el sitio de-nominado Huaca China (84) que parece corres-

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ponder a una estructura fortificada. Este sitio estálocalizado sobre el promontorio de un cerro queaflora en el piso del valle, y se caracteriza por pre-sentar en el sector más alto dos murallas concén-tricas que encierran la cima del cerro, donde seencuentran restos de una plataforma con algunosmuros o recintos. Las murallas tiene una base deaproximadamente un metro mientras que debie-ron de alcanzar más de 3 m. de altura. Todas estasestructuras fueron construidas empleando adobeshechos con molde, cuyas dimensiones presentanlas medidas propias de los estándares moche.

El amurallamiento exterior presenta un diá-metro aproximado de unos 75 m mientras que lamuralla interior corre paralela a esta a unos 5 mde distancia. No está del todo clara la forma deacceso y los vanos que permitieran la circulaciónhacia el interior del conjunto, sin embargo lascaracterísticas que presenta un recinto adosado alnorte de la muralla exterior, con muros formandoun corredor laberíntico, podría suponerse queformaba parte de los mecanismo para restringir ycontrolar el acceso principal al edificio (Donnan1973: 16-18, fig. 1; Wilson 1988: 212-213, fig.113).

Resumiendo las características centrales delpatrón de asentamiento establecido durante laocupación moche del valle del Santa, podríamosseñalar que ésta privilegia la explotación agrícoladel valle bajo, lo que se manifiesta claramente conla notoria concentración de la mayoría de sitios yla localización de los asentamientos principales eneste sector del valle.

Otro elemento saltante que se observa es elestablecimiento de dos centros gravitantes enambas márgenes del valle. El primero, en la mar-gen norte entorno al complejo de Pampa de losIncas, que correspondería a la “capital” provincialmoche en el valle; y el segundo, en la margen sury al este de la hacienda Tambo Real, con un con-junto de sitios que pudo tener como centro el si-tio de El Castillo (161). Esta organización dualdel sistema de asentamiento, respondería a los re-querimientos planteados por el manejo agrícolaen ambas márgenes del valle bajo, como tambiéna la necesidad de localizar los sitios principales endirecta conexión con los caminos que respectiva-mente permitían la comunicación con los vallesal sur y al norte del Santa. De otro lado, el hechode que el Santa sea un río de fuerte caudal y deevidentes dificultades para su vado, pudo tam-bién contribuir a generar esta organizaciónbipartita del territorio del valle bajo.

El complejo de Pampa de los Incas, correspon-dería al principal centro político, religioso y ad-ministrativo Moche en el valle, presentando laarquitectura monumental de mayor dimensión yrepresentatividad, concentrando posiblemente lamayor población urbana dedicada a actividadesde carácter especializado y, entre estas, de la pro-ducción de cierto tipo de manufacturas.

Especialmente en la margen sur, se aprecia lapresencia de sitios con montículos piramidales,cuya distribución regular permitiría suponer queresolvían principalmente funciones de índole ce-remonial con relación a la población asentada a

Fig. 241.Huaca China (88).Vista aérea oblicua en la que seaprecia las murallasconcéntricas. (Bridges 1991).

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lo largo de este sector del valle. Mientras tanto, lapresencia de sitios caracterizados por presentarrecintos rectangulares, podría haber estado desti-nada a cubrir funciones de carácter mayormenteadministrativo, algunas de ellas posiblemente aso-ciadas con la operación del sistema de caminos yla movilización de las caravanas de transporte, si-milar a las que tuvieron los tambos tardíos (Hyslop1984, Canziani 1989: 196). Esto no excluye quealgunos de estos complejos con recintos rectan-gulares incorporaran alguna actividad ceremonial,dado que algunos de ellos incluyen también pe-queños montículos piramidales.

En este esquema reconstructivo la presenciade una posible fortificación en Huaca China (84),podría haber respondido a una función defensivade la parte baja de la margen sur del valle, comotambién, en su momento, pudo haber correspon-dido a un punto de avanzada de alguna de las cam-pañas de la conflictiva expansión Moche hacia elsur. Una vez impuesta la dominación moche, estaedificación podría haber sido destinada a otros

usos. En todo caso, resulta sintomática la ausen-cia de otras estructuras fortificadas en el valle, loque demostraría que una vez resueltos los conflic-tivos que ciertamente generó el inicio de la ocu-pación moche del Santa, e impuesta por el pode-río Moche la pacificación forzada de estos terri-torios, este tipo de estructuras habrían sidototalmente prescindibles.42

La ocupación Moche en el valle de Nepeña

Luego del importante desarrollo que se registraen este valle durante el período Formativo, mani-fiesto en el registro de arquitectura monumentalde sitios extraordinarios como Punkurí y CerroBlanco (ver Cap. 4), se desarrollan otros sitiosaparentemente más tardíos como Kushipampa,Motocachy, Quisque y Paradones, que se locali-zan principalmente en la parte alta del valle (Proulx1985). Sin embargo, llama la atención el que du-rante las fases tempranas del periodo de los Desa-

42 Esta situación sería posible gracias también a que la imposición de la ocupación moche en la región, garantizaba el controlde los posibles conflictos entre las poblaciones de valles aledaños. Esta paz bajo la esfera del poder Moche, contrasta radicalmentecon el registro del período Formativo, que como hemos visto anteriormente (pag. xx ), vio el inusitado énfasis de la arquitecturafortificada en el valle del Santa como expresión, tanto de los posibles conflictos presentes dentro del valle, como de los generadosa partir de las incursiones provenientes de territorios fronterizos.

Fig. 242. Mapa del valle de Nepeña con la ubicación de los sitios Moche (Redibujado de Proulx 1985).

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rrollos Regionales se verifique una aparente au-sencia de centros ceremoniales y de poder conarquitectura monumental de cierta relevancia. Estefenómeno podría estar señalando un singular con-texto histórico en el cual —luego del notable exor-dio expresado con el desarrollo extraordinario dela arquitectura monumental y de los centros cere-moniales formativos— no se habría configuradoel consecuente surgimiento de una entidad polí-tica centralizada. Lo que representaría un caso tí-pico de desarrollo discontinuo en el cual —con-tradiciendo lo que normalmente se asume porsupuesto— no se presenta una evolución lineal nitampoco un crecimiento continuo en el nivel dedesarrollo de las formaciones sociales. Esta pro-blemática merecería una investigación específica,más si se considera que un fenómeno similar tam-bién interesa al vecino valle de Casma, donde losdesarrollos alcanzados durante el Formativo fue-ron aún más impresionantes.

En cuanto al valle de Nepeña, la concentra-ción de la ocupación formativa en la parte altadel valle —al igual que en el valle de Virú— po-dría explicarse en función del despliegue inicialdel manejo de la irrigación artificial en aquellaszonas cuya conformación favorecía la aplicaciónde tecnologías hidráulicas aún incipientes y cuyofuncionamiento posiblemente no requirió de for-mas demasiado complejas de administración y deorganización de la fuerza de trabajo comprometi-da en la construcción y operación de estas obraspúblicas. En todo caso, este desarrollo inicial im-pulsado por la afirmación de la economía agríco-la en el valle, no habría trascendido hacia la cons-titución de una organización estatal de rangomayor, pero inclusive tampoco habría logradocontinuidad en el sostenimiento de formacionesestatales quizás aún incipientes.

De acuerdo a estos antecedentes, se podríasuponer que la ocupación Moche en el valle deNepeña se instalaría sobre una suerte de “vacío”de poder, ante la aparente ausencia de una orga-nización política y la inexistencia de una entidadurbana local al momento de producirse la ocupa-ción Moche. Esta situación lleva a suponer que laanexión o dominación Moche del valle de Nepeñase dio en condiciones bastante diferentes a las exis-tentes en el caso de Virú.

En todo caso, los datos revelan que cuando seprodujo la ocupación Moche del valle de Nepeñase modificó sustancialmente el patrón de locali-zación de los asentamientos. La mayoría de lossitios se concentraron en la parte media del valle,nucleándose en los alrededores del complejo de

Pañamarca que representó el principal centro delpoder Moche en el valle. De otro lado, se ha des-tacado un dato relevante, cual es el registro de lacontemporánea presencia de gentes afiliadas a lacultura Recuay que se localizan en las cabecerasde la parte alta del valle (Proulx 1985: 275-288).

Los sitios representativos de la ocupaciónMoche en el valle no son numerosos, ya que entotal serían tan sólo 37 (ibid: 276). Son escasoslos sitios que se localizan en la zona superior delvalle medio o en la parte alta del mismo. Inclusi-ve, entre los que se encuentran en este sector, al-gunos presentan como único indicador pocos ties-tos moche, que bien podrían corresponder a pie-zas de intercambio. Al igual que en el caso delSanta, se advierten en Nepeña ciertas dificultadesen identificar claramente los posibles sitios dehabitación de este período, que se revelan relati-vamente escasos frente a la mayoría de los sitiosrepresentados por complejos con montículospiramidales y los cementerios.

El Complejo de Pañamarca

Pañamarca se localiza en el piso del valle deNepeña, en su margen derecha y en una zona detransición entre la parte baja y media del mismo.El sitio se ubica a unos cientos de metros del cau-ce del río que transcurre al sur del mismo, y aunos 15 km. del litoral. En la elección de esteemplazamiento -además de su localización estra-tégica para el manejo agrícola y las comunicacio-nes- parece haber primado también la presenciade unos singulares afloramientos rocosos, que fue-ron especialmente incorporados al diseño arqui-tectónico por sus sugerentes formas, lo cual –comoya se ha visto- confirma la reiterada predilecciónde los Moche por estas formaciones naturales parael establecimiento de sus sedes principales.

Este complejo representa el núcleo central dela ocupación Moche en el valle de Nepeña, ya queen sus alrededores se encuentran concentrados losrestos de otros montículos de menor tamaño co-rrespondientes a esta misma época. El monumentoprincipal de este sitio, que tiene una extensión deunos 250 x 200 m. está constituido por una granpirámide con una base de cuadrangular de unos50 m. de lado que se yergue sobre un promonto-rio rocoso, lo que eleva su cúspide unos 40 m.por encima del nivel del valle. La edificaciónpiramidal está aparentemente constituida por pla-taformas escalonadas, construidas masivamentecon adobes paralelepípedos rectangulares hechos

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con molde llano, si bien se observan también ado-bes elaborados con molde de caña.43

Esta pirámide principal en su frente noroeste,presenta los restos de un rampa con un singulardesarrollo zigzagueante, que asciende conectan-do los escalones que presenta este flanco de la pi-rámide. Del lado noreste, la pirámide se encuen-tra asociada a una plaza, desde la cual se habríadesarrollado una posible rampa que iniciaba elascenso hacia la pirámide. Esto significaría queen el ordenamiento espacial de la edificación prin-cipal de Pañamarca se reiterarían algunos de losrasgos típicos, propios de la configuración de losprincipales complejos ceremoniales Moche, comohan sido documentados en Huaca de la Luna yHuaca de Cao.

La cúspide de la pirámide y gran parte de sufrente sureste presentan una gran cámara abierta,lo que llevó a Kosok (1965: 206) a suponer quese trataba de una estructura en forma de “U”, sinembargo no está del todo claro si esta conforma-ción podría haber sido generada por algún foradorealizado antiguamente por buscadores de tesoros.44

Lamentablemente no se han realizado investi-gaciones arqueológicas sistemáticas que examinenlas características del complejo, conociéndose tan

sólo la descripción y el plano publicado porSchaedel y los estudios que concentraron su aten-ción en las extraordinarias pinturas murales(Schaedel 1951b, Bonavia 1959, 1974). Algunasde estas notables pinturas policromas se registraronen uno de los recintos ubicados sobre las plata-formas que se desarrollan en la base de la pirámi-de en el eje central del lado noroeste de esta. Estaspinturas representaban escenas de combate y se-res supranaturales; mientras que en el paramentointerior del muro que cierra la plaza del lado nor-oeste, se registró la representación de una largaescena con personajes con atributos de guerrerosy sacerdotes. Finalmente, un fragmento de unaimpresionante pintura mural correspondiente ala denominada “escena del sacrificio” fue estudiaday documentada por Bonavia (1959, 1974).

La presencia de estas pinturas murales tieneuna especial relevancia, ya que ilustran la especialimportancia asignada por los moche a este edifi-cio y a las actividades de primer orden que en éldebieron desarrollarse. Esto es especialmente sig-nificativo en el caso de la escena que ilustra esce-nas de sacrificio de prisioneros y el ofrecimientoritual de su sangre a las divinidades centrales delpanteón moche,45 ya que reitera los eventos rituales

Fig. 243. Panorámica desde elnorte del complejo dePañamarca, en la que destacala pirámide escalonada(Canziani).

43 Según Proulx (1985: 239) las dimensiones de los adobes tendrían un promedio de 43 x 27 x 17 cm. y a diferencia de otrasedificaciones Moche, en ellos no se registrarían marcas.

44 Esta posibilidad es señalada por Schaedel (1951b), quien presume que el relleno central de la cúspide podría haber sido dematerial suelto, al observar que los muros laterales de su interior presentaban un acabado enlucido.

45 Los estudiosos de la iconografía Moche han observado que los principales personajes míticos o divinidades representadasampliamente en la cerámica y arte mural moche, en lo que se conoce como “ceremonia del sacrificio” o “escena de la presenta-ción”, están estrechamente relacionadas con los personajes enterrados en las tumbas de elite, cuyos ornamentos y elementos

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registrados o plasmados en los relieves policro-mos de los edificios ceremoniales de Huaca deCao y Huaca de la Luna.

Es relevante notar que el complejo dePañamarca presenta en el sector norte una granplataforma escalonada, que pudo desempeñar elrol de una pirámide secundaria. De modo quetambién en este sitio se propondría una eventualdualidad, donde la pirámide al sur del complejopodría haber concentrado las funciones de carác-

ter ceremonial, mientras que las plataformas y re-cintos al norte podrían haber privilegiado las ac-tividades de índole política y administrativa. Ade-más, entre los volúmenes de estas dos edificacio-nes mayores, se registra el desarrollo de otrasplataformas menores y de amplios recintos cerca-dos por altas murallas también construidas conadobes.46

Si bien en diversos sectores del sitio se observauna serie de evidencias que señalarían la superpo-

Fig. 244. Plano del complejode Pañamarca (Schaedel 1951).

asociados podían reconocerse como correspondientes a los personajes que aparecen en las representaciones. Así, el Señor de Sipánfue identificado como una de las divinidades centrales que aparece recibiendo una copa con la sangre de los prisioneros sacrifica-dos; mientras que la sacerdotisa de San José de Moro, aparece entregando la copa ceremonial. La “ceremonia del sacrificio”,consistía en un complejo ritual de sacrificios humanos de guerreros derrotados en combate y la posterior ofrenda de su sangre auna divinidad suprema. Hoy sabemos que este ritual comprendió todo el territorio Moche y se desarrolló a lo largo de los siglosde su larga vigencia. Sin embargo, es de gran significación notar que los personajes de la elite encarnaran a estos personajes míticoso divinos en la vida terrenal, lo cual da una dimensión del extraordinario nivel de poder que concentraban en sus manos y que erarefrendado por el áurea que los divinizaba ante su pueblo. Es de destacar también que este ejercicio del poder y de los rituales quelo magnificaban se concentraba en los espacios arquitectónicos de los monumentos aquí reseñados.

46 A esto propósito, Schaedel (1951: 106) observa que la alta muralla que cierra el complejo en su lado noroeste, además dealcanzar como otras una altura de unos 7 m. presenta la peculiaridad de desarrollar un tratamiento almenado en la coronación delmuro, lo cual sería otro rasgo propio de los edificios moche de especial importancia.

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sición de estructuras arquitectónicas —cuyos se-llos aparentemente permitieron la conservaciónde los murales policromos antes de su reciente ylamentable destrucción— estas no han sido aúnestudiadas, lo que podría permitir la posible iden-tificación de las distintas fases que pudo tener laedificación en su historia. Si bien algunas de estassuperposiciones fueron observadas en su momentopor Schaedel (op. cit.), este supuso que las remode-laciones serían posteriores a época Moche y conse-cuencia de una supuesta ocupación “tiahuana-coide”. Esta hipótesis nos parece poco plausible,más aún si se establecen las analogías del caso conlas características remodelaciones periódicas quese han documentado en las principales edifica-ciones moche.

Además de las estructuras principales con ar-quitectura monumental, que evidentemente ha-brían conformado el núcleo central del comple-jo, no está claro tampoco si es que en el entornoinmediato de éste se erigieron otro tipo de estruc-turas menores. Esta es otra de las interrogantesque las futuras excavaciones arqueológicas en elsitio deberían despejar, definiendo así que tipo deocupación se habría dado en el sitio y que activi-

dades se habrían desarrollado en sus distintos sec-tores, en cuanto centro provincial moche en elvalle. Es más, este tipo de investigaciones es deespecial interés ya que, a partir del examen super-ficial del sitio y de los escasos restos de ocupaciónhabitacional, Schaedel (1951: 110) planteó queeste tipo de sitios no tendrían un auténtico carác-ter urbano, extendiendo erróneamente esta apre-ciación a otros centros moche de primer nivelcomo el de las Huacas del Sol y la Luna.47

En cuanto al emplazamiento territorial dePañamarca, su ubicación es desde luego estratégi-ca, ya que se encuentra en una posición centralentre el valle bajo y el medio, es decir, del área queconcentraba la mayor extensión de tierras convocación agrícola. A este propósito, si considera-mos que durante el Formativo la concentraciónpoblacional se ubicaba en la parte alta, se puedededucir que el Estado Moche debió de introducirmejoras sustanciales en los sectores del valle bajoy medio, con miras a posibilitar la producciónagrícola de estas tierras o por lo menos impulsan-do su extensión e intensificación en esta zona.

Posiblemente la ubicación de Pañamarca res-pondió también a la necesidad de localizar el más

47 Schaedel (1951: 110) sostenía comparando Pañamarca con el sitio Moche de las Huacas del Sol y la Luna que este último“...es más grande y tal vez más extenso en su organización, pero tiene los mismos componentes arquitectónicos. La inferencia esinevitable, en el sentido de que no fueron principalmente sitios habitacionales. La escasez de restos habitacionales indica que, enel mejor de los casos, tan sólo pocos sacerdotes o personas de importancia vivieron en el centro, junto con sus asistentes y algunosartesanos”. “...Centros ceremoniales como estos contrastan fuertemente con los sitios tardíos que presentan un auténtico carácterurbano, y donde el énfasis está puesto en los barrios de vivienda a expensas de los elegantes templos piramidales:” Para unarevisión crítica de estos argumentos –que luego de esta versión inicial daría paso a la que se ha denominado “tesis de los centrosceremoniales vacíos”- y de los postulados teóricos que de ellos se desprenden, ver Canziani 2003a.

Fig. 245. Pintura mural halla-da en el flanco oeste de la pi-rámide de Pañamarca, en laque se apreciaba un fragmen-to de la conocida escena delsacrificio (Reproducción de F.Caycho en Alva y Donnan1993: fig 249).

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importante centro urbano del valle en un puntoque, si bien se encontraba relativamente alejadodel litoral, ofrecía la ventaja de ser fácilmente ac-cesible desde los valles vecinos, especialmente des-de el norte. Hasta el día de hoy existen caminosde herradura que corren por el desierto a unos 10a 15 km. del mar, para ingresar al valle por estasentradas naturales que se localizan en proximi-dad de Pañamarca.48

Otros tipos de sitios en el valle de Nepeña

Coincidentemente con lo visto para el valle bajodel Santa, tampoco existen en el valle de Nepeñaclaras evidencias respecto a la presencia de sitiosque se pudieran tipificarse como fortificaciones.El único caso con estas características es el sitioPV 31-60, que se localiza en la zona de acceso a laparte alta del valle (Proulx 1985: 95-99). Esta for-tificación presenta un doble amurallamiento deplanta rectangular algo irregular que encierra unaplataforma baja. En todo caso, es de notar quetambién se registraron en este sitio evidencias deocupación Recuay que, como se ha señalado, pre-senta una marcada presencia en esta parte alta delvalle.

Se presentan también sitios con recintos rec-tangulares. El más importante parece correspon-der a los complejos de recinto rectangular conmontículo piramidal. Se trata del sitio denomi-nado Huambacho Viejo (PV 31-103) ubicado enla margen sur del valle bajo. Se trata de un gran

recinto de unos 150 x 260 m con divisiones trans-versales por sectores y subdivisiones menores alinterior de estos. El sector central presenta al su-reste una plataforma piramidal de pequeñas pro-porciones, enfrentada a un patio hundido que seubica al noroeste (ibid: 107-136). Otro complejoconformado por estructuras cercadas por 4 recin-tos rectangulares es el sitio PV 31-121(ibid: 141-146), se localiza unos kilómetros al sureste dePañamarca, del otro lado del río, en la margen surdel valle medio.

Se reporta que en el valle de Nepeña los sitiosde vivienda correspondientes al período de ocu-pación Moche -o en todo caso aquellos con ma-teriales afiliados a esta cultura- son notoriamenteescasos, identificándose tan sólo cuatro, tres en lamargen sur de la parte media y uno en la partemedia (ibid: 278). Considerando las dimensio-nes del valle y su relativamente amplia disponibi-lidad de tierras agrícolas, así como la importantepresencia de un centro de poder Moche de pri-mer nivel en el valle como Pañamarca, sería im-pensable suponer que estos hallan sido los únicossitios habitacionales del período. Es posible quela dificultad en identificarlos se pueda haber ge-nerado por problemas de conservación de los res-tos de muchos de ellos; pero quizás también porsesgos metodológicos en su registro, por ejemplo,al excluir sitios contemporáneos que no necesa-riamente pueden manifestar vestigios Moche sinomás bien artefactos de factura local.

48 La posibilidad de la existencia de estos caminos tempranos, se refuerza por la manifiesta tendencia de los caminos tardíosde la costa norte a tener un trazo relativamente alejado del litoral (Hyslop 1984: 259-263).

Fig. 246. Representación de la escena del sacrificio en una pictografía de línea fina (Donnan y Mc Clelland 1999).

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El valle de Nepeña y los límites sureños de Moche

Para comprender de modo cabal la presenciaMoche en el valle de Nepeña, así como el patrónde asentamiento establecido y, especialmente, elrol de un centro urbano ceremonial de primeraimportancia como Pañamarca, debemos hacerloen el contexto de la política de anexión y domi-nación territorial desarrollada por el EstadoMoche en esta región de la costa norte. Este es elcaso de Pañamarca, que si bien expresa de manerapatente un carácter eminentemente ceremonial,no nos debe hacer perder de vista posibles funcio-nes de índole político administrativa que pudie-ron desarrollarse en su entorno inmediato o den-tro del propio complejo, como podrían estarloindicando el despliegue de una serie de espaciosasociados a la pirámide, como son los grandescuartos, patios, plazas y otros recintos amuralla-dos que componen el núcleo central del comple-jo. Esta suposición se sustenta en el hecho de quePañamarca representó el principal sitio Moche ensus dominios sureños y, por lo tanto, en su condi-ción de enclave provincial, debió de concentrar yresolver una serie de funciones propias de la ad-ministración no solamente del valle de Nepeñasino de sus relaciones con los territorios aún másal sur, especialmente con los próximos valles deCasma y Huarmey, que no contaron con un cen-tro de esta naturaleza.

Existen por demás indicios crecientes de quela presencia Moche en los valles de Casma, dondeanteriormente se adujo que no habría evidenciasen tal sentido (Collier 1960: 415, Thompson1962a: 198, citados por Proulx 1973: 40), nohabría sido tan intrascendente, si bien no se pre-senta ningún centro local o arquitectura que pu-diera ser afiliada a moche (Wilson 1995). Estaapreciación toma aún más cuerpo si se consideraque se ha documentado en el valle de Huarmeyuna presencia Moche mucho más importante delo que se había supuesto, si bien pareciera queesta no estuvo asociada al desarrollo de complejoscon arquitectura monumental. Este es el caso delregistro de por lo menos una decena de sitios,ubicados mayormente en la parte media y mediaalta del valle, y que corresponden tanto a estruc-turas con evidencias de ocupación moche o a ce-menterios y enterramientos consistentemente aso-ciados con cerámica de este estilo (Bonavia 1982:415-447).

Esta proyección de Moche hacia los valles delsur, tomando como punto de partida el valle deNepeña y Pañamarca, podría también ser sugeri-

da por la presencia de sitios Moche con recintosrectangulares como PV 31-121 y 103, cuyas ca-racterísticas parecen corresponder al desarrollo defunciones de tipo administrativo, más aún cuan-do estos se encuentran localizados en la margenizquierda, en lugares de acceso natural al valledesde el sur y donde existen vestigios de antiguoscaminos. Si estos intercambios y desplazamientosse dieron además con la conducción de caravanasde llamas, es factible analizar si este tipo de sitiospudo resolver tempranamente funciones algo si-milares a las que desempeñarían mucho más tar-de los tampu de la red vial inca (Hyslop 1984).

La ocupación Moche en los valles norteños

Hasta hace unas décadas se postulaba, al igual quepara los valles sureños de la región, una expan-sión del Estado Moche desde los valles nuclearesde Moche y Chicama hacia los valles norteños deLambayeque e inclusive, aún más al norte, en elvalle de Piura. En el caso de los valles deJequetepeque y Lambayeque, esta suposición es-taba basada en datos dispersos y no sistematizados,que daban cuenta de la presencia en estos vallesde algunos sitios con ocupación moche tardía(Shimada 1985), así como en las evidentes influen-cias de Moche en la cerámica de la cultura Vicús,dando lugar al estilo conocido como Moche-Vicús(Lumbreras 1987c).

El hallazgo en 1987 de las tumbas reales deSipán en el sitio de Huaca Rajada por parte delequipo conducido por Walter Alva (Alva yDonnan 1993, Alva 2001), no solamente dio unimpresionante giro acerca de la complejidad de laorganización social moche y los extraordinariosniveles de poder concentrados en sus personajesprincipales, sino que también dio cuenta de unaimportante ocupación temprana en los valles deLambayeque, a juzgar por los rasgos estilísticosde los múltiples artefactos que constituían los fas-tuosos ajuares funerarios de las tumbas.

De modo que la investigación arqueológicade las tumbas de los señores de Sipán dio un pri-mer y relevante indicio de la temprana y consis-tente presencia de Moche en Lambayeque, demos-trando que esta se sustentaba en la existencia deuna sólida estructura de poder social y económi-co local, cuya conducción debió corresponder alos señores principales enterrados en la platafor-ma funeraria de Sipán. De esta manera, las hipó-tesis que planteaban la posibilidad de desarrolloslocales fuertemente emparentados con los moche

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de los valles de Trujillo al sur (Lumbreras 1988:com. pers.) asumieron mayor fuerza, planteandola posible presencia de entidades políticas mocheen los valles de la región norteña, con determina-dos márgenes de autonomía e integradas entre sípor una serie de aspectos étnicos y culturales(Donnan y Castillo 1994). Las investigaciones enesta dirección se vieron reforzadas con el hallazgoen Jequetepeque de una temprana tumba Mochede elite en el sitio de La Mina, finamente decora-da en su interior con pintura mural policroma yasociada a un conjunto excepcional de ceramiosMoche (Narváez 1994: fig. 2.5). Posteriormente,se ha producido en el complejo de Dos Cabezasel hallazgo de una importante ocupación, tam-bién del Moche Temprano, en este caso asociadaa un asentamiento con arquitectura monumentaly tumbas de elite (Donnan 2001, 2003).

Además de Sipán en Lambayeque, de La Minay Dos cabezas en Jequetepeque, en este último

valle también se reportan algunos hallazgos pun-tuales del Moche temprano, mayormente asocia-dos con enterramientos y cementerios, enPacatnamú y Tolón, uno de los pocos sitios mochereportados en el valle medio (Donnan y Castillo1994: 162-169).

Si bien en la región norte la información acer-ca de la naturaleza de la ocupación moche es aúnfragmentaria, y aún más escasa tratándose de laevolución de los patrones de asentamiento en susdistintas fases, a continuación resumimos la in-formación disponible que documenta el tipo deasentamientos correspondientes al Moche Tem-prano, entre los que destacan Sipán y Dos Cabe-zas, en los valles de Lambayeque y Jequetepequerespectivamente, para posteriormente hacerlo conlos que corresponden al Moche Medio y Tardío.Este último período nos introduce a la problemá-tica de las grandes transformaciones que se verifi-caron en el modelo de asentamiento moche du-

Fig. 247. La Mina. Reconstruc-ción de la tumba Moche de eli-te hallada en el valle bajo delJequetepeque (Narvaez 1994:fig. 2.5).

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rante su fase V, y especialmente en dos centrosurbanos de primera importancia, como son Pam-pa Grande en el valle de Lambayeque y Galindoen el valle de Moche. Se hace también antes unabreve referencia al sitio de San José de Moro, enel valle de Jequetepeque, por presentar algunosaspectos trascendentes acerca de la estructura so-cial y los cambios que se producen en el ámbitocultural moche durante este período de transición.Si bien la ubicación cronológica de estos últimossitios corresponde al Horizonte Medio, es decirla época del evento de Wari, preferimos tratar so-bre estos en este mismo capítulo, con la finalidadde brindar mas coherencia y continuidad al tex-to, al examinar la evolución de los patrones deasentamiento en la región, como culminación deldesarrollo de la sociedad Moche.

El Complejo de Sipán

El complejo monumental de Sipán o Huaca Ra-jada se localiza a uno 40 km del litoral, en la mar-gen izquierda del valle medio de Lambayeque yestá conformado por dos colosales construccionesde forma troncopiramidal, la mayor de ellas aloeste del sitio y una intermedia en una posicióncentral, mientras que al este del sitio se localizauna plataforma de menores dimensiones. Las dosedificaciones piramidales, no obstante su intensaerosión conservan vestigios del adosamiento deplataformas bajas y sistemas de rampas que perm-itían el ascenso a sus respectivas cimas, sin embargoaún no han sido objeto de mayores estudios.

Es más bien la plataforma de menor tamaño—donde en 1987 se produjo el descubrimiento

de las tumbas reales por el equipo de arqueólogosdirigidos por Walter Alva— la que ha concentra-do la mayor atención de los estudiosos, dada laenorme trascendencia de los hallazgos para el co-nocimiento del mundo Moche. Las excavacionesarqueológicas conducidas en esta última edifica-ción, indicarían que constituyó una plataformafuneraria de características muy especiales, dadoque fue destinada al enterramiento de los perso-najes de la más alta jerarquía de la sociedad mochelocal. Los estudios de Susana Meneses revelaronla existencia de por lo menos 6 superposicionesarquitectónicas en la historia de la evolución deledificio construido masivamente con adobes, consecciones constructivas que presentan de modoconsistente marcas de fabricante. Dado que lastumbas fueron construidas intruyendo en el nivelque presentaba la plataforma en el momento delenterramiento, se ha podido establecer una estre-cha correlación entre cada una de las fases de lasecuencia arquitectónica y la respectiva antigüe-dad de los diversos enterramientos (Alva y Donnan1993: fig. 38 y 39).

Al parecer, en su fase temprana, la plataformase inicia como una estructura baja de planta rec-tangular, con dos largos escalonamientos que sedesarrollaban hacia su lado norte, mientras que alsur se encontraba la parte más elevada de la mis-ma. Esta parece que fue una constante en todassus fases, donde siempre el sector sur de la plata-forma mantuvo la mayor altura y la mayor elabo-ración arquitectónica; mientras que el lado nortesiempre más bajo pudiera haber correspondido alos atrios conectados con rampas de acceso (ibid:43-44, fig. 40).

Fig. 248. Sipán. Reconstruc-ción hipotética de las edifica-ciones del complejo, con enprimer plano la plataforma fu-neraria (Alva y Donnan 1993:fig. 39).

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Las cámaras funerarias fueron realizadas reti-rando los adobes que conformaban los rellenosconstructivos de la plataforma, en el lugar elegi-do para dar forma a una estructura de planta rec-tangular con nichos en los paramentos laterales yque, luego de la disposición del sarcófago del se-ñor principal y de quienes le servirían de acom-pañantes en el mundo de los difuntos, así comode las múltiples y valiosas ofrendas, sería cubiertapor un techo constituido por gruesas vigas de al-garrobo, destinado a soportar los rellenos del pos-terior sello de la tumba de cámara, que quedabaasí encapsulada al interior de la plataforma.

Si bien al este del complejo se encuentran evi-dencias de cementerios, de posibles conjuntoshabitacionales y de canales que pudieron servirpara el manejo del riego de la margen sur del va-lle, es poco lo que se ha investigado al respecto.Es evidente que está aún pendiente un análisis dela ocupación Moche, tanto en el entorno inme-diato del complejo piramidal, como con relacióna otros asentamientos contemporáneos en el ám-bito del valle, al igual que el examen de las pro-pias características de las estructuras piramidalesmayores a las cuales está asociada la plataformafuneraria. Estos estudios permitirán no solamen-te comprender en que marco monumental se ins-cribía la presencia de la plataforma funeraria deSipán, sino también cual pudo ser la naturalezadel complejo urbano teocrático que, a todas lu-ces, sirvió de privilegiado centro de poder a la

nobleza moche enterrada en la plataforma fune-raria. Igualmente, el estudio de los sitios mochecontemporáneos al poderío de Sipán, permitiríadefinir los patrones de asentamiento establecidosen el valle y aproximarnos así al conocimiento decomo pudo ser en ese entonces el manejo del te-rritorio, especialmente desde el punto de vista dela producción agrícola. Esta perspectiva de análi-sis, en su conjunto, podría ilustrarnos acerca delas bases sociales y económicas en los que se sus-tentaba la innegable concentración de riqueza ypoder que personificaron estos señores principales.

Dos Cabezas

Este sería uno de los pocos sitios Moche Tempra-no en el valle de Jequetepeque, que permite unaaproximación al tipo de arquitectura monumen-tal desarrollada durante esta fase, así también alas excepcionales evidencias funerarias reportadasde reciente en el sitio (Donnan 2001, 2003). Igual-mente, son de interés las características de otrasestructuras menores presentes en proximidad dela arquitectura monumental y que pueden brin-dar importante información acerca de la pobla-ción y naturaleza de las actividades desarrolladasen el asentamiento.

Dos Cabezas se ubica en la margen sur del va-lle bajo y en estrecha proximidad del litoral mari-no. El sitio se localiza sobre una planicie desérticaligeramente elevada, en un entorno de humedalesdesde el cual se divisa la playa y el mar. El asenta-miento, que alcanzaría una extensión de unas 100ha. y que está conformado por pirámides y es-tructuras habitacionales, tiene como componen-te más destacado una gran edificación piramidal.Esta pirámide ha sido afectada por un profundocorte en la parte central, provocado en época co-lonial para el saqueo de sus tesoros, por lo queactualmente da la falsa impresión de tratarse dedos montículos, cuyas siluetas parecen haber dadoorigen al nombre del sitio. En la base de la esqui-na sur oeste del montículo se han desarrolladorecientes excavaciones arqueológicas que docu-mentan la presencia de algunos notablesenterramientos de elite, con un singular y ricoajuar funerario (Donnan 2001, 2003).

La pirámide de Dos Cabezas, tiene una plantade unos 115 m de este a oeste y unos 95 m denorte a sur y alcanza unos 25 m de altura. Lapirámide, a su vez, se emplaza en la esquina suroeste de una gran plataforma baja de unos 5 m dealtura, con unos 240 m a lo largo de su eje denorte-sur y unos 180 m de ancho. La explanada

Fig. 249. Sipán. Superposiciones arquitectónicas correspondientesa las distintas fases de la plataforma funeraria (Alva y Donnan 1993:fig. 40).

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de la plataforma al norte de la pirámide habríaabsuelto la función de una amplia plaza, cum-pliendo con los cánones arquitectónicos tradicio-nales para los edificios moche de primera impor-tancia, que asocian el desarrollo de plazas al nor-te de las principales edificaciones ceremoniales.

Esta plaza presenta a lo largo de todo su flan-co oeste un largo muro que, además de delimitareste lado de la plaza, parece haber definido tam-bién una plataforma alargada y ligeramente máselevada. Este muro y la plataforma alargada seadosan sobre la esquina noroeste del frontis de lapirámide, por lo que la plaza se restringeespacialmente en este sector, mientras que se pro-yecta hacia el sur a lo largo del flanco este de lapirámide (Donnan 2003: fig. 2.3.).

Las excavaciones arqueológicas conducidas enla esquina noroeste de la plaza, revelaron que elmuro oeste presentaba en su paramento orienta-do hacia la plaza un acabado en relieve, con ban-das diagonales pintadas de blanco formandorombos de fondo negro. Posteriormente, en unasiguiente fase, se superpuso un relleno de adobesque cubrió el paramento y se le substituyó poruno nuevo, cuyo acabado ya no era en relievesino llano, aun cuando es de notar que se le de-coró con pintura mural en blanco y negro, quetambién reprodujo el antiguo patrón romboidal(Donnan y Cock 1997: figs. 7 y 8).

En cuanto a la pirámide, resulta del todo evi-dente el tratamiento escalonado de los flancos desu volumen, el que además se reitera a lo largo deuna secuencia de superposiciones, tal como se apre-cia en diversos cortes de la edificación. Por otraparte, el frontis norte de la pirámide, asociado a laamplia plaza ceremonial, no presenta rampas per-pendiculares sino mas bien escalinatas adosadas conun singular desarrollo contrapuesto y zigzagueante,muy similar al que con frecuencia exhiben ciertasrepresentaciones moche en cerámica referidas aarquitectura monumental de carácter ceremonial(Donnan: com. pers. 2004).

La profundización de las excavaciones en la es-quina suroeste de la pirámide, donde se hallaronlas tumbas de elite (Donnan 2001, 2003), permi-tieron conocer una interesante secuencia desuperposiciones arquitectónicos, así como notablescambios de función de las estructuras de este sec-tor, antes y durante el proceso de expansión cons-tructiva de la pirámide. En una primera fase, seconstruyó sobre la plataforma al suroeste de laHuaca dos muros paralelos, orientados de norte asur, que formaron un recinto alargado cuyo pisoestaba cubierto por 6 hileras de cubículos cuadran-gulares de 90 cm de lado y de 46 cm de profundi-dad, separados entre sí por muretes de 20 cm degrosor. Todos estos cubículos o depósitos estabanbien enlucidos y pintados de blanco. Adicional-mente se halló la evidencia de la presencia de pos-tes, lo que permite suponer que este recinto estabatechado. Los postes se disponían cada 2 m y ali-neados entre la cuarta y quinta hilera de loscubículos, es decir a unos 4 m del muro del ladoeste y a sólo 2 m del muro del lado oeste. Aparen-temente estas estructuras podrían haber servidopara funciones de almacenaje o depósito, si bienno se ha hallado evidencia al respecto (Donnan yCock 2000: fig. 14).

Fig. 250. Dos Cabezas. Plano de la pirámide principal y de la plazaceremonial (Donnan 2003: fig. 2.3).

Fig. 251. Dos Cabezas. Detalle de los compartimientos cuadrangu-lares en la esquina sur oeste de la pirámide (Donnan y Cock 2000:fig. 14).

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Luego de algunas remodelaciones menores, estesector fue finalmente comprometido por la am-pliación de la pirámide, para lo cual se desmonta-ron los postes y los muretes que conformaban loscubículos y se procedió a sellar estos ambientescon rellenos constructivos de adobes. La platafor-ma resultante fue utilizada luego como lugar deenterramiento, excavándose en la plataforma lascámaras funerarias y los repositorios de ofrendasde las tumbas de elite ya mencionadas. Finalmen-te, sobre los enterramientos se continuó con losrellenos de adobes, elevando aún más la altura dela plataforma al suroeste de la pirámide, quedan-do las tumbas encapsuladas dentro de esta.

Aparentemente, la pirámide y el complejo ce-remonial de Dos Cabezas habrían nucleado unacierta concentración urbana. Las exploraciones

arqueológicas del sitio han registrado una impor-tante ocupación del Moche Temprano, que seconcentra en los sectores al sur del asentamiento,aun cuando existen indicios de que esta se habríaextendido también hacia los sectores al norte delsitio. Todas estas estructuras, al igual que la ar-quitectura monumental de las Huacas, fue cons-truida utilizando los característicos adobes pro-ducidos con gaveras de caña. Algunas estructurascorresponden a funciones públicas, como es el casode la Huaca E, si bien la mayoría corresponde aunidades domésticas y talleres, donde se hallaronuna serie de implementos muy bien conservados,gracias al enterramiento por acarreo eólico luegode su abandono. De estas evidencias se puede de-ducir cierto nivel de especialización de sus habi-tantes, como es el caso del sector D, donde el ha-llazgo de redes, pesas, anzuelos de cobre y mallerospara tejer redes, revelan la posible existencia deun barrio de pescadores (Donnan y Cock 1995).

Pacatnamú

Este imponente sitio se ubica en el valle deJequetepeque, al norte de la desembocadura delrío del mismo nombre. El asentamiento se locali-za sobre una terraza natural que termina en unasuerte de península, limitada por los acantiladosgenerados por la erosión del río por el lado este y

Fig. 252. Dos Cabezas. Detalle de la decoración romboidal en re-lieve del muro oeste de la plaza ceremonial de la pirámide (Donnany Cock 2000: fig. 7 y 8).

Fig. 253. Pacatnamú. Fotoaérea del sector central de laciudad en la que destaca elvolumen de la Huaca 31,donde se registraron eviden-cias de ocupación Moche.Nótese los vestigios de larampa central en su lado nor-te que se proyecta hacia laprimera muralla interior delasentamiento (ServicioAerofotográfico Nacional).

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del mar por el lado oeste. Este especial emplaza-miento con un dominio visual sobre el paisaje cir-cundante, y con los acantilados que dificultanacceder al sitio desde el flanco del litoral o desdeel valle, fue aprovechado hábilmente para limitarel acceso al sitio, mientras que del lado norte —por donde se conecta con la planicie— se cons-truyeron sucesivamente y conforme la ciudad seexpandía, líneas de gruesas murallas con portadaspara controlar el ingreso.

Si bien el grueso de la ocupación más impor-tante corresponde a la época Lambayeque yChimú, las investigaciones realizadas en el sitioseñalan evidencias de una ocupación más tempra-na correspondiente a la época Moche. De acuer-do a los trabajos conducidos por el equipo con-ducido por Donnan (Donnan y Cock 1986,1997), existirían consistentes evidencias que in-dicarían que la construcción de las primeras pirá-mides y de otras estructuras, se habría iniciadopor lo menos a partir de finales de la fase IV einicios de la fase V de Moche. Se encontraron tam-bién en el sitio numerosos cementerios de la faseMoche Medio, lo que indicarían la presencia deuna importante población moche, si no residenteen el sitio, por lo menos afiliada a las actividadesdel aparente centro ceremonial como para ser en-terrada en este. De otro lado, la presencia de mu-chas tumbas de elite correspondientes a esta fase,excavadas durante la década del 30 porUbbelohde-Doering, permitirían inferir la presen-cia de una clase social de alto status conduciendoalguna forma de entidad política en el valle, consede principal en Pacatnamú (Castillo y Donnan1994: 169).

Lamentablemente no tenemos una idea clarade cual pudo ser la configuración urbana y arqui-tectónica de Pacatnamú durante la ocupaciónMoche, la que puede subyacer oculta bajo las su-cesivas ocupaciones posteriores, y que en su mo-mento fue desdibujada por estas intervencionesmás tardías. Una de las escasas evidencias de ar-quitectura monumental del periodo Moche estárepresentada por la Huaca 31. Se trata de uno delos complejos con pirámide de mayor tamaño ycon una posición destacada en el sector centraldel sitio (Hecker y Hecker 1985: Plano NR.III),donde las excavaciones pusieron al descubierto unaserie de sectores en los cuales las construccioneschimú se habían realizado reutilizando otras an-teriores de época Moche. También en la rampa,ubicada al norte de la pirámide, se registraronevidencias que demostrarían su remodelación tar-día a partir de la estructura originaria construida

por los moche (Donnan y Cock 1985: 70-74).Estas superposiciones son claramente definidas yaque las construcciones moche se caracterizan porel empleo de adobes paralelepípedos rectangula-res, hechos con molde plano, mientras que losadobes más tardíos presentan la singularidad dehaber sido hechos de formas diversas y sin la uti-lización de molde (ibid: 99).

Existen otros elementos en el ordenamientoespacial del sitio que podrían presumir anteceden-tes tempranos originados en la ocupación moche.Como se verá más adelante con detalle en el capí-tulo correspondiente, los complejos típicos dePacatnamú presentan recurrentemente un patróndefinido por la ubicación y orientación de suscomponentes básicos (pirámide con rampa, patiofrontal, plataformas laterales con rampa, altares yrecintos amurallados). Pues bien, si advertimosque la rampa de época Moche de la Huaca 31 estáorientada al norte y que debió conectar la plata-forma con un patio en la misma dirección, sepuede suponer que algunos de los rasgos típicosde los complejos podrían haberse establecido tem-pranamente durante la ocupación moche. De otrolado, estos rasgos se enmarcan en los patrones deordenamiento espacial característicos de la arqui-tectura monumental moche que, como se ha vis-to, por lo general ubican las edificacionespiramidales al sur, conectándolas con plazas opatios ubicados al norte. De modo que los frontisprincipales de las edificaciones piramidales se de-sarrollan orientados al norte, al igual que las ram-pas que descienden de estas a las plazas. Este mis-mo modelo de ordenamiento podía haber sidoimplantado tempranamente por los moche enPacatnamú y perpetuado con variantes en las ocu-paciones posteriores del sitio.

San José de Moro

San José de Moro representa uno de los sitios másdestacados del Moche Tardío en el valle deJequetepeque. Las recientes excavaciones condu-cidas por Castillo y Donnan han planteado la pre-sencia de un complejo de aparente función cere-monial, donde se revela una intensa actividad fu-neraria. En el sitio se define la presencia de unaserie de montículos arqueológicos de escasa altu-ra, algunos de estos corresponderían a funcionesceremoniales, mientras que otros podrían haberestado asociados a fines habitacionales por partede la población congregada en el lugar. Lamenta-blemente la erosión, el huaqueo y las construc-ciones modernas impiden en la actualidad tener

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una idea clara acerca de la forma que asumieronestos montículos y la configuración original delsitio. En todo caso, el examen de los perfilesestratigráficos permite suponer que algunos deestos montículos aparentemente ceremoniales,elaborados con muros de contención de adobe,estuvieron asociados a pisos correspondientes apatios o plataformas bajas en los cuales seexcavaron las tumbas y se procedió a su enterra-miento (Castillo y Donnan 1994a). En algunaszonas del sitio se han registrado áreas de plantarectangular delimitadas por muros de adobe quepresentan apisonados, en los cuales se observanhoyos de postes y tinajas semienterradas aparen-temente destinadas a contener chicha. Se sugiereque estas áreas podrían haber sido utilizadas para

la producción, almacenamiento y reparto posi-blemente de chicha, asociadas a las ceremoniasque se desarrollaban como parte de los ritualesfunerarios en el sitio (Rucabado y Castillo 2003).

Entre los enterramientos de la fase que nosocupa, destacan aquellos correspondientes a per-sonajes de elite que fueron sepultados en cámarascon un rico ajuar funerario. El mayor interés deestos hallazgos reside en la extraordinaria revela-ción de que algunas de estas tumbas correspon-dían a mujeres de alto rango, cuyo ajuar yparafernalia revela que fueron sacerdotisas, al ex-hibir los mismos atributos y rasgos que corres-ponden a los personajes femeninos representadosrecurrentemente en la denominada “escena delsacrificio” (Donnan y Castillo 1994). 49

Estos datos tienen un valor extraordinario, alrevelar que los personajes míticos recurrentementerepresentados con rasgos supranaturales ydivinizados en la iconografía del arte moche, eranpersonificados en determinados rituales y ceremo-nias por seres de carne y hueso, por cierto miem-bros de la elite social moche. La encarnación di-vina por parte de personajes de la nobleza moche,como es el caso de las sacerdotisas sepultadas enSan José de Moro, revela en toda su magnitud elenorme peso que tuvo la dimensión ideológica yritual en el mundo moche y, en particular, el ava-sallador sustento que esta ofrecía al poder y auto-ridad ejercidos por los integrantes de la elite go-bernante, a lo largo de los siglos y de las múltiplesregiones que integraron su vasto territorio.

Las tumbas de elite moche en San José de Morose caracterizan por presentar una planta rectan-gular, por estar recurrentemente orientadas denorte a sur, y por presentar en la cara interior delos muros este, oeste y sur la ordenada disposi-ción de hornacinas.50 Se ha podido reconstruirque una vez dispuestos el cuerpo del personajeprincipal y de los otros acompañantes posiblemen-te sacrificados, así como las múltiples ofrendas, secubría el foso de la tumba con un relleno que erasoportado por el techo de la cámara, que estabaconstruido con postes y vigas de algarrobo. Entrelas diversas ofrendas presentes en las cámaras fu-nerarias de elite, nos interesa en particular desta-

Fig. 254. San José de Moro. La tumba M-U30, que corresponderíaa un niño o niña de la elite Moche. Nótese la disposición de loscuerpos de dos mujeres jóvenes a los pies del sarcófago y la especialubicación de ‘maquetas’ arquitectónicas en las hornacinas de la cá-mara funeraria (Donnan y Castillo 1994: Lam. XIII).

49 El personaje femenino, o sacerdotisa, correspondería al personaje “C “ de la escena del sacrificio; mientras que los perso-najes “A” y “B” corresponderían —de acuerdo con los atributos, adornos e indumentaria de su ajuar funerario— a los señoresprincipales sepultados en las cámaras de las tumbas reales de Sipán (Alva y Donnan 1993).

50 Tanto la disposición del cuerpo del personaje principal, con la cabeza hacia el sur, como la distribución de las hornacinasy su notaria ausencia en el muro norte, revelan que en esta región también las edificaciones funerarias reflejaban la organizacióndel espacio de acuerdo a la orientación sacra dirigida hacia el sur.

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car dos aspectos notables: la presencia de “ma-quetas” arquitectónicas y el hallazgo de cerámicay otros elementos exóticos al mundo moche comoparte del ajuar funerario.

Las maquetas arquitectónicas fueron dispues-tas tanto dentro de las hornacinas como sobre elpiso de las tumbas. Fueron realizadas con barrocrudo y claramente constituyen representacionesideales de complejos arquitectónicos de un ciertostatus. Si bien todas las maquetas son distintas,tienen en común el representar como modelocomplejos de planta rectangular cercados por unamuralla perimétrica con un acceso central. En elinterior presentan un patio o plaza rodeada porbanquetas y al frente del acceso una plataformamás elevada, sobre la que se emplazan estrados opodios. Algunas zonas de estos espacios, especial-mente la plataforma elevada, se representan cu-biertos por techos soportados por columnas opostes. A partir de los patios y en la parte poste-rior de estos, se desarrollan vanos y corredores quedan acceso a la representación de cuartos o recin-tos menores (Castillo et al. 1997). Nos parece sin-tomático que estas representaciones arquitectóni-cas —bastante próximas a la configuración de es-pacios reales, como son algunos de los complejospresentes en Galindo o Pampa Grande— sean de-positadas en las tumbas de elite, como si se qui-siera dotar simbólicamente a los difuntos de susespacios naturales de actividad, donde estos ejer-cían su poder y autoridad.51

En cuanto a la inclusión de ofrendas “exóti-cas” en las tumbas de elite, nos parece relevantedestacar la presencia de ceramios afiliados a lastradiciones estilísticas e iconográficas deCajamarca (Sierra Norte), Nievería y Pachacamac(Costa Central) así como de Wari, además de pie-zas de cuchillos de obsidiana provenientes de lasierra sur central, lo que estaría indicandointeracciones e intercambio a grandes distancias,e igualmente una notable inversión por parte dela elite en adquirir este tipo de bienes suntuariosy de alto prestigio, que habrían estado restringi-dos a su uso exclusivo (Castillo y Donnan 1994:135-136). Pero también nos parece importantedestacar que la inclusión de este tipo de objetosexóticos -como bienes personales y luego comoparte del ajuar funerario- estaría evidenciando unacrisis en los fundamentos ideológicos y religio-sos, hasta ese entonces rígidos y excluyentes de loforáneo. Esto reviste un grado aún más sintomá-tico si se considera que algunos de los personajesenterrados eran no sólo miembros destacados dela elite, sino además oficiantes de los principalescultos y ceremoniales moche. Bajo este punto devista, habría que considerar la posibilidad de quemediante esta singular apertura a elementos re-vestidos con una innegable carga ideológica ex-traña —pero con un creciente prestigio en regio-nes que alcanzaban un predominio seguramenteamenazador del orden reinante— estos objetos deprestigio expresaran de modo subliminal la nece-sidad de apuntalar el edificio social moche, seria-mente afectado por una crisis que comprometíasus propios cimientos.

Por otra parte, el análisis de los patrones deasentamiento durante el período Moche tardío enlos valles de Jequetepeque y Zaña, estaría señalan-do una inusitada presencia de asentamientos pro-tegidos por fortificaciones o, en todo caso, muypróximos a reductos fortificados en la cima deuna serie de cerros. Entre estos destacan CerroChepén y Cerro Cañoncillo en el valle deJequetepeque y Cerro Corvacho en el de Zaña(Dillehay 2001: figs. 1 y 2). De otro lado, losposibles sitios de carácter urbano no presentaríanuna ocupación continua y en ellos no se registra-ría una mayor inversión en la construcción de ar-

51 Podría parecer contradictorio que en la tumba M-U30, correspondiente a un niño o niña de 5 a 7 años, se dispusieran nadamenos que siete maquetas, sin embargo parece ser que la condición social y la pertenencia de clase fueron refrendados por losmoche sin importar el factor edad, lo que se reflejaría en los rituales fúnebres reservados a la elite, ya que en el caso del niño o niñaen cuestión, aparte de una menor dimensión de la cámara, igualmente se dispuso de seis acompañantes, dos mujeres jóvenescolocadas a sus pies y cuatro niños enterrados con el relleno de la tumba, todos ellos aparentemente sacrificados (Castillo yDonnan 1994: 138-144).

Fig. 255. San José de Moro. Maqueta arquitectónica de arcilla nococida (Castillo 2001: fig. 8).

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quitectura pública prominente, tal como la quese aprecia en otros valles con ocupación MocheV. Esta novedosa información permitiría suponerque en ciertos valles de la costa norte, durante elMoche tardío, no sería factible asumir la presen-cia de entidades políticas centralizadas, con baseen asentamientos urbanos del tipo ciudad y enuna posición de dominio sobre un ordenamientojerárquico de asentamientos de menor nivel. Másbien podría ser factible suponer una organizaciónsocial fragmentada, derivada de la inexistencia deuna autoridad estatal que permitiera regular lascontradicciones y conflictos por el acceso y apro-piación de recursos de vital importancia, comolas tierras de cultivo y las aguas de regadío(Dillehay 2001; Castillo 2004).

La profundización de este tipo de estudios esde sumo interés ya que nos aproxima a la natura-leza de los posibles conflictos que se procesaronen un período de crisis y de cambios profundos,como fue la etapa final de la sociedad moche. Eneste contexto, pudieron exacerbarse las contradic-ciones entre “ciudad y campo” —vale decir, entrelas elites de base urbana y las comunidades cam-pesinas de base aldeana— como también los con-flictos de intereses entre facciones de la propia eliteMoche por conservar o legitimar su poder, en unmomento histórico que sabemos derivaría final-mente en la debacle y colapso de su vieja estruc-tura de poder (Dillehay 2001: 274-278).

Las transformaciones del modelo de asentamien-to durante la fase Moche V

La crisis que afectó a la sociedad moche durantesu fase V, que como hemos visto es claramentemanifiesto en las esferas de la superestructura, tam-bién se percibe en el ámbito territorial y en lasnotables modificaciones que se verifican en elmodelo de asentamiento, especialmente con elabandono de los antiguos centros urbanoteocráticos y con el paralelo surgimiento de nue-vos modelos de ordenamiento urbano, que se apre-cian en importantes centros como Pampa Gran-de en Lambayeque y Galindo en el valle de Moche(Canziani 1989: 169-171).

Durante esta época es patente el ocaso de laciudad de Moche dominada por las Huacas delSol y la Luna. Los edificios monumentales sonabandonados progresivamente, al igual que lasestructuras públicas y habitacionales que confor-maban los barrios urbanos. Las ocupaciones pos-teriores del sitio están referidas mayormente a evi-dencias de enterramientos tardíos, para los que

posiblemente se elige este lugar por el áurea sa-grada que debió perdurar entre las comunidadesdel valle.

Otro dato sintomático está dado por el con-temporáneo abandono de la ocupación de los va-lles al sur de Moche, como son el de Virú, Santa,y Nepeña, en los cuales se había verificado unaconsistente presencia Moche asociada a las faseIII y IV, y donde se habían desarrollado impor-tantes modificaciones territoriales, con la impo-sición de un modelo de asentamiento presididopor la instalación de importantes centros provin-ciales. Los escasos vestigios que se encuentran enestos valles correspondientes al Moche V, mayor-mente asociadas a ofrendas funerarias, parecen másbien piezas de intercambio. movilizadas en la in-tensa articulación interregional generada por elfenómeno Wari.

Tanto en el caso de Galindo en el valle deMoche, como en el de Pampa Grande en el deLambayeque, se puede apreciar luna clara tenden-cia a establecer los principales asentamientosMoche tardío en el cuello de sus respectivos va-lles. Esta localización podría estar significandotanto la búsqueda de emplazamientos más prote-gidos y, por lo tanto mejores condiciones de de-fensa; como también de una ubicación estratégi-ca para un control más estrecho de las bocatomasy los sistemas de irrigación de los valles; sin ex-cluir las posibles ventajas de esta localización altener un acceso más directo para el tráfico de in-tercambio —que se intensifica con creces duran-te el Horizonte Medio— con las poblacionesaltoandinas de estas regiones.

En cuanto al nuevo modelo de ordenamientourbano, los sitios de esta época manifiestan unaacentuada zonificación de las distintas áreas queintegran el espacio urbano. Se aprecia así unamarcada diferenciación funcional entre los sectoresurbanos donde se concentran las estructuras cere-moniales y político administrativas, de aquellosdestinados a albergar las estructuras productivasy habitacionales. Una característica saltante de losasentamientos urbanos del período es la existen-cia de grandes recintos rectangulares en los que seinscriben los espacios y estructuras de carácterceremonial y político administrativas; así mismo,la presencia de una notable población organizadapor sectores o barrios, en los cuales además de lasunidades habitacionales se encuentran talleres queresuelven el desarrollo de una serie de actividadesespecializadas. Además, algunos centros urbanosde primer nivel que corresponden al nivel de ciu-dad —como Pampa Grande y Galindo— mani-

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fiestan de manera tangible la existencia de algu-nos servicios urbanos, como son el trazado de ca-lles y pasajes para la circulación urbana, y la pre-sencia de almacenes y depósitos; mientras queotros servicios pueden ser inferidos a partir de lasevidencias, como es el caso del abastecimiento deagua y de las subsistencias, al igual que la provi-sión de insumos para las manufacturas urbanasque se desarrollaban en estas ciudades, así comola redistribución de determinados bienes entre lapoblación residente en la urbe e, inclusive, la po-sible recolección y disposición de la basura.52

Otro importante aspecto cualitativo, que semanifiesta en la morfología de algunos de los cen-tros urbanos Moche V, es el redimensionamientode los montículos piramidales cuyas majestuosasmoles anteriormente dominaban el espacio urba-no. Este rasgo es notorio en el examen compara-tivo entre la ciudad de las Huacas del Sol y la Lunay Galindo. Sin embargo, en un trabajo anterioradvertíamos que este no era el caso de PampaGrande, donde las dimensiones de la pirámideprincipal, siguieron siendo significativamente co-losales. Pero aún en este caso la configuración dela pirámide es distinta, ya que se encuentra inscri-ta dentro de un gran recinto que comprende unconjunto de estructuras de carácter público(Canziani 1989: 170).

La persistencia en Pampa Grande del peculiarénfasis en la construcción piramidal de dimen-siones monumentales, podría explicarse en la ne-cesidad de magnificar el poder político de las cla-se urbanas, con una edificación emblemática quelo representara de forma espectacular hacia la po-blación, tanto del valle como del propio centrourbano. De otro lado, considerando que las cons-trucciones piramidales constituyeron la sede tra-dicional de las principales actividades ceremonia-les, no sería de descartar que la perpetuación deeste tipo de proyectos urbanos estuviera, al mis-mo tiempo, vinculada con la readecuación porparte de las elites urbanas del aparato religioso y

ceremonial, que hasta ese entonces había susten-tado exitosamente el ejercicio del poder del Esta-do. A este propósito, la perpetuación de las cons-trucciones piramidales en la región deLambayeque durante los períodos tardíos, podríasugerir que en este proceso de transición este tipode edificaciones continuaron sirviendo como ele-mentos emblemáticos del poder, sin que por estohayan necesariamente correspondido a funcionesde tipo ceremonial, sino más bien en cuanto so-porte de complejos político administrativos o re-sidencias palaciegas de la elite urbana.53

Pampa Grande

Este importante sitio se ubica en la margen iz-quierda y en el vértice del extenso cono aluvialdel valle de Lambayeque, a unos 58 km del lito-ral. Esta ubicación parece haber tomado en cuentala posición estratégica que este sector presenta parael manejo del sistema hidráulico, ya que en él seencuentran ubicadas las bocatomas de los princi-pales canales de irrigación, como son hasta el díade hoy las que abastecen los canales de Taymi yCollique, dos de los canales principales que inte-gran el extenso sistema intervalles que irrigaLambayeque.

El área de la ciudad, con una extensión cerca-na a las 250 Ha54 ocupa una amplia y árida plani-cie aluvial lateral al valle, que se extiende hasta lasfaldas del cerro Pampa Grande. En el ordenamien-to del sitio destacan grandes recintos amuralla-dos, tanto rectangulares como trapezoidales, quecomprenden en su interior diversos tipos de es-tructuras. Entre estos sobresalen los dos recintosprincipales (A y B) construidos con murallas deadobe y que conforman los ejes y núcleo centraldel asentamiento, alojando en su interior a lasprincipales edificaciones de carácter ceremonial ypolítico administrativo, como son la gran HuacaFortaleza y la Huaca 2, y las demás estructurasanexas a estas.

52 En el caso de Pampa Grande se advierte la disposición de basura y otros deshechos, incorporados en el relleno durante laconstrucción de plataformas y edificios públicos (Shimada 1994: 181). Al respecto, parece lógico suponer que la administraciónde la ciudad haya dispuesto durante la ejecución de estas obras de concentraciones de deshechos, como resultado de una labor de“baja policía” en el centro urbano. Este señalamiento nos parece importante, porqué estaría ligado a la presencia de botaderos, endeterminadas áreas o recintos destinados a la acumulación de desperdicios, cuyo registro arqueológico podría corroborar el ejer-cicio de este servicio urbano.

53 Ver a este propósito en el Capítulo 6, el complejo de Batán Grande y especialmente Túcume, donde se excavó un complejopolítico administrativo sobre Huaca Larga y una estructura aparentemente residencial sobre la cima de la Huaca 1, una de laspirámides principales del sitio (Narváez 1996).

54 Shimada (1994: 140) señala para Pampa Grande una extensión de 4.5 a 6 km2 (es decir entre 450 y 600 Ha.). Sinembargo, nuestras mediciones y la estimación del área sobre la base de la escala gráfica de sus propios planos (ibid: figs. 7.1 y 7.3)revelan que esta extensión, en uno u otro caso, resulta bastante sobredimensionada.

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5. LAS PRIMERAS CIUDADES 241

El recinto principal (A), presenta una plantaligeramente trapezoidal con 600 m de sureste anoroeste y 400 m de noreste a suroeste. La HuacaFortaleza se emplaza en el sector sur, mientras quesu extensa rampa, que se proyecta como eje delrecinto principal unos 300 m hacia el noroeste,divide este sector en dos. Los dos grandes sectoresresultantes presentan, a su vez, subdivisiones enrecintos menores que incluyen complejos con es-tructuras de almacenamiento y plataformas concolumnatas. Por su parte, el recinto B, que mide430 x 180 m, se encuentra inmediatamente alnorte del recinto principal, e igualmente presentasubdivisiones con recintos menores que incluyenla plataforma de la Huaca 2 y una serie de comple-jos con edificaciones de aparente función pública.

Alrededor de estos dos recintos mayores seaglutinan otros de menores dimensiones, siem-

pre con cercados de planta rectangular otrapezoidal. Estos recintos menores correspondena complejos de diferente tipo y función y presen-tan una marcada variación en su ordenamiento yorientación, lo que aparentemente respondió alcrecimiento progresivo de la ciudad, y a la nece-sidad de amoldarse a la topografía de los terrenosdisponibles, así como a la presencia de escorrentíasaluviales que en su descenso atraviesan la pampaen varías direcciones. Mientras tanto, los deno-minados “barrios populares”, con su característi-ca aglomeración de unidades habitacionales y pro-ductivas, se concentran en la periferia oeste y nortede la ciudad, pero también se encuentran entrelos complejos menores e, inclusive, inmediatamen-te próximos a los recintos principales, como es elcaso de los sectores D y H (Shimada 1994: 140-145).

Fig. 256. Pampa Grande. Plano general de la ciudad (Shimada 1994: fig. 7.1

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242 JOSÉ CANZIANI

La Huaca Fortaleza, la pirámide principal,constituye el más destacado hito visual del asen-tamiento y se localiza, como acontece en otrossitios Moche, teniendo como telón de fondo lamole imponente y tutelar del Cerro Pampa Gran-de. La pirámide tiene una planta de unos 250 x

180 m mientras que su cima supera los 30 m dealtura. El cuerpo principal, donde alcanza la ma-yor altura se desarrolla al sur del monumento,mientras que hacia el norte presenta dos terrazasde nivel descendente, conectadas entre sí medianterampas que permiten el ascenso hasta la cima de

Fig. 257. Pampa Grande. Plano del sector central con la Huaca Fortaleza y los complejos asociados (Shimada 1994: fig. 7.3).

Fig. 258. Pampa Grande. Pla-no y elevaciones de la HuacaFortaleza (Shimada 1994: fig.7.7).

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5. LAS PRIMERAS CIUDADES 243

la pirámide. Desde el nivel de la primera terraza,al norte, se desarrolla la extensa rampa que des-ciende al nivel del recinto principal, dividiéndoloen dos mitades.

Si bien el volumen de la pirámide rememoralas características de las Huacas de Moche, hayque advertir que su configuración es algo diferen-te.55 En primer lugar, no se encuentra enfrentadaa una gran plaza, como es el caso de la Huaca dela Luna o en Cao, sino integrada a un enormerecinto con una nutrida presencia de complejospolítico administrativos, que se ubican al pie dela propia pirámide y ambos lados de la extensarampa. Ante la notoria ausencia de este amplioespacio público, se podría inferir una mayor res-tricción en el acceso y participación de la pobla-ción a los eventos ceremoniales y políticos, aso-ciados a las actividades desarrolladas en la pirá-mide. A diferencia de lo que debió acontecer enlas pirámides del Moche Temprano y Medio de laregión sureña, que expresan con sus grandes pla-zas anexas una vasta convocatoria.

En todo caso, otros espacios sobre las plata-formas inferiores del volumen escalonado de lapirámide y sobre su propia cima, podrían habercubierto parcialmente y de manera mucho másrestringida y reservada estas funciones. En estesentido, las excavaciones de Haas (1985) en el nivelde la primera plataforma expusieron allí la pre-sencia de un espacio, a manera de patio al que seaccedía desde el suroeste mediante la rampa prin-cipal, y que presentaba en el otro extremo, al no-reste, una columnata que se desarrollaba sobre dosplataformas bajas escalonadas, con rampas cen-trales (Shimada 1994: fig. 7.15). Que se tratabade espacios de especial representatividad, podríadeducirse por la presencia de pintura mural, laque decoraba los paramentos de las plataformassobre las que debió levantarse una estructura te-chada. Esta estructura sirvió, a su vez, de obliga-da antesala que se debía trasponer para proseguirdesde allí, mediante el arranque de un nuevo tra-mo de rampa, el ascenso hacia la segunda terrazay luego hacia la cima de la pirámide.

En este último nivel, las excavaciones en laplataforma más elevada de la pirámide, revelaronel desarrollo de un amplio espacio, a modo deplaza elevada, y al sur de esta la presencia de unaedificación alargada, compuesta por una serie deaposentos dispuestos en hilera (Shimada 1994: fig.7.16) que Hass supone pudo cumplir la funciónde un complejo de carácter palaciego, dada sulocalización emblemática y la presencia en su fron-tis de pintura mural, formando un friso represen-tando felinos, así como por el hallazgo de unaserie de ofrendas depositadas en lugares significa-tivos de la edificación.

En cuanto a las características constructivas dela pirámide, se puede sostener en términos gene-rales que estas están afiliadas a las tecnologías cons-tructivas empleadas tradicionalmente por losmoche para la edificación monumental de plata-formas y volúmenes piramidales. La construcciónfue realizada utilizando adobes paralelepípedosrectangulares, algunos de los cuales exhiben mar-

Fig. 259. Pampa Grande. Plano de las estructuras sobre la primeraplataforma de la Huaca Fortaleza (Redibujado de Hass en Shimada1994: fig: 7.15).

55 Algunos autores han observado que la Huaca Fortaleza, presenta un talud llano y no el escalonamiento que tradicionalmen-te se encuentra en las pirámides de la región sureña de Moche, y han asumido como consecuencia que esto podría estar reflejandoun único episodio constructivo (Shimada 1994: 162). Argumento que no es válido, ya que el escalonamiento no necesariamenteexpresa superposiciones arquitectónicas. Por su parte Reindel (1997) advierte que los edificios piramidales al norte de Chicama secaracterizan por sus fachadas llanas, mientras los del sur por tenerlas escalonadas. Sin embargo, no concordamos con él cuando ensu clasificación regional sostiene que los edificios sureños no presentan rampas perpendiculares a las fachadas —que como hemosvisto han demostrado tener una relevante presencia— o cuando indica que el escalonamiento respondió necesariamente a razonesestructurales o a la superposición de plataformas(ibid: 98). Tal como señalamos previamente, en el caso de las Huacas del Sol y laLuna el escalonamiento de sus fachadas fue frecuentemente un tratamiento de acabado y no respondió necesariamente a razonesestructurales ni a al desarrollo de superposiciones constructivas.

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cas. La mayor parte de los volúmenes de la pirá-mide fueron construidos masivamente con ado-bes, mediante la disposición de estos en bloquesconstructivos compactos (Canziani 1989: 173-174). Mientras tanto, el empleo de la técnica cons-tructiva de cámaras de relleno56(Hass 1985;Shimada y Shimada 1981; Shimada 1994), esta-ría restringido a las últimas fases constructivas dela pirámide, es decir se limitaría a los niveles su-periores de las plataformas, superpuestos a losvolúmenes construidos masivamente con adobes.

En cuanto a los aspectos innovadores que exhi-be Pampa Grande, es de gran relevancia la presen-cia de complejos asociados al manejo de estructu-ras de almacenamiento y depósito Anders (1977,1981). Este nuevo tipo de complejos en el seno

de la entidad urbana, estarían anticipando la cre-ciente importancia que adquirirán los sistemas deredistribución en las formaciones estatales mástardías. Tanto la localización preeminente de algu-nos de estos complejos arquitectónicos, donde seprivilegia su asociación directa con los recintos ypirámides principales, como su elaborado modelode organización espacial y esmerada construcción,permiten inferir que estos sistemas redistributivosfueron institucionalizados y formaron parte de lapolítica implementada por la organización estatal,en cuanto debieron constituir uno de los puntalesprincipales para la afirmación y ejercicio del poderde la elite urbana. En este sentido, la especial lo-calización de algunos de estos complejos de alma-cenamiento (U-26, 27, 28) —próxima al acceso

Fig. 260. Pampa Grande. Pla-no de las edificaciones palacie-gas sobre la cima de la HuacaFortaleza (Redibujado de Hassen Shimada 1994: fig: 7.16).

56 Esta técnica constructiva consiste en conformar, mediante muros perimétricos de adobe, una serie de cámaras destinadas acontener rellenos con piedras, arena o materiales de deshecho. El adosamiento horizontal de estas cámaras y su alineamientoortogonal, generaba una retícula o emparrillado. Una vez rellenadas las cámaras, éstas eran selladas con un piso, dando lugar a unnuevo nivel de las plataformas en construcción.

Fig. 258b. Pampa Grande.Vista de la esquina oeste dela Huaca Fortaleza, en laque se aprecia su edificaciónmasiva con adobes(Canziani 1989).

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5. LAS PRIMERAS CIUDADES 245

Fig. 261. Pampa Grande. Plano de los complejos de depósito U-26, 27 y 28 (Redibujado de Anders 1981: 399-400).

principal del recinto mayor y en directa relacióncon la rampa que asciende hacia la pirámide—manifiesta que desempeñaban un rol especial enla articulación de las actividades que se desarro-llaban en el recinto, y entre estas con las que te-nían lugar en los niveles elevados de la pirámide.

Un primer tipo de estos complejos de almace-namiento (U-26, 27 y 28), se caracteriza por de-sarrollarse dentro de una unidad cercada pormuros y estar compuestos por un gran patio; enuno de cuyos lados se ubica una plataforma conrampa y columnatas, evidenciando que fueronedificios techados; mientras que del otro extremodel patio se localiza una estructura con una hileraordenada de 5 a 7 cubículos de depósito, con unaregular capacidad total de almacenamiento (115,235 y 132 m.3 respectivamente) (Anders 1981:399-400). Esta especial configuración sugiere lapresencia de funcionarios de cierto rango, ubica-dos en una posición prominente sobre las plata-formas techadas, supervisando o administrandoel movimiento de los bienes almacenados en losdepósitos por parte del personal dependiente.

Significativamente, estos tres complejos de al-macenamiento se localizan a ambos lados del tra-mo final de la gran rampa que desciende de lapirámide principal y en proximidad del accesocentral del gran recinto, lo que revela su obviarelación con las actividades destacadas que en estase desarrollaban. Si a esto agregamos las dimen-siones relativamente contenidas y el número re-ducido de cubículos que las componen, se puedesuponer justificadamente que estas estructurasdebieron de estar destinadas al almacenamiento

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de bienes de prestigio o de carácter suntuario,posiblemente relacionadas con actividades ritua-les o destinadas a su consumo ceremonial, auncuando se puede contemplar también un manejoredistributivo de estos bienes, en el marco de lasrelaciones de reciprocidad asimétrica establecidospor la elite dominante para afianzar la estructurade poder impuesta a la población del valle y de lapropia ciudad.

Un segundo tipo de complejos de almacena-miento (U-25, 29, 30) se caracteriza siempre porestar enmarcado dentro de un recinto, pero eneste caso los cubículos de depósito están dispues-tos simétricamente en doble hilera y está ausentela presencia de la plataforma con columnata y ram-pa. Estos presentan una mayor cantidad decubículos (24, 20 y 30 respectivamente) y desta-can por su notable capacidad total de almacena-

Fig. 262. Pampa Grande. Pla-no de los complejos de depó-sito U-25, 29 y 30(Redibujado de Anders 1981:395-396).

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miento (1,344, 570 y 487 m3) (Anders 1981: 395-396). De estos complejos, dos se encuentran den-tro de los recintos mayores, U-25 al sur del recin-to de la Huaca 2; y U-29 dentro del recinto prin-cipal y al pie de la esquina oeste de la base de lapirámide de la Huaca Fortaleza; mientras que U-30 se localiza unos 700 m al sur de la pirámideprincipal sobre una plataforma escalonada. Esteúltimo edificio, no obstante su aparente lejaníacon relación al núcleo central del asentamiento,sintomáticamente se emplaza a lo largo del ejeprincipal de la ciudad y fue construido tambiéncon adobe, revelando así su carácter de obra pú-blica dentro del centro urbano, y su relación apa-rente con los sistemas de acumulación yredistribución implementados por la elite urbana.

Un tercer y último tipo de estructuras de al-macenamiento (U-32, 51) (Anders 1975: 52), secaracteriza más bien por localizarse en zonas es-tratégicas de los barrios con unidades de carácterresidencial y de producción manufacturera. Estosdepósitos presentan un número limitado decubículos (5 y 3 respectivamente) y una capaci-dad variable de almacenamiento (153 y 27 m3).Estos depósitos fueron los únicos en los que losarqueólogos hallaron algún indicio de su posiblecontenido, con la presencia de maíz y frijol(Anders 1975, 1981). Estas evidencias y el tipode contexto urbano asociado a estas estructuras,permite inferir una posible función destinada alalmacenamiento de productos alimenticios parael abastecimiento de los pobladores de estos ba-rrios, aún cuando no se puede excluir que algu-nos de estos estuvieran destinados también a al-macenar materias primas o productos relaciona-dos con la actividad de los talleres. Sin embargoel que fueran construidos con adobe y que en al-gunos casos, como U-51, se inscribieran dentrode una unidad que presenta plataformas escalo-nadas con rampas y estrados, permitiría suponerque su manejo correspondía a personajes en unaposición prominente de control y administracióndentro de estos barrios, quizás en cuanto funcio-narios del aparato centralizado de la entidad esta-tal (Shimada 1994: fig. 7.18).

Fig. 263. Pampa Grande. Estructura de depósito U-51 adscrita aun barrio con unidades residenciales (Redibujado de Anders 1981).

A este propósito, es importante destacar queen Pampa Grande todos los complejos y estruc-turas principales fueron construidos con adobe.Este es el caso de los recintos principales A y B,las plataformas piramidales, los complejos políti-co administrativos, los depósitos y las posiblesestructuras residenciales de la elite gobernante; adiferencia de las estructuras de los barrios ocupa-dos por los sectores populares o, inclusive, de cier-tas unidades residenciales de segundo o tercer or-den,57 cuyos muros generalmente están construi-dos con mampostería de piedra y quincha. Estamarcada diferenciación estaría evidenciando unaselección discriminatoria, tanto de los materialescomo de las técnicas constructivas a emplearse enlas construcciones que formaron parte de las obraspúblicas realizadas por la entidad estatal.

Dada su gran extensión y la densidad de es-tructuras urbanas, Pampa Grande debió albergar

57 Este es el caso del Complejo 3 (Shimada 1994: 177, fig. 7.37), que corresponde aparentemente a una unidad residencialde cierto status, construida con mampostería de piedra y que dispone en una posición central de un patio enfrentado a unaplataforma con rampa. La asociación y especial configuración de estos rasgos arquitectónicos permiten inferir actividades conciertos personajes situados en una posición prominente, acentuado así su autoridad o posición de poder. Este mismo tipo deconfiguración se puede apreciar en algunos de los complejos principales de Galindo, e inclusive en la representación de estos enlas maquetas halladas en las tumbas de elite de San José de Moro (Castillo y Donnan 1994; Castillo et al. 1997).

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una notable población. Esta habría estado com-puesta mayormente por especialistas dedicados ala textilería, cerámica, metalurgia, la confecciónde abalorios de conchas e inclusive de la elabora-ción a gran escala de chicha. De esto dan testimo-nio las consistentes evidencias de talleres dedica-dos a la elaboración de estos productos (ibid: 191-216). Algunas de estas estructuras de producciónespecializada, configuran típicas viviendas taller,como es el caso de la unidad 38 en el sector H(ibid: 169-171, fig. 7.30), a la que se llega desdeuna plaza circulando por un largo pasaje que ter-mina en su único y estrecho acceso. Una vez tras-puesto el acceso, se ingresa a un área irregular quedebió operar como patio, asociada a la cual seencuentra un espacio que contiene banquetas,como si se tratara de un espacio destinado a lasrelaciones públicas y quizás a la supervisión delacarreo y transporte de los productos con el in-greso de llamas al patio. Un corredor central, queparte desde esta área de ingreso, divide todo el

conjunto en dos, permitiendo la circulación a lolargo de los cuartos y recintos que se ordenan aambos lados del corredor. Las excavaciones ar-queológicas realizadas en estos espacios permitenreconstruir el tipo de función y las actividades queen ellos se realizaron, como es la preparación yfermentación de chicha, el almacenamiento,58 laelaboración y consumo de alimentos, así como ladisposición de cuartos destinados a la vida fami-liar (Shimada y Shimada 1981).

Se puede percibir que estos barrios o sectoresestuvieron articulados entre sí mediante calles,pasajes e inclusive senderos que aprovecharon elcurso de las escorrentías que atraviesan la ciudad.Estas vías parten o confluyen en algunas áreasamplias y abiertas, a modo de plazas, que debieronconfigurar espacios públicos para la interrelaciónde los habitantes de las distintas unidades y com-plejos, como de los distintos barrios y sectores dela ciudad.

Fig. 264. Pampa Grande. Pla-no del Sector H (Shimada1994: fig: 7.17).

58 Al igual que lo documentado para la ciudad de Moche, muchas de las unidades tanto habitacionales como productivascontaron con facilidades para el almacenamiento y depósito, para lo cual dispusieron de pequeños recintos o cubículos, comotambién de grandes tinajas dispuestas sobre banquetas o semienterradas en los pisos.

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Finalmente, se puede apreciar claramente queel ordenamiento urbano general muestra la inexis-tencia de una planificación rígida y global del asen-tamiento, aún cuando se manifiesta la existenciade una planificación sectorial, con mayor énfasisen los principales recintos que conformaron elnúcleo ceremonial y político administrativo de laciudad, alrededor del cual se aglutinan los demássectores un tanto desordenadamente, como posi-ble fruto de la adaptación a la topografía del lugary del sucesivo crecimiento de la ciudad, por agre-gación, de los diferentes conjuntos y sectoreshabitacionales y productivos.

Galindo

Durante las fase finales del sitio de Moche, queconducirán a su progresivo abandono, habría sur-gido Galindo, un asentamiento emblemático delurbanismo del período Moche V en la regiónsureña de los dominios moche. El sitio se ubicaen la margen derecha del valle de Moche, a pocomás de 20 km del litoral, localizándose por enci-ma del canal principal que limita las tierras decultivo, sobre las laderas eriazas que se desarro-llan al oeste del cerro Galindo, que forman un

amplio llano cortado por un cauce aluvial quedesciende de la quebrada de Caballo Muerto.

Se trata de un asentamiento bastante extensoque ocupa un área de unos 250 Ha59 en el quedestacan largos amurallamientos, grandes recin-tos rectangulares y montículos de plataformas, quese localizan en el llano, al igual que otras estruc-turas correspondientes a viviendas y talleres(Bawden 1982: 290). En el llano, los sectores (By A1) al sur y norte del cauce de la quebrada, con-centran importantes complejos de carácter públi-co. Estos sectores se encuentran separados de lasladeras del lado oeste del cerro Galindo —quesintomáticamente registran una ocupaciónhabitacional correspondiente a sectores sociales decarácter popular— por una gruesa y extensa mu-ralla de unos 800 m de largo.

En el sitio es notoria la ausencia de plataformaso montículos piramidales que sobresalgan en elpaisaje urbano, más bien la arquitectura públicadominante está constituida por complejos confor-mados por recintos amurallados rectangulares.Algunos de estos incluyen plataformas, como es el casode la Plataforma A en el Sector B, que se encuen-tra enmarcada dentro del mayor de este tipo decomplejos,60 que se caracteriza por presentar un

59 En este caso también se señala áreas por cierto sobredimensionadas. Bawden (1982: 289; 1999: 286) le asigna unaextensión de cerca de 6 km2 (600 Ha.) cuando la estimación del área en base a su propio plano (Bawden 1982: fig. 12.1) resultaevidentemente bastante menor.

60 Bawden, haciendo uso de una lícita analogía, plantea que este tipo de complejos pudo representar un modelo antecedentede los complejos político administrativos conocidos como “ciudadelas” en la ciudad de Chanchán de época Chimú. Sin embargo,parece discutible que a estos complejos se les asigne —como forzado retorno de la analogía en cuestión— la función de “residen-

Fig. 265. Pampa Grande. Pla-no del Conjunto 38 del Sec-tor H (Shimada 1994: fig:7.30).

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recinto amurallado rectangular de 250 x 130 mcon un sólo acceso en el lado noreste. La platafor-ma, que se emplaza al suroeste del recinto tiene50 m por lado y 8 m de alto. Este último dato,nos permite medir la notable diferencia existente

entre el modesto tamaño de la mayor de las plata-formas de este centro urbano, en comparación conlas colosales dimensiones que alcanzaban los mon-tículos piramidales de las fases anteriores, comolas Huacas del Sol y la Luna en el sitio de Moche.

cias de elite” (Bawden 1982: 296) (lo que, como veremos en el capítulo respectivo, está en cuestión para el propio caso deChanchán) y un supuesto carácter funerario a la plataforma, sin la exposición de mayores argumentos empíricos de sustento.(Bawden 1999: 288-289).

Fig. 266. Galindo. Plano ge-neral (Bawden 1982: 291)

Fig. 267. Galindo. Recons-trucción isométrica del Com-plejo correspondiente a la Pla-taforma A (Bawden 1982:294).

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5. LAS PRIMERAS CIUDADES 251

El recinto que comprende la Plataforma A estádividido interiormente en distintos subsectorespor muros paralelos y por el propio emplazamien-to de la plataforma. El mayor de estos espaciosconforma una plaza en la esquina noreste, conbanquetas perimetrales y a la que se ingresa desdeel exterior mediante el único acceso del recinto;mientras que la circulación hacia la plataforma seresolvía mediante el desarrollo de rampas y ban-quetas laterales (Bawden 1982: 295, fig. 12.2).La configuración general de este recinto sugiereuna posible función palaciega de carácter políticoadministrativo y quizás también ceremonial, conla plaza como espacio para el despliegue de para-das, banquetes o festividades. Actividades quedebieron ser presididas por quienes se ubicabansobre el espacio elevado de la plataforma.

En la parte más elevada del llano que se ex-tiende al norte del cauce (sector A1), destacan 3grandes recintos (A, B y C) que se localizan enzonas libres de otras construcciones, a excepciónde algunas unidades residenciales bastante elabo-radas que se encuentran en sus inmediaciones.Estos complejos se caracterizan por presentar gran-des recintos rectangulares, con muros perimétricosde adobe en el caso de A y B y que presentan divi-siones en su interior mediante muros del mismomaterial (Bawden 1982: 297-302). El más repre-sentativo de estos es el Complejo A (ibid: fig.12.3), con un recinto de 170 x 135 m cuyo únicoingreso se ubica también en el lado noreste, dan-do acceso a una plaza con banquetas y rampa la-teral. Al sur se encuentran otros sectores con restosde pequeños recintos con evidencias de la prepa-

ración de alimentos, lo que podría estar señalandouna posible función residencial de estos. Mien-tras tanto, en el cuadrante norte del complejo sepresenta una secuencia de plataformas escalonadasconectadas mediante una serie de rampas alinea-das, en cuya cima se ubica un estrado o trono conuna rampa adosada. De acuerdo a estos rasgos,

Fig. 268. Galindo. Vista pa-norámica del Complejo corres-pondiente a la Plataforma A(Canziani 1989).

Fig. 269. Galindo. Reconstrucción isométrica del Conjunto A(Bawden 1982: 298).

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252 JOSÉ CANZIANI

este sector parece haber sido destinado a servir demarco a determinadas actividades presididas porpersonajes de alto rango posicionados sobre losestrados, tal como se ilustra ampliamente en lasrepresentaciones de la iconografía moche.

La recurrente relación de proximidad espacialentre los complejos con recinto rectangular y al-gunas estructuras residenciales de elite, amplias ymuy bien elaboradas, que comprenden cuartoscon banquetas, numerosos espacios de almacena-miento, grandes cocinas y ambientes formalesdotados con banquetas y estrados, permite esta-blecer hipótesis en el sentido que estas estructurasresidenciales habrían albergado a personajes de altostatus con un rol protagónico en las actividadesque tenían lugar dentro de los complejos vecinos(Bawden 1982: 299-300).

Estas estructuras residenciales representaríanen Galindo las unidades de más alta jerarquía, co-ronando una marcada diferenciación en lo que serefiere a dimensiones, niveles de complejidad enla organización espacial y tipo de acabados, y tie-nen como contraparte, en el otro extremo, a lasunidades habitacionales más modestas localizadasen las laderas del Cerro Galindo. No obstante ladiversidad de categorías de viviendas presentes,aún en las más sencillas se puede percibir la dis-tribución de las actividades domésticas, especial-mente la identificación de aquellos espacios queresolvían la preparación de alimentos y que pro-porcionaban facilidades de almacenamiento. En-tre las estructuras ubicadas en el llano, es de des-tacar la presencia de un gran número de unidadesde vivienda que están asociadas a espacios cerca-dos, utilizados como corrales para llamas y que seconfiguran como apéndices de las mismas. Algu-nos de estos corrales estuvieron también asocia-dos a talleres. Este es el caso significativo de un

taller de ceramistas, donde se puede suponer quesu producción pudo ser distribuida, como tam-bién abastecida de insumos, mediante el transportede las llamas, cuyo corral adicionalmente brindóla posibilidad de contar con una abundante pro-visión de estiércol, utilizado como combustiblepara la quema de la cerámica.

En Galindo también se encuentran estructu-ras aparentemente destinadas a fines de almace-namiento público, pero a diferencia de PampaGrande en este caso no se dio en estructuras for-malizadas e integradas a los complejos, sino ensectores específicos del asentamiento que habríansido especialmente seleccionados para este fin. Setrata, según Bawden (1982: 304-307), de dosquebradas ubicadas entre los cerros al norte delsitio y en cuyas laderas se observan múltiples es-tructuras de piedra, formando recintos de peque-ñas dimensiones dispuestos en terrazas. Dentrode estos se registró una abundante presencia detiestos correspondientes a grandes tinajas de al-macenamiento, que al parecer estuvieron dispues-tas en hileras y encajadas sobre banquetas existen-tes dentro de estos recintos. Si bien el acceso ha-

Fig. 270. Galindo. Vista de los cimientos de muros y banquetascorrespondientes a una edificación de vivienda (Canziani 1989).

Fig. 271. Galindo. Plano deuna unidad residencial en laque se aprecia la presencia dedepósitos y a la que se asociaun corral de llamas(Bawden1982: 315).

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cia estas zonas de almacenamiento estaba limita-do por la propia topografía de las quebradas, pa-rece que los complejos C y B, localizados en lasinmediaciones del ingreso natural a estas, habríanpodido servir de elemento de control para el ac-ceso y manejo de los bienes allí depositados.

Galindo constituye así un centro urbano denotable complejidad y extensión, destacando enel sitio los recintos de aparente función políticoadministrativa, cuya presencia revelaría la crecienteimportancia que asumen sectores civiles de la po-blación en los centros urbanos de la época. Mien-tras tanto, las dimensiones reducidas de las plata-formas, expresarían la declinación de las activida-des ceremoniales o, por lo menos, del enorme pesoque anteriormente tuvo la religión en todas lasesferas de la actividad social. Se trata de un centrourbano en cuyos talleres se resolvía la producciónespecializada de una amplia gama de bienes, comotextiles, cerámica y artículos de metal, buena par-te de los cuales estuvo destinada al consumo porparte de la mayoría de la propia población urba-na, tal como se puede deducir en el caso de lacerámica, con el consistente hallazgo de vajilla finaen las estructuras de vivienda (Bawden 1982: 310).

Evidentemente la población urbana se encon-traba fuertemente estratificada en clases socialesdistintas, de lo que da testimonio tanto la segre-gación física que separó a los habitantes del áreallana de quienes estaban asentados en las laderasdel cerro; al igual que las diferencias marcadas encuanto a la calidad de las viviendas; como tam-bién el acceso diferenciado al consumo de bienesy subsistencias e, inclusive, en las mayores difi-cultades para contar con servicios básicos, comodebió ser el esforzado acarreo de agua para los quehabitaban las zonas escarpadas de las laderas.Mientras tanto, todo indicaría que las zonas ur-banas destinadas al almacenamiento —y por lotanto los bienes depositados en ellas, en cuantobase de poder económico— habrían estado bajoel manejo y la administración de las elites urba-nas que desarrollaban su actividad en los comple-jos con recintos amurallados y que residían en lasunidades residenciales de mayor jerarquía.

Los frecuentes corrales de llamas, su asociacióncon los talleres, y la concentración poblacional de

este asentamiento, sugieren la existencia y articu-lación de sistemas de intercambio que interesa-ban cuanto menos el ámbito regional. Medianteestas redes de intercambio debieron de asegurarsela provisión de los insumos y productos necesa-rios para el desarrollo de la producción urbana yel sustento de su numerosa población; como tam-bién debieron de establecerse los necesarios nexoscon la población rural, para garantizar el abaste-cimiento sostenido de la ciudad, posiblemente acambio de la provisión de productos y serviciosde base urbana. Por su parte, la existencia de co-rrales y hatos de llamas, permitirían suponer lapresencia de grupos de “mercaderes” o tratantesque podría haber extendido este intercambio ytráfico de bienes a un ámbito muchos más am-plio, posiblemente con poblaciones de la sierranorte, para lo cual la localización geográfica deGalindo ofrece innegables ventajas logísticas. Es-tas hipótesis pueden resultar bastante sugerentes,pero es evidente que la arqueología debe proveeraún de mayores datos para su definición, espe-cialmente con un mayor estudio referido a la con-traparte rural de estos centros urbanos.

Finalmente, el tipo de configuración y orde-namiento urbano de Galindo, donde no se apre-cian ejes directrices que pudieran expresar ciertosniveles de planificación del asentamiento, ni lapresencia de un núcleo urbano claramente defi-nido y articulado; así como la relativa ausencia deuna arquitectura representativa de carácter em-blemático y sobresaliente en el paisaje urbano,manifiestan en conjunto una organización urbanaque posiblemente no respondía a una autoridadurbana central. Más bien este tipo de rasgos —enel contexto histórico de la época— podrían estarmanifestando ciertos niveles de desagregación dela elite urbana, propios de una sociedad en fasede transición hacia la generación de nuevas for-mas de organización política, que conducirán a lagestación de nuevos sistemas de poder y a la rees-tructuración del aparato estatal. Aspectos que se-rán tratados en el Capítulo 7, con el análisis delos correspondientes modelos urbanos presentesen la Costa Norte durante la época de los Estadosy Señoríos Tardíos.

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La sociedad Lima y el urbanismo en laCosta Central

Como vimos en el capítulo anterior, los valles dela comarca de Lima conforman naturalmente unaunidad geográfica, dado que los conos aluvialesde la parte baja de los valles del Chillón, Rimac yLurín, prácticamente se unen generando unaamplia extensión de tierras aptas para el desarro-llo de la agricultura de irrigación. Sin embargo,

es preciso considerar que a esta área debe de in-corporarse el valle de Chancay, donde se registra-ron importantes evidencias de ocupación de laépoca. Los antecedentes históricos de esta región,que conoció un importante desarrollo durante elFormativo y que dio lugar a un incipiente urba-nismo con el surgimiento de importantes com-plejos monumentales con planta en ‘U’, habríadado sustento a un desarrollo ulterior durante elIntermedio Temprano, teniendo como protago-

Fig. 272. Mapa de la CostaCentral con los principales si-tios del período de los Desarro-llos Regionales Tempranos(Patterson 1966)

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nista a una formación social que conocemos comoLima o Maranga.

El impulso que alcanza el urbanismo en estaépoca y los patrones de asentamiento, permitenalgunas inferencias que señalarían una importan-te expansión de los sistemas de irrigación, queinteresan mayormente los sectores medios y bajosde los valles, proporcionando una amplia exten-sión de tierras agrícolas como base del desarrolloeconómico. Unido a la elevación de la capacidadde producción agraria, se habría dado una mayorapropiación de los ricos recursos marítimos pre-sentes en el litoral de la Costa Central.Adicionalmente, la producción manufacturerahabría compartido con otras regiones de los An-des Centrales una sustantiva elevación de nivel.

Si bien los estudios desarrollados en la CostaCentral por lo general no se condicen -en cuantoa número y nivel de profundidad- con la impor-tancia de los sitios arqueológicos correspondien-tes a este período, intentaremos reseñar la infor-mación disponible para presentar un cuadro queilustre someramente el proceso que en ella se de-sarrollaba y nos permita establecer las conexionescomparativas del caso con las regiones al norte yal sur de la comarca de Lima.

Desde las primeras informaciones arqueológi-cas acerca de este período (Middendorf [1874]1973, Uhle [1903] 2003, [1910] 1970 a las quele siguieron otras posteriores (Jijón y Caamaño1949, Stumer 1954, Patterson y Lanning 1964,1969, Patterson 1966) aflora una realidad com-pleja en la que se advierte ciertas diferenciacionesentre valle y valle o entre grupos de valles. Si bienestas diferenciaciones han sido advertidas casi ex-clusivamente con relación a los rasgos estilísticosde la cerámica y sus respectivas fases, podremosconstatar más adelante que estas variaciones sontambién extensivas al ordenamiento de losasentamientos de aparente carácter urbano y a laspropias características de la arquitectura monu-mental que se desarrolla en ellos. Estas diferen-ciaciones urbanísticas y arquitectónicas no sola-mente son evidentes entre valle y valle, sino in-clusive entre sitios de un mismo valle. Sinembargo, dado lo limitado de la información dis-ponible, no estamos en grado de conocer si estasvariaciones son fruto de diferencias funcionales o

si también son producto de aspectos temporales.La interpretación de esta interesante problemáti-ca, con información relativamente dispersa y antela ausencia de estudios que presenten con ciertaprofundidad un marco general de la situación, essumamente difícil y hace extrañar la cantidad yconsistencia de los estudios disponibles para laCosta Norte. Esto es especialmente cierto cuan-do se trata de abordar la problemática relativa alas características que habría asumido el posibledesarrollo de una entidad estatal Lima en la CostaCentral.61

Entre los sitios más importantes del períododestacan Cerro Trinidad en el valle bajo deChancay, testimoniando que el desarrollo de lasociedad Lima también interesó algunos de losvalles inmediatamente al norte de Lima; CerroCulebra en el valle bajo del Chillón; Maranga yPucllana en el valle bajo del Rimac, yCajamarquilla y Vista Alegre (o Catalina Huanca)en la parte media del mismo; así comoPachacamac en el valle bajo del Lurín.

Cerro Trinidad y otros sitios Lima en Chancay

Este sitio fue investigado por Uhle [1910] 1970cuando la construcción de la vía férrea hacia elpuerto de Chancay, ubicado unos 500 m. al oes-te, puso al descubierto en 1904 un conjunto derestos arqueológicos en las faldas del cerro Trini-dad. Entre estos restos Uhle identificó una zona,el sitio “E”, con materiales tempranos correspon-dientes al período, asociados a los estilos cerámicosconocidos como “Blanco sobre Rojo” e“Interlooking” o Playa Grande, caracterizado esteúltimo por presentar motivos decorativos con untratamiento geométrico semejante al del arte tex-til, basados en diseños entrelazados de peces o ser-pientes. Entre las estructuras excavadas por Uhle,un hallazgo relevante fue el de un gran muro he-cho con terrones y pequeños adobes modelados amano, cuyo paramento presentaba una pinturamural con el clásico motivo de los peces entrela-zados, similar a los diseños propios de la decora-ción cerámica, y en cuya ejecución se había utili-zado pintura blanca, roja, negra y amarilla (ibid.).

Posteriormente el sitio fue excavado por Willey(1943) confirmando en todos los pozos de exca-

61 Al respecto, algunos estudiosos del tema han establecido de forma genérica analogías con el proceso documentado para laCosta Norte, especialmente con el desarrollo expansivo de Moche, hipotetizando el desarrollo inicial en el valle bajo del Rimac deun Estado Lima, proyectando su supuesta expansión a los valles vecinos del norte y sur, y luego desde la parte baja de estos haciasus sectores medios y altos (Earle 1972, Patterson et al. 1982).

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vación la filiación cultural temprana del sitio “E”y comprobando la ocupación relativamente densadel área. Las estructuras registradas en algunospozos evidenciaban la presencia de superpo-siciones de pisos y de muros hechos de piedra rús-tica y otros construidos en doble hilera con pe-queños adobes “odontiformes” o “hemiesféricos”propios del período Lima, así como uno realizadocon una suerte de tapia de barro amasado de 85cm de espesor (ibid: 134, fig. 2). En un caso, dospozos de excavación intervinieron un montículode planta rectangular de 25 x 18 m revelando quecorrespondía a una plataforma piramidal realiza-da mediante un relleno constructivo también de

adobes pequeños. En algunos casos se registrancapas con acumulaciones de piedras colocadas enla base de las estructuras, lo que permite suponerque fueron empleadas como cimentaciones de losmuros, como base de los pisos de barro y, comoveremos más adelante, de los sucesivos rellenosconstructivos de adobe en la construcción de cier-tas plataformas.

Sobre la base de estos datos y de la posteriorinterpretación de Willey (1953: 406), donde sos-tiene que Cerro Trinidad constituiría un asenta-miento aglutinado con estructuras concentradasen la falda oeste del cerro, ocupando un área deunos 200 por 300 m. (unas 6 Ha), se puede supo-

Fig. 273. Cerro Trinidad. Fotografía aérea del Servicio Aerofotográfico Nacional en la que aún se aprecia, además del gran recinto cuadrangular,una serie de complejos cercados, plataformas y montículos organizados a lo largo de un eje norte sur (Kosok 1965: 232, fig. 16).

Fig. 274. Cerro Trinidad. Estructuras de adobe con evidencias de pintura mural, representando el clásico motivo Lima de las serpientesentrelazadas (Bonavia 1990: fig. 329).

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ner que Cerro Trinidad no solamente concentróun importante número de población, sino quetambién contó con una arquitectura pública decierta relevancia, manifiesta en la presencia de pla-taformas y montículos piramidales (Lanning1967: 119, foto 3). Estructuras que en algunoscasos evidenciaron tener paramentos especialmen-te acabados con pintura mural, como la halladapor Uhle. El conjunto de estos datos podrían se-ñalarnos a Cerro Trinidad como uno de los prin-cipales centros urbano ceremoniales de la épocaLima en el valle de Chancay. Lamentablementeno es posible ir mas allá de estos datos y no conta-mos con otros elementos que nos aproximen a laposible conformación del sitio y sus característi-cas, ya que las excavaciones conducidas en él re-sienten haber sido realizadas en una época en laque el interés arqueológico se focalizaba en la bús-queda de secuencias culturales, sobre la base delexamen estratigráfico de la cerámica y la varia-ción de sus atributos estilísticos y, por lo tanto,era relativamente escasa la atención que se prestabaal examen del asentamiento y su arquitectura. 62

Sin embargo, Kosok (1965: fig. 16) publicauna foto de los años 40 del Servicio Aerofoto-gráfico Nacional de Cerro Trinidad, cuando aúnla antigua Panamericana norte pasaba al oeste delsitio. En esta fotografía aérea se aprecia el granrecinto cuadrangular, que aún hoy se conserva,construido en las faldas al sur del cerro; mientrasque hacia el sur en un sector ahora intensamenteurbanizado, se distinguen una serie de platafor-mas y montículos organizados a lo largo de un ejenorte sur. Si bien desdibujados por la erosión, seobserva claramente entre estos la presencia de porlo menos tres complejos cercados por murallas,los que incorporaban en su interior importantesedificaciones con plataformas, además de otrosmuros que subdividían los complejos en sectoresy recintos menores.

Como se verá más adelante, la conformaciónque presentan estos complejos se advierte bastan-te similar a la que luce el complejo principal deCerro Culebra en el valle bajo del Chillón. Laextensión de este sector del asentamiento de Ce-rro Trinidad, así como la traza general y densidadde sus edificaciones expresaría la notoria calidadurbana de este centro de época Lima. Se puede

también apreciar que para la localización del asen-tamiento se aprovechó el límite de un tablazo de-sértico, orillado por los campos del valle bajo quese despliegan en un nivel ligeramente inferior, loque otorgaba al asentamiento control visual so-bre la zona agrícola y el litoral marino al oeste.

En Chancay otro sitio de importancia de laépoca Lima, e inclusive algo más temprano, pare-ce haber sido Baños de Boza, en el extremo surdel valle bajo a unos 7 km del mar. El sitio selocaliza al pie de la falda norte del cerro Pasamayo,en los márgenes del piso del valle, donde el aflo-ramiento de aguas subterráneas genera totorales ypozas de agua que en los años 40 estuvieron enboga como baños de aguas minerales, dando lu-gar al nombre del sitio. En el área próxima a loshumedales se presentaban una serie de montícu-los bajos de apariencia arenosa, donde se registra-ron evidencias de ocupación correspondientes alperíodo (Willey 1943).

Excavaciones realizadas en el mayor de estosmontículos revelaron muros hechos con adobespequeños similares a los registrados en Cerro Tri-nidad, es decir, con los adobes dispuestos conmortero de barro en hiladas simples o dobles, ycolocados con la parte plana de la base hacia aba-jo. La excavación conducida en la cima de estemontículo, además de la existencia de estructurascon muros de adobes que evidenciaban un trazoortogonal, revelaron que la edificación correspon-día a una plataforma constituida por rellenos cons-tructivos también de adobes pequeños. En la basede estos rellenos masivos de adobe se habían dis-puesto capas de piedras que habrían operado comobasamento de este tipo de construcción.

Es relevante destacar que de la descripción dela excavación realizada por Willey en esta plata-forma, se desprende claramente la existencia deuna serie de superposiciones arquitectónicas, don-de se suceden en dos niveles distintos capas depiedras empleadas como niveles de cimentaciónde cada evento de relleno; seguidos en cada casopor los rellenos constructivos de adobe de laplataforma; a los que les siguen pisos y estructu-ras con muros de adobe, que aparentemente fue-ron también rellenados en una secuencia que ha-bría conducido a la sucesiva elevación del nivelde la plataforma (ibid: 185-186).

62 Como ejemplo de lo que era común y corriente en los métodos de excavación de esta época, las excavaciones del jovenGordon Willey (1943), orientadas a la búsqueda de la secuencia cultural del sitio, sintomáticamente se realizaron mediante sietepozos de prueba de 3 x 3 m. excavados por niveles arbitrarios de 50 o 25 cm. de profundidad, obviándose el examen en área delas estructuras arquitectónicas detectadas y su correlación con los contextos asociados.

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En base a estos datos es posible suponer queBaños de Boza representaría un sitio de menorjerarquía con relación a Cerro Trinidad, ubicadounos 9 km al noroeste. Sin embargo la existenciade estructuras que parecen haber correspondidoa edificios públicos y su ubicación algo más tem-prana en la secuencia cronológica que compartenambos sitios, podrían proporcionar elementos deespecial interés para conocer la dinámica propiade los procesos que se verificaron en el valle deChancay durante la época.

La ocupación Lima en el valle del Chillón

Entre los múltiples sitios correspondientes a laocupación Lima del valle del Chillón como dellitoral al norte de este, destacan algunos que po-drían haber estado adscritos a una aparente con-dición urbana. Este tipo de asentamientos se lo-caliza preferentemente en el valle bajo y en la

margen derecha del Chillón, como es el caso deCerro Culebra, La Uva y Copacabana. La ubica-ción de estos importantes sitios en los márgenesde las tierras de cultivo y a lo largo del curso delos principales canales de irrigación, permitiríasuponer que estuvieron asociados al desarrollo dela producción agrícola en este sector del valle y ala administración del correspondiente sistema deriego. Otros sitios menores que se encuentran aso-ciados a las tierras del valle bajo como Media Luna(Quilter 1986), o inclusive un sitio principal comoCerro Culebra, pudieron también estar ligados ala explotación complementaria de los recursos dellitoral marino relativamente próximo a su empla-zamiento. De otro lado, resulta evidente que si-tios de rango intermedio como Playa Grande, enel actual balneario de Santa Rosa, y los sitios deAncón, localizados en zonas desérticas y bastantealejados de las áreas agrícolas, se relacionan conun sector del litoral cuya diversidad de zonasecológicas favorecía la pesca y el marisqueo, dis-

Fig. 275. Mapa de la zona dellitoral de Ancón y valle bajodel Chillón, con los stios ar-queológicos del período Lima(redibujado de Paredes 2000:fig. 1).

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poniendo de una abundante y variada presenciade recursos marinos.63

Se ha sugerido que los asentamientos de cadauna de estas zonas de importancia económica lo-calizadas en el valle bajo y el litoral habría tenidocomo referente por lo menos un centro urbano:Playa Grande habría cumplido esta función parala población asentada en los sectores del litoral alnorte del valle del Chillón; mientras que CerroCulebra lo habría sido para los que se encontra-ban en su desembocadura y próximos al litoral;mientras que Copacabana y La Uva lo serían delsector agrícola de la margen derecha del valle bajo(Paredes 2000).

En estos asentamientos de aparente carácterurbano se registra la presencia de arquitectura mo-numental, como también de algunas estructurasmenores de posible carácter público, lo que ex-presaría diferencias funcionales entre estas edifi-caciones y la existencia de ciertos niveles de espe-cialización entre sus habitantes; mientras que laabundante presencia de estructuras habitacionalesy de áreas de actividad domestica, darían indiciospara suponer que en estos asentamientos se diouna importante concentración poblacional. Deotro lado, estos centros urbanos principalesnuclearían en su respectiva área de influencia aotros asentamientos menores, entre ellos estable-cimientos aldeanos o caseríos de agricultores y pes-cadores. Es relevante destacar que este patrón deasentamiento no se reproduce en el valle medioni en la parte alta del mismo, donde estarían au-sentes los centros urbanos o en todo caso los si-tios con arquitectura monumental. Este fenóme-no estaría señalando que durante la época Limalas elites del valle bajo del Chillón habrían tenidoel predominio político en el territorio del valle,cuyo poder se habría sustentado en la gravitanteimportancia económica de las zonas agrícolas delvalle bajo y del litoral (ibid.).

Sin embargo, como se apreciará de la descrip-ción de los sitios principales, la diversidad mani-fiesta en las distintas formas de organización ur-bana de los asentamientos de este tipo y la ausen-cia de un sitio que sobresalga frente a los demáspor su preeminente jerarquía, plantearíainterrogantes acerca de la centralización del po-

der político en el valle. Al respecto es de notarque, si bien estos sitios comparten una serie derasgos tanto en los materiales culturales asocia-dos, como en las técnicas constructivas, tambiénes apreciable la notable variación existente en elordenamiento urbano y los ejes de orientación delas principales estructuras que los conforman, asícomo en los patrones arquitectónicos documen-tados en cada uno de los sitios.64

Cerro Culebra

Se trata del sitio más destacado, tanto por su ex-tensión, como por la sobresaliente importanciadel edificio principal que constituyó el núcleo delasentamiento. El sitio ocupa un área de unas 40Ha y está localizado sobre una planicie ligeramenteelevada sobre la margen derecha del río Chillón,en un tramo en que este se encañona a 1 km. desu desembocadura en el mar. El edificio principalestá rodeado por otros menores al sureste y nores-te cuya construcción se realizó con adobe, tapia ypiedra canteada. En los alrededores del sitio tam-bién se registra una gran cantidad de restos de es-tructuras de aparente función doméstica, cons-truidas mayormente con quincha y otros mate-riales perecederos (Paredes 1992, 2000).

El edificio principal está conformado por unapirámide de planta trapezoidal que alcanza en eleje mayor (orientado unos 45º al noroeste) 65 mde sureste a noroeste, mientras que en sus extre-mos tiene 40 y 30 m respectivamente. Adosada alnorte y oeste de esta estructura piramidal, se de-sarrolla una plataforma sobre la que se encuen-tran vestigios de recintos. Esta edificación, a suvez, fue rodeada por muros de tapia que reprodu-cen a una mayor escala la planta trapezoidal, am-pliándola a 250 m en el eje principal de sureste anoroeste y a 160 y 125 m en sus extremos. Apa-rentemente el ingreso principal a este complejo seubicaba en el lado suroeste del cercado trapezoidal,desde donde se accedía a un corredor orientadohacia el noreste que, luego de un quiebre en sutrayecto, culminaba en una escalinata que permi-tía el ascenso hacia los niveles superiores de la pi-rámide (Paredes 1992: 54 y fig. 3).

63 Con relación a la importancia del aprovechamiento de los recursos marinos en esta zona durante la época Lima, sehabría documentado en Ventanilla y Ancón el desarrollo de terrazas próximas al litoral utilizadas como tendales para el secadodel pescado (Lanning y Patterson 1970: 400; Lanning 1967: 120)

64 Con referencia a la orientación del eje principal de los sitos Lima del Chillón, podría señalarse que en estos se presentanlas variaciones siguientes: Cerro Culebra (45º NE); Playa Grande (40º NE); Copacabana (35º NW); La Uva (70º NW).

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El edificio principal presenta evidencias de 3o 4 fases constructivas (Silva et al. 1988). La mástemprana se caracterizaría por el empleo de ado-bes cúbicos, mientras que las subsiguientes quesellaron este primer edificio lo son por el empleode la tapia. Precisamente, en uno de los muros detapia correspondiente a la segunda fase deremodelación, se halló una pintura mural con unmotivo decorativo entrelazado afiliado al estiloconocido como Playa Grande. La pintura muraldescubierta por Stumer (1954) durante sus traba-jos en el sitio tenía una extensión de unos 28 mde largo y presentaba 6 paneles organizados portemas iconográficos (Bonavia 1974).

La Uva y Copacabana

Estos dos sitios se localizan en la margen derechadel valle bajo y estarían asociados al manejo de laamplia extensión de tierras agrícolas que disponeeste sector del valle. En el caso de La Uva el asen-tamiento se ubica en una pequeña quebrada, ocu-pando un área de unas 15 Ha. y estaba conforma-do por 12 estructuras o montículos piramidalesde los cuales dos parecen haber sido los principa-les. Los montículos presentan un patrón agluti-nado y en ellos es dominante una orientación de70º al noroeste. La construcción de estas estruc-

turas se realizó mayormente con tapia y piedrascanteadas (Paredes 2000: 141-143, fig. 5).

En el caso de Copacabana, el sector centraldonde se concentran las estructuras correspon-diente al período, ocuparía unas 12 Ha. y en éldestacan 8 edificaciones construidas sobre pro-montorios naturales. Estos promontorios se pre-sentan como estribaciones del cerro Campana quedomina este sector, por lo que la orientación delcomplejo y sus edificaciones, 35º al noroeste, pa-reciera resultar de la adaptación del asentamientoa las peculiares características topográficas de lalocalidad (ibid: fig. 6). En este caso las edificacio-nes habrían sido construidas con pequeños ado-bes de forma cúbica en las fases tempranas y lue-go con tapia. Existe también al este del sitio otroamplio sector de unas 30 Ha. con evidencias deedificaciones, montículos menores y restos de es-tructuras habitacionales, todas consistentementeasociadas a materiales culturales de la época Lima.

Si asumimos en conjunto la notable extensiónde estos dos sectores, Copacabana se nos presentasin lugar a dudas como uno de los asentamientosLima más importante del valle de Chillón. Estehecho fue advertido tempranamente por Uhle(1970: 388), quien menciona a Copacabana entrelos sitios principales de la región que presentabangrandes “colinas” hechas con pequeños adobes.

Fig. 275b. Cerro Culebra. Fotografía aérea del complejo arqueológico en el valle bajo del río Chillón, que en ese tramo corre encañonado antesde su desembocadura al mar (Servicio Aerofotográfico Nacional 1945; Agurto 1984).

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Playa Grande

Finalmente, entre los sitios intermedios asociadosal manejo de los recursos del litoral destaca PlayaGrande. Localizado en el moderno balneario deSanta Rosa, el sitio tiene una extensión de unas30 Ha. si es que solamente se considera el áreanuclear del asentamiento, donde se concentranlos montículos mayores, pero que si hace extensi-va a los alrededores que presentan restos deconchales y evidencias de ocupación domésticapodría haber alcanzado hasta 110 ha. De los sietemontículos de planta rectangular que se registranen el centro del asentamiento, cuatro sobresalenpor ser los de mayores dimensiones. Estos montí-culos comparten un eje de orientación 40º al no-reste y se ordenan en el sitio de este a oeste, repor-tándose que fueron construidos tanto con peque-ños adobes65 como con piedra canteada (Tabio1965, Paredes 2000).

Sobre la base de esta información, que da cuen-ta de la importante extensión del sitio y de la pro-bable presencia de algún tipo de arquitectura pú-blica, puede suponerse que Playa Grande hayaconstituido un complejo urbano de carácter in-termedio, que habría servido de núcleo de refe-rencia para los demás asentamientos ubicados eneste sector del litoral al norte del valle del Chillón—entre ellos los sitios documentados en Ancón(Tabio 1965)— al mismo tiempo que debió estarinterrelacionado con los sitios del valle bajo delChillón,66 y quizás supeditado a uno de mayorjerarquía como Cerro Culebra. Sin embargo, esevidente también que los pobladores de PlayaGrande y los sitios de Ancón estuvieron en con-tacto frecuente con quienes moraban en el vallede Chancay, contando con la ventaja de ser loslugares más próximos a los valles del norte de laregión. Al examinar esta perspectiva y las condi-ciones de la ruta debemos hacerlo en el contexto

65 El hecho de incluir el empleo de adobes en la construcción de estas edificaciones, en un lugar alejado de fuentes de agua,es sumamente significativo ya que implicaría que estos materiales constructivos debieron ser confeccionados en los lugares máspróximos del valle del Chillón y desde allí transportados hasta Playa Grande. Este dato es relevante ya que daría elementos paravalorar que este importante despliegue de energía no fue generado por una necesidad estrictamente constructiva -la que pudo sercubierta, al igual que en otras construcciones del sitio, con la piedra rústica abundante en las inmediaciones- sino más bien por laespecial significación y prestigio que el empleo del adobe debió de tener en la construcción de la arquitectura de carácter publicopara las gentes de la sociedad Lima.

66 Esta interrelación debe de haberse sustentado principalmente en el intercambio de productos marinos por parte de lospescadores de los asentamientos del litoral, con productos agrícolas de los pobladores del valle. En el caso de Playa Grande lasexcavaciones de Tabio (1965) registraron además de restos de productos marinos, abundantes evidencias del consumo de maíz,algodón, mates o calabazas, así también de frutales como lúcuma y pacae, los que junto con otros productos agrícolas e insumosvegetales debieron de provenir mayormente del vecino valle de Chillón. A estos productos agrícolas de intercambio se habríansumado productos manufacturados como cerámica, textiles y otros artefactos presentes en Playa Grande.

Fig. 276. Cerro Culebra.Reconstrucción planimétrica(Paredes 1992: fig. 3).

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histórico de la época, considerando que en la an-tigüedad el cerro de Pasamayo, conocido tambiéncomo Cerro de La Arena, contaba con ampliaszonas de Lomas (Rostworowski 1981), las cualesno solamente debieron de facilitar el tránsito eneste tramo mayormente desértico, sino que ellasmismas debieron ser meta frecuente para la apro-piación de ciertos recursos propios de su ecologíapor parte de los pobladores que habitaban al suro al norte de las mismas.

La ocupación Lima en el valle del Rimac

El valle del Rimac es el mayor de los tres valles(Chillón, Rimac y Lurín) que integran el com-plejo agrícola de la comarca de Lima, segúnONERN (19XX) este valle disponía en sus secto-res bajo y medio bajo de unas 00,000 ha. de tie-rras agrícolas. Podríamos tener una aproximacióna la extensión agrícola que habría alcanzado el valledel Rimac en la época Lima sobre la base de lalocalización de sus principales asentamientos ur-

banos,67 cuales son: Maranga, Pucllana, Vista Ale-gre (Catalina Huanca) y Cajamarquilla.68 La lo-calización de estos sitios demostraría que ademásde una notable extensión agrícola en el valle bajo,también se habría ocupado y manejado duranteel período buena parte del valle medio bajo.

Al respecto, se ha sostenido que en esta épocase habría producido una sustancial ampliación delas tierras bajo cultivo y que la localización deMaranga y Pucllana estaría asociada a dos canalesprincipales que culminarían su trayecto en la cer-canía de estos complejos (Patterson y Lanning1970: 399-400), lo que permitiría suponer quesu emplazamiento en el valle pudo también estarrelacionado con el manejo y administración delas correspondientes zonas de riego. De otro lado,ya antes Uhle [1910] (1970: 388-389) había plan-teado la acertada deducción de que las monumen-tales edificaciones piramidales Lima, no podríanhaber sido ejecutadas sino por una población yadensa gracias a una activa agricultura.

Efectivamente, si observamos los antiguos pla-nos de Lima e inclusive los correspondientes a la

67 Evidentemente sería mucho mas fiable contar con la ubicación no solamente de los centros urbanos aparentes sino tambiéncon la de otros sitios de ocupación de la época, pero lamentablemente la información está limitada a estos a raíz de la escasainvestigación de los patrones de asentamiento en el valle y de la acelerada destrucción de sitios arqueológicos, especialmente de losno monumentales, con la incontenible expansión urbana de la ciudad de Lima en las últimas décadas.

68 Además de estos sitios principales, existen evidencias de la presencia de estructuras construidas con pequeños adobes —eltípico material constructivo de la época Lima— en otros sitios del valle del Rimac con arquitectura monumental, como enalgunos de los montículos de Makat-tampu (Mirones) hoy lamentablemente desaparecido; en el hallazgo puntual de algunasestructuras construidas con este material en Mateo Salado, o su reveladora presencia en escombros de tumbas en Mangomarca(Zarate), posiblemente provenientes de alguna estructura del propio sitio o de un lugar cercano (Tello 1999).

Fig. 277. Plano del conjuntoarqueológico de Playa Grande(Paredes 2000: fig. 3).

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expansión de la ciudad en el valle del Rimac du-rante las primeras décadas del siglo XX (Gunter1983), se puede constatar que el canal principalllamado Río Huatica permitía irrigar una impor-tante porción de la margen izquierda (sur) del vallebajo, constituyendo posiblemente en aquella épocael canal con el curso más alto en este sector antesde que se emprendiera la construcción del grancanal llamado Río Surco, aparentemente más tar-dío. El canal de Huatica debió tener su bocatomaen el río Rímac, a la altura de lo que es hoy eldistrito de El Agustino, para luego atravesar elcentro histórico de la ciudad, y los actuales distri-tos de La Victoria, Lince, San Isidro y Miraflores.El curso del canal de Huatica debió tener su tra-yecto final al oeste de la Huaca Pucllana y se pue-de suponer que desaguaba sus excedentes al maren lo que hoy es la Bajada Balta de Miraflores,

con un trayecto total de más de 10 km desde subocatoma. Es interesante notar que el curso delcanal de Huatica bordeaba también el flanco oes-te de las Huacas de Limatambo, totalmente des-truidas entre los años 30 y 40,69 y que estabanubicadas en Lince donde hoy se encuentra la GranUnidad Escolar Melitón Carbajal, y que si bienpresentaban estructuras tardías de adobones y ensus secciones inferiores muros de adobes rectan-gulares (Tello 1999: 77-79), por su especial em-plazamiento bien pudo haber tenido edificacio-nes tempranas asociadas al desarrollo y manejodel canal de Huatica durante la época Lima.

De otro lado, los canales de Maranga y unaserie de canales subsidiarios de distribución delriego de este sector de la margen izquierda del vallebajo,70 se presentan asociados espacialmente a lossitios del complejo de Maranga y Makat-tampu.

Fig. 278. El valle del Rímac con los principales sitios de la época Lima y su asociación con el sistema de canales de irrigación (Canziani).

69 Es indescriptible la cantidad de Huacas con arquitectura monumental que fueron destruidas, algunas totalmente, durantelas décadas de los 30 y 40 a raíz de la expansión urbana y su utilización bárbara como canteras de arcilla para fabricar ladrillos. Unaidea de este crimen cultural lo brinda la documentación e informes del Archivo del Dr. Julio C. Tello, quien se opuso tenazmentea esta acelerada e infame destrucción. Entre los sitios totalmente destruidos por estas causas figuran: Makat-tampu (Mirones);Limatambo (Lince); Huaca Santa Beatriz o de La Universidad (Jesús María); Huantille (Magdalena) y otras en proximidad de laAv. Brasil; Huaca Chacra Puente (La Legua), etc. Mientras que entre las que fueron parcial y severamente afectadas por laactividad de las ladrilleras y la demolición de estructuras se puede citar a las Huacas de Maranga, Mateo Salado y Pucllana (Tello1999).

70 Entre estas se enumeran las acequias de Conde de las Torres, La Legua o Mirones, Rosario, Santo Domingo o Chacra Alta.(ver Gunter 1983: Plano n. 22 de 1907).

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Mientras tanto, se puede suponer que la parte bajade la margen derecha del Rimac no debió repre-sentar en ese entonces un entorno muy favorablea la agricultura, posiblemente por la gran canti-dad de puquiales que evidencian una napa freáticarelativamente superficial, así como suelos sujetosa periódicas inundaciones o desbordes del ríoRimac. Esta condición es compartida con la co-lindante margen izquierda o sur del Chillón, ypodría ayudar a explicar la aparente inexistenciade sitios urbanos o con arquitectura monumentalen esta zona entre ambos valles, la que ademáspudo funcionar como una suerte de “frontera”,en el supuesto que durante el período Lima en losvalles del Chillón y el Rímac operaran entidadespolíticas independientes entre sí.

El Centro Urbano Ceremonial de Maranga

En una posición central con relación al valle bajose encuentra el complejo de Maranga, que se ubi-ca en la margen izquierda del valle del Rimac, unos2.5 km al sur del río y a una distancia de unos 3.5km del mar. Su localización en el piso aluvial delvalle, en suelos con vocación agrícola pone encuestión el paradigma que sostiene que todos lossitios prehispánicos siempre se localizaron al mar-gen de las tierras agrícolas.71

Dentro del extenso complejo de Maranga, quefue testigo de una larga historia de ocupaciones ycuyas estructuras y vestigios corresponden tantoa períodos tempranos como a formaciones tar-días (Canziani 1987), sobresale un conjunto degrandes edificaciones piramidales y montículosmenores, que se caracterizan por exhibir comomaterial constructivo adobes paralelepípedos ocúbicos de pequeñas dimensiones y moldeados a

mano, conocidos popularmente como adobitos.Middendorf [1894] (1973: 56-69), quien visitóel sitio a fines del siglo XIX, en su descripciónobserva la notable diferenciación existente entreel conjunto de montículos de adobe y, por otraparte, los cercados amurallados, las estructuras ymontículos de plataformas elaborados con la téc-nica más tardía del tapial o adobón y que corres-ponden a la posterior ocupación que conocemoscomo Maranga-Chayavilca.

El conjunto de pirámides y montículos hechoscon pequeños adobes corresponden al centro ur-bano ceremonial de Maranga, el complejo urba-no más importante de la cultura Lima en el valledel Rimac y de los demás valles de la Costa Cen-tral. Esta constatación se fundamenta tanto en lamonumentalidad de sus principales edificaciones,así como en la extensión del sitio y el ordenamien-to urbano que expresa todo el conjunto.

Es notable observar que el eje principal delcomplejo, orientado 25º al noreste resulta perfec-tamente perpendicular a la línea del litoral, de-marcada por los acantilados que se encuentran aunos 3 km al suroeste del sitio. A lo largo de esteeje que se desarrolla de norte a sur por lo menos1.5 km y que se encuentra ligeramente desplazadohacia el oeste del asentamiento, se alinean las pi-rámides principales que comparten esta mismaorientación en la conformación de su estructuraarquitectónica.72 La singular disposición de laspirámides y de otros montículos menores definenuna serie de explanadas o posibles grandes plazas,así como otros espacios longitudinales que podríanhaber conformado vías de circulación o calzadasceremoniales (Canziani 1987: 10).73 En cuanto ala extensión de este centro urbano, considerandolas estructuras que se registran en superficie a lo

71 Esta localización al margen de las tierras con vocación agrícola es ciertamente una constatación frecuente en la mayoría desitios, sin embargo esto no excluye que algunos asentamientos, inclusive de notables magnitudes como Maranga y otros como elGrupo Gallinazo y Chanchán, se hayan instalado en suelos con vocación agrícola, aún cuando se pudiera argumentar que en esecontexto histórico haya podido tratarse de tierras marginales o de menor productividad. Lo que si debe de destacarse es que -aunen estos casos limitados que parecen contradecir la regla- el desarrollo urbano no se desarrolla a expensas del rural, ya que se puedecomprobar que éste generalmente va acompañado de la expansión agrícola como de la introducción de técnicas que habríanpermitido la intensificación de la producción agraria.

72 Este tipo de ordenamiento recuerda el que exhiben los tempranos complejos piramidales Paracas en Chincha (ver Cap. IV)y también muestra ciertas similitudes con lo observado en el Grupo Gallinazo en Virú. Esto podría estar expresando que lasinfluencias que recibe la costa central desde el sur y norte no se circunscriben a lo documentado para ciertas esferas de la culturamaterial, sino que también podrían haber sido extensivas a la difusión de determinados modelos urbanos y arquitectónicos.

73 Estas apreciaciones reconstructivas fueron posibles a partir del examen de las antiguas aerofotografías del sitio (SAN 1944)y del mapeo de los montículos correspondientes al período Lima, identificados a partir de los rasgos constructivos y los materialesculturales registrados en ellos. Investigación que se realizó en el marco del Taller de Arqueología Urbana desarrollado en 1983 porel Instituto Andino de Estudios Arqueológicos (INDEA) y dirigido por Luis G. Lumbreras.

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largo de los 1.5 a 2 km que podría alcanzar el ejeprincipal74 y abarcando una franja de por lo me-nos 1 km de ancho, resultaría un área notable de150 a 200 Ha. Lamentablemente durante las úl-

timas décadas este notable asentamiento ha sidoobjeto de una bárbara y acelerada destrucción.75

Algunos de los montículos piramidales son degran tamaño y comparables a las edificaciones

74 El eje principal del centro urbano ceremonial de Maranga podría haber alcanzado unos 2 km de extensión si se comprendeen su extremo sur a la Huaca La Palma (48). Si bien esta edificación muestra en superficie una arquitectura de tapial correspon-diente a las fases tardías (Maranga Chayavilca), tanto su emplazamiento y su orientación coincidente con el eje principal delcomplejo Maranga (Canziani 1987: fig. 1), así como el hallazgo de cerámica temprana, alguna con rasgos inclusive formativos, encortes de excavaciones y movimientos de terreno realizadas en los alrededores por personal del Parque de Las Leyendas, podríaestar indicando la presencia de una edificación de época Lima con posteriores remodelaciones tardías. Confirmando estos supues-tos, en las recientes publicaciones del Archivo Tello, se señala la existencia de un pequeño montículo de adobitos “...a pocos pasoshacia el Norte de la Huaca de La Palma” (Tello 1999: 89).

75 Como ya lo advertía Middendorf (1973: 56) hace más de un siglo, los limeños no tenían la menor idea de que apenas a unalegua del centro de la capital se encontraban los vestigios de una antigua ciudad. Esta creemos podría haber sido comparable aotras urbes de enorme relevancia, como Chanchán, Túcume o Pacatnamú, y como tal Maranga podría haber sido objeto de

Fig. 279. Maranga. Fotogra-fía aérea del sector centraldonde destaca la Huaca SanMarcos y se observa, arriba,la destrucción iniciada en laHuaca Concha con las obrasdel estadio. La línea diagonalque atraviesa el sitio es la ave-nida Venezuela (ServicioAerofotográfico Nacional1944; Kosok 1965: 35, fig.26).

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piramidales de la Costa Norte. Este es el caso dela pirámide principal (13) denominada HuacaAramburú o San Marcos, cuyo eje mayor orienta-do de noreste a suroeste alcanza más de 300 m delargo, con un ancho que varía de 180 hasta 250m en la sección más ancha en su extremo suroes-

te. Esta pirámide es una de las mejor conservadas,y su conformación revela el desarrollo de plata-formas escalonadas que ascienden desde el extremodel lado norte hacia el sur donde alcanza la mayoraltura con unos 30 m de elevación. Al extremosuroeste también se presenta el mayor ensancha-

investigaciones arqueológicas sostenidas y de políticas de puesta en valor. Sin embargo, la ignorancia y el consumado desprecio deestos monumentos por parte de las más altas autoridades han resultado en su grosera mutilación y lamentable desaparición. Podríaseñalarse aquí tan sólo unos cuantos datos de la crónica de esta aberrante y penosa destrucción. La construcción en los años 20 dela avenida Venezuela, en ese entonces bautizada irónicamente “Progreso”, mutila severamente el sector suroeste de la HuacaAramburú (13) y atraviesa cortando en dos la ciudad prehispánica. En los años 40 el gobierno de Prado construye un estadio,cuyas obras se emprenden utilizando la Huaca Concha (12) como cantera de material de relleno para las graderías, el que ademásse adosa y superpone al mismo montículo. En los años 50, se instala en el sitio el campus de la ciudad universitaria de San Marcos,donde la construcción de los pabellones educativos arrasa con todos los montículos menores del sector norte del sitio. En los 60el Parque de Las Leyendas ocupa con sus instalaciones gran parte del sector sur del complejo arqueológico. En la segunda mitadde los 80, el gobierno del Dr. García otorga títulos de propiedad a los ilegales ocupantes de áreas arqueológicas (intangibles) depropiedad del estado, desatando la urbanización en gran parte del complejo. Finalmente (?), el Ministerio de la Presidencia delIng. Fujimori realiza en los años 90 obras de ampliación del estadio de San Marcos, acometiendo —50 años después— nueva-mente contra los escasos vestigios arqueológicos de la Huaca Concha, impidiendo trabajos de rescate arqueológico ante laimpostergable inauguración de una obra de evidente carácter propagandístico.

Fig. 280. Maranga. Plano ge-neral de las edificaciones mo-numentales correspondientes alcentro urbano teocrático de laépoca Lima (Canziani 1987).

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miento del montículo, lo que se genera por el desa-rrollo de plataformas más bajas, a modo de apén-dices, que se proyectaban hacia el oeste y sur. Laacuciosa observación de Middendorf (1973: 63)lo lleva a señalar que no se trataba tan sólo deldesarrollo de plataformas escalonadas y ascenden-tes, ya que la cima de estas también sirvió de basepara la erección de una serie de estructuras arqui-tectónicas que las coronaban y cuyos muros deadobe evidencian enlucidos de barro y acabadoscon pintura amarilla (Tello 1999: 85). Reciente-mente la Universidad de San Marcos ha emprendi-do trabajos de investigación arqueológica que es-tán revelando la naturaleza y complejidad de estasestructuras arquitectónicas y su probable función.

En cuanto a los materiales y técnicas construc-tivas, se aprecia el empleo de estructuras de rellenomasivo de pequeños adobes paralelepípedosmoldeados a mano, conformando bloques cons-tructivos que sirvieron para la erección de las plata-formas constitutivas del volumen piramidal. Pareceque también esta técnica constructiva se combinócon la de las cámaras rellenas con basura, tierra,ripio e inclusive cantos rodados (Tello 1999: 38).

Al extremo norte del complejo se encontrabael segundo montículo en importancia, que es co-nocido como Huaca Concha (12), sin embargo

esta fue destruida casi en su totalidad con la cons-trucción del estadio de la Universidad de SanMarcos. A partir de las antiguas aerofotografíasdel sitio (SAN 1944) se puede apreciar que estaedificación se desarrolló también con el eje ma-yor coincidiendo con el eje principal del sitio, eigualmente presentaba su mayor ancho en el ex-tremo suroeste, pero en este caso por la presenciade una plataforma baja que se proyectaba hacia elsureste. Middendorf (1973: 63) registra que estemontículo habría sido el más alto del conjunto,midiendo 210 m de largo y 105 m de ancho en elextremo norte, no pudiendo medir el extremo quepresentaba el ancho mayor. También alcanza undato sumamente significativo, al señalar que estemontículo se diferencia de los anteriormente ob-servados, por cuanto no exhibe rastro alguno delos pequeños adobes utilizados usualmente comomaterial constructivo, de lo que deduce que eneste caso singular se habría empleado tan sólo tie-rra y piedras (ibid.). Sin embargo, posteriormen-te en algunos trechos del montículo se observóestructuras hechas con adobes semicúbicos hechosa mano, al igual que celdas constructivas rellena-das con cantos rodados, especialmente en la cús-pide, lo que explicaría su abundancia en la super-ficie de la Huaca (Tello 1999: 84).

Fig. 281. Maranga. Vista de un corte al sur de la Huaca San Marcos, que exhibe las características constructivas de las plataformas macizas,conformadas por aparejos de pequeños adobes modelados a mano (Canziani).

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Mientras tanto, al sur de la Huaca Aramburúse encuentra la Huaca 21, a la que Tello (ibid)hace varías referencias mencionándola como la“reniforme”, por la singular forma arriñonada desu planta. Anteriormente, el montículo fue tam-bién descrito por Middendorf (1973: 61-63 y pla-no pág. 57), quien observa a que la parte más altadel montículo se encontraba al sur este alcanzan-do unos 25 m de altura. Hace referencia tambiéna un corte vertical en el sector, en el que se apreciala estructura construida con pequeños adobescúbicos (Canziani 1987: fig. 3).

En varios sectores del centro urbano se ha do-cumentado una serie de evidencias que permitensuponer que las edificaciones piramidales y losdemás montículos menores que sobresalen en lasuperficie del sitio no estaban aislados sino másbien rodeados por la concentración de otras estruc-turas de posible carácter residencial y público. Asílo demuestran los hallazgos de recintos o cuartosde aparente función doméstica en sectores al sur-este del complejo; al igual que el hallazgo casual,en las excavaciones para la construcción de lo queiba a ser la sede del Museo Nacional, de un granmuro hecho de pequeños adobes y enlucido porambas caras, que media en corte más de 1 m deespesor y unos 2 m de alto, cuya base se encontra-ba a 2.5 m del nivel actual del terreno y que seubica a unos 600 m. al este del eje principal delsitio, entre los montículos 20 y 31. Estos datosdemuestran claramente que lo que se aprecia enla superficie del sitio es tan sólo la “punta del ice-berg” y que la ausencia de excavaciones arqueoló-gicas sistemáticas en sitios estratégicos de tan vasta

área han impedido hasta la fecha conocer la tramaurbana subyacente y la naturaleza de la poblacióny actividades que en ella tuvieron lugar. Como yalo señaláramos en los resultados del que fue unode nuestros primeros trabajos de campo, el cen-tro urbano ceremonial de Maranga debió ocuparen los Andes Centrales un lugar de primer ordendurante el período de los Desarrollos Regionales,si bien las investigaciones sobre el sitio no corres-pondan a esta realidad (Canziani 1987: 11).

Finalmente, es importante señalar que si bienel complejo de Makat-tampu, ubicado unos 1,500m al sur del río Rímac y a unos 2 km al norte delcomplejo de Maranga, posiblemente no formóparte integrante del centro urbano principal, aun-que pudo estar alineado con su eje, debió de estarasociado a este en el manejo del sistema de riego yen la administración de la producción agrícola deeste sector del valle bajo. Igualmente Makat-tampu, debió de conectarse con el complejo deMaranga, mediante un sistema de caminos quedebió de articular a los sitios principales del valleademás de comunicarlos con los que se encontra-ban en los valles inmediatamente próximos. Entodo caso, dada la escala menor de las edificacio-nes de época Lima registradas en Makat-tampu,podemos presumir que este asentamiento jugó unrol secundario y jerárquicamente dependiente delcentro principal de Maranga.

En Makat-tampu el Dr. Tello reportó la pre-sencia de dos montículos (A y A’) y de un recinto(C) ubicados al suroeste del sitio que presentabanevidencias de arquitectura Lima. En el caso deambos montículos, estos presentaban muros de

Fig. 282. Makat Tampu. Planodel sitio según Julio C. Tello(1999).

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adobón presumiblemente tardíos en superficie, losque se superponían a núcleos constituidos pormuros y rellenos constructivos de adobitos tantorectangulares como cúbicos. En el caso del recin-to, en su interior se observó vestigios de algunosmuros construidos con adobes pequeños rectan-gulares. Estos importantes datos evidencian lapresencia de estructuras originarias de época Limaen este sector del sitio (Tello 1999: 118-119).

El complejo de la Huaca Pucllana

Este importante complejo de la época Lima seubica en el sector sur del valle bajo del Rimac, enlo que hoy día corresponde al distrito deMiraflores, y está emplazado en un terreno llanopropio del piso aluvial del valle con clara voca-ción agrícola. Dada su importancia fue destacadocomo uno de los sitios principales de la ocupa-

ción temprana del valle desde las primeras explo-raciones y estudios arqueológicos desarrolladospor Middendorf (1973) y Uhle (1970: 388). Esteúltimo reporta a la “Huaca Juliana” junto conAramburú (Maranga) como los dos principalessitios con edificaciones piramidales tempranas enel Rimac. Posteriormente este monumento tam-bién fue afectado severamente por el proceso deurbanización de la zona desde inicios de los 40, sibien felizmente se ha logrado conservar el montí-culo principal y algo de las áreas adyacentes, de-sarrollándose en las recientes décadas investiga-ciones arqueológicas y programas dirigidos a lapuesta en valor del complejo.

A diferencia de Maranga, donde el complejourbano se organiza sobre la base del ordenamien-to axial de los montículos principales, aparente-mente en Pucllana la organización del sitio estu-vo nucleada entorno a un gran montículo

Fig. 283. Huaca Pucllana. Fo-tografía aérea del comple-jo arqueológico ya afectadopor la expansión urbana. Nó-tese al sur y sur oeste (abajode la fotografía) una serie deplataformas y montículos queconstituían parte del comple-jo hoy desparecidos. (ServicioAerofotográfico Nacional1944; Agurto 1984).

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piramidal, alrededor del cual se desarrollaron gran-des plazas y recintos de función ritual y adminis-trativa, además de plataformas y montículos ba-jos, de los cuales ya no se perciben rastros debidoa la urbanización de estas áreas, lo que de paso haimpedido conocer de la posible existencia de es-tructuras residenciales y, como consecuencia, delos datos que pudieran proporcionarnos algunosalcances acerca de la composición y niveles deconcentración de la población que habitaba eneste tipo de complejos.

Sin embargo, Julio C. Tello (1999: 67) descri-be la presencia no solamente de la Huaca Pucllanasino también de otra menor que se ubicaba unos50 m, al sur y que presentaba planta cuadrangu-lar y unos 10 m de altura, con la superficie cu-bierta de cantos rodados. Este montículo o plata-forma se podía observar aún en la aerofoto de 1944ya afectada por el proceso de urbanización, al igualque otro pequeño montículo al sur oeste ya par-cialmente destruido en ese entonces y que el Dr.Tello intentó proteger de su inminente destruc-ción total (ibid: 70-72). Igualmente, del ladoOeste de la pirámide podía todavía observarse enlas aerofotos de 1944 un gran muro que corríaparalelo al eje de la Huaca principal, a unos 80 a

100 m de su base, y que posiblemente correspon-día al cercado de una gran plaza observada porMiddendorf durante su visita al sitio, cuando se-ñalaba que ... “Esta colina artificial es muy larga,pero relativamente poco ancha. En el lado orientadohacia el mar, hay un campo rectangular cercado porun muro de 480 pasos de largo y 70 de ancho, osten-siblemente un patio extraordinariamente largo, enuno de cuyos lados se halla una fortaleza construidadel modo ya indicado. La base de la colina es tanlarga como el campo cercado de muros” (Middendorf1973: 71-72). En el archivo del Dr. Tello (1999:72) también se menciona la presencia de por lomenos un muro que “...es de adobitos rectangulares,como los de Aramburú, y se halla revestido con barro”.

El montículo principal de la Huaca Pucllanapresenta una orientación de unos 20º noreste, loque permite establecer ciertas analogías con laorientación del complejo urbano de Maranga queresulta bastante similar. En cuanto a las dimen-siones de planta del montículo, este alcanza unos275 m a lo largo del eje mayor con un ancho varia-ble que va incrementando hacia el sur, desde unos75 m en el extremo norte, a 100 m en el sectorcentral, hasta unos 120 m en el extremo sur. Tam-bién la Huaca Pucllana comparte con las pirámi-

Fig. 284. Huaca Pucllana.Reconstrucción isométricade un patio con estructurasescalonadas y evidencia depostes de una aparente es-tructura techada (Vásquez1984: fig. 3).

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des de Maranga, especialmente con la HuacaAramburú o San Marcos, una planta de corte sub-rectangular a la que se adicionan plataformas ovolúmenes, a modo de apéndices, en la esquinasuroeste del montículo. Otro rasgo de similitudes que el volumen del montículo presenta el desarro-llo de plataformas escalonadas que ascienden pro-gresivamente desde el extremo norte hacia el sur,donde también la Huaca Pucllana alcanza su ma-yor elevación con una altura de unos 20 m. Igual-mente, en la Huaca Pucllana se registran evidenciasde recintos y otras estructuras arquitectónicas quese edificaron sobre la cima de las plataformas.

En la construcción de la pirámide se ha em-pleado los típicos pequeños adobes, si bien pare-ce que la construcción de los volúmenes de susplataformas no fue realizada masivamente conadobe, ya que hay evidencia de grandes muros decontención o rellenos constructivos de adobe quecontenían rellenos de tierra y material suelto, loque ya fuera observado por Middendorf (1973:72) en ciertos cortes que presentaba el montícu-lo. La Huaca Pucllana igualmente presenta evi-dencias de superposiciones arquitectónicas, tantoen el cuerpo del propio montículo como en elcaso de las estructuras anexas que se desarrollaronen su entorno.

Las excavaciones desarrolladas en las áreas alnoreste de la base de la pirámide han revelado uncomplejo sistema de plataformas, patios y recin-tos (Flores 1981, Vásquez 1984). Algunas de es-tas estructuras parecen corresponder a espacios deacceso al edificio mayor, donde las plataformasescalonadas y sus desniveles fueron conectadosmediante rampas que resolvían el ascenso inicialhacia los niveles altos de la pirámide. Algunos delos espacios expuestos por las excavaciones arqueo-lógicas corresponden a dos grandes patios conse-cutivos, delimitados por gruesos murallones deadobe que corren paralelos en dirección este-oes-te y que organizan con sus ejes el planeamientode este sector. El primer patio, ubicado al este,presenta un muro transversal que lo separa delsegundo patio e incluye una plataforma baja a lacual se adosa una rampa que conduce al accesoque da paso al segundo patio. El segundo patio,ubicado al oeste y más próximo a la base de lapirámide, presenta en el extremo oeste dos ban-

quetas escalonadas adosadas a un gran muro de1.6 m de espesor, en cuya esquina noroeste se in-terrumpen las banquetas y se define un vano quedaba acceso a una rampa de ascenso hacia unaplataforma de nivel superior. Es de gran relevan-cia el hallazgo de evidencias de una doble hilerade postes de madera, que se dispusieron regular-mente frente a las banquetas a 2.9 m entre sí y a2.6 m de distancia entre las dos hileras. La pre-sencia de estos elementos de soporte vertical per-mite inferir la existencia de una zona techada enel extremo oeste del patio, proporcionando unacobertura especial del frontis del patio caracteri-zado por el despliegue de las banquetas escalonadas(Vásquez 1984: fig. 3 y 6).76

Las analogías en cuanto a la recurrencia de cier-tos patrones urbanísticos y arquitectónicos, asícomo la relativa proximidad (8 km) entre los dossitios principales Lima de la margen izquierda delvalle bajo del Rimac, plantean una evidenteinterrelación entre el complejo de Maranga yPucllana. Por otra parte, las evidentes diferenciasde magnitud entre los dos sitios pudieran haberexpresado una determinada diferenciación jerár-quica y una posible dependencia de Pucllana conrelación a Maranga. Cuestiones que son de graninterés para comprender las características del ur-banismo de esta época y la aparente existencia deuna entidad política —por lo menos en este sec-tor del valle— que esperamos las investigacionesarqueológicas que se desarrollan en estos comple-jos arqueológicos ayuden a dilucidar.

La ocupación Lima en el valle medio delRimac

Cajamarquilla y Vista Alegre

La ocupación Lima interesó también de maneraimportante el sector del valle medio del Rimac, laque debió estar asociada al manejo de estas am-plias zonas que presentan tierras con una excelen-te vocación agrícola. Para el manejo de este sectordel valle fue imprescindible también que los Limadesarrollaran, mantuvieran y administraran unsistema de irrigación que asegurara la productivi-

76 Podría anotarse como un aspecto de interés en cuanto a los antecedentes formales, que la composición de estos elementosarquitectónicos: patio / atrio, con banquetas adosadas a un muro o plataforma, y asociadas con el acceso a los niveles altos de laedificación; así como el dominio de un eje visual y de recorrido orientado de este a oeste, es bastante similar a la que exhibierontempranamente los patios o atrios de montículos piramidales correspondientes a la tradición Paracas (Canziani 1992)

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dad en ambas márgenes de este sector. Coinci-dentemente los sistemas de canales que dan lugaren la margen derecha al llamado “valle” deHuachipa, como en la margen sur al de Ate, po-drían haber tenido origen en estos tiempos, yaque los cursos de estos canales parecen haber esta-do relacionados con la presencia estratégica de dosimportantes asentamientos Lima en las respecti-vas márgenes del valle medio: Cajamarquilla yVista Alegre (o Catalina Huanca).

En el caso de Cajamarquilla, las investigacionesarqueológicas en esta ciudad dominada por lasconstrucciones del Intermedio Tardío han reporta-do la abundante presencia de materiales culturalesdel período Lima, al igual que distintas evidenciasde estructuras de esta época con los típicosadobitos bajo las estructuras tardías (Tello 1999).Antes de esto ya Uhle [1910] (1970) había reporta-do la existencia de un extenso cementerio asociadoal centro urbano y que correspondía mayormenteal Lima tardío o Nievería. Unos 2 km al oeste deCajamarquilla se encuentra también una pirámideLima de menor tamaño conocida como HuacaTrujillo, la que se encuentra aislada, si bien conevidencias de estructuras menores en su entorno,lo que permite suponer que podría haber corres-pondido a un centro ceremonial de menor nivelque los examinados anteriormente (Stumer 1954:133). El hecho de que Cajamarquilla haya tenidouna ocupación con aparente continuidad hastaépocas bastante más tardías, con la consecuentesuperposición de estructuras e intervenciones ur-banísticas, dificulta la definición clara de las ca-racterísticas que pudo tener este asentamientodurante la época Lima.

En el caso de Vista Alegre o Catalina Huanca,se ha reportado que esta tenía como núcleo cen-tral una pirámide masiva con una rampa centralprincipal la que estaba rodeada por 5 montículosmenores (ibid: 132-133), además de la presenciade grandes complejos amurallados con recintosmenores en su interior, que podrían recordarnoslos de Cerro Culebra. Lamentablemente no sabe-mos si estas edificaciones fueron contemporáneasa la pirámide o si fueron remodelaciones más tar-días de la misma. En cuanto a las técnicas y mate-riales constructivos se señala que si bien en lamayoría de los casos las edificaciones privilegia-ron la construcción masiva con los pequeños ado-bes modelados a mano, también está presenteesporádicamente la tapia. Sin embargo en VistaAlegre la situación se invertiría: el edificio estaríaconstruido mayormente con tapia y la presenciade los adobes sería limitada (ibid: 133).

Evidencias de la ocupación Lima en Pachacamacy Lurín

En el célebre complejo arqueológico dePachacamac existen importantes vestigios de unatemprana ocupación correspondiente a la épocaLima, que presenta como un elemento relevantela presencia de montículos piramidales con plata-formas escalonadas construidas con los pequeñosadobes de esta época. Tres de estas edificacionesse concentrarían sobre los promontorios que do-minan el sector sur del complejo arqueológico,compartiendo al menos dos una orientación no-reste suroeste: el denominado Templo Viejo dePachacamac y el que luego se convertiría en elTemplo Pintado con los agregados y remode-laciones tardías; mientras que un tercer montícu-lo, de planta y orientación hoy desconocida peroposiblemente similar a los anteriores, se encon-traría bajo las estructuras del Templo del Sol deépoca inca. Adicionalmente, existe otro montí-culo en el sector noroeste, que presenta la mismaorientación aun cuando se encuentra bastante de-formado por la erosión y al cual Tello denominóTemplo de Urpay Huachac. Así mismo existenrestos de edificaciones menores con muros deadobitos que se localizan en la proximidad delMuseo de Sitio de Pachacamac. Esto último daríaidea de la posible existencia de otras estructurasde menor envergadura, tanto públicas como do-mésticas, aglutinadas en torno a las edificacionesmonumentales conformando un centro urbanoteocrático que luego fue desdibujado por las su-cesivas ocupaciones tardías.

El primero en registrar estos indiciostempranos en Pachacamac fue Uhle [1903](2003), quien a finales del siglo XIX encontró queen los niveles inferiores de la secuenciaestratigráfica que culminaba con la ocupacióninca, se hallaban materiales culturales tempranosque los antecedían, incluyendo estructuras con lostípicos pequeños adobes Lima. Uhle reporta es-tos hallazgos principalmente en la base norte delviejo Templo de Pachacamac y en los alrededoresy bases del Templo del Sol. En el corte de Uhle(2003: fig.3) publicado también por Strong yCorbett (1943: fig. 2) se aprecia claramente, bajolas estructuras de las plataformas escalonadas delviejo templo de Pachacamac, el hallazgo de pisosy muros de contención asociados a la época Lima,los que pudieron formar parte de plataformas es-calonadas de este antiguo templo.

Posteriormente, los trabajos de Strong yCorbett (1943) corroboraron esta información,

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5. LAS PRIMERAS CIUDADES 273

al desarrollar excavaciones que intervienen la basedel Templo del Sol en el flanco Este, confirman-do la presencia de estructuras construidas conpequeños adobes y asociaciones culturales quecorresponden a la época en cuestión y a las que seles superpuso tardíamente la edificación Inca. Deigual manera, observan en un gran corte que des-ciende del lado noreste de la terraza más alta deltemplo, la presencia de estructuras de adobesmoldeados a mano asociados con materialcerámico de época Lima, justo debajo del pisoexistente en la terraza superior del templo inca(ibid: 39). Conjugando estos datos, provenientestanto del examen de la base como de los nivelessuperiores del Templo del Sol, y que revelan larecurrente presencia de estructuras arquitectóni-cas de época Lima, se puede inferir que el edificioinca fue construido incorporando bajo sus plata-formas las de un antiguo templo piramidal quedebió tener un notable volumen.

Además de este montículo de forma y volu-men desconocido cubierto por el Templo del Sol,tendríamos al Este el montículo llamado Templo

Viejo o Templo de Pachacamac que presenta unaplanta rectangular orientada noreste–suroeste yque tiene un ensanchamiento en su extremo no-reste. A estos dos montículos se agrega uno más alnorte conocido como el Templo Pintado, por susplataformas escalonadas con evidencias de pintu-ra mural, que corresponderían a remodelacionesde las fases finales del período (Nievería) y alHorizonte Medio. A esta misma época tambiénpodría corresponder el gran recinto cuadrangularque rodeó estas pirámides y estructuras, destacan-do el espacio de mayor significación ceremonial.

Es relevante notar como en esta época tem-prana el emplazamiento de las principales edifi-caciones ceremoniales de Pachacamac privilegiael promontorio elevado que se encuentra al surdel sitio. Este es un lugar con un paisaje muy es-pecial, desde el cual se contempla el árido desier-to bordeando el verdor del valle bajo, como tam-bién hacia el este y sur el río que corre a su desem-bocadura en el mar, mientras que hacia el sur yoeste se dominan los humedales que anteceden alas playas y el horizonte marino, del cual emerge

Fig. 285. Pachacamac. Fotoaérea en al que se ha resalta-do los posibles edificios mo-numentales de época Lima.Al sureste el Viejo Templo dePachacamac, con las platafor-mas hacia el noroeste, cuyasremodelaciones tardías co-rresponden al Templo Pinta-do. Al sur oeste, los indiciosde otra edificación piramidalde la época Lima a la que sele superpuso el Templo delSol durante la ocupaciónInka. Al noroeste el montí-culo conocido como UrpiWachac.

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la enigmática silueta de la isla de Pachacamac y suséquito de islotes.77

En resumen, si además de este importantenúcleo de montículos emplazados en el sector surdel sitio, consideramos el montículo de UrpayHuachac y algunas otras evidencias de edificacio-nes menores en el sector norte, podemos suponerque el centro urbano teocrático de época Limadebió de alcanzar una extensión de unas 40 Hamanifestando ciertos rasgos similares en su orde-namiento y configuración respecto a Maranga(Canziani 1987). Si bien Pachacamac durante estaépoca debió ser un centro algo menor con rela-ción a Maranga en el Rímac, es evidente que cons-tituyó el sitio principal Lima en el valle de Lurín.

No está claro cual fue la relación del centroceremonial Lima de Pachacamac con otros sitiosLima asentados en el valle de Lurín, ni tampocolo está cual pudo ser el patrón de asentamiento enel valle durante este período. En los trabajos deEarle (1972) así como en los de Patterson et al.(1982), se propone un modelo de desarrollo ex-pansivo de la entidad política Lima desde el vallebajo, para desde allí incursionar en el valle medioy medio alto. De acuerdo a estas propuestas, estaexpansión implicaría el desarrollo de obras de irri-gación que posibilitaron la intensificación de laproducción agrícola en estos sectores del valle. Deotro lado, el que muchos sitios Lima en el valle deLurín se emplacen en las cimas de los cerros y queevidencien rasgos de fortificación, daría a enten-der que esta expansión no estuvo exenta de con-flictos con las poblaciones locales del valle o conlas que presionaban sobre sus importantes recur-sos desde las zonas altas del mismo. En todo caso,la posible esfera de control político del centro ce-remonial Lima de Pachacamac habría estado res-tringida a los sectores bajo y medio del valle deLurín, ya que Earle (ibid: 476) señala la inexis-tencia de algún sitio con rasgos monumentales entodas las secciones examinadas en la parte alta delvalle, lo que estaría indicando que las poblacio-nes de estos sectores habrán mantenido un altomargen de autosuficiencia.

El valle de Chincha y los asentamientos dela época Carmen y Estrella

Durante el período se manifiestan en el valle deChincha dos fases: una temprana denominadaCarmen que sucede al Paracas Necrópolis o Topará,y otra más tardía conocida como Estrella, identifi-cadas principalmente por los correspondientes esti-los cerámicos, así como por los patrones construc-tivos asociados a su arquitectura (Wallace 1971).

Si examinamos el patrón de asentamiento entérminos generales, como parte de una sola épo-ca, en la distribución de los sitios se aprecia unacierta continuidad con relación a la precedenteépoca Paracas, si bien se advierte una tendencia alincremento del número de sitios localizados en lamargen sur del valle, especialmente en el sectormedio. Al mismo tiempo, se observa una distri-bución más homogénea de los asentamientos, conmuchos de ellos localizados en el piso del valle,ocupándose zonas que no registrarían anteceden-tes en las fases precedentes. Este es el caso de si-tios importantes como Huaca Santa Inés (PV.57-5) y de la agrupación de montículos del complejoEstrella (PV.57-53, 54, 55 y 160). Por el contra-rio, en la zona norte del valle bajo, se observa unaocupación escasa, si bien con una tendencia cre-ciente con relación a las fases anteriores en la zonade transición del valle bajo al medio de la mismamargen, con la presencia de sitios como PV.57-134, Cruz de La Molina (PV.57-132), Huallanca(PV.57-133) y Condorillo (PV.57-121), y en elvalle medio con sitios como La Esclusa (PV.57-100, 102) (Canziani 1993: fig. 4).

En cuanto al tipo de sitios, estos son bastantesimilares a los de la época Paracas, es decir montí-culos piramidales o montículos de plataformasbajas; sitios habitacionales; y obras de infraestruc-tura agraria; a los que se agrega un nuevo tipo desitios, cuales son los cementerios (Ibid: 102).

En cuanto a los montículos, en términos ge-nerales, llama la atención la drástica reducción dela inversión en la construcción de arquitecturamonumental durante el período. En la mayoría

77 No es casual que en esta localización se hayan concentrado algunas de las principales intervenciones arquitectónicasposteriores y especialmente la Inca, al igual que no es casual que las tradiciones míticas que perduraron hasta nosotros se hayannutrido con la magia de un escenario tan atractivo (Rostworowski 1992; Taylor 1987).

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de los casos se verifica la reocupación de montí-culos piramidales construidos durante la épocaParacas, donde aparentemente las intervencionesson también puntuales o, inclusive, irrelevantes.Esto se verifica especialmente en el sector sur delvalle bajo, como es el caso del complejo San Pa-blo (PV.57-8, 9, 37 y 44) y de las Huacas Campa-na (PV.57-51), Mensías (PV.57-50) y de otros si-tios que se localizan en proximidad del viejo cau-ce del río. Mientras tanto, los sectores central ynorte del valle bajo no presentan una mayor con-tinuidad de ocupación, donde presumiblementese abandonan importantes complejos de épocasanteriores como la Huaca Santa Rosa (PV.57-87),Alvarado (PV.57-10) y La Cumbe (PV.57-3).

Solamente en contados casos se aprecia la cons-trucción ex novo de montículos. Sintomáticamenteestos corresponden mayoritariamente a los sitiosque aparentemente ocupan por primera vez laparte media del piso del valle, lo que se manifes-taría especialmente durante la fase tardía Estrellacon la erección de las Huacas Santa Inés (PV.57-5), Monserrate (PV.57-117), Ronceros (PV.57-

39), y de los montículos del complejo Estrella(PV.57-53, 54, 55 y 160). Sin embargo, es de notarque de estos solamente la Huaca Santa Inés ha-bría alcanzado un volumen de cierta envergadu-ra, lo que daría a entender que tuvo una posiciónjerárquica privilegiada con relación a los otrosasentamientos que tan sólo presentan montículospequeños o vestigios de plataformas bajas, comoes el caso del Complejo Estrella. Lamentablementela Huaca Santa Inés ha sido seriamente afectadapor el trazo de la carretera que se dirige a El Car-men y el puente sobre el río Matagente, lo que haprovocado el corte de lo que debió ser la parteprincipal y más alta del montículo y la mutilacióno desaparición de las plataformas más bajas. Estaspenosas condiciones impiden actualmente conocercual pudo ser la orientación y conformación ori-ginal de esta edificación, que constituiría el prin-cipal monumento construido durante esta época.

Aparentemente los edificios monumentales delperíodo mantienen ciertos cánones arquitectóni-cos propios de las épocas tempranas, como es elcaso de la planta rectangular y de la orientación

Fig. 286. Sitios del período de los Desarrollos Regionales Tempranos en el valle de Chincha (Canziani 1993).

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en dirección este-oeste, si bien no está claro si semantuvo la volumetría escalonada que exhibenlos montículos Paracas, dado que lamentablemen-te no se conservan edificaciones que hayan man-tenido su fisonomía original a causa de las poste-riores reocupaciones y, mayormente, debido a lasdestrucciones modernas.

Sin embargo, para este período se han registra-do por lo menos dos casos que rompen inusual-mente con esta constate en la orientación. Se tratade montículos conformados por plataformas ba-jas de planta rectangular orientados de norte a sur.Dos de estos se registraron en el sitio PV.57-134,del que lamentablemente se constató su destruc-ción en 1990, y uno al oeste del sitio de Condorillo(PV.57-121) también afectado por un intensoproceso de destrucción al haber sido invadido porpobladores. Sintomáticamente en ambos casos sedocumentó la singular existencia de pilares cua-drangulares, así como de muros y otras estructu-ras construidas con distintos tipos de adobes, des-de los hemiesféricos a los hemicilíndricos.

A propósito de los materiales constructivos,tenemos durante el período una notable variedadde tipos de adobes con formas distintas. Los ado-bes continúan siendo elaborados a mano y sinmolde y presentan durante la fase Carmen formasde tipo hemisférico —que son los más popula-res— mientras que otros con forma de disco cilín-drico son menos comunes. Durante la fase Estrellase afirma un adobe singular de forma hemicilín-drica, con una ligera combadura o adelgazamien-

to en la sección central del lomo curvo. En esteúltimo caso, se aprecia su empleo tanto para laelaboración de muros simples como de doble cara,disponiéndose los adobes en un aparejo alternocon las bases planas rectangulares hacia abajo.También es de notar que para la ejecución de losrellenos constructivos de las plataformas, se reali-zaron muros de contención formando cámaras derelleno. Es decir, que a diferencia de los rellenosmasivos con adobes propios de la época Paracas,en este caso las plataformas que conformaron losmontículos se construyeron mediante pequeñascámaras con muros de adobes hemicilíndricos quefueron rellenadas con tierra suelta, cascajo y pie-dras, tal como se observa en Huaca Santa Inés yen plataformas del complejo Estrella.

Además de los sitios que tuvieron como ejeedificios de aparente carácter público, también severifica un notable incremento y desarrollo deasentamientos habitacionales de característicasaparentemente aldeanas. Este tipo de sitios sonrelativamente extensos y se localizan preferente-mente en los márgenes del valle, sobre terrazasnaturales áridas y elevadas con relación al fondodel valle, lo que les otorga una posición de domi-nio visual sobre los campos agrícolas de los alre-dedores y los canales de riego que los bordean.Este es el caso de Pampa del Gentil (PV:57-64) ydel sitio PV.57-140, que se localizan en la margensur del sector medio del valle, y en los que se re-gistra una continuidad de ocupación que se re-montaría hasta la época Paracas Cavernas.

Fig. 287. Huaca Santa Inés.Corte de las estructuras cons-truidas con adobes hemicilín-dricos, en las que se apreciasuperposiciones arquitectóni-cas (Canziani 1993).

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5. LAS PRIMERAS CIUDADES 277

El sitio de Pampa del Gentil (PV:57-64), pre-senta una notable concentración de estructurasformadas por recintos de distintos tamaños, enun área de por lo menos 3.5 ha. y cuyo trazo, sibien tiende a la ortogonalidad, no evidencia pla-nificación si no mas bien la progresiva agregación,adosamiento y superposición de estructuras. Enel borde de la terraza que domina el valle se ubi-can pequeños montículos orientados este-oeste,cuya morfología y materiales constructivos indi-carían su filiación temprana (Paracas). La confi-guración de sitios como Pampa del Gentil y delsitio PV.57-140 en el valle de Chincha, cuya ocu-pación correspondería mayormente a la fase Car-men, es bastante similar a la de otros sitios con-temporáneos de la región, como es el caso de DosPalmas en el vecino valle de Pisco (Rowe 1963,Wallace 1971: 83-84).

En este tipo de asentamientos son dominan-tes las estructuras habitacionales y sólo compren-den un número limitado de pequeños montícu-los —como se registra en el borde norte de Pam-pa del Gentil (PV:57-64)78— mientras que enotros como Condorillo (PV.57-121) se presentanagrupaciones de pequeños montículos asociadosa algunas áreas que parecen corresponder a unaocupación habitacional. Queda por investigar lascaracterísticas y el rol de esta arquitectura públicamenor en este tipo de asentamientos, sea que setrate de edificios de función comunal o ceremonialen asentamientos donde la función habitacionalparece primar, en mayor o menor grado.

Concluyendo esta breve reseña sobre la ocu-pación del valle de Chincha durante este período,nos parece importante advertir la lectura de unaposible ampliación del área agrícola del territoriodel valle, especialmente en el sector medio —don-de se ubican los principales asentamientos Estre-lla— al igual que en el sector sur del valle bajo. Aeste propósito se observa que los sitios Estrellajalonan el curso medio del río Matagente y el cur-so del viejo cauce en el valle bajo, lo que podríaestar indicando el desarrollo de sistemas de irri-

gación a partir de estos cursos de agua. Así mis-mo, es también factible que se iniciara la irriga-ción de la margen norte del valle ya que —deli-neando lo que pudo ser el trazo de un canal prin-cipal y límite de los campos de cultivo en eseentonces— se encuentran los sitios 134, Cruz deLa Molina (132), Huallanca (133) y Condorillo(121); y se localizan sitios como La Esclusa (100,102), que se ubican estratégicamente en puntosdonde hasta la fecha se encuentran las bocatomasde los canales que irrigan la margen norte del va-lle (Canziani 1993: 106).

De otro lado, la evidente limitación de la in-versión en el desarrollo de arquitectura públicamonumental y la aparente ausencia de sitios conuna clara identidad urbana, podrían estar señalandoun cierto estancamiento en los niveles de acumu-lación de excedentes productivos o la alteraciónde los mecanismos de apropiación de estos exce-dentes, que anteriormente habrían posibilitado eldesarrollo de una elite y de entidades políticas detipo teocrático durante la época Paracas. Pareceresultar de estas restricciones una serie de limita-ciones en la consolidación de una elite sacerdotaly del cuerpo de especialistas que opera con ella,79

así también en la conformación y consolidaciónde la organización estatal, a diferencia de lo quehemos visto acontece en otras regiones de la costaperuana al norte de Chincha (Canziani 1993: 106).

Estos aspectos evidentemente requieren demayores investigaciones, que permitan ahondarel estudio de un interesante caso que indicaría lacontemporánea vigencia durante el período encuestión de formas de desarrollo “desiguales”,donde la necesidad prioritaria de concentrar lainversión social en el desarrollo de la infraestruc-tura agraria, podría haber resultado en formas dedesarrollo que no pasaban necesariamente por elestablecimiento de organizaciones políticas esta-tales, asociadas al desarrollo de complejos urbanoteocráticos, donde se manifiesta de manera patenteuna colosal inversión en la arquitectura públicamonumental, propia de Gallinazo, Moche o Lima.

78 Los montículos presentes en Pampa del Gentil (PV.57-64) se localizan en el borde norte del asentamiento, desde donde sedomina el valle agrícola y son también visibles desde los campos de cultivo del sector. Esta es una típica localización de losmontículos del período Paracas Cavernas en esta zona del valle de Chincha, como es el caso de Cerro del Gentil (PV.57-59) yChococota (PV.57-63). Precisamente, los materiales constructivos expuestos en algunos cortes y la propia forma de los montícu-los de Pampa del Gentil, estarían confirmando su correspondencia a este período temprano. Queda por establecer si estos mon-tículos fueron reutilizados durante las fases de ocupación Carmen, si se les asignó otra función o si para entonces ya se encontra-ban en abandono.

79 Nos parece sintomático que las manufacturas, especialmente la cerámica de las fases Carmen y Estrella, muestren unafactura que no necesariamente exigió una elevada especialización; como tampoco revelan la existencia de un arte oficial o emble-mático que sirviera de soporte de expresión ideológica a una eventual entidad política.

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80 Rowe (1963: 302) sostenía en ese entonces que “...Durante el Período Intermedio Temprano muchos sitios que represen-tan grandes ciudades se conocen para el sur y el centro del Perú, pero ninguno ha sido reportado en el norte” (nuestra traducción).Y es luego de esta discutible introducción, que presenta como primer caso de un “gran asentamiento urbano” del período en laCosta Sur a Dos Palmas. (Para una revisión crítica al respecto ver: Canziani 1992: 113-116)

Algunos asentamientos Carmen en el vallede Pisco

En el cuello del valle de Pisco y en su margenderecha se ubica el sitio Carmen de Dos Palmas.Este sitio tiene gran relevancia porqué fue citadopor el Dr. Rowe (1963: 302-303) como un claroejemplo del urbanismo temprano que surgía enla Costa Sur,80 posiblemente esta apreciación fueacentuada por el gran impacto visual de una foto-grafía aérea tomada por Shippe y Johnson a ini-cios de los años 30 (ibid) en la que se aprecia unaalta concentración de estructuras en el flanco deuna terraza árida. El asentamiento habría tenidouna extensión de unas 15 ha y las estructuras quelo conformaban tendían a presentar plantasortogonales, así como algunos muros perimétricosentre conjuntos o en los límites de ciertos sectoresdel asentamiento. Igualmente, entre la trama delas estructuras aglutinadas, se observa claramentela presencia de algunos espacios abiertos a mane-ra de pequeñas plazas.

Sin embargo, en el conjunto no se percibe unatraza planificada sino más bien algo irregular. Tam-poco se observan indicios de edificios prominen-tes que pudieran haber cumplido funciones pú-blicas, y análogos a los documentados ampliamen-te en sitios urbanos contemporáneos. Wallace(1971: 83-84) informa que estas estructuras esta-ban construidas con paredes de piedras y que co-rrespondían a cuartos contiguos de diferentes ta-maños y formas. Lamentablemente informa tam-bién de la acelerada destrucción del sitio, que yase encontraba cortado por un camino y en granparte afectado por la expansión agrícola, lo queha imposibilitado su deseable investigación.

Sobre la base de las características que exhibíaDos Palmas y dada su fuerte similitud con las quepresentan sitios contemporáneos, como Pampa delGentil y PV.57-140 en el valle de Chincha, pode-mos suponer que las estructuras de este asenta-miento correspondían a los cimientos de conjun-tos de viviendas que fueron mayormente cons-truidas con quincha. Pensamos también que Dos

Fig. 288. Dos Palmas. Vista aérea oblicua tomada en 1931 del extenso asentamiento, ya desaparecido, en la que se aprecia su extensión ynotable aglutinación de estructuras (Rowe 1963).

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Palmas pudo ser el resultado de un proceso deagregación y superposición de estructuras, simi-lar al que presentan los sitios chinchanos antesmencionados, con un carácter presumiblementerural y de aparente función habitacional.

Además de compartir la ubicación en el cuellode los valles, estratégica con relación al manejodel sistema de irrigación y de las tierras agrícolas,la fuerte similitud entre los sitios del valle deChincha y Dos Palmas en el de Pisco, debió sertambién resultado de una estrecha interrelaciónde sus respectivas poblaciones. Efectivamente, tan-to Dos Palmas como (PV.58-2) otro sitio Car-men de características al parecer similares (ibid:82-83), se encuentran en la margen de la PampaCabeza de Toro, una gran quebrada lateral del vallede Pisco que se proyecta hacia el norte y el vallede Chincha, mientras que los sitios Pampa delGentil y PV.57-140 se encuentran próximos a laPampa del Carmen y a la Quebrada de Arrieros,que se extienden al sur este del valle de Chincha.De modo que la convergencia de estas dos gran-des quebradas forma una vía natural, utilizada enépoca prehispánica y hasta la fecha para comuni-car los cuellos de ambos valles, mediando entreellos una distancia de tan sólo 20 km.

Por su parte Silverman (1997) documenta consus excavaciones en Alto del Molino, un sitioCarmen en la margen izquierda del valle bajo dePisco. El sitio presenta varios montículos bajoscuya estratigrafía reveló una ocupación tempranacorrespondiente a Paracas Necrópolis (faseChongos) de carácter doméstico, a la que se su-perpuso la ocupación Carmen. Esta última fasese caracterizaría por ciertos rasgos arquitectóni-cos que podrían indicar una función pública, sibien las edificaciones no alcanzarían característi-cas monumentales.

Efectivamente, en el montículo de la Huaca 2se registraron tanto una escalinata central con co-rredores, orientados de norte a sur, como otra es-calinata lateral que asciende de oeste a este. Laescalinata central estuvo finamente enlucida yconservaba trazas de pintura amarilla y roja, aligual que el corredor que la antecede que estuvopintado de rojo. Entre los escombros de esta área,se encontraron también fragmentos de pinturamural con diseños geométricos policromos, querecuerdan los que luce la cerámica. Los muros

fueron construidos mayormente con cantos ro-dados unidos con mortero de barro y se registrótambién la técnica de las cámaras de relleno parala edificación de las plataformas. Adicionalmente,en uno de los recintos excavados se expuso unahilera de 3 pequeños cubículos cuadrangulares de1 m. de lado (ibid: 450, fig. 11), cuya configura-ción permitiría suponer una posible función des-tinada al depósito.

La sociedad Nasca y la cuestión de susposibles formas de urbanismo

Durante el presente período se desarrolló en lacosta sur del Perú la sociedad que conocemoscomo Nasca.81 Su desarrollo tuvo como área nu-clear los valles de Nazca, sin embargo compro-metió al valle de Ica y posiblemente también al dePisco, al norte de la región, mientras que hacia elsur su presencia se registra de modo consistentehasta Acarí, si bien su influencia pudo alcanzarlocalidades como Yauca, Chala y otras aún más alsur (Silverman y Proulx 2002: fig. 4.3).

Como se ha señalado ya en el Capitulo 1, estaregión sureña de la costa se caracteriza por su acen-tuada aridez, dado que las cuencas altas de susvalles son comparativamente más reducidas quelos de la costa central y norte, y son también másescasas las precipitaciones pluviales que se produ-cen estacionalmente en ellas. De modo que losríos de la región presentan un limitado caudal,por lo que usualmente se agotan en los tablazosdel desierto y no llegan a desembocar sus aguas almar.

Es de notar que los valles de esta región nodesarrollan en sus zonas bajas los característicosdeltas aluviales propios de los valles que hemosvisto en las regiones del norte y centro de la costaperuana. Por el contrario, los ríos de esta regiónsur generan oasis con vocación agrícola en zonasrelativamente alejadas del litoral y en proximidadde las estribaciones de la cordillera occidental delos Andes. Así, por ejemplo, el valle de Ica luegode su curso descendente hacia el oeste desde laparte alta del valle, al ingresar al tablazo desérticomodifica su curso en dirección sur, donde se de-sarrolla una importante área agrícola. Mientrasque, luego de Ocucaje y Callango, se encañona y

81 Concordamos con la propuesta de Silverman (1993: ix) de establecer la convención ortográfica para denominar con eltérmino Nasca (con s) a la sociedad o cultura prehispánica, diferenciándola del término Nazca (con z) empleado para referirse alárea geográfica, río y población moderna.

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no ofrece mayores áreas con posibilidades agríco-las hasta su desembocadura en el litoral.

En el caso del río Grande de Nazca, se producela singular confluencia de varios ríos tributarios,encajados en una serie de quebradas, que al unirseforman pequeños valles agrícolas que se desarro-llan a unos 60 a 40 km del mar y a una altitudentre 600 a 300 msnm., como son Palpa, Ingenioy Nazca, antes de confluir en el río Grande, conuna extensión relativamente limitada de tierras decultivo que tan sólo alcanza unas 13,000 ha(ONERN 1971). En el subsiguiente tramo de sucurso hacia el oeste, luego del oasis de Coyungo aunos 30 km del mar, el río Grande tiende a enca-ñonarse en el tablazo y ya no ofrece mayores tierrasde cultivo en esta última parte de su recorrido.

Si bien los valles de Nazca y Palpa están sepa-rados del de Ica por extensas pampas áridas pro-pias del tablazo desértico, es de notar que la des-viación del curso del río Ica hacia el sur lo aproxi-ma progresivamente al río Grande de Nazca,especialmente en la parte baja de ambos valles,donde resulta que sus respectivas desembocadu-

ras al mar se encuentren a poco menos de 20 kmde distancia entre sí. Esta singular característicageográfica debió dar lugar a un intercambio rela-tivamente fluido entre ambos valles, favorecien-do la constitución de esta “área nuclear” Nascaque se aprecia con fuerza en la cultura materialque comparten las poblaciones de Nazca e Icadurante el período.

En cuanto a la economía de los Nasca, sabe-mos que en un medio de extremada aridez susposibilidades de desarrollo agrícola debieron deenfrentar condiciones adversas, como la ya men-cionada limitación de tierras con vocación agrí-cola, unida a la severa escasez del recurso agua y laconsecuente restricción para desarrollar ampliossistemas de irrigación (Kososk 1965, Silverman1993a, Silverman y Proulx 2002). Sin embargo,es de resaltar aquí que, en el esfuerzo por revertirestas condiciones, se construyeron ingeniosos sis-temas de puquiales y de galerías filtrantes, quetenían por objeto captar el agua subterránea yaprovecharla para el cultivo (Schereiber y Lancho1988). De esta forma y aplicando esta técnica sin-

Fig. 289. Mapa de los vallesde Ica y Nazca con los princi-pales sitios del período(Redibujado de Reindel et al.1999: fig. 1).

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gular en zonas donde el agua no se presenta ensuperficie, se logró el riego que diera sustento aalgunos oasis agrícolas.

Al parecer no fue ajena a los Nasca la ganade-ría de camélidos, dado que su presencia es regis-trada con frecuencia en enterramientos rituales ensus centros ceremoniales, donde se ha documen-tado el aparente sacrificio de decenas de ejempla-res. Igualmente se registra un importante consu-mo para fines de alimentación de la población,siendo común el hallazgo de restos óseos decamélidos en contextos domésticos y de basura-les. También el estiércol de las llamas fue utiliza-do ampliamente como una fuente complementa-ria de combustible. El manejo de los hatos de lla-mas habría permitido una mayor movilidad de lapoblación y el transporte de una serie de produc-tos entre distintas localidades, al igual que lo do-cumentado para otras sociedades andinas. Para elsostenimiento de esta ganadería pudieron apro-vechar los pastos presentes en la cabeceras y par-tes altas de los valles, como también los rastrojosde los campos agrícolas luego de su cosecha (Isla2003: com. pers.).

Pero resulta del todo evidentemente que la baseeconómica agrícola y la dotación de recursos ge-nerada por esta, debió ser bastante más limitadade la que disponían las sociedades de la costa cen-tral y norte, y por lo tanto también la posibilidadde contar con la generosa acumulación de exce-dentes productivos que estas habrían tenido.82 Es-tas diferentes condiciones de desarrollo económi-co podrían ayudar a explicar el contexto en que severifica un desarrollo urbano bastante más conte-nido y una diferenciación social aparentementemenos acentuada. Justamente, el examen de estosaspectos plantea la problemática mayor acerca dela posibilidad de la presencia de organización es-tatal en la sociedad Nasca y, en todo caso, sobre eltipo de organización política que pudieron haberdesarrollado. Temática en la que se postulan dis-tintas posiciones que se encuentran en un intere-sante debate, como veremos más adelante.

Antes de entrar en mérito a las característicasdel urbanismo y la arquitectura Nasca, nos pare-

ce oportuno reseñar algunos aspectos relaciona-dos con el modo de vida de su población y, enespecial, con relación a la producción de sus ma-nufacturas, sus niveles de especialización y desa-rrollo de sistemas de intercambio. Somos de laopinión que el estudio de estos aspectos, referi-dos a los procesos productivos y al modo de vidade los Nasca, pueden brindar la clave para definirmejor las características de esta formación socialy, a su vez, proporcionar elementos fundamenta-les para el análisis de sus patrones de asentamien-to y arquitectura.

En el desarrollo de sus manufacturas los nascadestacan por su sobresaliente arte textil, pero esen la cerámica donde posiblemente alcanzaron elmás alto nivel de expresión cultural. De otro lado,no se registraría un desarrollo mayor en la meta-lurgia y orfebrería; mientras que los sistemas deintercambio con otras regiones parecen haber sidobastante reducidos o limitados mayormente a cier-to tipo de recursos y bienes exóticos.

En la textilería nasca se empleó tanto el algo-dón como la lana de camélidos, con un ampliomanejo de tintes que permitían a sus artesanosdesarrollar motivos decorativos policromos, rea-lizados principalmente mediante la técnica deltapiz o el brocado. Muchos de los diseños decora-tivos de los textiles fueron similares a los que sedesplegaban en la cerámica (Lumbreras 1969:206). Se puede suponer que la calidad de este tipode manufacturas estaría demandando determina-dos niveles de especialización, tanto en los aspec-tos técnicos de su producción como en el manejode los códigos y patrones iconográficos de los di-seños decorativos (Silverman y Proulx 2002: 61-64 y 152-155). Una expresión de este tipo de es-pecialización productiva estaría documentada conel hallazgo de evidencias asociadas al funciona-miento de un taller textil en la Unidad 7 excavadapor Strong (1957: 28) en el complejo de Cahuachiy que correspondería a la fase temprana Nasca 2.En resumen, se puede considerar que ciertosrubros de la actividad textil proporcionan buenosindicadores de los niveles de especialización pro-ductiva presentes en la sociedad Nasca.83

82 Hay que considerar también que la relativa lejanía del mar de estos oasis agrícolas, debió incidir en una menor presenciade los recursos marinos en el sostenimiento de las poblaciones asentadas en estos, o por lo menos un mayor consumo de energíaspara lograr su aprovisionamiento y transporte desde lugares del litoral distantes decenas de kilómetros.

83 Según los estudios de Sawyer, se pueden identificar ejemplares de textiles Nasca cuya fina manufactura permite inferirtanto la presencia de talleres organizados, como diferencias de status en la sociedad nasca; al mismo tiempo que la uniformidad enel tratamiento de los motivos iconográficos en el diseño de las imágenes, indicaría que este tipo de producción habría estado bajoel control de una jerarquía religiosa (citado por Silverman 2002: 154).

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En cuanto a la cerámica Nasca —cuya manu-factura es la que mayores indicadores de especia-lización productiva presenta— se puede apreciardesde sus fases tempranas la transición con rela-ción a las tradiciones Paracas, cuando la cerámicase decora aún con incisiones finas, pero la pintu-ra ya no es aplicada post-cocción, sino mediantepigmentos aplicados previamente a la cocción delas vasijas. Este sólo dato revela una importanteinnovación tecnológica, que implicó un amplioconocimiento sobre los colores y tonos que pro-ducirá la aplicación de ciertos pigmentos y engobesal ser sometidas las piezas a determinadas tempe-raturas en el proceso de quema, lo que representatambién un avance notable en el control de lastemperaturas y en el dominio de las condicionesideales de cocción por parte de los alfareros nasca.La forma más común de las vasijas finas es la glo-bular con dos picos unidos por un asa puente. Elmodelado de las vasijas es frecuente y los colorescomúnmente utilizados fueron una variada gamade tonos del rojo, rojo púrpura, blanco, negro,naranja, amarillo, marrón y gris (Silverman yProulx 2002: 149-152). Al igual que en el artetextil, en la manufactura de la cerámica decoradacon motivos iconográficos complejos, puedeargumentarse el requerimiento de especialistascomo también ciertos niveles de control sobre lospatrones de diseño ejecutados, por parte de la eli-te que conducía el sistema de culto.

Llama también la atención de los estudiososla presencia de una extraordinaria diversidad deinstrumentos musicales, que incluye antaras,quenas, ocarinas, trompetas, tambores y sonajas,la mayoría de ellos realizados por medio de la ce-rámica. Entre las ofrendas enterradas en contex-tos propios de la arquitectura ceremonial es bas-tante frecuente el hallazgo de instrumentos musi-

cales, especialmente de antaras, lo que sugiere suempleo para el acompañamiento musical de lasfestividades y eventos rituales que se desarrolla-ban en los complejos ceremoniales.84

A partir de la sofisticada y exquisita cerámicaNasca se puede deducir un elevado nivel de espe-cialización productiva. Sin embargo, aun cuandoen los sitios nasca es relativamente común el ha-llazgo de artefactos e insumos asociados a su pro-ducción, como son platos de alfarero, espátulas,pigmentos y pinceles (Isla 1992; Silverman yProulx 2002: 59-61), el hecho de que estos aúnno se hayan encontrado asociados en contextosde áreas de actividad aparente, es decir que aúnno se haya documentado arqueológicamente ta-lleres de producción alfarera en asentamientosnasca, ha llevado a algunos investigadores a sugerirque quizás este tipo de producción alfarera no re-quería necesariamente de una especialización pro-ductiva (Silverman 1993a: 302 y 335; Silvermany Proulx 2002: 59-61 y 149).85 Sin embargo, nosparece prematuro especular con esta presunciónmientras no se documenten casos de áreas de ac-tividad asociadas a algunos de los procesos pro-ductivos propios de la elaboración cerámica, es-pecialmente de la emblemática vajilla fina nasca.

La metalurgia del oro no estuvo del todo au-sente, si bien no conoció el desarrollo espectacu-lar de las culturas norteñas, mientras que existendudas si es que desarrollaron la del cobre dada suescasa representación. En cuanto al intercambio,este se concentró en algunos recursos e insumos,tales como plumas de aves de la Amazonia,obsidiana proveniente de las alturas de Ayacucho;mientras que otros bienes exóticos —con un cre-ciente movimiento desde épocas tempranas enotras regiones— como el mullo (Spondylus), re-gistrarían una presencia bastante restringida.

84 Ver reproducción de una pieza escultórica nasca descrita por Julio C. Tello, que representa un cortejo de un grupo depersonajes tocando y portando antaras, acompañados de perros y guacamayos (Silverman 93: fig. 2.3).

85 El problema de la supuesta ausencia de talleres nasca especializados en la producción de cerámica, difícilmente encontraráuna explicación consistente en analogías etnográficas con comunidades que muestran una “especialización a tiempo parcial” yaque esta responde a contextos históricos bastante diferentes. De otro lado, estas posibles explicaciones podrían conducir a evadirprematuramente una problemática que, por el contrario, exige un estudio más intensivo, mas cuando algunos sitios Nasca depresumibles rasgos urbanos -como Ventilla en el valle de Ingenio- aún no han sido intervenidos arqueológicamente. Este tipo deestudios reviste una especial importancia ya que tiene un evidente compromiso para caracterizar la calidad urbana atribuible aalgunos asentamientos Nasca. De otro lado, es necesario acotar que por el momento tampoco se han documentado talleresdedicados a la producción de cerámica utilitaria, lo que estaría indicando en términos generales que este tipo de contextos puedenser menos formalizados de lo que se supone, como también que los sitios nasca no han sido objeto aún de excavaciones másintensivas, como las que por ejemplo se han dado recientemente en algunos de sitios moche y que han permitido documentarampliamente este tipo de contextos (Russell et al. 1994; Uceda y Armas 1997).

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5. LAS PRIMERAS CIUDADES 283

Los principales asentamientos Nasca

Entre los asentamientos Nasca más representati-vos destaca Cahuachi, un extenso sitio en el vallede Nazca, donde también se encuentran otros si-tios importantes como Cantalloc, El Quemado,Jumana y Monte Grande en la parte baja del mis-mo y Taruga al sur, en la quebrada del mismonombre. Además en el valle de Ingenio se encuen-tra el sitio de Ventilla; mientras que en el de PalpaLa Muña, Los Molinos y Puente Gentil (Isla2003: com. pers.; Reindel et al. 1999, Reindel eIsla 2001; Silverman 1993a: fig.1.3, 1993b;Silverman y Proulx 2002: fig. 5.1).

Cahuachi

Cahuachi se ubica en la margen izquierda del va-lle de Nazca a unos 40 km en línea recta del lito-ral y a unos 20 km al este de la ciudad de Nazca.El sitio se desarrolla a lo largo de la margen surdel valle, que en ese tramo presenta una franjaagrícola de tan sólo unos cientos de metros deancho entre ambas márgenes. El desarrollo en di-rección este–oeste del asentamiento tiene en suzona central —donde se presenta la mayor densi-dad de estructuras— unos 3 km de extensión, pero

que si se incorporan otras estructuras más disper-sas, podría alcanzar hasta unos 5.5 km llegando acolindar hacia el oeste con el sitio más tardío deEstaquería, de lo que resultaría una extensión conun área total de unas 150 ha (Silverman 1993a:figs. 2.3 a 2.6), bastante más amplia y con mayornúmero de estructuras que las que fueron repor-tadas originalmente en el conocido plano publi-cado por Strong (1957: fig.4).

En la conformación del asentamiento destacanuna serie de plataformas y montículos piramidales.Estos han sido construidos aprovechando en granmedida la topografía y configuración natural delos cerros, ya sea incorporándolos al volumen delos montículos o mas bien modelándolos median-te terrazas niveladas que sugieren el desarrollo deplataformas o de pirámides escalonadas.Sintomáticamente estas modificaciones privilegianel flanco norte de las colinas, lo que revela clara-mente la intención de presentar hacia ese frente,que se aprecia desde el pequeño valle, la impresióncorrespondiente a una arquitectura monumental.Muchos de los montículos y plataformas de perfilpiramidal se encuentran enfrentados a explanadasque fueron niveladas, a modo de plazas a veces de-limitadas por otras plataformas o cercadas pormuros bajos (Strong 1957, Silverman 1993a).

Fig. 290. Cahuachi. Plano gen-eral según Strong (1957: fig.4).

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Este tipo de estructuras (montículos y plata-formas) se encuentran separadas entre sí no sola-mente por explanadas y plazas, sino también poramplias extensiones de terreno que se encuentrantotalmente libres de estructuras y que frecuente-mente fueron utilizadas masivamente para finesde enterramiento. En total, estas áreas libres deestructuras representarían unas 125 ha de modoque las ocupadas por montículos y otras estructu-ras se verían reducidas tan sólo a unas 25 ha esdecir poco más del 15% del área total. Estos da-tos y la aparente ausencia de concentracioneshabitacionales y de otras estructuras arquitectó-nicas menores, conducen a Silverman a discutirla reiterada aseveración de muchos autores encuanto a la supuesta condición urbana -y mas aúnde Cahuachi, en cuanto ciudad “capital” de unsupuesto estado expansivo Nasca (Rowe 1963)-considerando que mas bien debería de caracteri-zarse a Cahuachi como “centro ceremonial”, paralo cual encontraría sustento en las recurrentes evi-dencias de ofrendas y otras actividades rituales,incluyendo las de carácter mortuorio (Silverman1993a, Silverman y Proulx 2002).

Sin embargo, otros estudiosos de esta mismatemática plantean algunas advertencias cautelaresal respecto. La primera estaría referida a la reduci-da extensión de las excavaciones realizadas enCahuachi, lo que puede representar una seria li-mitación para disponer de una visión más com-pleta de las características del asentamiento y desus estructuras arquitectónicas. Una segunda, serefiere a la dificultad advertida por distintos in-

vestigadores, de hallar evidencias de contextospropios de áreas de actividad en espacios arqui-tectónicos claramente definidos, lo que lleva apensar en una modalidad de limpieza frecuentede estos espacios; lo que, a su vez, calzaría con elalto contenido de basura —doméstica o no— quese detecta de manera recurrente en los rellenosconstructivos y cuyos volúmenes excederían am-pliamente los deshechos que podrían haber gene-rado actividades esporádicas, propias del modelode peregrinaje sugerido por Silverman (Silverman1993a, Silverman y Proulx 2002). Desde esta ver-tiente, se sostiene que la presencia de arquitecturacon espacios limpios, no podría ser asignada apriori a una función exclusivamente ceremonial,pudiendo haber respondido tanto a funciones detipo público en el ámbito productivo (talleres) yde servicios; como a funciones de tipo residencialy carácter doméstico (Isla 2003: com. pers.).

En cuanto a las características de las técnicas ymateriales constructivos, ya hemos señalado la re-currente modificación de los montículos natura-les, mediante nivelaciones y rellenos que generanterrazamientos con muros de contención. Losadobes empleados en estas estructuras y en losmuros de las edificaciones tienen formas cónicaso semicónicas de base circular y superficie estriada,siendo los más comunes, aunque los hay tambiénen forma de cuña alta, rectangulares convexos eirregulares, a modo de terrones (Strong 1957: 31).En algunos muros los adobes utilizados fuerontodos del mismo tipo, si bien en otros se incorpo-ró más de un tipo de adobe (Silverman 1993a:

Fig. 291. Cahuachi. Foto aéreaoblicua del Templo Mayor(Bridges 1991).

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88-99). Es de notar que no se verifica el empleode moldes para la elaboración de los adobes y lla-ma la atención —por representar una suerte dearcaísmo— la adopción en las construccionesnasca de los adobes cónicos, utilizados otrora enla costa norte.

Los muros raras veces tienen evidencias de pin-tura y parece que en ellos el empleo formal demateriales constructivos fue bastante limitado. Eneste sentido se ha observado que muchas veces losadobes incorporados en la construcción de losmuros tan sólo representan un tercio de su volu-

men, mientras que la mayor parte estaba consti-tuida por trozos de mortero de barro y terrones.Los muros generalmente son de escasa altura yraramente sobrepasan el metro de altura, lo quepermite suponer que la parte superior de los mis-mos se desarrollaba con el empleo de quincha. Laquincha también se utilizó para el desarrollo deparedes estructuradas con postes y horcones dealgarrobo. Postes de algarrobo se utilizaron tam-bién para soportar techos o cobertizos (ibid).

Este es el caso de algunas estructuras excavadaspor Strong (1957: 28, fig 5b y c) que exhibían

Fig. 292. Cahuachi. Plano delsector central según Silverman(1993: fig. 2.4).

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paredes de quincha muy bien acabadas. Se apre-cia en las ilustraciones que el entramado de lascañas de la quincha estaba dispuesto al centro delas paredes, y que este elemento estructural fueluego recubierto con gruesas capas de barro porambas caras, alcanzando finalmente unos 15 cmde espesor. La estructura central de quincha esta-ba reforzada cada tanto con delgados postes dealgarrobo y se puede presumir que estos se pro-yectaban en la parte superior de las paredes paraservir de soporte a las áreas de los ambientes queestuvieron parcialmente techadas. La calidad deesta arquitectura y la consistente presencia de fi-nos textiles en sus ambientes, sirvieron de susten-to para que Strong postulara que se trataría de untaller textil correspondiente a la ocupación NascaTemprano de Cahuachi (ibid.).

Los rellenos de las plataformas fueron realiza-dos utilizando diferentes materiales sueltos, talescomo arena, tierra, vegetales, basura y cascotes deadobe, dispuestos tanto por capas gruesas comoentremezclados. En algunos casos se ha observa-do la presencia de postes de huarango que fueronincorporados en los rellenos y colocados verti-calmente, como si hubieran servido para resolverla estabilidad y controlar las fuerzas laterales ge-neradas por el volumen de estos rellenos. Tam-bién se ha documentado el empleo de rollizos dehuarango como terminación de las gradas de es-calinatas construidas con adobe y barro (Silverman1993a: 122-124).

En términos generales, se puede advertir delos datos reseñados que las edificaciones de

Cahuachi manifiestan un modesto nivel de espe-cialización, así como una limitada inversión en laconstrucción. Esta realidad, confirmaría la per-cepción de que una base económica agrícola conmanifiestas dificultades para lograr generosos ex-cedentes productivos, evidentemente pesó tam-bién sobre la necesidad de contener la inversión yel consumo de recursos orientados a la erecciónde arquitectura monumental.

Otros sitios Nasca

Otros sitios nasca de interés son: Ventilla en elvalle medio de Ingenio, La Muña y Los Molinosen Palpa. De estos Ventilla, ubicado en la margenizquierda del valle medio de Ingenio, es el más impre-sionante ya que en las antiguas fotos aéreas de 1944y 1947 aparece como un gran sitio con cientos deestructuras aglutinadas, terrazas con evidencias deocupación habitacional, complejos cercados pormuros y varios montículos artificiales, alcanzan-do una extensión de por lo menos 200 ha. Desdeeste punto de vista, representaría el mayor sitioNasca superando inclusive a Cahuachi (Silverman1993a: 324-327). Lamentablemente el sitio hasido seriamente afectado por intervenciones pos-teriores dirigidas a expandir el área agrícola delvalle. Por lo demás no conocemos de trabajos conexcavaciones arqueológicas en tan importante si-tio, las que serían de gran relevancia para el cono-cimiento de las características del desarrollo ur-bano y los patrones de asentamiento Nasca. Másaún si se propone que Ventilla pudo constituir el

Fig. 293. Ventilla. Vista aérea del sitio (Servicio Aerofotográfico Nacional 1947; Silverman 2002: fig. 4.1).

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centro urbano que Cahuachi no habría llegado aser (Silverman 1993a: 326; 1993b: 120).

De los trabajos sobre patrones de asentamien-to conducidos por Silverman (1993b, 2002) en elvalle de Ingenio y en el valle medio del Grande, sedesprende en términos generales que en todos lossitios clasificados como “cívico ceremoniales” lainversión en arquitectura monumental fue relati-vamente escasa o en otros estuvo literalmente au-sente. Mayormente se trata de terrazas o de recin-tos cercados, para los cuales se presume una fun-ción comunal, productiva o ritual. Losmontículos, cuando se presentan, son bajos o ela-borados modificando el relieve natural de los ce-rros, de una forma y factura similar a la ilustradaen Cahuachi.

Esta escasa monumentalidad de la arquitectu-ra pública nasca por cierto no invalida la posibleexistencia de determinados niveles de compleji-dad social. En este sentido, llama la atención unaapreciable diferenciación formal de las estructu-ras presentes en los asentamientos, inclusive tra-tándose de sitios pequeños, lo cual podría estarmanifestando el desarrollo de diferentes funcio-nes por parte de estas distintas estructuras(Silverman 2002: 149). Sin embargo, nuevamen-te se deja extrañar una mayor profundidad de lasinvestigaciones, dado que las escasas excavacionesdesarrolladas en asentamientos nasca, dificultanla interpretación de los procesos que se dieron enel curso de su evolución social (ibid: 143).86

Un novedoso e importante aporte en esta di-rección viene de las investigaciones arqueológicasconducidas por Reindel e Isla (2001) en el vallede Palpa, ya que sus excavaciones en Los Molinosy La Muña revelaron la existencia de asentamientosque en su momento pudieron representar sendoscentros regionales. En estos no solamente se re-gistró importantes concentraciones habitacionales,

sino también la presencia de una notable arqui-tectura pública y de grandes tumbas de alto sta-tus. Se postula así que durante sus correspondien-tes períodos de vigencia estos sitios prominentes—en cuanto aparentes centros regionales— for-marían parte de una estructura jerarquizada delos asentamientos en Palpa, que comprendería si-tios menores como caseríos y poblados. Como sepuede apreciar, se trata de datos e interpretacio-nes relevantes, que al expresar niveles de organi-zación y de complejidad social, aportan elemen-tos sustantivos a la discusión acerca de la organi-zación social de los Nasca.

Los Molinos está ubicado cerca de la confluen-cia del valle del río Grande con los ríos Palpa yViscas, lo que da lugar a una de las áreas de culti-vo más amplias de la región. Esta condición favo-rable, unida a la disponibilidad de agua durantetodo el año, habría incidido en la elección de estazona del valle para el establecimiento de un asen-tamiento destinado a trascender las funcioneshabitacionales propias de otros sitios menores. 87

Destaca en la zona central de Los Molinos lapresencia de grandes recintos que se desarrollansobre plataformas escalonadas, las que fueron ni-veladas con el apoyo de muros de contención quealcanzan hasta 2 m de altura. Los recintos sonbastante amplios y están delimitados por gruesosmuros de adobe. El planeamiento es definida-mente ortogonal y la circulación se resuelve me-diante pasadizos y accesos con planta en forma de“L”, donde los desniveles se superan medianteescalinatas y rampas (Reindel e Isla 2001: fig. 3 y5). Los adobes empleados en estas edificaciones,que corresponderían al Nasca Temprano (fase 3),tienen la base ovalada y un cuerpo convexo y sonconocidos como “paniformes”. En el interior delos recintos se efectuaron en algunos casossubdivisiones mediante la construcción de pare-

86 Otra dificultad que advertimos es que la secuencia de las fases cerámicas propuestas por la escuela de Berkeley para lacultura Nasca, sea asumida como equivalente de supuestos estadios evolutivos de la sociedad Nasca (Silverman 2002), no obstan-te los reparos planteados acerca de su propia validación estratigráfica (Silverman 1993a: 37; 2002: 43 y 175). Quizás comoconsecuencia de esta metodología, en la evolución de los patrones de asentamiento nasca se tiene la lectura que muchos sitios dela fase 3 “colapsan” durante la fase 4, para luego ser “reocupados” durante la fase 5 (ibid 2002: 167), cuando podría tratarse de unaausencia estilística que bien pudo no afectar la continuidad de la población en algunos de estos asentamientos (Silverman 1993a:324-327).

87 Esta ubicación estratégica —compartida sucesivamente por el sitio de Los Molinos y luego por la Muña— les permite nosólo acceder a la mayor concentración de tierras con riego (Reindel et al. 1990), sino también enfrentar en las mejores condicio-nes los riesgos generados por eventuales sequías, al tener la incomparable ventaja de tener acceso simultáneo a los caudales de aguade estos tres cauces. Podemos anotar además que la elección de esta ubicación estratégica para los asentamientos de primer nivel,en este caso debió verse especialmente reforzada por las connotaciones rituales y animísticas que entrañan los tinkuy (o tingo), esdecir el aura especial que rodea en la tradición andina a los lugares de encuentro entre ríos, y que habría tenido una especialimportancia en una región árida como Nazca, caracterizada por la generación de oasis de vida y producción en la confluencia delos distintos cauces tributarios de su sistema hídrico (Silverman 2002).

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des de quincha. También se documentaron en lospisos hileras de postes, lo que permite reconstruirque varios de estos ambientes estuvieron techados.

En el sector norte del sitio, se reveló la presenciade dos plataformas en cuyos pisos se encontrarontambién postes de madera, pero en este caso reves-tidos con cañas y barro. Las dimensiones de lospostes y este tratamiento especial daría lugar asuponer que habrían servido para soportar techosde mayor envergadura que los anteriores. Al igualque los grandes recintos, estas plataformas estuvieronconectadas mediante un pasadizo y tuvieron in-

gresos similares con los característicos accesos en“L” con escalinatas (Reindel e Isla 2001: fig. 10).

Se propone para los grandes recintos de LosMolinos una posible función de tipo público oen todo caso residencial de elite, así lo sugeriría laamplitud y calidad arquitectónica de estas estruc-turas que fueron construidas de forma planifica-da, como también la limpieza de los ambientes, aexcepción de un espacio que habría funcionadocomo cocina, posiblemente para brindar servicioa las actividades que se desarrollaban en los recin-tos colaterales. Mientras que las plataformas del

Fig. 294. Mapa del valle bajode Palpa con la ubicación de lossitios Los Molinos y La Muña(Reindel e Isla 2001: fig. 1).

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sector norte podrían haber servido para el desa-rrollo de actividades ceremoniales, dada su co-nexión con los geoglifos que se encuentran enproximidad del sitio.

Los Molinos también presenta importantesevidencias de viviendas sencillas construidas, conpostes de madera y paredes de quincha, donde sereportan abundantes contextos de basura y evi-dencias de actividad doméstica. Estas estructurasde vivienda corresponderían tanto a la época defuncionamiento pleno de la arquitectura pública,

como también al paulatino abandono de esta enfases posteriores (ibid.). Es de notar que este pro-ceso de abandono de la arquitectura pública deLos Molinos, sería coincidente con el abandonode Cahuachi, luego de su apogeo durante la faseNasca 3 (Silverman 1993a, Reindel et al. 1990,Reindel e Isla 2001).

La Muña es un sitio también asociado ageoglifos y bastante próximo a Los Molinos, peroque corresponde al Nasca Medio, una fase de re-composición de la sociedad Nasca luego del aban-

Fig. 295. Los Molinos. Vista aérea oblicua del asentamiento (Reindel e Isla 2001: fig. 37).

Fig. 295. Los Molinos. Planode edificaciones del sectorcentral (Reindel e Isla 2001:fig. 5).

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dono de Cahuachi, donde se configuraría unnuevo ordenamiento político y social (Reindel etal. 1990). La Muña se ubica en la confluencia delos ríos Grande y Palpa. La presencia de arquitectu-ra pública, de grandes tumbas de elite y la concen-tración de viviendas, permite a los investigadoresdel sitio plantear la hipótesis de que debió consti-tuir el centro administrativo regional correspon-diente a esta época (Reindel e Isla 2001: 302; fig. 23).

En el sitio se registraron muros de adobes có-nicos y paredes de quincha asentadas en platafor-mas bajas y escalonadas, asociadas a abundantesevidencias de actividad doméstica, por lo que sepresume que amplios sectores del sito correspon-dieron a zonas de vivienda. Sin embargo, destacaen la parte central del asentamiento la concentra-ción de tumbas que, por sus dimensiones extraor-

dinarias y niveles de elaboración, debieron de ha-ber correspondido al enterramiento de persona-jes de elevado status.

La arquitectura funeraria de La Muña revelapatrones complejos de organización. Las tumbasestaban constituidas —al nivel de la superficie—por una antecámara, formada por un recinto deplanta cuadrangular, en cuyo centro se inscribíauna plataforma baja con banquetas perimétricas.Esta plataforma central en la antecámara servía asu vez de sello del pozo y de la cámara funerariasubyacente. Las cámaras funerarias presentanmuros enlucidos y nichos en algunos casos, sien-do techadas con vigas de huarango cubiertas conuna gruesa capa de piedras y barro. Estos techossirvieron de soporte al gran volumen de arena ycascajo con el que fueron rellenados posteriormen-te los pozos, antes de sellarlos finalmente con lasplataformas. La presencia de postes de madera enlos muros de contención de estas plataformas,permite suponer la presencia de techos sobre es-tas (Reindel e Isla 2001: 303-306; fig. 25, 29).Las características formales de esta arquitecturafuneraria, y especialmente la dotación de plata-formas techadas en las antecámaras, sugieren laperiódica realización de ceremonias posiblemen-te vinculadas con el culto a los ancestros.

Las excepcionales características de esta arqui-tectura funeraria y del ajuar funerario de las tum-bas estudiadas en La Muña, en el ámbito de uncomplejo que asume los rasgos propios de unanecrópolis destinada al enterramiento de perso-najes que habrían tenido el más alto nivel socialdentro de la población Nasca, aportan argumen-tos de peso que contradicen las hipótesis que plan-tean la supuesta inexistencia de marcadas diferen-cias en la sociedad Nasca (ibid: 312).

Como conclusión de estas investigaciones yde sus estudios acerca de los patrones de asenta-miento (Reindel et al. 1999), los investigadoresproponen una estructura jerarquizada de los si-tios Nasca en Palpa, la que habría tenido sucesi-vamente como centros principales a Los Molinos(Nasca Temprano) y a La Muña (Nasca Medio).Desde estos sitios se habría administrado el ma-nejo el sistema de irrigación que hacía posible elcultivo de una de las zonas agrícolas máspromisorias del valle, además de concentrar acti-vidades productivas y ceremoniales del más altonivel asociadas al culto de los ancestros y a losgeoglifos de las pampas.

Se sugiere también que esta estructura jerarqui-zada de los asentamientos Nasca podría replicarseen otros valles de la cuenca, con posibles centros

Fig. 297. La Muña. Plano de planta y corte del complejo funerariocorrespondiente a la tumba 3 (Reindel e Isla 2001: figs. 28 y 29).

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regionales como referentes en cada uno de estos.Se menciona en el marco de esta sugerente pro-puesta a Puente Gentil en el valle de Santa Cruz,Ventilla en el de Ingenio, Jumana en el valle bajoy Cantayoq en el valle medio del Nazca. Propo-niendo que esta posible estructura de organiza-ción jerarquizada, a su vez, podría haber tenidocomo referente supraregional el prominente sitiode Cahuachi (Reindel e Isla 2001: 314).

Finalmente, es de relevancia la apreciaciónacerca de la evolución en la realización de los cé-lebres geoglifos en las pampas y laderas de los va-lles de la región, estableciéndose su estrecha rela-ción con los asentamientos de la población Nasca.Los estudios recientes conducidos en Palpa(Reindel et al. 1999, Reindel e Isla 2001), propo-nen una evolución temporal a partir de losgeoglifos más tempranos de época Paracas, dedi-cados a la representación de motivos figurativosque privilegian las faldas de las laderas, de modoque podrían haber sido apreciados directamentepor la población desde los valles. Posteriormente,

durante el Nasca Temprano, los geoglifos conmotivos figurativos afiliados a la iconografía deesta cultura, se desplazan hacia las elevaciones delas pampas, lo que los desvincula de su aprecia-ción visual desde los valles oasis. Finalmente, enlas fases más tardías las representaciones privile-giarán motivos geométricos generados por líneaso los llamados “campos barridos”.

De esta manera se constituyó un extraordinariopalimpsesto cuya percepción visual no era direc-ta, por lo que debió responder a la construcciónde un enigmático paisaje ritual, en cuanto vastoespacio para el despliegue de actividades ceremo-niales de la mayor relevancia por parte de la so-ciedad Nasca. Podríamos así suponer que en elmundo Nasca las restricciones observadas en laedificación de arquitectura ceremonial de enverga-dura monumental, se vieron compensadas concreces con la generación de un inconmensurableespacio ritual, mediante la imposición del signode los geoglifos al espectacular paisaje de las pam-pas desérticas.

Fig. 300. Geoglifo de las pam-pas de Nazca representando lafigura de una araña (Loayza)

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6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 293

6LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINAWari: la planificación urbana como política de Estado

Introducción

En los Andes Centrales durante el período deno-minado Época Wari (Lumbreras 1981a) o tam-bién como Horizonte Medio (Rowe 1962), quecronológicamente se ubica entre el 600 y el 1000d.C., se asiste a la progresiva declinación de lasformaciones regionales, como también a una se-rie de cambios que afectan la esfera de la culturamaterial e imponen modificaciones sustancialesen los patrones de asentamiento.

Este fenómeno, por una parte, está manifes-tando la crisis de las viejas formaciones teocráticasy, del otro, el surgimiento de nuevas formacionessociales y, entre ellas, de un estado que conoce-mos como Wari, que expresan nuevas formas deorganización económica y social. Se inaugura asíuna nueva época caracterizada por la presencia desociedades con una impronta de corte más civil oseglar y de mayor relevancia política, donde elenorme peso que antes tuvieron la religión y laarquitectura pública ceremonial, fueron dandopaso a formaciones, que estuvieron sustentadaspor un eficiente aparato político administrativo,que les permitió ampliar la base productiva me-diante obras públicas e instaurar una economíade mayor énfasis redistributivo, sin olvidar poresto la organización del ejercicio de la guerra comoun importante componente del poder.

Estas nuevas formaciones económico socialesse verían expresadas —en términos del modelode asentamiento— en ciudades o asentamientosurbanos donde lo central y sobresaliente ya noserá el templo, en la forma de colosales montícu-los piramidales, sino más bien los complejos pa-laciegos de carácter político administrativo. Estanueva época y sus modelos de urbanismo, queinicia con el fenómeno Wari, se proyectará luego

durante el desarrollo de los estados tardíos, espe-cialmente en aquellos asentados en la costa nortey central del Perú.

Sin embargo, con referencia a esta época y alas que le suceden, es importante hacer algunasprecisiones ya que muchas veces se ha sugeridoque a partir de este momento se impondría el ur-banismo en los Andes Centrales. Este es un equí-voco frecuente, que puede dar a entender que an-tes de esta época no existieron formas de vidaurbana o ciudades, lo cual, como ya hemos vistoampliamente, es totalmente inexacto. De la mis-ma manera, para ser más precisos, este nuevo tipode urbanismo evidentemente no excluyó tampo-co la presencia de aldeas y otros poblados comonecesaria contraparte en el ámbito rural. Este untema de relevancia, sobre todo si se pretende exa-minar el modelo de asentamiento impuesto poruna formación imperial en sus dominios provin-ciales, donde históricamente y a nivel universal esrecurrente documentar el urbanismo implantadopor el poder imperial, coexistiendo con pobladosde carácter rural, que mayormente presentan for-mas de organización «espontánea», como tambiénrepertorios culturales fuertemente teñidos por sufiliación étnica y las matrices que definen los com-ponentes locales.

Los antecedentes

Los antecedentes de Wari tienen sus raíces enAyacucho, una región hasta ese entonces algomarginal dentro del proceso civilizatorio de losAndes Centrales, donde la cultura regional Huarpaprocesaría en sus fases tardías algunas innovacionestrascendentes. Se ha señalado la importancia quehabría tenido en el proceso de surgimiento del

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Fig. 301. Mapa con los principalessitios del período:1 Viracochapampa2 Pampa Grande3 San José de Moro4 Galindo5 Honqo Pampa6 Villkawain7 Wariwillka8 Wari9 Conchopata10 Azángaro11 Jincamoqo12 Maymi?13 Cerro del Loro?14 Pikillacta15 Cerro Baúl (Canziani)

fenómeno Wari, los tradicionales contactos de laregión ayacuchana con la costa de Ica y Nazca, asícomo con la sierra sur y el altiplano del Titicaca,desde donde recibiría respectivamente notablesinfluencias de Nasca y Tiahuanaco (Menzel 1964,1967).

Según Lumbreras (1981b: 24) las influenciasde Nasca se darían en las fases tempranas del Ho-rizonte Medio, con estilos como Okros yChakipampa, y serían evidentes inclusive en tiposcerámicos tardíos de Huarpa, donde ya se apreciala incorporación de la policromía; mientras quelas influencias de Tiahuanaco serían algo poste-riores y se manifestarían con el despliegue de al-gunos de sus íconos más destacados tanto en lacerámica decorada como en el arte textil. Bajo estasinfluencias y contactos, la sociedad Huarpa ha-bría procesado una creciente especialización ma-

nufacturera en el campo de la cerámica y los tex-tiles, complementando con estas industrias suscapacidades productivas, en vista de las limita-ciones que presentaba la agricultura en una re-gión donde son predominantes las condicionesde aridez y escasos los suelos con vocación agrícola.

Efectivamente, no obstante las limitacionespara lograr una agricultura excedentaria, la zonapresenta condiciones favorables para la produc-ción de manufacturas, en especial cerámica y tex-tiles. En el primer caso, son abundantes las cante-ras con arcillas de excelente calidad, así como lapresencia de pigmentos y recursos combustibles;en el segundo caso, el valle de Ayacucho está ro-deado de zonas de puna y praderas elevadas queson propicias para la crianza de camélidos (llamasy alpacas) y el manejo de manadas silvestres devicuñas, igualmente se encuentran en la zona ex-

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6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 295

celentes recursos tintóreos orgánicos como la co-chinilla (Dactylopius confusus) que proporcionatonos rojos, y botánicos como la tara (Caesalpinatara) que brinda negros y marrones, el molle(Schinus molle) los amarillos, mientras el añil(Indigofera suffructiosa) los azules, y el aliso (Alnusjurullensis) los naranjas y amarillos, entre otrasplantas que sería largo enumerar (ibid: 50-55).

En el marco de este proceso de creciente espe-cialización manufacturera, se presentarían ciertosindicios que permiten suponer que la sociedadHuarpa en sus fases tardías, estaba transitandohacia ciertas formas de urbanismo, cuyos avancespodrían haberse plasmado inicialmente con laconstitución de dos conspicuos centros urbanos:Conchopata y el propio sitio de Wari, que testimo-çnian una importante evolución posterior (ibid:42, 60).

Es interesante notar que en Conchopata se hareportado una alta densidad de ocupación, pre-sentándose una organización de las estructuras ar-quitectónicas con patrones rectangulares, con unared de vías de circulación y sistemas de canaliza-ción del agua. En los sectores excavados los con-juntos arquitectónicos presentan patios, alrededorde los cuales se desarrollaban los recintos que ser-vían como lugar de residencia y producción a losartesanos, mayormente especializados en la ela-boración de cerámica policroma. En todo caso,de estos dos posibles núcleos urbanos primigenios,sólo Wari alcanzaría un desarrollo mayor, mientrasque Conchopata habría asumido un rol secunda-rio y quizás dependiente del centro principal (ibid:31, 61-62).

Se ha sugerido que Conchopata podría haberconstituido el antecesor del modelo de organiza-ción urbana que evolucionaría a formas rígida-mente planificadas en otras ciudades Wari, comoPikillacta y Viracochapampa (Pozzi Escot 1991:91). Sin embargo, también se afirma que su ocu-

Fig. 302. Mapa de la región de Ayacucho con la localización deWari, Conchopata, Azángaro y otros sitios arqueológicos de la época(Isbell 2001: fig. 3)

Fig. 303. Plano de un sector deConchopata con indicación delas estructuras con planta enforma de “D” (Isbell 2001: fig.10).

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1 Lumbreras (1981b: 63 y 75) estima una extensión de la ciudad entre 120 a 150 ha que parece más ajustada a la realidad yde acuerdo a las mediciones de los planos publicados (Williams 2001: fig. 3).

pación es contemporánea con la ciudad de Wari,por lo que parece más apropiado explicarnos lasdiferencias no tanto a partir de una lógicaevolucionista, sino más bien desde el punto devista funcional. A nuestro entender, la afirmaciónde las unidades modulares con patio central sedaría en Wari en el marco de los lineamientos delas políticas de planificación estatal, que tiene porobjeto generar una trama urbana que resuelva lasactividades administrativas, productivas, ceremo-niales y residenciales, de acuerdo con el modeloconceptual de organización del espacio urbanoliderado por la elite política. Mientras tanto, enConchopata habrían continuado vigentes los pa-trones mayormente «espontáneos», donde las edi-ficaciones se construían en una constante agrega-ción, de lo que resultaría su trazado algo irregular.

Desde el punto de vista funcional, Conchopatarevela un fuerte énfasis en los aspectos residencialesy productivos de sus habitantes, mayormente espe-cialistas alfareros dedicados a la producción masivade cerámica fina. Por lo tanto, nos parece factibleexplicarnos las diferencias a partir de estos aspec-tos, que otorgarían a Conchopata un mayor pesocomunal y productivo, donde su larga tradicióncomo centro manufacturero de eximios ceramistas,le podría también haber conferido cierto margende autonomía con relación a la autoridades polí-ticas que sentaron sus reales en la ciudad de Wari.

La extensión de este importante asentamien-to, ubicado sobre una terraza elevada en proximi-dad de la ciudad de Ayacucho, se estima en algomás de 20 ha. En Conchopata, además de las no-tables evidencias de talleres de alfareros, se hanregistrado importantes hallazgos de ofrendas decerámica destruida ritualmente; así como la pre-sencia de por lo menos dos estructuras con plantaen forma de «D» asociadas a una aparente funciónceremonial. Sin embargo, la construcción del aero-puerto de la ciudad y una expansión urbana irres-ponsable han conducido en las últimas décadas ala progresiva destrucción de la mayor parte delsitio, haciendo peligrar las escasas áreas arqueoló-gicas conservadas (Isbell 2001, Pozzi Escot 1991).

La capital Wari en la cuenca de Ayacucho

El sitio arqueológico de Wari se encuentra en-clavado en la región de Ayacucho, y se sitúa a

unos 2,700 msnm localizándose en una planicieelevada que separa las cuencas de Huanta al nor-te y la de Huamanga al sur. Lumbreras (1981b)hace referencia a una región oriental relativamen-te húmeda y otra occidental más árida. Esta po-sición especial debió ser elegida por su ubica-ción estratégica con relación a los recursosagrícolas de los valles inmediatos y a la pobla-ción que estos albergaban. Rodeando estas cuen-cas se despliegan extensas zonas de puna dondelos cultivos y la ganadería de altura, debieron deampliar la gama de recursos alimenticios y pro-ductivos disponibles. La presencia de terrazasagrícolas abandonadas en los alrededores del si-tio, podrían corresponder a los esfuerzos realiza-dos para ampliar el acceso de los habitantes de laciudad a mayores recursos alimenticios.

Se presume que el área general del sitio de Waritendría una extensión de alrededor de 1,500 ha.si bien el área nuclear ocupada por la ciudad co-rrespondería a unas 250 ha1 donde se advierte dossectores principales, uno ubicado al norte del si-tio y el otro al sur. Las diferencias en el estado deconservación y en ciertos rasgos arquitectónicospresentes en uno y otro sector permiten suponerque la ciudad hubiera podido estar dividida endos mitades (Isbell et al. 1991: 20-24).

Podría parecer una paradoja que la ciudad ca-pital de una organización imperial, que impulsa eimpone un urbanismo altamente planificado enmuchas de sus lejanas provincias, no presente evi-dencias de un ordenamiento urbano integral. Sinembargo, este fenómeno es totalmente coherentecon la dinámica de su larga evolución histórica,ya que Wari —al igual que otros centros de for-maciones imperiales— debió surgir aceleradamen-te a partir de un núcleo urbano temprano, cuyocrecimiento y expansión a lo más pudo ser plani-ficado tan sólo al nivel de algunos de sus comple-jos o de determinados sectores urbanos que, entodo caso, tuvieron que implantarse ajustándoseal tejido urbano preexistente.

La ciudad de Wari por esta razón no presentaen su conjunto evidencias de un ordenamientourbano planificado, su plano más bien revela serproducto de un largo proceso de crecimiento gene-rado por el ascenso poblacional y el de sus activi-dades productivas (Lumbreras 1981b: 57). Esteproceso además fue bastante complejo ya que nosolamente se trata de crecimiento, en términos de

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expansión urbana, ya que también existen eviden-cias de grandes obras de remodelación que afecta-ron determinados sectores urbanos, en los que sereemplazó o se superpusieron nuevas estructurasy complejos arquitectónicos, sobre los preexis-tentes (Isbell et al. 1991: 19).

Se podría afirmar que la revolución urbana lle-ga algo tarde a la región de Ayacucho. Es decir,sin que se presenten en ella los complejos antece-dentes que se encuentran ya desde el Formativo,si no antes, especialmente en las regiones costeñasdel norte y centro de los Andes. Sin embargo,mientras el urbanismo de los majestuosos centrosurbanos teocráticos de estas regiones se precipita-ba en una irremediable crisis —acompañando ladebacle de las formaciones sociales que les dieronorigen— en la región de Ayacucho surgía un nue-vo tipo de urbanismo, cuya base social y econó-

mica no habría tenido un sustento inmediato enla capacidades productivas de la agricultura local,que aparentemente no habría alcanzado condicio-nes para ser ampliamente excedentaria.

En todo caso, dado que el sustento del desa-rrollo urbano requiere necesariamente de la gene-rosa disponibilidad de recursos agrícolas, debe-mos pensar que este requerimiento pudo serresuelto ampliando la apropiación de estos en laescala territorial, para lograr así el acopio de losexcedentes necesarios para sostener la economíaurbana. Esta escala ampliada de la base territorialde apropiación pudo ser lograda mediante dis-tintas vías. Entre estas, la notable especializaciónmanufacturera instalada en los asentamientosWari, permitiría pensar en el posible intercambiode productos urbanos, como cerámica o textilesfinos u otros artículos de prestigio, a cambio de

Fig. 304. Fotografía aérea de laciudad de Wari (Servicio Aero-fotográfico Nacional).

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2 Este podría ser otro aspecto que ligaría la evolución de Wari con la influencia Tiahuanaco desde los Andes Centro Sur.Mayormente se ha hecho énfasis en determinados elementos culturales e iconográficos compartidos —como el célebre dios de losbáculos— posiblemente derivados del prestigio de la cosmogonía religiosa altiplánica; al igual que en ciertos aspectos relacionadoscon la lítica arquitectónica, funeraria y escultórica. Sin embargo, no es de descartar el intercambio de otros aspectos menostangibles, pero no por esto menos importantes, como es el caso de las sofisticadas estrategias de integración y colonizacióndesplegadas por Tiahuanaco en el sur andino, articulando los valles occidentales y el litoral de la Costa, con el altiplano circumlacustrey las yungas orientales de Bolivia. Si está probada la coexistencia Wari con poblaciones afiliadas a Tiahuanaco en el valle deMoquegua, no hay razones para descartar esta hipótesis, mas si este contacto se daba en una de las regiones donde esta estrategiaera implementada de manera privilegiada por los tiahuanaco.

productos agropecuarios; el establecimiento deuna dinámica de intercambio que pudo ser im-puesta con mecanismos ideológicos y el uso dela fuerza, funcionales a los propósitos de anexiónterritorial; así como el impulso a la articulacióne intercambio de recursos diversos entre distintasregiones; y la capacidad organizativa del Estadopara establecer sistemas de tributación y movili-zación de la fuerza de trabajo, emprendiendo el

desarrollo de obras públicas (canales, sistemas deandenería) de escala supracomunal, que redunda-ran en la ampliación e intensificación de la pro-ducción. En este contexto, la ciudad de Wari sehabría constituido no sólo en un centro de poder,sino también en el centro articulador de unanovedosa propuesta de integración macrorregio-nal, inédita hasta ese entonces en los AndesCentrales.2

Fig. 305. Plano general de laciudad de Wari (Williams2001: fig. 3).

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Las excavaciones arqueológicas desarrolladas enWari han permitido establecer que en las capas másprofundas de la ciudad se encuentran evidenciasde una temprana ocupación del período de losDesarrollos Regionales, afiliados a la sociedadHuarpa que dominaba la región de Ayacucho du-rante esa época. Sin embargo, dado lo limitado deestas excavaciones, no ha sido posible establecer eltipo de asentamiento presente durante esta época,que bien podría haber correspondido a un pobla-do extenso como también a un asentamiento en elque ya se afirmaban determinados rasgos urbanos.En todo caso, la relativa abundancia de estas eviden-cias tempranas permiten inferir la presencia de unapoblación bastante importante, la que podría haberconstituido una sólida base para el desarrollo ini-cial de la ciudad en ese emplazamiento (ibid: 25).

La transición hacia la conformación de la ciu-dad se habría dado durante el Huarpa tardío y lafase temprana del Horizonte Medio I, asociada alestilo cerámico Chakipampa, tal como lo docu-mentan las excavaciones realizadas en el sector deWari conocido como Moraduchayuq, donde sepresenta una compleja estratigrafía y algunos as-pectos fundamentales para el entendimiento de

la ciudad, desde sus tempranos orígenes y su pos-terior evolución, a través del notable testimoniode una secuencia de remodelaciones (ibid).

Las excavaciones en el sector deMoraduchayuq

En Moraduchayuq, un sector al suroeste de la ciu-dad de Wari, las excavaciones expusieron un po-sible templo, caracterizado por presentar un patioo recinto semisubterráneo de planta perfectamentecuadrangular y cuyos lados de 24 m de largo esta-ban orientados con los ejes cardinales. El piso deeste recinto estuvo cuidadosamente enlucido,mientras que sus muros alcanzaban una altura de3.80 m y presentaban un fino aparejo de piedralabrada. En oposición a los paramentos lisos delinterior del recinto, la cara posterior de los muroses marcadamente irregular, como resultado de lasdiferencias de espesor de los bloques de piedraque conforman su aparejo. Esta evidencia permi-te establecer que estos muros cumplieron la fun-ción estructural de contener los rellenos que ro-dean el recinto y que, por lo tanto, éste fue

Fig. 306. Plano de los principales sectores al norte de la ciudad de Wari (Isbell et al. 1991: plano 1).

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construido ex profesamente como un espacio hun-dido o semisubterráneo (Isbell et al. 1991: fig. 10).

Este posible recinto ceremonial fue integradodentro de un complejo cercado, dado que al Estedel mismo se ubicaron vestigios de dos murallasparalelas que definían un pasaje entre ellas. Estosdatos permiten a los investigadores suponer queya desde esta época se estaban desarrollando en laciudad una serie de complejos cercados, los quecomenzaban a definir una trama urbana con elestablecimiento de determinados ejes de circula-ción que, por lo menos en este sector, tendían aorientarse con los puntos cardinales (ibid: 28-32).

El recinto de Moraduchayuq fue objeto de al-gunas remodelaciones, con eventos de relleno queestuvieron asociados a la elaboración de nuevospisos cada vez más elevados. Algunos de estos pi-sos presentaban evidencias de enlucido con arci-lla blanca y uno de ellos de la aplicación adicionalde pintura roja o rosada. En una de las últimasremodelaciones del recinto, el piso fue recubiertocon lajas de piedra. Finalmente, durante la épocaI B, este posible espacio ceremonial fue rellenadoy sellado para posibilitar la construcción de nuevasedificaciones, cuyos patrones arquitectónicosfueron definitivamente distintos.

Con el desarrollo de este nuevo tipo de estruc-turas arquitectónicas, se percibe que comenzaríana imponerse en la ciudad de Wari, al igual que ensus principales enclaves urbanos, patronesortogonales, que tienden a ordenarse generandounidades modulares. Estas unidades, que en tér-minos generales definen la tipología del urbanis-mo de Wari y que denominamos como kanchaswari, se caracterizan por presentar como rasgorecurrente un patio central rodeado por estructu-ras en galería. A su vez, los muros perimétricosque delimitan estas unidades definían pasajes decirculación, conformando la trama urbana de losdistintos sectores de la ciudad.

Los altos muros de estas estructuras presentancimientos profundos y fueron elaborados con pie-dras rústicas y mortero de barro. La técnica cons-tructiva empleada se denomina de «doble cara»,es decir que las piedras fueron dispuestas con suscaras planas hacia ambos paramentos, mientrasque el interior de los muros era rellenado progre-sivamente con piedras y barro. Tanto en las estru-cturas de las unidades como en los pasajes que lasarticulaban, se verificó que los paramentos de losmuros, e inclusive los propios pisos, fueron termi-nados aplicándoles un enlucido de arcilla blanca.

Fig. 307. Plano del sector deMoraduchayuq (Isbell et al.1991: fig. 6).

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La extraordinaria altura de los muros de laskanchas wari, no habría derivado sólo de la nece-sidad de aislamiento de estas unidades arquitec-tónicas, sino que respondería a la exigencia deldiseño de estructuras que se desarrollaran en másde un nivel, lo que expresa en sus patrones arqui-tectónicos y urbanísticos la búsqueda por partede los constructores wari de un alto coeficientede edificación (Williams 2001: 90-94). 3

Volviendo a Moraduchayuq, es también rele-vante señalar que las excavaciones arqueológicasregistraron en los complejos arquitectónicos lapresencia de varios canales subterráneos revesti-dos y cubiertos superiormente con lajas de piedra,por medio de los cuales se aseguraba tanto la pro-visión de agua como también el drenaje de la mis-ma. El registro de la evidencia del abastecimientode agua en determinados complejos es muy signi-ficativo, ya que podemos inferir que este no eraun elemento aislado o limitado a algunos de estoscomplejos, sino más bien parte de una compleja yextensa red de alcantarillado, diseñada para resol-ver este imprescindible servicio urbano en los dis-tintos sectores de la ciudad.4

Las excavaciones en las unidades expusierontambién una serie de interesantes elementos arqui-tectónicos, como puertas que permitían el accesoy la conexión entre los recintos que los conforma-ban, así como la comunicación de estos con pasajesy patios. Igualmente se documentaron nichos enlas paredes de algunos recintos y, menos frecuen-temente, estrechas ventanas. En ciertos recintosse hallaron ménsulas corridas o cornisamientos

proyectados con relación a la cara de los muros,logrados mediante piedras empotradas en losmuros y alineadas entre 2 a 2.30 m del piso. Esterecurso técnico se utilizó para resolver el apoyode las vigas y de la armadura de madera que des-cansaba sobre estas y que servía de soporte paraasentar finalmente pisos de barro, lo que evidenciael desarrollo de edificios con dos o más pisos dealtura en las kanchas (Isbell et al. 1991: 38-40).5

3 En urbanismo se define como ‘coeficiente de edificación’ la relación existente entre el total del área edificada (o techada) ylos m2 del terreno ocupado por la edificación. Este coeficiente se estima habría sido superior a 2 para ciudades wari comoPikillacta (Williams 2001: 90-94).

4 Este es otro de los rasgos característicos del urbanismo wari , ya que en la mayoría de sus asentamientos se ha reportado lapresencia de acueductos subterráneos. La naturaleza del trazo y construcción de estos canales indica que se trató de un sistemaincorporado a la planificación y desarrollado previamente a la erección de las edificaciones.

5 Los constructores wari recurrieron por lo menos a tres formas distintas para resolver estructuralmente los entrepisos y elapoyo de las vigas de soporte: 1) mediante los cornisamientos o ménsulas ya descritos; 2) con un receso o grada, generado por el

Fig. 309. Croquis ilustrativo delas 3 posibles formas de estruc-turar los entrepisos en las edifi-caciones wari de más de un ni-vel. A.- Mediante un receso enlos gruesos muros que delimi-tan los recintos de las kanchas;B.- Mediante ménsulas corridasgeneradas por piedras empo-tradas en los muros; C.- Me-diante nichos para el empotra-miento de las vigas (Canziani).

Fig. 308. Plano de detalle de un sector del piso y paramentos de laesquina sur oeste del patio hundido de Moraduchayuq (Isbell et al.1991: fig. 10).

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Fig. 310. Planta de 4 unidades patio o kanchas de Moraduchayuq,donde se aprecia los sectores excavados y la exposición de rasgosarquitectónicos de interés como puertas, ventanas, nichos, ménsulas,fogones, y banquetas bordeando el perímetro de los patios (Isbellet al. 1991: fig. 21).

Por su parte, los patios de las kanchas presenta-ron en su perímetro evidencias de banquetas co-rridas, a manera de una vereda que bordeaba suscuatro lados. Estas tenían de 14 a 23 cm de altosobre el nivel del patio y de 1.20 a 1.40 m deancho. Aparentemente estuvieron cubiertas porla proyección de los aleros de los techos, propor-cionando un espacio protegido del sol, la lluvia yde la eventual inundación del patio. De maneraque estas banquetas pudieron constituirse en unlugar abierto y de expansión de los recintos late-rales, bien iluminado y muy adecuado para el de-sarrollo de labores y actividades diarias (ibid: 40).6

Bajo los pisos enlucidos de algunos recintos seregistró la presencia de cistas o cavidades subte-

rráneas, cuyo interior estaba cuidadosamente en-lucido con arcilla blanca y selladas superiormentecon lajas. Esta suerte de escondrijos habrían con-tenido vasijas finas, abalorios de crisocola o demullu, objetos de metales preciosos, así como al-gunos huesos humanos, lo que podría correspon-der tanto a contextos de ofrendas y entierros se-cundarios, como también a su posible uso comocompartimientos ocultos, donde sus habitantesatesoraban sus más preciadas pertenencias (ibid:41-42; figs. 18 y 19).

Finalmente, la presencia de fogones7 y mesasde piedra, ilustran aspectos propios de la vidadoméstica en ciertas áreas de las kanchas. En elcaso específico de Moraduchayuq, parece que lapreparación de alimentos fue una actividad relati-vamente puntual y restringida a ciertos ambientes.Esto permite suponer que si bien las unidades deeste complejo tuvieron una función predominan-temente residencial, no se excluye que otros espa-cios de las mismas pudieron resolver otras fun-ciones de tipo administrativo o productivo. Estaposibilidad se ve reforzada por la variada gama derecursos consumidos, y también por el predomi-nio de tiestos correspondientes a vajilla para elservicio de bebidas y alimentos, así como para laconservación y consumo de bebidas como la chi-cha. Estos rasgos testimonian que sus habitantesgozaban de ciertas prerrogativas y atribuciones destatus, que debieron corresponder a clases urba-nas de un nivel social intermedio relacionadas conel desempeño de actividades especializadas(Brewster-Wray 1989; Isbell et al. 1991: 41-45).

Cheqo Wasi constituye uno de los sectores lo-calizado al suroeste de la ciudad de Wari, espe-cialmente caracterizado por la notable presenciade complejos y recintos que contienen una seriede estructuras líticas semisubterráneas. Aparente-mente estas habrían servido de cámaras funera-rias, en cuanto mausoleos destinados a personajespertenecientes a la más alta jerarquía social.

La mayor parte de estas cámaras presentan dosy hasta tres niveles y están elaboradas con grandesbloques monolíticos finamente labrados. Muchaspresentan grandes losas horizontales haciendo las

adelgazamiento del tramo superior de los muros; 3) mediante pequeños nichos dispuestos horizontalmente para empotrar en elloslos extremos de las vigas. Es importante notar que si bien en sus edificios de más de un piso se utiliza uno u otro sistema, enalgunos casos también se observa el empleo combinado de dos sistemas distintos en los muros de un mismo recinto.

6 Esta es una costumbre muy difundida y que se conserva hasta hoy en las poblaciones de las zonas alto andinas, dondemuchas actividades asociadas a las labores y vida doméstica se desarrollan en el entorno de los patios o, en todo caso, en espaciosexteriores de las viviendas, generalmente oscuras debido a las limitadas fenestraciones impuestas por la frigidez del clima.

7 Es interesante señalar que uno de estos fogones, dispuesto en el extremo de un recinto en galería (R-179) en un lugaraparentemente mal iluminado, presentaba sobre él un pequeño nicho cuyo dintel estaba impregnado de hollín, dando a entenderque había servido para alojar un candil e iluminar esa parte del ambiente mientras se cocinaba (Isbell et al. 1991: 41 y fig. 21).

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veces de pisos, en cuyos lados se apoyaron los blo-ques que operaban como paredes perimétricas,mientras otros bloques sirvieron como tabiquesdivisorios de los distintos compartimientos en queestaban divididas la cámaras. Así mismo, otrosgrandes bloques horizontales sirvieron de entre-pisos en las que tuvieron más de un nivel, o comotecho cubriendo la parte superior de las cámaras.

Un detalle notable es la presencia recurrente,en uno de los lados interiores de las cámaras, desendas ranuras de sección semicilíndrica y que re-corren verticalmente las cámaras en sus diferentesniveles, desde el piso hasta el techo, donde en elmismo eje de la ranura, las losas presentancoincidentemente una perforación cilíndrica. Lascaracterísticas tan peculiares de estos rasgos, po-dría estar sugiriendo rituales asociados a ofrendasdestinadas a los difuntos depositados en estosmausoleos, ya que su diseño excede supuestos re-querimientos de ventilación que, además, no seajustan a la función funeraria de las cámaras.

Las excavaciones desarrolladas en el sector deVegachayoq Moqo, expusieron un recinto de apa-rente función ceremonial con una peculiar plantaen forma de «D», es decir con un trazo semicircularque presenta un frente rectilíneo (Gonzáles Carréy Bragayrac 1986; Bragayrac 1991). Hoy se cono-ce la presencia de una serie de edificios con estetipo de planta en un muchos de los sitios princi-pales con ocupación Wari, como son Mongacha-yoc y Cheqo Wasi en el propio sitio de Wari(Benavides 1991); Conchopata (Pozzi-Escot1991); Honqo Pampa (Isbell 1989) y en el lejanoenclave de Cerro Baúl (Williams e Isla 2002). Lascaracterísticas singulares del diseño de planta de

este tipo de edificaciones, la convierte en un ele-mento diagnóstico de la presencia Wari, al igualque otros rasgos propios de los patrones arquitec-tónicos impuestos por la organización imperial.

En el el caso de Vegachayoc Moqo, se trataríade la mayor estructura de este tipo conocida hastaahora, con unos 20 m de diámetro. El frente rec-tilíneo de la estructura semicircular con planta en«D» se orienta al norte, donde presenta un únicovano de acceso de 1.55 m en el eje central. Losmuros, que alcanzan 1.65 m de espesor, conteníannichos en los paramentos interiores, con excep-ción del interior del muro norte donde se ubicael acceso. Estos nichos tiene la particularidad depresentar un planta trapezoidal, siendo más an-chos en el fondo y ligeramente restringidos en elfrente. Una característica similar presentan tam-bién los nichos que se ubican en los recintos engalería que se encuentran a los lados de la estruc-tura principal con planta en D. Estas edificacioneslaterales, plataformas y grandes murallas definie-ron un espacio de planta trapezoidal que sirvióde marco para el edificio principal de aparentefunción ceremonial (Bragayrac 1991: fig. 3 y 4).

Todos los muros de estos edificios, revelandosu importancia y su posible función ceremonial,estuvieron enlucidos con barro y luego con unafina capa de arcilla blanca. Existe evidencia deque adicionalmente se aplicó pintura de color entonos crema, rojo ocre y negro cenizo (ibid: 79).

En cuanto al sustento y caracterización econó-mica de la ciudad de Wari, a la ya señalada impor-tancia de las manufacturas de cerámica y textilería,y a la necesaria presencia de un sistema de distri-bución e intercambio (manufacturas / alimentos)

Fig. 311. Vista de una cámaralítica en el sector de CheqoWasi (Canziani).

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304 JOSÉ CANZIANI

Fig. 313. Vegachayoc Moqo.Edificaciones en el perímetrodel templo que muestran evi-dencias de nichos y de sistemasconstructivos de dos pisos, sos-tenidos alternativamente porménsulas (derecha) o salientesen los muros (izquierda) parael soporte de las vigas queestructuraban los entrepisos(Canziani).

que garantizara el sustento alimenticio de sus ha-bitantes, Lumbreras (1981b: 68, 74) señala laposible existencia de un importante componenterural de la población concentrada en la ciudad,estableciendo analogías con las referencias acercade las formas de organización de la fuerza de tra-bajo en el estado Inka. Este señalamiento podríaconectarse con otro (ibid: 73), donde advierte quelas características climáticas y ecológicas de lacuenca ayacuchana en la que se encuentra la ciu-

dad de Wari, presenta tradicionalmente entre 3 a5 meses del año libres de laboreo agrícola, con elperíodo mayor en las zonas bajas, que en contra-partida ofrecen abundantes recursos para la ela-boración de los productos manufacturados. Seplantea así, implícitamente, una forma de mane-jo de los ciclos de ocupación laboral que buscaríala maximización del empleo de la fuerza de traba-jo, como la que señala Golte (1980) en su trabajosobre la racionalidad de la organización andina.

Fig. 312. Vegachayoc Moqo.Isometría del complejo(Bragayrac 1991: fig. 3).

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6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 305

Esta hipótesis es sumamente sugerente, más si sepropone con relación al análisis de la composi-ción de la población urbana o semiurbana con-centrada en la ciudad, en el marco general de laarticulación de las relaciones ciudad-campo.

La dinámica de la expansión territorial Wari

Aún no es posible definir claramente las causasque derivaron en el proceso de expansión del Es-tado Wari, así como los momentos en que estefenómeno interesó progresivamente diferentes re-giones de los Andes Centrales. Sin embargo, al-gunas evidencias apuntan a sugerir que la expan-sión y consolidación de la dominación Wari podríahaber tenido avances sucesivos a lo largo del espi-nazo andino y, desde estas regiones alto andinas,su consecuente proyección hacia los valles occi-dentales de la costa. De esta manera, se puede su-poner que la expansión Wari habría podido tenerun comportamiento análogo al que siglos despuésprotagonizarán los inka en su expansión a lo lar-go de los Andes. A este propósito, es muy suge-rente el planteamiento de Menzel (1977) cuandoseñala que los patrones de las evidencias que co-rresponden a una época del Horizonte Medio, sonmuy similares a los de la época Inka, en el sentidode inferir que estos también reflejarían la existen-cia de una entidad imperial (véase Cuadro).

La primera época de expansión se daría haciala segunda mitad del siglo VI d.C. y corresponde-ría al período Horizonte Medio 1A y 1B (Menzel1964) e involucraría, además de la región deAyacucho, la costa sur de Nazca e Ica y la centralhasta el valle del Santa; mientras que a lo largo delos Andes llegaría hasta el Callejón de Huaylas(Lumbreras 1981b: 42, 79-81).

Una segunda época de expansión se daría alre-dedor de los siglos VII al X d.C. durante el Hori-zonte Medio 2A y 2B, donde se alcanzaría en lasierra norte las cuencas de Huamachuco yCajamarca, con proyecciones hacia la costa nortede los valles de Trujillo y Lambayeque; mientrasse proyecta al sur de las regiones del Cusco, Sicuaniy Arequipa, e inclusive con una sorprendente pre-sencia en el valle alto de Moquegua, que tiene porcentro al emblemático sitio de Cerro Baúl.

Sin embargo, investigaciones más recientes es-tán señalando que la mayor expansión de Waripodría haberse dado más tempranamente, durantela época 1B. Esta hipótesis está sustentada con laconsistente presencia de cerámica asociadaestilísticamente a esta época en importantes sitios

Cuadro de analogías Wari e Inka

En cuanto al establecimiento de analogías entre cier-tos patrones de Wari y los Inka, limitándonos tansólo a aquellos aspectos más importantes que se rela-cionan con los temas territoriales, urbanos y arqui-tectónicos, se puede señalar los siguientes:

1) En el ámbito territorial: una expansión progre-siva, que seguiría una estrategia combinada desucesivas avanzadas con fases de consolidación,siguiendo directrices longitudinales a lo largo dela cordillera de los Andes.

2) Ubicación estratégica de los centros urbanos enlos territorios provinciales alto andinos: controlterritorial con acceso a las «despensas agrícolas»,control poblacional, y su articulación mediantevías de comunicación;

3) Realización de obras de infraestructura agrariaque sirvieran de soporte económico a la instala-ción de los enclaves urbanos;

4) Un sistema vial que enlazó la red de ciudades yestablecimientos y que articuló los territorios re-gionales con vías de comunicación e intercam-bio, fundamentales para el movimiento de re-cursos y productos, la movilización de tropas yfuerza laboral, constituyéndose en un instrumen-to fundamental para el manejo administrativode la organización imperial;

5) Patrones urbanísticos planificados que respondena formas de desarrollo urbano preconcebidas, conla aplicación de determinados modelos, tantodesde el nivel de las ciudades hasta el de centrossecundarios o instalaciones menores;

6) Organización de tramas urbanas que se generany conforman por unidades modulares cercadas(kanchas), que definen una red de calles y pasa-jes que resuelven la circulación urbana y la arti-culación de sus distintos sectores;

7) Patrones arquitectónicos, donde las estructurasse organizan espacialmente de acuerdo a patronesestablecidos (kanchas), que permiten resolvermúltiples y variadas funciones, para lo cual sedesarrollan distintos sistemas formales adecuadosa su desenvolvimiento;

8) Formas arquitectónicas singulares, diseñadas yestandarizadas para resolver funciones específicas;

9) Patrones constructivos recurrentes con una defi-nida tipología de elementos arquitectónicos yacabados;

10) Servicios urbanos, entre ellos los sistemas de ca-nalización para el abastecimiento y drenaje delagua, así como posibles servicios de recojo y dis-posición de la basura;

11) Sistemas asociados al registro contable como ala conmemoración de eventos (para la época Warise registran antecedentes de los quipu tan difun-didos durante la época Inka);

12) Otras evidencias de orden cultural (cerámica, tex-tiles, figurinas, etc.) asociadas recurrentementea la presencia u ocupación imperial.

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306 JOSÉ CANZIANI

como Viracochapampa (Topic 1991), Pikillacta(McEwan 1991); y Cerro Baúl (Williams e Isla2002) que, como es conocido, se localizan en al-gunas de las regiones territorialmente más aleja-das con relación a la ciudad capital de Wari. Co-rroboraría esta hipótesis, el hecho sintomático quedurante esta misma época 1B en la ciudad de Warise inicie la construcción de las unidadesmodulares, dando paso a un nuevo ordenamien-to de la trama urbana de la ciudad, que habríarespondido a los requerimientos del poder políti-co responsable de la conducción del estado y desus estrategias expansivas (Isbell et al. 1991).

Finalmente, se daría alrededor del siglo XI d.C.una época caracterizada por la descomposición ydeclinación del estado Wari, que se presentaríaasociada al paralelo surgimiento de tradicionesculturales definidas como «epigonales» y que tes-timonian el tránsito hacia la constitución y surgi-miento de las formaciones tardías en los AndesCentrales (Lumbreras 1981b: 79).

Tal como se ha señalado, lo que parece tradu-cirse de estos datos, es una posible analogía con laestrategia desarrollada por los Inka durante suexpansión a lo largo y ancho de los Andes Centra-les. Es decir, que el eje de las avanzadas de estaexpansión habría privilegiado una directriz a lolargo de los valles interandinos hacia el norte,anexando el valle del Mantaro, luego el del Calle-jón de Huaylas, para proyectarse finalmente haciala sierra norte y los valles de la cuenca de Cajamar-ca, que señalarían su límite norte. Hacia el suresta expansión interesaría los valles de Apurímacy los del Cusco, proyectándose hacia Sicuani y elAltiplano.

La planificación urbana como política deEstado

De manera similar a la posterior expansión Inka,los Wari habrían fundado ciudades y enclaves ur-banos a lo largo del eje longitudinal conformadopor los valles interandinos. Estas instalacionesdebieron formar parte fundamental de una estra-tegia aún más amplia, dirigida a la consolidaciónde sus sucesivas avanzadas en el dominio territo-rial. Sintomáticamente algunas de las principalesciudades fundadas en estos valles exhiben patro-nes planificados, como se verá en los casos dePikillacta y Viracochapampa.

En este aspecto también se puede establecerciertas analogías con el urbanismo Inka que fun-dará ciudades planificadas, como Pumpu o

Huánuco Pampa, tanto por la necesidad de esta-blecer enclaves de acuerdo a sus propios modelosurbanos, como también por la evidente ausenciaen estas regiones de asentamientos urbanos pre-vios y vigentes que les hubieran podido servir desoporte. Una analogía similar podría plantearsecon relación a un posible control o presión sobrelos valles costeños desde la serranía, cuya influen-cia podría leerse en las modificaciones oacondicionamientos que los asentamientos urba-nos costeños manifiestan, tanto durante esta épo-ca como durante la ocupación Inka. Este fenó-meno se explicaría con la preexistencia en la costade ciudades y centros urbanos en plena actividad,y con la consistente presencia tanto de elites ur-banas como de sus correspondientes organizacio-nes políticas locales. Entidades que eran muchomás funcionales, una vez adscritas o supeditadasal poder del estado expansivo. De lo que resulta-ría lo innecesario de fundar nuevas ciudades oasentamientos donde ya los había de gran valía.

En este contexto, la imposición de la planifi-cación urbana por parte del Estado Wari respondea la necesidad de establecer en sus provincias unmodelo de asentamiento que sea funcional al esta-blecimiento de su presencia en los territorios ocu-pados y a la organización de su administración.Dentro de este concepto, la ausencia de asenta-mientos urbanos vigentes en las regiones alto andi-nas comprometidas de forma directa por su expan-sión, fortalece el requerimiento de la implantaciónde enclaves urbanos en estas regiones por parte deWari. Este fenómeno, como la realización de suedificación en un determinado lapso de tiempo,explicaría la forma nítida en que se puede perci-bir en estas regiones la imposición de determina-dos modelos de planificación urbana, especial-mente al comparar las plantas de ciudades comoPikillacta y Viracochapampa, más aún cuando setoma nota de que estas se encuentran separadaspor más de 1,000 km de distancia en línea recta.

En el urbanismo planificado de Wari, espe-cialmente en el caso de sus principales ciudades,se puede leer la búsqueda de un modelo relativa-mente sencillo en su concepción y en su propioproceso de fundación. Un modelo urbano defini-do por parámetros básicos y fáciles de implantar;que permita resolver de forma orgánica la estruc-tura de los edificios neurálgicos, para que opereen ellos el sistema de poder, y donde el desarrollode un tejido urbano organizado sobre la base delas kanchas, permita su adecuación a los distintosrequerimientos funcionales, sean estos adminis-trativos (tributación, acumulación, redistribución,

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6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 307

etc.), ceremoniales, productivos, así comohabitacionales de la población concentrada en laentidad urbana, o de la que residiera momentá-neamente en ella, en el caso de tropas, de tratan-tes o en cuanto población movilizada en el marcode sistemas de desplazamiento poblacional simi-lar al de los mitmaq Inka.

El urbanismo impuesto por Wari se habríaconvertido así en uno de los ejes fundamentalesdel desarrollo de la estructura de poder económi-co, político y de las estrategias de control territo-rial y poblacional. La estructura urbana generadaresponde a la división social del trabajo, propiade la intensificación de la especialización produc-tiva y de la prestación de diversos servicios, perodonde también es manifiesto que se utilizó el pro-pio urbanismo como una herramienta imprescin-dible para el ejercicio e imposición del poder po-lítico por parte del Estado.

Evidentemente no se trata sólo de ciudades delas dimensiones e importancia estratégica dePikillacta y Viracochapampa, otros asentamientosmenores —como Jincamocco, Azángaro o Jargam-pata— expresan la presencia de asentamientos demenor orden jerárquico, como también de apre-ciables diferencias funcionales, cual es el caso delenigmático enclave de Cerro Baúl, establecido enlas lejanas fronteras de la región de Moquegua.Finalmente, es de destacar las múltiples evidenciasacerca de la articulación territorial de estasciudades y enclaves Wari mediante un sistema decaminos que debió servir de antecedente alQhapaqñan de los Inka (Lumbreras 1969: 250-251; Hyslop 1984,1992). Como se podrá apre-ciar en la descripción de los principalesasentamientos Wari, no solamente existen anti-guos caminos asociados a estos establecimientos,sino que en los casos más destacados, comoPikillacta y Viracochapampa, el trazo de los pro-pios caminos ingresa a la trama urbana, la atra-viesa y se convierte en un elemento ordenador desu organización espacial.

La ciudad de Pikillacta en la región delCusco

El emplazamiento de Pikillacta revela claramentela localización estratégica de la ciudad. Esta seubica en la confluencia de las cuencas delHuatanay con la de Lucre, las que a su vez conflu-yen hacia la del Vilcanota a través de un paso na-tural de unos 4 km de largo. De manera que des-de esta posición privilegiada se tuvo acceso directo

a tierras fértiles y a los recursos variados del en-torno, en el cual se debe incluir la laguna deHuacarpay.

Por otra parte, su ubicación se encuentra enuna encrucijada de caminos que tienen continui-dad hasta hoy. Hacia el noroeste, remontando elHuatanay, se encuentran los territorios de los vallesdel Cusco; hacia el suroeste la cuenca del Lucre;al noreste la conexión natural hacia el Vilcanota yel valle del Urubamba; mientras que hacia el su-reste transitan los caminos hacia Sicuani, el alti-plano puneño y el Titicaca. Estos datos son suma-mente significativos, ya que estarían señalando que

Fig. 314. Planos comparativos de Pikillacta y Viracochapampa, ela-borados por Carlos Williams (2001: figs. 12 y 13) para proponerque estas dos ciudades, además de un mismo modelo urbano, com-partieron un sistema similar de trazado y de unidades de medida.

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8 Esta es una constatación que estamos obligados a ubicar en el contexto histórico de la época, donde la admirable localizaciónde esta urbe debió resolverse sin el auxilio de la información a que estamos acostumbrados hoy con la moderna cartografía y lafotografía satelital.

9 McEwan (1991: fig. 7) denomina estos mismos sectores como 1, 2 y 3, mientras que el sector 4 corresponde al que aquídesignamos como Sector Norte.

los funcionarios Wari que tuvieron a su cargo lafundación de la ciudad debieron de tener un co-nocimiento muy detallado, no solamente de losrecursos de la región, sino también de las rutasprincipales de acceso y conexión hacia las regio-nes vecinas.8

Es importante también notar que el emplaza-miento de Pikillacta no es un hecho aislado, yaque estaría asociado a la instalación de otros sitiosmenores de filiación Wari, como también con re-lación a otros poblados locales en los cuales seregistra su presencia. Algunos de estos sitios enlos alrededores de Pikillacta están ubicados en lu-gares que permiten el control de las rutas de acce-so a la zona y están asociados a obras defensivas yde control de la circulación, con murallas de for-tificación como las de Rumiqolqa que fueran pos-teriormente reutilizadas en época Inka (McEwan1991: 99).

La ciudad, que se localiza en las faldas al oestedel cerro Huchuy Balcón a unos 3,250 msnm tie-ne una extensión general de unas 200 ha. que com-prende, además de su núcleo central, grandes áreascercadas donde no se perciben en superficie ma-

yores restos arquitectónicos. Su núcleo central,donde se concentran y son claramente percepti-bles sus principales edificaciones, presenta unaplanta de 745 m de noroeste a sureste por 630 mde suroeste a noreste, con una extensión de cercade 47 ha. Si consideramos los sectores al noroestedel sitio como posibles agregados adicionales alplano original del núcleo central, tendríamoscomo base una planta prácticamente cuadrada deunos 630 m de lado, de acuerdo al modelo deciudad wari compartido con Viracochapampa enHuamachuco.

La planta cuadrangular de la ciudad fue níti-damente dividida en 3 sectores que, simplifican-do su orientación, denominaremos Sector Este,Sector Central y Sector Oeste.9 El Sector Este, elmás elevado topográficamente, presenta una tra-ma generada por su subdivisión en 6 líneas con14 hileras, de modo tal que se definen 84 móduloso bloques espaciales cuadrangulares de 35 a 40 mde lado. Estas unidades modulares presentan dis-tintos arreglos arquitectónicos interiores propiosde las kanchas wari, con el clásico patio central ylas estructuras en galería en el perímetro, como se

Fig. 315. Mapa con la localiza-ción de la ciudad de Pikillacta(McEwan 1991: fig. 1).

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6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 309

ciudad y su planeamiento revela también unamayor complejidad. Si bien comparte, en térmi-nos generales, la traza en cuadrícula y la modula-ción por hileras y líneas, de forma semejante alsector Este, en este caso se advierte algunas va-riantes importantes. Una de las más saltantes es lapresencia de módulos de mayores dimensiones,uno de los cuales en posición central presenta unaplaza central de más de 70 x 50 m enmarcada porun gran complejo cuyos lados presentan estruc-turas en galería con múltiples crujías y algunosamplios edificios abiertos hacia la plaza. Al nortede esta plaza existen por lo menos otros dos com-plejos que encierran grandes patios. Mientras que

verá más adelante. Se advierte también que losalineamientos de las kanchas ubicadas a ambosextremos del Sector Este presentan una disposi-ción alterna en cuanto a los tipos de módulos ar-quitectónicos que se edificaron en ellas (ibid: 100-101). Dado que este sector no presenta buenascondiciones de conservación, no ha sido posibledefinir si es que la cuadrícula generada por la tra-ma urbana presentaba pasajes o calles como siste-ma de circulación entre las kanchas, tal como seaprecia en algunas zonas del Sector Central.10

El Sector Central está separado del Sector Estepor una calle que corre de norte a sur. Este sectorconcentra la arquitectura más importante de la

Fig. 316. Pikillacta: foto aéreade la ciudad (Servicio Aero-fotográfico Nacional, McEwan1991: fig. 3).

10 Al respecto, el arquitecto Carlos Williams (2001) plantea algunas interesantes hipótesis que podrían servir de pista pararesolver el necesario sistema de circulación, más cuando se trata de una urbe donde se manifiesta un exigente nivel de planificación.

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a lo largo de su límite oeste se presenta un alinea-miento de módulos rectangulares que parecen re-sultantes de la subdivisión por la mitad de losmódulos estándar.

A diferencia del Sector Este, el Sector Centralpresenta un mejor grado de conservación y en élse ha podido identificar la presencia de avenidaso calles. Dos de ellas corren paralelas de norte asur y separan este sector de los otros dos. Así mis-mo, se ha registrado la presencia de por lo menos4 calles transversales. Sin embargo, se puede cons-tatar que estas calles no permiten el acceso direc-to a la mayor parte de las kanchas. Por lo tanto, laproblemática del cómo se resolvía la circulaciónen la ciudad no está aún del todo resuelta.

El Sector Oeste está separado del anterior poruna larga avenida que se conectaba con los cami-nos que ingresaban a la ciudad desde el norte y elsur. Se diferencia claramente de los dos sectoresanteriores por cuanto presenta una gran explanadaabierta, que estaba limitada en sus extremos nortey sur por grandes recintos con una modulaciónespacial cuadrangular. Por sus características espa-ciales y grandes dimensiones, que alcanzan 410

m de norte a sur y 180 m de este a oeste, estaexplanada debe de haber correspondido funcional-mente a una gran plaza. La posibilidad de queesta explanada constituyera uno de los principalesespacios públicos de la ciudad se refuerza si seconsidera también sus facilidades de acceso, asícomo su inmediata conexión con el Sector Cen-tral, donde tenían sede las principales edificacionesde la ciudad.

Finalmente, se desarrolla un Sector Norte don-de, además de la presencia de grandes recintosabiertos, destaca la concentración de estructurasorganizadas rígidamente en hileras separadas porlargos corredores. Las dimensiones relativamentemenores de estas edificaciones y su ordenamientollevaron anteriormente a sostener que se trataríade qollqas, es decir de un área de almacenamientode la ciudad (Harth Terré 1959; Sanders 1973).Sin embargo, las excavaciones conducidas en algu-nas de estas estructuras del sector por McEwan(1991) y otros investigadores, registraron contex-tos con fogones, ollas con hollín y cerámica utili-taria, además de basura con restos de alimentación,lo que daría pie a sostener que en estas se desarro-

11 Es preciso notar que Topic (1991: 144) advierte que estas mediciones se estimaron a partir de las aerofotografías del sitio ypodrían presentar algunas distorsiones. Aun si esto fuera así, es conveniente señalar que una desviación del alineamiento del 1.3al 2.6% en los lados orientados de norte a sur y del 0.8 al 1.7% en los lados orientados de este a oeste, no sería de extrañarconsiderando que este trazo fue realizado sin instrumentos muy sofisticados.

Fig. 317. Pikillacta: plano ge-neral de la ciudad (McEwan1991: plano 2).

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6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 311

llaron actividades domésticas o, por lo menos,asociadas a la preparación y consumo de alimen-tos, descartándose así su función como depósitos.

De estas evidencias, tomaría fuerza la hipótesisde que este sector hubiera estado destinado a al-bergar gente, posiblemente de modo temporal. Sise examina la rígida organización de estos cuartos,se notará que están ordenados por hileras parale-las, de forma semejante a las celdas de una colme-na, con las puertas enfrentadas a largos pasajes, ydonde cada uno de estos conjuntos se encuentransegmentados al interior de complejos cercados quelimitan drásticamente la circulación y expresan elrígido control de los pocos accesos. Las caracte-rísticas de estos conjuntos arquitectónicos, llevana suponer que la gente que los ocupó estuvo suje-ta a un severo control y segregación en este sectorde la ciudad. Lo que podría sugerir que pudieronhaber sido destinados a acuartelar tropas, comotambién a albergar momentáneamente a pobla-ciones desplazadas de sus territorios o convoca-das por el poder estatal para la realización de obraspúblicas de importancia. Al respecto, puede serútil establecer posibles analogías con el sistema delos mitmaq establecido durante el Tawantinsuyu(Murra 1975, 1980, 2002; Rostworowski 1988),más si existe consenso en relación a que muchosde los sistemas desarrollados por los Inka tuvie-ron antecedentes previos en los Wari.

Las investigaciones conducidas en Pikillactahasta el momento no han podido establecer conclaridad cual pudo ser el sistema de depósitos quedebió existir para sostenimiento no sólo de la po-blación congregada en ella, sino también para laimplementación de los sistemas de redistribucióneconómica que sustentan el poder político de estetipo de estados, así como para los propios proce-sos productivos que se desarrollaban en la urbe.Una interesante propuesta al respecto ha sido for-mulada por Williams (2001: 90-94), sugiriendoque las kanchas que contaban con tres o cuatrocrujías perimetrales y con un similar nivel de pi-sos podrían haber absuelto esta función de alma-cenamiento. Esta hipótesis se sustenta en la cons-tatación de que la mayoría de los ambientes, alencontrarse en las crujías más alejadas de los pa-tios y en los niveles más altos, no contaban con lailuminación y ventilación necesaria para resolverfunciones habitacionales, mientras que estas con-diciones si habrían sido adecuadas para su usocomo depósitos. Abona a favor de esta hipótesisel hecho de que este tipo de kanchas se concentrenalrededor de las plazas que se encuentran en elsector central, es decir en el sector neurálgico dela ciudad, y que estas kanchas integren grandessalas con nichos de aparente función administrati-va y ceremonial.

Fig. 318. Pikillacta: Vista hacia el noreste de la Calle 5 y las murallas que delimitan el Sector Central (derecha) del Sector Norte (izquierda) dela ciudad (Canziani).

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En cuanto a las tipologías arquitectónicas pre-sentes en la estructura modular de las kanchas dela ciudad de Pikillacta, McEwan (1991: fig. 5)registra el despliegue de una serie de variantes, queparten desde el elemental cercado cuadrangular(tipo D), a la subsecuente definición de diferen-tes configuraciones que se obtienen con la dispo-sición de las crujías en todo el perímetro (tipo C);en dos o más crujías paralelas (tipo A); o en sólo 3de sus lados (tipo B) a las que se integra en unextremo una sala con esquinas redondeadas (E).Estas diferentes configuraciones modulares de-muestran, como se ha ya señalado, la capacidadde la estructura de la trama urbana de las ciuda-des Wari de irse adecuando a las diferentes fun-ciones que debían de absolverse, más allá de las

que podrían haber sido preestablecidas en el mo-mento de la fundación de la ciudad.

Finalmente, en cuanto a los servicios urbanos,además de los sistemas de alcantarillado reportadosrecurrentemente en la mayoría de los asentamientoswari, en el caso de Pikillacta destaca el hallazgode una enorme acumulación de basura, en la es-quina de uno de los grandes canchones que bor-dean el lado sur del núcleo de la ciudad (McEwan1991: 110-111). Este dato contrasta con la evi-dencia de otros ambientes de la ciudad que seencuentran limpios y sin asociación con desper-dicios, permitiendo suponer que debió existir unsistema para mantener la limpieza de la ciudad ysus recintos, para luego disponer los residuos enespacios especialmente destinados para tal fin. De

Fig. 319. Pikillacta: plano delSector Norte de la ciudad(McEwan 1991: fig. 24).

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6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 313

comprobarse la presencia de este tipo de servicios,tendríamos valiosos elementos adicionales para elconocimiento del modo de vida urbano que sedesarrollaba en las ciudades andinas de la época.

La ciudad de Viracochapampa en la regiónde Huamachuco

En los territorios de la sierra norte comprometi-dos por la expansión Wari, se encuentra otra im-portante ciudad emplazada estratégicamente poreste estado en la región de Huamachuco.Viracochapampa concita un alto grado de inte-rés, ya que su planta manifiesta claramente quefue concebida de acuerdo a un diseño planifica-do, en el que se aplicaron esencialmente los mis-mos criterios establecidos en el modelo de orde-namiento urbano presente en Pikillacta.

La ciudad fue ubicada en la serranía deHuamachuco por encima de los 3,000 msnm y seencuentra relativamente próxima al sitio de Mar-ca Huamachuco, un importante asentamientoregional que registra ocupación desde finales delperíodo Intermedio Temprano y que muestra evi-dencias de haber coexistido con la presencia Warien la región (Topic 1991: fig. 1).

Viracochapampa se asienta sobre un llano yen conexión con un camino que transitaba de sura norte por esta región cordillerana. La planta dela ciudad es definidamente cuadrangular, aúncuando una medición más precisa indicaría quepresenta una cierta deformación trapezoidal,11 queparece resultado de la adaptación a ciertos acci-dentes topográficos. De esta manera, el lado nor-

te mediría 566 m mientras que el sur 581 m y ellado este 564 m mientras que el oeste 574 m (ibid:144), resultando un área de cerca de 33 Ha. Estedato nos permite notar que la planta deViracochapampa presentaba una extensión 30%menor que el área nuclear de Pikillacta.

Si bien se presume que la ciudad no fue deltodo terminada y que por lo tanto algunas zonasde esta presentan escasos vestigios arquitectónicos,se puede apreciar claramente que, a semejanza dePikillacta, la planta cuadrangular de la ciudad fuesubdividida en 3 sectores, y al igual que en ésta, elSector Oeste presenta un ancho algo menor quelos otros dos sectores y está separado de estos poruna avenida que atravesaba la ciudad de norte asur, a partir de las correspondientes portadas quele conectaban con el sistema de caminos. Sobre labase de analogías con Pikillacta, se puede presu-mir que este Sector Oeste, además de la presenciade algunos recintos y edificaciones, estuviera des-tinado a alojar una gran plaza o explanada.

El Sector Central, también aquí concentra lamás alta densidad de construcciones, lo que ex-presa que estaba proyectado para reunir las másimportantes edificaciones de la ciudad. La plazacentral de este sector tiene también una posicióncentral con relación a la planta de la ciudad. Enlos lados norte y sur de la plaza se construyerondos grandes edificios de planta rectangular, conesquinas redondeadas y nichos en su interior. Esteordenamiento asemeja al de la plaza secundaria(33-2B) del sector central de Pikillacta (MacEwan1991: plano 2). Sin embargo, las demás construc-ciones que delimitan la plaza presentan algunasimportantes variantes. Entre estas destaca un edi-

Fig. 320. Pikillacta: esquema de los distintos módulos arquitectónicos que podían desarrollarse al interior de las kancha y sus posibles variantes(McEwan 1991: fig. 4 y 5).

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ficio con nichos al centro del lado este, y que pre-senta dos ambientes adosados a ambos extremos.Mientras que al centro del lado oeste de la plaza,se desarrolló un montículo rectangular, de unos 2a 3 m de alto, y cuyo eje de orientación este oestecoincide con el eje principal de la ciudad en estadirección (Topic 1991: 146-147, fig. 2).

El Sector Central, donde se aprecia que se con-centró el mayor esfuerzo de los constructores yque conserva la mayor parte de sus edificaciones,permite observar el desarrollo de la trama urbanaen cuadrícula, generada por la definición de unida-des modulares o kanchas de planta cuadrangularo rectangular. La mayoría de estas presenta la con-figuración de los módulos definidos como tipo«B» por McEwan (1991: fig. 4), donde destacaun edificio rectangular dispuesto a un lado delrecinto, contrapuesto a edificaciones en galería quese desarrollan en el perímetro de los otros tres la-

dos. De esta configuración resulta al centro delrecinto un espacio abierto a modo de patio. EnViracochapampa los edificios rectangulares quese ubican en este tipo de kanchas se caracterizanpor presentar una planta con esquinas redondea-das y nichos en su interior. Es de notar que laskanchas del tipo «B» que se encuentran al sur dela plaza central, presentan un mayor tamaño entodos sus componentes, mientras que las esqui-nas de sus edificios en galería presentan los singu-lares muros en diagonal, tan característicos de laedilicia wari.

El Sector Este presenta escasas evidencias deedificación, más allá de advertirse que tuvo prác-ticamente las mismas dimensiones y extensión delsector central. En todo caso, sí se aprecia que sedispuso su subdivisión en tres subsectores, y queen el que está ubicado al sur se erigieron algunaskanchas en las que se edificaron dos de los clásicos

Fig. 321. Viracochapampa:plano general de la ciudad(Topic 1991: fig. 2).

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edificios de planta rectangular, esquinas redon-deadas y nichos en su interior.

Se encuentran en Viracochapampa una seriede rasgos arquitectónicos que son compartidos conotros sitios principales Wari. Entre estos podemosmencionar las técnicas constructivas de los murosa doble cara, con profundos cimientos y eviden-cias de haber sido parte de edificaciones de dos omás niveles de altura, mediante el empleo deménsulas corridas, recesos formando gradas en losmuros, o mediante nichos, que tuvieron en uno uotro caso la función de soportar o alojar las vigasde los entrepisos. Además de otros elementos ar-quitectónicos característicos, como los nichos deplanta trapezoidal con el frente restringido haciael paramento, así como la presencia de pequeñosnichos a los lados de las jambas de las puertas,posiblemente destinados a facilitar algún sistemade cerramiento. También están presentes en la ciu-dad de Viracochapampa algunas evidencias de laimplementación de los servicios urbanos propiosde los principales asentamientos Wari, como es elcaso de canales subterráneos destinados a la pro-visión o al drenaje del agua (ibid.: 144-151).

Los estudios de Topic en el sitio revelarían quela edificación de la ciudad habría quedado incon-clusa y que esta no habría tenido una mayor ocu-pación durante la presencia Wari en la región deHuamachuco. Sin embargo, las gentes wari tam-bién habrían utilizado otros sitios de la zona comolugar de residencia y de actividad, entre los que secuentan Cerro Amaru, con un conjunto de depó-sitos; el gran acueducto de La Cuchilla, aparente-mente construido para proveer de agua a la ciu-

dad de Viracochapampa; y un posible mausoleoen Marca Huamachuco (ibid.: 151-152).

Las razones por las cuales la ciudad de Viraco-chapampa habría quedado inconclusa por el mo-mento constituyen un enigma. Sin embargo, pen-samos que lo fundamental aquí es sopesar elconjunto de evidencias, en cuanto constituyen untestimonio ineludible de la voluntad impuesta porlos designios del estado expansivo, con miras a es-tablecer una ciudad enclave como posible cabecerade región. De esta voluntad fundacional son testi-monio no sólo las edificaciones que se yerguen sobrela superficie del sitio, sino también la colosal energíaimpuesta en la realización de las profundas cimen-taciones de muchos edificios cuyos muros no lle-garon a construirse y que, aun así, se excavaron entre1 a 3 m de profundidad en su agreste suelo, impli-cando un movimiento de tierra de decenas de mi-les de metros cúbicos (ibid.: 160-161). De otro lado,no es éste el primer testimonio —ni el último—de proyectos iniciados con el empuje arrollador deuna férrea decisión estatal, y que aún así no logranculminarse o estuvieron destinados al fracaso, seaporqué se modificaron las correlaciones de fuerzaso se debilitó la capacidad de imponer políticas dedominio en provincias por demás bastante alejadasde los centros del poder de ese entonces.

Otros asentamientos Wari en los vallesinterandinos

Con el propósito de ilustrar la variedad de plan-teamientos formales y la aparente diversidad

Fig. 322. Viracochapampa:plano del conjunto con lasUnidades A, que presentan unordenamiento arquitectónicosimilar a las kanchas del tipo“B” de McEwan (1991: fig. 4y 5), en las que destacan lasgrandes salas con nichos (Topic1991: fig. 3).

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funcional que muestran algunos importantesasentamientos Wari, ubicados tanto en vallesinterandinos de notable importancia económicacomo el del Mantaro y el Callejón de Huaylas,como en otros puntos posiblemente estratégicospara el control territorial ejercido por el estadoWari, haremos una breve reseña de algunos de estosasentamientos, en la medida que lo permite la in-formación disponible ya que en otros casos de nomenor importancia (caso Wariwillca y Vilcawain)ésta lamentablemente resulta bastante limitada. Enprimer lugar, trataremos de los sitios de Jinca-mocco en Lucanas y de Azángaro en Huanta, dossitios importantes aun cuando no son de granextensión, que se localizan en la región deAyacucho y relativamente próximos con relacióna la capital de Wari. En segundo lugar, examina-remos el caso de Honco Pampa en cuanto impor-tante asentamiento Wari enclavado en el Callejónde Huaylas; y finalmente el apasionante caso deCerro Baúl en el extremo sur de la expansión Wari.

Jincamocco

El sitio de Jincamocco, ubicado en la provinciade Lucanas en el departamento de Ayacucho, pro-porciona una interesante información para cono-cer cual pudo ser la naturaleza de asentamientosde segundo o tercer orden jerárquico, en el marcodel sistema de asentamientos impuesto por los warien determinadas regiones y localidades.12

El valle de Carhuarazo, en el que se centra laocupación Wari, se localiza en una zona que co-munica el sur de Ayacucho con los valles coste-ños de Nazca. La ocupación de la zona por loswari habría estado acompañada por la reubicaciónde los asentamientos aldeanos, privilegiando zo-nas algo más bajas donde es posible el cultivo tan-to de tubérculos como de granos, revelando lamayor importancia asignada a la producción demaíz. Coincidentemente, durante esta época seregistra en el valle el despliegue de obras públicasorientadas a la construcción de terrazas agrícolas

Fig. 323. Jincamocco: plano deubicación (Schereiber 1991:fig. 2).

12 Schereiber (1991: 212), señala que mientras determinadas localidades recibieron una especial atención por parte de loswari, posiblemente por los recursos productivos y poblacionales presentes, o por su ubicación estratégica en rutas que conectabandistintas regiones; otras aún siendo próximas o similares en ubicación y recursos, sin embargo no presentan evidencias de unapresencia significativa.

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para favorecer el incremento de este cultivo(Schereiber 1991: 210-211).

Además de Jincamocco, otros tres complejoscercados afiliados a Wari se establecen en el valle.Dos de ellos adyacentes a zonas favorables para elcultivo del maíz, que pudieron servir para el al-macenamiento y ciertas actividades administrati-vas asociadas a la actividad agrícola; y el terceroen un sitio de altura asociado a un posible cami-no principal de la época, y que podría haber ope-rado como un tambo (ibid: 212).

El asentamiento de Jincamocco, cuya ocupa-ción se remontaría a la época 1B y que aparente-mente se abandonaría a fines de la 2B con el co-lapso de Wari, se localiza a 3,350 msnm sobre lacima plana de un promontorio elevado flanqueadopor una quebrada. En el sitio destaca un gran com-plejo cercado de planta rectangular de 260 por130 m dividido en dos sectores, la mitad suroesteque presenta subdivisiones en unos 24 recintos; yla mitad noreste que aparentemente no presenta-ría construcciones.

Sin embargo, además del complejo cercado,existen evidencias de restos de otras edificacionesdispersas en una área mayor que alcanzaría unas17.5 Ha. aun cuando ésta pudo ser más extensa,dado que el poblado moderno de Cabana se en-cuentra asentado al sureste de esta misma área(ibid: 199, fig. 2).

Las investigaciones arqueológicas desarrolladaspor Schereiber en el sector suroeste del complejo,revelaron su forma de planeamiento mediante sudivisión en 4 subsectores, en los que se organiza-ron hileras de recintos de similares dimensiones(ibid: fig. 4). La mayoría de estos recintos presen-tan internamente la arquitectura propia de laskanchas wari, también conocidas como «unidadespatio», con cuartos, corredores y ambientes engalería alrededor de un patio central. Los patiosevidencian haber contado con banquetas perimé-tricas de unos 0.80 a 2.2 m de ancho y elevadasde 30 a 40 cm sobre el nivel del piso de los patios.Los contextos recuperados en los patios permiteninferir el desarrollo tanto de actividades domésticas

como de otras relacionadas con la elaboración deproductos manufacturados (ibid: 202-203).

Es interesante notar aquí que las característi-cas constructivas de Jincamocco correspondentambién a los patrones tradicionales de la arqui-tectura propia de los asentamientos Wari. Porejemplo, los muros tienen cimientos en casi to-dos los casos, alcanzando en los muros exterioresdel cercado 1.5 m de profundidad, mientras quelos interiores tienen unos 80 cm y solamente losque sirven de tabiques o forman pequeñas divi-siones carecen de cimientos. También la secuenciaconstructiva es similar, en primer lugar se cons-truyeron los muros exteriores del cercado, luegolos muros de los recintos interiores y, finalmente,algunos pequeños muros de cierre o división decorredores o ambientes en galería. Se recuperarontambién evidencias del enlucido de muros y aca-bado de pisos aplicando arcilla blanca, otro rasgocomún en la arquitectura Wari. De manera aná-loga las excavaciones revelaron la presencia de ca-nales subterráneos que corrían por debajo de lospisos atravesando los recintos y sus patios, demos-trando que también este tipo de asentamientosWari contó con servicios de abastecimiento y dre-naje de agua (ibid.).

Azángaro

Este sitio, de evidente orden menor con relacióna los principales asentamientos urbanos wari, seubica en la región de Huanta (Ayacucho), a unos15 km al noroeste de la ciudad de Wari. El com-plejo se localiza en un llano elevado con relaciónal río Cachi a unos 2,390 msnm en una zona biendotada de agua lo que posibilita su cultivo, con-trastando con la relativa aridez del entorno. Pre-cisamente, la disponibilidad de agua permanentepara riego y la vocación de la zona para el cultivodel maíz, podría explicar la instalación de estecomplejo Wari que parece corresponder a un cen-tro administrativo asociado al manejo agrícoladesarrollado en la localidad (Anders 1991).

Fig. 324. Jincamocco: planodel subsector al noroeste delsitio (Schereiber 1991: fig. 5).

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A unos 1,600 m al noreste del complejo, seencuentra un manantial que fue dotado de dosreservorios, desde los cuales se tendieron dos ca-nales paralelos provistos de canales de distribu-ción que habrían permitido irrigar los campos decultivo instalados en el llano. Pero es de notar queuno de los canales se convierte en subterráneo aunos 50 m del muro exterior del complejo, paraatravesar el sector sur del mismo abasteciéndolode agua (ibid.: fig. 2).

El complejo, cuya ocupación se iniciaría en laÉpoca 1B y que mayormente correspondería a laÉpoca 2, presenta una planta rectangular orienta-da de noroeste a sureste, que mide 447 x 175 m yestá dividido transversalmente en tres sectores. Elsector sur, que sirvió de acceso al complejo, seencuentra relativamente libre de estructuras, aun-que las excavaciones de Anders (ibid) detectaronestructuras irregulares que parecen correspondertanto al momento inicial de construcción, comoa la finalización de la ocupación del sitio; sinembargo, también estas presentan algunas divisio-nes en subsectores con los clásicos ordenamientosen galería. El sector central presenta una nutriday rígida organización celular del espacio, con uncorredor central que lo divide en dos. Finalmen-te, el sector norte está dividido en tres subsectoresy presenta algunas subdivisiones que parecen ha-ber estado conformadas por las clásicas kanchaswari, con recintos en galería y patio central (ibid.:fig. 3).

El sector central a nuestro criterio es el demayor interés, ya que no sólo tiene la mayor ex-tensión y concentró la mayor inversión construc-tiva del complejo, sino que también por su posi-

ción central y rígida planificación, encierra la cla-ve para la interpretación de la función del com-plejo. Este se ordena a partir del corredor centralque lo divide en dos, y desde el cual se desarrollantransversalmente hacia ambos lados 20 hileras, 19de ellas conformadas por cubículos alargados quemiden unos 9.20 x 2.50 m y una de ellas porcubículos pequeños que miden unos 3.6 x 2.4 mEstas hileras están separadas entre sí por mediode corredores que habrían permitido el acceso alos cubículos y que, a su vez, se conectaban condos corredores paralelos al central, que bordea-ban los extremos de los lados Este y Oeste delsector central (ibid.: fig. 3b).

Este sector central parece haber correspondidoa funciones de almacenamiento, aun cuandoAnders propuso que estuviera destinado a unadiscutible y poco probable función residencial(ibid.: 191-192). A nuestro entender algunas im-portantes evidencias documentadas en el sectorcentral apuntarían a la posible función de depósitode sus estructuras. Este el caso del hallazgo deménsulas corridas de piedras empotradas en sus

Fig. 325. Azángaro: plano de ubicación (Anders 1991: fig. 2).

Fig. 326. Azángaro: plano del complejo (Anders 1991: fig. 3).

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6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 319

Honqopampa

En el Callejón de Huaylas (Ancash) destacan dossitios con ocupación Wari: Wilkawaín yHonqopampa, ambos localizados sobre las férti-les laderas occidentales de la Cordillera Blanca.Acerca del primero, existe escasa información ar-queológica sobre las características y organizacióndel sitio, donde sobresale la arquitectura monu-mental de aparente función funeraria o chullpas.Se trata de edificios de planta rectangular cons-truidos con piedra, cuyos volúmenes macizos con-tienen cámaras y galerías subterráneas, que se de-sarrollan en más de un nivel, en los que se utilizóla técnica de la falsa bóveda mediante el empleode grandes vigas de piedra (Lumbreras 1974: 171,fig. 180). Algo más de información se disponepara Honqopampa, donde el ordenamiento delsitio y los diferentes tipos de estructuras arquitec-tónicas allí documentadas son especialmente re-levantes para conocer el impacto de la ocupaciónWari en esta región (Isbell 1989).

El sitio de Honqopampa, se ubica sobre los3,500 msnm en una ladera próxima a una serie

paramentos interiores, las que se dispusieron aunos 100 cm del suelo, lo que indicaría que ha-brían servido para el soporte de pisos algo elevadosdel suelo, dejando el espacio inferior libre para lacirculación del aire. A estos detalles, propios delas estructuras destinadas al depósito, se suma lapresencia de pequeñas entradas de 60 cm de anchoy tan sólo 80 cm de alto (ibid: 174, fig.19), quebien podrían haber servido de aberturas para laventilación por debajo de los pisos de los eventua-les depósitos. Otro dato significativo, es que eneste sector central se halló una red de canales orga-nizados en una trama ordenada, donde se dispusolos canales en el eje central de los corredores, loque permite deducir que habrían servido para eldrenaje de la descarga pluvial de las estructurastechadas ya que, de lo contrario, esta podría haberinundado los corredores generando una indeseablehumedad en el área de posible almacenamiento.

La gran cantidad de estos cubículos ordena-dos en 19 hileras, que reunen un total de 340unidades alargadas (9.2 x 2.4 m), además de 36cubículos más pequeños (3.6 x 2.4 m) en la últi-ma hilera al sur, llegan a sumar más de 8,000 m2

de área edificada. Si consideramos factible queestas estructuras tuvieran por lo menos unos 2 mde altura, tendríamos como resultado un posiblevolumen total de almacenamiento superior a los16,000 m3, es decir una capacidad de depósitoextraordinaria, que podría explicarse en la apre-miante necesidad del Estado Wari de proveersede excedentes agrícolas para sostener los requeri-mientos alimenticios de la población concentra-da en su relativamente próxima capital.

Finalmente, algunos detalles constructivosdocumentados en Azángaro son de relevancia,como es el caso de la evidencia de pisos revestidoscon lajas de piedra, algunos de ellos se encuen-tran en los cubículos aparentemente destinadosal almacenamiento, lo que podría responder a lanecesidad de asegurar que tuvieran un mejor ais-lamiento de la humedad del suelo. Así mismo, eldesarrollo de un extraordinaria red de canales sub-terráneos, permitiría suponer que algunos habríanoperado como un sistema de drenaje al estar pro-vistos de sumideros perforados en los pisos (ibid:figs. 9, 11 y 21). Por último, es notable la presenciade elementos de cierre del lado interior de las por-tadas de acceso principal al corredor central, cons-tituidos por pequeños nichos dispuestos a amboslados de las jambas con al interior un vástago depiedra, lo que habría permitido trabar con cuer-das algún tipo de cerramiento horizontal (ibid.:figs. 13, 17 y 18).

Fig. 327. Azángaro: excavación en el cubículo 8 de la primera hile-ra del sector central del complejo, donde se observa el piso revestidocon lajas, las ménsulas corridas a poco más de 1 m de altura conrelación al piso, y una pequeña abertura en el centro del lado derecho(Anders 1991: fig. 19).

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Fig. 328. Honqopampa: Planodel sector Purushmonte, don-de se aprecian conjuntos dekanchas y al sur dos estructu-ras con planta en forma de “D”(Isbell 1989: fig. 5).

de quebradas que descienden de la CordilleraBlanca, como Quebrada Honda, que constituyeun paso natural hacia el Callejón de Conchucos.Éste factor, que facilita la articulación espacial conotros importantes territorios regionales, podríahaber incidido en la elección de este lugar para lalocalización del asentamiento. Otro factor quedebe de haber intervenido en la elección del lugar,es que las laderas que descienden de la CordilleraBlanca están dotadas generosamente de agua, dadoque abundan los torrentes que descienden de losnevados, glaciares y lagunas de altura, lo que hacede esta margen del Callejón de Huaylas una zonareconocida por su notable fertilidad agrícola.

El reconocimiento y las excavaciones de Isbell(1989) se concentraron en el sector norte del sitio,conocido como Purushmonte. Allí se identifica-ron tres tipos distintos de arquitectura: las chullpas,los edificios con planta en forma de «D», y losconjuntos conformados por unidades con patiocentral o kanchas. Las chullpas se encuentran dis-persas o formando pequeños conjuntos en las la-deras o en pequeños promontorios más elevados,

están construidas con piedra y se encuentran se-riamente afectadas por la destrucción y el saqueode sus restos, dada su función funeraria. Estas es-tructuras presentan plantas rectangulares, con unpromedio de 2 a 5 m de lado, aunque existe unade dimensiones sobresalientes que mide 12 por16 m Muchas de ellas presentan evidencias dehaber tenido más de un nivel, con pequeños acce-sos dotados de dinteles megalíticos que permitíanel ingreso a galerías y cámaras techadas con gran-des vigas de piedra (ibid: 103-104).

Los edificios con planta en forma de «D» seubican en la parte baja al sur del asentamiento, enel que son dominantes los conjuntos de ordena-miento ortogonal propios de las unidades conpatio central (ibid: fig. 4). Se han registrado dosedificaciones con planta en «D», ambas con el fren-te recto orientado hacia el sur. La mayor de ellas(AC-13) muestra claramente el acceso central,mientras que la menor (AC-14) conserva los ca-racterísticos nichos al interior del muro curvo.Existen evidencias de restos de otras estructurasadosadas a las edificaciones con planta en «D»,

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por lo que se puede presumir que estas se encon-traban enmarcadas dentro de conjuntos con unarelativa complejidad arquitectónica. Un dato in-teresante es que el paramento interior de uno delos muros de una estructura asociada a los edifi-cios en «D» presentaba una línea horizontal depiedras sobresalidas, indicando el posible desarro-llo de un piso en un segundo nivel.

Los conjuntos arquitectónicos con patiocentral, las denominadas kanchas wari, se locali-zan en la parte más elevada del asentamiento yconstituyen el tipo mayoritario de estructuras enel sitio. Estos conjuntos se ordenan enalineamientos que parecen seguir los ejes cardina-les pero que, al mismo tiempo, se acomodan alrelieve de la pendiente siguiendo las curvas de ni-vel (ibid: figs. 4 y 5). Los rasgos arquitectónicosde este tipo de conjuntos son básicamente losmismos que fueron reseñados para los conjuntosde la capital en Ayacucho, como de otros sitiosWari documentados en los Andes Centrales. Es-tos conjuntos presentan recintos dispuestos engalería rodeando un patio central, con sus respec-tivos accesos orientados hacia éste espacio abier-to. Los patios presentan en su perímetro una ban-queta elevada unos 20 a 30 cm sobre el nivel delpiso de los patios. En algunos de los recintos engalería se halló la típicas ménsulas corridas para elsoporte de pisos en un segundo nivel. Además demanos de moler ubicadas en los patios, lasexcavaciones reportaron en estas unidades con-sistentes acumulaciones de basura, lo que daríapie a suponer que este tipo de estructuras absol-vieron en el sitio funciones mayormente residen-ciales (ibid: 105-108; figs. 7-11).

Las estructuras de los diferentes tipos arqui-tectónicos reseñados aquí presentan similares ca-racterísticas constructivas y están asociados a mate-riales culturales Wari y otras manifestacionesregionales propias de esta época, lo que permitesuponer que Honqopampa representa una claraexpresión de la ocupación Wari en la región. Porotra parte, la forma de sus estructuras arquitectóni-cas, especialmente los edificios con planta en «D»y los conjuntos con patio central, no tienen ante-cedentes locales y nos remiten a sus símiles de lacapital Wari o de otros asentamientos provincialesWari. De modo que el conjunto de estas evidencias—a los que se pueden añadir los rasgos caracterís-ticos de la edilicia Wari que exhiben las diferentes

estructuras arquitectónicas— confirmarían la con-sistente filiación de éste sitio que parece haberseimplantado en la región durante la primera épocade expansión del estado Wari (época 1) y que ha-bría mantenido su vigencia durante la época 2.

Las investigaciones preliminares desarrolladasen Honqopampa evidencian que no se trata deuna capital provincial, pero sí de un importanteasentamiento de jerarquía menor, donde laskanchas habrían estado destinadas mayormente afines residenciales, mientras los otros tipos de edi-ficios resolvían aspectos rituales y funerarios. Porconsiguiente, se trata de un asentamiento de sumointerés para el conocimiento, tanto del ordena-miento jerárquico de los establecimientos provin-ciales Wari, como de las funciones específicas queéste cumplía en un ámbito regional de importan-cia estratégica como es el Callejón de Huaylas.

Cerro Baúl

Se trata de un sitio extraordinario que permiteaproximarnos desde diferentes facetas a la exten-sión y características de la expansión Wari y suevolución en los Andes Centrales. En primer lu-gar, se trata de un sitio principal de un conjuntode otros sitios que los wari instalaron en el vallealto de Moquegua, constituyendo el punto másmeridional donde se ha documentado su presenciadirecta. Efectivamente, Cerro Baúl se encuentra aunos 600 km en línea de aire al sureste de la ciudadcapital de Wari en Ayacucho y a unos 400 km alsur de Pikillacta en el Cusco. Lo considerable deestas distancias13 plantea interrogantes sobre laforma en que se resolvieron los problemas logís-ticos para poder articular centros urbanos tan leja-nos, aun cuando se puede suponer la presencia decentros intermedios a lo largo de estos recorridos.

Por otra parte, la necesaria conexión de CerroBaúl con la ciudad de Wari y otros sitios depen-dientes de esta, nos plantea la problemática de la«territorialidad» en un contexto histórico dondeaparentemente no se trata de establecer límites yfronteras precisas, sino más bien una compleja redde relaciones —impuestas o negociadas— con lascomunidades establecidas en los territorios aleja-dos que el Estado recorre con sus caravanas, odonde es preciso establecer asentamientos y encla-ves, especialmente cuando estos territorios no sólose encuentran ocupados por población local sino

13 Si traducimos estas extraordinarias distancias en línea recta a recorridos pedestres por la accidentada geografía andina lasdistancias reales se incrementan de manera notable. En este caso, la distancia de recorrido desde Wari correspondería por lomenos a unos 1,000 km lo que tomaría más de 30 días de travesía de realizarse con marchas forzadas de unos 30 km diarios.

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Fig. 330. Vista de Cerro Baúlcuya silueta destaca en el vallealto de Moquegua, el sitio ar-queológico se ubica sobre lameseta de la cima (foto:Adriana Von Hagen, Morris yVon Hagen 1993: fig. 109).

también por colonias de otro estado expansivo,cual es el caso de Tiwanaku en el mismo valle deMoquegua. Lo que nos aproximaría a condicionessimilares a las propuestas con los conceptos de«territorialidad salpicada» o de los «archipiélagosterritoriales» planteados a partir de los documentosde la etnohistoria andina tanto por Murra (2002)como por Rostworowski (1981, 1988, 2004).

Otro tema de especial interés en esta perspec-tiva, es conocer qué tipo de planeamiento y quécomponentes arquitectónicos comparte con lacapital y otros centros Wari un sitio como CerroBaúl, que evidentemente no correspondía al nively modelo de las principales ciudades provinciales

como Pikillacta. A continuación examinaremosestos aspectos a partir de la especial localizaciónde los sitios Wari en la región moqueguana, queen el caso de Cerro Baúl asume características tam-bién espectaculares.

En la parte alta del valle de Moquegua, en elpunto donde confluyen los ríos Torata y Tumilaca,destaca en el paisaje una formación geológicaimpresionante conformada por un gran macizorocoso, cuyos flancos están recortados por un pro-nunciado acantilado. La silueta de la impresio-nante mole de Cerro Baúl se eleva unos 600 mpor encima del nivel del valle y está coronada poruna meseta que fue elegida por los wari para em-

Fig. 329. Mapa del valle altode Moquegua con la localiza-ción de Cerro Baúl (3) y otrossitios wari como Cerro Mejía(2), Cerro Petroglifo (1), CerroBaulcito (4) y Pampa del Arras-trado (5); así como de impor-tantes sitios Tiwanaku comoChen Chen (8) y Omo (9)(Williams e Isla 2002: fig. 3).

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plazar su principal sitio en la región. Al hacer estaelección es evidente que se tuvo muy en cuenta lasextraordinarias características defensivas del lugar,que lo hacen prácticamente inexpugnable. Estaposición estratégica desde el punto de vista defen-sivo indicaría que la presencia Wari en la regiónno fue precisamente pacífica o que por lo menosno estuvo libre de tensiones, tanto frente a la po-blación local como con relación a la posible rivali-dad con el estado Tiwanaku. Las ventajas que otor-ga este emplazamiento estratégico, sobre la cimade la meseta, evidentemente comprometieron uncosto relativamente alto para resolver la provisiónde todos sus abastecimientos, como de la necesariadotación de agua para sus habitantes, lo que debióexigir su permanente acarreo desde el valle porporteadores o con el auxilio de hatos de llamas.

Se ha registrado que el sitio de Cerro Baúl noestuvo aislado, constituyendo el sitio principal ycentral de un conjunto de otros asentamientosmenores de ocupación Wari, como Cerro Mejía,Cerro Petroglifo, Cerro Baulcito y Pampa delArrastrado, todos concentrados en la parte altadel valle, mientras significativamente los Tiwanakutenían sus sitios emplazados en el valle medio(Moseley et al. 1991; Williams e Isla 2002: fig.3). Otros hallazgos recientes reportan el desarro-llo de importantes obras de infraestructura agrí-cola en ésta zona por parte de los wari. Este es elcaso de canales de riego asociados a terrazas agrí-colas, que habrían permitido el desarrollo de cul-

tivos en las laderas de Cerro Baúl y Cerro Mejía.Se puede deducir de esta intervención territorial,que los wari habrían buscado la forma de asegu-rar la provisión de alimentos para los pobladoresde sus asentamientos en la zona, garantizando asíla sostenibilidad económica de su presencia en unaregión tan alejada de su capital (Williams et al2002: 78-80, fig. 10).

El asentamiento de Cerro Baúl se desarrollasobre la meseta que tiene unos 1,000 m de Este aOeste por unos 500 m de ancho (Moseley et al.1991), concentrándose las estructuras mayormen-te en la zona central y especialmente al Este, ocu-

Fig. 331. Cerro Baúl. Croquis general del asentamiento (Moseleyet al. 1991: fig. 12).

Fig. 332. Cerro Baúl. Plano delos sectores concentrados en laszonas este y central del asenta-miento (Williams et al. 2002:fig. 4).

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Fig. 334. Cerro Baúl. Plano del Complejo de la Unidad 6 (Williamse Isla 2002: fig. 13).

pando las edificaciones una extensión de aproxi-madamente 10 ha. En el ordenamiento de la zonaEste del asentamiento se perciben por lo menostres sectores, al parecer demarcados entre sí pormedio de pasajes o pequeñas plazas, y cuyas edifi-caciones exhiben diferencias formales ycontextuales que estarían expresando su asigna-ción a funciones diferenciadas de ordenhabitacional, productivo, administrativo y cere-monial (Williams e Isla 2002: fig. 4).

Las excavaciones conducidas en el sitio porFeldman y luego por Williams e Isla (ibid.) hanpuesto en evidencia la presencia de conjuntos or-ganizados bajo el modelo de las kanchas o «uni-dades patio», con un espacio libre al centro y edi-ficaciones en galería en sus lados. Estasconstrucciones estuvieron dotadas ya sea de unao de dos crujías, como es el caso de la Unidad 1(ibid: fig. 5). En otras unidades se encontraronevidencias de construcciones de más de un nivel,como es el caso de la Unidad 3 donde en un granpatio de unos 26 m de lado se encuentra un edifi-cio compuesto por 4 ambientes de la misma me-dida (1.8 x 5 m) y similares características, que sedisponen por pares a ambos lados de un muromedianero, con sus accesos independientes, y enlos cuales se registró la presencia de estructurasdiseñadas para el soporte de un piso elevado 70cm sobre el suelo, como para permitir la ventila-ción inferior de posibles depósitos dispuestos so-bre el piso superior (ibid: 96-99, fig. 7). Algo si-milar parece ser el caso de la Unidad 6, con 3ambientes alargados (3.5 x 10 m) dispuestos engalería en el lado sur de un gran patio, donde lasexcavaciones registraron no solamente la presen-cia de dobles muros longitudinales, formando el

típico escalón interior para el apoyo de los made-ros de la estructura del entrepiso, sino también elvalioso testimonio de las vigas caídas sobre el piso,al igual que las viguetas separadas de 20 a 25 cmentre las que se hallaron dispuestas lajas de piedracubiertas de barro para formar el piso del segun-do nivel (ibid: 104-105, figs. 13 y 14).

En el sector central se excavó una estructura(Unidad 5) con planta en «D» de unos 10 m dediámetro, muy similar en dimensiones a las halla-das en otros sitios Wari, como Conchopata y Hon-qopampa, y al igual que éstas presenta un murorecto en su fachada, donde se ubica en posicióncentral un único acceso. La base de este muro pre-senta la proyección de una especie de vereda re-vestida en piedra. Este rasgo, que buscó destacarel tratamiento del frontis de la edificación, comolos finos acabados de sus interior con pinturamural y el hallazgo de ofrendas, expresan su des-tacada función ceremonial en el sitio (ibid: 100-104, fig. 9). Al respecto, existe por lo menos otraestructura, aún no excavada, que parece corres-ponder a la tipología de las edificaciones en «D»,que se ubica en posición central y al extremo oes-te del sector este del asentamiento (ibid.: fig. 4).

Finalmente, las excavaciones arqueológicasdesarrolladas en Cerro Baúl también aportan da-tos interesantes acerca de la cronología del sitio,dando alcances preliminares sobre su posible fe-cha de fundación, la duración de la ocupaciónWari y la evolución de esta a lo largo del tiempo.De acuerdo a estas evidencias, el inicio de la ocu-pación Wari en Cerro Baúl sería más tempranade lo hasta ahora se había supuesto, remontándo-se a los 600 a 675 d.C. mientras que su duracióntambién se prolongaría hasta el 850 d.C. es decirque estaría abarcando un período de ocupacióndesde finales de la época 1 hasta la época 2 del

Fig. 333. Cerro Baúl. Plano del Complejo de la Unidad 3 (Williamse Isla 2002: fig. 7).

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6. LA PRIMERA FORMACIÓN IMPERIAL ANDINA 325

Horizonte Medio. Es interesante destacar que enel transcurso de esta ocupación relativamente lar-ga, se habrían producido eventos —aparentementesimultáneos— de remodelaciones en una serie deconjuntos, comprometiendo el reordenamiento desus edificaciones (ibid.), lo que plantea la hipóte-sis de que este proceso fuera producto de lareconfiguración general de las funciones asigna-das al sitio por parte del estado Wari, adecuándolasa un nuevo contexto regional. A menos que setratara de un fenómeno aún más amplio y com-plejo, que expresara algún tipo de reforma en elsistema administrativo del estado que, de ser así,podría percibirse tanto en las remodelaciones queinteresarían a la propia capital, como a Cerro Baúly otros centros provinciales.

Las influencias Wari en el urbanismocosteño

En la perspectiva de la hipótesis señaladas anterior-mente, a propósito de la posible dinámica de laexpansión Wari, en el sentido de una posible in-fluencia o presencia Wari en las regiones costerasa partir de sus enclaves alto andinos, un campoque requiere mayor exploración a futuro, es el queestá referido a las posibles influencias o interven-ciones Wari con relación al urbanismo costeño.Este es el caso de sitios de primer nivel, comoPachacamac o Cajamarquilla en la Costa Central,donde además de una serie de contextos arqueo-lógicos que ilustran vínculos y relaciones evidentes,se ha sugerido que el trazo de ciertos complejos osectores urbanos de estos asentamientos, dondese aprecia un planeamiento ortogonal o trapezoi-dal, podrían haber sido el resultado de una posi-ble influencia Wari. Obviamente estos plantea-mientos han sido siempre sugerentes, perorequieren de programas de investigación arqueo-lógica que los comprueben. Este tipo de investi-gaciones podría definir mejor no sólo el tipo derelaciones, influencias o préstamos en las formasde desarrollo urbano, sino también entre las co-rrespondientes tipologías arquitectónicas, que pu-dieron darse entre las distintas formaciones regio-nales de la costa y la serranía durante el período.

Por otra parte, en las últimas décadas se hamultiplicado la documentación acerca de la pre-sencia Wari en los valles de la costa peruana. Enalgunos casos con el registro de bienes de presti-gio Wari incorporados al ajuar funerario de per-sonajes de elite de sociedades norteñas, como lasde San José de Moro en Jequetepeque (Castillo

Fig. 335. Cerro Baúl. Corte dela estructura B de la Unidad 6,donde se observa los muros conlos apoyos laterales para la es-tructura del entrepiso, así comola evidencia de las vigas caídassobre el piso (Williams e Isla2002: fig. 14).

Fig. 336. Cerro Baúl. Plano de las estructuras del Complejo de laUnidad 5, donde destaca el edificio ceremonial con planta en for-ma de “D” (Williams e Isla 2002: fig. 9).

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2001); en otros casos asociada al desarrollo de ri-tuales que incluyeron el ‘sacrificio’ de bellas pie-zas de cerámica Wari, tal como se ha documenta-do con los extraordinarios hallazgos de Maymien Pisco (Anders 1990). Si bien en los casos cita-dos esta evidente presencia no está asociada aasentamientos o edificaciones que se puedan ad-judicar a Wari, en otros valles si se ha establecidola presencia de algunos asentamientos de aparen-te filiación wari en las cabeceras de los valles cos-teños. Éste es el caso de nuevos sitios que se agre-gan a otros ya conocidos, como Pacheco y Cerro

del Loro en Nazca (Strong 1957), tales como Socosen el valle del Chillón (Isla y Guerrero 1987), oLa Cantera en el valle de Chincha donde se desa-rrollan trabajos preliminares. Se trata deasentamientos relativamente menores, pero no poresto menos importantes ya que proporcionan va-liosa información acerca de la presencia wari enzonas estratégicas, desde los cuales se pudo ejer-cer cierto tipo de control sobre los valles coste-ños; así como sobre el tipo de interrelaciones quese desarrollaron con las sociedades costeñas y suselites urbanas.

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7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 327

Introducción

En los Andes Centrales, esta época se ubicacronológicamente entre los años 1000 y 1400 d.C.y es conocida como el período de los Estados Re-gionales Tardíos (Lumbreras 1981) o como Inter-medio Tardío (Rowe 1962). Los inicios de estaépoca se caracterizarían por la declinación del fe-nómeno Wari, lo que va acompañado por el pro-gresivo resurgimiento de las formaciones regio-nales. En este contexto histórico se produciría unareformulación de los modos de vida y de las for-mas de organización social, proceso que se mani-fiesta en las diferentes expresiones que presentanlos patrones de asentamiento y arquitectura enlos distintos ámbitos regionales. Sin embargo,dentro de la diversidad de casos documentados alrespecto, se puede advertir una notable y marca-da diferenciación entre las regiones costeñas yaquellas altoandinas.

Efectivamente, en el caso de la costa norte ycentral y aparentemente también en parte de laCosta Sur, se asistiría a la recuperación del vigorde las autonomías regionales, con el surgimientode formaciones estatales o reinos, de diferentemagnitud y nivel de complejidad política. Esteproceso va aparejado con la revitalización de undesarrollo urbano renovado, cuyos testimoniossobresalientes corresponden a un notable conjun-to de ciudades e importantes centros urbanos.Mientras tanto, en el caso de las regionesaltoandinas en este nuevo contexto histórico, seacentuarían condiciones propias de desarrollos detipo autárquico, con un fuerte énfasis en econo-mías rurales de carácter agropecuario, que se ma-nifiestan en la dominante proliferación de aldeasy poblados rurales; lo que va en desmedro de laposibilidad de generar desarrollos de tipo urba-no, o de mantener la continuidad de los centros

preexistentes que, huérfanos del precedente sopor-te estatal Wari, declinan o se convierten rápida-mente en ruinas.

Entre los principales estados que surgen en lacosta destacan Chimú y Lambayeque, en la costanorte. Mientras que en la costa central y nor cen-tral, se presentan formaciones como Chancay,Ychsma o Pachacamac, en la comarca de Lima;Huarco en el valle de Cañete, y Chincha en losvalles de la región sur central. En el extremo de lacosta sur, tendríamos formaciones culturales comoChiribaya, poco definidas aún en cuanto se refie-re a su forma de organización social y patrones deasentamiento.

De otro lado, en las regiones altoandinas ten-dríamos señoríos en la sierra norte como Cuisman-cu (Cajamarca) y Huamachuco; en la vertienteoriental de la región a los Chachapoya (Amazonasy San Martín); los Chupachu y Huamalíes en laregión de Huánuco; Huaylas en el Callejón deHuaylas; Xauxas y Huancas en el valle del Mantaro;los Chancas en la región ocupada por los departa-mentos de Huancavelica, Ayacucho y Apurímac;Churajón (Arequipa) y Killke o Cusco en la sierraSur; y en los Andes Centro Sur los señoríosaltiplánicos, como los Lupaca, los Colla y losPacaje, que surgirían de la declinación deTiwanaku.

Contexto histórico, económico y territorial

Durante esta época las economía de las socieda-des costeñas habrían ampliado su base en la pro-ducción agrícola. Al respecto, es notable consta-tar una expansión sustantiva de la frontera agríco-la lograda por medio de la ejecución de obras pú-blicas, entre las cuales destaca el desarrollo de gran-des canales de irrigación que superan el límite

7ESTADOS Y SEÑORIOS TARDÍOSCiudades costeñas y poblados rurales altoandinos:Modos de vida distintos y formas de asentamientodiferenciadas

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natural de los valles e incorporan al cultivo tierraseriazas que se encontraban por encima del nivelde estos. En el caso de los valles de Lambayeque,con el desarrollo de canales como el Taymi y elRacarumi, se interconectaron los valles de la re-gión, conformando un enorme complejo hidráu-lico que constituye, hasta el día de hoy, la mayorárea agrícola de la costa peruana.

Un caso aún más espectacular, por las dificul-tades que entraña la naturaleza de la obra, corres-ponde al canal de la Cumbre, que con un extraor-dinario recorrido de más de 80 km tomaba aguasdel río Chicama para, superando la divisoria en-tre ambas cuencas, trasvasarlas al sistema de cana-les del valle de Moche (Ortloff 1981). Esta notableobra de ingeniería demuestra el conocimiento de-sarrollado por los Chimú en topografía e inge-niería hidráulica; al igual que la amplia capacidad

de convocatoria que tenía su clase gobernantesobre la población, para disponer de la mano deobra necesaria para su colosal ejecución y mante-nimiento.

Otros casos de ulterior desarrollo hidráulicocomprometidos con la ampliación de la fronteraagrícola, se verificarían también más al sur en lacosta central. Este es el caso del valle del Rímaccon la construcción del canal de Surco, cuyabocatoma se ubica en Ate e irrigaba las tierras alsureste del valle, que formaban las amplias zonasde riego de Monterrico y Surco, hasta llegar allímite sur del valle en Villa. Otro caso similar esel del valle de Chincha, donde un nuevo canalmás elevado en la margen norte habría permitidodurante esta época incorporar las pampas que seencuentran por encima del valle y que se conocencomo Chincha Alta.

Fig. 1. Mapa con la ubicaciónde los principales sitios del pe-ríodo.1 Batán Grande2 Túcume3 Pacatnamú4 Farfán5 Kuelap6 Chanchán7 Manchán8 Chancay9 Maranga10 Cajamarquilla11 Armatambo12 Pachacamac13 Huarco14 Chincha; así como de losprincipales señoríos altoan-dinos (Canziani).

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7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 329

En el campo de las actividades manufacture-ras se conocen nuevos niveles de desarrollo. Estees el caso de la actividad textil con de la apariciónde nuevas técnicas como el tapiz, la gasa y el bro-cado. En la producción de cerámica se aprecia queesta era mayormente hecha en molde, lo que per-mite inferir su elaboración en serie y con menosrefinamientos en los acabados. En cuanto a la cé-lebre metalurgia y orfebrería de las sociedadesnorteñas, se puede resumir el tema mencionandoque desarrollaron técnicas como la del dorado delcobre, el enchapado, el soldado, el estampado, lafiligrana y el vaciado a la cera perdida. La orfebre-ría de Chimú y especialmente la de Lambayeque,fue ampliamente conocida fuera de su contextooriginal como producto del intenso saqueo de sustumbas y monumentos arqueológicos. Hoy en díasabemos que gran parte de estas piezas espectacu-lares como máscaras, tumis, pectorales, narigueras,orejeras, etc., provienen de tumbas de personajesde alto rango, que contenían una increíble canti-dad de objetos que conformaban el ajuar funera-rio. Las piezas son trabajadas tanto en cobre, comoen oro y plata; presentándose también las técni-cas del cobre dorado y aleaciones como la tumba-ga, que combinan cobre con oro, y una aleaciónespecial del cobre con arsénico, de la cual se obtu-vo un bronce arsenical.

Al respecto, los integrantes del Proyecto Ar-queológico Sicán, han documentado la intensa ac-tividad minera y metalúrgica desplegaba en la re-gión por la sociedad Lambayeque. En especial, seha registrado la existencia de grandes batanes ymanos de moler que servían para la preparaciónde los minerales, que luego eran fundidos en ta-lleres que disponían de hileras de pequeños hor-nos, en los que se utilizaba carbón como combus-tible, mientras los trabajadores empleaban toberaspara soplar a pulmón y oxigenar la combustión.Para el proceso de fundición se emplearon tam-bién crisoles y moldes que servían para que elmetal, ya en forma de lingotes, fuera transporta-do a los centros urbanos en calidad de materiaprima para el sucesivo trabajo de los orfebres(Shimada 1987).

Especialmente en la costa norte se desarrollótambién la talla en maderas duras como el alga-rrobo, representando personajes de cuerpo ente-ro en diferentes actitudes, cuyos rasgos estabandestacados con la incrustación de conchas en laórbita de los ojos y resaltando el atuendo y ciertosornamentos corporales. Algunas tallas de peque-ño formato formaban parte de escenas completasreferentes a desfiles ceremoniales o a rituales fu-nerarios.1 Es importante también destacar que al-gunas esculturas de madera de gran formato, re-

1 En un hallazgo reciente en la Huaca de La Luna, correspondiente a una tardía tumba Chimú, fueron recuperadas dosmaquetas representando recintos ceremoniales con escenas complejas relacionadas con rituales funerarios, además de otras esce-nas que muestran procesiones con distintos personajes, a veces acompañados de monos o conduciendo llamas con su carga acuestas (Uceda 1999).

Fig. 2. Valle hipotético con canal intervalle (Canziani).

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presentando personajes antropomorfos en actitudhierática, fueron hallados en asociación con loselementos arquitectónicos que conformaban lasportadas de los complejos político administrati-vos de Chanchán.

El intercambio fue una importante actividad,posiblemente organizada bajo el control de losestados, como los norteños Chimú y Lambayequeo el sureño de Chincha. Este se desarrollaba a gran-des distancias a través de la navegación por mar,empleando para esto balsas de gran tamaño he-chas con gruesos troncos de “palo balsa” prove-nientes de los remotos bosques ecuatoriales, ydotadas de velas hechas de algodón. De otro lado,las llamas —en ese entonces animales habitualesen el paisaje de la costa norte— eran empleadaspara formar caravanas que servían para desplazarbienes y productos de valle en valle, atravesandopara esto extensos territorios desérticos, o inter-nándose por los valles para alcanzar las alturas dela serranía. De hecho, en la ciudad de Chanchánse han hallado en los barrios populares evidenciasde conjuntos asociados a corrales para llamas, que

podrían haber correspondido a residencias de losmercaderes a cargo de este tipo de intercambio(Topic 1990). Al respecto, muchos de los proce-sos productivos documentados arqueológicamentepermiten inferir no sólo la distribución espacialde estos en el territorio de los valles, sino tambiénsu necesaria articulación mediante los sistemas detransporte. Este es el caso de la antes citada pro-ducción metalúrgica (Shimada 1987), donde lossitios donde se emplazaban los hornos de fundi-ción debían ser abastecidos de los insumos mine-rales desde las minas, al igual que del combusti-ble desde los bosques. Los lingotes del mineralrefinado y fundido fueron a su vez conducidos alos talleres de los orfebres emplazados en las ciu-dades y centros urbanos para, finalmente, ser dis-tribuidos como productos metálicos en un deter-minado ámbito local o regional.

El urbanismo Lambayeque2

El estado Lambayeque se desarrolló en los vallesde la región de Lambayeque y tuvo como centrosa dos importantes asentamientos urbanos, BatánGrande y Túcume, que recientemente han sidoobjeto de estudios por parte de sendos proyectosde investigación arqueológica. Estas investigacio-nes han proporcionado en los últimos años im-portante información científica, sobre una cultu-ra que hasta hace unas décadas era mayormenteconocida solamente por ciertas espectaculares pie-zas de oro, provenientes del saqueo de sus tum-bas. Nos referimos en particular a los famosostumis o cuchillos ceremoniales, las máscaras y otrosobjetos de ajuar funerario. Sin embargo, no obs-tante la extraordinaria belleza de estas piezas, erantan sólo objetos aislados de su contexto históricoy social, de modo que poco ayudaban a la com-prensión de la formación social y modo de vidade sus creadores lambayecanos.

Además de Batán Grande y Túcume, empla-zados en el valle del río La Leche, otros sitios prin-cipales contemporáneos son La Viña en la zonade Jayanca y Apurlec, ambos en la cuenca del ríoMotupe; Chotuna y Chornancap en la parte bajadel valle de Lambayeque, y Colluz internándosehacia el valle medio; mientras que en la zona don-de el valle comienza a angostarse se encuentran

Fig. 4. Balsa navegando a vela en la costa norte en una imagenfotográfica de Brüning de fines del siglo XIX (Schaedel 1989: 82).

2 A la cultura Lambayeque actualmente se le conoce también como Sicán, sin embargo, para evitar confusiones, preferimosmantener la denominación original, de acuerdo con las normas establecidas por la arqueología, que asigna el nombre de lasculturas según el lugar donde fueron inicialmente identificadas o con el término tradicional con el cual han sido usualmentenombradas.

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7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 331

Pátapo al norte y Saltur al sur, donde además delas típicas edificaciones de adobe, se aprecia elempleo también de la piedra en las laderas máselevadas de estos sitios (Heyerdahl et al. 1996: fig.2; Sandweiss 1996: 64; Shimada 1985, 1990).

Batán Grande

Este extenso sitio se ubica en el valle del río LaLeche, en el extremo norte del complejo de vallesde Lambayeque, a unos 40 km del mar. La pre-sencia de una decena de pirámides monumenta-les y otros montículos menores se despliega en unárea mayormente llana, cubierta por una densavegetación de bosque seco tropical. Esta área deunas 350 ha. sobre la margen derecha del río LaLeche, se extiende unos 2,500 m de este a oeste yunos 1,400 m de norte a sur. Las construcciones

piramidales de adobe adoptan un patrón relativa-mente disperso, sobresaliendo sus colosales mo-les por sobre las copas de los algarrobales del ex-tenso bosque de Poma (Shimada 1990: fig. 5).

Las principales pirámides (Huacas Corte, LaMerced, Las Ventanas, Oro y Rodillona) se carac-terizan por presentar plataformas superpuestasconectadas por rampas, y a las que se accedía des-de el nivel del terreno por medio de grandes ram-pas que generalmente desarrollan un característi-co trazo zigzagueante (Shimada 1985: fig. 17).Estas características formales y otros rasgos cons-tructivos que señalaremos más adelante, planteansemejanzas y evidentes continuidades con mo-numentos arquitectónicos más tempranos, comola Huaca Fortaleza en la ciudad de Pampa Gran-de, correspondiente al Moche tardío y que podríahaber servido de referente para estas nuevas edifi-caciones.

Fig. 5. Batán Grande: planogeneral del complejo (Shimada1990: fig. 5).

Fig. 6. Batán Grande: planosde la Huaca Rodillona (izquier-da) y de la Huaca Oro (dere-cha) (Shimada 1985: fig. 17).

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La mayoría de estos edificios ha sido construidacon adobes plano convexos que usualmente exhi-ben marcas de fabricante. Los rellenos constructi-vos de las plataformas fueron construidos median-te la técnica de las cámaras de relleno, cuyos mu-ros de adobe contenían los rellenos de materialsuelto, compuesto por arena, tierra y deshechos,que luego eran sellados por las capas superioresde adobe y barro que conformaban los pisos delas plataformas. Precisamente en los pisos de lasplataformas se ha hallado evidencia del desarrollode grandes espacios cubiertos por columnatas.3

Este es el caso de la Huaca Corte, cuya plata-forma superior muy alargada (7 x 40 m.) conte-nía 48 columnas cuadradas y pintadas, dispuestasen 12 filas de 4 columnas cada una, lo que permi-te suponer que esta área estaba techada. Esta pla-taforma presentaba una rampa central del ladooeste, mientras del lado este se desarrollaba unlargo muro con pintura mural, que debió servirde cierre de fondo a este espacio de posible fun-ción ceremonial abierto por tres de sus lados. Encontrapartida a estas plataformas de posible fun-ción pública, otras como Huaca Las Ventanas pre-sentaban espacios mucho más amplios y ambien-tes cerrados, que podrían haber alojado activida-

des político administrativas o residenciales de elite(ibid.: 102-103).

Fastuosas tumbas de elite han sido halladas enproximidad de la Huacas, especialmente alrededorde sus bases e inclusive en las esquinas formadaspor el encuentro de las rampas con el cuerpo delas pirámides. Las características de estas tumbasde cámara y el notable ajuar funerario contenidoen ellas, especialmente la calidad y cantidad deobjetos suntuarios de metal, da cuenta de la rique-za y poder concentrados en las clases dominantes,cuyo prestigio se manifiesta además con la especialdisposición de la arquitectura funeraria en estre-cha relación con las construcciones piramidales.

Precisamente, la presencia de estos personajesde elite y la notable acumulación de parafernaliade objetos elaborados con metales preciosos, texti-les y cerámica fina, además de otros bienes exóticoscomo conchas de Spondylus y Conus provenientesde mares ecuatoriales y piedras semipreciosas,posiblemente obtenidas por intercambio a grandesdistancias, da cuenta de la existencia de una socie-dad con marcadas diferencias de clase en su es-tructura social, y con una notable especializaciónen sus distintos procesos productivos. Por lo ge-neral, el correlato a este tipo de formación social

Fig. 6A. Batán Grande: planode la cima la Huaca Corte(Shimada 1985: fig. 16).

3 Las columnas presentan una particular forma de cimentación. Sus basamentos fueron encajados en celdas cuadrangularesrellenas de arena, en cuyo fondo se dispuso piedras planas sobre la cuales apoyaban las bases de las columnas de madera. La seccióndel tronco de la columna por encima del nivel del piso estaba enmarcada en un dado cuadrangular —a modo de basa— a partirdel cual el fuste de las columnas era revestido y enlucido con barro y pintado (Shimada 1985: fig. 17).

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7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 333

corresponde a entidades urbanas bien estableci-das, donde se resuelva espacialmente estas activi-dades especializadas en la esfera de la produccióny los servicios, además de los componentes resi-denciales correspondientes a la elite y a la pobla-ción subordinada congregada en la urbe.

Sin embargo, en los trabajos desarrollados enBatán Grande, llama la atención la escasa menciónacerca de la presencia de otras estructuras menoresque pudieran haber resuelto estas actividades pro-ductivas de base urbana y aquellas de índole resi-dencial (ibid.: 102). Pareciera que el evidente én-fasis de los investigadores en la caracterizaciónceremonial del complejo hubiera impedido explo-rar su aparente naturaleza urbana.4 Evidentementelas difíciles condiciones de conservación, en unazona sujeta a eventos de lluvias intensas, continuoseventos aluviales, como la presencia de una densacobertura forestal —a lo que hay que agregar laintensa huaquería desarrollada por décadas du-rante el siglo pasado— no ayudan en esto. Perono por esto la caracterización del complejo comoun ‘recinto religioso-funerario’ (ibid.: 100) podríaasumirse como satisfactoria, más aún cuando seadvierte que este período sucede a la crisis de losviejos estados teocráticos e inaugura el desarrollode formaciones sociales de mayor peso seglar.

Esto no se contradice con la advertencia seña-lada por distintos estudiosos en el sentido que lasconstrucciones piramidales tienen un mayor alien-to y continuidad en la región, y que el urbanismode la sociedad Lambayeque habría sido algo con-tenido hasta antes de la conquista Chimú, comobien lo ilustra el documentado caso de Túcume,que conoce su apogeo urbano precisamente a par-tir de la época en la que se advierte la llegada delsureño estado Chimú (Sandweiss y Narváez 1996).

Túcume

Este extenso e impresionante complejo urbano seubica en la zona norte de los valles de la región deLambayeque, teniendo como centro la zona agrí-cola tributaria del río La Leche y del canal de

Taymy, que desde el río Chancay tiene su trazoorientado hacia el norte, donde se ubica precisa-mente Túcume, unos 30 km al este del mar(Heyerdahl et al. 1996: fig. 2).

La ocupación de Túcume se iniciaría posible-mente a fines del Horizonte Medio e inicios delIntermedio Tardío, es decir de 1050 a 1100 d.C.—lo que coincidiría con el progresivo abandonode Batán Grande (Shimada 1990)— convirtién-dose en el principal centro de poder regional.Luego, a partir de 1350 d.C. la ciudad y la eliteresidente en ella se encontrarían bajo la depen-dencia del estado Chimú, cuando la expansiónde éste hacia el norte interesó los valles deLambayeque. Finalmente, con la conquista Incade las regiones norteñas de Cajamarca y Lambaye-que, alrededor de 1470, Túcume se convirtió enel principal centro de poder provincial inca en laregión de Lambayeque hasta el evento de la con-quista de 1532 (Sandweiss 1996).

La ciudad, que alcanza una extensión de apro-ximadamente 220 ha, se desarrolla teniendo comocentro al Cerro La Raya, cuya silueta destaca en elpaisaje de las planicies del valle, al elevarse unos140 m. sobre el nivel del terreno circundante.Alrededor de este notable hito paisajístico se de-sarrollan una serie de complejos y edificaciones,entre las que sobresalen 26 pirámides principaleshechas de adobe, a cuyas plataformas superioresse ascendía por medio de largas rampas. Sobre lasplataformas de las pirámides se ha hallado tantoevidencias de estructuras residenciales de tipo pa-laciego, como complejos de carácter político ad-ministrativo (Heyerdahl et al. 1996: fig. 34).

Dentro del sector monumental, que se encuen-tra concentrado al norte y noroeste de Túcume,destaca la mayor edificación que corresponde a lallamada Huaca Larga. Este complejo se ubica alnorte del Cerro de La Raya y presenta una plantarectangular, orientada de norte a sur, que midecerca de 600 m de largo y unos 140 m de ancho,elevándose unos 20 m sobre el nivel del terreno yposiblemente unos 30 m en las plataformas 1 y 2que la coronan. La cima de esta extensa edificaciónpresenta una serie de subdivisiones. En el extremo

4 En los citados trabajos de Shimada (1985: 92, 100, 105; 1990: 339, 346, 369) se reitera que Batán Grande estaría con-formadopor el agrupamiento de ‘estructuras religiosas monumentales’ y habría constituido la ‘capital política y religiosa’ del estado SicánMedio. Pareciera que esta caracterización de la arquitectura monumental y, por ende, de la entidad urbana en su conjunto y de lapropia naturaleza del estado, derivan de la presunción que las formas arquitectónicas piramidales se asociarían exclusivamente confunciones religiosas. Las posteriores excavaciones desarrolladas en la arquitectura monumental de la vecina Túcume, documentanuna realidad distinta y bastante más compleja, donde edificaciones piramidales como Huaca Larga o la Huaca 1 evidencianactividades político administrativas y residenciales de elite, además de aquellas de posible orden ceremonial. En contrapartida,otras edificaciones no piramidales, como el Templo de la Piedra Sagrada, revelan una notable e insospechada importancia ritual.

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Fig. 7. Túcume: ubicación delsitio en el valle de Lambayeque(Heyerdahl et al. 1996: fig. 2).

Fig. 8. Túcume: foto aérea oblicua (SAN, Kosok 1965).

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7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 335

norte, se encontrarían algunos recintos que regu-laban el acceso al complejo elevado, que se reali-zaba ascendiendo por medio de una extensa ram-pa orientada hacia el norte, y que conducía haciala Plataforma 1, una construcción de planta rec-tangular construida sobre el flanco oeste de laHuaca Larga y que contaba con una ancha rampaorientada hacia el este. En el sector central se de-sarrollan otros espacios, entre los que destaca ungran patio con nichos y más al sur, del lado oeste,un gran patio hundido, al este del cual se encuen-tra la Plataforma 2, que contó en sus inme-diaciones con un área de cocina. Al sur de la Pla-taforma 2 se registró otro gran patio con nichos,flanqueado por conjuntos divididos en recintosaún más pequeños. Finalmente, en el sector sur,

donde la Huaca Larga se adosa a las laderas delCerro La Raya, las subdivisiones de los recintosson bastante difíciles de discernir (Narváez 1996a:84, fig. 35).

La primera época de la edificación se remon-taría al período Lambayeque, de la cual no se tieneuna buena definición debido a las remodelacionesposteriores que se le superpusieron, si bien se pue-de presumir que en ese momento el extremo surde la edificación no habría estado aún adosado alCerro La Raya. Durante la época Chimú, se habríaproducido una remodelación de gran envergadura,donde se unió el sur de la plataforma de la Huacacon las laderas del cerro en un sólo evento cons-tructivo, y se habría definido la forma general dela Huaca, sobre la cual se desarrollaron grandes

Fig. 9. Túcume: plano generalcon los principales complejos.1 Huaca Larga, 2 Templo de laPiedra Sagrada, 3 Huaca LasEstacas, 4 Huaca 1, 6 HuacaLas Balsas (Heyerdahl et al.1996).

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patios, conjuntos con recintos y las dos platafor-mas. La decoración de las edificaciones de estaépoca se caracteriza por presentar relieves y pinturamural con la aplicación de rojo, negro y blanco,por lo que a esta época también se le denomina

‘fase tricolor’. Al sur de la plataforma 2 se excava-ron recintos con corredores paralelos, flanqueadospor banquetas que estuvieron dotadas de colum-nas, lo que lleva a suponer que estas estuvierontechadas, no así los corredores que permitían la

Fig. 10. Túcume: foto aérea deHuaca Larga (SAN, Kosok1965).

Fig. 11. Túcume: vista pano-rámica de Huaca Larga desdeel suroeste (Canziani).

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7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 337

ventilación y el ingreso de la luz. Para estos espa-cios se ha sugerido alguna función productiva, quebien podría haber sido la textilería (ibid.: 89-96).

Un dato de gran relevancia para el conocimien-to de las características de la ocupación Inka enlas urbes costeñas y en especial de la costa norte,fue la revelación de que en un contexto culturalnetamente costeño y lambayecano, como es el queexhibe Túcume en sus rasgos urbanísticos y ar-quitectónicos, los incas no sólo se instalaron en laciudad, sino que hicieron de esta su principal cen-tro de poder político en la región. Sin embargo,es notable apreciar que la mayoría de los edificiosde la época anterior siguieron en función, mien-tras que las remodelaciones se limitaron a algunasde las edificaciones donde se realizaron interven-ciones puntuales. Este es el caso de la plataforma2 de Huaca Larga, donde los recintos que exhibíanpinturas murales con motivos de aves, fueron cu-biertos por gruesos muros de piedra con morterode barro, mientras que en la remodelación de laspartes exteriores de la edificación se utilizó el tradi-cional adobe. Con esta intervención los ampliosrecintos preexistentes fueron segregados en cuatroambientes de menor tamaño, que se conectabanentre sí mediante corredores.

Si bien los rasgos de estas intervenciones nomanifiestan los cánones propios de la arquitecturaInka, en contrapartida, los contextos arqueológi-cos asociados son contundentes acerca de la pre-sencia Inka en el lugar, revelando además la notablejerarquía y alto nivel social de los personajes Inkaque residían en Túcume. Este es el caso del hallaz-go en la Plataforma 2 de enterramientos que pare-cen corresponder a dos funcionarios y a un ore-jón, cuyo atuendo y adorno personal correspon-derían a un personaje de alto rango, posiblementeel gobernador Inka de la región; así como el ente-rramiento de un grupo de 19 mujeres que apa-

rentemente conformaba un grupo de aqllas, posi-blemente tejedoras especializadas residentes en estecomplejo político administrativo. Adicionalmen-te, se puede mencionar la extraordinaria calidadde ofrendas de carácter Inka imperial reportadasen el templo de la Piedra Sagrada.

En cuanto a las funciones de Huaca Larga, sibien no se puede excluir las de carácter ritual, lamayoría de los espacios arquitectónicos y los con-textos asociados, expresarían que estos estuvierondestinados al desarrollo de actividades políticoadministrativas, posiblemente complementadaspor otros espacios destinados a residencias de laelite, a manera de un palacio. Esta caracterizaciónfuncional que se percibe en la edificación de lafase de época Chimú, aparentemente no fuesustancialmente alterada por las remodelacionespuntuales de época inka.

La reconstrucción de las características de losdistintos espacios arquitectónicos presentes sobrela plataforma de Huaca Larga, como de las edifi-caciones que se encuentran en sus inmediaciones,permite inferir esta caracterización funcional. Elacceso a Huaca Larga desde otros sectores del asen-tamiento, parece haberse relacionado con el cami-no flanqueado por murallas, cuyo trazo paraleloal lado este del complejo, habría conducido haciala rampa ubicada al norte de la Huaca. Precisamen-te, sobre el sector norte de Huaca Larga se ubicanla Plataforma 1 y los patios y recintos anexos, quepodrían haber tenido un rol marcadamente pú-blico, resolviendo actividades de recepción y re-presentación. De otro lado, el sector central, conla Plataforma 2, el área de cocina y sus recintosanexos, sugieren espacios más privados con posi-bles ambientes residenciales, correspondientes auna estructura del tipo ‘palacio’; mientras que losrecintos del sector sur podrían haber resuelto tantoactividades productivas como administrativas.

Fig. 12. Túcume: decoración mural en relieve y pintura mural enescaques en un sector de Huaca Larga correspondiente a la fase“tricolor” de la ocupación Chimú (Canziani).

Fig. 13. Túcume: remodelación de época Inka en un ambiente dela Plataforma 2 de Huaca Larga (Canziani).

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Retomando el camino que flanquea de nortea sur el lado este de Huaca Larga, su trazo antesde girar hacia el este produce un quiebre escalo-nado, generando así un espacio en esquina dondese ubica una edificación relativamente pequeña,pero de gran trascendencia denominada Templode la Piedra Sagrada. Dejando atrás Túcume, elcamino habría proseguido su dirección hacia eleste, para intersectar a unos 14 km de distancia yen proximidad del establecimiento inca de TamboReal, el camino principal que recorría los vallesde Lambayeque de norte a sur.

El Templo de la Piedra Sagrada

Esta pequeña estructura presenta una planta enU y se ubica dentro de un recinto delimitado pormuros de escasa altura. En el centro de la edifica-ción se encuentra enclavada verticalmente unagran piedra sin trabajar o huanca, que parece ha-ber sido objeto de culto y gran reverencia, a juz-gar tanto por la edificación que la alojaba comopor la cantidad y calidad sobresaliente de las ofren-das depositadas en su entorno.

La planta del templo mide 7.5 x 8 m y susmuros, que están hechos con adobes plano con-vexos, siguen los ejes cardinales. La puerta se ubi-caba al centro del frontis orientado hacia el norte.El techo de la estructura fue soportado por 16columnas de madera revestidas con cañas yenlucidas con barro, que se dispusieron ordena-damente a distancias equivalentes. En el interiordel edificio se dispuso banquetas laterales que

enmarcaron el espacio donde estaba enclavada lapiedra sagrada (Narváez 1996a: 113-132, fig. 77).

Las excavaciones arqueológicas desarrolladasen el edificio permiten sostener que antes que estaedificación tuviera esta forma, hubo una primeraversión que se habría limitado al muro sur, quepresenta una sección adelgazada hacia la partesuperior, donde podría haberse dado la caracterís-tica coronación que exhiben las representacionesde edificios en la cerámica Lambayeque. Duranteesta primera época la piedra sagrada habría estadoexpuesta frente a este muro sur y protegida porun techo sostenido por las columnas (ibid.: fig. 79).Posteriormente, en una segunda época, se añadi-rían los muros laterales y el frontal con el vano dela puerta. Finalmente, en una de las últimasremodelaciones, se añadirían hacia el exterior dosanchas banquetas que se despliegan diagonalmentea partir de la portada del templo (ibid.: fig. 83).

En las inmediaciones del templo se hallaronevidencias de ofrendas, compuestas por conchasde mullu (Spondylus) en estado natural o labra-das, figurinas y otros artefactos en miniatura he-chos de cobre y plata. En el caso de las ofrendasde época inka, sobresalen las figurinas despondylus y plata, algunas de estas cubiertas porfinos atuendos textiles sujetados por tupus y ador-nadas con tocados de plumas, muy similares a lashalladas en otros contextos de ofrendas imperialesinka, como los reportados en Cerro El Plomo(Chile) y Pachacamac. Adicionalmente se reportóla presencia de enterramientos de cuerpos huma-nos y de llamas (ibid.: 118-129).

Fig. 14 A y B. Túcume: el templo de la Piedra Sagrada en una primera fase y luego en una remodelación posterior (Narváez 1996a: figs. 79 y 83).

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7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 339

La Huaca 1

Se ubica al noroeste del sector monumental deTúcume. Constituye la pirámide más alta de laciudad, alcanzando una altura de unos 30 m conrelación al nivel del terreno. La edificación cons-truida con adobes plano convexos, presenta unaplanta orientada de este a oeste con unos 80 m delargo y unos 60 m de ancho; mientras que la largarampa que se proyecta hacia el oeste alcanzaría laextraordinaria extensión de unos 160 m es decir,el doble del eje mayor de la planta de la pirámide(ibid.: fig. 98).

Al este de la pirámide, se desarrolla una platafor-ma menos elevada y orientada de norte a sur, conuna rampa que se proyecta desde su esquina nor-este. De modo que la pirámide y ésta plataformabaja, definen un conjunto con planta en forma de“L”. Al sur del conjunto se definió una Plaza Sur,cercada por un muro de adobe, en la que se encon-traba inscrito el Anexo 3 que albergaba unas singu-lares estructuras que mencionaremos más adelante.

Sobre la cima de la pirámide se desarrollabanplataformas, cuartos y ambientes más amplios do-tados de banquetas y nichos, los que se comuni-caban entre sí por medio de corredores y rampas.Estos rasgos arquitectónicos, el tipo de materialcerámico, y el hallazgo de fogones y deshechos aso-ciados a la preparación y consumo de alimentos,sugerirían una función de tipo residencial para lasedificaciones construidas en la cima de la pirámide(ibid.: fig. 101).

Fig. 16. Túcume: plano de laHuaca 1 (Narváez 1996a: fig.98).

Fig. 15. Túcume: figurina Inka de plata con manto policromo, pren-dedor (tupu) y tocado de plumas rojas de aves amazónicas, halladacomo ofrenda en el templo de la Piedra Sagrada (Narváez 1996a:fig. 88).

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Otros sectores y edificaciones de Túcume

Las excavaciones desarrolladas en otros sectores,al suroeste y sur de Túcume, revelaron tanto evi-dencias de estructuras destinadas a fineshabitacionales, como también de otras destina-das a actividades productivas, comprometidas conla producción cerámica, metalúrgica e, inclusive,de abalorios y cuentas de collares hechos de con-chas. Estos conjuntos incluirían corrales de lla-mas, las que debieron se ampliamente utilizadascomo medio de transporte, además de ser consu-midas como parte importante de la dieta alimen-ticia (Sandweiss 1996b).

Fig. 16 A. Túcume: reconstrucción isométrica de la cima de la Huaca1 entre las fases de ocupación Lambayeque y Chimú (Narváez 1996a:fig. 101).

El Anexo 3 estaba conformado por un recintoen cuyo interior se dispusieron ordenadamentesingulares estructuras con plataformas bajas, aveces escalonadas, que alojan cubículos, grandesnichos o alacenas, que se desarrollan en algunoscasos en 2 o 3 niveles superpuestos. La presenciade postes en estas estructuras, permite deducir queestuvieron dotadas de techos, no así los corredo-res ubicados entre estas. Las excavaciones en unade estas estructuras revelaron que presentaba unaforma singular de sección acampanada, ya que susmuros exteriores se curvaban engrosándose en susbases, donde un zócalo recesado producía un sa-liente en voladizo (ibid.: figs. 103-105). Si bienno tenemos alcances sobre la posible función deestas estructuras, su forma y contexto podría su-gerir el almacenamiento de bienes de cierta valía.

Fig. 17. Túcume: reconstrucción hipotética del Anexo 3 al lado surde la Huaca 1 (Narváez 1996a: fig. 105).

Otros sectores y montículos del sitio habríanfuncionado como cementerios para enterramien-to, tanto de la gente común como de la elite. Al-gunas edificaciones, como la denominada HuacaLas Balsas, revelan que en éste sector ‘no monu-mental’ algunas edificaciones contaron tambiéncon extraordinarios acabados, que incluyeron pa-ramentos con relieves de gran calidad relaciona-dos, con la representación de motivos marinos(Narváez 1996b).

Pacatnamú

Como ya lo manifestamos en el capítulo 5 refi-riéndonos a la temprana ocupación Moche delvalle de Jequetepeque, este importante sitio seubica al norte de la desembocadura del ríoJequetepeque, localizándose sobre una terraza na-tural cortada por los acantilados generados por laerosión del río por el lado este y del mar por ellado oeste. Los estudiosos del sitio coinciden enafirmar que la mayor ocupación del mismo co-

Fig. 18. Túcume: reproducción reconstructiva de un mural con re-lieves, posiblemente del período Lambayeque, hallado en HuacaLas Balsas y que representa personajes navegando sobre balsas conredes (Foto Canziani).

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rrespondería al período Lambayeque y declinaríaal final de la ocupación Chimú (Donnan y Cock1986, 1997; Hecker y Hecker 1985). 5

La ocupación Lambayeque, además de super-ponerse a sectores que evidencian ocupaciónMoche en el área central de la ciudad, tambiénreutilizó las pirámides monumentales construidasen esta época, como es el caso de las Huacas 1 y31 (Donnan y Cock 1997: 12, fig. 4). Precisa-mente para limitar el acceso o proteger este sectorcentral del asentamiento, se habría construido unaprimera muralla o ‘muralla interior’, cuyo trazode este a oeste, inicia desde los acantilados al estedel sitio y conforma el lado norte de una serie decomplejos, entre ellos el de las Huacas 1 y 31;mientras que más hacia el oeste su trazo sedesdibuja y la muralla es menos consistente, loque indicaría una menor inversión constructivaen este sector. Esta muralla interior, construidacon la técnica de cámaras de adobe y relleno, tie-ne su tramo más formal en el sector este, especial-mente frente al complejo de la Huaca 1, donde

constituye el muro de cierre norte del mismo com-plejo. En este tramo la muralla tiene unos 6.5 mde base y unos 3 m de alto, aunque bien podríahaber alcanzado originalmente unos 5 m de altu-ra. Si consideramos que inmediatamente del ladonorte de la muralla se excavó una zanja de unos 3m. de ancho y 2.4 m de profundidad, podemostener idea de como mediante este recurso se acre-centó el impedimento de acceso y, al mismo tiem-po, se magnificó el impacto visual de las murallascon el incremento resultante en su altura. Paratrasponer formalmente la muralla interior y lazanja, se construyeron tres portadas de ingreso consus respectivos terraplenes que cruzaban la zanja.Entre estas portadas de la muralla interior, sobre-sale la que se encuentra en el eje central de la Huaca1 y que se caracteriza por constituir el ingresomonumental a este complejo (Donnan y Cock1986: 51, fig. 5).

Aparentemente la ciudad habría tenido poste-riormente una expansión hacia el norte, de lo quehabría derivado la necesidad de construir una se-

Fig. 19. Pacatnamú: foto aérea (SAN 170-35, Kosok 1965).

5 En la publicación de los Hecker (1985) como en la primera de Donnan y Cock (1986), se hace referencia a la ocupaciónChimú, cuando en realidad esta está mayormente asociada a lo que se define como Lambayeque, tal como ha sido advertido en laposterior publicación de Donnan y Cock (1997: 11-12).

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gunda muralla o ‘muralla exterior’. Esta igualmen-te tuvo un trayecto de este a oeste, sin embargo lazanja que la flanqueaba fue algo más ancha y almismo tiempo menos profunda. La muralla fuetambién construida con la técnica de cámaras derelleno y alcanzó unos 9 m. de grosor con unaaltura de 4.5 m. que pudo haber sido original-mente de unos 7 m. Esta segunda muralla tiene lapeculiaridad de bifurcarse en dos ramales a partirde la parte media de su trayecto hacia el oeste.Estas extensiones mayormente corresponden a laszanjas excavadas y sólo en un caso existe un tra-mo parcial de muro de adobe. En el sector este dela muralla exterior se registraron 4 portadas deacceso que, a diferencia de la muralla interior, nopresentan terraplenes para atravesar la zanja, yaque en este caso simplemente se optó por inte-rrumpir la excavación de la zanja frente a las por-tadas (ibid.: 52, fig. 9).

Finalmente se habría emprendido el proyectode una tercera muralla aún más al norte, tambiéncon un trazo de este a oeste casi paralelo a la mu-ralla exterior. Sin embargo, su construcción que-dó inconclusa ya que no hay vestigio alguno demuralla y se aprecia solamente la excavación de lazanja en los tramos correspondientes a los secto-res este y central, mientras que hacia el oeste sutrazo concluye y se pierde en un cauce deescorrentía que termina en una pequeña quebra-da que corta el acantilado hacia la playa.

Existen varias interrogantes sobre la posiblefunción defensiva de estas murallas. Si bien la

muralla interior como la exterior, con sus respec-tivas zanjas, constituyen un obstáculo que debióser difícil de superar, esta característica se reducetan sólo a sus tramos del lado este. Hacia el ladooeste, donde tan sólo se encuentra la zanja o murosde baja altura, o inclusive solamente los cauces deerosión natural, es evidentemente que la dificultadde acceso fue menor o nula (ibid.: 52-59). Sobrela posible función de estas murallas, en nuestraopinión debieron existir otros componentes quehoy desconocemos y que podrían ofrecer alterna-tivas a las convencionales explicaciones defensivas.

Desde esta perspectiva, las murallas dePacatnamú pudieron significar un límite físico deexclusión, que sancionaba el privilegio o no deciertos sectores de la población para acceder alinterior de la ciudad y a los espacios reservados deesta; como también la posible demarcación de losdistintos espacios de ‘pasaje ritual’ que se condicencon el aparente carácter ceremonial de buena par-te de su arquitectura monumental.6 Esta hipóte-sis se refuerza si tomamos en cuenta que la princi-pal entrada dispuesta en el sector central de lamuralla interior, corresponde a la portada de in-greso central de la Huaca 1 y que esta, a su vez,constituye el único acceso al complejo en la quese encuentra. Igualmente abona en esta direcciónla constatación de que los sectores más formalesde las murallas se localicen en sus tramos del ladoeste, lo que coincide con la concentración de losprincipales complejos con arquitectura monumen-tal en los sectores de la zona este de la ciudad.

Fig. 21. Pacatnamú: foto aéreaoblicua en la que destaca elcomplejo de la Huaca 1 ( a laizquierda) y la muralla interior(al centro) con su correspon-diente foso (Kosok 1965).

6 Algo similar se aprecia en el santuario de Pachacamac en la costa central, que presenta por lo menos tres grandes cintas demurallas y que tampoco parecen haber correspondido a funciones defensivas.

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La mayoría de los complejos monumentales dePacatnamú se caracterizan por presentar un pa-trón típico, cuyo modelo se reitera con ligeras va-riantes formales en su planeamiento, no obstantelas notables diferencias de tamaño que puedanexistir entre estos. Estos rasgos se pueden resumiren las siguiente características principales: a) unapirámide con dos o tres plataformas escalonadascon edificaciones en la cima y con rampas orien-tadas al norte; b) una plaza al norte de la pirámi-de, donde se ubican una o dos pequeñas platafor-

mas o ‘altares’; c) una edificación más baja que lapirámide, que se ubica al este de la plaza y cuyasrampas se orientan al oeste; d) un recinto cerca-do al sur del complejo con edificaciones en suinterior; e) otros recintos y complejos menoresque se presentan eventualmente al oeste y/o aleste de la pirámide o la plaza. Entre estos com-plejos monumentales que presentan este típicacomposición destacan las Huacas 1, 8, 9, 10, 12,13, 16, 17 y 23a (Hecker y Hecker 1985: 26-27;Planos I y II).

Fig. 22. Pacatnamú: plano ge-neral del complejo de la Huaca1 (Donnan y Cock 1986: fig.2).

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La Huaca 1

El complejo de la Huaca 1 constituye el caso másimportante y representativo de la arquitecturamonumental presente en la ciudad, no solamentepor sus notables dimensiones sino también por ladefinición de los rasgos principales que caracteri-zan y distinguen la arquitectura de Pacatnamúdentro y fuera de la región. Al respecto, podemosobservar que el complejo se caracteriza por estarclaramente dividido en dos sectores: uno al norte,dominado por el volumen prominente de la Huaca1; y el segundo al sur, cuya arquitectura recuerdala de los complejos monumentales de Chanchán.

Se accedía al sector norte del complejo por elingreso principal de la muralla, y una vez tras-puesto este, se ingresaba a una amplia plaza en-frentada a la pirámide de la Huaca 1. Esta pirá-mide, que constituye la edificación mayor delcomplejo, tiene una planta cuadrangular de 70 mde lado y más de 10 m de altura en la cima, pre-sentando un cuerpo de plataformas escalonadas y

ascendentes hacia el sur, a las que se accedía me-diante dos amplias rampas orientadas al norte, dis-puestas en el eje central de la pirámide.

En la plaza norte se aprecia la presencia de dospequeñas plataformas, o ‘altares’ con pequeñasrampas. Esta plataformas bajas se dispusieron ali-neadas con el eje de las rampas centrales de la Pla-taforma Este, una importante edificación orien-tada de norte a sur, también conformada por pla-taformas escalonadas pero de planta rectangular yde menor altura que la Huaca 1, que cerraba ellado este de la plaza, al igual que un conjunto derecintos ubicados al noreste del complejo.

Al lado oeste y al pie de la Huaca 1 se ubica eldenominado Complejo Oeste, un recinto quecontó con un ingreso propio desde la plaza nortey que, trasponiendo un ambiente alargado al norte,daba acceso a una estructura central cuyos tresmuros, dotados de doce nichos cada uno, forma-ban un espacio con planta en U que sumaba 36nichos en sus paramentos interiores. Un trata-miento muy especial que señalaría el desempeño

Fig. 23. Pacatnamú: recons-trucción isométrica del sectornorte de la Huaca 1 mirandohacia el sureste (Donnan yCock 1986: fig. 3).

Fig. 24. Pacatnamú: vista de lasestructuras del complejo admi-nistrativo al sur de la Huaca 1,cuyo volumen se aprecia en se-gundo plano (Canziani).

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de alguna función destacada dentro del complejo.Al sur de este ambiente central se ubicaron otrosrecintos menores, algunos de los cuales presentannichos en sus muros del lado sur e ingresos conburladero del lado norte (ibid.: 65; fig. 2 y 7).

El sector sur del complejo de la Huaca 1 estáconformado por un complejo cercado por murosde 2.2 m de base y más de 3.5 m de alto, queforman una gran planta cuadrangular con 175 mde norte a sur y 170 m de este a oeste. De formasimilar a los complejos monumentales deChanchán, presenta un único ingreso del ladonorte resaltado por machones o pilastras que seproyectan hacia el sur de la portada. Pero, a dife-rencia de los complejos de Chanchán, a partir deeste ingreso central no se accedía a una plaza, sinoque se desarrollaban una serie de corredores derecorrido laberíntico que privilegiaban la circula-ción y el acceso a los conjuntos que se encontra-ban a lo largo del eje del complejo, por medio deun largo corredor central; o conectaban con losconjuntos que se ubicaban del lado oeste del com-plejo, a través de corredores paralelos al muroperimétrico del lado oeste.

Estos conjuntos al interior del sector sur delcomplejo de la Huaca 1 se caracterizan por pre-sentar una variada gama de arreglos espaciales, queincluyen tramos de corredores con recorrido la-beríntico, espacios abiertos a manera de peque-ñas plazas o patios, que se relacionan con recintosy estructuras que privilegian la planta en U y fre-cuentemente lucen nichos en sus paredes; o tam-bién recintos muy singulares de planta cuadran-gular que tienen la particularidad de estar rodea-dos por sus cuatro lados por corredoresperimétricos, lo que obliga a un recorrido labe-ríntico en espiral para ingresar a cada uno de ellos(ibid.: 70-78, figs. 8-16).

A diferencia de los complejos monumentalesde Chanchán, donde son frecuentes los depósitosy las estructuras conocidas como ‘audiencias’, enel sector sur del complejo de la Huaca 1 tan sólose ha registrado una estructura que puede ser iden-tificada como audiencia; mientras que no se repor-tan estructuras de depósito similares a las deChanchán. Los únicos espacios que pudieron ha-ber servido para el almacenamiento de ciertos bie-

nes, se reducen a los que estaban dotados de nichoso ‘alacenas,’7 aun cuando la delicada superficiede acabado de su base y la escasa abrasión quepresentan las mismas indicarían que, si no estu-vieron adscritos a alguna función ceremonial, tansólo podrían haber contenido objetos relativamen-te livianos.

Otro rasgo que diferencia el complejo al surde la Huaca 1 —si se lo compara con los deChanchán— es la presencia al este del mismo deestructuras que, por su forma, muros más delgadosy menor calidad de acabados, así como por loscontextos con deshechos, permitirían suponer queesta zona pudo estar destinada a funciones de tiporesidencial.

En cuanto a la presencia de otros posibles sec-tores urbanos con funciones habitacionales, hayalgunas observaciones someras que reportan queestos podrían haberse ubicado mayormente aloeste de la ciudad, como también en los extramuros al norte, en zonas donde coincidentementese diluye la presencia de la arquitectura monumen-tal, pero se encuentran abundantes deshechos deocupación, que podrían haber correspondido aconcentraciones de viviendas construidas con ma-teriales perecederos como la quincha.

La ocupación Chimú del valle deJequetepeque

Durante la ocupación Chimú del valle de Jeque-tepeque, se habría desarrollado el establecimientode Farfán, que se habría constituido en el principalcentro de poder político de este estado en el valle.La localización del sitio es estratégica, ya que seencuentra en una posición central con relación alvalle agrícola y ubicado en proximidad de los ca-minos que conectaban longitudinalmente los va-lles de la costa de la región de norte a sur; comodel camino de penetración hacia la sierra deCajamarca. Aparentemente Farfán habría estadoarticulado con algunos centros menores, como ElAlgarrobal de Moro y Cabur, que habrían sidofuncionales al control Chimú de los sectores nor-te y sur del valle (Mackey 2004; Jiménez, Mackeyy Sapp 2004).

7 A diferencia de los clásicos nichos u hornacinas, que constituyen una cavidad en el paramento de los muros, en este casoestas estructuras fueron adosadas posteriormente a los muros, construyendo primero su base, a manera de poyo elevado entre 65a 110 cm del piso, para luego construir sobre esta los muros que constituían sus separaciones laterales. Dada la erosión quepresentan estos muros no es posible conocer las características y forma de los techos con que evidentemente contaban (Donnany Cock 1997: 77-78, Fig. 15).

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Farfán

Se ubica a unos 15 km del mar y en una posicióncentral con relación a la vasta área agrícola delvalle de Jequetepeque, estableciéndose en los lla-nos eriazos que se encuentran en un nivel ligera-mente más elevado con relación a los campos decultivo que se localizan del lado este de las laderasdel Cerro Faclo.

Se presume que Farfán fue la capital provin-cial del valle de Jequetepeque durante la época dela expansión Chimú hacia el extremo norte de lacosta peruana, encontrándose unos 150 km alnorte de Chanchán la capital del estado Chimú.El núcleo central del asentamiento está confor-mado por 6 grandes complejos de planta rectan-gular, orientados de norte a sur y también edifica-dos de forma semejante a los complejos monu-mentales de Chanchán. En especial, el Complejo2 reúne este tipo de rasgos, como son: un ingresoprincipal al norte del complejo, flanqueado porpilastras y adornado con esculturas de madera; elacceso al complejo resuelto por intermedio de ungran patio; la agrupación de cubículos contiguosque servían de depósitos; estructuras de planta en

“U” conocidas como audiencias; y una platafor-ma funeraria ubicada en la parte posterior del com-plejo (Conrad 1990: 227-228). De acuerdo a losfechados disponibles y a la correlación de latipología de adobes, que serían similares a los delcomplejo Uhle de Chanchán, se presume que lafundación de Farfán podría remontarse aproxi-madamente al 1200 d.C. (ibid.: 229).

Las excavaciones conducidas en Farfán porMackey (2003, 2004) y especialmente las desa-rrolladas en el complejo VI, permitieron definiruna larga ocupación del sitio que se remontaría ala ocupación chimú, pero que se prolongaría deforma notable durante la conquista inka. El com-plejo tiene una planta rectangular de unos 200m. de largo de noroeste a sureste con unos 100 m.de ancho. Está dividido transversalmente en tressectores. El sector 1, al norte, está conformadopor amplios recintos y una plaza cuadrangular. Elsector 2 al centro, presenta un recinto alargadoque aloja la agrupación de 14 depósitos y al estelo que parecen restos de una posible audiencia. Elsector 3 al sur, presenta una plataforma funeraria

Fig. 25. Farfán: plano general (Mackey 2003: fig. 17)

Fig. 26. Farfán: plano del Complejo VI durante la ocupación Inka(Mackey 2004: fig. 9).

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y al sur de ésta un recinto con 3 depósitos queparecen haber funcionado en estrecha asociacióncon la plataforma.

Con la ocupación inka del sitio, es notableconstatar que se efectúan una serie de remode-laciones en los complejos, las que habrían tenidopor objeto aumentar sustancialmente la cantidadde estructuras de depósito, duplicando las ante-riormente existentes, así como generar espaciospara la aparente residencia de los funcionariosinka. Se propone, inclusive, que una plataformaconstruida al interior del sector 2 del complejoVI podría haber respondido a la función de unushnu, la tradicional estructura ceremonial inka(Mackey 2003: 339-340, fig. 16).

La sociedad Chimú

Es sintomático que el florecimiento de la socie-dad Chimú y de su capital, la ciudad de Chanchán,hayan tenido como centro el valle de Moche, loque de alguna manera establece un línea de co-nexión y continuidad con las raíces del antiguopoder de sus ancestros Moche, el que también tuvocomo centro la región nuclear de los valles deMoche y Chicama.

A partir de la fundación mítica del reino delChimor por Tacaynamo, sus descendientes ha-brían expandido notablemente el reino con la con-quista de los valles vecinos, llegando hasta Saña(Lambayeque) por el norte y el Santa (Ancash)por el sur. Según la Historia Anónima, al final delperíodo, y hasta la época del gobierno de Min-chancaman —en que se dio la conquista inka dela costa norte— los Chimú habrían extendido sudominación desde Tumbes hasta Carabayllo (Chi-llón) al norte de Lima. Sin embargo, podemospresumir que el posible control sobre estas últi-mas regiones —especialmente el supuesto domi-nio sobre el norte de la comarca de Lima— debióser de corta duración (Rowe 1970: 333-336).

Tanto la arquitectura de los complejos políti-co administrativos y su diferenciación con otrossectores de la ciudad, como la información ar-queológica y etnohistórica, coinciden en señalar

a la sociedad chimú como una organización so-cial dividida en clases con marcadas diferenciassociales. En la cima de esta sociedad tendríamos ala elite gobernante, rodeada de un cuerpo de no-bles y especialistas, y en el otro extremo a los sec-tores populares, que residían en los barrios sinmayor planificación y con edificaciones construi-das predominantemente con materiales rústicos.

Para tener una idea somera del boato de lanobleza, que constituía la clase dominante de es-tas formaciones sociales, basta conocer la lista dealgunos de los funcionarios que acompañaban aNaymlap, el mítico fundador de Lambayeque.Según el cronista Cabello Balboa, estos serían: elsoplador de la concha (tocador de pututo?); elmaestro de cámara y el trono; el celador real; elesparcidor de conchas molidas al paso del señor;el cocinero real; el camarero de la pintura facial;el maestro del baño; y el proveedor de la ropa detela de plumas8 (Rowe 1970: 342). Ciertamentela nobleza Chimú debió tener una sofisticaciónsimilar sino mayor, tanto en número como en ladiversidad de funcionarios dedicados a diferentesoficios y servicios, especialmente si es que nos ate-nemos a su expresión en la extraordinaria com-plejidad, diversidad formal y exquisitos acabadosque exhibe la arquitectura monumental deChanchán que reseñamos a continuación.

La Ciudad de Chanchán9

Uno de los asentamientos prehispánicos más im-portantes del área andina, lo constituye la ciudadde Chanchán, la capital del estado Chimú. Estaciudad se ubica en la costa norte peruana, en elvalle del río Moche y pocos kilómetros al nortede la moderna ciudad de Trujillo. Los restos deeste extenso centro urbano cubren un área de apro-ximadamente 20 kilómetros cuadrados, si bien elárea nuclear, asociada a la presencia de arquitec-tura monumental, tiene una extensión de unos 6kilómetros cuadrados (equivalente a 600 ha).

Este imponente centro urbano constituye unode los vestigios más sobresalientes del antiguoPerú, entre otras razones por ser uno de los pocoscasos en el ámbito mundial de la conservación de

8 Llapchiluli, el fabricante de telas de plumas de la corte de Naymlap, habría fundado Jayanca (Rowe 1970: 331), lo queindicaría que además de la nobleza por lazos de parentesco, estos funcionarios de la corte quizás habrían sido también nobles o,en todo caso, personajes de alto estatus que gozaban de similares privilegios.

9 Una primera versión de este texto, aquí revisado, apareció en el artículo “Chanchán: Arquitectura y Urbanismo de laCiudad”, publicado en la Revista Arquitectura Panamericana, órgano de la Federación Panamericana de las Asociaciones deArquitectos (Canziani 1992).

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Fig. 27. Chanchán: plano ge-neral de la ciudad (Kolata1980: fig. 7).

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las ruinas de una ciudad de notable extensión ycomplejidad y que, salvo la erosión natural, ladepredación de los buscadores de tesoros desdeépoca colonial y la reciente expansión urbana, aúnse conserva, por lo menos en su sector monumen-tal, en relativamente buenas condiciones.10

De esta manera Chanchán constituye unafuente excepcional para el estudio y conocimien-to de la sociedad chimú, sus niveles de desarrollo,sus formas de organización social y, en particular,del modo de vida urbano de sus habitantes. Enesta sección se presenta una apretada síntesis delas principales características de este importanteasentamiento, a la luz de las investigaciones ar-queológicas desarrolladas en el sitio.

La ciudad de Chanchán presenta en su áreanuclear una organización particular del espaciourbano. El componente principal está constituidopor Complejos Político Administrativos —popu-larmente conocidos como ‘ciudadelas’— grandesrecintos cercados que contienen estructuras arqui-tectónicas de características monumentales. En lasáreas próximas a estas se ubican otros importantescomplejos arquitectónicos, que comparten rasgosformales y constructivos con las ciudadelas, si biende dimensiones menores y sin los niveles de aca-bado que caracterizan a estas. En los alrededores

y muchas veces entre las ciudadelas y los complejosarquitectónicos monumentales, se encuentrangrandes extensiones con estructuras construidasmayormente con materiales perecederos y quecorresponden a lo que se conoce como ‘barriospopulares’.

Los Complejos Político Administrativos

Se han identificado en Chanchán por lo menosdiez de estos grandes recintos con arquitecturamonumental, que son conocidos con los nombresde Chayhuac, Uhle, Tello, Laberinto, Gran Chimú,Squier, Velarde, Bandelier, Tschudi y Rivero. Sibien existe una cierta diversidad de soluciones ensu planeamiento, que aparentemente respondena los cambios que se procesan en la evolución his-tórica de la ciudad, como se verá mas adelante,estas comparten una serie de rasgos comunes.Entre estos destaca una gran área cercada pormurallas, generalmente de planta rectangular; unaorientación dominante norte sur; la división delos complejos cercados generalmente en tres secto-res; un alto grado de planificación; y una serie depatrones y elementos arquitectónicos comunes,tales como los accesos principales ubicados haciael norte, una zonificación similar de los sectores

Fig. 28. Chanchán: vista aéreapanorámica de la ciudad don-de destacan las plantas amura-lladas de los Complejos Políti-cos Administrativos (Shippee yJohnson, American Museum ofNatural History).

10 Estas extraordinarias características han conducido a su reconocimiento por la UNESCO como Patrimonio Cultural de laHumanidad en 1986.

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interiores, y la presencia en estos de estructuras yespacios como son las plazas, las llamadas audien-cias, los depósitos, las plataformas funerarias y lospozos o estanques.

De esta manera, los Complejos Político Ad-ministrativos de las fases tardías y mejor conser-vadas, como Tschudi y Rivero, presentan un grancercado rectangular, conformado por grandesmurallas de adobe de 6 a 9 metros de altura y desección trapezoidal. Generalmente estas murallasson dobles y a veces inclusive triples, formandosu trazo paralelo corredores que muchas veces sonciegos y sin fines específicos de circulación, sinomas bien con el aparente propósito de lograr un

Fig. 29. Chanchán: vista aéreadel Complejo Político Admi-nistrativo “Laberinto” (SAN).

Fig. 30. Chanchán: portada de ingreso norte al primer patio delComplejo Político Administrativo de Chayhuac (Canziani).

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Las llamadas audiencias son estructuras conplanta en forma de U y que, como su nombre loindica, parecen destinadas a albergar a un perso-naje o funcionario ligado al desempeño de activi-dades político administrativas. Esto se puede de-ducir de la propia iconografia tanto chimú comomoche, en la que aparecen recurrentemente esce-nas con personajes principales instalados en estetipo de estructuras. De otro lado, especialmenteen la costa norte del Perú, desde tiempos tantempranos como el Formativo, si no antes, se en-cuentra una amplia tradición arquitectónica queasocia este tipo de estructuras al culto y al poder.Por otra parte, estas estructuras se ubican en unaposición estratégica con relación a las áreas dedepósitos, tanto para el control del acceso a estos,como también con relación al manejo de los bie-nes que contuvieran. Algunos de los recintos enlos que se encuentra una audiencia, presentan otraestructura menor con forma en U en el flanco, loque hace suponer la presencia de un segundo per-sonaje de menor rango, o la de un asistente delpersonaje que ocupaba la posición principal.

Las diferencias formales que se aprecian en losdepósitos, como también en las audiencias, si bienen parte evidentemente responden a su evolucióna lo largo del tiempo, como generalmente se afir-ma, a su vez debieron responder fundamentalmen-te a la distinta naturaleza y valor de los bienes quecontenían, como al distinto rango de los funcio-narios que ocupaban las audiencias y las diversasactividades que en estas se desempeñaban. En estesentido, es posible apreciar que en un mismo com-plejo existen diferencias en las dimensiones y enla forma de estas estructuras, y a su vez se observa

Fig. 31. Chanchán: rampa y banquetas en el ingreso del lado surdel primer patio del Complejo Político Administrativo de Chayhuac(Canziani).

mayor aislamiento de las estructuras interiores conrelación al resto de la población. Estos grandescercados presentan recurrentemente una sola en-trada ubicada al norte, que a su vez da acceso,mediante un corredor laberíntico que lo restringey controla, al sector norte del complejo.

En el marco de la tripartición interior que ca-racteriza el planeamiento de los Complejos Polí-tico Administrativos, el sector norte presenta unaplaza o gran patio con banquetas perimetrales, quetiene en el lado sur una rampa y un acceso quecomunica con una serie de recintos menores enlos que se encuentran las audiencias y los depósi-tos. Generalmente al este de estas plazas se ubicanáreas que presentan evidencias de batanes y defogones para la preparación de alimentos, lo quelas definiría como áreas de servicios de este sectornorte. Estas áreas de cocina habrían estado aso-ciadas a la preparación de viandas y bebidas a serconsumidas durante banquetes o eventos ceremo-niales que se desarrollaban en las plazas, comoparte de las actividades de representación políticay de carácter redistributivo. En este sector nortese encuentran también recintos en los que se ubi-can algunas audiencias e hileras ordenadas decubículos destinados al almacenamiento.

Los depósitos han sido definidos fundamen-talmente sobre la base de su forma, ya que en ellosgeneralmente no aparecen trazas o evidencias delos bienes o productos que contuvieron, no pre-sentan huellas de actividades domésticas y tantosu forma como sus dimensiones no correspondena la tipología propia de viviendas. De otro lado,su disposición y características —como es el casode los umbrales elevados— son en cierta formaanálogas a las estructuras de depósito que se en-cuentran en la región, como en el caso de PampaGrande, o en el área centro andina en general,especialmente durante la época Inka.

Fig. 32. Representación arquitectónica Chimú de un patio en elque se escenifica una ceremonia funeraria (Cortesía S. Uceda, Pro-yecto Arqueológico Huacas del Sol y de La Luna).

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una relación especifica entre estas variaciones for-males y la ubicación particular en que se encuen-tran las audiencias y los depósitos respecto a losaccesos y zonas de distribución de los distintossectores de los complejos.

En el sector central de las complejos, se en-cuentra generalmente la mayor concentración deestructuras de almacenamiento que se presentan,al igual que en el sector norte, asociadas a las au-diencias. Una variante en el ordenamiento de estesector central, es la frecuente presencia en ellos deplataformas funerarias. De manera similar a lo queacontece en el sector norte, también en el sectorcentral la comunicación se realiza mediante estre-chos corredores de recorrido laberíntico, que se-paran sectores y dan acceso a grandes patios, enlos que se repite la habitual disposición de los ac-cesos al norte y de las rampas al sur. Estos grandespatios, a su vez comunican con áreas de almace-namiento o con la propia plataforma funeraria.

En el sector sur de los complejos, normalmentese encuentra un canchón aparentemente libre deconstrucciones, pero que en algunos casos pre-sentan evidencias de estructuras fuertementeaglutinadas, construidas con materiales precariosy sin planificación, muy similares a las que se en-cuentran en los barrios populares. Asociadas a es-tas estructuras se encuentran abundantes eviden-cias de actividades domesticas, por lo que se pue-de suponer que albergaron al personal adscrito alservicio de los complejos. En estos sectores ubica-dos al sur, se localizan frecuentemente pozos deagua con rampas en su perímetro para descenderal nivel de la misma. En algunos casos, como enel del complejo Tschudi, se construyó un granestanque que debió tener, además del posible apro-visionamiento de agua, funciones de tipo orna-mental, recreativo o ceremonial.

Mucho se ha especulado sobre la posible fun-ción de los Complejos Político Administrativosde Chanchán, sin embargo a partir de las investiga-ciones arqueológicas desarrolladas (Moseley y Day,1982) se puede concluir que estaban asociadas ala elite que gobernaba la ciudad y el extenso terri-torio conquistado por los Chimú. Aparentemente,se trataba de palacios donde se centralizaba elpoder y el aparato administrativo de estos gober-nantes. Generalmente se afirma que estos com-plejos monumentales constituían la residencia deestos personajes y de su corte. Sin embargo, nosparece que más que residencias se trata de palaciosde función eminentemente política y administra-tiva, y en apoyo a lo sostenido, podemos señalaren primer lugar la evidente dificultad en identifi-car en la mayoría de estos complejos, estructuraso ambientes apropiados para el desenvolvimientode funciones de tipo residencial de elite.

Si hacemos un análisis, aun somero, de la arqui-tectura de los Complejos Político Administrati-vos, encontraremos que la mayoría, si no la totali-dad de las estructuras y espacios arquitectónicos,están asociados a funciones de tipo publico y de

Fig. 33. Chanchán: audiencias asociadas a un patio en el ComplejoPolítico Administrativo de Chayhuac, donde se aprecian muros deadobe calados y la ornamentación del zócalo con relieves represen-tando aves (Canziani).

Fig. 33 A. Chanchán: plano del Complejo Político AdministrativoRivero (Moseley y Day 1982).

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carácter político administrativo, como sucede conlas plazas, los patios y otras áreas libres ligadas a larecepción de los concurrentes a estos complejos yal desarrollo de determinadas actividades y cere-monias y, al mismo tiempo, en cuanto elementoscentrales de acceso a los corredores que comuni-caban con los recintos interiores. Lo mismo suce-de con los recintos en que se encuentran los de-pósitos y las audiencias, que ocupan prácticamentetoda el área de los complejos, además de las áreaslibres y de circulación.11

De otro lado, la viviendas que se encuentranen el sector sur de los complejos, como hemosvisto, están construidas con materiales perecede-ros y parecen corresponder a personal de serviciopresente dentro de los complejos. De esta mane-ra, si se considera que las estructuras dentro delos Complejos Político Administrativos, no estánasociadas a funciones residenciales correspondien-tes a la elite gobernante y su corte, sino mas biena funciones político administrativas desempeña-das por estos mismos personajes, se puede soste-ner la hipótesis que las estructuras que absolvie-ron esta función se deberían ubicar en algunos de

los complejos arquitectónicos conocidos como«arquitectura de elite» o «arquitectura interme-dia», o en todo caso en los complejos llamados«anexos», por ser grandes recintos que se encuen-tran adosados a los lados de los Complejos Políti-co Administrativos y que además de patios, au-diencias y depósitos, presentan también estructu-ras que morfológicamente podrían correspondera residencias de elite (Klymyshyn 1980, 1982).

Los Complejos Arquitectónicos de Elite

Se trata de complejos de dimensiones algo meno-res y de planta ortogonal, también construidoscon muros de adobe, que presentan una gran va-riedad formal e igualmente una fuerte diferencia-ción en cuanto a extensión y calidad de los acaba-dos se refiere. Sin embargo, en todos estos com-plejos arquitectónicos se advierte una constante,que reside tanto en el hecho de compartir unaserie de elementos y rasgos arquitectónicos conlos Complejos Político Administrativos (plazas opatios, audiencias, depósitos, pozos de agua, etc.);como también en la reiteración, en mayor o me-

11 De la enorme capacidad de almacenamiento, resultante del predominio de éste tipo de estructuras en relación al áreatechada de estos complejos, se puede deducir la importancia que estos tenían en la estructuración del poder económico estable-cido por la elite chimú. Desde esta perspectiva, se puede apreciar la función de los complejos político administrativos o ‘ciudade-las’, en cuanto instrumentos de acumulación de distinto tipo de bienes, que debieron servir de base tanto para las inversiones enobras públicas del Estado que la elite conducía, como para la operación de los sistemas redistributivos que le garantizaban a éstael acceso a la fuerza de trabajo.

Fig. 34. Chanchán: vista aéreaoblicua de un sector de la ciu-dad donde se aprecia el tejidourbano en el cual destacan losgrandes Complejos PolíticosAdministrativos; las cercadurasde otros complejos de menorjerarquía, aparentemente aso-ciados a funciones públicas yresidenciales de elite; y los ci-mientos correspondientes a losbarrios populares (Shippee yJohnson, American Museum ofNatural History).

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Fig. 37. Chanchán: plano de la unidad 6 correspondiente a un com-plejo arquitectónico de elite (Klymyshyn 1980: fig. 3).

nor escala, de los atributos formales de la arqui-tectura de los Complejos Político Administrati-vos, e igualmente en los patrones dominantes deorientación, acceso, circulación y distribución delas estructuras que estas contienen.

Estos complejos arquitectónicos de elite, nodebieron responder únicamente a posibles funcio-nes de tipo residencial, a las que ya nos hemosreferido líneas arriba, sino también a una vastagama de actividades públicas y administrativas.Esto se deduce de la existencia de muchos recintosque contienen exclusivamente audiencias y estruc-turas de almacenamiento. En otros casos se dancomplejos que combinan sectores con este tipode estructuras, con otros que pudieron correspon-der a fines residenciales o de otro tipo. Mayor-mente estas estructuras de posible función resi-dencial, están asociadas a la presencia de pozosque permitían el abastecimiento de agua de quie-nes vivían dentro de este tipo de complejos.

Por lo general los trabajos referidos a Chanchánprivilegian la identificación de estos complejos ar-quitectónicos con las zonas residenciales de los

Fig. 35. Chanchán: plano de la unidad 15 correspondiente a uncomplejo arquitectónico de elite (Klymyshyn 1980: fig. 4).

Fig. 36. Chanchán: plano de la unidad 10 correspondiente a uncomplejo arquitectónico de elite (Klymyshyn 1980: f ig. 2).

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funcionarios y nobles de la sociedad chimú(Klymyshyn 1980, 1982). Sin embargo, hemosmencionado la existencia de muchos complejoscon estructuras de evidentes fines de tipo admi-nistrativo o quizás productivo. En este sentido,dada la gran complejidad de la sociedad chimú,se puede suponer que muchos de estos complejosurbanos correspondieran a la actividad de dife-rentes instituciones presentes en una sociedadcomo la chimú, caracterizada por una acentuadadivisión social del trabajo.

Los barrios populares

En la periferia del área nuclear de la ciudad deChanchán, especialmente al sur y al oeste, así comotambién dentro del área nuclear ocupada por los

Fig. 38. Chanchán: plano dela ciudad donde destacan lossectores ocupados por los de-nominados “barrios populares”(Topic 1980: fig.1).

complejos político administrativos y los comple-jos arquitectónicos de elite, se encuentra una ar-quitectura que difiere radicalmente de la descritalíneas arriba. Se trata de áreas que presentan unafuerte aglomeración de estructuras sin mayor or-den o planificación en su trazo. Esta arquitecturaes generalmente de carácter rústico, sus murosestán hechos mayormente de cantos rodados y sonde escasa altura (aproximadamente 50 cm de alto),sirviendo de base a estructuras elaboradas con latécnica de la quincha, con techos del mismo ma-terial soportados por horcones de madera.

Estas estructuras de función habitacional yproductiva se encuentran dentro de recintos dedistintas formas, aunque con una cierta tendenciaa la ortogonalidad. Estos conjuntos estaban sepa-rados por pasajes que permitían la comunicación

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entre ellos y articulaban los barrios con el resto dela ciudad. En las áreas libres de los conjuntos decarácter habitacional se ha registrado el desarro-llo de actividades domésticas asociadas a la pre-sencia de fogones, batanes y otras evidencias de lapreparación de alimentos, de la crianza de anima-les de corral y en general de la vida cotidiana deestos pobladores.

Pero es de fundamental importancia destacarel hecho de que en estos barrios se registra tambiénla presencia de una serie de actividades producti-vas, mayormente vinculadas con las manufacturas.Estas actividades están presentes desde los nivelesdomésticos hasta el de los talleres especializados,dedicados a la elaboración de textiles, cerámica,metalurgia y orfebrería, abalorios, objetos de ma-dera, etc. Las evidencias de producción de manu-facturas de tipo especializado en estas áreas, son

Fig. 40. Chanchán: plano deconjuntos en un barrio (Topic1980: fig.2).

Fig. 41. Chanchán: plano de conjuntos asociados a caravaneros(Topic 1990: fig. 13).

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de tal magnitud que permiten suponer que el grue-so de la población de estos barrios tenía comoocupación principal este tipo de actividades pro-ductivas (Topic 1980, 1982, 1990).

Las excavaciones arqueológicas realizadas enestos sectores de la ciudad, han permitido estable-cer algunas diferenciaciones de carácter funcio-nal. Este es el caso de los llamados «barrios»populares con población mayormente dedicada ala producción artesanal; de ciertos sectores conviviendas que parecen corresponder a las personasadscritas al servicio de la elite de los ComplejosPolítico Administrativos y que se ubican en lasproximidades de estas; y de estructuras con corra-les posiblemente asociadas con grupos de tratan-tes o mercaderes relacionados con el manejo delas caravanas de llamas y el intercambio a distan-cia a lo largo de la costa norte y hacia las regionescordilleranas.

El Urbanismo de Chanchán

A primera vista Chanchán presenta una imagencontradictoria, en la que destaca la extrema plani-ficación de determinados complejos, como es elcaso de los Complejos Político Administrativos,y de otro lado una traza urbana en la que no seaprecia un ordenamiento muy claro y menos aúnla existencia de determinados ejes directrices o desistemas de circulación acordes con una ciudadde su naturaleza. Sin embargo, el panorama re-sulta algo más comprensible si tenemos en cuentaque la ciudad que apreciamos refleja su estado fi-nal, correspondiente a las fases tardías en la que seacumuló toda una secuencia de desarrollo yremodelaciones que se sucedieron a lo largo demas de cinco siglos (900 al 1450 d. C.) de evolu-ción histórica.

Hoy en día sabemos que la ciudad se fundó aescasa distancia del mar, con la construcción decomplejos como Chayhuac y Uhle, prosiguiendoposteriormente su avance hacia el norte con laconstrucción de los grandes cercados asociados alcomplejo Gran Chimú, que correspondería a laépoca de máxima expansión (1150-1300 d.C.).Posteriormente, este plan de desarrollo urbano su-frió una aparente involución, caracterizada por laconstrucción de nuevos complejos en los espacioslibres dejados entre los preexistentes, de modo talque el desarrollo urbano retorna sobre sus pro-pios pasos, aproximándose nuevamente al mar conla construcción de Complejos Político Adminis-trativos tardíos como Velarde, Bandelier, Tschudiy Rivero.

La ciudad en sus inicios habría partido de unmodelo urbanístico, conformado por un gran re-cinto rectangular que a su vez se subdividía en 3mediante grandes murallas de adobe. En el sectorcentral se ubicaría como elemento nuclear el com-plejo político administrativo o ‘ciudadela’; en elsector al este se instalarían algunas plataformas deaparente función ceremonial; mientras que el sec-tor oeste posiblemente habría sido asignado parala instalación de edificaciones menores, destina-das a los sectores habitacionales y a la producciónde manufacturas.

Este modelo se reiteraría en la sucesiva expan-sión de la ciudad hacia el norte, conforme se desa-rrollaban nuevos sectores que tenían por centro susrespectivas ‘ciudadelas’. De acuerdo a esta hipótesis,hasta culminar con la expansión correspondienteal sector dominado por el complejo Gran Chimú,el desarrollo de la ciudad habría sido relativamenteordenado, pero por algún motivo las siguientes eta-pas de su crecimiento se desarrollarían reocupandolas zonas previamente urbanizadas, lo que habríasignificado grandes eventos de remodelación sobresectores urbanos preexistentes, o el adosamiento denuevos complejos y edificaciones en las áreas dis-ponibles entre los ya existentes, generándose así esaimpresión algo caótica que presenta la imagen dela ciudad en su última ocupación y cuyas ruinasconocemos hoy (Williams 1986-1987).

Los Complejos Político Administrativostempranos serían los denominados: Chayhuac yUhle, a los que les sigue Gran Chimú que con suextenso proyecto sella la máxima expansión urbanade la ciudad; a los que luego le seguirían Velarde,Laberinto, Squier, Rivero, Bandelier, y Tshudi, su-mando así nueve ‘ciudadelas’. Se ha sugerido queesta particular forma de desarrollo urbano se ex-plicaría a partir del hecho que los distintos Com-plejos Político Administrativos, el eje nuclear dela ciudad, corresponderían a los sucesivos palaciosque erige la dinastía de gobernantes de este pode-roso Estado. En este sentido, se ha planteado lahipótesis de que el numero de los Complejos Polí-tico Administrativos correspondería aproximada-mente al número de gobernantes que habría teni-do la ciudad (Rowe 1970). De esta manera, cadagobernante habría construido como sede de supoder político su propio palacio, en el que se cen-tralizaban las actividades relacionadas con la ad-ministración estatal conducida por los funciona-rios de su corte. Estos complejos en los que seconcentraba una gran cantidad de bienes, en elmarco de una política redistributiva que consti-tuye una de las fuentes de poder del gobernante, a

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Fig. 42. Esquema de una hipo-tética evolución de Chanchánen su desarrollo histórico(redibujado de Williams 1986- 1987).

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su muerte habrían sido convertidos en una suertede mausoleos, edificándose dentro de las ciuda-delas, sendas plataformas funerarias destinadas acontener la tumba real y las de los miembros desu corte.

En la lógica de esta misma hipótesis, el nuevogobernante, heredero del poder político en elmarco de un sistema de ‘herencia dividida’, que-daba obligado a proseguir la política de conquis-tas territoriales o a la ejecución de nuevas obraspublicas que le permitieran adquirir las rentas parael sustento de su propia corte. De otro lado, lacorte y parientes del gobernante difunto, habríanproseguido la administración de sus bienes y go-zado de las rentas obtenidas por este. Bajo esteesquema, la máxima expansión urbana, asociadaa la construcción del complejo Gran Chimú, co-incidiría con la expansión del Estado a los vallesde Lambayeque y posteriormente hasta Tumbespor el norte, mientras hacia el sur la expansiónhabría llegado hasta los valles de Pativilca.

En todo caso, estas son hipótesis que deberánnecesariamente ponerse a prueba mediante el de-sarrollo de las futuras investigaciones. Lo que sies un hecho comprobado, es la existencia de Com-plejos Político Administrativos ya abandonadosen el momento en que se construyen otros másrecientes, como se constata con la construccionde los complejos Bandelier y Velarde que afectanseriamente, si no es que clausuran definitivamen-te, los accesos al norte de los complejos Uhle yLaberinto, respectivamente. Por otra parte, esteesquema hipotético se complica con el hallazgo,en excavaciones realizadas en el complejo Tshudi,de edificaciones preexistentes que fueronremodeladas cuando se les superpuso laconstruccion de un nuevo complejo.

Clases sociales y estructura urbana

De las peculiares características urbanas de unaciudad como Chanchán, emergen una serie de ele-mentos que permiten la construccion deinferencias sustantivas acerca de su organizaciónsocial. En este sentido, la organización del asenta-miento refleja una fuerte estratificación, con clasessociales distintas ocupando diferentes áreas urba-nas y con una arquitectura que expresa claramenteestos niveles de diferenciación social. Las diferen-cias sociales, derivadas de la distinta participaciónen los procesos productivos y las formas de distri-bución de la riqueza entre los distintos sectores

de la población urbana, además de expresarse enla arquitectura, han sido documentados inclusiveen aspectos propios de la vida cotidiana y del ac-ceso a los servicios urbanos por parte de los habi-tantes de la ciudad.

Los enormes amurallamientos que encierranlos Complejos Político Administrativos y la exis-tencia en estas de un único acceso, fuertementecontrolado y restringido, grafican claramente unaseparación neta entre la elite gobernante y los res-tantes sectores sociales. Estas características, aun-que en menor grado, son compartidas por loscomplejos menores, asociados a las residencias dela elite y a distintos tipos de edificaciones admi-nistrativas. En este sentido, basta constatar quelos miles de metros cuadrados destinados al al-macenamiento de distintos productos y de bienessuntuarios, están concentrados casi exclusivamenteen este tipo de complejos. Igualmente, en lo quea acceso a los servicios urbanos se refiere, estossectores sociales, como se ha visto, cuentan conabundantes pozos de agua de uso exclusivo y di-recto dentro de estos recintos.

De otro lado, los sectores populares habitan-tes de los barrios construidos con materiales pere-cederos, cuentan con escasos espacios de depósi-to, los que mayormente están asociados al alma-cenamiento de materias primas, de instrumentosy de productos propios de las manufacturas queallí se desarrollaban, dependiendo para el abaste-cimiento de los productos alimenticios y de losbienes que no producen, del sistema redistributivodel Estado en el cual los términos del intercam-bio debieron favorecer a éste último. En cuantoal acceso a servicios, como el abastecimiento deagua, se observa tan solo la existencia de algunospozos de tipo comunal que abastecen en conjun-to a la población de los distintos barrios.

Chanchán y su entorno territorial

Uno de los aspectos que más destaca en el desa-rrollo urbano de Chanchán, es su asociación conel desarrollo de grandes obras públicas. Este esespecialmente el caso de las obras de canalizaciónpara la irrigación artificial y la habilitación denuevas tierras de cultivo, que interesan la margenderecha del valle de Moche. Estas obras de irriga-ción comprendieron en un determinado momentola ejecución de una ambiciosa obra de canaliza-ción, como fue la del canal de La Cumbre cuyaextensión alcanza más de 80 km de recorrido, conla finalidad de derivar aguas de la cuenca del río

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Chicama a aquella del río Moche de menor cau-dal (Ortloff 1981).12

Estas obras públicas habrían sido de funda-mental importancia para el Estado Chimú, al te-ner la finalidad de extender las áreas disponiblespara la producción agrícola por encima del pisoaluvial de estos valles, interesando las pampas yladeras eriazas que se ubicaban sobre sus márge-nes. Este es especialmente el caso del sector deno-minado pampa de La Esperanza, ubicado preci-samente al norte de la ciudad de Chanchán. Se hasugerido también un propósito colateral al de lairrigación, que habría sido incrementar el acuíferode la napa subterránea, por la importancia vitalque esta tenía para el abastecimiento de agua delos pozos de la ciudad.

En estos sectores de expansión agrícola rela-cionados con el canal de La Cumbre, se registra lapresencia de algunos complejos administrativos,como Quebrada del Oso y El Milagro de San José(Keatinge 1980: fig. 1). Estos sitios están estre-chamente asociados a canales secundarios y a sis-temas de campos de cultivo y si bien sus edificiosestán construidos con mampostería de piedra, susrasgos son propios de la arquitectura chimú. Es-tos complejos presentan plantas rectangulares yuna traza ortogonal de los ambientes interiores,

que se conectan entre sí mediante corredores derecorrido laberíntico, mientras los vanos de laspuertas están resaltados con machones o pilastrasen sus jambas. Se reporta en estos complejos es-tructuras similares a las ‘audiencias’ y algunos delos ambientes principales lucen nichos o incor-poran alacenas (ibid.: figs. 2-5). Estos rasgos ar-quitectónicos, a los que hay que agregar el desa-rrollo de patios, banquetas y rampas, así como lapresencia de ambientes de cocina —en una posi-ción muy similar a la que se presenta en los com-plejos político administrativos de Chanchán—sugeriría que también en algunos de estos com-plejos rurales se desarrollaran actividades de re-presentación pública por parte de los funciona-rios destacados en ellas, que en éste caso debieronestar relacionadas con las formas de movilizaciónde la población convocada para el mantenimien-to de las obras de irrigación o para el desarrollode las labores de cultivo en los campos.

Una población ciertamente numerosa comola que habitaba en Chanchán, mayormente desli-gada de los trabajos agrícolas e involucrada en laproducción de manufacturas o de servicios espe-cializados, requería necesariamente del aprovisio-namiento de ingentes cantidades de productosagrícolas, que en gran parte debieron provenir del

Fig. 43. Valle de Moche con laexpansión agrícola asociada alcanal La Cumbre y la ubicaciónde Chanchán y algunos com-plejos administrativos ruralesChimú (Keatinge 1980: fig. 1).

12 Además de la enorme envergadura constructiva, una obra hidráulica de esta naturaleza implica un reto mayor de ingenie-ría, ya que en el diseño del canal es preciso ubicar el punto de la bocatoma y definir el trazo y sección del canal, de forma tal queel caudal de agua transcurra con la pendiente ideal en todo este complicado recorrido. A lo que hay que agregar un factorcondicionante a resolver, cual fue trasponer la cota del nivel del abra o divisoria entre el valle del Chicama y el de Moche en elsector que se ubica al noreste del Cerro Campana (Ortloff 1981).

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propio valle de Moche, lo que explicaría el énfasisy la notable inversión de esfuerzos en el desarrollode este tipo de grandes obras públicas orientadasa la expansión agrícola.

Se ha sugerido que el posible colapso de partede esta infraestructura, debido a fenómenos na-turales como El Niño, y la consiguiente disminu-ción del acuífero habrían sido una de las causasdel estancamiento de la expansión de Chanchánhacia el norte y de su retroceso nuevamente haciala costa, donde la napa freática era más elevada ypermitía el continuo abastecimiento de agua(Kolata, 1990). En todo caso, la eventual reduc-ción de la superficie cultivada en los alrededoresde la ciudad, no debió afectar seriamente su po-der económico, sustentado en el control de lamayor parte de los valles de la costa norte, justa-mente los más amplios y prósperos de la costadesértica del Perú. Finalmente, luego de la con-quista Inka de la costa norte y la consiguiente des-articulación de las clases dominantes del EstadoChimú, la ciudad fue languideciendo hasta suabandono definitivo.

Manchán

Así como se ha destacado la expansión del estadoChimú hacia los valles de Lambayeque y aún másal norte hasta Tumbes, simultáneamente esta ex-pansión se habría orientado en sucesivas etapashacia los valles de la costa ubicados al sur de suárea nuclear establecida, en los valles de Moche yChicama. Si bien en algunas crónicas colonialestempranas se señala que esta expansión hacia elsur habría finalmente interesado la costa central,llegando inclusive hasta el norte de la comarca deLima, arqueológicamente no se reporta ningúnasentamiento y menos algún centro urbano quese pueda asociar a esta supuesta expansión en laregión.

La costa central podría haber sido una regióncon la cual el estado Chimú estableció evidente-mente contacto y algún tipo de intercambio, perodonde éste no habría implantado alguna formade control territorial. Por lo tanto, a partir de lasevidencias disponibles, lo que sí se puede afirmarcon seguridad es que esta frontera sur se habríaconsolidado en los valles de Casma, con posiblesproyecciones de su límite hasta los valles dePativilca, donde se encuentra la fortaleza de Para-monga.13 La suposición de que los dominios bajola esfera de poder de la elite chimú, establecida enla capital de Chanchán, debieron tener como fron-tera efectiva el valle de Casma, se sustenta en laubicación en este valle de Manchán, un impor-tante centro urbano afiliado a la ocupación Chimúen la región y que, como tal, habría cumplido elrol de principal centro provincial en el territoriode sus alejados dominios sureños (Mackey yKlymyshyn 1990).

El asentamiento se localiza en una quebradatransversal a la margen izquierda del valle deCasma, a unos 12 km del litoral. Esta localizaciónresulta central con relación a la mayor concentra-ción de tierras irrigables que corresponde a la con-fluencia de los ríos Casma y Sechín, y respecto ala ubicación de otros centros de menor nivel jerár-quico y asentamientos aldeanos afiliados a la ocu-pación Chimú en el valle (ibid.: 200-203; fig. 2).Por otra parte, la quebrada donde se localiza elsitio constituye una vía natural de salida desde elvalle con dirección al sur, hacia los valles de Cule-

Fig. 44. Complejo administrativo rural El Milagro de San José(Keatinge 1980: fig. 3).

13 Si bien en la literatura arqueológica se encuentran innumerables referencias a Paramonga como un sitio afiliado a laexpansión sureña del estado Chimú, no conocemos estudios detallados que definan tanto la naturaleza de esta ocupación en elsitio, como tampoco la extensión y características generales del asentamiento más allá de la evidente presencia del complejomonumental (Langlois 1938).

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bras y Huarmey que se encuentran respectivamen-te a 65 y 80 km de distancia a través de un largotramo desértico.

Manchán alcanza una extensión de 64 ha yestá conformado principalmente por nueve com-plejos construidos con muros de adobe. Los com-plejos más tempranos serían cuatro que se presen-tan aglutinados y que se habrían desarrolladoadosándose unos a otros y sin comunicación en-tre sí, a partir del Complejo 1, el mayor de ellosque se localiza al este del sitio. De acuerdo a lasecuencia de desarrollo propuesta, los cinco com-plejos independientes serían más tardíos, tanto porencontrase mayormente al oeste como por sus ras-gos arquitectónicos y los materiales culturales aso-ciados (ibid.: 205). Sin embargo, a partir del exa-men del plano publicado de un importante sec-tor del sitio (Mackey y Klymyshyn 1981: fig.1),podemos plantear dos observaciones puntuales aésta propuesta: a) los complejos denominados 1 y2, por su gran extensión y distribución espacial,parecen en realidad haber estado conformados pormás de un complejo cada uno; b) más allá de lasposibles diferencias cronológicas planteadas conrelación a los complejos aglutinados, el planea-miento distinto de los complejos aislados y losrasgos arquitectónicos que estos consistentementecomparten, a nuestro entender estaría expresandola existencia de una sustancial diferencia funcionalentre éstos y los aglutinados.

Se reportan en los complejos presentes en elasentamiento algunos rasgos característicos de laarquitectura propia del estado Chimú. Este es elcaso de lo que las investigadoras del sitio denomi-nan ‘variantes de audiencias’, ya sea porqué se tra-

ta de estructuras arquitectónicas algo semejantesformalmente a las clásicas audiencias deChanchán, como también por su asociación a es-tructuras de depósito. Estas estructuras tipo au-diencia —de las que en Manchán se reportan 5casos— se encuentran en conglomerados de re-cintos que incluyen también de cuatro a más es-tructuras de depósito. En algunos de los comple-jos presentes en Manchán, además de estos rasgoscaracterísticos de la arquitectura Chimú, estánpresentes también los típicos accesos con recorri-do laberíntico y los corredores que conectan conrecintos que presentan banquetas, nichos y ram-pas, y desde los cuales se accedía a las audiencias ya los depósitos (ibid.: 199).

En todo caso, se advierte que la calidad for-mal y constructiva de la arquitectura de estos com-plejos es bastante menor, si la comparamos con laque presentan los complejos monumentales y laarquitectura intermedia de la ciudad de Chanchán.Estas características, sumadas a la escasa presen-cia de bienes de prestigio; la existencia de tan sólounos 50 depósitos; y evidencias del desarrollo alinterior del sitio de algunos procesos de produc-ción de manufacturas de menor calidad y mayor-mente orientadas al autoconsumo, permiten a lasinvestigadoras postular —desde la perspectivaprovincial de este centro urbano— la hipótesis dela existencia de un alto grado de centralizaciónpolítica y económica ejercida desde la capital deChanchán, en el sentido de que un centro admi-nistrativo de segundo orden jerárquico respecto ala capital, como es Manchán, posiblemente aloja-ba una burocracia carente de muchos de los privi-legios y servicios que, por el contrario, habrían

Fig. 45. Manchán: plano gene-ral (Mackey y Klymiyshyn1981: fig. 1).

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disfrutado los miembros de la nobleza residentesen la capital (ibid.: 210-212).

En todo caso, es de notar que las diferenciasde este centro provincial sureño, serían bastantemayores que las que presentaban los contempo-ráneos centros provinciales norteños con relacióna Chanchán. Esta mayor distancia jerárquica delos centros sureños podría explicarse, entre otrosaspectos, por la menor importancia agrícola desus valles; una población bastante más reducida;la escasa explotación de otros recursos, como losmineros; sin olvidar las mayores dificultadeslogísticas que debió representar entrelazar los va-lles separados por amplias zonas desérticas, quecaracterizan la geografía de esta región. Por el con-trario, las prósperas condiciones productivas queofrecían los valles norteños y la relativa proximi-dad entre estos, habría fomentado la instalaciónde centros provinciales Chimú en cada uno deellos (ibid.: 215-218).

Finalmente, al oeste y sur del sitio se ha regis-trado la presencia de sectores con estructuras cons-truidas con la técnica de la quincha, y que se pre-sume podrían ser equivalentes a los denominados‘barrios populares’ de Chanchán (Moore 1981).Las notables diferencias arquitectónicas existen-tes entre los complejos y estas construcciones dequincha, además de la distribución diferencial delos artefactos culturales, permitirían inferir la pre-sencia en el sitio de por lo menos dos niveles declases sociales. Si bien se puede suponer que lamayoría de estas estructuras tuvieron funcioneshabitacionales, las investigaciones preliminarespermiten advertir la posible presencia de talleresdedicados a la producción de determinadas ma-nufacturas. Este es el caso de la excavación de unaunidad que evidenció un área con múltiples fo-gones, que parece haber estado asociada a la pre-paración de chicha (ibid.: 117-120).

Chancay y sus asentamientos urbanos

Esta cultura relativamente poco conocida —espe-cialmente en lo que se refiere a su arquitectura yurbanismo— se desarrolló en la Costa Central,en los valles de Huaura y Chancay, aunque tam-bién se reporta su presencia algo más al Sur asocia-da a enterramientos en la caleta de Ancón y en elvalle del Chillón. Lamentablemente durante dé-cadas las tumbas de sus cementerios y asenta-mientos han sido objeto de un bárbaro y devasta-dor saqueo, a raíz de la comercializaciónincontrolada de sus piezas arqueológicas, especial-

mente sus ceramios y textiles, convertidos en me-ros elementos de decoración de los salones de lasociedad limeña (Horkheimer 1970).

Esta intensa huaquería, así como una irrespon-sable expansión agrícola, ha derivado en la des-trucción y alteración de gran parte de sus másimportantes asentamientos, como Huaral Viejo,Lauri, Lumbra y Pisquillo Chico, que —segúnse aprecia en las antiguas fotografías aéreas de losaños 40— eran muy extensos y presentaban unaorganización compleja de aparente carácter urba-no. Es evidente que la acción vandálica que hasufrido el patrimonio de la cultura Chancay re-presentará un lastre irreversible para el pleno co-nocimiento de esta interesante sociedad costeña.

La calidad excepcional de la cerámica Chancaymanifiesta que sus hábiles ceramistas, si bien si-guieron determinadas pautas en el desarrollo deciertas formas y representaciones, gozaron de unaamplia libertad logrando piezas de una extraordi-naria belleza y expresividad artística. Por otra par-te, los textiles Chancay representan uno de los másimportantes logros en el arte de esta sociedad. Sedesarrollaron en este campo una serie de recursostécnicos, entre los cuales se puede mencionar los

Fig. 46. Mapa de distribución de sitios Chancay en los valles deHuaura y Chancay (Krzanowski 1991: fig. 1).

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tapices, bordados, brocados, los encajes de hilo ygasas de una extraordinaria finura y desplieguetécnico, que presentan figuras de aves, peces y otrosanimales como los felinos. Además se desarrollóla pintura sobre tela y un importante arteplumario.

Todo este notable conjunto de expresiones yalto nivel de desarrollo de las manufacturasChancay, debió comprometer evidentes grados deespecialización y la segregación espacial de proce-sos productivos que, por lo general, se concen-tran en centros urbanos y se asocian a un modode vida urbano de sus productores. Esta perspec-tiva interpretativa nos permite en parte explicar-nos el desarrollo urbano alcanzado por muchosde sus asentamientos, lo que hoy es difícil de en-tender no solamente por la destrucción que losha afectado irremediablemente, sino también por-qué lo que resta de ellos permanece sin investigar

y, por lo tanto, desligado de las extraordinariasrealizaciones de sus habitantes.

Algunos alcances acerca de las característicasdel urbanismo y la arquitectura Chancay nos losproporcionan los trabajos conducidos por Krza-nowski (1991), que se concentraron en los sitiosde Pisquillo Chico y Lauri ubicados en el valle deChancay. Estos asentamientos principales se esta-blecieron en planicies ubicadas por encima de loslímites de los campos de cultivo y en ellos se pue-de observar sectores densamente edificados y otrosdestinados a cementerios. Tuvieron estos asenta-mientos una gran extensión, ya que si se excluyelos sectores correspondientes a los cementerios,en ellos el área edificada superaba las 20 ha.

En Pisquillo Chico, que aún presenta unamejor conservación, se pueden reconocer 4 sec-tores o ‘barrios’ que presentan diferentes tipos dearquitectura. Entre estos destaca el sector central

Fig. 47. Foto aérea de un posible sector del asentamiento de Pancha La Huaca ya desaparecido (SAN; Kosok 1965).

Fig. 48 - Foto aérea del sitio de Cuyo en el valle de Chancay (SAN; Kosok 1965).

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del asentamiento, donde se concentran plazas y 6complejos que integran edificaciones piramidales.Estos edificios piramidales, mayormente construi-dos con adobe, son de planta rectangular con pla-taformas escalonadas dotadas de rampas, frente alos cuales se ubica una plaza cercada por una gruesamuralla. A los lados de esta plaza es frecuente ob-servar el alineamiento de compartimientos, queposiblemente funcionaron como depósitos. Estasedificaciones piramidales estaban rodeadas porrecintos rectangulares y otros edificios menoresque, en conjunto, conformaban complejos de evi-dente carácter público.14

Al suroeste del sitio hay otro sector que presentapor lo menos 3 montículos, que sumados a los 6del sector central, resultan en la presencia de 9 deestos complejos en Pisquillo Chico. Entre estoscomplejos como en otros sectores del asentamiento,

se encuentran conjuntos de edificios que parecenhaber correspondido a residencias de los miem-bros de la elite, caracterizándose por presentar unagran cantidad de recintos asociados a plazuelas.

En los extremos al este y oeste del sitio se loca-lizan dos sectores que deben de haber concentra-do el grueso de la población, a deducir de la altadensidad de las estructuras construidas una al ladode la otra. Tanto la concentración y dimensionesreducidas de estas edificaciones, como el hechode que estén construidas mayormente con piedrade campo, permiten suponer que corresponderíana los lugares de vivienda de los sectores popularesdel asentamiento.

Al sur del sitio se localiza el cementerio asocia-do al asentamiento. Este se segrega parcialmenteal estar separado de los sectores edificados por unacresta del cerro, que corre de este a oeste, formando

Fig. 49. Pisquillo Chico: pla-no general del asentamientoubicado en el valle de Chancay(Krzanowski 1991: fig. 1).

14 Este modelo arquitectónico, recurrente en los principales sitios Chancay, tiene una estrecha semejanza con las pirámidescon rampa presentes en Pachacamac y en otros sitios de la comarca de Lima.

Fig. 50. Pisquillo Chico: fotoaérea del asentamiento (SAN;Kosok 1965).

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una pequeña quebrada que fue totalmente ocupadapor el cementerio. Esta especial localización delcementerio restringía su acceso, siendo este posibletan sólo desde o a través del asentamiento (ibid.:39-44. fig. 2). Si bien en el estudio de Krzanowski,no se hace referencia a la existencia de calles opasajes, tanto en la foto aérea como en el planopublicado de Pisquillo, se aprecia la posible pre-sencia de pasajes o vías de circulación que corrende este a oeste y transversalmente de norte a sur.

En el caso de Lauri, si bien la destrucción hasido mayor, se ha observado en la parte centraldel sitio una configuración similar a la de PisquilloChico, ya que aquí también se concentraron unos6 complejos con montículos piramidales, con suscaracterísticas plazas y recintos contiguos. En laszonas al sur y este del asentamiento debieron deencontrarse los sectores de vivienda que han des-aparecido a raíz de la destrucción del sitio. EnLauri llama la atención la extensión de las áreasde cementerio, ya que estos ocupan una exten-sión igual o mayor que los sectores ocupados poredificaciones. En realidad se trata de dos cemen-terios, uno al oeste claramente sectorizado entrela ladera del cerro y una muralla que lo separa delasentamiento en su lado este; el otro es difuso yrodea al asentamiento por el norte y este llegandoa penetrar, inclusive, entre los edificios a excep-ción de los complejos públicos, lo que podría dara entender que algunos de los sectores del asenta-miento pudieron haber estado ya en abandonocuando fueron reutilizados como áreas de ente-rramiento (ibid.: 44. fig. 5).

Otros asentamientos tuvieron característicasalgo distintas, ya que aun siendo relativamenteextensos no presentan complejos con edificiospiramidales, lo que indicaría importantes diferen-cias de orden funcional. En el caso de Lumbra sumayor extensión correspondía a sistemas agríco-las, que comprendían campos de cultivo, canalesy reservorios; mientras que los sectores con edifi-caciones cubrían unas 12 ha. En el caso de Cañas

A, que se asienta en una quebrada seca, no obs-tante su extensión que supera las 20 ha. parecehaber estado constituido mayormente por estruc-turas de vivienda, si bien en ellos se destacan al-gunos complejos aislados de planta rectangularque podrían haber resuelto alguna función admi-nistrativa o residencial de elite (ibid.: 49. fig. 11).

Finalmente, se señala la posible presencia decomplejos palaciegos. Se trata de sitios, comoAndahuasi A y B, Casablanca en el valle deHuaura; y Pancha la Huaca y Tronconal en el deChancay. Estos se localizan en las márgenes de losvalles y tienen una extensión que varía de 1 a 3ha. Están conformados por conjuntos que exhi-ben una arquitectura muy similar a la de los sec-tores residenciales reportados en Pisquillo Chico.

Estos conjuntos arquitectónicos se presentanaislados o algo distanciados entre sí. La organiza-ción de sus recintos responde a un trazo ortogonaly en algunos casos presentan corredores de reco-rrido laberíntico. En Casablanca B se advierte lapresencia de pasajes y algunas posibles plazuelasque articulan varios conjuntos arquitectónicos queintegran plataformas con rampas (ibid.: fig. 9).Edificaciones con plataformas escalonadas y ram-pa central también se reportan en el caso deTronconal (Negro 1991: fig. 8). Otras edificacio-nes en Pancha La Huaca presentan ambientes conbanquetas y unos singulares cornisamientos quese desarrollan en la parte media de los paramen-tos y sobre los cuales se elaboraron nichos, rasgosque evidenciarían el carácter público de estos edi-ficios (ibid.: fig.6).

Fig. 51. Cañas A: plano general aérea del asentamiento ubicado enel valle de Huaura y localizado en una estrecha quebrada atravesadapor cauces de huaycos (Krzanowski 1991: fig. 11).

Fig. 52. Casablanca: plano del asentamiento ubicado en el valle deHuaura (Krzanowski 1991: fig. 9).

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Rímac o Ychsma

En la comarca de Lima, formada por los valles deChillón, Rímac y Lurín, se desarrollaron duranteeste período tardío las formaciones culturales co-nocidas como Rímac o Ychsma. Sin embargo,muy pocos trabajos se han desarrollado sobre elcarácter de las sociedades limeñas de este tiempoy muchas preguntas y definiciones están aún porser resueltas acerca de su forma de organizaciónsocial y política.

Esta constatación es paradójica, ya que frentea esta difusa percepción de las sociedades quepoblaron los valles de la comarca de Lima durantelas épocas tardías, por otra parte tenemos los con-tundentes testimonios de notables formas de de-sarrollo urbano, como Pachacamac en el valle bajode Lurín, y especialmente en el valle del Rímacdonde continua la ocupación de Cajamarquilla yse desarrollaron importantes y extensos asenta-mientos del tipo ciudad, como Maranga-Chayavilca y Armatambo, que debieron concen-trar una notable población; al igual que otros cen-tros urbanos como, Mateo Salado y Mangomarca,entre otros; además de una serie de complejos deposible carácter residencial y administrativo, comoPuruchuco y Huaycán de Pariachi.

La mayoría de las construcciones públicas deesta época se realizaban con barro, empleando unanueva técnica que aparece durante el Horizonte

Medio y empieza a hacerse popular desde ese en-tonces en la Costa Central y Sur: el tapial o adobón.Esta técnica constructiva consiste en construirmuros vaciando por secciones una mezcla de ba-rro dentro de una suerte de encofrado, que eraarmado con maderos y cañas entretejidas y reves-tido interiormente con paños burdos de algodón.Una vez fraguada la mezcla se retiraba el encofra-do, de una manera bastante similar a la que seemplea hoy en día con el moderno concreto. Deesta forma se construían las murallas que cerca-ban los complejos y delimitaban sus caminos; losmuros de sus edificaciones; y los muros de con-tención que servían para contener los rellenos enla construcción de las plataformas escalonadas, queformaban el volumen característico de las tradi-cionales Huacas que aún se aprecian dentro denuestras ciudades o entre los campos de cultivode los valles de la Costa Central y Sur.

Durante este período, Pachacamac consolidasu presencia en el valle Lurín como importantecentro ceremonial, no sólo de la comarca de Limasi no que su prestigio aparentemente se extendióa otras regiones de los Andes Centrales. Sin em-bargo, no está aún muy claro el posible ámbitopolítico de su esfera de poder, ya que si nos atene-mos a la distribución espacial de ciertos rasgosculturales —como la cerámica— éste podría ha-berse restringido tan sólo a las partes bajas de losvalles de Lurín y de la margen sur del Rímac.

Fig. 53. Mapa de ubicación delos principales sitios tardíos enla comarca de Lima(redibujado de Agurto 1984:100).

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En cuanto a obras públicas y expansión de laactividad agrícola, se presume que en esta épocase construye el gran canal de irrigación de Surco,15

que tiene su bocatoma sobre el río Rímac a la al-tura de Ate y se desarrolla atravesando los actua-les distritos de Ate, La Molina y Surco, dirigién-dose hasta Villa en Chorrillos, permitiendo así elriego de estos sectores del valle que dejaron de sereriazos, para ser incorporados a la considerableextensión de tierras agrícolas que ya sumaban losvalles de esta comarca.

En cuanto a las manufacturas desarrolladas du-rante este período en la región, se conoce bastan-te poco de ellas, limitándose la información a losaspectos relacionados con la producción de cerá-mica, que privilegia la decoración con tonos blan-cos y negros; existen ejemplares de ídolos talladosen madera como los hallados en el sitio dePachacamac. En el caso de la orfebrería, son co-munes los vasos de plata que representan rostroscon narices prominentes y que fueron realizados

con la técnica del repujado, martillando una úni-ca lámina de plata en un molde de madera dura.

Cajamarquilla

Este antiguo centro teocrático de época Lima, enel que destacaban construcciones piramidales al-rededor de las cuales se organizaban complejosarquitectónicos, habría conocido un fuerte creci-miento durante el Horizonte Medio, cuando po-siblemente se define el desarrollo de grandes cer-cados de trazo ortogonal o trapezoidal. Las posi-bles causas del desencadenamiento de este desa-rrollo urbano en el sitio durante el HorizonteMedio, a contra corriente de la declinación deotros importantes centros urbano teocráticoscomo Maranga, es aún materia de investigación.Algunas explicaciones se han avanzado, aunquecon escasa documentación empírica, y proponen

Fig. 54. Cajamarquilla: foto aérea del asentamiento (SAN; Kosok 1965).

15 Por una deformación colonial, y que quizás deriva del desconocimiento de la importancia de estas obras públicas prehispánicas,confundiéndolas con cursos naturales, se les ha venido denominando como “ríos”, figurando este antiguo canal en la cartografíacomo “Río Surco”.

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como causa de éste fenómeno la presencia o lainfluencia de Wari en la costa central. Sin embar-go, estas posibles influencias —al igual que enotras ciudades costeñas de la época— aparente-mente se habrían procesado dentro de una fuertematriz local, como lo testimonia la cultura mate-rial caracterizada por el estilo cerámico Nievería.

En un período en el cual las relaciones con laszonas alto andinas se intensificaron y cobró unimportante impulso la articulación de sistemas deintercambio, se ha llamado también la atención apropósito de la ubicación estratégica de la ciu-dad. Efectivamente, esta se localiza a unos 25 kmdel mar y se encuentra en un punto intermedioentre el valle bajo y medio del valle Rímac, conacceso hacia las zonas más altas propias de lachaupi yunga. Al mismo tiempo, la localizaciónen la margen derecha del valle, en su encuentrocon la quebrada de Jicamarca o Huaycoloro, laubica en una posición privilegiada respecto a estaquebrada que constituye un corredor natural deascenso directo hacia la serranía de Canta.16 Estalocalización, favorece inclusive su comunicaciónhacia el sur —atravesando el paso de Manchay—y desde este punto medio del valle de Lurín, diri-girse hacia Pachacamac al suroeste, o emprenderel ascenso hacia las serranías de Huarochirí y

Yauyos, por el propio curso del valle al este, o si-guiendo la quebrada de Tinajas hacia el sureste.

En cuanto al entendimiento de la traza urba-na y la posible evolución histórica de esta extensaciudad que abarca algo más de 100 ha, el panora-ma es sumamente confuso y resulta patente tantodel examen de las aerofotografías, como del pro-pio recorrido de sus ruinas. Por una parte, se apre-cia el desarrollo relativamente ordenado de loscomplejos principales, como es el caso del Con-junto Tello que se ubica al noreste (Mogrovejo ySegura 2000: fig. 1), y de otros complejos algomenores pero no menos importantes, al igual quela posible presencia de plazas y calles. Por otraparte, especialmente en los sectores hacia el sur yoeste, se observa una configuración muy densa ycaótica, que parece fruto de la sucesiva y espontá-nea agregación de estructuras, sin mayor orden niconcierto, donde resulta difícil establecer, no so-lamente las vías de circulación, sino la propia so-lución de los aspectos logísticos y servicios pro-pios de la operación de toda gran ciudad. ¿Cualesfueron las formas de abastecimiento de agua, losalimentos y otros recursos necesarios para la sub-sistencia y actividades productivas de sus habi-tantes? ¿Cuales las formas de deshecho de la basu-ra y las excretas en una urbe de esa densidad y

16 Todavía en tiempos coloniales por esta quebrada grupos de arrieros transportaban hielo desde los nevados de altura, que erarequerido por los heladeros de la ciudad de Lima de ese entonces. Del lugar donde hacían pascana antes de continuar su caminohacia la ciudad, derivaría precisamente el nombre de la hacienda Nievería (Villar Córdoba 1935: 184).

Fig. 55. Cajamarquilla: planodel Conjunto Tello (Mogrovejoy Segura 2000: fig. 1).

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notable población? ¿Podrían haber sido estos pro-blemas y el sobre dimensionamiento de la ciudadlas posibles causas de su crisis y posterior abandono?

Es evidente que las extraordinarias característicasde esta ciudad plantean muchas y diversasinterrogantes, que esperamos sean despejadaspronto por las investigaciones arqueológicas quese conducen en el sitio.

La excepcional continuidad de ocupación deCajamarquilla, desde sus orígenes durante la épo-ca Lima o Maranga, pasando por las ocupacionescorrespondientes al Horizonte Medio, Interme-dio Tardío e, inclusive, al Horizonte Tardío(Makowski 2005: com. pers.) ofrecen no solo unexcepcional testimonio de continuidad en la vi-gencia urbana de esta ciudad, sino también unsingular caso de estudio, que permite explorar loscambios que se sucedieron en la formación urba-na, las formas de organización social y en el modode vida de sus sucesivos habitantes a lo largo demás de un milenio.

Maranga – Chayavilca17

No es del todo clara la declinación del grandiosocentro urbano teocrático de época Lima y comose procesaron las transformaciones que posterior-mente alteraron el modelo original de asentamien-to. Las grandes edificaciones piramidales que do-minaban el sector norte del asentamiento habríansido progresivamente abandonadas y convertidasen zonas de enterramiento por parte de las pobla-ciones más tardías. Mientras tanto, se desarrollaríaen los sectores al sureste y suroeste el surgimientode construcciones de tapia que conformaron gran-

17 Esta sección corresponde a una versión abreviada y actualizada del artículo “Análisis del Complejo Urbano MarangaChayavilca, publicado en la Gaceta Arqueológica Andina n. 14 (Canziani 1987).

Fig. 56. Cajamarquilla: vistapanorámica de un sector de laciudad (Canziani).

Fig. 56 A. Cajamarquilla: vista de una de las pocas calles de la ciu-dad, flanqueada por altos murallones de tapia(Canziani).

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des edificaciones monumentales —conocidascomo Huacas— que se distribuyeron mayormen-te al sureste; mientras que al suroeste destaca lapresencia de un gran recinto amurallado que en-cierra montículos y edificaciones de escala relati-vamente menor (Canziani 1987).

Ya Middendorf [1894] (1973) había señaladoen su descripción del sitio, la gran diversidad exis-tente entre las pirámides y montículos construidoscon los pequeños adobes de época Lima y, de otrolado, el gran recinto y las demás construccionesde tapia o adobón. En todo caso, es necesario ad-vertir que ésta diferenciación no se refiere exclusi-vamente a los materiales y a las técnicas construc-tivas empleadas, sino también compromete unadistinta concepción y planteamiento del ordena-miento urbano, que pensamos responde a los pro-fundos cambios económicos y sociales que se su-ceden en la historia del sitio, posiblemente a partirdel Horizonte Medio, y que se consolidaron du-rante el Intermedio Tardío, si bien estos sectoresestuvieron vigentes aún durante la época inka e—inclusive— durante las primeras décadas deldominio colonial.

El sector sureste y la Huaca Tres Palos

Este sector aparentemente estuvo dominado porel volumen prominente de la denominada HuacaTres Palos. Una edificación de planta cuadrangu-lar, conformada por plataformas sucesivas congrandes muros de contención de tapia y que pre-senta, especialmente en su frente hacia el este, gran-des terraplenes escalonados. El ascenso hacia lacima desde el nivel de terreno circundante, pare-ce haberse resuelto mediante una rampa orienta-da hacia el norte, que se ubica en proximidad dela esquina noroeste de la plataforma. Por otra par-te, adosado al lado oeste de la Huaca Tres Palos seubicaba un gran estanque o reservorio, el que apa-rentemente estaba conectado con el sistema deacequias que irrigaban este sector agrícola del va-lle. Esta estrecha asociación del estanque con laHuaca, indicaría alguna función destacada de estaedificación con relación a la administración delriego en la zona, como parece también fue el casode Mateo Salado (Tello 1999).

En las inmediaciones, al norte y noroeste de laHuaca Tres Palos, se encuentran otras edificacio-

Fig. 57. Maranga Chayavilca:plano general del asentamien-to, donde además de los mon-tículos piramidales tempranosde la época Lima, como laHuaca San Marcos (13); HuacaConcha (12); HuacaReniforme (21), se observa lapresencia de complejos tardíoscomo la Huacas Tres Palos(40), Cruz Blanca (37), La Pal-ma (48) y de conjuntos pala-ciegos (54, 55 y 61) asociadosal gran recinto amurallado aloeste del sitio (Canziani 1987:fig.1).

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nes que presentan plataformas y muros de tapia,entre las que destacan la Huaca La Palma y laHuaca Cruz Blanca. Desafortunadamente, los es-casos trabajos de investigación o la ausencia depublicaciones acerca de los resultados de lasexcavaciones desarrolladas en ellos, impiden re-solver adecuadamente las especulaciones acerca desu posible función ceremonial o residencial porparte de las elites que ejercían su dominio sobreeste sector del valle del Rímac.

El gran recinto amurallado

En el sector suroeste del sitio de Maranga se en-cuentran las gruesas murallas de tapial de un granrecinto de planta cuasi rectangular, que tiene unos800 m. de largo de este a oeste y entre 500 a 600m. de ancho, comprendiendo un área de aproxi-madamente 44 has., siendo su eje principal trans-versal a la orientación del centro ceremonial deépoca Lima que se desarrollaba de norte a sur.

Las características de este recinto varían encuanto al trazo y a las características constructivasde los diferentes sectores que la componen, si bientodas las murallas están elaboradas con la técnicadel tapial. La muralla septentrional (55 D), tieneun alineamiento bastante sinuoso, presentandouna sección de notable espesor, al haberse cons-truido adosando sucesivos muros de tapia sin unadisposición u orden preciso, lo que determina quela sección sea variable y distinta en toda suextension, con un espesor que va de 3 a 5 m. oinclusive algo más. La muralla oriental (55 E) tie-ne un trazo ligeramente curvo hacia el exterior,siendo sus características constructivas similares ala septentrional. En el sector meridional, los lími-tes del recinto son menos definidos, existiendohasta tres trazas de muros: uno que se proyectahacia el extremo norte de la Huaca La Palma; el

segundo (55 F) encerraba el extremo sur de lamisma para, luego de un quiebre hacia el norte,proseguir hacia el oeste; y mas al sur un tercero(55 A) en el cual, en las aerofotos del 44, se puedeapreciar evidencias de un posible pasaje epimural.La muralla occidental (55 B) es de trazo perfecta-mente rectilíneo, a la vez que sus característicasconstructivas son bastante distintas de las ante-riores. Su sección trapezoidal es de menor espesorque el de las otras murallas, y está conformadapor dos muros de tapia paralelos que sirvieron decontención a un relleno depositado en el interior.Por medio de la prolongación de los dos murospor encima del piso del relleno, se logró un pasajeepimural con parapetos que recorría la parte su-perior de esta muralla de unos 300 m. de largo,con un ancho variable de 1.2 a 1.5 m. lo que de-bió permitir el paso simultáneo de dos personas.

Los accesos al gran recinto

Middendorf (1973) menciona la existencia de tresaccesos que permitían el ingreso al recinto: unooccidental y dos septentrionales. Sobre la base denuestra exploración del sitio y del examen de lasaerofotos disponibles, del lado septentrional de lamuralla se localizó el ingreso principal descritopor Middendorf y del cual contamos con su va-lioso testimonio fotográfico que ilustra la presenciade una portada monumental, ya que hoy en díaésta ha sido totalmente desfigurada por una fuer-te destrucción. Una vez traspuesta esta portada yel corredor laberíntico que le sucedía, se interponíala muralla (55 C) que describiremos mas adelante.Exteriormente, desde este ingreso parte un anchocamino flanqueado por muros de tapia que des-pués de un corto recorrido hacia el norte, quebrabaen ángulo recto hacia el oeste, para luego quebrarnuevamente y retomar la dirección original, lo que

Fig. 58. Maranga Chayavilca: foto de la portada septentrional deacceso al gran recinto tomada en 1894 por Middendorf (1973). Fig. 59. Maranga Chayavilca: reconstrucción hipotética de la por-

tada septentrional de acceso al gran recinto (Canziani 1987: fig. 4).

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se volvía a repetir una vez mas, comunicándosecon el camino principal hacia el norte, resultan-do de este manera un recorrido de trazozigzagueante. Si bien no fue posible ubicar el otroingreso de la muralla septentrional descrito porMiddendorf, encontrándose este sector bastantedeteriorado, si fue posible apreciar el acceso occi-dental en las aerofotos del 44, asociado a un cami-no flanqueado por muros de tapia que se dirigíahacia el oeste y que, una vez traspuesto el acceso,conducía hacia la parte central de Huaca La Pal-ma (48). Este acceso estaba asociado a unos re-cintos rectangulares paralelos al camino que sedirigía al sur y que aparentemente constituían elpunto terminal de ingreso al recinto. De modoque éste acceso occidental habría permitido el in-greso al recinto, tanto a quienes venían por el ca-mino desde el oeste como desde el sur.

Los caminos

Como ya se ha mencionado, el gran recinto esta-ba asociado directamente a caminos que se diri-gían hacia el norte, el sur y el oeste. Si bien haciael este no se hallan claras evidencias, es de supo-ner que de alguna manera el gran recinto estabaconectado con el camino que desde la esquinanoreste de la Huaca Tres Palos (40) se dirigía enesta dirección, posiblemente hacia el complejo deMateo Salado.18 Es relevante destacar que estoscaminos principales son paralelos o perpendicu-lares a las murallas del gran recinto. A su vez, laorientación del gran recinto como de los caminosreiteran la antigua orientación del Complejo deMaranga de época Lima, lo que podría significarsu posible adecuación a ciertos elementos de orde-namiento territorial preexistentes, e inclusive alpropio trazo de una red de caminos más temprana.

La asociación del gran recinto con los cami-nos que confluyen en él y a su vez se dirigen hacialos cuatro puntos cardinales, configuran al granrecinto como una suerte de “nodo” de este sectordel valle bajo de la margen sur del valle del Rímac.

Los caminos que se dirigen al norte y al surestán alineados con la muralla occidental (55 B),iniciándose ambos desde sus esquinas septentrio-nal y meridional respectivamente, sin que existanevidencias de una comunicación directa entre sí,

si se excluye la que se podía realizar por medio delpasaje epimural. En el caso del camino que vienedel sur, lo vimos anteriormente, este termina enalgunos recintos rectangulares asociados al accesooccidental y cuya función pudo estar relacionadacon el control y la restricción del acceso al inte-rior del gran recinto. En el caso del camino norte,además de su comunicación por medio de la víade tramos escalonados con el acceso septentrio-nal (2), este terminaría en lo que parecen ser tam-bién recintos rectangulares, aunque en este casono estarían asociadas a un acceso, sino a un edifi-cio de planta rectangular alargada (61), que he-mos denominado edificio norte, y que se ubica alexterior de la muralla occidental y adosado a esta.Este edificio, cuya plataforma superior se encuen-tra al nivel del pasaje epimural, pudo servir depunto de control para quienes proviniendo delnorte, después de ingresar al edificio, descendie-ran por medio de una rampa o escalinata hacia elinterior del recinto, a menos que circularan por elpasaje epimural, ya sea para dirigirse hacia lo quedenominamos «Palacio Inka» (55), o bien paraproseguir su recorrido hacia el acceso occidental,que como vimos comunicaba con los caminos alsur y al oeste.

El camino que se dirige al oeste partía del ac-ceso occidental y según el testimonio deMiddendorf recorría unos 3 km entre anchosmuros de tapia. El mismo autor refiere que el ca-mino al norte se podía seguir por un buen trechoen esta dirección. Hasta hace pocos años, inclusiveen las aerofotos del 64, era posible reconocer evi-dencias de su trazo en dirección norte por mas de1 km Es posible que este camino llegara hasta lasriberas del río Rímac, coincidiendo su direccióncon un punto donde según los cronistas habríaexistido un puente colgante, ubicado en las proxi-midades del Conjunto Palao en la margen dere-cha, cerca del cerro La Milla. Coincidentemente,en la margen izquierda, existía hasta hace unasdécadas una hacienda llamada Puente al igual queun sitio arqueológico del mismo período, cono-cido como Chacra Puente, que fuera destruidoen los años 40 (Tello 1999: 124, plano pag.125) .En el caso del camino sur, inclusive en las aerofotosdel 44, solo se puede apreciar un pequeño trechoque corre adosado a la muralla del recinto, el res-to fue posiblemente destruido por los agricultores.

18 Un tramo de este camino, con los muros de tapia que lo delimitan, se conserva aún dentro de lo que es hoy el campus dela Universidad Católica.

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Estructuras en el gran recinto

La extensa área comprendida dentro del gran re-cinto amurallado presenta a primera vista unamarcada diferenciación en por lo menos tres sec-tores que tienen una organización y característi-cas distintas. Los hemos denominado oriental,central y occidental respectivamente al presentarlímites bastante definidos entre sí.

El sector oriental se caracteriza por presentarpocas estructuras a nivel superficial, a excepciónde una extensa plataforma rectangular de escasaaltura (47), y otros pequeños montículos que con-tienen evidencias de pequeños cuartos con delga-das paredes de adobitos correspondientes a la pre-cedente época Lima.

El sector central, se caracteriza por la profu-sión de montículos de distintas formas y tama-ños. Los del extremo este del sector están alinea-dos siguiendo el eje del complejo de Maranga,dominando la agrupación desde el sur la HuacaLa Palma (48). Se trata de un montículo troncopiramidal de planta rectangular, con plataformasescalonadas y ascendentes hacia el sur. Las dife-rencias de nivel entre las plataformas son supera-das por sendas rampas que se ubican en el eje dela pirámide. Estos rasgos resultarían semejantes a

los que se describen como típicos de las edifica-ciones de Pachacamac durante éste período, defi-nidas como ‘pirámides con rampa’. En la cima dela pirámide, donde se aprecian restos de recintoscon muros de tapia, se encuentran evidencias dedecoración mural en uno de los pequeños cuar-tos. Se trata de una trama de bandas diagonalesen relieve que definen una serie de rombos en losque se inscriben figuras de aves marinas. Se trataal parecer de la representación de «piqueros» (sulavariegata) en su característico vuelo en picada querealizan al pescar.

La pirámide de Huaca La Palma presenta laproyección de brazos hacia el este como hacia eloeste, que encerraban un gran patio rodeado poruna serie de cuartos y algunos recintos en formade U, de los cuales se puede apreciar por lo menosdos que se abren hacia el norte. El más occidentalde estos luce restos de decoración en bajo relieve.El motivo básico del bajo relieve lo constituye unacruz escalonada, enmarcada por cuatro pequeñoscuadrados. Este motivo se repite en una secuen-cia tanto horizontal como vertical, lográndose asíun efectista tratamiento mural que exhibe tantocruces escalonadas en plano como en bajo relieve.Un tratamiento decorativo similar parece haberseutilizado también en la decoración de otros

Fig. 60. Maranga Chayavilca:plano del sector occidental delgran recinto amurallado(Canziani 1987: fig. 14).

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edificios ubicados en las inmediaciones (Tello1999: 93 y 95).

Al noroeste del sector central del gran recintodestaca una gran muralla (55 C) que se encuentrafrente al acceso septentrional con la portada mo-numental (2). Esta tiene unos 280 ml. de longi-tud y mediante un trazo curvilíneo encierra unmontículo de planta cuadrangular. Esta murallase caracteriza especialmente por ser considerable-mente más esbelta que las murallas del gran re-cinto, aun cuando tiene una altura mayor que lade estas. Está construida también en tapia, aun-que exhibe singulares secciones poligonales, re-sultantes del vaciado alternado de sucesivas sec-ciones trapezoidales de tapia.

El sector occidental, presenta edificios mejorconservados y una clara organización del espacio.El elemento articulador por excelencia de este sec-tor lo constituye la muralla occidental del granrecinto (55 B), que ya hemos descrito, tanto comoelemento de comunicación de los edificios entresí, al conformar un pasaje epimural, como por elhecho de que algunos de estos edificios se encuen-tran adosados e integrados a ésta.

Este sector occidental está dividido y subdivi-dido por recintos de trazo rectangular y trapezoidalpor gruesos muros de tapia, como se puede apre-ciar en las aerofotos del 44 y en el plano elabora-do por Tello (1999: 92), ya que posteriormentefueron destruidos, al igual que los edificios me-nores, salvándose tan sólo por su tamaño el edifi-cio central (55), que denominamos “palacio inka« y el edificio norte (61). Examinando el ordena-miento espacial de este sector, se puede apreciarque responde a un planteamiento bastante preci-so, que va más allá de la simple ortogonalidad enel trazo de los edificios y recintos, al observarse la

existencia de determinadas proporciones y larecurrencia de determinadas dimensiones, lo queevidenciaría la planificación del conjunto.

EI edificio norte (61), se trata de una estruc-tura en la actualidad bastante destruida, confor-mada por una plataforma rectangular adosadaexteriormente a la muralla occidental del gran re-cinto, y en la que aún se aprecian restos de murosde tapia, como de una rampa o escalinata quepermitía el descenso al interior del recinto.

El edificio sur (54). también bastante destrui-do, se encuentra inscrito en un recinto cuadran-gular. De planta básicamente rectangular, estáconstruido sobre una plataforma cuyos muros aligual que los del edificio son de tapia. Este tienedos grandes cuartos rectangulares con un corre-dor lateral y otros cuartos más pequeños al sur. yal oeste. Al norte presenta restos de lo que podríahaber sido un pasaje epimural que lo comunicabacon la muralla occidental.

Fig. 61. Maranga Chayavilca: perspectiva reconstructiva del sector occidental del gran recinto amurallado (Canziani 1987: fig. 18).

Fig. 62. Maranga Chayavilca: reconstrucción isométrica del “pala-cio Inka” (55) en la parte central del sector occidental del granrecinto amurallado (Canziani 1987: fig. 15).

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El edificio central (55), constituye sin lugar adudas el más importante y mejor conservado delsector. Al parecer fue objeto de algunas amplia-ciones y remodelaciones. Es posible que original-mente la parte principal del edificio estuviera con-formada por un ambiente con planta en U y abier-to hacia el norte con cuartos o corredores en tresde sus lados, el que estaba adosado a la muralla

occidental mediante un patio o ambiente rectan-gular, que se comunicaba con una amplia terrazaal norte del mismo. Algo notable es que el accesoa este ambiente se hacía trasponiendo un vanoque presenta claras evidencias de haber sido dedoble jamba, rasgo éste característico de la arqui-tectura inka. Si bien la altura de los muros quedefinen este vano alcanza hoy en día tan sólo los60 cm, el trazo perfecto y simétrico del vano dedoble jamba, permite asignar con seguridad esteedificio al Horizonte Tardío, lo que estaría conva-lidado además por el hallazgo, durante la pros-pección, de algunos tiestos de cerámica inka en lasuperficie del sitio (Lumbreras 1983: com. pers.).

El edificio, como la terraza, han sido construi-dos sobre una plataforma, obtenida por medio demuros de contención de tapia y por el posteriorrelleno del volumen establecido entre estos y lamuralla occidental, encontrándose el piso unos 2m. por encima del nivel del terreno. La terraza,que se encuentra al mismo nivel que el pasajeepimural, se comunica con este por medio de unvano al norte de la misma. Mientras que una ram-pa orientada hacia el este, permite descender de laterraza hacia el interior del gran recinto. La zonasur del edificio se encuentra bastante destruida,sin embargo aún se conservan algunas estructurasconstruidas sobre pequeñas plataformas, cuyosmuros alcanzan actualmente un nivel superior alde los parapetos del pasaje epimural. Algunos cuar-tos tienen evidencias de banquetas mientras queotros presentan hornacinas horizontales de formarectangular, similares a las de otros sitios tardíosdel valle del Rímac.

La zona norte del edificio, presenta un peque-ño cuarto con ingreso laberíntico conectado conla terraza, como también un cuarto cuadrado demayor tamaño rodeado de un corredor,19 el queaparentemente fue construido posteriormentecomo lo indicarían las juntas de adosamiento y laconcertación de las secciones de tapia que con-forman los muros, y el hecho de que esta estruc-tura, a diferencia del resto del edificio, haya sidoconstruida directamente sobre el terreno y no so-bre una plataforma. Este cuarto se comunicabacon el pasaje epimural por medio de un vano,descendiéndose a él por medio de una rampa des-de una plataforma angosta en su lado sur.

Fig. 63. Maranga Chayavilca: vista del pasaje epimural sobre lamuralla occidental a la altura del “palacio Inka” (55), al fondo elárea disturbada por edificaciones modernas y a la derecha la siluetade la Huaca San Marcos (Canziani).

19 La forma singular de este recinto rodeado en su perímetro por un corredor, unido a la presencia de pequeños cubículos coningreso laberíntico, llevó a Middendorf (1973: 59) a describirlo como una “prisión”, denominación que mantuvo Tello (1999:92) en su plano del sector que señala al grupo como “Las Prisiones”.

Fig. 64. Maranga Chayavilca: plano del “palacio Inka” (55) (Canziani1987: 16).

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Estructuras con planta en U

En su visita al sitio Middendorf advirtió la pre-sencia de edificios construidos siguiendo un mis-mo patrón, consistente en un recinto central conun vano en el lado sur y abierto hacia el norte,con corredores o cuartos en los tres lados restan-tes. El examen de las aerofotos del 44 nos permi-tió localizar estas estructuras con planta en U, delas que hoy en día quedan escasos vestigios. Entreestas destaca un edificio ubicado al norte del ca-mino a La Palma y al oeste del sector centra! delgran recinto, compuesto por un cuarto central deplanta cuadrada, limitado en tres de sus lados porun doble muro que forma un corredor, mientrasque es abierto hacia el lado norte.

caso más de vandalismo y de incuria frente a nuestropatrimonio arqueológico.20 La morfología de esteedificio, como el extraordinario decorado de losparamentos de sus espacios centrales, indicaríanque podría tratarse, al igual que en los otros ca-sos, de un edificio de tipo administrativo o resi-dencial de elite con funciones de representatividad.

La función de las estructuras presentes dentrodel gran recinto de lo que fue Maranga Chayavilcaconstituye una interrogante difícil de despejar, masaún tomando nota de la bárbara destrucción deque ha sido objeto. Es mayormente en el sectoroccidental, dadas las características de las estruc-turas arquitectónicas allí presentes, donde es po-sible plantear algunas hipótesis acerca de su posi-ble función y organización. De acuerdo a estasevidencias, el sector occidental del gran recinto sehabría constituido en un centro administrativo yresidencial de elite, con edificios de planta en U ygrandes edificios de tipo palaciego que se encon-traban inscritos o asociados a grandes recintos.La importancia de este sector está corroborada porsu conexión directa con el sistema de caminosprincipales que comunicaban el sitio con las dis-tintas zonas del valle, siendo además este el puntode convergencia de estas vías de comunicación.De lo que se puede inferir que sus habitantes dis-pusieron de medios eficientes para el control delterritorio y de la poblacion, como de los diversosproductos y recursos existentes. Aparentemente,la sede residencial de los curacas o señores que

20 Afortunadamente la posterior publicación de los archivos del Dr. Julio C. Tello sobre la arqueología de Lima, proporcionauna descripción de Maranga en su estado de conservación a mediados de los años 30, y presenta un plano del sector denominadoentonces Watika Marka (Tello 1999: Plano pag. 91), donde se reporta la presencia de algunos de estos edificios con planta en U,señalándolos como “casas principales”, y ubicando con mayor precisión la localización del palacio con decoración mural en bajorelieve fotografiado antes por Middendorf, lo que permite establecer que se encontraba bastante más al sur de lo que habíamossupuesto (Canziani 1987) e, inclusive, al exterior de las murallas del gran recinto.

Fig. 65. Maranga Chayavilca: fotografía de una posible estructurapalaciega con decoración en relieve (Middendorf 1973)

Fig. 66. Maranga Chayavilca: reconstrucción hipotética de unaposible estructura palaciega con decoración en relieve (Canziani1987: 19).

Al sur del camino a La Palma tenemos otrosdos edificios que responden al mismo patrón. Unobastante similar al descrito anteriormente aunquede menores dimensiones, y otro adosado a la mu-ralla más meridional del gran recinto. Los restosde este edificio con planta en U mostrarían ma-yor complejidad que los anteriores, tanto por suadosamiento a la muralla en su lado sur, comopor la presencia de cuartos que rodean al recintocentral. Pensamos que puede tratarse del mismoedificio que Middendorf denomina como (C). Lasfotografías muestran la rica decoración mural queposeía este importante edificio. Lamentablemente,además de un croquis elaborado por el mismoMiddendorf, estos serían los únicos testimoniosexistentes ya que el edificio aparece en las aerofotosdel 64 totalmente arrasado, lo que constituiría un

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dominaban esta zona del valle, se encontraba eneste sector del gran recinto.

Algunos alcances desde la etnohistoria apuntala-rían esta hipótesis. Según documentos posterioresa la conquista española, en 1534 Francisco Pizarro,a solicitud de Nicolás de Ribera, le encomienda«el principal Chayavilca señor del pueblo de Marangacon todos sus indios e principales e pueblos sujetos aldicho cacique» (Rostworowski 1978: 197). En elaño de 1549 se produce la Visita a Maranga, laque se lleva a cabo en el tambo de Mayacatama,encontrándose «el cacique principal don AntonioMarca Tanta (quien) trajo consigo a sus tres princi-pales y declaró no tener más porque se habían muerto»(Rostworowski, 1977: 220). Estos datos nos in-forman que además del curaca, en el señorío ha-bía otros principales que, aunque en posición su-bordinada, compartían el gobierno del curacazgo.Uno de los personajes que acompañaban al curacaes presentado como Yanachuqui, el principal delos pescadores, lo que, como señala Rostworowski,implicaría que la población estaba organizada porespecialistas, a la cabeza de los cuales se encontra-ba un señor principal. Otro de los acompañantesdel curaca es presentado como principal de losmitmaq mochicas establecidos en el señorío.

Este último dato es sumamente interesanteporqué además de reforzar la importancia del sitio,con la presencia de poblaciones de otras regionesdesplazadas en el marco de la política estatal inka,nos puede dar también algunos elementos paracomprender la inusual frecuencia de estructurascon decoración mural en algunos de los edificios,como la presencia de estructuras con planta en Ulas que, salvando diferencias, recuerdan edificios

de Chanchán y de otros centros administrativoschimú —como las denominadas «audiencias»—y donde la decoración mural con relieves alcanzóuna notable tradición.

Otros posibles centros urbanos

En el valle del Rímac se observa un patrón de re-lativa dispersión de una serie de centros urbanos,lo que puede expresar la presencia de un conjuntode curacazgos ejerciendo su dominio sobre deter-minados sectores agrícolas del valle y sus distritosde riego. Pero este mismo patrón y la inexistenciade un sitio con una clara prominencia sugeriría, asu vez, una escasa centralización del poder político.

Muchos de los sitios representativos de esteperíodo en el valle, han sucumbido a la expan-sión urbana de la ciudad de Lima desencadenadadesde las primeras décadas del siglo pasado, su-friendo muchos conjuntos severas mutilaciones osu total desaparición, como es el caso deLimatambo, cuando inclusive se llegó al extremode emplearlas como canteras de materiales de cons-trucción (Tello 1999).

Unos 2 km al este de Maranga se localiza elsitio de Mateo Salado, el que constituye un ex-tenso complejo de unas 30 ha, donde destacanun conjunto de edificaciones piramidales cons-truidas con plataformas y grandes muros de con-tención de tapial. No obstante la monumentalidadde sus edificaciones el sitio ha sido objeto de esca-sos estudios. Debemos al Dr. Tello (1999: 96-108)un plano del conjunto y seguramente su conser-vación actual, ya que emprendió una ardua de-fensa del sitio cuando comenzó a ser destruido

Fig. 67. Mateo Salado: fotoaérea (SAN) del complejo en1944, donde se observa su de-gradación con la creciente ur-banización y su destrucciónmediante la instalación deladrilleras en la esquina surestede la Huaca principal.

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7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 379

por la instalación de ladrilleras que acometieronlas Huacas como si se tratara de vulgares canteras.

El complejo está constituido por la concen-tración de cinco edificios piramidales, por lo quetambién se le conoció popularmente como “Cin-co Cerritos”, cuyos linderos estaban rodeados poruna alta muralla, de la cual aún se conservan al-gunos vestigios; mientras del lado sur corría uncamino entre muros de tapial que se dirigía aloeste, hacia Pando y Maranga. En su descripciónde la Huaca central, que corresponde a la de ma-yor tamaño, Tello (ibid.: 96, plano pag. 97) des-taca la presencia sobre uno de sus terraplenes deun amplio espacio abierto, que conformaba unasuerte de plaza elevada, y que estaba asociado auna banqueta, posibles altares y escalinatas queconducen a patios más elevados rodeados de re-cintos y cuartos conectados por corredores.

El examen de la aerofotografía (SAN 1944),permite observar que la Huaca Mayor presenta alcentro de su frente norte una gran rampa. Estarampa permitía el ascenso desde el nivel del terrenocircundante y conectaba claramente con la plazaelevada mencionada por Tello. A partir de estegran espacio central, se debió acceder por mediode escalinatas a los niveles más altos que rodeabanla plaza por sus lados sur, este y oeste. En estossectores más elevados se encontraban recintos,corredores y cuartos construidos todos con tapia.

Armatambo, constituye un importante centrourbano de la época, ubicado al lado noreste de las

laderas del Morro Solar, en el extremo sur del valledel Rímac, y que fuera severamente afectado poruna irresponsable urbanización en la década delos 80. La localización del sitio permite inferir laelección del establecimiento en una zona próximaal sector agrícola correspondiente a la terminacióndel canal de Surco, y a su vez con inmediato accesoa los recursos marítimos del litoral de la bahía deChorrillos y las playas de La Herradura y La Chira,así como a los variados recursos de los humedalesde Villa al sur del sitio. Por otra parte, el asenta-miento en las laderas orientales del Morro Solarofrecía un micro clima al abrigo de las brisas marinasy de las nieblas que estas transportan (Díaz 2005).

Los testimonios documentados por Bandelier(Hyslop y Mujica 1992) como las aerofotos de año44 del Servicio Aerofotográfico Nacional, ilustrantanto la extensión como la complejidad del asen-tamiento. Este se organiza de norte a sur, siguiendolas laderas del Morro Solar a lo largo de unos 1,500m ocupando un área de unas 40 ha, donde se apre-cian una serie de plataformas, complejos y Huacasmonumentales, grandes recintos amurallados y te-rrazas ascendentes que resuelven la gradiente delas laderas, donde pudieron haberse instalado edi-ficaciones habitacionales o utilizadas como tenda-les para el secado de productos agrícolas —comosugirió Bandelier (ibid.: 72-74)— o inclusive deproductos del mar. La amplitud de algunas terrazasy su asociación con grandes tinajas incorporadasa sus pisos, llevó a Bandelier (ibid.: 75) a sugerir

Fig. 68. Armatambo: foto aérea del asentamiento (SAN, Kosok 1965).

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380 JOSÉ CANZIANI

la presencia de plazas destinadas a ceremonias pú-blicas donde se consumía chicha. Se percibe cla-ramente en el planeamiento del sitio la presenciade anchas calles, algunas de ellas delimitadas pormuros paralelos, y que corren longitudinalmentede norte a sur, como también otras que asciendentransversalmente la ladera de este a oeste.

La mayoría de las edificaciones fue construidautilizando la técnica del tapial, a las que se le super-ponen remodelaciones posteriores hechas con ado-bes rectangulares, que se asocian con la época dela ocupación Inka (Díaz 2005: 575-576). Bandelierregistra en los principales edificios una arquitec-tura de buena factura, donde se presentan nichos,ventanas y vanos de puertas. Para salvar las diferen-cias de nivel entre las plataformas, fue frecuenteel empleo de rampas en las edificaciones (Hyslopy Mujica 1992: fig. 5 y 9; Díaz 2005: fig. 4). Eneste sentido, la configuración de algunas edificacio-nes y la especial disposición en ellas de las rampas,permite establecer ciertos rasgos de parentesco conla tipología de las llamadas pirámides con rampa.

Según la documentación etnohistórica,Armatambo habría sido la sede del señorío de Sul-co o Surco (Rostworowski 1978: 55-59 ). La im-portancia de este asentamiento urbano y de su ar-quitectura monumental, donde se ha registradotestimonios de relieves y decoración con pinturamural (Hyslop y Mujica 1992: fig. 8; Díaz 2005:fig.13), se condicen plenamente con las calidadesrequeridas por la sede de este señorío principaldel valle del Rímac.21

Los palacios o residencias de elite

Además de las ciudades y centros urbanos antesreseñados, en el valle medio del Rímac y especial-mente en la margen izquierda de este, se presentancomplejos aislados cuyas características arquitec-tónicas permiten definirlos como residencias deelite o “palacios”. A este tipo de sitios correspon-derían Puruchuco y Huaycan de Pariachi, entreotros. Estos complejos se caracterizan por desarro-llarse generalmente dentro de un cercado y con-tener espacios públicos de representación y otrosprivados y adecuados a la función residencial.Adicionalmente, dentro de estos complejos se re-gistran patios y otros ambientes donde se habríanprocesado los productos consumidos en la resi-dencia (Villacorta 2005).

El emplazamiento de estos complejos se pre-senta generalmente al pie de las laderas de los cerrosque delimitan el valle. Esta localización paisajísticarealza la prominencia de las edificaciones, al en-contrarse estas por encima del horizonte de los cam-pos de cultivo que se desarrollaban en sus inmedia-ciones y, a su vez, permite a los usuarios de estasresidencias de elite disponer de una privilegiadavisión de dominio sobre los campos aledaños. Porotra parte, éste tipo de localización, en el límitedel valle agrícola, establece una asociación inme-diata con los canales de regadío que transcurren aescasa distancia de las edificaciones, lo que favo-reció no solamente su abastecimiento de agua, sinotambién establecer una posición de control en la

Fig. 69. Puruchuco: plano delpalacio (Gasparini y Margolies1977: 186).

21 El cronista Cobo describe la sede de este señorío como “...muy grande población; vénse las casas del cacique con las paredespintadas de varias figuras una muy suntuosa guaca o templo y otros muchos edificios que todavía están en pie sin faltarles mas que lacubierta...” (Citado por Rostworowski 1978: 56-57).

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7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 381

regulación y la administración de este recurso enel sector de riego que les correspondía.

En el caso de Puruchuco, el complejo se en-cuentra demarcado por una muralla perimétricaque define su planta rectangular de 58 x 35 m.que presenta un único acceso ubicado en su es-quina oeste. Aparentemente el diseño del com-plejo fue planificado, procediéndose primero a laconstrucción del muro de cerco y luego a su sub-división mediante la construcción de los muros yestructuras interiores. Se estableció así una divi-sión transversal del rectángulo de la planta, en dossectores diferenciados de la edificación: el sectoroeste destinado a las actividades públicas y de re-presentación; y el sector este que habría albergadolas funciones residenciales.

Luego de trasponer la plataforma del ingresomonumental en la esquina oeste, a la que se ascien-de por medio de una rampa, se accede a un ampliopatio que se enfrenta a una terraza. Las estructu-ras dispuestas sobre esta terraza la rodean por sustres lados, conformando una planta en U, en cuyocentro abierto se configura un espacio destacadodonde debieron instalarse los personajes que pre-sidían las actividades que se desarrollaban en elpatio, lo que refuerza por medio del lenguaje ar-quitectónico una clara posición jerárquica conrelación a los participantes convocados al niveldel patio (Wakeham 1978). En el sector al este,un corredor longitudinal subdivide el área de apa-rente función residencial, donde se resuelve conmaestría la intimidad de los posibles ambientes

habitacionales, cuya distribución se alterna conpatios que les proporcionaban luz y ventilación,además de servir como espacios complementarios(Gasparini y Margolies 1977: fig. 186).

En los alrededores de estas residencias de elite,se encuentran anexas otras estructuras menores quepudieron corresponder tanto a las habitaciones delpersonal supeditado al servicio del palacio, o aldesarrollo por parte de estas de algunas actividadesproductivas asociadas al rol económico propio delpalacio, en cuanto centro receptor de los productosagrícolas generados en sus dominios, para su redis-tribución o acopio con fines de tributación. Laasociación de estos complejos y estructuras con lapresencia de terrazas o tendales, destinados usual-mente al secado de productos agrícolas propiosde la zona, como el maíz o los ajíes, apoya estahipótesis.

Fig. 70. Puruchuco: vista desde el suroeste del palacio restaurado(Gasparini y Margolies 1977: 185).

Fig. 71. Huaycán de Pariachi:plano del sector sur del asenta-miento, con el complejo pala-ciego al sureste (Villacorta2005b: fig. 17).

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382 JOSÉ CANZIANI

Pachacamac

Las evidencias arqueológicas reunidas desde lostrabajos pioneros de Uhle ([1903] 2003), señalanque el antiguo centro ceremonial de época Lima(ver Cap. 5) adquiere durante el Horizonte Me-dio una extraordinaria relevancia en toda la costacentral, cuyas influencias culturales se percibeninclusive en la costa norte. Por lo tanto, es de su-poner que ya desde ese entonces se estableciera elnotable prestigio que Pachacamac acrecentaría enépocas tardías, convirtiéndose en uno de los san-tuarios y oráculos más reconocidos de los AndesCentrales (Rostworowski 1992, 1999).

Sin embargo, aún no disponemos de un claropanorama sobre cual habría sido la evolución y ca-racterísticas de la ciudad durante el HorizonteMedio. Algunos trabajos desarrollados en el TemploViejo de Pachacamac —es decir en el complejo queconstituyó el temprano núcleo ceremonial del san-tuario— indicarían que las reformas y remodela-ciones arquitectónicas que tuvieron lugar duranteeste período manifiestan una notable continuidadcon las características arquitectónicas y funcionalespropias del Lima tardío (Franco y Paredes 2001).De modo que se puede suponer, también en estecaso, que las innegables influencias foráneas pro-pias de Wari se habrían procesado dentro de unamatriz que mantuvo fuertes tradiciones locales.

Es durante el Intermedio Tardío cuandoPachacamac alcanza su mayor auge y esplendor.Tendría lugar en ésta época algunas remodela-ciones también en la parte nuclear del santuario,que interesan fundamentalmente el llamado Tem-plo Pintado, donde se trasladaría el centro delculto, mientras que el sector del Templo Viejo seríapaulatinamente abandonado (ibid.). Pero con se-guridad lo más saltante durante esta época corres-ponde al notable crecimiento y expansión de la

Fig. 72. Huaycán de Pariachi: vista de un sector del palacio restau-rado (foto: S. Purin).

ciudad, con la habilitación de nuevos sectores queparecen delimitados por lo que Uhle ([1903]2003) señaló en su minucioso plano como la ‘An-tigua Muralla de la Ciudad’. Estos sectores se or-denan y articulan mediante dos grandes callesflanqueadas por muros, que corren perpendicu-lares de Este a Oeste y de Norte a Sur. De modoque dividen el sitio en cuatro, sugiriendo que losconceptos de bipartición y cuatripartición apli-cados en el planeamiento de Pachacamac podríanhaber anticipado los aplicados luego en la planifi-cación urbana por los Inkas (Hyslop 1990: 255).

Hyslop (ibid.) citando a Tello, menciona quela extensión de la ciudad podría ser dos o tres ve-ces mayor que la que figura en los planos conoci-dos, ya que existen áreas que se encuentran al nortey noroeste de los sectores con arquitectura visi-ble, que parecen yermos desérticos pero contienengran cantidad de cerámica dispersa, por lo que sepodría presumir que estos espacios delimitadospor la muralla exterior, ubicada unos 750 m. alextremo norte del sitio, habrían podido ser habi-tados —quizás temporalmente— mediante cons-trucciones hechas con materiales perecederos. Entodo caso, si establecemos como área nuclear ladelimitada al norte por la ‘Antigua Muralla de laCiudad’; al suroeste por el Templo del Sol y elrecinto amurallado del Templo de Pachacamac; yal noreste por el Complejo de Tauri Chumbi, sepodría estimar que el área que presenta comple-jos con arquitectura monumental alcanzó unaextensión superior a las 100 ha.

En los sectores dentro de la Antigua Muralladestaca un nuevo tipo de arquitectura monumen-tal, que se caracteriza por conformar complejosamurallados construidos mayormente con adobe.La estructura central de estos complejos corres-ponde a una edificación piramidal constituida porplataformas escalonadas, que presentan una se-cuencia de rampas dispuestas mayormente en sueje central. En Pachacamac se han identificadopor lo menos quince complejos de este tipo, queson conocidos como Pirámides con Rampa.

El planeamiento de este tipo de complejos secaracteriza por presentar frente a la pirámide es-pacios abiertos, delimitados por los mismos mu-ros del complejo, definiendo grandes patios quedebieron servir para reunir a las personas convo-cadas a participar en las actividades públicas quetenían lugar dentro de los complejos (Paredes yFranco 1987). El ingreso a estos complejos y susrespectivos patios delanteros podía ser tanto deforma directa (Pirámide 1) como indirecta pormedio del desarrollo de un tramo laberíntico (Pi-

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rámides 2 y 3). Sobre las plataformas superioresde las pirámides se edificaron salas o cuartos dis-puestos con una planta en forma de U. A estosambientes se accedía por medio de las rampasdesde el nivel del patio, o mediante caminosepimurales que servían también para facilitar eltránsito entre los distintos sectores de los comple-jos. Aparentemente estas estructuras edificadassobre la pirámide estuvieron techadas y debierondesempeñar la función de salas anexas al espaciode mayor representatividad, correspondiente alárea central enmarcada por la planta en U, desdecuyo nivel elevado se dominaba el espacio subya-cente del patio frontal.

Fig. 73. Pachacamac: foto aérea conubicación de los principales comple-jos con pirámides con rampa (SAN).

Fig. 74. Pachacamac: Isometríareconstructiva del complejo dela Pirámide con rampa 1 (Pa-redes y Franco 1987: fig. 3).

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En la parte posterior o lateral de las pirámideso en anexos laterales, se encuentran conjuntosordenados de cubículos de planta cuadrangular orectangular, que posiblemente estuvieron destina-dos al depósito de productos agrícolas, ya que enalgunos de ellos se halló restos de maíz y ají du-rante las excavaciones (ibid.: 7). Adicionalmente,se encuentran dentro de los complejos otros pa-tios o canchones, que parece estuvieron destina-dos a la realización de determinados procesos pro-ductivos, que se relacionarían con el manejo dedeterminados bienes en el marco de los sistemasde reciprocidad y redistribución. Estos rasgos ar-quitectónicos y los contextos asociados, permiteninferir el relevante rol político y económico quedesempeñaron los complejos con pirámides conrampa (Eeckhout 2005).

Diversas interpretaciones se encuentran endebate acerca del carácter de los complejos conpirámides con rampa. Algunas apuntan a desta-car las posibles funciones rituales y ceremoniales;mientras otras sus posibles funciones políticas, encuando palacios o residencias de elite (ibid.). Po-siblemente esta disyuntiva se resuelva examinan-do la forma en que el poder político del señoríode Pachacamac o Ychsma se articulaba con el po-der religioso, tal como lo sugiere Rostworoski

(1999: 14-15) cuando destaca la presencia de dospersonajes principales, ejerciendo simultáneamen-te una forma de poder dual —uno político y reli-gioso el otro— en los dominios del señorío, quecomprendía tanto el valle bajo del Lurín como lamargen izquierda del valle bajo del Rímac.

Cuando los Inkas ingresaron a la costa centralalrededor del 1470, convirtieron a Pachacamacen un importante centro funcional a su domina-ción en la región. Las edificaciones que los Inkaconstruyen en Pachacamac durante este últimoperíodo, son un excepcional testimonio de losdesignios imperiales y de su trascendente presen-cia en la ciudad. Además de la monumental pirá-mide conocida como ‘Templo del Sol’, que se le-vanta sobre el promontorio más elevado al suroestedel sitio, superponiéndose a un antiguo montículopiramidal de época Lima; también se construyeun edificio que se conoce como Mamacona,asumiéndose que correspondería a un aqllawasi;y conjuntos residenciales de elite, como el com-plejo denominado ‘Tauri Chumbi’.

Pero además de estos prominentes edificios,los inkas realizaron una importante remodelaciónen el sitio, al desarrollar lo que se conoce como la‘Plaza de los Peregrinos’, para lo cual se habríadesmontado edificios preexistente en este sector,

Fig. 75. Pachacamac: Isometríareconstructiva del complejo dela Pirámide con rampa 2 (Pa-redes y Franco 1987: fig. 2).

Fig. 76. Pachacamac: Isometríareconstructiva del complejo de lapirámide con rampa 3 (Paredes yFranco 1987: fig. 6).

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con el propósito de generar una amplia explana-da rectangular de unos 320 x 90 m. dividida ensu eje central por dos hileras paralelas de pilares.Estos pilares centrales, como las hileras que se dis-pusieron ordenadamente a lo largo de la plaza,sugerirían la posible presencia de galerías dotadascon algún tipo de techo. Al lado sureste de la pla-za, se construyó con los típicos adobes de facturainka una plataforma que contaba con una escali-nata para ascender a ella desde la plaza. Estos ras-gos y la asociación con la plaza, permiten supo-ner que esta estructura correspondería a un Ushnu,las características plataformas ceremoniales pre-sentes en las plazas de los principales centros inka(Hyslop 1990: 256-259). A propósito de las in-tervenciones que se llevan a cabo durante este pe-ríodo, Hyslop (ibid.: 260) destaca que Pachacamacprobablemente constituye el ejemplo más monu-mental donde el planeamiento Inka ajustó su di-seño a una traza urbana preexistente.

Aún no están claras las formas de relación deotros asentamientos contemporáneos de la comar-ca de Lima, respecto a la ciudad de Pachacamac.Sin embargo, dadas las calidades y dimensionesurbanas de Pachacamac, su existencia y desarro-llo debió sustentarse necesariamente en un siste-ma que le garantizase una red de abastecimientosy formas de tributación en especies o en fuerza detrabajo. Se ha propuesto, a partir de la documen-tación etnohistórica, que la base territorial de este

sustento comprometería por lo menos las partesbajas de los valles del Rímac y el Lurín, y que estase garantizaba mediante las relaciones de recipro-cidad y dependencia de diferentes curacazgos es-tablecidos en distintos sectores de estos valles agrí-colas e inclusive en las lomas aledañas. Al respec-to se menciona a Pacat y Manchay para el vallebajo; al curacazgo de Sisicaya en la zona corres-pondiente a la chaupiyunga;22 a los Caringa quemanejaban las lomas de las quebradas entre Luríny Chilca;23 además del pueblo de Quilcay cuyosresidentes estaban especializados en las faenas dela pesca (Rostworowski 1992).

En lo que se refiere al área inmediata del vallede Lurín, dado que en este valle no se encuentraningún otro asentamiento urbano y menos algu-no de las dimensiones de Pachacamac, sino másbien un conjunto de poblados, aldeas y caseríosque se eslabonan a lo largo de los distintos secto-res agrícolas que se suceden en este valle (Marcone2005), podemos suponer que estos asentamientosrurales tuvieron una relación bastante más estre-cha y articulada con la ciudad.

Estos asentamientos, que se localizan en lasmárgenes del valle y por encima de los canales deriego que delimitan las tierras de cultivo, son dediferente tamaño, traza y densidad, si bien com-parten técnicas constructivas y tipologías arqui-tectónicas. Algunos sitios presentan conjuntos depocas estructuras y podrían corresponder a case-

22 Los estudios de María Rostworowski (2004), han dado a conocer el manejo de distintas especies de plantas propias del pisoecológico correspondiente a la chaupiyunga, entre ellas de una variedad muy apreciada de coca costeña (Erytroxilum Novogranatense).La posibilidad de desarrollar cocales en una zona relativamente próxima al litoral, sin tener que recurrir al distante abastecimientoen la vertiente oriental del los Andes, otorgaron una importancia estratégica a esta zona y no pocos conflictos por su control(Rostworowski 1999: 10).

23 En estas quebradas y asociados a estos ecosistemas de lomas, se han documentado excepcionales evidencias de asentamientosaldeanos, como es el caso de Malanche (Mujica 1987; Mujica et al. 1992).

Fig. 77. Pachacamac: vista pa-norámica en la que se apreciaun complejo de Piramide conrampa (foto: E. Ranney).

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ríos; otros presentan aglomeraciones algo más ex-tensas y mayor número de estructuras, por lo quepodrían considerarse aldeas; mientras contadosasentamientos tienen una gran extensión con unaalta densidad de estructuras e, inclusive, la incor-poración de algunos espacios y complejos con ar-quitectura pública, por lo que podríamos consi-derarlos como pueblos o centros urbanos menores.

El caso más destacado de este último tipo deasentamiento corresponde a Pampa de Flores, quellama la atención por su notable extensión, perotambién porqué manifiesta ciertos niveles deplaneamiento, con la organización de algunas ca-lles, de espacios abiertos que podrían correspon-der a plazas, y la presencia de complejos cercados,que en algunos casos presentan como elementocentral plataformas escalonadas con rampas, queparecen emular en pequeña escala el lenguaje ar-quitectónico de las monumentales pirámides conrampa de Pachacamac.

La presencia de amplias terrazas o tendalesconstruidos con grandes muros de contención enlas laderas de los cerros que delimitan el asenta-miento de Pampa de Flores sugerirían la impor-tancia de algunos procesos productivos que sehabrían desarrollado en él, como los asociados ala transformación de determinados productos

agrícolas como, ají o maíz, que requieren de unproceso previo de secado.

Otros asentamientos de aparentemente carác-ter aldeano, como Tijerales, Huaycán de Ciene-guilla, Panquilma y Chontay, entre otros, se carac-terizan por presentar distintos sectores con estruc-turas aglutinadas de tipo habitacional, cuyaagregación espontánea y sucesiva genera una tramadonde no se percibe alguna forma de planea-miento. Estos rasgos, unidos a la ausencia de arqui-tectura pública prominente, expresarían el caráctermarcadamente rural de este tipo de asentamientos.Sin embargo, especialmente en el caso de Chontay,la gran cantidad de silos o qollqas de depósito,construidos bajo el piso de la mayoría de las vi-viendas, revelan una notable capacidad de alma-cenamiento de productos, cuyo volumen excedeampliamente los requerimientos del consumo fa-miliar. La cantidad y desarrollo formal de estasestructuras de almacenamiento en cada una de lasunidades habitacionales, permiten suponer que loshabitantes del asentamiento desarrollaban unaacumulación de productos agrícolas destinados aun sistema de intercambio o tributación,sugiriéndose así su articulación con un sistemaeconómico más complejo que trascendía la habi-tual producción de autoconsumo.

Fig. 78. Pampa de Flores: fotoaérea (SAN).

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Fig. 80. Chontay: foto aérea delasentamiento (SAN).

Fig. 81. Chontay: vista de unsector de conjuntos habi-tacionales al noroeste del sitio(Canziani).

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Arquitectura y Urbanismo Chincha24

La cultura Chincha representa una de las más im-portantes formaciones sociales que se desarrolla-ron en la Costa Sur del Perú en la época tardía,que comprende tanto el período de los EstadosRegionales Tardíos (1000 — 1450 d.C.), como elperíodo de dominio de la región por parte de losInkas, y que concluye en el siglo XVI con la con-quista española.

La sociedad Chincha constituye la culmina-ción de un largo proceso histórico que tuvo comoescenario el valle del mismo nombre. Como hemosya visto en el capítulo 4, este proceso se iniciótempranamente con el desarrollo de la culturaformativa Paracas (1000 — 200 a.C.), que erigióen el valle de Chincha extraordinarios testimoniosde arquitectura monumental, en el marco de laaparición de las primeras formas de organizaciónurbana en la región y del desarrollo de importan-tes modificaciones territoriales asociadas a la con-formación del valle agrícola (Canziani 1996).

Las referencias etnohistóricas acerca deChincha son bastante tempranas y frecuentes. Dehecho, los primeros navegantes europeos que ex-ploraron el litoral del Pacífico a partir del istmode Panamá fueron los primeros en recibir men-ción de este reino. El propio Pizarro antes de laconquista del Perú y en su primer viaje a lo largode la Costa Norte (1526-1527), recibió referen-cias sobre la riqueza y el poderío de Chincha. Porlo tanto no es casual que, en su posterior retornoa España, solicitara a la corte que su futura gober-nación sobre los reinos aún por conquistar tuvie-ra a Chincha por límite sur (Cieza 1987).

En 1532, durante la toma de Cajamarca y laconsiguiente captura del Inka, es muerto el señorde Chincha al ser confundido con el gobernante,por el hecho insólito de ser el único personaje queera transportado en andas con gran pompa ade-más del propio inka. Interrogado Atahuallpa acercade “...como traya en andas al señor de Chincha, ytodos los demás señores del rreyno parecían delantedél con cargas y descalzos, dixo que este señor deChincha antiguamente era el mayor señor de los Lla-nos, que echaua sólo de su pueblo cien mill balsas ala mar, y que era muy su amigo, y por esta grandezade este Chincha pusieron nombre de Chinchaysuyodende el Cuzco hasta Quito, que ay casi quatrocientasleguas” (Pizarro 1986).

Por último, el documento conocido como“Aviso” estudiado por María Rostworowski, reve-la que la alianza entre el estado Inka y el señoríode Chincha habría tenido como base fundamen-tal la organización de un notable tráfico maríti-mo y terrestre por parte de este último. A estepropósito, este documento colonial temprano,señala que de los treinta mil tributarios que teníaeste valle, doce mil eran labradores, diez mil eranpescadores y seis mil eran mercaderes. Estos últi-mos habrían extendido sus tratos y el intercam-bio de una serie de productos hasta el Cusco y elAltiplano del Titicaca por el sur y hasta Quito yPuerto Viejo por el norte (Rostworowski 1989).

Una de las cuestiones claves que se ha plantea-do la investigación arqueológica en el valle deChincha, reside precisamente en la necesidad decorroborar la información etnohistórica que se-ñalan los documentos, en cuanto se refieren a laexistencia de una marcada división social del tra-bajo y la presencia de especialistas en el seno de lasociedad Chincha y, entre ellos, de mercaderes quehabrían desempeñado un importante papel en elintercambio de bienes que se desarrollaba en elÁrea Andina, comprometiendo regiones bastantealejadas entre sí. En esta dirección, el análisis delos patrones de asentamiento y la arquitectura deesta época constituye una importante herramien-ta para la comprensión de esta problemática y laaproximación al conocimiento de la forma de or-ganización social y el modo de vida que caracteri-zaron a la sociedad Chincha.

El patrón de asentamiento durante el PeríodoChincha

Hace un siglo, en 1900, los trabajos de Max Uhledieron inicio a las investigaciones arqueológicasen el valle, dando a conocer científicamente losprimeros hallazgos correspondientes a la culturaChincha. En estos trabajos pioneros, Uhle desta-caba la importancia de conjuntos de Huacas y cen-tros poblados Chincha, tales como La Centinela,La Cumbe, Tambo de Mora, Lurin Chincha y LasHuacas, que constituyen los principalesasentamientos del período en el valle. Sin embar-go, es de notar que Uhle también observó dosaspectos relevantes para esta época y sobre los cua-les trataremos más adelante: la existencia de unared de caminos prehispánicos en el valle y el desa-

24 Una primera versión de este texto, aquí revisado, apareció en el artículo “Arquitectura y Urbanismo de la Cultura Chincha”,publicado en la Revista Arkinka (Canziani 2000).

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rrollo de una tradición funeraria asociada a la cons-trucción de mausoleos (Uhle 1924).

Efectivamente, el aspecto más notable del pa-trón de asentamiento de la sociedad Chincha estárepresentado por extensos centros urbanos, do-minados por grandes edificaciones, conocidaspopularmente como Huacas, que presentan volú-menes troncopiramidales formados por platafor-mas escalonadas construidas con gruesos murosde tapia. Pero existen también otros tipos de si-tios que corresponden a sitios habitacionales; com-plejos administrativos; cementerios; y un excep-cional sistema de caminos; además de las eviden-cias que correspondieron a la infraestructuraagraria, como es el caso de canales de irrigación ycampos de cultivo (Canziani 1993).

En términos generales, y a diferencia de losperíodos precedentes, se observa que durante estaépoca la distribución de los sitios en el valle esextensiva y bastante homogénea, apreciándose queprácticamente no existen sectores en los que no seregistre ocupación. Tanto el incremento notablede la cantidad de sitios con relación a las épocasanteriores, como la densidad de los mismos en elterritorio del valle, nos estarían señalando un con-siderable crecimiento poblacional durante los pe-ríodos tardíos.

Aparentemente, algunos sectores del valle queno registran ocupación previa, habrían sido ocu-pados por primera vez durante esta época. De estehecho, se puede también deducir una notable ex-pansión del sistema de irrigación en el valle y laincorporación a la producción agrícola de vastasextensiones de tierras hasta ese entonces eriazas.En este sentido, es factible que durante este pe-ríodo se iniciara la irrigación de la planicie deChincha Alta, una terraza natural que se eleva alnorte por encima del piso aluvial del valle, ya queen esta zona antes despoblada se encuentran ins-talados algunos importantes sitios de esta época.Algo similar se aprecia en la margen sur del valle,con la presencia de nuevos sitios que se localizaninclusive por encima del límite actual de los cam-pos de cultivo.

Durante esta época se observa también unaconsistente presencia de asentamientos en la par-te media alta y en el inicio de la parte alta delvalle, donde el río San Juan corre encañonadoantes de bifurcarse en el cuello del valle. Lo sin-gular de la ocupación de este sector, es que estádominada por la presencia de importantes com-plejos administrativos, así como también por laexistencia de innumerables necrópolis. En la par-te más alta del valle, estos cementerios represen-tan el tipo dominante de sitio que allí se registra.

Fig. 82. Mapa del valle deChincha con la distribución delos principales sitios tardíos dela época Chincha e Inka (Pro-yecto Arqueológico Chicha,Canziani 2000).

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Los Centros Urbanos

En el valle de Chincha destacan tres grandes con-centraciones urbanas que se ubican estratégica-mente, localizándose en los vértices de una dispo-sición triangular que parece amoldarse a la formaque asume el territorio del delta del valle. En elextremo norte, y en proximidad del litoral, tene-mos la más importante concentración urbana,conformada por el complejo de La Centinela deTambo de Mora (1) y La Cumbe (3) que constitu-yen una suerte de unidad dual con el complejo deTambo de Mora (2) que se ubica algo más al sur.En el extremo sur del valle, en la zona de Lurin-chincha y siempre en inmediaciones del litoral, seencuentran otros dos complejos que pudieronconformar por su relativa proximidad una unidad.Se trata de los complejos de San Pedro (7) y Ran-chería (14). De otro lado, al este y en una posicióncentral con relación a la zona interior del valle seubica el extenso complejo de Las Huacas (38).

La Centinela de Tambo de Mora

Este importante centro urbano, que se supone re-presentó el principal asentamiento del valle encuanto sede central del señorío de Chincha, tieneuna extensión de unos 1,100 m de este a oeste yunos 500 m de norte a sur, cubriendo un área deaproximadamente 55 ha. Pero más que la propia

extensión del sitio, es de destacar la presencia deuna densa trama urbana en la que se aprecia elordenamiento compacto de una serie de comple-jos monumentales claramente delimitadosespacialmente.

El centro urbano está dominado por la impo-nente mole piramidal conocida como La Centi-nela que se enmarca en un complejo localizadoen una posición central en el sector oeste del sitio.Si bien este complejo muestra las huellas del in-tenso huaqueo que se inició en Chincha con laencomienda del valle a Hernando Pizarro, asícomo otras alteraciones generadas por la instala-ción de una cruz en la cumbre del montículo, aúnse pueden apreciar recintos y grandes cámarasdefinidas por gruesos murallones de tapial. En unode estos recintos de la parte más alta de la pirámi-de se apreciaba hasta hace unas décadas una pa-red decorada con un extraordinario friso en pla-no relieve, que desarrolla con un tratamiento tipo“textil” motivos escalonados y concatenados enlos que se entrelazan aves, peces y olas marinas.

La ocupación Inka en el sitio registra distintasintervenciones, entre ellas la remodelación de cier-tos sectores de la propia pirámide de La Centinelay de la escalinata ubicada en su flanco sur. Estasintervenciones se perciben claramente al sustituirsela tapia por el empleo del típico adobe inka degran tamaño. En el complejo ubicado al sur delsector oeste del sitio, se encuentra la más destacada

Fig. 83. Foto aérea de 1942 en la que se aprecia el complejo de La Centinela de Tambo de Mora y los sitios de La Cumbre y Lo Demás (S.A.N.107-56).

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Fig. 84. La Centinela de Tam-bo de Mora: foto aérea oblicuaen la que se aprecia la pirámideprincipal y en segundo planoel complejo del Palacio Inka(Canziani).

Fig. 85. La Centinela de Tam-bo de Mora: Croquis del com-plejo urbano en base a lasaerofotografías SAN 1942 y allevantamiento de campo(Canziani).

edificación inka en el valle, y que es conocidapopularmente como “Palacio Inca”. El núcleocentral de este complejo está construido sobre unagran plataforma que lo eleva con relación al niveldel terreno, y presenta una planta trapezoidal di-vida en dos sectores. Al norte se ubica el sectorcorrespondiente a un gran patio, que está asocia-do a un muro cuyo frente oeste presenta nichos yuna escalinata que conduce a una portada cen-tral. Todos estos elementos presentan las típicasjambas dobles y los vanos trapezoidales que ca-racterizan a la arquitectura inka.

Al sur del gran patio se encuentra el edificiocorrespondiente propiamente al “palacio”, al cualse accede nuevamente por una portada de doblejamba con escalinata, que introduce a un patioubicado al este del edificio. El edificio ubicado aloeste se desarrolla en un nivel aún más elevado y

presenta una serie de cámaras de aparente fun-ción residencial, decoradas con nichos e inclusivecon pintura mural, en la que se empleó sobre unfondo blanco, negro, rojo y verde (o azul) (Wallace1998). Los distintos recintos están conectadosmediante corredores y se asocian con terrazasabiertas con parapetos. Es de resaltar, en la esqui-na sur oeste del edificio, la existencia de una te-rraza con una poza de baño y de un pequeño re-cinto dotado también de un baño, que como se-ñalaran tanto Middendorf como Uhle, estabanconectados con canales subterráneos para el abas-tecimiento y drenaje del agua. Este último rasgo,que se asocia exclusivamente con las edificacionesdestinadas a la elite imperial, refuerza aún más laimportancia de este complejo y su rol en el con-texto de la ocupación Inka del valle de Chincha,en cuanto sede central de los funcionarios que

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administraban los intereses del estado Inka en aso-ciación con los principales del señorío de Chincha.Asociado a este complejo Inka se encuentran tan-to al este como al sur; otros sectores que presen-tan plazas e hileras de recintos en sus lados quepudieron cumplir funciones residenciales, de al-macenamiento o de otros servicios, en cuantoapéndices del palacio.

De otro lado, en las antiguas aerofotografíasde 1942, se aprecia claramente que el complejo alnorte del sector oeste, estaba separado del com-plejo central de La Centinela por un camino deli-mitado por gruesos murallones de tapia. Otrocamino o pasaje separaba el sector oeste del sectorcentral del centro urbano, al igual que se advier-

ten trazas de otras vías que se proyectan tanto endirección este-oeste como norte-sur. En este sec-tor central se presentan algunos complejos amu-rallados que encierran plataformas piramidales conrecintos, así como terrazas, plazas y patios.

Finalmente, al este se encuentra otro sector concomplejos más dispersos y distantes entre sí. Cabeseñalar, a propósito de estos dos últimos sectores,que posiblemente se aprecie de ellos tan sólo laparte conservada de la arquitectura monumental,mientras que rastros de estructuras menores podríanhaber desaparecido con el cultivo de estas zonas,especialmente a partir la introducción de la agri-cultura mecanizada, tal como se ha podido com-probar en el caso del complejo de Tambo de Mora.

La Cumbe

Esta gran plataforma que mide unos 200 por 150m. y que se ubica unos 200 m. al nor oeste de LaCentinela, sobre el acantilado que limita el nortedel valle bajo, estuvo asociada a importantes ce-menterios tardíos. Sobre la plataforma y del ladoeste se presentan restos de recintos rectangularesde tapial, mientras que sobre la esquina sur oestese presentan restos de una edificación con recin-tos de adobe en la parte más elevada de la plata-forma, que aparentemente corresponderían a laocupación Inka.

La asociación de esta gran plataforma con loscementerios tardíos y las construcciones corres-pondientes a los períodos Chincha e Inka, llevó aUhle a suponer que esta edificación corresponde-ría al santuario de Chinchay Camac consideradocomo uno de los hijos del ídolo de Pachacamac.Sin embargo, Uhle notó también que no existíantumbas más tempranas en los cementerios aleda-ños y que los rellenos con los que estaba construida

Fig. 86. La Centinela de Tambo de Mora: muro de un recinto en lacima de la pirámide principal, donde se apreciaban relieves que hansido destruidos en las últimas décadas (Bonavia 1991: fig. 69).

Fig. 87. La Centinela de Tambo de Mora: detalle del diseño origi-nal de los relieves (Wallace 1998).

Fig. 88. La Centinela de Tambo de Mora: plano del complejo Inka(Wallace 1998).

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7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 393

la plataforma estaban hechos con cantos rodados.Estos datos, la presencia de cerámica temprana,así como ciertos rasgos arquitectónicos relaciona-dos con la orientación este-oeste del montículo,la existencia de patios hundidos sobre la platafor-ma, nos llevaron a plantear la posibilidad de quese tratara de una edificación del período Formati-vo, remodelada en épocas tardías.

Recientemente hemos hallado —en algunoscortes que se ubican estratigráficamente en el ba-samento de los rellenos constructivos de LaCumbe— una consistente deposición de cerámi-ca del más puro estilo Paracas Cavernas, lo queestaría confirmando esta hipótesis. Este impor-tante hallazgo podría estar indicando no solamenteque este santuario y sus dioses tendrían profun-das raíces en la historia del valle, si no tambiénque desde épocas tan tempranas como Paracas estesector del valle concentró uno de los principalesnúcleos de desarrollo urbano.25

Tambo de Mora

Este complejo urbano se ubica unos 400 m al suroeste de La Centinela y debió tener una extensiónde unos 500 m de norte a sur y 400 de este aoeste, cubriendo un área de por lo menos 20 ha.El área monumental del complejo se concentra—al igual que en La Centinela— en el sector sur

oeste del sitio, donde se presenta una gran edifi-cación del tipo Huaca, que alcanza unos 200 mde este a oeste por 130 m. de norte sur. La plantapresenta una disposición en forma de “U” abiertahacia el sur, que encierra dos grandes patios o te-rrazas escalonadas, limitadas por grandesmurallones de tapial. Estas grandes terrazas sepa-ran el ala este de la oeste, que en ambos casos pre-sentan recintos sobre plataformas escalonadas queculminan en prominencias tanto al norte como alsur. El cuerpo central, que conecta las alas latera-les y cierra al norte el gran atrio constituido porlos patios escalonados, presenta recintos de me-nor elevación y sistemas de corredores, escalina-tas y accesos que servían para el ingreso desde ellado norte del edificio. La disposición arquitectó-nica de este sector del complejo de Tambo de Moraes tan lograda como impactante, motivando unsugerente apunte de Middendorf (1973: 105)quien visitó el sitio en 1887.

Las excavaciones desarrolladas por el ProyectoArqueológico Chincha, en los campos de cultivoque han cubierto el sector noroeste del complejo,han revelado una densa trama urbana consuperposiciones arquitectónicas correspondientesa las épocas Chincha y Chincha-Inka. En los re-cintos descubiertos se han hallado contextos tantodomésticos, como otros relacionados aparente-mente con actividades productivas. Mientras tanto,

25 Los caminos ceremoniales que irradian en distintas direcciones desde el complejo Centinela de Tambo de Mora y LaCumbe, podría por lo tanto no ser una organización del espacio del valle de época tardía, sino que podría remontarse a esta épocatemprana donde son comunes los geoglifos como los documentados en asociación con el sitio Paracas de Cerro del Gentil. Alrespecto Hyslop (com. pers. 1990) observó que algunas de estas líneas de caminos convergían en La Cumbe y no en la Centinela,que fue asumida como el centro generador del sistema radial (Wallace: 1977).

Fig. 91.Tambo de Mora: vis-ta desde el oeste de la pirámi-de principal del complejo, enla que se aprecian plataformasescalonadas (Canziani).

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las excavaciones realizadas en las plataformas ubi-cadas en el flanco oeste del conjunto monumen-tal, han revelado la existencia de talleres relacio-nados con la presencia de orfebres.

De esta manera, las excavaciones arqueológi-cas desarrolladas en Tambo de Mora, han pro-porcionando datos claves para la comprensión delas características urbanas y del modo de vida dela población de este tipo de sitios y, en especial,de la actividad y rol de los especialistas. A estepropósito, cabe resaltar que son múltiples las re-ferencias etnohistóricas acerca de la importantepresencia de expertos plateros en la sociedadChincha. Por lo tanto, este último hallazgo es detrascendental relevancia al darnos a conocer laestrecha relación de dependencia que estos espe-cialistas habrían tenido con relación a la elite yque se expresa de modo patente con la propia in-clusión de sus áreas de actividad en la zona nu-clear y monumental de este centro urbano.

San Pedro

Este complejo se ubica en el extremo sur del vallebajo, en la zona de Lurinchincha, y comprende 2sectores separados unos 200 m. entre sí: el prime-ro al oeste, donde se encuentra La Centinela deSan Pedro; y el segundo al este que comprende 8montículos distribuidos irregularmente en direc-ción este-oeste. La extensión total del complejoes de unos 1,200 m. ocupando una área de aproxi-madamente 60 a 70 ha.

La Huaca «A», que es conocida como La Cen-tinela de San Pedro, está en el extremo oeste del

sitio. Tiene una planta cuadrangular de 85 x 85m., sus lados están perfectamente orientados conlos ejes cardinales y presenta una forma de pirá-mide escalonada con plataformas hechas con gran-des muros de tapia, en los que se aprecia en cier-tos sectores la inclusión de adobes rectangularesde gran tamaño. Los lados oeste, sur y este pre-sentan grandes muros de contención y evidenciasde plataformas escalonadas. El lado norte, que esel más bajo, parece corresponder a una terraza bajaque pudo funcionar como una plaza elevada. Seaprecia el desarrollo de terrazas ascendentes haciael sur y oeste, donde se encuentra la parte másalta de la huaca que alcanza unos 20 m. de altura.

Los restantes montículos que se encuentranhacia el Este presentan características similares y seencuentran bastante erosionados, en algunos casosse aprecian restos de estructuras y muros de con-tención de tapia, algunos de grandes dimensiones.

Fig. 92. Complejo San Pedro:croquis realizado en base a lasaerofotografías y al levanta-miento de campo (Canziani).

Fig. 93. La Centinela de San Pedro (A): vista desde el sur este, alfondo el mar (Canziani).

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7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 395

Ranchería

Aproximadamente 750 m al norte de la HaciendaLurín Chincha. Este complejo se desarrolla denorte a sur, paralelo al litoral y está rodeado decampos de cultivo. Actualmente la mayoría de losmontículos están ocupados por casas y construc-ciones modernas. Se trata de un conglomeradode montículos bastante erosionados que presentanrestos de estructuras hechas de tapia. El planea-miento presenta una aparente distribución irre-

Fig. 94. La Centinela de SanPedro: gran muro de tapia, coninclusión de adobes, en la esqui-na sur este del monumento(Canziani).

Fig. 95. Complejo Ranchería:vista aérea panorámica desde elnorte, al fondo La Centinela deSan Pedro (Canziani).

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Fig. 97. Dos Huacas: vista pa-norámica desde el sur este delsitio (Canziani).

gular de los montículos, si bien estos se encuen-tran concentrados a lo largo de un eje norte-sur.El complejo se ubica en una suerte de franja entredos caminos paralelos: el primero, al este del sitio,corre de norte a sur y conecta La Centinela deTambo de Mora con La Centinela de San Pedro;el segundo, al oeste y con la misma orientaciónque el anterior, flanquea y atraviesa parcialmenteel complejo, asociándose directamente con algunosde los montículos. La extensión del complejo es de

unos 900 m de norte a sur y unos 500 m de este aoeste, ocupando un área aproximada de 45 ha.

Las Huacas

Este extenso complejo urbano se encuentra en unaposición central en el valle medio y está localiza-do entre los ríos Chico y Matagente. Tiene unaextensión de unos 1,500 m de este a oeste y deunos 700 m de norte a sur, cubriendo un área deaproximadamente 105 ha. Sin embargo, hay queseñalar que este caso —al igual que en Rancheríay San Pedro— los montículos se presentan en unpatrón algo disperso y no queda claro si es que lasáreas hoy bajo cultivo que los separan estuvieronocupadas por estructuras menores, como sucedeen el caso de La Centinela y Tambo de Mora.

Asentamientos intermedios y menores

Además de los centros urbanos principales, exis-ten una serie de asentamientos intermedios y otrosde menor escala dominados por conjuntos de edi-ficaciones de carácter monumental. Dentro delprimer caso, correspondiente a centros urbanosde menor jerarquía, tendríamos sitios bastanteextensos como Litardo (80). Este sitio se localizaen el valle bajo y en una posición central con rela-ción a este sector demarcado por el curso de losdos ríos. Por el oeste el sitio estaba conectado conel antiguo camino que de La Centinela de Tambode Mora se dirigía hacia La Centinela de San Pe-dro. El asentamiento está compuesto por un ex-tenso conjunto de huacas construidas con murosde tapial. El sitio tiene una orientación este-oeste,

Fig. 96. Complejo Ranchería: croquis realizado en base a lasaerofotografías y al levantamiento de campo (Canziani).

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con unos 600 m de largo y unos 300 m de norte asur, con un área de 18 ha. Presenta unplaneamiento en el cual se aprecia el ordenamien-to de una serie de complejos entre los que destacael conjunto “C” que presenta características mo-numentales, con grandes plataformas, patios, co-rredores y recintos delimitados por gruesos y al-tos muros de tapial, algunos de los cuales alcan-zan los 2.20 m de grosor, otros presentan la técni-ca del adobón y constituyen muros de conten-ción de altas plataformas, llegando a alcanzar en-tre 6 y 8 m de altura. Este parece el conjunto demayor importancia dadas las características de suarquitectura y la presencia de frisos que decora-ban algunos de sus muros.

Dentro del segundo caso, tendríamosasentamientos que —mas que centros urbanosmenores— aparentemente habrían correspondi-do a los “palacios” o mansiones de la elite ruralchinchana. Entre este tipo de sitios, tendríamoscasos como Huaca Grande (105), Huacarones(91), Larán Salitral (97), Huaca Fundación (98),Dos Huacas (77), etc. Este último tipo de asenta-miento presenta como una constante casi generalun planeamiento dual, en el cual se observa —dentro de múltiples variantes— la presencia dedos estructuras del tipo Huaca, que dominan consu volumen y altura al resto de las edificaciones.Aparentemente, este tipo de edificaciones respon-dió a fines residenciales, dado que presentan re-cintos cuya forma y distribución, además de laexistencia de ciertos elementos —como es el casode hornacinas— y la existencia de contextos pro-pios de actividades domésticas, sugieren este tipode función. Además, la asociación de este tipo deedificaciones con patios, grandes terrazas, así comoel carácter monumental de las edificaciones, esta-rían dando señas acerca de su posible calidad depalacios o residencias de elite, donde habríanmorado los miembros de alto rango de la socie-dad chinchana.

Sin embargo, no es de descartar que algunasde estas edificaciones integrara a su vez y en me-nor escala, funciones de tipo administrativo, pro-ductivo o, inclusive, de carácter ceremonial. Peroaún no es posible resolver estas interrogantes, dadoque las investigaciones arqueológicas sobre estetipo de sitios son todavía muy limitadas.

Los sitios habitacionales

Con relación a esta clase de sitios, se puede afir-mar que son relativamente escasos los centrospoblados con concentraciones de tipo aldeano.

Uno de los pocos casos representativos de este tipoes el sitio La Calera (166) que se ubica en la mar-gen derecha del valle medio alto, sobre el lecho deuna quebrada lateral y que presenta una extensaconcentración de estructuras de aparente carácterdoméstico, cuyos muros están construidos con latécnica de pirca.

Otra concentración habitacional, pero con unaorganización mas bien de tipo lineal, se excavó enel sitio denominado Lo Demás, sobre una plata-forma natural que corre paralela al mar al Nortede La Cumbe. En este lugar Sandweiss (1922)documentó la presencia de pescadores que aparen-temente estuvieron especializados en este tipo deactividad, proporcionando valiosas evidencias queconfirmarían lo señalado en el documento Aviso,cuando se dice que “...éstos estaban poblados desdedos leguas antes de llegar a Chincha hasta es otraparte de Lurinchincha, que hay de una parte a otracinco leguas; y parecía la población de esta gente unahermosa y larga calle...” (Rostworowski 2004: 253).

Otras concentraciones habitacionales asenta-das sobre terrazas se registran también en los si-tios Pampa de la Pelota (126) y Casagrande (42),pero en estos casos asociadas a la arquitecturapública de dos de los más importantes complejosadministrativos.

De otro lado, esta clase de sitios habitacionalesparecería mas bien estar ampliamente representa-do por una gran cantidad de pequeños montícu-los de tierra o cantos rodados, que se encuentrandispersos entre los campos de cultivo y que fre-cuentemente presentan restos de recintos de mu-ros de tapia. Estos sitios parecen corresponder aviviendas aisladas o “estancias”, correspondientesa los pobladores dedicados a las labores agrícolas,que fueron construidas con la técnica del tapial ocon materiales perecederos como la quincha.

Los complejos administrativos

Esta clase de asentamientos está representada porcomplejos de diferente tamaño, forma y materia-les de construcción, pero que tienen en comúnpresentar rasgos que evidencian formas aparente-mente planificadas, que presentan un cercado deplanta rectangular o trapezoidal, cuyo interior estádivido en sectores y subsectores. Algunos de estossitios recuerdan el planeamiento de complejosadministrativos del período Wari y no sería deextrañar que representen rezagos de la influenciade este estado expansivo sobre el valle de Chinchadurante el Horizonte Medio (ca. 600 — 1000d.C.).

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La ubicación de estos complejos de aparentefunción administrativa, generalmente es estraté-gica, tanto por su conexión con el sistema de ca-minos, la localización en los límites del valle o enlas zonas de conexión con las rutas hacia otrasregiones. Este tipo de sitios puede presentarse tan-to aislado y tener una limitada extensión, comoes el caso de Dios te Ama (143) y Santo Domin-go (43). Estos dos sitios se caracterizan por estarubicados en el sector Sur Este del valle, en el lími-te entre el desierto y las tierras agrícolas del valle yestán próximos o directamente asociados a los doscaminos que salen del valle en dirección sureste.

Otros dos importantes complejos administra-tivos se ubican frente a frente en el cuello del valle,en una zona estratégica para el manejo del siste-ma hidráulico que posibilita la producción agrí-cola del valle, así como con relación a las rutas deconexión con el valle alto y las regiones de la sierra.Se trata de Pampa de la Pelota (126) y deCasagrande (42). En el primer caso, se trata deun extenso recinto de planta rectangular orientadoeste-oeste que alcanza un largo de unos 180 m ypoco más de 80 m de ancho. El cerco exterior estáconformado por un muro de piedra a doble carade unos 90 cm de espesor y queda abierto hacia eloeste generando una explanada a manera de pla-za, mientras que al este se presenta un sector consubdivisiones interiores organizadas a lo largo deun corredor central. En los flancos del cerro quelimita la quebrada del lado sur se presenta unaextraordinaria concentración de terrazas con res-tos de una ocupación aparentemente habitacional.

En el caso de Casagrande (42), que se ubicaen una quebrada de la margen derecha, la planta

es algo menor y trapezoidal —como amoldándo-se al espacio de la quebrada— con la base de 75m. en la parte baja y 60 m. en la parte alta; mien-tras que alcanza unos 86 m. de largo en su ejeorientado de norte a sur. En este caso también laconstrucción de los muros es de piedra y un co-rredor central organiza la distribución de lassubdivisiones, cuyos recintos se desarrollan en te-rrazas para superar la pendiente del terreno. Deigual modo, existen terrazas aparentementehabitacionales en las laderas de los cerros al este yal oeste del complejo.

Los cementerios

Las tumbas del período Chincha presentan, dentrode la variedad de tipos existentes, algunos rasgoscaracterísticos. Si bien las tumbas simples son decarácter individual y en algunos casos están asocia-das a la disposición de los cuerpos en grandes ti-najas de cerámica, las más elaboradas y complejasaparentemente fueron de carácter colectivo y estánasociadas a la construcción de cámaras funerarias,lo que da lugar al desarrollo de una singular tradi-ción arquitectónica. Estas cámaras funerarias seconocen como chullpas, por sus semejanzas y posi-bles influencias con relación a las estructuras fune-rarias del altiplano y otras regiones sureñas de losAndes Centrales. En este caso también es eviden-te que los fardos funerarios (mallki) no eran “en-terrados” si no dispuestos en estos mausoleos, quedebieron representar —para las colectividades deorigen de los difuntos— la última morada de losancestros, quienes eran objeto de culto y de ritua-les recurrentes, propios de las tradiciones andinas.

Fig. 97 A. Santo Domingo:Recintos interiores y corredo-res laberínticos del complejoadministrativo, reutilizadocomo cementerio en tiemposmodernos (Canziani).

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7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 399

La chullpas chinchanas se caracterizan por sersemienterradas y de planta cuadrangular, conmedidas que varían entre los 4 a 5 metros de lado,presentando un solo vano de acceso, pequeño yestrecho, orientado generalmente al oeste o nortey que está asociado a algunas gradas que permitendescender desde el nivel del terreno hacia el pisointerior de las cámaras. Si bien por siglos estasestructuras han sido objeto de saqueo y persistentedestrucción, en algunas de ellas se ha podido apre-ciar la existencia de poyos y hornacinas interiores,mientras que unas pocas aún conservan restos desus techos originales. Estas evidencias recuperadaspermiten reconstruir que los techos estaban estruc-turados con vigas mayormente sin labrar, sobre

las que se apoyaban varas y entramados de carrizo,sobre los que se aplicaba, como sello, una torta debarro.

Los muros de estas cámaras fueron hechos, enunos casos, con piedras de campo o cantos roda-dos unidos con mortero de barro, pero la granmayoría fueron hechos con la técnica del tapial aligual que la mayor parte de la arquitecturaChincha. Puede suponerse, como ya señalamos,que este tipo de cámaras funerarias estuviera aso-ciado a prácticas de enterramiento colectivo delos integrantes de grupos familiares o de personajesde un mismo clan, a lo largo de un determinadolapso de tiempo. En este sentido, las característicassobresalientes de algunos de estos mausoleos po-drían estar reflejando las diferencias de estatusexistentes entre los distintos sectores sociales queconformaban la sociedad Chincha. Este es el casodel cementerio conocido como “Tumba del Rey”(12), que presenta restos de un conjunto ordenadode cámaras funerarias, entre las que destaca una

Fig. 99. Apunte de la “Tumba del Rey” vista desde el noreste(Canziani).

Fig. 98. Apunte de la “Tumba del Rey” vista desde el suroeste(Canziani).

Fig. 100. Dos chullpas funera-rias dispuestas en un terraplénsemicircular en la cima de unaquebrada del valle medio(Canziani).

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que alcanza grandes proporciones, con una plantade 6.40 por 5.80 m y en la que se aprecia laexistencia de hornacinas como también rastrosde pintura mural en la decoración de sus para-mentos interiores. Este conjunto de tumbas pre-senta un planteamiento más elaborado del acce-so, que en este caso no es directo, si no laberínti-co, mediante un corredor lateral adosado a lacámara al que se agrega una suerte de vestíbulo.

Es de notar que si algunas tumbas se encuen-tran aisladas o dispersas, muchas veces, como enel caso anterior, se concentran en conjuntos máso menos grandes, e inclusive se ordenan con dis-tintos tipos de planeamiento. Este es el caso deconjuntos que asumen una organización lineal,disponiéndose en terrazas y formando hileras quese amoldan a las curvas de nivel de las laderas delos cerros en las que se han instalado. Otras cá-maras funerarias se ubican en el cierre de peque-ñas quebradas y se disponen en herradura sobreplataformas con muros de contención y algunasrodean un espacio central, a manera de plazoletao patio, hacia el cual orientan sus accesos.

Sólo en algunos casos se ha podido apreciarla existencia de verdaderas necrópolis, como en

el caso del sitio 137, donde sobre una plataformanatural se han dispuesto las chullpas en conjuntosalineados que forman una trama de pasajes, y don-de se observa también la existencia de un muroperimetral que debió de restringir el acceso a losmausoleos.

Los restos de estos cementerios se observan enmejor estado de conservación en la parte media ymedia alta del valle, mientras que en la parte bajadel valle, donde la destrucción ha sido mucho másintensa, sólo quedan algunos vestigios que permi-ten establecer que en este caso los cementerios seinstalaron reocupando antiguos montículos corres-pondientes a edificaciones de períodos anteriores,también aquí con la construcción de cámaras fu-nerarias. De esto también informa Uhle (1924),quien además da cuenta de otros tipos de tumbasen “pozo” o en forma de “bota”, excavadas en lostablazos y acantilados sobre las márgenes del valley frente al mar.

El sistema de caminos

Un aspecto extraordinario en la arqueología delValle de Chincha es la existencia de un sistema de

Fig. 101. Mapa del valle deChincha con el antiguo siste-ma de caminos, los principalescentros urbanos y los centrosadministrativos de la margensur del valle (Canziani).

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7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 401

caminos que establece, a partir del complejo deLa Centinela de Tambo de Mora y La Cumbe, unordenamiento radial del territorio del valle. Esteordenamiento aparentemente orientó los princi-pales ejes de comunicación dentro del valle,proyectándose inclusive a las rutas de comunica-ción con la sierra y el sureño valle de Pisco.

Este sistema de caminos fue dado a conocerpor Wallace (1977) sobre la base del examen delmosaico aerofotográfico del valle. Sin embargo,es preciso señalar que ya Uhle (1924) había ad-vertido que “...todavía existen trazos de un antiguocamino que va de Tambo de Mora hacia las monta-ñas...” para luego añadir que cuando uno se diri-ge hacia Tambo de Mora, observa que la orienta-ción de este camino “...está dirigida exactamentehacia la cima de la gran huaca, La Centinela”. Pos-teriormente Wallace observó que este camino quecorre rectilíneo de este a oeste, era parte del desa-rrollo mayor de un sistema radial de caminos quetiene como centro La Centinela.

El camino este-oeste, con una longitud de 12km se dirige desde La Centinela hacia el abra ubi-cada en el cuello del valle, en el lugar que es cono-cido como Portachuelo y que sirve de pasoobligado para dirigirse hacia el valle alto. En al-gunos tramos de este antiguo camino se conser-van aún los muros de tapia que lo delimitaban.

El camino que desde La Centinela se orientaen dirección sureste, atraviesa diagonalmente todoel valle, para luego dejar la parte cultivada y as-cender por la desértica Pampa de Los Arrieros,para llegar hasta el abra de la Pampa Cabeza deToro, con un trayecto de 20 km para desde allídirigirse hacia el valle medio de Pisco y conectar-se con el camino Inka que de Lima la Vieja, pa-sando por Tambo Colorado y Huaytará, llevabahacia la ciudad inka de Vilcashuaman.

Otro camino diagonal está orientado hacia elsur-sureste y su trazo corresponde a la bisectrizdel trazo de camino del sureste con el que correde norte a sur. Este camino tiene un desarrollo de15 km y termina en las planicies desérticas quelimitan el valle, donde se encuentra el sitio 143de aparente función administrativa.

El camino que desde La Centinela de Tambode Mora se dirige hacia el sur, está dirigido haciaLa Centinela de San Pedro, recorriendo unadistancia de 11 km. Lo interesante del caso es que,a partir de este punto, nuevamente parecereproponerse el desarrollo de un ordenamientoradial, con 3 caminos que se dirigen respectiva-mente al este, el sureste y el sur.

La presencia de notables centros urbanos y deuna gran variedad de tipos de sitios, revela la ri-queza y complejidad del patrón de asentamientode la cultura Chincha. Una especial organizacióndel espacio territorial, en la que aparentemente secombinó tanto el aspecto concentración como ladispersión. Esto parece expresarse en la estrategiade establecer la concentración urbana no en unsolo centro, sino más bien en tres importantes cen-tros urbanos, con una localización clave para elmanejo de los recursos del valle y del litoral; eldesarrollo de procesos productivos y servicios decarácter especializado; así como para la adminis-tración y el control político. La dominante dis-persión, en el caso de los asentamientos rurales,revelaría también una estrategia particular en elmanejo de la producción agraria y de la pobla-ción comprometida con el desarrollo de esta acti-vidad. De otro lado el sistema de caminos –másallá de su valoración simbólica— y el emplaza-miento estratégico de los principales centros ad-ministrativos, podría estar revelando la importan-cia de la comunicación y el tráfico de bienes yproductos a cargo de los mercaderes chinchanos.

Fig. 102. Tramo del antiguo camino del sureste a la salida del vallede Chincha, en su trayecto por la Pampa de Los Arrieros hacia elvalle de Pisco (Canziani).

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402 JOSÉ CANZIANI

La arquitectura de la cultura Chincha desple-gó una serie de recursos formales y constructivospara resolver diversas funciones y actividades. Noes ajena a la arquitectura monumental Chincha eldesarrollo armónico de volúmenes de gran im-pacto visual, o el desarrollo de acabadossofisticados mediante frisos en relieve y el empleode la pintura mural.

Curacazgos y Señoríos Étnicos

Como señaláramos en la introducción de este ca-pítulo, a diferencia de las regiones costeñas don-de el resurgimiento de formaciones estatales estu-vo aparejado de un emergente urbanismo, en lamayoría de las regiones altoandinas se constatadurante este período la aparente ausencia de enti-dades estatales. Este fenómeno se manifiestaterritorialmente con la presencia dominante dealdeas y poblados rurales, mientras que es notoriala inexistencia de asentamientos urbanos y menosde ciudades en estas regiones.

Es preciso considerar este fenómeno en el con-texto histórico del Intermedio Tardío, que resultade la disgregación del estado Wari y del términode su presencia en muchas de estas regiones. Loque habría derivado en la acentuación de las con-diciones propias de desarrollos regionales carac-terizados por un fuerte énfasis autárquico, con unabase económica rural de carácter agropecuario, querequiere de escasos niveles de especialización pro-ductiva, ya sea porqué la presencia de especialis-tas no es de vital importancia para los procesosproductivos, o no se dan las condiciones de basepara posibilitar su sustento económico.

Este nuevo contexto económico y social se ex-presa en patrones de asentamiento dominados poraldeas y poblados rurales. La mayoría de estos seencuentran instalados en puntos naturalmentedefendibles o protegidos por cercos de murallas,lo que evidencia una alta incidencia de conflictosintercomunales, posiblemente agudizados por laausencia de una entidad estatal que los regule yresuelva. Por otra parte, este mismo contexto evi-dentemente inhibe la posibilidad de generar de-sarrollos de tipo urbano, o de mantener la conti-nuidad de los centros urbanos preexistentes queprivados del soporte estatal Wari, rápidamente de-clinaron y pasaron a la condición de ruinas.

A propósito de la condición de los señoríosaltoandinos durante esta época anterior a la do-minación Inka Cieza de León (1984: 233-234)señala que:

Cuentan que muchas destas naciones fueron va-lientes y robustas y que antes que los Ingas losseñoreassen, se dieron entre unos y otros muchas ymuy crueles batallas y que en las más partes te-nían los pueblos derramados, y tan desuiados quelos unos no sabían por entero de los otros sino eraquando se juntauan a sus congregaciones y fies-tas. Y en los altos edificauan sus fuerzas y fortale-zas de donde se daban guerra los unos a los otrospor causas muy liuianas.

Al respecto, algunos autores interpretan estefenómeno como fruto de supuestas invasiones yla presencia de grupos bárbaros marginales al de-sarrollo civilizatorio. Más bien parece tratarse dela respuesta de las propias poblaciones altoandinasa un nuevo contexto histórico, donde el desarro-llo rural recupera su ritmo y esfera comunal, ydonde eventualmente se pueden lograr ciertos ni-veles de integración parcial o coyuntural al nivelde confederaciones tribales o señoríos que com-parten fuertes raíces étnicas. La declinaciónsintomática de las ciudades y asentamientos decarácter urbano en las regiones altoandinas a fi-nes del Horizonte Medio, aparejada al colapso dela organización estatal que les insuflaba una ex-traordinaria vitalidad y un sobresaliente desarro-llo planificado, merecen un comentario mayor queexcede los límites de éste trabajo. Sin embargo,podemos señalar que este es un tema clave para lacomprensión, no sólo del fenómeno de asenta-miento en sí, sino particularmente en lo referentea la relación de correspondencia recíproca esta-blecida entre la formación estatal y losasentamientos urbanos, especialmente de aquellosque corresponden a la categoría de ciudades.

Dadas las limitaciones de este trabajo, tratare-mos puntualmente algunos casos que nos pare-cen representativos y suficientemente ilustrativosde las formas de asentamiento que priman en lasregiones altoandinas durante esta época. Con estepropósito trataremos brevemente de losasentamientos y arquitectura de los Chachapoya,del curacazgo de Asto y del señorío de los Chankas

Los Chachapoya

Se asentaron en las vertientes orientales de los An-des norteños, en los actuales departamentos deAmazonas y San Martín. Se ha sostenido que cons-tituyeron un reino, sin embargo parece mas bienque se trató de una serie de señoríos étnicos nonecesariamente unificados. Sus asentamientos secaracterizan por sus construcciones pétreas que

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presentan una característica planta circular, don-de los edificios principales presentan la decora-ción de sus paramentos exteriores mediante la es-pecial disposición de las lajas de piedra, forman-do así cornisas y cenefas, con bandas con diseñosromboidales o de líneas diagonales o paralelas, einclusive la representación en relieve de aves y per-sonajes que exhiben cabezas clavas y tocados.

Entre los grandes centros poblados, los sitiosmás destacados son Pajatén (o Yaro), en la zonadel Abiseo (San Martín), y Kuelap en la cuencadel Utcubamba (Amazonas), que es el de mayorextensión y monumentalidad. La importancia deestos asentamientos, ubicados en una región detransición entre la serranía, la ceja de selva y laAmazonia, en una ecología de bosque húmedomontano, estaría revelando una relación aparen-temente exitosa con un medio que debió permitirel cultivo del algodón, el ají y la coca, y que ade-más debió servir de vía de entrada hacia los varia-dos recursos de la ceja de selva y los bosques hú-medos de la Amazonia, cuya presencia está am-

pliamente documentada en los vestigios cultura-les de las sociedades costeñas.

Kuelap

Se trata con seguridad del principal centro del pe-ríodo ubicado en la vertiente oriental de los An-des. Las dimensiones y calidades de este asenta-miento y su especial localización en una zonaecológica correspondiente al bosque húmedomontano, propio de la ceja de selva, proponenuna serie de temas de investigación cuya explora-ción recién se inicia con los estudios arqueológi-cos desarrollados en el sitio (Narvaez 1988).

El sitio se ubica en la cuenca del Uctubamba aunos 3,000 msnm. y se localiza de forma especta-cular sobre la cresta rocosa de un cerro, que fuemodificada mediante la construcción de grandesmurallas perimétricas y rellenos constructivos,generando hacia el interior terraplenes y explana-das donde se desarrolló el asentamiento. Este tieneuna planta alargada orientada de norte a sur, donde

Fig. 103. Kuelap: plano general del asentamiento (Narváez 1988: fig. 2).

Fig. 104. Kuelap: vista de lamuralla monumental en elfrente este del asentamiento(Canziani).

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404 JOSÉ CANZIANI

lla no

alcanza 584 m. de largo, con un ancho variablede unos 110 m. de lo que resulta una extensiónde 6 ha. La gran muralla exterior está hecha congrandes bloques de caliza y alcanza en las partesmejor conservadas cerca de 20 m. de altura. Estamuralla opera como una colosal estructura de con-tención de un relleno constructivo conformado porpiedras unidas con mortero de arcilla (ibid.: 118).

El ingreso al asentamiento se realizaba por tresentradas, dos del lado este y una al oeste. Estasentradas presentan portadas monumentales degran altura y sección trapezoidal que estaban co-ronadas por una bóveda que daba soporte a sucobertura, estableciendo el equilibrio estructurala un diseño que –privado de este componente—desafiaría su estabilidad. Al trasponer las porta-das se ingresa a corredores ascendentes que atra-

viesan las masa del relleno constructivo conteni-do por las murallas. Estos largos corredores amu-rallados culminan su trayecto de unos 60 m. enestrechas puertas que permiten el paso de una solapersona a la vez, evidenciando restricciones en lacirculación y formas de control del acceso (ibid.).

Como resulta evidente del examen del planodel asentamiento, la gran mayoría de las estruc-turas arquitectónicas presentan el desarrollo deplantas circulares, ya que solamente 7 de las 420estructuras registradas exhiben plantas rectangu-lares (ibid.: fig. 2). Las características y contextospropios de las estructuras circulares permiten su-poner que estas tuvieron una función residencial.La aparente ausencia de planeamiento, no impi-de observar que las estructuras circulares se dis-tribuyen en el asentamiento siguiendo determi-

Fig. 105. Kuelap: portada deingreso de la Entrada I en elfrente este de la muralla(Canziani).

Fig. 106. Kuelap: cimientos deestructuras de planta circularen la culminación de la rampade acceso asociada a la Entra-da I (Canziani).

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7. ESTADOS Y SEÑORÍOS TARDÍOS 405

nados patrones, que responden tanto a un orde-namiento lineal, a lo largo de una terraza o corre-dor hacia los cuales se enfrentan las puertas; o conuna disposición radial, donde las estructuras seadosan encerrando un espacio libre hacia el cualorientan sus puertas; mientras que en otros casossimplemente se aglomeran en patrones irregula-res, que expresarían una alta demanda de ocupa-ción del suelo en muchos de los sectores del sitio.Se puede suponer que los patios o espacios libresentre las estructuras de vivienda sirvieron para eldesarrollo de un conjunto de actividades, no so-lamente domésticas, funcionando como espacioscomplementarios de estas.

El sector denominado ‘Pueblo Alto’ se ubicaal noroeste del asentamiento y se caracteriza tan-to por encontrarse en una posición más elevada ycercada por una muralla interior, como tambiénporque se concentran en la parte central de estesector las principales estructuras de planta rectan-gular. Sobre la base de la distinta morfología deestos edificios y su ordenamiento formal frente aun gran patio, se ha especulado que las edifica-ciones de este sector podrían corresponder a laocupación Inka de Kuelap. Sin embargo, Narváez(ibid.: 118) propone no perder de vista otras va-riables, como son las diferencias funcionales deestos edificios que resolverían una aparente fun-ción pública. Otros casos de arquitectura públicase destacan con la presencia de torreones defensi-vos en ciertos puntos estratégicos; o de un nota-ble edificio con volumen macizo que presenta unaforma inusual de cono trunco invertido de 5.5m. de alto y 13.70 m. de diámetro superior, co-nocido popularmente como ‘El Tintero’ y cuyoscontextos arqueológicos asociados a ofrendas in-dicarían su función ceremonial (ibid.: 138-139).

¿Que clase de asentamiento fue Kuelap? Es di-fícil contestar esta interrogante a partir de nues-tros conocimientos actuales y las respuestas de-penderán mucho de las investigaciones arqueoló-gicas que se desarrollen en el sitio y en la regiónen su conjunto. Narváez (ibid.: 116, 140), señalala existencia de un conjunto de sitios alrededorde Kuelap en un área de unas 450 ha. donde seencuentran otros complejos similares al núcleoprincipal, como Malcapampa, al igual que algu-nos asentamientos rurales conformados por aldeasy caseríos dispersos, asociados al manejo de terra-zas de cultivo. A partir de estos datos y de la esti-

mación que Kuelap debió alcanzar unos 3,000habitantes, se le propone como un centro urbano.Sin embargo, éste asentamiento está caracteriza-do por la concentración mayoritaria de estructu-ras habitacionales y donde son contadas las decarácter público, lo que contradice la posible ca-racterización urbana del sitio.26

Pero a su vez también están presentes otrosindicadores que trascienden la posible caracteri-zación de Kuelap como un simple poblado rural.Nos referimos a los rasgos monumentales presen-tes en el asentamiento, donde sobresalen las ex-traordinarias murallas, que permiten inferir unanotable capacidad de acumular e invertir exceden-tes productivos, así como de organizar y convocara un gran número de población al despliegue deenergías en la realización de estas extraordinariasobras públicas. Además, la presencia de estructurasresidenciales, cuyas dimensiones y frisos decora-tivos las distinguen del resto, expresan posibles

26 Al respecto Narváez (1988: 140) propone con razón abandonar la designación popular de ‘Fortaleza’, pero para dar pasoa la de ‘Ciudad Fortificada’, lo que explicita y además acentúa una caracterización urbana que, desde nuestro punto de vista, noestá comprobada.

Fig. 107. Kuelap: reconstrucción de una estructura de planta circu-lar, en cuyo basamento se aprecia un friso en relieve con diseñosromboidales (Canziani).

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diferencias de estatus entre sus habitantes; mien-tras que la presencia —si bien limitada— de es-tructuras públicas, estarían expresando el desarro-llo de determinados servicios y actividades espe-cializadas en el asentamiento. Estos datos nosconducen a otras imprescindibles interrogantesacerca de la base económica, el modo de vida y lasformas de organización social y política de la po-blación chachapoya asentada en Kuelap, cuya pro-gresiva resolución permitirá explicarnos sus ex-traordinarias características.

Poblados rurales en la Sierra Central

En la Sierra Central se desarrollaron importantesseñoríos étnicos y curacazgos, entre los que so-bresalen los Xauxas y los Huancas en la cuencadel Mantaro (Junín). Por otra parte, los Chanka

se ubican en la Sierra Sur Central, al sur delMantaro y en la cuenca del Pampas (Huancavelica,Ayacucho y Apurímac). Estas poblaciones se ca-racterizan por presentar asentamientos aldeanosy grandes poblados de carácter rural, localizadosen la cima de cerros. Generalmente, estas posi-ciones naturalmente defensivas se complementancon la construcción de amurallamientos yfortificaciones, dentro de las cuales se disponenlos recintos habitacionales de planta circular.Muchos de los sitios privilegian una localizaciónintermedia entre la zona quechua de los vallesinterandinos y la puna, lo que se explicaría con laeconomía predominantemente agro pastoril deestas comunidades, que combinaban la agricultu-ra en distintos pisos ecológicos con la ganaderíaen los pastos de altura.

Fig. 108. Tunanmarca: foto aérea (SAN).

Fig. 109. Tunanmarca: vistapanorámica (foto: D’ Altroy).

Fig. 110. Tunanmarca: conjunto de estructuras de planta circular(Canziani).

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Patrones de asentamiento del curacazgo delos Asto

Para aproximarnos al conocimiento de las carac-terísticas de estos asentamientos altoandinos y elmodo de vida de sus habitantes durante el Inter-medio Tardío, haremos referencia al trabajo deLavallée y Julien (1983), una de las pocas investi-gaciones que proporcionan con rigor científicouna visión detallada sobre el tema. El estudio estáreferido al curacazgo de los Asto, que pertenecía ala etnía Anqara del departamento de Huanca-velica, la que habría tenido fuertes afinidades conla macroetnía de los Chankas.

Los asentamientos Asto se ubican entre los3,600 y los 4,400 msnm. en pisos ecológicos quecorresponden al límite de las zonas quechua y a lapuna. Todos están establecidos sobre puntos eleva-dos que dominan el paisaje y presentan condicio-nes naturales de defensa, lo que es característicodel patrón de asentamiento de la época en granparte de las regiones altoandinas de la sierra central,desde Junín hasta Ayacucho (ibid.: 25, lám. 1).

La ocupación del espacio territorial privilegialas partes altas de las márgenes de los valles, esta-bleciéndose las aldeas y poblados a lo largo de es-tos, separados entre sí de 1 a 5 km como máximo,lo que permite el registro visual entre ellos. Se ad-vierte la inexistencia o muy limitada presencia deeste tipo de sitios en las mesetas elevadas ubicadas

entre los valles, lo cual no excluiría la presencia depequeños caseríos o viviendas dispersas de pasto-res en estas zonas (ibid.: 26). Este dato es de sumointerés ya que da a entender que la distribuciónde los poblados a lo largo de los valles tiene quever con la relativa proximidad de fuentes de aguay con las posibilidades de manejar simultáneamen-te cultivos en los distintos pisos ecológicos que seencuentran descendiendo hacia los valles, comotambién con el manejo de la ganadería decamélidos en las tierras altas de la puna.

La instalación de los poblados en la cumbrede los cerros, generalmente se caracteriza por pre-sentar estos lugares flancos con escarpados o pa-redes rocosas de naturaleza inaccesible, mientraslos lados que ofrecen una pendiente más modera-da sirvieron como ruta de acceso a los sitios. Es-tos flancos menos protegidos, fueron objeto deobras de fortificación, mediante la construcciónde una o dos líneas de murallas. De modo que entodos los casos, la combinación de los escarpadosnaturales con las obras de fortificación, transfor-maron las cumbres y los asentamientos construi-dos sobre ellas en bastiones protegidos con un solopunto de acceso (ibid.: 29). Es interesante notarque generalmente las unidades habitacionales seconstruyen a una distancia prudencial de las mu-rallas que protegen los asentamientos, dejando unadistancia libre de 50 a 100 m. con relación a ellas.Los frecuentes corrales para encerrar el ganado se

Fig. 111. Kuniare: poblado ru-ral de la Sierra Central, insta-lado en la cumbre de un cerrocon un patrón alveolar de vi-viendas (Lavallée y Julien 1983:fig. 2).

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ubicaron precisamente en estos espacios interme-dios, entre la concentración de viviendas de lospoblados y las murallas que los circundan, demodo que también los corrales se encontraban res-guardados por las murallas (ibid.: 57-60).

Sobre estas cumbres las superficies aparentespara la instalación de los poblados era no solo ac-cidentada y con fuertes pendientes, sino ademáslimitada. El estudio de la forma de losasentamientos permite establecer que si bien noexistió planeamiento urbano, los Asto desarrolla-ron ciertas soluciones de organización espacial,acordes con las características particulares que pre-sentaban los suelos de estos. Por lo general, laspartes más planas fueron dejadas como un espa-cio central libre de edificios, pudiendo haber fun-cionado como plazas; en otros casos estos espa-cios abiertos se desagregan y pueden ser múlti-ples; mientras que en algunos otros casos—cuando el poblado se asentó en una cumbrecon una doble prominencia— se aprovecharonlas explanadas entre los dos promontorios, man-teniéndolas como áreas libres que dividían lospoblados en dos conjuntos o mitades, si se supo-ne que pudieron asumir la tradicional organiza-ción dual: hanan y hurin (ibid.: 48-49).

Todos los edificios presentan plantas circula-res y se agrupan formando unidades alveolares queencierran al centro un espacio libre. Cuando lasuperficie de las cumbres presentaba pendientesrelativamente suaves, las unidades son contiguas

y separadas por ligeros desniveles. Cuando losedificios de una unidad no eran todos contiguoso cuando estos no cerraban del todo un patio, sedesarrollaron muros bajos para delimitar este es-pacio. Si bien no existe evidencia de la traza decalles, la circulación se resolvía por medio de pa-sadizos, aprovechando los espacios que quedabanlibres entre las unidades. Los pasadizos comunica-ban las distintas unidades, dando acceso a los pa-tios interiores de estas, hacia donde se orientabanlas puertas de las viviendas de planta circular queconformaban las unidades (ibid.: 49-50, fig. 2).

Cuando las pendientes eran más exigentes, serecurrió al terraceo mediante la construcción demuros de contención. En los niveles sucesivos deestas terrazas se edificaron las unidades alveolares,pero en este caso adaptándolas a la forma alargaday estrecha de los terrenos así generados. De modoque en estos casos los patios son alargados y casirectangulares, mientras que los edificios asocia-dos a estos son menos numerosos. Para resolver lacirculación entre los distintos niveles de terrazas,los Asto no recurrieron a escalinatas, ya que supe-raron los desniveles mediante empinados pasajesque cortaban transversalmente las terrazas que seamoldaban a las curvas de nivel (ibid.: 51, fig. 3).

Las edificaciones de planta circular constituíanviviendas y estaban construidas con muros de unos50 a 60 cm de espesor. Estos muros estaban hechosde piedras de campo dispuestas a doble cara y conun relleno interior de cascajo y piedras menudas,

Fig. 112. Astomarka: típicopoblado con un patrón alveolarde viviendas, organizadas enterrazas siguiendo las curvas denivel (Lavallée y Julien 1983:fig. 3).

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en cuya construcción no se habría utilizado morte-ro de barro. Las plantas circulares de las viviendastienen un diámetro interior que oscila entre 3 a 6m si bien la media de los edificios tiene 4 m. dediámetro. Presentan una sola puerta estrecha de70 a 80 cm de ancho, y si bien no se han conser-vado dinteles, se puede suponer que la altura deestos vanos fue relativamente baja. Tampoco exis-ten evidencias de ventanas u hornacinas interiores.Los fogones instalados al centro de la habitacióny frente a la puerta debieron ventilarse solamentepor medio de este vano. Si bien no se conservanevidencias de techos o del empotramientos de es-tructuras en los muros, se puede suponer que es-tos fueron de forma cónica, armados con made-ros y cubiertos con paja de ichu (ibid.: 60-65).

Dado que en las distintas unidades son variaslas estructuras circulares que se agrupan alrede-dor de los patios, se podría suponer que estas ha-brían correspondido a diferentes núcleos familiaresque conformaban familias extensas. De acuerdo aeste supuesto, estas estructuras pudieron resolversimultáneamente diferentes usos y actividadespropias de la actividad doméstica: en cuanto ha-bitaciones o dormitorios, lugares de cocina y/oalmacenamiento. El problema de ésta hipótesis esque en muchos casos las estructuras circularesagrupadas en una unidad son relativamente nu-merosas, y si asumimos que cada una de ellas al-bergó a una familia nuclear, la cantidad de perso-nas resultante excede ampliamente la composiciónmáxima de una familia extensa, por más numero-sa que pudiera ser su composición. De otro lado,en cuanto a la posible población de estos pobla-dos, la proyección demográfica bajo esta premisaresultaría en una alta densidad poblacional, lo queno se corresponde con las limitadas posibilidadesde sustento que ofrecía la base económica de es-tos poblados.27

Al respecto, a partir de estudios etnográficosconducidos en la región, Lavallée (ibid.:108-115)propone un modelo alternativo que se basó en laobservación de la dinámica de crecimiento y evo-lución de la composición familiar y, consecuente-mente, en la evolución y cambios de uso de losdistintos ambientes independientes que se cons-truyen sucesivamente, para resolver la vida do-méstica de un núcleo familiar básico, que con eltiempo evoluciona conformando una familia máso menos extensa. De acuerdo a esta hipótesis, al-gunas estructuras iniciales de la unidad pudieronresolver todos los requerimientos propios de lavida doméstica en un medio rural, funcionandocomo espacios de dormitorio, cocina y depósito.Con el crecimiento de la familia original y la pos-terior presencia de las familias de algunos de loshijos, se agregan progresivamente nuevas estruc-turas que resuelven de manera preferente uno omás usos, cuyo lugar de desempeño puede luegovariar nuevamente, conforme se va modificandoen el tiempo la composición y condición familiarde sus integrantes.

Los señoríos Chankas

Algo más al sur, en los territorios que conformanlos actuales departamentos de Huancavelica,Ayacucho y Huancavelica, se encuentra lo que sereconoce como el territorio de los señoríosChanka. Según González Carré (1992) esta na-ción o macroetnía podría haber comprendido dosáreas históricas algo distintas en su cultura mate-rial, una norteña que interesó la cuenca delMantaro y otra sureña la del río Pampas y su con-fluencia con el Apurímac.

La localización de los sitios es muy similar a lareseñada para los Asto, ocupando escarpados y la

27 Lavallée establece estimaciones sobre la cantidad de estructuras circulares y las unidades que conformaron los distintospoblados investigados, proyectando sus posibles densidades por hectárea y la población resultante en cada caso (Lavallée y Julien1983: 115-120).

Fig. 113. Vista panorámica dela región de Asto con los sitioslocalizados en la cumbre de loscerros señalados con flechas(Lavallée y Julien 1983: lam. 1).

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cumbre de los cerros, donde se fortifican domi-nando el paisaje. La distribución de los pobladosprivilegia su instalación a lo largo de las márgenesde estos valles. Esta localización también les per-mitía aprovechar los pastos de altura para la gana-dería de camélidos y las tierras más bajas para dis-tintos cultivos, que variaban de acuerdo a la alti-tud en que desarrollaban sus campos (ibid.).

Una cierta diferencia se puede advertir en lamenor altitud en que se instalan algunos sitios. Sibien la mayoría de los poblados se encuentran en-tre los 2,500 a 3,500 msnm. esto no excluye lapresencia de algunos sitios establecidos en zonasde menor altitud, llegando a ubicarse hasta los1,500 msnm. en una posición mucho más bajaque las de sus contemporáneos Asto. Esto podríaderivar de la necesidad de acceder a tierras suscep-tibles de ser irrigadas, considerando que ésta esuna región que se caracteriza por un régimen delluvias más escaso y por corresponder a un mediobastante más árido; a menos que se buscara el ac-ceso a tierras ubicadas en zonas más templadas,

28 Por ejemplo, la cerámica Chanka se caracteriza por ser bastante rudimentaria. Sus materias primas, técnicas de manufactu-ra y decoración son elementales, no obstante haber tenido como antecedente la producida por los eximios ceramistas Wari(González Carré 1992: 53).

donde desarrollar cultivos como el algodón, el ajío la coca.

Los poblados, también en este caso, ademásde una naturaleza inexpugnable y la presencia deamurallamientos defensivos, presentan un patrón‘espontáneo’ que no evidencia planificación algu-na. Si bien la mayoría de las estructuras son deplanta circular, no se excluye en algunos casos lapresencia de algunas de planta rectangular (Valdezet al. 1990). Entre los centenares de estructurasque se registran en cada uno de estos poblados,no se verifican mayores diferencias de tamaño oen la calidad de construcción de estos edificios,cuya aparente función fue habitacional. En estospoblados Chanca no se reporta la presencia de edi-ficios o estructuras a los cuales se les pudiera asig-nar alguna función pública (González Carré 1992:41-48); de lo que se deduce tanto la ausencia deespecialización productiva,28 como también lainexistencia de clases sociales distintas y, por ende,de alguna forma de organización política estatal.

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8. EL IMPERIO INKA 411

8EL IMPERIO INKALa integración macrorregional andina yel apogeo de la planificación territorial

El imperio del Tawantinsuyu, que se desarrollódurante poco menos de un siglo (1440 - 1532d.C.), es una de las épocas relativamente mejorconocidas de nuestra historia prehispánica, ya queen numerosos documentos tenemos el testimo-nio de los cronistas que formaban parte de lashuestes de los conquistadores europeos, quienestuvieron un contacto directo o de primera fuenteacerca de la realidad del antiguo Perú de aquellaépoca. De otro lado, el legado de los inkas hasido objeto de muchos estudios dirigidos al co-nocimiento de su organización económica, socialy política, así como de los aspectos relacionadoscon la cosmovisión, ideología, la tecnología y elarte. La base documental y los trabajos relaciona-dos con la arquitectura y el urbanismo Inka sontambién relativamente abundantes por lo que,considerando las limitaciones impuestas por laextensión de este trabajo, en este capítulo nos li-mitaremos a una reseña de los aspectos que con-sideramos más relevantes en cuanto se refiere alurbanismo y manejo territorial.

Hasta el momento no están claros los antece-dentes previos al desarrollo imperial de los inkasy la propia conformación de este estado de carác-ter expansivo. Arqueológicamente esta época es-taría asociada con un estilo de cerámica denomi-nado Killke, que si bien permite disponer de unindicador cultural de las fases previas al desarro-llo inka, el estado actual de las investigaciones,con un escaso estudio de otros aspectos, no per-mite conocer más detalles de una época bastantedifusa e imprecisa. Este es el caso de los vagosconocimientos acerca de los posibles anteceden-tes que conformaron los modelos de la arquitec-tura y el urbanismo Inka. Al respecto se ha seña-lado la posible influencia de la antigua expansiónde Wari en esta región y el testimonio, posible-mente ya ruinoso, de la ciudad de Pikillacta fun-

dada por este estado al sur del Cusco. Otros sitiosde la región, como Choquepuquio, asociados acerámica Killke podrían ser considerados comorepresentativos de un período post Wari y de tran-sición a los patrones adoptados por los Inka(Hyslop 1990: 19-25). Sin embargo, muchasinterrogantes persisten, especialmente en cuantose refiere a los antecedentes de la traza urbana delCusco, más si asumimos que la ciudad capital delos Inka fue remodelada durante el reinado dePachacutec fundador del estado imperial. Lo mis-mo ocurre con relación a ciertos rasgos propios desu arquitectura y en especial de su refinado artelítico, aunque sobre este aspecto se ha planteadocon acierto referentes que remiten a la arquitectu-ra altiplánica de Tiwanaku, que los Inkas debie-ron apreciar durante sus tempranas campañas enla región del Collao (Gasparini y Margolies 1977).

Más allá de los relatos míticos que nos remitena leyendas fundacionales y a un posible origenaltiplánico, la mayoría de los estudiosos del temaconcuerdan en que los antecedentes de los Inkasdeben de rastrearse en el período Intermedio Tardío,cuando en sus orígenes debieron constituir un se-ñorío con dominios limitados a la región del Cusco,donde mantuvieron alternas relaciones de conflictoy alianzas con otros grupos étnicos allí establecidos,que finalmente se resolvieron favorablemente consu exitosa expansión inicial hacia las poblacionesquechuas de Apurímac y los señoríos del altiplano.

Es precisamente a partir de su enfrentamientoy victoria sobre los Chankas -para lo cual habríangestado una serie de alianzas con las etnias veci-nas- que los inkas del Cusco se constituirían bajoel liderazgo de Pachacutec en un estado con unaimpresionante dinámica de expansión territorial,que lo llevará a interesar no solamente el área delos Andes Centrales, sino también los territoriosde lo que hoy son Ecuador, Bolivia, el noroeste de

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Argentina y el norte de Chile (Rostworowski1988, Rowe 1946).

El Inka Pachacutec, principal artífice de estaexpansión alrededor del 1440 d.C., es considera-do además el gran reformador y organizador delestado Inka. Basta pensar en el desafío que repre-sentó la administración de las poblaciones, centrosurbanos y territorios de lo que hoy son cinco paí-ses del área andina, para tener idea aproximadadel excepcional grado de organización que debióalcanzar el estado Inka. Es de notable interés se-ñalar que al Inka Pachacutec, como veremos másadelante, también se le menciona como el arqui-

tecto de la remodelación del Cusco, proyectán-dola en su condición de capital del estado imperial(Betanzos 1987: 75-79).

La organización social y económica delTawantinsuyu, tenía al vértice de su estructura alInka, quien como gobernante encarnaba simultá-neamente los atributos del poder religioso y mili-tar, en cuanto ser divinizado en su calidad de hijodel sol y, a su vez, jefe supremo de sus ejércitos.La clase gobernante provenía de las panaqa, uncomplejo sistema de linajes de la nobleza inka,organizado sobre la base de relaciones de paren-tesco, en las que intervenían aspectos de carácter

Fig. 1. Mapa del Tahuantinsuyucon la extensión del Qhapaqñan,el sistema vial Inka (Hyslop 1992).

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ancestral y dinástico. Existían en la burocracia delestado funcionarios dedicados a las múltiples ac-tividades administrativas, desde aquellos de ele-vada jerarquía como los tokoyrikoq o tocricoc, ins-pectores del Inka o gobernadores provinciales,hasta aquellos dedicados a la supervisión de tra-bajos y aspectos específicos de la organizaciónimperial, llamados kamayoq, como los quipukamayoq, dedicados al registro contable y a la re-copilación de las gestas memorables; los tampukamayoq, que supervisaban el aprovisionamientoy la redistribución de los bienes almacenados enlas qollqa, las instalaciones de depósitos asociadasa las ciudades y otros establecimientos Inka co-nectados mediante el sistema de caminos Inka.

Pero no se podría entender el Tawantinsuyu nisu rápido desarrollo, si es que no se considera lacompleja y variable articulación que ejercía elpoder imperial con relación a los poderes locales,de acuerdo a las singulares características y distin-tos niveles de organización política que estos pre-sentaran en cada una de las regiones asimiladas asus dominios. En este sentido, los curaca jugabanun papel clave en el manejo de los territorios con-quistados, ya que ejercían el poder y la adminis-tración local, en su calidad de señores étnicos delas distintas poblaciones que habitaban lasmúltiples regiones que se encontraban bajo eldominio Inka. Las parcialidades administrativasestaban ordenadas en forma decimal, de modoque una pachaca correspondía a una población decien familias, mientras que una huaranga a unade mil y unu o hunu a diez mil unidades domésti-cas (Murra 1980; Rostworowski 1988).

En la base de la estructura social se encontra-ban los runa, es decir la gente del común, fueranestos campesinos o simples pobladores de loscentros urbanos, quienes se relacionaban en la pro-ducción comunal mediante sistemas de recipro-cidad y ayuda mutua llamados minka y ayni. Losseñores étnicos y el estado Inka disponían de lafuerza de trabajo de la población mediante la mita,un sistema de prestación de servicios y trabajo quepodía estar destinado a la dotación de productospara los depósitos, a la construcción o manteni-miento de obras públicas, como sistemas de camposde cultivo, canales, caminos y puentes, o al trabajoen los campos, las minas o el servicio en los ejércitos.

Para comprender la dimensión urbana de losestablecimientos Inka, es de especial interés destacarque los Inka también utilizaron el sistema de mitapara la construcción del grueso de las edificacionesde sus centros urbanos provinciales, y sólo en elcaso de la construcción de los edificios y estructu-

ras principales, elaborados con cantería fina, de-bieron de recurrir a mano de obra calificada tras-ladada especialmente hasta el lugar. A su vez, estetipo de mita orientada hacia las entidades urba-nas, aseguraba que las poblaciones de su corres-pondiente ámbito regional aportaran, por turnos,contingentes de mano de obra para la realizaciónde una serie de servicios y procesos productivosque tenían lugar en estos establecimientos.

Los mitmaq (o mitimaes) eran grupos étnicosdesplazados de sus lugares de origen, para ser ubi-cados en otras regiones tanto con fines políticos—en el sentido de debilitar o controlar la resis-tencia de regiones rebeldes— como con fines pro-ductivos, al movilizar a comunidades especializa-das en determinadas actividades, o a enteraspoblaciones para el desarrollo de obras públicas,la colonización y el manejo de la producción enzonas donde el estado emprendía proyectos de ex-pansión agrícola. Por ejemplo, en el caso deAyacucho y Abancay, los documentos colonialesdan cuenta de la presencia de una suerte demosaico poblacional, compuesto por diversosgrupos étnicos instalados allí por los inka desde

Fig. 2. Dibujo de Guamán Poma (1980: 309) de Qollqa, depósitosdel Inka, en la que figura un quipu kamayoc rindiendo cuentas aTopa Inca Yupanqui.

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muy diferentes regiones, con la finalidad de con-trolar el núcleo del área Chanka, tradicionalmentereacia a su dominación (Urrutia 1985).1 Losmitmaq podían ser trasladados a miles de kilóme-tros de distancia de su tierra de origen, como su-cedió con poblaciones huancavilca, tallanes omochicas desplazadas de las costas del Ecuador ydel norte del Perú a Abancay; o con cañaris delEcuador y collas y aymaras del altiplano traslada-dos al valle de Yucay; al igual que el archipiélagoétnico conformado por chilques del Cusco,carangas, collas, uros y soras, entre otros del altipla-no, y chiles de Chile que fueron desplazados a lastierras del inka en Cochabamba, en las yungasorientales de Bolivia (Wachtel 1980-1981).2

Mientras que la categoría de los yana aparen-temente correspondía a las personas sujetas a unaprestación de carácter servil, que generalmentehabían perdido su identidad étnica como conse-cuencia de guerras o la represión de rebeliones. Sesupone que en este caso la prestación de trabajo oservicios era forzada por esta situación de origen,si bien no por esto se puede asumir que fueran“esclavos”. Es mas, para dar idea de la compleji-dad de estas categorías, existieron “yanas de privi-legio” es decir gentes yana que por sus servicios alestado inka podían ser nombradas por éste comocuracas o gobernadores de determinadas pobla-ciones (Murra 1980; Rostworowski 1988).

Finalmente, es de destacar que un instrumen-to fundamental de la administración Inka corres-pondía a la aplicación de un sistema de censosque contabilizaban a la población de acuerdo acriterios de género y grupo etario, que servían paracontabilizar y evaluar la capacidad productiva delos distintos componentes y categorías en que seorganizaba la fuerza de trabajo de las poblacionesprovinciales y su capacidad de tributación. Estoscensos poblacionales también incorporaban da-

tos sobre las tierras, los rebaños y la producciónen general. Aparentemente estos censos se realiza-ban separadamente por provincias y el registro dela información estaba a cargo de los khipu kamayoc.La información recopilada se centralizaría en elCusco, permitiendo al aparato del estado estable-cer sus diferentes políticas administrativas en elvasto territorio imperial (Murra 1980).

La expansión territorial inka

Si bien se ha señalado la necesidad de disponer deexcedentes productivos para satisfacer los distintosrequerimientos de las relaciones de reciprocidad,así como las crecientes demandas de rentas porparte de la nobleza de las panaqa, como uno delos mecanismos centrales que podrían explicar ladinámica de la expansión territorial (Rostwo-rowski 1988); otros estudiosos como Rowe (1946,1967) enfatizaron los requerimientos de prestigioy empoderamiento de los líderes de la nobleza opanaqa, como una posible explicación de las su-cesivas campañas de conquista. Es muy posibleque estos aspectos no fueran excluyentes entre sí,sino más bien interdependientes y confluyentesen la dinámica de estos procesos de conquista. Entodo caso, si bien las causas de la expansión terri-torial y el desarrollo de la formación imperial inkano son aun del todo claras, es un hecho innegableque el estado inka abarcó de manera muy rápida,en una o dos generaciones,3 un vasto territorio demás de 5,500 km. de extensión, comprendiendobajo sus dominios a múltiples pueblos y nacio-nes, con lenguas, tradiciones, usos y costumbresmuy distintos entre sí, que es precisamente lo quecaracteriza de manera universal a las formacionesimperiales.

1 En las provincias de Vilcas, Huamanga y Huanta, correspondientes al núcleo central del territorio chanka, casi toda lapoblación era de condición mitmaq. Este impresionante mosaico poblacional estaba conformado por diversas etnias provenientesde diferentes y lejanos territorios, como los cayampi, cañaris y quitos del Ecuador; xauxas y huancas del valle del Mantaro;quiguares y canas del Cusco; etnias de Cajamarca; aymaraes del altiplano; yauyos de la serranía de Lima; e inclusive de algunascomunidades yungas muchic desplazadas desde la costa norte (Urrutia 1985: 37-51).

2 Estas formas de movilización de la población a grandes distancias, debieron tener un soporte importante en el sistema vial,al igual que en la red de tambos y las kallanka, los grandes recintos techados de los asentamientos inka, que se supone tambiénfueron utilizados para albergar tropas y poblaciones transitorias como los mitmaq.

3 La mayoría de estudiosos del tema concuerda en que Pachacutec, con participación de Capac Yupanqui y Tupac Yupanqui,realizó una expansión muy grande que comprometió gran parte del territorio peruano, llegando hasta el sur del Ecuador y el surde Bolivia; luego Tupac Yupanqui habría completado el dominio sobre los valles de la costa y las vertientes orientales del Perú,expandiendo las conquistas hasta la región central de Chile y el noroeste de Argentina y llegando hasta Quito en Ecuador;posteriormente Huayna Capac consolidó estos dominios, pacificando a los Chachapoya y los extendió más al norte hasta losterritorios de los indómitos Pasto, mientras aseguraba las fronteras sur orientales frente a las incursiones de los Guaraníes (D’Altroy 2003: fig. 4.1; Rostworowski 1988; Rowe 1946: Mapa 4).

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Es lógico que esta expansión se diera por eta-pas teniendo como centro la región del Cusco, yasí lo refieren las antiguas crónicas asignando su-cesivamente a Pachacutec, Tupac Yupanqui,Huayna Capac los honores de las respectivas cam-pañas militares (Rostworowski 1988; Rowe 1946).En este proceso de expansión, la estrategia habríasido la de proceder mediante sucesivas avanzadasmilitares, acompañadas de tratativas diplomáti-cas, donde la guerra habría sido el último recurso.Luego de la pacificación de la región recién anexa-da, se habría procedido a consolidar el dominiosobre la misma, estableciendo ciudades y centrosadministrativos como aspecto clave para garantizarsu control por parte del estado; mientras se desa-rrollaba paralelamente la infraestructura vial queaseguraba su conexión con la capital y su articu-lación con otros centros inka, permitiendo el des-plazamiento de tropas y funcionarios, así comode las poblaciones y recursos movilizados. Apa-rentemente, sólo una vez que se superaba esta eta-pa se realizaban los preparativos para una nuevaavanzada sobre nuevos territorios por conquistar.Por su propia lógica, este proceso debe haber ge-nerado fronteras provisionales que fueron varian-do con el transcurrir del tiempo, ya que estas sedesplazaban cada vez más hacia el norte o hacia elsur conforme progresaban las sucesivas anexiones.

A este propósito, se puede destacar que la ex-pansión Inka aparentemente habría seguido unaestrategia similar a la de sus antecesores Wari, enel sentido de privilegiar su desplazamiento a lolargo de los ejes cordilleranos y de los vallesinterandinos. Esta estrategia ofrecía innegablesventajas, dado que los inka no sólo se desplaza-ban por espacios ecológicos semejantes a los pro-pios, sino que se enfrentaban con una fuerza po-derosa y disciplinada a naciones relativamentedispersas y sin una organización de tipo estatal, loque les aventajaba frente a una eventual resisten-cia. Una vez consolidada su presencia y alianzasen las regiones altoandinas, recién entonces pro-cedían a incursionar a la conquista de los vallescosteños y de las prósperas sociedades estableci-dos en ellos, desplegando sus fuerzas en las cabe-ceras de los valles en el caso de que éstas ofrecie-ran una eventual resistencia. De esta manera, es-tados costeños relativamente poderosos fueronenfrentados individualmente, quizás valle por va-lle, asegurando su sometimiento ‘pacífico’ o sudesarticulación en caso que su rebeldía o poderatentara contra el establecimiento de la pax inka.

Es interesante notar que así como los inka apli-can tácticas diferenciadas en su expansión territo-

rial, según las condiciones existentes en las regionesen las que intervienen, también establecen en estasdiferentes estrategias en lo que se refiere al empla-zamiento y características de sus asentamientosprincipales (Menzel 1959; Morris 1973). Mien-tras en las regiones altoandinas establecen sus cen-tros de acuerdo a modelos definidos para la ad-ministración provincial; en el caso de los vallescosteños donde existen ciudades y centros urba-nos, estos cuando son funcionales a la presenciainka son mayormente mantenidos con determi-nados niveles de autonomía, limitándose las in-tervenciones inka a la inserción de algunas edifi-caciones o a la remodelación de determinados sec-tores del asentamiento, o inclusive, a una simpleadecuación de ciertos edificios preexistentes, talcomo hemos ya señalado en el capítulo anterior.

Fig. 3. Mapa del Tahuantinsuyu con las posibles fases de expansiónterritorial alcanzadas por los Inka bajo la conducción de Pachacutec,Topa Inca y Huayna Capac, según Rowe (1946: Mapa 4).

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En otros casos, como es el de Chanchán, luego dela estrategia Inka que conduce a la desarticula-ción política del estado y la nobleza Chimú, laciudad capital languidece y habría sido finalmen-te condenada al abandono (Rowe 1948)

La necesidad del estado inka de establecer ciu-dades, centros administrativos y establecimientosde distinta función en regiones como lasaltoandinas, que carecían de ciudades o de cen-tros urbanos vigentes, fueron un motivo más paraque el estado inka requiriera fundar ex novo suspropios asentamientos y se viera en la necesidadde establecer formalmente el diseño planificado,mediante la definición de determinados modelosurbanísticos que veremos más adelante. Esta es-trategia Inka de establecer sus principalesasentamientos en las regiones altoandinas es des-tacada de manera perspicaz por Cieza (1984: 223),quien escribe al respecto “...Y los tributos que da-ban a los reyes Ingas, unos dellos los lleuauan alCuzco, otros a Hatuncolla, otros a Bilcas, y algunosa Caxamalca. Porque las grandezas de los Ingas, ylas cabezas de las prouincias, lo más substancial eraen la sierra”.

Cieza (1984: 258) se refiere también a la con-cepción Inka sobre la división de sus territoriosprovinciales, anotando que: “...assí estos Indios paracontar las (provincias) que auía en tierra tan gran-de lo entendían por sus caminos”. Hyslop (1990:58), destaca esta inteligente apreciación, en el sen-tido de que desde éste punto de vista, lo centralno era tanto la sucesión y extensión de los territo-rios provinciales, sino mas bien el acceso que setenía a estos dominios mediante los diferentescaminos. De esta manera, los pueblos, los lugaresy los recursos de las distintas regiones son referi-dos a partir de su relación con el sistema de cami-nos que articulaban el territorio.

En todo caso Hyslop (1990: 274) al señalarque los centros principales Inka estuvieron em-plazados sobre los principales caminos, advierteque la decisión sobre la posible localización deestos pudo ser condicionada por la preexistenciade los caminos. En este sentido, la estrategia deldesarrollo caminero mayormente por las plani-cies altoandinas de puna, especialmente en los tra-mos de la sierra central, habría ofrecido rutas másrectas y de comunicación más rápida, evitandolos rodeos que habría significado transcurrir porlas grandes concentraciones poblacionales insta-ladas en los valles. De acuerdo a esta hipótesis, alprivilegiar la ruta su desarrollo por las zonas depuna, el emplazamiento de los principales cen-tros administrativos se definirá en este zona en

estrecha conexión con el camino, aun cuando estoimplicara una relativa lejanía con relación a laszonas más densamente pobladas (ibid: 276).

Sin embargo, se pueden sopesar también otrosaspectos que debieron intervenir en la definiciónde este tipo de localización. Uno de ellos podríaser la necesidad de establecer un emplazamientoen una posición central con relación a las pobla-ciones y las tierras productivas de los valles que seencontraban alrededor de estas punas, con la po-sible ventaja de tener escasas interferencias en suoperación urbana, como vial, por parte de laspoblaciones locales, mayormente concentradas enlos valles. Una segunda razón de peso podría te-ner que ver con requerimientos productivos y dealmacenamiento, que se verían favorecidos porinstalaciones en este piso ecológico, donde es fac-tible desarrollar los procesos de deshidratación detubérculos (chuño, papa seca, etc.) y carnes (char-qui), así como la conservación de estos y otrosproductos agrícolas en depósitos o qollqas insta-lados en lugares que por su naturaleza ofrecen cli-mas secos y de bajas temperaturas, como son losde la puna.

La ciudad del Cusco

La ciudad capital del Tawantinsuyu se encuentraenclavada en la cuenca del río Huatanay a 3,395msnm. y se localiza en la parte alta del valle don-de confluyen 3 ríos: el Chunchulmayo, el Shapi oHuatanay, y el Tullumayo. La presencia de estosríos en el lugar de emplazamiento de la ciudad nosólo debió ser importante por razones económi-cas, sino también por representar este punto deencuentro un tinkuy, un lugar reverenciado y conconnotaciones sacras desde la concepción de lamitología andina. Precisamente en la traza de laciudad se incorporaron activamente los cursos delos ríos, ya que el Huatanay dividía la gran plazacentral en sus dos mitades: Haucaypata al este yCusipata al oeste; mientras el Tullumayo delimi-taba los linderos del área central de la ciudad ha-cia el este; y posiblemente el Chunchulmayo de-finía los límites de su aparente área de expansiónhacia el suroeste. Así mismo, la confluencia de losríos coincidía con el sector denominado PumacChupan (la cola del puma) conformando un ex-tremo de la figura mítica que, como veremos másadelante, habría sido la forma asumida para eldiseño del plano de la ciudad. Por otra parte, exis-ten evidencias de que tanto el Huatanay como elTullumayo fueron canalizados en los tramos que

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atravesaban la ciudad e inclusive más allá.4 Estascanalizaciones, además de formalizar el curso delos ríos, habrían respondido a la necesidad de de-secar y drenar las zonas inundables que se encon-traban donde se instaló parte del área central de laciudad y la gran plaza (Gasparini y Margolies1977).

Según el cronista Betanzos (1987: 75-79) ha-bría sido el Inka Pachacutec el artífice de laremodelación de la ciudad con miras a convertir-la en la capital del naciente imperio, establecien-do su diseño y la traza de sus calles, para lo cual elInka habría mandado modelar maquetas de arci-lla. Esta, como otras fuentes etnohistóricas, in-forman también que la edificación de la ciudadhabría significado el desplazamiento previo de lapoblación originaria (no Inka) que se encontraba

asentada en el lugar y su reubicación en los extra-muros de la ciudad, ya que su área central estuvodestinada exclusivamente a la población Inka. Asímismo, se reporta que el esfuerzo constructivohabría demandado la movilización de 50,000 tra-bajadores a lo largo de unos 20 años (Hyslop 1990:32-34). Sobre este trascendente episodio, se citana continuación algunos extractos que considera-mos relevantes de la pluma del propio Betanzos(1987: 75-79).

...porque tenía en si acordado de hacer e reedificar laciudad del Cuzco de tal manera que para perpetua-mente fuese hecha... ...Ynga Yupangue trazó la ciu-dad e hizo hacer de figuras de barro bien ansi como élla pensaba hacer y edificar... ...lo más del asiento dela ciudad es eran ciénagas e manantiales de agua to-dos los cuales manantiales mandó que fuesen tomados

4 A unos 10 km. al sureste de la ciudad del Cusco aún se conservan evidencias de la canalización del Huatanay (Gasparini yMargolies 1977: 60, fig. 51).

Fig. 4. Plano general del Cusco Inka, con los sectores Hanan y Hurin (Gasparini y Margolies 1977: fig. 40).

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e reparados de tal manera que las casas de la tal ciu-dad fuesen por sus caños y hechos fuentes para el servi-cio de proveimiento dellas e ansi mesmo a otros man-dó que sacasen e abriesen los cimientos de las talescasas y edificios de la ciudad e a otros mandó queacarreasen cantería para el edificio que se había deedificar... ...e a otros mandó hacer adobes de barro etierra pegajosa... ...con los cuales adobes se había deedificar desde la obra de cantería para arriba hastaque los tales edificios estuviesen en el altor e ser quehabía de llevar a otros mandó que trujesen y acarreasenmucha cantidad de madera de alisos largos y derechos...

...e luego mandó Ynga Yupangue que se saliesen todoslos de la ciudad del Cuzco de sus casas e sacasen todolo que dentro dellas tenían e se pasasen a los poblezuelosque por allí juntos eran e como esto fuese ansi hechomandó que las tales casas fuesen derrivadas por tierradonde como esto fuese hecho limpio y allanado el mis-mo por sus manos juntamente con los demás señoresde la ciudad haciendo traer un cordel señaló y midiócon el tal cordel los solares e casas que ansi se habíande hacer e cimientos y edificios dellas...

...e siendo ya allí los pertrechos necesarios para la talobra comenzaron a hacer edificar su ciudad e casasdella los cuales edificios y casas fueron hechos andan-do en la obra y edificio dellos continuamente mien-tras la obra duró cincuenta mil indios e tardóse desdeque Ynga Yupangue mandó comenzar a reparar lastierras y ríos de la ciudad... ...hasta que todo lo cualque oido habeis fue hecho y acabado veinte años...

El propio Pachacutec Inca Yupanqui habríadefinido que el plano de la ciudad asumiera laforma de la figura mítica de un Puma, correspon-diendo el cuerpo del felino al área central de laciudad, donde al centro se encontraba la gran plazay las edificaciones de los principales complejos,correspondientes a los palacios, templos e insti-tuciones estatales; mientras que, la confluencia delos ríos Huatanay y Tullumayo conformaba ellugar denominado Pumac Chupan o la cola del

Fig. 5. Vista de los años 30, en la que se aprecia la canalización delrío Huatanay a la altura de la calle Saphi, cuando aún atravesaba laciudad del Cusco al descubierto (foto: Abraham Guillén, enGasparini y Margolies 1977: fig. 52).

Fig. 6. Plano de la plaza Inka delCusco con el sector Haucaypata(1) y Cusipata (2) (Gasparini yMargolies 1977: fig. 49).

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puma. La imagen mítica debería haber proyecta-do sus extremidades hacia los sectores al suroestedel área central, y estaría incompleta de no haber-se dispuesto la construcción del complejo deSaqsawaman en la alturas que dominan el nortede la ciudad, configurando la cabeza de la formasimbólica (Rowe 1967).

La gran plaza central, posteriormente recorta-da y reducida en tiempos coloniales,5 estaba dividi-da en dos mitades —Haucaypata al este y Cusipataal oeste— y constituía el lugar central donde con-fluían los caminos desde los cuatro suyos. La pla-za era también el lugar donde la ciudad se dividíaen dos mitades: Hanan al norte y Hurin al sur,teniendo como límite divisorio el lado sur de laplaza, correspondiente a la calle Hatunrumiyoc.Esta división de la ciudad en las mitades Hanan yHurin se correspondía físicamente con la divisiónsocial de los linajes o panaca de la nobleza Inka,en un número equivalente por cada mitad, y don-de los linajes afiliados a cada una de estas teníanresidencia y sus respectivos palacios.

Adicionalmente los Inka manejaron el siste-ma de Ceque desde el Korikancancha, el principaltemplo dedicado al dios sol y desde el cual se irra-diaban una serie de ejes de orientación sacra que

se dirigían a huacas o lugares sagrados de diversaíndole natural, tales como nevados, rocas y manan-tiales. De modo que a la cuatripartición en suyusy a la bipartición Hanan y Hurin, adicionalmentese le incorporaba un esquema tripartito que sub-dividía cada uno de estos espacios según las líneasde Collana, Payan y Cayao. Sin embargo, las lí-neas generadas por el sistema de Ceque aparenteno tuvieron una expresión física en la organiza-ción de la trama urbana y sí más bien en su pro-yección a los territorios aledaños a la ciudad, don-de habrían definido la repartición y acceso a lastierras agrícolas y sus respectivas fuentes de aguapor parte de las panaqa (Hyslop 1990: 65-68).

Alrededor de tres de los lados de la plazaHaucaypata -ya que el lado suroeste daba al ríoHuatanay y ofrecía continuidad con la plazaCusipata- se instalaron algunos de los complejosprincipales de la ciudad. Este es el caso de los com-plejos Amarukancha y Hatunkancha, ubicados dellado sureste de la plaza, albergando este últimoun aqllawasi donde vivían y trabajaban las muje-res escogidas para el culto al sol. Del lado norestedebieron encontrarse Kiswarkancha y Kuyusmanco,complejos desaparecidos por la posterior construc-ción en su lugar de la catedral colonial. Mientras

5 Gran parte de la actual Plaza de Armas de la ciudad colonial del Cusco correspondió a la Plaza Haucaypata, mientras que laPlaza Cusipata fue mayormente ocupada por el reparto de solares. Esta última plaza pudo extenderse hasta lo que es hoy elconvento de San Francisco o, por lo menos, hasta el límite definido por la casa de Garcilaso (Gasparini y Margolies 1977: 57-58,figs. 49 y 50).

Fig. 7. Plano del Cusco con elregistro de muros Inka y la ubi-cación de:1) Plaza Haukaypata;2) Plaza Cusipata;3) Qasana;4) Cora Cora;5) Palacio de Huascar;6) Kiswarkancha;7) Cuyusmanco;8) Amarukancha;9) Hatunkancha;10) Cusikancha;11) Plaza Intipampa;12) Plaza Limacpampa;13) Qorikancha.(Redibujado de Agurto 1980:111, en Hislop 1990: fig. 2.3).

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del lado noroeste se reporta la presencia de loscomplejos de Qasana y Cora Cora. Los cronistasproporcionan una información muy importante,cuando señalan que cada unos de estos palacios,templos y edificaciones principales estaban dota-dos en sus frentes que daban a la plaza de amplios‘galpones’ que conocemos como kallanka. Demodo que estas edificaciones de planta rectangu-lar alargada, no sólo definían el perímetro de laplaza Inka del Cusco, sino que cada una de estaskallanka aparentemente constituía una gran áreatechada que servía de zona de recepción previa alingreso a sus respectivos complejos, como tam-bién pudieron servir de espacio de representaciónpública en determinados eventos y celebraciones(Gasparini y Margolies 1977: 46-72, 206-208, fig.40; Hyslop 1990: 40-44, fig. 2.3).6

Las referencias de los cronistas con relación a lapresencia de una estructura ceremonial correspon-

diente a un ushnu en el centro de la plaza o cercade uno de sus lados, posiblemente frente al com-plejo Amarukancha, señalaría que en la concepciónde la plaza del Cusco, estaba también presente estecomponente fundamental de la sacralidad de esteespacio, que —con las kallankas dispuestas en superímetro— definirá el modelo de las plazas inkasestablecidas en las ciudades y centros administra-tivos de los lejanos territorios provinciales.

La trama urbana del Cusco Inka fue sustan-cialmente ortogonal. Sin embargo, sea por el nece-sario ajuste con relación al relieve de la topografía,o por la presencia del curso de los ríos, estaortogonalidad no habría sido estricta, de modoque los bloques edificados pueden presentar for-mas trapezoidales o ligeramente irregulares. Lascalles de la ciudad eran relativamente estrechas ysegún Agurto (1980: 96) las principales teníanentre 5.60 a 4.40 m de sección; mientras las callesmenores de 4.00 a 3.20 m y los estrechos pasajeso callejones de 2.40 a 1.60 m de ancho. Todasestas calles estaban pavimentadas con piedras ypresentaban un canal al centro para el drenaje delas aguas de lluvia. Especialmente en el sector nortede la ciudad, donde la pendiente es más marcada,estas calles presentaban gradas o escalones ade-cuadas para superar los desniveles pronunciadospor parte de la circulación peatonal, sin embargoestas han ido desapareciendo progresivamente apartir de la introducción del tráfico carrozabledesde época colonial (ibid.).

Agurto (ibid: 96, 142-144) señala también quelas calles longitudinales que corren de noroeste asureste, se entrecruzaban con otras transversalesde suroeste a noreste, conformando bloques ounidades edificadas cuyas dimensiones variabande 30 a 45 m de ancho y entre 45 a 70 m de largo,lo que no excluye que al interior de estos bloquesse desarrollaran pasajes o corredores que los sub-dividieran interiormente. Estos bloques conteníana su vez varias kancha, es decir conjuntos con elcaracterístico patrón arquitectónico inka, que con-cibe el ordenamiento de los edificios organizán-dolos alrededor de un patio central.7

Las edificaciones de las kancha compartían estepatrón de organización espacial no obstante co-

6 Para las kallanka del Cusco, Garcilaso (1959: 297) informa que estas representaban un lugar de refugio frente a eventualeslluvias y cuyos amplios espacios permitían acoger a un enorme número de personas, asegurando así la celebración de los ritualesy festividades de no poderse realizar estos en el espacio abierto de la plaza. A éste propósito refiere que: “En muchas casas de las delInca había galpones muy grandes de a doscientos pasos de largo y de cincuenta y sesenta de ancho, todo de una pieza, que servían de plaza,en los cuales hacían sus fiestas y bailes cuando el tiempo con aguas no les permitía estar en la plaza al descubierto. En la ciudad del Cozcoalcancé a ver cuatro galpones destos que aún estaban en pie en mi niñez”.

Fig. 8. Cusco: muro Inka en la calle Hatunrumiyoc (Canziani).

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8. EL IMPERIO INKA 421

rrespondieran a distintas funciones, ya sea de ca-rácter residencial, ceremonial o productivo. Estees el caso aparente de los palacios principales enlos alrededores de la plaza de Haucaypata cuyassalas, aposentos y dependencias de servicio, de-bieron ordenarse bajo la forma de kancha, al igualque las instalaciones ceremoniales, residenciales yproductivas de los aqllawasi e, inclusive, del prin-cipal templo conocido como Qori Kancha, cuyosvestigios evidencian también un plano conforman-do una kancha. Tal como destacan Gasparini yMargolies (1977: 229-242, fig. 233), más allá dela sencillez de la planta del principal recinto sacrode los Inka, la fina cantería de las edificaciones deesta kancha expresan la alta valoración de su des-tacada función. Otros rasgos sobresalientes subra-yan esta calidad especial del recinto, como es el

caso del espléndido muro curvo que se proyectade forma prominente en su extremo oeste.

Al parecer en el diseño urbano de la capitalInka se había previsto su desarrollo y crecimientofuturo, acorde con las fundadas expectativas deuna larga duración y progresivo desarrollo impe-rial. De esta manera, además del área central dela ciudad ocupada por la nobleza Inka, existía alsuroeste un área intermedia que se extendía desdeel río Huatanay hasta el Chunchulmayo que habríaestado destinada al crecimiento y expansión de laciudad. Esta área mayormente deshabitada fuemodelada con terrazas y en el momento de la con-quista estaba ocupada por campos de cultivo.8

Alrededor de la ciudad se habrían desarrolladounos doce barrios, que formaban un anillo quemantenía como área de aislamiento una franja li-

Fig. 9. Posible plano del templode Qorikancha según Gasparini yMargolies (1977: fig. 233).

7 Refiriéndose a las edificaciones que posiblemente componían las kancha Garcilaso (1959: 298) señala que: “...todas eranpiezas bajas, y no trababan unas piezas con otras, sino que todas las hacían sueltas, cada una de por sí...”. Efectivamente ha llamado laatención de los estudiosos de la arquitectura Inka, que se asumiera con tanta rigidez un patrón que establecía una distribución deambientes independientes y sin conexión directa entre sí, no obstante que esto generara incomodidades al tener que circularobligadamente entre patios y pasillos al aire libre para pasar de una pieza a la otra, más si se considera que este tipo de patrónarquitectónico se desarrolló mayormente en regiones altoandinas sujetas a lluvia y frío intenso (Gasparini y Margolies 1977: 186-199).

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bre de toda ocupación entre estos barrios y lasáreas central y de expansión de la ciudad. Estadisposición habría respondido al requerimientode aislar el área nuclear de la ciudad, refrendandosus connotaciones sacras, como también a la ne-cesidad de establecer un área de aislamiento y tran-sición entre la población Inka y las poblacionesde otro origen étnico establecidas en el entornode la ciudad (Agurto 1980: 126; 1987: 94-102).9

Más allá, a unos 5 o más kilómetros de distanciade la ciudad, se encontraban las áreas suburbanasconformadas por campos de cultivo del estado y

pequeños asentamientos supeditados a la adminis-tración de la ciudad (Niles 1984). Sin embargo, nose sabe con precisión donde terminaban los vastosdominios de la ciudad y donde se iniciaba el de lossuyu (Agurto 1980: 119-121; 1987: 76-86).

Tal como mencionamos anteriormente, en elextremo norte de la ciudad y coronando la eleva-ción de una colina, se encuentra el complejo deSaqsaywaman de aparente función ceremonial ymilitar, en cuyo frente norte destaca la secuenciade tres murallas paralelas de trazo aserrado. Estasmurallas están conformadas por enormes bloquesde piedra, lo que le confiere una majestuosa ex-presión megalítica, mas aún cuando estos bloquesdescomunales han sido concertados en un colosaly a la vez impecable aparejo poligonal. Estas im-ponentes murallas, de las cuales aparentemente seha perdido el tercio superior por los continuosdesmontajes realizados en época colonial,10 ope-raban como muros de contención de sendas pla-taformas. Estas plataformas escalonadas condu-cían hacia la cima del complejo, donde se hanencontrado vestigios de terrazas, plazas, acueduc-tos y los cimientos de recintos rectangulares y deuna gran edificación que debió corresponder a un

8 Por ser un aspecto menos notorio en la traza urbana del Cusco, hay que destacar que para superar las marcadas pendientesdel área central de la ciudad Inka, sus urbanistas recurrieron también en este sector a la construcción de terrazas, en este caso paraerigir sobre ellas sus edificaciones.

9 Los distintos grupos étnicos que residían momentánea o permanentemente en los alrededores de la ciudad, se habríanubicado en los barrios cuya orientación con relación al centro de la misma reproducía la posición que sus respectivas provinciasy regiones de origen tenían con relación al Cusco, como si el micro cosmos étnico así conformado alrededor de la ciudad capitalreplicara el universo poblacional adscrito al Tawantinsuyu (D’Altroy 2003: 119; Hyslop 1990: 64; Rowe 1967).

10 Desde los primeros testimonios de los cronistas que trasmiten el enorme impacto que les causó la visión de Saqsaywaman,se reporta también el desmantelamiento de sus edificaciones al utilizárseles como cantera para las construcciones del Cuscocolonial, inclusive de la propia catedral. A este propósito, con su reconocida lucidez, Cieza (1984: 257) lamenta su progresivadestrucción: “Tiene la ciudad a la parte del norte en el cerro más alto y más cercano a ella vna fuerza, la qual por su grandeza y fortalezafue excellente edificio, y lo es en este tiempo: aunque lo más della está deshecha, pero todauía están en pie los grandes y fuertes cimientoscon los cubos principales.” En otra parte de su obra Cieza (1985: 149) lanza un temprano reclamo conservacionista, al sostener que“...Lo que desta fortaleza y de la de Guarco an quedado, sería justo mandar conservar para memoria de la grandeza desta tierra...”.

Fig. 10. Vista del muro curvilíneo en el extremo oeste del templode Qorikancha (Canziani).

Fig. 11. Foto aérea oblicua del Cusco con Saqsaywaman en primerplano (Servicio Aerofotográfico Nacional).

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elevado torreón de planta circular (Gasparini yMargolies 1977: 291-300).

Del lado norte de las murallas zigzagueantesdel conjunto se desarrolló una vasta explanada, amanera de plaza, la que tiene como límite norteun gigantesco afloramiento rocoso natural cono-cido como rodadero, que fue parcialmente labra-do formando escalones o graderías desde dondelos Inka presidían ceremonias, se realizaban ritua-les de adoración y se depositaban ofrendas, encuanto esta roca era considerada una importante

huaca del sistema de Ceque del Cusco (Hyslop1990: 51-57, 103).

En cuanto a las dimensiones físicas de la ciu-dad y la posible población del Cusco, Agurto (1980:122-128; 1987: 76-92) propone algunas interesan-tes estimaciones. De acuerdo a esta reconstrucciónhipotética, fundamentada en el registro de los ves-tigios de la ciudad Inka y la consulta de los docu-mentos históricos, la extensión del núcleo centralcorrespondería a unas 40 ha. con un área de ex-pansión de éste sector central de 48 ha. mientras elsector de aislamiento libre de edificaciones alcan-

Fig. 12. Plano de Saqsaywaman(Gasparini y Margolies 1977:fig. 302).

Fig. 13. Murallas de Saqsay-waman (Canziani).

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zaría 105 ha. y los barrios del sector periférico algomás de 280 ha. En cuanto a la posible poblaciónde la ciudad, se estima que para el núcleo centralésta podría haber alcanzado de 15 a 20 mil habi-tantes; mientras que para los barrios periféricos másde 50 mil habitantes; y para las zonas sub urbanasde 50 a 110 mil habitantes. Estas cifras resultarían,de acuerdo a una estimación prudente, en un totalde 115 mil, a una máxima de 180 mil habitantes.Sin embargo, el propio Agurto (1987: 90) advierteque este número pudo ser oscilante, especialmentesi se considera los momentos en los cuales se reali-zaban eventos ceremoniales en la ciudad. Otra di-ficultad en estas estimaciones consiste en que granparte de la población concentrada alrededor delCusco residía en ella como mitimaes —es decir ensu condición de comunidades desplazadas de sulugar de origen— o en calidad de mitayos queefectuaban de forma temporal diversos trabajos yservicios en la ciudad (Hyslop 1990: 62-65).

Otros asentamientos en los alrededores delCusco

Nos referiremos en este apartado a los principalessitios que se encuentran en los alrededores delCusco y la región aledaña a la capital. Lo haremosbrevemente, tanto porque existen otros estudiosdonde estos han sido descritos amplia y detalla-

damente, como también porqué estos sitios revis-ten un carácter muy especial —en cuanto mu-chos de ellos fueron estancias y posesiones rea-les— cuyas características no corresponden pre-cisamente a las entidades urbanas que motivan latemática central de nuestro estudio, por lo quenos limitaremos a destacar los aspectos que nosparezcan relevantes al respecto.

Entre este tipo de sitios, revisten una notableimportancia los célebres asentamientos quejalonan el valle del Urubamba, como son Pisac,Ollantaytambo, Patallaqta, y otros como PhuyuPatamarca y Wiñay Wayna, que se encuentran alo largo del camino que finalmente conduce alemblemático Machu Picchu. Se ha establecido quela mayoría de estos establecimientos, a los quepuede sumarse Yucay, Tipón y Chinchero, corres-pondieron a estancias o posesiones reales. Lo quepuede considerarse una tardía manifestación yano de propiedad enajenada por el estado, sino depropiedad privada de tierras y lugares ejercida porla nobleza Inka, ya que existen diversas referen-cias que señalan a estos sitios como pertenecien-tes a determinados Inka o a sus panaqa.11

En el caso de Pisac, el sitio se encuentra em-plazado de forma espectacular coronando los ce-rros que dominan la margen derecha o norte delrío Urubamba. Está organizado básicamente endos sectores principales, donde se concentran edi-ficaciones construidas con cantería fina. Estos sec-

11 Entre estas estancias reales, se asigna Pisac, Ollantaytambo y Machu Picchu a Pachacutec; Chinchero a Tupac Yupanqui; yYucay a Huayna Capac (Rostworowski 1988).

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Fig. 14. Pisac: sistema de an-denes en el flanco este delasentamiento (Canziani).

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tores se encuentran separados entre sí unos 200m. con al sureste el sector de Pisaqa y al noroesteel de Intiwatana (Hyslop 1990: fig. 11.4). En lasladeras al este del sitio y partir de los sectores edi-ficados, se despliega una de las más espectacularesobras de andenería Inka. Algo similar sucede al

sur del sitio, donde los andenes descienden verti-ginosamente una pendiente mucho más pronun-ciada hacia el fondo del valle.

En este como en otros casos, los andenes masque una función productiva de orden agrícola, odestinada a estabilizar los suelos de las edificacio-nes asentadas en laderas, evidencian que su cons-trucción trascendió los aspectos meramente pro-ductivos o funcionales, primando los criterios es-téticos que llevaron a modelar el paisaje, con untratamiento cuasi escultórico, integrando en él losasentamientos y la volumetría de sus edificaciones.

Estas características de especial integraciónentre el asentamiento edificado y el paisaje mode-lado de forma tan magnífica, nos indican que es-tos dos aspectos no pueden ser vistos por separa-do, dado que no fueron realizados de manera in-dependiente uno del otro, sino más bien comoparte de un mismo diseño y una intervención in-tegral. Esto ha llevado a algunos estudiosos a sos-tener con razón que este tipo de terrazas o ‘ande-nes de prestigio’ son parte fundamental de la con-cepción de los asentamientos Inka (Niles 1982).Estos andenes se distinguen de los usuales ya quesus muros de contención son normalmente másaltos y están elaborados con piedra canteada, loque los diferencia de los comunes andenes agrí-colas. Otro aspecto trascendente es que, mientraslas terrazas agrícolas siguen básicamente las cur-vas de nivel, el diseño de estos andenes configu-ran formas curvilíneas o geométricas que mani-fiestan claramente la imposición de la modelacióndel territorio, como si esta irradiara de losasentamientos establecidos en él. Se ha señalado

Fig. 15. Pisac: sistema de andenes en el flanco sureste del asenta-miento que es coronado por el sector de Pisaqa (Canziani).

Fig. 16. Pisac: sector de Pisaqaen el que se aprecia el ordena-miento radial de los edificios(Canziani).

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que este tipo de rasgos, unidos al especial arreglode rocas y elementos naturales, así como la pre-sencia y diseño de reservorios, canales, baños yfuentes de agua, corresponden a la particular in-tegración paisajística que tuvieron estas exclusi-vas estancias reales (Hyslop 1990: 298-301).

Algunos excepcionales testimonios de esta in-tegración paisajística se encuentran en la organi-zación radial de las kanchas del sector de Pisaqa,cuyas estructuras desplegadas en arco se constitu-yen en el elemento central desde el cual se irradiaun sistema concéntrico de andenes. Este tipo deintervenciones manifiestan también un exquisitocuidado por los detalles en zonas específicas. Estees el caso del arreglo de andenes dispuestos enabanico, que sirven de magnífico escenario parael establecimiento de un sistema de baños o fuen-tes rituales, asociadas a una edificación ceremo-nial de planta circular, que ocupan una pequeñaquebrada al norte del sector de Intiwatana.

A este propósito, es importante destacar queen el caso de Pisac estas intervenciones territoria-les no se limitaron al entorno inmediato del asen-tamiento, ya que fueron acompañadas por otrasobras gigantescas que tuvieron un enorme impactoal generar una vasta transformación del paisajeterritorial en este sector del valle. Al respecto, elcronista Betanzos describe con detalle el procesode encauzamiento del río Urubamba, la amplia-ción de las tierras de cultivo y la remodelaciónintegral de esta zona del valle:

...y luego fue sumando a todas las provincias ydentros de seis meses se juntaron ciento cincuentamil indios en la ciudad del Cusco y como el Yngalos viese mandó a los señores del Cusco que se fue-

sen con aquella gente y la llevasen al valle de Yucayy él ansi mismo fue con ellos y luego puso en obraen aderezar del valle e hizo que el río fuese echadopor la parte de hacia el Cusco haciéndolo fortalecery haciéndole madre por do fuese y por la parte queel río iba hizo derribar los cerros y allanarlos y ansi

Fig. 17. Pisac: complejo al nor-te del sector Intiwatana, conedificaciones y un conjunto debaños de posible función ritual,en el que destaca la especial in-tegración de un conjunto deandenes desplegados en abani-co (Canziani).

Fig. 18. Pisac: sistema de andenes en la margen derecha del valle,modelados con formas curvilíneas concéntricas y geométricas. Alfondo, se aprecia un tramo canalizado del río Urubamba (Canziani).

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hizo el valle llano a la manera que en él se sembrasey cogiese y hizo que en él se edificasen ya casas yaposentos... (Betanzos 1987: cap. XLIII).

El célebre establecimiento Inka deOllantaytambo se ubica 97 km. al noroeste de laciudad del Cusco, en un lugar a unos 2,800 msnm.donde se produce la confluencia del valle del

Urubamba con la quebrada del río Patacancha.La foto aérea de este sector del valle del Urubamba,permite apreciar que éste fue sujeto a una impre-sionante modificación paisajística, con el diseñode un sistema de andenes que se despliegan deforma radial en el fondo del valle, teniendo comocentro el promontorio sobre el cual se asienta el

Fig. 19. Ollantaytambo: fotoaérea del sito (Bengsston 1998:fig. 6).

Fig. 20. Ollantaytambo: vistadel sistema de andenes dispues-tos en forma radial al sur delsitio, en la margen derecha delvalle de Urubamba. Al fondose aprecia la enorme rampaconstruida para permitir el as-censo de los bloques de piedradurante la construcción deltemplo (Bengsston 1998: fig.38).

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sector ceremonial del sitio (Bengtsson 1998: fig.6 y 38; Protzen 2005: fig. 1.2).

El sitio está dividido en dos grandes sectorespor el río Patacancha: al oeste el sector ceremo-nial denominado Araqama Ayllu; y al este el sec-tor denominado Qosqo Ayllu, que corresponde aun notable conjunto urbano. El sector oeste pre-senta como elemento central la plaza deManyaraqui y comprende un complejo conjuntode sistemas de andenería, depósitos, canales, fuen-tes, baños y rocas labradas, que constituyen elentorno inmediato del promontorio sobre cuyacima se instalaron las edificaciones de un posibletemplo del sol o centro religioso, cuya imponenteconstrucción megalítica no sólo quedó inconclu-sa al producirse el evento de la conquista, sinoque aparentemente lo fue cuando estaba sujeta a

radicales procesos de remodelación (Gibaja 1984;Hyslop 1990; Protzen 2005).12

La reconstrucción hipotética de la plaza deManyaraqui, permite suponer que estaba rodea-da por un conjunto de edificios de tipo similar encada uno de sus lados. Dos de estos edificios, ubi-cados en el lado sur de la plaza, parecen corres-ponder a kallankas separadas entre sí por un corre-dor que coincide con el eje central de la plaza.13

En el sector al este del sitio se encuentra elextenso conjunto urbano de traza ortogonal quepresenta una planta trapezoidal, quizás por la ne-cesidad de amoldarse al progresivo estrechamien-to de la quebrada donde se emplazó este sector.Cuatro calles corren longitudinalmente de sur anorte y son cortadas por ocho calles transversales,formando así bloques prácticamente ortogonales.En el centro del conjunto de planta trapezoidal

Fig. 21. Ollantaytambo: plano general (Hyslop 1990: fig. 5.5).

12 Está comprobado que los colosales bloques de riolita rosada que conformaron el muro megalítico del templo, provienen dela cantera de Kachiqhata, ubicada en la otra margen del Urubamba entre 3,200 y 3,600 msnm. y a unos 5 km. del sitio, dondefueron parcialmente labrados y luego hechos descender por la ladera, para después cruzar el río y hacerlos ascender mediante unaenorme rampa hasta el lugar de la obra, empleando arneses bastante elementales y seguramente un formidable despliegue defuerza de trabajo (Bengtsson 1998; Protzen 2005).

13 Algo similar se aprecia en las dos kallanka que se encuentran del lado este de la plaza de Huánuco Pampa, cuyo corredorcentral que las separa hace parte de la secuencia de portadas del conjunto IIB, el único conjunto además del ushnu que exhibecantería fina de tipo imperial, evidenciando su carácter palaciego (Morris y Thompson 1985: 83).

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dos bloques habrían sido dejados libres de edifi-caciones configurando una plaza; mientras otraplaza se encuentra aún hoy en su extremo sur(Gasparini y Margolies 1977: 72-79, fig. 59).

Dentro de cada uno de los bloques formadospor la retícula de las calles, se configuraron doskanchas contrapuestas que comparten un muromedianero y la unidad arquitectónica de mayorimportancia y altura, dispuesta al centro del blo-

que. Este edificio central, estaba también subdi-vidido en dos unidades independientes, separa-das por el muro medianero que, a su vez, confor-maba la cumbrera de un techo a dos aguas (ibid:195-196, fig. 198). Existen evidencias que per-miten afirmar que este edificio central de laskancha tenía dos pisos, accediéndose al nivel su-perior mediante una escalinata exterior elaboradacon lajas empotradas dispuestas en voladizo(Protzen 2005: 79-93). Las edificaciones y patioscaracterísticos de estas kancha habrían tenido unafunción productiva y residencial por parte de lapoblación concentrada en este sector del asenta-miento. Es también relevante señalar que las ca-lles longitudinales están dotadas de canales quecorren al pie de los muros de los recintos de laskancha, proporcionando agua corriente a sus ha-bitantes, tal como sucede aún hoy con las fami-

Fig. 22. Ollantaytambo: murociclópeo que formaba parte deun templo del sol cuya construc-ción quedó inconclusa(Canziani).

Fig. 23. Ollantaytambo: detalle del muro del templo con relievesescalonados (Canziani).

Fig. 24. Ollantaytambo: reconstrucción isométrica de uno de losbloques conformado por dos kanchas contrapuestas (Gasparini yMargolies 1977: 198).

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lias campesinas que siguen habitando estos edifi-cios en un notable caso de continuidad cultural.14

Otras variantes de planeamiento, a partir de laconformación de bloques organizados interior-mente mediante kanchas se puede apreciar en elsitio de Patallaqta, localizado en el valle delCusichaca un afluente del Urubamba y que estáasociado al camino Inka que conduce a MachuPicchu. El sector edificado del sitio se ubica al piede un cerro y está emplazado sobre una ampliaterraza que corona una secuencia de andenesconcéntricos que replican el borde curvilíneo de

la terraza, modelando magistralmente toda la la-dera baja del cerro (Gasparini y Margolies 1977:81-83, fig. 71 y 72). Estos angostos andenes seinterrumpen en el piso del valle, dando paso acampos de cultivo en terrenos llanos que tambiénfueron nivelados mediante amplias terrazas, en unaintervención que aparentemente incluyó tambiénla canalización del río Cusichaca.

El camino que atraviesa el conjunto, dospequeñas plazas y algunos pasajes transversales,definen bloques semicirculares y rectangulares,dentro de los cuales se inscriben diferentes tipos

14 Hay que destacar que en Ollantaytambo, como en muchos otros asentamientos Inka, existieron fuentes de abastecimientode agua netamente diferenciadas. Unas servían a la población del asentamiento en general y constituían un sistema de alcantari-llado independiente de los exclusivos sistemas de canales que abastecían las fuentes y baños de orden ritual o residencial, asociadosa los complejos ceremoniales o palaciegos de la elite.

Fig. 25. Ollantaytambo: vistade Pata Calle, la callelongitudinal que recorre el ladooeste del poblado, donde seaprecian aún partes de la edifi-cación de una kancha Inka, conla portada y las lajas de piedraque permiten cruzar el canalque corre paralelo a la calle(Canziani).

Fig. 26. Patallaqta: vista pano-rámica del asentamiento coro-nando un sistema de andeneríamodelado de forma con-céntrica (Foto: Ann Kendall enGasparini y Margolies 1977:72).

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de kancha, en las cuales es notable apreciar un sis-temático desarrollo modular que evidencia el ma-nejo de ejes de rebatimiento en sentido lateral ycontrapuesto del mismo modelo de kancha utili-zado en cada bloque, sean estas de dos o de cuatroestructuras enfrentadas a su respectivo patio cen-tral (Bouchard 1976).

En la ruta a Machu Picchu se encuentra unagran cantidad de sitios de aparente carácter cere-monial que jalonan diferentes tramos del cami-no, entre los que destacan Phuyu Patamarka yWiñay Wayna. En el caso de Phuyu Patamarka,el sitio se localiza en la cima de un abra que ofreceuna espectacular visual sobre los nevados de lacordillera de Vilcabamba y la entrada a los terri-torios de la Ceja de Selva con sus exuberantesbosques de neblina. La edificación principal estáconformada por una secuencia de plataformasescalonadas que modelaron un promontorio na-tural otorgándole una forma piramidal. Sobre las

plataformas superiores se encuentran algunos edi-ficios de planta rectangular que se enfrentan amiradores con parapetos curvilíneos, que resul-tan de la prolongación superior de los muros cur-vos de los andenes. Al igual que en otros sitios,donde los andenes se integran a la arquitectura demanera especial, también aquí estos andenes hansido modelados de manera concéntrica, de modoque producen la sensación de que las edificacio-nes irradian su presencia en el paisaje o, si asumi-mos el sentido contrapuesto, que las edificacio-nes concentraran las fuerzas que emanan del pai-saje natural. En la base de la edificación piramidales notable la presencia de una secuenciaconcatenada de cinco fuentes o baños ritualesflanqueadas por una escalinata.

En el caso de Wiñay Wayna, el sitio se localizaen las faldas de una quebrada lateral al ríoUrubamba, lo que le otorga una visual privilegiadasobre el valle. El complejo está claramente dividido

Fig. 27. Patallaqta: plano delasentamiento según Bingham,en el que se aprecia la modula-ción de las kanchas (Gaspariniy Margolies 1977: 71).

Fig. 28. Patallaqta: vista de unsector del sitio en el que se apre-cia el desarrollo modular dekanchas contrapuestas(Canziani).

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en dos sectores uno alto y uno bajo, flanqueadospor una extraordinaria andenería modelada for-mando una suerte de anfiteatro abierto hacia lavisual del valle. La línea de arranque de esta obrade andenería está establecida en uno de sus extre-mos por una escalinata flanqueada por una se-cuencia escalonada de 19 fuentes rituales que co-nectan el sector alto con el bajo. El sector altocorona todo el conjunto con una edificación apa-rentemente ceremonial, cuyo recinto está defini-do por un gran muro curvo que asume la apa-riencia de un torreón, y se caracteriza por presen-tar una gran portada de ingreso con doble jambay una escalinata con graderías contrapuestas. Elsector bajo se instaló sobre un estrecho promon-torio desafiando la pendiente y se caracteriza por

presentar un conjunto compacto de construccio-nes con hastiales organizadas alrededor de peque-ños patios, con estrechos corredores y miradoresque ofrecen visuales privilegiadas sobre el paisajedel entorno. Sobre la base de estos rasgos se hasugerido una función habitacional para este últimosector.

Desde su descubrimiento arqueológico en1911 por Hiram Bingham, Machu Picchu es unode los sitios Inka más célebres, intensamente visi-tado y objeto de múltiples estudios y una ampliaserie de publicaciones de diferente nivel y calidad.No entraremos aquí en mérito a las distintas in-terpretaciones acerca de su posible carácter y lasespeculaciones sobre su posible función, aunquees del todo evidente que Machu Picchu constitu-

Fig. 29. Phuyu Patamarka: vis-ta panorámica en la que se ad-vierte la intencionalidad de im-primir una forma piramidalescalonada a este frente delconjunto. En primer plano lasecuencia concatenada de ba-ños rituales (Canziani).

Fig. 30. Phuyu Patamarka:desarrollo de andenes curvilí-neos y concéntricos que culmi-nan en miradores curvos, amodo de torreones, a los quese contraponen edificacionesortogonales (Canziani).

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ye un establecimiento Inka muy especial, posi-blemente de carácter sacro, donde resulta impre-sionante la magnifica integración del conjuntoarquitectónico en un paisaje ya de por sí especta-cular (Gasparini y Margolies 1977: 90).

La propia localización de Machu Picchu esmuy especial, ya que está enclavado sobre un pro-montorio rocoso que conforma el extremo de unaformación montañosa que obliga al río Urubambaa encañonarse y a formar un amplio meandro. Poresta razón el sitio se encuentra ubicado sobre unasuerte de ‘península’ que domina desde sus altu-ras el paisaje rodeado de acantilados y profundosabismos sobre el Urubamba. No es por lo tantoun ‘puesto de avanzada’ ya que a partir de él no sellegaba posiblemente a ninguna otra parte, es másbien una suerte de finis mundi, el punto terminal

del mundo civilizado de aquel entonces y unasuerte de atalaya que otea desde sus alturas la in-mensidad de un mundo inexplorado que asomadesde los Andes hacia la Amazonia. Si a esto agre-gamos los datos etnohistóricos que nos proponenla posibilidad de que este complejo fuera una po-sesión personal del Inka Pachacutec, y asociamoslos sitios con marcados acentos ceremoniales quejalonan el camino para llegar a él, obtenemos unmarco más amplio para aproximarnos a su apa-rente carácter sagrado y la explicación a la presen-cia de los rasgos especiales que lo distinguen. Porestos rasgos singulares, resulta evidente que MachuPicchu no corresponde a lo que usualmente seconcibe como un centro urbano y menos a unaciudad (ibid: 96).15

Fig. 31. Wiñaywayna: vista del sector con andenes modelados enforma de anfiteatro que ofrecen una visual abierta hacia el valle delUrubamba (Canziani).

Fig. 32. Wiñaywayna: vista del sector residencial, el sistema de an-denes y las fuentes escalonadas (Canziani).

Fig. 33. Machu Picchu: plano general (Gasparini y Margolies 1977: 83).

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El sitio está dividido en dos sectores marca-dos: al sureste el sector donde son dominantes lossistemas de andenería, por lo que ha sido califica-da como ‘zona agrícola’, si bien parece evidenteque su función fue más la de intervenir en la ar-

quitectura del paisaje que la de proporcionar sus-tento a sus habitantes; mientras que al noroeste seencuentra el sector usualmente denominado como‘zona residencial o monumental’. Estos dos secto-res están nítidamente divididos por una muralla

15 El término de ciudadela, tan infeliz como profusamente utilizado en medios periodísticos y de divulgación turística, parareferirse a éste como a otros sitios arqueológicos, resulta impertinente especialmente desde el punto de vista urbanístico, ya quesegún el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española significa “recinto de fortificación permanente en el interior de unaplaza, que sirve para dominarla o de último refugio a su guarnición”. No tenemos en Machu Picchu connotación alguna de fortifi-cación; a menos que asumamos que se trata de una deformación popular del vocablo que pretende referirse a una ciudad enpequeño, lo cual resulta igualmente inapropiado para este como para otros casos.

Fig. 34. Machu Picchu: vistapanorámica (Canziani).

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rectilínea flanqueada del lado residencial por unalarga escalinata. El evidente planeamiento delcomplejo resolvió de manera magistral los desa-fíos de la compleja topografía en un ambiente dealta humedad y fuertes precipitaciones, y al hacerlo

no se dejó de aplicar ciertos cánones propios delurbanismo Inka. Esto es manifiesto en el sectornoroeste, con la disposición de una plaza comoespacio central y en la organización del asenta-miento en las clásicas dos mitades: hanan y hurin,cuyo nexo y elemento divisor fue la propia plaza.A ambos lados de la plaza existen terraplenes es-calonados que configuran volúmenes piramidales,asociados a los cuales hay rocas naturales y otrasfinamente labradas —como la denominadaIntiwatana— que podrían corresponder a ushnuo waqa ceremoniales asignadas a cada uno de es-tos sectores. Además de los edificios ceremonialesde exquisita factura lítica y los conjuntos de posi-ble función residencial, destacan en Machu Picchulos torreones de planta circular que incorporanafloramientos rocosos, las criptas de posible usofunerario, al igual que el desarrollo de baños yfuentes rituales, elementos que en conjunto re-fuerzan la sacralidad y caracterización ceremonialde este establecimiento Inka declarado Patrimo-nio Cultural de la Humanidad desde 1983.

Chinchero es un asentamiento de patrónortogonal si bien algo más irregular que Ollantay-tambo, que presenta en su extremo norte una pla-za y el sector donde se concentra la arquitecturamonumental (Hyslop 1990: 194, fig. 7.3). La pla-za tiene 114 x 60 m. y está delimitada al sur portres edificios rectangulares de planta alargada que,por esta forma y su asociación con la plaza, po-drían ser confundidos con kallanka. Sin embargoGasparini y Margolies (223-227, fig. 224) llamanla atención que en este caso los edificios son algodistintos ya que no tienen acceso directo desde laplaza, ya que al estar emplazados sobre un andén

Fig. 35. Machu Picchu: vistade un sector al noreste del sitio(Canziani).

Fig. 36. Machu Picchu: conjunto de edificios donde se observa loscaracterísticos hastiales, así como ventanas y hornacinas de seccióntrapezoidal (Canziani).

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Fig. 37. Chinchero: plano ge-neral (Hyslop 1990: fig. 4.7).

Fig. 38. Chinchero: vista aéreaoblicua (Bridges 1990).

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sus vanos hacia esta habrían funcionado mas comoventanas que como puertas. Sobre una terraza máselevada se encuentra una iglesia que reutilizó unantiguo edificio Inka, que debió ser de notableimportancia, por su posición central con relaciónal eje de la plaza, sus dimensiones y presencia pro-minente, así como por la calidad de sus muros.En el flanco oeste de este edificio, que bien pudocorresponder a un templo, se desarrolla a un nivelmás bajo una pequeña plaza (hoy plaza del mer-cado) separada del nivel alto ocupado por el tem-plo mediante un muro de contención adornadocon grandes nichos.

La plaza principal se encuentra abierta haciael norte y oeste con amplias visuales hacia el hori-zonte. El flanco norte y este de la plaza presentanun especial arreglo de andenes paralelos, pero eneste caso con un diseño geométrico de trazosortogonales que definen formas piramidales esca-lonadas que parecen contraponerse —a modo deimagen reflejada— al diseño de formaspiramidales invertidas. Pero además de este espe-cial tratamiento paisajístico, en Chinchero se apre-cia la especial integración de una inusitada canti-dad de rocas y afloramientos rocosos parcialmentelabrados, algunos de los cuales pudieron repre-sentar ushnu por su inmediata asociación a la plaza—cual es el caso de las denominadas Titicaca yPumacaca— mientras otras pudieron revestir elcarácter de waqa al estar asociadas a la presenciade puquios o manantiales de agua, como es el caso

Fig. 39. Chinchero: plano dela plaza y los edificios CH 1,CH 2, CH 3 frente a ella; edi-ficio principal reutilizado comoiglesia (A); muro de contencióncon grandes nichos (B)(Gasparini y Margolies 1977:fig. 224).

Fig. 40. Chinchero: roca sagrada de Chincana (Canziani).

de la roca de Chincana (Hyslop 1990: 112-113,fig. 4.7). Todos estos rasgos singulares y extraor-dinarios revelarían que Chinchero tampoco fue

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ajeno al especial tratamiento que caracterizaba alas posesiones reales de la nobleza Inka instaladasen los alrededores del Cusco.

El Urbanismo Inka a lo largo delQhapaqñan

En los territorios conquistados al norte del Cuscoy a lo largo de la ruta del Qhapaqñan, en los va-lles y planicies altoandinas de regiones tan aleja-das como el Ecuador, los Inka emplazaron unaserie de establecimientos y centros urbanos. Po-demos rehacer este recorrido gracias a las detalla-das referencias de la acuciosa e inteligente crónicade Pedro Cieza de León [1553] (1984) quien conpoco más de veinte años, realizó este viaje narran-do las características y condiciones en las que seencontraban estos asentamientos pocos años des-pués de la conquista europea.16

En su crónica Cieza reporta entre los centrospolítico administrativos norteños más importantesa Quito, Latacunga, Mocha y Riobamba. Mientrasmás al sur se encontraba Tomebamba (hoy Cuen-ca) y en la provincia del Cañar, Hatuncañar conel magnífico establecimiento de Ingapirca. Des-cendiendo aún más al sur en el camino hacia elCusco, se encontraban Huancabamba, Cajamarca,Huánuco Pampa, Pumpu, Tarama o Tarma Tam-bo, Xauxa y Vilcashuamán.

Un primer dato que parece relevante, en laprimera parte de su recorrido que va del Caribe ala región de Pasto, es la noción de Cieza de transi-tar del mundo ‘incivilizado’ del extremo norte delárea andina, habitada por sociedades que no te-nían asentamientos urbanos y que se encontrabanen un estadio de desarrollo que usualmente sedefine como ‘barbarie’, lo que los españoles deese entonces definían como behetrías; y por otraparte, la marcada diferenciación que advierte alingresar al área septentrional andina, donde apre-cia la presencia de caminos y construcciones for-males de piedra, y finalmente de centros pobladosafiliados al dominio Inka, en los cuales describela presencia de plazas, aposentos reales, palacios,templos y depósitos. De la crónica de Cieza sedesprende una relación notable de sitios importan-tes, de lo que resulta un panorama sorprendente,considerando el elevado número de asentamientos

que se habían instalado en las escasas décadas quesiguieron a la conquista de estos territoriosnorteños por los Inka.

Con relación a los asentamientos norteños dela región que hoy es el Ecuador, Cieza se refierepor primera vez a la impronta civilizatoria quemarca la presencia formal del camino Inka cuandoescribe que:

...hasta llegar a una provincia pequeña que ha pornombre Guaca, y antes de allegar a ella se vee elcamino de los Ingas tan famoso en estas partes......y puede ser éste tenido en más estimación (alhaberlo antes comparado con el romano), assí porlos grandes aposentos y depósitos que auía en todoél, como por ser hecho con mucha dificultad portan ásperas y fragosas sierras que pone admiraciónal verlo (Cieza 1984: 121).

En esta región, que correspondía al límite nortede la expansión Inka, Cieza reporta como domi-nante una arquitectura de función militar que semanifiesta con una serie de fortificaciones,explicables en esta zona de frontera al sur de Pastorecientemente conquistada por Huayna Capac yque se enfrentaba a los aguerridos pastos (ibid:121-122). Poco más al sur se hacen presentes unaserie de establecimientos Inka, a los que Ciezadenomina genéricamente como aposentos. Sinembargo, de la forma en que los describe y calificaen cuanto aposentos ordinarios, principales y reales,está implícitamente señalando para ellos unajerarquización de por lo menos tres niveles, queaparentemente incluía desde tambos o modestosasentamientos, hasta centros de segundo orden(sus asentamientos con aposentos principales) ycentros político administrativos provinciales deprimer orden o ciudades (sus asentamientos conaposentos reales).

Esta jerarquización de la red de establecimien-tos emplazados a lo largo del camino inka en losterritorios norteños resulta coherente si se apreciala descripción del tipo y calidad de construccionesque estos establecimientos contenían, especial-mente cuando Cieza detalla la presencia o ausenciade determinados edificios, como templos del soly de Mamaconas, aposentos reales, palacios, de-pósitos y guarniciones. De modo que cuando todosestos edificios están presentes y además se señala lacantería de piedra fina con que estaban construidos,

16 Pedro Cieza de León viene al Perú desde Popayán (Colombia) en 1547, con las tropas del adelantado Sebastián deBelalcázar, quien fuera convocado por el “pacificador” Pedro de la Gasca para combatir la rebelión de Gonzalo Pizarro (Pease1984).

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Fig. 41. Mapa del Qhapaqñan con los principales sitios Inka en el Ecuador, Perú y Bolivia. (Redibujado de Hyslop 1992).

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podemos suponer con certeza que está refiriéndosea los centros administrativos de más alto nivel.

En cuanto a los asentamientos con aposentosordinarios Cieza menciona a Guaca, Cochasquí,Otavalo y Guayabamba al norte de Quito; mien-tras al sur tenemos a Muliambato (Ambato?),Cayambi, Teocaxas y Tambo Blanco. Al respectode Muliambato, escribe que “...auía aposentos or-dinarios y depósitos de las cosas que por los delegadosdel Inga era mandado.” (ibid: 137).

En cuanto a los posibles centros secundarioscon aposentos principales, se refiere a Caranguedonde refiere que “Están estos aposentos de Carangueen una plaza pequeña, dentro dellos ay un estanquehecho de piedra muy prima, y los palacios y moradas

de los Ingas están assimismo hechos de grandes pie-dras galanas y muy sotilmente assentadas sin mez-cla, que es no poco de ver. Auía antiguamente tem-plo del sol, y estauan en él dedicadas y ofrecidas parael servicio dél más de dozcientas doncellas muy her-mosas, las quales eran obligadas a guardar castidad...Y lo Ingas tenían en estos aposentos de Carangue susguarniciones ordinarias con sus capitanes, las cualesen tiempos de paz y de guerra estauan allí para resis-tir a los que se leuantassen” (ibid: 122-123).

Otros asentamientos de similar importanciadebieron ser Mulahalo y Latacunga al sur de Qui-to. De esta última nos refiere que “....está el pue-blo y grandes aposentos de la Latacunga, que erantan principales como los de Quito. Y en los edificiosaunque están muy ruynados, se parece la grandezadellos, porque en algunas paredes destos aposentos sevee bien claro donde estauan encaxadas las ovejas deoro y otras grandezas que esculpían en las paredes.Especialmente auía esta riqueza en el aposento queestaua señalado para los reyes Ingas y en el templodel sol.... Que es donde también estauan cantidadde vírgines dedicadas para el servicio del templo, alas quales llamauan Mamaconas. No embarganteque en los pueblos passados he dicho que ouiesseapossentos y depósitos, no auían en el tiempo de losIngas casa real ni templo principal como aquí, ni enotros pueblos más adelante, hasta llegar aThomebamba” (ibid: 134).

La importancia de un centro como Latacungaes refrendada por otros datos que proporcionaCieza, cuando informa de la presencia en ella demitimaes “que tenían cargo de hazer lo que el ma-yordomo del Inga les era mandado” (ibid: 135); aligual que de la importancia de éste funcionarioimperial, del cual dependían políticamente losdemás centros poblados de la provincia, al darcuenta que “...obedescían al mayordomo mayor queestaua en Latacunga, porque los señores tenían aque-llos por cosa principal, como Quito y Tomebamba,Caxamalca, Xauxa y Bilcas y Paria...” (ibid: 137).17

Otros posibles centros de una categoría similar oalgo menor, debieron ser Mocha, Riobamba,Tiquicambi, Cañaribamba y Hatuncañari(Ingapirca) (ibid: 138-142).

Finalmente, tenemos la información de Ciezasobre Quito y Tomebamba, dos centros de primeraimportancia establecidos por el estado Inka en el

17 Cieza se refiere a la presencia de funcionarios principales Inka en las ciudades que eran cabeza de importantes provincias,refiriéndose a Quito y Tomebamba (Ecuador), Cajamarca en la sierra norte, Jauja y Vilcas Huamán en la sierra central, y a Paria(Bolivia) ubicada unos 200 km. al sureste del Lago Titicaca (Hyslop 1990: fig. 10.4).

Fig. 42. Asentamientos Inka a lo largo del Qhapaqñan en el Ecua-dor y el norte del Perú (Canziani).

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extremo norte de su imperio. Con relación a Quitolos datos que se proporcionan son bastante escue-tos, y se limitan a comentar que la naciente ciudadcolonial “...Está assentada en unos antiguos apo-sentos que los Ingas auían en el tiempo de su señoríomandado hazer en aquella parte. Y auíalos illustradoy acrecentado Guaynacapa y el gran Topaynga supadre. A estos aposentos tan reales y principalesllamauan los naturales Quito” (ibid: 128).

Mucho más rica y abundante resulta la infor-mación sobre la ciudad inka de Tomebamba, dela cual Cieza narra que “Estos aposentos famosos deThomebamba ...que eran de los soberuios y ricos queouo en todo el Perú y donde auía los mayores y más

primos edificios... ...Las portadas de muchos apo-sentos estauan galanas y muy pintadas y en ellasassentadas algunas piedras preciosas y esmeraldas, yen lo de dentro estauan las paredes del templo del soly los palacios de los reyes Ingas chapados de finísimooro... ...Junto al templo y a las casas de los reyesIngas auía gran número de aposentos adonde sealojaua la gente de guerra y mayores depósitos llenosde las cosas ya dichas, todo lo cual estaua siemprebastantemente proueydo, aunque mucho segastasse...” (ibid: 144-146).

Otra información de Cieza referida a Tome-bamba, pero que reviste además una extraordinariaimportancia para conocer la dinámica de las prin-

Fig. 43. Tomebamba: recons-trucción del plano de la ciudad,a partir de la recuperación dealgunas de las edificacionesinka que definían los lados dela plaza central (Hyslop 1990:fig. 5.8).

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cipales ciudades Inka y el desarrollo sucesivo deintervenciones arquitectónicas en éstas, es el se-ñalamiento de que “...Quando el rey moría, lo pri-mero que hazía el sucessor, después de auer tomadola borla o corona del reyno, era embiar gouernadoresa Quito, y a este Thomebamba, a que tomasse lapossessión en su nombre, mandando que luego lehiziessen palacios dorados y muy ricos, como los auíanhecho a sus antecesores” (ibid: 148). “Porque comotengo apuntado (refiriéndose a Tomebamba), eracomo cabeza de reyno o de obispado. Era cosa grandeuno destos palacios, porque aunque moría uno de losreyes, el sucessor no ruynaua ni deshazía nada, anteslo acrecentaua, y paraua más illustre, porque cadauno hazía su palacio, mandando estar el de suantecessor como él lo dexó” (ibid: 144).

En cuanto a las escasas referencias arqueológi-cas sobre estos establecimientos Inka en lo quehoy es Ecuador, nos limitaremos a reseñar las másimportantes, referidas a los restos de la ciudad Inkade Tomebamba emplazada a unos 2,500 msnm.,y que fueran desdibujados y cubiertos por la ciu-dad colonial de Cuenca; para referirnos luego alimpresionante complejo de Ingapirca.

Los estudios pioneros de Uhle (1969) sobreTomebamba refieren acerca de la notable homo-nimia de algunos sectores de la ciudad con otrosdel Cusco, lo que refrendaría que la intención delInca Huayna Capac habría sido la de fundar enlas regiones norteñas recientemente conquistadasun “segundo Cusco”. Por otra parte, las primerasexcavaciones arqueológicas desarrolladas por Uhledocumentaron vestigios de una gran plaza de plan-ta trapezoidal, alrededor de la cual se disponíandos grandes complejos con edificios públicos, alsur el que denomina Palacio de Puma Pungo y alnorte, emplazado sobre un andén, el complejo quedesigna como Templo de Wiraqocha. Este com-plejo presenta frente a la plaza una gran kallanka,que habría tenido una planta rectangular de 72 mde largo por 12 m de ancho y que estaba dotadade 11 puertas que daban hacia la plaza (Gaspariniy Margolies 1977: 107). Según las informacionesdel cronista Cabello Valvoa, en la gran plaza deTomebamba se habría encontrado un ushnu, sinembargo Uhle (ibid.) halló en el lugar solamentelos restos de una plataforma cuadrangular de 26 x28 m y de tan sólo 1.20 m de altura. Excavaciones

arqueológicas más recientes han reportado la pre-sencia de canales, fuentes y reservorios de agua;como también un conjunto de kanchas al sur dela plaza, dentro del complejo de Puma Pungo, queaparentemente corresponderían a un aqllawasi(Hyslop 1990: 96, 140-142, 236-237; fig. 5.8).Si bien las evidencias arqueológicas deTomebamba son fragmentarias y la traza originalInka ha sido fuertemente afectada por la super-posición de la ciudad colonial,18 queda claro queen ella estuvieron presenten los elementos princi-pales propios del modelo de ciudad impuesto porlos Incas, como son el ingreso a la ciudad pormedio del camino que venía desde Cajamarca ycruzando un puente llegaba a la plaza y luego pro-seguía hacia Quito; así como la presencia centralde una gran plaza, delimitada por kallankas y losprincipales complejos ordenados en forma dekancha; al igual que la ubicación en la plaza delushnu o plataforma ceremonial. A todo esto sepodría agregar la especial localización de la ciu-dad en un tinkuy o lugar de encuentro de dos ríos.

Ingapirca, conocido como Hatun Cañar entiempos Inka, se localiza en la provincia de Cañar(Ecuador) a 3,160 msnm. Es un sitio de caracte-rísticas bastante diferentes, tanto por las eviden-cias de una preexistente ocupación de la etníaCañari, como por la posible función ceremonialque denota la edificación principal. El sitio estáconformado por lo menos por dos sectores: elprimero al noroeste se asienta sobre un promon-torio que está coronado por la edificación de plan-ta oval y que presenta otros conjuntos alrededorde una plaza trapezoidal; el segundo al sureste

18 Hyslop (1990: 264-265) llama la atención sobre el hecho de que Tomebamba antes de la ocupación colonial habría sidoseveramente destruida por los enfrentamientos generados por la guerra civil entre los bandos de las panaqa de Huáscar y Atahualpa(Rostworowski 1988: 148-178); y cita los trabajos del arqueólogo Idrovo que documentan el desmontaje intencional de una grancantidad de bloques de piedra correspondientes a las edificaciones Inka.

Fig. 44. Tomebamba: cimientos de edificios ordenados en forma dekancha, que habrían correspondido a un aqllawasi (Hyslop 1990:fig. 11.3).

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presenta una hilera de edificios independientes,que parece fueron almacenes, y otros organizadosen kanchas. Entre estos dos sectores destaca tam-bién la presencia de escalinatas asociadas a cana-les y baños ceremoniales (Fresco 1987, fig. 2). Laplanta oval de este edificio pudo estar condicio-nada por la aparente forma de las casas de losCañari, sin embargo también hay que recordarque la arquitectura Inka recurre a muroscurvilíneos cuando se trata de edificios de carác-

ter muy especial, mayormente adscritos a funcio-nes ceremoniales (Hyslop 1990: 261-264).

El edificio de planta oval oblonga está orien-tado de este a oeste y mide 37.10 m de largo por12.35 m de ancho.19 Esta planta corresponde auna plataforma soportada por un muro de con-tención elaborado con sillares de cantería fina detipo imperial, que alcanza de 3 a 4 m de alto. Dellado sur de la plataforma y en el eje transversal dela misma, se encuentra la entrada con una porta-

Fig. 45. Ingapirca: plano gene-ral (Fresco 1987).

Fig. 46. Ingapirca: plano deltemplo de planta ovalada(Gasparini y Margolies 1977:fig. 309).

19 Estas medidas sugerirían que la planta oval del edificio se construyó a partir del diseño formado por el adosamiento linealde tres círculos con un módulo de 12.35 m. de diámetro (Gasparini y Margolies 1977: fig. 314).

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da trapezoidal de doble jamba, a la cual se ascien-de mediante una doble escalinata. Una vez tras-puesto el umbral de la portada, se desarrolla undescanso desde donde arrancan dos rampas deescaleras en sentido contrapuesto, una hacia el estey la otra al oeste. Sobre el mismo eje de la plata-

forma se encuentra un edificio dividido en dosambientes independientes por un muro media-nero dispuesto en el eje central, que coincide conla cumbrera del techo a dos aguas. De modo talque se configura un ordenamiento absolutamen-te dual y simétrico de todo el conjunto (Gaspariniy Margolies 1977: 303-307, fig. 310).

En el área de los Andes Centrales, el primercentro de importancia en la sierra norte fue Caja-marca. Hoy en día son muy escasas las evidenciasde lo que fue la traza original de la ciudad Inka,sin embargo, el hecho de haber sido el escenariode la captura y muerte del Inca Atahuallpa porPizarro y sus huestes conquistadoras, con lo cualse selló dramáticamente el final del Tawantinsuyu,nos permite aproximarnos a través de las crónicasreferidas a este crucial evento a algunas valiosasinformaciones acerca de este establecimiento Incade primer nivel en la sierra norte del Perú.

A partir de las crónicas de los sucesos de laconquista en 1532, diversas descripciones men-cionan que Cajamarca habría tenido una plaza“triangular” (posiblemente la referencia alude auna forma trapezoidal), que presentaba 3 grandesgalpones o kallanka que daban sobre la plaza,donde destacaba la existencia de un ushnu. Lapresencia prominente de esta estructura en la pla-za de Cajamarca, se puede deducir del hecho deque los españoles le llamaran “fortaleza” e instala-ron sobre el edificio sus mejores armas de fuego,en lo que fuera el dramático escenario de la cap-tura del Inka (Cieza 1987: 131-135; Pedro Pizarro1986: 35-39).

Fig. 47. Ingapirca: vista deltemplo desde el lado norte(foto: Edward Ranney, enHemming y Ranney 1987).

Fig. 48. Ingapirca: reconstrucción isométrica del templo con detalledel acceso y la doble escalinata (Gasparini y Margolies 1977: fig.310).

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Estos datos sobre establecimientos Inka deprimer nivel, aunque fragmentarios, como los se-ñalados antes para Tomebamba y Cajamarca, nosindican que los componentes fundamentales delmodelo de urbanismo Inka están siempre presen-tes en ellos, no obstante la diversidad de solucio-nes que manifiestan cada uno de estos estableci-mientos, al resolver de forma singular, tanto suemplazamiento en el territorio como las funcio-nes específicas que debieron absolver.

El Urbanismo Inka

Los datos que nos proveen asentamientos inkasque luego fueron objetos de remodelaciones ysuperposiciones coloniales, pueden dar una ideaaproximada de las características fundamentalesdel urbanismo Inka, aun cuando las referenciasson relativamente genéricas con relación a la pre-sencia y características de los edificios públicos,como son los palacios, templos, depósitos y guar-niciones. Por otra parte, el caso del Cusco es evi-dentemente singular, considerando que existía unanotable diferencia entre la ciudad que representa-ba la capital de Tawantinsuyu y los demás centrosprovinciales. Estas diferencias obedecían a mar-cadas distancias jerárquicas, como también a lasespeciales connotaciones sacras y ceremoniales delCusco, en cuanto capital imperial y sede de lanobleza Inka (Rowe 1967). Si bien algunas cróni-cas reiteran que los Inka fundaban ciudades enlos territorios conquistados “a imagen y semejan-za del Cusco”, o a manera de “nuevos Cuscos”,Hyslop (1985, 1990) propone que éste conceptono necesariamente se resolvía replicando a la ciu-dad del Cusco en cuanto tal, sino más bien comoreferencia a un modelo ideal de la misma y a losparámetros básicos que lo sancionaban.

Bajo este concepto las ciudades inka —e in-clusive muchos establecimientos menores— res-pondían a un modelo urbanístico general que, asu vez, admitía una notable variabilidad, expre-sando posiblemente diferencias funcionales y je-rárquicas, al igual que la singular adaptación decada una de ellas a la diversidad de la topografía yotras circunstancias locales. En todo caso, se apre-cian como rasgos constantes el hecho de que elcentro de este tipo de asentamientos estuviera con-formado por una extensa plaza, hacia la cual con-vergían los caminos, dividiendo la ciudad en dosmitades (hanan y hurin). Al centro o un lado dela plaza se ubicaba el ushnu, una plataforma o pi-rámide ceremonial, que en el caso de Vilcas

Huamán y Huánuco Pampa alcanza dimensionesmonumentales. Alrededor de la plaza se dispo-nían las kallanka y los principales palacios, tem-plos, y otros complejos con edificios públicoscomo los Aqllawasi, a los que seguían, ordenadospor una red de calles o pasajes, los barrios resi-denciales conformados por unidades cercadas,donde los edificios se organizan con el tradicio-nal patrón de las kancha. En los alrededores delos centros urbanos se localizaban centenares deestructuras de depósito, conocidas como qollqa,para la conservación y almacenamiento de distin-tos productos (Gasparini y Margolies 1977,Hyslop 1990; Morris y Thompson 1985).

Una forma excepcional de aproximarnos a lascaracterísticas concretas de este modelo de urba-nismo y apreciar tanto sus elementos comunescomo sus diferencias, las brindan ciudades Inkaque prácticamente no sufrieron mayores transfor-maciones, luego de su rápido abandono comoconsecuencia de la caída y desarticulación del es-tado Inka. Gracias a su excepcional estado de con-servación, dos grandes establecimientos revistenestas especiales características y nos permiten unavisión integral de las entidades urbanas Inka: enprimer lugar Huánuco Pampa y en menor medi-da Pumpu o Bombón.

Huánuco Pampa

La región donde se emplaza Huánuco Pampa seencuentra al este de la Cordillera Blanca y de lade Huayhuash, en un ambiente de puna sobre los3,800 msnm. donde se forman las nacientes delas cuencas altas del Marañón y el Huallaga, cuyosvalles a la llegada de los Inka estaban ocupadas,respectivamente, por las etnias de los Wamali ylos Chupaychu (Morris y Thompson 1985: 14,fig. 4).

La gran importancia de Huánuco Pampa es des-tacada por Cieza (1984: 233-234) quien refiere que:

En lo que llaman Guánuco auía una casa real deadmirable edificio porque las piedras eran muy gran-des, y estauan muy pólidamente assentadas. Este pa-lacio o aposento era cabeza de las prouinciascomarcanas a los Andes y junto a él auía templo delsol con un número de vírgines y ministros. Y fue tangrande cosa en tiempo de los Ingas que auía a lacontina para solamente seruicio de más de treyntamill indios. Los mayordomos de los Ingas tenyancuidado de cobrar los tributos ordinarios y las co-marcas acudían con sus seruicios a este palacio.

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Los Conchucos y la gran prouincia de Guaylas,Tamara, y Bombón y otros pueblos mayores y me-nores siruen a esta ciudad de León de Guánuco...

La parte final de la cita, corresponde a la con-clusión de una larga referencia de Cieza sobre elordenamiento impuesto en la región por los Inkasy que sorprende porqué, a renglón seguido, pare-ce referirse a la temprana ciudad colonial. A me-nos que confundiera los tiempos históricos, peroque en esencia se refiriera a los tributarios que seencontraban bajo la esfera territorial de la ciudadInka de Huánuco Pampa, y que presumiblementela superpusiera a la desplazada ciudad colonial.20

De ser esto cierto, se puede presumir que el áreade influencia regional de Huánuco Pampa habríacomprendido el Callejón de Conchucos y más aloeste el Callejón de Huaylas; mientras hacia elsur interesaba a Tarma y el norte de Junín.

En todo caso, en el ámbito local, la especialubicación de la ciudad le permitía el acceso a va-lles densamente poblados y con buenas tierras decultivo, que hoy en día siguen siendo excelentes

zonas agrícolas, especialmente para el cultivo demaíz, papa y otros tubérculos altoandinos. Laszonas de puna que enmarcan la ubicación de laciudad, debieron permitir una intensa ganaderíade camélidos, proveedora de fibras para el artetextil, carne para las subsistencias y animales decarga necesarios para el trasporte de productos ylas comunicaciones. Por otra parte, la localizaciónen un medio de altura como el de la puna, ofrecíalas condiciones ideales para la conservación y al-macenamiento de productos alimenticios dada lafrigidez y sequedad del clima predominante. Es-tas condiciones de puna, con sus frecuentes hela-das nocturnas, alternados con días secos y soleados,debieron favorecer procesos de trasformación parala conservación de ciertos productos como la papamediante su deshidratación, transformándolos enpapa seca o chuño (Troll 1958).21

Las ruinas de la ciudad Inka se localizan sobreuna planicie elevada a una altitud de 3,800 msnm.y cubren una extensión de más de 200 ha. dondese pueden apreciar edificios o restos de los cimien-tos de estos, pudiendo contabilizarse entre 3,500

Fig. 49. Mapa de la región don-de se ubica Huánuco Pampa(Morris y Thompson 1985: fig.4).

20 Los españoles fundaron La Muy Noble y Real Ciudad de los Caballeros de León de Huánuco en 1539, ocupando para ello laextensa plaza de la ciudad Inka. Felizmente esta fundación no tuvo éxito y al poco tiempo (1541) la mudaron con todos sus títulosa las tierras más templadas del valle del Huallaga donde hoy día se ubica, unos 60 km. al este en línea de aire del lugar de sufundación original (Gasparini y Margolies 1977: 113-114, fig. 102; Morris y Thompson 1985: 50, 57) .

21 Troll (1958) destaca que en los Andes de puna los límites de los cultivos de tubérculos coinciden con las zonas de heladasnocturnas regulares, mientras que la situación es totalmente diferente en los norteños Andes de páramo, donde ya no se dan estascondiciones y, por lo tanto, tampoco es factible desarrollar estos procesos de deshidratación de los tubérculos. Al respecto, nos

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Fig. 50. Huánuco Pampa: pla-no general de la ciudad. IIB)complejo palaciego; 1) ushnu; 2)aqllawasi; 3) sector con vivien-das circulares; 4) qollqas o de-pósitos (Morris y Thompson1985: fig. 5).

a 4,000 estructuras. Las excavaciones arqueológi-cas señalarían que la ciudad fue fundada en unlugar donde no habría habido una ocupación pre-existente, y se puede presumir que esta fundaciónse habría realizado alrededor de 1475, de modoque al momento de su abandono habría tenidotan sólo unos 60 años de desarrollo. El hecho de

que se hayan encontrado edificios incompletos yen aparente proceso de construcción, indicaríanque cuando la ciudad se encontraba en pleno fun-cionamiento aún se proseguía haciendo edifica-ciones, las que fueron bruscamente interrumpi-das con su abandono luego de 1532 (Morris yThompson 1985: 56). La presencia de la ciudad

parece relevante advertir que el hecho de que Huánuco Pampa se encuentre emplazado en el límite norte de los Andes de puna yen un área de transición hacia los de páramo, podría haber reforzado la importancia logística de este establecimiento Inka, en vistade que en aquellos localizados más al norte, como Cajamarca y los que le siguen en los Andes ecuatoriales ya no era posible lapreparación del chuño.

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y sus patrones arquitectónicos, son nítidamenteintrusivos en la región, al igual que lo fue la cerá-mica Inka, con relación a los patrones de asenta-miento y otros aspectos culturales locales presen-tes antes de la llegaba de los Inka y cuya continui-dad persistió con pequeños cambios aun durantela época de ocupación Inka (ibid: 57).

El plano general de la ciudad presenta comoelemento central una enorme plaza rectangular de550 m. de este a oeste por 350 m. de norte a sur,comprendiendo un área de más de 19 ha. El ca-mino del Cusco hacia Cajamarca atraviesa la ciu-dad en sentido diagonal de sureste a noroeste, di-vidiéndola transversalmente en las mitades hanany hurin que, a su vez, otras líneas diagonales quepartían desde las esquinas opuestas de la plazasubdividían en 4 sectores principales. En lo queparece haber sido un patrón radial del ordena-miento urbano, otras líneas de muros o pasajessubdividieron cada uno de estos 4 sectores en 3subsectores, de modo que resultarían 12subsectores en total (ibid: 72-73, fig. 11).

El sector este de la plaza es el más destacado,presentando en su frente hacia la plaza dos gran-des kallanka de más de 70 m. de largo. Entre estasdos kallanka se desarrollaba un largo corredor conuna secuencia de portadas trapezoidales de doblejamba, que son de las más finas y elegantes detoda la ciudad. Este corredor da acceso consecu-tivo a dos plazuelas interiores que corresponden aun conjunto palaciego, donde además de edifi-cios muy elegantes se encuentran canales,reservorios y baños. Si el sector este es el más ele-gante, los sectores norte y sur son los más exten-

sos. Al sur, cruzando una pequeña cañada, se en-cuentra la ladera de un cerro que presenta un grancantidad de depósitos o qollqa, ordenados en hi-leras que siguen las curvas de nivel. Al sureste seencuentra el curso del torrente Wachac que pro-veía de agua a la ciudad. El sector oeste, si bien seenfrenta al sector este, es no solamente el más pe-queño sino también el menos elaborado. Si biense aprecia regularidad y orden en el planeamientodel conjunto de la ciudad, también llama la aten-ción la presencia de muchas estructuras cuadran-gulares o circulares que parecen dispuestas al casoy sin mayor ordenamiento (ibid: 15).

En el centro de la plaza se encuentra el ushnu,conformado por una plataforma rectangular de32 x 48 m. cuyos muros están finamente labradoscon bloques rectangulares que alcanzan unos 3.5m. de altura. Esta gran plataforma tiene como basedos plataformas bajas escalonadas, que aparente-mente sirvieron para nivelar el terreno de la basede la plataforma principal. Sin embargo, desde elpunto de vista estético, debieron servir para des-tacar la prominencia de la estructura y su especialintegración con el espacio abierto de la plaza. Dellado sur el ushnu presenta el adosamiento de unaamplia escalinata para ascender a la cima de laplataforma, a la que se accedía mediante dos en-tradas decoradas con representaciones de pumas.El área superior de la plataforma presenta un pa-rapeto en todo su perímetro, dado que el niveldel piso se encuentra un metro por debajo de lacornisa que remata la parte superior de los murosde la plataforma (ibid: 58-59).

Fig. 51. Huánuco Pampa: vista de las kallanka en el lado este de la plaza. Se puede apreciar las puertas y ventanas abiertas hacia la plaza y losrestos de los hastiales en sus extremos para el apoyo de los techos a dos aguas (Morris y Thompson 1985: foto V).

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Fig. 52. Huánuco Pampa: pla-no del complejo palaciego.Nótese las dos kallankas frentea la plaza y la secuencia de por-tadas orientadas este - oeste(Gasparini y Margolies 1977:fig. 100).

Fig. 53. Huánuco Pampa: vis-ta de la esquina suroeste de laplataforma rectangular delushnu construida con canteríafina, en la que se aprecia la es-calinata adosada en el lado sur(Morris y Thompson 1985:foto I).

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Otros ejemplos de cantería fina se encuentranexclusivamente en la parte central del sector al estede la plaza. Estos forman parte de un importanteconjunto arquitectónico que presenta una secuen-cia de ocho portadas que conectan la plaza condos grandes patios al interior del complejo pala-ciego, donde se encuentran edificios especialmentebien construidos, plataformas y baños. Seis de estasportadas están elaboradas con piedras labradas ypresentan la clásica forma trapezoidal y las doblesjambas características de la arquitectura Inka. Es-tas presentan además, a la altura de sus dinteles ypor ambos frentes, la decoración de felinos escul-pidos en alto relieve. Estas portadas tan especial-mente elaboradas se encuentran alineadas perfec-tamente en un eje orientado de este a oeste, cuyaproyección en la plaza coincide con el punto don-de se ubica el ushnu (ibid: 59-61, fig. 13). Esteconjunto de rasgos especiales, permiten suponerun estrecho vínculo ritual entre el ushnu, laskallankas que se encuentran en el frente del con-junto hacia la plaza, así como con relación a losgrandes patios y edificios que los rodean.Presumiblemente este complejo principal corres-ponde al aposento real o palacio mencionado enlas crónicas de Cieza, y debió de ser la sede delprincipal dignatario Inka que gobernaba la ciu-dad y donde posiblemente se alojaba el Inka y losnobles de la corte cuando se encontraban de pasopor ella.

Pero además de estos edificios, donde formal-mente se asumió las técnicas y cánones de la ar-quitectura imperial —imitando los aparejos decantería fina del Cusco, aunque sin tanto virtuo-sismo— también hay muchos otros que posible-mente fueron construidos por mano de obra lo-cal y sin tantas exigencias de especialización. Aeste propósito, se puede suponer que gente de lasetnias Chupaychu y Yacha y otras de la regiónfueran convocadas mediante el sistema de mita

para los trabajos de construcción en la ciudad. Lapresencia en la ciudad de cerca de 1,000 estructu-ras habitacionales de planta circular, típicas de lasviviendas rurales de la época, podría estar seña-lando los lugares de residencia temporal de estascuadrillas de trabajadores; como también de quie-nes se dedicaban a otras tareas y servicios que sedesarrollaban en la ciudad (ibid: 62).

En todo caso, es de relevancia advertir que enestas zonas de la ciudad el rígido ordenamientoestatal y su materialización en los cánones tradi-cionales del urbanismo y arquitectura Inka, deja-ba cierto margen a la iniciativa local, manifiestoen los patrones circulares de clara raigambre ruraly toleraba su instalación desordenada. Es de no-tar que la concentración de este tipo de arquitec-tura ‘popular’ se produce mayormente en el sec-tor oeste de la ciudad, el menos extenso y con lasedificaciones de aparente menor importancia; asícomo en el sector sur, especialmente en su extre-mo sureste, donde se conecta con el sector de lasqollqa dispuestas en la ladera del cerro. Esta aso-ciación espacial podría estar indicando que algu-nos sectores de la población pudieron estarinvolucrados en los trabajos que demandaba elmovimiento de productos y su disposición en losalmacenes. Trabajo que no debió de ser poco, yaque Morris (1981: 354) estima que estas qollqatuvieron una capacidad de almacenamiento cer-cana a 40,000 m3.

Los complejos arquitectónicos de HuánucoPampa estaban organizados con el típico ordena-miento de las kancha Inka, sin embargo es de no-tar que sobre este modelo de ordenamiento espa-cial se presentan diversas variantes. El análisis delos contextos arqueológicos asociados a las estruc-turas arquitectónicas, combinado con el examende las interrelaciones entre estas y sus característi-cas formales, permitió a los investigadores del si-tio establecer hipótesis sobre las actividades desa-

Fig. 54. Huánuco Pampa: por-tada del complejo palaciegocon doble jamba y felinos es-culpidos en alto relieve. En se-gundo plano, se aprecia la se-cuencia de portadas alineadasen un eje orientado de este aoeste, cuya proyección coinci-de con el emplazamiento delushnu en el centro de la plaza(Morris y Thompson 1985:foto IV).

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rrolladas en los complejos y su posible caracteri-zación funcional (ibid: 63).

Un complejo de características excepcionalesse encuentra al centro del sector norte con frentea la plaza, donde dentro de un cercado de plantacuasi trapezoidal que comprende un área de unos15,000 m2 se edificaron 50 edificios, disponién-dolos de acuerdo a un ordenamiento que revelauna rigurosa planificación (ibid: fig. 8). Todo elrecinto tiene un sólo ingreso que da a la plaza ylas estructuras inmediatamente asociadas a él evi-dencian formas de control y restricción del acce-so. Superada la zona de ingreso se presenta un granpatio rodeado por las edificaciones de mayor ta-maño, que debió corresponder a la zona públicadel complejo, y a partir de la cual se accedía a unaserie de corredores paralelos que organizaban lacirculación y el acceso a las edificaciones de plan-ta rectangular, que por su forma estandarizada yregulares dimensiones, como por los contextosasociados a ellas, permiten suponer que fueronutilizadas simultáneamente como talleres y resi-dencias. Las características arquitectónicas delcomplejo, unidas a las evidencias de actividadhabitacional, así como la gran cantidad de imple-mentos asociados con la producción textil y loscientos de ollas y tinajas empleadas para cocinar yelaborar chicha, permiten deducir que se tratabade un establecimiento correspondiente a unaqllawasi (ibid: 70-71), donde estaban congrega-das las vírgenes del sol comprometidas en el ser-vicio de los templos; la elaboración de alimentosy chicha para el consumo de la nobleza ciudada-

na y las festividades rituales; al igual que en laconfección de tejidos finos que jugaban un roleconómico y social de notable trascendencia en laorganización del gobierno Inka (Murra 1980;Rostworowski 1988).

En el extremo noroeste del sector norte se en-cuentra el mayor de los complejos arquitectónicos(VI A) que presenta en su interior múltiples uni-dades del tipo kancha que reúnen edificios de grantamaño alrededor de sus respectivo patios centra-les. Las excavaciones arqueológicas desarrolladasen el complejo revelaron una presencia dominantede platos y una escasa presencia de ollas de coci-na, de lo que se presume que la gente acantonadaen esta suerte de galpones vivía y comía allí, perodonde habría sido escasa la preparación de ali-mentos. Por otra parte, la ausencia de implemen-tos relacionados con la actividad textil, llevaría apensar que las personas congregadas en este com-plejo eran mayormente hombres (ibid: 79). Esteconjunto de datos permitiría suponer que quie-nes estaban alojados en él pudieron participar delrégimen de la mita, o de la guarnición de tropasdestacadas en la ciudad. Dos opciones factibles,mas si consideramos las reiteradas informacionesal respecto que se encuentran en las crónicas, yque obviamente debieron corresponder a deter-minados complejos que resolvieran la presenciade este tipo de población dentro de la ciudad.

Las referencias de los cronistas sobre la canti-dad y diversidad de bienes almacenados en losdepósitos, puede aproximarnos al análisis del rolque cumplieron los centenares de qollqa ubicadasen el lado sur de la ciudad, especialmente en loque se refiere al soporte que brindaban a las acti-vidades económicas y políticas que se desarrolla-ban teniendo como centro a la entidad urbana.

A este propósito Cieza (1984: 143-144) refie-re como los Inka

...en más de mill y dozientas leguas que mandaronde costa, tenían sus delegados y gouernadores, ymuchos aposentos y grandes depósitos llenos de to-das las cosas necessarias, lo qual era para prouisiónde la gente de guerra. Porque en uno de estos depó-sitos auía lanzas, y en otros dardos, y en otros oxotas,y en otros las demás armas que en ellos tienen.Assímismo vnos depósitos estauan proueydos de ro-pas ricas y otras de más bastas y otros de comida, ytodo género de mantenimientos. De manera queaposentado el señor en su aposento, y alojada lagente de guerra, ninguna cosa desde la más peque-ña hasta la mayor y más principal dexaua de auer,para que pudiessen ser proueydos.

Fig. 55. Huánuco Pampa: plano del complejo del aqllawasi locali-zado en el lado norte de la plaza (Gasparini y Margolies 1977: fig.101).

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Las qollqas de Huánuco Pampa están organi-zadas en hileras consecutivas siguiendo las curvasde nivel de la topografía de la ladera del cerro alsur de la ciudad. Morris y Thompson llaman laatención sobre el hecho de que las hileras bajasestán compuestas por estructuras de planta circu-lar, mientras que las hileras más altas tienen plantarectangular, lo cual indicaría que estas distintasformas de depósitos fueron construidas para alma-cenar diferentes productos y que estos estuvierondistribuidos en sectores distintos. La cantidad ydimensiones de estos diferentes tipos de depósi-tos dan una idea aproximada de su enorme capa-cidad de almacenamiento, que se estima en 14,000m3 para aquellos de planta circular y 23,000 m3

para los de planta rectangular. Si bien se advierteque los datos recabados no son excluyentes delalmacenamiento de algún otro tipo de productono detectado, las investigaciones permitieron es-tablecer que aquellos de planta circular habríanestado mayormente asociados al almacenamientode granos de maíz contenidos dentro de vasijas decerámica, cuya forma es conocida como aribalo;mientras que los de planta rectangular lo habríansido consistentemente con el almacenamiento depapa. Estas cifras por separado dan idea de que elpreciado maíz habría tenido una cantidadvolumétricamente menor de almacenamiento, sibien su mayor valía económica así lo justificaría yexplicaría también que la ubicación de sus alma-cenes se encontrara en inmediata proximidad conel asentamiento.

Si bien la conservación del maíz es menos exi-gente, ya que tanto el frío como su almacenamien-to en tinajas pueden protegerlo de insectos y roe-dores, en el caso de los tubérculos es mucho máscrítica, ya que por su alto contenido de humedadestán sujetos a su germinación y al ataque de hon-

gos y bacterias, por lo que su conservación es posi-ble sólo por un tiempo muy limitado, a menosque se cuente con sistemas de refrigeración quemantengan temperaturas entre 3 a 4º C. Lo intere-sante del caso es que tanto el emplazamiento en laecología de puna, donde la temperatura mediaanual oscila entre 3 a 6º C, como el especial diseñode la construcción de los depósitos con murosgruesos, techos de paja con aleros sobresalientes,ventanas de ventilación, pisos con lajas de piedray ductos en el subsuelo para su ventilación, de-bieron en conjunto garantizar una temperaturaestable que se mantuviera en el rango ideal paraprolongar al máximo el tiempo de conservaciónde los tubérculos frescos, es decir cuando estos nohubieran sido previamente deshidratados y trans-formados en otro tipo de productos, como papaseca o chuño. De esta manera el ambiente de punase aprovechó como un gran refrigerador naturalpor presentar las condiciones ideales para la con-servación de productos agrícolas, especialmentede los tubérculos. Este factor, unido a la posibili-dad de deshidratar naturalmente los tubérculosen estas condiciones climáticas, debió de tener unimportante peso en la elección de la localizaciónde ciudades como Huánuco Pampa y Pumpu(Morris 1981; Morris y Thompson 1985: 97-107).

Pero no se trataba solamente de desarrollar es-tructuras que garantizaran las temperaturas idea-les para la conservación, ya que las excavacionesarqueológicas revelaron evidencias de una nota-ble inversión de trabajo en la disposición más ade-cuada de los productos a conservar dentro de losdepósitos. Este es el caso de la excavación del in-terior de una estructura de depósito, donde se hallóbajo los restos del techo colapsado por incendio,evidencias carbonizadas de papas almacenadas,

Fig. 56. Huánuco Pampa: pla-no de la estructura de unaqollqa de planta circular(Morris y Thompson 1985: fig.16).

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siendo notable la comprobación de que las papashabían sido dispuestas colocando entre ellas es-tratos de paja de ichu para mejorar sus condicio-nes de conservación. Estas capas de paja no esta-ban dispuestas al azar sino entretejidas y reforza-das con soguillas en sus bordes, formando unaespecie de paca o fardo. De esta manera se asegu-raba el aislamiento y la ventilación entre las capasde tubérculos almacenados y se favorecía la elimi-nación de la humedad que hubiera afectado a losalimentos almacenados en las qollqa (ibid: 19).

Pumpu

Presenta un modelo de establecimiento muy si-milar en su ordenamiento urbano al de HuánucoPampa, sin embargo presenta también notablesdiferencias que expresan la aparente diversidad desoluciones que se daban ante condiciones localesdistintas y las estrategias políticas específicas queel estado Inka establecía en cada región.

El sitio se localiza en las punas de Junín sobrelos 4,100 msnm. en proximidad del Lago deChinchaycocha o Junín, ubicándose en su extre-mo septentrional y en una planicie donde se pre-senta la confluencia de los ríos Yawarmayo y

Millwakarpa con el Upamayo, que constituye lanaciente del río Mantaro en cuanto efluente delLago de Junín. Estas especiales características na-turales conforman un tinkuy, en cuanto represen-ta un lugar simbólico en su calidad de espacio deencuentro.22 Por otra parte, además de las optimascondiciones que ofrecía el clima de puna para laconservación y transformación de alimentos,23 lalocalización del sitio ofrece hacia el este un rápi-do acceso hacia las salinas de San Blas y San Pe-dro, así como a las yungas y ceja de selva deChanchamayo; las zonas quechua del valle delMantaro al sur; las cabeceras de los valles de lacosta central hacia el oeste; y los valles tributariosdel Alto Huallaga hacia el norte (Matos 1994).

En Pumpu el núcleo central del asentamientotambién está constituido por una enorme plaza,que en este caso asume un diseño ex profesamentetrapezoidal, ya que no hubo accidente geográficoalguno que condicionara adoptar esta forma envez de una planta rectangular. La plaza está deli-mitada por conjuntos de edificaciones en sus ladoseste y sur, mientras el lado norte parece no haber-se completado y el lado oeste fue dejado abierto ysimplemente delineado con un pequeño bordo detierra 25 cm de alto. Si asumimos que este pudie-

22 Es notable constatar que las características de tinkuy que están presentes en la traza urbana del Cusco, con la confluenciade los ríos Huatanay, Tullumayo y Chunchulmayo (Agurto 1980, 1987; Gasparini y Margolies 1977); fueron aparentementerepropuestas en el diseño urbano de otros establecimientos Inka de primer nivel como Tomebamba (Hyslop 1990), HuánucoPampa (Morris y Thompson 1985) y Pumpu (Matos 1994), entre otros.

23 Según Matos (1994: 255) “El contraste entre el frío nocturno y la radiación solar diurna, fue hábilmente aprovechado paratransformar los productos frescos en alimentos deshidratados, posibles de ser conservados por uno o más años, como la papa enforma de chuño, cocopa, moraya, tokush; la mashua en caya; el maíz en chochoca; el olluco en kotush; y la carne en charki, con todassus variantes.”

Fig. 57. Huánuco Pampa: pla-no de dos qollqa de planta cua-drangular, en las que se obser-va las puertas y los ductos deventilación en los pisos (Morrisy Thompson 1985: fig. 18).

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ra ser el límite proyectado del lado oeste de la pla-za, el área así definida alcanzaría las siguientes di-mensiones: 480 m en el frente sur, 285 m en eleste, 425 m en el inconcluso lado norte, y 395 men el proyectado cierre al oeste, abarcando un áreade poco mas de 17 ha. (ibid: 205-206).

El camino Inka proveniente del Cusco y Jaujadesde el sureste, cruzaba sucesivamente los ríosUpamayo y Yawarmayo, mediante puentes conestribos hechos de piedra (ibid: figs. 85a y 85b), eingresaba a la plaza formando una calle diagonalen la esquina sureste de la plaza. La proyecciónideal de esta línea diagonal, posiblemente confi-guraba la división de la ciudad en las mitadeshanan y hurin. La mitad hanan habría estado in-tegrada por los sectores al norte y este de la plaza;mientras que la mitad hurin habría estado consti-tuida solamente por el sector sur ya que el ladooeste no presenta mayores vestigios de edificacio-nes. En todo caso, del examen del plano de Pumpuresulta evidente que las áreas ocupadas por las

edificaciones del tipo kancha presentes en los sec-tores este y norte, resultan de escasa extensión sise les compara con las construcciones formales detipo kancha presentes del lado sur, y más si consi-deramos la enorme concentración de construc-ciones de planta circular y ordenamiento espon-táneo en forma alveolar que se extienden al extre-mo sur de este sector, del otro lado del ríoYawarmayo (ibid: fig. 33). La extensión aproxi-mada del asentamiento, comprendiendo el espa-cio abierto de la plaza, no debió de superar las100 ha.

En una posición central con relación al ejemayor de la plaza trapezoidal se ubica la cons-trucción piramidal del ushnu. No obstante la granextensión de la plaza esta edificación no presentaun volumen destacado, ya que su planta tiene25.50 m. de norte a sur y 20.50 m. de este a oestey tan solo 2.10 m. de altura en la plataforma su-perior. La estructura está conformada por plata-formas escalonadas y presenta una ancha escali-

Fig. 58. Pumpu: foto aérea en la que se aprecia el ushnu (1) al centro de la plaza (2), un canal (3) que recorre la plaza de oeste a este, para ingresaral complejo principal (4). Las qollqa, estructuras de depósito se ubican al sur del asentamiento (5) y sobre las laderas de un cerro al este (6). Unextenso sector con viviendas de planta circular (7) se localiza al sur, entre las qollqa y las estructuras ortogonales al sur de la plaza. Un canalmoderno atraviesa un posible complejo militar (8) al suroeste del sitio, alimentando un reservorio (9) cuyas aguas represadas han inundado laperiferia este del asentamiento (Hyslop 1990: fig. 7.12).

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nata de 9 m. de ancho adosada en su lado este.Existen otras construcciones asociadas a la plazaque debieron tener gran importancia ritual. Estees el caso de un reservorio de agua alimentadopor un manantial que se encuentra al extremooeste del sitio, y desde el cual se desarrolla un pe-queño canal abierto, que atraviesa la plaza de oes-te a este para ingresar a lo que parece haber sido elconjunto principal del sector este, culminando surecurrido en la estructura de un baño que se en-cuentra en un gran patio dentro de éste conjunto.

No obstante que Pumpu presente un diseñoclaramente identificado con los modelos urbanosde los establecimientos Inka de primer nivel, quecomo hemos visto están definidos por el desarro-llo de grandes plazas con ushnu, delimitadas con

grandes kallankas y complejos con unidades ar-quitectónicas organizadas en kancha, es descon-certante advertir que en todo el asentamiento nose encontró algún rastro de construcciones concantería fina de tipo cusqueño. Esto es más nota-ble aún si se observa que inclusive las posiblesedificaciones principales del sector este, como elpropio ushnu, fueron construidas con piedras decampo sin cantear, mediante la técnica de pirca.Aun cuando existen ciertos vestigios de que losparamentos de estas edificaciones fueron enlucidoscon barro y posiblemente tuvieron un acabadopintado, del cual no se han conservado rastros, esevidente que este tratamiento no correspondía alque usualmente recibían las edificaciones de pri-mer nivel y de mayor importancia para los Inka,

Fig. 59. Pumpu: plano general(Matos 1994).

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por más distantes que estas se encontraran de lacapital del imperio, como hemos visto antes en elcaso de Ingapirca y Huánuco Pampa. De estamanera, se puede suponer que en Pumpu el dise-ño del asentamiento correspondió a la adminis-tración Inka, mientras que su construcción ha-bría sido realizada por mano de obra local de es-casa especialización (ibid: 89-91).

Que este tipo de tratamiento de menor cali-dad fuera deliberado, lo podemos constatar porel contraste que ofrecen las edificaciones deWarautambo, a tan solo 80 km. al norte del sitioy que si bien presenta una extensión mucho me-nor que Pumpu, exhibe edificaciones ordenadasen kancha con las clásicos lienzos de cantería fina,adornados con portadas y hornacinastrapezoidales, además de un ushnu y una estruc-tura de baño también construidos con piedras la-bradas (ibid: 106-107, 112, figs. 27a y 27b). Estecaso singular denotaría que los aposentos reales alos cuales se refiere Cieza como prerrogativa delos principales establecimientos Inka, no se en-contrarían necesariamente en el principal centrourbano de la región -denominado entonces comoBombón- sino más bien en un establecimientomenor con apenas 12 ha. de extensión, favoreci-do como residencia de la elite quizás por su em-plazamiento en un piso ecológico más templadoy con un clima menos severo.

Otro importante componente presente enPumpu son los sistemas de almacenamiento oqollqa. Una agrupación de 179 depósitos se ubicaen hileras sobre las faldas del cerro Shongoymarca.En el llano se ubican otros dos posibles gruposque suman unos 200 depósitos ordenados forman-do hileras, pero entremezclados con las viviendasque se agrupan densamente en el sector popularal sur del sitio. Finalmente se presenta una largahilera de 168 qollqa, definiendo en el llano el lí-mite sur de la periferia de la ciudad. Se han con-tabilizado un total aproximado de 547 estructurasde depósito, siendo la gran mayoría de las instala-das en el llano de planta circular, mientras que delas 179 qollqa dispuestas en la ladera del cerro 96son de planta circular y 97 rectangulares (ibid:242-260). Llama también la atención de los inves-tigadores del sitio, la presencia de múltiples hoyosasociados a los barrios ‘populares’ al sur del sitio yasociados con las márgenes del río Yawarmayo yUpamayo, que por analogías etnográficas pare-cen haber correspondido a pozas de agua corrien-te, que se utilizan tradicionalmente en los proce-

sos de deshidratación y transformación de los tu-bérculos de altura (ibid: 304-310).

Al suroeste del asentamiento destaca la pre-sencia de un gran conjunto que comprende unaextensión de cerca de 6 ha. Está conformado porgrandes unidades de kancha, con edificios espa-ciosos que parecen barracas ordenadas alrededorde patios muy amplios. Al este del conjunto sedisponen en hileras 42 qollqas, que aparentemen-te surtían de alimentos y otros bienes a quienesestuvieran allí acantonados; mientras que al no-roeste del conjunto se encuentra un gran recintoque podría haber sido utilizado como corral parallamas. La localización de este conjunto en la pe-riferia del asentamiento y su relativo aislamientocon relación a otros sectores del mismo, así comolos rasgos arquitectónicos que presenta, sugierenque pudo corresponder a una guarnición de ca-rácter militar (ibid: 231-242).

Un aspecto que llama la atención en Pumpues la enorme concentración de estructuras que tie-nen en su forma y construcción una clara improntalocal, y que no corresponden a los cánones arqui-tectónicos Inka. Este extenso sector se localiza alextremo sur del asentamiento, y está claramenteseparado de los demás sectores asociados a lo inka,en cuanto presentan una arquitectura formalmenteorganizada en unidades de kancha. Este sector surpodría corresponder a la concentración de un grannúmero de tributarios en calidad de mitayos, esdecir, pobladores de las localidades vecinas con-vocadas al centro urbano para participar de unaserie de procesos productivos, y cuyas zonas deresidencia estaban claramente sectorizados por unlímite físico muy marcado (el río Yawarmayo).Algo similar a lo visto en Huánuco Pampa, peroen proporciones mucho mayores, ya que enPumpu el número de estructuras circulares resul-ta ampliamente dominante con relación a la can-tidad total de estructuras presentes en el asenta-miento. De modo que el peso de la dimensión“popular” debió ser mucho más gravitante enPumpu. Este aspecto quizás explicaría el trata-miento generalizado de menor calidad en sus edi-ficaciones, aun cuando se tratara de la arquitectu-ra ritual y de los conjuntos principales estableci-dos alrededor de la plaza, que asumenformalmente las convenciones típicas de los pa-trones Inka.

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8. EL IMPERIO INKA 457

Vilcashuamán

El avance Inka sobre el territorio de sus legenda-rios rivales, los Chanka, implicó la temprana fun-dación de una ciudad emplazada en el corazón deesta región, en un sitio que debió ser originaria-mente denominado Willka Waman, que enquechua significa halcón sagrado. Las connota-ciones simbólicas de este centro provincial Inka yel hecho de constituirse en un lugar emblemáti-co, enclavado en el dominado territorio Chanka,podrían explicar sus singulares características.

La ciudad se encontraba en el medio del terri-torio ocupado por los Inka, equidistante tanto deQuito como de Chile (Cieza 1984: 252), y se lo-calizaba en un nudo de caminos en el que seentrecruzaban una serie de rutas que enlazabantanto los valles interandinos, como estos con lacosta sur central peruana, comunicándose con estamediante uno de los principales tramos transver-sales del Qhapaqñan que recorría desde sus altu-ras el valle de Pisco, enlazando importantes esta-blecimientos Inca, como Incawasi, Huaytará,Tambo Colorado y Lima la Vieja (Hyslop 1984,1992).

La importancia de Vilcashuamán como cabe-cera de región es destacada con múltiples referen-cias de Cieza y especialmente en la sección dondedescribe la ciudad y abunda en detalles acerca delas características del templo del sol, del adoratorioo ushnu, del palacio del Inca, de los aposentos de

los sacerdotes y mamaconas, que se encontrabanrodeando un altozano o llano elevado, es decir elespacio correspondiente a la gran plaza. Así tam-bién refiere de la presencia de más de 700 depósi-tos o qollqa, donde se almacenaban el maíz y otrosabastecimientos. Proporciona también una valio-sa referencia acerca de los 40,000 tributarios queprestaban servicios temporales a la ciudad, posi-blemente bajo el régimen de la mita. También dacuenta de la rápida y devastadora destrucción a laque ha sido sometido el sitio pocos años despuésde la conquista española, cuando narradescarnadamente que: “Lo que ay que ver destoson los cimientos de los edificios y las paredes y cercasde los adoratorios, y las piedras dichas, y el templocon sus gradas, aunque desbaratado y lleno deheruazales, y todos los más de los depósitos derriba-dos: en fin fue lo que no es. Y por lo que es juzgamoslo que fue.” (Cieza 1984: 252-253).

Vilcashuamán se encuentra unos 100 km alsureste de la ciudad de Huamanga, a 3,300 msnm.y emplazada sobre un terreno elevado, lo que brin-daba a las edificaciones del asentamiento una po-sición de dominio visual con relación al paisajecircundante (González Carré et al. 1996). Si bienel establecimiento Inka ha sido sujeto a un severoproceso de destrucción y alteración que se iniciódesde época colonial, en el lugar se conserva aúnuna de las estructuras de ushnu más bellas en cuan-to a diseño arquitectónico y dimensiones monu-mentales. Igualmente, se han conservado restos

Fig. 60. Vilcashuamán: dibujo de Angrand del templo inka en 1847 con la iglesia construida sobre él (Angrand 1972: lam. 237).

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del conjunto correspondiente a un templo quefuera transformado en iglesia. Igualmente, otrosvestigios de estructuras Inka permiten establecerhipótesis acerca de la forma de la gran plaza alrede-dor de la cual se encontraban estos monumentos.

La plaza de Vilcahuamán ha sido fuertementealterada por edificaciones que han ido invadien-do desde época colonial este gran espació que cons-tituía el centro de la ciudad Inka. Algunos vesti-gios de su posible perímetro permiten suponerque la plaza tuvo una forma trapezoidal, donde elushnu no se encontraba al centro sino dispuestoen la esquina noroeste de su perímetro; mientras

que el aparente templo del sol se encontraba alsur de la misma. Es interesante la referencia deCieza (ibid.) a un canal que atravesaba la plaza yque aparentemente conducía agua a unos baños,cuando menciona que: “Por medio desta plazapassaua una gentil acequia trayda con mucho pri-mor. Y tenían los señores sus baños secretos para ellosy para sus mugeres”. Si bien el principal adoratorioo ushnu se encontraba dispuesto en el perímetrode la plaza, parece que existía otra estructura si-milar pero de menor tamaño localizada en el cen-tro de la plaza, ya que Cieza también señala que:“En medio de la gran plaza auía otro escaño a ma-

Fig. 61. Vilcashuamán: recons-trucción hipotética del temploinka y de las terrazas con en-trantes dentados y nichos(Gasparini y Margolies 1977:fig. 110).

Fig. 62. Vilcashuamán: planohipotético del sector centralcon la plaza (6) y la ubicacióndel templo (1); la plataformacon nichos y entrantes (5); lapirámide del ushnu (2) con surespectivo recinto (4) y unaconstrucción dentro de él (3)(Gasparini y Margolies 1977:fig. 106).

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nera de theatro, donde el señor se assentaua para verlos bayles y fiestas ordinarias”(ibid.).

El conjunto del ushnu, con la pirámide esca-lonada y el palacio atribuido a Túpac IncaYupanqui, se encuentran al noroeste del períme-tro de la plaza. El ushnu presenta una planta cua-drangular y está conformado por 4 plataformasescalonadas, si bien un examen más exhaustivorevelaría que en realidad se trata de una secuenciade plataformas dispuestas formando una suertede espiral cuadrangular. Los muros de contenciónde estas plataformas están elaborados con cante-ría fina, mientras que el volumen fue realizadocon un relleno constructivo de piedras y barro(González Carré et al. 1996). Una escalinataadosada en el frente del lado este de la pirámidepermitía el ascenso hacia la cima, donde se en-cuentra un gran bloque de piedra labrado en formade doble trono. La pirámide del ushnu se encon-traba dentro de un conjunto cercado de plantatrapezoidal, al que se accedía mediante portadasmonumentales de doble jamba y seccióntrapezoidal, dispuestas en el frente este del recinto.Una de las portadas que aún se conserva corres-ponde al acceso central, asociado a la escalinatadel ushnu, mientras que vestigios de una segundaportada se encuentran en proximidad de la esqui-na sureste del conjunto. Presumiendo que el re-cinto y sus ingresos hubieran tenido una organi-zación simétrica, se puede suponer la existenciauna tercera portada en proximidad de la esquinanoreste (Gasparini y Margolies 1977: 280- 285).

Al oeste y detrás del ushnu se encuentran res-tos de una edificación de planta rectangular alar-

gada, que las crónicas y la tradición asignan alpalacio de Túpac Inca Yupanqui. Cieza (1984:252) refiere precisamente que: “A las espaldas desteadoratorio estauan los palacios de TopayngaYupangue, y otros aposentos grandes y muchos depó-sitos...”. Esta estructura tipológicamente parececorresponder a una kallanka, tanto por sus dimen-siones como por presentar las puertas hacia unpatio interior. Las posteriores investigaciones de-sarrolladas en el conjunto ha revelado la presen-cia de cimientos de otra estructura de planta si-milar, por lo que se puede suponer que estas dosestructuras dentro del conjunto del ushnu estu-vieron dispuestas de forma simétrica, frente a fren-te con relación al patio, en un ordenamiento pro-pio de una kancha (González Carré et al. 1996).

Cieza (ibid.) refiere que: “El templo del sol fuegrande y muy labrado...que era hecho de piedraassentada una en otra muy primamente, tenía dosportadas grandes: para yr a ellos auía dos escalerasde piedra, que tenían a mi cuenta treynta gradascada una. Dentro deste templo auía aposentos paralos sacerdotes, y para los que mirauan las mugeresmamaconas...”. Efectivamente, aún se conservanalgunos de los rasgos referidos en las estructurasmonumentales correspondientes al templo del sol:Este conjunto, se encuentran al sur del perímetrode la plaza, sobre un terraplén elevado conforma-do por tres plataformas escalonadas. Los murosde contención de estas terrazas fueron construidoscon la clásica cantería cusqueña, donde parte dela primera plataforma presenta un trazo dentado,logrado mediante el diseño de entrantes y salientes;mientras el paramento de la segunda plataforma

Fig. 63. Vilcashuamán: apunte de Angrand del ushnu en 1847 (Angrand 1972: lam. 238).

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luce grandes hornacinas trapezoidales alternadascon pequeños nichos; y finalmente la tercera pla-taforma habría tenido el paramento llano. Sobrela plataforma superior, los muros y portada de laiglesia muestran la reutilización de las estructurasdel templo Inka (Gasparini y Margolies 1977:117-123). Se supone que formaron parte de esteconjunto ceremonial otras edificaciones corres-pondientes a los aposentos de los sacerdotes y aun aqllawasi, a los que el cronista hace referencia.

Algunos asentamientos costeños Inka

Además de los principales centros urbanos coste-ños donde se documenta la presencia Inka, aso-ciada a remodelaciones y a la construcción pun-tual de algunas importantes edificaciones -comoes el caso de Túcume, Pachacamac, La Centinela

de Tambo de Mora, por citar los sitios más desta-cados ya tratados en el capítulo anterior- existensolo algunos pocos casos de establecimientos Inkainstalados en la costa, que puedan ser considera-dos netamente intrusivos y de clara filiación Inka,motivo por el cual su estudio reviste un caráctertrascendente. Entre estos destacan Inkawasi en elvalle de Cañete, Tambo Colorado en el valle dePisco, y Paredones en el valle de Nazca.

Inkawasi

Este sitio Inka está localizado cerca de Lunahuanáen el valle de Cañete, a unos 400 msnm. en unpiso ecológico que corresponde a lo que se conocecomo chaupiyunga, a unos 35 km. del litoral y enuna zona donde el valle se encuentra encajonadoentre cerros, a unos 13 km. al este del punto don-de comienza a formarse el amplio delta agrícola

Fig. 64. Mapa del valle de Ca-ñete con la ubicación deInkawasi, Ungará, Cerro Azuly el camino Inka (Hyslop1984: fig. 61).

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del fértil valle de Cañete (Hyslop 1985: fig. 2).Inkawasi reviste una especial importancia por es-tar estrechamente ligado a las campañas de con-quista del Inka Tupac Yupanqui de los señoríosde esta área de la costa sur central, yespecíficamente del señorío de Huarco, que ejer-cía sus dominios en el valle bajo de Cañete y queopuso una tenaz resistencia a la imposición deldominio Inka (Rostworowski 1978-1980).

A este propósito Cieza (1984: 217) refiere que:“Y que como los Ingas viniessen conquistando yhaziéndose señores de todo lo que vían: no querien-do estos naturales quedar por sus vassallos... ...sostu-vieron la guerra, y la mantuuieron con no menosánimo que virtud más tiempo de quatro años... ...Ycomo la porfía durasse, no embargante que el Inga seretiraua los veranos al Cuzco por causa del calor, susgentes tractaron la guerra: que por ser larga, y el reyInga auer tomado voluntad de la llegar al cabo:abaxando con la nobleza del Cuzco edificó otra nuevaciudad, a la cual nombró Cuzco, como a su princi-pal assiento. Y quentan assimismo, que mandó quelos barrios y collados tuuiessen los nombre propiosque tenían los del Cuzco”. Precisamente, para co-nocer en que medida este “nuevo Cusco” se ase-mejaba a la capital imperial y cuales eran las espe-ciales características de este establecimiento, John

Hyslop (1985) emprendió una minuciosa inves-tigación que nos ha servido de valiosa referencia.

El asentamiento se extiende por más de unkilómetro a lo largo de la margen izquierda delvalle de Cañete, y los diferentes sectores que locomponen están emplazados sobre las terrazas

Fig. 65. Inkawasi: plano general (Hyslop 1985: fig. 75).

Fig. 66. Inkawasi: vista aérea del sector B de aparente función resi-dencial, tomada desde un globo (cortesía John Hyslop).

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aluviales de una quebrada lateral al valle y las la-deras áridas que se encuentran por encima de lastierras de cultivo. El sitio está conformado pordistintos sectores, separados entre sí por la pre-sencia de escorrentías de huaycos que desciendende la quebrada, las irregularidades del terreno y lapresencia de promontorios rocosos.

Al extremo este del sitio se encuentra el SectorB, que corresponde a la concentración de algunosconjuntos de aparente carácter residencial. Losrasgos arquitectónicos registrados en los edificiosde algunos de estos conjuntos (como es el casodel Conjunto 2), donde se aprecia la presencia depoyos, nichos y ventanas, confirmarían su fun-ción residencial; mientras que su diseño ordena-do, la elegancia de sus habitaciones y sus buenosacabados, sugeriría que correspondieron a residen-cias de elite o aposentos reales. Si bien se sugieretambién que algunos de estos conjuntos (como elConjunto 1) pudieron corresponder a una fun-ción de tipo ceremonial (ibid: 17-19, fig. 7).

A propósito del diseño de estos conjuntos, nosparece importante señalar un aspecto que llamala atención: ninguna de estas edificaciones, tantoen este sector como en los demás de Inkawasi,exhibe una organización espacial propia de la ar-quitectura de las típicas kancha Inka. Hyslop (ibid:76) advirtió esta aparente paradoja, en el sentidoque todo presupondría que en un establecimien-to de carácter militar edificado por el estado Inkaen un breve período de tiempo, las posibles in-fluencias locales en el diseño y construcción de suarquitectura deberían ser escasas. Sin embargo, seobserva que no solamente la construcción de losmuros de los edificios fue hecha mayormente con

la técnica de pirca con piedras y barro; sino tam-bién se advierte que el diseño de la propia arqui-tectura, con el desarrollo de cuartos aglutinados eintercomunicados entre sí, corresponden a las tra-diciones arquitectónicas costeñas de la época.

Estos datos sugieren que no solamente se dis-puso de mano de obra local para la construcciónde las edificaciones, sino también que se habríadejado un margen relativamente amplio comopara que patrones de diseño local se aplicaran enel arreglo arquitectónico de los conjuntos. Unahipótesis explicativa de esta aparente paradoja,podría derivar del hecho de que los Incas tuvie-ron como aliados frente a la resistencia de Huarco,al señorío de Chincha, al curacazgo de Coayllodel valle de Asia, y posiblemente al propio seño-río de Lunahuaná que ocupaba la parte alta delvalle de Cañete (Rostworowski 1978-1980). Demodo que el estado Inca podría haber movilizado

Fig. 67. Inkawasi: vista pano-rámica del sector B, donde seaprecia unidades residencialesdotadas de puertas yhornacinas (Canziani).

Fig. 68. Inkawasi: detalle del interior de un ambiente de una posi-ble unidad residencial del sector B, donde se aprecia una ordenadadisposición alterna de ventanas y hornacinas trapezoidales(Canziani).

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en la edificación de Inkawasi a contingentes demano de obra y constructores provenientes de es-tos valles vecinos y del propio valle de Cañete,para ponerlos a disposición de los arquitectos Inkaa cargo del planeamiento general del sitio.24

Al sur del Sector B e internándose en la plani-cie central de la quebrada, se encuentra un grancomplejo de trazo ortogonal denominado SectorA, que aparentemente estuvo destinado a servirde centro de almacenamiento (Hyslop 1985: 14-17, fig.6). Este complejo cercado cuyo plano evi-dencia haber sido planificado, tiene una plantacuadrangular de 110 m. de lado, con un sólo in-greso del lado norte. Los lados este, sur y oestepresentan de 3 a 4 hileras paralelas de cubículoscuadrangulares, de 3.5 a 4.5 m. de lado y de unos2 m. de altura (ibid: 98-103). Las característicasmorfológicas de estas estructuras que carecen de

vanos, permiten suponer que correspondían aqollqa o almacenes techados a los que se accedíadesde arriba. Debido a la destrucción parcial deciertos sectores del complejo no se puede estable-cer con precisión el número exacto de cubículos,aun cuando se puede estimar que estos podríanhaber sumado de 200 a 250 unidades, con unacapacidad de almacenamiento de unos 6,400 m3.Estas hileras de cubículos cuadrangulares, dispues-tas en el perímetro de la edificación, rodean elárea central del complejo donde se presenta unconjunto de 42 compartimientos rectangulares,separados entre sí por muros bajos de no más de75 cm. de alto, los que a su vez operan como ve-redas de circulación de 1 a 3 m. de ancho. Comoparte del rígido arreglo simétrico de todo el con-junto, se construyó una plataforma al centro detodo el complejo.

24 El hecho de que Inkawasi se construyera con la técnica de pirca, propia de las tradiciones constructivas preincas de laspoblaciones rurales de la chaupiyunga y no con la técnica del tapial o adobón, empleada ampliamente en la construcción de losedificios públicos y residenciales de los valles costeños, podría señalar que las poblaciones convocadas para la edificación deInkawasi habrían provenido de las partes correspondientes a la chaupiyunga de estos valles.

Fig. 69. Inkawasi: vista aérea delos sectores A y C, correspon-dientes al complejo de qollqa,tomada desde un globo (corte-sía John Hyslop).

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Una reconstrucción hipotética del funciona-miento del edificio, permite suponer que los com-partimientos rectangulares dispuestos al centro delcomplejo posiblemente no estuvieron techados yhabrían servido como una suerte de tendales parapreparar, secar, acomodar y contabilizar los pro-ductos que ingresaban o se despachaban desde losdepósitos. La plataforma central podría haber ser-vido como lugar de instalación de los funciona-rios a cargo de la administración y supervisióndel movimiento de bienes del complejo; mientrasque las veredas debieron permitir la circulaciónentre los tendales de quienes movilizaban los pro-ductos. El hecho de registrarse escalinatas adosadasal perímetro de los cubículos y en la terminaciónde algunas de las veredas, permite suponer queestas servían para ascender a la parte superior delos muros de los cubículos y desplazarse entre ellospara depositar o retirar los productos almacena-dos (ibid: 17).

Inmediatamente al norte del complejo de al-macenamiento y separado de este por un corre-dor de 4 m. de ancho, se desarrolla otro conjuntodenominado Sector C, cuya forma deplaneamiento, permite afirmar que se trataba deun complemento del complejo de las qollqas delSector A y seguramente concebido como parteintegrante de este, dado que comparte la orienta-ción de la traza y ejes de muros. Este complejoplanificado está conformado por una serie de re-cintos rectangulares que rodean una pequeña pla-za trapezoidal y que -tanto por su ubicación comopor la presencia en él de enterramientos- Hyslop(ibid: 19) supone que pudo contener un templo.

En todo caso, fuese o no de carácter ceremo-nial este complejo, una serie de rasgos indicaríanque estuvo estrechamente asociado a la adminis-tración del complejo de las qollqa, posiblementesirviendo de marco a las actividades públicas quese derivaban de ello. Al respecto, es de destacarque la plaza trapezoidal estaba bordeada por unabanqueta perimétrica y que su lado sur —que co-rresponde a la fachada principal de las edificacio-nes del complejo— habría estado dotada de unagalería techada. Esto se infiere de la presencia deuna hilera formada por los restos de las bases de20 columnas hechas de piedra y barro; así mis-mo, en un patio interior se observa la presenciade una banqueta perimetral y rastros de una posi-ble galería en sus lados sur y este, que habría sidosoportada con pilares cuadrangulares de piedra ybarro (ibid: 109-111).

Más al norte y al oeste de este conjunto, seencuentra el Sector D compuesto por aglomera-

ciones de estructuras dispuestas irregularmente.La ausencia de planeamiento de este sector y laescasa calidad de sus edificaciones indicarían queen él debieron de alojarse sectores populares odependientes. Por otra parte, la abundante evi-dencia de actividades asociadas con la prepara-ción de alimentos y la presencia de uno de lospocos basurales registrados en el sitio, permiteninferir que en este sector se resolvía la prepara-ción y el servicio de alimentación a otros sectoresdel establecimiento e inclusive de las fuerzas acan-tonadas en él. En todo caso, los rasgos arquitectó-nicos y constructivos de este sector del estableci-miento permiten suponer que estuvo ocupado porgente que no era Inka (ibid: 21).

El sector central del asentamiento, o Sector E,está dominado por una gran plaza abierta de plantatrapezoidal que tiene unos 150 m. en su eje ma-yor orientado de norte a sur. La posición elevadade la plaza, al estar emplazada sobre una planicieligeramente más alta que los demás sectores, leasegura un amplio dominio visual sobre el paisajedel valle. En el eje central de la plaza existen vesti-gios de una calzada que culmina en una pequeñaplataforma o ushnu, que se dispuso desplazadahacia el lado sur de la misma. Estrechamente aso-ciado a la plaza y compartiendo los ejes de su tra-zado, se desarrolla del lado sur de ésta un gran

Fig. 70. Inkawasi: plano del sector E según Harth Terré (1933).

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complejo planificado, de planta trapezoidal y cer-cado por una muralla perimétrica de 1 m. de gro-sor y 4 m. de alto. El complejo, que contiene cer-ca de 96 recintos o cubículos, está interiormentedividido en dos subsectores separados por un co-rredor, cuyo eje coincide con la ubicación de lapuerta principal de acceso al recinto con el vanotrapezoidal y una puerta secundaria, ambas conclaras evidencias de haber sido tapiadas, sellandoasí el único acceso al complejo (ibid: 113-118).25

La prominente fachada del complejo que da ha-cia la plaza, presenta vestigios de pintura y de ba-ses de pilares cuadrangulares, lo que permite su-poner la existencia de una galería techada a lo lar-go de esta (Harth-Terré 1933: figs. 5 y 8).

El subsector del lado este del complejo pre-senta hileras de grandes recintos rectangulares,separadas entre sí por corredores paralelos queparten del corredor principal; mientras el subsectordel lado oeste presenta 7 hileras de cubículos orecintos de menor tamaño, separados igualmentepor corredores paralelos, si bien en este caso seadvierte la presencia de grandes columnas cilín-dricas, lo que permite inferir la presencia de te-chos de cobertura. Los cubículos están delimita-dos por muros bajos de 1 m o menos de alto,mientras que del lado opuesto al corredor presen-tan muros de unos 3 m de alto, que podrían ha-ber servido de soporte de los techos al igual que

las columnas. El hecho de que la posición de lascolumnas no calce con la de los muros divisoriosde los cubículos, puede dar la impresión de queestas fueron colocadas al caso. Sin embargo, estasestán dispuestas ordenadamente cada 3.20 m. loque permite establecer reconstructivamente queluego de que estas columnas fueran levantadas, sehabría procedido posteriormente a la construc-ción de la subdivisión de los cubículos, con unamodulación independiente a la de las columnas.

En nuestra opinión, la ausencia de puertas yde otros rasgos residenciales en estas estructuras,así como su disposición ordenada por hileras,permite postular que este complejo también ha-bría absuelto funciones de almacenamiento, talcomo fue propuesto por Hyslop (ibid: 24) entredistintas opciones funcionales. Las diferentes for-mas y medidas que presentan los cubículos de cadauna de las hileras, apuntarían hacia el almacena-miento ordenado de bienes diversos, dispuestosen distintos tipos de cubículos de acuerdo a sugénero. Podría parecer excesiva la presencia de dosgrandes complejos de almacenamiento en el sitio,pero este no es el caso si se considera que Inkawasiera un establecimiento básicamente militar, don-de no sólo se debían almacenar las vituallas parala alimentación de las tropas acantonadas, sinotambién como señala Cieza (1984: 143-144) serequerían “...grandes depósitos llenos de todas las

25 Además de las evidencias que señalan una breve ocupación del sitio, estas puertas tapiadas podrían representar uno de losescasos testimonios de lo señalado en las crónicas, cuando refieren que luego de la victoria sobre los Huarco el Inca “...mandóruynar el nuevo Cuzco que se avía hecho y con toda su jente dio la buelta para la ciudad del Cuzco...” (Cieza 1985: 175).

Fig. 71. Inkawasi: vista del sec-tor E en la que se aprecia uncorredor que da acceso a loscubículos y en primer planouna de las columnas(Canziani).

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cosas necessarias, lo qual era para prouisión de lagente de guerra. Porque en uno de estos depósitos auíalanzas, y en otros dardos, y en otros oxotas, y en otroslas demás armas que en ellos tienen. Assímismo vnosdepósitos estauan proueydos de ropas ricas y otras demás bastas y otros de comida, y todo género de man-tenimientos”. De acuerdo a esta descripción y a lascaracterísticas que exhiben los complejos de lossectores A y E, se podría postular la hipótesis deque en Inkawasi se habría desarrollado un siste-ma diversificado de almacenamiento, donde elprimer complejo de qollqas podría haber funcio-nado para el almacenamiento de productos ali-menticios; mientras que el segundo complejo enel sector E podría haber estado destinado al de-pósito de armas y la vestimenta necesaria para lagente de guerra a la cual alude Cieza.

Otro importante sector del asentamiento se daen una pequeña quebrada ubicada en el extremosuroeste del sitio, y que está separada del sectorcentral por la intrusión de una escarpa del cerroque se proyecta hacia el valle. En ésta zona relativa-mente aislada denominada Sector F, se desarrolla-ron otros conjuntos aparentemente residenciales.

En la parte baja de este sector, los edificios se or-ganizan a los lados de grandes patios y algunos desus paramentos exhiben nichos ornamentales. Enla parte alta de este sector destaca un conjuntoque forma una suerte de anfiteatro, ya que losedificios han sido organizados en 14 bloques dis-tintos, dispuestos de forma radial alrededor de unaplaza cuadrangular y teniendo como centro unapequeña plataforma que parece corresponder a unushnu. Los edificios de los bloques están separa-dos entre sí por muros o corredores que permitenel acceso a estos desde la plaza y su arquitecturaexhibe vestigios de pintura mural, de pisos endoble altura soportados por vigas y rebajos en losmuros, al igual que nichos y ventanas altas queofrecen visuales panorámicas sobre el valle (ibid:118-123).

Finalmente, hay que señalar que si bienInkawasi tuvo una función fundamentalmentemilitar, no por esto presenta mayores obras defortificación. Estas se reducen a la construcciónde un muro en el extremo sur de la quebrada, y alemplazamiento de dos instalaciones de aparentecontrol del acceso al sitio desde el valle bajo, en

Fig. 72. Inkawasi: vista aéreadel sector Sur Oeste, tomadadesde un globo (cortesía JohnHyslop).

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los sitios de Escalón y Toma, ubicados en ambasmárgenes del valle unos 5 km. al oeste del sitio(ibid: 34- 45, fig. 2).

Las edificaciones de Inkawasi parecen haberserealizado con cierta rapidez y sin los cuidados quese advierten en otros complejos Inka emplazadosen la costa. Como ya se vio, la mayoría de losmuros de los edificios fueron construidos con latécnica de pirca, empleando piedra de campo asen-tada con mortero de barro. Aparentemente, el es-tablecimiento tuvo una vida breve y fue abando-nado luego de la conquista del señorío de Huarco,y así lo confirmarían algunas evidencias documen-tadas por Hyslop (ibid: 116) que testimonian eltapiado de algunos de los vanos principales deacceso a uno de los conjuntos principales.

Poco después, los Inkas —posiblemente con-memorando su victoria y afirmando simbólica-mente su presencia en el valle— edificaron un mo-numental adoratorio en un promontorio rocosoque domina la caleta de Cerro Azul y un asenta-miento tardío que se encuentra al sur del sitio,

que pudo haber sido una de las sedes principalesdel señorío de Huarco (Rostworowski 1978-1980). Al respecto, Cieza (1984: 217) señala queel Inka luego de la victoria “...se volvió con su genteal Cuzco: perdiéndose el nombre de la nueva pobla-ción que auían hecho. No embargante que por triunfode su victoria mandó edificar en vn collado alto delvalle la más agraciada y vistosa fortaleza que auíaen todo el reyno del Perú, fundada sobre grandes losasquadradas, y las portadas muy bien hechas: y losrecebimientos y patios grandes. De lo más alto deesta casa real abaxaba vna escalera de piedra quellegaua hasta la Mar: tanto que las mismas ondasdella baten en el edificio con tan grande ímpetu yfuerza que pone gran admiración, pensar como sepudo labrar de la manera tan prima y fuerte quetiene”.

Excavaciones arqueológicas conducidas enCerro Azul, se concentraron en los maltratadosrestos de estas edificaciones, emplazadas en la cimade dos promontorios rocosos (Cerro del Fraile yCerro Centinela) que se proyectan al borde de los

Fig. 73 – Cerro Azul: plano dela Estructura 1 (Markus et al.1983-1985: fig 1).

Fig. 74. Cerro Azul: detalle delos cimientos en el lado nores-te de la Estructura 3 con silla-res de cantería fina (Markus etal. 1983-1985: fig 12).

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acantilados que dan hacia las rompientes del mar.Estas investigaciones han expuesto los vestigiosde los recintos de estas estructuras, y de las hila-das de piedra labrada de estilo cusqueño que con-formaron los cimientos de muros y plataformas.Algunas de estas plataformas evidencian muroscurvilíneos, usualmente desplegados en la arqui-tectura ceremonial Inka, y se perfilan como mira-dores con una perspectiva espectacular sobre elpaisaje marino (Markus et al. 1983-1985: figs. 1y 10).26

Tambo Colorado

En una de las principales rutas transversales delQhapaqñan y en la cabecera del valle Pisco se en-cuentran dos importantes establecimientos Inkacon edificios construidos con cantería fina: un sitiotambién llamado Incahuasi ubicado en un lugarpróximo a las zonas de puna de la parte alta de lacuenca (3.775 msnm.); y Huaytará, localizado enun piso ecológico más templado y emplazado a

26 A propósito de la severa destrucción de la que ha sido objeto el sitio de Cerro Azul desde época colonial hasta añosrecientes, podría citarse en Cieza (1984: 218) una temprana y lúcida proclama conservacionista: “Y donde es esta fortaleza y lo queha quedado de la del Cuzco (aquí se refiere a Saqsaywaman) me paresce a mí que se deuía mandar so graues penas, que los Españolesni los Indios no acabassen de deshazerlos. Porque estos dos edificios son los que en todo el Perú parescen fuertes y más de ver: y aunandando los tiempos, podrían aprouechar para algunos efectos”.

Fig. 75. Cerro Azul: plano dela Estructura 3 (Markus et al.1983-1985: fig 10).

Fig. 76. Mapa del valle deChincha y Pisco, con la ubica-ción de la Centinela de Tambode Mora, Lima la Vieja, Tam-bo Colorado, Huaytará,Incahuasi y el camino Inka(Hyslop 1984: fig. 7.1).

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unos 2,400 msnm. sobre un mirador natural quedomina desde las alturas el valle alto de Pisco,donde se construyó con cantería fina uno de losedificios emblemáticos de la arquitectura Inka.Este aparente templo, flanqueado por fuentes ri-tuales, es excepcional no solo por la elegante fac-tura de sus paramentos exteriores con hornacinas,y sus singulares nichos interiores de planta trian-gular, sino también por conservar intactos los has-tiales de adobe, lo que permite reconstruir conexactitud la forma original del edificio con sustechos a dos aguas (Gasparinini y Margolies 1977:264-269, fig. 269).

Descendiendo el valle se encuentra el célebresitio de Tambo Colorado, ubicado a 45 km. dellitoral sobre la margen derecha del valle de Pisco.Como componente central del establecimiento sedesarrolla una gran plaza de planta trapezoidal,cuyo lado norte está orientado de este a oeste ycoincide con la proyección del camino que atra-viesa la plaza. El lado oeste de la plaza, a diferen-cia de los demás que están delimitados por losmuros de los complejos que la bordean, estávisualmente abierto hacia el horizonte y el paisajedel valle, ya que está delimitado a todo lo largopor una plataforma ancha de baja altura. Precisa-

Fig. 76B. Huaytará: detalle de la fachada lateral que exhibe un paramento de cantería fina con hornacinas de doble jamba (Canziani).

Fig. 76A. Huaytará: vista delhastial de la iglesia donde seobserva la superposición sobreel antiguo hastial del temploInka, en cuyo vértice se apre-cia la impronta de las dos ven-tanas altas, propias de este tipode arquitectura Inka. En segun-do plano se observa la secuen-cia de baños rituales(Canziani).

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mente, en la esquina suroeste de éste lado abiertode la plaza se encuentra instalado el ushnu cere-monial, constituido por una pequeña plataformaconstruida con adobes y con escalinatas en dos desus lados.

En la organización del sitio se aprecia la defi-nición de dos sectores principales, uno al norte yel otro al sur de la plaza. Como parte del trata-miento de integración de estos dos largos frentescon la plaza, se les adosó banquetas escalonadas,

mientras en el diseño de los paramentos se buscóromper la monotonía mediante la disposiciónordenada y continua de hornacinas trapezoidalesde doble jamba, donde la pintura mural predo-minante de color rojo aplicada en los paramentos(de allí el nombre de Tambo Colorado) se alternacon acentos en amarillo ocre.

El gran complejo de planta cuadrangular quese ubica al centro del lado norte de la plaza, pare-ce haber sido el de mayor importancia, y de debió

Fig. 77. Tambo Colorado: plano general según Harth Terré (Gasparini y Margolies 1977: fig. 121).

Fig. 78. Tambo Colorado: vista panorámica del complejo palaciego desde la plaza (Canziani).

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corresponder a lo que Cieza denominaba aposen-tos reales dentro de las instalaciones del tampu otambo. Este complejo presenta un ingreso centralcon portada trapezoidal de doble jamba que daacceso a un primer patio desde el cual se accedía arecintos laterales y a un segundo y tercer patio,más pequeños y elevados que permitían el accesoa los recintos y habitaciones dispuestas a sus la-dos. El desarrollo de la edificación, instalada en laladera de un cerro, se resuelve magistralmentemediante terrazas escalonadas, que van incorpo-rando la gradiente y a la vez posibilitan que cadapatio se convierta en un mirador con una visualprivilegiada sobre el valle y los cerros desérticospropios del paisaje local.

Si bien Tambo Colorado fue, como su nom-bre lo señala, un tampu, debió serlo de una jerar-quía muy especial. Esto se puede inferir a partirdel planeamiento de todo el conjunto y de la es-pecial calidad arquitectónica de los complejosprincipales. Todas las edificaciones están hechasde adobe27 y además de exhibir los rasgos típicosde la arquitectura Inka —como son las puertas,ventanas y hornacinas trapezoidales— presentauna serie de rasgos que señalan fuertes influenciasde la arquitectura costeña de barro, como es elcaso del tratamiento de frisos calados de adobe o

Fig. 79. Tambo Colorado: detalle de la fachada del complejo pala-ciego, donde se aprecia el ordenamiento de los nichos de doblejamba pintados en rojo y amarillo ocre; en un segundo plano, unmuro con ventanas; y en un tercer plano, fragmento de una cornisacon ornamentación modelada en barro (Canziani).

27 Si bien muchas veces se asume erradamente que los Inka sustituyen la piedra por el adobe en sus construcciones en la costa,es ampliamente conocido que los Inka construyeron, tanto en la sierra como en la costa, con ambos materiales de forma integral.En la sierra se presentan construcciones Inka que combinan la parte baja de muros y columnas en piedra, con la parte superior deestos y los hastiales construidos con adobe, como se puede apreciar en Huaytará, Ollantaytambo, o en el monumental templo deWiraqocha de Raqchi, entre otros (Gasparini y Margolies 1977; Hyslop 1990; Moorehead 1978). Por otra parte, en la costaexisten algunos singulares vestigios de construcciones de adobe con basamentos o muros de cantería fina, como son los documen-tados en Pachacamac (Lurín), Cerro Azul (Cañete) y Paredones (Nazca).

Fig. 80. Tambo Colorado: vistapanorámica desde el norte dela plaza y el ushnu, en primerplano el complejo palaciego(Canziani).

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en el despliegue de cornisamientos ornamentados.Otros indicadores de las especiales característicasde las edificaciones principales de Tambo Colo-rado, entre las que destaca un posible complejopalaciego, son el tratamiento con pintura muralen sus frentes y especialmente en los espacios in-teriores, donde se aplicaron singulares combina-ciones cromáticas (Protzen y Morris 2004). Porotra parte, la presencia de un baño, con su corres-pondiente sistema de abastecimiento de agua den-tro de los ambientes de este complejo, podría es-tar indicando funciones propias de un palacio,

similares a las que se han documentado para elPalacio Inka de la Centinela de Tambo de Moraen Chincha, donde coincidentemente tambiénhay vestigios de baños y de pintura mural(Canziani 2000; Uhle 1924; Wallace 1998).

Paredones

Este sitio Inca reviste un carácter enigmático porsu especial ubicación y la excepcional factura dealgunos de sus edificios, y a esto contribuye tam-bién la inexplicable ausencia de mayores estudios

Fig. 81. Tambo Colorado: vista de la plataforma del ushnu ubicado en la esquina suroeste de la plaza (Canziani).

Fig. 82A. Paredones: vista aérea oblicua en la que se aprecia el emplazamiento del sitio, adosado a las laderas de un cerro que delimita la margensur del valle del valle de Nazca (Bridges 1990).

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y referencias científicas. Una breve mención seencuentra en el reconocido trabajo de Menzel(1959) acerca de la ocupación Inka en la costa surdel Perú, donde simplemente señala que en Pare-dones, al igual que en otros sitios Inka de la re-gión como Tambo Colorado y Tambo de Collao,el edificio principal se encuentra ubicado sobre laladera del cerro que flanquea la plaza. RossellCastro (1977) desarrolla un plano en el cual seaprecia la distribución de los diferentes sectoresdel sitio, si bien sugiere funciones a los distintosedificios sin mayor sustento arqueológico. Poste-riormente se habrían desarrollado trabajos arqueo-lógicos que lamentablemente no han sido publi-cados, los cuales han expuesto algunos muros concantería fina, lo que explicaría que no fueran re-portados en los trabajos antes citados.

El sitio de Paredones está emplazado en el va-lle oasis de Nazca en proximidad del sistema depuquiales y acueductos subterráneos de Cantalloc,La Gobernadora, Kayanal y Wayrona, entre otros(ibid). Esto permite suponer que el asentamientoInka fue instalado estratégicamente en una de lasescasas zonas fértiles para la agricultura en la re-gión. Por otra parte, el sitio debió estar estrecha-mente asociado al camino Inka, que desprendién-dose del que recorría paralelo al mar los llanos deldesierto, se internaba por el valle de Nazca hacialas alturas, enlazando los valles oasis de la regióncon las punas de Lucanas en dirección haciaVilcashuamán.

No obstante su escaso estudio, el sitio revela laespecial importancia que le asignaron los Inka,dada la calidad especial de sus edificios construidos

Fig. 82. Paredones: plano ge-neral según Rossell Castro(1977).

Fig. 83. Paredones: vista pano-rámica del sector al oeste delsitio (Canziani).

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con cantería fina de tipo imperial. Por lo que co-nocemos, podemos señalar que algunos de losedificios de Paredones son los únicos en la costaperuana que exhiben y conservan muros de cante-ría fina, cuyos lienzos se desplegaron de formaexcepcional en toda la altura de los muros, posible-mente hasta alcanzar lo que debió ser la cabecerade los mismos. En el sitio también se observa res-tos de los cimientos en cantería fina de un edificioque se construyó sobre un promontorio elevadoque domina todo el sitio. El hecho de que losmuros de este edificio tuvieran trazos curvilíneos,podría denotar que estuviera destinado a cumpliruna función de carácter ceremonial

El Qhapaqñan: el sistema vial Inka

En el ambicioso proyecto de integración panandino desarrollado por los Inka, jugó un rol fun-damental el Qhapaqñam, el sistema vial incaico,que alcanzó una extensión de por lo menos 23,000kilómetros en sus tramos principales y secunda-rios, articulando los distintos territorios y conec-tando entre sí a la red de ciudades y establecimien-tos inka instalados en ellos.28 Esta gran obra pú-blica, que constituye uno de los legados arqueo-

lógicos más extensos de la humanidad, es consi-derada también un portento de la ingeniería uni-versal ya que en su desarrollo recorre los más di-versos territorios con suelos, relieves y climas di-ferentes, encontrando soluciones constructivasacertadas en cada uno de ellos y desplegando re-cursos técnicos impresionantes como fueron losmagníficos puentes colgantes que sirvieron parasalvar los ríos encajados en profundas gargantas yacantilados (Hyslop 1984, 1992).

El reto asumido por el estado Inka de integrarpoblaciones y territorios aislados, separados entresí por formidables barreras geográficas, hubiera sidoinimaginable sin el desarrollo de esta espectacularobra pública. El manejo de los estados prehistóri-cos, como de los modernos, requiriere de caminospara unir y administrar sus diferentes regiones,pero es evidente que en el territorio de los Andesel desarrollo del sistema de caminos significó parael estado Inka un factor de vital importancia.

Es aparente que el sistema de caminos tras-cendió su exclusiva dimensión física adquiriendoun alto valor simbólico para el estado Inka y susinstituciones, como también para las poblacionesde las regiones más remotas que identificaron enél la impronta significativa de su presencia. Los

Fig. 84. Paredones: detalle deun recinto cuyos muros estánconstruidos con sillares de can-tería fina (Canziani).

28 Hyslop (1985: 224) asume que el estimado de 23,000 km para la extensión de los tramos principales y secundarios delQhapaqñan puede resultar conservador y, basándose en su amplia experiencia como investigador del tema, señala que no seríasorprendente que futuros trabajos de exploración arqueológica e investigación histórica, proyecten la red de caminos del sistemavial incaico a unos 40,000 km.

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Fig. 85. Mapa del Qhapaqñan,el sistema vial Inka (Hyslop1992).

caminos expresaron la concepción del espacio yde la geografía cultural por parte de los Inkas, tanes así que la localización de las poblaciones suje-tas a su dominio estuvo referida a su ubicacióncon relación a los caminos (Hyslop 1984: xiii).

A propósito de los caminos principales hacialos cuatro suyos, que articulaban la ciudad capi-tal del Cusco con el extenso territorio dominadopor los Inka, Cieza (1984: 258) refiere que:

Desta plaza salían quatro caminos reales: en el quellamauan Chinchasuyo se camina a las tierras de losllanos con toda la serranía hasta las prouincias deQuito y Pasto: por el segundo camino que nombranCondesuyo entran las prouincias que lo son sujetasa esta ciudad, y a la de Arequipa. Por el tercero cami-no real que tiene por nombre Andesuyo se va alasprouincias que caen en las faldas de los Andes, y al-gunos pueblos que están pasada la cordillera. En elvltimo camino destos que dizen Collasuyo entranlas prouincias que allegan hasta Chile”.

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A continuación Cieza (ibid.) se refiere a la con-cepción Inka sobre la división de sus territoriosprovinciales, anotando que: “...assí estos Indios paracontar las que auía en tierra tan grande lo enten-dían por sus caminos”. Hyslop (1990: 58), desta-ca esta inteligente apreciación, en el sentido deque desde el punto de vista de esta concepción locentral no era tanto la sucesión y extensión de losterritorios provinciales, sino el acceso que se teníaa estos dominios mediante los diferentes cami-nos. De esta manera, los pueblos, los lugares y losrecursos de las distintas regiones son referidos apartir de su relación con el sistema de caminosque articulaban el territorio.

El camino Inka operaba simultáneamentecomo una gigantesca red que resolvía las comuni-caciones, el transporte de bienes y productos, eltraslado y movilización de la gente, y sirviendo desoporte para la administración en general. El ca-mino servía para conectar las zonas más densa-mente pobladas, permitiendo al estado acceder asu fuerza de trabajo mediante los sistemas detributación impuestos. Por el camino se moviliza-ba la población hacia los lugares donde ésta debía

de cumplir con la mita o prestación laboral, o semovilizaban por él los grupos de mitmaq que erandesplazados a lejanos territorios que debían sercolonizados o a las ciudades donde debían cum-plir con procesos productivos de sus especialidad.

El camino servía también para articular terri-torios ubicados en diferentes pisos ecológicos quealbergaban diferentes recursos naturales, los queeran transportados por el camino con el auxiliode caravanas de llamas, asegurando la comple-mentariedad económica entre distintas regionesy los procesos productivos que en ellas tenían lugar.Así también los caminos servían para trasladar losrecursos hacia los depósitos establecidos en las ciu-dades o tampu. En el terreno militar, el caminoera fundamental para la movilización de tropashacia las fronteras en constante expansión, o paradesplazarlas con rapidez hacia las regiones dondese desencadenaran rebeliones.

El camino servía también para el desplazamien-to de arquitectos, ingenieros y otros especialistasa cargo de la construcción de las edificaciones quese ejecutaban en distantes establecimientos, o dela ejecución de distintas obras públicas, entre lasque se incluía el desarrollo del propio camino. Deigual manera, por el camino circulaban los noblesy funcionarios a cargo de diferentes tareas admi-

Fig. 86. Dibujo de Guamán Poma (1980: 326) con la leyenda: go-bernador de caminos reales, Qhapaqñan Tocricoc. Se observa el seña-lamiento de los caminos asociados a la ciudad de Vilcas Huamán,entre ellos el que descendía desde la laguna de Choclococha haciael valle de Pisco y la costa.

Fig. 87. Dibujo de Guamán Poma (1980: 322) de un chasqui quese anuncia haciendo sonar una caracola de pututo.

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nistrativas del estado. Una de las más destacadasactividades relacionadas con el camino era el en-vío de mensajes e informes, al igual que determi-nados bienes selectos, por medio de los célebreschaski. Estos corredores estaban estacionados a lolargo de la ruta en pequeñas estructuras denomi-nadas chaskiwasi que les servía para darse la postay como lugar de descanso.

A este propósito, se puede señalar que así comoel camino servía como eje articulador entre lasciudades y otros establecimientos principales, asu vez otros establecimientos menores, como lostampu y los chaskiwasi, servían para darle soportelogístico y garantizar la operatividad del propiocamino, proporcionando instalaciones que brin-daran alojamiento y alimentación a los viandantes,

depósitos donde almacenar las vituallas, y corralesdonde reunir las llamas de las caravanas. Ademásestas instalaciones menores podían constituirsecomo una sede administrativa temporal y una basede operaciones para las actividades que se desa-rrollaran en la circunscripción local, como es elcaso de la conservación y el mantenimiento delpropio tramo del camino donde estaban ubicadas.

En suma, como señaló imaginativamente JohnHyslop (1992: 20) para dar una idea de la comple-jidad del camino, aproximando el punto de vistaal de nuestras vivencias modernas, podemos pen-sar que: “Por medio de este sistema vial se desa-rrollaban diversas actividades, las que actualmen-te constituyen para nosotros funciones separadas:era algo así como si una sola enorme entidad re-

Fig. 88. Tramo del camino Inkaen Atiquipa cerca de Quebra-da de la Vaca, donde se apreciala construcción de una escali-nata para atravesar la depresiónde un curso de escorrentía(Canziani 2002).

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emplazara nuestras redes aérea, ferroviaria y te-rrestre, nuestro sistema postal y telefónico, asícomo parte del aparato administrativo nacional”.

La ruta principal del Qhapaqñan se desarro-llaba a lo largo de la cordillera de los Andes, desdeQuito al Cusco y desde esta ciudad hasta Mendozaen el noroeste de Argentina con un recorrido to-tal, en línea de aire, de más de 4,000 km. A lolargo de esta ruta se encontraban las principalesciudades Inka, como Tomebamba, Cajamarca,Huánuco Pampa, Vilcas Huamán, y al sur delCusco, Hatun Colla, Chucuito y Paria, prosi-guiendo hasta llegar a Tucumán y Mendoza. Se-gún Hyslop (1984: 168-172) la presencia Inka enel noroeste argentino se explicaría no sólo por losrecursos mineros y agrícolas de esta región, sinotambién por representar una ruta alternativa ymucho menos exigente para dirigirse a la zonacentral de Chile que el tránsito por el otro cami-no, que se desarrollaba por el flanco occidentalde los Andes y que implicaba el reto de atravesarlos extensos y desolados desiertos de Atacama.29

Otra ruta longitudinal del camino recorría ellitoral del Perú enlazando los valles costeños se-parados entre sí por extensiones de desierto relati-vamente amplias. Este camino, en el extremo nortede la costa, evitaba cruzar por el árido desierto deSechura. Por lo tanto, saliendo hacia el norte delos valles de Lambayeque hacia Piura, se alejabadel litoral y corría paralelo al pie del flanco occi-

dental de los Andes, por la ruta de Olmos yChulucanas, que ofrecía la presencia de algunasfuentes de agua y el reparo del bosque seco tropi-cal que crece en la zona.

El desarrollo de diversas vías transversales, ase-guraba la comunicación entre los dos principalesejes longitudinales del camino Inka, y la conexiónfundamental para asegurar la complementariedadeconómica en cada región, articulando los vallescosteros con los valles y zonas altoandinas y, a suvez, éstas con los territorios de las vertientes orien-tales y los bosques húmedos de la Ceja de Selva.Algunas de estas rutas transversales debieron serde especial importancia, como la que unía en elnorte el valle de Jequetepeque con Cajamarca yChachapoya; en el centro la que enlazaba el santua-rio de Pachacamac con Jauja; y sobre todo la queconectaba La Centinela de Tambo de Mora enChincha con Lima La Vieja en Pisco y que ascendíapor este valle, pasando por Tambo Colorado yHuaytará, para llegar a Vilcashuaman y desde allíal Cusco, constituyendo una de las rutas más di-rectas para llegar desde la capital imperial a la costa.

Se ha señalado con razón que el sistema delcamino Inka incorporó otros caminospreexistentes, como también que sacó partido delos caminos desarrollados por otras sociedadesandinas contemporáneas. Es conocido que el es-tado Wari articuló su red de establecimientosmediante caminos, ya que sus ciudades estaban

29 Buena parte del camino en la ruta que atraviesa el desierto de Atacama transcurre por decenas de kilómetros a una altitudque oscila entre 3,000 a 3,500 msnm. donde llama la atención la presencia de pequeños sitios con cerámica Inka asociados alcamino, en lugares que sin embargo están muy alejados de fuentes de agua (Hyslop 1984: 150-167).

Fig. 89. Tramo conservado delcamino delimitado por murosde tapia, que atravesaba el va-lle de Chincha en línea rectade este o oeste y a lo largo deunos 12 km., desde la locali-dad de Portachuelo en el cue-llo del valle, hasta la Centinelade Tambo de Mora en proxi-midad del litoral (Canziani2000).

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directamente asociadas a estos. Sin embargo, aúncuando la red de caminos Wari represente un im-portante antecedente del Qhapaqñan, aparente-mente los Inkas no los reutilizaron construyendosus propios caminos, aún cuando compartían lamisma ruta. En todo caso, donde estos eventual-mente pudieron superponerse es difícil de esta-blecerlo, dada la naturaleza de las evidencias, porlo que se requeriría de estudios más detallados alrespecto (Hyslop 1984: 270-274; 1992:130-133).

En el caso de la costa norte, es evidente quelos Inka reutilizaron y mantuvieron en función elsistema de caminos desarrollado por las socieda-des norteñas y especialmente por los estadosLambayeque y Chimú. Este proceder es totalmen-te coherente con la escasa realización de obras

públicas en ésta región, en la que los Inka tuvie-ron una presencia indirecta, mayormente susten-tada en la subordinación de las elites locales y losasentamientos urbanos que se mantuvieronoperativos durante ésta época. Un proceso simi-lar se habría producido en la costa sur central,con la asimilación del sistema de caminos presen-te en el valle de Chincha, y posiblemente tam-bién con aquellos que conectaban Pachacamac ylos valles de la costa central con la serranía.

Construir el sistema de caminos en un territo-rio tan abrupto y diverso como es el andino re-quirió de un gran conocimiento de la geografía,de las variaciones climáticas y de los tipos de suelospor los que trascurría el camino en diferentes regio-nes. Es así que en distintos contextos se aplicaron

Fig. 90. Tramo de camino enla zona desértica que separa elvalle de Moche del de Chica-ma, y que extraordinariamentepresenta más de 20 m de ancho(Kosok 1965: 89, fig. 6).

Fig. 91. Tramo de camino queconectaba Pachacamac conJauja, en un sector de la mar-gen derecha del valle medio deLurín, cuya calzada está sopor-tada mediante la construcciónde grandes muros de conten-ción, posibilitando su desarro-llo en laderas de fuerte pen-diente. (Canziani).

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las soluciones técnicas más convenientes para cadacaso, desarrollando obras de ingeniería que im-presionan individualmente, y más si se les consi-dera como parte del continuo de una obra gigan-tesca. En los llanos de los desiertos, donde los sue-los eran arenosos o pedregosos el camino fuedemarcado colocando postes de madera o levan-tando mojones de piedras de trecho en trecho; enotros despejando de piedras el suelo de la franjadel camino y/o alineándolas en los bordes de este.En casos excepcionales, y sobre todo en proximi-dad del ingreso a algunos valles costeños, se cons-truyeron muros bajos de piedra o de barro. En elcaso de atravesar terrenos agrícolas, los caminoseran delimitados por muros más altos con la fina-lidad de proteger los cultivos que se encontrabana su vera, y en vez de ampliar su sección general-mente la reducían, seguramente con el propósitode afectar la menor cantidad de tierras agrícolas.

En las zonas de puna, atravesando las plani-cies altoandinas cubiertas de pastos naturales, loscaminos presentan los anchos mayores registra-dos en la sierra y en muchos casos es notable ob-servar que están empedrados, tanto con el propó-sito de que su construcción resistiera el embate delas lluvias, propias de estas alturas, como tambiénpara ofrecer una calzada más conveniente al vian-dante, frente a los suelos expuestos a la acumula-ción de agua o de nieve, para lo cual también seles dotó de sistemas de drenaje. Finalmente, ensuelos inundables propios de zonas pantanosas oen las márgenes de lagos y lagunas, con la finali-dad de impedir largos rodeos de los caminos, sehicieron notables inversiones de trabajo constru-yendo largas calzadas sobre terraplenes, lo que

aseguraba que el camino se mantuviera siemprepor encima del nivel máximo de las aguas en épo-ca de lluvia. Estas calzadas estaban también em-pedradas y contaban con canales transversales queaseguraban el libre flujo del agua, impidiendo queel terraplén se convirtiera en un dique inconve-niente y evitando así que las aguas lo rebosaran(Hyslop 1992: 57-74).

En un territorio agreste como el andino, tantoen los desiertos costeros como en las húmedasvertientes orientales, y especialmente en las vastaszonas de montaña que recorría el camino en lamayor parte de su recorrido, éste obligadamentedebía superar las frecuentes y marcadas pendien-tes, que se desarrollaban tanto en el sentidolongitudinal como lateral a su trazo.

En el primer caso, para superar las fuertes pen-dientes en la misma dirección del desarrollo de sutrazo, se construían largas rampas y más frecuen-temente escalinatas. Cuando las pendientes noeran muy pronunciadas se intercalaban peldañosque se disponían entre tramos de calzada que pre-sentaban una ligera inclinación; mientras quecuando la gradiente era mucho más pronunciadase construyeron escalinatas de piedra, muchas delas cuales son notables por su excepcional exten-sión y especial integración con el paisaje. En elsegundo caso, cuando el camino se desarrollabaen zonas de pendiente lateral, a lo largo de laderasde cerros o bordeando vertiginosos precipicios,con la finalidad de mantener la calzada horizon-tal o simplemente para contener el terraplén don-de esta debía de discurrir, se construyeron gran-des muros de contención. En algunos casos, espe-cialmente cuando el camino se enfrentaba a

Fig. 92. Camino que atraviesaun sector de puna medianteuna calzada elevada para supe-rar las zonas sujetas a periódicasinundaciones (Canziani).

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paredes rocosas de fuerte inclinación, propias dezonas con precipicios, su construcción fue resuel-ta recurriendo a muros de contención de gran al-tura y de sección escalonada, para garantizar deesta manera su resistencia estructural y lograr unacalzada lo suficientemente ancha como para ofre-cer condiciones de seguridad para su tránsito(Hyslop 1992: 74-86).

Finalmente los puentes asociados al caminoInka tuvieron una notable importancia y un equi-valente despliegue de recursos técnicos para po-der superar los frecuentes cauces de torrentes, ríosy otros obstáculos que se interponían en el terre-no. En el caso de que se requiriera salvar distan-cias relativamente cortas, y cuando la luz entre losapoyos lo permitiera, se empleó troncos de made-ra o vigas de piedra dispuestas sobre estribos cons-truidos con piedra en ambas márgenes del río, paraluego cubrir la estructura horizontal con una capade tierra y formalizar la calzada de tránsito delcamino sobre el puente. Cuando la luz entre apo-yos fuera algo mayor, se aplicó una técnica simi-lar, pero en este caso reduciendo la luz mediantela proyección de voladizos o ménsulas desde losestribos (Hyslop 1992: 215-226).

Fig. 93. Tramo del camino Inka hacia Machupicchu, donde se apreciala calzada con el desarrollo de escalinatas para superar zonas confuerte pendiente. A la derecha un saliente rocoso parcialmentemodificado mediante la construcción de terraplenes y un muro connichos (Canziani).

Fig. 94. Escalinata con un despliegue de curvas y contra curvas enel camino Inka hacia Machupicchu (Canziani).

Fig. 95. Dibujo de Guamán Poma (1980: 328) con la leyenda: go-bernador de los puentes de este reino.

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482 JOSÉ CANZIANI

Cuando el camino debía cruzar ríos encajadosen profundos cañones, los Inka o quienes les an-tecedieron en esta invención, desarrollaron conlos puentes colgantes una innovación tecnologíaque se anticipó en algunos siglos al diseño másfrecuente en la construcción de los puentes mo-dernos (ibid: 226-244). Uno de los más notablesy espectaculares puentes colgantes se encontrabasobre el río Apurímac, que superaba una vertigi-nosa luz de 45 m a unos 35 a 40 m de altura sobreel cauce del caudaloso río. Otro caso similar era eldel puente colgante sobre el río Pampas que al-canzaba 41 m. de largo (Squier [1877] 1974: 295-297, 301-302). Pero no se recurría a este tipo dediseño solamente en el caso de salvar grandes lu-ces, también los puentes colgantes debieron seren muchos casos una solución alternativa a la di-ficultad de encontrar maderos de largo fuste enlas zonas donde tenían lugar las obras, ya que per-mitía echar mano a materiales fáciles de conse-guir en ella, como son las fibras vegetales y ani-males, para lo cual además se contaba con el vastoacervo cultural d las tecnologías textiles andinas.

Se ha señalado que los puentes colgantes he-chos con fibras vegetales implican un mayor man-tenimiento y su periódica renovación. Sin embar-go, estos factores que podemos considerar relati-vamente desventajosos, debieron minimizarsefrente no solo a la posibilidad de emplear mate-riales de fácil acceso, sino también por la ampliadisponibilidad de fuerza de trabajo con que con-taba la administración del imperio. Al respecto,son abundantes los documentos que informan

como el estado Inka designaba a determinadascomunidades para que efectuaran estas laborescomo parte de la tributación que les era exigida.Más bien parecería que las ventajas que ofrecíanlos puentes colgantes llevó a la búsqueda de solu-

Fig. 96. Puente sobre el río Apurímac en un grabado de Squier([1877] 1974).

Fig. 97. Puente sobre el ríoOllantaytambo en un grabadode Wiener ([1880] 1993) don-de se puede apreciar el pilarcentral y los bloques colocadosrío arriba para defenderlo de lasavenidas.

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ciones para su empleo en condiciones que no eranlas ideales, es decir cuando los ríos no estabanencañonados y sus márgenes no eran muy eleva-das, o cuando el ancho de su cauce fuera excesivo.En este caso aparentemente se habría optado porelevar la altura de los estribos o subdividir el puenteen dos tramos colgantes, mediante el recurso deemplazar un pilar intermedio entre los estribos.La descripción de una solución de este tipo la pro-porcionan tanto Wiener ([1880]1993: 599-600)como Squier ([1877] 1974: 274-275) para unpuente que se encontraba sobre el río Urubambacerca de Ollantaytambo, y que estaba dotado deun pilar intermedio construido en medio del caucecon grandes bloques de piedra, siendo protegidorío arriba por otros enormes bloques que obliga-ban al rió a bifurcarse en este punto.

Quienes hemos tenido la oportunidad de re-correr algún tramo del camino Inka y nos hemosdejado trasportar por el asombro que genera estaobra centenaria, inmersa en los cautivantes paisa-jes andinos, podemos simplemente convocar nues-tra modestia y rendir un homenaje a sus anóni-mos constructores. Que mejor para esto que con-cluir citando a Pedro Cieza de León (1985: 185)uno de sus más tempranos e ilustres admiradores.

Fig. 98. Puente sobre el río Pampas en un grabado de Squier ([1877]1974).

Creo yo que desde que ay memoria de jentes no sea leydo de tanta grandeza como tuvo este camino,hecho por valles hondos y por sierras altas, pormontes de nieve, por tremadales de agua, por peñaviva y junto a ríos furiosos; por estas partes yva lla-no y empedrado, por las laderas bien sacado, porlas syerras deshechado, por las peñas socavado, porjunto a los ríos sus paredes entre nieve con escalo-nes y descansos; por todas partes linpio, barrido,descombrado, lleno de aposentos, de depósitos, detesoros, de templos del Sol, de postas que avía eneste camino ¡O! ¿Que grandeza se puede dezir deAlexandro ni ninguno de los poderosos reyes queel mundo mandaron que tal camino hiziesen, nienventasen el proveymiento que en él avía?.

Fig. 99. Detalle de la calzada y estructura del puente sobre el ríoPampas en un grabado de Squier ([1877] 1974).

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