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Capítulo 1: La guerra de la Independencia 1. Referencia: 153-5085 “El Coloso” de Francisco de Goya. La Guerra de la Independencia fue una terrible experiencia para todo el pueblo español. Goya quedó hondamente impresionado por esos años, como refleja esta obra que se conserva en el Museo del Prado y que podría representar el pavor que produce la guerra. El derrocamiento de los Borbones Tras el éxito del Motín de Aranjuez se abrió un periodo de incertidumbre entre los distintos protagonistas de estos hechos que fue llenando de tensión el ambiente. El propio Napoleón dudó hasta el último momento de qué decisión tomar pero mientras, quiso asegurarse el control de la situación atrayendo hasta territorio francés a Carlos IV y a su hijo Fernando, rey en ese momento. La cita la estableció en Bayona, junto a la frontera española, donde fueron llegando los miembros de la familia real durante los últimos días de abril de 1808. El primero en hacerlo fue Fernando, desconfiando de la maniobra pero muy presionado por Murat, jefe de la guarnición francesa en Madrid. Una vez en Bayona, Napoleón le informó de sus intenciones: derrocar a los dos borbones españoles y obligarles a entregarle a él la corona. Más tarde fueron llegando Godoy, tras ser liberado por Murat y finalmente los reyes Carlos IV y Maria Luisa de Parma. Fernando

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Capítulo 1: La guerra de la Independencia

1. Referencia: 153-5085

“El Coloso” de Francisco de Goya. La Guerra de la Independencia fue una terrible experiencia para todo el pueblo español. Goya quedó hondamente impresionado por esos años, como refleja esta obra que se conserva en el Museo del Prado y que podría representar el pavor que produce la guerra.

El derrocamiento de los BorbonesTras el éxito del Motín de Aranjuez se abrió un periodo de incertidumbre entre los distintos protagonistas de estos hechos que fue llenando de tensión el ambiente. El propio Napoleón dudó hasta el último momento de qué decisión tomar pero mientras, quiso asegurarse el control de la situación atrayendo hasta territorio francés a Carlos IV y a su hijo Fernando, rey en ese momento. La cita la estableció en Bayona, junto a la frontera española, donde fueron llegando los miembros de la familia real durante los últimos días de abril de 1808. El primero en hacerlo fue Fernando, desconfiando de la maniobra pero muy presionado por Murat, jefe de la guarnición francesa en Madrid. Una vez en Bayona, Napoleón le informó de sus intenciones: derrocar a los dos borbones españoles y obligarles a entregarle a él la corona. Más tarde fueron llegando Godoy, tras ser liberado por Murat y finalmente los reyes Carlos IV y Maria Luisa de Parma. Fernando y sus colaboradores se resistieron débilmente a las pretensiones de Napoleón, mientras que la actitud de Carlos IV fue de total entrega. Los enfrentamientos, insultos y reproches que estallaron entre la familia real y que marcaron las “Renuncias de Bayona”, se producían simultáneamente al levantamiento del 2 de mayo en Madrid que dio inicio a la Guerra de la Independencia.

1. Cuadro anecdótico. El “Antiguo Régimen”Se conoce con este nombre al sistema político, social, económico y religioso que surgió en Europa a partir de la Edad Media y se consolidó durante la Edad Moderna. Empezó a mostrar síntomas de crisis a finales del siglo XVIII y tras una serie de revoluciones políticas, económicas y sociales fue destruido a lo largo del siglo XIX. En el aspecto político se caracterizó por la monarquía absoluta: se consideraba que el poder era

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de origen divino y el rey (por la gracia de Dios) lo ejercía en la tierra, es decir era el soberano, tenía todo el poder y no debía rendir cuentas a nadie salvo a Dios. Reunía en su persona los tres poderes que según Montesquieu existen en todo Estado: el poder legislativo (hacer las leyes), el ejecutivo (hacerlas cumplir) y el judicial (decidir si se han cumplido o no). La reunión de estos tres poderes en una misma persona o institución, permitían gobernar con absoluta arbitrariedad e impunidad. Bajo el rey existía un sistema jerárquico que ocupaban la nobleza y el clero, que ejercían su poder de la misma forma, solo teniendo que dar cuentas a su inmediato superior. Esta forma de gobernar, junto con el resto de los aspectos del Antiguo Régimen, fueron duramente criticados durante el siglo XVIII por la Ilustración, corriente de pensamiento que surge en Francia y que apoya la razón como única fuente de conocimiento. Algunos reyes simpatizaron con las ideas ilustradas y sus reinados estuvieron plagados de reformas económicas, sociales, culturales, religiosas y administrativas. A este nuevo tipo de gobierno se le conoció como el despotismo ilustrado, cuya máxima podría haber sido “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Es decir, mantuvieron siempre el concepto de que la soberanía (el poder absoluto) estaba en el rey y por tanto, sus decisiones buenas o malas, debían acatarse sin ser discutidas. Frente a esta idea surgió la de soberanía nacional, desarrollada por Rousseau : solo el pueblo tenía el poder y debía ejercerlo directamente o a través de los representantes que él eligiera. La violencia de este suceso sirvió a Napoleón como argumento para terminar con las discusiones. Obligó a Fernando a devolver a su padre la corona que le había arrebatado por la fuerza y a éste a entregársela a él mismo que dispondría de ella. Tras algunas dudas optó por designar como rey de España a su hermano José, por entonces rey de Nápoles e integrar así al país en el sistema de estados satélite de Francia. Las únicas condiciones que puso Carlos IV fueron la promesa de no dividir las posesiones españolas y el mantenimiento de la religión católica como oficial y única del reino. Los reyes Carlos y Maria Luisa marcharían a un exilio que resultaría definitivo mientras que Fernando permaneció recluido en un dorado cautiverio mientras duró el conflicto.De esta manera mientras los madrileños se batían con el ejército francés, ambos reyes españoles, haciendo uso de la soberanía que les otorgaba la monarquía absoluta del Antiguo Régimen, renunciaban a su corona.

El levantamiento y la creación de las Juntas Provinciales

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Desde el mes de marzo y los sucesos de Aranjuez existían signos de gran inquietud en la población española en general y en la madrileña en particular. En realidad la tensión con los soldados franceses no había dejado de crecer desde que las primeras tropas entraran en España en cumplimiento del tratado de Fontainebleau. Los malos modos mostrados por estas fuerzas alimentaron la animadversión hacia ellas. A esto se unía la ausencia del rey Fernando y las confusas noticias que iban llegando de Bayona. El Consejo de Regencia no se atrevía a tomar decisiones que pudieran comprometer la seguridad del monarca lo que parece confirmar el carácter espontáneo del levantamiento madrileño del 2 de mayo de 1808.

2. Referencia: 400-4717

“Insurrección de Madrid contra la entrada del ejército francés” Litografía realizada hacia 1830. El levantamiento de 2 de mayo de 1808 marcó el inicio de la guerra y es un símbolo del protagonismo que en ella cobró el pueblo.

El detonante de éste pudo ser, como afirma la historiografía tradicional, la salida del Palacio Real de los infantes pequeños con dirección a Bayona. Los primeros enfrentamientos junto al palacio, se extendieron a la Puerta del Sol y a las calles próximas al cuartel de Monteleón. En ellos participaron un considerable número de madrileños de variadas profesiones y extracción social. No así fuerzas militares (con las excepciones de Daoiz y Velarde) ni otras instituciones directamente controladas por la corona. La guarnición francesa acabó con la revuelta de forma eficaz y contundente, aunque no sin cierta dificultad. Pero las noticias de Madrid pronto recorrerían todo el país prendiendo la chispa de la rebelión.Los combates se fueron extendiendo hacia la Puerta del Sol, Puerta de Toledo y otras zonas de Madrid. En el barrio de Maravillas donde se encontraba el Parque de Artillería de Monteleón se produjeron los combates más duros, fue el único lugar donde existió una significativa participación militar y donde los madrileños contaban con algo más que navajas y tejas; los oficiales Daoiz y Velarde repartieron armas entre el pueblo y sacaron los cañones a la calle. Poderosas columnas francesas de varios miles de soldados cada una, salieron desde la periferia donde estaban acuarteladas y barrieron el centro de la ciudad, acabando con la sublevación con más esfuerzo del previsto. Los fusilamientos del 3 de mayo hicieron el resto. El levantamiento estaba sofocado y la población de Madrid no volvería a crear problemas a los franceses durante el resto

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de la guerra. Según recoge el escritor Ronald Fraser en su libro “La maldita guerra de España”, al día siguiente a los disturbios, Murat estaba exultante y declaró ante O´Farril, ministro de la guerra de la Regencia: “El asunto de ayer entrega España al emperador”, a lo que este respondió: “Debería decir que sitúa a España fuera de su alcance para siempre”.La reacción inicial de los estamentos privilegiados del Antiguo Régimen fue la de aceptar la decisión de los depuestos Borbones y a José Bonaparte como rey impuesto. La asamblea de notables reunida en Bayona en la que estaban representados la alta nobleza, la jerarquía eclesiástica y el Consejo de Castilla, juraron al nuevo rey y dieron su aprobación al cambio de régimen que significó la “Constitución de Bayona”.

2. Cuadro anecdótico: El 2 de mayoA pocos acontecimientos de la historia de España se le ha dado tanta relevancia como a la rebelión de Madrid del 2 de mayo de 1808. La exaltación, utilización e intento de apropiación del suceso, ha sido casi universal entre las distintas corrientes políticas del país, a través de historiadores afectos a unas y otras. Para los fernandinos, fue una muestra de la lealtad del pueblo hacia su rey legítimo, para el nacionalismo franquista, la defensa de las “esencias patrias” frente a la influencia progresista extranjera, para los liberales el levantamiento de un pueblo por su libertad, interpretación que se recupera y magnifica en la defensa de la capital durante la Guerra Civil (1936 – 1939) que convierte el 2 de mayo en un antecedente del “Madrid que bien resiste...” Todas las versiones, incluida la que dan los franceses del suceso, coinciden en resaltar la bravura y el coraje de esos personajes, la mayoría anónimos, que iniciaron por su cuenta una cruenta guerra que duró cinco años y que fue un factor decisivo en el hundimiento del Imperio Napoleónico.Pero ¿qué llevó a los madrileños a salir a la calle a combatir contra un ejército tan superior en número, armamento y preparación? La respuesta es compleja, pese a los numerosos estudios realizados sobre este acontecimiento y que a través del análisis de los combatientes, caídos y heridos en el 2 de mayo, intentan conseguir la imagen de sus protagonistas. Un factor importante fue el rechazo y desprecio que despertaban las tropas francesa que ocupaban Madrid. Su actitud altanera, sus exhibiciones de fuerza a través de desfiles, su falta de tacto con las costumbres sociales y religiosas, crearon un ambiente de hostilidad hacia ellos, como prueba el hecho de que varias decenas de soldados franceses fueran heridos o muertos por arma blanca en los días

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que precedieron al levantamiento. Murat, el jefe de la guarnición francesa de Madrid, tuvo mucho que ver en el enrarecimiento del ambiente. Era sin duda de los más valientes mariscales de Napoleón, pero no estaba entre los más inteligentes y carecía totalmente de tacto. Su ostentosa negativa a reconocer a Fernando como rey, sus groseras presiones para que este se dirigiera a la encerrona que Napoleón preparaba en Bayona, la liberación del odiado Godoy y los panfletos pro franceses que hizo circular por la capital, le convirtieron en blanco del odio de los madrileños.La teoría de que se trató de un motín preparado, siguiendo la tradición del ocurrido en Aranjuez en marzo del mismo año y organizado por la misma camarilla de seguidores de Fernando VII, la establecieron ya los franceses en el momento de los hechos. Estudios posteriores la recogen apoyándose en la significativa participación en los sucesos del 2 de mayo, de personas residentes fuera de Madrid y en concreto en señoríos de algunos miembros notables de ese grupo como el duque del Infantado. Pero esta afluencia, parece que era habitual en lunes, día de la semana en el que se produjeron los sucesos. Tampoco hay constancia de que ninguna institución o persona vinculada a Fernando, realizara ninguna acción que favoreciera el levantamiento, muy al contrario, el Consejo de Regencia ordenó el acuartelamiento de la guarnición de Madrid (3.000 soldados españoles frente a los 30.000 con los que contaban los franceses) y sus llamadas a la calma fueron constantes. Si existió preparación previa, esta no fue determinante en este estallido social. La versión tradicional de que los enfrentamientos se iniciaron frente al Palacio Real por la salida de los últimos miembros de la familia real hacia Bayona (en concreto la del infante pequeño, Francisco de Paula), parece confirmarse. Una reacción espontánea de los concentrados ante el palacio, por la sensación de vacío y orfandad que les producía perder el último vínculo que les unía con su rey. Los gritos de “¡Que nos los llevan...!” precedieron a los primeros choques con los soldados franceses.

Pero entre mediados de mayo y principios de junio de 1808 se produjo en todo el reino, salvo en las zonas ocupadas de forma efectiva por los franceses, un proceso por el que las antiguas autoridades locales fueron sustituidas de forma insurreccional por un nuevo órgano de gobierno que será clave en el levantamiento español: las Juntas Provinciales.Estas nuevas instituciones van a tener unas características y motivaciones muy heterogéneas. Allí donde triunfaron, su constitución estuvo precedida de una conspiración de notables seguida (o precedida en ocasiones) de explosiones de ira popular de marcado carácter

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antifrancés y de revancha contra la administración designada por Godoy. Subyacía también en muchas de ellas un antiguo, inconcreto y larvado descontento social. Las viejas autoridades fueron destituidas, asesinadas u obligadas a aceptar la nueva situación. Así en muy poco tiempo, toda la estructura de control político y territorial del Antiguo Régimen fue sustituida por otro aparato de poder distinto. Algunas de estas Juntas (Oviedo, Valencia, La Coruña, Cádiz) tenían una claro carácter liberal y en ellas se hicieron con el poder sectores emergentes de la sociedad, fundamentalmente la burguesía comercial de estas ciudades. En otras fueron los sectores hegemónicos del antiguo régimen (nobleza y clero) las que de manera natural ocuparon el vacío de poder dejado por las autoridades designadas por Godoy y las inspiraba una ideología reaccionaria de rechazo al reformismo borbónico y a la Francia “revolucionaria y atea”. En algunos casos fueron altos cargos militares como Castaños en el sur, Palafox en Aragón o Cuesta en Valladolid los que tomaron las riendas de la situación. Y todas ellas se levantarían en nombre de Fernando VII “El Deseado” y por la independencia de la Nación.

3. Referencia: 301-2686

“La Junta de defensa de la ciudad de Manresa, el 2 de junio de 1808” Copia de F. Cuixar. Archivo Histórico de la Ciudad. Manresa. Las Juntas Provinciales jugaron un importante papel histórico al sustituir de forma revolucionaria a la administración heredada del anterior régimen.

Unas y otras incluso sin ser conscientes de ello, sentaron las bases de lo que será la Revolución Liberal en España, ya que de hecho, al no aceptar la decisión de sus viejos reyes absolutos ni al nuevo rey (legítimo según los usos del Antiguo Régimen), ejercieron como pueblo el principio de soberanía nacional dando la espalda a las decisiones de las autoridades superiores establecidas.

Los primeros enfrentamientosTras el levantamiento generalizado la situación era la siguiente: los franceses dominaban el norte de España (País Vasco, Navarra, Cataluña) y la línea de comunicación hacia el sur hasta conectar con Madrid y Toledo. En Portugal se había producido también un levantamiento contra las tropas de ocupación, pero estas estaban presentes en Lisboa y las ciudades que la comunicaban con la frontera española. Contaban en total con unos 100.000 soldados en condiciones de organizar ataques desde

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estas bases a los territorios y ciudades hostiles. Pero estas tropas no eran de las mejores del ejército francés y en realidad solo controlaban las localidades en las que estaban acantonadas. En frente, el resto de la Península estaba en armas contra ellos pero con una profunda división interna por la variedad de intereses y enfoques del levantamiento e incluso por los conflictos que empiezan a producirse entre las nuevas autoridades. Prueba de ello serán las dificultades que va a encontrar la creación de un órgano unificado que coordinara la acción de las fuerzas de las diferentes Juntas. La consolidación de la Junta Central Suprema, que presidirá inicialmente el conde de Floridablanca y más tarde Jovellanos, no llega hasta finales de 1808. La intención del ejército francés fue sofocar la rebelión rápidamente, enviando expediciones simultaneas hacia Valladolid, Gerona, Lérida, Zaragoza, Valencia y Sevilla. Pero solo la primera de ellas tuvo éxito con la batalla de Medina de Río Seco que les devolvió el control de la meseta norte. Gerona, Zaragoza y Valencia resistieron el asalto francés e inmovilizaron en sus respectivos sitios a numerosas tropas. La milicia catalana del “somatén” infligía una vergonzosa derrota a las fuerzas regulares francesas en “El Bruch” y la expedición a Sevilla del general Dupont fracasó. Cuando se retiraba tras saquear Córdoba, fue derrotado en la batalla de Bailén en agosto de 1808 y casi al mismo tiempo otro ejército francés era batido a las puertas de Lisboa por las fuerzas expedicionarias británicas al mando de Lord Wellesley, futuro duque de Wellington. El eco de estas batallas, las primeras que perdía el ejército de tierra francés en muchos años, recorrió no solo la Península sino que también llegó a Europa animando a otros a desafiar al Emperador.

4. Referencia: 50-634

“La rendición de Bailen” de J. Casado Alisal. La batalla de Bailén no solo tuvo una gran importancia estratégica, ya que obligó a los franceses a retirarse por primera vez tras la línea del Ebro, sino que tuvo un importante efecto en la moral española. Sin embargo esta es la única batalla campal en la que las tropas españolas obtuvieron la victoria contando solo con sus propias fuerzas.

El descalabro fue tal que José Bonaparte se vio obligado a abandonar precipitadamente Madrid y el ejército a reagruparse al norte del Ebro mientras llegaban refuerzos. El hecho de que el propio Napoleón tomara el mando de las operaciones da idea de la gravedad de la situación. Tras reunir a la en la frontera a la “Grande Armée”, su principal ejército de

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maniobra, la cruzó al frente de 200.000 de los mejores soldados del Imperio y en solo seis semanas recuperó Madrid (2 de diciembre de 1808) dejando a su paso un rosario de derrotas españolas en Zornoza, Gamonal, Espinosa, Tudela y Somosierra. Una vez el Emperador abandonó España, sus mariscales continuaron la labor expulsando de Galicia al ejército inglés del general Moore, tras la batalla de La Coruña.

3. Mapa: “La Guerra de la Independencia”La “geografía” del conflicto es de gran complejidad por la cantidad de ofensivas, contraofensivas, campañas fallidas y repliegues tácticos que se produjeron durante los cinco años que duró. Los franceses dominaron durante todo el tiempo el cuadrante nordeste, eso si , teniendo que hacer frente a la guerrillas del País Vasco y Navarra y a los levantamientos de ciudades en Aragón y Cataluña. Dominaron la mayor parte de la Península Ibérica entre 1810 y 1812. Cádiz fue realmente la única ciudad en la que nunca consiguieron entrar.

La guerra continúa

El espectacular avance francés, que hacía presagiar un rápido fin a la guerra, se detuvo a principios de 1809, año en el que las fuerzas invasoras se vieron incluso obligadas a realizar una nueva retirada hacia el norte. Su posición en la península se complicó enormemente en este período por la confluencia de una serie de factores. Animados por los reveses franceses en España, una serie de reinos europeos organizaron a principios de 1809, la “5ª Coalición” contra Francia. A su frente se puso la poderosa Austria, lo que obligó a Napoleón y a gran parte de su ejército a abandonar el escenario español para enfrentarse a este peligro. La división de sus fuerzas en dos frentes explica en parte el fracaso francés en la batalla de Aspern, primera derrota personal de Napoleón, aunque supo enderezar la situación con su victoria en Wagram y conjuró la amenaza, firmándose la paz con Austria en octubre de 1809.Otro problema eran las ciudades españolas situadas en lo que podría considerarse como la retaguardia francesa y que se obstinaban en levantarse contra el invasor. Zaragoza, de cuya defensa se ocupó el general Palafox, lo hizo en dos ocasiones y fue finalmente sometida en febrero de 1809. Gerona lo hizo en tres y su defensor, el general Álvarez de Castro no rindió la ciudad hasta diciembre de 1809. Los sitios de estas ciudades resultaban largos, creaban inseguridad en las líneas de

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comunicación francesas y sobre todo obligaban al ejército de ocupación a destinar a ellos ingentes cantidades de tropas y suministros.

5. Referencia: 19-3193 – 19-2488

“Batalla de Gerona” (19 de septiembre de 1809) Grabado de “La Ilustración Española y Americana” La resistencia desesperada de algunas ciudades españolas fue uno de los factores que convirtieron la guerra de España en una pesadilla para los franceses. Gerona tuvo que ser sitiada y asaltada en tres ocasiones

El papel de la guerrilla es uno de los aspectos más conocidos y debatidos de la Guerra de la Independencia. La lucha irregular que protagonizaron sectores populares contra la invasión se había iniciado ya en 1808, pero será en 1809 cuando se institucionalice tras la promulgación por parte de la Junta Central del “Reglamento de Partidas” y del decreto de “Corso terrestre”. Se trataba de grupos heterogéneos compuestos en gran parte por campesinos irritados por el pillaje francés, desertores, soldados y militares aislados de sus unidades y antiguos bandoleros pasados al bando patriótico. Cuando el invasor era fuerte sus acciones eran discretas y se limitaban en general al asesinato u hostigamiento de los colaboracionistas “afrancesados”. Pero si éste se debilitaba, eran capaces de acciones de mayor alcance, como la captura de correos, destrucción de almacenes y suministros, emboscadas y ataques a pequeñas unidades. En los últimos años de la guerra, las partidas de guerrilleros se convirtieron en poderosas “columnas móviles”, que obtuvieron incluso victorias a campo abierto. La respuesta francesa a las operaciones de este enemigo sin uniformar, que se ocultaba entre el pueblo confundiéndose con él, fue brutal en la mayoría de los casos, convirtiendo la guerra en un proceso aun más doloroso para la población si cabe. Fueron especialmente activas en Navarra donde destacó Espoz y Mina, Burgos con el cura Merino y en la zona centro, dirigidas por Juan Martín “el Empecinado”, quien llegó a tener bajo su mando a 10.000 guerrilleros. La acción de la guerrilla entorpeció las comunicaciones, produjo un incesante goteo de bajas francesas (el cálculo de las cifras totales oscila entre las 75.000 y las 180.000 a lo largo de todo el conflicto), fue un factor de desmoralización nada desdeñable y obligó al ejercito francés a destinar miles de hombres a la vigilancia de caminos, edificios y autoridades, tropas que serían necesarias en las batallas que estaban a punto de producirse.

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El nuevo levantamiento europeo, las ciudades sitiadas y la acción de la guerrilla otorgaron un amplio margen de maniobra a Inglaterra, el gran enemigo de la Francia de Napoleón. Los británicos enviaron a la península una serie de ejércitos expedicionarios al mando de generales como Moore y sobre todo Wellington, quien a partir de este momento se convierte en un protagonista indiscutible del conflicto. Desde Bailén el ejército español se había mostrado incapaz de obtener ninguna victoria en batallas a campo abierto. La escasez de caballería y artillería, las divisiones existentes en el bando patriótico y en muchos casos la mala dirección de generales heredados del anterior régimen, lo habían convertido en presa fácil de los experimentados mariscales y tropas francesas. La llegada de estos ejércitos británicos va a significar un salto cualitativo en la “Guerra de la Península”, tal como ellos la conocen. Se formarán ejércitos mixtos con tropas británicas, españolas y portuguesas, que bajo dirección de los primeros, empiezan a operar en España y a enfrentarse con éxito a los franceses en batallas como las de Talavera o Medina del Campo.

4. Cuadro Anecdótico: El Duque de WellingtonSir Arthur Wellesley (Dublín 1769, Londres 1852) ha pasado a la historia como el Duque de Wellington, título que ganó durante la que los británicos conocen como “Guerra de la Península” y que ostentaba cuando derrotó a Napoleón de forma definitiva en la batalla de Waterloo en 1815. Nacido en una noble y acaudalada familia residente en Irlanda, inició la carrera militar cuando en 1787 su padre le compró un mando de alférez en un regimiento de infantería, tal y como era el uso en la época. Alternó la actividad política en Gran Bretaña con participaciones puntales en las campañas de la 1ª Coalición antifrancesa en los años 1793 y 1794. Tras pasar por un destino en la India volvió a Londres, para dedicarse de nuevo a la política, actividad que no abandonó durante el resto de su vida en las filas de los conservadores o “tories”. En 1807 dirigió la expedición británica a Dinamarca de la que acabó siendo gobernador. Su carrera militar se catapultó gracias su actuación en la Guerra de la Península, donde desembarcó en 1808 y derrotó a las fuerzas del mariscal Junot frente a Lisboa. La Convención de Cintra por la que se permitió a estas retirarse con todo su equipo, fue muy criticada y tuvo que regresar a Londres para dar cuenta de su acción. Regresó en 1809 ya como comandante en jefe de las fuerzas británicas en Portugal y participará junto a tropas españolas en la ofensiva de ese año obteniendo, pese a sus desavenencias con Cuesta, jefe del ejército español, una reñida victoria en la batalla de Talavera. La posterior derrota de Ocaña le obligará a regresar a Portugal, donde resistirá en la fortificada Lisboa

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distintas ofensivas francesas. En 1812 inició una ofensiva en la que se tomó Ciudad Rodrigo y tras derrotar a los franceses en los Arapiles entró en Madrid como Jefe del Ejército aliado de españoles, portugueses y británicos. Tras una nueva retirada a Portugal, dirigió la ofensiva de 1813 y las batallas de Vitoria y San Marcial que forzarían a los franceses a abandonar España. Su actuación en España no estuvo exenta de sombras, como la toma de Badajoz por tropas británicas a su mando en 1812, tras la que se produjo el saqueo de la ciudad y una matanza de civiles españoles que no supo o no quiso impedir. Sus relaciones con los militares españoles, nunca fueron buenas. Después de todo Gran Bretaña y España habían pasado de un día para otro de enemigos a aliados. Los británicos no venían a ayudar a un amigo, sino a combatir a Napoleón, en función de sus propios intereses estratégicos y luchaban al lado del ejército de España, mientras alentaban el levantamiento de sus colonias en América. Wellington no disimuló su desprecio (no siempre justificado), por la valía de los militares españoles, lo que entorpeció su coordinación con ellos y contribuyó a desastres como la batalla de Ocaña o a impedir el aprovechamiento de victorias aliadas como la de La Barrosa. También se le achaca la destrucción intencionada de industrias españolas, como la de Porcelana del Retiro, supuestamente para abrir mercados al comercio ingles. Como militar su principal característica fue la cautela. Solo ofrecía batalla en terreno favorable o fortificado o bien con superioridad numérica. Realizaba frecuentes repliegues, como el de 1812, considerado por sus admiradores como una hábil retirada táctica y por sus detractores como una oportunidad perdida de acabar con la guerra. Sus tropas se caracterizaron por su profesionalidad y Wellington convirtió la península en una academia de formación para soldados y oficiales. Pero mantuvieron durante el conflicto la misma actitud despectiva y altanera de su jefe hacia sus supuestos aliados españoles y portugueses. A partir de 1810, no solo se convirtió en la principal autoridad militar aliada en la península, sino que las dos facciones del bando patriótico se disputaban su apoyo, lo que le convirtió en árbitro indirecto de la política española. Los liberales le llegaron a ofrecer el mando supremo del ejército español y los absolutistas le incitaron a derrocar a la Regencia y a las Cortes de Cádiz. Tal vez por ser político a la vez que militar, supo mantenerse equidistante y no comprometerse con ninguno de los bandos.

Sin embargo el liderato británico no fue bien aceptado por muchos militares españoles y surgieron problemas de coordinación y entendimiento entre los aliados. Cuando los franceses pudieron contar

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con las tropas destinadas en Europa y en las ciudades sitiadas del norte, la situación se desniveló y se sucedieron una serie de derrotas españolas como Uclés, Valls y Medellín a las que siguieron las del ejército combinado en Ocaña y Alba de Tormes, que permitieron a los franceses irrumpir en Andalucía. A principios de 1810 toda la península estaba, al menos sobre el papel, en sus manos salvo Lisboa y Cádiz, fortificadas y protegidas por los británicos y algunas zonas de Galicia y norte de Portugal.

El “reinado” de José BonapartePara muchos historiadores José I Bonaparte hubiera sido un buen rey si hubiera accedido al trono en otras circunstancias. Pero los engaños e imposiciones de su poderoso hermano y la marcha posterior de los acontecimientos, provocaron un rechazo generalizado hacia él por parte de los españoles. Los súbditos sobre los que realmente nunca reinó, le tildaron de usurpador y borracho como apelativos más suaves.

5. Cuadro anecdótico: Napoleón y EspañaEntre su derrota definitiva de 1815 y su muerte en 1821, Napoleón permaneció desterrado bajo vigilancia británica en la isla de Santa Elena. En la casi total soledad de este peñasco situado en mitad del Atlántico sur, se convertía en un símbolo del romanticismo: el hombre que había estado a punto de conquistar el mundo, cuyo destino final fue un desgraciado y humillante cautiverio, una vez le abandonó su “buena estrella”. Allí tuvo tiempo para reflexionar sobre su vida y su trayectoria, sus aciertos y equivocaciones; muchos de sus pensamientos de esta época, recogidos en el Memorial de Santa Elena, hacen referencia a España.“Esa maldita guerra de España es una autentica plaga y el origen de todos los males de Francia....esa maldita guerra me ha perdido”. Napoleón se lamentaba de esta manera y reconoció en su destierro algunos de los errores cometidos con respecto a España, empezando por la forma en la que había derrocado a los borbones españoles, utilizando la traición y el engaño con un aliado. “Inicié muy mal este asunto, lo confieso: la inmoralidad fue demasiado evidente, la injusticia demasiado cínica y el engaño resulta harto infame, pues he sucumbido a él”. La perspectiva que da el tiempo, le llevó a la conclusión de que hubiera sido más práctico y positivo forzar a Fernando VII a aceptar las mismas reformas que intentó imponer su hermano José, cosa que no le hubiera resultado muy difícil dado el carácter del monarca. Hubiera conservado un aliado y evitado una revolución. Pero el desprecio que sentía por la decadente dinastía española le llevó a subestimar también a sus súbditos.

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Napoleón en 1808 ya había derrotado a las monarquías absolutas más poderosas de Europa: a Austria en tres ocasiones (1797, 1801, 1805), a Prusia en dos (1795, 1806) y a Rusia en una (1807). El procedimiento seguido en todos los casos fue el mismo. Preparar un ejército, avanzar rápidamente, buscar una batalla definitiva y obligar al rey a firmar la paz. Una vez que un rey absoluto se rendía nada tenía que decir el pueblo al respecto ya que él era el soberano. Pero nunca se atrevió a destronar a estos reyes, pese a la constante hostilidad que mostraban. En España si, y la respuesta del pueblo español le sorprendió y dejó perplejo. No entendía como el mismo mecanismo que había provocado la Revolución Francesa, de la que él era hijo, se volvía contra sus planes. La sangría económica y militar que la Guerra de la Independencia significó para Francia y la ocasión que dio a Inglaterra de atacar el Imperio Napoleónico por su flanco más débil y de convertir la contienda en una escuela para sus soldados y mandos, explican las lamentaciones del emperador. Su error de cálculo con la campaña de Rusia, termina de explicar el fracaso y fin del Imperio Napoleónico.

Su gobierno empezó tras las “Renuncias de Bayona” y la reunión de notables que acató la constitución que ofrecía. La llamada “Constitución de Bayona” se trataba en realidad de una carta otorgada, una nueva organización política para el país de corte liberal, pero impuesta de forma autoritaria y no aprobada por la nación como hubiera correspondido a una auténtica constitución. En ella se reconocían derechos individuales básicos y se establecía como modelo de Estado, una monarquía constitucional con división de poderes, en la que el rey se reservaría el ejecutivo, el legislativo sería bicameral y sus representantes elegidos por sufragio restringido e indirecto una parte y otra por designación real.

6. Referencia: 50-185

“José I Bonaparte” Óleo de J. Flaugier. Museo Municipal de Madrid. José Bonaparte llegó a España con cierta experiencia de estadista como rey de Nápoles. Sus buenas intenciones y su pretensión de reinar a la manera de los déspotas ilustrados del siglo XVIII, chocaron con la cruda realidad. Su reino estaba en armas contra él y su hermano interfirió continuamente en sus intentos de gobernar

El talante tolerante y compasivo del rey y la posibilidad de que vinieran de la mano de Francia las ansiadas reformas que el reino necesitaba, llamaron la atención de algunos notables liberales e ilustrados como

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Moratín, Lista, Marchena, Goya, Cavarrús o Meléndez Valdés que le apoyaron con sinceridad. Altos cargos de la administración de Carlos IV y Godoy lo hicieron probablemente para huir de la furia desatada contra ellos desde marzo de 1808. Las clases altas que vivían en las zonas de ocupación no fueron importunadas, salvo que mantuvieran actitudes patrióticas y también preferían la protección francesa a la anarquía y violencia que veían representada en la guerrilla. Y en fin, otros apoyaron a José I por conveniencia, interés u obligación. En el momento álgido del poder francés en la península, dos millones de españoles le juraron fidelidad, si bien muchos lo hicieron por que esa era la condición para seguir cobrando sueldos y pensiones de la corona. A estos “afrancesados” les esperaba un duro destino, tanto durante el conflicto como cuando acabó.Intentó ser rey y se mostró activo, emprendiendo reformas que hubieran sido sin duda muy positivas para el país en otro momento: supresión de la Inquisición, abolición del derecho feudal o la creación de un código civil único. Estas medidas no solo fueron de tipo político sino también administrativo con una nueva división territorial mas racional; económico, disolviendo la Mesta y reduciendo el poder de los gremios, suprimiendo aduanas internas e iniciando la desamortización de los bienes de la iglesia; cultural promoviendo la pintura y el arte español; educativo con la implantación del sistema francés de escuelas y liceos... incluso intentó agradar aprendiendo español y participando en diversiones populares como corridas de toros y procesiones.El problema era que todas estas medidas, gestos y reformas quedaron en papel mojado y sin aplicación por la propia situación de guerra del país y sobre todo porque su hermano le impidió reinar. Napoleón ninguneó sistemáticamente a José, tomando iniciativas como ordenar a sus generales que ignorasen sus órdenes, dividiendo España en distritos militares dependientes de París y finalmente anexionando Cataluña a Francia con la oposición expresa de su hermano. Mientras duró el conflicto, el poder sobre España lo ejercieron los generales de Napoleón que esquilmaron el país a través de requisas y contribuciones o dedicándose simplemente al pillaje y trataron a la población con brutalidad en mayor o menor medida.

Durante gran parte de su reinado solo gobernó la ciudad de Madrid en la que se mostró como un buen alcalde, lo que su población “agradeció”, uniendo al más popular mote de “Pepe botella” el de “Pepe plazuelas”, aludiendo a sus medidas urbanísticas. Cuando en 1812 abandonó la ciudad por tercera y definitiva vez, solo le seguían 12.000 leales y muchos probablemente para salvar la vida.

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Las Cortes de CádizDesde que se inició el conflicto se puso de manifiesto la dificultad para crear un mando único en el bando que luchaba contra la invasión francesa. La Junta Central Suprema, se creó tardíamente y su autoridad y legitimidad cuestionadas de forma sistemática desde sectores aristocráticos, religiosos y militares. Estos sectores entorpecieron en gran medida su actuación, lo que unido a sus propios errores estratégicos fue socavando su autoridad. El fracaso de la ofensiva de 1809, obligó a la Junta Central a ir desplazándose desde Madrid a Aranjuez, de allí a Sevilla y finalmente a Cádiz donde recluida, sitiada y con sus detractores del bando patriótico en franca rebeldía, se vio obligada a disolverse no sin antes designar un Consejo de Regencia para sustituirla y convocar la reunión de unas Cortes Extraordinarias.

6. Cuadro anecdótico: Las ciudades sitiadasDurante la Guerra de la Independencia se produjeron batallas campales, multitud de pequeños enfrentamientos, escaramuzas, emboscadas, grandes campañas de los mariscales de Napoleón y largas retiradas de las fuerzas británicas. Pero uno de sus aspectos más característicos serán los sitios y asaltos que sufrieron las ciudades. La lista de ciudades asediadas es muy larga e incluye a Cádiz, Zaragoza, Gerona, Lérida, Lisboa, Valencia y Oviedo entre otras. En estos sitios se puso de manifiesto el heroísmo y entrega de la lucha popular y también las grandes miserias de la guerra: el hambre, la enfermedad, la especulación, la desesperación y al final en algunos casos el pillaje, las violaciones, destrucciones y matanzas. Todas tuvieron su importancia, pero cabe destacar algunas. Cádiz por ser el único territorio que nunca llegaron a controlar los franceses y por que en ella se refugiaron las instituciones que representaban a la España patriota que luchaba contra la invasión. También por la duración de su asedio, casi dos años y medio en los que el mariscal Soult empleó todos los medios a su alcance para someterla. Que no lo consiguiera, se explica por su privilegiado emplazamiento defensivo en una estrecha península, por el apoyo británico que la avitualló por mar y también por el humor y espíritu de su población, que se permitía bromear sobre los obuses que caían sobre sus casas con coplas como esta:“con las bombas que tiranlos fanfarronesse hacen las gaditanas

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tirabuzones...”Gerona destaca por su perseverancia. Tras haber sido ya sitiada dos veces en 1808 sufrió un nuevo asedio en 1809. El militar al mando, Mariano Álvarez de Castro contaba con una importante guarnición, con los numerosos frailes de la ciudad que convirtieron su defensa en una suerte de cruzada, con las poderosas murallas medievales que rodean la villa y con su propia y fanática determinación de conservar la ciudad o convertir su defensa en un martirio. Se dice, que al ordenar una salida tras los muros para debilitar a los sitiadores, el oficial al mando le preguntó donde debía retirase en caso de necesidad, a lo que él respondió “al cementerio”. Tras siete meses de asedio e intenso bombardeo Gerona cayó.Pero tal vez sea Zaragoza por ser la primera, la más emblemática de las ciudades españolas que sufrieron cerco durante la guerra. Fue sitiada por primera vez en junio de 1808 y abandonada a su suerte por el ejército regular de Palafox, que pensaba que era imposible defenderla debido al deterioro de sus murallas. Pero una masa de campesinos, artesanos, frailes y mujeres que ocupaban el puesto de los artilleros muertos, rechazó repetidos asaltos. A los doce días recibieron refuerzos, lo que unido a la derrota de Bailén obligó a los franceses a retirarse tras un mes de asedio. Pero volvieron a la carga en diciembre de 1808 y esta vez con un impresionante tren de asedio al mando de un peso pesado del estado mayor de Napoleón; el mariscal Lannes. Tras dos meses de intenso bombardeo, uso de potentes minas e infructuosos asaltos, la ciudad cayó finalmente el 21 de febrero de 1809. Su feroz resistencia hizo exclamar al experimentado mariscal: “Para conquistar allí una corona, hay por lo pronto que matar...una nación”.

Ante la ausencia del rey era necesario que las Cortes legitimasen definitivamente un poder centralizado y se invitó a las Juntas a enviar representantes para que aportaran propuestas. El carácter liberal de la Junta Central y en menor medida del Consejo de Regencia, que aceptará la medida a regañadientes, se pondrá de manifiesto al abandonar el sistema tradicional de representación estamental y cambiarlo por éste de representación territorial. La llegada de los representantes a Cádiz estuvo rodeada de dificultades en un país en estado de guerra, dominado en su mayor parte por los franceses y con partidas incontroladas de guerrilleros que tampoco favorecían las comunicaciones. Los representantes de ciudades portuarias mayoritariamente liberales, lo tuvieron más fácil al poder desplazarse por un mar dominado por la marina británica, pero muchos de los representantes del interior (casi todos de la nobleza y clero y más conservadores) no consiguieron llegar. Para ocupar estas

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vacantes se decidió que se eligieran en Cádiz a sus sustitutos. El carácter comercial y burgués de la ciudad hizo que la mayoría de estos fueran también liberales. Como resultado de todo ello, cuando las Cortes se constituyen finalmente en noviembre de 1810, tienen un carácter notablemente reformista y toman una decisión trascendente para el país: redactar una constitución.Se imitaba así lo ya ocurrido en Francia y anteriormente en los EE UU; dotar al Estado de un nuevo ordenamiento jurídico que rompiera con los usos y costumbres del Antiguo Régimen y que contemplara los principios de soberanía nacional, igualdad ante la ley, separación de poderes y garantía de los derechos individuales. Esta postura no fue ni mucho menos unánime y fue contestada desde el principio por diputados que defendieron la soberanía única del rey a la manera absolutista u otros como Jovellanos que intentaron llegar a un compromiso entre la modernidad y la tradición, actualizando instituciones del pasado. Sin embargo los constitucionalistas constituían un grupo unido y determinado, con una convincente oratoria y un encendido discurso patriótico que consiguió arrastrar a muchos indecisos e incluso a algunos de los contrarios a la medida. Mientras se producía la gran ofensiva francesa de 1810 – 1812, estas Cortes reunidas en una ciudad de Cádiz bajo las bombas, redactaron la primera Constitución española, promulgada el 19 de marzo de 1812.

7. Referencia: 50-2029

“Proclamación de la Constitución en la plaza de San Felipe de Cádiz, el 19 de marzo de 1812” Óleo de Salvador Viniegra. La primera constitución española expresó el deseo de cambio de un sector del país y se convirtió en un paso decisivo en la transformación de España según el modelo liberal.

La “Pepa”, como la bautizaron inmediatamente los gaditanos en referencia a la festividad de San José (e irónicamente también aniversario de la coronación de Fernando VII), se parecía bastante a la primera constitución francesa de 1791. Se establecía como forma de Estado una monarquía constitucional en la que el rey conservaba el poder ejecutivo pero “la soberanía residía esencialmente en la nación”, representada en unas Cortes unicamerales que ejercerían el poder legislativo. El sistema de elección a estas cortes mejoraba bastante el de su antecesora francesa, ya que establecía un sufragio universal masculino

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con excepciones como la servidumbre domestica, delincuentes convictos y mendigos. También serían electivos ayuntamientos y diputaciones. Sin embargo se trataba de un sufragio indirecto que alejaba en gran medida a los electores de sus representantes. Establecía la igualdad ante la ley de los “españoles de ambos hemisferios”, en referencia a la población de las colonias, aunque esta medida era tardía. Una gran parte del Imperio ya se había levantado en armas contra el dominio español.

7. Cuadro anecdótico: Las colonias durante la Guerra de la Independencia. Cuando se inicia la Guerra de la Independencia en 1808, España todavía poseía el más extenso imperio colonial en América. La mayor parte de los territorios se habían conquistado durante el siglo XVI e incluían la parte sur de Norte América, Centro América y grandes islas del Caribe (Virreinato de Nueva España), los actuales territorios de Colombia, Venezuela y Ecuador (Virreinato de Nueva Granada), la costa del Pacifico de América del Sur (Virreinato del Perú) y el cono sur del continente (Virreinato del Río de la Plata). El continente se había colonizado siguiendo el método de la “encomienda”, que trasladaba a América el sistema de origen feudal que se aplicó en España durante la Reconquista. Al conquistador o “encomendero”, se le entregaba un extenso territorio con el objetivo de defenderlo y extender en él la fe católica. A cambio, su población indígena, adscrita a la tierra, debería pagar unos tributos a su señor así como a la corona (la “mita” de origen incaico) y a la iglesia (el diezmo). En lugares de la costa atlántica y las Antillas, donde la población era escasa o había sido exterminada, se establecieron plantaciones de tipo esclavista. España extraía de su imperio sobre todo metales preciosos y en menor medida productos agrícolas y ganaderos. A estas actividades se unió el comercio colonial, impulsado en la época del reformismo borbónico del siglo XVIII.El resultado de esta organización y esta economía, será una sociedad étnicamente mixta, en la que los indígenas (peones agrícolas, mineros, servidumbre...) constituían el 46% de la población, los mestizos (pequeños propietarios agrícolas, arrendatarios, artesanos, clase humilde urbana...) el 26%, negros (esclavos de las plantaciones) el 8% y los “criollos” el 20% de la población total. Se consideraba criollo a los blancos descendientes de españoles y nacidos en América. Eran los propietarios de las grandes haciendas rurales y habían formado una burguesía comercial en los grandes puertos como Buenos Aires, Montevideo, Cartagena de Indias o La Habana. Constituían el sector más rico de la sociedad colonial, pero como le ocurría a la burguesía europea, este crecimiento de su poder económico, no había ido acompañado de un

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aumento de su influencia política. Los altos cargos coloniales (jefatura de virreinatos, audiencias y capitanías) así como el acceso a la judicatura, les estaba vedado, reservándose los altos puestos de la administración a los peninsulares. Además se sentían perjudicados por el monopolio comercial que España mantenía con sus colonias y que impedía a estas comerciar con ninguna otra nación que no fuera su metrópoli. Este monopolio siempre fue relativo, ya que desde la Paz de Utrecht en 1713, Inglaterra practicaba de manera más o menos consentida el contrabando con las colonias españolas, gracias a concesiones arrancadas a la metrópoli como el “navío de permiso”. Este comercio ilegal se redujo durante el siglo XVIII en paralelo al aumento del intercambio comercial entre los puertos españoles y americanos. Pero a raíz de la firma del tratado de San Ildefonso en 1796, que sellaba una nueva alianza entre Francia y España, la marina británica inició el bloqueo de los puertos del imperio español, lo que colapsó su comercio con la península. La pérdida de la flota española en la batalla de Trafalgar en 1805, interrumpió de hecho las comunicaciones entre España y sus colonias, que pese a todo se mantuvieron fieles y rechazaron con sus propios medios los intentos de conquista británicos dirigidos a Buenos Aires y Montevideo los años 1806 y 1807. Cuando estalla la guerra en 1808, se organizarán en las colonias Juntas provisionales para hacer frente a la invasión francesa como las que habían aparecido en España. Muchas estarán dominadas por peninsulares (lo que engrosará la lista de agravios de los locales), pero en otras se impone el elemento criollo, que empezará desde ellas a expresar sus aspiraciones: libre comercio, acceso a los altos cargos de administración y judicatura (deseos genuinamente criollos), fin de la “encomienda” y la “mita” (abolición del régimen feudal en América y satisfacción para indígenas y mestizos) y fin de la esclavitud (con el propósito de atraer a la causa a la población negra). Pero como ni la Junta Central, ni las Cortes de Cádiz supieron satisfacer ninguna de estas reivindicaciones, las posiciones se fueron enconando. El tardío reconocimiento por parte de las Cortes de Cádiz de la “igualdad de todos los españoles de ambos hemisferios...”, no evitó que grupos organizados de criollos empezaron a plantear y a llevar a la práctica su emancipación de España. A los primeros choques de 1809, siguió un levantamiento general que se extendió hasta 1814 por las actuales Argentina, Uruguay, Paraguay, Chile, Venezuela, Ecuador, Colombia y México. La rebelión no tuvo éxito en aquellos lugares en los que la tensión entre los criollos y otros grupos sociales y étnicos era más grave, como Perú, Centroamérica y Cuba. Esta misma tensión hizo fracasar temporalmente el levantamiento en lugares como México o Venezuela, donde la oligarquía criolla

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prefirió hacer frente común con los realistas españoles por miedo al bajo pueblo indígena.

La Constitución también igualaba las leyes y tribunales para todos los estamentos y territorios con lo que terminaba con la desigualdad legal que caracterizó al Antiguo Régimen. Arrebataba a la nobleza y al clero todos los privilegios y prebendas de los que habían disfrutado así como también a otras organizaciones heredadas del pasado feudal como los gremios o la Mesta. Se establecía un sistema de impuestos universal y progresivo que terminaba con las diferencias que existían en este aspecto por grupos sociales y regiones. Se reconocían derechos y garantías como la libertad de imprenta, el derecho a la propiedad, la supresión del tormento y la necesidad de una acusación para ser detenido. Las Cortes de Cádiz intentarán apaciguar a la Iglesia, reconociendo la fe católica como única y oficial de España, pero otras medidas como la abolición de la Inquisición, la reducción del poder de las cofradías, la desamortización de los bienes eclesiásticos o la ya citada eliminación de los privilegios legales, jurídicos y económicos del clero, convertirán a la Iglesia Católica en una de sus grandes enemigas. La labor de las Cortes de Cádiz fue inmensa, en tanto la Constitución y sus otras medidas ponían fin a los fundamentos legales del Antiguo Régimen de forma clara y radical y significaban un inmenso avance para España en todos los aspectos. Pero también tuvo muchas limitaciones empezando por que la mayor parte del tiempo estuvieron recluidas en la sitiada Cádiz y sus medidas sin aplicación en la mayor parte del país. En segundo lugar por la brevedad de su vigencia, apenas dos años hasta la restauración del absolutismo en 1814 y en total seis años en períodos discontinuos a lo largo del siglo XIX. Pero también por sus defectos y carencias sobre todo en aspectos sociales: un sistema electivo restrictivo e indirecto que dejaba fuera del sistema democrático a una gran parte de la población y una ausencia total de cálculo del coste social de algunas de las medidas establecidas como la desamortización de las tierras comunales, el fin de la labor asistencial de los gremios y de las obras de caridad de la iglesia, que dejarían sin medios de subsistencia a amplias capas de la población. La garantía del derecho a la propiedad tal y como se aplicó, solo fue beneficiosa para los nobles terratenientes y a un sector de inversores y rentistas, lo que provocó un extendido rechazo a las reformas liberales por parte del campesinado. Con todo, la Constitución de Cádiz fue la más avanzada de su tiempo superando muchas de las carencias de la de los EE UU o de las cartas otorgadas napoleónicas y para España significó un hito en la

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consecución de las libertades democráticas y una referencia para la causa liberal a partir de entonces.

El fin de la Guerra de la IndependenciaLos años 1810 y 1811 fueron relativamente tranquilos en cuanto a la actividad militar en España. La llegada de refuerzos franceses hasta reunir unos 300.000 soldados les permitieron controlar el país en mayor o menor medida, si exceptuamos las acciones de la guerrilla que nunca dejó de actuar. El Consejo de Regencia, aislado en Cádiz, sin posibilidad de reclutar tropas en número suficiente y privado de los suministros de América, donde la rebelión avanzaba, no consiguió reunir grandes ejércitos y sus escasas iniciativas se saldaron con estrepitosas derrotas. Los franceses iniciaron ofensivas con las que completaron en control de la península, sobre todo en la costa de levante (mariscal Souchet), Extremadura (mariscal Soult) y centraron sus acciones en el largo sitio de Cádiz (casi dos años y medio) y en ataques contra Portugal, donde Welligton si bien no era capaz de pasar a la ofensiva, tampoco pudo ser expulsado de Lisboa, donde protegido tras las fortificaciones de Torres Vedras, rechazó los ataques del mariscal Massena. La relativa tranquilidad de estos años alivió las cargas que la guerra había significado para la población y se produjo una cierta recuperación demográfica y de la producción agraria que alimentará la ofensiva hispano – británica de los años 1812 y 1813.

8. Referencia: 301-1650

“Batalla de Vitoria” (21 de junio de 1813). Grabado coloreado del siglo XIX. Pese a la importancia que tuvo en la guerra el heroísmo y sacrificio de los pueblos español y portugués, la ayuda británica fue imprescindible para la derrota definitiva de los franceses

La preparación de la campaña de Rusia obligó a Napoleón a retirar a algunas de sus mejores tropas y mariscales del escenario español desde principios de 1812. Welligton aprovechará para salir de su encierro en Lisboa y dirigirse a la frontera donde tomó la estratégica Ciudad Rodrigo. Ya unido a tropas españolas derrotará a los franceses en la batalla de los Arapiles, lo que obligará a estos a abandonar el sitio de Cádiz y retirarse de Madrid. Sus tropas eran necesarias en el norte donde la acción de la guerrilla en Navarra y País Vasco estaba creando un serio problema estratégico. Tras un breve repliegue de Wellington a Portugal, el ejército combinado proseguirá su avance y derrotará a las tropas de

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José Bonaparte en las definitivas batallas de Vitoria y San Marcial en verano de 1813. Pese a que todavía quedaban tropas francesas en Cataluña y Levante, y hasta diciembre no se firmó el Tratado de Valençai que pone fin oficial a la contienda, la Guerra de la Independencia podía darse por concluida.

8. Cuadro Cronológico de la Guerra de la Independencia (1808 –1813)

180817 de marzo: Motín de Aranjuez19 de marzo: Fernando VII es proclamado rey2 de mayo: Levantamiento de Madrid4 de mayo: Renuncias de Bayonajunio: Levantamiento general. Formación de las Juntas Provincialesjunio: Victoria española en “El Bruch”junio: Se inicia el primer sitio de Zaragoza14 de julio: Derrota española en Medina de Rioseco19 de julio: Victoria española en Bailénjulio: Derrota francesa frente a Lisboaagosto: Retirada francesa hasta la línea del Ebronoviembre: Napoleón entra en España con la “Gran Armée”diciembre: Se crea la Junta Central Supremadiciembre: Napoleón entra en Madrid

1809enero: Napoleón abandona España16 de enero: Derrota hispano – británica en La Coruñafebrero: Zaragoza cae tras su segundo sitiomarzo: Derrota española en Medellínjulio: Victoria hispano – británica en Talaveranoviembre: Derrota hispano – británica en Ocañadiciembre: Fin del tercer sitio de Gerona

1810enero: Invasión francesa de Andalucíaenero: La Junta central se traslada a Cádizenero: Se designa el Consejo de Regencia24 de septiembre: Primera sesión de las Cortes Constituyentesoctubre: Wellington detiene a Massena ante Lisboa

1811

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febrero: Massena se retira de Portugalmarzo: Campaña de Soult en Extremadurajunio: Campaña de Souchet en Levanteagosto: Las Cortes declaran abolidos los señoríos

1812enero: Suchet entra en Valencia19 de enero: Wellington toma Ciudad Rodrigo19 de marzo: Las Cortes proclaman la Constituciónjunio: Napoleón invade Rusiajulio: Derrota francesa en Los Arapilesagosto: Los franceses levantan el sitio de Cádizoctubre: Wellington se repliega a Portugal

1813febrero: José I se traslada a Valladolidjunio: Batalla de Vitoriaagosto: Batalla de San Marcialdiciembre: Tratado de Valençai. Fin de la Guerra.