CAPÍTULO 2. LA EXPRESIÓN DE UNA IDENTIDAD REGIONAL EN LA...

31
~ 55 ~ CAPÍTULO 2. LA EXPRESIÓN DE UNA IDENTIDAD REGIONAL EN LA NOVELA INCONCLUSA DE BERNARDINO CASABLANCA Configuración de una identidad regional Una parte de la historia en esta novela discurre sobre las peculiaridades que pueden servir de distintivos de los habitantes de cualquier pueblo sinaloense, Guasachi en este caso, configurando así una identidad regional a través de factores como el lenguaje, el aspecto físico, la comida, la vestimenta, las costumbres, la religión, el espacio en que se desenvuelven e incluso rasgos más profundos y negativos que no son exclusivos de esta región, como la corrupción y la doble moral de la sociedad; o bien, algunos positivos y lúdicos, como la manifestación de dicha identidad a través de expresiones artísticas que se expresan en un juego metatextual. El relato base de esta novela es el de Narciso Capistrán, donde el novel escritor cuenta a su amigo Truman Capote, artista reconocido internacionalmente, su proyecto de escribir una novela al estilo de A sangre fría, basada en el asesinato de Bernardino Casablanca, propietario del burdel más conspicuo de Guasachi. La visita de Capote al pueblo y los preparativos para la novela suceden siete meses después del asesinato referido. La investigación del crimen se da a través de metarrelatos que sostienen la narración principal: una charla con don

Transcript of CAPÍTULO 2. LA EXPRESIÓN DE UNA IDENTIDAD REGIONAL EN LA...

~ 55 ~

CAPÍTULO 2. LA EXPRESIÓN DE UNA IDENTIDAD REGIONAL

EN LA NOVELA INCONCLUSA DE BERNARDINO CASABLANCA

Configuración de una identidad regional

Una parte de la historia en esta novela discurre sobre las

peculiaridades que pueden servir de distintivos de los

habitantes de cualquier pueblo sinaloense, Guasachi en este

caso, configurando así una identidad regional a través de

factores como el lenguaje, el aspecto físico, la comida, la

vestimenta, las costumbres, la religión, el espacio en que se

desenvuelven e incluso rasgos más profundos y negativos que no

son exclusivos de esta región, como la corrupción y la doble

moral de la sociedad; o bien, algunos positivos y lúdicos,

como la manifestación de dicha identidad a través de

expresiones artísticas que se expresan en un juego

metatextual.

El relato base de esta novela es el de Narciso Capistrán,

donde el novel escritor cuenta a su amigo Truman Capote,

artista reconocido internacionalmente, su proyecto de escribir

una novela al estilo de A sangre fría, basada en el asesinato

de Bernardino Casablanca, propietario del burdel más conspicuo

de Guasachi. La visita de Capote al pueblo y los preparativos

para la novela suceden siete meses después del asesinato

referido.

La investigación del crimen se da a través de metarrelatos

que sostienen la narración principal: una charla con don

~ 56 ~

Filiberto, una plática con la comadre Josefina, varios

encuentros con el Cuícuiri y una entrevista clandestina con el

licenciado Peñuelas. Algunos de éstos son presentados en el

momento del diálogo, otros como monólogo del entrevistado,

donde se suprimen en gran medida las preguntas del

entrevistador, pero por el contexto y los comentarios de

Narciso a Capote se deduce que el profesor es el misterioso

interlocutor, aunque el narrador se refiera a él sólo como un

amigo del anciano.

No hay que perder de vista que el texto cuenta,

intercalados, las vicisitudes de Narciso para recabar

información y escribir su novela, pero también –al parecer–

hay retazos de esta novela inconclusa, apuntes y entrevistas,

además del recuento que hace a Capote. Cuando éste le pregunta

cómo está trabajando, Capistrán le responde que:

Trató de indagar sobre la familia de Bernardino, pero

pronto le quedó claro que el único pariente conocido,

la madre, había muerto desde hace muchos años. Pudo

enterarse, sin embargo, por medio de una de las

meretrices, que un padrino de la víctima, ya anciano,

debería vivir, si aún vivía, en alguno de los ejidos

de la costa. La viuda, por su parte, había marchado a

vivir a Estados Unidos. (30)

Aunque la temporalidad usada puede conducir a engaños con

el tiempo de la narración, este “debería vivir, si aún vivía”

se refiere al momento en que le dijeron que el anciano

~ 57 ~

“debería” vivir en tal sitio, aunque resulte que en realidad

se trata de un hecho ya comprobado y efectuado, tal como la

entrevista de la viuda con la policía, a pesar de señalarse de

que ella también ya marchó a Estados Unidos. Las preguntas

tendientes a saber de la infancia de Bernardino (regresándolo

al tema cuando el padrino se pierde en sus evocaciones) así lo

prueban, tal como el colofón de la plática: “Amparado en el

argumento de que ya es de noche, su amigo se despide. Le da

las gracias y promete visitarlo en otra ocasión. „Cuando guste

–le responde don Filiberto–, aquí estoy para servirle‟. Las

luces del compacto se alejan en la oscuridad” (49-50).25

De estas cuatro conversaciones, sólo la primera ya se

había efectuado cuando Capote llega a visitar a su amigo;26 el

resto de ellas transcurre en el presente de la historia. La

importancia de estas charlas, además de la información que

ofrecen para el desarrollo de la novela, consiste en cuánto

extender el discurso de los personajes, el tipo de lenguaje y

giros idiomáticos que utilizan, un rasgo fundamental al

momento de caracterizar una identidad regional; ya no se trata

de cómo los describe el narrador sino de cómo se exponen ellos

25 El utilizar “su amigo” para referirse al entrevistador

parece ser una argucia de Narciso Capistrán, en su papel de

novelista, emulando las tácticas de Truman Capote, quien

utiliza todos los métodos a su alcance para permanecer neutral

como narrador, refiriéndose a sí mismo como “un periodista”.

García Castillo recalca este dato en la obra de Capote (106). 26 Un indicio para hacer tal aseveración es que el misterioso

visitante está solo, a diferencia del resto de las charlas,

cuando Capote sí acompaña a Capistrán y hasta interviene.

~ 58 ~

mismos. Es posible aplicar lo señalado por Elizabeth Moreno

para el caso de otro escritor sinaloense, cuando reconoce que:

En el lenguaje de esta novela [se refiere a El amante

de Janis Joplin, de Élmer Mendoza] hay una voluntad

del autor por relatar una identidad y no sólo por

configurar un idiolecto (el sinaloense). La

representación de rasgos identitarios está presente

en toda la novela, desde la configuración de

personajes, espacios, costumbres, pero sobre todo, en

la forma de ver el mundo. (“La reescritura...” 147)

Es de remarcarse la charla del padrino del difunto, don

Filiberto, que se deja envolver por la plática y se extiende

más allá del tema, trayendo a colación anécdotas olvidadas y

recuerdos añejos; este estilo tiene su parangón en Cástulo

Bojórquez con los personajes de doña Concha y don Chema. Se

trata en los tres casos de la reconstrucción de una figura

singular de los pueblos y rancherías de provincia: el anciano

para quien platicar leyendas o contar vida y obra de sus

vecinos es revivir el pasado, su pasado, la historia oral que

se va perdiendo en el trajín de la vida moderna.

Salvador Reyes Nevares, en el prólogo a un libro de

cuentos de Rafael F. Muñoz, relata una anécdota que el mismo

escritor norteño le contó, explicando el atributo del buen

conversador entre la gente del norte, atendiendo a todo aquél

que se aventurara por aquellas soledades:

~ 59 ~

Por una parte, el deseo, muy hidalgo, de ofrecer

hospedaje tranquilo a quienes acertasen a pasar por

la casa; y por la otra, el anhelo de interlocutores,

con quienes dar rienda suelta a la lengua y a la

fantasía, hicieron a los norteños como son, con sus

puertas abiertas y sus tesoros de anécdotas y

sucedidos. (IX)

A la par de la preparación de la novela de Narciso se

presentan otros episodios: la investigación oficial del

crimen, la vida de Bernardino desde distintas perspectivas,

las ilusiones y desengaños de Rosa Elvira, y el conflicto

familiar de Susy y Martín. Es entrelazando estas historias que

puede completarse la novela que Capistrán no alcanza a

terminar de escribir.

Es difícil afirmar que una novela pueda representar “la

identidad” de una región o de una nación, menos aún en la

actualidad, cuando asistimos al debate de múltiples estudios

que apelan a la lógica: en un mundo globalizado en el cual

están cada vez más mezcladas las razas y las culturas, hablar

de una nación pura es utópico e irreal; esta certeza vale lo

mismo para el caso de la literatura. Sin embargo, sí es

posible hablar de novelas (poemas, cuentos, etcétera, el

género es lo de menos) en las cuales el autor intenta retratar

una identidad regional, un rostro, un perfil, un atisbo de

esos rasgos que configuran a “la gente de ese rumbo”; La

~ 60 ~

novela inconclusa de Bernardino Casablanca es un modelo que

encaja en ese caso.

Varios temas destacan en la lectura del texto e invitan al

análisis en esta novela: el que aquí se desarrolla es cómo se

construye un prototipo de la identidad del sinaloense a través

de descripciones, sentencias, lenguaje y la caracterización de

los personajes y el espacio en el cual viven; con referencias

algunas veces directas y otras en forma sesgada. Una de estas

últimas estrategias, en realidad indirectas, se da a través de

las conversaciones de Narciso y Capote, que van formando una

especie de poética literaria que refleja en un juego de

espejos la poética del autor real. Otra estrategia es la

imagen de corrupción y abuso del poder que predomina en el

sistema político y judicial mexicano sin regionalismos, donde

los personajes no son buenos o malos, sólo muy humanos.

Sinaloenses en toda la extensión de la palabra

La novela inconclusa de Bernardino Casablanca está ambientada

en un lugar llamado Guasachi, perteneciente, en el texto, a la

región norte-centro del estado de Sinaloa. Aun cuando Guasachi

no existe en la realidad,27 su situación geográfica se detalla

en relación con referentes extratextuales fácilmente

reconocibles y ubicables en el estado de los once ríos. Sitios

27 No existe en el estado de Sinaloa, aunque Jesús Eduardo

García menciona en su estudio sobre esta novela un lugar

llamado Guasachi en el estado de Chihuahua; para nada

relacionado con el imaginario literario de López Cuadras (87).

~ 61 ~

reales como Culiacán, Mazatlán o Badiraguato, resultan un faro

accesible para el lector local que se siente in situ;

asimismo, proporcionan al lector externo una guía fácil para

identificar un territorio y una forma de acercarse al espíritu

sinaloense. Sin embargo, esta caracterización no es una

limitante, pues para el lector común los sitios descritos

serán simplemente cualquier pequeña ciudad de provincia.

Aunque el texto señala explícitamente esta identificación y se

encarga de etiquetar a ciertos personajes como “sinaloenses”,

sea por su fisonomía, su carácter o su forma de hablar, es

obvio que no se trata de la realidad tal cual, aunque

contribuya a recrearla. Exista o no Guasachi, sea una mezcla,

transposición o copia de un pueblo real no tiene mayor

importancia. Jesús Eduardo García afirma que lo relevante para

el análisis de la obra es que:

Estas historias ocurren en un lugar del norte

mexicano, y cada una a su manera contribuye a la

creación de un espacio narrativo que se caracteriza

por ocuparse de las preocupaciones, las costumbres,

el modo de hablar de sus habitantes, pero también por

la intención de equiparar estas pequeñas ciudades con

otras más conocidas del resto del mundo. (87)

Capote visita a su amigo sinaloense y desde un principio

da la impresión de ser un experto conocedor del semblante y el

carácter regional, ya que al verlo en su tierra, recuperado

del rigor de su aventura neoyorquina, puede ahora apreciar en

~ 62 ~

Capistrán el prototipo del ganadero norteño, revelando la

importancia de una fisonomía común como forma de distinguir al

habitante de la región. ¿Hay un prototipo físico para el

sinaloense? Quizás no, depende de muchos factores, pero aquí

se hace hincapié en el quehacer que rige la región descrita:

ganadería y agricultura, especialmente esta última que se

menciona como actividad principal de los lugareños (aunque

nunca se les vea propiamente trabajando), así que en ese

sentido sí es posible uniformar una imagen para darse una idea

aproximada, tal como lo hace Capote, quien tiene el referente

de los rancheros del sur norteamericano para formarse una

imagen de cómo debe lucir su amigo y, por ende, sus

coterráneos: pantalón vaquero, barriga cervecera, un copioso

bigote de ganadero, facciones redondeadas, “su fisonomía

actual le sirvió para forjarse una idea del sinaloense típico”

(15).

Y si la apariencia de los hombres obedece a cierto patrón

identificable, la de las mujeres no se queda atrás, Rosa

Elvira, Hermelinda (alias la Susy) y varias de las prostitutas

son descritas como hermosas, de buena estatura y figura

curvilínea; pero, al compararlas con la Viky, que venía de

Guadalajara, el narrador recalca su diferencia con las bellas

de la región: “[Viky] era de estatura menor a la de una

sinaloense promedio, pero de formas mejor proporcionadas y de

facciones de una finura desconocida entre las mujeres del

norte” (75).

~ 63 ~

No en todas las ocasiones se enuncia una declaración

expresa de ser sinaloense, pero por la descripción se da la

connotación de lo regional, la forma de ser de las personas

que viven en dicho espacio y que comparten características muy

marcadas. En el caso de Bernardino, el personaje que Capistrán

elige como protagonista de su novela, éste logra enlazar los

opuestos del ranchero que se vuelve un galán al grado de

distinguirse claramente del resto de los hombres del pueblo,

no sólo en cuanto al carácter sino en su apariencia.

El vestuario se convierte en el arma principal de

Bernardino en su lucha por hacerse de un nombre y lo que

contribuye a crear su reputación de príncipe encantado que

conquista a todos: una novia virginal para madre de sus hijos,

amantes devotas que después se degradarán como pupilas en su

burdel, importantes hombres de negocios a quienes convertirá

en compadres y socios, y una “recua de mantenidos” que lo

seguirán y festejarán en sus francachelas atraídos por esa

imagen de elegancia y triunfo. Es por esto que únicamente la

ropa de Bernardino se describe a detalle, exaltando la calidad

de su sombrero de fieltro frente a los comunes de palma, o sus

botas puntiagudas de piel de víbora, ya no se diga el reloj de

pulso, el brazalete de oro macizo, el anillo con brillantes y

la hebilla de plata de su cinturón. Su camisa almidonada, sus

pantalones de gabardina, sus zapatos brillantes; el cuidado

que pone en sus combinaciones contrasta con la de los

parroquianos “que vestían ajadas camisas de manga corta,

~ 64 ~

pantalones de algodón barato y, muchos de ellos, sombreros de

palma y huaraches. Él, en cambio, era la encarnación del ideal

que por aquel entonces se tenía en Guasachi de lo que debería

ser un dandy” (85). Bernardino es visto como fuereño en su

propio terreno, ya que su vestir pulcro y cuidado lo alejan

totalmente de la generalidad de los hombres de la región y

remarcan su fama de auténtico seductor.

Un galán de película: la reconstrucción de una imagen

del macho norteño

El machismo es un rasgo del carácter de todo mexicano conforme

a un muy arraigado estereotipo, pero en el norte es un asunto

de dominio, de ahí que Bernardino sea un cazador; desde joven

desarrolla el instinto para sentirse el dueño de la situación

y escapar del control de las prostitutas entre las que se ha

criado, pues las mujeres se le ofrecen tanto que siente la

necesidad de ser él quien las conquista, necesita verlas como

un desafío y por eso se dedica a buscar mujeres que no sean

fáciles, que le opongan resistencia y ante las que deba

desplegar todo el encanto del cual es capaz. Junto con su

escudero, el Cuícuri, se lanza a la caza rondando los ranchos

vecinos y su medianía, apareciendo ante los ojos y la

imaginación de las mujeres como un caballero andante, con su

ropa siempre limpia, coordinada en colores con chaleco, botas

y sombrero.

~ 65 ~

La imagen de galán de Bernardino se reitera varias veces a

lo largo del texto, relacionándolo con el cine, visión que

juega con el título del burdel y que queda tan unido al

personaje que la gente lo conoce más por ese apelativo que por

su propio apellido: “Te pareces a Humphrey Bogart –le dijo la

Vicky a Bernardino– un artista gringo que vi en una película

allá en Guadalajara, Casablanca” (81).28 Sus mujeres lo ven al

principio con un halo de príncipe o galán de cine, aunque

tardan muy poco en conocer al Bernardino real y terminan

desencantadas al saber que únicamente son un objeto en sus

planes. Un mujeriego incurable que en realidad no ama a las

mujeres y sólo las utiliza es un carácter que se repite en

Cástulo Bojórquez, curiosamente, con una reflexión a

propósito; en La novela inconclusa, dicha meditación está a

cargo del mismo personaje cuando se replantea su vida, poco

antes de ser asesinado (irónicamente, demasiado tarde).

El mundo del espectáculo, como se mencionó previamente, es

un valioso factor para ataviar al personaje y su situación;

después de todo, sus conquistas no dejan de ser un montaje

para incrementar el harén de su bar y su matrimonio es sólo un

28 Jesús Eduardo García recalca la fascinación que ejercen

algunos íconos del cine negro sobre varios escritores

mexicanos, “por citar un ejemplo, véase la dedicatoria que

Carlos Fuentes escribió para su novela de espionaje La cabeza

de la hidra (1978): a la memoria (por estricto orden de

desaparición) de Conrad Veidt, Sydney Greenstreet, Peter Lorre

y Claude Rains” (85), cuatro actores de películas de misterio

que participan en las cintas El halcón maltés y Casablanca”,

referente éste último también para Mi nombre es Casablanca, de

Juan José Rodríguez y la de López Cuadras en mención.

~ 66 ~

rol para aparentar respetabilidad, lo que le beneficia en su

vida empresarial, eso en cuanto a los negocios; y para cumplir

con la promesa hecha a su madre muerta, en el plano

sentimental.

Del meritito norte: voces, usos y costumbres de una región

La recreación de la provincia y su gente no se reduce al

físico o el vestido; el lenguaje es un factor elemental con el

que muchos escritores han cimentado sus obras, sobre todo si

se toma en cuenta que una novela es un asunto de palabras, sea

tratando de recuperar la oralidad de un grupo o estilizando el

habla de una comunidad. En este rubro, López Cuadras tiene un

vasto repertorio al que acudir para dotar a sus personajes del

registro preciso para expresar la riqueza del lenguaje del

norte.

El personaje que relata los recuerdos e impresiones o que

hace una crónica del acontecer actual es, por lo general, un

anciano (como ya se mencionó); quién mejor para dar una buena

muestra de esa hospitalidad verbal que impera en las regiones

norteñas. Así, el autor se permite abarcar varios puntos, pues

es una forma de retratar a los personajes a través de los ojos

de otro personaje, de dar a conocer usos y costumbres de la

región descritos por ellos mismos y, sobre todo, de hacer

escuchar la voz de los habitantes de tal lugar. Los modismos

no suenan impostados. Es un hecho muy común que los viejos

cuenten las anécdotas no sólo de la familia, sino del pueblo

~ 67 ~

entero, por lo que se convierten en una especie de registro

oral, el cual es muy apreciado por los historiadores,

cronistas y todo aquel que desea recuperar y conservar la

historia local. La microhistoria que forja la identidad de una

región, aunque después resulte que “los de acá no somos tan

distintos a los de allá”, como concluyen los mismos personajes

de esta novela.

De igual forma, el léxico de los personajes es un modo

seguro para delimitar su estatus: edad, condición social,

profesión y, por supuesto, su pertenencia geográfica; si la

apariencia no bastara para caracterizar a los pobladores en

conjunto, o a cada uno dentro de su especialidad, su habla lo

retrata “de cuerpo entero”. Para subrayar esta condición nada

mejor que la presencia del extranjero en la historia base.

Capote habla perfecto el español y, sin embargo, hay palabras,

frases, giros o conversaciones enteras que no alcanza a

comprender; no puede evitar quedarse en blanco ante algunas de

las expresiones de los sinaloenses, especialmente cuando ellos

acuden al argot local; razón por la cual se siente tan

confundido con la formalidad del lenguaje de Peñuelas, siendo

difícil ubicarlo como sinaloense, ante lo que éste argumenta:

“en cuanto a mi manera de hablar [...], que ya se ha vuelto un

tópico entre la gente que me rodea [...] es un vicio que sólo

padezco sobrio. Le aseguro entonces, señor Capote, que en su

oportunidad y después del tercer trago, no me distinguirá de

mis paisanos ni por el habla” (192).

~ 68 ~

El utilizar como recursos los medios de comunicación y

otros subgéneros o voces es también un procedimiento del que

López Cuadras se vale para enriquecer las expresiones

identitarias de personajes principales, referenciales o del

mismo narrador, que se contagia del estilo coloquial y del

ánimo de aquéllos para describir las situaciones y emociones

que están viviendo. En el capítulo donde se describe la

evolución sentimental de Rosa Elvira, se aprovecha de los

clichés de la novela rosa, cuando ella cambia las radionovelas

y las revistas del corazón por la lectura apasionada de Las

mil y una noches, asumiendo el bovarismo como parte de su

nueva personalidad y forma de vida.

La crónica beisbolera es otro lenguaje que, fusionado con

las reflexiones de Bernardino, sirve de contrapunto a las

firmes intenciones del personaje de enderezar su vida. Esta

situación es muy común, vale decir, en ciudades donde este

deporte tiene un fuerte arraigo y las expresiones coloquiales

de su gente están en gran medida vinculadas al argot

beisbolero, por lo que frases como “se voló la barda”, “dio la

voz de arranque” o “checó al corredor de primera” se presentan

como comunes en el habla cotidiana. Los anuncios comerciales,

a su vez, se mezclan en voz del cronista con la narración del

partido, recordando que existe un sector productivo con

negocios en la localidad y que no sólo de alcohol vive el

guasachense..., aunque la cervecería Pacífico y Modelo de

Guasachi siga siendo el principal patrocinador del evento.

~ 69 ~

El género epistolar queda plasmado en las cartas de Rosa

Elvira y Josefina, las cuales desatan la pasión del compadre

Alejandro que las lee como si fuera una novela erótica por

entregas. La voz popular se manifiesta en las consignas de los

estudiantes, quienes repiten estribillos de canciones, porras

y sonados lemas en sus protestas contra las autoridades: “¡La

izquierda, unida, jamás será vencida!”, “¡Esos son, esos son,

los que roban la nación!”, “¡Que no nos falte el subsidio

jamás... Jamás!”. Los partes judiciales y las notas

periodísticas son discursos a los que López Cuadras también

recurre para enriquecer su narrativa. La literatura policiaca

y una poética literaria son otro tipo de discursos que se

verán con mayor detenimiento más adelante.

Como parte de la manifestación identitaria de una región,

la música popular y el folklore regional son esenciales para

complementar una cartografía, junto con la forma de vestir, de

hablar o de expresarse, especialmente tratándose del norte,

cuya música ha formado una subcultura que echa raíces cada vez

más profundas no sólo en el país, sino internacionalmente, al

grado de lograr que un escritor español como Arturo Pérez-

Reverte escriba una novela corrido.29 La música es un elemento

indispensable para amenizar los estados de ánimo de los

29 “He dicho alguna vez que La Reina del Sur es un narcorrido

de 600 páginas porque no tengo el talento de los Tigres o Los

Tucanes para hacer un narcorrido en tres minutos de música y

palabras”. Pérez-Reverte y su pasión por Los Tigres del Norte,

en http://www.icorso.com/hemeroteca/tigres.htm, consultado el

16 de febrero de 2011. En el capítulo tres se trata con mayor

profundidad el asunto de la novela corrido.

~ 70 ~

personajes, sean los programas de música norteña que Rosa

Elvira escucha en la radio alternando con sus radionovelas, o

la irónica alusión a la calidad, sentido del ritmo y cadencia

de la banda sinaloense, que Truman califica como “la ladrazón

de una manada de perros en estampida, cabalgados por cotorras

alharaquientas”, provocando un duro golpe al orgullo de

Carmelo y la risa de Narciso, que exclama divertido: “¡Así la

llaman en Sonora!: ¡la perrada!” (147).

La territorialidad: la iconicidad en la representación

de un Sinaloa literario

El clima y otras particularidades geográficas son, como se

mencionaba previamente, elementos esenciales para identificar

una región. En este caso, López Cuadras configura el

territorio atendiendo principalmente al clima y la aridez,

motivo que justifica la reiterada costumbre de los lugareños

por beber cerveza y sentarse a la sombra mientras pasa lo más

duro del calor, que en realidad es gran parte del día y de la

noche; o sea: no hay nada más qué hacer. A pesar de hallarse

ya en plena modernidad de los años setenta, en ningún momento

se hace alusión o se vislumbra a la gente en plena labor, sea

en el campo, el comercio o empresa alguna, sólo reunidos

bebiendo, en las fiestas ejidales, las carreras de caballo,

los partidos de beisbol o visitando el burdel.

Al parecer, los cantineros son los únicos que en este

pueblo están siempre atareados. Los vecinos, le comenta

~ 71 ~

Narciso a Capote: “siembran, juegan béisbol, toman cerveza

como demonios, y hablan de la gente todo el día; that’s all”

(66); sin embargo, toda actividad productiva es totalmente

ignorada. Incluso Narciso, que dejando de lado sus

pretensiones de escritor, se gana la vida como profesor en la

preparatoria local, se encuentra en receso escolar por las

vacaciones de verano.

El calor de agosto y las vacaciones se combinan para dar

esa impresión de parálisis que los lugareños aprovechan muy

bien para combatir las inclemencias del tiempo de la única

forma que conocen: tomando la cerveza bien fría, y cuando les

llega el agobio de la cruda, deben curarla con más dosis de

cuartitos de Pacífico. El periplo se convierte en un cómico y

cómodo círculo vicioso del cual nadie quiere escapar, otra

buena razón para la profusión de cantinas en un lugar tan

pequeño: el Buckingham, la Damajuana, el Casablanca, el

Petatlán, el Costa Azul, y a estos sitios hay que agregar el

embalse de la presa, el patio de las casas, en las comidas, en

el carro camino a cualquier lugar, el Quijote en Culiacán o la

terminal del aeropuerto en Mazatlán; todo sitio es bueno para

beber y ninguno queda olvidado.

Para acompañar una cerveza bien helada, bebida de rigor

por los embates del clima de rosticero –que en Sinaloa es la

mayor parte del año–, los personajes recurren a la comida

regional, de la cual el narrador ofrece una variada muestra

que incluye, por supuesto, una generosa variedad de mariscos,

~ 72 ~

camarones saladitos con salsa Guacamaya como botana o en

aguachile, un buen plato de cocido con mucho chiltepín, una

caguama “capaz de resucitar a un muerto”, o una cabrería: “un

corte de por acá”, como la describe Narciso a Capote.

La urbanización del pueblo, del cual “el pavimento que

cubría unas cuantas cuadras de la zona céntrica era el

argumento de que se valían sus habitantes para llamar ciudad a

aquella ordenada alineación de casas en estilo homogéneo que

rivalizaban en abundancia de formas con una caja de zapatos”

(25), es muestra igualmente del tedio y la monotonía que

aparentemente reina por la localidad. “Vamos a conocer tu

Ítaca” le pide Capote a Narciso y, en cuanto a edificios o

lugares, no encuentran nada digno de interés, ni siquiera el

famoso Casablanca logra interesar al escritor, un caserón tipo

almacén, sin mayor atractivo, combinable con el resto de

construcciones. Guasachi es descrita como un aburrido tablero

con sus calles rectas y polvorientas.

En “No diga que no, don Patricio” y otros cuentos de

Guasachi, se describe con mayor detalle la ciudad y su

evolución a través de los años, explicando que la verdadera

modernidad consistió en la aparición del Casablanca, ya que al

inicio eran sólo unas cuantas cuadras que iban del Petatlán

(primer bar del pueblo) a la iglesia. Bernardino y sus ideas

de empresario moderno transformaron la región e hicieron

crecer la ciudad, la cual se extendió siguiendo los trazos de

escuadra que la caracterizaban y, eso sí, siempre dominada por

~ 73 ~

el mundo de cantinas que la poblaban. La estrecha relación

entre la idiosincrasia de los personajes, el clima y los

sitios donde los primeros se defienden del segundo se explica

en la caracterización del espacio vivido.

Católicos del norte: o la conveniencia

de una fe flexible y acomodadiza

El aspecto religioso es también abordado para delinear una

imagen de la gente del norte que, a diferencia de la de otros

estados sureños y del centro de la República, está instalada

en la comodidad y el confort de una religión que no le exige

mucho a sus fieles, salvo una visita ocasional a la misa del

domingo y desbordar el templo a la hora de acudir a bodas y

entierros, eso sí, más por morbo y fisgoneo que por verdadero

sentido de cumplir con los mandamientos: “En nuestro país, los

católicos del norte no son como los del sur. Entre nosotros,

ir a misa es un recurso que Dios nos ha dado para matar el

aburrimiento dominical” (66).

La negligencia religiosa no sólo de los feligreses

sinaloenses sino la de los hombres de la Iglesia se muestra al

desnudo en la obra de López Cuadras. El cinismo de Narciso al

asegurar que entre sus paisanos “tienes que quitar al Dios de

tus protestantes y colocar la cerveza en medio de su

existencia” (66) se justifica ante la doble moral de los

sacerdotes, quienes deben transigir ante la vida pecaminosa de

sus fieles por el temor de que la propia quede al descubierto.

~ 74 ~

Los curas en la obra de López Cuadras no escapan al embeleso

de la bebida, incluso el nombre del padre que casa a

Bernardino y Rosa Elvira, Liborio, es una cómica e

irremediable referencia a “libar”, aunque ése no sea el

verdadero secreto culposo del cura, sino su relación con la

beata (esposa de su sacristán) que le ayuda en la casa

parroquial y que le tiende y destiende la cama.

Al respecto, La novela inconclusa... tiene muchas

coincidencias y recurrencias tanto en personajes como en

situaciones relatadas en los cuentos de Guasachi (como se pudo

comprobar en el capítulo previo) especialmente con “La Güera

Simental” o “La cristiada en Guasachi” en relación con el

gusto del cura por la sangre de cristo y las mujeres. A final

de cuentas, la sotana no los distancia mucho de la picardía y

el desenfado de sus coterráneos.

La corrupción del poder en una novela de antihéroes

La corrupción del poder es un aspecto que resalta bastante en

la trama de La novela inconclusa..., desde el crimen no

resuelto de Bernardino Casablanca, incluso planeado por el

propio representante de la autoridad, hasta la corrupción que

este personaje despliega al mover los hilos para que su

superior no llegue a conocer la verdad. El comandante Palemón

Rivera se revela como el autor intelectual de una intrigante y

compleja red que envolvió a varios personajes del pueblo para

~ 75 ~

beneficiarse de la muerte del tratante de blancas; es muy

sagaz al momento de ocultar las huellas, móviles y cómplices.

El fracaso de las buenas intenciones de algunos personajes

por ser honestos o por (hacer) cumplir las reglas es un

aspecto común en varios de los escritores hispanoamericanos

que no se presenta a capricho, sino basado en la experiencia

real y el afán de los autores de representar a la sociedad

actual en un sistema donde la corrupción es motivo, por igual,

tanto de preocupación como de chiste. Es así como en este tipo

de literatura se presenta un país donde los ciudadanos

desconfían más de policías, tránsitos y judiciales que de

cualquier ladrón, ya que no sería coherente ni creíble que en

su literatura (que intenta ser realista y fiel) todo se

resolviera feliz y satisfactoriamente.

La corrupción policial queda al descubierto en la

investigación que Narciso realiza para sustentar su ficción en

la realidad circundante del personaje y los acontecimientos

narrados. Éste pretende que su novela sea una especie de A

sangre fría tropical, pero cuando Capote le pregunta sobre los

expedientes del caso, el sinaloense festeja la inocencia del

escritor y le aclara que con el sistema judicial mexicano no

se puede saber si está más interesado en resolver casos o en

ocultarlos. “Aquí entre nosotros, a eso se le llama darle

carpetazo al asunto o echarle tierra” (198), confirma el mismo

Peñuelas ante el azoro del norteamericano, que al adquirir

gran experiencia en asuntos judiciales cuando investigaba para

~ 76 ~

escribir su novela, creía conocer todo sobre sobornos y

corrupción, sólo para confirmar que en su país “están muy

atrasados –le dijo Peñuelas–: aquí se puede todo” (198). Es

tanta la corrupción que los agentes del gobierno comisionados

para combatir al narcotráfico son los mismos que se encargan

de suministrar la droga en los burdeles y cantinas, incluso en

la universidad y las casas del estudiante, como atestiguan

Carmelo (el cantinero del Buckingham) y Martín.

Ante tal panorama, no es de extrañar que los protagonistas

tampoco sean del todo honrados o altruistas; en realidad, cada

quien busca sólo su objetivo sin preocuparse mucho por los que

va dejando en el camino. Narciso se obsesiona con la idea de

escribir una novela sobre el asesinato de Bernardino, y aunque

le interesa más ahondar en la verdad que explorar su vena

creativa, su búsqueda es meramente literaria, nunca con el fin

de contribuir a resolver un asesinato que todos prefieren

olvidar y encubrir. Por otra parte, los hábitos de Narciso no

son los mejor vistos en un pueblo de provincia: alcohol y

drogas como parte de su dieta diaria y sus escandalosas

fiestas son la comidilla de sus vecinas, viejas amigas de su

madre, las “buenas conciencias” del pueblo, quienes se

encargan de informar puntualmente a la señora de los desmanes

de su hijo: “Si viera, doña Encarnación, lo que han hecho de

su casa” (16), le escriben a Mexicali.

Por otra parte, Bernardino Casablanca, el “héroe” de la

novela de Capistrán, era el dueño de un burdel donde se

~ 77 ~

comerciaba con drogas y prostitución, un mujeriego sin remedio

que tenía tanto prestigio como líos, deudas y rivalidades; lo

irónico es que sus desenfrenos eran la carta fuerte que le dio

fama, como medita el Cuícuiri (el paradigma del holgazán sin

oficio ni beneficio): “¿Qué sería de Bernardino [...] sin

aquella ruidosa corte de compadres y amigos golleteros? ¿Sin

sus correrías de pueblo en pueblo, cazando rancheras ingenuas?

Nada: un ranchero de Las Tinajas” (216). En cuanto a los

funcionarios de ley, tanto Peñuelas como Palemón Rivera se

revelan como agentes corruptos, faltos de ética, viciosos y

taimados.

No es ociosa la desconfianza que la gente tiene ante el

sistema judicial y policial en México, cualquier instancia

legal provoca ciertos resquemores sobre su eficacia o equidad,

y por supuesto la literatura retoma estas preocupaciones.

Roberto Gómez Beltrán rescata una crónica de Leñero en la cual

el escritor, uno de quienes ha incursionado en el género

policiaco, afirma:

Yo pienso que lo más característico del fenómeno

policiaco en México es que no se descubra a los

criminales. Una novela en que lo dramático estuviera

no en descubrir al culpable sino en el hecho de que

no se puede descubrirlo y los que ganan son los

malos, sería un buen reflejo de nuestra realidad.

Porque aquí nadie investiga nada, se hacen dizque

~ 78 ~

investigaciones para encontrar un culpable, no para

hallar al culpable. (39)

¿Novela costumbrista o policíaca? ¿Qué tanta filiación

guarda La novela inconclusa con sus predecesoras mexicanas?

Narciso, el protagonista, no acude a ninguna de éstas y, por

el contrario, se declara adepto a Raymond Chandler, Dashiell

Hammett y, por supuesto, a Truman Capote; en cuanto al cine

hollywoodense, ya se comentó antes, está muy presente. La

intertextualidad con las obras de los autores mencionados es

una clara alusión de la estilización a la mexicana que esta

historia pretende, las huellas son claras y directas,

adoptando la fórmula detectivesca, se plantea una crítica muy

seria al poder, pero sin perder la dosis de humor que

caracteriza al novelista. Del estilo policiaco a la mexicana,

Ilán Stavans comenta que “el lector termina sus obras

invariablemente desilusionado: cuando parece que se ha

resuelto el enigma dentro de la trama, se descubre que estamos

en un atolladero de mayores dimensiones [...] y de pronto cae

en un vacío suicida” (159), de esta manera procede López

Cuadras.

La crítica a la corrupción se entiende como parte de esa

identidad floja, perversa, corrupta; como otros autores, él

utiliza un detective tan fuera de lo común que ni siquiera lo

es de profesión, es un profesor que juega a ser escritor y en

el afán de homenajear (parodiar) a sus escritores favoritos se

dedica a investigar un asesinato. La diferencia entre el

~ 79 ~

estirado flemático detective británico y el hard-boiled

norteamericano y su influencia en la nueva narrativa mexicana,

explica Stavans30 es que se mantiene en un sector intermedio:

hay crímenes, hay humor, hay detectives, no tiene lógica

detallada, explica con objetividad los hechos, acude a

testigos, “lo que se propone es retratar las costumbres y

„cuadratura intelectual‟ de los provincianos [...]. Mantiene

una filiación irreverente, lúdica, hacia la novela policial.

Se valió de sus mecanismos para retratar, con sonrisas, el

acontecer social de la provincia mexicana” (182), tal cual lo

hace López Cuadras en la novela que aquí tratamos.

Irónicamente, este autor, aunque se declara fuertemente

influido por la narrativa de Edgar Allan Poe y asegura que

“[su obra] me ha acompañado, prácticamente desde mi niñez, y

no creo, por tanto, haber salido indemne de esa ya larga y

sostenida experiencia” (“Las enseñanzas...” 1), aclara, por

otra parte, que “Sé que Poe posee también textos escritos en

una línea analítico-deductiva, que iban a dar pie al

surgimiento de la novela policiaca. Para mí, no obstante y

aunque los disfruto, son los menos interesantes de su obra”

(7). Puede ser que no haya sido intencional, pero es innegable

el percibir dicha línea en esta obra.

30 Stavans toma como ejemplo Dos crímenes de Jorge

Ibargüengoitia. Sin embargo, sus alusiones pueden aplicarse

también a esta novela de López Cuadras.

~ 80 ~

Las novelas dentro de la novela

Entre los distintos temas que el autor utiliza para perfilar

una identidad de los personajes y su entorno, la tematización

de la literatura misma es un rasgo que cobra importancia en la

narrativa lopezcuadriana. En La novela inconclusa... aparecen

dos escritores, uno es la representación literaria del

escritor norteamericano Truman Capote, una personalidad

reconocida y muy ad hoc a la época y la materia novelada; el

otro, un novel escritor, Narciso Capistrán, que pretende

escribir su primera novela emulando la más famosa obra de no

ficción de Capote, A sangre fría.31 Este bosquejo de novela se

enmarca dentro de una novela policiaca en la cual Capistrán

sigue la pista de un asesino.

Las conversaciones de los dos escritores van armando una

especie de poética con la cual pretenden sentar las bases para

dar forma a la novela ficticia (la que queda inconclusa).

Resulta interesante, en este punto, que a través de esta

teorización es posible acercarse a otra en la que se ofrece,

como un juego de espejos, las intenciones del autor implícito,

y no sólo aborda la escritura de lo más cercano, como sus

orígenes, su terruño, su gente (la matria), sino la

31 Igual motivación tienen otros escritores, tanto reales o

ficticios; entre ellos están los casos de Asesinato y Las

muertas, de Vicente Leñero, novelas “que parten de la nota

roja y pretenden seguir el camino marcado por Capote” (Gómez

Beltrán 39) y el personaje de Evaristo Reyes, de El miedo a

los animales de Enrique Serna, cuyas intenciones reales al

convertirse en judicial son para vivir experiencias que lo

ayuden a escribir, “un reportaje novelado al estilo de Truman

Capote”.

~ 81 ~

reescritura de lo que ya hicieron “sus autores

hispanoamericanos”, la tradición en la que esta obra se

inscribe, pero aportando un estilo propio, tal como anhela

Narciso, al exponer su idea:

Aunque, como toda la gente del pueblo, no puedo negar

que me impactó el asesinato, quizá lo que más influyó

en la selección fue que éste no se haya resuelto de

inmediato, y a que, conforme pasaban los meses,

después de que las investigaciones de Peñuelas

crearan cierta expectativa inicial, aquello se

convertía en un caso irresoluble. Aparecieron

entonces una serie de elementos misteriosos, propios

de la novela policiaca, comenzando por el anonimato

del asesino, el negro historial de la víctima y el

desconocimiento del móvil. Después, las pugnas entre

Palemón y Peñuelas, la huida de la viuda, todo un

cuadro completo. (118)

Continuamente las historias se reflejan para explicarse

literariamente una a la otra. Capistrán quiere conocer la

verdad exacta para retratarla con total realismo en su novela,

por lo que se obsesiona por interiorizar a fondo en la vida de

Bernardino desde todos los ángulos posibles, de la misma forma

que López Cuadras se basa en personajes y hechos fieles a la

realidad de su infancia, recuerdos de los cuales toma figuras

~ 82 ~

y anécdotas para poblar el imaginario que está construyendo,32

lo que provoca la mise en abyme de una novela en la cual los

personajes no sólo se pasean internamente de una historia a

otra (entre las distintas novelas y cuentos) sino que se

desbordan en un juego de espejos extratextual.

Ahondando en esta intertextualidad manifiesta,

curiosamente, Plegarias atendidas, la novela inconclusa de

Truman Capote, pretendía ser, a juicio de su autor: “un

equivalente contemporáneo de la obra maestra de Proust, En

busca del tiempo perdido, un análisis del pequeño universo de

la sociedad acaudalada entre aristocrático y mundano de Europa

y de la costa este de los Estados Unidos” (9). En corto o a lo

grande, ambas novelas inconclusas ambicionan ser ese recuento

revelador de una sociedad; así se presenta la verdad a

Narciso, como una epifanía:

Todo lo que él conocía sobre sus paisanos, y de la

que podía valerse para dotar a los personajes de

autenticidad y a la historia de verosimilitud, aunque

no se tratara de hechos verdaderos [...] moldear una

realidad nueva, sí, de un hecho particular, como el

32 [Cuícuiri] “Es una mezcla de personajes reales, como lo son

todos los personajes. En la vida real no le decimos el

Cuícuiri, pero la palabra tiene el mismo ritmo: es el Máculi.

Y como en el burdel había un cantinero que se la pasaba todo

el día cantando esa canción que cantaba Pedro Infante: “Pos

cuícuiri... pos cuícuiri”, le puse así al personaje. Por otro

lado, el personaje principal, Bernardino, es una persona muy

conocida por aquellos lares, pues fue uno de los pioneros en

el negocio. http://marieliribe.wordpress.com/2008/11/09/

conversacion-con-un-vago-insoportable/

~ 83 ~

asesinato de un lenón, pero alumbrado por una

experiencia más vasta que permitiera atrapar y

comprender, en la mísera realidad de su pueblo, al

menos una pizca de la condición humana, tanto en los

momentos de mayor dramatismo como en la apacibilidad

aparente de la vida cotidiana. (271)

En las conversaciones donde Narciso explica a Capote su

novela se percibe el referente con la conversación que P.B.

Jones (protagonista de Plegarias atendidas) entabla con

Woodrow Hamilton para contarle de qué trata la novela que está

escribiendo.33 De igual forma, los indicaciones sugeridas por

Capote a Narciso en relación con la idea que tiene para su

novela bien podrían pasar como las cavilaciones que el

escritor sinaloense (en el nivel de la realidad) tuvo que

plantearse al estar escribiendo la suya. Tal como hace notar

Jesús Eduardo García, las charlas de los escritores tejen “una

descripción del ambiente en el que podría desarrollarse la

hipotética novela de Narciso, pero que a la vez describe lo

que hasta ahora hemos leído en la novela de López Cuadras”

(102) y ejemplifica con la síntesis que Capote hace sobre el

proyecto al despedirse de su amigo:

Ya no le des vuelta al asunto. Ve todo lo que tienes;

todo lo que has reunido: dos asesinatos en los que se

mezclan la pasión y el dinero, un tratante de

33 El diálogo referido se puede leer en las páginas 59 y 60 de

la edición citada en la bibliografía.

~ 84 ~

blancas, una pareja de amantes, narcotraficantes,

putas, policías y funcionarios corruptos, todo esto

en un pueblo de borrachos que toman cerveza a

destajo. ¿Qué más quieres? Ponte a trabajar con eso y

deja la verdad en paz; sobre todo cuando ni siquiera

a la policía le interesa... ¡Ah!, el Cuícuiri; no

olvides incluir al Cuícuiri. (270)

Al analizar una novela del escritor Rubem Fonseca, Kseniya

A. Vinarov comenta como ésta “logra combinar la estructura del

género detectivesco con las reflexiones literarias,

convirtiéndose en una novela detectivesca metaficcional, donde

lo detectivesco existe en el nivel literario” (41). Algo

parecido ocurre en esta narración, donde la novela que Narciso

Capistrán escribe intenta ser investigación y resolución de un

crimen, y en realidad termina convirtiéndose en el “cuerpo del

delito” que incrimina al profesor ante el autor material del

asesinato, quien decide también desaparecerlo en virtud de

que, conforme lo dicta la clásica sentencia, “sabía

demasiado”.

En la narrativa de López Cuadras la literatura es una

forma más de vivir la vida, ya sea escribiendo una novela

inspirándose en la realidad que lo rodea, como Narciso, o

viviendo la vida a través de una novela, como Rosa Elvira con

sus Mil y una noches o, en Cástulo Bojórquez, Teófilo con Las

ilusiones perdidas y Eulogia con las novelas que su amante le

presta. En la narrativa de López Cuadras la literatura

~ 85 ~

funciona como un escape para sobrellevar una tediosa

existencia, para conseguir un objetivo, para disfrutar de esos

otros mundos posibles o para explicarse una realidad tan

incomprensible como fascinante.