Capítulo I

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21 1. ANTECEDENTES DE LA FÁBRICA DE LICORES Y ALCOHOLES DE ANTIOQUIA Mí querido amigo Luis: Hace seis meses corridos que aquí en los Estados Unidos suspiro por un anís. Porque en este gran país por espantosa ironía cualquier cosa se haría que la fantasía invente pero un trago de aguardiente nunca se conseguirá. (Décimas del aguardiente, fragmento.) 1.1. El estanco del aguardiente en el siglo XVIII. Del sistema de arriendos a la administración directa Para las últimas décadas del siglo XVIII, la renta de licores era uno de los ingresos más pingües de la Real Hacienda del virreinato de la Nueva Granada. Después de casi un siglo de luchas fiscales por administrar de forma directa la producción y el expendio del aguardiente de caña, el gobierno colonial finalmente tenía bajo su control directo uno de los ingresos más estables y lucrativos del reino. Adicionalmente, el virrey Manuel Antonio Flores reorganizó y concentró en una sola administración general las rentas estancadas o en calidad de monopolio del virreinato. Previas recomendaciones del visitador fiscal Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres, dicha administración general, denominada las Reales Rentas * Diego Calle Restrepo (1926-1985) es el autor de las coplas Décimas del aguardiente. Calle Restrepo nació en Ciudad Bolívar, Antioquia. Fue bachiller y economista de la Universidad de Antioquia; gobernador del Departamento de Antioquia entre 1970 y 1973; embajador de los Estados Unidos y Canadá; y gerente de las Empresas Públicas de Medellín entre 1976 y 1985. Compuso Décimas del aguardiente cuando era embajador en Estados Unidos y le solicitó a sus familiares en Colombia le enviaran aguardiente colombiano, pues en Norteamérica no se lograba conseguir

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control directo uno de los ingresos más estables y lucrativos del reino. Adicionalmente, el virrey Manuel Antonio Flores reorganizó y concentró en una sola administración general las rentas estancadas o en calidad de monopolio del expendio del aguardiente de caña, el gobierno colonial finalmente tenía bajo su más pingües de la Real Hacienda del virreinato de la Nueva Granada. Después de virreinato. Previas recomendaciones del visitador fiscal Juan Francisco Gutiérrez

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1. ANTECEDENTES DE LA FÁBRICA DE LICORES Y ALCOHOLES DE ANTIOQUIA

Mí querido amigo Luis: Hace seis meses corridos

que aquí en los Estados Unidos suspiro por un anís.

Porque en este gran país por espantosa ironía

cualquier cosa se haría que la fantasía invente

pero un trago de aguardiente nunca se conseguirá.

(Décimas del aguardiente, fragmento.)∗

1.1. El estanco del aguardiente en el siglo XVIII. Del sistema de arriendos a la administración directa

Para las últimas décadas del siglo XVIII, la renta de licores era uno de los ingresos

más pingües de la Real Hacienda del virreinato de la Nueva Granada. Después de

casi un siglo de luchas fiscales por administrar de forma directa la producción y el

expendio del aguardiente de caña, el gobierno colonial finalmente tenía bajo su

control directo uno de los ingresos más estables y lucrativos del reino.

Adicionalmente, el virrey Manuel Antonio Flores reorganizó y concentró en una

sola administración general las rentas estancadas o en calidad de monopolio del

virreinato. Previas recomendaciones del visitador fiscal Juan Francisco Gutiérrez

de Piñeres, dicha administración general, denominada las Reales Rentas

* Diego Calle Restrepo (1926-1985) es el autor de las coplas Décimas del aguardiente. Calle Restrepo

nació en Ciudad Bolívar, Antioquia. Fue bachiller y economista de la Universidad de Antioquia; gobernador del Departamento de Antioquia entre 1970 y 1973; embajador de los Estados Unidos y Canadá; y gerente de las Empresas Públicas de Medellín entre 1976 y 1985. Compuso Décimas del aguardiente cuando era embajador en Estados Unidos y le solicitó a sus familiares en Colombia le enviaran aguardiente colombiano, pues en Norteamérica no se lograba conseguir

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Estancadas y en cuya jurisdicción estaban listadas las rentas de tabaco,

aguardiente, pólvora, naipe y de sal, contaban con un contador general y dos

contadurías, comisionadas para llevar un registro prolijo del comportamiento

económico de cada una de ellas. Gracias a estos documentos contables es posible

sostener, como lo asegura Gilma Mora de Tovar, que la renta de licores fue, en las

postrimerías del periodo colonial, uno de los ingresos más fructíferos del gobierno

español1.

Sin embargo, la administración directa de la renta de aguardiente fue el

resultado de un largo proceso de evaluación, intervención y fiscalización por parte

de los oidores de la Real Audiencia sobre la producción, venta y consumo del

aguardiente, fabricado con la melaza de la caña y otros aditivos y saborizantes

(como el anís, la cal o el vellico) e impugnado muchas veces por los supuestos

influjos negativos en los humores corporales y el estado mental de quienes

consumían el aguardiente vernáculo2. La administración directa fue la tercera y

última fase de un proceso de intervención estatal sobre la destilación y el consumo

de licor, que comenzó en los inicios del siglo XVIII con una política de control

inestable e incoherente, criticada y pocas veces aceptada por el grueso de la

población neogranadina. Así pues, es posible establecer cuatro fases de

organización de la renta del aguardiente en el siglo XVIII, las cuales coexistieron 1 MORA DE TOVAR, Gilma, Aguardiente y conflictos sociales en la Nueva Granada, siglo XVIII, Bogotá,

Universidad Nacional de Colombia, 1988, p. 45. 2 Al respecto, consúltese a: ÁLZATE ECHEVERRI, Adriana María, Suciedad y orden. Reformas sanitarias

en la Nueva Granada, 1760-1810, Bogotá, Editorial Universidad del Rosario, 2007, p. 64. El aguardiente producido en la Nueva Granada era de tercera categoría, pues la base de su destilación eran productos o sustancias azucaradas, como las frutas, la remolacha, la sangre de mamíferos y, para el caso de la Nueva Granada, los residuos de la caña. Los aguardientes de vino y los de residuos de uva ocupan, respectivamente, la primera y la segunda categoría. Véase: MUÑOZ RAMOS, Juan, Enciclopedia de los alcoholes, Bogotá, Editorial Planeta, 1998, pp. 33-35.

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temporalmente durante los cambios administrativos o durante los empalmes

acaecidos por la reconfiguración del aparato fiscal. El primer periodo abarca los

años de 1700 a 1736; el segundo, los de 1736 a 1749; el tercero, los años de 1749 a

1769; y el cuarto, los de 1770 hasta 1821, fecha de abolición del monopolio por el

Congreso de la Gran Colombia. Estas cuatro fases evidencian un largo y

dispendioso trabajo de la Real Hacienda por organizar y racionalizar el manejo de

la renta del aguardiente durante casi un siglo, hasta llegar a su concepción como

administración pública.

La producción del aguardiente de caña en la Nueva Granada no tuvo un éxito

imponderable sino hasta la segunda mitad del siglo XVII. Los oidores de la Real

Audiencia intervinieron en la fabricación y comercialización de un producto que,

en opinión de los funcionarios reales, ocasionaba el deterioro de las costumbres

morales de los habitantes del reino, pues estimulaba la embriaguez, los actos

homicidas y la inasistencia a los oficios eclesiásticos. Adicionalmente, los oidores

relacionaban el descenso demográfico de la población indígena con el consumo del

aguardiente y de otras bebidas embriagantes, como la chicha o el guarapo

fermentado3. Así pues, la intervención oficial sobre el aguardiente apareció

inicialmente como un mecanismo para limitar, controlar y prevenir las infracciones

contra la moral y los delitos de suma gravedad. No obstante las continuas

prohibiciones a su fabricación y consumo, el aguardiente se convirtió en uno de los

productos más apetecidos durante el tránsito del siglo XVII al XVIII, de tal forma

que la Corona decidió convertirlo en una renta estancada o en monopolio del

3 MORA TOVAR, Aguardiente y conflictos…, pp. 17-18.

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Estado colonial. Por medio de la Real Cédula del 23 de septiembre de 1700, el rey

autorizaba establecer la renta estancada del aguardiente de caña en el Nuevo Reino

de Granada. Esta orden fue ratificada nuevamente por otra Real Cédula, expedida

poco tiempo después, el 23 de mayo de 1704. Aunque a simple vista la creación del

monopolio sugiere una administración completa de él, lo que en realidad sucedió

fue el arriendo de la facultad de conceder los derechos de destilación4. En otros

términos, cualquier particular podía producir licor, siempre y cuando pagase al

rematador los tributos correspondientes por la concesión de la licencia.

La nueva renta estancada no fue aceptada de forma unánime por todos los

sectores de la población. El argumento a favor fue siempre el enriquecimiento del

erario real y la disminución del consumo en los sectores pobres, pues el precio de

venta no era, en términos de los administradores del monopolio, accesible a todas

las personas. Por su parte, la oposición atacaba al estanco de la renta desde cuatro

flancos, representados por diversos e irreconciliables intereses particulares. En

primer lugar, la iglesia, al ver disminuido su caudal de ingresos por la desidia de

los ebrios de asistir a los oficios sacramentales, criticaba el carácter legal del

consumo, pues éste terminaría por agravar los problemas morales y sociales de los

feligreses pobres. En segundo lugar, los destiladores particulares, con escasa

capacidad adquisitiva para costear los derechos de producción, rechazaban el

nuevo sistema de arrendamiento, que en últimas beneficiaba a los dueños de

4 MORA DE TOVAR, Gilma, “La política del Estado colonial y el monopolio de la industria del

aguardiente en la Nueva Granada durante el siglo XVIII”, Desarrollo y Sociedad (10), Bogotá, enero de 1983, p. 92. Mora de Tovar llama a este primer estadio de la renta: “arrendamiento de la administración de la renta”; o sea, el arriendo de la concesión de permisos para destilar o fabricar aguardiente.

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haciendas y trapiches. En tercer lugar, el monopolio incentivaría la reducción de

importaciones de aguardiente de Castilla y el caudal de tributos percibidos por

dichas importaciones. En este flanco peleaban los comerciantes e importadores de

mercancías. Y, finalmente, la renta del aguardiente causaría una inflación colateral

y perniciosa en el mercado de los confites y de los dulces, pues el abasto de azúcar

y mieles para la destilación elevaría el precio en el mercado de estas materias

primas5. Adicional a esta disputa, el gobierno colonial no dispuso de una política

unívoca frente al recién creado monopolio. En algunas regiones del Nuevo Reino,

como Cartagena, fue prohibido el consumo de licor. Esto ocasionó cierta

dispersión, confusión e inestabilidad fiscal6. Con todo, el intento por continuar con

el monopolio de la renta, ya bajo otras modalidades de regulación, continuó

vigente.

El 14 de septiembre de 1736, el rey Felipe V expidió en Sal Ildefonso una

nueva y distinta Real Cédula que establecía y reglamentaba de forma definitiva el

estanco del aguardiente. Desde entonces, comenzó a operar la segunda fase de la

renta. Tras el mandato real, apareció el sistema de asientos, en el que cada productor

pagaba un impuesto según la cantidad de aguardiente destilado. En este sentido,

se arrendaba a los llamados asentistas o intermediarios de la renta el derecho de

cobrar los impuestos a la producción del aguardiente. Con esto, el Estado buscaba

aumentar los recaudos de las cajas reales, ya que el impuesto recaía directamente

5 Los argumentos a favor y en contra del monopolio en esta primera fase de su administración

fueron extraídos de MORA TOVAR, Aguardiente y conflictos…, pp. 20-25. 6 MORA DE TOVAR, Aguardiente y conflictos…, p. 26.

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sobre la producción7. El cargo de asentista era rematado en medio de una subasta

pública, previa postulación y revisión de solicitudes y fianzas. Sin embargo, el

nivel de ingresos del ramo de aguardiente dependía, básicamente, de las

declaraciones contables de los asentistas, quienes no siempre registraban de forma

fidedigna el monto total de la producción. Además, el comercio del aguardiente

estaba por fuera de control, lo cual ocasionaba inconsistencias y fallas en el manejo

mismo de la renta.

Por tal razón, el virrey Flores creó en la década de 1770 el estanco de

aguardiente, cuya administración fue concedida a particulares, mediante subasta

pública, siempre y cuando cumplieran con las formalidades prescritas por las

disposiciones oficiales en materia de remates8. Los postulantes debían disponer del

capital necesario para pagar el costo del arriendo y responder por el abasto y la

distribución del aguardiente en el estanco del distrito que adquirieron en la

subasta. Como retribución, los arrendatarios contaban con la protección de las

justicias ordinarias para punir y evitar el fraude y el contrabando. Los dueños

temporales de la renta debían, previas posturas o licitaciones, estudiar las

condiciones particulares del mercado de aguardiente: como el número de

habitantes, su capacidad adquisitiva, las fiestas y celebraciones públicas, el estado

7 GONZÁLEZ MORA, Felipe, Reales fábricas de aguardiente de caña en el Nuevo Reino de Granada.

Arquitectura industrial, siglo XVIII, Bogotá, Centro Editorial Javeriano -CEJA-, 2002, p. 32. MORA DE TOVAR, Gilma, “Chicha, Guarapo y presión fiscal en la sociedad colonial del siglo XVIII”, Anuario Colombiano de Historia social y de la cultura (16-17), Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Ciencias Humanas, Departamento de Historia, 1988, p.

8 GONZÁLEZ MORA, Reales fábricas…, p. 33.

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de los medios de comunicación y la anuencia o renuencia del público a adquirir el

producto9.

Las fases de esta renta no siguieron un progreso lineal, homogéneo y análogo

a lo largo y ancho de la jurisdicción del Nuevo Reino. Por el contrario, los

territorios alejados del centro de poder virreinal, al mediar el siglo XVIII, no

operaban bajo una misma lógica fiscal. Esto llevó a la supresión periódica y

paulatina de los estancos arrendados y a la adopción del sistema de administración

directa, última fase de organización de la renta durante el periodo colonial10. Este

procedimiento consistía en la creación de una estructura jerárquica administrativa

con instrucciones particulares sobre:

1. La gerencia y el gobierno de la dirección general de la renta

2. La arquitectura física y la ubicación de las reales fábricas de aguardiente

3. Las funciones de los contadores de las administraciones principales

4. Las facultades de los vendedores y de los administradores de las administraciones subalternas o dependientes de las principales

5. El reglamento de los estanqueros

6. Las prevenciones generales de los empleados del ramo

7. Los mecanismos jurídicos para entablar causas por fraude11

La Dirección General de las Rentas Estancadas encabeza el organigrama jerárquico

de la nueva administración directa. En segunda instancia, estaban las

administraciones principales de aguardiente con sus reales fábricas. Por debajo se

9 MORA DE TOVAR, Aguardiente y conflictos…, pp. 35-40. 10 CALDERÓN, Clímaco, Elementos de hacienda pública, Bogotá, Imprenta de la Luz, 1911, p. 501. 11 Sobre estas instrucciones particulares, véase: Departamento de Historia, Universidad de Antioquia, Documentos para el estudio de la historia de la insurrección comunera en la provincia de Antioquia, 1675-1785, Medellín, Universidad de Antioquia, 1982, pp. 83-110.

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encontraban las administraciones subalternas o los estancos. Y finalmente, y en un

mayor número, figuraban los estanquillos, dispersos tanto en las ciudades, villas,

pueblos y parroquias del virreinato. Al finalizar el siglo XVIII, en la Nueva

Granada había alrededor de doce administraciones principales y reales fábricas de

aguardiente. Ellas estaban localizadas en Santa Fe de Bogotá, Cartagena, Santa

Marta, Villa de Leiva, Cali, Popayán, Honda, Medellín, Socorro, Mompox y Ocaña

(véase mapa 1)12. En la actualidad, solo se conservan algunas fábricas de

aguardiente de la colonia, como la de Bogotá y Villa de Leiva. Infortunadamente,

para el caso de Medellín no se han encontrado los planos arquitectónicos de la

primera planta de producción; solo se sabe que existió en el costado oriental y en la

parte media en la hoy conocida Carabobo, entre las calles Boyacá y Colombia13.

12 MORA DE TOVAR, Aguardiente y conflictos…, pp. 50-54 y GONZÁLEZ MORA, Reales fábricas…, p. 35-37. 13 ESCUDERO SUÁREZ, Germán, Medellín, estampas y brochazos, Medellín, Concejo de Medellín, 1994, p. 34.

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Mapa 1 Principales administraciones de aguardiente en la Nueva Granada, finales del

siglo XVIII

Fuente: MORA DE TOVAR, Gilma, Aguardiente y conflictos sociales en la Nueva Granada durante el siglo XVIII, Bogotá, Universidad nacional de Colombia, 1998, p. 19.

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La anterior periodización establecida por Gilma Mora de Tovar y Clímaco

Calderón, y seguida por los escasos autores que han investigado aspectos

puntuales de la renta de aguardiente, no operó sistemáticamente en todas las

provincias del Nuevo Reino de Granada. En Antioquia, por ejemplo, el

establecimiento de la administración directa tuvo una historia dispar respecto a

otras provincias14. Mientras en Mompox el virrey Solís había comenzado a

remplazar, al finalizar la década de 1760, el sistema de arrendamiento del estanco

por la administración directa, en Antioquia apenas comenzaba un tenue y

conflictivo sistema de asientos15. Si bien en la capital del virreinato y en el altiplano

cundiboyacense existía una legislación previa sobre la conveniencia del monopolio,

en la ciudad de Antioquia y la villa de Medellín fue difícil implementar las

políticas fiscales del aguardiente entonces vigentes. Era más oneroso costear las

pujas públicas para la subasta del arriendo, a las que casi nadie asistía, que

conceder facultades fiscales a los alcaldes ordinarios y pedáneos para expedir

licencias de destilación a los productores particulares, conformados por mujeres

pobres cuyo único sustento era la destilación y venta del aguardiente16.

Sin embargo, en la década de 1770 el arriendo de la renta, con el derecho

exclusivo de producción y venta, cobró relevancia y amplitud, especialmente en las

ciudades y villas, donde era posible aplicar la justicia penal a quienes incurriesen

14 CAMPUZANO CUARTAS, Rodrigo, “Gobierno, Real Hacienda y reformismo borbónico. Antioquia en

la segunda mitad del siglo XVIII”, Tesis de maestría en Historia, Escuela de Historia, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, 1993, p. 312.

15 COLMENARES, Germán. Relaciones e informes de los gobernantes de la Nueva Granada, Tomo I, Bogotá, Fondo de Promoción de la Cultura, 1989, p. 108.

16 CAMPUZANO CUARTAS, “Gobierno, Real Hacienda y reformismo borbónico…”, pp. 314 y ss.

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en la destilación clandestina del aguardiente, sin los debidos permisos del asentista

o rematador de la renta. Estos, después de pagar el precio del arriendo, recibían

ciertas autorizaciones legales para: 1) portar bastón y armas defensivas contra el

fraude; 2) nombrar los guardas y efectuar las rondas de allanamiento; 3) detener a

los sospechosos de fraude e incautar el contrabando y sus enseres materiales; y 4)

disponer de la justicia ordinaria siempre que fuese requerida17.

El éxito y auge del sistema del sistema de asientos en Antioquia condujo al

lento pero seguro tránsito hacia la administración directa y a la construcción de la

Real Fábrica de Aguardiente en Antioquia. En mayo de 1788, empezó una

organización llamada “Administración principal de la renta de aguardiente de

caña”, una nueva institución compuesta, al estilo de las administraciones directas

del centro y oriente del virreinato, por un director, un contador, un tesorero y el

entable industrial para la destilación. La sede de la administración y de la fábrica

estaba en Medellín, con sucursales o estancos subalternos en la ciudad de

Antioquia, Rionegro, Santa Rosa, Copacabana y Yolombó (véase mapa 2). Cada

una de estas dependencias tenía, a su vez, una red subordinada de estanquillos o

puestos de ventas menores en los partidos y parroquias, de tal forma que hacía

posible la extensión al perímetro rural del aguardiente real. Aunque sea posible

establecer una idea consistente sobre los rendimientos financieros de este

monopolio, sí es factible conjeturar, con base en los estudios disponibles, que la

renta de aguardiente era, después del tabaco, una de las más lucrativas y sólidas

17 CAMPUZANO CUARTAS, “Gobierno, Real Hacienda y reformismo borbónico…”, p. 322.

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del gobierno colonial, en parte porque el nivel de ingresos era capaz de suplir con

soltura el presupuesto de gastos18.

Mapa 2 La administración principal del aguardiente y sus estancos en Antioquia,

finales del siglo XVIII

Fuente: CAMPUZANO CUARTAS, Rodrigo, “”Gobierno, Real Hacienda y reformismo borbónico. Antioquia en la segunda mitad del siglo XVIII”. Tesis de maestría en Historia, Escuela de Historia, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, 1993, p. 353.

18 CAMPUZANO CUARTAS, “Gobierno, Real Hacienda y reformismo borbónico…”, pp. 374-375.

Infortunadamente no se cuentan con los registros contables de todos los años de la administración directa de la renta en Antioquia. Sin embargo, los pocos que hay, es viable sostener la idea arriba enunciada. En 1792, por ejemplo, los ingresos totales eran de 10.092, los cuales debían sufragar el monto total de los sueldos y los gastos operativos que, en conjunto, sumaban 5764.

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1.2. El estanco del aguardiente en el siglo XIX. Un proceso análogo a los asientos y administraciones directas del periodo colonial

Entre 1810 y 1830, periodo de inestabilidad política y fiscal, hubo amplias

reformas en materia de impuestos. El propósito de los cambios obedeció a crear

una administración desprovista de las trabas impuestas a la libre industria. El

monopolio del aguardiente era, en opinión de los nuevos representantes del

régimen republicano, un atentando a la generación y circulación masiva del

capital, pues creaba barreras a la producción y tributación individual y, por lo

tanto, al incremento de las finanzas públicas19. Sin embargo, la búsqueda de un

aparato fiscal idóneo fue incierta, y la mayoría de las veces fue necesario replantear

las medidas legislativas inicialmente convenidas.

El proceso de consolidación de la renta del aguardiente es un ejemplo. En

1821, con la ley del 6 de octubre, el Congreso General de la Gran Colombia abolió

el monopolio del aguardiente, pues su permanencia traía miseria a la república20.

Considerado el aguardiente como fuente de riqueza, la destilación fue declarada

de libre acceso, previa licencia concedida por el recaudador de rentas de la ciudad

o villa. Por medio de esta ley, los jueces políticos o los recaudadores de rentas

abrían un registro para autorizar a todo aquel que quisiera incursionar en el

terreno de la destilación. Los soportes contables y financieras de la renta eran

enviados al gobernador de cada provincia con una lista de quienes habían

solicitado y obtenido la licencia o patente de destilación.

19 ACEVEDO LATORRE, Eduardo, Colaboradores de Santander en la organización de la república, 2.ª ed.,

Bogotá, Fundación Francisco de Paula Santander, 1988, p. 104. 20 “Ley del 6 de octubre de 1821”, Codificación nacional de todas las leyes de Colombia, desde el año de

1821, hecha conforme a la ley 13 de 1912, Tomo I, Bogotá, Imprenta Nacional, p. 94.

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La ley del 6 de octubre de 1821 fue derogada más tarde por la ley del 24 de

1828. Sancionado por el presidente Simón Bolívar, esta resolución restableció el

monopolio de aguardiente en los departamentos del Centro y del Sur, pues el

producto pecuniario de la libre destilación no logró satisfacer las expectativas

financieras de quienes promovieron derogar el estanco21. Seis años después, el

Senado y la Cámara de Representantes de la Nueva Granada organizaron la renta

de aguardiente para cada provincia por medio de la ley del 21 de mayo de 1834. En

ella, se ratificó el monopolio de la renta en las provincias del Magdalena, Cauca y

Antioquia, donde, por conveniencias financieras y económicas, era necesario

establecerlo22. En aquellas provincias, donde no tuvo lugar la reaparición del

estanco, permaneció vigente la libre destilación mediante el sistema de patentes o

de concesión de licencias. Este sistema volvió a ser de carácter nacional por medio

de la ley 29 de mayo de 183823. Al finalizar la década de 1840, cualquier particular

podía producir, conservar y comercializar licor, siempre y cuando pagase un

impuesto anual. El Estado republicano no cobrara de forma directa estos tributos.

Para ello encomendaba, en calidad de arriendo, el recaudo de los gravámenes

sobre la fabricación del licor. La ley del 29 de mayo fue posteriormente sustituida

por la ley del 4 de junio de 1844, en la que precisó los términos sancionados en la

de 183824. Estos continuos cambios en el manejo de la renta del aguardiente son el

reflejo de los vaivenes, experimentos y resultados provisionales de los intentos por

21 “Ley del 24 de marzo de 1828”, Codificación nacional…, Tomo I, p. 192. 22 “Ley del 21 de mayo de 1834”, Codificación nacional…, Tomo I, p. 295. 23 “Ley del 29 de mayo de 1838”, Codificación nacional…, Tomo II, pp. 88-91. 24 “Ley sobre el aguardiente del 2 de junio de 1844”, Gaceta Departamental de Antioquia, Medellín, 1

de diciembre de 1922, p. 4855.

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organizar o acomodar el aparato fiscal de la naciente república a las nuevas

realidades económicas del siglo XVIII.

Durante la administración presidencial de José Hilario López (1849-1853), las

rentas nacionales, en las que figuraba la de los licores, fueron entregadas a las

provincias25. De esta manera, las asambleas legislativas de los nacientes estados

podían legislar sobre la administración de sus rentas. En 1853, la provincia de

Antioquia convirtió la fabricación y comercialización de los licores destilados en

un monopolio, con el fin de atender y sufragar los gastos públicos. Desde esta

fecha y hasta 1910, la renta estancada del aguardiente en Antioquia fue

administrada a través del arriendo a particulares26. Durante estos casi sesenta años,

el aguardiente fue producido y dado al expendio por agentes diferentes al Estado,

pero con las facultades legales para defender el monopolio arrendado de los

constantes fraudes y destilaciones clandestinas.

El sistema de arriendo consistía en la venta provisional de la renta a un

particular o grupo de personas con los bienes materiales suficientes para pagar el

alquiler, satisfacer la demanda y el consumo o asumir las perdidas por una

eventual quiebra27. En consecuencia, nadie podía destilar aguardiente o venderlo

25 GONZÁLEZ, Margarita, “Las rentas del Estado”, Nueva Historia de Colombia, directo científico y

académico, Tomo 2: República siglo XIX, Bogotá, Planeta Colombia Editorial, 1898, p. 190. Algunas de las rentas cedidas fueron las de pólvora, hipoteca y de registro. Véase a: GARAVITO, Luis Fernando, Historia de la hacienda y el tesoro en Colombia, 1821-1900, Bogotá, Banco de la República, 1992, p. 102.

26 MORENO MARTÍNEZ, Rodrigo, “Del aguardiente clandestino al juego prohibido del monte naipe: Delitos de fraude a la renta de licores, riñas, agresiones físicas e infracciones contra la moral en La Ceja del Tambo, Antioquia, 1870-1930”, trabajo de pregrado, Departamento de Historia, Universidad de Antioquia, Medellín, 2009, p. 40.

27 MORENO MARTÍNEZ, “Del aguardiente clandestino al juego prohibido…”, p. 41. Véase también a ZAPATA PABÓN, Jazmín, “La renta del aguardiente y su incidencia social en algunas zonas del

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sin el aval de los arrendatarios. Estos adquirían en subasta pública el estanco de los

distritos y allí establecían sus administraciones subalternas, resguardadas por

guardias privados que, en compañía de la justicia penal ordinaria, organizaban

rondas de allanamiento en los lugares sospechosos de encontrar sacatines

clandestinos28. Los rematadores o asentistas de la renta otorgaban, mediante

documento de escritura pública las seguridades suficientes antes de la posesión

inicial. Llevada a cabo, pagaba el arriendo por cuatrimestres anticipados o

vencidos, de acuerdo a los plazos convenidos en el contrato de arriendo. También

debían ocupar la vacante del remate entrante por el mínimo de un año.

Adicionalmente, estaban sujetos a inspecciones sanitarias y al examen de las

calidades del licor destilado. Además, debían mostrar experticia en el manejo

administrativo de la renta, capacidad de inversión y datos adicionales sobre las

condiciones económicas y sociales del estanco del distrito solicitado29.

Los asentistas recibían prerrogativas jurídicas y autonomía administrativa.

Ellos podían ceder sus contratos a terceros, en el caso que fueran los arrendatarios

de varios distritos. Cobraban impuestos por la importación de licores y tenían

facultad policiva a la hora de vigilar, aprehender y evitar el contrabando. En tales

términos, la justicia ordinaria les daba preeminencia a la hora de facilitarles los

allanamientos y las requisas de los domicilios sospechosos. Ellos estaban

oriente antioqueño, 1850-1920”, trabajo de pregrado, Escuela de Historia, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, 1993, p. 75.

28 MORENO MARTÍNEZ, “Del aguardiente clandestino al juego prohibido…”, pp. 49-51. 29 URIBE ÁNGEL, Manuel, Geografía general del Estado de Antioquia en Colombia, Medellín, Colección de

Autores Antioqueños, 1985, p. 428. Sobre las condiciones especiales de los asentistas, véase también a: ÁLVAREZ MORALES, Víctor Manuel, “Empresarios pueblerinos en Antioquia: El caso de José María ‘Pepe’ Sierra S., 1846-1924”, Élites, empresarios y fundadores: Los casos de Antioquia y el sur de Bolívar (Colombia), y el Tucumán colonial (Argentina), Medellín, CISH, Colciencias, 2003, pp. 219-221.

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igualmente protegidos por una profusa, consistente y coherente legislación que

reiteraba, precisaba y refinaba las condiciones exclusivas de los arrendatarios en la

producción del aguardiente (véase anexo 1), de tal forma que durante este periodo

los ingresos provenientes de ella fueron la fuente de financiación de las costosas

guerras civiles del siglo XIX30. En síntesis, los beneficios fiscales del aguardiente

constituyeron una de los soportes más estables y lucrativos de las finanzas de la

región. Por ejemplo, en 1874, el Administrador General del Tesoro estimaba que

para el cuatrienio de 1866 y 1869, la ganancia bruta podría ser de $845,754 pesos.

En opinión del funcionario, los rendimientos de esta sola renta podrían nivelarse

con el presupuesto de gastos31.

Uno de los rematadores más famosos de esta renta fue el empresario

antioqueño José María Sierra. Desde 1875, el mítico hombre de negocios remató la

renta de licores de Girardot. Luego logró la adjudicación de la mayor parte de las

rentas Antioquia y, con el paso de los años y el crecimiento del capital, obtuvo las

de Bogotá, Cartago y Popayán32. El empresario antioqueño formó sociedades y

compañías para expandir el negocio del remate de rentas y lograr una mayor

cobertura. En 1904, por ejemplo, fundó a “Eduardo Uribe y Cía”, identificada en el

30 MOLINA LONDOÑO, Luis Fernando, Empresarios colombianos del siglo XIX, Bogotá, Banco de la

República, 1998, p. 135. El trabajo de MORENO MARTÍNEZ incluye una tabla sobre leyes, decretos y ordenanzas dictados por la Asamblea Legislativa, para el periodo federal, y la Asamblea Departametnal, para los años posteriores a la Regeneración, relacionados con la renta de licores. Dicha tabla se reproduce en este trabajo (véase anexo 1).

31 “Oficio del Administrador General del Tesoro en el que da cuenta del resultado de la administración del remate de la renta de licores destilados de algunos distritos del Estado”, Boletín Oficial, Medellín, 28 de septiembre de 1874, p. 834.

32 MOLINA LONDOÑO, Luis Fernando, “Pepe Sierra: Realidad y mito. Semblanza empresarial”, Revista antioqueña de economía y desarrollo (35), mayo-agosto 1991, p. 45. El detalle de estos negocios, aunque narrados de forma grandilocuente, se halla en: JARAMILLO SIERRA, Bernardo, Pepe Sierra: el método de un campesino millonario, Medellín, Editorial Bedout, 1947.

38

medio como la Cuarta Compañía. La sociedad no solo amplió el número de

remates en el Departamento de Antioquia; también construyó destilerías, compró

terrenos en zonas cálidas y cercanas para el cultivo de la caña y el abasto de las

mieles, con el fin de crear un circuito cerrado, seguro y económico para la

destilación del aguardiente33. Igualmente, José María Sierra estableció, en

compañía de su hermano Apolinar Sierra, la compañía Sierra & Cía, encargada

también de operar en el ramo de las rentas, no solo de aguardiente, sino también

de degüello de ganado mayor y menor34. Uno de los objetivos de estas sociedades

era ampliar el tamaño de las propiedades donde se encontraban las fábricas de

destilación y mejorar su infraestructura industrial. Así, por ejemplo, el 28 de

diciembre de 1911, Jorge Gutiérrez, fiador de la casa Sierra, Jaramillo & Cía, celebró

un contrato de compraventa con José María Sierra Sierra, socio administrador de la

casa comercial Sierra & Cía. Jaramillo, Sierra & Cía le compró a la segunda

compañía el edificio de “El Sacatín”, situada en el perímetro urbano de la ciudad,

con dos pajas de agua “de a diez canecas de diámetro, con casa para hacer pasar el

agua desde la plazuela de San Roque hasta el edificio […] y con desagüe para no

pasar por predios de la sociedad Sierra”35. El propósito de la compra era mejorar

las instalaciones industriales de “El Sacatín”, con el fin de mejorar el suministro de

agua desde la fuente más cercana de abastecimiento público. El mismo edificio fue

refaccionado y vendido siete años después a la sociedad Sierra, Mejía & Cía, con el

propósito de solucionar los continuos problemas de aprovisionamiento de agua y 33 MOLINA LONDOÑO, “Pepe Sierra: Realidad y mito…”, p. 45. 34 MOLINA LONDOÑO, “Pepe Sierra: Realidad y mito…”, p. 45. 35 Archivo Histórico de Antioquia (AHA), Fondo Notariales, Venta Sierra & Cía a Sierra, Jaramillo & Cía, Escritura 2547, Medellín, 28 de diciembre de 1911.

39

su mediata expulsión36. Nótese que en estas sociedades figura el apellido Sierra, lo

cual habla de la constante presencia del empresario antioqueño en el negocio del

remate de las rentas.

En 1905, el aguardiente regresó a manos del aparato fiscal central

colombiano37. Con el fin de sacar al país de las calamidades económicas

producidas por la Guerra de los Mil Días, el presidente Rafael Reyes convocó al

Palacio Presidencial a los empresarios más importantes del país. Entre los más

importantes, estaban José María Sierra; el empresario cartagenero, Juan Bautista

Mainero; y el rico comerciante bogotano Nemesio Camacho. El propósito de la

convocatoria era reorganizar las rentas nacionales, designar sus administradores,

concordar la organización del Banco Central, solicitar empréstitos y solucionar el

problema del papel moneda. Los tres empresarios citados le cedieron al país en

calidad de préstamo dineros para solucionar los problemas fiscales y aceitar la

maquinaria del crédito público. Como contraprestación, ellos no solo recibirían los

intereses del capital prestado, sino la gerencia del Banco Central y la

administración de algunos importantes cargos públicos. Por ejemplo, José María

Sierra fue nombrado gerente general de las rentas nacionales reorganizadas, en las

que estaba, por supuesto, la del aguardiente. Esta designación fue mal vista por la

oposición al régimen de Reyes, porque, como empleado oficial del Estado, no

36 AHA, Fondo Notariales, Venta de Sierra & Cía a Sierra, Mejía & Cía, Escritura 316, Medellín, 15

de febrero de 1916, ff. 782-786. 37 HENDERSON, James, La modernización en Colombia. Los años de Laureano Gómez, 1889-1965, Medellín,

Editorial Universidad de Antioquia, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín, 2006, p. 68

40

podía ser el rematador de unas rentas que al mismo tiempo administraba38. Al ver

crecer y sobrepasar su poderío económico, Rafael Reyes intentó restarle fuerza a

José María Sierra, al presentar cargos contra él por el incumplimiento de las

cláusulas del contrato pactado al inaugurar el banco y reorganizar las rentas; sin

embargo, fueron retirados posteriormente ante la presión de Sierra, de quien a la

larga dependía la estabilidad de su gobierno39. Reyes decidió entonces acabar con

el sistema de arrendamiento y crear la administración directa de la renta, la cual

debía ser devuelta a los departamentos40.

El gobierno departamental de Antioquia no logró concertar con los

rematadores, especialmente con José María Sierra y su “Compañía Rematadora de

Licores de Antioquia”, la liquidación de los contratos de arrendamiento ni los

precios del inventario de los licores. Como los asentistas tenían un plazo

improrrogable, decidieron rebajar el precio del trabajo de aguardiente para evacuar

las existencias de licores. Esta medida produjo, en palabras de Bernardo Jaramillo

Sierra:

[…] un efecto pavoroso, el pueblo se precipitó a los estancos a beber barato, y hasta los niños aprovecharon la rebaja; los barrios bajos se volvieron una verdadera zambra y el gobierno viendo tan funestos resultados, llamó inmediatamente a los rematadores a negociar con ellos las existencias de licores a como pedían. Terminaba así para Pepe Sierra su famosa época de remates y con ellos se extinguía la famosa firma ‘Sierra Mejía & Cía’, su última compañía rematadora41.

38 VILLEGAS, Jorge y José Yunis, Sucesos colombianos, 1900-1924, Medellín, Universidad de Antioquia,

1976, p. 79. 39 VILLEGAS y José Yunis, Sucesos colombianos…, p. 80. 40 Ley 8 del 3 abril de 1909. Disponible en Internet: http://www.dmsjuridica.com/CODIGOS/LEGISLACION/LEYES/LEY%208%20D%201909.htm,

consultada el 15 de enero de 2011. 41 JARAMILLO SIERRA, Pepe Sierra…, p. 12. Detalles de este polémico suceso se encuentran en: Renta de

licores: Réplica de Ramón A. Restrepo, exadministrador de rentas reorganizadas, al Dr. Jorge Rodríguez, Medellín, Imprenta Oficial, 1912, pp. 2-13.

41

A partir de entonces (1908), el monopolio de los licores en Antioquia comenzó a ser

administrado por los funcionarios públicos del Departamento42. Esto fue el

comienzo de una nueva fase de organización y gerencia de la renta de licores en

Antioquia.

1.3. Orígenes de la Fábrica de Licores de Antioquia

En 1919, el Departamento de Antioquia ratificó la administración directa del

monopolio de la producción y venta de licores destilados en los distritos

convenientes a los intereses del Departamento. La ordenanza 38 de 1919

reorganizó la gerencia de la renta y agregó nuevos productos para la

comercialización, como el alcohol impotable, potable, perfumado e industrial. De

acuerdo con dicha ordenanza, el alcohol era un compuesto básico para las bebidas

destiladas y fermentadas, descritas de la siguiente forma por la citada ordenanza:

[…] se entiende por compuesto la unión del alcohol y esencias naturales o artificiales, y materias inofensivas, se entiende por guarapo de libre producción y expendio una bebida agridulce que se hace con caldo de la caña, dejándolo fermentar sin que haya sido antes sometido a la acción del fuego, de ninguna forma se considera como tal, los guarapos revueltos, mostos o materias fermentadas, propias para la destilación o fabricación de los licores comprendidos en el monopolio43.

La producción de alcohol industrial debía hacerse en alambiques o aparatos de

destilación, a los cuales se les adoptaba un recipiente en donde caía el alcohol.

Además, dicho recipiente tenía dos llaves de cerradura distinta, manejada por el

empleado del departamento encargado de la fiscalización y la otra por el

productor. Una vez extraído el alcohol del recipiente y cerrado, el empleado de la

42 “Decreto 1323 del 12 de diciembre de 1908 que dispone la administración oficial de la renta”,

Gaceta Departamental de Antioquia, Medellín, 12 de diciembre de 1908, pp. 41-43. 43 “Ordenanza 38 del 28 de abril de 1919”, Gaceta Departamental de Antioquia, Medellín, 28 de abril de

1919, p. 172.

42

fiscalización debía cerciorarse de que las condiciones científicas requeridas

hubiesen sido cumplidas. Después procedía a medir los grados del alcohol y

expedía una guía para su producción. Este alcohol, normalmente se vendía a través

de comisionados44.

La ley 88 de 1923 reforzó el sistema de administración directa, para que cada

departamento hiciera efectivas las restricciones sobre la producción y el consumo

de los licores destilados y las bebidas fermentadas. Esta ley prohibía de forma

definitiva celebrar nuevos contratos de arrendamiento45. Por medio de esta ley, la

Asamblea Departamental de Antioquia reglamentó los precios de los licores de

producción nacional. La botella de aguardiente de 720 mililitros, de procedencia

local, se vendía a tres pesos con sesenta centavos ($3,60). Los demás licores,

especialmente los exportados, eran dados al expendio a un precio más costoso, con

el fin de incentivar el consumo del producto local y restarle demanda a los licores

importados46. Por su parte, la ley 88 del 13 de noviembre de 1928 reglamentó la

destilación del aguardiente en fábricas oficiales establecidas en cada departamento,

cuya renta llevase ya tiempo siendo administrada de forma directa. Esta misma ley

44 “Ordenanza 38 del 28 de abril de 1919”, p. 171. 45 “Ley 88 del 14 de noviembre de 1923”, disponible en Internet:

www.alcaldisdebogotà.gov.co/sisjur/normas/Normas1, consultada el 14 de agosto de 2010. La ley 47 de 1930 reafirmó el sistema de administración directa y declaró inhábil desde el punto de vista jurídico la celebración de cualquier contrato de arrendamiento. Igualmente, facultó a las asambleas departamentales para imponer tributos sobre la producción de la chicha y el guarapo, con un impuesto no inferior a dos centavos. Debe anotarse que estas dos bebidas fermentadas fueron posteriormente prohibidas en la década de 1940, cuando las fábricas de cerveza adquirieron prestigio en el país. “Ley 47 del 18 de noviembre de 1930”, Disponible en Internet:

www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=2779, consultada el 14 de agosto de 2010. Sobre el tema de la chica véase a: CALVO ISAZA, Óscar y Marta Saade Granados, La ciudad en cuarentena: Chicha, patología social y profilaxis, Bogotá, Ministerio de Cultura, 2002.

46 “Ley 88 del 14 de noviembre de 1923”, disponible en Internet: www.alcaldisdebogotà.gov.co/sisjur/normas/Normas1, consultada el 14 de agosto de 2010.

43

establecía que el Estado gravaría de forma directa el consumo de licor. Los

beneficios de este impuesto fueron repartidos hacia las finanzas públicas

departamentales y nacionales47. La necesidad o la urgencia fiscal del gobierno

departamental por obtener mayores rendimientos fiscales sirvieron para justificar,

en gran parte, la construcción de fábricas de destilación de aguardiente. Ello

implicó la toma de una serie de decisiones con respecto a las conveniencias de su

ubicación, la potencialidad del consumo, las condiciones favorables del abasto, las

facilidades de comunicación con las regiones, la importancia económica de la

jurisdicción comprendida por la administración y la fábrica.

De acuerdo a las crónicas sobre el Medellín de la primera mitad del siglo XX,

la fábrica de licores de la Oficina de Rentas departamentales estaba situada cerca

de la calle de San Juan. El edificio disponía no solo del entable industrial para la

destilación, sino también de las oficinas administrativas. Conocida con el nombre

de “El Sacatín”, la fábrica contaba implementos técnicos destinados a la

producción a gran escala de licor. Los nombres comunes de los productos

destilados llevaban el nombre de “El resaco”, “Pepe sierra” y “Anisado”, entre

otros menos difundidos pero igualmente importantes por el inconfundible saber a

anís y el grado previo de fermentación con el zumo de la caña de azúcar48. Por

mucho tiempo, “El Sacatín” fue la fuente de producción del aguardiente local,

hasta que las necesidades de ensanche físico e innovación técnica llevaron a la

47 “Ley 88 del 13 de noviembre de 1928” Alcaldía de Bogotá, disponible en Internet:

www.alcaldisdebogotà.gov.co/sisjur/normas/Normas1, consultada el 14 de agosto de 2010. 48 La información relacionada con la fábrica fue extraída de: URIBE VALLEJO, Alberto, El Medellín que

se fue, Medellín, Ediciones Panorama, 1973, pp. 22 y ss. La palabra Zacatín o Sacatín significa alambique o aparato para destilar. En estos términos, el edificio obedece a una especie de símbolo recordatorio de una de las primeras destilerías del país.

44

adquisición de otro terreno y la construcción de un edificio con mayor capacidad.

La siguiente imagen ilustra la fábrica de licores de la Oficina de Rentas

Departamentales en 1923. Aunque sea difícil conseguir los planos de sus

disposiciones arquitectónicas, para saber los procesos industriales de la destilación

del aguardiente en las primeras décadas del siglo XX, es posible inferir, mediante

la imagen que se trataba de una suerte de finca, de una sola planta y, en apariencia,

distanciada de otras edificaciones. Con todo, ella fue el antecedente inmediato de

la actual Fábrica de Licores de Antioquia.

Fábrica de licores del Departamento de Antioquia, 1923

1. El Colombiano, Medellín, 25 de Julio de 1990, pág. 3b

45

1.4. Los hábitos del consumo de licor en Antioquia

En Antioquia, los rematadores de rentas se convirtieron en la segunda mitad

del siglo XIX en los principales promotores del consumo de alcohol. Estos, con el

ánimo de incitar al consumo, regalaban “trago” en los pueblos durante las

festividades patronales y populares. En medio de mesas de “monte-dado”, peleas

de gallo y otros juegos de azar, los rematadores hacían, como se dice

coloquialmente, su agosto49. Los lugares autorizados de expendio del aguardiente,

conocidos igualmente con el nombre de estancos, fueron, desde mediados del siglo

XIX, lugares de encanto de los pueblos antioqueños. En estos sitios se reunían los

pueblerinos entre las horas de comer, para sociabilizar y compartir los sucesos

cotidianos del día. Era, en términos de Catalina Reyes, la “casa de todos”, pues era

visitado por sastres, maestros, carpinteros, zapateros, albañiles, comerciantes y

peones, reunidos en la fraternidad que posibilitaba el consumo del licor50.

Sin embargo, el estanco era también el lugar por excelencia donde se

materializaban las relaciones conflictivas entre pueblerinos. Allí no siempre

sociabilizaban al calor de la bebida quienes entre las jornadas o el descanso asistían

a comprar aguardiente. Por el contrario, estos puntos de venta fueron testigos de

múltiples riñas, agresiones físicas y homicidios entre hombres. La bebida, como lo

plantea Reyes Cárdenas, no solo aunaba de forma armoniosa voluntades en torno

al consumo del aguardiente. Por el contrario, este fomentaba estados de agresión,

conflictos y disputas que terminaban en los estrados judiciales de los pueblos o, en

49 REYES CÁRDENAS, Catalina, Aspectos de la vida social y cotidiana de Medellín, 1890-1930, Bogotá,

Colcultura, Tercer Mundo, 1996, p. 156. 50 REYES CÁRDENAS, Aspectos de la vida social y cotidiana…, p. 155.

46

los casos graves, en el Juzgado Superior del Departamento, donde se procesaban

los delitos de suma gravedad51.

Para principios del siglo XX, en Antioquia el gusto y la adición por el alcohol

se había extendido ampliamente, aunque las autoridades locales hacían esfuerzos

por controlar y reglamentar su uso. Durante los años veinte, el alcoholismo era

considerado por las autoridades civiles y la sociedad en general como un problema

moral. Por ello, estaba prohibido a los menores de edad el ingreso a los sitios de

venta del licor. El discurso médico e higienista advertía sobre las peligrosas

relaciones entre el alcoholismo y las mujeres, que acarreaba enfermedades de

transmisión sexual y otras como la tuberculosis. También era considerado como un

caso de salubridad pública, pues inducía a la criminalidad52.

A los dirigentes de Medellín les preocupaba que se incrementara el consumo

de licor en las clases populares, en especial los obreros. Muchos de los discursos a

la clase obrera tenían como finalidad señalar los peligros del alcoholismo. A pesar

de ello, el consumo de licor entre los obreros iba en aumento, pues la embriaguez

era un mecanismo de evasión del obrero al control de su tiempo, sus energías y su

propia vida. Dicha evasión era reiterativa, pues iba acompañada de la sanción de

liviandad, libertad y disfrute, así que la cantina se convirtió en un lugar de gran

importancia en la ciudad, para fines de los años veinte, cuando en Medellín había

51 Sobre las riñas, peleas y contiendas masculinas originadas en los estancos, véase: MORENO

MARTÍNEZ, “Del aguardiente clandestino al juego prohibido”, pp. 107-112. Sobre la relación entre homicidios y estancos de licor, consúltese a: GÓMEZ JIMÉNEZ, Jesús Aureliano y Nora Luz Restrepo Vargas, “El homicidio en Antioquia. Monografía criminal, 1891-1938”, trabajo de pregrado, Departamento de Historia, Universidad de Antioquia, 2006, pp. 344-358.

52 CONGOTE DURANGO, Janna Catalina, Las enfermedades sociales en los obreros de Medellín, 1900-1930, Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2007, p. 65.

47

alrededor de ochocientas cantinas y gran cantidad de tiendas y graneros de

barrios, cuyo mayor atractivo era la venta de cerveza y aguardiente53.

La cantina, la tienda o el granero eran el paso obligado antes de regresar a la

vivienda del obrero y a la realidad del hogar, donde las necesidades de la mujer y

de los hijos permanecían insatisfechas. En aquellos lugares, no solo se bebía para

olvidar la pobreza y las agobiantes necesidades, sino por diversión o por tristeza,

pues el cantinero, el tendero y los vecinos congregados reproducían formas cálidas

de sociabilidad, de intercambio de confidencias y afectos. Según Reyes Cárdenas,

los hombres bebían porque el alcohol se consideraba un signo de virilidad, y

temían ser excluidos del medio social si no lo hacían. La doble moral estaba

presente, pues la bebida era condenada, reprimida y desaconsejada54.

Se bebía aguardiente (considerado el rey de los licores), ron, brandy y vinos

en ocasiones especiales. Es necesario recordar que la “tapetusa” o el “anisado

sabanero”, procesado de forma artesanal y de color verde, era ampliamente

aceptado y aplaudido por los antioqueños de aquel entonces. El licor se utilizaba

pasa solemnizar casi todos los actos de la vida, banales o importantes, con un

trago55.

Le nace un hijo, bebe; se le muere alguien, bebe; cumple años, bebe; se casa, bebe; enviuda, bebe; ganó, bebe; perdió, bebe; se encuentra con un amigo, bebe; está triste, bebe; para ahogar una pena, bebe; en ayunas, bebe; para purgante, bebe; con frío, bebe; para animarse, bebe; si es pobre, bebe; porque ¿qué otra cosa ha de hacer? Si es rico, para eso trabaja y tiene con qué… El alcohol es compañero inseparable, vive para beber, creyendo beber para vivir e ignorando que con ello se mata56.

53 REYES CÁRDENAS, Aspectos de la vida social y cotidiana, p. 156. 54 REYES CÁRDENAS, Aspectos de la vida social y cotidiana, p. 156. 55 URIBE URIBE, Rafael, “El alcoholismo en Antioquia”, Revista Labor (35), Medellín, agosto de 1946,

p. 56. 56 URIBE URIBE, “El alcoholismo en Antioquia…”, p. 57

48

La preocupación por el uso generalizado del alcohol hizo que la Iglesia

promoviera las “Sociedades de Temperancia”. Estas eran organizaciones

propagandísticas que agitaban discursos religiosos, con el fin de educar a la

población acerca de los peligros y desgracias del licor. Parece que no fueron muy

exitosas en Medellín. Sin embargo, es importante hacer un seguimiento de la

influencia que estas sociedades tuvieron en varias poblaciones de la región

antioqueña, donde el consumo de aguardiente por habitante llegó a disminuir:

Andes, Sonsón, El Carmen, El Peñol, Guatapé, San Carlos, Santuario y San Vicente,

mientras que en Medellín el consumo crecía aceleradamente (véase el anexo 8

sobre el consumo de licor)57.

En los pueblos relacionados con las actividades mineras, de tierra cálida,

hubo un consumo aún mayor que el de Medellín. Ellos son Puerto Berrío, Segovia

y Zaragoza. El elevado consumo de aguardiente en estas zonas coincide con un

alto número de riñas y homicidios, y con una mayor propensión hacia las

relaciones sexuales ajenas al matrimonio. Esta situación contribuyó a que las élites

y sectores medios tildaran a los habitantes de estas zonas de negros perezosos,

degenerados y viciosos58. Las “Sociedades de Temperancia” no proliferaron al

finalizar la década de 1920. No obstante, hubo otras medidas para evitar el

consumo de licor, como los artículos y revistas católicas. También, el gobierno

departamental determinó que debía imponerse la enseñanza antialcohólica como

57 LONDOÑO VEGA, Patricia,” La educación y la cultura como factores de cohesión”, Religión, cultura y sociedad en Colombia, Medellín, Fondo de cultura económica, 2002,p.315

58 LÓPEZ, Alejandro y Jorge Rodríguez, Estadística de Antioquia, Medellín, Imprenta de la Gaceta Departamental Antioqueña, 1915, p. 25.

49

obligatoria en todos los establecimientos educativos. Además, la Dirección

Nacional de Higiene redactó una cartilla de enseñanza antialcohólica, en la que se

resaltaban los funestos efectos del consumo de licores embriagantes. Esta cartilla

fue editada por el gobierno y repartida entre el público y los establecimientos de

educación. Adicionalmente, el gobierno departamental prohibió el expendio y el

consumo de licores en teatros, cinematógrafos, bailes públicos, reuniones políticas

de carácter popular, casas de mujeres públicas, galleras, calles y plazas. Tampoco

permitió en los municipios el establecimiento de nuevos expendios de bebidas

alcohólicas al por menor, mientras el número de las existentes mantuviese la

proporción de una tienda por cada cinco mil habitantes59. Aunque no es posible

establecer los diversos mecanismos en Antioquia para prohibir el alcohol durante

el siglo XX, sí es factible saber que, al compás de tales prohibiciones, el gobierno

departamental destinó un sector de su administración para construir, incentivar,

potencializar y fomentar la Fábrica de Licores que, en última instancia, generaría

uno de los ingresos más estables y duraderos de las finanzas departamentales.

59 “Ley 88 de 1923”, disponible en Internet:

www.alcaldisdebogota.gov.co/sisjur/normas/Normas1, consultada el 26 de agosto de 2009.