CAPITULO I

En la pantalla principal del set de monitores que cubre uno de los muros de la oficina de AmeliaBerenkovic, se proyecta una transmisión de video youtube. Un encapuchado habla a la cámara y a susespaldas se ve a Patricia Bessoaín, atada a una silla y con los ojos y boca vendados.

—El Presidente Hernández tiene 24 horas para liberar a Elías Manquenahuel, o arrojaremos el cadáverde Patricia Bessoaín en las escalas de acceso de los Tribunales de Justicia. No habrá nuevascomunicaciones al respecto.

Amelia Berenkovic usa su teléfono móvil al tiempo que continúa mirando la pantalla.

—Esteban, estás viendo lo de la chica Bessoaín?.

Sala de prensa de Canal 10. Esteban Jiménez levanta su teléfono para contestar la llamada de Amelia.Mientras coge el aparato, le hace una seña de silencio a Leonor Castillo, con quien hablaba al momentode recibir la llamada.

—Si, señora, también lo estoy viendo. No, no tenemos más antecedentes, al parecer la policía se estáenterando en este momento, o lo ha mantenido en silencio.

—Tenemos aún cuatro horas antes del noticiero central. Ponte a trabajar y genérame una nota completaal respecto, vamos a darle a Hernández con todo— responde Berenkovic, al tiempo que una mirada deavidez se dibuja en su rostro.

Jiménez cuelga y se dirige a Leonor, quien sigue de pie donde la detuvo su jefe.

—Bueno, Leonor, parece que es tu día de suerte.

—¿Señor?— responde la muchacha, intrigada.

Jiménez se reclina hacia atrás en su asiento para continuar:—La jefa quiere una nota completa para elnoticiero central, sobre el secuestro de Patricia Bessoaín. Tengo a todos los demás ocupados, así es quelo que tanto querías, ahora es tuyo.

—¿Para el noticiero central, señor? ¡Pero eso es en cuatro horas y no … — intenta reclamar Leonor.

—La amenaza de Michimalonco ya está en youtube. Comienza ahí. Saca a Romero del baño o dondeesté fumando su marihuaha y llévalo contigo. ¿Algún problema?

—No, no es eso, señor, es que me parece que …

—Mira, chiquilla, llevas meses pidiéndome que te saque del matinal, de las notas de cocina, belleza ofarándula. Ahora tienes lo que querías, pero si crees que te queda grande …

—¡No, señor!— interrumpe con decisión Lenor —Muchas gracias por la oportunidad, no lo defraudaré.

Leonor golpea con prisa la puerta del baño de hombres. —¡Romero! ¡Sal de ahí ahora,condenado fumón!

Gastón Romero sale del baño, lo sigue el humo y aroma del pito de marihuana que estabafumando.—¿Qué pasa, dulzura? ¿No puedo tomarme un rato de relajo, ahora?

—Déjalo para después, Gastón. ¡Agarra tu cámara y sígueme, que tenemos pega y de las grandes!

—¿De las grandes? ¿No más tetas operadas o notas de economía doméstica?— responde Gastónsonriendo.

—Secuestraron a la hija del Ministro Bessoaín. Michimalonco amenaza con matarla. Revisa el video entu móvil mientras conduzco.

…

Romero revisa el video en su móvil, sentado en el asiento de copiloto. —Puede ser una gran noticia,Leo, pero hay algo que no me cuadra aquí

—Me lo explicarás más tarde, Gastón, ya estamos llegando a la casa del Minis … ¡Mierda!

Leonor detiene su vehículo a una cuadra de la casa del Ministro de Justicia. Hay al menos una decenade vehículos de prensa y reporteros haciendo guardia en la entrada.

—Por acá no sacaremos nada, ya están todos los canales en la misma— dice la muchacha con desazón.

—Tranquila, corazón. Son muy pavos todos. El ministro no está en su casa y no les será sencillo darcon él. De seguro adivinó el acoso de la prensa y tomó sus resguardos— responde Gastón con unasonrisa socarrona.

—¿Y entonces? ¿Qué podemos hacer?— pregunta Leonor.

—Pérame un cachito— dice el camarógrafo, mientras marca un número en su móvil.

—¿Jota? Soy yo, Gastón. Siento lo de tu hermana, compadre.— Leonor mira a Gastón hablar por sumóvil, con expresión de sorpresa, intrigada. —¿Qué demon...?

—Socito, disculpe que lo moleste ahora, pero necesito una paleteada. No, no es eso … ¿Dónde pillo atu viejo? Es por pega, tu cachai. … ¡Gracias, compadre, te debo una grandota!

Gastón le dirige una mirada de orgullo a Leonor. —Ya corazón, métale chala al cacharro, que nosvamos al Cajón del Maipo.

Leonor responde, aún confundida. —Pero .. pero como …

—¡Ja, ja, ja! Si quieres ser periodista estrella te falta mucho por conocer, Leo— responde Gastónsonriendo. —¿Quién te crees que es mi dealer cuando quiero probar cosas más duras que lamarihuana?

En la pantalla del televisor ubicado en el departamento de Leonor, vemos al Ministro de Justiciadirigiéndose a la cámara.

—... La angustia que hoy vive mi familia y el país, no logrará que me desvíe un centimetro del caminotrazado por el gobierno del Presidente Hernández. Confío en que nuestras fuerzas del Orden ySeguridad cumplirán con su misión y traerán a mi amada hija de regreso.

A contiuación, Leonor cierra el despacho televisivo. —El ministro terminó esta entrevista manifestandosu firme propósito de no negociar la libertad de Elías Manquenhuel, pase lo que pase. Para Canal 10,informó Leonor Castillo.

—¡Bravo, Leo! ¡Estuviste genial!— Arturo Galdámez abraza, emocionado a Leonor, ambos sentadosen el living del departamento, viendo la televisión después de cenar.

—¡La emisión central marcó peak de raiting, amor! —Leonor consulta su móvil —Ahora estoyrevisando el raiting on-line de esta repetición y seguimos en el top!

—Tu jefe debe estar muy satisfecho, pero nunca tan orgulloso como estoy yo ahora.— Arturo besa conternura a su mujer —Te amo.

—El Ministro estaba furioso cuando llegamos, no entendía como pudimos dar con él —prosigueLeonor, sonriendo —Pero para la cámara tuvo que poner su mejor cara. No le quedaba otra.

—¡Tenemos que celebrar, amor! ¿Vamos a comer afuera, o a bailar? ¿Qué quieres hacer?

El móvil de Leonor interrumpe su respuesta. —¿Gastón? ¿Qué pasa? … Si, si me acuerdo pero …Okay, okay. Voy para allá.

—¿Vas a salir? ¿A esta hora? ¿Qué pasó?

— Gastón, mi camarógrafo y quien me consiguió el dato de Bessoaín. Me dijo que había algo rarocuando vió el video, pero no pudimos seguir hablando.

Leonor se despide de su marido con un beso. —Dice que tiene que verme ahora, que no puede ser porteléfono. Te llamo desde allá, quédate tranquilo.

Noche en un barrio periférico de la ciudad. Leonor detiene su vehículo en un semáforomientras espera de el verde para continuar. —(pensando) Romerito, en qué estás pensando? Este barriono me gusta nad ...

Un segundo antes que el semáforo dé el verde, Gastón Romero abre la puerta trasera del vehículo y sezambulle dentro, asustando a la muchacha.

— ¡Cresta, hueón! ¿Qué te pasa?— Disculpa, Leo. Muévete, sigue derecho no más.

Leonor retoma la marcha del vehículo y mira de reojo a Gastón, por el espejo retrovisor.

—¿Qué tienes?. ¡Estás pálido!

— No es pa' menos, corazón. Acá está pasando algo muy grande. Da la vuelta acá, métete en el callejón y detén el auto.

Con el vehículo detenido, Gastón sigue hablando desde el asiento trasero.

—Después que salió tu reporte, me llamó el Jota, estaba hecho una furia!

—Su papá supo que fue él quien nos dió el dato.Me dijo que su papá estaba emputecido. Lo bajó ysubió a garabatos, pero eso no es todo. Lo ha puesto en un avión a Brasil esta misma noche, junto consu mamá, en el más absoluto secreto. Me llamó desde el aeropuerto para contarme.

—No entiendo— repuso Leonor. —Lo metiste en un forro y te llama para contarte otra situación dealto secreto como su viaje a Brasil?

—El Jota y yo somos amigos de años, nos conocemos desde cabros chicos, no es solo mi dealer.¿Cachai? Me llamó para advertirme que me cuidara, porque le tuvo que contar a su papá que fui yo eldel soplo.

—¡Cresta! ¿Estamos en problemas, Gastón?— Leonor está comenzando a preocuparse.

—Creo que me convertí en un cabo suelto, Leo. Y creo que tú también. Antes que me cortara, tuvetiempo de contarle al Jota lo que descubrí en el video.

—¿Lo que descubriste, qué es?

—No lo tengo todo armado todavía, pero lo que le conté al Jota lo puso muy nervioso, repitió que mecuidara. Que me fondeara, mejor dicho. Luego me cortó y apagó su celular.

—¡Pero ya dime! ¿Qué es lo que viste?

—Carga de nuevo el video de Michimalonco, dime lo que ves.

En el Palacio de Gobierno, una luz encendida indica que hay actividad en la oficina delPresidente Hernández, aunque ya es cerca de la medianoche.

—¿Qué quieres que haga, Raúl?

— ¡Se trata de mi hija, señor Presidente!

El Presidente Hernández y su Ministro de Justicia están uno frente al otro, separados solo por el enormeescritorio del primero. Raúl Bessoaín está de pie, con los puños sobre el escritorio y el cuerpoinclinado hacia el presidente, que sigue sentado en el confortable sillón de cuero, aunque se le notamuy incómodo.

—No solo es cuestión de la pésima seguridad que supuestamente protegía a mi familia. Si solo fueraeso tendría mi renuncia en su escritorio ahora mismo. ¡Se trata de la vida de Patricia por el amor deDios!

—Créeme que te entiendo, Raúl, pero estoy con las manos atadas. No puedo liberar a Manquenahuel,recuerda todos esos atentados que han sido reivinidcados por Michimalonco. ¡Uno de los muertos erapariente de los Irigoyen! ¿Te imaginas todo lo que hará el grupo Halcón si lo suelto?

Raúl Bessoaín le da la espalda a Hernández y se queda mirando un gran retrato de Bernardo O'Higginsen la pared opuesta al escritorio. Sin volverse, responde: —Alberto, Alberto ... Milico una vez, milicopor siempre. ¿Cierto?

Hernández se levanta de su asiento, furioso: —¿Qué estás diciendo? ¡Recuerda que soy tu Presidente,Raúl!

Raúl Bessoaín se vuelve para mirar a Hernández cuando dice: —¿Tendré que recurrir a tu cadena demando, Alberto? ¿Quieres que vaya más arriba?

El presidente Hernández vuelve a sentarse, empuña ambas manos y las apoya con los brazos rectossobre el escritorio —No sigas por ese camino, Raúl. Las cosas se pueden poner aún más negras y losabes.

Bessoaín se inclina sobre el escritorio para acercar mucho su rostro al de Hernández: —Si le pasa algoa Patricia, no habrá nada más negro que lo que le espera, señor Presidente.

Leonor ya está de regreso en su departamento, está acostada junto a su esposo, contándole de lodescubierto por Romero.

—En realidad, Gastón me hizo trampa. No había nada que ver en el video, sino escuchar.

—Leo, mi amor, no soy experto en contrainteligencia, solo un escritor sin éxitos, pero creo que la teoríade tu camarógrafo es muy … paranoica?

—Michimalonco jamás se ha referido a Hernández como “El Presidente”, ya que como parte de lasprácticas de su movimiento separatista, no le reconocen autoridad alguna, siempre han usado otrasexpresiones más despreciativas (el traidor, el mentiroso, el vendido …) Y la identidad de ElíasManquenahuel era un secreto que ellos siempre cuidaron. Todos ellos usan chapas, apodos. Y siemprese referían a él como Loncopillán. Su identidad real se vino a saber solo cuando lo arrestaron. ¿Quésentido tiene llamarlo por su nombre real si toda la nación siempre lo ha conocido como Loncopillán?

—Si, puede ser— intervino Arturo, conciliador— pero creo que son apoyos muy endebles para sostenerla teoría de un montaje, un falso secuestro.

—¿Y la indignación de Bessoaín? Creo que desaparecer de los medios durante 24 horas era parte delplan. No contaba con la infidencia de su propio hijo, al parecer.

—Mmm … de todas formas creo estás hilando muy fino, Leo. Bessoaín pudo tener muchas otrasrazones para indignarse. Velar por su intimidad en un momento complejo … Tal vez los mismossecuestradores le habían ordenado permancer oculto hasta que ellos comunicaran la noticia, no sé …

—Gastón me dijo que aún hay más, tiene una corazonada, pero necesita hacer unas pruebas en losarchivos del canal. Mañana piensa dedicarse a ello sin que nadie más se entere.

—Nadie más excepto tu, claro— dijo Arturo con una sonrisa.

—Obvio. Este es mi reportaje, corazón— respondió Lenonor mientras se acurrucaba en el pechodesnudo de su marido.

Es la mañana siguiente. Arturo está frente a la puerta del cuarto de baño, dándo voces a Leonorque se encuentra dentro.

—¡Ya pues, Leo! Necesito el baño y tu vas a llegar atrasada a la oficina si no sales pronto.

En el interior del cuarto de baño, Leonor está de rodillas vomitando en el excusado.

—Ya … ya salgo, espérate, no me siento muy bien.

Leonor abre la puerta para dejar entrar a su marido, quien se preocupa por el aspecto de su esposa.

—¿Corazón, qué tienes? ¡Estás blanca!

—No lo sé, algo tiene que haberme caído mal, o quizá las emociones de ayer. Devolví todo eldesayuno — responde ella, compungida.

—Pide una hora al médico hoy mismo. ¿Vale? Me avisas y te acompaño. No quiero que descuides tusalud.

—Tranquilo, amor. No es necesario que me acompañes, puedo ir sola y esta noche te cuento como mefué. Voy demorada, nos vemos a la noche.— se despide Leonor lanzando un beso al aire junto a lapuerta de salida.

Leonor Castillo está en su cubículo, junto al resto de los funcionarios de prensa en Canal 10,hablando por teléfono.

—Vale, doctor. Quedamos en eso entonces. A las cuatro estoy allá, muchas gracias.

Una colega se asoma por encima del panel divisor del cubículo de Leonor. —Leo, Jiménez te estábuscando. Dijo que en cuanto llegaras fueras a verlo … y no tenía muy buena cara.

—Gracias, Sole. Voy altiro.

Leonor se asoma por la puerta de la oficina de su jefe.

—¿Quería verme, señor?

—¡Castillo, dónde estabas? Una nota de prensa buena y se te suben los humos a la cabeza?

—¿Señor? No entiendo a qué se refiere— responde Leonor, confundida.

—Me acaban de informar que Romero llegó muy temprano, increíblemente temprano, tratándose de ély que ahora nadie sabe donde está. ¿En que andas, Castillo?

—La verdad es que no tengo idea, señor …

—No creo que sea necesario recodarte que acá nadie corre con colores propios, nada se investiga sin miautorización. ¿Está claro?

—Por supuesto, señor. Si gusta puedo averiguar …

—Nah, déjalo así. Si no tiene que ver contigo y lo del secuestro, probablemente sea que estédrogándose por ahí, ya aparecerá. Busca otro cámara y ve al Palacio de Gobierno, el Presidente va ahacer una declaración a las 10:00.

Ya en la sala de prensa del Palacio de Gobierno, el presidente Hernández está terminando sudeclaración.

—… así es que, junto con lamentar y condenar con fuerza este terrible acto delictivo, mi gobierno hacomprometido todos sus esfuerzos para lograr el rescate de Patricia Bessoaín. Por razones de seguridadno puedo comentarles ahora las medidas que estamos tomando pero …

Suena el teléfono móvil de Leonor, que está junto a otra decena de periodistas y camarógrafos en lasala.

—¿Romero? ¿Qué onda, dónde estás?

—¡Princesa, no te lo vas a creer! ¡Esto es la cagada máxima! Dame tu cuenta de correo personal, lo quete enviaré no quiero que pase por los servidores del canal. Va encriptado, pero te estoy enviando ahorala contraseña como mensaje de texto.

—Vale, Gastón, pero ahora tengo que cortarte, estoy en la conferencia del Presidente y quieropreguntar. Hablamos luego.

Leonor alza la mano para llamar la atención del presidente.

—Señor Presidente, para Canal 10, por favor …

—Dígame, señorita.

—Leonor Castillo, Prensa Canal 10. Tengo antecedentes que me permiten dudar de que Michimaloncoesté detrás del secuestro. ¿Tiene usted la completa seguridad de su participación?

Las cámaras y los micrófonos apuntan simultánea y violentamente a Leonor, convirtiéndola de prontoen el centro de la atención.

—Señorita Castillo, estamos enfrentando una situación de crisis ya muy seria como para hacernoscargo de sus elucubraciones— el presidente se nota visíblemente incómodo —Si tiene antecedentesconfiables le sugiero canalizarlos como corresponde …

—¿No cree posible un complot para perjudicarlo, señor? — contratacó Leonor.

El Presidente Hernández mira con enfado a la periodista.

—Soy el Presidente de Chile que ha recibido la más alta votación en toda nuestra historia republicana,señorita. Atacar a este presidente es atacar al país en su conjunto. ¿Por qué alguien querríaperjudicarme, a mi o al país? ¿Quiere usted hacerlo?

En ese momento un funcionario interrumpe para suspender la entrevista. —Muchas gracias a todos, laconferencia llega hasta aquí pues todos tenemos mucho que hacer al respecto. Buenos días.

Y simultáneamente, el teléfono móvil de Leonor comienza a sonar.

—¿Jefe? Si, señor, pero … Si, enseguida voy. —contesta la muchacha con aspecto muy afligido.

Veinte minutos después, Esteban Jiménez, rojo de ira, increpa a Leonor en su oficina: —¡¿Quécresta crees que haces?! ¡¿Qué fué lo que te dije en la mañana?! ¡La jefa esta emputecida conmigo!

—Señor, yo … — intenta replicar Leonor.

—¿Cómo se te ocurre preguntar esas huevadas? ¡Y en vivo, todavía! ¿De dónde sacaste todo eso?

—Señor, Romero cree que …

—¿Romero? … ¡Romero! ¿El cámara más fumón e inútil de todo el canal te da una idea y tu la repitesen vivo para 20 millones de televidentes? ¿Qué mierda tienes en la cabeza, Castillo?

—Lo siento, señor. En verdad creí que …— Leonor no puede más de avergonzada.

—¡Te pago para reportear, para investigar no para creer ni decir huevadas, por la cresta!

—Desaloja tu escritorio, Castillo. La orden viene de arriba y no hay nada más que hacer.

….

Atardecer en la periferia de Santiago, uno de esos barrios en donde la policía intenta no entrar muy amenudo, a menos que sea estrictamente necesario, ya sea por persecución de algún delincuente, oporque el gobierno de turno necesite mostrarse activo frente al delito. Una de las casas seguras deMichimalonco se encuentra aquí.

Un hombre de edad mediana y rasgos mapuche, habla con otros cuatro hombres más, en una habitacióniluminada pobremente.

—La operación está confirmada para esta noche, peñis.

—¿Y que haremos finalmente respecto del secuestro que nos achacan? — interpela uno de lospresentes.

—Estrella Solitaria nos pide no reaccionar. Con el golpe de esta noche vamos a desenmascarar anuestros enemigos, pero el silencio hasta entonces jugará a nuestro favor, ya que no revelamos nuestrosplanes ni damos pistas de que conocemos la conjura.

—¿Pero y nosotros? ¿Por qué no participaremos?— pregunta otro.

—Ellos tienen la logística y el armamento como para conseguir el objetivo. No es necesario que nosexpongamos más— responde quien hace las veces de líder.

—No me gusta. No me fío de Estrella Solitaria.— dice el más anciano del grupo.

—Tranquilo, peñi. Hasta ahora ellos han cumplido todo lo que nos ofrecieron. No veo razón para quenos traicionen en lo que será el triunfo más glorioso para ellos y para nosotros.

Arturo Galdamez está sentado frente a su computador, escribiendo, cuando regresa Leonor aldepartamento. —¿Leo, tan temprano? Son recién las 8:00 y tu nunca … Pasó algo?

—Dos noticias, gordo. ¿La buena o la mala primero? — responde ella mientras lo abraza comobuscando cobijarse en su pecho. En su rostro no se nota angustia, sino serenidad.

—La mala primero, no me pongas nervioso, amor.

—Me echaron de la pega.— responde ella, con una suave sonrisa en el rostro.

—¿Te echaron? ¿Qué pasó? ¿Tiene algo que ver con tu reportaje?

—Tiene todo que ver. A la jefa no le gustó que yo actuara como periodista de verdad

—No entiendo, Leo. ¿Cómo es eso?

—La verdad, tampoco estoy entendiendo mucho todavía … pero sinceramente, eso ahora me tiene sincuidado.

—Te quedas sin pega y te veo sonriendo pese a todo. ¿Qué te traes?

—Me voy a dar una ducha y me pondré bonita. Anda viendo donde me llevas a comer para contarte labuena noticia — responde Leonor, mientras le deja un coqueto beso en los labios.

…

Media hora más tarde, Leonor y su marido están afuera de su edificio, abordándo el pequeño city-carde la periodista. Un vehículo está en las cercanías, con las luces apagadas y cuatro hombres en suinterior. El hombre en el asiento del copiloto habla por radio.

—Equipo Gavilán. Tenemos paloma a la vista. Comenzamos a seguirla y esperamos instrucciones.Cambio.

—Comprendido, Gavilán. Mantengan hasta nuevo aviso. Cambio y fuera.— responde una voz desde elaparato.

…

Departamento de Gastón Romero, quien fuma ansiosamente un cigarrillo mientras consulta la pantallade su computador.

—¡Vamos, Leo! ¡Dime que recibiste el e-mail!

Gastón coje su teléfono móvil y marca el número de Leonor.

—¡Buzón de voz … y un carajo!

Suena el timbre de su departamento. Gastón se sobresalta.

—¿Quién es? — consulta Gastón mirando por el ojo de seguridad en la puerta, pero no ve a nadie.

Gastón apoya la espalda contra la pared junto a la puerta, mientras empieza a sudar de miedo.

—Mierda, mierda, mier …

De un feroz golpe, dos personas vistiendo trajes militares de color oscuro (tipo comando) derriban lapuerta y entran violentamente en la habitación.

—¡Al suelo, conchetumadre! ¡No te muevas!

Mientras uno de los hombres tiene a Gastón tendido boca abajo en el piso e inmovilizado con unarodilla en su espalda, el otro habla por radio.

—Equipo Buho. Topo localizado y neutralizado. Esperamos instrucciones.

—Comprendido, Buho. Mantengan y esperen órdenes.

…

Frontis de los Tribunales de Justicia, 00:30 hrs. Es de noche y todo parece estar en calma, hasta queuna atronadora explosión destruye gran parte del frontis del edificio.

Una habitación sin ventanas, con escaso mobiliario (una cama sencilla, un velador con una lámparaencima. Nada más. Tendido en la cama está Elías Manquenahuel, un hombre de rasgos mapuches,atractivo, esbelto y fuerte. Lleva una barba de algunos días sin afeitar, viste jeans gastados y bototosdel tipo militar, además de un grueso chaleco cuello de tortuga. El ruido de una fuerte explosión en elexterior lo hace brincar de la cama.

Un hombre uniformado tipo comando, con el rostro cubierto por un pasamontañas y fuertementearrmado, irrumpe en la habitación. Lo sigue el humo de la explosión exterior.

— ¡Estrella Solitaria!— grita el comando.— ¡Marichiwew!— responde Elías.

Restaurante “Olympique”. Leonor y su marido están disfrutando de su cena en el interior.

—¿Le gustó la cena, amor?— pregunta Arturo, enamorado.

— Todo rico, gordo. ¿Listo para la sorpresa de postre?

—¡Si poh! ¡Me has tenido en ascuas toda la noche!

—Ya, exagerado, no seas así.— Leonor bebe un sorbo de agua mirándolo coqueta a los ojos. Y luegoañade: — ¡Arturo, vas a ser papá!.

En ese momento, el eco de la explosión ocurrida en los Tribunales (a pocas cuadras de ahí) llegaal restaurante haciendo vibrar los cristales y sobresaltando a todos los presentes. Arturo saltainstintivamente para proteger a Leonor, quien se arroja al piso.

Vemos algunos de los comensales del restaurante salir hacia la calle, otros intentan ver haciaafuera por los amplios ventanales del restaurante, mientras que otros aún se están levantando del pisodonde se arrojaron por instinto. La escena en general es caótica por el desconcierto de todos. Arturosigue en el piso, cubriendo con su cuerpo el de Leonor.

—¡Una bomba! ¡Una maldita bomba, y ha sido muy cerca de acá!

— ¡Los Tribunales, tiene que ser ahí!

La pareja se asoma al exterior del restaurante, Arturo se mantiene abrazando a Leonor paracontenerla, pues está ansiosa por salir corriendo. Dos o tres cuadras al fondo de la escena, vemos unagruesa columna de humo, el resplandor del incendio y los vehículos policiales, ambulancias ybomberos que cruzan raudos frente a la pareja, hacia el sitio del suceso.

—¡Si, es ahí! Tengo que ir …— implora Leonor.

—¡Estás loca! ¡Ni lo sueñes, no pienso dejar que vayas!— se opone Arturo, con firmeza.

—¡Por favor, al menos déjame ir al canal!

—Voy contigo. Vamos por tu auto.

A bordo del vehículo que sigue a la pareja, los ocupantes reciben un llamado radial.

—Atentos, rapaces. El escudo cayó. Repito. El escudo cayó.— se escucha desde la radio.

— Equipo Gavilán. Paloma en desplazamiento. Solicito instrucciones

Otro mensaje llega a la radio: —Equipo Buho. Topo contenido. Solicito instrucciones.

Tanto los que mantienen a Gastón en el piso de su departamento, como los que siguen a Leonor,reciben simultáneamente la misma respuesta.

—Rapaces: Cacería aprobada, repito, cacería aprobada.

En el departamento, el hombre que sostiene la radio le hace una señal de aprobación al que aún tieneinmovilizado al camarógrafo. Un solo balazo le vuela los sesos a Gastón Romero.

Arturo va conduciendo el citycar de Leonor. Ella va de copiloto con su teléfono móvil en el oído,intentando comunicarse con el canal de televisión. —Las líneas al canal están todas tomadas, no logrocomunicarme, Arturo.

—Enciende la radio, a ver si hay algo— responde Arturo, concentrado en manejar de prisa hacia elcanal.

En el vehículo que los sigue, el copiloto levanta la radio hacia los ocupantes del asiento trasero,que preparan sus armas de grueso calibre, para que escuchen el mensaje: —Rapaces: Cacería aprobada.Repito: Cacería aprobada.

La radio del automóvil de Leonor transmite la voz acelerada del locutor: — … simultáneos en eledificio de Tribunales y en la residencia del Ministro de Justicia en el Cajón del Maipo. Fuentes nooficiales señalan responsabilidad del grupo terrorista Michimalonco en estos atentados.

—Media cagaíta, Arturo! Date prisa, por favor!

—Tranquila, Leo, ya estamos …

El automóvil que los seguía se ha puesto en paralelo al vehículo de Leonor y desde el asientotrasero y del copiloto surgen sendas ráfagas de ametralladora que dan de lleno en el lado del piloto. Elpequeño citycar hace un giro violento alejándose de sus perseguidores y se vuelca de costado.

Los ocupantes de los asientos traseros del vehículo atacante, descienden con sus armaspreparadas y se dirigen al volcado citicar de Leonor. Sin embargo, desde un local vecino al accidentesurge también un grupo de personas con la intención de socorrer a los ocupantes.

—¡Gavilanes, tenemos demasiados testigos! ¡Volvemos al nido, aborten cacería! —vocifera el copilotopara hacer volver a los atacantes.

Leonor está atrapada por el cinturón de seguridad, tiene una herida en el hombro y otra bala leha rozado la frente, por donde sangra profusamente. Junto a ella, el cuerpo horriblemente herido de suesposo se desangra. —¡Arturo! ¡Por Dios, ARTURO!

Leonor se desmaya, todo queda a oscuras para ella.

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