Capítulo IV de La Novela Blanca Sol

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CAPÍTULO IV DE LA NOVELA BLANCA SOL - IV – Aunque Blanca Sol, muy formalmente prometiera su mano a D. Serafín Rubio, éste no estaba del todo tranquilo: conocía el carácter voluble, capricoso, y e!céntrico de su futura esposa, y cada día temblaba, temiendo que ese fuera el que abía de traerle inesperado cambio. "ar#as oras se daba a pensar, c$mo era que Blanca, mu%er capricosa fantástica, en#reída con su belle&a, y or#ullosa con su elevada alcurnia, podía aceptarlo a él por esposo: a él, que aunque también blasonaba de su noble prosapia 'mucos como D. Serafín blasonan de lo mismo( no de%aba de comprender, que estaba muy le%os de ser el tipo que la ambiciosa %oven podía aceptar, dada la disparidad de #ustos, de educaci$n, de aspiraciones que entre ambos notaba él. )Será s$lo por mi dinero* +se pre#untaba a sí mismo. en este momento su frente se oscurecía y su fisonomía tomaba an#ustiosa e!presi$n. -tra refle!i$n acudía a su mente, y esta era, qui&á, la más cruel. l primer amor de Blanca/ un compromiso de más de cinco a0os: un novio con todas las condiciones del cumplido caballero, todo abía sido sacrificado en aras de... Aquí el pensamiento de D. Serafín, se detenía, sin atreverse a decidir si era en aras del amor o del dinero. lue#o refle!ionaba que cuando una mu%er da la preferencia a un ombre rico a quien no ama, de%ando el amor del amante pobre, es porque piensan reali&ar al#una combinaci$n financiera+amorosa, con la cual, #anará el dinero del rico, sin perder el amor del pobre, y D. Serafín, que ni un pelo tenía de tonto, valori&aba con asombrosa e!actitud su difícil y peli#rosa situaci$n. si bien estaba abobado de amor, ni un momento perdi$ su buen criterio, y más de una ve&, e!alando profundísimo suspiro, solía decir: +Si yo pudiera ale%ar para siempre a ese ombre... ese ombre )quién era* 1ada menos que un apuesto caballero, de cuyas relaciones de parentesco, se enor#ullecía la madre, y no s$lo la madre, sino también las lina%udas tías de Blanca. 2ara colmo de an#ustias, lle#$ un día en que su mala estrella, llévalo 'sic( a presenciar escenas de un realismo aterrador. 3na noce, por e%emplo, mientras él filos$ficamente disertaba sobre temas de alta conveniencia social, en compa0ía de la madre y las tías de Blanca/ oy$ un ruido suave, apenas perceptible, que no por eso de%$ de producirle, el mismísimo efecto que descar#a de poderosa pila eléctrica. )4ué ruido era aquel, que tan inesperada conmoci$n producía, en los pocos e!citables 'sic( nervios de la san#uínea naturale&a de D. Serafín* Diríase ruido de besos y murmullo de diálo#o amoroso. D. Serafín no pudiendo dominarse, sali$ a la puerta del sal$n, que comunicaba con el patio e!terior, de dondeparecía venir aquel alarmante murmullo. 54ué orror6... ) s posible que tales cosas se vean en la vida...* Si él ubiese sido ombre menos prudente, aquella no Blanca, ubiese presenciado un lance, un desafío... qui&á siun asesinato. )4ué abía visto D. Serafín* 7io a Blanca, reclinada amorosamente en el ombro de por este, en estreco abra&o y mirando poéticamente A pesar de que el cuadro, era bellísimo y poético. D atro&, detestable, tanto, que sali$ desesperado de l no volver %amás. 2ero )cuál es el ombre que, cuando el term$metro de cien #rados sobre cero, cumple su prop$sito de no ve amada* n onor de la verdad, diremos, que D. Serafín, s$lo llamado, atraído y casi ro#ado por la madre de Blanc a no presenciar por se#unda ve& el espantoso cuadro lado de su anti#uo novio, formaba. como resultado de esta su firme resoluci$n, un ami diri#iose a donde el %oven y a nombre del se0or Rubi fi%ara precio a su desistimiento o la mano de la se0 tal que el primer vapor que &arpara del 9allao, le l "ima. l des#raciado %oven, en el colmo de la indi#naci$n dar otra contestaci$n que pedirle sus padrinos para muerte. a emos visto de qué manera tan elocuente y sencill Blanca a su novio, demostrándole, que no le quedaba renunciar a su compromiso, ofreciéndole ella, re#alada felicidad. Blanca le %ur$ a D. Serafín por un pu0ado de cruces que él lavio abra&ada amorosamente por su novio/ abía sid violentamente co#ida y estrecada muy a pesar suyo, viéndose obli#ada a callar y no dar voces, por temor al escán no crey$, fin#i$ aceptar estas disculpas, y p #enerosa conducta de Blanca Sol. 3na de sus me%ores casas eredadas de su padre, fue convertida en espléndido palacio. 7einte tapiceros, otros tantos #rabadores, empa todo un e%ército de obreros y artistas, encar#áronse con lu%o e!traordinario. este lu%o que todos llamaban e!traordinario, él lo conceptu$ deficiente, como manifestaci$n de su amor a esta bel descendido asta él. oda la istoria de ;rancia, en sus épocas de mayor encontraba allí representada. <abía sal$n a lo "uis "uis=7>,bouduoir a la 2ompadour, comedor del tiempo del Renacimiento. "os espe%os de 7enecia, los mosaicos venidos del mis cuadros ori#inales de pintores célebres/ el cristal

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CAPTULO IV DE LA NOVELA BLANCA SOL- IV

Aunque Blanca Sol, muy formalmente prometiera su mano a D. Serafn Rubio, ste no estaba del todo tranquilo: conoca el carcter voluble, caprichoso, y excntrico de su futura esposa, y cada da temblaba, temiendo que ese fuera el que haba de traerle inesperado cambio.

Largas horas se daba a pensar, cmo era que Blanca, mujer caprichosa fantstica, engreda con su belleza, y orgullosa con su elevada alcurnia, poda aceptarlo a l por esposo: a l, que aunque tambin blasonaba de su noble prosapia (muchos como D. Serafn blasonan de lo mismo) no dejaba de comprender, que estaba muy lejos de ser el tipo que la ambiciosa joven poda aceptar, dada la disparidad de gustos, de educacin, de aspiraciones que entre ambos notaba l.

Ser slo por mi dinero? -se preguntaba a s mismo. Y en este momento su frente se oscureca y su fisonoma tomaba angustiosa expresin.

Otra reflexin acuda a su mente, y esta era, quiz, la ms cruel.

El primer amor de Blanca; un compromiso de ms de cinco aos: un novio con todas las condiciones del cumplido caballero, todo haba sido sacrificado en aras de... Aqu el pensamiento de D. Serafn, se detena, sin atreverse a decidir si era en aras del amor o del dinero.

Y luego reflexionaba que cuando una mujer da la preferencia a un hombre rico a quien no ama, dejando el amor del amante pobre, es porque piensan realizar alguna combinacin financiera-amorosa, con la cual, ganar el dinero del rico, sin perder el amor del pobre, y D. Serafn, que ni un pelo tena de tonto, valorizaba con asombrosa exactitud su difcil y peligrosa situacin.

Y si bien estaba abobado de amor, ni un momento perdi su buen criterio, y ms de una vez, exhalando profundsimo suspiro, sola decir: -Si yo pudiera alejar para siempre a ese hombre...

Y ese hombre quin era? Nada menos que un apuesto caballero, de cuyas relaciones de parentesco, se enorgulleca la madre, y no slo la madre, sino tambin las linajudas tas de Blanca.

Para colmo de angustias, lleg un da en que su mala estrella, llvalo (sic) a presenciar escenas de un realismo aterrador.

Una noche, por ejemplo, mientras l filosficamente disertaba sobre temas de alta conveniencia social, en compaa de la madre y las tas de Blanca; oy un ruido suave, apenas perceptible, que no por eso dej de producirle, el mismsimo efecto que descarga de poderosa pila elctrica.

Qu ruido era aquel, que tan inesperada conmocin produca, en los pocos excitables (sic) nervios de la sangunea naturaleza de D. Serafn? Dirase ruido de besos y murmullo de dilogo amoroso.

D. Serafn no pudiendo dominarse, sali a la puerta del saln, que comunicaba con el patio exterior, de donde pareca venir aquel alarmante murmullo.

Qu horror!... Es posible que tales cosas se vean en la vida...?

Si l hubiese sido hombre menos prudente, aquella noche la seorita Blanca, hubiese presenciado un lance, un desafo... quiz si un asesinato.

Qu haba visto D. Serafn?

Vio a Blanca, reclinada amorosamente en el hombro de su novio, asida por este, en estrecho abrazo y mirando poticamente la luna.

A pesar de que el cuadro, era bellsimo y potico. D. Serafn lo encontr atroz, detestable, tanto, que sali desesperado de la casa, y resuelto a no volver jams.

Pero cul es el hombre que, cuando el termmetro del amor marca cien grados sobre cero, cumple su propsito de no ver ms a su amada?

En honor de la verdad, diremos, que D. Serafn, slo volvi a la casa, llamado, atrado y casi rogado por la madre de Blanca, y muy decidido a no presenciar por segunda vez el espantoso cuadro que su amada, al lado de su antiguo novio, formaba.

Y como resultado de esta su firme resolucin, un amigo de la casa, dirigiose a donde el joven y a nombre del seor Rubio, propsole que fijara precio a su desistimiento o la mano de la seorita Blanca Sol, con tal que el primer vapor que zarpara del Callao, le llevara muy lejos de Lima.

El desgraciado joven, en el colmo de la indignacin dijo que no poda dar otra contestacin que pedirle sus padrinos para arreglar un duelo a muerte.

Ya hemos visto de qu manera tan elocuente y sencilla, convenci Blanca a su novio, demostrndole, que no le quedaba otro recurso, que renunciar a su compromiso, ofrecindole ella, en cambio, futura y regalada felicidad.

Blanca le jur a D. Serafn por un puado de cruces que aquella noche que l la vio abrazada amorosamente por su novio; haba sido violentamente cogida y estrechada muy a pesar suyo, vindose obligada a callar y no dar voces, por temor al escndalo. D. Serafn si no crey, fingi aceptar estas disculpas, y pag con creces esta generosa conducta de Blanca Sol.

Una de sus mejores casas heredadas de su padre, fue en pocos das convertida en esplndido palacio.

Veinte tapiceros, otros tantos grabadores, empapeladores, pintores, todo un ejrcito de obreros y artistas, encargronse de decorar la casa con lujo extraordinario.

Y este lujo que todos llamaban extraordinario, l lo conceptu deficiente, como manifestacin de su amor a esta belleza que haba descendido hasta l.

Toda la historia de Francia, en sus pocas de mayor esplendor, se encontraba all representada. Haba saln a lo Luis XIV, saloncito a lo Luis XVI, bouduoir a la Pompadour, comedor del tiempo del Renacimiento.

Los espejos de Venecia, los mosaicos venidos del mismo Pars; los cuadros originales de pintores clebres; el cristal de Bohemia; toda una contribucin en fin, recogida del mundo artstico y del mundo industrial, lleg a embellecer la que deba ser morada de la orgullosa Blanca Sol.

Lo que sobre todo maravill a la familia y a las amigas, fue el lujossimo canastillo de novia, que D. Serafn, contra la costumbre establecida, quiso regalar a Blanca, y digo contra la costumbre, por ser bien sabido, que de antiguo est establecido en Lima, que los padres de la novia la obsequien el ajuar.

Todo lo que el arte manufacturero ha producido de ms delicado, de ms perfecto, de ms artstico; todo se encontraba en el ajuar de la novia.

Encajes de Inglaterra, de Chantilly, de Alenon, de Malinas, de Venecia; paos de Len, telas italianas, chinas, y de todas partes del mundo; aquello fue una especie de Exposicin en pequeo que maravill a la familia y a las amigas de Blanca.

Ella estaba ebria de placer y de contento.

Lucir, deslumbrar, ostentar, era la sola aspiracin de su alma.

Ya no vera ms, la cara engestada, la expresin insultante, y el aire altanero del acreedor, que por la centsima vez llegaba a recibir siempre una excusa, un efugio, o a conceder un nuevo plazo, que era nueva humillacin, cruel sarcasmo, lanzado a su vida fastuosa y derrochadora.

Los amigos de D. Serafn, quedaron asombrados, al verlo derramar el dinero, con largueza tal, que dejara atrs al ms despilfarrado calavera. Hasta entonces estaban ellos persuadidos, que, si D. Serafn haba heredado a su padre la fortuna, haba tambin heredado sus hbitos de economa llevados hasta la avaricia.

Pero esos amigos no pensaron, sin duda, que de todas las pasiones, el amor es la que mayores y ms radicales cambios opera en el espritu humano.

Pocos das antes del matrimonio, la casa que deban ocupar los novios, convirtiose en romera, de los que ansiaban admirar las maravillas encerradas all por la mano de un futuro marido.

Sus amigos, aquellos que con ms envidia que afecto, miraban esa prodigalidad de riquezas, no lo escasearon al novio las stiras, y los burlescos equvocos.

No falt quin, con tono de profunda amargura, dijera: -Ah si el seor Rubio resucitara, volvera a caerse muerto! Y para extremar la vida sujeta a toda suerte de privaciones del seor Rubio, padre, cada cual refera un episodio o un suceso referente a este punto.

Y el lujo presente, y la economa pasada, y el amor del novio, y la incierta fidelidad de la novia; fueron el blanco, donde todos creyeron que deban asestar aun sangrientos dardos, y malvolos comentarios.

Si los que de esta suerte censuraban ensandose contra las prodigalidades de D. Serafn, hubieran podido presenciar y valorizar la suprema dicha de su alma, la primera noche de sus bodas; cuando l despus de haber paseado a Blanca por todos los lujosos salones de la casa, llvola a la alcoba nupcial, donde ella de una sola mirada abarc y midi todo el lujo y esplendidez, con que estaba decorada y volvindose a l, lnzose a su cuello ebria de alegra exclamando: -Oh que feliz soy!- si ellos hubiesen presenciado esta escena; lejos de censurarlo, hubieran dicho, como en ese momento dijo l: -El nico dinero bien gastado es el que nos acerca a los brazos de la mujer amada.

Los primeros das de su matrimonio, no cesaba de reflexionar como era posible que existieran hombres tan estpidos, que llamaran a este mundo valle de lgrimas Infelices! Bien se conoca que no haban hallado una mujer que embelleciera su vida, una mujer como Blanca. No, la vida es edn delicioso, puesto que la posesin del ser amado, llegaba a ser hermosa realidad.

Pero era en verdad una realidad? No estara l soando? Ser el esposo, el dueo, el amado de ella, de la altiva y orgullosa Blanca Sol... Oh! ninguna dicha igualaba, ni encontraba siquiera comparable a esta.

Y D. Serafn con ntima y deleitosa satisfaccin se detena a considerar que, cuando l hablara de ella, poda decirle familiarmente esta; es decir, esta mitad de mi ser, mitad de mi cuerpo, del cuerpo de l, del msero, que haba vivido en la casta abstinencia a que lo obligara la exigua propina que su padre lo daba, no siquiera para cigarros, sino para dulces, como a un chiquillo de diez aos, obligndole as al retraimiento de los amigos y de los placeres. Y su naturaleza robusta y sangunea, habase doblegado a duras penas ante tan cruel necesidad.

Pero ah! llegaba, al fin, el da de satisfacer todas sus ansias juveniles, todas sus necesidades de hombre.

All, al alcance de su mano, estara siempre ella, hermosa, seductora, complaciente, con sus ojos de garza y sus labios atrevidamente voluptuosos.

S, ya l poda llamarla, suya, su mujer, y al pronunciar estas palabras, su alma, babase en infinito deleite, y en sangre se encenda en inextinguible voluptuosidad.

Qu lejos estaba l de pensar, que a las mujeres, aun aquellas que se casan por pagar deudas y comprar vestidos, les horroriza el matrimonio, cuya sntesis, es, un cuerpo entregado a la saciedad de un apetito.

Qu lejos estaba l de imaginarse, que Blanca, aunque mujer calculadora, vana y ambiciosa, era como las dems mujeres, esencialmente sentimental y un tanto romntica, y haba de sentir, como consecuencia, repugnancia, asco, para este marido que no le ofreca sino los vulgares trasportes del amor sensual.

Pero qu saba l de estas cosas? Si alguien le hubiera ido a perturbar en medio de sus alegras y embriagueces, para poner ante sus ojos la realidad de su situacin, le hubiera tomado por un loco o por un impertinente.

Qu saba l, si las mujeres aman con el corazn y los hombres con los sentidos; si el amor del alma es para ellas cuestin de naturaleza y el amor del cuerpo es para ellos cuestin de salud; y esta anttesis es abismo donde se hunde la felicidad del matrimonio, el cual slo el amor abnegado de la mujer puede salvar.

Don Serafn era de esos hombres de quienes se ha dicho que el matrimonio los engorda.

Y sin metfora, ocho das despus, senta que coma con mayor apetito, dorma con mejor sueo, rea con hilaridad interminable, y por consecuencia, su cuerpo adquiri en tejido grasoso, todo lo que perdi en agilidad y elegancia.