CAPÍTULO VII_PeterKlaren_GuerraPacifico

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LA GUERRA DEL PACÍFICO Y LA RECONSTRUCCIÓN, 1879 – 1895 

CAPÍTULO VII

LA GUERRA DEL PACÍFICO Y LA RECONSTRUCCIÓN, 1879 – 1895

El origen de la Guerra del Pacífico se encuentra en el desierto de Atacama, improductivo pero rico

en minerales, un gran espacio vacío y árido que se extiende unos mil ochenta kilómetros a lo largo

del Océano Pacífico. Al ser descubrirse depósitos de nitrato allí, la región pasó a ser el centro de

conflictivas pretensiones territoriales de Perú, Bolivia y Chile. El primero reclamaba una tira de

cuatrocientos veinte y tres kilómetros de desierto que incluía las provincias costeras de Tacna,

Arica y Tarapacá, Bolivia los siguientes cuatrocientos treinta y dos kilómetros al sur,

comprendiendo la provincia de Antofagasta y desde el río Loa al sur, hasta el paralelo veinticinco.

Chile sin embargo, cuestionaba estas pretensiones, proclamando su soberanía hacía el norte,

hasta el paralelo veintitrés. Los tres países veían los depósitos de nitrato del desierto como una

fuente potencial de ingresos importantes, en un momento de gran presión financiera durante la

década de 1870.

Esto era particularmente cierto para el Perú, que había visto como su producción e ingresos

guaneros se evaporaban justo cuando la economía mundial se precipitaba en la gran depresión de

1873. Dos años más tarde el país se declaró en bancarrota. Para el gobierno de Pardo, los nitratos

constituían una fuente alternativa de ingresos y una solución potencial a sus dificultades

financieras. Por ello estableció un monopolio estatal en 1873 para comprar los nitratos a los

productores locales para su reventa en el mercado europeo. Sin embargo, este plan no resultópráctico debido a la caída de los precios, pues el gobierno no podía garantizar un retorno seguro

para los productores. Pardo nacionalizó la industria, en 1875, con la esperanza de regular mejor la

producción y los ingresos. Esto irritó a los productores de nitratos, muchos de los cuales eran

chilenos o capitalistas europeos que entonces comenzaron a presionar el retiro de la provincia de

Tarapacá del monopolio peruano, y que ominosamente ayudaron a chile a mejorar sus fuerzas

militares.

Por ese entonces las fuerzas armadas peruanas estaban en decadencia. Ellos se debían en parte a

los problemas financieros del gobierno, que hacían necesario reducir el presupuesto, pero

también la filosofía del Partido Civil de Pardo de cortar el poder duradero de las fuerzas armadasen los asuntos políticos de la nación. En consecuencia, el ejército se había reducido de doce mil

hombres en 1870 a sólo 4500 en 1875. Para compensar esta baja, Pardo restableció la Guardia

Nacional y fundó tanto una escuela militar como una academia naval para mejorar la preparación

profesional y técnica. Aún más dañino que el corte en el personal fue que Pardo canceló los

contratos de los nuevos navíos que podrían haber asegurado la superioridad naval en el Pacífico

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LA GUERRA DEL PACÍFICO Y LA RECONSTRUCCIÓN, 1879 – 1895 de la que el Perú gozaba desde la década de 1850. Hizo esto cuando Chile se re-equipaba y

adquiera nuevos buques para su flota.

Al mismo tiempo que Pardo contemplaba formas de extraer más rentas de los nitratos del sur, iba

negociando una alianza defensiva con Bolivia. Él temía que los bolivianos decidieran establecer

una alianza con Chile que no solamente pondría en riesgo los campos de los nitratos peruanos,sino que además inclinaría el delicado equilibrio de poder en la región a favor a su viejo rival en el

Pacífico. El Tratado se firmó el seis de febrero de 1873, acordando cada país acudir en ayuda de

otro si su soberanía territorial era violada por un tercero. Perú infructuosamente intentó hacer

que Argentina, que tenía su propia y prolongada disputa con Chile en la Patagonia, se uniera al

acuerdo. Esto hizo que Chile sospechara que el Tratado de 1873 no solo estaba dirigido en contra

suya, sino que tenía intención ofensiva y no defensiva, como se sostenía. Sin embargo, esta

interpretación del Tratado por parte de Chile no tenía valor alguno, dado el penoso estado de los

preparativos militares de ambos países y su aparente incapacidad para llevar a cabo cualquier

acto agresivo en contra de su mejor organizado país vecino. De manera que, además de las

riquezas de los nitratos en el territorio en disputa, el conflicto fue alimentado por una profundarivalidad geopolítica y comercial. La primera involucraba un incipiente equilibrio regional del

poder en parte sur del continente, que se remontaba a la ruptura del viejo régimen colonial y el

surgimiento de varios nuevos estados nación competidores entre sí en el período post  – 

independentista. En cuanto a la segunda, la competencia comercial entre el Callao y Valparaíso

por el control del tráfico a lo largo de la costa occidental, tenía sus orígenes aún más atrás, en el

período colonial, y había sido una de las causas de la guerra entre ambos países en 1836.

El acontecimiento precipitante de la Guerra del Pacífico fue un impuesto de diez centavos por

quintal, gravado en 1878 por el gobierno boliviano a todos los nitratos exportados por la

Compañía de Nitratos de Antofagasta, de propiedad anglo –chilena. Sin suficientes capitales una

burguesía que desarrollara sus propios depósitos de nitratos, Bolivia había entregado concesiones

a la Compañía y a otros empresarios bolivianos y a sus asociados británicos, para que explotara

los depósitos. La Compañía de Antofagasta había estado invirtiendo agresivamente capitales,

capacidad administrativa y técnica, y mano de obra en Atacama para desarrollar sus posiciones

hacia ya algún tiempo. De hecho, para finales de la década de 1870, ella y otras empresas

europeas habían llegado a controlar casi la mitad de nitratos de Tarapacá, de la cual se vieron

privadas por la nacionalización efectuaba por Pardo. Esta expansión de capital y el conocimiento

anglo-chileno del litoral boliviano para el financiamiento extranjero de la modernización de la

industria altiplánica de la minería de plata, ligando aún más los interese del capital internacional,

con el interés minero boliviano.

Aunque pequeño, el incremento de los diez céntimos en el impuesto grabado a las compañías

chilenas de nitratos violaban los términos de dos tratados anteriores entre Bolivia y Chile, en 1872

y 1874. Este último tratado había establecido la frontera entre ambos países en el paralelo 24° y

prohibió toda alza en los impuestos a los intereses comerciales o exportaciones chilenos de la

región durante veinticinco años. Cuando la Compañía de Antofagasta se negó a pagar el impuesto,

Bolivia impuso un embargo a sus exportaciones y arrestó a su administrador, provocando así que

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LA GUERRA DEL PACÍFICO Y LA RECONSTRUCCIÓN, 1879 – 1895 Chile enviara naves de guerra a la bahía de Antofagasta y que poco después, el 14 de febrero de

1879, ocupaba militarmente el puerto boliviano ligeramente defendido, cuya población era

chilena en un 80% gracias a la industria de los nitratos. Bolivia respondió declarando la guerra el

14 de marzo e invocó el Tratado de Alianza mutua con el Perú, que forzaba a este país a entrar al

conflicto a su lado.

El Perú apenas si estaba preparado para la guerra. La mayor parte de su flota languidecía en un

dique seco para ser reparada y las unidades de su ejército estaban dispersas por todo el país.

Inicialmente, intentó ganar tiempo mientras negociaba con Chile, sin embargo, estas

negociaciones, dirigidas por el historiador y diplomático José Antonio de Lavalle, llegaron

rápidamente a un impase porque Chile exigía que el Perú renunciara a su tratado con Bolivia y

declarara su neutralidad. El Perú temía que su aliado cambiase de rumbo y arreglara con Chile con

el fin de privarle su provincia de Tarapacá rica en nitratos. Ocupaba la presidencia Mariano

Ignacio Prado, el ex presidente y héroe de la guerra con España de 1866. Prado se negó a

desconocer el Tratado de 1873, dejando otra alternativa a Chile que declarar la guerra al Perú y a

Bolivia el 5 de abril de 1879. La última instancia, Perú tenía un fuerte interés en proteger susustancial industria de nitrato sobre la cual el gobierno había basado sus esperanzas financieras y

el futuro desarrollo del país.

Como señala St Jhon (1992:109), al principio del conflicto no habría fácil prever el resultado de la

guerra pues ambos bandos contaban hipotéticamente con ciertas ventajas y desventajas. Por

ejemplo, la ventaja de los aliados tenía en población total sobre un chile más pequeño quedaba

balanceada por la ciudadanía más homogénea y mejor educada y motivada de éste último país.

Con todo, en comparación con sus vecinos, Chile era una entidad política mucho más estable, que

poseía un Estado fuerte e institucionalizado y un orden constitucional que había visto la

transferencia ordenaba de poder en seis ocasiones entre 1831 y 1879. Aún así, es claro que, por lo

menos al principio la población chilena ciertamente no estaba toda unida respecto a la guerra, y

durante toda la contienda bélica tuvo que enfrentar un severo conflicto político, al igual que Perú.

Chile estaba respaldado por Gran Bretaña con quien había desarrollado fuertes lazos políticos y

económicos desde la independencia. Estos lazos indudablemente se vieron reforzados por las

posesiones de nitrato que el Perú había nacionalizado en Tarapacá y por los influyentes financistas

británicos poseedores de los bonos peruanos que ahora ya no valían nada debido a la declaración

de bancarrota de 1875, y que esperaban que fuesen redimidos con los pagos por reparaciones en

caso de una victoria chilena. Por último, en comparación con sus rivales, el ejército chileno estaba

sumamente bien organizado y equipado con modernos cañones Krupp y rifles de fabricación

francesa.

En última instancia, lo que probablemente selló el destino de los aliados fue la superioridad de las

fuerzas armadas chilenas, y sobre todo su poderío naval y su estrategia global al iniciarse las

hostilidades. Por ejemplo, su ejército estaba relativamente listo para combatir, pues en las últimas

dos décadas había estado activamente ocupado en las campañas en contra de los indios

mapuches. Es más, a comienzos de la década de 1870, Chile se dispuso a desarrollar sus fuerzas

navales para controlar el Pacífico, de modo que al estallar la guerra sus naves y marineros tenían

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LA GUERRA DEL PACÍFICO Y LA RECONSTRUCCIÓN, 1879 – 1895 una ventaja de tres sobre a uno sobre Perú. Ella resultó ser crucial pues aunque la flota peruana

logró hundir la corbeta chilena Esmeralda el 21 de mayo de 1879, en el primer gran choque naval

de la guerra, su blindado la Independencia encalló durante el combate en un arrecife en las

afueras del puerto de Iquique. La pérdida de la Independencia únicamente dejó al Perú el

Huáscar, un blindado mucho más pequeño, con que desafiar al Blanco Encalada y al Almirante

Cochrane, sus más poderosos contrapartes chilenas. A pesar de esta desventaja, el Huáscar,contramandado por el almirante Miguel Grau, logró mantener en jaque a la flota chilena con una

serie de brillantes maniobras navales durante los siguientes cinco meses. Ellas lograron ganar

tiempo para el despliegue y concentración de unidades del ejército peruano al sur, que ahora se

encontraba en condición de defender Iquique y unirse con el destacamento boliviano en Tacna.

El 8 de octubre la causa aliada sufrió un segundo y decisivo golpe en el mar con el combate de

Angamos. Allí, el Huáscar fue finalmente emboscado y capturado por los dos blindados chilenos y

la mayoría de sus oficiales, incluyendo al legendario Grau, cayeron en combate. La heroica

resistencia de Grau contra toda posibilidad le convirtió en uno de los pocos héroes peruanos

auténticos surgidos en medio del debacle generalizada de la guerra, y su recuerdo es aún hoyreverenciado por su país. Con todo, Chile controlaba íntegramente las vitales rutas marítimas del

Pacífico en la costa peruana, pudiendo así concentrar sus fuerzas para atacar y reabastecerse

donde quisiera a lo largo del litoral. Asimismo, su supremacía naval le permitió imponer un

embargo diseñado para cortar las exportaciones peruanas en un esfuerzo por dañar

financieramente su capacidad de combate. Después de la pérdida del Huáscar, el final de los

aliados parecía ser cuestión de tiempo.

Y sin embargo, Perú logró posponer la derrota por más tiempo de lo que los observadores

pronosticaban. De espaldas contra la pared, el país despertó un espíritu de resistencia que frustró

el deseo chileno de un rápido y exitoso fin a la guerra. Por el momento, Chile siguió lentamente

sus victorias navales con un desembarco de diez mil hombres en la costa sur el 28 de octubre, en

Pisagua, de donde marchó hacia el norte y obtuvo una victoria sobre las fuerzas aliadas en San

Francisco, lo que compensó su posterior derrota en Tarapacá, en noviembre. A partir de ese

momento Chile ocupó toda la provincia de Tarapacá, cuyas rentas procedentes de la producción

de nitratos le permitieron ahora financiar su esfuerzo bélico, así como pagar el cincuenta por

ciento de la deuda peruana con los acreedores británicos. Para junio de 1880, Chile había

derrotado a las fuerzas aliadas del sur, capturando las provincias de Tacna y Arica, y forzando a

Bolivia a abandonar la guerra. Sólo el heroico sacrificio de un destacamento peruano, comando

por el coronel Francisco Bolognesi, que defendía el puerto de Arica, brindó cierto consuelo a los

reveses militares del país y rindió otro mártir más a la causa perdida.

En setiembre de 1880, una fuerza expedicionaria chilena de tres mil hombres, comandada por el

general Patricio Lynch, desembarcó en la costa norte para saquear las ricas plantaciones

azucareras. Su objetivo era conseguir fondos, privar al Perú de divisas extranjeras y obligarle a

pedirle la paz. Al final, la expedición Linch, que fue particularmente inmisericorde al dejar tras de

sí una huella de muerte y destrucción, tuvo el efecto opuesto de endurecer la resistencia peruana

a los invasores.

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LA GUERRA DEL PACÍFICO Y LA RECONSTRUCCIÓN, 1879 – 1895 Entretanto, ya antes, a medida que el Perú vivía una serie de reveses militares y una crisis política

cada vez más aguda, el Presidente Prado tomó la inexplicable decisión de abandonar el país en

secreto el 18 de diciembre de 1879, para viajar a Europa en busca de préstamos con los cuales

adquirir otros blindados más. Cuatro días más tarde, Nicolás de Piérola, su principal rival político,

derribó a su gobierno e instauró una dictadura para salvar el país. Sin embargo, Piérola heredó un

país debilitado por el creciente faccionalismo político y por una economía que iba colapsando. Elcomercio estaba estancado, los acreedores no estaban dispuestos a prestar dinero al gobierno y,

lo que era peor, ls islas guaneras, que seguían siendo una fuente de divisas extranjeras para el

país, habían sido tomadas por los chilenos. Junto con la destrucción de la industria azucarera por

parte del general Lynch, la pérdida de las islas perjudicó la vital capacidad y habilidad exportadora

peruana para generar divisas extranjeras, y con ello sus posibilidades de proseguir con la guerra.

Además de estas dificultades económicas y financieras, los crecientes conflictos políticos entre

Piérola y los depuestos civilistas minaron los esfuerzos por defender Lima del avance otra fuerza

expedicionaria chilena, que había desembarcado en diciembre de 1880 cerca de Lurín, al sur de

Lima. Forzado a defender la capital con una milicia local apresuradamente organizada y los restosdel ejército derrotado en el sur, Piérola, no aprovechó la experiencia de muchos oficiales vueltos

de la campaña meridional, de cuya lealtad sospechaba. En vez de ello, reforzó la milicia con

reclutas indígenas quechua y aymara hablantes mal preparados, enviados y dirigidos por sus

aliados, los hacendados provinciales, cuya propia experiencia militar resultó ser mínima. Al final,

los diecinueve mil hombres de la improvisada milicia peruana, mal dirigida y equipada por Piérola

a lo largo de dos extensas y mal diseñadas líneas de defensa en las afueras de Lima, no tenían

muchas posibilidades contra la fuerza de invasión chilena integrado por veinticinco mil hombres

mejor comandados y equipados, respaldados por su artillería moderna. Ambos bandos sufrieron

fuertes bajas en las decisivas batallas de San Juan Miraflores, pero Lima cayó el 17 de enero de

1881.

Con la capital ahora en manos enemigas y sufriendo, como veremos, la depredación tanto del

ejército invasor como de turbas enfurecidas, Piérola abandonó la ciudad en dirección de la sierra

central para intentar organizar la resistencia peruana. Sin embargo, al abandonar Lima no dejó

ningún gobierno con el cual negociara la paz, de modo que los chilenos instituyeron un gobierno

títere encabezado por Francisco García Calderón, un prominente civilista, quien convocó los restos

del Congreso de 1879 en el pueblo de Magdalena, cerca de Lima. Este Congreso lo ratificó como

presidente interino, pero limitó su capacidad para negociar un acuerdo de paz al prohibirle la

cesión de territorio nacional. Esta posición nacionalista, que coincidió con la oposición de la élite

mercantil a perder el control sobre la valiosa provincia de Tarapacá, restó respaldo a Piérola en elinterior y favoreció al gobierno de García Calderón. Estando la élite del país cada vez más dividida

en torno a cómo seguir o poner fin a la guerra, el presidente intentó que Estados Unidos, que

había sido en general favorable a la posición peruana en el conflicto, interviniera para llegar a un

acuerdo de paz. Chile reaccionó aboliendo el gobierno de La Magdalena y exiliando a García

Calderón en setiembre de 1881.

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LA GUERRA DEL PACÍFICO Y LA RECONSTRUCCIÓN, 1879 – 1895 Entretanto, la situación en el interior se había vuelto cada vez más confusa. En Arequipa, Puno y

Ayacucho estallaron revueltas contra Piérola, quién hasta ese entonces se había abstenido de

atacar a los invasores. Esto animó a declararse presidente al vicealmirante Lizardo Montero, a

quien García Calderón había designado como su sucesor. Viendo que su respaldo popular se

desvanecía, Piérola disolvió su gobierno y dejó el país, marchándose a Europa. De tal manera, el

general Andrés Avelino Cáceres quedó como el principal organizador de la resistencia en la sierracentral, donde había sido nombrado comandante guerrillero por Piérola.

Cáceres era uno de los oficiales peruanos más capaces, habiéndose distinguido ya antes al liberar

un gran destacamento de tropas peruanas rodeadas y amenazadas con ser aniquiladas por el

enemigo cerca de Arica. Su reputación se incrementó en la batalla de Miraflores, donde sus

hombres combatieron heroicamente siendo él herido en combate. Luego de eludir a las fuerzas

enemigas que ocupaba la capital, se recuperó de sus heridas y se unió a Piérola en Jauja, en abril

de 1881.

Puesto a cargo de la resistencia en la sierra central, Cáceres canalizó hábilmente la furia campesina

por las tropelías cometidas por el ejército invasor que había avanzado desde la costa para ocupar

el rico valle agrícola del Mantaro, cerca de Huancayo. Con el botín de sus comunidades

amenazado por el ejército de ocupación y siendo ellos mismos el blanco de los epítetos racistas de

los soldados chilenos, los campesinos indios respondieron prestamente al llamado nacionalista de

Cáceres para organizar montoneras con lo cual defender sus queridas tierras y expulsar a los

invasores. En unos cuantos meses, el ex – hacendado quechua hablante, que conocía íntimamente

la idiosincrasia de sus hombres, había forjado un ejército guerrillero basado en una coalición

multiclasista y multiétnica, dirigido por notables locales, que incluía a unos cinco mil campesinos

mayormente indios. Esta fuerza procedió a acosar y sofocar al enemigo a lo largo de los años

siguientes, infligiéndoles una gran derrota en el valle del Mantaro en julio de 1882.

Mientras Cáceres iba ganándose su reputación como el “Brujo de los Andes” en la que pasaría a

conocerse como la “Campaña de la Breña”, en la sierra norte el general Miguel Iglesias, un

hacendado de Cajamarca que había sido ministro de guerra de Piérola y combatió heroicamente

en la defensa de Lima, asumió el mando del Ejército de Resistencia del Norte, acuartelado en la

ciudad de Cajamarca. Sin embargo, su defensa de esa zona contra la invasión chilena de Cajamarca

a mediados de 1882 resultó ser algo tibia, y muy pronto dio su famoso “Grito de Montán”,

solicitando una paz negociada con Chile sin ninguna precondición territorial, a diferencia del

mandatario anterior del Congreso de Magdalena. Dos distintos movimientos de resistencia,

liderados por los hacendados Manuel José Becerra y José Mercedes Puga, surgieron en diferentes

partes de Cajamarca en respuesta a esta postura “colaboracionista”, mostrando así una vez más el

grado de desacuerdo existente dentro de la elite sobre cuál era la mejor forma de hacer frente a la

ocupación chilena. Ello no obstante, en diciembre de 1882, Iglesias convocó una Asamblea del

Norte, conformada principalmente por sus parientes, amigos y aliados, que lo “eligió” presidente

y le autorizó a buscar un acuerdo de paz. Esta autorización llegó luego de fracasadas las

negociaciones, mediadas por los Estados Unidos, entre el presidente Montero y García Calderón

(desde su exilio en Santiago), y los oficiales chilenos.

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LA GUERRA DEL PACÍFICO Y LA RECONSTRUCCIÓN, 1879 – 1895 Ante este impase, Chile dio la espalda al gobierno de Montero y respaldó cada vez más a Iglesias, a

quien ahora se enfrentaba Cáceres, el líder de la resistencia. Los “partidarios de la paz” de Iglesias

fueron repaldados por los terratenientes que se oponían a que la guerra continuara en la sierra, lo

que veían como una amenaza directa a sus haciendas y al control social que ejercían sobre el

campesinado. A diferencia de la elite mercantilista limeña, para ellos la posible pérdida de

Tarapacá no tenía interés alguno, fuera de cierta vinculación sentimental, y estabanperfectamente dispuestos a sacrificarla a cambio de su supervivencia como clase dominante en la

sierra (Manrique 1995;177). En todo caso, las fuerzas chilenas que respaldaban a Iglesias lograron

derrotar a Cáceres en la batalla de Huamachuco el 18 de octubre de 1883, y procedieron a

reconocer al general Iglesias como Presidente. Dos días después, ambos países acordaron el

Tratado de Ancón, que puso fin a la guerra.

Este acuerdo cedió la provincia de Tarapacá a Chile y estipuló que se llevaría un plebiscito a cabo

en las provincias de Tacna y Arica luego de diez años, para decidir su destino. El vencedor del

plebiscito debía pagarle al perdedor una indemnización de 10 millones de pesos chilenos, o su

equivalente. La mayoría de las restantes cláusulas del tratado versaban sobre cuestiones referidasal guano y los nitratos, por los cuales la guerra esencialmente se había llevado a cabo. Por

ejemplo, las islas guaneras fueron devueltas al Perú pero no antes de que un millón de toneladas

fueran vendidas y divididas entre el gobierno chileno y los acreedores peruanos. Aunque en Perú

hubo una considerable oposición al tratado por considerarse que sus condiciones eran demasiadas

favorables para Chile, éste fue ratificado el 10 de marzo de 1884 por una Asamblea Constituyente

convocada por Iglesias.